La historia social de la España Modema: seis

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MANUSCRlTS. nP 8, Enero 1990, págs. 71-85
La historia social de la España Modema:
seis consideraciones*
James S. Amelang
Parece ser Cste un buen momento para intentar hacer un balance y medir
los progresos de la historiografia social de España entre los siglos XV y
XVIII. En primer lugar, porque durante los Últimos años ha crecido
notablemente el interCs por la historia social, como demuestra la reciente
proliferación de investigación y nuevas publicaciones. En segundo lugar,
porque fuera de España esta subdisciplina parece encontrarse en una
encrucijada, un punto decisivo, que está dando lugar a una intensa reflexión
sobre su naturaleza y su papel dentro de la historiografia en general. Como
resultado de esta coyuntura, ha habido varios intentos de definir objetivos y
perfilar el futuro de la «historia de la sociedad»,' entre los que destaca la
propuesta de Charles Tilly en favor de aproximaciones más amplias y
sintetizadas que entrelacen datos y enfoques monográficos y locales con
cambios estructurales de gran alcance. Su proyecto, que enfatiza la
incidencia del desarrollo del capitalismo y la formación del estado moderno
en particular, revela la existencia de un fuerte malestar ante el estrecho
empirismo que actualmente predomina dentro del sector.;!
El propdsito de esta charla es mucho más modesto, ya que sólo pretende
ofrecer unas breves reflexiones sobre el estado actual de la historia social de
la España moderna. En vez de intentar dar un repaso biblográfico de los
grupos sociales, tratad de explorar algunos de los problemas concretos que
Asimismo procuraré ofrecer una
confronta el historiador de la ~ociedad.~
visión comparativa de la historia social espaflola, contrastándola con
estudios semejantes realizados en otros paises, sobre todo Inglaterra, Francia
e Italia. A este fin, quisiera llamar la atención sobre seis aspectos o
problemáticas especfficos, particulares de la historia social de la Españ de los
siglos XV al XVIII.
* Conferencia pronunciada en el Centro de Historia Modema Pierre Vilar, 1988
1. En primer lugar figura la clara necesidad de emplear un vocabulario
más riguroso en nuetro análisis de la sociedad, viciado por una excesiva
imprecisión. Una muestra elocuente de esta falta de rigor es la utilización
frecuente de palabras vacías de contenido como «paradigma», «estructura»,
y sobre todo, «modelo». La confusión y desatención lingüísticas entre los
historiadores se deben a una serie compleja de factores. En primer lugar, es
el resiiltado de nuestra deficiente preparación en las tkcnicas y (aún más
impoflante) las perspectivas de las demás ciencias sociales. Si supieramos
más aritropología, tal vez abandonaríamos la mala costumbre de referimos a
«clanes» cuando queremos indicar «linajes», o de hablar de «mafias»
cuando queremos seflalar la importancia del «parentesco» o las redes de
influencia personal. Es tal vez indicativo que las escasas obras sobre
etnografía histórica - e l estudio antropológico de Cpocas pasadas- que se
han escrito sobre la Espafla moderna han sido casi en su totalidad obra de
antropólogos, y no de historiadores. Francamente, conocemos mal la
antropología, la economía y las demás ciencias sociales -ciencias, es decir,
modos de conocimiento que, purgadas de su jerga disciplinar, nos podrían
ser de gran utilidad.
Otro factor que contribuye a dicha confusión es el talante anti-filosófico
de nuestra disciplina, caracterizada tradicionalmente por un empirismo feroz.
La necesidad de una preparación teórica más rigurosa nace directamente de
nuestra falta de ganas de confrontar y discutir los problemas de análisis y
caracterización planteados por el estudio de la sociedad. El resultado es una
profusión de obras de carácter casi exclusivamente descriptivo, que rehuye
tanto el análisis como el examen sistemático del vocabulario que emplea el
historiador.
2. Una segunda consideración, estrechamente relacionada con este
agnosticismo conceptual, es la pobreza, por no decir inexistencia, de
discusiones en tomo a la articulación de la sociedad moderna en «órdenes» o
«clases». Sería difícil imaginar un problema más grave en el marco de la
historia social de la Cpoca pre-industrial. Sin embargo, apenas ha sido
abordado en el contexto español. Este no es el lugar para intentar hacerlo,
pero como minimo quisiera comentar algunas de las ventajas y limitaciones
del andisis social basado en el concepto de clase.4
La insistencia en la clase como la formación básica de la sociedad de los
siglos XV al XVIII ha sido tal vez la contribución más significativa de la
historiograffa marxista a la historia moderna. Desde luego, esta
aproximación no está universalmetne aceptada. Por el contrario, hay una
fuerte corriente dentro de la historiografía social modemista que niega la
aplicabilidad de la terminología de clase a este
Esta postura se basa
en el argumento de que a diferencia de la sociedad contemporánea, la
sociedad europea de la Cpoca preindustrial se articuló no a travCs de clases,
es decir, siguiendo criterios de poderío económico o de función productiva,
sino a travCs de órdenes o estamentos. basados en conceptos de valoración
no económica. Esta corriente basa la irrelevancia del análisis de clase en la
ausencia de referencias a estos factores «económicos» en los documentos
LA HISTORIASOCIAL DE LA ESPANA...
