Tema 5. El sexenio democrático

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Tema 5. El sexenio democrático (1868-1874)
1.
La revolución de 1868
La revolución de 1868 se produce en el contexto de la crisis política, económica y social
de los últimos años del reinado de Isabel II.
Tras varios episodios conspirativos, el pronunciamiento militar llegó a su recta final en el
mes de septiembre de 1868. Prim, acompañado de varios conspiradores civiles, viajó desde
Londres a Gibraltar y de allí a Cádiz, donde coincidió con el resto de los generales (Serrano y
Dulce, por ejemplo) que habían sido alejados de Madrid por el gobierno. El ejecutor del golpe
fue el almirante Topete quien, al frente de la escuadra anclada en la bahía de Cádiz, se
sublevó contra la monarquía de Isabel II. Muy pronto la insurrección se extendió por
Cataluña, Valencia y Andalucía. Se crearon Juntas Revolucionarias en las principales
ciudades y lo que inicialmente era un pronunciamiento militar más se convirtió en un
movimiento revolucionario en el que los sectores populares ocuparon las plazas de sus
localidades al grito de “¡Mueran los Borbones!”. En pocos días triunfó la revolución, que sus
protagonistas calificaron con el nombre de “la Gloriosa”.
La confluencia en la acción no oculta la diferencia de objetivos de cada sector. Los
militares se conformaban con la sustitución del monarca y una reforma constitucional, mientras
las Juntas pretendían la instauración de un régimen democrático y los sectores populares se
veían atraídos por las promesas de la abolición del impuesto de consumos y la supresión de
las quintas.
La Revolución de 1868 puso fin al régimen liberal autoritario que había gobernado
España durante veinticinco años, a excepción del paréntesis de 1854-1856. Isabel II y su
familia, que estaban veraneando en San Sebastián, abandonaron España y se exiliaron en
Francia.
A principios de octubre se formó el Gobierno Provisional presidido por Serrano y con Prim
como hombre fuerte. Este gobierno logró la autodisolución de las Juntas y ordenó el desarme
de los Voluntarios de la Libertad, no sin resistencias. A cambio, el Gobierno promulgó una serie
de decretos que recogían algunas de las demandas de las Juntas: libertad de imprenta, de
asociación, de enseñanza y culto, sufragio universal masculino, disolución de las órdenes
religiosas fundadas desde 1837 y la expulsión de los jesuitas. El nuevo gobierno acometió
también varias medidas en pro del estímulo de la economía y la solución del déficit público:
fijación de la peseta como unidad monetaria, emisión de Deuda Pública apoyada en la
desamortización del subsuelo, y reducción de tarifas aduaneras (librecambismo).
En estos primeros meses el gobierno ya tuvo que hacer frente a una sublevación
prorrepublicana (6-13 de diciembre), que estalló en Cádiz y se propagó después a Málaga,
Sevilla y Jerez, y al estallido de un movimiento independentista en las colonias de Puerto Rico
y, sobre todo, en Cuba (Guerra de los Diez Años).
En enero de 1869 se celebraron elecciones, por sufragio universal, a Cortes
constituyentes de las que salió triunfadora la coalición monárquica-democrática (progresistas,
unionistas y demócratas). Republicanos (grupo escindido del Partido Demócrata en octubre de
1868), carlistas y monárquicos isabelinos quedaron en minoría. Las Cortes elaboraron y
aprobaron la nueva constitución en junio de ese año.
La decisión de mantener la forma monárquica del Estado planteaba un problema
grave, ya que en aquellos momentos la familia real española estaba en el exilio; por tanto,
no había monarca. Por ello se buscó un candidato entre las cortes europeas. Muchos
países, como Francia, Gran Bretaña y Prusia, intentaron que un miembro de sus familias
reales o nobiliarias estuviera en el trono español. Finalmente, el general Prim, jefe del
Gobierno, ofreció el trono al príncipe Amadeo de Saboya, que pertenecía a la casa real que
había llevado a cabo la unificación italiana y que tenía un marcado carácter liberal.
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2.
La Constitución de 1869
La Constitución de 1869
principales son las siguientes:
es la más democrática del siglo XIX. Sus características
La declaración de la soberanía nacional es más precisa que en constituciones
anteriores.
Contiene una amplia y precisa declaración de derechos y garantías para su
ejercicio: derechos de emitir libremente las ideas y opiniones, de reunirse
pacíficamente, de asociarse, de dirigir peticiones individuales o colectivamente a
las Cortes, al Rey y a las Autoridades; libertad religiosa, libertad de imprenta y
libertad para fundar y mantener establecimiento de instrucción o de educación
sin previa licencia.
El poder ejecutivo, aunque recae en el rey, es ejercido a través de los ministros,
responsables ante las Cortes, limitándose el monarca a sancionar y promulgar
las leyes. El Monarca tiene capacidad para suspender las Cortes una sola vez
por legislatura.
El poder legislativo sigue siendo bicameral, pero tanto Congreso como Senado
tienen carácter electivo. La potestad de hacer las leyes reside exclusivamente
en las Cortes.
