LUIS OLARRA GARMENDIA «Unamuno me dijo...» ESTEBAN ANTXUSTEGI Lealtad política republicana MITXELENA Goiznabar-zantzuak WILLIAM DOUGLASS, el vascólogo inquieto SOCIEDAD Landázuri ELKARTEA Números 11-12-13 Diciembre de 2005 11-12-13. zenbakiak 2005eko abendua Fernando Tabar: La conservación del patrimonio Salah Serour: Ibn Jaldún y su teoría sobre el origen y la formación de las tribus beréberes Federico Verástegui: El Marqués de la Alameda y la Plaza Nueva de Vitoria Salvador Velilla: Justo Antonio de Olaguíbel y los caminos de Alava SOCIEDAD Landázuri ELKARTEA Números 11-12-13 Diciembre de 2005 11-12-13. zenbakiak 2005eko abendua Sociedad Cívico-Cultural Landázuri Edita: Apartado de Correos 828 01080 Vitoria-Gasteiz Palacio de Montehermoso Fray Zacarías Martínez, 2 01001 Vitoria-Gasteiz Teléfono 945 16 26 70 www.landazuri.com [email protected] Secretario de redacción: Junta Directiva de la Sociedad Landázuri Henrike Knörr Rafael Fernández de Carranza (Presidente) Antonio Sáenz de San Pedro (Vicepresidente) Alberto Gárate (Vicepresidente) Henrike Knörr (Secretario) Jesús Mª Estarrona (Tesorero) José Luis Catón, Teresa Murga, Natividad de Santiago y M. Nieves Urrutia. Diseño de portada: Armando Llanos Foto de cubierta: Palacio de Montehermoso. Vitoria-Gasteiz. Tirada: 10.000 ejemplares DISTRIBUCIÓN GRATUÍTA Revista patrocinada por el Departamento de Cultura, Juventud y Deportes de la Diputación Foral de Alava *** La revista desea expresar especialmente su agradecimiento a la Biblioteca Azkue (Euskaltzaindia), Fundación Sancho el Sabio, Ángel Ibisate y Salvador Velilla, por la ayuda prestada en este número. pórtico Han transcurrido cuatro años desde el último número (89-10) de esta revista, y por fin está en la calle otro, también triple (11-12-13). Nuestra intención es ponernos al día (éste llega hasta el 31 de diciembre de 2004) y que en adelante sea anual. También deseamos que salga en una fecha fija. Eso hará que cada número sea menos voluminoso. Lo primero es, pues, pedir disculpas a los lectores (socios o no) por el retraso. Esperamos cumplir nuestro compromiso. Por lo que respecta a la Sociedad Landázuri, en este intervalo han ocurrido muchas novedades, y, como se verá en el Noticiario, destaca quizá la celebración del X Aniversario (1992-2002). El acto conmemorativo más relevante tuvo lugar el 14 de febrero de 2002, en el palacio de Villasuso de Vitoria. Aquel día tan especial presentamos una exposición sobre los diez años de trabajo de la Sociedad y contamos con una interesante conferencia del sociólogo Javier Elzo. En los meses siguientes la Junta Directiva fue recibida por el Rey, el Lehendakari, el Diputado General de Álava y el Alcalde de Vitoria. En este tiempo han dejado la Junta dos miembros activos, por pasar a ocupar puestos de relevancia: nuestro anterior Presidente, Federico Verástegui, y el tesorero, Pedro Ignacio Gonzalo-Bilbao, son, respectivamente, los actuales Diputado foral de Cultura y Deportes y Director del mismo Departamento. Hay que mencionar igualmente que hemos inaugurado nuestra sede en el Centro Cultural Montehermoso. Como hicimos público en la inauguración, la sede social está abierta a toda la ciudad y la provincia. Hay que destacar que en el palacio de Montehermoso vamos realizando actividades en un hueco que llamamos Miércoles Landázuri. En ellos organizamos conferencias, debates, conciertos, presentaciones de libros, etc. Entre otras actividades, hay que mencionar las excursiones dominicales siguiendo el itinerario de los recaudadores del monasterio de San Millán, según el precioso documento del año 1025, llamado Reja de Álava. El Noticiario recoge también otras visitas culturales, sobre todo aprovechando los meses de clima más benigno. En nuestro afán de unir esfuerzos, somos miembros de la Fundación Catedral Santa María, de Eusko Ikaskuntza, del Instituto Alavés de Arqueología y de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Álava. También hemos colaborado y colaboraremos con la Cofradía de la Virgen Blanca, con la Real Sociedad Bascongada de Amigos de País y con la entidad más joven, la Asociación Cultural Raíces de Europa. Rafael Fernández de Carranza Ugarte Presidente de la Sociedad Cívico-Cultural Landázuri Hemos seguido con la costumbre, iniciada en 1993, de las Distinciones Landázuri. Cuatro de los galardonados ya no están entre nosotros: Faustino Ayala, responsable del belén articulado de Laguardia; Venancio del Val, escritor abundante y trabajador incansable; Jesús Olaizola, director durante muchos años de la Biblioteca Sancho El Sabio, y Micaela Portilla, insigne historiadora. Son ya 13 años entregando estos galardones a personas y a colectivos, defensores de nuestro rico patrimonio cultural. Algunos de los distinguidos son personas de renombre, pero la mayoría quizá no suele obtener premios, y este aspecto está contemplado en el reglamento de las Distinciones. De esta forma hemos apoyado el trabajo realizado por José Mª. Mtz. de Mandojana, sobre todo en la ermita de Nuestra Señora de Aiala; hemos reconocido la joya del belén articulado de Laguardia a través de Faustino Ayala; hemos volado con Pilar Alonso, la Alegre alondra de Pipaón; nos hemos acercado más al poblado de La Hoya y otros monumentos gracias al Instituto Alavés de Arqueología; hemos conocido el Valle de Valdegovía y el limítrofe de Valpuesta por la Asociación de Amigos de Valdegovía y Valpuesta. También nos hemos deleitado con las voces del Coro Araba y las notas musicales del órgano tocado por Víctor Mendialdua, y nos hemos ayudado con las críticas musicales y montañeras de Joseba Lobera. Hemos aprendido con Micaela Portilla nuestro arte, nos hemos acompañado del inventario de arquitectura rural alavesa de Victorino Palacios, y, cómo no, hemos saboreado los buenos caldos de las Bodegas Remélluri de Labastida, centro también de cultura. Nos hemos despertado con los estruendos de los cañones de la batalla de Alegría, para no cerrar los ojos a nuestra historia, y con la ayuda de la Enciclopedia Auñamendi y el buen hacer del ya tristemente fallecido Jesús Olaizola hemos comprendido más nuestra cultura a través de la mejor biblioteca de temas vascos, la de la Fundación Sancho el Sabio. Es mucho también lo que nos ha instruido el Instituto Valentín de Foronda. Hemos reconocido labores sociales, como la realizada por Cáritas y su programa Paex, el trabajo impagable realizado por Proyecto Hombre y los belenes con que todos los años nos deleita la Asociación Belenista de Álava. Hemos descubierto los entresijos de nuestra ciudad y de otros muchos lugares con los ojos de Alberto Schommer. Por último, unimos los Caminos de Santiago de Álava a través de la Asociación de Amigos, que tanto esfuerzo realiza por su conocimiento, con la historia medieval alavesa investigada por Saturnino Ruiz de Loizaga. Sólo nos queda agradecer el apoyo que recibimos de todos, con nuestros aciertos y nuestros fallos. Pero en estos días podemos decir que cabalgamos. Esker onez eta hitz emanez Berriro ere gaituzue plazan, Landázuri aldizkariaren zenbaki hirukoitz batekin. Asmoak asmo, lehen bezala berandu ibili gara. Baina aurrerantzean garaiz aterako garela hitz ematen dugu. Beteko ahal dugu hitza! Bi aurpegi ditu aldizkari honek, nabari denez: kultura-aldizkaria izan nahi du, batetik, eta, bestetik, gure Elkartearen oihartzuna helarazi. Bi alderdiak, jakina, loturik daude, eta bata pentsaezina da bestea gabe. 3 Esker onez gatoz. Gure babesleekiko, lehenik, eta gero irakurle guztiekiko. “Guztiei nago zabaldurik”, ageri da hainbat etxetako ataburuan. Gauza bera esaten dugu geuk ere. Landázuri INDICE Rafael Fernández de Carranza: Pórtico ................................... 3 Koldo Mitxelena: Goiznabar-zantzuak (Ossian Saria hartzean) .................................... 5 Luis Olarra Garmendia: “Unamuno me dijo…” Entrevistado por Henrike Knörr. ....................................................... 8 Esteban Antxustegi: Lealtad política republicana. Apuntes para un debate. ................................................................. 10 Henrike Knörr: Conciudanía y convivencia (Una reflexión desde Vitoria) ........................................................... 13 Salah Serour: Ibn Jaldún y su teoría sobre el origen y la formación de las tribus beréberes.............................................. 17 Pablo Beltrán de Heredia: Una institución vasca en Madrid, próxima a cumplir su tercer centenario: La Real Congregación de naturales y originarios de las tres Provincias Vascongadas, establecida bajo la advocación del glorioso S. Ignacio de Loyola .... 19 Fernando Tabar Anitua: La conservación del patrimonio. .......... 23 Pedro Luis Echeverría Goñi: Un interesante retablo fingido de los siglos XVI y XVIII descubierto en la parroquia de Gardelegi. .. 25 Federico Verástegui: El Marqués de la Alameda y la Plaza Nueva de Vitoria. Dos cartas de 1781. .............................. 27 Salvador Velilla: Justo Antonio de Olaguíbel (1752-1818 ) y los caminos de Alava. ............................................. 30 Carlos Mª Hernández: Hablando del concierto económico. Semblanza de un insigne fuerista alavés: Benito de Guinea. ............ 35 José Maria Sedano Laño: Un vasco universal. Luis Olariaga, economista vitoriano. ............................................... 36 Venancio del Val (†): Unas ordenanzas municipales de Vitoria .. 37 Ángel Ibisate Lozares: En busca de E.O., el primer periodista alavés en euskara. ................ 39 William A. Douglass, el vascólogo inquieto. Entrevistado por Miel A. Elustondo y Henrike Knörr. ........................ 41 Martín Ospitaletche: Silvestre Umérez. ...................................... 49 Henrike Knörr: En Terranova y Labrador tras las huellas vascas (Relato de viaje)............................................................................... 51 Antonio Zavala: Parte de una autobiografía. ................................ 54 Antonio Sáenz de San Pedro: Oraingo gauzak. ......................... 58 Leire Ruiz de Zarobe: Dime cómo citas y te diré cómo eres........ 59 Carlos Aurtenetxe: Compañero de página y abismo.................... 60 Henrike Knörr: Zuri, euskal gazte horri ......................................... 62 Reseñas de libros ....................................................................... 65 Cartas ............................................................................................ 101 Landázuri. Índices (números 1-10)......................................... 102 Noticiario de la Sociedad Landázuri....................................... 123 Nuestros socios difuntos. ......................................................... 126 Distinciones Landázuri. Relación de galardonados (1992-2004) ................................ 126 4 Cubierta de libro con los discursos del acto en que se entregó el Premio Ossian a Koldo Mitxelena KOLDO MITXELENA Goiznabar-zantzuak (Ossian Saria hartzean) Oharraa - 1983ko martxoaren 10ean, Gasteizko Kultura Etxean, hartu zuen Koldo Mitxelenak Ossian Saria. Sari hura Hamburgoko F.V.S. Fundazioak emana, euskal hizkuntzalariak eskuratu zuen, haren merezimenduak zirela kausa. Merezimendu haiek, “munduan barrena aitortuak, irabazi zituen Hizkuntzalaritza konparatuaren eremuan, baina batez ere euskara eta euskal literaturaren ikerkuntzan, azaltze zientifikoan eta sustapenean, bai eta bere sorterriko hizkuntza eta kultura hain tinko defendatzeagatik”. Hurrengo urtean (nahiz liburuxkak ez zeraman datarik ez lekurik) Fundazioak han egin ziren hitzaldiak argitaratu zituen. Hauek ziren egileak: Antonio Tovar (Ossian Sariaren epaimahaikidea eta saridunaren merezimenduen adierazlea), Koldo Mitxelena, Pedro Miguel Etxenike (Hezkuntza sailburua), Carlos Garaikoetxea (lehendakaria) eta Luis Villasante (euskaltzaiburua). Entzuleen artean aipa ditzakegu lagun hauek: Alfred Toepfer (F.V.S. Fundazioaren burua), Rudolf Haas (Ossian Sariaren epaimahaiburua), Pierre Bec (epaimahaikidea), Gregorio Monreal (Euskal Herriko Unibertsitatearen errektorea), Juan José Pujana (Eusko Legebiltzarraren burua), ) Ramón Jáuregui g ((Gobernuaren ordezkaria Euskal Herriko Autonomia Erkidegoan) eta José Ángel Cuerda (Gasteizko alkatea) Mitxelenaren hitzak, zinez mamitsuak, dakartzagu orrialde hauetara. Ez dira sobera ezagunak gure artean. Guk dakigularik, behin bakarrik Nabari da arrazoi bila abiatu gabe, hain nabari ere, ezinbestean harri eta zur eginik gelditu nintzela aurren-aurrenean nere burua zenbaiten ahotan sari honekin loturik zebilela jakin nuenean. Hamburgoko Stiftung F.V.S. delakoak urteoro, banakako pertsonei nahiz elkarteei, eman ohi dien Ossian sariarekin. Orduko berria, ordea, zahartua dugu jadanik, ez baita harrimenik luzaro gabe ohiturak deuseztatuko ez duenik. Hala behar ere. Aldakorra baita harrimena, are espantua bera, ez iraunkorra, filosofoentzat izan ezik: hauek, inoizko aspaldi haietakoek, harritzea eta mirestea bihurtu omen dute bizibidezko egiteko. Ni, haatik, ez naiz sekula gorengo gailur horietara hurbildu. Baditut edo izan ditut aspaldixkodanik harremanak Elkarte honekin eta batez ere sortzaile eta sustengatzaile duen Al- argitaratu dira Euskal Herrian: Juan San Martinen ardurapeko Egan aldizkarian, Mitxelenaren omenez 1987an atera zen ale berezian (XL, maiatza-abendua), erdarazko testurik gabe. Interesa dute, agian batez ere, Unibertsitate publikoaren irrikian egindako bideaz esan zuenagatik, hartan bilaturik, bereziki, toki nagusi bat euskararekiko ikaskuntzarentzat. 1984ko liburuxkan euskal eta erdal testuak ageri dira. Erdal itzulpena, zalantzarik gabe, Mitxelenak berak egin zuen; estiloa harena bakarrik izan daiteke. Gure eginkizuna honetara mugatu da: alde batetik, titulua eta azpititulua ezartzera: “Goiznabar-zantzuak (Ossian Saria hartzean)”; liburuxkan titulua “Koldo Mitxelanaren hitzak” da euskaraz, eta “Traducción de las palabras del Prof. Dr. Luis Michelena” erdaraz. Bestetik, huts nabariak zuzendu ditugu. Gainerakoan, bere horretan utzi ditugu, demagun, dotore, obendun eta ondade, egun doktore, hobendun eta ondare idazten ditugunak. Henrike Knörr fred Toepfer ohorezko dotore jaunarekin. 1975ean hain zuzen, niri egotzi zidaten Eduardo Txillida, adiskide min eta euskotar handiaren (barka biezadate garbizaleagoek, baina ez dut hitz egokiagorik aurkitzen) laudorioa, Rembrandt Saria jaso zuenean, eta hori ezjakin purrukatua naizelarik arte-kontuetan. Harako aldi gogoangarriago hark badu zer ikusi, horra nere susmoa, oraingo beste honekin. Itzuri joan bazen harrimena, lehengoan diraute esker eta aitor onak: fin eta benazko bezain apal den ezagutzaz ari garelako. Sari hau, izan ere, gizaki eta elkarteak sariztatzeko sortua da, “die sich um die Erhaltung und Förderung kleinerer, selbständiger, dem europäischen Erbe zugehöriger Sprach- und Kulturgemeinschaften verdient gemacht haben” direlakoak omen direnean. Niri dihoakidanez, irudipenezko merezimenduak baztertzen baldin baditugu, ez nukeen nik horrelatsuko asmorik, hitzak neure kabuz hautatu behar izan banitu, bestela adieraziko. Ohoragarri baita deus izatekotan europarren ondadeko diren pusken alde -bestela esan, hizkuntza eta herrien aldejokatzea, beroiek gordetzeko, begiratzeko eta aitzinarezteko. Eskerrak ematerakoan, ez nuke ixilpean gorde nahi segur naizela, duela zenbait lerro aditzera eman dudanez, eskuetara datorkidan saria besteri eta bestetara dagoela zuzendua, asmoz eta egitez, neure burua baino haruntzago eta gorago dagoen beste zerbaitetara. Hitzak aldaturik, euskara bera du sariak xede eta helburu, eta esan dudana ez da, ohituraren arabera, labur-beharrez dabilenaren ihespide erosoa baizik: euskaldungoa bera dugu sarigai, euskara Europan, Frantzia eta Espainiaren arteko mugan zangalatrau, haize kontrastei gogor eginaz gehienetan, bizirik zaindu duen euskaldungoa. Opinio arrogantiae delakoaren obendun izateko arrisku larrian sartzen banaiz ere, saiatu nahi nuke hemen, izan omen ditzakedan Verdienste horiek itsutzen ez nautelako hain zuzen, ahotan hartu nahi nituzke labur baino laburrago, urria berez baita labur, gure arlo honetan egin edo besteri egiten lagundu uste ditudanak. Eta ez ahal nau onginahi larregiak desbideratuko. Antonio Tovar adiskide eta irakaslea arestian irauli duen adina ez, behintzat. Zerbait egin dudalakoan nago (oker ez banenbil!) euskal hizkuntzalaritza eta filologia, hizkuntzaren kondairari dagokionez batipat, apurren bat bidera daitezen. Urte mordoska daramat eginahalean gure herria ikaskuntza horien mintegi iraunkor Koldo Mitxelena recoge el Premio Ossian 1983 de manos del Presidente del Jurado, Rudolf Haas. Vitoria, 10 de marzo de 1983. Foto: Arocena (El Correo). 5 Landázuri bihur dadin: muin bihur dadin, hobeki esan, eta erdiune, besteren kalterik gabe. Hori behar eta, premiazko iruditzen zitzaidan horiek eta horien gisako jakingaiak legez erroztaturik geldi zitezen, eta nekez gerta zitekeen horrelakorik Unibertsitate publiko batean ez izatekotan: hain aspaldidanik zor zitzaigun hartaz ari naiz, aski baikenduke luzamenduen korrituak eta kalteen ordainak jasotzea gure herri hau luzaroan aberasturik ikusteko. Unibertsitate publiko hori ez da noski mundu honetan edo bestetan asma genezakeen Unibertsitaterik onena, ezta merkeena ere; ez da, ezin ere izan, harako “Universidad Vasca” delakoa, egunen batean (ez, ordea, etzi goizean) “Euskal Unibertsitate” zehatz eta mehazki itzultzeko eskubidea izango dugun hura. Mende erdi batez, arnasa galtzeko zorian liluren (dotoreago esan, utopien) atzetik ibili ondoan, guttirekin asetzen ikasi dugu, hoberik agertzen ez zaiguino aldamenean. Noraezekoa zen ia nik lehenbiziko dudan hizkuntza, haurretan bakarra izan ondoren, gogoko izatea. Ez da, beraz, harritzeko erabili badut eta oraindik ere erabiltzen, ozen nahiz motel, ahoz eta lumaz: horrexegatik beragatik guztiz pozkarri zait orain Unibertsitatean irakaspide gisa erabili ahal izatea. Bada besterik. Azken-aldera natorrela eta ezin konta ahala aitzindari dudalarik, ez bide da guttiesteko, eta 1968 daukat orain begiz joa, euskara idatziaren laguntzarako egina. Eta eginbide horren premiaz eta presa gorriaz etsi ez duenik gelditzen bada ere gure artean, hona C. Th. Gossen irakasleak “norma grafica” delakoaz esan zuena, sari hau berau Udinen 1980an eman zutenean: “Tutti sappiamo dell’importanza di una grafia unitaria per la tutela e il consolidamento di una minoranza linguistica, e nel contempo delle difficoltà di diffondere delle norme quando le varietà linguistiche sono parecchie e esiste una... tradizione letteraria...”. Bestalde, gogoan edukitzekoa litzateke, halaz guztiz, bidenabar esatera noana: ez dela sortu iraungo duen normarik geurea omen dugun hizkuntza zertzen eta zertu duenari zor zaion leialtasuna, auzokoen eskutik, baztertzen diogunean. Askoren irudira, hizkuntza, orobat Unibertsitatea, zerbaitetarako direla uste dut: ez dira beretzat sortuak, beste zerbaitentzat baizik. Oinarriz, noski, guztitarako dira, eta ez genuke beste hesirik onartuko ez batarentzat eta ez bestearentzat izaerak eta egoerak behartzen dituztenak baizik. Xehekiago azal dezadan, orokor dena eta guztiona ere geure dugu eta etxeinguruko ikerlanak eta herri-azturak estimutan ditugularik, ez zaizkigu gogobeteko folklore piztaldi oroiterazgarri eta bihozkoiak. Ez narabila gaztetasunak, ageri denez. Aurrerantzean egin dezakedana, halaz ere, elkar hartzeko konponbideen alde egingo dut, indarra nahiaren pareko den neurrian, kulturaren eremuan eta batez ere hizkuntzarenean. Sail horretako gatazkek irtenbideak izan ohi dituzte, nekerik gabe aurki daitezkeenak gainera, borondate gaiztoak gaizkoatzen ez baditu. Ez nuke inolaz ere esango erdipuntu juxtuan nagoenik, baina jendetza aski zalapartariak ikusten ditut, alde batera zein bestera, nagoen ingurunetik urruti baino urrutiago dabiltzanak. Eta horri, susmo gisa, alaigarri deritzat, etsigarri baino areago. Presagios de aurora (Al recibir el Premio Ossian) Nota explicativa El 10 de marzo de 1983 tuvo lugar en la Casa de Cultura de Vitoria el acto de entrega del Premio Ossian a Koldo Mitxelena. Aquel premio, concedido por la Fundación F.V.S. de Hamburgo, se otorgaba al lingüista vasco considerando sus méritos, “adquiridos en el campo de la Lingüística comparada, internacionalmente reconocidos, pero sobre todo en la investigación, exposición científica y fomento de la lengua y literatura vascas, así como por su firme actitud a favor de la lengua y la cultura de su patria”. La Fundación publicó al año siguiente (aunque el librito carece de fecha y lugar) los discursos leídos en aquella ocasión, es decir, los de Antonio Tovar (autor de la laudatio), Koldo Mitxelena, Pedro Miguel Etxenike (Consejero de Educación), Carlos Garaikoetxea (Lehendakari) y Luis Villasante (Presidente de Euskaltzaindia). Entre los asistentes 6 Egin nezakeena leku ongi mugatuetan egin dut gehienbat, egin edo egin gabe utzi: Euskaltzaindia, “J. de Urkixo” Gipuzkoako Diputazioaren Euskal Filologi Mintegia eta, hemen bertan, Euskal Herriko Unibertsitatearen Gasteizko Fakultate arabarra. Salamanca ere aipatu behar dut, berandu bedere, eta hango Unibertsitatea. Ikasle izana naiz han, irakasle baino areago. Ez dit eman, haatik, esaera zaharrak dioenez ezin eman dezakeena. Lehenbizikora nator azken buruan, eskerrak ematera hemen agerriz nahiz oroigarriz agertu diren guztiei: agintari, adiskide, lagun, ikasle eta gainerakoei. Eta esker ona bihoakio besteri baino lehenago Stiftung F.V.S. honi eta bere sortzaile eskuzabal Alfred Toepfer ohorezko dotoreari, eta esker hori gurea dela esaten ausartuko nintzateke, ez nerea soilik. Izan ere, Wilhelm von Humboldten ibilaldi eta izkribuen ondoren ez du jaso euskarak horrelako goraipamen berezirik Europaren bihotzetik. Ossianen izena ere onar dezakegu, irudipen-lanbroak gorabehera: ez dira erabat etorki onekoak poema horiek, baina nolanahi ere, jator ala sasiko, Europako literatura osotoro kutsatu eta piztu dute. Janzten dituen argi-iluntze giroa, gainera, bikoitza dute, oskorria bezalaxe. Horren irudiko zerbait gertatzen da Fregeren artizarrarekin: goizeko izarra, zentzua aldatuz baina irispideak lehengo hartan dirauela, arratseko bihurtzen da. Sari honek eta Ossianen deiturak, hona nahi nukeena, ekar biezazkigu goiznabar-zantzuak, ez ilunabarrenarenak. figuraban asimismo Alfred Toepfer (Presidente de la Fundación F.V.S.), Rudolf Haas (Presidente del Jurado del Premio Ossian), Pierre Bec (Miembro del Jurado), Gregorio Monreal (Rector de la Universidad del País Vasco), Juan José Pujana (Presidente del Parlamento Vasco), Ramón Jáuregui (Delegado del Gobierno en el País Vasco) y José Ángel Cuerda (Alcalde de Vitoria-Gasteiz) Traemos aquí las palabras, enjundiosas, de Mitxelena, que no son demasiado conocidas. Que nosotros sepamos, solamente una vez fueron reproducidas: en 1987, en el número especial que la revista Egan, dirigida por Juan San Martin, dedicó a Mitxelena (XL, mayo-diciembre). El texto castellano quedó fuera. Aquellas palabras tienen interés, sobre todo, por las referencias a una trayectoria en pos de la Universidad pública, buscando en ella, de modo particular, un lugar central para los estudios sobre el euskara. Tanto el texto vasco como el castellano figuran en el librito. Sin duda alguna la traducción fue hecha por el propio Mitxelena; el estilo es inconfundible. En nuestra edición nos hemos limitado, de una parte, a poner un nuevo título y subtítulo: “Presagio de aurora (Al recibir el Premio Ossian)”; en el librito aparecen “Koldo Mitxelena jaunaren hitzak” y “Traducción de las palabra del Prof. Dr. D. Luis Michelena”. De otra, hemos corregido errores evidentes, dejando el resto como estaba; por ejemplo, aparecen aquí formas como dotore, obendun y ondade, donde hoy escribimos doktore -en el sentido de ‘distinción académica’-, hobendun y ondare. Henrike Knörr Es obvio, tan obvio que sería improcedente tratar de motivar la impresión, que fue asombro lo primero que sentí al enterarme de que mi persona aparecía relacionada con el Premio Ossian que anualmente concede, a personas y a instituciones, la Stiftung F.V.S. de Hamburgo. Hoy, sin embargo, aquella primera noticia queda ya lejana, y el asombro se disipa pronto con el hábito. No es prolongable en principio de no ser para un filósofo, profesional (al menos en otros tiempos) del thaumazein, condición acaso privilegiada que yo estoy lejos de haber alcanzado. Mis relaciones con la Fundación y con el doctor honoris causa Alfred Toepfer vienen de atrás. En efecto, en 1975, en una Donostia que hoy se nos figura lejana y extraña en tantos aspectos, se me confió, pese a mi eximia ignorancia en cuanto se relaciona con las artes plásticas, la laudatio en la entrega del Premio Rembrandt a Eduardo Chillida, buen amigo y gran vasco, y no puedo menos de sospechar que aquella ocasión, mucho más memorable, tiene algo que ver con ésta. Si la sorpresa se consumió, lo que queda es gratitud y reconocimiento: una sincera, profunda y humilde gratitud a la Fundación por este Premio Ossian que se me concede. Pues no se puede olvidar que el premio se estableció para distinguir a entidades y personas “die sich um die Erhaltung und Förderung kleinerer, selbständiger, dem europäischen Erbe zugehöriger Sprach- und Kulturgemeinschaften verdient gemacht haben”. Si dejamos de lado los merecimientos, más bien imaginarios en mi caso, la intención no se habría expresado más a mi gusto de haber escogido yo mismo las palabras. Es un título honroso, si los hay, el de haber contribuido a la conservación y promoción de lenguas y comunidades que entran en la herencia común europea. Al dar las gracias, debo confesar mi certeza de que, como he apuntado hace unas líneas, este premio que me viene a las manos va dirigido, de intención y de hecho, a algo que está más allá y más arriba que mi persona. Va dirigido en realidad a la lengua vasca, lo cual es más que una manera compendiosa y autorizada por la costumbre de decir que va dirigida a la comunidad que ha hecho posible, en condiciones desfavorables por lo general, que la lengua sea hoy un hecho europeo vivo, a caballo sobre la frontera franco-española. Y abarca también a tantos que, no siendo miembros de la comunidad, han sostenido y favorecido su lengua a lo largo de los tiempos. Precisamente porque no puedo hacerme ilusiones sobre mis Verdienste, me voy a permitir, a riesgo inminente de incurrir en opinio arrogantiae, una breve recapitulación, sencilla cuando hay poco que contar, de lo que creo haber hecho o contribuido a hacer en el terreno que aquí nos toca. Y espero no pecar tanto de benevolencia abusiva como mi amigo y maestro Antonio Tovar. Creo haber hecho algo, ojalá no me engañe, por introducir un cierto concierto en los estudios de lingüística y filología vascas, muy en particular por lo que atañe a la historia de la lengua. Durante decenios me he esforzado por que este país se convierta de modo permanente en uno de los centros de esos estudios: mejor dicho, en su foco principal, aunque en modo alguno exclusivo. Se precisaba para ello que estas y otras disciplinas quedaran institucionalizadas, y esto sólo podía hacerse en la Universidad pública tan largamente debida que, si las demoras devengaran intereses o pudiéramos resarcirnos de daños y perjuicios, habríamos asegurado por largos años la abundancia en el país. Esta Universidad pública –completa, incluidos los estudios que llamábamos de Letras– no es por cierto la mejor Universidad que acertaríamos a imaginar en alguno de los mundos posibles; no es, desde luego, la “Universidad Vasca” que algún día (pero no este jueves del mes de marzo) podrá traducirse correcta y exactamente por “Euskal Unibertsitatea”. Los que hemos corrido durante medio siglo detrás de quimeras, por mejor nombre utopías, hasta perder el aliento, hemos aprendido a conformarnos con poco, siempre que haga falta. Era poco menos que inevitable que yo apreciara y considerara como mía la lengua que tengo por primera, tras haberla tenido por única. Es, pues, natural que la haya utilizado y la utilice, con más o menos gracia y propiedad, de palabra y por escrito; es, por lo tanto, motivo de alta satisfacción que ahora pueda utili- Medalla del Premio Ossian (anverso), obra del escultor de Hamburgo Manfred Sihle-Wissel zarla como vehículo en mis cursos universitarios. No lo es menos el que, siendo el último en llegar, con una lista inacabable de precursores, mi contribución a la unificación de una forma escrita de la lengua, que centraré en 1968, no haya sido despreciable. Y, para el caso de que quede alguien por convencer de que la empresa en sí era necesaria y urgente, recogeré lo que decía el profesor C. Th. Gossen en el acto de entrega de este premio en Udine, en 1980, a propósito de la “norma grafica”: “Tutti sappiamo dell’importanza di una grafia unitaria per la tutela e il consolidamento di una minoranza linguistica, e nel contempo delle difficoltà di diffondere delle norme quando le varietà linguistiche sono parecchie ed esiste una... tradizione letteraria...”. Con todo, habrá que tener también en cuenta, y digo esto de paso, que no hay norma que valga cuando, de la mano de los vecinos, olvidamos la fidelidad debida a la naturaleza y a la historia de la lengua que llamamos nuestra. Pienso, al igual que muchos, que una lengua, y desde luego una Universidad, son para algo: no son fines en sí mismas. En principio, son para todo y no aceptaríamos ni para una ni para otra más limitaciones que las que impongan constitución y circunstancia. De modo más preciso, también es nuestro lo común, lo general y, aunque tenemos en estima la erudición local y localista o las tradiciones populares, no nos apetece la limitación a folklóricos revivals evocadores y emotivos. No me hallo en la flor de la edad, como salta a la vista, pero espero que lo que en adelante pueda hacer irá encaminado a favorecer entre nosotros la comprensión y la concordia en el campo cultural, ante todo en lo lingüístico. Los problemas de esta suerte suelen tener solución, y hasta solución no trabajosa, con tal de que la falta de buena voluntad no los encone. No pretendo hallarme en el justo medio, pero a uno y otro lado hallo gentes, nada silenciosas, que están a distancias enormes de los parajes que piso. Y esto, a título de indicio, no me parece nada desesperanzador. Lo que pudiera realizar, casi siempre se ha hecho o dejado de hacer dentro de marcos bien definidos: la Real Academia de la Lengua Vasca, el Seminario de Filología Vasca “Julio de Urquijo” de la Diputación Foral de Guipúzcoa y, aquí, nuestra Facultad alavesa de Vitoria dentro de la Universidad del País Vasco. Y, bien que tarde, tengo que recordar a Salamanca y a la Universidad en que durante muchos años he sido más estudiante que maestro, aunque no acertara a facilitarme lo que según el viejo proverbio no puede dar. Termino por donde he empezado, agradeciendo a todos -autoridades, amigos, colegas, alumnos y cuantos han tenido la atención de honrarme con su presencia o recuerdo-- su participación en este acto. Y termino reiterando muy especialmente a la Fundación F.V.S., y a su generoso fundador el Dr. h. c. Alfred Toepfer, un agradecimiento que creo tanto colectivo como individual: en efecto, desde los viajes y escritos de Wilhelm von Humboldt la lengua vasca no había recibido desde el corazón de Europa una distinción semejante. Bien podemos además aceptar sin reparos el nombre de Ossian, a pesar del aura de mistificación que lo envuelve: no todo es genuino en los poemas osiánicos, pero, genuinos o apócrifos, penetraron y animaron largos años la literatura europea en general. Recuerdo, por otra parte, que el tono crepuscular en que van envueltos es ambivalente, como lo es el crepúsculo mismo, al igual que el lucero de la tarde de Frege que, con cambiar de sentido, se convierte sin alterar la referencia en el lucero del alba. Mis votos son, pues, para que el premio nos traiga presagios de aurora, no de anochecer. 7 Landázuri HENRIKE KNÖRR «Unamuno me dijo...» Entrevista con Luis Olarra Garmendia Luis Olarra Garmendia nació en Tolosa en 1902. Ejerció varios oficios, entre ellos el de litógrafo, periodista y chocolatero. Fue republicano y amigo de intelectuales como Pío Baroja, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Ramón Gómez de la Serna y otros. Murió el 29 de septiembre de 2003, cercano a los 101 años. Me interesaba oír de sus labios, sobre todo, el relato de su entrevista con Unamuno en diciembre de 1936 en Salamanca, apenas dos semanas antes de la muerte de don Miguel. De aquella entrevista escribió Antonio Mª Labaien, el académico y ex alcalde de Tolosa, bajo el pseudónimo de Pernando de Etxekorena, en la revista Alderdi en 1965 (1), refiriéndose a Olarra como “un amigo”, sin citar su nombre, por precaución. Después ha aparecido aquí y allí algún eco del encuentro y del artículo de Labaien. Dos buenos amigos, Joxe Manuel Atxaga y Joxemari Iturralde, me acompañaron amablemente a casa de Luis Olarra, la tarde del 19 de febrero de 2002. Pese a la edad, casi 100 años, Olarra se encontraba bien. Fuera de la sordera, se diría que la salud no le abandonaba. Y se valía solo para la vida diaria. Vestía un batín, por encima de una camisa. Al cuello tenía un pañuelo oscuro. La conversación fue en castellano, pero de vez en cuando Olarra introducía palabras y frases enteras en euskara. En el recibidor había una foto suya tomada en el cementerio de Tolosa, en el entierro de Lasa y Zabala, presuntos miembros de ETA, asesinados por la Guardia Civil. Me vio contemplar la foto, y dijo: “Yo siempre he estado contra la violencia y la tortura. Lo que se hizo con estos chicos es inmoral”. Henrike Knörr. Cuénteme cómo vivió usted aquellos primeros días del levantamiento militar de 1936. Luis Olarra. Yo había ido a Vitoria para ver a mi novia el viernes 17 de julio. Cuando estalló la rebelión, allí me sentía seguro porque nadie me conocía. Decidí quedarme en Vitoria hasta ver qué pasaba. Tenía una habitación, en la pensión Rita, de la calle Florida. La dueña me dijo: “Ven a dormir aquí y estarás seguro”. Recuerdo que los militares sublevados gritaban por la calle “¡Viva la República!”. H.K. Su padre era carlista… L.O. Mi padre era carlista, y mi hermano también. Y mi hermana era abadesa de Santa Clara de Tolosa. Pero en la guerra mi padre estaba contra los carlistas, y les reprochaba ser ladrones. Una vez vio cómo robaban las zapatillas a un chaval de siete años, hijo de un nacionalista. Y es que robaban todo lo que podían. Mi padre nunca se puso la boina roja, ni las insignias. H.K. Pasan las semanas y usted siente miedo. L.O. Sí, y entonces se me ocurrió ir a Salamanca. Allí estaba mi novia, con su hermana y su padre. Fui con Fernando Montes, de Hernani, novio de la hermana de mi novia, que había de ser mi cuñado. Unamuno era muy amigo de mi hermano Manuel, director general de la editorial Espasa Calpe, y mi padre también le conocía. Además, yo era amigo de Ramontxo, el hijo de Unamuno. Los dos éramos muy bohemios. En Madrid salíamos todos los días. Ramontxo era muy alegre. Alguna vez nos detuvieron por gritar “¡Viva Lenin!” y “¡Viva Rusia!”. H.K. Usted esperó antes de ir a casa de Unamuno. L.O. No me decidía, porque siempre veía guardias en el portal. Me habían dicho que siempre había guardias allí, pero, pasado un mes, el 15 de diciembre 8 de 1936, observé que no había nadie y entré en la casa, que se llamaba “la Casa de la Muerte”. Llamé y me abrió la hija. Unamuno estaba junto a la mesa-camilla. Al oír mi nombre, Unamuno dijo en voz alta: “Ola-larra”, como ideando una etimología. Le encontré con un chaquetón azul. Me pareció un personaje de la Biblia, con el pelo blanco. H.K. ¿Cuáles fueron las primeras palabras de Unamuno? L.O. Después de saludarnos, me dijo que aquella mañana habían ido a su casa unos falangistas a pedirle dinero para la guerra, y que les había echado escaleras abajo. Después hablamos de unos y otros, y recuerdo que preguntó sobre Machado, diciendo: “¿Qué habrá sido de él?”. La conversación siguió en torno a la guerra, y Unamuno me dijo: “En esta guerra se cometen crímenes terribles. Los únicos que se salvan son los vascos. Luchan como caballeros. Casi me siento nacionalista vasco”. También me dijo que estaba dispuesto a salir a la Plaza Mayor de Salamanca a protestar, pues no podía aguantar aquellas barbaridades. Añadió que entre los falangistas había quienes eran partidarios de él y que le contaban las salvajadas. H.K. Aquella entrevista le causó a usted una gran impresión. L.O. Sí. Y aquella misma noche escribí en un papel lo que Unamuno me había dicho. Es lo que años más tarde se publicó en Alderdi. H.K. Usted había presenciado ya algún episodio de violencia. L.O. Sí. Por ejemplo, en Vitoria, en la calle Florida, donde los falangistas tenían su centro, vi cómo ellos pateaban a un muchacho. Y luego supe de los fusilamientos y matanzas. Por ejemplo, a Aitzol, el sacerdote y escritor de Tolosa, lo mataron a cuchilladas. H.K. ¿Y qué pasa cuando usted vuelve a Tolosa? L.O. Yo llegué a Tolosa en la Navidad de 1936. Al día siguiente, un par de guardias civiles vinieron a buscarme a casa. En la comandancia me interrogó el comisario Izcue, de Estella. “Usted estaba en el Centro Republicano”. Y yo le dije: “Sí, pero me di de baja”. Era verdad, y lo hice porque Niceto Alcalá Zamora, el presidente de la República, tomaba chocolate todos los días con el nuncio. Yo era de los directivos, el bibliotecario. Izcue creyó que me había dado de baja por antirrepublicano. A mí el comisario no me tocó ni un pelo. Yo pensaba que me iban a dar el paseíllo. Eso no me aterrorizaba. Lo que me aterrorizaba eran las torturas. H.K. ¿Y qué hicieron con usted? L.O. Me quisieron mandar al frente. Yo no quería. Me dijeron que era un cobarde. Entonces quisieron meterme en las oficinas. Yo me negué. Izcue se puso como loco. Me presentaron un escrito, que empezaba: “Por España…”. Y firmé. Un guardia civil me dijo: “A nadie se le prohibe estar en casa”. Me tomé una caña en el bar del frontón. Mi padre, que era chocolatero, llega y me pregunta: “Zer moduz?” (2). Y me cuenta que Izcue le ha llamado, diciéndole: “Usted tiene un hijo escondido en casa”. A lo que mi padre le responde: “Nada de eso”, y a continuación le manda a la m… a Izcue. En Pamplona pasé miedo. En la misma habitación había otro, que había venido a dormir, y pensé lo peor. En la plaza del Castillo vi un desfile de requetés. Algunos llevaban palos, y uno tenía la navaja abierta y una cruz. H.K. Usted procedía de la extrema izquierda. L.O. En Hernani yo me alojaba en un hotel y me llamaban “el comunista del hotel”. David Álvarez y yo nos hicimos comunistas porque éramos anarquistas. Escribí algunos artículos, que firmaba con el pseudónimo de Bakunin. Íbamos a Donostia a comprar Euzkadi Roja. Jesús Larrañaga Churruca escribía y vendía el semanario. En un mitin, alguien le gritó: “Gora Euskadi askatuta!”. Y él respondió: “Bai, askatuta Erromatik” (3). Después me encontré con Jesús Larrañaga en Madrid. Le conté mis peripecias. Me dijo: “De buena te has librado”. H.K. El ambiente durante los años de la República estaba muy crispado, incluso en Vasconia. L.O. En efecto. Era corriente ir con pistola. Recuerdo que cuando la intentona de 1934 vi a Labaien y a Aitzol en Donostia. Labaien dijo: “Hau hemen badabil, zerbaitengatik izango da” (4). El tren a Hernani venía con los cristales rotos. Un joven me dijo: “Luego vienes a la plaza, que van a repartir pistolas”. En realidad, como digo, todos íbamos con pistola. H.K. Usted era claramente republicano. L.O. Yo no he sido nacionalista vasco. Y entonces pensaba que si se declaraba la independencia tendríamos procesiones todos los días. H.K. Y conserva al menos buena parte de aquellos ideales. L.O. Sí. Como digo, en modo alguno soy partidario de la violencia. Pero mantengo los ideales de justicia, de solidaridad y de cultura. Por eso mismo, odio a los Estados Unidos, la nación más atrasada del mundo. Recuerdo muy bien el ambiente del Congreso de la Paz, en Helsinki, en 1964. Allí estaban, entre otros, Ilia Ehrenburg, el que bautizó a Hollywood con el nombre de “fábrica de sueños”. Y estaba Neruda, y otros. Yo desayunaba con Líster. Él tenía la obsesión de que su hijo volviera a España, y se diría que recordaba todas las piedras del camino. Pidió a Franco ese favor, y Franco dijo: “Primero que venga el padre”. H.K. La República fracasó… L.O. Sí, la República fracasó, y fue por el voto concedido a las mujeres, manipuladas por el clero. H.K. Ha sido admirador de Unamuno y Baroja. L.O. Los he admirado a los dos. Unamuno era un gran escritor. Y de Baroja me atraía su sencillez. Cuando murió, yo fui el único que estuvo velando el cadáver toda la noche. Cogí tierra del jardín del chalet de Bello Portu, en 9 Tolosa, y la eché en la tumba, aunque a Julio Caro Baroja le dijimos que era tierra de Itzea. H.K. Aquel Madrid de antaño… L.O. Allí yo tenía buenos amigos. Iba al café Pombo, con el músico Ignacio Mocoroa. Pero no me atrevía a acercarme a Ramón Gómez de la Serna. Iba a exposiciones, conferencias, conciertos, etc. En muchos conciertos coincidía con Gerardo Diego que, como yo, era socio de la Filarmónica. H.K. Dígame algo sobre Marañón. L.O. Tuve amistad con él. Se portó muy bien con mi mujer y conmigo. Nos veía dos veces al año. Coincidimos con él en Elizondo. A mi mujer se le hinchaba el cuello. En una ocasión le vimos en San Juan de Luz (por cierto, estando allí con nosotros, le llamó Indalecio Prieto, según nos dijo el camarero). Se había ofrecido a ir a Elizondo, a Erreparatzea, pero nosotros le dijimos que no se molestara, y fuimos a San Juan de Luz. También le vio una vez a mi madre, que tenía temblores, y la curó. Marañón valía mucho; era médico y psicólogo. Cuando murió, le vi todavía cadáver en la cama. No es de extrañar que a su entierro acudieran muchos pobres, pues era una gran persona. H.K. Dígame algo sobre otro tolosarra, el poeta Emeterio Arrese. L.O. Emeterio Arrese era un gran poeta. Cuando el alzamiento, le metieron en la cárcel, “por ser vasco”, sencillamente. Estuvo en la cárcel de Ondarreta, en Donostia. El juez le dijo: “Usted, que escribe bien en castellano, ¿por qué escribe siempre en euskera?”. Le pusieron a limpiar retretes. Entonces, en 1938, tendría 50 años (5). Javier Bello Portu me contó que el escritor Salbatore Mitxelena le había convertido a Arrese, cuando estaba en la Misericordia de Tolosa. Entre Salbatore Mitxelena y algunos amigos le convencieron para que se pusiera a bien con Dios. Son las 9 de la noche. Termina la visita. Luis Olarra, siempre afable, agradece los bombones que le he llevado de Vitoria. Nos despedimos. Ahora se preparará la cena. [TODAS LAS NOTAS SON DE H. KNÖRR.] (1) Nº 214, febrero-marzo de 1965, págs. 19-21. El texto fue facilitado a Labaien por el etnógrafo Juan Garmendia Larrañaga. Éste nos ha contado que Antonio M. Labaien y Luis Olarra estaban enfrentados por el barojianismo de éste. (2) “¿Qué tal?”. (3) “Libre de Roma”. (4) “Si éste anda por aquí, por algo será”. (5) En realidad Emeterio Arrese tenía entonces 67 años, pues había nacido en 1869. Landázuri ESTEBAN ANTXUSTEGI IGARTUA PROFESOR TITULAR DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA • UPV/EHU Lealtad política republicana: apuntes para un debate La lealtad es un sentimiento dirigido a quienes nos son próximos, que consiste en la conciencia de pertenecer a un grupo humano, pequeño o grande, y estar concernido por la suerte común. Una primera aproximación al concepto de lealtad nos pide aquí distinguir dos grandes tipos de lealtades: uno privado y otro público, caracterizados ambos por su referencia a un nosotros, entendido éste en un sentido más restringido o más amplio (con una explícita función política). Aquí nos vamos a referir a esta segunda lealtad, pública o política, entendida como la lealtad a la comunidad política de la que formamos parte. La diferencia sustancial entre ambas lealtades es que, mientras la lealtad privada es mucho más selecta (sobre ella se ejerce un mayor control y, por lo tanto, es más difícil que sea fingida o aparente), la lealtad pública, sin embargo, es condición necesaria para la vida pública y por tanto afecta y puede ser exigida a todos. Sin embargo, hay que distinguir la obligación de la lealtad política. Ésta no aparece necesariamente como una imposición, sino como una adhesión del individuo respecto a su comunidad. La lealtad, por tanto, sería más una disposición a la obediencia que la obediencia misma, que sería su resultado. Es decir, se trata de un apego hacia la comunidad pública de la que uno se siente parte, que le predispone a cumplir con los deberes y las obligaciones hacia ella. Las preguntas-clave para medir la lealtad política serían: ¿Qué estarías dispuesto a hacer por la comunidad? ¿Qué espera la comunidad de ti? ¿Qué esperas de la comunidad? Recordemos las palabras de aquel famoso discurso de John F. Kennedy: “No preguntes qué puede hacer América por ti, sino qué puedes hacer tú por América”. De acuerdo con Habermas, la legitimación es la conciencia de legitimidad. La lealtad, por tanto, tiene que ver con la legitimación efectiva de un gobierno o sistema político, es decir, con su aceptación social, no tanto con su legitimidad (ética), que se refiere al merecer un reconocimiento otorgado a un orden político (1). Por tanto, si la lealtad es la disposición básica a la obediencia, a medida que la legitimación (la creencia en la legitimidad) aumente o disminuya, en esa misma proporción también lo hará la lealtad política. En las sociedades democráticas es relativamente fácil medir el nivel de legalidad (nivel de cumplimiento de la ley) y legitimación (adhesión social al proyecto político), mientras que es bien difícil medir el de legitimidad, con la posible paradoja de que un sistema menos legítimo puede tener más adhesión social (legitimación social) que otro más legítimo. De hecho, las elecciones miden más bien el nivel de legitimación, que no el de legitimidad; por lo que los gobiernos están más pendientes de los índices de legitimación (que posibilitan la práctica de programas políticos) que preocupados por la legitimidad de su acción política. La crisis de legitimación democrática, su crisis de representación o, incluso, la crisis misma de la política, de la que se viene hablando tanto en las últimas décadas, está en la base de la “débil lealtad” que caracteriza a las democracias liberales contemporáneas. Pero, ¿qué clase de lealtad es la generalizada en nuestras sociedades y cuál sería necesaria para salir de este impasse democrático? Para intentar profundizar en estas cuestiones debemos recordar primero las clases de lealtades políticas que están -o pueden estar- en boga en las sociedades democráticas, y los paradigmas en los que se sustentan. a. La comunidad liberal y la lealtad liberal Puede entenderse por liberal aquella comunidad política al servicio de la identidad individual. Se enfatiza el individuo y su capacidad para trascender la identidad colectiva; el individuo tiene prioridad ontológica y es el punto de partida a partir del cual, y en función del cual, ha de explicarse cualquier entidad colectiva. La defensa de los derechos individuales, es decir, el reconocimiento y la garantía pública de sus derechos en cuanto sujeto privado, es su piedra angular. La lealtad liberal es, por tanto, la debida a las leyes, en cuantos garantes de los derechos y las libertades individuales. Es una lealtad condicionada y situada dentro del marco de elección y deliberación individual. Se mantiene así una relación instrumental con la comunidad política, pues ésta no es sino el medio para servir a los individuos y dotarles de libertad y seguridad, con el fin de que cada uno encuentre su propia satisfacción o felicidad. En definitiva, el liberalismo plantea expectativas débiles respecto al comportamiento de los ciudadanos, concebidos como individuos autointeresados que tratan de minimizar en la medida de lo posible la actividad política, concebida ésta como una desviación de la búsqueda de su propio bien. b. La comunidad comunitarista y la lealtad nacional El modelo comunitarista puede entenderse como una comunidad política al servicio de la identidad comunal. El sujeto político principal no es el individuo, sino la comunidad, una comunidad considerada natural o como comunidad de pertenencia. Se enfatiza el grupo cultural o étnico, la solidaridad entre quienes comparten una historia o tradición. En el caso más típico, el nacionalismo, se considera la nacionalidad como prerrequisito de la solidaridad, así como condición para la identidad y para la legitimación del Estado. Para los comunitaristas, la socialización moral de los individuos tiene lugar en el seno de una comunidad particular. 1. Habermas, Jürgen: “Problemas de legitimación en el Estado moderno”. La reconstrucción del materialismo histórico. Taurus, Madrid 1981 (orig. 1976). 10 Del mismo modo, el desarrollo personal de los juicios morales y políticos nacería en el seno de una moralidad concreta, y no a partir de una eticidad abstracta. Si para los liberales la universalidad y generalidad que caracteriza a las reglas morales se alcanza elevándose por encima de la particularidad social en la que se originan, para los comunitaristas estas reglas morales se alcanzan a partir de los bienes específicos y relativos en virtud de los cuales se justifican. La lealtad nacional es, pues, la debida a la comunidad. La lealtad primordial es a la nación o a los conciudadanos en cuanto pertenecientes a esa nación, a esa identidad nacional. Es la lealtad a una concepción común de la vida buena, a una comunidad moral y política específica, que sólo puede ser asumida por quienes pertenezcan a ella. Se propugna, por tanto, el patriotismo nacional, definido como un tipo de lealtad a la propia nación, lo que sólo aquellos que poseen esa particular nacionalidad pueden alegar. c. La comunidad republicana y la lealtad cívica El modelo de comunidad política republicana puede entenderse como una expresión de la identidad cívica, es decir, como aquella concepción de la vida política que preconiza un orden democrático dependiente de la vigencia de la responsabilidad pública de la ciudadanía. Por ello, su institución fundamental es precisamente la de ciudadanía, en su doble sentido: como conjunto de miembros libres de la sociedad política y como la condición que cada uno de ellos ostenta, en tanto que componente soberano del cuerpo político. Aunque comparte algunos de sus supuestos con el liberalismo y otros con el comunitarismo, no se confunde con ninguno de los dos. Coincide con el comunitarismo en el hecho de que el ciudadano republicano también se sabe ligado, a la hora de configurar sus preferencias y su identidad, con su sociedad, y en que otorga importancia a la responsabilidad, a las obligaciones comunes. Participa del comunitarismo, asimismo, en la crítica a la concepción individualista del liberalismo y a su concepción puramente procedimental de la comunidad política. Sin embargo, afirma que el republicanismo no necesita compartir una noción cultural de una comunidad prepolítica, ni una idea sustantiva del bien común. Como el modelo liberal, el republicanismo hace suya la afirmación mo- derna de la autonomía y el pluralismo. Considera que la libertad está ligada a la garantía del orden normativo equitativo creado y mantenido por las instituciones públicas, en tanto éstas se nutren de la participación y el cumplimiento del deber cívico por parte de los ciudadanos. Pero el republicanismo concibe la ciudadanía principalmente como práctica política, como forma de participación activa en la cosa pública. No se asienta sobre la primacía ontológica del individuo, ni sobre la defensa de sus derechos particulares, sino sobre un modo de vida compartido. De hecho, desde el republicanismo no se habla de derechos naturales, sino de derechos ciudadanos, es decir, derivados de acuerdos y normas: resultado de un proceso político, y no su presupuesto. La lealtad cívica sería la debida al marco universal de la constitución democrática, es decir, a la ley, como lo que permite y consolida la diferencia, el respeto a lo particular y la convivencia tolerante y pacífica en la diversidad. Para el republicano, la libertad va unida a la ley y al sistema político que ésta produce. Se trataría de una relación no instrumental con la comunidad política; porque ésta se considera como un bien en sí misma. Más que en derechos, la ciudadanía republicana se basaría en deberes, que serían la base de los derechos: puesto que la libertad depende de la acción común, los ciudadanos tienen el deber de comprometerse con lo público, así como respetar la esfera de acción libre que corresponde legítimamente a sus conciudadanos. Todo ello implica virtud cívica, que es la virtud política democrática o republicana, compuesta de tolerancia, espíritu público y exigencia de información: es decir, una cierta sed de saber qué pasa en la esfera pública. Está compuesta, también, por una medida de confianza en la capacidad propia y la de la ciudadanía para intervenir y modificar las condiciones de la vida compartida. Este modelo republicano ha llevado a instaurar en la teoría política una corriente creciente que reivindica desligar el nacionalismo del patriotismo, abogando por la recuperación histórica o -mejor- por la reinvención del patriotismo republicano. En líneas generales, los patriotas reivindicarían que el valor principal es la república y la forma de vida libre que ésta permite, en contraposición a los nacionalistas, cuyos valores primordiales serían la unidad espiritual y cultural del pueblo. Serían dos, por tanto, las notas distintivas entre patriotismo y na- 11 cionalismo: 1) el papel que la decisión racional y libre del ciudadano juega en la configuración de la lealtad colectiva: preconvencional (es decir, inducida) o convencional (aún no universalista), en el caso del nacionalismo, y postconvencional en el caso del patriotismo; 2) la objetivación propia de cada tipo de lealtad, donde, si el patriotismo representa una adhesión emocional al propio Estado o sus instituciones políticas, el nacionalismo se caracteriza por una adhesión al propio “pueblo” o grupo etnonacional. En definitiva, si la lealtad nacionalista se fragua en torno a la idea de pueblo (es decir, en torno a la historia y la cultura de un grupo étnicamente identificado, homogéneo), la lealtad patriótica se consolida en torno a un sistema de instituciones que, por principio, ha debido ser construido. Es decir, es la adhesión emotiva y racional a un sistema político, que no es interpretado como la creación del genio nacional, sino como producto del acuerdo de la comunidad. Por último, debemos añadir que el debate contemporáneo en torno a la lealtad política republicana se centra en diferentes concepciones de las que citaremos algunas pinceladas. Por un lado estaría el patriotismo constitucional, tal como lo expone Habermas, que es un patriotismo basado en la lealtad a la universalidad de los principios políticos de libertad y democracia personificados en la constitución de la República Federal Alemana. Este autor sostiene que para articular una identidad colectiva no hace falta referirse a la propia tradición: el patriotismo constitucional tiene fuerza formadora de identidad, basada en criterios universalistas (el Estado nacional de la Revolución francesa tuvo sentido cosmopolita; se trataría de reavivar ese elemento y desarrollarlo en el multiculturalismo). El mismo contenido universalista (los principios del Estado de derecho y de democracia) será asumido en cada caso desde su propio contexto histórico. Este patriotismo es crítico con las propias tradiciones: debemos reflexionar sobre qué tradiciones queremos seguir y cuáles no. En este sentido (y dirigiéndose particularmente al caso alemán), propone extender la responsabilidad también hacia el pasado: “Sólo la sensibilización frente a los inocentes torturados puede generar una distancia reflexiva respecto a nuestra propia tradición”. Por ello, nuestra identidad no es únicamente algo que hemos encontrado, sino también es nuestro proyecto (y ésta es la principal Landázuri crítica contra el comunitarismo y el nacionalismo), donde la tradición debe ser selectiva y es conveniente que pase por el filtro de la crítica. Este patriotismo, por tanto, trabajaría sobre los vínculos de solidaridad y fraternidad, potenciando las fuerzas que sostienen la libertad en lugar de fomentar la exclusión o la agresión. El patriotismo que aquí se reivindica es aquel que lucha contra todo el que intente imponer el interés particular por encima del bien común; es el que propugna el deber de oponerse a la discriminación y a la exclusión, sin que lleve pareja ninguna obligación de homogeneidad cultural, o étnica, o religiosa. Para sobrevivir y prosperar, la libertad política necesita de la virtud cívica, es decir, de ciudadanos capaces de comprometerse con el bien común, dispuestos a defender las libertades y los derechos comunes (2). Por citar otro ejemplo, F. Colom aboga por un patriotismo federal que instaure aquella “lealtad política compartible por los ciudadanos de Estados plurinacionales”. La condición de posibilidad de este patriotismo estribaría en el logro de un particular consenso constitucional, es decir, un consenso federal: un acuerdo estable sobre la proyección política atribuible a las identidades nacionales en la estructura territorial del Estado. Así, en los Estados plurinacionales dotados de instituciones territoriales de autogobierno el patriotismo federal supondría un ejercicio simultáneo de lealtad a una doble condición de pertenencia y, por consiguiente, de identificación de sus ciudadanos: etnonacional y estatal. Las virtudes políticas vinculadas a esta idea de patriotismo se resumirían en una: la de una lealtad federal exigible a todos y que entrañaría la renuncia a la utilización estratégica del poder con fines distintos de los plasmados en el consenso federal (3). Éste es, por tanto, un debate abierto al que tarde o temprano nos habremos de incorporar, asentado siempre en los principios y valores cívico-democráticos, que posibilite las libertades y la igualdad de todos los ciudadanos, que potencie la solidaridad hacia los más desfavorecidos y, en fin, la participación activa en la permanente y siempre abierta construcción de la comunidad política. 2. Habermas, Jürgen: “Patriotismo de la Constitución, en general y en particular”. La necesidad de revisión de la izquierda. Tecnos, Madrid 1991 (orig.). Facticidad y validez. Trad. M. Jiménez Redondo, Trotta, Madrid 1998 (orig. 1990). Rosales, José María: “Patriotismo constitucional: sobre el significado de la lealtad política republicana”. Isegoría, nº 20, 1999, 139-149. 3. Colom, Francisco: “Lealtades compartidas, lealtades divididas: la pertenencia política en Estados plurinacionales”. Isegoría, nº 14, 1996, 55-77. Razones de identidad. Pluralismo cultural e integración política. Anthropos, Barcelona 1998. 12 HENRIKE KNÖRR Conciudanía y convivencia (Una reflexión desde Vitoria) Hay una observación, aguda e interesante, del lingüista Émile Benveniste (1902-1976) a propósito de la palabra latina ciuis, “ciudadano”. Dice que en la época primitiva, e incluso en la clásica, los romanos la empleaban a menudo con un posesivo: ciuis meus, ciues nostri (o sea, “mi ciudadano”, “mis ciudadanos”). Sería así ciuis “un término de valor recíproco y no una designación objetiva: ciuis es para mí aquél del cual yo soy ciuis”. (1) Notemos que la palabra castellana conciudadano, contrariamente a lo que alguien podría pensar, tiene varios siglos encima. La recoge ya el primer diccionario de la Real Academia Española, es decir, el Diccionario de autoridades, de 1726; la autoridad que cita es el inquieto y curioso Alejo de Venegas (siglo XVI). Pocos años más tarde, el jesuita Manuel de Larramendi, al elaborar su famoso Diccionario trilingüe (1745), siguiendo como guión y modelo aquel diccionario de la Academia, vio esa palabra y le buscó el acertado equivalente vasco de hiritarkide (en su grafía: iritarquide). Por fortuna, esta concepción del ciudadano como con-ciudadano existe bien viva en nuestro tiempo, y en esta ciudad de Vitoria-Gasteiz. Sobre las sociedades llamadas modernas -y nosotros no estamos inmunes- se cierne, sin duda, una enorme ola de atomización. Es patente la tendencia al aislamiento, bien sea en un piso corriente o en un chalé de ésos que parecen atrincherados contra el exterior (con mucha frecuencia la trinchera es de pinos, como se sabe). Pero entre nosotros es muy mayoritaria, y quizá más intensa que en otros lugares, la conciencia de que todos los que vivimos en esta ciudad convivimos, somos parte de un conjunto, y lo que afecta a la ciudad, para bien o para mal, nos afecta a todos, por muy lejos que habitemos y por muy diferente que sea el puesto que ocupemos en la escala social. Esta conciencia de la ciudadanía como con-ciudadanía es un valor que ha dado muchos frutos positivos y ha evitado muchos males. La solidaridad ciudadana es quizá un tanto difusa. Acaso esté poco interiorizada. Pero actúa benéficamente. La pregunta es: ¿este valor puede fomentarse, orientarse, de manera que aumenten esos frutos benéficos? Y cabe también preguntar: ¿quién o quiénes deben ser los que fomenten ese valor? La respuesta a la primera pregunta no ofrece dudas. El valor de la conciudadanía puede fomentarse y orientarse, desde luego. Y también parece clara la respuesta a la segunda pregunta. Todos los sectores de la sociedad pueden y deben implicarse en esta tarea, tanto los gobernantes como los gobernados, y cualesquiera entidades o asociaciones. “Para eso están” Hay, por cierto, una peligrosa mentalidad que asoma aquí y allí a cada momento. Por poner un ejemplo, cuando se observa una evidente descortesía, hay quien dice: “¿A ése qué le enseñan en la escuela?”. O ante basuras abandonadas: “Que las recojan los del servicio de la limpieza, que para eso están”. En realidad, los tales parecen asignar, en compartimentos estancos, funciones específicas y únicas a los distintos ámbitos sociales. No se dan cuenta de que, por seguir con el primer ejemplo, es absurdo atribuir en solitario a la escuela la enseñanza de las formas de cortesía. En cuanto a la limpieza de la ciudad, es igualmente disparatado atribuirla solamente a los servicios municipales o a la empresa concesionaria. A todos nos corresponden la limpieza y el decoro de la ciudad, a todos nos incumbe lo que con un delicioso arcaísmo veíamos escrito, hace todavía cuarenta años, en aquellos carros de mulas y otros carritos de mano que cada mañana salían de un depósito municipal en la calle Beato Tomás de Zumarraga (antes Camino de Ali): Policía urbana. Aquellos obreros iban a limpiar, a proporcionar policía a la ciudad. Volviendo al Diccionario de autoridades de 1726, en él se nos explica esta acepción de la palabra policía: ”Aseo, limpieza, curiosidad y pulidez”. Evidentemente, las responsabilidades se solapan. La escuela tiene su ámbito, pero buena parte del ámbito educativo pertenece también a la familia. Unos padres responsables, unos hermanos sensatos, sin olvidar lo que con un eufemismo se viene llamando la tercera edad, pueden complementar magníficamente el trabajo de la escuela. Pero igualmente la calle, los centros cívicos, los estadios deportivos, etc., complementan la formación del niño y el joven. A lo que hay que añadir, desde luego, el enorme poder de los medios de comunicación. La escuela No seamos ingenuos, sin embargo. La escuela misma se enfrenta a una erosión calamitosa. No es aventurado decir que la escuela está perdiendo dos cosas esenciales: 1) La centralidad en la vida de la niñez y juventud, y 2) El respeto con que se la consideraba. De los asaltos a la centralidad y al respeto de la escuela han hablado y hablan muchos profesionales, y a veces han sido los literatos los que más agrios y pesimistas se han mostrado, como es el caso aún reciente del novelista francés François Taillander. (2) ¿Puede haber una ciudad sana donde la escuela no tenga esa centralidad, donde la escuela no sea como uno 1. Benveniste: Problèmes de linguistique générale. Gallimard, París, 1974, II, página 274. 2. Ver su breve pero contundente ensayo Les parents lâcheurs (algo así como “Los padres pasotas”), Éditions du Rocher, París 2001. 13 Landázuri Un carro de Pª Uª (Policía Urbana), hacia 1930 en la calle Dato de Vitoria. Foto de Ceferino Yanguas Alfaro. Archivo Municipal de Vitoria. de los principales fundamentos de los ciudadanos? ¿Y puede existir esa ciudad sana si se ha perdido el respeto a la escuela, si la gente no la tiene en el lugar que merece? Los valores ciudadanos (o humanos, si se quiere) necesitan no sólo el solapamiento de los diversos ámbitos, sino una labor conjunta, en beneficio de todos, y muy en particular de aquellas personalidades, como las de los niños y jóvenes, que aún se están moldeando. Y hay que decir que, por desgracia, en nuestra época asistimos a un panorama en el que las fuerzas negativas en gran parte echan por tierra el entusiasmo y la entrega de mucha gente. Con algunas excepciones, las revistas juveniles de mayor tirada son, en general, una ofensa a la dignidad del joven, una invitación continua a la superficialidad y a la ignorancia. Las esperanzas puestas en la televisión (y especialmente en la apertura de nuevas cadenas), por ejemplo, ¿dónde están? Las imágenes de brutalidad, zafiedad, incultura, son las que predominan, en tanto que los contenidos dignos escasean, o son relegados a unas horas en que la generalidad duerme. El mismo deporte-espectáculo (y quizá también el deporte a secas) se va envileciendo: pensemos en esos jugadores famosos que escupen, a sabiendas de que hay miles o cientos de miles de personas que les contemplan, o en esas masas enloquecidas que insultan desde los graderíos, por no mencionar enseñas y carteles injustificables. Uno de los rasgos característicos de las sociedades de nuestro tiempo es el peso decisivo de la radio, la televisión e Internet. Como todo progreso técnico, éstos son en sí neutros; la cuestión es cómo se canalizan para favorecer el desarrollo intelectual y moral de la gente, compatibles con el aspecto lúdico innato al hombre (recordemos Homo ludens, el extraodrinario ensayo publicado por el historiador holandés Johan Huizinga en 1938). Lo que vemos ante nuestros ojos es que se hacen grandes esfuerzos por asegurar una formación y un avance cultural de la población, pero al mismo tiempo se permite que la ola de barbarie invada incesantemente cada rincón de la colectividad. La labor conjunta que antes citábamos, por el bien de los valores humanos, poco logrará si no abraza también toda esa esfera radiotelevisiva-internáutica (permítaseme la expresión). No hay más remedio. Se podrán dar mil vueltas al asunto. Según la costumbre, se montarán comisiones al efecto, en una u otra instancia. Pero todo será baldío, si esa esfera tan poderosa no es comprometida en la acción para la defensa y promoción de los valores humanos y ciudadanos. Aunque no nos guste confesarlo, es evidente que la ciudad ha ido perdiendo buena parte de su autonomía y su poder de influir en el ciudadano. Una porción 14 muy grande ha pasado a la esfera que hemos mencionado. Del poder inmenso de esa esfera radiotelevisiva-internáutica viene, además, otro efecto maléfico para la conciudadanía. Es la multiplicación de marcianos, para quienes su ciudad se está convirtiendo en algo medio extraño. La identificación con la ciudad y con lo que tenemos más cerca de casa en muchos casos se ha ido reduciendo drásticamente. Cuando hablamos de las vecindades vitorianas, por ejemplo, de aquellas comunidades que abarcaban una o dos manzanas, cada una con su patrono y sus fiestas particulares, parece que hablamos del tiempo de Maricastaña. La cohesión vecinal reflejada en la prestación de trabajo voluntario en beneficio de la comunidad (es decir, vereda o auzolan) ha caído casi totalmente en desuso. El contacto con la calle va perdiendo terreno, en tanto que aumenta el contacto con ese mundo abigarrado, de cosas excelentes, sí, pero también de cosas deleznables, que llega por los aparatos modernos. La recepción de datos del exterior por la vía de las ondas herzianas no va en paralelo con una información sobre la tierra que se pisa, aunque la cercanía es atendida, en muy pequeña medida, por algunos de esos medios. Cualquier encuesta que se haga sobre el conocimiento de los vitorianos acerca de su ciudad nos llevaría a conclusiones bien sombrías. El sentido de apertura está muy bien. Pero no se ve por qué debe excluir el mejor conocimiento de la ciudad, su historia, el arte que encierra, etc. etc. No será necesario señalar la evidencia: una persona que no dispone de una educación aceptable, si además está aislada, sin referencias culturales de proximidad, es la más frágil, la más expuesta a derrumbarse ante las dificultades, ante los mensajes engañosos, ante las pretensiones totalitarias, en fin, ante todo lo que niegue y aplaste los valores humanos. El vandalismo, las llamadas tribus urbanas (¡no pocas veces citadas con asombrosa benevolencia, cuando no con simpatía!), etc. encuentran un entorno favorable cuando existen estos dos factores: 1) falta de un nivel satisfactorio de educación, y 2) desarraigo con respecto a la proximidad. La ausencia de sentido moral, verdadera lacra de la actualidad, tiene ahí sus dos pilares principales. Salta a la vista la necesidad de tomarse en serio lo que llamaríamos la educación total. Ya hemos visto adón- de lleva dejar el libre juego del mercado, sin cortapisas ni (auto)limitaciones de ningún género. Hace falta un cambio de rumbo, de manera que la educación y la cultura sean entendidas como piedra de toque de la sociedad, al tiempo que son fuente de satisfacciones y alegrías (aspecto éste que a menudo se oculta a los posibles disfrutadores). Todo ello en un escenario que contemple desde la calle en que uno vive hasta los modos de vidas de los antípodas. Es preciso un nuevo espíritu que ayude al ciudadano a transitar por un mundo cada vez más complejo, con las balizas más seguras: las de la cultura, entendida ésta como un proceso de menor a mayor. Violencia y conciudadanía No podemos cerrar los ojos, sin embargo, hacia una espantosa realidad. Hay entre nosotros un terrorismo activo, y hay una periferia que lo fomenta, o bien lo comprende, o que calla ante los crímenes y fechorías (ya se sabe: el conflicto...). Si la ciudadanía es conciudadanía, ¿cómo se puede justificar -en un grado u otro- la violencia ejercida contra el vecino? El aire de la ciudad hace libre, decía un refrán medieval, reflejando así los temores hacia las tropelías de la nobleza y el alivio por liberarse de tales ataduras. Y es que la ciudad ha sido el marco por excelencia de la libertad, con todos los errores y con todas calamidades que en este largo camino se han producido. Vitoria no ha sido excepción, claro. Pensemos en la última guerra civil (1936-1939), con sus duraderas y terribles consecuencias. De poco nos puede consolar que comparativamente nuestra ciudad registró un menor número de fusilamientos y barbaridades. Sucedió, dejando una huella profunda en muchísimas familias. Huella sobre la que no se puede frivolizar, y recordemos la célebre carta del novelista William Faulkner en el New York Times, advirtiendo contra quienes hacían burlas e ironizaban acerca de los Estados su- reños por la guerra de secesión americana (1861-1865). Había pasado un siglo, pero Faulkner se daba perfectamente cuenta de que con la memoria de los pueblos no se juega, de que hay una carga de recuerdos y sentimientos que se transmite a través de las generaciones. Y si esto es así, ¿qué diremos de la violencia aún en activo entre nosotros? Y ¿qué diremos, sobre todo, cuando, tras la muerte del dictador, se ha establecido un marco democrático? Con todas sus deficiencias, grandes deficiencias, sí, pero democrático, y obligación de las democracias es interrogarse no cada cuatro años, sino cada día, sobre cómo reducir esas deficiencias. No podemos creer que la violencia sea consustancial a nuestro pueblo. Nadie nos convencerá de que el odio esté en alguna parte encajado en nuestros genes. Los ejemplos de convivencia feliz y pacífica en esta ciudad abundan, y exceden con mucho a los contraejemplos. Pero cada vez más se escucha, seguramente con toda razón, que las ciudades tienen un gran papel en la construcción de esa convivencia pacífica. Sin excluir o menospreciar otros niveles, la ciudad, como espacio limitado, abarcable, tiene mucho que decir y hacer. Desde la perspectiva de la ciudad, podríamos reformular la conocida frase de Terencio, Homo sum; humani nihil a me alienum puto (“Soy hombre; nada de lo que es humano lo considero ajeno”), y expresarla así: “Soy ciudadano; nada de lo que es de la ciudad me es ajeno”. Desde la ciudad hay que proclamar que, en efecto, no somos indiferentes a las muertes, a los atentados, a las amenazas, del género que sean todos estos actos indignos, y que nos afectan esas dramáticas limitaciones a la libertad derivadas de la obligación de llevar escolta. Desde la ciudad, desde nuestra ciudad, hay que presentar a todos los moradores un contrato ciudadano, unas reglas de juego que todos hemos de respetar y hacer respetar. Porque merece la pena vivir y convivir humanamente. Pensando en nosotros y en nuestros hijos. Este texto fue escrito a petición del Plan Estratégico de Vitoria-Gasteiz en noviembre de 2003. 15 Landázuri 01307 Páganos - Laguardia - Álava 16 SALAH SEROUR PROFESOR DE LENGUA ÁRABE • UPV/EHU Ibn Jaldún y su teoría sobre el origen y la formación de las tribus beréberes Ibn Jaldún. 