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Bibliotecas hoy
Además 547
548
BIBLIOTECA
MEXICANA:
50 TÍTULOS
AQUILES
O EL GUERRILLERO
Y EL ASESINO
Fotografía: ©A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
547/548
3
Laude
M I N E RVA M A R G A R I TA V I L L A R R E A L
7
Biblioteca Mexicana:
50 títulos
ENRIQUE FLORESCANO
9
Celebración
de Biblioteca Mexicana
PABLO BOULLOSA
10
El desconocido taller
de edición de un
historiador insólito
G E N E Y B E LT R Á N F É L I X
11
Aquiles,
nuestra tragedia
JULIO ORTEGA
13
Reinventar la biblioteca
ALBERTO MANGUEL
14
Biblioteca Vasconcelos,
territorio de las
infinitas posibilidades
Entrevista a
Daniel Goldin
E DI TOR I A L
Bibliotecas, comunidad, democracia
U
na de las consecuencias menos advertidas
de la crisis de las finanzas públicas
en gran parte del mundo es el recorte
presupuestal de las bibliotecas públicas
y la desaparición de muchas de ellas. Esto
es cierto incluso en países como el Reino
Unido y los Estados Unidos, cuyos sistemas
bibliotecarios fueron considerados los mejores
y más abiertos del mundo durante siglos.
Un argumento aducido para esta política
es el avance de la revolución tecnológica digital, que, al poner al alcance
de los usuarios grandes volúmenes de información, estaría volviendo
redundante la biblioteca tradicional. El hecho es que ésta, lejos de
rezagarse ante la tecnología digital, la adopta para mejorar su propia
eficiencia y la pone al servicio del usuario de manera libre y gratuita.
Las bibliotecas públicas son algo más que acervos de libros y salas de
lectura; son lugares de confort, tranquilidad y socialización que invitan
a la cordialidad y al diálogo en un ambiente de valores propios de la vida
civilizada. Por lo mismo, son oasis para el cultivo del espíritu y la
esperanza en un mundo confuso y convulso por rivalidades políticas,
económicas, sociales y de otro tipo, donde privan las relaciones
abstractas y de competencia entre los individuos.
Como institución al servicio de los libros, la lectura y la difusión de la
cultura, esta casa editorial no puede menos que apoyar la multiplicación
y el mejoramiento constante de nuestras bibliotecas públicas, en
particular la biblioteca comunitaria bien surtida, actualizada y
conectada al mundo digital, con los servicios básicos de atención al
usuario que hagan de su estancia una experiencia decente y placentera.
Aspiramos a una biblioteca pública que sea en sí misma el modelo de
vida reflexiva y de relaciones sociales civilizadas del México del siglo xxi,
una institución que sea considerada por los usuarios como centro de la
comunidad, una alternativa poderosa a la rutinaria estolidez enajenante
de los campeones del rating.
Una biblioteca pública así concebida sería quizá el mayor activo de
una democracia fundada en la diseminación, apropiación, recreación y
uso del conocimiento universal.
El antecedente de esta aspiración es la escuela rural del México
posrevolucionario, que llegó a ser centro efectivo de la comunidad en las
décadas de 1920 y 1930.
La ciudadanía de una democracia vigorosa es una ciudadanía
informada, alerta, propositiva e intelectualmente orientada.W
AGUSTÍN GENDRON
16
18
NOVEDADES
Nuevos procesos
editoriales
ERNESTO PRIANI SAISÓ
E ISABEL GALINA RUSSELL
22
TRASFONDO
RICARDO POHLENZ
José Carreño Carlón
D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E
Roberto Garza
León Muñoz Santini
E D I TO R D E L A G AC E TA
ARTE Y DISEÑO
Ramón Cota Meza
Teresa Ramírez
Víctor H. Romero
R E DAC C I Ó N
C O R R E C C I Ó N D E E S T I LO
Martha Cantú, Adriana Konzevik,
Susana López, Socorro Venegas,
Rafael Mercado, Karla López y
Octavio Díaz
C O N S E J O E D I TO R I A L
Andrea García Flores
F O R M AC I Ó N
Ernesto Ramírez Morales
V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T
Impresora y Encuadernadora
Progreso, sa de cv
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La Gaceta del Fondo de Cultura Económica
es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,
Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de México. Editor responsable: Roberto Garza. Certificado de licitud de título
8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de
febrero de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho
de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro postal. Publicación periódica: pp090206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716.
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JULIO -AGOSTO DE 2016
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I L U S T R AC I Ó N D E P O R TA DA : © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I Y A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
JULIO-AGOSTO DE 2016
BIBLIOTECAS
P O ES Í A HOY
La voz parece emplear la palabra latina “laude” en sus dos sentidos,
alabanza y lápida, para nombrar su sentimiento contradictorio de plenitud
y desconsuelo: plenitud en su comunión con el Ser supremo, y desconsuelo
por la realidad terrena de una vida destruida que se mete en sus venas
y que ni siquiera Dios puede redimir.
Laude
M I N E RVA M A R G A R I TA V I L L A R R E A L
Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2016
Mientras me como esta manzana
Dios viene a bendecirme
parpadeante de sol
desciende
al vuelo
de la paloma
con su piel
su pelo alborotado
y un joven
que conduce a la puerta
del programa de los doce pasos
El muchacho es adicto
De cada diez
uno no recae:
La impotencia de sus labios
por mi sangre
fluye
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Fotografía: ©A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
DOSSIER
Bibliotecas
hoy
Presentamos en este número dos textos
sobre bibliotecas, las que ahora enfrentan los embates
del recorte presupuestal y la competencia de la revolución digital
en muchas partes del mundo. Ante esta situación, el FCE ratifica
su compromiso con estos recintos de cultura y vida civilizada:
“Las bibliotecas son la meca de la autoayuda, las más abiertas
de las universidades abiertas […] donde no hay exámenes de
admisión ni diplomas y a las que pueden ingresar libremente
personas de todas las edades”, como dijo el bibliotecario
e historiador Daniel J. Boorstin. Incluimos tres textos breves
sobre la colección Biblioteca Mexicana, esfuerzo editorial
coordinado por el historiador Enrique Florescano para poner
al alcance del lector común el conocimiento acumulado en diversas
ramas del saber en México. Esta colección ha completado 50 títulos.
Julio Ortega nos entrega su texto de presentación de la novela
póstuma de Carlos Fuentes Aquiles o El guerrillero
y el asesino, publicada por esta casa editorial.
Presentamos un poema de Minerva Margarita Villarreal,
la última entrega de un ensayo sobre el libro electrónico,
una variada colección de reseñas de novedades y un ameno
relato de Ricardo Pohlenz en la sección Trasfondo.
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Fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
BIBLIOTECAS H
HOY
OY
A RTÍ C U LO
Biblioteca
Mexicana:
50 títulos
Enrique Florescano,
editor responsable de la colección
Biblioteca Mexicana, expone los propósitos
y circunstancias que condujeron
a la creación de esta ambiciosa
empresa editorial.
ENRIQUE FLORESCANO
G
abriel Zaid dice, recordando las palabras del filósofo
José Gaos, que toda biblioteca personal es siempre
un proyecto de lectura. La
colección Biblioteca Mexicana nació hace más de 15
años como un proyecto de
lectura que ofreciera una
ventana hacia los conocimientos alcanzados a lo largo del siglo xx y lo que va
del xxi en distintas ramas de las ciencias, las humanidades, las artes y la tecnología, con el objetivo de
poner esta información al alcance del amplio público
lector. En el transcurso de estos años, la colección se
ha convertido en un espacio para el análisis y la discusión de los temas más importantes en la actualidad. Se trata de un esfuerzo singular por integrar un
compendio de la creatividad y el pensamiento mexicanos, que sirva de instrumento para la formación
de las nuevas generaciones. La Biblioteca reúne y
sintetiza el conocimiento que nos identifica e incluye estudios que, haciendo a un lado el estilo de los
especialistas, dan a conocer al público general la renovación experimentada en múltiples disciplinas.
La constancia en el cumplimiento de estas metas
se muestra en los 50 títulos formados por casi 600
ensayos de análisis de nuestra realidad, títulos que se
han reimpreso una o más veces hasta superar los
JULIO-AGOSTO DE 2016
100000 ejemplares. En su elaboración han participado 470 autores de la más amplia gama de disciplinas,
así como de las diferentes corrientes de pensamiento
que han nutrido las ciencias sociales y las humanidades. En sus páginas conversan autores consagrados,
que han renovado los campos de la investigación, con
las nuevas generaciones de especialistas. Esta pluralidad de enfoques y miradas hace de la Biblioteca
Mexicana un compendio equilibrado, rico y diverso.
Entre otros colaboradores se encuentran Carlos Monsiváis, Charles A. Hale, Néstor García Canclini, Marta Lamas, Rita Eder, Pablo Latapí, Héctor Aguilar
Camín, José Woldenberg, Jean Meyer, Xavier Velasco, Guillermo Fadanelli, Rosa Beltrán, José Joaquín
Blanco, Mauricio Merino, Ana Clavel, Víctor M. Toledo, Erika Pani, Ruy Pérez Tamayo, Cristina Rivera
Garza, Enrique Cabrero, Luis F. Aguilar, Alfredo Ávila, Ana García Bergua, Rodrigo Martínez Baracs,
Erik Velásquez, Aurora Gómez Galvarriato, David
Olguín, Pablo Escalante, Lucina Jiménez, Luis Medina Peña, Mario Bellatin, Graciela Márquez, Jenaro
Villamil, Eduardo Antonio Parra, Jorge Volpi, Raúl
Trejo Delarbre y José Ramón Cossío.
La colección es resultado de un esfuerzo conjunto
del Fondo de Cultura Económica, principal editorial de habla hispana, y el Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, hoy Secretaría de Cultura. A éstos se sumó la colaboración de instituciones académicas de diversas partes del país. El origen de la
a
Biblioteca Mexicana se remonta al 26 de abril de
1995, cuando Rafael Tovar y de Teresa, entonces
presidente del Consejo Nacional para la Cultura y
las Artes (Conaculta), Enrique Florescano, Adolfo
Martínez Palomo, José Sarukhán, Julia Carabias,
Guillermo de la Peña, Adolfo Castañón y Carlos
Bazdresch se reunieron con Miguel de la Madrid
Hurtado, entonces director general del Fondo de
Cultura Económica (fce), para considerar la importancia y urgencia de crear una colección que ninguna universidad o editorial se había propuesto hacer
hasta ese momento: una serie que ordenara y difundiera los conocimientos acumulados en nuestro país
al término del siglo xx. Enrique Florescano fue nombrado editor responsable de la colección.
En 2015 se publicó el título número 50: Las redes
sociodigitales en México. En este volumen especialistas de diversas áreas analizan las transformaciones
que las nuevas tecnologías digitales y prácticas sociales relacionadas han introducido en la vida cotidiana de los mexicanos, cómo los usuarios pueden
aprovecharlas como medios de participación ciudadana y los importantes temas de la privacidad, la intimidad y la naturaleza de la sociabilidad en ellas.W
Ciudad de México, mayo de 2016.
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a
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Ilustración: ©A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
BIBLIOTECAS HOY
Palabras pronunciadas por el escritor y animador cultural Pablo Boullosa
en la celebración de los 50 títulos de la colección Biblioteca Mexicana
el 28 de enero de 2016 en la librería Octavio Paz del FCE en la Ciudad de México.
DISCURSO
Celebración
de Biblioteca
Mexicana
PABLO BOULLOSA
H
ace 101 años, cuando estaba en Madrid, Alfonso Reyes escribió Visión
de Anáhuac, uno de sus
textos más conocidos.
En ese breve ensayo,
Reyes emplea dos expresiones que me parece conveniente repetir
en el aniversario y festejo de la colección Biblioteca Mexicana, dirigida por
Enrique Florescano y publicada por el Fondo de Cultura Económica y la Secretaría de Cultura. Esas dos
expresiones son “comunidad de esfuerzo” y “obra de
acción común”. La colección Biblioteca Mexicana
refleja y ayuda a divulgar, precisamente, la gran comunidad de esfuerzo de los mexicanos en las tareas
importantes que llevamos a cabo.
Una nación no es solamente un territorio físico
poblado de personas, ni una entelequia mitológica,
mucho menos una estadística demográfica o económica. Tampoco es tan sólo un matrimonio, bien o
mal avenido, entre una población y un cuerpo legal y
político. Me parece que una nación es, por encima de
todas sus demás características y facetas, eso que
dice Alfonso Reyes: una comunidad de esfuerzo y
una obra de acción común.
Cuando hablamos de los logros de los mexicanos,
con frecuencia acuden a nuestra mente los nombres
de grandes sabios y de grandes creadores. Preferimos no imaginarnos un México sin Lucas Alamán,
sin Amado Nervo, sin López Velarde, sin José Vasconcelos, sin Diego Rivera, sin Octavio Paz, sin Juan
Rulfo, sin Mario Molina.
Pero esas grandes figuras son sólo el fruto más refinado de un esfuerzo que es también colectivo. La
inteligencia siempre tiene un altísimo componente
social; cuando nacieron nuestros grandes escritores,
las potencias de la lengua española ya estaban allí,
como esperándolos. Y cuando nacieron los grandes
científicos de nuestro tiempo, algunos de ellos mexicanos, ya se habían descubierto la tabla periódica y
la excitación de los electrones.
Pero además de que la inteligencia individual sólo
puede desarrollarse con las herramientas cognitivas
que han sido creadas en común por innúmeras gene-
JULIO-AGOSTO DE 2016
raciones, nuestro país, al igual que el mundo contemporáneo, es altamente colaborativo. Los académicos
mexicanos pueden hacer investigación porque otros
mexicanos están cultivando la tierra, otros más están
generando riqueza en la industria y el comercio, otros
más administrando los servicios del Estado, todos
ellos pagando impuestos. A fin de cuentas, sin restarle
mérito alguno a las mentes más fecundas de México,
hemos de considerar siempre la comunidad de esfuerzo y la obra de acción común.
Por supuesto, los alcances de esa obra mexicana
de acción común son vastísimos y acaso inabarcables. Lo que puede hacer una colección de 50 títulos
es apenas dar una noción general de dicho esfuerzo
colectivo. Y en este sentido, esta colección es como
un mapa que nos permite visualizar lo que hemos logrado juntos los mexicanos.
