Hablar de Dios en el mundo – La tarea misionera de la

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Pastor Dr. Jens-Martin Kruse, Iglesia Evangélica Luterana de Roma
“Hablar de Dios en el mundo –
La tarea misionera de la Iglesia, hoy”
Conferencia em el Seminario de SEDOS “Abrid la puerta y dejadlo salir”
Nemi, ‘Centro Ad Gentes’, 6 de mayo de 2015
1. Introducción – “Hablar de Dios en el mundo – la tarea misionera de la Iglesia, hoy”
Estimados señores y señoras, queridas hermanas y hermanos en Cristo: les agradezco
sinceramente por la invitación y la honorable tarea de presentarles algunas reflexiones, desde la
perspectiva luterana, sobre el tema “Misión y ecumenismo con respecto a los jóvenes”. Mis
reflexiones se titulan “Hablar de Dios en el mundo – la tarea misionera de la Iglesia, hoy”
“Creí, y por eso hablé” (II Cor 4, 13), declara el apóstol Pablo, expresando así que el anuncio del
Evangelio forma parte de la naturaleza de la fe. Quien cree, no puede quedarse callado. Quien cree,
tiene algo que contar sobre la bondad de Dios. Quien cree quiere transmitir a otros lo que da
sentido y orientación a su vida. Así, el apóstol Pablo motiva su vida y su viaje a Roma con estas
palabras: “Porque tengo un gran deseo de verlos, a fin de comunicarlos algún don del Espíritu que
los fortalezca, mejor dicho, a fin de que nos reconfortemos unos a otros, por la fe que tenemos en
común” (Rm 1, 11-12).
De la misma manera que Pablo, que no se deja retener a la hora de hablar con entusiasmo
de Dios y del mundo, y no se deja detener por ningún obstáculo cuando se trata de buscar a
personas y contarles el Evangelio: ésta es también hoy la tarea de la Iglesia de Jesucristo. Y el
desafío que deben encarar todas las Iglesias cristianas consiste, por consiguiente, en cómo poder
hablar de Dios en las condiciones de un mundo que cambia rápidamente.
Algunos puntos salientes pueden ser suficientes para describir esos cambios. Si miramos a
Europa, tenemos que constatar que países, hasta ahora cristianos, se han convertido en tierra de
misióni. En el corazón de Europa hay zonas que se han vuelto ampliamente ajenas al cristianismo.
Muchas personas han perdido su vínculo con la Iglesia. Y no se dan cuenta de esa falta, sino que les
parece algo normal. Siempre más raramente, niños y jóvenes crecen en familias donde la fe se vive.
Ya no se da por descontado que la fe cristiana se transmite de una generación a otra. La ruptura de
la tradición y la secularización más difundida, también en los entornos de la población ligada a la
Iglesia, son cada vez más evidentes. A esto se añade que las religiones no cristianas, en particular el
islám, ya no se encuentran sólo en tierras lejanas, sino que viven en medio de nosotros.
2. En la fe, llegar a ser capaces de hablar de una forma nueva
Haciendo autocrítica, hace falta constatar que las Iglesias han preparado demasiado poco a
sus miembros para afrontar esta situación cambiada. La misión en el propio país se vivía tan poco
en perspectiva, que los cristianos no se han entrenado a hablar de Dios en su propio mundo.
Quedarse callados y no hablar, típicos rasgos de conducta, han sido, en primer lugar, expresión de
empacho y, mientras tanto, se han convertido en costumbre.
Sin embargo, el mundo ha cambiado y por lo tanto también la forma de hablar de Dios en
este mundo se debe adecuar a las condiciones mutadas. Una de las tareas importantes consiste en
que los cristianos sean capaces de recuperar una lengua propia o bien de aprender la lengua de la fe
de una manera nueva. No se necesitan nuevos programas de edificación de la comunidad y
tampoco extraordinarias estrategias misioneras. Si pensamos en lo que hizo que las personas se
hicieran cristianas, en los dos mil años de la Historia de la Iglesia, y en lo que, en ese periodo,
mantuvo viva la Iglesia de Jesucristo, pues, sin titubear, podemos decir: fue sobre todo el
testimonio de personas (Hechos 4, 13), que hizo posible la propagación de la fe.
