Causas de la II Guerra Mundial

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Circunstancias mundiales prevalecientes durante la creación del libro “Mi Lucha”, cuyo
autor fue Adolf Hittler, proceso que le llevó el lapso comprendido entre los años 1921
cuando se encontraba en prisión cumpliendo condena por , y su publicación en 1926.
El nacimiento e inoperancia de la Sociedad de Naciones
Los tratados firmados tras la Conferencia de París (1919) no sirvieron para crear un
marco de estabilidad internacional. En un contexto de graves dificultades económicas, la
situación política mundial se caracterizó por la existencia de múltiples conflictos
pendientes, la dificultad en la aplicación de los tratados y la segura aparición de
importantes tensiones internacionales.
La Sociedad de Naciones, el sueño del presidente norteamericano, Woodrow
Wilson, nació en la precitada conferencia, una suerte de gran instancia internacional en la
que se discutieran los grandes problemas y se solventaran pacíficamente los conflictos.
Por fin, los principales países se habían puesto de acuerdo para crear una Sociedad que
tuviera como fin resolver los contenciosos entre los estados.
Sin embargo, luego la Sociedad de Naciones tomó el aspecto de una sociedad de
vencedores: a la negativa a aceptar el ingreso de Alemania y la Rusia soviética, se le unió
la renuncia norteamericana a participar. Sólo Gran Bretaña y Francia se mantuvieron en
una asociación que se reveló como inoperante. La ausencia de potencias clave en el
concierto mundial y la carencia de medios militares y económicos para hacer aplicar sus
resoluciones ponían en evidencia la escasa incidencia de la labor de la Sociedad de
Naciones en las relaciones internacionales.
El tratado de Versalles
En Enero de 1920 con la entrada en vigor el tratado de Versalles, Europa pasaba
formalmente de la guerra a la paz. Fue entonces cuando se ponen de manifiesto las
consecuencias de cinco años de destrucción.
La Europa de Versalles, en su contenido los vencedores aceptaron como un hecho
consumado e irreversible la unidad nacional alemana realizada por Bismarck en 1971,
pero acompañaron semejante reconocimiento de unas condiciones muy onerosas. La
frontera occidental alemana, que hasta 1914 había constituido un factor de superioridad y
de seguridad respecto a Francia, quedo desguarnecida con la restitución de Alsacia y
Lorena, la sustracción de la cuenca carbonífera del Sarre por espacio de quince años – al
término de los cuales el tema sería sometido a un plebiscito- y la desmilitarización
permanente de Renania. Pero aun resultaron más vulnerables sus fronteras orientales;
para asegurar a la reconstituida Polonia una salida del mar Báltico, Prusia oriental quedó
separada de Alemania mediante “el pasillo” polaco, quedando Danzig como ciudad libre.
Por otra parte, la Alta Silesia fue también sometida a plebiscito: el resultado de aquella
consulta popular fue favorable a Alemania, pero la Sociedad de Naciones, pese a ello,
asigno una parte de dicha región a Polonia, cediendo a las instancias que esta le
formulara. La restitución de Schleswing septentrional a Dinamarca, tras el
correspondiente plebiscito, ocasionó traumas nacionales y menoscabos a la seguridad del
país, definitivamente amenazado por la imposición del desarme total: Alemania no podía
tener una marina ni una aviación de guerra, así como tampoco armas pesadas, sino solo
un ejército profesional de 100.000 hombres. Aquella medida se justifico por la
preocupación que sentían los vencedores de imposibilitar una nueva agresión alemana:
pero de hecho se obtenía la seguridad de unos acosta de los otros. Por último, Alemania
fue declarada responsable de haber desencadenado el conflicto y sometida a la carga, no
precisada en el tratado, de “reparar” los daños que había provocado. Estas medidas no
contribuyeron a restablecer el equilibrio europeo, pues la debilidad de Alemania haría
peligrar el sistema político continental. Así mismo se tomaron decisiones que afectaron a
la mayoría de las republicas del bloque vencido, muchas de las cuales violaban la
autodeterminación de los pueblos.
A manera de conclusión, se puede resumir la situación imperante así: mientras que
Gran Bretaña se mantiene al margen de estas alianzas orientales en las que no tiene
ningún interés especial, Francia, buscando mayor seguridad contra Alemania, busca
aliados entre los países satisfechos con la nueva situación creada tras la guerra. Por el
contrario, Italia, quejosa por la situación surgida de la Conferencia de París, trató de
establecer acuerdos con los países descontentos.
