1. La cuaresma, camino hacia la Pascua

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Arquidiócesis de Bogotá
Hosanna
Comisión Arquidiocesana de Música Sagrada y Liturgia
La Cuaresma,
camino hacia la Pascua
Cuaresma 2008
R
etomamos los subsidios
litúrgicos este año, con la
llegada del tiempo fuerte de
la Cuaresma: cuarenta días de retiro
espiritual para prepararnos a
celebrar la Pascua.
Es tiempo oportuno, favorable
para reflexionar, revisar, corregir,
enderezar. “En el tiempo de la gracia
te escucho, en el día de salvación te
ayudo. Pues mirad: ahora es el
tiempo de gracia, ahora es el día de
la salvación” (2Cor 6,2). Tiempo de
marcha hacia el Reino, de paso de la
muerte a la vida.
Conversión: cambio radical del
hombre viejo al hombre nuevo. “Mis
planes no son vuestros planes.
Vuestros caminos no son mis
caminos. Escuchadme y viviréis” (Is
55,8). Tiempo de desierto y oración. Es el tiempo de preparación de toda la comunidad
cristiana para la Pascua, tiempo de preparación de los catecúmenos al bautismo de
Penitencia.
La Cuaresma es una aventura vivida por cada uno, en
comunión con Dios y con los demás. La Iglesia ha tenido
en cuenta tres acentos sugeridos por Jesús mismo en el
Sermón de la Montaña, la limosna, el ayuno y la oración,
pero Jesús precisa que estas actitudes deben ser vividas
en lo secreto y que Dios ve en lo secreto.
El Miércoles de Ceniza
E
l miércoles de Ceniza es el principio de la
Cuaresma; un día especialmente penitencial, en el
que manifestamos nuestro deseo personal de
conversión a Dios.
Al acercarnos a los templos a que nos impongan la
ceniza, expresamos con humildad y sinceridad de
corazón, que deseamos convertirnos y creer de verdad en
el Evangelio.
El origen de la imposición de la ceniza pertenece a la
estructura de la penitencia canónica. Empieza a ser
obligatorio para toda la comunidad cristiana a partir del
siglo X. El liturgia actual, conserva los elementos
tradicionales: imposición de la ceniza y ayuno riguroso.
La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar
dentro de la Misa, después de la homilía; aunque en
circunstancias especiales, se puede hacer dentro de una
celebración de la Palabra. Las fórmulas de imposición de
la ceniza se inspiran en la Escritura: Gn, 3, 19 y Mc 1, 15.
La ceniza procede de los ramos bendecidos el
Domingo de la Pasión del Señor, del año anterior,
siguiendo una costumbre que se remonta al siglo XII. La
fórmula de bendición hace relación a la condición
pecadora de quienes la recibirán.
El simbolismo de la ceniza es el siguiente:
a) Condición débil y caduca del hombre, que camina
hacia la muerte;
b) Situación pecadora del hombre;
c) Oración y súplica ardiente para que el Señor acuda
en su ayuda;
d) Resurrección, ya que el hombre está destinado a
participar en el triunfo de Cristo;
Es el residuo de la combustión por el fuego de las
cosas o de las personas. Este símbolo ya se emplea
en la primera página de la Biblia cuando se nos cuenta
que "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gen
2,7). Eso es lo que significa el nombre de "Adán". Y se
le recuerda enseguida que ése es precisamente su fin:
"hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste
hecho" (Gn 3,19).
Por extensión, pues, representa la conciencia de la nada, de la nulidad de la criatura con
respecto al Creador, según las palabras de Abrahán: "Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a
hablar a mi Señor" (Gn 18,27).
El Miércoles de Ceniza
Esto nos lleva a todos a asumir una actitud de humildad
("humildad" viene de humus, "tierra"): "polvo y ceniza son los
hombres" (Si 17,32), "todos caminan hacia una misma meta:
todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo" (Qo 3,20),
"todos expiran y al polvo retornan" (Sal 104,29). Por lo tanto, la
ceniza significa también el sufrimiento, el luto, el arrepentimiento.