Salvo aquellos mapas desmesurados que imaginó
Borges y que tenían exactamente las mismas dimensiones que el territorio que representaban, la característica esencial de los mapas es la reducción. Si
pensamos, por ejemplo, en la música en México en el
siglo xx, es obvio que no toda la información respectiva cabe en un solo volumen. Pero resulta que Aurelio Tello emprendió su reducción y por eso contamos
con el volumen correspondiente de la colección que
hoy celebramos. Por otro lado, el mapa no agota su
función en la reducción, sino en el momento en el
que el usuario vuelve a darle, al menos mentalmente,
su dilatada dimensión. De la misma manera, todos
los títulos de esta colección invitan a pensar en ámbitos muy dilatados.
Ya hemos acudido a otra metáfora cuando hemos
dicho que la colección Biblioteca Mexicana es un
“reflejo” de nuestra grandeza colectiva. Pero no existe reflejo si no existe también el espejo. Ahora,
¿cuánto cabe en un espejo? Todo lo que la luz nos
permita poner en él. Desde lo invisiblemente pequeño
hasta lo invisiblemente lejano (pues los microscopios
y los telescopios funcionan con espejos), pasando
por nuestra realidad cotidiana y, desde luego, por
nuestro propio rostro. La colección Biblioteca Mexicana está hecha de espejos y ella misma es, al reflejarla, espejo de la nación.
No es sólo una casualidad heptasilábica que Enri-que-Flo-res-cá-no sea el autor de Es-pe-jo-me-
a
xi-cá-no, título que también forma parte de esta
colección. Tampoco es casualidad que esta colección
pueda verse como una extensión natural del trabajo
de toda una vida, la vida fértil de Enrique Florescano, dedicada a dar cuenta de las historias de nuestro maíz y nuestra agricultura, nuestros mitos y
nuestros símbolos, nuestra imaginación y nuestro
patrimonio, nuestras maneras de representarnos a
nosotros mismos y de interpretar nuestro pasado.
Si los espejos nos devuelven imágenes, y colocados frente a frente las multiplican, desde hace
muchos años Enrique Florescano ha estado fabricando y colocando los espejos de nuestra memoria,
y animando a muchos otros a continuar luchando
contra el desvanecimiento de las imágenes, es decir, contra el olvido.
En Murano, una pequeña isla al norte de Venecia,
se fabricaron, a partir del siglo xiv, los primeros espejos de vidrio transparente y fondo de azogue que tan
nítidas imágenes nos ofrecen. Esos espejos alentaron
la reflexión y la autocrítica, y sin ellos acaso Europa
no habría dominado el mundo a partir del siglo xv. De
acuerdo con López de Gómara, en su momento los
indígenas prefirieron esos espejos al oro, algo perfectamente racional. La experiencia de mirarnos a nosotros mismos es inmensamente importante. “Ay de los
que no han osado descubrirse a sí mismos”, dice también Alfonso Reyes, a quien Enrique Florescano llama “el más universal de nuestros escritores”.
Quiero terminar con una frase interrogativa del
mismo, universal Alfonso Reyes. En México en una
nuez, texto leído por primera ocasión en Buenos Aires,
Reyes se hace una pregunta que sin duda muchos
lectores de los volúmenes de la colección Biblioteca
Mexicana también se habrán hecho, y muchos otros
habrán de hacerse en el futuro. La pregunta es la siguiente: “¿de suerte que todo esto teníamos en casa y
no lo sabíamos?”
Gracias por su atención.W
Palabras pronunciadas el 28 de enero de 2016 en la
librería Octavio Paz, durante la celebración de los 50
títulos de la colección Biblioteca Mexicana, publicada
por el FCE y la Secretaría de Cultura.
9
A RTÍ C U LO
El desconocido
taller de edición
de un historiador insólito
Discípulo de Enrique Florescano
en el taller de edición de Biblioteca Mexicana,
Geney Beltrán Félix destaca los valores
de rigor, pluralidad de enfoques,
pertinencia y lectura accesible
de esta colección.
G E N E Y B E LT R Á N F É L I X
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a
JULIO-AGOSTO DE 2016
BIBLIOTECAS HOY
E
stamos a mediados de la década de 1990. Tenemos a un
historiador respetado por sus
colegas y con presencia entre
los lectores, con una obra
consolidada que ha abierto
caminos al conocimiento del
pasado de México. Es un investigador curioso, acucioso y
obsesivo, con un prurito exigente por el rigor documental y la solidez argumentativa, además de un sostenido interés por sacar sus
exploraciones del cubículo universitario y llevarlas a
la tribuna abierta con muy buena prosa, para enriquecer la conversación comunitaria sobre nuestros andares pretéritos. Para ese momento, el historiador no
sólo ha escrito libros; también ha fundado una revista
emblemática de la discusión literaria y política, ha participado en la formación, como maestro, de sucesivas
generaciones de historiadores y ha estado al frente de
instancias académicas e instituciones oficiales dedicadas a la preservación del patrimonio histórico. Con
una trayectoria así, cualquiera podría sentirse satisfecho y dedicarse a recoger los laureles merecidos.
No así Enrique Florescano. Para 1995, el autor de
Memoria mexicana, quien ha sido fundador de la revista Nexos, profesor de El Colegio de México y la unam
y director del inah, asume la coordinación de la colección Biblioteca Mexicana bajo los auspicios del
Conaculta y el Fondo de Cultura Económica. Con la
distancia que otorgan 50 títulos y 100000 ejemplares
—ambas cifras alcanzadas a finales de 2015—, es factible definir esta colección como un proyecto sigiloso
en su realización y paciente en sus tiempos, diverso en
sus temas, plural en sus colaboradores y, lo más importante, efectivo en sus alcances. Para enmarcar la
aportación de la Biblioteca Mexicana a la educación y
la cultura actual, convendría tener en mente las circunstancias en las que se difunde —o se difunde mal—
la investigación académica.
Uno de los propósitos de la colección es la necesidad
de establecer puentes entre el saber especializado y el
lector común. La parcelación del conocimiento académico es una deriva inevitable, fomentada incluso por
las instituciones dedicadas al apoyo de la investigación, como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Sin embargo, este fenómeno no tendría por qué
impedir el diálogo entre el erudito y el lector común.
¿Hay utilidad en que las exploraciones de las ciencias y
las humanidades se mantengan en un entorno cerrado,
en publicaciones inaccesibles y a menudo escritas en
lenguaje críptico para el lego? La Biblioteca Mexicana
ha convocado a especialistas e investigadores de numerosas universidades e institutos de México y el
extranjero, así como a intelectuales y pensadores
que desde la arena pública reflexionan sobre los temas nacionales, y les ha acercado un foro plural en
que sus aportaciones se abren al camino amplio de la
divulgación.
Esto por un lado.
Por el otro, detrás del concepto de la Biblioteca
Mexicana se encuentra la noción, tan humilde cuanto
necesaria, del compendio. Ya traten sobre música,
teatro, literatura, ciencias exactas, economía, derecho
o política, los volúmenes están regidos por la exigencia de lo sucinto y lo actualizado. Sin caer en la esquematización ni en la frivolidad, la Biblioteca Mexicana
se planteó desde el inicio concertar los veloces, múltiples avances del conocimiento en áreas específicas y
resumirlos en uno o dos libros. No es extraño por esto
que compilaciones como Un siglo de educación en México, coordinado por Pablo Latapí Sarre, El patrimonio
nacional de México, ideado y organizado por el propio
Enrique Florescano, o Un siglo de teatro en México,
bajo la coordinación de David Olguín, se hayan convertido ya en libros de referencia. Son volúmenes que,
bajo el rubro que los editores llamamos long-sellers,
cada cuatro o cinco años exigen una silenciosa pero
impostergable reimpresión.
Lo que he dicho sobre la Biblioteca Mexicana no
es imparcial pero tampoco queda a deber en el renglón de lo ecuánime. No es imparcial porque trabajé
en dos distintos periodos en el equipo de Proyectos
Históricos encabezado por el doctor Florescano,
dentro de la Dirección General de Publicaciones del
hoy extinto Conaculta, y por lo tanto puedo decir
que conozco la serie y sus diversas líneas desde
adentro, con todo el prejuicio favorable que esto implica. Alegaría, con todo, que esta valoración es
ecuánime debido a una razón: quienes han trabajado
en algún momento bajo las indicaciones de Enrique
Florescano saben, como lo aprendí yo, que los
valores y coordenadas de su magisterio como gestor
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cultural y editor están gobernados por rasgos insobornables. Se trata de un magisterio fincado en algunos de los atributos que le conocemos a su obra de
investigación histórica, llevados en esta deriva hacia
la faceta creativa del trabajo editorial: el rigor, la
precisión, la curiosidad y la defensa del lector.
La Biblioteca Mexicana ha sido en estas dos décadas el secreto taller de edición de un historiador insólito. No sólo porque Florescano no redujo los temas
de la serie a los de sus propias pesquisas historiográficas sino porque los abrió a especialistas de otros
ámbitos de las ciencias sociales, las humanidades,
las ciencias exactas y las artes. Siempre me sorprendió su vasta curiosidad. En ocasiones llegaba a la
oficina con los ojos chispeantes, inquieto por poner
en marcha un nuevo proyecto en torno a un tema
que se le había cruzado en sus lecturas o había surgido en una conversación. Recuerdo su insistencia
en desarrollar un proyecto sobre la situación de la
juventud mexicana en la actualidad. O sobre la problemática del campesinado. O en torno al pensamiento conservador en la sociedad mexicana. Persistente
como es, Florescano no se sentía tranquilo hasta no
encontrar el perfil de los investigadores más adecuados para llevar a una realización óptima los libros en
cuestión, hasta no recibir y revisar las primeras
versiones de los textos y así hasta que los tomos no
salieran de las prensas a las librerías, y a veces ni entonces. Así fue como los tres temas que acabo de
mencionar se concretaron en los volúmenes Los jóvenes en México, El campesinado y su persistencia en la
actualidad mexicana y Conservadurismo y derechas
en la historia de México, coordinados, respectivamente, por tres brillantes investigadoras: Rossana
Reguillo, Tanalís Padilla y Érika Pani.
Otra de las directrices del taller de edición de Florescano es la generosa apertura a la interlocución
entre diferentes generaciones. En la tradición de Daniel Cosío Villegas, Florescano ha dado a la serie un
perfil riguroso y al mismo tiempo incluyente, que lo
ha llevado a convocar a estudiosos de trayectoria
consagrada en sus áreas respectivas con otros que en
el momento de aceptar la encomienda de enriquecer
los anaqueles de la Biblioteca Mexicana se encontraban en el ingreso a su primera madurez. Así, nombres de larga y respetada carrera intelectual como
Néstor García Canclini, Héctor Aguilar Camín, Ruy
Pérez Tamayo, Aurelio Tello, Marta Lamas, Guillermo de la Peña, Roberto Blancarte, Rita Eder, José
Ramón Cossío o Mauricio Merino, conviven con
pensadores e investigadores como Cristina Rivera
Garza, José Antonio Aguilar Rivera, Rodrigo Martínez Baracs, Alfredo Ávila, David Olguín, Rogelio
Guedea, Johannes Neurath o las ya mencionadas Reguillo, Padilla y Pani.
No es frecuente, si somos sinceros, que se presente
un fenómeno así. La vida intelectual mexicana ha sido
presa a menudo de una tendencia comunal muy cerrada en la que los intereses de grupo pesan más que los
requerimientos de calidad y pertinencia intelectual.
Con un vistazo al listado de los 50 títulos que la integran, es fácil constatar que la Biblioteca Mexicana ha
ido contra esa celosa costumbre. Pero si vamos más
allá y leemos con detenimiento este o aquel título, es
posible advertir cómo, al abrirse a una multitudinaria
nómina de coordinadores y colaboradores, con experiencias, formaciones y acercamientos teóricos a veces
contrapuestos, la Biblioteca Mexicana ha ofrecido una
visión plural y crítica de nuestra historia, nuestra cultura y nuestra realidad. No encontraremos otro ejemplo así en el México reciente.
Antes de poner fin a estas líneas, me interesa mencionar un atributo del Florescano editor que para
nada es insignificante: la defensa del lector. Al darle
forma a ese puente entre el cubículo universitario y la
calle, entre el estudioso y el lector de a pie, el director
de la Biblioteca Mexicana se ha exigido poner en equilibro el saber de uno y el deseo de conocimiento del
otro. El erudito entrega en cuartillas el conocimiento
actualizado, pero es labor del editor hacer llegar esas
cuartillas de la manera más clara, orgánica y comprensible a los ojos y la inteligencia del lector. En este
rubro, he de añadir que mi aprendizaje en el casi desconocido taller de edición del insólito doctor Florescano fue fundamental, y lo agradezco. La lección es
esta: son muchos los recursos financieros públicos y
energías humanas que se requieren para que un libro
salga de la imprenta y llegue al lector; hagamos el mejor esfuerzo para que el producto sea un libro inteligente y estimulante, sí, pero también cuidado, cortés
y transparente en su expresión para contribuir de la
mejor manera a la tarea educativa que en este país, un
siglo después de Vasconcelos, no ha terminado.W
a
Aquiles, nuestra tragedia
Reproducimos el texto leído por el destacado crítico
y editor peruano Julio Ortega durante la presentación
de Aquiles o El guerrillero y el asesino, novela
póstuma de Carlos Fuentes coeditada por
el Fondo de Cultura Económica y Alfaguara.
P OR J U LI O ORTEG A
L
a novela póstuma de Carlos Fuentes, Aquiles
o El guerrillero y el asesino (Alfaguara y Fondo de Cultura Económica), que me ha tocado
editar, nos propone una pregunta inquietante sobre el lugar de la tragedia en la cultura política
hispánica y contemporánea. Hoy que vemos a tantos líderes trágicamente devorados por las fuerzas
que desatan y no controlan, este Aquiles de Fuentes,
basado en la perturbadora historia del guerrillero
colombiano Carlos Pizarro, asesinado por un joven
sicario cuando había depuesto las armas para ser
candidato a la presidencia de su país, aparece como
un necesario aguafiestas.
Una tragedia es contemporánea porque nos dice
que el sujeto (personaje o lector) es vulnerable y que la
vulnerabilidad es una condición mutua. No se trata
sólo de la naturaleza mortal del yo sino de la fragilidad
misma del otro. Hoy que entendemos la ética no como
la estima de nuestros actos sino como el lugar del otro
en ti, demandamos de nuestros aspirantes al liderazgo
la tolerancia por el rival como prueba de su propia integridad. La política no debería volvernos a la jungla.