Hoy, son los padres y los abuelos que cuentan a hijos y nietos las historias de la Biblia; que
rezan con ellos y son para ellos ejemplo de vida cristiana. Son los colaboradores de las actividades
juveniles, que, a través de lo que dicen y de lo que viven, encienden la fe en los jóvenes. Son los
compañeros de trabajo, los amigos del ámbito deportivo y los vecinos que se animan mutuamente y
llaman la atención de los otros sobre el tesoro de la propia fe, ayudándolos a descubrir este tesoro
también para ellos mismos. Se trata no sólo de hablar del Evangelio, sino de discutir sobre él. Por
lo tanto, la tarea fundamental de la acción misionera de la Iglesia consiste en fortalecer la
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capacidad de las personas de hablar de su propia fe.
3. Querer descubrir al otro
Esta tarea corresponde a la idea de que Jesús nos ha encargado de anunciar el Evangelio a todos los
seres humanos: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.» (Mc
16,15), dijo el Resucitado a los discípulos. También con respecto a esta tarea de Jesús, debemos
constatar con cierta autocrítica, que durante mucho tiempo, nos hemos contentado de concentrarnos
en nosotros y en nuestros miembros de la Iglesia. Normalmente no nos hemos ocupado de todos los
otros, que tienen motivos más o menos razonables de no tener puntos de contacto con las Iglesias. Sin
embargo, de esta manera, no hemos cumplido la tarea que Jesús nos confió. Con respecto a la situación
modificada, el Card. Kasper ha descrito y fijado, de manera nueva, la tarea de la misión: “Por lo tanto,
no se puede reducir la misión a la ‘missio ad gentes’, a la misión hacia los paganos, en su sentido
original. Hace falta una nueva evangelización de los países hasta ahora cristianos. La Iglesia entera
es Iglesia de misión.”ii
Desafortunadamente no se puede decir que en todas partes, en las Iglesias, se han sacado
las oportunas consecuencias de este razonamiento. Muchas Iglesias siguen preocupándose
demasiado por sus problemas y sus transformaciones estructurales. Sin embargo esto requiere
tanto tiempo y tantas fuerzas que, a menudo, al final no dejan entusiasmo, alegría ni impulso para
mirar más allá del propio jardín, preocuparse por el estado de la fe del mundo que las rodea y
dejarse movilizar. Por esto es conveniente e importante, para todas las Iglesias, que Papa Francisco
nos anime sin cesar: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo.”iii
O, para utilizar las palabras con las cuales Jesús hizo mover a Pedro: “Duc in altum“ «Navega mar adentro, y echen las redes». (Lc 5,4). Ha llegado el tiempo de dejar las “aguas bajas”
de la autocomplacencia o de la resignación y volver a tomar en serio a las personas, como
interlocutores, en la Iglesia y fuera de ella, con todo lo que las mueve y ser curiosos por lo que
tienen que decirnos.
Si Jesús se identificó con los más pequeños (Mt 25, 40), pues, puede que, hoy, se nos acerque en las
personas llamadas lejanas de la Iglesia y sin confesión, que a menudo, se encuentran descuidadas e
ignoradas. “Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia”, dice Papa
Francisco, en su encíclica “Evangelii Gaudium”, “es que tantos hermanos nuestros vivan sin la
fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los
contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos
mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas
que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras
afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de
comer!» (Mc 6,37).”iv
4. Sólo juntos somos testigos creíbles de Jesucristo
Esta tarea de Jesús vale para todas las Iglesias cristianas. Y considerando esta tarea, ellas deben
encarar hoy los mismos desafíos. Misión y ecumenismo son partes integrantes una del otro. Sólo juntos
somos testigos creíbles de Cristo. Y es así no sólo hoy, sino es así desde el comienzo. La integración
mutua de misión y ecumenismo remonta al salón de la Santa Cena en Jerusalén, donde Jesús, antes de
su muerte, oró diciendo: para que todos sean uno y el mundo crea (Jn 17, 21). La unidad de todos los
cristianos es el testamento de Jesús, pero, según la voluntad de Jesús, no es un fin en sí misma. Ella es
la premisa irrenunciable de la credibilidad del mensaje cristiano en el mundo. Porque ¿cómo podrá ser
creíble el mensaje de amor, de comunión y de paz, que Dios nos da, si los cristianos mienten unos a
otros, si se pelean entre ellos o se portan con hostilidad los unos hacia los otros? Sólo si la comunión
entre los cristianos se profundiza y si cooperamos, podemos testimoniar de forma creíble la buena
noticia al mundo e impregnarlo otra vez del espíritu del Evangelio.
