42. ATENKO LORÜIJINO. Tan Folainenle, (jue busca Lo bello, lo vcrdridero. Hoy no me penmie Apolo Que os iibsutílva, y NO lo sienlo; Seiiiad, seiitail la cabeza; ¡No sois tan joven! ¿No esto? Llorad, (|ue es juslo. Señora; Llorad vuestros (iesacierlos, P^ra salir á la <-allo Con rostro afable, y risueño; [íu lin, volved otro dia, Qutí eiinieiidady es como os quiero. i ved, que si no h;iy enmienda Saldrá del moiluorio lecho A(iuel caballero andante D. Quijote, de ira lleno, A (iesidcer tanto atiíMvio. A enderezar tanto entuerto.» CARLOS MARÍA BABBEBAN. LOS CABALLEROS ANDANTES ¥ LOS LITERATOS DE ANDADURA. Era la noche del 22 de Abril y acababan de dar las doce en el reloj vecino. tíl silencio de la noche soio era interrumpido por la fuerte lluvia que impulsrtda dol viento daba sobre los cristales de mi habitación y cerré el libro en (jue leía con ánimo de recojermeá descansar. De repente siento cerca de mi un ruido como el de esos pasos lentos y quedos que da la madre al acercarse á la cama donde su hijo reposa; levante la cabeza sobresaltado, y entonces divisé enl'renle la tjgura de un hombre cuyo aspecto me infundía respeto, al par que su bondadosa sonrisa me tranquilizaba un tanto. El hombre que tenía delante era de rostro aguileno, de caOelio castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz orva aunque bina proporcionada, las barbas de plata aunque algunos cabellos dejaban ver que no ha veinte añiis fueron de oro; los biyotfs grandes, la boca pequeña, los dientes no crecidos, porque no tenia mas que seis y bsos mal acondicionados y peor puestos por no lener correspondencia los unos con los oíros; el cuirpo entre dos eslreinos, ni grande ni p'queño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies.