impreso de edición - Sociedad Española de Óptica

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ÓPTICA PURA Y APLICADA – Vol. 37 - 2004
Un poema del Siglo de Oro español sobre los anteojos
A poem of the Spanish Golden Age about eyeglasses
Agustín González-Cano
Departamento de Óptica, Escuela Universitaria de Óptica, Universidad Complutense.
Arcos de Jalón, s/n. 28037 Madrid (España).
RESUMEN:
Se estudia en este trabajo un poema de Juan de Salinas, autor de los siglos XVI-XVII. El
poema es un enigma, composición principalmente destinada a las reuniones sociales que se presenta como una especie de adivinanza. En este caso el objeto a adivinar son los antojos, anteojos
o gafas, y en el poema se proporciona información muy valiosa sobre el uso de las gafas en el
Siglo de Oro español. El poema se sitúa en su contexto, tanto dentro de la producción del autor,
como en el Siglo de Oro en general, época en la que estaban activos los principales escritores
clásicos españoles y en la que se compuso el tratado de Daza de Valdés sobre los anteojos.
Palabras clave: Historia de la Óptica, Anteojos, Siglo de Oro, Juan de Salinas
ABSTRACT:
A poem of Juan de Salinas, Spanish author of the XVI-XVII centuries is studied. The poem is
an enigma, a kind of riddle to be presented in social acts and in which some clues about an object
are given. In this case the object are antojos, eyeglasses, and very significant information is given
about the use of eyeglasses in Spain in the so-called Golden Age. The poem is contextualized,
both within the production of the author and in the general production of those years, in which the
main Spanish classical writers were active. In these years, also, the book of Daza de Valdés about
eyeglasses was written.
Key words: History of Optics, Eyeglasses, Spanish Golden Age, Juan de Salinas
REFERENCIAS Y ENLACES.
[1] Véase por ejemplo Edward Rosen, “The invention of eyeglasses”, J.Hist.Med.All.Sci., 11, 13-46, 183-218
(1956). También James D. Gregg, The story of Optometry, The Ronald Press Company, Nueva York, 1965,
aunque algunas de sus conclusions son discutibles. Un punto de vista interesante sobre el papel social jugado por los anteojos puede encontrarse en Tomás Maldonado, “Taking eyeglasses seriously”, Design issues,
17 (4), 32-43 (2001).
[2] David C. Lindberg, Theories of vision from al-Kindi to Kepler, University of Chicago Press, Chicago,
1976.
[3] Vasco Ronchi, Histoire de la lumière, Librairie Armand Colin, París, 1956.
[4] Borja Devesa, Historia gráfica de la óptica, Colegio Oficial de Ópticos y Optometristas, Ed. Jims S.A.,
Barcelona, 1990.
[5] Ana Mª Rueda, Historia de la Optometría en España, Tesis Doctoral, Facultad de Farmacia, Universidad
Complutense de Madrid, 1993.
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Recibido: 24 – 11 - 2003
[6] Jay M. Enoch, “Introducción a la historia de las lentes y correcciones visuales: una referencia a España y a
los territorios del Nuevo Mundo”, en Optica avanzada (M.L. Calvo, coord.), Editorial Ariel, Barcelona,
2002, capítulo 1, con abundantes referencias bibliográficas.
[7] Jay M. Enoch, Mª Luisa Calvo, “Una evidencia sobre el uso de lentes correctoras en la España del s. XV”,
Rev. Esp. Fís., 12 (2), 55-57 (1998).
[8] Mª Luisa Calvo, Jay M. Enoch, “Acerca del uso de lentes correctoras en las colonias españolas del nuevo
mundo: una referencia al Virrey Luis de Velasco y la tecnología de su época (s. XVI)”, Optica pura y aplicada, vol. 35, 2002.
[9] Vincet Ilardi, “The role of Florence in the Development and Commerce of Spectacles”, Atti Fond. G. Ronchi, 56, 163-176 (2001).
[10] Agustín González-Cano, “Eye gimnastics and a negative opinion on eyeglasses in the Libro del exercicio
by the Spanish Renaissance Physician Cristóbal Méndez”, Atti Fond. G. Ronchi, en prensa (2003).
[11] CORDE, Corpus diacrónico del español, accesible en línea en la página de la Real Academia de la Lengua
Española, www.rae.es
[12] Las sucesivas ediciones de los Diccionarios de la Real Academia pueden consultarse en línea en la pátgina
de la Real Academia de la Lengua Española, www.rae.es
[13] CORDE, sub voce “Antojos”, concordancia número 6. Allí se menciona la fuente bibliográfica de la que se
ha partido: Brian Dutton, Joaquín González Cuenca (eds.), Cancionero de Baena, Visor, Madrid, 1993.
[14] No existe, que sepamos, traducción al castellano de esa obra. Es accesible en línea, en traducción inglesa de
Jasper Hopkins, en http://www.cla.umn.edu/jhopkins/DeBeryllo12-2000.pdf. En el libro de Kurt Flasch,
Nicolás de Cusa (Herder, Barcelona, 2003), se toma el De Beryllo como punto de partida para un análisis
del pensamiento del Cusano.
[15] CORDE, s.v. “Antojos”, concordancia 16. Fuente: Julio Rodríguez Puértolas, ed., Frey Íñigo de Mendoza,
Coplas de Vita Christi, Espasa-Calpe, Madrid, 1968.
[16] Se trata del romance Desde Sansueña a París (1588), en Luis de Góngora, Romances, 5ª ed. revisada, ed.
Antonio Carreño, Cátedra, Madrid, 2000, nº 25, pp. 277-285. Los versos en los que se mencionan las gafas
son los 81-84: Sirve a doña Blanca Orliens / y como no hay más que verla / las gafas es doña Blanca / y el
terrero doña Negra.
[17] Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, 2 vols., Ed. Francisco Rico, Crítica, Barcelona, 1998.
Esta edición se acompaña de un CD con un banco de datos textual al cuidado de Joan Torruella que resulta
muy útil para la búsqueda de concordancias. Las citas del texto hacen referencia a esta edición.
[18] Los antojos de la dueña aparecen citados en las páginas 1015, 1017 y 1028 del tomo I de la edición citada.
[19] Don Quijote, ed. cit., t. I, p.1188.
[20] Op. cit., t. I, p. 768.
[21] Op. cit., t. I, p. 99. Véase especialmente la n. 38.
[22] Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, Ed. Jorge García López, Crítica, Barcelona, 2001, p. 182.
[23] Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, Ed. Jorge García López, Crítica, Barcelona, 2001, p. 82.
