ARGENTINA: ARTICULATING SOCIAL MOVEMENTS. SOCIAL

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ARGENTINA: ARTICULATING SOCIAL MOVEMENTS.
SOCIAL MOVEMENTS’ DEMANDS AND THE CONSTITUTION
OF THE “FEMINIST PEOPLE”.
Preparado para:
IPSA’s 21st World Congress of Political Science Santiago 2009
Panel
Title
Convener
Chair
Interrogating the Civil Society Agenda: Social Movements, Civic
Participation and Democratic Innovation, Panel 2
Monteagudo, Graciela - University of Massachusetts, Amherst,
United States of America, [email protected]
Rubin, Jeff - Boston University, United States of America,
[email protected]
Graciela Di Marco
Centro de Estudios sobre Democratización y
Derechos Humanos.
CEDEHU
ESCUELA DE HUMANIDADES
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTÍN
[email protected]
www.humanidades.unsam.edu.ar
1
Introducción
Este artículo presenta algunas observaciones sobre los discursos de las acciones
colectivas en la Argentina, a través de la nueva construcción de significados que articulan
cotidianamente. Una mirada compleja acerca de los movimientos trata de dar cuenta de su
heterogeneidad, de los cambios en el tiempo, de la construcción de identidades individuales
y colectivas, y de potencialidad que portan en torno a la transformación de la política, la
sociedad y la cultura. Asimismo se interroga acerca de la interacción con las instituciones
-entre ellas, con el estado- y de las diversidades de estrategias que generan, como aspectos
de un proceso que consideramos deben ser abordados simultáneamente. Para nuestro
propósito, analizaremos el caso de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD)
y los de Empresas Recuperadas y Autogestionadas (ERA), desde una perspectiva que
incluye el análisis de las relaciones de género y del movimiento de mujeres. Nos hemos
formulado las siguientes preguntas:
Adoptamos una perspectiva feminista de análisis y tuvimos en cuenta las relaciones
de género en estos movimientos, ya que si se sostiene una perspectiva universalista, es
probable que no se considere que haya diferencias entre los discursos y prácticas de los
varones y de las mujeres o que, considerándolas, no se tenga en cuenta que frecuentemente
tales diferencias suponen desigualdad: de poder, de autoridad, de recursos, etc. Lo cual,
adquiere especial significado: si ningún discurso es transparente en sí mismo, si no está ahí
para ser aprenhendido, menos lo son los discursos desde las subordinaciones naturalizadas,
como las del sistema patriarcal. Comprender los discursos de género significa tener a mano
la teoría feminista y jugarla en la interpretación de significados frecuentemente escurridizos,
opacos, confusos, lo cual es totalmente diferente a considerar a varones y mujeres como
informantes de lo que hace su movimiento, o a describir actividades de unos y otras.
Se pone el acento en la diferencia y en la desigualdad, pero también en un
concepción de las mujeres como agentes, considerando que éstas pueden ejercer poder y
autoridad en sus relaciones, y que este proceso incluye el reconocimiento de sus derechos.
2
Estos procesos se facilitan en espacios democráticos que posibilitan el disenso, la lucha y el
cambio (Batliwala, en León, 1997: 209).
Desde el feminismo, nos interrogamos sobre las articulaciones políticas y sus
posibilidades
contra hegemónicas. Nos distanciamos de algunos enfoques sobre las
acciones colectivas, uno institucional y otro movimientista1. El primero pone el foco en la
dimensión vertical de los procesos de articulación política, observando los aportes de
dichas acciones a los cambios institucionales, especialmente vinculados con el sistema
político y a dar respuestas a algunas preguntas típicas como: ¿cuántos son?, ¿qué impacto
tienen?, ¿qué producen?. Cuando escribimos acerca de asambleas barriales, surgidas al calor de
los eventos del 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina, considerábamos que de las
repuestas a estas preguntas, se llegaría a reconocer en las mismas alguna capacidad para la
discusión de temas vinculados con intereses y derechos ciudadanos, pero simultáneamente
se señalaría que con el paso del tiempo se redujo el número de sus integrantes estables, y
que no produjeron impactos significativos en la vida partidaria, social y económica del
país2. Un enfoque movimientista, simétricamente opuesto al anterior, considera en tonos
épicos a estas acciones y pone el énfasis en las articulaciones horizontales. Desdeña las
articulaciones verticales, que significarían la capacidad de incidencia política contestataria
en torno al estado o a parte del mismo.
La situación específica de los actores en estos movimientos ha sido considerada
desde estos discursos, opuestos y complementarios. Por un lado, el que sostiene una
perspectiva institucionalista, por ejemplo en el caso de las Empresas Recuperadas y
Autogestionadas por los/as trabajadores/as, enfatiza sus relaciones con los sindicatos y los
aspectos organizacionales de las fábricas y
deja en un lugar marginal los elementos
políticos y económicos, como las expropiaciones, el nuevo carácter de las cooperativas, el
retiro igualitario de dinero y la participación de los trabajadores/as en el proceso
productivo. Desde esta posición resultaba difícil reconocer los nuevos liderazgos e
identidades, , minimizando la experiencia intensa de aprendizaje del movimiento popular
1
Esta discusión se aparta de los ya tradicionales enfoques sobre los movimientos sociales, aunque es
heredera de la discusión generada por los mismos.
2
Desde hace unos años los sectores afectado por la instalación de papeleras en las márgenes del Río
Uruguay, utilizan esta modalidad. En marzo de 2008 esta metodología mas la de los cortes y piquetes fue
tomada por la protesta del “campo”, con características similares a los cacerolazos que derribaron a
Salvador Allende en Chile en 1974.
3
que se intensificó durante los meses y años que siguieron al 19 y 20 de diciembre de 2001.
En este sentido, estimaban que era difícil que se desarrollaran actores con capacidad de
decisión, sino más bien estos constituirían una masa disponible para ser cooptada por
mediadores simbólicos y políticos. Se desaprovechaba de este modo la posibilidad de
examinar qué sucedía en la conformación de estas nuevas identidades que, que a partir de
las demandas y discursos que plantearon en las épocas inmediatamente posteriores la crisis
del 2001, han irrumpido en la concepción civilizada del trabajador/a. En resumidas cuentas,
el discurso se asentaba en el lenguaje y las prácticas de los sindicatos (y de los partidos
políticos), como intermediarios y canalizadores de las demandas, lo que conllevaba una
visión acrítica del papel que tanto unos como otros han cumplido en la etapa del ajuste
neoliberal en Argentina, por nombrar solo ese período.
El segundo discurso, al que también denomino “movimientista” o “mujerista”, ya
que enfatizaba los discursos y las prácticas de las mujeres piqueteras o de las trabajadoras
de algunas empresas, presentándolas como el paradigma del protagonismo femenino en la
lucha, dejando bajo un manto de invisibilidad las complejas relaciones de género en el
interior de estos movimientos, asi como las relaciones con el Estado. Esto se puede ilustrar
con el caso de una ERA, donde predominan las mujeres, cuyo caso ha pasado a ser
emblemático. Esta perspectiva se nutría y a la vez amplificaba el accionar de las
trabajadoras de esta empresa. Las obreras, después de recuperar la fábrica y ponerla a
producir, sufrieron dos desalojos y continuaron su movilización en la calle, sobreviviendo
con la ayuda solidaria de numerosos aliados, hasta que finalmente conformaron una
cooperativa, con el asesoramiento de un abogado de un matiz ideológico totalmente
opuesto al que habían adoptado al principio, cuando reclamaban la estatización con control
obrero. En general, este es el caso que más se conoce y uno de los más estudiados, por el
gran impacto que tuvo en los medios y por su ubicación geográfica en el centro de la
ciudad, que facilitaba los peregrinajes a la fábrica ocupada, y al campamento que luego sea
organizó cuando fueron desalojadas. Lo cual ha contribuido a velar la situación de puñados
de mujeres trabajadoras en otras ERA, que no tuvieron procesos de toma y recuperaciones
tan notorios, ni son tan homogéneas en su composición por sexo, o en las cuales las
relaciones de género presentan más contradicciones.
