Cervantes y su Viaje á Italia: estudio histórico

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2010 with funding from
University of Toronto
http://www.archive.org/details/cervantesysuviajOOgonz
CERVANTES Y SU VIAJE Á ITALIA
Trabajos Cervantinos del mismo Autor
Cervantes y el Monasterio de Santa Paula
DE Sevilla, (agotada).
Recuerdos autobiográficos de Cervantes en
«La Española Inglesa».
Cervantes en Córdoba.
Monjas Sevillanas Parientas de Cervantes.
Cervantes y Sevilla,
(en prensa).
Obra pre-
miada por unanimidad y por mérito absoluto
en
el
Certamen
literario
convocado por
la
Junta provincial de Sevilla para conmemorar
el
tercer Centenario
Cervantes.
de la muerte de
CERVANTES
Y
91?
VIAJE A ITALIA
ESTUDIO HISTÓRICO-CRfTICO
POR
N6RBERT0 GONZÁLEZ AURI0LE5
CONFERENCIA LEÍDA EN
CL D(a
19
E(
ATENEO PE MADHID
DE ABRIL DE IQIÓ; SEGUNDA DE LA SERIE ORGANIZADA POR
EL COMITÉ EJECUTIVO DE
I.
A JL'NTA CE^^-RAL PARA
CONMEMORAR
EL TERCER CENTENARIO DE LA MUERTE DE CERVANTES.
f^qpg^'»
MADHID
ímp. de la Viuda de Antonio Alvakez
Marqués de la Ensenada, H
1916
ES PEOPIEDAD
DEL AUTOR
CERVANTES Y SU VIAJE A ITALIA
l5EÑ0R.\S Y señores:
Al aceptar con
go de consumir un
la
debida gratitud
el
honroso encar-
turno en esta serie de Conferencias
cervantinas, aunque
convencido de no poder ofrecer
cosa que fuera digna de vosotros ni de este ilustre recinto, abrigué la esperanza de salir del trance lo
menos mal
posible, con un trabajo, desaliñado y pobre como mío,
pero de investigación propia y
gún documento
tal vez
avalorado con
inédito, único aliciente
al-
que podía mo-
ver la curiosidad de los eruditos y de los meramente
aficionados á esta clase de estudios. Fracasado, empero,
mi
intento por circunstancias de índole particular, que
no son
del caso referir ni á
tenido que limitar
fuerzas, á
una
nadie imiv)rta conocer, he
mi empeño, siempre
superior á
mis
sencilla aportación de elementos de jui-
cio para ilustrar un punto interesantísimo de la vida de
—
fi
—
nuestro gran escritor, punto no examinado con la debida
amplitud por ninguno de sus biógrafos.
Me
que
refiero, señores, al viaje
realizó á Italia
en
hecho más importante de su
1569, viaje que con ser
el
juventud, pues de
derivaron, no diré todas pero
las
él se
más grandes de
con certeza sobre
sus desdichas, nada
las causas
que
lo
sí
hay averiguado
determinaron.
La
hipótesis generalmente admitida es la de D. Martin Fer-
nández de Navarrete,
el
cual supone que Cervantes mar-
che')
á Italia con Monseñor Aquaviva, cuando éste regre-
só á
Roma después
same á Felipe
de cumplir la misión de dar
li por la
el
i^-
muerte del príncipe D. Carlos.
Los hechos que sirven de fundamento á
esta conjetura
son los siguientes: pocos días antes de llegar á Madrid
el
Legado del Papa, ocurrió
D.'^
el
fallecimiento de la Reina
Isabel de Valois, cuyas suntuosas exequias se cele-
braron en 27 de Octubre de 1568 en la Iglesia de las
Descalzas Reales. Encargado de componer las letras
epitafios para el túmulo, según
el docto
y
costumbre de entonces^
humanista, Juan López de Hoyos, maestro del
Estudio público de la Villa, Cervantes, á la sazón discípulo suyo, y discípulo por cierto
cribió
un
epitafio en
forma de
y una larga elegía en
tercetos
muy
soneto,
aventajado, esvarias quintillas
que dedicó
al
Espinosa, Presidente del Consejo de Castilla.
Cardenal
Aunque
estas poesías no se publicaron hasta el año siguiente, su-
pone Navarrete que dehuS áo leerlas Monsoñor Aquavivft
y que, prendado del
ingf^nio de Corvantes ó tal voz
comiMvdecido de su escasa suerte, resolvió protegerle admitiéndolo en su servidumbre.
Pero estA conjetura, que algunos gradúan de verdad
histórica, ó poco
menos, ha j)erdido autoridad y crédito
en nuestros días, tanto por
el
hallazgo de nuevos docu-
mentos, cuanto por un examen
chos en que
marchar
:l
se
funda.
Italia
En
más
detenido de los he-
que Cervantes pudo
efecto;
con Monseñor Aquaviva, no es suceso
inverosímil aunque no hay ningún dato que lo
pruebe; pero
si
es inverosímil
<mozo de muchas
baj;vdor
letras»,
que
el llegado del
según escribía
al
Papa,
Rey su Em-
en Roma, D. .Juan de Zúñiga, resolviera pro-
teger á Cervantes por la fuerte impresión
su
com-
ánimo
la lectura
que
caus<^
en
de fus primeros versos.
Alguien, sin embargo, podría invocar á
tal efecto la
singular opinión de un malogrado escritor contemporáneo, el Sr. Navarro y liedesma, el cual, nó por falta de
sentido critico ni de gusto literario, pero influido
¡xjt
su
devoción á Cervantes, no sólo afirma en redondo que fue
gran
|y)eta
da elegía,
en verso, sino que,
se atreve
al
ocuparse de
la indica-
á compararla con la canciím de Fray
Luis de I^ón á la muerte del Príncipe D. Carlos.
(1)
tEl Ingenioso Hidalf?o>, pág,
fió.
(1) ¡.\
tales estravíos
conduce
el
fanatismo cervantino, no me-
nos peligroso en orden á las letras que cualquiera otro
fanatismo!
Mas no hay que
hacerse ilusiones; de sobra saben los
que han tenido paciencia de
mayada y tenebrosa
te,
aún por
el
leer de
cabo á rabo tan des-
pieza, que, juzgada
imparcialmeu-
gusto de aquellos tiempos, no pasaría á
todo correr de la nota de mediana. ¿Por dónde, pues,
Monseñor Aquaviva ni nadie podía columbrar en aquellas
primicias poéticas, nó ya
el
agudo y clarísimo inge-
nio del futuro autor del «Quijote», pero ni siquiera
talento satírico que arguye el punzante soneto al
de Felipe
II, ni la
honda poesía que entraña
canción del pastor Grisóstomo? El
muy
un
Navarrete, no
pasaje de la «Ortografía Castellana>
de Mateo Alemán, que dice
sirviendo al
en
así:
«En tiempo que
asistí
Rey Felipe 11 nuestro Señor que está en
oficio
mayor de
fué,
la sentida
persuadido de la solidez de su conjetura, pretendió
robustecerla con
ria,
mismo
el
túmulo
glo-
de contador de resultasen su contaduría
cuentas, entre otras
que habiendo
allí
muchas grandezas que
llegado de parte de S. S. Pió
vi,
V
cierto Príncipe de la Iglesia para tratar negocios de ella,
tanto gustó de algunos cortesanos de ingenio, que con
curiosidad granjeaba su amistad y
liar,
que no solo
so
se le hizo
tan fami-
honraba de tenerlos en su posada y
llevarlos en su carroza,
más convidándolos
á comer les
—
daba
libcralinente su
'J
—
mesa haciéndoles muchas particu-
lares mercedes». (2).
Pero es
el
caso quo este pasaje, contra lo imaginado
por Navarrete, no puede referirse á Monseñor Aquaviva.