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escritos por los comentaristas de la misma Cpoca.Creo que esta posición
claramente nominalista encierra una doble equivocación. En primer lugar, su
literalismo llevado a sus consecuencias lógicas haria imposible cualquier
análisis basado en conceptos o vocablos desarrollados a posteriori. No
solemos juzgar las leyes fisicas del universo del s. XVI utilizando los
tCrminos de este siglo, sino con los del siglo XX. Dicho de otro modo,
aunque los habitantes del universo pre-newtoniano no dispusieran del
vocabulario que utilizamos hoy en día para referimos a la ley de la gravedad,
no dudamos en admitir que esa gravitación existia antes de Newton. Yo
personalmente no veo por qué las ciencias sociales no pueden beneficiarse
de los modos de argumentación aceptados en las ciencias naturales. En
segundo lugar, este argumento no se sostiene tampoco a nivel empirico.
Existen numerosas descripciones coetáneas de la sociedad moderna que
hacen referencia explícita al papel jugado por las funciones productivas en la
definición del status social. La práctica weberiana de separar los tres grandes
determinantes de «categoría» social -el poder político, el acceso a los
recursos económicos y el status social- representa una conveniencia
analitica más que una realidad hi~tórica.~
Durante la edad moderna resultaba
sumamente dificil aislar y aún más olvidar cualquiera de estos factores.
Dicho esto, hay que reconocer que la postura «estamentista» tiene como
minimo un gran mérito, el de llamar la atención sobre la importancia del
vocabulario de los ciudadanos de la Cpoca moderna como una fuente de
análisis histórico. Esta aproximación representa una mejora considerable
comparada con la antigua tendencia de cierta histongrafla marxista clásica, a
considerar los «estados», aestamentos~,el «honor», y un largo etcCtera
como una «mistificación ideológica» de las realidades materiales de la
organizacion social. Una perspectiva más sofisticada, como la adoptada por
E. P. Thompson, permite medir mejor la relevancia del papel económico en
la determinación de la «posición» dentro de la sociedad moderna, y así sacar
provecho del estudio del lenguaje y el vocabulario coetáneos para conseguir
un análisis especificamente clasista de la sociedad pre-ind~strial.~
Pero la gloria de la historiografia marxista tambiCn ha sido su pena. Esta
tradición ha pagado un alto precio por su reiterada insistencia en el concepto
de clase como la base de la formación social. Este precio ha sido la actual
tendencia a cuestionar no ya la aplicabilidad de la clase como herramienta
analítica, sino su suficiencia como concepto explicativo. Dicho de otra
forma, el análisis de clase no ha progresado más allá del estudio de las
categorias sociales más genericas. El enfoque de muchos trabajos reciente de
historia social ha sido muy distinto, enfatizando la importacia crucial de otras
categorías y redes de relaciones sociales - e l sexo, la familia, el parentesco,
los grupos politicos, las asociaciones religiosas, las divisiones Ctnicas y
raciales, e incluso las conciencias nacionales- es decir, toda una serie de
articulaciones sociales no necesariamente coincidente con las divisiones de
clase. Los historiadores no marxistas o claramente revisionistas han sido los
que más asiduamente han explorado este terreno, mientras la negativa de
muchos (aunque naturalente no todos) historiadores marxistas a seguir entos
senderos ha producido un cierto estancamiento en sus aportaciones al campo
de la historia específicamente social.
3. ¿Qué tipo de análisis social deberíamos emprender? Naturalmente,
cada uno proseguirá con su tendencia; en la casa del sefior hay muchas
mansiones. Sorprende, no obstante, el predominio casi absoluto de
aproximaciones «estmcturalistas» en el estudio de la sociedad de la España
moderna. Me refiero sobre todo al análisis estático y aislado de las realidades
sociales, es decir, al tipo de análsis que rechaza o soslaya la importancia del
cambio como dimensión cmcial de la experiencia histórica. Esta visión más
bien rlgida de la sociedad ha sido asociada tradicionalmente con algunos de
los csncidísimos trabajos de la escuela de Annales, es decir, la tendencia
historiográfica que por diversas razones ha ejercido más influencia sobre la
historiografia social en España.
Un ejemplo claro de las distorsiones producidas por esta clase de
estaticismo histórico se encuentra en algunas de las obras destinadas al
estudio de las llamadas «estructuras familiares». Partiendo de una base de
datos como los censos o padrones generales, muchos de estos trabajos
identifican la familia con el número de miembros que habitan en el hogar en
un momento dado, es decir, tal como vienen registrados en los mismos
censos. Este tipo de interpretaciones no toma en cuenta el importante papel
jugado por los parientes que habitaban fuera del hogar. Además, ignoran la
manera en que la composición de la familia varia a lo largo de su «ciclo
vital», siguiendo la trayectoria de la transmisión del patrimonio familiar y de
la autoridad paternal de una generación a otra.8
Una aproximación alternativa a la historia social, puede encontrarse en un
libro publicado hace poco por el historiador italiano Giovanni Levi, La
En este estudio fascinador de un pueblo piemontés del
heredad inrnate~al.~
siglo XVII, Levi demuestra cómo la historia social pierde riqueza
interpretativa cuando obliga a los individuos a representar una gama muy
restringida de papeles y funciones, es decir, cuando reproduce la visión del
mundo emitida por documentos de la época como censos, padrones de
vecinos y listas de propietarios de bienes valorados por razones fiscales.
Resulta mucho más provechosos el examen de las gentes dentro de los
contextos más amplios creados por relaciones de dependencia, clientela,
amistad, caridad,vecindario, y enlaces con el mundo exterior - e s decir,
toda tina red de relaciones imprecisas pero significativas que constituyen la
«heredad inmaterial» de cada ser social.