Aspectos Económicos:
La Guerra había costado, globalmente, más de 200.000 millones de dólares,
representando para prácticamente todos los países europeos pérdidas astronómicas que
sólo se cubrieron contrayendo deudas en el extranjero o aumentando la circulación de
papel moneda. De ello derivó una tendencia inflacionaria irrefrenable cuando los circuitos
económicos volvieron a abrirse al mercado internacional; esa inflación agravó más aún la
inevitable crisis previsible, al pasar de una economía de guerra a una de paz.
Inmediatamente a la culminación de la primera guerra mundial, existía la creencia
que la reconversión a las necesidades de producción podía realizarse sin daños excesivos
para el desarrollo industrial y para los niveles de empleo. Efectivamente, actuaban como
estímulo la necesaria reconstrucción, y la demanda insatisfecha de bienes de consumo;
desplazada ésta por la inflación, pudo considerarse casi agotada ya en los primeros meses
del año 1920, hasta el punto de consumar una crisis de sobre producción a la que siguió el
derrumbamiento de los precios internacionales y un desempleo masivo. El mecanismo
deflacionista que siguió no logró sanear las monedas ni salvaguardar los réditos fijos, por
lo que el incremento en el costo de la vida, alcanzó límites inimaginables, principalmente
en la Alemania de la postguerra, -lo cual agudizaba la incógnita sobre si iba a poder honrar
las reparaciones de guerra impuestas-, ello basado más en la especulación que en las leyes
del mercado,
Fue a partir del año 1923, que Europa empezó a mostrar las primeras señales de
recuperación económica y hacia 1925 emprendió de nuevo, gracias a la aportación de sus
colonias, el camino de la expansión industrial, aunque sin poder compensar la pérdida del
predominio sobre los mercados mundiales, detentado antes de la conflagración mundial.
Estados Unidos, el gran ganador al concluir el conflicto, -creyó poder volver a
separar su suerte de la del resto del mundo, se negó a ratificar los tratados de paz, y a
ingresar a la Sociedad de Naciones-, inicia un periodo importante de bonanza económica,
las empresas e industrias norteamericanas obtienen grandes beneficios del proceso de
reconstrucción europea, que se manifiesta a través de la expansión de la producción
industrial y agrícola en proporciones sin precedentes, se invierten enormes capitales en
los estados resultantes de la conflagración mundial, muchos de los cuales provenían de
inversionistas judíos; Europa en conjunto adquiere deudas importantes que se negocian
en las bolsas y bancos estadounidenses de manera especulativa.
Mientras tanto la Rusia post-zarista, se encuentra en un proceso de adhesión de
repúblicas para posteriormente proclamar la Unión de Repúblicas Soviéticas, negando la
apertura de las economías del bloque a las naciones occidentales, enfrentando un proceso
de creación de una sociedad alternativa al capitalismo, desarrollando un intercambio de
materias primas y un desarrollo industrial que apuntó hacia lo interno, mercado al cual
aspiraban los norteamericanos.
Hasta la cancelación de las reposiciones posguerra ordenadas a Alemania por la
cantidad de 150.000 millones de marcos oro, generaba constantes roces entre países que
se mantenían al margen, y otros que exigían el pago, y en contraposición se hallaba la
débil economía Alemana, que tuvo que ser exigida por la fuerza, mediante amenaza de
una ocupación militar de la cuenca carbonífera del Ruhr, para que iniciara el proceso de
pago de parte de la deuda impuesta, lo cual implicó mas inflación con la emisión de papel
moneda. Sin embargo fue la Rusia Bolchevique en virtud de algunos acuerdos, y el
cumplimiento interesado de parte del tratado de Versalles, quienes junto con Estados
Unidos e Inglaterra apuntalaron el resurgimiento económico de Alemania, permitiendo
que pudiera ir honrando sus pagos, y hasta un acuerdo de refinanciamiento que implicaba
desembolsos de pagos en concordancia con sus posibilidades, y préstamos blandos para
su reconstrucción.
Aspectos Sociales
Las dificultades económicas hicieron eco, en los principios de los sistemas sociopolíticos de las naciones europeas, ya resquebrajado por la guerra, produciendo
profundas alteraciones. El conflicto mundial había originado amplias transferencias de
riqueza modificando las relaciones entre las clases sociales.
