Subjetividad, mujer y novela picaresca: el caso de las pícaras.

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University of Massachusetts Boston
From the SelectedWorks of Reyes Coll-Tellechea
1994
Subjetividad, mujer y novela picaresca: el caso de
las pícaras.
Reyes Coll-Tellechea, University of Massachusetts Boston
Available at: http://works.bepress.com/reyes_coll-tellechea/7/
'Ecfi toria[13oan{ jOl1'R:}{M. OJ I:NT''E'R'DISQPll:N5t'RY
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Washington University, SL Louis
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Akiko Tsuchiya Washington University, St. Louis Harriet T umer
University of Nebraska-Lincoln
Sharon Keefe Ugalde
Southwest Texas Scare University
Noel Valis Johns Hopkins University JOURNAL OF
INTERDISCIPLINARY LITERARY STIJDIES
Volume 6 Number 2 (1994)
Subjectivity in Early Modern Spain
Guest Editor Oscar Pereira Zazo
Introduccion
Oscar Pereira Zazo
103-105
Historia literaria y articulacion de identidades en la
transicion a la Espana liberal
Jose A. Valero
107-130
Subjetividad, mujer y novela picaresca:
El caso de las pfcaras
Maria de los Reyes CoU-TeUetxea
131-149
The Fragmented Subject in Sar Juana's El cetro de Jose
Michael McGaha
15 1-161
Elusive Subjectivity in Maria de Zayas
Marina S. Brownlee
163-183
Models of Subjectivity in Early Modem Spain
David Castillo and Nicholas Spadaccini
185-204
Hacia una hermeneutica de 10 publico. Riqueza
simbOlica y teatralidad en el siglo XVII espanol
Francisco}. Sanchez
205-218
Instinct and Object: Subjectivity and Speech-act
in Garcilaso de la Vega
Anthony}. Cascardi
219-243
Subdito y comunidad cortesana: Sabre el papel de la
literatura vemacula en la Castilla del siglo XV
Oscar Pereira Zazo
245-277
SUB]ETIVIDAD, MUJER Y NOVELA PICARESCA: EL CASO DE LAS PiCARAS
Maria de los Reyes Coll-Telletxea
University of Massachusetts- Boston
Maravfllome, dixo entonces riendo Gaspar Palla vicino, que pues
dais a las mujeres las letras, la continencia, la grandeza del animo
y la rempJanza, no que rais tambienque ellasgobiemen lasciudades,
y hagan las (eyes, y traigan los exercitos, y que los hombres se esten
quedos hilando, 0 en la cocina.
Respondi6 sonriendose el MagnIfico: Aun quiza eso no seria
maloj{ ...) Mas yo no he querido dalles este cargo, porque mi
intinci6n es fonnar una Dama, y no una reina.
B. Castiglione
La modema noci6n de 'individuo', producto de la progresiva
desmembraci6n del orden feudal que llega a su punto culminante en
la fonnulaci6n del concepto conocido como 'sujeto universal'
burgues, es el resultado de una sincronizaci6n en el pensamiento
cientifico, politico y econ6mico del XVIlI (Williams 161-2). Pese a
esto, la idea de individuo p uede rastrearse mucho antes de ese
momenta: en el coraron h umanista del Renacimiento, asentado en
el reconocimientode la centralidad del hombre yaLm antes (Mara vall
404).
En el caso de Espana , las avenidas por que discurri6 este
desarrollo aparecen marcadas por sus caracteristicas condiciones
sociohist6ricas: el proceso de adaptaci6n de funciones de la nobleza
-convertida en aristocracia en el nuevo estado absolutista---el
desarrollo del mercantilismo, la actuaci6n de los monarcas, el
movimiento con tra rrefo rmista, etc. (Maravall, Dominguez Ortiz).
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Maria de los Reyes CoII-Telletxea
JILS 6.2 (1994)
Dicho esto, interesa senalar q ue---en Espana y fuera de ella-Ia
idea de individuo va tomando forma a traves de una gran variedad
de practicas y discursos. N o se trata, pues, de una proposici6n
filosofica posteriormente llevada a la practica, sino de 10 contrario.
EI arte renacentista, por ejemplo, muestra consistentemente este
punto: el interes por la biograf(a, los libros de vidas de santos y
soldados, los retratos pic toricos, todo ello enfocado a la
representaci6n del individuo. El auge de la comunicaci6n epistolar,
la lectura realizada en silencio y soledad-gracias ala imprenta­
la proliferaci6n de manuales decomportamiento, los nuevos estudios
medicos y psicol6gicos, el establecimiento de la confesi6n, la
paulatina disociaci6n de las esferas publica y privada, entre otros,
contribuyeron en gran medida a la formaci6n y evoluci6n de la idea
de individuo. En el ambito de la p rosa literaria en castellano, resalta
el desarrollo de la autobiografla fic ticia de hombres y mujeres de los
bajos fondos conocida hoy como "novela picaresca".
EI prop6sito de este trabajo es explorar la construcci6n del sujeto
picaresco femenino: la pfcara. La tesis que se propone es que, a
diferencia desus contrapartes masculinas, la representaci6n literaria
de la mujer libre muestra, ademas de los rasgos formalescaracteristicos
de la serie, ciertos rasgos de rivados de la presencia de la mujer en el
texto. Al elegir una mujer como protagonista, los autores se ven
enfrentados a distintos problemas derivados de las polemicas en
tomo ala naturaleza y funci6nsocial de las mujeres y sus subversivos
anhelos de autonomfa. El control de la fuerza sexual, por una parte,
y la amenaza de su combin aci6n con discursos alternativos de
subjetividad, por otra, hacen delcasode las pfcaras-tan magramente
atendido por la crftica-un objeto pri vilegiado para el estudio de las
actitudes culturales hacia la mujer, y de la formulaci6n de nuevas
herramientas discursivas pa ra su debido control.
