unidad 8. la dictadura de primo de rivera. 1923

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UNIDAD 8. LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA. 1923-1930.
1. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA ETAPA.
La Dictadura de Primo de Rivera nace como una situación transitoria ante el
agotamiento de la Restauración. Es un “epílogo” de ésta.
Se suspende la Constitución de 1876, pero no se suprime. El rey continúa
siendo Jefe de Estado. Es una dictadura, un régimen muy personalista, marcado por el
carácter de Miguel Primo de Rivera. Es un militar, sin preparación política o cultural.
No responde al tipo sanguinario de dictadores europeos como Hitler o Stalin. Es un
hombre populachero, espontáneo, con sentido del humor... Se considera a sí mismo
como regeneracionista. A su manera, cree en la necesidad de renovar toda la vieja
política, de dar un impulso a la economía desde el Estado, acabar con el caciquismo, la
corrupción política... Para algunos, es el “cirujano de hierro” que va a extirpar los
males de España.
Se ha comparado a la dictadura de primo de Rivera con el fascismo italiano,
contemporáneo a ésta. Puede que influyera en la segunda fase de la Dictadura, a partir
de 1925, pero son circunstancias y personajes diferentes.
Primo de Rivera fue el representante de una época y de una generación
regeneracionista que estaba hastiada de los ficticios y artificiales cambios políticos
turnistas y que aceptaba cualquier salida. El mismo rey Alfonso XIII apoyará el nuevo
sistema.
Primo gobernará a golpe de decreto, apoyado por hombres entusiastas sin
preparación previa, creando cargos, juzgando caciques, tomando medidas económicas.
Primo de Rivera declaró el Estado de obras. La actividad fue frenética, aunque quizás
sin un rumbo muy claro.
De esta forma, fue un régimen mayoritariamente aceptado, no con el aplauso,
pero al menos con la falta de oposición, como ocurrió con el PSOE.
2. EL GOLPE DE ESTADO.
El 13 de septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera, da un golpe de estado
que triunfa en todo el país y que es bien visto por el rey Alfonso XIII. El rey, sin duda,
estaba al tanto del golpe, auque probablemente no lo promovió. Más bien, dejó hacer.
Se sentía prisionero de la Constitución y de los políticos turnistas.
Primo de Rivera era un militar de prestigio en campañas militares como las de
Cuba o Marruecos, y contó con el apoyo de otros militares de renombre como Sanjurjo
o el gobernador militar de Madrid, el duque de Tetuán.
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Una vez producido el golpe, el presidente del gobierno solicitó al rey que
destituyese a los militares golpistas. El rey se negó y el presidente garcía Prieto,
dimitió. El rey llamó entonces a Primo de Rivera para que se encargara de formar
gobierno por real decreto, con el cargo de Presidente del Directorio Militar. Primo
redacta un manifiesto en el que expresa su intención de liberar a España de los
profesionales de la vieja política y afrontar los problemas económicos del país.
El directorio nace casi sin oposición, tan sólo el Partido Comunista y los
anarquistas se enfrentan al golpe, con escaso eco. El ejército, la Iglesia y la aristocracia
apoyan desde el principio al dictador. La burguesía, especialmente la catalana, lo va a
apoyar porque piensa que va a traer orden social.
El PSOE y la UGT van a mantener una postura ambigua. No atacan al nuevo
régimen, y éste permite que sigan abiertas sus “casas del pueblo”. El dictador llegará a
nombra a uno de sus líderes, largo Caballero, consejero de Estado.
3. EL DIRECTORIO MILITAR (1923-25).
El Directorio Militar quedó formado exclusivamente por militares. Se encuentra
bajo la obediencia, al menos nominal, del rey. Primo de Rivera va a enfrentarse a una
serie de problemas que intentará solucionar como el “cirujano de hierro” que
reclamaban algunos intelectuales regeneracionistas, como Joaquín Costa. Los más
importantes serán el conflicto de Marruecos, el terrorismo, el caos económico, la
corrupción política, el nacionalismo catalán y la agitación obrera. Esos eran los temas
que, además, preocupaban generalmente a los españoles, especialmente a las clases
medias.
