DICTAMEN N.º 230/2013, de 10 de julio.* Expediente relativo a

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DICTAMEN N.º 230/2013, de 10 de julio.*
Expediente relativo a reclamación de responsabilidad patrimonial tramitado a instancia de D. T, por los daños y
perjuicios derivados del fallecimiento de su esposa, D.ª X y del feto de 8 meses del que se encontraba embarazada,
tras la atención sanitaria que le fue dispensada en el Servicio de Urgencias del Centro de Salud C, centro
dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM).
ANTECEDENTES
Primero. Reclamación.- Con fecha 4 de noviembre de 2011 D. T presentó reclamación de responsabilidad
patrimonial dirigida al SESCAM solicitando compensación económica por importe total de 600.000 euros en base a los
siguientes hechos:
“El día 6 de noviembre de 2001 cuando la esposa del firmante, Sra. X, gestante de 8 meses, acude a los Servicios de
Urgencias del INSALUD y es atendida por el acusado … por presentar nuevamente o de forma ininterrumpida, pues ya la
había atendido el día 28 de octubre del mismo año por ese mismo doctor que le había prescrito para dicha dolencia “tila”,
“DOLOR EN TORAX QUE IRRADIA A ESPALDA Y NO PERMITE DESCANSO, REFIERE INSOMNIO Y ANSIEDAD
QUE NO CEDE CON VALIUM Y NAUSEAS”, no sólo se remite a prescribirle nueva medicación y mandarla a su casa,
sino que, además, NO LE PRACTICA UNA AMNANESIS COMPLETA PARA LA DOLENCIA QUE PRESENTABA, sino
que TAMPOCO LE REALIZA PRUEBA MÉDICA ALGUNA O EXPLORACIÓN ADECUADA, aunque fuera alguna
existente a su alcance o dentro de sus medios, pero a mayor abundamiento, a sabiendas de que carece de medios
diagnósticos suficientes no la remite al Hospital H, donde le podía haber practicado las medidas diagnósticas necesarias o
incluso practicarle una cesárea para salvar la vida del bebé que estaba, según queda acreditado totalmente formado,
mermando, con ello, además el riesgo de la paciente que le suponía mantener el embarazo, de la documentación médica
que se aporta se determina con total claridad que NO EFECTUÓ NINGÚN TIPO DE EXPLORACIÓN O NI SIQUIERA
LA SOLICITÓ […] por ejemplo, NO TOMÓ LAS CONSTANTES y, reiteramos, el día 28 de octubre le prescribió remedios
naturales “tila”,[…] y el día 6 se limita a mandarla a su domicilio, nuevamente, prescribiéndole un tratamiento más fuerte
para el dolor del tórax, para los vómitos y para dormir, pues claramente figura en dicho documento que “DOLOR EN
TÓRAX QUE IRRADIA A ESPALDA Y NO PERMITE DESCANSO” […] Ante la desidia de dicho Doctor y al continuar
dicha situación a pesar del aumento del tratamiento farmacológico, fue el esposo quien decidió llevarla al Hospital donde,
al día siguiente, no sólo falleció la Sra. X con 34 años sino también su hijo”.
Consideraba la parte reclamante que “el fallecimiento de la esposa del firmante gestante de un varón de 8 meses, es
decir, de su hijo, se debió a una desidia total y absoluta por parte del médico del Servicio de Urgencias del Ambulatorio,
pues si consideraba que no tenía medios, la debía haber remitido al Hospital y éste en su caso a K a los Servicios de
Cardiología, […] La existencia de este criterio se basa en el principio básico sustentado por la jurisprudencia en el
sentido de que la obligación del profesional de la medicina es de medios y no de resultados, es decir, la obligación es de
prestar la debida asistencia médica y no de garantizar en todo caso la curación del enfermo. Por lo tanto, el criterio de la
lex artis es un criterio de normalidad de los profesionales sanitarios que permite valorar la corrección de los actos
médicos y que impone al profesional el deber de actuar con arreglo a la diligencia debida [ ] NO SE LE REALIZÓ
PRUEBA ALGUNA, NO SE LA REMITIÓ AL HOSPITAL NO SE HIZO NADA NI POR ELLA NI POR EL BEBÉ QUE
VENÍA EN CAMINO”.
Adjunta a dicha reclamación parte de las actuaciones judiciales llevadas a cabo en el Juzgado de Instrucción n.º 2 de
Puertollano y en la Audiencia Provincial de Ciudad Real, de las que destacan:
- Informe del Médico Forense de fecha 29 de enero de 2002, en el que se recogen las siguientes consideraciones
médico-legales:
“A) En relación al fallecimiento de la madre y el feto: [ ] Se confirma que la causa fundamental del fallecimiento ha
sido un infarto de miocardio. Como resultado de todos los estudios realizados se ha detectado una enfermedad de base
consistente en alteraciones de vasos arteriales aórtico y coronarios en los que se han detectado alteraciones morfológicas
producidas por depósitos de mucopolisacáridos, esclerosis y formación de aneurismas con separación de capas
musculares intramurales de las arterias. Esta enfermedad tiene un componente hereditario y es progresiva en su evolución.
Hasta la fecha del fallecimiento se han ido acumulando los depósitos de mucopolisacáridos y finalmente en las horas
previas al fallecimiento se ha despegado la capa muscular de los vasos coronarios y de la aorta formándose un aneurisma
disecante que acabó ocluyendo troncos arteriales coronarios. [ ] En relación con el fallecimiento del feto, por los estudios
practicados se estima que se produjo poco tiempo antes del fallecimiento de la madre, teniendo su origen en una hipoxia
cerebral y cardiaca sin que fuera posible actuar a tiempo, ya que el sufrimiento fetal intrautero fue de corta duración y
cuando se reconoció a la madre una vez ingresada en el hospital se detectó ausencia de latido cardíaco del feto, por lo que
una vez detectada la muerte fetal todos los intentos de reanimación fueron destinados hacia la madre. [ ] B) En relación
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Ponente: Fernando José Torres Villamor
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con la asistencia sanitaria recibida: [ ] Referente a la asistencia sanitaria recibida en el hospital el estudio de la historia
clínica y de los actos realizados no refleja acción u omisión compatible con mala praxis médica, considerando en su
conjunto que toda la intervención sanitaria llevada a cabo ha sido con arreglo a una buena ética profesional, habiéndose
utilizado todos los medios disponibles a pesar de que los resultados obtenidos no fueran los deseables. Si no se consiguió
recuperar las constantes vitales de la madre fue debido a que la oclusión de los vasos coronarios no era susceptible de
poder solucionarse por la enfermedad que existía, que como antes se ha mencionado era un depósito de mucopolisacáridos
que despegaron las capas internas de la aorta y ocluyeron los vasos coronarios principales. Era pues una situación de
infarto por oclusión de la luz al formarse un aneurisma hacia dentro de la luz de los vasos, no corregible con el
tratamiento habitual de un infarto localizado sin oclusión de troncos principales. [ ] Referente a la asistencia sanitaria
recibida antes del ingreso hospitalario, solo consta una asistencia la noche antes del día del ingreso hospitalario, a pesar
de que los familiares de la fallecida declaran que fueron varias las recibidas y en días distintos. Hay discrepancia entre lo
declarado y los documentos que constan que solo acreditan una asistencia - en centro de Urgencias W sobre las 22:45
horas del día 6 de noviembre 2001. La valoración médico-legal de dicha intervención sanitaria pone de manifiesto que
durante dicha asistencia no se utilizaron todos los medios disponibles al alcance del médico que prestó la asistencia, en
especial no se realizó un electrocardiograma, ni tampoco se indicaron realizar análisis urgentes de enzimas que en el caso
expuesto han de considerarse como exploración básica a la vista de la sintomatología que presentaba la paciente. Existió
pues un error diagnóstico en la interpretación de los síntomas que tenía la paciente y en consecuencia no se practicaron
las pruebas descritas que todo buen profesional del servicio de Urgencia debe tener aprendidas y debe evitar no omitir en
casos como el descrito. La realización de un electrocardiograma y análisis no forman parte de protocolo obligatorio en el
centro donde tuvo lugar la asistencia, por lo que no existió incumplimiento de norma o protocolo (sic). Dicha omisión sí
que pone de relieve el poco sentido común del profesional que se deja llevar por la presunción de que una mujer
embarazada, de corta edad y sin antecedentes de factores de riesgo o patología coronaria es improbable que pueda tener
un infarto. Actúa por la lógica de que le infarto sólo se puede producir en varones, con los clásicos factores de riesgo
coronario tipificados, que son fumador, obeso, con antecedentes de hipertensión, hiperlipemias y estrés. [ ] Debe
plantearse y valorar el dilema o hipótesis de saber qué hubiera pasado si se hubieran hecho las pruebas y si el resultado
de las mismas hubiera modificado el proceder al orientar el diagnóstico de forma más acertada. En relación a dicho
supuesto siendo claramente objetivos y por experiencia de casos similares en los que se han realizado autopsias a
fallecidos por infarto es necesario saber que tampoco hay certeza de que se hubieran detectado alteraciones. Un infarto de
pocos minutos de evolución puede no ser detectado en el electrocardiograma ni en los análisis de enzimas. Así ha ocurrido
en otros casos judiciales. [ ] Ha de establecerse de principio una posible relación causa efecto entre la omisión de dichas
pruebas y el fallecimiento de la paciente y el feto porque si bien no existe certeza de que hubiera sido detectado el infarto
si se hubieran realizado, con la pésima actuación llevada a cabo, carente de sentido común, se excluyó dicha posibilidad y
la de salvar en definitiva la vida de la madre y el feto. [ ] La interpretación de la actuación sanitaria realizada por el
profesional sanitario que actuó el día 6 de noviembre de 2001 ha de considerarse incorrecta por la ausencia de uso de
medios diagnósticos disponibles a su alcance y por la no adopción de medidas de seguridad en lo referente a la vigilancia
continuada de la paciente que debió hacerse a nivel hospitalario. [ ] La actuación correcta debió ser realizar pruebas y
aún sin resultado de diagnóstico evidente enviar a la paciente gestante a vigilancia a nivel hospitalario teniendo en cuenta
que se trataba de una embarazada que obligaba a saber y conocer también al médico si el feto sufría alguna alteración. [ ]
Debe investigarse para aclarar mejor el caso y poder realizar una correcta y adecuada valoración médico-legal si
verdaderamente la paciente los días antes del fallecimiento recibió varias asistencias por los mismos síntomas, según
refiere la familia de la fallecida, en lugar de una sola que es la que consta en las digilencias…”.
