bliotecario - Revista de la Universidad de México

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República Mexicana. La publicación está acompañada por
tres grabados que representan tipos y paisajes mexicanos
que, gracias al trabajo de los aventureros artistas, ocupaban
las páginas y la imaginación de lectores y viajeros virtuales de
ese tiempo. Además de estar situada en nuestro país e incluir
desde el título su nombre, fue propiamente la primera novela publicada por Verne. El circuito de ese viaje nunca realizado pero siempre soñado y, por lo tanto, consumado, se
cierra cuando la propia Leslie Alger nos informa que en 1910
a p a reció, como una de las obras póstumas de Verne, otra breve
novela situada en México, titulada El eterno Adán. Una traducción a nuestro idioma, obra de Ed u a rdo Stilman, fue
p ublicada, en forma de digna separata, en la revista El Bi bliotecario, de marzo de este año, dedicada a Verne.
Este segundo texto es una narración dentro de otra narración. Un hombre del futuro, el zartog So f r - A ï . Sr, vive
en el Imperio de Los Siete Mares, en un momento cuando el
mundo está conve rtido en una aldea global y ha alcanzado un alto grado de civilización y civilidad. Un día encuentra
un manuscrito, en un lenguaje para él desconocido. Dedica varios años a su desciframiento para finalmente ofrecerlo
a los ojos de sus afortunados lectores. Aquí comienza para
nosotros la parte más intensa, pues se trata de un diario,
24 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO
escrito en primera persona, y situado a comienzos del siglo XXI en la ciudad de Rosario, Sinaloa. Dice el personaje
narrador:
Aquel día, el 24 de mayo, había reunido a algunos amigos en
mi villa de Ro s a r i o. Rosario es, o más bien era, una ciudad de
México, a orillas del Pacífico, un poco al sur del golfo de California. Me había instalado allí una decena de años antes para
dirigir la explotación de una mina de plata que me pertenecía
en propiedad. Mis negocios habían prosperado sorpre n d e ntemente. Era un hombre rico, muy rico incluso…, y proyectaba re g resar dentro de poco tiempo a Francia, mi patria
de origen. Mi villa, una de las más lujosas, estaba situada en
el punto culminante de un enorme jardín que descendía en
pendiente hacia el mar y terminaba de forma brusca en un
acantilado cortado a pico, de más de cien metros de altura.
Por la parte de atrás de mi villa, el terreno seguía subiendo y,
a través de un sinuoso camino, podía alcanzarse la cresta de
las montañas, cuya altitud superaba los mil quinientos metros. A menudo era un paseo agradable…varias veces había
realizado la ascensión en mi automóvil, un soberbio y potente doble faetón de treinta y cinco caballos, de una de las
m e j o res marcas francesas.
EL MÉXICO DE JULIO VERNE
La Ciudad Asilo del Rosario, antiguamente Real de
Minas de Nuestra Señora del Rosario, fue el origen de fortunas mexicanas y extranjeras. Punto de confluencia de emp resarios y utopistas, de hombres de Dios y hombres sin ley,
sus altas temperaturas eran mitigadas por la cercanía del
mar y el paso generoso del río Ba l u a rte. Verne no es preciso
en su descripción de Rosario, pues no se trata de un puert o.
El mar más próximo es el de Mazatlán. Sin embargo, Verne
logra que la naturaleza imite al arte. Gi l b e rto Owen, nacido
en Rosario en 1904, hará en su novela La llama fría, de
1925, un escenario híbrido entre Rosario y Mazatlán, territorios de los nativos que se llamaban, re s p e c t i vamente, chu papiedras y p a t a s a l a d a s.¿Eligió Verne la palabra Rosario por
su eufonía o por el conocimiento que pudo tener de esa
población a través de sus lecturas? Rosario fue un mineral
de gran importancia desde la época virreinal, y aún a principios del siglo XX, los mineros se dieron el lujo de colocar
en la parroquia un barandal de oro macizo. De ahí que sea
histórica y económicamente ve rosímil la fortuna labrada
por el personaje narrador de Verne. Resulta difícil en este
sentido no evocar al utopista e ingeniero Albert Kimsey
O wen, que en 1872, a los veinticuatro años de edad, llega
por primera ocasión a la bahía de To p o l o b a m p o.Al apreciar
la riqueza de recursos, la belleza del paisaje, la genero s i d a d
del clima, exclama:
Si con la luz del amanecer aparece un canal hondo y seguro
entre este mar interno y el Golfo de California, entonces éste
sería el lugar perfecto para una gran ciudad metropolitana. En
esas aguas, donde ahora no se ve embarcación alguna, un día
acudirían barcos de todas las naciones. En estas planicies habi-
Julio Verne como modelo para el personaje de Pierre Aronnax
tarán familias felices. Acudirán multitudes de asiáticos y australianos que serán recibidas por los europeos que llegaron a su
vez desde las costas del Atlántico por el ferrocarril, cruzando las
llanuras y las sierras.