Con respecto al orden público, el dictador sustituyó los gobernadores civiles
por gobernadores militares que ejercieron una fuerte represión de cualquier
manifestación pública. Se suspendió la Constitución y los partidos políticos. Por otra
parte, los atentados disminuyeron drásticamente.
Para justificar su proyecto, y una vez suprimidos los partidos turnistas
corruptos, promocionó la creación de partido político “apolítico” que uniera a gente
sana, ni de derechas ni de izquierdas. Era la “Unión Patriótica”, partido monárquico,
central y moderado, según el dictador y con el lema “Dios Patria y Religión”. Pronto se
incorporaron los antiguos caciques, los círculos católicos, terratenientes... No fue un
partido con apoyo popular, ya que fue fabricado desde el gobierno. Al terminar la
dictadura desaparece totalmente.
En esta misma línea, se creará la Asamblea Nacional, ya en 1927, parodia del
parlamento. Era un gobierno militar, sin capacidad ni aptitud política.
Pero el gran problema que Primo de Rivera si iba a afrontar con éxito era la
guerra de Marruecos. Tras el desastre de Annual en 1921, que estuvo a punto de
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salpicar al rey por el famoso expediente Picasso, que investigaba a los responsables
del desastre, Marruecos se había convertido en una asignatura pendiente.
Al comienzo de la dictadura, se retiran tropas, pero los militares africanistas
protestaron enérgicamente, con el teniente coronel Francisco Franco al frente. Trató,
en efecto, de convencer a Abd-el-Krim, líder rebelde rifeño, ofreciéndole la autonomía
y unas fuerzas militares propias, pero nada consiguió por estos procedimientos,
excepto irritar a los africanistas. Mientras tanto Abd-el-Krim extendía su influencia en
la zona oeste del Protectorado con la intención de dominar todo el norte de
Marruecos. A partir de marzo de 1924 fue.ron las propias circunstancias -la
imposibilidad de lograr un acuerdo con los rifeños-las que impusieron el cambio de
política de Primo de Rivera, que pensó como única solución en un semiabandono de
Marruecos volviendo a las fronteras del año 1918 y manteniéndose en ellas con el
empleo de un número restringido de fuerzas y un coste menor. Como la presión por
parte de Abd-el-Krim era cada vez más agobiante, Primo de Rivera asumió
personalmente en octubre el Alto Comisariado en Marruecos y, tras restablecer la
disciplina entre la oficialidad, ordenó la retirada desde Xauen. La retirada supuso un
número elevado de bajas -unas 2.000-, pero evitó un posible desastre. La victoria de
Abd-el-Krim parecía absoluta y situó sus tropas a 10 kilómetros de la capital del
Protectorado en el momento de su máximo esplendor político y militar.
La victoria rifeña causa un giro radical de Primo de Rivera en relación con el
problema de Marruecos. Abd-el-Krim era dueño de lo que en la práctica podía ser
considerado como un Estado independiente.. Pero su éxito le hizo cometer errores y,
en lugar de negociar en posición de ventaja con España, renunció a hacerlo. En abril de
1925 decidió atacar el Marruecos francés, causando graves pérdidas y bajas humanas.
Inmediatamente se iniciaron las conversaciones entre España y Francia para una
política coordinada: ambos países prometieron autonomía a las tribus del Rif y la
Yebala, pero, al mismo tiempo, aumentaron sus tropas hasta 500.000 hombres para
imponerse por la fuerza si era preciso.