1332-1406. El nombre beréber no está relacionado con ninguno de los nombres antiguos que han sido dados a las poblaciones norteafricanas. No se encuentra entre los citados por los egipcios del segundo milenio antes de Cristo en sus entretallas, ni entre los que nos han transmitido los viajeros griegos del primer milenio antes de Cristo. Tampoco está citado por los autores griegos y latinos anteriores al Islam. Los primeros que aplicaron concretamente este nombre a los habitantes de África septentrional fueron los autores árabes posteriores a las conquistas árabes. Con esta denominación entendieron designar a todas las poblaciones autóctonas ya instaladas en el norte de África antes de la llegada de los árabes a esta región. De hecho, estos autores atribuyeron un origen árabe al nombre que habían dado a los norteafricanos. Ibn Jaldún (Túnez 1332 - Egipto 1406) relata que “el lenguaje de los beréberes es un idioma extranjero diferente de todos los otros, circunstancia que les valió el nombre de beréberes”, explicando luego esta circunstancia por el hecho de que determinados autores árabes hacen derivar el nombre de éstos del verbo árabe berberat, que significa ‘murmurar, emitir una mezcla de sonidos no inteligibles’. No cabe duda de que ésta pudo ser la impresión de los primeros árabes llegados a la zona al entrar en contacto directo con las poblaciones aborígenes de África septentrional, cuyo lenguaje hablado en aquel tiempo era el líbico y probablemente también un dialecto derivado del púnico en algunas comarcas, que les era desconocido y extraño. Sin embargo, hoy día es opinión totalmente admitida que el término berébere es una deformación del término latino barbarus (plural: barbari) derivado del sánscrito warwara, que significa: ‘hombre libre, independiente’, y con el cual los romanos designaban de un modo genérico, muy amplio, a las poblaciones nativas independientes o sometidas sólo parcialmente a la influencia de Roma. Los bizantinos, durante el periodo de su dominación de África septentrional, lo adoptaron helenizándolo en barbaroi, término que llegó a vulgarizarse hasta el punto de ser de uso corriente entre los ha- bitantes de las ciudades para designar a los individuos de las tribus exteriores. De tal manera no es de extrañar que los árabes, que tantos vocablos griegos y latinos adquirieron, adoptaran éste, dándole la forma árabe de berber (plural: beraber). Es evidente que la coincidencia de la similitud fonética del vocablo latino y del verbo árabe berberat pudo favorecer la aceptación y la vulgarización del nombre dado por los árabes a las poblaciones norteafricanas que hablaban el líbico. Pero, cualquiera que sea la etimología del nombre de los beréberes, no resulta menos evidente que los autores musulmanes que primero lo utilizaron lo aplicaron para designar exclusivamente a las poblaciones norteafricanas ya instaladas en la región antes de la época de las conquistas árabes. No cabe duda, pues, de que este nombre no tiene relación alguna con los orígenes raciales ni con la constitución étnica de dichos pueblos. Bertholon y Chantre, en sus investigaciones antropológicas realizadas en la región tunecina situada al este de los beréberes argelinos y que denominan Berbería oriental, han llegado a afirmar que en África todo lo que no es negro es beréber. Esta afirmación, en apariencia paradójica, tiene, sin embargo, un fondo de realidad, pues el continente africano está poblado por elementos indígenas de raza negra, a excepción de la parte septentrional, cuyos pobladores son de raza blanca. Precisamente estos autóctonos de raza blanca, instalados en Africa septentrional anteriormente a la llegada de los árabes, son los beréberes. El estudio que me propongo hacer trata del origen y la formación de los beréberes en los documentos de Ibn Jaldún, uno de cuyos libros básicos para ello es, sin duda alguna, su Historia de los beréberes. Este libro, escrito en la segunda mitad del siglo XIV de la era cristiana, constituye desde luego una de las fuentes más importantes de documentación relativa a las poblaciones de África septentrional. No es extraño que en la obra de Ibn Jaldún se haga referencia a muchos otros autores musulmanes que han escrito sobre los beréberes y sus orígenes. Entre otros, citaremos a los más importantes: Sabec Ibn Soleima-el-Matmati, 17 Hani Ibn Mesdur-el-Kumi y Kehlan Ibn Abi Lua (genealogistas beréberes), que pretenden que los beranes son hijos de Berr, descendiente de Mazigh, hijo de Canaán, y que los botr descienden de Berr, hijo de Cais y nieto de Ghailan; mientras que Ibn Hazm pretende que descienden ambos de un mismo padre. lbn-el-Kelbi afirma que las tribus de Senaya y de Ketama no pertenecen a la raza berébere, sino que son ramificaciones de la población yemenita que Ifrikos ibn Saifi dejó instalada en Ifrikía con su ejército. Por su parte, El Masudi, et-Taberi y es-Saheili dicen que Ifrikos formó un ejército para conquistar África y que ésta fue la causa de la emigración de los beréberes. Ifrikos los denominó beréberes debido a que “murmuraron” cuando les obligó a emigrar de Siria para ir a Africa. Abu Obeid Alah Abd Alah-el-Bekri dice, por su parte, en su libro Kitab el Mesalik o el Memalik que los beréberes vivían al principio en Filistin (Siria), y que sus reyes llevaban el nombre de Yalut (Goliath), nombre que era dado a todos sus jefes; cuando Thalut hubo matado a Yalut, se trasladaron hacia el Maghreb, a los distritos situados al oeste del Nilo, en donde no llegaba la crecida del río. Establecidos en este territorio, los beréberes se multiplicaron. Los zenata, maghila y dariza se fijaron en la parte montañosa. Los luata ocuparon el territorio de Barca, llamado por los griegos Pentápolis, etc. Abd-er-Rahamnn ibn Abd-el-Hakem relata que los beréberes vivían originalmente en Palestina, que tuvieron por rey a Yalut y que éste fue muerto por David. Emigraron entonces hacia occidente hasta llegar a Lubiia (Libia) y Merakia (Marmárica). Alli se dispersaron: los zenata y los maghila continuaron hacia el oeste, instalándose en los montes de la región; los luata poblaron el país de Antabolos (Pentápolis), que es el mismo de Barca, siguiendo hasta llegar al sur; los hauara se instalaron en Leptis Magna, cerca de la ciudad de Sebra (Sebrata); los rum (griegos) abandonaron el país, pero los afaric (africanos) continuaron en él con sus costumbres. Omar ibn Abd-el-Berr afirma que algunas tribus pertenecen a la población hymierita. Otros autores, como Ali ibn Abd-el-Aziz el Yoryiani, que proceden del pueblo de Yalut, etc., etc. Landázuri Ibn Jaldún, después de haber pasado revista a las diversas hipótesis emitidas por los diferentes autores musulmanes, concluye diciendo: “Es necesario que sepáis que todas estas hipótesis son erróneas y muy lejanas de la verdad. El hecho real, que prescinde de toda hipótesis, es el siguiente: Los beréberes son hijos de Canaán, hijo de Cam, hijo de Noé; su antepasado se llamaba Mazigh; sus hermanos eran los gergéseos (Agrikech); los filisteos, hijos de Caslushim, hijo de Misraim, hijo de Cam, eran sus parientes. El rey, entre ellos, llevaba el título de Yalut (Goliath); en las luchas de los filisteos contra los israelitas, en Siria, luchas mencionadas por la Historia, los descendientes de Canaán y los gergéseos favorecieron a los filisteos en contra de la gente de Israel”. Al examinar detenidamente las opiniones de los geógrafos, historiadores y genealólogos musulmanes citados por Ibn Jaldún se advierte la creencia, casi unánime, de que a la formación de las poblaciones norteafricanas han contribuido elementos raciales procedentes de la Península arábica. Según Ibn Jaldún, algunos consideran a los beréberes como descendientes de Isaac, hijo de Abraham; otros los creen yemenitas, y otros suponen que pertenecen a una población mezclada llegada del Yemen. Sobre esto afirma Ibn Jaldún: “Todos los genealólogos árabes están de acuerdo en considerar a las tribus beréberes como pertenecientes efectivamente a esta raza. Pero los genealólogos beréberes pretenden que algunas de sus tribus tienen origen árabe; por otra parte, los genealólogos zenatas les dan como antepasados a los amalecitas y también los hay que los consideran como los últimos residuos de las tribus de los tobbas...”. La concepción oriental que atribuye la formación de los pueblos a un sistema basado exclusivamente en la genealogía, unida a la característica falta de precisión en los orientales, lleva sin duda a producir una cierta confusión en el estudio de la formación de las poblaciones beréberes. Sin embargo, a pesar de la diversidad de las opiniones, de su divergencia y de ser hasta contradictorias, resulta evidente en los autores musulmanes la creencia en una contribución racial de los pueblos de Asia occidental en la formación de las poblaciones de Africa septentrional llamadas beréberes, y desde este punto de vista comenta Ibn Jaldún: “Los sabios que se dedican a la genealogía están de acuerdo en decir que todas las ramificaciones de este pueblo derivan de dos ramas principales: la de Bernés y la de Maghdís; es decir, de los beranes y de los botr. Pero si se examina esta cuestión desde el punto de vista de saber a cuál de los pueblos antiguos se remontan los beréberes, se advierte una gran divergencia de opinión entre los genealógos.” Por todo lo expuesto hasta ahora, y por lo que se seguirá viendo más adelante, es evidente que hoy día, de todos los autores musulmanes que han escrito sobre el origen y la evolución de los beréberes, el que ha reunido más documentación interesante es indiscutiblemente Ibn Jaldún en su obra titulada Libro de ejemplos instructivos y compendio de orígenes y noticias referentes a la historia de los árabes, de los pueblos extranjeros y de los beréberes, cuya traducción más autorizada es la del francés barón de Slane, que lleva por título Histoire des berbères et des dynasties musulmanes de l’Afrique septentrionale. Respecto al modo de vida de los beréberes, Ibn Jaldún inicia su estudio diciendo: “Esta raza de hombres habita el Maghreb desde una época muy remota, poblando las llanuras, las montañas, las mesetas, las regiones marítimas, el campo y las ciudades. Construyen sus viviendas, sea con piedras y arcilla, sea con cañas y maleza, o con telas tejidas con crines y pelos de camello. Los beréberes más poderosos y que dominan son nómadas (transhumantes), recorriendo con su ganado los pastos cercanos; nunca salen del interior del Tell para penetrar en las extensas llanuras del desierto. Se dedican a la cría de ovejas y de bueyes, reservándose, en general, los caballos para monturas y para la reproducción. Una parte de los beréberes nómadas se ocupa de criar camellos, ocupación más propia de los árabes. Los beréberes pobres viven de los productos de la tierra y del ganado que crían en ella; los de clase elevada, es decir, los que viven como nómadas, recorren el país con sus camellos, las armas en mano y se dedican a multiplicar su ganado”. Ibn Jaldún describe la forma de vestirse de los beréberes de la siguiente manera: “Su indumentaria es de lana; se envuelven en vestiduras rayadas, una extremidad de las cuales se echa por encima del hombro izquierdo, y por encima de todo ello llevan un amplio albornoz negro. En general van con la cabeza descubierta y de vez en cuando se la hacen afeitar”. En cuanto a su lengua comenta Ibn Jaldún: “Su lengua es un idioma extranjero, diferente de todos los otros; esto les ha valido el nombre de beréberes”. Al describir el aspecto fisico de los beréberes, Ibn Jaldún nos señala que: 18 “El beréber es de talla mediana; de formas bien proporcionadas; cabeza alargada con frente poco saliente y estrecha por arriba; la raíz de la nariz plana o bien plantada; la nariz, recta o chata con grandes alas; labios carnosos; barba saliente y redonda; orejas formadas, pero plantadas muy en alto; cara llena y ovalada, algo achatada en los pómulos; los músculos de los miembros bien formados, presentando los kabilas montañeses buenas pantorrillas; manos y pies finos al tacto, con los dedos de ambas extremidades de buena y, en muchos casos, de bella estructura. Las mujeres, de talla graciosa y bellas en la juventud, envejecen prematuramente y se hacen gruesas. Por lo general los cabellos y los ojos del beréber son negros, si bien los hay que tienen los ojos azules y cabellos rubios”. Por todo lo antes citado, Ibn Jaldún es reconocido en todo el mundo como el primer árabe que intentó escribir la historia de los beréberes basándose en fundamentos lógicos y científicos, dejando muy claro y sin rencor alguno que: “Los beréberes siempre han sido un pueblo poderoso, temible, valiente y numeroso; un verdadero pueblo como otros tantos en este mundo, igual que los árabes, los persas, los griegos y los romanos...”. No hay mejor manera de finalizar este resumen sobre la cultura beréber que citar las palabras de Salem Chaker, prestigioso lingüista kabilio, el cual, en un número especial de Tafsut, revista libre del movimiento cultural beréber que se publica clandestinamente en Tizi Ouzou (capital de la Kabilia, Argelia), decía: “Sí, existen, viven y se expresan en Argelia, Marruecos, el Sahara... salen de los museos, de las fiestas folklóricas, de las páginas de Ibn Jaldún, de los álbumes de fotos y de los folletos turísticos. Los beréberes quieren estar presentes en su lugar, en su país, sin vergüenza ni velos; ellos, los eternos relegados a los márgenes... al margen de la cultura, al margen del Estado; espectadores y objetos pasivos de la Historia... cultura, estado, historia de los otros...”. Bibliografía básica 1. Ibn Khaldoun: Histoire des Berbères. Trad. de William Mac Guckin de Slane. P. Geuthner, París 1999. Edición facsímil de la de 1925. 2. Bertholon, Lucien, y Chantre, E.: Recherches anthropologiques dans la Berberie orientale. A. Rey, Lyon 1912-1913. 3. Camps, Gabriel: Los beréberes: de la orilla del Mediterráneo al límite meridional del Sáhara. Traducción del francés de Carles Vela i Aulesa. Icaria, Barcelona 1998. PABLO BELTRÁN DE HEREDIA Una institución vasca en Madrid, próxima a cumplir su tercer centenario: La Real Congregación de naturales y originarios de las tres Provincias Vascongadas, establecida bajo la advocación del glorioso San Ignacio de Loyola Existe en Madrid, en pleno corazón de la zona denominada popularmente “Barrio de los Austrias”, una asociación de laicos con un nombre tan llamativo como el que aparece en el encabezamiento. Esta entidad es propietaria del edificio ubicado en la calle de Echegaray, número 28, así como de la iglesia de San Ignacio, situada en la calle Príncipe, número 31, entre la calle de Huertas y la plaza de Santa Ana. El edificio de la calle de Huertas, antes calle del Lobo, tiene una antigüedad superior a los 300 años, mientras que la iglesia fue edificada por la Congregación a finales del siglo XIX, sobre la planta de otra más antigua, celebrándose en ella de modo solemne desde los primeros tiempos de la asociación la festividad de su Patrono San Ignacio, así como las de Nuestra Señora de Begoña y San Prudencio desde principios del siglo XX. Igualmente se celebra en ella el culto dominical en euskera y castellano, desde hace una veintena de años. Esta asociación fue fundada el 20 de abril de 1715, firmando como socios fundadores 109 vascos residentes en Madrid, de ellos 54 naturales u oriundos de Vizcaya o el Señorío, como también se la denominaba, 35 de Guipúzcoa y 20 de Álava. Sus Estatutos o Constituciones, que fueron aprobados en 1718 por el Supremo Real Consejo de Castilla, establecían en primer lugar “Como primera y universal máxima para su conservación... que la Congregación tenga siempre muy preferente el trato igual de las tres Provincias”. En estos Estatutos la Congregación se obligaba: a ayudar, en las gestiones, recursos e instancias que precisaran realizar ante los organismos de la Corte, a “los hijos, que de las tres Provincias tienen su residencia en diferentes partes de España, y en los demás dominios de su Magestad; a proveer fondos para redimir y sacar de las mazmorras de la Africa a los Cautivos, hijos de las tres Provincias que se hallaren tyranizados de la crueldad de los Barbaros” (estamos a principios del siglo XVIII, cuando estas situaciones se daban con cierta frecuencia); “a avisar a los demás congregantes en caso de fallecimiento de alguno de ellos, y a celebrar anualmente honras fúnebres por los fallecidos”. Inicialmente la Congregación adquirió los terrenos llamados de Buena Vista, situados en la calle de Alcalá, lindando con la calle Barquillo, con la idea de construir en ellos una iglesia y un hospital, para atender a los vascos necesitados que hubiera en Madrid, encargando el correspondiente proyecto al conocido arquitecto Sacchetti. Obran en poder de la Congregación los planos generales del proyecto que éste preparó. Las tres Provincias ayudaron en las obras que la Congregación realizó inicialmente para habilitar las casas que ya había en los terrenos de Buena Vista, contribuyendo cada una con una donación de mil pesos. En el año 1772 la Congregación permutó los terrenos de Buena Vista con el Duque de Alba, interesado en adquirirlos para construir en ellos y sobre la Plaza de la Cibeles el Palacio de Buena Vista (en el que actualmente está instalado el Cuartel General del Ejército); a cambio obtuvo la iglesia de San Ignacio y las casas que el Duque poseía 19 en la calle del Príncipe, en las que anteriormente había estado funcionando el Colegio de San Jorge de los Ingleses, bajo la dirección de los PP. Jesuitas, hasta la expulsión de éstos por Carlos III. La Congregación completó la operación con la compra de las casas que daban vuelta a la iglesia por las calles de Prado, Lobo y Huertas. El alquiler de las casas así adquiridas generaba unas buenas rentas a la Congregación, que de este modo pudo desarrollar holgadamente sus acciones caritativas para con los vascos necesitados residentes en Madrid, incluida la asistencia médica domiciliaria, para la que contaba con un médico propio. El siglo XIX no fue fácil para la Congregación: desamortización y venta de los bienes de las Obras Pías de 1805, que afectó a parte de las casas propiedad de la Congregación en 1807; invasión napoleónica y guerra de la Independencia; desamortizaciones posteriores que privaron a la Congregación de las propiedades que le quedaban. En 1843 la Congregación consiguió la devolución de los bienes que había salvado en la desamortización de 1805, Landázuri es decir la iglesia y la casa de la calle del Lobo número 32 (luego Echegaray, 28), una vez justificados los fines benéficos a los que estaban destinados, de acuerdo con los Estatutos de la Congregación, y gracias a la mediación de diversos congregantes, y en particular a la del entonces senador por la Provincia de Guipúzcoa e ilustre fuerista, Joaquín Barroeta Aldamar. Este acontecimiento, junto al reconocimiento de los títulos de deuda pública obtenidos en la desamortización de 1805, aseguraron a la Congregación unos recursos que le permitieron desarrollar con normalidad sus actividades caritativas y mantener el culto de la iglesia a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. A finales del siglo XIX la Congregación acordó construir un nuevo templo, sobre la planta del anteriormente existente. También se modificaron los Estatutos, para actualizarlos y poder encomendar el culto en el templo a la orden de Religiosos Trinitarios, que pasaron a ocupar también la casa de Echegaray, 28, ya que, de acuerdo con los anteriores, el culto estaba a cargo de un capellán y un penitenciario designados por la Congregación, al amparo de la concordia celebrada con el párroco de la iglesia de San Sebastián, en cuya demarcación se encontraba la de San Ignacio. Entrados ya en el siglo XX, la Congregación continuó desarrollando su labor caritativa, manteniendo el espíritu de sus fundadores, ayudando a los vascos necesitados que había en Madrid y celebrando el culto de los Santos Patronos y las honras fúnebres por los congregantes fallecidos, hasta que el 13 de marzo de 1936 la iglesia de San Ignacio fue atacada e incendiada, desplomándose la techumbre y quedando inhabilitada para el culto. Desde principios de los años cuarenta la Congregación emprendió la tarea de reconstruir el templo para poder reanudar sus actividades. Para poder llevar adelante este empeño, se solicitó la ayuda a las Diputaciones de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, las cuales contribuyeron a partes iguales, con una subvención conjunta de 100.000 pesetas. Esta colaboración se plasmó posteriormente en el acto de constitución de un Alto Patronato de las tres Diputaciones sobre la Real Congregación, formalizado ante notario el 18 de abril de 1961, por el que aquellas se comprometían a defender los bienes y derechos de ésta, en caso de verse imposibilitada de cumplir sus fines estatutarios, ofreciéndole su alta protección cuando sea reclamada. En estos años, en los que la Congregación continuó con su acción caritativa para con los vascos necesitados de Madrid, se mantuvo también el culto solemne los días de San Ignacio, San Prudencio y la Virgen de Begoña, siendo muchos los vascos y estudiantes del País que en aquella época abundaban en Madrid, que recordarán estas celebraciones, seguidas de un pequeño ágape en el salón de la casa de Echegaray, 28. A finales de los años setenta la orden de los Trinitarios, que había reanudado a partir de 1943 el servicio a la Congregación en condiciones similares a las acordadas con ellos en 1896, decidieron construir una nueva residencia y capilla en los terrenos de su propiedad contiguos a los de la Congregación, en Echegaray, 30, y Príncipe, 33, para trasladarse a ella. La Congregación acordó, en reunión de su Junta de Gobierno del 28 de septiembre de 1977, terminar el convenio con la Comunidad de PP. Trinitarios y volver al sistema tradicional de contar con un capellán para la celebración del culto en la iglesia de San Ignacio. La primera labor que emprendieron los responsables de la Congregación, una vez trasladados los PP. Trinitarios a su nueva residencia en los años ochenta, fue la de emprender 20 la rehabilitación tanto de la iglesia de San Ignacio como de la casa de Echegaray, 28, que se encontraban muy deterioradas. Para poder llevar a cabo las obras de rehabilitación se solicitó a las Diputaciones de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya su ayuda económica, la cual fue concedida mediante una subvención de 15 millones de pesetas, costeada a partes iguales por las tres Diputaciones. Las obras se llevaron a cabo bajo la supervisión del arquitecto José Antonio Domínguez Salazar, miembro de la Junta de Gobierno de la Congregación y de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El 20 de abril de 1986, coincidiendo con el 271 aniversario de la fundación de la Congregación, se procedió a la reapertura formal del templo, con una misa solemne presidida por el arzobispo de Madrid-Alcalá, Angel Suquía Goicoechea. Por otra parte, se procedió a la revisión y actualización de los Estatutos de la Congregación, redactándose unos nuevos que sustituyeron a los de 1943 y fueron aprobados por el arzobispado de Madrid-Alcalá en 1984. Se nombró a un capellán-rector de la iglesia, cargo que ha venido siendo ocupado desde entonces por sacerdotes procedentes de alguna de las diócesis vascas de Vitoria, Bilbao y San Sebastián, sacerdotes residentes en Madrid por razones de estudios o de otras labores pastorales, así como por sacerdotes vascos de diversas órdenes religiosas establecidos en la capital. En esta nueva etapa de la Congregación se han celebrado de modo regular en la iglesia de San Ignacio el culto dominical en euskera y castellano, así como bodas, bautizos y confirmaciones de congregantes y familiares, en concordia con la parroquia de San Sebastián. También se ha continuado la celebración de las honras fúnebres por los congregantes fallecidos y las celebraciones solemnes de los Santos Patronos San Ignacio, San Pudencio y la Virgen de Begoña, seguidas del tradicional ágape en el salón de la casa de Echegaray, 28. La Congregación ha organizado la celebración de conferencias, ciclos de conferencias, cenas-coloquio y reuniones sobre temas religiosos de actualidad, contando para ello con la participación de personalidades destacadas de la vida eclesial (Vicente Enrique Tarancón, Angel Suquía, José María Setién, Juan María Uriarte, Monseñor Laboa, Manuel Unciti, Ignacio Ellacuría, etc.). Asimismo ha continuado dispensando ayuda a casos particulares de vascos necesitados en Madrid, pero su acción mas importante de ayudas se ha dirigido a la financiación, a través de Manos Unidas, de proyectos presentados por sacerdotes vascos en las zonas más deprimidas del mundo, principalmente en África y América Latina. Otra actividad mantenida regularmente durante varios años ha sido la de visitar a enfermos vascos internados en el hospital de parapléjicos de Toledo. En la iglesia de San Ignacio se han venido celebrando de modo regular conciertos del Orfeón Vasco de Euskal Etxea Madrid, de grupos corales y musicales procedentes del País Vasco, de Madrid y de otras regiones de España y de terceros países. La Congregación ha cedido también parte de la casa de Echegaray, 28, para que en ella puedan tener su sede la Delegación en Corte de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, con la que la Congregación tiene una larga tradición de colaboración desde el siglo XVIII, y también la Asociación de San Egidio, benemérita entidad dedicada al amparo de niños con familias problemáticas y de personas marginadas, así como a la mediación en conflictos que puedan afectar a países con problemas internos. En el año 2000 se produjo el desplome de una pequeña parte del falso techo de la iglesia, como consecuencia de la Sede de la Real Congregación, en la calle del Príncipe. Proyecto de fachada de la Iglesia de la Congregación de San Ignacio de Loyola. situación de deterioro de su cubierta, afortunadamente sin producir desgracias personales. Este accidente obligó a la Congregación a tomar conciencia de la urgente necesidad de proceder a la renovación de la cubierta de la iglesia, obra que se tuvo que realizar recurriendo a un crédito de la Caja de Ahorros Kutxa, al no haber tenido una respuesta positiva de las Diputaciones vascas la solicitud de ayuda que se les había realizado, tanto para esta obra como para otras obras urgentes de restauración que la casa requiere. En particular tiene urgencia actualmente la renovación de la cubierta de la casa de Echegaray, 28, ya que, debido a su lamentable estado, cuando se producen lluvias, lo cual en Madrid suele ser más frecuente de lo que se piensa normalmente, se originan filtraciones de agua que pueden afectar a todo el edificio. Han pasado ya cerca de 20 años desde que se realizó la rehabilitación general de la iglesia y de la casa rectoral, teniendo que lamentar ahora el no haber podido entonces dar a aquellas obras el alcance que la situación requería, debido a la limitación causada por lo ajustado de los presupuestos aprobados. Actualmente, por tanto, con un crédito pendiente de pagar y la necesidad imperiosa de disponer de fondos adicionales que permitan llevar adelante las obras imprescindibles para asegurar el mantenimiento del edificio, el futuro de la Real Congregación, cuando se acerca la celebración del tercer centenario de su fundación, se presenta bastante problemático. Parece necesario que las instituciones vascas, bien sean las Diputaciones o el Gobierno Vasco, así como la jerarquía eclesiástica vasca, tomen conciencia de que se está hablando de un patrimonio vasco, que es una parte importante de la historia de los vascos en Madrid y que puede merecer la pena conservar, y respondan a las peticiones de la Congregación, para que este patrimonio se conserve y la Congregación, que actualmente cuenta con más de 600 asociados, pueda continuar desarrollando su meritoria labor. 21 Landázuri FERNANDO TABAR ANITUA CATEDRÁTICO DE ESCUELAS UNIVERSITARIAS • UNIVERSIDAD COMPLUTENSE La conservación del patrimonio ¿Qué es patrimonio? La situación en Álava Entendemos por patrimonio, artístico en este caso, el conjunto de objetos materiales que convencionalmente merecen la consideración de obras de arte. Estos objetos son de muchas clases y en cada una de ellas e individualmente se dan muy diversas calidades, desde las más altas hasta las más bajas. Ello es una realidad objetiva, aunque no pueda ser cuantificada por una máquina, sino por las personas capacitadas por su preparación y su sensibilidad. Su juicio merece en general una aceptación universal y así, y a título de ejemplo, con las extendidas limitaciones impuestas por los prejuicios y la falta de preparación, se está de acuerdo en que las obras de Giotto, Bernini o Picasso son geniales, junto con las de unos cuantos más, pero no muchos. Muy numerosos son los artistas de segundo orden y legión los de tercero, a pesar de lo cual lo que salió de sus manos constituye un legado importante. Hay consenso también sobre la necesidad de conservar el patrimonio como algo valioso, para disfrute propio y de las futuras generaciones, y es una responsabilidad que compete a la sociedad en su conjunto. A efectos de conservación del patrimonio artístico podemos considerar de forma unitaria y separada el territorio alavés. Esto debe ser así tan sólo por razones de operatividad técnica, al estar implicados menos organismos sociales con capacidad resolutiva y medios, con la consiguiente mayor posibilidad de cooperación viable que ello supone. Desde luego no es porque el patrimonio artístico de Álava sea algo aislado; no lo es en parte alguna, pues la cultura es siempre fruto de la comunicación y el intercambio de las ideas y las imágenes. A lo largo de los siglos, y en gran medida debido a una posición geográfica estratégicamente relevante como tierras de paso, las nuestras han recibido influjos artísticos por sus cuatro costados y es necesario un conocimiento global para entender y valorar lo que aquí ha quedado. Pero Álava no ha sido un mero recipiente de influjos e incluso de obras llegadas desde más o menos lejos, sino también fuente de imágenes y formas notables en una variante que podemos considerar propia, enriquecedora de nuestro patrimonio y del de los vecinos, a su vez. 22 La inmensa mayor parte, por no decir la casi totalidad del patrimonio artístico de Álava es el religioso eclesiástico administrado por la Diócesis de Vitoria, que comprende zonas de jurisdicción político-administrativa no alavesa, como el Condado de Treviño y Orduña. Se encuentra disperso por los más de cuatrocientos pueblos del territorio y consiste en templos parroquiales, ermitas y conventos, con su contenido mueble e inmueble. Todo ello suma un conjunto abrumador de miles y aún cientos de miles de obras, que en su mayoría son dignas de ser conservadas, eso sí, con diferentes grados de protección. A su mayor o menor valor artístico intrínseco suman una antigüedad venerable que los convierte en testimonios históricos, algo así como fósiles de las distintas edades de la historia, que nos hablan de las creencias, las aspiraciones y también las formas de vida de nuestros antepasados desde hace aproximadamente mil años, hasta nuestros días. Son objetos que no debemos considerar aisladamente, porque forman conjuntos, microcosmos unitarios que dan sentido a cada pieza. El pensamiento o creencia inspiradora que está detrás es el cristianismo, la religión de Occidente, para la que se crearon la mayor parte de las obras de arte de Europa desde antes de la Edad Media, dando imagen visible a sus historias y forma a sus instrumentos litúrgicos, lo mismo que en las religiones de las otras culturas. Sólo desde el desconocimiento se puede pensar que las obras de arte religioso tienen una vigencia indisolublemente unida a la fe religiosa, porque el valor artístico depende más del talento de su creador que de la idea a la que sirve. Sin embargo parte de ese valor está en la manera más o menos eficaz o adecuada en que las obras expresan la idea o mensaje que representan, sea religiosa o no. Así, el conocimiento o vivencia que el contemplador tenga de esa idea le ayudará a apreciar mejor el valor de la obra. También hay obras que carecen de contenido conceptual, como un paisaje puro, un bodegón no alegórico, un retrato sin atributos y gran parte de las de arte moderno, y no por eso son inferiores a las que encarnan una idea más o menos elevada. En definitiva, se podría decir que no hay obras de arte sagradas y profanas, sino tan sólo obras de arte, y que esas categorías deben servir únicamente a efectos de aclaración temática. El Catálogo de la Diócesis Pero volvamos al caso alavés, el que mejor conozco gracias a un largo contacto, intensificado en estos últimos años gracias a la colaboración con Zoilo Calleja, que ha asumido con total entrega, que mucho le agradezco, su cargo de delegado para el patrimonio de la Diócesis, porque con la mejor voluntad prepara y me acompaña en las visitas que hacemos a los pueblos, imposibles de otra manera, dada la comprensible suspicacia de sus habitantes. Hay que aclarar que no se trata de un territorio inexplorado, sino del mejor estudiado de España, gracias sobre todo al Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria y a otras muchas publicaciones, cuyos autores están vinculados en gran parte a la Universidad del País Vasco. El Catálogo es la obra casi exclusivamente personal de Micaela Portilla, que ha venido dedicando un esfuerzo y unas capacidades poco comunes desde hace casi cuarenta años. Es también una obra modélica en su género a nivel internacional y el punto de partida para cualquier investigación que se emprenda sobre el arte de Álava, al sentar bases muy sólidas sobre las que emprender trabajos sectoriales que las desarrollen y que se encuentran así muy adelantados. Porque el Catálogo no puede decir, ni lo pretende, la última palabra sobre nuestro patrimonio artístico, sino que, por el contrario, una de sus mayores virtualidades es la de abrir esos nuevos caminos a desarrollos posteriores. Y esto debe animar a los estudiantes y licenciados en Historia del Arte, que pueden tener la impresión falsa de que casi todo está hecho y por tanto es poco lo que pueden hacer en el campo de la investigación. Sala del Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria. Foto cedida por el Museo. Amenazas para el patrimonio alavés Ese rico legado de más de mil años de Historia corre grandes peligros que amenazan la supervivencia integral de lo conservado, que afortunadamente es gran parte de lo hecho durante ese tiempo. Hoy, que puede disfrutarse como un tesoro artístico, fuente de placer para quien lo contemple, además de como una vivencia religiosa para los creyentes, se encuentra en grave riesgo de desaparición, si no total, sí parcial, y ¿por qué debemos resignarnos a perder una parte? No se trata de extenderse mucho sobre los males que ha sufrido en el pasado, guerras y revoluciones con sus destrucciones y saqueos, o los más recientes, el Concilio Vaticano II, los robos y la venta de obras. El primero, que fue tan necesario para la renovación doctrinal y pastoral de la Iglesia, tuvo consecuencias desafortunadas para su patrimonio artístico, al suprimir tantos objetos, vistos con desconfianza como depositarios de una devoción demasiado apegada a imágenes materiales. Fue la misma reacción que llevaron a cabo la Reforma protestante hace casi quinientos años y hace muchos más, y de manera radical, las revoluciones iconoclastas del Imperio bizantino. Hoy en día la Iglesia católica parece reconsiderar el papel de las imágenes sacras como figuras importantes de referencia para los fieles. Los robos 23 han disminuido en los últimos años, pero son un problema por la dispersión de los templos en pueblos muy pequeños, en muchos de los cuales sólo vive alguien en los fines de semana y las vacaciones. En cuanto a la venta de obras, se ha dado en todo momento y se acentuó a raíz del Vaticano II, por la razón citada. A menudo se debió a causas justificadas, como la necesidad de conseguir recursos para reparar las iglesias, y se puede poner como ejemplo la del retablo del Canciller Ayala del monasterio de Quejana, al Museo de Chicago, para arreglar el tejado. Actualmente las amenazas son de otra clase y tienen más que ver con el despoblamiento de los pequeños núcleos rurales, al quedarse sin habitantes que cuiden de las iglesias, con el abandono consiguiente. Algunas se encuentran en un estado de ruina tan avanzado y sus pueblos con tan pocas expectativas de revitalización, que se dan ya por perdidas, pues las necesidades son muchas y limitados los medios con que se cuenta para atajarlas. Otros peligros que amenazan la integridad del patrimonio son las pequeñas reformas bienintencionadas, no siempre justificadas por necesidades litúrgicas y promovidas por los feligreses y algunos curas párrocos, porque alteran ese frágil microcosmos o “nicho ecológico” que son los templos, como continente, y el arte mueble que contienen. Especial poca consideración Landázuri se ha tenido con las manifestaciones de los estilos artísticos más recientes, desde el neoclasicismo, que empieza a valorarse hasta por los más desinformados, y sobre todo los historicistas como el neogótico, tenidos por pastiches modernos que se pueden destruir sin el menor remordimiento. Este fenómeno ha ocurrido siempre cuando un nuevo estilo sustituía al anterior, y se hacía sitio para la creación de nuevas formas, pero ahora lo que se pierde no es reemplazado sino por el vacío, como tributo a una estética minimalista, aberrante cuando se aplica al arte antiguo. Veremos lo que ha quedado de ellos cuando se generalice el aprecio por los estilos historicistas, que tienen ya más de un siglo de antigüedad, según una ley inexorable que ya empieza a cumplirse. Además de la supresión de retablos e imágenes, una de las grandes reformas padecidas más dañinas, aunque reversibles, a menos que hubiera pinturas murales subyacentes, perdidas irremisiblemente, es el llamado “sacar la piedra”, eliminación de las capas de enfoscado y enlucido para dejar a la vista la tosca mampostería de los muros de las iglesias. Fue práctica de moda en los años setenta del siglo XX, que respondía al concepto de nobleza de los materiales de la arquitectura moderna y que no tiene sentido extrapolar a la antigua. Descarnar los muros para descubrir la piedra obedecía a un deseo de “autenticidad”, a causa de una cultura urbanita cansada de la “artificiosidad” del cemento. Dejar a la vista la ruda piedra sin trabajar, lo que se hacía por razones económicas, es lo último en que pensaban los arquitectos, maestros de obras y público en general del pasado para un edificio noble como una iglesia, no así para una cuadra o tal vez un mesón, porque cuando se quería que se viera la piedra se tallaba en sillería. Por fortuna esta práctica ahistórica y empobrecedora parece estar hoy desprestigiada y en desuso, aunque aún arraiga en muchas mentes. Hay que reconocer que la Iglesia, que promovió su creación, ha sabido conservar con gran celo el patrimonio, entendido naturalmente con una finalidad religiosa, y que ninguna otra institución ha sabido hacer otro tanto en su ámbito, aun teniendo muchísimo menos que conservar. Es fundamental el papel de los curas párrocos, que no sólo cuidan de las almas sino también de las obras a su cargo como verdaderos conservadores, curators en inglés, por mencionar la raíz etimológica latina común para su función y la de los conservadores de arte. Bien es verdad que ya están bastante cargados de responsabilidades pastorales al tener que atender cada uno a varias parroquias y otras obligaciones, habida cuenta de su escaso número por la disminución de las vocaciones sacerdotales. No se trata de que sean historiadores del arte sino tan sólo de extremar la prudencia y de contar con el responsable diocesano del patrimonio para cualquier reforma que piensen emprender, por pequeña que pueda parecer, dicho esto sin afán alguno de intromisión. Siempre puede contar la Iglesia, y lo hace de forma natural, con la colaboración de los historiadores en una acción de mutuo enriquecimiento. En mis visitas a las iglesias de la Diócesis tengo la oportunidad de conocer a sus curas y es una experiencia muy reconfortante comprobar su magnífica disposición y contar con su ayuda, que desde estas páginas quiero agradecerles públicamente. Las soluciones De algo de lo escrito anteriormente se puede desprender que la situación del patrimonio artístico religioso es crítica o muy preocupante, y afortunadamente no es así. Hay daños causados y peligros que lo amenazan pero también hay importantes medidas para atajarlos y por suerte el caso alavés es paradigmático, gracias al buen entendimiento entre la Diputación Foral y el Obispado, que puede tomarse como modelo. Su colaboración se concreta en dos direcciones principales: la restauración de los inmuebles y la de los muebles que contienen. En la primera, se mantiene el buen criterio de consolidar en líneas generales y de intervenir de urgencia en las cubiertas, donde suele comenzar la ruina de un edificio, porque iglesia retejada es iglesia salvada, cuya restauración podrá completarse en lo sucesivo si lo requiere. La segunda está logrando la recuperación de muchas obras, desde grandes retablos hasta pequeños objetos, que de otro modo se perderían irremisiblemente. Pero el elevado coste de las restauraciones y el número abrumador de las piezas que las necesitan hacen esa tarea mucho más lenta de lo deseable y en esa carrera contra el tiempo es mucho lo que puede perderse por las condiciones ambientales adversas en que se encuentra. La solución estaría en aumentar los esfuerzos por incorporación de nuevos agentes que costearan restauraciones. Ya lo hace la principal institución financiera de Álava, la Caja Vital, pero sería deseable que se sumaran también otras, así como empresas, como ocurre en otros territorios, por ejemplo Vizcaya, donde El Corte Inglés restaura cada año algún cuadro del Museo de Bellas Artes de Bilbao. 24 Otra base fundamental para la conservación del patrimonio es el Museo Diocesano de Arte Sacro; si no existiera todavía habría que crearlo, pero por fortuna ya existe. Su cantera o campo de acción es el arte mueble de todo el territorio diocesano, por lo que no necesita hacer las adquisiciones que suponen un capítulo de gasto tan importante para museos de otro tipo. Es un escaparate, o mejor, vitrina, para exponer obras que no podrían verse en sus lugares de procedencia. A él van a parar las que no encuentran lugar en sus iglesias originarias, porque han desaparecido, se encuentran en riesgo de desaparición, o son tan valiosas y están tan amenazadas de robo o destrucción que dejarlas allí sería una irresponsabilidad. El Museo es también el destino natural para las retiradas del culto que están arrumbadas y en riesgo de degradación y olvido. Otra de sus funciones es la de dar a conocer temporalmente obras recientemente restauradas que luego vuelven a sus iglesias. Porque lo ideal es que se conserven allí, conformando in situ el conjunto que mencionaba antes, donde pueden ser objeto del culto religioso y de la admiración laica, siempre, eso sí, cuando estén garantizadas su seguridad y, por qué no, la posibilidad de ser visitadas. No es necesario insistir aquí en la importante función social y cultural que desempeñan los museos, además de la conservación de las obras. La de acercarlas al público como objeto de disfrute y de enriquecimiento personal en su tiempo de ocio, y qué decir del papel que desempeñan en la educación, en la formación del profesorado y el aprendizaje de los alumnos, a quienes se descubre un mundo nuevo del que podrán gozar toda la vida. Pero un museo que se precie debe ser algo más, un centro de investigación, y para eso hace falta una biblioteca y otros medios que faltan en el Diocesano de Arte Sacro, y no por carecer de espacios en que podrían ubicarse. Si contara con ellos sería el gran museo que ya es por sus colecciones y por su edificio único, neogótico por cierto y uno de los principales monumentos de Vitoria, que va siendo hora de dejar de llamar catedral nueva, porque ya tenemos una catedral, vieja pero en trance de recuperación y estamos bien servidos. Invertir lo necesario en el patrimonio no es derroche ni capricho, sino compromiso ineludible de una sociedad civilizada y avanzada, porque es el legado material que nos ha dejado una historia de muchos siglos en el pedazo de la vieja Europa que habitamos, y tenemos la obligación de transmitirlo a las generaciones futuras. PEDRO LUIS ECHEVERRIA GOÑI Un interesante retablo fingido de los siglos XVI y XVIII descubierto en la parroquia de Gardelegi Con el hallazgo de un singular retablo fingido de pintura en la iglesia de Gardelegi, esta localidad alavesa, conocida por tener el vertedero de Vitoria, se va a convertir en una pequeña Capilla Sixtina de la Llanada. Esta recuperación de un templo medieval pincelado en el siglo XVI y renovado con retablos y nuevas pinturas en el XVIII no es sino la confirmación de la existencia de otros muchos conjuntos ocultos tras enlucidos y retablos de talla posteriores. Nos hallamos ante un caso modélico de salvaguarda, recuperación y puesta en valor de nuestro patrimonio. Con el impulso del propio obispo don Miguel Asurmendi, el Servicio de Patrimonio Histórico de la Diputación se ocupó de la restauración integral del templo en lo referente a cubiertas, eliminación de dependencias adosadas y consolidación de las estructuras. Una vez desmontado el retablo dieciochesco, se iniciaron en octubre de 2000 los trabajos de limpieza, consolidación y resolución estética de las pinturas murales del ábside, labores en las que Diana Pardo y su equipo han empleado siete meses. En las cuentas de 1579 y 1581 se pagaba a Juan de Bustillo, pintor vecino de Vitoria, la elevada suma de 162 ducados por unas pinturas que deben corresponder a la Oración del Huerto y la Flagelación, sin duda las escenas de más calidad del conjunto. Servían de fondo al sagrario romanista, ejecutado por Esteban de Velasco en 1579, unas grisallas decorativas con el escudo de las cinco llagas y una calavera. Motivos similares, aunque de peor factura, se dibujaron en el lado del Evangelio como fondo a una reserva para la primitiva talla gótica del titular. En 1597 el pintor flamenco Elías de Avena o Arras renovaba el conjunto y policromaba el sagrario. Un siglo debió de estar la iglesia con este retablo horizontal delimitado por un listón de madera, hasta que en 1706 se registran pagos por unas pinturas en el altar mayor, y probablemente corresponde a este momento el Calvario barroco del remate. Tras la colocación del retablo mayor de talla en 1754 se documentan distintas intervenciones de miembros del clan pictórico de los Rico, como Juan Angel, Manuel, Carlos Tadeo y Antonio, a quien se paga en 1804 por el definitivo pabellón neoclásico en azul y rojo*. La pinceladura al temple del siglo XVI puede ser considerada como una especialidad pictórica alavesa y, más concretamente vitoriana, ya que en esta ciudad tuvieron establecido su taller algunos de los mejores pintores de muros, como los flamencos Beltrán de Amberes, Pedro de Frisa, Elías de Avena y sus hijos Diego y Vicente, y los locales Pedro de Gámiz, Tomás de Oñate, Andrés de Miñano o el citado Juan de Bustillo. Otras áreas alavesas fueron mercado de pintores establecidos en Orduña, Mondragón y Munain, donde residían especialistas como Juan de Armona, Juan y Antonio de Elejalde y Diego de Cegama, respectivamente. Se trata de grisallas con adiciones puntuales de azul, rojo y ocre que reproducen dibujos decorativos con despieces, almohadillados y casetones que modulan los muros y bóvedas góticos, y ordenanzas de grutescos en “ruedas” y frisos, sin faltar principalmente en algunos ábsides figuras e historias narrativas. La Oración del Huerto reproduce literalmente un grabado manierista de Cornelis Cort de 1568, que se adapta a un marco cuadrado. Sobre el leve enyesado del muro nos encontramos con una pintura lineal que anima la paleta con tonos ocres y rojos en las indumentarias de los tres apóstoles dormidos en primer plano. Tan solo se han perdido la Jerusalén y la turba, con Judas a la cabeza, del fondo. La Flagelación se representa en un marco arquitectónico rectangular que simula el Pretorio de Pilatos con una composición que, si * Los datos documentales proceden del Archivo Histórico Diocesano de Vitoria. Gardelegi. Libro 1º de Fábrica de 1549 a 1731 y Libro 2º de Fábrica de 1743 a 1825. Citados por Mª D. Sanz Gómez de Segura, “Aproximación a las pinturas murales de Gardélegui”. Akobe, nº 2 (2001), pp. 4-8. La primera noticia sobre las pinturas y una panorámica de la pinceladura al temple alavesa en P. L. Echeverría Goñi, Contribución del Pais Vasco a las artes pictóricas del Renacimiento. La pinceladura norteña, San Sebastián 1999. 25 Landázuri Oración en el Huerto. bien parece derivar de modelos miguelangelescos por la exaltación anatómica de los personajes, es fruto de la armonización de varias estampas italianas, con Cristo inspirado en un grabado de la Flagelación de Giovanni Antonio da Brescia, y nórdicas con dos sayones entresacados de Durero y el Maestro IMA. En esta escena pudo intervenir el pintor Antonio de Velasco, hermano del escultor. La parte superior del ábside sirve de marco a un Calvario flanqueado Flagelación. por el sol y la luna ante una ingenuista Jerusalén celestial y rematado por la paloma del Espíritu Santo en el ventanal. Aunque la preparación es más elaborada con mortero grueso y la paleta se amplía con verdegrís, tierras y ocres, su calidad es muy discreta; perfilan el cielo densos nubarrones y un guardapolvos jaspeado, asimismo dieciochesco. Resulta de todo punto sugerente el rostro característico y racial del sayón situado a la izquierda de Cristo, que personifi- 26 ca el temperamento colérico. Si en su anatomía atlética, Antonio de Velasco lo pone al día con la estética del Romanismo miguelangelesco, creemos que para este peculiar rostro de marcados rasgos y barba y bigote rubios se inspiró en el retrato del duque de Sajonia Federico el Sabio, grabado a buril por Alberto Durero en 1524. Así, en los inicios de la Contrarreforma, el famoso príncipe elector luterano se convierte en Gardelegi en uno de los verdugos de Cristo. FEDERICO VERÁSTEGUI Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel El Marqués de la Alameda y la Plaza Nueva de Vitoria. Dos cartas de 1781 Los Ortiz de Urbina de quienes vamos a tratar descienden de la Torre de Urbina de Basabe, en el valle de Kuartango. Restaurada por la Diputación Foral de Álava, merced a la gestión, el empeño y los sabios estudios del arquitecto Juan Cruz Saralegui, hoy se puede contemplar, con su capilla adosada, vigilando el valle desde su enclave. Desde allí, pasaron los Urbina a Bitoriano, Ariñez, Víllodas, Hueto Arriba, Añastro, Pangua y, por fin, Vitoria. Ramón Mª de Urbina y Gaytán de Ayala Nació en Pamplona el 2 de septiembre de 1751. Su padre, Juan Manuel de Urbina y Ortiz de Zárate, era de Vitoria y siguió la carrera de las armas, participando en hechos notables como la conquista de Orán en 1732, la expedición al reino de Nápoles y la conquista de Sicilia al año siguiente, la batalla de Campo Santo en 1743, en la que fue herido dos veces y perdió el caballo, así como las batallas de Plasencia y la de Tanaro en 1746. Los méritos contraídos le valieron numerosos honores y el nombramiento por Fernando VI como Teniente de Rey de la plaza y Castillo de Pamplona en 1747, cargo que ocupó hasta su muerte, ocurrida en 1774. Su madre, Ana Joaquina Gaytán de Ayala y Larzanguren, era hija del marqués de Tola y marqués de Aravaca y 16 años más joven que su marido, lo que tal vez fuera uno de los motivos que propició el que Ramón Mª tuviera que padecer a los seis años el doloroso hecho, y más aún en aquel entonces, de la separación de sus padres. Al morir su padre, eligió a su abuelo paterno, Bartolomé José de Urbina y Zurbano, como curador, por tenerle en gran estima. Al menos eso se desprende de las cartas que le escribía desde la Abbaye-École de Sorèze, en Francia, donde estuvo a los 16 años, recibiendo una rigurosa y avanzada educación (1). Tras la muerte de su abuelo, heredó el título de marqués de la Alameda, siendo el segundo que lo ostentó, ya que su padre había muerto antes. Hombre discreto –por lo que no llamó demasiado la atención de Humboldt ni de Jovellanos cuando estuvieron en su casa–, pero de sólida formación e ideas avanzadas, se convirtió pronto en figura destacada por su influencia social y política, lo que le llevó a ser elegido en varias ocasiones alcalde de Vitoria y Diputado General de Álava en el trienio 1800 - 1803. Siendo alcalde de Vitoria, en 1781, encargó a Olaguíbel la construcción de la Plaza Nueva (hoy Plaza de España), a la que se dio ese nombre por contraposición a la Plaza Vieja, donde se celebraba el mercado más importante de la ciudad y estaba en lo que hoy es la Plaza de la Virgen Blanca. Ese mismo año, escribió a su tío Francisco Luis de Urbina y Ortiz de Zárate dándole cuenta del estado de las obras y de otros pormenores interesantes. Francisco Luis de Urbina y Ortiz de Zárate Había nacido en Vitoria el 11 de octubre de 1721, al decir de Juan Vidal-Abarca, académico correspondiente de la Historia, en su obra Escudos de Vitoria. Edificios civiles, obra que, como todos sus estudios, se caracteriza por un escrupuloso rigor y fidelidad a las fuentes originales. Pues bien, siguiendo a este autor, vemos que la carrera militar de Francisco Luis fue fulgurante, pese a que la iniciara como marino y fracasara como tal “por lo mal que le probaba el mar”. Pasó a Infantería y, emulando a su hermano mayor Juan Manuel, se enroló en Italia en el cuerpo de las Reales Guardias Españolas y, como aquél, fue herido en la batalla de Campo Santo. Obtuvo posteriormente el grado de Teniente General con 25 años y fue nombrado por S.M. para acompañar a Francisco de Pignatelli, el embajador en Francia, en una delicada misión. (Probablemente, esta misión le permitió conocer el adelanto de esta nación en asuntos pedagógicos, en los que ya habían calado las ideas de la Ilustración. Y, probablemente también, la influencia que ejerció sobre su sobrino Ramón Mª puede explicar que éste fuera a estudiar a la abadía de los benedictinos de Sorèze, en la región de Tarn.). Habiéndose distinguido por sus dotes organizativas en Pamplona, en la recomposición del Regimiento de Murcia, que estaba en estado caótico, se le encomendaron el restablecimiento y la organización de las Reales Fábricas de Armas de Placencia (Guipúzcoa) y Toledo. Aquí registró papeles y escritos sobre el arte del templado de espadas y com- 1. Como curiosidad, se puede ver una carta suya publicada en Internet en la dirección: http://www.soreze.com/urbina.htm. 27 Landázuri Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel Una carta autógrafa del Marqués de la Alameda, con su firma. puso una instrucción, que existe en la secretaría de Guerra en tiempos en que no quedaba en Toledo ningún maestro cuchillero, y a él se debe la permanencia de semejante arte en la actualidad en Toledo. El mismo Carlos III visitó la fábrica y como muestra de su satisfacción encargó 12 espadas para regalar a diferentes monarcas. De modo que el visitante que recorra Toledo y admire su industria armera, hoy enfocada al sector turístico por fortuna, ha de saber que su florecimiento se debió a un vitoriano llamado Francisco Luis de Urbina. En la época de las cartas que le envió su sobrino ocupaba la plaza de Fiscal del Consejo de Guerra, lo que no le impidió acudir a acciones de guerra, como la defensa de la plaza de Ceuta, sitiada en 1790 por el emperador de Marruecos. Siendo el General en Jefe de dicha plaza, su eficaz intervención –relatada en la Historia de Marruecos de Fray Manuel Castellanos- y su heroico comportamiento le valieron ser nombrado Gentilhombre de Cámara de S.M. Las cartas El estilo es directo, conciso y sin los circunloquios propios de la prosa de la época. No es nada retórico. Revela con espon- 28 taneidad sus ideas, lo que hace pensar en el grado de confianza y estimación en que se tenían tío y sobrino. El modo en que comparten ciertas claves de pensamiento es producto, sin duda, de una educación y una ideología similar, así como de la identificación en una amplitud de intereses. Todo ello procura frescura y naturalidad al lenguaje utilizado. Sorprende la liberalidad del pensamiento revelado, hasta el punto de que algunas de las ideas expuestas serían producto de escándalo incluso hoy mismo. Las dos cartas están escritas en Vitoria, ciudad en la que vivió escasamente durante los años que duró su cargo de alcalde, a juzgar por la datación del resto de las cartas que escribió en aquella época, la mayor parte desde Madrid y Aranjuez. La primera está fechada el 23 de octubre de 1781 y, en general, trata de asuntos familiares, pero también hay noticias sobre la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, a la que ambos pertenecían, y una mención expresa a Prestamero, que no solo era el fiel administrador de Alameda, sino también su amigo, confidente y consejero, por lo que se desprende de las cartas que cruzaron los dos y que se conservan. Con respecto al asunto que nos concierne, dice lo siguiente: Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel “Es un gusto ver con qué afán se trabaja en la plaza, todo el interior de ella está lleno de una infinidad de materiales, se ha hecho la demarcación, se han abierto parte de los cimientos, y según la priesa que se dan, y el acopio que han juntado y van trayendo todos los días, no dudo que antes que se concluya el año haya más de una vara levantada en todos los tres frentes; Olaguíbel se queda por 500 pesos al año, está ahora trabajando los planes, pero es como vuestra merced dice muy pausado; Alaba (2) y yo tenemos la comisión de la junta para la aprobación de dichos planes y disponer la escritura con las condiciones que sean del caso para que se haga una obra sólida, hermosa y magnífica; se escluirá a Frayles, Monjas y comunidades eclesiásticas, del de esas casas en ningún tiempo; así nos veremos libres de molestias competencias”. (3) La segunda carta está escrita cuatro meses más tarde, el 11 de noviembre de 1781. De ella se desprende que D. Francisco Luis estaba en El Escorial. El contenido de la carta es menos interesante, pero la referencia a la construcción de la plaza de España revela el interés que el alcalde estaba poniendo en su construcción y la consciencia que tenía de la importancia de la obra: El retrato del Marqués de la Alameda. Autor desconocido. “Hoy ha estado aquí Arbore que pasa de Paris a essa [Supongo que se refiere a Madrid] con una Sra., ha visto el plan de nuestra famosa Plaza que le ha parecido soberbio, está trabajando uno para D. Bentura Rodríguez su discípulo, espero que vuestra merced lo vea y le guste, en realidad ha de ser una cosa tan perfecta, que yo espero verlo estampado en el viaje de Pons (4); el tiempo excesivamente lluvioso no permite que se adelante la obra, ya hemos concluido con todos los artículos que deben de constar en la escritura que se formalizaron pasado mañana: se ha hecho el sorteo, y también los cimientos estan casi del todo concluidos”. La única duda que tenemos es la de saber quién es ese Arbore que se menciona en la segunda carta. A juzgar por el texto parecería tratarse de un maestro del arquitecto Ventura Rodríguez. Sin embargo, en la fecha de la carta, éste tenía 64 años (había nacido en 1717, y murió cuatro años después, en 1785). Es dudoso, por tanto, que su maestro pudiera vivir por esas fechas... y menos que apareciera acompañado de una señora. Lo que nos aportan sin duda estos textos es la implicación del alcalde en la marcha de las obras y su interés en la realización de un monumento arquitectónico que iba a marcar definitivamente el inicio de la expansión de una ciudad hasta ahora encerrada tras sus murallas medievales. 2. Se refiere a Pedro Jacinto de Alaba, padre del famoso General. 3. Las cartas se han trascrito respetando la ortografía original y solo se han modificado las abreviaturas, que se han escrito completas para facilitar la lectura. 4. Hace alusión a la obra Viaje de España, escrita por Antonio Ponz (1725-1792), pintor y escritor español a quien el Gobierno encomendó el dictamen sobre el mérito de las obras que hubiera en las residencias de los jesuitas tras su expulsión. No contento con ello, él hizo una obra en 20 tomos en donde reseñó los monumentos más singulares e importantes del país, lo que motiva la referencia de Alameda. 29 Landázuri SALVADOR VELILLA CÓRDOBA Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel Justo Antonio de Olaguíbel (1752-1818) y los caminos de Álava El 7 de agosto del año 2002, en plenas fiestas de la Virgen Blanca, se cumplieron doscientos cincuenta años del nacimiento de Justo Antonio de Olaguíbel, conocido como arquitecto y alabado por el ingenio que supo poner a la prolongación del casco viejo de Vitoria: unos arcos -Los Arquillos- que aterrazaban la dificil ladera sur de la ciudad, y una grandiosa plaza -La Nueva-, que abría la ciudad a otras calles, a otros aires. Cualquier vitoriano, cualquier alavés, proclama orgulloso que tales obras arquitectónicas se deben al arquitecto vitoriano Olaguíbel. En las líneas que siguen, y aprovechando la efeméride, queremos hablar del Olaguíbel -sin duda menos conocido-, constructor de caminos carreteriles o carreteras quien, como escribía Emilio Apraiz, “... por lo visto y como era común entre arquitectos, poseía también autoridad técnica en materia de caminos” (1). A caballo entre el siglo XVIII y el XIX, Olaguíbel construiría dos caminos carreteros de suma importancia para la provincia y, más concretamente para la Rioja Alavesa. Uno de ellos uniría Vitoria con Laguardia a través del puerto de Herrera, y el otro iba desde las Conchas de Haro (la parte occidental de la Rioja Alavesa) hasta Amurrio, al encuentro del camino que enlazaba Bilbao con la Meseta. Una nota de su puño y letra deja bien clara esta misión: “Dn. Justo Antonio de Olaguibel, Profesor de Arquitectura, vecino de esta Ciudad y director de los nuevos caminos que en virtud de facultad real está construyendo....desde la Villa de Armiñon a Briñas por la ruta de las Conchas de Haro...”. (2) 1. La carretera de Vitoria a Laguardia por el puerto de Herrera. A finales del siglo XVIII es unánime el clamor por la existencia de un camino carreteril que una las tierras del sur de Álava con la ciudad de Vitoria y que pueda proseguir hasta los puertos del Cantábrico. El año l788 la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País recibe un escrito anónimo que, entre otras cosas, dice: “... se debería abrir uno [es decir, un camino] que desde Vitoria, entrando por la jurisdicción de Samaniego, siguiese la diagonal de la Rioja Alavesa hasta la raya de Navarra o Castilla, haciendo ramales a todos los pueblos que por su situación estuviesen separados de él, por igualar en lo posible su utilidad” (3). Este mismo año de l788 se funda en La Rioja la “Real Sociedad de Cosecheros de la Rioja Castellana”, y el lema que adoptó es bien significativo: “Prosperarás extrayendo”, lema que lleva implícito la necesidad de buenas comunicaciones, de buenos caminos. Son varios los proyectos que se presentan, tratando cada uno de arrimar el ascua a su sardina. Logroño pretende realizar la carretera por Viñaspre hacia Villafría; Murillo y Fuenmayor proponen que se haga a través de puerto de Toro, frente a Laguardia, “...porque entonces cruzará el tránsito por todo el País” (4). El 12 de agosto de l792 el conde de Aranda envía una carta, fechada en San Ildefonso, en la que notifica que “... concede su Majestad permiso a aquellas Hermandades (de Samaniego y Laguardia) y a los demás pueblos de su partido que quisieran obligarse a ello, para fabricar un buen camino carretero desde Vitoria a Laguardia” (5). Pocos días antes, el 7 de agosto de l792, Justo Antonio de Olaguíbel había firmado el proyecto de este camino carretero : “... debía nombrar y nombró a D. Justo Antonio de Olaguíbel... pase a reconocer, delinear y señalar el curso y rumbo que ha de tener dicho camino desde esta ciudad hasta la enunciada raya de esta provincia con Castilla” (6). Diversos acontecimientos hacen que la construcción del camino se vaya retrasando y, con el tiempo, son tantas las pasiones que despierta que hasta el mismo fabulista Samaniego entra en la refriega, ya que, en su opinión, el camino no debería atravesar la sierra por el puerto de Herrera, sino que debería seguir por las tierras bajas, al encuentro del camino que desde Labastida enlazaba con el camino de Postas en Armiñón, siguiendo su filosofía de que “Estos caminos de extracción, cuantos más pueblos crucen son mejores”. En plena temporada de vendimias, Samaniego llama a su amigo de Abalos Antonio Fernández de Navarrete, para que acuda a La Escobosa -finca de recreo del fabulista, auténtico château riojano derruído en l995- y trate de convencer a Salazar, futuro ministro de Marina con Fernando VII, para que la carretera vaya por la falda de la Sierra: “Le advierto en secreto”, escribe Samaniego, “que Olaguíbel no está muy 1. Apraiz, Emilio: “Samaniego, Olaguíbel, Salazar... y las carreteras de Las Riojas”. Boletín de la Excursionista Manuel Iradier, 63, feb. de l962, 7-8. 2. Extractos de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, l788. 3. Idem. 4. A.H.P. de Álava, DHA, 676-2. 5. A.H.P. de Álava, DHA, 676-2. 6. A.H.P. de Álava, DHA, 676-2. 30 Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel Ventas de Ugazi. satisfecho de la pretensión de Salazar; con que ánimo, amigo mío. Olaguíbel no se atreve a hablarle y si le habla no se explica; con que sus argumentos de Vd. tienen que ser más convincentes... Aquí, de sobremesa, entre botellas de supurado y moscatel...” (7) . La carta, toda una delicia, está fechada el 4 de octubre de l800, aunque nosotros creemos que debe ser de años antes. De nada sirvieron los esfuerzos de Samaniego y poco influjo debieron tener las “razones trigonométricas” de Navarrete y el supurado del fabulista en el ánimo de Salazar, ya que el camino se construyó por el puerto de Herrera, finalizando poco antes del año 1800: “Del nuevo camino real que esta Provincia está haciendo desde dicha ciudad para la villa de Laguardia y que las había hallado perfectamente concluídas, con arreglo en un todo a sus condiciones. 26 de Octubre de l799” (8). Viene a confirmar su finalización que, el 29 de octubre de l800, Olaguíbel reclama al tesoro de la Provincia “2.490 reales de salarios atrasados entre los que hay 25 días de viajes con caballería”, por el reconocimiento del camino de Vitoria a Laguardia por Herrera. Se puede, pues, concluir que el camino de Vitoria a Laguardia por Herrera fue proyectado, seguido y revisado por Olaguíbel. 2. Carretera desde Briñas hasta Amurrio El año 1772 había entrado en pleno rendimiento el camino que, desde Bilbao, y apto para carruajes, conducía al centro de la Península, hasta Madrid, a través del puerto de San Bartolomé, conocido hoy como puerto de Orduña, en tierras alavesas. Con esta construcción se olvidaban los viejos caminos de herradura que ascendían por dificilísimos senderos la Sierra Sálvada, en las tierras del Alto Nervión, y se acercaban los puertos del Cantábrico a la capital del reino. Los caminos son el tema central de las Juntas Generales de Álava celebradas el 11 de julio de l792. Sin pasar un mes, el 7 de agosto, el Diputado Verástegui, encarga a Olaguíbel que reconozca el camino desde la raya con Castilla, en Briñas, hasta el lugar de Amurrio, “...que los planos firmados de su orden para verificar este proyecto por el arquitecto Director don Justo de Olaguibel...” (9). Al año siguiente, en l793, la Provincia envía un escrito a Madrid acompañado de los planos para construir un camino carreteril que se quiere hacer “desde el pilar divisorio de la jurisdicción de la villa de Briñas del Reino de Castilla hasta enlazar con el que tiene hecho el Noble Señorío de Vizcaya por Miravalles para Bilbao [... ] y por eso ha hecho levantar a Don Justo Antonio de Olaguível [sic] [...] los dos planos que acompañan...” (10) . Aunque no se conservan los planos, sí que podemos leer varios documentos que se guardan en el Archivo Provincial, documentos que van relatando minuciosamente el proceso para la construcción de este importante ramal. 2.1. De Briñas a Arminón Comenzando casi en la jurisdicción de Haro, el primer tramo va desde la “pilastra” de Briñas hasta Arminón, al encuentro del camino Real de Postas que venía de Madrid hasta Guipúzcoa y que había sido construído entre los años 1765 y 1770. La longitud total es de 52.615 pies (16.026 metros), concretando que se tiene que “romper la Peña de la primera Concha que se halla entre la venta del Moral y la venta de Salinillas”, así como que se tienen que realizar un puente sobre el río Salinillas y otro sobre el río Ayuda, éste en Lacorzanilla. La construcción se regula y tasa en 22 reales vellón el pie, resultando un coste total de 1.157.420 reales de vellón. Para este tramo el año l798 Olaguíbel traza los planos de una sencilla caseta “... para el cobro del peage del camino, de las Conchas llamadas de Haro, que se ha de construir según el 7. Carta de Samaniego a D. Antonio Fernández de Navarrete de Abalos, en Obras inéditas o poco conocidas del insigne D. Félix Mª Samaniego, 16 de noviembre de l800. 8. A.H.P. de Álava, DHA, 3.256/1. 9. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1 10. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1 31 Landázuri Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel 32 Recordando a un gran arquitecto: Olaguíbel «... desde las hayas de la fuente de Altuna...». Altube. Caseta para el cobro de peaje en «La Cadena» de Zambrana, proyectada por Olaguibel adjunto diseño y conforme a las condiciones que para el efecto tengo dispuestas y firmadas” (11). Esta obra que diríamos menor, y que no es desdeñada por un arquitecto como Olaguíbel, sería el lugar donde se colocó posteriormente la cadena para el cobro del peaje. Al año siguiente, en enero de l799, Olaguíbel reclama al tesorero de la Provincia 1.755 reales de vellón “...en varios viajes que tengo hechos a mediciones, señalamientos, reconocimientos...” (12). Al igual que todo el camino, el proyecto se dividió en tramos que se sacaron a subasta entre diversos contratistas de las cercanías y acudiendo también de Durango, de Eibar e incluso de Santander. Derribando las peñas de las Conchas estuvo con barrenos Joseph Velastegui, vecino de la anteiglesia de Ibarruri. El 13 de septiembre de l801 Bernardo Antonio de Areta, vecino de Salinillas, escribe una nota diciendo haber recibido de Don Justo Olavivel [sic] 2.000 reales de vellón (del tesoro de la Provincia) para pagar a los operarios, tanto carreteros como camineros, que había tenido trabajando. En l799 se emplean tres meses para plantar árboles desde Armiñón a la Venta de Salinillas. Y, aunque para el año 1800 la mayor parte del camino ya estaba terminado, los remates debieron alargarse tanto que todavía el año 1809 trabajaban en él “varios de los presos de la Real cárcel de esta Ciudad y peones jornaleros” (13) . 2.2. De Vitoria a Amurrio Este importante y ansiado tramo de camino carreteril fue encargado por el Diputado General al arquitecto Olaguíbel el 7 de agosto de l792. El Diputado General pide a Olaguíbel reconocer el camino a Bilbao por Amurrio, solicitándole que presentara planos y el coste. Olaguíbel redacta los planos y hace un minucioso estudio del proyecto que, muy resumido, podríamos concretarlo de este modo: - Del Portal de Arriaga al puente de río Jaundia, 100.050 pies (30.475 metros), que se halla al remate de la bajada del puerto de Altube. Se tasan a 21 reales el pie, lo que monta un total de 2.101.050 reales de vellón. - Desde el puente del río Jaundia, por las ventillas, hasta el lugar de Amurrio y unión con el dicho camino de Bilbao por Castilla, que totalizan 39.950 pies (12.950 metros). Se sigue y tasa cada pie a 28 reales de vellón, es decir 1.118.600 reales. (La medición se hace hasta el puente de Yarzubiaga, sobre el Nervión, ya que hasta el Crucero había 40.750 pies). Este último trayecto del puente de Jaundia a Amurrio, uniendo el puerto de Puente de Jaundia. Altube con Amurrio, molestó sobremanera a los de Urkabustaiz y Baranbio, que querían que siguiese el curso del río Altube. Su apuesta fue tan fuerte que, tras presentar recurso en las Juntas Generales de Álava para que el camino se trazara a través de Orozko, ya que es legua y media más corto y cuenta con más ferrerías, logran que se paralicen las obras. En l797 Olaguíbel, junto con el arquitecto Echanove, es comisionado para medir y tasar tanto el camino que va hacia Amurrio por las Ventillas, como el que dirigiéndose por Baranbio y Orozko llega hasta Areta, presentando un estudio de distancias y costes, comparando las dos rutas. Mientras se va trabajando y el camino se acerca a Murgia, hay órdenes y contraórdenes, existiendo una Real Orden del 16 de agosto de l806 que manda paralizar los trabajos hasta nuevas noticias... Poco más tarde, la invasión francesa impedirá que el proyecto se reanude, de manera que el tramo del puerto de Altube, desde la fuente de Altuna hasta el puente de Jaundia, tendrá que esperar a los años de 1816 a l818 para llevarse a cabo. Y el último tramo, el que va del puente de Jaundia a Amurrio, por las Ventillas de Ugazi, se construirá el año 1817, siguiendo, como podemos imaginar, los planos trazados por Olaguíbel. que falleció el 10 de febrero de l818, precisamente cuando este proyecto tan importante y que tantos sinsabores le había costado, llegaba a su término. 11. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1 12. A.H.P. de Álava, DHA, 64-1 13. A.H.P. de Álava, DHA, 676-3. Vidal-Abarca, Juan, Historia de los Caminos de Alava, Actas de las Juntas Generales de Alava, tomo VI, l994. 33 Landázuri Bodegas y Viñedos «Granja Ntra. Sra. de Remelluri, S.A.» Labastida (Rioja Alavesa) 34 CARLOS M.