En Job (Jb 42,6) es explícitamente signo de dolor y de
penitencia. De aquí se desprendió la costumbre, por largo tiempo
conservada en los monasterios, de extender a los moribundos en
el suelo recubierto con ceniza dispuesta en forma de cruz. La
ceniza se mezcla a veces con los alimentos de los ascetas y la
ceniza bendita se utiliza en ritos como la consagración de una
iglesia, etc.
La costumbre actual de que todos los fieles reciban en su
frente o en su cabeza el signo de la ceniza al comienzo de la
Cuaresma no es muy antigua.
En los primeros siglos se expresó con este gesto el camino
cuaresmal de los "penitentes", o sea, del grupo de pecadores
que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, el
Jueves Santo, a las puertas de la Pascua. Vestidos con hábito
penitencial y con la ceniza que ellos mismos se imponían en la
cabeza, se presentaban ante la comunidad y expresaban así su conversión.
En el siglo XI, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, se vio que el
gesto de la ceniza era bueno para todos, y así, al comienzo de este período litúrgico, este rito se
empezó a realizar para todos los cristianos, de modo que toda la comunidad se reconocía
pecadora, dispuesta a emprender el camino de la conversión cuaresmal.
En la última reforma litúrgica se ha reorganizado el rito de la imposición de la ceniza de un
modo más expresivo y pedagógico. Ya no se realiza al principio de la celebración o
independientemente de ella, sino después de las lecturas bíblicas y de la homilía. Así la Palabra
de Dios, que nos invita ese día a la conversión, es la que da contenido y sentido al gesto.
Además, se puede hacer la imposición de las cenizas fuera de la Eucaristía -en las
comunidades que no tienen sacerdote-, pero siempre en el contexto de la escucha de la
Palabra.
Señor: no sólo me adelanto a la
aurora, sino que también quiero
contigo adelantar la aurora: vivir
una Cuaresma que adelante la
primavera, que adelante la Pascua,
que adelante la luz. En mi propio
corazón y en el corazón de esta
tierra nuestra.
Señor, me adelanto a la aurora
esperando tus palabras.
Salmo 118,147
El Miércoles de Ceniza
LA CONVERSIÓN Y SUS OBRAS
Las tres lecturas del Miércoles de Ceniza hoy expresan con claridad
el programa de conversión que Dios quiere de nosotros en la
Cuaresma: convertíos y creed el Evangelio; convertíos a mí de todo
corazón; misericordia, Señor, porque hemos pecado; dejaos
reconciliar con Dios; Dios es compasivo y misericordioso...
Cada uno de nosotros, y la comunidad, y la sociedad entera,
necesita oír esta llamada urgente al cambio pascual, porque todos
somos débiles y pecadores, y porque sin darnos cuenta vamos siendo
vencidos por la dejadez y los criterios de este mundo, que no son
precisamente los de Cristo.
Es bueno que en la homilía se haga notar la triple dirección de esta
conversión que apunta el evangelio:
a) la apertura a los demás: con la obra clásica cuaresmal de la
limosna, que es ante todo caridad, comprensión, amabilidad,
perdón, aunque también limosna a los más necesitados de cerca
o de lejos,
b) la apertura a Dios, que es escucha de la Palabra, oración
personal y familiar, participación más activa y frecuente en la Eucaristía y el sacramento de la
Reconciliación,
c) y el ayuno, que es autocontrol, búsqueda de un equilibrio en nuestra escala de valores,
renuncia a cosas superfluas, sobre todo si su fruto redunda en ayuda a los más necesitados.
Las tres direcciones, que son como el resumen de la vida y la enseñanza de Cristo, nos ayudan a
reorientar nuestra vida en clave pascual.
Pasos hacia la Pascua
La Iglesia ha recibido, como misión específica, celebrar ininterrumpidamente
la Pascua del Señor. Si la Pascua es todo, se adivina ya que la Cuaresma
tiene sólo razón de inicio y de encaminamiento a la misma Pascua.
