JUAN B. TERÁN DE LA ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS JOSÉ MARÍA PAZ 1791 - 1854 SU GLORIA SIN ESTRELLA SU GENIO MORAL Índice de la Obra 1 2 A la memoria de mi hijo Guido y a quienes lo amaron. 3 INDICE de: “JOSÉ MARÍA PAZ, SU GLORIA SIN ESTRELLA, SU GENIO MORAL” Introducción. Diferencia entre “el hombre histórico” y “el hombre biográfico”. El papel de las circunstancias en la gloria histórica. Lo que pudo haber sido. Paz, figura con sentido universal. EL HOMBRE Capítulo I Los primeros veinte años. La familia de Paz: su ciudad, sus estudios en el Colegio de Loreto y la Universidad. Influencias a que estuvo sometido. Capítulo II La formación de su carácter. I.Temperamento de Paz: impresionable y apasionado. Educación represiva de su espontaneidad. Su severa autoeducación. La lección de su hogar y de su experiencia en el ejército del Alto Perú. Ideal que impuso a su vida. Su tipo “corneliano”. – II. Papel de la religión en su formación. Capítulo III El hombre maduro I. El carácter de Paz, fruto de una dramática elaboración. Sus defectos, cicatrices de cirugía moral. II. Refugio de su sensibilidad “bloqueada”: sus sentimientos de hijo y de esposo. Retratos de Paz y de su esposa Margarita Weild. Su correspondencia íntima. -- III. Las virtudes del hombre maduro. Capítulo IV La inteligencia de Paz. La inteligencia, facultad matriz de Paz. Su concepción de la acción militar. Los medios y el fin: la guerra. Carencia de intuición. Paz creador de la primera ciencia argentina. El elemento teórico y el elemento empírico. Lo que significó su ciencia militar. Respeto del pasado. Su afán de organización. - Conclusión. 4 LAS ETAPAS DE SU CARRERA PUBLICA Capítulo V (1811-1828 ) I. Guerra de la Independencia. Árequito. - II. La acción del Alto Perú (1823-1824). - III. La guerra del Brasil (1826-1828) Capítulo VI (1828-1840 ) Paz y Lavalle. Campaña contra Quiroga. Prisión y evasión de Paz. I. Paz y Lavalle en la campaña de 1829. Diverso destino de la acción de Buenos Aires y de Córdoba. Lavalle y Rosas, Paz y López. El manuscrito de 1850 sobre la campaña de Córdoba. Diferencia entre Lavalle y Paz. - II. La nueva escena para el militar argentino: de la guerra de la independencia a la guerra civil. Triunfo de Paz sobre Bustos y Quiroga. Tentativa de Paz de organizar el país en 1830. - III. Captura de Paz, su prisión de ocho años. Su casamiento. Su evasión en 1840. ¿Por qué salvó su vida Paz?. Capítulo VII (1840-1842) Primera campaña de Corrientes. I. Paz y Ferré. Sentimiento autonómico de Corrientes. Influencia nacionalizadora de la campaña contra Rosas. Caaguazú. Perspectivas que abrió. El plan de Paz. Esterilidad de la victoria. Discordia de Paz y Ferré. – II. Paz en Entre Ríos. Tentativa de reconciliación de Paz y Ferré. El comando único como condición de triunfo. El protocolo de Paisandú, Don Vicente Montero, agente de Urquiza. Retiro de Paz. Derrota de Rivera en Arroyo Grande (6 diciembre 1842). Capítulo VIII (1842-1846 ) Sitio y defensa de Montevideo. La segunda campaña de Corrientes. 1 El sitio y defensa de Montevideo como página de historia argentina. Montevideo último reducto de la campaña contra Rosas. Caseros, su consecuencia. Paz jefe de la defensa. Su argentinismo. La capacidad técnica y altura moral de Paz durante el sitio: renuncia y asunción del mando. Falta de recursos de Montevideo. Las facciones unitarias; Renuncia de Paz. Su partida a Río de Janeiro. – II. La segunda campaña de Corrientes. Prolongación de la defensa de Montevideo: su breve contenido. La alianza con el Paraguay. Invasión de Urquiza. Prisión de don Juan Madariaga. El plan de Paz. Ibahay. Separación de Paz. Su paso por el Paraguay (18461847). Capítulo IX (1848-1851) Los años de Río de Janeiro. Penuria material. La preocupación por la patria. Muerte de la esposa. Nuevo llamado de Montevideo. Las meditaciones del proscripto. La destrucción de la tiranía no tardará, “pero por otras manos”. El fruto de los largos años en Río: sus Memorias. Su testamento político. Los 5 pactos preparatorios de la caída de Rosas. Capítulo X (1852-1854) Alrededor de Caseros. I. Adhesión de Paz al pronunciamiento de Urquiza. Regreso a Montevideo (enero 1852). No pasa a Buenos Aires. No era deseable su presencia en Buenos Aires. Llega después de la revolución del 11 de Septiembre. La misión al interior. Su fracaso. El sitio de Buenos Aires: Paz su defensor. Intransigencia del localismo porteño y de los hombres de Paraná. El pacto de marzo de 1853. Paz interviene en él y felicita a Urquiza. El rechazo del pacto hizo necesario Pavón. - II. Las catilinarias de don Salvador M. del Carril contra Paz: el elogio de su vida. Consecuencia de Paz. Su voto en la Convención de Buenos Aires. Paz una vez más "el hombre del día siguiente". Conclusión, SUS IDEAS POLÍTICAS Capítulo XI Ni unitario ni federal. I. Las dos corrientes de ideas políticas. en la historia argentina. Paz, al margen de ambas. Ni europerísta ni indigenista. Las ideas de la Revolución en los discípulos de la Universidad de Córdoba. Paz, ni abstracto ni empírico. Precursor de la Constitución definitiva. - II. Sus diferencias con los unitarios. Cómo era visto por los federales provinciales: Quiroga y López. Distancia que los separaba de Paz. Los tratados de 1830, antecedentes del Acuerdo de San Nicolás. Incompatibilidades de Paz y los jefes unitarios. - III. El unitarismo de Paz. Su nacionalismo. Su idea sobre la capitalización de Buenos Aires y nacionalización de su aduana. EL ESCRITOR Capítulo XII Paz historiador I. La obra escrita de Paz. Origen y proceso de sus Memorias póstumas. Concepto de Paz sobre el historiador. Las tres porciones diversas de sus memorias: a) la militar; b) la pintura de la sociedad argentina; c) sus reflexiones morales. Las confesiones de José María Paz. - II Caracteres de psicología social; tendencia individualista; indisciplina y discordia, entusiasmo y decepción fáciles. III. Cuadros de la sociedad de su tiempo, Caracteres y retratos. Descripción geo gráfica. Capítulo XIII El Moralista. I. De lo particular (primera parte) ha ido a lo general (se gunda parte). El moralista trata de lo universal. Paz filósofo de la acción. Juicios y reflexiones, - II. Su formación de escritor. Sus estudios clásicos. Su vocabulario. Sus condiciones intrínsecas. Su carrera literaria desquite de su 6 infortunio político. LA DEFINICION DE PAZ Capítulo XIV Paz, genio moral.. Paz y Rosas. Paz, genio moral. Su confrontación con Rosas. Semejanzas aparentes: falta de sentimentalidad, concepto del orden y la disciplina. El federalismo de Rosas y Paz. El sentido mo ral y el sentido político: los medios de acción. El realismo y el nacionalismo de uno y otro. Limitaciones de las circunstancias al genio moral. El pueblo para Rosas y Paz. Ambos ante la pobreza. La religión entendida por uno y otro. Adaptación e inadaptación con su época. La historia, ciencia moral Cronología biográfica de Paz Iconografía de Paz Índice de la Obra 7 ÍNDICE DEL APENDICE DE : “JOSÉ MARÍA PAZ, SU GLORIA SIN ESTRELLA, SU GENIO MORAL” Advertencia I. Libro Manual de don José de Paz, padre del general José María Paz, II. Trabajos escolares de Paz, escritos en latín III. La batalla de Ituzaingó descripta por Paz IV. Cartas de Lavalle a Paz V. Clave de correspondencia durante la guerra civil. VI. Comunicación de Paz que expone los propósitos de la Campaña de Córdoba VII. Manuscrito de Paz redactado en Río de Janeiro en junio de 1851 sobre la Campaña de Córdoba de 1830 y las negociaciones con Quiroga, Buenos Aires y Santa Fe antes de su prisión VIII. Respuesta de Tucumán a la consulta sobre la suerte que debía corresponder a Paz, como prisionero de don Estanislao López IX. Correspondencia de don Juan Madariaga y don Vicente Montero, encargado de Urquiza X. Capítulo de carta de Paz a Paunero en que expone su plan de acción después de Caguazú XI. Carta a A. Rojo sobre colaboración posible de los expatriados en Chile y Boliv ia en la campaña contra Rosas, después de Caaguazú XII. Respuesta de Paz al premio que le hace Corrientes de 10 leguas cuadradas de terreno XIII. El canto de Rivera lndarte a Caaguazú 8 XIV. Separación de Paz de la dirección de la guerra de Corrientes en 1842 XV. Testimonio de reparación de los daños de la guerra XVI. Designación del general Las Heras y coronel Paunero co mo enviados privados ante los gobiernos de Chile y Bolivia de parte del Uruguay XVII. Paz reclama al gobierno del Uruguay el reconocimiento de su carácter de General argentino XVIII. Recibo otorgado a Paz, hallándose fugitivo en Asunción, por el representante de Corrientes del dinero de la Caja de Guerra. XIX. Carta de Paz al Gobernador Madariaga días antes .de se pararse de la dirección de la guerra en la segunda campaña de Corrientes XX. Carta de felicitación de Paz a Urquiza por la victoria de Caseros y contestación de éste. XXI. Carta de Paz a Urquiza después del pacto de Paz de marzo 1853. XXII. Cartas de don Salvador María del Carril a Paz reprochando su eonc1ueta por haberse puesto al servicio de Buenos Aires XXIII. Conversaciones de Paz con don Andrés Lamas en Río de Janeiro sobre asuntos públicos del Río de la Plata. Las ideas de Paz sobre la organización política argentina y sobre rentas nacionales y capital de la República Índice de la Obra 9 INTRODUCCION Este estudio no podría llamarse “La vida de un guerrero: José María Paz". Tampoco el General José María Paz y la lucha contra la tiranía de Rosas". No es un capítulo de historia argentina, ni siquiera la biografía de un hombre público. Es simplemente el retrato de un hombre y el bosquejo de un alma. Des cribe la fuerza que había en él, su constitución íntima más que la obra que desarrolló y ésta es recordada como explicación de aquéllas, sobre todo. No tiene espacio, pues, el relato detallado de sus batallas, y somos muy breves en cuanto a las de la Tablada y Oncativo, dada su abundante bibliografía. Damos alguna extensión a los episodios menos divulgados: campañas de Corrientes, sitio de Montevideo, su acción después de Caseros. Dicen los filósofos que un personaje o un suceso ad quieren el derecho para entrar y exhibirse en las galerías iluminadas de la historia, cuando alcanzan fe cundidad social el personaje o el suceso. Por puros que sean los móviles, por nobles que sean sus inspira ciones, bellas y hasta sublimes sus formas si no se han incorporado al caudal ordinario de la vida social, si no han roto su tersura o modificado su corriente, no son históricos. Hay por esto una diferencia de naturaleza entre la historia y la biografía. La historia excluye lo que no ha tenido repercusión o influencia y la biografía lo acoge. La biografía nos da derecho para conmovernos ante una vida sin estrella, para admirar un destino trunco a causa de que la La fuente primord ial de este trabajo es la documentación inédita de Paz que se guarda en el Archivo Nacional. Agradecemos en esta ocasión la deferencia constante de su director, señor Héctor C. Quesada y sus colaboradores, que nos han facilitado la larga consulta. El archivo de Paz es considerable. Se compone de nueve legajos de Correspondencia, borradores, etc.; de siete legajos de Documentos administrativos; de tres legajos de Documentos particulares. Los que carecen de fecha forman cuerpo aparte. Lo integran el expediente del proceso al general Juan Pablo López y otros, los manuscritos de sus Memorias póstumas y otras memo rias. Los documentos se hallan distribuidos por época. Es, pues, fácil encontrar los documentos citados en este libro, pues hemos cuidado indicar siempre la fecha, lo que permite orientar in mediatamente al investigador. No necesitamos decir que no hemos leído totalmente tan considerable ma terial, pero creemos haber abierto no pocas " picadas" en el in menso bosque. 10 diosa ciega, por serlo, no vio que un azar lo frustraba en la mañana del día en que llegaba su hora.1 La biografía recibe a quien la historia expulsa, las porciones no históricas de una vida, a un gran espíritu que no alcanzó influencia, a una lúcida inteligencia sin auditorio, que un día la erudición exhuma y revela, un Federico Amiel, por ejemplo. Seres no históricos, pues, pueden convertirse en un documento excepcional de psicología, en un nuevo tema para el drama, en un modelo para el arte. Esto nos lleva de la mano a pensar cómo dependen el prestigio y la gloria de condiciones externas, circunstanciales y a perdernos en extrañas fantasías. Son las que han provocado las viejas suposiciones que imaginaban el cambio de la historia por un grano de arena en la uretra de Cromwell, por la dimensión de la nariz de Cleopatra. Cuando más nos alejamos de las condiciones externas que acotan, que fijan la actuación de un personaje, es como si lo aisláramos, lo desprendiéramos de sus contornos para adueñarnos de la unicidad de todo hombre, de su vida desnuda y verdadera. Hay algunos que no soportan la operación y nos que damos con las manos vacías, pues resultaron ser meros reflejos de las circunstancias. Comprobamos con más de un héroe de nuestra primera época que después de haber tenido por escena las guerras de la Independencia, cuando su acción se pro longa durante las guerras internas, se encoge instantáneamente su estatura. Esto nos hace pensar en que la grandeza les venía, quizá, de haber tenido por fondo de la escena un continente, por auditorio Europa entera, pendiente del desenlace de la jornada que podía alterar el panorama mundial. En este sentido lo importante no está en haber sido soldado de la Independencia sino de la guerra civil. El sentido de orientación se muestra no en la noche con estrellas sino en la tempestad, como la virtud en la adversidad y no en la bonanza. Cuando comienzan las guerras civiles es como si en la escena de nuestra América se hubiera apagado una gran luz. Son los mismos capitanes que acompañaron a San Martín, es la misma bravura, pero las figuras se mueven en un ambiente de penumbra. 1 El Tu Marcellus eris de Virgilio es la expresión magnífica, con razón hecha clásica, para significar el dolo r de una gran carrera frustrada: "la del joven que habría llevado más lejos la amb ición de s us abuelos, y cuya nación habría sido demasiado poderosa, si el presente que los dioses le hicieron con ese joven hubiera sido durable". (Final del lib ro VI de la Eneida, versos 865 a 885.) 11 La escena, la decoración, la hora, los accidentes dentro de los cuales viven y actúan son decisivos, sin duda, para fijar la forma y el relieve que tomará la materia prima personal. 1 Pero estos caminos, que llevan a conjeturar lo que pudo haber sido, son tentaciones peligrosas porque inducen al pecado mayor del historiador: mezclar la rea lidad con la fantasía. 2 Nadie encontrará extravagante decir, sin embargo, que la historia argentina habría sido diversa a haber nacido Paz diez años antes o diez años después. Tenía Paz veinte años menos que Belgrano y que Martín Rodríguez, diez y ocho menos que Rondeau, trece menos que San Martín --los jefes del Ejército del Alto Perú. Es de todo punto probable que con más edad habría actuado en la guerra continental -la grande ambición de su juventud-, habría sido el sucesor de Belgrano o el jefe de Estado Mayor en Vilcapugio y Ayohuma, como lo fue años más tarde en la guerra del Brasil y dado a las armas de la Revolución lo que les faltó en esas acciones. No habría tenido nuestra historia la desviación que causó la pérdida del Alto Perú. 3 Si hay algún accidente en la historia argentina equivalente al grano de arena de Cromwell o a la nariz de Cleopatra es, sin duda, "la boleadura" del caballo de Paz, en 10 de mayo de 1831, en el momento culminante de su carrera, que lo hizo prisionero por ocho años. Pre sidía en ese momento nueve de las trece provincias argentinas (Jujuy no habíase separado de Salta) y había triunfado sobre el jefe enemigo más poderoso. Hace veinte años atrájonos la figura de Paz, al azar de la curiosidad histórica. Era el autor de los tratados de 1830 entre las provincias interiores, que nos interesaron como antecedente de la organización política. Después conocimos al "general invicto, al "gran táctico ". Pero fue la lectura de su archivo privado quien nos puso en el camino de un conocimiento más íntimo. 1 En el orden de las hipótesis vale la pena señalar una que expresa Paz. "Si el general Belg rano hubiese rehusado venir con su ejército de Tucumán para empeñarlo en la contienda civil, si hubiera hecho lo que el general San Mart ín decía y entendiéndose ambos hubieran obrado de consuno contra los españoles que ocupaban e l Perú, es fuera de duda que las armas argentinas se hubieran impuesto sin que nuestros males en el interior hubieran sido mayores." (Memorias, tomo 1, pág. 278.) Cuando citamos las Memorias de Paz nos referimos a la reedición del señor L. J. Rosso, que es la publicación más difundida. 2 Porque incurre en ese pecado contra el orden espiritual es que reputamos pasajera la boga de la biografía novelada, ni novela ni h is toria, género híbrido en que se confunden la invención y la realidad, la fantasía y la ra zón. 3 Lo que pudo ser la victoria en vez de la derrota de Ayohuma lo expresa así Paz: "A haber triunfado, no solamente hubiera asegurado el virreinato del Río de la Plata, sino abierto las puertas de Lima. Una victoria hubiera sido decisiva. Las provincias argentinas se vieron privadas de la gloria de dar libertad definitivamente a sus hermanas del Perú." (Memorias, to mo 1, pag. 130.) 12 Entonces desaparecieron ante los ojos el táctico, el militar, para aparecer un hombre singular, un alma heroica, un genio moral. Dejó de ser una figura argentina, para ser simplemente un alma, un carácter de valor universal, un héroe de Corneille. Estas páginas se proponen comunicar la revelación. Índice de la Obra 13 EL HOMBRE 14 CAPÍTULO 1 LOS PRIMEROS VEINTE AÑOS En una tarde del frío mes de julio, el día 23 de ese mes, de 1805, daba en latín su examen público de filosofía, en el Colegio de Nuestra Señora de Loreto, de Córdoba, un joven que se hallaba próximo a cumplir sus catorce años, pues había nacido en 9 de septiembre de 1791. 1 El Colegio de Loreto era quizá el más antiguo fundado en el territorio actualmente argentino: databa de 1611. 2 Entre el concurso de familias y alumnos, sin poder ocultar su regocijo, se hallaban don José de Paz y Doña Tiburcia de Haedo, padres del alumno. 3 En el estrado estaban los maestros tonsurados y entre ellos el de filosofía, el monje franciscano 1 Los aficionados a cábalas y supersticiones encontrarán que el número uno está siempre presente en los sucesos importantes de la vida de Paz. Nació en 1791. Ingresó al ejército en 1811. Fue proscripto por Bustos en marzo 21 de 1821. Fue hecho prisionero en 1831. Casó en 31 de marzo. Ganó Caaguazú en 1841. Bajo la sugestión los unos se mu ltip lican. En esas fechas contamos once unos. Paz, en camb io, dice en sus Memorias, que no creyó en los signos nefastos. Se conserva en el Archivo de Paz, existente en d Archivo de la Na ción, el examen escrito de filosofía en el acto público de 1805. Lleva el siguiente lema: Juxta recentiorum mente accomodare... 2 El Colegio de Nuestra Señora de Loreto, fundado por el Obispo Trejo, como la Un iversidad de Córdoba, comenzó co mo seminario. Abrió sus puertas en Santiago del Estero y fue trasladado después a Córdoba. El Coleg io más conocido es el de Montserrat, pero el de Loreto dio discípulos que actuaron con brillo antes y después de la Revolución. (Véa se Anales de la Universidad de Córdoba por FRA Y ZENÓN BUSTOS, to mo I, pág. 61; Castro Barros, por JA CINTO RÍOS; Fray Fernando Trejo, por el PADRE J. M . LIQUENO.) 3 Groussac en su Santiago de Liniers (pág. 322), transcribe datos extraídos del Correo de Comercio que se refieren a otra fiesta escolar realizada en 1809, a la que asistió Liniers y la gente encopetada de la ciudad. Paz recib ió uno de los premios destinados a los mejores alu mnos. Consistía en un anteojo de larga vista. ¡Qué falta le haría en El Tío!, exclama Groussac aludiendo a que cayó prisionero por no reconocer una partida enemiga. Es una concesión excesiva del gran maestro a la amenidad del relato. No es la falta de larga vista defecto de que adoleciera Paz. Su defecto fue no tenerla corta. Hay una inexact itud histórica en la frase, porque no cayó prisionero en El Tío, sino en Los Alvarez, a dos leguas de Santa Rosa, en la direc ción opuesta a El Tío “cuando era casi de noche", el 10 de mayo de 1831. (Partes de López y Reinafé: Gaceta Mercantil, 21 de mayo.) Las palabras burlonas de Groussac anuncian un juicio que emit ió en 1921 sobre Paz, al co mentar el relato conocido de Lacordaire en la Revue de Deux Mondes sobre la batalla de la Tablada. Desconoce su genio militar, su figura polít ica, la alteza de su carácter -contra sus lecciones, así, sin fundamento, olímp icamente. Es verdad que Paz ha sido siempre juzgado por la campaña de Córdoba y se ha ignorado, en general, su acción desde 1840 a 1854. Nos parece que esta vez el maestro se hallaba contagiado de los pecados que tan duramente ha inculpado a los argentinos: de improvisación y de ligereza. 15 fray José Gervasio Monterroso. 1 El examinando se llamaba José María Paz. Su padre, don José, era de cepa porteña, hijo de doña Manuela Durán. Se hallaba avecindado en Córdoba desde hacía muchísimos años; llevaba ya veinte de administrador de Correo y seguirá por otros veinte años, hasta su muerte, en 1825. 2 José María era el hijo mayor vivo y sus hermanos, Rosario y Julián. Son José María y Julián a quienes aluden los historiadores cuando, para mostramos el fervor con que acogió el Interior el pronunciamiento de Mayo, nos dicen que fueron ofrecidos al primer ejér cito patriota, a su paso por Córdoba, entre las joyas que las madres cordobesas entregaron a las cajas vacías de la Revolución. Pero olvidan decirnos que no era un niño éste José María Paz, pues había entrado en los veinte años. Llevaba hechos, en efecto, sus cursos de latín, filosofía y teología, dos años de estudios superiores y recibido en diciembre de 1808 su diploma de maestro en artes, título que se conserva aún en las viejas universidades y que es algo más que un bachillerato clásico. 3 Continuó sus estudios, y en 1810 completaba tres cursos de jurisprudencia y dos años de matemáticas. Los prosigue todavía en 1811, para interrumpirlos ca si al final del curso, el 12 de septiembre de ese año, tres días después de cumplir los veinte, en que marcha a incorporarse al ejército del Alto Perú. A esos primeros veinte años hay que pedir la explicación de los cuarenta y tres que cubren su larga carrera. Son los años misteriosos pero decisivos de la germinación. La familia pertenecía a la burguesía conservadora de la tradicio nalista Córdoba, la más españolizada del Virreinato, ciudad zahumada por monasterios y coro nada de torres, presumida de los afanes y de las disputas con que la Universidad llenaba su vida parsimonio sa. Era una metrópoli por su antigüedad, por la atracción que la Universidad ejercía no solamente en el Virreinato sino fuera de él, por su posición de puerto en el camino del Perú a Buenos Aires. Su padre era un ejemplo de paterfamilia, ambicioso de porvenir para sus hijos, pero cauteloso y severo. Su madre, vinculada por sangre a familias antiguas, secundaba al esposo con su espíritu de orden, de celo doméstico, de dignidad sencilla y grave. Estas influencias, la disciplina estricta 1 Fray José Gervasio Monterroso no debe ser confundido con Fray José Benito Monterroso, capellán y consejero de Artigas. 2 Véase CONCOLOCORVO, Lazarillo de ciegos y caminantes, parte rela tiva a Córdoba. 3 Para llegar a maestro de artes se requería ser bachiller y licenciado en artes. Según las constituciones para Córdoba del Obispo Fray A. de San Alberto, de 1774, se obtenía el título de bachiller con dos cursos y un examen de lógica; de licenciado, tres cursos más y dos actos públicos, de nueve conclusiones cada uno, después de lo cual se graduaba de maestro (que era el título de Paz), con un examen privado y dos cursos de teología. (Fray Zenón Bustos, Anales de la Universidad de Córdoba, tomo II, pág. 280.) 16 de su Colegio de Loreto, sus estudios de humanidades y teología, la frecuentación de libros clásicos fueron las fuerzas que impresionaron imborrablemente la plasticidad de su infancia y de su juventud. Son esas influencias de la primera edad las que dan su esencia característica a los hombres. En el sabor y el zumo de un vino, según los expertos, se gustan las sales del suelo en que crecieron las viñas de que ha sido exprimido. Es un seguro indicio de lo que era el hogar de Paz el Libro Manual que llevó prolijamente el padre hasta su muerte, como los señores romanos del tiempo de la República, costumbre ésta generalizada en las antiguas provincias argentinas. Revelan esas palabras, secas como de notario, la preocupación central que era para un padre la vida del hogar, que enciende su ca lor y crea su continuidad. 1 Esa unión construida entre padres e hijos se pro longó durante la vida entera, a pesar de las naturales disidencias. Guerrearon juntos los dos hermanos durante las luchas de la Independencia. José María tuvo la asistencia de Julián durante su prisión, lo acompañó en la campaña de Corrientes como agente en Montevideo y siguió siéndolo en los años de destierro en Río, hasta que ocurrió su muerte. Antes de ser su suegra, su hermana Rosario manifestó siempre una viva ternura por José María, a quien no pudo hacer abandonar la carrera de las armas en 1826. Después de casada su hija con José María fue la providencia, la pro tectora de su errante y joven familia, y muerta la esposa, la segunda madre de sus nietos. Hubo en la juventud de Paz una influencia que nunca olvidó. Cuando habían pasado más de cuarenta años, al escribir sus Memorias, Paz recordaba la persecución de que había sido objeto por parte de uno de sus maestros, el clérigo Marín. Contaba los años pertenecientes entre las cuatro épocas más desgraciadas de su vida. Ese odio de un maestro preparó tempranamente el carácter de su discípulo para recibir los golpes de la injusticia y del dolor. Contribuyó a darle una visión pesimista y una actitud prevenida. Las palabras con que recuerda Paz esos años muestran la impresión que dejó en su ánimo de niño esa influencia funesta. 2 1 Los datos han sido tomados del Libro Manual de don JOSÉ DE PAZ, padre de José María. No lo conocemos íntegramente. Hemos utilizado la parte relat iva al general Paz, en copia autenticada. Se conserva el documento en poder del señor Enrique Echenique, bisnieto de don Julián Paz; hermano de aquél. Agradecemos al señor ingeniero J. Allende Posse su benévola intervención para certificar la copia. Paz marchó con una comisión al Norte en 1810, pero regresó en seguida. 2 He aquí có mo recuerda a su maestro Marín en la nota de sus Memorias: "En mi n iñez cuando sólo tenía de 12 a 16 años sufrí en el Co legio la persecución gratuita, in justa y tenaz de un clérigo Marín, superior del Colegio, y por lo 17 El problema decisivo de una biografía es el de escudriñar el elemento fugitivo que se añade a las influencias sociales y cuya presencia hace que a pesar de es tar construidos los hombres de una generación con los mismos materiales -estirpe, educación, ideas y costumbres comunessolamente uno, entre todos, llega a ser José María Paz. Es el grano de pigmento que convierte en flores solamente a algunas hojas de las plantas, pues que según los botánicos aquéllas no son sino hojas modificadas. Hemos creído comprender a Paz después de conocer sus primeros veinte años. Hemos comprendido al táctico, al vencedor, al prisionero, al gobernante, al proscripto, su grandeza y sus fallas. Este soldado que los historiadores proclaman el más grande teórico de la guerra en nuestros países, ni comenzó adolescente su carrera de las armas, como tantos otros que no alcanzaron su pericia, ni asistió nunca a una escuela o academia militar. Pero, en cambio, tuvo una cultura general de que carecieron quizá todos. Es una experiencia singular. De un maestro de artes y un estudiante de jurisprudencia y teología nació un estratega. Los partidarios de la enseñanza clásica sacarán un buen argumento del caso de Paz para mostrar la fecundidad de las disciplinas puramente intelectuales y de cómo éstas habilitan para abordar los más variados caminos y triunfar en las carreras de aplicación. Estaba preparado para ser, bajo la presión de otro momento o circunstancias, un codificador, un gobernante, un filósofo. 1 El Paz autor de las Memorias es, sin duda, el alumno de Loreto y de la Universidad. Esa obra de mil doscientas páginas, escritas de un rasgo, sin correccio nes, admirable por la sencillez del estilo y la nitidez de las ideas, la gracia severa de sus descripciones y el arte de sus retratos, revela al estudiante de latín, 2 al lector de Tácito y de Salustio, al discípulo de los filósofos antiguos al través de Suárez, y de Vives. 3 tanto mío. Concibió contra mí, dice, un odio tan extenso que no lo puedo explicar sino como una profunda abe rración del espíritu humano. Mis padres quisieron sacarme del Co legio para trasladarme a otro, pero yo lo rehusé por consecuencia a la casa donde había recibido mi educación. Este es el primer período desgraciado de mi vida. El segundo fue el de mi enfermedad en Tucumán. El tercero mi prisión. El cuarto la pérdida de mi esposa. (Tomo 1, pág. 225). Marín fue después enemigo político irreconciliable de Paz. No mbrado diputado a la Convención de Santa Fe, después de la prisión de Paz, fue su obstinado acusador. Presid ió la Le gislatura que declaró nulos los actos del gobierno de Paz en agosto de 1831. 1 Paz recuerda que su carrera militar se debió a los consejos de Pueyrredón. En dos ocasiones anteriores en que pensó abandonarla, fue el mismo Pueyrredón quien lo impid ió. (Memorias, to mo 1, pág. 220.) 2 Gaspar López, en carta de 1843 desde Chuquisaca, no cree poder despertar mejor el co mpañeris mo de condiscípulo, que recordarle cuando le tomaba la lección de Nebrija. En esa fecha Paz era la pro mesa mayor del patriotismo. Le decía: "un mundo entero espera de su ma no la redención". Era después de Caaguazú. 3 Se puede reconstruir el ambiente de las ideas de los colegios de la Universidad de Córdoba por la lista de los lib ros usados en la enseñanza. GA RRO, en su Bosquejo, trae una nómina. Los estudios de latín eran co mpletos. El 18 Índice de la Obra Padre Furlong ha estudiado el carácter de la enseñanza anterior a la expu lsión de los jesuitas y la influencia de Suárez. Trae noticias de un interés extraord inario sobre la enseñanza filosófica en la que hubo hombres tan eminentes como Do mingo Muriel, cuyo Derecho Natural editó la Universidad de La Plata. (Vé Do mingo MurieL, Los Jesuitas y la cultura rioplatense, pág. 69, Glorias Santafesinas, del citado autor.) Los juicios de don Juan María Gut iérrez, en su historia de la enseñanza superior, sobre Córdoba resultan inexactos o precipitados. Entre estos maestros se encuentran indiscutibles precursores del ame ricanis mo y una evolucionada concepción filosófica que destruye la leyenda "de la ignorancia y el oscurantismo" imperando en sus aulas. 19 CAPÍTULO II LA FORMACION DE SU CARÁCTER I Nunca más necesario distinguir, tratándose de Paz, el temperamento del carácter, lo que fue nativamente de lo que llegó a ser por acción del medio, de su propósito deliberado, de su experiencia. Su temperamento, su natural, fue vehemente, apasionado, sujeto a profundas impresiones. Habla repetidamente en sus Memorias de la "vivacidad de su genio, que lo hacía traspasar los límites de la prudencia". Una escena de distribución de provisiones en el ejército del Alto Perú le causó "cólera y desprecio". El desorden que subsiguió a la acción del Puesto del Marqués le ocasionó "uno de las días más crueles de su vida”. 1 Durante las campañas en el norte de la guerra de la Independencia, la muerte de su compañero Diego Balcarce, y también la del joven tucumano Tejerina, le produjo tal dolor que se tuvo por enfermo. Treinta años después, cuando escribe sus Memorias, todavía lo conmueve el recuerdo de Balcarce. Hay un documento de valor singular para conocer el proceso que va fraguando su carácter, la historia dramática de su alma. Es el diario particular que llevó prolijamente en 1823 y 1824 y que se refiere a los trabajos de formación de una división auxiliar de la guerra del Perú. Su valor histórico es escaso en cuanto esas operaciones militares no tuvieron consecuencias, pero es precioso como confesión íntima de un corazón ambicioso y agitado. Dispersas entre los re latos de 1 Memorias, tomo I, págs. 170, 187. La carta a su hermano Julián, en vísperas de caer prisionero, muestra la exaltación de su ánimo y puede ser tenida como prueba de su iracundia. Dice: "¡yo insensato que me metí con esa canalla!" (Zinny, Historia de Gobernadores, tomo III, pág. 32.) la campaña, hay breves líneas, nerviosas precipitadas, que ponen al desnudo su irritabilidad, su impresionabilidad, en las que desahoga su fiebre de meditativo y solitario. Su júbilo, por ejemplo, es inmenso cuando puede distribuir vestuario o dar socorro a su tropa. En cambio, "¡qué tristeza!" exclama cuando ve decaído el ideal de la independencia y a las provincias lanzadas en la loca carrera de la guerra civil. La sospecha de que un "chisme" ha podido acarrear la frialdad de un jefe amigo le "lastima el corazón". Con sus confidencias se pueden formar páginas a lo Amiel. En 1824 ha estallado en su intimidad una gran crisis sentimental. Se oye su grito de dolor: "3 de junio de 1824. Por la noche me pasa el más terrible suceso en mi vida de su género. Yo sufro la mayor amargura y exclusivamente concentrado en mí mismo es más intolerable". Quince días después escribe en su diario: "el asunto del 3 de junio no se presenta tan ingrato pero yo he desmayado infinito". En 16 de agosto su espíritu sufre todavía la terrible impresión del suceso del 3 de junio. Han pasado más de cuatro meses y dice su diario: " 10 de octubre: se me han abierto claros para entrar otra vez en el asunto del 3 de junio, mas está muy fresca la memoria de aquel día, para que no me sea muy amargo". No podemos sino conjeturar el hecho mismo que tan profundamente lo convulsionó. Parece evidente, sin embargo, que se trataba de un episodio amoroso. Un ardid femenino habría buscado comprometerlo para llevarlo al matrimonio. Se habría contado con su timidez, su inexperiencia pero, recuperado prontamente, habría escapado, con civilidad, como dice en otro pasa je, a la emboscada. 1 ¿Era Paz un misógino? No, sin duda alguna. Era solamente un hombre poseído por ideas graves y de costumbres rigurosas. Su retraimiento de las diversio nes y del trato libre con la mujer se debía a una timidez natural - "la falta de audacia que hace olvidar las leyes del honor", de que habla en sus Memorias, aludiendo a su acción pública- a sus principios religiosos, a la convicción 1 A diferencia de muchos de sus contemporáneos no hay documento ni tradición oral que hable de su vida sentimental. No ocurre lo que con Lavalle, por ejemplo. En el archivo de Paz no hemos encontrado sino una carta de ese género. Procede de Salta y alude al silencio que él guardó con las anteriores que se le había dirig ido. Se refiere a sus amoríos en esa ciudad. Busca saber si "el manquito ingrato y fallador, como dicen los paisanos, piensa cumplir sus promesas tan repetidas y zalameras, como de cordobés". A nombre de la interesada se le hace saber que a pesar de tener otro pretendiente se decide por él, "haciendo en su favor una exposición tierna y decid ida". Su casamiento tardío, cuando se hallaba en prisión sin término, es la demostración de que su celibato no era misoginia sino un nuevo episodio de su plan de consagrarse heroicamente a un ideal que los co mpro misos personales pudieran desmedrar. 21 de que debía huir de todo lo que pudiera relajar la disciplina de su carácter. Necesitaba proceder así para ser obedecido en las limitaciones que imponía a sus oficiales en las fiestas y convites. Solía asistir a ellas pero se ausentaba luego a su carpa, para no enfriar las expansiones a la hora en que suelen desbordar, pero seguro de que no serían violadas sus recomendaciones de continencia. Había presenciado escenas chocantes en el ejército. Encontraba en la tolerancia por los excesos de los subordinados, en la francachela de los jefes y en la liviandad de los jóvenes, la causa de muchos desastres militares. 1 Pero era cortés, gentil con las damas. En Salta, hizo vida social activa. Durante la campaña del Brasil, frecuentaba el trato de las familias de los jefes, en Montevideo constituyó una asociación femenina para secundar la defensa de la ciudad. Su vida ciudadana fué tan breve y tantos los reveses de su vida que poco o nada pudo desenvolverse aquel don munda no, sus “zalamerías de cordobés" que atribuye a su edad juvenil la carta privada que conservó en sus papeles. Podemos seguir al través del diario el doble movimiento que se desarrolló en su intimidad. De un lado la efervescencia de su sensibilidad y de otro lado la voluntad de domeñarla e imponerle silencio. Se asiste al duelo en que se debaten estos dos antagonistas y al fin, al triunfo del espíritu sobre el instinto, del carácter sobre el temperamento. También vemos, en virtud del desdoblamiento común en los meditativos, al actor convertirse en testigo de su propio drama y contarnos las peripecias del combate. "Miro con horror este lugarejo, escribe en 15 de noviembre de 1823, que me ha sido tan penoso para mi físico y mi espíritu. Sin embargo, es preciso hacerse superior a esta pasión y lo que es más, no manifestarlo"'. 2 1 Cap. V in fine de las Memorias, to mo 1, pág. 163. Al día siguiente de Caaguazú, casi veinte años después, quiere volar a abrazar a su joven esposa, a quien no veía hacía meses: "daría un mundo, le dice, por poder hacerlo" -pero es preciso, agrega, "que me prive de este gusto" porque no puede abandonar un mo mento la campaña. El aprendiz de 1823 era el maestro consumado de 1841. 2 22 Litografía de Bacle (1829) No se le oculta que habiendo tomado partido por la causa del deber, de la virtud, del honor -a las que llama "deidades tutelares"- tendrá que arrostrar muchos duelos y quebrantos. Todo contribuye a agriar mi corazón, escribe en 12 de junio de 1824. "Estoy persuadido que es necesario estar siempre en guardia, con los superiores, con los inferiores, con los que se manifiestan amigos y con los indiferentes. Es, sin duda, mortificante vivir en este estado de alarma continuo, pero es indispensable para no ser a cada paso juguete de algún malvado. Conozco que mi carácter se resiente a cada momento de ingenuidad y facilidad." Dos días después escribe: "no veo generalmente sino malicia, intriga, traición, ignorancia, venalidad, sórdida codicia". Se hallaba bajo la impresión de la frialdad patriótica de los gobiernos 23 por la guerra de la Independencia, pero se sumaba a ella el incidente personal del 3 de junio. Lo había poseído de tal manera su ambición de tener alguna parte en las "últimas glorias de la independencia", según sus palabras, que todo lo demás le era indiferente. Pero ese ideal habría de ser perseguido sin traicionar sus principios. El día de su cumpleaños de 1823 había escrito: "9 de septiembre de 1823. Hoy es mi cumpleaños y ha terminado el 32 de mi edad. En este período, que no es corto, nada he adelantado para mi individuo. Mi situación nada tiene de lisonjera y mis esperanzas bien tristes, ¡suerte escasa! ¡Cuándo te cansarás de serme ad versa! Pero, no, Dios justo, yo venero tus decretos y tu Providencia. Dame fuerzas para concluir, si no con provecho mío particular, al menos sin separarme de la senda de la virtud y del honor." Confieso, dice en 8 de junio de 1824, que no tengo ap titudes para adelantar en la revolución. "Mas, he marchado de este modo y pienso así concluir mi carrera, aunque lo pague mi fortuna." Y su propósito se cumplió. Es la batalla más admirable de su vida, como que duró treinta años. En este proceso, abierto en su juventud y conducido férreamente, está la explicación completa de su carrera. Este esfuerzo vigilante y desvelado comenzó desde muy temprano. En su hogar, en su internado escolar, en su medio social, recibió las sugestiones que formaron el concepto y el hábito que serán la columna vertebral de su carácter: la idea del orden, el hábito de la disciplina. Los años de la guerra fueron una nueva escuela que fortaleció y definió su carácter. Su gran conquista en esta época, que transcurre entre los veinte y treinta años de edad, en plena juventud, es el conocimiento del corazón humano al que se aplica con su tendencia natura l de observador cauteloso. Ese aprendizaje hace de él un meditativo y un moralista. El alumno sobresaliente de la Universidad de Córdoba lo es ahora en este estudio más difícil de las pasiones. Vio cómo los celos de los jefes, la vanidad del mando comprometían la suerte de la guerra. Se aisló de las "logias" y no hizo concesión a las camaraderías que colocaban las ambiciones personales por encima de los fines de la lucha. Arequito fué una lección inolvidable. Supo entonces amargamente hasta qué punto es necesario acechar las intenciones que buscan disfrazarse para imponerse. Comprendió que era necesario retraerse para hacerse fuerte, para acorazarse contra los tiros de las banderías, la intriga y la malicia. Tenía felizmente para doctrinarse, muy próximo a él, el ejemplo de Belgrano, cuya grandeza mo ral no bastó para defenderlo de la malquerencia y aún de las burlas, con ser la única fuerza sa1vadora del ejército anarquizado. Aprendió el sentido que tiene el nombre de bueno y el nombre de malo, como dice 24 él, aplicado a los hombres, cuando se trata de cumplir el deber: el bueno es el que consiente las transgresiones, el malo es el que exige la disciplina, bien sea él el primero en someterse. II Hay un hecho que juega papel decisivo en la forma ción de Paz y que nos parece desconocido: es su sentimiento religioso. Sus padres eran gente de piedad y de prácticas cristianas. Era su tío carnal y consejero de la casa el doctor Manuel Mariano de Paz, sacerdote que alcanzó altas distinciones eclesiásticas. El Colegio de Loreto y la Universidad franciscana prosiguieron la influencia doméstica. 1 En el ejército pudo comprobar la acción mora1iza dora de la religión por obra de Be1grano. 2 Durante toda su carrera es visible su adhesión a las ideas religiosas inculcadas en su infancia y juventud, sin que lo contagiara el liberalismo del partido de Rivadavia ni más tarde la compañía de hombres como Garibaldi en el sitio de Montevideo y el mismo Alba rracín, que pusieron de moda la propaganda anticatólica. 3 No obstante su solidaridad política con Rivadavia, no llevó a cabo en Córdoba sus reformas eclesiásticas y tuvo de su lado al cura doctor Castro Barros, que ha bía sido amigo de Quiroga. Durante su prisión, en la amargura de sus medita ciones de condenado a muerte, se exaltó ese sentimiento. 4 1 Conservó Paz entre sus papeles una loa a la Virgen de Loreto, leída en una fiesta escolar, escrita en latín. En sus Memorias, cap. II, recuerda las prácticas religiosas impuestas por Belgrano en el ejército, no sólo como med io de proselitis mo en las poblaciones sino por ser un cristiano sincero. 3 Paz imitó la conducta de Belgrano durante sus campañas. Dice en sus Memorias militares el general uruguayo Ventura Rodríguez: "Paz era un católico fanático que no dejaba pasar dos meses sin hacerle oír misa campal al ejército. Cuando a S. E. se le antojaba ese acto religio so hacia colocar un altar al principio de la calle 18 de Julio y marchaba después hacia él con las tropas francas……. Los batallones y regimien tos de la línea exterior eran los únicos que se libraban de la man ifestación a la Iglesia" (pág. 407), Véase la actitud de Paz cuando el cañoneo de una iglesia mientras Oribe fest ejaba con un Te Deum el primer aniversario de Arroyo Gran de (pág. 464). 4 Refiriéndose a sus lecturas en la prisión recuerda a Silv io Pellico y d ice: "Ad miro con todas las fuerzas de mi alma sus sublimes virtudes, pero no a todos es dado practicarlas. Sin embargo, espero que Dios me perdonará y tendrá piedad de mí." "En el terrible t rabajo que me ha oprimido sólo he hallado consuelos en los princip ios religiosos y en el testimonio de mi conciencia" (tomo II, pág. 279). En la prisión copió una novena de San Rafael, documento que se encuentra en poder de su historiador, el señor coronel J. Beverina. San Rafael es protector de los alumbramientos. Paz esperaba, probablemente, su primer hijo. Entre los descendientes de Paz se conservan sendas copias de una oración compuesta por aquél. Me ha sido facilitada una de ellas por la señora Esther Rebollo Paz de Oro, su nieta. Hela aquí: “Poderoso Dios y Padre de todas las criaturas, que riges el Univer so y conservas el admirable orden que estableciste en todas las obras de nuestra creación. Que siendo inmensamente justo y bueno, castigas el vicio, premias la virtud y otorgas vuestros beneficios a los que os imp loran con humildad y fe sincera: acoged, Señor, co mpasivamente la súplica que os hacemos. 2 25 No era éste un sentimiento propenso a traducirse ruidosamente, no se lo reconocía en el apego formal, como en otros hombres de una religiosidad que pare ció más notoria a la sociedad y sus contemporáneos, pero se lo descubre claramente en la inspiración y en la práctica de su vida. No es que lo ocultara. Alguna de las cartas transcriptas lo revelan y está patente en sus Memorias, pero no hacía exhibición. En una carta que escribe desde Brasil a su esposa el 6 de octubre de l844, le dice: "Si la vida es un viaje, que hacemos los pobres humanos sobre esta tierra de lágrimas, nadie con más propiedad que nosotros lo puede decir y probar. Desde que uniste tu suerte con la mía no podemos decir que hemos pasado un día de reposo. En nuestro país todo ha sido trabajo, en el extranjero la más cruel incertidumbre. En tan penosa situación sea nuestro consuelo la más perfecta resignación, y como vos dices tan cristianamente, abandonémonos a la voluntad divina." Por su vida y su conducta, decimos, queda acreditado su cristianismo sin matices ni vacilaciones, su perfecta ortodoxia católica. Ese hontanar explica los aparentemente inconexos rasgos de su acción. Si desdeñó la popularidad, si se rehusó a toda tentación de venganza, si era tan riguroso en la elección de los medios, si escapaba a los compromisos que la ambición está siempre presta a sellar, si abdicaba de las ventajas, si se mantenía impasible en el triunfo, era porque disponía de un refugio seguro e insobornable: era el refugio de su conciencia religiosa, de su confianza en la justicia divina. De la certidumbre de poseerlo procedía su inflexibilidad, su fortaleza, su grandeza un poco trágica, de triunfador sin estrella. Índice de la Obra Os rogamos, Señor, déis a nuestra Patria la paz, quietud y orden que tanto necesita y la prosperidad que es consecuencia de aquellos bienes. Os suplicamos que derrames sobre esta casa vuestras misericord ias, concediendo vuestra gracia a todos los que la habitan. Os pedimos por los domésticos, para que cumpliendo con vuestra ley y sus respectivos deberes se hagan felices en la tierra y d ignos de recompensa en otra mejor vida. Os pedimos, Señor, que a los amos de la casa les concedas salud y acierto en sus deliberacion es. Haced, Señor, que el único hijo varón que les habéis conservado, corresponda a los designios que sin duda habéis sobre él formado, para que sea a su tiempo el descanso de sus padres, el apoyo de su familia, el protector de sus hermanas. Inspiradle, Señor, aplicación al estudio, amo r al trabajo y, el sentimiento profundo de sus importantes deberes. Haced tamb ién, Señor, que las dos tiernas hijas de la casa, crezcan y se formen sin desviarse ni un mo mento del sendero de la virtud, y que ni un solo pensamiento, ni un solo sentimiento que no sea conforme a sus deberes, venga a empañar la pureza de sus almas. Haced, Señor, finalmente, que el merecimiento de todos halle favorable acogida en vuestra presencia, y que las faltas de sus padres sean miradas con indulgencia en consideración a las virtudes de sus hijos." 26 CAPÍTULO III EL HOMBRE MADURO Veamos ahora el resultado de esta dolorosa gestación, al hombre maduro que llegaba a la gran escena pública a los 35 años, general de Ituzaingó. Los contemporáneos se hicieron de él la imagen que lo evoca en esta última etapa de su formación y fabricaron el estereotipo que lo ha fijado en la mente popular y en la historia oficial: el matemático de la guerra, sin fortuna en la política, que era, como hombre, insensible, terco, sin calor para la efusión, sin don de simpatía. El conocimiento de su vida interior nos permite hoy comprender el significado fecundo y la grandeza dramática que se disimulaban en el fondo de la figura angulosa y árida que de él se ha hecho. Sarmiento mismo, que admiró a Paz como a ningún otro argentino, nos dice que no fue amado y que no podía serlo sino manteniéndose a distancia. Sólo su intachable pureza, sus talentos de primer orden, su perseverancia inaudita han podido darle, agregaba, el prestigio sin límites de que goza. Tiene la rarísima cualidad de hacerse impopular, agregaba. 1 Tampoco era fácil para la amistad. No podía serlo quien había sido tan chasqueado por creer en ella y porque le pareció que bajo su nombre se disfrazaban la complicidad, la asociación ilícita para triunfar en las ambiciones personales y egoístas. Una vez llegado a la amistad, ésta era perdurable. Nunca se desmintió lo que lo unió a don Eusebio Agüero, don Domingo de Oro, don Wenceslao Paunero, don Indalecio Chenaut. Pero ignoró el encanto del abandono, de la 1 Puede leerse en las Memorias de Paz anotadas por Beverina, apéndice, este escrito de Sarmiento. 27 intimidad, de la confidencia. El tono era siempre grave. Respeto, veneración, admiración, fe profunda en su palabra eran los sentimientos que provocaba, pero no ternura. Tanto laboreo en los manantiales de su alma, había dejado un "ojo de agua" cegado para siempre. Óleo atribuido a G. Gallino (1844) Estos rasgos indudables de sequedad dieron pie a las detracciones de sus adversarios y al juicio de sus críticos, y han privado a su memoria de seducción para las nuevas 28 generaciones. 1 La pasión, no lo veía sino del lado de las sombras, no reparaba en los relieves que las dibujaban. Desconfiado y caviloso lo llamaba Ferré, y el general Iriarte, excéntrico, suspicaz, descontentadizo, reconcentrado, misántropo. Agreguemos la terquedad, el rigor, la aspereza de que habla el general César Díaz, su esquivez para el consejo, su aislamiento hos co, de que hablan otros. Hoy sabemos que sus defectos, exagerados por los celos, por la vanidad herida o la pasión política, no eran sino el precio de sus virtudes, las cicatrices que habían dejado las autoamputaciones de su temperamento nativo, las reliquias de una cirugía psíquica. 1 Es instructivo compulsar y confrontar los juicios que hicieron de Paz sus rivales o adversarios. LaMadrid es, nos parece, el único que le ha llamado hipócrita, siendo corriente la imputación contraria o sea de violencia y brusquedad. Pero debe recordarse que La Madrid no tenía la plu ma segura. Es demasiada transparente su pasión y su veleidad. Hizo con frecuencia el elogio de Paz. En carta de 2 de diciembre de 1843, decía: "Paz, nuestra única esperanza.” Don VICENTE LÓPEZ (Autobiografía, en Biblioteca de Groussac, 1896), teniendo veinticinco años de edad, conoció a Paz cuando éste se hallaba en Buenos Aires con la ciudad por cárcel. Hallándose bajo la tiranía, habló con precisión y franqueza, dando juicio sobre los hombres públicos. Se sabe que al caer prisionero se apresuró a declararlo así, asumiendo con gran dignidad su papel de tal. Los epítetos de IRIARTE puestos a Paz se encuentran en su Ataque, defensa, etc., Buenos Aires, 1855 y en Memoria militar, Buenos Aires, 1868, contestando las alusiones de Paz en sus Memorias. En los rasgos atribuidos a Paz y esbozos de su carácter hay contradicciones. Para el mis mo crítico era Paz díscolo, misántropo, sombrío y tamb ién sensible a la adulación (Ferré y César Díaz). Parece ev idente, por el complejo de su acción y por la imputación de sus adversarios, que tenía una alta idea de su capacidad. ¿ Qué podía interesarle, entonces, la opinión de los demás? Era difícil que encontrara aduladores quien pensaba así. Además para qué adularlo ¿Qué podía dar un hombre tan severo y anguloso? Trabajos y fatigas. No tuvo poder en sus manos. Fué pobre hasta el ext remo. Cuando no en el campamento estuvo en la proscripción. La disconformidad de su temperamento con su momento, con sus contemporáneos y en cierto modo con su "raza", ha sido vista por algunos. Más concentrado de lo que somos generalmente los hombres merid ionales", dice VICENTE F. LÓPEZ en el to mo X, pág. 319, de su Historia de la República Argentina. Lo observado coincide con la opinión que tenía de si mismo : ." no me acomodé a la época en que me tocó vivir". (Memorias, tomo II, pág. 371.) Según el testimonio, en este caso unánime, de amigos y adversarios, nunca se entregó a las facciones. Es decir, no contentaba a nadie. Cuando entró a Córdoba, ésta fué reacia para Paz en sus clases superiores y francamente hostil en las populares. (M. E. Río, Córdoba, pág. 66.) Para algunos de sus contemporáneos Paz apareció modesto, tímido. Se ruborizaba en el trato de las gentes, a las que no gustaba frecuentar. (SA LDÍAS, Historia de la Confederación, tomo II, pág. ,44.) No citamos la opin ión de La Madrid, su amigo unas veces, su contradictor y más amargo detractor otras. No hay desdén en esta omisión. Era un corazón abundante y valiente, pero una inteligencia sin brújula. No inspira fe su juicio. No puede ser tenido por militar y menos por historiador. Mezcla de palad ín, de juglar y de aventurero su puesto está más allá de la historia: en la leyenda, en la canción de gesta. Cuando no se atribuye la victoria en batallas que perdió, atribuye su derrota a faltas de otros, presentes o ausentes en la acción. Co mo signo de su imparcialidad y veracidad citemos un caso relativo a Paz: la batalla de la Tab lada no fué ganada por Paz sino por el general Ramón A. Deheza ( Observaciones sobre las Memorias del general Paz, pág. 279.) 29 Podríamos aplicarle las palabras de Walter Pater, el admirable crítico inglés, cuando habla de algunos hombres del Renacimiento italiano: son las sombras que dejan caer sobre la vida las grandes pasiones a que nos hemos negado. Nuestra condición humana, con su pecado original, no consiente, sin rescate, los vuelos de angelismos: qui fait l'ange fait la béte, que decía: Pascal. Es así cómo Paz llegó a constituir su tipo psicológico. Es el tipo psicológico de quienes abrazan una idea como un apostolado y que no ven los hombres ni sus intereses, porque tienen fijos los ojos en la posteridad y no obedecen sino a sus voces interiores. Tienen desapego por los hombres, trabajan por ellos pero sin curarse de sus simpatías. Los consideran accidentes. Cuando los mueve la sola ambición son, como Julio César y Napoleón, impávidos y crueles, aunque magníficos. Quienes como Paz tienen una conciencia severa desdeñan la popularidad pero reconocen todas las exigencias de la ley moral, cuidan sus pasos para no hollar la dignidad ni la justicia. En una carta privada que le dirigió un proscripto hay un pasaje de extraordinaria lucidez sobre el carácter de Paz. La escribió don José María del Carril, hermano de don Salvador María, muerto en el destierro. "Usted no debe extrañar, decía a Paz, no tener amigos ahora que está fuera del poder. Cuando Ud. estuvo en el poder nada hacía por tenerlos. Ud. huía de la personalidad y del proselitismo, buscaba la libertad y servir a la patria. En presencia de tan grande objeto los hombres desaparecían. En sus manos eran solo instrumentos para obrar el bien que tenia en vista. Para aquellos que rodean e1 poder por amor a la fortuna, se quiebra el vinculo desde que muere la “esperanza” de medrar. San Martín y Belgrano fueron sus modelos - mayores que Paz trece y veinte años-,- en quienes la idea de una patria por crear tenia el absolutismo de un sacerdocio o de un desposorio. Necesitamos un esfuerzo, no escaso, para comprenderlo hoy, pero fue así. La unidad rigurosa de sus vidas les viene de esta sumisión de todo otro propósito y de todo pensamiento a un fin único y grande. Paz hizo pues, con su vida lo que hizo después en las batallas: no confiarla, a la improvisación ni entregarla a1 entusiasmo; observaba, media, calculaba, concienzuda, metódicamente. Y triunfó en su arduo afán como triunfaría mas tarde en La Tablada o en 30 Caaguazú. Por obra de su "control", de su self government, se forma la constitución menos romántica de nuestras figuras históricas, en la que la sentimentalidad, el arrebato, e l entusiasmo, tuvieron menos intervención. En ese sentido su parecido mayor es con San Martín y con Mitre. La carrera de San Martín fue muy breve. Terminada su tarea de libertador se ausentó del pais y de la escena. Por eso no alcanzó a despertar las resistencias de Paz. Estos rasgos son suficientes para concretar su tipo psicológico. Era un personaje de Corneille, un "héroe corneliano", es decir, el hombre de la voluntad inque brantable obedeciendo los dictados de su razón. Así se explica todo el cuadro de su psicologia: lo que se llama su insensibilidad, su terquedad, su tenacidad, su culto fanático por la disciplina, lo que pareció engreimiento a algunos de sus adversarios o vanidad y misantropía a sus detractores, pero que no eran sino las formas que asumía la voluntad de realizar imperturbablemente un camino. Su frialdad, su aislamiento, su aspereza, son ingredientes del tipo corneliano, trofeos ganados en una lucha violenta en el interior de su alma, en la que llegó a vencer su natural apasionado y vehemente. Es la psicología de Horacio, en el teatro de Corneille, que sacrifica el amor fraternal al patriotismo, hay algo del Rodrigo en el Cid, que inmola el amor al deber y también un reflejo de Polyeucte por la pureza de su abnegación. II Los discípulos de Freud han abierto vías fecundas de investigación psicológica, como la del mecanismo de un proceso que han llamado de "condensación de sa tisfacciones", en virtud del cual el "bloqueo" de tendencias nativas las obliga a buscar desahogo por vías nuevas, como canales artificiales que sustituyeran el lecho natural. 1 Es, en el fondo, la justificación de los viejos ideales de la educación coercitiva y del valor de la autoeducación. El caso de Paz fue un ejemplo sumamente expresivo de este fe nómeno. Ya hombre maduro, sufría el pujo de los instintos domesticados que de vez en cuando 1 Reserches philosophiques, por J.Bourjade, pag. 202, Paris, 1932-33. 31 reaparecían como relámpagos en tiempo sereno. Así, después de la última campaña de Corrientes o cuando contesta a La Madrid o a don Mariano Fragueiro sus versiones de la campaña de Córdoba, ocasiones en que mezcla a sus réplicas el apóstrofe y el sarcasmo. Pero su segunda naturaleza no lo abandona y se recobra rápidamente de la cólera o corrige su desprecio, confesando que ha sido demasiado cáustico y quizá injusto : "hombre soy, ha repetido en sus escritos, y como tal sujeto a pasiones, pero no me dejo arrastrar por ellas ciegamente. Tengo a mi favor que se me conoce incapaz de una impostura y que ni aun para herir a mi mayor enemigo inventaría una mentira” Su sensibilidad, su emotividad 1 tan severamente "bloqueadas" tuvieron "una compensación de satisfacciones". Hubo, en efecto, un terreno donde su ternura manaba abundantemente, con el caudal recrecido, como un manantial cuando se remueve el dique que lo obstruía. Fue el de las relaciones de familia. El amor por su esposa y sus hijos fue el desquite de la rígida continencia. Eran los seres ante quienes no se interponía la sombra temida de la intriga y la desconfianza. No hemos podido conocer bien este aspecto de la vida de Paz porque tenía la reserva, el pudor de los meditativos que aman de tal manera sus sentimientos que ven una profanación en entregarlos a la curiosidad de los demás. Pero es evidente que su impasibilidad o frialdad tuvo esa puerta del fondo. Los psicólogos han observado el fenómeno. En los grandes emotivos, que bajo influencias sociales han contraído el hábito de no exteriorizar sus emociones; éstas se despliegan lozanamente en el huerto cerrado de la vida interior. Nada igualará su devoción por su madre, primero, y por su esposa, después. Admirable mujer la primera, arrastrando su vejez -murió a los setenta y dos años en Luján, en el 39---, por la cárcel de Santa Fe y por las escaleras y antesalas de los carceleros con fuerza para sonreírles, precio con que sólo una madre es capaz de pagar por un pequeño alivio en la prisión de su hijo. Su muerte fue para Paz un anonadamiento. 1 2 Memo rias cap. XXXVII, in fine, to mo III, pág. 216. En carta de noviembre 26 de 1827, Lavalle le escribe a Paz hablán dole de su madre, quien acababa de visitarlo. "No se conoce, le decía, el precio de una madre semejante hasta que se le ha perdido”. Por carta de Belgrano se sabe que siendo teniente Paz (diciemb re de 1812), había hecho de su sueldo una asignación de veinte pesos mensuales a favor de su señora madre doña Tiburcia Haedo. (Archivo de Córdoba: Cartas inéditas de Belgrano, pág. 52.) 2 32 Respecto del padre hay un hecho singular. Es éste: fué su primer biógrafo. En un papel íntimo, don José de Paz trazó la vida de su hijo José María hasta poco antes de morir, en 1825. Comenta su carrera estudiantil, sus éxitos, luego su actuación militar con orgullo no disimulado y con la intuición del porvenir que podía llegar. 1 Una tan excepcional ternura paterna no es posible sin una proporcionada en el hijo para provocarla. No podía ser vanidad: el hijo no tenía todavía gloria. Siendo un papel íntimo excluye, además, todo pensamiento de fatuidad o de orgullo. Fué su esposa Margarita Weild, a quien debió sus mayores alegrías y a quien hizo objeto de un amor romancesco. Era hija de su hermana Rosario y del doc tor Andrés Weild, cirujano escocés. 2 No había cumplido veintiún años al casarse (31 de marzo de 1835). Se conserva un retrato de Margarita. Era de estatura mediana, de ojos azules y dulces, blanca y sanguínea, de cabello claro, de aire sereno y salud vigoro sa. Traducía en lo físico y en lo moral el equilibrio y la apacibilidad de la sangre sajona de su padre, quien había nacido en Ecclefecham, en la parroquia de Haddan, condado de Dumphries. Pero la sangre materna no estaba ausente. A esta mezcla se debe quizá la cándida belleza latina y el lustre virginal de su figura, que evoca los cuadros de Rafael. Contrastaba físicamente con Paz, que era de color blanco mate. De estatura un poco más que mediana, erguido sin empaque, el continente digno, el aire reflexivo, tenía los ojos verdosos, el cabello abundante y crespo, de color entrerrubio, que se aclaraba aún más en la patilla. La barba abierta dejaba ver un mentón, breve y fuerte. Tenía la frente recta y sólida, los ojos sombreados, pequeños y tena ces. La mirada, vigilante y concentrada, decía valor sin alarde. La nariz ligeramente aguileña se alargaba hacia abajo. Su boca era pequeña y enérgica. 3 Su sola presencia difundía gravedad a su alrededor. Hablaba poco. Vestía decorosamente 1 Es el Libro manual de don JOSÉ DE PAZ, a que nos hemos ya referido. Vé nota 4 del capítulo XIV. El doctor Andrés Weild testó en 1815, en Buenos Aires. Ahí se registran antecedentes de familia y disposiciones sobre las propiedades de éste en Ecclefecham. En averiguaciones, supo M argarita que en 1826 vivía aún su abuelo en el país natal, donde ejercía su profesión de carpintero y disponía de los bienes que su padre mencionaba en el tes tamento. 3 La filiación de Paz fué tomada por el Coronel Ramírez, al hacerse cargo de él como prisionero, entregado por López, a nombre de Rosas. Luego se imprimió y circuló por toda la Provincia para asegurar su cap tura en caso de evasión. Los datos físicos de M argarita se encuentran en el pasaporte otorgado por la policía de San José del Norte (Brasil), cuan do pasaba a Santa Catalina en 14 de octubre de 1845. En la Memoria militar del general Ventura Rodríguez, uruguayo (M ontevideo, 1919), se encuentra la descripción más completa que hemos encontrado de Paz (pág. 41). "Era un hombre serio, de una mirada fuerte y escudriñadora, de ojos algo encapotados labios finos, boca chica, frente ancha y despejada, cutis blanco y limpio, pelo castaño y lacio. Era grueso, de espaldas anchas y estatura regular, más bien bajo que alto." Paz tenía, entonces, 52 años. Agrega: "no usaba casaca con vivos y galones de oro, uniforme con insignias. Se le conocía mucho más por su comitiva que por sus vestiduras". Las otras descripciones de Paz coinciden en que no era bajo. Habiendo engrosado en esa época es posible que lo pareciera. 2 33 pero con gran sencillez. El equipo de Paz en Córdoba, después de su prisión, era de cuatro pantalones de brin y una casaca de media parada. No agauchó nunca su vestido, como otros jefes, para hacerse simpático. Sus gustos eran sobrios, en todo. Su retrato en edad mas juvenil es un óleo posterior a la guerra del Brasil, antes de su prisión, cuando tenía alrededor de treinta y nueve años. Lo muestra en la madurez de su belleza varonil, tostado por la intemperie, endurecido por la campaña, con un brillo en la mirada ambiciosa que no aparecerá en sus retratos posteriores. 1 Oleo de Margarita Weild, esposa de Paz ( autor: Coudert F. A. ) En la época de su casamiento -con cuatro años de prisión y cuarenta y cuatro de edadhabía empalidecido y engrosado, pero lucían en su frente serena y en su mirada categórica 1 Paz tuvo una salud probada por las fatigas y penurias de sus largos años de campaña. Pasada la juventud, en que tuvo vómitos de sangre, su vigor no sufrió quebrantos. En 1823 padeció de paludismo. Hombre maduro sufrió de la vista, pero esta dolencia no le impidió escribir y leer continuamente. M urió a consecuencia de una hemiplejía. 34 los signos de una voluntad y de una ambición desveladas. Son preciosos documentos las cartas que se conservan de Paz a su esposa. Comienzan al día siguiente de su evasión en 1840, y se suceden durante las largas ausencias de sus campañas de Corrientes y de su peregrinación por el Brasil, interrumpidas por las épocas felices de la reunión. Esas cartas son además documentos que ilustran los sucesos políticos y militares. En esos papeles es donde está el alma verdadera. Por ellos se ve cómo las Memorias no fueron escritas para el público, para disimular la verdad. Con razón pudo decir alguna vez, cuando se lo amenazaba con la revelación de sus secretos: "toda mi vida puede salir a luz, nada temo de ello”. 1 Como su esposa ha quedado en Buenos Aires, después de su evasión (3 de abril de 1840), recurre a los medios más ingeniosos para comunicarse con ella. Así sucede más tarde cuando ha marchado a Corrientes y ella permanece en la Colonia. A veces firma con nombre supuesto: Ciriaco Durán (Ciriaco era otro de sus nombres, Durán el apellido de su abuela paterna) y se dirige a su quer ida amiga Agustina Valdez (Agustina era otro de los nombres de Margarita). 2 En mayo 31 le dice:" ¿Te acuerdas qué día es hoy? Yo la tengo bien presente y al escribir estos renglones se dilata mi corazón pensando que hoy hace seis años que se unieron nuestros destinos." "Tu llanto penetra mi, corazón, no te separas un momento de mi memoria", le dice en 5 de julio. En agosto ha llegado a Corrientes para verse con Ferré. Rodeado de duda y preocupación, su primera palabra es para Margarita: "tu inquietud, le dice, es el mayor de mis pesares": Pocos días después, siempre desde Corrientes, escribe: "te he dicho y repito que no vivo sino para vos y no te olvido un momento. Te tengo sobre mi corazón; Me parecen siglos los dos meses que estoy ausente. Más que nunca me sois querida. Háblame, pues, derrama sobre mi corazón el consuelo y la alegría. Cuenta con mi eterno amor". (Agosto 21-23 de 1 Así lo dice en carta a la esposa, cuando Rivera difundió la voz de que había recibido men sajes de Rosas, hallándose en el Uruguay, después de su evasión. En carta rectificando a Alvear sobre el premio en hacienda a los jefes militares de la guerra con el Brasil, repite el concepto. (RODRÍGUEZ, Contribución histórica, tomo II, pág. 393.) 2 Su nomb re co mpleto era Margarita Agustina Ester Josefa y el del general era José María del Rosario Ciriaco. 35 1840.) "Tus cartas y diarios han tenido la virtud de volverme la vista. Tu diario sobre todo me ha servido de consuelo, de descanso, de alivio, de alegría. Sólo tus cuidados han renovado las llagas de mi corazón, que tanto sufrió con tus llantos de despedida." (Septiembre 30 de 1840.) Ha llegado el momento de resolverse a llevar su fa milia a Corrientes, pero debe meditar el camino que ha de seguir, pues todos ofrecen peligros y muchos se hallan en poder de Rosas, ya sea por tierra o por agua, por el Paraná o el Uruguay. "La idea de reunirme es la más lisonjera que se presenta a mi acalorada imaginación y es muy natural porque para apreciar la vida doméstica que vos me haces tan bella y tan dulce, es preciso que sufra el contraste que forma con el bullicio de los campamentos y el aparato de la guerra." (Septiembre 30.) Margarita está al fin en Corrientes (marzo del 41), y Paz le escribe casi diariamente desde su cuartel general de Villanueva. Estamos ya en vísperas de Caaguazú, Unos días antes de la batalla le dice: "las esperanzas que tengo en la presente campaña son para la Patria y para vos". (Noviembre 2 de 1841.) El día mismo de la batalla, apenas ordenada la persecución del enemigo, se apea en su "rancho" para escribirle. "Da gracias al Dios de los Ejércitos que me ha concedido hoy una victoria completa. Quiera el cielo que sea para el bien del país y que yo encuentre el fin más próximo de mis fatigas, el consuelo de vivir con vos y mis hijos." (Noviembre 28 de 1841.) Dos días después le da pormenores de la acción y agrega: “Por un abrazo tuyo y un beso de mi hijo daría un mundo." (Diciembre 1° de 1841.) "Mi corazón descansa con pensar en vos y escribirte. Me complazco en haber sido feliz, para que vos, que tanto has padecido por mi, goces un poco y te indemnices de tanto trabajo." (Diciembre 6 de 1841.) Pero el héroe de Corneille no duerme. Se defiende y defiende a la esposa de los transportes del triunfo. Le dice: "concurre a las diversiones, acepta los agasa jos, pero usa de ellos con moderación". El sigue en su cuartel de Villanueva. La grande ambición de dar libertad y constitución al país --(P. L. C.: Patria, Libertad y 36 Constitución, fué el lema que los gobiernos pronunciados contra Ro sas opusieron al Mueran los salvajes unitarios, está embellecida por el sueño de vivir la paz del hogar. "Ya llegara el día", "está próximo", "no desesperes", "ten paciencia", es el leit motiv de sus cartas. En diciembre de 1844 esta en Corrientes otra vez, llamado por el gobernador Madariaga. En vísperas de partir, le escribe desde el Brasil: "mi amargura es todavía mas viva cuando pienso que no podemos saber cuando podremos decir: estamos ya en nuestra Patria, este es nuestro hogar..." (Octubre; 6 de 1844.) También le será negado esta vez el cumplimiento del augurio con que fué engañada su esperanza. Terminada la campaña de Corrientes, emigra de nuevo al Brasil, al fin, reunido con su familia. Vendrán días de reposo en Río, aunque de escasez y aun de miseria, que habrían sido de contento si no faltara lo principal: la mujer amada cuya compañía era el don mayor que le había hecho la vida. Apenas cumplidos trece de unión, Margarita desaparecerá sin volver a ver el cielo de la patria, el 5 de junio de 1848, antes de cumplir treinta y cuatro años de edad, haciéndole, dice Paz, "soportar la existencia con pesar, agotado mi sufrimiento". III En su edad madura florecen su perseverante formación moral, su culto por la verdad, por la justicia y la equidad, su incorruptible conciencia religiosa. Hay un testimonio concluyente de esa coronación en la práctica de la virtud más difícil durante las tormentas políticas: la clemencia con los vencidos, el perdón de las ofensas, el respeto por las vidas ajenas. 