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 De Dei Verbum a Verbum Domini La Sagrada Escritura en la Iglesia del Concilio Vaticano II Por Roberto Sepúlveda Uno de los grandes aportes del Concilio Vaticano II fue poner las Escrituras en el centro de la vida eclesial. Este hecho permite redescubrir que la Iglesia se funda en la Palabra de Dios y que a lo largo de su historia, el Pueblo de Dios se ha nutrido de ella encontrando fuerzas para el camino. Gracias esta revalorización, la comunidad eclesial ha crecido en la escucha, en la celebración y en el estudio de la Palabra de Dios; así hoy no es posible comprender la vida de la Iglesia en sus diferentes ámbitos sin la Palabra como fuente y centro de ella1. La Constitución Dei Verbum (1965), sobre la Revelación, es un hito en el camino eclesial. Ha marcado un antes y un después en la valoración del lugar y el sentido de la Palabra de Dios en la Iglesia. Fue el punto de llegada de un largo proceso iniciado el siglo precedente y es la fuente de lo que hoy vivimos en la Iglesia en relación con la Palabra de Dios. En efecto, este documento se ha constituido en el gran impulso para revalorar la Palabra de Dios en la Iglesia. Desde lo que significa la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, el capítulo sexto del documento señala algunos aspectos fundamentales que vale la pena recordar. Subrayo algunos de estos aspectos: ⎯ 21. La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo [...], nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. ⎯ Toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura. ⎯ 22. Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura. ⎯ 23. Los exégetas católicos, y demás teólogos, deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas. ⎯ 24. El estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la Sagrada Teología. ⎯ 25. Todos los clérigos, especialmente los sacerdotes, diáconos y catequistas dedicados por oficio al ministerio de la palabra, han de leer y estudiar asiduamente la Escritura para no volverse "predicadores vacíos de la Palabra, que no la escuchan en su interior". (En este mismo número aparecen indicaciones dirigidas a todos los cristianos, y en particular a los religiosos, a los sacerdotes y obispos). 1
Cfr. VD, 3. 1 ⎯ 26. Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra de Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres. El Magisterio eclesial, en estos años, se ha pronunciado en muchas ocasiones sobre el tema. De hecho el mismo Papa Benedicto XVI, siendo Cardenal prefecto de la Sagrada Congregación para doctrina de la Fe, se ha hecho parte de esta historia, con diversas intervenciones tanto personales como institucionales2. Cabe destacar el Sínodo de los Obispos, que se celebró en el Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008, con motivo de los cuarenta años de Dei Verbum, que tuvo como tema La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Fruto de este Sínodo es la exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (2010). Desde el impulso conciliar y gracias al esfuerzo de muchas personas implicadas en la pastoral de la Iglesia podemos contemplar numerosos logros en los últimos cincuenta años: ⎯ El desarrollo de los estudios bíblicos y su repercusión en el ámbito de la teología, la docencia y la pastoral. ⎯ El lugar que ha ido ocupando la Biblia en la teología. Ha dejado de ser un depósito de pruebas para apoyar las tesis formuladas desde otras instancias, para constituirse en fuente y alma de la teología. ⎯ La profusión de nuevas traducciones de la Biblia, facilitando el acceso a la Escritura. ⎯ La renovación litúrgica promovida por el Concilio ha exigido la renovación del leccionario y la proclamación de las lecturas en las lenguas modernas. ⎯ La catequesis ha asumido una orientación bíblica tanto en la elaboración de los textos, como en la formación de los catequistas. ⎯ Se cuentan también otras iniciativas como: cursos de formación bíblica, semanas bíblicas, proyectos diocesanos, grupos de lectura de la Biblia, jornadas de reflexión, la lectura orante de Biblia, etc. Algunos hitos importantes. En el itinerario recorrido desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días se pueden distinguir tres modos de entender el lugar de la Biblia en la vida y la misión de la Iglesia: el movimiento bíblico, la pastoral bíblica y la animación bíblica de toda la pastoral3. 1.-­‐ El movimiento bíblico 2
Por ejemplo, J. Ratzinger, “La interpretación bíblica en crisis”, 1995. Bajo su responsabilidad como Cardenal prefecto, la Pontificia Comisión Bíblica publicó en 1993 el documento “La Interpretación de la Biblia en la Iglesia”. Para mayor información véase la nota 8 de VD. 3