De esas reflexiones sobre cómo hablar de Dios en el mundo, hoy, se desprende que hace
falta un nuevo inicio misionero. Sin embargo, ponerlo en práctica no es nada fácil. Un famoso
proverbio dice que, para construir un barco, no son suficientes las velas y la madera. Se necesita,
sobre todo, el deseo fuerte del mar, de ponerse en viaje hacia nuevas orillas.
Para volver a ponernos en marcha, como Iglesia, no son suficientes los cambios estructurales y
de organización. No basta añadir puestos en la plantilla o idear programas bien ponderados. Se
necesita, ante todo y sobre todo, “una fuerza de empuje y de movimiento que proceda de lo profundo;
una motivación y un entusiasmo que, en definitiva, sólo Dios puede donarnos.”v
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5. Volver a aprender la misión del apóstol Pablo
Cómo llegar a ser Iglesia misionera de esta forma, nos lo puede explicar la obra del apóstol
Pablo en Atenas, de la que el evangelista Lucas habla en sus Hechos de los Apóstoles. En este
episodio, se encuentran indicios y motivos fundamentales que pueden orientarnos, hoy, y
ayudarnos a considerar nuestra tarea misionera.
1) Nada más llegado a Atenas, Pablo se introduce en la vida de la ciudad. Con ojo atento,
quiere considerar la vida en todas sus facetas, observar como las personas van de aquí para
allá, para comprender qué mueve a la gente de Atenas. No todo lo que ve anima al apóstol. Al
contrario. Al ver las numerosas imágenes de ídolos, “la indignación se apoderaba de él”
(Hechos 17, 16), escribe Lucas.
2) Sin embargo el enfado no lleva a Pablo a tomar las distancias. Como hace en todas partes, en
Atenas también busca el diálogo. Busca el encuentro entre el Evangelio y la realidad existencial
de las personas. Esto se consigue sólo si se entra allí donde las personas se reúnen y donde se da
el intercambio de opiniones. Por lo tanto, Pablo va inmediatamente al “agorá”, a la plaza del
mercado. Allí, escucha a la gente y participa en sus discusiones.
3) Por último, Pablo es invitado por algunos a hablar más detenidamente de su fe en el aréopago. El
discurso que Pablo hace allí es impressionante por su contenido y, al mismo tiempo, indica la dirección,
desde su competencia misionera. El apóstol empieza el discurso con estas palabras: «Atenienses, veo
que ustedes son, desde todo punto de vista, los más religiosos de todos los hombres. En efecto,
mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras
cosas un altar con esta inscripción: «Al dios desconocido». Ahora, yo vengo a anunciarles eso que
ustedes adoran sin conocer» (Hechos 17, 22-23). Conexión, se dice en retórica. Y la idea de que hay que
identificar a ese Dios desconocido con el Dios de los cristianos es mucho más que un astuto movimiento
retórico del juego de ajedrez por parte del apóstol. Se trata realmente de una estrategia misionera
convincente. De esta manera Pablo les reconoce a los atenienses que, con lo que es importante para
ellos, no están totalmente lejos del reino de Dios. Por lo tanto, Pablo no grita contra la superstición de
los atenienses y contra la cantidad de sus imágenes de dioses. No: se conecta de manera atenta y
cautelosa, a la realidad existencial de los atenienses, donde puede descubrir un enlace con la fe
cristiana.