Ambas perspectivas tienden a opacar la comprensión de la complejidad de los
procesos y relaciones sobre los que estamos reflexionando. Mientras que la óptica
institucionalista se centra en los enfoques tradicionales de análisis, (especialmente de las
4
relaciones con el sistema político con los sindicatos, en el caso de las ERA) y menoscaba las
posibilidades que se abrieron en este nuevo escenario, la movimientista o “mujerista” queda
inmersa en un discurso épico, sin matices. Ninguna de las dos permite profundizar en
torno a los desafíos que plantean simultáneamente el movimiento y la institucionalización,
si se desea una construcción política de una nueva hegemonía, entre los cuales no es
menor el análisis de la existencia o no de una construcción de discursos de derechos, a
partir de las demandas.
El enfoque de este trabajo se caracteriza por partir del análisis de las demandas de las
bases de los movimientos, más que en el estudio de alguna organización en particular, ya
que las demandas serán las que constituirán –o no-la identidad colectiva. Esto permite
movernos con libertad por los discursos que se enarbolan, y establecer a posteriori que tipo
de identidad surge, sin necesidad de anclarnos más de lo necesario en las fronteras siempre
móviles de las organizaciones y sus discursos, pues lo que nos interesa es observar como
estas demandas construyen o no discursos de derechos y posibilitan la emergencia de
identidades individuales y colectivas3. La unidad mínima del análisis es la categoría de
demanda, por dos motivos. En primer lugar, el sujeto nunca está completo y sus discursos
surgen de –y a partir de– esta incompletitud. En segundo lugar, porque al grupo social se
llega cuando se pueden observar las demandas. La unidad de aquel es concebida como una
articulación de demandas heterogéneas. Cada demanda comienza como una petición, si se
ve frustrada, puede darse un proceso por el cual se convierte en demanda, “en la medida
que el pueblo se ve a sí mismo como portador de derechos no reconocidos” (Laclau,
2005:98; 2006:8-9).
Nos referiremos en este artículo al proceso de construcción del pueblo feminista,
noción que hace referencia a la cadena de equivalencias que permitió la emergencia de un
pueblo que excede al feminismo, pero del cual éste es un punto nodal. El pueblo feminista es
una construcción que en Argentina antagoniza con el catolicismo integral y las demandas
de un laicismo más profundo y de más democracia.
Aludiremos al integrismo católico para poder comprender la posición de la Iglesia
católica institucional con respecto a los derechos de las mujeres, destacando su peculiar
conformación en Argentina, sin desconocer la dominación que ejerce sobre el Estado, las
3
Laclau (2006) “Why constructing a ‘people’ is the main task of radical politics”. Para ser publicado en
Critical Enquiry. Pág. 7/8.
5
sociedades y al cultura en la mayoría de los países latinoamericanos, ni las características de
los discursos y practicas del Vaticano, que se han vuelto cada vez más rígidas, acompañados
por la dirigencia de la derecha conservadora desde los ochenta en casi todos los países, con
algunos matices que se pudieron observar en las Cumbres de Población. El discurso
católico de la sexualidad aparece contestado en Argentina, en una sociedad que se declara
mayoritariamente católica, pero que desea practicar su libertad de conciencia y de expresión
fuera de todo dogmatismo. Y la contestación tiene un nombre: el feminismo.
Para esta presentación analizaremos algunas dimensiones de los discursos de los
miembros de los movimientos de trabajadores desocupados (en adelante, MTD o
piqueteros y ERAs). No presentaremos datos del contexto de emergencia de los
movimientos, ni descripciones de los mismos, que se puede encontrar en la vasta
bibliografía sobre el tema y en trabajos anteriores de la misma autora4.
Las demandas en torno de (alguna forma) de ciudadanía sexual
Nosotras decimos: hacemos talleres, pero queremos preservativos.
(MTD, mujer)
Las demandas vinculadas con el trabajo y los planes eran compartidas por varones y
mujeres. Las mujeres en movimiento (Molineux, 2003) demandan derechos laborales y
derechos sexuales Las demandas surgen de los diferentes espacios en los que se realizan las
actividades barriales, en especial, los comedores; y a partir de éstas se comienzan a armar
las comisiones de mujeres. Las vinculadas al derecho a la educación, al derecho a la salud
sexual y reproductiva, a recibir anticonceptivos gratuitos, al derecho al aborto legal, la
planificación familiar, al control de la natalidad, a la lactancia materna, la prohibición de
despidos por maternidad; se encuentran inscritas en la demanda por el observancia de dos
pilares de los derechos sociales en la sociedad argentina: la gratuidad y calidad de los
4
L.Beccaria Empleo e integración social. Buenos Aires. FC E. (2001); G.Di Marco; H.Palomino
Movimientos Sociales en la Argentina. Asambleas: la politización de la sociedad civil. Ediciones Buenos
Aires. Baudino, UNSAM. (2003).
6
sistemas públicos de salud y de educación, defendidos por las mujeres como las garantes de
los derechos para sus hijos e hijas y para ellas mismas. Las actividades de las mujeres en los
movimientos, articuladas con el movimiento más amplio de mujeres y el feminista, se dirige
hacia la politización de lo privado: las actividades para hacer visible la violencia contra las
mujeres y sus formas comunitarias de resolverlas, frente a la indiferencia y las siempre
insuficientes respuestas concretas desde los servicios del estado. También se diferencian de
las actividades propuestas por muchas ONGs, que con la mejor de las intenciones, han
llevado adelante numerosos talleres sobre los derechos de las mujeres, en especial, de
prevención de la violencia.
Las mujeres demandan derechos que, históricamente, formaron parte de los
ámbitos privados: el de estar libres de la violencia ejercida por los varones, y los que se
asocian a la libre decisión sobre el cuerpo, como la anticoncepción y el aborto. El derecho a
vivir libres de violencia y a disponer libremente del propio cuerpo forma parte de la
ciudadanía, y puede ser definido como ciudadanía sexual5. Los reclamos basados en las
prácticas sexuales, especialmente los vinculados con los derechos al placer sexual y al
control sobre el propio cuerpo, se relacionan con la autodeterminación sexual y
reproductiva. Se vinculan con la autonomía y la integridad corporal. Al hablar de integridad
corporal también nos referimos a un reclamo que se enlaza con varios derechos, y cuyo
énfasis está puesto en las relaciones basadas en la ausencia de dominación, el
miedo/rechazo a los embarazos no deseados y a contraer enfermedades de transmisión
sexual. En él se incluyen el derecho a ser libres del acoso y la violencia, el acceso a métodos
anticonceptivos y al aborto. Son, a su vez, demandas por derechos civiles y por derechos
sociales y políticas públicas, entre ellas, las referidas a la educación y la salud, que son las
que permiten hacer concretos muchos de esos derechos, especialmente los que atañen a la
autonomía sobre los cuerpos en relación con los embarazos no deseados. (Richardson,
1998:114, 115).
La respuesta a la violencia ejercida hacia las mujeres muestra en muchas
organizaciones analizadas nuevos discursos y prácticas. En algunos casos se elige una forma
“violenta“ en torno al intento de resolver una situación, priviligeando la vida de la mujer
5
La noción feminista de la ciudadanía sexual intenta hacer visible el desbalance de derechos existente
entre varones y mujeres. Coincidimos con Richardson (1998) en que no hay una definición estándar de
ciudadanía sexual. Esta concepción se alza sobre la demanda por el reconocimiento de las necesidades y
deseos de las mujeres sin vincularlos necesaria y únicamente a la reproducción, esto es, a ninguna visión
esencialista de alguna finalidad de la sexualidad. esta noción, al ser más amplia, contiene a los derechos
reproductivos.