El guerrillero de esta novela de Carlos Fuentes es
el guerrero, alguien que cree que las armas son la única vía de dar al otro un lugar en el nosotros. Su muerte sería la prueba de su riesgo extremo pero, justamente cuando renuncia a las armas y organiza su
candidatura, es liquidado. Las fuerzas en disputa traman su muerte desde la oscuridad del sistema. La novela devuelve su identidad imaginaria al héroe asesinado, recuperándolo en el lenguaje donde cobra vida
bajo la luz de asombro de nuestra lectura.
Todas las víctimas de una guerra civil, declarada
o no, desde los milicianos republicanos hasta los
normalistas mexicanos, si son todos por fin exhumados, serán devueltas al lenguaje, donde recuperarán su nombre y lugar. Para que las heridas históricas, que a veces son la matriz de nuestro feroz lenguaje político, finalmente cierren, se requiere que
las víctimas adquieran nombre, memoria y piedad.
La novela de Carlos Fuentes es trágica porque el héroe obtiene su identidad desde la muerte. Esa radical
versión de su vida lo define trágicamente. Por eso
esta novela fue para su autor tan laboriosa, compleja
y fragmentaria, como quizá no podía ser de otro
modo, siendo una metáfora poética del desmembramiento político.
Fuentes, sin embargo, no se detiene en la victimización y tampoco se propone descubrir a los criminales. Más bien se propone representar el patetismo de
la tragedia y nos hace testigos de la misma para convocar nuestra piedad. Y se imagina sentado cerca de
Pizarro en el vuelo donde el sicario lo mata. Algunos
lectores me han preguntado si Fuentes iba efectivamente ahí. Yo creo que ese pasaje de la novela es verdadero aunque no sea real.
Ésta es, por ello, una novela política que a nombre
de la polis nos pide darle un lugar al tú del guerrero,
recuperado por nuestra lectura. No para ser justificado sino para devolverlo a la política como el arte de dominar la selva, la irracionalidad dominante donde la
paz no acaba de ser firmada porque uno de los negocios de la guerra, ese oficio sin futuro y sin lengua posible, es impedirla. Se trata, nos dice Fuentes, de recuperar a los Carlos Pizarro de este mundo mediante la pregunta por su vida, no por la respuesta de su
muerte.W
11
Ilustración: ©A N D R E A G A R C Í A F LO R E S .
BIBLIOTECAS HOY
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a
JULIO-AGOSTO DE 2016
BIBLIOTECAS HOY
En casi todo el mundo las bibliotecas están bajo asedio,
a veces porque no se entiende su función, a veces porque la miopía
administrativa las hace padecer recortes presupuestarios, pero quizá
la principal amenaza estriba en que ellas mismas no han sabido explicar
y defender su principal razón de ser. He aquí una sensata apología
de esta milenaria institución a cargo de uno de los mayores estudiosos
de la cultura del libro.
A RTÍ C U LO
Reinventar
la biblioteca
ALBERTO MANGUEL
S
egún narra Platón en el Timeo,
cuando el estadista Solón, uno
de los hombres más sabios de
Grecia, visitó Egipto, un viejo sacerdote le dijo que los griegos no
eran más que niños, pues carecían de verdaderas tradiciones
antiguas y de conocimientos
“encanecidos por el tiempo”. En
Egipto, continuaba el sacerdote
con orgullo, “desde antiguo registramos y conservamos en nuestros templos todo aquello que llega a
nuestros oídos acerca de lo que pasa entre vosotros,
aquí o en cualquier otro lugar, si sucedió algo bello,
importante o con otra peculiaridad”.
Esta aspiración colosal se consolidó bajo la dinastía ptolemaica. En el siglo iii a.C., más de 50 años
después de que Platón escribiera sus diálogos, los reyes ordenaron que se reuniera todo libro que hubiera
en el mundo conocido y se colocara en la gran biblioteca que habían fundado en Alejandría. A excepción
de su renombre, no se sabe casi nada de ésta: ni su
ubicación —quizá era una sección del museo—, ni el
uso que se le daba, ni siquiera cómo llegó a su fin.
Aun así, la Biblioteca de Alejandría, uno de los fantasmas más célebres de la historia, se convirtió en el
arquetipo de todas las bibliotecas.
Las bibliotecas pueden tener formas y tamaños
incontables. Pueden ser como la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos o tan austeras como la
del campo de concentración de niños en AuschwitzBirkenau, donde las niñas mayores se encargaban de
los ocho volúmenes que debían esconderse cada noche
para evitar que los guardias nazis los confiscaran.
Se pueden construir bibliotecas con libros encontrados en la basura, como el Yiddish Book Center en
Amherst, Massachusetts —construido por el joven
de 24 años Aaron Lansky a partir de volúmenes desechados por las generaciones más jóvenes, las cuales
ya no hablaban la lengua de sus mayores—, o se pueden catalogar en la mente de sus lectores exiliados,
con la esperanza de resurrección, como es el caso de
las bibliotecas saqueadas por los soldados israelíes
en los territorios ocupados de Palestina. La naturaleza de las bibliotecas es adaptarse al cambio de las
circunstancias y a las amenazas, y todas las bibliotecas viven en el peligro constante de ser destruidas por guerras, plagas, incendios, agua o idioteces
burocráticas.
Sin embargo, el principal peligro que afrontan
ahora no surge de amenazas de este tipo, sino de
cambios mal planeados que pueden convertirse en
la causa de que pierdan su papel triple: el de guardianas de la memoria de nuestra sociedad, el de proveedoras de relatos de nuestra experiencia —así
como de herramientas para navegarlos— y el de símbolos de nuestra identidad.
Desde los tiempos de Alejandría, las bibliotecas
han cumplido una función simbólica. Para los reyes
ptolemaicos, la biblioteca era un emblema de su poder.
Con el tiempo, se volvió símbolo general de una socie-
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dad entera, un espacio luminoso donde los lectores
podían aprender el arte de la atención, el cual, según
Hannah Arendt, es una definición de la cultura. No
obstante, desde mediados del siglo xx las bibliotecas
ya no parecen tener este significado simbólico, sino
que se tienen por simples almacenes de una tecnología supuestamente caduca y no se consideran dignas
de ser financiadas ni preservadas adecuadamente.
El número de bibliotecas ha ido en descenso en la
mayor parte del mundo anglosajón —pero no de manera significativa en la mayoría de los países latinoamericanos—. En el Reino Unido se han cerrado
aproximadamente 350 bibliotecas en la última década. En Canadá, el ex alcalde Robert Ford amenazó
con cerrar las bibliotecas públicas de Toronto que se
salvaron in extremis gracias a una campaña dirigida
por Margaret Atwood. En los Estados Unidos, aunque la cantidad de bibliotecas desaparecidas no es
notablemente grande, las bibliotecas públicas han
visto mermadas sus reservas y han sufrido recortes
de presupuesto, de personal y de horarios de servicio.
Aun así, las bibliotecas son resilientes. En su intento por sobrevivir en una época en la cual la actividad intelectual ha perdido prácticamente todo su
prestigio, se han convertido en grandes centros sociales. Hoy en día, la mayoría de ellas se usan más
como refugios contra climas severos y para encontrar trabajos en línea que para pedir libros prestados, y es admirable que los bibliotecarios se presten
a ofrecer estos servicios realmente necesarios que
normalmente no corresponden con la descripción de
su puesto. Se podría esbozar una nueva definición
del papel de los bibliotecarios al diversificar el territorio bajo su mandato, pero tal restructuración también debe garantizar que su función principal, la de
guiar a los lectores hacia los libros, no se olvide.
Las bibliotecas siempre han sido más que un lugar donde los lectores van a leer. Sin duda, los bibliotecarios de Alejandría coleccionaban otras cosas
además de libros, tales como mapas, obras de arte o
instrumentos, y es probable que los lectores no sólo
acudieran a consultar libros, sino también a lecturas públicas, a conversar entre ellos, a enseñar y a
aprender. Pero incluso así, la biblioteca permaneció
principalmente como un lugar en el que se almacenaba todo tipo de libros para ser consultados y para
preservar las antiguas tradiciones y “conocimientos
encanecidos por el tiempo”. Otras instituciones, tales como hospitales, asociaciones filantrópicas o
gremios, desempeñaban las tareas complementarias necesarias en una sociedad civilizada.
Los bibliotecarios contemporáneos se ven obligados a asumir una variedad de funciones que su sociedad no cumple por avaricia o desdén, y el uso de sus
escasos recursos para cumplir con esas obligaciones
sociales esenciales disminuye los fondos con los que
cuentan para adquirir libros nuevos y otros materiales. Pero una biblioteca no es un refugio para personas sin hogar (en la biblioteca St. Agnes de Nueva
York fui testigo de cómo un bibliotecario le explicaba
a una usuaria por qué no podía dormir en el suelo), no
a
es guardería ni parque de diversiones (la Seneca East
Public Library en Attica, Ohio, ofrece pijamadas),
tampoco proveedor principal de apoyo social y atención médica (servicios que, sin embargo, los bibliotecarios estadunidenses ofrecen habitualmente).
Todas estas actividades son benéficas y apropiadas, además de que podrían devolver a las bibliotecas
su papel central en la sociedad, pero debemos estar
preparados para invertir más recursos en el sistema,
y no al revés, para hacer que su reinvención sea posible. Los bibliotecarios no están entrenados para
ejercer funciones de trabajadores sociales, cuidadores, niñeros o médicos. Todas estas labores adicionales dificultan, si es que no imposibilitan, que
los bibliotecarios trabajen como bibliotecarios, es
decir, que revisen que las colecciones permanezcan
coherentes, hagan pasar los catálogos de las editoriales por un tamiz, ayuden a los lectores a leer y
lean ellos mismos. Las nuevas funciones que se les
han impuesto son las obligaciones que toda sociedad civilizada tiene con sus ciudadanos y que no
deberían asignárseles de forma irresponsable. Si
cambiamos el papel de las bibliotecas y los bibliotecarios sin preservar la centralidad del libro, nos
arriesgamos a perder algo imposible de recuperar.
La primera medida que se toma en todas las crisis
económicas es el recorte a los presupuestos de cultura. Pero el desmantelamiento de nuestras bibliotecas y la transformación de su naturaleza no es sólo
un asunto económico. En algún momento de nuestra época, comenzamos a olvidar el significado de la
memoria, individual y colectiva, así como la importancia de los símbolos comunes que nos ayudan a
entender nuestra sociedad.
Para que las bibliotecas, además de depositarias
de la memoria de la sociedad y símbolos de su identidad, puedan ser el núcleo de centros sociales ampliados, los cambios deben efectuarse de manera
consciente desde una institución intelectualmente
sólida que reconozca su papel ejemplar y que nos enseñe lo que los libros pueden hacer: mostrarnos nuestras responsabilidades recíprocas, impulsarnos a
cuestionar nuestros valores y debilitar nuestros prejuicios, darnos el valor y el ingenio para continuar viviendo juntos, así como proveernos de palabras que
nos permitan imaginar tiempos mejores. El historiador griego Diodoro Sículo relata que la entrada a una
de las antiguas bibliotecas que vio en Egipto tenía inscritas las palabras “Clínica del alma”.W
Este artículo apareció en The New York Times el 23
de octubre de 2015. © 2015, The New York Times. Lo
reproducimos aquí con autorización de los editores.
Traducción de Bárbara Pérez Curiel.
Alberto Manguel, escritor, traductor y editor
canadiense nacido en Argentina, es autor de El
viajero, la torre y la larva. El lector como metáfora.
Actualmente dirige la Biblioteca Nacional de
Argentina.
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Fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I
BIBLIOTECAS HOY
ENTR EV I STA
Conversación
con Daniel Goldin
Biblioteca
Vasconcelos,
territorio
de las infinitas
posibilidades
AGUSTÍN GENDRON
L
a Biblioteca Vasconcelos es el
cuarto recinto cultural más visitado del país, sólo después de
Teotihuacan, Chichén Itzá y el
Museo Nacional de Antropología. En 2015 recibió cerca de
dos millones de visitantes y hoy
es la biblioteca con más seguidores en Facebook en el mundo. Quien acude a ella constata,
además de su monumental arquitectura, que es un lugar lleno de vida, alejado de los estereotipos asociados
a un recinto bibliotecario tradicional: un grupo de jóvenes ensaya una obra de Aristófanes en la plaza frontal del edificio; hay músicos tocando en los jardines,
bailarines ensayando coreografías frente a los am-
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plios ventanales que los reflejan y, por supuesto, lectores, desde un bebé que apenas camina y me tiende un
libro para que se lo lea en voz alta (“Lo hacen con todos los adultos que entran en la bebeteca”, me informa
la sonriente y joven encargada), hasta un grupo de ancianos que han llegado juntos y consultan una pila de
publicaciones periódicas. Se constata, en fin, que algo
ocurre allí: miles de historias se desarrollan y entrelazan en un silencio que apenas esconde la bullente actividad del sitio. Para intentar una mirada un poco más
profunda a este fascinante ámbito, cuyos usuarios
consideran parte importante de sus vidas, conversamos con Daniel Goldin, director de la biblioteca, escritor y ex editor del Fondo de Cultura Económica.
a
¿Cuál es la misión y qué caracteriza a la Biblioteca
Vasconcelos?
Nosotros solemos decir que la misión de la BV es desarrollar proyectos bibliotecarios (educativos, informativos, culturales) que contribuyan a la igualación
de oportunidades de la población, a la mejora de la
calidad de vida de sus usuarios y a la innovación de
los servicios bibliotecarios del país.
Si algo singulariza a la Vasconcelos frente a otras
bibliotecas es su diversidad, de públicos, de acervos y
de servicios, y su voluntad de experimentar y compartir los conocimientos que contiene. Atendemos a
centenares de miles de usuarios presenciales y nos
comunicamos con muchos otros a través de nuestros
espacios virtuales. Un porcentaje importante son jóvenes de entre 17 y 30 años, pero también hay bebés,
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Fotografía: ©A N N A VO N B R Ö M S S E N .