1 1 Paz tuvo en su poder, corno prisioneros, a algunos de sus carceleros y no tomó venganza ni represalia: el coronel Benítez, el capitán Acosta, el teniente Cisneros, a quien socorrió. Co mo se sabe se le reprochó siempre no haber ejecutado al Padre A ldao, prisionero de guerra y a otros. King refiere có mo Paz debió desafiar el reclamo que los vencedores hacían de la vida de este prisionero. Paz, a quien no elogia, era, d ice, un hornbre de sentimientos humanitarios como era, poco frecuente encontrar. (A. KING: Veinticuatro años de viaje. Ed. Cultura Argentina, pags. 106 y 108.) El fusilamiento que hizo Dehesa después de la Tablada fue ignora do por Paz y luego de saberlo lo condenó en privado y en público. Creía que la necesidad de la – guerra no autorizaba el emp leo de todos los medios: se rehusó a usar la emboscada. (Memorias, tomo III, pag. 26.) Después de Caaguazú no se ejerció crueldad alguna con los prisioneros. (To mo III, pags. 73 y 84.) En el sitio de Montevideo se negó a fusilar a Baena, inculpado de traición, sin que fuera, sometido a juicio. (YA BEN; Revista militar, 1932.) 37 El terror que Rosas uso para doblegar la revolución, su persecución sangrienta no fueron Las ejecuciones que le atribuyó la pasión política a Paz (Quiroga también le culpó de malos tratos al fraile A ldao), fueron contados y siempre precedido de un consejo de guerra. El cargo con que se aspira a manchar su clemencia y su justicia es el fusilamiento de don Desiderio Benítez, en Corrientes. (Véase MANTILLA , Crónica de Corrientes, tomo II, pág. 165.) V. BONASTRE dice a este respecto, al juzgar la obra de Mantilla (Rev. La Escuela., abril-mayo de 1929, Corrientes): “Desiderio Benítez, abuelo del autor de la Crónica, era un joven, rico, de regular cultura. En 1825 figura co mo porta guión de la división saladeña que a las órdenes del coronel Manuel José Ben ítez partió para el Sud amenazado por las hordas misioneras de Félix Aguirre. Contribuyó con una gruesa suma para el empréstito de 50.000 pesos reali zado en 1839 para las necesidades de la guerra y por cuya conducta Berón de Astrada le eximió del servicio. “Dos años después, empero, cayó en manos de una partida enemiga quien lo condujo a presencia del general Echagüe. Éste fué deferente con el prisionero con el designio evidente de conquistarlo para su causa. Benítez, halagado con el trato del general invasor, aceptó el cargo de comandante accidental de Mercedes, convirtiéndose en eficaz pregonero de sus propósitos. “Fué su perdición. Escrib ió varias cartas, entre ellas al comandante Manuel Antonio Ledesma y a los señores José Palacios y Fabián Jurado, en términos que maculaban sus honrosos antecedentes de patriota. Ledesma recib ió también unos impresos hechos circular por el enemigo y una carta del traidor Juan de Rosa Pucheta remitidos por el mis mo Benítez. “Mantilla d ice que Paz sometió a Ben ítez a un consejo de guerra" compuesto por los más ignorantes y sumisos de sus jefes, con prevención de condenar a muerte a Benítez". Ellos fueron: general Vicente Ra mírez, presidente; tenientes coroneles: José Benigno Canedo, José de la Cru z Masdeu, José Ignacio Serrano, Diego Brest, Bernabé Antonio Esquivel (a) Chiquillo, Manuel Díaz, José Antonio Borda; sargentos mayores: M iguel Virasoro, Matías Olmendilla y Andrés Ricarde; fiscal, mayor Juan Quevedo." Agrega Bonastre: “Con excepción del que después fuera coronel Ricarde, todos sus colegas eran militares de capacidad conocida y de carácter independiente. Canedo era un distinguido militar porteño; Masdeu, Esquivel, Serrano, Virasoro, Quevedo, correntinos, poseían una instrucción apreciable." -Cuando la rebelión del infortunado Borges, en Santiago, por media ción del entonces comandante José María Paz, fueron liberados de la última pena los có mplices Loren zo Lugones y Josenbat. (Belgrano, por MARIO BELGRA NO, pág. 284.) -Después de Caaguazú la gente se preguntaba por el destino que correrían los prisioneros hechos a Echagüe. Estaban frescas las inmo lacio nes sangrientas de Oribe y Maza en el Norte. No hubo, sin embargo, n ingún fusilado. Para no dar impresión de debilidad Ferré en 24 de diciembre de 1841 anunció que en adelante se usaría con los prisioneros el mismo tratamiento que daba Rosas. Paz encargó al agente de Corrientes en Montevideo que pidiera al M inistro Mandeville, que promoviera ante Rosas su mediación a fin de regularizar la guerra. Es una comunicación de gran elocuencia. Además de las razones de ética, reputaba Paz que la crueldad era estéril y absurda. El oficial Andrés Villegas escribió más tarde a Paz haciéndole saber la opinión de Urquiza : "Si Paz, hubiera tenido la resolución de fusilar algunos de esos porteños díscolos que él sabía lo estaban minando, habría impuesto a todos y llegado a su objeto: eso le faltó." (Junio 3 de 1847, Archivo de Paz, Correspondencia y borradores Legajo 8.) Respecto de Urquiza, se sabe, que en 1853 Paz amparó y salvó su vida de una tentativa de asesinato, que sólo conoció años después. Al disolverse el ejército sitiador, Urqu iza se disponía a embarcars e. Lo haría en Palermo. Fué sorprendido un extranjero sospechoso que pasaba las líneas, en cuyo poder se encontró un puñal afilado. Se descubrió que respondía a una conjuración, cuyos planes se comprobaron detalla damente. Paz, Min istro, llamó al jefe de Policía, don José María Pe lliza y to mó con él, las medidas para proteger la vida de Urquiza. (Véase los pormenores en Historia Argentina, de M. PELLIZA, to mo II, pág. 483, y M. RUIZ M ORENO, en su Organización nacional, tomo II, pág. 248,) 38 suficientes para arrastrar a Paz a la represalia. No lo arrebató la venganza ni lo emponzoñó la ambición del poder. Se sobrepuso a las decepciones. No lo tentó la idea de buscar en la desmembración del país, como a otros, el camino de la victoria, sobre la tiranía. Cuando Urquiza se pronunció contra ésta, ofreció su espada a quien era y siguió siendo su enemigo. No lo perturbó la solidaridad con los unitarios para denunciar sus errores. Provinciano sirvió a Buenos Aires, en lucha con las Provincias, cuando reputó a éstas equivocadas, desafiando la impopularidad. La injusticia con que fue juzgado ni lo amargó ni lo irritó porque veía en ella la obra pasajera de la pasión. Había muerto para siempre el hombre impresionable y vehemente de su juventud. Fué, en los años de su proscripción en el Brasil y en los cansados que prece dieron a su muerte, una alta inteligencia serena y un corazón abnegado, que sólo pensaba en el país y continuaba sirviéndole, quemada ya su vida en largo holocausto, sin desfallecimiento y sin recompensa.1 Índice de la Obra 1 Esto se trata nuevamente en el capítulo que habla de Paz en Río de Janeiro y en el capítulo final. 39 CAPÍTULO IV LA INTELIGENCIA DE PAZ TODOS los juicios sobre Paz coinciden en reconocer su singular inteligencia. Aun sus adversarios, los impugnadores de sus Memorias, los que no tienen simpatía por su figura, hablan de su talento indudable de guerrero y de táctico. Sus victorias no fueron, en efecto, obra de audacia, de habilidad, de intuición afortunada o de golpe de azar. Fueron el resultado de una preparación, no siempre larga, pero siempre prolija, de cálculo, de organización, de una interpretación estudiosa de los factores múltiples que intervienen en una acción bélica que, co mo las que él realizó, comprometían el país entero y lo tenían pendiente de su desenlace. No hablamos de lo que significa como esfuerzo haber dado disciplina a levas, a tropas colecticias, gente revoltosa y levantisca, que no conocía otro ejemplo que el capricho y el despotismo de gobernantes y capitanejos. Tratando de su capacidad intelectual decimos que era prueba de ella haber comprendido que debía ha cerse lo que no se había hecho hasta entonces: dar espíritu militar a esas mesnadas irregulares, hábitos de obediencia e infundirles fe en la justicia de sus jefes. Debía, para eso, renunciar a la tentación en que habían caído los generales de su tiempo, que era halagar las pasiones de la soldadesca que veía en la guerra la ocasión para saquear, asolar y humillar las pobla ciones. Paz concebía la guerra como un vasto problema, en cuyo e nunciado incluía todos los datos físicos y morales que pudieran influir directa o indirectamente en la solución. Si ninguno de los factores escapaba a su previsión, desde el armamento, la maestranza, el vestuario, la alimentación del soldado, la puntualidad de la paga, hasta los detalles topográficos del teatro de la lucha la estación, los pastos, el cuidado de la caballada--, presta siempre una atención capital a los factores mo rales, al estado de ánimo del pueblo, a 40 sus hábitos, a las peculiaridades del ambiente social. En una guerra internacional el problema es más sencillo. La sola preocupación del general es ganar la batalla porque está implícita la adhesión apasionada por la causa que defiende. En una guerra interior como la argentina, de la que Pa z fué capitán, el problema es más complejo. No bastaba vencer, sino saber si la victoria sería un bien. Necesitaba vigilar las ideas y la conducta de los hombres a quienes encumbraría la victoria. Es de cir, no era un condottiero, un empresario de combates. Muchas veces lo asaltó el temor de que los hombres llamados a gobernar si Rosas caía no fueran dignos de los sacrificios que esa caída imponía. Pero había lle gado la tiranía a tales extremos que lo reanimaba el pensamiento de que todo era preferible a s u conservación. 1 La inteligencia de Paz era, sin duda, descollante, la inteligencia en el sentido técnico, es decir, la facultad un poco geométrica que descompone, analiza, mide, combina los datos de la observación y la experiencia y los penetra de una luz ordenadora. Antes de seguir refiriéndonos a su inteligencia debemos decir que Paz carecía de intuición, de ese ojo adivinador que permite a algunos hombres lograr triunfos en negocios o en política, por ejemplo, que nos parecen desproporcionados con sus talentos y capacidad. Paz era un lógico y la intuición acierta fuera de la lógica. Rosas y Quiroga parecían indisolublemente ligados y, sin embargo, un intuitivo podía ver que esta ban destinados a ser enemigos. Paz no lo vió. Tampoco vió más tarde que Urquiza se separaría un día de Rosas, no obstante que las cartas de don Vicente Montero en 1841 pudieron llevarlo a intuirlo. Se equivocó cuando pensaba que Urquiza concluiría por enredarse en sus propias redes". De regreso al país, en 1852, por falta de intuición no comprendió que las Provincias resistirían su misión al interior. Todos consideraron como un acto ló gico de Buenos Aires enviar hacia ellas al más ilustre e insospechable provinciano como emisario de paz. Sin embargo, más fuertes que la lógica, las prevenciones que despertó la Revolución de 1 Como presintiendo lo que habría de ocurrir con el andar del tiempo, Paz dice: "la posteridad tendrá trabajo de persuadirse de que es posible lo que nosotros hemos visto" (como actos de crueldad de Rosas). (Memorias, tomo III, pág. 152.) 41 Septiembre impedían el entendimiento de Buenos Aires y las Provin cias. Se reputa por los psicólogos generalmente que la in teligencia se compone de tres aptitudes primarias: memoria, imaginación y juicio. Paz poseía las tres aptitudes. La descripción de lugares, la evocación de sucesos, veinte, treinta años después de vistos u ocurridos, atestiguan su memoria. La memoria es el artesano de la experiencia, pues que ésta no es sino el resumen ordenado de los recuerdos. Paz poseía imaginación. Nunca faltaba en su plan lo que debía hacerse el día siguiente de la acción, la previsión de sus derivaciones y consecuencias. La ocurrencia menos esperada no lo tomaba de sorpresa: el movimiento de Quiroga el día después de la Tablada, que pudo convertir en un desastre la vic toria, tan imprevisto, lo demuestra. Paz era hombre del día siguiente. Luego, su raciocinio, seguro y frío, trabajaba sobre el material de su memoria y de su imaginación para dar un juicio acertado y maduro. Esta lucidez de su comprensión y esta solidez de su razonamiento sustentan la afirmación corriente de que Paz era un matemático de la guerra. Sus cualidades eran las propias del espíritu científico. Paz creó, en efecto, la primera ciencia argentina; la táctica, a que debió el triunfo que no falló en los cinco únicos encuentros campales en que mandó como general en jefe y en los sitios de Montevideo y Buenos Aires. De paso nos sirve para tomar una lección de cómo se hace una ciencia aplicada, que es al mismo tiempo un esquema de cómo se elabora una cultura; por la conjunción de dos elementos, del elemento teórico y del elemento práctico, es decir, de lo abstracto y de lo concreto, de lo universal y de lo particular, de lo especulativo y lo empírico. El conocimiento teórico le fué dado por sus estudios de filosofía, de historia, de latín, ilustrado más tarde por vastas lecturas sobre las guerras y los capitanes clásicos, 1 en los años tristes que precedieron a la guerra del Brasil y en la soledad de su prisión. 1 A los pocos días de caer prisionero le entregaron los Comentarios de César, en lat ín, que él se encontraba en condiciones de aprovechar por su conocimiento de esa lengua. Cuando se hallaba en Salta (años 23 y 24), Alejandro Hered ia le mandó dos remesas de libros. Después en su prisión, su hermano Julián hacíale provisión de lecturas, penosamente. Le escribe su hermano Julián: " 1e mando quince volú menes, rotulados a doña Joaquina. El señor Echagüe me ha pro met ido llevar otra remesa igual. Con otro patrón que sale dentro de 6 días te mando un cajón con muchas obras. (Noviem bre 21 de 1833.) En 31 de marzo del año siguiente le escribe: "Te man do 3 obras en 25 volú menes, que son todas prestadas." Muerta su madre, Paz obsequió a don Francisco Javier Muñiz, que la había asistido como méd ico, obras de Humboldt. 42 No había hecho aprendizaje especial que lo preparara para la carrera de las armas, a la manera de muchos otros generales argentinos que habían cursado escuelas militares europeas. El elemento práctico lo debía a la experiencia de sus años de permanencia en el ejército del Alto Perú -desde 1811 al 1819-, enriquecida luego por la guerra del Brasil y las campañas contra Quiroga. Fué en esta última donde se revela el estratega maduro, que había fundido en un solo haz lo que había estudiado con lo que había vivido. El sentido vernacular o nacionalista, como diríamos hoy, había descubierto que nada valían los principios de la táctica escolar en frente de este fenómeno nue vo de la montonera y la ciencia inédita de los caudillos. Creían como el doctor Orihuela, de quien refiere Paz risueñamente en sus Memorias que reputaba a las manzanas de Córdoba las mejores del mundo, aun que no conociera otras. Esa anécdota es una ilustra ción pintoresca de la inteligencia presuntuosa por limitación de horizonte. Paz demostró cómo la inteligencia vence al instinto y la ciencia burla la rutina. 1 Representaba una organización mental madura, igualmente distante de la de los militares europeizantes, simplemente librescos, y del primitivismo gaucho puramente empírico. Dió dos combates contra Quiroga cuando se había generalizado la idea de que eran invencibles las caballerías criollas y los ataques frontales. Demostró el valor de la infantería, como elemento concurrente con las otras dos armas, y de los movimientos envolventes. Pero lo que daba fecundidad a su pensamiento estratégico era su conocimiento del alma del soldado criollo, de sus resortes más sensibles y de sus costumbres y prejuicios. Era, pues, un creador en cuanto completaba su ciencia con la consideración de los factores concretos dentro de los cuales debía actuar y moverse. Por eso, no obstante haber presentado batalla a tropas más numerosas, cobró siempre la victoria. 2 No creyó como la mayoría de los directores de la revolució n que ésta imponía el repudio total del pasado, que el pronunciamiento de la independencia significa ba abolir lo que hay de universal y perpetuo en toda civilización. Por eso, a la inversa de quienes pensa ron que 1 El coronel J. BEVERINA ha escrito especialmente sobre sus principios tácticos. (Paz, sus campañas y su doctrina de Guerra, Buenos Ai res, 1925. Biblioteca del oficial.) 2 Como prueba de su inteligencia práctica debe citarse lo que hizo con las pelotas, en vísperas de Caaguazú, para pasar sus tropas, el río Corrien tes sin que se mo jara la montura ni la ropa de sus soldados. (Memorias, tomo lII, pág. 62 43 hasta debía renegarse del propio idioma español como consecuencia de nuestro alzamiento contra la metrópoli, siguió aplicando las ordenanzas militares de España. Es una ilustración gráfica del espíritu de Paz la imagen que él mismo ha escrito alguna vez: "No hice ostentación de atavíos ni de modales gauchescos; he mandado ejércitos de gauchos montado en silla inglesa, sin que me hayan desobedecido ni despreciado, pero he tenido buen cuidado de no despreciarles ni ridiculizado un traje que hasta cierto punto puede llamarse nacional.” Paz fué, pues, un educador. Dió a las masas populares que él reunió y gobernó en sus campamentos, en Salta primero (de donde extrajo principalmente el Re gimiento con que peleó en el Brasil), en Córdoba y Corrientes más tarde, la lección práctica del valor de la disciplina y de la justicia en el gobierno. Mitre pudo decir, cuarenta años después de muerto Paz, que en el espacio de un siglo nuestro país había producido dos genios militares, San Martín y Paz, que soportaban la comparación con los grandes capitanes, San Martín, decía, fué el numen; Paz, el maestro de nuestro ejército. Hay otros signos que permiten reconocer cómo la inteligencia era un rasgo matriz del espíritu de Paz; su afán de organización, su pasión por el orden, su ambición por implantar normas y leyes, sin contar con que la ambición central de su vida fué la de darlas al país, que no era otro el lema de sus campañas y empresas. 1 Los bienes que dieron al país la Constitución y los códigos son la verificación del pensamiento de Paz. La virtud civilizadora que le han procurado, la otorgó Paz en el ejército y por él en las masas populares que eran los proveedores de soldados. Fué, el precursor más notorio de la organización argentina. La inteligencia busca espontáneamente la verdad y aspira a traduc irla en una ley. Es su sed natural y su meta. La verdad traspuesta en el mundo moral se llama justicia. Por eso no se separa el amor por ambas. 2 1 No hay testimonio más concluyente que su afán perseverante de constituir tribunales para juzgar las faltas militares. No admit ió que se aplicaran sanciones sin la intervención de jueces. Se conserva el grueso volumen del proceso formado al General Juan Pablo López y otros jefes, después del encuentro de Mal Abrigo. 2 En cuanto a la organización militar preconizó co mo esencial do tarla de leyes militares de permanentes. En su Memoria de Ministro de la Guerra de Buenos Aires, 1853, reclamaba la ley de servicio militar (véase apéndice, tomo III de sus Memorias.) Usó hemos dicho las ordenanzas España. (Vé Memorias, caps. IV y 44 Paz, que era ante todo inteligencia, fué hombre de verdad y de justicia, y por eso mismo excepcional en países nuevos, en el nuestro por lo tanto, donde, es no toria la frialdad con que las buscamos y las honramos. 1 CONCLUSIÓN Resumamos: de las tendencias primitivas, comunes a todos los humanos -avidez, bondad, sociabilidad, actividad, emotividad, que constituyen la vida afectiva activa- Paz poseía en primer término emotividad. Era nativamente un impresionable, es decir, lo contrario de un impasible. En numerosos pasajes de sus apuntes íntimos, lo reconoce. Era un impresionable, un sensible, pero no era ni un sentimental ni un sensitivo. Contra lo que pudiera aparentar, Paz no fué un activo, un dinámico, como se dice ahora. Era sobrio en el movimiento, en la palabra. No se movía ni hablaba sino después de pensar. Los dinámicos son generalmente entusiastas e improvisadores. Paz no esperaba nada ni del entusiasmo ni de la improvisación. Su temperamento fué sometido desde temprano a una disciplina que llegó a darle una segunda naturaleza. Provenía de la acción de su hogar y de su expe riencia en la guerra del Alto Perú y en Arequito. Se propuso dominarse y se dominó. Los sufrimientos de la prisión dieronle gravedad y estoicismo. Sin llegar a ser un misántropo, fué desapegado de los hombres. Estaba prevenido por temor a ser engañado. En otro espíritu tal prevención habría llevado al renunciamiento y al egoísmo, pero Paz estaba absorbido por la idea de servir a su país, al traves de todos los quebrantos. Estaba defendido de la misantropía por un sentimiento religioso muy hondo y una convicción cultivada de cristiano. Carecía de ambiciones secundarias, por lo mismo de avidez. Vivió siempre pobre, sin preocuparse por dejar de serlo. XXIX.) 1 JOAQUÍN V. GONZA LEZ ha escrito una página elocuente sobre Paz en el libro 4º, cap. VII, de su Tradición Nacional. V. F. LÓPEZ, Historia, to mo X, pag. 319. Vé d iscursos en el centenario de Paz. (Apéndice 2º, ed ic. de las Memorias.) LUIS FRANCO, El general Paz y los caudillajes. 45 En Corrientes renunció a favor del ejército las diez leguas de tierra que le fueron donadas. En 1844, durante el sitio de Montevideo, careció de lo mas indispensable siendo jefe de la defensa. Era sobre todo inteligencia. Por lo mismo, tenía los ideales de la inteligencia: verdad y justicia. No era, pues, oportunista. El oportunista busca derogar la vigencia de la verdad y la justicia para obtener buen éxito. Era una constitución intelectualista, sobre quien no ejercieron influencia ni lo pasajero ni los medios fáciles. Índice de la Obra 46 LAS ETAPAS , " DE SU CARRERA PÚBLICA 47 CAPÍTULO V GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. AREQUITO. LA ACCION AUXILIAR DEL ALTO PERÚ (1824). GUERRA DEL BRASIL. (1811-1828) La vida pública de José María Paz tiene la unidad del drama clásico. Como en el teatro antiguo, la trama no es complicada, la violencia de sus peripecias no turba la simplicidad lineal de la acción. No hay largos parlamentos ni muchos personajes. La voz del coro se oye siempre: al cerrarse la segunda década y al comenzar la cuarta el coro canta ditirambos: son la Tablada y Caaguazú. En todo el resto de la acción el coro comenta la grandeza desventurada del héroe. Como en el teatro de Sófocles palpita un aura solemne y hay la tensión de un pathos, pero el héroe tiene alma cristiana como los griegos que creó Corneille. Los cuarenta y tres años de esta larga carrera se distribuyen así: diez y ocho años dedicados a la guerra de la Independencia, incluidos los años de la guerra con el Brasil, que lo son lógicamente (1811 a 1828) ; otros diez y siete años de lucha por la organización de la nueva nación (1829 a 1831, 1840 a 1854) y ocho años de cárcel. Desde 1811 hasta que sucede la sublevación de Arequito, Paz ha permanecido en el ejército del Alto Perú, bajo el comando de Belgrano, de San Martín, de Rondeau, de Martín Rodríguez. Ha ganado en él sus grados militares. En enero 20 de 1812 es promovido a teniente de caballería de línea; en 26 de mayo de 1813 a capitán; en 8 de noviembre de 1815 a sargento mayor y en 6 de agosto de 1817 a comandante de dragones. 1 Ha participado en casi todas las jornadas adversas o felices de esos ocho años. No se encontró en Sipe-Sipe. 1 Paz se señaló desde el primer mo mento en el ejército por s u contracción a punto de que el barón de Holmberg lo reconociera co mo el más preparado de sus compañeros. (Documento en Belgrano, por MARIO BELGRA NO, pág. 118.) 48 En ellas formó su ojo y se adobó su genio militar. Los conocimientos de matemáticas traídos de su colegio de Loreto hicieron que se lo destinara a artillería, pero entraron por poco en su formación. Optó luego por la caballería. La vida en el ejército lo llenó de experiencia. Aprendió la guerra en la guerra, en las lecciones vivas del campamento, en las marchas, en las batallas, lecciones que él completaba con sus libros de táctica y de historia, nunca ausentes en su liviano bagaje de campaña. Una enseñanza se destacó sobre todas: la de los efectos de la indisciplina y de la imprevisión. Vió cómo estaba en el orden riguroso, en la severidad inflexible, en la diligencia próvida el secreto del buen éxito. Cómo nada podía esperarse del entusiasmo vocinglero, cómo era necesario refrenarse, rehusarse a la condescendencia que tiene aspecto de generosidad y no es sino tibieza, para dar al ejército el nervio indispensable en la acción. Se empeñaba en doctrinar las tropas y someterlas a una ley que no fuera el capricho de los jefes. A ese fin utilizó los reglamentos militares españoles. 1 Pasaban los años, la ineficacia y la anarquía del ejército eran cada vez mayores, se sucedían los contrastes y no veía indicios de mejoría. Estuvo varias veces a punto de abandonar el ejército. Pueyrredón, que decidió de su incorporación, lo disuadió también del retiro. Quedó dos años y medio acantonado en Tucumán. Su salud se quebrantó notoriamente. La inacción y la pesadumbre de ver malograda su carrera influyeron, quizá, en su desencanto. Desahuciadas las armas en el Norte en la guerra con España, las montoneras del Sud habían alzado su pendón y se imponían a las tropas de Buenos Aires. A tal punto se sintió amenazada la cuna misma de la Revolución, que el Gobierno de Buenos Aires exige a San Martín que regrese a salvarla y ordena a Belgrano que abandone el terreno de la lucha con España. El ideal de la Independencia parecía eclipsado, los planes y los propósitos más extraños habían sucedido al de consumar la Revolución que periclitaba en todos los horizontes. 1 "Había una disposición del primer Gob ierno patrio que previene la observancia de la orden anza española en lo que no esté derogada, es decir, en lo que no es incompatible con las formas republicanas y demo cráticas. Me ha sido muy útil, pues nunca quise mandar arb itrariamen te." (Memorias, cap. III.) 49 De regreso a Buenos Aires el ejército del Norte, al mando del general de la Cruz, después de combatir las montoneras de Santa Fe, una porción considerable des conoció la autoridad del jefe y del gobierno. Dirigieron la sublevación Juan B. Bustos y Alejandro Heredia. El comandante Paz estaba con ellos. Esto se ha llamado la mancha de la vida de Paz y se ha hecho recaer sobre él - por su mayor responsabilidad moral que la de Bustos y Heredia- el cargo de haber iniciado la guerra civil. La imputación olvida que desde la revolución del 5 y del 6 de abril de 1812 hasta Fontezuelas son muchos los levantamientos contra la autoridad y el gobierno y ninguno por los móviles que a Paz llevaron a Arequito. . Para medir moralmente la participación de Paz en el motín de Arequito, recordemos algunos antecedentes. Paz tenía veintiocho años, estaba en plena juventud. Belgrano y San Martín habían desobedecido al gobierno de Buenos Aires, pero el primero detuvo para siempre en Tucumán al ejército español triunfante, y el segundo libertó a Chile, como consecuencia de su desobediencia.1 Paz, en cambio, sin medios de acción, se oscureció en la impotencia y el desencanto durante seis años. Nadie duda que Paz no traicionó, que no tuvo inteligencia con las montoneras, que su único propósito fue concurrir al Alto Perú para proseguir la guerra de la Independencia, alentado por el mismo móvil que llevó a Belgrano y San Martín a resistir al gobierno de Buenos Aires que la desahuciaba. La Madrid, autoridad que puede citarse tratándose de Paz, dice en sus Memorias que sin duda Paz fué engañado por Bustos. La conducta posterior de ambos no deja lugar a duda respecto a la diversa inspiración con la que cada uno fue a Arequito. Hay otra confirmación de sus móviles en Arequito; durante la preparación de la división auxiliar del Alto Perú, los caudillos de Tucumán, Aráoz y López, comprometidos en una terrible lucha, van a tentarlo a su campamento buscando su apoyo. Él rechaza en absoluto, a ambos.2 1 Según Paz, no era extraño al pensamiento de concentrar todas las fuerzas en Buenos Aires, el p ropósito de que del exceso del mal surgiera el remedio; es decir, que el caos del interior hiciera aceptar y en todo caso poder imponer la monarquía. (Memorias, t. I, cap. X.). 2 En su diario inédito de marcha (de 13 de enero de 1823 a. 23 de octubre de 1824) hay las siguientes notas: “Agosto 16 de 1823. Después de los acontecimientos del año 20 y parte del 21, en que me v i. casi involuntariamente envuelto en la Provincia de Córdoba, me propuse no ocuparme en otra guerra que la que 50 Paz habla de Arequito en sus Memorias o sea casi treinta años después de ocurrido el motín. Dice que si hubiera previsto remotamente las desgracias y desórdenes que sobrevinieron a Arequito, aún cuando crea que sin él se hubiera pasado más o menos por los mismos trances, se hubiera abstenido de tomar parte en él: “hubieran sobrevenido, dice, iguales o quizá mayores males a nuestro país, pero no hubiera ha bido ocasión de hacer responsables de ellos a los autores de aquel movimiento”. Poco tiempo después de Arequito y a raíz de la revolución contra Bustos, que refieren sus Memorias, dio un manifiesto público en el que hizo la defensa de su actitud y juzgó la conducta de aquél. Invocó Paz en esa ocasión razones que no repitió en sus Memorias. Entre ellas la de que la obediencia militar no puede ser ciega en las "campañas domésticas de un país en convulsión". "De otro modo la milicia tendría que servir fanáticamente a quien fuera llevado al gobierno por la intriga o el complot”, agrega. Comprendió que la justificación teórica de Arequito, el derecho del soldado a revisar la orden que debe obedecer, destruía en su raíz la disciplina, pero es induda ble que esta debilidad, este error, el engaño en que cayó en Arequito, el comandante de veintiocho años de edad, no mancha ni la pureza de su intención ni la rectitud de su carrera. 2 II Obligados por la consideración de Arequito, hemos anticipado los sucesos. La decepción de Paz con respecto a los efectos de la sublevación fué inmediata. sostiene el país contra los españoles. Lo he cumplido a pesar de las dificultades que presentan las disensiones que abrasan a estas provincias. "Septiembre 11. Recibo un papel reservado del alférez Med ina, de San Carlos, en que me co munica la llegada a aquel punto de don Bernabé Aráoz por si quiero apoderarme de su persona. Ignora mis ideas en esta parte que son no mezclarme absolutamente en los negocios domésticos de estas provincias." 2 Hay borradores de ese Manifiesto. En el texto que parece definitivo dice: "Debieron haberse hecho saber los motivos que nos impulsaron, las circunstancias críticas en que nos hallábamos Y las intri gas con que se pensaba engañar a los pueblos. Pero como en lugar de patentizar estos actos el Jefe que lo presidió ha dejado el campo al influjo contrario, y por med io de la prensa se cambia al aspecto más claro cuando no se tiene opositores, aparece ya el movimiento de Arequito de un paso de liberalidad que fué (por mí aseguro que no tuve otro principio, y creo lo mis mo de muchos) cambiado en aspiraciones rid ículas. Además, co mo la marcha posterior no ha sido la que esperaban los pueblos, ni la que convenía a los intereses generales, no es extraño que ellos, por cuyos derechos y por cuyos votos se decidió el Ejército, estén próximos a creer que les hubiera estado mejo r quedar inermes y en la precisión de callar, cuando hablase el fuerte." 51 Pasa más de dos años en la oscuridad de las pendencias locales. Ha podido escapar a la tentación de mezclarse a la lucha de las montaneras o de complicarse con el gobierno de Bustos, si bien fué alcanzado por la intriga de las facciones. 1 Había resuelto retirarse a la vida privada, convencido de que no alcanzaría a participar en “las últimas glorias de la Independencia ", como era su ambición. En ese estado le llegó una proposición de su compañero de armas, el coronel José María Pérez de Urdininea, altoperuano, amigo de San Martín y gobernador a la sazón de San Juan. En esta jornada va a servir de nuevo a la guerra de la Independencia, cuando en realidad para los militares argentinos estaba terminada. San Martín había enviado un agente para obtener que se llamara la atención de los jefes realistas del Perú, invadiendo por el sud el terreno de la lucha. 2 Se contaba con Bustos como factor principal de la empresa, pero después de muchas promesas faltó a todos sus compromisos. Quedaba comprobada la falsedad de los móviles invocados en Arequito. 3 No se podía contar con Buenos Aires y con el Litoral y es impresionante ver la decisión de los pueblos pobres del Interior en dar vida a esa expedición que llamaron pomposamente de la División del Sud. Paz aceptó ser segundo jefe de esa división, en realidad su jefe. Con los primeros contingentes la División de dragones, marcha desde Santiago a principios de 1823 por las sierras de Catamarca a situarse en San Carlos, Salta, acampando en Animaná. 4 A su paso, primero, y desde su campamento, después, insta sin descanso a gobiernos y 1 En sus Memorias ha detallado los sucesos que subsiguieron en Córdoba hasta su destierro a Chile p or Bedoya, el gobernador sustituto de Bustos. 2 El agente fué Antonio Gutiérrez de la Fuente, quien debía obtener del gobernador Bustos y de Urdininea que promovieran la invasión del Alto Perú (Documentos de San Martín, tomo VIII, pág. 64). El vicealmirante Blanco Encalada vino más tarde como plenipotenciario para decidir a Buenos Aires a secundar esa operación. Traía un au xilio de 50.000 pesos. El plan consistía en avanzar por el Sud y llegar a Oruro, si fuera posible. Berdeja fué el agente de Urdin inea en Lima. 3 Urdininea escribe a Paz (enero 14 de 1823); "este malvado Bustos ha faltado a los más sagrados de sus compro misos". Quedó concertado el au xilio de las Provincias en la siguiente forma: Córdoba daría (6.000 pesos y 500 mensuales, 300 in fantes armados, mu las y reses; San Juan, 100 hombres, 4.000 pesos. En la distribución proyectada Santiago debía dar 1.000 pesos y 50 ho mbres. Catamarca d ictó una ley auxi liando la división (26 de enero de 1823). La Rioja lo mis mo. Quiroga, a no mbre de ésta, mandó un contingente. 4 Paz ha dejado la descripción de su marcha que es un capítulo de geografía física y econó mica. Refiere puntualmente su itinerario que se ha realizado por Valcosna, Singuil, Narváez, Ovejería, Pantanillo, El Fuerte, El Anconquija, Punta de Balastro, Santa María, Co lalao, Cafayate, San Carlos. 52 amigos para que secunden sus esfuerzos. Pérez de Urdininea recorre vanamente las provincias, desenvolviendo una actividad que parece más inquietud y desasosiego, ahuyentando más bien que atrayendo confianza. 1 Su pensamiento está puesto en el Alto Perú, donde alcanzará el grado de general. Entretanto descansa en absoluto en la acción de Paz quien está entregado a adiestrar, disciplinar y organizar su contingente, ansioso, por llevarlo cuanto antes por el camino de Lima para realizar los votos y el plan de San Martín. En el diario que redactó puntualmente Paz en esos años (de enero 13 de 1823 a octubre 28 de 1824) encuentra su biógrafo el documento más decisivo para conocer íntimamente su temple, su tenacidad y la posesión absoluta que de su vida había tomado el ideal de la Independencia. 1 2 El gobernador Laguna, de Tucu mán, lo aprisionó, lo que causó el descrédito de la empresa. Estuvo después de Ayacucho al lado de Sucre (ver Cartas de Sucre a Bolívar, Biblioteca Ayacucho). 2 En el diario inédito de Paz que forma un voluminoso cuaderno de letra prieta se lee notas como las siguientes que lo demuestran: "Julio 26, 1823. He llegado al pueblo y me he hablado con don Manuel Salceda, vecino de Santa María que viene desde Tarapacá. Comun ica haber desembarcado en Iquique las tropas de Chile y en Arica las del Perú al mando de Santa Cruz y O 'Higgins. Bolívar se halla en Lima y se cree vendrá ya por tierra en busca de los orgullosos españoles. Sin embargo de este considerable número de fuerzas, se deseaba con ansia la aproximación de la nuestra que, llamando la atención por esta parte, contribuya a asegurar un golpe que ya se ha frustrado otra vez. Pero nada es bastante para mover a los estúpidos gobernantes de nuestros pueblos. Contraídos exclusivamente a la conservación de un mando sin gloria y quizá sin legalidad desatienden enteramente los intereses nacionales. ¿Qué responderán a la Patria y al Perú? Nada que los exima del desprecio público. La historia los pinta como merecen.. " "Septiembre 5, 1823. ¡Ah! ¿Qué falta, pues, para abarcar de un golpe con el poder español que subyuga aún el Perú?. Nuestra pequeña fuerza haría mucho, si estuviera en estado de moverse, pero todo falta: caballos, mulas, víveres, mun iciones, numerario. Todo lo tendríamos con este último artículo, y nada sin él; en varios pueblos es ya como extranjera la causa de la Patria. Cada uno de ellos se cree desobligado a concurrir a la obra de la Independencia y más bien vemos prodigarse sus recursos para fomentar y continuar las disensiones civiles que aún los devoran. ¡Qué tristeza!" "Septiembre 23, 1823. Marcho a San Carlos; a la siesta llega un dragón que me entrega una correspondencia de los generales Santa Cruz y Gamarra. Han llegado al campo d os sujetos que son los que la han traído, donde esperan mi resolución. La co municación está redu cida a instar por nuestra pronta marcha, aunque no sea con la fuerza de 1.900 hombres, que es lo que suponen que estamos empeñados en llevar, sino con 800 que se creen bastantes para apretar al enemigo por el Sud. ¡Qué ajenos están estos jefes de nuestro verdadero estado! Ya nos contentaremos con la mitad de las fuerzas que ellos creen suficiente. Santa Cruz escribe desde Viacha y Gamarra desde Oruro con fecha 30 del pasado. Añade que Valdés ha sido derrotado por Sucre, que estaba en Arequipa. Que el Cuzco se insurreccionó, y que replegándose Serna sobre esta ciudad, Santa Cruz había repasado el Desaguadero en su protección. Gamarra ro mp ía sus marchas desde Oruro sobre Potosí dentro de seis días, de modo que debe estar ya descansadamente sobre esta villa." "Septiembre 27. Llega de madrugada don Ramón Molina, cochabambino, que viene desde Oruro con pliegos del general Gamarra, fecha 24 del pasado, para el general Urd ininea. Su fecha es anterior a las que se recibieron el 23, pero su objeto es el mis mo. Sin embargo de las ventajas que ofrece el aspecto de la campaña se cree muy oportuna la cooperación por esta parte. ¿Qué responderá el plen ipotenciario Blanco Encalada a los cargos que se le pueden formar por su indolencia con respecto a nuestras subsistencias y a nuestra marcha? Trae dicho Molina el Bo letín número 3 de aquel ejército, el que da una idea de los excelentes movimientos que ha hecho Santa Cru z y que sin duda van a decidir esta campaña." "Octubre 2. Llega el correo, y yo recibo una gaceta de Chile que comunica la victoria del Ejército Libertador del Perú sobre la vanguardia enemiga. ¡Cuánto habrá humillado este golpe al orgulloso Canterac! Los 53 Durante esos dos años hay una imagen que los obsede en su soledad de Animaná: San Martin. En 9 de marzo de 1823 se ha puesto en comunicación directa con él y en 31 de marzo, San Martín celebra su decisión. 1 La deserción, la pobreza, el paludismo conspiran constantemente contra el crecimiento de su tropa escasa. Buenos Aires no solamente no auxilia sino que ha que rido impedir que don Ambrosio Lezica entregue el vestuario contratado para sus soldados. Ha llegado Ayacucho y con él parece cerrada toda perspectiva para la realización de su sueño. Celebra con grande júbilo en su campamento el triunfo de Bo lívar y de Sucre. Queda, sin embargo, una tarea por cumplir: Olañeta no ha sido vencido. Y es en 1824 que su pequeña fuerza, esta vez engrosada por obra del general Arenales, go bernador de Salta, marcha por la Quebrada de Humahuaca a concluir con los restos realistas en América. La división ha tomado el nombre de Protectora del Orden y de los pueblos del Perú. Arenales va a su frente. Ha dejado a Paz en Mojo. Ocurre la acción de Tumusla en que pierde la vida Olañeta y su tropa se dispersa poniendo punto final al dominio español en españoles del Perú, que se creían invencibles, por las vic torias que han precedido, parece van a ser terrib lemente desengañados. Honor al héroe de Co lo mbia, al genio de América, al in mortal Bo lívar! A él estaba reservada la gloria de arrancar de las garras de nuestros tiranos los últimos restos de su presa. A él solamente ha sido concedido el eminente honor de vengar el de las armas americanas, eclipsado con nuestras desgracias anteriores. "El cielo proteja sus pasos afortunados, y al glorioso título de primer guerrero del nuevo mundo, reúna el honroso renombre de Washington del Sud 1 En su mismo Diario, enero 9 de 1823, pág. 3, dice: “El mayor Daza llevó también una carta mía para el Excelentísimo Sr. Generalísimo del Perú. He tenido el gusto de saludar a este héroe, y ofrecerle mis servicios, en obsequio de la grande obra a que se ha entregado la libertad del Perú. Este hombre ext raordinario después de ver realizados en la mayor parte sus planes gigantescos, por un puro efecto de moderación y desinterés se ha retirado a esta parte de los Andes, sin embargo que no deja de emplear su influ jo y su poder moral en la total expulsión de los españoles que oprimen una parte de nuestro suelo. “ ¿Y podemos los americanos olvidar los servicios de este grande hombre? ¿sus virtudes y sus relevantes cualidades no le darán un lugar el más distinguido? ¿Sus paisanos condenarían a la oscuridad al héroe a quien deben su existencia política? No. En cualquier ángulo de la A mérica que exista, su gloria la llenará toda, sus virtudes estarán grabadas en todo corazón americano, y la gratitud pública se expresará de un modo inextinguible. Maquine en hora buena la emu lación, la negra envidia, nada, nada podrán sus maniobras tenebrosas contra el poder del mérito y la opinión." La carta de contestación de San Martín dice así: ' 'Me ha sido lo más satisfactorio la reunión de usted con el coronel Urdininea. De ella pronostico los mejores resultados. En la desgracia es cuando los honrados patriotas despliegan doble energía. Así es que en el día es más necesaria esta virtud..." Es curioso comprobar que Paz no recuerde en sus Memorias esta correspondencia con San Martín. Paz tuvo siempre la preocupación de conocer la opinión de éste a su respecto. 54 América. Sucre ve con desconfianza la ayuda argentina1 . Arenales ha pasado a entrevistarse con él. Luego ordena a Paz que regrese a Salta. De aquí partirá, a poco de llegar, rumbo a Buenos Aires llevando el contingente de Salta para la guerra del Brasil2 . 1 En las Cartas de Sucre a Bolívar (Ed itorial Ayacucho) se ve la enemiga enconada de aquél con Buenos Aires. El pensamiento fundamental de Sucre era impedir la reunión del Alto Perú a las Provincias Argentinas, cuya anarquía pinta con terribles colores, y que temía se introduzca en el Alto Perú hasta en "las piezas de Bretaña". Pensaba que se podía separar de Buenos Aires a las Provincias y unirlas al Alto Perú. Como se sabe el Deán Funes era su corresponsal. 2 Esta expedición desde Salta, llevando a su frente al general Are nales, pero mandada por Paz, tiene escasísimas fuentes documentales. En realidad no tuvo resultado alguno a no ser la experiencia que adquirió la tropa que luego marcharía a la guerra con el Brasil. Esto nos induce a transcribir algunas notas del Diario inédito de Paz que es, quizá, el único relato de esta campaña, poco menos que desconocida: Marzo 24 de 1825, pág. 1. " En 19 de febrero de este año se recibió un propio o extraordinario de Puno que traía co municaciones del general Alvarado, en que nuevamente intimaba la ya otras veces tentada medida de promover por este lado una expedición que acabase de una vez con el agonizante poder de los españoles en el Perú, los que, no obstante su decisivo descalabro en Ayacucho, en que quedaron enteramente destruidos los que se llamaban constitucionales, Olañeta, jefe de los absolutistas, se lisonjea bárbaramente de conservar el domin io de su amo en estos países. Conducido de estos principios es que ha desechado las ventajosas propuestas que se le han hecho por el general del ejército de Colo mbia, y esto mismo es lo que se da por motivo en la citada comun icación. Ella causó en Salta la sensación más favorable al pro yecto y desde el mis mo día oí hablar de él con entusiasmo. El gobernador manifestó sus deseos de cooperar personalmente saliendo al frente de la exped ición." Abril 5 de 1825. " En Uquía madrugan mucho los cazadores y poco antes de marchar llega el sargento mayor don José Arenales, que va en clase de parlamentario cerca del general Olañeta, con el objeto de entregar una intimación de nuestro general para que cese de hacer la guerra y ceda el campo a los independientes. Arenales va facultado para entrar en capitulaciones. Quizá llegue tarde. El edificio se desploma a pasos largos, y todos los que lo componían se aprontan a hacer mérito y tener parte en su ruina." Abril 7 de 1825. "Muy de madrugada me hace llamar el general para mostrarme el parte del coronel de Milicias lriarte, refiriéndose a otro del coronel Urdininea, en que se comunica la total destrucción y mue rte de Olañeta en la acción de Tu musla, ganada por el coronel Medina Celi. “Las tropas lo abandonaron y él, siempre pertinaz y obstinado, se mantenía con un puñado de hombres sin querer capitular n i rendirse hasta que una bala lo puso fuera de combate y a discreción del ene migo. Sin embargo el teniente coronel Michel que le sucedió, capituló y rindió los últimos restos del poder español. "Lo que hay en esto de particular es que el único muerto que hubo fué el general Olañeta en ésta, que apenas se puede llamar acción de guerra. .. ella es muy semejante a la que 300 años se dió entre el presidente La Gasca y Gon zalo Pizarro, b ien que triunfó el partido contrario." Abril 10 de 1825. "Seguimos la marcha hasta la Quiaca, donde encuentro la caballería. Se me hace pasar con el batallón hasta la capilla donde está el cuartel general. A llí encontramos un sinnúmero de oficiales es pañoles que vienen con pasaportes de Urdininea en que se titula General del "Ejército unido de Operaciones del Sud". Aquél1os son de los capitulados en Tumusla y pasan para las Provincias bajas." Abril 11 de 1825. "Se madruga y continúa la marcha hasta Mojo. “Por la tarde llega el sargento mayor Plaza, que está al servicio de Colo mb ia, con pliegos del general Sucre para los gobiernos de las Provincias Unidas. Ayer se hizo reconocer al coronel Med ina Celi por oficial de las Provincias Un idas, en su graduación. Tamb ién se avisó que nuestra División tomaba el título de Protectora del Orden y de los pueblos del Perú. “ Todo es paja si no se tocan otros resortes." Abril 12 de 1825. "Llegamos a Nazareno, donde se me llama por un ayudante al cuartel general. Hallo a todos en la más extraña perple jidad. La causa era de un oficio de Medina Celi en que alegando la escasez de recursos de la provincia de Ch ichas e innecesidad de tropas por la conclusión de los españoles, intima al general haga volver las suyas, ofreciéndole sin embargo sus servicios y particulares atencio nes si él quisiese seguir solo. Este oficio desconcierta enteramente los planes de la expedición y hace ver claramente las miras 55 III Ésta abre inesperadamente un horizonte para el soldado vibrante de grandes sueños y desesperado en la quietud 1 . de aquellos jefes, que emp iezan ya a desenrollarse. “La citada comunicación hace referencia a otra igual que ha sido dirigida a una División del Ejército Libertador que se aproximaba, y que a su virtud ha hecho alto. Se consulta, se discurre, se opina, y al fin se resuelve la marcha del General a proporcionarse una entrevista con Sucre; yo, sin embargo de lo que se alega por esta medida, me opongo por parecerme poco decorosa sin un acuerdo preliminar entre los dos jefes, mas se manifiestan cartas de Sucre en que él desea la entrevista y yo entonces convengo sin dificu ltad en la marcha indicada." Abril 15 de 1825. "Recibo comunicación del General desde Chacapa, en que me incluye otra de Medina Celi dando en cierto modo satisfacción de su primera ya citada. Las cosas toman mejor aspecto, y aun mejo rarán más con la aproximación de la Div isión del Ejército Libertador que, sin hacer caso de la intimación, se avanza hasta Tupisa." Mayo 27 de 1825. " Es bien terrible la incert idumb re sobre nuestro destino: ya princip ia a cansar tanta demora y tanta perplejidad. A la noche salimos de dudas, porque llega Torino con co municaciones del General en que me previene, me ponga en marcha con el batallón pa ra Salta. 1 La guerra del Brasil tiene numerosas fuentes y ha sido ocasión de estudios prolijos. Dado que ni el relato y menos aun la exposición de las batallas y campañas militares forman parte de este lib ro, nada de ello encontrará aquí el lector. Co mo se sabe la parte de las Memorias póstumas referente a la guerra del Brasil ha desaparecido. Nuestra contribución a este respecto consistirá en la transcripción de algunos días del Diario de marcha que Paz escrib ió y está inédito. Esperamos que no tardará en publicarse el Archivo de Paz y seguramente será conocido el Diario en toda su extensión. Co mien za en diciembre de 1825, al salir de Salta su contin gente y concluye en febrero de 1828. Su copia abarca 120 páginas de gran formato. Desde el primer mo mento de llegar al cuartel del Ejército en el Uruguay se pone en contacto con dos hombres con quienes tendrá que me dirse durante largo tiempo, quince años más tarde: Oribe y Rivera. Puede seguirse sus impresiones desde el primer encuentro tanto respecto de los hombres como de la desorganización del Ejército. Su primera expedición se destina a batir a Bentos González, que ocupaba el Rincón de Francisquillo, de la que regresa por falta de caballos. En esta ocasión conoce a Oribe. “Hallo en él algo que me sobresalta sobre su buena fe ", dice. Al volver al cuartel general sabe que Bernabé Rivera se ha alzado en rebelión. " El Ejército, la Provincia, la Nación entera están amena zados de la anarquía", dice. "El reemplazo de Rodríguez por Alvear será ap laudida, agrega, quizá mirado como el ho mbre que las circuns tancias exigen." Llega al Durazno Alvear el 1º de septiemb re de 1826. Su energía aprisiona al mayor Rivera y lo engrilla - ha mejo rado considerablemente el estado de las cosas. Ha comenzado la marcha. Atraviesa el Río Negro y sigue luego hasta Tacuarembó. Hubo que luchar con el incendio de los campos, que puso en aprieto, a veces, al ejército entero y con la desbandada de los caballos por obra de los tigres. El 21 de enero de 1827 se avistaron las primeras partidas enemigas. Se ocupó Vallés, donde se cometen desórdenes y saqueos, que son enérgicamente reprimidos. En 2 de febrero están en Camacuá a seis leguas del enemigo. El apunte del Diario de Paz sobre Ituzaingó se inserta en el Apéndice. Luego viene la disidencia con Alvear, a quien instó, sin resultado, para que saque el provecho de la victoria persiguiendo al Ejército imperial. El Diario concluye en febrero del 28. En los documentos que ha publicado el Archivo Nacional del 56 Pero esos dos años han sido lo que él no pudo ver entonces: un noviciado fecundo. Por primera vez gobernó hombres, conoció la responsabilidad y el dolor de mandar, de hacer justicia, de subsistir para un fin noble en medio de adversidades incesantes. Después, en la soledad de Animaná y en el refugio de Salta leyó incansablemente 1 . Esa doble, oscura y larga preparación va a ser some tida a examen; el examen será la guerra del Brasil. En ella reveló su genio militar y se impuso al juicio de todos. Tenía treinta y seis años. Paz ha partido con su batallón de cazadores desde Salta a primeros de diciembre de 1825. Lo conduce hasta Santiago. Se despide luego de él para seguir su camino en diligencia a Buenos Aires, desde donde emprende la marcha a la Banda Oriental, llegando en abril de 1826. Y se hace cargo del regimiento 2º de caballería, a cuyo frente se batirá en Ituzaingó. Es extraña a esta semblanza de Paz y al estudio de su vida el juicio sobre su acción y su técnica militar en el Brasil. La abundante historiografía sobre esa guerra ha fijado el valor y el relieve de la intervención de Paz en ella. Lo que nos muestra su Diario de marcha es la persistencia de los rasgos que caracterizaron su vida militar; el culto heroico de la disciplina y del orden. La guerra del Brasil enriqueció extraordinariamente su experiencia; conocía la guerra en las serranías del Alto Perú, en las pampas de Santa Fe y Córdoba, ahora en las cuchillas del Uruguay y el Brasil. Su preocupación se contrajo a asegurar las caballadas, a aprovisionar su tropa, a inspirar confianza en las poblaciones, respetando sus propiedades, a sustraerse a las intrigas de los círculos de oficiales. Ha comprobado el fruto de tal conducta. Alvear ha reemplazado en el comando al general Rodríguez en el mes de septiembre de 1826. Lleva seis meses de servi cio, ha progresado considerablemente en el conocimiento del teatro de la guerra y de sus exigencias. Transcurrirán seis meses más y será Ituzaingó. Su Diario de marcha registra la descripción de la batalla en lo que pudo ver de ella. Uruguay, pertenecientes a Lavalleja, se encuentran cartas de Paz, de interés. 1 Alejandro Hered ia, d iputado al Congreso de Rivadavia, fué en cargado por el padre de Paz, a su paso por Córdoba, para que mandara libros a su hijo, a cuyo efecto le entregó 150 pesos. Salieron varios cajones en la carga de don José Frías; Heredia le anunció en una carta que le manda, entre otros, las obras de Mme. de Estael. (sic.) 57 La carga de Paz en Ituzaingó provocó un incidente entre Alvear y Paz que honra a ambos. Mostró la obediencia de Paz, que se sometió sin protesta a la suspensión de su cargo que le impuso Alvear en plena acción; y la lealtad de Alvear que reconoció su error y exaltó ante el ejército el heroísmo de Paz. Después de Ituzaingó, cuando Alvear se dispuso a regresar a Buenos Aires entregó a Paz el comando del ejército (27 de julio de 1827) quien lo mantuvo hasta fines de ese año en que lo recibió Lavalleja 1 . Paz junto a Lavalle, Dehesa, Javier López y otros jefes, protestaron contra el tratado con el Brasil que anulaba el esfuerzo. Desde ese momento la guerra del Brasil pasa a ser un incidente de política interna. Viene la revolución del 1º de Diciembre y el regreso posterior de Paz, quien ha sido encargado de ejecutar el tratado que reconoce la independencia del Uruguay. Paz está en Buenos Aires en los primeros días de 1829 y va a iniciar la carrera de la guerra civil cuyo fin no verá hasta su muerte. Índice de la Obra Índice General 1 Alvear se despidió del Ejército a med iados de julio, dejando el comando en manos de Paz. "He resuelto marchar a la capital de la República, le d ice a Paz. Las distinguidas calidades que he tenido la ocasión de conocer adornan a U. S. me dejan tranquilo sobre la suerte del Ejército. “'U. S. queda ampliamente facultado por mí para tomar todas aquellas med idas que crea más convenientes para la seguridad y subsistencia del Ejército." "Mi idea es retirarme del Ejército, agrega más adelante, pero como tengo una alta idea de los talentos militares de U. S." "lo facu lto para obrar según lo creyere más conveniente.” Co mo se sabe, al regresar Alvear a Buenos Aires se produjo el debate sobre su conducta en la guerra. El coronel JUAN BEVERINA ha reunido la documentación de estos sucesos en un libro (Biblioteca del Oficial, año 1925). En la Contribución documental de G. F. RODRÍGUEZ se encuentran asimis mo documentos sobre este mo mento (to mos II y III). 58 CAPÍTULO VI PAZ Y LAVALLE. CAMPAÑA CONTRA QUIROGA PRISIÓN Y EVASIÓN DE PAZ (1829 - 1840) Lavalle y Paz son dos nombres que aparecen estre chamente asociados en la memoria histórica. Combatieron juntos en la guerra del Brasil, luego contra los caudillos y serán después los cruzados contra la tiranía. Salen unidos a la escena pública después de la revo lución de Diciembre del 28. Es curioso comprobar cómo siendo coetáneos y sus figuras en cierto modo solidarias, se trataron personalmente escaso tiempo. Después de la revolución de Diciembre, que selló el compañerismo contraído en la campaña del Brasil, se hallarán juntos en Buenos Aires desde principios de enero a mediados de marzo de 1829 y conferenciarán durante cinco días en julio de 1840, cuando Paz iba hacia Corrientes y Lavalle regresaba para emprender la campaña que lo llevó a Quebracho Herrado y Famaillá, en que concluirían sus días. Paz y Lavalle mantuvieron una amistad hecha de respeto y de un alto aprecio mutuo, pero sus temperamentos eran opuestos. Acredita el temple de esa amistad el cuidado que ambos pusieron en preservarla del choque que habría provocado un acercamiento prolongado. En 1829 Paz quiere alejarse de Lavalle y en la campaña de 1840 Lavalle se rehusa tener bajo su mando a Paz. Paz, en sus Memorias, a1comentar la campaña del Norte de 1840 y la separación de Lavalle y La Madrid, para dirigir el uno las fuerzas de Tucumán y Salta y el otro las de Cuyo, dice 59 estas palabras: "cuando hay generales cuyo prestigio y autoridad se balancean, necesitan teatros distintos para cortar el roce de sus mutuas susceptibilidades. Es un escollo que debe evitarse sobre todo en países inconstituidos y en el desarreglo de una revolución: "Agrega que fue una de las razones que lo hizo aceptar la misión al interior en 1829 1 . Si los propósitos políticos que los alentaban eran coincidentes, si los unía lo que podríamos llamar la calidad personal, principios, sus métodos, sus ideas, sus gustos eran incompatibles. La amistad entre ellos esta documentada por la correspondencia que mantuvieron en 1827 y 1828. Se interrumpirá por más de diez años, que comprenden los ocho de la prisión de Paz. Se separaron fríamente en 1840, pero las últimas cartas de LavaIle, quizás las únicas, fueron para Paz: dos extensísimas cartas; con inspiración de testamento, escritas cuatro días antes de su muerte2 . Algunos biógrafos de Lavalle hacen mérito de esa amistad para alabar su grandeza de 1 M emorias, to mo II, pag. 304. Cartas del 3 y 4 de octubre desde Salta. Las cartas de los años 27 y 28 de Lavalle a Paz no son numerosas pero si expresivas (las reputamos inéditas). Una de ellas refiere el incidente violento con el general Alvear que da ocasión para pintar como arb itrario y violento a éste. Agrega que le es insoportable permanecer en el ejercito (9 de ju lio de 1827). En septiembre 20 desde Frayle Muerto dice: "Tengo que llamar todo mi poder sobre mi mismo para mantenerme sereno. Yo voy marchando hacia una crisis. No es, ya, amigo, el patriotismo el que me tiene aquí, otro sentimiento lo ha vencido. Al hacerle a Vd. esta confesi6n le doy una prueba de la amistad y de la confianza que me ha inspirado. Si después de terminada esta guerra tengo la fortuna de abrazarlo en su casa o en la mía, sabrá Vd. cuanto he sufrido y el sacrificio que he hecho en permanecer aquí. ¿Pero un mortal puede sufrir tanto? No, amigo, yo no soy un héroe. " En noviembre 26 de 1827, le dice que cree que no volverá al Ejército porque se halla muy afectado. En diciembre 11 le dice que "las instituciones del país están holladas y que no hay hombre de bien que no llore con é1. Desde Mendoza, en 8 de enero de 1828, hace consideraciones sugestivas para que abandone el Ejercito, porque considera al Gobierno sin plan en la campaña. Le dice que en todo el país hay una exacta opini6n sobre él. Considera que Alvear esta anulado. Las de los años 1827, 1828 y 1829 son siempre muy cordiales. La amistad se enfrió durante las entrevistas en las costas del Paraná (ju lio de 1840). Paz ha narrado los pormenores en sus Memorias. En estas Lavalle, es siemp re recordado tiene con aprecio que no mostró para ningún otro hombre público. Los espontáneos como Lavalle tienen una cordialidad fácil, seductora, pero por lo mis mo un poco superficial e insegura. Las cartas de Lavalle a Rosas, durante la tramitaci6n del acuerdo que concluyó por en cumbrar a éste, están llenas de expresiones afectuosas, de confianza y de intimidad: En el1as se ven enfrentados el ardor y generosidad del uno con la artería y la impav idez calculadora del otro (Vé esas cartas en VEDIA Y MITRE, de Rivadavia a Rosas.) Las cartas de Lavalle lo retratan. Son francas, directas, nerviosas, la letra limpia, neta, sin en miendas. De la amistad de Paz y Lavalle hay un testimonio significativo. Cuando la esposa de Lavalle no sabía aún positivamente su muerte, tejió una bandera que mandó a Paz desde Montevideo, por intermed io de su cuñado don Juan Madero, como recuerdo, al vencedor de Caaguazú (carta de Madero a Paz, fecha 5 de febrero de 1842). 2 60 ánimo, al no decir nada de lo que ellos entienden fue una deslealtad de Paz para LavaIle al no haber venido en su auxilio desde Córdoba, a raíz de sus triunfos sobre Bustos y Quiroga. Lavalle no lanzó nunca esa inculpación contra Paz, de modo que esta guerra civil entre los muertos sería obra de la historia. Desprendido Paz del seno de la revolución de Diciembre, dicen, pudo haberla convalecido de los reveses que sufrió en, Buenos Aires, trayendo sus armas para restaurarla. La imputación es doble, porque involucra la de deslealtad personal y de infidelidad política. La primera inculpación se desvanece con sólo decir que un hombre de la claridad y fuerza pasional de Lavalle, a ser fundada, la habría proferido en el tono ardiente que asumían en él las reacciones. En cuanto a la conducta política, la inculpación supone dos premisas: 1ª, la solidaridad de Lavalle y Paz en el movimiento revolucionario; 2ª, la existencia de un plan, a cuyo cumplimiento hubiera faltado Paz. Paz se hallaba ausente en el Uruguay, al frente de su división del Ejército, durante la conspiración que precedió a la Revolución de Diciembre. Ni estuvo en ésta ni tuvo noticias de la ejecución de Dorrego sino después de consumada. Paz llegó a Buenos Aires el 1º de enero de 1829. El deber y la responsabilidad que la revolución imponían a sus autores no le alcanzaban. No es que Paz la condenara, pues que la aceptó y co laboró luego en el gobierno de Lavalle, bien fuera por corto tiempo, como ministro de Guerra, pero no se ve en ese movimiento la mano de Paz; le son extraños la inspiración y el método de la revolución de Diciembre 1 . Se hallaban solidarizados, sin duda, por su manera de apreciar los sucesos que se desarrollaron desde la Presidencia de Rivadavia, es decir, condenaban la conducta del gobierno en cuanto a la dirección de la guerra y su diplomacia y en considerar necesario 1 Paz pensaba en la organización nacional, después de la revolu ción de 1828, co mo ocurrirá un cuarto de siglo más tarde, después de la revolución del 11 de septiembre. En su carta a Lavalle desde el Paso de Pachi (pró ximo a Montevideo), en 14 de diciembre de 1828, le dice: veo que ha hecho lo más para allanar el terreno en que se ha de levantar el edificio de la organización polít ica. (CA RRANZA, Lavalle ante la Justicia póstuma, pág. 203.) No conocemos documentos que muestren que Paz estaba enterado del plan revolucionario. Las cartas de éste a Lavalle son del 14 y del 16 de d iciemb re, posteriores al fusi lamiento de Dorrego. El general Mit re en la inauguración de la estatua de Lavalle dijo: "Paz es la personificación en bronce animada del espíritu argentino. Lavalle es la personificación en mármol del porteño poseído de espíritu nacional." 61 destruir la influencia de los caudillos, a cuyo frente se había puesto Dorrego y en cuyo nombre había derribado la Presidencia. Pero no pensaban de la misma manera respecto del procedimiento ni del alcance que debía tener la revolución, ni de la obra que debía realizarse al día siguiente. Para medir a Lavalle y juzgarlo es necesario no olvidar que, general a los treinta años, acababa de cumplir treinta y uno cuando ordenó el fusilamiento de Do rrego, es decir, que era seis años menor que Paz. Lavalle, a esa altura de su carrera, estaba dominado por un sentimiento localista. Es la guerra posterior contra la tiranía la que ensanchará su visión hasta hacer de él en 1840 un paladín nacional. En la revolución de 1828 era un porteño. Para él Buenos Aires era el alfa y el omega de toda la política. Pocos meses después, cuando su campaña con Rosas, se sentirá tranquilizado por haber encontrado que también eran porteños los federales de Rosas1 . En el Manifiesto, justificativo de la revolución, Lavalle habla a nombre de Buenos Aires; se queja del agravio que significaba "la convocatoria del Congreso Nacional que debía reunirse en cualquier parte del país menos en ella. Y al anunciar el fusilamiento de Dorrego había dicho que debía persuadirse “el pueblo de Buenos Aires" que era el mayor sacrificio que podía hacer en su obsequio. En sus actos post-revolucionarios está ausente la idea de una acción nacional. Si bien reemplazaba a quien no era sino un gobernador de Buenos Aires, el sentido de su movimiento, la proyección forzosa que estaba llamado a tener, eran nacionales. Cuando se dice que Paz iba a Córdoba como subordinado de Lavalle, se dice históricamente un error. Carecía Lavalle de título para considerarse jefe del ejército que volvía de la guerra del Brasil. Había en Dorrego poderes que no habían pasado a su reempla zante, pues que aquél había sido encargado por las Provincias para dirigir las re laciones exteriores y la guerra, y ese encargo no podía haberle sido transmitido al jefe de la revolución de Diciembre. Paz había sido general en jefe del ejército, su jefe de Estado Mayor y de ese modo Lavalle 1 La expresión de Lavalle es: "... desde que en la actual lucha no hay sino porteños". (Carta a Rosas. Contribución Histórica, pág. 408.) En carta a Estanislao López le decía: "el Gob ierno de Buenos Aires nada quiere de las provincias, nada, absolutamente nada". (Representación Nacional en Santa Fe, 1828-1829, pág. 208.) En IBARGUREN, Juan M. de Rosas, cap. XI, se encuentra citada la correspondencia demostrativa de la diversa posición de Lavalle y Paz. 62 era más bien su subordinado. El ejército no pertenecía al gobierno de Buenos Aires, había sido formado por el gobierno nacional caduco. La división con que Paz marchó a Córdoba se compo nía de mil soldados, casi todos provincianos, venidos de sus terruños para la guerra exterior. La imputación que se hace a Paz de haber abandonado a Lavalle, pudiendo haber impedido sus reveses, se funda en una observación precipitada de los sucesos. En 3 de abril de 1829 se despidieron Paz y Lavalle en el Desmochado. A esa fecha ya Rauch había sido vencido y la campaña de Buenos Aires estaba sublevada. En 26 de abril Lavalle había sufrido el contraste de Puente de Márquez. Paz estaba en los comienzos de su campaña. Quiroga preparaba sus armas y pasarán dos meses antes de que se dé la batalla de la Tablada, en los mismos días en que Lavalle capitulaba con Rosas, después de una larga tramitación con éste, comenzada el 14 de mayo. El abandono de Córdoba por Paz habría contrariado a Lavalle, quien daba a su contienda un sentido provincial, y habría suprimido las perspectivas inmensas que abrieron la Tablada y Oncativo. Marchar contra López me era imposible, dice Paz en la memoria iné dita que se inserta en el Apéndice, y además inútil, como lo acreditaron los hechos. López, agrega Paz, se retiró en esos días sin mi intervención y no por eso dejó de sucumbir el general Lavalle bajo el peso de las bandas irregulares de Rosas. Se hace particular argumento para sustentar los re proches de deslealtad a Paz invocando su conducta con Estanislao López, pues mientras Lavalle estaba en guerra con éste, aquél le hacía llegar palabras de buena vecindad. Paz escribió en Río de Janeiro en 1850, para contestar la publicación de don Mariano Fragueiro en El Pueblo, de Copiapó, una exposición de los sucesos de Córdoba de 1830. Alude en ella a sus relaciones con Lavalle. Nada podemos decir de mejor que seguir la propia Memoria de Paz, que reputamos inédita1 . De ella resulta que Lavalle se proponía solamente demostrar a López que sus victorias sobre los ejércitos de Buenos Aires no eran debidas a su valor, sino, a la incapacidad de los 1 Se encuentra en el Archivo del general Paz. Legajo 9 de Correspondencia y se publica en el Apéndice de este libro. La carta de Lavalle a Rosas, de 9 de julio de 1829 confirma totalmente el dicho de Paz. (RODRÍGUEZ, Contribución Histórica,, tomo II, pág. 415.) 63 generales que le habían sido opuestos". No aspiraba a destruido, sino, al contrario, dejarlo en el gobierno, desde luego, porque no había candidato que pudiera reemplazarlo, puesto que Echagüe, el único posible, era su más sumiso servidor. De acuerdo con ese propósito, Paz debía solamente neutralizarlo e impedir su unión con Bustos. Por ello, agrega Paz, "corté todo conflicto con Santa Fe, logré atravesarla sin verme precisado incomodar a sus habitantes y aun dice devolver un poco del armamento que un oficial tomó en una casa de la Esquina. Hice más, añade; dirigí una carta a López diciéndole que me felicitaba de haber recorrido una gran parte del territorio de su mando sin disparar un fusilazo". Lavalle había escrito antes a López, haciéndole proposiciones de paz. López, resentido por las expresiones despectivas de Lavalle que habían llegado a sus oídos, le contestó con arrogancia. En esta carta, Lavalle excluía a Bustos del arreglo a que invitaba a López, con lo que quedaba entendido que la expedición a Córdoba no podía inquietar a este último. López mandó a Bustos la carta de Lavalle, no como acto de amistad, sino como respuesta a su frialdad al no haberlo auxiliado cuando la invasión, que acababa de sufrir. La carta que Paz escribió a López fué utilizada por éste para hacer entender a Lavalle, cuando se renovaran las proposiciones de paz, después de Puente de Márquez, que estaba entendido con Paz. Como surge de esta exposición, no hubo disidencias entre Paz y Lavalle, ni pudo éste reprochar una conducta que había sido concertada con é1 1 . 