CULTURA ALIMENTARIA: Cultura y tradición de los estudiantes de la licenciatura en trabajo social de la Universidad de Guadalajara. México. Clara Edith Aguirre González * Gabriela Zavala García*, **, y María Elena Gómez Mejía*. Depto. De Trabajo Social CUCSH*, Depto. De Economía CUCEA, Universidad de Guadalajara. Proyecto adscrito al Cuerpo académico UGU 116. Teoría Económica y Desarrollo Sustentable CUCEA. Universidad de Guadalajara. México. [email protected], [email protected], [email protected] Desde épocas remotas la población sigue enfrentándose a riesgos en la salud, tales como la inseguridad en el trabajo, virus y bacterias que han mutado, peligrosidad con los efectos del cambio climático, entre otros. Sin embargo, con el apoyo de los avances científicos y tecnológicos, cada vez la tasa de mortalidad por causas como éstas ha bajado y la población se ha hecho inmune a todo lo que en su alrededor parecía ser un peligro. La cultura alimentaria es rica y variada sobre todo en un país como México, dónde la inmensidad de platillos son conocidos por su variedad de colores e ingredientes que los hacen parte fundamental de la sociedad mexicana. Conocer la cultura dentro de la práctica alimentaria pretende identificar los elementos dañinos que son causantes de diversas enfermedades propias del siglo XXI. Es importante identificar la calidad de los alimentos que se consumen, si estos son caseros o industrializados, los ingredientes que los componen, aditivos sintéticos o naturales que pueden hacerlos tóxicos y su impacto en la salud, así como los factores que influyen en la toma de decisiones y lo que hace o deja de hacer el individuo a la hora de consumir para comer de manera sana. Sus gustos y manera de seleccionar los productos que salen al mercado. Es por eso fundamental señalar la disparidad actual que vive la sociedad mexicana pues, la desnutrición -por un lado- y la obesidad infantil -por otro-, siguen siendo un problema a solucionar en el país. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2012) indican que uno de cada tres adolescentes de entre 12 y 19 años presenta sobrepeso u obesidad. Para los escolares, la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad ascendió un promedio del 26% para ambos sexos, lo cual representa más de 4.1 millones de escolares. De acuerdo a lo anterior se menciona también que la principal causa de salud pública tiene que ver con los malos hábitos en la alimentación, que finalizan convergiendo en una prevalencia del sobrepeso de un 70% en la edad adulta. A largo plazo, la obesidad favorece la aparición de enfermedades tales como diabetes, infartos, altos niveles de colesterol o insuficiencia renal, entre otros. En el presente siglo, la diabetes es el mayor problema al que se enfrenta el sistema nacional de salud: es la principal causa de muerte en adultos, la primera causa de demanda de atención médica y la enfermedad que consume el mayor porcentaje de gastos en las instituciones públicas. (UNICEF, 2014) En este sentido, la cultura alimentaria juega un papel relevante, ya que contiene elementos propios de una determinada región geográfica, ingredientes, preparación y consumo, mismos que por la moderna vida actual, se han relegado a segundo plano, homogeneizando el consumo y provocando que la población poco a poco vaya perdiendo su soberanía culinaria. Esto por la falta de criterio al momento de seleccionar productos alimentarios, pues muchos de ellos tienen alguna alteración en su composición, procesamiento o envasado que puede ser dañino para el organismo humano, así como para el medio ambiente, esto aunado a la función que juega la publicidad enajenando a los individuos de dicha problemática y fomentando su actuación irresponsable como consumidores. Cabe destacar que no se trata de preservar una cultura ancestral inamovible y negarse al cambio y transformación inminente y necesaria de la sociedad, se trata de aprender a analizar y criticar todo lo que se pone enfrente y se presenta como positivo dado que de lo contrario podría ser un perjuicio para la salud. Con todo esto es imprescindible generar mentes conscientes y capacitadas para tomar decisiones con impacto positivo para los individuos en general, para evitar someter al organismo a enfermedades o cambios al que no puede estar consciente la mayoría de las veces. De este modo mejorar la calidad de vida de las personas, previniendo enfermedades, con un nuevo estilo de vida vinculado al quehacer diario de las personas con una vida sana y así reproducir en colectivo ese cambio. Enriquecer la cultura alimentaria de la sociedad, con la discriminación de los elementos dañinos y la inclusión y preservación de los elementos benéficos dentro de su dieta diaria. En este caso el Trabajador Social tiene una responsabilidad enorme dentro de su práctica profesional, pues como promotor del bienestar social requiere poner especial atención a una problemática actual y emergente que es la alimentación de la sociedad. Poner manos a la obra y lograr evolucionar impactando a corto, mediano y largo plazo. Mejorar así la calidad de vida de la población en el presente, que impacte a las generaciones futuras. Por lo que es de suma importancia incidir en los estudiantes de trabajo social en formación, identificar la manera como se alimentan, los factores que influyen en su toma de decisiones, lo que consideran como cultura dentro de su alimentación, e indagar su práctica alimentaria, pues con el conocimiento que les proporciona la universidad y su interés en la transformación de la sociedad, es necesario que conozcan y cambien primero individualmente sus vidas incluyendo una alimentación sana que les permita una mejor calidad de vida.