Otro ejemplo de los riesgos que se corren cuando se considera a los
habitantes de la Edad Moderna como individuos aislados y no como
miembros de grupos sociales más extensos se encuentra en muchos de los
estudios hechos sobre los niveles de alfabetización durante esta Cpoca. Si
uno enfoca la capacidad de leer como algo que da lugar al acto de lectura
privada y solitaria - e s decir, siguiendo la práctica de lectura como la
hacemos nosotros hoy en día- pues lógicamente el «nivel» de
alfabetización durante los siglos modernos, y así la capacidad de transmisión
de la:; comunicaciones escritas, parecerán muy limitada. Pero si en vez de
.
LA HISTORIA SOCIALDE LA ESPAFIA..
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considerar a las personas que sabían leer como individuos aislados, les
miramos como miembros de familias, de gremios, de círculos de
sociabilidad como las constituidas en tavernas o cofradías, vemos que la
accesibilidad de los mensajes escritos era mucho mayor. Una consecuencia
de la aceptación de este enfoque es que pone en entredicho al viejo tópico
sobre el distanciamiento absoluto entre la cultura escrita de las clases
dirigentes y la cultura «oral» de las clases populares.
Las limitaciones impuestas por el estructuralismo podrían solucionarse, al
menos parcialmente, mediante la realización de un análisis que examine la
sociedad no como algo aislado y objetivado, sino en conexión directa con las
demás dimensiones de la experiencia humana. Tal vez una de las debilidades
más criticadas de la historia social actual - y no sólo en España- sea su
marginación de la política. Esta marginación se remonta a los mismos
orígenes de la historia social; según las famosas palabras de uno de los
fundadores de la subdisciplina,la historia social es «la historia de un pueblo
excluyendo su
En su fase más revolucionaria e innovadora, es
decir, en los primeros años de la revista Annales, la historia social lanzó un
ataque frontal a la historia política tradicional, limitada al estudio de la
diplomacia, la guerra, y las instituciones de gobierno. Pero más
recientemente, la historia política -o al menos algunas obras de historia
política- ha sustituido esa estrechez de miras por un concepto mucho más
amplio del poder y sus manifestaciones históricas, por lo que tal vez haya
llegado la hora de reintegrar Csa y otras dimensiones de la experiencia
histórica, en un intento de construir una verdadera historia total -total, es
decir, dinámica, extrovertida, y rigurosamente abierta a las múltiples fuentes
para el estudio de la experiencia histórica.
4. La cuarta problemática: la relación entre la historia local y la historia
más general. La reciente proliferación de estudios históricos de dimensiones
geográficas reducidas ha dado lugar a que la mayor parte de las obras de
historia social escritas sobre la España moderna sean historia local. ¿Cómo
calibrar esta historia? ¿Cuál es y cuál podría ser el papel de la historia local
en la reconstrucción del entrono más amplio de la sociedad en general? El
hecho de que cada comarca y valle tenga su asamblea de historiadores, y que
cada hoja parroquial se haya convertido en revista científica -y viceversaha suscitado reacciones de signo muy diferente entre los historiadores
«profesionales». Así, encontramos desde la romantizacidn de la figura del
abnegado erudito del pueblo hasta la frustración ante la marea incontenible
de publicaciones impresionistas, carentes de rigor analítico, y de imposible
homologación. Es evidente que el estudio local es un arma ambivalente, una
espada de doble filo cuya riqueza y profundidad de conocimiento han sido
muchas veces viciadas por una lamentable estrechez de miras.
Desde luego, nadie duda que completar los logros y suplir los defectos de
la historia local permitirían un enriquecimiento mutuo de las historias
«micra» y «macro». Mejorar los canales de comunicación entre los autores
de historia local dentro un marco amistoso pero crítico parece ser una de las
I
1
76
J. S.AMELANG
necesidades más acuciantes. Por eso sólo se puede aplaudir iniciativas como
la reciente aparición de los Plecs d'histbria local en CataluÍía, una
publicación periódica que se propone facilitar la comunicación entre los
divenios historiadores locales para fomentar la discusión teórica de esta
tern6tica.l l
Tal vez un ejemplo a seguir en este campo sea el caso de Inglaterra,
donde la historia local ha alcanzado un grado muy elevado de calidad y
autocrítica.12Esto se debe no sólo a la existencia de una larga tradición de
estudios «anticuarios>>
-tradición plasmada en los múltiples Record Offices
y editoriales a nivel de country- sino tambiCn a otros factores dignos de
consi~deración. Entre ellos cabe señalar la existencia de revistas
especiializadas cuya misión incluye la elaboración de mCtodos aplicables a
estudios de dimensión local, como por ejemplo Local Population Studies,
revista de demografía local de altísima calidad que asume la labor didáctica
como parte esencial de su tarea científica. Otra táctica integradora ha sido la
politica de coordinación de esfuerzos locales a travCs de proyectos de más
largo alcance. En este sentido impresiona el Cxito gozado por el Cambridge
Group for the History of Population and Social Stmcture en su campafia
para reunir equipos de viejecitas, curas de pueblo y numerosos otros
aficioiiados a la historia local en una tarea común: nada menos que el estudio
comparativo a nivel parroquia1 de la composición de las familias en la
Inglaterra modema a travCs de la aplicación del método de la reconstrucción
familiar.13Proyectos como este no sólo producen bases de datos mucho más
amplias que las que podrían recavar investigacionesprofesionales trabajando
en gnipos pequefios y normalmente limitados a las áreas próximas de la
universidad, sino que tambiCn enriquecen los conocimientos y metodos
empleados por los mismos historiadores locales, ahora alentados a mirar
más alllá de los horizontes de su pueblo o parroquia. No hace falta decir que
esos aficionados han hecho aprotaciones originales que van más allá de la
mera recogida de datos, buena muestra de lo cual son los estudios hechos a
nivel local sobre la transmisión e impacto de la peste bubónica en Inglaterra a
mediados del siglo XVII.14
En resumen, la historia local es un enfoque historiográfico poseedor de
muchas virtudes, pero que tambiCn tiene sus vicios: una estrechez de
horizonte intelectual, la tendencia a primar el detalle local por encima de
explicaciones históricas más ambiciosas e incluso una cierta romantización
de la sociedad local (constituida en muchos casos por los antepasados del
mismo historiador y sus vecinos). Tal vez la única arma fiable contra estas
limitaciones sea la comparación con otros estudios de ámbito local en otras
áreas geográficas. Proyectos que integren ambas dimensiones, micro y
macro, en un esfueno colectivo podrían beneficiamos a todos, mejorando
nuestro conocimiento de la realidad más directa e intensamente vivida por la
gran niayoría de la gente de la Cpoca modema.