Pienso que esto es algo muy importante, que podemos aprender del apóstol Pablo para
nuestra situación de hoy: si queremos informar sobre nuestra fe, pues, entonces debemos aprender
a entrar en conexión con lo que es querido y valioso para los demás. Si es así, no podemos
pronunciar frases vacías o enunciados doctrinales dogmáticos sobre la fe, sino que necesitamos
contar, de manera concreta y elemental, como, en nuestra fe, hemos encontrado apoyo y consuelo
en la fe. A las personas no les interesa en primer lugar lo que está en la Biblia o lo que enseña la
Iglesia, sino cómo nosotros los cristianos hemos experimentado, de forma totalmente personal, en
nuestra vida, al Dios que se reveló en la Sagrada Escritura.
4) Este cuento creíble tiene que ver esencialmente con el contenido de la fe. También esto
podemos aprenderlo de Pablo: conectarse no significa adecuarse. Entrando en contacto con
la realidad de vida de los Atenienses, Pablo, al mismo tiempo, no les habla simplemente
siguiendo lo que dicen. Los encuentra en su situación, pero después habla, de forma clara e
inequívoca, de lo que es la fe cristiana. Así, Pablo en el Aréopago habla de arrepentimiento,
de juicio y de resurrección de los muertos, pero esto, sus auditores de Atenas no tienen
ganas de escucharlo, como escucharon los halagos iniciales sobre su sentimiento religioso.
Cuando Pablo, despues de la introducción de su discorso, llega a hablar del corazón de la fe
cristiana, recoge indiferencia y desdén en la mayoría de los oyentes. Lucas cuenta: “Al oír las
palabras «resurrección de los muertos», unos se burlaban y otros decían: «Otro día te oiremos
hablar sobre esto».” (Hechos 17, 32).
5) Naturalmente, hablar de enunciados de fe centrales como la resurrección de los muertos
es una tarea difícil, que debe estar cerca de la vida y ser creíble, pero la alternativa a esta
tarea no es callarse; al contrario, es el intento de volver a hablar sin cesar del mensaje del
Evangelio, en la medida en que nuestras posibilidades lo permitan. Y de hacerlo concientes
de que contamos con fuerzas limitadas pero, al mismo tiempo, confiando en que Dios
cumplirá su obra. También esto podemos aprenderlo del apóstol Pablo. El fruto de su
acción en Atenas se puede considerar mediocre, pero, en lugar de retirarse resignado, deja
Atenas para ir a anunciar el Evangelio en la ciudad siguiente: Corinto.
6) Reflexionando sobre este episodio de Pablo en Atenas, se pueden sacar cinco estímulos
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que pueden ayudarnos, hoy, a abrir los ojos para ver la verdad y la bellezza del mensaje
cristiano.
a) Primero: ir a los lugares donde se desarrolla la vida de la gente y considerar qué es lo
mueve a las personas.
b) Segundo: mezclarse con la vida pública y buscar el diálogo con los demás.
c) Tercero: testimoniar la propia fe y,
d) cuarto, hacerlo de manera prudente y al mismo tiempo sincera, clara y sin temores.
e) Por último, quinto: podemos asumir esta tarea, confiando en que Dios puede y quiere
hacer algo grande y maravilloso empezando por un inicio pequeño.
6. Construir la Iglesia caminando hacia el futuro
El ejemplo del apóstol Pablo infunde coraje y orienta para construir la Iglesia caminando hacia
el futuro. Deseo terminar mis reflexiones sobre “hablar de Dios en el mundo, hoy” con una breve
mirada a la dimensión misionera de la vida “normalísima” de una comunidad luterana.
El teólogo Eberhard Jüngel describió en una hermosa imagen la necesidad al mismo tiempo
de misión y de evangelización para que el corazón de la Iglesia lata de forma regular. Dice: “Si la
cristianidad pudiera respirar; si pudiera tomar aliento e inspirar hondo, pues experimentaría
también ella que, al tomar aliento, se reciben dos gracias (…) Inspirando, la Iglesia entra en sí
misma; espirando, sale de sí misma (…)”vi
1) “Inspirando, la Iglesia entra en sí misma” – Esto se da en el culto, donde se anuncia el
Evangelio de Jesucristo y se experimenta, en los sacramentos, la salación de Dios. He aquí
la fuente de la fe de la que sacamos la fuerza para nuestra vida y para nuestra tarea de
cristianos. Por tanto, el culto dominical está en el centro de nuestra vida comunitaria. Es el
lugar donde la comunidad experimenta a sí misma como comunión, una comunión que se
funda en el amor de Jesús.