1 Este asunto ha sido tratado por los biógrafos de Lavalle, principalmente por M. de Vedia y Mitre, quién ha escrito una briosa defensa de Lavalle. El punto de vista de López ha sido asumido por José LUIS BUSANICHE en sus documentados estudios (Formación histórica del pacto federal. Para los primeros Paz desertó de su deber, no viniendo en ayuda de Lavalle; para Busaniche, Paz engañaba a López simu lando aspirar a la organización nacional. Pero ni Lavalle n i López hicieron a Paz esos reproches. Respecto de Lavalle la memoria de Paz citada en el texto y la carta de Lavalle a Ro sas, también citada, establecen la verdad. Respecto de López la con ducta de Paz es clara y no sinuosa, como lo prueba la propia actitud de la Convención de Santa Fe, que López gobernaba, y la de don Domin go de Oro, plenipotenciario de López. En la sesión secreta de la Convención de Santa Fe del 21 de mayo de 1829, el convencional García habló de "la buena disposición del señor general Paz para abrazar el sistema de los pueblos", que estaba demos trada por comunicación oficial, por una proclama, por la carta del gobernador de Santiago y porque Isasa, ministro de Paz, había trabajado en favor del cuerpo. (Represent. en Santa Fe, pág. 157.) El fracaso de las mediaciones que pudieron dar la organización al país en 1829 fué obra de Rosas, q ue se oponía tenazmente a ella, con una extraordinaria habilidad, y a los celos de Quiroga con López en primer término y con Paz. El buen éxito 64 La conducta de Lavalle, después del fusilamiento de Dorrego, resultó incoherente. Parece estar presa de una decepción1 . Sus amigos y consejeros se enfrían y, a poco, lo abandonan. Ha comenzado a dudar de éstos y después de sí mismo; pero entraban en abono de su decisión ra zones que no amparaban a las" casacas negras ", que lo habían precipitado a la inmolación de Dorrego. Se inició entonces el proceso de su atormentado arrepentimiento, cuyos episodios han narrado sus biógrafos, y cuya traducción fué la contramarcha de la revo lución, un deseo como enfermizo de destruir su obra, de hacer la paz con sus adversarios, al punto que en mayo -cinco meses después del sacrificio de Dorrego- está en conferencia con Rosas, que había jurado ser su vengador, y concluyó, - poco tiempo después, olvidado por sus amigos y olvidándolos él mismo, por entregar el Gobierno a Viamonte, que el jefe enemigo había señalado para ocuparlo. Se ha dicho que la presencia de San Martín y las exhortaciones que contenían sus cartas, rehusando el gobierno que Lavalle le ofreció, produjeron en su ánimo ese deseo de conciliación y de paz2 . Esas cartas, requisitoria tremenda contra las pasio nes aciagas de las facciones, pudieron impresionar el ánimo de Lavalle, pero no bastan ni son necesarias pa ra explicar el viraje de su conducta. La impresión profunda, implacable, que atorbellinaba su temperamento era la del sacrificio de Dorrego, decidido en un arrebato de la sensibilidad romántica propia de su naturaleza efusiva, espontánea y por lo mismo inconstante. habría sido posible sin Rosas, pero su fracaso era el cimiento que necesitaba para su plan político. La oposición de Rosas a la Convención de Santa Fe era un episodio de su larga campaña contra la organización. Esa oposición produjo el sonado incidente con Ferré y Leiva. Aludiremos nuevamente sobre este asunto en el capítulo sobre las ideas políticas de Paz. 1 Lavalle padeció terriblemente con el recuerdo de la muerte de Do rrego. Las nu merosas pruebas y anécdotas demostrativas están citadas por Carran za (o b. cit.). En las Reminiscencias históricas de don BENJAMÍN VILLA FAÑE, secretario del general La Madrid, hay rasgos sumamente elocuentes sobre el estado de ánimo de Lavalle en su última campaña que revelan el fondo de su temperamento (Rev. Nacional, de Carran za, primera época). 2 En el Diario que don Florencio Varela escrib ió durante su viaje a Inglaterra y Francia, enviado por el Uruguay en 1843, se refieren las entrevistas de Varela con San Martín. En una de ellas San Martín aludió a algunos jefes argentinos, entre ellos a Lavalle. San Martín dijo a Varela en Francia: "Lavalle es un oficial notable por su moral, su conducta excelente para mandar un escuadrón, valiente como el que más, pero sin cabeza para dirigir cosa alguna." El doctor Emilio F. Cárdenas, excelente amigo, en cuyo poder se encuentra el Diario, como esposo de una descendiente de Varela, nos ha permitido la lec tura del copioso y sugestivo Diario. 65 Se alejaban de su lado los consejeros, descontentos o evasivos, y quedaba solo con su conciencia de haber procedido de buena fe y su dolor de haberse equivocado. No busquemos explicaciones extraordinarias para esos cortos, pero terribles meses que transcurrieron desde la ejecución de Navarro hasta la capitulación de Barracas, porque la tienen muy simple en el juego natural de su temperamento. Romántico y ardiente, cedía fácilmente a sus impulsos. Había ido a la revolución con el mismo fuego con que después de ella se empeñaba en apagar las pasiones que había despertado. Es la ilusión y la nobleza también, de aspirar a borrar en las co nsecuencias el error que las había desencadenado. Estos temperamentos espontáneos y generosos son como aceite en el que la chispa de la fortuna o la ambición enciende la llama orgullosa de la arrogancia pero que consume rápidamente también la fiebre del desencanto. La actitud cambiante, improvisada, contradictoria de Lavalle en este momento era la de un alma desatinada por una honda inquietud íntima. Los dos hombres salidos de la revolución estaban llamados a caminos distintos. Mientras Lavalle era sentimiento e ímpetu, Paz era reflexión y paciencia; mientras el uno era el paladín, el otro era el estratega. Aquél será siempre figura de leyenda y de poesía; el otro de estadista y conductor; el uno confiaba demasiado en los demás, el otro tenía pocas ilusiones sobre el corazón humano; el uno pidió demasiado a la vida porque la vió sonreírle y se engañó, mientras que el otro, preparado para las decepciones, realizaba su camino gravemente, sin grandes emociones. Amaron su país profundamente, ambos listos para rendirles sus vidas, pero Lavalle, como un galán ansioso que prefiere raptar la amada y Paz como un pretendiente que espera conquistarla con su perseverancia. Ella se negó a ambos, pero por la fidelidad sin quebranto con que la amaron y la adversidad que la puso a prueba, honraron su país y ennoblecen su historia. II Terminada la guerra del Brasil se ha cerrado el ciclo de la acción bélica exterior. El país entra en e1 período en que habrá que vencer no a los enemigos de fuera sino organizarse, es decir, vencerse a sí mismo. 66 Hasta entonces la causa era americana. Confraternizaban en su defensa los hijos de todo el continente. En adelante, aun los hijos del mismo país, van a ser entre si mortales enemigos: Guido, Alvarado, Brown, Lavalle, La Mad rid, Pacheco, Pedernera.. Es como si la escena se hubiera llenado de sombra. Son los mismos gallardos capitanes, pero las figuras se difuman o borran. Se nos ocurre preguntarnos si la grandeza no les venía de la propia escena continental de la guerra y si el relieve personal no nos es dado mas auténticamente por lo que mostraron ser en la guerra civil. En ese nuevo marco, Paz va a ser una figura central. Encendida la guerra civil, después de la revo1ución de Diciembre, su promotor, Lavalle, ha sido vencido por esa nueva fuerza que dominará la escena y que encabeza Rosas. Paz está en Córdoba y en los años 29 y 30 gana contra Quiroga las mas decisivas victorias, La Tablada y Oncativo, después de haber vencido a Bustos en San Roque y concluido con su reinado de casi diez años. Paz no persiguió desquite ni buscó castigo para el engaño con el vencido de San Roque lo había embanderado en el motín de Arequito. Pero fue, sin duda, una satisfacción y un alivio para su triste recuerdo poder dar, una prueba tan acabada, como era la propia destrucción del caudillo, de que no lo movió en aquella ocasión una complicidad con sus planes de dominio provincial. La batalla de la Tablada pareció la aurora de una emancipación1 . El prestigio de invencibles del caudillo y sus caballerías se desvaneció en aquella acción sangrienta que señaló una época en el interior del país, el punto de partida de una transformación tan repentina que para muchos fingió ser el comienzo del fin. 1 La batalla de la Tablada tuvo un testigo singular. Era LA CORDAIRE, hermano del famoso dominicano, quién publicó en la Revue des deux Mondes una narración de un interés extraordinario. Otro Cronista: curioso fue A. KING, quien habla de ellas en sus Treinta y Cuatro años de viaje {edición Cultura Argentina). Ambos relatos son preciosos, sobre todo el primero por la mayor garantía de fidelidad. Es un documento lleno de color. Ha sido traducido por el doctor G. García, de la Universidad de Córdoba. El aspecto militar de las campañas ha sido motivo de co mentarios abundantes. EI coronel BEVERINA ha examinado técnicamente las batallas de Paz, con competencia y serenidad (El general Paz, sus campañas y doctrinas de guerra). 9 La batalla de la Tablada tuvo un testigo singular. Era LACORDAIRE, hermano del famoso domin icano, quién publicó en la Revue des deux Mondes una narración de un interés extraordinario. Otro Cronista: curioso fue A. KING, quien habla de ellas en sus Treinta y Cuatro años de viaje {edición Cultura Argentina). Ambos relatos son preciosos, sobre todo el primero por la mayor garantía de fidelidad. Es un documento lleno de color. Ha sido traducido por el doctor G. García, de la Universidad de Córdoba. El aspecto militar de las campañas ha sido motivo de co mentarios abundantes. EI coronel BEVERINA ha examinado técnicamente las batallas de Paz, con co mpetencia y serenidad (El general Paz, sus campañas y doctrinas de guerra). 67 Dueño de Córdoba, inspirando el movimiento político de nueve provincias, Paz mostró que no era solamente un guerrero sino un estadista, capaz de organizar el país sobre el cimiento de su victoria militar. Sus Memorias nos informan de sus trabajos políticos y de su diplomacia interprovincial. Sería, pues, en cierto modo superfluo ocuparnos de ellos. Los tratados celebrados en Córdoba, en julio y agosto de 1830, lo acreditan así. Ellos reconocen la autonomía de las provincias, garanten sus instituciones, esta blecen la alianza entre las nueve provincias (diez en realidad, pues que en esa fecha Salta incluye Jujuy). Declaran ser “causa común de todas ellas la constitución del Estado y la organización de la Republica" (art. 9) , y que no lo harán "ligada a ningún sistema político, obligándose a recibir la constitución, que diera el Congreso Nacional, siguiendo en todo la voluntad general y el sistema que prevalezca en el Congreso de las provincias que se reúnan" (art. 12). Paz, antes de ese tratado, pudo decir con razón lo que repitió var ias veces después, provocado para dar su juicio, que no tenía el propósito de imponer la orga nización unitaria. Los tratados de Córdoba son antecedentes inmediatos y vitales de la Constitución del 53, que la ortodoxia escolar se empeña en verla como derivada exclusivamente de la Liga Litoral.1 Paz fué encargado del Supremo Poder Militar que creó el tratado del 31 de agosto de 1830. Desde entonces representó, en cierta medida, el papel de jefe de la Nación. Mantenía relaciones diplomáticas con Bolivia y el Uruguay; recibió un ministro de Chile y constituyó el suyo ante ese país2 . Sus planes y sus miras eran nacionales. Fué en toda su carrera, el momento en que estuvo más próximo a realizar el pensamiento de unificar y constituir el país. ¿Qué lo impidió? ¿ Su apresamiento en mayo del año siguiente ?. El factor que frustró ese destino intervenía ya activamente, y aun sin el cautiverio, ese 1 Los tratados de Junio y Agosto de 1830 se encuentran en todas las colecciones, también en A. ZINNY, Historia de Gobernadores. La historia de las deliberaciones de los agentes no es todavía conocida. El agente de San Juan, don Rudecindo Rojo, propuso las bases de un acuerdo comercial, que no llegó a sancionarse, aboliendo las aduanas interprovinciales. 2 Don IGNA CIO GA RZÓN, en su Crónica de Córdoba. refiere los detalles de estas relaciones diplo máticas. Se sabe también que Chile propuso su mediación para hacer cesar la guerra entre Buenos Aires y Paz. Fué su ministro de Relaciones Exteriores el doctor J. A. Saráchaga. El to mo II de esa Crónica es una fuente valiosa para el estudio del Gobierno de Paz, que esperamos saldrá de un conocimiento más complet o del Archivo Provincial. 68 factor habría impedido que se consume. Ese factor era Rosas. El escenario del país estaba llenado por cuatro hombres: Rosas, López, Quiroga, Paz. Rosas era el último entrado en escena, pero su estreno evidenció todo lo que se podía esperar de sus dotes extraordinarias de sagacidad y de su maquiavelismo. Su estreno en el escenario nacional consistió en lo grar, usando a López y Quiroga contra Paz, que triunfase, sin que lo pareciera, su idea contra la que era común a los otros tres. Éstos querían que se dictara una Constitución, a lo que Rosas se oponía. A Paz no le engañó el juego de Rosas, pero a López le faltaba inteligencia para comprenderlo y a Quiroga le sobraban pasiones y gobernaba demasiado su alma el deseo de venganza contra Paz. Rosas no se ocupo de las ideas de sus aliados, sino de sus temperamentos y debilidades. Adulando éstas, con mucha paciencia e hipocresía, un poco de amenaza velada, algunas palabras altisonantes y con algo que el azar volcó en el preparado -la enfermedad de López y la prisión de Paz- compuso y probó en su redoma la fórmula que había ensa yado con tanto resultado en los campos del Salado entre indios, peonaje y capataces, y más tarde, como comandante de campaña, para dominar e imperar. Aho ra la fórmula se aplicaba desde el gobierno y entre generales, y un buen día en toda la Nación, como en una inmensa estancia. Esa fórmula produjo las facultades extraordinarias del gobernador de Buenos Aires, como las había ya granjeado en su vida de estanciero. . III Cuando Paz proseguía su campaña militar contra la acción combinada de Quiroga, López y Rosas, un día - el 10 de mayo de 1831- en que hacía un reconocimiento del terreno en la frontera de Santa Fe, el caballo de Paz fué "boleado" y el jinete hecho prisionero. Con este hecho se inicia un nuevo periodo de la carrera de Paz, que podemos llamar el de la fatalidad. El soldado Cebal1os, de una partida exploradora que dirigía el oficial Rodríguez Fresno, desprendido de las tropas de Reinafé, perteneciente al ejercito de Estanislao López, derribó con un golpe de boleadoras arrojadas con destreza extraordinaria por encima de un algarrobo, el caballo que montaba Paz, quien se alejaba al galope cuando 69 reconoció que la partida con la que se había topado pertenecía al enemigo 1 . Su peregrinación de prisionero desde la tarde en que fue apresado hasta el campamento de Estanislao López ha sido descripta minuciosamente en sus Memorias y constituye una de las páginas mas dramáticas de la literatura argentina. Escribe con serenidad de testigo, pero palpita en su relato la emoción de actor. Muchas veces en los ocho años que duro su cautiverio creyó fundadamente que llegaba la hora de su muerte, pero si escapó a ésta, los días de tan largos años fueron un suplicio verdadero. En este período aparece por primera vez lo que nunca suele llegar tan tarde en un drama: el amor. El 31 de marzo de 1835. Se ha casado en la cárcel de Santa Fe con Margarita Weild hija de su hermana Rosario y del cirujano escocés, Andrés Weild, niña de veintiún años. Durante su cautiverio nacieron sus dos primeros hijos. El día 23 de abril de 1839 fue puesto en libertad, debiendo permanecer en la ciudad de Buenos Aires, como cárcel. La noche del 3 de abril de 1840 se evadió de Buenos Aires. Ha descripto el mismo los preliminares y la ejecución del plan. Vivía en la actual calle San Martín de esta ciudad, llamada entonces popularmente calle de la Catedral, antes de llegar a la capilla de las monjas Catalinas. De ahí ha salido la tarde de ese día y por un largo y accidentado rodeo ha llegado a la barraca de Justo, en la actual calle Balcarce, cuyos fondos daban al río. Por ahí 1 Don JOSÉ MARÍA TODD, que acompaño a Paz en la guerra del Brasil, dice en sus Recuerdos del Ejercito de Operaciones que tiene la versión de su prisión por el ayudante de este, Arana que lo acompañaba, y de don Pedro Rodríguez del Fresno, que fue el oficial de la partida que lo ap resó. Este ultimo santafecino, casó con la Señora Gu rruchaga, hermana de la esposa de Todd, En cuanto a Arana lo tuvo en su casa cuando emigró a Bolivia. Según Arana fue así. Marchaba Paz haciendo un reconocimiento cuando oyeron unos tiros. Entonces Paz le d ijo “Sígan me” y se lan zó a galope tomando una senda que se internaba en un monte ralo que, sólo distaba una cuadra, paralela al ejército, que marchaba por el mis mo ru mbo de la senda que tomaron y vieron algunos nombres rodeando un fogón. Ordenó Paz a Arana que dijera a sus hombres que se replegaran al ejército. Arana le dijo que creía que eran enemigos. Paz d ijo que parecía que tenía miedo. " Yo mismo voy", le d ijo. Viendo, esto Arana se ad elantó a dar la orden y los homb res se incorporaron y los atacaron. Entonces Arana gritó:"¡Dispare, General!" Los soldados lanzaron sus boleadoras, pero no dieron en el blanco hasta que un mocetón santafecino, con una fuerza ext raordinaria, lanzó sus boleadoras por encima de un algarrobo y dio en el blanco. El caballo brioso de Paz corcoveó y cayó. Corrieron los soldados y lo hicieron prisionero. El apresador le p reguntó: ¿es usted el general Paz?, y este le contestó afirmativamente. Salieron las partidas a buscar a Paz y lo encontraron a Arana desmayado y no muerto co mo creyeron los perseguidores de Paz. Arana se hizo realmente el muerto y vio a Paz cuando era conducido al galope a la grupa de un soldado. 70 se ha embarcado con otros perseguidos1 . Si fuera una creación de teatro el drama de su vida, podría pensarse que el hipotético autor ha usado el recurso de introducir el amor por primera vez tan tardíamente en la vida del protagonista, para poder explicar al auditorio la fuente secreta donde encontró la fuerza para sobrellevar los infortunios que le esperan. ¿Por que escapó Paz con vida de su prisión? ¿Porque no se sumó a las victimas de la tiranía sangrienta, este prisionero que parecía indicado para ser la primera de ellas? ¿Por qué fue una excepción a la política de exterminio de sus enemigos realizada implacablemente por el tirano? Si su salvación se explica cuando estaba en la cárcel de Santa Fe, en manos de Estanislao López, resulta enigmática cuando es trasladado a Lujan a disposición de Rosas. Hasta la muerte de Quiroga -tan temido secretamente por Rosas- la conservación de Paz podía ser una amenaza para el primero, en manos del segundo, pero muerto Quiroga ¿por qué Paz no fue inmolado con un pretexto cualquiera, ya que Rosas nunca nece sito razones para aplicar la pena capital? Alguien ha dicho que Rosas tenia la esperanza de conquistarlo para su causa. La explicación es inverosímil porque Rosas era demasiado sagaz para alentar esa ilusión. Conocía a Paz y sabía que nada había más improbable que lograr su adhesión. Se ha dicho también que Rosas conservaba agradecimiento a Paz por haber salvado a su padre don León Ortiz de Rosas, de la lista de proscripción que Lavalle decretó después de su triunfo sobre Dorrego. No se compadece esta explicación con lo que sabemos de la incapacidad sentimental de Rosas, la reciedad implacable de su temperamento. A esta circunstancia podría agregarse cierta rela ción amistosa de la familia de Paz con la de Rosas o sus ministros1 . Su hermana y suegra, doña Rosario Paz, casó en segundas nupcias con don Juan José Elizalde, hermano de don Rufino de Elizalde, casado con una hermana de la esposa de don Felipe Arana, ministro vitalicio de Rosas. Paz alude a la intervención de don Rufino de 1 Don Andrés Somellera, otro de los prófugos, ha descripto la evasión. (Rev. Nacional, Tomo II.) 1 Se conserva la respuesta a una carta de la madre de Paz a la madre de Rosas, intercediendo en favor de su hijo. Esta le dice en 3 de junio de 1834, que su hijo está ausente, "que ha hablado co n sus min istro, quienes le han dicho que la libertad del señor Paz depende del señor López". 71 Elizalde en su favor. Todas estas hipótesis expresan razones coadyuvantes pero nunca decisivas, ni solas ni unidas. La explicación tiene que ser política en un hombre que era exclusivamente un político. Las razones que el propio Paz ha dado son las más verosímiles. Pueden resumirse así: Rosas no consideraba a Paz un unitario, y lo suponía desligado de quienes no le escatimaron sus reproches2 . Esto veremos mejor en un capitulo en que estudiamos la posición exacta de Paz en la historia de los partidos. Rosas no podía concebir que Paz conservara solidaridad con los jefes del partido unitario, conociendo la frialdad de estos para con él. Rosas juzgaba a Paz según sus propios sentimientos y aun los sentimientos de sus adversarios, no comprendiendo que la acción de Paz era extraña a razones personales, y que luchaba por un ideal colocado más arriba de las pasiones del momento. Como remate para sus quebrantos y poco antes que luciera la liberación, fué durante su prisión que Paz perdió a su madre, que lo había seguido y como una sombra, en los interminables años de cautiverio3 . Índice de la Obra 2 Memorias, cap XXIII. El incidente ocurrido a propósito del testamento de Paz otorgó, en vísperas de morir, pinta la intimidad de la época. Como deseara, des ignarlo albacea fue necesario consultar a Rosas si lo consentía. Lo consintió, al fin, pero su consentimiento fue conocido después de la muerte de la testadora. 3 72 CAPÍTULO VII LA PRIMERA CAMPAÑA DE CORRIENTES (1840-1842) I EL evadido de Buenos Aires desmintió con su acción, desde el día siguiente de haber escapado, la versión difundida entre partidarios y enemigos de que la prisión había quebrado su salud y embotado su inteligencia. Está en los cincuenta años de edad, pero mostrará en los duros trabajos que afronta y desempeña una energía y una prestancia superiores a las que exhibió en sus campañas contra Quiroga. Ha referido en sus Memorias su encuentro con Lavalle (julio de 1840) en la costa del Paraná, en los días de la acción de Sauce Grande, y cómo aquél hizo lo ne cesario para alejarlo. Lavalle pasa el río y emprende la marcha hacia Buenos Aires, que abandona luego, para tomar el camino infortunado de Quebracho Herrado y Famaillá. Paz es requerido por el gobernador Ferré, de Corrientes, airado en ese momento contra lo que llamó la "traición de Lavalle", por haber trasladádose con su ejército al otro lado del Paraná. Paz admite el pedido de Ferré y durante quince meses se dedica con una constancia prodigiosa a preparar un ejército (agosto de 1840 - noviembre de 1841). Ferré le prestó ayuda decidida, pero sólo el genio organizador y tenaz de Paz pudo crear de la nada, en medio de la pobreza, del desengaño y de la privación, el ejército extraordinariamente disciplinado y listo para la acción que triunfó en Caaguazú1 . 1 Decía el Nacional Correntino del domingo 9 de enero de 1842: “Cuando tomó el general Paz el mando de las fuerzas de Co rrientes, éstas se hallaban reducidas a milicias, a un hacinamiento confuso de vecinos patriotas, sin armas, sin disciplina, sin jefes y oficiales: los veteranos de Corrientes habían pasado el Paraná (con Lavalle), y nada quedaba en Corrientes sino el patriotismo de sus hijos y la firmeza y talento del gobernador don Pedro Ferré, varón que honraría a cualquier país, donde la suerte le hubiese hecho nacer. Durante las marchas, y en las horas que podían robarse a la v igilancia del enemigo, el general Paz, con esa actividad incansable que se le conoce, se ocupaba en la educación del oficial y del soldado porque no tenía ni oficiales ni soldados, y con la mis ma plu ma con que trazaba proclamas llenas de fuego lla mando a los habitantes a la defensa del país, escribía un tratado de guerrillas, modelo de precisión y de lenguaje militar, que servía de texto en la academia con que instruía cada noche a sus oficiales, en los rudimentos del arte de la guerra. Du rante el día mantenía a sus tropas en frecuentes ejercicios y repartía premios al soldado más 73 Todo debió disponer y preparar, desde encontrar los soldados, instruirlos, disciplinarlos, vestirlos, proveerlos, hasta organizar como una vasta empresa el servicio permanente de las necesidades múltiples, de un ejército. Como ejemplo del proceso complicado, de la diligencia incansable y previsora, de la economía prolija que exige la organización de una fuerza armada, en un momento de zozobra y en un medio acobardado por una derrota anterior y con recursos limitados, no creemos que haya otro parejo en nuestra historia. El estudio de la preparación del ejército de Corrientes que triunfó en Caaguazú será la lección más completa y fecunda de espíritu militar que pueda ofrecerse en nuestra escuela de guerra1 . Felizmente el archivo del general Paz ofrece la documentación necesaria para reconstruir la magnifica historia. El gobernador Ferré tiene papel central en esta pá gina, por su decisión para entregar a Paz todo lo que humanamente pudo dar Corrientes. Ella estuvo sola en esta jornada. Corrientes y aún Entre Ríos, un poco fuera del camino obligado de los ejércitos de la Independencia, no se fundieron con las demás provinc ias al calor de las jornadas de las primeras décadas de la Revolución. Ausentes del Congreso de Tucumán y del acta de la Independencia y con un sentido fiero de autonomía, fueron los signatarios de los primeros tratados federalistas. Las campañas contra la tiranía tuvieron la virtud de asociarlas y mezclarlas con las demás provincias en la solidaridad de una campaña y en la unidad de una empresa nacional. Esas campañas nacionalizaron Entre Ríos y Corrientes. Pasadas éstas, quince años después, todavía se hablaba de Corrientes y Entre Ríos como llamadas a constituir un nuevo estado certero en el tiro de fusil o más diestro en el manejo de la lanza. Vivía con la subsistencia y hasta con el traje de soldado correntino; muy pobremente vestido, en verdad.. De esta capital le enviaron una gorra y una chaqueta de jefe y una tienda de campaña; nunca vistió las primeras porque no quería aparecer con uniforme cuando sus tropas no lo tenían, y de la tienda de campaña mandó hacer chaquetas y pantalones para vestir a sus oficiales de estado mayor, casi desnudos. Su tienda, el techo que defendía su cabeza de los ardientes rayos del sol de Corrientes, no se diferenciaba del que cubría al últ imo individuo de su ejército." 1 En el Archivo de Paz se conservan copias de sus órdenes del día, de sus disposiciones prolijas sobre abastecimiento del ejército. Ferré se debate entre la escasez de recursos, su espíritu de economía y su deseo de complacer a Paz. Éste improvisa talleres para arreglar las armas, organiza su comisaría de guerra , para poner orden y obtener el máximo rendimiento de los sacrificios de la Provincia Ferré participa personalmente en la preparación del ejército. Sale a campaña cuando es necesario reducir resistencias o estimular la pasividad de sus segundones o detener la deserción. A cada mo mento delega el Gob ierno en su hermano Manuel Antonio. 74 independiente, pero tal idea no era sino un resabio del espíritu autonómico que los ejércitos libertadores habían hecho imposible. En el estudio de esta época se descubren fácilmente los signos de la autonomía o independencia de Corrientes. En 31 de julio de 1841, por ejemplo, concluye un tratado con Paraguay sobre límites, por intermedio de Gregorio Valdez y J. M. Arriola, que Ferré ratifica en 23 de agosto. El presidente del Río Grande del Sud, Bentos González da Silva, en lucha con el Gobierno de Río de Janeiro, busca alianza con Corrientes y la propone ofensiva y defensiva por intermedio del ministro José Pinheyro do Ulloa, en noviembre de 1841, para comba tir contra el Gobierno del Brasil y el de Buenos Aires 1 . Aunque rehusada la proposición, ella revela el concepto de la soberanía provincial. Por otra parte Corrientes tenía su agente diplomático permanente en Montevideo. . Ferré habla siempre de Corrientes como mi patria, y puso en su acción el sentimiento de un jefe de nación. Este estado de ánimo es la explicación de su conducta con relación a Lavalle primero y a Paz después. Paz debe operar ahora en medio de otra naturaleza que la que él ha conocido en s u carrera militar: no son las montañas de Salta ni los altos valles de Humahua ca o las llanuras templadas de Córdoba, sino los montes y los esteros de Corrientes, la Holanda sudamericana, como la llama de Moussy. Tiene que improvisar los soldados mientras que en Córdoba traía soldados aguerridos en la guerra del Brasil. Es también otro el carácter de los hombres y otra su posición personal. Aunque jefe, como diez años atrás en Córdoba, allí era a un tiempo general y gobernador, y en Corrientes tiene que contar siempre con la voluntad del gobernador que le ha conferido el mando del ejército. Se ha acomodado a las nuevas exigencias, ha supe rado sus escollos y ha dado en Caaguazú, el 28 de noviembre de 1841, la batalla más admirable, quizá, de su carrera, según la crítica militar. Es difícil reconstruir el momento en que se dio esa batalla y el eco que ella tuvo en todo el país y en los países vecinos, donde se hallaban diseminados los argentinos emigrados. 1 “Después de Caaguazú el Presidente de Río Grande ofreció un contingente de 800 soldados que Ferré rehusó. La documentación respectiva se encuentra en el Archivo de Pa z (año 1841). 75 Cumplíase un año justo del descalabro de Quebracho Herrado, al que habían seguido la derrota en Famaillá o Monte Grande 1 , la muerte de Lavalle y el desastre en Cuyo de La Madrid y Acha, que cerraron todo el horizonte a las esperanzas de los enemigos de Rosas. Pero ese año 41 de tan terribles contrastes no concluía sin dar a éstos un gran desquite. Las miradas ansiosas de los vencidos de Tucumán y Cuyo y de los expatriados otean por todas las fronteras el proceso de la patria. En la sombra que la cubría aparece una gran luz en el horizonte. Es el triunfo de Caaguazú. Un general dijo que estaba en la misma línea de Ayacucho. Alberdi le escribe desde Montevideo: "Mi glorioso general: a fortuna tendría recibir una carta en que me llamara a servir a su lado." 2 Acuña de Figueroa deja sus epigramas y eleva el tono para dedicar un himno a Caaguazú. Rivera Indarte canta la gloria del vencedor. Las mujeres en el fondo de los hogares desolados tejen coronas a quien va a abrir el camino del regreso de los esposos e hijos proscriptos. Le llegan cartas furtivas, como a un salvador, desde la ciudad misma del tirano. Fue un momento de grandes ilusiones. El ditirambo suena diariamente, las comparaciones son épicas y bíblicas. Un jefe dice que Paz ha quemado sus naves como Cortés; otro jefe invoca el recuerdo de Moisés en el desierto y dice que debe exclamarse el laudamus te, Domine; Gelly cuenta haber llorado de alegría. En Chile y Bolivia se hacen hábiles trabajos para provocar movimientos en las provincias fronterizas, es decir en Cuyo y el Norte, que apoyen por esos rumbos la acción de Corrientes. Paunero y Anselmo Rojo, desde luego, por el lado de Bolivia. Paunero está al habla con el presidente Ballivián, en cuya familia se ha enlazado por matrimonio. Ha sido asignado agente diplomático cerca de ese Gobierno y luego reemplazado por Rojo. En Chile existe una Comisión argentina encargada de los trabajos. La forman el general Las Heras (quien ha sido designado agente diplomático), Grego rio Gómez, Tomás 1 El Monte Grande o Famaillá de Lavalle era vengado por este otro Monte Grande, pues Caaguazú es, en guaraní, monte grande. 2 Carta original en el Archivo de Paz. La carta continúa así: "De jaría la abogacía y las ventajas de mi posición para ir a divid ir con el ejército de su mando las nobles fatigas que le esperan. Vd. teme a la juventud, mi noble general, quiérala Vd . mucho co mo ella lo quiere. Algo debió existir entre Paz y los jóvenes. Paz en sus Memorias, aludiendo a los jóvenes unitarios -¿no es éste un problema actual?- dice estas palabras acertadas: "aprecio debidamente los bellos sentimientos de que, está dotada generalmente (la juventud), pero jamás he capitulado con la pedantería y la manía insensata de anticiparse al tiempo y hasta a la p ropia naturaleza". (Memorias, to mo III, pág. 154.) 76 Godoy Cruz, Gabriel Ocampo, Matías Zapata, Fabián Gómez y Domingo de Oro. Juan Pablo López, el hermano de Estanislao López, y gobernador de Santa Fe, se ha aliado a Corrientes. La victoria de Caaguazú ha sido aplastante. Han caído prisioneros más de cuarenta jefes y oficiales y más de setecientos soldados. La persecución, dirigida por el general Ángel Núñez, ha sido tenaz. Si en aquel momento Paz pasa el Paraná y avanza sobre Buenos Aires no quedaba a Rosas otra salvación que la fuga, afirma el general Iriarte, que no fue un adicto de Paz 1 . Se reproduce el eclipse repentino de su triunfo, co mo el de su prisión después de Oncativo, pero esta vez por obra de sus propios aliados. Paz no vio en Caaguazú sino el primero aunque de cisivo paso para concluir con Rosas. Era necesario pasar el Paraná y atacar al tirano en su propia sede. El ejército Federal, el más poderoso hasta entonces, que mandaba Oribe, se hallaba a centenares de leguas, en el norte, sin tiempo para correr oportunamente en auxilio de Buenos Aires. Paz se halla en Entre Ríos, todavía acordado con Ferré. El general Vicente Ramírez ha sido encargado por Paz para tomar Paraná. Así sucede y el gobernador ha escapado. Paz es designado Supremo Poder Militar de Entre Ríos en febrero de 1842 y e1 12 de marzo su Gobernador. En estos meses que siguen a Caaguazú se ha producido la disidencia con Ferré que mutiliza la espléndida victoria. Ferré se opone terminantemente a que el ejército de Corrientes atraviese el Paraná y todo el plan de Paz queda frustrado. Paz invoca las promesas que le habían sido hechas, si no fuera razón suficiente la necesidad de atacar a Rosas decisivamente en un momento que se reputaba favorable para concluir con la guerra. Ferré consiente que sigan a Paz algunos oficiales no correntinos pero lo priva no sólo de sus soldados sino también de sus recursos. Ambos han explicado en sus Memorias su actuación, aspirando a justificarse. No hay contradicción en los hechos sino un disentimiento lógico, producto de las ideas propias de cada uno. Ferré procede con patriotismo pero sin clarividencia. Es ante todo el gobernador de Corrientes. Para Paz, Corrientes no era sino el medio de una acción nacional. Luchaba entonces en Corrientes, como había luchado antes en Córdoba y luchará meses más tarde en 1 To mas Iriarte, Memo ria M ilitar (año 1845, Buenos Aires) 77 Montevideo. El espíritu provincial no comprendió el programa de la campaña emprendida, ese espíritu provincial que desalojado de nuestra vida se ha refugiado ahora en la historia 1 . II Paz se considera burlado. Había confiado en que Ferré secundaría la continuación de su empresa para cobrar el fruto de Caaguazú. ¿De qué habría servido, entonces, la larga elaboración y el espléndido triunfo? Los hechos dirían, después, cómo reducido a ser una victoria provincial no impedirá la bien próxima derrota, cuando Paz ha abandonado la direcc ión de la guerra. No hay duda ninguna de que Paz no creyó en la resistencia de Ferré a que continuara la campaña2 . Se ha reprochado a Paz haber aceptado el gobierno de Entre Ríos. El reproche es injusto. No podía ser para él sino una imposición de las circunstancias y la posibilidad de continuar la campaña. La prueba es que a los pocos días de su designación, redacta su renuncia, postergando luego su presentación para ocultar la crisis al enemigo3 . La presencia de Rivera, atraído por la perspectiva que o frecía a su ambición la derrota de Echagüe, que lo era también de Urquiza, fue una causa nueva y grande de retraimiento y de frialdad. Nunca creyó Paz que pudiera confiarse en Rivera, ni por sus condiciones militares ni por sus condiciones personales. Sabía además que no podía considerárselo solidarizado con la causa argentina, sino en 1 Félix Frías escribe desde Chuquisaca a Paz en mayo 2 de 1842, diciéndole: "al pensar en las raras contradicciones que acaba Vd. de soportar con heroica resignación, he pensado en las palabras que oí al he roico general Lavalle pocos días antes de su muerte. Leía las cartas en que le anunciaba sus desavenencias con el señor Ferré y decía: "lo siento pero eso me justifica". (Archivo de Paz.) 2 Las cartas íntimas de Paz a su esposa tienen en este caso el valor de documentos históricos. En 15 de mayo de 1842 escribe: "aparentando una gran consideración (el señor Ferré) ha querido anularme y desairarme del modo más mezquino. Faltando a lo que me había pro metido, ha logrado detener al ejército en su triunfante marcha y no esto todo sino para conseguirlo ha querido desmoralizarlo y esto lo ha conseguido". En abril 14 le dice: "burlando el señor Ferré sus compromisos con el público y conmigo ha puesto una barra entre ambos". Gain za que está en Corrientes cuenta a Paz, como una confidencia, que Manuel Antonio Ferré, el gobernador delegado, le había dicho: "ni mi hermano ni el ejército pasan el Paraná". 3 La renuncia tiene fecha 10 de abril. La correspondencia con su esposa es una fuente segura para conocer sus móviles. En carta del 15 de marzo le d ice: "he admitido este mando de espinas (el gobierno de Entre Ríos), lo conservaré mientras duren las actuales circunstancias". En abril 15: "he suspendido mi renuncia (de gobernador) para que no se crea que hay disidencias. Acepté el gobierno co mo el sacrificio mayor en aras de la Patria". Es interesante señalar una ley hecha dictar por Paz (17 de marzo de 1842) decretando la libertad de los ríos. 78 cuanto coincidiera con su interés partidario en el Uruguay. El día menos pensado, en razón de ese interés, pactaría con Rosas. Consideraba además, y esto fué siempre esencial en sus planes, que la revolución debía ser dirigida por argentinos. No se le ocultaba, sin embargo, que Rivera podía en ese momento y para fines determinados ser un útil auxiliar de la campaña. Después de verse privado del ejército de Corrientes, creyó todavía posible la prosecución de la campaña. Su actitud no fué ni de despecho ni de cólera. Fué en ese momento que se hizo el tratado de Galarza, que mantenía los restos del ejército a las órdenes de Rivera, con anuencia del gobernador de Santa Fe. Corrientes se adhirió luego a él. Quería disimular su desavenencia para no fortalecer al enemigo, con la esperanza de un cambio de situación. La discordia entre Paz y Ferré fué considerada entre los unitarios y emigrados como un gran desastre. Comprendieron que todo estaba perdido con el retiro de Paz. Comenzó entonces un asiduo trabajo en el ánimo de ambos para reconciliarlos. No comprendieron que no era ésta una cuestión personal sino una diver gencia fundamental sobre el camino a seguir. Ferré, bajo la presión de los emigrados, ha escrito directamente a Paz, invitándolo a olvidar el pasado. Don Juan José Alsina ha sido un activo mediador, que se hacía ilusiones sobre el fruto de su empeño. Paz ha contestado dignamente a la invitación pero su convicción era absoluta y su decisión irrevocable. Consideró que sin la unidad de comando el fracaso era inevitable y sabía que Ferré no la concedería, por su parte, sino al precio de una previa sumisión1 . 1 La ruptura de Paz con Ferré llenó de zo zobra a los enemigos de Rosas. Se presiona a ambos para llegar a la unión: Alberdi escribe lla mando a Paz a la conciliación, su mismo hermano Julián, agente de Corrientes en Montevideo. Se ha obtenido de Ferré que escriba directa mente a Paz, invitándolo al o lvido de lo pasado. Pirán interviene a nombre de Corrientes para firmar el tratado de Galarza y esto enfría aún más a Paz. La intervención de Juan J. Alsina, hermano de Valentín, parece más eficaz. Paz contesta a todos, cambia cartas con Ferré en ju lio y agosto. "No es verdad, dice, que se le hubiera ofrecido el mando y que Ferré lo hubiera llamado nuevamente." En efecto, Ferré no quería llamar a Paz, pero " si estaría muy dis puesto a recibirlo si él escribiese o viniese a la frontera, donde correría el mis mo Ferré y le abriría los brazos". La opinión de Paz está expre sada en su carta a Valentín Alsina (agosto 20 de 1842): " Yo me some tería al sacrificio que se me exige si el Sr. Ferré (defiriendo a condiciones honrosas para él y para mí) diese una prueba de su buena fe y decisión de continuar la guerra hasta destruir al tirano, con tal que los sucesos no hiciesen ineficaz todo esfuerzo por inoportuno. Estoy como siempre dispuesto a sacrificar a la Patria todo, todo lo que no sea mi honor y mi reputación, así es que nunca consentiré en que se diga que los sucesos de la Bajada fueron los de un mutuo acuerdo entre el Sr. Ferré y yo. Por dar a mis compatriotas una prueba clásica de que la inesperada retirada del ejército se hizo 79 Su auditor de guerra, el doctor Ferrara, había pro puesto ya a raíz de Caaguazú instituir el supremo poder militar que centralizara la dirección de la guerra. Derqui repitió la proposición más tarde. Desahuciados ambos por Ferré, buscó Paz todavía nuevas fórmulas que solucionaran la oposición entre el deseo de Ferré de conservar preponderancia en el manejo de los negocios de la revolución -su derecho a tener el "mando material como jefe natural de la Provincia ", según sus palabras - y de otro lado la tesis de Paz según la cual sin comando único el desastre sería irremediable. El ejemplo de la Coalición del Norte estaba fresco. Hacía cuatro meses que la heroica pero acé fala empresa había fallido trágicamente. Los gobernadores de los provincias coaligadas, más dóciles que Ferré, habíanse entregado a los jefes militares, pero bastó la doble dirección de Lavalle y La Madrid para que el final fuera dos terribles desastres, en Cuyo y en Tucumán. En la campaña de Corrientes se complicaba la dificultad porque además de la dirección de Ferré, menoscabando la unidad de mando en manos de Paz, los aliados eran López, notoriamente diminuto y Rivera, inseguro e inconstante1 . Se comprende fácilmente el estado de ánimo y las razones de Ferré. No cabe reproche porque procedía según su concepto del patriotismo, un patriotismo provincial. Bien inspirado como era, sentía una voz que lo invitaba a sacrificar su posición en favor de una gran causa nacional y a veces se inclinaba a escucharla y obedecerla, pero concluían por arrastrarlo las voces más vecinas de sus amigos y las más seductoras de su amor propio y de su orgullo. no sólo sin mi consentimiento sino contra mi pronunciada opinión, es que me quede allí con todas las probabilidades de caer en manos del enemigo." Cuando Ferré reabrió su correspondencia con Paz en 24 de julio, Paz contestó en 5 de agosto: "no puedo dejar de observar a Vd. que después de los sucesos de Paraná, fuí yo el primero en promover una co municación e inteligencia oficial que creí hubiera producido grandes bie nes a la causa que sostenemos y que Vd. desechó respecto de mí del modo más decidido. Sin embargo firme en principios honorables, que jamás he desmentido, acepto gustoso la oportunidad que Vd. me presenta de entablar correspondencia, desde que se considera que puede ser útil a la causa a que estamos ambos dedicados". Pocas esperanzas abrigaba Paz de que Ferré pudiera rect ificar el camino andado desde que retiró su ejército del Paraná, pero estaba dispuesto a dar los pasos necesarios para que no naufragara el plan revolucionario. Según Paz (Memorias, cap, XXXIII), Ferré reconoció su error en conferencias con don Juan Andrés Gelly, hallándose proscripto en San Borja. 1 Co mo si no fuera suficiente su propia experiencia, Anselmo Rojo, desde su Sucre, en carta del 16 de mayo do 1841, le había historiado los sucesos de la coalición del Norte, donde fué fatal la ausencia de una dirección única: "La h istoria de los errores y desaciertos en que han in currido los gobiernos y los hombres encargados de la emp resa de las Provincias del Norte, le decía, emp ieza con el pronunciamiento de estos mis mos gobiernos y sería molesto y amargo referirlos. Básteme decirle que estando la suerte y el triunfo de la causa que abrazaron en sus manos nada han hecho de cuanto pudieron. Emplearon un tiempo precioso en quiméricas pretensiones. ¡Cuánta falta ha hecho un jefe que reunie se las simpatías de las Provincias!" 80 Para Paz no había duda de que nada podía esperarse de la dirección de Rivera, que le fué confiada en el protocolo de Paysandú por Ferré y Juan Pablo López. Antes de dos meses de producida la separación de Paz, será aniquilado Rivera en Arroyo Grande, por Oribe (6 de diciembre de 1842). Era sin duda, Paz el único que podía haber llevado la campaña a buen término. Su plan era de visión panorámica y computaba todos los factores1 . Sabía que de un momento a otro retrocederían hacia Buenos Aires los ejércitos desde el Norte y de Pacheco desde Cuyo. Su empeño en lograr la adhesión de Juan Pablo López respondía pensamiento de tener a Santa Fé como elemento capital jefes u obligarlos a una diversión. al para detener esos Esa alianza había sido lo grada en 2 vísperas de Caaguazú . Rivera podía ser útil por su enemistad con Oribe. De otro lado, 1 El plan de Paz está esbozado en carta que dirig ió a Anselmo Rojo, quien se hallaba a la sazón en Sucre y a Paunero que encontrábase en Chile. Decía a Paunero (13 de diciemb re de 1841): " El poder de Entre Rios y el mejor ejército de Rosas sucumbió en Caaguazú, pero Oribe viene en marcha con el suyo y Pacheco, ya desocupado en Mendoza, hará lo mis mo. Tenemos, pues, que haberlas con el poder reunido del tirano. Cualquie r diversión que se haga por otra parte, cualquier pequeño ataque que le llame la atención será útil, de consiguiente convendría que ensayasen un golpe sobre Cuyo. Juzgue que en todo este mes estaré en el Paraná. Lo pasaré inmediatamente que la circunstancias lo aconsejen y que lo permita la co mbinación de los movimientos militares del gobierno de Santa Fe. De todos modos no se perderá tiempo, lo que debe servirles a Vds. de reg la." A Rojo le escribía en d iciemb re 27 de 1841: "Debe Vd . esforzarse en que el trabajo de los argentinos residentes en ésa se dirijan a obrar una diversión por las Provincias del Norte, pues no pueden ocultarse a Vd. las ventajas que esto traería, aunque no se lograra otra cosa que cambiar las ad min istraciones puestas por Rosas a consecuencia del contraste de Famaillá. Esto mis mo digo al general Las Heras a quien he acreditado (como a Vd .) cerca del Gobierno de Chile, puede hacerse por Cuyo …. Pronto creo poder dar la mano a las fuerzas de Santa Fe y entonces presentaremos un poder que obligará a Rosas a reconcentrar sus tropas, lo que dejará a Vds. la posibilidad de obrar con ventaja sobre las Provincias del Norte." (Papeles del general Anselmo Ro jo, Archivo de Tucumán.) 2 Paz atribuía gran importancia a la incorporación de Santa Fe. Esto se desprende de la carta con instrucciones que escribió a Gregorio García Castro, un tiempo su secretario, quien debía marchar a tratar con Juan Pablo López. No sabemos si la misión se realizó. Las instrucciones son prolijas, llenas de pormenores relativos a las personas que era necesario tratar y atraer para hacer popular la causa de Corrientes. Con relación a Rivera le encarga decir que " la alianza con Rivera no existe de hecho, y que pronto dejará de existir de derecho, porque no lo necesitamos además de que nos ha sido inútil. Nuestra gloria será mayor con liberarnos solos y triunfar en una cuestión que es puramente argentina". (Archivo de Paz, leg. 2.) Un factor importante en la negociación de la alian za de Santa Fe era la viuda de don Estan islao López. La ida de doña Pepa Rodríguez a Buenos Aires a ver a Rosas preocupaba más que el silencio de Juan Pablo López. Así lo dice don Manuel Leiva a Paz en carta del 25 de octubre de 1841, agregando que esa señora intervino en la revolución contra Cullen. Se hablaba también de su casamiento con Rosas. Ferré había adoptado el plan de Paz o co incidía en él. Consideraba que "la ocupación de Entre Ríos era la mitad de la cuestión y nada podía temerse de Oribe, realizada la unión de Entre Ríos con Corrien tes y el Uruguay". (Véase Memorias de Ferré, documentos, págs. 685 y 687.) Los caps. 29 y siguientes de las Memorias Póstumas comentan exten samente este momento de sus campañas. El tratado de alianza de Co rrientes y Santa Fe fué firmado en la Villa de Saladas en 6 de noviembre de 1841, entre Derqui por Corrientes y M. R. Ru iz Moreno por Santa Fe. Se establece por el art. 1º una alianza ofensiva y defensiva entre Corrientes y Santa Fe. Su base, dice el tratado, es la unión contra Rosas y su objeto la paz, la libertad y la organización de la República por el voto libre de 81 había preparado por medio de los agentes en Chile y Bolivia movimientos en Cuyo y en el Norte que amargaran el poder del tirano por esos rumbos. ¿Puede reprochársele no haber aceptado la unión con Ferré, López y Rivera y correr a esterilizarse en una empresa sin perspectivas? El patriotismo mayor era el de ausentarse de la escena, sin estrépito y sin enojo, silenciosamente1 . Hay en el fondo de este cuadro sombrío y un poco trágico, de celos, de miopía y de imprevisión, de pasiones ardientes pero oscuras, de ambiciones nobles con aleación bastarda, algunos gérmenes cuya maduración dura diez años Nos referimos a las entrevistas de don Vicente Montera, a nombre de Urquiza, con don Juan Madariaga y don Gregario Valdez, jefes del ejército de Corrientes y la correspondencia que registra la negociación2 . El estado de ánimo que ello revela se manifestará de nuevo en 1846, y son ambos los orígenes lejanos del pronunciamiento de Urquiza en 1851. Son también un antecedente que Paz no olvidará cuando vuelve en 1845 a Corrientes y se repite la aproximación de Urquiza y Madariaga, de cuyo entendimiento se consideró los pueblos. Por el arto 2º, Santa Fe retira a Rosas la representación exterio r. 1 Después de la Conferencia de Paysandú, que dió a Rivera mando del ejército, Paz consideró de su deber documentar su retiro. Lo hizo por med io de una comunicación al gobernador delegado de Corrientes, Manuel Antonio Ferré, hermano del titular, que lleva fecha 28 de octubre de 1842. En ella rep ite las ideas que dirigieron su conducta en esa campaña: 1º, la necesidad de centralizar la dirección de la guerra; 2º, la de con servar la revolución en manos argentinas. El protocolo de la conferencia de Paysandú, que duró desde el 14 al 20 de octubre de 1842, muestra claramente las razones de las disidencias de Paz con Ferré. Paz sostenía como esenciales las dos ideas expuestas. Ferré opuso la inoportunidad de unificar la acción argentina. Paz llegó a proponer que la centralización consistiera en crear un gobierno que debía ejercer uno de los tres gobernadores a rgentinos, concurrentes a la conferencia, con un gabinete de dos min istros que serían designados por las otras dos provincias. Ferré temió siempre verse privado de su gobierno, que él consideraba el único efectivo, pues reputaba a Paz y López co mo " titulados gobernadores" de Entre Ríos y Santa Fe, pero olvidaba que si Paz era un titulado gobernador era el general efectivo. Ferré no asistió a la entrevista decisiva del 19 de octubre, man dando para que lo represente a don Juan J. Alsina. Las actas de la co nferencia explican sin dificultad todo el proceso. (Se hallan transcrip tas en el Apéndice de las Memorias de Ferré, pág. 883). 2 La correspondencia se encuentra copiada en el citado apéndice de las Memorias de Ferré, págs. 943 y siguientes. Montero, previo concierto, se entrevistó con Madariaga y Valdez en 3 de abril de 1841 a o rillas del Mocoretá, en plena preparación del ejército correntino. Montero procedía con conocimiento de Urquiza y de Echagüe, y asistían aquéllos a la conferencia, y mantenían comunicación con Montero, con conocimiento de Paz y Ferré. Sin embargo, la base del plan propuesto consistía en la eliminación de Paz y Ferré, la designación de un nuevo gobernador afecto a la cansa federal y la adhesión de Corrientes al pacto del Litoral. Lo que se pregunta el historiador en presencia de los documentos es porqué proseguían las conversaciones si no había coincidencia en el fin primordial que se proponían los conjurados. Si Urquiza ante todo buscaba la separación de Paz y Ferré, o el destierro honroso (con cargos en el exterior co mo ofrecían a Paz) y Madariaga y Valdez estaban solidarizados con ellos y los informaban puntualmente de las negociaciones, quiere decir que o se perseguía una emboscada o había una inteligencia secreta que por lo mismo no puede estar documentada. A Ferré no inspiró confianza la actitud de los negociadores. Así le decía en carta a Paz (fecha 18 de mayo), acompañándole unas líneas para Madariaga, reclamándole el envío de la carta de Montero,"para conservar este documento que debe servirnos en todo tiempo". 82 víctima. Por ahora digamos que la tentativa libertadora de Corrientes ha fallido. Paz se retira del teatro de la guerra, prácticamente, como un vencido. Abandonado por unos, hostilizado por otros, en medio de la deserción y la rebelión, azotado por la misma naturaleza, seguido por una corta columna hace el camino de No goyá, cuyo relato dramático, de sabor homérico, escribió en sus Memorias. Vemos en esa marcha, que parece una fuga, una a legoría de la vida del protagonista, quien fuerte en medio de la postración de los unos, el desencanto de otros y la claudicación de algunos, salva, íntegramente, del naufragio, como un fuego sagrado, el programa de su campaña por la libertad y la constitución de su país, que iba a predicar de nuevo 1 . Índice de la Obra 1 En la campaña de Corrientes tuvo intervención, como auxiliar de Ferré y de Paz un personaje extranjero, ilustre co mo naturalista, Aimé Bonpland. Desempeñó comisiones para el aprovisionamiento del ejército. Mantuvo, larga correspondencia con aquéllos. En el Archivo de Paz se conservan cartas. Otras han sido publicadas (Revista de la Universidad de Buenos Aires, 1905; E. T. HAM Y, Bonpland, París, 1906). 83 CAPITULO VIII SITIO Y DEFENSA DE MONTEVIDEO SEGUNDA CAMPAÑA DE CORRIENTES (1842 - 1846) I El sitio y defensa de Montevideo, comenzados a poco de dada la batalla de Arroyo Grande y terminados nueve años después, son páginas inseparables de nues tra historia interna. El ejército sitiador estaba compuesto de soldados argentinos en parte considerable y enarbolaba la bandera argentina1 . Su jefe, el general Oribe, obedecía al Gobernador de Buenos Aires. Venía con su ejército desde el fondo de nuestro país, desde su extremo norte, después de haber aventado los restos del ejército de Lavalle, a quien había derrotado en Monte Grande o Famaillá. Repasaba Oribe el camino que había hecho hacia el interior jalonado por sus victorias y acababa en Arroyo Grande con los únicos restos en pie de la resistencia a Rosas. Éste podía Las partes de las Memorias de Paz relativas al sitio de Montevideo y la guerra del Brasil han desaparecido. Se hallaban en poder de don Andrés Lamas, quien las requirió de Paz como elementos de estudio y preparación de la historia que se proponía escribir. ¿Han desaparecido definit ivamente? No lo creemos. Lo cierto es que la porción relativa a la guerra del Brasil existió en poder de don Carlos I. Salas, quien transcribe pasajes y describe el manuscrito en su Bibliografía del Coronel Brandsen. En cuanto a la relativa al sitio de Montevideo no hay noticias. En el Arch ivo de Paz se encuentra documentación que en parte puede reemplazarla. El capitán de fragata Jacinto R. Yaben ha compulsado y publicado en parte esa documentación inédita y escrito páginas de gran interés en la Revista Militar (1932). En ella se encuentra el relato de la parte militar de la defensa de Montevideo. En cuanto al proceso del sitio y sus peripecias, los Anales de la defensa de Montevideo, por Isidoro De María (Montevideo, 1884) ofrece una relación pormenorizada. Las Memorias del general César Díaz y del general Ventura Rodríguez, actores en el sitio, son fuente valiosa. 1 Doce mil ho mbres, dice Ventura Rodríguez en sus Memorias, todos argentinos, a excepción de 70 oficiales (pág. 23). 84 considerarse a fines de 1842 como señor del vasto campo donde durante diez años habían peleado unitarios y federales. Es un general argentino el jefe de la ciudad sitiada, asilo de centenares de argentinos expatriados, algunos de los cuales tienen acceso y peso en los conse jos del Gobierno de Montevideo 1 . Después de nueve años, se levanta el sitio por acción de otro general argentino y este hecho es el punto de partida de Caseros que pone fin a la tiranía de Rosas. Es, pues, de una llana evidencia el juicio que considera el sitio de Montevideo como un episodio integrante de nuestra historia. Lo ratifican dos batallas consumadas mientras dura el sitio -India Muerta y Vences- que pertenecen a un tiempo a la historia de la Argentina y del Uruguay, ganadas, una en tierra argentina, la otra en tierra uruguaya, por un general argentino. Los hechos dieron razón a los unitarios. Por haber defendido y preservado ese último reducto a que los redujeron sus inmensos desastres, pudo lograrse la victoria definitiva de Caseros, bien que no por sus manos. No decimos todo esto para engrandecer o amenguar figuras y sucesos o por arrogancia nacionalista, sino para no salirnos de la verdad. Y por esto, también, decimos que la política que dió a Caseros como fruto y la jornada militar en que cayó Rosas son acontecimientos de historia rioplatense. Paz ha estado en Paysandú hasta fines octubre y precedido, en muy pocos días, a las primeras noticias que llegan a Montevideo de la derrota de Rivera en Arroyo Grande y de la marcha Oribe con su poderoso ejército a ocupar Montevideo. La ciudad está bajo la angustia de la terrible amenaza, ya que no ignoraba nadie la crueldad con que Oribe había caracterizado su campaña; fusilamiento y degüello de vencidos y prisioneros. Todos a uno han pensado que el general argentino recién llegado debía ser el defensor de Montevideo. Los jefes uruguayos, en quienes pudo pensar el sentimiento patriótico, se 1 Había en Montevideo en el primer año deñ sitio 2.553 argentinos. Tal es el dato del censo levantado ese año. Sobre 31.189 habitantes, solamente eran orientales 11.431. Así se explica la participación importante que tuvieron en la defensa las legiones extranjeras y la intervención de Garibaldi. Había 4.205 italianos. Florencio Varela d ice en su Diario que bajo el Ministerio Vazquez, fueron puestos bajo su exclusiva dirección todos los negocios de Relaciones Exteriores (publicado en la Autobiografía, Montevideo 1848). 85 hallaban ausentes en la campaña o con Oribe o con Rivera. Prescindiendo del sentimiento patriótico, nadie podía igualar a Paz en capacidad probada. El día 12 de diciembre de 1842 es solicitado Paz; en el mismo día da su contestación y el Presidente don Joaquín Suárez, quien ejerce la presidencia en ausencia de Rivera, expide su nombramiento como Jefe del Ejército de Reserva 1 . No se ocultaba a Paz que su designación disgusta ría al presidente Rivera, de quien acababa de separarse en Paysandú por disidencias profundas, en las que no entraba por poco la incompatibilidad de ideales y caracteres. Pero se impuso a su espíritu, como siempre, el de ber de lealtad con la revolución. Si sucumbía., Montevideo, la dispersión de los emigrados desvanecería la esperanza única de reanimarla. Para Paz la defensa de Montevideo era un episodio de la cruzada contra la tiranía y del voto de constituir el país. Como en Corrientes, dos años atrás y dos años más tarde, su acción obedece a ese solo pensamiento. Desde el primer momento recalca su condición de argentino: lo hace en su aceptación de jefe del ejército, en sus proclamas, más tarde en su retiro; en toda oca sión deja constancia que es un brigadier argentino2 . En su disidencia con Ferré acababa de jugar papel decisivo la idea de que la "revo lución argentina no debía salir de manos argentinas". Es necesario precisar el sentido de esta insistencia. No lo hacía por prurito nacionalista, por vanidad de ser argentino. Quería dejar establecido que no se mezclaba a una lucha de facciones, a una lucha de partidos, sino que seguía sirviendo, fuera de la frontera argentina, a una causa argentina, que no era tampoco "política", porque propugnaba la causa de la constitución y de la libertad, en la que veía la prolongación de la guerra de la Independencia, su acabamiento lógico, es decir, seguía fiel a los principios con que había comenzado su carrera. 1 La invitación a hacerse cargo de la defensa decía que tenía en cuenta "los importantes servicios que el señor General de la República Argentina don José María Paz ha prestado en todas épocas a la Banda Oriental” . Esta consideración se repite en los demás documentos oficiales. En 184 8 Andrés Lamas, que era ministro del Uruguay en Río, a no mbre de su Gobierno le p ide que se haga cargo nuevamente de la defensa de Montevideo, recordando la que había hecho en 1843. 2 En todos los documentos oficiales se deja constancia de ello. Cuan do en julio de 1844 se constituye la comisión que marchará a Corrien tes, el Gobierno del Uruguay lo designa a Paz como general. Paz reclama que se le dé el título de general argentino. Y se le satisface. 86 Debía sufrir desabrimientos y hostilidades durante su acción en Montevideo, causados por ese empeño en recordar que era un militar argentino, sirviendo a Montevideo como una manera de servir a su país1 . La desconfianza siempre y la franca animadversión, a veces, que lo rodeó durante el sitio ha prolongado su eco en la historia. Los escritores del Uruguay, olvidando su parte magnífica en la jornada memorable, dejan la figura del general de la defensa en una penumbra hospitalaria. Si es verdad que al defender Paz a Montevideo pensaba en su país, no es menos cierto que combatía por una causa que le era común con el Uruguay. Ejecutor del tratado de 1828, que instauró la independencia de este país, como consecuencia de una guerra en la que fué jefe principal, la aseguraba en el hecho en 1842 2 . El papel de Paz en el sitio de Montevideo destaca dos caracteres fundamentales de su figura: su capacidad técnica y su altura moral. . Debe improvisar, como el año 41 en Corrientes, pero no solamente soldados sino también la fortificación de una ciudad marítima abierta, sin defensas naturales ---- a no ser el promontorio del Cerro ----, tarea a que se aplicaba por primera vez y que no había visto desempeñada sino en libros escasos, que no tendría tiempo de leer porque se esperaba al sitiador el día menos pensado. El éxito que obtuvo es quizá el testimonio mayor de su genio militar. Había una circunstancia adversa para el despliegue de sus talentos tácticos y es que la defensa de una ciudad conspira contra la disciplina severa, que era esencial en su sistema de guerra. El contacto forzoso del soldado con la población civil compromete y roe a cada instante la severidad del servicio, le contagia su sensibilidad exasperada por el peligro, debilita su nervio e introduce en las filas las hablillas y los rumores en que es tan fecunda una población amenazada. Por un lado se mezclaba el ejército con la población civil, por otro lado se tocaba con el 1 Paz resultaba extranjero en todas partes. En Co rr ientes fué reputado tal. En Montevideo lo era realmente pero seguía luchando por la patria inexistente, que ambicionaba crear. Su papel era el típico del precursor. En sus Memorias, cap. XXV, habla de los inconvenientes que le causó su calidad de provinciano para dirigir la guerra contra Rosas. 2 El olv ido de Paz acaba de ser reparado por Montevideo dando su nombre a una avenida pública. Entre los historiadores modernos del Uruguay merece mención don Mariano Cortes Arteaga por el reconocimiento que hace de la obra de Paz en sus documentados y minuciosos estudios (La Organización definitiva de la Plaza de Montevideo durante la Guerra Grande, Montevideo, 1932), Entre los antiguos, el general César Díaz. 87 campo sitiador y esto provocaba el constante espionaje. Además, en el campo sitiado velaba otro enemigo: el desafecto por un defensor extranjero 1 . También sobresaldrán en esta etapa de su carrera su fuerza y grandeza de ánimo. En su desarrollo encontrará el historiador la explicación de lo que se llamó su intransigencia, su arrogancia, su carencia "de dotes políticas", de su carácter "díscolo". Mostremos brevemente la presencia de estos dos aspectos de Paz durante los diez y siete meses en que organizó la defensa y sostuvo el sitio de la Nueva Troya, cuya población en todas sus clases demostró una decisión y un ardimiento dignos del nombre épico con que fué bautizada, a pesar de las defecciones que disminu yeron el número de los defensores, pero acrecieron el derecho a llevar el nombre heroico 2 . En esta Troya nueva no hay Aquiles ni Héctor, ni Patroclo ni Ayax, o se dividió cada uno en varios. El héroe verdadero fué la ciudad misma. El único perfil de grandeza homérica es Paz. No ha sido aún reconocido, pero lo será. Para apreciar lo que importó como acción militar basta recordar que la ciudad desarmada y abierta, de cuya defensa se encargó Paz en 12 de diciembre de 1842, era ya inexpugnable sesenta días después, el 18 de febrero de 1843, cuando ha llegado al Cerrito la vanguardia de Oribe. Paz se ausentó en julio de 1844: la ciudad soportó el asedio durante siete años más y éste fué levantado, al fin3 . 1 Se h icieron presentaciones de protesta al Gobierno por la presencia de Paz al frente de la defensa. Llegaban a manos de éste anónimos que lo invitaban a salir, que se han conservado en su Archivo. Repe tían el ejemp lo que había dado Rivera. Decía en su renuncia de 12 de febrero: « El espíritu de nacion alidad que nadie ha respetado y acatado más que yo, se está excitando contra mi autoridad, tirándome a la cara con la calidad de argentino (con que me honro muchísimo)..." 2 Se ha hecho familiar y quedará para siemp re el d ictado de Nueva Troya dado a Montevideo por razón del sitio que duró nueve años como el de la antigua. El hecho tuvo gran repercusión en Europa. Ocupó a los gobiernos y a los parlamentos. Lo comentó la prensa. (Véase Archivo Americano, que refuta muchos de ellos.) El relato de A LEJANDRO DUMAS sobre la Nouvelle Troie y las Memo rias de Garibaldi le crearon una boga extraordinaria, a la que contribuyó la intervención extranjera. La p roeza de la defensa y sus peripecias novelescas excitaron la fantasía de poetas y escritores. Mitre ha descrito "un episodio troyano", evocador, en verdad, del mo delo, la d isputa del cadáver del coronel Neira, co mo el de Patroclo, por el alférez José María Orte, al mando de 12 negros, para que los des pojos de un defensor, como el de Troya, no fuera devorado por los perros. 3 La fortificación de Montevideo consistió fundamentalmente en la construcción de un parapeto con su banqueta, un foso, un glacis y estacadas. El muro, cuando estuvo terminado, tenía 1.500 pasos y comenzaba desde la Playa de la Agu ada hasta la costa del Cementerio. Su altura era de siete pies, revestido de ladrillo. A l foso se le había dado nueve pies de boca. Por el lado exterior del parapeto se había hecho el glacis, que no era sino un amontonamiento de tierra. La estacada se había construido, como a 25 pasos del glacis, con duelas de pipa o barril. El espacio comprendido entre el glacis y la estacada se había cubierto de vidrios y restos metálicos ofensivos. 88 La preparación y organización de la defensa de Montevideo muestran el contenido psíquico y moral de los triunfos militares, de lo que vale un hombre para decidir un desenlace y lo que valen las virtudes comunes, la diligencia, la previsión, la economía, el ingenio industrioso, la constancia. Fué una victoria de la disciplina y del método sobre la fuerza y el número, como en la Tablada contra Quiroga o contra Echagüe en Cagüazú1 . El ánimo de Paz ha sido puesto a dura prueba antes de los dos meses de haberse recibido de jefe del ejército. Sucedió lo esperado. Llegado Rivera al Pastoreo de Pereyra, a tres leguas de Montevideo, a fines de enero, fueron a su encuentro el presidente sustituto, don Joaquín Suárez, sus ministros y amigos. Lo primero que hizo Rivera fué desaprobar y reprochar la designación de Paz. Regresados el mismo día a Montevideo, lealmente el presidente Suárez hizo saber a Paz el veto de Rivera. Paz dimitió sin pérdida de mo mento. Al día siguiente Rivera llega a Montevideo, reasume la presidencia y convoca a "los notables". Repite la objeción de incapacidad de Paz revelada por los recientes sucesos de Entre Ríos y Corrientes y la de ser extranjero. Don Santiago Vázquez, don Francisco Muñoz y otros replicaron a Rivera. La conferencia continuó al día siguiente y entonces comprendió Rivera que no se confiaba en él y que era imperioso recurrir a Paz nuevamente. Su vanidad herida necesitaba una satisfac ción: Paz , no sería el Jefe del Ejército de Reserva sino el Comandante General de Armas de la Capital. La defensa se completaba con dos lanchas cañoneras en el fondo de la bah ía, otras dos fondeadas cerca de la costa para mantener el contacto con el Cerro, donde estaban emplazadas unas cuantas piezas de artillería. Son sumamente interesantes las medidas tomadas para las comunicaciones de los defensores, telégrafo y señales (cfr. Cortes Arteaga, Transmisiones del Ejército Defensor, Montevideo, 1933), La línea de fortificación fué artillada con cañones de todo calibre, muchos de ellos eran los que estaban emp lazados como postes de esquina: fueron arreglados y preparados en la maestranza. La art illería fué puesta bajo la dirección del después general Iriarte. Cortes Arteaga hace la descripción completa de las fortificaciones y encarece la acción de muchos jefes, en especial del coronel de ingenieros don Manuel A. Echeandía, cuya figura ha revelado. 