[24] Para un muy interesante uso de los catalejos en la literatura del siglo de Oro, véase Francisco de Quevedo,
La hora de todos y la Fortuna con seso, Ed. Jean Bourg, Pierre Dupont y Pierre Geneste, Cátedra, Madrid,
1987, pp. 310-313. Allí un holandés muestra a los nativos de Chile un anteojo de “larga vista” (de allende,
de lejos) y enumera sus propiedades.
[25] La anécdota, por ejemplo, se narra en Jose Mª González de Mendoza, “¿29 de septiembre o 9 de octubre?”,
en Ensayos selectos, Fondo de Cultura Económica, México, 1970. Accesible en línea en
http://biblioweb.dgsca.unam.mx/tablada/ensayos/29sep.html
[26] Lope de Vega, Fuenteovejuna. El caballero de Olmedo, Ed. Joaquín de Entrambasaguas, Colección RTV nº
32, Salvat / Alianza, Madrid, 1969.
[27] Op. cit., pp. 165-166.
[28] Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, Ed. Antonio Carreño, Crítica, Barcelona, 1998. El poema
lleva el número 125 y es el soneto 88 de las Rimas humanas (pág. 235).
[29] Op. cit., nº 59 (Soneto 22), p. 144.
[30] Francisco de Quevedo, Obras satíricas y festivas, Ed. José Mª Salaverría, Clásicos castellanos, EspasaCalpe, 1975, p.33.
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Autor: A. González-Cano
[31] Francisco de Quevedo, Obras festivas, Ed. Pablo Jauralde Pou, Castalia, Madrid, 1987, pp. 117 y 119.
[32] Francisco de Quevedo, Los Sueños, Ed. Ignacio Arellano, Cátedra, Madrid, 1991, p. 87.
[33] Recogido como soneto atribuido, de autoría no segura, en la edición de Biruté Ciplijauskaité de los Sonetos
completos de Luis de Góngora (Castalia, Madrid, 6ª ed., 1985), nº XVIII, p. 275.
[34] Francisco de Quevedo, Poesía original completa, Ed. José Manuel Blecua, Planeta, Barcelona, 1990, nº
828, pp. 1090-1094. La cita aquí incluida se encuentra en la página 1092 de esa edición.
[35] Luis de Góngora, Romances, 5ª ed. revisada, ed. Antonio Carreño, Cátedra, Madrid, 2000, nº 25, pp. 346354. La cita aquí incluida se encuentra en la página 352 de esa edición.
[36] Accesible en línea en http://www.uida.es/mendez/mendez.html. Hay ediciones facsímiles modernas, como
la de la Comunidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1988.
[37] Benito Daza de Valdés, Vso de los antoios para todo genero de vistas, Sevilla, 1623. Edición facsímil a
cargo de INDO S.A., Barcelona, 1972.
[38] Manuel Márquez, Prólogo a Benito Daza de Valdés, Vso de los antoios para todo genero de vistas, Sevilla,
1623. Edición facsímil a cargo de INDO S.A., Barcelona, 1972.
[39] Henry Bonneville, Le poète sévillan Juan de Salinas (1562?-1643). Vie et œuvre, Presses Universitaires de
France, París, 1969.
[40] Juan de Salinas, Poesías humanas, Ed. Henry Bonneville, Castalia, Madrid, 1987.
[41] Para estos datos biográficos nos hemos servido esencialmente de la introducción de Bonneville a la edición
de las Poesías humanas (ref. 40, pp. 9-31), así como de la biografía del mismo autor que aparece aquí citada como ref. 39.
[42] Op. cit., p. 291, n. al pie.
[43] Henry Bonneville, Le poète sévillan Juan de Salinas (1562?-1643). Vie et œuvre, Presses Universitaires de
France, París, 1969, p. 307.
[44] Op. cit., p. 243. Publicada originalmente en la edición de los Bibliófilos Andaluces de las poesías de Salinas
(II, 110).
ciones más o menos dispersas a obras literarias o de
otra índole. [4-9] Pero en este terreno aún queda
mucho por hacer. En particular, no disponemos aún
de un estudio definitivo sobre el empleo de los anteojos en las obras literarias del Siglo de Oro español,
periodo de máxima importancia en nuestra historia
cultural y época aún fronteriza en lo que concierne al
desarrollo de las teorías científicas sobre las lentes y
la visión.
Así, en los siglos XVI y XVII los anteojos son
sin duda ya objetos cotidianos (aunque no de uso
general), pero aún presentan ciertas connotaciones
de las que se irán desprendiendo sólo con el correr
de los años: son elementos del ámbito de la artesanía
y las ferias, se asocian a personas mayores y de
respeto pero también en otras ocasiones resultan
ridículos y convierten a sus usuarios en objeto de
frecuentes burlas, son incómodos y en algunos casos
se consideran incluso perjudiciales para la salud.
[10]
En este trabajo se pretende dar una panorámica
muy general del uso de los anteojos como tópico
literario y como fuente de metáforas y símbolos,
frecuentemente de intención satírica. Esa panorámica pivota en torno a un poema de Juan de Salinas,
autor éste poco conocido dentro de la plétora de
gigantes literarios del Siglo de Oro. El poema en sí
mismo es a su vez de los menos citados dentro de la
1.- INTRODUCCIÓN
La cuestión de la invención de las gafas o anteojos (entenderemos por tales la combinación de
lentes compensadoras y un mecanismo de sujeción a
la cabeza) ha sido tratada con cierta profusión. [1]
Una idea aceptada es que, durante los primeros siglos de su existencia, los anteojos fueron objetos de
uso restringido, marcados socialmente (destinados a
personas mayores pero capaces de leer, asociadas
por tanto a ámbitos de cierto nivel intelectual o a las
clases más favorecidas), y de los que la elite científica no se ocupó excesivamente. No es hasta el siglo
XVI cuando se aborda de manera seria la descripción de dichos dispositivos, alumbrándose así la
primera Óptica teórica operativa para el estudio de
las lentes: autores como Della Porta, Maurolico y,
sobre todo, Kepler, sientan las bases de esa disciplina. [2,3]
Ante la carencia de tratados científicos, la información que proporcionan otras fuentes, como las
literarias, resulta de máxima utilidad para conocer el
grado de implantación de los anteojos en la sociedad. Al mismo tiempo, esos testimonios nos proporcionan datos muy interesantes sobre el modo en que
tales dispositivos eran considerados socialmente. Se
pueden encontrar ciertos estudios sobre la presencia
iconográfica de los anteojos, así como algunas men-
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Autor: A. González-Cano
producción de Salinas. Así, al partir de él, contribuimos también a la reivindicación del autor y recuperamos uno de los testimonios más destacados de la
presencia de los anteojos en la literatura aurisecular.
positivo que permite ver con claridad, acceder a
realidades de otro modo ocultas. Quizás el antecedente más conspicuo en este sentido lo encontremos
en la importante obra del gran filósofo alemán Nicolás de Cusa (1401-1464) De beryllo (1458). [14]
Allí, el cardenal Krebs nos propone el uso de unas
gafas espirituales (berilo se emplea aquí como
sinónimo de gafas, y hace referencia a los cristales
de berilo que se habrían utilizado de forma tradicional para mirar a través de ellos) para acceder al conocimiento de lo mayor y lo más pequeño. Para ello
son necesarios vidrios tanto convexos (como los ya
conocidos para contrarrestar la presbicia) como
cóncavos. Es ésta probablemente la primera mención
de unas gafas para miopes, lo que ha llevado a algunos autores a afirmar abusivamente que sería el
Cusano el inventor de tales gafas. Más bien su mención pone de manifiesto que ese tipo de anteojos ya
era común en sus días.
