Benito Baranda Introducción: Agradezco la invitación que se me ha hecho y los felicito por este Foro, una oportunidad que no había tenido antes y que me da la posibilidad de explicitar entre ustedes lo que varias veces he dicho a través de los medios de comunicación. Entendiendo que esta no es un área de la cual soy experto, sin embargo como psicólogo y sociólogo habitualmente opino al respecto como fruto de reflexiones a partir de la realidad de nuestras ciudades en Chile y de lo que sucede hoy en América Latina y El Caribe, de la existencia de las familias y comunidades que la habitan. Gracias por permitirme compartirlas, en estas reflexiones. Soy tributario de la riqueza de personas como Joan y el Padre Josse Van der Rest S.J.j al respecto. ¿Qué es la ciudad? ¿Para que la construimos, dónde y cómo? ¿Qué queremos hacer de ellas quienes las habitamos? Preguntas que nos cuesta hoy responder, frente a las cuáles nos hemos dividido y muchos hemos pasado de ser observadores pasivos de la exclusión a ser actores relevantes para no incluir, para separarnos y aumentar la segregación: no queremos vivir al lado del ‘diferente’ (en particular cerca de quienes experimentan la situación de pobreza a diario). Por décadas parecía que las ciudades en Chile se estaban limitando a reproducir las tan riesgosas y dolorosas desigualdades sociales, inclusive las políticas de vivienda directamente controladas por el Estado estaban en esta lógica. Hoy ustedes abren un espacio de esperanza, es decir un tiempo nuevo en el cual ‘creer’ y ‘esperar’, es lo que henos escuchado de Luis , en efecto el documento de la Política Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU) en su diagnóstico afirma que: “La segregación social urbana es el mayor problema de las ciudades de Chile”, y advierte que “en las últimas décadas, las políticas para disminuir el déficit habitacional descuidaron la localización, generaron concentración de pobreza, inseguridad, hacinamiento, mala conectividad y falta de acceso a bienes públicos urbanos”. Además lo baja a una decisión estratégica clara al privilegiar esta área de ‘integración social’ como prioritaria. ¡Gracias y felicitaciones! Esa constatación de la grave segregación –y de la violencia sobre las familias más pobres que ella implica- era ya evidente, bastaba con recorrer la ciudad y darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, hace unas dos décadas lo discutí personalmente con el director de presupuesto del Gobierno de la época quien me invitó a conversar por mis críticas públicas a la política habitacional, y para demostrarme que las cosas se hacían bien me mostró un estudio acerca de la eficiencia en el gasto del Ministerio de Vivienda y Urbanismo sin embargo no fue capaz de responderme acerca de la eficacia de esa política para integrar socialmente, para promover el desarrollo integral de la familia y para facilitar el acceso a los servicios…al no vivir en esos barrios él y muchos más tenían grandes dificultades para comprender el daño que la política urbana implícitamente asumida estaba generando y también explicaba la dificultad para comprender que las familias y comunidades de esa realidad social tenían sus propias riquezas que debían poner en juego en particular al confirmar sus barrios y construir sus viviendas. Yo no he vivido en pobreza socio económica ni en barrios marginados con familias homogéneas en situación de pobreza material, sin embargo hace 56 años –y por 23 años- me crie en Las Condes muy cerca de los campamentos El Ejemplo y El Esfuerzo, posteriormente se instalaron al lado de nuestra casa -entre 1972 y 1973- 1038 familias que provenían de campamentos o de una larga vida como allegados en la misma comuna, me refiero a la Villa San Luis. Y ora desde hace 28 años vivimos con mi familia en La Pintana a unas cuadras de la Población El Castillo. Entre en 1979 y el 1983 miles de familias fueron erradicadas y llevadas a la periferia de la ciudad de Santiago, se calcula que unas 300.000 personas pasaron a constituir estos guetos urbanos, entre éstas estaban las familias de El Ejemplo y El Esfuerzo, en el espacio donde estaba una de ellas hoy hay una calle que lleva el nombre de un Santo y está uno de los centros de eventos más utilizados. La comuna de destino fue el sur de la comuna de La Granja, al fundo El Castillo, hoy