Canibalismo Mapuche? - Universidad Diego Portales

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Historias que vienen:
Revista de Estudiantes de Historia (6:2015)
¿Canibalismo Mapuche?: Violencia y racismo en la
historiografía chilena del siglo XIX
Juana Hermosilla Osorio1
Resumen
Desde el siglo XVI, uno de los pueblos que impuso una
fuerte resistencia a la invasión española fue el pueblo
mapuche. Caracterizado por su bravura y valentía,
paradojalmente fue también considerado salvaje y
caníbal, perpetuándose esta contradicción a lo largo del
tiempo. A partir de la segunda mitad del siglo XIX -e
incluso antes- el pueblo mapuche se convirtió en un
problema para el proyecto modernizador que llevaba a
cabo el Estado y algunos intereses particulares.
Autores como Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña
Mackenna establecieron en sus publicaciones una serie
de premisas en torno a la figura del mapuche como un
ser bárbaro y caníbal. Por ello, en esta investigación se
plantea que estos historiadores pertenecientes a la
escuela liberal del siglo XIX reactualizaron y
promovieron las representaciones denigratorias de los
mapuches haciendo referencia al canibalismo como un
medio para justificar la ocupación y apropiación de
territorios de la Araucanía.
En este trabajo se
analizará la historiografía del siglo XIX, representada
por autores como Diego Barros Arana y Benjamín
Vicuña Mackenna, así como las crónicas del siglo XVI,
de modo de pesquisar la trayectoria que tuvo el
significado y uso del término caníbal, que se constituyó
en un elemento clave para la negación y exclusión de
los pueblos indígenas.
Palabras claves: canibalismo-mapuche-historiografíaotredad
Desde la conquista, uno de los pueblos que
impuso una fuerte resistencia a la invasión española
Licenciada en Historia de la Universidad Diego Portales.
Estudiante de Magister en Historia de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso.
correo electrónico: [email protected]
Este artículo corresponde en parte a la tesis de pregrado la cual
contó con el apoyo de ICIIS, Interdisciplinary Center for
Intercultural and Indigenous Studies, centro de investigación
financiado por el programa FONDAP de Conicyt.
1
Historias que vienen:
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fue el pueblo mapuche. Caracterizado por su bravura
y valentía, paradojalmente fue también considerado
salvaje y caníbal, perpetuándose esta contradicción a
lo largo del tiempo. Si bien, durante el proceso de
independencia la imagen del mapuche fue enaltecida
por su coraje y valor en un contexto de guerra contra
los españoles2, a partir de la segunda mitad del siglo
XIX -e incluso antes- el pueblo mapuche se convirtió
en un problema para el proyecto modernizador que
llevaba a cabo el Estado y algunos intereses
particulares. La frontera establecida desde principios
del siglo XVII, que hasta ese entonces dividía a
chilenos de mapuches, comenzó a ser cada vez más
difusa debido al interés que el Estado y privados
mostraban por este territorio, quienes utilizaron un
discurso basado en la violencia y exclusión del pueblo
mapuche para la apropiación de las tierras del sur del
Bio Bio.
En la actualidad es posible apreciar la constante
discriminación y negación hacia el pueblo mapuche,
ignorando sus demandas, silenciando su cultura y
ejerciendo una gran violencia tanto física como
psicológica sobre las comunidades que luchan por
recuperar las tierras que en algún momento les
pertenecieron. Un claro ejemplo de la violencia y
discriminación hacia este pueblo son las muertes
impunes de comuneros mapuches en la región de la
Araucanía que siguen teniendo lugar.
Este trabajo surgió de la pregunta de por qué
hasta el día de hoy los mapuche siguen siendo
discriminados y calificados como sujetos inferiores.
Una de las características más sorprendentes que le
han sido adjudicadas, es la de caníbal, es decir, la
Al finalizar el proceso de independencia, se intentó incluir la
imagen del mapuche en la escena nacional. Es lo que expone
Patricio Herrera, en La cuestión de Arauco. un problema de
dignidad nacional durante el siglo XIX, cuando señala que
Bernardo O’Higgins dictó un decreto, en su calidad de director
supremo, en el cual se reconocía a los indígenas como legítimos
ciudadanos con derechos y deberes. Asimismo, el primer escudo
de Chile, creado durante la Patria Vieja, incorporó la imagen de
dos indígenas, aludiendo al lazo de consanguinidad que existiría
con los nuevos ciudadanos chilenos y a la resistencia que ellos
opusieron a los españoles y que ahora se prolongaba con los
patriotas.
2
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práctica de comer carne humana. ¿De dónde viene esta
convicción? y ¿qué consecuencias tuvo?
Una de las imágenes que se ha perpetuado a lo
largo del tiempo y que aún aparece en algunos textos
escolares o material de educación es la del toqui
Lautaro comiendo el corazón del conquistador Pedro de
Valdivia.3 Esta investigación se propone rastrear los
orígenes y trayectoria de este mito, así como la noción
de los mapuches como tribus barbáricas y caníbales.