Podemos descubrir tres etapas en el camino hacia la Pascua:
- La primera corresponde a las semanas primera y segunda: da el sentido
global de la Cuaresma ayudándonos a poner el acento en la renovación
personal, entroncando con la participación en la celebración eclesial.
- La segunda corresponde a las semanas tercera, cuarta y quinta: el Misterio de
Cristo en nosotros a través, principalmente, de la renovación y la participación
en los sacramentos de la iniciación, tiempo bautismal por excelencia.
- La tercera, a partir del domingo de Pasión (Ramos): Hallamos una acentuación
del Misterio Pascual de Cristo, realizado a través de su pasión y crucifixión,
Joan Bellavista
El camino cuaresmal
MIÉRCOLES DE CENIZA
-
Nos marca la salida de la marcha. Es el tiempo favorable (cf. 1Co 6, 2; Is 49, 8)
Nos ofrece el estilo de la peregrinación: con humildad y espíritu de conversión.
El bagaje que ha de acompañamos: oración, ayuno y misericordia.
No rasguéis los vestidos, no mortifiquéis los cuerpos, rasgad el corazón.
PRIMERA SEMANA. Etapa de desierto
-
Atentos a los peligros del camino, como las serpientes que seducen, pero llevan veneno.
Escucharás cantos de gloria y felicidad, pero te apartan del camino.
Cristo nos enseña la manera de vencer. Sus armas son: la oración, la obediencia a la palabra,
la docilidad al Espíritu.
No sólo de pan y consumo vive el hombre, sino de toda palabra de Dios.
SEGUNDA SEMANA. Éxodos y subidas
-
Hay que dejar constantemente la casa y la tierra.
Hay que ascender a la montaña para orar.
Necesitas abrirte a los demás y encontrarte con Dios.
Dios te bendecirá, te multiplicará, te revestirá de su luz y de su gracia.
Sal, sube, ora, escucha.
TERCERA SEMANA. Los cansancios y las dudas
-
La sed, como símbolo universal de insatisfacción.
Se cuestiona el sentido de la vida y aún de Dios.
La fe hace brotar agua de la roca.
Cristo, nuestra roca, ofrece el agua viva que sacia para siempre.
Señor, dame de beber.
CUARTA SEMANA. Las tinieblas y la luz
-
La noche y la ceguera como símbolo de negatividad existencial.
Hay noche en el mundo. También nosotros éramos tinieblas.
Hay ceguera en la vida. Todos somos bastante ciegos.
Cristo puede curamos. Él es la luz.
Caminad como hijos de la luz.
El camino cuaresmal
QUINTA SEMANA. Amenazados de muerte
-
La muerte es nuestra mayor amenaza. El miedo a la muerte polariza todos nuestros
miedos.
Pero el Espíritu de Dios es vivificante.
Cristo, nuestra Pascua, también nos libra de la muerte. Así podemos afirmar que estamos
amenazados de resurrección.
Yo soy la resurrección y la vida.
SEMANA SANTA. Me amó y se entregó por mí.
-
Cristo asume todos nuestros negativismos para curarlos, pero desde dentro, pasando por
ellos.
-
Su amor es más fuerte que todo.
Sus cicatrices nos curaron.
De su costado salió sangre y agua.
Tiempo de poda
ALGUNAS REFERENCIAS BÍBLICAS PARA TRABAJAR
Veamos cuatro referencias bíblicas, para leerlas sin prisas, meditarlas y situarlas en el contexto
de este tiempo de poda.
!
“Dad el fruto que pide la conversión... Ya toca el
hacha la base de los árboles, y el árbol que no
da fruto será cortado y echado al fuego” (Mt 3,810).
!
La esterilidad: la higuera estéril. (Mt 21,18-19)
!
El que permanece unido a Cristo da fruto
abundante (Jn 15,1-8)
!
La poda supone arrancar el corazón de piedra,
para que nazca un corazón nuevo: “Os daré un
corazón nuevo”. (Ez 36,26).
Consignas cuaresmales (además de las clásicas)
El ayuno que Dios quiere:
Que dejes de "morder" al prójimo en tus conversaciones.