- Declaración del facultativo del centro de salud imputado, realizada ante el Juzgado n.º 2 de Puertollano el día 29 de
octubre de 2002, con el siguiente resultado:
“… El declarante prestaba sus servicios en el servicio de Urgencias el día 6 de noviembre de 2001, pero que ya
anteriormente había visto a la paciente X el día 28 de octubre. Que ese día llegó a la consulta con dificultad para conciliar
el sueño y nerviosismo, acudiendo a una hora cercana a la de la consulta de su médico de cabecera y como no presentaba
patología de riesgo se le dijo que tomara algún remedio natural para conciliar el sueño debido a su estado de gestación y
se le recomendó que acudiera a su médico de cabecera. Que ese día no recuerda que llegara con ningún síntoma de
palpitaciones. Que no la volvió a ver hasta el día 6 de noviembre, en que llegó a consulta de urgencias, sin nerviosismo ni
patología importante, comentándole que continuaba con problemas de insomnio, y que en la tarde había tenido dolor en el
tórax, diciéndole que era a nivel de diafragma y que se irradiaba por toda la espalda y que había comenzado el dolor
después de las naúseas, así como que le habían diagnosticado ansiedad y que estaba en tratamiento con Diacepan, por lo
que se le realizó una valoración general, y la auscultación cardiopulmonar dio normal, por lo que a la vista de que no
tenía factores de riesgo cardiovascular, ni signos de patología grave, ni signos de compromiso cardio- circulatorio, se le
afianzó el diagnóstico que tenía realizado de ansiedad, se le puso tratamiento sintomático y se le derivó a su médico de
cabecera para que realizara pruebas de laboratorio. Que se le recomendó que si empeoraba que volviera al servicio de
Urgencias. Que a partir de este no la volvió a ver por la consulta. […] El día 28 de octubre se le realizó un análisis de
orina para detectar si había infección, patología frecuente en embarazada, y que puede ocasionar un clínica inespecífica
de malestar general y desasosiego, que pudiera coincidir con lo que decía la paciente, resultando de dicho análisis un
estado de proteinuria, que no es hallazgo de ninguna patología y pudiera acompañar alguna afección renal, o hipertensión
en el caso de que hubiera otro signo sugerente de esa patología. Que la intranquilidad que refería la paciente según decía
era insomnio, dificultad para dormir, diciendo que no tenía ningún problema para esta falta de sueño, sospechando que
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podría tener un cuadro de ansiedad, que la paciente no refirió ningún signo de apnea. Que el nerviosismo que decía
consistía en no poder estar en la misma posición mucho tiempo, no refiriendo que se encontraba mal. Que la proteinuria
no tiene porqué producir este síntoma de ansiedad. Que la única prueba realizada fue el análisis de orina con una tira
reactiva. Que cuando un paciente llega se le pregunta sobre lo que le pasa, posteriormente se formula un interrogatorio
dirigido y se le pregunta sobre antecedentes patológicos, terminado esto se realiza una exploración clínica, que es general
y posteriormente más específica según la clínica que refiera el paciente. Que la exploración clínica es una valoración de
todos los órganos del paciente, en este caso no recuerda la exploración concreta que se realizara porque no presentaba
ninguna patología singular. Que el servicio de Urgencias en esta ciudad funciona que el paciente puede demandar el
servicio en cualquier centro si es fuera del horario de consulta del médico de cabecera, incluso puede solicitar asistencia
de urgencias dentro del horario de su médico si considera que su patología es urgente y debe ser asistida dentro del centro
en que lo solicita. Que el día 28 de octubre la paciente no tomaba ningún tratamiento, que cuando están embarazadas se
les remite a ginecología si la patología está relacionada con el embarazo. Que el día 6 de noviembre la paciente refiere
dolor en el tórax y espalda, que no le permite descanso, la valoración genérica consistió en que el dicente acompaño a la
paciente de la sala de espera a la consulta y se valoró la situación del paciente en este caso era normal, se realiza una
valoración de la coloración cutánea, una auscultación cardio-pulmonar, que era normal, así como se le toma el pulso, se
le explora si tiene algún edema y básicamente es lo que se le practicó. Que no se le practicó ningún electrocardiograma
porque no es normal, salvo que en la exploración clínica se aprecien síntomas y signos que hagan necesario su utilización,
pues es una prueba complementaria, que queda al arbitrio del médico que examina a la paciente. Que ese día le refiere
que el insomnio y la ansiedad no cede con el Valium-5, que esta ansiedad ya aparece en este día pero no el día 28 de
octubre (sic) ya que refiere que le había diagnosticado ansiedad. Que la sintomatología de ansiedad no se beneficia por
igual del tratamiento en todos los pacientes, y que la dosis que le habían recetado era baja y no era suficiente. Que a la
vista de la sintomatología que presentaba no era necesario derivarlo a ginecología, pues no existían factores de riesgo en
el embarazo. Que las pruebas que le hubiera realizado en relación a su embarazo se las habría hecho su ginecólogo, pues
como médico de guardia no pueden acceder a ellas. Que el dolor de espalda, nerviosismo, no son síntomas que puedan
indicar que exista una patología cardiovascular, que el dolor que presenta en una dolencia cardiovascular tiene una
localización típica a nivel retroesternal o precordial, en este caso el dolor era en ambos hemitórax e irradiaba
ampliamente a la espalda. […] En el caso de que se hubiera practicado un electrocardiograma a la paciente, pudiera
haber sido normal, ya que no es diagnóstica de infarto o angina de pecho, siempre se realiza tras una valoración de
patología cardiaca, de hecho si la clínica es sugerente de dolencia cardiaca y el electrocardiograma es normal, se le debe
realizar prueba de encimas cardiacas ante la duda diagnóstica, ya que el electro no es más que un complemento. Que la
prueba de orina mediante una tira es debido a que es este el único medio de que disponen en el centro de salud. […] El día
que asistió a la paciente desempeñaba el servicio de médico de Urgencias, y que todos los pacientes asistidos que no
presentan una patología de riesgo, se derivan a su médico y el resto si presentan patología de riesgo se le derivan al
hospital”.
- Hoja de Atención continuada prestada en el Servicio de Urgencias del Centro de Salud C el día 28 de octubre de
2001 a las 7:55 de la mañana. Se hace constar mujer, “de 34 años, gestante de 8 meses que acude por insomnio de 2 días
de evolución motivado por nerviosismo-intranquilidad”. Consta que el resultado del examen físico fue la inexistencia de
focalidad neurológica, orofaringe normal, auscultación cardiopulmonar normal y test de proteínas en la orina ++.
La orientación diagnóstica fue de “insomnio, proteinuria”, y se pautó tratamiento de “remedios naturales para
mejorar el sueño, tila. [ ] Control por su médico”.
- Resumen de la historia clínica del Servicio de Urgencias del Hospital H, tras ser atendida la paciente a las 22:20
horas del día 31 de octubre de 2001, refiriendo que “desde hace 5 días se nota intranquila con palpitaciones por la noche
al acostarse y quedarse tranquila. Se pautó hace dos días … sin mejoría. No dolor abdominal”.
- Hoja de Atención continuada prestada en el Servicio de Urgencias del Centro de Salud C el día 6 de noviembre de
2001 a las 22:43 de la mañana. Se hace constar mujer, “de 34 años, gestante de 8 meses que acude por dolor en tórax que
irradia a espalda y no permite descanso Refiere insomnio y ansiedad que no cede con valium 5 mg. C. 12 h. También
náuseas”. Consta que el resultado del examen físico fue la de una auscultación cardiopulmonar con tono rítmico y puro.