BIBLIOTECAS HOY
Daniel Goldin, director de la Biblioteca José Vasconcelos
de la Ciudad de México, describe la actividad cotidiana de este recinto,
su diversidad de usuarios y actividades, el significado moderno
de una biblioteca de este tipo, su concepción arquitectónica
y el parentesco entre el bibliotecario y el editor.
ancianos, niños. Muchos son estudiantes o lo han sido,
pero también hay población que jamás ha ingresado a la escuela. En este sentido no sólo buscamos conservar y difundir conocimiento e información, sino
reconocer saberes.
Como es pública y no patrimonial, todos sus acervos son accesibles y la mayor parte pueden ser tomados en préstamo.
Físicamente, la Vasconcelos es un espacio muy peculiar. De entrada representa la convivencia entre
natura y cultura: tiene 26 mil metros cuadrados de
jardines; hay en ella mucha luz; es un recinto cuya estructura pende del techo, como los racimos de la vid,
está situada en una zona a la que llegan personas de
toda el área metropolitana de la Ciudad de México:
únicamente el 15% de los usuarios reside en la delegación Cuauhtémoc; otro 15% proviene de la delegación Gustavo A. Madero, otro 30% de los municipios
conurbados del Estado de México. Los demás vienen
de diferentes lugares de la zona metropolitana.
El reto de la Biblioteca Vasconcelos es concebir
la inclusión como algo diferente a la homogeneización; ante todo, valorar lo diverso y reconocer el derecho de cada persona a ser quien quiera ser y a ser
distinta de los demás.
¿Qué ocurre cuando un editor pasa a dirigir una biblioteca? ¿Existe una relación o correspondencia entre
los dos ámbitos?
Hay muchas formas de ser editor y de ser director
de una biblioteca. En mi caso no veo una ruptura,
sino una relación de continuidad entre los principios que me guiaron como editor y los que me guían
como bibliotecario.
Entré a dirigir la Biblioteca Vasconcelos impulsado por el anhelo de ver qué pasa del otro lado de la
página. Pero al lector siempre lo había tenido presente. Cuando trabajaba como editor —tanto en las
colecciones para niños como en las dirigidas a lectores adultos— imaginaba la página del libro como un
dispositivo de producción de pensamiento y emociones, y procuraba lograr un equilibrio entre el negro y
el blanco de esa página: entre el espacio que se ofrece
al lector para habitar la página y el contenido que se
le brinda.
Ahora, cuando miro la Biblioteca Vasconcelos
como espacio arquitectónico e institucional, pienso
en ese mismo equilibrio: en el balance entre lo que
ofertas y lo que propicias. Asimismo, en el respeto radical a la hospitalidad que significa conseguir que el
visitante pueda hacer lo que quiera en este espacio sin
saturarlo. Como lector, me siento atosigado cuando
me enfrento a un libro que no respeta este principio;
que no me da un espacio de descanso para recrearme.
Lo mismo me pasa cuando entro a algún edificio. Por
tanto, cuando me toca editar un libro o dirigir una
institución, procuro que eso no les pase a otros.
La biblioteca acoge a muchos lectores, pero también a otras personas que buscan en ella un refugio. En
esto nos parecemos a otras bibliotecas en el mundo
que son recintos para personas en situación de calle,
que acuden a ella a descansar o a protegerse, incluso
a dormir. Desde luego, no se trata de convertir la biblioteca en un dormitorio. Pero si las personas no
pueden tener un espacio para descansar, ¿cómo pueden pensar, estudiar, recrearse?
Para mí hay continuidad entre la concepción del
libro-refugio y la biblioteca-refugio.
Y si un libro representa un refugio, ¿una biblioteca representa un refugio de refugios?
Como editor imaginaba a mis lectores inmersos en
esas situaciones de sofocamiento que tan a menudo
hemos padecido en la infancia. Y podía sentir que
abrir el libro sería como abrir una ventana. Alcanzaba a sentir el aire fresco y la llegada de otras presencias, silenciosas y secretas pero extraordinariamente
poderosas.
Actualmente, me fascina ver cómo la metáfora del
libro como refugio hospitalario se corporiza espon-
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táneamente en situaciones de lectura que ocurren a
diario en esta biblioteca.
Ha mencionado la hospitalidad pero no solemos asociar esta idea a una biblioteca… ¿podría abundar sobre
lo que significa esto para usted?
En mi concepción, la hospitalidad es paradójica: supone por un lado que uno tiene el deber primordial
de recibir al extranjero (ese ser esencialmente diferente de uno), respetando su radical diferencia. Pero
por el otro, la hospitalidad te muestra que tú no eres
dueño de ese espacio que habitas.
En este sentido, la hospitalidad es la piedra angular de una ética de la esperanza, que parte del reconocimiento de cualquiera de ser diferente de los
demás y de sí mismo. Pero también de una política
que busca poner al descubierto y potenciar el valor de
la diversidad y la diversidad como un valor. Es, desde luego, una estética: la realización del arte está en
ese tiempo por venir que, sin embargo, ejerce su poder en el presente.
¿Acudir a una biblioteca significa una experiencia singular e irrepetible en otros ámbitos?
Acudir físicamente a una biblioteca como esta constituye una experiencia singular que apenas comenzamos a entender. Te menciono algunas interrogantes elementales: ¿cuándo se inicia y cuándo culmina
la experiencia bibliotecaria, en el momento en que
sales de casa y te enfilas a la biblioteca o cuando cruzas su puerta? ¿Cuándo tomas prestado un libro o
cuando lo devuelves? Quizá no hay una sola respuesta. Cada caso es una experiencia particular.
Pero creo que en todos ellos la experiencia bibliotecaria es mucho más compleja que el hecho de acudir
a tomar prestado unos libros, utilizar una computadora o asistir a una actividad programada. Siempre
hay algo que desborda. Aún no tenemos la capacidad
de comprender (vaya, ni siquiera de nombrar) con
claridad lo que nos acontece cuando acudimos a un
recinto que, esencialmente, se caracteriza por ofrecer gratuitamente algo más de lo que buscamos. Pero
me resulta claro que para poder hacerlo debemos
considerar el espacio y el cuerpo, dos cuestiones que
la cultura digital ha obviado. Cultura digital significa la desaparición del hic et nunc, del aquí y el ahora,
pues hoy todo es ahora y la presencia real se ha convertido en fantasmagórica. O, como dice Paul Virilio,
“¡Ya no existe el aquí, todo es ahora!” La experiencia
bibliotecaria busca restituir el cuerpo y el espacio al
ámbito de la producción y difusión del pensamiento,
y del reconocimiento y la producción de saberes.
Podemos registrar el sentido vital que tienen los
acontecimientos que suceden en la biblioteca. Las
complejas maneras en que cada usuario se va transformando al asistir a la biblioteca.
Justo porque van cambiando, los usuarios al cabo
de un tiempo pueden acceder a otras posibilidades
que la biblioteca siempre les había ofrecido. Pongo
un ejemplo: una mujer que llegó para aprender inglés porque su hija había emigrado a Inglaterra.
Luego, por casualidad asistió a un curso de lectura
en voz alta. Pero al leer en voz alta descubrió —por
caminos quizá no tan misteriosos— que ella también podía escribir y comenzó a redactar. Lo relevante es que sólo entonces se permitió conversar
con otros usuarios que siempre habían estado ahí…
Leer en voz alta fue para ella una forma de escribir
con tinta transparente frases inimaginables en el
diario más recóndito. Un cuaderno secreto que no se
atrevía siquiera a reconocer que existía. Y ese acto le
permitió conversar con personas que antes no había
registrado.
mos a vislumbrar, pero nos fuerza a establecer
comparaciones.
Históricamente, la cultura escrita se ha asociado
a la voluntad de permanecer, en oposición a la palabra oral, que se desvanece. Ahora vemos una nueva
identificación de la cultura escrita con aquello que es
fugaz y con una capacidad de almacenar información prácticamente ilimitada. ¿Cómo podemos construir pensamiento, cómo podemos sustentar procesos civilizatorios, cómo podemos informarnos o
crear ciudadanía en un mundo donde todo se registra y el registro es una forma del olvido? No tengo
respuesta a estas y muchas otras preguntas pero
me parece que la biblioteca es un buen lugar para
hacérselas.
Asistir a la biblioteca es implícitamente una rebelión contra la cultura digital que descorporiza. Cada
visita a la biblioteca es una rebelión contra los otros
espacios. Los espacios angostos y clausurados de la
casa en primer término. La biblioteca es un reducto
de libertad para los jóvenes que se sienten agobiados,
pero también para las mujeres que encuentran en
ella un espacio para dejar de ser mujeres de la casa.
Lo es para los hombres retirados que en su casa no
hacen nada y aquí pueden elegir entre una cantidad
de opciones, desde pintar con acuarelas hasta tocar
el piano. O para los que lisa y llanamente no tienen
otro espacio para descansar, dormir, no ser molestados. Para todos ellos la visita a la biblioteca es una
forma de reinstalarse en su cuerpo, de habitar su circunstancia, para ser menos extranjeros ahí donde se
mueven.
Pero la biblioteca es también un espacio público
en muchos sentidos: un recinto físico que acoge a todos, un ágora que propicia diálogos, un espacio donde se discute lo que nos concierne. Hay que usarla
para eso: para experimentar (tener experiencias y
producir experimentos), para discutir y difundir.
¿Qué emoción o qué imágenes llegan a usted al entrar
al espacio físico de la biblioteca?
El edificio de la Biblioteca me provoca efectos paradójicos, un efecto futurista e industrial al tiempo
que puede verse como un jardín bucólico, tanto por
la presencia vegetal como por sus ensamblajes metálicos: semeja ruinas industriales al tiempo que naturaleza desbordada. Una visión futurista imaginada
en el pasado. De la misma manera es colosal pero no
aplasta, ofrece resquicios, recovecos. Es un edificio
asombroso.
Finalmente, ¿por qué una biblioteca es un espacio tan
especial, tan necesario y tan simbólico?
Las bibliotecas son los recintos donde se acumula y
resguarda el conocimiento. Templos del espíritu que
no fenece como el cuerpo. Son, pues, espacios de veneración del devenir humano. Si todo lo humano
puede entrar en un libro, en las bibliotecas se preserva el trabajo —las fatigas, los esfuerzos, los gozos—
de los humanos por habitar este planeta que nos es
siempre un lugar extraño. Y todo ello se presenta
como susceptible de reactivarse y cobrar nueva vida.
El bibliotecario, como el editor, tiene la función
de preservar el trabajo de los creadores, al tiempo
que lo pone a conversar con otros. Mostrar o inventar relaciones. Expandir los mundos posibles.
Estar en una biblioteca es provocar lo inesperado.
Es una manera de entrar en un territorio donde se
unen las posibilidades de ser uno mismo y de ser
otro; de desconocerse y de reconocerse. Aquí, lo inactual se convierte en actual, al menos por unos
instantes.W
Con el advenimiento de la era digital pasamos de la falsa profecía del fin de los libros en papel a la falsa utopía del acceso universal al conocimiento. ¿Qué retos
plantea este nuevo paradigma al ámbito bibliotecario?
El impacto de la era digital en nuestra forma de vivir,
pensar y organizarnos es algo que apenas empeza-
a
15
Fotografía: ©A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
sea la empatía del autor con los
escritores que analiza, señaladamente
Franz Kafka y Walter Benjamin.
Starobinski sostiene que la parálisis
contemplativa de los escritores
absortos en reflexiones sombrías
puede evolucionar hacia dos aspectos
complementarios de la “experiencia
melancólica”: el vagabundeo sin fin y
el confinamiento que interrumpe
todo compromiso activo con el mundo
exterior. Ambos aspectos, sin
embargo, pueden trascender la mera
depresión para convertirse en
expresión de la “alegría de estar
triste”.
A veces se retraen, hibernan como
algunas bestias, esperan el momento
oportuno para reaparecer: el
pensamiento mide su tiempo. La idea
que parecía muerta en un cierto
tiempo renace en otro…”
La presente edición está anotada,
identifica las fuentes que el autor usó
o transformó en cada pasaje y
enmienda más de 250 erratas.
TERRA NOSTRA
obr as reunidas vi
nuevo mundo narr ativo,
editor responsable: julio ortega, con la
colabor ación de ana gonzález tornero.
2016; 829 pp.
CARLOS FUENTES
Con satisfacción, el Fondo de Cultura
Económica publica la edición
definitiva de la novela Terra nostra de
Carlos Fuentes, correspondiente al VI
volumen de sus obras reunidas, 40
años después de la primera edición
por Joaquín Mortiz.
De acuerdo con el destacado crítico
Julio Ortega, “No estamos
acostumbrados a las demandas de una
novela enciclopédica […] que nos exige
trabajos de lectura para los que no
hemos sido educados. Por eso, postula
una tribu de lectores utópicos, capaces
de creer que una novela puede ser un
mapa de un mundo por hacerse […]
Esta es una novela que no hace mucho
aprendimos a leer. Cuando apareció
[…] los lectores no estábamos
preparados para subir a esa pirámide.”
En ese entonces, Terra nostra fue
calificada como “nueva novela
histórica”. Julio Ortega nos dice que
es algo más que eso: “Lo que busca
Terra nostra es forjar un nuevo lector.
Y esa poética funciona mejor en este
siglo de lecturas menos genealógicas y
más trasatlánticas. Es una novela que
no termina de leerse porque empieza a
ser leída cada vez mejor […] es un
curso universitario completo. Todos
los mexicanos deberían leerla y
obtener un título de licenciatura en
mexicanidad moderna, crítica y
celebratoria”.
Como lo dice un personaje de la
novela misma: “Las ideas, sabes,
nunca se realizan por completo.
16
colección historia
1ª ed. en español, 2016; 360 pp.
temática criminal, las novelas de
espionaje y la miríada de teorías
conspirativas que nutren la red global
constituyen una nueva forma de
plantear y problematizar la realidad, y
exploran las contradicciones
inherentes a ella. Las vicisitudes
del conflicto entre ambas realidades
constituyen el núcleo de este original
y certero libro. A través de una
amena y documentada exploración
de la obra de los grandes maestros de
las novelas de espías y detectives —
entre ellos G. K. Chesterton, Arthur
Conan Doyle, John Le Carré y
Graham Greene— Boltanski
demuestra de manera contundente
que estos productos de la
imaginación literaria nos revelan
algo fundamental acerca de
la naturaleza de las sociedades
modernas, y por lo tanto, del
Estado moderno.
colección sociología
1ª ed. en español, 2016; 360 pp.
