BASES BIOLÓGICAS DEL AUTISMO INFANTIL. II

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Psicología Conductual, Vol. 6, Nº 2, 1998, pp. 391-409
391
BASES BIOLÓGICAS DEL AUTISMO INFANTIL. II. ASPECTOS
NEUROPATOLÓGICOS, NEUROFISIOLÓGICOS Y
NEUROPSICOLÓGICOS
Raúl Espert
Universidad de Valencia
José Francisco Navarro1
Universidad de Málaga
Resumen
En la segunda parte de esta revisión sobre las bases biológicas del autismo
infantil se presentan las principales investigaciones sobre los aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos y neuropsicológicos de esta enfermedad. Numerosos
estudios neuropatológicos "postmorten", así como estudios neuroanatómicos utilizando técnicas de neuroimagen han puesto de manifiesto la existencia de una
amplia variedad de alteraciones estructurales y funcionales en sujetos autistas.
Aunque los resultados no han sido siempre consistentes, las principales anormalidades en el autismo infantil se han localizado en el sistema límbico (lóbulo temporal medial), el cerebelo y la corteza cerebral. Asimismo, se ha planteado la
posibilidad de que algunos casos de autismo estén producidos por una alteración
acaecida en el momento del cierre del tubo neural. Posteriormente, se describen
los principales estudios neurofisiológicos en autistas, con especial énfasis en las
investigaciones realizadas utilizando potenciales evocados. En este contexto, se ha
planteado que en el autismo existiría una alteración en el funcionamiento de los
sistemas troncoencefálicos y talámicos implicados en la activación, los procesos
atencionales y el procesamiento de la información. El tercer bloque de esta revisión se centra en los estudios neuropsicológicos efectuados en pacientes autistas.
Es un hecho bien conocido que los autistas muestran alteraciones neuropsicológicas en un amplio rango de dominios, lo que sugiere que esta patología probablemente implica una disfunción que afectaría a numerosas áreas cerebrales más que
a una única región. La mayor parte de las investigaciones revela la existencia de
amplias diferencias individuales en determinados aspectos neuropsicológicos. Así,
mientras que la mayoría de los autistas desarrollan alteraciones del lóbulo frontal,
existe una gran variabilidad en relación con los déficits lingüísticos y de memoria.
El trabajo finaliza con una breve descripción de diversos modelos neurofunciona-
1 Correspondencia: José Francisco Navarro. Área de Psicobiología, Facultad de Psicología, Campus
de Teatinos, 29071 Málaga (España). E-mail: [email protected].
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NAVARRO
les integradores que intentan explicar este trastorno, incluyendo los modelos de
Bachevalier (1994), Morton y Frith (1995), Couchesne, Townsend y Chase (1995)
y Waterhouse, Fein y Modahl (1996).
PALABRAS CLAVE: Autismo, neuropatología, cerebelo, lóbulo temporal medial, factores perinatales, estudios neurofisiológicos, estudios neuropsicológicos, modelos
integradores.
Abstract
In the second part of this review paper on biological basis of infantile autism
we describe the main neuropathological, neurophysiological and
neuropsychological investigations carried out in this disease. Numerous
neuropathological "postmorten" studies as well as neuroanatomical studies using
neuroimaging techniques have demonstrated the existence of a broad variety of
structural and functional abnormalities in autistic patients. Although results are not
entirely consistent, the main changes in autism have been located in limbic system
(medial temporal lobe), cerebellum and cerebral cortex. Likewise, it has been
proposed that some cases of autism might be provoked by an injury at the time of
closure of the neural tube. On the other hand, we examine the main
neurophysiological studies in autistic subjects, emphasizing investigations with
evoked potentials. In this context, several authors have suggested that in autism
exists a disordered functioning in brainstem and thalamic systems which mediate
arousal, attention and information-processing. The third part of this paper focuses
on neuropsychological studies realized in autistic patients. It is a well-known fact
that these subjects exhibit neuropsychological disorders in a wide range of
domains, a fact that suggests that autism probably involves a dysfunction of
multiple regions rather than of only one brain region. Most studies reveal large
individual differences in certain neuropsychological domains. Whereas most
autistic patients have frontal lobe impairments, great variability exists in the areas
of language and memory. This review concludes with a brief description of several
neurofunctional integrative models of autism (Bachevalier, 1994; Morton and Frith,
1995; Couchesne, Townsend and Chase, 1995, and Waterhouse, Fein and
Modahl, 1996).
KEY WORDS: Autism, neuropathology, cerebellum, medial temporal lobe, perinatal
factors, neurophysiological studies, neuropsychological studies, integrative
models.
Hallazgos neuropatológicos/neuroimagen
Desde principios de los años 70 numerosas investigaciones neuropatológicas
"postmorten", así como estudios neuroanatómicos utilizando técnicas de neuroimagen, han puesto de manifiesto la existencia de una amplia variedad de alteraciones estructurales y funcionales en sujetos autistas. Aunque los resultados no han
sido siempre consistentes, las principales anormalidades en el autismo infantil se
han localizado en el sistema límbico (lóbulo temporal medial), la corteza cerebral y
el cerebelo (ver revisiones en Kemper y Bauman, 1993; Bachelier, 1994; Filipek,
1996; Minshew, 1996).
