Moisés y Séfora: relaciones con parientes

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Comentarios de Elena G de White
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Moisés y Séfora: relaciones con parientes
Lección 5
Para el 4 de Agosto del 2007
Sábado 28 de julio
Tenemos un Señor, una fe, un bautismo. El evangelio de Cristo debe alcanzar a todas las
clases, todas las naciones, todas las lenguas y pueblos. La influencia del evangelio debe unir
en una gran hermandad. Tenemos un solo modelo que debemos imitar en la edificación del
carácter, y entonces todos tendremos el molde de Cristo; estaremos en armonía perfecta;
las nacionalidades se unirán en Jesucristo, poseyendo la misma mente, y el mismo juicio,
hablando de las mismas cosas, y glorificando a Dios con una sola Boca. Ésta es la obra que el
Redentor del mundo debe realizar por nosotros. Se aceptamos la verdad como está en Jesús
desaparecerán los prejuicios nacionalistas y los celos, y el Espíritu de verdad unirá los
corazones en uno solo. Nos amaremos como hermanos; estimaremos al prójimo más que a
nosotros mismos; seremos bondadosos y corteses, humildes y afables, y accederemos
fácilmente a las súplicas; estaremos llenos de misericordia y de buenos frutos (Nuestra
elevada vocación, p. 173).
La fortaleza de Moisés radicaba en su relación con la Fuente de todo poder, el Señor Dios
de los ejércitos. Moisés se levantó muy por encima de todo atractivo terrenal y confió
plenamente en Dios. Consideró que pertenecía al Señor. Mientras tuvo que ver con los
intereses oficiales del rey de Egipto, estudió constantemente las leyes del gobierno de Dios,
y con eso su fe fue creciendo. Esa fe resultó valiosa para él. Estaba profundamente
arraigada en el terreno de sus primeras enseñanzas, y la cultura de la opresión. Meditaba en
esas cosas; constantemente prestó oídos a su misión divina. Después de dar muerte al
egipcio comprendió que no había entendido el plan de Dios, y huyó de Egipto para
convertirse en pastor de ovejas. Ya no pensaba realizar una gran obra lo que le permitió
alcanzar gran humildad; se disipó la bruma que nublaba su mente, y disciplinó su intelecto
para buscar su refugio en Dios (Comentario bíblico adventista, t. 1, pp. 1112, 1113).
Domingo 29 de julio. Caballerosidad junto al pozo
Moisés suponía que su educación en la sabiduría de Egipto lo había capacitado
completamente para sacar a los hijos de Israel de la esclavitud. ¿No estaba acaso instruido
en todo lo que debía saber un general de ejército? ¿No había tenido las mayores ventajas de
las mayores escuelas del reino? Sí; él sentía que podía liberarlos. Primeramente se ocupó en
tratar de ganar el favor de su propio pueblo haciéndole justicia. Mató a un egipcio que
oprimía a uno de sus hermanos. Al hacer esto, manifestó el espíritu de aquel que es
homicida desde el principio, y probó que no era digno de representar al Dios de
misericordia, amor y ternura. Su primer intento se convirtió en un fracaso miserable. Como
muchos otros, inmediatamente perdió su confianza en Dios y dio la espalda a la obra que se
le había encomendado.
Huyó de la ira del Faraón. Llegó a la conclusión de que a causa de su error... Dios no le
permitiría tener parte alguna en la obra de liberar a su pueblo de su cruel esclavitud. Pero
el Señor permitió que sucedieran estas cosas para poder enseñarle la bondad, benevolencia
y paciencia que todo obrero del Señor necesita tener (Conflicto y valor, p. 82).
Moisés se precipitó en matar al egipcio. Suponía que el pueblo de Israel entendía que él
había sido suscitado por la especial providencia de Dios para librarlo. Pero el Señor no
intentaba librar a los hijos de Israel mediante el arte de la guerra, según creía Moisés, sino
mediante su propio poder, para que la gloria fuera solamente suya. Dios usó, sin embargo,
la acción de Moisés al dar muerte al egipcio para cumplir su propósito. En su providencia el
Señor lo puso en el seno de la familia real de Egipto donde recibió una educación cabal; no
obstante, no estaba preparado todavía para que Dios le confiara la gran tarea especial que
el Señor le había asignado. Debía tener oportunidad de adquirir experiencia en la escuela de
la adversidad y de la pobreza, y ser educado en ella (La historia de la redención, pp. 112,
113).