La desmembraci6n del orde n feudal a que hacfa alusi6n se
presenta en fntima conexi6n con el proceso llamado "demolici6n
del heroe": la entrada en juego de la idea de que ellugar social que
ha de corresponder al individuo procede de sus rn.entos y riquezas y
no de su nacimiento (Iglesias) . Las conexiones entre las novelas
picarescas espanolas y esta idea e mergente han sido ampliamente
Sub jeu\l'idad, m ujer y novela picaresca: EI caso de las picaras
133
rastreadas, apuntando los sucesivos analisis a la probable presencia
en tales textos de un contradiscurso dirigido directamente contra
las ideas de Iimpieza de sangre, nobleza heredada, etc.,tradicionales
herramientas para la definicion del indi viduo en la Espana del Siglo
de Oro (Castro, Bataillon).l
La q ue se percibe enel panorama sociocultural del XVII espanol,
en el cual se producen casi todas las narraciones picarescas, es
preeisamen te eI recurrente enfrentamiento de la forma de
subjetividad prevaleciente (aristocratica) con otras formas
in cipien tes y al terna tivas de subjetividad que, andando el tiempo ,
tomanan cue rpo plenamenre y llevanan a la superficie la figura del
individ uo b urgues (Ma riscal 38) .
El proceso al que hago referencia no es, como a primera vista
podria parece r, un doble p roeeso de formaci6n de dos subj eti vidades,
antes bien, se lle va a cabo en el ambito aristoeratico y es contestado
y manipulado desde los nUlrgenes, desde los que s urgen a Iterna tivas .
En el proceso de demolici6n del heroe, la antigua nobleza renegocia
su es tatus social con el esrado absolutista en la esfera publica, y 10
haee eehando mana de todo tipo de estrategias de manipulaci6n de
10 externo (E\(a5, Pere ira) . Estas estrategias seran guardadas de los
grupos subalrernos para impedir su acceso.
T extos tan cuidadosamente formulados como El Cortesano de
Balta5ar de Cas tiglione permiten ver el componente es tra tegico que
sustenra e l conce pto de subjetividad cortesana: una estricta
manipulacion de 10 ex terior que, sin embargo, no permita ser
identifieada como tal ,la consciente producci6n de una imagen que,
no obstan te, d ebe atajar roda posibilidad de ser percihida como
artitk ial y p roeura r pareeer na tural. La cual, segun Castiglione, solo
p uede lograse a base de 'virtud'.
La p roble m.hieo del modelo es la posibilidad que se deja abierta
al enga no. En ultima instanci a parece ser que la 'virtud' no es innata
y, po r ranro, podria ser adquirida mediante aprendizaje, de 10 cual
se deduciria que cualquiera, en principio, podria tener acceso a la
cla ve del individ ualismo aris[Qcratico y a los privilegios que conlleva
(Ma riscal 35) .
Pues bien, el pica ro li terario, desde el Lazarillo, resulta ser un
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Maria de los Reyes ColI-Telletxea
JILS 6.2 (1994)
maestro en el arte de manipular 10 extemo para intentar el acceso
al ambito privilegiado (medro). Tradicionalmente caracterizado
como un hombre sin honor, de dudosa estirpe y azarosa vida,
aparece en la literatura empufiando la pluma para autorretratarse
y proyectar asi al exterior una imagen tan variada como la ideologfa
delescritor que la impulsara. En cualquiercaso, se vale impunemente
y se fie de esa "construccion natural" impulsada en textos como el
de Castiglione; y, asi como la elaboracion del cortesano perfecto
contiene una no menos detallada produccion de su correia to, la
perfecta dama (El Cortesano, libros II y III), tambien la picaresca
tiene su version femenina: la pfcara.
Lamentablemente la atencion a las pkaras en los estudios
literarios ha sido y sigue siendo escasa. Las siguientes paginas se
concentran por ello en estos personajes de mujer y en las peculiares
representaciones literarias a que dan lugar, enel convencimientode
que su consideracion puede arrojar luz sobre el problema de la
construccion y/o contencion de una subjetividad femenina, aspecto
que, a su vez, tambien ha sido tradicionalmente obviado por los
historiadores.
Si, comodeciamos anteriomlente, los distintos grupos subalternos
Uudios, conversos, moriscos, indigenas americanos, pobres, etc.)
quedaban irremediablemente fuera del ambito privilegiado del
indi vidualismo aristocratico, las mujeres, en general, constituian
un grupo aparte: todas, en todos los ambiros sociales y ernicos, se
encontraban en una posici6n marginal con respecto a las nuevas
coordenadas de la individualidad, masculinas por definicion. Esto
es asi incluso en el caso de la dama de palacio habilisimamente
compuesta en El Cortesano. Por ello, para llegar a la picara, inversion
del modelo ideal, debemos detenemos en tal modelo: la compafiera
de 1 cortesano.
