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Emociones y Control

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Emociones y Control
Antonio Sellés Martínez
Agosto 2002
Uno de los asuntos que más ocupa y ha ocupado al Ser humano, es el
de las Emociones. Aunque sea un terreno difícil, incluso equívoco para las
personas, también tiene un atractivo innegable, cabe preguntarse por qué.
La respuesta debe apuntar a que las personas somos seres sensibles,
abiertos al mundo, con grandes carencias, y a los que nos afectan muchas
cosas. “A la gente le gusta sentir, sea lo que sea”, escribió Virginia Wolf. A
pesar de que algunos de esos sentimientos sean dolorosos, inaguantables, no
sentir es una alternativa inaceptable.
Quizá esta contradicción sea uno de los orígenes de los problemas que
tenemos los humanos con las emociones: no nos gusta lo que sentimos, nos
gustaría sentir otra cosa, no entendemos lo que nos pasa o por qué sentimos lo
que sentimos. O bien, no nos gusta que otra persona sienta determinada cosa,
no se ajusta al momento, es rechazable socialmente o nos duele
personalmente.
Iniciando el recorrido
Históricamente no hay más que malos precedentes. Las emociones no
son uno de los aspectos más valorados de la experiencia humana.
En la Grecia antigua no se hablaba de “sentimientos”, ésta es una
palabra moderna, sino de “pasiones”, fuerzas externas que nos atacan,
asaltan... Los autores clásicos veían las pasiones como algo externo,
misterioso y aterrador, tenían vida propia y no formaban parte del Yo, sino que
enajenaban al hombre. Más adelante en la historia, las emociones entraron en
la estructura de la persona, pero se suponía que el individuo no tenía ningún
dominio sobre ellas, conservando esta característica de incontrolables,
arrebatadoras, etc., durante siglos. Los filósofos hablaban de las pasiones para
educarlas, olvidarlas, extirparlas o abrazarlas, según la tendencia de cada cual,
sin ningún acuerdo ni resultado definitivo.
El pensamiento religioso tampoco era muy partidario de las emociones.
Durante siglos los estudiosos cristianos describen como peligrosas las
pasiones, incluso muchas de ellas se incluyen en las listas de pecados.
Probablemente esa característica de “rapto” de la voluntad que arrastraban, las
acercaba demasiado a lo instintivo, lo bestial, de lo cual la religión siempre
abomina. Así se extienden ideas sobre que hacer con las pasiones (ahora sí
con acuerdo prácticamente unánime), hay que dominarlas, ponerse por encima
de ellas, nunca dejarse arrastrar, etc.
La palabra “sentimiento” no aparece hasta el siglo XVIII. Hasta ese
momento, ante la pasión, el Yo estaba inerme o casi, pero con el sentimiento
es diferente.
“Al fin y al cabo no es más que la conciencia del propio Yo.
Expresiones tremendas, como “la furia me arrebató”, dejan lugar a
1
otras más reflexivas, como “me siento furioso”. El sentimiento,
conjugado ahora en esta remansada voz media, refluye sobre el
propio sujeto, del que apenas parece salir, y se convierte en lo
más propio y personal...”1.
A partir de esta época romántica, la persona se apropia del sentimiento,
aunque sigue sin entenderlo, ni gobernarlo, más bien se deja llevar por él. Así
estamos.
Los científicos y las emociones
Para los fundadores de la psiquiatría la locura era un desarreglo
emocional, así que la mala prensa de las emociones persistía aún en el campo
de esta ciencia emergente. Pasar de concebir la enfermedad mental como
posesión de fuerzas terribles, a la idea de desequilibrio de los “humores”
orgánicos y de ahí a enunciar la idea del desajuste emocional, es un largo
recorrido conceptual para los estudiosos de lo mental. No obstante, el papel de
lo emocional sigue siendo el de una fuerza peligrosa, a la que hay que dominar.
