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Luis Ugalde: “O cambia radicalmente el gobierno, o será
sustituido”; una entrevista de Alonso Moleiro
Alonso Moleiro · Friday, January 16th, 2015
El sacerdote jesuita Luis Ugalde, ex rector de la Universidad Católica Andrés
Bello y académico, conversó con Alonso Moleiro acerca de la actual coyuntura
política, económica y social que vive Venezuela, además de las opciones que
tiene el gobierno venezolano para superar la recesión y los posibles escenarios
planteados para el año 2015.
***
Para el prelado, académico y escritor, la acelerada marcha de la crisis económica
puede forzar nuevas situaciones políticas en poco tiempo. Opina que un golpe militar
clásico “no tiene futuro” en el país. Luis Ugalde se figura un escenario en el cual un
nuevo equipo administrativo —que puede provenir, en parte, del mismo chavismo—
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interprete la emergencia económica y tome las medidas que la actual administración
no ha sabido tomar. Apuesta por una transición incruenta y defiende la importancia
estratégica de las elecciones parlamentarias para la Oposición.
El país vive en este momento una tormenta perfecta: un gobierno que ha
destrozado lo que ha encontrado a su paso, empeñado en llevar adelante un
modelo económico que no sirve; un estado de opinión silente y deprimido;
y una oposición con sectores que han observado una discreción difícil de
justificar.
Lo has resumido de manera perfecta. Objetivamente, como están las cosas, el país
luce inviable. Con este gobierno no hay salida. Y con la Oposición, tal como está,
tampoco. Con los datos económicos y sociales que tenemos, la situación se vuelve
imposible de llevar y el malestar social se agrava. Me encantaría poder decir que esto
no es verdad, pero lamentablemente las tres cosas me lucen irrefutables. Tenemos el
diagnóstico: así está el paciente, como si estuviéramos en una junta médica. La simple
lógica lo indica: el país necesita un nuevo gobierno ya. Vamos camino al precipicio.
¿No es peligroso plantearse la posibilidad de una posición rupturista?
Pienso que el país necesita un nuevo gobierno ya. Es una necesidad. Y ya es ya: enero,
febrero, marzo. Ahí abro dos alternativas: sea porque el gobierno que tenemos cambie
radicalmente su estrategia y mejore la situación o sea que es sustituido por otro. No
veo otra. Si esto continúa anunciando anuncios que se van a anunciar, sin tomar
decisiones, la situación se precipita. No es que el enfermo está estático: el enfermo se
está agravando.
El chavismo parece entrar en una fase terminal como proyecto de poder, pero
el país entero parece estar metido en esa jaula.
Claro. Y la Oposición pensará que todo consiste exclusivamente en ganarle las
elecciones parlamentarias. Por supuesto que eso está muy bien y sería un gran paso,
pero sólo resolvemos parte del problema y no el problema. Si con la política que el
gobierno ha venido adelantando en estos años seguimos por este trayecto, pues o
cambia radicalmente el gobierno, o será sustituido. A usted puede que esto no le
guste, pero es la ley de la gravedad. Si tuviéramos esta crisis como pasajera, el
gobierno podría luchar para obtener tiempo. Es lo que han intentado con el viaje a
China, buscando recursos, algún milagro. Repito: uno quisiera que esto no fuera
verdad. No se trata nada más de subir la gasolina o cuadrar el déficit. Es el modelo de
gestión de Estado. No habrá ninguna salida si no se produce una revitalización de la
inversión productiva y esta administración no tiene recursos para invertirlo. No los
tiene y, cuando los ha tenido, en lugar de lograr que una empresa productiva mejore
su desempeño, la hace deficitaria al estatizarla, como ha ocurrido con AgroIsleña o
Sidor. Una cosa es decir “Tenemos que ser productivos” y otra no comprender que no
habrá productividad sin estímulos a la productividad. Si produciendo mucho yo
obtendré lo mismo que produciendo poco, jamás me esforzaré en producir más. La
crisis que tenemos no se va a resolver porque el Presidente invite a un empresario a
dialogar o lo salude con cordialidad. Pasó todo el 2014 haciendo eso y estamos peor.
Todo empresario, interno o externo, tiene que tener garantías para producir y certeza
sobre su propiedad. Si no hay garantías jurídicas y estímulos, ningún venezolano que
tenga su dinero fuera lo regresará. Hay amigos del gobierno que tienen miles de
millones de bolívares que jamás invertirían en un país en este estado. Estamos en un
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momento en el cual no se pueden aceptar vaguedades ni generalidades.