La Darna
Castiglione recurre a una sofisticada estratagema para construir
una imagen ideal de la dama, perfecta en todo como el cortesano y,
sin embargo, distinta en 10 esencial: la capacidad para la acci6n
politica y el mantenimiento de su autonomia. Ladamade Castiglione
Subjetivid ad, m ujer y novela picaresca : EI caso de las picaras
135
10 tiene todo porq ue, co mo el cortesano, tiene capacidad para la
'virtud' , pe rc sus estrategias de manipulacion de 10 externo son
di versas y carece de la autonomia necesaria para la accion politica.
Es mas, si la cons truccion del perfecto cortesano se realiza
disc ursivamente sin impedimento alguno, a la hora de elaborar el
modelo feme nino se levan ta entre los interlocutores una fuerte
polernica en tomo a la naturaleza y funcion social de la mujer.
En tiendase bien, 10 que se pone en entredicho es algo central, la
capacidad de la mujer, en general, para la 'virtud', algo que se tomo
por sen tado en el caso del varon (Benson 79-80).
El resultado es q ue, en el caso de la dama de palacio, nt el estar
cap aci tada para la 'virtud', ni la maestria en la manipulacion de 10
exterio r garantizan la autonomia individual necesaria para la accion.
Lo curioso de la pole mica sobre la naturaleza y funcion social de las
m ujeresque atraviesa el tercer libro de El Cortesano es que se realiza
con min imas in tervenciones de las mujeres presentes, es decir, es
una polernica entre h ombres, que recoge y reelabora las tradicionales
polemicas e n torno a las mujeres. Lo mismo que, como veremos,
ocurre con las pkaras.
De manera general , la polemica sobre la naturaleza y funcion
social de las muje res puede seguirse en una gran variedad de textos
de la epoca: tratados medicos, teologicos, de conducta, textos
legales, etc 0/igil, Perry). Es evidente que la polemica no comienza
aq ui, sino que es ampliacion de la llnea misogina medieval; ahora
bien , los re planteamientos de la polemica en romo a las mujeres en
el momento en q ue se plantean las coordenadas de la individualidad
necesariamen te adquieren un matiz particular. Otorgar 0 denegar
capacidad de autonomia a las mujeres o--al menos-a las mujeres
de palacio era igual a otorgar 0 denegar capacidad de accion politic a
(de ahi la reaccion de Gaspar Pallavicino que iniciaba estas paginas) .
De dondese sigue, q ue 10 q ue se poniaen juego era nada menos que
la posibilidad de tener q ue compartir los mas preciados privilegios
masculinos.
La ideologfa de la 'virtud' podia llegar a constituir un serio
peligro social si se admitia, como hace Castiglione, que era tan
aplicable al hombre como a la mujer de palacio. La ideologia de la
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Maria de los Reyes Coll-Telletxea
JILS 6.2 (1994)
'virtud', efecti vamente, abria las puertas cerradas por la de la sangre
a un cierto sector social, pero tambien permitia, por mor del
aprendizaje y el disimulo, la entrada en competicion de un amplio
sector social y de una serie de eventuales alternativas a la propia
subjetividad aristocratica.
No es de extranar que la constitucion de la individualidad
aristocratica se realizara en gran parte a base de subrayar los
atributos del cuerpo masculino y que, por tanto, aquelloselementos
ajenos al cuerpo aristocratico fueran repetidamente asociados con
rasgos femeninos, necesariamente excluidos e identificados como
excrecencias e impurezas que habfan de purgarse del cuerpo
aristocratico (Mariscal 44). Mas que ningCm otro grupo, la mujer
independiente 0 autonoma, infiltrada en todos, constitufa una
amenaza al orden social.
Siendo esto asf, y habida cuenta de que la picaresca parece
hundir sus rakes en las aguas de la burla y la advertencia sobre la
instrumentalizacion de las estrategias elitistas de individualidad, mi
propuesta es que, el grupo de picarescas protagonizadas por mujeres
son un lugar privilegiado para la investigacion de los azares de la
evolucion de la subjetividad femenina y de las particulares actitudes
culturales y polemicas que rodearon a las mujeres de la Espana del
Siglo de Oro.
En este sentido, tomo la llamada "novela picaresca" como un
ejemplo de una de las variada s practicas cui turalesq ue contribuyeron
en su momento a la delimitacion de sujetos. De ahf que en las
siguientes paginas me aparte de las multiples polemic as de caracter
formal que generalmente asolanel campo. El estadode semidescuido
en que se encuentra este grupo de novelas de pfcaras contrasta con
la apabullante atencion critica prestada a su contraparte masculina,
razon por la cual dejo tambien esta vfa para otro momento.
lAs picara5
Tres son las novelas de plearas que van a tratarse aqul: La Picara
Justina (1604), La Ingeniosa Elena, La hija de Celestina (1612 y 1614)
y Teresa de Manzanares (1637). Todas elias protagonizadas por
mujeres marginales, de vida errante, dudosa sangre, habiles
Subjetividad, mujer y novela picaresca: EI caso de las picaras
137
manipuladoras de la apariencia externa, desenfrenada sexualidad e
irreprimible afan de medro y lucro. T odas elias escritas por varones:
Lo pe z de Ubeda, Salas Barbadillo y Castillo Solorzano
respectiva mente.
