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Revista destiempos n° 30 I Publicación bimestral I
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CORTESÍA, TRANSGRESIÓN Y EROTISMO:
EL VIAJERO DEL SIGLO DE ANDRÉS NEUMAN
María del Carmen Castañeda Hernández
Universidad Autónoma de Baja California
El erotismo es la dimensión humana
de la sexualidad, aquello que
la imaginación añade a la naturaleza
La doble llama. Octavio Paz
E
n su libro El erotismo George Bataille dice que el erotismo es lo que en la
coincidencia del hombre pone en cuestión del ser. Según Bataille, el erotismo es
una experiencia vinculada a la vida como objeto de pasión, como contemplación
poética.
En El viajero del siglo del escritor argentino Andrés Neuman, el erotismo y el
sentimiento amoroso son elementos fundamentales para lograr la ficcionalización.
Gran parte de la historia se circunscribe a lo que sucede en espacios interpersonales e íntimos. Las relaciones entre los personajes se dan a través de la
representación del amor y de los escarceos eróticos, pero también existe un
elemento que subyace bajo este erotismo generalizado: la transgresión de un
orden moral y social.
La novela está inspirada en el libro Viaje de invierno de Wilhelm Müller y la
música de Schubert. A pesar de que se ubica en el siglo XIX no es una novela
histórica ni narra acontecimientos concretos. Neuman establece un contraste
entre la Europa de la Restauración y las propuestas de la Unión Europea; entre
los planteamientos de la educación sentimental actual y sus orígenes, entre la
novela sentimental, la novela romántica y la narrativa moderna.
La narración comienza con descripciones muy detalladas que nos ubican en un
universo literario aparentemente remoto: Hans, un joven traductor, pasa una
noche en la posada de una localidad ficticia, Wandenburgo, situada entre Sajonia
y Prusia, en donde las calles, los lugares y los personajes cambian insólitamente,
y un extraño poder retiene a todo aquél que llega a la ciudad.
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La anécdota que da forma a la novela recrea la época de
la Alemania
postnapoleónica En la primera parte del libro, Neuman se basa en la tradición del
amor cortés para narrar el juego amoroso entre Hans y Sophie que se desarrolla
con inmensa sutileza e ingeniosos recursos retóricos, en medio de los debates
literarios y filosóficos.
En la segunda parte el papel del lenguaje va transfigurando la historia. La lengua
se convierte en el vehículo del amor y el erotismo ya que, como los textos que
traducen, los cuerpos de los amantes también se deben descifrar.
Empezaré por plantear algunos elementos relativos al amor cortés y del erotismo
para fundamentar mi propuesta.
El amor cortés es una rama de la literatura medieval, principalmente la francesa,
inspirada por el espíritu cortés, es decir, es una "erótica" fundada en la sublimación de la dama.
Surge en el siglo XI en la Francia occidental a manos de Guillermo IX, duque de
Aquitania, quien firma los documentos más antiguos que se han encontrado. En
ellos se localizaban ya los elementos y las tramas así como la concepción del
amor que posteriormente caracterizaría el amor cortés.
Durante siglos la idea y práctica del amor habían estado regidas por la libido, y
su código era el Ars amandi, de Ovidio. El amor era considerado como un
arrebato de carácter sensual que aspiraba al goce material y al logro definitivo y
absoluto. Pero la vida cortesana de los castillos occitánicos en el siglo XII adoptó
un nuevo comportamiento erótico en la que predominaba la idea de servicio
permanente y desinteresado: el amor cortés. El amante no tenía una meta
determinada, sino que se mantenía en un estado de amor que no aspiraba a
ninguna recompensa o retribución. Lo característico del amor cortés, en contraste
con el amor ovidiano, es la sumisión del amante ante la soberanía de la dama, la
señora, de la que nada espera y a la que dedicará toda su vida. De esto proviene
el tono doliente y plañidero del amante que llora su dulce mal de amor con las
agravantes de consentimiento y perduración.