La orientación diagnóstica fue de “Toracoalgia inespecífica. Ansiedad”, y se pautó tratamiento de metamizol,
primperan y valium 5 mg.
Se recomendó “valorar hormonas tiroideas por su médico (para descartar hipotiroidismo gestacional)”.
- Resumen de la historia clínica del Servicio de Urgencias del Hospital H, tras ser atendida la paciente a las 5:17 horas
del día 7 de noviembre de 2001, tras presentar “dolor torácico y dorsal. […] Sensación nauseosa, con un vómito. Refiere
llevar 15 días con estas molestias, que se han exacerbado en las últimas 24 horas. Refiere sensación de mareo constante.
No fiebre”.
- Informe médico pericial de fecha 10 de enero de 2007, en el que destacan las siguientes conclusiones:
“En el caso que nos ocupa, tras “realizar una minuciosa colocación cronológica de los hechos”, podemos afirmar,
sin temor a equivocarnos, que las cosas no se hicieron bien en las últimas asistencias de la Sra. X en los diferentes centros
sanitarios a los que acudió como consecuencia del dolor torácico, asociado a sensación de angustia, mareo y
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palpitaciones que le producían incluso insomnio y que hablan a las claras de una negligencia médica. […] Es claro y
manifiesto que la Sra. X falleció como consecuencia de la parada cardiorespiratoria provocada por el infarto agudo de
miocardio que afectó al ventrículo izquierdo y al tabique intraventricular. […] El citado infarto se produjo entre 8 y 10 h
antes del fallecimiento, es decir, en la noche del día 6/11/01 y que el fallecimiento del feto que albergaba en su interior
también ocurrió precisamente en esas horas y de forma secuenciara al sufrir el infarto la madre. […] Los controles
efectuados por parte de su médico de cabecera, no se le dio importancia a que existiera proteinuria evidente (el primer
día), ni tampoco en el segundo, que ya se añadía al insomnio los síntomas de ansiedad y una “toracoalgia inespecífica”,
sin recomendarle que acudiera al Servicio de Urgencias Hospitalario. […] Desde el punto de vista médico y, según toda la
literatura al uso, es inexcusable tratar cualquier patología coronaria con 2 horas de diferencia desde la asistencia al
servicio de urgencias, permaneciendo sin un diagnóstico adecuado y sobre todo sin un especialista en la materia (como
por ejemplo ocurrió posteriormente con el médico internista o con el anestesista) pudieran revisar los datos, realizar las
exploraciones oportunas y alcanzar un diagnóstico precoz: El tiempo que transcurre entre la sintomatología dolorosa en el
infarto de miocardio y el tratamiento es vital para poder disminuir el porcentaje de muertes derivadas de dicha patología.
[…] Los tratamientos con analgésico potente por vía muscular sin el diagnóstico no hacen más que enmascarar el proceso
coronario y también que la utilización de numerosas dosis de ansiolíticos en una paciente embarazada puede provocar una
depresión respiratoria fetal de consecuencias graves por lo tanto, no se actuó tampoco utilizando los fármacos con menor
riesgo yatrógeno tal y como indica la más lógica cautela terapéutica. […] Que se hizo caso omiso a los múltiples signos de
que se podía estar produciendo una patología coronaria como por ejemplo el dolor torácico irradiado a la espalda de
carácter opresivo de varios días de evolución (el dolor no permite descanso, insomnio e intranquilidad, nauseas, dificultad
respiratoria o disnea). […] Podríamos resumir de forma clara que (hay) un nexo de causalidad cierto, directo y total entre
la asistencia recibida por la Sra. X y su fallecimiento […] al haberse incumplido los criterios de atención, diligencia,
pericia, cautela asistencial y prudencia exigibles”.
- Sentencia 48/2011 de la Audiencia Provincial de Ciudad Real dictada en Apelación, Procedimiento Abreviado
33/2011, frente a la sentencia dictada por el Juzgado de lo Penal n.º 1 de Ciudad Real, Procedimiento Abreviado 828/2009,
de fecha 28 de junio de 2011, y notificada a las partes el 5 de julio siguiente. Constan los siguientes hechos probados:
“Probado y así se declara que X acudió al servicio de urgencias del Centro C… el día 28 de octubre de 2001
presentando síntomas de insomnio de dos días, nerviosismo e intranquilidad, siendo atendida por el acusado que se
encontraba de guardia, quien le prescribió remedios naturales para mejorar el sueño y control por su médico. El día 31 de
octubre la Sra. X acude al Hospital H con síntomas de ansiedad, intranquilidad y palpitaciones y donde se le realiza una
ecografía para confirmar el estado del feto, pues estaba embarazada de unas 34 semanas aproximadamente, así como
electrocardiograma, confirmado que tanto el estado de la madre como del feto era correcto. El día 6 de noviembre sobre
las 22,43 horas la Sra. X vuelve a acudir al Centro de Salud C, donde es nuevamente atendida por el acusado, presentando
dolor en el tórax que irradiaba a la espalda, y no permite descanso, naúseas, insomnio y ansiedad, prescribiendo a ésta
valium 50 mg, metamizol y primperan y remitiendo a la misma a su casa para valoración de hormonas tiroideas. En la
madrugada del día 7 de noviembre, a las 5.17 horas como quiera que la Sra. X no se encontraba bien, acudió al Hospital
H, aquejada de dolor torácico irradiando a espalda, ansiedad, náuseas y sensación de mareo, y donde falleció finalmente
a las 8:45 horas por un infarto agudo de miocardio provocado por una aneurisma de aorta ascendente. En la autopsia se
detectaron lesiones en la aorta ascendente con degeneración quística de la media, dilatación y desgarros intimales así
como lesiones en las ramas intramiocárdicas y epicárdicas, lesiones que están descritas en una enfermedad denominada
síndrome de Marfan”.
La sentencia desestima el recurso frente a la sentencia absolutoria del Juzgado de lo Penal.
Segundo. Admisión a trámite.- El 14 de noviembre 2011 el Gerente de Área del SESCAM) en Ciudad Real acordó
tramitar el procedimiento de responsabilidad patrimonial, designando a un Inspector de los Servicios Sanitarios como
instructora del mismo.
En la misma fecha dirigió escrito al reclamante, poniendo en su conocimiento tales circunstancias y comunicándole el
plazo máximo para resolver el procedimiento y el sentido desestimatorio vinculado a un eventual silencio administrativo.
Tercero. Historia clínica.- Figura en el expediente la historia clínica de la paciente obrante en el Hospital H,
correspondiente a la atención recibida en fecha 7 de noviembre de 2001, fecha de su fallecimiento.
Cuarto. Informe de la Inspección Médica.- El 21 de enero de 2013 el Inspector actuante emitió informe en el que
considera que “en cuanto a la asistencia del día 6/11/2001 en el PAC , el facultativo que atiende a Dª X se encuentra a una
mujer joven embarazada de 8 meses que presenta como dato más destacable el de un dolor torácico irradiado a espalda, a
la que explora encontrando una auscultación cardiopulmonar normal y una tensión arterial también dentro de los límites
normales. La cuestión que se plantea es qué actitud tomar ante esta situación, y en este sentido mi opinión es que lo
procedente es realizar un electrocardiograma ya que la sintomatología y el carácter no invasivo de la prueba así lo
aconsejan. Cuestión distinta es qué se hubiera encontrado el facultativo en este registro electrocardiográfico, máxime si
tenemos en cuenta que tanto la causa, es decir, el desgarro aórtico, como la consecuencia, es decir el taponamiento en
origen de la coronaria derecha y el posterior infarto de miocardio tienen como característica sintomática fundamental el
cuadro doloroso y por tanto no sabemos en cuál de las fases estaba cuando acudió al PAC y por tanto no podemos saber el
reflejo electrocardiográfico que se hubiera obtenido ya que en el caso de estar en la fase de desgarro aórtico no habría
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alteración electrocardigráfica y en el infarto dicho registro es variable en función del momento en que se haga. Por tanto y
en caso de haber realizado el electrocardiograma podríamos desde no haber obtenido ninguna alteración en este registro
hasta obtener distintas manifestaciones electrocardiográficas del infarto y actuar en consecuencia. Sin embargo, todo lo
anterior no nos permite deducir que todas las consecuencias posteriores sean debidas a la no realización del
electrocardiograma ya que no sabemos en qué fase se encontraba. Por tanto y a modo de resumen de asistencia, y en mi
opinión, se debió haber realizado un electrocardiograma en el PAC, pero su no realización no nos permite afirmar que
toda la secuencia de hechos posteriores sean debidas a su no realización”. Concluye el informe indicando que “la
asistencia prestada a Dª X el día 6/11/2001 en el C, en mi opinión, no se ajustó a las normas que recomiendan la buena
práctica médica”.