Ya
le
os poco vorosimil
que
este {jersonaje,
suponiendo que
fuera familiar la lengua castellana, hiciera amistades
intimas durante su breve j)ermanencia en la Corte; pero
es
menos verosímil que Cervantes, muchacho de veintiún
años, de familia humilde y sin
más
bagaje literario que
unos versos incoloros, fuera uno de
los ingenios corte-
sanos á quienes tan liberalmente fcbtejaba aquel Legado
Pontificio.
dario de
Fuera de
esto, si bien
Aquaviva era Refren-
ambas Signaturas cuando vino á Madrid,
ni era
Principe de la Iglesia, pues no adquirió esta jerarquía
hasta
á la
el
Consistorio de
Mayo de 1570 en que
fué elevado
púrpura cardenalicia, ni vino á tratar negocios de
Iglesia, sino
única y exclusivamente á cumplir
la
la
mi-
sión anteriormente indicada.
Pero la razón principal estriba, en que Mateo Alemán
no pudo coincidir en Madrid con
el
Legado de Pió V.
Sobre no ser verosímil que á los veintiún años ejerciera
un cargo de tanta imiwrtauciaen
del Rnino el
(2)
f." 77,
cOrtografia
V.
la
Contaduría mayor
futuro autor del «(íuzmán de Alfarache»,
Castellanaf, edicióu
«le
Méjiío,
IfiO'J,
—
10
—
consta de los datos publicados por
tros cervantistas, D, Francisco
primero de nues-
el
Rodríguez Marín, en su
Academia Espa-
excelente Discurso de recepción en la
ñola, que, aprobado que
hubo en Abril de 1568
el
cuar-
Universidad
Com-
plutense, se trasladó á Sevilla, su patria, donde,
domi-
to
y último curso de Medicina en
ciliado con su
madre en
la
la collación
otorgó en 11 y 27 de Octubre del
de
la
Magdalena,
mismo año
dos escri-
turas de deber, relacionada la segunda con su matrimonio,
y en
la
misma ciudad continuó de
do á ocupaciones
asiento dedica-
muy ajenas al oficio de contador de
muy posterior á la muerte de Pío V
resultas, hasta fecha
ocurrida en
Hay que
Mayo
de 1572.
(3).
reconocer, por tanto,
como ya
indicó el se-
ñor Rodríguez Marín, que anduvo trascordado en la cita
el
famoso autor de
saje
no puede
la «Ortografía Castellana», cu3'o pa-
referirse á
denal Alejandrino,
Monseñor Aquaviva, ni
como supone el
al
docto hispanista
Car-
Mo-
rel Fatio, ni á ninguno de los Legados que vinieron á
.Madrid durante el Pontificado de Pío
\'
con motivo del
desacuerdo surgido entre Felipe II y la Curia romana
por la ingerencia de los Ministros del Rey Católico en la
(3)
«Los Despachos de
la
Diplomacia pontificia en Es-
paña», por D. Ricardo de Hinojosa.
pág. 212.
— Madrid,
1896,
tomo
I,
—
jarifldiccií^n eclesiástica
11
de los dominios españoles en
Italia. (4>
U
Más
verosímil es la segunda parte
de Navarrete,
escasíi suerte
<)
di'
la
conjetura
sea que, compadecido Aquaviva de
de Cervantes,
la
admitió en su servidum-
le
bre al regresar á liorna. Pero también ofrece esta pro-
muy
posición
agrias diticultades.
mente admitida de
ser tal,
La
creencia general-
en aquella fecha,
la situación
de Rodrigo de Cervantes que no tenia recursos piíra sos*
tener la carga de su familia, carece en
mi
sentir de fun*
dameuto. Lo demuestra, en primer término,
que
le
dio en 2 de Diciembre de
poder
el
1566, D." Leonor de
Cortina, su mujer, para cobrar los bienes que
le
corres-
pondieron por muerte de D." Elvira de Cortina, su
madre, suceso que motivó
Madrid de toda
cumento
ta,
se
la
el
traslado desde Sevilla á
familia de Cervantes. (5) De este do-
deduce, que
la
herencia no fué de poca
mon-
puesto que autoriza á su marido, no sólo para «ven-
(4)
186 y
(6)
cIjOs
Despachos de
la
DipIou)acia>,
tomo
sítí.
Pérez Pastor,
Do«-.
Cervant., touio
II, I.
I,
pájíina
—
der, trocar
—
y enagenar cualesquiera casas, viñas,
censos, etc».,
que á mi
12
me
tierras,
sino para «arrendar cualesquier bienes
pertenecen»; autorización de la cual hizo
uso Rodrigo de Cervantes al siguiente año, vendiendo
en
el
término de Arganda en
ravedís,
mil quinientos
una viña de quinientas cepas.
mismo documento
Del
siete
se
ma-
(6)
deduce, que D.^ Leonor de
Cortina, sin contar la herencia de su madre, era dueña
de otros bienes que aportó al matrimonio y que radicarían, probablemente, en Madrid. Dice en efecto la escritura:
«E para dar más fuerza
é validación
á
lo
en esta
carta contenido, obligo todos mis bienes muebles y raíces é dotes é arras é bienes parafernales
tengo etc.».
Y
hay que añadir á todo
dre de Cervantes no estaba en Madrid,
viviendo,
jer.
como pudiera
Nada de
eso.
que yo he y
esto,
que
mano sobre mano,
creerse, de las rentas de su
Con más ó menos
pa-
el
mu-
clientela, lo cierto
es que ejercía su profesión de médico cirujano, según
consta en la donación que hizo en Junio de 1568 á
Andrea de Cervantes,
D.'^
un
tal
la
hermana mayor de Miguel,
.Juan Francisco Locadelo, de naturaleza italiano,
personaje misterioso que acaso favoreció en su país,
año después, á nuestro gran novelieta.
(r>)
Pérez Pastor, Doc. Cervant., tomo
(7)
ídem,
id.,
tomo
I, III.
(7)
lí, II.
un
—
—
13
Dice asi la escritura: <Sepan cuantos enta carta de
donaci<>ii vieren etc,,
mucho
obligación é soy en
dnm
por cuanta) yo
(jue
tonu'o
mucha
Doña An-
cargo á la Señora
deO'rvantes, hija de liodrigo de Cervantes, resi-
dente en esta Corte, ansi i)orquo estando yo ausente de
mi
natural
eti
esta tierra rae
ha regalado y curado algu-
nas'enfermedades que he tenido, asi ella como
ó hecho por mi etc
donación,
amén de
..»
padre,
trescientos escudos de oro en oro
varias prendas femeninas, entre ellas
seis cofias
íií
Por cierto que en esta cuantiosa
una saya do
y de
raso,
de oro y plata, dos jubones de terciopelo, tres
basquinas y un manto de burato de seda, figuran seis
colchones de Rúan, seis sábanas, tres bufetes de nogal,
un
espejo, seis tablas de manteles, braseros, sillas, pla-
tos
y otros enseres y utensilios domésticos,
mite suponer que
la donacif'm
la
lo
cual per-
hizo Locadelo al
le-
vantar casa para volverse sin duda k Italia.
El hecho
Villa,
mismo de
demuestra que
eer
los
alumno en
el
Estudio de la
padres de Cervantes,
si
no dis-
ponían de medios suficientes para sostener á su hijo en
las aulas
salmantinas ó complutenses, no carecían de
lo
necesario para sustentarle y aún para dar A eu ingenio
alguna educación
literaria. Síjbre este
punto, sin
em-
bargo, he de hacer algunas observaciones. Opinan al-
gunos escritores y yo con
de todos, que
la situación
ellon,
aunque
el
de Cervantes en
más humilde
el
Estudio de
—
la Villa,
no podía
el estricto sentido
ser la
-
14
de uno de tantos discípulos en
de la palabra, sino la de auxiliar ó
pasante, cargo que estaba en consonancia, no sólo con la
edad de veintiún años que á
la sazón tenía, sino
con
el
grado de instrucción en letras humanas que acreditan
sus composiciones poéticas, sobre todo la elegía, en la
cual hace gala de conocimientos no vulgares en mitología clásica.
Viene en apoyo de esta conjetura, ya de suyo razonable, el
acuerdo tomado por
el
Ayuntamiento de Madrid
en 4 de Febrero de 1568, que
dice:
«Atento á que
el
maestro Juan López que está nombrado para preceptor
es
(8)
hombre
bastante, que no
haya más de un estudio».