1 El general César Díaz, uno de los oficiales de confianza de Paz, d ice en sus Memorias refiriéndose a la época en que se preparaba la defensa: “ Nunca puedo acordarme de aquella época sin admirarme de mi propio esfuerzo y del de mis compañeros. Me parece que si ahora intentara ejecutar nuevamente lo que entonces hice, me sería imposible conseguirló. Nunca he tenido días de mayor fatiga aunque es verdad que jamás me he sentido estimulado con mayor fuerza. “Visitaba (el general) con frecuencia las fuerzas de la ciudad y de los campamentos: juzgaba por sí mismo el progreso que hacían viéndolos trabajar y dirigiendo a los oficiales y soldados, individualmente, pre guntas relativas a los objetos de su instrucción. Estimu laba a los jefes con palabras adecuadas para lisonjear su orgullo e inflamar su ardor." El general Ventura Rodríguez en sus Memorias registra observaciones semejantes (pág, 100). 89 Modificó su ministerio: entró a él don Santiago Vázquez, y el coronel Melchor Pacheco y Obes fué el nuevo ministro en la Guerra. No se aplacó con eso el encono de Rivera, sino que después de aceptada la renuncia de Paz el día 2, aparecía, el día 4, un decreto ordenando su cesantía como jefe del Ejército de reserva, siendo así que había renunciado el cargo. Paz se sobrepuso a la reacción que debía provocar justamente el agravio de Rivera. Pensó en sus compatriotas expatriados, escuchó sus súplicas y no olvidó por cierto la posibilidad de seguir luchando contra la tiranía si Montevideo se mantenía en pie. El 4 de febrero abandonaba Rivera la ciudad y quedaba su de fensa nuevamente en manos de Paz. Paz hizo, pues, como otras veces, la aceptación callada de lo que consideraba su deber, alzando el ánimo sobre los contrastes personales. Para medir el contenido moral de la conducta de jefe de la defensa hay que añadir que a las condiciones físicas de la inermidad de la ciudad, se sumaba la penuria, la inopia en que se hallaba el Estado, no solamente sin ejército y sin armas, sino también sin dinero y sin manera de obtenerlo. En el mes de mayo la pobreza personal del jefe de la defensa era tal que "se hallaba sin medios para sostener su familia, siendo que sus gastos eran no solamente moderados sino hasta mezquinos y que él se privaba hasta de la decencia indispensable". Así escribía Paz en carta confidencial al presidente, en vista de haber quedado sin respuesta una reclamación de fondos para la tropa hecha días atrás al ministro de Guerra. Según Sarmiento fueron sus amigos quienes costearon los vestidos de Paz. Su situación individual traducía la del ejército. Paz consideró siempre como capital requisito de la disciplina, que el soldado viera que sus jefes corrían los mismos azares que sus soldados. Cuando La Madrid desde Valparaíso le habla de la necesidad en que se hallan los expatriados en Chile de recursos para secundar la campaña contra Rosas, .haciendo incursiones por el lado de Cuyo, Paz le escribe en octubre 30 del 44, desde Río Grande, informándole que él padece de la misma falta. " ¿ Creerá Vd., le dice, que he salido de Montevideo sin que el Gobierno me auxilie con un solo peso? Pues nada es más cierto.". Debe decirse que, en cambio, en 1848, hallándose en suma pobreza, el gobierno de Montevideo dispuso enviarle ayuda pecuniaria, por intermedio del ministro Lamas, como lo 90 recordamos en el capítulo IX de este libro. Sabemos que un libramiento por 400 pesos dado en enero del 44 no se había pagado sino en la mitad quince días después. "No hay dinero ni para luz", decía un pedido de fondos. Meses atrás, Paz se vió obligado a dejar constancia escrita de la situación que representaba a diario verbalmente al Gobierno. En comunicación del 27 de marzo decía Paz al ministro: "Toda la oficialidad se queja con una justicia que el General no puede desconocer, y que se acrecienta con la perspectiva de la probable e indefinida prolongación de las fatigas que la aguardan. Estos valientes soldados y oficiales, arrostran, es verdad, el peligro y la muerte con bravura y heroísmo, pero murmuran, y unos y otros, ignorando las amarguras que sufre el General al verles tanto tiempo impagos y en la mi seria y en abandono sus familias, le culpan tal vez de privaciones que no está en su mano el evitar y que deplora con dolor." 1 No era compensación para Paz, como hubiera sido para otro temperamento más romántico, la emoción y la embriaguez de la popularidad, ya que nunca en su larga carrera habríalas sentido más hondamente que en aquel primer tiempo del sitio, durante el cual la población vió en él a su salvador y su héroe. El Uruguay declaró fiesta nacional el día 28 de noviembre, aniversario de Cagüazú, en términos que eran un ho menaje personal a su general. Tres meses después de comenzada la defensa, Montevideo presenció una escena que quedó grabada en el recuerdo de todos sus habitantes: la entrega de las banderas y estandartes a las tropas. Era el 14 de febrero. Oribe se acercaba a la ciudad. La ceremonia y 1 Luego agrega: ' 'El General ha agotado ya el diccionario de las promesas. Ha emit ido repe tidas esperanzas de una próxima paga fundado en las seguridades que algunos de los S.S. Ministros le han hecho el honor de darle verbalmente, pero en tanto tiempo sólo ha recibido para sueldos y otros gastos, y aun eso en fracciones, la exigua cantidad de once mil pesos (11.000) y le es sumamente doloroso que el soldado llegue a perder la confian za que debe siemp re inspirarle la palabra del general: co mo lo es el ver a estos valientes beneméritos volver de la pelea, en que acaban de exponer sus vidas por este pueblo, para ir a recorrer sus calles en el rol humillante y desmoralizador del pordiosero." Concluye refiriéndose a su situación: "El que suscribe, ha consagrado sus servicios, sus vigilias, su escasa capacidad, su existencia toda entera al desempeño del elevado y penoso cargo con que el Gob ierno le honró, y juzga haberle llenado, hasta aquí sin fatigarlo con exigencias exorbitantes. Mas no puede ya prescindir de exig ir al menos lo estrictamente necesario. Lo hace, porque es de su deber; porque cree que quizá va en ello el triunfo de la causa; porque si puede hacer a ésta el sacrificio de su existencia, no puede hacerle el de su crédito, porque le abruman ya los ecos de la queja fundada y perma nente que en todas estas filas se levantan, y porque al contraer este grave compro miso lo hizo en virtud de las mu ltip licadas y respetables seguridades que a este respecto le dió la autoridad." 91 el desfile subsiguiente se realizaron a lo largo de la calle 18 de Julio, con Paz a la cabeza de la línea. El incansable y ardidoso ministro Pacheco y Obes empeñóse en darle gran estilo y pompa. Es lo que correspondía a su temperamento y lo que convenía pa ra avivar el entusiasmo de la población que iba a ser tan duramente probada. Paz pronunció una arenga breve y cálida. Pacheco y Obes dióle las gracias en nombre de la República 1 . Durante los diez y siete meses en que Paz fué el jefe de la defensa ocurrieron numerosos lances bélicos, guerrillas de descubierta, escaramuzas, pero se contaron incidentes de más importancia, como la conspiración de Alderete, que fué una tentativa de sorpresa y toma de la ciudad - no llegó, pues, a ser el caballo de la Nueva Troya - y el plan, frustrado no obstante la consumada habilidad de concepción, en virtud del cual debió coparse al ejército de Oribe. Paz pidió el procesamiento del jefe a cuya desobediencia se debió el fracaso, y según algunos, la negativa del Gobierno fué una de las causas de su renuncia. En febrero de 1844 Paz presentó su renuncia de jefe. Desistió de ella pero fué reiterada 1 Melchor Pacheco y Obes es una figura orig inal de la vida rio platense en la época tormentosa de las guerras internas. Era el t ipo de la familia ro mántica. Su v ida está llena de extrañas aventuras: de prisiones, de destierros, de conflictos teatrales, de hazañas diplomát icas. Estuvo dos veces en Francia para impedir la aprobación del tratado Leprédour-Arana e inclinar la opinión extran jera en favor de Montevideo. Ganó la adhesión de Luis Napoleón y sus min istros, frecuentó a Tocqueville, a Th iers, Berger, la Roche Jacquelin. Vió triunfar su causa en el Parlamento. Fué amigo de Du mas, y a su sugestión, probablemente, se deba la Nouvelle Troie. Se mezcló a la vida parisiense. Tuvo incidentes ruidosos con eco en la prensa. Retó a duelo a Emilio de Girard in, acusó ante la Corte de Asises del Sena al Journal des Débats y a la Revue des Deux Mondes, por difamación. Y halló satisfacción. Hizo ante el ju rado personalmente su defensa. Fué guerrero, hizo versos, como era de rigor y arengas a lo Mirabeau. Tamb ién, como es de rigor, murió joven, a los 46 años: con estos temperamentos apasionados se demuestra cómo la vida es una combustión, que por lo mis mo acaba más pronto con las substancias inflamables. Para comp letar la orig inalidad de esta figura que espera su roman ce, digamos que se lo hace descender, por lo Obes de la familia de Hobbes. Para algunos, Pacheco y Obes fué el Héctor de la Nueva Troya. Pero parece la asimilación una exigencia de la rima, pues su figura es más byroniana que homérica. Su actividad y andar incansables fueron de gran valor en la organización de la defensa: en el archivo de Paz se conservan a centenares los billetes, los mensajes nerviosos, sin fecha, a láp iz, con que contesta un pedido, anuncia una medida o transmite una noticia. Digamos en su honor que él mismo se encargó de invalidar las exa geraciones, pues que en la tumba de Paz dijo: "sin el general Paz la resistencia de Montevideo era imposible". Este rasgo verifica la generosidad romántica de su temperamento. En carta del 9 de enero de 1853 le había d icho: "Ud. y sólo Ud. salvó a Montevideo." La más extraord inaria fantasía de su romanticismo fué la de traer legiones extranjeras para defender Montevideo. Contrató un considerable empréstito en Río con Evangelista da Souza para ese fin. En el archivo de Paz se encuentran los papeles relativos a esta empresa. R. Montero Bustamante ha escrito con emoción y amor una semblan za de Pacheco y Obes (Ensayos, Montevideo, 1928), y don L. M. TORTEROLO ofrece en su biografía (Montevideo, 1920) los detalles de esta vida. 92 cuatro meses después y se embarcó, aceptada esta vez, a Río de Janeiro, el 3 de julio1 . ¿ Qué motivos determinaron su retiro? Sin duda agitaba a Paz como propósito único de llevar la revolución al teatro propio de la tiranía, para darle carácter netamente argentino. Desde Corrientes le llegaban incitaciones, después que los Madariaga habían recuperado la Provincia con un audaz golpe de mano, que le ofrecían la oportunidad deseada. Consideraba por otra parte que Montevideo quedaba asegurado como un centro de protección para la acción en Corrientes 2 . Movíalo, además, a separarse la lucha de influencias en que se debatían los círculos de la política interior del Uruguay y de los propios emigrados, divididos en bandos. A esas facciones se refiere Paz en varios momentos de sus Memorias, sobre todo cuando recuerda los obstáculos que pusieron a su acción en la segunda campa ña de Corrientes y cuyos hilos partían desde Montevideo. La facción que reputaba perturbadora, en primer término, era la de los unitarios compañeros de Rivadavia. Todos mantuvieron silencio durante el peligro grave del sitio, pero asegurada la plaza, aquietados los temores, reaparecieron las intrigas y las ambiciones de predominio y la pretensión de que en su carácter de militar debía someterse a las sabias direcciones de sus jefes, togados y 1 En 28 de junio le fué aceptada la nueva renuncia de jefe de la defensa: "He hecho en los diez y siete meses en que he prestado mis servicios, decía Paz en la renuncia, cuanto ha estado en mi capacidad, para corresponder a la in mensa confianza. La defensa de la Capital está hecha y las circunstancias afligentes que aconsejaron mi llama miento al mando han pasado." Había en el decreto de aceptación el reconocimiento de la parte que le ha cabido "en la salvación de la República". Es curiosa la desaprobación que hizo Rivera al presidente Suárez por la aceptación de la renuncia de Paz y su reemplazo por Pacheco y Obes.. Una extensa contestación de Suárez a Rivera de 29 de octubre de 1844 muestra bien la trama íntima de los sucesos. Rivera reprobaba la aceptación de la renuncia de Paz, no por aprecio a éste sino porque así se secundaba su marcha a Corrientes, que era asunto importante en su sueño de predomin io en las provincias litorales. Suárez apura toda la argumentación a su alcance para explicar su actitud. Respecto de la renuncia de Paz dice que se debía o "a que no podía soportar al ministro Pacheco y Obes o porque creyó que esto se perdía, o en fin que en Corrientes se le presentaba mayor teatro "'. Añade refiriéndose a Paz: "tendrá muy buenas cualidades, pero en época tan crítica sus genialidades, sus exigencias y los continuos amagos del enemigo aumentaban las inquietudes y dificultades" (I. de María, Anales de la Defensa de Montevideo, tomo II, pág. 154). 2 Escribía a La Madrid desde Rio. Grande, en octubre del 44: " mi separación en nada ha influido para que la Plaza deje de defenderse con brío y constancia y espero que lo mismo sucederá :todo el tiempo que es necesario para que se desenvuelvan todos nuestros medios, muy prin cipalmente el que nos presenta el patriotismo, de la Provincia de Corrientes, a donde me dirijo..." Estos, conceptos fueron repetidos en su correspondencia con Madariaga y sus proclamas en Corrientes.(Cfr, MA NTILLA, C r6nica histórica de Corrientes, tomo III pág: 12.) No fue sino mas tarde que ocurrió la desorganización que puso a la ciudad en peligro de caer. (PAZ, Memorias, cap. XXVIII.) 93 periodistas argentinos en Montevideo 1 Así ocurrió en Córdoba en 1830, y se repitió el fenómeno en 1845 en Corrientes. Paz, descansaba sólo en la confianza de los jefes militares de carrera. Entre sus oficiales de Montevideo comenzó a distinguirse durante el sitio el mayor artillero Bartolomé Mitre, quien tuvo para doctrinarse, el ejemplo de Paz. No pasaron muchos años sin que ese joven oficial, destinado a ser el hombre más grande de su época, buscase la colaboración del viejo general y pronunciase sobre su tumba e1 más noble elogio de su virtud. No debieron ser extraños a la determinación de Paz de abandonar Montevideo, los planes políticos de algunos emigrados. Eran los que habían promovido la in tervención anglofrancesa y pensaron en algún momento en constituir un nuevo estado independiente con Entre Ríos y Corrientes, cuya proclamación reconocerían Francia, Inglaterra y Brasil. Paz fue un adversario declarado de tal idea. Don Florencio Varela, el más genuino representante de los emigrados amigos del plan, había partido para Ingla terra en agosto de 1843, enviado por e1 Gobierno del Uruguay, como agente confidencial ante lord Aberdeen, que manejaba las relaciones exteriores inglesas 2 Paz, que consideraba condición esencial de toda negociación la garantía "de la integridad territorial de la Republica" pudo pensar que renovando la gue rra desde Corrientes frustraba el proyecto separatista. Esa idea de -constituir con Entre Ríos y Corrientes una nueva nación - ya sea por si solos o unidos al Uruguay, al Paraguay y en cierto momento a Río Grande del Sud - fué un tema que ocupó durante muchos años la política argentina. Fué apoyada, si no sugerida por los hombres del Uruguay, orientó muchas veces la política del Brasil y el Paraguay vió en ella una posibilidad favorable para sus intereses, sobre todo para la libre navegación de los ríos. Para los argentinos que alguna vez la miraron con simpatía era un simple ardid, un recurso so plado por la desesperación de la 1 Cartas de Andrés M. Villegas clasifican así las facciones unitarias de Montevideo: "la de los aristócratas de la revoluci6n, co mpuesta de los mas antiguos, la de los j6venes de ideas humanitarias ,y de progreso, que recuerdan con rabioso escozor que Ud. los confundiera con la masa poniéndoles un fusil al ho mbro en las trincheras". Ambas pretendían que fuera Paz "instrumento inanimado, de sus dictámenes" (carta Archivo de Paz, Correspondencia. Legajo 8). 2 No tratamos en este estudio el vasto asunto de las concomitancias de los unitarios con las naciones extranjeras que merece uno especial. Paz está en contra de toda concordancia con el extran jero que des nacionalizara la guerra. En sus Memorias ha dicho todo lo necesario. (Cap.XXXIX.). Cfr. VA RELA, Autobiografía; SALDIAS, Evolución Republicana, cap. 18 y apéndice; Historia de la Confederación Argentina, tomos X y XII. 94 lucha contra Rosas. Para los hombres como Paz creaba esa idea un conflicto en el que debía triunfar lo esencial sobre lo circunstancial, pero que hacía más aguda la tremenda responsabilidad de jefe militar de la lucha. Comprometido en un duelo a muerte con la tiranía, sin ejército, sin recursos, enfrente de un enemigo rico en soldados y dinero, debía renunciar a los medios que otro espíritu menos fuerte no hubiera vacilado en emplear. Emplazando el centro de la guerra en Corrientes ma taba en el huevo el engendro secesionista. III La segunda campaña de Paz en Corrientes es el episodio más breve de su carrera (enero de 1845-abril de 1846). Le están dedicados, sin embargo, los últimos cinco capítulos de sus Memorias. Son páginas de un fervor extraordinario, inclementes, cáusticas. Es un testimonio, el más vivo, quizá, de lo que significó como erup ción de pasiones, como confusión en la escena, la lucha contra la tiranía y el choque de las facciones políticas. Está lleno de las palabras entrecortadas y fatídicas que dicen las brujas en los intervalos de algunos dramas de Shakespeare. Por la trama de los sucesos, la segunda campaña de Corrientes es la prolongación de la acción de Paz en el sitio de Montevideo. Asegurado el mantenimiento de ésta, como una ciudadela, permitía reanudar en tierra argentina la guerra contra Rosas y atacarlo directamente. Los Madariaga (don Joaquín y don Juan ) gobiernan Corrientes. Han reconquistado la Provincia, perdida en Arroyo Grande, merced a una invasión rápida y feliz (31 de marzo de 1843). Don Joaquín ha sido designado gobernador efectivo. Llamado por su nuevo gobierno, Paz está dispuesto a marchar a Corrientes. Salió de Montevideo con ese pensamiento y lo realiza, emprendiendo su viaje desde Río de Janeiro. Las sugestiones que despierta la Nueva Troya hacen pensar en Paz como en un Ulises, por sus peregrinaciones accidentadas en tierras desconocidas y sus penurias, aunque no por sus astucias. Es necesario desorientar al general Tomás Guido, ministro de Rosas en Río, activo vigilante de los movimientos de los emigrados, que reclama en todo momento a la Corte medidas de precaución contra el conspirador. Atraviesa el Brasil de incógnito o 95 fugitivo, detenido a cada paso por las autoridades, ingeniándose para escapar, ingeniándose para vivir, acechado por las emboscadas, mientras su jo ven esposa y sus hijos vagan en el destierro, amparados por la sombra tutelar de su hermana Rosario 1 . De nada le ha servido su credencial de ministro diplomá tico del Uruguay con que se creyó asegurarle, al menos, un salvoconducto. Han precedido su viaje las precauciones a que lo obligaba su experiencia de la primera campaña. Consideró que la pérdida del fruto de la victoria de Caaguazú, era consecuencia de que su mando emanaba del gobernador, quien podía cancelarlo en cualquier momento, como ocurrió. Ahora reclamaba que su autoridad procediera de un poder que se hallara por encima de él y ese poder era el Congreso de Corrientes2 . Su paso por el territorio correntino hasta su capital fué un paseo triunfal, que remató en la fiesta solemne de su juramento, aclamado por el pueblo, como un triunfador. La fórmula de su juramento como Director de la Guerra expresa el programa de su campaña: "juro por Dios y los Santos Evangelios promover y adoptar todos los medios que estén a mi alcance para derrocar la tiranía que hoy oprime a la República, sostener la integridad del territorio y propender a su organización”.. Era la reiteración del programa a que se mantuvo fiel desde que se incorporó a las luchas civiles y que sostendrá hasta su muerte. La ley que Paz reclamaba como condición para encabezar la nueva campaña fué dada en 13 de enero de 1845 y el día 20 prestaba el juramento. Por falta de malicia, por ardor patriótico, por exceso de confianza en sí mismo, Paz creyó que la sanción de una ley bastaba para hacer imposible la repetición de lo ocurrido en 1842 con Ferré: que el espíritu localista, los celos de los gobernadores frustrara su esfuerzo. El contenido de la segunda campaña de Corrientes es corto: preparación de su plan, campaña de don Juan Pablo López en Santa Fe, la alianza con el Paraguay (noviembre de 1845), la invasión de Urquiza en Corrientes, la derrota de la vanguardia de Paz en Laguna Limpia (febrero de 1846), la retirada de Urquiza, la ruptura definitiva de Paz con Madariaga, la destitución de aquél por éste y el abandono de Corrientes por el Director de 1 Paz refiere el itinerario y sus peripecias: de Río a Santa Catalina, luego a Río Grande, San Fran cisco de Paola, Porto Alegre, Santa Ama ro, Río Pardo, Santa María, Itaquí y de aquí al Paso de los Libres. Fue en esa travesía cuando tuvo la referencia precisa de que era esperado para ser asesinado. 2 Así quedó establecido. Paz hace el relato detenido de las negociaciones. Cfr. Mantilla, Crónica de Corrientes, tomo II; H. F. Gó mez, Vida del Dr. Juan Pujol, cap. V. 96 Guerra.. El plan que concibió Paz para defender Corrientes es el más calculado de cuantos urdió. Consistió en la elección y estudio prolijos del terreno adonde atraería a Urquiza con su ejército y donde, eventualmente, podía guarecerse la población que emigrara como consecuencia de la invasión. El lugar elegido era el espacio comprendido entre el Paraná, la laguna Iberá, cerrado por la Tranquera de Loreto, que se proponía for tificar, haciendo el terreno que quedaba a su espalda más inexpugnable que Montevideo, cuya defensa aca baba de hacer y cuyo recuerdo le sugirió, sin duda, el plan 1 . Como un primer paso para sacar la guerra fuera de Corrientes, Paz preparó la expedición que don Juan Pablo López debía llevar a Santa Fe. Comenzada con éxito feliz, fué destruida totalmente en la acción de Mal Abrigo, que provocó el procesamiento de López, ante un Consejo de Guerra, que si no lo condenó a la pena pedida por el fiscal, que era la capital, lo separó del ejército y lo inhabilitó para el servicio militar. Daba Paz con ese paso la muestra más acabada de su espíritu de organización y de justicia 2 . En virtud del tratado de noviembre de 1845, el Paraguay se incorpora a la acción de Corrientes, como un aliado decidido. Envió su contingente, al mando del hijo del presidente Carlos Antonio López, un joven de diez y ocho años, Francisco Solano. El ejército se llamó desde entonces Ejército Aliado Pacificador. La presencia de las tropas paraguayas fué una complicación para la campaña y una. causa de quebrantamiento de la disciplina, pues que, como ejército extranjero, vigilaba celosamente su independencia y se ha llaba sometido a sus propios jefes 3 . Desde el primer contacto de Paz con los gobernantes militares de Corrientes, aparecieron las diferencias y resentimientos, como consecuencia de la doble 1 Forman una lección espléndida de táctica los informes encomendados por Paz y los planos y croquis realizados por el ingeniero húngaro Francisco Wirner de Morgenstein, que se conservan en el archivo de Paz, detallados y prolijos. 2 Para que podamos juzgar su obra se conserva en su archivo el volu minoso proceso con todas sus piezas. Es extraordinario el hecho: un proceso a un general, en el que no se mueve otra pasión que la de la justicia, y el propósito civilizador de establecer su responsabilidad. 3 Terminada la campaña, Madariaga publicó cartas de Paz que contenían apreciaciones despectivas para el ejército paraguayo. Paz se creyó obligado a dar exp licaciones (30 de abril de 1846). "Si es verdad, decía, que el ejército de López no era n i podía ser sino masas informes, el 4 de Febrero en Ibahay contribuyó más que nada a imponer al enemigo y obligarlo a retroceder con la misma vio lencia con que invadió..." "En los pocos días en que he podido contraerme, en el campamento de Villanueva a su instrucción y disciplina, ha hecho progresos que me inspiraban las más fundadas y lisonjeras esperanzas, de que en muy pocos días más abriría la campaña contra las fuerzas del dictador de Buenos Aires con los mejores soldados de Sud América; son tales las calidades que reúne el soldado paraguayo que seguramente será el primer soldado de la América del Sud si se le organiza, instruye y disciplina como corresponde... (Memorias en el archivo de Paz.) 97 jefatura a que se hallaba sometida la provincia, la del gobernador y la del Director de la Guerra. Paz vió en ellas un eco de las facciones argentinas de Montevideo. Es necesario precisar el sentido de esta insistencia. No lo hacía por prurito nacionalis ta, por vanidad de ser argentino. Quería dejar establecido que no se mezclaba a una lucha de facciones, a una lucha de partidos, sino que seguía sirviendo, fuera de la frontera argentina, a una causa argentina, que no era tampoco "política", porque propugnaba la causa de la constitución y de la libertad, en la que veía la prolongación de la guerra de la Independencia, su acabamiento lógico, es decir, seguía fiel a los principios con que había co menzado su carrera. Este distanciamiento de Paz y Madariaga, alimentado por miles de incidentes, entre los que se cuenta alguno de carácter social, tuvo su crisis después de la captura de don Juan Madariaga, jefe de la vanguardia de Paz, en la acción de Laguna Limpia, por las tropas de Urquiza, en 4 de febrero de 1846. En efecto, el prisionero fué tratado con gran consideración por Urquiza y Garzón y se le hizo entender, de inmediato, que no guerrea ban contra Corrientes sino contra Paz, que eliminado este obstáculo, y adherida la provincia al tratado de 4 de enero de 1831, la lucha cesaría y Madariaga quedaría en el gobierno. Se renovaba el episodio de 1841, cuando el mismo Madariaga y don Gregorio Valdez se correspondieron con don Vicente Montero, agente de Urquiza, para ne gociar una solución semejante a la que ahora se proponía. Paz fué informado de los pasos del prisionero, pero no creyó que se le dijera toda la verdad. A esa actitud lo inclinaban las sospechas que abrigaba ya y que más .tarde aparecían confirmadas por el Tratado de Alcaraz, que suscribiero n Madariaga y Urquiza. El ejército de Urquiza continuó su marcha de invasión en Corrientes, después del triunfo en Laguna Limpia y llegó a enfrentarse con el de Paz en Ibahay. Éste se preparó para el encuentro. Creyó inminente la batalla, durante dos días, después de los cuales con sorpresa de Paz, Urquiza emprendió una rapidísima retirada, salvando con pequeñas pérdidas, su ejército, pues la persecución dispuesta por Paz no tuvo eficacia 1 1 En cuanto al encuentro de los ejércitos en Ibahay, Paz escribe a su esposa en 13 de febrero: "esperé ayer al enemigo que desde luego quiso embestirme, pero a d istancia de unas cuantas cuadras hizo alt o y retrocedió, quedando a nuestra vista y guerrilleando nuestra avanzada. Ha permanecido dos días, pero anoche ha levantado su campo. - P. S. El enemigo va en plena retirada y será perdido del todo y sin remedio si obramos 98 La crisis política, que era la realidad verdadera del proceso, marchaba a su desenlace. Si en 1842 consideró la actitud de Ferré como un fa tal error, ahora reputaba la de Madariaga como una traición. Consideraba que a sus espaldas había una inteligencia secreta entre el gobernador y Urquiza. En el Congreso de Corrientes se prolongaba, agravado por razones internas, el distanciamiento entre Paz y Madariaga. Fundado en que el período legal del gobierno de éste había fenecido, la mayoría de la representación se proponía eliminarlo del gobierno. Para sostener sus resoluciones el Congreso requirió el apoyo del Director de la Guerra, que lo había nombrado. Paz creyó de su deber enviar una columna al mando del general provincial Abalos para sostener al Congreso. Esta columna se dispersó, ante la amenaza del go bernador, quien para cortar por lo sano el conflicto, disolvió al Congreso y suspendió en el mando a Paz, actuando en el cargo su sustituto J. Baltasar Acosta 1 . El ejército había dejado de ser tal con tan activo fermento de indisciplina --- se dispersó sin mucho esfuerzo --- y Paz, corrido, abandonado, huyendo de la tentación en que habría caído otro hombre que no fuera él, de mezclarse a la lucha interna de Corrientes, se internó en el Paraguay en abril de 1846, "escopeteado por una partida", casi solo, acompa ñado por como se debe y si encuentro la debida cooperación. Dios lo quiera". En cuanto a la transacción con Urquiza le escribe el 19 de marzo de 1846: "emp ieza a circu lar muy sordamente que Urquiza está dispuesto a entenderse con el gobernador, pero que yo seré un obstáculo. He asegurado en público que yo no seré obstáculo de ninguna clase y que si Urquiza se declara contra Rosas, dejará de ser mi enemigo y hasta le cederé el puesto que ocupo. (Ms. en el arch ivo de Paz. Archivo Nacional.) 1 En marzo 23 de 1846, Madariaga escribió a Paz una larga carta en la que hacía mérito de los trabajos de desquiciamiento que se sentían y que buscaban ampararse invocando el nombre del Director de la Guerra (aludiendo a los círculos personales de Paz), imputación que no se le hacía por primera vez. Paz conte stó a los seis días desde su campamento de Villanueva, diciendo que ha sido siempre su empeño en alejarse de círcu los y facciones; "si yo no he dejado amigos al dejar mandos que se me confiaron ni los dejaría ahora es porque en esas veces como ahora no los he buscado para mi sino para la patria". Ambas cartas, que se hallan en el Archivo de Paz, están transcriptas en Mantilla, Crónica de Corrientes, tomo II, pág. 169. En esos mis mos días de marzo, Paz se comunicaba con el después coronel Ramón Cáceres, exponiéndole su convicción que nada podía esperarse de la decisión del gobernador, paralizado por la prisión de su hermano en manos de Urquiza. Co mo prueba le recordaba su falta de cooperación para perseguido cuando su retirada de lbahay. (Ms. en el archivo de Paz. Arch ivo Na cional. ) En cuanto a estos sucesos, don Ángel Navarro, amigo de Paz, publicó más tarde en Montevideo un libelo llamado El general Paz y los hombres que lo han calumniado. En los legajos de documentos administrativos de Paz se conservan los comprobantes prolijos de la última campaña de Corrientes, firmados por e] co misario del ejército y sus jefes, cada uno de los relativos a su de partamento, con los que podría hacerse hoy la rendición de cuentas a la contaduría de Corrientes. En el apéndice publicamos el recibo que en Asunción se le otorgó por el dinero en efectivo de la caja. 99 el fiel Hornos. Después de diez meses de permanencia, se puso en camino de Río de Janeiro, cerrando el período más desgraciado de su carrera 1 . Índice de la Obra 1 En Asunción, Paz conoció a Artigas (Memorias, nota en cap. XI). Don Juan Zorrilla De San Martín recoge la tradición oral en su grandilocuente Epopeya de Artigas, de que Paz como Rosas buscaron la cooperación del viejo caudillo. Es de todo punto inverosímil. Rosas no lo necesitaba y Paz era la antítesis de su temperamento y de sus métodos. La página que finge el encuentro y su diálogo es bella pero el hecho es imag inado. (Ob. cit., to mo II, p. 630.) 100 101 CAPÍTULO IX LOS AÑOS DE RIO DE JANEIRO (1848-1851) Después de diez meses de permanencia en el Paraguay, en enero de 1847, vuelve al Brasil.1 No eran muchas las opciones posibles y en cualquier parte donde fuera, sabe que le ha de ser necesario trabajar para ganarse el sustento. En abril de 1847 ha llegado a Río Grande con su familia. Es allí donde conviene con su coprovinciano Braulio de la Torre una sociedad para negociar con cueros y frutos del país. Sin que el intento alcance a dar ningún resultado, al poco tiempo, de la Torre muere en Río, durante una corta estada, en brazos de Paz. Es en Río, en efecto, donde éste vive ahora. Habría deseado permanecer en Río Grande o Santa Catalina, donde estaba reunido el mayor número de compatriotas, pero, a pedido del Ministro Guido, el Gobierno lo obligó a domiciliarse en Río. Allí establece, en los alrededores, una pequeña granja: vende huevos, gallinas, la leche de siete vacas y comestibles.2 Así pasaban los días del héroe de tantas batallas, cuando poco tiempo más tarde, su sino adverso lo va a probar con un inmenso infortunio: en junio de 1848 muere su joven esposa, al dar a luz su hijo Rafael. Tenía treinta y cuatro años. "Agotado mi sufrimiento, dice a de Oro, es con pesar que soporto la existencia." Esta amargura lo asaltaba en la hora más melancólica, la hora del destierro, de la mayor pobreza, de las esperanzas fallidas. Entre esas sombras, para hacerlas más profundas, se apagaba el idilio comenzado en la prisión 1 Este período carece de fuentes. Son escasos los papeles del Archivo de Paz que puedan ilustramos Se conservan los pequeños cuadernos prolijos en que Paz anotaba las existencias de su corral de aves y las ventas. 2 102 hacía catorce años. Traíanle constantemente el recuerdo de las luchas las cartas de sus antiguos jefes y de sus amigos proscriptos, y venía a hablarle del porvenir don Andrés Lamas, el ministro del Uruguay en Río. Los días domingos, según Sarmiento, solía verse un lujoso carruaje con lacayos, que ostentaba el escudo del Uruguay, frente a una casa, en la rúa San Cle mente, como a una legua de la ciudad, cerca del Jardín Botánico. Eran Lamas y Melchor Pacheco y Obes quienes reuníanse con argentinos expatriados alrede dor de Paz para cambiar impresiones, comunicarse noticias, alentar ilusiones, definir planes. Lamas, además, está empeñado en escribir la historia del Río de la Plata. Quiere escuchar sus relatos, aprovechar sus recuerdos y lo insta a escribir sus memorias. Un buen día de 1848 el ministro Lamas le hace sa ber que el Gobierno del Uruguay lo llama para que se encargue nuevamente de la defensa de Montevideo. También le notifica oficialmente que su Gobierno le recomienda auxiliarlo y poner a su disposición una suma de dinero. 1 Paz rehusó en absoluto concurrir al llamado, no obstante los términos honrosos con que era formulado y el recuerdo agradecido de sus servicios. Invocó para negarse diversas razones, entre ellas la de su mala salud y la de su pena reciente. Pero no eran éstas todas ni las más importantes, ni tampoco la cruel experiencia de la intriga de las facciones unitarias, que tanto habían mortificado su ánimo. Era una razón nueva: Paz había comprendido, después de su última campaña de Corrientes, que los proscriptos, los unitarios, habían agotado sus posibilidades de vencer a Rosas y estaba terminada su dramática carrera de cruzado contra la tiranía. Así le decía la meditación sobre sus campañas, aclarada por la última de Corrientes. No podía reprocharse ni tibieza ni pereza. Es claro que sus principios de conducta le cerraban algunos caminos: su convicción sobre 1 En 3 de febrero de 1848, Lamas comunica a Paz que el Gobierno del Uruguay " recordando con el aprecio que merece los servicios que el general José María Paz ha prestado a la independencia del Estado y, en especial, lo que hizo en el mando en Jefe del Ejército que ha sostenido desde 1843 la g loriosa defensa de la Capital", ha ordenado a su Ministro en Río que lo trate" con la mayor d istinción y lo ampare en todo lo que permite su posición diplomática y sus relaciones individuales". En diciemb re lo llama para que se haga cargo de la defensa nuevamente. En diciemb re 6 de 1850 todavía Lamas dice a Paz que lo esperan en Montevideo. El Gob ierno del Uruguay en noviemb re de 1850 mandó 1.000 patacones a Lamas para Paz. No hay la respuesta de Paz. 103 algunas condiciones que reputaba indispensables para vencer le impedía perderse en estériles andanzas. No aceptaba tampoco triunfar sino bajo una bandera argentina. Se encontraba diverso de los hombres de cuyo lado luchaba, repudiaba sus medios. Tomaba, a veces, forma aguda, la idea de que había nacido fuera de época por esa disconformidad, a veces total, con sus contemporáneos. Venía enfriamiento a su ardor pensando lo que podía ser su país, si triunfando, el tirano fuera reemplazado en el gobierno por algunos proscriptos. Fué conducido así a esperar la destrucción de Rosas por obra de sus propios hombres. Sabía que la adhesión de Benavides y de otros gobernadores por Ro sas era fruto del temor. Y en cuanto a Urquiza sabía bastante, desde 1841, de las diversas tentativas realiza das por el caudillo entrerriano para atraer a Corrientes, notoriamente unitaria. Tal conducta demostraba principios contrarios al primer mandamiento del decálogo de Rosas que era la intransigencia y persecución implacable, el odio y exterminio del enemigo. El mismo Paz había realizado alguna vez un movimiento de acercamiento con Urquiza y declarado que si "el general Urquiza se pronuncia contra Rosas, de jará de ser mi enemigo y yo le cederé mi puesto".1 A algunos de sus amigos íntimos, como Chenaut y Albarracín, Urquiza inspiraba confianza. Este nuevo estado de ánimo ayudó para que Paz encontrara, en medio de su penuria moral y material, un consuelo inesperado. Ese consuelo fué el reposo que le aseguraba el destierro, libre de la preocupación guerrera, lejos de los círculos políticos de Montevideo, de sus intrigas y de sus redes. 2 En otra carta decía: "todos los clubs argentinos (que no son po cos) aunque opuestos entre sí reconocen un principio común: la necesidad de que el general Paz se subordine a los 1 Carta de marzo 19 de 1846 ya citada. Dos cartas de don Andrés M. Villegas a Paz y Chenaut contienen expresiva pintura de los círculos unitarios. Además de la agudeza de la observación y su franqueza muestran cómo Urquiza era mirado el hombre del porvenir. Considera que hay que cambiar el sistema de lucha e imitar al enemigo: "Urquiza, me parece, el predestinado para el caso." No tiene él las trabas de las facciones. Le cuenta que Urquiza lo ha juzgado así: "Si Paz hubiera tenido la resolución de fusilar algunos de esos porteños díscolos, que él sabía lo estaban minando, habría impuesto a todos y negado a su objeto; eso le faltó." Así. hablaba Urquiza a un amigo nuestro que Ud. me permit irá que no lo nombre”. Lo incitaba a dirigirse a Urquiza. Le refiere la opinión de los círculos argentinos: Todos gritan a un tiempo que nada más que organizando (Paz) ha perdido la Revolución y asegurado a Rosas desde 1830 hasta ahora.". (Carta de junio 3 de 1847.) 2 104 consejos dictados desde aquí (Montevideo). La irritación de no ser consultados individualmente y la rivalidad siempre naciente de los clubs del país, fomentaron la crudeza de los ánimos, avinagrados de antemano. Encontraban peligroso el poder concentrado en las manos de un hombre indócil y una necesidad el sujetarlo a las luminosas admoniciones partidas desde aquí. El nombramiento de Rivera para plenipotenciario en el Paraguay, después de India Muerta, no tenía otro fin que detener los vuelos de Paz que se extendían de un modo alarmante”. “Parece increíble que hasta la dispersión de esos grandes elementos revolucionarios haya podido lisonjear a algunos, para asegurar que no era sino la secuela de la brusca resistencia del General a lo que llaman sus sabias direcciones cuando eran en verdad, las consecuencias de sus intrigas." (Carta a Chenaut, mayo 19 de 1847.) Paz escribía a Domingo de Oro que los unitarios lo desahuciaron porque creyeron que Ro sas caía (16 de septiembre de 1848, Papeles de D. Domingo de Oro). Es cierto que todavía lo circundaban las pesquisas del Ministro de Rosas en Río, quien no perdía uno solo de sus pasos, observaba sus visitas y llevaba quejas a la Corte por lo que consideraba condescendencias con el temido: proscripto, y aun lo hacía objeto de publicaciones ofensivas en el periódico que Rosas subvencionaba en Río. Alguna vez Paz las contestó. Pero sabía, que, dispuesto a un real abandono de todo plan militar, concluiría por desarmar las precauciones del diligente Ministro. Pocas líneas de una carta a don Domingo de Oro resumen su pensamiento: "No desespero de nuestra patria: pienso que ella se rehabilitará, aunque no concuerde en cuanto al tiempo, pues no miro tan distante esa época. No sucederá esto, sin duda, con los mismos elementos que vanamente se han ensayado, pero surgirán otros de donde menos lo pensamos." (16 de octubre de 1849.) 1 Respecto de su situación, dice: "aquí vivo pobre pero no quiero llamarme desgraciado: no me ha faltado lo bastante y espero que el cielo me lo concederá hasta el fin de mis días'”.2 1 Papeles de don Domingo de Oro publicados por el Museo Mitre. En los primeros tiempos es cuando fué mayor la pobreza de Paz (1847 y 1848). A raíz de morir su esposa (junio de 1848) recibió un donativo anónimo acompañado con una carta en portugués. Según Sarmiento provenía del Emperador. La carta se conserva. Dice así: "Una persona, que sabe apreciar las cualidades que 2 105 Es que conocía Paz, por primera vez, el reposo. De estas paradojas está llena la vida. Conoció ese bien sólo en la prisión y en el destierro. A pesar de que podía esperar la muerte en cualquier momento durante su larga pr isión, leyó y meditó. Ahora, en la pobreza, en la soledad, evocó su pasado y escribió sus Memorias, comenzadas diez años atrás, en 1839. También escribió " comunicados" a la prensa para desvirtuar publicaciones de Montevideo o de Chile, sobre los sucesos en que había sido protagonista o contestar a La Madrid o a don Mariano Fragueiro. Tiene su figura, mirada en esa actitud, la gravedad y la belleza de Ulises o de Eneas refiriendo los azares mortales que han sorteado con bravura y con ho nor. La gravedad desaparece solamente cuando llega el turno de hablar de la última campaña de Corrientes. Entonces recobra todo su fuego la pasión enjaulada. A ese sosiego de su vida en Río debemos sus Memorias. Lo completaba la compañía de su hermana Ro sario y la preocupación de la educación de sus hijos. Hacíase acompañar con su hijo mayor, José, en cortas excursiones por los alrededores de Río y lo sometía al ejercicio de redactar luego su crónica, a imitación de lo que el había hecho desde su primera juventud hasta sus últimos años.1 Escribir su "diario" fue para Paz un habito que muestra bien su amor por la vida interior. Nunca vivió Paz –por tan largo tiempo en una ciudad como en Río - mas de cuatro años (1848 a enero de 1852). 2 distinguen al señor General José M. Paz, estando informada de las circunstancias financieras en que se encuentra actualmente, desea suavizarlas enviándole un conto de reis. Sírvase recibirla sin el menor recelo de tener que avergonzarse alguna vez, porque el señor Aranaga que le entregará esta carta ignora su contenido." Se agrega que conteste diciendo: "recibí su carta datada el 22 del ctte." (septiembre de 1848) y que la dirija al señor Olinto de Laborda, Río de Janeiro, que ponga en el reverso de la carta: "esta carta vino de M inas para ser recogida en la lista de Correos". . La carta no fué contestada sino un mes después. Esto sería debido a que, según una referencia de Sarmiento, Paz consultó a sus amigos antes de aceptar. El borrador de la contestación de Paz dice así: "Si tuviera entera seguridad de que mi carta llegará sin extravío a manos del autor de la que recibí, no me hubiera valido del medio indirecto que él mismo propone para contestarle. Hubiérale dicho directamente que apreciando la delicadeza de su proceder sólo acepto el envío como un préstamo que satisfaré, en mejores circunstancias. Hubiérale dicho también el agradecimiento que me merece tan nobles sentimientos y los honrosos conceptos con que me favorece." (19 de octubre de 1848. Archivo de Paz.) 1 El diario de su hijo se encuentra en poder del señor Coronel J. Beverina, a quien debo su lectura 2 Desde que Paz abrazó la carrera de las armas, teniendo veinte años de edad, vivió siempre en compañía. 106 Es curioso el hecho tratándose de quien fue para Sarmiento el representante de la ciudadcivilización en frente de Quiroga, la campaña-barbarie. Hay otra gran tarea que preocupa a Paz, a la que lo conduce su convicción de que la destrucción de Rosas sucedería "en menor tiempo de lo que se pensaba y por elementos que no eran los que vanamente lo habían ensayado". Sabiendo que no tendría papel en la lucha armada, su tarea fue la de proyectar la organización institucional, que debía afrontarse al día siguiente de caído Rosas. En la melancolía serena y pensativa de su soledad, recapitula su larga experiencia y extrae de ella lecciones que habrían de ser las directoras de la organización política, que Rosas había vetado. Era, al fin, esa constitución la meta perseguida al través de veinte años de guerra, de prisión, de quebrantos sin cuento. Esta en correspondencia con don Domingo de Oro, a quien profesaba alto aprecio, tan merecidamente, con Sarmiento, con don Ángel Navarro, probablemente con don Eusebio Agüero, noble espíritu por quien era profundamente amado. En esa correspondencia expone sus ideas sobre los problemas de la organización, sobre las rentas nacionales, sobre la erección de la capital, sobre los poderes que debían tener las provincias y su manera de coordinarlos con los poderes de la Nación. Su carta, del 22 de junio de 1851, a don Domingo de Oro es la síntesis preciosa hecha por un testigo incomparable e insospechable, de la realidad argentina, de su proceso en el Durante la guerra de la Independencia, pasó sus cortas licencias de servicio en Córdoba. Después de Arequito su estada fue también breve. Desterrado por Bustos, a principios de 1821, estuvo en Santiago , cerca de Ibarra y desde principios de 1823 hasta fines de 1824 estuvo contraído a la preparación de la Div isión auxiliar del Perú, lo que le dió ocasión de hallarse en la ciudad de Salta muchos meses. Cuando trajo el contingente de Salta para la guerra del Brasil pasó al Uruguay sin hacer escala en Buenos Aires. Después de la guerra permaneció tres meses en Buenos Aires, como M inistro de Lavalle. Durante la campaña contra Quiroga, aun siendo gobernador, estuvo constantemente cerca de sus tropas, delegando el mando. Después de su prisión, y durante la primera campaña de Corrientes, aun encontrándose su familia en la Capital, él permanecía en su campamento de Villa Nueva o en marcha. En la defensa de Montevideo, su puesto era, sin duda, la ciudad sitiada, pero nada se diferenciaba menos de un campamento que Montevideo bajo el sitio. Después de su destierro en Río volvió a Montevideo en enero de 1852, pero no pasó a Buenos Aires hasta septiemb re de ese año y salió, pocos días mas tarde, a campaña. Regresó a principios del. 53 para defender la ciudad del sitio. Ministro hasta octubre, de ese año, murió un año después. Fue, pues, Río de Janeiro la ciudad que lo albergó por más largo tiempo. Bien pinta, este breve recuento, nos parece, al peregrino infatigable. 107 período genético de la anarquía. 1 Algo puede hacer también para preparar la caída de Rosas, puesto que en ella entrarán, no por poco, las negociaciones diplomáticas. Lamas y Pacheco y Obes lo informan y lo consultan sobre los pasos que están dando las cancillerías para atraer a Urquiza en favor de la causa de Montevideo y del derrocamiento de Rosas. A mediados del 47, un cambio en el gabinete del Brasil hizo esperar un viraje favorable en la conducta de su gobierno para la revolución argentina. En 1849, un nuevo cambio del gabinete de don Pedro es más favorable aún para el plan de obtener la intervención armada del Brasil. La cancillería es ocupada por Paulino José Soares de Souza. Era éste quien debía rechazar el reclamo que Guido hizo a nombre de Rosas por las incursiones del barón Yachuy a la República Oriental, lo que obligó a Guido a pedir sus pasaportes. Pero para llegar a la alianza del Brasil contra Ro sas debía transcurrir un largo proceso. Lamas informa a Paz de los trabajos preparatorios de los pactos. Paz guarda reserva acerca de algunas de sus cláusulas, objeta otras. 2 Por ahora no tendrán otro fin que asegurar la independencia del Uruguay, haciendo cesar el sitio de Montevideo (mayo 29 de 1851). La corte del Brasil necesita ver con más claridad las intenciones, conocer mejor los intereses y las personas en juego y perseguir de más cerca los fines tradicionales de su política. Seis meses después se firmará el pacto con Entre Ríos y el Uruguay que llevara a Caseros. En ese momento, según Sarmiento, Paz da a la cancillería de Río la garantía de su probidad y responde por Urquiza. Para los proscriptos no había duda que Paz sería el primer presidente constitucional de la Nación. Sarmiento lo proclamaba en 1846. Las Heras desde Chile escribía lo mismo. 1 En esta carta Paz -en junio de 1851- es decir, anterior a Caseros, desarrolla sus ideas sobre la formación de las rentas nacionales demostrando cómo la lib re navegación de los ríos era de interés para al gunas provincias, las litorales y aun para ellas, en escasa medida. La cuestión fundamental es la nacionalización de las aduanas exteriores y la supresión de las interprovinciales. Sostiene la capitalización de Bue nos Aires, como impuesta por la historia y la conveniencia que para ella mis ma significa. Precave contra el peligro de una desmembración del territorio nacional y revista lo que ha ocurrido desde el Virreinato. Se encuentra la extensísima carta en Papeles de Dn. D. de Oro, publica dos por el Museo Mitre, pág. 233. 2 Los resúmenes de sus conversaciones con Lamas se publican en el Apéndice. 108 No solamente, había sido el heraldo y el paladín de la campaña sino que los conatos de constitución del país habíanlo hecho aparecer, en varias ocasiones, co mo el jefe de la nación. En 1830 dirigía a nueve provincias argentinas y mantenía relaciones diplomáticas con Chile y el Brasil; en 1842, el Presidente de Bolivia lo incitaba a comparecer ante el Congreso americano como representante argentino; en 1845 el Para guay exigía su firma para pactar a nombre de la revolución a fin de que el pacto obligara a la Nación. 1 Los que estaban más cerca de los sucesos, y Paz en primer término, sabían que las condiciones políticas habían cambiado. Si Paz tuvo esa ambición, había abdicado de ella mucho antes de Caseros. Índice de la Obra 1 La ley de Corrientes de enero de 1845, que creó la Dirección de la Guerra y la confiaba a Paz, "a nombre de Corrientes y de la Revolu ción Argentina", lo autorizaba a obligarse a nombre de la República, aunque no podía celebrar tratados sin aprobación del Congreso. 109 CAPÍTULO X ALREDEDOR DE CASEROS * (1852-1854) Cuando llega a Río la noticia del pronunciamiento de Urquiza el 1° de mayo de 1851, Paz se apresura a escribirle, en julio 20, una carta de adhesión y de aplauso, llena de dignidad y franqueza. 1 Urquiza se halla, al recibirla, en campaña en el Uru guay y desde su campamento al sur del Río Negro le contesta en agosto 30, sin efusión pero con nobleza y amistad: "me ha llenado de satisfacción su carta, por el modo franco y generoso que me manifiesta sus profundas simpatías por los principios que he proclamado". 2 En ese momento Urquiza aparecía ante los ojos de los emigrados como unido a Paz: por rumbos opuestos habían llegado a coincidir. Cuando Urquiza ha hecho levantar el sitio de los nueve años, en Montevideo se han vivado juntos los nombres de Urquiza y de Paz. Sus antiguos jefes es criben a éste dándole las más lisonjeras informaciones sobre la disposición de Urquiza a su respecto. Paz continúa en Río. Ha estado al corriente por el ministro Lamas de los pasos felices de La mayoría de los documentos invocados especialmente en este capítulo se encuentra en el Archivo Nacional: Legajo 9 de la Correspondencia privada de Paz. Las obras que tratan esta época y que han sido consultadas son: M. Ruiz Moreno, Organización Nacional; José María Zuviría, Estudios sobre la historia argentina; Pelliza, Historia argentina; R. J. Cárcano, Del sitio de Buenos Aires al campo de Cepeda. Los documentos oficiales sobre los sucesos se encuentran en Documentos relativos a la organización constitucional, Facultad de Filosofía de Buenos Aires, tomo 1; Archivo del General Mitre, vol. 12 (M isión del general José M. Paz). 1 Dice así: "Los principios que acaba usted de proclamar han despertado las esperanzas de los buenos argentinos y obtenido su más profunda simpatía. Me adhiero con todas las fuerzas de mi alma a su nueva marcha polít ica. Bajo este concepto debe usted considerarme co mo altamente interesado en los p rogresos de la causa, a cuyo frente se ha colocado y debe persuadirse que hago ardientes votos para que sus trabajos sean coronados del éxito más feliz.“En la limitada esfera de mi situación actual no dejaré de hacer cuanto esté de mi parte para que así suceda; debiendo usted contar con mis débiles esfuerzos hasta donde mis posibilidades alcancen." Río de Janeiro, ju lio 20 de 1851. 2 Pero no olvida hacerle una advertencia: espera que destruido Rosas, "los pueblos puedan constituirse bajo el poder federativo que la victoria y sus intereses respectivos han sancionado, como el más conveniente a su felicidad". (Agosto 30 de 1851.) 110 don Manuel Herrera para hacer los pactos de mayo y de noviembre que sellan la alianza del Uruguay y el Brasil con Entre Ríos para derrocar a Rosas. En enero de 1852 se embarca Paz para Montevideo, de modo que su aproximación a Buenos Aires no es consecuencia de Caseros, que ocurrirá en el mes siguiente. Cuando Urquiza obtiene su victoria, Paz escribe al vencedor una calurosa felicitación. "Lo felicité anticipadamente, le decía, por los triunfos que iba a conseguir: me limito, por ello, a decirle que soy un admirador de sus bellas campañas. Sólo me resta desear, agregaba, que sea igualmente feliz en la parte que aun le falta del programa que hizo al iniciar el movimiento que ha dado libertad a la República." Termina anunciándole que una vez unido a su familia, que venía de Río, pasará a Buenos Aires a presentarle personalmente el testimonio de su alta estimación (marzo 11 de 1852). La respuesta de Urquiza no es como la del año anterior y su intención es bien clara. Le asegura que “no omitirá sacrificios para constituir nuestra patria y dictar leyes liberales bajo cuya protección se reúnan todos los miembros de la familia argentina, diseminados por el despotismo y la anarquía” (marzo 24 de 1852). Pero calla sobre el propósito que Paz le manifiesta de ir a Buenos Aires: "mucho celebraré, le dice, que cuando su familia se le reúna, sea con toda felicidad y goce Ud. de la completa satisfacción de verla a su lado". Es decir, Urquiza desea que Paz se mantenga lejos de Buenos Aires. Se comprende fácilmente la actitud de Urquiza en el juego natural de las ambiciones políticas. Pesaba demasiado el nombre de Paz en el espíritu de los expatriados que volvían, por centenares, a Buenos Aires. Era Paz el hombre en quien todos pensaban como primer presidente de la nación constituida. El ministro Lamas habíale dicho en Río que sabía por el ministro brasileño, negociador del tratado de alianza, Carneiro Leao, que era el pensamiento de Urquiza retirarse a Entre Ríos, con su corona de libertador. Pero Urquiza quizá ignoraba cuál había sido la respuesta de Paz: que el nuevo gobierno necesitaba el prestigio de un general vencedor. Ignoraba, además, que Paz fué el primero en aconsejar que después de deponer a Rosas, debía comenzarse por dar a Urquiza la representación única de las relaciones exteriores, es decir, darle poderes nacionales. Nunca hubo amistad entre Paz y Urquiza: eran antagónicos sus temperamentos y sus métodos. Si no pelearon frente a frente, sus ejércitos llevaron siempre insignias enemigas. 111 Caseros no abrió, pues, para Paz las puertas de Buenos Aires. No le dejaron duda de ello las cartas que le llegaban de sus amigos haciéndole saber el veto que pesaba sobre su nombre. 1 No alcanzan esta época sus memorias y sus apuntes, pero no puede dudarse que significó para su corazón una gran amargura. Como para acibararla más, veía que se designaba, para representar en Río la nueva era abierta en Caseros, al mismo ministro de Rosas que lo había perseguido tenazmente durante los largos años de su proscripción. ¿ Se reconoce esta amargura en su actitud posterior con Urquiza?. Los sucesos nos lo dirán. La verdad era, entretanto, que para el paladín contra la tiranía, el tirano no había caído. Se quedó resignadamente en Montevideo. Sucedió que este provinciano que por serlo había sentido zumbar a su alrededor la hostilidad de sus compañeros de causa, pudo volver a su Patria cuando los porteños le abrieron las puertas. En efecto, la revolución del 11 de septiembre, es decir, el alzamiento de Buenos Aires contra Urquiza y las provincias que él encabezaba, fué lo que le permitió volver libre a la ciudad que Rosas le dió como cárcel y de la que había escapado doce años atrás. Llega ba pocos días después de ocurrida la revolución de septiembre, en efecto. El gobierno de Buenos Aires, separado de hecho del resto de la Nación, acogió al proscripto y le encomendó, de inmediato, una tarea que nadie parecía llamado como él a desempeñar: hacer conocer de las provincias el verdadero sentido de su reciente revolución. No era, decía el gobierno, que Buenos Aires buscara segregarse de la Nación, sino un 1 He aquí algunas cartas. El coronel Faustino Velazco le escribe, poco después de Caseros: "la primera vez que estuve en Palermo se tuvo la audacia de arrojar estas palabras irritantes, con una mirada hacia mí: estoy cansado de oír hablar de esos hombres del año 10, yo, hacién doles un favor, los fusilaría a todos". . En 23 de febrero, Palmera, en una postdata, le dice: "he hablado con algunos amigos y todos unánimes creen que no debe usted venir por ahora". El general Chenaut le refiere las palabras amistosas de Urquiza a su respecto. Termina así: "deploro verlo en la miseria, pero muy satisfecho de que no venga". Don Elías Bedoya le anunció que se le ofrecería la plenipotencia en Río, noticia que debía a del Carril. El ofrecimiento no llegó a formalizarse. Bedoya y otros se empeñaban en que se reconociera sus sueldos de general. Durante meses se aseguró que sería hecho, pero no lo fué. Por decreto de l° de septiembre se le d ió de alta en el ejército a contar del 1° de febrero. Paz recib ió copia del decreto, después de la Revolución del 11 de septiemb re, por nota del ministro de la revolución, ge neral Pirán (19 de septiembre), cuando Paz acababa de llegar a Bue nos Aires. Paz, más tarde, pidió que constara que no cobró sueldo sino después de haber comenzado a prestar servicios. 112 paso forzado para afirmar su derecho a ser consultada sobre la Constitución que el vencedor quería imponerle por la fuerza. La verdad es que las provincias vieron en la revo lución de septiembre un reto a la gloria de Caseros y en la actitud de Paz una deserción del más ilustre pro vinciano. Puede pensarse, quizá, que con la larga ausencia Paz había perdido el contacto con las provincias, encerrado primero en su prisión, confinado luego en Co rrientes y más tarde en el destierro y que no medía la fuerza del localismo y las prevenciones mortales que había renovado en el interior el rechazo del Acuerdo de San Nicolás por la legislatura de Buenos Aires. Podría pensarse, también, que esa actitud era una réplica a la que Urquiza había observado a su respecto después de Caseros. . Pero, sin embargo, su acción y su pensamiento eran coherentes con todo su pasado. Paz era el hombre de siempre: hombre de razón, de ideas, de principios, insensible a las sugestiones de la popularidad. Le pareció de todo punto evidente que el programa de Caseros no podía cumplirse con la nación dividida. ¿Cómo podía admitirse que se constituyera sin Buenos Aires? Tampoco podía negarse su derecho a ser oída. . En carta del 22 de octubre explicaba al gobierno de Santa Fe su misión: "Buenos Aires, le decía, no ha hecho su revolución para sustraerse a los vínculos que felizmente unen a todas las secciones de la República, desde los días memorables de la Independencia sino para presentarse a sus hermanas con la igualdad que había perdido. Mi misión no envuelve ningún peligro para la paz pública, y es, quizá, por el contrario, su única tabla de salvación. El aislamiento de Buenos Aires fuera de que rompería todos los antecedentes históricos de la República, prepararía de nuevo días muy aciagos. " Los hechos darían plena razón a sus augurios. Sabía también, y eso daba pábulo al reclamo airado de las provincias, que había una tendencia dentro de Buenos Aires, encabezada por Alsina, hostil abierta mente no sólo a Urquiza sino a la causa de las provincias y que no se curaba de la posibilidad de que fuera definitiva la separación de Buenos Aires y que a mo mentos parecía soñar con ella. Paz no tuvo la intuición de los sucesos, del proceso que se gestaba en el país y creyó que podía dar fruto la misión diplomática ante las provincias que le encargó Buenos Aires en 5 de octubre de 1852. 113 Bien pronto comprendió que no era viable. Santa Fe le negó el paso, se rehusó su gobernador a entrevistarse con el enviado porque, le dijo, que para su gobierno el único autorizado para tratar, por delegación de todas las provincias, era el general Urquiza. Tampoco fué escuchado por el gobierno de Córdoba, en el que esperó encontrar un eco por ser la provincia en que había nacido, que había ilustrado y donde gobernaban antiguos amigos de su causa. Buenos Aires, les decía, no ha desvirtuado en nada su anhelo por la Constitución. Quiere entrar en la organización nacional con las mismas prerrogativas de sus hermanas y después de reivindicar sus derechos, está, como antes, pronta a refundirse en los intereses generales, a respetar las decisiones de un Congreso legítimo, cualesquiera que ellas sean". 1 Fracasada la misión pacífica, sonaría de nuevo la hora de las armas. El grupo localista de Buenos Aires deseaba, o constituir el país sin Urquiza o la erección de Buenos Aires como Estado independiente.2 En frente de esa tendencia se alzaba la que Mitre representó, cuyas ideas eran las que Paz exponía en su comunicación a las provincias y que darían la bandera de Pavón. A fines del mismo año 52, siendo gobernador Alsina, como protesta contra su política, se insurge contra el gobierno el coronel Lagos. Alsina cede y renuncia el gobierno, pero la guerra continúa porque Lagos se ha declarado aliado de Urquiza y pone sitio a Buenos Aires. Paz es llamado a defenderla y la hace con el buen éxito que no lo abandonó en toda su carrera militar. Concluirá por vencer: el sitio se levanta cuando ya Urquiza está a su frente y el ejército sitiador se disuelve el 13 de julio de 1853. 1 "Debe ser muy honrosa la comisión que he recibido, decía a su antiguo amigo don José Vicente Agüe ro, residente en Córdoba, cuando me he decidido a cargar sobre mis cansados hombros el peso quizá de masiado pesado. Si yo lograse ser escuchado (mis palabras de paz y persuasión), si mis persuasiones tuvieran efecto, me sería muy dulce el sacrificio que hago, que es probable sea el postrero de mi vida." (Carta de 22 de octubre de 1852.) Paz no fué popular en Córdoba cuando su campaña contra Quiroga; fueron sus adversarios aun los rivadavianos. No era hombre de círculos. Se le imputó durante sus campañas rodearse de comprovincianos. Era inexacto. Sus juicios más severos fueron para mu chos de ellos. No tenía, ni en su forma sentimental, debilidad por su terruño. 2 Las cartas del gobernador Alsina a Paz revelan que el pensamien to central de su plan es exclu ir a Urquiza de la escena. Refiere don D. Lugones, en el apéndice de la Memoria histórica del coronel Lo renzo Lugones, que Paz había manifestado a éste que creía que algunos políticos porteños habían querido amparar sus ambiciones a la sombra de su prestigio. ¿Se alude con ello a Alsina y su grupo?. 114 Paz será ministro de la guerra hasta octubre de ese año. Si Paz conocía todo lo que podía temerse del grupo localista, dispuesto a hacer la constitución de la Nación eliminando a Urquiza (como lo demostraban el levantamiento de Corrientes y la tentativa de invasión a Entre Ríos por Madariaga y Hornos), o a segregar Buenos Aires de las provincias, también sabía que igual intransigencia alentaban algunos hombres del Paraná. En el mismo día en que se encargó a Paz la misión pacificadora ante las provincias, el 5 de octubre, don Salvador María del Carril le hacía desde Paraná una in vitación que era un desafío. "La causa de Buenos Aires, le decía, no es la causa de las Provincias: las Provincias harán la organización nacional con Buenos Aires o sin Buenos Aires." Fué, pues, motivo de gran satisfacción poder concluir durante el sitio un pacto que le pareció la aurora ansiosamente esperada. Manda en consecuencia una comisión a Buenos Aires, formada por tres hombres eminentes de su partido: don Facundo Zuviría, el general Ferré y don Luis José de la Peña. Buenos Aires nombra la suya: Paz, Vélez, Nicolás Anchorena y Lorenzo Torres. Se conviene un armisticio, los comisionados discuten y han firmado en 9 de marzo un pacto que parecía poner fin a la separación de Buenos Aires y ser el comienzo de \. la Constitución definitiva. Fué para Paz, sin duda, uno de los momentos más felices de su carrera. Al día siguiente redacta una carta para Urquiza, que quiere sea entregada personalmente al Director por el doctor Zuviría. "Lo que yo he sentido, le dice, y lo que han sentido todos los hombres que desean ver cesar los males de nuestro país, al saber sus disposiciones pacíficas y pa trióticas, es más fácil de concebir que de explicar. Tengo el placer de haber sido uno de los comisionados que han tratado con los muy distinguidos -de usted. ¡Qué felices serán ellos y nosotros si hemos logrado poner el fundamento de nuestro edificio nacional! "Todos deseamos la organización de nuestra patria en cuerpo de nación. Si se han suscitado dificultades séanos permitido esperar que ellas desaparecerán de lante del patriotismo de nuestros pueblos y mediante la sabiduría y virtudes de los que los dirigen.” "Para ello debe usted contar, general, con mis esfuerzos sin reserva y con todo lo que 115 dependa de mi pobre cooperación." 1 Pero el pacto del 9 de marzo no fué ratificado por Urquiza y la guerra se reanudó. El Director no lo ratificó porque consideraba que el artículo 8° del pacto transgredía el Acuerdo de San Nicolás, en cuanto, según éste, las provincias tendrían en la Convención dos diputados solamente cada una, y según aquél Buenos Aires podía mandar mayor número, de acuerdo con su población y siempre que no excediese de la mitad de lo que establecía la ley provincial de 1827, no obstante reconocer igual derecho a las demás provincias. Estos reparos no reaparecerán más tarde: en lo ca pital el pacto de marzo de 1853 se impondrá al fin, después de siete años de nuevas guerras. 2 Mitre realizó por las armas el pensamiento que servía Paz con su misión del 52 y el pacto que suscribía en marzo del 53. Era su justificación y su triunfo pós tumos. Así como no peleó la batalla que derrocó la tiranía, de la que fué el más poderoso ariete, tampoco alcanzó el sol de Pavón que iluminó a la nación unida, de la que fue apóstol. II Algunas cartas de la época nos explican los entretelones de estos años oscuros del 52 y 53 en lo que atañen a Paz. Proceden de tal calificada fuente como era don Salvador María del Carril, un de los hombres de mas predicamento en el animo de Urquiza, dotado de una poderosa inteligencia y de medios singulares de expresión. Es el futuro vicepresidente de Urquiza. A los pocos días de su carta del 5 de octubre, cuando sabe que Paz ha marchado a llenar su misión a las provincias a nombre de Buenos Aires, fue del Carril el vocero exaltado y 1 Esta carta no llegó a manos de Urquiza. Co mo éste había descalificado el pacto, Zuviría no creyó prudente entregarla y la devolvió a Paz. Don José María Zuviría, contemporáneo e insospechable, escribe: " Urquiza negó la ratificación tal vez sin otro motivo que el de usar una represalia contra Buenos Aires por el rechazo del Acuerdo de San Nicolás." (Estudios Historia Argentina, pág. 120.) 2 El rechazo del tratado del 9 de marzo por Urquiza desconcertó a s us enviados que lo negociaron y que consideraron haber realizado con él un paso inmenso hacia la unidad nacional. Uno de sus enviados, que era al mismo t iempo min istro de Relaciones Exteriores de la Confederación, don Luis J. de la Peña, en vista del rechazo hizo renuncia del Ministerio por dos veces, no siéndole admitida. Insistió por tercera vez y en ésta quedó sin respuesta. Publicó en el mis mo año la crónica de las negociaciones y su documentación. Es un folleto muy curioso e ilustrativo. ( Tratado de Paz 1853, Buenos Aires, 1853, en la biblioteca del doctor Abel Cháneton) 116 elocuente de la protesta del sentimiento provinciano contra la conducta de Paz que, aparece al servicio del enemigo. Escribe a Paz el 24 de Octubre desde Santa Fé. Ilumina el fondo del p roceso que los papeles públicos no nos revelan. Es una requisitoria terrible servida, por una ardiente dialéctica . “Su embajada a nombre de Buenos Aires ante las provincias les decía, ha puesto en problema la dignidad de su carácter y mucho me temo que sea usted acusado, sin mucho rigor, de una imponderable prevaricación”. Es incompatible agregaba, ser provinciano y servir a Buenos Aires, "donde en poco tiempo más, ningún provinciano podrá ni siquiera vivir"; la ciudad “imperiosa” , dominante y tiránica que repite ahora su historia de 40 años". El cuarto de siglo corrido no había amenguado el fuego del consejero de Lavalle de 1828. "Yo 1e diré lo que busca Buenos Aires con su misión --- continua el fulmíneo acusador --- librar al país de la influencia del general Urquiza, arruinar el prestigio de su nombre, privar a las provincias del amparo que la gloria reciente del vencedor de Rosas daría a su orga nización nacional, a sus instituciones tan buenas, como pueden ser, sin la concurrencia de Buenos Aires. La carta parece, a veces, una oración judicial en el Foro romano de la gran época por el calor y la altisonancia ciceronianos. El apostrofe continua: "es preciso que yo .le diga, señor general, yo y otros que nos envanecíamos de su amistad, y que le diga en mi nombre y en el de ellos para que lo crea, que su misión es vista y entendida en todo el país como una candidatura rival, rival desgraciada y envidiosa. Vea que nadie puede revelarle esto sino yo. Se dice que ha sido usted elegido por los porteños para venir a poner en el plato de la balanza en que pesaba sola la gloria de Urquiza, el peso de su espada y de su merito”. 1 Paz contesto de inmediato con sobria elocuencia, “a pesar de verme juzgado con no poca injusticia”. Le dice que no puede imitar el tono de su carta, puesto que busca la paz: " obrando de otro modo no haremos sino irritar los ánimos y franquear el camino de la guerra civil", que quiere evitar. Con igual eficacia contesta la imputación de que pueda ser el candidato de Buenos Aires a la Presidencia de la Nación. "He sido, le decía, si no me equivoco, el primero que después, 1 Esta carta es la que contestaba Paz, con la que aparece en los Documentos Relativos a la organizaci6n constitucional. (Facultad de Filosofía, pag. 113.) 