Quinto. Dictámenes médicos.- Se incorporan al procedimiento, a instancias de la aseguradora de la Administración,
los siguientes dictámenes facultativos:
- El informe médico emitido por un especialista en Cardiología el 10 de junio de 2008, en el que pone de manifiesto
que “según la autopsia se habría producido un desgarro en la aorta ascendente, esto hubiese requerido en caso de haber
sido diagnosticado en vida de una cirugía urgente, con reimplante de una arteria coronaria ya de por sí afectadas por el
proceso de la Necrosis Medial Quística, con un resultado más que dudoso sobre todo en el caso de una embarazada. Se
han producido dos hechos excepcionales desde el punto de vista de la incidencia y de la prevalencia de los procesos
vasculares agudos y más en una mujer joven: Síndrome Aórtico Agudo con disección aórtica en el contexto de un S. de
Marfan sin manifestaciones clínicas externas y Disección de una Arteria Coronaria (sólo 2 % de los desgarros aórticos lo
producen). Haber hecho estos diagnósticos en vida de la paciente habría demostrado en los médicos que la atendieron una
perspicacia e intuición clínica excepcional ya que habrían actuado, acertando, con todas las probabilidades clínicas y
epidemiológicas en contra, pero no obstante no habrían encontrado tratamiento eficaz para su hallazgo. […] La atención
a la paciente fue en todo momento correcta y se atuvo a la lex artis ad hoc”.
- Dictamen médico de fecha 19 de diciembre de 2008, también emitido por el mismo especialista en Cardiología, en el
que se llega a la misma conclusión.
- El emitido en fecha 2 de enero de 2009 por varios especialistas en Ginecología y Obstetricia, en el que se concluye
que “la actuación de los facultativos que atendieron a Dª X los días 28 y 31 de octubre de 2001, y 6 de noviembre de 2001,
fue totalmente correcta y ajustada a la lex artis”.
- El dictamen suscrito por varios especialistas en Medicina Interna el 5 de enero de 2009, en el que se concluye que
“se puede asegurar casi con certeza que el adelanto en el diagnóstico de infarto agudo de miocardio en esta paciente, de
haberse podido establecer, no hubiera supuesto un cambio relevante en lo que al pronóstico y evolución se refiere, pues la
causa del mismo parece ser una disección aórtica cuyo diagnóstico en base a la documentación analizada parece
imposible con anterioridad al fallecimiento de la enferma, de hecho ni siquiera se realizó dicho diagnóstico tras el estudio
autópsico inicial”.
Sexto. Trámite de audiencia.- Instruido el procedimiento, con fecha 6 de marzo de 2013 el Inspector de Servicios
Sanitarios notificó a la parte reclamante la apertura del trámite de audiencia, poniéndole de manifiesto el expediente y
otorgándole un plazo de 15 días para que pudiera formular cuantas alegaciones estimara oportunas.
Tras comparecencia personal del interesado, con retirada de copia de parte del expediente, en fecha 22 de marzo de
2013 presentó escrito de alegaciones, en el que, invocando diversos informes obrantes en el procedimiento, considera que
no se realizaron las pruebas diagnósticas exigidas, de acuerdo con “el principio básico sustentado por la jurisprudencia en
el sentido de que la obligación del profesional de la medicina es de medios y no de resultados, es decir, la obligación es de
prestar la debida asistencia médica y no de garantizar en todo caso la curación del enfermo. Por lo tanto, el criterio de la
lex artis es un criterio de normalidad de los profesionales sanitarios que permite valorar la corrección de los actos
médicos y que impone al profesional el deber de actuar con arreglo a la diligencia debida”.
Séptimo. Propuesta de resolución.- A la vista de todo lo actuado, el Secretario General del SESCAM formuló el 10
de abril de 2013 propuesta de resolución en sentido desestimatorio de la reclamación, al considerar que “la asistencia
sanitaria prestada a Dª X se ajustó en todo momento a la lex artis ad hoc y por tanto no procede declarar la
responsabilidad patrimonial del SESCAM, al no tener los daños alegados carácter antijurídico y/o no haber nexo causal
entre el fallecimiento de Dª. X y la actuación del Servicio Público de Salud”.
Octavo. Informe del Gabinete Jurídico.- De tal propuesta y del expediente del que trae causa se dio traslado al
Gabinete Jurídico de la Junta de Comunidades solicitando la emisión de informe. A dicho requerimiento dio contestación el
7 de mayo de 2013 un Letrado adscrito a dicho órgano, informando favorablemente la propuesta de resolución
desestimatoria de la reclamación.
En tal estado de tramitación V. E. dispuso la remisión del expediente a este Consejo Consultivo, en el que tuvo
entrada con fecha 11 de junio de 2013.
A la vista de dichos antecedentes, procede formular las siguientes
CONSIDERACIONES
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I
Carácter del dictamen.- Conforme a lo dispuesto en el artículo 142.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de
Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, relativo a los
procedimientos de responsabilidad patrimonial, “En el procedimiento general será preceptivo el dictamen del Consejo de
Estado o, en su caso, del órgano consultivo de la Comunidad Autónoma cuando las indemnizaciones reclamadas sean de
cuantía igual o superior a 50.000 € o a la que se establezca en la correspondiente legislación autonómica”.
Por su parte, el artículo 54.9.a) de la Ley 11/2003, de 25 de septiembre, del Gobierno y del Consejo Consultivo de
Castilla-La Mancha, dispone que este último deberá ser consultado en los expedientes tramitados por la Administración de
la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha que versen sobre reclamaciones de responsabilidad patrimonial por
cuantía superior a seiscientos un euros.
En el presente caso, la reclamación presentada asciende a la cantidad de 600.000 euros, por lo que procede la emisión
del presente informe con carácter preceptivo.
II
Examen del procedimiento tramitado.- Las normas aplicables a los procedimientos tramitados como consecuencia
de reclamaciones de responsabilidad patrimonial formuladas a la Administración se encuentran recogidas en el citado Real
Decreto 429/1993, de 26 de marzo, disposición mediante la que se produjo el desarrollo reglamentario expresamente
previsto en el artículo 142.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre.
El Consejo examina el procedimiento seguido en la tramitación de los expedientes de responsabilidad patrimonial
desde una doble perspectiva.
La primera tiene como objetivo pronunciarse sobre el cumplimiento de los trámites esenciales de los que depende que
pueda dictarse válidamente la resolución que pone fin al procedimiento. En el caso de que se observe una vulneración de
alguno, el Consejo devuelve el expediente para completar la instrucción, señalando el omitido o incorrectamente
practicado.
La segunda perspectiva no contiene ni precisa, por regla general, un pronunciamiento concluyente ni se interfiere en la
tramitación realizada, pues se concentra en determinar si el modo en el que la instrucción realizada ha cumplido la finalidad
que a esta actividad procedimental le asigna el artículo 78.1 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, esto es, que en la fase
instructora se efectúen los actos necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los datos en virtud de
los cuales deba pronunciarse la resolución.
La importancia de esta perspectiva radica en que, en no pocos casos, el cumplimiento meramente formal de los
trámites o el incumplimiento de algunos, merma radicalmente las posibilidades de acierto y seguridad jurídica del dictamen
que el Consejo Consultivo ha de emitir y de la resolución que ha de adoptar finalmente la autoridad consultante.
En el presente caso desde la primera perspectiva señalada, si bien no se aprecia defecto procedimental alguno que
pueda invalidar el procedimiento tramitado, si es preciso poner de manifiesto que no se ha solicitado por la instrucción la
emisión del informe del Servicio de Urgencias del Centro de Salud C donde fue atendida la enferma el día 6 de noviembre
de 2001, Servicio a cuyo funcionamiento el interesado imputa la lesión que considera indemnizable, tal y como exige el
artículo 10.1 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo.
Sin embargo, tras el examen del procedimiento tramitado, se constata que tal informe -que hubiera sido emitido más
de 11 años después de la asistencia cuestionada, lo que hubiera restado en gran parte su valor como elemento de juicio-,
puede ser sustituido en su función por la declaración del facultativo imputado que prestó asistencia a la enferma el día
señalado, efectuada ante el Juzgado que instruyó la causa penal en fecha 29 de octubre de 2002.
Respecto de la segunda, no existe deficiencia alguna en la instrucción cuya consecuencia sea la de limitar la
concreción del pronunciamiento que este Consejo pueda hacer sobre la relación de causalidad alegada por el interesado.
Señalado lo anterior, procede pasar a examinar las cuestiones de fondo suscitadas en el expediente.
III
Presupuestos normativos y jurisprudenciales para la exigencia de la responsabilidad patrimonial.- La
responsabilidad patrimonial de la Administración es una institución jurídica que goza en nuestros días de rango
constitucional, con reflejo en los artículos 9.3 y 106.2 de la Constitución, el último de los cuales establece que “los
particulares, en los términos establecidos por la Ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que sufran en
cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del
funcionamiento de los servicios públicos”.