SOlo la primera esta escrita como aurobiografla fictieia (en
primera persona), siendo las otras dos narradas 0 en tercera persona
(Elena) oen una primera persona totalmente pri vada de verosimilitud
(Te resa). He aquf un problema no solo formal: las tres pfcaras­
Justina incl uida-muestran claros signos de constrenimiento de
voz.lncluidas en un molde caracterizado por la capacidad de auto­
reflexi6n del narrador-protagonista (la serie "picaresca"), estos tres
casos de mujer pleara son, sin embargo, mudos (Elena) 0
diseursivamente incoherentes 0us tina) ,0 a mdas luces artificiales
(reresa) .
Inreresa notar aqul una gradacion. La primera de las plearas,
do tada de voz por suautor, no parece capazde articularla de manera
coheren te; las dos siguientes aparecen representadas desde una
posicion narrativa extema. T odas, sin embargo, son representaciones
de una particular "excreeencia" social, la llamada "mujer libre": un
elemento inherentemente danino para el orden social, irrecuperable
y merecedor no solo del recelo, sino del ajusticiamiento publico.
Si las posiciones ideologic as del Lazarillo, el Gtlzrru:Zn y el BuscOn
son di vergen ces en practieamente todo, mi propuesta es que, en el
caso de las pfcaras la posicion ideologica de losaurores es similar; se
tra ta en todos los casos de un acosO feroz a la mujer independiente
(aut6noma) y de una llamada de atencion sobre los peligros que
conlleva la aeeptaeion de la eapacidad de auronomla para este
a mplio seetor de la poblacion. No es de extranar que una vez
ensayada la autonomla diseursiva Uustina), no vuelva a reeurrirse a
es ta formula . Algo que no ocurre en el easo del pfcaro varon.
Pero h a y algo mas. Las tres novel as identifican a la pfcara no s6Lo
con el peligro de la manipulaei6n de la aparieneia externa, deri vado
del h abil manejo e inversion de los criterios de 'virtud', sino tambien
con un contradiscursoesencialmente enemigo: la riq ueza. En efeem,
las tre:; m uje res se mueven por intereses estrlctamente economicos,
y el hecho de ser mujeres aparentemente les brinda mayor aceeso al
incip iente mercado.
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Maria de los Reyes Coll-Telletxea
JILS 6.2 (1994)
A diferencia de sus contrapartes masculinas, las pfcaras no
sirven a sucesivos amos, sino que se ganan la vida a base de seducir
varones adinerados ylo nobles, contraer sucesivos matnmonios,
manipular herencias e incluso establecer negocios. No moralizan, no
muestran arrepentimiento alguno, ni tenninan tranfoffiladas. Su
vida transcurre en un ir y venir de identidades usurpadas,
matrimonios, estafas y pe rsecuciones. Su principal affi1a-ademas
de laastucia--es el propio cuerpoysu impulsoesenciallaconsecuci6n
de una cierta autonomia a base de la acumulaci6n de dinero. Los
planteamientos de la piceresca de mujeres son, asf, ajustados a su
condici6n de ser mujer. Vayamos por partes:
1. Justina: Los tres modelos, sin embargo, difieren tambien en
algunos aspectos y planteamientos a que resulta necesario aludir
para esta discusi6n. EI caso de La Picara Justina es esencial, por
tratarse del primer modelo de pfcara espanola (al menos dentro de
la "novela picaresca"). La incoherencia discursiva de la que
tradicionalmente ha sido acusada la novela ha tenidocomo resultado
la consideraci6n de la narradora-protagonista como producto
"travestido" de la picaresca y, consecuentemente, el abandono de la
consideraci6n de la figura de la mujer como eje sobre el cual gira la
narraci6n. 2
La novela gira precisamente en tomo a la naturaleza y funci6n
social de la mujer yel inminente peligro que su autonomfa acarrea
para el orden social establecido. Pese a las fabulas intercaladas, las
digresiones y las interrupciones de la voz moral del autor, tanto los
episodios de la vida de Justina como sus disquisiciones cobran
significado si se contemplan como un acoso y un claro intento de
ridiculizaci6n de los discursos subaltemos de subjetividad,
especialmente cuando los individuos subaltemos en cuesti6n son
mujeres; vease la introducci6n del propio LOpez de Ubeda:
En este libro hallara la do ncella el conocimiento de su
perdicion, los peligros enque se pone una mujer libre que no
se rinde al consejo de los otros; aprenderan las casadas los
inconvenientes de los malos ejemplos y mala criama de sus
hijas; los esrudiantes,los soldados, los oficiales, los mesone ros,
los ministros de justicia y, finalmente, todos los hombres, de
SubjetJll'idad . m ujer y novela picaresca: EI caso de las picaras
139
cualquicr caud ad y estado , aprenderan los enredos de que se
h ande libra r, los peligros que han de huir, los pecados que les
pued.en saltear las almas. A quf hallaras todos cuantos sucesos
p ueden vern r y acae ce r a un a mujer libre. Uustina
Introducci6n)
La identifica ci6n de la pfcara como "mujer libre" en un mome nto
en que Ia palabra "libe rtad" se ca rgaba de connotaciones negativas
(deseo no auto ri zado de a UlOnOmla in dividual) no da lugar a dudar
de que 0.1 menos uno de los prop6sitos del texto sea el de persuadir
de la maugrudad y destructividad intrfnsecas del intento, mediante
la descarada burLa del disCUf:>a en q ue se sostiene.