117 del pronunciamiento del 1° de Mayo, opiné que se diese a Urquiza la representación de las relaciones exteriores, lo que comportaba darle un carácter nacional y preparar su presidencia." Después agregaba una verdad que era un reproche severo: "caído Rosas, he permanecido, en el destierro, para no ser obstáculo a la organización, devorando los sinsabores de una situación penosa". "Si esto no fuera suficiente para, justificarme, concluía, tendré un motivo mas para quejarme de la injusticia de los hombres y consolarme con el testimonio de mi conciencia”. Han pasado varios meses, ha sobrevenido el sitio de Buenos Aires, el pacto del 9 de marzo y su proceso. Dos meses después, aprobada ya la Constitución, una comisión de los mas grandes hombres de la Convención que la había sancionado, la traen para presentarla al Director provisorio, que se halla a las puertas de la ciudad sitiada y también para ofrecerla a la aceptación de Buenos Aires. Del Carril venia con ella. Escribe entonces a Paz su segunda catilinaria. Como alegato forense, como pieza de polémica es realmente ejemplar. No tiene la arrogancia acusadora ni el tono de anatema de la carta de noviembre, porque en esos breves meses los sucesos habían dado la razón a Paz. Pero, por lo mismo, necesita otro género de elocuencia y una habilidad mayor. La recordamos en especial y por excepción -- puesto que no hemos incluido en e1 texto documentos -- porque, estando próximo a su fin este somero repaso de la vida de Paz, parece tener su puesto en este lugar de juicio pós tumo y provenir de quien hablaba en nombre de su poderoso adversario. Del Carril entraba así en materia:"Un ligero velo nos tiene apenas distantes de la posteridad." 1 Todo hay en esa carta como recurso de convicción: el recuerdo del pasado común, lo que se propuso Rivadavia y ellos aceptaron y buscaron, la experiencia de la guerra tremenda, el examen y el elogio de la Constitución, la invocación del porvenir. Retenemos de ella lo que contribuye al propósito de construir la figura de Paz. Se atreve a dirigirse, después de su severa carta de noviembre, le dice, porque sabe lo que 1 Resultó ser verdad para Paz, mas no para el augur, quién vió prolongarse sus días en una ilustre ancianidad. Esta carta y la siguiente se encuentran en la documentación inédita del General Paz en el Archivo Nacional. 118 es el patriotismo del general Paz, porque lo ha visto sacrificar todo a la patria, "su existencia entera, su alma sin reserva, su cuerpo sin piedad, sin recompensa, sin poseer nada, ni el pan para sus hijos ni la tierra necesaria para su sepulcro". El tono continúa aún más patético. "La emoción que este cuadro me causa me hace saltar las lágrimas a los ojos y lo habría evitado si no fuera que juzgo que esto pueda consolarlo. Soy de los pocos que pueden darle este testimonio y dárselo sentidamente, puesto que yo mismo conozco los secretos del corazón del patriota en esta tierra de calumnias, de parcialidades y de injusticias." La dialéctica ardiente, caudalosa, conmovida con que del Carril aspiraba a convencer a Paz de que la aceptación de la Constitución era un deber y su servicio a la causa de Buenos Aires una defección, se estrellaba ante el hecho simple de que no podía negarse a la primera provincia lo que habían tenido todas las demás. Es verdad que entraban en juego las pasiones localistas que desdeñaban los "trece ranchos" y que ambiciones pequeñas y que el odio a Urquiza ardían en el mismo crisol en que tantos sucesos fraguaban el incier to porvenir. Paz no dudaba servir sin desmayo los ideales de toda su carrera, nacionalidad y orden; pero se preguntaba cuál sería el final del drama, ahora redivivo, de la guerra civil. Enfermo, herido de muerte, no asistió a la sala legislativa que estaba discutiendo la Constitución de Buenos Aires. Pero no quiso faltar a su última sesión, en la que debía firmarse la Constitución, el 11 de abril de 1854. He venido, dijo, para dejar constancia que acompaño al señor Mitre en su oposición al artículo 1° de la Constitución votada. La sanción afirmaba la so beranía interior y exterior de Buenos Aires. Mitre afirmaba, en cambio, que Buenos Aires era una por ción de la nación argentina. Era su última palabra en la escena pública, pues moría en 22 de octubre de ese año. 1 Como siempre, Paz era "el hombre del día siguiente", el precursor. Todo lo ocurrido posteriormente justifica su pensamiento y su acción. 1 Su último documento es quizá su Memoria como Min istro d e Guerra y Marina, publicada en el Apéndice de la edición corriente de sus Memorias, digna de leerse por la sobriedad y eficaz exposición de ideas. Paz mu rió el 22 de octubre de 1854, de hemip lejia. En el mes de enero se halló en Montevideo y encabezó las exequias del general Rivera, su rival, su adversario de tantos años. Pocos meses después llegaban los restos del general Alvear. Murió tamb ién Lavalleja. De modo que cerraron a un tiempo sus vidas cuatro jefes de la guerra del Brasil. 119 La unidad no se hizo mientras Buenos Aires no fué escuchada y para eso fué necesario Pavón. Menos feliz que el héroe de la leyenda de “la prin cesa lejana" que el día de la muerte pudo ver, por primera vez y besar la frente de la amada ideal, Paz se durmió cuando esa imagen se alejaba aún más de su esperanza. Pero estos hombres no necesitan tales consuelos por que su fortaleza está hecha de lo que no requiere el favor ambulatorio de los hombres: de amor a Dios, a la verdad, a la justicia. El día de su muerte, Mitre anticipó sobre su tumba el juicio de que estas páginas son el desarrollo y la demostración: "Paz cumplió su deber como no lo cumplió nadie en esta tierra." Fué el símbolo más alto del sacrificio sin ostentación. La Providencia nos ha dado con su vida el ejemplo de una existencia tan gloriosa como infortunada, tan pura como borrascosa. CONCLUSIÓN La síntesis de una vida no puede ser dada cabalmente sino por la poesía o el arte. Escapando a estos medios de expresión las presentes páginas, no cabe sino ofrecerla en los temas que pudieran servir como motivos que haya de utilizar en los bajorrelieves el escultor de la futura estatua de Paz. He aquí algunos cuadros abreviados de su vida. El primer bajorrelieve -o si se prefiere el primer canto del poema-, ha de representar el pasado en el aire recogido de la ciudad de las torres conventuales, de la Córdoba donde nació y se educó. En el segundo, un ejército cuyos arreos denuncia su improvisación, alumbrado por un sol repentino, repecha las serranías del Alto Perú o desfila por sus altos valles, avistando un ejército aguerrido que mandan grandes capitanes. El tercero, un entrevero de lanzas deja ver la casaca europea de un guerrero por entre los ponchos al viento de una montonera envuelta en polvareda. En el cuarto, un hombre que puede ser el símbolo del país, recibe en las páginas abiertas que sostiene su mano un rayo de luz que se filtra por la tronera de una cárcel. En otro, dos grandes ríos rodean una tierra de bosques y de esteros, de los cuales brota un ejército, cuya vanguardia pasa a nado uno de esos ríos. En el último cuadro el héroe ve en el horizonte los rayos precursores de una aurora. En su fondo, esbozadas y en alto, representando el porvenir que el héroe simboliza y los ideales que lo alientan, las siluetas de Urquiza, el libertador, y de Mitre, el unificador, de quienes fué Paz el precursor infortunado. Índice de la Obra 120 SUS IDEAS POLÍTICAS 121 CAPÍTULO XI NI UNITARIO NI FEDERAL I Solemos hacer un esquema de nuestro proceso histó rico que lo muestra elaborado por dos corrientes de ideas, representadas por dos tipos de hombres. Decimos que la Revolución de Mayo obedece, en primer término, a la inspiración de la Revolución Francesa y a sus teorizadores; que las ideas provenían de Rousseau, de Montesquieu, de Mably, de Raynal, llegadas, a veces, por el camino de España. Decimos que la generación intelectual posterior a la Revolución y que tentó la primera organización política, era hija también de las sugestiones filosóficas, sociales y literarias de Francia -de Saint-Simon, de Fourier, en materia social; de Condillac, en filosofía; en historia, de Quinet y Michelet; en letras, de Hugo, Musset. Tenían todas el rasgo común de ser románticas, en sus campos respectivos. Y al frente de estas corrientes, representadas por hombres teóricos y de universidad, todos o casi todos europeístas, ponemos los caudillos ignaros, brutales, realistas, hombres espontáneos, sin libros y sin ideas, pero hijos categóricos de su medio, alimentados, por los jugos vigorosos y agrios de la tierra. Son estos últimos, se ha dicho, los hombres y las fuerzas que derribaron a Rivadavia, suscitaron a Rosas, sostuvieron sus veinte años de tiranía e impusieron un tono federal a la constitución política. Pero he aquí un hombre que represento la idea y el espíritu de la Revolución que tenía, el mismo fuego de los libertadores, San Martín y Belgrano, que tenia la misma ambición civilizadora y europeísta de Rivadavia y Alberdi, que actuó con del Carril y Varela, que en un largo momento fue su expresión mas cabal y su esperanza mas sólida de triunfo y que, sin embargo, no procedía de Rousseau y su Contrato Social, que no perteneció a la Sociedad Patriótica revolucionaria, ni a la Logia Lautaro, ni a la Asociación de Mayo, que no había sido doctrinado por la filosofía sensualista de Locke, enseñada en la Universidad 122 de Buenos Aires por Fernández Agüero y don Diego Alcorta. Sin embargo este hombre, José Maria Paz, era para Sarmiento arquetipo de civilización como lo era Quiroga de la barbarie. El Facundo comienza con el apóstrofe a Quiroga y se cierra con una invocación a Paz. Paz no tenia, en efecto, la psicología que llamamos unitaria. El lugar que en Rivadavia ocupaba la teoría abstracta, en Lavalle la pasión y el sentimiento, y en del Carril o Agüero la razón política, tenían en Paz la inteligencia, la reflexión y un concepto, un poco hosco, de la justicia, que lo hacia buscar el bien que no fuera ni transitorio ni personal. Se diferenciaba de los hombres de la primera y segunda generación -- de la generación de Mayo y de la generación unitaria -- por un antecedente valioso. Casi todos los hombres destacados de ambas eran hijos de extranjeros: Moreno, San Martín, Belgrano, Monteagudo, Rivadavia, Alvear, Lopez y Planes, Álvarez Thomas, Echeverría, Gutiérrez, Alberdi, Varela. 1 Guido, Dorrego, Era, en cambio, Paz hijo de criollos, padre porteño, madre cordobesa. Paz no habla tenido educación extranjera, como muchos de los militares con quienes peleó en. las mismas filas. No conoció Europa, donde casi todos sus cofra des estuvieron y murió sin haber salido del país mas lejos que Río de Janeiro, como proscripto. En esto estaba mas próximo de los hombres del partido federal, de formación autóctona. Paz venia de la entraña de la sociedad colonial, de su ciudad más típica, monástica y apergaminada, del Colegio de Loreto, mas antiguo que Monserrat y de una Universidad fundada por un breve pontificio de Gregorio XV. Aunque con caracteres propios, Paz perteneció al grupo de revolucionarios salidos de la Universidad de Córdoba. Su primer representante fue el Deán Funes. En el Congreso de la Independencia formaban mayoría. Fueron educados en Córdoba los diputados Pedro Miguel Araoz, Castro Barros, Colombres, del Corro, Acevedo, Boedo, Cabrera, Gorriti, Pacheco de Melo, Salguero de Cabrera, Thames, Pérez Bulnes, Fray Cayetano Rodríguez. Los diputados elegidos fueron treinta y tres, de los cuales seis provenían del Alto Perú. Entre los restantes, trece habían recibido la doc trinación de Córdoba, y también don José Agustín Molina, el prosecretario del Congreso.2 Por esa actitud de sus hijos podemos tener 1 A excepción de Belgrano, h ijo de italianos, de Dorrego, h ijo de portugués, todos los demás eran hijos de españoles. 2 Tamb ién habían pasado por sus aulas los oradores sagrados de la Revoluci6n , como Agüero, Diego 123 un indicio del espíritu de aquella Universidad. Entre ellos, Paz y Juan Ignacio Gorriti, congresal de 1826, autor de Las Reflexiones, fueron las expresiones más altas. Era, pues, un auténtico hijo del suelo y del medio criollo, connaturalizado con el alma telúrica como los caudillos a quienes combatía. Desde los veinte años de edad, en que sale de la ciudad por primera vez, después de educado en la universidad, hasta los cuarenta en que cae prisionero, ha alternado con campesinos, ha sentido el aliento de los instintos populares, se ha hospedado en sus ranchos, dormido a la intemperie, vivido la dureza de sus vidas. Y después de su prisión, ha completado su experiencia argentina en el contacto forzoso con oficiales y soldados en sus campamentos de Corrientes. No ignoraba, pues, como Rivadavia, las necesidades y las aspiraciones del pueblo, es de cir, "la realidad argentina". No era el hombre orgulloso de la ciudad, que ignoraba el campo y lo desdeñaba. Se aleja profundamente del partido de los caudillos en cuanto cree, como los doctores unitarios, que es indispensable extirpar la anarquía y dar a la nueva so ciedad disciplina e instituciones. Es hombre de ideas pero no lo hipnotizan las abstracciones y la elocuencia de los libros. 1 Paz comprendía lo que había de valedero en ambos; asociaba en su espíritu el argumento de la realidad -- " la voluntad de los pueblos" que decían los caudillos-- con el argumento de la necesidad de la organización y de las formas civilizadas por las que clamaban los Zavaleta, también Juan C. Varela y Lafinur, voceros y ejecutores del pensamiento revolucionario como Passo y Castelli. "Hemos creído siemp re, dice FR. ZENÓN BUSTOS, historiador del periodo franciscano de la Universidad .de Córdoba, que la emancipación sudamericana fué preparada por las luces esparcidas por estos establecimientos (de instrucción) y nuestra Universidad. Ha hecho más en nuestra eman cipación política la ilustración que obra partiendo de estos centros que las armas que la consumaron porque la ilustración hizo las armas que conquistaron la libertad." (Anales Universidad de Córdoba, tomo I, pág. 61.) Alcanzó a los países vecinos la acción de Córdoba. Salieron de ella, los curas tucumanos José Antonio Medina e Ildefonso de las Muñecas, precursores de la independencia en el Alto Perú, y Juan Martíne z de la Rosa y Bernardo Vera y Pintado, en Chile. FRA Y CA YETANO RODRÍGUEZ, doctrinado en C6rdoba, fué el autor del Redactor del Congreso de la Independencia. Hablando de él en su tumba, su panegirista, fray Pantaleón García, recordaba las palabras de fray Cayetano: "Nos agobiamos bajo el yugo español cuando tiempo ha se nos viene a la mano el sacudirlo. Pero es necesario trabajar, ilus trarnos e ilustrar a la juventud: no sé qué presagio advierto de libertad y es necesario formar ho mbres." (Museo histórico. El Clero argentino, tomo II, pág. 189.) 1 Decía en una carta escrita desde Río en 1848: "la facilidad para organizar lindamente algunas frases o decir con más o menos ele gancia un discurso" no da derecho para dirig ir la Revolución. Se re fería a la facción unitaria de Montevideo, compuesta de escritores y hombres de pluma. "Según ellos todas las profesiones deben dejarles el paso, nadie tiene el arbitrio de deliberar y resolver y los militares, los letrados, los eclesiásticos, los comerciantes sólo deben ser meros instrumentos puestos en sus manos." Paz estaba en ese mo mento bajo la imp resión del fracaso de la segunda campaña de Corrientes, en el que vió la intervención de los unitarios de Montevideo, quienes lo censuraron acremente. (A rchivo de Paz. Correspondencia, Legajo 8.) 124 unitarios. Paz es el precursor de la Constitución del 53 en los términos que le dió la reforma del 60, con la incorporación de Buenos Aires. Nadie como él repre sentaba el hombre colocado por encima de los partidos: distante de los localismos, que tales eran el federal, localismo provincial, y el unitario, localismo metropolitano. Lavalle pudo escribir a Rosas en 1829: "al fin nuestra lucha es lucha entre porteños". Paz encarnó siempre, en cambio, la idea de la unidad.1 II Por un otro rasgo extraído del fondo de su natura leza, Paz se distanciaba del alma unitaria y del alma federal. Mientras el caudillo y sus masas llamaban re ligión a vulgares supersticiones, el unitario se hallaba impregnado del deísmo y del racionalismo de la Revolución francesa, cuando no del sensualismo de Condillac. Paz era, en cambio, un cristiano. No implantó en Córdoba las iniciativas sugeridas por un liberalismo superficial. Y consideró la religiosidad de los caudillos como un mero fruto de su primitivismo, que hacía buenas migas con el crimen y el escándalo. El pendón de Quiroga lo traducía bien: religión o muerte. Resta precisar la disidencia de Paz con el partido unitario en un asunto fundamental de su plan de acción. Es el referente a la ayuda extranjera. La aceptó como cooperación, pero la rechazó como principal. Según sus palabras, la revolución "no debía salir de las manos argentinas''. Prefirió buscar la colaboración de los expatriados en Chile y Bolivia, incitándolos a distraer las fuerzas de Rosas con invasiones por Cuyo y el Norte, como se relata en los capítulos relativos a las campañas de Corrientes. Se opuso tenazmente a la idea de constituir con Entre Ríos y Corrientes un nuevo estado indepe ndiente y enarboló, para destruirla, en su segunda campaña de Corrientes, como hemos dicho, la bandera de nacionalidad, o sea la integridad territorial de la nación. 1 Mitre, al inaugurarse las estatuas de Paz y Lavalle, d ijo : "Paz es la personificación del espíritu argentino, Lavalle es la personifica ción del porteño con espíritu nacional" 125 Años más tarde no lo han abandonado las aprensio nes. Decía desde Río en 1851: "me parece ver (a nuestro país) en peligro de ser la Polonia de Sud América. No puedo menos de hallar cierta semejanza que me contrista y hace estremecer''. Forzando la recámara donde se ocultan las intenciones íntimas de los hombres que dirigieron las luchas civiles, nos encontramos con grandes sorpresas. Por ejemplo, Rosas, campeón del federalismo, aborto el congreso de Santa Fe de 1829, convocado precisamente para dar la constitución federal. –y lo hacía con el mismo designio y hasta con el mismo procedimiento con que Rivadavia destruyó el Congreso de Bustos de 1821.Es impresionante la semejanza de instrucciones que daban a sus diputados el presidente unitario y el gobernador federal. 1 Rivadavia dijo unidad de régimen, pero reconocía a las provincias su vida propia. Rosas hizo un crimen de esa idea, decretó la execración de sus sostenedores y condenaba a muerte a quienes sospechaba serlo, pero realizó la unidad en términos tan extremos que los unitarios no soñaron. Rosas amonestaba a los gobernadores como un patrón de estancia a sus mayordomos. Paz estaba más cerca de algunos federales que de Rivadavia: de los federales que querían el congreso general que dictaría la constitución; por ejemplo, de Heredia de Tucumán, o de Leiva y Ferré, de Corrientes. Corrientes se puso al frente de Rosas justamente porque se empeñaba en la reunión del Congreso de Santa Fe de 1829, en lo que Rosas vió un sacrilegio. Rosas condeno el tratado que Quiroga hizo firmar en Santiago a tres provincias, pocos días antes de ser asesinado, porque lo consideró un acto preparatorio de la constitución. 2 Quiroga llevaba en su bolsillo, en Barranca Yaco y se conserva manchada con su sangre, la carta que Rosas le escribió desde la Hacienda de Figueroa en que desarrolla su tesis, contraria a la sanción de una constitución. El tratado de Santiago, que acababa de ser firmado bajo la inspiración de Quiroga, demuestra que éste persistía en el propósito que Rosas conde naba. Había, en efecto, un grupo de federales disidentes. El juicio de Rosas sobre Heredia, expuesto en la carta que escribió a Ibarra después del 1 Vé RAVlGNANI, Historia Constitucional, tomo II, Pág.. 191. 2 La Carta de Rosas demuestra acabadamente cómo Quiroga aspiraba a que se dictara una constitución. Heredia, co mo lo demuestran sus cartas, tenía el mismo anhelo. 126 asesinato de aquél, demuestra desafecto por su persona y la condenación de "la funesta idea de la fusión de los partidos”.1 Quiroga se lamentó en muchas ocasiones, según Sarmiento, no haber tratado con Paunero, enviado por Paz para buscar un avenimiento. Hay una carta de Heredia a Julián Paz, hermano de José María, muy explicativa de esta situación espe cial en que Paz se encontraba con respecto a los federales. Meses después de la prisión de Paz, Heredia es elegido gobernador de Tucumán, bajo el amparo de Quiroga, vencedor en la Ciudadela (4 de noviembre de 1831). Dice en ella: "una de las razones que he tenido para aceptar el Gobierno, ha sido la de poder hablar con influencia por el único hombre que ha sido mi confidente en esta vida y por el guerrero con quien a la par he corrido todos los peligros de la vida, pendiente la guerra de la Independencia". Le agrega que busca la oportunidad de obtener que López "dulcifique la suerte de su ilustre prisionero" (carta del 20 de abril de 1832). 2 Se ha dicho que la conducta de Paz, cuando las me diaciones de Estanislao López y de Rosas para obtener la cesación de la lucha con Quiroga, fué de disimulo y engaño porque 1 ZINNY, Historia de Gobernadores, tomo III, pág. 280. En carta a don Andrés Lamas, cuando su estadía en Río, Paz le dice: Desde que estuve en poder de los federales, con pocas excepciones, me man ifestaron consideración y ninguna odiosidad personal. Esa buena disposición hacia mi de los gauchos que me aprenhendiero n era casi general en los primeros mo mentos, princip iando por el general López. Só lo fué cuando se oyeron los consejos de la farsa política y las sugestiones de unos pocos, que esas disposiciones variaron. Si cuatro años y medio que López me tuvo en su poder, fué progresivamente creciendo su desvío y acaso su animosidad fué por otras causas, de las que no fué la menor mi incapacidad para adular sus preocupaciones, sus instintos semisalvajes. (Arch ivo de Paz). Ibarra mis mo, oportunista y sinuoso, no miraba a Paz con malos ojos. Tenían amistad desde el colegio. Cuando Paz se hallaba en Santiago (junio de 1821), desterrado por Bustos, prestó un servicio a Iba rra. Éste recibió noticias de haber invadido Ramírez la provincia. Pidió a Paz que fuera a su encue ntro. Paz se prestó a ello y al llegar a Manogasta se encontró con el Padre Monterroso, por quien supo la muerte del caudillo entrerriano. Hab ía escapado de su derrota y lo acompañaban 150 hombres. Después de sus triunfos, Paz recibió carta de Ibarra, de 17, de marzo de 1830, en que le decía: "debes persuadirte que tus glorias me inte resan demasiado". "Te felicito por la brillante posición en que has quedado para ser el protector de la libertad y para terminar los males que pesan sobre nuestro país. Archivo de Paz: legajo 1°, Corresp. En la memoria escrita por Paz en 1851 en Río, refiriéndose al avenimiento con Quiroga, dice: "se dijo que el caudillo rio jano estuvo inclinado a escucharlos (los comisionados de Paz), pero que Aldao fue de opinión contraria". Se dijo tamb ién que" para hacerla prevalecer ocurrió al arbitrio de tocar la susceptibilidad de Quiroga, a quien dijo: Si Vd. accede se pensará que tiene miedo al ejército de Paz. Esto bastó para que Quiroga ro mp iese los negocios". (Vé SARM IENTO, Obras, tomo VII, Pág. 150.) El general Anselmo Ro jo, escribía a Paz desde San Juan, después de los tratados de Córdoba de 1830, diciéndole que" todos los hombres de los partidos, veían con agrado" su dirección, de la guerra. Doce años después, Rojo desde, Chuquisaca escribía a Paz, después de Caaguazú, diciéndole que se podría contar con Benavides en una lucha contra Rosas. ("Los gobiernos federales como Benavides, le dice, se acogieron a Rosas más que por adhesión a él por temor a LavalIe." (Carta de abril 17 de, 1842. Arch ivo de Paz.). 2 127 no pensó nunca en llegar a la paz. Se agrega que Rosas la deseaba sinceramente. Las publicaciones que Rosas hacía en su prensa y las comunicaciones de sus diplomáticos Cavia y Cernadas serían la prueba de tal afirmación.1 Paz ha dicho lo que podía esperarse de la mediación de Santa Fe y de Buenos Aires, lo que él por su parte se hallaba decidido a concertar para lograr la paz, y la convicción de que Rosas no buscó sino perturbar las negociaciones, siendo su único propósito continuar la guerra y vencer a Paz si no por las armas por artes de intriga. La honrada investigación histórica ha permitido comprobar todo esto y desmentir las protestas pacifistas de Rosas y exhibir la artería de su política. La correspondencia privada de Rosas con López, sostenida paralelamente con su correspondencia oficial, de reciente aparición, lo ha demostrado. 2 En cuanto a López su situación parece clara. Tuvo confianza en Paz, creyó en la posibilidad de un avenimiento. Este general, decía López, no tiene al parecer las mismas pretensiones avanzadas que el general Lavalle; ha manifestado sus "sinceros de seos de economizar sangre argentina" -refiriéndose a Paz. En cambio respecto de Quiroga, López escribía a los mediadores (Amenábar y Oro): "me es sensible que el Gral. Quiroga se muestre tan decidido a continuar la guerra como lo acredita la carta de que Vds. me hablan". Este momento de la vida argentina es como un nudo, cuyo desenlace fijará su curso. Rosas estrena su sagacidad de gobernante. El triun fo que obtiene sirve de base para lograr sus calculados fines. Paz, López y Quiroga estaban más próximos entre sí que cualquiera de ellos con Rosas, por el propósito principal que perseguían, pero sus disidencias parciales y sobre todo la oposición de sus temperamentos y de su sensibilidad dieron el triunfo a quién los explotó con arte extraordinario, para imponer el propio. 3 La disidencia fundamental de Paz con López consistía en, que éste pretendía que aquél 1 La Gaceta Mercantil protesta de la información de que Buenos Aires piensa marchar sobre Córdoba, quiere la concordia y confía en el éxito de la misión med iadora (números de 23 y 30 de enero; 17 y 24 de febrero). En marzo 15 publica una carta de Castro Barros en que expresa la esperanza de que se entiendan Paz, López y Rosas. 2 E. RA VIGNANI, Designación de una comisión para mediar, etc. "Human idades ", tomo XXIII, pág, 63. El expreso de Rosas a López (d iciemb re de 1829) le dice: "cualquiera que sea el modo o los términos en que se entable la negociación su primera y principal base debe ser cuando menos que Paz deje el puesto que ocupa y que se retire del territorio de la República porque de ningún modo conviene qu e tal hombre quede entre nosotros". Esta publicación contiene datos de sumo interés sobre este episodio 3 El relato de Ferré en su Memoria es sumamente expresivo en cuanto a las relaciones de López con Rosas. "Conozco que este hombre nos pierde, decía López refiriéndose a Rosas, yo no sé qué influencia tiene sobre mí." Pero al fin, "nos entenderemos con Paz". (Memoria de FERRÉ, pág, 58.) 128 concurriera a la convención de Santa Fe y admitiera el régimen fede ral. La disidencia con Quiroga era sobre todo de temperamento. Pero López como Quiroga y como Paz aspiraban a constituir el país y en esto los tres disentían con Rosas, quien además quería ver fracasar la Convención de Santa Fe. Hemos recordado ya que el artículo 12 del tratado de Agosto de 1830, decía: "las partes contratantes declaran formalmente no ligarse a sistemas políticos y se obligan a recibir la Constitución que diere el Congreso nacional, siguiente en todo la voluntad general y el sistema que prevalezca en el congreso de las provincias que se reúnan". La doctrina áulica considera como antecedentes de la Constitución actual solamente el tratado del cuadrilátero, el pacto del Litoral del 31 y el acuerdo de San Nicolás del 52. Puede ser éste un punto de vista formal, pero históricamente son antecedentes de la constitución, los demás tratados y en especial los de Córdoba de 1830. Traducen esos tratados desdeñados o preteridos las bases de lucha que concluyó con la sanción de la constitución. Se hizo en Córdoba -dijo Paz en un escrito fechado en 15 de mayo de 1852, hallándose en Montevideo-, "lo que pensamos va a hacer el general Urquiza en San Nicolás ". 1 Los tratados de Córdoba fueron firmados, hemos dicho, por nueve, en realidad diez provincias, pues Jujuy no estaba constituida y Salta, una de las firmantes, la incluía. En cambio el pacto del Litoral estaba suscripto solamente por cuatro provincias. En cuanto a Corrientes adoptó una posición especial. No encontraba incompatibilidad entre el tratado que se negociaba en el Litoral con los firmados en Córdoba. A la República, decía el gobernador Cabral (octubre 26 de 1830) "no le será dado arribar a su constitución política a no ser por las vías de la razón ni terminar 1 Entre los papeles de Paz se encuentra el borrador de un comunicado que escribió a El Nacional de Buenos Aires, desde Montevideo en mayo 31 del 52, contestando un artículo en que se condenaba sus campañas de Córdoba y en general las luchas del Interior. Contiene una serie de observaciones importantes. ".El ejército que ganó las batallas contra Quiroga, dice, llev aba por divisa Organización nacional, Constitución de la República. Esto es tan cierto que sus enemigos y entre ellos el mis mo Rosas se vieron precisados a confesarlo, si bien es que reprobaban los medios como puede verse por los actos oficiales y las producciones de la prensa. Por eso era que se limitaban a decir que los vencedores en esas batallas de Córdoba querían constituir la República a polos.". El ejército que venció en Córdoba, añade, deseaba y propendía a la organización de la República "dejando a su elección la forma que quisiese darse". Agrega que la campaña fué popular como lo prueba la cooperación de tucumanos, salteños, catamarqueños y mendocinos. Cita co mo testimonio la decisión de los Cazadores de la libertad, formada por artesanos y de la clase más modesta de la sociedad. Es sabido que la campaña de Corrientes adoptó como divisa: Patria, Libertad, Constitución , y en la segunda fué la de Nacionalidad y Orden. (Archivo Paz Legajo 9.) 129 sus diferencias sino en la calma de las pasiones" y expresaba su deseo de cooperar con las provincias interiores. Entre los tratados de Córdoba y el pacto del Lito ral, que aquéllos provocaron, hay una sola diferencia esencial, y es el de que los primeros establecían que la Nación adoptaría " la forma de gobierno que sancione el Congreso federal" (art. 12), mientras que el pacto del Litoral se decide por el régimen federal y admitirá a las provincias que soliciten pertenecer a la liga, "si su voto es por el sistema federal" (art. 12). ¿ Cuál pensamiento respetaba mejor el derecho de las provincias y buscaba más lealmente la unidad nacional, el que imponía el federalismo como condición previa para llegar a la constitución o el que se sometía al pronunciamiento de las provincias ? Es de esperar que se publique la correspondencia de los diputados que firmaron los tratados de Córdoba para conocer su intimidad. El representante de San Juan, por ejemplo, don Rudecindo Rojo, presentó el proyecto de supresión de aduanas provinciales, y el de Tucumán, Manuel Berdia, el de un nuevo ajuste para convocar el Congreso nacional ( noviembre 19 de 1830). Diez años después, Paz se encuentra con don Julián Segundo de Agüero, de quien hace un retrato maravilloso de colorido. Paz sufre una decepción. No preocupa a los unitarios, cuya jefatura moral aquél ejercía, otro pensamiento que la destrucción de Rosas, pe ro sin ningún plan sobre la obra que debía realizarse al día siguiente. "Fué inútil provocarlo a que diese una opinión, dice Paz, sobre la futura organización de la República. " . Para Paz, la constitución de la nación era fin y meta de la campaña. La destrucción de Rosas no era movida por un simple odio y una ambición personal, sino por la necesidad de allanar el obstáculo que la impedía.1 Pintando el estado de ánimo de los directores unitarios, decía "que procedían como si Rosas fuera a ser eterno, como si después de él no pudiesen venir otros tiranos y quieren persuadirlos de que destruido Rosas y colocados ellos en el poder está todo conseguido". Sus Memorias trascienden la incompatibilidad de caracteres en que se encuentra con relación a Agüero y del Carril y con el concepto unitario sobre el país. "Todos nuestros actos manifestaban que estábamos dispuestos a abrazar la forma federal 1 Don G. Costa refiere que Rosas, después de Caseros, le d ijo que nunca había pensado en la organización nacional (MOLINA ARROTEA, Dicción. Vigor., pág. 251). 130 siempre que la adoptase la República", ha repetido en sus escritos. En 1853 del Carril escribe a Paz, desde Flores -adonde ha llegado trayendo la Constitución recién sancionada- una extensa carta, y le dice: "Ud. y yo no hemos sido unitarios en el sentido estricto”, y decía la verdad, una verdad que es la consecuencia de otra que sólo a Paz puede aplicarse y es la de que no fue hombre de partido. III Durante la guerra de la Independencia la causa era una. Pudo San Martín no mezclarse a las disidencias de las facciones, desoírlas y después de doce años de lucha, llevar al destierro su gloria intacta de libertador. Este solo objeto de la acción abrazaba a todos los países de la América colonial. Era el período " americano” - los hombres - aspiraban a ser "buenos americanos ", la causa era "americana". Concluido en 1825 este período, comenzó uno nuevo: no ya en frente de España, sino en frente de sus propios problemas; los núcleos de la América libertada buscaban constituirse y realizar su destino individual. Entonces nacieron las nuevas nacionalidades. Se convirtió hacia el interior de cada uno el ardor de la guerra terminada y aparecieron las facciones con sus pasiones implacables. Entonces fué tarea punto menos que imposible actuar por encima de los partidos. Paz lo comprendió y aceptó su destino, pero resuelto a no subordinarse a las banderías y a buscar al través de la selva dantesca de las pasiones, lo que reputaba la segunda parte del programa de la Independencia: constituir una nueva nación. Ser unitario significó para Paz destruir el aislamiento provincial y dar forma permanente y orgánica a una nación. No quiso con ello embanderarse en una discusión sobre formas de gobierno. Por eso, como vencedor en Córdoba en 1830, funda la liga del inte rior, aproximando y uniendo nueve provincias, con pro pósitos nacionales. Más tarde, desde la provincia, con más enérgico sentido autonómico, como es Corrientes, combate a Rosas, persiguiendo nacionalizar la guerra. En todo momento proclama hallarse dispuesto a aceptar la .forma de gobierno que decida el voto de las pro vincias. Por eso, también, no fué ni 131 porteño ni provinciano, pareciendo alternativamente una cosa u otra. Pareció provinciano en Córdoba en 1830, porque combatía a Buenos Aires y el Litoral; pareció extranjero al sentimiento localista de Corrientes en 184.2; pareció porteño en 1852 defendiendo a Buenos Aires contra las provincias que querían hacer nación prescindiendo de su centro y su cabeza. En todos los casos no hacía sino propugnar la unión nacional. En 1851, dos años antes de dictarse la constitución, Paz expone sus ideas acerca de los temas fundamentales que debe resolver. Su único punto de vista es la de dar al cuerpo nacional una fuerte estructura con la nacionalización de las aduanas, con la capitalización de Buenos Aires, con la determinación de los poderes pro vinciales. Nutre sus tesis con la médula viva del pasado inmediato, que es su propia y palpitante vida, y las justifica a la luz de la razón y de la experiencia extraña. Es una lección magnífica de historia. Está en ella la explicación de los intereses contradictorios que pulsaban en el seno de las luchas civiles: Buenos Aires, el Litoral y el Interior, los títulos de todas las secciones del país para ser reconocidas como integrantes de la Nación. Está la evocación de las desmembraciones que ha sufrido, su estremecimiento de dolor ante el peligro de otras, que la amenazaban con el destino de ser una nueva Polonia. No hay en esa carta que es, en cierto modo, un testamento político, nada que induzca al combatiente de una lucha partidaria y sólo sí el fervor y la conciencia de un obrero infatigable de la nacionalidad.1 Índice de la Obra 1 Nos referimos a la carta extensa a don Domingo de Oro, desde Río de Janeiro en 22 de junio de 1851, ya citada. "El aniquilamiento de las provincias, le decía, ha sido obra calculada de .Rosas, a la que han ayudado prodigiosamente la ignorancia de 108 pueblos y la ambición de los caudillejos. Me parece de la mayor importancia hacer sentir en las provincias interiores que ellos forman parte de la República Argentina y que cada una de ellas es un miemb ro de eso que debe llamarse Cuerpo Nacional." “Los unitarios que predicaban la libre navegación de los ríos para halagar a Santa Fe, Entre Ríos y, Corrientes, repetían la conducta de Buenos Aires, que se ligó con ellas por el t ratado famoso de 1831, que anulaba la influencia de las Provincias interiores. La libre navegación de los ríos nada significaba si no se nacionalizaban las aduanas exteriores y se suprimían las interiores,. Reconoce "el brillante mérito del pueblo de Buenos Aires", pero no "dejaré de decir que todas nuestras provincias han merecido el bien de la Patria y que han concurrido con su sangre y sus recursos". El espectáculo del Brasil le permit ía esbozar lo que sería Buenos Aires, capital de la Nación, al lado de la Provincia, con su capital propia, co mo Nitchteroy capital del Estado de Río de Janeiro. Revista las pérdidas territoriales sufridas por el virreinato, y ante ellas el ejemplo de Polonia lo hace temer para la Argentina una suerte igual. "Debe robustecerse el espíritu nacional, casi me atrevería a decir a crearlo, porque si lo hay es muy poco y se ha debilitado por nuestros extravíos políticos, por el mezquino provincialismo", "Recordemos que no puede haber un pueblo grande sin espíritu nacional" (Papeles de don Domingo de Oro, publicado por el Museo Mitre.) 132 EL ESCRITOR 133 CAPÍTULO XII EL HISTORIADOR I Las Memorias Póstumas son la obra capital, pero no la única que autorice a juzgar al general Paz como escritor. Deben computarse sus arengas, 1 sus Diarios de marcha -aun inéditos-, sus apuntes personales, su correspondencia política y diplomática. Su temperamento de meditativo le creó desde muy joven el hábito de redactar diarios de vida. El rigor de su conciencia y la fe en la posteridad lo indujeron a ser un celoso guardián de Hay numerosos papeles de Paz publicados, además de sus Memorias. Se encuentra correspondencia de Paz en la Contribución documental de don G. Rodríguez (tomos II y III), en la Memoria del General Ferré, en el Epistolario de Paz y Ferré de don F. Centeno, en el tomo XII del Archivo del General Mitre. Entre lo inédito conservado en el Archivo Nacional debe señalarse los Diarios de marcha que comien zan en 1823 y terminan en 1828 y luego los escritos redactados en Río de Janeiro que utilizamos, en parte, en este lib ro. Paz fué un escritor infat igable, un memorialista. Tenía el hábito de redactar memorias o apuntes personales, registrar sus impresiones, aún sus conversaciones, como ocurre con las que mantuvo con don Andrés Lamas sobre las negociaciones que prepararon los tratados de 1851, y por su intermedio el derrocamiento de Rosas. Merecen citarse sus cartas a don Domingo de Oro que se han publicado en los Papeles de Oro, editados por el Museo Mitre. En los archivos del Uruguay se conserva copiosa documentación redactada por Paz, tanto en el Archivo Lamas como en el del Ministerio de Guerra y Marina. En el Archivo de relaciones exteriores de Río de Janeiro será necesario investigar la documentación que corresponde a la época oscura de su proscripción, en que tanto preocuparon a Rosas y su Ministro Gu ido las actividades de Paz en ese país. 1 Las arengas son, entre 1os escritos de Paz, los menos subjetivos o líricos. La sobriedad de su estilo se prestaba para la oratoria militar, que ha de caracterizarse, sobre todo, por esa calidad. Simp le co mandante. Paz proclamaba a sus tropas. En sus diarios de Salta se encuentran ejemplos de sus arengas, pronunciadas en ocasión de los festejos patrióticos. Se conservan las que pronunció durante el sitio de Montevideo, al hacerse cargo de la defensa, al jurar las banderas o exhortando a los argentinos sitiadores a abandonar a Oribe o al retirarse de Montevideo. Se encuentran co pias en el estudio de don Jacinto R. Yaben (Revista Militar 1923). He aquí un ejemp lo: " Co mpatriotas: Sabéis que en ningún mo mento he dejado de perteneceros, que os he consagrado mi v ida y que siempre me habéis visto donde ha flameado el estandarte de la l ibertad. ”Recorro vuestras filas y veo rostros donde se han reflejado los rayos del sol argentino, triunfador en Tucumán, en Salta, en Chacabuco, en Maipú, en Ituzaingó y en tantas otras jornadas de gloria, de cuyos trofeos son depositarias cuatro repúblicas, libres por vuestro indómito brazo. “Dejad que lo repita: Siempre he sido de vosotros y me lisonjeo con que merezco vuestra confianza y con que me seguiréis por la senda del honor, que nos conducirá a la v ictoria y a la patria." 134 sus papeles, donde estaba seguro se hallaría la justificación de su conducta. La adversidad tan constante de su carrera, también en esto ha hecho necesario que transcurran casi setenta años para que lleguen a lugar seguro, al Archivo Nacional, donde hoy se guardan cuidadosamente. Las Memorias relatan las acciones militares en que intervino desde 1811 y las que comandó hasta 1846. Exponen también sus trabajos políticos en el gobierno de Córdoba, en 1829 y 1830. Contienen, asimismo, la crítica de campañas militares contemporáneas en las que no intervino. Destinadas casi totalmente a la crónica y crítica de acciones militares, no se ha apreciado bien su contenido y alcance. El origen de las Memorias fué muy modesto. Provocado por la lectura de una memoria de Belgrano sobre la batalla de Tucumán a escribir sus propios recuerdos, pensó sólo en redactar apuntes que no saldrían del círculo de su familia. 1 Cuando cobraron extensión, cuando era consultado, solicitado para que las facilitara, 2 cuando mirando su pasado, vió que su testimonio sobre el largo período de su actuación podía ser capital para la compresión de la historia de su país, acreció su empeño en proseguirlas. Redactaba a intervalos, a veces muy largos, y en ca da ocasión apresuradamente, sin enmiendas y sin fiebre por la forma, atento solamente a ser puntual, exac to, irrefutable en los hechos, a dominar y ordenar la balumba de sus recuerdos. No tenía el designio de aparecer como escritor. No volvía a leer su escrito, no pulía ni corregía.3 Esto ha contribuido a su naturalidad, a su frescura, a la viveza de sus relatos, es decir, al encanto de su lectura, a su mérito literario. Lamentaba no haber cultivado el talento de escritor para dejar cosa más digna del asunto y del objeto. 4 Había adelantado tan sin sentir en su propósito de escribir los 1 Memorias, to mo I, pág. 200. Pensaba que podía suprimir detalles. Esperaba que su hijo los escribiera. Don Andrés Lamas lo instaba constantemente en ese sentido. Le requirió en préstamos algunas partes. Finalmente se sabe que muchos manuscritos pasaron a sus manos. En cuanto a las Memorias, sus manuscritos se guardan en el Archivo Nacional (la parte publicada). Es necesario compulsarlos y hacer una edición expurgada. 3 Memorias, to mo III, págs. 74 y 98. 4 Memorias, to mo III, pág. 98. "A cada paso tropiezo con mi falta de costumbre en este género y además no escribo sino a intervalos y sujetándome a largas y profundas interrupciones. Éstas provienen, fuera del estado 2 135 recuerdos de su vida, que fué para él mismo una sorpresa hallarse, un día, ante la montaña de páginas que había llenado. Comprendió, sin duda, que no eran ya sus memorias lo que se había propuesto: simples apuntes para su familia. Adquirió la conciencia del valor que asumían. Esto, no obstante, su estilo no cambia. Ni se vuelve solemne ni enfático ni amanerado. Sigue sobrio, simple, quizá huesoso, pero vivo, alerta, directo. No preparó un plan. No tuvo otra guía que el orden cronológico de los sucesos. Los escribió en diversas épocas y este hecho se acusa en su tono. 1 Bien sea siempre animado, cálido y personal, con el aire de un papel casi confidencial, en los capítulos relativos a las guerras contra Rosas la voz es de polémica, de apóstrofe y a veces de sarcasmo. Él se apresura a reconocerlo. "Si los recuerdos re cientes de mi prisión, dice (cuando escribe en Buenos Aires en 1839) debieron influir en mi ánimo, ahora (1849) el infortunio que me agobia ha debido dar un tinte lúgubre a mis ideas, a mis palabras, a mis reflexiones." "Adolece de acrimonia, sin duda, dice en otra parte, la pintura que hago de muchos de mis carceleros, pero he querido expresar francamente mis pensamientos y no revestirme de un ropaje fingido." Pero es evidente que tenía las inquietudes y lo agitaba el deseo instintivo del verdadero escritor, de traducir eficaz y noblemente su pensamiento. 2 En uno de sus capítulos finales se aguza la desconfianza de no llenar ni medianamente su tarea: la abandona, vuelve a ella después de muchos días: "no me faltan las tentaciones de arrojar al fuego cuanto he escrito", dice. Redactados sus comentarios sobre las luchas de la Independencia después de treinta años de acaecidas, las posteriores se acercan mucho a la época en que escribe y es visible cómo la serenidad de la lejanía va cediendo su puesto al calor de las impresiones inme diatas, al fuego de pasiones apenas rescoldadas. Las figuras de Estanislao López y de los Madariaga, precario de mi salud y de otras circunstancias que afectan mi actual situación, de la descon fianza que se apodera de mí de que no llenaré ni medianamente mi tarea. Cuando ésta llega (la desconfianza) tiro los papeles y la plu ma y no vuelvo a acordarme en muchos días, en que no me faltan las tentaciones de arrojar al fuego cuanto he escrito.” 1 Escrib ió la mayor parte del segundo tomo, sobre las guerras civiles, en el año que media entre su salida de la prisión y la evasión al Uruguay. Lo demás en casi su totalidad, fué escrito en Río de Janeiro, después de 1848, es decir, d iez años más tarde. Debe observarse que los sumarios de sus Memorias no son obra de Paz. 2 Si tuviera las aptitudes de Vd. para escribir, decía a don D. de Oro en 1851, "es probable que cambiase la espada por la plu ma, en la persuasión que sería más útil al público". 136 que son las más vecinas a los momentos en que las fija, han sido dibujadas con puyón enrojecido. En la parte final, la que recae sobre las campañas de Corrientes de 1841 y 1845, palpitan las fatigas, la angustia, los desencantos que sacuden y muerden su corazón. 1 Pero ya se trate de los sucesos de treinta años atrás o de los que lo llenan con sus ecos en el momento que escribe, es siempre Paz el hombre que dice sin reparo lo que tiene por verdad, bien sea ella expuesta en el tono de la pasión. Se consideraba víctima de una traición cuando escribe los últimos capítulos. "Temo haber dado un sabor cáustico y grandemente crítico a mi pobre produc ción", decía, pero escribo lo que entiendo ser la verdad. "Si no ha de decirse la verdad más valiera tirar la pluma" -es un concepto que repite. "Hombre soy y muy sujeto a pasiones y errores, pero tengo a mi favor que se me conoce incapaz de una impostura y que ni aun para herir a mi mayor enemigo inventaría una mentira." Así comprendía y definía el papel del historiador. Lo expresó cabalmente en otro pasaje. "No escribo como poeta, dice, para contar nuestras glorias: escribo solamente para hacer conocer los sucesos que he presenciado, presentándolos en su verda dero aspecto, y sirviéndome para ello de la verdad severa, según me la ofrecen mis convicciones y mis recuerdos. " 2 Su apego a la verdad, su severidad, no le impedían ver las excusas que tenía la conducta de los hombres en épocas de pasiones bravías y de incultura, de desborde de los instintos no domados por la educación moral. Demasiado comprendo la fuerza de las pasiones, decía, y tengo indulgencia bastante para disculpar hasta donde se deben los clásicos extravíos políticos.3 A pesar de su temperamento vehemente, del ardor de su genio, había logrado, en afán porfiado, el dominio de los movimientos impetuosos de su ánimo, para alcanzar 1 No desconozco, dice en el tomo III, pág. 50 de las Memorias, que mientras más me apro ximo a la época presente, en que he desempeñado un rol más elevado, mis pasiones son más fuertes y están más vivas, de con siguiente puede ser que cargue la mano más de lo conveniente en una obra de esta clase, más también de lo que puede ser útil a la historia. 2 To mo 1, pág. 171. 3 To mo 1, pág. 288. 137 imparcialidad o para advertir al lector sobre el estado de ánimo que podía empañarla. De estas condiciones morales viene la autoridad que revisten sus Memorias, como fuente de historia argentina. La pasión, remansada por la reflexión, deja la porción de levadura ácida necesaria para dar al relato un sabor de autenticidad humana, que no alcanza a dañar la objetividad del relato y que eleva las Memorias al rango de la historia. Las calidades que exaltan las Memorias resplandecen aún más cuando prescindimos de la porción militar y política, en la que puede anidarse su vanidad de ac tor o su prejuicio de partidario. Porque efectivamente si eliminamos de ellas lo que es historia guerrera o política quedan otras dos porciones, cada una de las cuales puede ser también un libro. La primera de esas dos porciones es una crónica de la sociedad en que actuó, salpicada con observaciones de psicología social. Tiene el valor de un prístino estudio sobre el carácter argentino menos brillante pero más verídico que el Facundo de Sarmiento. A esta porción debe incorporarse su descripción de lugares y la narración de costumbres. La segunda parte está constituida por sus reflexiones de moralista y una galería de retratos y caracteres, sin color, pero con nitidez de aguas fuertes. Han de incorporarse a esta parte sus meditaciones autobiográficas, el examen obstinado de sí mismo -sin ilusiones ni desmayos-, que unidas a algunas páginas inéditas de sus memorias privadas, formarían un libro que podría llamarse las Confesiones de José María Paz. Estas dos porciones de sus escritos, adecuadamente organizadas, son los testimonios de un escritor que recuerda a Montaigne por el afán reflexivo, el gusto por analizar la vida y la experiencia y a La Bruyere por la concisión ejemplar y el sentido moralista de los re tratos. II Veamos la primera de las dos porciones que aparte de la puramente militar, constituyen las Memorias. Se compone de observaciones, pinceladas, hemos dicho, esbozos sobre el carácter argentino, descripciones de ambiente y de lugares. Se hallan dispersos y son breves, a veces simples trazos, dos líneas, un paréntesis en la página que dedica a una acción militar. 138 Respecto del carácter argentino se ha anticipado a lo que han hecho otros estudiosos de nuestra alma social. La tendencia individualista, por ejemplo, del argentino, ha sido sorprendida en manifestaciones múltiples. El entrevero de las batallas, desde luego, la forma preferida de combate. En el entrevero no pelean las tropas como tales, no conciertan sus movimientos las partidas o los escuadrones. Cada soldado es el empresario, el jefe de sí mismo. La pelea es una suma de duelos personales. Observó también Paz la tendencia, demostrativa del mismo individualismo, de las tropas argentinas a dispersarse cuando han sido vencidas. Nuestros ejércitos, decía, han sucumbido muchas veces por eso. En otros países, el Perú, por ejemplo, los ejércitos proceden a la inversa; los soldados se reúnen y se apiñan, después de un contraste, lo que les permite salvarse y a veces tomar el desquite. Pero es una exhibición completa de esa estructura del alma argentina su propensión genial por la indisciplina y la discordia. Tal tema tiene en las Memorias, la tenacidad de un refrán, de un ritornello. Salta a cada paso, en todos los órdenes de la vida, en lo militar, en lo administrativo, en lo político y se llama respectivamente indisciplina, despilfarro, anarquía o revolución. Los principios y las ideas que los partidos decían sostener eran arrojados al primer contratiempo como un pesado disfraz. No era ésta una manera de ser puramente del gaucho y de la plebe sino de los propios directores calificados, de los hombre s de ciudad y de los gobernantes. De esa raíz ha nacido el personalismo. Pudo comprobarlo, en carne propia, en su empresa para derrocar la tiranía; cuando parecía más próximo el fin, desde sus propias filas surgían para paralizarlo, las resistencias y el derrotismo. Con su habitual cautela se pregunta Paz: ¿ Será esto universal?. Tal vez, se respondía, pero es indudable, agregaba, que en ninguna parte de América ha producido tan pronunciados y terribles estragos.1 Este grupo de fenómenos revela la diátesis social que sesenta años después Joaquín González ha encontrado como ley de la vida argentina y ha llamado "la ley de la discordia 1 To mo 1, pág. 154. 139 interna". Esa propensión a acentuar la propia personalidad se alía con fuerzas cuyo cultivo puede dar frutos preciosos, pero nativamente es un camino de egoísmo, de vanidad, de ambición despiadada. La fermentación oscura de esas pasiones crea lo que llamamos el resentimiento, hiperestesia de la personalidad, secreto y mó vil de millares de acciones. Es un producto de nuestro alambique psicológico. Nace a veces de una palabra mal interpretada, de la omisión de una cortesía que se considera debida, de una invitación demorada, de un saludo frío. Ese resentimiento explica la conducta de muchos jefes y la razón de muchos desastres. Lavalle está resentido con Alvear en la guerra del Brasil; después, en la guerra civil, Lavalle está resentido con Paz, y con éste casi todos los unitarios de Montevideo. Un otro rasgo que aisló Paz fué el de nuestra prontitud para el entusiasmo bullicioso y el alborozo prematuro. Una pequeña ventaja en una acción militar originaba estruendoso júbilo. Un indicio, una conjetura hacían pensar a los unitarios que Rosas no duraría un mes más en el poder. Esto engendra el espíritu de jactancia y fanfarronería. "Cuando se abría la campaña todos gritaban que terminaría sin tirar un tiro, que el ejército enemigo estaba casi disuelto, o que no existía y que no había más que" ir, ver, y vencer"; cuando los ejércitos se aproximaban, se propalaba que el enemigo era diez veces menor que el nuestro y que no podía resistir una carga. Se daba la batalla y entonces se gritaba en sentido contrario, pero con igual exageración: que el ejército enemigo era mucho más numeroso que el nuestro, que había combatido bien y que todos nuestros soldados eran unos héroes, cualquiera que hubiese sido el resultado del combate." Vió Paz claramente, al través de múltiples manifestaciones, la ausencia de ideas en las luchas políticas y el imperio de las pasiones, los celos y los intereses personales. Sus propios partidarios deseaban su fracaso cuando crecía su prestigio. Quienes gritaban más contra Rosas eran los que más fácilmente se entregaron y quienes clamaban porque hacía cortar las barbas estaban dispuestos a perseguir a quienes se las rapaba. Los jefes unitarios no buscaban la sanción de la Constitución sino la caída de Rosas y no pensaban en 140 lo que se haría al día siguiente de ocurrida. 1 También Paz puso al descubierto el proceso demagó gico que dilató las revoluciones civiles. El pueblo campesino, el gauchaje, tuvo la seguridad de su fuerza cuando vió a los caudillos salidos de sus filas, gobernando y legislando. Esto trajo la condescendencia por el capricho popular como secreto de victoria. Pero no solamente el caudillo federal, sino el propio unitario llegado al poder se dejaba arrastrar por la "funesta tendencia a dominar las masas por la licencia, para después tiranizar la sociedad entera'”. 2 Por eso su conclusión era la de que el mal del desorden, de la anarquía y de la discordia ubicuas no era un mal constitucional sino, por lo general, "efecto de los que mandan, de nuestra ignorancia y de la anarquía propia de la revolución”. La sagaz reflexión tiene vigencia en la historia posterior. Como en la época de Rosas, se ha visto a muchos que protestan contra el desorden y la demagogia hallarse listos para repetir el ejemplo de los seductores de la muchedumbre por el halago de sus pasiones. Para Paz el mal de la anarquía y de la indisciplina no venían del pueblo, porque nuestros paisanos, decía, tienen disposiciones para la disciplina racional cuando se quiere y se sabe establecerla, cuando no se les tiraniza ni extravía.3 Estas enseñanzas, que el ojo de Paz extrae del contacto y conocimiento de las masas populares, se esclarecen en la conclusión a que llegó, con su habitual libertad de espíritu y probidad, sin que sea obstáculo hallarse en cierto modo solidarizado con el partido que combatía el imperio de las masas. Esa conclusión es la de que el proceso de la revolución originó la tendencia democrática en la sociedad: no era, agrega, efecto de un momento de falso entusiasmo sino una convicción profunda y arraigada.4 Al hacer el diagnóstico de nuestra indisciplina indicaba su tratamiento: proceder con justicia. Y porque no se guardaba ese principio de conducta si se toma ba partido entre las facciones, rehusó siempre embanderarse, solidarizarse con sus intereses Esto es un anticipo de lo que diremos luego de Paz como moralista. Su propia acción ratificaba su juicio. Triunfó en todas las acciones militares que 1 2 3 4 To mo To mo To mo To mo II, págs. 151, 394, 427. III, pág. 89. I, pág. 176. I, pág. 265. 141 comandó porque impuso la disciplina a tropas irregulares, que se tenía por reacias al orden, pero impuso la disciplina sobre la base de la justicia. En cambio fracasó en la acción política que debía subseguir a sus victorias, para hacerlas rendir sus frutos, porque entonces recobraban todo su imperio la parcialidad y la pasión de las facciones, es decir, quedaba desterrada la justicia. Su vida era, pues, la verificación de sus principios. La tragedia de la guerra civil consistió en no comprender esto y quizá sea todavía la tragedia política del país. Para triunfar en las batallas es requerida la disciplina y se la busca por otro camino que el de la justicia. Algunos unitarios quisieron asimilar los métodos gauchos y se agaucharon. Pero, como toda falsificación, fué descubierta y perdieron las batallas y los principios. 1 Su visión filosófica de la vida política argentina apa rece más completa que la de Sarmiento cuando examina la lucha de unitarios y federales. Lo que para Sarmiento era la antítesis de la ciudad y la campaña, para Paz era un cuadro más complejo: se mezclan en el proceso la oposición no sólo de la ciudad y del campo sino de la plebe y de la gente culta, de las provincias y la capital, de las tendencias democráticas y aristocráticas de la sociedad.2 Es el mismo fondo del pensamiento de Sarmiento, pero en Paz hay una mayor serenidad de juicio, un desdoblamiento más completo del actor de los sucesos y del filósofo que los juzga. III En lo que llamamos el estudio del alma y del carácter argentinos debe incluirse la pintura de las costumbres y las descripciones del medio social y geográfico, que ayudan a comprender aquéllos. El primer capítulo del libro imaginario -que podría titularse La Sociedad de mi tiempo sobre la vida argentina en la primera mitad del siglo pasado, compuesto con pasajes de las Memorias, debería llamarse: Desde dos miradores, la Aduana de Santa Fe y el Cabildo de 1 2 Cap. XXVI To mo I, pág. 262. Distingue campesino de gaucho 142 Luján. Desde esos miradores se asiste a las escenas más variadas y típicas de la vida argentina en los años de 1832 a 1839. Relato de sabor novelesco para el lector profano; es para el estudioso la exhibición de la realidad palpitante y dramática. El verismo del cronista, que se rehúsa a la vanidad retórica, adquiere la eficacia del arte. Las siluetas están trazadas con dureza de aguafuerte, la narración es desnuda, aunque siempre digna. El detalle aflora a cada paso para afirmar la fidelidad del pincel. Como figura, la de Ramírez, su carcelero de Luján, y como cuadro de la época, el trato de indios e indias en la Aduana de Santa Fe, son pinturas imborrables. No son personajes palatinos ni juegos de alta política los que urden la trama del relato: son hombres secundarios -el juez de paz, el sargento, el asistente de su carcelero -- y escenas de villorrio, corno era Luján. Es la realidad social la que late en esas páginas. Son muchos los pasajes de las Memorias que tendrían derecho a incorporarse al libro imaginario. He aquí algunos: el reparto de un botín en la campaña del Alto Perú 1 ; el fanatismo que reverbera en la convicción popular que ve en el caballo moro de Quiroga, el oráculo que lo ha hecho invencible en el juego, la pelea y el amor; la impavidez de la sociedad ante el crimen cuando éste se ha hecho corriente y queda impune, que es una página terrible de psicología social 2 ; la formación instantánea de los ejércitos gauchos cuando los convoca el caudillo y a la que concurre cada paisano con su caballo de pelea; la descripción de Buenos Aires de 1839, cuando va a comenzar el gran terror; el patio de Rosas con su fúnebre silencio en el que Paz pasa largos momentos de espera sintiéndose espiado por las mirillas de las persianas; el paso del río Corrientes en vísperas de Caaguazú, cuya descripción es tan aguda que sentimos resoplar la caballada, que los soldados, desmontados y a nado, hacen atravesar la corriente, en el silencio de la noche, para sorprender a Echagüe en su campo. Leamos la pintura del guerrillero de las luchas civiles: "Es raro hallar hombres, dice, que reúnan las condiciones necesarias para un buen guerrillero. Hay en abundancia facinerosos, audaces, que hacen del robo y del asesinato su carrera, pero no hombres do tados de las 1 En Potosí, cuando la guerra de la independencia, un tribunal di tribuía el botín y co mo parte de éste un tapado, El capitán Ferreira fue invitado a to mar su parte. Co mo éste sacara algunas monedas, solamente, el Presidente del Tribunal le dijo: "Ferreira, ¡ qué va a hacer Vd. con, eso! ¡To me Vd. más! " La lección ha perdurado largo tiempo. 2 La degollación de indios como espectáculo diario parece una fantasía dantesca. Cap. XIV. 143 prendas que deben adornar a un oficial que se dedica a este servicio. Debe ser intrépido y a la vez audaz, vigilante, infatigable, robusto, práctico de los caminos y lugares, conocedor de los usos y carácter de los habitantes; finalmente debe ser honrado, tanto más que está en mayor aptitud que otro alguno de abusar de esa posición y cometer crímenes casi con impunidad. Sobre todo, debe poseer ese tacto, esa habilidad, esa destreza para mantener en su tropa una disciplina, tal cual la requiere ese servicio, sin va lerse de los medios ordinarios de establecerla, pues si peca por rigidez, acabará con la espontaneidad que es indispensable y si se obra en sentido contrario se vendrá a parar en una lucha desenfrenada. Por esta razón, es necesario que el influjo personal entre por remedio y que el oficial partidario sea un semicaudillejo, que haga obrar a sus subordinados por medio de unos resortes especiales." Exalta luego la utilidad de las partidas en la guerra de nuestro país; ellas descubren el terreno a largas distancias; ellas ejecutan importantes sorpresas al enemigo; ellas dan la alarma cuando conviene; ellas encubren los movimientos del cuerpo principal; ellas, en fin, economizan infinitas fatigas, con que serían abrumadas las tropas regulares (de que se pueda disponer) en unos espacios indefinidos y en unos lugares abiertos en todas direcciones. Es ejemplar, como narración, la marcha hasta el campamento de Estanislao López, a raíz de caer prisionero. Desfilan personas, incidentes que tienen el movimiento patético de un drama shakespeariano, por la desnudez y calor humanos, por la emoción que, suscita el arte natural que los refiere. Apresado Paz a la caída de la tarde del 10 de mayo de 1831, la partida que lo ha hecho cautivo se aleja apresuradamente con su presa “y cuando casi era de noche, en lo más enmarañado del bosque, ha hecho alto repentinamente y en e1 mayor silencio, se trató, entonces, en repartir mis despojos. Uno tomo las espuelas, otro el chaquetón, otro tenia mi florete (desde antes), aquel se apoderó de mi gorra, dándome la suya que era asquerosa; me preguntaron que dinero traía, y aún me quitaron una bota, que en seguida me devol vieron, para buscar si había guardado dentro alguna onzas; a todo esto me conservaba yo a caballo, en el de un soldado, pero éste había descendido de la grupa y le dieron el del que hacia de jefe, habiendo éste montado en el mío, que hasta entonces habían traído de diestro. Yo quedé en mangas de camisa, y tan solo me dejaron el reloj, por insinuación del que 144 parecía mandar a los otros, porque dijo: "dejémosle el reloj a este hombre, porque puede hacerle fa1ta”; pero esto no era sino para tomarlo él después, sin participación de los demás; lo conocí y se lo di un rato después, con sigilo, al soldado que no permitió que montase en ancas, en agradecimiento de esta acción, de modo que el otro, cuando ocurrió, por él se halló chasqueado”. En camino hacia el campamento, de Reinafé, cerca de Mar Chiquita, pasa la primera noche de la travesía alrededor de un fogón con los ochenta hombres de la partida. __' Ahí está Bartolo Benavides; especie de jefe que desde el primer momento ha tratado de obtener el secreto del “tapado”, de las riquezas que suponía debía tener escondidas con la promesa de hacerle parte mas tarde, incrédulo de 1a pobreza del general prisionero. Ha llegado entre dianas y vivas al campo de Reinafe y sigue su marcha por el desierto que queda al sud de Mar Chiquita hacia el campamento de Estanislao Ló pez. Es un llano pintoresco, sembrado de bosquecillos, donde los batidores de la partida se detienen y se empinan sobre sus caballos para otear por entre el murmullo de 1os árboles, por temor a ser sorprendidos por quienes, creían, buscaban rescatar la presa. La pintura del paisaje se une ahora al relato de las peripecias. Llevado de reata su caballo, cabecea a cada paso, al tropezar con - tacuruces - los pequeños montones de tierra suelta que hacen las hormigas en el campo y después de una segunda noche de travesía en que intenta su evasión, que es un pasaje de novela de aventuras, llega a la inmediación del Fuerte del Tío y dos leguas más lejos, al campamento de Estanislao López. El cuadro es admirable como pintura y como emoción. Del Fuerte del Tío donde reconoce, al paso, el horno de ladrillos que preparo para construir iglesia, cuartel y escuela, vienen alborozados los paisanos a ver prisionero a quien había trabajado por el bien de e11os y se agregan a la partida, celebrando como un triunfo su infortunio. Habría concedido odio por el género humano, dice Paz , ante este testimonio de ingratitud; "si no supiera todo el perdón que merece la ignorancia". Cercado así por los curiosos se adelanta un joven que había sido tambor del ejército de Paz, para que fueran oídos de todos los ultrajes que vocifera en su contra. Es una pequeña escena magnífica de color la de este rincón del gran cuadro: junto al joven desafo rado marcha un viejo flaco y bilioso que va dictando a su oído las injurias, que para mayor 145 mortificación, se ha buscado que sea un antiguo soldado del general desarmado y cautivo, quien las profiera. Pero el centro del cuadro es la llegada de Paz al campo de López. Son rodeados de cerca por los jefes del ejército federal, serios los unos, con sonrisa pifiona los otros, en segunda rueda los oficiales y en contorno los soldados que asisten, algunos a caballo, para no perder ningún detalle de la escena que atisban por la estrecha puerta de la carpa de López. En un momento, mientras Paz y López conversan, sin ser visto por éste, hay un oficial que se burla gozoso del prisionero, con gestos soeces mimando el ademán del degüello. Es, pues, un cuadro de grandes dimensiones a la manera de las telas del Veronese - las Bodas de Caná o la Cena en lo de Simón- en que hay centenares de personajes, una verdadera orquesta de motivos y de temas, fieles todos, sin embargo, a la unidad de la composición. En estas páginas Paz ha evocado, de paso, la naturaleza por exigencia de su narración. Pero son muchas las que muestran la atención que prestó al medio geo gráfico. Como buen táctico, el conocimiento del terreno y sus accidentes entraba por parte principal en sus planes de batalla. Pero no era eso. No queremos decir que hubiera descubierto el paisaje y sintiera el encanto de la naturaleza, como un poeta, pero sí que su realismo se detuvo con frecuencia en la pintura de las tierras que recorría aunque no lo impusiera un pro pósito militar. Y a fe que pocos podían hacerlo con su autoridad. Pocos o ninguno habían trajinado tanto por el suelo argentino, en lentas travesías a caballo cuando no permanecido días o meses en las más variadas regiones. En 1823 hace la marcha desde Sumampa, por los altos valles del naciente catamarqueño, por Valcosna, Singuil, Narváez, la Ovejería, Carapunco, Villavil, El Fuerte y luego hasta Santa María, Colalao del Va11e y San Carlos, en cuyas inmediaciones pasará meses, en el campamento de Animaná, donde redactaba pro lijamente el diario más interesante de cuantos escribió, por su sabor autobiográfico, y que comprende desde enero de 1823 a octubre de 1824. Las veinte páginas que lo encabezan son una descripción geográfica de los altos valles catamarqueños, donde la contemplación de los grandiosos accidentes de la naturaleza andina es apenas distraída por los breves oasis donde crece la viña. 146 Al año siguiente viene desde Salta con su contingente para la guerra del Brasil. Atraviesa las tierras salitrosas de Santiago entre nubes de polvo, seguido de su convoy de carretas, cuyos bueyes amanecen rendidos de fatiga por efecto del sol africano que la breve noche tropical no alcanza a mitigar. Más tarde cruza las cuchillas de Entre Ríos y los llanos ondulados del Uruguay, que recuerda con complacencia y describe minuciosamente. 1 Hay una página dedicada a Entre Ríos, escrita en 1826, admirable por la agudeza de la visión del carácter y el porvenir de esa provincia y que debe computarse entre las que revelan su afán y su don de observador y de psicólogo.2 Índice de la Obra 1 Muestran bien su ojo de observador las anotaciones que hace sobre el Uruguay, en su diario de marcha al Brasil. Han llegado allí y dice: ".Julio 13/826. No puede dudarse que el país es admirablemente sano. Hacen tres días que vivimos y dormimos mo jados, no pisamos sino en el fango y no se notan enfermedades." "Julio 17. Viv imos en el agua hace 8 días y sin embargo la salud no padece. Clima prodig ioso que agregado a las demás ventajas naturales del país lo hacen uno de los más felices del globo." 