Y el gobierno no le explica al país la gravedad del problema. No asume su
responsabilidad en la gestación de la crisis, que es directa e intransferible.
Muchos medios, comprados recientemente por capitales chavistas, no
informan lo que suceden. Y la Oposición no termina de llenar el vacío. El país
no sabe donde está parado.
La Oposición tiene el síndrome del malestar, el rechazo y la denuncia. Lo que pasa es
que la denuncia no produce alternativas. Hay gente que piensa que se trata de que
todos se vayan, que hagamos una Constitución nueva, que de pronto todos salgamos
pariendo un nuevo país. Es un hábito muy hispano, tanto que en España andan ahora
con esa tontería. Eso es infantilismo, eso no es política: sustituir una realidad que no
nos gusta con una ilusión verbal, poner las cosas en un papel y pensar que con un
papel nuevo tenemos un país nuevo.
El año pasado usted decía en una entrevista que no es moralmente aceptable
proponerle al país que esperemos todos hasta 2019. En una entrevista que le
hice a Teodoro Petkoff, tiempo después, él comentaba que el argumento suyo
era válido, pero que el 2019 es un dato de la realidad, una fecha
constitucional que de cualquier forma va a llegar y sobre la cual se debe
actuar. Que así como usted dice eso, tampoco se trata de descartar el 2019.
Leí esa respuesta de Teodoro. El problema, pienso, no es decir que el 2019 no vale,
sino qué tiene para decir la MUD ahora mismo, en 2015. Si usted tiene el enfermo en
emergencia, tiene que atenderlo. Luego puede ocuparse del régimen de comida o de
decirle si puede caminar. La emergencia no está en 2019: estaba en el 2014 y ahora
en el 2015. Es cierto lo que dice Teodoro: no se trataba de obsesionarnos con
desanudar todos los temas en 2014. Pero lo que pasa es que si la Oposición no tiene
nada que decir en esta crisis, o no hace nada, quedará fuera de juego.
¿Qué cree que es lo que le pasa a la Oposición?
Ahí, pienso, hay cosas de diverso orden. Uno: diferencias mellizales. Los más
enfrentados, a veces, son los que fueron del mismo partido. No lo acaban de superar,
aunque entiendo que algunas cosas importantes han mejorado últimamente. Incluso
los más radicales, quienes quieren que el gobierno se vaya mañana, saben que eso no
es necesariamente así. ¿Cuál es el hecho político del 2015 que está a la mano, en el
cual se puede producir un resultado fundamental? Pues las elecciones parlamentarias.
Por muchas diferencias que hayan, tienen que acordar y superarlas. El otro hecho
político es el terrible malestar del país con un gobierno que no sabe qué hacer y que
anda dando largas. Aquí no hay nada que poner entre paréntesis con respecto a la
consulta de este año: son elecciones, es una palanca, es un poder público
fundamental, en un año crítico con un gobierno profundamente desprestigiado, con un
abastecimiento de terror, que se pondrá peor. No puedo salir a decir: esto sí pero
aquello no. Son opciones que deben ir juntas, incluso con tendencia a que se
refuercen.
Entre los sectores de la MUD se han venido produciendo en estos días
aproximaciones interesantes, auspiciosas. Eso ha permitido disminuir el ruido
interno.
Hasta donde tengo entendido, eso es cierto. Estos dirigentes no son tontos. Entienden
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lo que pasa. Tienen que ver cómo dejan de perder el tiempo atacándose, más allá de
que tengan diferencias. Las conversaciones sobre las planchas unitarias no van mal.
Esa versión de la Oposición que encarna la MUD ha tenido aciertos. Una de
sus fallas más graves, sin embargo, parece ésa que usted indica: su
distanciamiento con las masas, su exceso de prudencia ante los problemas
nacionales. Por algo la llamaron tanto tiempo “la muda”. Es una falla de
nacimiento.
No basta con decir las cosas por Twitter. Aquí se han consumado fraudes
constitucionales muy graves y parte de la Oposición no le ha dicho nada ni al país ni a
su militancia. Se trata de que, con toda la solemnidad necesaria, todos los dirigentes
aparezcan hablándole al país. Tienen que ser vistos en una foto.