No podemos abordar aquí, obviamente, todas
las posibilidades que ofrece esta variante del simbolismo óptico (tan relacionada con el uso y abuso del
espejo como metáfora durante el Medioevo), pero no
nos resistimos a citar una aparición temprana de los
anteojos entendidos en ese sentido en nuestro ámbito
lingüístico. Así, en las Coplas de Vita Christi (14671482), de Fray Íñigo de Mendoza se dice de la Virgen María [15]:
2.- ANTOXOS, ANTOJOS, ANTEOJOS
Y GAFAS
Al menos hasta el siglo XVIII la denominación
común para lo que hoy llamamos gafas es la de
antojos, con las posibles variantes de antoxos o
anteojos. La etimología de tal término es transparente: lo que se pone de manifiesto es el carácter antepuesto del dispositivo respecto del rostro y los ojos
del usuario. Si acudimos al CORDE [11] encontramos los siguientes resultados para el periodo 15001700: antoxos, 13 casos en 11 documentos; anteojos,
14 casos en 4 documentos; antojos, 849 casos en
164 documentos. Hay que tener, en cuenta, no obstante, que este último vocablo tiene otro sentido, que
es el que se ha mantenido en la actualidad (deseo
vivo y pasajero de algo, según el Diccionario de la
Real Academia, DRAE, de 2001 [12]), hecho éste
que no dejaron de aprovechar los poetas para jugar
con la ambigüedad del término (como veremos en el
caso del propio Salinas).
No es éste el lugar para un análisis pormenorizado de las concordancias que aparecen en el rico
tesoro del CORDE, algunas de las cuales revelan
enfoques que darían por sí mismos materia para
nuevos trabajos. Nos limitaremos a algunos de los
testimonios antiguos más interesantes. Así, la primera aparición registrada en el CORDE de antojos con
sentido óptico tiene lugar en las Poesías de Alfonso
de Villasandino (1340-1424) recogidas en el Cancionero de Baena y datadas entre los últimos años
del siglo XIV y los primeros del XV. [13] Allí se
incluye una composición poética bajo el epígrafe
Este decir fizo e ordenó el dicho Alfonso Álvarez
para el Rey nuestro señor, que comienza:
Tú eres sacra doncella
en cuyo vientre apacigua
la Trinidad su querella
y más repara la mella
de la hueste más antigua;
por ti pierde los enojos
que tiene Dios contra nós;
tú eres ricos antojos
por cuyo medio los ojos
pudieron mirar a Dios.
Aquí se hace hincapié en el carácter mediador
de la Virgen y en la posibilidad de ver a través de
ella a Dios, que nos sería inaccesible directamente
(por deslumbrante, sin duda). La metáfora filosófica
toma aquí tintes religiosos, pero se ajusta a la misma
pauta: es gracias al uso de anteojos como podemos
ver cosas que de otro modo nos serían negadas.1
No proseguiremos con esas sabrosas calas. Citaremos, no obstante, algunos otros datos del COR-
Mal oyo e bien non veo.
¡Ved, señor, qué dos enojos!
¡Mal pecado! sin antojos
ya non escrivo nin leo.
Nos encontramos así, desde el comienzo con
uno de los tópicos literarios más comunes asociados
a los antojos: son instrumentos propios de la vejez,
ya que se utilizan para contrarrestar la presbicia, y
por lo tanto su uso indica una cierta decadencia
física de la que el autor no deja de lamentarse. Los
anteojos, son, así, el recurso al que se debe acudir
cuando no hay más remedio, y ostentan así un marcado carácter negativo, ya que se les puede tomar
como un indicativo de la proximidad de la muerte y
como una manifestación de debilidad (aunque sea de
la vista).
Pero existen otras posibilidades. Los anteojos
pueden considerarse metafóricamente como un dis-
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1
En este sentido, a pesar de su lejanía cronológica, cabe
citar la significativa anécdota de la muerte de Fernando
Pessoa, tal como se narra en la magnífica biografía de
Ángel Crespo (La vida plural de Fernando Pessoa, Seix
Barral, Barcelona, 1988, pp. 312-313): Serían las 8 cuando Pessoa perdió súbitamente la visión y, tras haber
murmurado, tal vez sin saber a quién se dirigía, un angustiado “Dame los lentes” [“Dá-me os óculos, os meus
óculos”], su vida terminó de extinguirse. La petición
desesperada del portugués recuerda, en un extraño paralelismo, el tópico Licht! Mehr licht! goethiano.
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Autor: A. González-Cano
contextualizar adecuadamente la aportación de Salinas en ese sentido vamos a mencionar aquí algunas
de las referencias más conocidas de los autores principales, sin ningún afán de exhaustividad o erudición.
Así, por ejemplo, antojos con sentido óptico
aparece hasta 6 veces en el Quijote [17]. Tres de las
menciones tienen lugar en el capítulo XLVIII de la
Segunda Parte, que relata la hilarante visita a Don
Quijote de la dueña doña Rodríguez (calificada de
toquiblanca, larga y antojuna, esto es, portadora de
antojos). [18] Los antojos se asocian, en efecto, muy
frecuentemente con las dueñas, personajes bien
característicos de la literatura de la época. Las lentes
contribuyen en este caso al poco atractivo físico que
se le supone a las dueñas, las cuales, al servir en
casas de alto nivel social sí podían tener acceso a tal
instrumento. Difícilmente podríamos encontrar a una
de las damas de las que se ocupan las dueñas empañando la belleza de sus ojos con semejantes artefactos.
