carta pastoral del Cardenal Sistach para el nuevo curso

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Carta Pastoral
UNA IGLESIA SAMARITANA
EN MEDIO DE LAS
GRANDES CIUDADES
Dr. Lluís Martínez Sistach
Cardenal Arzobispo de Barcelona
www.esglesiabarcelona.cat
Església Arxidiocesana
de Barcelona
Una iglesia samaritana en
medio de las
grandes ciudades
Carta pastoral
Dr. Lluís Martínez Sistach,
Cardenal Arzobispo de Barcelona
Església Arxidiocesana
de Barcelona
Una iglesia samaritana en
medio de las grandes ciudades
Carta pastoral del Dr. Lluís Martínez Sistach, Cardenal Arzobispo
de Barcelona, para el curso pastoral 2014-2015
Armonía entre la Evangelii gaudium y nuestro Plan Pastoral
Iniciamos el curso en que completaremos un nuevo curso de
aplicación del Plan Pastoral de la Archidiócesis Haced todo lo que
Jesús os diga, que comenzamos el año 2011.1 Me satisface poder
constatar que los tres objetivos del citado Plan Pastoral se han
ido aplicando durante los pasados cursos por los diocesanos y
por las diferentes instituciones diocesanas. Con todo, dada la
importancia y la actualidad de los objetivos prioritarios que nos
hemos propuesto, estos objetivos pastorales se han de ir alcanzando siempre y, por tanto, también en este curso 2014-2015
que iniciamos, en el que celebraremos la conclusión del Plan
Pastoral.
Con gozo me dirijo a todos vosotros, estimados diocesanos, con esta Carta Pastoral para ayudar a vivir intensamente
este nuevo curso que comenzamos y hacerlo bien unidos al Papa
Francisco en la aplicación de su programa pastoral que ha señalado para toda la Iglesia en su exhortación apostólica Evangelii
1
Haced todo lo que Jesús os diga, Plan Pastoral de los años 2011-2015 de la
Archidiócesis de Barcelona. Edición del Arzobispado, Barcelona 2011.
3
gaudium.2 Este documento pontificio es un auténtico don de
Dios, un generoso obsequio que Francisco nos ha hecho.
Con satisfacción podemos constatar que hay una gran
sintonía entre la Evangelii gaudium del Papa Francisco, del año
2013, y nuestro Plan Pastoral que comenzamos el año 2011.
Ambos coinciden plenamente en la dimensión misionera y evangelizadora que propugnan respectivamente para la pastoral de la
Iglesia universal y para la pastoral de nuestra Archidiócesis. Esta
gozosa coincidencia favorece una mayor aplicación de la Evangelii gaudium de nuestro estimado Papa Francisco.
Nuestra Iglesia de Barcelona es eminentemente urbana.
Será necesario, por tanto, que la pastoral que realizamos tenga
muy en cuenta los retos de las culturas urbanas. La población
mundial se va desplazando hacia las grandes ciudades, según
datos ofrecidos por el sociólogo Castells, actualmente ya vivimos
en ellas el 50% de la humanidad, y el número va creciendo.
Europa es urbana en un 70% y superará el 80% el año 2050.
América Latina es, ahora mismo, urbana en un 66%, y en 2050
llegará al 84%. La forma esencial de esta urbanización es la región
metropolitana, en donde se concentra, además de la población,
poder, riqueza, tecnología, creatividad, innovación y cultura,
y, por otra parte, problemas sociales y alienación personal. En
nuestros días el 18% de la población mundial vive en regiones o
áreas metropolitanas de más de cinco millones de personas.
2
La alegría del Evangelio, Evangelii gaudium, exhortación apostólica del Papa
Francisco, del 24 de noviembre de 2013. Ed. Claret, Barcelona, 2013. De
ahora en adelante citada como EG.
4
En conversaciones que mantuve con el cardenal Bergoglio durante las congregaciones generales antes del cónclave y
poco después con el Papa Francisco, coincidimos en la preocupación por la pastoral de las grandes concentraciones urbanas. Él
fue el pastor del Gran Buenos Aires. Barcelona tiene bien unida
a ella toda el área metropolitana. Por ello, proyecté y organicé en
Barcelona un Congreso Internacional de Pastoral de las Grandes
Ciudades. El Papa está muy interesado en este Congreso. En el
documento Evangelii gaudium, habla precisamente de los “desafíos de las culturas urbanas”.3
Durante los días 20 a 22 de mayo de este año hemos
celebrado la primera etapa del Congreso, que ha contado con la
participación de sociólogos, teólogos, pastoralistas y otros especialistas de diversos países del mundo, para exponer y reflexionar
sobre la realidad actual de las grandes ciudades y para detectar los
desafíos y las ventajas que presentan para la obra de la evangelización. Tanto las ponencias como las reflexiones aportadas en los
diálogos de los expertos han sido muy ricas de contenido.
Durante los días del 24 al 26 de noviembre de 2014
celebraremos en Barcelona la segunda etapa del Congreso,
dedicada a pastores de grandes ciudades del mundo, para
reflexionar, debatir y poner en común unas experiencias
pastorales a la luz de los contenidos que nos han aportado los
técnicos en la primera fase del Congreso. El día 27 de noviembre,
el Papa Francisco nos ha concedido una audiencia privada con
objeto de presentarle nuestras conclusiones y escuchar su palabra
3
EG 71-75.
5
autorizada y muy competente en esta materia que siempre le ha
interesado de manera especial. De forma inmediata publicaremos
las Actas del Congreso.
Mientras esperamos la segunda etapa del Congreso, ya
podemos aprovechar alguno de los resultados obtenidos en la
primera fase para ayudarnos en la evangelización de las grandes
ciudades y en concreto en nuestra Archidiócesis de Barcelona.
En diversos pasajes de esta Carta me referiré a ello.
Todos los que participamos en las Jornadas de la primera
etapa del Congreso, constatamos la riqueza de los contenidos
que nos ofrecieron los ponentes y los expertos y como sus aportaciones nos interpelaban pensando en la pastoral que realizamos
en nuestras ciudades de la archidiócesis. Terminada la segunda
etapa del Congreso, el próximo mes de noviembre, con las reflexiones de los pastores de grandes ciudades del mundo y el discurso del Papa Francisco, pienso que convendría aprovechar toda
esta riqueza sociológica, teológica y pastoral de la realidad de las
grandes concentraciones urbanas, para celebrar con motivo de
la clausura de nuestro Plan Pastoral, durante este curso, unas
jornadas pastorales sobre esta temática que nos ayuden a todos
–sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos– a pensar y
organizar una pastoral más urbana en nuestra archidiócesis con
el fin de prestar un mejor servicio a los hombres y a las mujeres
de nuestra sociedad.
El próximo 5 de octubre comienza en Roma la Asamblea
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada a los “desafíos
pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización”, y
esta será la misma temática del Sínodo de los Obispos de 2015.
6
Durante este curso hemos de vivir intensamente la pastoral familiar para ayudar a que los matrimonios y las familias sean íntimas
comunidades de vida y de amor y auténticas iglesias domésticas.
Nuestra archidiócesis participó en la consulta que se efectuó sobre la temática sinodal y deseamos seguir con gran atención los
trabajos sinodales, en los cuales tendré ocasión de participar por
haberme nombrado el Papa Francisco miembro de este Sínodo.
Lo haremos también con nuestra plegaria y trabajando en la formación remota y próxima de los jóvenes cristianos para que puedan celebrar gozosamente el sacramento del matrimonio.
Este curso conmemoraremos el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús. Esta mística, escritora, fundadora y doctora de la Iglesia, es sobretodo testimonio de una
experiencia singular de amistad con Dios que la convierte en
admirable maestra y modelo de oración para todos los cristianos.