Dentro del estado de abatimiento general y de la hondura de la crisis, a la
sociedad democrática se le presenta una enorme oportunidad en las
elecciones parlamentarias de este año. Y no de ganar con 0,5% de ventaja,
sino de obtener una victoria que exprese una nueva voluntad en el país.
Ésa es una gran verdad. Cuando Chávez estuvo en su punto más bajo en las encuestas,
estuvo cerca de 38%. Maduro está en 22. No se trata sólo de la imagen del Presidente
ni de la habilidad que, sin duda, tenía Chávez. El hecho real es que dispuso de
millones de dólares para dar y regalar. En este momento no hay carisma ni hay dinero,
y nos encontramos con deudas vencidas para mañana, además de una desilusión
general de la población. El mercado diario venezolano está muy dolarizado porque el
país importa demasiados bienes. Una de las formas naturales de hacer valer esa
mayoría que indican las encuestas, que ya es redonda y no circunstancial, es sin duda
las elecciones parlamentarias de este año.
El déficit fiscal es de 20 puntos del PIB. Una cifra récord.
Los aliados del chavismo, incluso quienes pueden interceder por ellos en el mundo,
también tienen problemas. Rusia e Irán, particularmente. Y Cuba, por supuesto. Si el
gobierno quiere cambiar, rectificar, obtener legitimidad, tiene que comenzar por
reconocer que con este modelo no habrá inversiones, ni préstamos, ni confianza ni
podremos salir de este atolladero.
Más allá de las conveniencias, asombra el dogmatismo, la terquedad que tiene
el chavismo respecto a postulados. No se oye ni una voz pidiendo
rectificaciones.
Mi último artículo va en esa dirección. Por qué se insulta, por qué se niegan los
hechos, por qué no aprendes algo, por qué no puede haber un poco de humildad.
Aprender, por ejemplo, de Brasil. Brasil tendrá sus problemas, pero sabe que sus
soluciones están vinculadas a la inversión productiva, a un esquema mixto, al fomento
de capitales, pero mientras se invierte al mismo tiempo en educación y en salud.
Aprender, por ejemplo, de Bolivia, de Nicaragua. Países que han crecido, con inflación
baja, con sector privado productivo, con reglas claras y con prosperidad.
¿Piensa usted que hay probabilidades de un golpe militar en el país?
Cuando se produjo el golpe en Chile, yo estaba bastante activo en apoyar a los
chilenos de la Unidad Popular que vinieron a Venezuela. Conversé con muchos de
ellos, quienes habían sido ministros. Se reunían a veces en el Centro Gumilla…
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Aniceto Rodríguez, por ejemplo, un líder socialista muy conocido. Él me contaba que,
meses antes del golpe, Chile estaba paralizado. La gente salía a las calles y no había
nada que hacer. No había comida. Los precios subían todos los días. Y cayó el
gobierno. La pregunta era: ¿Y ahora qué? Pienso que, en este momento histórico, un
golpe militar puro y duro, del signo que sea, incluso si es del propio gobierno, no tiene
futuro. Cualquier nuevo gobierno necesita apoyo de la población y en buena parte de
la oposición, de gobiernos latinoamericanos y de los multilaterales. A un gobierno
militar duro, como los que conocimos en Argentina, Chile y Uruguay, nadie lo apoyaría
en estos momentos. Venezuela necesita ayuda. La población sabe que éste es un
gobierno militar con una fachada civil. Más de la mitad de los ministerios,
gobernaciones, institutos autónomos, están integrados por militares activos o
retirados. Para Brasil, para Uruguay, para Mercosur, sería muy difícil apoyar un
gobierno militar represivo. Pasaría lo mismo con el resto de los gobiernos de América
Latina, con los de Europa y también con Estados Unidos. El punto acá es que el nuevo
gobierno logre condiciones distintas al actual. Un gobierno militar no lo lograría. La
adhesión afectiva de la población no la va a lograr un gobierno militar. Mi premisa
ante el problema es ésta: que haya un cambio radical de la situación, que salgamos de
este grave problema con este gobierno, es francamente muy difícil. ¿Es probable que
sea sustituido por otro? Yo creo que sí. No es un tema de que el asunto nos guste o no
nos guste, es que no va a haber más remedio.
Escenarios intermedios de carácter constitucional que no constituyan un
golpe.
