No es tan fácil - Programa de las Naciones Unidas para el

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Nacional | Jueves 11 • Junio • 2015
César Failache. Foto: Sandro Pereyra
No es tan fácil
Estudio afirma que mecanismos de inclusión financiera no son suficientes para incorporar
a los pobres al sistema financiero.
“Crédito, endeudamiento y pobreza” se llama el trabajo realizado por el
economista César Failache en colaboración con Juliana Morales, que considera
como hipótesis que “la exclusión de acceso a los servicios financieros puede
contribuir a explicar la situación de pobreza”. Según los autores, existe una
“visión optimista” respecto de la contribución de las finanzas al desempeño
económico de los países que “afianza la idea de concebir la industria financiera
como instrumento para disminuir la desigualdad de ingresos y la pobreza entre
los hogares”.
Por inclusión financiera se entiende el acceso de toda la población adulta de un
país a los productos y servicios financieros que proveen las instituciones
financieras, explica el quinto Cuaderno sobre Desarrollo Humano de la serie
“Futuro en Foco” que edita el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) en Uruguay.
En un mundo donde la financiarización de las actividades cotidianas de hogares y
familias es creciente, la exclusión de algunos hogares de esta esfera significa
también exclusión del aprendizaje de administrar ingresos y gastos, y de gestión
financiera. Según los autores, existen varios motivos para esta exclusión: desde la
academia se destaca “la información imperfecta” con que cuentan los
intermediarios financieros, “debido a la dificultad de conocer una clientela
numerosa y su compromiso para el repago -o riesgo moral-”; desde la práctica,
los bancos se justifican porque “el costo administrativo del ‘minoreo’, basado en
operaciones individuales de monto reducido, desincentiva la incorporación de
este tipo de clientes y operaciones”. En este sentido, Failache dejó claro en la
presentación que “hay que derrocar esa actitud paternalista de la clase media y
alta; desmitificar esa asunción de que los pobres son incapaces de gestionar sus
finanzas”.
Por su parte, la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, afirmó en la
presentación del estudio que “el imaginario colectivo se equivoca cuando dicen
que [los pobres] no son buenos a la hora de pagar” y esto se comprueba con la
devolución a los préstamos que efectúa República Microfinanzas del Banco
República, una institución que brinda créditos a tasas de interés inferiores a las
del promedio del mercado.
Pero hay más trabas; a las ya mencionadas, se agregan las exigencias de
documentación cuando los ingresos son, muchas veces, irregulares. Los pobres
carecen, en su gran mayoría, de garantías, y cuando cuentan con propiedades
inmuebles, éstas son de bajo valor. Además, la lentitud del sistema judicial en la
ejecución de deudores limita aun más el acceso al crédito para estos sectores. No
menos importante es la autoexclusión de este tipo de hogares por cuestiones
“culturales y sociales”.
Hecha la ley, hecha la trampa
“A partir de la crisis de 2002, hay una reconsideración de la pobreza”, establece
Failache, en el intento de comenzar a explicar la “renovación del compromiso del
gobierno nacional”, que recientemente ha incorporado de manera explícita el
objetivo de la inclusión financiera, mediante el impulso de la Ley 19.210. La Ley
de Inclusión Financiera y Bancarización fue aprobada en abril de 2014,
únicamente con el voto de los legisladores del Frente Amplio, con el objetivo de
reducir el efectivo de las calles, pero también, y en vista de que la expansión de
los medios de pago electrónico es inevitable, asegurarse de que las oportunidades
sean las mismas para todos.
Para considerar la situación actual de la inclusión financiera en Uruguay
corresponde tener presente la distribución de activos e ingresos entre los hogares.
Según la investigación de Failache, los deciles más pobres no cuentan con activos
financieros, y la cantidad de hogares propietarios de activos, así como el valor de
dichos activos, aumenta con el nivel de ingreso. Otra conclusión indica que el
porcentaje de hogares del primer decil de ingresos (el 10% más pobre del país)
que tienen deudas bancarias es inferior que en el resto de los deciles, con lo que
aumenta la importancia de otros intermediarios financieros no bancarios.
También los préstamos concedidos por particulares son más frecuentes en los
deciles más pobres. Pero un aspecto relevante desde el punto de vista de la
inclusión financiera es que la información agregada por quintiles trasluce que los
hogares que componen cada quintil no se comportan de manera uniforme: puede
ocurrir que existan hogares con capacidad de ahorro, en tanto otros deben
recurrir al endeudamiento para cubrir sus gastos anuales. “El primer quintil (el
20% de los hogares más pobre) desahorra, pero si entramos a desagregar advierte Failache-, hay familias dentro de éste que ahorran. Esto nos saca de la
visión de que los pobres ‘no saben cómo comportarse’”, insiste el economista,
“para desmitificar el tema de la pobreza como un síndrome”.
A más de un año de la aprobación de la ley, que comenzó su reglamentación en
agosto, las propuestas del trabajo de investigación asignan importancia a la
“gradualidad” en su implementación, la relevancia de la educación en los temas
financieros y la importancia de los canales no bancarios para lograr la inclusión
financiera.
Los autores son críticos con el hecho de que la ley se concibe para el aumento de
la bancarización, y en este sentido promueve “la inclusión bancaria sin plantear
una estrategia para los sectores pobres y de menor ingreso”, algo vital
considerando las inequidades de la exclusión financiera mencionadas. Por otra
parte, la ley “no plantea medidas específicas para una efectiva participación de las
cooperativas de ahorro y crédito y otros intermediarios financieros en este
mecanismo inclusivo”. A futuro, como línea para seguir profundizando en la
investigación, los autores se plantean una pregunta clave: “¿Hay que remunerar
el ahorro del pobre y el rico de la misma manera?”.
Virginia Recagno
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