Los frutos de la colaboración no se hicieron esperar. El 8 de septiembre de 1925
tuvo lugar el desembarco de Alhucemas, una operación casi exclusivamente española
que constituyó un éxito rotundo, con tan sólo 16 bajas. Se sorprendió, así, al
adversario por la espalda y se logró dividir en dos la zona por él dominada. La guerra
fue muy cruel por ambos bandos pero la superioridad técnica se impuso (ahora se
conoce incluso el uso de armas químicas como el gas mostaza por el ejército español).
Los intentos del líder rifeño de entablar conversaciones fueron ahora rechazados. A
finales del mes de mayo de 1926 tuvieron lugar los últimos combates importantes y se
produjo la rendición de Abd-el-Krim, quien se entregó a los franceses.
Sin duda la victoria en Marruecos fue el logro más espectacular de Miguel
Primo de Rivera. La oleada de popularidad que logró hizo olvidar que en un principio
sus propósitos fueron muy distintos. El desembarco de Alhucemas resolvió un
problema perpetuo de la política interior española y pareció justificar una política
exterior con pretensión de convertirse en primera potencia.
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La victoria militar unió al dictador con los africanistas, encuadrados en la
Legión (Tercio de Extranjeros) y los Regulares (Tropas Regulares Indígenas). Entre ellos
se encontraba Francisco Franco. Decidió la ampliación de estas unidades y su
equipamiento. El éxito en África consolidó al régimen. Pero en este momento el
régimen cambia para obtener continuidad, sustituyendo el gobierno de los militares
por civiles. Es el Directorio Civil.
4. EL DIRECTORIO CIVIL (1925-30).
En el mes de septiembre de 1927 se anunció la definitiva convocatoria de una
Asamblea Consultiva para “preparar y presentar escalonadamente al gobierno en un
plazo de tres años y con carácter de anteproyecto una legislación general y completa
que a su hora ha de someterse a un sincero contraste de opinión pública y, en la parte
que proceda, a la real sanción”. De cualquier modo constituía un claro ejemplo de la
manera de actuar del dictador, que mostraba su incapacidad para decidir cómo se
había de volver al régimen constitucional y, al mismo tiempo, ponía en peligro a la
Monarquía al alejarse cada vez más de la Constitución.
Desde el principio la Asamblea fue un fracaso. Todos sus miembros habían sido
elegidos directa o indirectamente por el gobierno, por lo que no podían controlar a
éste. Por supuesto no consiguió integrar a los opositores al régimen dictatorial, ya que
los socialistas, los liberales, una parte importante de los conservadores y un sector de
los intelectuales no aceptaron su nombramiento. Además, una muestra de la
prevención que Primo de Rivera tenía al parlamentarismo era su funcionamiento: se
trabajaba en comisiones, sólo se podían tratar los temas propuestos por el gobierno y
había limitación de tiempo para hablar.
Mientras tanto una comisión de la Asamblea, formada por antiguos políticos de
la Monarquía constitucional, elaboró un proyecto de constitución que no agradó a
Primo de Rivera, porque lo que él deseaba era un sistema de cámara única a partir de
representación corporativa, popular y por derecho propio, con independencia del
poder ejecutivo. El proyecto elaborado por la comisión tampoco fue tomado en
consideración por los órganos de la oposición, de modo que su única significación fue
indicar el camino hacia el autoritarismo de una parte de la derecha española.
Tras la sustitución de los militares al frente del Estado (con la excepción, claro
está, del propio dictador), el nuevo Directorio va a impulsar una nueva política
intervencionista en lo económico y corporativista en lo social.
Política social. Corporativismo.