Bases biológicas del autismo infantil. II. Aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos …
393
Corteza cerebral y lóbulo temporal medial
Las primeras investigaciones neuroanatómicas que utilizaron tomografía computarizada (TC) indicaron la presencia de un patrón de asimetrías cerebrales invertidas en los sujetos autistas. Sin embargo, en trabajos posteriores mejor controlados
no se ha podido confirmar dicha observación. Más recientemente, la mayor resolución de RM ha permitido mostrar la existencia de malformacionies corticales cerebrales en sujetos autistas, aunque no siempre estaban presentes ni implicaban
siempre a los mismos lóbulos (Kemper y Bauman, 1993; Filipek, 1996).
Estudios recientes empleando resonancia magnética (RM) sugieren la posibilidad
de que exista un incremento del tamaño del cerebro en el autismo infantil. Así,
Piven et al. (1995), en un análisis preliminar de 22 autistas y 20 controles evaluados
mediante RM, encontraron evidencia de un alargamiento cerebral (volumen del
tejido cerebral + volumen del LCR), del tejido total (volumen cerebral —LCR), y volumen ventricular lateral total. Con el fin de intentar determinar si el incremento en
el volumen cerebral era consecuencia de diferencias del tamaño cerebral regional o
general y el posible efecto del género en el tamaño cerebral y el patrón de alargamiento, estos mismos autores (Piven et al., 1996), analizaron las RMs de una muestra más amplia de autistas (26 varones y 9 mujeres) y controles (20 varones, 16
mujeres) utilizando un procedimiento automatizado de medición del volumen cerebral. Sus resultados indicaron que existe un aumento del tamaño cerebral en el
autismo y que las diferencias no son generalizadas sino que parecen ser el resultado
de un patrón de alargamiento con incrementos en el tamaño de lóbulos corticales
específicos (principalmente temporal, parietal y occipital). Este incremento del volumen cerebral podría ser consecuencia, al menos teóricamente, de tres diferentes
procesos relacionados con el desarrollo: un incremento de la neurogénesis, una disminución de la muerte cerebral y/o un incremento de la producción de tejido cerebral no neuronal, como células gliales o vasos sanguíneos.
El lóbulo frontal podría estar también afectado en el autismo infantil. Zilbovicius
et al. (1995) han investigado la maduración metabólica de la corteza frontal en
cinco niños autistas (33-52 meses de edad) en un estudio longitudinal mediante
SPECT. Se realizaron medidas dos veces durante su desarrollo: a los 3-4 años y tres
años después. Los resultados indicaron una hipoperfusión transitoria en los niños
autistas a los 3-4 años, que se corresponde con el patrón de perfusión observado
en niños normales mucho más mayores. A los 6-7 años, los niveles de perfusión
frontal habían alcanzado valores normales. Estos datos sugieren la existencia de un
retraso en el proceso de maduración frontal en el autismo infantil.
Las estructuras del lóbulo temporal medial también se sabe que pueden estar
comprometidas en el autismo infantil. Así, Kemper y Bauman (1993) han encontrado cambios neuropatológicos consistentes en regiones del sistema límbico, incluyendo a la formación hipocámpica, amígdala y corteza entorrinal adyacente,
cuerpos mamilares y septum. Igualmente, utilizando RM, Saitoh et al. (1995) analizaron el hipocampo, subículo y giro dentado de 33 pacientes autistas con edades
comprendidas entre los 6 y 42 años y 23 sujetos voluntarios sanos, emparejados en
edad. No se encontraron diferencias significativas entre ambos grupos en las medi-
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NAVARRO
das de dichas estructuras. Sin embargo, las medidas del lóbulo VI y VII del vermis y
la región posterior del cuerpo calloso diferían significativamente en más del 9.9%.
Más recientemente, Raymond, Bauman y Kemper (1996) examinaron la morfología
de las neuronas del hipocampo en dos casos de autismo infantil y dos controles
emparejados en edad. Las neuronas de la zona CA4 en los niños autistas eran más
pequeñas en el área del soma. Igualmente, las arborizaciones dendríticas de las neuronas de CA4 y CA1 eran más reducidas que las de los controles.
Por otro lado, el autismo se ha asociado con diversas patologías que afectan al
lóbulo temporal medial. En este sentido, se han observado en estos pacientes anormalidades EEG sutiles a nivel de los lóbulos temporales, un alargamiento del asta
temporal de los ventrículos laterales, así como una mayor incidencia del virus herpes simple 1 y 2 (que muestra una especial afinidad por la región temporal medial).
Asimismo, las crisis epilépticas del lóbulo temporal son especialmente frecuentes en
el autismo (Bachevalier, 1994, 1996).
Finalmente, se ha observado también una reducción del tamaño del cuerpo
calloso en pacientes autistas (n=51), localizada principalmente sobre las regiones
posteriores, donde se sabe que proyectan fibras del lóbulo parietal (Egaas,
Courchesne y Saitoh, 1995). Este hallazgos apoyan la idea de que el lóbulo parietal
puede estar implicado en el autismo infantil, en concordancia con otros trabajos
anteriores (Courchesne, Press y Yeung-Courchesne, 1993).
Cerebelo y troncoencéfalo
Los primeros estudios con TC indicaron la existencia de una incremento en la
amplitud del IV ventrículo y una atrofia cerebelar en los niños autistas. Dichos resultados fueron confirmados posteriormente utilizando RM, observando además una
reducción en el tamaño del vermis cerebelar, un alargamiento del IV ventrículo y una
disminución del área del puente desde una perspectiva mediosagital (Bachevalier,
1994; Filipek, 1995, 1996).