De acuerdo a Lillian von der Walde Moheno el término “amor cortesano” o “amor
cortés” —o “cortesía” o “culto al amor” o “fin amor—” no se acuñó en la Edad
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Media 1. Fue hasta 1883 que el escritor francés Gaston Paris definió, con estos
términos, una condición del amor que se manifestó por primera vez en la
literatura del siglo XII 2. Su trascendencia reside en crear un nuevo ideal de amor,
un nuevo sistema amatorio y establecer una nueva concepción de las relaciones
humanas.
En el inicio de esta propuesta amatoria el tono de los poemas era intensamente
erótico, incitado por la pasión sexual entre un hombre y una mujer. Con el paso
de tiempo y la refinación de la técnica, esa relación entre ambos fue
transformándose en un juego secreto que, por ser un logro ético y estético, no podía reducirse a un mero impulso de la libido y llegó a alcanzar gran virtuosismo.
Sobre este punto cabe advertir que el amor cortés y su codificación es realmente
una manera de controlar el impulso sexual: “Este canon tan sutil constituye en
realidad un código para reprimir el amor. Pero pocos, poquísimos, podrían llevarlo a la práctica. Es cosa de hombres literarios, en cuyas composiciones no hay
ninguna traba, más que de personas” 3.
Guillermo Séptimo, conde de Potiers (muerto en 1127) aportó las características
concretas del amor cortés y estableció el código de la cortesía, (las leyes de Amor):
1) El amor entre hombres y mujeres es, en sí mismo, algo espléndido, un ideal
por el que vale la pena esforzarse; 2) el amor ennoblece tanto al amante como al
amado; 3) por ser un logro ético y estético, el amor sexual no puede reducirse a
un mero impulso de la libido, 4) el amor se vincula con la cortesía y el cortejo,
pero no necesariamente con la institución del matrimonio; 5) el amor es una
relación intensa y apasionada que establece una sagrada unicidad entre el
hombre y la mujer4.
Además, y sobre todo, el “vasallaje” del caballero a la dama o señora (domina).
Para el que ama todo consistía en aceptar la superioridad de la dama sobre él, y
de prestar atención a las exigencias de la amada.
Denis de Rougemont refiriéndose a la leyenda de Tristán e Isolda, considera que:
“El obstáculo más grave es el que se prefiere por encima de todo. Es el más
apropiado para engrandecer la pasión. Notemos también que en este extremo, la
¹ Walde Moheno, Lillian von der, EI amor cortés. Marginalidad y norma, en Aurelio González y Lillian von der
Walde (eds.), Edad Media: marginalidad y oficialidad, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1998,
pp. 11-32.
2 Singer, Irving La naturaleza del amor, S. XXI México, 1992, p.35.
3 Victorino, Juan, El amor y el erotismo en la literatura medieval, Editora Nacional, Madrid, 1983, p. 37.
4 Singer, Op. Cit., pp. 39-40.
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voluntad de reservarse reviste un valor efectivo más fuerte que la misma
pasión. La muerte, que es la meta de la pasión, la mata” 5 y concluye que el amor
cortés no es sólo "amor-pasión", sino "pasión mortal".
Así encontramos que Sophie es, al principio de la novela, el prototipo de la mujer
bajo los preceptos del amor cortés: pertenece a una clase superior no sólo
socialmente, sino psicológicamente, está comprometida con Rudi Wilderhaus por
lo que su relación con Hans, el protagonista, es prácticamente imposible por lo
que se ven obligados a citarse clandestinamente. La relación entre Hans y Sophie
se intensifica con el rechazo a los convencionalismos de género y de la sociedad
de la época, sobre todo por parte de ella, a pesar de su matrimonio concertado y
la pasión por el conocimiento y el amor por la literatura.
En el amor cortés lo sexual y el amor tienen un carácter opuesto: el amor cortés
exalta la castidad y celebra la distancia de la dama para estar constantemente en
la imaginación del enamorado. Se convierte, hasta cierto punto, en un ideal
abstracto, una sublimación ritualizada del impulso sexual que transforma a la
amada en una figura inaccesible, en la idea misma del amor. Sin embargo esto es
parte del código de cortesía ya que la sexualidad es inherente a la naturaleza
humana.