El corporativismo se verá favorecido por la llegada al poder del fascismo en
Italia, que va a ejercer una creciente influencia. La sociedad se organiza
jerárquicamente en tres escalones sucesivamente: la familia, el municipio y las
organizaciones profesionales. Estas organizaciones profesionales se agrupan en la
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Organización Corporativa Nacional, parodia de sindicato en la que se agrupan los
diferentes oficios sin distinción entre obreros y patronos. La obra social de la
Dictadura correspondió al ministro de Trabajo, Eduardo Aunós, y consistió en primer
lugar en la publicación del Código de Trabajo en agosto de 1926, que resumía las
disposiciones anteriores concernientes a contratos de trabajo, accidentes y tribunales
industriales. Con anterioridad, en el mes de abril de 1924, se creó el Consejo Nacional
de Trabajo, Comercio e Industria; y, poco después,el Instituto de Reformas Sociales,
que había desarrollado un importante papel en la promoción de la legislación social,
fue integrado en el ministerio del Trabajo. La Dictadura también completó la
legislación social en otros aspectos, como la creación de escuelas sociales, la vivienda
popular, la protección del emigrante, etc.
Sin embargo lo más brillante y lo más discutido de la labor de la Dictadura en
este terreno fue la creación de un sistema corporativo a partir de los llamados comités
paritarios. La organización corporativa tenía como célula primaria el comité paritario;
el segundo nivel lo constituían las comisiones mixtas provinciales y, finalmente, los
consejos de la corporación, que eran el órgano superior de cada oficio. En cada uno de
estos escalones existía igual representación de patronos y de obreros, siendo el
presidente nombrado por el gobierno. Su misión era regular las condiciones de
trabajo y, por lo tanto, evitar la conflictividad social.
El sistema de los comités paritarios fue muy criticado. Sus detractores decían
que se trataba de una imitación del sistema sindical fascista, pero en lo que Aunós se
basó sobre todo fue en la tradición doctrinal católica.
Es indudable que con la política social de la Dictadura la clase obrera se vio beneficiada
desde el punto de vista de la estabilidad en el empleo y a través de las mejoras
indirectas producidas por la extensión de la seguridad social. Sin embargo el nivel de
los salarios se mantuvo estable y aun con una ligera tendencia a la baja.
Política económica. Intervencionismo.
El Estado, por otra parte, emprendió una serie de actuaciones que necesitaban
de financiación. De eso se encargó Calvo Sotelo, ministro de Hacienda, emprendiendo
una reforma tributaria y llevando a cabo una emisión de bonos, consiguiendo incluso
superávit en 1927.
Bajo la dirección del ministro de Fomento, conde de Guadalhorce, se lleva a
cabo la renovación de la red viaria mediante la construcción de más de 7.000
kilómetros de carreteras. Nacen las Confederaciones Hidrográficas, al mismo tiempo
que se construyen numerosos embalses. Estas confederaciones se encargan de
planificar el riego, distribuir la electricidad, etc.
Se pone en marcha, además una política monopolística, creando la CAMPSA
(Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos), para la importación y refinado
del petróleo. Se concede le monopolio de la
Telefónica a una empresa
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norteamericana, la ITT. Algunos de los monopolios fueron concedidos a personajes
influyentes, como Juan March, amigos personales del dictador.
El proteccionismo fue la otra línea de la política económica, restringiendo las
importaciones y creando el Consejo Económico Nacional que autoriza la instalación de
industrias.
En lo social, la política fue muy paternalista y protectora. Se dan mejoras
sociales como el seguro de maternidad y se aumentan las prestaciones de la Seguridad
Social. Nacen los Comités Paritarios de empresarios y trabajadores para resolver los
conflictos laborales. En Educación se dio un fuerte impulso a la enseñanza primaria.
Pero el régimen se fue desgastando paulatinamente, especialmente por su
actuación personal. Su salud fue empeorando y no se enfrentó con energía a sus
detractores. Murió sólo dos meses después de abandonar el poder. Además fue una
dictadura suave (comparada con lo del general Franco).
La oposición a la dictadura.