El acoso de las dueñas a Don Quijote y Sancho
llega al paroxismo cuando, en el capítulo LXIX de la
Segunda Parte, por las burlas de los duques, contemplan una procesión de hasta seis dueñas, cuatro
de ellas con antojos. [19]
De las otras dos menciones a los antojos del
Quijote, en una se emplea simbólicamente la capacidad de engaño que las lentes presentan. Dice Sancho
[20]
DE. Por ejemplo, la muy tardía aparición de lentes u
otros términos hoy de uso común (lupa, microscopio…): normalmente no los encontramos hasta los
siglos XVIII o XIX. Las variantes antoxos o anteojos son, así mismo, menos comunes y más tardías
que antojos: la primera aparición recogida de antoxos corresponde a un inventario de los bienes de
Lucas Bermúdez de Cuellar, en donde se mencionan
“dos pares de antoxos de camino con bidrio”, que se
valoran en tres reales. Sobre los anteojos “de camino” nos extenderemos un poco en el siguiente epígrafe. La primera aparición de anteojos es de 1563.
Tanto antojos como sus variantes se utilizan también
durante este periodo para designar lo que hoy denominaríamos anteojeras, esto es, protecciones para
los ojos de las bestias, que les impiden ver y evitan
que se espanten. Antojos es también sinónimo de
grilletes en germanía.
La palabra antójos (acentuada) aparece ya en el
Diccionario de Autoridades de 1726 (en donde también se puede encontrar anteójos, en cuya entrada se
remite a la anterior), con la siguiente definición: Los
espejuelos, lunas o lunétas de vidro, ò crystal, que
guarnecidos de plata, concha o cuero, se colocan en
las narices quedando los cristales delante de los
ojos: y sirven para alargar, ò recoger la vista, según
la necesidad del que tiene falta de ella, y se adjunta
el testimonio de una cita del Marcos de Obregón de
Espinel. [12]
En cuanto a gafa, el asunto es algo más complejo. Es término ya conocido desde antiguo y hace
referencia a un elemento que sirve para armar la
ballesta. Su origen en principio es germánico, aunque la etimología no resulta clara (y como tal se
reconoce en la última edición del DRAE). Es, pues,
en tanto que armadura (es decir, en referencia a la
montura) como “gafas” empieza a utilizarse como
sinónimo de anteojos. Así se recoge en el Diccionario de autoridades de 1734, donde se dice que gafas
en sentido familiar, vale lo mismo que Antójos y se
nos remite a un conocido pasaje de los romances de
Góngora. [16] No es, sin embargo, obvio que en tal
romance Góngora use gafas en el sentido de anteojos (aunque es posible el juego de palabras): este
uso de gafas por el poeta cordobés es, por tanto, una
cuestión complicada que no pretendemos dilucidar
aquí y que acaso sería un buen tema de trabajo para
otras investigaciones. En todo caso, la substitución
de anteojos por gafas en el uso común no se produce
hasta mucho más adelante, cuando menos en el siglo
XVIII, y en algunos ámbitos geográficos no llega
siquiera a producirse.
que el amor, según yo he oído decir, mira con unos
antojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza, riqueza, y a las lagañas, perlas.
El amor puede engañarnos venturosamente
convirtiendo lo negativo en lo positivo como si nos
calásemos unos anteojos capaces de transformar, no
ya el tamaño, sino incluso la materia de lo visto.
Finalmente, en el capítulo VIII de la Primera
Parte, se hace mención a los antojos de camino, que
ya han aparecido aquí. Concretamente se trata del
famoso episodio del vizcaíno, en el que aparecen dos
frailes de San Benito portando tales artefactos. [21]
Los antojos de camino eran anteojos de cristal de
roca acoplados a un tafetán que tapaba el rostro para
protegerlo durante los viajes. Vemos aquí un uso
esencialmente protectivo de los anteojos, que no
tendrían por qué llevar graduación alguna.
Más menciones a los anteojos pueden encontrarse en las otras obras de Cervantes. Por ejemplo,
en el famoso patio de Monipodio de Rinconete y
Cortadillo nos encontramos, en el catálogo de tipos
característicos que por él se pasean, con dos individuos que quieren hacer del uso de los anteojos signo
de dignidad social: [22]
3.- LOS ANTEOJOS EN ALGUNOS
AUTORES DEL SIGLO DE ORO
Ya hemos mencionado que los anteojos son objetos de aparición relativamente frecuente en las
obras literarias del Siglo de Oro. Con el ánimo de
Opt. Pur. y Apl., Vol. 37, 2004
Estando en esto, entraron en la casa dos mozas
de hasta veinte años cada uno, vestidos de estudiantes, y de allí a poco, dos de la esportilla, y un
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Autor: A. González-Cano
ciego; y sin hablar palabra ninguno se comenzaron
a pasear por el patio. No tardó mucho, cuando entraron dos viejos de bayeta, con antojos, que los
hacían graves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras cuentas en las manos.
Tello contesta, burlonamente, que se considera ya
caballo, digno de portar tales anteojeras.
En algunos poemas de Lope encontramos también menciones a los anteojos y a las enfermedades
de la vista en general. Así, en sus Rimas humanas se
incluye un soneto titulado A una dama que tenía los
ojos enfermos. [28] Según nos relata el editor de las
Rimas, Antonio Carreño, el motivo de los ojos enfermos, amén de ser un tópico de la lírica renacentista, proviene de la realidad histórica de Lope de Vega, quien alude en varias ocasiones a la enfermedad
de los ojos de su amada Marta de Nevares, quien
acabó muriendo demente tras haber perdido la vista.
En otra ocasión es el propio Lope quien se duele de su pérdida de visión con abundante uso de
juegos de palabras. Se trata del soneto 22 de las
Rimas [29], titulado A dos niñas (en evidente alusión
a las pupilas, pero manteniendo la ambigüedad). Lo
citamos por entero, dado su interés:
Bien clara aparece, pues, en este pasaje, la connotación positiva que se podía extraer de los anteojos cuando los que los portaban lo hacían en razón
de su edad y rango, en franco contraste con otras
menciones de clara intención satírica (en las que a
veces son justamente esas personas “de respeto” los
ridiculizados).
No queremos abandonar a Cervantes sin citar
este interesante pasaje de La gitanilla: [23]
—Nunca los celos, a lo que imagino —dijo
Preciosa— dejan el entendimiento libre para que
pueda juzgar las cosas como ellas son. Siempre
miran los celosos con antojos de allende, que
hacen las cosas pequeñas, grandes; los enanos, gigante, y las sospechas, verdades.
A DOS NIÑAS
Para tomar de mi desdén venganza,
quitóme Amor las niñas que tenía
con que miraba yo como solía
todas las cosas en igual templanza.
Aquí se habla de los antojos de allende, o de
lejos (los cata-lejos, que sirven para catar, esto es,
mirar lejos). Así como antes la capacidad transformadora de los instrumentos ópticos se ponía al servicio del amor, ahora son los celos los que, como
telescopios, magnifican todas las percepciones y
convierten en importantes las cosas más nimias. [24]
En torno a Cervantes cabe citar también una
conocida anécdota que relató su proverbial rival
Lope de Vega en una carta al duque de Sessa del 2
de marzo de 1612. [25] Al parecer, Cervantes usaba
lentes compensadoras, al menos en su vejez. En una
ocasión, Lope (cuya antipatía hacia el manco de
Lepanto era notoria, además de correspondida) utilizó las gafas de Cervantes para leer unos versos y,
según nos cuenta, los tales antojos parecían huevos
estrellados mal hechos.