Que no "devores" a nadie comiéndole su fama o sus bienes.
Que no hagas gastos superfluos.
Que tus inversiones las pongas en la cuenta corriente de los pobres.
Que ofrezcas tu tiempo al que te lo pida.
Que prefieras servir a ser servido.
Que tengas hambre y sed de justicia.
Que te comprometas en la lucha contra toda marginación.
Que veas en toda persona un hermano.
Que veas en el pobre y el que sufre un sacramento de Cristo.
La ceniza que Dios quiere:
Que no te consideres dueño de nada, sino humilde administrador.
Que no te gloríes de tus talentos, y que los pongas al servicio de los demás
Que no te creas santo o grande, porque santo y grande sólo es Dios.
Que quemes tu orgullo y tu egoísmo y te vuelvas más servicial.
Que no te deprimas ni te acobardes, porque Dios es tu victoria.
Que vivas el momento presente sin miedos ni añoranzas.
Que estés siempre abierto a la esperanza.
Que seas sencillo y humilde en el trato con los demás.
Que ores y escuches con fe la Palabra de Dios.
La abstinencia que Dios quiere:
Que no seas esclavo del consumo, de los juegos, de la moda.
Que te abstengas de tanta televisión.
Que no seas esclavo ni del sexo ni del tabaco ni de la bebida ni de nada.
Que te abstengas de toda violencia.
Que te abstengas de toda palabra hiriente o difamatoria.
Que evites todo deseo de venganza o de rencor.
S
eñor, fortalécenos con tu auxilio
al empezar la Cuaresma, para
que nos mantengamos en
espíritu de conversión; que la
austeridad penitencial de estos días
nos ayude en el combate cristiano
contra las fuerzas del mal. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Para celebrar la Cuaresma
E
l Tiempo de Cuaresma es un tiempo muy
arraigado en el pueblo cristiano, aunque a
nivel social no tenga prácticamente
resonancia. Y cada vez está también más arraigada
la conciencia de que la Cuaresma tiene su sentido en
tanto que preparación de la Pascua. Pero aun así, es
importante esforzarse para que los signos y las
actividades ayuden a vivida con intensidad. De lo
contrario, podríamos pasar las semanas sin damos
cuenta y llegaríamos a la Pascua sin la necesaria
preparación. Aquí resaltamos algunos puntos que
pueden ayudar, tanto a nivel directamente litúrgico
como también de vida cristiana en general:
1. Ambientación de la Iglesia: centrarse en lo
esencial. La ambientación de la iglesia durante la
Cuaresma debe ser austera (sin flores incluso
delante del Santísimo o de las imágenes de la Virgen
o de los santos; sin música instrumental durante la
Misa, excepto para sostener el canto). Pero no
porque la austeridad ambiental sea un valor en sí
misma, sino porque se trata de centrarnos en lo que
es verdaderamente esencial. Será una ocasión para
destacar lo que siempre es fundamental en el lugar de la celebración cristiana: el altar para la
Eucaristía y el ambón para la Palabra de Dios. Algún cartel y algún paño morado también podrán
contribuir a esa ambientación.
2. La cruz es un punto de referencia todo el año, pero especialmente durante la Cuaresma. Será
conveniente resaltar una en el presbiterio, significativa y bien iluminada. Si el presbiterio es de
dimensiones reducidas, colocar en él la cruz grande que quizá tengamos al final de la Iglesia puede
resultar excesivo. Pero tampoco será conveniente limitarse a una pequeña cruz como las que a
menudo hay en nuestros presbiterios. Si tenemos una pequeña cruz, o una cruz demasiado simple,
¿no podría ser una buena ocasión para adquirir -con la aportación de los fieles- una cruz más digna? Y
aún otra posibilidad: poner en el presbiterio, durante la Cuaresma, además del crucifijo habitual, una
cruz grande hecha con dos troncos (¡pero con buen gusto!).