El programa del Papa Francisco y nuestro Plan Pastoral
Antes de terminar el primer año de su pontificado, Francisco ha
propuesto a toda la Iglesia su programa pastoral en su exhortación apostólica Evangelii gaudium, escrita con motivo del Sínodo
de los Obispos del mes de octubre de 2012, que trató sobre la
nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
Este documento, escrito como se ha dicho “por las dos
manos de Francisco”, es el documento programático de su pontificado y de toda la Iglesia. Lo dice claramente al comienzo con
estas palabras: “En esta exhortación quiero dirigirme a los fieles
7
cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”.4 Y más adelante lo ratifica con toda
claridad: “Destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un
sentido programático y consecuencias importantes”.5
¿Cuál es en concreto el programa que nos propone el Papa
Francisco? Lo dice en el mismo documento al afirmar: “Sueño
con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que
las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación”.6 El
programa es la evangelización, la opción misionera que todos los
cristianos, todas las parroquias y comunidades y todas las realidades eclesiales han de realizar para la evangelización del mundo,
de la sociedad y de las personas. El Papa sueña con transformarlo
todo. Se trata de un programa renovador, de conversión personal
y pastoral.
Y nos podemos preguntar: ¿qué criterio o qué clave señala Francisco para realizar esta transformación de todo? Él mismo
responde a nuestra pregunta al decirnos: “La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en
este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras,
que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante
actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos
4
5
6
EG 1.
EG 25.
EG 27.
8
aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad”.7 Francisco propone “una pastoral en clave misionera”.8 La Iglesia se reforma si
se centra en la misión; la conversión y la misión renuevan la vida
de la Iglesia.
Como podemos ver, el criterio, la clave, es la dimensión
misionera y evangelizadora. Esto es obvio y plenamente coherente con la naturaleza de la Iglesia. Ya Pablo VI, en la Evangelii
nuntiandi, de 8 de diciembre de 1975, nos decía que la Iglesia
existe para evangelizar y que esta es su misión esencial.9 Si la
Iglesia no evangelizara, no serviría para lo que fue fundada por
Jesucristo. La clave, pues, es que todas las estructuras y realidades
eclesiales, así como todas las actitudes y actuaciones de los cristianos, sean más misioneras y más evangelizadoras.
El Papa Francisco nos dice que san Juan Pablo II nos invitó a reconocer que “es necesario mantener viva la solicitud para
realizar el anuncio evangélico” a los que viven alejados de Cristo,
“porque esta es la tarea primordial de la Iglesia”. La actitud misionera “representa todavía hoy el máximo desafío para la Iglesia”
y “la causa misionera ha de ser la primera”.10 Esta tarea sigue
siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: “Hay más
alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte que por
noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”.11
7
EG 27.
EG 35.
9
Cf. EN 14.
10
Redemptoris missio, encíclica de Juan Pablo II, citada por Evangelii gaudium, 15.
11
Lc 15, 7.
8
9
La Iglesia en salida y el primer objetivo del Plan Pastoral
El primer objetivo del Plan Pastoral vigente pide “dar a conocer
a Jesucristo a los que no lo conocen”. Es un propósito eminentemente evangelizador y hoy tiene una necesidad y una vigencia
especiales, ya que son muchas las personas que en nuestro país
no conocen a Jesucristo o lo conocen mal.
Las parroquias y las comunidades son muy conscientes
de que hoy doblan las campanas, pero que congregan a un número inferior de creyentes para celebrar la fe. Sin embargo, Jesucristo vino y dio su vida para todas las personas de la comunidad
humana. Nuestra vocación misionera y evangelizadora nos invita
a salir de los templos para ir allí donde se encuentran las personas
para anunciarles a Jesús y su Evangelio.
Esta constatación no nos permite olvidar que la pastoral
de las grandes ciudades parte del descubrimiento de la presencia
de Dios en y entre las personas que viven en nuestras ciudades.
Por esto, el Papa Francisco nos dice que “necesitamos reconocer
la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada
de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas”.12 “Esta presencia de Dios no debe ser fabricada, sino descubierta, desvelada”. Dios vive entre los ciudadanos
–nos dice Francisco- promoviendo la solidaridad, la fraternidad,
el deseo del bien, de la verdad y de la justicia”.13
Para poder evangelizar en nuestra Nínive de hoy, en nuestras grandes concentraciones urbanas, hemos de contemplarlas
12
13
EG 71.
EG 71.
10
con una mirada de fe, creyendo que Dios habita y trabaja en
ellas. En este sentido, Jesús en el Evangelio nos dice que pidamos
al amo de los sembrados que envíe segadores, porque la mies ya
está a punto para la siega;14 no dice sembradores sino segadores,
porque la mies ya está para segar, ya que Dios trabaja en el campo que es el corazón de todas las personas.
Lo que es más importante en la pastoral de las grandes
ciudades proviene de una mirada de fe. La primacía corresponde
a la lectura teologal de la realidad, en función de la cual conviene
analizar otras posibles lecturas. Esta lectura teologal conduce a
“salir cada día y constantemente para encontrar al prójimo que
vive en la ciudad… el cual es Jesucristo encarnado”.15
Siguiendo a san Ignacio de Loyola en la segunda semana
de sus “Ejercicios Espirituales”, hemos de contemplar la ciudad
con la mirada con que Dios ve el mundo: Dios ve la diferencia y,
por tanto, la realidad de manera de poliédrica (el poliedro es la
unión de todas las particularidades, el horizonte común de todas
las diversidades). Dios ve la ciudad como un espacio de perdición y de salvación, que necesita la encarnación de su propio
Hijo. La aproximación a la gran ciudad precisa de un enfoque
cristológico y, al mismo tiempo, pneumatológico: así como hizo
Cristo en el misterio de la encarnación, así ha de hacer la Iglesia,
siguiendo el Espíritu de Cristo.16
La Iglesia que quiera evangelizar a una gran ciudad ha
de ser una Iglesia “en salida”, ni sedentaria ni autorreferencial, ni
14
15
16
Cf. Mt 9, 37; Lc 10, 2.
Documento de la Conferencia de Aparecida (resumido con las siglas DA), 514.
Cf. Lumen gentium, 8 y Ad gentes, 5.
11
temerosa ni encerrada en sí misma. Por esto Francisco dice que
“fiel al modelo del Maestro, es vital que la Iglesia salga a anunciar
el Evangelio a todos, en todas partes, en todas las ocasiones, sin
demoras, sin cansancio y sin miedo”.17 La Iglesia y los cristianos
están llamados a salir a las periferias, y esto implica que la Iglesia
ha de abandonar una actitud autorreferencial. Hemos de ir hacia
las periferias geográficas y existenciales de nuestras ciudades y pueblos, muy conscientes de que cuando llegamos nosotros, Dios ya
está presente, ya se nos ha adelantado. Esto comporta la conciencia de que el trabajo que podamos realizar no lo realizaremos nosotros solos, sino acompañados por Jesús, el primer evangelizador.
En la gran ciudad la misión se plantea como un contagio,
como una contaminación, como un fenómeno de capilaridad.
El fenómeno bioquímico de la ósmosis nos sirve para explicar la
historia de la misión cristiana, desde los Hechos de los Apóstoles a
la Carta a Diogneto, desde Gregorio de Canterbury a Francisco
Javier. El Evangelio se ha transmitido desde sus orígenes por impregnación, mediante un contacto personal, por una apelación
al corazón, con frecuencia de una manera más bien intensiva que
no extensiva. La misión de Jesús no tiene fronteras. “Vayamos a
otros lugares…, que para esto he venido”.18 Una misión se convierte en capilar cuando no se autolimita, cuando abandona los
miedos y las precauciones, cuando las incógnitas no son disuasivas. El coraje y la libertad de anunciar el Evangelio, la parresia,
constituyen una actitud espiritual fundamental del discípulo misionero. El contagio realizado por medio de una vida de testimo17
18
EG 23.