7
afectada.. Se realiza desde la constatación de que la existencia de Leyes de Violencia
Familiar y las denuncias a la policía frecuentemente no sirven, ya que ellas no son tenidas
en cuenta en su búsqueda de justicia. Por eso, entre las leyes y la vida, se eligen estas
prácticas, que conllevan una crítica a las instituciones del Estado encargadas de este tema:
las comisarías, los refugios, los tratamientos en servicios públicos, acompañados de una
sensación de vulnerabilidad, bronca e impotencia.
Las mujeres más organizadas despliegan un abordaje colectivo y las actividades
son propuestas, organizadas y lideradas por grupos de mujeres y, en algunos casos,
también participan algunos varones. Comienzan con los intentos de disuasión del grupo
de mujeres; y, si estos fracasan, siguen con algunas acciones organizadas como
movimiento.Las prácticas muestran alternativas creativas, contextualizadas y tomadas
luego de un análisis basado en sus propias experiencias, frecuentemente de mujeres
golpeadas. Se prioriza organizarse colectivamente, Pero si continúa la situación de
maltrato, también pueden pasar a la acción directa, que puede ser violenta o pacífica,
según la gravedad de la situación y de lo que desea hacer la mujer golpeada.
… No tenemos la política de ir a cagar a palos a nadie, en primera instancia. Primera instancia nos parece
que tiene que ser tratar de convencer, un espacio de disuasión: “pensalo bien” “volvelo a pensar”. Ahora,
cuando el compañero, toda la política de disuasión fracasa, hay otros elementos de disuasión que son muy
contundentes y que son efectivos. Es lamentable tener que llegar a ese extremo pero a veces hay que llegar a
ese punto y el caso de Dora lo demuestra. O sea... el tipo la quería matar, estaba pasado de todo. Las
compañeras de la copa de leche hicieron turrruuuu, se avisaron todas. Lo cagaron a piñas, no volvió nunca
más. (Risas) (Yanina, 29 años, La Matanza).
Los procesos y alternativas que utilizan son dinámicos; y no obstante el
conocimiento de la citada ley que pregonan, en algunos casos no dudan en extender la
metodología piquetera, si es necesario: se ha ido a la comisaría a hacer un piquete para
acompañar a alguna mujer que deseaba hacer una denuncia. En algunos casos, se pasa a
acciones organizadas como movimiento, que generan mayor nivel de compromiso entre los
participantes y un más eficaz apoyo a la mujer golpeada. En estos movimientos se deciden
a hacer pública una situación naturalizada, confinada a lo privado doméstico, lo cual es un
ejemplo de la politización contextualizada de las necesidades (Fraser, 1991:16).
Y trabajaron en estas asambleas la situación de que éste ya no era un problema privado, que éste era ya un
problema público; y si era un problema público, era un problema del Movimiento, aunque esa señora no
perteneciera al Movimiento (Mercedes, 38 años, Mar del Plata).
8
En las comisiones de mujeres se debate acerca de la penalización del aborto, como
una amenaza a la salud y también como un problema de desigualdad, ya que mujeres de
sectores medios y altos pueden acceder a él en forma segura, mientras las pobres no.
Tienen claro el control de los discursos religiosos sobre los cuerpos y las emociones de las
mujeres, que impiden muchas veces una discusión abierta sobre el tema.
… desde la comisión de mujeres nosotras decimos que, lamentablemente, está muy arraigado y más, por ahí,
en muchas compañeras de barrios humildes está el tema de la Iglesia ¿sí? Entonces el aborto no se puede
tocar porque me voy al infierno y me quema la llama (María Laura, 35 años, La Matanza).
La despenalización del aborto no se plantea como un tema de derechos sexuales, lo
cual no sorprende. La estrategia para la demanda es situar el problema en el campo de la
salud y la desigualdad, tal como muchas feministas lo ubican. En consecuencia, reclaman
preservativos, porque es un recurso que las mismas mujeres pueden distribuir, en tanto que
no sucede lo propio con otros métodos anticonceptivos. Han unido provocativamente esa
demanda a la de los productos básicos para la supervivencia y denunciaron la escasez de
unos y otros.
Pero tendemos un puente para llegar al derecho al aborto. Tal vez porque no somos defensoras del derecho al
aborto estrictamente, sino que lo que somos es defensoras de que las mujeres tengan todos los métodos
anticonceptivos necesarios para no llegar al aborto... Acá, como las mujeres no tienen otros recursos, el
aborto es el método anticonceptivo a mano cuando todo falló…. Entonces decimos: para no llegar al aborto
qué mejor que preservativos.
Y estamos en la misma situación de la lavandina o la leche: la cajita de preservativos o un kilo de pan y un
litro de leche o un pedacito de carne. Nos llegaron a dar 2500, ridículo para cinco organizaciones nacionales
(Carmen, 39 años, La Matanza).
Estas demandas
serán el germen de la articulación con las mujeres de otros
movimientos y la constitución de un “pueblo feminista”. Para explicarnos, consideremos los
discursos de las mujeres en los movimientos.
Discurso mujerista o discurso de
derechos en su propios términos?
Esencialismo o resistencia?
“Acá las que van adelante son las mujeres” (MTD, mujer)
Cuando escuchamos por primera vez la expresión: “El piquetero tiene cara de mujer”,
aparecieron nuestros prejuicios contra el esencialismo. En realidad, una segunda lectura
permite observar que las mujeres elaboran un discurso que ensalza las virtudes femeninas,
9
como la puesta en acto y en palabra de la posibilidad de emerger desde una situación de
subordinación, ensalzando sus virtudes.
Y la mujer banca...Es la primera que sale. Es la primera que soluciona y da de comer a los chicos. La
mayoría de las compañeras vinieron solas y hubo una pelea, una disputa... algunos divorcios... gracias al
movimiento... Los del MTD cambiaron a mi mujer... Y después, muchos hombres, por suerte, acompañan y
empiezan ellos ¿no? Y entonces ahora están los dos pero, quién llegó primero... en la mayoría de los casos,
fue la mujer. (MTD, mujer)
De donde surge esta afirmación, si por años las mujeres han desarrollado estrategias
de subsistencia para responder a las necesidades de su grupo familiar, en especial, de sus
hijos.? Es lo aprendido en la calle, vinculado a la aparición pública .
……la valorización principal de las compañeras se da en la calle. La experiencia de poder, que nosotras
tenemos al cortar una ruta es lo que después nos permite volver a nuestras casas y empezar a intentar. Eso
es fundamental.
Porque la experiencia del poder dentro de la ruta, en una ruta hay una cosa, se da una cosa de poder que no
se experimenta en otros aspectos, porque esa cosa de unidad donde todos codo a codo, independientemente de
las simpatías o antipatías que haya entre nosotros, nos permite enfrentar un enemigo común hace que al
volver, esa misma práctica se empiece a desarrollar en otros ámbitos de la vida que es donde nos empezamos
a unir para poder enfrentar hasta las pequeñas cosas, donde se empiezan a hacer, inclusive ese sistema de
alianzas, se hacen también dentro del hogar. Es una experiencia nueva, digo para nosotras donde
empezamos a hacer alianzas dentro del hogar, donde empezamos a negociar, en los casos de las compañeras
que no se separan negocian la convivencia,, para ver, bueno, dentro de que parte, las que no se pueden
negocian las separaciones, o sea, empiezan a aprender desde la práctica política a la concreta de la vida
cotidiana. (MTD, mujer)
En el caso de las obreras de las ERA, también se señala con orgullo lo mismo:
- Nosotros... la mayoría éramos mujeres, después se fueron sumando. Porque los hombres son siempre los
maricones ... porque cuando nosotros nos quedamos ese día, el 18 de diciembre cuando nos quedamos ahí ,
¡muy poquitos hombres se quedaron! Después se fueron sumando y el día del estado de sitio, hay una gordita
ahí que después ..., ella se quedó toda la noche.