El utopista Saint Simon escribió: “Todo el vapor y la electricidad; sustituir la explotación del hombre por la explotación del globo por la humanidad”. En esta frase, señala
Jean Chesneaux, se resume el espíritu de los Viajes extraordi narios de Verne. Además de las novelas donde hace tal
planteamiento, diseminado a lo largo de las aventuras que son
el eje principal de sus obras, Verne resume sus ideas de anticipación social en el ensayo Une ville idéale (Una ciudad ideal),
leído en la sesión pública de la Academia de Amiens del 12 de
diciembre de 1875. Y en Los quinientos millones de la Bégum
soñaba con una sociedad pro g resista pero adve rtía contra los
peligros de la desaparición del latín y el griego en los liceos: “la
i n s t rucción es puramente científica, comercial e industrial” .
Acaso sin quererlo, Verne anticipaba la negación de la importancia de las humanidades en tiempos del neoliberalismo.
La idea de Owen parecía tan descabellada como la de los
ingenieros de otras novelas de Verne: crear un ferrocarril que
constituiría la gran línea de Asia a Europa vía México y Estados Unidos. Tras arduas negociaciones con gobiernos y empresarios de México y Estados Unidos, en 1886 Owen dio
fin a su sueño: se tendieron las vías del ferrocarril y se establecieron los primeros colonos en Topolobampo. Se sucede
Cuando Verne escribe El eterno Adán,
el automóvil comienza apenas a rodar
por las calles del mundo.
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Grabado tomado de Un drama en México
una larga lista de enfermedades, hambrunas y descontentos.
Hacia 1893, la mayor parte de las familias habían regresado
a su lugar de origen. Este drama real ha sido examinado por
el historiador Sergio Ortega Noriega en el libro El edén sub vertido. La colonización de Topolobampo.
Si bien El eterno Adán no tiene la fuerza de las obras mayores de Verne, su visión desencantada refleja el pesimismo
de sus últimos años, debido a dramas familiares y el fantasma
omnipresente de la melancolía. Otra autora clásica, Mary
Shelley escribió en sus últimos años, y también en difíciles
circunstancias anímicas, una novela titulada The Last Man,
testimonio del último de los sobrevivientes de la raza humana, la cual ha sido aniquilada por una epidemia.
En la obra de Verne que nos ocupa, la situación idílica de
la familia francesa que habita Rosario se ve una noche intempestivamente perturbada por un terremoto. Al salir de la casa
los personajes se dan cuenta de que el nivel del mar sube con
r a p i d ez inusitada. Cuando Verne escribe El eterno Adán, el
automóvil comienza apenas a rodar por las calles del mundo.
El visionario advierte su imperio futuro y monta a sus personajes en un poderoso Renault que los lleva a la parte más alta
de Rosario. El agua continúa subiendo, y en el último minu-
26 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO
to logran subirse a un barco, el Virginia, que venturosamente
llegaba, y a bordo de él re c o r ren lo que antes era tierra. El
narrador debe reconocer: “¡Qué cambio, en el espacio de una
c o rta noche de primavera! Las montañas han desaparecido,
todo México ha sido sumergido por las aguas. En su lugar
sólo hay un desierto infinito, el árido desierto del mar”. Posteriormente re c o r ren todo el planeta para descubrir que han
desaparecido todos los continentes y que ellos son los últimos
sobrevivientes de la especie. El mar, ese dominio libre y sin
ataduras donde el capitán Nemo hallaba un paralelo para su
espíritu anarquista, se ha transformado en inmenso sudario
que cubre a los antiguos habitantes del planeta.