parte de la comuna de La Pintana donde quedaron a más de 20 kilómetros de su hogar por décadas, de sus redes laborales, sociales, escolares, religiosas y de salud; en menos de 5 años ese sector llamado El Castillo (inicialmente de unos 40.000 habitantes) se transformó en el más violento de Chile, con el mayor ausentismo escolar e inhalación de neoprén, con los más altos índices de desnutrición y mortalidad infantil post neonatal y con el más elevado porcentaje de jóvenes que no trabajaban ni estudiaban…la solución fue peor que el problema que la originó, el Estado con su política terminó dañando a miles de personas, familias y sus comunidades. La Villa San Luis en cambio tiene una historia que aún no acaba. Miguel Lawner, director ejecutivo de CORMU de la época nos aclara lo sucedido posteriormente con los pobladores de la Villa San Luis, cito textualmente: “Después del golpe militar, los pobladores comenzaron a ser desalojados por el ejército sin causa justificada. Unos cinco mil compatriotas fueron despojados de uno de los derechos humanos más esencial: el derecho a la vivienda Algunos fueron transferidos a viejas viviendas institucionales del ejército y otros simplemente arrojados a potreros alejados de la ciudad. El desalojo culminó en 1978, y sólo se excluyó de esta acción a las aproximadas 100 familias alojadas en el sector Nº 7 del proyecto de la CORMU… En 1997, el Ejército vendió los terrenos y viviendas de la Villa San Luis a una Sociedad Inmobiliaria, anunciando públicamente que dicha transacción ascendía a la suma de 80 millones de dólares. Inexplicablemente, el Ministerio de Bienes Nacionales no impugnó dicha venta dado que se había vulnerado el Decreto Exento Nº 38, en virtud del cual, si el Ejército no utilizare los terrenos para sus fines institucionales, o si los cediere a cualquier título, se pondría término de inmediato al beneficio otorgado”. La literatura internacional, los cientos de estudios acumulados en el mundo desarrollado y también en las últimas décadas en Chile, señalan el daño que se provoca a las personas y familias con estas políticas, pero la evidencia empírica no ha podido cambiar las razones de una violenta política urbana dejada absurdamente en manos del mercado inmobiliario en los años de la dictadura, con ausencia casi vergonzosa del Estado en los años siguientes de la democracia, y que ha permitido alimentar una cultura segregacionista que cada día será más difícil cambiar. Mandatarios y personas con profundos valores humanistas hablan frecuentemente de la familia, de su defensa y promoción, pretenden superar la segmentación y segregación escolar, facilitar la integración social disminuyendo desigualdades, sin embargo no enfrentan de manera directa y persistente aquello que el Estado SI puede controlar y hacer en favor de las familias chilenas más postergadas: la política habitacional como elemento de inclusión social, es decir la política urbana como instrumento de construcción de ciudadanía. Por lo visto y planteado en la Política Nacional de Desarrollo Urbano esto ya ha comenzado a cambiar lo que me parece una transformación notable, ‘revolucionaria’ y muy realista. Les agradezco y felicito. Ahora quiero hacer algunas reflexiones para sumarme a lo ya presentado por Joan. La ciudad invivible: la injusticia social ‘oculta’ En el invierno de 1997 los temporales, en particular las intensas lluvias en la zona central de Chile develaron el drama que se vivía en tantas de las poblaciones y villas construidas en plena democracia, sin embargo eso no fue suficiente para cambiar la naturaleza sustancial de la lógica de las políticas de desarrollo urbano, hemos llegado posteriormente al levantamiento de guetos como Los Alerces en Puerto Montt, Michaihue en San Pedro de La Paz, Bajos de Mena en Santiago, y el crecimiento de Alto Hospicio en Iquique, por nombrar solo algunas. No existe ningún período de la historia de Chile donde tantas familias hayan sido llevadas a guetos de pobreza por las propias políticas del Estado, desde mi actual trabajo en América Solidaria aún no conozco algún país en Latinoamérica que haya hecho algo similar a Bajos de Mena recientemente (sin equipamiento!), por supuesto que hay grandes asentamientos humanos (en su gran mayoría tugurios) en Brasil, Argentina, Colombia, Perú, México, etc., por