Mc 1, 37-38.
12
nio y de proclamación de la Palabra de Dios es el primer camino
a recorrer para hacer presente el Evangelio en las megápolis.
Las grandes urbes son en sí mismas lugares de libertad y
de oportunidad en los cuales las personas conocen a las personas,
interactúan y conviven entre sí. En estas megápolis el ser humano está llamado constantemente a caminar cada vez más hacia el
encuentro con el otro, a convivir con el diferente, a aceptarlo y
a ser aceptado por él. Por esto la pastoral de las grandes ciudades
ha de adecuarse a la naturaleza humana y social que caracteriza
la vida en ellas. La convivencia es el sueño de toda gran ciudad y
a la vez es la traducción concreta de la fraternidad, que es uno de
los pilares de la propuesta cristiana.
En este sentido hay un paso de l’alter al frater, que discurre por los caminos de la compasión y de la misericordia. La
cultura de la proximidad y del encuentro, de la proximidad y de
la compañía salvará a la gran ciudad de sus enemigos proverbiales: el miedo, la violencia, la desconfianza, el aislamiento. Con el
Papa Francisco, hemos de reafirmar que el núcleo esencial y definitivo de la misión cristiana, al que tenemos acceso gracias al magisterio interior del Espíritu, “es la belleza del amor salvífico de
Dios, que se ha manifestado en Jesucristo muerto y resucitado”.19
La misión en las grandes ciudades nos pide una conversión
pastoral sólida y fiel, que esté alejada –con palabras de san Juan
Pablo II- de toda “introversión eclesial”. Una pastoral de pura
conservación o de mantenimiento, a menudo basada en esquemas
rurales, no responde a los desafíos planteados por la gran ciudad.
19
EG 36.
13
La nueva etapa pastoral que se ha abierto con el predominio global
de las grandes concentraciones urbanas como foco generador de
cultura, nos pide tener un corazón místico que viva la “dulce y
confortadora alegría de evangelizar”, en expresión de Pablo VI.20
Las Iglesias domésticas situadas en las fronteras
Tanto las cartas paulinas como el libro del Apocalipsis manifiestan un modelo eclesial vinculado con la ciudad y con la casa.
Se habla de formas comunitarias vinculadas con una casa y se
utiliza la expresión Iglesia doméstica o de casa. Así, en Roma, encontramos la Iglesia que se reúne en la casa de Prisca y Áquila,21
de Aristóbulo22 o de Narciso.23 En las grandes ciudades (Roma,
Éfeso, Corinto) y por razón del número de cristianos, la Iglesia
adoptaba el modelo de Iglesia doméstica o de casa, comunidades
que se reunían en la casa de alguien.
Pensando en los no creyentes o en los no practicantes y
atendiendo al primer objetivo de nuestro Plan Pastoral y al programa evangelizador del Papa Francisco, conviene dar mucha importancia a las familias cristianas como Iglesias domésticas. Estas familias ya están en las fronteras geográficas y existenciales por razón del
lugar en que residen. Estas Iglesias domésticas están en todas partes
y han de tomar mucha conciencia de su misión evangelizadora.
20
21
22
23
Cf. Evangelii nuntiandi, 80.
Cf. Rm 16, 3.5.
Cf. Rm 16, 10.
Cf. Rm 16, 11.
14
Estas familias pueden invitar a los vecinos, a los amigos y
a los familiares a su casa para compartir la amistad y el interés por
los acontecimientos de la sociedad, del país, del mundo y de ellas
mismas. Sin duda será posible, en alguna ocasión, proponerles
el primer anuncio de la fe, introducir en la reunión la Palabra de
Dios y la oración. Pasado un tiempo, es posible que quienes participan en estas Iglesias domésticas pasen a la iglesia de la parroquia
para integrarse en la comunidad y celebrar la fe. Pienso que en la
gran ciudad las familias –como auténticas Iglesias domésticas–
han de tomar mayor conciencia de que han de ser evangelizadoras
con relación a muchas personas que tratan por diversas razones y
que han de ser evangelizadas. Seguramente que hay que animar a
estas familias y hay que ofrecerles una formación adecuada.
La religión es uno de los núcleos de la cultura de la gran
ciudad. Históricamente, la religión ha efectuado una función
de consuelo, de refugio y de protección. De forma paralela al
aumento del fenómeno de la formación de grandes ciudades,
avanza también la religiosidad. En el año 1980, el 83% de la
población mundial se consideraba religiosa, mientras que en el
año 2010 ya era el 89%.
Los habitantes de las grandes ciudades buscan el apoyo
de la religión para encontrar el camino del bien ante las oleadas
destructivas del mal que les asedian. Este es el gran desafío que
tiene planteado la Iglesia católica, que es la comunidad global
más antigua del mundo.24 La Iglesia católica tiene una misión
fundamental por ser la única potencia espiritual centralizada de
24
Así se expresaba el sociólogo Manuel Castells en la primera etapa del Congreso.
15
ámbito mundial: la de ser una alternativa a la mundialización
deshumanizadora de los mercados, poniéndose al servicio de los
pobres y necesitados.25 El Papa Francisco, que antes de serlo ha
vivido una larga experiencia pastoral plenamente urbana, es un
punto de referencia indiscutible en el marco de una Iglesia que
practica la colegialidad y la descentralización y que valora la diversidad.
La evangelización presta una ayuda muy importante y
muy necesaria a los hombres y las mujeres de nuestras grandes
ciudades, y en concreto de nuestra archidiócesis de Barcelona
con toda su área metropolitana. Así, nuestro primer objetivo del
Plan Pastoral es plenamente oportuno y realiza un servicio muy
valioso. Y no digamos que hoy la evangelización en las grandes
ciudades resulta muy difícil. El Sínodo Episcopal dedicado a la
nueva evangelización constató que en la actualidad la transformación de estas grandes áreas y las culturas que en ellas se expresan es un lugar privilegiado para la nueva evangelización, como
nos recuerda el Santo Padre.26 Francisco nos dice que “la proclamación del Evangelio será una base para restaurar la dignidad de
la vida humana en estos contextos, porque Jesús quiere derramar
en las ciudades la vida en abundancia”.27 Por esto, continúa diciéndonos el Papa: “Se impone una evangelización que ilumina
los nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el
ambiente, y que suscite los valores fundamentales. Es necesario
25
De esta manera se expresaba el sociólogo Javier Elzo en la primera etapa del
Congreso.
26
Cf. EG 73.
27
EG 75.
16
llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y los paradigmas,
alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del
alma de las ciudades”.28
Dar a conocer a Jesús a quienes no lo conocen es un encargo que el Señor hizo y hace a todos los bautizados. Todos
somos llamados a esta misión. Cada uno de los bautizados, sea
cual sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su
fe, es un agente evangelizador, y no sería adecuado pensar en
un esquema de evangelización realizado sólo por unos actores
cualificados, mientras que el resto del pueblo fiel sería sólo el
sujeto receptivo de las acciones de los primeros. Como dice el
Papa Francisco, “la nueva evangelización debe implicar un nuevo
protagonismo de cada uno de los bautizados”.29
Para poder realizar esto, hemos de mantener una relación interpersonal con Jesús, vivir en coherencia con nuestra fe,
celebrar la fe en el seno de la comunidad y tomar conciencia de
la dulce y confortadora alegría de evangelizar. Si una persona ha
hecho la experiencia del amor de Dios que le salva, no necesita
mucho tiempo de preparación para salir a anunciar a Jesús y no
puede esperar a que le den muchos cursos o unas largas instrucciones. Francisco nos dice a cada uno de nosotros: “La Palabra y
la fuerza de Jesús da un sentido a nuestra vida. Tu corazón sabe
que no es lo mismo la vida sin Él; entonces, esto que has descubierto, esto que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, esto
es lo que necesitas comunicar a los demás”.30
28
29
30
EG 74.