2 Corresponde al día 22 de marzo de 1826 de su diario. ”Es notable, después de tantos años corridos desde la guerra civil, que subsista aún una prevención por no decir un odio en estas gentes contra las que vienen y dependen de Buenos Aires. De muy lejos ya se advierte un aire de engreimiento, engendrado por los triunfos que lograron en tiempos pasados y no puede desconocerse que están resueltos a conservarlo. En todo se echa de ver su espíritu independiente, valeroso y aun quizá feroz. Sin embargo, no puede dudarse que estas gentes, a pesar de su indomable fiereza, están hechos para la libertad. “'Es verdad que son en extremo ignorantes, pero es evidente que ya sea por un instinto especial, ya porque están en posesión de una casi absoluta libertad de acciones, ya por la abundancia de los elementos que forman su prosperidad y riqueza y que los constituyen en una perfecta independencia del gobierno y de los poderosos, ellos conocen ciertos derechos del hombre en sociedad y saben apreciarlos. . “Es tamb ién cierto, que por efecto de su carácter indómito, es preciso para gobernarlos la aplicación de castigos fuertes, pero lo es igualmente que no son hombres que se dominen por el terror y que es preciso mezclar actos de dulzura, y aún igualarse en cierto modo con ellos, adoptando sus usos y aun sus maneras. "Así han dominado a los caudillos que en tiempos atrás hicieron las desgracias de estos lugares, lo que constituye una enorme y esencial diferencia con lo que vemos en otros países, por ejemp lo en el Perú. Allí pueden ser despotizados los pueblos por un tirano que en nada se asemeja a los que le obedecen. Él brillará con un fausto deslumbrador a los ojos de la mu ltitud se hará temer ejercitando castigos ejemp lares, le obedecerán por la fuerza de sus bayonetas; y esto basta, el déspota permanecerá en su trono, y el pueblo miserable y paciente será esclavo. "Pero en estas provincias, ¿ cuando hemos visto a los tiranos que las han oprimido servirse de los mis mos resortes? Por el contrario, ellos han despotizado adoptando las costumbres, usos, y aun trajes de la gente de la campaña: afectando un desprecio por todo lo que no les era propio y exclusivo; inspirándolo por la gente más culta y civilizada, a la que ellos confunden con la aristocracia de otras partes: engañando, en fin, a la multitud y haciendo creer que en eso consiste la libertad, y la igualdad que hace la felicidad de los Estados. "De aquí se deduce: 1°, que nuestros pueblos no conocen distintamente la libertad civ il, pe ro quieren obtenerla; 2°, que en la mayor parte de los extravíos que hemos deplorado y que casi los han destruido, el deseo de ser libres ha tenido mucha influencia, o mejor diré, ha sido causa general de todos ellos; 3°, que deseando la libertad civil nuestros pueblos, y habiéndola buscado por tanto tiempo y a costa de tantos sacrificios y peligros, ellos (no nos equivocamos), ellos al fin la hallarán y la hallarán con la doble ventaja de deberla a sus esfuerzos, y de apreciarla bastante porque les ha costado mucho." (Diario de marcha de José María Paz.) Así como ha pintado el carácter entrerriano, ha hecho lo propio con el correntino (en quién encuentra virtudes militares que no tiene el cordobés), el salteño valiente y patriota, el jujeño modesto, de corazón fuerte. 147 CAPÍTULO XIII I EL MORALISTA Las Memorias, como obra de técnica militar, reflejan la acción de un guerrero en un momento dado de la historia de un pueblo y es un documento para la biogra fía de un héroe. Como visión y crónica de la sociedad argentina es un documento de la historia de su país. De lo particular ha subido a lo general. Pero contiene otra parte, la segunda de que hablamos, en la que desaparecen la biografía y la historia, el hombre, su país y su época. Esa parte es la de las re flexiones morales de Paz, como fruto de la auscultación del corazón humano, su pensamiento filosófico expresado con el acento digno de un gran escritor. Aquí su obra ha ascendido al plano de lo permanente y de lo universal. Citemos como primer ejemplo del escritor puro, esta página que pinta el campamento de un ejército vencedor, en el momento de celebrar la victoria. Es el día siguiente a la Tablada. "Resolví volver al campo de batalla, dice, y reunido con el resto del ejército, se repitieron las mutuas felicitaciones y los cánticos de triunfo. Allí tuvieron lugar esos entretenimientos indescriptibles a los que, después de una gran batalla, se entregan los vencedores con las emociones propias de tal situación. Allí es donde se ocupan en referirse unos a otros, con la mayor cordialidad, los peligros que corrieron, las acciones de los vivos, las virtudes marciales de los que perecieron, se hace mención de la disposición de los jefes y de los lances individuales en que se hallaron comprome tidos. Se forman innumerables corrillos, según las diversas categorías militares, sin que el hambre, la fa tiga, la falta de sueño sean parte a interrumpirlos. Mientras el general medita profunda y silenciosamente el fruto que 148 puede sacar de las ventajas obtenidas, los jefes disertan con tal cual reposo, los oficiales jóvenes charlan a más no poder y los soldados discurren y refieren a su modo las aventuras de aquel día. Parece que por algún tiempo durase la confusión de la pelea y que las cabezas exaltadas se rehusasen al reposo o a un sentimiento más tranquilo. A excepción de algunos charlatanes que procuran recomendarse por hazañas exageradas o supues tas, a quienes no es difícil designar, se puede conocer a los que han llenado cumplidamente sus deberes, por el aire de sus semblantes, en que manifiestan estar satisfechos de sí mismos. "Una gran batalla, continúa, abre una nueva era para un ejército rec ién formado; por mucho tiempo ella es el objeto de las conversaciones; es el punto de partida y también el fin de todos los discursos; en ella se crean grandes reputaciones y desaparecen otras que no estaban decididamente establecidas o que habían sido usurpadas; se ven reclutas, que por el valor extraordinario desplegado en el combate, han corrido en un día una larga carrera y se igualan a los más acreditados veteranos. En la clase de oficiales empiezan a percibirse esos destellos de genio y tino militar, que algún día harán a algunos capaces de optar a los destinos superiores. Los primeros momentos son todos, por lo común, de la patria, del honor, de la gloria; no es sino después que la envidia, la ambición inmoderada, la calumnia y otras pasiones innobles, suelen asomar su horrible cabeza." Hasta aquí la admirable página. Si hubiéramos intitulado este capítulo José María Paz filósofo habría causado sorpresa. No decimos, a veces, nuestro pensamiento por no parecer extrava gantes. El verdadero escritor no quiere nunca parecerlo. La ternura que todo escritor tiene por las almas lo induce a decir cosas asombrosas sin asombrar. Pero no estaría mal dicho: José María Paz filósofo.. Paz era un filósofo, de la especie de los moralistas, que es la filosofía de los hombres de acción. Sembradas están sus Memorias y sus Diarios de meditaciones, de sentencias rezumadas por las peripecias de su vida. Son palabras maduradas con leva dura de realidad. No son rapsodias de los moralistas clásicos, esa moneda de vellón de filosofía escolar, flores frías y acicaladas de herbario. Son flores cogidas del árbol de la experiencia, que al ser cortadas gotean en la mano su savia tibia y a veces cáustica. Es una forma atenuada de la causticidad del juicio del moralista el descubrimiento de los 149 aspectos cómicos de la vida, que exhibe, no por burla, sino como una forma indirecta de aleccionar. Paz veía fácilmente esos aspectos. En cada uno de ellos hay un tipo o un carácter de impresionante realidad. He aquí algunos ejemplos. Es sabrosa la figura de aquel doctor honoris causa de Chuquisaca, oriundo de Córdoba, de donde nunca había salido, quien sostenía que las manzanas de su tierra eran las más deliciosas del mundo. Pinta, en otra ocasión, con un solo rasgo el carácter colecticio de los ejércitos, cuando refiere en su Diario que una partida que se unió a su división, en marcha a la guerra del Brasil y enviada por La Madrid, había soldados que llevaban “hasta cinco personas de familia y algunos hasta con suegras”. Un general y gobernador, aliado en la campaña de corrientes, después de Caaguazú lo invitó a una entrevista para exponerle un pensamiento, que resultó ser el de activar las diligencias para descubrir el paradero del caballo malacara, de Echagüe, en que éste se salvó después de vencido. Un comandante que llegó luego a general, a quién no veía hacía años y que no estuvo en Caaguazú, se empeñó durante dos horas en demostrarle que no sólo se le debían las disposiciones que dieron esa victoria sino que propiamente hablando había sido el héroe de la jornada. 1 Paz vió y sintió lo que son los azares de la guerra y de la anarquía y sus pasiones sombrías. Ministros que pasan, sin pausa, de la adhesión a un partido a la adulación de otro y al cadalso de cualquiera de ellos; proveedores de tropas, ricos un día, mendigos al día siguiente. En estas procelas en que transcurre la vida revolucionaria, no piensa como un oportunista 1 He aquí una página a lo Molière. Se ha firmado la alianza de Santa Fé y Corrientes. El dip lo mático santafecino es festejado haciéndole presenciar man iobras del ejército de Corrientes. Terminadas éstas, un jefe correntino, acompañado por treinta o cuarenta oficiales forman línea a veinte o treinta varas enfrente de la comitiva del enviado de Santa Fé, también con su comitiva de generales y oficiales. El jefe de Corrientes avanza unos pasos y pronunció a nombre de su tropa un discurso de felicitación al enviado santafecino. Este, avanzando también unos pasos, contestó con otro discurso no menos altisonante. El primero pronuncia una nueva arenga que el enviado no deja sin contestación. Por tercera vez habló aquél y éste Tampoco quiso quedarse atrás, de tal modo sucediéndose uno a otro, resultaron una docena de discursos dados y recibidos. Co mo cada uno de los oradores daba pasos adelante, en cada nuevo discurso vinieron a quedar al último a una vara de distancia, mientras sus comitivas se mantenían a la mis ma distancia a que se hallaban al co mien zo de esta lucha de cortesía. Para encontrar temas a tanto discurso, sucesivamente, habían ido to mando la personería de su división, de su ejército, de la Provincia, de la República, de la humanidad en tera. Al final los ademanes reemplazaban las palabras. Muchos reían pero algunos con la boca abierta los admiraban. Tuve que aproximarme, al fin dice Paz, para cortar el diálogo ya que vino a parar en eso el certamen oratorio. (Cap XXXI). 150 que erige en principios los caminos que llevan al buen éxito, a la manera de un Maquiavelo, sino como un hombre de verdad, como un filósofo. “Como el mal obrar, dice en una ocasión, nunca es un vínculo de verdadera amistad, los mismos que habían marchado por el mal camino, se separaron muy luego y estalló la división entre ellos”. Con la brevedad de una sentencia de Tácito escribe: “Lo sublime del vicio es cuando se enseñorea hasta hacer avergonzar y esconderse a la virtud contraria”. Leamos ésta otra: “Los hombres adiestrados en intrigas vulgares y pequeñas son niños cuando se trata de negocios de esfera elevada”. “Es notable, dice en otra ocasión, el vértigo que llena las cabezas que se dejan dominar por un falso entusiasmo, que no es otra cosa que el desorden de las ideas y también de sus pasiones”. 1 Son un mal indispensable en las revoluciones, dice, las venganzas y exacciones, pero es un deber aminorarlas cuando se pueda., si se quiere consolidar el cambio. Lo demás es marchar de revolución en revolución. Los diarios de vida militar, aún inéditos como su correspondencia privada, trascie nden esa propensión de su espíritu a traducir en reglas morales las lecciones de la vida. Son expresiones de esa misma tendencia, aplicacio nes de su sentido moral y de su aptitud de síntesis, las semblanzas, los retratos, las instantáneas, trazados, a veces, con rasgos apresurados y escasos, pero enérgicos, de las personas con quienes topa su relato. Así las de Rondeau, Rivera, Agüero, Oribe, Vélez. He aquí un retrato: "Jamás se inmutaba, ni he sabido nunca que se lo viera irritado: su exterior era frío e impasible, su semblante poco atractivo, su manera y hasta el tono de su voz, lo hacían más propio para llevar la cogulla que el uniforme de soldado. Prometía mucho, pero no era delicado para cumplir su palabra. No se le conocía otra pasión que la de mandar y si merece que se le dé la clasificación de caudillo, era un caudillo suave y poco inclinado a la crueldad. " He aquí otro: "Don Julián Segundo de Agüero tendría entonces sesenta años, pero gozaba de robustez y buena salud. Es sacerdote, pero ni sus trajes ni sus modales lo indican, pues 1 To mo I, pág. 181; To mo II págs. 159, 343 y 351; To mo III, págs. 12 y 18 151 afecta los del gran mundo o, por lo menos, los de un secular de buen tono: jamás le vi tomar el breviario ni ocuparse de lectura alguna durante la navegación, o conversaba con los jóvenes oficiales o se paseaba sobre cubierta en actitud reflexiva y meditabunda. Jamás se abandonó a la menor confianza. Si esto es una ventaja, tenía el inconveniente de no inspirar confianza a los demás. No había orador que lo sobrepasase en elocuencia: su tono, su metal de voz, su método, su lógica, todo arrastraba a la persuasión, pero a fuerza de reservarse para las grandes ocasiones se hacía insulso y hasta insoportable. ¿Creía este hombre (jefe y oráculo de un partido) llevar a los demás a la abnegación y a la muerte sin tocar el resorte de las grandes pasiones?". He aquí un paralelo, de Rosas y Estanislao López, en diez líneas: "Rosas me mandó libros, a López ni se le ocurrió que podía necesitarlos. Aquél me hace cono cer francamente sus intenciones; López, taimado y taciturno, quiere que le adivinen y se irrita porque cree que no puedo comprenderlo. Ambos gauchos, ambos tiranos, ambos indiferentes por las desgracias de la humanidad; pero el uno obra en grandes proporciones; el otro, limitado a una esfera tan reducida como su educación y sus aspiraciones. Rosas marcha derecho; López por rodeos y callejuelas, Rosas fusila ochenta indígenas en Buenos Aires y en un solo día; López los hace degollar en detal, de noche y en un lugar excusado." "Rosas pretende que se le tenga por hombre culto, pero haciendo ver que no son para él una traba las formas de la civilización; López se rebela contra la socie dad, siempre que se le da a entender que ha dejado de pertenecer al salvajismo. Rosas quiere el progreso a su modo, un progreso (permítaseme la expresión) haciéndonos retroceder en muchos sentidos; López nada quiere, sino el quietismo y un estado perfectamente es tacionario. Rosas escribe mucho y da grande valor al trabajo de gabinete; López aparenta el mayor despre cio por todo lo que es papel, imprenta y elocuencia. Por el contrario, López ha sido feliz en el campo de batalla y tenía cifrada su vanidad en eso: Rosas no ha aspirado a la gloria militar, sea por sistema, sea por otro motivo que no haga tanto honor a su valor personal. " Para apreciar a este severo moralista es necesario saber que se aplicaba la regla a sí mismo. Su diario de 1823 contiene confidencias que nos abren su intimidad. Son pasajes a lo Amiel, que dejan escapar el grito, prontamente ahogado, de las tribulacio nes de un alma ansiosa y esforzada. "Estoy persuadido, escribe el 12 de julio de 1823, que es necesario 152 estar siempre en guardia. Es mortificante, pero es necesa rio para no ser juguete de la intriga, de la malicia, de la malevolencia." En 9 de septiembre del mismo año escribe: "He cumplido 32 años, en este período, que no es corto, nada he adelantado. Mi situación no tiene nada de lisonjera y mis esperanzas bien tristes. Suerte escasa, ¿cuándo te cansarás de serme adversa ? Pero Dios Justo, venero tus decretos y tu Providencia. Dame fuerza para concluir mi carrera sin separarme de la senda de la virtud y del honor." En junio 24 otro desahogo: "Es preciso que confiese que no tengo aptitudes para adelantar en la Revolución. Los sentimientos que me impiden hacerlo si son los de un corazón noble, son perjudiciales a mis intereses. Mas he marchado de este modo y pienso concluir así mi carrera, aunque lo pague mi fortuna." Han pasado veintiún años, entre los cuales si están los ocho años de la prisión están también los de sus grandes triunfos, y mirando su vida desde la cumbre de los cincuenta y tres años escribe a su esposa (6 de octubre de 1844) con el mismo acento de sus años juveniles: "Si la vida es un viaje que hacemos sobre esta tierra de lágrimas los pobres humanos, nadie con más propiedad que nosotros lo puede decir y probar. En nuestro país todo ha sido trabajo, en el extranjero la más cruel incertidumbre. En tan penosa situación sea nuestro consuelo la más perfecta resignación y co mo vos dices tan cristianamente, abandonémonos a la voluntad de Dios." 1 II ¿, De dónde pudo salir, cómo pudo formarse este escritor, soldado de la Independencia, desde los veinte años y luego actor de primera fila durante toda, la guerra civil, hasta su muerte ?. No fué, sin embargo, de generación espontánea ni siquiera un autodidacta. Hasta los veinte años fué alumno del Colegio de Loreto y de la Universidad de Córdoba. Graduado de maestro en artes, estudió letras profanas y sagradas, y cursó luego tres años de jurisprudencia. Había frecuentado no sólo el Viris ilustribus y las Fábulas de Esopo, sino también Virgilio, Tito Livio, Tácito, Salustio y Horacio. 1 Repetimos porque las miramos desde otro punto de vista, las citas y hechos recordados en los caps. II y III. 153 A los catorce años había dado en latín su examen de lógica, cuyo texto se conserva -su lema era Juxta recentiorum mente accomodare- y escrito en latín una loa a Nuestra Señora de Loreto, con elegancia clásica, que también conservó entre sus papeles. Había recibido lecciones sobre la Summa, seguido sus cursos de filosofía por Jaquier y Altieri. Su preparación literaria se debía, en primer término, a la enseñanza clásica, visible en la riqueza y exactitud castiza de su estilo. He aquí, de paso, algunos ejemplos. Paz dice convertir por inclinarse o virar hacia, colecticio por reunión adventicia, mansión por permanencia, zumba por burla, suceso por buen éxito, consolatoria por consoladora, febricitante por febriciente, socaliña por soborno, medradas por acrecentadas, solaparse por disimularse, regalía, tráfago, indefensión, asenso, a mujeriegas, enordenar.1 Observemos que no hay en esto el menor asomo de preciosismo literario. Se reconoce la buena escuela en la brevedad graciosa y expresiva de algunas locuciones. Dice, por ejemplo, dió libertad a sus prisiones para decir quitó los frenos a las pasiones. Cuando pierde a su madre, tenía cuarenta y ocho años y ella era una anciana. Para expresar su dolor y su orfandad dice "quedé como en ace falía". No sé que se haya expresado más certera y brevemente el desquicio y el vacío que dejan la muerte de una madre. Para hablar de todo juicio improvisado y presuntuoso dice que se parece al de un "hombre que supiera aritmética sin saber leer ni escribir". Lo externo, lo decorativo de su bagaje escolar irá perdiéndose con el rodar de los años duros de la guerra, como pierden la cáscara y su musgo los leños que arrastran los ríos, olvidará ésta o aquella regla gramatical, equivocará la ortografía este escritor que a veces carece de papel para escribir o redacta sus borradores en los recortes de las cartas que recibe. Pero la impregnación de las lecturas latinas trasciende co mo un perfume levísimo aún en los partes de batalla o en las órdenes a sus comandantes que apenas sa ben firmar, escritas sobre el arzón de su caballo de guerra. Es claro que sus años de Loreto y de la Universidad no bastan para explicar al escritor. Pero esa instrucción y el enriquecimiento que ganó con sus largas lecturas en los años muertos que median entre Arequito y la guerra del Brasil y después durante la prisión, 1 Esto no impide que sean las Memorias de PAZ y el Facundo de Sarmiento donde haya de recurrirse para formar un vocabulario de voces argentinas (F. A. PERA LTA, Boletín de Investigaciones históricas, tomo VII Pag. 167 B. Aires). 154 cuando lee La Ilíada, Vidas paralelas de Plutarco, los comentarios de César y las descripciones de Humboldt, si justifican la amplitud y la sazón de su cultura, no nos muestran cómo Paz, pudo ser un historiador, un psicólogo y un moralista. Este fruto proviene de otras fuentes, las que debían otorgarle las condiciones internas sin las cuales la sola aptitud profesional de escritor es cosa vo landera. Las condiciones intrínsecas del escritor tienen otras fuentes. La vida en permanente entrega a la acción, en contacto con soldados, con caudillos, con las poblaciones, con la naturaleza, aguzaron sus dotes naturales de observador que proveían de materia prima a su genio meditativo. La influencia de su hogar fué muy grande en la formación de los severos principios adquiridos en la escuela. Constituido así su carácter, fué su carrera una disidencia irreducible entre sus principios y las exigencias de su tiempo. Él escribió alguna vez estas palabras, ya citadas," no me acomodé a la época desgraciada en que me tocó vivir". De este inconformismo nació la esterilidad de su acción política, pues que no cedió a la tentación de abdicar de sus convicciones para lograr ventajas. Pero lo que no solemos ver, y lo que él mismo murió ignorando, es que las razones que lo privaron de brillantes triunfos públicos son las mismas que labran su grandeza de escritor. Su indiferencia para complacer, su desapego por la popularidad y aun por la simpatía, su rigor en la elección de los medios, son manifestaciones de las dos virtudes sobre las que descansa el mérito del historiador y del moralista: la pasión por la verdad, el culto de la justicia y la virtud, de la que decía que "debía amarse por sí misma ". 1 La gloria de escritor es, pues, en cierto modo el desquite de su infortunio político. Índice de la Obra 1 Vé carta a don D. de Oro de 16 de octubre de 1849, (Apéndice, To mo III Memo rias Póstumas.) 155 LA DEFINICIÓN DE PAZ: GENIO MORAL 156 CAPÍTULO XIV PAZ, GENIO MORAL. PAZ y ROSAS Examinados su vida y su espíritu nos preguntamos naturalmente cuál es la definición de Paz. Decimos que era un genio moral. 1 Porque Paz era un genio moral, pasan ante nuestros ojos como meros atavíos de su figura, su prestigio de militar invicto, su poder de organización y de creac ión de recursos, su valor imperturbable. Y nos parecen sólo corolarios de su estructura moral la fortaleza en la adversidad, el desabrimiento por el favor político, su aceptación sin amargura de la oscuridad y la pobreza, su grandeza de infortunado. Lo so n las propias negaciones de sus críticos -carencia de flexibilidad y de tolerancia, condiciones que no apeteció porque le parecían de una jerarquía inferior a los valores que bus caba y a los que permaneció inquebrantablemente fiel: la obediencia a los deberes de justicia y de verdad, a los mandatos de su conciencia. Esto privó quizá a su biografía de otras glorias militares pero compró a su precio el relieve moral que su vida revela. Por conte ner el valor universal de héroe moral es que, si en vez de soldado por imperio de su época, hubieran sido otras las circunstancias, fuera siempre un hombre extraordinario, -legislador, historiador o filósofo-, en áreas en que la conducta vigila el curso de la inteligencia. 1 El genio moral no es un descubrimiento que hayamos hecho. Está imp lícito en lo que los más calificados contemporáneos dijeron de Paz. Mitre dijo al día siguiente de su muerte: "llenó su deber como no lo llenó nadie en esta tierra". En otra ocasión dijo que reunía a la pru dencia de Fabio, la ciencia de Epaminondas. Sarmiento lo colocaba entre Wáshington y Bolívar. Pacheco y Obes decía al general Laro miciére en París, que la pre sencia de Paz en los negocios del Río de la Plata producía la impresión de una doncella en una orgía. "Paz, por cuyos labios no pasó nunca la mentira", dice V. F. López (tomo 1, pág. 319). Don Martín Ruiz Moreno, ho mbre ad icto de Urquiza, le aplicaba las palabras de Plutarco a Paulo Emilio: no buscaba amigos y observaba los deberes de la milicia co mo un sacerdote (Organización nacional, tomo I, pág. 23). 157 Esa profundidad de su vida personal es lo que lo convierte en un arquetipo humano, en un modelo para una tragedia de Corneille, una de las pocas contribuciones con que podríamos concurrir a un panteón de glorias latinas. Nos parece la mejor ilustración de este final de su semblanza confrontarlo con otro personaje de su mismo tiempo y de la misma escena. Fueron caudillos de las dos tendencias, retadas a muerte, cuyo duelo llena con sus raíces y sus vástagos, casi por entero, el primer siglo de historia argentina: las llamadas unitaria y federal. Eran Rosas y Paz. Quien leyera, sin antecedente, esos dos nombres reunidos, puestos a la cabeza de un escrito -paz y rosas- esperaría hallarse ante un poema bucólico, una leyenda de amor o un relato de esas épocas afortunadas, de euforia social, como el siglo de Augusto o la era victoriana de Inglaterra. Por cruel ironía, sin embargo, esos dos hombres encarnan un cuarto de siglo -1829-1852que fué el de “las cien batallas”,1 época de discordias, de odio y de sangre. Estos dos antagonistas habían nacido al mismo tiempo -Paz en 1791 y Rosas en 1793- y tenían algunas semejanzas aparentes. Ni uno ni otro, pertenecían al género de los cardíacos, de los sentimentales; con una diferencia, que el corazón de Rosas había nacido frío y que Paz se empeñó en enfriar el propio, vigilándolo para que no recobrara su natural ardor. Eran, pues, antirománticos. Pero Rosas solía aprovechar el prestigio de las lágrimas y los lamentos vertiéndolos sin sentirlos. Rosas disponía exequias públicas a su esposa y su legislatura decretaba en honor de la muerta duelos palatinos.2 Paz buscaba la soledad del campo para dolerse por la muerte de su padre ya que solamente le fué dado llorar a su madre en la prisión y a su esposa en el destierro. 3 1 Así fué llamada alguna vez, con toda verdad: sería curioso contarlas. El encarnizamiento de la pelea fué mayor en la guerra civil que en la guerra de la independencia. En la batalla de Angaco, en la que lucharon 600 soldados de Acha contra 2.300 de Aldao, mu rieron 1.157 soldados: en la de Quebracho Herrado, Lavalle tenía 4.200 soldados y perdió 1.500. (Quesada E., Acha y la batalla de Angaco, pág. 94; IDEM, Lavalle y la Batalla de Quebracho Herrado, pág. 207.) En La Tab lada quedaron mil muertos del ejército de Quiroga, que se componía de 4.000. (Paz, Memorias, cap. La Tablada.) En el oscuro encuentro de Quiroga con La Madrid en el Rincón, de Tucumán, quedaron quinie ntos cadáveres. 2 Dos años después de la muerte de su esposa, Rosas daba un manifiesto pidiendo a los ciudadanos que cese el luto que lleva por esa razón (Registro Oficial año 1840). 3 Paz en uno de sus Diarios dice: "4 de abril de 1825. Llega al correo y me hallo sin carta de mi padre; un amigo me avisa que quedaba enfermo, pero que sanaría a esfuerzos de buenos facultativos y asistencia. Sin 158 Ambos creían también que el país tenía necesidad primordial de disciplina, pero la comprendían de diversa manera. Rosas quería obediencia ciega a una ley que dictaba para los demás y estaba en su mano derogar, Paz imponía donde quiera que estuviera, una rigurosa disciplina, pero que procedía de la razón y de la justicia y que lo obligaba a él, primero, como predicador. 1 Buscaron también el orden; Rosas el orden como una conquista instantánea, bajo el puño de la fuerza, Paz el orden vivificado por la libertad –– su gemelo malavenido – el orden radicado en el fondo de los ánimos por la educación y el ejemplo. Paradójica distancia; quien ponía su fe en la fuerza era un militar de ocasión, quien ponía su fe en la razón y la justicia era un general de carrera que al frente, de sus ejércitos no perdió nunca una batalla. No tan paradójica, sin embargo, como la de haber pasado a la historia, Rosas como el padre del federalismo y Paz como un caudillo unitario. 2 Rosas no conoció las Provincias y ojos que no ven, corazón que no siente. Fingió amarlas hasta dominarlas. Las amarró a su voluntad y trató a sus gobernantes como amanuenses. Su astucia para convencer de su sagrado fervor federalista llegó a tanto que ha embargo, al mo mento concibo que no volveré a ver a mi padre. Esta consideración causa una fuerte impresión en mí, que me hace salir al campo, donde pago el tributo a la naturaleza." “12 de abril. Antes de marchar llego al correo y se confirman mis sospechas sobre el fatal resultado de la enfermedad de mi padre: murió este excelente hombre el 17 de marzo. La primera sensación que me causó la noticia fué terrible; me entregué al dolor, lloré mucho y por algún tiempo me fué imposible ser dueño de mí mis mo.” La madre mu rió en 1839 en Lu ján, durante su prisión, y la esposa en junio de 1848, hallándose proscripto. 1 Dio una lección memorable en Ituzaingó. Llevó la últ ima carga que fue decisiva; sin orden de Alvear. Alvear corre a su encuentro y le increpa: "¿Sabe usted que ha cargado contra los regimientos de infantería alemana y un reg imiento de caballería? “: dice. "Coronel queda usted suspendido". Paz contesto: " obedezco"; se retiró y echó pie a tierra. A lvear vuelve al centro de la línea y convoca a sus jefes. A su pregunta sobre el número de oficiales muertos, el comandante Correa Morales informa q ue, solamente hay un muerto y tres heridos graves ; “los muertos que usted ve, le agrega, son en su mayoría soldados enemigos.” Vuelve Alvear hacia donde se encontraba Paz para decirle: “ Por qué cargo usted sin mi orden? Paz replicó: "porque era la única manera de salvar mi regimiento y porque usted autorizó hacerlo cuando la circunstancia lo impusiera”. . Alvear, entonces, concluye la escena que dura apenas unos minutos: “ es usted un valiente”, levanta su suspensión, lo proclama general en el campo de batalla (esto ultimo no es verdad). Esta versión de don José Maria Todd, quien se ofrece co mo testigo presencial, no está contradicho en lo esencial por el Diario de Paz en la Guerra del Brasil. 2 Rosas decía a don Santiago Vázquez, el enviado del Uruguay: “ todos dicen que soy federal y yo me río " (VEDIA y MITRE, De Rivadavia a Rosas; pag. 344), A pocos se ha ocultado la intención centralista, porteñista de Rosas.(Vé don JOSE MARÍA ZUVURÍA, Estudios de historia argentina y MANSILLA, Rosas. Hizo fracasar el Congreso convocado para reunirse en Santa Fé a fin de constituir federativamente el país. La famosa carta de don Manuel Leiva instando para el envío de diputados --- la que Quiroga envió a Rosas y provocó su enojo ---. demuestra la falsedad del federalis mo de Rosas. 159 engañado a la propia historia. Sin embargo, no existía para él sino Buenos Aires y fue tan débil la unión federativa que dijo fundar que nunca antes de el sucedió lo que a su caída: Buenos Aires, la ciudad sede de su imperio absoluto, vivió separada de las Provincias durante ocho años, con pujos de separarse para siempre. 1 Paz, en cambio, conocía al país de un extremo a otro. Había guerreado en la Puna nevada, bajo el sol de Santiago, en las sierras de Córdoba., entre los esteros de Corrientes, a través de las cuchillas de Entre Ríos. En 1830 reunión por primera vez un congreso de diez provincias (Salta incluía Jujuy en esa fecha), las provincias mediterráneas y pobres, en frente de las cuatro provincias ribereñas que podían comunicarse directamente con Europa y cuyo privilegio podía aho gar el federalismo. Por eso, caído Rosas, Paz sostuvo que no podía la nación organizarse federativamente sin la nacionalización de la aduana de Buenos Aires, pero consideró asimismo absurdo que se pensase en ello si Buenos Aires -que defendió y salvó del asedio del ejército de las provincias en 1853- no quedaba a la cabeza de la nación. Pero los contrastes entre Paz y Rosas son más profundos. Es fácil descubrirlos porque en las épocas de anarquía y de guerra se revela el fondo de las almas: el golpe del torrente desnuda las rocas y el cierzo voltea las hojas y saca a luz el tronco de los árboles. Esas diferencias no son de ideas, sino de tempera mento, de caracteres, de la "filosofía" personal de los actores. Pueden resumirse en dos palabras: Paz era un genio moral, Rosas un genio político. La piedra de toque para distinguir el sentido moral del sentido político es la elección de los medios de que cada uno se vale. Para el político el fin es soberano y los medios son sus súbditos: opta por los medios de gran rendimiento inmediato. Valen en la medida de su eficacia. 1 2 Para el sentido moral los Rosas se oponía a la constitución, desde luego porque era un realista, es decir, opuesto a lo que fueran ideas o proyectos. Decía que había que "organizar lo que existía” antes de pensar en cosas nuevas. Además, como d ice Ibarguren, eso habría obligado a reunir un Congreso, lo que impo rtaba crear una autoridad superior a Buenos Aires y era él, ante todo, un met ropolitano. (IBARGUREN, Juan M. de Rosas, pag. 194). En ese sentido era más centralista que Rivadavia y, en cierto modo, continuado por el grupo localista que se formó después de Caseros con don Valentín A lsina a la cabeza. BILBA O M . Lo considera típicamente un separatista (Historia de Rosas, in fine). 2 La Presse, de París, que hacía el elogio de Rosas, decía en septiembre de 1844, al conclu ir su defensa: ' 'Tal es el hombre de quien puede decirse que queriendo el fin, jamás ha retrocedido ante los medios." He ahí el juicio de sus propios admiradores (vé Archivo Ame ricano, 1845). Conocido es su ardid para asegurar su matrimonio : hacer que su prometida escrib iera una carta confesándose encinta. (Ibarguren, Juan M. de Rosas.) 160 medios forman un solo todo con el fin, son sus pares. Mira ante todo su limpieza. 1 Cuando procediendo con aquel criterio un hombre ha sido el centro de su época, ha gobernado los sucesos, es un genio político. Cuando procediendo como en el segundo caso ha llegado al extremo heroico, bien no alcance a gobernar ni sellar una época con su nombre, es un genio moral. Las proporciones del genio moral, por eso, no dependen de la fortuna de su carrera, sino que, al contrario, resaltan sobre el fondo que le hacen los reveses. Es más grande cuando no lo alentó una estrella propicia. Para el primero las verdades máximas son la realidad y la actualidad. El segundo no capitula con los hechos ni las requisiciones de su momento porque coloca por encima de ellos el mandato de la verdad y la justicia, el pensamiento del porvenir y del destino. Para el primero sólo existe su ambición, su partido, su pue blo, su nación; el segundo no olvida al partido contrario, al pueblo, la humanidad. Es el hombre que conoce lo absoluto y los valores intemporales. No es que para Paz no existieran ni la realidad, ni el presente, ni su país, sino que no existían como verdades únicas. Paz partía del presente, de lo que existía, para fundar lo que debía existir. Un solo norte tuvo su acción: organizar una nación. En la lucha civil perseguía la prolongación lógica de la independencia. A Rosas no interesaba sino lo que existía. No tenía la preocupación ni la inquietud del porvenir. No veía otros problemas que aquellos que planteaban los acontecimientos. Si fuera verdad que por su obra se consolidó la unidad nacional, no le sería atribuible porque no pensó ella. Habría sido el cazador cuyo tiro, por mala puntería, da en la roca y hace brotar un manantial. 2 Paz creyó que la revolución contra Rosas no debía salir de manos argentinas, combatió 1 En un manuscrito relativo a la defensa de Montevideo, publicado por su biógrafo Jacinto R. Yaben, se dice de Paz: "Si el general Paz encuentra en su marcha un obstáculo que no pueda vencer sino por un medio inmoral, reprobado o injusto, la honradez de su carácter y principios le detienen...... " Si el manuscrito fuera del propio Paz tendría el valor de una confesión (Revista Militar, año 1932, pág. 1.056). 2 Rosas aconsejaba " marchar siempre con las circunstancias y los sucesos”. Su carta a Quiroga oponiendo reparos a la organización constitucional es, en el fondo, un alegato en nombre de las circunstancias. En el año 31, La Gaceta decía que no había que ocuparse de formas de gobierno, sino de edificar lo destruido (febrero 24, 1831). (Vé carta a Ibarra, en IBA RGUREN, cit., pág. 192.) 161 bravamente la idea de desmembrar Entre Ríos y Corrientes, y alzó el lema de "nacionalidad y orden". Volvió a Corrientes para arraigar en los hechos su protesta, para "nacionalizar la guerra", como él decía; exigió el reconocimiento expreso de su calidad de argentino cuando fue omitida en un decreto del gobierno del Uruguay. 1 Cuando procediendo con aquel criterio un hombre ha sido el centro de su época, ha gobernado los sucesos, es un genio político. Cuando procediendo como en el segundo caso ha llegado al extremo heroico, bien no alcance a gobernar ni sellar una época con su nombre, es un genio moral. Rosas defendió la soberanía territorial argentina contra la intervención extranjera y acusó de traición a la patria a los unitarios que la buscaron, pero la pa tria no era para él el conjunto de tradiciones acumuladas por los hombres que habitaban el mismo suelo, sino un suelo patrimonio de un partido: el "casco" de una gran estancia, cuyos límites le habría gustado ensanchar. Fué en su mano el argumento nacionalista un arma admirable de lucha política, sin referencia a un principio. Es así que su nacionalismo no le impedía execrar a millares de argentinos que llamó" salvajes unitarios", ni entregar su más grande ejército a un general extranjero, con un estado mayor de extranjeros, como eran Oribe y sus jefes, y otorgarle patente para llevar al cadalso discrecionalmente, a sus compatriotas 2 . Paz comprendió las limitaciones que los principios 1 Los documentos han sido publicados por YABEN, loc. Cit.. Debe recordarse que en los tratados de Córdoba, julio y agosto de 1830, Paz consideraba el caso de que la alianza de las provincias fuera para defenderse de enemigos exteriores. 2 Prescindimos de las publicaciones que eran armas de combate, sospechosas de falsedad, de las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, por ejemplo, o de los relatos novelescos como A malia o el muy curioso, Los Mártires de Buenos Aires o el Verdugo de su República, de Manuel María De Nieves, publicado en Madrid en 1857. Dos publicaciones recientes, documentadas e insospechables, ayudan a comprender la realidad de la figura y el gobierno de Rosas: Levene, Iniciación de la Vida pública de Rosas (tomo II, Acuerdo de la Junta de Representantes) sobre la famosa contribución de 25.000 cabezas de ganado que haría Ro sas como condición del pacto de paz con Santa Fe, de 24 de noviembre de 1820, que resulta una superchería, y Ravignani, en La unión federal al comienzo del gobierno de Rosas (en Anales Fac. Ciencias Jurídicas de La Plata, to mo VI, año 1933), sobre los propósitos pacifistas de su mediación en la guerra del interior. Debemos también señalar la publicación del pro ceso levantado por la muerte de Florencio Varela, por P. Rodríguez Villar, Bs. Aires, 1935, que debe concordarse con la carta de Rosas que publica el Manual de don V. F. López (pág, 606), que algunos han tachado de apócrifa. Merece consideración asimismo el Rosas, de MANSILLA, por proceder de quien lo conoció en su intimidad y era su sobrino, sobre todo con relación al asesinato de Maza (cap. 16) El testimonio de Darwin, Viaje alrededor del mundo es, sin duda, irre cusable. Según éste, Rosas pagaba a los tehuelches un tanto por cada indio enemigo que matasen. Le dijeron a Darwin: cuando Rosas ríe no perdona (Voyage d’un naturaliste autour du monde, págs. 74 y 110): rasgo shakesperiano, ha 162 ponían a su acción. Si es un defecto, dice en sus Memorias, "la preferencia a sucumbir fiel a sus principios de orden y libertad a triunfar en el desorden, debo confesar que adolezco de él en grado superlativo”. Más tarde, perseguido, proscripto, fugitivo, rehusé obstina damente reunirme a unos hombres cuyos principios no concordaban con los míos. 1 A nuestro turno nos corresponde comprender las limitaciones que a su genio moral creaban la naturaleza de su carrera, el estado revolucionario de su país, y cómo esas barreras imposibilitaban su ascensión hasta las cumbres de la caridad o el sacrificio, a las que llegaron Alfonso de Barzana, el evangelizador del antiguo Tucumán o Roque González de Santa Cruz, el mártir de Caaró. Si de ordinario es tan ardua la sumisión a los prin cipios morales, imaginemos lo que significó obedecerlos para un guerrero lanzado en una lucha sin merced, en la vorágine de pasiones desatadas. Para acotar su perfil, pues, no olvidemos que no fué el suyo un principismo predicado desde el gabinete o desde el ostra cismo, sino un principismo probado por el fuego y por el hierro. Rosas era la antítesis de Paz. Usaba los medios que le parecían útiles, el disimulo, la mentira, la violencia, el asesinato. Su oráculo era la eficacia, "el golpe cantado". Fué, sin duda, un paciente, un concienzudo experto del corazón humano. (Parece que lo conocieran mejor quienes pueden recorrer el propio como una sala de museo.) Conocía el jue go de sus resortes para enervar una resistencia, para adormecer una voluntad, des viar un peligro, quebrar un rival, hacer adivinar sus deseos, aliarse con las debilidades de los demás, arrastrar el favor popular -sin impaciencia pero infatigablemente. Pero si sus artes fallaban o había riesgo de fracaso o represalia, este hombre hábil y dicho Ibarguren. En carta a Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, decía Rosas, refiriéndose a sus enemigos: "hay que escarmentarlos con rigor a los que lleguen a ser aprehendidos" (Terán, Tucumán y el Norte Argentino, pag. 121). No son necesarias las citas, puesto que el mueran los salvajes unitarios es suficientemente claro. Los unitarios contestaban la imputación de traición a la patria recordando que Rosas, cuando sitiaba a Buenos Aires en 1829, escribió en marzo de ese año al vizconde de Vénancourt, almirante de la flota francesa, que se había apoderado de los barcos argentinos de guerra, en el puerto de Buenos Aires, pidiéndole que no los devuelva, que se apodere de otros que estaban en el Paraná, que hostilice al gobierno de Lavalle, y que le otorgue una entrevista en la Ensenada, a donde concurrirá su hermano Prudencio, ofreciéndole los víveres que necesite para su tropa. Esta carta fué leída en el original en el Parlamento francés, en la sesión del 29 de diciembre de 1849, por la Roche Jacquelin (vé Moniteur universelle,. Pág..4.211) contestando a la Gran je. 1 Memorias Caps. XXIII y XXIV. "No soy ni fui nunca hombre adecuado para las revoluciones, ni tengo esa audacia de carácter que hace sobreponerse a todo miramiento, ni poseo esa indiferencia por lo justo, equitativo y útil al público que hace superior el interés individual a toda otra consideración" (cap. XI). 163 expeditivo no se empeñaba en el fuego porque el puñal, en mano segura, podía hacer más o menos lento el triunfo. 1 El uno educado en una ciudad quieta y tradicionalis ta ha salido de ella a los veinte años para mezclarse a las masas y contagiarles las virtudes aprendidas en la vida doméstica y urbana; el otro se ha formado en la vida libre de la Pampa y ha entrado en la ciudad con las lecciones aprendidas de indios y gauchos. Aquél llevó la Universidad al campo, éste la "estancia" y el fortín a la ciudad. Paz creía en la buena calidad de "nuestros paisanos ", en su docilidad para una" disciplina racional cuando se quiere y se sabe establecerla, cuando no se les tira niza o extravía”. Logró elevarlos hasta ella y comprobó su juicio venciendo con ejércitos organizados otros mucho más numerosos. 2 Creyendo en el pueblo y educándolo, no fué popular. Rosas quiso entronizarse sobre el apoyo de las "cla ses bajas", pagándolo con la licencia para sus instintos y embriagándolas de odio. 3 Y fué inmensamente popular. Paz buscó sinceramente la concordia con Quiroga, su mortal enemigo y se ofreció a Urquiza, con quien había peleado frente a frente, cuando se pronunció contra Rosas. Este propagó la semilla, hasta hacer planta silvestre el odio entre los argentinos. Rosas llegó al gobierno de la rica provincia de Buenos Aires - una y otra vez, en 1829 y 1835, por artes de astucia-, tuvo a su disposición la única mina conocida en el país, que eran las rentas de su aduana, para formar ejército, y la inmensa tierra pública para pa gar adhesiones. 4 El otro llegó al gobierno de Córdoba, la capital orgullosa pero pobre del Interior, después de terribles combates y sacó de escuálidas provincias -Córdoba en 1830 y Corrientes en 1840- los ejércitos con que venció. "En la prosperidad otros han sido los llamados a los destinos públicos: yo sólo he merecido la elección en los conflictos", dice en sus Memorias. Rosas tuvo una vida fácil, no le faltaban recursos ni holgura. Paz vivió siempre en la 1 En cuanto al asesinato del doctor Maza lee los documentos copiados en el cap. XVI del Rosas, de Mansilla. 2 Memorias. En su Diario de la Guerra del Brasil: "es una solemne mentira decir que no se puede contener al soldado, cuando se le da el ejemplo" (19 de marzo de 1827). 3 Buscó ese apoyo, según la confidencia que hizo a don Santiago Vázquez, co mo base de su sistema político: tuve que "hacerme gaucho como ellos, hablar como ellos y hacer cuanto ellos hacen” (VEDIA y MITRE, De Rivadavia a Rosas, pág. 342). 4 Las tierras conquistadas a los indios eran puestas a subasta pública, en las condiciones de libertad facilmente imaginables (Reg. Oficial, 1840-41). 164 estrechez y la pobreza, sin paga para sí ni sus soldados. No estaba, por eso, Rosas preparado para soportar el destierro y su voz omnipotente, bajo la apretura de la pobreza, tiene el lamentable acento de un suplicante. 1 Rosas, reaccionando contra el liberalismo de Rivadavia, busco atraer a la Iglesia, facilitó el regreso de la Compañía de Jesús, se dijo protector de la religión. Pero la religión y la Iglesia debían de ser fieles fe derales y él, el sumo sacerdote -su imagen puesta en los templos- que en nombre de Dios interpretaba su ley y aplicaba el castigo. 2 Su religión le permitía escribir en 1842 esta interpretación: "respecto de los salvajes unitarios se distinguen los decretos de la divina Providencia", pues conforme al Evangelio de San Juan Bautista (sic), son bien derramadas veinte gotas de sangre que ahorra rían mil y sería un delito y una crueldad no hacerlo. 3 Paz no vocea su catolicismo pero cumple sus precep tos, practica las virtudes cristianas; protesta su conformidad con la voluntad de la Providencia que lo so mete a crueles reveses, se entrega a la misericordia de Dios. 4 El signo de su cristianismo se acusa en su conducta en los campamentos, en el dominio de sus impulsos, en su desahucio de toda tentación de venganza o crueldad, en la vigilancia de sus pasiones, en la entereza para proclamar, la verdad y desafiar la tormenta que ella desencadena. Rosas surgió en el momento en que las convulsiones de la anarquía habían acob ardado la sociedad de tal modo que suspiraba por la mano fuerte que asegurara el sosiego como el 1 Cartas a Urquiza en La Prensa, por Isaac E. Castro, 3 de febrero de 1936. Mansilla decía ya: " En el destierro no está a la altura de la adversidad; piensa en el desembargo de sus bienes (Rosas, cap. XV). 2 Expulsó a los jesuitas después de haberlos atraído. "No han correspondido, decía en su mensaje de 1841, a las esperanzas de la Confederación. La marcha opuesta al sentimiento federal desagradab a altamente la opin ión pública, contenido por los respetos del gobierno. Pronuncióse después fuertemente y los Padres, de suyo, dejaron el Colegio. (Reg. Oficial, pág. 157, año 1841.) Lo que hubo es que la Compañía de Jesús no admitió, en el temp lo, el ret rato de Rosas (Mansilla, op. cit.). En su mensaje de 1848 llamaba la atención Rosas sobre la pérfida sociedad jesuítica.. Disolvió los conventos que tenía en la República y se pre paraba para expulsarlos aun secularizados para que no continúen" su obra impía de anarquizar la República". (Reg. Of" 1848, p. 215. Véase revista Estudios, n° 302, págs. 91 y 102.) Los obispos designados en su tiempo, co mo el Obispo Molina, de Tu cumán, o Quiroga, de Cuyo, debían jurar su fidelidad a la santa causa federal y comunicar al gobierno toda novedad contraria a ella (ídem). 3 Carta a Urquiza. (Ibarguren, en Juan Manuel de Rosas, pág. 192.) 4 Véanse los capítulos La formación de su carácter, El hombre ma duro. Véase testimonio de don Manuel Bilbao, Historia de Rosas, cap. IV. Para ju zgar a don Luis Baena, cogido en traición, durante el sitio de Montevideo, exig ió formación de un Consejo de Guerra, co mo h izo en Corrientes. Y así se procedió. En Corrientes rechazó la idea de una emboscada que se le propuso. (Memorias, cap. XXIX.) 165 bien supremo, y él tenía el temperamento y las condiciones adecuadas para darle lo que buscaba, a cualquier precio. Paz, en cambio, según su confesión, "no se acomodó a la época desgraciada en que le tocó vivir". Sus sentimientos de equidad, decía, lo impidieron "solidarizarse con su partido" y sus ideas “no podían convenir a hombres apasionados a quienes más que e1 bien público animaba el espíritu de facción y sus intereses." 1 Si fuera permitido usar en historia el mismo lenguaje que en geografía, diríamos que ambos fueron grandes, como se dice de los accidentes o de los fenó menos de la naturaleza, siéndolo igualmente las cumbres y los abismos, el arco iris y el rayo, los ríos navegables que procrean las ciudades y los torrentes que las destruyen. Considerados como hechos de la naturaleza -por la abundancia de savia, por el lujo de fuerza vital que desplegaron, por el tumulto de sus vidas-, provocan, como aquéllos, nuestro asombro. Pero la historia no admite la amoralidad de la naturaleza. La historia es una ciencia moral cuyo personaje central es el espíritu. El mal no puede engendrar sino el mal, aunque de paso nos pueda parecer un bien. En la primera página de este libro hemos dicho que un hecho llega a ser histórico cuando ha trascendido a la realidad social. En esta última página debemos completar el concepto diciendo que también requiere un hecho para ser histórico que tenga como actor y destinatario el espíritu humano, porque la historia no es una ciencia natural o una ciencia biológica. Francia no es grande por Luis XI 2 o Napoleón, sino por Carlomagno, San Luis, Juana de Arco, para no hablar sino de la historia política. 1 Memorias, cap. XXIII. Quesada parangonó a Rosas con Luis XI. La Ilustración, que se publicaba en Madrid, número 1° de mayo de 1852, hacía ya el paralelo entre ambos. Encontraba en ellos el mis mo amor al populacho (citada po r Los Mártires de Buenos Aires, pág. 173). Después se los ha aproximado por la labor histórica de unificación del país que le ha atribuido Quesada y otros historiadores. La unificación de Francia fué una obra secular y San Lu is quizá el mayor obrero. (Vé Lavisse, Histoire de France, tomo III; L. Halphen, L'essor de l'Europe (Peuples et Civilizationss); Curttius , Essai sur la France.) El parentesco que nosotros encontramos es puramente psicológico. Las asimilaciones históricas son peligrosas, aunque sugestivas. Don Vicente López habló de Rosas como de un personaje que evocaba a los emperadores sangrientos de Roma, enloquecidos por la irresponsabilidad. Sin animo de imitarlos, encontramos un parecido mayor en Rosas con los condotieri que fundaron principados en la Italia del Renacimiento, particularmente con Bernabe Visconti o Eccelino de la Marca trevisana. (Vé Simondi de SISM ONDI, Hist. de las Rep. Italianas, tomo III, pág. 275.) 2 166 De las grandes almas se desprende un aliento que en la vida social hace el papel de la sal en la tierra: el ingrediente invisible que hace su seno fecundo y le impide ser cieno o roca. Con la visión sobrecargada de experiencia histórica, Burckhardt enseñaba a Nietzsche una lección que el discípulo aprendió pero olvidó después: la grandeza del alma no es lo mismo que la fuerza del alma. La fuerza del alma es la que poseen muchos ambiciosos sin idea les, voluntades recias, implacables perseguidoras del poder o la fortuna. 1 La grandeza de alma es la de los capaces de renunciar, de abdicar de una ventaja para permanecer puros, de quedar solos, si es necesario, para la paz de su conciencia. 2 Los primeros nos sorprenden con la abundancia de la cosecha que son capaces de lograr. Los segundos nos ilusionan sobre nuestra especie, mostrándonos como algunas semillas maravillosas alcanzan a germinar, aunque de tarde en tarde, entre la maleza de la vulgaridad humana. De aquellos era Rosas, de estos era Paz. 1 ANDLER, Nietzsche y Burckhardt. Rev. Synthese historique, 1907, vol. II. Esa capacidad para renunciar de Paz puede verse en dos mo men tos, entre otros, no escasos en su vida. Cuando el Uruguay le encarga la defensa de Montevideo, en ausencia de Rivera, que viene con los restos de su ejército vencido en Arroyo Grande, lo designa jefe del Ejército de Reserva.. Llega Rivera, asume la presidencia y declara que Paz era incapaz de desempeñar el cargo que se le había confiado, y que por su calidad de extranjero, el ejército no lo ad mit ía. Paz se apresura a resignarlo y el ejército de Reserva es disuelto. Pero todos saben que esa renuncia puede importar la pérdida de la ciudad sitiada e insisten en buscar a Paz. Éste se sobrepone a todo amor propio y acepta retornar a su puesto como simp le comandante de Armas de Montevideo , en verdad, bajo las propias órdenes del propio Rivera. Paz esta proscripto en Río, Urquiza se ha pronunciado contra Rosas; Paz goza de pred icamento en la Corte del Brasil, cuya alianza necesita Urquiza. Paz da entonces por éste su garantía y responde por su sinceridad, según Sarmiento. Y escribe desde Río al propio Urquiza en 20 de julio de 1851: "me adhiero con todas las fuerzas de mi alma a su nueva marcha política...., hago ardientes votos porque sus trabajos sean coronados por el éxito mas feliz". Esas cartas las escribía Paz desde su, pequeña granja situada a una legua de Río, en la rúa San Clemente, cerca del Jard ín Botánico, donde cuidaba las siete vacas que le daban sustento para los suyos, junto con el pequeño negocio de comestibles del país. No es nada que un triunfador apoye la virtud o el talento de un hombre nuevo, que será siempre un protegido; lo realmente grande es que un héroe que ha agotado su vida en la persecución de un ideal que un adversario se propone lograr, se apresure a batirle palmas desde el ostracismo y la pobreza en que la ha arrojado su esforzado pero estéril empeño. Entre otras renuncias se cuenta la de las diez leguas que le ha dado el gobierno de Corrientes en su primer campaña y el sueldo de general, hallándose en suma pobreza, que le otorgó el gobierno de Buenos Aires a contar desde el 1° de febrero de 1852 y que no aceptó sino a contar desde su efectivo servicio, cuando ha marchado en su misión al interior. Le había sido, sin embargo, otorgado por el gobierno de Urquiza (certificados fecha 14 abril 1853, FCO. DE LAS CARRERAS y L. TORRES , Arch. de Paz, Leg. 3, doc. Particulares). Índice de la Obra 2 167 CRONOLOGÍA BIOGRÁFICA DE JOSE MARIA PAZ Nacimiento. . . . . . . . 9 de septiembre de 1791 Ingreso al Seminario de Loreto. . . . . 17 de Febrero de 1804 Diploma de Maestro en Artes. . . . . . 11 de Octubre de 1808 Estudios de Jurisprudencia. . . . . . . años 1809 – 10 -11 En el Ejército del Alto Perú (Tucumán, Salta, Jujuy y Bolivia)12 de Septiembre 1811-1819 Arequito. . . . . . . . Destierro por Bustos. . . . . . . En Santiago del Estero. . . . . . . 8 de Enero de 1820 21 de marzo de 1821 . 1821 - 1822 En Salta en la preparación de la División Auxiliar del Alto Perú y marcha a Bolivia. . . . . Enero 1823 - 1825 En la guerra con el Brasil. . . . . . . . 1826 – 1828 Regreso del Brasil. . . . . . . . . Enero 1829 Marcha a Córdoba. . . . . . . . .Abril 1829 Batalla de San Roque . . . . . . . 22 de Abril de 1829 Batalla de la Tablada . . . . . . . Batalla de Oncativo. . . . . . . 22 de Junio de 1829 25 de Febrero de 1830 Liga del Interior ( Tratados de Córdoba y Supremo Poder Militar ).Julio y Agosto de 1830 Captura. . . . . . Prisión. . . . . . Casamiento en la prisión. . . . . . . 31 de Marzo de 1835 Libertad en Buenos Aires. . . . . . . 23 de abril de 1839 Evasión. . . . . . . . 3 de Abril de 1840 Llegada a Corrientes. . . . . . . . Agosto de 1840 Batalla de Caaguazú. . . . . . . En Entre Ríos. . . . . . . . . . . . . Jefe de la Defensa de Montevideo. 168 . . 10 de Marzo de 1831 10 de Marzo de 1831 a 3 de Abril de 1840 28 de Noviembre de 1841 . Febrero de 1842 12 de Diciembre de 1842 Retiro de Montevideo. . . . . . . 3 de Junio de 1844 Llegada a Río de Janeiro. . . . . . . 16 de Julio de 1844 De nuevo en Corrientes. Director de la guerra. . . . 14 de Enero de 1845 Retiro de la guerra. . . . . . . . 15 de Abril de 1846 En el Paraguay. . . . . . . Viaje a Río Llegada . . . . . . . 3 de junio de 1847 Muerte de la esposa . . . . . . . 5 de junio de 1848 Permanencia en Río . . . . . . . 1847-1851 En Montevideo . . . . . . Llega a Buenos Aires . . . . . . . . Misión al Interior . . . . . . . En la defensa de Buenos Aires sitiada . . . . Enero - Julio 1853 Pacto de paz entre Buenos Aires y la Confederación . . 9 de marzo de 1853 Ministro de la Guerra y Marina de Buenos Aires . . En Montevideo . . . . . . Muerte . . . . . . . . . 169 Mayo 1846 – Enero 1847 Enero - Septiembre 1852 1852 . 1852 Marzo – Octubre de 1853 . . . 1854 22 de octubre de 1854 Índice de la Obra ICONOGRAFÍA DE PAZ 1. Óleo de autor desconocido, copia de E. Querciola. Buenos Aires, 1829. Museo Histórico. 2. Litografía de Bacle. Buenos Aires, 1829. Museo Histórico. 3. Retrato publicado en el folleto La batalla de Caaguazú por Rivera Indarte, en Montevideo, en 1842. Único ejemplar conocido con este retrato en la biblioteca del doctor José Marcó del Pont. Montevideo, 1842. 4. Litografía, cuyo original dibujó el artista italiano E. Bettinotti. Montevideo, 1843. 5. Óleo anónimo, atribuido al artista G. Gallino, publicado en la primera edición de Memorias Póstumas. Montevideo, 1844. Museo Colonial de Luján. 6. Apunte del pintor alemán Rugendas, perteneció a la colección de Don Alejo B. González Garaño. Montevideo, 1845. 7. Dibujo del ingeniero C. H. Pellegrini. Buenos Aires, 1852. 8. Daguerrotipo de A. Pozzo. Buenos Aires, 1853. Museo Histórico. 9. Litografía. Buenos Aires, 1854. Museo Colonial de Luján. 10. Daguerrotipo. Buenos Aires, 1854, Museo Histórico. 11. Obra de Camilo Elías Duteil, coronel francés. Lleva esta acertada inscripción latina: Disce virtutem ex me bellique labore: fortunam ex aliis. ( Aprende de mi la virtud y el trabajo de la guerra; de otros la fortuna ) Buenos Aires, 1858. Museo Histórico. 12. Alto relieve en yeso, debido a Camilo Dutueil. Buenos Airees, 1859. Museo Colonial de Luján. 13. Medallón de bronce, autor anónimo. Museo Colonial de Luján.. 14. Busto en mármol del escultor Romairone. Buenos Aires, 1885. Museo Colonial de Luján. No incluimos en la enumeración el retrato existente en la colección de don Ángel H. Vidal, de Montevideo, publicado en un diario de esa ciudad, por no haber obtenido datos, ni el que aparece en 170 los Anales de la Defensa de Montevideo de De María, por ser inexacto visiblemente. Tampoco lo hacemos con las reproducciones publicadas en revistas o álbumes. Estamos ciertos de no haber hecho un inventario completo. Esperamos que será mejorado. Debemos especial agradecimiento, por la colaboración que nos han prestado, a don Enrique Udaondo, director del Museo Colonial de Luján, a don 1. Bucich Escobar, del Museo Histórico y a don Alejo B González Garaño. ILUSTRACIONES Los retratos del General Paz que aparecen en este libr o son: en la carátula tomado de la escultura de C. E. Duteil; y luego en este orden, la litografía de Bacle, el óleo atribuido al artista G. Gallino (1844), y la litografía cuyo original dibujó don C. H. Pellegriní. El de la esposa del General reproduce el óleo de F. A. Coudert, que se conserva en poder de sus descendientes. Índice de la Obra 171 A P É N D I C E 172 ADVERTENCIA DEL AUTOR Los documentos que se incluyen en este apéndice no pueden servir sino de indicación de los que contiene el Archivo del General Paz. La publicación de sus Diarios de marcha y de otros relatas, redactados en Río de Janeiro, al mismo tiempo que sus Memorias Póstumas requeriría dos volúmenes al menos. No todo lo que existe en su .Archivo es, sin duda, inédito. Se encuentran en él los borradores de sus cartas a Ferré, a Oro, a Madariaga,, a del Carril, a Mitre que han sido publicadas junto con las Memorias del primero, o en los Papeles de Don Domingo de Oro (Museo Mitre) o entre los Documentos relativos a la organización nacional, de la Facultad de Filosofía y Letras o en el Archivo del General Mitre, pero es siempre muy considerable la porción inédita. En la imposibilidad de incluir aquí tan extensos documentos, además de las referencias sumarias que hemos puesto en algunas notas del texto, de los Diarios de marcha, insertamos fragmentos escogidos que pueden inducir a los estudiosos a la lectura total en el Archivo de la Nación donde se encuentran los originales. Algún día se afrontará, esperamos, la edición de tan valiosos papeles, Algunos incorporados al Apéndice no son inéditos, la extensa carta a Don Domingo de Oro, por ejemplo, que reputamos capital para hacer conocer el pensamiento de Paz sobre la organización política de la Nación. Conservamos la ortografía, y abreviaturas del original. No incluimos papeles de orden poco secundario como son lo s relativos a sus negociaciones comerciales o asuntos de familia. Los subrayados pertenecen al autor, a excepción de los que aparecen en IItuzaingó, que son de Paz. Índice de la Obra 173 I LIBRO MANUAL DE DON JOSÉ DE PAZ, PADRE DEL GENERAL JOSÉ MARÍA PAZ En la primera página se lee: "Libro manual en que consta el día de mi casamiento, el de nacimiento de mis hijos , bautismo, confirmación, estudios, etc." En la segunda página dice lo que sigue: "Año 1790. - Casamiento. - El día 27 de Octubre de dicho año, a las 9 de la noche, me casé con doña Tiburcia Haedo, en casa de mi señora suegra doña María Mercedes Roldán (su esposo fue Don Felipe Haedo). Hizo de cura mi hermano el Dr. Manuel Mariano de Paz; siendo provisor y rector de Loreto el señor Nicolás Videla del Pino. Fue deán de esta santa iglesia de Córdoba del Tucumán; pasó al obispado del Paraguay y después al nuevamente erigido en Salta." “ Velación. - El día 4 de Noviembre del propio año a las 4 de la mañana, nos veló en la santa iglesia Catedral, mi hermano el doctor don Manuel Mariano de Paz." En la página tercera comienza la biografía, que es del siguiente tenor: 1791- Segundo hijo. El día 9 de Septiembre a las 12 del día, nació mi segundo hijo, y a las 8 de la noche, le bautizó en casa por necesidad mi hermano el doctor don Manuel Mariano de Paz y se le pusieron los nombres de José María. El 1° de Octubre se le echaron los óleos en la santa iglesia Catedral, por dicho mi hermano y se le repitieron los nombres de José María del Rosario Siríaco; siendo su madrina mi señora madre Doña Manuela Duran. En 25 de Septiembre de 1793, le confirmó en su palacio el Ilmo. señor obispo doctor don Ángel Mariano de Moscoso; fue su padrino el doctor don José Mateo de Arrascaeta. En 28 de Noviembre de dicho año fue inoculado por don Miguel del Mármol, y sólo tuvo diez y seis a veinte viruelas con leves calenturas que las pasó casi en pie. En 22 de Julio de 1799 padeció una fuerte calentura con mucha constipación, y después de dos días se declaró en sarampión, que pasó felizmente. Habiendo aprendido las primeras letras e instruido en la gramática, principió el curso de filosofía, del R. P. L. fray Josef Gervasio Monterroso, entrando al colegio de Loreto el 17 de Febrero de 174 1804, aunque principió su pagamento en 31 de Diciembre del año anterior de 1803, para ganar antigüedad. El 23 de Julio de 1805, defendió un acto público y general de filosofía, dedicado a su santa titular Nuestra Señora de Loreto, mereciendo toda la superior aprobación. Concluidos los tres años de filosofía, principió por Marzo de 1807 el primer año de teología, y llegando a su fin dio su examen y fue aprobado. En 1808, a 6 de Marzo, concluido el primer año de teología, como queda dicho, pasó a cursar leyes, siendo sus lectores el doctor don Pedro Ignacio de Acuña y el doctor don Juan Antonio de Saráchaga. Dio su examen del primer año de jurisprudencia y mereció, plena aprobación. El día 11 de Diciembre de 1808, recibió el grado de maestro, según el nuevo plan de la Real Universidad, con concepto a los dos años de estudios mayores que tenía cursados. En 1809 con el estudio de leyes, principió el de matemáticas, siendo su lector don Carlos Odonel Satisfizo cumplidamente a fines de 1809 los dos exámenes de juris prudencia y matemática en aritmética, y después de haber sido plenamente aprobado por el rector y lectores, mereció uno de los premios destinados a los más beneméritos. En 1810 dio principio á su tercer año de leyes y a su debido tiempo satisfizo su examen cumplidamente y mereció todas las aprobaciones. En este propio año cursó el segundo de matemáticas y rindió su examen de geometría. El 23 de Noviembre de 1810, por oferta voluntaria, fue comisionado por el superior gobernador intendente don Juan Martín de Pueyrredón para conducir unos fusiles á la expedición auxiliadora, para donde se dirigió por posta en su alcance. Habiendo recibido pocos días antes los despachos de capitán del batallón de patricios por la excelentísima junta provincial gubernativa se los dirigí a Jujuy, con los certificados de sus estudios, suficiencia, grado de maestro en artes y conducta en todos sus deberes, cuyos documentos caminaron por el correo del 16 de Diciembre de 1810. En Jujuy concluyó su comisión y entregó los fusiles al director general de la expedición auxiliadora, don Francisco Antonio Ortiz de Ocampo; regresando dicho señor para Buenos Aires a servir en la Excelentísima Junta Gubernativa. La diputación de La Rioja, vino en su compañía y llegó a esta capital el 27 de enero de 1811. El 15 de junio de 1811, la Excelentísima Junta se dignó conferirle agregado a su grado de capitán de patricios, la comandancia de artillería de esta capital, y por su superior disposición y a las órdenes del señor Presidente don Cornelio de Saavedra, camina hoy, 12 de septiembre de 1811, a las provincias del Perú con la compañía de dicho cuerpo. Desde Ceniza continuó sus estudios de leyes y matemáticas hasta pocos días antes de su partida 175 en servicio de la patria, por cuyo motivo no ha rendido sus exámenes en dichas dos facultades; y se ofreció a dicho señor presidente caminar sin sueldo alguno, pero se le señaló la mitad por dicho señor, como consta por documento justificativo. Llegó a Jujuy y principió a militar bajo las órdenes del señor don Juan M. de Pueyrredón, por cuya disposición la compañía de artillería la agregó a la infantería y a José María se le nombró teniente del batallón de Húsares, inmediato a la persona de dicho señor, que es el general en jefe del ejército, de primer teniente de la primera compañía de dicho batallón, según los despachos de S. E. de 9 de abril de 1812. El 22 de junio de dicho año, me escribe el señor coronel don Manuel Belgrano, general en jefe del ejército auxiliador, desde Jujuy, que José María iba agregado al cuerpo de artillería, para que en él ejercitase sus conocimientos matemáticos; hallándose mi Pepe y mi Julián en Humahuaca, caminando para el lugar de Colorados, con el ejército adelante Jujuy 48 leguas. El día 24 de septiembre de 1812, cuando nuestro ejército auxiliador se hallaba con una honrosa retirada desde Humahuaca, en la ciudad de Tucumán, el del Perú, que le seguía, atacó a las márgenes de dicha ciudad, y fue gloriosamente derrotado en una columna de más de 4.000 por nuestras victoriosas armas, que sólo constaba de poco más de 2.000 plazas; quedando por despojos enemigos cubierto el campo de cadáveres, multitud .de prisioneros, con cuatro coroneles y 50 oficiales de todas graduaciones; fusiles, cañones, banderas, cajas de guerra, municiones, equipajes y otros pertrechos, con dos coches de sus generales, que fugaron, y corriendo nuestras invictas tropas a sus alcances, de las que huyeron precipitada y vergonzosamente. Se ha coronado de triunfo nuestra América y la patria entona en jubilantes himnos las debidas gracias al Todopoderoso, por su divina protección en nuestra deseada libertad. Mi Josef María y Julián, han tenido parte en estas felicidades de la amada patria, pues se hallan consagrados a ella en nuestro ejército, el primero en la artillería y el segundo en los húsares; y en ambos destinos se han desempeñado en la acción el día 24 de dicho Septiembre, día de Nuestra Señora María Santísima de las Mercedes, que como redentora, libertó nuestra justa causa y a sus defensores de la injusta tiranía del déspota naturalizado y los mandatarios del alto Perú. 176 II TRABAJOS ESCOLARES DE PAZ, ESCRITOS EN LATÍN Las dos piezas de sus triunfos del Colegio de Loreto, escritas en latín, que hemos encontrado en su archivo, son: una, su examen de filosofía en 1804, y otra una loa dedicada a la Patrona del Colegio, la Virgen loretana. Como curiosidad damos una fotografía parcial del Elogio de N. Sra. De Loreto. 177 178 III LA BATALLA DE ITUZAINGÓ DESCRIPTA POR PAZ La presente página está extraída del Diario de Paz sobre la campaña del Brasil. Ella permite juzgar el interés del manuscrito. Este Diario, comenzado a su salida de Salta con el contingente para la guerra termina en octubre de 1828. Esta página está autenticada por la dirección del Archivo Nacional. 