LA TINTA DE LA MELANCOLÍA
JEA N STA ROBINSKI
El título de este libro proviene de un
poema escrito en el siglo xv por Carlos
de Orléans y hace referencia al origen
etimológico griego de la palabra
melancolía, que significa “bilis negra”.
El connotado médico y filósofo suizo
Jean Starobinski se une a una
destacada lista de autores que han
abordado el tema pero, a diferencia de
muchos de ellos, su ágil y elegante
prosa es un despliegue de verdadera
erudición que despoja al tema de las
reducciones simplistas de que ha sido
objeto. El autor enlaza de manera muy
atractiva el mito del Judío Errante
con la obra de escritores del siglo xx, y
de esta manera define la auténtica
creatividad como una combinación de
melancolía —sentimiento asociado
desde tiempos inmemoriales a la
inspiración—, vivacidad e ingenio. Tal
vez el rasgo más notable de este libro
ENIGMAS Y COMPLOTS
LUC B OLTA N S K I
La figura de la conspiración se ha
convertido en nuestros días en punto
esencial de todas las sospechas
concernientes al ejercicio del poder.
Las preguntas que aparecen una y
otra vez son: ¿dónde se encuentran los
verdaderos mecanismos del poder?
¿Quiénes los ejercen realmente, las
autoridades nacionales
presumiblemente responsables u
otras entidades que actúan desde las
sombras? Estas interrogantes han
servido de andamiaje a
construcciones políticas que postulan
la existencia de una realidad doble: la
oficial, casi siempre superficial, y la
oculta, siempre más profunda y
amenazante. Las obras de ficción con
a
TEMAS DE LA LIRA Y EL BONGÓ
ALEJO CARPENTIER
Cuando Daniel Cosío Villegas le
solicitó a Alejo Carpentier una
historia de la música cubana hace
setenta años, quizás no sospechaba
que alcanzaría a colmar una de las
grandes aspiraciones de cualquier
editor: la publicación de un clásico,
pues La música en Cuba, editada en
1946 por el Fondo de Cultura
Económica, permanece como uno de
los títulos fundamentales en la
JULIO-AGOSTO DE 2016
NOV EDA D ES
historia de la musicología. La notable
sensibilidad literaria y musical de
Carpentier se nutrió en un hogar
donde la práctica de la música excelsa
era cotidiana: su padre fue alumno de
Pablo Casals; su madre, aficionada al
piano; su abuela, discípula de César
Franck. A Carpentier, amigo y
compañero de faena de Darius
Milhaud, Edgard Varèse y Heitor
Villa-Lobos, director de estudios
fonográficos en París y realizador de
importantes programas radiales,
nunca le fue ajena la poderosa
presencia de la música cubana, ni
dejaban de inquietarlo sus misterios.
El presente volumen es una selección
de 78 textos: crónicas, cartas,
artículos y ensayos publicados en
revistas, periódicos y antologías, que
prueban la vocación de servicio por la
música que animó durante más de
cincuenta años la obra de este gran
escritor.
colección popular
1ª ed., 2016; 656 pp.
BIOCOMBUSTIBLES
Sus implicaciones energéticas,
ambientales y sociales
JOAQU Í N P É R E Z PA R I E N T E
La convergencia en el tiempo de la
previsible escasez de petróleo y el
cambio climático son las causas
principales del desarrollo de
combustibles alternativos para el
transporte. Una de las opciones es la
utilización de carburantes obtenidos
de la biomasa, los denominados
biocombustibles, con el objetivo de
sustituir de manera progresiva los
obtenidos de fuentes fósiles. En la
práctica, esos biocombustibles son el
etanol —sustituto de la gasolina—
obtenido de cultivos como el maíz o la
caña de azúcar, y el denominado
biodísel, obtenido a partir de aceites
vegetales de cultivos como la soya, la
colza o la palma aceitera.
Los biocombustibles ya son parte de
la vida cotidiana de muchos países, al
ser utilizados en automóviles y otros
medios de transporte como sustitutos
parciales o totales de los derivados del
petróleo. El autor analiza los
argumentos más extendidos a favor de
entos,
su uso, así como los cuestionamientos,
en
como el hecho de que requieren
ductos
ingentes cantidades de productos
imento, y
vegetales que también son alimento,
compiten por lo tanto con su
disponibilidad en un mundo en ell que
enas
una buena parte de la población apenas
consigue alimentarse o pasa hambre.
¿Cuál es la viabilidad de los
biocombustibles como alternativa
energética aceptable? Este ensayo
ofrece un conjunto de argumentos y
evidencias para encontrar respuesta a
esta pregunta.
PUNKZILLA
ROSA Y LA BANDA
DE LOS SOLITARIOS
A DA M R A PP
ADOLFO SERR A
Punkzilla es un adolescente de
catorce años que acaba de desertar de
la academia militar Buckner a donde
sus padres lo enviaron por cometer
algunos delitos menores y probar
drogas. Después de su huida, y gracias
a aventones de extraños en carretera,
llega a vivir a Portland, hasta que un
día recibe una carta de su hermano
Peter en la que le cuenta que está
muriendo y le pide que lo visite. La
trama nos narra la misión que tiene
Punkzilla de recorrer Estados Unidos,
desde Oregon hasta Memphis, para
encontrarse con su hermano enfermo
de cáncer. La historia se desarrolla
entre moteles de mala muerte,
estaciones de autobuses y largos
paseos en carretera. Es una novela
epistolar, construida con las cartas
que Punkzilla le escribe a su hermano,
a su familia y a sus amigos a lo largo
del viaje. Durante la travesía, el
protagonista intentará encontrar su
identidad al mismo tiempo que
conocerá a peculiares personajes,
enfrentará situaciones peligrosas y
tendrá encuentros desafortunados
que estarán presentes hasta llegar a su
destino, pero que en ningún momento
le robarán las esperanzas de ver a su
hermano antes de que suceda lo
inevitable. La obra fue reconocida por
la American Library Association con
el premio Michael Printz, otorgado a
novelas juveniles.
a tr avés del espejo
1ª. ed. en español, 2016; 160 pp.
EL BOSQUE DENTRO DE MÍ
COLAS GUTMAN
VÍCTOR GA RCÍA BERNA L
Rosa es una niña inteligente y emotiva
que habla de una forma muy peculiar
y graciosa. Debido a esto, sufre
bullying de sus compañeros, lo que la
obliga a mudarse de escuela y ciudad
frecuentemente. En el nuevo colegio,
Rosa arruina su presentación frente al
grupo pero no le da mucha
importancia a esto, pues piensa que
pronto se cambiará de ciudad y
escuela nuevamente. A la hora del
recreo se refugia en el muro de los
solitarios, donde conoce a Momo,
quien la invita a jugar con Steve y
Elena. Juntos, se convertirán en la
banda de Los Solitarios. Steve le
advierte que no se acerque a la reja
que divide a la primaria de la
secundaria, pues del otro lado hay
estudiantes que atrapan a los
pequeños para golpearlos; pero Rosa
no tiene miedo, ella adora poner en su
lugar a los buscapleitos, así que un día
se acerca a la reja prohibida…
En este nuevo libro, Colas Gutman
—quien publicó con el fce ¿Para qué
sirve un niño?— juega con el lenguaje de
la pequeña protagonista, cambia las
palabras y nombra a los objetos de
acuerdo con su lógica. Sus diálogos
resultan enigmáticos y divertidos,
nada convencionales en contraste con
los de los otros niños. Al principio,
Rosa piensa que esto la aleja de los
demás, pero gracias a la fuerza de su
rirá que, por el
carácter descubrirá
er diferente la hace
contrario, ser
especial y única y no habrá razón pa
para
estarr sola nunca más.
a la orilla del viento
1ª. ed. en español, 2016; 80 pp.
Con este álbum, el ilustrador Adolfo
Serra ganó la XIX edición del
Concurso de Álbum Ilustrado A la
Orilla del Viento. El también autor de
Caperucita Roja, publicada en 2013
por el fce, construye de nuevo una
historia narrada sólo por imágenes, en
la que un niño descubre en el reflejo
del agua algo más que su propio
rostro. Animado por su imaginación,
el personaje emprende un viaje a
través del bosque, el cual se va
poblando de sus sueños pero también
de sus miedos. En su recorrido lo
acompañará un enigmático personaje,
quien le muestra el camino para
avanzar en la espesura y lo acompaña
a la ciudad, donde nuevas preguntas lo
sorprenden hasta que el niño decide
volver sobre sus pasos.
Con la intención de crear un libro
abierto que fomente la imaginación de
los niños —y de cualquier lector—,
Serra construye en este álbum silente
un escenario que se muestra al lector
de manera inquietante, invitándolo a
develar la historia y a reflejar en ella
sus propias emociones y sentimientos
para, finalmente, construir un relato
único que le pertenezca sólo a él.
Con una paleta reducida de colores
—donde predominan los tonos grises y
azules— y una provocadora portada, el
autor crea un mundo fantástico donde
ningún detalle está puesto al azar.
“Hay que arriesgar para que
avancen los libros”, opina Serra, y esta
obra es justo eso: una apuesta
arriesgada que necesita la mirada del
lector para completarse. El bosque
dentro de mí significa adentrarse en
uno mismo, y emprender el recorrido
implica descubrir nuestros miedos y
ssueños, es decir, conocernos a
no
nosotros mismos al tiempo que
cons
construimos nuestra identidad.
los especiales
espec
de a la orilla del viento
1ª. ed. en el fce,
fc 2016; 64 pp.
la ciencia par a todos
1ª. ed., 2016; 256 pp.
JULIO-AGOSTO DE 2016
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Ilustración: ©A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
BIBLIOTECAS HOY
A RTÍ C U LO
NUEVOS
PROCESOS
EDITORIALES
Esta sexta y última entrega sobre el desarrollo
del libro electrónico concluye con una serie de preguntas
sobre el futuro del proceso editorial, la producción y lectura de libros,
su distribución y modificación, la formación y función de las comunidades
de lectores, la transformación del libro en obra abierta y otras cuestiones
que se desprenden de los cambios que la industria
ya está experimentando. Toda una revolución cultural.
E R N E ST O P R I A N I S A I S Ó
E ISABEL GALINA RUSSELL
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a
JULIO-AGOSTO DE 2016
Ilustración:: ©
BIBLIOTECAS HOY
EL CORRECTOR, EL REVISOR DE ESTILO,
EL FORMADOR Y OTROS INVOLUCRADOS
El perfil de una plaza de diseñador de productos digitales de la empresa Andrews
McMeel Publishing, de Kansas City, es el siguiente:
El diseñador de Producción Digital diseñará y ejecutará formatos de contenido digital (incluyendo el desarrollo de interfaces de usuario) para la publicación de libros ilustrados. El ocupante será el responsable de la originalidad y la
creatividad necesarias para el éxito de los productos, incluyendo ebooks, apps,
juegos y demás. La persona será también responsable de garantizar que todos
los proyectos electrónicos utilicen la línea de producción más efectiva y la tecnología más actualizada.
Responsabilidades:
Diseño y creación de libros digitales y de otros paquetes de contenido digital (apps, juegos, descargables, etcétera).
•
Identificar los profesionales independientes apropiados para el diseño y
la creación de libros y contenido digital.
•
Tener perfecta comprensión de los ebooks actuales y de las tecnologías digitales, con habilidad para aplicarlas a libros ilustrados.
•
Trabajar con directores artísticos, editores y diseñadores para establecer
y crear layouts y características de los productos digitales para lograr su
mejor calidad en las plataformas y los equipos existentes.
•
Trabajar con el director artístico y el gerente de operaciones para establecer la línea de producción digital.
•
Supervisar todos los proyectos electrónicos de la división de libros y asesorar a la vicepresidencia y al productor ejecutivo de oportunidades de
desarrollo digital.
•
Habilidades:
Fuertes antecedentes digitales y al menos tres años de experiencia diseñando y produciendo websites, ebooks y otros productos digitales para
contenido ilustrado.
•
Importantes habilidades técnicas y de diseño, incluyendo diseño de páginas con software Mac OS (QuarkXPress y Adobe Creative Suite), diseño
de páginas web con software (Dreamweaver) y generación de productos
complejos técnicamente.
•
Experiencia en los actuales estándares de ebook (xml, html, css, ePub 3)
y en los formatos especiales ofrecidos por varios ambientes de lectura
(por ejemplo, iBooks Author, Kindle Panel View, Nook Comics, etc.) y habilidad para producir contenido de alta calidad para esas plataformas.
•
No es difícil darse cuenta de que este perfil es nuevo en el mundo editorial. Es un
perfil propio con habilidades técnicas específicas que provienen de un campo de
conocimiento y trabajo distinto al de la edición tradicional. Pero lo importante no
son tanto las diferencias como el hecho de que la inclusión de un perfil de este tipo
en un equipo de producción editorial suele resultar disruptiva porque domina herramientas que el resto del equipo no conoce a profundidad o quizás ignora, y porque puede proponer soluciones que chocan con la tradición editorial en papel.
Aspectos tan simples como el hecho de que en los distintos formatos digitales
el tamaño de letra es decisión del lector y, por lo tanto, el diseño y el cuidado editorial deben tomar esta variable en consideración, pueden provocar confrontaciones innecesarias con quienes están habituados a editar en papel, donde el
diseño incluye el tamaño de la letra. A fin de cuentas, el grado de control sobre la
imagen del texto en la pantalla no es tan grande en el mundo digital como lo es en
JULIO-AGOSTO DE 2016
papel. Lo central, sin embargo, es que el equipo que participa en la producción de
ebooks debe estar familiarizado con las características del texto digital —especialmente con sus particularidades editoriales: a qué se le puede dar forma y a
qué no, qué tan flexible es, cómo se pone o se quita un hipervínculo, cómo se establecen subrayados y negritas, etcétera— y con los lenguajes de programación
de los ebooks. Por supuesto, el corrector de estilo no necesita ser experto en los
lenguajes y en los programas digitales, pero en la medida en que entienda sus
funciones, los tipos de procesos que permiten y cómo puede identificar errores
de producción, su trabajo tendrá mejores resultados.
El punto central es que la producción de contenido digital de ebooks y apps
forma parte de un cambio cultural con el que deben familiarizarse todos los participantes del campo editorial digital, pues cada fase del trabajo y la calidad del
resultado dependerán de su comprensión de lo que hacen.
