Pensamiento mágico y epilepsia en la medicina tradicional indígena

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HISTORIA
Y ET
HUMANIDADES
F.J.
CAROD,
AL
Pensamiento mágico y epilepsia
en la medicina tradicional indígena
F.J. Carod a, C. Vázquez-Cabrera
Resumen. Introducción. El pensamiento mágico sobre la epilepsia en las culturas indígenas ancestrales se ha visto modificado
por la presencia del médico blanco, coexistiendo tratamiento tradicional y científico occidental. Objetivo. Analizar las pautas
tradicionales del tratamiento antiepiléptico y la base de su pensamiento mágico en diversas culturas indígenas de África central
y Centro y Sudamérica. Material y métodos. Análisis transcultural de las etnias bassá, fufulve y bambiliké (Log-bikoy, Camerún),
wangoni (Songea, Tanzania), guaraní (Paraguay) y maya tzeltal (Chiapas). Resultados. En el África tradicional la epilepsia va
ligada al mal de ojo. En la etnia wangoni, el ritual curativo exige la depilación completa de todo el cuerpo con cristales o el
ostracismo en quien la genera emitiendo la mala influencia. En las áreas bassá y bambiliké las quemaduras son una complicación
muy frecuente y la epilepsia es conocida como la enfermedad de los quemados. En las culturas mesoamericanas la epilepsia es
causada por algún abuso sufrido por el alma animal acompañante del individuo, tras una contienda entre los naguales o espíritus
que sirven a las fuerzas del bien y del mal. La medicina tradicional indígena emplea remedios herbolarios, rituales, curaciones
espirituales o combinaciones de todas las anteriores. Más del 80% de los pacientes epilépticos utilizan estos recursos en el Tercer
Mundo como única terapia. Conclusiones. La concepción mítica de la enfermedad es la base de la interpretación de la epilepsia
en las culturas indígenas tradicionales. La satisfacción psicológica del modelo terapéutico tradicional para el indígena lo ha
hecho necesario y complementario del tratamiento occidental [REV NEUROL 1998; 26: 1064-8].
Palabras clave. Análisis transcultural. Epilepsia. Indígenas. Medicina tradicional.
WITCHCRAFT AND EPILEPSY IN TRADITIONAL INDIGENOUS MEDICINE
Summary. Introduction. Witchcraft with regard to epilepsy in ancestral indigenous cultures has been modified by the presence
of white doctors so that traditional and scientific-western treatments coexist. Objective. To analyze traditional anti-epileptic
treatment and the basis of the relevant magic in diverse indigenous cultures in Central Africa and in Central and South America.
Material and methods. Transcultural analysis of the Bassá, Fufulve and Bambiliké tribes (Log-bikoy, Camerun), Wangoni
(Songea, Tanzania), Guarani (Paraguay) and Maya Tzeltal (Chiapas). Results. In traditional Africa epilepsy is linked to the evil
eye. In the Wangoni tribe the curative ritual requires complete shaving of the entire body using glass, or banishment of the person
causing the evil influence. In the Bassá and Bambiliké, burns are a common complication and epilepsy is known as the disease
of people with burns. In Meso-american culture epilepsy is caused by some abuse suffered by the animal soul which accompanies
the person involved, following a battle between the naguales or spirits who serve the forces of Good and Evil. Traditional
indigenous medicine employs herbal remedies, rituals, spiritual cures or combinations of all these. More than 80% of the epileptic
patients of the Third World use only these remedies. Conclusion. The mythical concept of the disease is the basis for interpretation
of epilepsy in traditional indigenous cultures. The psychological benefit obtained from the traditional therapeutic model has
made this necessary and complementary to western-style treatment [REV NEUROL 1998; 26: 1064-8].
Key words. Epilepsy. Indigenous peoples. Traditional medicine. Transcultural analysis.
INTRODUCCIÓN
MATERIAL Y MÉTODOS
Los análisis transculturales en Neurología [1,2], aunque no tan
desarrollados como en Psiquiatría, suponen una vía de comprensión de las diferentes concepciones, tratamientos y efectos sociales que cada patología neurológica, en este caso la epilepsia, provoca en cada cultura.