Cfr. Santiago Silva, “Hambre de oír la Palabra del Señor” (Am 8, 11). Fundamentos de la Animación Bíblica de la Pastoral. (Conferencia Episcopal de Chile), Iglesia.cl. También, Santiago Guijarro Oporto, La Biblia en el centro de la Pastoral. (Conferencia Episcopal de Chile, Mes de la Biblia 2006), Iglesia.cl. 2 En los años previos al Concilio, surgió el movimiento bíblico, en paralelo con otros movimientos que recogieron la preocupación de muchos católicos por diversos temas en los que la Iglesia comenzaba a tomar conciencia de su importancia. Uno de estos era la escasa incidencia de la Sagrada Escritura en la vida y la misión eclesial, el movimiento bíblico se comprometió en la difusión de los textos bíblicos y en cursos de divulgación bíblica, jornadas de estudio, etc., que condujeron a publicaciones de diversa índole. Son los primeros pasos del llamado apostolado bíblico que consistió precisamente en desarrollar las iniciativas surgidas en el movimiento bíblico a la luz de los impulsos dados por el Concilio. 2.-­‐ La Pastoral bíblica Después del Concilio se pasó del apostolado bíblico a la pastoral bíblica. La idea dominante de este tiempo fue que la difusión del texto bíblico debía de ir acompañada de la correspondiente formación, por eso se suscitaron numerosas iniciativas de divulgación que tenían un marcado carácter pastoral. Se multiplicaron los cursos bíblicos a todo nivel y en distintas formas, se profundizó en los estudios bíblicos en las facultades de teología y casas de formación, tanto para sacerdotes y religiosos como para laicos. Florecieron los grupos bíblicos en parroquias y movimientos, etc. Esta pastoral bíblica fue creciendo en el seno de la llamada "pastoral de conjunto" y se entendía como una pastoral junto a otras pastorales específicas4. 3.-­‐ Animación Bíblica de la Pastoral El reconocimiento práctico y generalizado de que la Biblia debe estar en el centro de la vida y la pastoral de la Iglesia es algo relativamente reciente5. De este modo se da un paso cualitativo en la comprensión de cuál es su lugar, sobre todo en la pastoral. A fines de los noventa y de cara al tercer milenio6, se acuña el concepto de Animación Bíblica de la Pastoral (ABP) con el que asume el reto de que la Palabra sea el fundamento de toda la pastoral7, “como privilegiada mediación para el encuentro con Jesucristo vivo”8. Los obispos, reunidos en Aparecida (2007) recogen de manera sintética algunos aspectos de la propuesta conciliar, invitando a asumir la animación bíblica de la pastoral como “escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión 4
Una reflexión interesante al respecto es la aportada por Mons. Mario De Gasperín, Arzobispo de Querétaro, México y en esa época, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Bíblica, en su documento “La Pastoral Bíblica en la Pastoral de Conjunto”, Querétaro, 1990. 5
Juan Pablo II se preguntaba en Tertio Millennio Adveniente ¿En qué medida la Palabra de Dios ha llegado a ser plenamente el alma de la teología y la inspiradora de toda la existencia cristiana, como pedía la Dei Verbum?, TMA 36. 6
Juan Pablo II insiste en esta misma dirección: «No cabe duda de que la primacía de la santidad y de la oración sólo se puede concebir a partir de una renovada escucha de la palabra de Dios» Novo Millennio Ineunte, 39. 7
Ver OOPP para la Animación Bíblica de la Pastoral de la Iglesia en Chile, 9, Santiago de Chile, 2006. 8
Idem, 9. 3 con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra”9. Verbum Domini consagra esta comprensión diciendo: “El Sínodo ha invitado a un particular esfuerzo pastoral para resaltar el puesto central de la Palabra de Dios en la vida eclesial, recomendando «incrementar la "pastoral bíblica", no en yuxtaposición con otras formas de pastoral, sino como animación bíblica de toda la pastoral». No se trata, pues, de añadir algún encuentro en la parroquia o la diócesis, sino de lograr que las actividades habituales de las comunidades cristianas, las parroquias, las asociaciones y los movimientos, se interesen realmente por el encuentro personal con Cristo que se comunica en su Palabra. Así, puesto que «la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo», la animación bíblica de toda la pastoral ordinaria y extraordinaria llevará a un mayor conocimiento de la persona de Cristo, revelador del Padre y plenitud de la revelación divina"10. Algunas claves para la ABP La clave de lectura de este proceso la