La oposición era muy amplia y diversa. Para empezar, se oponían los liberales y
conservadores, la “viaje política”, liderados por Sánchez Guerra y desplazados del
poder.Su líder incluso llegó a encabezar un golpe de estado que fracasaría por falta de
apoyo.. El ejército se había ido distanciando también, especialmente el ejército de la
península que veía con preocupación el ascenso de los africanistas. Por otro lado
estaban los republicanos, como Azaña, que dirigía la revista España; la burguesía
catalana nacionalista; los intelectuales como Unamuno, Valle-Inclán y Ortega y Gasset;
los estudiantes que se organizan en asociaciones como la FUE; la Iglesia que no ve en
Primo un modelo de moralidad; y por último los comunistas y anarquistas que están en
la clandestinidad. El PSOE abandona hacia 1929 su actitud de colaboración, por una
oposición decidida.
El aumento progresivo de la oposición en todos los frentes no hizo sino agravar
las repetidas indecisiones de Miguel Primo de Rivera acerca de cómo darle rumbo y le
obligaba a mostrar la faz represora. Cuando, en el mes de julio de 1929, intentó
ampliar la representación corporativa en la Asamblea Consultiva obtuvo un resultado
decepcionante, ya que la Universidad de Valladolid eligió como representante a Miguel
de Unamuno y el Colegio de Abogados de Madrid a Sánchez Guerra, Santiago Alba y
Eduardo Ortega y Gasset. La Academia de Jurisprudencia se negó a asistir, así como los
miembros de la vieja política y el Partido Socialista.
Ante esta situación de deterioro, Primo de Rivera era consciente de que tenía
que irse preparando para dejar el poder. Incluso sus propios ministros le insistían en la
necesidad de realizar una consulta electoral que diera fin al régimen, prueba que éste
nunca se consideró una solución permanente. Entretanto se iba deteriorando la
situación económica y Calvo Sotelo desde el ministerio de Hacienda no era capaz de
frenar la caída de la peseta, en cuyo descenso influían también motivos políticos. Por
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otro lado, si durante la Dictadura los conflictos sociales no habían sido graves, ahora
comenzaron a serlo. Se produjo un fuerte aumento de las huelgas a la vez que
continuaban las conspiraciones, protagonizadas ahora por miembros de la vieja
política con la colaboración de la aviación.
Finalmente, Miguel Primo de Rivera, después de meditar distintas formas de
salir de la Dictadura, hizo una consulta a los altos mandos militares; al ver el escaso
entusiasmo de éstos por el régimen, presentó la dimisión el 28 de enero de 1930. El
rey mostró su desagrado, ya que en el procedimiento utilizado no sólo se le ignoraba
por completo a él, sino también a la opinión pública y a la totalidad del ejército.
Inmediatamente después de su dimisión el general Primo de Rivera marchó a París,
donde moriría al poco tiempo de manera repentina.
La opinión pública culpó al rey de los males de la Dictadura y, al enjuiciarla con
posterioridad, el general se convirtió en un mito para sus seguidores. Quien resultó
más perjudicado por el régimen dictatorial fue, en definitiva, Alfonso XIII.
El régimen de Primo de Rivera nunca pudo pasar de ser un régimen de
excepción y como tal terminó su ciclo. Mediado el año 1928 el régimen comenzó su
decadencia que se acentuó en 1929.
La prosperidad económica, amparada en los "felices años veinte", sobre la que
se había alzado la Dictadura, que también se vendría abajo con el crack de octubre de
1929, no impidió que se pusiera claramente en evidencia la impotencia manifiesta de
la Dictadura para llevar a cabo una obra de reconstrucción política que resolviera los
viejos problemas que afectaban al país.
Concluyamos, por tanto, admitiendo que el fracaso de la Dictadura tiene como
clave esencial el factor político, que fue generando una situación de descontento;
mientras que la crisis económica actuó como elemento desencadenante. El general
Primo de Rivera dimitió el 28 de Enero de 1930.
5. EL FINAL DE LA MONARQUÍA.
El gobierno Berenguer.
Tras el abandono del poder por Primo de Rivera sucedió uno de los procesos
políticos más complicados que cabe imaginar: el tránsito de una dictadura a la
normalidad constitucional de 1876.