En cuanto al poder judicial, queda asegurada la independencia de los tribunales
a través de un sistema de oposiciones que hiciese efectivo el principio de la
carrera judicial.
Se establece el sufragio universal, aunque limitado a la población masculina.
El Estado se declaraba aconfesional y se garantiza la libertad de cultos.
La Constitución también refuerza la autonomía y democratización de
Ayuntamientos y Diputaciones provinciales.
3.
El reinado de Amadeo de Saboya
Amadeo I reinó en España poco más de dos años (1871-1873) y asumió el papel de
monarca constitucional que reina pero no gobierna. El nuevo rey se encontró un país con
numerosos problemas políticos.
La nueva monarquía comenzó con mal pie su andadura: sólo 191 diputados de un total
de 311 votaron a favor del nuevo rey, y el asesinato de Prim, el 27 de diciembre de 1870, le
privó de su principal apoyo. Además, la desaparición de Prim provocó una traumática
descomposición de la coalición monárquica-democrática en diversos grupos políticos. Temas
tales como la abolición de la esclavitud en Cuba, la separación Iglesia-Estado, la forma de
entender la cuestión social y el nunca resuelto problema de las quintas originaron fuertes
discrepancias entre los grupos, creando una gran inestabilidad política, como lo demuestra la
celebración de tres elecciones generales a Cortes y la sucesión de seis gabinetes ministeriales
en dos años de reinado.
Por otra parte, también en esta época los carlistas iniciaron insurrecciones en zonas de
Cataluña, Valencia, Navarra y el País Vasco. La guerra hostigaría desde entonces, y hasta
1876, a los diferentes gobiernos.
El Sexenio democrático estuvo caracterizado, además, por una alta conflictividad social,
especialmente en los años 1871-73. Factores como el hambre de tierras, la crisis o el
incremento del número de desocupados supusieron la multiplicación de las ocupaciones de
tierra, tanto en Andalucía como en La Mancha, Extremadura y Levante. Por su parte, en las
zonas urbanas preindustriales se sucedieron los motines populares, provocados por el paro, la
carestía del pan, la llamada a quintas, etc. Asimismo, coincidiendo con la penetración en
España de la I Internacional (AIT) y con el nuevo clima de libertades (asociación, reunión,
prensa...), se multiplicaron las huelgas urbanas en Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia, como
consecuencia de la inmovilidad de los salarios y la escasez de empleos.
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Mientras tanto, en Cuba continúan las insurrecciones contra el Gobierno, en gran parte
debidas a que los propietarios de las plantaciones de caña se negaban a aplicar los
decretos de abolición parcial de la esclavitud (proyecto de ley planteado en las Cortes en
1870).
Ante esta difícil situación, en 1873 Amadeo I abdicó y volvió a su Italia natal. Cuando
abandonó España le comentó a su ayudante: “Tengo la sensación de que volvemos de un
viaje a la Luna”.
4.
La Primera República
Tras la abdicación de Amadeo I, los sectores republicanos, surgidos de los
demócratas, convencieron a los diputados de que la alternativa era la república. Y así fue: el
11 de febrero de 1873 las Cortes, en sesión conjunta del Congreso y el Senado, votaron por
gran mayoría la constitución de una república, cuyo primer presidente fue Estanislao
Figueras.
La falta de políticos convencidos del republicanismo y la desconfianza que suscitaba
entre los sectores populares (obreros y campesinos) la nueva forma de gobierno fueron los
principales problemas con los que tropezó la joven República. Además, siempre tuvo en
contra grupos claramente hostiles, como los políticos autoritarios y conservadores de la
década anterior, buena parte de la jerarquía eclesiástica y los carlistas. Durante el año que
duró el régimen republicano se sucedieron cuatro presidentes: Estanislao Figueras,
Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Las continuas luchas entre los
partidos y la falta de suficiente apoyo al gobierno provocaron una constante inestabilidad,
por lo que ninguno de los presidentes consiguió hacerse con las riendas del poder en unos
momentos en los que todas las fuerzas reaccionarias conspiraban contra la República.
4.1 Los inicios del régimen republicano.
Desde el primer momento, la República tuvo que hacer frente a graves problemas. Las
Juntas Revolucionarias resurgieron y quisieron poner fin, por la vía insurreccional, a los
ayuntamientos gobernados por políticos declaradamente monárquicos. Por su parte, los
campesinos pidieron el reparto de las tierras de los numerosos latifundios, cuestión que los
gobernantes republicanos ni tan siquiera se planteaban, y en las zonas industriales los
obreros ocupaban a menudo las calles. Además, en Cataluña se intentó crear un Estado
catalán dentro de la República Federal Española, a lo que se opusieron los republicanos
centralistas o unitarios que gobernaban la República. A pesar de que los dirigentes
republicanos intentaron mantener el orden, lo cierto es que el país se sumió en un caos en
el que todos los grupos sociales y políticos actuaban de manera espontánea.
4.2 La República federal y el movimiento cantonal
Las elecciones a Cortes Constituyentes (10 -13 de mayo de 1873) dieron la victoria a los
republicanos (90% de los votos), que resultaba engañosa por el alto índice de abstención
(60%), dado el retraimiento de todos los partidos de la oposición.