Refundidos, pues, en uno, todos los Estudios de la
Villa y
aumentado por consiguiente
el
número de alum-
nos, bien puede admitirse que la enseñanza de los
«me-
dianos» y de los «menores», según la clasificación de entonces, tendría que compartirla el preceptor con
más
auxiliares.
¿Y no
es razonable admitir
esos auxiliares fuera- Miguel de Cervantes, el
discípulo» de López de Hoyos, el
suyo y en nombre de todo
el
Espinosa su extensa elegía á
(8)
uno ó
que uno de
«amado
mismo que por encargo
Estudio dedicó al Cardenal
la
muerte de
Pérez Pastor, Doc. Cervant., tomo
la
Reina?
II, pág. 355.
¿Y
—
—
16
por qué no admitir también que de los 35.00(J mará vedis y
un
que tenía de salario
caiz de trigo
el
maestro
(9),
percibía Cervantes en justa recomi)ensa A su trabajo al>runa gratificación ó
ayuda de
con
costas,
la cual, sin ser
gravoso á su padre, podía cultivar sus aficiones poéticas
y esperar ocasión de mejor destino?
De cualquier manera, por una
raz<')n
ó
])or otra, la
suerte de Cervantes por aquellos días, quizá los
más
her-
mosos de su vida, no podía inspirar compasión á Monseñor Aquaviva, ni á nadie.
altivez de su carácter,
la
Y
si
A esto se une la digna
no es verosímil que contrariando
voluntad de su padre, en cuyas venas corría sangre de
hidalgo, abandonara su modesta pero decorosa situación
de pedagogo en
el
Estudio de la
para aceptar
\'illa
cio de criado, siquiera lo fuese de
el ofi-
un señor de muchas
campanillas en la corte de Pío V.
Existo, además,
un
document<^), no conocido do
varrete, del cual se deduce otra razón no
en contra de pu conjetura.
Me
refiero
á
Na-
menos poderosa
la
Información
do hidalguía y limpieza de sangre pedida por el padre
de Cervantes en Diciembre de 1569, en cuyo documento, si
bien confirma la residencia de su hijo en
no dice que estuviera
(9)
Pérez Pastor,
al servicio
l)oc.
de
Roma,
Aquaviva, detalle.
Cervaut., pág. 366.
—
16
—
que, siendo favorable al objeto de la información, no
lo
hubiera omitido en aquel escrito. (10) Dedúcese, por
tanto, de lo expuesto, que el viaje de Cervantes á Italia
no tuvo relación alguna con
más probable que no
entrara á su servicio hasta 1570,
es decir, después de ser
cierta
con
lo
de Aquaviva, siendo lo
el
nombrado Cardenal,
declarado por
el
mismo
lo cual con-
Cervantes en
el
prólogo de «La Galatea».
III
Mas
verosímil y mejor documentada qi>e la de
varrete, es la conjetura tibiamente
gunos años por
Na-
formulada hace al-
D, Jerónimo Moran en su «Vida de
Cervantes»; siendo bien extraño que nadie hasta ahora la
haya estudiado con
la
necesaria detención para
determinar como es justo su valor histórico. Descansa
esta conjetura en
mo
Sr.
un documento exhumado por
Moran en
él
el
mis-
archivo de Simancas, del cual
puede deducirse que, perseguido Cervantes por haber
causado varias heridas á un Antonio de Sigura, tomó
la resolución de fugarse á Italia.
(10)
Se trata de una Pro-
Pérez Pastor, Doc. Cervant., tomo
II,
IV.
—
visión
15(íO
Ko;\l, fcclia
-
en Madrid á lá dp .Soptienibre de
y cuyo tenor en
orno
lo esencial es
sigue:
(11)
á Vos Juan de Medina nuestro Al-
«P. Felipe etc
guacil, salud
17
y gracia: sepades que por
los
Alcaldes de
ha procedido en rebeldía contra
Nuestr;t Casa y Corte se
un Miguel de Cervantes, ausente, sobre raz-m de haber
dado ciertas heridas en esta Corte á Antonio de Sigura,
andante en esta Corte... sobre lo cual
el
dicho Miguel
de Cervantes fué condenado á que, con vergüenza pública le fuera cortada la
mano
derecha y en destierro de
diez años.... y habiendo sido informado que el dicho
Miguel de Cervantes
y que estaba en
la
se
andaba por
estos nuestros reinos
Ciudad de Sevilla y en otras
Vos mandamos... que con vara de
la
partes...
nuestra justicia
vayáis á la dicha ciudad de Sevilla y á todas las otras
partes villas y lugares que fuere necesario.... y pren-
dáis
el cuer|)o
de dicho Miguel de Cervantes y preso,
con los bienes que tuviere y á buen recaudo,
la cárcel real de esta nuestra Corte para
ella, vista
provea
lo
(11)
á
que estando en
por los dichos nuestros Alcaldes bu causa, se
que sea
justicia...»
.Vhora bien: coincidiendo el hecho
mento
le traer
se refiere
con
la estancia
cá
que
docu-
este
de Cervantes en Madrid»
D. Jerónimo Moran, Vida de Cervantes,
pá>;. 134.
2
-
—
18
ser autor de las heridas á
¿pudo
Higura
el
Principe de
Ingenios españoles? Fácil seria contestar á esta pre-
los
gunta de haberse encontrado
el
proceso del cual se deri-
va la Provisión Real que acabo de
mente,
por
el Sr.
tistas,
Moran como por
Desgraciada-
según hace constar
Guzmán en
más
la
esperanza
menos próxima, porque,
ó
docto académico D. Juan Pérez de
el
su notable estudio sobre «La criminalidad
en tiempo de los Austrias», todos
el
tanto
otros distinguidos cervan-
han resultado infructuosas. Ni cabe
de su hallazgo en fecha
dos en
leer.
las investigaciones practicadas al efecto,
Archivo de
la Sala de
los procesos conserva-
Gobierno de
los
Alcal-
des de Casa y Corte, desde 1542 en que empezó, hasta
1700, fueron vendidos al peso por papel viejo á media-
dos del siglo XVIII.
Existen, sin embargo, á juicio mío, nó diré pruebas, pero
se trata
sí
racionales indicios para sospechar que no
de una mera coincidencia de nombres y apelli-
dos, sino que realmente
pudo
ser nuestro Cervantes el
perseguido por la justicia en 1569 y ser este suceso
verdadero motivo de su viaje á
tar,
en primer término, que en
de Madrid correspondientes
Italia.
el
Es digno de no-
los libros parroquiales
al siglo xvi, todos ellos cui-
dadosamente examinados por Navarrete y otros distinguidos cervantistas, y
timos tiempos por
el
muy
[especialmente en estos úl-
docto bibliógrafo, D. Cristóbal
—
19
—
Pérez Pastor, en ninguno de ellos se ha encontrado
nombre de Miguel do
Lo mismo puede
Cervantes.
el
afir-
marse respecto á aquellas poblaciones de Castilla y Andalucía donde residieron por la
familias de igual aj)ollido.
Con
misma época muchas
ser tantos,
en efecto,
los
Cervantes que figuran en padrones, escrituras y parti-
das parroquiales, ninguno lleva
salvo,
como
es s:\bido, el
el
nombre de Miguel,
de Alcázar de San Juan, al
cual no puede referirse la Provisión de 1569, aun admi-
tiendo que residiera en Madrid, pues sólo contaba en
aquella fecha, once años de edad.
lieconocido, por otra jiarte,
y sancionado en nues-
tros días por escritores tan graves
lla
y Rodríguez Marín
el
como
Cotarelo, Boni-
valor autx)biogríitíco de
chas obras de Cervantes, no es
difícil
encontrar en ellas
pasajes y alusiones que recuerdan con
exactitud
el
mu-
más
ñ
menos
incidente de Sigura. Por el pronto, no se
sabe todavía á qué imprudencia de su juventud aludió
en
el
Capítulo IV del «\'iaje del Parnaso», cuando la-
mentándose de su escasa fortuna á Timbreo,
-dios
Apolo,
le
contesta lo que sigue:
«\'ienen his malas suertes atrasadas
y toman tan de lejos la corriente
que son temidas \)cto nn excusadas-.