La producción de libros en nuestros días es resultado de 500 años de cultura
editorial. Cada parte del proceso está claramente regulada por procedimientos
que han sido probados durante años. Podríamos decir que quienes trabajan en el
campo de la edición han entendido ya los códigos y las formas que gobiernan su
campo y buscan, sobre todo, la perfección. Pero no pasa lo mismo con quienes comienzan a trabajar en el mundo de la edición digital, donde no hay reglas firmes.
El cuidado del texto y la preocupación por el diseño adecuado para la lectura y
el atractivo del libro no cambian; lo que cambia es cómo se alcanzan esas perfecciones. Pero no es sólo que las herramientas cambien, sino que la forma de los
dispositivos se ha vuelto inestable, pues éstos cambian constantemente. La modificación constante de las funciones de los dispositivos implica en ocasiones cambios en la formación y la producción de los libros. Algunas evitarán que libros
formados hace un par de años se desplieguen en la misma forma que los libros más
actuales. El problema, de hecho, es que estas innovaciones no serán permanentes
sino que la gran mayoría desaparecerá en tiempo muy breve, mientras otras vendrán a sustituirlas. Siendo el de los libros un campo más bien conservador, en el
que se busca sobre todo el dominio del arte y la perfección, los libros digitales
vienen a introducir algo que le es extraño: la innovación constante en la concepción y formación de los productos.
MÁS ALLÁ DEL LIBRO ELECTRÓNICO
Prever el futuro es también darle forma. Una serie de artículos sobre el libro electrónico que no concluya con una especulación sobre el futuro del libro y la lectura,
y las posibilidades abiertas por la digitalización del texto, sería incompleta. En
este momento, en muchas partes del planeta hay personas imaginando los libros
del futuro, la manera en que serán leídos, la forma de las bibliotecas, cómo intercambiaremos los libros, qué otras cosas podrán hacerse a partir de que los libros
son electrónicos. En lo que sigue pondremos nuestro grano de arena a estas
reflexiones.
En todos lados es posible encontrar fantasías sobre lo que vendrá para el libro,
sobre todo en internet. Comenzaremos tomando una de ellas como punto de partida. Queremos también responder algunas preguntas clave sobre el futuro del
libro y hacer una reflexión final sobre la revolución que estamos viviendo. Las
preguntas, creemos, son una guía eficaz para adentrarse en el tema porque son
suscitadas por lo que está ocurriendo ahora y surgen de las preocupaciones y deseos de quienes leen o trabajan en crear las formas de lectura del futuro pero, por
otro lado, señalan también las áreas donde pueden ocurrir los cambios que marcarán el porvenir. En este orden, vayamos primero a la imaginación.
2020: todos los libros serán interactivos y multiplataforma. Los libros futuros integrarán soundtracks, motivos musicales, gráficas 3d y video en streaming. Estarán
enriquecidos con subrayados sociales, citas en línea y alertas sobre quiénes han
a
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BIBLIOTECAS HOY
NUEVOS PROCESOS EDITORIALES
comprado en tu localidad el mismo libro que tú mediante una app de geolocalización: cualquier cosa para que tú no tengas, de hecho, que leer… Los autores harán
su propio marketing, los lectores serán los responsables de la distribución, la sabiduría de las masas cuidará la edición y la mano invisible del mercado llevará a
cabo la escritura.
2030: todos los libros serán hechos por crowdsourcing y estarán en la nube. Los novelistas comenzarán diseñando sus personajes como muñecos de vinil; si éstos
producen suficiente runrún, los fans empezarán a producir la novela colaborativamente en una wiki. Según vayas leyendo, cámaras térmicas medirán tus signos
psicológicos, incluyendo el movimiento de ojos, la contracción de los músculos faciales y el ritmo cardiaco para determinar hacia dónde quieres que la historia
avance —se espera que la historia se lea a sí misma, se explique y discretamente
hile tus mensajes de texto en el diálogo—. Podrás conocer detalles finos de cómo
los personajes son digitalmente representados, dispararles y (cuando sea imperativo) tener sexo virtual con ellos.1
El texto de Timothy McSweeney’s Internet Tendency ironiza, por supuesto, algunas
de las creencias más populares de lo que podría ser el futuro del libro: algo así
como una película o un audiolibro cada vez más cercano a la realidad virtual. Es
común escuchar que el libro será enriquecido por otros elementos también digitales, como el video y la música, lo que de hecho ya ocurre en algunas apps de libros.
Lo mismo puede decirse de la tendencia a desaparecer al escritor y sustituirlo por
la popularidad o incluso por un no escritor, una muchedumbre o incluso un algoritmo, de modo que el libro responda a lo que tiene éxito entre los consumidores.
¿Será así? ¿La lectura como la conocemos está a punto de desaparecer para ser
sustituida por objetos de video/audio/lectura? ¿Los libros dejarán de ser libros y
llegarán a ser objetos complejos que tendrán otro nombre y con los que nos relacionaremos de otra forma?
El Instituto para el Futuro del Libro, www.futureofthebook.org, organización
vinculada con la Biblioteca Pública de Nueva York y ramas independientes en Inglaterra y Australia, ha propuesto algunas preguntas sobre el porvenir de los libros. Las retomamos aquí para confrontar esta visión irónica y organizar nuestro
viaje más allá del libro electrónico.
PRIMERA PREGUNTA: ¿CÓMO SE LEERÁ EN EL FUTURO?
Esta pregunta refleja la doble inquietud de querer entender lo que está pasando
ahora, pensando también en cómo serán las cosas más adelante, no sólo en cuanto
al acto de leer, sino a la forma misma de relacionarnos con la escritura como totalidad. En The Book Was There. Reading in Electronic Times, Andrew Piper reflexiona sobre este fenómeno y confronta la visión del futuro del libro con la inclusión de
otros medios en él. Su pregunta no es por la tecnología y sus posibilidades, sino
por el significado de la página en tiempos del ebook. Al respecto escribe: “Aquí es
donde yo pienso que necesitamos cambiar los términos del debate. Lo que importa
no es la habilidad para agregar vínculos o contenido visual o de audio. Esto me consterna porque parece ser un abandono, y no un enriquecimiento, de la lectura. En
cambio, lo que debería estar en el centro es cómo nosotros podemos o no reconceptualizar la estructura formal de la lectura. Es por eso que reflexionar sobre la naturaleza de la página, en lugar de hacerlo sólo sobre la tecnología, es tan importante.”2
Sin páginas, ¿habrá libros en el futuro? O, pensando que se mantengan, ¿cuál
será su futuro? ¿Cuáles serán sus márgenes, sus bordes? Estas preguntas, que se
siguen de la reflexión a la que nos invita Piper, son clave para imaginar las posibilidades futuras de la lectura. ¿Se mantendrá ésta ceñida a la pantalla o pasará a
otros espacios para generar otros ambientes de lectura? ¿Se producirán, como ya
se trabaja en ello, hojas electrónicas y se simularán libros con ellas? Siendo la página del ebook la adecuación de un texto continuo a una pantalla, parte de su futuro estará atado a la evolución de las pantallas mismas, pero ¿cómo serán éstas
después? La idea de página tendrá que ver también con el hardware: páginas que
se adecuen mejor al ojo; que sean manejadas visualmente, respondiendo a los
movimientos oculares; que tengan un brillo más afín a nuestros ojos, con otras
funciones visuales, además de aumentar el tamaño de la letra… Ligado con esto
aparecen las condiciones físicas de la lectura. Cosas como el peso del dispositivo
de lectura, la postura al leer, los lugares donde leemos —son conocidas las desventajas de leer en dispositivos electrónicos bajo el sol y las ventajas de leer de noche
bajo una lámpara—. ¿Seguiremos leyendo donde lo hacemos hoy? ¿Se extenderá la
lectura a otros lugares y horarios?
Pero está también el tema de fondo: cómo se escribirá para esas pantallas, esos
lugares y esos horarios, y qué cosas de nuestro entorno personal y cultural cambiarán conforme cambie la lectura. Porque leer una novela del siglo xx en las
condiciones materiales de los libros de esa época hacía de la lectura un proceso
prolongado que requería concentración absoluta en espacios adecuados y cuyo resultado era un conocimiento casi íntimo de los personajes. Una lectura que, a juzgar por lo que dice Piper, ha desaparecido ya, se ha transformado en otra cosa. En
su lugar “y como un estudio tras otro afirma, entre más tiempo estamos leyendo
pantallas, menos tiempo destinamos a leer unidades individuales de textos. Echar
una ojeada es lo normal y nuevo” (posición 394). Extraer de la lectura lo fundamental sin completarla, no recorrer todas las palabras del libro, avanzar al final,
saltarse uno o dos capítulos, leer el tercero, regresar… Los hábitos de lectura
¿serán procesos de colecta con instrumentos construidos para ello? ¿Qué herramientas utilizaremos para tomar notas, mezclar lo leído, preservarlo? ¿Podemos
considerar la lectura a distancia entre estos instrumentos? El concepto viene del
campo de experimentación de las humanidades digitales y se utiliza para describir procesos de lectura de grandes volúmenes de información mediante herramientas de visualización como Ngram Viewer o Voyant Tools, entre otras. Un
campo donde la página cede su lugar a los datos, pues los procesos de digitalización significan la transformación de las palabras en datos que se pueden estudiar
y leer masivamente.
1 Timothy McSweeney’s, Internet Tendency, 24 de marzo de 2014. Consultado en www.mcsweeneys.net/articles/the-future-of-books.
2 Andrew Piper, The Book Was There. Reading in Electronic, The University of Chicago Press, 2012, posición
794 (edición electronica).
20
En este momento, en muchas partes
artes
ndo
del planeta hay personas imaginando
los libros del futuro, la manera en quee
s
serán leídos, la forma de las bibliotecas,
cómo intercambiaremos los libros, qué
otras cosas podrán hacerse a partir
de que los libros son electrónicos.
En lo que sigue pondremos nuestro
grano de arena a estas reflexiones.
Compartir es otra palabra clave para el futuro de la lectura. Lo ha sido en el
pasado, lo es en el presente. A pesar de las restricciones legales y técnicas para
compartir libros electrónicos, un campo de experimentación e innovación es el
de los servicios para compartir la lectura. Se da así una paradoja si se piensa en
los pocos sistemas disponibles para compartir libros —salvo Amazon, que ofrece la posibilidad de regalar libros electrónicos y, en algunos casos, prestarlos—.
De modo que, si la lectura no puede compartirse como se hace todavía con los libros en papel, el futuro de su socialización se está desarrollando en la formación
de comunidades como Goodreads, Readmill, BookGlutton, aNobii, por mencionar algunas de las más populares. Compartir la lectura en un futuro ¿significará socializar subrayados, opiniones sobre los libros, alguna cita? ¿O qué significará socializar? ¿Cómo participarán estos dispositivos en la definición de la lectura? ¿Qué hábitos inducirán?
Un último tema en esta búsqueda del futuro de la lectura: el beta reader, figura que aparece en la fan ficción, término que describe las obras literarias escritas
por los lectores de obras muy populares, como Harry Potter, siguiendo el modelo
del original. Puesto que se trata de una producción literaria al margen del mercado editorial y floreciente a partir de la publicación digital y de la formación de
comunidades de lectores, el beta reader es una suerte de editor o de primer lector
de manuscritos en una relación de producción comunitaria de libros. ¿Crecerá
esta figura en el futuro y dará lugar a un nuevo lector, uno que corrija la obra que
lee? ¿Se leerá para colaborar en el mismo acto en la construcción de una obra
colectiva?
SEGUNDA PREGUNTA: ¿CÓMO EVOLUCIONARÁ EL CONCEPTO DEL LIBRO?
Con lo que hemos dicho hasta ahora, hay más preguntas que respuestas al imaginar el futuro del libro. Pero, como sugiere Bret Sandusky, “comencemos con
una hipótesis: los ebooks, como los conocemos hoy, son una paso artificial e intermedio en el desarrollo digital de la industria editorial. Como son hoy,
desaparecerán.”3
Es fácil imaginar que todos los aspectos del libro electrónico hoy conocidos
cambiaran significativamente en el futuro. Mejoras en el software y en los dispositivos de lectura, mejores herramientas de lectura, muchas de las cuales
tienen hoy un desarrollo incipiente por conflictos de copyright, como el subrayado, la toma de notas o la posibilidad de utilizar un texto en otro texto. Pero
podemos imaginar algo de esa transformación por lo que es posible ver hoy. Tomemos el caso de los diccionarios.
De manera cada vez más común, los dispositivos electrónicos de lectura incluyen un diccionario. De modo que el diccionario, como lo conocemos hasta
ahora, como libro independiente y distinto, converge ya con la novela o el ensayo, como parte de ellos. Esto ya ocurrió con las enciclopedias, que cedieron su
lugar a Wikipedia y que, poco a poco, se convierten también en sistemas de referencia dentro de los libros digitales. No es remoto pensar que para algunos
libros clásicos, como el Quijote, el libro electrónico incluya toda una estructura de instrumentos de lectura, como un diccionario de términos del español de
Cervantes y pistas de las relaciones entre los personajes o incluso explicaciones de los pasajes, para quien se interese en otros aspectos de la lectura, en un
sentido mucho más amplio y popular, que el de las ediciones académicas
anotadas.
Es posible concebir el enriquecimiento de los libros de una forma diferente a
la inclusión de archivos de video o de sonido, por ejemplo con la incorporación
de herramientas de lectura como las que se han mencionado y mediante su
vinculación con otros textos que los complementen o los extiendan. Porque el
reto está en imaginar el libro como algo más que el libro, pero sin pretender
sustituir la lectura.
De este modo, es factible pensar que el libro se volverá más complejo en varios sentidos y quizás en varias dimensiones. Pues podrá irse enriqueciendo
con instrumentos que extiendan la lectura, pero también con el hecho de que la
escritura electrónica no necesariamente implica un cierre, un final, sino que
abre la posibilidad de continuarla. Podemos pensar el libro del futuro no necesariamente como una obra acabada y terminada en todas sus partes, sino abierta y en proceso, como las novelas por entregas de los periódicos del siglo xix,
pero con posibilidades de continuación potencialmente infinitas.