De los sobrevivientes, dos son mexicanos: el sabio doctor Moreno y el señor Mendoza, “presidente del tribunal de
Rosario, un hombre estimable de mente cultivada, un juez
í n t e g ro”. Si en la novela es un temblor de tierra el que altera la vida armónica de Rosario, en otra historia, ésta de la vida
real, ocurrida en 1913, un niño del mineral del Rosario, el ya
citado Gilberto Owen, dice a su madre: “Creo que va a temblar”. Minutos después comienza un terremoto, venganza
simbólica de una tierra vulnerada por varias generaciones de
gambusinos, uno de los cuales era el padre del niño Gilber-
EL MÉXICO DE JULIO VERNE
Lo cierto es que al articular en sus novelas
nombres y escenarios mexicanos,
Verne da pie para conversar con él de otra manera...
to. A raíz del terremoto y de la Revolución, la familia Owen
Estrada emigra, para iniciar la odisea de uno de nuestros
autores que hicieron del viaje uno de los temas fundamentales de su poesía y de su existencia. El terremoto de la novela de Verne —que es en realidad un maremoto de definitivas
consecuencias— no puede dejar de evocarnos la pesadilla
tangible del Tsunami que, como en la ficción de Verne, a
finales de 2004 borró territorios que apenas ayer estaban en
nuestros mapas. Creyente en los poderes benéficos de la naturaleza, y en la capacidad humana para utilizarla en beneficio de su especie en la narración El eterno Adán ese poder
generoso se transforma en maligno.
Los lectores sinaloenses, y particularmente los nativos
de Rosario, ostentan el orgullo de que Verne haya elegido la
población para situar el principio de su narración apocalíptica. La profesora ro s a rense Catalina Schneider, que debe
haber nacido cuando Verne ingresaba a la inmortalidad,
afirmaba, categórica y sabia, que el autor francés se cart e aba con una mujer de Ro s a r i o. La anécdota propicia un
n u e vo viaje extraord i n a r i o. Lo cierto es que al articular en
sus novelas nombres y escenarios mexicanos, Verne da pie
para conversar con él de otra manera y establecer el principio de varias historias conjeturales, de nuevos viajes extraordinarios.
Grabado tomado de Un drama en México
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Verne en la
Biblioteca
Nacional
Lilia Vieyra Sánchez
En t re los libros de escritores europeos del siglo XIX que
re s g u a rda la Biblioteca Nacional de México la obra de
Julio Verne (Nantes 1828-Amiens 1905) ocupa el segundo lugar en número de títulos.1 El primer sitio es
para la narrativa del español Benito Pérez Ga l d ó s
(1843-1920); en el acervo nacional, a Verne le sigue su
coterráneo, amigo y protector Alejandro Du m a s
(1802-1870).
Este trabajo tiene como objetivo dar a conocer algunos aspectos sobre la difusión de la obra de Verne
en nuestro país: ¿Cómo y cuándo llegaron sus libros?
¿Quién los dio a conocer? ¿Quiénes los leían? ¿Cuál fue
la relación de Verne con México? Para aproximar una
primera respuesta a estas interrogantes, hemos realizado un viaje por el acervo de la Biblioteca y Hemeroteca
Nacionales. Exploración que nos ha permitido encontrar la pista de confluencias culturales entre Francia,
España y México.
V ERNE
E N LO S PE R I Ó D I C O S M E X I C A N O S
La fórmula de publicación de las obras de Verne, primero en el folletín de periódicos y revistas, y posteriormen1 Adolfo
Pérez Agustí señala que una investigación realizada por la
reveló que hay más de ochenta libros de Verne traducidos y
vendidos en ciento doce países, alcanzando el segundo lugar en la categoría de autores más leídos. Julio Verne, Obras selectas, Edimat Libros,
Madrid, 2000, p. 11.