5. Esto nos lleva a una penúltima consideración: la de la desatención por
parte de la historiograffa social modemista espafíola hacia una larguísima
lista de temas específicos -temas que en la mayor parte de los casos han
LA HISTORIASOCIALDE LA E S P ~ ~ A.. .
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gozado de un trato extenso, por no decir preferente, en la historiografía
extranjera. Faltan en primer lugar estudios sitemáticos de las distintas clases
sociales, tanto a nivel monográfico como de síntesis general.15 Los pocos
estudios que existen muestran además un claro desequilibrio de preferencias.
La nobleza y las clases dirigentes han disfrutado de la buena suerte de haber
sido perfiladas en obras tan ricas como las de Antonio Domínguez Ortiz.16
Por desgracia, no se puede decir lo mismo ni de la burguesía -mejor dicho,
las diversas burguesías peninsulares- ni de las clases populares, tanto en el
ámbito urbano como en el rural.
La situación mejora sólo un poco cuando pasamos al estudio de las
formas no clasistas de estratificación social, la más importante de las cuales
es la división sexual. Aunque en la actualidad disponemos lamentablemente
de pocos estudios sobre las mujeres españolas de la Edad Moderna, no cabe
duda de que éste es un campo que ha atraído bastante interés últimamente,
como lo demuestra, por ejemplo, el elevado número de comunicaciones
presentadas en los congresos de historia de la mujer celebrados
recientemente en Madrid, Barcelona y Alcalá de Henares.
Desafortunadamente, no se puede decir lo mismo de otros grupos sociales,
como los de base étnica y10 religiosa. Destaca la inexistencia de trabajos
sobre, por ejemplo, los judeoconversos como grupo social, al menos en
comparación con la mayor abundancia de estudios sobre la otra gran minoría
étnica, los moriscos. La falta de atención prestada por los historiadores hacia
aquel grupo social es tan destacable como el fenómeno contrario, la auténtica
«caza de conversos» que se produjo hace unos años entre los etudiosos de la
literatura del Siglo de Oro.17
Pero quizás la ausencia más destacable ha sido la del estudio de las
relaciones sociales entre y dentro de estos grupos sociales. Naturalmente,
hace falta reconocer que la mayoría de las fuentes más fácilmente disponiles
favorecen el análisis interno y estático de las «estructuras» sociales. En
consecuencia, la mayor parte de los estudios no traspasa este nivel de
análisis social, abandonando el examen de las solidaridades y los conflictos,
las distancias y las compenetraciones en el tejido social. En estas áreas de
estudio existe un vacío casi completo, lo cual contrasta con las tendencias
actuales de la historiografía extranjera.
Lo anteriormente expuesto es fácilmente contrastable cuando acometemos
el estudio de cualquiera de los temas más importantes en el campo de las
relaciones sociales como, por ejemplo, la movilidad social, tanto horizontal
como vertical. Es cierto que el estudio de la movilidad horizontal o
geográfica ha empezado a atraer la atención de los interesados en la
demografía histórica, pero resulta lamentable que a pesar de la próxima
celebración del Quinto Centenario, contemos con tan pocos estudios
detenidos del impacto de la emigración hacia el Nuevo Mundo en las áreas
de origen, sobre todo Extremadura y Andalucía.'* En cuanto a la movilidad
vertical -cambio de profesión y10 de estamento o status social- creo que
se puede decir con toda seguridad que no existe ningún estudio de esta
problemática siguiendo las líneas ya trazadas en el resto de Europa.19 Esto es
l
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J. S.AMELANG
especiahente lamentable cuando se recuerda la gran abundancia de tópicos
existentes sobre la falta de movilidad en diversos períodos de la Edad
Modenla en España. Los sondeos muy parciales hechos sobre el
ennoblecimiento en Castilla y en Cataluíía en el siglo XVII sugieren que es
precisamente durante la época que Pierre Chaunu ha relacionado con un
arecha2.0 colectivo de la movilidad» cuando se produjo el mayor acceso a la
nobleza.20Naturalmente, el ennoblecimiento es s61o un tipo de movilidad
vertical, pero estoy seguro de que estudios más profundos y exhaustivos
nos reservarán otras muchas sorpresas similares.
Otro tema de gran importancia dentro del ámbito de las relaciones
sociales es el de la sociabilidad, un área de investigación que ha atraído
mucho interCs entre los historiadores franceses en particular, especialmente a
partir de los estudios realizados por Maurice Agulhon sobre la Provenza del
XVII al XIX.21 En contraste con aquellos, los estudios espafloles sobre la
sociabilidad «formal» -por ejemplo, la historia de los gremios y las
cofradías- abordan principalmente los aspectos institucionales y
econóniicos de estas organizaciones en vez de sus vertientes sociales. Asf,
nos encontramos con que no disponemos ni de un sólo estudio histórico, al
menos del que yo tenga constancia, sobre, por ejemplo, la composición
social de una cofradía de devotos durante la Cpoca moderna, a pesar de la
importancia que alcanzaron las colectividades dedicadas a la penitencia
pública en aquella época.