También habrá que considerar que la lectura de libros digitales está arrojando muchos datos sobre la forma en que leemos los libros: completos, fragmentados, brincándonos capítulos. Y, claro, la lectura es diferente dependiendo de si
3 Brett Sandusky, “User Experience, Reader Experience”, en Book: A Futurist’s Manifesto. Consultado en
book.pressbooks.com/chapter/user-experience-reader-experience-brett-sandusky.
a
JULIO-AGOSTO DE 2016
BIBLIOTECAS HOY
NUEVOS PROCESOS EDITORIALES
el libro es una
u novela, una colección de cuentos o ensayos o un estudio de cocina. ¿Có
¿Cómo afectará este conocimiento al pensar los libros del futuro? Por
ejemp
ejemplo, podrían ser formados por partes independientes que uno pudiera ir inte
tegrando. Pensemos, sólo por fantasear, en que aparece un estudio actual con
más de 15 capítulos sobre las últimas reformas políticas. ¿El lector podrá comprar sólo 5 o 10 capítulos y formar su propio libro? Luego agregarle otros seis
capítulos que aparecen en una edición posterior, o incorporar capítulos de otro
libro escrito de manera independiente, pero que el lector desee reunir.
Frente al libro electrónico, ¿es el libro en papel una forma rígida y cerrada?
¿Es posible pensar que el libro se volverá un objeto más flexible en términos de
su integridad como obra? ¿Podríamos imaginar nuestra biblioteca personal
como una colección de obras que se comunican entre sí y generar las opciones
para rastrear las conexiones entre los libros que leemos? ¿Libros que son entidades abiertas a otros libros para formar nuevos volúmenes?
TERCERA PREGUNTA:
¿CÓMO ENCONTRARÁN LAS PERSONAS NUEVOS LIBROS EN EL FUTURO?
Un rasgo de internet, al que ha venido a abonar el libro electrónico, es la sensación de tener acceso a casi cualquier cosa. Ante esto, una pregunta estratégica
es: ¿cómo encuentro un libro? De los millones de libros a la venta en Amazon,
por ejemplo, ¿cómo encuentro uno que me interese? ¿Cómo descubro cuál me
será más útil? ¿Cuál podrá gustarme? La pregunta refleja la incertidumbre de
cualquiera que se aventura a encontrar un libro y, por lo tanto, busca anticipar
cómo podríamos encontrarlos en el porvenir. Para algunos, los lectores no tendrán que buscar los libros: serán éstos quienes buscarán a los lectores de una
manera agresiva, introduciéndose en sus bibliotecas e invitándolos a ser leídos,
quizá desplegándose en su pantalla a partir de las búsquedas, tuits o cambios de
estados en la plataforma del momento. La impresión de que las promociones
de libros tomarán ventaja del acceso de los distribuidores a nuestros dispositivos
no parece sorprendente. Pero aun cuando esto pudiera ocurrir, si no es que ya
está ocurriendo, no resuelve el problema. ¿Cómo encontraremos los libros que
nos interesan? Porque debemos recordar y reiterar que los libros no son sólo las
obras de ficción y particularmente las novelas. Los libros son todos los libros: ya
hemos hablado de los diccionarios y de las enciclopedias, pero debemos incluir
los atlas y los libros de texto, por no hablar de las numerosas variedades de libros
científicos, de actualidad, de negocios… En realidad, como muestran las cifras
de Goodreads4, sitio para que lectores compartan sus opiniones sobre lo que
leen, los 5 mil libros más populares en esa red social representan sólo el 56% de
los títulos disponibles.
La dificultad de encontrar los libros que necesitamos está en contar con herramientas para hacerlo en los ámbitos que nos interesan. Es aquí donde las
apps de lectura que hemos mencionado podrían jugar un papel importante si en
torno a ellas se forman verdaderas comunidades de lectores en todos los campos, no sólo en el literario.
En el fondo, la lectura ha sido también siempre una experiencia social: prestamos los libros, hablamos del gusto o el desagrado con que los hemos leído, difundimos las ideas que consideramos valiosas, los enseñamos y los estudiamos.
Y éstos han sido medios para inducir a otros, o para que nosotros mismos seamos inducidos a leer ciertos libros, en parte porque hay con ellos una relación
personal, un interés compartido o una relación de autoridad. ¿Se trasladarán
estas conversaciones a las apps? ¿Se mantendrán estos principios sociales de
formación de afinidades? ¿Serán sustituidos por algoritmos que detecten nuestros intereses y preferencias? De acuerdo con Goodreads5, las formas de descubrir
los libros en su comunidad son diversas, pero las principales son la búsqueda y la
recomendación. Sin embargo, cabe notar que las búsquedas parten del conocimiento previo del libro o del autor, de modo que la mayoría de las formas de encontrar libros están fuera de la comunidad en línea, en las formas tradicionales
de conocimiento y descubrimiento de lecturas.
Es previsible que estos sistemas evolucionarán y se segmentarán para atender a diversas comunidades de maneras más efectivas que las actuales. Pero es
factible pensar que su éxito no dependerá de qué tan bien hagan promoción de
autores nuevos, sino de qué tan eficaces sean en responder a los intereses de las
comunidades que atiendan.
CUARTA PREGUNTA: ¿CÓMO SE ESCRIBIRÁN LOS LIBROS?
Esta pregunta puede parecer extraña, sobre todo si imaginamos que los libros
son escritos por autores sentados frente a su computadora (antes la máquina de
escribir y mucho antes la pluma y el papel). Este modelo de autoría, como hemos
dicho, entra en conflicto con el texto digital de muchas maneras. Este conflicto
justifica preguntar si continuaremos hablando de autores y de cómo éstos
escriben.
Comencemos por considerar que la forma en que se escriban los libros tendrá
que ver con la forma de los libros futuros. Con qué elementos nuevos serán enriquecidos, pues de ello dependerá si un libro será obra de una o de varias personas, pues un libro enriquecido con otros elementos de lectura, como diccionarios, enciclopedias o con relaciones con otro tipo de escrituras, será un producto
colectivo.
No es este el único cambio concebible en el proceso de la escritura. Ya hablamos de la fan fiction y del beta reader. Esta literatura sigue un proceso de creación
abierta a través de sistemas como FanFiction.net, donde los autores escriben sus novelas a partir de la opinión de sus lectores. Amazon ha desarrollado
su propia comunidad de fan fiction llamada Kindle Worlds, que, si bien opera de
manera diferente, busca sacar ventaja de la nueva tendencia. Es posible imaginar, pues, que en el futuro una parte de los libros tendrá forma de producción
abierta y colectiva. Porque lo mismo está ocurriendo en la academia, donde,
como ya anotamos, la publicación en línea de entradas en blogs, artículos o partes de libros genera discusiones que hacen cada vez más abierto el proceso de es4 O. Chandler, “Goodreads—How People Discover Books Online”, presentación en Tools of Change
Conference, 15 de febrero de 2012. Disponible en www.slideshare.net/PatrickBR/
goodreads-how-people-discover-books.
5 Idem.
JULIO-AGOSTO DE 2016
critura. Imaginar que, al final, algunas obras sean elaboradas por un conjunto
amplio de autores o completadas por sistemas automatizados, no es del todo impensable, en la medida en que su producción no estará restringida al estudio del
autor, sino que se abrirá al ámbito más público de la distribución en línea.
QUINTA PREGUNTA: ¿CÓMO SE EDITARÁN LOS LIBROS EN EL FUTURO?
Si somos capaces de imaginar que el proceso de escritura será colectivo y
abierto, es natural pensar que su proceso de edición será de la misma forma.
Las plataformas como las de fan fiction convierten la escritura, la edición y la
publicación en un mismo acto. ¿Qué tan factible es que esta forma de edición
y distribución se generalice? ¿Qué otras formas de edición sacarán ventaja
de esta convergencia de todo el proceso de producción de libros en el plano de
internet?
Ya antes habíamos comentado cómo Amazon había puesto en línea su sistema
de autopublicación kdp, y cómo ha crecido el mercado de la autopublicación en el
mundo. ¿Será este el futuro: libros publicados por uno mismo y puestos a la venta directamente? Lo que en todo caso parece previsible es un cambio en la intermediación de los libros, en la forma de elegirlos, trabajarlos y ponerlos a la venta.
Una compactación y una reinvención de esos procesos.
SEXTA PREGUNTA: ¿CUÁL ES EL FUTURO DEL MERCADO EDITORIAL?
Es difícil imaginarlo cuando parece complicado describirlo hoy. Quizás el cambio más significativo hasta este momento, como señala Rüdiger Wischenbart, es
la mundialización del mercado del libro. Es decir, el paso de un mercado que se
desarrollaba sobre todo de manera local, a través de formas de comercialización
que atendían las especificidades de comunidades locales, a la aparición de grandes distribuidores a nivel mundial, capaces de proveer libros en casi todo el planeta. En este momento, sin embargo, “los ebooks son sólo una parte de este nuevo ecosistema de escritura, publicación y lectura, donde hay casas editoriales y
librerías, y en muchos mercados europeos representan sólo un pequeño porcentaje de las ganancias de la industria del libro nacional. La distribución de los libros se encuentra, de hecho, a la mitad de un complejo campo de batalla económico, político y cultural, donde gobiernos nacionales, la Comisión Europea y los
actores digitales globales como Amazon, Apple y Google luchan por el poder y
control de la economía digital de la siguiente década.”6
Es difícil prever quién ganará esa batalla, aunque el resultado será un mercado editorial probablemente muy distinto al que conocemos, pues habrá nuevos y
grandes actores globales que podrían transformar nuestra relación con el libro
—pensada hoy todavía como íntima y cercana a la librería de barrio—, conforme
el mercado del libro digital siga creciendo.
En las proyecciones de escenarios de Cerlalc para América Latina 7, serán los
manuales los que en un periodo de tres décadas serán leídos y producidos de manera digital en su totalidad. Un escenario semejante se prevé para diccionarios y
enciclopedias. No es el caso, sin embargo, de la literatura, donde Cerlalc prevé un
desarrollo mucho más lento de la producción y la lectura digital de textos. De hecho, en comparación con el resto del mercado editorial, la literatura apenas alcanzará un equilibro entre la producción analógica y la digital al final de esta década
en América Latina y no se prevé el momento en que se tornará completamente
digital.
¿YA NO HAY VUELTA ATRÁS?
El crecimiento del mercado del libro electrónico hace parecer irreversible la disminución de la producción de libros en papel. Pese a que se especula cuándo éstos
dejarán de producirse definitivamente y que algunos nieguen que eso vaya a ocurrir en un futuro cercano, lo cierto es que el libro electrónico está cambiando muy
rápidamente el panorama editorial en el mundo.
Esta reconfiguración es un cambio que, como hemos dado cuenta a lo largo de
estas entregas, altera y modifica numerosos aspectos de la producción de libros.
Pensamos, sin embargo, que se trata no sólo de una revolución en términos de formato, producción, mercado y protección de derechos, sino una revolución cultural
que, a largo plazo, quizá contemplemos como equivalente a la producida por Gutenberg en el Renacimiento. Los alcances de esta nueva revolución apenas comienzan a sentirse, pero es innegable que, en este momento, cada uno de nosotros
tiene un mayor acceso a libros en cualquier idioma que nunca antes en la historia.
Además, la naturaleza digital del texto y la capacidad de los sistemas en que los
leemos están posibilitando análisis a gran escala de los datos contenidos en los libros y, a la vez, generando un conocimiento más agudo de las maneras en que leemos. Estos dos factores modificarán en definitiva nuestra forma de estudiar los libros y la decisión de cómo los escribiremos en un futuro no muy lejano.
No es posible adivinar hoy cómo serán las cosas, ya no en un horizonte de 50 o
100 años, sino en uno de cinco o 10. La velocidad con que está ocurriendo la sustitución del libro en papel es mayor a la imaginada, gracias entre otras cosas a la dinámica de innovación en casi todos los aspectos relativos a la lectura digital y al
hecho de que, se quiera o no, el libro electrónico es mucho más accesible que el de
papel en términos de precio y disponibilidad. Esto incluye comunidades que aún
no acceden al libro electrónico como tal, pero que, por ejemplo, comparten libros
escaneados en pdf y con ellos van conformando bibliotecas electrónicas y generando accesibilidad a un número muy alto de volúmenes, algunos de los cuales son
inaccesibles por otros medios.
Nuestra mayor responsabilidad es estar conscientes de la naturaleza del cambio para colaborar a que tome la forma más adecuada para los intereses de la humanidad, pues el libro, como sea que vaya a ser en el futuro, deberá seguir cumpliendo la función de transmitir y comunicar, más allá del espacio y del tiempo, las
ideas, los pensamientos, las emociones y los conocimientos de la humanidad.W
6 Rüdiger Wischenbart et al., Global eBook: Current Conditions & Future Projections. Rüdiger Wischenbart
Content and Consulting October 2013, p. 5. Consultado en www.global-ebook.com.
7 Richard Uribe, Escenario apuesta para el sector editorial 2020, Cerlalc. Consultado en www.cerlalc.org/
Prospectiva/Escenario_apuesta_2020.pdf (25 de julio de 2014).
a
21
Ilustración: ©A N D R E A G A R C Í A F LO R E S
Homenaje sosegado a Bob Dylan, el cantante,
p entemente desmañado
el poeta y el hombre, escrito en tono aparentemente
pero riguroso, contra el mundo superficial y olvidadizo
de la sociedad del espectáculo.
Güero sobre güero:
50 años después
todavía Bob Dylan
R I CA R D O P O H L E N Z
E
ra el verano de 1966, un día
cualquiera de julio, Bob
Dylan iba en moto en
carretera cerca de
Woodstock, donde tenía su casa. El
ruido de la máquina reverberaba bajo
los arces, los pinos, los robles y las
hayas. Los olmos se habían
extinguido —como los dinosaurios—
a principios de los sesenta. Los olmos
son picados por un insecto. Vaya cosa
esa, de que a los olmos los pique un
insecto. Este insecto, conocido como
barrenillo —en inglés se le llama, tal
cual, escarabajo de la corteza— viene
y pica al olmo, le mete un hongo en los
vasos conductores de salvia y el olmo
se muere, así de rápido. Pero
seguramente Dylan no iba pensando
en la ausencia de olmos ni en el hongo
que los mató. No es que esté pensando
“mira que a los olmos no les hacen
bien el hongo” mientras corría a toda
22
velocidad, convertido en una ráfaga
estridente que atraviesa el verde de la
floresta. Dylan es uno con la máquina
y no. Mientras acelera sabe que otra
máquina —inmensa— le viene a la
zaga y busca darle alcance. Una
máquina hecha de acontecimientos y
responsabilidades, abusos y
desmanes, que se ha articulado a su
alrededor como una migala gigante
que se extiende como un incendio
forestal y que se alimenta de su
hálito, como llama que se extingue a
falta de gas.