EG 120.
EG 121.
17
Como una ayuda para poder realizar esto, ya se han cumplido los dos cursos de la Escuela Diocesana de Evangelización
que hemos creado en la archidiócesis de Barcelona, con el fin de
ofrecer un curso anual especialmente dirigido a los laicos, a fin de
que se preparen, participando en las sesiones de los sábados por
la mañana, para poder realizar un primer anuncio evangelizador
en todas partes. Tenemos actualmente una asignatura pendiente
en nuestro país: hay muchos bautizados que, sin embargo, están
poco iniciados en la fe. Son pocos los que han seguido una auténtica iniciación cristiana. Con el anuncio del Kerigma –primer
anuncio de Jesús y del Evangelio- deseamos que crezca el número
de bautizados que se sientan amados, llamados y salvados por
Jesucristo mediante su muerte y su resurrección.
Las personas que participan en esta Escuela son enviadas
por las parroquias, los arciprestazgos, los movimientos y las escuelas cristianas para realizar el primer anuncio de la salvación en
las realidades eclesiales citadas. Por esto, los que siguen este curso
teórico y práctico están concienciados y capacitados para poner
en práctica, allí donde convenga, el primer objetivo de nuestro
Plan Pastoral.
La dinámica y los contenidos del curso son una gran
ayuda para los que participan en él, ya que reciben intensamente
el primer anuncio dirigido a ellos mismos y les ayuda a ser
evangelizadores allí donde sea necesario, pero siempre con la
plena conciencia de que están realizando una tarea eclesial y
que han de conducir a los evangelizados a integrarse en una
comunidad parroquial.
18
La Iglesia con las puertas abiertas
y el segundo objetivo del Plan Pastoral
El Papa Francisco nos dice que “las parroquia no es una estructura caduca”.31 La parroquia es presencia eclesial en el territorio,
ámbito en el que se escucha la Palabra, espacio de crecimiento de
la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa,
de la adoración y de la celebración.32 Esto supone que la parroquia realmente esté en contacto con las familias y con la vida
de las personas. Francisco afirma que si la parroquia es capaz de
reformarse y de adaptarse continuamente seguirá siendo aquella
presencia de la Iglesia que vive en medio de sus hijos e hijas.33
El segundo objetivo de nuestro Plan Pastoral está dedicado a la pastoral de la iniciación cristiana, actividad que se desarrolla principalmente en las parroquias. La parroquia, como la
Iglesia, ha de tener siempre las puertas abiertas. La grandeza de
la parroquia es que acoge a todos. Acoge a los que van a ella para
pedir la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana:
bautismo, confirmación y eucaristía.
La acogida de las personas es una tarea importantísima
para la parroquia. En mi carta pastoral del curso pasado,34 dediqué unas páginas a la acogida, al diálogo y al acompañamiento,
que me parece que son unas actitudes pastorales muy actuales a
31
EG 28.
Cf. EG 28.
33
Cf. EG 28.
34
Cf. Vivir la fe y edificar la comunidad cristiana, del 24 de septiembre de
2013, especialmente las páginas 35-40.
32
19
las que el Papa Francisco hace una referencia constante.35 Hemos
de acoger a todos aquellos que, movidos por Dios y por su fe,
vienen a la iglesia para celebrar la fe o para satisfacer otras necesidades espirituales o materiales.
La parroquia que vive en la ciudad ha de ser plenamente urbana, es decir, ha de tener estructura, lenguaje y hábitos
propios de la ciudad y que ayudan a acoger debidamente a los
ciudadanos. Esta parroquia no puede tener horarios rurales ni
ha de ser una iglesia de puertas cerradas, cuando la ciudad es un
inmenso escaparate de puertas abiertas, comerciales y de servicios. La vida urbana tiene sus ritmos y hay que interceptar estos
ritmos para colocar las formas del anuncio del Evangelio.
Durante estos cursos en los que estamos aplicando el
Plan Pastoral, procedemos a una revisión de la pastoral de la
iniciación cristiana que realizamos en las parroquias, en los arciprestazgos y en toda la archidiócesis. Esta tarea se continuará
también durante todo el curso que ahora comenzamos. El contenido de este objetivo pastoral es tan amplio, y son tan diversas las
situaciones de los cristianos que piden los sacramentos de la iniciación cristiana para ellos o para sus hijos, que a los pastores nos
exige ejercer constantemente el carisma del discernimiento que
hemos recibido. Las reuniones arciprestales nos pueden ayudar a
ello. El mundo y la sociedad van cambiando y nosotros hemos de
evangelizar a los hombres y las mujeres de hoy. Por esto, son muy
oportunas las palabras de Francisco relativas al “discernimiento
evangélico”, que “es la mirada del discípulo misionero, que se
35
Cf. EG 45-49.
20
alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo”,36 y que no se
reduce a una mirada puramente sociológica. En este trabajo que
llevamos a cabo para la aplicación del segundo objetivo pastoral,
es preciso que sigamos este consejo del Papa: “Aliento a todas las
comunidades a una siempre vigilante capacidad para estudiar los
signos de los tiempos”.37
La gran ciudad es un espacio idóneo para el encuentro
con Cristo y con el hermano. De hecho, una mirada de fe sobre una gran concentración urbana facilita el descubrimiento
de Dios y promueve el encuentro personal con Jesús que, como
subrayó Benedicto XVI, constituye la experiencia fundamental
del cristianismo.38 Por tanto, las categorías de proximidad y de
encuentro, que caracterizan la acción de Dios en la historia humana, resultan decisivas en la pastoral de las grandes ciudades.
Por ello, es muy importante ofrecer proximidad y encuentro a
las personas que vienen a la parroquia mediante una excelente
acogida, diálogo y acompañamiento.
En la primera carta de Juan se hace referencia al doble
mandamiento del amor proclamado por Jesús –el primer mandamiento, el amor a Dios, y el segundo, el amor al prójimo-,
pero aquí se formula en términos de un único mandamiento que
hemos recibido de Jesús. Según esta carta, hay un solo mandamiento, que es el del amor, de manera que “quien ama a Dios
también ha de amar a su hermano”.39 No se puede acceder a
36
37
38
39
EG 50.
EG 51.
Cf. Deus caritas est, 1.
1Jn 4, 21.
21
Dios sin acceder a la vez al hermano, al otro. Pues bien, la gran
urbe es la ciudad por excelencia de los hombres y mujeres y, a
la vez, es la ciudad de Dios. Allí, de manera especial, el amor es
uno solo. Se ama al hermano que “se ve” –en la gran ciudad el
otro es siempre visible y presente- y se ama a Dios, a quien “no
se ve”, pero a quien se puede descubrir cuando se le busca desde
el deseo de sentido o se le reconoce desde la fe. La gran ciudad
es un espacio privilegiado de un encuentro articulado con Dios,
con Jesús y con el otro. No se trata de dos encuentros sino de
uno solo, que se realiza mediante el amor al Otro y a los otros,
mediante el amor a Dios y a su pueblo.
Proximidad y encuentro que la pastoral de la iniciación
cristiana ha de facilitar a los cristianos que vienen a la parroquia
para pedir una celebración de la fe: la proximidad de Dios a ellos
y el encuentro de ellos con Dios. En general, será necesario ofrecerles el primer anuncio de la salvación y presentarles a Jesús y su
salvación de una manera muy personalizada y no de una manera
generalizada. Dios está cerca de cada persona con su nombre y
sus apellidos, y esta persona se encuentra con una Persona, con
Jesucristo, Dios y hombre.
