Rosas y las relaciones con Bolivia

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Rosas y las relaciones con la Confederación Peruano boliviana
El “affaire” de César Hipólito Bacle
Pulpería de campaña – Litografía de César Hipólito Bacle
César Hipólito Bacle, que desempeñaba funciones de litógrafo del
Estado, era un ciudadano suizo natural de Ginebra que, a la caída
de Napoleón, había optado por la ciudadanía francesa porque ese
cantón había sido excorporado del Imperio. Bacle llegó al país en
1825 y, relacionado con Rivadavia, se había unido con fuertes
vínculos de amistad con los jóvenes que formaron la generación
de 1837. Luego del plebiscito de 1835, llevó a Chile algunos de
sus trabajos de cartografía, unos mapas que vendió libremente.
Tales actos fueron considerados punibles por las autoridades de
Buenos Aires por cuanto, sin renunciar a su empleo público y en
vísperas de trasladarse a otro estado –Bolivia-, que el nuestro
consideraba rival por distintas causas, había recibido dinero por
medio del literato José Joaquín de Mora, secretario de Santa Cruz,
a cambio de noticias referentes a caminos, noticias que debían
quedar reservadas al conocimiento de los nacionales. Semejante
actitud de Bacle se conoció merced al delator Calixto Vera, primo
de la esposa de Rivadavia que, además, reveló los secretos del
antiguo magistrado, que conoció por haber tomado parte en las
reuniones que efectuaba una logia en Colonia, República Oriental
del Uruguay. Parece que la comunicación entre los emigrados en
Chile y el general Carlos de Alvear –entonces amigo de los
unitarios radicados en Montevideo- fue establecida mediante los
buenos oficios de Sebastián Lezica (1). El hecho es que Vera
llegó al extremo de denunciar la conspiración que se organizaba
en Entre Ríos, que estallaría después del triunfo de Rivera en el
Estado Oriental (2), y que Bacle, vuelto a Buenos Aires, cometió
la imprudencia de escribir a Bernardino Rivadavia –entonces
desterrado en Santa Catalina por el presidente Oribe,
conjuntamente con Julián Segundo de Agüero, Juan Cruz Varela
y otras personas- para transmitirle un deseo –supuesto o real- del
ministro Diego Portales para que él y sus camaradas se
trasladasen a Chile con el fin de ayudarle a cumplir su obra de
gobierno (3). La denuncia de Vera es del 17 de febrero de 1837 y
en su nota manifestó que conocía el asunto debido a que había
pedido al litógrafo que le llevase a Chile como simple escribiente,
lo que le dio motivo para conocer el negocio: Vera delató también
que se preparaban un movimiento en Entre Ríos y que su
hermano Mariano, Juan Aldao y otras personas tomarían parte en
él (4). No se creyó en la verdad del soplo porque se conocía la
famosa carta del 20 de agosto de 1835 en la que Rivadavia –según
Rosas-, o Alvear –según Iriarte- invocaba la protección de Santa
Cruz con el fin de constituir un estado independiente de la
Confederación, con las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán y
Catamarca, debiendo haber paz con las otras argentinas. Bacle
fue arrestado y confesó el hecho a punto de que, en una carta
publicada en el número 165 de El Nacional, de Montevideo,
manifestó que no tomaba parte en la política argentina y que
había dado cuenta a Rosas de la carta de Portales. Roger, cuya
intervención en el negocio fue rechazada porque carecía de
carácter diplomático, como que era un simple vicecónsul a cargo
de la oficina consular, se propuso asustar a Juan Manuel de
Rosas, y el 3 de marzo de 1837 pidió al vicealmirante Luis
Leblanc, que estaba a cargo de la estación francesa en aguas del
Brasil, que enviase un barco de guerra con el objeto de hacer una
demostración naval (5). No obstante esto, procediendo con fe
púnica, se dirigió al día siguiente a Rosas y le recordó que el
cónsul francés en Cádiz había logrado salvar la vida de un
Fuentes de Argüibel –pariente de doña Encarnación Ezcurra-