Lo que caracteriza nuestros cultos es que se celebran juntos y que la interpretación de la Palabra de
Dios, en el sermón, goza de una apreciación especial. De la cultura del culto en nuestra Iglesia
forman parte otras formas de culto, orientadadas en particular a las exigencias de los niños, de los
jóvenes y de las familias.
2) “Espirando, la Iglesia sale de sí misma”. Esto se da mediante la vida comunitaria. Aquí
tenemos muchísimas oportunidades de alcanzar y hablar a las personas que, hasta ahora,
han tenido escasos contactos con la fe: en ocasión de actos administrativos, del culto de los
niños, de un café tomado en la Iglesia, durante las visitas a las familias, conferencias, clases
de religión en la escuela, en grupo de jóvenes, en el contexto de proyectos sociales o gracias
a la música sagrada.
En todas estas ocasiones, dos temas son importantes para nosotros: a) es una comunión.
Intentamos dar forma a nuestra vida comunitaria de manera que las personas se sientan
bienvenidas, deseen participar en las actividades y puedan poner a disposición sus capacidades. b)
El segundo tema fundamental de nuestro trabajo en la comunità es la formación. En todas las
ocasiones en las que las personas se reúnen en nuestra comuidad, a partir del culto de los niños,
pasando por las clases a los que se preparan a recibir la confirmación, hasta los encuentros con las
personas mayores, se trata de aprender a conocer los contenidos esenciales de la fe cristiana,
hacerlos propios en la práctica personal de la fe y crecer en una praxis de fe cristiana. De esta
manera, los miembros de la comunidad serán capaces de defender la fe en el diálogo, tanto privado
como público, y de dar cuenta, con razones, de su importancia para nuestra vita.
3) En particular, son las familias que están en el centro de nuestra comunidad. Esto se funda, por
un lado, en el llamado cargo de misión, dado por Jesús: «Vayan, y hagan que todos los pueblos
sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado.» (Mt 28, 19-20). El vínculo con Jesús y la
Iglesia se da, fundamentalmente, en el Santo Bautismo. En nuestra Iglesia, se realiza sobre todo
como pedobautismo. Sin embargo, una vida que derive del Bautismo es posible sólo si los niños
pueden crecer en la fe en Jesucristo. La responsabilidad ligada al bautismo de los niños, la
afrontamos ofreciendo a los niños y a sus padres una serie de ocasiones que los acompañan a lo
largo del año litúrgico y les permiten aprender a conocer la fe por partes. De esto forma parte, por
ejemplo, el culto de los niños, que prevé encuentros regulares, así como forman parte los cultos de
las familias en ocasión de solemnidades religiosas importantes.
Las clases a los que se preparan a recibir la confirmación tienen el fin de poner a los chicos
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en condición de pronunciar el propio “sí” a la fe. Los grupos están formados de cinco a diez chicos;
a lo largo de un año, se tratan intensamente los elementos principales de la fe cristiana. El espacio
protegido de ese grupo permite a los jóvenes hablar de su religiosidad, confrontarse con el sentido
de la fe cristiana para sus vidas y poder experimentar formas de su espiritualidad.
Un elemento importante de las clases a los que se preparan a recibir la confirmación son los
fines de semanas recreativos. Profundizan la comunión y, a menudo, ayudan a los jóvenes a
descubrir la comunidad como lugar para ellos mismos, donde son bienvenidos.
Al mismo tiempo, las familias gozan de una atención especial, también por esto, para que
los niños y los chicos experimenten por primera vez, en sus familias, cómo es confiar en Dios en su
propia vida, hablar de Dios y hablar de Dios en la oración. En ningún otro lugar se decide con
mayor fuerza la profundidad de la ruptura con la tradición que se está dando actualmente. A través
de propuestas ad hoc, intentamos apoyar a los padres en la educación cristiana y fortalecerlos para
vivir la fe en la vida diaria con sus hijos.