En la obra del propio Lope también encontramos referencias a los anteojos. Así, en El caballero
de Olmedo [26] el personaje de Fabia (“madre” al
celestinesco modo) viene bien caracterizado por su
uso de “rosario, báculo y antojos”, como se nos
indica en una acotación a la escena VIII del acto II.
Cuando Tello, el criado del Caballero, finge querer
enamorarla, se establece entre ellos el siguiente
diálogo, lleno de alusiones y dobles sentidos. [27]
A lo menos conozco la mudanza
en los antojos de la vista mía,
de un día en otro no descanso un día,
del tiempo huye la que el tiempo alcanza.
Almas parecen de mis niñas puestas
en mis ojos, que baña un tierno llanto.
¡Oh, niñas, niño Amor, niños antojos,
niño deseo que el vivir me cuesta!
Mas, ¿qué mucho también que llore tanto
quien tiene cuatro niñas en los ojos?
De nuevo encontramos el juego entre los sentidos de antojos, y algunos alusiones bien interesantes: así, la posibilidad de llorar el doble de quien
tiene cuatro ojos.
Cuatro ojos declara tener el autor del que de
ningún modo podíamos olvidarnos en este breve
repaso: Quevedo, quien titula una de sus Obras
festivas como Premáticas y aranceles generales, por
don Francisco de Quevedo y Villegas, poeta de
cuatro ojos. [30] Quevedo ha pasado a la historia
como proverbial usuario de gafas, hecho éste al que
sin duda ha contribuido no poco el retrato que de él
hiciera Velázquez.2 No en vano, aún encontramos en
el DRAE el vocablo quevedos para designar un tipo
concreto de anteojos.3
FABIA.− ¿Qué yo tus hazañas causo?
Basta, que no lo sabía.
¿Qué te agrada más?
Tus ojos
TELLO.−
FABIA.− Pues daréte mis antojos
TELLO.− Por caballo, Fabia mía
quedo confirmado ya.
2
No nos ocupamos en este artículo de la iconografía de la
época, en la que aparecen no pocas veces los anteojos.
Hay otras obras que han tratado la cuestión [4], y aquí nos
limitamos a las obras literarias.
Ante el ofrecimiento de Fabia de entregarle en
prenda de amor sus anteojos (difícilmente podría
encontrarse objeto menos sugerente en la época)
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3
Quevedos aparece en el DRAE desde 1884, con definiciones muy semejantes a la aún hoy aceptada: Lentes de
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Autor: A. González-Cano
Son muy frecuentes las alusiones de Quevedo a
los ojos, muchas veces con intenciones escatológicas. Así, por ejemplo en sus notas sobre fisonomía,
incluidas en el Libro de todas las cosas y muchas
más [31] encontramos perlas como éstas:
Fina manera, sin duda, de llamarle burro a alguien. Y ya que estamos hablando de Góngora y de
caballos podemos citar estos sabrosos versos, que
tienen lugar en medio del diálogo entre rocines que
se relata en el romance Murmuraban los rocines
[35]. Uno de los equinos se queja de la escasez de su
alimento y del afán de su dueño por engañarle:
Ojos vivos no huelen mal, y relucen; los
pequeños tienen niñas y los grandes mozas.
(…)
Las mujeres que tienen las cejas en arco, y
no vallesta, tendrán dos pestañas en cada ojo y
serán bien miradas si las miran bien.
En viendo un tuerto puedes juzgar, por esta ciencia, que le falta un ojo.
Los bizcos son tuertos en duda, que no se
sabe de qué ojo lo son.
La paja me da por libras,
la cebada por puñados,
y para engañar mi hambre
este artífice de engaños
unos antojos me pone
de unos vidrios tan doblados
que hacen de una paja ciento
y cuatrocientos de un grano.
¿Debemos encontrar en la segunda de estas
afirmaciones una alusión a las gafas, toda vez que se
menciona la ballesta? Es posible. Otra mención
interesante a la óptica se puede encontrar en los
Sueños [32], donde se dice de un soldado que vuelve
de la guerra con un ojo menos, hecho un monóculo.
Pero el uso más destacado de los anteojos por
Quevedo acaso sea el que tiene lugar como resultado
del intercambio de pullas entre él y su archirival
Góngora. A éste se le atribuye un soneto dedicado al
autor de El buscón (Anacreonte español…) [33] en
el que pasa revista a todos sus defectos y flaquezas y
no pierde, por supuesto, ocasión de ensañarse con el
conocido defecto visual de Quevedo y su uso de los
anteojos, en dos tercetos enloquecidos llenos de
alusiones escatológicas:
Aquí las anteojeras de las cabalgaduras se
substituyen por lentes de aumento que tienen la
virtud de multiplicar la magra ración que las quejosas bestias reciben.
Vemos, pues, que la referencia a los anteojos es
común en las obras de los principales autores del
Siglo de Oro, frecuentemente con intenciones satíricas. Podríamos multiplicar los ejemplos: así, existe
incluso una obra titulada Los anteojos de mejor vista
(1625), compuesta por Rodrigo Fernández de Ribera
(1579-1621), personaje próximo a nuestro Juan de
Salinas. Otros autores como Juan Ruiz de Alarcón o
Luis Barahona de Soto podrían también aparecer
aquí.
En cuanto a lo que podríamos denominar literatura científica, es de destacar el caso de Cristóbal
Méndez (1500-1560), de cuya obra nos hemos ocupado en otro trabajo [10]. En su Libro del exercicio
corporal y de sus prouechos, por el qual cada uno
podrá entender qué ejercicio le sea necesario para
conseruar su salud (Sevilla, 1553). [36] Méndez
elabora uno de los primeros tratados de medicina
preventiva, en el que propugna el uso del ejercicio
corporal como medio para conservar la salud. Lo
curioso del caso es que aplica a los ojos los mismos
principios que, digamos, a las piernas, de modo que
considera adecuado forzar la vista para mantenerla
“en forma” (por ejemplo leyendo textos de letra
diminuta o realizando tareas fatigosas) y, por ende,
cree que los anteojos, que facilitan la labor de los
ojos, no son apropiados.
Y, por supuesto, no podemos pasar por alto la
que es sin duda la obra más importante de la Óptica
española de la época: la del cordobés Benito Daza de
Valdés (Uso de los antojos, etc., fecha [37]). Este
librito es probablemente el primer tratado científico
consagrado por entero a las lentes en su faceta de
compensadoras de defectos visuales. Sobre Daza se
ha escrito ya [5,38] y no es el objeto de este trabajo
analizar sus aportaciones, ya que hemos decidido
centrarnos en el ámbito literario. Sin embargo, no
deja de ser significativa la coincidencia cronológica
(y aun geográfica) de Daza con los autores citados.