Otra aspecto de la historia de la sociabilidad es la vida colectiva informal.
Esta incluye campos tan diversos como la histona de la recreación y los
pasatieinpoos, la reconstrucción de las pautas de residencia (tema de gran
actualidad en la historiografía urbana moderna de Inglaterra y Francia), y la
reconstrucción de las redes de amistad y conocimientos p e r ~ o n a l e s . ~ ~
TambiCn forma parte de esta temática el análisis histórico del padrinazgo y de
las relaciones de clientela. El interés de este tipo de estudio radica en la gran
importancia de estas relaciones dentro de la sociedad moderna -importancia
tan central que, como dice un estudiosos pionero en este tema, «se diría que
la sociedad en su conjunto se configura como un complejo entramado de
pequeíías pirámides escalonadas» entrelazadas «en una relación sincronizada
de múhias obligaciones».23
Las fraguas de estas lealtades sociales -verticales (interclasistas) u
horizoritales (dentro del mismo grupo o clase- eran múltiples y variadas.
De entre ellas sólo los núcleos sociales más importantes -la familia, el
parentesco y el compadrazgo- han empezado a recibir la atención que
merecen por parte de los historiadores de la sociedad, mientras que han
quedado en el olvido otras como el vecindario, las parroquias y colaciones24
y las relaciones establecidas por la caridad y el intercambio de bienes y
regalos, Y por ende, no deberíamos olvidamos de la importancia del estudio
de los comportamientos tanto públicos como privados -por ejemplo, la
criminalidad, la «desviación» y un largo etcétera.
Hay muchas otras facetas de la historia social que merecen más atención
de la que han recibido hasta ahora. Poco o nada sabemos del perfil social de
LA HISTORIA SOCIAL DE LA ESPMA.. .
79
la actividad política de la época, ni de la composición de los movimientos
políticos - e s decir, la parte de la historia social cuyo enfoque más
específico es la movilización y el comportamiento políticos, tema tradicional
de la ya clásica historia social de Hobsbawm, Rudé, Lefebvre y otros.
Tampoco sabemos mucho del mundo del trabajo fuera de sus dimensiones
estrictamente económicas -la vida del taller, las relaciones entre los
distintos niveles gremiales, la organización del tiempo y horario de trabajo, y
su relación con el tiempo fuera del mundo laboral, sobre todo festivo. Queda
por explorar además el discurso social, es decir, las interpretaciones y
representaciones de la sociedad, estudiadas por primera vez por José
Antonio Maravall. Y no hace falta decir que existe una historia social de
tantas otras disciplinas - d e l derecho, de la medicina, el arte y la
arquitectura, la vivienda, las ciencias, la alimentación y la cocina, la
indumentaria, la cultura material, la religión y las creencias y prácticas
espirituales- toda una gama de temas que hasta ahora ha recibido
poquísima atención en la historiograffa española.
6. Una Úitima problemática a tratar es la planteada por la proveniencia y
variedad de las fuentes utilizadas. A estas alturas no deja de ser un tópico el
subrayar la necesidad de superar la tendencia anticuada de estudios con
enfoques meramente institucionales y corporativos - e s decir, la necesidad
de estudiar los artesanos tanto fuera como dentro de los gremios, o los
miembros de las profesiones liberales más allá de los colegios de abogados o
mCdicos. Existe tambiCn un cierto consenso sobre la conveniencia de meditar
y sospesar con más detenimiento la utilización de las fuentes literarias. Una
buena parte de la generación anterior a la nuestra mostró un fuerte rechazo
hacia el uso de la literatura como fuente histórica, lo cual era natural dada la
tendencia imperante a escribir historia social cogiendo una frase del Quijote
aquí, y otra del Lazarillo allá (una práctica que, por desgracia, no ha
desaparecido del todo). Pero mientras esta reacción en contra del uso
«literal» de la literatura como evidencia de realidades históricas merece
nuestro aplauso, no creo que debamos dar la espalda a documentos tan
fascinantes como, por ejemplo, las novelas picarescas. Si no deberfan servir
como evidencia en el sentido estricto de la palabra, sí es cierto que las obras
literarias tiene un gran poder sugestivo e ilustrativo. ¿Por qué prescindir de
los enigmáticos chistes sobre los plateros «confesos» (conversos) de
Barcelona en Guzmán de Alfarache? ¿O las divertidas descripciones de los
caballeros sevillanos en el Bachiller rapaza?^^ Creo que si aplicamos las
debidas precauciones, podríamos aprender muchísimo de la producción
literaria sin caer en los abusos de a n t a f i ~ . ~ ~
De modo semejante, queda mucho sitio para la incorporación de fuentes
aún más intimas y personales. Por desgracia todavía reina el tópico
orteguiano sobre la falta de materias autobiográficas en la España Moderna.
Aunque hay muestras que indican que los tiempos están cambiando,27no
dejan de sorprender que casi nadie escriba historia social utilizando textos
tan ricos como el diario del abogado barcelonCs Jeroni Pujades, la crónica
del jesuita andaluz Pedro de León y muchos otros. Sorprende y decepciona,
80
J. S. AMELANG
porque es difícil imaginar otra serie de fuentes tan sugerentes como estos
escritos íntimos y personales.