Eso es. Pero ese hipotético gobierno tiene que llegar para tomar decisiones. Eso es lo
que justificaría su presencia. Tomar las decisiones que el actual no ha sabido, o no ha
querido tomar. Sea como sea, que se queden los mismos, que cambien de Presidente.
Pero ya con una voluntad concreta, políticamente solvente, de rectificar. Las
decisiones más graves, pero más urgentes, tendrían que ser tomadas en unos 15 días.
Y tiene que lograr que esas medidas impopulares, le den margen para hacer dos o tres
cosas que pongan a la población a pensar que parece que las cosas sí se pueden hacer
de otra manera. Que el país, incluso la Oposición, se animen a darle un compás de
espera a ese nuevo gobierno. El nuevo presidente libera a los presos, toma decisiones
ejecutivas importantes, y el ánimo del país cambia. Que el gobierno rectifique, que
haga bien lo que el otro no pudo, con una nuestra estrategia económica y de
conducción de la hacienda nacional.
Cualquier situación intermedia, que produzca un episodio inesperado, y
provoque, por ejemplo, una renuncia, tendría que ser acompañada de una
nueva consulta popular.
Exactamente. Eso no puede producirse con un golpe. Tiene que ser un cambio civil
adoptado en mecanismos constitucionales, si es posible pactados en lo mínimo.
Durante muchas décadas, los venezolanos crecimos con la sensación de que
las Fuerzas Armadas eran una institución que tenía alguna sintonía con las
tensiones de la gente, con el sentir de la población. La politización y el
agravamiento del problema institucional han consolidado un extraño divorcio
entre lo que piensan los militares y el gobierno, y lo que le pasa al país
verdadero.
Sigo creyendo que la mayoría de los militares están completamente al corriente del
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malestar que hay en el país. No puedo creer que no lo sepan. Y también saben que
este modelo no tiene futuro. A mí me cuesta creer que, aunque sea ministro, uno de
esos militares piense en el fondo de su alma que este modelo económico y de gestión
tiene futuro. Puede que algunos se aferren. Eso es distinto. Pero el cambio de barcos
dejará a algunos colgados, porque saben que no tienen pertinencia en un nuevo
gobierno. La determinante mayoría de los generales, sin duda, será necesaria. De los
mil y pico que existen, podrían quedar fuera unos cien. El mundo militar es complejo,
muy diferente a como se ve de fuera. Estuve en Perú unos seis meses antes de la caída
de Fujimori. Estuve en la Universidad del Pacífico, conversando con un sacerdote
jesuita viejo y recuerdo que me decía: “Esto no puede cambiar. Los militares están
recibiendo ocho mil dólares mensuales. Tengo la información”. El gobierno de
Fujimori tuvo también durante mucho tiempo un apoyo formidable en las encuestas.
Todo el mundo decía entonces lo que muchos aquí: que el país, en este caso Perú, no
tenía futuro. La intervención de los militares en este tipo de crisis jamás se anuncia
previamente en cartelera.
El chavismo tuvo un tiempo de gloria que duró varios años. Impuso sus
matrices, tuvo músculo económico e hizo un esfuerzo de transferencia de
recursos importante. ¿Piensa usted que esta crisis es irreversible para ellos?
¿O cree que esta situación será superada y los chavistas podrán regresar a sus
mejores momentos?
Es muy difícil. Tendría que haber un cambio. Estas aproximaciones tienen mucho de
fe: o crees o no crees. No es fácil pasar a aproximaciones más matizadas. Pensar,
como ejemplo, en hacer un gobierno mixto, flexible, con una estrategia como la de
Uruguay, por ejemplo. En teoría eso es posible, pero en la práctica es sumamente
difícil.
Lo dijo una vez Ramón Guillermo Aveledo: “Como soy católico, tengo la
religión ubicada en su lugar. Como no soy marxista, no veo a la política como
una religión”
La tragedia de algunos chavistas católicos, e incluso curas, es que confunden la
política con el reino de Dios. Entonces, Chávez es el Mesías. El problema del
marxismo histórico es ése: sacralizan una fórmula, una interpretación específica de la
economía y la política. Es blanco o negro: si no adoras esto, eres un vendido, un
traidor.
El PSUV celebró su último Congreso sin noticias, sin novedades. Como si en
Venezuela no estuviera pasando nada. De corrientes o liderazgos emergentes,
muuy poco.