En el terreno de la psicología han soplado vientos cambiantes para las
emociones. En los orígenes ha habido una gran preocupación por el tema e
ilustres representantes se han ocupado de la emoción, como por ejemplo
Wiliam James. Pero también ha habido periodos en los que se ha dudado que
la emoción pueda ser objeto de estudio de la ciencia.
En los años 30 se llegó incluso a vaticinar la desaparición del término, y
en el auge de la etapa conductista, casi se cumple la predicción llegando a
eliminarse de obras clásicas de referencia. La ciencia, la universidad, etc., eran
demasiado importantes para preocuparse por cosas tan banales o poco serias
como el sujeto, lo que siente o piensa. Lo verdadero era lo visible, lo que se
podía medir, experimentar y controlar. Lo demás simplemente carecía de
interés.
La psicología cognitiva, heredera académica del conductismo, hizo su
propia revolución, reivindicando el papel del organismo en los fenómenos
psicológicos, pero dejando de lado lo emocional como experiencia. Explicando
lo racional pretendió explicar al ser humano. No es sino en los últimos años que
la psicología cognitiva se ha propuesto recuperar el interés por este campo de
estudio, pareciera que ¡por fin se han descubierto las emociones!
Desde los postulados de las corrientes humanistas se ha resaltado,
durante décadas, la importancia terapéutica (y desde ahí a la vida cotidiana)
del manejo de las emociones. Se han hecho avances importantes en la
comprensión de las emociones y en el tratamiento de sus alteraciones. Pero
esto también ha sido una de las causas de que estas corrientes hayan sufrido
sistemáticamente la crítica o la ignorancia de la psicología académica. El
acento en el mundo emocional del sujeto, la preocupación por cómo
experimenta la persona sus vivencias, incluyendo la experiencia de su
problema o trastorno clínico, alejaban a estos enfoques de lo controlable,
replicable, etc. A esto se suma el tradicional escaso interés de los practicantes
1
MARINA, J.A. El laberinto sentimental. Anagrama. Barcelona. 1996.
2
Emociones y Control
de estas terapias sobre la teorización, la investigación, en suma, en el
horizonte científico y académico.
La emoción evolucionando en el individuo
Inicialmente el niño vive en un mundo de necesidades, sentimientos y
acciones, no necesita más para sobrevivir. Su vida está plenamente inmersa en
lo emocional, pero su cerebro va construyéndose gracias al aprendizaje, a
partir de unas pocas habilidades afectivas, perceptivas y motoras.
El niño con su necesidad de comunicarse y de entender a los otros, va
desarrollando su inteligencia, que poco a poco va haciéndose objetiva, hasta el
punto de intentar hacer objetivas, las mismas experiencias que eran vividas al
inicio, únicamente con el sentimiento.
Esta tendencia también nos pone sobre la pista de la evolución de la
confianza. El niño no confía inicialmente en otra cosa que en sus percepciones,
necesidades y sentimientos, el cuerpo es la fuente primordial de información,
de satisfacciones y de frustración. Esta confianza primaria, puesta en lo
sensorial y emocional, se ve arrastrada hacia lo racional por imperativo de la
propia evolución del niño. Las nuevas facultades racionales le permiten
controlar mejor su mundo y es sobre ellas que se instala ahora la confianza.
A esto cabe añadir una presión en la misma dirección que proviene de
los adultos que educan al niño. El aprendizaje emocional va enseñando al niño
a regular sus expresiones afectivas, para hacerlas compatibles con las normas
del entorno. Esto, hasta cierto punto, es lógico; el problema aparece cuando las
normas y las expectativas de los adultos, contradicen los sentimientos del niño.
En este caso, generalmente la norma se impone a pesar del niño, sin tener en
cuenta su necesidad emocional; así se prohíben determinadas expresiones
emocionales, se restringen otras, se critica, censura o ridiculiza que el niño
haga lo contrario, etc.