Quisiera acabar disculpándome si al hablar de los problemas que afectan
al campo de la historia de la sociedad moderna, he dejado una visión o
impresión negativa. Si así fuera, me gustaría ahora rectificarla. Hay muchos
indicios de vitalidad y transformación en esta subdisciplina, como son la
creación de nuevos centros y equipos de inve~tigación~~
y y la fundación de
nuevas revistas especializadas en esta materia.29Estas iniciativas aportan
señas de identidad cuya ausencia en el pasado ha frustrado una clara toma de
posiciones en favor de la historia de la sociedad, obstaculizando así la
renovación de la historiografía española en general. Incluso tal vez el
problema fundamental en este campo -y otra vez no s610 en el caso espcuiol
sino tainbiCn en el extranjero- es que los resultados producidos por la
historia social hasta ahora no se han correspondido, salvo excepciones
importantes, con el potencial tan enorme de la disciplina.
Este potencial tiene al menos dos puntos de apoyo. El primero es la
extraordinaria riqueza de la documentación histórica de España. Cuando se
piensa en fuentes tan ricas como los censos castellanos de los años sesenta
del siglo XVI,las «relaciones topográficas», los documentos notariales del
litoral mediterráneo, la abrumadora cantidad de documentación judicial (no
cabe duda de que EspaÍía tiene los archivos criminales más infra-utilizados
de toda Europa) y sobre todo los incomparables documentos producidos por
la Inqu:isición, se da uno cuenta enseguida de las amplias posibilidades de
esta temática.
El otro punto de apoyo proviene de la misma naturaleza de esta
subdisciplina, es decir, el hecho de que la Wtoria social siempre puede -y
debe, creo yo- volver a sus raíces revolucionarias. La fundación de una
nueva revista de historia moderna por una asociación que ostenta el nombre
de Pieme Vilar, símbolo de la historia modema entendida como una manera
abierta, crítica y constantemente innovadora, brinda una oportunidad
excepcional para la renovación de nuestros conceptos, nuestros esquemas y
sobre todo nuestras prácticas como estudiantes del pasado. Por eso es tan
necesaria la historia social, una historia constantemente en construcción
gracias a su insistencia sobre la obligación de criticar la insuficiencia de
cualquier visión parcial de pasado. Gracias a este talante crítico, es una
historia que por definición revisa tópicos de tinos y troyanos, de derechas e
izquierdas. Es una historia que reincorpora, incluso reivindica, clases,
grupos e individuos marginados no sólo por la sociedad, sino por la
estrechez de miras de muchos estudiosos del pasado. Es la historia que más
activamente combate contra la historiografía tradicional, una histonografía
que nunca ha perdido sus posiciones de fuerza, y que incluso está volviendo
a la ofensiva por diversas vías. Es, en fin, una historia sumamente
promett:dora, que tiene la capacidad de hacer aportaciones fundamentales a
nuestra primera responsabilidad como historiadores, que es la de procurar
un conocimiento más profundo del pasado. Gracias a la historia social, las
cosas han cambiado. A lo largo de este ensayo he argumentado, sin
LA HISTORIA SOCIALDE LA ESP&A.. .
81
embargo, que no han cambiado bastante. Nos queda mucho, casi todo, por
hacer.
NOTAS
Eric Hobsbawm defiende la superioridad de esta denominación en el ensayo «From
Social History to the History of Society~,en FD. Gilbert y S. R. Graubard, eds.,
Historical Studies Today (Nueva York 1972), pp. 1-26.
Reliving the Past: The
C. Tilly, «Retrieving European Lives~,en O. Zunz, d.,
Worlds of Socia History (Chape1 Hill 1985). pp. 11-52.
Amplias referencia bibliográficas en P. Molas, «La historia social de la España
moderna*, en V, Vázquez de Prada et al., La Historiograji'a en Occidente desde 1945:
Actitudes, tendencias y problemas metodolbgicos (Pamplona 1985), 111, pp. 299326
Resulta sorprendente la ausencia de discusión sobre una cuestión tan importante
para la historiografía de la Europa moderna en general. Unas consideraciones
preliminares en: C. E. Labrouse et al., Ordenes, estamentos y clases: Coloquio de
historia social... 1967 (Madrid 1978); R. S. Neale, Class in English History, 16801850 (Oxford 1981); P. Calvert, The Concept of Class: An historical introduction
(Nueva York 1982), especialmente caps. 1-4; y R. S. Neale, d.,
History and Class:
Essential Readings in Theory and Interpretation (Oxford 1983).
El que más tenazmente ha defendido esta postura ha sido Roland Mousnier; la
exposición más digerible de su argumento está en Social Hierarchies, 1450 to the
Present (Nueva York 1973; traducción castellana, Buenos Aires 1972). Comentarios
sobre su inspiración en la sociología funcionalista norteamericana en A. Arriaza,
«Mousnier and Barber: The Theoretical Underpinning of the 'Society of Orders' in
Early Modern Europen, Pasr and Present, 89, 1980, pp. 39-57.
M. Weber, «Class, Status, Party», en H. H. Geth y C. Wright Mills, eds.. From
Marx Weber: Essays in Socilogy (Nueva York 1974), pp. 180-195 (existe una
traducción española: Ensayos de sociologla contemporánea, [Barcelona 19721).
Estas páginas aparecieron por primera vez en Wirtschaft und Gesellschaft
(Tuebingen 1922), III, pp. 631-640.
