Subido por Felipe Ignacio Garay Brito

Dgo 4 Cuaresma C 19

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Dgo 4 Cuaresma C- 31.03.19 (Jos. 4:19, 5:10-12; 2Cor. 5:17-21; Lc. 15:1-3,11-32)
El Evangelio está lleno de joyas. La joya que nos presenta en
esta liturgia es una de las más preciosas: la parábola del Padre
entrañablemente BUENO; se acostumbra llamarlo la parábola del
hijo pródigo. En verdad el actor central es el Padre, Nuestro Padre
Dios. El Padre amaba a los dos hijos; y ambos necesitaban un
cambio interior radical.
En esta parábola, Jesús nos introduce profundamente en el
misterio de Dios; también en el misterio de la condición humana.
Es una parábola muy actual. Estamos experimentando penosamente
en nuestra Iglesia en Chile la condición humana.
Estamos apenados por los pecados de personas consagrados
que han sido publicitados por los medios de comunicación. Muchos
tienen razón. Son muy lamentables. A veces hay exageraciones, a
veces otros que no tienen fundamento. Por ejemplo, de la llamada
fraternidad sacerdotal de Rancagua: primero, no existía tal
fraternidad. También la mitad de ellos han sido sobreseído; además
no he tenido noticia de ningún adolecente víctima de ellos.
Evidentemente el programa de Canal 13 fue una exageración. Esto
hizo un daño grande a los inocentes: fue muy injusto. La verdad es
sagrado. Los periodistas tiene la tendencia de hacer las noticias
sensacionalistas. Pero no de distorsionar la verdad.
Jesús conoce la condición humana. La semana pasado, Jesús
nos dijo que los que murieron por la caída de la torre "no eran más
pecadores que los demás habitantes de Jerusalén". En el Evangelio
de S Juan, Jesús invitó a los que estaban condenando una mujer
adultera: "él que no tiene pecado tira la primera piedra". Y todos se
retiraron. Así les hizo mirar a su propio pecado y no al de la otra.
Esto es lo que todos tenemos que hacer. En verdad no podemos
hacer un juicio justo a nadie. Sólo Dios tiene todos los antecedentes,
toda la historia interior de cada persona, para hacer un juicio justo.
También Jesús nos advirtió: "La medida que Uds. usan para medir,
la usarán con Uds." ¡Es peligroso condenar a otro.
En todas las épocas, hemos tenido pecadores y santos en la
Iglesia. Cada uno de nosotros podría ser muy bueno o muy malo,
muy santo o muy pecador. Por la gracia de Dios la mayoría no
somos grandes pecadores: por nuestra negligencia la mayoría no
somos muy santos. La diferencia: los santos buscaban a Dios con
todo y cooperaban heroicamente con su gracia; si pecaron, lo
reconocían y luchaban contra esta tendencia o debilidad. Los
pecadores ceden a las tentaciones, muchas veces por debilidad o
ignorancia; si no luchan en contra, su consciencia se apaga y
justifican sus acciones. Creo que hay pocos pecados de malicia. A
los que le estaban crucificando, Jesús dijo: "No saben lo que hacen".
En la Exhortación Apostólica, "Gaudete y Exultate", sobre la
santidad en la vida diaria, del 19 de Marzo del año pasado, el Papa
Francisco nos ha regalado muchas pautas para cultivar una
espiritualidad evangélica bastante simple y práctica. Es muy
pastoral. Es muy animador y recomendable para la vida cristiana
diaria, sea para sacerdotes o para laicos. Jesús llama a todos nosotros
a ser santos, no en un sentido espectacular, sin escondidos.
En este tiempo de cuaresma estamos intentando mejorar
nuestro seguimiento de Jesús. Queremos conocerlo mejor. Todos
necesitamos mirar a Él para aprender a conocer la condición
humana; es nuestra propia condición. Quizás la mayoría de
nosotros hemos experimentado la tentación de ser un hijo pródigo, y
por la gracias de Dios lo rechazamos; pero quizás hemos caído en la
trampa como el hijo mayor: no entendía y no aceptaba el amor del
Padre al hijo menor. No creemos cuando nuestras autoridades
eclesiásticas piden perdón, sino seguimos tirando piedras a ellas.
Los dos hijos necesitaban un cambio profundo de vida.
En esta Eucaristía oremos por la sanación de las heridas de nuestra
condición humana. Pidamos por la unidad de todos los creyentes aquí en
nuestro país. Suplicamos para que cada creyente cultiva una espiritualidad
evangélica en su vida diaria; así, y solamente así, vamos a mejorar nuestra
realidad, social y eclesiástica. Necesitamos esto para sanar nuestra
condición humana. Y es la Gracia que Dios, nuestro Padre Bueno quiere
regalarnos.
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