L a su ci ed ad d e la s ci u d ad es JVÁN ILLICH. e El 5 de dic iem bre del año 2002, falleció uno de los má s gra nde s pen sad ore s del sig lo XX , Ivá n Illich, inte lect ual com pro me tido , en el má s profundo sen tido de la palabra. Su obra, ple na de ens eña nzas para aquello s que bus can construir un mu ndo alternativo, con stit uye un referente ind isp ens abl e. A reserva de ded ica r el pró xim o núm ero de nuestra revista a reflexionar sob re sus lec cio nes , en est e núm ero pre sen tam os un fragmento de uno de sus tex tos , El H2 0 y las agu as del olv ido Go aqu ín Mo rtiz , 1993), el cua l ilum ina nue stra mirada en torno al tem a de esta revista: la basura y la suc ied ad. uánd o Aris tótel es dise ñó sus reglas para el asen tam ient o de una ciud ad quer ia que las pag a en las letr inas de már mol coag ulad a form aba una cost ra en calles estu vies en abie rtas al sol y esta ban rest ring idos a las área s de los mur os a los vien tos dom inan tes. Las la del p ala cio. Las ciud ad cub ierta s con már mol . curt idur ías trab ajab an den tro de la quej as de que las ci uda des se En las vivi enda s pop ular es de los ciud ad, aun que su olor en el Vall e pueden conv ertir en luga res suci os piso s los regl ame nto s roman o s de Ghi nno m se había con vert ido se rem onta n a la anti güed ad. En exig ían un hoy o al pie de la en el sím bol o del infi ern o Roma, mag istra dos espe cial es se esca lera . En otro s caso s, se (geh enn a) en el Viej o J erus alén . sentaban bajo sus som bril las en co nsid erab a la call e com o el luga r U na insp ecc ión real izad a en una esqu ma del foro para reso lver apro piad o para tales dese chos. Las Mad rid en 177 1 mos tr ó que el las que jas de los pea ton es ciud ade s med ieva les eran Pala cio Rea l no con tení a ni ensu ciad os por el con teni do de limp un iada s por los puer cos. Nos han solo exc usad o. Esta s mile nari as bacinillas arro jada s a la calle . lleg ado doc en as de orde nan zas con dici one s urba nas prev alec ían A trav és de la anti güe dad que regu lan el dere cho de los en Lon d res c uan do Har vcy clásica, com enza ndo por el Pala cio veci nos a pose erlo s y alim enta rlos anun ció su desc ubri mie nto de la de Kno ssos d (1500 a. de C.), las con dese chos púb lico s. En Esp aña circ ulac ión de la sang re. mor adas de los rtco s y <:n la s ár eas islá mic as los Sólo desp ués del gran ince ndio ocas iona lmen te tení an un cua rto cue rvos , los mila nos y aun los en Lon dres en 1660 y desp ués de especial para el desa hog o corp oral . buit res eran pro tegi dos com o la mue rte de Har vey se En Rom a tení an un escl avo basu r eros sag rado s. Esa s disp usie ron en las esqu inas espe cialm ente ded icad o a vaci ar cos tum de bre s no cam biar on Lon dres luga res para arro los orinales. En la may or part e de sign ific jar los ativ ame nte dur ante el des per dici os y se nom bró un las casa s no hab ía un luga r peri odo barr oco. Sólo dura nte los basu rero hon orar io en cada barr io, dest inad o para el des aho go últim os años del rein ado de Luis que supe rvis ara a los rast rilla dore s corp oral . En Rom a tení an un XIV se emi tió una orde nan za que -hom bres y muj eres disp uest os a esclavo espe cial men te dedi cado a obli gaba a que una limp iez a de las paga r por el priv ileg io de barr er las vaciar los orin ales . En la may or mat eria s feca les de los corr edo res calles y obte ner una gana ncia de part e de las casa s no hab ía un del Pala cio de Vers alles fuer a una la vent a de los dese chos . En 1817 lugar dest inad o para el desa hog o cos tum bre sem anal. Baj o las las facu ltad es de esto s basu rero s corporal. Com o las cloa cas bajo el vent anas del ala del min isterio de y r astr illa dor es ágora aten iens e, las cloa cas bajo fina nzas fuer on los cerd os se sacr ifica ron regl ame ntad as en la L ey el foro imp eria l y los asie ntos de dur ante déc ada s y su san gre Met ropo litan a de Pav ime ntac ión ElJaroc1/e rde L de Londres que persistió como estatuto hasta 1885. Para entonces las casas de la gente bien de Londres solían tener un excusado cuyo contenido era recogido varias veces a la semana. Pero para la mayor parte de Londres la eliminaci ón de los desechos de las calles siguió siendo esporádic a. En las postrimer ías del siglo XIX se consideró que interfería con las horas de mayor afluenci a de tráfico. Hasta 1891 el Consejo del condado de Londres no prescribió que la limpieza de