ª HERNÁNDEZ … HABLANDO DEL CONCIERTO ECONÓMICO Semblanza de un insigne fuerista alavés: Benito de Guinea Nos ocupamos en este artículo de un personaje que jugó un papel de primera importancia en la política alavesa de la época de la Restauración y que fue considerado como el más cualificado definidor y defensor del concierto económico, instrumento básico de la actual autonomía foral y estatutaria vasconavarra. Benito de Guinea y López de Aréchaga nació en Vitoria el 20 de marzo de 1855. Su partida de bautismo nos dirá que era hijo de Ángel de Guinea y Cárcamo, natural de Labastida, y de profesión miñón, y de Eusebia López de Aréchaga y López de Aréchaga, natural de Urrunaga. Lo más curioso del caso es que la dicha partida nos informa de que Guinea nació en la propia “Casa Palacio de la Provincia”. Nos encontramos, pues, ante una circunstancia de nuestro personaje digna de admiración y que será muy alabada por los que le conocieron, y es el hecho, elogiable aún hoy y mucho más en la época que nos ocupa, de que el hijo de uno de los vigilantes y cuidadores del Palacio provincial llegara a ocupar cargos de la máxima relevancia en él, “por su propio esfuerzo, por su laboriosidad, su inteligencia y su perseverancia”, como se puede leer en la necrológica que tras su fallecimiento se publicó en la Revista Ateneo (órgano del Ateneo vitoriano) en su número de abril de 1917. En efecto, Guinea, abogado de profesión, fue diputado provincial por el distrito de Vitoria desde 1888 hasta su muerte en 1917, salvo el paréntesis entre 1901 y 1905, y vicepresidente de la Diputación en dos bienios por el pacto de unión con los diputados urquijistas. Su actividad profesional y política le llevará a intervenir activa y destacadamente en la negociación del concierto económico aprobado en 1906, de forma que su habilidad negociadora y conocimientos legales y administrativos serán considerados por la prensa de la época de importancia fundamental para la consolidación y permanencia del régimen concertado. Volviendo a la citada necrológica ateneista, encontramos que “fue uno de los hombres que el País tuvo a su servicio como celoso defensor de sus derechos. Y en las conferencias con el Gobierno para renovar los plazos del Concierto Económico, se distinguió entre los comisionados por sus consejos, sus trabajos y sus discursos, manteniendo, frente a las exigencias de los Ministerios, la verdad, la razón y la justicia que nos asistía”. Políticamente Benito Guinea, dentro del ideario carlista, evolucionará hacia las posturas del político y periodista Nocedal, cuyo partido dirigirá en Álava, partido que, considerando secundarios los aspectos del legitimismo dinástico, centrará su actividad en la problemática religiosa y foral, como demuestra el lema “Unidad Católica y Fueros” bajo el que saldría a la calle el periódico El Eco de Álava, fundado por el propio Guinea tras la escisión con los carlistas ortodoxos y su periódico El Heraldo Alavés. De lo que no cabe duda, por los testimonios que hemos recogido, es del talante pacífico, tolerante y, si se me permite, “liberal” (en el sentido definido por Marañón) de nuestro personaje, como demuestra su intervención, publicada en la citada revista del Ateneo vitoriano de noviembre de 1913, en homenaje a Canalejas en el primer aniversario de su muerte, y corrobora, por ejemplo, el hecho de que un político de ideas tan contrarias como Eduardo Dato escribiera desde Madrid una sentida nota de pésame al enterarse de su fallecimiento en Vitoria, o el que, al parecer, la propia Reina Madre, María Cristina, le invitara a San Sebastián durante su veraneo, para celebrar el feliz arribo del concierto económico. En el número del 15 de mayo de 1917 de la revista EuskalErria encontramos las siguientes palabras que el periodista donostiarra Adrián de Loyarte dedicó a nuestro personaje: “No hemos de olvidar en estos cortos renglones, su gestión en la Diputación provincial de Álava; sus trabajos jurídico-administrativos con motivo de los últimos conciertos económicos, y su profundo amor a las cosas de nuestro país”. “Guinea al frente de la Diputación alavesa se distinguió siempre por su gran espíritu de rectitud y justicia. Cuando la discusión dividía los criterios y los grupos Guinea no personalizaba, y acertaba a caer siempre por el lado de los derechos de su país”. “La revista Euskal-Erria, que en más de una ocasión enalteció los méritos de tan esclarecido euskalduna, dedica estas líneas como homenaje de admiración sentida a la memoria de quien tanto trabajó por los prestigios de su país”. No es de extrañar, dado el pueblo de origen de su madre, la condición de euskalduna que la revista Euskal-Erria atribuye a nuestro personaje (bisabuelos de quien escribe estas notas, procedentes también de Urrunaga y primos de D. Benito por su línea materna, López de Aréchaga, utilizaban con normalidad la lengua vasca en su casa de huéspedes y bar del 70 de la Cuchillería bien entrado el siglo XX). Otras cuestiones vinculadas a la conservación del patrimonio alavés acapararán la atención de Guinea, como las actividades para la restauración del santuario de Estibaliz, iniciadas como consecuencia de una moción presentada por él mismo el 15 de mayo de 1893, aprobada por la Diputación. Así se inciaron gestiones y trámites, detenidamente descritos por Joaquín Jiménez en su trabajo “Álava por Santa María de Estibaliz”, publicado en la revista Estibaliz de 1991. Tales anhelos culminaron en la restauración del santuario, tan añorada años antes por el grupo de intelectuales alaveses que capitaneaba Becerro de Bengoa. Menos conocida es su moción, también aprobada por la Diputación en 1899, relativa a la conveniencia de reducir los aprovechamientos forestales de los montes de la Provincia con el fin de garantizar su conservación y repoblación. Quisiera terminar esta semblanza de un vitoriano que entre los siglos XIX y XX supo compaginar, a pesar de su origen humilde, una destacada actividad profesional, llegando a figurar como consejero del recién creado Banco de Vitoria, una intensa labor política fuerista y vasquista, y unas arraigadas convicciones cristianas, que jamás se avergonzó de exteriorizar, con las palabras que le dedicó Tomás Alfaro, publicadas en la revista Fin de Año de 1961: “Todos le respetaban por su honesta vida familiar, por su afectuoso trato, por su honradez profesional que le aportaba, incluso clientes de ideales contrarios. Ocupó cargos públicos con intachable conducta y, cuando murió, el pueblo entero le acompañó a su última morada con cariño y respeto.” 35 Landázuri JOSÉ MARÍA SEDANO LAÑO Un vasco universal LUIS OLARIAGA, economista vitoriano En demasiadas ocasiones, los alaveses –aunque no los únicos– somos un pueblo desagradecido y culturalmente olvidadizo al ignorar la trayectoria de algunos hombres y mujeres aquí nacidos que engrandecieron nuestra provincia de Álava llevando su nombre por el mundo. Los cinco continentes, y no es exageración sino demostrable realidad, tienen secular presencia alavesa en variopintas manifestaciones. ¿Quién sabe de un vitoriano excepcional que se llamó Luis Olariaga Pujana? A manera de presentación, vaya por delante que la Comisión de Álava de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País organizó en 1985 un ciclo sobre economía en la Cámara de Comercio e Industria de Álava con el título de “Validez de las teorías económicas de Olariaga en los nuevos conceptos”. Dos de las conferencias tuvieron como ponentes a Luis Dorao Lanzagorta, publicista, y a Juan Velarde Fuertes, catedrático de Estructura Económica de la Universidad Complutense, tratando, respectivamente, de “La actualidad de Luis Olariaga, un vasco universal” y “Un vitoriano insigne, el economista Luis Olariaga”. Olariaga nació en Vitoria el 21 de marzo de 1885, precisamente en el popular edificio de la calle Correría que llamamos El Portalón, falleciendo en agosto de 1976 a los 91 años de edad. Hizo sus primeros estudios en el Instituto vitoriano de la calle Becerro de Bengoa. Allí obtuvo el título de bachiller. Poco después ingresó como escribiente en la banca, al propio tiempo que estudiaba idiomas. Posteriormente se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid, doctorándose con nota de sobresaliente. A partir de 1912 perfecciona sus conocimientos en las Universidades de Londres y Berlín pensionado por la Junta de Investigaciones Científicas, especializándose en Economía Política. Ejerció como profesor numerario de Política Social en el grupo de Doctorado de Derecho de la Universidad matritense, profesor honorario de la de Santiago de Chile y doctor Dos libros de Luis Olariaga. Fundación Sancho el Sabio. honoris causa en la de Buenos Aires y otros centros universitarios latinoamericanos. En 1922 le eligieron como consejero de la delegación de España en las Conferencias Económicas de Génova y Berna, con participación de la flor y nata de economistas europeos. Luis Olariaga fue presidente del Consejo Superior de Banca y Bolsa, vocal del Consejo de Ferrocarriles y gobernador del Banco de España, recibiendo a lo largo de su vida diversas condecoraciones nacionales y extranjeras. De su amplio currículo, Venancio del Val nos informa que fue en Londres donde conoció y trabó amistad con su paisano Ramiro de Maeztu. En el cam- 36 po de trabajos periodísticos sobresalió como columnista de política económica y banca en la revista España, que dirigía José Ortega y Gasset, y como editorialista en importantes periódicos madrileños como El Sol y El Imparcial. En 1922 se le encargó reorganizar el Ministerio de Industria y Comercio, en el que ostentó la jefatura de Comercio Exterior, al tiempo que se le designaba vocal secretario de la comisión española en la Conferencia Internacional de Economía Financiera en Génova. En 1928 ejerció como secretario del comité interventor en la nueva reestructuración del Ministerio de Hacienda, colaborando en la redacción de varias disposiciones legisladoras y en la creación del Banco Exterior, del que fue secretario general. En los inicios de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, allá por 1944, fue profesor de la asignatura Teoría del Dinero, y en la Facultad de Derecho de la misma Universidad explicó la disciplina de Economía Política. En 1948, con la colaboración de los grandes bancos, fundó el Instituto Bancario de Madrid y Barcelona, encargándose de su dirección. Años más tarde, en 1957, se crea en la Facultad de Derecho (Madrid) la Cátedra Luis Olariaga de Economía Bancaria. Esta es una resumida muestra de lo que en el sector económico-financiero supuso la presencia a nivel nacional e internacional del cerebro vitoriano don Luis Olariaga Pujana, quien, siendo uno de los más ilustres hijos de esta ciudad, casi nadie sabe que existió. Ni siquiera ha merecido el honor de titularle una calle en su pueblo natal, cuando otros la tienen sin apenas mérito para ello. Nota final. Este artículo se publicó en el número 1 de la revista vitoriana Dato económico, octubre de 2002. Lamentablemente, el texto apareció cortado, por lo que se reproduce aquí en su totalidad. VENANCIO DEL VAL † Unas ordenanzas municipales de V i t oria Es loable, aconsejable y necesario el establecimiento y aplicación de Ordenanzas o normas para el mejor funcionamiento o desarrollo de cualquier actividad, bien dentro de ambientes particulares y privados, como en lo público, para conseguir el buen orden de las cosas. Han existido, y aún existen, Ordenanzas en entidades de variados fines, en asociaciones y agrupaciones de uno u otro carácter y en comunidades de uno u otro signo. Concretamente en Vitoria encontramos Ordenanzas en los libros de Cofradías piadosas y en las vecindades de nuestras calles. Existen varias Ordenanzas de Hermandad para el régimen de los pueblos, que nos resultan interesantes y curiosas, y que en la actualidad tan útiles podrían ser. Ya aparecen referencias en el siglo XV cuando se alude a las Ordenanzas viejas del año 1417 a las que suceden las Ordenanzas nuevas de 1488. Estos textos han sido muy útiles para el buen ordenamiento y régimen de la población. Hoy asistimos a unos fenómenos de incivismo, que nos hacen pensar en aquellas Ordenanzas. Tenemos, por ejemplo, las pintadas irrespetuosas en las paredes y monumentos, desmanes o algaradas callejeros provocados por una libertad mal entendida o un sentido democrático errado. En los tiempos de que hablamos, al mismo tiempo que los municipios y otras corporaciones hacían valer las ordenanzas para su buen gobierno, se estudiaba en las escuelas de enseñanza primaria la asignatura de Urbanidad, tan útil para la educación ciudadana, así en el ámbito doméstico, como en el urbano cívico. ORDENANZAS DE HACE MÁS DE 80 AÑOS Hacia el final del primer cuarto del pasado siglo XX, el Ayuntamiento vitoriano promulgó unas Ordenanzas municipales que, sin pasar mucho tiempo, con el cambio del tiempo y la sucesión de regímenes políticos, quedaron en desuso. Habían sido elaboradas dentro de un periodo liberal, anterior a las dos dictaduras del siglo, la de la época de los gobiernos de Primo de Rivera-Berenguer y la de Franco. Dichas Ordenanzas, editadas por la misma Corporación municipal, eran de obligado conocimiento para los empleados municipales e incluidas dentro del programa de las oposiciones para acceso a la plantilla oficial de oficiales del Ayuntamiento. Fueron aprobadas en sesión del día 11 de agosto de 1921, siendo alcalde Herminio Madinaveitia, y confirmadas el 11 de octubre del mismo año, de conformidad con la Comisión provincial. Fueron editadas en la imprenta de Iturbe; en volumen aparte lo estaban las Ordenanzas especiales referentes a obras. Las Ordenanzas municipales de la Ciudad de Vitoria de 1921 comprenden 10 títulos, 41 capítulos y otras tantas secciones. Comienzan en el primer título señalando el término municipal de Vitoria a los efectos administrativos, dividido en seis distritos. Se completa el título primero diciendo a quién corresponde la autoridad municipal, señalando los derechos y deberes de los habitantes. El título segundo trata de las fiestas y espectáculos públicos: festivales religiosos, fiestas populares, ferias, espectáculos públicos, teatros y cines, Carnaval y bailes públicos, corridas de toros. Foto: Fundación Sancho el Sabio DE LA MORALIDAD Y TRANQUILIDAD PÚBLICA Bajo este título se comprenden siete capítulos, que tratan de juegos y rifas, embriaguez y blasfemia, mendicidad, prostitución, anuncio y venta de libros y periódicos, niños perdidos y abandonados, serenatas, músicas, cencerradas, etc. Entre otras cosas leemos: “La vía pública no podrá ser ocupada en punto alguno con juegos, aun cuando sea de los no prohibidos por la ley”. Se prohibía el ejercicio de la prostitución en las plantas bajas de los edificios, en las calles céntricas y principales, en lugares cercanos a escuelas de primera enseñanza y otros centros de educación y cultura, en edificios colindantes o inmediatos a cualquier iglesia o instituto religioso. Las ventanas y balcones de las casas de lenocinio debían estar constantemente cerradas por toldos o persianas que impidieran ver el interior de las habitaciones desde la calle y casas vecinas. Las mujeres dedicadas a la prostitución que con palabras, signos o de otro medio tratasen de atraer la atención de los transeúntes serían trasladadas al depósito retén municipal y sujetas al máximo de multa. También figuran estos dos artículos: “Sin permiso de la Alcaldía se prohíbe desde las diez de la noche en adelante cantar o tocar instrumentos músicos, ni producir clase alguna de ruidos molestos, ni dar gritos en las calles, plazas o paseos públicos”. “Se prohíbe dejar por las noches en los patios o galerías, aunque sean interiores, y, a mayor abundamiento, en la vía pública, animales que, con sus gritos o cantos turben el descanso de los vecinos”. SEGURIDAD PERSONAL En cuanto al tránsito de peatones, “tendrán preferencia aquellos a cuya derecha en el sentido de su marcha estén colocados los edificios”. “Tampoco se permite la parada o estacionamiento de personas que impidan el tránsito público, ni sentarse en las calles, cordones de las eras, ni en los umbrales de las puertas de las casas”. “Queda prohibida, sin motivo justificado, la formación de corros o grupos que obstruyen el paso, así como el correr precipitadamente por las calles”. 37 Landázuri Se habla del tránsito de ganado y caballerías, de carros, carritos de mano y coches, referidos éstos a los tirados por caballerías. “Todos los carruajes destinados al transporte de personas deberán llevar dos faroles, uno a cada lado del conductor, exceptuándose las diligencias, carritos y tartanas, que podrán llevar uno solo en la parte superior de la delantera. Los coches de servicio público llevarán también su interior convenientemente alumbrado”. Los velocípedos debían ir provistos de bocina o aparato sonoro. “Los automóviles en su paso por el interior de la población deberán llevar una velocidad moderada, que no exceda de la de un caballo al trote”. Dentro del mismo título de la seguridad personal, se trata de los perros, alumbrado, conducción de aguas, vigilancia, incendios y otros servicios. POLICÍA SANITARIA Y DE ABASTOS En el título dedicado a policía sanitaria se trata de la limpieza, pavimento y su conservación, aguas, lavaderos, medidas de higiene, desinfecciones, epidemias, focos de infección, vacunación, extracción de pozos, extinción de animales muertos, cría de animales domésticos, cementerio, higiene de los establecimientos y vivienda, establecimientos insalubres, traperías, cuadras y establos, casas de baños, barberías y peluquerías, escuelas y colegios particulares, talleres y fábricas, habitabilidad, construcción de nueva planta y de reforma, retretes, fregaderos, sumideros de cocina, lavabos y baños, ejecución de las obras. En cuanto a la policía de abasto, se dedica atención a la inspección de sustancias alimenticias, mercados y establecimientos para la venta de substancias alimenticias, venta de carne, pescados y caza, venta de leche, fabricación y venta de pan, matadero, pesas y medidas. INSTALACIONES INDUSTRIALES Siguen los capítulos dedicados a instalaciones industriales, en los que se comprenden los siguientes apartados: establecimientos peligrosos e incómodos, licencias de instalación, inspección, generadores de vapor, generadores fijos, 38 generadores semi-fijos y locomóviles, aparatos inherentes a los generadores, motores, transmisores y máquinas para operadoras, ascensores y montacargas, aparatos de destilación, hornos y fraguas, chimeneas industriales, substancias explosivas y combustibles, almacenes, tiendas, transportes de explosivos. ORNATO PÚBLICO Y POLICÍA RURAL Los últimos títulos o apartados que contienen las Ordenanzas municipales de 1921 se refieren a estos aspectos. Se trata de las edificaciones y su relación con la estética y los diversos elementos que se relacionan con ello: letreros, lápidas, monumentos, etc. Por lo que respecta a la policía rural, se trata de la mejora, custodia y conservación de los paseos y jardines públicos, que estarán a cargo de la Corporación municipal, a excepción de aquellos cuya propiedad pertenezca a otras entidades, con siete prohibiciones, entre ellas, coger plantas, flores, hojas o ramas, causar desperfectos en los bancos, verjas, fuentes, estatuas y monumentos, o en cualquier objeto de comodidad u ornato, invadir los parterres o macizos de los jardines, entrada de perros u otros animales, y, por último, “realizar todo acto que, ejecutado injustificadamente, produzca daños en los jardines y paseos, vaya contra su ornato u ocasione molestias a los transeúntes”. Se señalan otras prohibiciones que dañen o deterioren los terrenos o caminos vecinales. Se dictan disposiciones para la custodia de los campos, entre ellas las que afectan a los cazadores. Finalmente, se señalan la multas y penalidades para los infractores. DIVISIÓN TERRITORIAL Como apéndice a las Ordenanzas, se incluye al final relación de todas las vías públicas de la Ciudad de Vitoria y sus 44 pueblos, pertenecientes a las seis Tenencias de Alcaldía del Ayuntamiento, conforme a la división aprobada en sesión ordinaria del día 9 de enero de 1889. La sexta Tenencia de Alcaldía comprendía a los pueblos del término municipal. Se completaba con una tabla de las temperaturas. ÁNGEL IBISATE LOZARES En busca de E.O., el primer periodista alavés en euskara Varias veces ha tratado el Prof. Javier Díaz Noci de los textos periodísticos alaveses en lengua vasca aparecidos en aquel efímero semanario (mejor, tentativa de semanario) que, con el título y subtítulos Gure Izarra. Euskalerrico berriac. Astean bein, se comenzó a publicar en París en 1888, del que sólo aparecieron dos números: un número 0, fechado el 13 de octubre, del que únicamente se conoce un ejemplar, en la Biblioteca Nacional de París, y el número 1, fechado el 30 de octubre, del que se conservan dos ejemplares, uno en la misma biblioteca francesa y otro en la del Parlamento Vasco de Vitoria, que, gracias a la amabilidad de la bibliotecaria Charo Valverde, hemos podido examinar en fotocopia, pues el original se halla en fase de restauración. El asunto lo trató Díaz Noci por primera vez, dentro de un panorama más amplio, en su estudio “El periodismo alavés en lengua vasca: una aproximación histórica (1888-1936)”, en Sancho el Sabio 6, 1996, 393-417. Tras informar de lo que se conoce de la historia del proyecto, el autor hace un amplio resumen de las noticias de Álava aparecidas en ambos números, señalando las características lingüísticas de las informa- ciones remitidas por dos corresponsales, que firman con sólo iniciales: E.O. (en el número 0) u O. (en el número 1), en dialecto guipuzcoano, y B. (éste únicamente en el número 1), en dialecto vizcaíno. El trabajo se enriquece con la transcripción de los textos de las noticias alavesas, que Díaz Noci da en anexos. Un escueto resumen de los datos ofreció después en un corto artículo titulado “Balbuceos del periodismo alavés en lengua vasca: Gure Izarra”, aparecido en la p. 39 de la denominada “Revista de Álava” del domingo 4 de enero de 1998, suplemento dominical de El Periódico de Álava. Encabezando el breve texto, se reproducía la que aparece como la primera página del número 1, si bien, comparado el texto periodístico que contiene con los anteriormente publicados y a la vista del ejemplar del Parlamento Vasco, se trata en realidad de una composición fotográfica en la que la cabecera, fecha y número son, efectivamente, las del número 1, mientras que el texto es el del número 0. Últimamente lo ha tratado en el trabajo “Textos periodísticos alaveses en lengua vasca (1888)”, publicado precisa- 39 Landázuri mente, en esta misma revista Landázuri, números 8-9-10, julio de 2001, p. 28-30. Este artículo repite a la letra el texto acerca de Gure Izarra publicado en Sancho el Sabio. Pero aporta la novedad de la reproducción (desgraciadamente, en tamaño excesivamente reducido y sin incluir las cabeceras, con las fechas y numeraciones) de parte de las primeras páginas de ambos números, lo que nos permite ver cómo se daban en el periódico, las primeras y bajo el escudo de la Provincia, las informaciones de Álava. El interesado tiene ya en los trabajos del Prof. Díaz Noci todo lo que se puede saber hoy acerca de ese primer ensayo de periodismo alavés en euskara. Nuestra “aportación” (entre comillas, pues, como se verá, no es casi aportación, ni nada) va en otra dirección. Una buena parte de las informaciones de Álava, la mayor, se refiere a localidades del Ayuntamiento de Barrundia y su capital Ozaeta (a cuya situación lingüística se refiere en breve y ágil pincelada, que no nos resistimos a reproducir: “Emengo izketa edo itzmodua ezta ez euskera ez erdera: emetic euskera[k] iguez eguindu eta erdera ez da oraiñdik allegatu”). Están escritas en dialecto guipuzcoano y proceden del corresponsal que las suscribe con las iniciales E.O. en el número 0, y O. en el número 1 (El que los comunicantes de Gure Izarra firmaran sus envíos con sólo las iniciales no fue excepción, sino regla, según señala el mismo Díaz Noci, y todos ellos permanecen hoy en el más oscuro anonimato, “salvo el de San Sebastián, M.S., sin duda Marcelino Soroa”). De él dice el Prof. Díaz Noci: “Desconocemos quién fue su autor, pero, a tenor del cuidado euskera que poseía, y del hecho de que por el dialecto empleado no era alavés, debemos suponer que pertenecía al estamento religioso, que durante siglos ha desempeñado con respecto a la lengua vasca el papel de elite, de custos linguae”. Conjetura nada descabellada, pues en la antigua diócesis de Vitoria, que comprendía las tres Provincias Vascongadas, no era raro que sacerdotes guipuzcoanos ejercieran su ministerio en Álava. La suposición de tratarse de un eclesíastico y su localización en el ámbito reducido de Barrundia nos hicieron pensar que no resultaría difícil desvelar el nombre de quien se ocultaba tras esas iniclales y dar a conocer la persona del sacerdote que sería el primer periodista alavés en lengua vasca. Parecía sencillo. Era cuestión de buscar a E.O, entre quienes en 1888 eran curas de los pueblos de Barrundia y, una vez hallado, ver qué otros datos podían darse de él. Para lo primero bastaba con abrir por ese año los respectivos libros parroquiales. Es lo que hemos hecho: hemos examinado personalmente los libros que están ya depositados en el Archivo Histórico Dicesano, mientras que el examen de los que no lo están aún lo han hecho para nosotros y nos han comunicado el resultado sus párrocos, a los que desde aquí agradecemos su servicio. Pues bien (¿o pues mal?), la ilusión se ha visto frustrada, vana ha sido la presunción y estéril el intento. No responden a las iniciales E.O. los curas que en 1888 lo eran de Audikana (Valentín del Río), Dallo (Gregorio Gómez de Segura), Etxabarri-Urtupiña (Julián Ruiz de Alda), Elgea (Pedro de Landa / Silvestre de Bengoa), Etura (Ramón Corcuera), Garaio (José Domingo Ochoa de Erive / Cándido Escudero), Gebara y Maturana (Ramón Domínguez Fuente), Heredia (Santiago Ugarte), Hermua y Larrea (Juan Bautista Oleaga), Larrintzar y Marieta (Justo Ramón de Landa), Mendixur y Urizar (Juan Ibáñez de Garayo), ni tampoco el de Ozaeta (Emeterio Martínez de Maturana). 40 A pesar del fracaso, no nos hemos dado por vencidos, pues todavía quedaba un resquicio abierto: la posibilidad de que E.O., aunque muy relacionado con Barrundia, no estuviera de cura allí. Pensamos enseguida en el capellán de las monjas cistercienses del próximo monasterio de Barria, suponiendo que, dada la proporción notable de euskaldunes entre ellas, bien podría ser que hubieran obtenido el nombramiento de un capellán guipuzcoano. Mas tampoco es él, pues el capellán era entonces Urbano Pastor (O.C.S.O.), según información que debemos a la monja encargada del monasterio, hoy en Oion. Hemos perseverado en nuestro empeño. En el fichero, puede que no completo, de los eclesiásticos seculares pertenecientes a la diócesis de Vitoria hemos hallado 30 nacidos en el siglo XIX cuyas iniciales eran E.O. De ellos pudimos descartar a 27, cuyos datos de nacimiento, ordenación o destinos los excluían positivamente, De los tres restantes, son tan escasos los datos poseídos que no permiten asegurar la misma conclusión; sin embargo, dos nos parecen altamente improbables: Eladio Olave (nacido en Espejo en 1865, del que sólo consta su tonsura clerical en 1882) y Elías Ordeñana (nacido en Lemoa en 1843 y ordenado diácono en 1868), ya que las que hemos de suponer sus hablas maternas no coinciden con las de E.O. Queda sólo uno, el último: nacido en Tolosa en 1838 y bautizado como Victoriano Evaristo Oteiza, nombres con los que figura en la documentación consultada (excepto en las certificaciones de estudios en Pamplona, donde los cursó, en las que se le nombra simplemente Evaristo), del que se anota que fue ordenado presbítero en 1864 y que falleció en Urruña en 1919, pero cuyos demás pasos, y, más concretamente, dónde se hallaba en 1888, no se conocen. El dialecto guipuzcoano de su lugar natal y esa su conexión (al menos en su última hora) con Francia, cuna también de Gure Izarra, son tenues hilos que no nos atrevemos a cortar con una exclusión terminante. El lector que haya llegado hasta aquí (si alguno hay) muy bien podrá calificar nuestro trabajo de “parto de los montes”. Haciendo verdad el verso de Horacio: Parturient montes. Nascetur ridiculus mur (Ars poetica 139), el único fruto del laborioso parto ha sido el ridículo ratoncillo de no haber encontrado a nuestro anónimo E.O. entre los eclesiásticos conocidos de la diócesis de Vitoria. Es verdad. Mas, aun así, no damos por del todo infructuoso nuestro esfuerzo. Quien quiera ahora seguir buscando al personaje ya sabe algo que nosotros ignorábamos: dónde no ha de hacerlo. ¡Ojalá alguien dé pronto con él! entrevista MIEL A. ELUSTONDO Y HENRIKE KNÖRR William A. Douglass, el vascólogo inquieto William Anthony Douglass ha sido bautizado alguna vez por sus propios colegas con el nombre de “Mr. Basque”. El antropólogo norteamericano es el fundador del Basque Studies Program (hoy Center for Basque Studies) de la Universidad de Nevada-Reno en 1967, y ocupó el puesto de coordinador del Programa hasta su jubilación. Ha dedicado la mayor parte de su vida a labores de investigación. Entre las obras que ha publicado figuran, por ejemplo, Death in Murelaga (1969), Amerikanuak: Basques in the New World (1975) –en colaboración con Jon Bilbao–, Beltran: Basque Sheepman of the American West (1979), Emigration in a South Italian Town: An Anthropological History (1984), Azúcar amargo. Vida y fortuna de los cortadores de caña italianos y vascos en la Australia tropical (1996), Terror and Taboo. The Follies, Fables and Faces of Terrorism (1996) –en colaboración con Joseba Zulaika–, Tap Dancing On Ice, The Life and Times of a Nevada Gaming Pioneer (1996) –la biografía de su padre–, o Casting about in the Reel World. Fishing on the Fly, etc. Ha sido premiado y galardonado en más de una ocasión, tanto en la Universidad de Nevada, como en la UPV-EHU. Fue nombrado Doctor honoris causa por la Universidad del País Vasco en 1984, y Académico de Honor de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia en 1998. En 1999 recibió el Premio Lagun Onari concedido por el Gobierno Vasco por su incansable labor intelectual a favor del País Vasco. Usted nació en el Oeste de los EEUU... Sí. Nací en Reno (Estado de Nevada), el 4 de diciembre de 1939. Soy el mayor de cuatro hermanos. Me siguen John, tres años menor que yo, y dos hermanos más jóvenes. Pero entre los dos mayores y los dos menores hay un gran intervalo: le llevo 17-18 años al tercero, y 20-21 al pequeño. Prácticamente son mis hijos, más que mis hermanos. ¿Qué nos puede contar de sus antepasados? Mi abuelo destacó en la minería, era molinero de la piedra. Hacía las pruebas químicas de la piedra para determinar su contenido. No tenía formación pero era un experto en el tema y estaba muy bien considerado. También fue buscador de oro. En 1892-93 encontró oro con unos compañeros. La crisis económica era muy fuerte, no tenían trabajo y encontraron oro. Fundaron un pueblo pequeño en el sur de Nevada, al que llamaron Douglass Camp. No duró más que unos años. Fue también uno de los descubridores de otro yacimiento muy rico en Tonopah (Nevada), y financió a muchos buscadores. Éstos, a cambio, le daban participación en sus yacimientos. Así que era muy conocido tanto en éste como en otros Estados. Hizo fortuna y luego se arruinó. Falleció antes de que mi padre terminara la secundaria. Mi padre sólo pudo hacer un año de universidad. En cuanto a mi madre, era de Los Angeles, pero procedía del Este, de Virginia. Nació en el seno de una familia del siglo XVIII, así que formaron parte de los primeros colonos, aunque no vinieran en el Mayflower, pero no anduvieron lejos. Ella se crió en el seno de una familia modesta. Mi abuelo materno tuvo muchos problemas. Creo que era alcohólico, así que mi madre tampoco tuvo escuela. Entre mi padre y mi madre apenas completaron un año de universidad. Mi padre se hizo empresario del juego, casinero, como digo en mi castellano. Empezó con una ruta de tragaperras en las tabernas de los campamentos mineros del centro de Nevada. Tenía unas tres máquinas tragaperras a medias con el propietario de cada taberna. Era un nómada. Pasaba cuatro días de la semana haciendo esa ruta, contando las monedas y arreglando las máquinas rotas. De pequeño le acompañé más de una vez en su recorrido y llegué a conocer aquel mundo. ¿Qué ambiente cultural le rodeaba? En casa no había gente letrada. Mi madre era muy guapa, y muy aficionada a la lectura. Tenía un programa semanal de radio sobre poesía. Todavía, con más de 93 años, sigue leyendo 4 o 5 libros a la semana: poesía, novela policiaca y también ensayo. Y tiene mejor memoria que yo. En casa había una biblioteca. A mi madre le gustaba escribir obras de teatro y formaba parte de un grupo aficionado. A veces dirigía las obras e incluso actuaba. Fue autodidacta, pero llegó a ser bastante culta. Mi padre, no. Él era un negociante nato. No entendía de música, ni de literatura, ni de nada, aunque le gustaba leer temas de política. Leía semanarios como Newsweek, etc. En ese sentido nuestras cenas eran muy animadas. Hablábamos mucho de política y manteníamos una conversación bastante elevada. Nuestros padres eran liberales, demócratas. Eran de raíces humildes, e identificados con la clase no obrera, pero sí media baja. Nunca llegamos a pasar penurias, pero tampoco pudimos derrochar. Siempre tuvimos de comer y también buena ropa, pero la casa era modesta. Más tarde, nuestro padre hizo dinero. Llegó a ser casinero de fama. Poseía casinos en Las Vegas, Lake Tahoe, Reno, etc. Los de Reno quebraron, mientras que vendió los otros. Escribí un libro sobre él. Lo titulé: Tap Dancing On Ice (“Bailando de puntillas en el hielo”). Lleva por subtítulo: Un pionero en el juego de Nevada. Cuando mi padre murió en 2002, con 91 años, era un señor conocido en Nevada. Con esto quiero decir que de pequeño yo no tenía interés en lo académico ni en lo intelectual. 41 Landázuri ¿Hizo aquel viaje a Venezuela? Háblenos de sus estudios… Hice tanto la escuela primaria como la secundaria en centros católicos. Ninguna de los dos centros era bueno. Claro que yo era un solitario y no me gustaba estudiar. Yo prefería andar por el monte, cazar animales de pieles (castores y ratas de agua, visones, coyotes, gatos monteses...). A veces iba con algún compañero, y otras, solo. Allí pasaba mucho tiempo, fuera invierno o verano. También andaba mucho en el desierto. Tendría 14-15 años cuando pusimos un pequeño negocio de reptiles. Cazábamos culebras, lagartos, etc., desde Nevada hasta el norte de México en Sonora. Yo no leí mi primera novela hasta los 16-17 años. Hasta entonces leía libros prácticos sobre la caza. También me entró interés por los libros de aventuras, de exploradores en el Amazonas... Era mi mundo fantástico. Mi vía de escape. Aquellos libros, sí. Literatura seria, no. Tenía maña en los estudios. Mi primer año de secundaria me enviaron a un seminario laico de Fresno (California), donde enseñaban los jesuitas. Eramos 19 internos y doce profesores, de los mejores. Parte del día no podíamos hablar. Estudiar, rezar, cantar gregoriano... ésa era nuestra vida. Aprendí mucho en aquel año. Los tres años restantes de secundaria los hice en Reno. Fue muy fácil, porque la formación de aquel año me lo permitió. No tenía ni que estudiar en Reno. ¿Y su ingreso en la universidad? Comencé mis estudios universitarios en Reno, aunque yo no quería estudiar. Pero mi padre estaba empeñado en que yo ingresara en la universidad. Recuerdo que el verano anterior a mi ingreso en la universidad me marché a México a cazar culebras. Mi intención era no regresar a tiempo, pero estando en México el coche se nos averió y tuve que llamar a mi padre para pedirle dinero. Mi padre me envió el dinero, pero con la condición de que volviera a tiempo para la universidad. Así que volví e hice el primer semestre en la universidad, a disgusto y pensando en marcharme a Venezuela en busca de diamantes. Era lo que había leído en aquellos libros de aventuras. Comencé a ahorrar dinero para el viaje a Venezuela trabajando de noche en una farmacia. Mi padre estaba desesperado, me pagaba 250 dólares al mes para que yo fuera a la universidad. Yo ya le había contado mis intenciones de ahorrar dinero y hacer el viaje. Así que en aquella época fui estudiante porque mi padre me pagaba dinero para que yo no faltara a la universidad. Y yo iba, pero no estudiaba, no estudiaba nada. 42 Lo intenté. Nos pusimos en marcha pero mi compañero me dejó a medio camino. En Ciudad de México se echó atrás. Yo seguí adelante y anduve en Yucatán, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá... llegué hasta Barranquilla, en Colombia. Estando en Panamá recibí la noticia de que mi madre estaba embarazada. Ella era mayor y mi padre me pedía que volviera a casa enseguida, porque mis andanzas le tenían muy preocupada y él mismo me necesitaba para que le ayudara en las labores de casa. Nuestra madre estaba esperando el cuarto hijo y mis padres necesitaban que yo les ayudara a cuidar al tercero, que todavía era un niño. Volví a casa y trabajé para ganar un poco de dinero y ayudar en casa. Mientras, mi padre insistía con la universidad. Así que yo seguía estudiando en la universidad y trabajando de noche en la farmacia. Mi siguiente proyecto era ir a Alaska a cazar animales de piel. Mi padre tampoco cambiaba de idea. “Te mando a la universidad que tú elijas, con tal de que estudies”. Y así, una noche, estando en la farmacia leyendo una revista –de noche apenas solía haber clientes–, leí un artículo sobre cursos en el extranjero. Era un programa novedoso de la Universidad de New York en el campus de Madrid, en la Complutense. Aquello me interesó. Mis andanzas en Latinoamérica habían hecho que me interesara en aprender castellano. Así que aquel campus me interesaba. El viaje que hice hacia Venezuela también me animó a la Antropología, porque había estado expuesto a otras culturas. El caso es que me sentía frustrado por no poder comunicarme en castellano. Después del famoso viaje había empezado a estudiar castellano en Reno, en la universidad, pero sin avanzar demasiado. Así que me empeñé en ir a Madrid. Así llegó a Madrid y, más tarde, al País Vasco... Cuando le expuse mi propuesta, mi padre quedó sorprendido. No se lo esperaba. Pero un trato era un trato para él, así que me apoyó. Con 19 años fui a Europa, solo. Llegué a Madrid hablando algo de castellano, pero tuve que comenzar mis estudios en la Complutense a la vez que asistía a cursos de castellano. No fue fácil, pero fue maravilloso. Allí abrí los ojos. Era como vivir en un refugio. Apenas podía hablar ni entenderme con nadie en castellano y por las noches leía mucha literatura en inglés. Novelas. Me interesé en Dostoievsky, Tolstoi, Steinbeck... me enamoré de la literatura. Fue un año fabuloso: yo era un joven americano con unos pocos dólares en Madrid. Entonces era como ser rico. Eran tiempos duros en Madrid. Tuve como profesor de música española a Joaquín Rodrigo. Venía con su esposa porque él era ciego y ella le ayudaba con el tocadiscos, etc. Nosotros, sus alumnos, éramos unos jóvenes americanos de 19 años. Pero él tenía tiempo y ganaba unas pesetas con aquellas clases. Nos enseñaron los mejores profesores del momento, porque estaban pasando una mala época. Era cuestión de dinero. Me impresionó el baile flamenco y me apunté a unos cursos. También lo hice por hacer ejercicio. Yo he jugado a baloncesto, he hecho atletismo, squash... En Madrid me faltaba hacer ejercicio, así que asistí a clases de flamenco en el Rastro. Mi profesor se llamaba Paco Fernández. Era uno de los bailarines de José Greco. A menudo no teníamos clase porque andaban de gira. Pero, cuando estaba en Madrid, impartía clases. Aquel fue nuestro Madrid y allí despertaron mis intereses intelectuales. Sin aquel año en Madrid, no hubiera llegado a Reno de coordinador del Programa de Estudios Vascos. Irónico. Pero su intención era aprender castellano... Mi idea era convertirme en profesor de español o de literatura castellana. Era una opción. En primavera caí enfermo y tuve que ir a Torralba, cerca de Málaga. Fui a pasar un mes, porque el médico tenía miedo de que me entrara la tuberculosis. Mi abuela paterna murió de tuberculosis. Yo estuve expuesto a ella constantemente y, en esos casos, siempre das positivo en los tests. El caso es que en Madrid pillé una bronquitis y el médico quiso enviarme de vuelta a los EEUU, pero le convencí para que me enviara al Mediterráneo, a un lugar seco, antes que a casa. Pasé un mes en Torralba, leyendo el Quijote. Fui el único de mi clase que lo leyó en castellano. Lo terminé, después de mucho diccionario y muchas horas. También me di cuenta de que ser profesor de literatura limitaba mucho. Así me entró el interés por la Antropología. Había asistido a algún curso de Antropología en Reno y siempre se me quedó en la cabeza. En la Complutense también asistí a algún curso, de oyente, pero en el 59, en tiempos de Franco, era difícil impartir Antropología en Madrid. Había una asignatura llamada “Geografía humana de los pueblos de España” y asistí a aquellos cursos. En realidad eran clases de Antropología o de Etnografía. Volví a Reno con la idea de volver a Iberia para seguir mis estudios... Vuelta a Reno y vuelta a la universidad... Sí. Cuando llegué a la Universidad de Reno resulta que había completado tantos créditos que enseguida me gradué en literatura española. Era mi bachelor. A continuación envié una solicitud a la Universidad de Chicago, al programa de Antropología. Yo no tenía tan buenas notas como para entrar allí, pero sí un contacto, y entre una cosa y otra me admitieron. Y marché a Chicago a empezar mis estudios de Antropología. Allí comencé a leer libros sobre la Península Ibérica. Sobre todo, las obras de Caro Baroja: Los pueblos de España, Los pueblos del Norte, Los vascos, La vida rural en Vera de Bidasoa... Leí aquellos libros y otros sobre Cataluña, en busca de un lugar donde realizar mi trabajo de campo algún día. Los vascos me interesaron más que los demás. En el Departamento de Chicago corrió el rumor de que Douglass se estaba interesando por lo vasco. Sin haber estado en el País Vasco. En Chicago había un profesor visitante, Julian Pitt-Rivers, que escribió un libro, People of the Sierra, sobre Grazalema (Cádiz). Era amigo íntimo de Julio Caro Baroja y tuvo la intención de hacer su trabajo de campo en el País Vasco, hacia los años 40, pero le resultó imposible por razones políticas, así que se desvió hacia Andalucía. Pitt-Rivers es, por otra parte, el autor de la entrada Basque en la Enciclopedia Británica. Él se alegró mucho cuando le dije que quería seguir por lo vasco. Pitt-Rivers era profesor visitante y no pasaba mucho tiempo en Chicago. Venía una vez al año o una cosa así. El resto del tiempo vivía en París o Londres. El caso es que nos entrevistamos. Pitt-Rivers fue muy amable conmigo y me animó mucho. Para entonces ya estaba usted casado y con ciertas responsabilidades... Durante mi primer año en Madrid conocí a una estudiante americana. Nos hicimos novios, nos casamos con 20 o 21 años y casi enseguida tuvimos el primer hijo. Para cuando terminé el primer año en Chicago tenía mujer y un niño recién nacido, y no tenía beca. Además, tampoco me gustaba aquella ciudad. Me defiendo bien en las ciudades, pero no me van. Ahora me están gustando más, pero en aquella época para mí una ciudad era una cárcel. Para el segundo año tuve una oferta de beca de la Universidad de Berkeley. Mi padre nos ayudaba económicamente y nos dio acciones en un pequeño negocio de tragaperras, un pequeño porcentaje que nos proporcionaba unos 200 dólares al mes. Nos defendíamos. Por otra parte, de noche yo trabajaba mucho. Sobre todo durante el verano. Trabajé en la construcción. Estuvo en Berkeley, pero finalizó sus estudios en Chicago... Después de completar el segundo año en Berkeley, tuve la oportunidad de volver a Chicago por medio de otro profesor, Sol Tax, especialista en los indios mayas. Me contrató para verificar la calidad de una traducción de unos cuadernos en castellano al inglés sobre el pueblo de Panajachel, en Guatemala. Tax pensaba publicar un libro, pero no estaba seguro de su castellano y me pagó para verificar la traducción. Una noche fui a cenar con él. Me preguntó cómo me iba y le dije que echaba de menos Chicago, que su universidad era mucho más seria que la de Berkeley. En Chicago nos trataban como profesionales; en Berkeley, no. Noté una gran diferencia. Intelectualmente, me sentía a disgusto. En cuanto a vivir en California, estaba más a gusto que en Illinois. Tax me comentó que si aprobaba los exámenes de Chicago me podrían dar una beca y volver. Pero yo estaba en California y la cuestión era cómo pasarlos no estando en Chicago. Tax me dijo que se podía arreglar de modo que los hiciera en Berkeley. Y allí los hice, a finales de primavera. Para entonces estaba harto de estudiar. En aquel momento me llegó un poco de dinero, unos 4.000 dólares, por unas acciones que tenía en una caja de ahorros que se vendió. Con aquel capital en el bolsillo convencí a mi mujer para ir a Europa, al País Vasco, para conocerlo. Aquel iba a resultar su primer viaje al País Vasco... Así es. El caso es que yo no estaba seguro de querer seguir adelante con mis estudios de Antropología. Estaba aburrido de libros. De todos modos, hicimos los planes para viajar a Europa. No tuve noticias de la Universidad de Chicago durante todo el verano. Para comienzos de septiembre teníamos los billetes de avión y una semana o diez días antes de marchar a Europa recibí una carta de Chicago diciéndome “¡Enhorabuena!”, que me habían concedido una beca y que me esperaban pronto. Llamé al jefe del Departamento de Antropología, Fred Eggan, y le expliqué mis planes de viaje a Europa y al País Vasco. Solicité una prórroga de un año. Él me pidió un par de días para considerarlo. Me llamó al día 43 Landázuri siguiente diciéndome que me concedían la beca, que podía ir a Europa, al País Vasco, pero a comenzar el trabajo de campo; que me pagarían la beca estando yo en Europa y que al volver escribiría la tesis y terminaría los estudios formales. Me faltaba un curso para finalizarlos. E hicimos el viaje. Pasé por el Sur de Francia, cerca de Fons (Lot), donde Pitt-Rivers tenía una finca enorme. Hice un par de días con ellos y me dio una carta para Caro Baroja. Fuimos a las Cinco Villas, paramos en la fonda María de Lesaka –mi mujer, nuestro hijo y yo, los tres en una habitación–, y me puse en contacto con Caro. Él fue muy amable conmigo. Anduvimos por las Cinco Villas, sobre todo en Igantzi y Arantza, buscando alojamiento. Un par de veces, en Arantza nos dijeron que nos iban a alquilar una casa, pero al final siempre surgían pegas. Después de pasar dos semanas en la Fonda María, cansados de vivir los tres en una habitación, fuimos de paseo a Etxalar. Entré en una taberna, empecé a hablar con Salvadora, la dueña del bar. Le hablé de mi trabajo y le conté mis planes. Ella llamó a Adela, la esposa de Angel Sarobe. Tenían una hija que servía en París y que había comprado parte de la casa Agerrea, en el casco de Etxalar. La habían remodelado y la tenían preparada para alquilar. Así llegamos a Etxalar. ¿Cuál era su plan de trabajo en Etxalar? Yo llegué a Etxalar sin proyecto de trabajo perfilado. Normalmente, el antropólogo hace como mínimo un año de trabajo de campo, así que pasamos unos meses ambientándonos. Con el paso del tiempo me di cuenta de que el tema dominante en Etxalar era el éxodo rural: los caseríos estaban quedando abandonados, la gente emigraba a Irun o Pamplona, o se trasladaba a diario a Lesaka, ya antes de la entrada de Laminaciones (esta fábrica afectó a Etxalar más tarde). Habíamos comprado un Volkswagen en París y el médico del pueblo y nosotros éramos los únicos propietarios de coches en Etxalar. ¡Un estudiante graduado y el médico! Poco a poco decidí estudiar el tema que culminó en Oportunidad y éxodo rural en dos aldeas vascas: Echalar y Murélaga. Lo de “dos aldeas vascas” lo pensé yo y se lo consulté a Pitt-Rivers: me pareció interesante hacer un estudio comparativo entre Etxalar y otro pueblo, con características similares, situado en la otra punta del País, en Vizcaya. Hice un viaje, solo, de una semana, de pueblo en pueblo, con la idea puesta en un lugar situado, como Etxalar, a unos 40 kilómetros de una ciudad –Etxalar de San Sebastián, Murelaga de Bilbao–. Necesitaba un lugar situado a unos 20 kilómetros de un pueblo de tamaño intermedio, Irun y Gernika. Debían tener un número de habitantes semejante, unos 1.000 habitantes. Una economía basada fundamentalmente en la agricultura, pero con otros aspectos también presentes: la pequeña industria en Murelaga, y la industria del carbón y, sobre todo, el contrabando, en Etxalar... Escogí Aulesti después de culminar ese proceso de andar de taberna en taberna. El tabernero de un bar de Arbatzegi, en Munitibar, me indicó que me convenía ir al párroco de Murelaga, don Emilio Kortabitarte. Aquel tabernero me dijo que don Emilio se interesaría mucho por mi trabajo, y así fue. Don Emilio me llevó enseguida al barrio Zubero de Aulesti y entramos en casa de los Goitiandia. Tanto el caserío como la familia tenían el mismo nombre. Casualmente, el etxekojaun había sido pastor en Idaho y tenía hijos en el Oeste. Nos recibieron bien, pero yo diría que, prácticamente, don Emilio les ordenó que nos acogieran en casa como inquilinos. Hice casi un año más de trabajo de campo en Aulesti antes de volver a Chicago. En Chicago querían que escribiera la tesis doctoral sin preocuparme de la licenciatura. Pero para entonces ya 44 teníamos un hijo y eso suponía una responsabilidad para mí. Yo pensaba: “Y si no apruebo, ¿qué va a pasar?”. Con el título de licenciatura podría enseñar Antropología en un college, así que insistí en licenciarme, aunque un poco en contra de los deseos de mi mentor Pitt-Rivers y del Departamento. Para ello necesitaba escoger un tema aislado de mi enfoque principal, los cambios en la vida rural, la emigración, etc. Y se me ocurrió elegir el tema de la muerte, porque podía escribir sobre los ritos funerarios sin manchar mi tesis doctoral. Esa fue la génesis de Muerte en Murélaga. Una tesis de licenciatura que más tarde sería publicada... Sí. Pitt-Rivers presentó mi trabajo en el Departamento y lo propuso para un premio. Y lo gané. Pitt-Rivers me animó a publicar la obra, pero yo no estaba convencido de querer o poder hacerlo y, además, tenía que escribir la tesis doctoral. Yo diría que estuvimos en el País de 1963 a 1965. Volvímos a Chicago en septiembre del 65, y en el 66 terminé los estudios y escribí la tesis de licenciatura. En el segundo año, del 66 al 67, escribí la tesis doctoral sin tener que asistir a clases. Para cuando terminé mi primer año en Chicago, Fred Eggan sabía que yo estaba interesado en hacer trabajo de campo en el País Vasco. Me comentó que había estado en Reno como consultor del Desert Research Institute (DRI) con dos antropólogos más, uno de Berkeley, Robert Heizer, y otro de Colorado, Omar Stewart. Los tres figuraban como consultores de DRI con el fin de confeccionar la agenda de un posible centro de ciencias sociales sobre el Oeste Americano: Center for Western North American Studies. Entre otras cosas, iban a llevar a cabo estudios de los indígenas de la zona. Stewart propuso estudiar a los vascos, argumentando que nadie había trabajado sobre los pastores vascos del Oeste americano, que era un tema poco estudiado y que, por otra parte, los vascos eran el pueblo misterioso de Europa, que la cultura vasca ofrecía mucho material antropológico. El caso es que, en términos geográficos, Nevada era el Estado central del asentamiento vasco en el Oeste, y en Reno no les costó mucho aprobar la idea de Stewart. Pero no tenían a nadie capaz de encauzar el proyecto. Y es entonces cuando me hicieron entrar en el juego. Antes de marcharme al País, Eggan me pidió permiso para proponer mi nombre como posible candidato para el puesto de antropólogo en un futuro centro sobre los vascos. Yo le agradecí la idea, pero le respondí que todo aquello me parecía prematuro. El escritor Robert Laxalt también le animó a aceptar el puesto. ¿Cómo conoció a Laxalt? Aquel verano, antes de marchar al País, me puse en contacto con él. No le conocía, pero sabía que vivía en Reno. Mi prima era la secretaria del Secretario de Estado de Nevada. Lo había sido durante casi medio siglo, vivía en Carson City, la capital de Nevada, y Laxalt era de allí, un pueblo pequeño de 6.000 o 7.000 personas donde todos se conocían. Así que mi prima conocía a Laxalt. Un día, mi prima y yo estábamos conversando y le hablé de mi plan de ir al País Vasco. Era unos años después de aparecer la novela Sweet Promised Land (“Dulce tierra prometida”) y para entonces Laxalt tenía bastante fama. Laxalt era el portavoz de la comunidad vascoestadounidense. Mi prima le contó mi plan a Bob y éste me invitó a su casa de Reno. Fui a verle y charlamos. Él también iba a venir al País, en año sabático, a escribir una novela. Iba a residir en Garazi, y quedamos en vernos allí. Nos mantuvimos en contacto. Fui de Etxalar a Garazi a visitarle. Para entonces habían aprobado la idea de lanzar un Programa de Estudios Vascos en Reno. Bob me animó a presentar mi candidatura como director o jefe. Le habían ofrecido el puesto a él, pero Bob no se consideraba vascólogo, ni mucho menos. Él era director del servicio editorial de la Universidad, era periodista de profesión y pensaba seguir en aquello. Así que yo le dije que después de terminar la tesis podría interesarme, pero no me comprometí con él. Así fue como conocí a Robert Laxalt. ¿Y su incorporación al puesto como director del Programa de Estudios Vascos de Reno? Mientras estaba en Chicago escribiendo la tesis, Wendell Mordy, Director de DRI, se puso en contacto conmigo. No habían tenido éxito a la hora de contratar a nadie para llevar a cabo su idea del Programa de Estudios Vascos. Pero siguieron con la idea. En 1965, estando yo en Chicago, me trasladé a Denver a la asamblea anual de antropólogos. Allí me reuní con Mordy y su asistente. Y me ofreció el puesto, para comenzar a trabajar enseguida e incorporarme en septiembre del 66. Yo tenía miedo de no terminar mi tesis. Él me decía que podría terminarla en Reno al tiempo que ponía en marcha el Programa. Que podía venir a Reno y escribir la tesis durante el primer año. Era una bonita oferta, y una tentación. También me ofrecían más dinero. Suponía cuatro veces la cantidad de la beca. Pero aún tenía miedo de venir sin más, porque pensaba que iba a meterme de lleno en las labores del Programa y dejar a un lado la tesis. Le dije que estaba dispuesto a venir a Reno, pero no en aquel año, sino en el 67. Lo aceptaron y así lo acordamos. Lo hicimos sin firmar nada. Pasé el curso siguiente escribiendo la tesis doctoral. Volví a ir a la reunión de antropólogos y, como estaba terminando en Chicago y ésta era la primera universidad en Antropología, tuve tres o cuatro ofertas de trabajo; dos de ellas muy serias, de muy buenas universidades. Pero yo había dado mi palabra a los de Reno y vine aquí. Llegué a Reno en julio de 1967, con la tesis finalizada. Aquí empecé de cero. No sabíamos qué era un Programa de Estudios Vascos. Había que inventarlo. Para entonces, el profesor William Jacobsen había preparado una petición de beca a la National Science Foundation para realizar, entre otras cosas, un estudio lingüístico del euskara hablado del Oeste Americano. Participó en la preparación de la petición de beca Joy Leland, asistente de Mordy, que estaba estudiando Antropologia entonces. Asi que empezamos a poner en marcha lo que sería el Programa de Estudios Vascos. Una de las cosas positivas que teníamos era el hecho de que Laxalt se había hecho amigo de Philippe Veyrin. Cuando visité a Bob Laxalt en Donibane-Garazi, Veyrin se estaba muriendo y se comprometió con Bob a vender su biblioteca a Reno. Recaudamos 6.000 dólares para la compra de aquella biblioteca, unos 750 libros. Los libros no estaban todavía en Reno pero la semilla de la biblioteca vasca estaba sembrada. Y, a partir de ahí, ¿cómo pusieron en marcha el Programa? Había que inventarlo. No podíamos basar el Programa en la enseñanza. Por una parte, lo vasco es un tema muy especializado para una universidad norteamericana. El Programa no se podía justificar por el número de estudiantes de euskera, o de Historia vasca, o de cultura vasca en general. Sabíamos que la demanda sería pequeña e insuficiente para justificar el Programa como tal. Además, éramos parte de un instituto de investigación, del DRI, y no nos animaban a enseñar, sino a investigar. Vivían de peticiones de becas y uno mismo había de pagarse los gastos a través de aquellas becas. El Programa, al principio, no fue concebido con una dimensión pedagógica, sino de archivo y de investigación. Laxalt estaba muy interesado en lanzar la colección de libros de la Serie Vasca dentro de las prensas universitarias. Ese fue el objetivo del primer año. Por otra parte, yo iba de fiesta en fiesta. Llegué a Reno justo cuando comenzó el ciclo anual de fiestas vasco-americanas en el Oeste. Estuve en el festival de Reno, en Bakersfield, Ely, Elko... anunciando el Programa. Mordy también estaba interesado en recaudar dinero entre la comunidad vasca. Él creía que los vasco-americanos apoyarían el esfuerzo. No fue una buena idea. Se nos fueron dos años tratando de recaudar dinero. Yo era un amateur total en busca de dinero, un mocoso de 27 años, y siendo yo tan joven tampoco creo que diera mucha credibilidad al proyecto. Recaudamos unos 10.000 dólares, pero el DRI habría invertido para entonces en el Programa 40.000, entre mi sueldo, los viajes, etc. Más de una vez ha manifestado que hubiera dejado el puesto a no ser por Jon Bilbao... En mi primer año de Reno, el congreso de los antropólogos se celebró en Washington. Entonces conocí a Jon Bilbao. Tenía noticias de él. Koldo Mitxelena siempre me animó a ir a San Juan de Luz a visitar a Jon. Pero entre una cosa y otra nunca le visité. Jon no tenía permiso para entrar en España (era la dictadura), pero veraneaba en San Juan de Luz. Por aquella época enseñaba en el Washington College, en Maryland, en el Este. Nos habíamos escrito alguna vez, pero nada más. Cuando fui al congreso de antropólogos a Washington, por fin nos encontramos. Jon andaba enredado con Morton Levine, de Vassar College, y con Margaret Need, del museo de historia natural de Nueva York. Morton quería establecer un Programa de estudios vascos en Vassar. Durante aquel congreso nos juntamos todos. Jon estaba soñando con el Programa. Había hecho algún contacto con el Departamento de Folklore de la Universidad de Indiana pensando en la dimensión folklórica de lo vasco. Su sueño era institucionalizar su esfuerzo dentro de alguna universidad de los EEUU. Pero todo estaba en el aire. Morton me decía que yo tenía que dejar Nevada y marchar a Vassar. Pero era mi primer año en Reno y sentía una especie de compromiso con la institución que me había contratado. Morton intentó sacarme de Reno, pero yo me resistí. El caso es que en medio de todo aquello Jon y yo nos hicimos muy amigos. Le invité para que viniera a Reno a dar una conferencia sobre la lengua vasca. Asistió mucha gente, unas 100 personas, aquí, en el campus. Él y yo empezamos a soñar juntos sobre las posibilidades del Programa. Lanzó la idea de los cursos de verano, de llevar estudiantes americanos al País. También tenía intención de enseñar euskera aquí, aunque fuera difícil para él, ya que no era vascoparlante. Tenía cierto talento lingüístico y creía que podía dar algún curso básico. Era una colmena de ideas. Cuando Jon vino aquí a dar la conferencia, la Universidad de Reno estaba dispuesta a gastar dinero para tener una buena biblioteca vasca y Jon hizo una sugerencia. Dijo que era un momento clave. A mí me habló de paso sobre un baúl de papeles de documentos nacionalistas en casa de la familia Intxausti, de Uztaritze, un vasco que había estado en Filipinas. Como para entonces el director de la biblioteca se habia comprometido a crear la colección vasca, empezando con la biblioteca de Veyrin que estaba camino de Reno pero aún no había llegado, yo le llamé al director informándole de la posibilidad de microfilmar los documentos. Según Jon eran únicos, valiosos y en peligro de perderse. El director me preguntó cuánto costaria. Con él todavía al aparato, le pregunté a Jon y él sacó un poco del aire la cifra de quinien- 45 Landázuri tos dólares. Se lo comuniqué al director y se comprometió a ello en el acto. Entre todos los intentos hechos por Jon para fomentar lo vasco a nivel universitario en los EEUU, fue la primera vez que el tema pasaba de las palabras a los hechos. Aquel compromiso de 500 dólares convenció a Jon de que Reno iba en serio. Yo fui adonde Mordy y le dije que había pasado todo el año tratando de recaudar dinero y trabajando solo. Le dije que el supuesto Programa de Estudios Vascos era en realidad, yo, que no contaba ni con una secretaria ni con nada ni nadie. Le dije a Mordy que andaba desanimado y que estaba pensando en marcharme. Me preguntó sobre lo que haría falta para retenerme. Le dije que contando con Jon Bilbao aquí las cosas podían cambiar. ¿Cómo reaccionaron los dirigentes de la universidad? Mordy se asustó, y con razón, porque un puesto es un puesto. Me dijo que estaba dispuesto a comprometer 1.000 dólares al mes durante nueve meses –lo que equivalía a un año académico– para pagar a Jon Bilbao. No era una gran oferta para Jon; suponía venir a Reno como consultor. Jon era muy especial y, cuando vio la oportunidad de trabajar realmente en lo que creía, vino sin pensárselo. Prefirió venir a Reno en lugar de enseñar castellano en el Este para ganarse la vida, pues era precisamente eso lo que estaba haciendo en Maryland. Jon dejó su puesto en el Este, un buen puesto, y vino aquí sin pensárselo dos veces. Aceptó. Antes de salir del despacho de Mordy, éste me dijo algo que aún tengo grabado en la memoria. Me preguntó: “¿Estás trabajando en algo?”. Yo comencé a contarle mis planes para recaudar dinero, pero nada más empezar yo con eso, me interrumpió: “No, no. Me refiero a tu trabajo, tus estudios, tus investigaciones... Sé que si no trabajas en algo que realmente te interesa, vas a marcharte”. Yo le confesé que de noche estaba redactando la nueva versión de Muerte en Murélaga, siguiendo las observaciones de mi mentor para publicar el libro. Él me dijo: “No dejes de hacerlo. Es más, hazlo también de día. Termina tu trabajo”. Y después me preguntó sobre Jon: “¿Qué tal es?”. “Muy bueno”, le respondí yo. Y él añadió la clave, algo que también quedó grabado para siempre en mi memoria: “Debería serlo, porque te voy a juzgar por él. Los primeros contratan a los primeros. Los segundos siempre buscan a los terceros”. Me acuerdo mucho de aquellas palabras. Mordy murió en 2001, llevaba muchos años fuera de Reno, pero su obituario apareció en la prensa de Reno. Su fallecimiento me hizo pensar de nuevo en aquellas palabras. ¿Cómo surgió Amerikanuak? Tras una serie de circunstancias. Estábamos bajo el DRI y vivíamos a base de becas. Jon no estaba doctorado y, por esa falta de titulación, él no podía figurar como investigador cara a las instituciones y fundaciones. Así que yo presentaba y firmaba las solicitudes de beca de nuestro pequeño equipo de dos. Logré una beca del gobierno federal para hacer un estudio sobre la comunidad vasca de Elko (Nevada). Al mismo tiempo, estaba impartiendo un curso de cultura vasca en Elko. Solía ir dos semanas al mes para dar tres horas el viernes por la noche y otras tres horas el sábado a la mañana. Eran más de 500 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. En uno de estos desplazamientos invité a Jon para que diera una charla sobre algo relacionado con la lengua vasca. Casi cancelamos aquel viaje porque estaba nevando, aunque es cierto que saliendo de Reno, en aquella dirección, no nieva mucho. Las nevadas caen en la Sierra, hacia California. Salimos con cuidado y nos costó casi 10 horas llegar hasta Elko. Claro, fuimos poliki-poliki. Durante el trayecto tuvimos mucho tiempo para hablar y pensar. Recuerdo que le 46 dije a Jon: “Estoy iniciando esta investigación en Elko, pero no me encuentro muy cómodo, porque no es fácil hablar de la presencia vasca en Elko sin mencionar el Oeste americano”. “¿Por qué analizar esa presencia en Elko, y no en Boise?”, quería decir yo. Así que decidimos colaborar en un estudio de los vascos del Oeste Americano. A Jon le encantó participar en el proyecto. Recuerdo que terminamos comentando que no se podía explicar cómo un emigrante optó por Boise sin explicar por qué no lo hizo por Buenos Aires. La elaboración del libro fue una aventura. Recorrimos miles de kilómetros en coche, avión, etc. Ampliamos los límites del estudio para abarcar todo el continente americano. Fuimos primero juntos a México, luego a Colombia y a Perú. Entonces Jon viajó a Chile y yo a Argentina, a la Pampa, a Necochea. Nos juntamos en Buenos Aires, pasamos unas semanas entrevistando gente y él trabajando sobre materiales en el Laurak Bat y microfilmándolos, con nuestra microfilmadora portátil. No pasamos por Uruguay. Jon se fue a Sao Paulo (Brasil), por unos días, y yo a Venezuela. Después Jon viajó a Filipinas, y yo a Australia, a seguir la pista de los vascos en esos países. Naturalmente, anduvimos por el Oeste americano. Yo, como antropólogo, me paraba en los campamentos de pastores en el monte, o entrevistaba a gente: hoteleros, rancheros, ex pastores... Jon hacía el trabajo de archivo, aunque al final también yo dediqué a ello cierto tiempo. Jon me enseñó a hacer historia sobre documentación. Aquella tarea me comprometió como antropólogo. Desde entonces he hecho tanto trabajo de antropólogo como de historiador. Fue una colaboración muy buena. Jon escribió su parte de Amerikanuak y me la pasó a mí para que la tradujera al inglés, para lograr una coherencia en el libro. Nos costó unos cuatro años preparar el texto. Decidimos hacerlo en 1969 y lo terminamos en 1973. Tuvimos el manuscrito un par de años dando vueltas hasta su publicación, en 1975. Luego se tradujo al castellano en la UPV, en 1986. También nos interesa el caso de otra persona que, sin llegar a ser miembro del Programa, colaboró con ustedes. Se trata de Eloy Placer... Eloy Placer fue un caso especial. Se trataba de nuestro colaborador, por decirlo de alguna forma. Antes de Eloy contamos con Juan Maguna, un ex cura que enseñó español en el departamento de idiomas de la Universidad de Reno. Maguna pasó unos años en Reno y luego se marchó. Entonces, el jefe del departamento de idiomas llamó a Eloy Placer. Eran amigos. Habían coincidido en Kentucky, creo. Eloy tenía interés en venir a Reno, por el Programa, pero no al Programa. No teníamos puesto para nadie, ni posibilidad de contratarle. Maguna había actuado un poco como enlace entre el departamento de idiomas y nosotros, y querían que Eloy siguiera haciendo lo mismo. Eloy vino como profesor de castellano, pero solía acudir al Programa tres veces a la semana, y los tres, Jon, Eloy y yo mismo, nos hicimos amigos. Pero nuestra amistad no duró mucho, porque a Eloy le dio un infarto y murió de golpe. Fue algo dramático. No llegó a completar su deseo. No tuvo tiempo. Antes de su muerte no pasó más de tres o cuatro años aquí. Eloy era un entusiasta cien por cien. Tampoco hablaba vasco, pero era un entregado a lo vasco. ¿Qué nos puede decir de Joseba Zulaika, actual director del Programa? Háblenos algo más de sus estudios de Antropología vasca... Joseba Zulaika vino a Reno una vez licenciado. Estaba doctorándose en la Universidad de Princeton. Vino aquí para utilizar la biblioteca y aprovechar el ambiente. No vino de paso sino para un periodo de seis meses, o un año, entre nosotros. Antes de terminar la tesis volvió a venir en una estancia también prolongada. Después de titularse vino como post-doctorado. Se hizo mucho al ambiente. Le gustó. Yo le animaba a publicar su tesis, pero había que hacer algunos cambios para que saliera en la Serie Vasca. En el proceso de reelaboración de su tesis y corregirla en inglés nos hicimos amigos. Él no era anglófono y, a pesar de escribir bastante bien en inglés, cometía errores. Edité su libro, Basque Violence. Metaphor and Sacrament. Se trata de un libro bastante largo y, por ello, Joseba pasó bastante tiempo aquí. Creo que antes de comenzar a enseñar en Zorroaga ya había estado aquí tres veces durante bastante tiempo. Para entonces Joseba y yo éramos íntimos amigos. Estuvo un par de años en Zorroaga y, justo entonces, Jon Bilbao se jubiló, así que su puesto en Reno quedó vacante. Íbamos a llenarlo con un search, una búsqueda, como se hace aquí. Yo animé a Zulaika a que se presentara. Le apreciaba y le consideraba bien. Él se animó y se presentó al puesto. Yo era uno de los cinco miembros del comité de elección. Joseba se llevó el puesto. Y hasta ahora. Cuando me jubilé, me relevó en el puesto de director del Programa. Aunque ahora ya no es Programa, sino Centro de Estudios Vascos. Coincidiendo con mi jubilación, Jacqueline Urla, Robert Clark y Begoña Aretxaga vinieron, realizaron un estudio detallado de las actividades de nuestro Programa, lo revisaron y evaluaron. Calificaron nuestro trabajo como muy bueno, nos pusieron por las nubes, y gracias a ello estábamos en una posición muy favorable frente a la administración de la Universidad. Aquella evaluación tan favorable nos dio la oportunidad de presentar una petición de dos puestos al parlamento de Nevada; solicitamos una ampliación del Programa y nos la concedieron, en una época de recorte de presupuestos en la Universidad. Así que, con Zulaika, el Programa casi ha doblado el personal. Joseba ha abierto una serie de actividades muy acertadas. Yo estoy encantado de la vida viendo lo que está haciendo. El Programa es ahora un centro mucho más dinámico de lo que fue en mi época, aunque pienso que el Programa viejo hizo su trabajo y cumplió su papel. Zulaika es antropólogo, pero se ha convertido en bastante buen administrador. Le ha tocado hacer una especie de seminario empresarial, ha tenido que aprender mucho en dos o tres años en el puesto y créanme que ha hecho muy buen papel. Además, tiene gran visión. Todo un acierto. Hay mucha energía y mucha potencia. Yo formo parte de una junta directiva del Centro, el Advisory Board. John Echeverria es el chairman, y yo el vice-chairman. Recaudamos dinero del sector privado para el Centro de Estudios Vascos. Trabajo en esa junta y juego el papel de dinosaurio. Precisamente por eso, Zulaika me toma el pelo. Soy una de las atracciones del museo. Cuando vienen visitantes, los recibo. Tenemos muchas conferencias y celebramos varios congresos. Lo cierto es que ahora pasa por aquí el triple de gente que antes. En cualquier momento puede haber aquí 15 personas del País. Hay una evolución en mis años de carrera universitaria y después. Sin darme cuenta, estaba estudiando la fase final de la manifestación del fenómeno, tanto en América como en Europa. En Etxalar y Murelaga estaba viviendo un mundo que se terminaba: el mundo del caserío, en muchos casos sin luz, sin carretera... El caserío aislado de su propio casco. En Etxalar viví en Buxungoborda, a media hora a pie del pueblo. Aunque tuviera el Volkswagen, debía dejarlo en el pueblo y subir a Buxungoborda a pie. Así que tenía siempre un buen par de abarcas. Muchas veces hacía el camino de noche, y me encontraba con portugueses, que pasaban la frontera a escondidas. Era un mundo que, si no agonizaba, cambiaba y se reconstruía con el agroturismo, el chalé del industrial de Bilbao que quería ir al pueblo los fines de semana, del cazador de Donostia que pagaba una barbaridad por las palomeras... La agricultura estaba mecanizándose, asistíamos a la modernización de los caseríos, de la cuadra, etc. Quizá hoy Buxungoborda está abandonado porque el etxekojaun murió hace dos o tres años. Para cuando murió, ya se podía subir en coche hasta la puerta. Otro mundo. En el Oeste americano ocurría lo mismo. Jon y yo documentamos un mundo que estaba pasando a la historia. Al empezar Amerikanuak, el número de pastores vascos era de 750, pero para cuando el libro se publicó no habría ni 100 vascos cuidando ovejas en el Oeste americano. A la vez, la comunidad vasco-americana, los descendientes, se estaban organizando como nunca. Era un mundo de transición. He tenido la oportunidad de documentar dos modos de vida que han dejado de existir durante mi propia existencia. Actuando como antropólogo, resulta que estaba haciendo historia; viva, pero historia. Después de aquel trabajo de campo en Etxalar, durante dos años, volví al País en verano, siempre con mis datos a cuestas, a Etxalar y Murelaga. Cuando empecé con Amerikanuak en el Oeste dejé, prácticamente, de estudiar lo vasco del Viejo Mundo. Me he interesado por el nacionalismo, he escrito algo sobre el tema, pero siempre como trabajo de biblioteca, no como trabajo de campo. Desde entonces, mi trabajo de campo ha estado orientado a América, y también a Australia. Mi esposa Jan y yo pasamos un año entre los que habían sido cortadores de caña de azúcar, entrevistándoles por todo el continente australiano. Hice otro año de trabajo de campo en Italia, en Agnone (Molise), en la región del Abruzzo, estudiando las causas y consecuencias de la emigración de la zona, en plan comparativo con lo que hice en Etxalar y Murelaga. Y publiqué el libro Azúcar amargo. Vida y fortuna de los cortadores de caña vascos e italianos, editado por la UPV. Luego he publicado dos libros más sobre italianos en Australia. Y ahora estoy escribiendo un libro, Vascos en las antípodas, para completar el panorama. Es mi proyecto principal en lo académico. ¿Qué imagen tiene de su propio país, los Estados Unidos de América? En este momento soy muy pesimista. No me va en absoluto la política exterior de mi país, ni la interior. Creo que vivimos un período bastante triste en todos los aspectos. Osama Ben Laden no podía haber tenido más éxito. El verdadero daño que ha causado es autoinfligido. Me refiero a la política civil, es un período de reaccionarios en nombre del contraterrorismo. Las medidas tomadas para restringir los derechos cívicos 47 Landázuri en este país van muy lejos, mucho más de lo necesario para enfrentarnos al terrorismo. Son medidas contraproducentes, a mi modo de ver. Es una agenda oscura que va más allá de Al Qaeda. Con Estados Unidos a la cabeza, en todas partes del mundo se ve lo mismo. O la ilegalización de Batasuna y el cierre de Egunkaria en el País Vasco: creo que está relacionada con las disposiciones de los Estados Unidos de tomar medidas domésticas e internacionales. Parece que en nombre del contraterrorismo hoy todo es lícito. En cuanto a Irak, yo estaba completamente en contra de la invasión. Fuera de Estados Unidos había unanimidad en contra, pero dentro de este país no se daban cuenta de ello, o no lo tomaban en consideración. Es un momento muy peligroso. No sé adónde vamos. El caso es que la economía va muy mal; la bolsa ha bajado muchísimo. Los apoyos de Bush son los que más sufren, irónicamente. Wall Street está descontento. Eso tiene sus impactos internacionales, porque Estados Unidos es el mercado más importante del mundo, y cuando nosotros andamos mal todo el mundo lo pasa mal. ¿Algún comentario sobre Reno y Nevada? La economía de Nevada refleja esos problemas, pero también diferentes. Tiene una economía turística y a raíz del 11 de septiembre lo ha notado. Hay menos movimiento de gente, han quitado vuelos... Sobre todo Reno. Las Vegas ha sufrido, pero Reno más. Antes del 11 de septiembre Reno andaba mal. El juego en el Norte de Nevada lleva siete u ocho años bastante mal. Los dos grandes casinos que yo tenía tuvieron que cerrar. Ahora tengo en sociedad tres casinos pequeños en los grandes restop de camioneros. En Reno no 48 tenemos casinos. Hemos cerrado, pero hemos sobrevivido, a pesar de los problemas económicos y psicológicos fuertes. Pero ya está hecho. Nosotros tenemos la competencia de Las Vegas, por un lado. Por otro, los indios en los Estados de Oregon, Washington y California , que eran mercado nuestro, han abierto muchos casinos, y Reno es muy vulnerable. Las cosas cambian y se cerrarán más casinos. Un momento difícil de Reno que no tiene que ver con el 11 de septiembre. Nadie sabe lo que sucederá, si habrá más ataques o qué. En la nación parece que las cosas van a mejor, que hay más turismo y que se está recuperando un poco. También en Nevada, pero sobre todo en Las Vegas. ¿Cómo es un día normal en la vida de Bill Douglass? Yo ya estoy jubilado, pero sigo viniendo al Centro de Estudios Vascos varios días a la semana. También tengo un despacho en casa. Sigo investigando y sobre todo escribiendo. Y soy miembro del Advisory Board del Centro, como he dicho. Acabo de terminar un libro sobre pesca deportiva, una narración de mis aventuras, pero también un análisis de esa pesca hoy en día. Y también sobre el turismo en el País Vasco y en Las Vegas. He colaborado en un par de artículos y he dedicado parte de mis esfuerzos en el 2002 a ello. En junio impartí una conferencia sobre minería en el Oeste americano en el Max Planck Institut de Alemania con motivo de un congreso sobre minería en el mundo contemporáneo. Es otra dimensión de mi trabajo. Y ahora estoy escribiendo una novela sobre casinos en Nevada. Cuento la vida y la muerte de un casino en Reno. Pura fantasía, como ustedes se imaginan. MARTÍN OSPITALETCHE HISTORIADOR - MONTEVIDEO Silvestre Umérez Existe una imagen tópica sobre la emigración vasca a América que no por cierta ha hecho sombra sobre la labor de una serie de personajes hoy casi olvidados pero que en su momento marcaron huella en esas nacientes repúblicas. Esa percepción tradicional del fenómeno migratorio vasco ha tenido dos aristas, presentando por un lado a grandes figuras de talla épica, como ser libertadores, presidentes y militares, y por el otro a un pueblo anónimo con una determinada escala de valores, concepción del trabajo y de la política, al que se le atribuyen todo tipo de cualidades positivas. Poco a poco, sin embargo, se ha comenzado a hacer justicia sobre la memoria de aquellos otros vascos de perfil medio que en su tiempo brillaron por el aporte que brindaron a la cultura americana, factor aglutinante por excelencia si se tiene en cuenta el carácter plural y masivo que tuvo la inmigración en estos países en la segunda mitad del siglo XIX. En esa línea, precisamente, quisiéramos referirnos al maestro Silvestre Umérez. Nacido en Oñati (Guipúzcoa) el 14 de marzo de 1843, era hijo de José Mateo Umérez y Juana Zatarain. Cursó estudios de ciencias físico-matemáticas en Madrid y Valladolid, obteniendo el título de Bachiller que le habilitó para ejercer el profesorado en los institutos de segunda enseñanza de España. En 1869 se inició en la docencia enseñando Matemáticas en la Universidad Libre de Oñati, institución de la cual también fue bibliotecario. Pero, llegado el año 1873, los avatares de la segunda guerra carlista determinaron el cierre de la Universidad, y Umérez, como otros tantos de sus compatriotas, se vio obligado a emigrar, eligiendo Uruguay, país adonde llegó en mayo de 1874. Todo indica que su adaptación fue rápida, pues al año siguiente le encontramos fundando en la ciudad de Durazno el Colegio Hispano Oriental, y en 1876, como brazo derecho del sacerdote Mariano Soler, futuro primer Arzobispo del Uruguay, participando activamente en la fundación del Liceo de Estudios Universitarios. El 24 de septiembre de ese mismo año contraía matrimonio en Durazno con la maestra Mercedes Sánchez. La presencia de este guipuzcoano en Uruguay coincidió en el tiempo con la reforma educativa impulsada desde el gobierno del presidente Lorenzo Latorre (1876-1880) por el maestro José Pedro Varela, promotor de las ideas pedagógicas que venían abriéndose paso en los países más progresistas de aquel entonces. Positivista convencido, Varela encontraba en la ciencia, la observación y la experimentación, los pilares básicos del sistema educativo. De ahí que con gran entusiasmo incorporase como nueva asignatura las “lecciones de objeto”, traduciendo para ello el Manual de lecciones sobre objetos de Norman Allison Calkins, preconizando constantemente su uso por parte de los educadores. En esa visión empírica todo conocimiento comenzaba con el trabajo de los sentidos, puesto que enseñar a observar era capacitar para la autoeducación. Fue así que las lecciones de cosas comenzaron a aplicarse en todos los ambientes escolares, considerándose la premisa empíricoexperimental de cualquier proceso de aprendizaje (1). En ese contexto, en 1877 se inauguró en Maldonado, pequeña ciudad del interior, un nuevo edificio para su escuela pública, llamada Ramírez en recuerdo de su benefactor, el diputado José Pedro Ramírez, quien durante su permanencia en el escaño había destinado la totalidad de su dieta a la concreción de este proyecto. Dos años más tarde, al producirse la renuncia de su director, se hizo un concurso de oposición para proveer la vacante y fue así que Umérez accedió a la dirección de esta escuela en junio de 1879. Como dato curioso señalemos que en esa misma ciudad, entre 1871 y 1876, había actuado como preceptor el navarro Fermín Landa, otro inmigrante de larga actuación en Uruguay y uno de los impulsores del asociacionismo vasco en ese país. Landa, precisamente, había sido maestro de muchos de aquellos niños que ahora eran alumnos de Silvestre Umérez. La Escuela Ramírez representó uno de los primeros y mayores esfuerzos del interior uruguayo por ponerse a la altura de la nueva etapa educativa que se abría en el país. Todo ayudaba para que fuese así, comenzando por el edificio, que era un verdadero lujo para Maldonado. Pero fue la presencia de Silvestre Montevideo, mayo de 1921. Silvestre Umérez (a la derecha) en compañía de Américo Pintos, periodista y antiguo alumno suyo de la Escuela Ramírez. 