VI Al establecer un prado dehen ser tenidos en cuenta muchos

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PkH:PA12A('IóN DEL 'I'EkkENO DESTIíVADO A PkADO.
Al establecer un prado dehen ser tenidos en
cuenta muchos factores. I?s uno su duración y
otro la manera de explotarle. Atendiendo a ambos, ]os prados puecíen clasificarse en : prados de
tréboles y gramíncas, prados tcmporales y pracíos
permanentes.
Los primeros suelen estar en plena producción
de dos a cuatro años, procurando grandes rendimientos en forraje verde de cíifícil henificación.
Estos prados no deben pastarse por el ganado.
Los llamados "temporales" suelen durar de cuatro a seis o más años, dando también mucho forraje verde. Este, por la naturaleza cíe las plantas que lo componen, es m^is fácilmente henihcable que el de los prados de tréboles y gramíneas.
Los prados temporales pueden pastarse a partir
del tercer año, aunque es preferible no hacerlo
hasta el último de su explotación.
Por último, los prados "permanentes" tienen
- 55 -w^a duración superiur a seis añus, dependiendo
su vida de una porción de circunstancias favorables o advcrsas. Estos praclos, de menur rendimiento en general que los anteriores, son los quc
mejor se prestan a la henihcación y a ser pastados. 1'ampoc<i debe entrar en ellos el gana<lo
hasta el cuarto año, a menos de tratarse de tm
verdadero pastizal. La eleccicín de semillas para
las mezclas exige en este casu m^is atención que
en los anteriores.
Conviene decir que la palabra "permanente" no
quiere expresar que el prado vaya a durar siempre. En todo prado, por mucho acierto que presida a su creación, se van reduciendo ]os rendimientos al cabo de los años, bien porque se abren
camino especies de escaso valor nutritivo o porque
el terreno se hace cada vez más duro y difícil para
el desarrollo de las plantas. Ln general, la tierra
destinada a prado debe roturarsc tan pronto como
éste no rinda los debidos beneficios.
Otro factor muy interesante es la extensión,
sobre la que también debe meditarse si ésta no
viene ya iinpuesta por determinadas circunstancias.
Yrados muy pequeños, que no excedan de io a
i5 áreas, no sólo exigen mayor gastos de cierre por hectárea-y en ellos los animales inquietos pueden perseguir y molestar más fácilmente a
los pacíficos-, sino que el uso de las máquinas,
especialmente guadariadoras, tropieza con serios
inconvenientes.
Si pasamos al caso opuesto : prados muy gran-
-56des, con superficies de 50 }' más hectáreas, no sólo
requieren un gran númcru de cab^zas, sino que
en ellos se aprovecha el pasto ccin menos unifurmidad, ya que los animales se cucariñan con 1os
lugares de hierbas rnejores y más tinas. Yor utra
parte, el ganado anda mucho, sin necesidad.
Una superticie meclia de 7 a i z hectáreas es la
extensión hacia la cual debe tenderse, aunque no
ignoramos las dificultades, en gran número dc
casos, de acoplarse a ella.
Elegido el sitio para prado, no hay que olvidar
que, tanto para el mejor éxito de la siembra como
para la más fácil recolección de los productos, es
muy conveniente, por no decir indispensable, una
superficie aproximadamente plana, debiendo procederse, si así no fuera, a nivelar y regularizar
las pendientes, lo que se hace en unos casos a
mano y mejor con arrobaderas.
La tierra debe también sanearse si es preciso.
Las malas condiciones de sanidad de un terreno
nos serán prontamente revelacías por las aguas detenidas en su superficie durante ]os períodos de
lluvia abundante, por la existencia de juncos y
otras plantas propias de lugares encharcados y
hasta por la misma naturaleza dcl forraje, q'ue es
siempre más basto en estos sítios. Las zanjas de
desag^e, abiertas o rellenas de piedra, o los tubos
de barro-drenes-, que aprovechen la pendientc
del terreno, contribuirán eficazmente a sanear el
prado.
Basta a menudo dicha práctica para extirpar
de los suelos húmedos los musgos, juncos, etc. ;
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pero la destrucción de estas plantas es más segura
y rápida cuandu se une al saneatniento el empleu
de enmiendas calizas y abunos yuímicw. .L;1 suelu
deja de ser ácido y humedu y las plantas propias
de estus rnedios desaparecen al tiempo que las
causas que favorecieron su crecimiento. Las legutninosas y gramíneas, estimuladas por tales
aportaciones, se desarrullan dc: modu espléndido.
Ls un hecho que el empleo de abonus minerales
fosfatados y potásicos, adícionados de nitrógeíto
nítrico y amoniacal, evita la mayoría de las plantas perjudiciales. La combináción de los trabajos
de saneamiento con el empleo de abonos y de enmiendas asegura la hnalidad perseguida.
liebe también limpiarse la superficie de tocones de árboles y arbustos, gruesas raíces, piedras y cuantos cuerpos extraños no sólo impiden
la uniiormidad y completo aprovechamiento de la
pradera, sino que cunstituyen más tarde otros
tantos obstáculos para el mas fácil funcionamiento de la guadañadora.
En cuanto a labores, es condición indispensable
preparar a las pequeñas semillas una tierra franca y mullida, donde 1as raíces puedan penetrar
rápidamente a la debida profundidad y cuya limpieza evite la abundancia de malas hierbas. Lo
mismo si se trata de un terreno en cultivo--caso
el más sencillo y expedito--que si se va a fundar
el prado sobre un terreno encespedado-pradera
antigua-hay que luchar cuanto haga falta, con
arados, gradas, cultivadores, rulos, etc., hasta ponerle en adecuadas condiciones de siembra. Pres-
cindimos de detallar, clada la multiplicidad de casos. Basta dcstacar la impc^rtancia de una e^celente prepararión dcl terreno. F'ara que las diminutas semillas pratenses germinen y se desarrullen con nonnalidacl, es preciso yue la tierra esté
limpia }' sumamente pulvcrizada :]u más harecida
a la de un cuiclacl^ jardín.
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