......simplemente siempre fue las mujeres... acá por lo menos las mujeres las que iban adelante por ejemplo
cuando había algún problema así, laboral, las que llevaban la voz cantante... Los hombres siempre más
quedados... En ese entonces yo por lo menos pensaba que los hombres son siempre más temerosos de que los
echen. Eso pensé siempre yo. Siempre estaba ahí y jamás iban a .... la que peleaba eran las mujeres con los
dueños, con el gerente, con el que sea. Y los hombres ahí... siempre. Y después cuando... en la toma... no en
la toma, el quedarse ahí y que pelear que venían las cosas bravas y quererse irse, los que más se fueron los
hombres. Los que más nos quedamos fueron las mujeres. (ERA, mujer)
Cuando el discurso que celebra a las mujeres y denigra a los varones (maricones) es
elaborado por las propias actoras, parece en una primera lectura un discurso esencialita y
retaliador, al mismo nivel del construido por los varones que condescendientemente hablan
de las virtudes de ”la mujer” . Sin embargo, son dos discursos muy diferentes. El discurso
de las mujeres, que incluye lo que dicen, sus llantos, sus risas, su poner el cuerpo para
resistir en la ocupación, es equivalente al que elaboran los sectores subalternos para mostrar
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la diferencia con los dominadores. El discurso de las mujeres que van al frente y los varones son
maricones, tiene una cuota de retaliación, necesaria para demarcar un exterior constitutivo en
una nueva subjetividad de mujeres en lucha, sin tomar las etiquetas previas.
La identidad qua mujeres aparece marcada en las demandas que enarbolaron. La
definición de si son feministas o no, se enmarca en el contexto en el que se elabora ese
discurso. Esa identidad no es fija, porta contenidos históricos, culturales y situacionales.
Por eso, como dice una de las trabajadoras, reconociendo la multiplicidad de demandas
desde donde se construye la identidad:
Antes éramos obreras y amas de casa. Y ahora tenés que ser obrera, ama de casa, vendedora, charlatana
para ir a hablar con un político. Tenés que ser de todo un poco. (ERA, trabajadora)
La constitución de identidades y el discurso de derechos.
La visibilidad de la acción colectiva: las protestas, ocupaciones y marchas
Los significados que construyen la identidad colectiva tiene un momento nodal de
construcción: los piquetes y marchas, así como la toma de las fábricas quebradas y
abandonadas por sus dueños
La lucha… Gracias a Dios, todo lo que ganamos, fue por la lucha. Todo bien: siempre que
salimos, ganamos. Y eso nos fortalece. Te da ganas de seguir, ¿entendés? Siempre ganamos.
(MTD, mujer)
Es una cosa que te da orgullo: que salís a la calle porque conseguís (MTD, mujer)
Los piquetes, marchas y tomas de fábricas marcan el momento de la
aparición, como dice Arendt (1958, 2003:239). Vinculada con la demanda por
trabajo, la dignidad y cambio social, (consigna de los MTD) y ocupar, resistir y producir
(consigna de las ERA), esos discursos fueron construyendo la identidad colectiva,
junto con el trabajo territorial en un caso y en la fabrica, como territorio de
relaciones, en otro. En el caso de los MTDs, lo verdaderamente disruptor como
forma de funcionamiento fue ganar la calle y en ambos, el encuentro con otros
movimientos en la lucha, cada uno portando sus elementos identificatorios. Las
11
demás actividades son bien conocidas en los barrios de la provincia de Buenos
Aires, pero aquellos que distingue el nosotros que construyeron en lo colectivo tiene
un marcado sello de la salida a la calle: admitido en la esfera publica, es decir, apareció en
publico (Arendt, (1958, 2003:239)
Afecto y nombre. De la identidad individual a la colectiva.
La demanda de trabajo aparece como la primera razón de la incorporación y
permanencia en el movimiento. Luego surgen la demandas por otros derechos. Esto
sucede en un entramado en el cual los investimientos afectivos son primordiales. Como
efecto de la nominación “piqueteros”, los actores pasaron a nombrase. La nominación
los constituyó, a través de una carga emocional (catexia). Esta nominación, cargada de
afecto, hizo posible que el nombre propio se independizara tanto de la significación que
terminara siendo el apellido de aquellos y aquellas que descubrieron la lucha colectiva:
Yo soy Juan, piquetero, y que está presente en el grito que une en las marchas:
“Piqueteros, carajo!”. Es el reconocimiento de sí mismos/as como luchadores. Es un
nosotros, los piqueteros, con el agregado de la interjección carajo, como expresión de
disgusto o de ira, que refuerza el sentido del antagonismo. Ese “nosotros” está
definiendo necesariamente a un “otro”: el gobierno, el sistema, hacia los que se dirigen
las demandas. Destaquemos que las mujeres construyeron un nosotras dentro del
nosotros del movimiento de desocupados, y que desde ese nosotras presentaron sus
demandas especificas. No obstante, y como veremos mas adelante, estas demandas no
quedaron encapsuladas en lo particular y buscaron articularse con otras.6.
El nombre que asume la denominación del movimiento: en el caso de los MTD,
piquetero/a, o el nombre de la empresa recuperada produce también una carga emocional en el
nombre propio del sujeto, más que el nombre del líder7. Es el reconocimiento de sí
mismos/a como un luchadores. Ese “nosotros” está definiendo necesariamente a un
“otro”, la patronal, el gobierno, el sistema.
6
Agradezco a Oscar Grillo por esta observación.
Laclau señala en la centralidad del nombre del lider, el investimiento afectivo clave como significante
vacío que representa la cadena de equivalencias. Laclau La razón populista. Buenos Aires. FCE. (2005)
Pág.127/130.
7
12
Por el tema de representar algo, y representarnos a nosotros mismos. Porque hoy me doy cuenta de que me
reconocen, hoy soy Ana de la Clínica Rojas adonde vaya. Hacer un cambio dentro de lo mismo, por mi
nombre y mi identidad real, no me reconoce nadie. (ERA, trabajadora)
La identidad de los que demandan se transforma en el proceso de la misma
articulación de estas, ya que las estrategias crean las identidades (Laclau, 2005: 243). Si se
extiende una equivalencia entre reclamos y se universalizan las demandas, puede construirse
discursivamente al oponente, al enemigo. La identidad se construye así a partir de la
demanda, y los aspectos de catexia y afectos son centrales a este proceso.
El reconocimiento esta íntimamente relacionado con la identidad. Cuando el sujeto dice
yo soy, yo puedo actuar, yo puedo narrarme, construye su identidad, en un contexto histórico y
social, donde se valida su poder, en este sentido se concreta su autoridad. Se construye
como sujeto de derecho al designarse como sujeto capaz. El registro de la capacidad
constituye el reconocimiento, que es posible en la relación con los otros/as. Existe una
conexión entre la voz activa (yo soy, yo puedo yo hablo), y la pasiva (ser identificado/a, ser
reconocida/o como capaz, esto es, como libre e igual), lo cual vincula el reconocimiento con
la ciudadanía (Ricoeur, 2006: 33; 125; 139; 250). Los actores construyen su identidad en
una práctica de reconocimiento que los vincula con la ciudadanía. El reconocimiento
mutuo en las acciones colectivas proporciona sentido a las prácticas, del mismo modo que
los discursos de los sujetos confieren sentido al movimiento.
Estas mujeres que hablan de sí mismas –y no sólo de sus hijos–, que manifiestan
placer en participar en marchas, que deciden pasar a cumplir tareas de seguridad, que
regresan tarde o se ausentan por algunos días de sus casas por primera vez en sus vidas o
que llegan a armar sus propias comisiones y a activar en la campaña por el aborto legal, ya
no son las mujeres pasivas de la asistencia estatal o de las
ONGs,
presentando asi una
dislocación de la identidad femenina popular en varios niveles, lo que condujo a la
constitución del feminismo popular.