Hay una gran confusión. Y eso va a aumentar. No hay nadie que pueda dirimir el
asunto. Chávez podía admitir discusiones pero, en última instancia, lo que Chávez
decía era lo que había que hacer. Con Maduro es lo contrario.
Para algunas personas, si en Venezuela está planteada una transición, no va a
pasar por las manos de la Oposición. Se extiende una leyenda que habla de un
enfrentamiento entre colectivos armados y el alto gobierno. Se habla de
crimen organizado. Se habla de componendas entre los militares, de un
Estado fallido. Son alusiones vagas, pero frecuentes. Esa tesis plantea que el
daño hecho al país es irreversible. ¿Usted qué piensa?
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Un gobierno de transición tiene que ser consciente de esa situación. Por tanto, hay
medidas de fondo que no son atractivas, pero que hay que tomar. Decisiones de
Estado. Como aumentar la productividad de Sidor o devolverle AgroIsleña a sus
propietarios. A todas las conferencias que voy digo lo mismo. España, por ejemplo,
siempre ha sido un país muy pesimista. Tuvo un momento de gloria, superior al que le
correspondía: una especie de milagro español. Y de pronto, de la noche a la mañana,
nada sirve o no se hizo nada en 30 años. “Todo esta mal”, dicen. ¿Cómo que no se hizo
nada en España? ¡Por favor! El español es así. En Venezuela, a lo mejor por herencia
española, está pasando eso: Estamos mal porque somos Caribes; Somos un desastre,
no me pidas orden; Esto no sirve. Eso se decía en Venezuela a comienzos de los años
sesenta para justificar a las dictaduras militares: No estamos listos para vivir en
Democracia, somos un pueblo salvaje; o La democracia podrá ser posible en Uruguay,
en Argentina, en Chile. Y resulta que luego esas naciones pasaron por períodos
horribles y este país tuvo una democracia con buenos momentos. Venezuela se
convirtió en un paraíso para toda la región. Pero las instituciones se corrompen. El
gobierno ha enviado señales muy negativas a todo el país con el tema de la impunidad.
Y la gente responde a los estímulos: si usted institucionaliza los estímulos
equivocados, pues claro que todo se vuelve un desastre. Desde el productor hasta el
ciudadano común. Del Perú, de Uruguay, escuché muchas veces que eran países sin
solución. Hoy están muy bien.
¿Qué puede pasar con los colectivos armados?
Hace tiempo, un chavista que venía de Bandera Roja, militante de base de verdad,
aunque llegó a ser concejal, me decía: “No, Padre. Si aquí viene un cambio, esos salen
a vender las armas”. Si esos grupos salen a la calle, no creo y espero que no lo hagan,
pues los reprimirán. No creo que se trate de enfrentarlos. Si ellos quieren hacer
política, que lo hagan, pero que entreguen las armas. Si el ejército los tiene que
obligar a cumplir con la ley, eso no dura una semana. Yo espero y confío en que eso no
sea necesario. La verdad es que yo no creo en nada de eso. Pienso, incluso, que la
mayoría de esos grupos ya están desengañados del gobierno y no van a dar la vida por
él.
Venezuela está cursando un grave proceso de descomposición moral.
Corrupción a manos llenas, como nunca antes en nuestra historia, que ya es
bastante decir. Doce años de control de cambio no dejaron hueso sano en este
país.
Esa historia está por contarse. Y hay un agravante: que todavía no genera escrúpulos
de conciencia en gente buena, honrada, noble. Existe una convicción, algo alocada, de
que este es un país riquísimo. Que yo robe, que me lleve mi parte, luce como legítimo:
en Venezuela hay mucho real y hay para todos. Lo cual es un disparate, claro está.
¿Piensa usted usted que saldremos de ésta?
Saldremos. No en el primer gobierno. Probablemente el primer semi-cambio que haya
será tímido, no funcionará del todo y luego tendrán que abrirse, porque necesitan los
apoyos. Internos y externos. Fórmulas hay. Y muchas. Hay mucha plata de
venezolanos afuera y mucho talento venezolano fuera del país que nos puede ayudar.
Hay que estimularlos, ofrecerles opciones, con reglas de juego claras. El otro
elemento es éste: no dar señales contrarias. El factor que más fomenta la corrupción
es el de las instituciones débiles. Si hay abuso, peculado, tolerancia, impunidad, habrá
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corrupción. Es como cuando comenzó el Metro: la institución moldea tu conducta.
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