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir del griego
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.
Quevedo contestó a este poema con un romance satírico [34] en el que ataca a su vez sin piedad al
cordobés y no pierde ocasión de volver contra él las
pullas que aquél supuestamente le lanzara:
De la brida a la jineta
estribos cortos y largos
remataran de tus chistes
los conceptillos de asco,
y dejaras de pedir
antojos, de vista falto,
pues los que tú has menester
son los que traen los caballos.
forma circular con armadura a propósito para que se
sujete a la nariz. En la edición del DRAE de 2001 se especifica claramente el origen del término: de F. de Quevedo
y Villegas, porque con esta clase de anteojos está retratado este escritor español del siglo de Oro.
Opt. Pur. y Apl., Vol. 37, 2004
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Autor: A. González-Cano
Sevilla en 1643 y está enterrado en el convento de
Nuestra Señora de los Reyes.5 [41]
Salinas domina el lenguaje y sabe jugar con el
sentido de las palabras. Ya en el periodo segoviano
se pone de manifiesto su tendencia a una poesía
ligera e ingeniosa, tendencia que llegaría al apogeo
en Sevilla. Bonneville ha empleado para caracterizar
el chispeante estilo de Salinas el término de poesía
de la sal: poesía epigramática, de carácter festivo,
con muy variados recursos expresivos.
Dentro de ese tipo de composiciones nos interesan especialmente los enigmas, ya que a esa categoría pertenece el poema sobre los anteojos sobre el
que versa este trabajo. Pasemos ya sin más a estudiarlo: ocasión habrá de revisar después rápidamente
algún otro poema del sevillano.
4.- EL DOCTOR JUAN DE SALINAS
Ocupémonos ya, finalmente, del principal protagonista de nuestro trabajo, Juan de Salinas (1562?1643). Como ya se ha apuntado, se le ha considerado
normalmente un autor menor (lo cual no debe considerarse necesariamente un desdoro si, como ocurre,
los mayores son un Góngora o un Quevedo) y su
obra no ha recibido la atención que sin duda merecía.4 De hecho, sus obras no aparecieron impresas
hasta 1869. En 1969 el hispanista francés Henry
Bonneville publicó una extensa y bien documentada
biografía que es aún la referencia principal sobre
Salinas. [39] El propio Bonneville fue el responsable
de la edición de las Poesías humanas [40] de nuestro
autor, recopilación en la que se encuentran casi todos los poemas de los que nos vamos a ocupar.
Juan de Salinas nació probablemente en Sevilla, aunque su familia estaba arraigada en Nájera (La
Rioja). Estudió en Logroño y luego en la Universidad de Salamanca (1576-1581), donde acaso coincidio con Góngora. Tras finalizar sus estudios pasa un
periodo en Nájera y viaja a Roma (1585), pasando
de camino por Florencia. Tras no pocos intentos (su
visita coincide con un cambio de Papa), obtiene una
canonjía en Segovia, a la que accede tras su ordenación en Burgos (1587). Ocupa la canonjía hasta
1595: éste es un periodo cómodo para él, durante el
que compone algunos de sus poemas más característicos.
La muerte de su padre en 1594 le obliga a permanecer durante un largo tiempo en Nájera y otros
lugares próximos arreglando asuntos de la herencia.
En 1598 es “clérigo solo” (sin beneficio eclesiástico)
en Sevilla. Su vida tampoco es aquí muy ascética
(epicureísta de salón, le llama Bonneville) al menos
hasta su encuentro con el jesuita Francisco Arias,
encuentro del que Salinas obtuvo impulso para reformarse espiritualmente. En 1601 accede al puesto
de administrador del Hospital de San Cosme y San
Damián (Hospital de las bubas), cargo que ocupa en
1603 y que conservaría hasta su muerte. Fue también
visitador del Arzobispo y de monjas. Era un personaje conocido de la sociedad sevillana, participante
y juez en justas poéticas y frecuentador de reuniones
sociales, donde brillaba por su ingenio. Murió en
5.- EL ENIGMA DE LOS ANTEOJOS
Un enigma es un tipo de composición poética
de tono menor, apta para su recitado en reuniones
sociales a las que tan aficionado era el doctor Salinas
y que vendría a constituir una especie de adivinanza
en la que la palabra a encontrar puede no aparecer o
aparecer en los últimos versos, y a lo largo de la cual
se van incluyendo agudas alusiones, no siempre
inocentes, al objeto de marras.
Henry Bonneville, que no manifiesta gran predilección por estas composiciones, nos indica en su
edición de las Poesías humanas [42] que
Con ser los enigmas un género que casi más
participa del juego de sociedad que de la poesía,
Salinas lo cultivó con agudeza, es posible que en
los estrados y tertulias de Sevilla, como no fuese
en los tiempos más revoltosos del periodo segoviano; pues, como es propio del género, el enigma
tiene dos o más lecturas posibles. Aviso aquí a los
mal pensados (¿y aun a los sacrílegos?) que todos,
digamos casi todos, los enigmas que aparecen aquí
tienen una misma segunda lectura harto desvergonzada. Razón por la cual yo me inclinaría más
bien por el periodo segoviano.
En esa edición de las Poesías humanas nos
aparecen hasta 27 enigmas (pp. 291-318) dedicados
a temas muy diversos (algunos religiosos) como la
5
En la biografía de Salinas aparecen algunos datos curiosos que le relacionan con los anteojos de maneras inesperadas. Así, tiene una fuerte relación con el Cardenal Niño
de Guevara, cuyo retrato por El Greco es uno de los testimonios iconográficos más citados al referirse a la implantación de los anteojos en la España de la época: bien hermosas gafas porta el Cardenal en él. Ya hemos mencionado su conexión con Rodrigo Fernández de Ribera, del
mundillo literario sevillano como él. Por otro lado, el
hermano de nuestro doctor, Pedro Fernández de Salinas,
estuvo también relacionado con el duque de Sessa, padre
del protector de Lope, a quién hemos visto antes como
destinatario de la carta en la que se narra la anécdota de
los anteojos de Cervantes. [39]
4
Cabe citar una excepción notabilísima: en su Los complementarios (Cátedra, Madrid, 1987), Antonio Machado
anota (p. 276), entre otras muestras de poesía española, un
poemita de Juan de Salinas (A un fraile viejo, mentiroso y
falto de dientes). En otro lugar, el nombre de Pedro Salinas le sugiere el de otros dos homónimos y anota: Francisco Salinas. Músico. Siglo XVI. Juan Salinas [sic]. Poeta. Siglo XVII. Pedro Salinas. Poeta. Siglo XX. Francisco
Salinas es el destinatario de la famosa oda de Fray Luis de
León.