El resultado es una pérdida: la de la confianza del niño en sus
sentimientos. Y también un cambio: la sustitución de la espontaneidad
emocional por la aparición de expresiones sustitutas, formas de exteriorizar el
mundo emocional manipulativas, pero socialmente aceptables (llorar de rabia,
enfadarse ante el abandono o el rechazo, reírse del peligro, etc.), que van
creando un patrón estereotipado de respuesta, que ha estado filtrado por un
ajuste deliberado a la realidad externa. Un precedente peligroso en la biografía
emocional, se trata inicialmente de un ajuste creativo pero que fácilmente
puede convertirse en una pauta rígida de comportamiento (ajuste conservador).
Algunas definiciones
En todo este recorrido histórico sobre lo que ha rodeado al interés sobre
las emociones, late un trasfondo: la emoción es demasiado libre, no tenemos
control sobre ella y, por tanto, no sabemos que hacer cuando aparece, frente o
dentro de nosotros. Esta sensación de pérdida de control es la base íntima
del rechazo o del desinterés aparente que las emociones han suscitado a lo
largo de la historia.
3
Emociones y Control
Paralelamente la historia de la humanidad es un recorrido emocional y
emocionante. No hay ningún evento importante, ningún hecho relevante que no
haya sido mediado por situaciones emocionales, de la misma forma que no hay
en la historia de cada individuo ningún hecho relevante que no haya sido
provocado, o que haya provocado, emociones igualmente importantes. Así
pues, negar la emoción, distanciarse de ella, no se puede interpretar como un
gesto de desinterés… ¿será impotencia o inseguridad?
No me cabe ninguna duda de que la situación personal con las
emociones no difiere mucho de esta social que acabo de describir. Las
personas mostramos poca capacidad o incluso ignorancia sobre el mundo
emocional, pero no porque no nos interese. Lo emocional es lo que “nos
mueve”, lo que “nos afecta”, “nos interesa”, “nos anima”, etc. Así que la razón
debe ser que no sabemos casi nada sobre las emociones, tenemos un montón
de prejuicios, no sabemos que hacer con ellas, en definitiva, nos asustan.
Paradójicamente, ante la experiencia emocional nos surgen otros sentimientos
(angustia, inseguridad, miedo, etc.), ¿será nuestra naturaleza que nos
persigue?
La emoción es nuestra manera de relacionarnos con el mundo, las cosas
son lo que son para nosotros, la forma en que las sentimos, los sentimientos
nos dicen algo sobre nosotros y sobre el mundo en que vivimos.2
“La emoción es la conciencia inmediata e integradora de la
relación entre el organismo y el entorno...” “Las emociones
constituyen este conocimiento motivante que le permite al animal
experimentar el entorno como suyo, crecer, protegerse...”3
Hay opiniones que sugieren que las emociones informan del estatus de
los estados motivacionales y movilizan los recursos para llegar a la gratificación
o a la adaptación (Buck, 1985). Otros teóricos afirman que las emociones
evalúan la manera en que un suceso afecta nuestras metas (Oatley y Duncan,
1994) o que son, ellas mismas, nuestro sistema motivacional primario (C. Izard,
1991).
“Las emociones toman el control de la fuerza motivacional de los
deseos y de los apetitos, ya que la motivación, definida por su
referencia objetiva, es de este modo más fuerte.”4
Etimológicamente, “e-moción” es “hacer mover”, “mover fuera” algo, o
sea, que emoción encierra el sentido de cambio, de movernos de donde
estamos. Ese movimiento necesariamente está orientado, motivado por el
interés, la necesidad que aflora, por las posibilidades del entorno y por las
experiencias anteriores. Nos dirigimos hacia lo que nos gusta o nos interesa y
nos alejamos de lo contrario.
“Las emociones son los medios de lo cognitivo. Lejos de ser
obstáculos para el pensamiento, son informaciones únicas sobre
2
MARINA, J.A. El laberinto sentimental. Anagrama. Barcelona. 1996.