Los presupuestos caracterizadores de la responsabilidad patrimonial de la Administración tienen su principal
formulación legal en los apartados 1 y 2 del artículo 139 y 1 del 141 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen
6
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, en los que se establece que los
particulares tienen derecho a ser indemnizados por las Administraciones Públicas correspondientes de toda lesión que
sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia
del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos; que, en todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo,
evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas; y que sólo serán
indemnizables las lesiones producidas al particular provenientes de daños que éste no tenga el deber jurídico de soportar de
acuerdo con la Ley.
A partir de las notas legales antedichas, la copiosa jurisprudencia existente sobre la materia ha estructurado una
compacta doctrina, según la cual “los requisitos exigibles para imputar a la Administración la responsabilidad patrimonial
por los daños y perjuicios causados a los administrados son los siguientes: en primer lugar, la efectiva realidad de un
daño material, individualizado y económicamente evaluable; segundo, que sea consecuencia del funcionamiento normal o
anormal de los servicios públicos en una relación directa y exclusiva e inmediata de causa a efecto, cualquiera que sea su
origen (Reglamento, acto administrativo, legal o ilegal, simple actuación material o mera omisión); por último, que no se
haya producido por fuerza mayor y que no haya caducado el derecho a reclamar por el transcurso del tiempo que fija la
Ley” -Sentencias de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha de
23 de febrero de 2004 (Ar. JUR 2004\83545, FJ 2º) y de 13 de octubre de 2006, entre otras muchas, o, en parecidos
términos, Sentencia del Tribunal Supremo de 13 de marzo de 1989 (Ar. RJ 1989\1986, FJ 3º)-. A la relación de requisitos
precitados cabría agregar también, como elemento de singular significación para apreciar la referida responsabilidad
patrimonial, que el reclamante no tenga el deber jurídico de soportar el daño producido.
El sistema de responsabilidad extracontractual aplicable a nuestras Administraciones Públicas ha sido calificado por la
doctrina como de carácter objetivo. Este rasgo ha sido perfilado por nuestra jurisprudencia señalando que “al afirmar que
es objetiva se pretende significar que no se requiere culpa o ilegalidad en el autor del daño, a diferencia de la tradicional
responsabilidad subjetiva propia del Derecho Civil, ya que se trata de una responsabilidad que surge al margen de cuál
sea el grado de voluntariedad y previsión del agente, incluso cuando la acción originaria es ejercida legalmente, y de ahí
la referencia al funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos en la dicción del artículo 40 [de la Ley de
Régimen Jurídico de la Administración del Estado, hoy 139 de la Ley 30/1992], pues cualquier consecuencia dañosa
derivada de tal funcionamiento debe ser, en principio, indemnizada, porque de otro modo se produciría un sacrificio
individual en favor de una actividad de interés público que, en algunos casos, debe ser soportada por la comunidad”
-Sentencias del Tribunal Supremo de 26 de septiembre de 1998 (Ar. RJ 1998\6836) o de 28 de noviembre de 1998 (Ar. RJ
1998\9967)-.
Sin embargo, como dijo el Consejo de Estado en su dictamen de 3 de junio de 1999, “este carácter objetivo, tal y
como en reiteradas ocasiones ha puesto de manifiesto la jurisprudencia del Tribunal Supremo y la doctrina del Consejo de
Estado, no implica que todos los daños producidos en los servicios públicos sanitarios sean indemnizables, pues ello
llevaría a configurar la responsabilidad administrativa en estos casos, de forma tan amplia y contraria a los principios
que la sustentan, que supondría una desnaturalización de la institución. Así pues, de acuerdo con dicha doctrina, para
apreciar la existencia de responsabilidad patrimonial es preciso acudir a parámetros como la lex artis, de modo que tan
solo en el caso de una infracción de esta ley cabrá imputar a la Administración de la cual dependen los servicios
sanitarios la responsabilidad por los perjuicios causados. En el caso de que no se infrinja la lex artis, ha de concluirse que
tales perjuicios no son imputables a la Administración y han de ser soportados por el particular, sin que generen, en modo
alguno, el derecho a percibir una indemnización”. En idéntica línea el Tribunal Supremo en su Sentencia de 4 de abril de
2000 declaró que “el criterio fundamental para determinar si concurre responsabilidad patrimonial en materia de
asistencia sanitaria es la de la adecuación objetiva del servicio prestado, independientemente de que existan o no
conductas irregulares por parte de los agentes de la Administración y del buen o mal éxito de los actos terapéuticos, cuyo
buen fin no siempre puede quedar asegurado”, añadiendo en otra Sentencia de 25 de abril de 2002 que “prestada la
asistencia sanitaria con arreglo a la regla de la buena praxis desde el punto de vista científico, la consecuencia de la
enfermedad o padecimiento objeto de atención sanitaria no son imputables a la actuación administrativa y por tanto no
pueden tener la consideración de lesiones antijurídicas”.
Así mismo, la responsabilidad patrimonial de la Administración se asienta en el criterio objetivo o concepto técnico
de lesión, entendida ésta como daño o perjuicio antijurídico que quien lo sufre no tiene el deber de soportar. Dicho deber
existe cuando la medida impuesta por la Administración constituye una carga general que todos los administrados afectados
por su esfera de actuación están obligados a cumplir, y puede venir determinado por la concurrencia de una concreta
imposición legal o por otros factores vinculados ordinariamente a la propia situación o actitud del perjudicado, con
incidencia sobre la entidad del riesgo generado por el actuar de la Administración.
La carga de la prueba de los hechos en que se base la reclamación de responsabilidad patrimonial recae
necesariamente sobre el sujeto que la plantea, lo que incluye la acreditación de la relación causal invocada, de los daños
producidos y de su evaluación económica. Es ésta una formulación enunciada sistemáticamente por nuestra jurisprudencia,
que encuentra ahora su principal apoyo en los artículos 6 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, y 217 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, Ley 1/2000, de 7 de enero, que viene a recoger las reglas del onus probandi dentro de la categoría de
las obligaciones, sentando la conocida máxima de que incumbe la prueba de las obligaciones al que reclama su
cumplimiento y la de su excepción al que la opone; todo ello, sin perjuicio del deber genérico de objetividad y colaboración
7
en la depuración de los hechos que pesa sobre la Administración, en consonancia con lo previsto en los artículos 78.1 y
80.2 de la citada Ley 30/1992, de 26 de noviembre, y que se extiende a sus órganos, autoridades y funcionarios. De otro
lado, recae sobre la Administración imputada la carga de la prueba cuando ésta verse sobre la eventual concurrencia de una
conducta del reclamante con incidencia en la producción del daño, la presencia de causas de fuerza mayor o la prescripción
de la acción -v. gr. Sentencias del Tribunal Supremo de 15 de marzo de 1999 (Ar. RJ 1999\4440) y de 21 de marzo de 2000
(Ar. RJ 2000\4049)-.
También debe de ser objeto de consideración el tiempo que haya mediado entre la producción del evento lesivo y el
ejercicio de la acción tendente a su reparación, pues, conforme a lo dispuesto en los artículos 142.5 de la Ley 30/1992, de
26 de noviembre, y 4.2 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, el derecho a reclamar prescribe al año de producido el
hecho o acto que motive la indemnización o desde la manifestación o estabilización de sus efectos lesivos.
El análisis de la relación de causalidad existente entre el actuar administrativo y los efectos lesivos producidos aparece
de ordinario como elemento esencial en el examen de los procedimientos seguidos en materia de responsabilidad
patrimonial de la Administración. Ante la falta de referencias legales respecto de sus notas caracterizadoras, se dispone de
una amplía creación jurisprudencial al respecto, que vino tradicionalmente considerando como rasgos definitorios de dicho
vínculo teleológico su carácter directo, su inmediatez y su exclusividad respecto de los perjuicios generadores de la
reclamación -así, Sentencias del Tribunal Supremo de 19 de enero de 1987 (Ar. RJ 1987\426) o de 4 de junio de 1994 (Ar.
RJ 1994\4783)-. Sin embargo, dicha tendencia doctrinal ha sido matizada y corregida, admitiéndose también formas de
producción mediatas, indirectas y concurrentes que plantean la posibilidad de una moderación de la responsabilidad cuando
intervengan otras causas, lo que deberá tenerse en cuenta en el momento de fijar la indemnización -Sentencias del Tribunal
Supremo de 28 de julio de 2001 (Ar. RJ 2001\10061), de 15 de abril de 2000 (Ar. RJ 2000\6255) o de 4 de mayo de 1999
(Ar. RJ 1999\4911)-. Este planteamiento conduce en cada supuesto al examen de las circunstancias concretas concurrentes
y a la búsqueda de referentes en la abundante casuística que ofrece la jurisprudencia existente.