El bien
les
viene á algunos de reix^nte;
á otros poco á poco y sin pensarlo
<»
sea el
—
—
20
y el mal no guarda estilo diferente.
El bien que está adquirido, conservarlo
con
maña
es'no
tu
mismo
y yo
diligencia y cordura
menor virtud que
te
el
granjearlo;
has forjado tu fortuna,
he visto alguna vez con ella,
te
pero en el imprudente poco dura».
Ocurre, sin embargo, que en la interpretación de
estos versos
no hay dos
modo. D. Vicente de
escritores
los
que opinen del mismo
Ríos supone que la impruden--
cia á que alude Cervantes, motivo de su desventura,
fué la de haber pasado su primera juventud dedicado á
la poesía,
abandonando
otros
caminos más seguros para
encontrar remedio á su pobreza.
Pellicer, la atribuye á
su casamiento. Quintana, á su carácter
zumbón y á su
propósito de ridiculizar, para enmendarlas, las flaquezas y extravagancias de los hombres. Navarrete,
aunque
poco explícito en este punto, insinúa que no supo conservar las comisiones de Andalucía; y, por último, Ari«-
bau, tomando pie en la opinión de Navarrete, atribuye
su pobreza, nó á imprevisión ni á falta de probidad en
su cargo de Comisario, sino á su carácter compasivo
si se
y
quiere manirroto.
Pero ninguna de estas opiniones interpreta fielmente,
á juicio mió, la alusión autobiográfica.
Ríos, que es la
más
excluirse, puesto
r¿izonable, todas las
Salvo la de
demás deben
que aluden á sucesos y circunstancian-
—
•posteriores á sn restitución á
-que los versos del primer
una imprudencia
España en lóSO, eiendo
puedon
terceto w'Ao
de su primera juventud.
ble, sin
embargo, que
pone
malogrado
el
—
21
esta
en aquel tiempo abrían
las puertas
cos, ó bien ofrecían á los
-cicio
á
es proba-
la
que su-
escritor cordobés; ¡wrque si Cervan-
no emprendió en edad conveniente
tes
referirse
No
imprudencia pea
así
que
de los cargos públi-
hombres de
de las profesiones libres
los estudios
talento en
el ejer-
una posición desahogada
y digna, no es verosímil que tal conducta ol)edeciera á
flu
extremada afición á componer
tible
con toda clase de estudios y que raro será
chacho que no
no siguió, en
la
nó
al
compael
mu-
haya padecido. Es más razonable,
efecto, estudios universitarios,
no bien averiguado todavía,
Ta,
versos; afición
—que
tal
si
— punto éste
omisión obedecie-
motivo indicado por Ríos, sino á otro
muy
distinto, tal vez la falta de recursos, pues no es lógico
suponer en quien tuvo de niño tan gran afición á
tura, ([ue,
luego,
adolescente,
repugnara
la lec-
someter su
claro entendimiento á las sólidas y severas disciplinas
de
la
enseñanza escolar.
De todos modos,
una
los tercetos
significación tan imprecisji
que he
leidt)
no tienen
y vaga como supone
Ríos, sino que concretamente aluden á
un período afor-
tunado df su vida, período interrumpido por una imprudencia de su juventud que cambió de un modo per-
—
mauente, en sentido adverso,
¿Y no
el
sería ese período, el de
sonreía y en
ciendo
la del
—
22
el
el
rumbo de
15G8, en
el
su fortuna.
que todo
cual, halagado por sus padres
le-
y mere-^
cariño y la protección de su Maestro y acaso-
mismo Cardenal
Espinosa, podía continuar sus
estudios y hacer cara á la pobreza con esperenzas de ven-
más o menos propincua? Lo
tura
de este período,
no contó en
nios.
Y
en
al cual
el resto
tal razón
cierto es que,
puso término su viaje á
á partir
Italia,
ya
de su vida sino tristezas é infortu-
me fundo
imprudencia á que alude en
para sos^^echar, que la
el
«Viaje del Parnaso»,
bien pudo ser la de haberse dejado llevar con punible
ligereza de lo impetuoso de su carácter, ventilando á cu-
chilladas con Antonio de Sigura
una cuestión
baladí,.
probablemente amorosa, cuyas lamentables consecuencias le obligaron á huir de
España para no caer como
delincuente en las garras de la justicia.
IV
En
el
mismo orden autobiográfico, hay otras
novelas
cervantinas cuyos pasajes y alusiones, debidamente coor-
dinados, permiten reconstituir con
el proceso
muy
probable acierto-
á que se refiere la Provisión Real,
llardo Español»,
comedia cuya acción
En
el «día-
se desarrolla
en
—
Orin, defendida por
—
23
Conde de Alcaudeto, hay un
el
opi-
sodio de caríxcter amoroso al cual está ^ulxirdinado todo
el interés
de
Cuenta su historia
la fábula.
garita, por la cual salieinos
la
joven Mar-
que es huérfana de padre y
madre y que ha llegado á Oran en busca de D. Fernando de Saavedra, del cual está enamorada, y luego dice:
«Quedé con
un hermano
solo
de condición tan bizarra
que {mrece
(jue
en
él solo
hizo asiento la arrogancia.
Llegó
edad de casarme,
la
luciéronle mil
demandas
de mí, no acudió á ninguna
fundándose en leves causas.
V
entre
fué
bs que me
pidieron
uno, que con la espada
satisfizo la respuesta
según
80 la
dieron mala.»
Prosigue en otra escena
el
cuento de su vida, y dice
Margarita:
c
Quede
si
mal no me acuerdo
en una mala respuesta
que di<') mi bizarro hermano
á un caballero de prendas;
el
cual, j)or satisfacerle,
muy mal
herido
le
deja.
y fuese á Italia
segi'm después tuve nuevas.»
Ausent<')se
—
La
24
—
posible relación de este lance imaginario con el
incidente de Sigura, ya la sospechó D.
Gerónimo
Moráii,,
sospecha que acentúan hasta elevarla á la categoría de
un hecho
casi
comprobado,
ca de los Ríos y
rice Kelly.
vo
el
el
la ilustre escritora D." Blan-
no menos ilustre hispanófilo Fitz Mau-
Sin embargo, quien con
más
firmeza sostu-
valor autobiográfico de este episodio novelesco, fué
el Sr.
Díaz de Benjumea. Lo que hay es que este distin-
guido escritor establece la relación, nó con
el
incidente
de Sigura, sino con los amores de Cervantes y D/' Catalina de Palacios y Salazar, relación, nó ya inverosímil
pero absurda, pues al partir á Italia en 1569
el
futuro
cautivo de Argel, sólo contaba cuatro años de edad
noble
dama
dio la
En
mano
la
de Esquivias que en Diciembre de 1584;
le
de esposa.
misma comedia hay
to de los anteriores, que, si
levantan
la
el velo
en
i^ste
otros versos,
complemen-
no descorren del todo, algo
intrincado y misterioso asunto.
Concertada la boda de D. Fernando y Margarita, un suceso inesperado pone á punto de echar á pique la unión
de los dos amantes. Es
el
caso que, contraviniendo las
órdenes del Conde, sale D. Fernando al
campo enemigo
para batirse en duelo con un moro de
mucha
cuenta;
falta gravísima por la cual con arreglo á las leyes militares,
ha de sufrir un severo
rígese D.
Fernando
al
castigo.
En tal
angustia, di-
Conde y con gran respeto
le dice:
—
—
2ó
Si confesar el delito
con claro arr«>p«Miliniionto,
mitiga en parte
del Juez que
la ira
sabio y recto;
Yo, arrepentido, aunque tarde,
e.s
mal que hice
el
8Ín dar
más
confieso
disculpa de
él
que un honrado pensamient*^.