Para ello estudiaré cómo, tanto las crónicas del siglo
XVI y la historiografía del siglo XIX, fueron
estableciendo
estas
imágenes
como
realidades
incuestionables, remitiendo a los mapuches a una
noción de salvajes.
La hipótesis que se plantea es que los
historiadores pertenecientes a la escuela liberal del
siglo
XIX
reactualizaron
y
promovieron
las
representaciones denigratorias de los mapuches
haciendo referencia al canibalismo como un medio para
justificar la ocupación y apropiación de territorios de la
Araucanía. Basando sus postulados en el uso de las
crónicas del siglo XVI que consideraban al pueblo
mapuche como salvaje, caníbal e incapaz de adaptarse
a los parámetros de la modernidad, les permitió
referirlos como a un “otro” distinto, e inferior, y, así
consecuentemente, excluirlos de su calidad de iguales.
El uso del término caníbal entendido como un nohumano fue fundamental para justificar la exclusión y,
verdadero exterminio, del pueblo mapuche del
escenario nacional. Es esta última lectura la que nos
lleva a considerar que quienes actuaron como
verdaderos caníbales fueron el estado chileno y algunos
intereses privados, los que irrumpieron y devoraron, en
términos metafóricos y literales, violentamente el sur de
Chile, usurpando tierras, reprimiendo y asesinando
brutalmente a sus habitantes. Para ello es fundamental
En el año 2010 con motivo de la conmemoración del Bicentenario
de Chile, el canal de televisión TVN estrenó un programa titulado
Algo habrán hecho por la historia de Chile, conducido por el actor
Francisco Melo y el historiador Manuel Vicuña. Uno de los
episodios emitidos se centró en la conquista de Chile y, en
particular, en la muerte de Pedro de Valdivia a manos del toqui
Lautaro. En esta escena Lautaro abría el pecho del gobernador,
extrayendo su corazón todavía palpitante.
3
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analizar la historiografía del siglo XIX, representada por
autores tales como Diego Barros Arana y Benjamín
Vicuña Mackenna, así como las crónicas del siglo XVI,
de modo de pesquisar la trayectoria que tuvo el
significado y uso del término caníbal.
Por ello, creo
fundamental comprender el término caníbal como una
categoría de análisis que deriva en una otredad, la cual
se inicia en el proceso de conquista del Nuevo Mundo y
se perpetúa hasta el día de hoy.
En este sentido, Carlos Jáuregui, en su sugerente
libro Canibalia, plantea que “El caníbal hará su entrada
en
las
crónicas
con
la
función
ideológica
complementaria de justificar la explotación del trabajo
y el apetito europeo por la mano de obra y las riquezas
americanas.”4 Es decir, la creación, en el siglo XVI, y el
posterior uso de la palabra caníbal, símbolo de barbarie
y bestialidad, fue la justificación para apropiarse de las
nuevas tierras y someter a su población, legitimando
prácticas tales como el asesinar, denigrar y explotar a
quienes se les atribuía el consumo de carne humana.
El autor propone que caníbal no es más que una
deformación de una palabra indígena. Para el autor,
“los caníbales fueron “descubiertos” mediante la (re)
significación, en la lengua del imperio, de una palabra
aborigen que aparentemente significaba “guerrero
bravo” o acaso “comedor de mandioca”. 5 A esta palabra
el europeo le atribuyó todos sus temores provenientes
del imaginario medieval que contenía relatos de
Herodoto, Plinio, Marco Polo y los viajes de Sir John
Mandeville, yaciendo en el interior de este término los
miedos occidentales más profundos. Ellos atribuyeron
este concepto y sus características malignas a todo
aquel que se opusiera a la conquista europea,
relegando de este modo, al indígena a una condición de
no-humano, lo que permitía justificar su exterminio sin
culpa alguna. Barbarizar al indio permitía una
irrupción legítima en nombre de la civilización. En
palabras de Braulio Rojas, “hay una considerable
mitificación y exageración de los hechos narrados como
JAUREGUI, Carlos. Canibalia, canibalismo, calibalismo,
antropofagia cultural y consumo en América Latina. España:
Editorial Vervuert. 2008, p. 70
5 Ibid p, 50
4
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una manera de legitimar y sobrevalorar la empresa de
conquista.”6 En las crónicas se narraban escenas de
consumo de carne humana como ejemplos claros de la
inhumanidad de los aborígenes. Este tipo de relatos
estuvo presente en prácticamente todas las regiones de
América, repitiéndose el mismo patrón de conducta de
los habitantes del Nuevo Mundo.
El canibalismo mapuche en las crónicas del siglo
XVI
Durante el siglo XVI el militar español Pedro
Mariño de Lobera escribió su Crónica del Reino de Chile
en la cual describía los hechos bélicos acontecidos en el
sur de Chile, centrando su obra principalmente en el
ámbito militar. La publicación de este documento se
realizó recién en el año 1865 en la Colección de
historiadores de Chile y documentos relativos a la
historia nacional, volumen VI7. En la obra es posible
hallar diversas escenas de canibalismo, las cuales
relata detalladamente y juzga a su parecer.