Opt. Pur. y Apl., Vol. 37, 2004
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Autor: A. González-Cano
2. Son dos hermanos los que llegan y eso nos
deja bien a las claras que estamos hablando de un
dispositivo binocular, como las gafas.
3. Las alusiones al vidrio y sus propiedades ópticas son continuas y dan lugar a juegos de palabras
no siempre inocentes:
Semana Santa, la vidriera, la vela de cera o el sombrero. De entre ellos el que nos interesa es el que
aparece con el nº 59 (pp. 299-300), titulado Nuevas
de Barcelona, y cuya solución es, como ya hemos
anticipado, los antojos.
He aquí el texto del enigma (seguimos la edición mencionada):
• El aspecto es ilustre y la prosapia es clarísima. Lo son porque los anteojos están hechos
de vidrio, que es transparente, pero hay aquí
una alusión evidente a la limpieza de sangre,
tema de máxima importancia en la literatura
de la época, y problema no del todo ajeno a
Salinas.
NUEVAS DE BARCELONA
(Enigma)
Dos hermanos arribaron
en una nave a la playa,
que de tierras extranjeras
vienen a dar vista a España.
• En esa línea, la familia de los antojos es espléndida, un nuevo término relacionado con
la luz (y con la limpieza del linaje). En esa
familia hay bien destacados representantes:
los que asisten y guardan al gran Señor en su
trono de alevosas asechanzas. En una anotación al manuscrito, según nos indica Bonneville, se explica el sentido de estos versos: los
viriles donde se guarda el Santísimo Sacramento.6 El vidrio es un elemento importante
en la liturgia, y las alusiones a su pureza y
transparencia son comunes en todo tipo de
textos, incluyendo los religiosos.7
De ilustre ingenioso aspecto,
de clarísima prosapia,
que por blasón de nobleza
traen dos lunas en las armas;
de esta espléndida familia
son los que asisten y guardan
al gran Señor en su trono
de alevosas asechanzas.
Con examen riguroso
le dio sus grados Italia,
y en todas las Facultades
lo más oscuro declara.
¡Oh, tú, gran Reina Sabea,
si nuestra edad alcanzaras,
qué pruebas hicieras de ellos,
y en qué materias tan varias!
• La familia de los antojos tiene, por supuesto,
su blasón, y en él aparecen, claro, dos lunas,
esto es, dos cristales. Pero además, Salinas,
de nuevo mostrando su maestría en el juego
de palabras, emplea armas para referirse al
escudo, jugando con el doble sentido de armadura o montura de las gafas.
Con gran acompañamiento
de una muy lucida escuadra
(que eran para ver) hicieron
en Barcelona su entrada.
• La entrada en Barcelona se hace con acompañamiento de lucida escuadra (¿de nuevo
Han sido bien recibidos
de Príncipes y Monarcas,
y el pueblo por medio de ellos
mil imposibles alcanza.
6
En el DRAE de 2001 aparece viril con dos acepciones
relacionadas que nos interesan: 1. m. Vidrio muy claro y
transparente que se pone delante de algunas cosas para
preservarlas o defenderlas, dejándolas patentes a la vista.
2. m. Caja de cristal con cerquillo de oro o dorado, que
encierra la forma consagrada y se coloca en la custodia
para la exposición del Santísimo, o que guarda reliquias y
se coloca en un relicario.
LOS ANTOJOS
Sin pretender enumerar todos los abundantes
juegos de palabras y figuras retóricas presentes en el
texto, apuntaremos algunos de los aspectos más
interesantes para nuestro estudio.
1. Desde el título del poema, los antojos nos
aparecen como objetos importados, de procedencia
foránea, que entran en España por Barcelona (es
decir, por mar, en una nave), procedentes de tierras
extranjeras (Italia, acaso, famosa por la calidad de
su vidrio). Desde esas tierras vienen a dar vista, es
decir, a avistar la costa, y a mejorar la visión. Esto
no quiere decir, claro es, que no se produjeran anteojos en España, pero sí conviene destacar que, entre
las pistas que Salinas nos proporciona en su enigma
ocupa un lugar destacado la procedencia extranjera
de esos antojos.
Opt. Pur. y Apl., Vol. 37, 2004
7
No nos atrevemos a concluir si aquí no hay a su vez una
alusión a las propiedades preservadoras del vidrio contra
la mirada del basilisco o el mal de ojo en general. En
textos medievales se nos indica que un procedimiento para
cazar al basilisco consiste en introducir la cabeza del
cazador en un recipiente de vidrio para que la mirada letal
de la serpiente rebote en el vidrio y se vuelva contra la
bestia. Puede consultarse I. Malaxechevarría (ed.), Bestiario medieval, Siruela, Madrid, 1996. Tampoco sería descabellado pensar en la capacidad protectora en términos
mecánicos, ya no ópticos, de la custodia, en un contexto
en el que los atentados a la Sagrada Forma eran una especie de tópico recurrente, señalándose casi siempre como
culpables de tales sacrilegios a los judíos.
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Autor: A. González-Cano
una referencia a la montura?), que era para
ver (digna de ser vista, pero también otra vez
la utilidad de los anteojos).
6.- OTROS POEMAS “ÓPTICOS” DE
SALINAS
No queremos concluir este artículo sin mencionar algunos otros testimonios del uso por parte de
Juan de Salinas de elementos ópticos en sus versos.
Los anteojos, por ejemplo, vuelven a aparecer en
una décima que figura con el nº 127 (pp. 375-376)
en las Poesías humanas:
4. Una mención interesante es la de grados. En
el poema se emplea con el doble sentido que aún
hoy tiene graduación (medida de la potencia de las
lentes y titulación universitaria). Como sabemos,
grados es el término que emplea Daza para caracterizar las lentes y es precisamente Daza el que nos
proporciona un primer método experimental para
determinar esos grados. Hasta ese momento no existe un procedimiento normalizado para realizar esa
medida, y, sin embargo, era evidente que las diferentes lentes exhibían propiedades refractivas distintas,
lo que era decisivo, por supuesto, para su uso como
elementos compensadores. Se menciona a Italia,
bien como país productor de los anteojos, bien como
centro del saber en el que los estudios ópticos alcanzan su mayor desarrollo (basta recordar a della Porta
o Maurolico).