Finalmente, la intervención de este Consejo Consultivo en los procedimientos seguidos como consecuencia de
reclamaciones de responsabilidad patrimonial debe centrarse esencialmente en el examen de los elementos aludidos en el
artículo 12.2 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, en el que se dispone: “Se solicitará que el dictamen se pronuncie
sobre la existencia o no de relación de causalidad entre el funcionamiento del servicio público y la lesión producida y, en
su caso, sobre la valoración del daño causado y la cuantía y modo de indemnización [...]”.
IV
Requisitos para el ejercicio de la acción.- Con carácter previo al análisis pormenorizado de los requisitos de fondo
exigidos para el reconocimiento de responsabilidad patrimonial de la Administración antes mencionados, debe examinarse
la concurrencia de las legitimaciones activa y pasiva ligadas a la pretensión indemnizatoria planteada por el reclamante y el
plazo de ejercicio de la acción.
Concurre legitimación activa en el solicitante de la indemnización, pues resulta ser quien ha resultado perjudicado por
el fallecimiento de su esposa e hijo, del que se encontraba embarazada la fallecida. Dicha legitimación ya venía acreditada
en el procedimiento penal que fue seguido por los mismos hechos y que finalizó mediante sentencia dictada en recurso de
apelación por la Audiencia Provincial de Ciudad Real en fecha 28 de junio de 2011.
Asimismo, la Administración autonómica se halla legitimada pasivamente, ya que el daño alegado se asocia al
funcionamiento del servicio público prestado en el Servicio de Urgencias del Centro de Salud C, integrado en la red
asistencial del SESCAM.
En cuanto al plazo de ejercicio de la acción, hay que indicar que, si bien el artículo 142.5 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, establece el de un año, debiéndose computar dicho plazo desde la fecha en que acaece el hecho que motive la
indemnización, la tramitación de diligencias judiciales de orden penal tiene efectos interruptivos de la prescripción, según
doctrina mantenida por este Consejo en dictámenes como el número 106/2003, de 18 de septiembre, el 249/2008, de 26 de
noviembre o 46/2011, de 2 de marzo.
Así, es jurisprudencia constante del Tribunal Supremo que el principio de la actio nata impide que pueda iniciarse el
cómputo del plazo de la prescripción mientras no haya terminado de conocer la justicia penal en diligencias seguidas por
los mismos hechos, dado el carácter preferente de este orden jurisdiccional respecto de cualquier otro, “como se deduce de
lo dispuesto por los artículos 4.1 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa y el artículo 10.2 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial” (Sentencia del Tribunal Supremo del 23 de mayo de 1995, RJ 1995\4220, y las que en ella se
citan).
En este supuesto, el fallecimiento de la esposa e hijo del reclamante se produjo el día 7 de noviembre de 2001,
abriéndose diligencias y procedimiento abreviado que terminaron con la sentencia dictada en apelación por la Audiencia
Provincial de Ciudad Real de fecha 28 de junio de 2011, Procedimiento Abreviado 33/2011, resolución que fue notificada a
las partes el 5 de julio de 2011. A partir de esta última fecha comenzaría a contar el plazo de prescripción establecido en el
artículo 142.5 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre. Por lo tanto, interpuesta la reclamación el 4 de noviembre de 2011,
debe entenderse que lo fue dentro del plazo legalmente establecido.
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V
Requisitos sustantivos: daño, relación de causalidad y antijuridicidad de aquél.- Pasando a ponderar la
efectividad del perjuicio alegado, resulta plenamente probado en el expediente el anudado al fallecimiento -circunstancia
debidamente acreditada mediante la documentación obrante en el procedimiento- de la esposa y del feto de ocho meses del
que se encontraba embarazada.
En orden a analizar la presunta relación de causalidad entre el funcionamiento del servicio público sanitario imputado
y dichas muertes, hay que tomar como referencia los hechos que se han considerado probados en el procedimiento penal
seguido con anterioridad al presente, y que vienen establecidos en la Sentencia 48/2011 de la Audiencia Provincial de
Ciudad Real citada en antecedentes. Así, debe considerarse acreditado que la esposa del reclamante acudió al Servicio de
Urgencias del Centro de Salud C el día 28 de octubre de 2001, presentando síntomas de insomnio de dos días, nerviosismo
e intranquilidad, siendo atendida por el facultativo que se encontraba de guardia, quien le prescribió remedios naturales
para mejorar el sueño y control por su médico. El día 31 de octubre la Sra. X acudió al Hospital H con síntomas de
ansiedad, intranquilidad y palpitaciones, y se le realizó una ecografía para confirmar el estado del feto, pues estaba
embarazada de unas 34 semanas aproximadamente, así como electrocardiograma, confirmando que tanto el estado de la
madre como del feto era correcto. El día 6 de noviembre sobre las 22:43 horas la paciente volvió a acudir al Centro de
Salud Primaria, donde es nuevamente atendida por el mismo facultativo de guardia, presentando dolor en el tórax que
irradiaba a la espalda, y no permite descanso, naúseas, insomnio y ansiedad, prescribiendo a ésta valium 50 mg, metamizol
y primperan y remitiendo a la misma a su casa para valoración de hormonas tiroideas. En la madrugada del día 7 de
noviembre, a las 5:17 horas, como quiera que la paciente no se encontraba bien, acudió al Hospital H, aquejada de dolor
torácico irradiando a espalda, ansiedad, náuseas y sensación de mareo, donde falleció finalmente a las 8:45 horas por un
infarto agudo de miocardio provocado por una aneurisma de aorta ascendente. En la autopsia se detectaron lesiones en la
aorta ascendente con degeneración quística de la media, dilatación y desgarros intimales así como lesiones en las ramas
intramiocárdicas y epicárdicas, lesiones que están descritas en una enfermedad denominada síndrome de Marfan.
La parte interesada imputa una clara infracción de la lex artis ad hoc al médico del Servicio de Urgencias que le
prestó asistencia a su esposa el día 6 de noviembre de 2001, no realizándole exploración adecuada o prueba médica
indicada para diagnosticar el mal padecido, atendiendo a los síntomas que presentaba, o bien haber remitido a la enferma al
hospital si consideraba que no tenía medios para ello.
A este respecto, frente a los dictámenes médicos emitidos a instancia de la entidad aseguradora de la Administración,
que consideran la actuación facultativa cuestionada ajustada a dicha lex artis, tanto el informe emitido por el Médico
Forense en fecha 29 de enero de 2002 como el informe de la Inspección Médica de 21 de enero de 2013 consideran por el
contrario que sí existió infracción de aquélla por parte del facultativo de Urgencias en la fecha indicada.
Así, considera el Médico Forense que la valoración médico-legal de la asistencia realizada en centro de Urgencias
sobre las 22:45 horas del día 6 de noviembre 2001 “pone de manifiesto que durante dicha asistencia no se utilizaron todos
los medios disponibles al alcance del médico que prestó la asistencia, en especial no se realizó un electrocardiograma, ni
tampoco se indicaron realizar análisis urgentes de enzimas que en el caso expuesto han de considerarse como exploración
básica a la vista de la sintomatología que presentaba la paciente. Existió pues un error diagnóstico en la interpretación de
los síntomas que tenía la paciente y en consecuencia no se practicaron las pruebas descritas que todo buen profesional del
servicio de Urgencia debe tener aprendidas y debe evitar no omitir en casos como el descrito. […] Dicha omisión sí que
pone de relieve el poco sentido común del profesional que se deja llevar por la presunción de que una mujer embarazada,
de corta edad y sin antecedentes de factores de riesgo o patología coronaria es improbable que pueda tener un infarto.
Actúa por la lógica de que el infarto sólo se puede producir en varones, con los clásicos factores de riesgo coronario
tipificados, que son fumador, obeso, con antecedentes de hipertensión, hiperlipemias y estrés”.
Por su parte, el informe del Médico Inspector pone de manifiesto, también, que “se debió haber realizado un
electrocardiograma en el PAC”. Concluye el informe indicando que “la asistencia prestada a Dª X el día 6/11/2001 en el
C, en mi opinión, no se ajustó a las normas que recomiendan la buena práctica médica”.
A estas posturas que atribuyen una falta de aplicación de medios diagnósticos adecuados a los síntomas padecidos por
la paciente conviene añadir, como ya se ha hecho en otros dictámenes emitidos por este Consejo (así, el 255/2011, de 9 de
noviembre), las indicaciones contenidas en el “Manual de Protocolos y Actuación en Urgencias” del Servicio de Urgencias
del Complejo Hospitalario K, disponible en la página Web de dicho centro hospitalario (www.cht.es). En el capítulo
dedicado a “Dolor Torácico” del citado Manual se dice que, teniendo en cuenta la necesidad de distinguir si dicho síntoma
viene referido a una patología potencialmente mortal o no, “es necesario realizar una evaluación inicial minuciosa y
detallada que permita orientar adecuadamente el diagnóstico”. Añadiendo, respecto a la prueba complementaria del
Electrocardiograma (ECG) que “es una prueba fundamental en la evaluación inicial de dolor torácico. Es imprescindible
realizarlo en los primeros diez minutos tras la llegada del paciente al SU (servicio de urgencias), repitiéndolo
posteriormente (15-20 min) para detectar posibles cambios. Es importante tener en cuenta que un ECG normal no excluye
un proceso grave”.