Como ejemplo de ello, la revolución rusa enfrentó ventajas y desventajas en el
intento de formar una sociedad alternativa al capitalismo, mediante un modelo particular
de socialismo autoritario, obteniendo importantes logros económicos, pero también
problemas como la incomunicación y el acoso internacional.
La guerra había desangrado humana y materialmente a la clase media, sobre la
que se apoyaba la sociedad europea. En cambio, había aumentado el peso de la burguesía
industrial y comercial, por una parte, y de la clase obrera y campesina, por otra. En la
inmediata posguerra, los campesinos reclamaron las tierras y los obreros intentaron dar
un contenido político a su mayor grado de influencia en el acontecer económico. Estos
movimientos se vieron estimulados y alentados por la experiencia, y principalmente por el
mito de la revolución rusa.
Aún cuando a partir del 1920, se comenzaron a calmar las agitaciones, quedó sin
resolver, la definición del nuevo equilibrio social y político entre la burguesía media
profundamente descontenta, las clases subalternas radicalizadas, y la gran industria, que
había aumentado su peso político.
Al ocaso de las clases medias, se correspondió el de los viejos partidos que eran su
expresión. Conformados en estructuras rígidas, personalistas y elementalmente
conservadoras, dichos partidos quedaron constreñidos entre los grupos industriales de
presión y los nuevos partidos de masas. Ello ocasionó que se modificara el esquema de los
regímenes liberal-democráticos, ya profundamente alterados por una guerra prolongada y
total.
Aspectos políticos
Se comenzó a establecer una supremacía del poder ejecutivo sobre el parlamento,
pero junto con este fenómeno, -por demás natural en periodos de emergencia-, se
desarrollaron sistemas políticos que establecían multiplicidad de funciones al ejecutivo,
tales como la organización de la economía y el monopolio de la información, con lo cual se
invertía la jerarquía típica de los regímenes liberales: opinión pública, parlamento y
gobierno.
Esta Europa, profundamente afectada por las experiencias bélicas, las agitaciones
sociales, la decadencia económica y la desorientación de las conciencias, terminó
sólidamente anclada en las divisiones derivadas de la guerra, el resultado del conflicto
había dividido a los pueblos, y establecido fronteras nacidas al fragor del fuego, pero que
no necesariamente respetaba la autonomía de los pueblos, su gentilicio, tradiciones, así
como la cohesión étnica de estos.
A la guerra sin cuartel le sucedía una paz que desquiciaba aquel sistema de
equilibrio y aquella tradición de solidaridad legados por las clases dirigentes y los Estados
de la vieja Europa, por encima de las discusiones. Por lo demás, el hecho de que el
desenlace de la guerra europea hubiera dependido de una intervención exterior-la
norteamericana- impedía superar el abismo entre vencedores y vencidos, por ello ni los
primeros se sentían seguros, y los segundos del todo derrotados.
Por otra parte la actuación aislacionista de Estados Unidos, no se podría calificar sino
de indiferente con relación al cumplimiento del tratado de Versalles, ya que solo
participaba en los asuntos en los que observaban la posibilidad de ver afectados sus
intereses, o de obtener ventajas económicas, sin comprometerse en aspectos como el
pago de las obligaciones alemanas, o la búsqueda de mecanismos internacionales para
contener cualquier futura ofensiva de éstos. Esto junto con el retiro de los Soviets de los
escenarios internacionales, crearon un vacío político en Europa y contribuyeron a la
postre a la plena recuperación del poderío Alemán, y su búsqueda por ocuparlo.
Uno de los grandes problemas que siguieron al fin de la primera guerra mundial fue
la fijación de las fronteras del nuevo estado soviético. La Entente desde el armisticio de
diciembre de 1917 y, muy especialmente, desde el Tratado de Brest-Litovsk ayudaba
activamente a los opositores al bolchevismo. Esta ayuda se concretó al estallar la guerra
civil en 1918 en una activa intervención militar en apoyo al Ejército Blanco.
El gobierno bolchevique tenía puesta su esperanza en la extensión de la revolución
al corazón de Europa. Los fracasos de la insurrección espartaquista en Berlín y de la
república soviética de Béla Kun en Budapest pusieron fin a estos sueños de revolución
mundial. No obstante, los éxitos del Ejército Rojo de Trotski forzaron un cambio de la
política de los Aliados. Las tropas de intervención fueron retiradas en 1919 y se inició la
conocida como política de cordón sanitario: se trataba de crear una serie de estados
antisoviéticos en la frontera occidental que permitieran frenar la expansión del
comunismo.