La acción colectiva tuvo un efecto transformador de las identidades de mujeres y
varones, no obstante fue más marcado en el caso de las primeras, sobre todo por las nuevas
relaciones que establecieron fuera de los ámbitos privados familiares. Debido a la escasa o
nula formación política de los miembros de base, al principio eran, en general,
dependientes de la dirigencia. Las mujeres que iniciaron procesos de democratización se
13
alejaron de esta dependencia y lucharon por espacios más autónomos, hasta en algunos
casos claramente confrontativos con la dirigencia masculina8. Para las mujeres que se
autoorganizaron –ya sea solas o en asociaciones con varones– la acción colectiva implicó
un camino hacia discursos y prácticas de derechos, mediados por la historia e identidad
personal y los propios tiempos subjetivos. Hemos visto como las mujeres de algunos
movimientos, al tener la condición de posibilidad de autoorganizarse (por su vinculación
con el movimiento de mujeres y el feminista), la aprovecharon y desafiaron los liderazgos
masculinos.
El pueblo feminista.
La narrativa de algunas trabajadoras muestra un discurso de demandas de derechos,
que es político. En este discurso, desear que otros se enteren es desear contar y ser
contado (Ranciere, 1996). El cuestionamiento de las relaciones de poder politizó sus
discurso (Fraser, 1991:12/13) .Y si bien algunas/os se sedujeron por lo político partidario,
la politización de sus demandas llevó a otro concepto de la política, entendida como la que
surge cuando el orden natural de la dominación es interrumpido por una parte de los que no tienen parte
(Ranciere, 1996: 24/25)
Este proceso está en la base de las articulaciones a las que nos vamos a referir,
que dieron como resultado la emergencia de un feminismo popular que surge de la
participación de las mujeres en diferentes espacios de lucha y en especial en los Encuentros
Nacionales de Mujeres . Los Encuentros comenzaron en 1986 por iniciativa de un grupo de
mujeres feministas argentinas que había participado en la Tercera Conferencia
Internacional de la Mujer en Nairobi convocada por Naciones Unidas (1985). Son
autónomos, se realizan una vez al año en una provincia elegida por las participantes y es
organizado por una comisión ad-hoc de la misma1. La concurrencia a estos eventos fue
creciendo desde dos mil mujeres en el primero, para llegar a una cifra de alrededor de
quince mil en los últimos, realizados en Jujuy (2006) y Córdoba (2007), con picos
8
Sin embargo, sólo en un caso una experimentada militante (una “señora de nadie”8) rompió con la
dirigencia y armó otra organización.
14
importantes en los realizados en Mendoza (20.000) y Mar del Plata (30.000)9. A partir de
1997 las mujeres de las incipientes organizaciones de trabajadores desocupados y de otras
organizaciones que surgieron en el segundo ciclo de protestas comienzan a aparecer en los
Encuentro10. Simultáneamente comenzaron a recibir cada vez más la atención de los
sectores más reaccionarios, la injerencia de la iglesia y de autoridades provinciales, para
impedir que se debatiera acerca de la anticoncepción y el aborto y se cuestionaran las
familias y los valores tradicionales del patriarcado. Partidos políticos de izquierda
vinculados a algunas organizaciones piqueteras, también intentaron influir en sus
demandas, para poner el énfasis en las luchas sociales y políticas, pero sin vincularlas a las
luchas de las mujeres por sus derechos. En 2003, con la concurrencia de 12.000 mujeres, el
Encuentro de Rosario (ciudad de la provincia de Santa Fe) marca un punto de inflexión en
los Encuentros de Mujeres, preanunciado en el de Salta, el año anterior. Los derechos
relacionados con la sexualidad estuvieron entre los más reclamados. El uso de pañuelos de
color verde, para identificarse a favor de la legalización del aborto, se inspiró en los
pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo, lo cual también indica la articulación con
algunos sectores de Madres11.
La presencia de las mujeres de los movimientos sociales en los ENM, sumada a la
avanzada católica para boicotear el encuentro, están en la base de la radicalización del
propuesta de la lucha para la legalización del aborto, que, al lado de las reivindicaciones
vinculadas a la violencia contra las mujeres y la demanda por trabajo digno, son los tres
derechos fundamentales que demandan las mujeres populares. En el Encuentro de
Mendoza (2004) se exigió la legalización del aborto y al acceso gratuito al mismo, así como
a los métodos anticonceptivos y a la incorporación de la educación sexual el sistema
educativo. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, la primera de alcance federal en
Argentina, surgió de los talleres de estrategias para la despenalización.
9
Para una ampliación de este tópico: G. Di Marco. “Igualdad de género y movimientos sociales en
Argentina”. En E.Maier y N.Lebon ed. (comp.) De lo privado a lo público: 30 años de lucha ciudadana
de las mujeres en América Latina. México. UNIFEM-Lasa-Siglo XXI. (2006)
10
En 1997, se contabilizaron 104 cortes de rutas en diferentes provincias argentinas, cuyos objetivos
estaban vinculados con el reclamo de puestos de trabajo y subsidios y la demanda por incremento del
gasto social en salud, alimentación y educación, junto con peticiones de ayuda del gobierno nacional para
evitar el cierre de fuentes de trabajo y el pago de salarios atrasados.
11
Una de las organizadoras, de Católicas por el Derecho a Decidir, dice: .... Pero debemos reconocer que
la idea de lograr impacto con pañuelos la hemos tomado del impacto que significaron los pañuelos
blancos de las Madres de Plaza de Mayo.
15
Para entender estos complejos procesos, detengámonos por un momento en el
análisis de las dos fuerzas antagónicas: el catolicismo integral y el feminismo.
La hegemonía del catolicismo integral
En la Argentina –como en casi todos los países latinoamericanos– las orientaciones
del Vaticano son modeladoras de políticas públicas. Para encaminar este punto, citaremos
brevemente algunos antecedentes que permiten ubicar el papel de la Iglesia católica en
nuestro país12. Su influencia encontrará un cauce en los años treinta, a partir de los golpes
de Estado13. Las Fuerzas Armadas y la Iglesia se convirtieron en los actores que impulsaron
el proyecto de catolizar y nacionalizar la sociedad, argentinizar integralmente el catolicismo,
catolizar íntegramente a la Argentina, consolidando un nuevo orden nacional (Mallimanci, 2006a:8;
2007:2-4).
Este orden católico nacional es entendido entonces como totalidad. El movimiento
católico integral se caracteriza por identificar lo “nacional” con lo “católico”, de allí que el
catolicismo tuviera presencia en lo estatal y también se conformara como sociedad civil.
Esto hizo que fuera mucho más que una religión a la que adhería la mayor parte de la
población. Debe tenerse en cuenta, además, que la mayoría de los inmigrantes que llegaron
al país entre 1870 y 1929 y entre 1948 y 1952 pertenecía a la religión católica14.
Desde la década del 30 hasta el presente la Iglesia católica mantuvo una presencia
activa en el Estado, el gobierno y la sociedad civil, e impregnó tanto a ésta como a su
cultura, su política, sus organismos de gobierno, sus actores políticos y sus organizaciones.
De allí que no se hiciera necesario organizar un partido católico, ya que el catolicismo
estaba presente en todas y cada una de las dimensiones de la vida privada y pública de la
Argentina. El dispositivo católico integral está conformado por dos ejes: el discurso acerca
12
No haremos lo mismo con el proceso seguido en otros países latinoamericanos.
13
En 1930, el golpe militar, el primero en el país, derrocó al presidente constitucional, Hipólito Irigoyen
(Partido Radical). Al periodo inaugurado por este golpe y los sucesivos presidentes emparentados con los
conservadores, se lo conoce como década infame, caracterizada por: gobierno autoritario, corrupción y
fraude electoral. Los autores del siguiente golpe de Estado (1943) proclamaron que se alzaban contra los
que habían gobernado durante la “década infame”. Entre los militares que formaban parte del grupo que
derrocó al entonces presidente Ramón S. Castillo se encontraba Juan Domingo Perón. Perón fue
Secretario de Trabajo y Previsión y en 1944 al desplazar el general Edelmiro Farrell de la presidencia al
general Pedro Ramírez, fue nombrado Ministro de Guerra y Vicepresidente. En 1946 fue elegido
presidente de la Nación.
14
La inmigración italiana fue la más numerosa, seguida por la española. Entre 1857 y 1940, la primera
fue del 45% del total de la inmigración, y la segunda, 31%.