El pensamiento mágico sobre la epilepsia en las culturas indígenas ancestrales se ha visto modificado por la presencia del hombre blanco, coexistiendo en la actualidad tratamiento tradicional
y científico occidental [3].
La base del éxito del mantenimiento de un tratamiento anticomicial prolongado y de cualquier estudio epidemiológico en el
tercer mundo [4] se centra en el conocimiento previo de la concepción, actitud y tabúes que los sujetos tienen hacia la enfermedad
[5].
Análisis transcultural basado en los datos tomados en nuestro trabajo de
campo como cooperantes con las etnias bassá, fufulve y bambiliké (África
Ecuatorial: Log-bikoy, Camerún, 1991), wangoni (Songea y Madaba, sur de
Tanzania, 1994), maya tzeltal (Mahosik y Chenalhó, Chiapas, México, 1995)
y guaraní (Corrientes, Argentina y Chaco paraguayo, 1995).
Todas estas culturas tienen en común su relativo aislamiento, un patrón de
subsistencia, la convivencia con la enfermedad de modo cotidiano y un pobre
desarrollo económico que les hace enfrentarse a unas duras condiciones de
vida en ausencia de electricidad, agua potable o medicina de tipo occidental.
En este trabajo intentamos recopilar la información existente sobre la
concepción mágica que cada grupo indígena tenía sobre la epilepsia, sus
pautas tradicionales de tratamiento, la percepción y las consecuencias sociales de la misma con el fin de comparar la visión de la enfermedad en cada área
cultural y geográfica, centroafricana y mesoamericana.
La información fue recogida de chamanes locales (Chiapas) y curanderos
(Argentina, Paraguay) tras entrevista personal mediante traductores, y de las
Recibido: 26.01.98. Aceptado tras revisión externa sin modificaciones: 06.02.98.
cional Indígena’ en la Reunión del Grupo de Historia de la Neurología de la
Sociedad Española de Neurología (Barcelona 12 de diciembre de 1997).
a
Servicio de Neurología. Hospital Universitario San Carlos. Médicos Mundi. Madrid, España.
Correspondencia: Dr. Francisco Javier Carod Artal. José Pellicer, 46, 7.º C.
E-50007 Zaragoza.
Parte de este trabajo fue presentado con el título ‘Evolución de la concepción
mítica de la epilepsia y de sus pautas de tratamiento en la Medicina Tradi-
1064
Agradecimientos ‘in memoriam’: Parte de este trabajo fue realizado en el
municipio tzeltal de Chenalhó, estado de Chiapas, en 1995. Lo dedicamos ‘in
memoriam’ a sus habitantes, 50 indígenas, masacrados y asesinados por un
grupo paramilitar en diciembre de 1997.
 1998, REVISTA DE NEUROLOGÍA
REV NEUROL 1998; 26 (154): 1064-1068
PENSAMIENTO MÁGICO Y EPILEPSIA
Figura 2. El autor en una aldea de Log-bikoy, Camerún, 1991.
Figura 1. Grupo bassá en las montañas Mandara, una zona profundamente
animista.
creencias populares transmitidas por vía oral persona-persona presentes en
Camerún y Tanzania tras entrevistas con nativos sanos y con enfermos.
RESULTADOS
A continuación se describen los principales hallazgos relacionados con la concepción de la enfermedad y sus pautas de tratamiento, según las diferentes etnias.
Etnias bassá, fufulve y bambiliké
Su hábitat natural lo constituye el centro, norte y oeste de Camerún
y pequeñas zonas del sur de Nigeria. El clima es tropical, la vegetación densa y el bosque exuberante. Su sistema de vida es autárquico, basado en la agricultura y la ganadería de subsistencia, con
un desarrollo socioeconómico muy bajo. La alimentación se basa
en el arroz, el guineo, la mandioca y la carne de la gallina de
Guinea. La estructura familiar es fundamentalmente polígama y
patriarcal (Figs. 1 y 4).
Estas etnias presentan un pensamiento mágico acusado, en el
que el mal de ojo, el hechizo y la brujería son con frecuencia el
origen de la enfermedad [6]. En África Central y en el África
subsahariana la epilepsia es debida al mal de ojo o hechizo (conocido como ‘kin’doki’ en las culturas bantúes), una oscura influencia emitida por un enemigo o un pariente enemistado. El mal de ojo
genera el enfermar y también las convulsiones. Para prevenirlo los
hombres-medicina y los iniciados realizan cortes y cicatrices en la
cara de los sujetos, alrededor de los ojos y en las mejillas, para que
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esas malas influencias se posen y se fijen en aquello que sobresale
en la cara, que son las cicatrices, y no se viertan en los ojos. De esta
manera se evita la recepción del mal de ojo.