No se puede dudar de que la iniciación cristiana es el
trabajo principal de las parroquias. Por esto hemos de revisar qué
es lo que ofrecemos, cómo preparamos, celebramos y acompañamos a los que piden celebrar la iniciación cristiana para llegar a
ser cristianos, tengan la edad que tengan. Esto nos pide reactivar
nuestra vocación de pastores los sacerdotes y de discípulos evangelizadores los laicos cristianos, para realizar actualmente este
ministerio y servicio eclesial de la mejor manera.
22
Somos conscientes de que los padres vienen a pedir el
bautismo o la primera comunión de sus hijos viviendo ellos situaciones matrimoniales o de pareja muy diversas. Se constata
que aumentan los niños en edad escolar y también los jóvenes y
los adultos que piden el bautismo. Actualmente, el catecumenado comienza a ser una realidad viva y creciente en nuestras Iglesias diocesanas. Todo esto nos pide una actitud pastoral renovada
para acoger y acompañar debidamente a quienes se encuentran
en unas situaciones diferenciadas.
Este trabajo pastoral entra dentro del programa eclesial
que nos señala el Papa Francisco. Se trata de una pastoral evangelizadora. Si la realizamos con esta actitud, estaremos deseosos
de convertir en realidad aquel sueño de Francisco que él mismo
nos ha explicado.40 Esto nos pide realizar lo que nos dice el Santo
Padre: “Espero que todas las comunidades procuren poner los
medios necesarios para avanzar en el camino de la conversión
pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están.
Ya no nos sirve una simple administración”.41 No puedo dejar de
citar estas otras palabras del Papa: “La pastoral en clave de misión
pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del siempre se ha
hecho así. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea
de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos
evangelizadores de las propias comunidades”.42
Los hermanos que vienen a la parroquia la han de encontrar siempre como la casa abierta del Padre. Nunca se han
40
41
42
Cf. EG 27.
EG 25.
EG 33.
23
de encontrar con las puertas cerradas. Como nos dice Francisco,
”todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial,
todos pueden integrarse en la comunidad, y las puertas de los
sacramentos no deberían cerrarse por una razón cualquiera”.43 Y
añade: “Esto vale sobre todo cuando se trata del sacramento que
es la puerta, el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos
sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.44
Reproduzco lo que dije en la carta pastoral del curso pasado Vivir la fe y edificar la comunidad cristiana: “Hay peticiones de celebraciones sacramentales por parte de cristianos sin las
motivaciones eclesiales que serían necesarias, o que piden unas
celebraciones que no son las que deberían ser. Hay que acentuar
la actitud de acogida que se debe dar a estos cristianos. Se trata
de una acogida propia del buen pastor, que se acerca a la situación religiosa del hermano para comprender y entender mejor
las motivaciones profundas de su petición. El diálogo acogedor y
respetuoso, en el nivel de fe, es absolutamente indispensable para
establecer una primera relación con estas personas, para evitar
actuar de una manera injusta e impropia y poner en peligro la
sacramentalidad de la Iglesia para los hombres”.45
El Papa Francisco dice que “a menudo nos comportamos
como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la
Iglesia no es una aduana; es la casa paterna donde hay lugar para
43
44
45
EG 47.
EG 47.
Vivir la fe y edificar la comunidad cristiana, p. 37.
24
cada uno que se acerca a ella con su vida a cuestas”.46 El acogedor, juntamente con el amor y la misericordia, ha de tener muy
clara la identidad de lo que se pide por parte del que viene y de lo
que se le puede ofrecer por parte de la Iglesia. Una acogida bien
hecha no consiste en decir que sí a todas las peticiones y a los
deseos de las personas acogidas; consiste en acoger a las personas
con una actitud coherente con la identidad eclesial. En esto radica a menudo la cruz del acogedor.47
Para realizar este trabajo de la pastoral de la iniciación
cristiana será muy útil seguir este consejo que nos da el Papa
Francisco: “Lo importante es no caminar solos, y contar siempre
con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en
un sabio y realista discernimiento pastoral”.48 Coincide con lo
que nos dijo el Concilio Vaticano II: “La caridad pastoral pide
que, para no correr en vano, los presbíteros trabajen siempre unidos en vínculo de comunión con los obispos y con los otros hermanos en el sacerdocio”.49 Nosotros, los sacerdotes, ¿caminamos
solos? ¿Vamos a nuestro aire? ¿Prescindimos del consejo y de la
colaboración de los laicos? ¿Valoramos el trabajo de conjunto de
las parroquias y del arciprestazgo?
46
47
48
49
EG 47.
Cf. Carta pastoral Vivir la fe y edificar la comunidad cristiana, p. 37.
EG 33.
Presbyterorum ordinis, 14.
25
La pastoral familiar en la iniciación cristiana de los hijos
Todos somos muy conscientes que los padres son los primeros
catequistas de sus hijos y que el hogar cristiano es una iglesia doméstica en la que los hijos se inician en la vida cristiana. Por ello,
nuestro objetivo de la pastoral de la iniciación cristiana no puede
olvidar la acogida y el acompañamiento de los matrimonios y de
las familias.
La asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos,
de octubre de este año, tratará sobre los desafíos de la familia en
el contexto de la evangelización. Se centrará en el matrimonio
y la familia como íntima comunidad de vida y de amor, pero
también considerará las diversas situaciones de casados divorciados, casados de nuevo, ajuntados, etcétera, tal como figura en el
documento de trabajo o Instrumentum laboris de la asamblea.50
El mismo tema será tratado en la asamblea ordinaria del Sínodo
de los Obispos del año 2015.
Es absolutamente necesario ofrecer a los adolescentes y a
los jóvenes la formación humana y cristiana adecuada para que
sean capaces de contraer el sacramento del matrimonio con todas sus responsabilidades y exigencias, a fin de que los esposos
puedan amarse para siempre y crear el ambiente más adecuado para acoger a los hijos y educarlos como personas y como
cristianos. Ante el aumento de las separaciones conyugales y los
divorcios, con todo el daño que causan a los mismos esposos,
50
Cf. Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización.
Ciudad del Vaticano, 2014, especialmente el capítulo sobre “Las situaciones
pastorales difíciles”, nn. 80-120.
26
pero principalmente a los hijos, hemos de potenciar la pastoral
de la juventud y la pastoral matrimonial. La sociedad y la Iglesia
necesitan matrimonios y familias que sean íntimas comunidades
de vida y de amor. El Concilio Vaticano II nos ha dicho que el
bien de los matrimonios y de las familias incide directamente en
el bien de las personas, de la sociedad y de la Iglesia.51
La Delegación diocesana de pastoral familiar ayuda a los
matrimonios y a las familias con su trabajo y ofrece también un
servicio de reconciliación para los esposos que viven situaciones
difíciles conyugales. Todos deberíamos ofrecernos para ayudar a
los esposos que se encuentran en esta situación. Con frecuencia
los respetamos y nos desentendemos.
No obstante, la problemática pastoral de la situación de
los cristianos que se han divorciado y se han vuelto a casar será
tratada también –como ya he dicho- en las dos asambleas próximas del Sínodo de los Obispos. Contando con las oraciones del
Pueblo de Dios, con la ayuda del Espíritu Santo y con los trabajos de los miembros del Sínodo, será necesario encontrar la
debida armonía entre la misericordia de Dios y la fidelidad a su
Palabra para ayudar a los cristianos que viven estas situaciones
que son motivo de sufrimiento y que desean ser fieles al Señor y
vivir más intensamente su vida cristiana.