Así, durante los años 1550 y 1553, debido a los
constantes
enfrentamientos
entre
españoles
y
araucanos, la producción de la tierra se habría visto
fuertemente afectada, según el relato del autor,
causando una hambruna que azotó el sur de Chile y
desencadenó una serie de acontecimientos, entre ellos
el consumo de carne humana entre los indígenas. Si
bien el autor señala que hacía 1554 las tierras habían
empezado a producir, posibilitando nuevamente la
cosecha de alimentos, los indios no habrían
abandonado la práctica de la antropofagia, la que, en
sus palabras, era una de las más grandes
monstruosidades de la humanidad. Así, continúa su
relato:
… estaban los indios tan regustados a comer carne
humana, que tenían carnicerías della y acudían a
comprar cuartos de hombres, como se compra en los
rastros los del carnero. y en muchas partes tenían los
ROJAS, Braulio. La difícil otredad americana: la disputa por las
imágenes y el conflicto por los nombres. Cuyo vol 29, n° 1 Mendoza:
Enero/Junio 2012. p. 12
7
Véase
en
Memoria
Chilena
(http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98072.html)
6
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caciques indios metidos en jaula. engordándolos para
comer dellos. y tenían ya los instrumentos necesarios
para el oficio de carniceros8
El relato es elocuente. Para el cronista español,
los indios consumían carne humana solo por placer,
pues a pesar de haber superado el período de escasez
de alimentos, los mapuches habrían seguido con
aquella práctica que según el autor no era más que un
“espantoso” hábito.
Llegó la gula a tal extremo, que hallaron los nuestros a
un indio comiendo con su mujer a un hijo suyo, en
medio, de quien iban cortando pedazos y comiendo.9
La práctica de la antropofagia quedaba así
establecida como una acción que deshumanizaba por
completo a los indígenas. De hecho, Mariño de Lobera
da a entender que el indio por naturaleza era cruel y
bárbaro, pues se devoraban entre ellos sin respeto
alguno.
Esas
prácticas
no
se
efectuaban
necesariamente contra enemigos ni había un trasfondo
ritual, por el contrario, era el cuerpo del hijo el que
devoraban “con gran gusto”.
Otro de los autores que hace referencia a esta
práctica es Alonso González de Nájera, militar español
autor de la crónica Desengaño y reparo de la guerra del
Reino de Chile. La narración de González de Nájera se
centra, específicamente, en hechos bélicos ocurridos
en el sur de Chile después del denominado “desastre de
Curalaba. En la cuarta relación titulada Las crueldades
de los indios de Chile, el autor relata escenas de
canibalismo que presenció durante el siglo XVII en
Chile, entre otras, la que sigue:
Llega a tal extremo lo que aumentan su deleite sus mas
excesivas crueldades, que a muchos les van comiendo
a medio asar, a vista de sus ojos, los pedazos que les
cortan de las carnes, sin reservar después las que les
quedan en los difuntos cuerpos. Y en fin, es tan grande
la rabiosa y insaciable sed que tienen de que no quede
MARIÑO DE LOBERA, Pedro. Crónica del Reino de Chile,
Santiago: Ed. Universitaria, 1970. p.80.
9 Ibíd. p, 81
8
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memoria de nosotros en vida ni en muerte, que hasta
los huesos se beben quemados y hechos polvos
mezclados en sus vinos. 10
Para el autor, los indios no eran más que seres
salvajes y crueles que disfrutaban desmembrar y
devorar el cuerpo de los españoles en una especie de
venganza y una demostración de superioridad respecto
a un otro.
Una de las escenas más reconocidas de
canibalismo en el pueblo mapuche y que ha perdurado
en el tiempo es la muerte de Pedro de Valdivia en el
fuerte Tucapel en 1553 a manos del toqui Lautaro.
Diversas crónicas relatan este hecho como un símbolo
de la violencia, barbarie y crueldad de los mapuche, lo
que llevó a considerarlo un pueblo no sólo primitivo,
sino también salvaje y pagano. A continuación
revisaremos las principales características y diferencias
de diversas versiones que existen respecto a la muerte
del gobernador Pedro de Valdivia.
En el cabildo convocado para el día 26 de Febrero
de 1556 se expuso una carta dirigida a la Real
Audiencia de Lima, dando noticia de la muerte del
gobernador Pedro de Valdivia:
…después dende a tres días o cuatro días vinieron
unos indios yanaconas que se hallaron ahí y lo
contaron todo como pasó. Algunos de los cristianos no
los acabaron de matar, y entre ellos al gobernador, al
cual tuvieron vivo tres días, comiéndole vivo a bocados,
y lo mismo a los demás, que no mataron luego, hasta
que espiraron. 11
Esta carta fue la notificación oficial emitida por el
cabildo de Santiago a la Real Audiencia de Lima,
informando sobre los acontecimientos ocurridos en el
fuerte Tucapel.