Lunes 30 de Julio. Moisés y su suegro.
Jetro fue escogido de la oscuridad del mundo gentil para revelar los principios del cielo.
Dios siempre ha tenido instrumentos señalados, y siempre ha dado evidencias abundantes
de que esos instrumentos fueron señalados por el cielo y enviados por el cielo (Comentario
bíblico adventista, t. 1, p. 1113).
Antes de salir de Egipto Moisés había enviado a su esposa y a sus hijos a casa de su
suegro, y se inclinó, y lo besó; y se preguntaron el uno a l otro, cómo estaban, y vinieron a
la tienda, y Moisés contó a su suegro todas las cosas que Jehová había hecho a Faraón y a
los egipcios por amor de Israel, y todo el trabajo que habían pasado en el camino, y cómo
los había librado Jehová".
"Y se alegró Jetro de todo el bien que Jehová había hecho a Israel, al haberlo librado de
mano de los egipcios. Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los dioses; porque
en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra ellos. Y tomó Jetro, suegro de Moisés,
holocaustos y sacrificios para Dios; y vino Aarón y todos los ancianos de Israel para comer
con el suegro de Moisés delante de Dios".
Gracias a su perspicacia Jetro pronto se dio cuenta que las cargas que recaían sobre
Moisés eran demasiado grandes, puesto que la gente le traía todos sus problemas, y él los
instruía con respecto a los estatutos y a la ley de Dios. Dijo a Moisés: "Oye ahora mi voz; yo
te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está por el pueblo delante de Dios, y somete tú los
asuntos a Dios. Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por
donde deben andar, y lo que han de hacer. Además escoge tú de entre todo el pueblo
varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y
ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos
juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo
asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo. Si esto
hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz
a su lugar".
"Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo lo que dijo. Escogió Moisés varones de
virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre ciento,
sobre cincuenta, y sobre diez. Y juzgaban al pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo
traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño. Y despidió Moisés a su suegro, y éste
se fue a su tierra".
Moisés no estaba fuera del alcance de las instrucciones de su suegro. Dios lo había
exaltado mucho y había obrado maravillas por medio de su mano. Sin embargo no adujo que
Dios lo había escogido para instruir a otros, que había realizado maravillas por su
intermedio, y que por lo tanto no necesitaba que nadie lo instruyera. Escuchó de buen
grado las sugerencias de su suegro, y adoptó su plan puesto que era sabio (La historia de la
redención, pp. 138, 139).
Martes 31 de julio:. Séfora y la religión de su esposo.
Mientras Moisés viajaba hacia Egipto, el ángel del Señor se le apareció en forma
amenazadora como si fuera a matarlo. Aunque no le explicó la razón de su actitud, Moisés
sabía cuál era la causa. Iba hacia Egipto por expreso mandato de Dios, y todo debía hacerse
correctamente. Al momento recordó que su hijo menor no había sido circuncidado conforme
a los requerimientos divinos. Séfora, su esposa, no estaba de acuerdo con el rito, y él lo
había pospuesto. Ahora, la misma Séfora, temerosa de que su esposo pudiera ser muerto,
realizó la ceremonia. Después de esto, el ángel les permitió continuar con el viaje.
Moisés iba a enfrentarse con el Faraón y su misma vida correría peligro porque estaría
expuesto a la voluntad del soberano. Sólo el poder divino, mediante la presencia de los
ángeles, podía preservarlo de cualquier daño. Pero si Moisés había descuidado uno de los
mandatos divinos, su vida no estaría segura puesto que los ángeles no podrían protegerlo
mientras fuera desobediente.
En el tiempo de angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los
justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero no habrá seguridad
para el trasgresor. Los ángeles no podrán entonces proteger a aquellos que a sabiendas
están descuidando su deber o trasgrediendo un expreso mandato de Jehová (Signs of the
Times, febrero 26, 1880).
[Dios] requirió que Abrahán y su descendencia se circuncidaran, lo que era un círculo
cortado en la carne, como señal de que Dios lo había cortado y separado de todas las
naciones para que constituyeran su tesoro especial. Mediante esa señal se comprometían
solemnemente a no contraer matrimonio con personas provenientes de otras naciones,
porque si lo hacían podían perder su reverencia por Dios y su santa ley, y llegarían a ser
semejantes a los pueblos idólatras que los rodeaban.