30 de Febrero, (Aniversario de la Batalla de Salta). Se mueve el campo luego que es de día y a muy corto rato ya se oyen los tiros de las partidas avanzadas de uno y otro ejército- Yo llebo la retaguardia y es claro que enfilado el exto. en un camino estrecho y abrumado de carros, de municiones, de caballos, cañones y hombres sufro muchas dificultades. Después de mucho vacilar porque no se me comunica orrn. Ning.a sobre el punto q.e debo ocupar, se me hace formar columnas particulares- Nra línea es muy estensa p.r q.e tiene grandes intervalos según las quiebras del terreno- de modo que a pesar de estar ya en línea no se que pocición ocupo, ni que cuerpos están a derecha ó isquierda. En estos momentos se presenta el Gral. en xefe, y me previene cargue con un Esq.n a un cuerpo numeroso de infant.a que se presenta a mi isquierda. Es tal la precipitación y aun la furia del Gral. que quiere lo haga en columna, p.o esto es imposible porq.e el cuerpo enem.o esta a mi flanco- Mando formar a la isq.da en batalla y un oficial equivoca la maniobra, lo reprendo, se enmienda el yerro, voi a dar la carga, y se me manda suspender porq.e los Batallon.s enemigos han plegado en masa- Pocos momentos después recivo otra ves la de cargar y lo hago con un esq.n a una columna de 1400 infantes- Estos hasen su descarga y calan bayoneta- a dies pasos de la columna advierto que el Esq.n que viene a mi retaguardia se ha corrido a la derecha, saliendo de la direccion conveniente, no se si esto ha sido por una sanja que me dicen había a la isquierda, o por el natural temor de homb.s y caballos. En este estado ya la carga no tiene resultado, y mando alto y med ia vuelta a la derecha, p.a dar lugar a otro Esq.n que debe venir en carga succesiva. Hubiera sido la mayor necedad seguir p.r la isquierda de la masa y sufrir los fuegos de flanco sin el menor fruto. El 2.o Esq.n tubo la orn de cargar y lo verifico hta cierto punto no muy avansado- no se porque, yo ya tenia mucho menos q.e haser p.r que había menos fuegos- Se re acen despues los Esq.s y se me situa en la linea, en un bajo- El quinto de casad.s queda a mi isquierda a bastante dist.a- El 3.o de 179 caball.a a mi retaguardia, y la Div.n Sufrategui a mi derecha, bien distante- La columna enemiga a quien cargue se conserva p.r más de dos oras en su misma posición que aunque es un bajo, esta rodeado de sanjas que impiden obrar a la cab.a, pero esta dominado completam.te por nrs. batallones y nra. artill.a Es inconsevible pr. que no pucieron en accion estas armas p.a destruir esta columna, con cuya operacion estaba completam.te decidido el combate.- Este era el unico ataque enem.o que estaba en pie; todos los demas de su caball.a habian sido victoriosam..te rechasados. Yo contaba con cargar esta columna q.do se le hubiese tiroteado, y como era regular se retirase por el g.n bajo que tenia que atravesar p.a reunirse a sus reservas- Pero todo estaba aletargado, tanto enem.o como amigo- La columna se dejo estar quieta asombrada quisa de su peligro y nra. inaccion y despues de dos oras se puso en retirada- se le tiraron alg.s cañonasos y una comp.a del 5º desplegó en tiradores y rompio sus fuegos a una g.n distancia- Hise advertir al oficial de ella que eran perdidos y q.e para logrados se aproximase- Repeti este aviso hta tercera ves previniendole que iba a cargarla; a todo contesto que no tenia orn. Entonces el enemigo que conoció sin duda la aptitud en que estaba su pral. columna rompió sobre mi el fuego con una bateria- La tropa lo sufrio con una serenidad admirable-- El cuerpo perdio alli al Com.te del 2.o Esq.n alg.a tropa, e innumerables caballos- ya la columna se iba quasi intacta, ya no tenia objeto mi permanencia en aquel puesto que era el unico de la linea descubierto y sin embargo no quise retirarme, hta que se presento e1 Gral. Lavalleja y me lo previno- Lo hise entonces hta medio cubrirme de una lomada- Poco despues se presento el Gral. en Xefe anunciando la victoria con V'iva la Patria. La tropa contestó aclamando tambien al Gral. y este entonces tomó la palabra p.a decir que no estaba satisfecho de los sold.s del N. 2, como tampoco de los del No. 1Se estendio en razones p.a probar que la carga debió darse con mayor precipitacion y aun en desorden- Esto no me hería personalm.te p.o si a mi cuerpo y me resolvi a dejar bien puesto su onor a qualq.a costa. Sus espresiones fueron tan imprudentes e inoportunas como la carga que nos mando dar, y yo entonces tomé sobre mi (en mi imaginacion) haser1e ver que el No. 2 era capas de arrojarse a qualq.r peligro, y que si en la prim.a carga no fue tan felis, fue porq.e era mo ralm.te imposible serlo- Y si no diga qualq.r militar si podia esperarse que cien caballos rompiesen una masa perfectam.te formada de 1400 infantes y en un terreno quebradisimo? - Ya antes se habia estrellado en el1a el cor.l Bransend con el No. 1 y con igual resultado- Ya habia muerto tanbien este val.te Xefe. Siguieron a esto discurso alg.s mom.tos cuya amargura fue p.a mi execiba- Tomé al fin mi partido y era el de precipitarme en 1.a oportunidad q.e se me presentase aunque fuese comprometiendo la diciplina --Luego tuve ocasion como lo deseaba. Ya la columna enem.a habia crusado el gran bajo que la dividia de otra columna de infant.a q.e 180 sin duda era reserva y se le habia reunido ocultandose a mi vista-- En este estado vi moverse la derecha nra. en avance; y jusgue q.e era movim.to gral. y lo seguí. Tenia a mi frente una lomada, a la q.e mande un oficial, p.a que descubriese con unos q.tos tiradores lo que habia a la otra parte- El fuego ya me advirtio que habia enemigos, y por el parte del oficial supe que era cab.a y art.a Segui mi marcha y quando subi a la att.a halle a muy corta distancia un cuerpo de cab.a- dos o tres piesas al parecer de art.a y dos carretas de bueyes- Yo llebaba quatro Esquad.s en la forma sig.te dos en linea, otro en escalon p.r la isq.da y otro en reserva. Con los dos primeros cargue la cab.a enemiga que uyó despues de haser sus fuegos. Destaqué sobre la marcha una mitad que condugese a nra. linea que quedaba a retaguardia y habia hecho alto, la art.a y carretas tomadas y yo continué la carga- Ya estaba sobre sus masas de infant.a que eran dos, una mas adelante que la otra quando salió otro cuerpo de cab.a mucho mas numeroso que el prim.o que iba arrollado, lanseado y perseguido. Por movim.to de aquel tenia apoyada su derecha en la masa de mas adelante quando recivió nro. choque, el que fue tan fuerte y decidido que sin embargo de los fuegos mortiferos de la infant.a llebo todo por delante hta arrojar la cab.a enemiga batida y desordenada detras de sus columnas y quedar nosotros entre ellas, y de modo que sus fuegos eran funestos a ellos mismos. Asi es q.e sesaron de tirar, lo que nos permitio advertir la confusion horrible en que los habia puesto nro. atrevim.to- Mas ya era presiso salir de aquel infierno y mande dar conversion a la derecha, notando dos cosas: 1º que los dos Esq.s que debian seguir el mobimiento y apoyar el mio no lo habían hecho- 2º - que ningun cuerpo de los demas de la linea segundaba mi ataque lo que quisa hubiera sido desisibo- Luego que yo salí por mi derecha como he indicado se esforsaron en emplear su caballeria p.a perseguirme, que p.r a la vos de alto mia y de darles frente, tiraron alg.s tiros y se volvieron- Entonces volvi a la línea p.r un gran pajonal que nos incomodo mucho, y a corto rato me encontre con el Gral. en Xefe cuya prim.a pregunta fue, con cuya orn. habia cargado? le conteste q.e lo habia hecho sin orn.. Entonces repuso que habia cometido un atentado, que habia comprometido la accion q.e ya era ganada, que era dar valor e importancia a la infant.a enemiga, y probocarla a que renovase el ataque que el campo de batalla era nro., y que sabia q.to valia esta ventaja- Que yo estaba desde el mom.to suspenso de mi empleo, que responderia en mi consejo de grra y que agradeciese que no me fusilaba - A todo di por contestacion que yo responderia en mi consejo de grra, y que desde luego quedaba suspenso de mi empleo- Pero inmediatam.te repuso que fuese a organizar un regim.to que debia haber padecido tanto en una tan temeraria e imprudente carga. De este modo terminó la brusca descarga que sufri, y con decirme q.e aunque el habia e spresado que no estaba satisfecho de los sold.s del N. 2, p.o q.e, jamas habia dicho ni dudado que el cor.1 era un valiente X.a.. Se reorganisó el regim.to cuya fuersa estaba muy diminuta ya por la tropa que habia perdido en dos 181 cargas, y el cañoneo, ya por los innumerables caballos q.e habian tenido la misma suerte. Inmediatam.te despues de mi carga el enemigo atónito, y en la mayor confucion formo el quadro doble con su infant.a y emprendió su retirada en la misma formacion. Nra. línea se movio en avanse y yo tube tanbien la orn. de seguir. Despues de haber marchado como 16 quadras hisimos alto- hta alli habia abansado una bateria de artill.a que puso el Gral. a mis orns. luego se reunieron los regim.tos 1 ,,y 3,, de cab.a que igualm.te echaron pie a tierra y fueron todos conmigo espectador.s de la retirada del enem.o que iba perseguido por el cuerpo de Vang.a, mas las Divisiones Rufrategui y Lavalle. Alli mismo oy decir al Gral que habia mandado orn. p.a q.e las fuersas de línea q.e iban en persecucion (hago memoria especialm.te de la Divicion Sufrategui) se replegasen- Serian las 2 de la tarde quando llegamos al punto indicado y nos conservamos en el hta las 4,, en que recivi la de dirigirme sobre el flanco derecho a un arroyuelo que estaba a media legua, o 3/4 de distancia- Alli encontré el 8, y,, y 16,, que habian dejado al enem.o. Nra. infant.a se conservó quasi sobre el campo de Bat.a, nosotros la habiamos perdido entonces de vista. El enemigo habia sido rechasado en todos sus ataques- su caballeria batida y dispersada- Apenas le quedaban 1000, homb.s de este arma de 3900,, que tubo en la mañ.a habia perdido parte de su art.a sus bagajes, parque &a. En este estado todos creimos que nos dirigiriamos sobre el poco bastaba para concluir sus restos. Pero qual fue mi admiracion quando al ponerse el sol, recivi orn. de marcha y vi que esta se dirigia al paso del rosario, de donde habiamos salido la noche antes p.a buscar al enem.o! Atravesamos el campo de batalla por medio del incendio del pasto que habia empesado en el dia y continuaba con fuersa. De este modo nos retiramos de la direccion que llebaba el enemigo mas de dos leg.s y este continuó su marcha sin mas incomodidad que la que le causaban el cuerpo de vang.a y la Div.n Laballe. Campamos muy tarde en los arenales del Paso del rosario, y nros. caballos ya estenuados se remataron con tal mala noche. IV CARTAS DE LAVALLE A PAZ Frayle muerto Sept.e 20 = 827. Mi querido Paz. El que entregará a V. esta es el confid.te que ha ido y vuelto de Ballés, se llama Lorenso Suares en mi carta de hoy digo a V. sobre esto todo lo que podria interesar. Al escribir esta carta tengo que llamar todo mi poder sobre mi mismo p.a mantenerme sereno; yo voy marchando ácia una crisis... No es ya amigo el patriotismo el que me tiene aqui. Otro sentimiento lo ha vencido; al hacerle a V. esta confesion le doy una prueba de la amistad y de la 182 confianza que me ha inspirado. Si después de terminada esta guerra tengo la fortuna de abrasarle en su casa ó en la mia, sabrá V. quanto hé sufrido y el sacrificio que hé hecho en permanecer aquí ¿pero un mortal puede sufrir tanto? no amigo yo no soy un heroe. Ansio por que vengan los enemigos, ó que sepamos que no vienen. Adios mi querido amigo es suyo J. Lavalle El Gefe de detall me ha representado que hacen 15 dias que esta Division no recibe raciones de tabaco y yerba &. Se me olbidaba por que tengo mi cabeza trastornada. El correo há llegado y lo conduce un oficial de milicias. B.s A.s Nob.e 26 = 827. Mi querido Paz. Prometí escribir a V. con estencion y lo hé estado creyendo así, incautam.te, hasta el momento de tomar la pluma; hé sido pues advertido por mi mismo que debo ser laconico. Las noticias que podria dar a V. sobre mi transito p.r la Banda Oriental, serian atrasadas para V. que debe estar ya con el Gen.l en Gefe. Se pensaba en el Durasno que el resultado de las primeras operaciones del Exto. seria la ocupacion de P.toAlegre, si el enemigo no daba batalla; y partiendo de esta hipótesis, se pensaba al mismo tiempo en poner sitio y rendir por hambre a las tropas enemigas situadas en la guardia del cerrito. Ambos pensam.tos eran semipublicos, y podría creerse que a la sombra de estos castillos en el ayre, se abrigase una profunda e infalible conbinacion. No puedo dejar de repetir a V. que el maximun de mis esperanzas es la derrota de Barreto y los resultados subalternos que ella traeria. Dejaría el lado fuerte de nuestro cuerpo social, para ocuparme del lado debil, si en el centro del caos pudieran hacerse conjeturas probables; todo mi querido Paz está confiado al acaso; es verdad que yo estoy muy afectado, pero por mas que esfuerzo no puedo ver de otro modo: Vasta... porque hago votos continuos por que V. permanesca en el Exto. y siento que V. no me sea indiferente, para no ser arrastrado á escribirle. Hacen hoy siete dias que llegué á esta, y otros tantos que estoy a dieta y medicinandome: la fortuna se me há mostrado risueña esperando que llegue al seno de mi familia para descargarme un dilubio de males; de consig.te no podre emprender mi viaje a Mendoza hasta el lO ó 12 del entrante, con Necochea que se vá á Lima. Su Señora madre me há hecho el honor de visitarme rehuso hacerle una pintura de ella porque 183 ofendería su modestia, pero no puedo dejar de decirle que es digna de que V. emplee en escribirle mas tiempo del que há empleado hasta aquí; amigo no se conoce el precio de una madre semejante hasta que se ha perdido. Lo digo por esperiencia. He omitido hablar a V. de asuntos publicos, por que no quiero esponerme a que mis opiniones anden de mano en mano; algunas nuebas curiosas hubieramos tenido en el exto. A no ser algo general este temor. Mas no puedo prescindir de decir a V. que no espere un solo hombre de las Provincias, ni cosa alguna que se paresca á recursos para la guerra. La Provincia de Mendoza es la unica que ha puesto en camino 200 hombres que llegaran aquí en 40 ó 50 días desde la fha, y de los quales no verá uno solo el exto. Siento dar a V. una noticia que le disgustara mucho, pero no hé querido engañarle ni guardar silencio sobre un punto cuyo conocim.to le es á V. tan importante en su actual posicion; de consig. te yo no volveré. Se dice aquí que V. se viene y esto causa un sentimiento casi general, esto es entre los verdaderos patriotas. Antes de irme escribiré a V. otra vez, y si encontrase un conductor seguro me extenderia todo lo que deseo. No se quando ni donde nos volveremos a ver, yo creo ahora que no volveré al Exto., pero en estas circunst.s nadie puede asegurar lo que hará o lo que le sucederá mañana. De todos modos debe V. contar siempre con que tiene en mi un amigo berdadero. J. Lavalle P. D.. Antes de salir de alli pregunté al capitan Videla quanto debia a V. y me dijo que 75 pesos. Me parecio que era poco y le encargue que fuese al cerro largo para cerciorarse de las partidas que sacó de comis.a y deducir el resto; no me ha escrito como le encargué, de modo que solo entregará por ahora aquella cantidad. Debuelbo a V. su carta p.a el ta1 Aldecoa de quién nadie me dio razón, y que como a dije a V, desde el Durasno, no quise abandonar a la ventura. Sor General D.José M:a Paz. B.s Ayres Dic.e 11=827. Mi querido Paz. Esta será la penúltima vez que le escriba antes de mi partida para Mendoza, con el objeto de recomendar a V. al Ten.te Torres, dador de esta, como un oficial subordinado y sableador. Como el conductor es de confianza diré quatro palabras. El Gob. no trabaja decididam.te por la 184 incorporación de Frutos Ribera al Exto, y no se atreve a ordenarla porque duda qual de los dos héroes seria vencedor en la contienda que resultaría de esta medida. Ha tomado pues otro camino, y es el de negociar con Lavalleja para que lo pida ó lo admita. Ribero esta aquí desde ocho ó 10 días, llamado con instancia por el Sor Dorrego. Las instituciones del País estan holladas y no hay hombre de bien que no llore con su siempre siempre amigo. .Expres.s á Geli... . J. LAVALLE , Mendoza 8 de Enero == 828. . Mi querido Paz. Acabo de leer la suya de 9 de Diciembre y me sorprende que V. no haya recibido la prir.a que le dirigí desde B.s Ayres, por que la seg,da y la tercera aun no debían haber llegado a sus manos en aquella fha; figurese V. si tendré desconfianza y bastante razón para no espresarme con libertad. Recibí la de V. que condujo el ten.te Araos del 4. En B.s A.s se mentía como siempre sobre el Exto: en los días anteriores a mi salida se decía que el enemigo se había movido en fuerza sobre ntro. exto, y aunque nunca lo creí, consideré siempre y considero tan critica la posición de V. que el recuerdo de ella disminuye considerablem.te mi deseo de que V. permanesca alli. Sobre la concentración del Exto. Enemigo en el cerrito no me ocurre ninguna idea que crea no haya V. tenido; de lo que no puedo persuadirme es de que V. sea atacado en el Cerro largo ó sus inmediaciones, antes que la cituación de ntro.exto. sea aun mas critica que lo es ahora: Amigo; he dicho á V. ya que por mas que me esfuerzo yo no puedo ver de otro modo, y estas quatro palabras son el resultado de todos los detalles que daría á V. si supiera que V. há recibido y recibiría mis cartas., V. siempre esperando al Gen.1 en Gefe; deseo que en este momento haga ya muchos días que haya V. sabido por el mismo sus planes, sus miras y las ordenes que tenga del Gobierno. A propósito; el mismo sor. Dorrego me dijo, que há ordenado al Gen.l Lavalleja que no abra la campaña antes de recibir quatro Batallones de infant.a que piensa organizar en B.s A.s con la recluta de las Provincias; y que en caso de que se resuelva a marchar en masa sobre el enemigo sin esperar ese refuerso, le mandara al General D. Frutos Ribera, para que el movim.to del Exto. sea precedido. por la ocupación de los Pueblos de Misiones por dho. general; en cuyo caso, a la apertura de la campaña, ntro. Exto, separaría de su centro, las fuerzas que el enemigo destacaría precisam.te sobre 185 el Gen.1 Rivera. Vea V. pues si hay planes para salvar el País. He dicho. a V. que habían llegado a B.s A.s 200 reclutas, de Mendoza, y como dige al mismo tiempo que no esperaba mas hombres de las Provincias, me apresuro a comunicarle que han salido 200 mas del mismo Mendoza, otros tantos de S. Juan y cerca del. mismo num.o de S. Luis. Córdoba dará su parte muy pronto porque su Go.b.no ha dado ya las ordenes conduc.tes al efecto, y de las demas Provincias no se nada a la inmediacion de ellas; la recluta en marcha llegara a B.s A.s a fines de este ó principio de Febrero, alli se hará de ella un batallon segun los planes del Gobierno, y suponiendo que tarden un mes en organisarla, podrá estar en el Exto. á fines de Marzo. Acabo de hacerme traducir un articulo de un Periodico de Londres (de los Ministeriales) que contiene la llegada del marques de Barbacena a aquella capital,.enviado por su soberano a negociar un emprestito de doce millones de pesos: el periodista cree que el Marques no encontrará quien le preste un real, y opina que el resultado. de este negocio influirá mucho. en la resolución del Emperador sobre la guerra o la paz: el espíritu de este periodico nos es favorable, pera vistas pago. Me he lisonjeado infinito al observar que la opinión que se ha formado de V. en todas partes, es justa. Todos los hombres de bien, que son infinitos en Buenos Ayres como en el interior (¡que raro es nro.Pais!) me preguntan con interes si V. dejará el Exto.; y les contesto, que me parece que si, por que V. tiene motivos para ello: de este modo no estrañarán su retirada si sucede, y si no, sabran el sacrificio que V. hace en mantenerse en su puesto. Luego que llegue a Mendoza me retire al campo, y me he reducido a mi familia y a unos pocos amigos; no leo papeles publicos y por consig.te estoy muy atrasado de noticias por que quiero estarlo. Mis observaciones me han dado como resultado que la paz será precursora de acontecim.tos que quizá disgustaran á Geli pero no a sus amigos. No he habladoa V. hasta ahora de ntro. D. Carlitos, porque no me he acordado; tal es la muerte politica de este hombre. Es admirable el conocimto que hay en todo el pais de su carácter y de sus hechos. Tubo la audacia de visitarme en B.s A.s pero no lo recibí. Adios mi querido Paz, hasta, otra vez le deseo buen acierto en el partido que V. tome en unas circunst.s tan difíciles. Debo algunas cartas al Exto pero no escribiré hasta el próximo correo. Siempre siempre será su amigo J.LAVALLE . (Archivo Nacional, Archivo Paz, Correspondencia, etc. Legajo n°1.) 186 V CLAVES DE CORRESPONDENCIA DURANTE LA GUERRA CIVIL La inseguridad de las comunicaciones obligó a los enemigos de Rosas a usar clave para la correspondencia. Durante el gobierno de Paz en Córdoba, la correspondencia relativa a la guerra se escribía así.. Conocemos muchos documentos de esa época que no hemos podido leer por ignorar la que se usó en ese momento. Durante la campaña de 1841, sobre todo la correspondencia con los expatriados, era también cifrada. N o conocemos documentos, pero sí hemos dado con una de las claves, cuya copia se encuentra entre los papeles del General Anselmo Rojo, en el Archivo Histórico de Tucumán. Quizá pueda ser útil para alguno. VOCABULARIO DE SIGNOS A Coquimbo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..11 Chile. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .12 Argentinos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .e Corriente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13 Arequipa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3 Córdoba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .m Arita. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .d Catamarca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . n Armamento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2 Castilla (gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . ..14 Agente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . c Chacho ( Peñaloza ) . . . . . . . . . . . . . . . ñ Aguirre (ministro) . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 Cónsules. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Arana (Felipe) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . b Comunicación o carta. . . . . . . . . . . . . ..o Constitución. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 B. Buenos Ay.s. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4 D Blanquillos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .f Brasil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5 Dinero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..p 187 Bolivia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . g Desaguadero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Bermúdez (gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Debastasion. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . q Ballivean (presid.te) . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Destierro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .r Bulnes (presid.te) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . h Decapitasion. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Bello (Andrés) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .8 Deguellos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9 Benavides (gob.or) . . . . . . . . . . . . . . . . . . y Degolladores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . s C E Chuquisaca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9 Entre-rios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 Cochabamba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .j Emigrados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .t Cobija. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Echague ( gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . .u Cusco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .k Estrangeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .v Callao. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11 Ecuador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21 Copiapó. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .l Estados-Unidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . x Enviado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . z Estado Oriental. . . . . . . . . . . . . . . .22 Egercito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . aa F Francia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .bb Franceses. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 M Flores. (gral.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .24 Ferré. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25 Montevideo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 Federales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . cc Mendoza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ss Fernandez ( Hilarion ) . . . . . . . . . . . . . . . .dd Mas-horqueros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . tt Funcionarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26 Mendiburu ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . .52 Facciosos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 Méndez ( Manuel Cruz ) . . . . . . . . . . . 53 Fuciles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ee Madrid ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . .uu Mansilla (gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . .54 G Magariños (gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . .55 Ministros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . xz Gobierno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Madariaga ( gobor. ) . . . . . . . . . . . . &&” 188 Gavinete. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29 Guerra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 N Guilarte ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .ff Garzon ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . gg Negosiasión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .56 Guido ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . hh Gutiérrez (gobor. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ii O Gondra ( ministro ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 García ( Domingo ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . JJ Olañeta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . az Goitia ( Casiano ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . &” Oruro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .57 Oribe. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .xa Orbegoso ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . .58 H Obando ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . .59 Oro ( Domingo ) . . . . . . . . . . . . . . . . . ba Heras ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32 Otero ( ex gobor. ) . . . . . . . . . . . . . . . . cd Y Ibarra ( gobor ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ly P Pacheco y Obes. . . . . . . . . . . . . . . . . . .60 Illay. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . me Progresistos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .fg Ingleses. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .hi Inglaterra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .34 Protectorales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61 Infantería. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35 Plaza de armas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .62 Impresos o diarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Paz ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63 Iturbe ( gobor. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Pinto ( gral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .jk Imvasion. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38 Paraguay. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . jm Instituciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . nn Pacheco ( grral. ) . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 Potosí. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .rs J Purvis ( contra-Almirante ) . . . . . . . . . 65 Jujui. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Paunero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66 L Legislatura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40 Q Leyes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .oo 189 R Tarija....................................................88 Torrico ( gral. )....................................87 Retrógados.....................................................ub Tucumán..............................................90 Rivera (gral )..................................................67 Torrico ( Andres Ma. ).........................89 Río de Janeiro................................................68 Rio de la Plata................................................69 U Restauradores.................................................by Rosas(JuanManuel)........................................70 Unitarios........................................... 120 Rojo ( Anselmo ).............................................71 Urquiza(gral. )......................................91 Rioja................................................................72 Urdininea.............................................92 República Argentina........................................._ Urcullo ( ministro )........................... 191 Rodríguez M° Boliviano en Buenos Ay.s........* Revolución.......................................................73 V Rivera Yndarte.................................................74 Valparaíso..........................................122 S Vibanco ( gral. )...................................91 Velasco ( gral. )...................................94 San Juan............................................................75 Varela ( Florencio )...........................123 Santa Fe.............................................................76 Vasquez (ministro)............................95 Santiago ( Chile ).............................................. oq Santiago de Estero..............................................qo Meses Santa Cruz ( Gral. )............................................77 SanRomán..........................................................78 Enero..................................................== Salta.....................................................................79 Febrero................................................xx Saravia ( Gob.or )................................................80 Marzo...............................................OO Silva (gral.)..........................................................81 Abril...................................................66 ServandoGómez(Gral.).......................................82 Mayo................................................... \\ Sarmiento ( Domingo )........................................83 Junio................................................. AA Sables...................................................................84 Julio......................................... ...........CC Agosto................................................PP T Septiembre........................................IIII Octubre.............................................DD 190 Tropas..................................................................85 Noviembre.........................................FF Tacno....................................................................86 Diciembre.................................... ....NN COMUNICACIÓN DE PAZ AL GOBIERNO DE TUCUMAN EN LA QUE EXPONE LOS PROPÓS1TOS DE LA CAMPAÑA DE CÓRDOBA Cord.a y Junio 12 de 1830. Desde q.e las Prov.s oprimidas p.r furiosas facciones, y sus Gobnos. encarnisados en una grra. desoladora, han empesado a gozar de su libertad, el Gbno de Cord.a se ve fuertem.te requerido e instado a promover los intereses generales de la República en su organización y constitución, q.e las acabe de sacar del infeliz. estado de la anarquía,. en q.e las sumergió el vertigo de las revoluciones, tantas veces quantas aparecieron en el rango de Nacion. El q.e subscribe cometeria un acto de la mayor imprudencia y expuesto á abortar en proyecto, si conducido solo del justo clamor de tantos pueblos, q.e invocan su cooperacion p.a darse una existencia politica, diese principio a una empresa erizada de escollos, sin allanarlos antes, ofreciendolos á la consideracion de los Gobnos. q,e hande conducir á los Pueblos a la consecucion del noble objeto q.e hay ocupa sus justos deseos, y en q.e están cifrados sus mas íntimos intereses. Por fortuna hoy los Gobnos. no son aquellos, q.e haciendose un patrimonio de sus Pueblos, eran los mas empeñados en su aislamiento, y los q.e acaudillaban las revoluciones, p.a sumergir a la Nacion en el caos de q.e apenas empesaba a salir. Hoy los Gbnos y los Pueblos aparecen en un sentim.to uniforme, y esta circunstancia seria la mas bella p.a constituir el Pais. Pero desgraciadamente los títulos de estimac.n y confianza que todos los Gobnos. invocan a1 dirigir al de Cord.a los sentim.tos y deseos de sus Pueblos, exitan desconfiansas, y alarmas de otros Gobnos, q.e deben tomar en considerac.n todos los q.e se han amistado al de Cord.a y aspiran á la -nacionalizac.n del Pais. Los mom.tos de alarma no son á propósito p.a una obra en q.e debe presidir el consejo de una razon reposada. 191 Mientras la Prov.a de Cord.a combatia á sus feroses agresores, miraba levantarse otra tempestad politica, q.e al fin se ha hecho sentir con un aparato no despreciable. Los Gobnos de las Prov.s litorales del Parana estrechaban alianzas ofencivas y defencivas, estableciendo p.r baces un sistema politico, a q.e deberian someterse las q.e quisiesen aderir á ella, abjurando antes toda otra opinión. El Gobno de Cord.a miró sin celos ni temor aquellas alianzas y desidido á no fixarse en otro sistema, q.e el q.e la mayoría de la Nación adoptase p.r mas conveniente, se mostro indiferente a una alianza q.e en otro sentido podria convenir á sus intereses particulares; solo cuido de estrechar vinculos de amistad y buena inteligencia con los Gobnos aliados, y principalm.te con los de S.ta Fé y B.s Ay.s como mas inmediatos, manteniendo hasta la fha cerca de ambos, comisionados p.a cultivar la amistad ajustada p.r tratados solemnes. A pesar de esta política circunspecta del Gobno de Cord.a y de la q.e ha guardado en todo el periodo de la gr.ra civil, quando debia esperar q.e esos mismos Gobnos, se mostrasen amigos de su moderación y filantrofia con sus propios enemigos, recibe comunicac.n en q.e con fha 12 de Abril le anuncian los dhos Gobnos haber estrechado sus vinculos de union hasta formar una liga ofenciva y defensiva. En ella se ostentan alarmados y zelosos de su propia seguridad p.r el poder militar q.e advierten erigido en esta Prov.a con los triunfos repetidos sobre sus im.placables enemigos. En tal disposicion aqueIlos Gobnos ofrecen y exigen. Al de Cord.a garantias de su seguridad y paz. Este no puede desconocer un solo mom.to el origen de esta novedad, y al contestarla tampoco cre yó conv.te desentenderse de él, y haciendo en su contestac.n de 14 del pasado la distinción q.e permitia la politica, y la justicia entre sus co rresponsales, segun la q.e ella habian .observado con el Gobno de Cord.a, espera ver el desenlaze de este grande e importante asunto, en q.e instruirán al Exmo Sor Gb.or de Tucuman con más extencion las citadas comunicaciones q.e vera en la aurora Nacional. A estas fueron acompañadas cartas confidenciales del q.e firma p.a cada uno delos litorales en igual sentido, y con la franqueza de su sincera amistad, exitada p.r aquellos en (una palabra rota) de igual clase, cuando debia esperarse q.e los Gobnos de S.ta Fé, Entre Rios y Corr.tes empesasen á deponer sus deseconfianzas, ha reeibido contestac.n del primero q.e descubre todo el fondo de ellas, sin la menor imprecion de desengaño. Consideraba al q.e subscribe en un plan de conquista, q.e á su ver se há desplegado en la micion de tropas auxiliares á las Prov.as guerreras, en la 192 ocupación de sus plazas, destitucion de sus Gobnos, y colocacion de algunos de los Xefes del Exercito en las vacantes: cree q.a los sucesos han venido a confirmar las anteriores sospechas de tales planes. El Exmo Sor Gob.r de Tucuman, no debe desconocer, q.e el Gobno de B.s Ay.s desde el rompimiento de la guerra contra Cord.a dió a sus invasore s esta señal de alarma, q.e há procurado sostener y evitar p.r medio de escritores ministeriales, y ha manejado constantem.te p.a mantener el fuego dela grra civil en el interior, desde q.e há visto, q.e recuperando los pueblos su libertad y sus derechos, no será el arbitro de sus destinos. El de Cor.a tampoco le pierde de vista sus pasos, y en su vigilancia se han estrellado yá muchas de sus maquinaciones. Con todo, colocado en medio de los deseos encontrados de un Gobno aspirante a la dominacion de la Republica, y de los de libertad proclamados p.r los demas, desea no aparecer antes sus amigos y aliados animado de otro sentim.to q.e el q.e ellos mismos le consideran, y le estimulan. El se limitaria á hacer la felicidad de su Prov.a sino tubiese este impulso de la amistad, del interes gral, y del honor q.e le dispensan los Pueblos invocando su cooperacion: mas p.r si solo nada puede, ni quiere, q.e la constitucion de la Republica , sea la obra de solos sus consejos. Desea q.e todos los Gobnos le den los suyos, y q.e impuestos del Estado, q.a presenta este grande negocio, cada uno lo mire como propio, y tome en ella parte q.e le requiere el interes del Pais y de su respect'iva Prov.a La de Cord.a y su Gobno colocado á la vanguardia de las dificultades q.e ofrece de presente, haná quanto este á los alcances de la prudencia, y moderacion p.a q.e el Pais no vuelva á embolverse en una grra desastrosa, y p.a q.e los mismos Gobnos q.e recelan de su poder, recobren la confianza en q.e han estado antes del ultimo triunfo de las armas de Cord.a. Si á pesar de esto la tranquilidad publica fuese turbada, lo avisarrá con tiempo á sus amigos: entre tanto el q.e subscribe, protesta al Exmo Sor Gob.or de T'ucumán su mas alto aprecio y consideracion distinguida. José M. Paz. (Copia existente en el Archivo Histórico de Tucumán, tomo 36, folio 163_) 193 VII MANUSCRITO DE PAZ, REDACTADO EN RÍO DE JANEIRO, EN JUNIO DE 1851, SOBRE LA CAMPAÑA DE CÓRDOBA EN 1830, Y LAS NEGOCIACIONES CON BUENOS AIRES Y SANTA FE .ANTES DE SU PRISIÓN. Este manuscrito sc encuentra en el Archivo de Paz. Fué escrito corno respuesta a las publicaciones hechas por Don Mariano Fragueiro en El Pueblo de Copiapó en sus números 26, 27 y 29. Ignoramos si vió entonces la luz pública, pero todo hace suponer que se ha conservado inédito. Es una memoria completa sobre el tema. No la insertamos íntegramente. Omitimos los capítulos relativos a las dos misiones que él envió, la de Bedoya y de la Torre y la de Don Mariano Fragueiro. La primera ha sido referida en lo principal en sus Memorias Póstumas y la segunda tiene el carácter de una réplica de orden personal a su atacante. En las breves líneas de introducción dice Paz que se alegra que se haga la discusión de su acción pública puesto que se halla en condiciones de contestar a todos los cargos que se le hagan, lo que no sucedería si pasado más tiempo, fuera su memoria la ofendida. "Me siento con fuerzas bastantes, agrega, para reconocer errores, si hubiese incurrido en ellos, ellos, siempre que mi conciencia me los muestre o se me convenza con razones, porque estoy muy lejos de aspirar a la infalibilidad ni a la heroicidad, al menos como la comprendía el Caballero de la Mancha, que por desgracia, no deja en nuestro tiempo de tener imitadores." He aquí los capítulos de su Memoria Negociaciones que tuvo antes de caer prisión Desde que se resolvió el 29, la expedición q.e debía ir a mis orns. al interior conocí toda su gravedad, y puedo asegurar q.e jamás me exagere el poder que se había puesto a mi disposición, ni mire en menos el que tenia que combatir. Infinitas veces tuve que disentir de la opinión de muchos de mis amigos políticos que se engañaban en la apreciación de las respectivas fuerzas, avaluando en 194 mucho las de1 partido a que pertenecían mientras deprimían hta. lo sumo las del que nos era opuesto. Teníamos soldados valientes y engreídos con la victoria p.o la , . . . . y pralm.te de la campaña q.e en ntro Pais es casi todo n . . - . , eran contrarios. Cada soldado que perdíamos era una falta irreparable, y los que quedaban aunque venciesen en alg.s batallas acavarian por con fundirse con aquellas y participar de sus sentimientos y convicciones. Me persuadí que para que fuese duradero el efecto de nuestras victorias, no debía contrariar abiertam.te las ideas dominantes y que al contrario debía hacerles alg.s concesiones, salvando expresamente el interés primordial de la causa q.e defendíamos. Debido a esa conducta es q.e pude prolongar la lucha, y poner de nra. parte grandes probabilidades de triunfo. Sino se consiguió, fué acaso porq.e no fui bien comprendido, .y porque me contrariaron los que me jor ilustrados hubieran debido ayudarme. En las conferencias que tuvimos con el Gen.l Lavalle spre. le oi opinar que el General D. Estanislao Lopes debía continuar con el Gov.o de S.ta fe, sin q.e por eso pensase suspender la grra. en q.e se hallaba empeñado; se proponía batido y humillado p.a después decirle, continúe V. Con su gobierno que nadie amviciona. Recuerdo haber oído después al S. D. Dm.o Oro que estas espresiones del Gen.! Lavalle, ge llegaron a oídos de Lopes, lo habían indignado mas que si le hubiese inferido los mas crueles insultos, y esto se comprende bien, considerando el grado de orgullo a q.e había lleg.do el caudillo santafecino. Como puede parecer extraño el modo de pensar del Gen.l Lavalle, creo conven.te decir alg.s palabras p.a esplicarlo. Jusgaba y lo decía en todas partes, que las victorias de Lopes y demas montoneros sobre los extos. de B.s A.s no eran debidas a su valor sino a la incapacidael de los Generales q.e les habian sido opuestos. Consideraba profundam.te herido el honor del primer pueblo de la República, y el de las tropas veteranas a que el pertenecía. Pensaba reivinclicar el credito de ambos con una ruidosa victoria. Varias veces le oi estas formales palabras. "Mieo V., no aspiro a otra cosa que a dar una buena lansiada a los ganchos santafecinos y despues, decir a Lopes, continue V. en el mando de su. Prov.que en el estado en q.e se halla nadie puede apetecer ni aspirar a el.” Efectivam.te no se presentaba ni remotamente un candidato para subrogarlo.. El único q.e podia pensarse q.e era Echague, era su mas sumiso servidor, y siervo. (El subrayado está en el originaL) No necesita estos antecedentes para conocer lo q.e había de exacto en el raciocinio del Gen.l Lavalle, y persuadirme q.e p.a llevar a cabo la obra que me estaba encomendada, era conven.te neutralisar por lo menos a Lopes, y las bandas que lo seguian. Por ello es que corté todo conflicto en la Prov.a de S.ta Fée, logre atravesarla sin verme precisado a incomodarar á sus havitantes y aun 195 hice devolver un poco el armam.to que un oficial tomó en una casa de la Esquina. Hice mas le diriji una carta al Gen.l Lopes diciendole q.e me felicitaba de haber recorrido una gran parte del territorio de su mando, sin disparar un fusilaso. Antes le había escrito el Gne.l Lavalle haciendo proposiciones de paz, porq.e malogrado el golpe que contaba de seguro haber dado a los fuertes de Lopez, se vio en la imposibilidad de continuar su campaña ofensiva. El resentido caudillo no solo se negó a escuchar la pacifica proposición, sino que le contesto de un modo tan altanero como desabrido. El Gen.l Lavalle tubo que replegarse sobre B.s A.s p.a resistir la tormenta que se que se armaba por todas partes. Olvidava decir que en la carta que escrivio el Gen.l Lavalle a Lopes, al mismo tiempo q.e lo invitaba a un arre, escluia expresam.te a Bustos Gov.r de Cord.a.. Esto revelaba 2° qual era el destino de mi espedicion, y contribuia a persuadirlo q.e no debia inquietarse por ella. Lopes desentendiendose de este punto en su contestación a Lavalle, se contento con mandar a Bustos la carta original, p.a advertirlo del peligro que lo :amenasaba (o) y acompañando el mensaje del mas marcado desden. Lopes estaba fuertem.te resentido con Bustos por no ha berle mandado auxilios p.a resistir la invasión q.e acababa de sufrir, y su ves quería corresponderle con igual indiferencia. Mi carta no hahía sido contestada, pero q.do después del combate del Puente de Marques hiso proposiciones de avenimiento al Gen.l Lavalle la hiso servir para dar a entender q.e estaba en buena intelig.a conmigo y que nada tenía que temer por su espalda. El S. Cullen (D. Domingo) no tenía investidura alg.a pública en Sta. Fé, pero a lo que se creía y a lo que el no perdía ocasión de hacer entender, era el alma de los Consejos de Lopes y el que tenía una positiva influencia. En mi marcha p.a Cord.a había encontrado á un negoc.te Francés llamado D. Dom.o Mendilarsu que viajaba p.a S.ta Fé, al que en conversación hise entreveer mis deseos conciliatorios. Alg.s días después, estando ya en Cord.a regresó Melldilarsu y me trajo una carta del S. Cullen: no recuerdo distintamente su contenido pero estaba concebida en sentido pacífico y pienso que se reducía a establecer relaciones y a aproximarme al S. Lopes. Sus miras además eran bien claras p.s q.e se estendían a q.e reconociese la Convención q.e con el título de Nacional estaba reunida en S.ta Fe, y acaso a q.e reconociese a supremacia del S. Lopes. Entre tanto este había marchado sobre B.s A.s y en unión con Rosas, asediaban la ciudad y al Gen.l Lavalle q.e ocupaba la Hacienda de los Tapiales. Yo sin traicionar mis amigos políticos no podía ligarme con sus adversarios, ni aumentar el conflicto de aquellos con una inteligencia q.e por lo menos pondría un gran peso moral en la balanza. Entre esto y lo de manifestar un deseo de conciliación había una distancia enorme. 196 No puedo asegurar pero estoi inclinado a creer q.e no contesté la carta, de Culen, o porq.e exorvitante su pretensión o porq.e lo olvidé en medio de las muy críticas circunstancias que me rodeaban. Por de contado q.e si la respondí, debió ser en términos de pura urbanidad y sin adherirme a la política q.e se me proponia. Lo que tengo bien presente es, que cerca de dos meses después q.do fueron los S.S. Amenabar y Oro, me espresó el últ.o e1 vivisimo resentimiento del S. Cullen p.r no haber recibido contestación a su carta; recuerdo también q.e le escribí entonces dandole satisfacción p.o sin darme por entendido de lo principal de su contenido. Cullen jamás olvidó esto que el graduó de desaire, y que por mi parte no fué mas q.e un poco de circunspección y algo de negligencia. Debo advertir q.e sin conocer personalm.te a este Sor, unpresentimiento de q.e no podía darme cuenta, me alejaba del, de modo q.e sino le era desafecto tampoco me merecía simpatía y mucho menos comfiansa. (o) El conductor del mensaje pues q.e seg.n recuerdo no llevaba comunicación escrita fuera de la misma carta de Lavalle, fue el Mor. Muniz oriental, prision.o que fue en Casa-Matas, después oficial del N4 que mandaba Lavalle, y ultimam.te ayud.te de Campo do Lopes. Ignoro si aora existe. (Nota de Paz.) Al mismo tpo que luchaba con Quiroga, Bustos, Aldao y demás caudillos del interior, podía Lopes por medio de sus adherentes exitar las montoneras q.e ya principiaban en la Prov.a de Cord.a en cuya campaña conservaba una inmensa influencia. En tal estado, lo delicado de mi posición, me aconsejaba no irritarlo, p.o guardando siempre la concecuencia q.e debía a mis amigos de B.s A.s Tube entonces y tengo h.ta aora la más perfecta convicción, que era q.to me era permitido hacer en obsequio del Gen.1 Lavalle y q.e era el mejor medio de servir a la causa q.e ambos defendíamos. Después del revés de Puente Marques solicitó q.e yo marchase sobre S.ta Fe p.a atraer a Lopes y quitarselo de encima, p.o esto ademas de serme imposible era enteramen.te inútil como lo acreditaron bIen luego los hechos. Lopes se retiró en esos días, sin mi intervención y no p.r eso dejó de sucumbir el Gen.l Lavalle bajo el peso de las bandas irregulares de Rosas. Misión de los S.S. Amenazar y Oro con el carácter de Mediadora. Podría anticipar a esta misión la que con el carácter también de mediadora y sin saber la q.e venía cerca de mi, resolví al mismo tpo mandar a S.ta Fe y B.s A.s p.o p.a mayor claridad conviene principiar p.r aquella. Inmediatam.te desp.s de la batalla de la Tablada me había dírigido con mi cuerpo de tropas al Este 197 de Cord.a a sofocar las montoneras de ese lado acaudilladas por Bustos, y observar en S.ta Fe q.e se creía protejerlas. A1 mismo tpo q.e esas rnontoneras sufrieron un golpe q.e completó su disolución, llegaron a mi cuartel gen.l que solo distaba 50 leg.s de la ciudad de S.ta Fe el S. Cura Amenabar y el S. D. Dom.o Oro bastantem.te acreditados. Allí se encontraron con los comisionados q.e con idéntico objeto hacía yo marchar, los quales continuaron su viage. Me parece oportuno advertír q.e asumiendo ya el roll de mediador en la grra de B.s A.s en la q .e no podia intervenir de otro modo, conseguia neutralisar a Lopes en la encarnisada lucha q.e yo sostenia contra Quiroga, con lo que ganaba inmensam.te ntra. causa y daba a ntros. Amigos el unico apoyo moral q.e podia darles. Aceptando a mi ves la mediación de Lopes sacabamos igualm.te muy buen partido (ya se comprendera q.e hablo de las conveniencias politicas, presindiendo de las consideraciones humanitarias que me aconsejaban tambien una marcha conciliatoria) pues q.e era muy probable que el feros y valiente caudillo con q.e yo lidiaba la reusaria indisponiendose entonces con los aliados. Efectivam.te asi sucedio, porq.e Quiroga ni contesto las comunicaciones de Lopes de modo q.e se aumento la antipatia de estos dos caudillos. Si su desinteligencia de nada nos sirvio desp.s fue porq.e Rosas logro reconciliarlos y porq.e no supimos nosotros sacar mejor partido. He dicho mal, que no supimos p.s q.e lo conoci y quise sacar probecho de esta circunstancia pero no pude porq.e me lo impidieron consideraciones politicas q.e eran unas verdaderas exigencias de la situacion. En el año anterior Dorrego y Rosas habian estado en plena desavenencia. Los unitarios q.e pudieron sacar ventajas de estas circunstancias atacaron a uno y a otro con igual encarnisam.to y los obligaron a reunirse. Una cosa parecida medio en el tiempo de que voy hablando. El Gen.l Lopes por medío de los S.S. Amenabar y Oro ofrecia su amistosa mediacion p.a q.e cesase la grra. que yo sostenia contra Quiroga. En seguida me invitaba a q.e reconociese la convension nacional, que estaba en S.ta Fe, y la completase mandado los diputados de Cord.a que hahia hecho retirar mi antecesor Bustos. En q.to al primer punto no hubo dificultad y acepté desde luego la mediacion p.o sin dejar de hacer sentir a los comicionados que hubiera sido mas oportuna mas meritoria antes q.e corriesen arroyos de sangre de 1a Tablada. Tampoco deje de predicarles q.e Quiroga por despecho o p.r mala vo1untad a su comitente, no la aceptaria. El 2° punto no era de tan fácil solución. Quien considere estas cosas desp.s de mas de 20 a.s de desastres, y q.e pese los males q.e han sobre venido, puede q.e me haga cargo p,r no haber abrasado esta coyuntura de terminar nras. desavenencias, si es q.e ella podia dar ese rcsultado: pero estoi 198 cierto q.e pensara de distinto modo si quierese trasladar a aquel teatro, a aquel tiempo y a aquellas cirtunstancias. La convencion habia perdido su prestigio y no merecia consideracion ni a los mismos federales. Quiroga manifestaba publicam.te su desprecio por ella y Bustos (ex gov-.r de Cord.a) habia retirado los diputados de esta Prov.a apoyado en una sancion de la Legislatura. Puede decirse que la Convencion estaba disuelta y q.e solo trataban de reconstruirla. No quiero condenar este pensam.to pero tampoco podia adherirme a el. :Sin contar otras dificultades mi adhesion hubiera disgustado estremam.te a la mayoria del partido unitario q.e ya se soñaba vencedor, el qual me hubiera negado su apoyo. En Cordova mismo hubiera causado una muy fuerte impresion a q.e no hubiera sido indiferente el exercito. Agregado a todo esto mi juicio personal q.e decia (q.e me decia 1) q.e la convencion de S.ta Fee no podia hacer el bien, se tendrá que me decidieron.. Sin embargo no rechase abiertam.te las proposiciones del gov.o Stafecino, sino q.e espuse que mediando una sancion de la Legislatura, no estaba en mis atribuciones aceptarla, p.o q.e me dirigiria a dho. cuerpo p.a q.e el se pronunciase nuevmn.te aun q.do preveia (les espresé) el ningun resultado q.e tendría,. Entonces me insinuaron q.e emplease mi influencia para obtenerlo favorable, a lo q.e no quisenegarme. mas como no debia entenderse q.e lo haria arrostrando la inmensa oposicion que tendria ya el proyecto ya se comprenderá q.e mi intervencion no seria muy eficas. Negocio paso a la Sa1a de R.R. en donde si dominaba el partido unitario habia plena libertad, la que se pronuncio decididam.te contra el reconocim.to de la convencion de diputados. Fue este el golpe de gracia q.e recivio aquel cuerpo espirante, el que dejó desde luego de existir. La diputacion de Sta Fe presencio este desenlace, sin manifestar sentimientos inamistosos y sin dejar de mostrarme la mor. consideracion personal. Mas pasados alg.s dias probablemte q.do recivieron los comisionados nuevas ordenes de su gov.o, yo percivi q.e se enfriaban notablem.te y afloxaban en el empeño de q.e estrechase mis relaciones con Lopes. Habia ademas otra causa para esto y era sin duda la mas influyento en este cambio. Era la conducta tenida por mi Diputacion en S.ta Fe; Voi muy luego a esplicar esto: rnientras tanto dire que el S. Amenabar se retiro antes bajo algun pretesto; quedando el Sor Oro q.e pasado poco tpo. le siguio, dejando las cosas en el mismo estado. Negociaciones con Quiroga y otros Gov.os En otras partes he dicho, pero es forzoso repetirlo, que desde que llegue a Cordova procure dar 199 muestra de mis miras pacificas a todos los Gov.os del interior para desmentir las miras de conquista q.e se me atribuian. En esto no habia mucho merito porq.e la pequeñez de mis .fnerzas no me dejaba lugar p.a otra cosa. Sin embargo no se crea que yo desatendiese los intereses de la causa general, pero esperaba que lo que no hiciesen las armas lo haria la convicción, y la influencia moral de un poder bien y regularm.te constituido. Para apreciar mi modo de pensar debe advertirsc que ntra. causa habia sucumvido en B.s A.s y que esto lo sabia yo con anticipacion. A virtud de estos antecedentes, me diriji a Quiroga desde mi llegada como lo hice tambien a otros Gov.os ofreciendo mis buenas relaciones, por medio del S. Isasa ministro de gov.o y la contestacion que se obtuvo de aquel caudillo fue un insolente reto a que se siguio la accion de la Tablada. La victoria de este nombre que obtuve sobre el, en las inmediaciones de Cordova, en los primeros mom.tos agrio mas su caracter y no debio la menor muestra de estar dispuesto a un arreglo: por el contrario ya referi que ni quiso contestar las comunicaciones del Gov.o de S.ta Fe en q.e le ofrecia su mediac.n. Pero q.do se rehiso en Mendosa y formó un nuevo ejercito para repetir la invasion, con asombro de todos despacho dos oficiales parlamentarios, que eran conductores de una nota en que daba esperanza de un arreglo. Quisá a esto contribuyo la llegada a Cord.a de la comicion mediadora de B.s. A.s comp.ta de los S.S. Cabia y Cernadas, de q.e pudo tener not.. Sin embargo en la nota a que acavo de hacer referencia no invocaba p.a nada su intervencion. Luego hablaré de la comicion mediadora contrayendome ahora a la sola negociacion con Quiroga. Mi contestacion fue, prestandóme a oir propociciones amigables y honrosas, pero le exigia q.e para entendernos no abansase hta pisar el territorio de Cord.a. Bajo esta condicion me manifestaba dispuesto a celebrar un armisticio y le ofrecia mandar comicionados competentem.te autorizados, presindiendo yo a mi ves de decir una palabra sobre la mision de B.s A.s que permanecia en Cord.a. 1 Repetído en el original. Luego que Quiroga recivio mi contestacion, en ves de suspender sus marchas las aseleró penetrando en la jurisdiccion de Cord.a y ocupando el Salto. Pienso q.e el interpreto mi condescendencia a entrar en un arreglo como un signo de devilidad y sin renunciar del todo a las negociaciones, quiso ponerse en situacion de dictar las condiciones. Cuando los señores Don Eduardo Bulnes, y el entonces Mor. D. Wenceslao Paunero, fueron a su encuentro, lo hallaron en el 200 Salto a donde acavaba de campar. Viendo estos que el habia faltado a la condicion que yo le exigia, no se creyeron autorizados p.a celebrar el armisticio y me consultaron. Mi resolucion, q.e si Quiroga no desocupaba el territorio de Cord.a continuarian las hostilidades. Sin embargo les dije, si quiero negociar continuando estas, puede neutralisarse un punto en que se reunan comisionados de sus dos partes. No tubo esto lugar y Bulnes y Paunero se retiraron, p.a q.e la espada y el cañón dicidiesen la cuestiono Desde que la negociacion se entablaba sin dar la menor participacion a la comicion de B.s A.s ya se deja percibir que mi objeto era entenderme con Quiroga aisladam.te y separarlo de Viamont q.e Gov:'r de B.s A.s y y de Rosas que aunque solo era com.te gen.l de campaña, exercia una influencia omnimoda. En este sentido estaban redactadas las instrucciones de los comicionados de Cord.a, y en el mismo fin que se pro. pusieron obrar. No lo se de positivo pero se dijo que el caudillo Riojano estubo inclinado a escucharlos p.o q.e Aldao fue de opinion contraria. Se dijo tanbien q.e para haserla, prevalecer, ocurrio al arvitrio de tocar la suceptivilidad de Quiroga, a quien dijo" Si V. accede se pensara q.e tiene miedo al exto de Paz' '. Esto bastó p.a que Quiroga rompiese la negociac.n. (El subrayado es de Paz.) Sea lo que sea, ella no tubo efecto, y la sangre corrio con profusion. El partido unitario por exelencia, o como le llame antes el exaltado q.e habia en Cordova batio las manos selebrando la ruptura de la negociacion, q.e el miraba como una derrota. No admitia medio, queria q.e se jugase el todo p.r el todo, a. lo q.e contribuia el juicio exagerado que siempre tubieron de sus fuerzas, los que lo formaban. En mis Memorias sobre las campañas del interior que aun no he completado, hago relacion de lo que me sucedio con este mismo D.r Bedoya en visperas y al al dia sig.te de la batalla de 0ncativo. Comision Mediadora del Gov.o de Bs. A.s Poco antes que los Parlamentarios de Quiroga habian llegado a Cord.a los S.S. D. Pdro Feliciano Cabia y el D. D. N. Cernadas comisionados por el Gov.o de B.s A.s para interponerse (segun querian hacerlo entender) entre los beligerantes y exitarlos a un avenimiento pacífico. Yo me encontraba ocupado en esa celebre campaña de detalle de la sierra, qdo. ellos llegaron, de modo que hta mi arrivo que tardo alg.s dias no pude oirlos. "" Presindiendo de otros graves antecedentes, desde mi prim.a conferencia con ellos, ya me persuadí q.e su objeto no era el de una mediación sincera sino el d e contribuir al triunfo de Quiroga, atisando si fuese preciso las pasiones del feros caudillo. He hablado de otros graves antecedentes, porq.e desde su llegada, trabaron íntimas relaciones con 201 los opositores al Gov.o es decir con los federales de Cord.a, y aun se propusieron organisar la oposicion, y entusiasmarla. Ellos fueron quienes promovieron el uso del cinturon punzó y negro q.e sirvio entonces de distintivo a las damas federales. Hubiera sido demasiado exigir a los homb.s este signo hostil, pero creyeron q.e las mujeres escudadas por la debilidad de su sexo podian usarlo impunem. te No se engañaron porq.e el gov.o no tomo medida alg.a, pero neutralizó la operacion, adoptando p.a las lanzas de un cuerpo del ext.o, q.e era el Esc.n de Voluntar.s del Cor.l Madrid los mismos, identicos colores. Se permitio al Coronel que hisiese una publicacion por la prensa, en q.e desentendiendose del significado que queria darse a los espresados colo res, decia simplem.te que habiendo observado que alg.s damas se adornaban con ellos, los aeeptaba para las lansas de sus soldados, seguro de dejarlas airosas en la batalla que estaba proxima. Bien fuese que ellas se creyeron mal comprendidas, p.s como se ha dicho eran los primeros ensayos de esa divisa de sangre y barbarie, sea q.e el bulgo tomó por una galanteria lo que no era sino una ironia, el resultado fue, que por entonces de su propia voluntad tiraron la divisa, y los señores comicionados no recogieron mas fruto que el ridiculo. Esto baste para mostrar quales fueron los trabajos de esos señores, sin contar otros muchos de la misma naturaleza. Aora veremos los que practicaron con el gov.o. Todo su empeño se reducia a predicar sentimientos pacificos, protestando que tales eran las instrucciones de su gov.o. Para ello solo empleaban lugares comunes sin que fuese posible traerlos al caso preciso de la cuestion. Quando yo les aseguraba a mi ves, mi disposicion p.a entrar en arreglos amigables, parecía que no quedaban satisfechos, o al menos que alg.a cosa mas les quedaba que exigir q.e no se atrevian a proponer. Quando le decia q.e la dificultad p.a la pacificacion no consistia en mi, ni en el partido que yo representaba sino en Quiroga que se habia negado tenasmente a oir toda propuesta de conci1iacion, se paraban ante esta dificultad sin que le hallasen ni pareciese buscale solucion. Como yo les preguntase si el Gov.o de B.s A.s saldria garante de tratado que se hiciese bajo su mediación, contestaron que no tenian aun para ello, pero q.e podria contarse con una garantia moral. Quii potest capire capit est. No dejaron de, tantear el vado de separarme del partido en que me apoyaba, espresando disfrasadam.te que aunq.e los Gov.os federales pudiesen tener confiansa en mi, no se las inspiraban los homb.s a quienes me hallaba ligado, en quienes mi influencia seria ineficas. Desauciados en este punto, se ocuparon so1o de entenderse con Quiroga a cuyo en campo q.e staba ya en movim. to me propusieron pasar. Hubiera sido una invecilidad permitirselos, y me negué decididam.te, pero me preste a que le 202 remitiesen las comunicaciones de que eran portadores, y las q.e ellos quisiesen dirigirle, mandandomelas p.a enordar el modo como debian ser conducidas. Asi lo hicieron, y yo los mande p..r medio de un parlamentario que lleno devidam.te su comision, y trajo otras de Quiroga q.e no importaban mas que un simple acuse de recivo. Acaso se me preguntará porq.e negandome al pase de los comiciona dos al campo de Quiroga, permiti q.e le dirigieran sus comunicaciones, a lo q.e contestaré, que debiendo estas comunicaciones y la contestacion aunq.e cerradas pasar p.r mi mano calcule que en ellas no se harian las revelaciones, ni se darian las esplicaciones q.e en una conferencia ver val. Por otra parte yo no queria aparecer cerrando todos los caminos que podian conducirnos a la conciliacion. Pienso que no me equivoque porq.e si las comunicaciones (que vi despues originales, q.do tome los papeles de Quiroga en Oncativo) eran bastantes aprobar el espiritu de la mediacion, no podian serle de g.n utilidad a mi adversario. Despues que los Comisionados hubieron recivido la insignificante contentacion de Quiroga, instaron otra vez porq.e se les permitiera pasar a encontrarlo a lo que me negue nuevamente, porq.e me proponia tentar una negociación sin q.e ellos ni su gov.o interviniesen. Fue entonces que tubo lugar la mision de los señores Bulnes y Paunero. Los comicionados despues de haber cangeado muchas notas con el Ministro Zarachaga en q.e se manifestaron tan destemplados como corridos por no haber arrastrado al Gov.o de Cord.a al punto que deseaban, concluyeron por pedir sus pasaportes p.a retirarse a B.s A.s. Yo que estaba en campaña y al frente del exto. de Quiroga, mande que se les diesen sin perder mom.to y ellos partieron inmediatam.te. Como Quiroga por una marcha obliqua sobre su derecha que emprendio desde el Salto, hubiese venido a colocarse sobre el camino a B.s A.s, yo p.r un movim.to contrario, habia. hecho lo mismo, quedando interpuesto entre el, y la ciudad q.e estaba fortificada. De consig.te los comisionados tenian que pasar por la inmediacion de ambos campos, q.do no fuese por ellos mismos. Al pasar por cerca del que yo ocupaba el dia antes de la batalla, en el Río 2° reciví una. nota de ellos, ofreciendome emplear sus ultimos esfuersos p.a detener la efusión de sangre ya q.e como era inevitable de bian pasar por el del Gen.l Quiroga. Ya me era indiferente que se viesen con el, y antes podia convenir que lo alentasen p.a q.e no reusase la batalla q.e me era de absoluta necesidad, en la situacion en q.e me encontraba. Podían tan bien producir alg.s indeciciones en su animo, o por lo menos detenerlo alg.s horas con sus peroraciones y era cabalm.te lo que deseaba, porq.e estaba decidido a buscarlo al dia sig.te y temia que hiciese algun movim.to q.e frustrase el mio. Sin embargo, obré con la mayor lealtad pues q.e p.r medio del Sñor. Paunero a q.n acredite debidam.te les dije que respetaba sus buenos oficios, pero q.e ellos no envarasarian mis 203 operaciones. Que por tanto exigia q.e a las dos horas de estar en el campo contrario, me hiciesen conocer las dispociciones del Gen.l enemigo. Ellos como era de esperarse, creyeron q.e esta era una fanfarronada y nada menos cuidaron q.e cumplir la condición que yo habia puesto. Asi fue q.e habiendo llegado al anochecer del 24 de Feb.o al cuartel gen.! de Quiroga, a las once de la mañana sig.te a q.e yo me presente no me habian dirigido comunicacion alg.a Asustados terriblem.te los comisionados con mi aproximacion, trataron de seguir su viage con alg.s caballos que les proporcionó Quiroga. Con ellos llegaron a la casa de postas que estaba a legua y media de distancia, pero habiendola encontrado desierta, no pudieron continuar y tubieron que pasar allí la tormenta. (a) En aquel tiempo se imprimieron en un folleto q.e mando publicar el gov.o de Cord.a todas esas notas y demas piesas referentes a esta celebre mision, hta. la ultima q.e pasaron desde la Esquina. A el me refiero. Serian las dos de la tarde mas o menos q.e yo pasaba a la vista de la posta persiguiendo los restos del exto. vencido q.do alg.o de los mios que llego a la casa por casualidad me trajo una nota de los comicionados avisandome las buenas disposicionos de Quiroga p.a transar amigablm.te la cuestion y solicitando q.e suspendiese mis operaciones. Su tono era enteram.te diverso del que empleaban dias antes, y no obtante me sorprendió sobremanera la candides evangelica de los comicionados, q.e ya no habian podido haser triunfar a Quiroga, querian q.e yo no reportase las ventajas q.e debia sacar de mi victoria. No necesito decir q.e no me detuve a contestarlos. Al dia sig.te 26, reciví otra nota en q.e me pedian auxilios p.a continuar su marcha, los q.e habiendoseles dado la verificaron sin hacerse del rogar. Que en su camino se les reunio Quiroga, q.e le dieron lugar en su coche, y que tubo lugar lo q.e todos saben. Apenas llegaron a Esquina, prm.a posta de la jurisdiccion de S.ta Fe, pasaron al Gov.o de Cord.a una nota insolente y amenasante, en q.e protestaban contra mi perfidia, por haber atacado a Quiroga, mientras ellos (decian) desempeñaban su sagrada mision de paz. Quando llegaron a B.s A.s procuraron por todos medios esparcir los mismos conceptos, pero el Gen.l Quiroga los desmintio diciendo a q.tos querían oirle. Es mentira, el Gen.l Paz no me ha engañado ni obrado con perfidia, si me ha vencido es porq.e ha podido mas q.e yo &a. A primera vista se comprenden el objeto, medios y fines de esta celevre negociacion. El gov.o de B.s A.s al encomendarla a los Señores Cernadas y Cavia, se propuso todo menos la conciliacion de 204 los partidos contendentes. Basta conocer el caracter de Rosas tan patente aora por sus actos posteriores p.a convencerse de la exactitud de lo que acavo de insinuar; sin embargo añadiré alg.s palabras mas, p.a hacer notar una coincidencia con otra negoci.cion, de q.e me ocupare mas abajo. Hablo de la encargada confidencialm.te al S. D. Mariano Fragueiro por D. Juan Manuel Rosas el año sig.te de 1831. Es de la que hace mencion en los articulos que ha publicado en Chile. El objeto prim." de la comísion mediadora de B.s A.s fue como se ha visto reanimar el partido federal q.e podria creerse sobre todo por sus derrotas en S. Roque y la Tablada, ofrecerle apoyo y organizarlo lo mejor quo pudiesen. 2° Anaquizar el unitario haciendome entreveer la posibilidad de arreglarse conmigo, si me desligaba de mis amigos politicos, o si renunciaba a los principios de mi creencia politica. 