GONZALEZ DE NÁJERA, Alonso. Desengaño y reparo de la
guerra del Reino de Chile. Santiago: Imp. Ercilla. 1889. p. 54
11 Carta del cabildo a la Real Audiencia de Lima, dándole noticia
de la muerte de Pedro de Valdivia. En Documentos sobre la
historia, la estadística y la geografía de Chile. {compilados`} por
Claudio Gay. Paris. (http://www.memoriachilena.cl/602/w3article-98362.html) p. 161
10
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El militar español Jerónimo de Vivar, quien
participó con Pedro de Valdivia en la campaña de
conquista de Chile, narra, tiempo después, esta misma
escena en su Crónica y relación copiosa y verdadera de
los reinos de Chile, escrita durante el siglo XVI, pero
publicada, siglos más tarde, en 1966, por el Fondo
Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina. Con todo,
aunque la crónica estuvo desaparecida hasta mediados
del siglo XX, esta fue conocida y citada por otros
cronistas, como el sacerdote jesuita Diego de Rosales.12
En su relato se lee:
Y esta sazón llegó un mal indio que se decía
Teopolican, que era señor de la parte de aquel pueblo y
dicho a los indios que hacían con el que por que no le
mataban que: muerto ese que manda a los españoles,
fácilmente mataremos a los que quedan y diole con una
lanza de las que dicho tengo, y lo mató. Y así pereció y
acabo el venturoso gobernador que hasta aquí cierto lo
había sido en todo cuanto hasta este día emprendió y
acometió. Y llevaron la cabeza a Tucapel y la pusieron
en la puerta del señor principal en un palo13
En el relato de Vivar, el gobernador Pedro de
Valdivia habría muerto por mandato de Teopolican, sin
la compañía de otros españoles y a causa de un ataque
con lanza. A diferencia de otras narraciones, en este
relato no aparece ni la tortura, ni el desmembramiento
del cuerpo, ni el consumo de sus extremidades.
Otra versión del mismo hecho la plantea el militar
español Alonso de Góngora y Marmolejo, quien también
participó en las huestes conquistadoras dirigidas por
Valdivia, en su crónica titulada Historia de todas las
cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que
han gobernado. Pese a haber vivido en el mismo tiempo
que Jerónimo de Vivar y de haber tenido,
probablemente, las mismas noticias que éste respecto
de la muerte de Valdivia, Góngora y Marmolejo pone el
acento, ya no sólo en el asesinato del conquistador,
sino en las torturas a las que habría sido sometido,
Véase
en
Memoria
Chilena.
(http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-98077.html)
13 VIVAR, Jerónimo. Crónica y copiosa relación y verdadera de los
reinos de Chile (1558). Berlín: Ed. Colliquin. 1971. p. 203
12
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asegurando, además, que junto a él habría estado un
sacerdote católico quien intentó darle algo de calma
para enfrentar los tormentos:
Viendo el padre Pozo que no aprovechaban
amonestaciones con aquellos bárbaros, hizo de dos
pajas que par de si halló una cruz, y persuadiéndole a
bien morir, diciéndole muchas cosas de buen cristiano,
pidiendo a Dios misericordia de sus culpas. Mientras
en esto estaban, hicieron los indios un fuego delante de
él, y con una cáscara de almejas de la mar, que ellos
llaman pello en su lengua, le cortaron los lagartos de
los brazos desde el codo a la muñeca; teniendo
espadas, dagas y cuchillos con que podello hacer, no
quisieron por dalle mayor martirio, y los comieron
asados en su presencia14
Esta información la obtuvo de un sujeto llamado
Alonso quien servía de guardarropa de Valdivia y
afirmó haber estado presente en dicha batalla, logrando
luego escapar. Sin embargo, pese a lo que señala el
cronista respecto a los hechos acontecidos en el fuerte
Tucapel, no hay completa certeza de cómo sucedieron
estos, pues existe una gran diversidad de versiones
sobre dicha batalla.
Así, en la narración de Góngora y Marmolejo, el
gobernador Valdivia habría muerto acompañado del
padre Pozo y el yanacona Agustinillo, después de
atroces torturas, en las que los indígenas se habrían
ensañado procurando someterle a los máximos dolores
y evitando darle cualquier tipo de sosiego y calma en el
proceso. Según este autor el tormento habría
culminado con el consumo de su propia carne frente a
sus ojos, finalizando con la exhibición de las cabezas de
los caídos.
Sin embargo, el ya mencionado Pedro Mariño de
Lobera en su Crónica del reino de Chile, también escrita
en el siglo XVI, plantea dos versiones respecto a la
muerte de Pedro de Valdivia. En la primera, el
gobernador habría muerto por un golpe en la cabeza,
siendo posteriormente degollado, para exhibir luego su
GÓNGORA Y MARMOLEJO, Alonso. Historia de todas las cosas
que han acaecido en el Reino de Chile y de los que han gobernado.