16
de la sexualidad y el discurso sobre el trabajo/los trabajadores. El catolicismo integral, en
su defensa de la sexualidad sujeta a la procreación, de la maternidad tradicional como base
de la identidad femenina, de la negación a las diferentes formas de vivir la sexualidad, se
basa en y al mismo tiempo refuerza al patriarcado.
Cuando se debatió la Reforma Constitucional (1994), frente a las demandas de los
movimientos de mujeres, las autoridades del gobierno de Carlos Menen y las de la Iglesia
no hicieron más que poner en funcionamiento los dispositivos de la Nación católica para
evitar que fuera cuestionada la hegemonía de la Iglesia en temas vinculados con la
sexualidad, la familia y la educación. Obviamente, nos referimos a estas instituciones y a sus
jerarquías, no a los individuos, que pueden no haber estado de acuerdo con tales
estrategias. El gobierno de esa época necesitaba, además, que la Iglesia no avanzara en sus
incipientes críticas a la situación de social del país, que comenzaba su camino descendente,
hasta desembocar en la crisis de 2001. En los años noventa acompañó al Vaticano en la
reunión de El Cairo, en 1994, junto con los países musulmanes y Guatemala, El Salvador,
Ecuador y Malta, etc.
Esta posición conservadora se fue acentuando, en una postura de mayor
confrontación. No es ajeno a este hecho que la Iglesia, que se denomina a sí misma Experta
en Humanidad vea dislocarse su hegemonía en un país en el cual, aun cuando la mayoría de
la población se define como católica, proclama cada vez más sus derechos a vivir su
“humanidad” fuera del escrutinio religioso15.
El feminismo y la cuestión del aborto
Desde el retorno a la democracia, la cuestión del aborto atravesó las luchas
feministas con diferentes estrategias y resultados, en un marco de soledad con respecto a
otras fuerzas sociales. Cómo se avanza o no en esta cuestión constituye un predictor
inestimable sobre el estado de la ciudadanía de las mujeres.
El 8 de marzo de 1988, diferentes grupos de mujeres fundaron la Comisión por el
Derecho al Aborto, fue pionera en la discusión y difusión de información y clarificaciones
conceptuales acerca de la anticoncepción, el aborto, la despenalización y la legalización.
15
Según los resultados de una encuesta publicada en 2008, el 76% se define como católico, el 9% como
evangélico y un 11.3% dice ser ateo, agnóstico o no tener ninguna religión. Está de acuerdo con el aborto en
algunas circunstancias un 63,9 %, mientras que el 92,4 por ciento apoya la educación sexual en las escuelas.
17
Estos grupos han tenido una importante participación en los Encuentros de Mujeres.
Impusieron la consigna que aún hoy es distintiva del movimiento de mujeres: Anticonceptivos
para no abortar, aborto legal para no morir. Con la incorporación de mujeres de organizaciones
políticas, feministas, lesbianas y de varios grupos estudiantiles, pasaron a denominarse
Coordinadora por el Derecho al Aborto. En 1991 se constituyó el Foro por los Derechos
Reproductivos. En 1994, se organizó Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad (MADEL),
formada por cien organizaciones políticas y sociales. Ellas se organizaron para enfrentar el
propósito de introducir una cláusula sobre el derecho a la vida desde la concepción en la
reforma de la Constitución Nacional, que fue sostenida por la Iglesia Católica y el gobierno
justicialista. Cumplieron un importantísimo papel en tres instancias cruciales para el avance
de los derechos de las mujeres: la Convención Constituyente para la Reforma
Constitucional, el debate acerca del proyecto de Ley de Salud Reproductiva y la
Convención Estatuyente de la Ciudad de Buenos Aires.Los intereses, las estrategias y el
poder de los sectores más reaccionarios fueron enfrentados por esta estrategia que articuló
al movimiento de mujeres y al feminista, a las legisladoras con creciente poder en el
legislativo, a legisladores, a algunos rabinos, pastores y pastoras de las iglesias evangélicas.
No obstante, faltaba todavía un paso más: la articulación con las mujeres populares.
El cambio de escenario
La Comisión por el Derecho al Aborto y otras organizaciones propiciaron que el
debate sobre el tema entrara en las discusiones de las Asambleas que surgieron después del
19/20 de diciembre de 2001. Se constituyó entonces la Asamblea por el Derecho al Aborto. Sus
integrantes supieron captar el cambio de época que se avizoraba luego de los sucesos de
diciembre del 2001 y participaron activamente en los espacios asamblearios portando las
demandas de los derechos de las mujeres. Trabajaron sobre la incorporación de las
demandas vinculadas a la anticoncepción, la educación sexual y la legalización del aborto en
una organización que reunía las distintas comisiones de salud de las asambleas, llamada
INTERSALUD. De la Asamblea por el Derecho al Aborto surgió la propuesta de realizar una
al comienzo del Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario, en agosto de 2003. Allí se
organizó, por primera vez, un taller sobre Estrategias para el Derecho al Aborto, que
implicó un paso superador de los talleres sobre el tema.
18
“Hay una concientización sobre el tema sexualidad, derechos reproductivos y sexuales a
mujeres de movimientos de base que no se planteaban esta problemática como parte de sus
programas políticos”. (Rosemberg, 2005)
Según ella, se observa la unión de la reivindicación del aborto con la lucha por los
derechos humanos. Con ello habían colaborado las declaraciones del Ministro de Salud a
favor de la despenalización del aborto y de la distribución de anticonceptivos (2005), y el
resultante enfrentamiento del gobierno contra el obispo castrense Baseotto, quien en
marzo de 2005 lo había criticado con su “merecen que les cuelguen una piedra de molino al
cuello y lo tiren al mar”16.
En mayo de 2005 se organizó la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto
Legal, Seguro y Gratuito. El lema fue: Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no
abortar, aborto legal para no morir. Los fundamentos de las demandas refieren a cuestiones de
democracia, de respeto de los derechos humanos de las mujeres, de equidad y la justicia
social, y se basan en el reconocimiento de que son las mujeres pobres quienes sufren o
mueren por la práctica del aborto clandestino.
Del feminismo popular al pueblo feminista
Laclau denomina demandas democráticas a las realizadas al sistema, que reclaman la
solución de alguna exclusión, y las distingue de las demandas populares, que intentan crear
una nueva hegemonía. Si las primeras son satisfechas, se inscriben en la lógica de la
diferencia. Es lo que Ranciere (1996:43) expresa con otras palabras: “las políticas se ocupan de
agregar las partes”17. En cambio, cuando no son satisfechas y se articulan con otras
demandas, pueden entrar en una relación equivalencial. Cuando el discurso de las
demandas en torno a las necesidades se escapa de los discursos hegemónicos, de lo
privado y de la economía de mercado, puede aparecer un momento de demandas, las
demandas fugitivas politizadas. También hicimos referencia a que, si las demandas son
satisfechas por el sistema institucional, se inscriben en la lógica de la diferencia y quedan
aisladas de la relación equivalencial con otras. En cambio, si no son absorbidas, puede
darse una articulación en una cadena de equivalencias.
16
El obispo es también defensor de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.
17
En la traducción en español se menciona con el término policía.
19
Las demandas de los movimientos fueron respondidas generalmente desde lo
institucional y con el discurso de los expertos, al estilo de programas sociales (transferencias
condicionadas de dinero, subsidios para poner en marcha pequeños emprendimientos),
encubierto en un nuevo y vacío discurso de derechos. Los movimientos de desocupados
usaron esos planes para satisfacer las demandas, aumentar el número de miembros y
profundizar la movilización, según el tipo de organización. Algunos dirigentes entraron a
formar parte del actual gobierno, mientras los movimientos, al no poder generarse una
cadena de equivalencias, comenzaban a fracturarse, a desmovilizarse, y sus alianzas, a
transformarse. Finalmente se impuso la lógica de la diferencia. Las demandas de trabajo y
de subsidios de parte de los movimientos fueron absorbidas en parte (y deficientemente)
por el Estado, y perdieron su potencial de construcción de un pueblo, en el sentido que
Laclau le otorga a esta categoría.