los excusado s tenía que restringir se en el verano a las horas comprend idas entre las cuatro y las diez de la mañana. Obviame nte, a través de la historia, las ciudades han sido lugares olorosos. EL AURA DE LAS CIUDA DES No obstante, la percepció n de la ciudad como un lugar que debe ser constante mente lavado aparece en la época de la Ilustració n. La razón más frecuente mente esgrimida para esa toilette constant e, no es la parte visualmen te ofensiva de los desechos, o los residuos que hacen a la gente resbalar en la calle, sino los malos olores y sus peligros. La ciudad es repentina mente percibida como un espacio de olor maligno. Por primera vez en la historia aparece la utopía de la ciudad inodora. Esta nueva aversión a una caracterí stica tradicion al del espacio urbano parece deberse mucho menos a la intensiva saturación de los olores, que a una transform ación en la percepció n olfativa. La historia de la percepci ón sensorial no es enterame nte nueva. Los lingüistas se han ocupado de la semántic a cambian te de los colores, los historiado res del arte de los estilos de diferentes épocas. Pero sólo recientem ente han o comenzad o algunos historiado res a prestar una mayor atención a la evolución del sentido del olfato. Fue Robert Mandrou quien primero insistió, en 1961, en la primacía del tacto, el oído y el olfato en las culturas europeas premode rnas. Las compleja s percepci ones sensoriale s no visuales dieron paso muy lentamen te al bien informad o predomin io del ojo que damos por descontad o cuando "describim os" a una persona o un lugar. Cuando Ronsard o Rabelais tocaban los labios de su amada afirmaban que obtenían placer del sabor y del olor, que sólo podrían ser sugeridos . Incluso el escritor del siglo XVIII no describe aún el cuerpo amado; como mucho el editor inserta en el texto un dibujo que ilustra la escena, un dibujo que, durante los inicios del siglo, esconde con eficacia codo aquello que es individua l, personal, todo lo que es 1o11chitJg, lo que toca, conmueve , en la escena que el autor describe. Pero mientras que es fácil seguir históricam ente la habilidad de los poetas y los novelistas para primero percibir y después pintar la carne y el paisaje en su singularid ad, es mucho más difícil hacer aseverac iones acerca de la percepci ón de los olores en el pasado. Escribir bien acerca de esta percepció n pasada de los olores sería un logro supremo para un historiad or porque los olores no dejan traza objetiva frente a la cual su percepció n pueda ser medida. Cuando el historiad or describe cómo ha olido el pasado depende de su fuente para saber qué había ahí y cómo era percibido. El caso es el mismo ya se trate de olores sentidos por enamorad os o de los que ayudan a los médicos a reconoce r el estado del enfermo o de aquellos con los que los demonios o los santos llenan los espacios en que moran. Yo aún recuerdo el olor tradiciona l de las ciudades. Durante dos décadas pasé gran parte de mi El Jaroc~erde tiempo en arrabales, desde Rio de Janeiro a Lima, desde Karachi a Benarés. Me llevó largo tiempo superar mi repulsión innata al olor de la mierda y los orines rancios que con ligeras variacion es nacionale s hacen oler parecido a todos los barrios industriales pobres que carecen de al cantarill ado. Ese olor es el caracterís tico de la primera etapa de la industria ; es el hedor del espacto vivienda que ha comenza do a decaer amenazado por la inminente incorpora ción al sistema higiénico de las ciudades moderna s. Es distinto de la atmósfera local de un pueblo aún vernáculo . La atmósfera vernácula está integrada al espacio vivienda; de acuerdo con la medicina tradiciona l, la gente se consume si al aura de un nuevo lugar en el cual se ve forzada a vivir le repugna y repele. La sensibilid ad respecto a un aura y la tolerancia de ella son requisitos para disfrutar de ser un huésped. Jioy día mucha gente ha perdido la habilidad de imaginar la variedad geográfic a que alguna vez pudo ser percibida a través de la nariz. El mundo entero ha llegado a oler parecido; la gasolina, los dctergen tes, las cañerías y los alimentos chatarra se funden en el católico smog de nuestro tiempo. Donde este smog se mezcla con la putrefac ción de la atmósfer a vernácula , en las aguas residuales que a lo largo del Rimac van desde Lima al Pacífico, aprendí a reconoce r el olor del desarrollo . Es ahí donde me hice sensible a la diferenc ia entre la polución industrial y la densa atmósfera del París de Luis XIV a Luis XVI. ..