PERLS, HEFFERLINE, GOODMAN. Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la personalidad
humana. Ed. Sociedad de cultura Valle-Inclán. Colección Los Libros del CTP. Ferrol 2002. ( A partir de
aquí: PHG, Volumen, Capítulo, Apartado). PHG II. 12, 6
4
PHG Idem
3
4
Emociones y Control
el estado del campo organismo – entorno y son irreemplazables,
son nuestra manera de hacernos conscientes de nuestras
preocupaciones: la manera en que el mundo se presenta ante
nuestros ojos”.5
O sea, la emoción es antes que el pensamiento, libre de su influjo y,
gracias a esta libertad, es que puede ejercer su función motivadora. La
emoción nos muestra cual es el estado de nuestras necesidades y del entorno,
potencial facilitador de las mismas, en este momento concreto. El pensamiento
es llevado por la fuerza de la emoción a resolver el problema de conseguir lo
que necesito, donde está, como hago para acercarme, de que medios dispongo
para conseguirlo, con qué obstáculos habré de luchar y con qué estrategias,
etc.
Cuando es el pensamiento el que va antes de la emoción, éste
pierde el norte, no cuenta con la orientación que proporciona el proceso
contrario. Se limita a dar vueltas a la situación, intentando acumular evidencias
de cual es la mejor solución contando únicamente con datos. Pero sin el
elemento guía, todas las soluciones pueden parecer igualmente buenas o
igualmente malas, y, en cualquier caso, a la persona le dan igual; no cuenta
con el respaldo de una energía emocional que haga que algo destaque
inequívocamente, es decir, que la figura se destaque del fondo y le motive.
Un poco de teoría de Terapia Gestalt
Según la teoría de la Terapia Gestalt, el organismo está dentro de un
campo, un entorno complejo, y la interacción con el mismo se da a través de
un proceso de contacto (organismo – entorno). En este proceso la experiencia
se da en esa frontera – contacto:
“El contacto, la actividad que tiene como resultado la asimilación y
el crecimiento, consiste en la formación de una figura de interés
que se destaca contra un fondo o contexto del campo organismo
– entorno”.6
Este contacto se da junto con el desarrollo de una excitación creciente.
La novedad del estímulo o la posibilidad de satisfacer una necesidad del
organismo o ambas cosas, provoca una energetización, que se vive como
excitación. La excitación va a progresar en la evolución de ese proceso de
contacto, pasando por diferentes fases (únicamente a efectos didácticos, pues
el proceso es unitario), hasta que se resuelve la necesidad o el organismo se
adapta y vuelve al equilibrio. Estas fases son las siguientes:
1. En la primera fase (Pre-contacto) son esenciales las funciones
perceptivas, aparece el apetito, de un modo generalmente vago, bien
por una estimulación del entorno, o bien surgiendo espontáneamente
del organismo. De cualquier modo, ese apetito es la Figura.
2. En la segunda fase (Toma de contacto), la excitación del apetito
pierde importancia a costa del descubrimiento de algún objeto del
medio que puede satisfacerlo, esto produce y desarrolla la emoción.
5
6
PHG II. 12, 6
PHG II. 1, 6
5
Emociones y Control
Se elige entre las distintas posibilidades y el sujeto se acerca y lucha
para superar los obstáculos, este proceso se realiza a través de las
funciones de orientación y manipulación.
3. La tercera fase (Contacto final), el objetivo vivo se destaca
claramente y se contacta con él. “...hay una acción unitaria
espontánea de percepción, de movimiento y de sentimiento”7. Es el
momento culminante de la excitación y no hay prácticamente
segundo plano, se está absorbido completamente en el contacto.
4. “El resultado del contacto es el crecimiento conseguido8”, se ha
asimilado algo del entorno y el organismo ya no es el mismo. Hay
que dejar que la experiencia aporte sus contenidos, relajar el control.