ejemplo en Ecuador encontramos en Guayaquil (Perimetral Noroeste) a más de 100.000 personas que viven en una situación precaria, sin embargo eso no lo hizo el Estado Ecuatoriano sino que ha sido una ‘ocupación ilegal’, como en tantas otras partes del Continente. ¿Cuáles eran las razones que habitualmente se daban para aplicar una política de estas características? Podríamos resumirlas en 5 frases/pensamientos bastante extendidos: “por lo menos tienen casa y servicios” “hemos logrado una alta eficiencia en los costos económicos” “La política habitacional chilena es la más exitosa del continente” “son culturas distintas (pobres y no pobres), mejor que vivan separados” “en lo que respecta al suelo hay que dejar que el mercado funcione” Conscientes hoy de que estas ‘frases’ no representan lo que ocurre de verdad ni manifiestan las aspiraciones más profundas de una sociedad como la nuestra, y sumado además a que la realidad ha sido más difícil y se ha complejizado mucho en estos barrios, afectando directamente a sus habitantes y también a la ciudad en general, hemos podido ‘abrir los ojos’ y se hace más posible realizar los cambios anunciados, lo que ‘no veíamos’ antes hoy ya lo vemos y se ha hecho visible también para el resto de la ciudadanía creando un ambiente cultural más proclive a la trasformación de las políticas, que lo pone como una exigencia importante y urgente. Como dice Zigmunt Bauman “las personas tienden a tejer sus imágenes del mundo con el hilo de su experiencia”, por lo tanto es urgente proveer a quienes están más marginados y excluidos ‘experiencias’ reales de inclusión, satisfacción, participación, realización y desarrollo integral, solo así su dignidad puede ser reconocida. La vivienda, su entorno y la misma construcción de nuestros barrios y ciudades es un precioso, delicado y frágil instrumento que lo permitiría. Ciudad para TODAS Y TODOS: la vivienda como factor de inclusión y desarrollo social 1 Enfrentar por lo tanto el desarrollo de una ciudad inclusiva, para todas y todos, implica partir de una mirada multidimensional de las personas, sus familias y comunidades, eso sería lo más eficiente y eficaz para ellas mismas, para la sociedad y la para el Estado de Chile. ¡Lo barato nos ha costado muy caro! (también en todas las dimensiones). Desde esa mirada tenemos que trabajar, aquella que suma las dimensiones del ser, hacer, tener y estar, es decir que se pregunta y responde a lo menos a cuatro demandas: ¿en qué espacio geográfico es posible desarrollar más a esas personas (salud-educación)?, ¿dónde es factible que su integración laboral sea realizable?, ¿en qué lugar podrán progresar más con sus bienes y en seguridad e interdependencia?, y por último ¿cuál es el territorio más proclive para incluirse al resto de la sociedad desde su libertad y autonomía?. Habitar es una experiencia humana que involucra ocupar / hacer uso un determinado lugar. Es el escenario de desarrollo y realización de las personas, familias, comunidades. Entre sus esenciales destaca la experiencia de refugiarse o vivir en una morada, asentarse en un territorio físico y humano a la vez, trasladarse, interactuar y conectarse, disponer de ciertos bienes y servicios de uso público, entre otros. 1 Aportes extraídos de la propuesta de políticas sociales de la Fundación para la Superación de la Pobreza “Umbrales Sociales para Chile: una nueva mirada sobre la pobreza”, 2013. Habitar de manera digna, segura e integrada es una base fundamental para satisfacer las necesidades humanas y permite además transmitir, adquirir, ensayar capacidades, conocimientos, habilidades, valores, costumbres, etc. Favorece a su vez a que las personas puedan integrarse, desenvolverse, contribuir, etc. a su comunidad, en la sociedad y en su núcleo familiar. Para dar esta ‘nueva mirada’ desde el presente hacia el futuro, la Fundación para la Superación de la Pobreza ha propuesto los “Umbrales Sociales en Vivienda y Hábitat”, que se componen de tres ejes, éstos son: 1. Políticas que disminuyan la segregación espacial y favorezcan la integración social. Al respecto se plantean 8 acciones políticas indispensables: Establecimiento de un conjunto de acciones de renovación urbana para mejorar densidades habitacionales. Con ello se pretende que las actuales viviendas sociales mejoren su valor y sean objeto