comprometido en una conspiración. Invocó este hecho y el
recuerdo del marqués de Vins de Peysac, generalmente estimado,
y solicitó que Bacle fuese desterrado o enviado a Francia para ser
sometido a juicio (6), lo que hubiese establecido un precedente
por demás peligroso para otros extranjeros que cometiesen
delitos. Ni los ingleses, no obstante su situación favorable, se
habían atrevido a reclamar semejante privilegio. Roger manifestó
poco después su pensamiento al ministro Molé, pensamiento que
está de acuerdo con el pedido hecho a Leblanc: era necesario que
el gobierno de Su Majestad Cristianísima no abandone sus
súbditos a merced de estos mandatarios, ávidos y rapaces, lo que
podría lograrse mediante una declaración enérgica, no obstante
que se le había prometido procesar al litógrafo y luego indultarle,
afirmación desmentida porque Arana le había manifestado en tres
entrevistas que Bacle debía ser tratado como hijo del país y que
no permitiría que los agentes extranjeros protegiesen a los
domiciliados (7). Y respondiendo al pedido del vicecónsul,
Leblanc llegó el 8 de octubre al puerto de Buenos Aires a bordo
de la corbeta de guerra Sapho, con el objeto de conversar con
Roger, que le habló de Rosas como de un demagogo que cometía
los mayores excesos con los europeos establecidos. Leblanc y
Roger lograron que el ministro inglés, Juan Enrique Mandeville,
interviniese ante el gobierno de Buenos Aires y lograse una orden
con el fin de examinar una vez más el proceso. (8)
Rosas debía resolver en 1837 dos problemas sumamente graves.
Uno era éste, el francés; el otro se refería a sus relaciones con
Santa Cruz que, con su Confederación Perú-boliviana, había
creado un poderoso centro de atracción para todas las personas
que aspiraban a sostener un orden que, de cierto modo, diese
alguna garantía de restablecer las libertades individuales y la
riqueza privada y pública, que había sufrido muchos daños en
tantos años de guerras civiles; pero el nuevo estado constituía una
grave amenaza para Chile, la Confederación Argentina y el
Ecuador, sobre todo debido al reprobado medio que había
empleado Santa Cruz para lograr sus fines. Buchet-Martigny
había actuado a su lado, sin disimular la simpatía que
experimentaba por tal causa, vinculado estrechamente como se
encontraba a la logia del Titicaca; más los países amenazados
respondieron con energía. De ahí el pacto proyectado para unir a
Chile y Argentina, pacto que se justifica por la protección que los
unitarios habían encontrado en Bolivia después de la batalla de la
Ciudadela.
Rosas, que observaba atentamente la situación, obró con mucha
prudencia. Y cuando el 10 de febrero de 1836 fue interceptada la
fragata “Yanacocha”, de la que fue botín importante la citada
carta del 20 de febrero de 1835, en la que se hablaba de formar,
mediante la ayuda de Santa Cruz, un nuevo estado argentino que
mantendría estrecho contacto con Bolivia y el partido liberal
chileno, que acaudillaba el general Ramón Freyre (9), todo lo que
demostraba innegable relación entre los unitarios emigrados de la
Banda Oriental, Chile y Bolivia, y el deseo de que el Mariscal
interviniese en los negocios interiores argentinos (10), Rosas dio
cuenta de este hecho a los gobernadores con el fin de evitar tan
graves consecuencias, porque tenía noticias, aparentemente
erróneas, de una misión que el ministro oriental Francisco Joaquín
Muñoz había cumplido en el Altiplano; misión que, según las
autoridades de Buenos Aires, había sido dirigida a desintegrar la
Confederación Argentina. La referencia a la Banda Oriental
causó mucho disgusto en Montevideo, a punto de que el
presidente Oribe hizo conocer a Juan Correa Morales, agente
argentino en ese país, los documentos relativos a esa misión
diplomática, con el fin de convencer a Rosas, que advertía
estrecho contacto entre los franceses y los hombres que
respondían a las consignas de la “Logia del Lago Titicaca”.