Durante el período de la celebración de estos dos Sínodos
hemos de rezar de una manera especial para que el Espíritu Santo
ilumine los trabajos sinodales. En la Basílica de la Sagrada familia, juntamente con las basílicas de Nazaret y de Loreto (Italia),
51
Cf. Gaudium et spes, 47.
27
por designación del Papa, se ora por esta intención y por todas
las familias del mundo. De esta manera, nuestra Basílica de convierte en un Santuario mundial para la familia. Me parece que el
hecho de dar a la Basílica de la Sagrada Familia esta orientación
es plenamente coherente con el espíritu de sus promotores – la
Asociación de Devotos de San José – y con la advocación de la
familia formada por Jesús, María y José.
Frente a la problemática de los cristianos divorciados y
casados civilmente, considero que puede ofrecernos un buen
servicio a la pastoral familiar reproducir aquí un texto de la exhortación apostólica de Juan Pablo II Familiaris consortio, de 22
de noviembre de 1981, relativa a la condición eclesial de estos
cristianos. Algunos de estos cristianos piensan erróneamente que
su situación conyugal les ha excomulgado de la Iglesia. San Juan
Pablo II ofrece sintéticamente la posición de la Iglesia hacia estos
hermanos nuestros.
En el documento se afirma que “la Iglesia no puede dejar
solos a los que – unidos ya con el vínculo matrimonial sacramental – han intentado pasar a nuevas nupcias. Por ello, procurará infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación”.52
El Papa distingue distintas situaciones: “Los pastores, por amor
a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En
efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados de
manera del todo injusta, y los que por culpa grave han destruido
un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que
52
Familiaris consortio, 84.
28
han contraído una segunda unión en orden a la educación de
los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia
de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido,
no había sido nunca válido”. Y de una forma más concreta, refiriéndose a los divorciados que se han vuelto a casar, afirma: “En
unión con el Sínodo, exhorto vivamente a los pastores y a toda la
comunidad de los fieles a que ayuden a los divorciados, casados
de nuevo, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto
bautizados, participar en su vida. Se les exhorta a escuchar la
Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar
en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas
de la comunidad a favor de la justicia, a educar a los hijos en la
fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para
implorar de este modo, día tras día, la gracia de Dios. La Iglesia
rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa
y de esta manera los sostenga en la fe y en la esperanza”.53
Queda el problema de la participación en el sacramento
de la reconciliación y de la Eucaristía, que no les es posible por
su situación matrimonial. El Papa Francisco es muy sensible a
esta problemática y también por ello, aunque no únicamente por
ello, ha convocado dos Sínodos de los Obispos.
Seguramente que un buen número de matrimonios canónicos que se celebran no son válidos por haberse celebrado sin
las actitudes, las capacidades, la mentalidad y la voluntad adecuadas para celebrar el sacramento del matrimonio para toda la
53
Exhortación apostólica de Juan Pablo II Familiaris consortio, 84.
29
vida, con fidelidad y apertura a la procreación y a la educación de
los hijos. Ante las situaciones de católicos divorciados y casados
de nuevo civilmente o juntados, conviene ver cómo se celebró y
cómo vivió el primer matrimonio por si es posible pedir y obtener la declaración de la nulidad. Los pastores y los acogedores
de matrimonios han de informar a estos hermanos nuestros de
un servicio gratuito que ofrece nuestro Tribunal Eclesiástico de
Barcelona para acogerlos y orientarlos debidamente.
La Iglesia en la gran ciudad ha de hacerse muy presente
en dos campos que afectan directamente al hombre urbano del
siglo XXI y a sus problemas existenciales. La Iglesia lleva dentro
de sí una carga extraordinaria de sacralidad, que se configura
como un dique frente al oleaje de materialismo y de disolución
de la persona que arrastran las sociedades urbanas. Las iglesias en
la gran ciudad han de ser puertos de salvación de la humanidad,
lugares deseados y deseables, lugares que susciten elevación de
los espíritus. La gran concentración urbana provoca heridas
psicológicas y morales, pero también espirituales, que necesitan
ser curadas mediante la gracia de Dios y el tú a tú personal,
propiciado por una acogida atenta, sencilla y dialogante. Francisco
escribe que hay que “imaginar espacios de oración y comunión
con características nuevas, más atractivas y significativas para los
habitantes urbanos”.54
Asimismo, la Iglesia ha de mantener dentro de la ciudad
“una presencia profética, que sepa levantar la voz en relación a
cuestiones de valores y principios del Reino de Dios, aunque
54
EG 73.
30
contradigan todas las opiniones”.55 La Iglesia tiene tres vectores
culturales para desarrollar en la gran ciudad: espiritual, social y
moral por este orden. Actualmente, se ha dicho, se le reconoce
del segundo (el social), mientras que difícilmente el ciudadano
asociaría la Iglesia con moralidad y, todavía menos, con espiritualidad. Pienso que el segundo objetivo de nuestro Plan Pastoral puede contribuir a que se reconozcan y se valoren los tres
vectores mencionados.
La dimensión social de la evangelización
y el tercer objetivo del Plan Pastoral
Las consecuencias de la crisis económica que venimos sufriendo
fueron el motivo del tercer objetivo prioritario de nuestro Plan
Pastoral dedicado a la solidaridad. Estas consecuencias son más
graves en las grandes ciudades.
El Congreso Internacional de Pastoral de las Grandes
Ciudades puso de relieve que en las megápolis hay formas de
deterioro de la vida que dificultan el desarrollo humano. He aquí
las principales formas de ese deterioro: a) desintegración del tejido social, con el paso al individualismo y a la competitividad; b)
incremento de la pobreza urbana; c) deterioro de las condiciones
cotidianas de vida y de transporte notablemente encarecido; d)
situación de anonimato y desvinculación social, sin identificaciones simbólicas entre habitantes y hábitat; e) cultura consu-
55
DA 518.
31
mista, que empuja, sobre todo a los jóvenes, a la frustración y
a la delincuencia; f ) destrucciones ecológicas y degradación del
medio ambiente; g) destrucción del espacio público, provocada
por la especulación y la corrupción.
Además hay que tener cuenta que la crisis económica fue
el detonante inmediato para incluir en el Plan Pastoral un objetivo relativo a lo que es una dimensión constitucional de la
Iglesia: el amor, la caridad, la solidaridad. Por esto nuestro tercer
objetivo pastoral está formulado así: la solidaridad, expresión de
la fe cristiana.
Y este objetivo armoniza perfectamente con el capítulo
cuarto del documento del Papa Francisco Evangelii gaudium,
dedicado a la dimensión social de la evangelización y tratado
justamente bajo este prisma de su relación directa con la fe, con
la evangelización, con la finalidad de la Iglesia. Así lo justifica
Francisco: “Ahora quisiera compartir mis inquietudes acerca de
la dimensión social de la evangelización precisamente porque, si
esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre
el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la
misión evangelizadora”.56
Si la evangelización es auténtica, ha de llevarnos a amar
a Dios y a los hermanos. Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y
promoción humana, que necesariamente ha de expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con
56
EG 176.
32
el mismo amor que Él nos comunica, provoca en la vida de la
persona y en todas sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar del bien de los demás.
Los cristianos, las parroquias, las comunidades, Cáritas y
las instituciones eclesiales practican la caridad como una exigencia y una expresión de la fe cristiana y de nuestro amor a Dios y
al prójimo. Francisco nos dice que la Iglesia ha de llegar a todos,
sin excepciones y se pregunta a quien tendría que privilegiar. Y el
Papa responde: “Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con
una orientación contundente: no tanto privilegiar a los amigos y
vecinos ricos, sino sobre todo a los pobres y enfermos, a aquellos
que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que ‘no tienen
con qué recompensarte’ (Lc 14,14)”.57
La relación directa con la evangelización la pone de relieve el Papa diciendo que “para la Iglesia la opción por los pobres
es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política
o filosófica”.58 Inspirada en esta preferencia divina, la Iglesia hizo
una opción preferencial por los pobres entendida como una “forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de
la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia”.59 Por eso el
Papa Francisco, que lleva este nombre en memoria del Poverello
de Asís, nos dice que quiere una Iglesia pobre y para los pobres.60
Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. Y el
Papa añade: “Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos,
57
58
59
60
EG 48.