En las zonas más profundamente animistas de Camerún, como
es Log-bikoy y la rivera del río Sanaga, la curación del enfermo se
realiza mediante cortes rituales y escarificaciones distribuidos por
el cuerpo (Fig. 2). Si se piensa que el paciente padece además la
malaria, se realizan pequeñas escaras y quemaduras dibujando el
bazo. En las áreas de influencia musulmana, situadas en el norte
del país y en la frontera nigeriana, se recurre a técnicas de sanación
espiritual islámica y a exorcismos.
En la Nigeria rural existe un tratamiento tradicional que se
aplicaba en las crisis febriles, aunque en las últimas décadas está
cayendo en desuso. Consiste en tomar una infusión fría de diversas
plantas (bulbos de cebolla, hojas de tabaco frescas y de Allium
ascalonicum, tallos de Chasmathera dependens) mezclada con
orina de vaca diluida en licor fermentado de maíz. Algunos niños
que han recibido este tratamiento se han intoxicado por el efecto
combinado de la nicotina del tabaco y el alcohol.
Las quemaduras son una complicación muy frecuente de las
crisis, hasta tal punto que en muchas áreas rurales de África
tropical ‘la enfermedad de los quemados’ y la epilepsia son términos casi sinónimos. La estructura del hogar, en el que la cocina
y los fuegos para cocinar están en una zona al aire libre tras la
casa principal, favorece las caídas sobre las brasas y las quemaduras. El ‘potopoto’, una mezcla de cañas y barro, forma la estructura de las edificaciones, mientras que los techos están fabricados con rafia y hojas de palmera. Ello obliga a cocinar en un
habitáculo accesorio en la parte posterior de la casa. Asimismo,
son frecuentes los accidentes y la falta de asistencia ya que el
epiléptico convulsiona en los campos de cultivo y en las riberas
de los ríos.
Etnia wangoni
Se localiza en el distrito de Songea, en el sur de Tanzania y la
frontera con Mozambique. La etnia wangoni es una tribu de origen
bantú y habla zulú que emigró en el siglo XIX desde Sudáfrica
hasta el este de África colonizando Malawi y Tanzania [7].
Su forma de vida es sedentaria y está basada en la producción
del cacahuete, el maíz, la cebolla, la banana y la yuca, que coexisten con los nuevos cultivos introducidos a principios de siglo por
la antigua colonia alemana (café y cacao). Los datos aquí recogidos proceden del dispensario de Mahanje, perteneciente a una
misión agustina del distrito de Songea.
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Figura 3. Chamán. Estela maya de estilo puuc.
La cultura wangoni es una cultura animista, en la que la concepción del mundo está matizada por los múltiples espíritus de la
sabana y por sus influencias benéficas o maléficas sobre las personas. Esto sucede hasta tal punto que cualquier evento, enfermedad o daño tiene su origen en la brujería. Es, por tanto, una
cultura del miedo, y todo lo inexplicado tiene un origen sobrenatural. La vida diaria se halla muy mediatizada por el miedo y el
temor a las fuerzas desconocidas, a los brujos de la ‘magia negra’
(en contraposición a la que ejecutan los ‘hombres-medicina’
blancos o negros), a los espíritus diabólicos, así como a realizar
actos que puedan ofender o insultar a los espíritus de los antepasados.
En la etnia wangoni epilepsia y convulsión van ligadas al mal
de ojo. La epilepsia se produce bajo la influencia maléfica de un
mal de ojo producido por alguien cercano en la comunidad, a veces
incluso de modo inconsciente. Bajo el mal de ojo la persona perderá el sentido, caerá al suelo, emitirá espuma y se volverá rígida.
En swahilli este hecho tiene una denominación, ‘kifafa’ que correspondería a nuestro término crisis o convulsión.