Williams et al. (1980) fueron los primeros autores que describieron una pérdida
de neuronas de Purkinje en un paciente autista. Todos los estudios con autopsias
realizados posteriormente han confirmado dicha disminución de las células de
Purkinje en el cerebelo (Bauman y Kemper, 1985, 1990; Ritvo et al., 1986; Arin,
Bauman y Kemper, 1990; Bauman, 1991). La pérdida parece ser más severa en los
lóbulos VI-X del vermis posterior y a nivel de los hemisferios cerebelares posteriores.
Esta pérdida de neuronas conduce a una hipoplasia cerebelosa, que ha sido confirmado en diversos estudios con RM.
A pesar de todo, los resultados sobre la relación entre hipoplasia del vermis cerebelar y autismo infantil son todavía controvertidos. Utilizando imágenes de RM,
Schaefer et al. (1996) cuantificaron el vermis cerebelar de 125 sujetos normales con
un amplio rango de edad y 102 pacientes con una amplia variedad de alteraciones
neurogenéticas. Dichos autores encontraron que la hipoplasia de lóbulos del vermis
cerebeloso VI y VII constituía un resultado inespecífico que aparece incluso en trastornos que cursan sin una conducta autista. Esto sugiere que la hipoplasia del vermis cerebelar no representa un marcador neuroanatómico específico del autismo y,
Bases biológicas del autismo infantil. II. Aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos …
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por lo tanto, la disginesia cerebelar no es posiblemente la única responsable del cuador clínico de este trastorno.
¿Por qué los resultados sobre las diferentes alteraciones estructurales en el
autismo distan tanto de ser concluyentes? Para responder a esta cuestión debemos
considerar las siguientes variables: elección de los pacientes autistas y sus respectivos controles, los protocolos utilizados con la RM y los métodos de análisis de imagen empleados. Si se examinan detalladamente los estudios publicados hasta la
actualidad se puede apreciar que las muestras utilizadas suelen ser heterogéneas
con respecto a la edad, género, CI, y parámetros neuropsicológicos y conductuales.
Asimismo, en ocasiones los controles no suelen estar apropiadamente emparejados
en dichas variables con los sujetos autistas. Por otro lado, los protocolos de evaluación con RM muestran a veces discrepancias entre los diferentes estudios. De este
modo, la diferente orientación y la posición del corte de RM utilizado puede contribuir también a una mayor variabilidad neuroanatómica (Filipek, 1996).
En las Tablas 1 y 2 se presentan los principales resultados obtenidos en las investigaciones con pacientes autistas que han empleado técnicas de neuroimagen
estructural y funcional, respectivamente.
Alteraciones embriológicas
Se ha planteado la posibilidad de que algunos casos de autismo estén producidos
por una alteración en el momento del cierre del tubo neural (Rodier et al., 1996). Los
datos sugieren que la lesión inicial incluye a los núcleos del nervio craneal motor. Para
evaluar esta hipótesis, Rodier et al. (1996) examinaron en primer lugar los núcleos
motores troncoencefálicos de un sujeto autista. La autopsia cerebral reveló una
ausencia casi completa del núcleo facial y de la oliva superior junto con un acortamiento del troncoencéfalo entre el cuerpo trapezoide y la oliva inferior. Un déficit
similar ha sido observado en una cepa de ratones (gen Hoxa-1) en los que existe una
alteración en el patrón de formación del encéfalo posterior durante la neurolación.
Por otro lado, la exposición a agentes antimitóticos justo después del cierre del tubo
neural podría producir dicho patrón de alteraciones. Además, los autores han sugerido que estas alteraciones son muy similares a las descritas tras la administración prenatal de talidomida. En este sentido, se ha constatado que la exposición a esta
sustancia puede provocar autismo (Strömland et al., 1994).
Factores perinatales
Gillberg (1990) ha hipotetizado que el autismo infantil es consecuencia de una
interacción entre factores genéticos y ambientales que producen lesiones cerebrales. Una fuente potencial de daño cerebral inducido por variables ambientes lo constituyen las complicaciones obstétricas.
La evidencia de una fuerte determinación genética en el autismo infantil tiene
que estar reconciliada con la evidencia que sugiere una asociación entre autismo y
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NAVARRO
Tabla 1
Alteraciones estructurales cerebrales y autismo (1987-1997)
Autores
Año
Principales hallazgos
Gaffney et al.
1987
No se encontraron diferencias en los hemisferios
cerebrales de autistas (n=13) y controles normales (n=35)
Courchesne
et al.
1988
Menor tamaño de los lóbulos del vermis VI-VII
del cerebelo (hipoplásico) en autistas (n=18), en
comparación con los controles (n=12)
Ritvo y Garber
1988
Hipoplasia cerebelosa en pacientes autistas
Rumsey et al.
1988
No se encontraron asimetrías cerebrales en sujetos autistas (n=15), en comparación con los
controles (n=20)
Murakami et al.
1989
Reducción del tamaño del hemisferio cerebeloso
en autistas, en comparación con los controles
Garber et al.
1989
Ausencia de alteración cerebelosa. Tamaño del
IV ventricular normal en pacientes autistas
Filipek et al.