La obra presenta un relato con una estructura en apariencia sencilla: el narrador
omnisciente está en tercera persona y utiliza dos tiempos, el presente desde
donde cuenta la historia y el pasado que le sirve como nexo para organizar su
relato.
Con los personajes femeninos, principalmente Sophie, Lisa, la hija del posadero,
y Elsa, la sirvienta; Neuman revela roles antagónicos a los establecidos por los
románticos alemanes.
La construcción de los personajes femeninos constituye una de las tramas de la
novela. Cada uno tiene características que confieren valor narrativo al relato de
Hans. Son “actores” del texto y presentan una ideología fundamental para la
construcción de la narración. Aurora Pimentel expresa: “es evidente la centralidad no sólo […] del actor como una posición sintáctica o un papel temático, sino
como el principio mismo de una constante transformación del orden de lo físico,
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Denis de Rougemont, Amor y occidente, Kairos, Barcelona, 1979. p. 45
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moral o psicológico; transformación que se opera con el tiempo” 6. Esta
transformación se demuestra, de manera visible, en Sophie Gottlieb, quien a
través de las tertulias de los viernes encuentra su verdadera identidad como
mujer y se hace dueña de su propia personalidad. Además, como atributo esencial de su identidad, está su nombre: "Sophia", que significa "aquella que posee
sabiduría" 7. Pimentel manifiesta que el nombre es: “el centro de la imantación
semántica de todos sus atributos, el referente de todos sus actos, y el principio de
identidad que permite reconocerlo a través de todas sus transfor-maciones” 8 y me
atrevería a afirmar que Neuman lo utiliza como uno de los símbolos de lo que
podemos considerar el discurso de la transgresión.
Este discurso de la transgresión está construido con representaciones por un
lado, de carácter de socio-histórico y por otro por erótico-amoroso que refleja la
intimidad de sus actuantes.
En la obra se pretende reivindicar el papel de la mujer desde una perspectiva
contemporánea, los conflictos decimonónicos que se presentan no sólo siguen
vigentes, sino que invitan a la reflexión.
Los personajes femeninos participan en acontecimientos de importancia histórica, forman parte de los destinos sociales y políticos que se revelan en el
contexto histórico de la novela. La mujer era considerada como inferior al
hombre, y debía someterse a su autoridad. Adelina Sarrión menciona que “la
posición de subordinación de las mujeres se justifica al considerarlas seres
marcados por la culpa” 9.
Sin embargo Sophie se nos presenta como una mujer que está por encima de la
autoridad impuesta por la sociedad patriarcal de su época:
(…) Estimado Herr Hans, le presento a Sophie, mi hija. Sophie lo saludó
arqueando una ceja. A Hans lo asaltó una intensa necesidad de alabarla o de
salir corriendo. Sin saber qué decir, observó con torpeza: No imaginé que fuera
usted tan joven, señorita Gottlieb. Estimado señor, contestó ella con indiferencia, estaremos de acuerdo en que esa es una virtud más bien involuntaria.
Hans se sintió profundamente estúpido y volvió a tomar asiento 10.
Luz Aurora Pimentel, El relato en perspectiva: Estudio de teoría narrativa, Siglo XXI, México, 2008, p.62.
Diccionario de nombres, www.euroresidentes.com/significado-nombre/nombres.htm
8 Pimentel, Op. Cit. 63.
9 Adelina Sarrión, Beatas y endemoniadas. Mujeres heterodoxas ante la Inquisición, siglos XVI a XIX. Alianza,
España, 2003. p. 31.
10 Andrés Neuman, El viajero del siglo, Alfaguara, México, 2009, p. 277.
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Tanto Sophie como Elsa, al tener relaciones sexuales fuera del matrimonio,
representan una transgresión del rol sexual de la mujer del siglo XIX. Además de
la sexualidad hay otros elementos que marcan esta transgresión: independencia,
aprecio por la literatura, desafío a la autoridad, etc.