Ante una convulsión, el brujo de la tribu, ‘mganga’ en swahilli,
y la familia del afectado deben reunirse para establecer quién es el
causante de ese maleficio. Una vez ‘localizado’, el ritual curativo
irá destinado no sólo a tratar al epiléptico sino a quien genera esa
mala influencia en el enfermo. El emisor del mal de ojo debe acatar
y someterse a un ritual purificador que exige la depilación completa de todo su cuerpo incluyendo la cabeza, axila y pubis con una
serie de cristales y vidrios cortantes. Aquel que no lo acepte y
rechace someterse a este ritual deberá abandonar el poblado, su
ganado y sus pertenencias. El epiléptico, en cambio, es aceptado
en la comunidad, pero padecerá el estigma de la enfermedad. El
miedo a contagiar por la saliva o por la respiración la enfermedad
a los demás será una seria limitación en su vida social.
Etnia maya tzeltal
Es un grupo maya constituido por 200.000 indígenas, que habitan
en el estado de Chiapas, México [8]. Su patrón de subsistencia
tradicional se basa en la milpa, el cultivo de maíz, junto con los
frijoles y el chile. Los tzeltales se agrupan en comunidades con un
sistema de parentesco y de organización social y religiosa muy
definida [9]. Tan sólo el 25% hablan castellano (Fig. 3).
Para los mayas tzeltales la epilepsia, conocida como ‘tub tub
ik’al’ (literalmente: ‘quien respira con agitación’) [10] es una enfermedad que se ‘agarra de grande y que va en la sangre’, para la
cual no hay un remedio eficaz. Se trata de una enfermedad mágica,
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Figura 4. Joven fufulve en día de mercado.
cuya interpretación está basada en el nagualismo [11], un conjunto
de tradiciones milenarias comunes a muchas culturas mesoamericanas, según las cuales a todo hombre le es asignado en su nacimiento un ‘nahual’ o alma animal compañera que compartirá su
destino. En función del rango sociorreligioso del sujeto, su nahual
será un puma o un gavilán (sacerdotes), un ocelote, una oveja
(clases humildes), etc. Un ataque al nahual de ese hombre supone
su enfermar.
De este modo la epilepsia tiene su origen en un abuso sufrido
por este alma animal acompañante del individuo, tras una contienda entre los naguales o espíritus que sirven a las fuerzas del bien
y del mal. Los naguales de las fuerzas del mal enseñarán al alma
animal compañera de la persona los secretos de la hechicería
mientras que los naguales de las fuerzas del bien intentarán evitarlo [12]. Si el alma animal compañero de la persona sobrevive en
esta lucha y no experimenta la muerte, tendrá conocimientos de
por vida sobre brujería y el individuo que presente crónicamente
crisis será considerado en su comunidad como brujo.
Aunque ‘tub tub ik’al’ no se cura, sí se puede calmar. Para ello
existe una combinación de dos hierbas [13] conocidas como ‘kaxlam
tunim’, una planta parecida al algodón y ‘cheneh pox sbil’. Los
granos secos y molidos de ambas se mezclan y se toman en agua
fría diariamente durante una semana.
Etnia guaraní
Su hábitat se distribuye en la región del Chaco paraguayo, bolivia-
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PENSAMIENTO MÁGICO Y EPILEPSIA
no y en la provincia de Misiones, en Argentina [14]. Los guaraníes
desarrollaron una compleja taxonomía del enfermar, y son conocedores de una amplia variedad de ‘yuyos’ [15], plantas medicinales que aplican a una gran variedad de patologías.
La epilepsia tiene una entidad mágico-religiosa y es concebida
como un desequilibrio entre el alma sagrada y el alma animal
presente en cada individuo, generalmente provocado por alguna
influencia maléfica de algún enemigo externo a la comunidad o de
algún pariente enemistado. Esta base mítica, el nagualismo, es
común como hemos visto a muchas culturas mesoamericanas [16].
El ‘payé’ o chamán es quien establece la naturaleza del enfermar y para ello tiene que provocarse situaciones de trance con
alucinógenos. En el trance le será revelado al payé el origen de la
enfermedad. Después narrará una historia mítica delante del enfermo y de la comunidad explicando por qué el paciente está enfermo y cómo hay que curarlo.