En efecto, dado q ue el auror c1aramente especifica su objetivo y
su objem, no es de extranar que gran cantidad de las digresiones por
los que se eruarda J ustina esten dirigidas a polemizar en tomo ala
naturale:a y fund 6n social de La m uje r. Ocurre, sin embargo, que a
la pro tagonista se Le traba la [engua en mas de una ocasi6n de modo
q ue parece escar a ambos lados del dialogo. Por una parte predica y
hace gala de su libertad , no se arrepiente jamas y no se justifica; es
decir,despliega ante nosotros la o rgullosa posibilidadde autonomfa;
por otra, d.edica innumerables digresiones a acusar pred samente
aquello que eUa vive:
El hombre fue h echo para ensenar y gobemar, en 10 cuallas
mujere s ni damo s oi. co mamos. La muj e r fu e h echa
principalmente para ayudarle ... a la propagacion dellinaj e
hum ano y a cuidar de la famil ia. (Libra I, Numero II)
Po r regia general, el discu rso de la propia Justina contradice sus
obras echando mana de las ideas transmitidas por la tradici6n
rnisogina occidental, ejemplos comoel anterior pueden multiplicarse.
La incoherencia se acrecienta cuando en la boca de la misma
narradora aparecen asercionesde caractermixto, como la siguiente:
Las mujeres nacimos esd avas y sujetas y como, por nuestros
pecados, roda dominio y sujeci6n es aborrecibLe, aunq ue sea
natural y para nuestro bien, n i cosa hay mas amable que el
mandar , viene a ser q ue no haycosa de nosotras mas estimada
140
Marla de los Reyes CoII-Telletxea
JILS 6.2 (1994)
que vemos concetro sobre las vidas y sobre las almas, aunque
sepamos q ue han de durar poco. (Libro IV, Capitulo IV)
Aquf la narradora va de la natural sujeci6n d e la mujer al
aborrecimiento de la mujer ante tal asignaci6n. El problema de la
construccion social del modelo natural de mujer permea la novela
por completo: el problema central es elcontrol que la sociedad
quiere ejercer sobre las mujeres y los mecanismos de defensa y
resistencia que plantea este variado grupo. Poco despues, Justina
volveni a la carga:
Tresgeneros de gente hay que, portener vinculada la necesidad
pagan fuero ala avaricia: ninos, viejos y mujeres. Los ninos,
porque no tienen ni saben que es tener; los viejos, porque han
menester tener mucho y no tienen nada; las mujeres porque
demas de que tienen el mal de los ninos y de los viejos, tienen
extremo en antojos, con el cual pueden menguar el caudal
imaginable. (Libro IV, Capitulo IV. Enfasis mio)
En es te caso el discurso sobre la naturaleza de la mujer parece
mezclarse con su necesidad social; necesidad medida aq ui en terminos
claramente economicos. De hecho , la historia que Justina cuenta­
en realidad m uy simple-muestra a una mujer sola, mo vida
exclusivamen te por la necesidad de asegurar y acrecentar en 10
posible su seguridad econ6mica para salvaguardar su autonomia. Mas
aun, ella no reconoce ya otra division de linajes si noes la puramente
economica:
Pues lque en este tiempo, en el cual en materia de linajes hay
tantas opinio nes como mezclas? Verdad es que algun buen
voto ha habidode que en Espana, y aun en todoel mundo, no
hay sino solos dos linajes: el uno se llama tener, yel otro, no
tener. Y no me espanto que la codicia del dinero es
mondonguera y hace morcillas de sangre de toda broza, por
ser toda ella de un color. (Libro I, Capitulo II)
La alusion al pode r igualado r del dinero y, por elio, al
debilitamienro de los discursos de sangre y de virtud, es clara. Entre
los tres, el unico al que Justina puede aferrarse para alcanzar su
SUbjetiVldad , mujer y novela picaresca: EI caso de las plcaras
141
necesaria a uronomfa es del dinero, capaz de borrar los obsnkulos
planteado s poe las constr ucciones sociales de la naturaleza (de la
mujer en este caso, pe ro tambien de aquellos de linajes "impuros")
diseminadas en todo tipo de tratados.
En suma, la primera n ovela de pfcaras apunta sus armas hacia la
incoherencia de conceder autonomfa necesaria para la fo rmulacion
de una subjetividad alremativa y contra los peligros sociales que tal
accion necesariamente acarrearia, en el caso de la mujer, dadas su
inferioridad natural y la presencia de un peligroso contradiscurso de
apoyo centrado en catego rias economicas y plenamente capaz de
amena zar las esteuct uras basic as del estado absolutista . La
combinacion de la sex ualidad femenina (intrinsecamente maligna),
y las posibilidades de una economfa de mercado, con la habil
manipulacion de los signas extemos, canstituye una seria amenaza
para el con trol de los geupos subaltemos en el estado absolutista.
Esta combinacion se repi te, de manera diversa, en el caso de las
pfca ras.
La vo z de Jus tina se co ntradice a cada paso, como si se Ie hubiera
o rorgado con el p reciso objetivo de que se mordie ra la le ng ua.
Comparada con Lazaro , a quien se Ie permitio el control total de la
voz y. por eonsiguiente , el control de su auto-representacion,
Justina es una ma rioneta en las manos de lOpez de Ubeda, que
gestieula al sonque Ie toean. Dicho esto, habra que admitir tam bien
que al utilizar el ejemplo de una mujer libre, lOpez de Ubeda se pilla
las manos: pa ra q ue se muerda la lengua , inevitablemente hay que
hacerla h abla r, confundir en su discurso los argumentos no es
suficiente pa ra acallar la representacion de una vo z claramente
suhversiva. Asf, aunque La figura de Justina se levante ala manera
de una burla acompanada de cierta admonicion , 10 ciecto es que se
Ie brinda un espacio disc ursivo. La pfcara literaria recibe una voz
que a la muje r libre se Ie niega. En la historia de Justina se contienen
los argumen tos para arnbas situaciones.