Una sociedad que postula el estado benefactor como su horizonte último, solo la lógica de
la diferencia sería aceptada como un modo legítimo de construcción de lo social. En esta
sociedad, concebida como un sistema en constante expansión, cualquier necesidad social
sería satisfecha diferencialmente; y no habría una base para crear una frontera externa (…)
y por lo tanto no podría totalizarse y crear un “pueblo” (Laclau, 2005:104).
El populismo supone una articulación equivalencial de demandas que hace posible
el surgimiento del pueblo; una frontera entre el pueblo y el poder, denominada formación
antagónica, y la unificación de estas diversas demandas en un sistema estable de
significación que permite la consolidación de las equivalencias. (Laclau, 2005:99).
Así como los reclamos por trabajo y en contra de la violencia hacia las mujeres se
dirigen a las instituciones y pueden ser satisfechos diferencialmente, el reclamo por la
legalización del aborto, como significante de la ciudadanía plena de las mujeres, del laicismo
y el pluralismo, construye una frontera, y sobrepasa los discursos de la hegemonía patriarcal
representada hegemónicamente por la jerarquía de la Iglesia católica.
Las relaciones de género operan en los sistemas simbólicos, las instituciones y
organizaciones y en los procesos de construcción de la identidad (Scott, 1990: 47). Entre
ellas, las instituciones religiosas ocupan un lugar importante. En el caso argentino que
analizamos, el integrismo católico es el actor clave en torno a la contraofensiva sobre los
derechos de las mujeres. Frente a éste, la articulación de las demandas de distintos
movimientos de mujeres y de otros actores, construyó el pueblo feminista, que no es lo mismo
20
que el feminismo popular ni es lo mismo que las mujeres, aunque su núcleo fundamental esté
conformado por las demandas acerca de la ciudadanía plena de ellas. La Campaña por el
aborto es el significante vacío que articula las demandas por el laicismo y el pluralismo,
frente al vetusto y poderoso integrismo católico. Se enfrentan de este modo dos proyectos
antagónicos, impensables antes de 2001, uno como campo de lucha y de posibilidades
democráticas –a la ofensiva–; y el otro, que se resiste a la consolidación de nuevos
derechos, a la contraofensiva.
Tanto la participación de las mujeres de los movimientos sociales en los Encuentros
Nacionales de Mujeres como las estrategias de la Iglesia católica desde 1997 para boicotearlos,
aparecen en la base de la radicalización del propuesta de la lucha para la legalización del
aborto que, al lado de las reivindicaciones vinculadas a la violencia contra las mujeres y la
demanda por trabajo digno, son los tres derechos fundamentales que demandan las mujeres
populares. La emergencia de un feminismo popular surgió de tales articulaciones, con nuevas
actoras, las mujeres populares en lucha.
La articulación de la política feminista y la de otros movimientos sociales,
articulación contingente de elementos heterogéneos, de demandas diversas como las que
constituyen la multiplicidad de los movimientos (piqueteras, obreras de empresas
recuperadas, asambleístas, campesinas, indígenas y feministas) dio lugar a una cadena de
equivalencias, representada hegemónicamente en la legalización del aborto que,
obviamente, no reduce el particularismo de cada demanda individual (demandas por
trabajo, por la tierra, por los derechos de los pueblos originarios, etc.). Esta cadena de
equivalencias posibilitó que una identidad heterogénea, las mujeres, con todas las
particularidades dentro de esa categoría, construyera discursivamente al adversario –que en
nuestro análisis está conformado por las fuerzas portadoras de valores tradicionales y
patriarcales– y que apareciera como una identidad política, un pueblo. O, en palabras de
Ranciere, las no contadas demandan ser integradas plenamente a la cuenta de la democracia.
Surgió una demanda que significa a todas las demandas y se articularon las mujeres en
movimiento y otros actores sociales en la pugna por la legalización del aborto, para que las
mujeres puedan ejercer la capacidad de decidir sobre sus propios cuerpos, que condensa la
lucha por la el laicismo, la pluralidad y la ciudadanía.
21
Antes de la emergencia de estos movimientos, el particularismo de la demanda por
la legalización del aborto no podía ser articulado con otras demandas, relacionadas con la
necesidad de trabajo o con políticas contra la violencia hacia las mujeres, porque era
considerada como opuesta a los objetivos particulares de estas. Es en esta situación
histórica que se produce esta relación equivalencial, que da como resultado la emergencia
del pueblo feminista, que articula diversas luchas para la ampliación de los derechos de las
mujeres y para la consolidación de una democracia pluralista. El feminismo popular va a ser
parte central del pueblo feminista.
La naturalización de las relaciones de dominación, especialmente referidas a las
relaciones de género, existe tanto entre los líderes de movimientos sociales como entre los
funcionarios/as del estado. Es posible encontrar más coincidencias entre últimos y los
lideres de los movimientos, con respecto a los intereses distributivos, en un tipo de alianza
basada en la dominación masculina que hemos denominado pactos conservadores implícitos, que
entre los lideres y las mujeres de base sobre los derechos de las mismas. Estos pactos se
configuran como contratos autoritarios que excluyen o desvalorizan a las mujeres. Se dan
frecuentemente tanto entre los varones, más allá de su posición de clase o su posición en
las organizaciones, como entre varones y mujeres tradicionales. También hemos podido
observar lo mismo en relación con las orientaciones sexuales e identidades de género
diferentes al par dicotómico varón/mujer18. Varios autores han considerado cómo los
discursos establecidos y las prácticas institucionales que se derivan de ellos operan sobre las
formas entender las relaciones sociales y las decisiones de los individuos. En su análisis
sobre las relaciones de poder, la pregunta de Lukes que sigue, se vincula con la noción que
años después Bourdieu denominó violencia simbólica de los sistemas de dominación
(Bourdieu, 2000: 49-50).
“¿No es una forma de ejercicio del poder más supremo e insidioso evitar que la gente
tenga quejas, por la modelación de sus percepciones, conocimientos y preferencias, de tal
modo que ellos acepten su lugar en el orden existente, tanto si no pueden imaginar
alternativas a éste, o lo ven como natural y no cambiable, o lo valoran como ordenado
divinamente y beneficioso?” Lukes (1974:24).
Así como los reclamos por trabajo, y contra la violencia hacia las mujeres, se
dirigen a las instituciones y pueden ser satisfechos diferencialmente, el reclamo por la
18
Nos referimos a la inclusión de travestis en los grupos de base. Sólo en un caso hemos observado la
inclusión de alguna travesti, y se dio en la organización liderada por una mujer. En esa organización
también existió el otorgamiento de planes a jóvenes en conflicto con la ley, a través de la realización de la
probation en las actividades de contraprestación del movimiento.
22
legalización del aborto, como significante de los derechos sexuales, construye una
frontera, sobrepasando los discursos de la hegemonía patriarcal. La irrupción de lo
heterogéneo aparece cuándo se articulan las mujeres en
movimiento y surge una
demanda que significa a todas las demandas: la lucha por la legalización del aborto,
que condensa la lucha por la ciudadanía de las mujeres, esto es, ejercer la libertad
sobre sus propios cuerpos. Los pactos conservadores que mencionamos intentan dejan
afuera lo que es, en el fondo –y a pesar de todos los avances en la prosecución de los
derechos de las mujeres–, revulsivo para el discurso patriarcal: los derechos de las
mujeres, mientras que la respuesta de parte de las mujeres fue el piquetero tiene cara de
mujer. Ellas forzaron el esencialismo para marcar la resistencia y para competir por el
poder. Pusieron en la esfera pública las identidades de mujeres populares que se
inscriben en la demanda por ciudadanía, con sus discursos políticamente incorrectos
(como hemos observado en páginas anteriores al hacer reverencia las demandas de las
mujeres).