El tratamiento de la epilepsia en la cultura guaraní se basa en
la ingesta de un preparado constituido por raíces y hojas procedentes de tres plantas nativas: la raíz de ‘caaré’ (Chenopodium ambrosioides; nombre vulgar: té de los jesuitas), las hojas de ‘curaturá’
(Fagara hiemalis; nombre vulgar: naranjillo) y las hojas de ‘ysaú
caá’ (Poiretia tetraphylla; nombre vulgar: té de la Pampa).
La combinación herbolaria consiste en hervir en un litro de
agua durante cinco minutos 5 g de raíz de ‘caaré’, 5 g de hojas de
‘curaturá’ y 5 g de hojas de ‘ysaú caá’; de dicho preparado debe
tomarse una taza tibia en ayunas y el resto como agua durante el
día de modo indefinido. Este tratamiento se complementa con un
régimen alimenticio con sopa de verduras, huevos, dulce de calabaza y frutas en general; los condimentos y las bebidas alcohólicas
se consideran alimentos prohibidos. Esta combinación de plantas
ya fue referida en los primeros tratados jesuitas sobre la región en
el siglo XVII y fueron exportadas a España en los siglos XVI y
XVII desde las misiones jesuíticas de la frontera paraguayo-argentina.
La infusión de los yuyos o plantas medicinales se prescribe en
un ambiente cargado de gran afectividad y de enorme sugestión,
decisivo para la cura espiritual y orgánica del paciente.
DISCUSIÓN
La percepción social de la epilepsia en las culturas indígenas de
África Central y Centroamérica está matizada por las causas sobrenaturales. De este modo, el mal de ojo, la ruptura de un tabú,
las posesiones demoníacas, la voluntad de los dioses y la visión y
comunicación con los espíritus de los antepasados suponen las
principales causas de la epilepsia [1]. La influencia maléfica es
pues transmitida por un enemigo.
En Centroamérica los naguales pueden atacar el alma animal
acompañante provocándole la enfermedad [11]. En Swazilandia
el enemigo puede enviar ‘tilware’ (animales) a invadir el cuerpo
del individuo; de este modo, cuando las serpientes ocupan el estómago del sujeto, le provocan convulsiones [17].
Existen, sin embargo, culturas en las que además las crisis
pueden tener otros orígenes como el contagio (en muchas áreas de
Tanzania, sobre todo en Musoma y otras zonas alrededor del lago
Victoria, se piensa que los epilépticos pueden transmitir la epilepsia a través de la saliva y de la propia respiración por lo que hay
que evitarlos) [5], el alcohol (como la ingesta del licor fermentado
de maíz o ‘pompe’ en Camerún), la malaria o por transgredir un
tabú sexual, como el caso de las relaciones incestuosas en los
indios navajos de Arizona [18].
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Las consecuencias sociales de la epilepsia abarcan de lleno al
sujeto, quien en muchas ocasiones intentará negar esa percepción
sobrenatural que la epilepsia tiene en el resto de la comunidad,
máxime cuando ésta le cataloga como un hechizado. Dada la naturaleza impredecible de una crisis generalizada, quienes las padezcan adoptan una actitud de vergüenza y aislamiento. En Nigeria muchos pacientes se sienten estigmatizados y sin deseo de
confesar que padecen crisis, incluso al propio médico occidental
[19]. Ello limita cualquier estudio epidemiológico sobre la prevalencia de la enfermedad.
Pero existen también otros hechos sociales que van a agravar
las consecuencias de la enfermedad en el sujeto como son las
caídas incontroladas, la ausencia de cuidadores y de tratamiento,
los accidentes, en forma de ahogamientos o quemaduras, y la
limitación como mano de obra en una economía autárquica agraria
[20].
En los bassá las quemaduras son un 30% más frecuentes en
las mujeres ya que las crisis suceden alrededor de los fuegos de
cocina durante el período de trabajo. La infección añadida a la
quemadura puede suponer fácilmente la muerte en un área rural
sin condiciones de asepsia. Las mujeres con crisis o con quemaduras, aunque pueden quedarse embarazadas y tener hijos, sufren oficialmente el abandono de los maridos. La idea de quemadura inexplicable es igual a la epilepsia, está tan arraigada en el
África Central que muchas veces sirve como diagnóstico de
presunción de epilepsia y ayuda al diagnóstico diferencial con
las crisis histéricas [21]; en otras ocasiones los enfermos vienen
a la consulta no por las crisis en sí, sino por sus consecuencias:
las propias quemaduras.