1. José Pedro Violante, en su conferencia “Ambiente filosófico de la reforma escolar”, pronunciada en Montevideo el 18 de noviembre de 1968. 49 Landázuri Uno de los primeros ejemplares impresos de El Porvenir del Estudiante. 7 de septiembre de 1879. Primer número, manuscrito, de El Porvenir del Estudiante. 17 de agosto de 1879. Umérez el hecho que determinó la transformación de esta escuela en un hito de la historia pedagógica del Uruguay. Al igual que Varela y los demás reformadores de la enseñanza, estaba profundamente convencido de que la misma debía tener un carácter marcadamente participativo en donde los alumnos no quedasen relegados a desempeñar el papel meramente pasivo que caracterizaba al sistema educativo de aquella época. La clave para ello fue la fundación de un periódico escolar que constituyó toda una novedad, no sólo en el pueblerino Maldonado sino en todo el país, ya que bien sabía Umérez del efecto imborrable que ese tipo de publicaciones tienen a la hora de despertar vocaciones y estímulos. El Porvenir del Estudiante, que así se llamó este periódico de frecuencia semanal, vio la luz el 17 de agosto de 1879. Fue en sus inicios de factura tan artesanal que la edición de sus primeros números fue totalmente manuscrita y recién a partir del tercero pudo publicarse mediante una imprenta. Cuando cesó su publicación, en noviembre de 1883, prácticamente había perdido su carácter estudiantil, y pese a estar redactado y dirigido por adolescentes, se había transformado en un verdadero órgano local de prensa. Su temática era variada, conteniendo artículos que iban desde la crónica del vivir cotidiano de Maldonado hasta la descripción, 90 años antes del vuelo del Apolo XI, de cómo sería un paseo por la Luna, llamando siempre la atención el interés y pasión demostrado por estos jóvenes redactores, cuyas edades no superaban los trece o catorce años. Uno de sus alumnos recordaría años más tarde: “Todo lo que interesaba al pueblo interesaba a la Escuela Ramírez. Allí la preocupación de las minas, por las turberas, por el puerto, por el ferrocarril, por el servicio de vaporcitos, por los caminos, por la vivienda, por el agua, por las calles, por las industrias. Umérez veía al pueblo tal como era y lo veía tal como debía ser. Y como un gran maestro transmitía a sus alumnos la totalidad de la visión” (2). Pese a su entusiasmo por estos proyectos, Umérez debió trasladarse a Montevideo en enero de 1880. Sin embargo, dos años más tarde logró regresar a Maldonado para permanecer al frente de la Escuela Ramírez desde 1882 hasta 1889 y de 1906 a 1915. Alternando esos períodos, fue también director de la Escuela San Vicente de Paul de Montevideo, profesor de Física en el Colegio Seminario de los Jesuitas y de Gramática y Aritmética en el Liceo de Maldonado. El viejo profesor no olvidaría nunca sus orígenes. Cuando hacia el final de sus días el periodista y antiguo alumno suyo Américo Pintos (3) le pidió que le hiciese llegar una reseña biográfica, agregó a la misma esta significativa posdata: “No se olvide que soy vasco puro y algo más”. Por ello, no resulta extraño que fuese miembro de Eusko Ikaskuntza y que en 1921 publicase Los fósiles de la gruta de Aitzquirri, fruto de su interés por la paleontología y arqueología vascas. Trabajó asimismo con incansable tesón para introducir en Uruguay el culto a la Virgen de Arantzazu, logrando ver coronado su propósito en la parroquia del Cerro, barrio montevideano que en el siglo XIX se caracterizaba por ser el destino predilecto de gran número de inmigrantes. Silvestre Umérez falleció en Montevideo el 5 de noviembre de 1922, cuando se encontraba, precisamente, buscando datos y documentos para escribir una monografía sobre el santuario de Arantzazu. 2. Tomás Brena, en un artículo publicado en El Bien Público, Montevideo, 14 de marzo de 1951. 3. Américo Pintos Márquez (1866-1944). De su archivo hemos rescatado la mayor parte de la información incluida en este artículo. 50 HENRIKE KNÖRR En Terranova y Labrador tras las huellas vascas Relato de viaje El avión que lleva desde Londres a Terranova aterriza en la capital de la isla, Saint John’s, mediada la tarde, un día de junio de 2000. La ciudad, de 175.000 habitantes, diseminados en una extensa área, es la más oriental de esta isla enorme (112.300 km2) y poco poblada (medio millón largo de habitantes). Saint John’s es también la población más oriental de América del Norte y Central, y una de las más antiguas entre las fundadas por los europeos en este continente. Tiene una Universidad de cierto relieve, llamada Memorial University en recuerdo de los soldados de Terranova caídos en las dos guerras mundiales. Selma Huxley Barkham, la historiadora inglesa con ascendencia canadiense, que tanto ha escrito sobre los vascos en Terranova y Labrador, había comunicado mi llegada a Augustin Etchegary, un descendiente de labortanos, ya jubilado después de muchos años en la industria pesquera. Etchegary y su mujer, libanesa, me enseñan el centro y los alrededores de Saint John’s, ciudad agradable y tranquila. En muchos sitios se ven todavía carteles y recuerdos hechos en 1999 con ocasión del 50º aniversario de la entrada de esta ex colonia británica en la Confederación canadiense. La mejor perspectiva se obtiene desde la llamada Signal Hill, sobre el activo puerto, al que los barcos acceden por una estrecha bocana, como en el de Pasaia. A lo lejos avistamos un gigantesco iceberg. Precisamente en Signal Hill hay varios indicadores de distancia, uno de los cuales reza: “Titanic 584 km”. Otro avión me transporta después a la costa oeste, distante unos 700 km, hasta el pequeño aeropuerto de Deer Lake, aproximadamente a 70 km de Corner Brook (22.000 habitantes), a orillas de una gran bahía donde desemboca el ancho río Humber. Terranova está toda estampada de ríos y lagos. Las montañas no sobrepasan los 800 m, pero algunas tienen nieve todo el año. La temperatura es buena en este mes de junio, en torno a 16 ºC de media, y el día larguísimo, con el sol ya salido a las cuatro y media de la mañana. Ni pensar en darse un baño en estas aguas. Pero al contrario que en el Canadá continental, donde en invierno llegan con facilidad a los -40 ºC, en Terranova es raro que se registren temperaturas por debajo de 10 ºC, gracias a la acción del mar como termostato. Han quedado atrás los años en que prácticamente todas las comunicaciones de Terranova eran por mar. Ahora, aunque la única línea de ferrocarril fue suprimida hace tiempo, la isla tiene carreteras aceptables, e incluso algunas excelentes. Salvo excepciones, los automovilistas respetan el límite de velocidad: 80 km/h. En los parques nacionales, como en el magnífico Gros Morne, la limitación es más estricta, a causa de los alces y otros animales que con frecuencia cruzan la calzada. Una expresiva señal de tráfico, con un coche abollado y los grandes cuernos del alce, advierte de ese peligro real. Selma Barkham se ha ocupado también de buscarme alojamiento antes de que recorra los casi trescientos kilómetros que quedan. Es en la bellísima bahía de Norris Point, en casa del matrimonio Herbert Schuhmacher y Bettina Lori, guías de montaña, de origen suizo y establecidos aquí en 1992. Hablamos alemán, y entre ellos el dialecto de Zürich, donde Herbert fue policía más de veinte años. Pero ciertamente el mundo es un pañuelo: menciono un profesor de alemán, natural de Zürich, que tuve en Madrid, y resulta que con él Bettina aprendió italiano en el liceo. Entre los muchos libros de la casa, en varios idiomas, un lugar destacado lo ocupa una edición de la Biblia de Lutero, de 1886. Vista general de Red Bay (Labrador). A la derecha, Saddle Island. Foto de Michael Barkham. 51 Landázuri Se respira una gran paz en aquel rincón, al borde del agua y cerca de los espesos bosques y las montañas peladas. Herbert elogia el carácter abierto de los habitantes (“Nunca nos hemos sentido extranjeros”) y el fuerte sentido de solidaridad existente en el pueblo. Después he comprobado la verdad del aserto. La gente es extremadamente amable y alegre, de una alegría que se trasluce en el rico folklore de la isla. Éste es de raíces británicas e irlandesas, aunque hay una minoría (3%) de francófonos, aparte de los habitantes de las islas Saint-Pierre et Miquelon, al Sur, que pertenecen a Francia y son mimadas por la metrópoli. Un activo coordinador de la comunidad francófona de Terranova me cuenta que en su niñez se sentían semiclandestinos, por las severas restricciones que había en materia de inmigración. Al día siguiente continúo viaje con Herbert, hacia el Norte, por esta costa occidental, con algunas paradas para ver diversos puntos de interés natural o histórico, como faros, promontorios y museos. La carretera tiene el nombre de Viking Trail (“Ruta Vikinga”), como nos recuerdan frecuentes carteles, al cumplirse los mil años de la llegada de aquel pueblo a la isla. En la punta más septentrional existe un establecimiento vikingo bien conservado, según parece el único autentificado en toda América del Norte. ¿Por qué dejaron la isla los vikingos? ¿Acaso por conflictos con el pueblo autóctono, los beothuk, que a su vez se extinguió en el siglo XIX? ¿Y qué relación hubo entre los vascos y los beothuk? ¿Se llegó a formar un pidgin o lengua mixta para el comercio, semejante a la que existió muy cerca, con los indios micmac y la tribu de los montañeses, como ha demostrado el lingüista Peter Bakker en varios artículos? Nos detenemos en una antigua pesquería familiar dedicada al bacalao. Vemos la casa, que se diría casi de juguete, y el almacén de secado del bacalao. Una gran tristeza se desprende de la explicación de una mujer, de unos sesenta años, que participó en estas labores. Hay una moratoria desde hace diez años y mucha gente ha tenido que abandonar la pesca e incluso emigrar. Un privilegio Selma Barkham nos espera en Plum Point (el Ferrol Zaharra, es decir “Viejo Ferrol”), una pequeña población cercana al lugar donde tiene lugar el seminario que, como todos los años, reune por iniciativa suya a historiadores de Terranova, Labrador y regiones vecinas. Es un verdadero privilegio desplazarse con esta mujer inteligente, Cónsul honoraria de Bilbao, que ha abierto tantos caminos para la investigación de la presencia vasca en estas latitudes, así como en Islandia. Es de lectura obligada el espléndido libro dirigido por ella, Itsasoa. Los vascos en el marco Atlántico Norte, siglos XVI y XVII (San Sebastián, 1987), o el más breve, pero asimismo brillante, The Basque Coast of Newfoundland (Saint John’s, 1989). Entre los autores del primero de esos libros figura su hijo Michael, también destacado historiador, residente en Donostia. Lo de Costa vasca de Terranova no es un invento de Selma. Así se llamaba, en efecto, a causa de los pescadores de ambos lados de Vasconia, que allí tuvieron casi el monopolio de la pesca durante más de dos siglos y pusieron nombre a varios lugares. Algunos de esos nombres han resistido el paso del tiempo, mientras que otros han desaparecido, como Baia Ederra, hoy Bonne Bay, o han quedado desfigurados, como Portutxoa, hoy Port- La obra Itsasoko nabigazionea, de Martin Oihartzabal, en su traducción vasca por Piarres Etxeberri, Baiona, 1677. au-Choix. También ha perdurado alguna palabra vasca del léxico común, como barratxo, “pequeña barra o trozo de tierra en una bahía”, hoy en inglés de Terranova barachois. Además de dedicarse a la pesca del bacalao y la ballena (cronológicamente por este orden), los vascos escribieron algunos libros de rutas marinas, de una gran exactitud. El primero de ellos fue escrito en francés por Martin Oihartzabal, natural de Ziburu, y publicado en 1579; la cubierta dice Burdeos pero sabemos que se imprimió en La Rochelle. Casi un siglo después, Piarres Etxeberri, alias Dorre, de San Juan de Luz, tradujo este libro al euskara, con el título de Itsasoko nabigazionea, pero añadiendo muchos datos de A la izda.: Excavación de un yacimiento ballenero vasco del siglo XVI en Red Bay (Labrador). El gabarrón está situado encima del pecio de un galeón ballenero. A la dcha: Chalupa ballenera vasca del siglo XVI hallada debajo del pecio del galeón. Fotos de Michael Barkham. 52 emprender aquella aventura, como la que dice: “Ternua da mortu hotza / eremu triste arrotza / laboratzen ez den lurra / neguan bethi elhurra” (“Terranova es un desierto frío / región triste y extraña / tierra que no se labra / en invierno siempre nieve”). La infatigable Selma ha conseguido que en Plum Point se haya hecho un pequeño jardín en recuerdo de Juan de Ea, marinero fallecido aquí en 1632, cuyo testamento se conserva en un el Archivo de Protocolos de Guipúzcoa en Oñati. Una tarde celebramos una sencilla ceremonia conmemorativa, presidida por un pastor anglicano y un sacerdote católico. Durante la ceremonia cantamos tres canciones religiosas, una de ellas del alemán Martin Rickart (contemporáneo de Juan de Ea, por cierto), arreglada por Felix Mendelssohn-Bartholdy, Nun danket, en inglés Now thank we all our God. Red Bay y su museo vasco interés. El mismo Etxeberri es autor igualmente de un importante mapa de la isla, descubierta en 1497 por Giovanni Caboto, más conocido como John Cabot, quizá genovés, navegante bajo bandera inglesa. Esta actividad vasca en Terranova y Labrador, de la que se hicieron eco historiadores como Garibay e Isasti, tuvo también cierto reflejo en la literatura vasca. Algunas de las estrofas que conocemos describen la isla en términos que no animaban a Un ferry grande y cómodo (aunque de segunda mano tras muchos años de servicio en el Báltico) lleva en hora y media desde Sainte Barbe, cerca de Plum Point, a Blanc Sablon, en la costa de la provincia de Quebec, pero en el límite con Labrador. Desde allí, con otros amigos de Selma, a quien saludan efusivamente, vamos hasta el pequeño pueblo de Red Bay (el antiguo Buttus de los marinos vascos del siglo XVI), distante unos ochenta kilómetros. Protegido por la isla Saddle, Red Bay, con su museo de balleneros vascos inaugurado el 29 de julio, después de nuestra visita, está clasificado como Lugar histórico nacional. Las excavaciones llevadas a cabo durante los últimos veinte años años aquí y en Chateau Bay, más al Norte, han sacado a la luz numerosos objetos de los marinos, como gruesas camisas, harpones, cerámica y monedas. Hay que mencionar sobre todo las que ralizaron sendos grupos de la UPV en 1985 y 1989, con arqueólogos de prestigio como Agustín Azkarate y Julio Núñez. El centro de atención sigue siendo una chalupa de unos cinco metros de largo, bien conservada. En un diminuto bote, y a un tiro de piedra de un iceberg que acaba de partirse con estruendo, llegamos a la isla. Ésta tiene un encanto especial, y más en la tarde tibia y soleada que nos ha tocado. En el recorrido por la isla, cuidadosamente señalizado, se pueden ver abundantes trozos de tejas (no olvidemos que éstas eran llevadas desde Vasconia), los restos de los hornos en que se cocía la grasa de las ballenas (empleada principalmente para alumbrado, como se sabe) y un sencillo cementerio. Muy cerca de la costa observamos la presencia de varias ballenas, de distintos tamaños. No tienen miedo alguno: por aquí los balleneros son cosa de antaño. Batería de hornos excavados en Chateau Bay (Labrador) por investigadores de la Universidad del País Vasco. Foto de Julio Núñez Marcén. Barrica del siglo XVI, en Chateau Bay (Labrador), que en el momento de excavación todavía estaba in situ. Foto de Julio Núñez Marcén. 53 Landázuri ANTONIO ZAVALA Parte de una autobiografía Palabras pronunciadas en Tolosa en el acto de entrega del título de hijo predilecto, el 6 de octubre del 2000 El texto que ofrecemos a continuación fue pronunciado por el académico vasco Antonio Zavala, S.J., conocido especialista en literatura popular, en el acto de entrega del título de hijo predilecto de Tolosa. Por su interés, pedimos al autor lo vertiera al castellano, petición a la que el autor accedió. Nuestro agradecimiento más sincero. El título, “Parte de una autobiografía”, es nuestro. Paisanos míos, señoras y señores: Cuando llegó a mis oídos lo que las autoridades de Tolosa proyectaban acerca de mí, me pareció que debía inclinar la cabeza y acatarlo. Hace algunos años se acuñó la expresión de ama-lur (madre tierra). Podríamos también decir ama-erri (madre pueblo), porque la localidad en que hemos nacido es como una segunda madre. Y las personas de nuestra edad aprendimos bien a obedecer a los que nos trajeron al mundo. Pregunté en seguida quiénes eran, hasta entonces, los hijos predilectos de Tolosa. Me dieron los nombres siguientes: Felipe Dugiols, Eduardo Mocoroa, Antoñita Bandrés y Juan Garmendia. Es decir, un militar, un músico, una que fue muy adelante en el camino de la santidad y un escritor. Es como debe ser: hombres y mujeres que hayan hecho méritos en distintos campos. Me ha costado llamarle Juan al cuarto. Porque para sus amigos de la infancia ha sido siempre Juanito y lo seguirá siendo. Pero en aquel tiempo le aplicábamos un nombre nuevo. Cuando en la Plaza Santa María o donde fuera jugábamos a fútbol, él tenía la costumbre de pegar de vez en cuando una palmada. Así que dimos en llamarle el jugador txalos. Lo que entonces no se nos ocurría pensar es que, primero él y después yo, íbamos a recibir esta distinción. No llegué a conocer a Antoñita Bandrés. Pero sí a su hermano médico. Fue él quien atendió a nuestra difunta madre en su última enfermedad. Felipe Dugiols murió antes de nacer yo. Pero guardo un triste recuerdo relacionado con él. Como sabéis, el monumento con su estatua se alzaba delante de la actual Casa de Cultura. A su alrededor tenía un cerco: unos pilares coronados por grandes bolas de hierro y unidos por gruesas cadenas. Todos los chicos nos sentábamos sobre ellas y nos balanceábamos como en un columpio. Pero una de las veces, cuando un com- pañero nuestro se divertía de ese modo, una de las bolas cayó sobre el vientre del chico y murió el pobre a consecuencia de ello. Se llamaba Ramón Eceiza, y sus hermanos, Julián y Tomás. Conocí mucho a don Eduardo Mocoroa. ¿Quién no en Tolosa a un músico tan acreditado? Pero os contaré lo que me sucedió con él un día. Eran las vacaciones de Navidad. Nuestra madre nos mandó a misa de diez a mi hermano menor y a mí. Él tendría entonces nueve años, y yo doce. Entramos en la parroquia y, en vez de mezclarnos con los demás fieles, subimos al coro. Éste, como sabéis, consta de tres partes, separadas por bastidores de unos tres metros de altura. Comenzó la misa. El coro de tiples cantaba la misa de angelis. También nosotros teníamos voz de tiple y nos sabía- mos bien esa misa. Empezamos, pues, a cantar a una con los tiples. En los kyries lo hicimos tímida y suavemente. A los dominus vobiscum del celebrante respondimos con garbo. Durante el gloria fuimos levantando la voz. Y ¡qué plétora la nuestra cuando llegó el sanctus! Pero al terminar éste, la puerta del coro central se abrió de golpe, y apareció por ella, tan furioso como un toro cuando sale del toril, don Eduardo. Nosotros echamos a correr de arriba abajo. Pero él había cerrado bien nuestra vía de escape. Nos agarró del cuello o de la ropa y ¡vaya tanda de patadas la que nos propinó! Aquel señor sería un gran artista tocando el órgano con sus manos; pero también calentando nuestros traseros con sus zapatones. Pero por turno; el trabajo de uno lo hacía con un pie, y el del otro con el otro. Antonio Zavala (izq.) junto al alcalde de Tolosa, Antton Izagirre, después de recibir el título de Hijo Predilecto de la villa, el 7 de octubre de 2000. Foto: El Diario Vasco. 54 Primer libro publicado por Antonio Zavala en su colección Auspoa (1961). Nosotros tirábamos con fuerza, a ver si nos librábamos, pero todo era inútil. Los dedos de don Eduardo, de tanto tocar el órgano y manejar la batuta, se habían vuelto garfios de hierro. A todo eso, detrás de nuestro verdugo, estaba el coro de tiples en pleno, todos ellos compañeros nuestros de colegio y de juegos, partiéndose de risa. Pero más atrás había otro tercero, que se reía más que nadie: el sacerdote don Juan Gurruchaga, hijo del pueblo. Cuando pudimos librarnos de las garras de don Eduardo, bajamos volando por las escaleras. Era el momento más sagrado de la misa: la consagración. Pero recuerdo que toda la gente, en vez de al altar, miraba hacia atrás, queriendo saber qué era aquel barullo. Salimos afuera. Llovía a cántaros, pero nosotros anduvimos de calle en calle, mojándonos. Es que si volvíamos a casa antes de tiempo, nuestra madre empezaría a hacer preguntas. Y ése era nuestro miedo: que ella se enterara. Pero lo sucedido no llegó a sus oídos; no hubo ningún chivato. Al cabo de algún tiempo, una tarde, nuestra madre y yo tomamos el camino de Izaskun. Y en el camino nos encontramos con don Eduardo. Él bajaba y nosotros subíamos. Se detuvieron, se saludaron y charlaron un rato él y nuestra madre. Entre tanto, yo no abría la boca y miraba, por si acaso, a otro lado. Pero no sucedió nada. Una de dos: o no me conoció o prefirió portarse como un caballero. De todas formas, esa anécdota nos muestra que los hijos predilectos de Tolosa manteníamos entre nosotros relaciones del más alto nivel cultural. Después de pasar revista a la cuaterna de hijos predilectos, sentí en mí el cosquilleo de la vergüenza. Es que me empecé a acordar de nombres de quienes no han recibido el honor que hoy a mí se me otorga, unos ya difuntos y otros vivos, mas no por no merecerlo. Me puse a hacer la lista, pero iba un poco larga y lo dejé, en parte porque es algo que no me toca a mí y en parte por miedo a dejar fuera bastantes nombres. Al mismo tiempo, me llené de gozo y satisfacción, precisamente por eso: porque nuestro pueblo ha dado muchos hombres ilustres. Di entonces en pensar a qué se debía esa abundancia. En cierta ocasión oí que el entorno de Tolosa era de geología un tanto peculiar, porque entre estas montañas se juntan varios ríos y arroyos. Se deberá también a ello que sea un cruce de caminos, y también un cruce de aires. Aquí se dan cita, ciertamente, varios vientos. Del norte nos viene la brisa casquivana de San Sebastián; del este, por encima de Leitza y Betelu, el cálido soplo de Navarra; del oeste, por encima del Deba y del Urola, el fuerte aliento de Vizcaya; y del sur las auras del Goierri, que nos llegan desde Álava tras lamer a su paso las cumbres y praderas de Aralar y Aizkorri. ¡Qué remolino el de esos cuatro aires, cuando en este nuestro rincón chocan unos con otros y encuentran cerrado su camino! A ello se deberá que nuestro pueblo haya dado tantos hombres famosos. O sea, lo del viejo refrán vasco: Viento en la cabeza y ¡hala, a patear el mundo! Pero si el pueblo de Tolosa otorgó en 2000 un nombramiento de hijo predilecto y ahora otro, quiere decir que quiere subsanar su descuido. A ver, pues, si el próximo año nos reunimos otra vez aquí para otro acto como el de hoy. A pesar de que lo hagamos con frecuencia, pasará bastante tiempo antes de que podamos pagar todas las deudas atrasadas. Pero no sólo en Tolosa, en todo el País Vasco impera una mala costumbre. Los reconocimientos como éste de hoy se tributan a quienes son ya de edad avanzada. Así que al homenajeado se le dice, sin más, que es ya un anciano. Urge que cambiemos; urge que alarguemos una mano al hombre maduro o al joven que ha mostrado su relevancia en cualquier disciplina. Pero no lo hace- 55 mos así, y el pobre, sin más culpa que la de haber abierto un camino nuevo, se verá condenado a sobrevivir como pueda o, como dice un viejo cantar, hecho un “arlote miserable”. O se parecerá, ya que estamos en Tolosa, a nuestro gran Patrono San Juan: “vox clamantis in deserto”, tal como lo pregonaban en latín, en nuestra parroquia de Santa Maria, los panegiristas del santo en su fiesta. Ese joven será la voz que suena en el desierto y en la soledad, y muchos lo tomarán por loco. Por eso precisamente no se le ayuda: porque basta con uno que haga el ridículo. Pero él, si sabe hacer oídos sordos al que dirán, vivirá contento. Gozará de muchos momentos felices, como yo los he tenido. ¿Por qué, pues, mi queja? Porque el solitario siempre estará solo y chocará una y otra vez contra el muro de la impotencia. Entre tanto, con un poco de ayuda, en vez de producir como de veinte, hubiera producido como de cuarenta. Así que, aprovechando esta ocasión, hago un llamamiento a todas las entidades del País Vasco. Que los honores los otorguen, si así les place, a los mayores; a quienes hemos dado ya nuestros mejores frutos; pero sobre todo a los jóvenes o maduros que han demostrado su valer, a fin de que produzcan más, para bien de todos. El año pasado, cuando la Universidad de Deusto se dignó nombrarme doctor honoris causa, dije así poco más o menos: “Suele decirse que con una sola boina no pueden cubrirse dos cabezas. Ese proverbio queda en esta ocasión desfasado. Con esta boina de hoy se cubren muchas cabezas. Ya que mi trabajo ha consistido en recopilar la literatura popular, el honor que a mí me concedéis se lo conferís también a todos los hombres y mujeres que han contribuido a esa literatura y saber populares”. Esas palabras valen también para hoy. En este acto no me honráis con el título de predilecto solamente a mí, sino también a todos los autores de las estrofas y escritos que yo he recopilado. Predilectos, pues, todos los antiguos bertsolaris. Por ejemplo, los que en 1802 cantaron en nuestro viejo pueblo: Zabala y Fernando de Amézqueta, Erroizena de Hernani y Altamira de Tolosa. Y los bertsolaris Xenpelar, Udarregi, Txirrita... O Pello Errota, que tantas veces vendría desde Asteasu. O José Bernardo y Pedro María Otaño, que se trasladarían desde Zizurkil. O Iparraguirre, sobre todo tras lo que le ocurrió en nuestra villa: “Zibillak esan naute biziro egoki / Tolosan bihar Landázuri De izquierda a derecha: Henrike Knörr, Antonio Zavala y José Ramón Zubimendi, el dia de la investidura de Zavala como Doctor honoris causa por la universidad de Deusto. 17 de noviembre de 1999. dala gauzak erabaki...”. (“Los civiles me han dicho, con buenas maneras, que en Tolosa hace falta aclarar las cosas...”). Hijo predilecto nuestro paisano Ramos Azcárate, uno de los más prolíficos autores de composiciones en verso, por más que hoy yazcan en el olvido. Y lo mismo Ramón Artola y Emeterio Arrese, por ejemplo. O los que cantaron en Tolosa en el campeonato de 1935: Txirrita y Saiburu; Ezeiza, de Ibarra; Moxo, de Irura; Etxeberria, de Andoain; y Ondartza, Pantxo Zarra, Ugartemendia y Txapartegi, de Asteasu. Y los que lo hicieron al cabo de diez años, en 1945: Basarri, Uztapide, Saiburu, Zepai, Ondartza, Ernani-Txikia y Mitxelena. Predilectos también cuantos se movían en torno a los bertso-paperak (hojas volantes con estrofas en euskera). En primer lugar, los autores de aquellas composiciones en verso. Era uno de los más fecundos Manuel Antonio de Imaz, del vecino pueblo de Altzo. A esos bertsolaris acudían cuantos querían difundir estrofas sobre algún asunto. Les explicaban lo sucedido, ellos las componían y las cobraban, y el interesado las llevaba a la imprenta. Merecen, por tanto, este título de hoy las casas que las imprimían. Sólo en Tolosa había tres, que eran fuentes caudalosas de esa agua: la de la Viuda de Mendizábal o de Eusebio López; la de Gurruchaga y la de Muguerza. Lo merecen asimismo los vendedores de tales hojas en el Mercado de Tolosa. Yo conocí a tres: a Prudencio Abarra- tegui, Besamotza (el Manco), vizcaíno; a Mendaro Txirristaka y a Pello Saikola. A éste le compré una hoja en el verano de 1954. Y lo merecen, por último, cuantos se reunían en torno a esos vendedores a escucharles cantar las estrofas. Y los que compraban las hojas y se las llevaban a casa. Los pliegos que de ese modo se difundieron son los que un servidor ha ido después recogiendo. Pero tened en cuenta que yo no habría iniciado ese trabajo de recopilación, si no hubiera visto a esos vendedores y a esos compradores los sábados (día de mercado en Tolosa), al pasar al mediodía del colegio a casa. ¿Cuántos bertso-paperak se habrán vendido en el mercado de Tolosa? ¿Cuántas composiciones en verso? Cientos, desde luego; y quizás millares. Pero más de la mitad se habrán perdido para siempre, por culpa de la negligencia o de la vanidad de los hombres de cultura. ¿Para qué tomar en cuenta aquellas caseradas? Más tarde, cuando los vascólogos corrigieron sus criterios y cambió el ambiente, hemos podido publicar las composiciones de bastantes autores de estrofas, pero directamente en libros, sin que pasaran por las hojas volantes. También ellos merecerían esta distinción. Pero no los nombro, por falta de tiempo. Me he esforzado también en sacar adelante la prosa popular, con la publicación de varios libros, con las memorias y vivencia de muchos hombres y mujeres del pueblo. Más nombres, pues, merecedores de este honor y que deberían ci- 56 tarse, para dar a cada uno lo suyo. Pero se nos haría largo. Así que, con mi nombramiento, pensarías que a la cuaterna anterior se agregaba un nombre nuevo. Pues no; tras de mí ha aparecido una lista interminable. Algo parecido cuenta el evangelio. En cierta ocasión, el Señor increpó a un endemoniado. “¡Sal de este hombre, espíritu inmundo! ¿Cómo te llamas?”. Y el otro le contestó. “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. Es lo que a lo mejor os ha ocurrido conmigo: que juzgábais que era yo sólo y ha resultado una multitud. El pueblo de Tolosa, por tanto, no sólo me honra a mí, sino a toda la literatura popular vasca. Con ello se da un paso para remedio de una vieja injusticia. En los tiempos en que en el mercado de Tolosa se vendían bersto-paperak todos los sábados, a nadie se le ocurría pensar que lo que se ofrecía en aquellas hojas pudiera ser literatura. Por eso es que no se recogían y guardaban. Aquellas composiciones, sin embargo, por más que se tratara de un género montaraz y humilde, comunicaban y transmitían un contenido o mensaje. Y ése es el principal cometido de toda lengua y toda literatura. Por otro lado, aquellos pliegos reunían todos los requisitos necesarios para ser considerados literatura: autores, imprentas, vendedores, compradores... Por un lado la oferta y por otro la demanda, ambas con excelente salud y vitalidad. Esa relación de toma y daca, esa literatura, se mantuvo en pie mucho tiempo, y ella solita, sin el apoyo y la ayuda de nadie. No sabría decir cuántos libros de hoy llegarían a tanto. Nuestra literatura popular no la tomábamos en consideración hasta hace poco. Que las cosas hayan empezado a cambiar lo muestra claramente el acto de hoy en nuestro pueblo. Tolosa ha tenido siempre relaciones muy estrechas con la literatura popular. Como he dicho antes, una de las más antiguas competiciones de bertsolaris que se conocen, tuvo lugar aquí, en 1802. Aquí se han publicado, vendido y comprado millares de bertso-paperak. Tres de las imprentas que los publicaban radicaban también aquí. Y que el recopilador de esa literatura sea hijo de esta villa tiene asimismo su razón y motivo. Pido, por tanto, que la buena voluntad que Tolosa ha demostrado en este acto de hoy no sea flor de un día; que nuestro pueblo siga siendo fiel a esa tradición que le honra. •••••••• Veo delante de mí a muchos amigos que no han podido entender mis palabras en euskera. Ruego a los demás que me perdonen les dirija a ellos un breve resumen. He comenzado nombrando a los anteriores hijos predilectos de Tolosa: Felipe Dugiols, Eduardo Mocoroa, Antoñita Bandrés y Juan Garmendia, detallando la relación y contactos que tuve con ellos, contacto muy intenso, ciertamente, en uno de los casos. Al concedérseme este nombramiento, he sentido un poco de vergüenza, por los muchos tolosanos que lo merecían y no lo recibieron. Empecé a hacer una lista y lo dejé, porque iba muy larga y temía dejar muchos nombres fuera. Por otro lado, la costumbre de este país es hacer homenajes a los de edad ya avanzada. No es que esté mal. Pero he pedido que empecemos también a ayudar a los jóvenes o personas en plena madurez que hayan demostrado su capacidad, aunque no sea más que por conveniencia propia, para que rindan más que en solitario. Hace casi un año, al recibir en la Universidad de Deusto el doctorado honoris causa, dije que con aquel birrete se cubrían muchas cabezas: la de todos los autores que han contribuido a la literatura popular. Del mismo modo, hoy no sólo me nombráis a mí hijo predilecto, sino a todos esos hombres que han hecho que nuestra literatura popular sea tan rica e interesante. Éste ha sido el meollo de mis palabras. Y ahora permitidme que termine en euskera. •••••••• De izquierda a derecha: Félix Maraña, Antton Izagirre y Antonio Zavala, en el acto del 7 de octubre de 2000. Foto del Archivo Municipal de Tolosa. Muchas gracias, pues, por este reconocimiento de hoy. Pero ¿cómo agradecerlo? ¿Qué podré ofreceros a cambio? Siguiendo adelante en mi labor, hasta que Dios quiera. Muchas gracias, sobre todo, por el honor que le otorgáis a la literatura popular. Ya os he dicho que este nombramiento no me atañe solo a mí. Del mismo modo, mi agradecimiento no es sólo mío. En este momento no hablo sólo en mi nombre, sino en el de muchos; en el de todas las personas que han colaborado en poner en pie nuestra literatura popular, y que os quieren decir dos palabras: muchas gracias. No recuerdo ahora a qué bertsolari se debe esta sentencia: “Batek ainbat deretxo badegu bestiak” (Tanto derecho como cualquiera tenemos los demás). Por tanto, si a vosotros os asiste la fa- 57 cultad de nombrarme a mí hijo predilecto, también yo me siento con autoridad para concederle al pueblo de Tolosa, no sólo en mi nombre, sino también en el de todos cuantos han tenido algo que ver con nuestra literatura popular, el título de predilecto. Y estoy seguro de que nadie levantará su voz en contra. Con todo esto os habréis llevado quizás una pequeña sorpresa: habéis venido para ser testigos de un nombramiento y lo habéis sido de dos. Antes de terminar os pediría, de parte de todos los aficionados a la literatura popular, que hoy, a la hora de comer, hicierais dos brindis, para que estos dos reconocimientos, el vuestro para mí o, más bien, para nosotros, y el nuestro para la villa de Tolosa, tengan validez durante muchos años o in saecula saeculorum, amen. Y nada más. Landázuri ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO Oraingogauzak Como podrán apreciar los amables lectores, he cambiado de tercio al bautizar esta serie de artículos con un nuevo título, “Oraingo gauzak”, que traducido al romance significa “Temas de ahora”, en contraposición a los anteriores “Aspaldiko gauzak”, en los que trataba de asuntos de nuestro pasado; más o menos glorioso, o más o menos mugriento, que de todo ha habido. Estimo que es conveniente comentar facetas del pasado, unas veces por curiosidad y, sobre todo, porque resulta muy útil conocer los errores que hemos cometido a lo largo de la Historia para establecer las medidas necesarias que nos impidan caer de nuevo en ellos. Pero también debemos decir que es preciso tratar de las cuestiones actuales, con proyección de futuro, para intentar legar a las generaciones venideras actuaciones de todo tipo de las que puedan hablar de nosotros sin sonrojarse de vergüenza. Si consiguiéramos no sólo eliminar este efecto, sino el contrario, y que sea reconocida con orgullo la herencia que les hemos transmitido, podíamos dar el salto al más allá con una sonrisa de satisfacción, aunque mucho me temo que lo de la sonrisa no sea más que pura figura metafórica. Y después de esta aclaración, entraré en materia comentándoles un asunto urbanístico que me produce bastante inquietud, pues considero que, si se lleva a efecto, esas generaciones venideras de las que antes les he hablado no van a tener un recuerdo muy grato de nosotros, precisamente. Como no soy partidario de escribir en romance aljamiado u otra jerigonza semejante, les desvelaré el contenido del tema, que no deseo que por mi culpa no puedan conciliar el sueño intentando descifrar el enigma. Se trata de la posible construcción de varias torres de quince alturas en el polígono vitoriano de Salburua, que rechazo enérgicamente por las causas que expongo a continuación: Me da la impresión de que el tránsito brusco entre las tierras de labor y humedales del entorno a esas construcciones mastodónticas no va a ser cosa fácil de digerir, desde un punto de vista estético. Por otro lado, el vivir en una grillera semejante no creo que pueda contribuir demasiado a mejorar la salud física y mental de sus inquilinos. A la vista de los proyectos que se han presentado, el único que me convence ha sido el denominado como “Torres Tumbadas”, pintoresco eufemismo, puesto que una torre tumbada no tiene nada que ver con una torre; de la misma manera que el llamado crecimiento negativo, expresión tan utilizada por políticos y economistas, tampoco tiene ningún parentesco con el crecimiento, sino lo contrario; para designar este concepto existe la palabra decrecimiento o disminución. Hace algún tiempo leí un informe de la profesora de la UPNA, Mercedes Rubio, socióloga para más señas, en el que se mostraba contraria a este tipo de edificaciones, argumentando, entre otras cosas, que en los EE.UU. están cuestionando la construcción de edificios de gran altura. La profesora Rubio dio a conocer las conclusiones que en 1991 determinó el Consejo de Parques de Nueva York, en las que se afirmaba que la “construcción de edificios altos amenazaba con convertir en zonas de umbría a más de la mitad de los parques 58 neoyorquinos”. Más adelante, el Consejo aboga “por la construcción de edificios de poca altura, con patios y pequeños jardines”. Esta modalidad constructiva se ha experimentado en nuestra ciudad en el polígono de Lakuabizkarra de Vitoria, cuya calidad urbanística es evidente. Y anteriormente, en el ensanche del XIX, se hizo algo parecido. Desde 1984 en la ciudad de San Francisco “La Ordenanza de Luz Solar” prohíbe la construcción de edificios de altura superior a doce metros, puesto que, según dicha ordenanza, “pueden proyectar una sombra apreciable sobre edificios, espacios o recintos recreativos al aire libre”. En una palabra, que los inventores del rascacielos han llegado a la conclusión de que su invento no es todo lo bueno que ellos suponían. Ahora invito a los lectores a cruzar el charco y volvamos al Salburua de nuestros pecados. La razón que esgrime el Ayuntamiento de Vitoria para propiciar la construcción de las torres de marras es abaratar el coste de las viviendas, pues la repercusión del precio del solar resulta altísima. Esta razón es lógica en el caso de poblaciones que por su orografía no dispongan de terrenos edificables, pero no creo que esta situación se presente en nuestra ciudad. En la actualidad el terreno es caro en Vitoria y esta carestía resulta ser más complicada de entender que cualquier intrincado misterio del dogma católico, por ejemplo. Algo grave falla en la política del suelo, cuando contando con terreno llano y abundante su precio alcanza cotas prohibitivas y por este motivo se llegue a la conclusión de que para solucionar el problema sea preciso construir torres de quince pisos. El viajero que acuda a nuestra ciudad por la N-1, al contemplar semejantes maravillas, es muy posible que sufra la impresión de que se esté acercando a los suburbios de Belgrado. Esperemos que el buen sentido haga rectificar el cambio de rumbo en materia de suelo urbano, de forma que se propicie la construcción de viviendas estéticamente amables, a la vez que asequibles a la mermada capacidad adquisitiva de nuestros jóvenes de hoy, censores en un futuro cercano. El barrio de Salburua (Vitoria). Fea arquitectura suburbial. Siglos de arquitectura para esto... LEIRE RUIZ DE ZAROBE PROFESORA DE LINGÜÍSTICA FRANCESA DE LA UPV/EHU Dime cómo citas y te diré cómo eres Cuando hablamos de citas tendemos a referirnos a esas citas de los grandes pensadores, que resultan solemnes, majestuosas, insertas en nuestro discurso, y que apoyan, confirman, adornan etc. las propias palabras de uno. Pero más allá de esta concepción parcial de cita, y tomando el término en su dimensión más amplia, es decir, ‘cita como representación o reproducción de discursos ajenos (reales o no) en el propio’, puede afirmarse que gran parte de los textos es cita. Las citas son a menudo reconocibles. El procedimiento de citar puede ir acompañado de marcas lingüísticas y/o tipográficas que lo identifican: es el caso de los llamados clásicamente estilo directo: “«Me gustaría ir a París», me dijo”; estilo indirecto: “Me dijo que le gustaría ir a París”, o del entrecomillado: “Dijo «París» y no «Londres» ni ningún otro lugar”, que el redactor/hablante selecciona y muestra transparentemente como recurso de cita, y frente a los cuales el lector/oyente reconoce que se enfrenta a una cita, y de alguna manera se prepara para su lectura e interpretación. No siempre es el caso: frecuentemente, las citas no son anunciadas o están enmascaradas, pero el texto es producto de una cita, de uno u otro tipo, más o menos indirecto o soterrado, que una observación minuciosa del texto permite desvelar: “El jefe tiene mal carácter, ¿eh?” retoma y cuestiona algo dicho anteriormente; “Ayer me encontré con Juan. Se había divorciado, le habían echado del trabajo, todo le iba mal... La verdad es que estaba hecho una pena” reproduce algunas palabras de Juan; “¿Vargas Llosa? Ayer le entregaban un premio” afirma algo de una fuente ajena. Uno de los aspectos más interesantes de las citas es la posibilidad de manipulación que ofrecen. Se pensará, por ejemplo, que el estilo directo o el entrecomillado tienden a reproducir fielmente la voz de otro enunciador. En la prensa, por ejemplo, la literalidad es una exigencia, por su función de informar, exigencia no pocas veces transgredida. Sin embargo, en éste y otros casos no se puede dejar pasar por alto otras intenciones del entrecomillado, altamente significativas, como las siguientes: mediante el entrecomillado, el redactor libera la responsabilidad de su discurso en otro, o no está de acuerdo y se distancia de él, o sí lo asume, o lo deforma por su contextualización tendenciosa, o desea parecer objetivo etc. (Véase el valor de las comillas en: “El Presidente de Gobierno español advirtió que «el sentido común se impondrá a través de la Ley»” (Deia). Por otra parte, podemos usar perfectamente el discurso directo para evocar palabras que nunca jamás han sido dichas; por ejemplo, podemos narrarle a un amigo un viaje con abundancia de relato de conversaciones que en realidad nunca han tenido lugar así, con el objeto de dramatizar o hacer más vivo el relato, y lo aceptamos como natural. Aunque aparentemente la fidelidad a la fuente ofrece más posibilidad de transgresión en el estilo indirecto, transmitir ese mismo viaje en tal estilo nos plantea una exigencia de veracidad en el contenido, y si ese contenido no se ajusta a la verdad somos acusados de falsedad. Con todo, la manipulación principal a la que me refiero es otra. Los recursos de cita son uno de los grandes actores de la manipulación del discurso, en el sentido de que guían totalmente su interpretación, según las intenciones comunicativas del locutor. Sucede, por ejemplo, en el lenguaje periodístico. Es llamativo comparar la transmisión de un discurso de un personaje público o el resultado de una rueda de prensa en uno u otro periódico. Todos hacen uso, como es definitorio del discurso periodístico, de uno u otro recurso de cita, pero las elecciones no son banales; el manejo de los recursos de cita resultan claves para el resultado de esa transmisión, de manera que el mismo discurso, transmitido por uno u otro periódico, tiene unos efectos y resultados muy diferentes entre sí. La estrategia reside en el manejo de las citas: los fragmentos de discurso que se eligen referir, su lugar de aparición en la noticia, sus formas lingüísticas y la función asociada a cada una, la transgresión de éstas, su enmarcación argumentativa en el texto... todo un proceder derivado del manejo de la cita que debe ser desenmascarado para su ajustada interpretación. A título de ejemplo, compárense los siguientes titulares de distintos periódicos a propósito del debate sobre el estado de la nación del 16 de julio de 2002: DEIA: Aznar rechaza la distensión y el diálogo que le propone el PNV. Acusa al tripartito de iniciar “un viaje a ninguna parte” con el acuerdo del Parlamento. GARA: Aznar sitúa el objetivo en la derrota de ETA y asegura que “hemos superado complejos”. Dice que la ley de partidos acaba “con la impunidad” y pide que se refuerce la unidad con el PSOE. El PAÍS: Aznar acusa al PNV de “no querer la desaparición del entramado terrorista y de sus cómplices”. EL CORREO: El PNV ofrece al Gobierno 90 días de distensión, diálogo y 59 negociación. El presidente rechaza la oferta y exige a los nacionalistas “lealtad institucional cotidiana”. Citar no es, pues, en contra de las apariencias, una operación inocente. Citar es siempre asignar intencionalmente. Citar es una estrategia. Citar es un funcionamiento lingüístico de mayor relevancia de lo que se cree. Conocer y dominar los mecanismos de cita significa poseer el poder de provocar efectos calculados e insospechados en el texto y consecuentemente sobre el destinatario. Citar es además una actividad personalísima, en el sentido de que cada vez que se cita, aunque se cite, el texto resulta nuevo. Cada cita se recrea en cada texto, y resulta nueva en el nuevo marco. Y es porque cada texto (aunque contenga citas), cada enunciado es único y particular. Es, en este sentido, un hecho histórico. Por eso, dos enunciados, aunque contengan las mismas palabras, no son nunca los mismos, porque sus condiciones de producción y sus contextos han variado, no son repetibles. De ahí también la necesaria interpretación ajustada a ese hecho único e individual que es cada acto lingüístico. No es extraño, pues, si bien su uso sirve a distintas intenciones, que nuestros políticos y otros personajes se quejen continuamente de que sus frases son “descontextualizadas”. Podríamos hablar largamente de este potente y desconocido mecanismo que es la cita o el discurso referido. Y si observamos con cierto detenimiento lo que oímos o lo que leemos, comprobaremos que casi todo es cita, una historia de transmisiones, un componer una representación de palabras, pensamientos, ideas... explícitos o implícitos, una construcción de proposiciones presentes en el espíritu de los interlocutores, o en el contexto, o en la memoria, un retomar opiniones ajenas, un cruce de voces (polifonía) en el que no siempre es evidente la frontera entre la voz del autor y las intromisiones de voces ajenas. Los que acusan a otros de citar mucho probablemente citen tanto o más que éstos, mediante uno u otro procedimiento, de manera abierta o enmascarada, consciente o no. Este texto mío también contiene citas. El propio título es una cita, un eco modificado de una enunciación anterior, un refrán, sobrepuesto a su vez a millones de voces que se han ido apropiando de él, reconstruyéndolo, y disponible para sucesivas reelaboraciones. Citar es, pues, muchas cosas, excepto un mecanismo aislado o una operación ingenua. Landázuri LITERATURA CARLOS AURTENETXE MARCULETA Compañero de página y abismo Para Ángel María Ortiz Alfau, en el día de partida Cuando un hombre bueno muere ¿de qué está hecho el mundo? ¿Qué trampas de conciencia haremos en privado, a solas, para resistirlo? Cuando un hombre de la palabra muere ¿qué modifica la palabra? Del libro que tú harías, que tú hiciste con tu vida, voces y ecos, cuerpos y sombras pasaron por sus páginas, y al cabo, un poco de tristeza, un rastro de melancolía en tu sonrisa te define, ahora que estás tan cerca, tan lejos de nosotros. Por mucho que quisiéramos, por mucho que preguntes, que respondas, nunca podremos explicar el hombre, la trama de su tela, del velamen, la furia, la música del viento preso en las velas. De algún Bilbao de piedra y agua, de hierro y fuego y tierra y sacrificio, que sueña, y que trabaja y lucha y que respira, sea tu voz, alcance aquella forma que vuela y que dijiste y que persigue la mañana. Siempre una parte de la andanza rebasa al caminante, una parte del edificio a su arquitecto en la palabra, hombre de la palabra, del trabajo hecho arte de ser hombre acuñado en tus manos, la pura distinción hecha elegancia del ser, minueto, adagio, como una fina lluvia en el verdín de la fuente, juegos del agua, equilibrio, al caer la tarde hecha silencio, presagio, dibujo del regreso. Que Unamuno te persiga, te consiga, entre los tilos, te encuentre, en sus rincones, en los juegos profundos, prohibidos, de la tierra, del cielo. Que mi padre te conozca por Artxanda, o la Gran Vía, una tarde de lluvia, ahora que ello es imposible, y os contéis tantas historias pendientes, comunes, como fueron. Que Aresti baraje vuestras cartas de amigo, como si fueran naipes, para ganarte de nuevo la partida, aunque sea con trampas. Y que Blas nos siga congregando, incansable, reuniendo en la palabra, a todos, para siempre. Escucha el viento hablar entre la hierba, rozar el filo de los ojos la mirada, sentir lo inapresable, el tibio caminar común, guiar a lo imposible la vida, al fondo de tu pecho, simplemente la vida, huyendo, huyendo. Todos los mundos vividos, respirados en las páginas del infinito libro que habitaste, y flores y tristezas y alegrías mezcladas, harán aquel jardín que abandonamos. Ser lo que empieza y que termina, compañero de página y tristeza, la risa, el llanto, el fuego, la tormenta sobre las márgenes del río, la noche, la mañana, el viento enloquecido en el camino, los amores eternos, las verdades eternas. Seguiremos hablando, y no es un eufemismo, pues esto sigue, seguiremos hablando de todo un poco, en todo, como el día y la noche, como la mar y el cielo. De este poema incinerado del instante sin regreso quede el silencio, la tierra del afecto desgranado en nuestras manos. De la contrariedad que tú sentías por las almas voraces, que sabías pequeñas, te recuerdo, prueba del nueve de las almas grandes. Tuviste ese don imprescindible ante el que todos se sienten desarmados, salvo los miserables, y que ya nadie emplea: saber ser vulnerable ante el que debes serlo. 60 Valga lo que valga cada cual ninguno de nosotros pudo, podrá sustituirte nunca en escena, en jornada alguna. Deja que fotografíe tu ausencia, la forma del vacío que ha dejado tu cuerpo al irse, en las estancias. LITERATURA con fe de carbonero, y beneficio, de sangre en sangre y ley se agrava el hombre, por momentos. Quiero perder, quiero perder un poco, de tu mano. Que con tus grandes alas orientes nuestros vuelos, tras tu sombra en el valle, nos muestres el camino, allí abajo, donde tejer las flores, donde latir los pechos, al unísono, como un redoble de conciencia que se eleva. De izquieda a derecha: Santiago Aizarna, Angel Ortiz Alfau y Gabriel Aresti. Según información del escritor Pako Aristi, la foto fue hecha por Ramón Velasco en la Galería del Libro de Bilbao, en la Navidad de 1974, y es probablemente la última foto en que aparece Gabriel, fallecido el 5 de junio de 1975. Deja que fotografíe el silencio de tu voz diciendo tu palabra, para seguir reunidos. Se accede y se abandona el mundo por calles vacías, abandonadas. Estamos solos, pero entre nosotros, ambos lo supimos, no cabe una despedida. Que el agua clara que te dijo el sueño nos lave, nos desaltere a todos. A ratos, por las noches, oyes decir al viento tus frases, tus errores, tus silencios, como si suyos fueran, como si fueran nuestros. Ángel fieramente humano, como fuiste, como Blas nos dijera, ahora que todo es claro y obligado y ganado Lo he soñado esta madrugada. Estábamos todos juntos, por las Siete Calles, tomando unos caldos. Don Miguel protestaba por algo, enarbolando el puño; Sabina, tú y yo nos reíamos, y Blas, muy callado, en el claro del bosque, echaba unas migas de pan por la hierba para poder perdernos. Ya libre de libertad y cuidado queda el aliento de la noche, y nace cuanto muere. Guarda el secreto, compañero de página y abismo. Todo es palabra del silencio, trabajo del silencio. Hasta el olvido. No en palabra de mármol, en palabra de viento te recuerdo, no armado de palabra, desarmado. Perdido en el abrazo. Deja a la noche que diga con su brisa tu silencio, el silencio de todos y de nadie en la maleza, deja que diga su sombra tu palabra. 4 de abril de 2002 61 Landázuri LITERATURA HENRIKE KNÖRR Zuri, euskal gazte horri Negu hondarreko eguerdi eguzkitsua. haurrideen artean ere sarri guduka; Laino-itsasoan mendi-gailurra uharte. nafar erresumaren amets goiztiarra Agur-hitz batzuk jaulki ditugu herabe, horrela zen hautsi. eta ondoren Gurasoen gaztaroan solasari ekin diozu, gazte. inoizko gerrate krudelena izan zen. Mintzoak nekez du bidea bilatu, Arbola santuaren inguruan sarraski latza; antzeman dut, ordea, doilorkeriaren berri artista ospetsuak eman zuen hobekien. gogoan zenuena. Menpean bizi nahi ez eta, Egia maite duzu oste ugari zen oldartu, eta gezurra gorroto. gazte eta heldu, gizon eta emakume, Gizartean nagusituz doan hotzak zaitu larritzen. azkar, eskuzabal. Gizakiek gizakiro joka dezaten Bortizkeriak, ordea, nahi duzu; bihotz on mukuru erakarri ditu zitalki. mundua bizitoki txeratsua izan dadin Besteren bidegabeak nahi duzu, ezin izan zio ez aitzakia. hizkuntza guztien egonleku erosoa, Herioa ez da inoiz ere zilegi, iritzi eta ohituren zelai zabala, mugak ditzagun aitor. edozein larruazalen etxe gozoa. Piztiekiko zer dugu, bada, bereizgarri? Irriki duzu Deus ere ezin datorke Natura amultsuki erabilia izan dadin, odolkeriaren besalagun. eta zoroki egin zaizkion Gurturik gaitezen oroit zaurietatik sendatu-indarberritua. indarkeriak hil dituenez, Txori bakana pausatu da isiltasun-talaian, nor ere baitatza hilobian, eta ezeren beldurrik gabe hurbildu, non ere baitago hilobia, ogi-apurren eskale egonarritsua zeren osoa behar baita gizatasuna. eta jatun lasaia, Bizien oinazea lagunengana berriz hegaldatu arte, gogora dezagun halaber. ezkutuzko bidetik, kantari bipil. Bakearen grina Orduan, orotara zabalduko ahal da! behialako olerki-zatiaren haritik gure Herria Bego euskalduna, izan dugu hizpide. itsas-hegian zein lehorraldean, Galdez zatozkit, gazte. pagoak hazten diren mazeletan Uzkur natzaizu, zinez, zein olibondoen zabaldietan, entzutea nahiago izaki. bere orainaren eta geroaren jabe. Horra zer zaidan ezpaineratu. Begokie arbasoei leial, ahaztura deitoragarriaren aurka. Euskaldunen askazia guztiz zaharra, Bedi haren ele maizkoena itzuri joandako populu asko ikusia. Garaziko erretoreak lehenik moldezko letretan ezarria Jendaki kementsua, edo latin-kume aspaldidanik guretua. ibaiez haraindian, itsasoez bestaldean, Biz on antzina ugaritua, –ume-begiak bagenitu beti!–. izen on eta estimuan joria Bekie etxekoei maitekor, (nolanahi ere, ilargipe honetan nor hobengabea?). kanpotarrei atsegin-lagunkari, Mila ekaitzek inarrosi dute Herria, guztiekin auzolankoi. apaldua, ukatua, Begi gogotsu lana, 62 LITERATURA A ti, joven vasco (Traducción del autor) etekin zuzena ukatzen ez zaiola, Mañana de las postrimerías invernales. jauntxo zahar eta berriekiko eskubidedun. La cima del monte es una isla en el mar de niebla. Bihoa aspergaitz Hemos dicho unas tímidas palabras de saludo, jakitearen iturri agorrezinera. y después, Beuka uneoro lehen tokian hitza -ahoz zein idatziz-, adimenaren ate gailena, has empezado a hablar, joven. La expresión se ha abierto paso con dificultad, pero he adivinado lo que tenías en la mente. munduko altxor ñabarraren gordailu aurrena, Amas la verdad basakeriaren borrokari onena, y abominas de la mentira. barne-kezken pizgarri eta eztigarri batera. Te angustia el frío que se va adueñando de la sociedad. Hitza dugu sortzetik opari, Quieres baina lantze neketsua zor eten gabe que los hombres se conduzcan como humanos; gogoeta etorriko bada, quieres bizitza betearen seinale, que el mundo sea morada placentera, egungo zorabio eta harrabots ergelaren etsai. Pentsatze-mintzatzeak gaitu gizakitzen, irakurtzeak gora-nahian hegalak ematen donde vivan sin traba todas las lenguas, ancho campo de creencias y costumbres, acogedora casa para cualquier color de piel. Anhelas (eta goi horretan gure handi-txikitasunaz ohartarazten), que la Naturaleza sea tratada con afecto, bizi gareino gaitezen ikasle. sanada y recuperada de las heridas Bentzu orobat ustezko ezjakinen jakinduria, que locamente se le han causado. zuhurtzia oparo harrigarria, Un pájaro solitario se ha posado en la atalaya del silencio, belaunaldi joanen oihartzun preziatu hauskorra. y sin ningún temor se ha acercado, Kantu eta dantza mendigo paciente de nuestro pan, bekizkio gogo-altxagarri, que ha comido con sosiego, sentipen-bide eta –erakusle (baina utikan sasimusika-merkatariak, oro artaldeko nahi gaituztenak, hasta remontar el vuelo hacia sus compañeros por ocultos caminos, cantor brioso. Entonces, a propósito del fragmento de un viejo poema, jostailu eta aberasgailu!). hemos conversado Bebil jaian alai, acerca del País. muinari begirunetsu, Me interrogas, joven. axalean gelditzen ez delarik zozoki. No me decido, de verdad, Iraganak utzi ondare ñabar aberatsa prefiriendo escuchar. zain beza. He aquí lo que me ha venido a los labios. Geriza bitez zorrozki Izadiak -osagaikide dugunakbere esku leun miragarriez barreiatu mila leku bikainak. Lukuruak edo burugabekeriak hondatu bazterrak Es el de los vascos un linaje muy antiguo, testigo de muchos pueblos ya desaparecidos. Nación voluntariosa, esparcida desde hace siglos itzul daitezela lehengo xarmara eginahalean, más allá de los ríos, eta jende-erlauntzak etxe bihur. allende los mares, Beude oihan, erreka, bide eta hormak oro garbi eta aratz, provista de estima y buen nombre guztion laket-zoragarri, (mas ¿quién hay de inocente en este mundo sublunar?). arnasa bezain baitu gizakiak ederra nahitaezko. País sacudido por mil tempestades, 63 Landázuri LITERATURA humillado, negado, con peleas frecuentes también entre hermanos; así se rompió el sueño temprano del reino navarro. En el tiempo de nuestros padres hubo la guerra más cruel. Terrible matanza cerca del Árbol sagrado; un artista de fama fue quien mejor expresó aquella iniquidad. No queriendo vivir sometidos, una multitud se rebeló, jóvenes y adultos, hombres y mujeres fuertes, generosos. Pero la violencia ha arrastrado con perfidia a cientos de corazones buenos. Las injusticias de los otros no pueden ser excusa ni razón. La muerte jamás es lícita, reconozcamos los límites. ¿Cuál es, pues, nuestra diferencia con las bestias? Nada puede venir del brazo de la ferocidad. Postrados acordémonos de los muertos por la violencia, quienesquiera que estén en las tumbas, dondequiera que estén las tumbas, pues entera ha de ser la humanidad. Recordemos también el dolor de los vivos. Que se extienda a todas partes el ansia de la paz. Trabaje animoso, sin que se le niegue la ganancia justa, con derechos frente a los viejos y los nuevos señores. Acuda sin descanso a la fuente inagotable del saber. Tenga sin cesar en sitio destacado la palabra –la que sale de la boca o la escrita-, puerta principal de la inteligencia, recipiente exquisito de las abigarradas riquezas del mundo, el mejor combatiente del salvajismo, y a un tiempo acicate y bálsamo de inquietudes interiores. Siendo la palabra regalo al nacer, requiere, sin embargo, trabajoso y constante cultivo para que surja el pensamiento, signo de vida plena y enemigo del necio vértigo y bullicio de esta época. Pensar y hablar nos hace seres humanos, leer nos da alas en el anhelo superior (y en lo alto nos hace sabedores de nuestra grandeza y pequeñez), mientras vivimos no dejemos de aprender. Escuche asimismo la sabiduría de los supuestos ignorantes, su sensatez abundante y pasmosa, preciado y frágil eco de generaciones anteriores. Que el canto y la danza le sirvan de aliento para el espíritu, cauce y expresión de sentimientos (¡pero fuera los mercaderes de la pseudomúsica, que nos quieren a todos en rebaño, su juguete y su medio de enriquecimiento!). Sea el vasco a la orilla del mar o tierra adentro, en las laderas donde crecen las hayas o en las llanuras de los olivos, dueño de su hoy y de su mañana. Permanezca fiel a los antepasados, contra el olvido deplorable. Sea su lengua más frecuente aquella que puso en letras de molde por vez primera el cura de Garazi o bien idioma desde antiguo hecho nuestro, hijo del latín. Sea bueno -¡si tuviéramos siempre ojos infantiles!. Sea cordial con los propios, agradable y servicial con los forasteros, Ande en la fiesta risueño, solidario con todos, pues tanto como el respirar es la belleza para el hombre imprescindible. 64 respetando su meollo, sin quedarse tontamente en la superficie. Cuide el rico y diverso patrimonio que nos dejó el pasado. Presérvense con ahinco los mil lugares espléndidos que ha repartido con sus manos suaves y admirables la Naturaleza, [constituida con los mismos elementos que nosotros. Aquellos lugares dañados por la estupidez y la avaricia vuelvan a su anterior estado en lo posible. Conviértanse las colmenas de gente en casas humanas. Manténganse limpios y pulcros los bosques, ríos, caminos y muros, para deleite y gusto de todos, LIBROS Kurlansky cuenta la historia de los vascos Mark Kurlansky: La historia vasca del mundo. Traducción de Joan Solé. Ediciones del Bronce, Barcelona 2000. “A veces, los vascos se creen que son el mundo” (pág. 16). De esta forma el periodista americano Mark Kurlansky, autor de obras como A Chosen Few: The Resurrection of European Jewry (1994) y el “bestseller” Cod: A Biography of the Fish That Changed the World (1997), justifica el llamativo y algo inusual título de su reciente libro La historia vasca del mundo (2000), traducción no siempre fiel del original en inglés The Basque History of the World (1999). Aunque el autor no lo dice específicamente, su ambicioso objetivo era escribir una historia divulgativa de los vascos -que en sus palabras “dan la impresión de ser un pueblo mítico, casi un pueblo imaginado” (pág. 29)- y de su lugar en, y contribución a, la historia global. El tomo, que abarca cronológicamente desde la prehistoria hasta finales del siglo XX, se divide en tres partes: la primera, “La supervivencia de Euskal Herria”, con seis capítulos; la segunda, “El alba de Euskadi”, también con seis capítulos, y la tercera, “Euskadi Askatuta”, con cuatro capítulos, sin contar una introducción, un añadido al principio de cada una de las partes y un epílogo. Sin embargo, este paseo a través de los siglos es desequilibrado, ya que las decenas de centurias de las épocas prehistórica y antigua, del Medievo y de la Edad Moderna hasta la Revolución Francesa están resumidas en las primeras 103 páginas o seis capítulos, mientras que el siglo XIX es abordado en 40 páginas o dos capítulos y el siglo XX ocupa nada menos que 149 páginas u ocho capítulos (representando la mitad de este cuerpo principal del libro). Por lo tanto, La historia vasca del mundo concierne a los vascos y su historia sobre todo durante los siglos XIX y XX, siglos en los que se centran dos terceras partes del volumen. Precisamente puede que los mejores capítulos sean los últimos, aquellos después de 1789, o sea desde el capítulo siete, “La chapela vasca”, en adelante. Al menos las impresiones de primera mano del autor acerca de la situación en el País Vasco en los años finales del régimen de Franco, en el período de la transición a la democracia y en las décadas de 1980 y 1990 reflejan razonablemente lo que ocurrió. Pero en la obra existen muchos errores, inexactitudes y exageraciones injustificadas, una buena dosis de ficción y una falta de atención hacia la precisión histórica. Por ejemplo, en el capítulo tres, “La ballena vasca”, se nos comunica que los pescadores vascos utilizaron en primer lugar los recursos marinos del Golfo de Vizcaya, y luego, sin aportar cualquier dato corroborativo, que “si se aventuraron más allá de los límites del mundo conocido fue por perseguir un gigante letal pero que reportaba grandes beneficios: la ballena vasca” (pág. 57). Algunas páginas más adelante (pág. 63) Kurlansky escribe que, aparentemente en la Edad Media, “los vascos perfeccionaron el proceso de curación [del bacalao utilizado por los vikingos] salando el bacalao antes de secarlo”, pez que dice él “era desconocido en las aguas del norte de la península”, pero no especifica ni dónde ni cuándo supone que lo hicieron. A continuación, en estas líneas confusas y ficticias, apunta que “como el bacalao se encontraba en las latitudes del norte que la ballena ocupaba en verano [según parece las aguas de Noruega, Islandia y Groenlandia] podían pescarlo los mismos botes de remos que se varaban desde los barcos para cazar ballenas”. No obstante, en el párrafo siguiente escribe, al parecer en contradicción de lo arriba dicho y aun sin proporcionar datos corroborativos: “pero con la persecución del bacalao del norte y el aprovisionamiento de sus barcos con bacalao salado pudieron 65 invadir las latitudes veraniegas de la ballena hasta Islandia, Noruega, las islas Hébridas y las Feroe”. Kurlansky sigue con su relato de fantasía diciendo que “en el año 1000, las ballenas que habían regresado a las seguras aguas del norte y dejaban resonar sus soplidos en fiordos silenciosos sufrieron el ataque repentino de los vascos, que habían navegado más de 1.000 millas para cazarlas” (págs. 63-64). Según él, esta inventada “caza de ballena en alta mar [el original dice “a larga distancia”] tenía la ventaja de sustraerse a los tributos que exigían el gobierno local y la Iglesia”. Haciendo hincapié en esto, y aparentemente sin ruborizarse por intentar hacer pasar su fantasía por hechos documentados, añade que “la evasión de impuestos más efectiva consistía en alcanzar rincones del globo desconocidos donde no resultaba fácil controlar las pescas” (pág. 64). Desde luego que en ningún momento menciona el hecho real, que contradice lo que quiere hacernos creer, de que en el siglo XVI (y no en el Medievo) las expediciones vascas a Terranova y Labrador a por bacalao y ballenas pagaban un diezmo a la Iglesia, al igual que lo venían haciendo las expediciones vascas que regresaban de Irlanda sobre todo con merluza, congrio y arenque, tributos (y pesquería) de los que Kurlansky tampoco habla. Sus declaraciones siguientes de que “los vascos prosperaron tanto en el comercio de este producto [el bacalao] que se ha mantenido como plato tradicional en el País Vasco, Cataluña, la Francia mediterránea, Italia, Grecia y el norte de África” -comercio que de hecho fue llevado a cabo en buena medida por barcos de otras naciones- y de que los vascos se convirtieron “en los proveedores mundiales de productos de ballena y bacalao” (pág. 64) son enormes inexactitudes y exageraciones. Más adelante Kurlansky repite la pretensión de un descubrimiento precolombino de Terranova y Labrador por pescadores-balleneros vascos en los siglos XIV o XV, desechando casi del todo la posibilidad de que estuvieran allí “antes de los vikingos del siglo X” (pág. 66). Nos haría creer que la primera “teoría” es “de mayor aceptación y más razonada” que la segunda, aunque no existen indicios que apoyen cualquiera de las dos teorías. Al contrario, toda la documentación de archivos y, crucialmente, los escritos de Landázuri LIBURUAK cronistas-historiadores vascos del siglo XVI indican que los vascos llegaron a Terranova por primera vez hacia 15151520, tras el descubrimiento de aquella región en 1497 por el italiano Giovanni Caboto, que navegaba bajo bandera inglesa, y siguiendo los pasos de marinos portugueses, bretones, normandos e ingleses que fueron los pioneros de la pesca del bacalao en aquellas aguas entre 1500 y 1520 y cuyos viajes están corroborados. Sin embargo, en opinión del autor, que no ha tomado en cuenta toda la información histórica existente, “los bretones llegaron a tratar de seguir a los pescadores vascos” a América antes de Colón (pág. 66) y el hecho de que bacaladeros y balleneros vascos estuvieron en Terranova y Labrador en el siglo XVI podría sugerir que estuvieron allí en siglos anteriores. ¿De dónde o de qué autoridad ha obtenido Kurlansky su afirmación de que “a principios del siglo XV, muchos europeos creían que dos barcos guipuzcoanos, uno capitaneado por Juan de Echayde y el otro por Matais [sic] de Echeveste, habían alcanzado tierra a través del Atlántico a finales del siglo anterior?” (pág. 66). ¡Los dos hombres parecen haber sido en realidad personas del siglo XVI y no del siglo XIV! Evidentemente no sabe que en 1619 el clérigo de Zarautz, Juan de Echeveste, escribió: “Haviendo descubierto los franceces à Tierra Nueba tán prospera de ballenas y bacallaos cerca del año de mil y quinientos y diez, ningun español havia navegado alli asta el año de mil quinientos y quarenta y cinco [y no en la centuria de 1300] en que el piloto Matias de Echebeste mi padre siendo de hedad de quince años por carpintero de una nao de Cubiburu de Francia del capitan Martinone havian llegado por ballenas y bacalaos”. Investigaciones recientes demuestran que hombres y barcos vasco-peninsulares ya navegaban a Terranova a finales de la década de 1520 y que, por lo tanto, lo dicho por Juan de Echeveste no es del todo preciso. Pero sabemos, gracias a documentos de archivo del siglo XVI, que su familia sí participó en tales viajes en esa década de 1540, ya que su abuelo, Juan Miguel de Olaso de Zarautz (del que también habla el clérigo), fue propietario de un barco (o de dos barcos diferentes) que fue a la caza de ballenas y a la pesca de bacalao en Terranova y Labrador en 1545 y 1548. Kurlansky no nos dice cómo o por quién “está atestiguado que en el 875 los vascos habían alcanzado las islas Feroe” (pág. 67) y son erróneas sus aseveraciones de que “en 1412, un texto islandés refiere que veinte balleneros vascos rebasaron el extremo occidental de Islandia” (pág. 68), de que “Jacques Cartier vio a numerosos vascos en su viaje de descubrimiento [a lo que hoy día es Canadá] treinta y siete años posterior al de Caboto [de 1497]”, y de que “en los diarios vascos hay anotaciones de haber visto a Cartier” (pág. 67). También son erróneas sus declaraciones de que “durante toda la Edad Media los vascos desembarcaron enormes cantidades de productos de bacalao y ballena” (solo empezaron a capturar cantidades significativas del pez en el siglo XVI) y de que durante la Edad Media los vascos fueron “los mejores navegantes, provistos de los mejores barcos y los mejores marineros y acostumbrados a recorrer las mayores distancias” (pág. 67) que “durante siglos” les llevó a tener a América del Norte “tan a tiro”. Por consiguiente, sus dos “razonamientos deductivos” a favor de un descubrimiento precolombino de América por los vascos que siguen a estas dos declaraciones no tienen fundamento alguno. Es históricamente incorrecto pretender que “al iniciarse en los siglos XV y XVI la era de los descubrimientos, españoles y portugueses recurrieron a marineros vascos y a sus barcos” (pág. 69), lo cual es parecido a la siguiente frase de la introducción: “en la era de las exploraciones [los vascos] fueron los aventureros que pusieron en contacto Europa y América del Norte, América del Sur, África y Asia” (pág. 16). Todo este capítulo tercero bien merece el título del primer capítulo del tomo: “el mito vasco”. Una de las razones que explica los importantes fallos del libro es que en buena parte no está basado en documentos de archivo o en las mejores y más recientes monografías especializadas, sino en fuentes o publicaciones secundarias a menudo anticuadas y poco fiables. El texto carece de notas, lo que no permite al lector averiguar dónde ha obtenido Kurlansky su información, y la bibliografía, además de ser incompleta, en vez de estar organizada por capítulo o alfabéticamente por autores, está organizada según cierto número de temas. Esta bibliografía limitada es un reflejo del esfuerzo que 66 el autor dedicó a la investigación. Otra razón es que su enfoque de la historia es buscar acontecimientos, historietas o viñetas amenos, lo cual no tiene nada de malo en sí y funciona bien desde el punto de vista periodístico, pero tiene consecuencias negativas cuando muchas de las anécdotas que cuenta no han sido corroboradas o documentadas. Conviene recordar aquí la experiencia profesional de Kurlansky como pescador, corresponsal en la España franquista de los años 1970 y en la década de 1980, en particular en el País Vasco, adonde ha regresado frecuentemente durante el último cuarto de siglo, y como periodista gastronómico. A pesar de lo dicho, el resultado de su estilo, que mezcla la historia económica, política y social con historias humanas y anécdotas literarias y culinarias (recetas incluídas), es un texto o libro divulgativo indudablemente interesante y ameno, y el grado de su éxito lo indican los más de 40.000 ejemplares vendidos antes de que el tomo apareciera en castellano. Al conseguir esta parte de su objetivo Kurlansky ha dado amplia publicidad al campo de los estudios vascos sobre todo en el mundo angloparlante, su mercado original, y por esto, como lo señaló William Douglass en su acertada recensión de este mismo libro (RIEV, 45, 1, 2000, 284-287), se le debe felicitar y agradecer. Pero desafortunadamente, debido, entre otras cosas, a una falta de análisis crítico y rigor histórico y a la combinación de ficción y realidad, el autor no ha producido un resumen útil y fiable de la historia vasca. Por lo tanto, la obra no es una contribución a los estudios vascos eruditos. Por último, espero que pronto veamos la publicación de sumarios divulgativos parecidos de “la historia del mundo” de los irlandeses, escoceses, catalanes y otros pueblos o naciones que también, para usar la palabras de Kurlansky, “a veces se creen que son el mundo” y que también han contribuido de forma destacada a la historia de Europa y de su expansión en ultramar. Esto ayudará al gran público a poner en perspectiva el libro de Kurlansky y a obtener un mejor entendimiento de la (futura) Europa de las naciones y de la configuración del mundo actual. Michael Barkham Huxley LIBROS Historia polémica de la Vasconia altomedieval Manex Goyhenetche, Roldán Jimeno, Aitor Pescador y Tomás Urzainqui: Vasconia en el siglo XI. Pamiela – Nabarralde, Pamplona 2004. 