02-34 Domingo 14 - Año B

Anuncio
02-34 Domingo 14 – Año B
Ez.2.2-5 // II Cor.12.7-10 // Mc.6.1-6
Imagínate el carpintero de nuestro pueblo: es un hombre sin educación especial, apenas sabe
leer y escribir. Además, se presenta siempre como hijo de María, sin nunca mencionar quién es su padre
¿qué puede significar eso?1 Recientemente abandonó su carpintería y su madre, y se lanzó por esos
caminos, predicando como si fuese un rabino con estudios superiores. Por cierto, no se le puede negar
que tiene pico de oro, eso sí. Después de varios meses de andanzas por el País, ahora nos está visitando
en su pueblo natal, y esta mañana se presentó en nuestra sinagoga para dirigirnos la palabra. ¡Increíble
cómo se presenta! Como si fuese aún más que un profeta: ¡pretende ser el gran Mesías de parte de
Dios! ¡Debe estar mal de la cabeza! De hecho, gente con tales pretensiones suelen terminar sus días o
en el manicomio por loco, - o en el Calvario por blasfemo. Así que: ¡va a acabar mal, ya verás! –
El “Fracaso de la Pedagogía Divina”
¡Hay un serio problema con la pedagogía de Dios! Él ha querido acercarse lo más posible a
nosotros, con el propósito de ganarse nuestra confianza y así poder arrastrarnos consigo hacia su Casa
Paterna. Pero la tragedia es que esta estrategia le ha “salido por la culata”: el resultado ha sido exactamente lo contrario de lo que Él buscaba. Pues precisamente por haberse encarnado (y ni siquiera al
menos como hijo del rey, u otro personaje prominente, sino como hijo de aldeanos), y por haber compartido con gente ruda y campesina sus primeros 30 años, - todo esto con la esperanza de ser aceptado
como uno de nosotros y así poder ganársenos, - precisamente por esto lo rechazamos.
Seamos sinceros: si a ti o a mí se nos presentara un tipo campesino con ínfulas de Mesías o de
Dios, jamás lo creeríamos, sino con el primer tren lo mandaríamos al manicomio. - ¡Qué gracia de Dios el
que a nosotros Cristo nunca se nos ha presentado en carne viva, como lo hizo a sus compueblanos!
También nosotros, igual que ellos, lo habríamos rechazado. ¡Es una gracia nunca haberlo visto! Al final Él
mismo lo admite, cuando por fin logra romper la resistencia de Tomás: “Tú has creído porque me has
visto; pero más felices los que creen sin haberme visto” (Jn.20.29). –
El “Hijo del Hombre”
Parte de esta estrategia del Hijo de Dios encarnado es que, siempre cuando habla de sí mismo,
se auto-designa con el término “Hijo de Hombre”. De por sí ésta es una manera muy normal, según el
genio de las lenguas semitas, para decir: ‘miembro del género humano’, o ‘individuo de la raza humana’,
de la misma manera que, por ejemplo, ‘hijo de Israel’ significa simplemente ‘Israelita’ o miembro del
pueblo de Israel. – (1) Pero en el libro de Ezequiel este término adquiere un matiz especial. Según este
profeta, cada vez que Dios se dirige a él, le dice: “Hijo de hombre, ¡ponte de pie!”, o palabras semejantes (aquí v.3). Así enfatiza la inmensa distancia que, de por sí, existe entre la grandeza de Dios y la
pequeñez del ser humano. Por tanto, es término que resalta la humildad, la insignificancia y la servicialidad del profeta ante Dios. – Por esto, cuando Jesús se designa a sí mismo con esta expresión, se
presenta como el humilde “Siervo de Dios” que ha venido para “cumplir no su voluntad, sino la voluntad
de Aquél que lo ha enviado” (Jn.5.30; 6.38), - o como las palabras que la Escritura le pone en la boca en
el momento de su encarnación: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (vea Hbr.10.5-10). -
1
El autor anticristiano Celso (ca.180 d.C.) dice que sus fuentes Judías le comunicaron que María era una sirvienta
en casa de José, pero que tuvo relaciones con un soldado romano de paso, llamado Panthera, y que Jesús era fruto
de esa unión. Por esta razón su comprometido, José, la echó de la casa, de manera que el hijo de María nació en la
calle, y se crió sin padre. – Ésta es la manera en que personas no-creyentes distorsionaban nuestra fe Cristiana en
la concepción virginal de Jesús. – Notable es que, en Alemania, se ha encontrado la lápida sepulcral de un militar
romano llamado, Tiberio Julio Abdes Pantera, cuya cohorte estuvo acantonada en la Palestina antes del año 9 d.C. -
(2) Sin embargo, en las visiones del profeta Daniel esta expresión tiene otro sentido, casi contrario. Indica el glorioso “Hijo de Hombre que, entre las nubes del cielo, se acerca a la Majestad Divina, y
es investido con el imperio, el honor y el reinado sobre todos los pueblos y naciones, y todas las lenguas
le servirán” (Dn.7.13-14). A esto se refiere el propio Jesús cuando, ante el tribunal Judío, contesta a la
pregunta del Sumo Sacerdote si es el Hijo de Dios: “Sí: Yo Soy. Pero a partir de ahora veréis al Hijo del
Hombre sentado a la diestra del Poder (= Dios), y venir entre las nubes del cielo” (Mc.14.62). – Así, el
término ‘Hijo de Hombre’ es como una moneda de dos caras: por un lado expresa la condición humana,
humilde, obediente y servicial del “Siervo de Yahweh”, - y por otro lado apunta hacia su gloria celestial. ¿Es Obra de Dios o del Maligno?