La posibilidad de contagio por la saliva, por la respiración o
por la orina, creencia muy arraigada en todo el África ecuatorial
y el cuerno de África, hace que el epiléptico no sea ayudado durante las crisis, y los accidentes sucedan sin remedio y sin ayuda.
Para los bassá, el epiléptico debe tener sus propios platos e instrumentos de cocina para evitar el contagio a los demás miembros del
clan. Para los wangoni durante una convulsión, ‘kifafa’, el espíritu
maligno puede saltar del sujeto enfermo y afectar a alguno de los
que están a su alrededor, por lo que ante una crisis hay que alejarse
en lugar de prestar ayuda al enfermo. Una crisis en una canoa o en
el río puede suponer un ahogamiento dada la ausencia de ayuda por
miedo al contagio. El miedo es tal que a los niños con crisis no se
les permite ir a la escuela, para evitar el contagio a los demás, lo
cual les limita seriamente en su educación y su capacidad de relación.
La evolución de las culturas indígenas a culturas del subdesarrollo ha agravado la marginación del enfermo crónico con crisis
porque se ha sumado marginación con aculturación [22]. En ciertas zonas de Madagascar el epiléptico es enterrado separadamente
de la comunidad [23], mientras que en la India rural del estado de
Uttar Pradesh la epilepsia en la mujer supone su imposibilidad
para concertar matrimonio por parte de su familia [24]. En Etiopía
lepra y epilepsia tienen las mismas consecuencias sociales [25].
En el oriente ecuatoriano un niño epiléptico es a priori un niño con
retraso mental o locura, por lo que se pierde el interés para enviarlo
a la escuela o para educarlo [20].
Al mismo tiempo, la percepción social acerca del tratamiento
de la epilepsia está evolucionando [26]. En las culturas indígenas
ancestrales que hemos descrito su relativo aislamiento las hace
inmunes hasta ahora al tratamiento médico occidental y los rituales curativos junto con remedios herbolarios son la base de su
curación.
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Sin embargo, en las áreas del subdesarrollo, donde coexisten
ambos tipos de tratamiento, tradicional y científico-médico occidental, la actitud del enfermo hacia el tratamiento anticomicial es
muy variable [27]. Para ello sirvan varios ejemplos. En muchas
áreas de Malawi y Nigeria se piensa que la Medicina occidental no
tiene remedios para la epilepsia [19]. En Pakistán y en Ecuador
muchos pacientes visitan un médico en algún momento de la evolución de la enfermedad pero no siguen un tratamiento regular a
largo plazo. En Libia el ayuno del Ramadán implica también el
cese de la mediación anticomicial [20].
La Medicina Tradicional Indígena emplea remedios herbolarios (en forma de infusiones, cocciones de raíces y hojas, baños e
inmersiones con hierbas), rituales (como cortes de la piel, del
cabello, cortes rituales y sangrías, escarificaciones), curación espiritual (pócimas sagradas, curación por la fe, exorcismo) o combinaciones de ellas [28-31]. Más del 80% de los pacientes epilépticos utilizan estos recursos en el tercer mundo como única terapia.
En aquellas áreas donde se dispone de medicación anticomicial un número elevado de pacientes se mantiene fiel a ambos tipos
de tratamiento, tradicional y farmacológico [27]. Sin embargo, la
satisfacción psicológica, incluso la seguridad, que aporta el modelo terapéutico tradicional para el indígena lo ha hecho necesario y
complementario del tratamiento occidental y es a la vez garante en
muchas ocasiones de la continuidad de un tratamiento farmacológico occidental.
CONCLUSIONES
La concepción mítica de la enfermedad es la base de la interpretación de la epilepsia en las culturas indígenas tradicionales.
La satisfacción psicológica del modelo terapéutico tradicional
para el indígena lo ha hecho necesario y complementario del tratamiento occidental.
Las actitudes de marginación del paciente epiléptico en el
tercer mundo sólo pueden combatirse desde la educación sanitaria, que comienza en la escuela, siendo muy respetuosos con lo que
es la cultura y la medicina tradicional de cada etnia para evitar el
riesgo de aculturación.
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