2004, el milenario de la coronación de Sancho Garcés III de Pamplona, ha inspirado la elaboración de “un libro divulgativo de la historia de Euskal Herria en el siglo XI” (p. 10). El resultado es un atractivo volumen de 174 páginas editado conjuntamente por Pamiela y Nabarralde y titulado Vasconia en el siglo XI. Los autores son Manex Goyhenetche (†), Roldán Jimeno, Aitor Pescador y Tomás Urzainqui, con una introducción de Eugenio Arraiza. Una triste “dedicatoria imprevista” recuerda la inesperada muerte, durante la última fase de redacción, de Manex Goyhenetche. Es habitual en los estudios históricos fijar primero las coordenadas espaciales y temporales, y el título de esta obra parece hacer precisamente eso. Sin embargo, aquí ya se empiezan a observar contradicciones. Aunque el título habla del siglo XI, algunos de los autores centran su análisis en periodos anteriores, incluso en la conclusión se habla de “una visión de la Vasconia o Euskal Herria del primer milenio” (p. 158), mientras los dos tercios del siglo posteriores a la muerte de Sancho el Mayor (en 1035) apenas se contemplan. La falta de acuerdo en torno al espacio analizado supone un fallo mayor. Ya se observa la tendencia a considerar a Vasconia y Euskal Herria como sinónimos, pero, si nos centramos en el coró- nimo epigráfico, ¿qué quiere decir aquí Vasconia? En la introducción Arraiza parece apelar a una definición política: “una época en la que todos los vascos estuvieron unidos en un estado propio” (p. 16), pero entonces ¿cómo se justifica un capítulo dedicado a la Vasconia musulmana, cuando Tudela, en la cual se centra dicho capítulo, no caería en manos navarras hasta el siglo XII? Si, en cambio, la definición parte de circunscripciones territoriales actuales, las siete provincias quizás, como la inclusión de Tudela sugiere, ¿por qué en la contraportada se habla de un espacio “desde el Garona a los Montes de Oca”? Además, si Tudela se incluye dentro de Vasconia, ¿por qué no Nájera? Pues al hablar Jimeno de Iruñea como “la única ciudad existente en la Vasconia peninsular en la época de Sancho el Mayor” (p. 68), y dado que Nájera sí se considera una ciudad (p. 69), evidentemente la urbe riojana no se incluye en Vasconia. Por último, esta exclusión de Nájera pero inclusión de Tudela frustra una posible definición lingüística para la denominación cuando la evidencia del euskera en la Rioja Alta (por ejemplo, la abundante toponimia en –uri) en el siglo XI es mucho más firme que en la comarca de Tudela. El problema es quizás sólo de coordinación, partiendo los distintos autores de su propia definición de Vasconia / Euskal Herria, pero la confusión estructural es sintomática de un libro muy desigual. No estamos en condiciones de hacer una crítica pormenorizada del sólido capítulo de Manex Goyhenetche sobre el “País Vasco Norte”, pues la materia, fuentes y historiografía manejadas nos son novedosas. De los autores citados por Goyhenetche sólo Jimeno y los filólogos Michelena, Lafon y Ciérbide nos son conocidos, y tampoco se cita a estos autores en los otros capítulos del libro. Evidentemente en gran medida esto se debe a que se están analizando distintos espacios, pero demuestra que la división historiográfica es una realidad y supone la vindicación de una de las ideas detrás del libro: que construcciones políticas posteriores ha tendido a marginar ciertas realidades históricas, a veces de manera deliberada e interesada, otras veces por razones tan banales pero reales como las barreras lingüísticas, administrativas y archivísticas. El capítulo firmado por Roldán Jimeno es una profesional y académica 67 excursión por aspectos socio-culturales del reino y reinado de Sancho III. Al tratarse de un libro de divulgación, el volumen y contenido de las citas bibliográficas nos parece acertado. Inevitablemente hay algunos errores (por ejemplo, se refiere a la destrucción de Auca por la conquista musulmana (p. 79), cuando en realidad fue objeto de las campañas destructivas de Alfonso I, c. 750), pero esto no desvirtúa el valor sintético del capítulo. Quizás la sección más débil es la dedicada a la lingüística. Por ejemplo, parece contradictorio hablar de una Vasconia “monolingüe cuya lengua natural y entonces mayoritaria era el vascuence”, y más que discutible si en este momento se refiere a la Vasconia de la contraportada “desde el Garona hasta los Montes de Oca”. De nuevo el problema es el de la definición espacial, pues los territorios analizados presentan diferentes problemas y realidades. Estos dos capítulos suponen casi la mitad de la obra, y se los puede considerar contribuciones interesantes a una realidad compleja. Los problemas empiezan con los otros dos capítulos (más el epílogo), a los cuales dedicaremos más atención. Si a un libro de divulgación se lo perdona la tendencia a simplificar y a abreviar, el deber de este tipo de publicación es no aprovechar la tendencia (obligación) hacia la abreviación para tergiversar la verdad. El breve capítulo (apenas diez páginas de texto) que firma Tomás Urzainqui, La Vasconia musulmana, ofrece muy poco al libro, pero mucho al crítico. Casi lo único de provecho es el recordarnos los vínculos dinásticos entre los Banu Qasi del valle del Ebro y los Arista pamploneses. Que ambas dinastías habían perdido el control de sus respectivos territorios entre 80 y 100 años antes de la coronación de Sancho el Mayor no impide que la mayor parte del capítulo se dedique a relatar sus actividades bélicas. En el nivel más banal, son numerosos los errores factuales. Por ejemplo, la caída de los Omeyas no coincide con el fin de los Banu Qasi, como se afirma (p. 138). En una sola frase especialmente desafortunada reúne varios despropósitos: “En el año 912 Sancho Garcés tras derrotar a los Banu Qasi recupera Nájera, San Millán, Logroño, Alcanadre, Ausejo, Calahorra, Alfaro y todas las plazas importantes hasta Tudela, así como Tarazona y Garrai (Numancia)” (p. 145). En primer lugar, el año sería 922, y Landázuri LIBURUAK no 912. La lista de plazas recuperadas (¿en qué sentido recuperadas?) parece en gran medida fruto de la imaginación del autor, y en absoluto concuerda con el escueto testimonio de las crónicas contemporáneas (Sampiro, Albeldense, Ibn Hayyan, Al-Udri). En particular, la inclusión de Garrai suponemos se justifica exclusivamente por la resonancia vasca del topónimo, pues ninguna de las fuentes menciona este lugar ni sugiere extensión de la contienda hacia tierras sorianas. Peor todavía, calla completamente que el monarca de Pamplona actuaba con el rey leonés Ordoño II, pues esta alianza no concuerda con la tesis de solidaridad vascona ante las fuerzas depredadoras externas, sean cordobesas (“Estas aceifas musulmanas contra Pamplona pretenden quebrar la firme alianza ente la Vasconia pamplonesa y la Vasconia tudelana” (p. 144)), o castellano-leonesas: “la alianza matrimonial sellada en 1017 entre Castilla y Barcelona fue contra Navarra”, una alianza que, siempre según Urzainqui, fue resistida heroicamente por los tudelanos en desafío al soberano zaragozano Mundir I (p. 149). Urzainqui centra su análisis de la Vasconia musulmana exclusivamente en los Banu Qasi y en Tudela, y sin embargo Tudela parece haber sido en origen un enclave defensivo omeya contra los Banu Qasi, quienes se identifican más consistentemente con las ciudades riojanas de Calahorra, Arnedo y Viguera, apenas mencionadas por Urzainqui (cf. Manzano Moreno, La frontera de alAndalus en época de los Omeyas, pp. 117-122). El resultado es que se da un sabor exclusivamente navarro al fenómeno banuqasi, ignorando por completo la más importante vertiente riojana. El estilo de este autor es presentar una serie de afirmaciones que al lector medio podrían parecer convincentes, blindando el argumento con aparente referencia a autoridades en la materia, quienes muchas veces no lo son, y quienes incluso en ocasiones defienden teorías opuestas. Lo peor del capítulo es cuando se ocupa de la cuestión lingüística y, en especial, de la posibilidad de que hubiera contingentes vascófonos al sur del Ebro antes de cualquier repoblación altomedieval. Es una cuestión muy interesante, y merecedora de un trato más serio y más honesto que el que recibe en estas páginas. Urzainqui habla de “pruebas irrefutables” (p. 138), y nombra a cinco autores, citando extensivamente a uno, Javier Sainz Pezonaga. Sin embargo, ni siquiera el mismo pasaje que se extrae de la obra de Sainz Pezonaga apoya lo que pretende Urzainqui, pues habla de posibilidades (“tampoco se puede negar la posibilidad” (p. 139)) y no de irrefutabilidad, postura recomendable y cauta que contrasta con el dogmatismo de Urzainqui: “La hipótesis de una convivencia del euskera junto a la lengua árabe y el romance mozárabe en el ámbito de nuestra comarca, creo que ha de ser tenida en cuenta a la hora de estudiar la cultura y la sociedad de la Ribera en época medieval” (Sainz Pezonaga, El Euskera en la Ribera de Navarra, p. 37). En el caso de Rufino Gómez, otro de los cinco autores nombrados, se cita su obra generalista Belorado y su comarca, 1700-1813, publicada en 2002. Son unas 477 páginas entre las cuales no acertamos a encontrar afirmaciones del tipo que se refiere Urzainqui. Éste no nos ofrece una referencia detallada, práctica que dificulta enormemente cualquier comprobación de la veracidad de la referencia. Extrañamente Urzainqui no cita una monografía más reciente del mismo autor dedicada expresamente al euskera beliforano, donde se habla de “una zona profundamente celtizada”, y cuyo lenguaje en referencia a la hipotética pervivencia de un sustrato vasco-ibérico en el sector más montañoso es cauto (“no puede descartarse totalmente la posibilidad”), y muy lejos de las “pruebas irrefutables” de Urzainqui (Gómez Villar, “Toponimia vasca en la comarca de Belorado”, Fontes Linguae Vasconum, 92, 2003, pp. 165-182). Sin menospreciar los cinco autores nombrados, cuyas aportaciones al tema son mucho más serias que las del mismo Urzainqui ¿por qué no citar a auténticos especialistas como Michelena, Knörr, Joseba Lakarra, Trask o González Bachiller? Aquí la referencia sirve más para engañar al lector que otra cosa, y para ofrecer una apariencia de metodología científica y objetiva. Aitor Pescador cierra el libro con un epílogo en el cual examina el legado de Sancho el Mayor. También firma un extenso capítulo anterior, igualmente dedicado a temas políticos. La suma de las dos aportaciones es la contribución más generosa al libro en términos cuantitativos, y en estas páginas se en- 68 cuentran algunas ideas interesantes y merecedoras de debate (la indivisibilidad de la herencia del rey pamplonés, por ejemplo). Sin embargo, Pescador tiende a recurrir al estereotipo para descalificar la historiografía que no le agrada: “ciertos investigadores españoles” (p. 17), “historiografía española” (p. 31), “autores castellanistas” (p. 152) y “autores castellanos” (p. 157). Además, todo historiador navarro es más perspicaz que cualquier castellano; así a Moret se le perdonan sus “imprecisiones históricas” (p. 157), Lacarra “muy inteligentemente, insinuó más de lo que dijo” (p. 157); en cambio, cuando se habla de autores castellanistas, el lenguaje cambia: “incomprensión... prejuicios... enorme confusión... incapaces de entender” (p. 152). En ocasiones calla por completo la existencia de trabajos importantes y recientes que versan sobre temas tratados directamente. Un ejemplo, sería la cuestión de las relaciones entre Vasconia y los visigodos (pp. 18-20), Larrea y Besga Marroquín. siendo los autores ninguneados. En contraste, exagera la importancia actual de corrientes historiográficas superadas. Por ejemplo, gran parte de la conclusión se dedica a la denuncia de un complot historiográfico (a veces tildado de castellano, en otros momentos de español) en contra de la memoria de Sancho el Mayor: “Todos los trabajos editados tras la publicación de las obras de Menéndez Pidal y Pérez de Urbel siguieron la estela ideológica que identifica a Sancho el Mayor como un soberano conjurador, sediento de sangre, deseoso de acabar con el noble imperio leonés, ambicioso y traicionero” (p. 157). Sin embargo, cuando busca demostrar que la tesis de Menéndez Pidal (1934) y Pérez de Urbel (1950) sigue “en la actualidad”, los autores presentados como representativos de la actualidad historiográfica son Sánchez Candeira (muerto hacia 1950), y Fernández del Pozo, escritor de libros de divulgación que no recibe cita en la extensa (aproximadamente 400 autores) bibliografía de la reciente (2001) Introducción a la Historia de Castilla (ed. Juan José García González). No es nuestro propósito criticar a Fernández del Pozo, sino a su elección por parte de Pescador como representante de la actualidad de la historiografía castellana. LIBROS Ciertamente los excesos nacionalistas de la historiografía franquista deberían denunciarse, y los tópicos historiográficos tardan años en erradicarse de los libros de divulgación. Pero sugerir que en algún sentido significativo una tendencia anti-navarrista representa la actualidad de la producción historiográfica castellana sobre el tema es un disparate. La mayoría de los autores que se han acercado a la temática en los últimos años no se dedican al tipo de historia política apologética que denuncia Pescador, y por eso mismo no hace falta denunciar una controversia que ya no existe. El resultado es un discurso maniqueo y polemicista, contra enemigos generalmente anónimos, si no imaginarios, muy cerca en estilo al tipo de producto que, partiendo de otro tiempo y escuela, el autor denuncia. Si analizamos la propia cita de Sánchez Candeira que utiliza Pescador para denunciar toda una vena historiográfica actual, observamos que, tomada la frase entera, supone no una declaración, y mucho menos para abanderar una corriente historiográfica, sino una hipótesis sugerida de una manera muy matizada: “Aunque en realidad no exista ninguna prueba concreta que nos permita sentar esta afirmación, en la obra política realizada por Sancho, si hemos de creer, que al menos como regla general, las obras responden a las ideas, nos parece se descubre la idea oculta que presidió cada uno de sus actos; la idea de suplantar en el trono imperial leonés la dinastía Alfonsina por la Jimena, análoga a la llevada a cabo en Francia por la familia de Roberto el Fuerte”. Por tanto, ante la ausencia de información Sánchez Candeira propone un análisis a partir de un principio digno por lo menos de consideración: que los acontecimientos políticos del reino de Sancho el Mayor son fruto de un proyecto (observado en estados vecinos) y no de la circunstancia. En contraste con las matizaciones de Sánchez Candeira hace más de 50 años observamos cómo Pescador se enfrenta a la ausencia de datos empíricos: “Por otro lado, puede intuirse en aquel golpe de mano la intervención de Alfonso III de León, deseoso de conseguir un fiel aliado en su frontera oriental. Por desgracia las crónicas que nos relatan los acontecimientos son muy escuetas, seguramente queriendo silenciar un acto tan poco legal” (p. 22). Aquí, en ausencia de datos, se formula una hipótesis que atribuye motivos de Realpolitik a un monarca medieval, lo mismo que Pescador había denunciado en Sánchez Candeira. Pero el percibido conflicto historiográfico sigue, según Pescador: “En la actualidad, los seguidores de esta corriente historiográfica, imposibilitados para continuar por el camino trazado tras las publicaciones de Lacarra, han variado el guión y su objetivo se centra en diluir la importancia política e histórica de Sancho el Mayor” (p. 158). En cambio al rescate llega una “nueva generación de investigadores”, cuya heroica aportación se hace “pese a carecer de una financiación estable”. Sobre las condiciones económicas de los historiadores castellanistas (serviles ‘seguidores’ no heroicos ‘investigadores’), en cambio, no dice nada. El hecho de que en el momento de su muerte Sancho III controlaba un espacio mucho mayor que el Reino de Pamplona de 1004 es incontestable. Que tal expansión fuese resultado de un proyecto político es una hipótesis a priori tan válida como la que propone Pescador, que tiende hacia una explicación más circunstancial (el resultado de las debilidades de los rivales) pues el actual ambiente político en el cual el imperialismo es el peor de los insultos obliga a Pescador a buscar una solución alternativa. Esta solución parece ser el contexto de los “nuevos reinos nacionales como Hungría, Polonia, Inglaterra, Escocia, Italia, Bulgaria o Croacia” (p. 159). La lista contiene tantos anacronismos y disparates que es imposible contestarlos a todos en esta reseña, pero para tomar un ejemplo, el mismo “Canuto de Dinamarca” (p.156), y por cierto, contemporáneo casi exacto de Sancho, era rey de Inglaterra (uno de los “nuevos reinos nacionales”) entre 1017 y 1035. La Europa del año mil era mucho más compleja que la visión nacionalista que ofrece Pescador. Para terminar, comentaremos el análisis historiográfico que ofrece Pescador de uno de los documentos más insólitos del altomedievo peninsular: el pacto fronterizo entre Pamplona y Castilla de 1016. A los errores factuales (la línea trazada pasa por Valvanera y no por la Sierra de Neila) se añade la distorsión historiográfica. Afirma que los “historiadores castellanos”, cuando no lo ignoran, lo consideran como “un mero pacto impuesto desde Pamplona a un 69 envejecido y débil conde de Castilla” (p. 43). En realidad el que popularizó la idea de que el acuerdo fuera desfavorable para Castilla y un triunfo para Navarra, fue Ubieto Arteta: “el conde castellano, Sancho Garcés (...) se vio obligado en 1016 a fijar los límites comunes –desfavorables para su condado– entre Navarra y Castilla” (“Las fronteras de Navarra”, Príncipe de Viana, 1953, p. 65). El influyente García de Cortázar acoge la teoría, citando como autoridad al mismo artículo de Ubieto: “resultó fácil para Sancho III reivindicar de Castilla la revisión de los límites comunes y conseguir que su suegro Sancho García aceptara un acuerdo, desfavorable para el condado, que confirmara la línea fronteriza entre Navarra y Castilla en 1016” (El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla, 1969, p. 141), y la huella de Ubieto todavía se observa en la historiografía actual: “El acuerdo es desfavorable para el Condado. Castilla y Navarra siempre habían disputado por las tierras riojanas” (Zabalza Duque, Colección Dipomática de los Condes de Castilla, 1998, p. 540, quien también cita como autoridad el artículo de Ubieto). Pescador sabrá a quién considera un “historiador castellano”, y sospecho que me encontraré incluido en este grupo dentro de poco, pero presenta a Ubieto como uno de los dos (con Lacarra) grandes defensores de Sancho el Mayor (p. 157), e incluso le cede la penúltima palabra sobre el gran monarca pamplonés (p.165). Sin duda, en el milenario de su coronación, Sancho el Mayor, uno de los más importantes e interesantes monarcas que han dado las tierras al sur del Garona, merece un homenaje historiográfico. Tristemente este libro, quitando las contribuciones de Goyhenetche y Jimeno, no llega a la talla del gran monarca pamplonés. El libro toca muchos temas de gran interés (las causas de la expansión territorial de sus feudos, la naturaleza de su herencia, la orientación política de Álava y Vizcaya, la situación lingüística de tan dispares territorios, los vínculos pamploneses con el “País Vasco Norte”, sus contribuciones culturales etc.), pero desafortunadamente se pierde en estériles debates historiográficos en muchos casos ya superados. David Peterson Landázuri LIBURUAK Un excelente estudio sobre Navarra Juan José Larrea: La Navarre du IVe au XIIe siècle. Peuplement et société. Prólogo de Pierre Bonnassie. De Boeck Université, París - Bruselas 1998. Puede resultar extraño reseñar una obra publicada hace siete años pero voy a hacerlo. La Navarre du IVª au XIIª siède. Peuplement et société, de Juan José Larrea, profesor del campus alavés de la UPV/EHU, es una magnífica obra de Historia insuficientemente conocida, quizá por el creciente e incomprensible abandono del aprendizaje de la lengua francesa entre nosotros. La obra, resumen en 650 páginas de una tesis doctoral “a la francesa” (Université de Toulouse-Le Mirail), está prologada, nada más y nada menos, que por Pierre Bonnassie, recientemente fallecido, y editada por De Boeck Université. J.J. Larrea aporta en este libro una conceptualización de “normalidad europeo occidental” para la época y el espacio estudiado que contrasta con una de las ideas-fuerza de la historiografía española contemporánea. Para esta última (Caro Baroja, Barbero, Vigil, etc) hubo una pervivencia hegemónica de las estructuras pre-romanas en la España septentrional hasta el siglo XI, de tal manera que el feudalismo habría sido, en ese espacio, el resultado de la evolución interna de las sociedades tribales. “Normalidad” que, por supuesto, no excluye las originalidades del feudalismo ibérico. Los capítulos agrupados bajo el título “Del Bajo Imperio a la llegada de los árabes” constatan que, exceptuada la especificidad lingüística vasca, la sociedad navarra de los siglos IV al VIII presentó todas las características de una sociedad europeo-occidental de la tardoantigüedad. Ruptura desde el Bajo Imperio de la estructura romana de poblamiento contrastando con las numerosas aldeas de los siglos IX y X, al igual que en la Álava de la Reja de S. Millán, signo de una ocupación intensa del territorio en un contexto de crecimiento económico y demográfico. Entre ambos periodos, ocupación inestable del territorio rural paralela a la desaparición o decadencia de las “civitates” de la Navarra media y septentrional, espacios estos sobre los que la primacía de Pamplona será incontestable desde el siglo III, aunque articule débilmente el territorio. J.J. Larrea desmonta, en mi opinión, los mitos de los vascos feroces / vascos indómitos, tribalizados, presentando el pretendido expansionismo vascón como, probablemente, las mediocres razzias de una población empobrecida. Y ahora pregunto yo: los vascones en Novempopulania, luego Gascuña ¿no podrían haber sido los mercenarios de los ricos aquitanoromanos frente a los francos? La irrupción islámica, aquí a partir del 714, selló la bifurcación entre la región pamplonesa, la Navarra nuclear estudiada por Larrea, donde la aristocracia optó por el pacto con los musulmanes, y el Valle del Ebro, donde sus dirigentes fueron más lejos “convirtiéndose” al islam. La crisis de Al-Andalus, en la segunda mitad del siglo VIII, posibilitó la autonomía de ambos núcleos políticos, frente a Córdoba y a Aquisgrán, estableciéndose vínculos de todo tipo entre los Iñigo y los Banu Qasi. En los capítulos referentes a “la Edad prefeudal (del s. IX a comienzos del s. XI)”, J.J. Larrea destaca que la colonización de los valles pirenaicos y, posteriormente, de la frontera meridional presenta las mismas dinámicas que en otras regiones de la Europa meridional: expansión campesina, multiplicación de la propiedad alodial a través de la aprisio o escalio, desbrozamiento y cultivo de tierras yermas, reacción defensiva y reconversión de los grandes dominios monasteriales establecidos en tierras antes del fisco, etc. En las tierras de ocupación antigua, y también en las Montañas, poco antes del año 1000, 70 aparecen una red de aldeas (= villas), con su iglesia, sus términos precisos donde coexistían la propiedad privada y los derechos de uso colectivo. Todo ello muy parecido a lo historiado por Ernesto Pastor, también del campus alavés de la UPV/ EHU, referente a la Castilla del Arlanzón al Duero (siglos VIII-XI). Como lo es lo que ocurrió en las tierras de frontera con los musulmanes, donde el instrumento fueron las franquezas que permitieron, en una época posterior, resistir mejor que los campesinos de más al Norte los ataques de los señores. Señores, desde la segunda mitad del s. XI, que hay que diferenciar de los más antiguos “seniores”, funcionarios públicos de alto nivel, participes de la “potestad” de un rey de Pamplona, Defensor (juez y jefe guerrero) del pueblo, desde los poderosos hasta los libres más pobres, y de la Iglesia. Un rey con amplio patrimonio, incrementado tras las conquistas de la dinastía Jimena (después 905) por las tasas de la colonización de nuevas tierras. Un rey controlador del dominio público (aguas, bosques, pastos, vías públicas, salinas, etc), percibiendo censos en especie de los libres, la mayoría, de las aldeas como capitación. Aldeas disociadas, fiscal y judicialmente, de los castillos cuya tenencia los reyes de la dinastía Jimena procuran no se ligue de manera duradera a una determinada familia de los “seniores”. “Seniores”, con dispersos patrimonios inmobiliarios, dependientes en su riqueza de su integración en el sistema monárquico de gobierno. En esa época pre-feudal el campesinado estuvo constituido fundamentalmente por libres, formando familias conyugales sin rastros (tampoco entre los aristócratas) de lo que después se conocerá como derecho privado “pirenaico”. Campesinado con obligaciones públicas (impuestos, deberes militares), con alodios en una proporción sin duda grande, encuadrado desde todos los puntos de vista en las aldeas. Un campesinado igualitario jurídicamente entre la mayoría libre pero no en la riqueza. Frente a la mayoría concejil, los notables: “boni homines”, “filii bonorum patrum” antecesores de los infanzones, luego de los hidalgos, capaces de ejercer más eficazmente, al igual que los caballeros villanos de Castrogeriz, p. ej., los deberes guerreros, conquistar LIBROS mayor botín y vincularse privilegiadamente con el poder público. En “La ruptura del viejo orden (c. 1035-c.1076)” J.J. Larrea describe una serie de acontecimientos que posibilitaron la llamada mutación feudal. Resumiendo: muerte de García Sánchez III de Nájera en Atapuerca, defección de parte de los barones, dependencia del nuevo rey, Sancho IV, de la fidelidad del resto de los barones que fueron pagados con la seguridad de poder mantener, sin posibilidad de revocación del monarca, heriditariamente sus honores siempre que se mantuviese la fidelidad aristocrática, etc. Más tarde (1076) asesinato en Peñalén de Sancho IV, división del reino, “contractualización” de la monarquía, entre el rey y los barones. Una masa de derechos sobre la tierra y sobre los hombres es sustraída del dominio real e integrada en los patrimonios de la aristocracia y, en menor grado, como veremos pronto, de otros notables. Se reanuda con fuerza la lucha contra los musulmanes, la conquista del botín y de nuevas tierras. Se instaura, por acuerdo con el rey o por la fuerza, el señorío banal: “malos usos” (sobre-imposición fiscal, modificación de los procedimientos judiciales), limitación de los derechos sobre los alodios campesinos, posibilidad de enajenación con sus tierras de los campesinos más humildes, los mezquinos, etc), exención fiscal para los privilegiados, etc. Privilegiados que no son únicamente la Iglesia y los barones. Formarán parte de los privilegiados los “milites”, grosso modo, no exactamente, los infanzones, y también los vecinos, o algunos de ellos, de concejos aforados. Debe destacarse que, en estos cruciales años, el servicio de hueste de los privilegiados, a partir de determinados días, empezó a ser retribuido. En perspectiva aparecían botín de bienes muebles, las fértiles tierras de la Ribera cultivadas por moros infieles, en contraste con tierras más septentrionales, más pobres en productos almacenables, comercializables, más densas demográficamente, con un patrimonio señorial muy fragmentado y disperso. Como ya señala en el prólogo P. Bonnassie, la historia de Navarra y más generalmente del mundo vasco deja de ser fragmentaria en el siglo XII. No por ello deja de ser interesante el último capítulo de esta obra de J.J. Larrea, titulado “Las dos caras de la Navarra feudal (de mediados del s. XI a mediados del s. XII)” en el que se distingue lo acontecido en la Vieja Navarra y en la Nueva Navarra, grosso modo la Ribera. En la Navarra primordial, salvo en los caminos jacobeos, continuación del poblamiento pre-feudal y limitada, por la presión demográfica campesina y por la riqueza agrícola, apropiación de excedentes por los señores. En la Nueva Navarra, sobre todo tras haber sido entronizado en 1134 sobre el pavés García Ramirez el Restaurador, es decir, instaurada la monarquía “contractual” con los aristócratas, estos recibieron “honores” importantes y estables, pero el rey se apoyó también en los infanzones, con estatuto privilegiado, contrarrestando así el poder de los barones. En la Navarra meridional, los pueblos, grandes, frecuentemente con fortaleza, constituyeron una cédula señorial compacta, sin riesgo de fragmentación, fácil de controlar. En las últimas páginas de su libro J.J. Larrea, tras señalar la existencia de una Alta Justicia real y de unas cartas de franqueza, describe la condición campesina, en la segunda mitad del s. XI y la primera del XII, a partir de los “foros” otorgados por los señores. Los mezquinos, más tarde llamados collazos y pecheros, es decir la mayoría de los campesinos, sufrieron restricciones sobre su libertad de movimiento, la disposición de su patrimonio, el gozo de los frutos de su trabajo, de manera diferente en cada señorío. Se puede hablar de una nueva servidumbre, de pertenencia al señor incluso del campesino. Comienza en el final de esa época a modificarse el antiguo régimen sucesorio entre los campesinos, implantándose la indivisión de su patrimonio, el heredero único. El campesino, indudablemente, resistió cuando la situación se hizo insoportable, p. ej., emigrando a la Nueva Navarra necesitada de brazos o beneficiándose de los conflictos entre los señores. Opino que tras los trabajos de J.J. Larrea, de E.Pastor, de J.A. García de Cortázar y su equipo, queda pendiente una investigación, la de la mutación feudal en Álava. Investigación probablemente más difícil, por el menor número relativo de documentos que la de las otras tierras circundantes de Álava, pero investigación imprescindible. Alberto Gárate Goñi 71 Escritoras en el siglo XVIII Emilio Palacios Fernández: La mujer y las letras en la España del siglo XVIII. Ediciones del Laberinto, Madrid 2002. Emilio Palacios (Elciego, 1944) es un conocido y reconocido investigador de la literatura española. Ha hecho ediciones de Garcilaso, Meléndez Valdés, Samaniego, Maeztu, Gómez de la Serna, etc., pero sin duda sus preferencias van hacia el siglo XVIII. Y en este campo nos ofrece un interesante libro, La mujer y las letras en la España del siglo XVIII, que no debiera pasar desapercibido. Se trata de una obra cuyos materiales el autor confiesa haber comenzado a reunir tiempo atrás (p. 7), en gran parte empujado por la escasa bibliografía existente. El fruto es un libro muy informativo, claro en la presentación de los datos, que se abre con una cronología y que se divide según los géneros. Este criterio, como también dice Palacios, planteaba un problema: el de las escritoras que habían cultivado más de uno. Pero ciertamente era el más acertado. No nos cuesta mucho entender las dificultades de aquellas escritoras ante una situación discriminatoria que de modo magistral es resumida por M. Josefa Aznar y Borbón, nacida en Zaragoza en 1749: “No contentos los hombres con haberse reservado los empleos, las honras, las utilidades, en una palabra, todo lo que puede animar su aplicación y desvelo, han despojado a las mujeres hasta de la complacencia que resulta de tener un entendimiento ilustrado” (p. 55). Landázuri LIBURUAK Buena parte del combate feminista (avant la lettre, si se quiere) se libraba en la prensa, y en ella confiaba Jovellanos: “Creo que a las obras periódicas deberemos el silencio de la ignorancia y el principio de nuestra ilustración”. En esas trincheras estaban, desde luego, las Sociedades surgidas a imitación de la Bascongada. Ahora bien, Palacios anota que nunca hubo “socias” en la Bascongada. También recuerda el autor que el proyecto, animado por Samaniego, de establecer en Vitoria un “Seminario o casa de educación para señoritas”, acabó en fracaso. Dos páginas están dedicadas a María Rita Barrenechea, nacida en Bilbao hacia 1750. Condesa del Carpio por su matrimonio, cultivó la poesía y el teatro. La comedia Catalín, de un acto y de ambiente vasco, se desarrolla en Portugalete. Es curiosa la copla cantada por Marichu, uno de los personajes (respetamos la grafía original): de “mismo” cuando no corresponde; por ejemplo, hablando de la sociedad, leemos “para colaborar en la transformación de la misma”, en lugar de “en su transformación” (p. 17). Las erratas no abundan, pero en una frase aparece dos veces “apitud” por “actitud” (p. 41). Henrike Knörr “Y lailá, y lailá, acsobac gustiác ibairá Acsó, acsó, acsó, acsó, Ilsirian saspi acsó. Aec sulora nibeguirá, Acsorik empará se dilá.” Es decir: “…. Atsoak guztiak ibaira, Atzo, atzo, atzo, atzo, Hil zirean zazpi atso. Haek zulora, ni begira, Atsorik enpara ze dila.” Palacios no ofrece traducción, que parece fácil, salvo en el último verso. Los tres primeros, en efecto, más o menos conocidos por variantes de la canción, significan: “… las viejas, todas al río, ayer, ayer, ayer, ayer, murieron siete viejas. Ellas al agujero, yo mirando”. Pero ¿cómo hemos de traducir la última línea? Quizá así: “… que nadie ampare a las viejas”. Tendríamos así el testimonio del antiguo verbo enparatu, ‘amparar’, más un ejemplo de la negación ze con un subjuntivo, eco tardío de lo que era normal en el vizcaíno antiguo. De modo que esa última línea sería en euskara moderno: “Atsorik enpara ez dadila”, o “Atsorik salba ez dadila”. Hay que elogiar, en fin, el aparato crítico del libro, completado con una cuidada bibliografía, la cual incluye trabajos recientes, entre ellos el libro de Josefina Mª Cristina Torales, Ilustrados de la Nueva España. Los socios de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País (México, 2001). El libro de Emilio Palacios habría ganado evitando algunas imperfecciones, tales como el llamar inglés a Duns Escoto, que, como dice su apelativo, era de las Tierras Altas. No es bonito el empleo La marquesa de Montehermoso Alexis Ichas: Madame de Montehermoso, marquise des plaisirs et dame de Carresse. Ed. Atlantica, Anglet 2001 La marquesa de Montehermoso (título traducido de la forma vasca original Oyaneder, como indica Francisco Elorza Rada en su Nobiliario del Valle de la Valdorba, publicado en Pamplona en 1714) es mencionada en numerosos libros y libelos que maltratan o tratan de la época napoleónica. En 1999, Rafael Abella publicó en la editorial Planeta una biografía de José Bonaparte tópica y superficial, en la que se mantiene, por ejemplo, que cuando en 1808 el rey francés se encapricha en Vitoria de la marquesa, era ésta “una señora ya otoñal” (tenía entonces veinticinco años) y que, tras la huida de los afrancesados, “acabó sus días de granjera”. De favorita a granjera, o el tópico de la ascensión y caída de la mujer casquivana. Y, para que nada falte, unas coplillas subidas de tono que rezan así: “La Montehermoso / tiene un tintero / donde moja su pluma / José primero.” La biografía de Alexis Ichas, aunque reincide en el lugar común -difícil de evitar tratándose de María Pilar de Acedo, marquesa de Montehermoso y 72 condesa de Echauz-, tiene el mérito de descubrir aspectos inéditos de su vida en Francia donde residiría de 1813 hasta su muerte en 1869. Marquesa de los placeres El librito que vamos a comentar tiene cien páginas y consta de tres partes: los años españoles, los años franceses y los últimos años. En la primera parte se ofrece todo un anecdotario de autores maledicentes (De Girardin, barón de Thiébault, etc.) que han contribuido al cliché de la marquesa ligera de cascos y arribista. Se hace también alusión al espíritu volteriano del marqués y se insinúa que don Hortuño de Aguirre, el marido consentidor, era “de la jacquette” (homosexual). Consintió además en vender en trescientos mil francos el palacio familiar al rey José, lo que hizo decir a un ayuda de cámara que la casa no los valía ni con la señora marquesa dentro. De Vitoria pasamos al palacio Masserano de Madrid donde se instala la favorita. El autor evoca ahora los inocentes juegos de un Victor Hugo niño con Pepita (María Amalia), hija única de la marquesa.Se muestra una reproducción del retrato de María Amalia pintado por Goya. Godoy, exiliado en Francia, compraría el cuadro a la Montehermoso. Hoy se encuentra en Chicago en la Victor Hugo Gallery. La segunda parte ofrece documentación sobre el matrimonio en segundas nupcias en 1818 (don Hortuño había fallecido en París en 1811) con Amédée de Carabène, un oficial de húsares francés. La pareja se instala en Carresse, cerca de Salies-de-Béarn, alternando la vida de “château” con estancias en París y Biarritz. La Montehermoso se hace llamar ahora condesa de Echauz, quedando para su hija el título de marquesa. Durante la restauración, la policía vigila a los afrancesados, pero de ninguna manera molestó a la ex favorita que se beneficiaba de apoyos en la aristocracia y poseía una de las mayores fortunas del departamento de Bajos Pirineos. Esa fortuna permitiría además hacer carrera política a su marido. Benefactora de la iglesia En la tercera parte se evocan los últimos años. Las fiestas y la vida mundana le siguen atrayendo. La marquesa recibe invitaciones de la emperatriz Eugenia de Montijo. Frecuenta bailes y salones, mas de la vida galante sólo queda el recuerdo. Con la vejez, la aristócrata vitoriana (que, en realidad, nació en Tolosa) se ha convertido en una bea- LIBROS ta protectora del pueblo de Carresse. Fundó una escuela con una monjas de Biarritz, construyó una nueva iglesia y un cementerio, y efectuó numerosos donativos a los pobres. Alexis Ichas, buen conocedor de los archivos de Auterrive y Carresse, insiste en este aspecto, así como en la historia del palacio, refugio de aristócratas más o menos grandes de España. Pero las peripecias de los ilustres moradores que sucedieron a la coqueta y culta madame de Montehermoso son otra historia, crónica menor que no interesa reseñar aquí. A modo de conclusión diremos que, a pesar del alarde de chascarrillos y erudición, no cabe considerar este libro como una biografía cumplida. Se queda en esbozo, excesivamente dependiente de la bibliografía francesa, y deja sin explorar aspectos esenciales de la nobleza afrancesada: costumbres, cultura e ideología. En ningún momento se trata de explicar por qué una fracción de la aristocracia, de la que los marqueses de Montehermoso fueron un ejemplo representativo, abrazó la causa de Napoleón en España. Para responder a esta cuestión, el señor Ichas debiera habérsela planteado previamente. Miguel Peciña Anitua ¡Paz y fueros! Arturo Cajal Valero: Paz y fueros. El conde de Villafuertes. Guipúzcoa entre la Constitución de Cádiz y el Convenio de Vergara (1813-1839). Biblioteca Nueva, Madrid 2002. En este libro, su autor, Arturo Cajal, relata documentada y fielmente la vida pública de un prócer guipuzcoano del siglo XIX, Manuel José de Zavala y Acedo, conde de Villafuertes, incidiendo particularmente en su activa participación en la campaña que promovió el escribano Muñagorri conducente a crear una especie de quinta columna para desmoralizar a las tropas carlistas y propiciar el fin de la primera guerra civil. Empresa que, como es sabido, fracasó estrepitosamente. Villafuertes, típico representante de la jauntxeria guipuzcoana, fue un liberal convencido a la par que un ardiente fuerista, y esta doble condición le llevó a mantener durante toda su vida dos frentes ideológicos: uno, naturalmente, contra el carlismo, y otro, contra sus propios correligionarios que no comulgaban con sus ideas fueristas por razones que son expuestas minuciosamente por el autor. Sintetizándolas, Villafuertes, como hijo espiritual de la Ilustración, se siente liberal y progresista, pero como noble y rico hacendado defiende los Fueros a machamartillo, ya que éstos favorecían sus intereses y los de su clan. El sistema foral era elitista, lo que permitía a un número reducido de familias, generalmente emparentadas entre sí, controlar todos los resortes de poder de la provincia, ya que la mayoría de la población no tenía derecho a voto; los concejales debían poseer hidalguía acreditada y los alcaldes eran a su vez jueces. Como pueden comprobar, todo quedaba en casa. En fin, todo un típico sistema de gobierno del Antiguo Régimen que forzosamente tenía que chocar contra las ideas e intereses de los liberales doceañistas, o partidarios de la Constitución de 1812, quienes, en su mayor parte, eran comerciantes radicados en San Sebastián y Pasajes. A mi entender, este posicionamiento político de Manuel José de Zavala era manifiestamente imposible de mantener por las contradicciones que suponía en la práctica. Con el paso de los años, ya en la segunda guerra carlista, la familia Zavala se posicionó en el bando del Pretendiente. Pero ésta es otra cuestión. También describe Arturo Cajal en su obra una vertiente inédita del carlismo, cual es su faceta, llamémosle revolucionaria, en cuanto que los carlistas, dirigidos por el bajo clero, confiscaron las tierras de los oligarcas guipuzcoanos, que fueron calificados como “enemigos de la Patria y de la Religión”; con una sola excepción: la de los propietarios labradores. Aunque la obra se desarrolla casi exclusivamente en Guipúzcoa, puede 73 extrapolarse a lo que acaeció en Álava y Vizcaya, pues las circunstancias fueron similares. Y dado que Villafuertes fue suegro del vitoriano marqués de la Alameda, con el que, aparte de las naturales relaciones de parentesco, estaba íntimamente ligado por afinidades ideológicas, tiene para los alaveses otro motivo más de interés, máxime teniendo en cuenta que el actual conde de Villafuertes es vitoriano. En resumen, se trata de un libro documentado y ameno, que recomendamos a los interesados en conocer las cuestiones relacionadas con el tema foral, con el consiguiente encaje del País Vasco en España a partir de la Constitución de 1812. Encaje que todavía no está definitivamente resuelto. Por este motivo, las reflexiones que extraigamos tras su lectura pueden sernos de gran utilidad en las actuales circunstancias. Antonio Sáenz de San Pedro Esnal Una biografía desafortunada Alfaro, Iñaki: Biografía de don Ramón Fernández de Piérola. Pról. de Pedro de Sancristóval Murua, diputado foral de Cultura, y Miguel Asurmendi, obispo de Vitoria. Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz 2000. Como bien apunta el diputado prologuista, la biografía de un obispo de aquella grande, aunque joven, diócesis de Vitoria, erigida en 1861 para cumplir el acuerdo plasmado en el Concordato de 1851 de crear la que comprendiera Landázuri LIBURUAK las tres Provincias Vascongadas, puede constituir una contribución importante al mejor conocimiento de la historia social y eclesiástica del País, de la diócesis y, particularmente, de Álava, donde se halla la sede, máxime si la biografía pertenece a un momento tan importante, por sus profundas transformaciones y sus largas consecuencias en la historia civil y eclesiástica española en general y en la del País Vasco y la diócesis de Vitoria en particular (y así lo vienen mostrando tantos estudios como existen ya de ese período). Es lo que esperábamos de la de don Ramón Fernández de Piérola López de Luzuriaga (Otiñano, Navarra, 1829 – Vitoria 1904), obispo de Vitoria, el cuarto, entre los años 1890 y 1904. Tenemos, sin embargo, que confesar ya desde ahora, y no sin pena, que la que recensionamos no ha satisfecho, ni de lejos, nuestras esperanzas. Tras una introducción, el libro se estructura en seis capítulos (infancia y primeros pasos; su primer obispado: don Ramón obispo de La Habana; retorno a España: obispo de Ávila; don Ramón, obispo de Vitoria; su obra y pensamiento; la obra del obispo Piérola tras su muerte), tres anejos (resumen de sus pastorales; boletines eclesiásticos y nombramientos; cronología), concluyendo con la bibliografía. Sabemos desde el principio que la confección de la biografía no ha sido fruto del interés directo del autor por la persona y la actuación del biografiado, sino que ha obedecido al interés y el encargo de algunos familiares lejanos de éste (p. 15), sin que sepamos qué razones pudieron llevarles a la hora de hacerlo, para elegir un autor desconocido como historiador y que, según confesión propia, ni siquiera había oído el nombre del personaje antes de que se le propusiera hacerla (p. 16). El propio Alfaro comienza reconociendo en la primera página de su escrito (y el obispo prologuista lo recoge con finura) que su trabajo “no es definitivo”, pues “faltarían por revisar todavía documentos que pudieran dar luz sobre algunas etapas menos conocidas de la trayectoria del obispo Piérola” (p. 15-16). El autor sólo menciona, aunque como ejemplo, sus años como obispo de La Habana (1879-1886), el primero tras la guerra de Cuba. Pero habría que añadir otros momentos de gran interés para conocer su personalidad, como, por ejemplo, los seis años anteriores a su elevación al episcopado, de 1873 a 1879, pues, con motivo de su nombra- miento, nos enteramos de que, después de desposeído, por la primera República, de su cargo (nada de “probablemente honorífico”: p. 26) de rector de la iglesia y del hospital del Buen Suceso de Madrid, residió algún tiempo en Barcelona, residencia sobre la cual se pregunta al gobernador civil de Barcelona (aunque el autor parece, aun así, dudar de ella) (p. 27), y sabemos que en noticias de prensa fue tachado de haber intervenido en política y de haber sido desterrado a Elizondo durante la guerra civil, sobre lo cual se pide información al gobernador civil de Navarra (p. 34). Pero Alfaro no ha indagado nada sobre este período y nos deja en la ignorancia. También por falta de la obligada (y en muchos casos sencilla) investigación, hay asimismo bastantes otros datos tocantes a la persona del obispo, aunque sean datos biográficos, si se quiere, menores, que no se aclaran debidamente. Por ejemplo, dónde y con quién inició sus estudios (se nos dice que “en Zuazo, donde ejercía de párroco un tío suyo de nombre don Manuel”, p. 22, que nos hace pensar en el Zuazo de Navarra, aunque más tarde se concreta que fue “en un pueblo de Álava”, p. 64; pero en Álava hay tres Zuazos y sólo mucho más adelante podremos deducir, pues no se expresa, que fue en el Zuazo próximo a Heredia, p. 108, o sea, Zuazo de San Millán, donde fueron curas, pues en plural se refiere a ellos el propio obispo como “parientes próximos”, p. 65 y 66, los llamados don Ramón, entre los años 1831-1836, y don Manuel-Francisco, entre los años 18371864, apellidados ambos López de Vicuña, que era el apellido de su abuela materna, alavesa de Gamarra Mayor); o la fecha de su ordenación sacerdotal (cfr. p. 24); o quién era ese su hermano menor, también sacerdote, Domingo, a quien llevó y tuvo consigo en cargos de responsabilidad primero en La Habana y después en Ávila (1886-1890) y Vitoria, y a cuya muerte aquí en 1893 se dedican las p. 83-86; o que no se identifique a esos otros dos hombres de confianza del obispo, don José Cadena y Eleta y don Santiago Ozcoidi, a quienes hizo en Ávila Vicario general y Secretario de Cámara, respectivamente (p. 51), siendo tan fácil saber que ambos eran también navarros y llegarían a ser asimismo obispos, de Vitoria el primero, donde sucedió al biografiado, y de Tarazona y Tudela el segundo; tampoco se ha enterado de “los motivos 74 exactos de su fallecimiento”, p. 129) y no menciona que la oración fúnebre fue pronunciada por el que había de ser después también obispo de Vitoria, don Mateo Múgica. El autor se ha limitado a manejar una documentación escasa (en gran parte, al parecer, proporcionada por terceros) y evidentemente insuficiente, consistente prácticamente toda en los Boletines oficiales de los obispados de Ávila y Vitoria (cfr. p. 16), aprovechando simplemente lo que en ella hallaba, sin preocuparse por indagar acerca de lo que en ella no figuraba. Ni se ha acudido a otras fuentes de documentación eclesiática (por ejemplo, la de la Nunciatura del Papa en España), ni siquiera se han examinado los periódicos y revistas de la época, ni aun los locales. Defecto de documentación. Y de lecturas: ni un solo manual de historia de la Iglesia en España, ni tan siquiera un diccionario de la materia, figuran en la bibliografía. Ya hemos apuntado antes que un conocimiento exacto y una justa valoración de la persona y la actuación del obispo requerían que su biografía estuviera encuadrada en el marco del momento en que vive y actúa. Pero esta tarea, que es la del biógrafo, nuestro autor se la deja al lector: “A la hora de leer este trabajo tendremos que trasladarnos al siglo pasado y cada documento original, cada cita directa de la época, deberá ser leída teniento en cuenta el momento y el contexto en el que fue escrito” (p. 16). Lo que tenemos en las manos es, así, más que una biografía, un simple, superficial e incompleto haz de datos de un “curriculum vitae”, más bien de corte hagiográfico, del obispo Fernández de Piérola. Pero, aunque no fuera más que esto, debería esperarse que la obra se realizara con un cierto rigor. No es así. Parece que lo mínimo que se puede pedir, como requisito previo, a quien se pone a historiar la vida de un obispo de Vitoria es tener algún conocimiento, aunque sea elemental o de enciclopedia, de la historia de la diócesis. Véase lo que sabe nuestro autor. Sólo una vez va a referirse a ella, en la p. 63, dedicándole veinte líneas; he aquí las cinco primeras: “Ésta [la diócesis] había sido recientemente creada ya que, con anterioridad al año 1862 todo el territorio de las provincias vascongadas estaba bajo la jurisdicción del Obispado de Calahorra. Sin embargo, la reivindicación de un LIBROS gobierno eclesiástico más cercano, el deseo de una diócesis propia que restaurara la que en la Edad Media había tenido su sede en Salvatierra de Álava, estaba latente desde antiguo”. Jamás nadie podría esperar encontrar estampado en una obra de contenido tocante a Álava y publicada por su Diputación Foral el más que enorme disparate de la existencia de una sede episcopal en Salvatierra de Alava, así fuera en lo más oscuro de la Edad Media, que sí existió en Armentia. Tampoco todo el territorio de las provincias Vascongadas era de la diócesis de Calahorra; Guipúzcoa (excepto el valle del Deba) y la villa alavesa de Oion eran de la de Pamplona, y partes en el occidente de Vizcaya y Álava pertenecían a las de Santander y Burgos (quizá por contagio en punto de geografía eclesiástica, el diputado prologuista dice que la gran diócesis de Vitoria encomendada a Fernández de Piérola incluía las parroquias de La Puebla de Arganzón y de Treviño, siendo así que éstas, aun ahora burgalesas administrativamente y calagurritanas hasta entonces, sólo se le incorporaron en 1950, cuando se la dividió y quedó reducida a la pequeña que hoy es). Cuando se reproducen textos de terceros (y en la obra, así en el texto mismo como en recuadros, son numerosas las copias de textos ajenos, una gran parte de ellos publicados en el Boletín del obispado de Vitoria), es obligado que la reproducción sea exacta. Pues bien, al cotejar en el libro aquellas citas que, por algún motivo, nos han llamado la atención, hemos podido comprobar que no eran del todo fieles, sino que estaban verdaderamente maltratadas. De lo primero tenemos un ejemplo en la primera pastoral como obispo de Vitoria, cuyo comienzo se copia en recuadro en las p. 66-67 y donde se lee: “…siendo Nos también de las Provincias Vascas…”, cuando en el texto dice: “…siendo Nos oriundo también de las Provincias Vascas…”, como había el propio autor copiado en la p. 65. De lo segundo, en la copia de otra pastoral, de 1903, en la que trata de las causas a que se debe que muchos cristianos se extravíen hasta el extremo de perder la fe, menciona aquella que constituye (pongo entre corchetes lo omitido o alterado) “…el principal medio que vienen empleando los sectarios para [omit.: impedir y] anular [omit.: si fuera posible, la sobrenatural influencia de] la Iglesia. Nos referimos a la lectura de libros y periódicos [omit.: perniciosos], de sus meditaciones [alt.: esas producciones] [omit.: que] salen… fascinan a los pobres [omit.: menestrales] con promesas ilusorias… odios tan sofocantes [atroces]…”. No queremos silenciar otro cambio en un texto, que, por inexplicable, nos ha resultado jocoso; se halla en el texto vasco (el único en esta lengua que hay en el libro y en cuyo original tampoco faltan las erratas) del mensaje de los vascos que formaban parte de la peregrinación obrera a Roma en 1894, entregado en mano por el obispo al papa León XIII; leemos con sorpresa: “Ara bada orain, biar Banco Atlántico dira…”, por asombrosa transmutación en entidad bancaria de la simple partícula del original: “Ara bada orain, bihar badira…”. Abundan también en la obra las repeticiones de textos, las imprecisiones, los descuidos en la redacción (sólo un ejemplo de éstos: dice, p. 16, “conoció cuatro monarcas” y nombra cinco) y en la remisiones a textos ajenos y aun al propio (así la única, que en la p. 64 hace a una “página cuatro”, que es, de hecho, la cuarta de ese capítulo, pero la 66 del volumen, lo que nos hace pensar que el libro fue escrito capítulo por capítulo, sin luego unificarlos). Hasta hay yerros (y yerros notables, por otra parte fácilmente detectables) en datos muy próximos al personaje, de los que señalamos dos: en el árbol genealógico de los Fernández de Piérola (con muchos blancos y defectuosamente trazado), p. 18, el padre del obispo figura como nacido en 1799 y casado ¡en 1796! (y no es errata fácil), y su hermano Gonzalo nacido en 1836 y casado en 1847); y el imperdonable de la p. 44, en que el escudo que se reproduce se dice ser el de la diócesis de La Habana, siendo como es, precisamente, el episcopal de su biografiado. Las deficiencias que hemos señalado hasta aquí pueden ser consecuencia del apresuramiento con que la obra fue realizada. Si son exactas la fechas de 21 de febrero de 1998, que el autor consigna como la de la recepción del encargo (p. 16), y la de 10 de junio de 1998, en que data la introducción (p. 17), todo el trabajo fue hecho en tres meses y medio. Ni de un autor bien preparado y experto se podría esperar gran cosa en una obra escrita en tan poco tiempo sobre un personaje que antes desconocía. Mencionemos, por fin, la inobservancia de la metodología del trabajo científico que se puede constatar en 75 prácticamente todas la páginas escritas: anarquía en la forma de hacer las citas en las notas a pie de página (por ejemplo, para indicar la página lo mismo da “p.” que “pp.” que “p.p.”); citar el mismo escrito de formas distintas; remitir a obras no incluidas en la bibliografía sin dar sus datos de edición y hasta sin el título de la obra (por ejemplo: “según refleja el Padre Manuel P. Maza Miquel en una de sus obras”, p. 40); hacer referencias incorrectas (por ejemplo, “A este respecto ver ‘La Iglesia como problema vasco’…”, p. 32, para remitir a Lipuzcoa, Manu Elu, ‘La Iglesia como problema en el País Vasco’); remitir a un “apéndice documental” que no existe, p. 64)… Podríamos multiplicar los ejemplos; mas quedémonos con el que concluye el libro, el de la bibliografía (p. 155), en la que, aunque sólo contenga quince referencias, se acumulan los desaciertos: además de no observar ningún orden, se citan libros sin consignar su pie de imprenta; se cita un número de revista sin expresar qué artículo (ni autor, ni título, ni páginas) es el que en él interesa (se trata del notable trabajo de Tellechea Idígoras, J. Ignacio, “Para la historia de la diócesis de Vitoria: Tres relaciones de las “Visitas ad limina” del siglo XIX (1879-1900)”, la última de las cuales es del obispo Fernández de Piérola, que se encuentra en las p. 413-458); se señala el tomo IX de la monumental Historia de los obispos de Pamplona, sin mencionar el nombre del autor, el gran historiador navarro José Goñi Gaztambide). No es más lucida la veste (y no nos referimos a la externa, pues en la impresión del volumen no se han escatimado gastos en ilustraciones, recuadros con documentos y tablas, hojas enteras con los títulos de los capítulos…) que cubre cuerpo tan canijo: el texto está plagado de erratas y de faltas de ortografía. Como erratas más notables señalamos la de latente en la p. 34 ( por patente, con cambio de sentido), canónigo en las p. 37 y 51, como adjetivo (inexistente, por canónico), Alfonso XIII. en la p. 49 (por Alfonso XII, pues lo dice muerto en 1885)… En el capítulo de las faltas ortográficas, además de anarquía en la puntuación y la acentuación que reina en todo el libro, mencionamos las más sobresalientes: bastísima (p. 43), avulense (p. 50, 55, 58 y 94; en la p. 58 dos veces, una de ellas como cita textual de un documento en que, comprobado, se lee abulense), callado (p. 58 y 66, en ambas como citas textuales de dos do- Landázuri LIBURUAK cumentos en los que, también comprobado, se lee cayado)… Lo asombroso es que, después de transcribir la carta de un oriental al obispo en solicitud de dinero, con bastantes erratas, dice: “Las faltas ortográficas no son errores de imprenta nuestros, sino que pertenecen al texto original…” (p. 95). Es obligado detenerse en las erratas que afectan a los nombres de los pueblos de Álava que se mencionan en los datos de las visitas pastorales efectuadas en Álava que se recogen (algunos por triplicado) en las p. 108-110: Mataran, Uzaeta, Llárduga, Narváiz, Eguleor, Arrizabala, Pagoeta, Gripan, Arcinaga, Riviza, Pegaños. También los hay en los de Vizcaya y Guipúzcoa, pero ¿cómo entender que se estampen tales disparates en una obra dedicada en gran parte a Álava, editada por la Diputación Foral de Álava e impresa en su imprenta? Todo ellos nos hace sospechar que el texto fue entregado por el autor tal como le había quedado en una redacción deficiente y apresurada, sin un simple repaso por su parte; que fue llevado a la imprenta sin una revisión por la de sus patrocinadores; que fue aceptado por los responsables de la edición no ya sin un examen o una valoración, sino ni siquiera una previa lectura; y que salió a la calle sin siquiera una mala corrección de pruebas. En suma, una edición desgraciada de una biografía desafortunada. Ante ello, y teniendo en cuenta la falta muchas veces de oportunidades y facilidades para la publicación de obras más dignas, cualquiera tiene derecho a preguntar: ¿Cómo se adopta en la Diputación Foral la decisión de sus ediciones?¿Con qué criterios?¿Qué factores se tienen en cuenta para aceptar o desestimar la de una determinada obra? ¿Cómo se controla o sigue el proceso de impresión? Ángel Ibisate Lozares Bibliografía capuchina Casimiro J.J. Pérez Aguirre (O.F.M. Cap.) y Vidal Pérez de Villarreal (O.F.M. Cap.): Escritores de la Provincia de Navarra-Cantabria-Aragón: 1900-2000. Curia Provincial de Capuchinos, Pamplona 2001. Estamos ante una obra que bien merece el calificativo de magna (y no sólo, ni principalmente, por su volumen material): la catalogación de todos los escritos de los frailes capuchinos de esta Provincia (que hoy abarca Navarra, el País Vasco, La Rioja y Aragón), desde su constitución en 1900 hasta el año 2000 de su centenario. Sólo quien ha intentado la confección de un repertorio de una cierta amplitud puede estimar la magnitud del trabajo que presentamos. La idea la concibió hace ya cincuenta años Casimiro Juan José Pérez Aguirre (Felipe de Fuenterrabia) (1919- 2003), quien comenzó la recogida de datos, en forma de fichas en que se consignaba una descripción paleográfica de las portadas, llegando en la tarea hasta el año 1985. Pero ha sido Vidal Pérez de Villarreal (Inocencio de Echávarri-Urtupiña) (1926- ), quien, además de complementar con más impresos la recogida de datos hasta dicha fecha, la ha continuado hasta el año 2000 y le ha dado en realidad su forma, sustituyendo para las monografías el modelo descriptivo de su antecesor por el estandarizado internacional (ISBD), informatizando el material reunido y preparando la publicación y confeccionado sus índices. Tras una presentación introductoria, la obra comprende cuatro partes: 1ª. Monografías, en que se recogen los libros o folletos obra de capuchinos: son 3.355 entradas, ordenadas alfabéticamente por su encabezamiento (el nombre civil de sus autores, único desde 1970, indicando a continuación entre paréntesis el nombre religioso de los que lo tuvieron o, en los casos de las obras anónimas, la palabra o palabras que se han considerado más significativas del contenido); muchas de las fichas con- 76 tienen notas explicativas o ampliatorias y en todas, al final, se indica el lugar o biblioteca donde se ha recogido la información. 2ª. Publicaciones seriadas, que contiene las colaboraciones de capuchinos aparecidas en revistas y en obras de varios autores: son 195 registros, ordenados alfabéticamente (de la misma forma que la primera parte), la mayoría de los cuales incluye varios (en muchas ocasiones, numerosos) trabajos del mismo autor. 3ª. Publicaciones periódicas, en que se relacionan aquellas de cuya dirección y/o preparación son responsables los religiosos de la Provincia: el listado comprende 84 títulos. 4ª. Índices, muy variados: de materias (uno para la primera parte y otro para la segunda), onomástico de autores (uno por nombres civiles y otro de equivalencia de los nombres de religión), de voces de obras anónimas (uno para la primera parte y otro para la segunda) y de las publicaciones consignadas en la segunda parte. Los trabajos que se recogen en las partes primera y segunda son muy variados, por géneros (hay también obras musicales, bien impresas, bien en disco o CD) y temas (en modo alguno limitados al ámbito de lo religioso o piadoso, sino que abarcan todos los campos de lo científico y de lo literario), por finalidad, por extensión, por materias (como muestran los índices correspondientes) y por importancia (como puede apreciarse, por ejemplo, en los nombres de las revistas u obras colectivas en que existen colaboraciones capuchinas). Pero no podemos entrar en más detalles. Pensando en nuestro particular patrimonio cultural, nos vamos a limitar a relacionar, guiados por los índices, los capuchinos alaveses (naturaleza deducida de sus nombres en religión) que en la obra se mencionan y el número de las monografías (m.) y de los artículos (a.) que de cada uno se reseñan. En el mismo orden alfabético en que se hallan en el índice de autores, son (s.e.u.o.) los siguientes: Azcárraga, Ángel (Prudencio de Salvatierra) (1898-1971): 16 m., 13 a. Fernández de Landa, Fausto (Tomás de Mendijur) (1908-1995): 12 m. Galíndez de Castañiza, Sixto (Fidel de Lecamaña) (1923-2001): 15 m., 10 a. García Piédrola, Juan José (Teófilo de Orbiso) (1895-1975): 3 m., 32 a. LIBROS García Remírez, Roberto Fernando (Teodosio Mª de Orbiso) (1935- ):7 m., 25 a. Grijalba, Andrés (Nicolás de Laguardia) (1899-1982): 13 m. López de Guereñu, Gregorio (Benjamín de Ilarduya) (1907-1987): 1 m. Ortiz de Latierro, Fernando (Fernando Mª de Mendoza) (1872-1966): 3 m., 64 a. Pérez de Villarreal, Vidal (Inocencio de Echavarri-Urtupiña) (1926- ):14 m., 53 a. Pol, Teodoro Salvador (Salvador de Vitoria) (1881-1978): 1 a. Preciado, Dionisio (Pío de Salvatierra) (1919- ): 12 m., 97 a. Sáez de Eguilaz, Martín (Francisco de San Román) (1902-1997): 1 a. Sáez de Ocariz Ruiz de Azua, Demetrio (Adolfo de Echavarri-Urtupiña) (19171964): 3 m. Sáez de Ocariz Ruiz de Azua, Matías (Cipriano de Echavarri-Urtupiña) (1915[1939]): 2 m., 1 a. Sáez de Ocariz Ruiz de Azua, Valentín (Leandro de Echavarri-Urtupiña) (1909-1989): 6 m. Sáez de Vicuña, Martín (Filomeno de Ezquerecocha) (1916-1985): 2 m. No faltan tampoco colaboraciones de capuchinos en revistas, periódicos o publicaciones colectivas alavesas. Guiados por su índice particular, recogemos (también s.e.u.o.) las siguientes: Boletín de la Institución “Sancho el Sabio”, El Periódico de Álava, Estibaliz, Gaceta Municipal de Vitoria-Gasteiz, Homenaje a Odón de Apraiz, Lumen, Miscelánea José Zunzunegui, I: Estudios históricos, Repertorio musical de la Academia “San Gregorio Magno” del Seminario Diocesano, Scriptorium Victoriense, I-II Semana de Estudios de Historia Eclesiástica del País Vasco, Surge. Tenemos que felicitar y agradecer al docto capuchino alavés Vidal Pérez de Villarreal por esta obra, que bien ha podido ser calificada de ejemplar y que él tendrá que añadir (en, por ahora, último lugar, por razón de cronología, que no de importancia) a su ya riquísima bibliografía. Ángel Ibisate Lozares Nazionalismo espainolari buruz José Alvarez Junco: Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX. Taurus. Madril 2001. Nazionalismoa modan dago, hemen eta edonon. Partikularzki 1989tik aurrera (Berlingo harresiaren lurreratzea) ez da izango munduan hura baino gizarte mugimendu indartsuagorik, ondorio politiko larriagorik paratzen duenik. Ez hemen soilik: bloke komunista ohiaren baitan eztanda abertzalea ez da izan, inola ere, ahuntzaren gauerdiko eztula; ez letorke gaizki gogoratzea, bestalde, Sadam Hussein alderdi nazionalista klasiko eta tipiko baten buru izan zela (Baas: Arabiarren Pizkundeko Alderdi Sozialista), inguru hartako politikaren protagonista gehienak bezala (Arafat, Sharon, Peres...); Estatu Batuei buruz, zer esango dugu: lehendik ere ez bazen makala sukar abertzalea, 2001eko eraso terroristak marka guztiak hautsi ditu eta nazioaren patua da, agian inoiz baino gehiago, hango politika eta kulturaren ardatz bakarra, non eta badirudien (telebistaren arabera) estatubatuarrak goizetik gauera beren ereserkia kantatzen eta beren ikurrina ohoratzen ematen dutela eguna. Eta Espainian? Gogoratu beharrik dago euskal gaia deituak komunikabide eta politikagintzan betetzen duen lekua, beti klabe nazionalistan? Perejil uhartearen aferak ez ote du txiki utzi chauvinismoaz esan daitekeen oro? Egoera hori Espainiako historiografiarekin erkatzea paradoxikoa gertatzen da, zinez. Izan ere, ez da hainbeste denbora Espainiako unibertsitateetan nazionalismoa gainditzeko zorian (edo guztiz gaindituta) zegoen gizarte fenomeno gisa aurkezten zela, modernitate demokratikoaren aurrerabide saihestezinaren ondorioz. Testuinguru horretan ia ikerketa guztiak euskal/katalan/galiziar nazionalismoa argitzera bideratuta zeu- 77 den eta, neurri handi batean, haien gezurrak salatzera. Ikerketa akademikoez ari naiz, haietan sarri agertzen zen asmo desmitifikatzaileak lotura politiko nabariak bazeuzkan ere. Horrela ikusi dugu pasatzen liburua liburuaren ondotik, artikulua artikuluaren gain. Gaur egun ere horrela bizi gara, agian inoiz baino gehiago. Era berean, nazionalismoaren kontrako epai morala inoiz baino esplizituagoa bihurtu da; inoiz baino arruntago bihurtu da nazionalismoaren asmakeriak salatzea. Nazionalismo espainolarenak ere? Hortxe dago paradoxa: gaiaz arduratuta dagoenak ez duela, nazionalismoari buruzko liburu erauntsiaren baitan, ia ezer aurkituko espainiar nazionalismoaz. Absurdua dirudiena eguneroko ogia izan dugu azken hogeita hamar urteetan, hots, nazionalismo espainolik ez dagoela pentsatzea. Ebidentzia ororen aurka nazionalismo espainolik aipatzea ia-ia tabu bat izan da eta, neurri batean, da. Tabu horren aurka hasi dira ahots batzuk altxatzen, adibidez, Inman Fox, Javier Varela, Sisinio Pérez Garzón, Juan Pablo Fusi edo gaur bereziki aipatuko duguna, José Alvarez Junco. Badirudi aurrerantzean arruntagoa izango dela nazionalismoaz mintzatzean bere aldaki espainola ere aipatzea, eta badirudi ere ikerketa akademiko ireki eta eztabaidagarriak irakurtzeko aukera izango dela, eta ez kasuko egilearen irizpide etiko-politikoen zuritze gutxiasko abilak. Zeren hori baita, hain zuzen ere, liburu honetan bereziki azpimarratzekoa: haren jite akademikoa, hitzaren zentzurik onenean. XIX. mendeko Espainiari buruzko ikerketa zehatz eta aberats baten aurrean gaude; ikerketa kritikoa, hots, datuetan aztarrika interpretazio baten bila abiatzen dena, epai moralak (ahal den neurrian) beste mota bateko tenoreetarako uzten direlarik. Epaitzea baino ulertzea baita helburu. Tesi nagusia, gure begietan, hauxe da: Napoleonen inbasioaren ondorioz, eta hark eragin zuen prozesu iraultzailearen eraginez, Espainiak nazionalismo liberal goiztiar bat ezagutu zuen; maila intelektualean bederen, XIX. mende bukaerako espainiar nazionalismoa guztiz garatua zegoen: “La situación española, al acercarse el final del siglo XIX, puede resumirse en una frase: los intelectuales habían hecho sus deberes. Como en cualquiera de las viejas monarquías europeas que, en el tránsito a la modernidad, intentaban convertirse en naciones, las élites habían conseguido completar, o casi completar, la construcción de todo un edificio cultural que giraba en torno al pasado español, al arte Landázuri LIBURUAK español o a la ciencia española. […] Los mitos nacionales estaban construidos” (271. or.). Baina eraikuntza intelektual horren arrakasta aski mugatua izan zen. Zergatik? Erantzuna, Alvarezen baitan, ez da guztiz argia. Alde batetik, mito berri horien gehiegizko artifizialtasuna azpimarratzen da (“una combinación de elementos culturales poco creíble o directamente incomprensible para una gran parte de la población” (277. or.), baina, bestetik, Estatu liberalaren ahulezia aipatzen da (“la tarea de construcción cultural realizada por las élites intelectuales tenía que ser completada por el Estado [...] el Estado realizó esta tarea con dudas y ambigüedades” (278279. or.). Ez dugu bikoiztasun horren irtenbide garbirik aurkitzen; egilea bera da arazoaren formulatzailea (bereziki 565. orrialdean), baina erantzuna barik galdera paratzen du. Hobe horrela, araiz. Izan ere, hauxe da dakiguna Alvarezen arabera: arazoak arazo, Estatu espainiarra ez dela desegin, baina nekez esan daitekeela XIX. mendeko nazionalizazio prozesua arrakastatsua izan zela. Eztabaidak zabalik dirau. Hainbat elementu gehiago ere aipatzen da; nagusia, katolikotasunaren pisu erabakigarria, nazioaren garapen modernoan oztopo salbaezin. Gai horri dedikatzen zaizkio liburuaren pasarterik gogoangarriarenak, gure ustetan. Baita ere kanpo-etsai indartsu baten gabezia (Frantzian edota Alemanian ez bezala). Edo federalismoaren ahulezia historikoa. Eta abar. Liburuaren azken atala da, gure iritziz, eztabaidagarriena. Hauxe da mende bateko ibilbidearen ondorioa, Alvarezen aburuz: “Lo que significa que el nacionalismo español [ha] encontrado, por fin, el reemplazo para aquel objetivo que cien años antes se plantearon los liberales gaditanos y que obstáculos posteriores habían obligado a abandonar: la regeneración del país, la europeización, en definitiva, la modernización. Sólo había un problema con esta misión al fín hallada: que había llegado tarde” (593. or.). 