Es muy legítima la pregunta extrañada de sus compueblanos de Nazaret: “¿De dónde le viene a
él todo esto? ¿Y qué es esa sabiduría que se le ha dado? ¿Y esos milagros que se realizan por sus manos?” Ahora, todo dependerá de la respuesta que se da a estas preguntas. De hecho, el propósito de
Jesús, al menos en parte, era que se cuestionaran sobre sus actuaciones y, de ahí, sobre su persona:
¿Quién es él? Deberían descubrir la mano bondadosa de Dios en las actuaciones de Jesús. - Pero sacan
la conclusión contraria: ¡es obra del Maligno! Como en otra ocasión dijeron: “Está poseído por Beelzebub, y por el Príncipe de los demonios expulsa los demonios” (Mc.4.22). Esto es muy serio: atribuir a
Satanás lo que es obra de Dios es el ‘pecado contra el Espíritu Santo’, y “el que blasfema contra el Espíritu Santo, no tiene perdón de Dios, ni en este mundo, ni en el mundo venidero” (vea Mt.12.31-32). – En
este sentido el que “se escandalizaban” (v.3) no es porque fuera lesionada su fe legítima, sino porque se
cerraron ante la sabiduría y las muestras milagrosas del Señor. De ahí que Jesús mismo concluye: “¡Dichoso aquél que no se escandalice en mí!” (Mt.11.6). – Por cierto, las manifestaciones de Jesús suelen
ser ambiguas, y dependen de dos cosas: por un lado, del poder extraordinario del Señor y, por otro lado,
de la fe de la gente: si falta la fe, no habrá milagro, por poderoso que sea el Señor. De ahí esa expresión
desconcertante: “No pudo hacer allí ningún milagro a causa de su falta de fe” (Mc.6.5; Mt.13.58). –
Las Gracias y los Carismas de Pablo
Es una espada de dos filas cuando Dios colma de modo especial con gracias y carismas a un ser
humano: puede provocar en él una profunda humildad y agradecimiento, como en el caso de la Virgen
que cantó: “Maravillas hizo en mí el Poderoso: ¡Santo es su Nombre!” (Lc.1.48-49). – Pero muchas veces
la persona se atribuye a sí mismo esas excelencias y así, pervirtiendo el don, se vuelve soberbio y
egoísta. Por esto, a veces habría sido mejor si Dios no le hubiera concedido tales dones (p.ej. si Jesús no
hubiera escogido a Judas para formar parte del círculo de sus íntimos). De ahí que, en la pedagogía divina, junto con grandes gracias y carismas, le vienen también grandes responsabilidades (“cuanto más
talentos, tanto más responsabilidades”), junto con pruebas y sufrimientos, como en el caso de Pablo2. –
Pablo dice que, para evitar ese peligro, un “emisario de Satanás le abofetea” (v.7). ¿Qué fue
eso? Unos han pensado: una enfermedad física, quizá epilepsia. Otros pensamos en una debilidad moral
(pues Pablo, por muy ‘santo’ que sea, es pecador como nosotros todos: ¡él no es la Virgen Inmaculada!).
De todos modos, Dios permitió esa debilidad para mantenerlo humilde: Dios permite el mal, para sacarle mayor bien. Luego, cuando dice que “oró tres veces al Señor para que le quitara” ese problema, el
Señor escuchó su oración, pero de manera muy diferente de lo que Pablo había pensado. Así aprendió
depender total y exclusivamente de la gracia personal del Señor. ¡La debilidad humana se convierte en
himno de alabanza a la grandeza del Señor! (v.9) 2
La teología suele distinguir entre ‘carismas’: que son dones y gracias especiales que Dios da a alguien, pero no
para su propio provecho espiritual, sino para, con ellos, servir a los demás, p.ej. el don de la palabra, o el don de
realizar curaciones, el don de consolar o aconsejar a los tristes, etc. – En cambio, ‘gracias’ son infusiones especiales
del poder divino para santificar a la persona misma que las recibe.
Descargar