te como libros, fue una práctica común entre Francia y
México. El editor Jules Hetzel daba a conocer primero
los textos de Verne en su revista quincenal Ma g a z i n e
d’ éducation et de récréation y, más tarde, formaba volúmenes que constituían la Bibliothèque d’éducation et de
récréation.En poco tiempo Verne se convirtió en un éxito editorial, los suscriptores del quincenario se mostraban ansiosos por adquirir un nuevo número del Magazine
por lo que Verne debía alargar sus relatos que amenizaba con “anécdotas, resúmenes de anteriores exploraciones y didácticas conferencias acerca de la flora, la fauna
y los descubrimientos científicos”.2
Verne inició su prolífica actividad novelística en la
década de 1850, sin embargo en México su obra empezó a conocerse hasta 1872. Los diarios mexicanos que
insertaron en su folletín las novelas de Verne fueron El
Diario del Hogar, El Federalista, El Porvenir, La Repú blica, El Universal y La Voz de México. La tendencia
ideológica de estos periódicos, liberal o conservadora,
no constituyó un impedimento para que ofrecieran a
los lectores la prolífica obra del escritor francés. La Voz de
México publicó buena parte de las novelas de Verne,
e ste periódico es conocido por su tendencia conservadora, ideología considerada en la historia oficial como
retardataria, enemiga del progreso y del avance científico y tecnológico. El hecho de que La Voz de México
UNESCO
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2
Herbert Lottman, Jules Verne, Anagrama, Barcelona, p. 128.
VERNE EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
Grabado tomado de Un drama en México
A través de su narración Verne deja ver
el conocimiento geográfico, histórico y cultural que
por esa época se tenía de nuestro país en Europa.
editara la obra de Verne contribuye a revisar las definiciones tradicionales de los conservadores y sus órganos
de información, inclusive es importante anotar que el
ingeniero José Joaquín Arriaga, redactor del diario, fue
conocido en su época como el “Julio Verne de la ciencia mexicana”, por su interés en la difusión científica con
estilo literario que desarrolló en la revista La ciencia
recreativa.3
LA
D I S T R I BU C I Ó N
Cinco semanas en globo, publicada en 1863, le dio reconocimiento y celebridad a Verne. Esta obra llegó a
3 Abigail Cruz Uribe asienta que Nicolás León le otorgó esa denominación a Arriaga, Un católico científico en México: José Joaquín Arria ga y la divulgación de la ciencia en la segunda mitad del siglo XIX, Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Filosofía y Letras,
México, 2004, p. 52 (Tesina de licenciatura en Historia).
México nueve años después y la difundió La Voz de México. Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) fue
editada en nuestro país en 1872 por Alfredo Bablot,
francés radicado en México, director de El Federalista.
Su éxito fue rotundo, por ello, ese mismo año, Bablot
decidió insertar en el folletín de su periódico la novela
Viaje al centro de la tierra y De la tierra a la luna, que
habían aparecido en Francia en 1864 y 1865, respectivamente.
La mayor parte de los títulos de Verne circ u l a ro n
en México durante la década de los setenta, en pro m edio siete años después de su aparición en París, donde
s a l i e rona la luz entre 1863 y 1870. En cambio, los que
fueron publicados entre 1870 y 1880 llegaron solamente con tres años de retardo. En los ochenta el ritmo
de recepción se aceleró y la obra de Verne sólo tard ó
un año después de su publicación en Eu ropa en llegar
a México.
Sobre las versiones de Verne en español, cabe anotar que los dueños de los periódicos adquirían las edi-
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Grabado tomado de Un drama en México
ciones españolas y las imprimían sin introducción, ni
prólogo ni nota alguna sobre la traducción. So l a m e nte en un caso Bablot precedió la inserción en el folletín
de su periódico de Veinte mil leguas de viaje submarino
con un artículo de Justo Sierra, aunque posteriormente no lo incluyó al editar la obra en forma de libro. Sierra fue uno de los primeros literatos mexicanos que
expresó su opinión sobre la narrativa de Verne en un
texto poco conocido.4
Podemos afirmar que la obra de Verne circuló en
México durante el siglo XIX gracias al comercio editorial español, sus novelas fueron traducidas por Manuel
Aranda, Nemesio Fernández Cuesta y Picatoste, Vicente
Guimerá y Antonio Ribot y Fontseré. Entre los libreros que recibían remesas se cuenta Juan Buxó, quien los
vendía en la Librería Madrileña.