En atención a las consideraciones de tipo médico expuestas, en este supuesto resulta evidente que a la paciente no se
le realizó el examen clínico requerido para valorar y diagnosticar adecuadamente el origen del dolor torácico que padecía,
9
coincidiendo los informes y el protocolo descrito en que la realización de un ECG a la paciente de manera inmediata
hubiera sido preciso en todo caso, a la vista de dicho dolor.
En suma, ha existido una infracción de la lex artis ad hoc, al no haberse llegado al nivel exigido de sospecha clínica
en el diagnóstico inicial de la paciente, a la vista de la sintomatología que presentaba, lo que implicó una pérdida de
oportunidad para aplicar los tratamientos diagnósticos adecuados para descartar, o en su caso, diagnosticar la grave
patología que finalmente acabó con su vida, aumentando las expectativas de mayor supervivencia de la paciente y de su
hijo a las graves patologías padecidas por aquélla y que se evidenciaron tras realizar la autopsia.
Ahora bien, el hecho de que haya existido dicha infracción no conlleva necesariamente la atribución de la causa de las
indicadas muertes a la falta de la utilización de medios diagnósticos adecuados a la sintomatología presentada.
Así lo indican tanto el informe del Médico Forense como el Inspector Médico. El primero de ellos, si bien considera
que “ha de establecerse de principio una posible relación causa efecto entre la omisión de dichas pruebas y el
fallecimiento de la paciente y el feto”, no obstante aclara que “no existe certeza de que hubiera sido detectado el infarto si
se hubieran realizado” las pruebas exigidas, resultando evidente que con la inadecuada atención sanitaria recibida se
excluyó la posibilidad de salvar la vida de la madre y del feto. Por su parte, la Inspección Médica entendió a este respecto
que “en caso de haber realizado el electrocardiograma podríamos desde no haber obtenido ninguna alteración en este
registro hasta obtener distintas manifestaciones electrocardiográficas del infarto y actuar en consecuencia. Sin embargo,
todo lo anterior no nos permite deducir que todas las consecuencias posteriores sean debidas a la no realización del
electrocardiograma ya que no sabemos en qué fase se encontraba”.
Resulta, por ello, de aplicación la teoría de la pérdida de la oportunidad, según la definió el Tribunal Supremo en su
Sentencia de 7 de julio de 2008 (Arz. RJ 2008,6872), a la que este mismo Tribunal hace referencia en su posterior
Sentencia de 30 de septiembre de 2009 (Arz. RJ 2009,5481), según la cual “la pérdida de la oportunidad […] se define
como “la privación de expectativas […] y constituye, como decimos, un daño antijurídico, puesto que, aunque la
incertidumbre en los resultados es consustancial a la práctica de la medicina (circunstancia que explica la inexistencia de
un derecho a la curación), los ciudadanos deben contar, frente a sus servicios públicos de la salud, con la garantía de que,
al menos, van a ser tratados con diligencia aplicando los medios y los instrumentos que la ciencia médica pone a
disposición de las administraciones sanitarias; tienen derecho a que, como dice la doctrina francesa, no se produzca una
"falta de servicio"”.
En aplicación de la doctrina expuesta procede declarar la existencia de relación causal entre el daño producido al
reclamante y la actuación del servicio público sanitario, así como la antijuridicidad del daño.
Expuesto lo anterior, queda por determinar cómo ha de valorarse la pérdida de oportunidad sufrida por la paciente y su
hijo fallecidos.
Para ello, se estima procedente acudir a la doctrina jurisprudencial de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del
Tribunal Supremo contenida en sentencia de 2 de enero de 2012 (RJ\2012\2), dictada en un supuesto de fallecimiento de un
paciente de un aneurisma inicialmente no diagnosticado. Entiende el Alto Tribunal que “es evidente que el retraso en el
diagnóstico correcto ha determinado que en el presente caso no se aplicara un tratamiento adecuado pero ello no
determina sin más la indemnización de todo el daño material acontecido. A pesar de que se hubiera producido un
diagnóstico del aneurisma más temprano, no podemos llegar a saber cuál hubiera sido el resultado final de la intervención
practicada. Pero hubiera tenido más posibilidades de obtenerse un éxito, por lo que existe una privación de expectativas o
posibilidades, en el tratamiento del aneurisma. [ ] Podemos recordar la reciente sentencia de esta Sala y Sección de
veintisiete de septiembre de dos mil once (PROV 2011, 350537), recurso de casación 6280/2009 , en la que se define la
doctrina de la pérdida de oportunidad , recordando otras anteriores: [ ] "Como hemos dicho en la Sentencia de 24 de
noviembre de 2009 (RJ 2009,8082, recurso de casación 1593/2008: "La doctrina de la pérdida de oportunidad ha sido
acogida en la jurisprudencia de la Sala 3ª del Tribunal Supremo, así en las sentencias de 13 de julio (RJ 2005,9611) y7 de
septiembre de 2005 (RJ 2005,8846), como en las recientes de 4 (RJ 2007,6617) y 12 de julio de 2007 (RJ 2007,4993),
configurándose como una figura alternativa a la quiebra de la lex artis que permite una respuesta indemnizatoria en los
casos en que tal quiebra no se ha producido y, no obstante, concurre un daño antijurídico consecuencia del
funcionamiento del servicio. Sin embargo, en estos casos, el daño no es el material correspondiente al hecho acaecido,
sino la incertidumbre en torno a la secuencia que hubieran tomado los hechos de haberse seguido en el funcionamiento del
servicio otros parámetros de actuación, en suma, la posibilidad de que las circunstancias concurrentes hubieran acaecido
de otra manera. En la pérdida de oportunidad hay, así pues, una cierta pérdida de una alternativa de tratamiento, pérdida
que se asemeja en cierto modo al daño moral y que es el concepto indemnizable. En definitiva, es posible afirmar que la
actuación médica privó al paciente de determinadas expectativas de curación, que deben ser indemnizadas, pero
reduciendo el montante de la indemnización en razón de la probabilidad de que el daño se hubiera producido, igualmente,
de haberse actuado diligentemente". (FD 7º) También esta sentencia nos ha de servir de referente a los efectos de fijar la
indemnización correspondiente a lo que se considera daño indemnizable: […] "Para la fijación de la indemnización
procedente, ha de tenerse en cuenta que no se indemniza por el fallecimiento de..., esposo de la recurrente, […], sino,
como hemos dicho, por la pérdida de oportunidad sufrida”.
Atendiendo a tales orientaciones jurisprudenciales, la pérdida de expectativas de curación en el caso presente debe
atender a las circunstancias que a continuación se indican.
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Como dice la Inspección en su informe, la causa del infarto de miocardio fue el desgarro aórtico previo sufrido por la
paciente, (al indicar que “tanto la causa, es decir, el desgarro aórtico, como la consecuencia, es decir el taponamiento en
origen de la coronaria derecha y el posterior infarto de miocardio ...”), por lo que se estima procedente atender a la
literatura médica existente sobre la tasa de supervivencia en un caso de síndrome aórtico agudo en su forma más grave, esto
es, la existencia de una disección aórtica, como ocurrió en este caso. Así, se considera que “la disección aórtica representa
la forma más frecuente y grave del SAA (síndrome aórtico agudo), con una mortalidad que supera el 60 % en la primera
semana de evolución si no se inicia el tratamiento adecuado rápidamente”. (“Síndrome Aórtico agudo. Aspectos clínicos y
diagnósticos”. Angiología 2006, Servicio de Cardiología. Hospital General Universitario Vall d’Hebrón. Barcelona).
Así mismo, se considera necesario valorar la gravedad de las patologías de base sufridas por la paciente, que fueron
puestas en evidencia tras la autopsia realizada, consistentes en una enfermedad que no había sido descubierta en vida de la
fallecida (síndrome de Marfan) y que provocó daños extremadamente graves en sus arterias, hasta el punto de producirse la
disección aórtica referida que causó el infarto que finalmente acabó con su vida y la de su hijo no nacido. No obstante, si
bien las expectativas de curación de la paciente se vieron reducidas por las graves patologías de base que padecía, el feto de
ocho meses que llevaba en su seno pudo haber salvado su vida -al no constar que sufriera malformación o patología algunasi el diagnóstico se hubiese producido tras una atención adecuada en el Servicio de Urgencias del Centro de Salud C el 6 de
noviembre de 2001.
VI
Sobre la indemnización solicitada.- Un diagnóstico correcto no era garantía de salvación de la vida de la enferma ni
del feto de ocho meses del que se encontraba embarazada, sino sólo de que se le hubiera proporcionado el tratamiento
adecuado para intentar atajar las graves consecuencias de la disección aórtica y el posterior infarto de miocardio. Como
queda dicho, los daños por los que se reclama a tanto alzado la cantidad total de 600.000 euros aparecen vinculados al
resultado de muerte tanto de la madre como del niño, implicando el daño moral causado, como es de razón, por la
conciencia que tiene el reclamante, con fundamento que este Consejo ha estimado cierto, de que no se realizaron las
pruebas médicas debidas.