Las nuevas Cortes Constituyentes definieron al nuevo régimen como una República
Federal y eligieron a un nuevo gobierno bajo la presidencia de Pi y Margall. Pronto se dibujaron
tres tendencias en las Cortes: un centro, dirigido por el nuevo presidente; una tendencia más
conservadora, abanderada por Emilio Castelar; y los intransigentes, dirigidos por el nuevo
presidente de las Cortes, José Mª Orense.
Las Cortes se entregaron a la tarea de elaborar una nueva Constitución ("federalismo
desde arriba"), que se quedó en mero proyecto, y de adoptar una serie de medidas de carácter
social que, en su mayoría, no llegaron a convertirse en realidad: reparto de tierras, regulación
del trabajo de los niños, jornada máxima, jurados mixtos de patronos y obreros.
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El desacuerdo entre los republicanos culminó el 1 de julio cuando la minoría intransigente
se retiró de las Cortes y formó un Comité de Salud Pública desde el que se animó a la
formación de cantones. Pretendían una República desde abajo ("federalismo desde abajo"), es
decir, una federación a partir de la libre formación de cantones que, posteriormente, se unirían
en la Federación Española. La respuesta se dio principalmente en el arco mediterráneo y
Andalucía, regiones de añeja implantación republicana. Pocos días antes, en Alcoy, sede del
órgano directivo de la Asociación Internacional de Trabajadores Española, se declaraba una
huelga general, reivindicando aumento de salarios y reducción de jornada. Fracasó ante la
llegada de fuerzas gubernamentales, pero en Barcelona se proclamó una huelga general en
apoyo de los alcoyanos.
Por los mismos días de julio se reactivó la insurrección carlista en las Provincias Vascas,
Cataluña y el Maestrazgo. El 16 de julio, Carlos VII entró en España.
Pi y Margall, ante tal conflictividad, dimitió como Presidente del Poder Ejecutivo el 18 de
julio.
4.3 La República del orden y "el golpe de Pavía"
El mismo 18 de julio las Cortes eligieron como Presidente del Poder Ejecutivo a Nicolás
Salmerón quien tuvo que enfrentarse al avance carlista que se consolidaba y al levantamiento
cantonal que avanzaba por Levante, por el Sur y el Centro de la Península. Surgieron cantones
en Sevilla, Cádiz, Granada, Murcia, Castellón, Valencia, Alicante, Salamanca, Béjar, etc. En
Cartagena, los cantonalistas constituyeron un gobierno provisional de la Federación Española
presidido por Roque Barcia el 27 de julio. Cartagena se convirtió así en la sede del movimiento
que intentaba articular el Estado Federal de abajo a arriba.
Salmerón apeló al ejército y amplió la plantilla de la Guardia Civil. Recurrió a jefes
militares monárquicos de prestigio, Martínez Campos y Pavía, que dominaron el cantonalismo
en Levante y en Andalucía, salvo el cantón malagueño, que se prolongó hasta el 19 de
septiembre, y el de Cartagena que no capitularía hasta enero del 74.
El 6 de septiembre dimitió Salmerón al negarse a firmar unas penas de muerte que le
presentaron los mandos militares. Le sucedió al frente del ejecutivo Emilio Castelar, quien
concretó el giro conservador iniciado por Salmerón. Castelar decidió gobernar por decreto,
disolvió las Cortes por tres meses y suspendió las garantías constitucionales.
La política de Castelar suscitó la oposición de la izquierda republicana encabezada por
Figueras y Pi y Margall. Cuando se reunieron las Cortes, a principios de enero de 1874, éstas
retiraron la confianza al gobierno de Castelar. En la madrugada del 3 de enero, para evitar la
derrota del gobierno y que los federales volvieran al gobierno, el general Pavía disolvió por la
fuerza la Asamblea. Castelar se negó a mantenerse en el poder respaldado por un
pronunciamiento militar y dimitió.
4.4 La República de 1874
Tras el golpe de Estado, el general Serrano asumió la Presidencia del Poder Ejecutivo y
la jefatura del Estado. Formalmente continuaba un híbrido sistema republicano sin
Constitución, no promulgada la de 1873 y dejada en suspenso la de 1869, y con las Cortes
disueltas.
Desde el poder, Serrano siguió la política de orden: tomó medidas tendentes a ilegalizar
la Internacional o a perseguir a los federales más intransigentes; sin embargo no consiguió una
rápida victoria sobre los carlistas, a pesar de que el propio Serrano acudió al norte
acompañado por generales alfonsinos como Martínez Campos y Concha. Este fracaso y su
incapacidad para aglutinar unos sólidos apoyos políticos en torno a su persona favorecieron el
proyecto de Cánovas del Castillo de restaurar la monarquía en la persona del príncipe Alfonso.
El Manifiesto alfonsino de Sandhurst, de 1 de diciembre de 1874, dejó explícito el programa
básico de la Restauración. El pronunciamiento militar de Sagunto (29 de diciembre) dirigido por
el general Martínez Campos precipitó, de forma no deseada por Cánovas, la restauración de la
monarquía.
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