De las casi cuarenta obras de Verne, impresas en
México, que se encuentran en los fondos de la Biblioteca Nacional, nueve fueron reeditadas: Viaje al centro
de la tierra 1872 y 1879; Veinte mil leguas de viaje sub marino 1872 y 1879; Alrededor de la luna 1873 y 1878;
Los hijos del capitán Grant 1873 y 1882; Martín Paz
1875 y 1881; La isla misteriosa 1876 y 1878; Miguel
Strogoff 1877 y 1880; De la tierra a la luna 1878 y 1879,
así como la primera parte de las Aventuras del capitán
Hatteras 1880 y 1881.5
LO S
En la República Mexicana, al igual que en Francia, la
producción de Verne fue considerada literatura pedagógica, representaba un magnífico medio para entretener a la juventud e inculcarle valores morales y científicos. Hetzel editó obras de George Sand, Honoré de
Balzac, Alphonse de Lamartine y Victor Hugo, pero
también se interesó por captar al público infantil y juvenil. En este proyecto lo apoyaron Jean Macé, educador republicano fundador de la Liga Francesa de Educación, y Julio Verne, lo que se tradujo en un gran éxito
editorial de Hetzel.
En la Ciudad de México Bablot señaló que era muy
importante difundir los trabajos de Verne porque con
ello se desarrollaba “la instrucción pública en la nación”
y el “amor a la lectura”, decía que era preciso dejar de
“reproducir esas novelas que no dejan recuerdo alguno
y que sólo sirven de efímera distracción en los ratos de
5
4 La nota de Justo Sierra sobre Julio Verne no fue recogida en sus Obras
completas que publicó la UNAM en 1948. Véase Lilia Vieyra Sánchez, “Un
texto inédito de Justo Sierra. Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio
Verne” en Humanidades, núm. 258, 8 de octubre de 2003, p. 3-7.
30 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO
L E C TO R E S
Aquí sólo me refiero a los libros de Verne publicados en la República Mexicana, sin embargo la Biblioteca Nacional de México también
cuenta con ediciones aparecidas en París bajo el sello editorial de Jules
Hetzel y con las que en Madrid dieron a conocer Agustín de Jubera y
Sáenz de Jubera, hermanos, éstas últimas se caracterizan por la belleza
de sus ilustraciones.
VERNE EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
En la República Mexicana, al igual que en Francia,
la producción de Verne fue considerada
literatura pedagógica, representaba un
magnífico medio para entretener a la juventud
e inculcarle valores morales y científicos.
ocio”.6 Por su parte, Sierra anotó que los jefes de familia se encontraron “con que sabían la crónica escandalosa de la sociedad francesa; pero a su lado sus hijos y
sus esposas empezaban a divertirse y a entusiasmarse
con la narración de los descubrimientos célebres, de las
maravillas de la ciencia”.7 Sus palabras dejan ver que en
nuestro país Verne era leído entre las mujeres y los niños. Por su parte, Bablot avisaba: “Sí, estimables señoras; sí, niñas encantadoras; desde la entrante semana
procuraremos complaceros continuando, con las menores interrupciones posibles, la publicación de nuestro folletín La isla misteriosa”.8
Leer a Verne era sinónimo de instrucción y entretenimiento, a través de sus textos los mexicanos podían
recorrer diversas regiones del mundo, una
pañoles, y de España venían también las compañías de
teatro y los actores. Aunque Olavarría nos informa que
en 1880 se puso en escena La venus negra, cuyo libreto publicó Ireneo Paz, señalando que el guión no tenía
nada que ver con el que en París dio a conocer A. Bellót.
Los diálogos se hicieron para el pintor mexicano Jesús
Herrera y Gutiérrez a quien, según anota Olavarría, se
debió el gran éxito de la obra en el Teatro Nacional. En
México también fueron representadas Miguel Strogoff,
Los hijos del capitán Gra n t, La guerra santa y El Polo
Norte.10
10 La guerra santa era un episodio o parodia de Miguel Strogoff,
La Re p ú b l i c a, año 2, vol. 2, núm. 150-156, 3 y 10 de julio de 1881,
p. 1-2.
