`Tirant`, en una `mascletà` artúrica

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40 / CATALUÑA
EL PAÍS, sábado 29 de septiembre de 2007
‘Tirant’, en una
‘mascletà’ artúrica
El espectáculo de Bieito y Santos, la estrella
de la presencia catalana en Francfort, deja
perplejo al público en su estreno en Berlín
JACINTO ANTÓN, Berlín
ENVIADO ESPECIAL
sorprendieron tanto que se fueron. Alguno todavía debe de esLa historia de la caballería no ca- tar perplejo por lo que vio, por
rece precisamente de cosas sor- no hablar del platillo de paella
prendentes. Al héroe borgoñón cocinada en escena, entre maJacques de Lalaing le mataron cin- sacres, casquería y corridas (de
co caballos, uno detrás de otro, todo tipo), que le pusieron en la
mientras los montaba en Locres; mano durante la representación
a san Luis, que padecía de disente- (pocos la probaron). Es cierto
ría durante la retirada en Man- que no hacía falta ser alemán pasourah y debía ir continuamente ra sorprenderse: al final estabas
al excusado, hubo que cortarle la tan alucinado que hasta el que
parte inferior de las bragas para hubiera un zorro disecado en la
facilitarle la labor, y a Walrond de barra del bar del Hebbel parecía
Devonshire, chevalier sans peur et normal.
sans reproche (y sin otras cosas),
El Tirant lo Blanc de Bieito,
le adjudicaron tres bueyes de sa- para ir sintetizando, es una desble en el escudo tras ser herido en mesura, una pasada monumenlos genitales y quetal, una mascletà
dar castrado en la
artúrica. Se les ha
batalla de Verido la mano, a él y
neuil. En la proa Carles Santos
pia novela de Joa(que ha metido
not Martorell, Tibastante: de herant lo Blanc vive
cho a ratos Tirant
experiencias sinparece una cantagulares (sobrevive
ta). Y decir eso de
a heridas mortados artistas como
les e incluso se enellos es decir mucuentra al Rey Archo. Es una pena,
turo). Pero lo que
porque hay cosas
se vio la otra nobuenísimas en esche en el Hebbel
te Tirant, lo es la
Theater de Berlín
escena (del céledurante la reprebre capítulo 163)
sentación del esen que Plaerdemapectáculo
que
vida
(excelente
han hecho el direcRoser Camí) relator Calixto Bieito
ta como si hubiey el músico Carles
ra sido un sueño
Santos a partir de
las dobles “bodas
esa magna obra,
sordas” de Tirant
dejaría patidifuso
y Carmesina (un
hasta a Amadís
petting, él se limide Gaula —acosta a besarle “amb
tumbrado como
gran desfici les
estaba a las emomamelles”) y Diaciones fuertes—.
Arriba, el director Calixto Bieito. febus y Estefanía
Hipòlit, el escu- Abajo, el músico Carles Santos. (ellos sí que modero de Tirant,
jan). Camí borda
baila hip-hop y se deleita pasean- su interpretación, con un eco drado en pelota picada; la empera- mático conmovedor, y muestra lo
triz de Bizancio viste de fallera que podría haber sido este Tirant
mayor, trata al héroe de “xicotet” de haber pensado menos en la póly le practica una entusiasta fela- vora (¡ese absurdo desfile de moción a su criado; la doncella Plaer- da con monjas que enseñan las
demavida le amamanta; el áspero bragas, con el caganer, los escoladuque de Macedonia combate nets de Montserrat —Carles
vestido de boxeador y aparece lue- Canut y Mingo Ràfols— y la pubigo travestido de especulador in- lla! O ese mastodóntico paso-famobiliario valenciano; la prince- lla del final en uno de cuyos pisos
sa Carmesina tiene un orgasmo la Viuda Reposada bracea en una
sobre un caballito de cartón; al bañera).