Esta es la última fase (Post-contacto).
Para que tenga lugar la función de Orientación en condiciones
adecuadas la experiencia ha de haber sido llevada con claridad en el precontacto, las funciones perceptivas y de formación de figura han de haber
culminado. De esta forma la orientación se realiza desde un contacto afectivo,
la emoción carga de contenido el contacto.
La segunda función del Yo, la de Manipulación, es la consecuencia
inmediata. La conciencia racional, a través de los aprendizajes, de los
esquemas, de las asociaciones, elabora fórmulas para lograr lo que necesita en
un medio en el que los recursos son limitados y competitivos. Pero de cualquier
modo es otra función “animada” emocionalmente, cargada del impulso
necesario para llegar a su fin.
Los conflictos
En el caso de que el proceso no se dé así, se generan problemas para
que el sujeto pueda clarificar qué es lo que quiere, o como lo quiere, o en qué
orden o prioridad; la persona se confunde, no puede decidir, le cuesta elegir. Si
el lector se ha encontrado alguna vez en esta circunstancia sabrá
perfectamente a que me refiero si declaro que ésta es la fuente de malestar
más frecuente y, aparentemente, más complicada de resolver. Estos son los
conflictos emocionales: “¿lo quiero suficiente?”, “¿quiero más a este otro?”,
“¿realmente necesito esto?”, “estoy mal, pero no sé lo que me pasa”, “¿le hago
caso a la cabeza o al corazón?” ...
¿Qué es lo que ha fallado para que ocurra esto? En mi opinión, que las
funciones del Yo, antes señaladas han fracasado, han perdido su
funcionalidad. La excitación que proviene del desarrollo de la experiencia de
contacto se ha interrumpido en algún momento. Vamos a repasar las
posibilidades:
1. Puede que la interrupción haya aparecido muy precozmente, en el
momento en el que el individuo inicia el proceso de contacto (Precontacto). La excitación necesita para desarrollarse con libertad que
el individuo no interfiera los procesos perceptivos, que se haga
consciente, que se dé cuenta de que le está pasando algo, sin
7
8
PHG II. 12, 3
PHG II. 13, 4
6
Emociones y Control
descartarlo a priori, ni “aparcarlo” enviándolo a un fondo prematuro
del que no es posible recuperarlo.
Las interferencias en este caso pueden provenir de un proceso de
inconsciencia, como forma “de aferrarse a un comportamiento
acabado para encontrar en él alguna satisfacción, y como si la nueva
situación fuera a arrebatársela”9. Es decir, el individuo persiste en
alguna situación anterior que le dio algo, sin darse cuenta de ello,
con el fin último de mantener el control sobre esa antigua
satisfacción y no arriesgarse así a no conseguirla en la nueva
situación.
Esta interrupción es la confluencia y se resuelve en una serie de
tensiones o actitudes corporales de las cuales el individuo no es
consciente, pero que revelan que está pasando algo y que la
persona no es capaz de “conectar”, de darse cuenta de lo que es.
2. Otra posibilidad consiste en interrumpir el proceso durante la
excitación (Toma de Contacto). La situación y la persona han
mostrado la posibilidad de algo emocionante, pero el sujeto desplaza
su deseo a favor del de otra persona, generalmente de su pasado,
alguna figura importante para él y de la cual no quería perder el
aprecio. Así, escucha en su cabeza instrucciones que oyó en su
pasado, en el sentido de lo no apropiado de la situación (inmaduro,
impropio de mí, desagradable, ridículo, y un largo etc.), y frustra su
necesidad mediante la inhibición. Este es el mecanismo de
introyección.
Aquí el control se ejerce para inhibir el impulso hacia el objeto
potencialmente satisfactorio y también para conseguir el aprecio del
“otro” introyectado (aquellas figuras de su pasado que,
probablemente, no estén presentes en la situación).