sucesión de panoramas encantadores, el hemisferio austral tan poco conocido todavía, se revela en esas páginas,
al través de las cuales va en desarrollo un drama tierno e
interesante en toda su extraña y misteriosa pompa. O si
queréis conocer la historia de los audaces navegantes del
Polo Ártico, y más aún si queréis descubrir el Polo, seguid al capitán Hatteras y a sus compañeros en su inaudita excursión; el hielo, los osos, el escorbuto, el hambre,
qué mejores atractivos para los hombres valientes.9
VERNE
E N E L T E AT RO M E X I C A N O
Enrique de Olavarría y Ferrari nos ofrece una guía imp o rtante para rastrear en la prensa el impacto de las obras
teatrales de Verne. El escritor español asienta que La
vuelta al mundo en ochenta días, representada en 1879,
fue un gran suceso ya que se estrenó simultáneamente
en los escenarios del Principal y del Arbeu. Los libretos
de Verne eran traducidos y adaptados por escritores es6
El Federalista, tomo 2, núm. 332, 1 de febrero de 1872, p. 1.
Sierra, “Julio Verne. A propósito de Veinte mil leguas de via je submarino” en El Federalista, tomo 2, núm. 339, 10 de febrero de
1872, p. 1.
8 Alfredo Bablot, “Nuestro folletín” en El Federalista, tomo 7,
núm. 1756, 5 de agosto de 1876, p. 3.
9 Justo Sierra, op. cit.
7 Justo
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 31
Facsímil del periódico donde apareció por primera vez Un drama en México
EL MÉXICO
DE JULIO
VERNE
El éxito y popularidad editorial no habían llegado a
Verne, cuando en 1851 publicó su primera novela cort a
Los primeros navíos de la marina mexicana, en la re v i sta Musée des familles, publicación miscelánea de divulgación cultural y científica. Los primeros navíos... f o r m aría parte de un estudio más amplio titulado L’Amérique
du Sud en el que se habría de incluir la novela Martín
Paz, que dio a conocer datos geográficos e históricos
de Perú.
Los primeros navíos... narra la historia del amotinamiento de una tripulación española con el fin de vender los barcos Asia y Constancia al gobierno mexicano. Verne ubica su relato en el año de 1825, cuando
nuestro país gozaba ya de una administración indepen-
diente de España. A través de su narración deja ver el
conocimiento geográfico, histórico y cultural que por
esa época se tenía de nuestro país en Europa. La voz de
uno de sus personajes re vela el interés de los viajeros por
nuestra nación: “Cuando regresemos de nuestra expedición y pase otra vez por aquí, prometo establecerme en
este delicioso país de México. Por estos lugares se bordea entre las ananás y los bananos, y se puede echar el
ancla y fondear sobre bancos de oro y plata”.11
En España se hicieron dos traducciones de Los pri m e ros navíos... una por Manuel Aranda y la otra de la
pluma de Nemesio Fernández Cu e s t a .12 En México
esta obra fue publicada en 1875 por El Porve n i r, periódico científico y literario en el que participaban
como redactores José María Vigil, Manuel Payno y
Guillermo Prieto, entre otros escritores liberales. Los
e d i t o res de El Porve n i r la insert a ron en su Bi b l i o t e c a
Científica y Re c re a t i va, pero no daban los créditos
del traductor, sin embargo, por las características del
texto podemos considerar que se trata de la versión de
Manuel Aranda.13
Cabe señalar que la novela fue corregida, se le hicieron cambios ortográficos, particularmente la j por la x
en las palabras México y mexicanos, sin embargo no se
conservaron las ilustraciones que tenía la edición española. Pi e r re Chevalier, editor del Musée des familles, consideró que los dibujos eran la base de la obra y, por su
parte, Herbert Lottman, uno de los biógrafos más importantes de Verne, asegura que las imágenes acentuaban el carácter del escrito. Martyn Lyons opina que las
ilustraciones en la obra de Verne le daban profundidad
al texto y transportaban al lector “a un mundo lleno de
misterio”.14 En julio de 1875 Olavarría observaba que
las ediciones mexicanas con grabados no podían igualar11 Julio Verne, Los primeros navíos mexicanos. Estudios históricos,
Imprenta de El Porvenir, México, 1875, p. 17.
12 Episodios históricos escritos por Julio Verne, traducidos libremente
al español por Manuel Aranda, Trilla y Serra editores, Barcelona.
13 Desafortunadamente no he tenido acceso a la traducción de
Fernández Cuesta.