rey de Túnez, que arrastra un goTambién está bien resuelta la
ta a gota, se ahoga con su propia otra gran escena vodevilesca, bocbolsa de suero; las huestes moras cacciana, la del capítulo 233, en
son una caterva buñuelesca (inclu- la que Tirant toquetea a la princeso hay un ángel exterminador), y sa semidormida y ésta hace creer
el desfloramiento de la princesa a todos que ha gritado (en realipor parte de Tirant transcurre an- dad de plaisir) porque le ha pasate la imagen en pantalla gigante do una rata por la cara. A Carmede un pubis femenino (poco antes sina la interpreta, con desparpase proyectaron escenas de la toma- jo, la cantante Beth, y Bieito,
tina de Buñol —para ilustrar una transgresor como es, habrá disfrubatalla—, así que podría haber tado lo suyo desnudando a la consido peor). Todo eso, entre otras siderada “novia de Cataluña”, a
cosas igualmente chocantes con la que se le ve casi hasta lo secret.
las que Bieito y Santos ilustran el
Calixto, al que está claro que
Tirant.
le ha interesado más la parte de
Se sorprendieron sin duda los alcoba que la de caballerías (los
alemanes convocados a descubrir duelos de espada, por cierto, son
a ese ritter Tirant y el libro que decepcionantes), planteaba su Tiprotagoniza, joya de las novelas rant como un retablo, con diferende caballería alabada por Cervan- tes voces que conducían el relato:
tes y glosada por Martí de Ri- una, opción lógica, la de Plaerdequer y Vargas Llosa. Algunos se mavida (cuyo punto de vista
Una escena del montaje de Tirant lo Blanc, con dirección de Calixto Bieito, en Berlín. / MARCUS LIEBERENZ
La desmesura de lo que han hecho el director
y el músico a partir de esa magna obra dejaría
patidifuso hasta a Amadís de Gaula
El innecesario exceso al que arrastran Bieito
y Santos la novela de Martorell perjudica
a la parte buena del montaje
—recuérdese la Carta de Batalla
por Tirant, de Vargas Llosa— es
tan esencial en las escenas eróticas de la novela), otra, interesante, la de Diafebus, cínica y divertida (estupendo Lluís Villanueva),
y las otras dos, las de sendos personajes inventados, una organista
ciega (!) —Alicia Ferrer— y una
doncella guerrera (Belén Fabra)
con más hechuras de Kill Bill que
de Brunilda que representa los
ideales de la caballería (Flor de
Caballería).
Vista la representación, está
claro por qué lo ha hecho así (y
también el porqué de tanto jaleo
escénico): su Tirant, el actor que
lo encarna (Joan Negrié), es muy
flojito. De hecho, en la primera
parte (1 hora y 40 minutos) pasa
casi desapercibido (y eso que es
alto, que es guapo y que es Tirant). Está algo mejor en la segunda, gran parte de la cual la ocupa
la locura en la que Bieito sumerge
al caballero, con la que lo equipara a Orlando y sobre todo a Don
Quijote (el caballero cree estar en
Àfrica, pero lo vemos arrastrase
con su armadura por las playas
de la Costa del Sol entre turistas
y cargar, no contra molinos, sino
contra castillos de arena que representan el urbanismo valenciano). Cuando se dedica, enajenado y en calzoncillos, a bautizar al
público lanzándole agua de una
botella de Fontvella (¡con el frío
que hace en Berlín!), resulta incluso convincente, aunque nunca es
el gran Tirant que esperábamos
ver en escena. No es, desde luego,
ese Tirant galante y caballero que
mereció tamaño libro y que sabe
ultimar a sus enemigos de la manera que le gusta tanto a Martí de
Riquer: levantándoles la celada,
apoyando la daga en el ojo y golpeando sobre el mango con la palma de la otra mano, chof.
El innecesario exceso al que
arrastran Bieito y Santos la novela de Martorell perjudica a la parte buena del montaje. Paradójicamente, Bieito y su colaborador en
la dramaturgia, Marc Rosich,
han sido sumamente respetuosos
con el texto. La mayor parte de lo
que se dice es de la novela (aparecen una y otra vez las enumeraciones —el significado de las armas,
qué hace falta para la guerra,
cuál debe ser el pensamiento del
caballero que es vencido en
batalla…— y eso da un tono muy
Martorell). También es del original que Tirant pelee a mordiscos
con el perro alano del príncipe de
Gales, que sea un fetichista redomado y que maneje el hacha para
hendir bacinetes, como Conan el
bárbaro.
Lo otro, los castellers, los toros embolats con fuego en las astas de las pantallas mientras se
grita “viva lo poble cristià!”, etcétera, no son, como diría Lo
Blanc, cosas cabales de caballería.
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