3. La tercera posibilidad de interrumpirse sería la proyección:
“El individuo siente la emoción, pero flota a la deriva, no se
asocia a la sensación activa del “self” para que pueda
existir en otro comportamiento expresivo. Ya que la
emoción no surge de él, el individuo la atribuye a la otra
realidad posible, el entorno: la siente “en el aire” o también
dirigida contra él por el otro”.10
De cualquier modo la persona no puede (no quiere) asumir la
propiedad de la excitación que ha desembocado en la emoción, esto
sería inaceptable por algún motivo, principalmente por miedo. Al
retener la excitación, la ansiedad resultante es demasiado molesta y
se atribuye a lo único que queda, al entorno, generalmente al otro.
Ya que no puede detener la emoción, para controlar la situación
(para seguir manteniendo el statu quo), pone la emoción fuera de él.
9
PHG II. 13. 4
PHG II. 13. 6
10
7
Emociones y Control
4. En el caso de que la persona se comprometa plenamente con la
situación del entorno (Contacto final), sus energías se están
expresando, las emociones se mueven (rabia, amor, tristeza, etc.).
Este individuo puede interrumpir el proceso por temor de que, si
sigue adelante, esta energía, la emoción y el movimiento
consecuente, puedan herir a otros o ser él mismo herido. Cuando
ocurre esto la excitación se dirige hacia el único espacio que es
seguro11 (controlable), es decir, el propio cuerpo o la personalidad.
Es el mecanismo de la retroflexión.
La persona trata de deshacer su conducta, volver atrás para no
comprometerse en el resultado de la acción (que en su fantasía es el
daño propio o ajeno), e impone su control para no dejar salir esas
energías, cayendo en una repetición sobre lo mismo de carácter
obsesivo. Es el punto de máximo control, una sensación de control
activo que paraliza su acción, a pesar de tener muy claro lo que
quiere y lo que siente.
5. Por último, puede haber una interrupción al final del proceso (Postcontacto), cuando se trataría de abandonarse a la experiencia, por
ejemplo, haciendo lo que se quiere o dejando lo que ya se acabó,
relajando el control o la vigilancia. En ese punto el individuo puede
aislarse a sí mismo, mirar hacia dentro para “... asegurar que ya no
hay miedo a ningún peligro o sorpresa, antes de comprometerse
consigo mismo12”. Así consigue parar el proceso, impedir el
desarrollo espontáneo del mismo, no dejarse llevar, con “un esfuerzo
por controlar lo incontrolable y sorprendente”. A esta actitud se le
llama Egotismo.
El individuo desconfía del mundo, evita correr riesgos controlando el
entorno, apropiándose de él, no para tener un mejor contacto, sino
para adquirir una seguridad cada vez mayor en su propio poder (¿la
ilusión de la omnipotencia?). Pero este control se asume a costa del
funcionamiento espontáneo necesario para asimilar y dejar atrás la
experiencia, con lo cual el sujeto no puede crecer ni cambiar, la
emoción no acaba en una satisfacción relajada, sino en un trabajo
más deliberado de control.
Conclusiones
Hemos analizado los condicionantes históricos que recaen sobre las
emociones; usos y costumbres, modos de entender la vida que desplazan lo
emocional a un nivel de dudosa conveniencia, moralmente inadecuado o
filosóficamente inferior o despreciable. También hemos recorrido brevemente
otros factores que influyen sobre ellas en forma de tendencias evolutivas o
presiones familiares. Finalmente hemos hecho un recorrido por los factores
personales, las características del individuo que permiten o no la plenitud de la
experiencia emocional.
11
12
PHG II. 13, 7
PHG II. 13, 8
8
Emociones y Control
Todos estos factores introducen distorsiones en el fenómeno, por otra
parte, sencillo, de sentir y expresar. Estas distorsiones están en el individuo,
pero sería inútil negar que también se encuentran en el medio, son, en la
mayoría de los casos, presiones compartidas en la familia, en el medio social y
profesional.