3. Algunas particularidades de la Misa dominical. Para las Misas de los domingos de Cuaresma,
en la hoja de moniciones se indican dos particularidades respecto al resto del año. Primero, que en el
acto penitencial proponemos decir el "Yo confieso", por su carácter más penitencial (y que debería
rezarse después de un silencio algo más largo de lo habitual); y segundo, como respuesta a la oración
de los fieles proponemos, como una opción, cantar el Kyrie, eleison, que debería entonar a cada
petición el lector o cantor, y repetido la asamblea. Junto con estos elementos que pueden ayudar a
resaltar que estamos en un tiempo distinto, también señalamos que sería bueno decir el Credo breve,
y la oración sobre el pueblo.
Para celebrar la Cuaresma
4. Otros encuentros litúrgicos y de oración.
Será deseable instaurar durante la Cuaresma, allí
donde aún no sea costumbre, el rezo de la Liturgia de
las Horas: por ejemplo, los días laborables antes de la
Misa, o como rezo independiente; por ejemplo
también, celebrar con mayor solemnidad las Vísperas
los domingos por la tarde. En algún lugar se ha
convertido en tradición convocar a los fieles por
ejemplo cada miércoles a rezar Vísperas y cada
viernes para el Viacrucis, y también hay otras
posibilidades: convocar un encuentro semanal de
oración, a base de lecturas, cantos, silencios;
organizar un retiro parroquial; preparar
especialmente una celebración de la Eucaristía una
vez por semana un día laborable...
5. Un tiempo de preparación bautismal. La
Cuaresma es, como sabemos, un tiempo de
preparación para el Bautismo y para la renovación
bautismal de la Noche de Pascua. Será conveniente
que mencionemos este tema de vez en cuando: nos
preparamos para unirnos a Jesús en su Pascua, y
esto es precisamente el Bautismo (Rom 6, 3-11); los
evangelios bautismales de este ciclo A, nos lo harán
tener en cuenta de modo especial. Por eso, también,
es deseable que no se celebren bautismos durante la
Cuaresma (aunque la gente no lo entienda muy a
fondo; el solo hecho de no celebrados crea como mínimo interrogantes y resalta que la Cuaresma
es un Tiempo especial). También será conveniente, en las iglesias en las que hay pila de agua
bendita, recordar que hacerse la señal de la cruz con el agua es una forma de revivir el Bautismo y
de recordar que entramos en la iglesia como bautizados.
6. Colocar la Cuaresma en la vida. En todo lo que llevamos dicho, debe notarse que estamos
en la Cuaresma de este año concreto y no en una Cuaresma fuera de tiempo: en las homilías, en las
plegarias, pero también, por ejemplo, añadiendo algún testimonio (breve) de pecado personal o
colectivo, o alguna (también breve) propuesta concreta de conversión; o bien, montando una
exposición al final de la iglesia sobre algún tema de lo que ocurre a nuestro alrededor o en nuestro
mundo, y que sea una llamada a la conversión.
7. El programa cuaresmal de cada uno. Éste es uno de los elementos importantes para que la
Cuaresma no "pase de largo" en la vida de los cristianos. Por lo cual, será conveniente repetir a
menudo la invitación a que cada creyente se haga su propio "programa cuaresmal", que contendrá,
por una parte, la reflexión sobre cómo hacer algún progreso de vida cristiana y de fidelidad al
Evangelio y, por otra, algún acto que intensifique durante este tiempo la proximidad a Jesucristo.
Los tres aspectos de la limosna, el ayuno y la oración son tres buenas guías en este camino.
Conviértete a la humildad
E
l evangelio escogido para empezar la
Cuaresma nos pide que no sólo hagamos
cosas buenas, sino que las hagamos bien. Y
para ello hay que empezar por la humildad. Si falla
este fundamento todo el edificio se tambalea. Dice
Jesús: Guardaos de hacer vuestra justicia
(=santidad) delante de los hombres para ser vistos
por ellos.
Cuando damos limosna para que nos tengan por
buenos, la limosna deja de ser un acto de amor
para convertirse en una egolatría. Si ayunas para
que te tengan por santo, esa mortificación no deja
de ser un chantaje espiritual. Y si rezas para que
crean que eres un hombre de Dios, cada vez
estarás más lejos de Él, porque en la medida que el
hombre se eleva, Dios se aleja.