Santiago: Ed. Universidad de Chile. 1990. p. 115-116
14
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cabeza clavada y elevada en una lanza, como símbolo
de triunfo. En el relato se puede leer que:
Viendo esto un cacique llamado Pilmaiquén, (...)
levantó una gran porra que tenía en las manos y la
descargó con gran furia sobre el infelices Valdivia
haciéndole pedazos la cabeza, a cuya imitación el indio
Lautaro atravesó la lanza por el cuerpo de Agustín, el
interprete con quien andaba a malas. 15
La segunda versión es más dramática aún ya que
expone que el gobernador Valdivia habría fallecido a
causa del consumo de oro hirviendo que lo obligaron a
beber los indígenas.
Trajeron una olla de oro ardiendo y se la presentaron
diciéndole: pues tan amigo eres de oro, hártate agora
dél, y para que lo tengas mas guardado, abre la boca y
bebe aqueste que viene fundido, y diciendo esto lo
hicieron como lo dijeron, dándoselo a beber por fuerza,
teniendo por fin de su muerte lo que tuvo por fin de su
entrada en Chile.16
Una de las versiones más citadas respecto de la
muerte de Pedro de Valdivia es la que narra el jesuita
español Diego de Rosales en su Historia general del
reino de Chile, Flandes indiano, escrita hacia mediados
del siglo XVII, aunque luego desaparecida y recién
publicada en el siglo XIX, por Benjamín Vicuña
Mackenna.
Si bien retoma la versión planteada por Mariño
de Lobera, respecto de que Valdivia habría muerto por
ingerir oro hirviendo, como escarmiento por explotar,
denigrar y asesinar a tantos indígenas, para el jesuita
esta teoría no sería la verdadera, pues asegura que
Valdivia habría muerto por un golpe de macana que le
proporcionó un indio.
…un capitán que estaba apercibido con una maza, sin
que lo viesse, le dio por detrás un fiero golpe en la
cerviz, de que cayó de espaldas aturdido, y levantando
todos los del cerco la vocería, y las lanzas, las
tendieron sobre el cuerpo muerto, (...). En esto llegó
uno y rompiéndole desde la garganta al pecho con un
15
16
MARIÑO DE LOBERA, Pedro, op.cit., p. 75
Ibíd.
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cuchillo, le metió la mano en él, y le sacó el corazón
arrancándosele, y assi palpitando, como estaba, y
chorreando sangre, se le mostró a todos, y untando con
la sangre del corazón los toquis, y las flechas le hizo
pedacitos muy menudos, que comieron todos los
caciques. 17
Es interesante aquí un elemento nuevo, el
haberle arrancado el corazón para luego ser consumido
por los caciques presentes, pues ha sido una de las
narraciones más repetidas a lo largo del tiempo, siendo
una constante en libros como Lautaro, joven libertador
de Arauco de Fernando Alegría18 quien narra la vida de
Lautaro y describe la muerte del gobernador Pedro de
Valdivia de forma bastante similar a la narrada por el
padre Diego de Rosales. y en programas históricos
como Algo habrán hecho por la historia de Chile.
Violencia y racismo en el siglo XIX
Si bien la mayoría de los estudios se ha centrado
en el siglo XVI, es importante revisar cómo esta imagen
no sólo perduró sino que se fue reinventando en los
siglos posteriores y, particularmente, en el siglo XIX,
como mecanismo de legitimación de las ansias por
ocupar las tierras indígenas bajo una lógica liberal. En
palabras de Jorge Pinto Rodríguez19, el Estado chileno
irrumpió en el territorio que contempla las comarcas al
sur del río Bío Bío, en Chile, justificando su accionar a
partir del uso de la idea de soberanía nacional y la
necesidad de dominar todo el espacio impidiendo, de
este modo, la apropiación extranjera por parte de
países vecinos.
Tal y como lo exponen Luis Carlos Parentini y
Patricio Herrera, durante la segunda mitad del siglo
XIX, la Araucanía se convirtió en motivo de interés
tanto para el Estado chileno como para privados.
ROSALES, Diego. Historia general del reino de Chile, Flandes
indiano. Santiago: Ed. Andrés Bello, Santiago. 1989, p 437
18 ALEGRÍA, Fernando, Lautaro, joven libertador de Arauco.
Santiago: Ed. Zigzag. 1943
19 PINTO, Jorge. Morir en la frontera…la Araucanía en tiempos de
Balmaceda en ORTEGA, Luis. La guerra civil de 1891. Santiago:
Universidad de Santiago de Chile. 1991.
17
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Factores como la crisis económica de 1857, el naciente
interés de inversionistas extranjeros en esta zona y los
levantamientos indígenas, justificaron la irrupción
estatal y de particulares. En palabras de Herrera “se
trata de abrir un manantial inagotable de nuevos
recursos en agricultura y minería; nuevos caminos
para el comercio en ríos navegables y pasos fácilmente
accesibles.” 20
En atención a estos intereses expansionistas, el
Estado y la burguesía chilena tendieron a bestializar y
barbarizar al pueblo mapuche usando una serie de
calificativos despectivos tales como los de borracho y
flojo, justificando así, el uso de la fuerza y la violencia
contra las comunidades, de modo de excluirlo del
escenario nacional y comenzar la apropiación de sus
tierras.