EG 198.
Juan Pablo II, encíclica Sollicitudo rei socialis, del 30 de diciembre de 1987, 42.
Cf. EG 198.
33
a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus
amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa
sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”.61
El encuentro con los pobres es un elemento definitorio
de la pastoral de las grandes ciudades y de la misión que la Iglesia lleva a cabo en ellas. Los pobres, que constituyen la mitad
de los habitantes de las ciudades del Hemisferio Sur, han de ser
sustraídos de su ubicación periférica y han de ser colocados en el
centro: esta es una de las tareas de la misión cristiana.
La parábola del buen samaritano es muy oportuna para
la Iglesia de hoy, para los cristianos que vivimos en medio de los
hombres y mujeres de la humanidad que sufren. Jesús nos dice
que el buen samaritano se acercó, vio y se compadeció de aquel
que se encontraba en la orilla del camino herido por unos ladrones. El buen samaritano no se limitó a tener unos sentimientos
de dolor y compasión, sino que tomó a aquel hermano suyo y
tuvo cuidado de él llevándolo a un hostal.62
El paradigma del buen samaritano, que Pablo VI propuso
como el icono de lo que la Iglesia tenía que ser con motivo de
la clausura del Concilio Vaticano II –de la que ahora se van
a cumplir los cincuenta años-, dio paso, como formuló la III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano-celebrada
en Puebla en mayo de 1979- a la samaritaneidad, un lenguaje
de alcance universal que es especialmente comprendido en la
gran ciudad. Jesús, el buen samaritano que se detiene ante la
humanidad herida y abandonada al borde del camino, llevado
61
62
EG 198.
Cf. Lc 10, 25-37.
34
por su misericordia, representa un auténtico Kerigma para el
mundo urbano.
Y la reciente V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (13-31 de mayo de 2007), celebrada esta vez en el santuario de Nuestra Señora de la Concepción
Aparecida (en Brasil), habla de una “Iglesia samaritana”,63 que
une en un todo el mensaje y el gesto, que explica lo que es por
medio de lo que hace. En la gran ciudad, los pobres son a menudo considerados como un estorbo, una incomodidad que incluso
se intenta esconder o marginar con motivo de grandes acontecimientos. Sin embargo, la Iglesia afirma que Dios vive en la ciudad y que, por tanto, vive en los pobres, en los barrios marginales
y olvidados, en las periferias más alejadas, en el camino lleno de
peligros que bajaba de Jerusalén a Jericó.
Con objeto de alcanzar esto, es preciso resolver las causas
estructurales de la pobreza. Esto no puede esperar. Como dice el
Papa Francisco, “mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de
los mercados y a la especulación financiera y atacando las causas
estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del
mundo y en definitiva ningún problema. La desigualdad es la
raíz de los males sociales”.64
La gran ciudad, hija de un mundo globalizado, no es
capaz de tratar como ciudadanos a todos los que configuran la
urbe. Francisco nos ha dicho que en estas concentraciones urbanas son muchísimos los “no ciudadanos”, los “ciudadanos a
63
64
Cf. DA 26, 176, 491.
EG 202.
35
medias” o los “sobrantes urbanos”.65 La alternativa al rechazo es
la misericordia. La proximidad del Señor suscita atracción, y la
Iglesia “que atiende la fragilidad del pobre y del mundo” será
una luz en la megápolis, que disipará muchas tinieblas.66 Incluir
a los excluidos, recordar a los olvidados, recoger y acoger a los
sobrantes, amar a los invisibles, equivale a descubrir a Cristo en
los pobres. Esta es una tarea fundamental que la Iglesia de la gran
ciudad ha de hacer.
Considero que la dimensión social de la evangelización
ha estado siempre muy presente en nuestro país. Hay un gran
número de fundaciones, asociaciones y familias religiosas que
atienden a los pobres, a los marginados, a los enfermos, al mundo de la enseñanza, a los ancianos, al mundo de la cultura, etcétera. Me es muy grato recordar estas palabras de Benedicto XVI
en su visita a Barcelona: “He tenido la inmensa alegría de dedicar
la Basílica de la Sagrada Familia, que Gaudí concibió como una
alabanza en piedra a Dios, y he visitado también una significativa institución eclesial de carácter benéfico-social. Son como dos
símbolos en la Barcelona de hoy de la fecundidad de esa misma
fe, que marcó también las entrañas de este pueblo y que, a través
de la caridad y de la belleza del misterio de Dios, contribuye a
crear una sociedad más digna del hombre”.
Hemos celebrado los 70 años de Cáritas Diocesana de
Barcelona, una obra de la Iglesia que comenzó en los años cuarenta del siglo pasado con una configuración algo diferente de
la actual, pero que ha sido y sigue siendo uno de los canales de
65
66
Cf. EG 74.
Cf. EG 216.
36
nuestra archidiócesis de Barcelona para el ejercicio de la caridad
y la ayuda a los necesitados. La red de las Cáritas parroquiales,
bien vertebradas con la Cáritas Diocesana, están prestando un
servicio muy valioso, gracias a la colaboración de muchísimas
personas e instituciones que realizan sus aportaciones y al elevado
número de voluntarios. Cáritas, con su ayuda directa a las personas y con sus programas, no tiene un no para nadie, siempre de
acuerdo con sus posibilidades. Agradezco a todas las parroquias
y a Cáritas Diocesana el trabajo que están haciendo en el campo
social como expresión de la fe cristiana. Agradezco también todo
el trabajo que realizan en este ámbito las obras y las realidades de
las familias religiosas del país y de otras instituciones eclesiales.
La atención espiritual a los pobres
Hemos de dejarnos evangelizar por los pobres, pero también
hemos de evangelizar a los pobres. El Papa Francisco se refiere
también a esta segunda parte de la frase anterior para que no
reduzcamos el amor y la atención a los pobres a sus necesidades
materiales; éstos tienen también necesidades espirituales y Dios
les ama, ya que tienen un lugar preferencial en su corazón, tanto
es así que “Él mismo se hizo pobre”.67 La Iglesia y los cristianos,
hemos de practicar con todos las catorce obras de misericordia,
de las cuales –como sabemos- siete son materiales y otras siete
son espirituales.
67
Cf. 2Co 8, 9.
37
Quizá estamos muy dedicados a la atención de las necesidades materiales de los pobres, pero Francisco nos habla de
prestar atención a la persona de nuestro hermano necesitado
tal como lo miró el buen samaritano. Por esto nos dice que “lo
que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante
todo una atención puesta en el otro, ‘considerándolo como uno
consigo’”.68 Y es a partir de esta atención inspirada en el amor
que buscamos la manera de satisfacer todas sus necesidades. Esta
actitud evangélica distingue la auténtica opción por los pobres
de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. De esta manera, será posible que “los pobres en cada comunidad cristiana se
sientan como en su casa”.69
Y Francisco nos hace un toque de alerta muy importante
que hemos de tener muy presente, dirigiéndose explícitamente
a los miembros de la Iglesia católica. Nos dice: “Quiero expresar
con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la
falta de atención espiritual”.70 Ciertamente, tenemos el peligro
de considerar sólo la atención material a nuestro hermano, ofreciéndole comida, dinero, trabajo, vivienda, etcétera. Todo esto
es necesario, pero Jesús nos dice que “el hombre no sólo vive de
pan; vive de toda palabra que sale de la boca de Dios”.71 El Papa
pone de relieve que “la inmensa mayoría de los pobres tiene una
especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de
68
69
70
71
EG 199.
Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 50.
EG 200.
Mt 4, 4.
38
ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de
los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y
de maduración en la fe”.72
Pienso que estas acertadas consideraciones que nos hace
el Papa nos pueden ayudar a todos a comprender la dimensión
evangelizadora de la caridad cristiana, que han de tener presente
todas las parroquias en el servicio de Cáritas que prestan. Por
supuesto, no se ha caer en un uso indebido de la ayuda fraterna
para evangelizar y catequizar. Benedicto XVI ya ha tratado esta
temática en su encíclica Dios es amor. Hay que evitar el proselitismo. Él dice que “el cristiano sabe cuando es tiempo de hablar
de Dios y cuando es oportuno callar sobre él, dejando que hable
sólo el amor. El cristiano sabe que Dios es amor (1Jn 4,8) y que
se hace presente precisamente en los momentos en que no se
hace más que amar”.73 Francisco nos dice que la Iglesia distribuye la palabra del Evangelio a los pobres, sirviéndolos en el cuerpo
y, sobre todo, en el espíritu.74
Las realidades de Iglesia han de combinar la acción en
favor de los pobres y necesitados (el compromiso social), la implicación ética en las actuaciones (la moralidad) y la plegaria con
la liturgia (la espiritualidad). La Iglesia ha de estar presente en
las grandes ciudades y delante de los hombres con signos visibles
que hablen del Evangelio.
72
73
74
EG 200.
Benedicto XVI, encíclica Deus caritas est, 31 c.
Cf. EG 200.
39
Seamos evangelizadores
El programa pastoral señalado por Francisco y nuestro Plan Pastoral piden evangelizadores con espíritu. Éstos somos –lo hemos
de ser- todos los bautizados. Así, el documento del Papa Francisco que comentamos concluye con un capítulo sobre los agentes
evangelizadores.
El Papa nos dice con la sencillez que le caracteriza:
“¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa
evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de
amor hasta el fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación no será suficiente si no arde en los corazones el fuego del
Espíritu.”75 Y, para alcanzarlo, Francisco pide al Espíritu Santo
“que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una
audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos”.76
Los evangelizadores –se dijo en las reflexiones que hicimos en el Congreso Internacional de la Pastoral de las Grandes
Ciudades– han de tener dos sentidos espirituales que remiten a la
vista y al oído. La ciudad pide una mirada de fe, en virtud de la
cual se descubre que Dios vive en la ciudad. Así, el evangelizador
vive –como se afirma en Evangelii gaudium– “promoviendo la
solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia”, es decir, “la presencia de Dios”, en unas multitudes que frecuentemente buscan “a tientas, de manera imprecisa y difusa”.77
75
76
77
EG 261.
EG 261.
EG 71.
40
El segundo sentido espiritual es la escucha. El evangelizador escucha o, mejor dicho, ausculta la ciudad. Siente su latido,
sus anhelos, su sufrimiento. Los pobres son el primer kerigma
urbano que el evangelizador ha de escuchar. El pastor y los evangelizadores han de reencontrar el paso de Dios por la ciudad y
han de proponer la presencia de la Iglesia que corresponde al
pueblo que les ha sido confiado.
Me es muy grato agradeceros a los miembros de la querida archidiócesis de Barcelona todo el trabajo evangelizador que
estáis haciendo también con motivo de la aplicación del Plan
Pastoral y ahora con el programa señalado por el Papa Francisco
para toda la Iglesia. Podemos aún crecer en el espíritu misionero
y evangelizador y os invito a todos a sentiros llamados por Jesús a
colaborar en él por razón de vuestro bautismo. El Señor, que nos
ha escogido a todos, nos confía esta misión en el seno de la Iglesia
para dar unos frutos abundantes y que permanezcan. Nosotros
hemos de sembrar, el Señor hará el resto. Nosotros hemos de hacer lo que el Señor nos dice, los frutos vendrán abundantemente.
Hemos de ser evangelizadores y misioneros no solamente
aquí, sino también como hacen los misioneros, si esta es nuestra
vocación, dejándolo todo para ir a anunciar a Jesús y el Evangelio
en países de misión. Acompañemos con la oración a nuestros
misioneros de todo el mundo.
La gozosa exigencia de evangelizar es una respuesta a
nuestro amor a Dios y a los hermanos. La salvación de Jesús es
universal; él dio su vida en la cruz por la salvación de todos los
hombres y las mujeres de la humanidad. Porque amamos mucho
a Jesús, queremos colaborar en su obra, anunciando su Persona y
41
su Evangelio. Y nuestro amor a los hermanos nos impulsa a ofrecerles lo mejor que tenemos, que es Jesucristo. Él es el bien más
precioso, nuestro único y auténtico tesoro. Nuestro amor a los
hermanos sería incompleto si no incluyera este bien tan precioso
y que sólo podemos ofrecer los cristianos: la propuesta de la fe en
Jesucristo, una fuente de esperanza que no defrauda.
El Papa nos advierte sobre dos posibles trampas: “Desde
el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los
discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que
transforme el corazón”.78 Hay una plegaria muy propia del evangelizador que nos impulsa a buscar el bien de los demás: es la
intercesión. Con esta plegaria el evangelizador tiene presentes a
muchísimas personas, como san Pablo: “En todas mis oraciones
siempre pido con alegría por todos vosotros”.79 Francisco nos
dice que “así descubrimos que interceder no nos aparta de la verdadera contemplación, porque la contemplación que deja fuera
a los demás es un engaño”.80
La evangelización ha de ir unida a la oración del evangelizador, porque la fe que se quiere ofrecer al evangelizado es
un don de Dios. Jesús lo dijo claramente a Pedro después de la
confesión de éste en Cesarea de Filipo: “¡Dichoso tú, Simón, hijo
de Jonás! Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso,
sino mi Padre del cielo”.81
78
79
80
81
EG 262.
Fl 1, 4.
EG 281.
Mt 16, 17-18.
42
Con el Papa Francisco, le pedimos a María, la Madre del
Evangelio viviente, que interceda para que esta invitación a una
nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda la comunidad
eclesial. Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora
de la Iglesia porque, cada vez que imitamos a María, reafirmamos que creemos en el aspecto revolucionario de la ternura y del
afecto. Esta dinámica de justicia y de ternura, de contemplar y
de caminar hacia el encuentro con los demás, es lo que hace de
María un modelo eclesial para la evangelización.
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal Arzobispo de Barcelona
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Barcelona, 8 de septiembre de 2014,
festividad de la Natividad de la Virgen
ÍNDICE
Armonía entre la Evangelii gaudium y nuestro Plan Pastoral . . . . . 3
El programa del Papa Francisco y nuestro Plan Pastoral . . . . . . . . 7
La Iglesia en salida y el primer objetivo del Plan Pastoral . . . . . . 10
Las Iglesias domésticas situadas en las fronteras . . . . . . . . . . . . . 14
La Iglesia con las puertas abiertas y el segundo objetivo
del Plan Pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
La pastoral familiar en la iniciación cristiana de los hijos . . . . . . . 26
La dimensión social de la evangelización y el tercer objetivo
del Plan Pastoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
La atención espiritual a los pobres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Seamos evangelizadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
Carta Pastoral
UNA IGLESIA SAMARITANA
EN MEDIO DE LAS
GRANDES CIUDADES
Dr. Lluís Martínez Sistach
Cardenal Arzobispo de Barcelona
www.esglesiabarcelona.cat
Església Arxidiocesana
de Barcelona
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