1898ko krisiaz eta beronen ondorioez ari da. Alegia, elite espainiarrek mende bat behar izan dute benetako proiektu nazional eta integratzaile bat sortzeko, sektore katolikoak ere erakarriz, baina ordurako berandu da lehiatzaile berriak sortu direlako, nagusiki, katalan eta euskal nazionalismoak. Gure irudiko, analisi horrek ez du kontuan hartzen laurogeita-hemezortzitarren nazionalismoaren ezaugarririk behienena: katalana, euskara eta galiziera zokoratzeko, itotzeko eta desagertarazteko asmoa. Alvarezen arabera, berriz, “El problema específicamente español no fue tanto que el país estuviera atrasado como que se desarrolló de forma desigual; lo que produjo, naturalmente, un proceso de modernización cultural también desequilibrado” (596. or.). Eta hori, dudarik gabe, egia da, baina ez egia osoa, katalanek, adibidez, nekez asumituko luketeelako Espainaren kultur modernizazioak beren hizkuntzaren desagerpena ekartzea. Kontu horrek merezi zuen aipamenen bat. Azken orrietan, sintomatikoki, berriro ere Estatuaren ahultasuna aipatzen da. Eta harekin batera, nazionalismo periferiko leihakorrek eragindako espainolismo erreaktiboa. XX. mendeari buruzko hausnarketa iradokor baina laburregi batzuk, eta bukatzen da. Irakurlea zerbait gehiagoren esperoan utziz, apika. Bi hitzetan, liburu guztiz gomendagarria: zehatza, aberatsa, ausarta. Ez du aurrekaririk espainiar historiografian. Eta lehen saio bat izateko oso goian uzten du langa. Pruden Gartzia Isasti La buena memoria de Ignacio Hidalgo de Cisneros Ignacio Hidalgo de Cisneros: Cambio de rumbo. Ikusager. Vitoria-Gasteiz 2001. Las memorias de Ignacio Hidalgo de Cisneros vieron la luz hace ya cuarenta años. A pesar de haberse editado en Bucarest, alcanzaron cierta difusión en Francia (a las dos ediciones rumanas que distribuía el PCE en París hay que 78 añadir una traducción francesa en 1965, en Editeurs Français Réunis). Algunos ejemplares llegaron a Vitoria, donde fueron celebrados por la progresía de entonces, y leídos por la gente que aún se acordaba del jefe de la aviación republicana. La edición actual de Cambio de rumbo de la editorial vitoriana Ikusager presenta algunas novedades: varias fotografías y un epílogo de Ignacio Hidalgo de Cisneros, sobrino del autor, en el que nos da cuenta de algunas entrevistas familiares en territorio francés y de la ceremonia del entierro en Bucarest en 1966. Es una lástima que no se haya aprovechado esta segunda edición española (la anterior de 1977 contaba con un prólogo de Tuñón de Lara que se reproduce en la actual) para anotar debidamente el texto y eliminar errores. La fidelidad a la obra original no debe impedir las correcciones a pie de página. Ejemplos: el autor se equivoca de fecha en la página 246, a propósito de la brutal actuación del prefecto de policía de París señor Chiappe “el 6 de febrero del 36” (fue el año 1934); o hace morir en el exilio a su pariente y amigo Miguel Anitua (p. 536), que tuvo la suerte de fallecer en su pueblo, etc. No sé si considerar lo de las erratas como plaga inevitable o encanto añadido; en cualquier caso, no estaría mal que algún editor humorista insertase un aviso preliminar instaurando el juego del cazagazapos. Sería la mejor forma de evitar que un libro como el que nos ocupa haya llegado a publicarse por cuarta vez sin la menor corrección. Una vez expuesta esta pequeña crítica, diremos que la autobiografía de Hidalgo de Cisneros es, a la par que un testimonio histórico importante, una obra enjundiosa y amena. Ikusager ha hecho muy bien en reeditarla. Cambio de rumbo, un título perfecto Ignacio Hidalgo de Cisneros nació en Vitoria en 1894. Tanto su ciudad natal como las tierras de la Rioja, en donde su familia paterna y materna poseían fincas, le marcaron profundamente. Así lo prueban las numerosas páginas dedicadas a su familia, infancia y juventud. Aunque sus destinos militares le alejaron muy pronto de los suyos, mantuvo a gala su origen vasco en una época –todo hay que decirlo- en la que los de Vitoria se consideraban menos vascos que hoy. No encontraremos aquí homenajes vibrantes a la patria chica o a la familia. La amistad o el amor son mucho más importantes. Ejemplo de lo primero es el elogio dedicado a José Martínez LIBROS de Aragón, su mejor amigo, republicano y aviador como él. En el capítulo amoroso, la conocida historia de su unión con Constancia de la Mora, primera mujer que pudo acogerse a la legislación sobre el divorcio. Más prosaicamente se elogian también el clarete de Cordovín, protagonista de diversos episodios, un caballo, los toros o las fiestas de Sevilla. Lo del vino es bastante recurrente y alcanza su apogeo en una cata en el Kremlin, donde, ante el mismísimo Stalin, el vitoriano no dio su brazo a torcer, manteniendo la superioridad de los caldos de la Rioja sobre los georgianos. El texto está redactado un poco a la pata la llana, con cierto abuso de términos coloquiales (pinta de, chismes, ideíca, etc.), e Hidalgo de Cisneros advierte constantemente sobre su ausencia de talento literario: él no sabe escribir, la pluma no es lo suyo. Sin embargo, durante más de quinientas páginas demuestra tener humor, gracia y talento. Algunas descripciones, dentro de su sencillez, tienen un gran poder de evocación como bien lo muestran, por ejemplo, estas líneas consagradas al viento del desierto: “Cuando se llega a Cabo Juby […] la arena entra a formar parte de la existencia […]. Piensa uno que aquel viento cargado de arena es una cosa eventual, que terminará de soplar de un momento a otro y que todo entrará en la normalidad. No se concibe que la normalidad sea precisamente aquel viento soplando día y noche, semanas y meses sin parar un instante. Es de pesadilla, sobre todo al principio, cuando se despierta uno por la noche y siente el ruido del viento y de la arena pegar contra la ventana, o cuando, después de haber estado encerrado en una habitación, al salir se recibe el ramalazo” (p. 178-179). La ausencia de retórica y afectación también es estilo y, si no, que se lo digan a escritores como Baroja. Otro acierto que cabe señalar es el del título de estas memorias. Cambio de rumbo resume a la perfección la trayectoria de quien, traicionando a su clase, pero sin traicionarse a sí mismo, supo volar cuando el viento de la historia se levantaba impetuoso. «Franco es antipático desde que era célula» Los lectores de memorias suelen devorar con fruición los chismorreos sobre las personalidades y famosos que se cruzaron en el camino del memorialista. De anécdotas nuestro libro está bien surtido; de maledicencias, en cambio, más bien escaso. Obedece esto al carácter cordial y amable de Hidalgo de Cisneros, que nunca fue un resentido. Llama la atención la ecuanimidad de sus juicios cuando habla de enemigos políticos o de los militares franquistas contra quienes luchó. Alguna habladuría se le escapa a propósito de Queipo de Llano y de algún otro generalote, pero antes que la violencia verbal prefiere la fina ironía. De Francisco Franco hubiera podido decir que fue un criminal de guerra. Pues no. Deja caer tan sólo la frase “Franco es antipático desde que era célula” (p. 144). Esto de antipático lo entenderán muy bien aquellos que lean el libro. Según Cisneros, el mundo se divide, por un lado, en “simpáticos” y “buenas personas” (calificativos que emplea profusamente), y en réprobos aviesos o antipáticos, por otro. Es interesante observar que los juicios expresados por Constancia de la Mora sobre Primo de Rivera o Alfonso XIII (por ejemplo: “producía verdadera sensación de náusea ver a aquella joven, tan hermosa, bailando tan cerca de las repugnantes y malolientes nariz y aliento del rey” (p. 84), en Doble esplendor, ed. Crítica, 1977) son violentos y agresivos, mientras que en los de su marido sobre las mismas personas asoma cierta benevolencia. Quizá haya que explicarlo por la diferencia de carácter, aunque tampoco debemos excluir las fechas de escritura, 1939 el libro de Constancia y 1962 el de Ignacio. Los años y la distancia contribuyeron, sin duda, a suavizar el tono de Cambio de rumbo sin por ello renunciar un ápice a las ideas por las que había luchado. Los cojos de la Rioja Entre las cualidades de este libro hemos señalado el sentido del humor. Hay, en efecto, gran acopio de sucedidos graciosos. No puedo resistirme a citar una de estas historias que Luis Buñuel bien pudiera haber incluido en alguna de sus películas. A propósito de Trinidad Manso de Zúñiga, conde de Hervías, aristócrata algo tronado conocido por sus extravagancias, refiere el autor la siguiente anécdota: “Se contaba de él una faena muy comentada en la Rioja y sus alrededores. En una discusión no sé con quién, el tío Trinidad afirmaba que la cojera de la mayor parte de los mendigos de la Rioja era fingida, que se hacían los cojos para sacar más limosna. El otro no estaba conforme y le dijo que era un malpensado y que tenía poco respeto para las desgracias ajenas. A los pocos días el tío Trinidad invitó a una gran 79 comida en su finca a todos los cojos de la comarca. A los postres, cuando más tranquilos y contentos estaban, soltó un toro que tenía como semental. Todos los cojos salieron corriendo, con una ligereza sorprendente. Entonces el conde, muy serio, señalándolos con el dedo, preguntó a su contradictor: “¿Ves cómo tenía razón?”” (p. 307). Saint-Exupéry, cazador de leones Otro aspecto notable es el repaso desmitificador que da a una serie de figuras literarias. Hidalgo de Cisneros fue quien primero rompió la imagen legendaria de un André Malraux, as de la aviación y héroe de la guerra de España. Algunos autores como Jorge Semprún siguen sin querer enterarse, porque ellos mismos construyen mitos. Los figurones precisan de otros figurones. No obstante, el testimonio del jefe de la aviación republicana sobre Malraux (ver p. 457-458) hoy día es tenido en cuenta por los biógrafos serios, guste o no guste a quienes confunden historia y literatura. El relato sobre las andanzas de Antoine de Saint-Exupéry en el Sáhara (p. 180-182) es muy ilustrador de esta faceta de desmonta-leyendas. Ironiza Cisneros sobre las fantásticas aventuras en las que el autor del Principito salva de las garras de los moros a un montón de aviadores, y cuenta la historia de unas fotografías que dieron pábulo a la leyenda de los leones de Cabo Juby. Un buen día Saint-Exupéry y unos pilotos españoles hicieron unas fotos en el desierto. Uno de ellos, cubierto con una piel vieja de león y a cuatro patas, subía por una duna, marcando en la arena las huellas con las garras de la piel. Las fotos, tomadas desde el aire, daban la impresión de que el león era de verdad. La revista L’Illustration publicó un reportaje sobre los fieros leones de Cabo Juby. La leyenda es tenaz y no hace mucho todavía, en 1994, en el álbum de la prestigiosa Pléiade dedicado a Saint-Exupéry, se afirma con toda inocencia que en “Cap Juby […] il découvre les autruches, chasse le lion” (p. 87). Jean-Daniel Pariset y Fréderic d’Agay, autores de la muy seria Maison Gallimard, reproducen una fotografía de los avestruces, pero lamentablemente no nos muestran la caza del célebre león. A estos franceses no les basta con Tartarin de Tarascon. Visión comunista de la guerra civil Para los aficionados a la historia, los platos de resistencia son, sin duda, Landázuri LIBURUAK los capítulos dedicados a la guerra del Rif, la sublevación de Cuatro Vientos, el periodo republicano (las relaciones con Indalecio Prieto y Manuel Azaña) y la guerra civil. La evocación de aquellos años, las distintas peripecias en que se vio involucrado el protagonista, mantienen al lector en vilo y poseen un inconfundible sabor de época. La parte más discutible, sin que por ello quepa cuestionar su sinceridad, es la relativa a la guerra y puede reprochársele al autor su visión comunista del conflicto. Hoy día, ningún historiador se atrevería a dar por bueno el angelismo de Stalin, la ayuda desinteresada de la Unión Soviética y otros clichés que recorren el libro. Se repiten, pues, una serie de tópicos de la historiografía comunista al uso en aquel entonces. Valga como muestra la tendenciosa versión que se ofrece de los hechos de mayo de 1937 en Barcelona, en el capítulo décimo bajo el epígrafe Rebelión en Cataluña. Una vez más se nos sirve lo del importante papel desempeñado por los agentes provocadores de Franco y la referencia al informe de von Faupel, el embajador alemán en Salamanca, explicando la acción de la ”quinta columna”. Todas las obras estampilladas por el partido comunista repetían machaconamente la misma versión. Era muy difícil, por tanto, que el libro escapase a esta influencia. Pese a ello, es de agradecer para el lector actual que Cisneros, a diferencia de otros comunistas, huya como de la peste de las digresiones ideológicas. Por eso, estas memorias siguen guardando un encanto y una frescura que se echan en falta en otras obras publicadas en los años sesenta. Ignacio Hidalgo de Cisneros era una roca demasiado dura para la trituradora moscovita. Para alcanzar a este quijote, siempre en las nubes, había que volar muy alto. Miguel Peciña Anitua UN CIMARRÓN CUENTA Miguel Barnet: Cimarrón: historia de un esclavo.Siruela, Madrid 2002 Cimarrón: historia de un esclavo, publicado por primera vez en 1966 como Biografía de un cimarrón, editado con el mismo título por Ediciones Ariel en Barcelona (1994), y traducido al inglés como Biography of a runaway slave, llega de nuevo al lector en el año 2002 por el quehacer de la editorial Siruela, esta vez con 224 páginas. Esta es una obra escrita por el escritor, etnólogo, sociólogo, presi- dente de la fundación Fernando Ortiz, y actual vicepresidente de la UNEAC, Miguel Barnet (1940). En su aval también cuenta el título de Máster en Historia Contemporánea y el de Doctor en Ciencias Históricas concedido por la Comisión Nacional Cubana de Grados Científicos. Barnet, el escritor cubano vivo más publicado dentro y fuera de Cuba, es sin duda una de las más altas voces de la literatura de habla hispana contemporánea. Ha incursionado en la poesía, el ensayo y la novela, y su arte se extiende a otros ámbitos y modos de creación como son la ópera, el teatro y el cine. Como consecuencia, ha sido merecedor de múltiples distinciones y premios nacionales e internacionales. Cimarrón: historia de un esclavo narra pasajes de la vida del esclavo Esteban Montejo, a quien el escritor conoció en 1963. Por entonces Esteban tenía 103 años y acumulaba en su experiencia el haber sobrevivido a la esclavitud atada a la vida en los ingenios y la producción del dulce, el cimarronaje resultado de romper con su condición de esclavo, y la segunda guerra por la independencia de su patria. Sus experiencias constituyen un testimonio de la influencia de la cultura africana en la formación de la cubanía y rescatan detalles del trabajo del esclavo en la Cuba colonial. A través de Montejo sabemos de la discriminación racial, política y económica; de las ceremonias religiosas, las creencias (güijes, visiones, luces, muertos, brujerías, sirenas y apariciones), y de las fiestas criollas con sus delicias culinarias, muchas de los cuales ya hoy no 80 existen en la isla. Esteban muere a los 113 años, de modo que pudo saber que sus memorias ya eran leidas por cientos de ávidos lectores. Es un relato en primera persona que se deja leer; es ágil, lúcido, como quien, con ingenua sabiduría, cuenta un cuento de niños. Su verbo está matizado por innumerables vocablos y giros idiomáticos que acentúan su riqueza también en el orden lingüístico. Para regocijo de los lingüistas y por necesidad de los lectores, estas muestras de la lengua de Montejo aparecen recogidas en un glosario al final del libro. Muchas de estas voces y giros aún sobreviven en el castellano de Cuba y se pueden escuchar en las calles de La Habana. Para aquellos cercanos a la historia cubana las anécdotas del cimarrón timbran a los oídos como parte de lo que nos han contado. Sin embargo, también resaltan otros detalles que la historia de Cuba ha sabido obviar. El testimonio de Esteban deja ver la fuerte influencia de las religiones africanas en sus creencias y el impacto de la dura soledad y el oscuro monte en sus sentimientos. Quizá por eso es tan llano y directo al calificar a algunos de los héroes de la gesta libertadora del 95 de bandoleros, cuatreros, y valentones más que independentistas. Montejo se muestra de forma natural, por eso no escapa a los límites del mundo en que vivió y adolece de la confusión que lo lleva a comparar el pasado con el presente favoreciendo claramente al primero. En su percepción las mujeres de ayer eran más trabajadoras que las actuales, la partera del ingenio azucarero tenía más éxitos que un médico de los de hoy, y así sucesivamente. Montejo no sólo cuenta a partir de sus vivencias (“yo lo vide”, “yo lo sé bien”), sino que también incluye lo que había escuchado de otros ( “hay quien dice”, ”me enteré”, “a mí me dijeron”), de modo que él elabora sus propias conjeturas, sus hipótesis y juicios. Como consecuencia, nos encontramos con relatos de relatos donde la realidad y la ficción se dan la mano armoniosamente. El biógrafo, por su parte, no desentraña sentidos ni evalúa, sólo cuenta, organiza y escribe la recopilación de enseñanzas, resultado de sus conversaciones durante tres años con el cimarrón. Barnet cuenta que tuvo que ordenar el relato e inclusive parafrasear algunas de las confesiones de Montejo. Por eso lo que leemos, aun a pesar del LIBROS esfuerzo bastante bien logrado por conservar su originalidad, deja entrever la existencia del escritor. Esteban a veces coquetea con la Historia, pero su voz encuentra el refuerzo de Barnet, quien en ocasiones incluye citas de estudios y notas de publicaciones que corroboran, amplían o aclaran elementos que Esteban cuenta en sus relatos, con lo que les da credibilidad. La obra es didáctica. Montejo parte del pasado, se liga al presente y luego se proyecta al futuro, y termina muchas de sus anécdotas con una sentencia semejante a un refrán popular. Sin embargo, en su propia vida se contradice, con lo cual también nos hace reflexionar sobre la compleja dinámica de la vida donde no siempre actuamos como deseáramos. La lucha por la subsistencia ha llevado al cimarrón a violar los mismos valores éticos que sus enseñanzas destacan. Montejo censura cualquier tipo de robo; sin embargo, ha robado. Resalta el papel de la amistad cuando él, por principio, es desconfiado y huye de la compañía humana. Este libro, sin lugar a dudas, merece ser leído. No podría terminar estas valoraciones sin hacerle una invitación al lector a pasear por la Cuba española de la mano de Esteban Montejo: el cimarrón. Francisco Luis Hernández Reinoso Serrahimaren egunkariak (oraingoan osoak) Maurici Serrahima: Del passat quan era present. I. 1940-1947. Josep Poca i Ga- yaren ardurapean. Hilari Reguer-en hitzaurrea. Edicions 62, Bartzelona 2003. Maurici Serrahima (1902-1979), abokatua, idazlea, kultura zabaleko gizona, errotik katalanista. Horrela defini genezake liburu honen egilea. Haren oroitzapenak dira, bigarrenez atereak, baina oraingoan osoak. Izan ere, 1972an argitaratu ziren lehendabizikoz, arras moztuak. Hiru arrazoi izan ziren mozte horretan. Alde batetik, Ministerio de Información y Turismo delakoak zati asko zentsuratu zituen. Bestetik, argitaletxeak kendu zituen testu ugari, eta, azkenik, Serrahimak berak pasarte anitz utzi zituen kanpoan, lotsaz, beldurrez eta ingurukoak ez mintzeko asmoz. Baina gogoan izan zuen egun batez osoosorik plazaratu behar zirela oroitzapenak. Horrela ziotsan editoreari orduan (xxxii. orr.): “Li agrairé que conservi íntegrament el manuscrit, en el qual hi ha molts fragments, entre els suprimits –i, sobretot, entre els que només han estat ratllats en vermell perquè no siguin copiats-, que podrien ser utilitzats en una possible edició més completa”. Edizio hori iritsi da, hortaz, eta hemen dugu dokumentu bikain bat zinez. Burulangile, pentsalari eta kulturazale porrokatua baitzen Maurici Serrahima. Eta argia, zentzuduna, praktikoa, posibilista, kolore guztien gainetik Katalunia berreraiki behar zela sinesten zuena. Unió Democràtica de Catalunyakoa (1958 arte), kristau zintzoa, gerra zibilean hainbat apaiz lagundu zituen ezkutatzen eta heriotik libratzen, eta Vidal i Barraquer artzapezpikuarekin batera konponbidea eta adiskidetzea bilatu zuen gogotik. Horrengatik egon zen preso, Servei d’Informació Militar izenekoak salaturik. Zorionez, epaiketa gabe eman zioten askatasuna. Gauzak horrela, Frantziara joan zen 1939an. Bordelen urtebete egon ondoren, 1940eko irailaren 8an itzuli zen Bartzelonara. Hendaia-Irungo muga pasatzean hasten da liburua. Une larriak, ez baitaki Serrahimak zer egingo dioten, agian Mirandako preso-zelaira eramango. Baina etxeranzko bidean oztoporik ez. Hara ustekabe polita, ordea: trenean, egun batzuetako baimena zuten katalan soldaduek baliatu zuten tunel bat Els Segadors himnoa kantatzeko. Ez beza inork pentsa, ordea, burutapenek bakarrik dutela lekua orrialde hauetan. Sentipenek ere bai. Besteak beste, aurkitzen dugu (19-22. orr.) “oroitzapen polit bat”, Paristik Bordelerako trenean nola maitemindu zen emakume gazte batez, eta nola besarkatu zuten 81 elkar, zenbait minutuz, igarobidean zutik, emakumea bere geltokira heldu arte, zorion-labur hori ongi neurtu balu bezala. Liburu interesgarria, alde askotatik. Historiarako lekukotasuna eskaintzeaz gain, Serrahimak urteetako irakurgaietatik ederki jaso duen altxorra agertzen du. Idazle handia da, fina, adjektiboak hautatzen dakiena. Halako mingostura batek zeharkatzen du liburua, esperantzarekin batera. Garai bateko ilusioak, 1931an piztuak, errekaratuak ziren, eta garbi dakusa Serrahimak, errepublikazale izan arren, nolako huts handiak egin ziren orduan. Emmanuel Mounier filosofoari egin zion gutunean (hori bigarren liburukian argitaratu da) ezin hobekiago laburbiltzen du bere pentsamoldea: “La causa republicana era la bona. Però ha estat espantosament mal servida”. Ideal anitzez gauza bera esan liteke, jakina. Edizioa zaindua da. Atzean bada izen-aurkibidea, luzea, Serrahimaren adiskide, ezagun eta autoreen zerrenda joria. Edizio honi ipiniko niokeen aitzakia bakarra hau da: egunkaria denez gero, komeniko zatekeen hilaren egunaz gain, asteko zer egun zen esatea. Henrike Knörr Onaindia y sus recuerdos Mario Onaindia: El precio de le libertad. Memorias (1948-1977). Espasa Calpe, Madrid 2001 Mario Onaindia era una figura conocida del socialismo vasco que, aun en plena vorágine política, tuvo el tem- Landázuri LIBURUAK ple de no renunciar a la escritura. En El precio de la libertad narra los treinta primeros años de su vida. Un tiempo -el paraíso perdido de la infancia en Lekeitio- que evoca con nostalgia, y un tiempo -la utopía revolucionaria y la interminable cárcel del franquismo- que describe desde la distancia. Los nueve capítulos de la autobiografía, titulados sobriamente con el nombre del pueblo o de la ciudad en que transcurre la vida del protagonista, pueden dividirse en tres partes: 1) la infancia y la adolescencia; 2) la militancia; 3) el proceso de Burgos y la cárcel. El sentido de la composición hace que sean también tres los capítulos dedicados a cada uno de esos periodos. Desde el punto de vista formal estamos, por tanto, ante un texto estructurado de manera clásica, aunque Onaindia no lleva su obsesión por el orden (literario) tan lejos como García Márquez, quien al parecer calcula hasta el número de palabras de cada capítulo. Se respeta el sentido de la proporción, pero existe cierto desequilibrio entre la parte central, consagrada al peculiar 68 vasco, y las otras dos. Ahora bien, esa mayor abundancia de páginas está cargada de significación, puesto que es allí donde se explica la trayectoria de una generación que creyó que el compromiso de la lucha antifranquista en Euskadi pasaba por ETA. noir, un inmigrante en la ETA sesentista […] que no llegó a dominar las claves de la tribu fundacional”. Mi sospecha es que bastantes etarras de entonces no dominaban las claves, sin que esto les impidiese manifestarse acérrimos partidarios de la violencia. Habían bebido en otras fuentes que las del país. No hubo un único huevo sino varios y, muy probablemente, alguno de ellos tenía bastante que ver con el fantasma que aquellos años recorría Europa. En efecto, el marxismo-leninismo con todos sus matices era el nuevo evangelio, una droga muy dura que arrasaba en campus y fábricas. Mario Onaindia nos explica que, tras haber leído a Sabino Arana, no tardó mucho en abominar de las concepciones trasnochadas del fundador del partido nacionalista. Sus entusiasmos apuntaban en otra dirección. Carlos, su nombre de guerra, no era una ingenua alusión a los reyes carlistas, sino un guiño cómplice a Karl Marx, cuya autoridad y prestigio permitían reinventar el nacionalismo. Preguntarse por el huevo es ciertamente interesante, pero caben otras preguntas. ¿Por qué en 1968 los dirigentes de la organización decidieron cometer el primer asesinato? ¿Por qué en aquel verano se produjo el terrible passage à l’acte? El huevo de la serpiente Historiadores como Antonio Elorza sostienen que el germen, el antecedente de ETA, se encuentra en el grupo JagiJagi. El independentismo, la exaltación guerrera, el racismo y el recurso a la violencia, rasgos característicos del etarra, fueron codificados antes de 1936 por Elías Gallastegi. Elorza, para referirse a este modelo, utiliza la imagen del huevo de la serpiente. Existe, sin embargo, cierta dificultad para explicar la ETA de los sesenta con arreglo a este esquema. El caso de Onaindia, desde luego, no encaja, y los lectores buscarán en vano referencias a un adoctrinamiento sabiniano o de tendencia Jagi-Jagi supuestamente en vigor en la época que le tocó vivir. El único Gallastegi mencionado en sus memorias es Mikel, el famoso pelotari eibarrés. Jon Juaristi ha considerado siempre que el etarra de los orígenes es bilbaino como él y conforme al modelo elorziano. Por eso, en su reseña de El País (10 de marzo de 2001) ha de explicar la ausencia de este pedigree con una pirueta: Onaindia fue un “pied- El atentado contra Manzanas En El precio de la libertad se analiza la lógica de la inmolación; la entrega a Dios (el noviciado) se transforma en la entrega a la colectividad oprimida. De ahí a querer desempeñar el papel de Juan el Bautista, precursor de la revolución, no hay más que un paso. Etxebarrieta, por ejemplo, lo dio y se sacrificó. Se admite el martirio y se admite la muerte del otro. La fascinación que ejercía la pistola no es ajena a esta manera de pensar. Todo esto se expone con claridad. No obstante, prevalece la impresión de que en lo relativo al atentado contra Manzanas sigue pesando un tabú. Onaindia se autocensura y reprime, no atreviéndose a decirlo todo. La acción se había decidido llevar a cabo antes de la muerte de Etxebarrieta el 7 de junio de1968. Según leemos aquí, cuando el Biltzar Ttipia se reunió en julio en el convento de los sacramentinos de Villaro, “no hacía falta votar si se cometía o no un atentado porque nadie cuestionaba en el fondo que había que hacerlo tarde o temprano. Tampoco era preciso discutir cuál en concreto 82 porque ya estaban preparados desde antes de la muerte de Txabi Etxebarrieta. Era una especie de Fuenteovejuna” (p. 336). Este testimonio lleva implícito, por tanto, que la decisión de ejecutar a Manzanas ya había sido tomada una primera vez en vida de Etxebarrieta y contaba con su asentimiento. ¿Cuándo? No se precisa en qué reunión, pero el retrato de Etxebarrieta, Quijote con pistola ante el espejo en la casa de Ondarroa, permite suponerlo. En la página 312 escribe Onaindia: “Fue la última vez que vi a Pepe (Txabi). Siempre lo recordaré tal como estaba en aquella escena, en calzoncillos y haciendo gala de una extrema delgadez mientras simulaba que sacaba del cinto una enorme pistola del 9 largo que había hecho la guerra civil, para apuntar precisamente a un espejo que reflejaba su imagen quijotesca. Era el símbolo de un suicidio que expresaba mejor que ningún discurso lo que éramos en aquel momento y el espíritu de inmolación que nos animaba, particularmente a él”. No se da la fecha, pero esta última imagen parece corresponder al 2 de junio de 1968. ¿Fue allí, en aquella casa, donde se decidió atentar por primera vez contra la vida de Manzanas? Se comprende que Onaindia no quiera entrar en detalles y que su objetivo sea explicar, sobre todo, cuál era su estado de ánimo y el de sus compañeros, pero hubiéramos apreciado que se pronunciara y nos diera su opinión de hoy. ¿El atentado contra Manzanas, policía franquista y ex colaborador de la Gestapo, fue una acción justa o una vendetta política? Sabemos muy bien que la ETA de 1968 que operaba durante la dictadura poco tiene que ver con la actual. No es legítimo amalgamarlas. Sin embargo, fue entonces cuando se cruzó el Rubicón, y el acto fundacional sangriento que constituyó el asesinato de Manzanas incidirá irremediablemente en todo lo ocurrido después. Onaindia en su libro guarda en torno a este problema un silencio que no nos satisface. Con todo, nadie puede exigirle justificaciones o palinodias. El mar -la libertad-, principio y final El compromiso y la lucha ocupan, cierto es, un lugar central, pero el hombre no es sólo animal político. Onaindia también sabe describir los paisajes de su infancia, rememorar a sus familiares, a sus amigos de Lekeitio, Eibar o el noviciado de Sarría en Lugo. Cuenta con emoción historias de las que ha sido LIBROS testigo, algunas tan franciscanas como la del motín del pajarillo que protagonizaron los presos comunes en el penal de Burgos (p. 443-445). Reconstruye con excelente memoria el ambiente –canciones, cine, lecturas- que vivían los jóvenes en Euskadi en los años sesenta. El conjunto de estos elementos hace que no decaiga el interés y que esta confesión autobiográfica se lea con fruición de principio a fin. El libro se abre con una descripción de Lekeitio -sus montes, su mar, sus playas- y se cierra con el paisaje del golfo de Vizcaya, la larga línea blanca de la costa landesa vista desde el avión que conducía a Mario camino de la libertad. Miguel Peciña Anitua Crónica de unos tiempos difíciles Pedro de Yrizar: Memorias de un vascólogo. Mis relaciones con lingüistas y colaboradores. Edición revisada y anotada por Henrike Knörr e Íñigo de Yrizar. Delegación en corte de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, Madrid 2001. A principios del mes de julio de 2002 se presentó en la Biblioteca Nacional este libro de memorias que el dialectólogo Pedro de Yrizar ha reconstruido a partir de su correspondencia con lingüistas y colaboradores de medio mundo y con la ayuda de otro vascólogo, Henrike Knörr, y de su hijo Íñigo. Fue el momento de rendir homenaje a uno de los hombres que, en medio de la indigencia cultural de la posguerra, contribuyó a mantener viva en España la llama de una disciplina, la vascología, los estudios sobre la lengua vasca, que en esos años sólo unos pocos pero brillantísimos especialistas –cada uno de los cuales tiene reservado un espacio principal en el recuerdo de Yrizar: Caro Baroja, Tovar, Mitxelena- hacían crecer. Es, por tanto, gracias a ellos y al mismo Yrizar que se pudieron atravesar esos años difíciles y legar a generaciones posteriores las bases de unos conocimientos que a partir de finales de los años setenta han avanzado en proporciones ni tan siquiera imaginadas en el mejor de los sueños. Hoy sabemos sobre el euskara muchísimo más, pero debemos comprender que eso ha sido posible de manera fundamental porque, cuando las cosas pintaban mal, hubo personas como Pedro de Yrizar que se empeñaron contra viento y marea en ensanchar ese conocimiento para provecho de los que habían de seguirlo. Son estas personas, sus circunstancias y los trabajos de esos días lo que este libro nos acerca por encima de cualquier otra cosa. El libro está organizado en dos partes: la primera permite seguir los avances de Yrizar en la vascología a partir de su correspondencia con otros estudiosos, desde los años cuarenta hasta mediados los ochenta. La segunda, de interés algo diferente, nos habla de las personas que colaboraron con él y le suministraron información imprescindible para su trabajo acerca de las variedades contemporáneas del euskara. Va acompañado todo ello, además de algunos mapas y numerosas fotos, de una presentación a cargo del delegado en corte de la RSBAP, Pablo Beltrán de Heredia, en la que se cuentan las circunstancias que dieron lugar a la publicación de estas memorias, y de un prólogo del entonces vicepresidente de Euskaltzaindia y coeditor de la obra, Henrike Knörr, que permite conocer los detalles más relevantes de la trayectoria personal y profesional de Pedro de Yrizar. Bien situado como profesional –ingeniero industrial, geográfo y economista de prestigio-, una vocación capaz de sobrellevar cualquier dificultad lo lleva a principios de los años cuarenta y de la mano de Julio de Urquijo al campo de la vascología hasta convertirlo en el principal especialista de la época en los dialectos vascos, el eslabón que une al príncipe Luis Luciano Bonaparte, padre de la clasificación clásica de los dialectos del euskara, con los dialectó- 83 logos contemporáneos formados en la Universidad del País Vasco ya en plena década de los noventa. Es la primera parte, sin duda, la que proporciona una información de mayor interés y la que suministra el retrato de unas personas irrepetibles, una manera de trabajar que a los lingüistas de hoy en día nos causa auténtico asombro por su naturaleza absolutamente sacrificada y, sobre todo, una época que de tan diferente nos parece perdida en el tiempo, a pesar de que en realidad era ayer mismo. Por estas páginas desfilan pioneros como el padre Azkue y Julio de Urquijo, que iniciaron la construcción de este edificio hoy día notable que es la vascología. Pero también están los que supieron dibujar como nadie los límites de la disciplina y fueron responsables del salto más formidable en su expansión: Antonio Tovar y, sobre todo, Koldo Mitxelena. Y además, están los que desde fuera impulsaban sin descanso este saber, gente cuya admiración por la lengua vasca ayudaba a arrostrar las dificultades que se encontraban los especialistas nacionales: el holandés Uhlenbeck, el alemán Bouda, el sueco Holmer, los franceses Gavel, Lafon o Allières… Con todos ellos estuvo en contacto Pedro de Yrizar y con ellos intercambió sus conocimientos y publicaciones cuando la vascología era un pequeño mundo y el trabajo se hacía con un mínimo de disponibilidades: sin ordenadores, con bibliotecas muy pequeñas, sin dinero para viajar y conocer a los colegas, con escasísimas reuniones, sin alumnos ni estudios especializados, en la práctica sin Universidad, a costa de enormes inversiones de esfuerzo y tiempo robado a otras obligaciones y a la familia, en un trabajo en esos años ciertamente ingrato y, por encima de todo, muy, muy solitario. Todo esto y más es lo que se vislumbra a través de estas páginas y por eso no podemos sino maravillarnos ante los resultados salidos de entre tanta dificultad: Yrizar fue construyendo a lo largo de estos años difíciles una obra de un nivel y magnitud excepcional, una auténtica summa de la dialectología vasca y en especial de la morfología verbal. Y como prueba de la excelencia de la labor de Yrizar, la moderna vascología ha hecho de su obra el cimiento sobre el que se sustenta hoy en el ámbito universitario la expansión del conocimiento de las variedades habladas del euskara. Al contemplar en estos días el desarrollo de los estudios acerca de la len- Landázuri LIBURUAK gua vasca, los libros, revistas y artículos especializados, los congresos, reuniones, seminarios y cursos, la atención que se les presta en las Universidades europeas y americanas, la abundante nómina de jóvenes investigadores formados en el País Vasco y, en definitiva, el cúmulo de actividad por ellos generado, conviene no olvidar que todo esto ha sido posible por la dedicación de personas como Pedro de Yrizar y otras tantas cuyos nombres han quedado impresos para siempre en este libro que reseñamos. A todos ellos debemos estar por siempre agradecidos. Bruno Camus Bizitzaren aldeko soziolinguistika Xabier Erize Etxegarai: Nafarroako euskararen historia soziolinguistikoa 18631936. Soziolinguistika historikoa eta hizkuntza gutxituen bizitza. Nafarroako Gobernua, Iruñea 1997. Xabier Erizeren liburu hau azken urteotan euskal pentsamendu soziolinguistikoak izan duen ekarpenik interesgarrienetakoa da, eta zoritxarrez, bakanetakoa. Argitaratu zenean, liburuak interes berezia piztu zuen eta bazen horretarako arrazoirik. Batetik, liburuaren edukiak ikuspegi berritzailea eransten zion Euskal Herrian landutako soziolinguistikari; heriotza edo atzerakada bezalako kontzeptuak nabarmendu beharrean “bizitza” nabarmentzen baitzuen egileak. Bestetik, Erizek berak ere interes berezia sortzen zuen, horren lan mardul eta erakargarriaren egilea guztiz ezezaguna baitzen euskal soziolinguistikan gutxi edo gehiago aritzen ginen gehienon artean; bizpahiru artikuluz gain ezer gutxi argitaratua baitzuen orduan. Eta azkenik, soziolinguistika historikoari buruz Euskal Herrian eta nazioartean landutako teoria desberdinen analisia eta laburpenik osatuena eskaintzen zizkigun euskaraz. Horrelako libururik ez zen eta ez da hilero argitaratzen gurean. Eta eragin kualitatiboa izan badu ere, eta euskal komunikabide batzuetan aipatua izan den arren, argitaratu eta bost urtetara, liburua ezezaguna egingo zaio oraindik ere, euskalgintzan diharduen bati baino gehiagori. Iruzkin honekin, beraz, beronen irakurketa bultzatu nahi nuke. Eta gomendio hau bereziki, Arabaren historia soziolinguistikoan interesaturik daudenei luzatuko nieke, erreferentzia interesgarri franko aurkituko baitute bertan. Xabier Erizeren lanak hiru berezitasun edo ezaugarri nagusi ditu: bilakaera diakronikoaren azterketari, soziolinguistika sinkronikoaren ekarpenak egokitu dizkio, diziplinarteko lana burutu du eta lan konparatiboa egin du beste hizkuntza eta lurralde batzuekin. Liburuan bi atal nagusi bereziko genituzke, sarreraz gain. Bata, soziolinguistika historikoa landu duten ikertzaileen teoria eta ikuspegiak bildu eta ikerketaren oinarri zientifikoak ezartzen dituena. Bestea, 1863tik 1936ra, Nafarroan izandako bilakaera soziolinguistikoa aztertzen duena, Uitzin burututako landa ikerketarekin eta garaiari buruz bildutako dokumentazioaren azterketarekin osatua. Euskararen bilakaeraren subjektutzat hizkuntza komunitatea hartzen du egileak, eta aurreiritzirik gabeko ikerketa historiko-soziolinguistikoa egitera abiatzen da. Ikerbide horretan, protagonisten ikusmoldea ezagutu nahi izan du Xabier Erizek. Nafarroako euskal hizkuntza komunitatearen bilakabidea esplikatzeko ez zitzaion aski “atzerakada” edo “faktore soziopolitikoen” esplikazioa. Zerbait gehiago behar zuen, eta horretarako, soziolinguistikaz gain, beste diziplinen ekarpen teoriko metodologikoak ere txertatu ditu bere ikerketan. Eta tresneria metodologiko doitu eta ongi findutakoarekin, Xabier Erizek ikerketaren planteamendua bera irauli egin du eta begirada, soziolinguistikak horren ohiko dituen hizkuntzen heriotzan edo atzerakadan jarri beharrean (“heriotzaren ikerkuntza programa” egilearen hitzetan) hizkuntzaren bizitzan jarri nahi 84 izan du. Horixe baita egilearen ustez nabarmenena euskararen kasuan: “hizkuntzaren biziraupena eta bizi indarra”. Liburuaren sarreran bertan, haren lanaren muinean sustraitzen den ideia eztabaidagarria aurkezten digu Erizek: “Oro har, ez klabe politikoek ez klabe sozial orokorrek ez digute euskararen, hizkuntzaren historiaren gakoa argitzen. Muina erakusten diguna klabe linguistikoa da: hizkuntza komunitateen terminoetan egindako azterketa”. Hain zuzen ere, egileak berezko izaera duen gizarte-egituratzat hartzen du hizkuntza komunitatea, eta beronetan zentratzen du ikerketa. Eta ideia honen osagarri, ikerlanaren oinarrizko beste kontzeptu bat: hizkuntza desoreka estrukturala. Nafarroako erakundeak eta gizarte dinamika orokorrak, komunitate erdaldunaren inguruan eta haren mesedetan antolatuak izan direla defendatu eta frogatuko digu egileak. Ikerketa berari heldu baino lehen, hizkuntza komunitate bakoitzaren portaera-ereduak aztertzen ditu, “iraupen luzeko” bost gaitan sakonduz: XIX. mendearen ezaugarri orokorrak, herri hizkuntzen biziraupena XVIII. mendeko Frantzian, indoeuroparren ideologiaren hastapenak, Frantziako hizkuntza politikaren eredua eta Nafarroako hizkuntza eta kultur tradizioa. Ikerketaren muina, berriz, honako atal hauek osatzen dute: - Garai horretako euskararen azterketa geografikoa eta demografikoa. - Bonaparte printzeak eta haren laguntzaileek euskal hizkuntza komunitateaz zuten ikuspegia. - Euskal hizkuntza komunitatearen sistema, Uitziko landa ikerketaren bidez. - Erdal hizkuntza komunitatea eta euskara. - Epe horretako euskararen aldeko lan eta mugimenduak. - Aipatu gaiei buruzko eranskinak eta bibliografia zabala. Ikerketaren bide guztiek. ordea, gune berera garamatzate: euskararen biziraupenera eta garai berrietara egokitzeko erakutsi duen ahalmenera. “Euskarak iraun du azpian gizarte edo komunitate egituratu bat izan duelako” esango digu egileak; “galera, berriz, hizkuntza komunitatea puskatzen denean gertatzen da”, eta nabarmentzen duen bezala, ezin da ahaztu nafar gizarteko integrazio-baldintza nagusia, erdaraz jakitea izan dela. Erizek argitzen eta frogatzen duenez, erdal munduaren kezken artean ez zegoen euskara. Erdal mentalitatea estereotipoz josita zegoen eta, gainera, LIBROS erdal komunitateak izugarrizko presioa egiten zuen euskal hizkuntza komunitatean. Eta irakurlea harritu egingo da, duela ehun urte esaten ziren eta gaur egun entzuten ditugun argudioen artean dagoen antzekotasuna frogatzerakoan. Bestalde, euskararen historiarako axola handiko argibide eta aurkikunde berriak ere bildu ditu egileak. Besteak beste, euskaldunen euskararekiko atxikimendu historikoaren frogak, euskararen demografia historikoak, maisumaistra erdalduntzaileen etortze/ekartze jendetsuaren gezurtapena eta Bonaparte printzearen lankide nafar berrien izenak. Amaitzeko, eta “historiaren irakaspenez” mintzatzean, 3 nabarmentzen ditu egileak: - Euskararen biziraupenaren gakoa, familian, lagunartean, herrian eta lurralde euskaldunetako eguneroko bizimoduan zuen indarrean eta euskaldunen atxikimenduan egon dela. Transmisio naturalean, alegia. - Nafarroan hizkuntza desoreka estrukturala egon dela eta dagoela. - Orduko euskaltzaleek, mugimendu euskaltzaleak behar zituen ezaugarri berriak sumatzera iritsi zirela: euskal hiz kuntza komunitatearen beharren ikuspegitik jardun behar zela, menpekotasun politikoetatik aske eta bide politiko hutsetatik gehiegi espero gabe. Alegia, lehentasun osoa eman behar zitzaiola komunitatearen beraren eraginkortasuna areagotzeari. Kike Amonarriz Los hablantes como lingüistas Johannes Kabatek: Os falantes como lingüistas. Tradición, innovación e interferencias no galego actual. Traducción al gallego por el autor. Edicións Xerais, Vigo 2000. Die Sprecher als Linguisten, publicado en 1996 en una prestigiosa colección filológica alemana1, es una versión revisada de la tesis doctoral defendida por Johannes Kabatek en la Universidad de Tubinga bajo la dirección de Eugenio Coseriu y Brigitte SchliebenLange. Con un enfoque y una metodología altamente originales, Kabatek (Stuttgart, 1965) centra su atención en el gallego contemporáneo para ocuparse del estudio de diferentes aspectos relacionados con el contacto de lenguas, las interferencias, la variación lingüística, el proceso de constitución de la variedad estándar y las relacio- nes entre sistema, norma y habla desde la perspectiva de los hablantes. La publicación de la obra suscitó elogiosos comentarios y recensiones en los medios especializados, tanto de la teoría lingüística, la estandardología o la lingüística románica2 como en el campo más específico de la filología gallega3. En el año 2000 apareció la traducción al gallego, en versión del propio Kabatek4, con ligeras modificaciones que revisan o amplían algunas cuestiones de la edición original. El interés por la lengua gallega de este investigador que en la actualidad ejerce como profesor en Tubinga arranca de sus años de estudiante de Filología Románica en esa misma universidad alemana, donde tuvo como maestro al llorado Eugenio Coseriu. Sucesivas estancias en la Universidad de Santiago de Compostela le permitieron aprender la lengua de Galicia y acercarse a su realidad sociolingüística en un período singular (finales de los 80, comienzos de los 90), caracterizado por la consolidación del nuevo status legal de cooficialidad y la fijación del estándar normativo. Los primeros frutos de este acercamiento fueron apareciendo en diversas publicaciones de Galicia y Alemania y en la tesis de licenciatura (Magisterarbeit) de Johannes Kabatek sobre el estándar gallego contemporáneo, presentada en Tubinga en 1991, también bajo la dirección de Coseriu. El objeto expreso de la obra que nos ocupa son los fenómenos de interferencia y cambio lingüístico en el gallego actual, tal como indica el subtítulo. De entre los ejemplos europeos de convivencia de dos lenguas en un mismo territorio, el caso gallego presenta algunas singularidades debidas a la proximidad gramatical de las lenguas en contacto, derivada de su parentesco genético, lo que favorece un complejo abanico de interferencias examinado por Kabatek con impecable rigor metodológico. Pero más allá de los aspectos descriptivos o especificamente gallegos, la obra ofrece interesantísima reflexión sobre otras cuestiones más teóricas de carácter sociolingüístico o psicosociolingüístico, sugeridas en el propio título al referirse a los hablantes como lingüistas: cómo y en qué medida los hablantes intervienen individualmente en la configuración de la lengua, no sólo de la empleada por ellos mismos en las diferentes situaciones comunicativas, sino también, en última instancia, de la lengua de la comunidad. La primera parte de la obra expone los presupuestos teóricos del estudio (p. 17-63): conceptos de lengua y niveles lingüísticos, de lengua histórica, de variantes diatópicas, diafásicas y dias- 85 tráticas, la tríada sistema-norma-habla, la creación o creatividad lingüística en lo relativo a interferencias, la especificidad de la lengua escrita, etc. En muchas de las formulaciones es manifiesta la vinculación con el pensamiento lingüístico de Coseriu, de quien procede también la frase del título (die Sprecher als Linguisten) que, como hemos dicho, alude al objetivo teórico último del estudio de Kabatec. En la segunda parte de la obra (p. 65-96), tras una introducción sobre la lengua gallega, con referencia a su historia y a la situación actual, expone el método de estudio y los procedimientos empleados, que siguen la estela de los trabajos de Lavob sobre los fenómenos de variación lingüística en el inglés de diferentes grupos sociales de Nueva York. Para ello Kabatek se vale de entrevistas con 30 informantes gallegos pertenecientes a ámbitos sociales específicos (profesionales de los medios de comunicación y estudiantes de filología gallego-portuguesa). Esta selección, que por razones prácticas deja para ulteriores investigaciones la atención a lo que Coseriu denomina hablante naïf, favorece la densidad y la precisión de la información, pues la valoración que estos informantes hacen de las formas lingüísticas tiende a ser en general una valoración consciente, dado el grado de reflexión metalingüística que les impone su dedicación profesional. Un paso preliminar del estudio consistió en el análisis de textos gallegos tomados de discursos parlamentarios y de la radio para la detección de las interferencias de la lengua dominante en la dominada (gallego con sintaxis y léxico castellanos, uso de formas diferencialistas e hipercorrecciones, etc.). A continuación se procedió a las entrevistas, que responden a cuestionarios diseñados con objeto de poner de relieve los procesos de interferencia y la intervención consciente de los hablantes. Para este último propósito, Kabatek no dudó en formular preguntas que interrogan directamente a los informantes sobre sus criterios de intervención, sus modelos lingüísticos, sus preferencias entre formas alternativas, etc., además de orientar las cuestiones hacia una serie de indicadores fonéticos, morfológicos, sintácticos o léxicos que el autor considera significativos para definir el grado de interferencia, sin desatender formas coloquiales, dialectales, populares y vulgares. Dos modelos de cuestionario, uno de carácter más abierto y otro más cerrado, orientado a obtener información de aspectos específicos, se completan con la grabación y el análisis espectrográfico de cuatro textos leídos Landázuri LIBURUAK por cada uno de los informantes (un texto literario y una noticia de radio, ambos en versiones gallega y castellana). Tras un primer examen de los resultados Kabatek se vio obligado a una segunda serie de entrevistas tras advertir que las informaciones más interesantes aparecían en general en la conversación espontánea o en cualquier caso al margen de las entrevistas, y en ocasiones una y otras ofrecían aparentes contradicciones. Los cuestionarios, los textos para las lecturas grabadas y la transcripción completa de las entrevistas figuran en un anexo que ocupa toda la segunda mitad del libro (p. 259-447), junto con la biografía lingüística de cada uno de los informantes, realizada también bajo la forma de un cuestionario y sus respuestas. Esta segunda parte concluye con una reflexión sobre el alcance y los límites del método empleado y su aplicabilidad a otras coordenadas temporales o geográficas. El cuerpo central de la obra lo ocupa la tercera sección, “Parte empírica” (p. 97-226), dedicada al análisis de la lengua de los informantes y de sus juicios metalingüísticos. En primer lugar el autor centra su atención en las biografías lingüísticas de los informantes, dedicando particular atención a los neohablantes, que tuvieron el castellano como lengua materna y en determinado momento optaron por hacer del gallego su lengua habitual (p. 98-103). A continuación se expone una sucinta caracterización de las variedades lingüísticas que los informantes identifican y las diferentes valoraciones que hacen de ellas, atendiendo sobre todo a la variedad estándar, a los castellanismos y al gallego de los medios de comunicación (p. 104-114), para establecer finalmente algunas conclusiones acerca de la finalidad de la selección de variedades y variantes (p. 115-116). Entre los criterios de valoración observados en los entrevistados destaca el deseo de “autenticidad”, que suscita una tendencia de aproximación al habla popular y los lleva a preferir formas dialectales o vulgares divergentes de la variedad estándar o incluso evidentes castellanismos léxicos que, aun reconocidos como tales, son identificados como propios del gallego popular genuino, al tiempo que se rechazan ciertas formas del estándar que no tienen presencia tradicional en ese gallego y que por lo tanto son valoradas como inauténticas o artificiales. Por razones semejantes, los informantes también tienden a manifestar una opinión negativa del gallego de la radio y la televisión. En general todas las valoraciones oponen un gallego popular, que puede presentar interferencias del castellano en el léxico pero no en la fonética ni en la sintaxis, frente a un neogalego caracterizado por una menor presencia de castellanismos léxicos pero abundantes castellanismos fonéticos y gramaticales. El apartado más extenso del estudio se centra en el análisis de la lengua de los informantes atendiendo a aquellos aspectos que Kabatek consideró significativos para medir el grado de interferencia del castellano: vocalismo, consonantismo, sistema verbal, pronombres, artículo y una serie de elementos léxicos. En el vocalismo se atiende a la distinción de las siete vocales tónicas y pretónicas del gallego y a la realización de las postónicas. El análisis acústico hace evidente la estrecha relación entre la biografía lingüística de los informantes y las diferentes realizaciones fónicas, lo que permite hablar de dos patrones fonéticos: por un lado el de los gallegohablantes naturales y aquellos que poseen un modelo lingüístico gallego bien definido y, por otro, el de los informantes con modelos lingüísticos basados en el castellano. Resulta significativa, asimismo, la falta de diferenciación fónica entre ambas lenguas dentro de cada grupo, pues mientras los informantes pertenecientes al primero tienden a articular también el castellano según patrones fónicos gallegos, los del segundo mantienen en gallego los patrones fónicos de su lengua originaria. En el consonantismo, la atención se centra en fonemas gallegos inexistentes en castellano (la prepalatal fricativa sorda, la N velar...), en los grupos consonánticos de los cultismos y en la gheada (realización aspirada de la oclusiva velar sorda). El 86 estudio del sistema verbal atiende igualmente a estructuras y usos del gallego inexistentes en castellano, lo mismo que en los apartados dedicados al pronombre, el artículo y las cuestiones de léxico. La cuarta parte del libro (p. 227-239) contiene una recapitulación y las conclusiones. Kabatek, si bien reconoce la existencia de un continuum en las actitudes y la actuaciones lingüísticas de todos los informantes entrevistados, establece entre ellos tres grupos de hablantes, fuertemente determinados por la biografía lingüística: a) Hablantes que tienen el gallego como lengua materna y del ambiente en que se formaron, que asimilan el estándar como una nueva variedad de su propia lengua. Sus patrones fonéticos espontáneos coinciden con los de la norma gallega, en algún caso con la salvedad de que omiten fenómenos fonéticos considerados vulgares o locales, como el seseo y la gheada, defendidos en cambio para registros no formales por otros informantes, que los valoran como marcas de autencidad. En el léxico defienden asimismo ciertos castellanismos tradicionales valorados positivamente como elementos de autentificación lingüística, en contraste con determinadas formas del estándar que son rechazadas por artificiales debido a que no tienen correlato en el habla popular. b) Un segundo grupo es el formado por hablantes de español como lengua materna y ambiental que por razones profesionales o ideológicas usan el gallego, que debieron aprender como una nueva lengua. Las interferencias del español son muchas en el nivel fónico y en la sintaxis, mientras que en el léxico resultan significativos los casos de interferencia negativa (tendencia a evitar formas gallegas coincidentes con las castellanas, dando preferencia a los diferencialismos y en ocasiones a formas gallegas ultracorrectas). En la medida en que avanza la instalación en el gallego y aumenta la competencia lingüística, los hablantes pertenecientes a este grupo tienden a aproximarse en sus actitudes y valoraciones a los del grupo precedente o al que veremos a continuación; en caso contrario, representan un modelo de gallego artifical, valorado negativamente por los otros hablantes y con frecuencia identificado con el estándar normativo. c) Un tercer grupo de informantes está representado por hablantes de lengua materna española pero con presencia del gallego en el ambiente en que se formaron. Si en una primera fase su comportamiento lingüístico puede LIBROS coincidir con el del segundo grupo, en el proceso de instalación en el gallego pueden abandona esos patrones y aproximarse al primero, adoptando sus modelos y actitudes: incorporación de castellanismos legitimados por el habla popular, rechazo de formas del estándar, etc. Para el estudio de los procesos de normalización y normativización del gallego interesa, pues, la dinámica establecida por las tendencias marcadas por estos grupos. Llama particularmente la atención la aparición de una nueva diglosia interna, determinada por la valoración negativa de ciertas formas del estándar normativo. Completan la obra la bibliografía (p. 241-258) y los apéndices a los que hemos hecho referencia, que ocupan cerca de doscientas páginas (p. 259447) y reproducen los esquemas para las preguntas metalingüísticas, el cuestionario biográfico-lingüístico, los textos de lectura, los criterios de transcripción y las transcripciones de las entrevistas. 1. Johannes Kabatek, Die Sprecher als Linguisten: Interferenz- und Sprachwandelphänomene dargestellt am Galicischen der Gegenwart, Beihefte zur Zeitschrift für Romanische Philologie, Bd. 276, Tübingen: Max Niemeyer, 434 p. 2. Sybille Grosse, en Lusorama 33, 1997, pp. 104-108; Ulrike Mühlschlegel, en Romanistik in Geschichte und Gegenwart, 3/1, 1997, pp. 123-125; Bernard Pöll, en Romanische Forschungen. Vierteljahrsschrift für romanische Sprachen und Literaturen, 110/ 2, 1998, pp. 311-313; Alf Monjour, en Zeitschrift für romanische Philologie, 115/3, 1999, pp. 553-555; Angela Bartens, en Ibero-Romania 52, 2000, pp. 100-103; Martin Haase, en Sociolinguistica 14, 2000, pp. 231-234; Ana Iglesias Alvarez, en Estudios de sociolingüística, 2,1, 2001, pp.153-157, etc. 3. Xosé Luís Regueira, en Cadernos de lingua, 14, Real Academia Galega 1996, pp. 125130; Ramón Lorenzo, en Verba, 25, Universidade de Santiago de Compostela, 1998, pp. 432-436; Anxo Lorenzo, en Cadernos de Lingua, 23, 2001, pp. 117-123. 4. Johannes Kabatek, Os falantes como lingüistas. Tradición, innovación e interferencias no galego actual. Edicións Xerais de Galicia, Vigo 2000, 452 p. Gonzalo Navaza Universidade de Vigo Rubioren bide galdua Jesus Rubio: Euskararen garabideak. Alberdania, Irun 2002. Jesus Rubio jaunak, Ekonomian doktoreak, iraultza bat proposatu du liburu honen bitartez. Haren ustez, euskarak ez du etorkizunik, ez salbamenik, ez bada errotik aldatzen hitz ordena, orain arte ezagutzen duguna. Posposiziotik datorkio euskarari gaitza, edo gaitzaren zati handi bat, Rubioren aburuz. Preposizioen esparrua landu behar da gure hizkuntzan, edo euskararenak egin du. Demagun, hemendik aitzina hobe dugu, “baliabide linguistikoei buruz” baino beste hau esatea: “buruz-eta baliabide linguistikoak” (62. orr.). Interneteko eztabaida batean, 2004ko uztailaren 3an, perpaus hau ezarri zuen Rubiok eredu: “Kurtso honen helburua da eskaintzea ikuspegi orokor bat gain gertaera sozial eta kultural garrantzizkoak…”. Ildo beretik, zilegi ez ezik, guztiz beharrezko iruditzen zaio egileari “kontra mediokritatea”, eta abar. Mundu guztiak daki euskarak malgutasun gehiago behar duela, hitz ordenari dagokiola, garbizale askok gomendatu eta gomendatzen dutena baino. “Garai hartan, zeinetan gure gurasoak…”, edota “Pello, nire adiskidea baita, gaur iritsi da”, eta abar, ez dira inola ere arbuiatzekoak. Aitzitik, batzuetan molde horiek dira hautatu beharrekoak. Urruti gelditzen zaigu, zorionez, Azkuerekin hasi zen “antizeñismoa”, hots, zein, non eta antzekoak galde-perpausetik kanpo erabiltzearen aurkako joera. Jakina denez, joera horren Biblia (nolabait esateko) Patrizio Orkaiztegiren liburua da: Observaciones para hablar y escribir tolerablemente en nuestro idioma éuskaro (Tolosa 1906) Baina Jesus Rubiok proposatzen duena oso bestelakoa da. Eta proposamenaren ondorioa datorkeena ez da euskara. Rubioera dateke, gehienez ere. 87 Gainerakoan, hizkuntzari buruzko liburu batean, eta estiloaz diharduen liburu batean, kontu pixka bat eska liteke hizkuntzan, hain zuzen ere. Eta argi esan behar da, zorigaiztoz, ugariugariak direla hemen akatsak. Besteak beste, “nola” baten ondoan “litzateke” bat dugu 78. orrialdean, eta “munduko hainbat hizkuntzek” 114.ean. Komak maiz falta dira. Frantsesezko aipamenetan hutsak ez dira bakanak. Adibidez, “example” dakusagu 54. orrialdean, “exemple” behar denean; “Le basque ne se prête beucoup […] Il va mieux…” ageri da 70. orrialdean, “beaucoup” eta “vaut”-ren ordez, eta abar. Azken adibide honetan, bestalde, Rubiok dio oharrean: “P. Lafitte, Grammaire basque […] 896.or.”, baina liburuak 489 orrialde ditu bakarrik; 896.a paragrafoa da. Ingelesez ez da esaten “syntaxis”, “syntax” baizik (143. orr). Zertako jarraitu? Argitaletxe eta moldiztegietan izan ohi dira zuzentzaileak; betiko joanak ote dira? Horiek ez zuketen liburu hau ona egingo, baina hain zabar ikustean, askoz arrazoi gutxiago dugu seriotan hartzeko. Henrike Knörr Euskara-katalan hiztegi txar bat Rafael Azkarate: Euskara-katalana izendegia. Vocabulari català-basc. Katalana Argitaldaria, Bartzelona 2002. Irrikian ginen, euskara-katalan hiztegi bat noiz agertuko, eta etorri dena txarra, oso txarra da, arinki egina eta arinki inprimatua. Tamala. Liburua aurkeztu zenean, Bartzelonan, Generalitataren eta Eusko Jaurlaritzaren ordezkariekin, pentsatu ge- Landázuri LIBURUAK nuen liburu ona zela eta gure irriki hura berdindu ahal genuela. Horrelakorik ez; urruti gelditu gara. Egileak aitortzen du ez duela “inolako indar akademikorik”. Baina liburua egin du, eta hona zergatik: “Niretzat aberriari eta moralari lotutako arrazoiek arrazoi tekniko hutsak [sic] baino pisu handiagoa daukate”. Azkarate jaunak lan neketsua burutu du. Euskara-katalan atalak 241 orrialde ditu, eta katalan-euskara atalak 264. Interesgarri gerta daiteke zerrenda hauetan ibiltzea. Baina ordain asko eta asko gaizki hautatuak daude. Adibidez, kalte egin ez da bakarrik ‘damnificar’; ebakera ez da ‘articulació d’ossos’, e.a. Katalan-euskara sailean, hospitalentzako lehen ordaina ‘erietxe’ litzateke, eta ez da aipatzen; català ez da katalaniar, baizik ‘kataluniar’ eta ‘katalan’, e.a. Irakurleak, eta euskaraz ongi ez badaki, kontuz ibili beharko du, zinez: Mossos d’Esquadra de Catalunya-ren ordain hemen ‘Ertzaintza autonomo kataluniarko’ da… Eta inprenta hutsak guztiz ugariak dira. Pertsona-izenei dagokiela, Sabino Aranaren bidea jarraitu du Rafael Azkaratek gehienbat: Endika, Kepa eta antzekoak ditugu, baina ez Eneko, ez Peru. Eta hemen ere hutsak ez dira gutxi: Sorkunda (Sorkunde izan beharrean), edo Joquin (Jokin da sabindiar forma). Henrike Knörr El Baroja de Gil Bera: ¿biografía o panfleto? Eduardo Gil Bera: Baroja o el miedo. Biografía no autorizada. Península, Barcelona 2001. De la vida de Pío Baroja sabíamos muchas cosas y pensábamos saberlo casi todo. El novelista vasco no tuvo una vida aventurera con zonas de sombra, ni fue un personaje complicado de vida secreta y recovecos. Aparentemente, no había puntos oscuros, nada por desvelar. Eduardo Gil Bera responde, desde el principio de su libro, con una objeción de talla: todo lo que sabemos de la vida de Baroja está contenido en la versión que él mismo dio en sus escritos y memorias -en los siete volúmenes titulados Desde la última vuelta del camino, sobre todo-, o en las biografías de buena fe que publicaron sus turiferarios y admiradores. En el retrato resultante, como es lógico, sale muy favorecido. A Gil Bera no le gustan las fotografías retocadas, ni los trucos embellecedores, y, todavía menos, “la turbamulta de mentiras que, procedentes de la autoapología veneranda, se han incensado en devocionarios y bufonarios” (p. 19). No quiere dejar la última palabra a los barojianos y examina con ojo hipercrítico el álbum de clichés. Pasa así revista a la colección de estampas, desde la cuna -con incursión inicial sobre los ancestros del héroehasta la sepultura. Los iconoclastas van a disfrutar. Los destrozos en el embalsamado cadáver, tras el brutal ejercicio de disección, son irreparables. Difícil lo tienen los restauradores de momias. El miedo El título del libro lo pregona bien claro: Baroja o el miedo. El terrible don Pío, buceador en los bajos fondos de Madrid, era un miedoso superlativo. El inventario de sus miedos es exhaustivo: pánico infantil a la oscuridad, al trayecto en solitario de su casa al instituto, al paso de una vacada, a las mujeres, a la enfermedad, a quedarse sin dinero… Tenía miedo hasta del cobrador de la luz y, ¡fuera máscaras!, era además un cobarde. Como muestra de su cobardía se narran dos edificantes episodios: de cómo se escaqueó de un duelo ocultando su identidad ante el retador Dicenta, y de cómo fraguó su (hu)ida a Londres para escapar de la onda expansiva de la bomba del anarquista Morral, a quien negaría conocer sin que por ello le cantase el gallo como a San Pedro. Estas aventurillas sucedían en 1905 y 1906 cuando todavía le podían quedar ciertos arrestos de juventud, pero ni por ésas. Bien, sabíamos que Baroja no era valiente; lo de la pluma y el sable no iba con él, sino con Aviraneta. Otros intelectuales como Azaña, metidos a políticos, tampoco conocían el valor físico (léase, por ejemplo, lo que el presidente de la República cuenta en sus memorias sobre la crisis de mieditis aguda que le atenazó en Barcelona durante los sucesos de mayo en 1937). El dato no es desdeñable, pero el regodeo resulta excesivo. Gil Bera, para compensar, podía haber señalado que Ricardo, el hermano pintor, a quien no olvida cuando se trata de ajustar cuentas, cruzó la frontera en enero de 1931 con una ametralladora que le habían entregado en París los sublevados de Jaca. Rememorar esta peripecia hubiera sido reconocer un atisbo de gallardía en un miembro del clan, y a los Baroja ¡ni agua! 88 Biografía-panfleto Algunos capítulos de este libro, pese a su beligerancia y hostilidad, aportan una riqueza de datos apabullante, por lo que será difícil rebatirlos. El episodio del prendimiento en Narbarte por una columna de requetés, titulado aquí “la guerra era de verdad”, completa y rectifica la versión barojiana. Se nos ofrece, gracias al testimonio del médico Ochoteco, un buen relato que puede equipararse a la reconstrucción efectuada por Ronald Fraser del famoso discurso de Unamuno en el paraninfo de la universidad de Salamanca. La inclusión de éste y otros materiales inéditos da por momentos la impresión de estar leyendo una biografía que, como la de Gibson sobre García Lorca, sale de lo trillado. Sin embargo, no cabe esperar ecuanimidad de Gil Bera, que opta por el tono panfletario y decide devolver a Baroja los denuestos que con tanta profusión lanzaba: impostor, farsante y mixtificador. El maestro del improperio y la caricatura ha encontrado la horma de su zapato. Véase, como muestra, el retrato sangriento que le dedica: “Tenía una frente abombada que le daba aire de raquítico; la boina se la disimulaba bastante. Andaba con el interesante testuz abombado tendido hacia adelante y zambeando los pies todo-para-mí, como si le fueran a quitar las pilongas del suelo. Pero, sobre todo, ¿dónde le veía Nordau a Baroja la boca sumida, seca y maliciosa de Voltaire? La boca, que lo dice todo, la tenía de amargalagua; por más que se la disimulaba la LIBROS barba, era la mueca acibarada de su mamá y de Carmencita” (p. 193). Comentarios asesinos y sarcasmos se suceden. El arsenal vituperador alcanza a toda la familia, a críticos (Lasagabaster, Mainer, Senabre, Sobejano, Urrutia) y admiradores. En el arte de despertar enemistades Gil Bera supera también al abominable hombre malo de Itzea. De vascos ¡ni idea! Las peripecias políticas -los diferentes intentos por ser nombrado concejal o diputado, la admiración por Lerroux- se estudian en detalle. Se quiere acreditar la idea de que también en política el gran novelista fue inconsecuente. Le motivaban, principalmente, la prebenda y el título. No era radical, sino burgués. Dejémoslo en burgués radical. Dos aspectos que apenas se abordan son los relativos al anticlericalismo y al antinacionalismo. Quizá porque saldría airoso de la prueba, ya que fueron dos fobias constantes y, ahí, no cabe aducir fisuras e incoherencias. En efecto, desde que un cura (don Tirso Larequi) estuvo a punto de acogotarlo, cuando era niño, en la catedral de Pamplona, Baroja abría fuego contra toda sotana que asomase por el horizonte. Sobre el anticatalanismo se proporcionan más datos que sobre el antibizkaitarrismo. No hubiera sido irrelevante explicar que, si bien abominó de los sabinianos confesos y confesionales, tuvo mejor contacto con los laicos de Acción Nacionalista Vasca, que jalearon en su prensa el lema de los txapelaundis -un Bidasoa libre “sin moscas, sin frailes y sin carabineros”- y publicaron por entregas La leyenda de Jaun de Alzate. A Gil Bera no le gustan nada las novelas vascas, ni los paisajes, ni los vascos que en ellas aparecen. A propósito de Zalacaín utiliza los amenos términos de “bodrio”, “pegote”, ”refrito” y “descripciones zarzueleras”. En una confesión humilde el autor remata así la faena: “La vasquidad coreográfica barojiana siempre ha sido celebrada por los entendidos. En cambio, a mí, que no es por presumir, pero he pasado toda la vida en pueblos como los que pretende describir Baroja, sus bambalinas vascas siempre me parecen de pega” (p. 161). A tan definitiva y legítima opinión opondremos la de Mitxelena, quien, en 1956, emitía el siguiente juicio: “Baroja también nos ofrece algo a los escritores en euskera. En primer lugar, ha captado nuestra tierra como pocos: salvo Pierre Loti y, de otro modo, Lizardi, ¿quién podría comparársele? Ha dedicado largas páginas a describirnos, de forma harto precisa y viva, la imagen de nuestras tierras interiores y costeras” (Koldo Mitxelena entre nosotros, Ed. Alderdania, 2001, p. 282). Barojicidio El mensaje, una y otra vez repetido a lo largo del libro, es que sobre Baroja nadie ha sabido ver claro, casi todos se han equivocado. El único clarividente, el autor. Tanta insistencia resulta cargante, lo mismo que juzgamos ridícula la idea de considerar a Juan Errandonea “un sabio de verdad” frente al impostor Julio Caro. No obstante, hemos de reconocerlo: el panfleto es brillante y la erudición sin falla. Pero, ocurre siempre, también se desliza algún que otro error o errata. Si fuésemos malévolos, diríamos que Gil Bera de italiano y de Roma ni idea, porque, en lugar de Esèdra, escribe Esdra (p. 17 y 20), que de París otro tanto, pues llega a afirmar que Baroja, desde el Barrio Latino, “cruzaba el Sena” para visitar el cementerio de Vitry (p. 120), o que tampoco anda fuerte en anarquistas, ya que a Casanellas por dos veces (p. 311 y 319) le guillotina la ese final. No, eso sucede en las mejores libros. Por último, podemos preguntarnos: ¿por qué, si Pío Baroja fue tan sólo un pequeño miserable y de su obra únicamente se salvan un puñado de páginas, el señor Gil Bera no ha escatimado esfuerzos ni tiempo en escribir su biografía? El barojicidio se explica, sin duda, porque necesitaba matar a su padre literario. Miguel Peciña Anitua Un modélico Catálogo munumental Micaela Josefa Portilla: Catálogo monumental. Diócesis de Vitoria. T. VIII. Los valles de Aramaiona y Gamboa. Por Ubarrundia, a la Llanada de Alava. Monografía: Fernando Tabar Anitua: “La pintura de caballete en los valles de Aramaiona, Gamboa y en tierras de Ubarrundia”, pp. 139-154. Planos: José Eguía López de Sabando. Colaborador: José Iturrate Sáenz de Lafuente. Fotografías: Miguel Angel Quintas. Fundación Caja Vital Kutxa, Vitoria-Gasteiz 2001. 89 Los alaveses nunca podrán pagar a Micaela Portilla por la magnífica obra de un catálogo que compendia la historia y el patrimonio diocesano de esta provincia y que, como el buen vino, se engrosa y mejora en cada nuevo volumen. El que hace el número VIII, presentado en diciembre del 2001, comprende 22 pueblos de los valles de Aramaio y Ganboa y las tierras de Ubarrundia más los dos Miñanos, en transición a la Llanada, en lo que fuera el antiguo arciprestazgo de Villarreal. Sus casi 1.000 apretadas páginas son fáciles de consultar gracias al útil índice onomástico de artistas con la relación cronológica de sus obras. Junto a colaboraciones habituales como las de José Iturrate y Josetxu Eguía, autor de los planos que lo ilustran, destaca en esta obra el capítulo sobre la pintura de caballete a cargo de Fernando Tabar, verdadero especialista, a quien debemos la correcta catalogación y atribución de los mejores lienzos de la pintura hispana llegados a este territorio. Aunque no resulta frecuente en catálogos monumentales, Micaela Portilla dota a éste del gran rigor histórico al que nos tiene acostumbrados, al reconstruir e interpretar el espacio y las realizaciones de sus gentes en los siglos pretéritos. Con esa visión privilegiada de estratega nos enseña a ver la confluencia de influjos norteños y de la Llanada en tierras de transición como Ganboa y Ubarrundia, a través de los caminos por los que circulaban hombres, mercancías, ideas y corrientes artísticas. A lo largo de sus páginas encontramos numerosas muestras de integración de la microhistoria de estos pequeños pueblos en las grandes coordenadas históricas. Así por ejemplo, fundamenta la temprana cristianización y la antigüedad de los templos del valle de Aramaio en las advocaciones de algunas ermitas, suprimidas del rito visigótico-mozárabe Landázuri LIBURUAK en 1080, como San Antolín, San Torcaz o San Torcuato y San Tirso. Debido a la estrecha relación entre las esferas civil y religiosa en los siglos analizados, la autora resalta en sus introducciones históricas la condición de territorios de realengo del valle de Ganboa, y señorial de la Hermandad de Ubarrundia, en tierras del duque del Infantado. La geografía del románico en Álava se va completando con la correcta catalogación de edificios y restos medievales, unos con sus peculiaridades comarcales y otros derivados de Estibaliz, como los capiteles de la iglesia de Nanclares de Ganboa o el ventanal de San Martín de Moio. Este último se conserva en el Museo Marès de Barcelona, donde se identificaba erróneamente como procedente de San Martín en Nanclares de la Oca. Merecen ser reseñados finalmente los elementos protogóticos de las iglesias de los dos Miñano. Como ocurre en el resto del territorio alavés, la gran floración de la arquitectura religiosa correspondió también aquí al siglo XVI, siglo en el que se amplían, abovedan o construyen de nueva planta la mayor parte de los templos, entre los que podemos señalar las iglesias de Ullíbarri Ganboa, Ziriano y Betolatza y otras con cubiertas de madera como las de Arexola y Etxaguen. De las pinceladuras que ornaban sus muros, confiriéndoles un carácter más renacentista todavía, se pueden admirar las grisallas de Ziriano, que hacen lamentar más la pérdida de otros conjuntos similares como los de Betolatza. Otro capítulo singular del Bajo Renacimiento lo constituyen los sagrarios tardorromanistas del valle de Aramaio, salidos a comienzos del siglo XVII tanto de talleres vitorianos como guipuzcoanos. Los siglos del Barroco contemplaron una actividad artística desigual, destacando en torno a 1660 un buen grupo de retablos clasicistas que remedan las trazas, el estilo naturalista y la iconografía contrarreformista de Gregorio Fernández, como los mayores de Azkoaga, Luku y Ziriano, ejecutados en el taller de Antonio de Alloitiz. Manifiestan el esplendor del XVIII, una vez superado el ecuador de ese siglo, complementos de fábrica como las torres de Luku y Betolatza, ermitas de nueva planta como la de Andra Mari de la Concepción de Ibabe en Ibarra y las piezas de platería y servicios de altar enviados por indianos devotos desde México a localidades como Untzilla o Ibarra de Aramaio. Entre los lienzos barrocos catalogados aquí, sobresale con luz propia el Cristo crucificado de Uribarri, atribuido certeramente por Fernando Tabar a Luis Tristán, discípulo destacado de El Greco, por sus peculiaridades estilísticas e iconográficas, que le inducen a considerarlo obra temprana del pintor toledano. Un original broche de oro al corpus de nuestro patrimonio sacro en estos valles norteños lo constituye la parroquia de San Martín de Ibarra de Aramaio, calificada por la autora como verdadero monumento escultórico. Proyectada en 1800 por el arquitecto Alejo de Miranda en estilo neoclásico, presenta un interés suprarregional por su planta central, pureza de líneas, amplitud espacial y solidez de su fábrica. Solo faltan dos volúmenes para la conclusión de un ambicioso proyecto que se inició en 1967 y al que esta historiadora irrepetible que es Micaela Portilla ha dedicado más de 30 años, sacrificando otras parcelas de su vida. Para poder llegar a un resultado similar sería necesario poseer el bagaje de conocimientos, amor a la tierra y capacidad de trabajo de esta investigadora, por lo que pido a todos los santos, que con tanto rigor ha “retratado”, le permitan culminar con salud esta magna empresa cultural para Alava. Post scriptum. Al escribir las líneas precedentes en el año 2002, nada presagiaba aún el fatal desenlace de Micaela. Su fe, su “cabeza” y su catálogo constituían, como a lo largo de toda su vida madura, una eficaz terapia para contrarrestar sus crecientes “goteras” y afrontar con alegría la vida y un descomunal trabajo, sólo asumible por colosos. Si es cierto que “las palabras pasan, pero los escritos permanecen”, Micaela y su calidad humana siguen entre nosotros, por lo que desde aquí deseo rendirle todo mi cariño, admiración y homenaje. Pedro Luis Echeverría Goñi Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa Félix Maraña: Jorge Oteiza, elogio del descontento. Editorial Bermingham, Donostia 1999. Félix Maraña: Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa. Bermingham argitaletxea, Donostia 2001. Jorge Oteizaren (1908-2003) izaera artistiko eta intelektualaren konplexutasuna aztertzea dute segidan aipatuko ditugun liburu biek helburu nagusia. Horretarako, ezinbesteko da onartzea haren lanak eta ibilbideak, XX. mendeko arte garaikideko izatearen zentzu nabarmena azaldu eta oinarritu egiten dutela. Jorge Oteiza artista, Jorge Oteiza idazlea, Jorge Oteiza pentsalaria, poesiaz, eskulturaz, bizitzaz baliatu da artearen beraren mugak gainditzen dituen proposamena gauzatu ahal izateko. Abangoardia eta oroimena uztartuz, esanahi 90 anitzeko atalak –mundu ikuskera mugagabeak– ekarri dizkio garapen kulturalari eta intelektualari. Herriratzen den sortzailea eta giza-eragilea da Oteiza, nabarmenki oso, joan mendeko azken erdialdetik gaurdaino, eta ezaugarri horrek, artistak bere garaiarekin izan duen harremana agerian jartzearekin batera, azterketa berezia merezi du. Euskaraz zein gazteleraz Ezagun da Félix Maraña donostiar kazetari eta idazleak euskal kultura eta euskal sortzaileenganako gordetzen duen itzala, arreta mina. Hamaika dira haren barnean eta haien gainean eratu, antolatu, sortu, suspertu eta gauzatu dituen lanak. Euskal pentsalari, idazle, poeta edota eskulturagileen inguruan kaleratu dituen saiakerak hamaika diren bezala. Horietako bat dugu, beste inoiz eta beste inon ez bezala, euskaraz zein gazteleraz, Jorge Oteizaren ibilbidea, izakera, jarrera eta kulturatik haratago dagoen herri proposamena, sakon, serio eta erraz dakarkigun erreportai-lan oso berezi hori. Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa saiakera-lanaren euskarazko itzulpenak, gainera, gaurkotu edukinak eta argazki ineditoak ezezik, Orio herriak Oteizagan izan duen ezinbestekotasunari dagokion atal berri ederra ere jaso du. Orio: itsasadarraren arnasa “Haurtzaroko nire oroitzapen baikorrak, intimitatea zaintzeko berezkoa babesak baino ez dira. Gerora jakin izan dut iturburu estetikoa zuten babesak zirela: zeru biribila eta hutsa nire harea zuloen hondotik, harriagan egindako zuloa, gure izeba Candelariaren istorio miragarriak, itsasadarraren arnasa, alde egiten zuen itsasadarra, baina puntualki itzuliko zela nekien eta gogo biziz haren zai ematen nituen orduak, itsasadarra zen ama bezala niretzat...”. Aurreko horren gisako erreferentzia ugariek azpimarratzen dute eskulturagilearen oroimenean, Oriok hartzen duen betiko lekua. 50eko hamarkadako lehen urteetan, Arantzazuko frisoak jasoko duen iruditegia, bere ikur lana, lantzen hasten denean, multzo hartako lehen apostolua sortzeko gertu dagoela, Oteizak, Inaxio Sarasua, Orioko estropadaren aurraunlari eta patroi historikoaren aupegikera beraren isla den burua egiten du. Pedro Manterola irakasleak, Oteizaren lanaren aparteko aztertzaileak, oroimenaren lehen erro hartatik, Orioko hondar ibaiertzean, hondartza zuloko babes hartatik, artista, guztiz jaiotzen dela azpimarratzen du. LIBROS Testigantza berri batek, Oteiza haurragan, haren hezurdura irudimenekoan eta sortzailean, izeba Candelaria ipuin kontalariaren aztarna azaltzen du. Bihotzeko izeba Candelariaren ipuin kontakizunen eragin osasungarria. Eta oinarrizko bigarren bat, Joakina izeba (Germán Arín haren osabaren emaztea), euskal artistak gizatasunezko irudi sendo, kuttun eta osoentzat jo duena. Berea bezalako espresiobide eta gaitasun unibertsalak dituen artista, hemengoa, hangoa eta inongoa dela esan badezakegu ere, Orio da haren idazlanetan gehien azaltzen zaigun herria. Haurtzaroaren eremuan bereziki, artistaren memoria iturburua, lehen sei haur urte haietako argira oroi minez, irudi minez, dardar minez itzultzen delarik, Enbil bere aitonaren eskutik, Orioko hamaika bazterrak zeharkatuz, mundua sentitu, amestu, marraztu eta eraikitzen duen haurraren izakera gorpuzten duen espazioan. Abangoardia eta historia Oteiza, mende hasierako euskal historia, politika eta artearen sentimentaltasunari –eta 98ko belaunaldikideek baino adore gehiagorekin– aurka egiten dion lehen intelektualetarikoa da. Horrela, bilakaeraren lekuko, garaian egoteko modua egiaztatzen du bere lanak; arte garaikidea eta horren sustrai historiko eta sentimentalak ulertu ahal izateko ahots berezienetarikoaren irudia den garaian, hain zuzen ere. Hortara dator Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa testuaren muina. Jorge Oteiza Enbil pentsalaria, esteta, poeta eta eskultorea, XX. mendeko arte-abangoardien ezinbesteko erreferenteetariko bat da. Formalki 50eko hamarkadaren azken urteetan amaitzen duen eskultura-lan garrantzitsuaren egilea izaki, hainbatetan irabazi du eskerrona, esaterako Sao Pauloko Bi urtez behingo IV Eskultura lehen saria, Brasil (1957), besteak beste. Bere asmo esperimentala eta abangoardiazko helburua, 1930eko hamarkadako lehen urteetan agertzen dira, Nikolas Lekuona edo Narkis Balenciaga bezalako beste hainbat artistarekin batera, Donostian, arte-mugimendu aurrerakoi eta berritzaileenekin harremanetan jartzen denean. 1934an Oteizak, Lekuonak eta Balenciagak, lehen talde-erakusketa gauzatuko dute Kursaalen, Donostian, orain Rafael Moneoren kuboak altxatu diren lekuan. Oteizak, baita donostiarra ere zen Aizpurua arkitektoaren bulegoan, abangoardietako mezu erakargarrienak ezagutu zituen, gerra zibileko lehen egunetan hil zen arkitektoak Europatik jasotzen zituen aldizkarien bitartez, hain zuzen ere. Diskurtso berritzaile hura, joera tradizionaleko kulturaren begien aurrean, iraultza modukoa bezala agertzen zen. 1935. urtean, Oteizak Ameriketara egiten du bidaia, Narkis Balenciagarekin batera bere lana han erakutsiz. Espainiako Gerra Zibilak (1936-39), aipatu kontinentean harrapatzen ditu. Oteizak, Txileko Herri-Frontean bertakotu eta Antzerki Politiko Esperimentala sortzen du. Txileko Herri-Fronteak hauteskundeak galtzearekin bat, Buenos Airesera abiatzen da (1941), eta han Zeramikako Eskola Nazionalean irakasten du. Oteiza, hain zuzen, espezialista handia izan den gaietariko bat hori da. Bai Ameriketan, bai Europan, horren gainean lan ugari eta zeramikaren ikerkuntzan burutu zenbait lan idatzi ditu. Ezin ahaztu, gainera, han, Ameriketan, ezkontzen dela Oteiza Itziar Carreñorekin, 1938an. Bogotan, 1942. urtean, kolonbiar gobernuak, zeramika ofizialki erakusteko egitaraua antolatzeko kontratatzen du. Kolonbian, Ekuadorren eta Perun hitzaldiak eskaintzen ditu, beste gaien artean, Goyari, Picassori, amerikar megalitikari buruzkoak, eta muralista handiak aztertzen. 1948ko abuztuan itzultzen da Bilbora, egoitza hiri horretan lekutuz hasieran, eta kultur-fronte bat antolatzearren, lehen egunetik ekiten dio lotura ezberdinak antolatzeari, Gerra Zibilaren ondoren barne-exilioa jasaten aritu ziren intelektualak bilduz. Euskal kulturgintza garaikidearen gunea Horregatik da Oteizaren ekarri handienetariko bat ere, azken mende-erdiko eus- 91 kal kulturaren bizimoduan, ekintza kulturalaren aldeko bere jarrera dinamikoa. 1950etik 1970era bitarteko urteetan zehar, Oteizak, Euskal Herria gurutzatzen du alde batetik bestera, sortzaileen arteko harremanen zabalkunde kulturala eta dinamikoa landuz. 1948 urteaz geroztik, Ameriketan hamalau urte eman ondoren, Bilbora itzultzen den une beretik, talde-interesa duten kultur ekitaldi eta proiektuak proposatzen, suspertzen eta bultzatzen etengabe aritu da. Jarrera berberari eutsi zion 30eko hamarkadan Donostian, arte abangoardiak gogo biziz besarkatzen dituenean, berritzailea zen kultur giro sorkuntzan Lekuona, Balenciaga edo Sarriegi bezalako beste artistekin batera parte hartuz. Non ez zen egon Oteiza: Bilboko Ateneo Berriaren eraketan (1949), Akademia Ibiltariarekin (195963), “Ez dok amairu” taldearen musika proposamenarekin bat (1965), Barandiaran Galerian, Elorrioko Haur Unibertsitatean (1965), Gasteizko Antropologia Museoaren proiektuan (1965), Euskal Eskola izeneko horren sorkuntzan (1966), Ama lur filmaren prestakuntzan (1968), Arantzazuko eraikuntza lan osoan (1969. urtean burutua), Debako Eskolan (1970), Iruñeko Topaketetan (1972) izan zen. Eta abar luzeko kide. Talde-interesdun kultur saiakuntza horiei, Euskal Herrian bezala, bai Madrilen, bai Frantzian, arte unibertsitate eta ikerketa estetikorako institutuen sorkuntza proiektu multzoa gehitu behar zaie. Eginahal intelektuala onartu nahi badugu, Ameriketako bere ibilbidea kontuan izan behar dugu, bertan, zenbait Unibertsitatetan barna, pedagogiari eskaini baitzen. Guzti horrek Oteiza artistaren indarra, sen sortzailea eta bihotz zabaltasuna guztiz ez azaldu arren, bere garaiari osotasunean ematen dela iradokitzen du, nahiz eta proposatzen duen guztia betetzeko ezintasunak etsipenera, larritasunera edo oinazera bultzatu. “Jartzen nuen lekuan galdu nuen bihotza”. Hala ere, denbora laburrean, proposamen ezberdinenetan zehar, Oteiza ausart aritzen da. Nekatuta, baina birakari, bere poemak zehazten duen moduan. Poetika Oteizaren poesiaz dugun lehen berria, Androcanto y sigo liburua da, edizio murritzean argitaratua, 1954an. Existe Dios al Noroeste (1990) eta Itziar elegía y otros poemas (1992) dira haren lan poetiko ezagutzera eman diguten beste bi liburuak, argitaratu gabe oraindik dauden poema laburrak sortzen jarraitu bazuen ere. Landázuri LIBURUAK Noiz edo noiz, harentzat poesia bizi-arrazoia dela esan digu Oteizak. “Niretzat poesia”, baieztatzen du, “bizitzan galdutako denbora berreskuratzeko modua da. Erakusleiho bat, leiho bat, babeslekua aurkitzeko modua da –gogoratu ditzagun Mallarméren trasposizioak, gogoratu Hegelekin–, izakiaren helmuga lengoaia dela argitasunez ikusi ahal izateko”. Jorge Oteizaren ideia poetikoaren espresio aipagarriena, Gabriel Aresti, Joxe Azurmendi, Mikel Lasa eta Juan San Martín “Otsalar” idazleen antologia poetikoa behar zuenaren hitzaurre gisara 1964an idatzi zuen testuan dago. Hitzaurre horretan, gero Ejercicios espirituales en un túnel bere liburuan argitaratua, Oteizak baieztatzen du: “Bere lengoaian guztiz sendatzen eta den gizon hura da Poeta”. Oteizarentzat, “hizkuntza, hitzak gizakiaren bihotzean sortu daitezen beharrak bihurtzen du poesia”. Juan Mari Lekuona euskaltzain eta poetak dio: “Oteizaren pentsamendu poetikoaren esistentziak, euskal poesia gutxigotasun-konplexutik aske uzten duela”. Eta edukia Hemen proposatzen den liburua, intelektual hitza zentzuz alde guztietatik gainditzen duen pertsonalitatea duen gizonaren kultur jarrerak, ekintzak eta planteamenduak agertzen dituen erreportaia zabala da. Erreportaia luzea den legez irakurri behar da. “Orio: Itsasadararen arnasa” atal berriaren ondoan, modu guztietako kronikak, artikuluak, elkarrizketak, komentarioak biltzen dira, Félix Marañak, denboran zehar, egunkari, aldizkari eta talde-liburu ezberdinetan argitaratuak. Aurkibidea gainbegiratzea baino ez dago, Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa, osotasunean hogei urtez landutako kazetaritza lan arretatsuaren emaitza dela ulertzeko. “Atzera arraunean” hitzaurre apartak, “Itsasadarraren arnasa”, “Oteiza, bere garaian”, “Oteiza, bere Herrian”, “Oteiza poesiagan”, “Oteizarekin hiru elkarrizketa” atalek, orain artean argitaratu gabeko argazki ederrak eta dokumentazio gehigarri ikusgarri eta eredugarri batek osatzen dute eskolan, unibertsitatean eta oro har, irakurlegoan, Oteizak beti pizten duen jakinmina sakontzeko eta areagotzeko esku liburua edota erreferentzia izatera deitua dagoen Jorge Oteiza, egonezinaren laudorioa. José Luis Padrón La tanqueta «Guernica» entra en París. 26 de agosto de 1944. Soldados desconocidos de Salamina y de otras partes Javier Cercas: Soldados de Salamina. Tusquets, Barcelona 2001. Soldados de Salamina, la novela de Javier Cercas, ha conseguido un reconocimiento unánime por parte de los lectores, excelente crítica, traducciones e incluso una adaptación cinematográfica. También nosotros hemos disfrutado con su lectura. No obstante, haremos alguna que otra objeción, pues, si no pusiéramos peros, si sólo fuera para unirse al coro de admiradores ¿qué interés tendría reseñar en Landázuri un libro de tanto éxito que les recomendarán por doquier? El fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas Javier Cercas, el narrador de esta aventura de guerra, se propone reconstruir sesenta años después los hechos que llevaron a escapar del pelotón de ejecución a Rafael Sánchez Mazas, uno de 92 los fundadores de Falange Española. Este intelectual, hoy bastante olvidado, de padre extremeño y madre vasca (Rosario Mazas Orbegozo), evocó su infancia entre Neguri y Busturia en la novela La vida nueva de Pedrito Andía (1951). Estuvo además vinculado a Bilbao a través de la fascistoide Escuela Romana del Pirineo, pretenciosa tertulia que se reunía en el café Lyon d’Or. La investigación que lleva a cabo el autor no nos ahorra digresiones, entrevistas y artículos de periódico. El propio Cercas y su novia Conchi participan en el reparto de personajes en una puesta en escena algo teatral, contaminada quizá por la personalidad histriónica de Sánchez Mazas. Guiños aparte, el objetivo de la pesquisa es contarnos la historia extraordinaria del jefe falangista que logró escapar a las balas del fusilamiento y sobrevivir en las inmediaciones de Banyoles en los últimos días de la retirada republicana en Cataluña. El acontecimiento capital tiene lugar cuando, descubierto en el bosque dentro de un LIBROS hoyo por un soldado que le encañona, el perseguidor no señala la novedad. A la pregunta de su oficial ¿Hay alguien por ahí? responde: Aquí no hay nadie. Después de unos segundos de silencio, da media vuelta y se aleja. ¿Qué pasó en el instante en que estos dos hombres cruzaron sus miradas? ¿Por qué el miliciano decidió perdonar a la víctima? Responder a este enigma, nudo gordiano del relato, se convierte en una obsesión para el novelista que examina el comportamiento del “fusilado”, imagina su desamparo y se pone en su lugar. Luego se lanza en busca del republicano anónimo, el soldado desconocido que permitió a Sánchez Mazas salvar el pellejo, y llega al convencimiento de haberlo descubierto en la persona de Miralles. El soldado desconocido y la liberación de París En la tercera y última parte, Cita en Stockton, se incluye la historia del soldado desconocido completándose así la peripecia del fusilamiento. A mi parecer, la obra aquí chirría ligeramente, aun cuando, según el principio de que el entretenimiento todo lo justifica, habrá quien opine que tampoco desentona (incluso el desafinado pasodoble Suspiros de España que nos hartaremos de oír en la película). Si digo chirría es porque se recrea demasiado en las aventuras guerreras de Miralles contadas por el escritor chileno Roberto Bolaño. El problema no estriba en la existencia del comunista catalán, ya que todo lo que se cuenta (la columna Leclerc en África, las gestas de Murzuch y Cufra, el desembarco en Normandía, liberación de París) es cierto. Poco importa saber si estamos ante un Miralles real o ficticio.Nunca antes oí hablar de él. Sí, en cambio, del subteniente Elías, del sargento Campos, de Abenza, Lozano, Solana, etc., comunistas y anarquistas españoles de la célebre Nueve que fueron los primeros en llegar a la plaza del Hôtel-de-Ville de París. El problema es que Javier Cercas y su informante Bolaño incurren en errores de detalle, y, en las novelas históricas (o de no ficción, como dicen los críticos serios) que narran hazañas bélicas, las minucias de ambientación tienen su importancia. El fallo principal es el de unos supuestos tanques de la división Leclerc con nombres que pregonaban el origen español de los veteranos que los tripulaban. En la página 160 se mencionan por primera vez, y se insiste de nuevo en la página 195: “Inevitablemente pensé en Miralles entrando en París por la Porte-de-Gentilly la noche del 24 de agosto del 44, con las primeras tropas aliadas, a bordo de su tanque que se llamaría Guadalajara o Zaragoza o Belchite”. Restablezcamos los hechos. La avanzadilla de la columna, al mando del capitán Dronne, estaba compuesta por 150 voluntarios y tan sólo tres tanques cuyos nombres eran Montmirail, Champaubert y Romilly. Había vehículos halftracks y éstos sí que habían sido bautizados por los combatientes españoles con nombres de la guerra civil: Madrid, Guernica, Teruel, Brunete, Ebro, Guadalajara… Estos datos no son precisamente confidenciales; en 1994, con ocasión del cincuenta aniversario de la liberación de París se reprodujo la llegada al Hôtel-de-Ville y en 2004 se ha celebrado casi la misma fiesta con uniformes y armamento militar de la época. En Salamina y en otras partes En la parte final del relato el enigma se diluye, ya no interesa el significado de la mirada del hombre que salvó a Sánchez Mazas, sino la desaparición del héroe que ha defendido los valores de nuestra civilización. Javier Cercas parece sostener con Thomas Hardy que se muere dos veces: la primera muerte no es real porque sigue habiendo personas que se acuerdan del difunto; la segunda y definitiva se produce cuando ya no queda ningún vivo a cuya memoria pueda aferrarse el muerto. Por eso, porque no soporta la idea de que nadie se acuerde de Miralles que luchó por nosotros en aquel tiempo de oscuridad, ha es- 93 crito un libro que lo resucitará cuando esté muerto. Y para que no olvidemos a aquellos soldados de Salamina y de otras partes que levantaron la bandera “de un país que no es su país, de un país que es todos los países y también el país de la libertad” (p. 194). Una historia de guerras, como ven, escrita sin excesos de grandilocuencia en memoria de luchadores desconocidos y en defensa de valores universales. Miguel Peciña Anitua Paradisua... hemen Bernardo Atxaga: Soinujolearen semea. Pamiela, Iruñea 2004. Zerbaiten esperoan denbora luzeegiz egon garenean, gure igurikimenak zapuztuta geratu ohi dira gehienetan. Ez da hala gertatu Bernardo Atxagaren Soinujolearen semea eleberriarekin, eta azken aldian gurean harrera berorik izan duen literatur lanik egon bada, ezbairik gabe, Atxagaren eleberria izan da. Kritikariek egindako gorespenez gain, berriki jakin dugu Beterriko Liburua Saria eman diotela, edo Espainiako Sari Nazionalerako hautatua izan dela berriro ere. Atxagaren kasuan ohikoak bihurtu zaizkigun berriak dira, egilearen arrakasta literarioaren adibide direnak. Eta oraingoan ere, irakurleei ez diela huts egin esan nahiko genuke, testuaren ia bostehun orriek hastapenetatik harrapatu gaituztela. Begietatik ez ezik, belarrietatik sartzen den prosa jorian, Atxagak, aurreko lan askotan bezala, deserriaz hitz egin digu, euren etxea etxetik kanpo eraikitzen ahalegintzen diren pertsonaiez. Liburuko protagonis- Landázuri LIBURUAK taren, Daviden, memoriek txikitako aberria, Obaba, dute hizpide Califoniako Tulare County-n dagoen bere arrantxotik. Haurtzaroa eta bere amaiera, Gerra Zibilaren osteko gertakizun larrien eskutik dator. Protagonistaren esnatzea, beraz, ustez Arrazoiaren jabe zenaren, aitaren, gabeziak (= kastrazioa) salatuz lortzen da nobelan. Liburu honetako Obaba urruti dago gertakari fantastikoak jazotzen ziren antigoaleko mundu hartatik, Soinujolearen semea eleberriko Obaba Virgiliok goretsi zituen nekazariak bizi diren locus amoenusa baita, iraganeko Arkadia galdua. Historia eta memoria, errealitatea eta fikzioa, amodioa eta heriotza, bikoiztasuna bere egiten duen eleberri honen oinarrian dauden dikotomiak ditugu. Eta liburuan tartekatzen diren narrazioen artean, Obabako lehen amerikanoaren ingurukoak, Don Pedro jaunaren ingurukoak nabarmenduko genituzke, literaturaren funtzioa bera hizpide duten narrazio bikainak. I. Lopez de Aranak Berrian (2004-2-1) kaleratu zuen artikulu interesgarrian, eleberriko Don Pedro pertsonaiaren oinarrian zegoen benetako pertsonaia, Arabako Foru Aldundiko diputatu errepublikazale izandako Pedro Salinas Arregi (1887-1962), jakinarazi zigun. Alaskako muga ondoan, Alice Arm herrixkan zegoen meategi batean aurkitu zuen zilarra Don Pedrok. Handik aurrerakoak pertsonaia historiko honen biografiari badagozkio ere (Galarretara itzuli behar izan zuela aitaren osasun arazoengatik, ordurako Baldomero anaia istripu batean hila zuela, Galarretan ezkondu eta ez zela Kanadara itzuli....), 1936ko abuztuaren 6an gertatutakoen fikziozko aldakia da Soinujolearen semea eleberrian kontatzen zaiguna. Eszenategia eta gertakarien bilakaera aldatzen badira ere, aldatzen ez dena faxistek harrapatuko zituzten maisuen izenak, Bernardino, Miguel eta Mauricio dira. Euren patua, eleberriaren azken aldakian, “Don Pedro Galarretak 1936ko abuztuaren 15ean gertatutakoa kontatzen du” izenekoan, kontatzen denarekin bat dator: erreketeek mendirantz eramaten dituzte eta han fusilatu hiru maisuak. Amerikanoak ihes egitea lortzen du, Bakaikun familiako batzuen etxean gordetzen da eta handik lortzen du urte haietan Araban ezagunak ziren bi jaunen babesa. Soinujolearen semeak gertakari beraren bi aldaki eskaintzen dizkigu, literaturak errealitatearekin duen harremanaren inguruko hausnarketa metaliterario bat burutzeko: “errealitatea tristea da eta literaturak edertu egiten du” (464). Finean, Literatura eta Historia interpretazio bat eskaintzen duten diskurtso narratiboak besterik ez direla ohartarazi nahi digu narratzaileak, boterea dutenek eskainitako interpretazioa noski, M. Foucaultek erakutsi bezala. Horregatik dira funtsezkoak Gernikari eta han gertatutakoei buruz eleberrian esaten direnak: narratzaileak argi utzi nahi baitu Gernikan, lehenengo aldiz historian, proba militarrak egitearren jende zibila masakratu egin zela, gezurrak direla gertakari krudel horren inguruan hedatu ziren baieztapen eta diskurtsoak. Hortik, eleberriak hartzen duen dimentsio etiko duda ezinezkoa. Testuan esaten den bezala, beharrezkoa zaigu Bigarren Begiarekin begiratzen ikastea, zeharka luzatutako begirada horietan lortzen baitugu kolore eta ahots bakarreko mintzoa pitzatzea. Pertsonaia eta mundu ikuskera bakoitzari bere ahotsa egokituz, euskal errealitatea ikusteko eta bizitzeko modu desberdinak aldarrikatzen ditu Atxagak. Horixe da, finean, Soinujolearen semea: bizitzaren aldeko aldarri sutsua, paradisua hatz mamiekin ukitzeko ahalegina. “Egun finlandiar bat” poema ezagunean esandakoen ildotik, paradisuak berriro hasteko aukera eskatzen digula aldarrikatzen du egileak. Esandakoaz gain, irakurtzea oroitzea dela azpimarratu nahi izan digu Atxagak, eta hori onartuz, bere aurreko lanetako pertsonaia, metafora nahiz gertakariak barneratzen dituen unibertso literarioa eraiki du. Keats-ek esan bezala, poeta bere testuetan bizi da. Modu honetan, Soinujolearen semea aipu eta erreferentzia multzo amaiezina bihurtzen da, egileak berak aitortu moduan, aurreko bere liburu guztiak biltzen dituen eleberria. Unibertso horretan, Virgilioren eskutik zeharkatzen ditugu protagonistaren esnatzea deskribatzen duten infernuzko pasarteak.. Eleberri iradokitzailea, literatura mugak iraultzea dela sinesten duten irakurleentzat. Atxagaren azken eleberriak Kafkak liburuei eskatutakoa betetzen duela esango nuke: nobela hau, ezer baino lehen, barruan daramagun itsaso izoztua apurtzen duen aizkora baita. Mari Jose Olaziregi De la vida hacia acá: una novela que llega Imanol Zurutuza: Errautsera arteko sugarra. Elkar, Donostia 2002. Recuerdo que cuando acudí a la librería en busca del entonces recién publicado libro de Imanol Zurutuza, 94 la librera “de por la tarde” (la literatura en euskera es cosa “de la de por la mañana”, que es euskaldún y controla un poco más), al pedírselo usando una traducción ad hoc del un tanto intrincado título (Llama hasta la ceniza) me dijo más o menos: “Sí, va a ser ése de un chico de Vitoria, esa novela con pinta de libro de autoayuda”. No pude menos que dibujar una sonrisa de aceptación, y guardarme la carcajada que me producía pensar en la posible reacción del autor ante las involuntarias ironías que albergaba aquella frase. Y es que es preciso reconocer que a veces una buena idea (los tulipanes y el prado florido de la portada son significados motivos en el relato) no siempre da el resultado esperado. Está bien comprobado que el aspecto exterior de un libro influye no sólo en la decisión de compra, sino también en el modo de leer, en la forma de encajar mental y culturalmente el discurso literario que el producto editorial alberga: no afrontamos con la misma actitud lectora un best-seller reciente o un clásico bien contrastado; y, aunque pueda parecer accesorio, el diseño de la colección, las características visuales y táctiles del volumen, nos predisponen a ello. En este caso, la composición un tanto naïve de la ilustración de portada tiene un efecto que lleva a pensar en, efectivamente, un manual de esos que llamamos de autoayuda, o bien en una novela romanticona con efluvios erótico-rurales. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Esta primera novela de Zuru- LIBROS tuza es –sirvan las redundancias– una novela ante todo literaria, un ejercicio de plena literatura que relata una dura experiencia humana, un relato literario pleno de vitalidad que es al mismo tiempo hermoso y triste. Desde la contraportada se avisa un tanto ambiguamente (¿el “escritor” que se cita es el autor, el narrador, uno de los personajes?) de que tras una larga enfermedad “el escritor ha perdido a su esposa”. La novela se centra básicamente en el relato de esa enfermedad con final conocido y amargo, y de esa pérdida. Pero no se trata, sin más, de un testimonio; no estamos ante un nido de morbo ni frente a un muestrario de aspavientos trágicos. Sin sentimentalismos, con un pudor muy “de la tierra”, con la atención puesta en el detalle y la anécdota significativos, en los ecos que palabras e imágenes suscitan en los frontones del recuerdo y la imaginación. Zurutuza trabaja como traductor en la Administración. Su nombre no es desconocido, sin embargo, en el mundo de la traducción literaria, y había publicado ya un libro de relatos y ganado un premio importante de narrativa en euskera. Se trata de un traductor concienzudo, paciente, muy formado; y su prosa de creación lo refleja con su léxico rico y ajustado, su sintaxis compleja y diáfana, su ritmo pausado y elegante. Su escritura combina con rigor la precisión y la ligereza, de lo que resulta un euskera modélico en más de un sentido. La novela consiste en un puzzle que reúne piezas del más diverso origen: recuerdos, pequeñas ficciones, citas y juegos literarios, repeticiones y ecos, reflexiones en jirones sobre la propia creación… Las piezas encajan suavemente, el equilibrio y la naturalidad presiden el diseño del marco general y el dibujo que completan o sugieren las piezas. Esas abstracciones que acostumbramos a llamar “realidad” y “ficción” están permanentemente en tensión, de tal forma que esa misma tensión pasa a formar parte del juego literario. Zurutuza ha conseguido hacer literatura de la vida, sobrepasando con éxito envidiable los riesgos ciertos que amenazaban su proyecto literario, y no eran pocos: el autobiografismo, el sentimentalismo, el negativismo. A todos se los ha llevado por delante con una escritura auténtica, con instrumentos literarios de buena ley. Como dice Eduardo Chirinos acerca del poeta peruano José Watanabe en Elogio del refrenamiento, en la novela de Zurutuza “el silencio está al servicio de la palabra y la descripción al servicio de la reflexión, de allí la sensación de ser partícipes de un ojo meditativo que sabe extraerles a los hechos más cotidianos su oculta condición de parábola universal”. La novela, es cierto, relata una muerte, pero es de la vida de lo que habla. Gerardo Markuleta Historias de amor y cementerios de Ramon Saizarbitoria Ramon Saizarbitoria: Guárdame bajo tierra. Traducción de F. Eguía Careaga. Alfaguara, Madrid 2002. Ramon Saizarbitoria ha publicado en castellano Guárdame bajo tierra, libro que se compone de cinco novelas cortas, algunas no tan cortas ya que “La obsesión de Rosetti” tiene casi doscientas páginas. Las cinco narraciones son muy diferentes en cuanto a personajes y escenarios, pero en todas ellas asistimos a inhumaciones y, sobre todo, a exhumaciones de cuerpos. Crítica literaria El título del libro, Guárdame bajo tierra, es bastante explícito y, por si fuera poco, la fúnebre cubierta nos invita a visitar unos cuantos cementerios: el londinense de Highgate donde reposan Marx, Engels y Dante Gabriel Rossetti, el parisino del Père Lachaise, el donos- 95 tiarra de Polloe, el más humilde de Artajona, sin olvidar el de Pedernales con el panteón de Sabino Arana. Pero no todo es muerte (tánatos), hay también amores (eros), y no precisamente de los que matan. Si esto fuera una crítica literaria al uso hubiese comenzado escribiendo más o menos lo que sigue. Lejos de anteriores propuestas vanguardistas, Ramon Saizarbitoria se olvida aquí del cosmopolitismo al que nos tenía acostumbrados, desdeñando metaliteratura e intertextualidad. Bien, no creo que esta cháchara sea la más apropiada para comunicar entusiasmos. Además, mentiría como un bellaco, pues desconozco las propuestas anteriores del escritor. Guárdame bajo tierra es lo primero que leo de Saizarbitoria y, a decir verdad, lo he pasado estupendamente. He sonreído, e incluso reído con las cosas que pasan en esta Euskadi, adusta como todas las patrias. “Pero, ¿qué os pasa a los vascos?”, repite una y otra vez Eugenia en “La obsesión de Rossetti”. Humor vasco en los tiempos que corren El autor es un humorista, maestro del humor negro en réplicas y situaciones. El relato, en mi opinión, más logrado es “Dos corazones en una tumba”. La humorada en castellano no es aquí la de “Reina mete cabesa” que decía el bañero de Lekeitio a Isabel II, o la de “¿General de brigada dises? Aquí tienes Mola”. Según José María Iribarren, este mismo soldado telefonista en la comandancia de Pamplona solía contestar “¿Quieres al general? Ya te pongo despacho”. No, Saizarbitoria caracteriza sin recurrir a estas tretas, porque ya ningún vascohablante se expresa así y porque prefiere salpimentar más finamente el discurso de sus personajes. Por otra parte, las caracterizaciones no se limitan al nacionalista de base, Flora y su madre en “Dos corazones”. Con igual regocijo podemos leer los tics del concejal socialista (“-Pasa, pasa, compañero; -¿En qué puedo ayudarte, compañero?… -Eso no es problema, yo te consigo un esqueleto de puta madre”) o el retrato de Benito, quien -bastante desgracia tenía- pues, aun siendo de Artajona, no era bruto ni muy bruto ni entró con los famosos cuarenta del capitán Ureta que tomaron San Sebastián en septiembre de 1936. A través del narrador, un hombre pusilánime vendedor de enciclopedias, se plantea el problema de las dificul- Landázuri LIBURUAK tades de la relación entre el hombre y la mujer. Pero la anécdota y sus escenarios (Donostia, París, Artajona) aportan una dosis de entretenimiento que aniquila cualquier pretensión filosófica de tratar seriamente el tema de la incomunicación. El final, con trifulca en el cementerio, es jocoso. El sepulturero de Artajona persuadido de que Flora, cada día más fuerte, maltrata a su marido, increpa a la mujer: “Vete de aquí, loca; que a ti un hombre te tenía que haber metido en cintura”. No quisiera destripar el cuento; solo diré que interviene hasta la Guardia Civil, si bien su actuación no es decisiva. La aventura de contar Las tres restantes historias cuyos títulos no hemos mencionado son: “La guerra perdida del viejo gudari”, “La paternidad negada de Marcel Martin (o la femme, elle, sait)” y “El huerto de nuestros mayores”. La primera presenta a un gudari entrañable que busca la pierna que perdió y enterró en el conocido escenario bélico de los Intxortas. Allí se ilustraron jefes como Beldarrain que siguen alimentando la leyenda de aquella guerra. La segunda se inspira en un suceso real y nos ha gustado menos, probablemente porque conocíamos la historia, con desenlace incluido. No será cosa de desvelar las vicisitudes del cadáver de Yves Montand en torno a una demanda judicial por paternidad negada. Los lectores de prensa francesa y consumidores de televisión quedamos en su día más que hartos. Quizá esto no invalide el postulado de Ricardou que hace suyo Saizarbitoria -“antes que contar aventuras, mejor la aventura de contar”-; pero, en nuestro caso, cuando el cuento es muy conocido, por grande que sea el arte del cuentista, la historia no sorprende ni encandila de la misma manera. “El huerto de nuestros mayores”, el relato que cierra el conjunto, es el que más implicaciones tiene con nuestra esquizofrénica actualidad. Se mezclan en esta última narración historia, actualidad y ficción. El autor declaraba a El País (23 de marzo de 2002): “Caí en la cuenta de que aquí, en casa, tenemos el trasiego con el cadáver del fundador del PNV, Sabino Arana. Me di cuenta de que, al final, ésa era la historia que más me interesaba”. Y en la misma entrevista añadía: “Esa carga que recibimos los hijos de los nacionalistas, ese encargo, ese mandato de defender la casa del padre y todo eso […} Esto de que para ser buen vasco tengas que ser un héroe…”. Pues bien, se trata, como adivinarán, de una historia de padres e hijos en la que unos huesecillos de Sabino Arana terminan siendo tirados al agua. En resumen, la lectura de este libro, magníficamente traducido del euskera por Eguia Careaga, es un placer. Cómprenlo y no lo presten, porque es de los que no se devuelven. Miguel Peciña Anitua Viaje a través de una caracola Luis Arturo Hernández: Escalera de caracola. Arte activo, Vitoria-Gasteiz, 2004. Escalera de caracola, la segunda obra del profesor, crítico y escritor vitoriano Luis Arturo Hernández, es una colección de parábolas para lectores de cualquier edad –ese público que hoy eufemísticamente se conoce con el marchamo comercial de “familiar”-. Escalera de caracola es un oasis de nitidez expresiva, de transparencia conceptual y estilo naïf, una obra serena y luminosa que, desde la fórmula tradicional “érase una vez” de su primer cuento a la fantasía onírica de la cara- 96 cola final, se ordena con arreglo a la estructura simbólica del ascenso por una escalera, como la sucesión de aproximaciones a una realidad -la de cada cual-, en forma helicoidal, una espiral en acción –puesto que de acción se trata en la narrativa-, y que, como imagen emblemática que abarca desde el microcosmos de la información genética al macrocosmos de la galaxia, va de lo infinito a lo infinitesimal, dimensiones ambas de la condición humana, en este libro de bolsillo para la navegación de la fantasía que es guía de viaje por los mundos de la imaginación. Estrategia de la caracola Estructurada en tres tramos de tres peldaños cada uno, Escalera de caracola se abre al lector como un juego de variaciones sobre tres grandes líneas temáticas que, luego, se cuestionarán en el último peldaño de cada tramo. Así, se aborda, en la primera parte, el impulso de viajar del nómada, empujado por un destino inconsciente y arrastrado por la necesidad de encontrar un lugar en el mundo. El arte y, muy en particular, la Literatura, como transformación de la vida que abre nuevas dimensiones al ser, constituye el común denominador del segundo. Y la rebeldía contra el destino de la vida sedentaria, tejido de servidumbres humanas, da unidad al tramo final en su afán por cambiar, aquí y ahora, la vida, antes del epílogo -La caracola- que concilia viaje, poesía y tesón contra el Destino. Inocentes siluetas, como ingenuos hilos en el tapiz de la existencia, los personajes de Escalera de caracola son arquetipos de ideas o emociones, etopeyas, y apenas esbozos de retrato físico nacidos en ocasiones de imágenes de humor gráfico o dibujos animados –Ogh y Agh, la mujer de La vieja, la montaña y la luna-, diáfanos incluso frente al Mal. Y, en cuanto al espacio se refiere, tanto el primero y el último como el 5º –La vida es un cuento–, relato central que marca el ecuador de nuestro pequeño planeta azul, tienen como escenario un mar de islas solitarias y están protagonizados por navegantes que, en veleros, acortan -o ahondan- las distancias que separan la compañía de la soledad –ida y vuelta-, componiendo un puente de dos ojos –sendas parábolas por las que se avista la vida en tierra firme-, como catalejos mediante los que el lector contempla, en cubierta, la extensión de un cuaderno de bitácora, azul como el azul marino de la tipografía o de esas cuida- LIBROS das ilustraciones ingenuistas del también vitoriano Ángel Benito Gastañaga. Sin embargo, si hay un elemento de la narración que adquiere especial relevancia en la Escalera ése es el tiempo. Porque el tiempo, más allá de una circunstancia de la acción, es en esta Escalera una dimensión subjetiva, de una muy elástica consistencia, poética o mágica, relativa a la física de las emociones, expresión poemática de la vida interior que altera la apariencia exterior en virtud o defecto de la intensidad o la inanidad de la vida. Y esa capacidad de metamorfosis se ve en el ir y venir de la infancia a la vejez, o de la ancianidad a la niñez, de la iniciación a la experiencia merced al afán de búsqueda, o de rebeldía, o de Literatura; y un caso prototípico quizá sea el de Jo, un niño con complejo de Peter Pan, un viejo punk que perpetúa su infancia fuera de la espiral del Tiempo en la que los juegos de niño y los roles adultos se confunden, encerrado en un círculo vicioso. Modo de empleo Precedido de un Modo de empleo, el prólogo de Escalera tal vez pudiera hacer pensar en reminiscencias de Instrucciones para subir una escalera o en el tablero de Rayuela, aunque la sombra de Cortázar es alargada y su legado se ha integrado ya en la tradición. En la línea de obras del estilo de Los niños tontos, de Ana Mª Matute, Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite, o, más recientemente, del nórdico Jostein Gaarder, Escalera de caracola es una pequeña joya narrativa, cuajada de humor blanco, límpido, y melancolía azul de saludos y despedidas, que brilla con los destellos del patio de luces –o la claraboya- en la caja –o estuche- azul de la escalera, proporcionándole al lector un remanso de calma, de paz interior, en el seno del torbellino vertiginoso de la actualidad, en su reiterado afán por acotar, por retener, por limitar con sus palabras lo innombrable: Una palabra mágica. José María Plaza Enterrado entre cuatro paredes Roberto Lastre: El tiempo de la vida. Arte Activo Ediciones, Vitoria-Gasteiz, 2004. El tiempo de la vida, primera novela publicada del escritor y editor cubano afincado en Vitoria Roberto Lastre (Camagüey, 1958), constituye, al mismo tiempo que un ácido fresco sobre la revolución castrista, una buena muestra de narrativa existencialista que, tomando como punto de partida la circunstancia histórica particular de la nueva Cuba, se eleva a la condición de alegoría universal del absurdo consustancial al ser humano. El tiempo de la vida es la reconstrucción del pasado que llevará a cabo un presidiario desde El Castillo del Morro de La Habana, a fin de recomponer su identidad armando el rompecabezas de esos años –desde 1959 a 1979- que pasó “emparedado”, “encerrado” entre cuatro paredes en casa, sin otro trato humano que su madre y el médico Oswaldo –lejanos su padre Román, romántico y novelesco, y Leticia, su amor incestuoso-, ni más contacto con la calle que la mirilla en una ventana desde la que verá pasar la existencia. 20 años y una noche Lastre plantea, basándose en hechos reales, el peculiar caso de un “enterrado” en vida, de un exiliado interior, de un “quedao”, de un cómplice del régimen de Batista que, por indolencia, se repliega a la celda de su cuarto, al “zulo” de su propia casa, condenado a 20 años y un día de inexistencia oficial, al margen de la Historia y del tiempo de la vida. Buena parte de la novela constituye, pues, ese ejercicio de construcción 97 de un pasado ajeno al devenir y en que el protagonista roza la eternidad, fuera del Tiempo –la nada es eterna en cinco minutos-, reviviendo su pasado propio y familiar mediante el recuerdo e imaginando el presente –sin futuro- hasta el delirio de la deconstrucción de su identidad, de la posible heterogeneidad del ser, de todos sus seres posibles –de lo que pudo haber sido y no fue-, a falta de alteridad, y que va encontrando en el resto de los habitantes de la cuartería, entrevistos por la rendija de la ventana, sus complementarios –mujeres que evocan a las que conoció; “el niño transparente” que él acabará siendo; la ceguera de la vecina de arriba como epidemia del país; el médico, su alter ego contrarrevolucionario-. Y, al mismo tiempo, la crónica de la intrahistoria de la revolución cubana por parte de una primera persona central que se hace testigo parcial –muy parcial-, “observador y limitado” –pero que muy limitado-, un narrador periférico –pero bastante feérico- que, mediante el símbolo del encarcelamiento y la progresiva – ¿o regresiva?- disolución de su individualidad en un no-ser nihilista, traza la alegoría de la privación de libertad del Régimen, del carnaval sangriento de la Revolución y de la Utopía de la Abundancia del Totalitarismo, de la alineación –aleada o aliada con la enajenación- de un Pueblo por el Socialismo, mediante imágenes emblemáticas del proceso como el derrumbe de muros y las mudanzas, las montañas de basura –basura omnipresente- o las plagas –de gallinas domésticas, palomas mensajeras o lechuzas espías, y desde los mosquitos al dragón afrodisíaco del orgasmo-. Ojo al visor Sin embargo, lo que hace de El tiempo de la vida una obra auténticamente original es la focalización de la realidad a través del agujero perforado con el dedo índice –el dedo de la deixis, para indicar, señalar, nombrar las cosas-, ese círculo dorado, el foco de luz horadado en la isla amarilla de su autocondena por el propio testigo invisible, ojo avizor –a visor-, lejos de la llamada “escuela de la mirada”, notarial y objetivista, que hace de El tiempo de la vida –“instrucciones de uso”- una perspectiva imaginaria puesta en pie a partir de las sensaciones de la vista y el oído –y la obra es pura sensualidad que fluye-, una introspección psicologista, minuciosa y obsesiva, de Juan –no en vano psicó- Landázuri LIBURUAK logo-, de divagación inmóvil, histórica –de Gaumá a Gautama, el común denominador indio- o metafísica –entre Buda y Nietzsche–, que da cuerpo a entelequias conceptuales –la nada, tiempo o noche-, materializándolas con igual plasticidad que la conceptualización de un mundo sensorial fruto de su extravagancia interior, de la reelaboración de la crónica del instante atrapado en la tela de araña del lenguaje, en virtud de un ritmo asociacional que liga el olor –alquitrán-, la imagen –los gestos, el contemplar, con temple, cómo templan los demás-, el tacto –la lluvia-, el sabor o el sonido a la memoria, merced a la sinestesia o al tropo tropical –ma non troppo- del ajiaco, síntesis dialéctica -y dialectal- de Cuba, y lejos del puré literaturizante de tanta narrativa caribeña, acicateado siempre por la duda y un creciente fatalismo, el pensamiento paradójico –“estoy pero no estoy”-, las fobias y la manía persecutoria de quien delira –de Juan Lira- camino del absurdo, y todo con una lucidez que evoca Memorias del subdesarrollo de Tomás Gutiérrez Alea o el estilo de Virgilio Piñera y la fresca espontaneidad característica de la oralidad del costumbrismo cubano. La humana farsa o vísperas del ascenso al infierno Pero será a partir del momento en que Juan concibe la posibilidad de tener un futuro y volver a la vida, cuando el “centroamericano impasible”–nuestro hombre en La Habana- se dispone a coger una balsa y abandona su balsa de aceite, deserta -el anacoreta- de su celda, la cucaracha kafkiana deja su escondite en la noche, el gusano se hace crisálida y el mirón –“mirador” diríamos aquí- se ve abocado a huir a la Yuma –a Miami-, cuando cobra sentido la alegoría de la regresión intrauterina al claustro materno -de Aurora-, al Paraíso del nasciturus que, a lo largo de 20 años, ha flotado en el líquido amniótico –de la amnistía- de la Nada, y que tras romper aguas junto al Mar, de la mano de Virgilio, su guía y cómplice, abandona la caverna de Platón –en su versión habanera de una ventana indiscreta- y conocerá el Purgatorio del Juicio –la farsa del “juicio popular” es descrita por el autor con verdadero conocimiento de causa- y posterior encarcelamiento -bajo la condena de tres años, los mismos que el recién nacido necesita para ser domesticado en una sociedad en que todo niño es extranjero-, antes de dar el salto a la Utopía” –“No hay ningún sitio”-, del ascenso del antihéroe ad inferos, al Infierno existencialista de la vida. Ni divina comedia, ni comedia humana, sino la “humana farsa” que mediante el bucle del salto atrás –Epílogo. El día cero- cierra el naturalista círculo dantesco de El tiempo de la vida trocando las memorias del pasado -paso a paso- en diario del presente –de un preso del régimen y a régimen-, rehén del futuro bajo el nuevo resplandeciente símbolo del dominó –símbolo del azar aparente y orden profundo del dominio de una sociedad-. Y seguramente sólo la distancia geográfica con respecto a la realidad y la perspectiva, relativista y crítica -que amplía la mirilla del observador al periscopio transatlántico-, en relación con la Revolución Cubana, ha permitido que el autor drene sus experiencias y ajuste cuentas con su pasado en aquella isla, soltando lastre en forma de obra de arte. Y, como no hay mal que por bien no venga, haya hecho posible saludar la aparición de un novelista cubano -de raza-, en Vitoria, en este redescubrimiento narrativo de América. Luis Arturo Hernández Fantástico mundo éste, señores Carlos Pérez Uralde: Layla y el amante soñado. Papeles de Zabalanda, VitoriaGasteiz 1997. La irrupción de lo extraordinario -lo extraño, lo sorpresivo, lo “raro”- en la vida cotidiana, esa presencia de lo fantástico instalándose en la realidad más verosímil, ha dado en la literatura 98 contemporánea fruto en la categoría artística de lo insólito. En esa fecunda corriente del realismo fantástico se inscribe -y escribe- Layla y el amante soñado, colección de relatos del escritor y periodista Carlos Pérez Uralde. Efectivamente, se trata de relatos góticos -de fantasma- poblados por intangibles amantes de ultratumba y pacientes sombras con querencia por la vida terrena y en los que no son extrañas las esporádicas y repugnantes visiones de insectos propias de cuentos de terror, en un mundo doméstico de apacibles matrimonios sin pasión, de “tediosas y rutinarias” soledades emparejadas por un compromiso entre mujeres insatisfechas e indolentes varones entregados a una única obsesión de por vida que alimenta la dipsomanía -entre el delirio de la pasión secreta y el delirium tremens-, de jóvenes pusilánimes e incapaces, incluso, de inclinarse al Mal si no es mediante un empujón que los precipite en una espiral de iniquidad proyectada al infinito. Y así surge una galería de tipos -con mucho carácter, eso sí-, de hombres sin escrúpulos y canallas redomados, cuyo sueño es la perversidad desde la legalidad -Lección de cirugía-, con una falta de sentimiento que rebasa lo patológico -Morrison vende a su madre-, de unos profesionales del crimen cuya crueldad roza lo grotesco -el serial killer de la excesiva Biografía de Ernest Killerman, asesino en serie propio de un serial gore o folletín de pulp fiction digno de figurar por su atrocidad en la Historia universal de la infamia y a cuyas sucesivas matanzas, narradas por una voz clasista, sexista y tan políticamente incorrecta como el personaje, pondrán fin los “dioses” paganos, pues no hay Dios que pudiera tolerar más-, seres depravados que, a pesar de todo, se pueden permitir un gesto de ternura -El gigante y el mago, relato de serie negra que tira por tierra el ilusionismo de los cuentos de hadas o de lo real maravilloso-. Si bien es verdad que las coordenadas espaciales y temporales se presentan con una minuciosa precisión, tanto en su ubicación geográfica cosmopolita -el mundo es ancho y ajeno, no se olvide- como en la puntualísima datación cronológica, no es menos cierto que se produce a partir de un momento dado una alteración de las dimensiones del mundo narrado que lleva a situar a los personajes en improbables países sometidos a leyes arbitrarias y costumbres bárbaras –así la idea de Estado, LIBROS por (su) excelencia, no sin carga satírica hacia las fuerzas vivas, como La hoguera, El traje o Parte de guerra-, o a hacerlos transitar por el túnel del tiempo, en busca del tiempo perdido -como en Perdiendo el tiempo, de gran“fluidez” narrativa, o en Un hombre en la playa, en una distorsión del espacio-tiempo que se hace extensivo a los personajes por exceso y por defecto: mediante la multiplicación o clonación de los mismos -del desdoblamiento de La dama doble a la docena de álter egos de un Cadáver sin sombra o la personalidad múltiple del kafkiano juez de El proceso, o gracias a la mutilación -el brazo izquierdo de “un tal Lucas”, una división o resta, ya que entramos en operacioneso a la pérdida -del habla en La voz a ti debida a los sentidos en El hombre sin sentido, tras pasar revista al desfile de mutilados de El brazo de Lucas Romero-; o dando rienda suelta, en fin, a una fantasía desatada de híbridos en el catálogo grotesco y manual de teratología de Gracias a la tía Marga, amplio museo provincial de los horrores, en virtud de las peculiares reglas de su fantasía. Porque, de hecho, la imaginación responde en Layla y el amante soñado a unas leyes cuya observancia se comprueba, sin ir más lejos, en la reiteración de un tipo de desenlace simétrico, recíproco y reversible -como en La tragedia de Guillermo Lombardo, La voz a ti debida o el que da título al libro-, que conforma un mundo narrativo hecho de piezas sueltas, aparentes compartimentos estancos que se van ensartando como las cuentas -o cuentos- de un collar en busca de Un guante para elegir collar, mediante el engarce del eco de los nombres propios u otros motivos recurrentes como vasos -comunicantesde leche, copas -no menos comunicativas- de brandy, las re/des/apariciones o la invisibilidad de Laura o el teniente Sapo. Y todo ello narrado con un tono escéptico y descreído -la fina socarronería hacia Dios destaca en el ejercicio de humor negro de Segunda representación-, que va de la ironía sobre los fantasmas -descritos con mucha sombra- o el puro sarcasmo a la comicidad -el disparate del “movimiento perpetuo” del Vuelo nocturno llevado a sus últimas consecuencias- o el absurdo kafkiano -los mutantes de La tragedia...-, y que se manifiesta en el uso del lenguaje desde el doble sentido, con guiño burlón, de citas literarias -”La voz a ti debida” o “Vuelo nocturno”- a frases hechas -nunca mejor dichas- que incardinan la anécdota narrativa -ahogarse en un vaso de agua o perder el tiempo-, con un estilo hiperbólico, lo mismo en la adjetivación -en la que acaso resuene el realismo mágico- que en profusas enumeraciones hilarantes -y un caso particular es la perífrasis cultista y atildada que busca el regodeo verbal-, y ello desde una tercera persona omnisciente -y distante- que sólo accede a la forma autobiográfica en tan contadas como brillantes ocasiones -Un guante..., La voz ... o el desasosegante relato que cierra el libro, Un hombre en la playa, por ejemplo-. En un desenfadado calidoscopio de tan impresionantes como horrendos crímenes al lector, finalmente, los dedos se le hacen huéspedes en “el guante de elegir el collar” al escoger entre las perlas y los abalorios de Layla... cios de la Toledo de Alfonso X el Sabio, incluidos templarios, moros, judíos y... alcornoques en las inmediaciones de Estella. Dentro de esta tendencia, un fenómeno que debe destacarse es el número considerable de mujeres medioevoadictas. Algunas, por cierto, excelentes escritoras, como Zoé Oldenbourg, especialista de Montségur, o Marguerite Yourcenar. Esta última, conocida sobre todo por sus Mémoires d’Hadrien, escribió también L’oeuvre au noir -traducida con el título de Opera nigra- en donde Zenón, el héroe, es un médico alquimista del siglo XVI. Entre nosotros, Toti Martínez de Lezea ha recreado en La calle de la Judería (cuya acción transcurre en la Vitoria del siglo XV) la historia de los Sahadia, familia en la que médicos, rabinos y comerciantes son figuras protagonistas. Luis Arturo Hernández Adicción a la Edad Media Toti Martínez de Lezea: La calle de la Judería. Ttarttalo, Donostia 1998. Las novelas históricas, en particular las de tema medieval, conocen una gran boga. Los lectores devoran con avidez todo lo que suene a misterio, trátese de catedrales, cátaros, griales, unicornios, brujas o sectas malditas. Un hábil compendio de este batiburrillo se ofrece, por ejemplo, en Peón de Rey, de Pedro Jesús Fernández: ambiente del siglo XIII, recorrido por el camino de Santiago, estancia en los mejores pala- 99 Truculencia medieval y mentalidades La calle de la Judería, a pesar del acopio documental sobre costumbres y tradiciones judías, no funciona del todo bien. La mentalidad de los vitorianos del siglo XV frente al poder, la Iglesia, los negocios y las diversiones parece ser la de la gente de hoy día. El defecto se agrava a causa de un estilo que hace milagros y permite expresarse a los personajes con tacos de lo más actual. Si el objetivo era dar vida a la truculencia medieval con “judío de mierda”, “hijo puta”, “cojones”, temo que sea fallido, ya que este reducido y repetido número de voces, en lugar de aproximarnos, nos aleja de aquella realidad. Tanto más si, como sucede en el relato, los deslenguados se desquitan con borracheras sanfermineras a fuerza de beber -página 486- “gran cantidad de vino, cerveza y licores” (sic). Si bien se aprecia un esfuerzo de reconstitución histórica, algunos detalles resultan poco convincentes. Por ejemplo, el físico maese Pedro sabía reconocer “el mal francés” (la sífilis) en ¡1434!, cuando los primeros casos descritos en Italia no se mencionan hasta finales del siglo XV. En cuanto al paisaje urbano, los edificios con más protagonismo son la iglesia de Santa María, el convento de San Francisco y la casa del Cordón, palacio de los Sánchez de Bilbao, a cuya construcción asistimos en la novela. En nuestra opinión, se descuidan el imaginario y la simbólica tardomedievales (¡qué partido se pudiera haber sacado Landázuri LIBURUAK del gran salón abovedado y su decoración de grifones!). De la poesía hebraica, por el contrario, hay un amplio florilegio. Los resortes del folletín Quizá nuestras objeciones carezcan de relevancia frente al dato importante de las 13 ediciones, en cuatro años, alcanzadas por La calle de la Judería. Y, ante eso, cabe preguntarse : ¿por qué el libro se ha vendido y leído tanto?, ¿por qué lo recomienda la gente?, ¿cuáles han sido las claves del éxito? El estilo es sencillo, desaliñado a veces, con adjetivaciones pintorescas. En la página 217 encontramos una referencia a “los hombres… seres volátiles”; la autora querría decir, suponemos, volubles (a lo mejor esto tiene que ver con la deliberada confusión que cultivamos desde la famosa anécdota de las zapatillas aviraneta-barojianas). Pero, aun con defectos, ese estilo es eficaz y bien adaptado a la folletinesca historia que se nos narra. Los personajes son de una pieza. Los buenos: muy buenos. Los malos: malísimos. Los amores: sempiternos. Los odios: africanos. Las venganzas: sicilianas. Si a esto unimos el exotismo de una población de judíos y conversos en el casco antiguo gasteiztarra, excursiones a Miranda, Viana, Toledo… (¡quién da más!), para muchos lectores, mejor que mejor. Debemos reconocer, no obstante, que Toti Martínez de Lezea ha rescatado a algunos personajes históricos secundarios, no dudando en ocasiones en sacarlos de sus tumbas. Este es el caso de la señora doña María de Mendoza, casada en segundas nupcias con Juan de Mendoza, quien yacía ignorada de todos en el desaparecido convento de San Francisco hasta que nuestra novelista pensó en desenterrarla. Y así con otros. Además, la escritora vitoriana maneja con maestría los resortes del folletín, gracias a lo cual las quinientas páginas del libro no pesan. Amenidad, por tanto, garantizada. Pero, como ocurre con los vinos, el catador exigente tal vez considere que la botella, o la novela, no es de las que dejan un recuerdo imborrable. Miguel Peciña Anitua Poeta gazte bat Katia Agirre: Kapela berdea pianoaren gainean. Arabako Foru Aldundia, Kultura, Gasteiz, 2004. Katia Agirre izen-abizenetako Gasteizko poeta gazte honek plazaratu berri du bere lehenengo liburua, Kapela ber- 100 dea pianoaren gainean izenburua duen poema bilduma, hain zuzen, 2004an Arabako Diputazioiak antolatutako “Ernestina de Champourcín” XIV. Poesia Sariketan, Euskarazko Sailean, irabazi zuena. Metapoesia ala poesia meta? Kapela berdea pianoaren gainean izenburuko poema liburuak bost ataletan biltzen ditu poeta gazte baten joan eta etortzeko bidaiaren horrenbeste etapa, bizitzatik hizkuntzara, Gasteiztik Londreseraino, umetasunaren inozokeriatik udazkenaren heldutasuneruntz... Egia baldin bada, La selva del lenguaje liburuan J.A. Marinak esaten duen moduan, edozein emozioren barruan narrazio labur bat datzala, Agirrerenak, poesia diskurtsiboaz, ideien erritmoaz eta pentsamenduaren kulunkaz garatuak, gertakizun narratibo baten bidez, pirueta moduko amaieran bilatzen du bere ustekabea, esperientzia-poesia delakoaren erara. Narratiboa, alegia, edota dialektikotasunari esker -ni lirikoa bere buruarekiko barne-eztabaidan ere-, poemaren hizketan, kutsu metafisikoduna, metahizkuntzalaritzan zehar barneratzen dena -poesia meta honen 1. atalean-, kontrakoen txandaketan oinarrituta, nortasunaren bipolaritatean, hain zuzen: bai eta ez, argi eta ilun, kondaira eta fikzioa, iparra eta hegoa. Eta bikoizketa horixe -aurkakoen batuketan- gauzatu egiten da, hain zuzen, Gasteiz izeneko atalean, bere amodio-gorrotozko sentimendua egileak bere jatorrizko hiriari leporatzen dionean: ume paisaiak eta zaporeak, haurtzaroaren sekretu aitorrezinak, gazte batentzako lo-etxebizitza propio bat -poesi eta kafez osaturik, noski- eskatzen duenean. LIBROS Hemendik hara ala handik hona? Exilio boluntarioa atalean, ordea, lekuz aldatzeak zabalerazten dio ni lirikoari berarengan barne-denborarako pasabidea, Gasteiztik Londresera, bidaiakoaderno moduko atalean, bizitza kosmopolita -kilikagarria eta polita-, hemendik hara eta handik honako bidaia subjektiboa, trenaren doinuaz, kulturalismoz jantzita -Virgina Woolfek Londonera itzuli nahi du, adibidez-, apostilla bezalako amaieraz eten egiten duelarik burutazio poetikoa. Hasierako bere kutsu naïf hura baztertu gabe, ume Peter Pan-zale baten inozokeriari uko egin gabe -Ume galdua, adibidez-, eusten zaio Oda tenporalak izeneko bukaerari, transzendenteago dirudiena, elegiazko tonuaz noizean behin, denboraren iheskortasunaz aritzen denean, jendearen esanak -omeneta ni subjetiboarenak kontrajarriz, Uda- zkena ataleko maitasun-heldutasuna onartzearren, beti Kafeari egindako “oda elemental” horretaz lagunduta baldin badator. Poesia argia eta garbia, haize boladatxoa, emanaldi honetakoa, kapela -berdea nahiz edozein koloretakoa- kentzekoa, piano baten doinupean konposatua. Luis Arturo Hernández CARTAS Julio Caro Baroja, más un elogio De la entrevista a Caro Baroja [se refiere a la entrevista del último número] me quedo con las ganas de saber algo concreto sobre la costumbre de la placenta, puesto que la pregunta sobre el tema se queda sin responder. Y a fe que me gustaría, puesto que en mi propia familia hay noticias antiguas de la práctica consistente en el entierro de la placenta de la madre, plantándose un árbol encima, en el momento del nacimiento de un hijo. […] Celebro que Henrike Knörr diga con todas las letras lo que algunos ya sospechamos de “El Bulli”: que se trata de algo así como de una muy sofisticada tomadura de pelo de tipo más o menos daliniano con la que el cocinero Adrià, cual Lazarillo que ha prosperado, se da el gusto de sablear a los ricos con sus excentricidades de bufón de corte. […] En fin, muchas gracias por haberme dado esta oportunidad de conocer un poco mejor vuestra cultura de más calado. Hace doscientos años, como decís en la portada, el País Vasco era considerado la punta de lanza de la Ilustración. Hoy, por desgracia, esta “modernidad” no se recuerda mucho. Pero con revistas como Landázuri cabalgan de nuevo los “caballeritos de Azkoitia” del XXI. ¡Que sea por muchos años! Oriol Pi de Cabanyes • Vilanova i la Geltrú Bien por la revista Me ha impresionado la calidad de Landázuri, su extensión y la altura de muchos de los textos. Os felicito por la operación y os animo a seguir adelante. Antonio Rivera • Vitoria-Gasteiz Y bien por el homenaje Em sembla d’una enorme generositat i d’un alt sentit de la justícia que homenatgeu l’amic Ernest Lluch. Isabel-Clara Simó • Barcelona Variada La revista Landázuri és molt variada i toca alguns punts neuràlgics del País Basc. Albert Manent • Barcelona Conmovido Me conmueve el recuerdo de nuestro común amigo Ernest Lluch. Berdin Iraun eta eutsi. Horra nik bihotzean idatzirik ditudan euskarazko bi aditz nagusiak. Eugenio Agirretxe (†) • Zarautz Más La revista Landázuri me ha parecido muy interesante. Leopoldo Zugaza • Zarautz Idem Encuentro la revista Landázuri muy interesante y grata para mí por varias razones. Miguel Herrero de Miñón • Madrid Con entusiasmo He leído la revista vitoriana Landázuri con verdadero entusiasmo, ya que está llena de artículos y entrevistas interesantes. Os felicito por ese acierto y os deseo el mayor de los éxitos. José Ángel Sánchez Asiain • Bilbao Goresmenak Arreta handiz irakurri dut Landázuri aldizkariaren alea. Batez ere atsegin izan zait Kubari dedikatua. Lan horretan era oso egokian elkartu dira informazio kulturala eta gaurko Kubari dagozkion eguneroko bizimoduaren zehaztasun batzuk. Ederto idatzita dago. Yo quiero ser francés A la vista de los desastres de nuestro paisaje, no se me ocurre más que esto: yo quiero ser francés. En efecto, si fuera francés yo viviría en un país donde se respetara el paisaje, donde no se permitirían agresiones constantes a la vista, donde no tendríamos que sufrir ante horrorosas construcciones que nada tienen que ver con el entorno. Muchos se rasgan las vestiduras y gritan por la destrucción de los restos romanos y altomedievales de la pamplonesa Plaza del Castillo, y otras barbaridades por el estilo. Ahora bien, oigo muy pocas voces ante los desmanes del paisaje en pueblos y ciudades. Curioso. Y lamentable hemiplejia estética y anímica. Xabier Gereño • Bilbo Daniel Martínez de Mandojana . Vitoria Javier Tusell (†) • Madrid Sorprès gratament El número de Landázuri, amb un homenatge en portada al comú amic Ernest Lluch, ominosament assassinat per uns brètols, m’ha sorprès gratament per la varietat dels seus articles. Francesc Vallverdú • Barcelona 101 Landázuri ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI Landázuri. Papeles de opinión Indices de los números 1-10 [Indices elaborados por Ikertu Organización S.L.] C ATÁ L O G O S UM ARI OS Nº 1 • JULIO 1993 ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL Salutación Declaración fundacional de la Sociedad Landázuri. Declaración de la Sociedad Landázuri sobre el campus de Álava de la Universidad del País Vasco. Petición de la Sociedad Landázuri para que se limite la violencia en la televisión. Declaración de la Sociedad Landázuri sobre la reforma del derecho foral de Álava. JOSE MIGUEL DE AZAOLA Triste entierro AUGUSTO BORDERAS GAZTAMBIDE Mostar: Yo estuve allí HENRIKE KNÖRR Gora auzalana! JOSE MARIA ELEJALDE Un dibujo “sorprendente” grabado sobre una losa en Villanueva de Valdegobía (Álava) JOSE JAVIER OCHOA DA SILVA Juanma Bajo Ulloa, el impulso creativo: el cineasta vitoriano estrenará su nueva película en el Festival Internacional de Venecia (entrevista) MANUEL URIARTE ZULUETA El derecho civil alavés en 1993 FEDERICO VERÁSTEGUI La corrupción, Aristóteles y un hortelano ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL Increible pero tristemente cierto CARLOS MARÍA HERNÁNDEZ Álava en Madrid LUIS BERASATEGUI Soneto que el socio Luis Berasategui Garaizábal dedica a la Sociedad cívico-cultural Landázuri y a su naciente boletín. BABAZORRO Bakero y el txupinazo: (a propósito de una declaración académica) Cartas a la revista Fotos elogio Fotos denuncia Resumen de 15 meses de la Sociedad Landázuri Nº 2 • DICIEMBRE 1993 Gracias y adelante. Itxaropena FEDERICO VERÁSTEGUI Aparecen las actas originales de la fundación de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País LUIS ANGEL DE APRAIZ Sobre el derribo de las casas frente al Parlamento Vasco MANUEL M.ª DE URIARTE ZULUETA Ricardo III en Álava o la publicidad en el siglo XIV HENRIKE KNÖRR Instrucción religiosa, cultura religiosa JOSE JAVIER OCHOA DA SILVA Escribo para divertirme: Paloma Díaz Mas necesita tranquilidad y varios años para acabar una novela. FEDERICO VERÁSTEGUI Las impresiones de Don Prudencio MIGUEL PECIÑA ANITUA El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL Mis conversaciones con Helmut (entrevista) MANUEL M.ª URIARTE ZULUETA Treviño y la frontera de Inglaterra FEDERICO VERÁSTEGUI “Yo nací el siglo pasado”. Justo Gárate (entrevista) Dos cartas Ayer y hoy Fotos elogio Fotos denuncia BEOLARRA Eusko Ikaskuntza HENRIKE KNÖRR Atauriko zubia ere bota dute ENCINA SERRANO Consumo o desgaste Noticiario de la Sociedad Nº 3 • JUNIO 1994 De nuevo en la calle. Berriro ere zuen artean HENRIKE KNÖRR La lengua vasca y las Juntas Generales de Álava: aparece el decreto prohibiendo el euskera en 1682 JOSE ITURRATE Se descubre un ventanal románico en la parroquia de Zarate GUADALUPE LOPETEGI Un estudio de los documentos de la Cancillería de Sancho el Sabio de Navarra (1150-1194) MANUEL M.ª URIARTE ZULUETA Vitoria y sus barrios en 1291 HENRIKE KNÖRR Brugge eta euskaldunak JOSE M.ª SEDANO Lápidas en las calles vitorianas ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL 102 De leyes, normativas y demás parientes FEDERICO VERÁSTEGUI Recuerdos de un vitoriano en Argentina JOSEBA MIKEL AGIRRE OAR Calidoscopio cubano (1) JOSE JAVIER OCHOA DA SILVA Félix González Petite. Anhelos de calidad teatral: el programador del Principal apuesta por los espectáculos de categoría (entrevista) MIGUEL PECIÑA ANITUA Isaac Puente (1896-1936) y Federica Montseny (1905-1994) JUNGITUARRA Etxezarra J. ORTEGA MUNILLA Recuerdos históricos: Napoleón en Vitoria ALFONSO DE OTAZU Los monumentos civiles de mi pueblo (Zurbano) Reseñas de libros Cartas Ayer y hoy Fotos denuncia Fotos elogio Noticiario Nota de la Sociedad Landázuri sobre el traslado de servicios policiales a Bilbao Una nueva asociación cultural y una nueva revista Nº 4 • ABRIL 1995 Nota de la Sociedad Landázuri sobre las obras en la plaza de Peñacerrada Justificación y solicitud. Berandu, baina... LUIS ANGEL DE APRAIZ Jesús Guinea y González de Peñalba MANUEL M. URIARTE ZULUETA La primera batalla de Vitoria AUGUSTO BORDERAS GAZTAMBIDE El hayedo ALBERTO GÁRATE Sobre musulmanes y judíos VENANCIO DEL VAL Chimeneas industriales JAVIER OTAOLA San Juan de Luz BEOLARRA Aspaldiko gauzak IGNACIO HIDALGO DE CISNEROS ALONSO La inhumación de los restos de Ignacio Hidalgo de Cisneros HENRIKE KNÖRR In memoriam Jon Bilbao (1915-1994) CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICES ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIND NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE JOSEBA MIGUEL AGIRRE OAR Calidoscopio cubano (2): (continuación y fin) Reseña de libros ENEKO MALIZHAEZA Viejos txistularis y una sugerencia ALFREDO DONNAY Un recuerdo de la Cruz Banca, hoy en algún depósito municipal: Caminos de la Cruz Blanca (poesía) Cartas Ayer y hoy Fotos elogio Fotos denuncia Noticiario de la Sociedad La Fundación Otazu Zulueta Nº 5-6 • MAYO 1997 Presentación. Lehengo asmo bera JOSE GARMENDIA ARRUABARRENA Álava marinera o algunos pilotos y dueños de barcos en Cádiz JOSE ITURRATE Una visita a la villa de Domaikia MIGUEL PECIÑA ANITUA Cipayos en clave carlista HENRIKE KNÖRR El Orfeón Vitoriano JAVIER OTAOLA Ética y estética de la novela policiaca MANUEL URIARTE ZULUETA El diputado que quería ser obispo (sobre Mariano Rodríguez Olmedo) EMILIO PALACIOS FERNANDEZ Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego (sobre de La derrota de los fabulistas, de José A. Ramírez Lozano) JESUS Mª ESTARRONA Roberto Ugarte, director de la Escuela de Música Luis Aramburu. “Las instituciones deben fomentar el intercambio de músicos” (entrevista) ELENA MARTINEZ DE MADINA SALAZAR Eco de las obras de Azkue en El Heraldo alavés Mª ANGELES MARTIN MIGUEL Arte y cultura en Vitoria durante el siglo XVI ANTONIO SZ. DE SAN PEDRO ESNAL ¿Cómo encarcelar al carcelero? LUIS ANGEL APRAIZ La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desparecidos ZOILO CALLEJA ANSOTEGUI D. Juan Bernal Díaz de Luco (1495-1556) y su lápida sepulcral en Luco JOSEBA MIKEL AGIRRE OAR Abandono y ruina de la iglesia de Tortura Reseñas de libros Cartas Ayer y hoy Fotos elogio Fotos denuncia Noticiario de la Sociedad Nº 7 • JULIO 1998 Paisaje y cultura. Eginkizun handiak MIGUEL PECIÑA ANITUA Conmemoraciones sin pedestal, Puente, Durruti y Malraux JOSÉ MIGUEL DE AZAOLA Judíos y cristianos HENRIKE KNÖRR Santiago Onaindia oroitzapenean ALVARO MORENO BERGARETXE y ESTEBAN ANTXUSTEGI IGARTUA Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral ANTONI PERIS El poema latino en honor de Roncesvalles (recensión de El ritmo de roncesvalles, estudio y edición Antoni Peris. En: Cuadernos de filología Clásica Estudios Latinos 11, 1996, pp. 171-209) IGNACIO HIDALGO DE CISNEROS ALONSO De vuelta a las raíces AUGUSTO BORDERAS GAZTAMBIDE Una semblanza de José María de Areilza HENRIKE KÑÖRR José Miguel de Azaola, un intelectual europeísta (entrevista) JOSE GARMENDIA ARRUEBARRENA Una correspondencia alavesa en Sevilla ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL Aspaldiko gauzak. II. Boinas subversivas HENRIKE KNÖRR A través de Alba. Impresiones de un viaje por Escocia VENANCIO DEL VAL Más sobre el Orfeón Vitoriano VENANCIO DEL VAL En torno a Celedón Reseñas de libros Recuerdos de antaño Noticiario de la Sociedad Cartas Fotos elogio Fotos denuncia Seis años de distinciones Landázuri Nº 8-9-10 • JULIO 2001 Darnos a conocer. Bakea gauza guztien gainetik MIGUEL PECIÑA Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista) MIGUEL PECIÑA Southworth y Gernika JON ARRIETA ALBERDI Derechos históricos y constitución: en torno al último libro de Herrero de Miñón (recensión de Derechos Históricos y Constitución, de Miguel Herrero de Miñon. Taurus, Madrid 1998) 103 MANUEL ORTUÑO MARTINEZ Fermín Tastet, banquero de Bilbao y el primer exilio liberal en Londres (18141820): notas sobre los inicios del liberalismo en el País Vasco. ESTEBAN ANTXUSTEGI Muñagorriren bertsoak o el fuerismo popular FERNANDO TABAR ANITUA Sobre El cazador de Murillo JUAN PARDO SAN GIL (Aunque la guerra civil en Euskadi...) (recensión de La Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi (1936-39), de Juan Pardo San Gil. Diputación Foral de Guipúzcoa, San Sebastián) JAVIER DIAZ NOCI Textos periodísticos alaveses en lengua vasca (1888) (recensión de Gure Izarra. Euscalerrico berriac astean bein. Reprod. Facsímil. En: Sancho el Sabio, nº 6, segunda época, 1996, pp. 393-417) PEDRO J. NOVELLA El dintel de Pilar en Marquínez HENRIKE KNÖRR Dos relatos de viaje. I. Del Canigó al Empordà (1996) Dos relatos de viaje. II. Cuba: lo que he visto: Notas de unos días en La Habana (1999) CARLOS HERNANDEZ De cuando el Diputado General de Álava convocaba a la guerra internacional ÁNGEL IBISATE LOZARES El euskara en Galarreta en 1748 ANTONIO SÁENZ DE SAN PEDRO ESNAL Aspaldiko gauzak III. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. VENANCIO DEL VAL El monumento a Dato ORTUÑO BUSTITE Notas sobre la casa Etxezarra, sita en Vitoria HENRIKE KNÖRR Selma Huxley, la gran investigadora de los marinos vascos (entrevista) BERNARDO ATXAGA Antonio de Murgiak esan zuena PEDRO IGNACIO GONZALO-BILBAO Los equinos de los santos Reseñas de libros Cartas Recuerdos de antaño Fotos elogio Fotos denuncia Elogio de una fachada restaurada Noticiario de la Sociedad Landázuri Landázuri ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI C ATÁ L O G O de MAT E RI AS A Administración Santiago, Rosario Isabel de No se responde Nº 2 (dic. 1993), p. 11 Águeda, Santa-Culto Santiago, Natividad de Uso y abuso de la fiesta de Santa Águeda (carta) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24 Aguirre Lecube, José Antonio de Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos Los vericuetos del lehendakari Aguirre (recensión de Diario de Aguirre, José Antonio Aguirre y Lecube. Edición de Iñaki Egaña. Txalaparta, Tafalla 1998) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 84-85 Ajuriaguerra, Julián de Rrecensión de Vie et oeuvre de Julián de Ajuriaguerra, J. M. Aguirre Oar y J. Guimón Ugartechea. Masson, París 1994 Nº 4 (abr. 1995), p. 20 Álava - Descripción López, Luis Astúlez (carta) Nº 7 (julio 1998), p. 34 Un grupo de montañeros La fuente de la Trinidad (de Kuartango) (carta) Nº 7 (julio 1998), p. 34 X.X. Karobia Elgean (carta) Nº 7 (julio 1998), p. 34 Álava - Fotografías Fotos elogio: Casa en Lasarte; Autovía Arangiz. Material gráfico Nº 1 (jul. 1993), p. 12 Fotos denuncia: Vertedero entre Zurbano y Arzubiaga; Basura en La Puebla de Arganzón; Vertidos en Vitoria y Gardelegi; Casa en Salvatierra/Agurain; Casa en Lasarte; Construcción y ex picadero en Lasarte. Material gráfico. Nº 1 (jul. 1993), p. 13 Fotos elogio: Casa “Mendira begira” de Vitoria; Ciudad Jardín de Vitoria; Estación Renfe de Vitoria. Material gráfico. Nº 2 (dic. 1993), p. 12 Fotos denuncia: Sobre la placa “Erregeak Katolikoak kalea” de Vitoria; Pegatinas sobre señal de tráfico de Vitoria; Iglesia de Arana (Treviño); Centro Municipal de Formación en Técnicas Medioambientales (Armentia). Material gráfico. Nº 2 (dic. 1993), p. 13 Ayer y hoy: Iglesia de Gardelegi; Restaurante La Antonia de Armentia. Material gráfico. Nº 3 (jun. 1994), p. 25 Fotos elogio: Restauración de la Fuente de los Patos de Vitoria. Material gráfico. Nº 3 (jun. 1994), p. 26 Fotos denuncia: Escombros tras la sede de Osakidetza de Vitoria; Suciedad en la campa de la Fuente de los Chorros (Treviño). Material gráfico. Nº 3 (jun. 1994), p. 13 Fotos elogio: Fundación Escudero (Gopegi); Casa de San Vicentejo (Treviño); Casa restaurada en calle Manuel Iradier de Vitoria. Material gráfico. Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27 Fotos denuncia: Granja Agrícola de Arkaute; Depósito de agua (Gardelegi); Basuras junto al pueblo de Montoria; Aparcamiento de camiones en Salburua de Vitoria; Falta de ortografía en señalización. Material gráfico. Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27 Fotos elogio: Café Caruso de Vitoria; Albergue de Ozaeta. Material gráfico. Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25 Fotos denuncia: Basuras en Lasarte; Cables en una casa de Laguardia; Insulto al paisaje en Peñacerrada. Material gráfico. Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25-26 Fotos elogio: Casa en Barrio; Casa en Armentia de Treviño; Albergue en el Parque de Valderejo; Gasolinera en Gardelegi. Material gráfico. Nº 7 (julio 1998), p. 35 Fotos denuncia: Garaje en Franco (Treviño); Fuente en Luzuriaga; Casona en Marquínez; Puente en Foronda; Casa en Ollerías. Material gráfico. Nº 7 (julio 1998), p. 35 Foto elogio: Casa en Zabalain (Legutiano). Material gráfico. Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91 Foto denuncia: Pabellón junto a la iglesia de Arkaute. Material gráfico. Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91 Álava - Historia - 1794 - Fuentes Hernández, Carlos María De cuando el Diputado General de Álava convocaba a la guerra internacional Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 41-42 Álava. Juntas Generales - 1682 - Actas Knörr, Henrike La lengua vasca y las Juntas Generales de Álava: aparece el decreto prohibiendo el euskara en 1682 Nº 3 (jun. 1994), p. 2 Álava. Juntas Generales - Actas Ibisate Lozares, Angel Más sobre el euskara y las Juntas Generales (carta) Nº 4 (abr. 1995), p. 22-23 104 Alaveses - 1936-1937 Jiménez de Aberasturi, Juan Carlos Recensión de La Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi (1936-39), de Juan Pardo San Gil. Diputación Foral de Guipúzcoa, San Sebastián. Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 66-67 Alaveses en América - S. XVIII - Fuentes Garmendia Arruebarrena, José Una correspondencia alavesa en Sevilla Nº 7 (jul. 1998), p. 18 Alaveses en Argentina Verástegui Cobián, Federico Recuerdos de un vitoriano en Argentina Nº 3 (jun. 1994), p. 9 Alaveses en Cádiz - S. XVIII Garmendia Arruebarrena, José Álava marinera, o algunos pilotos y dueños de barcos en Cádiz Nº 5-6 (mayo 1997), p. 2 Garmendia Arruebarrena, José Una correspondencia alavesa en Sevilla Nº 7 (jul. 1998), p. 18 Alaveses en Cuba Aguirre Oar, José Miguel Calidoscopio cubano (1) Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12 Aguirre Oar, José Miguel Calidoscopio cubano (2 - Continuación y fin) Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14 Knörr, Henrike Dos relatos de viaje. II. Cuba, lo que he visto. Notas de unos días en La Habana (1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40 Alaveses en Madrid Hernández, Carlos María Álava en Madrid Nº 1 (jul. 1993), p. 11 Alsacia (Francia) - Descripción Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio Sugerencias ciudadanas de un viaje a Alsacia (carta) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 90 Álvarez Bachiller, Fernán Lebario, Andrés Un homenaje a Fernán Álvarez Bachiller (carta) Nº 4 (abr. 1995), p. 22 Amson, Daniel Knörr, Henrike El tenista pétainista (recensión de Borotra. De Wimbledon à Vichy, de Daniel Amson. Tallandier, París 1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001, p. 88-89 CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICES ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIND NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE Anarquismo Peciña Anitua, Miguel Isaac Puente (1896-1936) y Federica Montseny (1905-1994) Nº 3 (jun. 1994), p. 15-16 Peciña Anitua, Miguel Conmemoraciones sin pedestal: Puente, Durruti y Malraux Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5 Apraiz (Familia) Sociedad Landázuri Noticiario de la Sociedad. Un recuerdo para los Apraiz Nº 2 (dic. 1993), p. 15 Arcaya, Juan de Uriarte Zulueta, Manuel María de Juan de Arcaya y la historiografía alavesa (recensión de Compendio historial y antigüedades de la provincia de Álava (Un manuscrito del siglo XVII para la historia de Álava), de Juan de Arcaya. Silvestre Portilla Ogueta (1993) Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22 Archivo General de Indias (Sevilla) Garmendia Arruebarrena, José Una correspondencia alavesa en Sevilla Nº 7 (jul. 1998), p. 18 Areilza Martínez Rodas, José María de Borderas Gaztambide, Augusto Una semblanza de José María de Areilza Nº 7 (jul. 1998), p. 14-15 Argentina - Descripción Verástegui Cobián, Federico Recuerdos de un vitoriano en Argentina Nº 3 (jun. 1994), p. 9 Asilo de Santa María de las Nieves (Vitoria-Gasteiz) Sociedad Landázuri Recuerdos de antaño (Material gráfico). 1901 Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91 Asociación Cultural Okoa (Vitoria-Gasteiz) Sociedad Landázuri Una nueva asociación cultural y una nueva revista Nº 3 (jun. 1994), p. 27 Astúlez (Álava) López, Luis Astúlez (carta) Nº 7 (julio 1998), p. 34 Atauri (Álava) Knörr, Henrike Atauriko zubia ere bota dute Nº 2 (dic. 1993), p. 14 Atxaga, Bernardo Ortiz de Urbina, Antonio Bernardo Atxaga, Dos hermanos (recensión de Dos hermanos, de Bernardo Atxaga. Ollero & Ramos, Madrid 1995) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 22 Azaola, José Miguel de Knörr, Henrike José Miguel de Azaola, un intelectual europeísta (entrevista) Nº 7 (jul. 1998), p. 16-17 Azkue Aberásturi, Resurrección María de Martínez de Madina Salazar, Elena Eco de las obras de Azkue en El Heraldo Alavés Nº 5-6 (mayo 1997), p. 12 Azúa, Félix de Peciña Anitua, Miguel La guerra según Félix de Azúa (recensión de Cambio de bandera, de Félix de Azúa. Anagrama, Madrid 1991) Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20 B Bajo Ulloa, Juanma Ochoa da Silva, José Javier Juanma Bajo Ulloa, el impulso creativo: el cineasta vitoriano estrenará su nueva película en el Festival Internacional de Venecia (entrevista) Nº 1 (jul. 1993), p. 6-7 Becerro de Bengoa, Ricardo Knörr, Henrike Una oportunidad perdida (recensión de Descripciones de Álava, de Ricardo Becerro de Bengoa. 2ª ed. Ángel Martínez Salazar. Papeles de Zabalanda, VitoriaGasteiz 1996) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 79 Betolaza, Juan Pérez de - Comentarios Lur-zale Una sugerencia para Betolatza (carta) Nº 7 (julio 1998), p. 34 Bilbao, Jon Knörr, Henrike In memoriam Jon Bilbao (1915-1994) Nº 4 (abr. 1995), p. 10-11 Bilingüismo L.L. Dignidad de las dos lenguas (carta) Nº 1 (jul. 1993), p. 12 Boinas Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Aspaldiko gauzak. II. Boinas subversivas Nº 7 (jul. 1998), p. 19 Borgia Peciña, Miguel El toro de los Borgia (recensión de O César o nada de Manuel Vázquez Montalbán. Planeta, Barcelona 1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81 Brujas (Bélgica) Knörr, Henrike Brugge eta euskaldunak Nº 3 (jun. 1994), p. 5 Buchenwald Borderas Gaztambide, Augusto El hayedo Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5 105 C Caballos Gonzalo-Bilbao, Pedro Ignacio Los equinos de los santos Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 57 Campos de concentración (Buchenwald) Borderas Gaztambide, Augusto El hayedo Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5 Carlismo Peciña Anitua, Miguel Cipayos en clave carlista Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4 Caro Baroja, Julio Peciña Anitua, Miguel Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5 Castigos (Educación) Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Aspaldiko gauzak (El testimonio de Pablo de Mendibil) Nº 4 (abr. 1995), p. 8 Cataluña - Descripción Knörr, Henrike Dos relatos de viaje. I. Del Canigó al Empordà (1996) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 34-37 Cocina - Alava Aguirre Oar, José Miguel Curiosidades de la cocina alavesa de Fernando González de Heredia Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23 Consumismo Serrano, Encina Consumo o desgaste Nº 2 (dic. 1993), p. 14 Convento de los Carmelitas Descalzos (Vitoria-Gasteiz) Sociedad Landázuri Recuerdos (El convento de los Carmelitas) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28 Convento de San Francisco (Vitoria-Gasteiz) Urquizu, Francisco S. El convento de San Francisco Nº 3 (jun. 1994), p. 24 Apraiz, Luis Ángel de La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos (1) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17 Convento de Santo Domingo (Vitoria-Gasteiz) Apraiz, Luis Ángel de La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos (2) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17 Corrupción política Verástegui Cobián, Federico La corrupción, Aristóteles y un hortelano Nº 1 (jul. 1993), p. 9 Landázuri ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI Covada Peciña Anitua, Miguel Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas: entrevista inédita (entrevista) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5 Cuba - Descripción Aguirre Oar, José Miguel Calidoscopio cubano (1) Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12 Aguirre Oar, José Miguel Calidoscopio cubano (2): (continuación y fin) Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14 Knörr, Henrike Dos relatos de viaje. II. Cuba, lo que he visto. Notas de unos días en La Habana (1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40 D Dato, Eduardo Val, Venancio del El monumento a Dato Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 46-47 Delay, Florence Knörr, Henrike La incursión “africana” de una novelista (recensión de Etxemendi, de Florence Delay. Gallimard, París 1990) Nº 4 (abr. 1995), p. 15 Derecho civil foral - Álava Sociedad Landázuri Declaración de la Sociedad Landázuri sobre la reforma del derecho foral de Álava Nº 1 (jul. 1993), p. 3 Uriarte Zulueta, Manuel María de El derecho civil alavés en 1993 Nº 1 (jul. 1993), p. 8 Derecho históricos Arrieta Alberdi, Jon Derechos históricos y Constitución: en torno al último libro de Herrero de Miñón (recensión de Derechos Históricos y Constitución, de Miguel Herrero de Miñon. Taurus, Madrid 1998) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 7-13 Díaz de Arcaya, Blas J. Uriarte Zulueta, Manuel María de Una página semiolvidada de la historia vitoriana (recensión de Vitoria y los 43 pueblos de la antigua jurisdicción, de Blas J. Díaz de Arcaya. Ed. facsímil, Vitoria 1850. París-Valencia, Valencia 1994) Nº 7 (jul. 1998), p. Díaz de Luco, Juan Bernal Calleja Ansótegui, Zoilo D. Juan Bernal Díaz de Luco (1495-1556) y su lápida sepulcral en Luco Nº 5-6 (mayo 1997), p. 18 Díaz-Mas, Paloma - Entrevistas Ochoa da Silva, José Javier Escribo para divertirme: Paloma Díaz Mas necesita tranquilidad y varios años para acabar una novela (entrevista) Nº 2 (dic. 1993), p. 4-6 Distinciones Landázuri - 1992-1997 Sociedad Landázuri Seis años de distinciones Landázuri Nº 7 (julio 1998), p. 36 Domaikia (Álava) Iturrate Sáenz de Lafuente, José Una visita a la villa de Domaikia Nº 5-6 (mayo 1997), p. 3 Durruti, Buenaventura Peciña Anitua, Miguel Conmemoraciones sin pedestal: Puente, Durruti y Malraux Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5 E Ecología Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Increíble pero tristemente cierto Nº 1 (jul. 1993), p. 10 Kantoi ibiltari Avisos, pegatinas y demás Nº 2 (dic. 1993), p. 15 Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio ¿Cómo encarcelar al carcelero? Nº 5-6 (mayo 1997), p. 15 Sociedad Landázuri Paisaje y cultura; Eginkizun handiak Nº 7 (jul. 1998), p. 1 Tamanes, Kepa Cigüeñas (carta) Nº 7 (julio 1998), p. 34 Eleizalde, Luis de Aizpuru Murua, Mikel Xabier Eleizalde berriro gure artean (recensión de Países y razas. Las aspiraciones nacionalistas en diversos pueblos (19131914), de Luis de Eleizalde. Universidad del País Vasco, Bilbao 1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72 Escocia - Descripción Knörr, Henrike A través de Álba: impresiones de un viaje por Escocia Nº 7 (jul. 1998), p. 20-22 Espinàs, Josep Maria Morvay, Károly El viajero Espinàs (recensión de A peu per Biscaia, de Josep Maria Espinàs. 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XIII Peris, Antoni El poema latino en honor de Roncesvalles Nº 7 (jul. 1998), p. 11-12 110 Policía Sociedad Landázuri Nota de la Sociedad Landázuri sobre el traslado de servicios policiales a Bilbao Nº 3 (jun. 1994), p. 27 Puente, Isaac Peciña Anitua, Miguel Conmemoraciones sin pedestal: Puente, Durruti y Malraux Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5 Peciña Anitua, Miguel Isaac Puente (1896-1936) y Federica Montseny (1905-1994) Nº 3 (jun. 1994), p. 15-16 Ramírez Lozano, José Antonio Palacios Fernández, Emilio Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego (recensión de La derrota de los fabulistas, de José A. Ramírez Lozano. Aguaclara, Alicante 1994) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 8-9 R Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País Verástegui Cobián, Federico Aparecen las actas originales de la fundación de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País Nº 2 (dic. 1993), p. 2 Rehabilitación urbana - Vitoria-Gasteiz Apraiz, Luis Angel de Sobre el derribo de las casas frente al Parlamento Vasco Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3 Religión Knörr, Henrike Instrucción religiosa, cultura religiosa Nº 2 (dic. 1993), p. 4 Renacimiento - Vitoria-Gasteiz Martín Miguel, María Ángeles Arte y cultura en Vitoria durante el s. XVI Nº 5-6 (mayo 1997), p. 13-14 Repoblación forestal - Álava Sáenz de San Pedro, Antonio Repoblación, recuperación, paisaje Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24 Ricardo III – S. XIV Uriarte Zulueta, Manuel María de Ricardo III en Álava o La publicidad en el siglo XIV Nº 2 (dic. 1993), p. 3 Riquer, Martí de Mota, Carlos Riquer y sus ancestros (recensión de Quinze generaciones d’una família catalana, de Martí de Riquer. Quaderns Crema, Barcelona 1998) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 68-69 Rodríguez Olmedo, Mariano Uriarte Zulueta, Manuel María de El diputado que quería ser obispo (sobre Mariano Rodríguez Olmedo) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 6-7 CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICES ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIND NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE Román del Cerro, Juan Luis Knörr, Henrike El ibérico seguirá esperando (recensión de El origen ibérico de la lengua vasca. (según los primeros testimonios escritos en lengua ibérica de Andalucía, Aragón, Cataluña, Valencia y Portugal), de Juan L. Román del Cerro. Aguaclara, Alicante, 1993) Nº 3 (jun. 1994), p. 22 Roncesvalles Peris, Antoni El poema latino en honor de Roncesvalles Nº 7 (jul. 1998), p. 11-12 Rubio Pobes, Coro Portillo Valdés, José María Liberalismo y carlismo en la primera mitad del XIX (recensión de Revolución y tradición. El País Vasco ante la Revolución liberal y la construcción del Estado español, 1808-1868, de Coro Rubio Pobes. Siglo XXI e Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, Madrid 1996) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 82-83 S San Juan de Luz (Lapurdi) Descripción Otaola, Javier San Juan de Luz Nº 4 (abr. 1995), p. 7 Samaniego, Félix María de. Fábulas Crítica e interpretación Palacios Fernández, Emilio Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego (recensión de La derrota de los fabulistas, de José A. Ramírez Lozano. 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Presentación de la revista Landázuri; Un recuerdo para los Apraiz; Más de cien socios Nº 2 (dic. 1993), p. 15 Sociedad Landázuri Seis años de Distinciones Landázuri Nº 7 (julio 1998), p. 36 Garmendia Arruebarrena, José Unos deseos para Landázuri y Vitoria Nº 3 (jun. 1994), p. 23 111 Legardagutxi Gora zuek! (carta) Nº 7 (julio 1998), p. 34 Southworth, Herbert Rutledge Crítica e interpretación Peciña Anitua, Miguel Southworth y Gernika Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 6 Steiner, George Knörr, Henrike George Steiner mintzo (recensión de Entretiens, de George Steiner y Ramin Jahanbegloo. Félin, Paris 2000) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 75 T Taibo, Carlos Camus Bergareche, Bruno Algo de luz sobre los conflictos yugoslavos (recensión de Para entender el conflicto de Kosova, dede Carlos Taibo. Los libros de la Catarata, Madrid 1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 78 Tastet, Fermín - Biografías Ortuño Martínez, Manuel Fermin Tastet, banquero de Bilbao y el primer exilio liberal en Londres (18141820): notas sobre los inicios del liberalismo en el País Vasco Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 14-16 Teatro - Vitoria-Gasteiz Ochoa da Silva, José Javier Félix González Petite. Anhelos de calidad teatral: El programador del Principal apuesta por los espectáculos de categoría (entrevista) Nº 3 (jun. 1994), p. 13-14 Televisión - Aspectos sociales Sociedad Landázuri Petición de la Sociedad Landázuri para que se limite la violencia en la televisión Nº 1 (jul. 1993), p. 3 Terrorismo - Vasconia Darnos a conocer; Bakea gauza guztien gainetik Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 1 Testamentos Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Aspaldiko gauzak. III. Cualquier tiempo pasado no fue mejor Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45 Toponimia - Álava Lizundia, José Luis Sobre el topónimo mayor Ganboa Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24 Tortura (Álava) - Iglesias y templos Aguirre Oar, José Miguel Abandono y ruina de la iglesia de Tortura Nº 5-6 (mayo 1997) , p. 19-21 Treviño, Condado de Uriarte Zulueta, Manuel María de Treviño y la frontera de Inglaterra Nº 2 (dic. 1993), p. 9 Landázuri ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI Sociedad Landázuri Ayer y hoy (de la desaparecida torre medieval del puente de Treviño). Material gráfico Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25 Txistularis - Vitoria-Gasteiz Fotografías Malizhaeza, Eneko Viejos txistularis y una sugerencia Nº 4 (abr. 1995), p. 21 U Ugarte Alvarado, Roberto - Entrevistas Estarrona, Jesús María Roberto Ugarte, director de la Escuela de Música Luis Aramburu: “Las instituciones deben fomentar el intercambio de músicos” (entrevista) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 10-11 Ugarte Tellería, Javier Peciña Anitua, Miguel El carlismo vascónico en 1936 (recensión de La nueva Covadonga. Orígenes sociales y culturales de la sublevación de 1936 en Navarra y el País Vasco, de Javier Ugarte. Biblioteca Nueva e Instituto de Historial Social Valentín de Foronda, Madrid 1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 62-63 Unamuno, Miguel de Granja Pascual, José Javier Esbozos de Unamuno (recensión de Escritos inéditos sobre Euskadi, de Miguel de Unamuno; edición y notas de Laureano Robles. Ayuntamiento de Bilbao, Bilbao, 1998) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 58-59 Universidad del País Vasco. Campus de Álava Sociedad Landázuri Declaración de la Sociedad Landázuri sobre el campus de Álava de la Universidad del País Vasco Nº 1 (jul. 1993), p. 2-3 Uranga, José Ignacio de Peciña Anitua, Miguel El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano Nº 2 (dic. 1993), p. 7 V Vasconia - Historia - Guerra carlista, 1833-1840 Antxustegi Igartua, Esteban Muñagorriren bertsoak o el fuerismo popular Contiene: Berso berriyac, egui garbiyac Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20 Peciña Anitua, Miguel El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano Nº 2 (dic. 1993), p. 7 Vasconia - Historia - Guerra civil, 19361939 Pardo San Gil, Juan Álava y la marina de guerra auxiliar de Euzkadi (1936-1937) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 24-27 Vasconia - Historia - S. XII-XIV Uriarte Zulueta, Manuel María de Treviño y la frontera de Inglaterra Nº 2 (dic. 1993), p. 9 Lopetegi Senperena, Guadalupe Un estudio de los documentos de la cancillería de Sancho el Sabio de Navarra (1150-1194) Nº 3 (jun. 1994), p. 3 Vascos en Brujas (Bélgica) Knörr, Henrike Brugge eta euskaldunak Nº 3 (jun. 1994), p. 5 Vascos en Canadá Knörr, Henrike Selma Huxley, la gran investigadora de los marinos vascos (entrevista) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 49-53 Vázquez Montalbán, Manuel Peciña Anitua, Miguel El toro de los Borgia (recensión de O César o nada, de Manuel Vázquez Montalbán. Planeta, Barcelona 1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81 Velasco (Familia) Verástegui Cobián, Federico Etxezarra Nº 3 (jun. 1994), p. 17 Verástegui Mariaca, Prudencio María de Hernández, Carlos María De cuando el Diputado General de Álava convocaba a la guerra internacional Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 41-42 Vereda Knörr, Henrike Gora auzalana! Nº 1 (jul. 1993), p. 5 Villanueva de Valdegovía (Álava) - Restos arqueológicos romanos Elejalde, José María Un dibujo “sorprendente” grabado sobre una losa en Villanueva de Valdegobia (Álava) Nº 1 (jul. 1993), p. 5 Violencia Sociedad Landázuri Petición de la Sociedad Landázuri para que se limite la violencia en la televisión Nº 1 (jul. 1993), p. 3 Virgen del Pilar Novella, Pedro J. El dintel de Pilar en Marquínez Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 31-33 Vitoria, Primera batalla de, (1367) Uriarte Zulueta, Manuel María de La primera batalla de Vitoria Nº 4 (abr. 1995) , p. 3-4 112 Vitoria-Gasteiz - Barrios - 1291 Uriarte Zulueta, Manuel María de Vitoria y sus barrios en 1291 Nº 3 (jun. 1994), p. 4 Vitoria-Gasteiz - Casas Verástegui Cobián, Federico Etxezarra Nº 3 (jun. 1994), p. 17 Ortuño Bustite Notas sobre la casa Etxezarra, sita en Vitoria Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 48 Apraiz, Luis Angel de Sobre el derribo de las casas frente al Parlamento vasco Nº. 2 (dic. 1993), p. 2-3 Vitoria-Gasteiz - Comentarios Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Mis conversaciones con Helmut (entrevista) Nº 2 (dic. 1993), p. 8 Vitoria-Gasteiz - Cultura - S. XVI Martín Miguel, María Angeles Arte y cultura en Vitoria durante el siglo XVI Nº 5-6 (mayo 1997), p. 13-14 Vitoria-Gasteiz - Descripción Val, Venancio del Chimeneas industriales Nº 4 (abr. 1995), p. 6 Vitoria-Gasteiz - Fotografías Ayer y hoy (sobre el derribo de la capilla del hospital de Santiago). Material gráfico. Nº 2 (dic. 1993), p. 12 Fotos elogio: Casa “Mendira begira”, Ciudad Jardín; Estación Renfe. Material gráfico. Nº 2 (dic. 1993), p. 12 Fotos denuncia: Sobre la placa “Erregeak Katolikoak kalea”; Pegatinas sobre señal de tráfico; Iglesia de Arana (Treviño); Centro Municipal de Formación en Técnicas Medioambientales (Armentia). Material gráfico. Nº 2 (dic. 1993), p. 13 Ayer y hoy: Iglesia de Gardelegi; Restaurante La Antonia de Armentia. Material gráfico. Nº 3 (jun. 1994), p. 25 Fotos elogio: Restauración de la fuente de los Patos. Material gráfico Nº 3 (jun. 1994), p. 26 Fotos denuncia: Escombros tras la sede de Osakidetza; Suciedad en la campa de la Fuente de los Chorros (Treviño). Material gráfico. Nº 3 (jun. 1994), p. 13 Ayer y hoy: Plaza de Bilbao. Material gráfico. Nº 4 (abr. 1995), p. 26 Fotos elogio: Fundación Escudero (Gopegi); Casa de San Vicentejo (Treviño); Casa restaurada en calle Manuel Iradier de Vitoria. Material gráfico. Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27 CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICES ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIND NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE Fotos denuncia: Granja Agrícola de Arkaute; Depósito de agua (Gardelegi); Basuras junto al pueblo de Montoria; Aparcamiento de camiones en Salburua; Falta de ortografía en señalización. Material gráfico. Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27 Fotos elogio: Café Caruso; Albergue de Ozaeta. Material gráfico. Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25 Recuerdos de antaño: Fielato en Vitoria. Material gráfico. Nº 7 (jul. 1998), p. 31 Recuerdos de antaño: Asilo de las Nieves (Vitoria). Material gráfico. Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91 Elogio... de una fachada restaurada Restauración del n.º 17 de la calle Florida (Vitoria). Material gráfico. Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92 Vitoria-Gasteiz - Historia - 1808 Ortega Munilla, José Recuerdos históricos: Napoleón en Vitoria Nº 3 (jun. 1994), p. 17-18 Vitoria-Gasteiz - Historia - 1813 Uriarte Zulueta, Manuel María de La primera batalla de Vitoria (1367) Nº 4 (abr. 1995), p. 3-4 Vitoria-Gasteiz - Monumentos Sedano Laño, José María Lápidas en las calles vitorianas Nº 3 (jun. 1994), p. 6-7 Val, Enrique del Un monumento a Celedón Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25 Val, Venancio del En torno a Celedón Nº 7 (jul. 1998), p. 24 Vitoria-Gasteiz - Plazas Moraza Bastida, Pedro M. Preguntas sobre la plaza de los Fueros Nº 4 (abr. 1995), p. 25 Vitoria-Gasteiz - Fielatos Recuerdos de antaño (Fielato en Vitoria) (Material gráfico) Nº 7 (jul. 1998), p. 31 Vitoria-Gasteiz - Urbanismo Apraiz, Luis Angel de Sobre el derribo de las casas frente al Parlamento Vasco Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3 Verástegui Cobián, Federico Las impresiones de don Prudencio Nº 2 (dic. 1993), p. 6 Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Increíble pero tristemente cierto Nº 1 (jul. 1993), p. 10 Arabar bat Más sugerencias Nº 4 (abr. 1995), p. 23-24 Moraza Bastida, Pedro M. Preguntas sobre la plaza de los Fueros Nº 4 (abr. 1995), p. 25 Vitoria-Gasteiz - Folklore Val, Enrique del Un monumento a Celedón Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25 Val, Venancio del En torno a Celedón Nº 7 (jul. 1998), p. 24 Vizcaya Morvay, Károly El viajero Espinás (recensión de A peu per Biscaia, de Josep Maria Espinás. La campana, Barcelona, 2000) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 74-75 Y Yugoslavia - Historia Borderas Gaztambide, Augusto Mostar. Yo estuve allí Nº 1 (jul. 1993), p. 4 Z Zarate (Álava) - Iglesia Iturrate Sáenz de Lafuente, José Se descubre un ventanal románico en la parroquia de Zarate Nº 3 (jun. 1994), p. 2 Zurbano, Martín Peciña Anitua, Miguel El general Uranga y el cadáver de Martín Zurbano Nº 2 (dic. 1993), p. 7 Zurbano (Álava) - Casas Otazu Llana, Alfonso Los monumentos civiles de mi pueblo Nº 3 (jun. 1994), p. 19-20 CORTAR POR LA LINEA DE PUNTOS Y ENVIAR A: SOCIEDAD CÍVICO-CULTURAL LANDÁZURI Registro de Asociaciones nº A/3.273/92 Aptdo. de Correos 828 01080 VITORIA-GASTEIZ SOLICITUD DE INFORMACIÓN sobre la Sociedad Landázuri y sus actividades Landázuri elkarteaz eta haren ekintze ARGIBIDE ESKARIA [PONER UNA CRUZ A LA DERECHA / GURUTZE BAT EZAR BEDI ESKUIN ALDEAN] Quisiera recibir / Hartu nahi nuke: Sobre la Sociedad / Elkarteaz argibidea ................................. Sobre las actividades / Ekintzez .............................................. Nombre y apellidos / Izen deiturak: Calle, plaza, etc. / Kalea, plaza, e.a.: Población / Herria: Código postal / Posta kodea: Correo electrónico / Posta elektronikoa: 113 Landázuri 야 ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI C ATÁ L O G O d e AUT O RE S A Agirre Oar, Joseba Mikel Calidoscopio cubano (1) Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12 Calidoscopio cubano (2) Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14 Viejos txistularis y una sugerencia Nº 4 (abr. 1995), p. 21 Abandono y ruina de la iglesia de Tortura Nº 5-6 (mayo 1997), p. 19-21 Fernando González de Heredia, Curiosidades de la cocina alavesa. Vitoria 1995 (recensión de Curiosidades de la cocina alavesa, de Fernándo González Heredia. Vitoria 1993)) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23 Mario Lopez de Guereña y Fernando González de Heredia, Zaldibartxo (1941-1991). Vitoria 1995 (recensión de 50 años de Zaldibartxo (1941-1991), de Mario López de Guereña y Fernando González de Heredia. (Vitoria 1995)) Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23 Nacionalismo vasco en Vitoria Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28 Aguirre Oar, José Miguel v.a. Agirre, Joseba Mikel Aizpuru Murua, Mikel Xabier Eleizalde berriro gure artean (recensión de Países y razas. Las aspiraciones nacionalistas en diversos pueblos (19131914), de Luis de Eleizalde. Universidad del País Vasco, Bilbao, 1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72 Alli Aranguren, Juan Cruz Juan Cruz Alli responde a Landázuri sobre Eusko Ikaskuntza Nº 3 (jun. 1994), p. 23 Antxustegi Igartua, Esteban V. a. Moreno Bergareche, Alvaro Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral Nº 7 (jul. 1998), p. 9-10 Muñagorriren bertsoak o el fuerismo popular. Contiene: Berso berriyac egui garbiyac Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20 Apraiz, Luis Ángel de Sobre el derribo de las casas frente al Parlamento vasco Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3 Jesús Guinea y González de Peñalba (necrológica) Nº 4 (abr. 1995), p. 2 La arquitectura en Vitoria en sus monumentos desaparecidos Nº 5-6 (mayo 1997), p. 16-17 El convento de San Francisco Nº 3 (jun. 1994), p. 24 Arabar bat Más sugerencias Nº 4 (abr. 1995), p. 23-24 Arduia v. Santiago, Natividad de Arrieta Alberdi, Jon Derechos históricos y constitución: en torno al último libro de Herrero de Miñón (recensión de Derechos Históricos y Constitución, de Miguel Herrero de Miñon. 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Knörr, Henrike Beolarra v. Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Berasategui Garaizábal, Luis Soneto que el socio Luis Berasategui Garaizábal dedica humildemente a la Sociedad Cívico-Cultural Landázuri y a su naciente boletín Nº 1 (jul. 1993), p. 11 Borderas Gaztambide, Augusto Mostar. “Yo estuve allí” Nº 1 (jul. 1993), p. 4 El hayedo [sobre Buchenwald] Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5 Una semblanza de José María de Areilza Nº 7 (jul. 1998), p. 14-15 Bustite, Ortuño v. Rotaeche, Manuel C Calleja Ansótegui, Zoilo D. Juan Bernal Díaz de Luco (14951556) y su lápida sepulcral en Luco Nº 5-6 (mayo 1997), p. 18 Camus Bergareche, Bruno Algo de luz sobre los conflictos yugoslavos (recensión de Para entender el conflicto de Kosova, de Carlos Taibo. 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Cualquier tiempo pasado no fue mejor Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45 Santiago, Natividad de Uso y abuso de la fiesta de Santa Águeda Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24 Santiago, Rosario Isabel de No se responde Nº 2 (dic. 1993), p. 11 Sedano Laño, José María Lápidas en las calles vitorianas Nº 3 (jun. 1994), p. 6-7 Serrano, Encina Consumo o desgaste Nº 2 (dic. 1993), p. 14 Serrano de Pablo, José Antonio Mi vitorianismo Nº 3 (jun. 1994), p. 24-25 Sociedad Landázuri 117 Declaración fundacional de la Sociedad Landázuri Nº 1 (jul. 1993), p. 1-2 Declaración de la Sociedad Landázuri sobre el campus de Álava de la Universidad del País Vasco Nº 1 (jul. 1993), p. 2-3 Declaración de la Sociedad Landázuri sobre la reforma del derecho foral de Álava Nº 1 (jul. 1993), p. 3 Petición de la Sociedad Landázuri para que se limite la violencia en la televisión Nº 1 (jul. 1993), p. 3 Resumen de 15 meses de la Sociedad Landázuri (febrero 1992 – mayo 1993) Nº 1 (jul. 1993), p. 13-15 Gracias y adelante; Itxaropena Nº 2 (dic. 1993), p. 1 Ayer y hoy. 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Nº 4 (abr. 1995), p. 26 La Fundación Otazu Zulueta Nº 4 (abr. 1995), p. 28 Presentación; Lehenengo asmo bera Nº 5-6 (mayo 1997), p. 1 Ayer y hoy: De la desaparecida torre medieval del puente de Treviño. Material gráfico. Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25 Noticiario de la Sociedad: actividades mayo 1995 – abril 1997) Landázuri ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI Nº 5-6 (mayo 1997), p. 26 Recuerdos. 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Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92 Noticiario de la Sociedad Landázuri (septiembre 1998 – junio 2001) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92-95 T Tabar Anitua, Fernando Sobre El cazador de Murillo Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 21-23 Tamames, Kepa Cigüeñas [carta] Nº 7 (julio 1998), p. 34 U Uriarte Zulueta, Manuel María de El derecho civil alavés en 1993 Nº 1 (jul. 1993), p. 8 Ricardo III en Álava o la publicidad en el siglo XIV Nº 2 (dic. 1993), p. 3 Treviño y la frontera de Inglaterra Nº 2 (dic. 1993), p. 9 Vitoria y sus barrios en 1291 Nº 3 (jun. 1994), p. 4 Juan de Arcaya y la historiografía alavesa (recensión de Compendio historial y antigüedades de la provincia de Álava (Un manuscrito del siglo XVII para la historia de Álava), de Juan de Arcaya. 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II. Boinas subversivas Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 7 (jul. 1998), p. 19 Aspaldiko gauzak. III. Cualquier tiempo pasado no fue mejor Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45 Atauriko zubia ere bota dute Knörr, Henrike Nº 2 (dic. 1993), p. 14 Avisos, pegatinas y demás Knörr, Henrike Ayer y hoy Ayer y hoy. Material gráfico Nº 2 (dic. 1993), p. 12 CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICES ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIND NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE Ayer y hoy. 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Boinas subversivas Nº 7 (jul. 1998), p. 19 Brugge eta euskaldunak Knörr, Henrike Nº 3 (jun. 1994), p. 5 C Calidoscopio cubano (1) Aguirre Oar, José Miguel Nº 3 (jun. 1994), p. 10-12 Calidoscopio cubano (2) Aguirre Oar, José Miguel Nº 4 (abr. 1995), p. 12-14 Caminos de la “Cruz Blanca” Donnay, Alfredo Precede al tít.: Un recuerdo de la Cruz Blanca, hoy en algún depósito municipal Nº 4 (abr. 1995), p. 21 Carlismo vascónico en 1936, El Peciña Anitua, Miguel Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 62-63 Cartas Astúlez / Luis López. Gora zuek! / Legardagutxi. Cigüeñas / Kepa Tamames. La fuente de la Trinidad / Un grupo de montañeros. Karobia Elgean / X.X. Una sugerencia para Betolaza / Lur-zale Nº 7 (julio 1998), p. 34 Cartas a la revista Dignidad de las dos lenguas / L.L. Teléfonos en los bares / Landázurizale Nº 1 (jul. 1993), p. 12 Chimeneas industriales Val, Venancio del Nº 4 (abr. 1995), p. 6 Cipayos en clave carlista Peciña Anitua, Miguel Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4 ¿Cómo encarcelar al carcelero? Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 5-6 (mayo 1997), p. 15 Conmemoraciones sin pedestal, Puente, Durruti y Malraux Peciña Anitua, Miguel Nº 7 (jul. 1998), p. 3-5 Consumo o desgaste Serrano, Encina Nº 2 (dic. 1993), p. 14 Contra el gauchismo y demás Knörr, Henrike Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 86-87 El convento de San Francisco Urquizu, Francisco S. Nº 3 (jun. 1994), p. 24 Una correspondencia alavesa en Sevilla Garmendia Arruebarrena, José Nº 7 (jul. 1998), p. 18 La corrupción, Aristóteles y un hortelano Verástegui Cobián, Federico Nº 1 (jul. 1993), p. 9 Cualquier tiempo pasado no fue mejor Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 45 Cuba, lo que he visto Knörr, Henrike Dos relatos de viaje. II. Cuba, lo que he visto. Notas de unos días en La Habana (1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40 D D. Juan Bernal Díaz de Luco (1495-1556) y su lápida sepulcral en Luco Calleja Ansótegui, Zoilo Nº 5-6 (mayo 1997), p. 18 Darnos a conocer Resumen en euskera: Bakea gauza guztien gainetik Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 1 De cuando el Diputado General de Álava convocaba a la guerra internacional Hernández, Carlos Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 41-42 De leyes, normativas y demás parientes Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 3 (jun. 1994), p. 8 De nuevo en la calle Resumen en euskera: Berriro ere zuen artean Nº 3 (jun. 1994), p. 1 De vuelta a las raíces Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio Nº 7 (jul. 1998), p. 13-14 Declaración de la Sociedad Landázuri sobre el Campus de Álava de la Universidad del País Vasco Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Nº 1 (jul. 1993), p. 2-3 Declaración de la Sociedad Landázuri sobre la reforma del derecho foral de Alava Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Nº 1 (jul. 1993), p. 3 Declaración fundacional de la Sociedad Landázuri Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Nº 1 (jul. 1993), p. 1-2 Del Canigó al Empordà (1996) Knörr, Henrike Dos relatos de viaje. 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Del Canigó al Empordà (1996) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 34-37 Knörr, Henrike Dos relatos de viaje. II, Cuba, lo que he visto. Notas de unos días en La Habana (1999) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 38-40 E Eco de las obras de Azkue en El Heraldo Alavés Martínez de Madina Salazar, Elena Nº 5-6 (mayo 1997), p. 12 Eleizalde berriro gure artean Aizpuru Murua, Mikel Xabier Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72 Elogio de una fachada restaurada Material gráfico Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92 En torno a Celedón Val, Venancio del Nº 7 (jul. 1998), p. 24 Los equinos de los santos Gonzalo-Bilbao, Pedro Ignacio Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 57 Esbozos de Unamuno Granja Pascual, José Javier Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 58-59 Escribo para divertirme Ochoa da Silva, José Javier Escribo para divertirme: Paloma Díaz Mas necesita tranquilidad y varios años para acabar una novela Nº 2 (dic. 1993), p. 4-6 Un estudio de los documentos de la Cancillería de Sancho el Sabio de Navarra (1150-1194) Lopetegi Senperena, Guadalupe Nº 3 (jun. 1994), p. 3 Etica y estética de la novela policíaca Otaola, Javier Nº 5-6 (mayo 1997), p. 5 Landázuri ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI Etxezarra Verástegui Cobián, Federico Nº 3 (jun. 1994), p. 17 Euskara txukunaren bila Knörr, Henrike Nº 7 (jul. 1998), p. 28 El euskera en Galarreta en 1748 Ibisate Lozares, Angel El euskera en Galarreta en 1748 Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 43-44 Eusko Ikaskuntza Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 2 (dic. 1993), p. 13 F Félix González Petite. Anhelos de calidad teatral Ochoa da Silva, José Javier Nº 3 (jun. 1994), p. 13-14 Fermín Tastet, banquero de Bilbao y el primer exilio liberal en Londres (18141820) Ortuño Martínez, Manuel Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 14-16 Foto denuncia Foto denuncia. Material gráfico Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91 Foto elogio Foto elogio. Material gráfico Nº 3 (jun. 1994), p. 12 Foto elogio. Material gráfico Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91 Fotos denuncia Fotos denuncia. Material gráfico Nº 1 (jul. 1993), p. 13 Fotos denuncia. Material gráfico Nº 2 (dic. 1993), p. 13 Fotos denuncia. Material gráfico Nº 3 (jun. 1994), p. 13 Fotos denuncia. Material gráfico Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27 Fotos denuncia. Material gráfico Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25-26 Fotos denuncia. Material gráfico Nº 7 (julio 1998), p. 35 Fotos elogio Fotos elogio. Material gráfico Nº 1 (jul. 1993), p. 12 Fotos elogio. Material gráfico Nº 2 (dic. 1993), p. 12 Fotos elogio. Material gráfico Nº 4 (abr. 1995), p. 26-27 Fotos elogio. Material gráfico Nº 5-6 (mayo 1997), p. 25 Fotos elogio. Material gráfico Nº 7 (julio 1998), p. 35 Franquicias condales castellanas Gárate, Alberto Nº 7 (jul. 1998), p. 29 El fuerismo popular. Berso berriyac egui garbiyac Antxustegi Igartua, Esteban Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20 La Fundación Otazu Zulueta Nº 4 (abr. 1995), p. 28 G J El General Uranga y el cadáver de Martín Zurbano Peciña Anitua, Miguel Nº 2 (dic. 1993), p. 7 George Steiner mintzo Knörr, Henrike Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 75 Gora auzalana! Knörr, Henrike Nº 1 (jul. 1993), p. 5 Gracias y adelante Resumen en euskera: Itxaropena Nº 2 (dic. 1993), p. 1 Guerra según Félix de Azúa, La Peciña Anitua, Miguel Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20 Jesús Guinea y González de Peñalba Apraiz, Luis Angel de Nº 4 (abr. 1995), p. 2 José Miguel de Azaola, un intelectual europeísta Knörr, Henrike Nº 7 (jul. 1998), p. 16-17 Juan Cruz Alli responde a Landázuri sobre Eusko Ikaskuntza Alli Aranguren, Juan Cruz Nº 3 (jun. 1994), p. 23 Juan de Arcaya y la historiografía alavesa Uriarte Zulueta, Manuel María de Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22 Juanma Bajo Ulloa, el impulso creativo Ochoa da Silva, José Javier Nº 1 (jul. 1993), p. 6-7 Judíos y cristianos Azaola, José Miguel de Nº 7 (jul. 1998), p. 6-7 Julio Caro Baroja, sobre la covada, costumbres sexuales y otras cosas Peciña Anitua, Miguel Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 3-5 Justificación y solicitud Resumen en euskera: Berandu, baina... Nº 4 (abr. 1995), p. 1 H El Hayedo Borderas Gaztambide, Augusto Nº 4 (abr. 1995), p. 4-5 Un Hombre extraordinario, Un Rechazo, Máximo Un hombre extraordinario: José María Murga. Recuerdos marroquíes del Moro Vizcaíno Nº 4 (abr. 1995), p. 15-16 Homenaje a Fernán Alvarez Bachiller Lebario, Andrés Nº 4 (abr. 1995), p. 22 Las hormigas nunca fueron en peregrinación a la tumba de Samaniego Palacios Fernández, Emilio Nº 5-6 (mayo 1997), p. 8-9 I El Ibérico seguirá esperando Knörr, Henrike Nº 3 (jun. 1994), p. 22 Ikusi dudan neska ederena zara... Morvay, Károly Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 73 Las impresiones de don Prudencio Verástegui Cobián, Federico Nº 2 (dic. 1993), p. 6 In memoriam Jon Bilbao (1915-1994) Knörr, Henrike Nº 4 (abr. 1995), p. 10-11 Increíble pero tristemente cierto Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 1 (jul. 1993), p. 10 La incursión “africana” de una novelista Knörr, Henrike Nº 4 (abr. 1995), p. 15 La inhumación de los restos de Ignacio Hidalgo de Cisneros Hidalgo de Cisneros Alonso, Ignacio Nº 4 (abr. 1995), p. 9-10 Instrucción religiosa, cultura religiosa Knörr, Henrike Nº 2 (dic. 1993), p. 4 Isaac Puente (1896-1936) y Federica Montseny (1905-1994) Peciña Anitua, Miguel Nº 3 (jun. 1994), p. 15-16 120 L Lápidas en las calles vitorianas Sedano Laño, José María Nº 3 (jun. 1994), p. 6-7 Lehenengo asmo bera Presentación Resumen en euskera: Lehenengo asmo bera Nº 5-6 (mayo 1997), p. 1 La lengua vasca y las Juntas Generales de Alava: aparece el decreto prohibiendo el euskera en 1682 Knörr, Henrike Nº 3 (jun. 1994), p. 2 Liberalismo de la tierra Ortiz de Orruño Legarda, José María Fausto de Otazu a Iñigo Ortés de Velasco: cartas 1834-1841 de Juan Vidal-Abarca, Federico de Verástegui y Alfonso Otazu (eds.) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 60-61 Liberalismo y carlismo en la primera mitad del XIX Portillo Valdés, José María Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 82-83 Libro sobre Julián de Ajuriaguerra Nº 4 (abr. 1995), p. 20 Libros Aguirre Oar, José Miguel Zaldibartxo (1941-1991) de Mario López de Guereña y Fernando González de Heredia Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23 Aguirre Oar, José Miguel Curiosidades de la cocina alavesa de Fernándo González Heredia Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23 Aizpuru Murua, Mikel Xabier Eleizalde berriro gure artean Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 72 CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICES ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIND NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE Camus Bergareche, Bruno Algo de luz sobre los conflictos yugoslavos Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 78 Díaz Noci, Javier Recuperar los albores de prensa alavesa: el primer periódico vitoriano, en facsímil Nº 7 (jul. 1998), p. 30 Gárate, Alberto Las Merindades de Castilla Vieja y su Junta General de Rafael Sánchez Domingo Nº 5-6 (mayo 1997), p. 23 Gárate, Alberto Franquicias condales castellanas Nº 7 (jul. 1998), p. 29 Granja Pascual, José Javier Esbozos de Unamuno Nº 8-9-10 (jul. 2001) p. 58-59 Hernández Pérez de Landazabal, Luis Arturo Novela bizantina serbia Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 76-77 Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos La Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi (1936-39) de Juan Pardo San Gil Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 66-67 Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos Los vericuetos del lehendakari Aguirre Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 84-85 Knörr, Henrike El ibérico seguirá esperando Nº 3 (jun. 1994), p. 22 Knörr, Henrike La incursión “africana” de una novelista Nº 4 (abr. 1995), p. 15 Knörr, Henrike Euskal hiztegia de Ibon Sarasola Nº 5-6 (mayo 1997) , p. 22 Knörr, Henrike Euskara txukunaren bila Nº 7 (jul. 1998), p. 28 Knörr, Henrike Marianistak oroitzen direnean Nº 8-9-10. (jul. 2001), p. 71 Knörr, Henrike George Steiner mintzo Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 75 Knörr, Henrike Una oportunidad perdida Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 79 Knörr, Henrike Contra el gauchismo y demás Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 86-87 Knörr, Henrike El tenista pétainista Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 88-89 Libro sobre Julián de Ajuriaguerra Nº 4 (abr. 1995), p. 20 Martínez de Madina Salazar, Elena Los viajeros en Vitoria Nº 4 (abr. 1995), p. 16-17 Martínez Fernández, Eukene Pays Basque roman: Alava, Biscaye, Guipúzcoa, de José Javier López de Ocariz Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 70-71 Morvay, Károly Ikusi dudan neska ederrena zara... Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 73 Morvay, Károly El viajero Espinàs Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 74-75 Mota, Carlos Riquer y sus ancestros Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 68-69 Ortiz de Orruño Legarda, José María Liberalismo de la tierra Fausto de Otazu a Iñigo Ortés de Velasco: cartas 1834-1841 de Juan Vidal-Abarca, Federico de Verástegui y Alfonso Otazu (eds.) Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 60-61 Ortiz de Urbina, Antonio Dos hermanos, de Bernardo Atxaga Nº 5-6 (mayo 1997), p. 22 Ortiz de Urbina, Antonio Muñoz Molina y Vitoria Nº 7 (jul. 1998), p. 27 Peciña Anitua, Miguel La guerra según Félix de Azúa Nº 4 (abr. 1995), p. 18-20 Peciña Anitua, Miguel Mugalaris en la II Guerra Mundial Nº 7 (jul. 1998), p. 25 Peciña Anitua, Miguel El carlismo vascónico en 1936 Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 62-63 Peciña Anitua, Miguel El toro de los Borgia Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81 Portillo Valdés, José María Liberalismo y carlismo en la primera mitad del XIX Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 82-83 Rechazo, Máximo Un hombre extraordinario: José María Murga. Recuerdos marroquíes del Moro Vizcaíno Nº 4 (abr. 1995), p. 15-16 Ruiz de Urrestarazu, Manuel María Una visión de Valderejo Nº 4 (abr. 1995), p. 17-18 Uriarte Zulueta, Manuel María de Juan de Arcaya y la historiografía alavesa Nº 3 (jun. 1994), p. 21-22 Uriarte Zulueta, Manuel María de Una página semiolvidada de la historia vitoriana Nº 7 (jul. 1998), p. 26 Zabaleta, Mikel De la derrota a la esperanza: políticas vascas durante la II Guerra Mundial (1937-1947), de Juan Carlos Jiménez de Aberásturi Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 64-65 M Marianistak oroitzen direnean Knörr, Henrike Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 71 Más sobre el euskara y las Juntas Generales Ibisate Lozares, Angel Nº 4 (abr. 1995), p. 22-23 Más sobre el Orfeón Vitoriano Val, Venancio del Nº 7 (jul. 1998), p. 23 Más sugerencias Arabar bat Nº 4 (abr. 1995), p. 23-24 Mi vitorianismo Serrano de Pablo, José Antonio Nº 3 (jun. 1994), p. 24-25 121 Mis conversaciones con Helmut Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 2 (dic. 1993), p. 8 Un monumento a Celedón Val, Enrique del Nº 4 (abr. 1995), p. 24-25 El monumento a Dato Val, Venancio del Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 46-47 Los monumentos civiles de mi pueblo Otazu Llana, Alfonso Nº 3 (jun. 1994), p. 19-20 Mostar, yo estuve allí Borderas Gaztambide, Augusto Nº 1 (jul. 1993), p. 4 Mugalaris en la II Guerra Mundial Peciña Anitua, Miguel Nº 7 (jul. 1998), p. 25 Muñagorriren bertsoak o El fuerismo popular. Berso berriyac egui garbiyac Antxustegi Igartua, Esteban Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 17-20 Muñoz Molina y Vitoria Ortiz de Urbina, Antonio Nº 7 (jul. 1998), p. 27 N Napoleón en Vitoria Ortega Munilla, José Napoleón en Vitoria: reuerdos históricos Nº 3 (jun. 1994), p. 17-18 No se responde No se responde / R.I. de Santiago Nº 2 (dic. 1993), p. 11 Nota de la Sociedad Landázuri sobre el traslado de servicios policiales a Bilbao Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Nº 3 (jun. 1994), p. 27 Nota de la Sociedad Landázuri sobre las obras en la plaza de Peñacerrada Nº 4 (abr. 1995), p. 1 Notas sobre la casa Etxezarra, sita en Vitoria Ortuño Bustite Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 48 Noticiario Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Nº 3 (jun. 1994), p. 26-27 Noticiario de la Sociedad Contiene: Presentación de la revista Landázuri; Un recuerdo para los Apraiz; Más de cien socios Nº 2 (dic. 1993), p. 15 Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Noticiario de la Sociedad: actividades julio 94, marzo 95 Nº 4 (abr. 1995), p. 15 Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Noticiario de la Sociedad: actividades mayo 1995-marzo 1997 Nº 5-6 (mayo 1997), p. 26 Noticiario de la Sociedad Landázuri Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Noticiario de la Sociedad Landázuri : junio 1997-julio 1998 Nº 7 (julio 1998), p. 31-33 Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Noticiario de la Sociedad Landázuri Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 92-95 Landázuri ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDI SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESI Novela bizantina serbia Hernández Pérez de Landazabal, Luis Arturo Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 76-77 Una nueva asociación cultural y una nueva revista, Una Nº 3 (jun. 1994), p. 27 O Una oportunidad perdida Knörr, Henrike Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 79 El orfeón Vitoriano Knörr, Henrike Nº 5-6 (mayo 1997), p. 4 P Una página semiolvidada de la historia vitoriana Uriarte Zulueta, Manuel María de Nº 7 (jul. 1998), p. 26 Paisaje y cultura Resumen en euskera: Eginkizun handiak Nº 7 (jul. 1998), p. 1 Petición de la Sociedad Landázuri para que se limite la violencia en la televisión Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Nº 1 (jul. 1993), p. 3 El poema latino en honor de Roncesvalles Peris, Antoni Nº 7 (jul. 1998), p. 11-12 Preguntas sobre la Plaza de los Fueros Moraza Bastida, Pedro M. Nº 4 (abr. 1995), p. 25 Presentación Resumen en euskera: Lehenengo asmo bera Nº 5-6 (mayo 1997), p. 1 La primera batalla de Vitoria Uriarte Zulueta, Manuel María de Nº 4 (abr. 1995), p. 3-4 La publicidad en el siglo XIV Uriarte Zulueta, Manuel María de Ricardo III en Álava o La publicidad en el siglo XIV Nº 2 (dic. 1993), p. 3 Un recuerdo de la Cruz Blanca, hoy en algún depósito municipal Donnay, Alfredo Caminos de la “Cruz Blanca” Nº 4 (abr. 1995), p. 21 R Recuerdos Recuerdos Contiene: El Convento de los Carmelitas; Nacionalismo vasco en Vitoria Nº 5-6 (mayo 1997), p. 28 Recuerdos de antaño Recuerdos de antaño. Material gráfico Nº 7 (jul. 1998), p. 31 Recuerdos de antaño. Material gráfico Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 91 Recuerdos de un vitoriano en Argentina Verástegui Cobián, Federico Nº 3 (jun. 1994), p. 9 Recuperar los albores de prensa alavesa Díaz Noci, Javier Recuperar los albores de prensa alavesa: el primer periódico vitoriano, en facsímil Nº 7 (jul. 1998), p. 30 Repoblación, recuperación, paisaje Sáenz, Antonio Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24 Resumen de 15 meses de la Sociedad Landázuri Sociedad Landázuri (Vitoria-Gasteiz) Nº 1 (jul. 1993), p. 13-15 Ricardo III en Álava o La publicidad en el siglo XIV Uriarte Zulueta, Manuel María de Nº 2 (dic. 1993), p. 3 Riquer y sus ancestros Mota, Carlos Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 68-69 Roberto Ugarte, director de la Escuela de Música Luis Aramburu, “las instituciones deben fomentar el intercambio de músicos” Estarrona, Jesús María Nº 5-6 (mayo 1997), p. 10-11 S Salutación Sáenz de San Pedro Esnal, Antonio Nº 1 (jul. 1993), p. 1 San Juan de Luz Otaola, Javier Nº 4 (abr. 1995), p. 7 Santiago Onaindia oroitzapenean Knörr, Henrike Nº 7 (jul. 1998), p. 8 Se descubre un ventanal románico en la parroquia de Zárate Iturrate Sáenz de Lafuente, José Nº 3 (jun. 1994), p. 2 Seis años de distinciones Landázuri Nº 7 (julio 1998), p. 36 Selma Huxley, la gran investigadora de los marinos vascos Knörr, Henrike Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 49-53 Una semblanza de José María de Areilza Borderas Gaztambide, Augusto Nº 7 (jul. 1998), p. 14-15 Sobre el cazador de Murillo Tabar Anitua, Fernando Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 21-23 Sobre el derribo de las casas frente al Parlamento Vasco Apraiz, Luis Angel de Nº 2 (dic. 1993), p. 2-3 Sobre el topónimo mayor Ganboa Lizundia, José Luis Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24 Sobre la identidad vasca desde la perspectiva de la tradición foral Moreno Bergareche, Alvaro Nº 7 (jul. 1998), p. 9-10 Sobre musulmanes y judíos Gárate, Alberto Nº 4 (abr. 1995), p. 5-6 122 Soneto que el socio Luis Berasategui Garaizábal dedica humildemente a la Sociedad Cívico-Cultural Landázuri y a su naciente boletín Berasategui Garaizábal, Luis Nº 1 (jul. 1993), p. 11 Southworth y Gernika Peciña Anitua, Miguel Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 6 Sugerencias ciudadanas de un viaje a Alsacia Hidalgo de Cisneros, Ignacio Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 90 T Tenista pétainista, El Knörr, Henrike Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 88-89 Textos periodísticos alaveses en lengua vasca (1888) Díaz Noci, Javier Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 28-30 El toro de los Borgia Peciña Anitua, Miguel Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 80-81 Treviño y la frontera de Inglaterra Uriarte Zulueta, Manuel María de Nº 2 (dic. 1993), p. 9 Triste entierro Azaola, José Miguel de Nº 1 (jul. 1993), p. 4 U Uso y abuso de la fiesta de Sta. Agueda Santiago, Natividad de Nº 5-6 (mayo 1997), p. 24 V Los vericuetos del lehendakari Aguirre Jiménez de Aberásturi, Juan Carlos Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 84-85 El viajero Espinàs Morvay, Károly Nº 8-9-10 (jul. 2001), p. 74-75 Los viajeros en Vitoria Martínez de Madina Salazar, Elena Nº 4 (abr. 1995), p. 16-17 Viejos txistularis y una sugerencia Malizhaeza, Eneko Nº 4 (abr. 1995), p. 21 Una visión de Valderejo Ruiz de Urrestarazu, Manuel María Nº 4 (abr. 1995), p. 17-18 Una visita a la villa de Domaikia Iturrate Sáenz de Lafuente, José Nº 5-6 (mayo 1997), p. 3 Vitoria y sus barrios en 1291 Uriarte Zulueta, Manuel María de Nº 3 (jun. 1994), p. 4 Y “Yo nací el siglo pasado”. Justo Gárate Verástegui Cobián, Federico Nº 2 (dic. 1993), p. 10-11 CESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIN SINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDIC DICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICES ESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESIND NDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICESINDICE NOTICIARIO octubre de 2001- diciembre de 2004 de la sociedad landázuri 2001 7 de octubre. Excursión de la Reja de Álava (es decir, según la lista de pueblos alaveses del año 1025 que pagaban un tributo al monasterio de San Millán). Se visitan Elgea, Gebara, Etura y Arrieta. Dirige la visita Alberto Gárate. 21 de octubre. Excursión de la Reja de Álava. Se visitan Ezkerekotxa, Langarika, Txintxetru, Gereñu y Ullibarri-Jauregi. Dirige la visita Alberto Gárate. 25 de octubre. Sala de la Casa Pando-Argüelles de Vitoria. Conferencia de Santiago Ramos Navarro sobre “Valores de la juventud alavesa. Explicación psicológica”. 8 de noviembre. Salón de actos del Instituto Los Herrán de Vitoria. Mesa redonda de Joseba Alonso (UPVEHU), Maite Arandia (UPV-EHU) y Ramón Flecha (Director del Centro de Investigación Social y Educativa) sobre “El papel de la Universidad y de la investigación en la educación de las personas adultas”. 15 de noviembre. Salón de actos del Instituto Los Herrán de Vitoria. Mesa redonda de Benedicto Burgos (Helduak), Esther Gambra (Aldaka) y Miguel Loza (Berritzegune) sobre “Los formadores ante la educación de personas adultas”. 18 de noviembre. Excursión de la Reja de Álava. Se visitan Trespuentes, Mendoza y Estarrona. Dirige la visita Alberto Gárate. 22 de noviembre. Salón de actos del Instituto Los Herrán de Vitoria. Mesa redonda de representantes de la Asociación Cultural Paulo Freire, Asociación Cultural de EPA de Galdakao, Asociación Cultural de EPA Zuloaga (Guipúzcoa) y Ana Lebrón, presidenta de la Confederación de Asociaciones de Participantes en Educación de personas adultas, sobre “La participación en la educación de personas adultas”. 28 de noviembre. Casa de Cultura de Vitoria. Mesa redonda sobre “El futuro auditorio de Vitoria-Gasteiz. La cultura musical en la ciudad”. Participan Manuel Sagastume (musicólogo), Francisco Ibáñez (director del Conservatorio Jesús Guridi), Joseba Lobera (crítico musical) y Juan Carlos Pérez-Cobo (crítico musical). 2 de diciembre. Excursión social y asamblea de socios. Se visitan Tuesta, Valpuesta y Angosto. En la La Junta Directiva de la Sociedad, recibida por el Diputado General de Álava, Ramón Rabanera. Acompaña a éste el Diputado Foral de Cultura, Pedro Sancristóval. 31 de enero de 2002. asamblea, celebrada en Angosto, es elegido presidente Federico Verástegui. También se votan las Distinciones 2000, que recaen en Joseba Lobera, crítico musical y escritor de montañismo, y en la Villa de AlegríaDulantzi, como organizadora de la representación teatral de la batalla de 1834. Comida en San Millán de San Zadornil. 2002 31 de enero. El Diputado general de Álava, Ramón Rabanera, recibe a la Junta Directiva de Landázuri, con motivo del X Aniversario de la entidad. Sala de la Casa Pando-Argüelles de Vitoria. Conferencia de Lydia Zapata Peña sobre “Los origenes de la agricultura en el Pais Vasco”. 3 de febrero. Recorridos de la Reja de Álava. Se visitan Aztegieta, Crispijana y Zuazo de Vitoria. Dirige la visita Alberto Gárate. 14 de febrero. Celebración del décimo aniversario de la Sociedad Landázuri. Palacio de Villa Suso, de Vitoria. Conferencia de Javier Elzo (Universidad de Deusto) sobre “La sociedad del siglo XXI, entre el localismo y la globalidad”. Reparto de las Distinciones 2000 a Joseba Lobera y a la Villa de Alegría-Dulantzi. 17 de febrero. Recorridos de la Reja de Álava. Se visitan Lermanda, Margarita, Ariñez y Zumeltzu. Dirige la visita Alberto Gárate. 3 de marzo. Día del Árbol. Con la ayuda de la Diputación Foral de Álava, se hace una plantación en Ariñez. Terminada esta labor, se visita Villo- 123 das, dentro de los recorridos de la Reja de Álava. Como es habitual, las explicaciones corren a cargo de Alberto Gárate. 22 de marzo. Casa de Cultura de Vitoria. Mesa redonda sobre el acoso en el trabajo. Participan: Mª Teresa Rodriguez Barahona, Jesús Uzcudun y José Manuel Farto. 23 de abril. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia de Ramón Loza sobre “Las excavaciones de Arkaia, 25 años después”. 24 abril. Sala de la Casa Pando-Argüelles de Vitoria. Conferencia de Ricardo Izquierdo (Universidad de Castilla-La Mancha) sobre “Vascos, una ciudad hispano-musulmana”. Armando Llanos hace la presentación del conferenciante. Posteriormente, hay una cena ofrecida al Prof. Izquierdo. 16 de mayo. Sala de la Casa PandoArgüelles de Vitoria. Conferencia de Roldán Jimeno Aranguren (UPVEHU) sobre “El culto a los santos en la frontera navarro-alavesa”. 20 de mayo. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia de Miguel Peciña Anitua (Centro de la UNED de París) sobre “El anarquismo en el País Vasco”. 2 de junio. Excursión de la Sociedad: Briviesca, Oña y Frías. Asamblea general de socios en Oña. Se votan las Distinciones Landázuri 2001. Resultan elegidos Víctor Mendialdua, organista de Aramaio, y la Asociación Belenista de Álava. 6 de junio. Sala de la Casa PandoArgüelles de Vitoria. Conferencia de Francisco Luis Hernández Reinoso sobre “Cuba: la cultura desde un Landázuri NOTICIARIO octubre de 2001- diciembre de 2004 de la sociedad landázuri La Sociedad en Oña (Burgos). 2 de junio de 2002. punto de vista no oficial”. Despues se ofrece una cena al Prof. Hernández. 27 de junio. Audiencia del Rey a la Junta Directiva de la Sociedad, con motivo del X Aniversario de su fundación. 30 de junio. Excursión a Chillida Leku (Hernani), y Museo Zuloaga y Museo Julio Beobide (Zumaia). 26 de septiembre. Visita a la nueva biblioteca del campus universitario de Vitoria, con el arquitecto restaurador José Luis Catón. 29 de septiembre. Recorridos de la Reja de Álava. De Mendiguren a Apodaka. Dirige la visita Alberto Gárate. 12 de octubre. Inicio del ciclo “El hábitat en la Antigüedad”. Paleolítico: Cue- La Junta Directiva de la Sociedad Landázuri es recibida por el Lehendakari, Juan José Ibarretxe. 13 de marzo de 2003. vas de Arrillor y Asunkorta (macizo del Gorbeia). Dirección: Armando Llanos. 13 de octubre. Segunda excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad”. Paleolítico. Se visita el museo y neocueva de Altamira (Cantabria). Dirección: Armando Llanos. 14 de octubre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia de Borja Aguinagalde sobre “Genealogías y archivos: veinte años de experiencias”. A continuación se ofrece una cena al conferenciante. 16 de octubre Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia de Santiago de Pablo (UPV-EHU) sobre “Cine, cultura e identidad en el País Vasco. 1ª parte”. Audiencia real a la Junta Directiva de la Sociedad Landázuri, acompañada por Pedro Sancristóval, Diputado Foral de Cultura. 27 de junio de 2002. 124 27 de octubre. Recorridos de la Reja de Álava. De Zigoitia a Manurga. Dirige la visita Alberto Gárate. 2 de diciembre. Sala de la Caja de Euskadi. Conferencia de Blanca Urgell (UPV-EHU) sobre “El padre Larramendi y la vascología del siglo XVIII”. La conferenciante es presentada por Henrike Knörr. 5 de diciembre. Palacio de Villasuso. Debate sobre el Plan Ibarretxe. Intervienen el ex Diputado general Emilio Guevara y el catedrático de la UPV José Manuel Castells. 2003 17 de enero. Sala de la Escuela de Música Luis Arámburu. Entrega de la Distinciones Landázuri 2001 a Víctor Mendialdua y a la Asociación Belenista de Álava. Concierto a cargo de Itxaso y Josu Estarrona. 4 de febrero. Sala Luis de Ajuria. Conferencia de Emilio Palacios Fernández (Universidad Complutense) sobre “La mujer y las letras en la España del siglo XVIII”. El conferenciante es presentado por Henrike Knörr. 9 de febrero. Recorrido Reja de Álava. Se visitan Letona, Zaitegi, Olano y Manurga. Dirige la excursión Alberto Gárate. 9 de marzo. Recorrido Reja de Álava. Se visitan Ondategi, Gopegi, Larrinoa, Murua, Etxaguen y Gorostitza. Dirige la excursión Alberto Gárate. 13 de marzo. La Junta de la Sociedad es recibida por el Lehendakari, Juan José Ibarretxe. NOTICIARIO octubre de 2001- diciembre de 2004 de la sociedad landázuri 15 de marzo. Excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad. El hábitat humano”. Se visita el Castro de Lastra, “Uxama Barca” (Álava). Dirección: Armando Llanos. 16 de marzo. Excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad. El hábitat humano”. Se visitan Inestrillas y “Contrebia Leukade” (Cervera del Río Alhama, La Rioja). Dirección: Armando Llanos. 6 de abril. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Okoizta (Acosta), Zestafe, Eribe, Buruaga y Berrikano. Dirige la excursión Alberto Gárate. 12 de abril. Excursión del ciclo “El Hábitat en la Antigüedad. Romanización: Ciudades”. Se visita el oppidum de Iruña Veleia (Álava). Dirección: Armando Llanos. 13 de abril. Excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad. Romanización: Ciudades”. Se visita la Ciudad “Clunia Sulpicia” en Coruña del Conde (Burgos). Dirección: Armando Llanos. 11 de mayo. Recorrido de la Reja de Álava. Se visita Goiuri (Gujuli), Oiardo, Uzkiano y Unzá. Dirige la excursión Alberto Gárate. 22 de mayo. Excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad. Núcleos agrícolas”. Se visitan las villas romanas de la Olmeda, en Pedrosa de la Vega y La Tejada. en Quintanilla de la Cueza (Palencia). Dirección: Armando Llanos. 31 de mayo. Excursión a Itxina, siendo guía José Santos de la Iglesia (autor de un libro sobre la zona). Después de la comida, visita al Museo etnográfico de Orozko, con explicaciones de Armando Llanos, responsable del diseño del museo. 8 de junio. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Izarra, Abezia, Larrazkueta y Beluntza. Dirige la excursión Alberto Gárate. 21 de junio. Excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad. Núcleos cenobíticos”. Se visitan las cuevas artificiales de Laño y Faido. Dirección: Armando Llanos. 22 de junio. Excursión del ciclo “El hábitat en la Antigüedad. Núcleos cenobíticos”. Se visitan las cuevas artificiales y el Museo de Nájera (La Rioja). Dirección: Armando Llanos. 12 de octubre. “El arte en el tiempo. Torres medievales”. Se visitan las Torres en el Valle de Ayala: Murga, Respaldiza, Quejana y Artziniega. Es nuestro guía Salvador Velilla. Asamblea de socios. Es nombrado presidente Rafael Fernández de Carranza. Se votan las Distinciones Landázuri 2002, siendo elegidos el historiador Saturnino Ruiz de Loizaga y la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago en Álava. 21 de octubre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia “La medicina en nuestro tiempo”, por Justo Sádaba. 29 de octubre. Inicio del Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Mañana de Domingo, de Antonio Giménez Rico (1966). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 4 de noviembre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia “Historia de la arqueología de Álava”, por Armando Llanos. 9 de noviembre. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Andagoia, Anda, Eskolunbe, Katadiano y Tortura. Dirige la excursión Alberto Gárate. 11 de noviembre. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. El sacamantecas, de Jesús Mª del Val y Juan Carlos Ruiz de Gordoa (1979). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 23 de noviembre. Visita a la Fundación Jorge Oteiza, en Alzuza (Navarra). Después, visita al Baluarte de Pamplona, acompañados por su arquitecto Francisco Mangado. 30 de noviembre. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Zuazo de Kuartango y Urbina de Eza. Dirige la excursión Alberto Gárate. 2 de diciembre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia “La diversidad cultural en el mundo árabe”, por Salah Serour (UPV/EHU). 14 de diciembre. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Etxabarri de Kuartango y Sendadiano. Dirige la excursión Alberto Gárate. 15 de diciembre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia de Ernesto García (UPV/EHU) sobre “El gobierno de Vitoria en la Edad Media”. 2004 9 de enero. Sala de la Escuela de Música Luis Arámburu. Entrega de la Distinciones Landázuri 2002 a D. Saturnino Ruiz de Loizaga y a la Asociación Amigos de los Caminos de Santiago de Álava. Concierto de Vocalia Taldea. 14 de enero. Casa de Cultura de Vitoria. Debate: “El soterramiento del ferrocarril. Oportunidad urbanísti- 125 ca”. Ponentes: Juan Adrián Bueno, Fernando Bajo, Pedro Arriola, Jorge Ibarrondo. 28 de enero. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de La espía de Castilla, de Robert Z. Leonard (1937). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 31 de enero. Visita a las Bodegas YSIOS, de Laguardia. Después se visita Santa María de los Reyes y su belén articulado. 2 de febrero. Visita al Artium acompañados del director del Museo, Javier González de Durana, y del arquitecto autor del proyecto, José Luis Catón. 11 de febrero. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Y llegó el día de la venganza, de Fred Zinnemann (1961). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 12 de febrero. Presentación del proyecto del Palacio de la Música, del arquitecto Juan Navarro Baldeweg, por los técnicos del Ayuntamiento, acompañados por el Alcalde, Alfonso Alonso. 25 de febrero. Casa de Cultura de Vitoria. Debate: “Reforma PERI del Casco Medieval”. Ponentes: Ana Aguirre, Agustin Azkarate, Juan Ignacio Lasagabaster, Paulino Medina. 2 de marzo. Casa de Cultura de Vitoria. Conferencia “Imágenes de Carnaval”, por Antxon Agirre Sorondo. 17 de marzo. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Fiesta, de Pierre Boutron (1994). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 24 de marzo. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Conferencia: “Alfa. Historia de una cooperativa eibarresa”, por Javier Izagoñola. 31 de marzo. Casa de Cultura de Vitoria. Debate: “Vitoria-Gasteiz. Comunicación interna y externa”. Ponentes: Álvaro Amann, Rodolfo Sáenz de Ugarte, Jorge Ibarrondo y Javier Alejo. 7 de abril. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de El Sur, de Víctor Erice (1982). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 25 de abril. Día del Árbol. Plantación de árboles en el puerto de Aiurdin, con la ayuda de la Diputación Foral de Álava. 8 de mayo. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Todo por la pasta, de Landázuri NOTICIARIO octubre de 2001- diciembre de 2004 de la sociedad landázuri Enrique Urbizu (1991). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 2 de junio. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Alas de mariposa, de Juanma Bajo Ulloa (1992). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 9 de Junio. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Mesa redonda: “Juan Pérez de Lazárraga y su manuscrito (siglo XVI): la importancia de un descubrimiento”. Ponentes: Federico Verástegui, Borja Aguinagalde, Juan Vidal-Abarca, Pruden Gartzia Isasti y Henrike Knörr. 15 de junio. Casa de Cultura de Vitoria. Presentación del libro De piel adentro y otros poemas, de José Luis de las Heras. Intervinienen Rafael Fdez. de Carranza, José Ángel Cuerda y Henrike Knörr. 23 de julio. Iglesia de San Miguel de Vitoria, Concierto medieval con las Cantigas de Santa María de Alfonso X a cargo del grupo Charamella, con la colaboración de la Cofradía de la Virgen Blanca. 8 de septiembre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de La madre muerta, de Juanma Bajo Ulloa (1996). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 19 de septiembre. Comienzo del ciclo “Un otoño arqueológico”, en colaboración con el Instituto Alavés de Arqueología, el Museo de Arqueo- logía de Álava y la Sociedad AVNIA. Visita a las ruinas de Andelos (Mendigorria, Navarra). Dirige: Armando Llanos. 26 de septiembre. Laguardia. Visita a las Bodegas Viña Real del grupo CVNE. Después, Asamblea de socios. Se votan las Dstinciones 2003 y 2004. Por lo que toca a 2003, resultan elegidos el músico Antxon Lete y la Sociedad de Amigos de Laguardia. Y en 2004, el etnógrafo José Antonio González Salazar y los Colaboradores del Museo de Ciencias Naturales de Álava. 3 de octubre. Visita al desolado navarro de Rada, dentro del ciclo “Un otoño arqueológico”, bajo la dirección de Armando Llanos. A continuación, recorrido por la Laguna de Pitillas. Finalmente, visita a San Pedro de Olite y aperitivo en la Cofradía del Vino. Nuestro guía en Olite es Javier Corcín. 10 de octubre. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Ibisate, Sabando y San Vicente de Arana. Dirige la excursión Alberto Gárate. 6 de octubre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Suerte (1997), de Ernesto Tellería. La película es presentada por José Miguel Beltrán. 24 de octubre. Visita a Briones y posteriormente al Museo de la Cultura del Vino de la Fundación Vivanco, en ese pueblo. Es nuestro guía Fernando Andrés Barrio. 6 de noviembre. Excursión por el Camino Real de la Sopeña, a los pies de la Sierra Sálvada, desde Lendoño de Arriba hasta Añes. Son nuestros guías Félix Mugurutza y Juan José Hidalgo. Por la tarde, visita al Museo Etnográfico de Artziniega. 7 de noviembre. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Korres, Bujanda y Antoñana. Dirige la excursión Alberto Gárate. 10 de noviembre. Sala Luis de Ajuria de Vitoria. Finaliza el ciclo de cine “Vitoria filmada”. Proyección de Asesinato en febrero, de Eterio Ortega (2001). La película es presentada por J. Miguel Beltrán. 26 de noviembre. Palacio de Montehermoso. Conferencia: “La Marquesa de Montehermoso”, por Alexis Ichas, autor de su biografía. 28 de noviembre. Recorrido de la Reja de Álava. Se visitan Kontrasta, Alda y Ullibarri Arana. Dirige la excursión Alberto Gárate. 15 de diciembre. Entrega de las Distinciones Landázuri 2003 a Antxon Lete (individual) y Sociedad de Amigos de Laguardia (colectivo). Actuación del Coro Samaniego. Hay que recordar que ha continuado la publicación semanal de la sección “Nuestro patrimonio”, en la edición alavesa de El Correo, actividad iniciada el 28 de noviembre de 1996. Nuestros socios difuntos: María del Rosario Zubía Guinea. 24 de febrero de 1994. María de Oar Larrañaga. 22 de enero de 1997. M. Ángeles Estibalez. 15 de octubre de 1998. José Antonio Serrano de Pablo. 26 de julio de 2001. Antonio Ortiz de Urbina. 10 de septiembre de 2001. Xabier Sainz Calderón. 7 de marzo de 2004. M. Luisa Solano Urriza. 10 de agosto de 2004. Venancio del Val. 29 de octubre de 2004. Distinciones Landázuri • Relación de galardonados (1992-2004) 1992 - Individual: José Mª Mtz. de Mandojana, cura de Alegría / Dulantzi, por su trabajo en la conservación de las ermitas, etc. Colectiva: Proyecto Hombre. 1993 - Individual: Faustino Ayala, encargado del Belén de Laguardia. Colectiva: Coro Araba. 1994 - Individual: Pilar Alonso. Colectiva: Instituto Alavés de Arqueología. 1995 - Individual: Micaela Portilla. Colectiva: Programa de Ayuda al Extranjero (PAEX), de Cáritas de Álava. 1996 - Individual: Alberto Schommer. Colectiva: Bodegas Remélluri. 1997 - Individual: Venancio del Val. Colectiva: Enciclopedia general Ilustrada del País Vasco (Auñamendi) 1998 - Individual: Victorino Palacios.Colectiva: Instituto de Historia Social Valentín de Foronda. 126 1999 - Individual: Jesús Olaizola, ex bibliotecario de Sancho El Sabio. Colectiva: Asociaciones de Amigos de Valdegovía y de Valpuesta. 2000 - Individual: Joseba Lobera. Colectiva: Participantes en la representación teatral que todos los años tiene lugar en Dulantzi / Alegría, y en especial a la Asociación Cultural Tullonium. 2001 - Individual: Víctor Mendialdua, organista de Aramaio. Colectiva: Asociación Belenista de Álava. 2002 - Individual: Saturnino Ruiz de Loizaga. Colectiva: Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago en Álava. 2003 - Individual: Antxon Lete, músico. Colectiva: Sociedad de Amigos de Laguardia. 2004 - Individual: José Antonio González Salazar, estudioso del folklore y de la toponimia de Álava. Colectiva: Colaboradores del Museo de Ciencias Naturales de Álava. NOTICIARIO de la sociedad landázuri