Buchet-Martigny explicó a Arana en la época de su residencia en
Buenos Aires, que poseía título de encargado de negocios, que no
presentó; sin embargo, no parece que fuese, debido a sus
vinculaciones con Santa Cruz, el hombre más indicado para
cultivar relaciones con el gobierno de Rosas, de suyo difíciles y
precarias. La verdad es que Hispanoamérica estaba en armas
contra el “Protector”, que tenía el apoyo de Francia e Inglaterra;
pero Rosas no pensaba invadir el país vecino porque, no obstante
contar con el concurso de Portales, más interesado que él en la
lucha que se libraría en el Pacífico, debía tener en cuenta otros
factores. Francia, Inglaterra, los unitarios y, sobre todo, el Estado
Oriental, ya que todo anunciaba que se producirían novedades de
bulto en la margen norte del Río de la Plata. Su deseo consistió
en resistir la invasión de Santa Cruz a Jujuy y Salta, no en invadir
Bolivia (11).
El 19 de mayo de 1837 el entonces encargado del manejo de las
relaciones exteriores de la Confederación Argentina, Juan Manuel
de Rosas declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana,
comenzando el conflicto con dicha confederación.
Las provincias le concedieron facultades para obrar
vigorosamente con el fin de poner a salvo la integridad de la
Federación. Santa Cruz replicó el 17 de agosto de 1837 y negó
que hubiese intentado destruir la unidad argentina y mantenido
relaciones con los unitarios, lo que – según él- es notoriamente
falso. Y acerca de la carta hallada a bordo de la “Yanacocha”,
ahora atribuida a Lavalle, manifestó que este general “pudo
escribirla”, lo que no significaba negar ni afirmar su existencia
(12). Debemos agregar, en lo que se refiere a la misión de Muñoz
a Bolivia, que la documentación publicada por Juan E. Pivel
Devoto, con el título “La Misión de Francisco J. Muñoz a Bolivia.
Contribución al estudio de nuestra Historia Diplomática (18311835)”, niega todo fundamento a las acusaciones de Rosas. Lo
cierto es que la guerra, que se desarrollaba a tanta distancia de
Buenos Aires, no fue recibida con mucha simpatía en esta ciudad;
menos aún en el norte argentino, región que mantenía un
importante tráfico con el país inmediato.
Referencias
(1) Correa Morales a Arana; Montevideo, 10 de enero de 1837 –
Francisco Centeno, Proyecto de una federación contra el Brasil
(1834-1838) – Revista de Derecho, Historia y Letras, XXXVIII,
páginas 438-440.
(2) Carlos Anaya a Correa Morales; Montevideo, 18 de enero de
1838 – A. M. R. E. y C. Confederación, 1838.
(3) Bacle a Rivadavia; Buenos Aires, 25 de febrero de 1837 – A.
G. N. VII. 3-3-12.
(4) Correa a Morales Arana; Montevideo, 28 de febrero de 1837 –
Enrique Arana. De nuestra historia diplomática, etc. Estudios.
Año XXII, Nº 261. Tomo XLVIII, marzo, 1933, páginas 211 a
213.
(5) Roger a Leblanc; Buenos Aires, 3 de marzo de 1837. A. E.
Vol. 8, Fs. 53-54.
(6) Reservada de Roger a Rosas; Buenos Aires, 4 de marzo de
1837. A. G. N. X-I-4-11.
(7) Roger a Molé; Buenos Aires, 10 de marzo de 1837. A. E.
Vol. 8, Fs. 54-64 vta.
(8) Leblanc al ministro de Marina y Colonias; Río de Janeiro, 4
de noviembre de 1837. A. E. Vol. 8, Fs. 186-187 vta.
(9) Alvear (?), Rivadavia (?) a Santa Cruz; Colonia del
Sacramento, 20 de agosto de 1835 – Biblioteca y Archivo
Histórico de la Provincia, páginas 44-50.
(10) Correa Morales a Arana; Montevideo, 14 de marzo de 1836.
A. G. N. X-I-6-6-6.
(11) Rosas a Alejandro Heredia; Buenos Aires, 2 de mayo de
1837. A. G. N., X-16-9-7.
(12) Correa Morales a Arana; Montevideo, 12 de junio de 1837.
A. G. N. 6-X-I-6-6.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Puentes, Gabriel A. – La intervención francesa en el Río de la
Plata – Buenos Aires (1958).
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