1992
Volumen cerebral total mayor en autistas, especialmente a nivel de las regiones temporal y parietooccipital posterior
Garber y Ritvo
1992
No se hallaron diferencias significativas en las
áreas mediosagitales medias del puente, IV ventrículo, vermis cerebeloso o lóbulos del vermis
entre autistas adultos (n=12) y controles (n=12)
Hashimoto et al.
1992
Todo el troncoencéfalo, y particularmente el mesencéfalo y el bulbo raquídeo, eran significativamente más pequeños en los niños autistas con
retraso mental. No se observaron diferencias en
el vermis cerebeloso entre los autistas y los controles
Holttum et al.
1992
No se encontraron alteraciones cerebelares significativas en sujetos autistas
Kleinman et al.
1992
No se encontraron diferencias significativas entre
autistas (n=13) y controles (n=28) en ninguna de
las cuatro regiones examinadas: área mediosagital del grupo I-V del lóbulo del vermis cerebeloso, grupo VI-VII, puente y cuarto ventrículo
Bases biológicas del autismo infantil. II. Aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos …
397
Piven et al.
1992
Area mediosagital de mayor tamaño en autistas
(n=15), en comparación con los controles
Courchesne
et al.
1993
Atrofia del lóbulo parietal en el 33% de los pacientes autistas examinados (6-32 años)
Courchesne
et al.
1994a
Menor tamaño de los lóbulos del vermis VI-VII
del cerebelo (hipoplásico) en autistas (n=78)
Courchesne
et al.
1994b
Distribución bimodal del área de los lóbulos del
vermis VI-VII, mostrando un subgrupo de autistas
una hipoplasia y otro subgrupo una hiperplasia
Piven et al.
1995
Volumen cerebral total mayor y del volumen ventricular lateral total en autistas (n=22), en comparación con los controles (n=20)
Egaas et al.
1995
Reducción del cuerpo calloso en autistas (n=51),
especialmente localizada en la región posterior,
en comparación con los controles (n=51)
Saitoh et al.
1995
Ausencia de diferencias significativas en las medidas del hipocampo, subículo y giro dentado entre autistas (n=33) y controles (n=23). En cambio,
se observaron diferencias de más del 9.9% en
medidas de los lóbulos VI y VII del vermis cerebeloso y de la parte posterior del cuerpo calloso
Haas et al.
1996
Los sujetos autistas (n=28) mostraban signos de
hipoplasia o hiperplasia del vermis cerebeloso y
alteraciones de la corteza parietal posterior en
las RM realizadas, en comparación con los controles (n=24)
Piven et al.
1996
Alargamiento significativo del tamaño de los lóbulos temporal, parietal y occipital (pero no frontal) en autistas (n=35), utilizando RM, en comparación con los controles
Raymond et al.
1996
Las neuronas de la zona del hipocampo CA4 en
autistas eran más pequeñas en el área del soma.
Las arborizaciones dendríticas de las neuronas
de CA4 y CA1 eran más reducidas que las de los
controles
Schaefer et al.
1996
La hipoplasia de los lóbulos VI y VII del vermis
cerebeloso no es un resultado específico de los
sujetos con autismo
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Y
NAVARRO
Tabla 2
Estudios con técnicas de neuroimagen funcional en autistas
Autores
Año
Técnica
Muestra
Principales hallazgos
Rumsey
et al.
1985
PET
10 autistas
15 controles
Aunque la tasa metabólica media global fue
un 20% más alta en los autistas, se observó
un considerable solapamiento en los valores
de ambos grupos.
DeVolder
et al.
1987
PET
18 autistas
15 controles
Patrón metabólico normal en los autistas,
aunque con mayor heterogeneidad en las
áreas de asociación neocorticales.
Herold
et al.
1988
PET
6 autistas
6 controles
No se hallaron diferencias significativas entre
ambos grupos en el patrón metabólico.
Horwitz
et al.
1988
PET
14 autistas
14 controles
Aumento del 12% de la tasa metabólica global en los autistas, en comparación con los
controles.
Heh et al.
1989
PET
7 autistas
8 controles
No se hallaron diferencias significativas entre
ambos grupos en el patrón metabólico (en
cerebelo).
Zilbovicius
et al.
1992
SPECT
21 autistas
14 controles
No se hallaron diferencias entre ambos grupos en el patrón metabólico.
George
et al.
1992
SPECT
4 autistas
4 controles
Reducción de la perfusión cerebral total en
los autistas (adultos) y disminución del flujo
regional en lóbulo temporal lateral derecho y
lóbulo frontal derecho e izquierdo, en
comparación con los controles.
Chiron
et al.
1995
SPECT
18 autistas
10 controles
Asimetría de la perfusión cerebral en autistas (mayor flujo sanguíneo en hemisferio derecho)
Mountz
et al.
1995
SPECT
6 autistas
6 controles
Disminución del metabolismo en los lóbulos
parietal y temporal, especialmente izquierdos, en los autistas, en comparación con los
controles.
Zilbovicius
et al.
1995
SPECT
5 autistas
(estudio longitudinal)
Se encontró un patrón de hipoperfusión
frontal transitorio en los autistas a los 3-4 años. A los 6-7 años alcanzaban valores normales.
Chugani
et al.
1996
PET
10 autistas
Se encontró un patrón de hipometabolismo
bitemporal en los autistas
Haznedar
et al.