En El viajero del siglo se puede constatar que esa cortesía del inicio entre Sophie y
Hans se convierte posteriormente en erotismo.
La identificación de pecado con erotismo y sexualidad fue el escenario de la vida
en occidente durante toda la modernidad; el repertorio de delitos sexuales que
hizo la Inquisición no modificó hasta la época contemporánea, muestra de ello es
la caza de brujas que se llevó a cabo del S. XV al XVIII.
Foucault ha denominado a la modernidad como el inicio de la represión sexual
para la sociedad occidental. En la Historia de la sexualidad sostiene que si bien
en occidente no es posible hablar de un ars erótica, si existía una scientia
sexualis, en manos de un clero forzadamente célibe.
Como mencioné anteriormente en la segunda parte de El viajero del siglo se
presenta la sublimación del lenguaje como posibilidad erótica, lenguaje y
erotismo se vuelven inseparables.
Sin embargo ese mismo lenguaje que Neuman sublimiza para las descripciones
eróticas, se utiliza como elemento de subversión cuando describe funciones
fisiológicas que transgreden los códigos literarios tradicionales de las historias de
amor y que además de hacer a los personajes profundamente humanos, equilibra
las reflexiones filosóficas y literarias que abundan en la novela. Como ejemplo
cito el fragmento siguiente:
(…) A ella se le apreciaba cierta flacidez cóncava en la cara interior de los
muslos. Los dedos de los pies de Hans eran algo rechonchos. Los codos de
Sophie eran ásperos. Del ombligo de Hans nacían unos vellos un poco
intempestivos. El escote de Sophie fue exponiendo, al aflojarse, unos pechos
ligeramente caídos, algunas venas que parecían irradiadas por los pezones, unas
finas estrías encima de las aureolas.
Y cada imperfección que se descubrían los volvía más posibles, más deseables el
uno para el otro 11.
En Las lágrimas de Eros, Bataille 12 señala que el placer inmediato que resulta del
acto sexual —y no la procreación— era la finalidad para los primeros hombres
conscientes.
11
Ibid, 276.
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La imaginación en el erotismo y la cortesía circulan en frecuencias distintas,
pero no dejan de interceptarse, como lo indica Octavio Paz en La llama doble 13.
Es preciso recordar que si mediante el erotismo, la sexualidad y el amor se puede
lograr la otredad, también es indiscutible que siendo la cortesía una particularidad de estas manifestaciones expresa, indirectamente, ese anhelo de otredad
que, como Octavio Paz plantea, se proyecta como la aspiración de una realidad
absoluta; “lo otro” como símbolo del amor ideal que amalgama, fusiona y “pierde”, al que ama de tal forma.
Esta idea de la otredad como fusión con el otro, la personifica Neuman en la
figura de Hans:
Se acercó, se aferró a ella y sintió que sus sentidos se reconciliaban, que
en el lugar del enigma se imponía el acto. Ahora, sin distancia,
conseguía aprehender la presencia imaginada y posible de Sophie, que
tiritaba sin miedo y suspiraba sin romanticismo 14.
Para Paz la poesía y el erotismo son creaciones culturales, transformaciones
humanas que se expresan a través de las entelequias y metáforas del lenguaje o
mediante el deseo, el cortejo y la ceremonia.
El sexo entre los humanos, según Paz, es un impulso libidinal fundamentalmente
subordinado a la reproducción biológica de la especie. A diferencia del instinto de
los animales, la sexualidad humana es una pulsión permanente que no está
reducida a ciclos determinados por la naturaleza.
El erotismo, por otro lado, admite una “sexualidad socializada y transfigurada por
la imaginación y la voluntad del hombre” 15 cuyo objetivo es el placer. Por lo tanto,
mientras que la sexualidad se muestra estática e inmutable, el erotismo se vuelve
una experiencia diversa, variable y seductora.
