Grupo oración - Parroquia Bautismo del Señor

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YO, SI SOY ASÍ, SEÑOR por Javier Leoz
Quiero adorarte, y me cuesta ponerme de rodillas
GRUPO ORACIÓN
PARROQUIA BAUTISMO DEL SEÑOR
XXXº Domingo del T. O.
27 de octubre 2013
Quiero guardar silencio,
y no sé vivir sin el ruido
Quiero hablar con tu lenguaje, y sólo
utilizo el diccionario que me ofrece el mundo
Quiero buscar tus huellas,
y voy detrás de aquellas que conducen a la fama.
PORQUE, YO SI QUE SOY ASI, SEÑOR,
Dame humildad para reconocer mis fallos
Fortaleza para hacerles frente
Gratitud para agradecerte lo mucho
que Tú haces por mí
Oración para mirarte y nunca ofender a los demás
Espíritu para dejarme moldear por tu Palabra
Amén.
- PRECES, PADRE NUESTRO
- ORACIÓN: Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe,
esperanza y caridad; y para conseguir tus promesas, concédenos
amar tus preceptos. Por Jesucristo Nuestro Señor.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor Dios Padre nuestro, te pedimos gracia para
comprender mejor la Palabra que se transmite en la Eucaristía
Dominical. Concédenos la presencia cercana y gratificante del
Espíritu Santo. Te lo pedimos por tu Hijo --y Maestro Nuestro-- el
Señor Jesús.
El domingo de la oración humilde
Jesús de Nazaret nos muestra el modo de orar: hay que entregar a
Dios nuestra alma y todos nuestros sentimientos desde la humildad,
desde el más sincero arrepentimiento. Hemos de rezar para el Señor,
no para los otros, para que ellos admiren nuestra “gran” piedad o
nuestra condición de buenísimos cristianos. Es el publicano quien con
el corazón roto por el peso de sus culpas pide humildemente perdón a
Dios. El fariseo, por el contrario, pretende que Dios le admire y que,
incluso, le dé algunas palmaditas en la espalda por lo bueno que es…
No nos equivoquemos, llevemos nuestra petición de perdón hasta los
pies del Señor, sabiéndonos frágiles y pecadores.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 18, 9-14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que, teniéndose
por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los
demás:
-- Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un
publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te
doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos,
adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago
el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó
atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el
pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo
que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Palabra del Señor
LA MEDITACIÓN
por Javier Leoz
1.- ¿Recordáis el Evangelio del domingo anterior? Nos sugería
aquella idea de que hay que rezar, con confianza y constantemente. Hoy,
de nuevo, Jesús pone delante de la pantalla de nuestra vida el trato personal
que hemos de tener con Dios. Nos marca una hoja de ruta para alcanzar la
perfección en la oración. ¡Qué bueno sería que nos analizásemos un poco!
¿Cómo está nuestra relación con el Señor? ¿Ya existe? ¿Es distante o
cercana? ¿Altanera o humilde? ¿Egoísta o gratuita? ¿Cuántos watsApp, email enviamos (con nuestra oración) al que nos ha dado la vida? Con qué
claridad, el Señor, nos dice lo que piensa. No es bueno el sentirnos seguros
de nosotros mismos. Entre otras cosas porque, ello, nos lleva al
distanciamiento de Dios y, junto con ello, a los juicios injustos sobre los
demás. La autocomplacencia no es buena. Cuando los domingos nos
reunimos en la Eucaristía, cuando participamos en diversos actos
litúrgicos, pastorales, caritativos o de índole pastoral, no lo hemos de hacer
desde un “ajuste de cuentas con Dios”; “mira lo qué hago” “recuerda que
yo sí y otros no”. Quien piense que, la eucaristía, es un favor que nosotros
le hacemos a Dios…anda tremendamente equivocado. ¿Serviría de algo
poseer dos inmensos pulmones sin oxígeno para respirar?
2.- El espejo de la cenicienta “dime espejito quién es más guapo
que yo” lo hemos de desterrar a la hora de hacer una radiografía del estado
en que se encuentra nuestra alma o nuestro corazón, nuestra fe o nuestra
amistad con Dios. Es más; en vez ponernos un espejo para mirarnos por
delante, sería bueno que fueran –otros- los que nos lo pusieran por detrás.
Es decir; para que viésemos el peso o la fragilidad que soportan nuestras
espaldas y que nos impiden ser buenos hijos de Dios. En la sociedad en la
que nos desenvolvemos se lleva mucho el mundo de la imagen. Es más,
nos preocupa muchísimo el concepto que los demás puedan tener de
nosotros. La oración, entre otras cosas, nos sitúa en el centro de nuestra
existencia: en Dios. Con El, todo. Sin Él, nada. Al fin y al cabo, por lo que
hemos de luchar es por agradar a Dios y no por engordar o satisfacer
nuestro ego.
3.- La sinceridad de nuestra oración, para darle gusto a Dios, no la
hemos de medir por la cantidad de palabras, las rimas o la poesía que
empleamos en ella o los mismos cantos que nos pueden ayudar a sintonizar
más con Dios. La verdad de nuestra piedad se demuestra en la calidad que
ponemos en lo que decimos; en la atención que ponemos cuando rezamos;
en la humildad o transparencia a la hora de expresarlo. ¿Qué imagen tendrá
Dios de nosotros? Una cosa está clara: de Dios no nos escapamos nadie.
Ya podemos acudir al templo metidos en un abrigo, o blindados en mil
palabrerías, si lo hacemos desde la vanidad, desde la idea de “bastante
hago con venir aquí”, Dios nos deja desnudos. Sabe, desde el primer
momento, con qué actitud nos ponemos frente a Él. Con la parábola viuda
y el juez injusto, el Señor nos invitaba a rezar insistentemente. Hoy con
esta bella parábola, Jesús, nos indica el espíritu con el que hemos de
hacerlo: la humildad.
4.- Dejemos fuera las categorías por las que nos regimos y con las
que nos desenvolvemos en el mundo; aquí no podemos engañar a nadie.
Qué grande es recordar aquello de: “Señor dame una alforja; para que en
su parte delantera vea mis propios defectos y, en la parte de atrás, deje los
fallos de los demás; Señor; dame una alforja; para que en la parte de
adelante meta las virtudes de los demás y, en la de atrás, sepa llevar con
afán de superación las mías”. En algunos momentos solemnes solemos
utilizar el incensario para dar gloria y alabanza al Señor. Pues eso…el
incienso y el incensario para Dios. Tiempo llegará, cuando Él quiera, en
que determine el valor de todo lo que decimos hacer y decir en su nombre.
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