Intercede en su favor
oeder éste
el perd(»n, le
un amigo
Conde y
del
al cqd-
dice á D. Fernando:
Agradecedlo
padrino
al
que habéis tenido, que creo
que
do
Y
allí llegara la
lleg') el
yo pregunto
pena
delito vuestro.
aliora; ¿este
D. Fernando de Saavedra, en
el
perdón imaginario de
cual está representado
Cervantes, no sería reminiscencia de otro perdón positi-
vo en
el
de por
proceso de Sigura?
el
delincuente
¿Y
licticio,
ese padrino
que
interce-
no tendría también repre-
sentación histórica en alguna persona de suposición y
valimiento en la Corte, acaso
el
maestro López de Ro-
jos, del cual era amigo y mecenas
el
Cardenal Es-
pinosa?
Cualquiera que sea
el
valor de esta conjetura, no
deben olvidarse aquellos significativos versos que ponen
fin
á la comedia:
—
26
—
«Cuyo principal intento
ha sido, mezclar verdades
con fabulosos inventos.»
En
«Persiles
y Sigismunda», hay
cuya posible relación con
el
otro incidente,
de Sigura, la diputa vero-
símil cervantista tan autorizado
como
Bonilla y
el Sr.
San Martín, Es aquel en que, «Antonio, hijo de padres
ofendido por un caballero públicamente,
hidalgos»,
arremete contra
la cabeza dos
él,
espada en mano, propinándole en
tremendas cuchilladas. Cotejado
cidente con el del «Gallardo
Español»,
en cuanto
al
amores en
el «Persiles», sino el
motivo de
la reyerta,
tonio por ser tratado de
tienen, sin embargo, de
lo esencial,
si
este in-
bien difieren
que no es cuestión de
agravio que recibe An-
Vos y no de Vuesa merced,
común y
que en uno y otro caso
semejante, y esto
el
e-í
delincuente se au-
senta y huye de España. (12)
Pero hay en este episodio del «Persiles» un detalle,
no advertido hasta ahora, cuya significación en favor de
mi
tesis es
de las
más
claras
y
precisas.
Cuenta Anto-
nio la historia de bu contienda y al llegar al
de herir á su contrario,
(12)
momento
dice: «Alborotáronse los circus-
Persiles y Sigismunda, libro 1,°, capítulo V,
—
mano
tAnteo, pusieron
mis padrea,
27
contra m¡, rctiremo á casa de
contéles el caso, y, advertidos del
en que estaba,
me
peligro
proveyeron de dinero y de un buen
me
caballo, aconsejándome que
me
—
pusiera en cobro ¡K)rque
había granjeado muchos y pfíderosos eneruig()B>,
Y
yo pregunto de nuevo;
sería recuerdo de
narrativo, no
trozo
¿este
una escena verdadera en
la cual
ron actores los padres do Cervantes y Cervantes
fue-
mismo
después de su riña con Antonio de Sigura? ¿A qué traer
á cuento, en otro caso, un pormenor tan intimo que
ningún interés aporta al
desarrollo ni en
Ni son estos
relato, ni sirve
el desenlace
los
de
la
para nada en el
fábula?
únicos datos que con probable rela-
ción al proceso de Sigura pueden encontrarse en el
silest.
Hay
lencio por
uno, sobre todo, que no debo pasar en
que arroja mucha luz en
ro á la carta
se halla
el
asunto.
Me
si-
refie-
que recibe lAntonio», en Roma, de un
compatriota suyo, en
que
f Per-
presfj
en
la cuaJ,
después de participarle
la t Torre
de Nonai^ de aquella
ciudad y condenado á la última pena por haber reñido
y dado muerte á un hombre,
en favor suyo para obtener
le
suplica que interceda
el perdón.
Y añade
la carta:
—
.'¿8
—
'«Advierto á Vuesa JVIerced, Sr. mío, que los Jueces de
;e^ta tierra
.corteses
úo no
no desdicen nada de
y amigos de dar y
ha}' parte
que
los
de España: todos son
reeibir cosa justa
solicite la justicia,
y que ouan-
no dejan de
lle-
garse á la misericordia», (13)
,
Abora
bien;
estas palabras aluden,
si
como yo
sos-
pechó, al lance de Sigura ¿no estará en ellas la clave de
la
terminación del proceso'? Si Sigura que era la parte
agraviada sanó de
las heridas,
¿no pudo por favor ó
por dinero retirar su acción contra Cervantes? Considero
tanto
más
verosímil esta conjetura, cuanto que,
al
ha-
blar Antonio del perdón concedido al homicida, hace el
siguiente comentario:
«Donde intervienen
el
favor y las
dádivas, se allanan los riscos y se deshacen las dificultades».
¿Qué objeto pudo
tener, por otra parte, la
informa-
ción de hidalguía solicitada por Rodrigo de Cervantes en
Diciembre de 1569? ¿Sería, como supone un docto Académico, para entrar
plaza de soldado?
al servicio
Ninguna de
misibles. Suponiendo que
deAquaviva ó para sentar
las
dos hipótesis son ad-
Aquaviva no hubiera conoci-
do á Cervantes en Madrid, no
se concibe
que
le
obligara
á pedir en España un testimonio de limpieza de sangre
(13)
Persiles y Sigismunda, libro IV, capítulo V.
—
jxHia liarle
en su
mundo
se
ha exigido
de soldado? Para
atestigua
un
ún
—
subalterno.
carfj^)
Lo mismo
á bu ingreso en la milicia. ¿En que país
«kgf) respecto
del
««^rvicio
21»
la
misma
elecci<'tn
escritor de la épcx^a,
los tercios españoles (jue
para-pentar plaza;
tai requisito
de sargentos,
^_14),
segi'in
sólo se exigía en
fueran soldados viejos, de gran-
de espíritu y diligencia, pretiriendo en igualdad de circun-^tancias á los
jxara alistarse
en
que supieran
las
leer
banderas de
la
co, exigieron limpieza de sangre,
j^>ero
á ninguno de
los
en
las
escribir...
Liga contra
¿Es que
el
Tur-
nó digo á Cervantes,
bravos cacoaradas suyos que cod^
tanto arrojo combatieron
Mna
y
á
las
órdenes del Capitán Ir-'
aguas de L'^panto?
Silbido, p<ir otra parte,
que
las
informaciones de lim-
pieza de sangre se unían por costumbre en aquel tiempo
á toda petición de gracia ú recomjiensa, creo
muy
vero-
símil que la solicitada por el padre de Cervantes tuviera por objeto hacerla valer en
la i)etición
después de retirar Antonio de Sigura
hijo. ¿Qvié otro objeto podía
la
de indnlto,
acción contra su
tener hallándose éste
en
Koma? Creo más, y es, que el mismo Cardenal Espinosa,
cuyjis funciones como Presidente del Consejo de Castilla
(14)
Bernartlino Je Escalante, «l>iálo>;09 militares», Se-
villa, 16S3, púg.
15Ó.
—
30
equivalían á las de un primer Ministro, pudo apoyar la
petiei(')n
cir, al
para conseguir,
menos,
la
nó
si
perdón absoluto, redu-
el
pena á algunos años de
destierro.
VI
Réstame
esclarecer
un punto muy importante en
la
reconstitución del proceso de Sigura. ¿Cometido el delito,
en qué forma realizó Cervantes su viaje á Italia? De
todos los puntos hasta aquí tratados, este
mío,
Moran,
rrete,
sin
embargo, aferrado á
á juicio
es,
que menos perplejidad ofrece para
el
la conjetura
la
crítica.
de Nava-
supone que Cervantes, amparado por Aquaviva,
se trasladí")
justicia.
con
él
á
Roma
para eludir la acción de la
Aduce en apoyo de
esta opinión,
que «Ferian-
drio» y «Auristela», los protagonistas del «Peí siles»,
emprendieron su peregrinación á
Aragón y Valencia, que fué
porte expedido al Legado del
Italia.
la
Ciudad Eterna por
la ruta señalada
en
el
pasa-
Papa para su regreso á
Pero esta opinión no tiene defensa. Aparte las
ra-
zones ya apuntadas contra la conjetura de Navarrete, es
absurdo admitir que persona de
la calidad
y circuns-
tancias de Monseñor Aquaviva, incurriera en la grave
responsabilidad de proteger y encubrir á un delincuen-
— alte
con
el
cual no rstiiba obligado
teaoo ó de
misma
razones de paren»
una antigua y estrecha amistad. ¿Pero qué
mejor argumento contra
la
|xir
la opini«'>n del Sr.