N i que de cir tie ne que las si gui e ntes pfc a ras son
convenientemen te presentadas sin voz propia. Como las dama s de
palacioque conscr uyera Castiglione,la mujer libre es inmediatamente
apartada de la discusion de su posible eS [a [Us co mo sujeto, pe ro la
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discusi6n en ningun momento cesa, a juzgar por la proliferacion de
tratados, manuales, instituciones, leyes, obras dramaticas y novelas
fielmente dedicadas a su contenci6n
Pasado el experimento de Justina, la pfcara se convierte de lleno
en un objeto de investigaci6n, no en un sujeto con voz propia. No
estamos ya ante un auto-retrato,sino ante un puro retrato dominado
por entero por una perspectiva externa.
La diferencia mas radical de estas con respecto a}usuna reside en
el caracterfstico perfil social con que estan dotadas: no son
campesin as como la primera sino "cortesanas" (en el sentido
peyorativo que la palabra ya posefa en la epoca), se dedican sin
ambajes a la prostituci6n, como medio de ganarse la vida y se
introducen sibilinamente en los ambientes aristocraticos con exito,
a base de manipular su apariencia externa y de imitar las maneras
propias de las damas. Estas pfcaras van de la prostitucion a los
salones aristocraticos con aparentemenre muy poco esfuerzo. A
partir de ahora el ambito cortesano y el picaresco coliden.
2. Elena: La segunda pfcara,llamada Elena (La Hija de Celestina),
es una picara muerta. Muerta por la justicia, por haber asesinado a
su marido y rufian. Elena es descaradamente prostituta; trabaja para
su rufian y de ello viven ambos.
Pues cosa es cierta que ha de ver vuestra merced muy
premiado en la otra vida el cuidadoque siempre ha tenido de
que las mujeres que ha trarado no sean vagabundas,
puniendolas a o/icio y haciendolas trabajadoras, que no
solamente carnian de la labor de sus TTUlnos, sino de la de todo su
cuerpo. (Elena 82, enfasis mlos)
Es decir, aunq ue es una prostituta no sujeta al control legal del
burdel, parece sin embargo sujeta al conrrol del varon; esro, aunque
no parece ser 10 que mas preocupa a Salas Barbadillo, representa sin
embargo un paso mas en la caracterizaci6n de la pfcara, ya que su
subsistencia-medida en tenninos econ6micos-se realiza a base
de un acuerdo de compra-venta de su propio cuerpo.
Basicamente esta novela gira en tomo al engano de un caballero
noble , honrado y rico: Don Sancho, seducido y enganado por la
Subjetividad, mUjer y novela picaresca: EI caso de las p fcaras
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picara con vinc.entemen te disfrazada de dama. El engano es tal, que
Don Sancho jamas Ilega a saber que Elena no es tal dama, aunque
10 sepa ellector.
G::>n Elena, e1 planrea mie nto de la prostituci6n femenina co mo
media de sub.istencia se ex tiende sobre el tapete picaresco sin
tapujos pero , ademas, 13 peligrosa proximidad de la pkara con el
caballero a rticula la amenaza social de la mujer libre de manera aCm
mas explkita .3 La protago rusta es presentada como un ser aberrante
q ue usa a los hombres (nobles 0 rufianes) para ob tener provecho
economico y se vale pa ra eUo de su maestna en eI manejo de los
signos exte rnos . En efec to , la pkara se vale de los discursos del
honor, de la sangre y la vi rtud para implicar al no ble, del criterio
econ6mico (el necesario usa de su cuerpo para el trabajo) para
e nganar al rufian. Una amenaza y rebeli6n tan completas solo
padian temlinar en el patlb ulo, como asi ocurre.
El libro parece constituir una seria advertencia de la capacidad
de acci6 n desestablli.:adora de W1a mujercon ansiasde independencia
a autonomla . Acd6n que afecta mas, 16gicamenre , a quienes mas
[ienen que pe rde r. La voz de la mujer no queda registrada, 0 se
regis tra sOlo minimamenre, es el narradorquien polemiza y advierte
de la malignidad esencial del modelo construido in absentia. EI poder
sexual de este tipo de plcara (de la sexualidad femenina en gene ral) ,
combin ado can su fa ka de escrupulos, su interes de autonornla­
impulsado a base de c riterios estrictamente econ6micos-y su
facilidad pa ra inst rumen tali zar (la imitaci6n de) la conducta
cortesana (vi rtuosa). hacende esta plcara W1a combinaci6n mortifera
q ue a t.:x1a costa de~ se r abo rrada, tal como ocurre y se nos exp lica
desde el principia. No 5610 no se Ie da voz, sino que se Ie da m uerte.
Publica.
Si Justina renninaba con la admonici6n de su a utar para q ue se
conside ra ra su q uema p uritk adora en efigie, Elena comienza ya en
el padbulo . Los pkaros, de Lazaro a Estebanillo, jugaban al m enos
can la ilusi6n de la posibi lidad de establecerse como sujetos
discursivo;;. En el casode las pfcaras ello resulta imposible, dad o que
los atributos que las ca rac te rizan cobrarfan en sus voces la calidad
de Ul'la amenaza d emasiado explicita.