1997
PET
7 autistas
7 controles
Las áreas 24 y 24’ (giro cingulado anterior)
fueron metabólicamente menos activas en
los autistas que en los controles.
SPECT: tomografía computarizada por emisión de fotones simples
PET: tomografía por emisión de positrones
Bases biológicas del autismo infantil. II. Aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos …
399
complicaciones obstétricas. Existen al menos tres hipótesis que pueden dar cuenta
de esta aparente contradicción. La primera propone que el autismo es etiológicamente heterogéneo, provocado en unos casos por alteraciones genéticas y en otros
por complicaciones perinatales. La segunda hipótesis se relaciona con el hecho de
que las complicaciones obstétricas son más frecuentes entre el primero, el cuarto y
el último hermano. Esta asociación simplemente refleja el hecho de que los autistas
tienen más probabilidad de nacer en un orden que predispone a un mayor riesgo
obstétrico. La tercera hipótesis postula que las complicaciones obstétricas son consecuencia del autismo o de los factores que producen la enfermedad. Es decir, constituyen un epifenómeno del autismo. Cada hipótesis conduce a predicciones
diferentes. La segunda predice que la asociación entre las complicaciones obstétricas y el autismo desaparecerán una vez se tenga en cuenta el orden del nacimiento,
mientras que la primera y la tercera predicen relaciones opuestas entre complicaciones obstétricas e índices de tendencia genética para el autismo (es decir, la cantidad de "peso" familiar para la "variante menor"). Así, el modelo de
heterogenidad predice que las complicaciones obstétricas serán mayores en los sujetos autistas sin historia familiar de autismo, mientras que la hipótesis de las "anomalías obstétricas como consecuencia del autismo" predice que las complicaciones
obstétricas tendrán lugar bien con independencia de la recurrencia familiar o se
incrementarán a medida que el "peso" familiar aumente (Bolton et al., 1997).
Cryan et al. (1996) examinaron los historiales de nacimiento de 49 niños diagnosticados de autismo utilizando dos escalas de evaluación de complicaciones obstétricas. No se encontraron diferencias entre los autistas y los controles en ninguno
de los factores de riesgo descritos para este trastorno (edad materna, orden de nacimiento, bajo peso al nacer, etc.). Por lo tanto, los resultados de este estudio no apoyan el punto de vista de que el incremento de las complicaciones obstétricas puede
incrementar el riesgo de desarrollar un cuadro de autismo con posterioridad.
Por su parte, Bolton et al. (1997) evluaron recientemente el papel de las complicaciones obstétricas asociadas con el autismo infantil. Para ello analizaron los historiales obstétricos en dos grupos: un grupo de 78 familias que contaban con algún
autista y un grupo de 27 familias que contaban con algún sujeto con síndrome de
Down. Las conclusiones de este estudio indicaron que, más que desempeñar un
papel etiológico, las alteraciones obstétricas asociadas con el autismo representan
un claro epifenómeno.
La presencia de macrocefalia ha sido asociada también al autismo infantil. Ya
Kanner (1943), en su descripción inicial de 11 casos de niños con autismo, observó
que algunos sujetos tenían cabezas relativamente alargadas. Esta apreciación de
Kanner ha sido confirmada en estudios posteriores y sugiere que la macrocefalia
(definida como una circunferencia craneal por encima del percentil 97) no es infrecuente en el autismo. Recientemente, Lainhart et al. (1997) han examinado la frecuencia y comienzo de macrocefalia en 91 niños autistas y su relación con las
características clínicas de este trastorno. El 14% de los pacientes mostraron macrocefalia (el 11% de los varones y el 24% de las mujers). En la mayoría de los casos,
la macrocefalia no estaba presente en el nacimiento. Ni la macrocefalia ni el percentil de la circunferencia craneal estaban asociados con el CI no verbal, el nivel de
400
ESPERT
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NAVARRO
desarrollo verbal, la presencia de crisis epilépticas, signos neurológicos "suaves" o
anomalías físicas menores en los sujetos autistas, lo que indica que la macrocefalia
no define un subgrupo homogéneo de sujetos autistas en base a sus características
clínicas. El origen y las implicaciones neuropatológicas de la macrocefalia en el
autismo no son todavía conocidas.
Davidovitch, Patterson y Gartside (1996) han analizado la circunferencia craneal
de 148 niños autistas que cumplían los criterios diagnósticos establecidos en el
DSM-III-R y no presentaban ninguna patología que pudiera afectar a dicha medida.
La muestra fue dividida en dos grupos: autistas con circunferencia craneal en o por
encima del percentil 98 (grupo 1) y autistas con una circunferencia craneal por
debajo del percentil 98 (grupo 2). El grupo 1 incluía a 27 (18.2%) de los niños evaluados. Las medidas de altura y peso fueron significativamente más elevadas en el
grupo 1 que en el grupo 2. Además, el grupo 1 mostraba un porcentaje significativamente más bajo de mujeres y puntuaciones más bajas en conducta adaptativa
que el grupo 2.
Hallazgos neurofisiológicos
Algunos autores han planteado que en el autismo existe una alteración en el
funcionamiento de los sistemas troncoencefálicos y talámicos implicados en la activación, los procesos atencionales y el procesamiento de la información (Ornitz,
1985).