encontramos en el capítulo segundo de Dei Verbum: “Dios invisible, movido por su gran amor, habla a los hombres como a amigos, y conversa con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía”. De este modo se expresa la intención revelatoria de Dios En efecto, se trata de un Dios que habla con una intención determinada: quiere establecer un diálogo con los hombres, por eso les habla como amigos; les formula una invitación con la finalidad de acogerlos y caminar en su compañía. La intención manifiesta de Dios es generar espacios de comunión para que los miembros del género humano se dispongan a nuevas formas de relacionarse entre ellos y se abran a caminar con Él. Estas relaciones se fundan en la toma de conciencia de ser hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Una novedad que se descubre al leer las Escrituras es precisamente el hecho de que Dios habla e invita a los hombres a caminar en alianza con Él. De ahí la necesidad de algunos aprendizajes importantes que se describen a continuación. a. Una lectura atenta y respetuosa del texto. La Biblia nació en una cultura y una época distinta a la nuestra. Este factor nos ofrece serias dificultades en nuestro acercamiento a los textos. En efecto, cuando nos aproximamos a un pasaje lo hacemos tratando de descubrir la experiencia creyente reflejada en él. Por eso se nos exige un gran respeto por esa experiencia y dedicar tiempo para conocer el mundo histórico y teologal de la Biblia para aprender a descubrir lo que se nos quiere transmitir. Para obtener un buen aprendizaje del mundo de la Biblia son útiles las introducciones y notas de las ediciones de la Biblia. El manejo de algún comentario bíblico sencillo facilita la tarea de leer el texto desde él mismo. b. Una lectura atenta y respetuosa de la vida y de la historia. 9
DAp 248. VD 73. 10
4 La Palabra de Dios es una palabra viva. Las experiencias de fe del pasado iluminan las experiencias de fe de cada generación e ilumina las experiencias que se viven en las diversas situaciones personales y comunitarias, comprendiendo que estas se producen en diversos contextos sociales. El creyente no lee la Biblia para saber más cosas sobre ella, sino para entender su propia vida, para reconocer el proyecto de Dios y aprender a dialogar con él en la comunidad creyente. c. En la comunidad eclesial. La comunidad cristiana, como depositaria de la revelación, es quien puede hacer una lectura más provechosa de la Biblia. A ella le compete enseñar a sus miembros a encontrarse con la Palabra y nutrirse de ella en su camino de seguimiento de Jesús. La comunidad aprende de los estudiosos de la Biblia, que la ayudan a leer el texto respetuosamente; escucha a los sencillos, que son capaces de captar su referencia a la vida; y acoge el magisterio vivo de la Iglesia que ha recibido el encargo de interpretar auténticamente la palabra de Dios. Estas tres referencias son obligadas para que la lectura y su interpretación sean eclesiales. d. Desde la fe en Cristo Resucitado. La experiencia de los primeros cristianos nos enseña que hay una íntima relación entre Jesús y las Escrituras: por un lado, las Escrituras nos hablan de Jesús; y, por otro, Jesús resucitado es la clave para comprender el sentido de las Escrituras y es quien abre el entendimiento de los discípulos para comprenderlas. Cristo Resucitado es el origen de los textos cristianos de la Biblia, que conocemos como Nuevo Testamento, y, a la luz de Él se comprenden los textos de la Antigua Alianza. Por ello, en una lectura que se hace desde la fe esta perspectiva es fundamental. Tareas. Dei Verbum señala, en su capítulo sexto, el marco en el cual ha de hacerse la reflexión del lugar de la Biblia en la pastoral. La afirmación central de este capítulo es que “toda la predicación de la Iglesia, así como toda la vida cristiana se debe alimentar y regir con la Sagrada Escritura”11. De esta afirmación se deduce una serie de recomendaciones pastorales concretas. a. La Biblia como fundamento de la Pastoral. La intención del Concilio es plenamente recogida en el Sínodo sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Como ya se ha señalado, Verbum Domini acoge el término “Animación Bíblica de la Pastoral”. Se destaca la dimensión bíblica de la catequesis en sus diversas formas y la necesidad de la formación bíblica de los cristianos. Este es el camino para que “toda la pastoral tenga un mayor carácter bíblico”12. La Biblia ya no es patrimonio de los estudiosos sino que está en manos del pueblo de Dios para animar todas las dimensiones de su caminar. 11
DV 21. VD 75. 12