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3 . Teresa: La vida de la tercera pfcara gira en corno ados ejes que
se cruzan: el trabajo manual remunerado y el matrimonio. Cuatro
veces se casa ycuatro veces intentaestablecerse independientemente
para vivir de su trabajo_ Sus artimanas y robos se intercalan entre
estos cuatro dobles intentos fallidos. Como las anteriores pfcaras, 10
que mueve a Teresa es la necesidad de supervivencia medida en
tenninos economicos, pero en este caso, la escala aumenta un grado
mas; Teresa esta dotada de una inquebrantable voluntad de cambiar
de estado, 10 que la lleva a usurpar la identidad de una dama noble.
Esta aspiracion a ser mas irrumpe constantemente los industriosos
afanes de la protagonista que esta, asf, a caballo entre la opcion
tradicional (el matrimonio) y una nueva y radical opcion: el trabajo
remunerado, no simplemente la prostitucion_ Teresa actua como
dama, esposa,artesana y actriz, fracasando finalmente en todos sus
papeles, y si en] ustina destacaba el discurso de la riqueza yen Elena
la agresi va subversion de todos los valores establecidos, en Teresa
destaca la conciencia de la protagonista sobre sus anhelos y las bases
ideologic as que los apoyan:
No debe ser culpable en ningun mortal el deseo de anhelar a
ser rruis, el procurar hacerse rruis calificada sangre que la que
tiene, supuesto 10 cual, en mf no se debe culpar 10 que he
hecho, puesto que fue con esta intenci6n de valer rruis. (Teresa
cap XIV. Enfasis mfos)
Estas palabras dan cuenta de la clara conciencia social del personaje
creado par Castillo Solorzano: todos debieran tener acceso a los
privilegios derivados de los estados regulados por las autoridades y,
en efecto, todos reclaman esos privilegios que el orden social
establecido solo garantiza para ciertos individuos. Par tanto, la
manipulacion de la apariencia extema es la unica alternativa para
parecer rruis, y el trabajo la unica alternati va viable para tener rruis. 4
EI caso de Teresa, pese a sus obligados fracasos, abre
definitivamente las puertas de la picaresca a nuevos discursos
alternativos de subjetividad, y descaradamente da farma textual a
los planteamientos que los apoyan. EI planteamiento estructural de
la novela dice mucho sobre el asunto. Narrada en primera persona,
Subjetividad, mujer y novela p icaresca: EI caso de las picaras
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la voz de Teresa va, sin embargo, precedida de la del autor, que
comunica a sus lenore:; que esta no es sino una construccion
"fonnada de los sucesos de muchas que han servido de hacer aquf un
comp uesto". La ve ro:;imilitud de la autobiograffa queda asi
completamente fracturada .
De nuevo, la voz de la picara es obviamente reapropiada y su
discurso con veniente mente redirigido hacia la moralidad. Las picaras
enninguncaso so n presem adascomo "recuperables" 0 recuperadas ;
sus deseos de auronomla so n repetidamente presentados, juzgados
y sentenciados p(iblicamen te. La contencion de sus discursos se
re aliza mediante apelaciones a su naturaleza inferior, a su falta de
adherencia a los principios legales 0 as u identificacion con discursos
cla ramente subversivos. En todos los casos, sin embargo, se hace
necesaria la represen tacion de los discursos de estas "mujeres libres"
como subaltemos.
Condusiones
En la representacion de los anhelos de autonomfa de la pfcara,
los a utores coinciden en apun tar el factor economico como fin y el
sexual como medio. ali ados con la conveniente manipulacion de los
signos extemos ca racre ristica de la picaresca. Las picaras, sin
embargo, dada su fuerte carga sexual, tienen exito en penetrar los
lfmites del ambi to cor tesa no. Asf mismo, destaca la instr u,
mentalizacion que todas elias hacen del matrimonio como vehfculo
para proteger sus logros economicos. Como si resultara imposible
tan siquiera imaginar a la pfca ra realmente sola e independience
(como ocurre ca n el plca ro ).
Con tenidas por la misma prosa que les da la vida, las pfcaras
espanolas son un ejemplo de romo detenninadas practicas discursi vas
operaban en la Espana pre moderna al objeto de definir la legalidad
o ilegalidad de cienos disc ursos alternativos de subjetividad
co rrespondien res a grupos marginados. Criterios filosoficos,
teol6gicos, medicos, jurid icos e ideologicos se lanzaban a trompazas
con tra cualquier sospecha de subversion de las mujeres. La cual, a
su vez, apoya la so:;pecha de q ue tal impulso de subversion se habfa
materializado. La represe nracion de la mujer en la picaresca apunta
en esa misma direccion.
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Las polemicas en ro mo a si esras novelas son, fOffi1almenre ,
"picarescas" 0 no, debieran tener en consideracion el factor que las
hace distintas: el estar protagonizadas por nw.jeres (grupo mixto
sobre el cual la bateria de impedimentos para la autonomfa era
claramente distintiva) destruye a priori la ilusion de que existe un
sujeto que las impulsa , quedando este rebajado a la funcion de
objeto. La hipotesis de q ue esto ocurre debido ala "implausibilidad"
de existeneia real de rales personajes (Rodriguez) queda desvirtuada
por las recientes investigaciones historicas. 5 Mas fructffera parece 1a
revision del material textual a la luz de las polemicas habidas en
tomo ala natura1eza y funcion social de la mujer, en un perfodo en
que se esraba forrnulando y reforrnulando la funcion social de los
individuos.