El rey encargó a Dámaso Berenguer que se hiciera cargo del gobierno y
condujera al país a la normalidad constitucional de 1876. A lo largo de los seis últimos
años este general se había significado por su moderada oposición al régimen
dictatorial. Sus propósitos eran bienintencionados, pero carecía de la capacidad
política suficiente para captar la situación real del país. Lo más grave fue la lentitud
que Berenguer imprimió a su acción de gobierno. Su vuelta a la normalidad fue tan
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lenta que su régimen recibió el apelativo de «dictablanda», en contraposición a la
Dictadura de Primo de Rivera.
Berenguer no sólo pretendió una vuelta a la Constitución de 1876, sino también
a sus prácticas caciquiles, que a la altura de 1930 resultaban totalmente anacrónicas.
Cuando anunció sus propósitos de retorno a la constitucionalidad, la actitud de la
opinión pública inicialmente le fue muy favorable. A ello contribuyeron algunas de sus
medidas liberales como, por ejemplo, la devolución de sus cátedras a los profesores
que las habían abandonado. En los primeros meses de su gestión desaparecieron las
conspiraciones militares. Sin embargo con el paso del tiempo fueron perceptibles
graves deficiencias en sus planteamientos de gobierno.
El anacronismo que representaba una solución política como la que los
españoles presenciaron a lo largo de 1930 fue duramente criticado por José Ortega
Gasset en un artículo publicado en el diario “El Sol” que se titulaba «El error
Berenguer». El filósofo afirmaba que no era que Berenguer hubiera cometido errores,
sino que otros los habían cometido con él al nombrarle presidente del Consejo de
Ministros. El «error Berenguer» consistía en tratar de «hacer como si aquí no hubiera
nada radicalmente nuevo» e intentar una simple vuelta atrás. Ortega y Gasset
consideraba que el pueblo español había cambiado y, por lo tanto, resultaba posible
intentar una democracia; puesto que la monarquía se identificaba con el pasado, había
que destruirla.
Todo ello motivó que en Agosto de 1930 se firmase el "Pacto de San
Sebastián" por parte de las fuerzas republicanas, que suscribieron un manifiesto en el
que se proclamaba la República como única salida a aquel vacío político.
Después de sofocar la sublevación militar de signo republicano que se produjo
en Jaca a finales de 1930, el gobierno Berenguer convocó elecciones generales, ante
cuyo anuncio hubo una oleada de declaraciones abstencionistas que precipitaron una
crisis. El general Berenguer acabará dimitiendo.
El gobierno Aznar y las elecciones de Abril de 1931.
Ante esta crisis política, el almirante Aznar formó un gobierno de
concentración monárquica e intentó un nuevo proceso de normalización política. Para
ello prometió convocar elecciones comenzando por unas municipales, que se
celebraron rápidamente, el 12 de abril. En realidad, lo que se decidía era si España
sería una monarquía o una república, ya que así se planteó por parte de los dos
bloques políticos que se enfrentaron en las elecciones. Su resultado: los monárquicos
triunfaron en 42 provincias y los republicanos sólo en 8. Pero éstos eran conscientes
de haber vencido en casi todas las capitales de provincia y teniendo en cuenta que le
voto rural no era moralmente válido a causa del poder caciquil, se atribuyeron el
triunfo y se lanzaron a la calle a celebrarlo. El almirante Aznar lo reconoció también.
La agonía de la monarquía de Alfonso XIII.
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Si después de los resultados electorales se hubiera intentado alguna maniobra
para salvar el régimen monárquico, habría fracasado. Desde hacía meses se habían
perdido las posibilidades de salvar el trono y ahora no se intentó ningún acto concreto.
El propio desarrollo de los acontecimientos convenció a los miembros del gobierno
provisional republicano a tomar inmediatamente el poder.
El rey abandonó el país y suspendió el ejercicio de la potestad real. El 14 de
abril se proclamó la II República.
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El dictador, Miguel Primo de Rivera
El rey Alfonso XIII, con el dictador y el directorio
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