4) En una sociedad pluralista, las Iglesias cristianas, si quieren alcanzar a las personas, que
están lejos de la fe cristiana, tanto exterior como interiormente, de hecho deben encarar la
competencia de otras ofertas en el mercado. Esto vale precisamente para la pequeña
comunidad luterana de Roma. Procuramos afrontar este reto de tres formas. Por una parte,
mediante la calidad y el nivel del trabajo en la comunidad. Por otra parte, por medio de
ofertas, como por ejemplo conferencias, manifestaciones culturales, conciertos, etc., que
dirigimos a personas que, hasta ahora, han tenido pocas posibilidades de entrar en contacto
con la tradición cristiana. Por último, no esperamos que las personas acudan a nosotros,
sino que procuramos dirigirnos a las personas y llamar su atención sobre nuestra
comunidad. En esto, cada miembro de la comunidad tiene una importancia especial. En
efecto, pocas cosas convencen cuanto el testimonio personal de un “laico” cristiano.
5) Hablar de Dios en el mundo. En muchos lugares, en las Iglesias, la urgencia de la tarea
misionera se ha vuelto a reconocer y a poner en primer plano. Por esto hace falta toda la
competencia y toda la fuerza que podamos aportar. Al mismo tiempo, esto forma parte de las
tareas más bonitas ligadas a nuestra fe, porque “quien ha experimentado el Evangelio de
Jesucristo como fundamento de su vida, no puede hacer otra cosa que dar testimonio, hacer
propaganda para este Señor e invitar a los otros a confiar de la misma manera en él.”vii
Esta tarea nos llevará a constatar nuestros límites. Nos dejaremos cuestionar. No
tendremos el éxito deseado en todas partes, pero, confiando en que nuestro Señor cumplirá su
obra, queremos estar siempre con él, que nos ha llamado a seguirlo. Por esto, “queremos
concentrarnos en la causa de Jesús y pedirle que nos mantenga en esta causa, que nos haga
concentrar siempre más en ella y que nos guarde en las múltiples dispersiones. Por lo tanto, no
miremos con ansiedad hacia atrás, a lo que nos ha desviado del camino del seguimiento, que nos
ha disperado y nos ha quitado la libertad. No miremos con ansiedad hacia atrás, así como no
mira hacia atrás quien ara la tierra, para no perder el surco. En cambio, miremos hacia
adelante; miremos a Jesús de Nazaret, que nos llama con voz segura a seguirlo y a compartir su
gloriosa libertad.”viii
¡Les agradezco por su atención!
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Così si esprime, per esempio, il Vescovo luterano Friedrich Weber di “Missionsland Deutschland“, in: ibidem.: Zeitansage. Texte zur
ökumenischen Situation, Frankfurt am Main 2011, pp. 65-79.
Kasper, Walter: Eine missionarische Kirche ist ökumenisch (2008), in: ibidem: Wege zur Einheit der Christen. Schriften zur
Ökumene I (WKGS 14), Freiburg, Basel, Wien 2012, p. 625.
EG 49.
EG 49.
Kasper, Walter: Eine missionarische Kirche ist ökumenisch (2008), in: ibidem: Wege zur Einheit der Christen. Schriften zur
Ökumene I (WKGS 14), Freiburg, Basel, Wien 2012, p. 626.
Jüngel, Eberhard: Conferenza sull’introduzione del tema saliente Mission alla IV sessione del IX Sinodo dell’EKD, 7-12 novembre
1999, Lipsia, in: www.ekd.de/synode99/referate_juengel.html, S. 2.
Kirche mit Hoffnung. Leitlinien künftiger kirchlicher Arbeit in Ostdeutschland. Zitiert nach Rudolpf, Barbara: Einbringung des
Kundgebungsentwurfes auf der 4. Tagung der 9. Synode der EKD (7.-12. November 1999), Leipzig, p. 1.
Markschies, Christoph: Das Leben lieben und gute Tage sehen, Frankfurt am Main 2009, p. 109.
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