Mi tesis ha sido que la presión proviene o se resume en el control.
Hemos visto el control social sobre la emoción, herencia de muchos
siglos de desconfianza, cuando no de rechazo. Un control que es la salida más
elegante ante un hecho desconocido y cuyas consecuencias son, en muchos
casos, desastrosas: la pasión.
La familia tradicionalmente ha contribuido en gran medida a la
transmisión de estos patrones de prevención y control sobre las emociones, lo
contrario ha sido considerado socialmente inferior, de mala educación. Los
modelos de expresión emocional son escasos, abundan, por contra, los de
represión de las emociones, o por lo menos son los que trascienden. La
educación se convierte así en un aprendizaje del control sobre los
sentimientos, más de unos que de otros según la familia, el sexo, la edad y el
medio cultural en el que nos desenvolvemos.
El sujeto que se desarrolla en este medio no puede funcionar como si
esto no existiese, usa los mecanismos que puede para desarrollar ajustes a las
demandas de su mundo. En algunos casos estos mecanismos pueden
renovarse con el paso del tiempo, pero en muchos otros persisten durante toda
la vida, convirtiéndose en patrones fijos de afrontar, en este caso, el mundo
emocional, tan variable como impredecible. El control se erige como la solución
para todo, el medio de conservar la integridad psicológica del individuo ante la
amenaza de lo desconocido.
El mecanismo de control, como cualquier otro desarrollado por el
organismo, cumple su función de forma adecuada en la inmensa mayoría de
las circunstancias. El control es necesario como capacidad para conseguir
metas, prever consecuencias o anticipar problemas y soluciones; es también
necesario para dirigir la expresión emocional, tolerar la frustración, manejar una
escala de valores y prioridades, y, en fin, para vivir en una sociedad compleja,
de grandes concentraciones de individuos con normas muy elaboradas.
El problema es cuando el control lo es todo, cuando se inserta como
hemos visto, como un rasgo de personalidad rígido. En este caso la persona se
vuelve hacia los aspectos de la vida y de sí mismo que puede dominar más
fácilmente, aunque la empobrezcan.
Frente a lo emocional, el pensamiento es mucho más fácil de controlar
por lo que la persona aprende a depositar en él su confianza, retirándola de
otras funciones (emociones, percepción) propias de la espontaneidad del
sujeto. Pero hemos visto que el pensamiento, sin el elemento clarificador y
motivador de las emociones, no es capaz de dar soluciones adecuadas a los
problemas. Además, esta actitud general se concreta en cada persona a través
de variadas formas de interrumpir el fluir natural de las experiencias, tiñendo de
un color diferente la neurosis de cada cual.
9
Emociones y Control
Una salida airosa de este modo de funcionar, podría nutrirse de la idea
general de devolver la confianza al organismo. Habrá que afinar, modular y
desarrollar este concepto para cada modelo de interrupción, para cada
organismo y quizá para cada experiencia, pero el esbozo podría partir de aquí.
Confiar significaría en este contexto, facilitar el funcionamiento suave, fluido, de
las experiencias; conjugar verbos como permitir, aflojar, dejarse, etc. Confiar
sería poner, en definitiva, las bases para que la persona recupere una relación
más amigable con su medio, con los otros; una forma abierta y flexible de estar
en el mundo.
BIBLIOGRAFÍA
•
Buck, R. (1985). Prime theory: An integrated view of motivation and emotion.
Psychological Review, 92
•
Izard,C.E. (1991): The psychology of emotions. N.Y.: Plenum Press.
•
Marina, J.A. (1996) El laberinto sentimental. Anagrama. Barcelona. 1996
•
Oatley, K. y Duncan, E. (1994). The experince of emtions in everyday life.
Cognition and Emotion, 8.
•
Perls, Hefferline, Goodman. Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la
personalidad humana. Ed. Sociedad de cultura Valle-Inclán. Colección Los Libros
del CTP. Ferrol 2002.
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