La electroencefalografía (EEG) fue la primera técnica neurofisiológica utilizada
para investigar la neurofisiología del autismo. Existe una alta incidencia de alteraciones EEG en sujetos autistas, implicando a prácticamente todas las regiones de la
corteza cerebral. Se ha descrito una relación significativa entre la presencia de anomalías EEG y CI en el autismo. Así, aproximadamente el 75% de los autistas con un
EEG alterado tienen un CI que se sitúa en el rango de deficiencia mental moderada
(CI=35-49), mientras que el 58% de los autistas con un EEG normal muestran un
CI en este rango (Small, 1975).
En diversos estudios con potenciales evocados que han utilizado diferentes
tareas y técnicas de medida se ha encontrado una disminución del potencial auditivo P300 en niños autistas, en comparación con los controles (Courchesne et al.,
1984, 1985). Sin embargo, los resultados con potenciales evocados visuales son
inconsistentes (Verbaten et al., 1991).
Los potenciales evocados auditivos troncoencefálicos (PEAT) resultan de utilidad
para evaluar las lesiones de la vía auditiva periférica y la vía troncoencefálica central:
en un PEAT normal se generan cinco ondas. La onda I se origina en el nervio acústico, la onda II en el núcleo coclear, la onda III en los núcleos olivares superiores, la
onda IV en el lemnisco lateral y la onda V en el colículo superior, a nivel del mesencéfalo. El umbral de audición se estima evaluando la función latencia-intensidad de
la onda V. La disfunción troncoencefálica se refleja en un incremento de las latencias
interpicos I-V con una latencia para la onda I normal (Wong y Wong, 1991). Aunque
en numerosos trabajos se han encontrado anormalidades en los PEATs, especial-
Bases biológicas del autismo infantil. II. Aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos …
401
Tabla 3
Potenciales evocados auditivos troncoencefálicos en autistas
Autores
Año
Muestra
Resultados
Sohmer y Student
1978
13
18
10
16
PEATs ausentes en 4 autistas
Incremento de las latencias
en 9 autistas y del TTT en el
grupo de RM y DCM
Ornitz et al.
1980
8 autistas
Ninguna alteración
Rosenblum et al.
1980
6 autistas
6 controles sanos
Incremento de las latencias y
del TTT en los autistas
Skoff et al.
1980
16 autistas
PEATs anormales en el 56%
de los autistas
Tanguay et al.
1982
16 autistas
16 controles sanos
Incremento de la latencia de
la onda y de las latencias interondas (I-III, III-V, I-V) en los
autistas
Gillberg
1983
24 autistas
31 controles sanos
7 con PO
PEATs anormales en el 33%
de los autistas. 6 mostraban
un aumento de la latencia de
la onda V y del TTT
Rumsey et al.
1984
12 autistas
Ninguna alteración
Courchesne et al.
1985
14 autistas (sin RM)
14 controles sanos
Ninguna alteración
Wong y Wong
1991
109 autistas
20 controles sanos
19 con RM
Incremento de la latencia de
la onda V y de las latencias
interpicos I-III, III-V y I-V en los
autistas
McClelland
et al.
1992
20 autistas
54 controles sanos
12 con RM
En los niños menores de 14
años los tiempos de conducción central (TCC) fueron
normales. Los autistas mayores de 14 años mostraron un
TCC alargado, en comparación con los controles y los
sujetos con RM
autistas
controles sanos
con RM
con DCM
RM = retraso mental
DCM = disfunción cerebral mínima
PO = psicosis orgánica
PEAT: potencial evocado auditivo troncoencefálico
TTT: tiempo de transmisión troncoencefálico
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mente un retraso en el tiempo de conducción (Sohmer y Student, 1978; Rosenblum
et al., 1980; Skoff et al.,1980; Tanguay y Edwards, 1982), en otras investigaciones
no se ha podido confirmar este hallazgo (Rumsey et al.,1984; Courchesne et al.,
1985). Una variable crítica parece ser la edad. En este sentido. McClelland et al.
(1992) observaron que en el niños menores de 14 años los tiempos de conducción
eran normales, mientras que en niños mayores existía un tiempo de conducción más
alargado, en comparación con los controles y con niños con retraso mental.
En la Tabla 3 se presenta un cuadro-resumen con los principales estudios con
PEAT realizados en sujetos autistas.
Hallazgos neuropsicológicos
Es un hecho bien conocido que los sujetos con autismo muestran alteraciones
neuropsicológicas en un amplio rango de dominios, un hallazgo que sugiere que el
autismo probablemente implica una disfunción que afectaría a numerosas áreas
cerebrales más que a una única región. De hecho, la gran variabilidad de síntomas
en el autismo suscita la cuestión sobre la existencia de diferentes subtipos neuropsicológicos de este trastorno (Dawson, 1996).
La mayor parte de los estudios revela la existencia de amplias diferencias individuales en determinados aspectos neuropsicológicos. Mientras que la mayoría de los
autistas desarrollan alteraciones del lóbulo frontal, existe una gran variabilidad en
relación con los déficits lingüísticos y de memoria. Los trastornos del lenguaje pueden ir desde un mutismo total hasta discretas dificultades pragmáticas. Los sujetos
con un grado de autismo más severo pueden exhibir severas alteraciones de la
memoria, como por ejemplo en la memoria de reconocimiento visual, que se sabe
está mediada por estructuras del lóbulo temporal medial (hipocampo y amígdala)
(Barth, Fein y Waterhouse, 1995). Los sujetos menos afectados pueden presentan
trastornos más sutiles de memoria, como problemas en la memoria de trabajo y en
la codificación de material verbal complejo (Minshew y Goldstein, 1993).