Uno de los más fervientes seguidores de este
discurso de progreso y civilización fue Benjamín Vicuña
Mackenna, político, historiador, intendente, diputado,
senador y uno de los precursores que con más
vehemencia impulsó y defendió la ocupación de la
Araucanía, pues ansiaba un Chile civilizado, blanco y
moderno, en donde los indígenas no podían tener lugar.
Estos postulados pueden ser apreciados con claridad
en el discurso que presentó en la cámara de diputados
en la sesión del 10 de Agosto de 1868.
Vicuña Mackenna
no creía posible que el
mapuche fuera capaz de convertirse en un ser
civilizado pues, por naturaleza era traidor, engañoso y
moralmente degradado. Tal como lo expone Alejandra
Bottinelli, ni la educación ni la integración eran una
posibilidad. La única opción realista para el intendente
era la reducción del indígena.21 El término no deja de
ser sugerente, la “reducción” significaba, por una parte,
HERRERA, Patricio. La cuestión de Arauco. Un problema de
dignidad nacional durante el siglo XIX. En LOYOLA, Manuel y
GREZ, Sergio (comps.), Los proyectos nacionales en el
pensamiento político y social chileno del siglo XIX. Santiago: Ed.
Universidad Católica Silva Henríquez, 2002, p, 85
21 BOTTINELLI, Alejandra. El oro y la sangre que vamos a prodigar.
Benjamín Vicuña Mackenna, la ocupación de la Araucanía y la
inscripción del imperativo civilizador en el discurso público chileno.
En GAUNE, Rafael y LARA, Martín (ed), Historias de racismo y
discriminación en Chile. Santiago: Uqbar eds, 2009.
20
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la confinación de las comunidades a las tierras más
alejadas y menos productivas, pero por otra, daba
cuenta del lugar que los indígenas tendrían dentro del
imaginario de la nación; un lugar disminuido, casi
inexistente.
Un punto fundamental que trata Vicuña
Mackenna en su discurso como argumento para
justificar la irrupción y posterior apropiación del
territorio araucano, fue el canibalismo como la más
clara expresión de barbarie e incivilización del pueblo
mapuche. A lo largo de su arenga, hace referencia a
tres casos diferentes, acaecidos en los siglos XVII, XVIII
y XIX. Para el primer caso, utiliza una carta que le
envía el padre jesuita Diego de Rosales al padre Luis de
Valdivia.
Viera vuestra reverencia una carnicería terrible, unos a
cortarle la cabeza, otros a sacarle el corazón, i otros a
cortarle una pierna, para hacer de la canilla una flauta,
descarnandola i abriendola los ahugeros en un
momento. Andavan alrededor de la rueda desnudos,
hasta la cintura. (…) Dividen el corazón entre todos
los caciques, i capitanes i unos se lo comen corriendo
sangre i palpitando, i otros untan con la sangre las
flechas.22
Lo importante de este extracto de la crónica de
Rosales, es la presentación del mapuche como un
“otro” salvaje, capaz de asesinar y devorar seres
humanos sin piedad, durante sus “diabólicas” fiestas.
La intención de Vicuña Mackenna era clara. Su
estrategia fue exponer la trayectoria del mapuche en
una especie de cronología estancada y no evolutiva, en
la cual, a pesar de los años y la cercanía con el mundo
moderno, no se logró civilizar, continuando con estas
prácticas antropofágicas en los siglos venideros. Así,
continúa su relato señalando que:
En un informe del obispo de Concepción Bermúdez, al
presidente Manso que hemos tenido a la vista i que
VICUÑA MACKENNA, Benjamín, La conquista de Arauco.
Santiago:
Imp.
del
Ferrocarril.
1868.
(http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0001277.pdf),
p.15
22
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lleva la fecha de 1788, es decir, de un siglo después de
escrito el fragmento anterior, se asegura que todavía a
la muerte del español los indios descuartizan su cuerpo
i haciendo flautas de las canillas, se brindan la chicha
en el casco, i cortando una mano o sacando cualquiera
hueso, lo envían por toda la tierra con el nombre de
flecha, que según su usanza, es lo mismo que tocar
cajas i clarines para la guerra.” 23
Utilizar el concepto caníbal era fundamental para
legitimar la irrupción militar en la Araucanía, tal como
había sucedido en el siglo XVI. Sin embargo, el
argumento resultaba más convincente aún, ya que si
los indígenas habían desarrollado este tipo de prácticas
en los comienzos de la conquista, su persistencia en el
tiempo venía a confirmar la imposibilidad del cambio
en sus conductas y creencias. Así, la constatación de la
existencia del canibalismo descartaba las propuestas
de algunos de transformar a los indígenas en
ciudadanos modernos y civilizados por medio de la
educación y la evangelización, como una mera quimera.
