Un ataque injusto

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no cupiera Hamlct, de ser de-Shakespeare
la menestralía!... Yo la enfundo en su
caperuza Se hule- y la aislo del mundo
'ÑTun delicioso articulo, Wenceslao exterior.
*jf.;
Soy prudente, fio vaya:,a'ponerFernández Flórez, y al historiar ?**'
le él diablo al alcance de su vista la dessus cinco estilográficas, que escomo • piadad
•'
diatriba de Fernández Flórez.
historiar treinta años del. humor español,», ^
Joaquía CALVQ-SOT-ELO
clava el aguijón de la última dé ellas, con '•
que lo firma, en el panzudo abdomen, de
las máquinas de escribir. Ni las maneja,
ni las entiende, ni las estima. Yo, qué me
precio, empíricamente, de todo lo contrario, . considero inexcusable deber salir a
la liza en su favor.
••
Mi maquinilla ,de escribir, -con su tri. quitraque de ferrócarriiito gallego, corre
STE nuevo avión que ha cubierto
de izquierda a derecha' y de derecha a izla distancia de Los Angeles a Nuequierda,- castigada nerviosamente por rnis
dedos; hoy se me antojaba más dócil que,
va York en seis horas, y que, con
otras treces, como si supiera que la utilila misma agilidad, recorría Europa de
zo en defensa de su cíase. Defiendo, sí,
punta a punía, tiene, como única remora
:
de:ella,,ho sólo su claridad, sino su cán' a su velocidad fabulosa, el temible freno
• tico. Sus teclas se disparan desde el tamde los visados. Sus cuatro hélices dobles',
bor a la cinta. Su entintado plomo, me es
íamiliar, y mientras, va y vuelve y hace
rus miles de caballos de' fuerza, inutilizay deshace su siempre idéntico recorrido;
dos per el s-iorosQ^sello del cónsul. No la
crepita, hierve, canta quizá un estribillo
íoft^enia, ni la niebla, ni la distancia, ene. monocórde, pero confortante. Yo amo ese
migas : sólo la borrCsa caligrafía de una
estribillo, ese repiqueteo de sus letras en
*...
el negro cilindro que, abraza el papel, esa
esíik¡grás:ca oficial cualquiera. Es cunolluvia un poco estridente y lacónica de su
teclado,, y- me siento artesano al provoso este duelo de burocracia y progreso, de
carlo.
!,'•-,."."'
-'
trámite y de ingenio, éste vencer lo difíDel hombre fa la máquina saltan con
cil y sucumí/ir en lo trivial, este arte pafrecuencia extraños vínculos sentimentaradójico y f;stidioso dé colocarnos, per
les. Yo quiero mi/ máquina de escribir
un lado, en aptitud de circunvalar, el glocorno quise afitañó-'-claro que era m i p r i - •
•'mera pasión—el-Fotingo de qué ,me desbo a la par del sonido, y de atarnos de
pojaron los rojos al comenzar' nuestra' '
-pies y manos, por el otro, al borde de la
guerra. Si' la máquina nos ha .sido fiel, si
más leve de las fronteras. No es verdad
nos ha servido disciplinadamente y largo
que se almuerce en Barcelona para.metiempo, si hubimos da sacrificar nuestros
rendar en Las Azores, no lo es. Dígalo alpresupuestos para adquirirla, nos sejvtimos enlazados _a su compañía como a la
guna irresponsable agencia de viajes, alde un ser -vivo. Por algunas de ésas mágún diplomático de privilegio y, si acaso,
quinas que utilizamos a lo largo de-<una
alguna de las esbeltas señoritas que sir• época, y; que enajenarlos después, seguiven, al comenzar el vuelo, ese engrasador
mos interesándonos siempre que vemos, a
de los maxilares que es la pastilla ds chísus dueños actuales. "¿Qué? ¿Cómo va
aquella "radio"? ¿O aquel, frigorífico?..."
pele.- Pero nadie más. Ahora advértimcSv,
Y una sensación de. orgullo "nos invade si
con sorpresa, que lo maravilloso de Julio
la respuesta obtenida es satisfactoria.
Verne no era la máquina de vapor,, ni el
i En cuanto a las máquinas de escribir...
cohete
a la.luna, ni aquella precisión, paYo he hecho a m i Yost-de tampón, tan
ra enlazar trenes y paquebotes de Phileas
veterana, que está al margen ya de toda
F o g : lo maravilloso era- recorrer los
vanidad publicitaria, muchas doloridas
exequias y pienso que' si volviera a, teT
países que le apetecía, sin más que salu*nerla un día, la reconocería' en el 'acto.
' dar, cortés, a los viandantes d a los puenDurante . años y años de niñez, i de adotes -internacionales". Los que vivimos en
lescencia y aun, de juventud roe prestq
1948 empezarnos a comprender que lo que
—ra mí, endiablado criptógrafo-^su clara
en realidad inventaba Julio Verne eran
legibilidad. Tal' compenetración nos uniqg^ .
M , tan. personalmente trataban sus ca- .
esas fronteras lubrificadas, a la vez que
ractercs mis desiguales. pulsaciones, a tal
nos parece como si, lo demás, hubiera espúntt>\erán mis erratas siempre las mistado inventado siempre. Julio Verne caumas, que hubiera, podido solicitar de los
sa, así, por un fenómeno de retorsión, la
Bancos que me permitieran firmar en ella
incredulidad de sus lectores de ayer y tic
y mandar autógrafos, con su escritura, a
esos extraños seres que nos los. piden, dé
hoy. De les de ayer, porque, cuando J e s
provincias, para sus colecciones. .
pintaba el "Albatros", con sus esbeltos
Yo. sé que la 'estilográfica tiene su nomástiles, a mil metros de altura, entre desbleza, sí, como la tuvo antaño la pluma
filaderos peligrosos,, sonreían escépticos;
de'ave* y que.el rasgueo sobre la blanca 1
de los de, hoy, porque, cuando vemos a
cuartilla, lleva, implícita, una .delicada f
sus. personajes vivir al; margen de las
confidencial música, pero la de mi máquina .es la- que. me parece mejor acoraduanas,- de los- pasaportes y de los Insdada . de todas,..'.
titutos de Moneda, nos hacemos cruces,
¡Fusas y semifusas, huidas de su measombrados. d ^ su imaginación.
tálico corpino a' altas horas de la noche,
cuando lá casa duerme!... i Opaco latido
Volver a Julio Verne del'revés: he ahí
del espaciador U..- ¡Ágil brinco de las' rriael triste sino de nuestra época. Pues cu la .
yúsculas!... Y la página, nevada en torno
encrucijada en que nos encontramos, l):en
del azul de las palabras... Fiel y querida
claro^está que una de ambas cosas es sumaquinilla, viajera;' conmigo, sobre los
perflua: o el avión' o el visado, y que, por
siete mares-, único instrumental de. mis
tareas, acerado reproche para mis horas
causa'de Dios sabe qué culpas, el tevió'n,
de holganza... ¡Sería terrible fjue leyera
con los cónsules,y sus colaboradores, linesos peyorativos comentarios de ^os que
ce
el mismo promedio de velocidad que la
, tan malparada sale! ¡ Como si en su seno
diligencia sin ellos.
UN.ATAQUE INJUSTO
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E
CÓNSULES V'ERSUS
C O N S T E LL ATI O N $
E
Joaquín CALVÓ-SOTELO
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