Los sujetos diagnosticados de autismo presentan claros déficits de las funciones
ejecutivas, compatibles con una afectación del lóbulo frontal. Así, cuando se comparan con controles apropiados y con niños con retraso mental, los autistas muestran sustanciales alteraciones en pruebas típicas de función ejecutiva que incluyen
el "test de clasificación de cartas de Wisconsin", la torre de Hanoi (memoria de trabajo, fluencia, cambio extra-dimensional), etc. En conjunto, pues, la evidencia disponible en la actualidad indica que los sujetos con autismo, incluso con un CI
normal, exhiben problemas en tareas que implican una planificación y organización
del material (Happé y Frith, 1996).
Otro resultado potencialmente relevante en la investigación sobre el autismo es
que estos pacientes muestran mayores dificultades cuando la tarea implica información social. Así, los niños autistas más pequeños tienen más dificultad para: (a)
orientarse hacia estímulos sociales que hacia estímulos no sociales; (b) señalar para
mostrar algo que para indicar una necesidad propia. Más adelante, presentan también una mayor dificultad para: (c) elaborar una teoría de la mente que para formar
Bases biológicas del autismo infantil. II. Aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos …
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representaciones físicas de segundo orden; (d) comprender las reglas del lenguaje
pragmático que comprender las reglas sintácticas. Todo ello plantea la posibilidad
de que el autismo puede implicar una disfunción de un sistema cerebral especializado en la cognición social. Dicho sistema cerebral implicaría probablemente al
lóbulo temporal medial (amígdala, hipocampo y corteza entorrinal) y al lóbulo orbital frontal (Dawson, 1996).
Algunos autores han postulado la existencia de una asociación entre el autismo
infantil y una alteración en el proceso de especialización hemisférica (Leboyer et al.,
1988). De hecho, los niños con autismo presentan un perfil de deterioco cognitivo que
afecta principalmente a funciones cognitivas relacionadas con el hemisferio izquierdo
(v.g., uso de símbolos, procesamiento analítico, lenguaje). En contraste, muestran
pocas alteraciones en las funciones visoespaciales y perceptivas, procesos que han sido
tradicionalmente atribuidas al hemisferio derecho. Utilizando la batería neuropsicológica de Halstead-Reitan en diez varones con autismo, Dawson, Warrenburg y Fuller
(1983) observaron que, en comparación con los controles, los autistas obtenían puntuaciones más bajas en funciones asignadas al hemisferio izquierdo, pero no existían
diferencias en las funciones asignadas al hemisferio derecho.
Chiron et al. (1995) utilizaron el SPECT para medir la asimetría derecha-izquierda
y los valores absolutos del flujo sanguíneo regional en 18 niños con autismo (4-17
años) y 10 controles, igualados en edad. Todos los controles y sólo 10 niños con
autismo eran diestros. Los resultados confirmaron la existencia de una disfunción en
el hemisferio izquierdo en los niños autistas, especialmente en las áreas corticales
relacionadas con el lenguaje y la lateralidad manual, produciendo una especialización hemisférica anómala. Estos datos están en concordancia con otros trabajos
anteriores. Así, utilizando también la técnica del SPECT, Gillberg et al. (1993) encontraron una hipoperfusión temporal en el hemisferio izquierdo de 16 pacientes con
autismo.
Se ha descrito un incremento en la incidencia de zurdería en niños diagnosticados de autismo. Cornish y McManus (1996) evaluaron la preferencia manual y las
habilidades manual en dos grupos de autistas con diferentes edades (3-5 años y
11-13 años), en niños con trastornos del aprendizaje y en controles normales. El
grado de dominancia manual permaneció relativamente estable en los diferentes
grupos de edad, particularmente dentro de las poblaciones de autistas y niños con
problemas de aprendizaje. Los controles normales mostraron un mayor grado de
lateralización que los autistas o los niños con trastornos del aprendizaje.
La atención también se suele encontrar alterada en los niños autistas. Ciesielski
et al. (1995) compararon los potenciales evocados de sujetos autistas y controles
durante una tarea de atención visual focalizada, atención auditiva focalizada y atención visual/auditiva dividida. Los resultados del grupo autista en la tarea de atención
dividida fueron claramente inferiores que en las tareas que implicaban a una única
modalidad sensorial. La onda negativa lenta (SNW) fue el único componente negativo que reflejó el efecto de la tarea "focalizada vs dividida" en los controles. Los
efectos de la tarea fueron más evidentes en los picos positivos en el grupo autista.
No se apreció un cambio significativo en la morfología del P3b, aunque esta onda
era mayor para los estímulos atendidos que para los ignorados en los autistas.