Moran que
Provisión de 156U, la cual dice que Miguel de
Cervantes estaba en Seoilla por aquella fecha, ó sea
nueve ó diez meses después que salió de España Monaeñor AquavivaV
Por cierto que
este dato
no aprovechado
positivo,
por Mon'in ni por nadie, no sólo robustece la sospecha
de haber sido
de nuestros escritores el autor de
el Iley
más induce
las híbridas á Sigura,
cometido
fuga á
el delito,
Italia.
marchó á
á creer, que, una vez
Sevilla para preparar su
¿Pues qué, no dice nada en
extraña coincidencia de refugiarse
tal sentido la
delincuente en la
el
metn»poli andaluza, tan conocida de Cervantes por haber vivido en olla de
parientes
muy
podían prestarle
muchacho y en
la cual
conservaba
cercanos que en circunstancias críticas
protecci('>n
y ayuda? Consta, en
efecto,
documental mente, que residían por aquel tiempo en
hermosa ciudad de
vantes,
la Giralda: su
tío
la
Andrés de Cer-
hermano de su padre; su primo, Juan de Cer-
vantes, hijo de su tío Andrés; y
Juana de Cervantes
Saavedra y Beatriz de Saavedra, sobrinas del Conde del
Castellar, religiosa la
da
la
primera en .Santa Paula, y casa-
segunda con Antonio de Gib raleón, cuyo jjaren-
tesco con nuestro insigne escritor dejé
demostrado no
'
—
mucho tiempo en
hace
Da mayores
visos
32
—
otro estudio cervantino. (15)
de certeza á esta presunción,
aquél pasaje de «La Gitanilla», en
el cuál, defspués
que
D. Sancho dice á Preciosa y á Juan Caballero que la
causa de hallarse sólo en aquél despoblado y fuera de
CLimino, era la de haber muerto en riña á
añade
lo
que sigue: «El camino que yo pensaba llevar
no es sino á
Sevilla;' que allí tengo
ves grande amigo del Conde,
viar á
un hombre,
7)i¿
un
caballero geno-
pariente, que suele en-
Genova gran cantidad de plata y
que me' acomode coñ
los
que
llevo
la suelen llevar
designio
y con esta
estratagema seguramente podré pasar á Cartagena y de
á Italia...» Al leer este pasaje, ¿quién no cede á la
allí
tentación de enlazarlo con los anteriores
y pacar
la
con-
secuencia de que un medio igual ó parecido debió de
emplear Cervantes en su fuga á
Italia?
Pero tanto ó más significativa que las anteriores, es
la alusión
que hace
al
mismo asunto en «Rinconete y
Cortadillo», alusión que, no estando en antecedentes,
pasa como detalle curioso sin que nadie trasluzca en
ella
un recuerdo
autobiográfico.
Me
refiero
á la explica-
ción del apodo «Maniférro», sobre el cual dice Cervantes,
que «era por que traía una mano de hierro en lugar
(15)
«Monjas
drid, 1915.
Sevillana-^ parientas
de Cervantes».— Ma-
—
de otra quo
—
33
habían cortado
lo
¡K)r justicia...^
¿Y habrá
Dodie que repugne admitir que en este extraño y eingular detalle hay una directa alusión al cruelísimo castigo de cortarle la
como autor de
mano
las heridas á Si gura?
que alirman que
los
derecha á que fué condenado
más
lo
¿No tendrán razón
recóndito de la vida de
Cervantes hay que buscarlo entre líneas en
el
contexto
de sus propias obras?
Clait» es
cos,
que
no tienen
el
estai»
alusiones y recuerdos autobiográfi-
una escritura pública, ni pue-
valor de
den re8|X)nder con rigurosa exactitud á
hechos.
Mas sabido
de hacer
es
más tupido
aventuras,
que
el
muchas de
el
gran novelista, con
el fin
velo que ocultaban sus propias
conocían sus amigos y
las cuales
parientes, alteraba á nú capricho, no
y
la realidad de los
la Cronología, pero el
mismo
sólo la Geografía
curso de la Historia,
dejando á la penetración de sus lectores discernir en
cada caso
de
lo
verdadero de
lo accesorio.
en materia de
Con todo
crítica,
lo
imaginario y
eso, si
como
se tiene
dice el gran
lo
esencial
presente que
Menéndez y Pe-
layo, tan peligrosa es la incredulidad sintemática
como
la ciega credulidad, basta lo expuesto para deducir,
si
no
exi.ste
prueba plena hay razones
hasta ahora la
fundadas para sosjjechar que
el
motivo que determinó
la
que
el
incidente de Sigura fué
huida á
Italia
de C^rvant^s
en 1569.
3
34
VII
Pero
este estudio
menor de sus
quedaría incompleto y no sería
defectos la falta de sinceridad,
de las razones aducidas en apoyo de
mi
si al
lado
proposición, no
consignara las que han formulado en contra algunos
critores.
el
es-
Arguyese, en primer lugar, que la sentencia de
los Alcaldes de
Casa y Corte no pudo dictarse contra
el
autor del «Quijote» porque este no se firmaba ^Miguel de
Cervantes, sino Miguel de Cervantes Saavedra. Pero
vidan
los
que
tal
arguyen, que
sustitución de Cortina, que era
vez,
en 1584, en
apellido Saavedra, en
como
lo u^ó Cerviintes hasta
madre, ni
primera
el
ol-
es sabido el de
que
estampó por
lo
la dedicatoria
su
de «La Galatea»
á Ascanio Colonna, ni figura en ningún documento anterior á su restitución á
España.
de López de Hoyos dedicado
al
En
en
efecto:
el libro
Cardenal Espinosa; en la
información de limpieza de sangre solicitada por su padre en 1569; en los libramientos de cantidades percibi-
das como soldado én
Secretario,
Italia:
en
que dirigió
la epístola
Mateo Vázquez, en 1577; en
el
al
memorial de
su madre en 1579 pidiendo nuevo plazo para gestionar
el rescate
de su hijo, y en la información pedida por
mismo, en Argel, en 1580, en ninguno de
mentos
dra.
se
encuentra ni por casualidad
el
él
estos docu-
apellido Saave-c
—
No merece más
85
atencitni el
—
argumento que pretenden
sacar algunos del silencio que guardaron sus onemigos
sobre las heridas de Sigura.
do A esta
objeci<')n
Ya el
Sr.
Monin, concedien-
una importancia que á juicio mío no
tiene, le salió al pa8<i creyendo encontrar
g:ia
con dicho incidente en un pasaje del cQuijote» de
Avellaneda. Hay, en efecto, en
recompuesto y desmazalado
el
ó nó mentiroso
algualcil
el libro
Capítulo
XXX de este
una escena muy mo«
libro,
vida, en la cual, con ocasión de
un
alguna analo-
una disputa sobre
si
era
de D. lielianis de Grecia, recibe
una cuchillada en
cabeza y es conducido
la
el agresor á la cArcel por orden de
un Alcalde de
Casji
y
Corte. Pero yo declaro, que, salvo lo de las cuchilladas,
no encuentro
¿Más á que
ni
remota analogía entre uno y otro caso.
recurrir á tan sutiles pruebas para
trar lo infundado de este
argumento? Cierto
es
demosque al-
gunos contemporáneos de Cervantes, envidiosos del éxito del «Quijote», le zaiiirieron no solo en
pués de su muerte; jiero justo es declarar
de
ellos se
vida sino des-
que ninguno
deshonró saliendo del terreno literario para
buscar invectivas en sucesos
más
ó menos conocidos de
8U vida particular. De todas las censuras de Suái-ez de
Figueroa, en «El Pasajero», la única tjue no es neta-
mente
literaria,
aunque de un hecho
es la motivada por haber escrito al
literario se deriva,
Conde de Lemos, á
las puertas del sepulcro, la sentida dedicatoria del
«Per-
--36
¡Donosa censura, por
siles.)...
esculpirse en bronce tan
De
cierto,
cuando era digno
de'
hermoso ejemplo de gratitud!
igual naturaleza fueron las satíricas alusiones al
«Quijotex, de Vicente Espinel, alusiones encaminadas
deprimir
el
de
la
mérito de esta novela sin par para realzar
el
«Vida del P^scudero Obregón». Villegas, en una^
de sus «Eróticas», bien que en
le
el
los albores
llamó «quijotista y mal poeta»; y
más villano
de todos,
mándole manco,
diendo con
este
no
si
último calificativo á
si es
el
Avellaneda^
lla-
encarcelado, alu-
la
propia declara-
prólogo de «El Ingenioso Hidal-
recordó, en cambio,
le
de su mocedad^
bien desahogó su cólera
murmurador y
viejo,
ción de Cervantes en
gov>,
á,
como pudo
hacerlo coa
algún fundamento, flaquezas y deslices de su juventud,
Pero
la
objeción
más importante,
ramente atendible, uó por
tos, sino
la fuerza
la
única verdade-
de sus razonamien-
por la calidad de la persona que la formula,
es la del Sr.