Pero más allá del erotismo de los cuerpos, está lo que Bataille llama el erotismo
de los corazones, en donde los que se aman, en su intermitencia, se abren a la
experiencia de la continuidad en el éxtasis, jugando con los límites del ser.
Bataille parte de que en el erotismo hay una prohibición inicial que lo sustenta.
12
13
14
15
George Bataille, Las lágrimas de Eros, Tusquets Ed., México, 1981.
Octavio Paz, La Llama Doble: Amor y Erotismo, Seix Barral, España, 1994.
Andrés Neuman, El viajero del siglo, Alfaguara, México, 2009, p. 276.
Octavio Paz, La Llama Doble: Amor y Erotismo, Seix Barral, España, 1994, p. 221.
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A lo largo de la novela de Neuman somos testigos de que la relación entre
Sophie y Hans existe esta prohibición inicial, este “pecado” que devora la carne.
El erotismo es para Bataille, en general, una exaltación de deseo y vértigo, un
estado alterado de ánimo que busca en el ser amado un resguardo ante la
muerte. Es la compenetración con el otro, que nos protege, aunque sea por un
instante, del trágico destino de la discontinuidad del ser. La muerte, por lo tanto,
no puede distanciarse del sentimiento erótico que, inconscientemente, se vincula
con el acto sexual.
Bataille compara el acto sexual con un acto de sacrificio, en donde la parte activa
(masculina) o sacrificador y la pasiva (femenina) o víctima, liberan sus instintos
hasta lograr una fusión que consigue, por un momento, diluir las barreras
personales del abismo que nos separa “Ese abismo es, en cierto sentido, la
muerte” 16. Para este autor la experiencia erótica posee una dimensión de
experiencia religiosa en cuanto encuentro, comunicación, ascenso y liberación, es
decir, un contacto con lo sagrado que se enfrenta a la continuidad y repetición de
la experiencia cotidiana, semejante a ese anhelo de otredad que propone Paz.
Podemos considerar que el erotismo es la metáfora de la sexualidad y la poesía es
la erotización del lenguaje. Neuman, al exhibir la dimensión poética de la relación
erótica a través de la narración, refleja una realidad intermedia, una realidad
invisible y poderosa, que conecta el mundo sensible con el mundo inteligible por
medio de ideas y pensamientos.
La disposición lineal del lenguaje construye el discurso que intenta traspasar la
mente del destinatario con el propósito de comunicarse, pero cuando se pretende
hacer literatura este propósito de desvía y tergiversa su fin comunicativo del
mismo modo que el erotismo se aleja del fin de la procreación.
Erotismo y
literatura trascienden su objeto para concebir imágenes, para esquivar al tiempo
por vías de la sublimación. Erotismo y literatura forjan un mundo que se evade
de lo cotidiano y en esta evasión envuelven al amante y la amada, y al autor y su
lector.
16
George Bataille, Las lágrimas de Eros, Tusquets Ed., México, 1981, p. 17.
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BIBLIOGRAFÍA
Bataille, George, El erotismo, Taurus, Madrid, 1971.
_______________, Las lágrimas de Eros, Tusquets Ed., México, 1981.
Focault, Michel, Historia de la sexualidad I. La voluntad del saber, Siglo XXI, México, 1977.
Neuman, Andrés, El viajero del siglo, Alfaguara, México, 2009.
Paz, Octavio, La Llama Doble: Amor y Erotismo, Seix Barral, España, 1994.
Pimentel, Luz Aurora, El relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa, Siglo XXI, México, 2008.
Rougemont de, Denis, Amor y occidente, Kairos, Barcelona, 1979.
Sarrión, Adelina, Beatas y endemoniadas. Mujeres heterodoxas ante la Inquisición, siglos XVI a XIX,
Alianza, España, 2003.
Singer, Irving, La naturaleza del amor, S XXI México, 1992.
Walde Moheno, Lillian von der, EI amor cortés. Marginalidad y norma, en Aurelio González y Lillian
von der Walde (eds.), Edad Media: marginalidad y oficialidad, Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 1998.
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