Rusia a partir de 1920, inicia el reflujo revolucionario, pero también de la liquidación
de los ejércitos blancos, la consolidación del régimen bolchevique y la paz con los países
vecinos, se erigió como campeón de la lucha contra el imperialismo, contuvo todos los
intentos de afectar al régimen, y buscó el reconocimiento internacional como república.
Pese a su escasa participación de Japón en la guerra, la posición nipona en el
Extremo Oriente quedó enormemente reforzada tras la conclusión de la Gran Guerra. El
eclipse ruso, al que se añadía el abandono de Alemania, convirtieron a Japón en la única
gran potencia a las puertas de China y en la tercera potencia naval del mundo.
La inquietud que provocó este hecho en EE.UU. hizo que el presidente Harding, con
el apoyo del líder británico Lloyd George, invitara a siete potencias (Gran Bretaña, Japón,
Francia, Italia, China, Holanda y Bélgica) a reunirse en Washington, reunión que concluyó
con la firma de tres tratados:
Tres conclusiones principales se pueden extraer de los acuerdos de Washington: el
inicio de una estrecha política de entendimiento entre EE.UU. y Gran Bretaña; el
reconocimiento de la superioridad marítima de las potencias anglosajonas; y la aceptación
del poderío naval japonés en el Pacífico.
Alemania nunca acepto de iure el Tratado de Versalles. Dos aspectos eran
especialmente insoportables para el gobierno y la opinión pública alemana: el pago de
reparaciones de guerra como país responsable del conflicto y las pérdidas territoriales
acordadas en Versalles, muy especialmente las de la frontera oriental. Alemania, desde un
principio, centrará sus objetivos exteriores en conseguir la revisión del diktat, la
imposición, de Versalles y en evitar el cumplimiento de sus onerosas condiciones.
La gran paradoja del Tratado de Versalles consistía en que era un tratado muy duro
que unas potencias no demasiado fuertes van a tratar de imponer a un país que aún
mantenía gran parte de su potencial económico. Esta paradoja se explica, en primer lugar,
por el aislacionismo norteamericano. La ausencia de EE.UU. dejó a Francia y Gran Bretaña
como las únicas grandes potencias que trataban de construir el orden diseñado en la
Conferencia de París. En segundo lugar, la debilidad franco-británica se vio enormemente
reforzada por la disparidad de ideas entre los gobiernos de Londres y de París.
Gran Bretaña, como centro de un imperio mundial, trataba de seguir su tradicional
política de equilibrio continental en Europa. Se trataba de que ni Alemania ni Francia
fueran demasiado poderosas y así le permitieran centrarse en los crecientes problemas a
los que debía enfrentarse en Irlanda, Egipto o la India. Influenciada cada vez más su
opinión pública por las ideas de Keynes, el Reino Unido estaba convencido de que solo
una Alemania pacífica y próspera podría hacer frente al pago de las reparaciones. La
prosperidad germana era una premisa necesaria para el progreso económico europeo, lo
que implicaba una postura conciliadora frente a las reticencias alemanas para pagar las
reparaciones de guerra.
Para Francia, sin embargo, el problema alemán era la cuestión central y prioritaria.
Tras algunas dudas, se impuso definitivamente la postura que defendía aplicar medidas
coercitivas que debilitaran a Alemania y la forzaran a cumplir el Tratado de Versalles. Esta
postura se explicaba aún más al no contar con un tratado con EE.UU. y Gran Bretaña que
le garantizara ayuda en caso de un ataque alemán. La negativa norteamericana a firmar el
Tratado de Versalles dejó a Francia en una situación de clara inseguridad. La exigencia del
pago íntegro de reparaciones no sólo buscaba rehacer el maltrecho tejido económico galo,
sino que también buscaba debilitar a la economía germana. Mientras tanto, el gobierno
de Londres veía con aprensión una Alemania demasiado debilitada que permitiera una
Francia muy poderosa en el continente...