de aplicación de subsidios para nuevas familias sin vivienda. Constitución de un banco de suelos para proyectos habitacionales y de equipamiento urbano. Definición por parte del nivel central, regional y local de zonas de renovación urbana, de remodelación urbana, zonas típicas y de resguardo patrimonial, dando señales precisas de recuperación urbana en barrios centrales y peri centrales. Recuperación de los equipamientos urbanos y comunitarios, espacios públicos y comunitarios relevantes. Avanzar hacia la realización de proyectos habitacionales públicos que efectúen innovaciones significativas respecto de lo tradicional. Con localización interior preferente, estándares constructivos superiores y con equipamiento y barrio integrado y con amplia participación ciudadana en su gestión. Construcción de soluciones habitacionales colectivas, en torno a la identidad laboral, que debieran dar lugar a proyectos habitacionales con mayor sentido barrial y mayores niveles de cohesión e integración social entre las familias. Incentivos a la utilización de los sitios eriazos para proyectos de densificación que se efectúen en breve lapso. Establecimiento de incentivos para los habitantes de condominios de vivienda social, para acciones de mejoramiento colectivo de sus viviendas, los espacios y servicios comunes. 2. Fortalecimiento de la participación comunitaria para la integración. Se consideran 5 las acciones políticas fundamentales en esta área: Participación comunitaria para impulsar y sostener la nueva política del buen habitar. Participación comunitaria desde la gestación de los proyectos, impulsando la cohesión de esas entidades, su compromiso creciente con la responsabilidad, y su contribución en la creación y recreación de villas y barrios. Reforzar la “demanda organizada” de los titulares, dispuestos a asociarse con las entidades públicas y de la sociedad civil. Recrear desde el sector público un sistema de nuevo trato y atención a las organizaciones. Recrear los compromisos para conseguir logros habitacionales y urbanos, que supongan compromisos compartidos y rendición de cuentas. 3. Tercer eje: renovación de la institucionalidad y del financiamiento para la integración social. A lo menos son dos las acciones políticas claves en este ámbito para asegurar a mediano y largo plazo un éxito en esta ‘nueva mirada’: Creación de un Ministerio del Territorio y Ciudades, que como entidad rectora, coordine ejecutivamente lo que efectúan el actual Ministerio de Vivienda y Urbanismo, Bienes Nacionales, el Ministerio de Obras Públicas, el Ministerio de Transportes y el Ministerio del Medio Ambiente, potenciando la particularidad territorial de las políticas del habitar, con un rol clave de los Gobiernos Regionales y los municipios. Creación de Corporaciones de Desarrollo Urbano, siguiendo la experiencia internacional para la asociación público–privada, que implique “compartir roles”, allegar recursos y llevar a cabo una creatividad superior en la recuperación y renovación de nuestras ciudades. Epílogo Dentro de la políticas estructurales en el ámbito de lo social en Chile la de vivienda es la única que no se rige por una ley integral, aprobada por el poder legislativo, con perspectiva de largo plazo y con una mirada inclusiva, ciudadana y digna, urge una LEY DE VIVIENDA. Si deseamos una ciudad para todas y todos, que nos permita en lo simbólico y real sentirnos parte de una misma comunidad, con derechos y oportunidades iguales, es inevitable enfrentar con rigurosidad lo que haremos en nuestras ciudades en las próximas décadas de ello dependerá en gran medida que podamos de manera humana equilibrar seguridad y libertad, confianza e iniciativa, lo colectivo con lo individual. Desde lo que experimentamos a cotidiano en nuestros hogares, barrios, espacios públicos y calles se construye la cohesión, el desarrollo integral y justicia social. Tengan claro que esto no es solo para nuestro querido país, desde mi trabajo actual en América Solidaria estoy seguir que toda esta reflexión y estas transformaciones son también un camino propicio para toda América Latina, un Continente golpeado por la desigualdad y la exclusión donde nos ha costado mucho construir comunidad y levantar una sociedad en que se respete efectivamente la dignidad de cada uno de sus habitantes. ¡Muchas gracias!