En un momenco en que los criterios de sangre, virtud, obras y
riqueza se enco ntra ban en profunda tension, la picaresc a
protagonizada po r m ujeres y escrita por varones coincide en com­
binar los faetore s de sexualidad, aspiracion a la autonomfa lograda
por medio de trabajo remunerado y manipulacion de apariencias.
Los dos primeros fac tores parecen privativos de las pfcaras, el
tercero es comlin en coda la picaresca.
Algo en la combinacion sexualidad-remuneracion-autonomia
distingue a las pfcaras (mujeres pobres) y las hace hasta tal punto
peligrosas para el orden social que incluso la autonomfa discursiva
caracteristica de la picaresca (la voz) les es denegada. El hueco
social abierto por la incorporacion del discurso cortesano de 'virtud'
como definidor de 1a subjetividad aristocratica, se agranda y
profundiza con la competencia del dinero. Las reflexiones literarias
en tomo a la mujer pobre, su anhelo de autonomfa y la fuerza y
capacidad de su sexualidad, testifican el cemor ala materializacio n
de tal eombinacion y, al mismo tiempo, su existencia.
Mientras tanto , la linica posibilidad de acceso a la subjetividad
segufa siendo parrimonio del varon:
(...) generalmente mdas las mujeres desean ser hombres por
un eierto ins tin to natural que las gufa a desear su perficion.
Respondio a esto el manffico Julian: Las cuitadas no desean
Subjatividad , mujer y novela picaresca: EI caso de las picaras
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ser homb res par se r mas perfetas, sino por alcanzar alguna
libertad y h uir de aq uel senorfo que IDs hombres malamente
se han usurpado contra ellas.
B. Castiglione
NOTAS
1. El u-abajo de Castro centraba el asunto en el probable origen
conve rso de los au to res de novelas picarescas; esto justificarfa la acid e z
que parece nota rse en elias acerca de los criterios de sangre. Bataillon, sin
embargo , avanza la tesi, en se n tido inverso: no son los autores---entre lo s
que, por eje mplo esta el nada dudoso Quevedo---sino los procagonisr.as
picarescos lo s que son de origen ciertamente dudoso, cuando n o
abierta mente judro, CO [lVe rso 0 morisco. Bataillon estudia con detenimie nto
el caso de La Picara Justina, y documenta de manera convincente la
relaci6n de su au ro rco n la corte y con cierto senor de Calder6n de dudosa
alcurnia, pew ce rcano al poder. No obstante, no:;e examinan a fondo las
implic aciones de q ue sea una mujer la protagonista de la historia.
2. La suertc de las nove las de plcaras en los estudios puede resumi rse
en tre s palahras: tn"ac(lCamerue no irueresan. La crftica de los siglos XIX y X X
ha apartado esras novelas de la serie picaresca relegandolas a a la categoria
de engendros de escaso uvalor estetico", "forma vada", "not fully de ve l­
oped p fc a ro$~ , ucom puestosdegeneradosde arte", etc. Para 10 relaciona do
con esta siruacion puede consultarse Coli (1993).
SubJetividad . mujer y novela picaresca: EI caso de las pfcaras
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3. Cruz (1989) sostiene que la picaresca de mujeres no comparte can
la de los picaros ni sus origenes ni sus prop6sitos. En cuanto a 10 primero,
Cruz opina que el origen de la picaresca de picaras esta en La Celestina. A
pesar de q Ue comparto la conexi6n del mode 10 de la picara con la vieja de
Rojas, no creo que haya h asta el momento manera de demostrar una
propuesta tanconcreta.Ademasdel mode 10 de Rojasestan losde Delicado
y Juan RUlz, por no hablar de Aretino y otros autores excranjeros. En
cuanCo al segundo aspecto, Cruz parece ligarlo unicamente a la cuesti6n
sexua l, y, especiflcamence a la proscicuci6n. Ahora bien, explicita 0
implicitamente hay tambien prostituci6n de mujeresen las tlidas de Lazaro
yde Guzman, aunque sedesarrolle masen lasde las picaras. En miopini6n,
no se trata s610 de prostituc i6n, hay variables que van de la alcahueteria
alserviciodomestico, pasandoporel teaaoyel trabajomanual remunerado.
La figurade la picara se moldea ademas sobre un fuerce componence racial
que no puede dejarse de lado, aunque tampoco sea, en mi opini6n el
cricerio basico.
4. Blanco Aguinaga ( 1989) realiza un estudio centrado precisamente
en las relac iones de dineroencendidas posicivamence que aparecen en esta
novela. Las conclusiones de mi escudio confirman, en parte, la
incerpre taci6n de Blanco. Sin embargo, su analisis parte de la comparaci6n
de T eresacon una novel a inglesa y posterior, MoU Flanders, en mi caso, esto
se escudia sin salir de las plcaras espanolas, todas elias anceriores a la
inglesa.
5. Vease porejemplo una disposici6n de las autoridadesde Madrid del
ano 1631 que claramente identiflca el tipo (tomada de Vigil):
Se pregone en esca Co ree, acento a la muchedumbre de mozas que
pueden servir, que han venido y vienen a esca Corte y andan
vagando por ella por bodegones y cabemas que no so lo son
vagab undas, sino que andan por las calles, portales y cajones
incicando a los hombres a qUe ofendan a Dios con elias y asiscan
con los amos.
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