Sigue afirmando Vicuña Mackenna en su discurso:
Otro soldado de la independencia, el capitán Verdugo,
nos dice que en un combate sostenido por la misma
época (1820) en la vecindad de
Chillán, los indios
que habían venido a dar un asalto a las poblaciones del
Claro, dejaron en el vado del Ñuble, por el que se les
perseguía, siete niñitos chiquitos degollados. 24
El enumerar casos de canibalismo a través de los
años permitía a Vicuña Mackenna dar a entender a la
cámara de diputados, que el mapuche del siglo XIX
seguía siendo el mismo salvaje y bárbaro del siglo XVI,
por lo tanto, si en trescientos años no fue capaz de
civilizarse, ésta no sería la excepción.
Aunque
Vicuña Mackenna reconoce que la
resistencia que ha puesto el pueblo Mapuche frente al
conquistador está asociada a la defensa de su tierra,
desmorona el argumento por las características propias
de su atraso. “Es cierto que el indio defiende su suelo;
pero lo defiende porque odia la civilización, odia la ley,
23
24
Ibid,
Ibíd. p. 16.
Historias que vienen:
Revista de Estudiantes de Historia (6:2015)
el sacerdocio, la enseñanza. La patria que él defiende es
la de su libre i sanguinaria holgazanería.”25
Durante el siglo XIX historiadores como
Benjamín Vicuña Mackenna, José Toribio Medina y
Diego Barros Arana, entre otros, se abocaron a la
búsqueda, investigación y rescate de las obras del siglo
XVI y XVII, como la crónica del jesuita Diego de Rosales
o la de Góngora y Marmolejo, para ser sumadas a la
Colección de Historiadores de Chile y Documentos
relativos a la Historia Nacional, en un momento en que
la consolidación del Estado-nación era uno de los
principales objetivos del gobierno y de los grupos de
elite. De ahí la importancia de la Historia general de
Chile, escrita entre 1884 y 1902 en dieciséis tomos, por
Diego Barros Arana. Allí narra toda la historia patria,
desde antes de la conquista y, en la cual, basándose en
los textos del padre Diego de Rosales, del militar Alonso
González de Nájera y de Pedro Mariño de Lobera, se
refiere a los indios como bárbaros, salvajes y caníbales.
En este sentido, la existencia de las crónicas le daban
credibilidad y veracidad a los argumentos del
historiador.
Respecto de los hábitos de los indios, Barros
Arana extrae relatos de González de Nájera y de Diego
de Rosales para establecer que las costumbres y
prácticas de los indígenas eran propias de seres
salvajes y bárbaros. Es lo que se desprende de los
siguientes párrafos:
A estos horrores del canibalismo por hambre, común
entre todos los pueblos bárbaros, hay que agregar los
repugnantes banquetes de carne humana que se
seguían a la victoria.26
Si su relato rememora a la narración que hiciera
González de Nájera en su crónica, el detalle con que
describe las prácticas caníbales, las vuelve más
atroces, caracterizando a los mapuche como sujetos
crueles por naturaleza y amantes de las torturas físicas
hacia sus víctimas.
Ibíd. p. 07.
BARROS ARANA, Diego. Historia general de Chile. Santiago, Ed.
Universitaria, 2000. p. 69.
25
26
Historias que vienen:
Revista de Estudiantes de Historia (6:2015)
Asaban ligeramente las carnes y las devoraban después
de pasarlas muchas veces delante de los ojos y de la
boca del infeliz cautivo. Esta operación era tanto más
dolorosa cuanto que los indios no usaban otros
cuchillos que conchas marinas, cuidadosamente
afiladas, es cierto, pero siempre torpes y lentas para
cortar. Los tormentos de la víctima se prolongaban
largo rato, y cuando la pérdida de la sangre estaba a
punto de causarle la muerte, le abrían el pecho, le
arrancaban el corazón y rociando el aire con la sangre
que manaba de esta entraña, la pasaban de mano en
mano entre los sacrificadores, mordiéndolo cada cual
con la rabia más feroz.27
Tal y como lo había planteado Vicuña Mackenna,
estas costumbres continuarían a lo largo del tiempo,
pues a los más jóvenes se les enseñaba cómo
descuartizar y dar muerte a las víctimas.
Guardaban algunos indios como prendas de gran
estimación, la piel del rostro de sus víctimas para
usarla como máscaras en sus fiestas y borracheras (…)
Para perpetuar en su raza estos feroces sentimientos,
aquellos salvajes hacían que sus hijos aprendiesen
desde niños a descuartizar los miembros de sus
víctimas, a arrancarles las carnes y a atormentarlas en
su agonía... 28
Así, no duda en ningún momento de los relatos de
los cronistas. Ello, a pesar que la mayoría no estuvo
presente en estos actos, sino que los relató después de
haberlos escuchado de otras personas. Respecto a la
muerte de Pedro de Valdivia, el autor toma como
referencia los relatos de Góngora y Marmolejo y de
Pedro Mariño de Lobera, los cuales complementa entre
sí y narra de la siguiente forma:
Una muerte rápida habría sido para ellos [los
españoles] un beneficio; pero bárbaros acostumbraban
gozarse en los sufrimientos de sus víctimas, y en ésta
ocasión no descuidaron de satisfacer sus instintos más
feroces. Valdivia fue martirizado de una manera cruel.