"
El creciente interés en el «vocabulario social» de la época moderna ha emprezado ya
a dar buenos resultados. Véanse por ejemplo varios de los ensayos en la antología
editada por P. Burke y R. Porter, The Social History of Language (Cambndge 1987),
y en particular la introducción de Burke @p. 1-20). De especial interés para el caso
castellano es el artículo divulgativo de I.A.A. Thompson, «Hidalgo and Pechero in
Castilleu, History Today, 37, enero 1987, pp. 23-29.
Esta observación es de especial relevancia en el caso de la famosa «famille-souche»
que predominaba en muchas partes del Norte de España. La atención a este sistema de
parentesco y herencia constituye una de las aportaciones más originales de la
clásica obra de F. Le Play, L'organisation de la famille selon le vrai modele signalé
par I'histoire de toutes les races et tous les temps (Paris 1871). Una lúcida
82
J. S.AMELANG
explicación de los riesgos de la utilización de censos para la historia de la familia en
L. Berkner, «The Stem Family and the Developmental Cycle of the Peasant
Household: An Eighteenth-Century Austrian Examplen, American Historical
Review, 77, 1972,pp. 398-418,y su «The Use and Misuse of Census Data for the
Hisitorical Analysis of Family Stmcture~.Journal of Interdisciplinary History, 5,
19'75, pp. 721-738.
C. Levi, L'eredith immateriale: carriera di un esorcista nel Piemonte del Seicento
(Tiirín 1985).
lo
«Social History might be defined negatively as the history of a people with the
politics left out»: C. M. Trevelyan, English Social History: A Survey of Six
Centuries. Chaucer to Queen Victoria (Nueva York 1942). p. vii. Otras críticas del
supuesto «apoliticismo» de la historia social en T. Judt, «A Clown in Regal Purple:
Social History and the Historianss, History Workshop, 7, 1979,pp. 66-94,y E.
Fox y E. Genovese, «La crisis política de la historia social: la lucha de clases como
objeto y como sujeto», Historia social, 1 1988, pp. 77-110.
l1
Lo:; Plecs comenzaron a ser publicados como suplemento de la revista L'Avenq en
febrero de 1986. Para unos comentarios sobre la historia local en el contexto
catalán, véase J. Fontana, E. Ucelay Da Cal y J. M. Fradera, Reflexions
meitodolbgiques sobre la historia local (Gerona 1985).
l2
La bibliografía inglesa sobre este método de investigación histórica es abrumadora.
Intiroducciones útiles se encuentran en P. Riden, al History: A Handbook for
Beginners (Londres 1983). y W. C. Hoskins, Local History in England (Londres
19114~).
Para una perspectiva más continental véase C. Violante, La storia locale.
Temi, fonii e metodi della ricerca (Bolonia 1982).
l3
Los; primeros resultados del Grupo de Cambridge (fundado en 1964) fueron resumidos
en E. A. Wrigley y R. S. Schofield. The Population History of England, 1541-1871:
A Reconstruction (Londres 1981). y la tercera edición de P. Laslett, El mundo que
hemos perdido, explorado de nuevo (Madrid 1987).
l4
The Plague Recon~idered:A New Look at its Origins and Effects in 16th and 17th
Century England (Matlock 1977).
l5
Buena muestra de esta laguna es la ausencia casi absoluta de prosopografías, es
decir. biografías colectivas de grupos sociales específicos. La mayor parte de los
estiidios realizados sobre casos españoles ha sido impresionista y construida sobre
una,evidencia bastante limitada, un peligro ya advertido por Lawrence Stone en su
ensayo «Prosography». en Gilbert y Graubard, Historical Studies Today, pp. 107140. De todos modos. no quisiera dar la impresión de estar viendo la paja en el ojo
ajeno mientras ignoro la viga en el propio. Buen ejemplo del contraste entre lo que
se podía haber hecho y lo que se hiw es mi reciente estudio sobre la clase dirigente
barcelonesa en los siglos XVI y XVII. La extraordinaria riqueza de las fuentes
notariales catalanas habría permitido un estudio muy detallado de las relaciones
farriiliares, los enlaces matrimoniales y la constitución de patrimonios familiares a
través de transmisiones de una gran variedad de bienes -todos aspectos apenas
tocados en el libro. Mea culpa.
LAHISTORIA SOCIAL DE LA ESPANA.. .
83
l6
A. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régimen
(Madrid 1973). Un repaso bibliográfico más reciente se encuentra en el primer
capítulo de 1. Atienza Hernández, Aristocracia, poder y riqueza en la Espaiia
moderna: la Casa de Osuna (Madrid 1987), pp. 9-70.
l7
Se están produciendo algunos nuevos estudios que aproximan a los conversos como
grupo social; véase por ejemplo J. Contreras ~Criptojudaísmoen la España
moderna: clientelismo y linaje». Areas, 1987, pp.; y R. Carrasco. «Preludio al
'siglo de los portugueses,. La Inquisición de Cuenca y los judaizantes lusitanos en el
s. XVI», Hispania, 47 (166), 1987, pp. 503-560.
l8
Una excepción notable es la tesis doctoral de Ida L. Altman, «Emigrants, Returnees
and Society in Sixteenth-Century Cáceresm, John Hopkins University 1981, de
próxima publicación por la University of California Press.
l9
Me refiero al clásico artículo de Lawrence Stone, «Social Mobility in England,
1500-1700». Past and Present, 33, 1966, pp. 16-55. Véase también el interesante
estudio de A. Sharlin, «From the Study of Social Mobility to the Study of Societym,
American Journal of Sociology, 85, 1979, pp. 338-360.