León y Mainez. Este veterano
yos servicios á la literatura cervantina no
escritor
;
cu-
han sido to-
davía tasados en su justo valor, no sólo rechaza
la posi-
bilidad de ser nuestro héroe el perseguido por la justicia en 156;), í^ino que,
como en
materia
e-!Critor
muy
seguro de su opinión en
éste-
otros puntos, pretende haber dicho sobre la
la
última palabra. El
es
en realidad
el
único
que ha tratado con alguna extensión tan delica-
do asunto. Sus
razones, sin
embargo, no
me han con-
—
37
—
vencido, ni creo que puedan convencer á nadie. Dos son
las premisas
que establece en a|X)yo de su
mera, que Cervantes marchó á
Aquaviva, aceptando en
Italia
con Monseñor
este punto, al pie
conjetura de Xavarrete; y segunda,
t^uo,
npiíuiui: pri-
do la
dado
necesario para la tramitación del proceso,
el
15()8 al
que no pudo ser el
No
la
tiempo
lance tuvo
que ocurrir á fínesde lóGT, y como Cervantes
Octubre de
el
ic-tra,
asistía
en
Estudio de Lojjez de Hoyos, claro es
delicuente.
he de ocuparme de la primera premisa
<)
sea la
conjetura de Xavarrete ya refutadla en esta disertación.
En
cuanto á la segunda, tampoco he de recurrir á uu
tudio especial de los procedimientos criminales en
es-
el si-
glo XVI para demostrar su falta de fundamento. Tal estudio, sobre ser innecesario, exigiría de vosotros un su-
premo
esfuerzo de
bondad y de paciencia
al cual
no ten-
go derecho. Pero, con mayor brevedad y en lenguaje
más
sencillo
mi
favor un caso práctico, en el cual, también hubo
que
cuchilladas, fuga
el
y
de los tratadistas, ha de hablar en
rebeldía, deduciéndose de el lógica-
mente, que, aun admitiendo una lentitud extraordinaria
en
las diligencias judiciales,
no es verosímil que tarda-
ra dos años, ó poco menos, la tramitación del proceso
de 8igura.
—
38
VIH
El pleito criminal á que hago referencia, interesan-
como curiosidad
tÍBimo, por cierto, no solo
histórica
modelo vivo de procedimientos judiciales en
y
sigla
el
XVI, sino por haber sido fuente de inspiración poética
en romances, comedias y autos sacramentales,
có, hace un año,
el
cente de Paredes, en
un
ricos de la leyenda de
como
libro intitulado «Orígenes histó-
«La Serrana de
una comedia
es sab;do, de
nios». Se trata de
un
lo publi-
erudito escritor placentino D. Vi-
Vera»
;
título,
del «Fénix de los Inge-
delito de estupro
morada cometido en Plasencia
la
y allanamiento de
noche del 28 de INIayo
la
de 1573, siendo protagonistas y autores principales personas acomodadas de aquella población. Los hechos, re-
ducidos á
lo
más
substancial, ocurrieron del siguiente
modo: Mari López, muchacha de 16 años, huérfana
madre, aprovechó
la ocasión
de-
de estar ausente su padre,.
Diego de Panlagua, y puesta de acuerdo con Antonio de
Trejo,
mozo de veintiún años,
casa á las doce de la noche.
llamado Rodrigo,
campo, y
le
Un hermano
se levantó de
al entrar
en
el
abrió la puerta de su
de Mari López,
madrugada para
ir al
aposento de su hermana para
encargarla que cuidara de la casa, advirtió que estaba
acompañada de un hombre.
La
escena consiguiente á la sorpresa de este idilio
—
amoroso,
la
fácil es
espada y
dole en
3<j
—
de suponer. Rodrigo, enfurecido, sacó
Jisestó
una cuchillada
seductor hirién-
al
una mano; pero Antonio de Trejo,
de ropa, por
cierto, se
echó á
diéndole por Dios que no
Mari López para
Ciíaarse
le
pies de
los
matara,
la casa
ligero
Rodrigo pi-
(jue el
quería á
y prometía arreglar aquel ne-
gocio á gusto de todos. Entró en esto
que dormía en
muy
un criado negro
y ajxxierándose de Antonio de
Trejo, le bajó al zaguán «cogido de los cabezones», (sic)
en cuyo
quedó custodiado por Rodrigo mientras
sitio
salía (1 negro
en busca de
Pero antes de que
la justicia.
ésta llegara, se presentó en la casa
Hernando de Alma-
raz, cuñado de Trejo, abrió la puerta de un empujón, y
después de una reyerta con Rodrigo en la que también
salieron á relucir las espadas,
huyó con su cuñado.
el
Convento de Santo
Domingo, donde permaneció varios
días, al cabo de los
Ocultóse Trejo, por el pronto, en
cuales, favorecido
una noche por parientes y amigos,
salió de Plasencia internándose en el
Comenzó
practicando
el
el
mismo
Reino de Portugal.
día la instrucción del proceso,
Corregidor las siguientes diligencias: de-
claración de Mari López, la cual pidió que la deposita-
ran en casa de un vecino porque su padre, justamente
indignado, la quitaría la vida;
reconocimiento de las
casas de Antonio de Trejo y de
Hernando de Almaraz y
embargo de
los bienes de este último;
y declaración
de^
—
diez
(')
40
—
doce personas, hombres y mujeres, que al ruido
de la contienda se asomaron á las ventanas y vieron salir
á los culpables de casa de Mari López. Al otro día
publicó un edicto
el
Corregidor, D. Pedro Riquelme de
Villavicencio, para que en
un
plazo de veintisiete días se
presentaran en la cárcel de Plasencia, Antonio de Trejo
y su cuñado Almaraz. Prosiguieron
los días sucesivos
edicto
las declaraciones
y en 12 de Junio
mandando que
se
se
en
publicó otro
pregonara en la plaza pública
y por las calles de la Ciudad «...que ninguna persona de
ningún estado y condición sea osada á tener ni encubrir
en su casa á Antonio de Trejo y Hernando Almaraz, ni
dar caballos, ni asnos, ni otras cabalgaduras... so pena
de que
el
que
lo contraviniere
y fuera persona
caballero tenga mil ducados de pena para la
rica ó
Cámara de
S. M.... é si fuese persona baja é de poca calidad la
condenamos en doscientos
al
azotes é seis años de galeras
remo, sin sueldo».
IX
En
12 de Julio, Diego de Panlagua requirió
rregidor con
al
Co-
una Real provisión para que procediera
contra varias personas que habían favorecido la fuga de
Antonio de Trejo.
En
virtud de este requerimiento,
—
mandó
el
cia do S.