El problema de las reparaciones impuestas a Alemania
Alemania desafió desde un principio el intento francés de hacer cumplir las cláusulas
de Versalles. El primer conflicto va a surgir cuando en marzo de 1920 se produce un
intento fallido de golpe de estado en Alemania dirigido por el ultra nacionalista Kapp. Los
obreros del Ruhr proclamaron la huelga general y el ejército alemán no dudó en entrar en
la zona desmilitarizada para reprimir el levantamiento de los trabajadores. La reacción
francesa fue inmediata y el ejército galo ocupó Francfort, Darmstadt y Duisburg. El
desagrado británico se hizo evidente y en la Conferencia de San Remo, celebrada poco
tiempo después, Francia quedó aislada entre las demás potencias.
Alemania dió largas al pago de las indemnizaciones. Por un momento, pareció que el
gobierno de París, presidido desde enero de 1921 por Aristide Briand, podría llegar a un
acuerdo para flexibilizar el pago de las reparaciones
En mayo de 1922 se celebró en Génova una Conferencia a la que por primera vez
asistieron los aliados vencedores y los dos grandes derrotados de la guerra: Alemania y
Rusia. Se trataba de abordar los graves problemas económicos y de tratar de reintegrar a
la Rusia soviética en el concierto europeo. La Conferencia fue un fracaso. Su principal
consecuencia fue la firma del Tratado de Rapallo entre Alemania y Rusia. Los dos grandes
derrotados, aún manteniendo grandes reticencias, iniciaban un período de colaboración
económica e, incluso, militar. Alemania buscaba inquietar a las potencias occidentales y
así lograr rebajar sus exigencias en el tema de las reparaciones. Rusia intentaba
reinsertarse en la política internacional europea. El Tratado de Rapallo fue profundizado
con un nuevo Tratado germano-soviético en 1926.
Francia inquieta por las posibles consecuencias del acercamiento germano-ruso, se
fue convenciendo de la necesidad de tomar decisiones drásticas que forzaran a Alemania
a cumplir sus obligaciones. Un nueva solicitud alemana de moratoria en el pago de las
reparaciones en julio de 1922 precipitó la decisión francesa.
El 11 de enero de 1923, tropas francesas y belgas ocuparon la cuenca del Ruhr. El
corazón minero e industrial de Alemania. Se trataba de cobrarse in situ las reparaciones.
Los británicos se negaron a unirse a la acción, pero sus protestas fueron, en un principio,
bastante tibias.
La reacción del gabinete alemán, fue decretar la resistencia pasiva. Las fábricas
cerraron y el gobierno de Berlín sufragó a los huelguistas. La situación llevó a la economía
alemana al colapso. Uno de los fenómenos más espectaculares de la historia económica
del siglo XX se adueñó de Alemania: la hiperinflación.
Con un marco que había perdido prácticamente todo su valor, en septiembre de
1923, el nuevo gobierno alemán llamó al cese de la resistencia pasiva. Francia también
estaba exhausta, no sólo se había quedado aislada ante el creciente distanciamiento
británico, sino que su propia economía estaba entrando en serias dificultades. Su moneda,
el franco, se estaba debilitando y necesitaba imperiosamente créditos que sólo podían
venir de Estados Unidos, país fuertemente crítico con la política de ejecución de Poincaré.
La debilidad financiera de Francia la forzó a aceptar la integridad territorial de
Alemania y a acordar la retirada progresiva de las fuerzas ocupantes del Ruhr.
La situación se definió claramente hacia la conciliación en febrero de 1924. Alemania
comunicó al gobierno francés que estaba dispuesta a firmar con Francia y otros países que
pudieran estar interesados un acuerdo que garantizase las fronteras franco-alemanas
marcadas en Versalles, incluyendo la zona desmilitarizada. A partir de ese momento las
relaciones internacionales entraron en un corto pero, en aquel momento, muy
esperanzador periodo de concordia.
Sionismo
Todos los problemas descritos afectaban de diferente manera pero con semejante
intensidad a toda Europa, la conflictividad generada por la crisis económica, y el
desequilibrio de clases, se convirtió en caldo de cultivo para la imposición de regímenes de
extrema izquierda o derecha, caracterizados por la imposición del uso de la fuerza, con el
fin de controlar de manera centralizada el uso del poder por parte del ejecutivo, la
exasperación del nacionalismo, así como la creación de milicias partidarias a los gobiernos,
y practicas totalitaristas como la aplicación de la violencia en contra de adversarios y
oponentes, aspectos que caracterizaron a algunos gobiernos como el de Mussolinni y su
fascismo en Italia.
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