Si sólo le hubiera puesto otro título
al libro, pero siempre tuvo facilidad
para decir una cosa y la siguiente,
fueran de un tamaño o de otro, podía
hilarlas con una ligereza que no dejaba
de ser compulsiva, una suavidad
frenética que tenía algo de fatal. El
libro no se llamaba así, se llamaba de
otra manera. Mientras lo escribía, le
dijo a Paul J. Robbins de la L. A. Free
Press que se llamaba Bob Dylan Off
The Record. Le explicó que había
escrito canciones que iban un poco
más allá; lo describió como una
sucesión prolongada de versos y “cosas
así”. Le pregunta a Paul J. Robbins si
sabe algo de los recortes literarios tipo
William Burroughs, el otro le dice que
sí. Le contesta entonces que de eso se
trata, que al menos “eso significa”.
Cuando Nora Ephron (¿o habrá sido
Susan Edmiston?) le pregunta de qué
trata el libro, le contesta sin más, “es
un libro de palabras”.
Cuando Bob Dylan escribe a
máquina lo hace con todos sus dedos.
No escribe con los dedos índices y el
pulgar para dar espacios, un poco al
tanteo, un poco a toda velocidad.
Escribe con celeridad y parsimonia.
Como si lo hubiera aprendido en la
secundaria o en una escuela de
a
comercio o porque se hubiera
empecinado en hacerlo. Puedes verlo
escribir a máquina en la película que
hizo D. A. Pennebaker sobre su paso
por Gran Bretaña, cuando todavía
estaba escribiendo el libro. Así, por
ejemplo, ponía en el papel “Passing the
sugar to the iron man of the bottles who
arrives with a grin and a heatlamp and
heˇs pushing ‘who dunnit’ buttons this
year and he is a love monger at first
sight”, y seguía, con licencias líricas
rimbaudianas aprendidas de Allen
Ginsberg, Bill Burroughs y Jack
Kerouac.
El libro circuló por años de mano
en mano, en fotocopias del original
mecanografiado. Lo sobaron, lo
leyeron con fruición, con la ilusión que
viene del desencanto, como nuevo
oráculo sin naipes ni monedas, con
Aretha Franklin no como personaje
sino como fantasma vivo, invocada
JULIO-AGOSTO DE 2016
GÜERO SOBRE GÜERO: 50 AÑOS DESPUÉS TODAVÍA BOB DYLAN
Bob Dylan
ha sido siempre
claro. Bob Dylan
dice las cosas como
son; las explica
cuando puede,
y cuando no, no las
explica y ya. Corre
sobre la carretera
y sabe que, de algún
modo, corre sobre
un mapa donde todo
tiene un nombre
y un lugar, como las
botellas en los
anaqueles
de la botica o la
mercancía en el
mostrador: una
etiqueta que dice
lo que eres,
que dice cuánto
cuestas.
como venus negra que canta, que
piensa, todo bajo la mesa, bajo la
superficie, bajo las grandes aguas de
los grandes lagos que yacen como
ballenas inmensas en medio del
continente. Un rastro que seguir hasta
el momento en que Macmillan lo
publicó en 1971 y se pierde (en la red
circula un pdf con el original mecanografiado, pero son tantas cosas que
pueden hacerse hoy, tantas cosas que
pueden fingirse y darse por buenas).
Yo me doy por bueno, se dice Dylan
mientras corre montado en su corcel
de acero. A veces no me reconozco,
pero bueno, me doy por bueno. En su
reseña para el New York Times Review
of Books, Robert Christgau aceptaba
que la literatura puede haber engendrado la mística dylanesca, pero fue la
música la que la alimentó. Insiste que
recordemos esos versos (tú sabes,
cosas como “How many years can a
mountain exist / Before it's washed to
the sea?” o “… how many years can
some people exist / Before they're
allowed to be free?”) que se nos pegan
de tan manidos porque los oímos una
y otra vez, muchas veces sin
escucharlos verdaderamente,
“absorbiendo de todos modos el ritmo
de la distorsión prosaica”.
Christgau lamenta que las “joyas”
que descubrió en Tarántula nunca
llegarían a convertirse en un álbum.
Abre su reseña diciendo que el libro no
era un acontecimiento literario
porque Dylan no era una figura
literaria. Esto no ha sucedido todavía
mientras Dylan se abre paso a través
del trazo negro que tizna la floresta en
JULIO-AGOSTO DE 2016
su Triumph Tiger 500 con botas y
chamarra de cuero, haciéndola de
jinete en un wéstern que no se sabe
posmoderno, emulando al último de
sus avatares, James Dean. Cuando le
preguntaban si se las daba de James
Dean, no le daba la vuelta, decía que sí,
que siempre le había gustado, que
quería ser como él: la chamarra, los
lentes, la actitud. Le confesó a Sam
Shepard que la única razón por la que
se había ido a Nueva York era porque
James Dean había estado ahí. Sam
Shepard tontea después con una
teoría sobre las diferencias de ritmo
entre hombres y mujeres. Le explica a
Dylan que las mujeres se mueven de
un lado a otro y que los hombres de
arriba a abajo; Dylan le pregunta si
como un caballito volador. Lo que da
pie a una serie de lugares comunes
metafísicos sobre las partes no siendo
partes (uno es uno con la motocicleta,
uno es uno con la carretera, uno es uno
con el paisaje que se pierde, que se
atraviesa, que queda por delante) y que
todo es lo mismo, que igual sientes una
cosa que la otra, que igual te vas para
un lado que para el otro. Sam Shepard
se desmarca, dice “bueno, es una
teoría”, como si con esas palabras se
encogiera de hombros.
Bob Dylan sigue por ahí, de Dios y
el Diablo pasa a la verdad y a la
mentira; pone como ejemplo la última
escena de James Dean en Gigante
cuando, borracho y humillado,
tropieza con la mesa, le dice que nunca
le gustó esa escena, que siempre la
sintió falsa, pero que no lograba
desentrañar lo que le molestaba. Sam
Shepard está de acuerdo, le dice que a
él nunca le gustó tampoco. Bob Dylan
le pregunta si sabe qué era lo que le
parecía falso. La película no deja de
tener ese hieratismo (por no decir
impostura) surreal del technicolor
hollywoodense, y por ahí se va Sam
Shepard; le dice que si es el maquillaje
o las canas falsas de James Dean. Bob
Dylan se refiere a otra cosa que te
salta, pero que no sabes por qué.
George Perry lo revela en su biografía
de James Dean. La película se pasó un
año en postproducción. Algunas
líneas de James Dean en esa escena
estaban mal grabadas y no se oían
bien. Cuando estaban editando la
escena, James Dean ya estaba muerto,
murió en un accidente, no de
motocicleta (tenía una Triumph como
la de Dylan, Dylan la tenía por James
Dean), sino de coche. Iba a toda
velocidad en su porsche por la
carretera, siempre hay otro que se
pasa al carril de alta, indolente, sin
saber que está siendo azuzado por las
parcas. Fue Nick Adams, amigo del
actor (que tuvo un papel secundario en
Rebelde sin causa) quien repitió esas
líneas. Por eso suenan falsas, por eso
no te acabas de creer la escena, no es
James Dean el que habla, es sólo su
fantasma, manipulado por la fe gringa
que mueve montañas donde se dejen.
Bob Dylan acelera y piensa que si se
matara en ese momento sería con la
misma moto que tiene Dylan, con
la misma chamarra, con las mismas
botas y los mismos lentes oscuros. No
son, pero como si lo fueran, una calca
del modelo original, de modelo rol, del
rol a seguir, del rocanrol, después de la
revisitación de la carretera 51,
peregrino motorizado que rueda como
canto de piedra, después de la güera
sobre güera que queda (igual podía
haber sido güero sobre güero, o mejor,
huero sobre huero). ¿Qué no puede
uno aburrirse de estar tocando la
guitarrita y la armónica una y otra
vez? Como Walt Whitman celebra el
cuerpo eléctrico, el cable como cordón
umbilical entre la voz y el estruendo.
¿Es el sonido y la furia? Es más bien
William Shakespeare citado por
William Faulkner.
Bob Dylan ha sido siempre claro.
Bob Dylan dice las cosas como son; las
explica cuando puede, y cuando no, no
las explica y ya. Corre sobre la
carretera y sabe que, de algún modo,
corre sobre un mapa donde todo tiene
un nombre y un lugar, como las
botellas en los anaqueles de la botica o
la mercancía en el mostrador: una
etiqueta que dice lo que eres, que dice
cuánto cuestas. Una y otra vez han
tratado de encasillarme, como ficha
en el tablero de juego, seré el sombrero
de copa sólo de paso en la cárcel del
Monopoly, un caballo que traza eles en
el ajedrez, del blanco al negro, del
negro al blanco, línea fuerte, línea
débil, siempre cambiando, siempre en
mutación, como en el I Ching. Un
caballo que salta, que derrapa sobre el
asfalto, mientras me pega el aire lleno
de insectos que se estampan sobre mis
lentes como pequeños pilotos
kamikaze. No es que sea un poeta
como François Villon o como Allen
Ginsberg (el Allen Ginsberg de
Kaddish, no el otro, el de Aullido) que
me recitan un verso y el siguiente
dentro de mi cabeza, como si
estuvieran en un rincón, apercibidos
de la línea que separa lo que está
dentro de cuadro de lo que está fuera.
Allen Ginsberg está dentro de cuadro,
apenas, apoyado en un báculo, parece
un monumento de sí mismo por la
ilusión de pedestal que provoca una
caja de madera dispuesta delante
suyo; conversa con Bob Neuwirth,
también con bastón, su mérito es ser
un viejo amigo de Bob Dylan, quien
con la greña al viento está en primer
plano mostrando y tirando letreros
con las palabras en las que se lee lo
que va diciendo su voz en off mientras
canta el blues de la nostalgia
subterráneo (o del extrañamiento
subterráneo): sótano, medicina,
pavimento, gobierno, gabardina… En
algún momento las palabras escritas
no coinciden con las palabras dichas.
Igual fue por un error al acomodarlas,
era mejor dejarlo así que volverlo a
filmar. Igual fue hecho a propósito,
para que quedara en evidencia el gafe:
el corto circuito en la percepción de
una palabra que sustituye a la
siguiente y, que, por lo mismo, acaba
por ser la siguiente, significar lo que
significa la siguiente. Igual nadie se
daba cuenta.
El ruido de la máquina lo acompaña
como ángel de la guarda. Es el
estruendo de lo nuevo, el paisaje que
se continua, el pequeño gafe que te
sale de la cabeza para que te preguntes
si es un ave, si es un avión, si es
supermán y en ese titubeo perderlo
todo, no perderlo todo. Tendría que
haber sido en un porsche, como James
Dean, la chamarra de cuero y los
lentes oscuros, y no. Se estampa,
derrapa, traza en la inercia el vuelo de
Ícaro al sol. Es el sol, es el sol, repetía
Rimbaud, todo parece moverse en
cámara lenta porque así nos han
enseñado a percibir esos breves
momentos capitales del melodrama de
nuestra existencia. Y así acaba todo
para volver a empezar. Se trata de una
segunda oportunidad y no. Bob Dylan
ya había sido Bob Dylan, le quedaba
morirse o seguir, como continuación
de sí mismo en la larga coda que
todavía está por terminar. Si había
podido dejar su nombre atrás, bien
a
podía dejar todo lo demás. Seguirla
haciendo de Dylan y no, convertido en
aparición, roto y despojado, siendo el
otro de sí mismo. Tendido en el suelo,
con el cuello roto, piensa, y sí, hace
mucho calor.
Después de eso, Bob Dylan se
desafanó. Pasaron casi ocho años
antes de que volviera a salir de gira.
Años después saldría en una gira que
no terminaría jamás. Empezó en 1988
y todavía sigue. Seguirá mientras dé
vueltas la tierra, aunque decir eso es
demasiada presunción. A los diez se
había escapado para irse con un circo,
vivía en medio de la nada, al norte de
Minnesota. Se seguiría escapando, lo
sigue haciendo una y otra vez. En 1997
casi se nos va. Salió rápido del hospital
y no tardó en volver a las andadas. Los
Traveling Wilburys recuerdan de
algún modo esa vocación gringa por la
manifestación de lo canónico, la suma
en escena de dos o más estrellas que
emulan la proyección histérica de lo
que ahora les da las películas en las
que juntan superhéroes. Se nos fue
Roy Orbison, se nos fue con Elvis.
Bruce Springsteen tuvo el descaro de
decir que Bob Dylan había liberado la
mente de la misma forma que Elvis
había liberado el cuerpo. Bob Dylan
se había liberado de sí mismo y, aun, se
resignaba a ese otro que, como
fantasma, había dejado atrás en una
carretera de Nueva York. Hizo lo que
quiso y siguió haciéndolo. Lo acusaron
una y otra vez de vendido, y bueno él,
frente a sí mismo ya había sido, podía
venderse todo lo que quisiera: armó
una tocada para Karol Wojtyla, hizo
anuncios de lencería, coches y
refresco de cola. En 2014 salió en un
anuncio de Chrysler diciendo: “Así que
deja que los alemanes elaboren tu
cerveza, que los suizos hagan tu reloj,
que los asiáticos ensamblen tu
teléfono. Nosotros te armamos tu
coche”. Detroit es un pueblo fantasma.
A los porsches los ensamblan en otra
parte. Una güera con lentes oscuros en
el asiento del copiloto. Una güera de
lentes oscuros al volante. Una güera
que habla sobre lo güero mientras
recorre la carretera, que como el
tiempo, no puede recorrerse dos
veces. Una güera que está a cuadro,
con lentes oscuros, nada más para
poner en evidencia su “güeritud”. No
una güera güera, sino una güera
pintada como Edie Sedgwick quien
dice que vino a Nueva York a ver lo que
pudiera ver —eso viene en un libro
para niños, ¿no?— y encontrar la parte
viviente.W
Ricardo Pohlenz es poeta, escritor y
crítico y ha sido colaborador de
diversas publicaciones dentro y fuera
del país. Es autor de La vocación de
submarino (Aldus, 2015), el libro de
relatos Lounge (Magenta, 2010) y el
poemario Cetacea (Acapulco, 2015).
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