Mediante el acto de la circuncisión aceptaban solemnemente cumplir su parte de las
condiciones del pacto hecho con Abrahán, es a saber, mantenerse separados de todas las
naciones y ser perfectos. Si los descendientes de Abrahán se hubieran mantenido separados
de las otras naciones, no habrían caído en la idolatría. Al mantenerse separados de todas las
naciones y ser perfectos. Si los descendientes de Abrahán se hubieran mantenido separados
de las otras naciones, no habrían caído en la idolatría. Al mantenerse separados de las otras
naciones, la gran tentación de participar de sus costumbres pecaminosas y de revelarse
contra Dios no hubiera existido para ellos. Perdieron en gran medida su carácter peculiar y
santo al mezclarse con las naciones que los rodeaban. A fin de castigarlos, el Señor trajo
hambre sobre la tierra, lo que los obligó a descender a Egipto para preservar su vida. Pero
Dios no los olvidó mientras estaban en Egipto, por causa de su pacto con Abrahán. Permitió
que fueran oprimidos por los egipcios para que se volvieran a él en su angustia, eligieran su
gobierno justo y misericordioso, y obedecieran sus requerimientos (La historia de la
redención, pp. 149, 150).
Miércoles 1° de agosto. Séfora con María y Aarón
Cuando se supo en el campamento de Israel que habían sido elegidos setenta ancianos
para ayudar a Moisés en el gobierno de su pueblo, Aarón y María se pusieron celosos porque
no habían sido consultados sobre esa decisión. No les agradó que Moisés estuviera tan
prestamente dispuesto a recibir el consejo de su suegro Jetro. Temían que la influencia de
éste sobre su hermano fuera mayor que la de ellos. Por otra parte, como nunca habían
soportado las cargas que Moisés debía soportar, les parecía innecesaria la ayuda de setenta
consejeros. "Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también
por nosotros? Y lo oyó Jehová".
Aarón y María pensaron que como ellos habían sido elegidos para ayudar a Moisés, ellos
estaban llevando tantas cargas como las de su hermano; y si Dios había hablado por ellos
tanto como por Moisés, ¿Por qué tenía su hermano que quejarse de la carga que llevaba y
elegir setenta jueces y consejeros para que le ayudaran? Pero Moisés conocía su carga y sus
debilidades y sentía, como ningún otro, la gran obra que se le había ordenado cumplir, y
había aceptado a Dios como su mayor consejero. Aarón, en cambio, había mostrado su
debilidad al ceder a los clamores del pueblo y haber permitido la creación de un becerro
para adorarlo, cuando el dirigente mayor del pueblo no estaba presente.
Cuando María llegó a estar celosa de su hermano, comenzó a encontrar faltas en su vida;
comenzó a murmurar porque Moisés se había casado con una mujer etíope en lugar de
tomar una esposa entre las hebreas. La esposa de Moisés no era de piel oscura pero era más
bronceada que las israelitas. Era tímida, suave y misericordiosa, y se afectaba grandemente
al presencial el sufrimiento de otros. Por eso Moisés había consentido en que se volviese a
Madián para no tener que ser testigo de las terribles plagas que el Señor enviaría sobre los
egipcios. Al volver a encontrarse con su esposo en el desierto, se dio cuenta que las cargas y
ansiedades estaban desgastando su fuerza, y en su desesperación se lo hizo saber a su
padre. Éste ya se había dado cuenta que el cuidado de todo el pueblo estaba sobre Moisés,
y por eso le aconsejó que se dedicara a los asuntos religiosos del pueblo y pusiera hombres
dignos, libres de codicia, para atender los asuntos seculares de la gente... Por otra parte
María, al considerar que Moisés los estaba dejando de lado, echó toda la culpa sobre Séfora,
considerando que era ella la que le sugería que no consultara a sus hermanos en asuntos
importantes...