Aunque los indios tenían las espadas y dagas que
habían quitado a los vencidos, prefirieron usar las
27
28
Ibíd. p. 76.
Ibíd.
Historias que vienen:
Revista de Estudiantes de Historia (6:2015)
conchas marinas que usaban como cuchillos. Con
ellas, le cortaron los brazos, y después de asarlos
ligeramente, los devoraron en su presencia.29
No cabe duda, para Barros Arana el indio era un
salvaje capaz de realizar las más grandes atrocidades.
Para el historiador del siglo XIX los mapuches, además
de su crueldad innata, habrían sido incapaces de
civilizarse y, por lo tanto, producir en grandes
cantidades las tierras que comprendían el sur de Chile,
en un contexto en que el Estado y privados
comenzaban a mostrar gran interés por estos
territorios.
La imagen del pueblo mapuche como caníbal
persistió principalmente a través del relato de la muerte
del gobernador Pedro de Valdivia, el que se fundaba en
las narraciones de los cronistas del período colonial,
que, a su vez, fueron reproducidas por la historiografía
del siglo XIX y aun del XX.
Como consecuencia, los mapuches quedaron
estigmatizados por su supuesto atraso, primitivismo e
incapacidad de evolución, ratificada por la persistencia
de sus prácticas salvajes, en particular la del
canibalismo, lo que posibilitó denigrar y excluir al
mapuche del escenario nacional. Evidentemente, este
no calzaba con los parámetros del proyecto
modernizador tan anhelado por el Estado y la elite
chilena.
En conclusión, es fundamental entender
el
término caníbal más allá del consumo de carne
humana. Como hemos visto, la palabra caníbal surge
con la llegada de los europeos a América y el traslado
de todas sus concepciones medievales hacia una tierra
completamente desconocida. Una de las concepciones
más aterradoras fue la de la antropofagia, que en el
Nuevo Continente se transformó en el caníbal, pues,
para los conquistadores, el verdadero caníbal era aquel
sujeto que no estaba dispuesto a someterse al poder
colonial. De allí que los europeos utilizaran este
concepto como una forma de justificar el sometimiento
y la violencia usada contra estos indígenas. De algún
modo, el terror que significaba la posibilidad de ser
29
Ibíd. p. 334.
Historias que vienen:
Revista de Estudiantes de Historia (6:2015)
comidos por otros, legitimaba el uso de una violencia
tanto o más, aterradora. De allí que la existencia de
caníbales servía para someter, violentar e irrumpir en
territorios considerados “vírgenes”, justificando así su
accionar en una especie de cruzada por la civilización.
Si durante el siglo XVI, en el proceso de
conquista del Nuevo Mundo, el indígena fue denigrado
y violentado por el poder colonial, durante la segunda
mitad del siglo XIX el panorama no fue muy diferente,
pues se consideró al indio un salvaje, bárbaro, caníbal
y un obstáculo para el proyecto modernizador que se
intentaba realizar en Chile, justamente en un momento
en que grupos de interés buscaban expandir su control
sobre los territorios que estaban en manos de las
comunidades mapuche.
Se anhelaba una nación blanca y civilizada, que
aspirara constantemente al progreso y en ella no
calzaba el pueblo mapuche, el cual fue denigrado y
excluido a través de la historiografía del siglo XIX. La
barbarización que atribuyó Benjamín Vicuña Mackenna
y Diego Barros Arana al mapuche, fue clave para
irrumpir y legitimar la ocupación de la Araucanía,
tratando constantemente de salvaje e incivilizado al
indígena. Sin embargo, un aspecto fundamental en esta
denigración y exclusión fue el uso de referencias del
siglo XVI para despojar al mapuche de sus territorios y
excluirlos del escenario nacional.
Por lo tanto, es
posible considerar al Estado chileno y privados como
los verdaderos caníbales, pues arrebataron y devoraron
tierras mapuches justificando todo tipo de violencia y
discriminación.
Las consecuencias de esta barbarización hacia el
pueblo mapuche, pueden ser apreciadas hasta la
actualidad, como el rechazo a sus demandas
territoriales las cuales son respondidas con gran
violencia, la impunidad con la que son tratadas las
muertes de comuneros mapuches, el desconocimiento
de su cultura y la serie de calificativos que les son
asignados como "salvajes" y "terroristas", remitiéndolos
a un estado de barbarie hasta el día de hoy.
Historias que vienen:
Revista de Estudiantes de Historia (6:2015)
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