José María Losada Aranguren - Ministerio de Educación, Cultura y

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José María Losada Aranguren
In Memoriam
La ausencia de José María Losada en el IPHE es algo difícilmente asimilable. Parece mentira
no cruzarnos con él cuando vamos por los pasillos, no verle tratando con los restauradores de mil
cosas de su trabajo o delante de su ordenador redactando aquellos informes suyos, tan perfectos
y llenos de sugerencias. Se ha ido dejándonos su imagen de una persona en plenitud, que podría
haber desempeñado perfectamente mayores responsabilidades si hubiera sido llamado a ello. Pero
lo cierto es que nos ha dejado y costará mucho llenar su ausencia.
Su vida administrativa tuvo altibajos, como la de toda persona con valía y compromiso, pero
es ahora, cuando recibimos las condolencias de las personalidades internacionales con las que
trabajó durante años en el ICCROM, organismo de la UNESCO donde estuvo a punto de desempeñar las mayores responsabilidades, llevando siempre como propuesta una acción solidaria e
inteligente con aquellos países que todavía tienen problemas en su desarrollo social, cuando nos
hacemos cuenta cabal de su verdadera talla y de que no era sólo nuestro.
No me es fácil hablar de él de una manera objetiva puesto que buena parte de nuestras biografías han sido paralelas, sobre todo al comienzo y final de nuestro trabajo en la Dirección General
de Bellas Artes. Nos conocíamos de antes, puesto que somos de la misma edad y ambos habíamos
estudiado en el Instituto «Ramiro de Maeztu» de Madrid, pero fue a comienzo de los años setenta
cuando volvimos a encontrarnos llamados por Luis González Robles para poner el marcha el nuevo
Museo de Arte Contemporáneo que se construía entonces en la Ciudad Universitaria de Madrid.
Luis era una persona que, a lo largo de toda su trayectoria como comisario de grandes exposiciones,
siempre se había caracterizado por dar oportunidades a los jóvenes y a nosotros nos la dio, casi recién
acabada la carrera y con una corta experiencia en la enseñanza. José María había dado clases en la
Universidad de Oviedo, mientras que yo, había optado por la enseñanza secundaria en Soria.
Hablar de la corta historia del MEAC no es algo que ahora pueda suscitar grandes pasiones,
pero lo cierto es que un grupo de jóvenes allí dejamos lo mejor de nuestras ilusiones y de nuestro saber en una empresa que bien pudiera haber cuajado y que era coherente con las líneas de
actuación de entonces de muchos profesionales de museos de todo el mundo. Estábamos todavía
muy sensibilizados con el espíritu del 68 y buscábamos afanosamente cómo renovar el concepto
del museo para que sirviera de instrumento educativo eficaz en la sociedad moderna, con algunas ideas que no eran tan ingenuas como ahora pudieran parecer. Lo cierto es que, viendo el
panorama de los museos de hoy, pensamos que una parte de aquel espíritu innovador no vendría
mal en la actualidad, en la que prevalece el dinero sobre la imaginación. Trasladado después a
la Comisaría de Museos, José María trabajó entonces en la organización de unas jornadas de
profesionales en museos justo en el momento del inicio de la transición política, que se pudieron
organizar gracias al talante liberal e inteligente de Antonio Lago Carballo, por entonces Director
General de Bellas Artes. La verdad es que fue emocionante que asistieran y participaran en ellas
desde jóvenes que no teníamos todavía la oposición de conservadores, hasta maestros como Enrique Lafuente Ferrari y Gratiniano Nieto.
Después de un tiempo en la gestión de exposiciones, José María pasó a organizar el Museo Nacional de la Ciencia y de la Técnica, cargo que le venía como anillo al dedo por su predisposición
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in memoriam
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natural al conocimiento de todo tipo de aparatos y nuevas creaciones industriales. Allí formó un
equipo sólido y, si hubiera habido iniciativas políticas con una mínima constancia, el museo de
Losada se hubiera contado entre los más significativos de los que sobre esa materia hay por todo el
mundo. Pero, en cambio, ocurrió que, mediada la década de los ochenta, José María fue llamado
al Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (ICRBC) para ocupar la plaza
de Subdirector General de Bienes Muebles y esto fue para él una magnífica ocasión para demostrar la amplitud de sus conocimientos y su buen talante.
Hacía poco que el Instituto se había reorganizado como una Dirección General, agrupando en
ella a los diversos servicios como el Servicio de Información Artística, el de Libros y Documentos y
la Comisaría del Patrimonio Artístico y todos se habían trasladado, ¡por fin!, al edificio concebido
como instituto de restauración por Fernando Higueras y Antoni Miró. El periodo de José María
al frente de Bienes Muebles fue fundamental para adecuar la labor del restaurador a las nuevas
metodologías de intervención. Además fue seguramente uno de los primeros conservadores de
museos que supo entender y valorar de verdad el trabajo del restaurador. Por ello cuando accedí
a mis responsabilidades en el IPHE en el año 2000, la primera llamada que hice fue a Losada
para que me acompañase en esta nueva andadura y siempre le agradeceré que volviera a esta casa,
aunque en un puesto inferior al que merecía, y volviéramos a trabajar juntos.