Conviértete a la humildad. No es que te creas
humilde, sino que te veas sincero. Humildad es no
buscar el aplauso por lo que haces y no querer
aparentar lo que no se hace o no se tiene o no se
es; no vivir de apariencias, de fachada, de mentiras;
es sencillamente vivir en la verdad. Es ser lo que
eres, aceptarte como eres, actuar desde lo que
eres. Cuando vivimos en la mentira es porque no
somos humildes.
¿Tu verdad? Importa conocerla, que no es fácil. Hay tantas cosas que nos ocultamos a nosotros
mismos, que no queremos saber, y menos que nos las digan. Preferimos que nos digan cosas
bonitas, aunque no sean verdaderas.
¿ Tu verdad? Si te miras a la luz de Dios, verás que eres nada por ti mismo, pero que Dios te ha
dado una serie de dones que debes reconocer. Tienes muchos valores, pero no son tuyos ni para ti.
Un ejemplo de humildad, María: Aquí está la esclava, pero el Poderoso ha hecho obras grandes
por mí.
Te he explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente que respetes el derecho,
que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios (Miq 6, 8).
Convertirse es caminar en la humildad, caminar en la verdad. Libérate de todos tus oropeles y tus
mentiras.
Sé que no os hincháis con mi alabanza, pues tenéis dentro de vosotros a Jesucristo. Y más bien
sé que, cuando os alabo, os avergonzáis, como está escrito: el justo se acusa a sí mismo (San
Ignacio de Antioquía a los Magnesios).
Conviértete a la humildad
¿
Has visto con qué espontaneidad le
sale a Jesús la palabra Padre? ¿Has
contado las veces que la repite?
Independientemente de lo que diga del
Padre -habla de recompensas-, sólo con
reiterar la palabra ya te está enseñando
tanto.
Padre. Pero no pienses en un padre
cualquiera. Quita primero todos los defectos
que tienen los padres humanos y quédate
con sus virtudes. Añade todas las virtudes y
los valores que tienen las madres, los
abuelos, los tíos, los padrinos; multiplica
después todo eso por infinito; y quédate
diciendo: ¡qué pena!, eso no es sino una sombra de mi Padre.
SI DIOS ES PADRE...
No tienes nada que temer. A nada ni a nadie. ¿Quién te puede separar del amor de Dios? Nada
ni nadie te puede vencer. Tienes que empezar por liberarte definitivamente del miedo al mismo
Dios. ¡Cuánto daño ha originado esta educación religiosa timorata!
Debes confiar. Al menos la confianza que tiene un hijo pequeño con su padre. Mirando al
pasado, confía; mirando al presente, confía; mirando al futuro, confía. Mi suerte está en tu mano
(Sal 15, 5). Él te guarda como a la niña de sus ojos y te esconde bajo la sombra de sus alas (Sal 16,
8).
Debes agradecer. ¿Has hecho algo para tener un Padre así? O, más bien, ¿no has hecho
méritos para que Él te hubiera desheredado y rechazado? ¿Merecía el hijo pródigo el recibimiento
que tuvo a su vuelta? Tú puedes seguir diciendo: El Señor es el lote de mi heredad y mi copa... Me
ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad (Sal15, 5-6).
Debes obedecer. No sólo por darle gusto, no sólo como una exigencia filial y una manifestación
del agradecimiento -piensas que al hijo pródigo se le ocurría dejar al Padre por segunda vez?-, sino
porque esa obediencia es tu vida, te enriquece a ti mismo, te hace crecer y dar fruto, te da felicidad
y te plenifica.
Debes amar. Es como el principio y el resumen de todo lo que llevamos dicho. Dios te ama tanto
y se deja querer. Tampoco es por obligación, sino por necesidad. Ese amor será el sol de tu vida.
Por eso no debes andar mirando la recompensa cuando hayas hecho alguna obra buena, algún
acto de amor; la recompensa está en ser amado y poderle amar.
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