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El exceso de focalización de la atención en sujetos con autismo parece coexistir
con dificultades para modificar la dirección de la atención. Además, dentro de la
modalidad visual, los problemas son particularmente marcados cuando debe desplazarse la atención hacia el lado izquierdo del espacio (Casey et al., 1993;
Wainwrigh y Bryson, 1993). Dichos resultados suscitan la cuestión sobre la posible
lateralización de la orientación visoespacial en el autismo. Recientemente,
Wainwright y Bryson (1996) evaluaron la orientación visoespacial en adultos de alto
nivel con autismo y controles normales emparejados en edad mental y edad cronológica. Se realizaron varios experimentos en los que se presentaron estímulos central y/o lateralmente (a la izquierda o a la derecha de la fijación central),
requiriéndose su detección o su identificación. En comparación con el grupo control, los sujetos con autismo respondían más rápidamente a los estímulos centrales
que a los laterales, y mostraban una ventaja del campo visual izquierdo para la
detección del estímulo sólo en la condición más simple (presentaciones laterales
solas).
Se han realizado muy pocos estudios experimentales con el fin de intentar esclarecer el papel del hemisferio derecho en el desarrollo de algunos de los síntomas del
autismo infantil. Denckla (1983) fue uno de los primeros autores que sugirió la existencia de una analogía entre la disfunción del hemisferio derecho y el autismo.
Ozonoff y Miller (1996) han examinado recientemente la posible contribución del
hemisferio derecho a los trastornos comunicativos típicos del autismo infantil. Para
ello realizaron una evaluación del lenguaje pragmático sensible a lesión del hemisferio derecho en adultos no retrasados con autismo y sujetos controles emparejados
en edad y capacidad intelectual. La batería experimental incluía exploración del
estado de ánimo, capacidad de inferencia y comprensión de peticiones indirectas.
Los sujetos autistas obtuvieron puntuaciones significativamente inferiores a los controles en todas las medidas.
Modelos integradores
Durante la década de los 90 se han propuesto diversos modelos integradores
para el autismo infantil. Así, por ejemplo, Waterhouse, Fein y Modahl (1996) han
establecido recientemente un modelo neurofuncional del autismo que propone la
existencia de cuatro disfunciones neurales centrales, que implican: el sistema de la
oxitocina-opiáceos-serotonina, el sistema hipocampal, el sistema amigdaloide y las
cortezas asociativas temporales y parietales, con disfunciones asociadas a nivel del
troncoencéfalo, cerebelo y lóbulo frontal. Dicho modelo intenta dar cuenta apropiadamente de la complejidad y variedad de los síntomas y alteraciones neuropatológicas en los autistas. Cada una de las cuatro disfunciones se identifica a través de
una operación aberrante de un sistema alterado que afecta al procesamiento de la
información neural: (1) la primera disfunción es la "canalestesia", donde el procesamiento de la información de distintas modalidades sensoriales para un evento
futuro y los registros de memoria a largo plazo para eventos pasados se encuentran
anormalmente fragmentados; (2) la segunda disfunción se relaciona con una alte-
Bases biológicas del autismo infantil. II. Aspectos neuropatológicos, neurofisiológicos …
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ración para asignar un significado afectivo a los estímulos; (3) la tercera disfunción
es la "asocialidad", en donde el "imprinting" elaborado específico de la especie, la
motivación social normal y el interés por los otros falla a causa de una alteración del
sistema neuropeptídico que implica a la oxitocina y la vasopresina, junto con alteraciones en los sistemas opiáceos y serotoninérgico; (4) la cuarta disfunción es la
"atención selectiva extendida", en la que se incrementa anormalmente el tiempo
pasado en atención selectiva y se demora el cambio de la atención como resultado
de una pobre organización de las regiones de asociación polisensoriales temporal y
parietal.
Morton y Frith (1995) han planteado también un sistema de cuatro niveles en
los que factores biológicos inespecíficos producirían condiciones cerebrales anormales que, a su vez, provocaría una alteración cognitiva que daría lugar a los síntomas conductuales. Su principal postulado es que todas las características clave del
autismo están mediadas a través de un único déficit cognitivo (aunque las causas
biológicas y las secuelas conductuales puedan ser múltiples).
Por otro lado, Couchesne, Townsend y Chase (1995) han propuesto un modelo
que enlaza la estructura cerebral, la función cerebral y las manifestaciones conductuales del autismo. Así, argumentan que las alteraciones del cerebelo y la corteza
parietal representan la disfunción primaria en el procesamiento de la información
relacionada con la atención, que posteriormente provoca la alteración de la comunicación que caracteriza al autismo. Aunque este modelo toma en consideración
aspectos cruciales relacionados con el desarrollo y funcionamiento neuronal no
presta atención a los mecanismos genéticos involucrados en el autismo infantil.
Bachevalier (1994) ha presentado otro modelo integrador apoyándose en los
resultados obtenidos con animales de experimentación. Así, sostiene que la base
neural del autismo reside en el daño al lóbulo temporal medial y, especialmente, al
complejo amigdaloide. Este autor ha sugerido que los sujetos con una amplia disfunción del sistema límbico (hipocampo y amígdala) mostrarán alteraciones más
severas de la memoria y la conducta social que aquellos con presentan una disfunción más selectiva que afecte únicamente a la amígdala. En concordancia con dicho
modelo, varios autores han encontrado que el rendimiento en una tarea que implica
al lóbulo temporal medial (no emparejamiento demorado con la muestra) correlaciona claramente con el grado de alteración en la orientación social, la imitación, la
atención y la empatía. En contraste, sólo la capacidad de imitación motora correlacionaba con la ejecución en una tarea que implicaba el funcionamiento de la región
prefrontal laterodorsal (Dawson, 1996).
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