—
41
Corregidor que un Alguacil con vara de justi-
M. fuera á
la Villa
de (ialisteo cy á otras cua-
lesquiera partes y lugares de estos Reinos que fuere necesario, y
comj «Hese y apremiase A liUcas Vega para que
fuera á declarar etc., etc....»
tó
Hernando de Aluiaraz y
En
18 de Julio se presen-
qued<')
preso en la cxlrcel de
Plasencia. Intervino por estos dias en
jx'rflona influyente,
mo
amiga de
las
asunto una
dos familias, con áni-
de casar á la estuprada con Antonio de Trejo y dar
por terminado
el
buen camino, pero
asunto. Las negociaciones iban por
la
madre de Trejo
miento por estimar insuticiente
dar á Mari López.
rios
el
A
la dote
partir de este
incidentes promovidos por
se
opuso
al cjisa-
que pensaban
momento, surgen
una y otra
va-
Uno
parte.
de Catalina Meneses, mujer de Hernando de Almaraz,
por haberle embargado bienes de su dote; otro de
Ehego Paniagua por haber podido que se condenara á
Hernando de Almaraz,
sin esperar la sentencia de
An-
tonio de Trejo; otro de
Hernando de Almaraz para que
no fuera tan rigurqsa
la prisión
que
sufría; y otro del
mismo Paniagua,
por haberse ausentado de Plasencia
Corregidor y
escribano dilatando la terminación
el
el
del proceso.
En
22 de Septiembre pidió Diego de Paniagua una
prórroga do treinta dias para acabar de hacer sus
c
pro-
banzas» contra los acusados. Le concedieron veinte v
—
—
42
presentó una nueva lista de testigos. Las declaraciones
de algunos de éstos motivaron nuevos incidentes y prisiones y en 21
Octubre,
d<^
Almaraz pidió que
el
Procurador de Hernando
se diera la causa por conclusa; pero
Diego de Paniagua pidió, a su vez, una nueva prórroga
del
término probatorio, petición que suscitó nuevos in-
cidentes de la parte contraria. Por último, en 25 de No-
viembre, al folio quinientos ochenta y ocho,
mayor
Es lástima que
ceso, porque,
este
según advierte
legajo en el citado
guen, que no
folio,
le
el Sr.
y en
los
el pro-
Paredes, concluye
tal estado se
le
si-
De todos modos,
fué posible su lectura.
la
el
encuentran,
que cronológicamente
suponiendo que tardara dos meses
la
Alcalde
último escrito no conste en
debido á la humedad,
que
el
dio el pleito por concluso para sentencia.
sentencia, resulta
daración total del pleito no pudo pasar de ocho
meses, poco
más
man tiempo
el
¿Y
ó menos.
instruido en
es verosímil
Madrid por
Antonio de Sigura"? ¿Por muchos que
que durase
las heridas
á
fueran sus inci-
dentes, es probable siquiera que llegaran en calidad ni en
número á
los
Es
surgidos en el proceso de Plasencia?
más, sin contar conque en aquella época eran más rápidas en la Corte que en
diligencias judiciales,
los edictos
y á
los
demás lugares
del
Reino
las
y aún concediendo mayor plazo á
las pesquisas practicadas
en Sevilla por
el
Alguacil Juan de Medina para la captura del delincuen-
—
te,
-
no es verosirail que transcurrieran cerca de doB
años desde
de
í:\
comisión del delito hasta
la
la publicación
¿Pero que pruebas irrecusables ó qué
la sentencia.
razones de crítica fundamental aduce el Sr. León y Mal-
nez para dar
procesoV
como
cosa cierta tan larga duraciím del
No aduce ninguna;
esto he de decir
cervantista,
basta su palabra.
que
me
Más á
merece tan ilustre
con
el respeto
los
argumentos de autoridad son
que
muy
dignos de tenerse en cuenta, pero su valor, ni en éste ni
en
ningi'in otro caso
cimiento
muy
tivo la verdad
puede ser absoluto; antes bien, son
liviano para sustentar con carácter definiliist(')rica.
X
Dos pivlabras más y concluyo. Los primeros biógrafos
de Cervantes, por un sentimiento de delicadeza en cierto
modo
sieron
disculpable y siempre digno de respeto, no qui-
examinar á plena
luz determinados episodios de
su vida, temerosos de encontrar actos delictivos que enturbiasen con menoscabo del orgullo patrio la gloriosa
historia de nuestro gran escritor. Del
mismo temor
ticipó el por tantos títulos benemérito Sr.
de dar á
la
estampa
de encontrar en
el
la
¡par-
Moran, antes
Provisión Keal que tuvo la suerte
Archivo de Simancas. Baste decir
—
41
—
para comprender su meticulosidad, que
gran prestigio en
las Letras
y en
si
personas de
la iNIagistatura
no
le in-
funden ánimo, todavía seguiría inédito tan precioso do
-
cumento.
Pues bien,
res al
3-0
comenzar
declaro que no participé de esos temo-
este trabajo, ni
me
cuidé del juicio que
pudiera merecerle á espíritus suspicaces y rezagados.
La
razón es
muy
sencilla.
Tuve en cuenta, en primer
lugar, que esos escrúpulos biográficos, por nobles y le-
vantados que sean los móviles en que
se inspiren, cons-
tituyen una grave infracción de la crítica histórica, tal
como hoy
se
entiende y se practica.
Consignar en la
vida de los grandes hombres lo que es digno de alabanza y omitir, en cambio, lo que merece vituperio, será
licencia permitida al panegirista, pero en
ninguna ma-
nera al historiador crítico, el cual no tiene derecho á
pasar en silencio nada de lo que debe saberse, bueno ó
malo, favorable ó adverso, afirmativo ó negativo, ni
puede seguir otro norte en
que
el de la
verdad y
Pero fuera de
el ejercicio
de su ministerio
la justicia.
esto,
¿en qué se menoscaba
nacional, ni qué borrón se echa sobre la
el
orgullo
memoria de
Cervantes por haber demostrado ó pretendido demostrar
que
él fué el
el ser
autor de las heridas á Sigura?, ¿Pues qué
delincuente, lleva consigo en todos los casos
consecuencia indeclinable la indignidad y
el
como
vilipen-
-
—
dioV Por lo (juo
mí
rt
46
toca,
—
rochazo por absunla serao-
jante teoría y creo (¡ue la rechazarán conmifío cuanloB
hayan eJucado su
tie
la
tiones
espíritu en los principios racionales
uiwlerna ciencia jurídica. Si Cervantes, jwr cues-
amoro*us ó por cuabjuier otro motivo
no envilecen
ni
avergüenzan, tuvo un desafí«j ó
Antonio de Sigura y por ser más diestro en
loa
que
riív)
con
«le
manejo
el
de las armas ó por acometer con mayores bríos dejó
mal herido á su
lito
que no
contrario, claro es quo cometí»')
ni debía
iX)día
un de-
quedar impune, siquiera
fuese tan atroz y desproporcionada con arreglo á la bár-
bara legislación de aquel tiempo la pena que
se le ira
puso, ¿Pero es que perdió por este sólo hecho, en sus
propios días, ni ante los ojos de la posteridad, el concepto de persona digna y honrada? ¿Merecif), en suma,
que arranq;;emos de sus sienes
de hidalguía que es
dignos? No
el
la
corona de nobleza y
mejor patrimonio de
los
hombres
creo que nadie entre vosotros, libre de pre-
juicios, conteste afirmativamente.
Honremos, pues, á Ceivantes como soberano autor
del
más hermoso
libro de las letras españolas; honré-
mosle como soldado valeroso que derramó su sangre
por
la Patria,
por la
rémosle también
y honorable; que
líeligi<jn
como
si
y por
caballero y
el
Rey; pero hon-
como persona digna
alguna vez, por dolorosas circuns-
tancias de su triste vida, pisó los umbrales de la cárcel
—
46
—
pública, no conculcó, en cambio, ningún precepto de
la ley
moral, ese Código sagrado de los hombres de ho-
nor, cuyos infractores no tienen señalado castigo en la
ley escrita, pero llevan impreso en el
viven,
rostro mientras
un baldón de menosprecio y de ignominia.
He
dicho.
I
m
c.
hú
üniversity of Toronlo
Library
O
CD
O»
CU
n
O
•
DO NOT
REMOVE
THE
CARD
FROM
3
o
2
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M
O
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9
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THIS
o
POCKET
Ü1
o«
s
i
Acmé
Library Card Pocket
Under
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Pat. "Rcf. Index File"
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