5 b. La lectura creyente de la Biblia. La principal preocupación, tanto del Concilio como del Sínodo, es la lectura creyente de la Biblia. Este es uno de los problemas de fondo más importantes, y que más condicionan el lugar que ocupa la Biblia en la vida y en la pastoral de la Iglesia. Es posible que aún no hayamos aprendido a hacer una lectura creyente de la Biblia porque no están claros los criterios que deben guiar dicha lectura. Se trata de un problema hermenéutico que suscita multitud de preguntas como por ejemplo: ¿Cómo descubrir en textos tan antiguos un mensaje para hoy? ¿Quién o quiénes son los sujetos de la interpretación de la Biblia? ¿Es legítima la pluralidad de interpretaciones a que da lugar la lectura de los mismos textos en contextos distintos? ¿Acaso una lectura creyente no tergiversa el sentido más genuino de los textos? Las respuestas a estas preguntas de carácter hermenéutico13 se están dando hoy desde tres ámbitos diferentes y complementarios: 1) desde la praxis pastoral, a través de los distintos itinerarios para leer la Biblia que han ido surgiendo un poco por todas partes; 2) desde el ámbito de la reflexión, a través de personas o instituciones dedicadas a la animación bíblica; 3) finalmente, la Pontificia Comisión Bíblica ha abordado recientemente esta cuestión de fondo y nos ha proporcionado una serie de claves y de criterios para esta lectura creyente de la Biblia14. Uno de los caminos para superar esta dificultad ha sido la recuperación y práctica de la lectura orante de la Palabra o lectio divina15. c. La formación Bíblica de los ministros de la Palabra. Finalmente, una tarea imperiosa es la formación bíblica de los ministros de la Palabra. El documento sinodal plantea como tarea la multiplicación de ministros de la palabra “capaces de ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón en amor a Dios”16. En la práctica, la mayoría de los esfuerzos se han concentrado en la formación de los sacerdotes y de los catequistas. Estas iniciativas han contribuido a un mejor conocimiento de la Biblia, a una mayor valoración de su importancia para la vida de la Iglesia, y también a un descubrimiento de las riquezas que se encierran en ella. Sin embargo, los programas diseñados para esta formación se centran principalmente en los contenidos, y no se preocupan tanto de la capacitación para hacer una lectura creyente de la Biblia y la motivación para leer y meditar asiduamente la Palabra de Dios. Las tres dimensiones son importantes, si queremos formar ministros de la Palabra que contribuyan a poner la Biblia en el centro de la vida y la pastoral de la iglesia. Conclusión El Vaticano II llevó la Biblia al pueblo de Dios. No hay quien detenga este proceso. La exhortación del Concilio, según la cual “toda la predicación de la Iglesia, así como toda la vida cristiana se debe 13
VD 29-­‐48. Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, Roma 1993. 15
VD 86. Cfr. 25. 16
VD 45, Cfr. DV 23. 14
6 alimentar y regir con la Sagrada Escritura” fue una palabra profética, que el Espíritu Santo ha hecho surgir en la Iglesia en estos últimos años. Hemos iniciado un camino para situar la Palabra de Dios en el centro de la vida y de la pastoral de nuestras comunidades, pero aún queda mucho camino por recorrer. El reto de devolver a la Biblia el lugar que le corresponde nos plantea hoy la necesidad de la Lectio Divina, junto con una reflexión sobre los criterios hermenéuticos que deben inspirar y guiar la lectura creyente de la Biblia. En segundo lugar, es necesario que se consoliden los esfuerzos para una verdadera iniciación a la lectura de la Biblia en la catequesis y en otros ámbitos pastorales. Finalmente, para que esto sea posible, habrá que seguir complementando la formación de los ministros de la Palabra iniciándolos teórica y prácticamente a este tipo de lectura. Los obispos al concluir el Sínodo dijeron: “La Palabra de Dios, en efecto, es «más dulce que la miel, más que el jugo de panales» (Sal 19, 11), es «antorcha para mis pasos, luz para mi sendero» (Sal 119, 105), pero también «como el fuego y como un martillo que golpea la peña» (Jr 23, 29). Es como una lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar, haciendo florecer de este modo también la aridez de nuestros desiertos espirituales (cf. Is 55, 10-­‐11). Pero también es «viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón» (Hb 4, 12).”17 17
Mensaje al Pueblo de Dios del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios, Roma, 24 de octubre de 2008. 7 
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