20
P. Chaunu, «La société espagnole au 17e sikcle: sur un réfus collectif de mobilitéu.
Bulletin hispanique, 68, 1966, pp. 104-115. La misma tesis se sostiene en
referencia a la nobleza en J. A. Maravall, Poder, honor y élites en el siglo XVII
(Madrid 1979). Otra cronología de ennoblecimiento se encuentra en 1. A. A.
Thompson, «The Purchase of Nobility in Castille, 1552-1700», Journal of
European Economic History, 8, 1979, pp. 313-360. y J. S. Amelang, La formacibn
de una clase dirigente: Barcelona 1490-1714 (Barcelona 1986), pp. 67-76.
u Véase sobre todo Pénitents et franc-Ma~omde l'ancienne Provence (Paris 1968).
Resulta sumamente útil el reciente ensayo bibliográfico de E. Franqois y R.
Reichart, «Les formes de sociabilité en France du milieu du 17e au 19e si&cle»,
Revue d'histoire moderne et contemporaine, 34, 1987. pp. 453-472.
"
"
Si pudiera escoger un ejemplo que demuestre las muchas posibilidades que presenta
esta temática, resaltaría el fascinador libro de Samuel K. Cohn, Jr.. The Laboring
Classes in Renaissance Florence (Nueva York 1980). Este libro explora el contraste
entre la sociabilidad popular y la de la élite' florentina antes y despues de la revuelta
de los Ciompi (1378).
Contreras, «Criptojudaismo». El libro del mismo autor El Santo Oficio de la
Inquisicibn en Galicia: Poder, sociedad y cultura (Madrid 1982) contiene el análisis
más logrado del clientelismo en la España moderna.
?A
Es especialmente llamativa la inexistencia de estudios sobre los consejos y obrerías
de las parroquias, órganos que muchas veces tuvieron gran incidencia a nivel local y
popular. Una buena introducción a la parroquia como entidad administrativa en J.
Fariña Jamardo. La parroquia rural en Galicia (Madrid 19812).
25
Mateo Alemán, Guzmán de Alfaruche (1599/1605), 11, cap. 10; Alonso de Castillo
Solórzano, Las aventuras del Bachiller Trapaza (1637). caps. 10-12. Unos
comentarios generales sobre el uso de la literatura como fuente histórica en P.
84
J. S.AMELANG
Laslett, «The Wrong Way úuough the Telescope: A Note on Literary Evidence in
Sociology and in Historical Sociologyw, British Journal of Sociology. 27. 1976,
pp. 319-342.
26
Un ejemplo espléndido (e inhvalorado) de historia social basada en gran parte en
fuente literarias es la tesis doctoral de N. Salomon. Lo villano en el teatro del Siglo
de Oro (Madrid 1985).
Enhe estos indicions figuran ediciones recientes de diarios y memorias de
campesinos. artesanos. tenderos y mercaderes. Una lista no exhaustiva incluiría: J.
Geli y M. A. Anglada. eds., Medries dtn pagk del s. XVIII (Bmlona 1978). del
campesino Sebastia Casanovas; A. Pladevaii i Font y A Simón Tmés. eds.. Guerra
i vida pagesa a la Catalunya del s. XVII (Barcelona 1986). del campesino Joan
Guardia; T. Arnorós. Mallorca 1740-1800: Medries dún impressor, ed. C. Simó
(Montserrat 1983); V. Pérez, Diario de Valladolid, ed. T. Egido (Valladolid 1983).
de iui ensamblador del s. XVLII, F. Morales Padr6n. ed.. Memoria de Sevilla:
Noticias sobre el s. XVII (Córdoba 1981). del tendero Andrés de la Vega; y M.
Bustos Rodn'guez, ed.. Un comerciante suboyano en el ccídiz de Carlos 11. Lar
memorias de RaUnwido de Lantery. 1673-1700 (Cádiz 1983). Estos documentos
ofrecen una rica perspectiva «desde abajow; sin embargo. su incorporación en
estudios de historia social sigue siendo lamentablemente escasa
Por ejemplo. han empezado a realizarse trabajos muy prometedores en el círculo
murciano de investigadores sobre la historia de la familia y en el Equipo Madrid de
historia urbana.
"
Me refiero sobre todo a la revista Historia Social. publicada por la UNED-Alzira,
cuyo primer número salió en pzimavera-verano 1988.
JAMES S. AMELANG
Universidad & Florida
Resumen: las líneas precedentes señalan una refexibn comedida sobre
determinados aspectos que sugiere el análisis & la trayectoria seguida en
nuestro país por la Historia Social en comparación con la historiografa
europea, como la necesidad de un mayor rigor tenninológico, un debate
fecundo en torno a la aplicabilidad del concepto & aclase» o «estamento»
durante el Antiguo Régimen, la superacibn de aproximaciones
excesivamente aestructuralistas»y poco dadas al érfiasis sobre los cambios
que se operan en la sociedad, la mejora en la colaboración entre la
historiografía local y académica en favor de la ampliacibn recíproca de
conocimientos o la valoración de nuevos temas y ficentes hasta lafecha poco
valorados, son algunos de los elementos aportadospor el autor.
Summary: The precedent lines rnake a moderate refection about certain
aspecrs appeared through the analysis of the trajectory followed by the
Social History in our country in comparison with the European
-
historiography. Suggestions as: the need of much more terminological
rigour; a productive debate about the possibility of application for the
concept of «clase» or «estamento» during the Ancient Regime; to overcome
too many «structuralist» approximations, not much done to put emphasis
over the changes produced on the society; an improvement in the
collaboration between the local and the academic historiography tofavour a
reciprocal enlargement of knowledges or the valuation of new thernatics and
sources until now not much valued. Al1 these are some of the elements that
the author bring to us.
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