Para la determinación de la cuantía indemnizatoria por daños físicos, este Consejo Consultivo viene atendiendo con
carácter orientativo al sistema para la valoración de daños y perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación,
recogido como Anexo al Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la
Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor.
En cuanto al momento en que ha de valorarse daño el artículo 141.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de
Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, establece que la “cuantía
de la indemnización se calculará con referencia al día en que la lesión efectivamente se produjo, sin perjuicio de su
actualización a la fecha en que se ponga fin al procedimiento de responsabilidad patrimonial con arreglo al índice de
precios al consumo, fijado por el Instituto Nacional de Estadística, y de los intereses que procedan por demora en el pago
de la indemnización fijada, los cuales se exigirán con arreglo a lo establecido en la Ley General Presupuestaria”.
En aplicación de lo dispuesto en el citado precepto este órgano consultivo en sus dictámenes ha venido calculando la
cuantía indemnizatoria aplicando el baremo vigente en la fecha de producción de la lesión o de estabilización de las
secuelas, si bien la actualización de la indemnización que se reconocía quedaba diferida a la fecha en la que la
Administración consultante dictará la resolución finalizadora del procedimiento, con advertencia expresa en el dictamen
sobre la obligación de actualizar.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo tiene estableciendo que el principio de reparación integral exige la
actualización de la cuantía indemnizatoria. Así en su sentencia del 23 de julio de 2002 el citado Tribunal resume su
doctrina jurisprudencial al respecto y señala que “la jurisprudencia de esta Sala Tercera del Tribunal Supremo, recogida,
entre otras, en sus sentencias de veinticuatro de enero (RJ 1997,739), diecinueve de abril (RJ 1997,3233) y treinta y uno de
mayo de mil novecientos noventa y siete (RJ 1997,4418), catorce de febrero (RJ 1998,2204), catorce de marzo (RJ
1998,3248), treinta de junio (RJ 1998,5621), diez (RJ 1998,9526) y veintiocho de noviembre de mil novecientos noventa y
ocho (RJ 1998,10358), trece (RJ 1999,1794) y veinte de febrero (RJ 1999,3146), trece (RJ 1999,3151) y veintinueve de
marzo (RJ 1999,3783), veintinueve de mayo (RJ 1999,7259), doce (RJ 1999,7238) y veintiséis de junio (RJ 1999,7638),
diecisiete (RJ 1999,7481) y veinticuatro de julio (RJ 1999,7482), treinta de octubre (RJ 1999,846) y veintisiete de
diciembre de mil novecientos noventa y nueve (RJ 1999,10072), cinco de febrero (RJ 2000,1002), dieciocho de marzo (RJ
2000,3077) y trece de noviembre de dos mil (RJ 2001,421), veintisiete de octubre (RJ 2002,462) y treinta y uno de
diciembre de dos mil uno (RJ 2002,782) y nueve de febrero de dos mil dos (RJ 2002,1957), viene declarando
insistentemente la necesidad de alcanzar la plena indemnidad del perjuicio causado, lo que puede lograrse por diversos
modos, cuales son el abono del interés legal de la suma adeudada desde que se formuló la reclamación en vía previa, la
actualización con cualquier índice o cláusula estabilizadores, como los de precios y moneda, o la fijación de una cantidad
indemnizatoria en atención al momento en que se resuelve el pleito”.
En igual sentido el Consejo de Estado en su Memoria del año 2000 señala que “la actualización de las
indemnizaciones -en cuanto deudas de valor- se concibe y opera como un instrumento para la consecución de esa
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“reparación integral” del perjuicio a quien no tiene por qué soportar la erosión monetaria correspondiente al período de
tiempo transcurrido entre la producción del daños y el reconocimiento de su derecho a ser indemnizado”.
Atendiendo al tenor literal del artículo 141.3 de la Ley 30/1992, que ordena que la indemnización se actualice a la
fecha en la que finalice el procedimiento conforme al índice de precios al consumo y a la doctrina y la jurisprudencia
expuesta que conciben la actualización de la indemnización como medio necesario para alcanzar la plena indemnidad del
daño causado, este Consejo Consultivo considera necesario avanzar en el cálculo de las cuantías indemnizatorias, mediante
la actualización de las cantidades que se reconozcan en sus dictámenes, lo que además contribuirá a dar a la Administración
consultante una cuantificación acabada de la indemnización.
Para llevar a cabo dicha actualización se aplicará el baremo vigente, esto es, las cuantías establecidas en la Resolución
de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones en vigor, en el momento de determinación de la cuantía
indemnizatoria, toda vez que de acuerdo con lo dispuesto en el Apartado Primero.10 del Anexo del Real Decreto
Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y
Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor, las cantidades que se reconocen anualmente en las resoluciones de la citada
Dirección General, están actualizadas en el porcentaje del IPC correspondiente al año natural inmediatamente anterior.
Establecido lo anterior, el baremo aplicable al año 2013, aprobado mediante Resolución de la Dirección General de
Seguros y Fondos de Pensiones del 21 de enero de 2013, que actualiza las cuantías recogidas en el sistema para la
valoración de los daños y perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación aprobado por Real Decreto
Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, que aprueba el Texto Refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la
Circulación de Vehículos a Motor, establece la indemnización a abonar al cónyuge y padre de los fallecidos del modo que a
continuación se describe.
Según los datos obrantes en el expediente, la víctima tenía 34 años, y se encontraba embarazada de ocho meses en el
momento de la muerte. Por lo tanto, al reclamante le correspondería la cantidad 114.691,14 euros por el fallecimiento de su
esposa, más 19.115,19 euros como factor de corrección por la pérdida de su segundo hijo a los ocho meses de gestación.
A esta indemnización total de 133.806,33 euros, habría que añadir también el factor de corrección correspondiente a
los perjuicios económicos, y teniendo en cuenta que no se ha acreditado por el interesado el nivel de ingresos derivados del
trabajo personal de la finada, resultaría de aplicación la doctrina enunciada por este Consejo en el dictamen 7/2013, de 16
de enero, donde, analizando recientes pronunciamientos jurisprudenciales emitidos al efecto, se concluye que: “la
acreditación de ingresos constituye un elemento a tener en cuenta únicamente a la hora de ponderar, en cada caso
concreto y atendiendo al resto de factores concurrentes en el mismo, la determinación del porcentaje aplicable, que no
podrá exceder del 10 % máximo, tal como especifica el baremo, salvo que se justificase cantidades concretas de ingresos
que implicasen pasar a otros niveles del mismo. Por lo demás, en la aplicación de esta jurisprudencia del Tribunal
Supremo parece razonable que, en aquellos supuestos en los que, a pesar de encontrarse el perjudicado en edad laboral,
no conste ningún tipo de ingresos o de actividad que los genere, la aplicación del baremo implique situarse por completo
en el límite inferior del nivel, que al contener la referencia «hasta el 10 %» no establece un límite mínimo”.
Sin embargo, como ya se ha justificado ampliamente en la anterior consideración, al tratarse de un caso de pérdida de
oportunidad de sobrevivir a una dolencia tan grave como la padecida por la finada y de un feto de ocho meses de gestación
que no presentaba anomalía o malformación alguna que justificase su muerte intraútero, y tomando como referencia tanto
las indicaciones efectuadas por los informes del forense y del Inspector, la obra científica sobre el síndrome aórtico agudo
citada en la consideración anterior, así como las graves patologías de base que padecía la paciente, resulta claro que las
posibilidades de supervivencia de la esposa del reclamante se redujeron sensiblemente aun en el caso de que hubiera sido
tratada correctamente, -aunque existiera mayor posibilidad de salvar al niño si se hubiera actuado con rapidez- pero es
difícil precisar a partir de este punto cuáles hubieran sido estas mencionadas posibilidades.
Por ello, la fijación final de una cuantía indemnizatoria va adolecer, en cualquier caso, de un defecto de referencia
cierta. Parece razonable indemnizar, por dichas razones, con una cantidad suficiente para reparar esta pérdida de
oportunidad de evitar la muerte, tanto de la madre como de su hijo, que no supere el 50 % por ciento de la indemnización
prevista para el caso del fallecimiento de una esposa y el feto de 8 meses de gestación.
Así, a los 133.806,33 euros habría que restar el 50 %, correspondiendo abonar, por tanto, al perjudicado, una
indemnización total de 66.903,16 euros, a los que habrá que añadir el factor de corrección por perjuicios económicos que se
considere procedente.
En mérito de lo expuesto, el Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha es de dictamen:
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Que existiendo relación de causalidad entre el funcionamiento del servicio público sanitario y el fallecimiento de D.ª
X y el del feto de ocho meses de gestación del que se encontraba embarazada, procede dictar resolución parcialmente
estimatoria de la reclamación de responsabilidad patrimonial examinada, en la cantidad expuesta.
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