14 Martyn Lyons, “Los nuevos lectores del siglo XIX: mujeres, niños, obreros” en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la
lectura en el mundo occidental, Santillana de Ediciones, Madrid, 2001,
p. 569.
...la prensa francesa de la época no se
interesó por la vida de Verne, quien se quejaba
de que la crítica especializada no lo consideraba un
buen escritor, sino un éxito de librería.
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VERNE EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
se con las de España porque en nuestro país la técnica
apenas empezaba a tener expertos en los discípulos que
trabajaban bajo la dirección de Luis Campa, patro c i n ado por la Academia de San Carlos.15
Verne no sólo se relacionó con nuestro país en el terreno literario, al contar la historia de las primeras naves
o buques mexicanos, sino también en el aspecto científico, pues en mayo de 1872 fue nombrado socio corre sponsal en París de la Sociedad Mexicana de Geografía
y Estadística.16 Esta institución contaba en su biblioteca con varias obras en francés escritas por el autor de
Cinco semanas en globo, según consta en su informe correspondiente a 1882.17
Al parecer, la prensa francesa de la época no se interesó por la vida de Verne, quien se quejaba de que la
crítica especializada no lo consideraba un buen escritor,
sino un éxito de librería.18 La actitud de las publicaciones galas puede ser la explicación de que en México se
careciera de noticias sobre Verne, sin embargo, cuando
los redactores de un diario encontraban información
s o b re el escritor se apresuraban a traducirla y darla a
c onocer.19
La muerte de Verne no pasó desapercibida en México, el doctor Manuel Fl o res publicó un artículo en
El Mundo Ilustrado, correspondiente al 2 de abril de
1905, en el que señalaba a Verne como representante
de “la literatura sana, vigorosa, inocente, capaz de mantener vivas en el alma la fe en el progreso y la esperanza
de un porvenir mejor para la humanidad”.20 Flores se
mostró a favor de este tipo de corriente literaria desacreditando a los hombres de letras que se interesaban
en “lo enfermizo, en lo patológico, en lo delirante con
Baudelaire y Zolá”.21
Flores hizo un balance de la trascendencia de la obra
de Verne, me permito hacer eco de su voz para terminar
con las siguientes líneas:
astros, bajó al centro de la tierra y al fondo inaccesible de
los mares; exploró por su cuenta y por cuenta ajena todos los continentes y archipiélagos; descubrió islas encantadas, mil veces más bellas que las de Calipso y Citerea,
en su Isla misteriosa; inventó la navegación submarina, la
dirección de los globos, la galvanización de las razas del
norte y su transformación en razas del mediodía, en su
Capricho del Dr. Ox, a beneficio del oxígeno a alta dosis;
dotó de un nuevo satélite a la Tierra con el monstruoso
proyectil de Los quinientos millones de la princesa, descubrió y puso, el primero, la planta en el Polo, como navegó
en los mares intra terrestres.22
22 Ídem.
Los grabados tomados de Un drama en México p e rtenecen a la edición publicada por Conaculta en 2004.
Y superó a Cyrano, como por lo demás a todos los Da n i e l
Defoe, los Maine Reid y los demás del coro y comparsas,
porque como Don Juan Tenorio y más que él, subió a los
15 Enrique de Olavarría y Ferrari, “Editorial” en El Porvenir, año
2, núm. 435, 21 de julio de 1875, p. 1-2.
16 Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística de la República
Mexicana, tercera época, tomo 6, 1882, p. 261.
17 Ibidem, tomo 4, 1882, p. 397.
18 Al respecto Margo Glantz dice que la novela de folletín o por entregas era considerada literatura popular o de masas y por lo tanto era
vista como carente de arte, “Cultura popular” en Los Universitarios,
núm. 101-102, agosto de 1977, p. 21-22.
19 En septiembre de 1881, La Voz de México informó que Verne se
hallaba de viaje en su barco Saint Michael por Kiel y Prusia. Además
planeaba excursionar por Dinamarca, Suecia y Noruega, tomo 12,
núm. 209, 16 de septiembre de 1881, p. 3.
20 El Mundo ilustrado, año 12, tomo 1, núm. 14, 2 de abril de
1905, p. 3.
21 Ídem.
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 33
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