Entonces la columna de nube se apartó del tabernáculo y la ira de Dios cayó sobre María,
quien quedó leprosa inmediatamente. La gloria del Señor no regresó hasta que María fue
llevada fuera del campamento. Dios había elegido a Moisés poniendo su Espíritu sobre él; al
murmurar contra el siervo elegido de Dios, María había sido culpable de irreverencia por
murmurar también contra Dios. Aarón podría haber evitado ese mal haciéndole ver a María
la pecaminosidad de su actitud; pero en lugar de hacerlo, escuchó sus palabras y compartió
con ella su espíritu envidioso. Las críticas de Aarón y María, y las señales del desagrado de
Dios que le siguieron, fueron registradas como un reproche a todos aquellos que se tornan
celosos y critican a los que Dios ha elegido para darles responsabilidades especiales.
Las peleas entre el profeso pueblo de Dios son ofensivas a su vista. Sólo en la armonía y la
unión está la fuerza. El orgullo, el egoísmo, los celos y la envidia tienen su origen en
Satanás, y por él se perdió el hogar edénico. Ahora las mismas tentaciones rodean a los
seguidores de Cristo, y en muchos casos el prejuicio y los celos y la envidia tienen su origen
en Satanás, y por él se perdió el hogar edénico. Ahora las mismas tentaciones rodean a los
seguidores de Cristo, y en muchos casos el prejuicio y los celos obran tan cruelmente como
la muerte. Jesús, que está rodeado de luz inmarcesible, es justo en sus juicios y conoce
todas las acciones de los hijos de los hombres. Ningún acto malo, aun hecho en secreto,
pasa inadvertido, así como ninguna acción justa es olvidada. Todo queda registrado en los
libros del cielo (Signs of the Times, agosto 19, 1880).
Jueves 2 de agosto. Moisés y su cuñado
El registro de la historia sagrada muestra que aunque Dios es un Dios de justicia que
castiga al pecador y no se agrada de la iniquidad, también es un Dios de verdad, compasión
y misericordia. Aunque envía sus juicios contra los trasgresores de su ley y los enemigos de
su pueblo, también protege a los que respetan sus estatutos, y muestran bondad hacia sus
elegidos.
Cuando él ordenó que se exterminara a los amalecitas, también dio órdenes para
proteger a los cineos que vivían entre ellos, porque habían mostrado misericordia hacia
Israel. Jetro, el suegro de Moisés, que era un príncipe entre los cineos, se había unido a los
israelitas porco después que éstos salieron de Egipto. Su presencia y consejo fuero de gran
valor para los hebreos. Hobab, el hijo de Jetro, fue invitado por Moisés para acompañarlos
durante su viaje por el desierto, diciéndoles: "Nosotros partimos para el lugar del cual
Jehová había dicho: Yo os lo daré. Ven con nosotros, y te haremos bien; porque Jehová ha
prometido el bien a Israel. Y él respondió: Yo no iré, sino que me marcharé a mi tierra y a
mi parentela. Y él le dijo: Te ruego que no nos dejes; porque tú conoces los lugares donde
hemos de acampar en el desierto, y nos serán en lugar de ojos. Y si vienes con nosotros,
cuando tengamos el bien que Jehová nos ha de hacer, nosotros te haremos bien" (Números
10:29-32).
Moisés sabía que su cuñado conocía muy bien la región por la cual debían pasar, por lo
tanto sería de gran ayuda para el pueblo. Finalmente Hobab aceptó acompañarlos. Sin
embargo, cuando la peregrinación de Israel terminó, él y sus seguidores regresaron a su
tierra, al desierto que se encuentra al sur del borde con Canaán, donde podían gozar del
aire libre al que estaban acostumbrados.
La promesa de protección y amistad dada por Moisés a los cineos fue hecha por
inspiración divina. Por tanto, cuando Saúl ordenó destruir a los amalecitas, se puso especial
cuidado en no incluir a los cineos. Jetro y su familia habían sido adoradores del Dios
verdadero; y aunque su religión se había corrompido por la idolatría, los cineos mantenían
una relación amistosa con los hebreos y reconocían al Dios viviente como el gobernante de
la tierra. Las futuras generaciones cayeron más y más en el paganismo, hasta que su
influencia se transformó en una trampa para los hebreos y fueron finalmente destruidos por
los juicios divinos (Signs of the Times, agosto 24, 1882).
Viernes 3 de agosto: Para estudiar y meditar
El hogar adventista, pp. 328-331
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Compilador: Dr. Pedro J. Martinez
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