5. En esa misma estrofa es interesante notar
como se sitúa a los anteojos en el mundo universitario (los estudiantes y profesores, en tanto que lectores obligados en un mundo en el que el analfabetismo era aún moneda común, eran usuarios naturales
de las gafas). De nuevo se usa el doble sentido en
declara, que se puede entender en términos ópticos
(se aclara lo que se ve y se puede resolver mejor) y
escolásticos (una actividad primordial del universitario es comentar y aclarar el sentido de los textos de
las auctoritates). Compruébese como el venero de
juegos de palabras asociado a las gafas y la vista es
inagotable, hecho éste que bien advirtió nuestro
autor.
6. En la última estrofa Salinas nos asocia los
anteojos a Príncipes y Monarcas, personas de alto
poder adquisitivo que pueden permitirse el uso de
esos objetos. Pero también menciona al pueblo, que
puede alcanzar mil imposibles con ellos: es decir,
puede llegar a ver cosas que son imposibles de ver
normalmente (por la debilidad de la vista de quien
precisa anteojos). Probablemente aquí la intención es
también satírica, ya que no es frecuente, en la época
en que el poema se escribe, que el pueblo alcance
ningún imposible, en los terrenos económicos, social
y político. ¿Acaso juega aquí Salinas con la posible
claridad de visión que podrían adquirir los poderosos y que acabaría favoreciendo a los comunes?
A UN CABALLERO ALBINO, QUE NO VEÍA
SIN ANTEOJOS, QUE LLEGANDO A UNA
CONVERSACIÓN DE DAMAS, DONDE ESTABA UNA QUE ÉL SERVÍA, SE LOS PIDIERON PARA VERLOS Y ENTRE LAS DAMAS
MIRÓ MUCHAS VECES CON ELLOS SU
PROPIA DAMA
Con mis antojos me ufano,
que son favorecidos
entre tantos no cumplidos
que han estado en vuestra mano;
y si al viso soberano
de la pura fe que os di,
es pureza baladí
la de estos cristales bellos,
¿para qué miráis por ellos
tanto, y tan poco por mí?
Aunque el poema no es tan interesante como el
anterior, conviene notar cómo Salinas juega con la
ambigüedad del término antojos en los primeros
versos y cómo de nuevo aparecen referencias a la
pureza de los cristales y juegos de palabras (como el
de mirar por, en sentido físico y figurado). Es importante notar que en su biografía, Bonneville ofrece
este poema en una versión procedente de otro manuscrito en el que el título cambia: Estando el Dr.
Juan de Salinas en una visita de señoras, tenía anteojos en la mano; tomóselos una señora y habiendo
mirado por ellos se los volvió diciendo no se quebrasen, a que respondió”. [43] La anécdota origen
del poema queda aquí mejor fijada. Vemos, por otro
lado, que el propio Salinas era usuario de anteojos.
Fuera de la colección de las Poesías humanas,
pero incluida en la biografía de Bonneville [44],
encontramos una interesante composición dedicada a
la entrada en religión de una dama:
REDONDILLAS A LA PROFESIÓN DE DOÑA
DAMIANA ESPEJO
Quedémonos aquí. Éstas son sólo unas pequeñas indicaciones para orientar el estudio de un poema en el que la densidad de información es muy alta.
Junto con los testimonios presentados en el apartado
3 nos sirven para ir comprendiendo las posibilidades
expresivas que en el Siglo de Oro se habían encontrado en relación con un objeto tan aparentemente
humilde como unos anteojos.
Los cristales que hemos visto,
si bien tan claros y finos,
ya son hoy más cristalinos
por consagrados a Cristo;
y aunque el ángel infiel
se opuso al del gran consejo,
no se verá en el Espejo,
que ya Dios se mira en él.
Guardaos, Espejo de Dios,
y tal la pureza sea,
Opt. Pur. y Apl., Vol. 37, 2004
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Autor: A. González-Cano
que su rostro propio vea
siempre que se mira en vos.
nos proporcionan, gracias al ingenio de su autor, la
oportunidad de sonreír y también de meditar.
Pero, junto con este propósito manifiesto, queremos también en este trabajo poner las bases de una
reflexión de mayor calado, sobre la interacción entre
los tratamientos científico y literario de los objetos
de la Óptica en un periodo crucial para la cultura
española, como el siglo de Oro, periodo que, por
otro lado, coincide con el despuntar de la nueva
Ciencia y con el alumbramiento de teorías ópticas de
las que aún hoy nos valemos. Por ese motivo, hemos
querido ampliar el campo de estudio, dando cabida
en él a otros autores que, no por muy conocidos,
dejan de estar necesitados de nuevas lecturas en lo
que se refiere al uso literario de la Óptica.
Confiemos en que esta línea aquí apuntada merezca el interés de la comunidad óptica y que se
pueda progresar en esa dirección. O, al menos, que
estas páginas proporcionen algún solaz a quien las
leyere, y le permitan vislumbrar por un momento la,
acaso inadvertida, vastedad de la importancia que su
objeto de estudio (la Óptica) tiene y ha tenido en la
sociedad y la cultura.
En humilde rendimiento
está el cristal más seguro
que no hay Espejo tan puro
que no lo empañe el aliento.
No hay aquí anteojos, pero sí frecuentes alusiones al nombre de la profesante, lo que le permite
a Salinas acceder al rico simbolismo catóptrico que
tantos frutos diera durante la Edad Media. Asociaciones fonéticas como la que se establece entre el
cristal y Cristo (unidos también por la pureza) son,
así mismo, frecuentes.
Y ya que estamos con espejos, y para terminar,
una letra, incluida en el nº 308 de las Poesías humanas (p. 528):
LETRA A UN CABALLERO QUE SALIÓ
SEMBRADO DE ESPEJOS
Hoy se mira en mis espejos
quien si en el alma pudiera,
más al natural se viera.
Agradecimientos
Este artículo y, en general, toda mi tarea de
investigación en el campo de la Historia de la Óptica
no serían posibles sin la inestimable colaboración de
Dª Mª Jesús Santurtún de la Hoz, directora de la
Biblioteca de la Escuela Universitaria de Óptica de
la Universidad Complutense de Madrid y del resto
del personal de la misma, quienes, con su infinita
paciencia y su proverbial eficacia, atienden todas
mis peticiones, incluso las más peregrinas. También
quisiera mencionar aquí al Dr. Daniel Vázquez Moliní, “compañero de fatigas” en estos primeros pasos
por la Historia.
CONCLUSIÓN
Hemos querido en este trabajo cumplir con un
propósito doble. Por un lado, y de manera fundamental, ofrecer a la comunidad óptica un testimonio
muy destacable del interés de los autores literarios
del Siglo de Oro por los anteojos, el poema de Salinas. Hay que notar que en este poema los anteojos
no son una mera excusa o un elemento del atrezzo
de un personaje, sino el centro de la composición.
Todos los versos nos ofrecen indicaciones muy valiosas de la consideración social de esos artefactos y
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Autor: A. González-Cano
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