Aparte de su trabajo cotidiano como Subdirector «de facto» del IPHE, José María realizó un
trabajo espléndido encaminado a integrar la carrera de restaurador dentro del ordenamiento
universitario y fue una de las primeras personas que se preocupó por las nuevas orientaciones
emanadas del Acuerdo de Bolonia. ¡Cuántas veces avisó de las cosas antes de que fueran del
conocimiento público y cuántas veces no le quisieron oír quienes más interesados debía estar en
ello! Pero ya se sabe que en nuestro país ciertas cosas parecen estar dominadas por un invisible
temporizador que hace que no se reaccione a tiempo y, cuando finalmente se hace, sólo sirve para
las lamentaciones. Pues bien, José María no era así, sino que veía venir las cosas desde lejos y avisaba a todo el que quería oír. Pero, aunque tuvo algunas incomprensiones, su trabajo no ha sido
baldío, de manera que, si ahora el IPHE está iniciando un plan de coordinación con diversas
universidades, en buena parte se debe a su trabajo.
Resumir su trayectoria vital y profesional de José María Losada en una cuartilla es empresa
imposible, así que lo único que pretendemos es que sirva de avivador de recuerdos de quienes
tuvimos la suerte de trabajar con él y gozar de su amistad. Por lo demás, como decía fray Luis,
parafraseando a Horacio:
«El hombre justo y bueno,
el que de culpa está y de mancilla puro...»
A.M-N
José María Losada, una larga historia
de colaboración con ICCROM
En estas breves líneas, quisiera destacar la valiosa contribución de José María Losada al ámbito
de la conservación del patrimonio cultural, la dimensión internacional de su trabajo y, sobre
todo, su relación con ICCROM.
Su relación oficial con ICCROM inicia en 1992, cuando fue elegido miembro del Consejo.
Fue, además, delegado español en la Asamblea General de ICCROM desde 1993 hasta 2005 y
Presidente de la misma en 1993.
La Asamblea General de ICCROM está compuesta por delegados de los Países Miembros.
España, a través de su Ministerio de Cultura, designó a José María Losada como su representante. Los delegados suelen ser expertos en la conservación y restauración del patrimonio
cultural y, preferentemente, personas que trabajan en instituciones especializadas en este sector,
como fue el caso de José María Losada. En la década de los 90, José María Losada era Subdirector General de Bienes Culturales en el ICRBC (Instituto de Conservación y Restauración
de Bienes Culturales), institución que actualmente se conoce como IPHE (Instituto del Patrimonio Histórico Español), y en la cual, en estos últimos años, José María ejerció el cargo de
Consejero Técnico.
El principal órgano de decisión en ICCROM es la Asamblea General. Es ahí donde se determinan las políticas generales, se aprueba el programa bianual de actividades, se elige a los
miembros del Consejo y se designa al Director-General.
José María Losada fue elegido miembro del Consejo de ICCROM desde 1992 hasta 2005
y fue Vicepresidente del Consejo desde 2001 hasta 2003. Cabe señalar que los miembros del
Consejo se eligen a título personal, por la trayectoria, experiencia y conocimientos de los mismos en materia de conservación y restauración; son los responsables de asegurar la ejecución
efectiva del programa de actividades y del presupuesto adoptado por la Asamblea General. El
Consejo también tiene la responsabilidad de formular recomendaciones sobre las políticas de
ICCROM.
Como miembro del Consejo, José María Losada siempre fue un fuerte promotor de las actividades de ICCROM, y en particular, buscó promover actividades en América Latina. Empujó de
manera constante el desarrollo de un programa a largo plazo para la conservación del patrimonio cultural en esta región. Como resultado de esto, a inicios de 2007 se realizó una reunión en
Roma, en la cual se sentaron las bases para la realización de un programa de 12 años en América
Latina. Este programa refleja la visión y los deseos de José María.
Fue también gracias a la intersección de José María Losada que el Ministerio de Cultura de
España sufragó los gastos de la traducción pasiva al castellano de las sesiones de la Asamblea
General de 2005. Esta iniciativa se aprobó con la finalidad de mejorar la compresión y la participación de los países de habla hispana durante la Asamblea. Del mismo modo, José María
apoyó la edición de publicaciones en castellano y, en particular, el Boletín de ICCROM, que
desde 2003 se vuelve a editar.
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José María Losada siempre tuvo un papel activo y comprometido cuando representaba a
I­ CCROM en eventos realizados en España y, del mismo modo, buscó impulsar la presencia
de ICCROM en este país.
Quedamos muy reconocidos por el destacado papel que siempre desempeñó José María Losada
en el sector de la conservación del patrimonio cultural y por su permanente interés en promover
los ideales y las actividades de ICCROM. Es, por ello, que nos sentimos en el deber de reconocer
públicamente su labor.
Deseo concluir con una nota personal para expresar mi profunda tristeza por la pérdida de
un amigo. Efectivamente, puedo decir que José María se convirtió, durante el tiempo que estuve
en la UNESCO y participé a reuniones en Madrid, Valencia y Barcelona, no sólo en un valioso
colaborador sino también en un amigo afectuoso. Cuando supo que me jubilaba él fue entre los
primeros que me animó a presentarme al cargo que ocupo actualmente.
in memoriam
Mounir Bouchenaki
Director General de ICCROM
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