El nosotras dentro del nosotros (Piqueteros, carajo!) se articuló con otras
demandas y actores. Mediante esta articulación se constituyó un pueblo. Recordemos
que pueblo, para la teoría de la hegemonía, es un actor histórico potencial, una
construcción que constituye agentes sociales y “no constituye una expresión ideológica,
sino una relación real entre agentes sociales” (Laclau, 2005: 96/99/151). Este pueblo,
en palabras de Ranciere (1996: 25), es la cuenta de los no contables, la parte de esos que
no tienen parte. Para este autor, “la política es el proceso de contar la parte de los que
no tienen parte” La definición de quién será considerado/a en la cuenta de la
democracia es conflictiva, contingente y no está predeterminada.
Como muchas feministas lo reconocen, mientras las alianzas fueron básicamente
entre las mismas feministas, no se podía avanzar en la ampliación de las demandas, aunque
no fueron pocos los logros obtenidos desde la restauración democrática. Era necesaria la
articulación de las feministas con otras demandas e identidades. El campo
contrahegemónico se conformó a partir de varios factores: la articulación de feministas y
las mujeres populares, recién mencionada, que venía produciéndose desde 1997; la
coyuntura histórica post-crisis de 2001; un gobierno que no levantó abiertamente las
demandas de las mujeres, pero sí las de los Derechos Humanos, y que tomó varias
decisiones políticas a favor de los derechos de las mujeres (destrabó la aprobación del
Protocolo de la
CEDAW,
designó personas reconocidas por su laicidad y hasta por su
23
ateísmo como jueces del Tribunal Supremo de la Nación, nombró a un reconocido
sanitarista favorable a la despenalización del aborto como Ministro de Salud)
La legalización del aborto es un significante vacío, la demanda va a adquirir una
centralidad que la excede. La catexia de este elemento singular (Laclau, 2005:153), condensa
las demandas por un Estado verdaderamente laico, y se opone a la influencia de la Iglesia
católica en casi todos los aspectos de la vida social, política y cultural del país, que ya hemos
explicado, especialmente su oposición a la plena realización de los derechos de las mujeres,
además de su nefasto papel durante la dictadura militar. Para una sociedad y una cultura
como la argentina, esto es contrahegemónico. Es posible que la cadena de equivalencias
requiera de un líder que pueda constituir la plenitud del pueblo En la lucha que se viene
desarrollando se encuentra la búsqueda para que la dimensión horizontal de estas
equivalencias se complemente con la absorción vertical dentro del sistema político, esto es,
con una influencia institucionalizada en los poderes del Estado, lo cual es parte de las
estrategias de esta nueva identidad popular (¿alguien en lo más alto de la pirámide de
gobierno que tome institucionalmente la demanda?).
Para el autor mencionado, la unidad del grupo tiene lugar en el nombre del líder, el
investimiento afectivo clave (Laclau 2005:127/130). Nosotros no podemos afirmar que es
el nombre del líder el que representa la cadena de equivalencias, pues la conformación del
pueblo feminista es horizontal y no presenta autoridades delimitadas, sino situacionales. Las
demandas que se articularon en la cadena de equivalencias favorecieron la emergencia de
identidades colectivas diversas, pluralistas y democráticas y se generaron desde
multiplicidad de locaciones e identidades particulares. Encontraron su condición de
posibilidad en el feminismo popular que se constituyó en el encuentro de las mujeres de los
movimientos con el movimiento de mujeres y el feminista, que tuvo su punto nodal en los
Encuentros Nacionales de Mujeres. Tal multiplicidad tiene su razón de ser en la estructura
horizontal y rizomática de los movimientos de mujeres, sus redes y sus articulaciones
locales, globales, cara a cara y por el ciberespacio. ¿Es esto un obstáculo para la
constitución del pueblo feminista? Creemos que no. El mismo autor, al referirse al nuevo
internacionalismo y a la posibilidad de crear cadenas de equivalencias, mediante un lenguaje
en común, reflexiona acerca de la obsolescencia de las formas institucionales tradicionales
de mediación política (Laclau, 2005:287). Nos inclinamos a pensar que nuevas formas de
articulación y nuevas identidades populares guardan un potencial de nuevas alternativas que
24
nos permiten reflexionar acerca de algunos elementos nuevos de la constitución de un
pueblo.
Algunas reflexiones finales
Los obreros y obreras de las ERA producen, organizan, deciden, en espacios
horizontales. El derecho al trabajo consagrado en la constitución no es el mismo derecho
que enarbolan, que es el de controlar los medios de producción y el de romper la figura
patrón-obreros. Predominan los discursos de autodeterminación, autonomía y el juego
pragmático con el estado. En las ERA se puso en crisis la propiedad privada, las formas de
gestión y las escalas salariales y cuando lo necesitan hacen alianzas pragmáticas con el
estado. La forma de cooperativa y el retiro igualitario, aseguran mayor democratización de las
relaciones laborales.
En cambio, para muchos piqueteros, el derecho al trabajo esta definido por la
relación de dependencia, aun en las empresas que logran armar. También, existen
organizaciones piqueteras cuyos dirigentes se sientan en las mesas de negociación con
funcionarios del estado para obtener recursos para luego encarar proyectos públicos más
ambiciosos e innovadores que aquéllos que figuran en los menus de opciones de las áreas del
aquel19. Transforman y gestionan los proyectos, como bienes públicos (edificaciones de
barrios, por ejemplo). Mientras las ongs siguen una lógica vinculada a las instrucciones que les
dan los funcionarios, algunas organizaciones piqueteras hacen un trabajo político-social.
En general y más allá de las contradicciones, en este proceso seguido por los
movimientos se han conformado lo que denomino identidades no civilizadas, en el sentido
de no domesticadas: especialmente las de muchas mujeres, que resisten el poder y el
policiamiento de sus cuerpos y emociones.
Son identidades políticamente incorrectas, basadas en las diferencias con lo que esta
instituido. Se conocen las leyes y las instituciones, pero no se confían en ellas o bien se
desean empujarlas más allá de sus límites o cambiarlas. Para los ojos de la sociedad civil
organizada, y de los políticos, hay algo salvaje, no civilizado, en estos discursos políticamente
incorrectos. Entre la propiedad y el trabajo, se elige el trabajo, entre la ley y la vida se elige
19
Los variados e importantes emprendimientos de la Unión de Trabajadores Desocupados ( UTD) de
Mosconi (Provincia de Salta) son un ejemplo, asi como los planes de vivienda del Movimiento Territorial de
Liberación (MTL)
25
la vida, definida por sus propios términos y en su propio contexto económico, cultural y
relacional, que se inserta en el contexto político más general 20 .
En general, y más allá de las contradicciones, en este proceso seguido por los
movimientos se han conformado lo que denominamos identidades no civilizadas, en el
sentido de no domesticadas: especialmente las de muchas mujeres que resisten el poder y el
policiamiento de sus cuerpos y de sus emociones. Son identidades políticamente
incorrectas, basadas en las diferencias con lo que está instituido. Conocen las leyes y las
instituciones, pero no confían en ellas o bien desean empujarlas más allá de sus límites o,
directamente, cambiarlas. Para los ojos de la sociedad civil organizada, y de los políticos, en
estos discursos políticamente incorrectos hay algo de salvaje, de no civilizado. Entre la ley y la
vida se elige la vida, definida en sus propios términos y en su propio contexto económico,
cultural y relacional, que se inserta en el contexto político más general. Nos referimos en
especial a las prácticas y discursos de las mujeres que han iniciado procesos de
transformación referidos a la violencia y al control de sus cuerpos, mediante los cuales
critican la legislación y las instituciones que deberían ser garantes de sus derechos.
Las diferencias de género marcan las transformaciones de las identidades
individuales. Si las hubiéramos subsumido en las identidades colectivas, y además, no
hubiéramos considerado un análisis de género, no habríamos sido capaces de ver estos
matices, ni tampoco habríamos podido elaborar los conceptos de feminismo popular ni de
pueblo
feminista.
20
Nos referimos al vida amenazada por la violencia contra las mujeres y la legislación e instituciones que
deberían protegerlas. Se presentarán algunos ejemplos para clarificar estos puntos.
26
Bibliografía
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