3° Impedir que Quiroga pudiese entenderse conmigo con cuyo motivo les escribia Rosas en carta q.e tube original en mi poder, que solo depusiese las armas, en cuso q.e yo y mis jefes saliesemos del territorio de la Rep.ca. 4° Adormecerme con proposiciones pacificas y discursos filosoficos, mientras mi adversario ganaba terreno, completaba sus preparativos, y se abansaba en la Prov.a q.e yo precidía. En este punto coincide perfectam.te esta negociacion con la dol S. Fragueiro como luego lo de mostraré. ( Archivo General de la Nación - Archivo del General Faz - Correspondencia, Borradores y Copias, 1850 -1854. Legajo 9.) (a) Todas mis medidas habian sido tomadas p.a atraer al enem.o a la madrugada del 25,, Un incidente estraordinario, hiso demorar la operacion de alg.s horas. VIII LA RESPUESTA DEL GOBERNADOR DE TUCUMÁN A LA CONSULTA SOBRE LA SUERTE QUE DEBÍA CORRESPONDER AL GENERAL PAZ COMO PRlSIONERO HECHO POR DON ESTANISLAO LÓPEZ. Nov.e 17. EI infrascripto tiene el honor de contestar la respetable Nota de 8 del pp.do Oct.e del Exmo. S. Gob.or y Capitán Gral. de la Prov. a de S.ta Fe explorando el pronunciam.to del q.e subscribe, 205 sobre el destino q.e debe darse al Gral. prisionero D.n José Maria Paz. El infrascripto se cre en el deber de hacer ligeras observaciones á este respecto, antes de pronunciar su dictamen; para salbar su conciensia y la justicia de la causa. El Gral. Paz no fué pral. autor de la revoluc.n , de prim.o de Diciembre que estalló desgraciadam.te, en la provincia de B.s A.s, y aunque posteriom.te la huviese aprovado, debe reputarce por una ratihavicion del suceso, q.e seg.n las decision.s legales no está sugeto á la responsabilidad de aquel crim.n, ni le corresponde la Suprema resolucion de la combencion; p.r q.e ella taxátivam.te habla de los promotores é insurgentes del primero de Dic.e. Verdad es q.c el Gra1.Paz trastornó el orden de las provincias centrales; p.o tambien lo es q.e los sucesos lo colocaron en la prim.a Magistratura, y q.e incuestionablem.te obtuvo el derecho publico de todas las Prov.s sentrales, p.r medio de su reconocim.to: y aun las Prov.as beligerantes no dejaron de reconocér la legitimidad de su autoridad á la vez q.e entraron en estipulacion.s de transacion con el. De este modo se bonificaron los principales viciosos dc su colocación. Sin embargo de estas razo.s q.e Ú juicio del q.e firma son obias, podrán no tener lug.r entre los datos especiales q.e puedan acopiarse en el progreso de la causa; y al efecto el infrascripto confiere todo su podér al Exmo. Sor. Gob.or y Cap.tan Gral. de la Prov.a de Santa Fé, para que mande juzgár al Gral. Paz por medio de un consejo de guerra Nacional: y entre tanto el q.e firma se honra en ofrecer al Exmo. Gob.o con q.e habla su mas alta consideracion de amistad y aprecio. Estos son borradores de notas y decretos en el Gobierno del General Heredia. Vol. 41 - Fs, 42 a 43, año 1833. - Arch. Histórico de Tucumán: IX La correspondencia que cayó en poder de Paz, después de Caaguazú, cambiada entre don Vicente Montero, cuñado del general Urquiza, como representante de éste, y don Juan Madariaga, en 1841, tiene un gran interés como pieza del proceso que terminó en el pronunciamiento del 1° de Mayo de 1851. Correspondería publicarse en este momento, ya que en el Archivo de Paz se conservan copias de esas piezas, pero habiéndolo sido ya en la Memoria del general Ferré apéndice, pág. 939 y siguientes, nos limitamos a referirnos a ella. 206 COPIA DE UN CAPÍTULO DE LA CARTA DEL GENERAL PAZ DIRIGIDA A DON WENCESLAO PAUNERO DESDE LA VILLA NUEVA CON FECHA 13 DE DICIEM BRE DE 1841 EN EL QUE EXPONE SU PLAN DE ACCIÓN. Ya sabra V. q.e el 28 del pasado logré una completa Victoria sobre el Ejercito de Echague, Victoria como aquellas de nuestros tiempos, y en q.e V. se condujo tan dignam.te; pero con la dif.a q.e siendo aqui tan popular la guerra, la derrota ha sido mas desastrosa. Despues del 28, los grupos enemigos q.e huian, han sido alcansad.s hasta dias despues, y rendidos ó acuchillados; asi es q.e el parte ha sido sumamente disminuto. El poder de Entre Rios y el mejor ejército de Rosas sucumbio en Caaguazú. N o hay p.r lo pronto quien alli nos resista; pero Oribe vie n en marcha con el suyo, y Pacheco, ya desocupado en Mendoza, hará lo mismo. Tenemos pues q.e haberlas con el poder reunido del tirano de la Republica. Qualquiera diversion q.e se le haga p.r otra parte; cualquier pequeño ataque q.e le llame la atencion; será util. De consiguiente convendria q.e los argentinos amantes de la libertad q.e existen en ese Estado ensayasen un golpe sobre Cuyo, en el modo q.e sea posible, y cuando mas no se pueda, un amago, q.e puede convertirse en realidad, cuando nuestros sucesos en la, otm parte del Paraná nos ponga en contacto con las provin.cias del interior, Ygnoro si el Gral. Madrid. ha salvado p.a Chile despues del suceso del Rodeo del Medio: si asi fuese, quiera V. saludarlo á mi nombre. Juzgo q.e en todo este mes estaré en el Paraná. Lo pasaré inmediatam.te q.e las circunstancias me lo aconsejen y q.e lo permita la convinacion q.e existe con los movim.tos militares del Gob.or de S.ta Fé. De todos modos no se perderá tiempo, lo q.e debe servirles a Vdes de regla. He tenido carta de Rojo desde Bolivia y le contesto en la q.e va inclusa - pero no permitiendome mis inmensas ocupaciones estenderme como ahora, exijo q.e le haga V. un resumen de lo q.e interesa á asuntos publicos, y se lo remita en mi nombre. (Archivo Histórico de Tucumán, Papeles de Dn Anselmo Rojo.) 207 XI CARTA DE PAZ A DON ANSELM O ROJO EXPRESÁNDOLE EL PLAN SOBRE COLABORACIÓN DE LOS EXPATRIADOS EN BOLIVIA Y CHILE PARA PROSEGUIR LA CAM PAÑA DESPUÉS DE CAAGUAZÜ. Cuartel Gral. en el Cerrito Arroyo de Mocoreta. Dic.re 27 de 1841. Mi estimado amigo y compatriota. Consecuente á lo que escribo á V. en mi anterior, le remito el diploma y credencial, en que lo acredito cerca de ese G.bno. con un caracter confidencial y un calidad de mi Agente; no dudo aceptará. este encargo rindiendo en ello un servicio importante á nuestra Patria. Entiendo debe V. esforzarse en q.e los trabajos de los Argentinos residentes en esa, se dirijan á obrar una divercion por las Provincias del Norte; pues no pueden ocultarse á V. las ventajas que esto traeria, aunq.e no se lograra otra, cosa que cambiar las administraciones puestas por Rosas á consecuencia del contraste de Famallá Esto mismo digo al Gral. Heras, á quien he acreditado, como a V. cerca del Gobno. de Chile, puede hacerse por Cuyo. No conosco, las circunstancias que rodean a V., ni los elementos de que podrá disponer: por lo mismo me es imposible hacerle indicaciones, si no es de un modo genérico; y recomendando á V. obre contra Rosas por todos los medios imaginables. Yo estoy pisando el Territorio de Entre Rios, con un fuerte Exto. de cuatro mil quinientos hombres: pronto creo podre dar la mano á las fuerzas de Santafé, y entonces presentaremos un poder que obligará á Rosas, a reconcentrar sus tropas, lo que dejará á Vstedes la posibilidad de obrar con ventaja sobre las Provincias del Norte. (Archivo Histórico de Tucumán, Papeles de Dn Anselmo Rojo.) 208 XII RESPUESTA DE PAZ AL PREM IO QUE LE HACE CORRlENTES DE DIEZ LEGUAS CUADRADAS DE TERRENO ¡ PATRIA! ¡ LIBERTAD! ¡ CONSTITUCIÓN ! Cuartel general en la Costa del Río Corrientes. Octubre 28 de 1841. El Gral. en Jefe de del Ejéreito de Reserva Al Excmo. Sr. Gobernador de la Pcia. El infrascripto ha visto cn el superior ,decreto de V. E. fecha 4 del presente el premio que. le ha sido acordado en dies leguas cuadradas de terreno en e! lugar o lugares que eligiere, concluida que sea la presente guerra. Lleno de gratitud a las altas consideraciones con que lo distingue el generoso pueblo correntino y a la confianza con que lo honra el digno magistrado que lo preside reconoce como la más grata recompenza a sus esfuerzos, la satisfacción de contribuir del modo que le es posible al triunfo de la causa que con tan heroicos sacrificios sostiene esta benemérita Provincia. Es por esto que el infrascripto, tributando a V. E. las mas expresivas gracias, se .permite elevar a su superior conocimiento la renuncia que hace de las expresadas dies leguas de terreno en favor de los individuos del Ejército que más se distinguiesen en la actual contienda, reservándose el derecho de su adjudicación a los que fuesen acreedores, Dios guarde a V. E. muchos años. .Excmo. Señor. José María Paz (De " El Nacional Correntino”.) 209 XIII Como se sabe Rivera Indarte escribió un poema heroico sobre Caaguazú. Está compuesto de siete cantos: Preludios: La Noche del Chaco; El Ensueño; La Alborada y el abrazo; El campo de Echagüe; 28 de noviembre; Epilogo. La poesía carece de vuelo. Muestra, a ratos, movimiento, fuerza, pero languidece rapida.ente y cae con frecuencia en prosaísmo. Como ilus tración de una semblanza de Paz vale la pena referirnos al último canto, cuyo argumento está fundado, sin duda, en un relato contemporáneo. Canta el dia siguiente de la victoria. Describe el entierro de los jefes y soldados caídos y luego el desfile de los prisioneros los que esperan la sentencia de muerte. El poeta pone en boca de Paz un discurso de perdón, que no carece de emoción y de dignidad. XIV SEPARACIÓN DE PAZ DE LA GUERRA DE CORRIENTES EN 1842. COM UNICACIÓN AL GOBERNADOR DE CORRIENTES. El Gob.o de la Prov.a de Entre Ríos. Paysandú Obre. 28 de. 1842. Al Exmo. Sor. Gobernador y Capitan General Interino de la Provincia de Corrientes Coronel D. Manuel Antonio Ferré. Cuando fui yamado a reincorporarme á los valientes del Egercito Correntino, mis antiguos compañeros, para combatir contra el tirano, conteste, que nada me seria mas grato, si veia asegurada la nacionalidad del objeto de la Guerra, y organizada la revolucion de modo, que pudiera consultar .y defender los verdaderos intereses argent.s Con este objeto y a virtud de un acuerdo selebrado en las conferencias tenidas con el Exmo. Sor. 210 Precidente de este Estado, como se informará V. E. por el Protocolo de que se ha dado un ejemplar á los Gobiernos Argentinos que felismente no hayabamos en este punto y eramos los legitimos Reprsentantes de la revolucion. Se propusieron varios y sencillos medios de sentralisarla y darle una existencia propia, para que pudiera susistir por si sola, cuando llegare un momento en que asi tubiera que lidiar con el poder del tirano segun consta de la adjunta Copias. El Exmo. Sor. Gobernador General Lopez y yo estuvimos de perfecto acuerdo, y animados de sentimientos verdaderamente Argentinos, esforzamos las razones en que era mui facil avundar, para demostrar la urgente necesidad de dar el Centro y organizacion que nos eran indispensablemente nesesarios, para salvar nuestra infortunada patria; espresandonos con la franqueza y verdad que demandaba la naturaleza del asunto. y de que debia usarse entre Argentinos y hombres de honor; pero el Exmo. Sor. Gobernador D. Pedro Ferre hizo a todo una alar mante resistencia, fundada en la no oportunidad, que el concevia para sentralisar la revolucion, y en otras que el mismo no se atrevio o no podria en aquel momento espresar. Creo conocer mui bien esas razones reveladas, entre otras cosas, por el hecho mismo de su reserva, y creo tambien, por una concecuencia legitima, que los intereses Argentinos no estan consultados, ni garantida la nacionalidad de la Guerra contra el Tirano. Tal es mi opinion; y este convencimiento, que no puedo deponer, me ha determinado á separar completamente mi persona de la actual lucha. Mi honor, la necesidad de mis principios, y lo mas caro de mis deberes como Argentino no me permiten derramar una gota de la sangre de mis compatriotas, si no es con el esclusibo objeto de restituirles una patria libre y un régimen legal que haga la garantia de su bien estar. Pero cuando hai muchos Argentinos libres armados para combatir, no puedo ni debo enbainar mi espada, sin manifestar á los Gobiernos que pertenesen á la revolución, mui especialmente á la heroica Provincia de Corrientes las razones que me han determinado a ello; reservandome esplanarlas y analisarlas oportunamente. Al dirigirme a V. E. tengo la honra de manifestarle el sentimiento que me causa el incidente que me separa de mis compañeros de armas, no menos, que la buena disposicion en que he estado de ayudarlos en la lucha de la Libertad; saludandole con la esprecion de mis distinguidas consideraciones de aprecio y respeto. Dios gue. a V. E. m.s a.s. José M. Paz. 211 (Archivo Nacional – Archivo Paz. Legajo 4.) xv TESTIM ONIO DE REPARACION DE LOS DAÑOS DE LA GUERRA. Paysandú, Nobre. 3 de 1842. El Cap.n D. José Ma Bustillo entregará a V. S. varios efectos q.e constan de la copia del in. . . tario que obra en la causa seguida a varios individuos que saquearon la casa de D. Xacinto Martines, vecino de ese pueblo. Luego que V. S. los rec... va reunira a.s personas perjudicadas, y a mas dos testigos ante los quales pro. . dera a la devolucion de las a sus lexitimos dueños, debiendo en caso de duda proceder despues de tomar mejores informaciones con arreglo a just.a. Lo que hara constar V. S. por una dilig.a que hara extender al pie de esta nota, que me devolverá p.a agregarla al proceso. D.s g.e a V. S. m.s a.s José M. PAZ. S. Con.l D. Federico Baes. En virtud de la antecedente superior resolución fueron repartidos á sus legítimos dueños los efectos mencionados en el inventario q.e en copia me ha sido entregado y ante los dos testigos q.e firman, haviendo solo no aparecido dueños de un bestido de saraza, \ un añadido de pelo, y un par de ligas, lo cual queda depositadas en esta comandancia. - Consep.on del Uruguay, Novbre.. 5 de 1842. Federico G. Baez. Como tgo. Salvador B, - - - do. Tgo. Juan B.ta Zavallo. 212 (Archivo Naciona! - Archivo de Paz – Correspondencia. Legajo 4.) XVI DESIGNACIÓN DEL GRAL. LAS HERAS y CNEL. PAUNERO COM O ENVIADOS PRIVADOS ANTE LOS GOBIERNOS DE CHILE Y BOLIVIA DE PARTE DEL URUGUAY. El plan de Paz de provocar la colaboración de los expatriados en Chile y Bolivia en la campaña contra Rosas no pudo cumplirse, inmediatamente después dc Caaguazú. Pero no abandonó la idea. En cierto modo él oponía esta colaboración a la que algunos unitarios habían buscado en los Gobiernos dc Francia e Inglaterra. Después de pasados varios meses desde que el sitio de Montevideo, se estableció, hizo que si idea fuera adoptada por el gobierno del Uruguay. En su archivo se encuentran. los borradoress que van a continu.ación y que explican uno de los aspectos de su plan. Montev.o Octbre30,, de 1843 = A S. E. el Sor. Ministro Secret.o de R. E. de la Repub.a de Bolivia = Sor Mintro. = Los grandes intereses q.e se versan en la lucha q.e hoy sostiene esta Repub.ca, y q.e en opinion de mi Gobno., son comunes y estencivos á los demas del continente, en especial a aquellas q.e tienen mas puntos de contacto con la Argentina, convencieron á aquel, ha mucho tiempo, de la necesidad de estrechar sus relacion.s con ellas, de comunicarse mutuam.te sus ideas y de propender a que cada una, por los medios que le permita su pocision especial, ensaye los que jusgue oportunos a fin de salvar los grandes principios de la revolucion, amagados seriam.te por las ideas y pretenciones exageradas del actual Gob.dor de Buen.s Ayr.s = Un cumulo de circunstancias é incidentes extraord.s han impedido a mi Gobno. el realizar aquel deseo. Hoy puede llenarlo y se apresura a ello, nombrando, como lo ha hecho en esta fha., al Sor. Coron.l D. Jose Wenceslao Paunero, cerca de ese Gobno., en el carácter de Comisario ad hoc y enteram.te privado. = Este Gobno. hubiera. deseado acreditarle en un carácter más e1evado; p.o además de que las penurias de su Erario" consig.te al estado violento y escepcional de este pais, le impiden absolutam.te el sufragar hoy las erogaciones q.e p.a ello serían necesarias, q.e los objetos de este encargo pueden tratarse por ahora, de un modo privado, sin perjuicio de lo q.e en adelante l1egue a ser necesario. = El Sor Paunero, persona recomendable por todos respectos, y a q.n supongo conocerá bentajosam.te 213 V. E., merecera, no lo dudo, sus consideraciones: y me será muy agradable poder corresponder a ellas respecto de cualquier empleado q.e V. E. tuviere a bien recomendarme en este pais. = El mismo Sor. q.e pondrá, en sus manos esta carta de recomendacion, la cual espero se servirá V. E. mirar como credencial vastante, le instruirá mas por menor de los sentimientos de mi Gobno. y de la naturaleza de su encargo, cuyo objeto, aunq.e muy dificil de presisarse por ahora, es, no obs tante muy facil de percibir. Dignese pues, V. E. oirle y darle entera fé y credito en cuanto diga á nombre de este Gobno., y muy particularm.te cuando le asegure de las disposiciones amistosas y fraternales con el de esa Republica y los particulares sentimientos aprecio y de respeto hacia la persona de V. E. q.e animan a su atento seg.o servidor Q. B. S. M. Al Sor. Coron.l D..Jose Wenceslao Paunero. - Chuquisaca. = Montev.o Oct.e 30 de 1843. = Sor. Coron.l - El Gobno. del E. O. del Uruguay q.e siempre ha sentido la necesidad de estrechar sus relaciones con los de las Republicas Boliviana y Chilena, y q.e lo ha postergado por el deseo de hacerlo de un modo mas solemne, siente hoy la de procurarlo del mismo modo que le es pocible y al efecto, se ha fijado en la recomendable persona de V. p.a nombrarle, como por la presente lo verifica, de Comisario ad hoc; y en carácter privado cerca del de Bolivia. = Nada le hubiera agradado mas q.e investirle de un carácter verdaderam.te diplomatico, pero usando de la franqueza, que le corresponde debe declarar, aunq.e con pesar, que son tan estensas y exorvitantes sus atenciones y tan escasos sus recursos, q.e le sería imposible totalm.te en el dia, y le sera aun mucho mas despues de concluída la grra., el hacer asignacion alguna que avilitase á V. p.a las erogaciones, q.e son necesarias en el rango mencionado. Esta consideracion le ha detenido y tambien la de no poner á V. en un compromiso graboso. No obstante: si, en el concepto de que de este erario nada puede esperarse, Y. pudiese y quisiese patrioticam.te soportarlas; y si jusgase q.e p.a el .lleno de los objetos de su encargo, es de necesidad ó utilidad revestirle de dho. carácter, se complacerá altam.te este Gobno. en estender en el acto los respectivos diplomas. = Entre tanto, por ahora, cré este Gobno. que basta tratar privadam.te de los mencionados objetos. Estos son, en general, haser, promover, y esponer cuanto el buen juicio del Sor. Comisionado le aconseje util, con tendencia a apoyar y sostener la causa, q.e hoy sostiene con las armas este estado, y q.e es la comun del continente, y a suscitar al tirano del P lata enemigos, antipatías y dificultades. = Tal es el espíritu de las instrucciones que se le acompañan, juntam.te con la memoria instructiva á que. ellas se refieren, con la carta recomendatoria y credencial para ese Gobno., y con una copia de esta para su inteligencia. = Tengo ordenes, Sor. Coron.l muy especiales y muy encarecidas de mi Gobno. para decir á V. que, sabedor por notoriedad, de los puros sentimientos de patriotisnio, que animan á V. siente un placer al depocitar en V. toda su confianza; y espera tranquilo se prestará al servicio 214 importante y generoso que se le exige, en fabor de un Pueblo que no lo olvidará y de la causa general de la civilizacion y libertad de estas regiones. = Por mi parte me complazco en ser el organo de estos sinceros sentimientos y en agregar las seguridades de mi mayor consideracion. Nota: : debe tirarse p.a el Gra1. Las Heras otra igual sin mas varia cion, q.e en ves de Coron.l, Bolivia poner Gral, Chile, Las Heras recide en Santiago de Chile. (Archivo Nacional-- Archivo de Paz – Correspondencia. Legajo 5.) XVIl PAZ RECLAMA AL GOBIERNO DEL URUGUAY EL RECONOCIM IENTO DE SU CARÁCTER DE GRAL. ARGENTIlNO. El Gral. de las Armas Montevideo, Julio 1° de 1844. He recibido la nota de V. E. fecha del ppdo. en la que se sirve trascribirme el acuerdo que con la misma ha celebrado el Gobierno de la Republica por el que, al ausentarne de esta Capital, debo hacerlo en el carácter de General de la Republica. Aprecio como debo una investidura que tanto me honra y nada me sería mas grato que aceptarla, si me lo permitieran razones que ya he manifestado. V. E. recordará que al aceptar el mando del Egército de Reserva, formado el doce de Diciembre de mil ochocientos cuarenta y dos, reusé esta misma investidura, exigiendo que en el nombramiento respectivo se me diese el titulo de General Argentino en cuyo carácter he servido á la defensa de esta plaza. El honroso motivo que me determinó á ello subciste aun, y ahora lo reproduzco. Quiera V. E. espresar al Gobierno mi profundo reconocimiento por la distinción con que ha querido favorecerme y que no me es posible aceptar; lo mismo que mi ardiente deseo de contribuir en cuanto me sea. posible á la libertad. independencia y prosperidad de esta heroica Republica. Dios guarde á V. E. mu.s años. (Archivo Nacional-- Archivo de Paz – Correspondencia. Legajo 5.) 215 XVIII REClBO OTORGADO A PAZ, HALLÁNDOSE F'UGITIVO EN ASUNCIÓN, POR EL REPRESENTANTE DE CORRIENTES DEL DINERO DE LA CAJA DE GUERRA. Digo yo el abajo firmado embiado confidencial del Exmo. Gobno. de Corrientes cerca del Exmo. Sor. Presidente de la Republica del Paraguay que he recibido del Sor. Gra1. D. .José María Paz la cantidad de Catorce mil novecientos treinta y siete pesos medio real en moneda corriente en la Provincia. do Corrientes, siete pesos cuatro reales en metalico, y un legajo con diez y hocho Documentos rubricados por dicho Sor. Gral. referentes a la imberción de ciento cincuenta onzas de oro que extrajo de la Comisaria del Ejercito inclusos dos que comprueban la imberción de Dos mil ooho sientos pesos moneda corriente pagados a D. José Varela y Coronel D. Felipe Lopez; todo como pertenecientes a la Caja del Ejercito que estuvo a sus ordenes y extraido con el fin de satisfaser en parte los creditos que habia contraido para el equipo, armamento y municiones del Ejercito, y de. la Provincia de Corrientes los cuales se hallan (segun espresa) plenamente legalizados, y de que hay su debida constancia en la Comisaria. - Lo que siendo asi creo de honor y justicia sean satisfechos por ahora por la Provincia para lo que emplearé mi influencia y persuación, en la inteligencia que en este consepto es que me hago cargo de las expresadas cantidades, que no dudo seran imbertidas en tales objetos. Asuncion Capital de la Republica del Paraguay Mayo 8 de 1846. J.n B. Acosta. (Archivo Nacional - Archivo de Paz -- Sección Administrativa. Legajo 7.) 216 XIX CARTA DE PAZ AL GOBERNADOR MADARIAGA DÍAS ANTES DE SEPARARSE DE LA DIRECCIÓN DE LA GUERRA, EN LA SEGUNDA CAMPAÑA DE CORRIENTES Exmo. Sor. Gob.r D. Joaquin Madariaga He leido la carta de V. de 23 del corriente con todo el interes que desde luego el asunto que ha sido su objeto inspira. Se trata de graves novedades maniobras desorganisador.s y del peligro al parecer inminente que amaga el orden publico. Se imboca mi nombre como el objeto y movil de manejos tendentes al transtorno del orden y violacion de las leyes! . .. De la situacion descripta no es facil formar un juicio tal cual requieren anuncios tan alarmantes y la importanc.ia del asunto. ¿Quiénes son los autores de tamaño mal que han hecho o piensan hacer? Yo he hablado a barios lo que á V. mismo sobre las dificultades de todo genero que se ofrecian á mi marcha, y de la absoluta imposibilidad de continuar en tal estado de cosas, acia el grande objeto que nos hemos propuesto. . Mi primer proposito al aseptar el honroso puesto en que me colocó el Congreso de la Provincia fue sostener sus instituciones sus leyes y no tolerar su infraccion, lejos pues la idea de mover o animar á los perturbadores: una inculpacion de esa naturaleza es del todo ajena de mi carácter y principios bien conocidos. La autoridad de la que emana la mia y la de V. E. General es mas sagrada para mi y debe serlo para todos los patriotas que quieren conservar aun una sombra de regularidad en su actos: su esprecion es la del pueblo de que es organo y su existencia esta identificada con la de las institnciones de un pais q.e quiere ser republicano y afiansar las vases de un sistema constitucional. Esa autoridad es el Congreso de la Provincia, desconocerla sería violar todas las leyes y negar la legitimidad de toda autoridad constituida. Entonces General ¿que diria el supremo Magistrado del Paraguay y el mundo todo que nos observa? En las exigencias que hasta hoy sé, ha manifestado el Congreso de la Provincia, no encuentro si no un acto propio de la suprema autoridad, una intervención legítima, y el uso y exercicio de sus atrivuciones constitucionales. Se dice que me pedirán cuentas de la administracion de los fondos invertidos bajo mi direccion y que exigiran alguna otra cosa que de ningun modo temo ezeda las atribuciones que les son propias: pero esto no me alarma seguramente ni puedo suponerlo un 217 trastorno del orden ni menos una infraccion de las leyes. Creo no se engaña al afirmar que es una fatalidad para los hombres publicos que a la vez les rodean hombres depravados y mal intencionados que extravien su razon y su juicio, haciendole escluir de su lado á los que con sus consejos pudieren ilustrarle y ayudarle. No solo para esos hombres publicos es una deplorable desgracia, sino para los pueblos que sufren los funestos efectos por siglos enteros de los estravios de poco tiempo á que los son. .. 1 ten las pasiones e intereses personajes que se combaten á su alrededor. En cuanto a mi sin considerarme infalible ni exento de herrores, trabajo constantemente para evitarlos y retirar de mi lado todo circulo y faccion sin esc1uir por esto a nadie ni despreciar tampoco consejos é ideas de qualesquiera que trate transmitirmelos dejandome la libertad de jusgarlas. He indicado y lo repito, que me son desconocidos los peligros de des quiciamiento del orden, y mucho mas la solemnidad de las circunstancias en que se me supone colocado en el sentido que se indica. Conosco mis deberes y la inmensa responsabilidad que ellos me imponen, no des conosco la magnitnd de los obstaculos contrapuestos para corresponder á ella pero mis mas grandes esfuerzos se dirigiran á ese objeto y de ese modo me habre cubierto para con mis compatriotas y las personas influyentes todas en la gran cuestion de libertad que se ventila. Si General todos nos jusgaran; y si yo no he dejado amigos al dejar mandos que se me confiaron, ni los dejaria tampoco ahora, es porque en esas veces como ahora,, no las he vuscado para mi sino para la patria, pero pero no obstante no tengo que quejarme de ingratitud de {os pueblos y de los hombres porque me han honrado con sus recuerdos en la generalidad, haciendo justicia a mis procederes. No temo pues s fallo y lo aguardaré tranquilo seguro en mi conciencia y pureza de mi conducta. Si he recibido un honor en el mando con que he sido investido, no debe creerse que no hise un sacrificio en aseptarlo: sacrificio á que vine resignado habiendo tenido motivo para entender que mis compatriotas lo exigian. La generosa i benevola acogida con que me favoreció el virtuoso y valiente pueblo correntino dio una grandisima estension á mis deberes y gratitud para con el: he procurado pagar esa deuda trabajando sin cesar por su bien, por el que hago y hare votos mientras viva. Se han puesto en mis manos todos los recursos sin tasa sin responsavilidad que tiene la Provincia; tales son las palabras de V. E. para recordarme lo que debo a esta. El soldado, el oficial, el Gefe, todo el Exto. esta desnudo casi, sufre toda clase de necesidades y privaciones, los segundos estan desechos y no pueden presentarse segun su clase no habiendo recibido en el largo periodo de cerca de catorce meses que ase estoy a su cabeza, ni una buena cuenta mientras el primero solo a recibido 1 Falta un pedazo. 218 una friolera que no merece este nombre. ¿Que se han hecho los recursos de la Provincia en mis manos? preguntaran acaso y con razon los que hoigan ese lenguage; estaran en mi poder? esa injuriosa duda podria ocurrirse a qualquiera poco impuesto si no me apresuro á dar publicidad á mis actos oficiales rindiendo al Congreso las cuentas de mi administracion que desea tener. De este modo hare tambien efectiva mi responsabilidad que propiamente lo fue siempre ante esta Provincia y la Republica toda que fallará con datos incontestables. Por lo demas General es preciso no dar una immerecida importancia á las voces que corren y no alarmarse por ellas á punto de creer transtornado el orden. Contra mi persona y reputacion se lansan a cada momento sarcasmos é insultos que si alguna vez no desprecio como inofencivos, no les doy la capasidad de menoscabar mi reputacion. Concluire repitiendole que en el estado en que nos hallamos me es imposible marchar , y que es absolutamente necesario obrar completamente de acuerdo á la suerte de la Patria y de la causa corre riesjo, por mas esfuerzos que se hagan para salvarla. Me complaseo &.a (Archivo Nacional -- Idem – Correspondencia, Legajo 8 ) XX CARTA DE FELICITACIÓN DE PAZ A URQUIZA POR LA VICTORIA DE CASEROS Y CONTESTACIÓN DE ÉSTE. Hemos transcripto en una nota del texto de felicitación de Paz a Urquiza por el pronunciamiento del 1 de Mayo y la respuesta de Urquiza. Éstas se refieren ya al triunfo del 3 de Febrero. Paz se hallaba a la sazón en Montevideo Sr. Gral. D. Justo José de Urquiza. Montevideo. - Marzo 11 de 1852. Mi estimado General y compatriota: En carta que escribi a Vd. desde Rio de Janeiro y a que se dignó contestarme, lo felicité yo anticipadamente por los triunfos, que no dudé jamás, que iba a conseguir por ello es que ahora me limito a decirle, que soy un admirador de sus dos bellas campañas y un apreciador de las atrevidas 219 y hábiles maniobras, con que ha vencido a los enemigos y encadenado la victoria. Habiendo Vd. cumplidamente satisfecho las esperanzas de los Argentinos, destruyendo en el campo de batalla el poder que los oprimía, solo me resta desear que sea igualmente feliz, en la parte que aún le falta, del programa que hizo al iniciar el movimiento que ha dado libertad a la República. Permítame Gral. asociarme a nuestros compatriotas y hacer a la par de todos ellos, sinceros votos para q' nuestra Patria se vea constituida según su expresa voluntad y Vd. colmado de gloria. La ocasión de partir para ésa un amigo, que será quien ponga esta carta en sus manos, me ofrece la de manifestarle estos sentimientos que van del fondo de mi alma.. Pienso reunirme en este pueblo a mi familia que debe llegar de un momento a otro de Rio .Janeiro. Espero permanecer aqui mientras las circunstancias me permitan trasladarme a la ribera occidental de nuestro Rio. Cuando tenga la fortuna de verlo, tendré tambien el placer de prescribirle personalmente los testimonios de la alta estimación con que soy Su muy afecto servidor y compatriota. Q.B.S.M. José M. Paz. Palermo de San Benito. - Marzo 24 de 1852. Sr. Gral. D. .José María Paz. Estimado compatriota: Tengo el gusto de avisar a Vd. el recibo de su apreciable carta del 11 del presente mes, en la que me manifiesta Vd. sus sentimientos patrióticos, deseándome felicidad en la parte del Programa que aún me falta, y que hice al iniciar el movimiento que ha dado libertad a la República, habiendo satisfecho antes las esperanzas de los Argentinos, destruyendo en el campo de batalla el poder que los oprimía, diciendome tambien que hace sinceros votos, porque nuestra Patria sea constituida según su expresa voluntad. Yo quedo sumamente reconocido y acepto la sinceridad de sus sentimientos que en toda su carta me manifiesta Vd., asegurandole que no omitiré ninguna clase de sacrificios a fin de que no queden defraudadas las esperanzas de los compatriotas que desean ver constituida nuestra patria y regida por leyes liberales que garantan a todos sus hijos, y bajo su protección se reunan todos los miembros de la familia Argentina que el despotismo y la anarquía han diseminado por todas partes. Conseguido esto, quedarán satisfechos mis deseos y suficientemente recompensados los pocos 220 sacrificios que pueda haber hecho por la felicidad y la gloria de mi Patria. Mucho celebraré que cuando su familia de Vd. se le reuna, sea con toda felicidad, y que goce Vd. de la completa satisfacción de verla a su lado. Quiera Vd. General, aceptar las seguridades de la amistad y estimación con que soy de Vd. affmo. compatriota y S. S. Q. S. M. B. Justo José de Urquiza. (Archivo Nacional -- Idem - Correspondencia. Legajo 9.) XXI CARTA DE PAZ A URQUlZA DESPUÉS DEL PACTO DE PAZ DE M ARZO DE 1853. Esta carta fue entregada por Paz a Don Facundo Zubiría, uno de los enviados de Urquiza para tratar la paz. Como se sabe Urquiza no ratificó el tratado. Zubiría devolvió la ca rta a Paz y quedó en su archivo.- Es una demostración de la conducta e ideales de Paz . Exmo. S. Gen.l D. Justo José de Urquiza. B.s A.s Mzo. 12 de 1853 Mi muy apreciado Gen.l y Comp.ta He recibido con la mas lisonjera satisfaccion, la insinuacion amis tosa q.e se sirve hacerme por medio del S. Zubiria y Compañia q.e correspondo con toda la sinceridad de mi alma. Esto mismo he manifestado al S. D. Peña y al S. Gen.l Ferre, personas igualm.te respetables. Lo que yo he sentido y lo q.e han sentido todos los homb.s que desean ver cesar los males de nuestro País, al saber sus disposiciones pacificas y patrioticas, es mas facil de concevir q.e esplicar. Por eso es preferible remitirse a los hechos q.e acreditaran mejor que las palabras, la buena fe de que mutuam.te nos hallamos animados. Tengo el placer de haber sido uno de los comicionados q.e han tratado con los muy distinguidos de V. ¡ Qué felices serán ellos y nosotros si hemos logrado poner el fundam.to de nro. edificio 221 nacional. Todos deseamos la organización de nra. Patria en cuerpo de Nacion. Si se han susitado dificultades, seanos permitido esperar q.e ellas desapareceran delante del patriotismo de nros. pueblos y mediante la saviduria y virtudes de los q.e los dirigen. Para ello debe V. contar General, con mis esfuerzos sin reserva, y con todo lo q.e dependa de mi pobre cooperacion. Debe contar tambien con los sentimientos de estimacion y amistad q.e le ofresco y con que soi Su muy sincero y afecto servidor y compatriota Q. B. S. M. José M. Paz. (Archivo Nacional, mismo legajo anterior. ) XXII CARTAS DE DON SALVADOR M ARÍA DEL CARRIL A PAZ REPROCHANDO SU CONDUCTA POR HABERSE PUESTO AL SERVICIO DE BUENOS AIRES, ACEPTANDO LA MISIÓN AL INTERIOR. Primera carta. Señor General D.n José María Paz. S.ta Fe, Oct.e 24 de 1852. Mi respetado general y am.o Tengo en mi poder su apreciable del 22: agradezcole mucho, como una manifestacion al valor y aprecio en q.e tiene mi amistad; los esfuerzos que en ella hace, para explicarme la posicion en q.e se ha colocado. Yo devia limitarme á esto, y respetarla; sino fuera, porq.e V.m me hace un encargo relativo á su misión, y porque yo interpretando su voluntad ó recordando sus pensamientos y desahogos, me havia empeñado en hacerle una pocision honorable prometiendo su candidatura para 222 Diputado de la Provincia de Cordova en el C. General constituyente q.e se reune en S.ta Fe. Tal vez á esta hora la Provincia de su nacimiento havra ofrecido á V.m á su gloria, a su merito y anteced.tes este humilde tributo de reconocim.to Antes de tener noticia de la mision en q.e está empeñado, haviamos todos sus com.os dirijido n.ros trabajos en ese sentido con mucho aplauso y satisfac.on del Sor. General Urquiza, y nos lisonjeabamos de reunir en nra. banda todas las ilustraciones que nos pertenecen. El chasco es tremendo; puesto q. V.m viene a trabajar por la dispersion de este congreso y por la disolucion del pacto organico en virtud del qual ha sido convocado. Bien pues, señor General, tales son los motivos q.e tengo para hablarle de su mision, y voy a hacerlo con aquella franqueza q.e vm. me conoce. Desde luego su aceptacion ha puesto en problema la dignidad de su caracter y mucho temo q.e sea vm. acusado sin mucho rigor de una imperdonable prevaricación.. Sino, tendra vm. que confesar, que en esta mision es vm. tan representante de Buenos Ay.s como em yo Su Diputado, con esta diferencia, que yo en mi famosa acepta.on como la ha clasificado sarcastica pero exatam.te un periodico de la revolucion, de claré al Pueblo de Buenos Ay.s lo que venia a hacer en su nombre y por su bien, y a fe que lo huviese cumplido; mientras q.e vm. mi querido G.l no solamente no ha dicho a Buenos Ay.s lo q.e viene a hacer en su nombre en las Provincias; si son como lo creo ciertas las protestas q.e me hace: sino que tampoco ha manifestado á las Provincias los objetos de la comisión q.e Buenos Ay.s le ha encargado, con la publicidad y responsabilidad q.e en las democracias son de rigoroso deber en actos q.e pueden ser interpretados de diverso modo y sobre los cuales el silencio y disimulo puede convertirlos en ofensivos ó sospechosos dandoles el aspecto de una intriga de estado. Y el Sor General debe de convenir q.e á este respecto ha extremado su reserva á tal punto q.e a mi mismo á q.n encarga presentar su mision como inofenciva, al Sor Gobor de, S.ta F'e, no me da el menor conocim.to ni indicio de lo q.e es esta mision pacifica que empieza por ofender á todos sus amigos y acabará por indisponer á todo el Pays. ' Parecerá contradictorio q.e yo le haya hablado arriba de los objetos de su mision y q.e me queje de su reserva: los dos cosas son mentiras: aquellos objetos palabreados p.r la prensa y sala de R.R. de Buenos Ay.s no son los verdaderos. ¿Y quales son me dirá y por q.e conducto los tiene? Por el Señor Texedor su Secretario que los expresa asi. “La marcha natural entonces de los patriotas admitido el hecho como consumado e “indestructible (de la revolucion), no puede ser otra, que la de tomar la Provincia de Buenos ayres como el “acontecim.to del 11 y aun su historia la han hecho, y engastarla en la corona de la Nacion." ¿Y como ha hecho el acontecim.to del 11. á la Provincia de B.s Ay.s exclusiva egoista y porteña como era necesario para callar sus Diputados p.r ser provincianos, aunq.e, electos tan legalm.te como sus RR impuestos por los estilos electorales de todos conocidos. El Septembrista Velez no fue 223 insultado por el G.l revolucionario de1 11 en la sala de RR, porq.e se empeñaba en la promocion y alta del benemerito G.l Provinciano Paz ¿ no se botó como un baldon a la casa del Representante el distintivo de Provinciano q.e sirve habitualm.te á los hijos de la tierra privilegiada p.a distinguir la raza desheredada e inferior de las Provincia?. 'Tengo a la vista la carta de Velez en q.e dice q.e en pocos dias no podra ningun provinciano sentarse en aquellos asientos ni vibir en B.s Ay.s. ¿Y es asi como vm. esta encargado de engastar a B.s Ay.s en la corona de la Nacion? ¿Cómo ha hecho el acontecim.to del 11 a B.s Ay.s? Imperiosa dominante y tiranica repitiendose Spre. a si misma; se ha segregado del acuerdo de S.n Nicolas caprichosam.te ¿y quando razon tuviera q.e autoridad tiene para anular con su veto anarquico una ley Nacional consentida aceptada y repetidam.te confirmada por todas las otras Provincias? Si estaba oprimida, quando ha recuperado su Libertad, q.e uso ha hecho de ella, garantida. de q.e se le respetaria? La Ley Nacional le autorizaba todas las veces que quisiere á cambiar sus D.D. por otros q.e fuesen mas devidam.te electos ó q.e representasen mas genuinam.te su voluntad; por q.e no tomar este partido y poner por este acto de moderacion la razon publica de su parte? No llenaba sus deseos - asi ni la disolucion ni la dispersion del Congreso los llenará sino se entregan las Provincias, á su sola influencia .¿Pero no es esta la historia de Buenos Ay.s en los 40 años q.e vm lamenta General. No es la repetición del mismo circulo vicioso de q.e yo le hablaba y vm y yo nos lamentamos en las margenes del Parana?. "Sin embargo General hoy la situación se ha modificado muy distintam.te en quanto a las personas p.r la fusion y en quanto á las cosas por la libre navegación de los rios y havilitacion de todos los puertos: esto estaba en el botín de Caseros y ha sido distribuido = guay (?) al q.e lo toque. Pero la faccion, pero Buenos ay.s se manifestaria pasablem.te indiferente al acuerdo de S.n Nicolas a la reunion del Congreso y aun á la Diputación Carril con su Capitalizacion y division de la Provincia, y como dice Texedor “Hemos querido concurrir livrem.te como debe de concurrir toda la Republica (q.e se supone esclava quando no hay un soldado en pie en todo su territorio) y conseguido esto las demas obje ciones son de ord. muy secundario. B.s Ay.s no estaria distante de aderirse á ellas, si es que realm.te sus hermanas se empeñan en sostenerlas. VM be q.e el Sor Texedor ha hablado por vm. y entonces no hay reserba; y q,e ha hablado mejor q.e la prensa y mas claro q.e la sala ¿Que es pues lo que quieren con ]a mision pacifica de que le han encargado Sor general? Yo le diré librar a1 pays de la influencia del General Urquiza, arruinar el prestigio de su nombre, privar á las provincias del amparo q.e la gloria reciente del vencedor de Rosas daria a su organisacion Nacional á sus instituciones tan buenas como puedan ser sin la concurrencia de B.s Ay.s y basados sobre la justicia q.e armonize las ideas y las cosas; a fin de q.e las instituciones puedan tener duracion una vez que concurra Buenos Ay.s. Finalm.te quieren los Porteños q,e la Republica agradecida vote al ostracismo al General Urquiza, y á vm. general lo mandan á recoger 224 esos votos. ¿ Y vm. se ha encargado, se ha prestado á hacer semejantes rogaciones? Es preciso q.e yo le diga sor gral., yo, y otros muchos q.e nos envaneciamos de su amistad, y q.e le diga en mi nombre y en el de ellos, para q.e lo crea -que su mision es vista y entendida en todo el Pays como una candidatura rival desgraciada y envidiosa; vea q.e nadie puede revelarle esto sino yo. Se dice q.e ha sido elegido por los Porteños para venir a poner en el otro plato de la balanza q.e pesaba solo la gloria de Urquiza el peso de s. espada y de su meg.l ¿ Por q.e e no ha renunciado este trabajo ingrato en favor de uno de sus enemigos al general Piran por exemplo? Como se ha colocado en una posicion q.e apenas seria p.a las personas q.e odiamos? Su mision dividira algunos votos; pero le enagenara muchos mas --- puede ser que este paso regale al Pays una desastrosa guerra civil y todos se la imputaran a vm. ¿Qué hay hoy en Buenos Ay.s general y que ha encontrado en la campaña de Buenos Ay.s? Un desier.. horrible, un pueblo desmoralizado y una bancarrota publica y particular q.e hace de todo eso un conjunto Diabolico infernal espantoso : ¡Ha hablado vm. con algun hombre q.e este a la altura de esas nececidades ¿ hay alguno de los q.e vm. conoce q.e sepa lo q.e ha de hacer del Poder ¿ este mismo cxiste? hay posibilidad de crear la autoridad ¿ hay un nucleo siquiera para hacer pie? Yo conosco a B.s Ay.s tan bien como qualesq.a. ¿ No oye ya vm. a su espalda las voces del motin y la algazara de todas las pasiones desbordadas q.e antes estaban apenas contenidas?. Y de tales gentes aceptó vm. Mision -para venir á destruir la organizacion de una republica pobre modesta q.e livrase á nras, Provincias siquiera de la guerra y de la Tirania en q.e las havia de embol Bs.ay.s ó del caudillage y caciquismo en q.e tendrian q.e reincidir si con el exemplo de B.s ay.s se aislasen? Yo no se amigo mio, q.e daria, q.e haria yo por no verlo en esa posición ó apartado de ella. Bedoya me havia hablado y estaba contento de sus promesas; pero tengo q.e desengañarme desengañandolo. No crea q.e tengo "Puesta, ni aspira.on q.e me inspire, no crea que soy cortesano de Urquiza ni q.e lo haya sido; puede vm. informarse, y yo le diré q.e han vivido 23 años en privaciones y disgustos no me da nada volver al destierro y morir en el extrangero toda vez q.e pierda la esperanza de esta organizacion. Aqui determino acabar esta carta rogandole q.e me lea con paciencia y q.e antes de hacer otra cosa se venga a S.ta Fe -aqui estará vm. seguro y considerado en todo caso con el Señor 'l'exedor y todos los q.e trayga y estará entre los suyos Sino cada uno tiene su destino. S. affmo.o Q. B. S. M.. Salv.r M.a del Carril. 225 Señor D. Salvador Maria del Carril San Nicolás, Octubre 29 de 1852. Mi estimado amigo: Imposible me sería ahora contestar su larga carta del 24, que apenas he tenido tiempo de recorrer rápidamente. Si hubiere después ocasión lo haré con gusto y con atención. Por ahora me limitaré a rogarle que medite en. . . . . . d sobre la situación del País, que pese las. . . .. como dice un escritor del día, acepte la realidad de las..... Por ahora me ocuparé de la clasificación desfavorable que le merece la comisión que me ha. sido encomendada, sólo me permitiré observarle que para ser conciliadora y pacífica no ha de ser exigente ni exagerada. El que sinceramente desea la buena inteligencia ha de buscar los medios de aproximar los extremos disidentes, preparándolos a que se hagan mutuas concesiones. Obrando de otro modo no habremos hecho otra cosa que irritar más los ánimos y disponerlos a que empleen las vías de hecho. Esto sería franquear el camino a la guerra civil, e yez de procurar estorbada o prevenirla. Mi deseo más ardiente es que ella no suceda y que sin ella el País se constituya y arribe a su organización nacional. Para probar esto yo apelo a esas mismas conversaciones del Paraná. que Vd. me recuerda y de que yo conservo perfecta reminiscencia. Pienso que yo no he variado, por mas que se quiera dar una interpretación arbitraria a mis acciones. Eso de la candidatura que teme Vd. se me atribuya, no merece contestación seriamente. Por lo menos si se admitiese esa idea, sería incompatible con la de disolución que se me quiere suponer. Yo he sido, sino me engaño, el primer argentino que después del pronunciamiento del 1° de Mayo, opinó y c. . . . .. das partes para que las provincias diesen al Gral. Urquiza.....................de las relaciones exteriores, lo que importaba............... darle un carácter nacional, y prepararle la p......... Después de eso he permanecido en el...........................meses habiendo ya caído el poder de Rosas, con abs........cia de los negocios púb1icos, deborando los sinsabores. . . .. .....y de una situación penosa, tan solo para no servir de obstáculo ni aun de pretexto a la organización nacional que se promovía.. ¿Y esto no basta para justificarme del cargo de miras interesadas? Sino bastase tendré un motivo mas para quejarme de la injusticia de los hombres y consolarme con el testimonio de mi conciencia únicamente. Estoy conforme en que desengañe Vd. al S. Bedoya, si es que está engañado. No sé que pueda yo 226 haberle dicho para causar en él una decepción, que ha estado siempre lejos de mi conducta y de mis intenciones. De cualquier modo, me persuado que inducido un sentimiento amistoso. El mismo me persuado que lo ha conducido a Vd. aún cuando me haya tratado en su carta con algo de severidad y no poco de injusticia. Quiero pues significarle que le conservo toda mi estimación y que soy como otras veces su afectísimo S. S. y amigo. José M. Paz Segunda Carta Señor Brigadier G.l de la Confeder.on Argentina D. José María Paiz. S.n José de Flores, Mayo 31 de 1853. Mi respetado G.l y amigo: Aquí me tiene vm. entre los comicionados del congreso, á las puertas de Buenos ayres, trayendo lo que vm. iba á buscar á las Prov. as quando me escrivió desde S. Nicolas en noviembre del año pp.do Entre hombres vulgares confieso quo esta reminiscencia sería irritante; y los recuerdos de las severas palabras q.e yo le diriji quando vm. iba, con la coincidencia del objeto que á mi me trae; serian suficientes para hacer un abismo de separación entre ambos; si el motivo no fuera tan serio y si vm. fuera un hombre de menos elevacion. Me he ínclinado spre. delante de su patriotismo con respeto; porque estoy persuadido que en vm. no es aquella virtud vulgarmente alardeada; sino aq.a q.e es raras veces sentida. Quien dice virtud, dice abnegacion y quíen dice abnegacion, dice sacrificio. Vm. la ha tenido todas las veces q.e ha visto a la Patria y sus intereses esenciales, y les ha sacrificado su existencia toda, su alma sin reserva y su cuerpo sin piedad; sin recompensa, adquiriendo una pálida gloria, mereciendo á sus compatriotas una estimación equivoca, sin poser nada; ni el pan para sus hijos ni la Tierra necesaria para el sepulcro de su cadáver. La emoción q.e este cuadro me causa me hace saltar las lagrimas a los ojos. Y se lo habria evitado, sino fuera que juzgo q.e esto puede consolarlo. . Soy uno de los pocos que pueden darle este testimonio y darselo sentidam.te puesto q.e yo mismo conosco las penas y los secretos del corazon del Patriota en esta tierra de calumnias, de parcialidades y de injusticias. ¿ Donde está la Patria haora Sor. General y donde está vm. colocado? ¿Seré muy atrevido en dirijirle esta pregunta'? No la evite Gral. Un ligero velo apenas nos tiene distantes ya de nra. posteridad y puesto q.e nada tenemos q.e conservar, cuidemos de nro. nombre y de nra. conciencia. 227 Pongamonos de acuerdo con toda nra. vida, sino queremos, ser con nosotros mismos mas injustos, q.e nros. emulos y detractores. En nra. tumba se extinguiran sus odios: solo el merito vibo no se hace perdonar. . Fallecidos, los venideros sin preocupaciones apreciaran el carácter y las virtudes q.e les huviesemos legado. ¿ Donde está la Patria Señor G.l ? El congreso por medio de sus comisionados está a las puertas de la ciudad q.e vm. defiende, con la constitución de la confederación argentina en las manos. El Director Prov. o la ha aceptado con noble franqueza, la ha mandado promulgar y jurar en toda la República y ha prometido solemnem.te q.e la hara executar y cumplir con vigor y lealtad. Las Provincias todas, la resiviran con entusiasmo. Toda la población q.e se halla fuera de las trincheras de B.s A.s la ha recibido con interes, con juicio reflexivo y con respeto, y por lo que oimos á todos, la convencion que se ha convocado al efecto, la aceptara con todas sus consequencias. Los extrangeros la aplauden y las Rep.cas vecinas le han de batir palmas. ¿Donde está la Patria señor G.l? Hemos combatido 20 y mas años por constituir el Pays; hemos derramado la sangre á torrentes con este proposito: hemos escandalizado al mundo con nras. Disencion.s con las violencias y las probocacion.s de nros. partidos, todo p.r constituir el Pays ¿y haora q.e tenemos la orga nizacion Nacion.1 convenida y sancionada en la Constitucion ¿habrá dejado de ser necesaria? ¿Sera preciso derramar tanta sangre, para resistir la constitución, como se ha derramado para conseguirla? ¿Señor Gral. adonde vamos, q.e abismo estamos cabando? La anarquia en el mejor de los casos provocados p.r la defensa de la Plaza vendra a devorarnos de nuevo, y los miembros palpitantes de esta desventurada Nacion dispersos otra vez mas perderan toda vitalidad para volverse á componer jamas. ¿ Donde está la Patria Señor G.l? ¿Se resistirá la constitucion porq.e ha sido dada por un Poder incompetente? Y como se probará la pretendida incompetencia? Y quién es el juez de la incompetencia? No pudiendo demostrarla en su origen la constitución desafia toda acusacion de parcialidad y servilismo. Y, por lo que hace á Juez: no es, ni puede serlo, la minoria de los ocho varrios de la ciudad que se defiende. ¿ La Constitución se rechazará, porq.e es viciosa en su merito intrinseco; porq.e viola los principios; porq.e sacrifica los intereses esenciales de la Patria á alguna personalidad o influencia? Lo constituyo a vm. en Juez sobre todas estas questiones y me sometere á su fallo. La constitución consagra todas las garantias y otros que la humanidad ha conquistado en muchos siglos de trabajo lento y penoso, y á este respecto puedo asegurarle q.e hemos procurado ponernos con el dia, convencidos de q.e havriamos cometido un crimen en omitir lo q.e la razon del mundo ha le gado para q.e se deposite en las constituciones de los Pueblos encargados de transmitir la civilizacion a 228 los venideros. En la estructura ,y combinación de los poderes publicos, hay moderacion y equilibrio: en las condiciones de elegibilidad voto, censo y representacion hay conveniencia e imparcialidad: en la distribucion y atribucion de los poderes eficacia y tal vez menos fuerza y rigor q.e lo q.e era de desearse. En la independencia de la gestion de los intereses provinciales toda la que pueda ser compatible con la presencia de una autoridad gral. Ni vm ni yo hemos sido unitarios en el sentido lato de la palabra: hemos deseado la independencia Provincial poco mas o menos como lo establece la constitución, la moderacion del poder de Buenos Ay.s, y en lo gral. Un Gob.no templado..¿No esta todo eso consignado en la constitucion de la Confederacion argentina? Yo servi al Gob.no del año 26 porq.e la Ley de 4 de Marzo ponia en equilibrio al poder de Buenos Ay.s con el resto de las Provincias q.e componian la asociación: Persuadido como estoy; que entre superiores e inferiores habrá esclavitud y abyeccion pero no sociedad. Después, poq.e en la ley orgánica q.e delineaba el Poder provincial encontraba á los consejos de administración investidos casi con las mismas facultades q.e tendran por esta constitucion las Legislaturas de los estados. De manera que siendo esta constitucion Federal es decir, haviendole dado en ella mayor desarrollo á este principio supongo yo, que siendo esto en el sentido de nras. convicciones no lo ha de dis gustar a vm. como a mi no me ha disgustado. Digo mas, y quiero permitirme esta intrusion en sus adentros demaciado franca, vm. se honrraria, como yo me honro, de poner su firma debajo del docum.to que lleva el titulo de Constitucion de la Confedera.on Argentina. Si no me he equivocado, permítame preguntarle otra vez Sor. General y muy seriam.te ¿ Donde está la Patria? Deciase antes de haora q.e la constitucion no se habia de dar ó que dada havia de ser una constitucion hecha p.a el General Urquiza. Se ha dado y buena intachable é independ.te y dicese, q.e es una pura mistificacion, q.e el Sor General Urquiza está detras de la constitucion. No es cierto, señor general, q.e el Sor G.1 Urquiza este detras de la constitucion; esta adelante de la Constitucion; porq.e venciendo en Monte Caseros a. 30.000 hombres que sostenían a Rosas, que no tubimos nosotros la fortuna de vencer, derribó con él el mayor obstáculo a la organiza cion del Pays, está adelante de la constitución porq.e convocando el acuerdo de S.n Nicolas acertó con los medios mas eficaces de promoverla: está adelante de la constitucion finalm.te, porque reuniendo el Congreso G.l Constituyente, dirijio á él palabras serias llenas de sensates y patriotismo advirtiéndoles la gravedad de la obra de que iba a ocuparse y dejandole sentir la independencia con q..e debia ocuparse de ella. El Congreso dueño de su tiempo ha esperado las circunstancias todo el tiempo q.e se lo ha permitido la impaciencia de los Pueblos, y quando ya no le ha sido posible resistir el grito de las Provincias p.r la Constitucion, la ha sancionado lleno de esperanzas de q.e en la misma Constitucion podría ofrecer á la horrible situacion en q.e se halla la Provincia de B.s Ay.s un remedio, una prenda de Paz, una transaccion honorable y permanente. ¿ Y quién duda que esto huviera succedido, sino 229 estubiera embotado ó insensible el Patriotismo en los q.e agitan y mueben el animo de los havitantes de esa Ciudad? El Sor. General Urquiza ha recibido las graves y detenidas reflecciones del Congreso con la circunspeccion propia de un hombre de estado consumado, y es porq.e la organizacion Nacional es para el Sor. G.I Urquiza desde el pronunciam.to de 1" de Mayo de 1851 un pensam.to serio, una resolucion invariable Y, no es q.e ,el S.r Director Provisorio presta un oido indiferente ó distraido á la obra del Congreso y sus palabras: no señor, comprende perfectam.te su alcance y sabe que los cuerpos q.e no se elevan no apoyan. Entiende q.e la constitucion contiene verdades y principios, q.e tocadas p.r los Pueblos han de electrisarlos y que en sus dispocisiones hay materias fulminantes e inflamables q.e comprimidas violentam.te p.r el dedo del poder han de estallar bajo de su mano. Asi la quiere y la acepta porq.e no tiene el proposito de burlarse del destino de la Nacion que le ha confiado su suerte. La constitucion ha afir mado la gloria del G.l Urquiza y la aumentado. ¿Comprende vm. haora el porq.e está él Director adelante de la Constitución? Vm, hombre serio y guvernamental concibe q.e la confeder.on argentina pueda organizarse, ni habituarse á regimen alguno sin que tenga por apoyo y sosten la gloria de un nombre prestigioso? ¿Donde esta la fuerza que suple a la influencia . No cre vm. q.e el poder de las instituciones ha de venir del poder del hombre q.e las ha promovido y creado? El General Urquiza no ha dicho todavia ni en particulares confidencias q.e quiera ser Presid.te de la Republica, p.r el contrario las raras ocasiones en q.e de esto se ha hablado, las ha aprovechado para manifestar su repugnancia a serlo y demostrar los grabes perjuicios q.e con el nombram.to se le inferirían. No quiero ocultar1e a vm. q.e. y no necesitaba decirselo, que apesar de esto y sin q.e nada se haya preparado para el intento, el Gral. Urqníza ha de ser nombrado por la Confedera.on Argentina su 1.r Presid.te constitucional. Así sin coacsion con toda espontaneidad y livertad será colocado adelante de la Constitucion, p.r el instincto conservador de las Provincias, como una demostracion de gratitud á su livertador y como una columna de Paz y orn. que tanto necesitan. Estamos Sor. general á las puertas de la ciudad q.e vm. defiende con la constitucion en las manos p.a ofrecerla; y bastaría q.e la aceptase, para q.e quedase ahogado el monstruo de la guerra civil. Sin embargo los comisionados no han oido hta. haora, de esa ciudad, sino palabras irrespetuosas contra el Congreso, denuestos y freneticas calumnias contra el Director Nacion.l y un empeño acorde y unanime de toda la prensa del Gob.no para sublevar las mas indignas, maquina.s y egoistas pasiones populares contra la constitu.on de la Confedera.on Argentina. El pueblo porteño aun sin conocerla estaba contra el1a. Despues de conocida la escarnece y la calumnia. Censura de traidores a aquellos de sus hijos q.e se adieran á ella y luego los votará a la muerte. ¿Y vm. Señor General es el defensor de ese Pueblo? Hay algo de serio en esto y en la posision en q.e se halla vm colocado? 230 Y pues que hemos llegado a este punto le diré todo mi pensam.to En la actualidad no hay lucha de principios: ha aparecido la Constitución. :En la Republica Argentina dase un grande espectaculo -el circo es inmenso- los espectadores son numerosos-. De un lado está la ciudad de B.s Ay.s del otro toda su campaña y las Provincias de la Conf.on Las Rep.cas y Gob.nos del continente estan atentas. Y, la Europa misma no está distraida. ¿ Y que sucede'? Dos rivalidades militares se disputanran á muerte y en campo cenado, por una parte la constitu.on y orga nizacion definitivas de la Republica, y por la otra la disolucion y la anarquía. Cuestame mucha pena, sor general el persuadirme q.e sea vm. uno de los campeones en est.e desafio Parricida; Pero si yo fuese tan desgraciado q.e me engañase, tendré el pesar y la franqueza de decirle, que este es el juicio q.e se forma de esta grande escena y que la posteridad no ha de hacer otro. He hablado antes de la prensa del gob.no y no dudo q.e lo sea, pues ridículo y absurdo seria crer q.e en estado de guerra y en sitio, se permitiese una explosion .de la prensa en sentido opuesto al del Gob.no digo mas, q.e no estubiese enteram.te conforme con las miras del Gob.no ¿ Como presentamos pues en esa ciudad q.e tiene tales disposiciones contra el Cong.o y la constitución? No sabemos q.e hacer y no nos determinaremos jamás ofrecer en nras. personas, ni en la constitución, una ocasión de escandalo á la furia de ese Pueblo. Señor General ya he abusado demaciado tpo. de su tolerancia, en el estilo propio q.e vm. me conoce, franco y caloroso por q.e soy leal y perseverante en amistades particulares y políticas. Si vm. quiere hacer me el favor de comunicarme alguna cosa puedo ofrecerle una impenetrable reserva: mas si vm. determinara no decirme nada, le suplico sin mas interes q.e el de su nombre y anteced.tes q.e medite sobre los. conceptos q.e esta carta contiene. Sin añadir mas q.e mis respetuosas reiteraciones de amistad, soy con el mayor gusto Affmo. S. y Ob.te S. Q. B. S. M, Salv.r M.a Del Carril ( Archivo Nacional, mismo legajo. ) 231 XXIII CONVERSACIONES DE PAZ CON DON ANDRÉS LAMAS EN RÍO DE JANEIRO SOBRE LOS ASUNTOS PÚBLICOS DEL RÍO DE LA PLATA. Conforme con su prolijidad Paz redactó algunas conversaciones que tuvo con Lamas, Ministro del Uruguay en el Brasil, autos de los tratados que unieron a Entre Ríos con el Uruguay y el Brasil para asegurar la independencia del Uruguay y destruir a Rosas Transcribimos de ese diario personal de Paz< los pasajes que hacen a los fines de este libro. Pueden ser compulsados totalmente en el Archivo Nacional. He tenido una larga conversacion con el S. Lamas en q.e dijo que habia trabajado mucho en estos dias, pero que se habian terminado todos los arreglos con el Imperio que consistian en cinco tratados, los q.e ya van. .. . . . ....cados por el Emperador habia llebado Somellera m.o de la leg.n p.a q.e fu - - - ratificados por el gov.o de Mont.o. Que estos cinco tratados se trasaban sobre politica (sino me engaño) Hacienda, Comercio navegacion, extradicion &a limites. El Imp.o garante la independ.a del Est.o Oriental bajo su actual for ma de gov.o y por c.uatro a.s y aun 8,, si fuere requerido se compromete a poner a disposicion del gov.o Oriental las fuersas de mar y tierra q.e sean necesarias p.a sofocar alg.a revolucion armada, u otra tentatiba ilegal p.a derrocar el gov.o existente. Se constituyen en alianza defensiva contra el Dictador Rosas y se proponen invitar a los Estados del Plata, es decir a las Prov.s que suponen en perfecta independ.a o q.e se adhieren a dhos. tratados. Por aora esto se entiende con Entre Ríos y Corr.tes y desp.s con las que se liverten cada una de por si. Le observe que extrañaba que en los tratados nunca se menta Rep.ca Arg.na sino Estados argentinos, como si ese aislam.to de las Prov.as fuese - - - estado normal, Se empeñó en probar q.e asi era, dejandome la convicción....................su deseo era disolviese lo que se dice confederación Arg.na y q.e sobre este pun..... se forman castillos en el aire y se acojen ensueños, q.e si se realisasen p.a nadie serian mas funestos q.e p.a los Orientales. Dijo que q.to el queria p.a su Patria era arreglo y orden por aora, q.e despues vendrian adelantam.tos de otra clase, indicando sin duda los territoriales. Cree q.e el imperio con el tiempo debe fraccionarse pues jusga imposible que pueda conservarse indivisa una monarquia tan basta. Puede segun esos calculos que esto entar (sic) en c.ta p.a el engrandecim.to futuro del pequeño 232 Est.o Oriental, pero me temo q.e de mas proximo se piense en aprovechar los despojos de la Rep.ca Arg.na y q.e p.r esto se afecta el mor. respeto a esas soberanias en - - - materia q.e presentan todas sus prov;s. En q.to al tratado de estrecha aliansa del Est.o Oriental con el impe rio, dire yo que mas q.e aliansa es un protectorado, pero aunq.e no fuese sino lo priimero puede aplicarsele lo que dijo Napoleon de la aliansa con Francia con no se que pequeño Estado de Italia. El abraso de un gigante con un enano, si lo aoga no es por culpa suya sino por la desproporcion de sus organos. Diciembre 31 de 1851. Estuve con el S. L. y me dijo que se alegraba mucho de verme p.a conversar sobre cosas políticas. Principiamos por el ministro ingles Southern en quien dijo q.e reconocia habilidad. Que lo habia buscado (a L.) dos veces y que ning.a lo habia recivido. La 1.a porq.e efectivam.te estaba enfermo y la 2.a porq,e no se habia puesto de acuerdo con el S. P. sobre lo q.e habia de decir relativam.te a lo que luego diré. Continuaba el ministro ingles aflixiendo al gavinete imperial con sus exigencias y con su tono impertinente. 1° Habia pasado una nota pidiendo conocim.to de un tratado celebrado con los gov.os de Entre Rios y Corr.tes del q.e habia hecho mencion el Gov.r de esta ult.a Prov. a en no se que documento q.e habia publicado. Este es el convenio de 29 Mayo pasado, q.e con el caracter de provisorio establecio la aliansa y dio principio a las operaciones contra Orive. Dijo el S. L. que su opinion era que el ministerio publicase el convenio, no habiendo para ello ningun inconven.te desde q.e por un pacto posterior estaba amplificado, y desde q,e habia tenido todos sus efectos, p.s se habia conseguido el aniquilam.to del poder de Orive. Que hecho esto, e indirectam.te satisfecha la exigencia de la Ingla terra, se contestase desconociendo el derecho que pretende tener el gov.o de esta potencia de tomar conocim.to de los tratados que haya, hecho, o pueda hacer el Brasil, y negandose de consig.te a darle una participacion oficial del ya referido y aun publicado. Quiero q.e los Estados americanos se entiendan entre si, q.e formen tratados sobre este principio, y aun da a entender la conveniencia de una semi-aliansa con el solo fin de asegurar la indep.a politica, y la consagracion de los grandes principios como la inviolavilidad de la propiedad &a. Yo le observe entonces que si se conseguia se verificaria al fin el objeto del gran congreso Americano tantas veces proyectado y otras tantas frustrado. Convino en ello, pero limitando sus objetos a los ya enunciados.,. Me repitio lo q.e ya sabia q.e el S. Ponte Riveiro habia cocluido un tratado de limites, y 233 supongo de comercio con el Peru, mediante cl cual podia este Estado navegar el Amasonas, si quería y ssi esto era posible. Al oir esto me retoso un poco la risa en el cuerpo, pues q.e la concesion hecha al Peru en la navegacion del Amasonas, me parecio q.e era considerada imposible, o por lo menos dificilisima y de poquisima importancia a juicio do los mismos patronos del tratado. Ponte Ri veiro que es el ministro Brasilero cerca de los goviernos del Pacifieo, debe venir a Bolivia en busca tanbien de su tratado pero dice que la dificultad que allí se presenta, es saber con q.n se ha de tratar pues q.e Belzú no tiene una hora segura. Parece q.e el plan del gov.o imperial es tratar con todas las republicas americanas y uniformarlos q.to sea posible. El 8. Southern propagaba por todas partes q.e Rosas estaba perfectamente dispuesto a entenderse con el Brasil y q.e hta. se prestaria a adherirse al tratado o tratados celebrados con el Est.o Oriental ultiultiman..te. Por supuesto q.e el fin de esta mansedumbre es desvirtuar los energicos esfuerzos del Brasil, y separarlo de sus aliados los gov.os de Corr.tes y Entre Rios. Era sin duda un medio de disolver la coalicion, pero q.e no le surtira efecto alg. El gov.o imperial se propone pedirle comunicaciones escritas sobre estas propociciones y la declaracion de si esta o no, autorizado p.r Rosas p.a hacerla. El S. Paulino ministro de negs est.s parece q.e esta abusando, y se asegura q.e solo espera la caida de Rosas p.a retirarse de la administracion al menos asi lo ha dicho, aunq.e es muy probable q.e hara otra cosa, p.s son muy pocos los homb.s que despues de un triunfo q.e les asegura el poder se desprenden del. Enero 18 de 1852. El S. Lamas me traia alg.s papeles, y entre ellos dos cuadernos de mis memorias Hace cuatro dias q.e le escrivi remitiendo1e otros suyos que estaban en mi poder, y cobrandole los mios; me obligo a esta exigencia la proximidad de su viage a Petropolis, mientras yo me dispongo a emprender el mio al Rio de la Plata. Esto motivó su carta de ayer en que remitiendome dos cuadernos de mis memorias, me ruega le franquee uno de ellos y otro mas hta. el mes entrante, que piensa venir a la Corte en cuyo tpo. Me los devolverá. No he tenido embaraso en complacerlo. Me manifiesta otra vez el deseo que tantas otras me tiene mostrado de que le cediese mis 234 observaciones sobre las memorias del Gen.L Madrid p.a arreglar las notas q.e ha de ponerles al publicarlas. Me intima tambien la cesión de todos mis apuntes p.a formar mi biografia q.e tiene en vista, como tiene la del Gen.l Belgrano, p.a lo q.e solicitaba el cuaderno que le he mandado. (Como se sabe no escribió nunca esa biografia.) Con este motivo fui a verlo p.a escusarme de acceder a su deseo, y le hable francam.te. Pienso q.e ha quedado satisfecho. Le dije q.e nada me seria mas agradable q.e hacerle cesion de mis papeles, pero q.e atendidas sus circunstancias y las mias, no se llenaba de ese modo el objeto que me habia propuesto. Que el Gen.l Madrid, habia escrito sus Memorias hiriendome personalm.te lo q.e requeria tanbien de mi una contestacion personal, y q.e esta no la podia dar sino yo, o una persona q.e me perteneciese como hijo p.r exemplo p.a quien habia escrito. Que aunq.e p.r contestacion personal, no quisiese entender una produccion destituida de rason, de verdad y de equidad, pero q.e debia ser redactada por una persona interesada y hta. cierto punto apasionada p.a q.e pudiese aducir todas las rasones q.e estubiesen en mi abono. Que en una palabra jusgaba q.e debia ser como el alegato de un defensor en un juicio qual.a. Que figurando en juicio, en el que la historia y la posteridad fallará, el como historiador que se propone ser vendria a ser como el asesor, o mejor diremos el que ha de dirijir la opinion p.a q.e pronuncie su sentencia. Que para eso le convenia conservar la mas fria imparcialidad, lo q.e no sucederia si tomaba mi defensa, y sino la tomaba sino devilm.te no satisfaria el objeto q.e yo me habia propuesto. Persuadase V, continue, q.e no me tengo por un santo, que soi un hombre y q.e tengo pasiones como qualq.a. Si procuro no dejarme dominar de ellas,, hta. el punto q.e me arrastren a los exesos no debe seguirse q.e sea insensible a los agravios q.e se me hacen. Quiero repelerlos, quiero vindicarme con buena fe, pero tanbien con el calor q.e da la profunda convicción de mi conciencia. El S. Lamas se conformó con mis observaciones, y me propuso q.e .no publicaria las Memorias del Gen.l Madrid sin q.e nos pusiesemos de acuerdo, de modo q.e en seguida de dhas. Memorias saliese mi contestacion a ellas. Quedamos convenidos como también en que yo franquearia todos los datos q.e quisiese p.a confeccionar mi biografia, en lo q.e dice tiun positivo interés. Pasamos a otra idea. Me protesto su firmisima resolucion de no mesclarse p.r un tpo. q.e no baje de dos años de los negocios internos del Estado Oriental, 235 ni aun fijarse alli.. Me aseguro q.e habia hecho ya su renuncia p.a luego q.e llegue el caso muy probable de la caida de Rosas. D. Luis Lamas (sic) (q.e fue a Mont.o en el paq.te anterior) habia coincidido a persuasion suya con su modo de pensar. Que pensaba p.r tanto residir esos dos a.s en el Janeiro o en B.s A.s. El se cree y con rason como un factor pral. de los arreglos hechos entre su Pais y el imperio, y los mira como hijos suyos. Es una consecuencia pues q.e los quiera estender y consolidar. Sin contradecirle antes adhiriendome en cierto modo le observe q.e por mas q.e se hiciese seria imposible q.e la influencia de Brasil fuese tan eficas en la rep.ca arg.na como lo era en la Banda Oriental, y q.e estando en perfecto acuerdo en q.to a los principios sivilisadores en los q.e entraba la libre navegación de los rios, el orn. Constitucional, las franquicias comerciales &.a era de opinion q.e no se podrian aplicar exactam.te las mismas convenciones q.e habian sido hechas con el gov.o de Mont.o. Como de todo esto puede inferirse la necesidad de q.e en aquellos Estados (los del Rio de la Plata) tenga el gov.o un poder extrang.o que lo apoye con sus nab ios y sus bayonetas. Como el S. Lamas seg,n se q.e se ha espresado con otros, piensa q.e deben ser escluidos los militares de las candidaturas Presidenciales: como no teniendo, poder pro pio los que las obtengan han de buscar un estraño: como este sistema parece quererse hacer estensivo a la rep.ca argentina, aventuré alg.s espresiones q.e ponian en duda mi conformidad con respecto a mi Pais y dije. . Que debiamos desear q.e nros. militares fuesen como Wasinton que era lo mejor que podia desearse, pero q.e p.a imitarlo no era preciso que dejasen el Pais enteram.te entregado a los demagogos. Que Wasinthon habia desempeñado dos periodos de la Presidencia en los Estados Unidos en los q.e habia contribuido mas q.e nadie a consolidar las instituciones morales q.e hacen la gloria y la prosperidad de aquel. Que por lo tanto no creia q.e el Gen.l Urq1uiza debia retirarse omnimodam.te a su Prov.a luego q.e cayese Rosas: q.e deseasemos, q.e procurasemos q,e fuese como Wasinthon y q.e si lo conseguíamos habiamos heoho lo mejor q,e podiamos esperar. Que siempre creria q.e el orn. y la quietud del Pais necesitan del prestigio que rodea a un hombre q.e se halla en esa escala oontentandonos con q.e no abuse de su posicion. Se me pasaba decir que precedio a este periodo de la conversasion la observacion que 236 hizo el S. Lamas de q.e el S. Carneiro Leao escrivia muy faborablem.te del Gen.l Urquiza. Entre las cosas q.e decia, era q.e podia esperarse que caido Rosas, se retiraria simplem.te a su prov.a de Entre Rios. Entonces p.s fue q.e vino mi insinuacion sobre los militares &.a. Por lo q,e tanto aora como otras veces he oido al S. Lamas esta en intima correspond.a con el Dr Alcina. Es muy probable que sus ideas sean unisonas en ciertos puntos aun q.do difieran en lo que dice relacion a los intereses positivos de sus dos Paises. Hablamos finalm.te algo de la Rep.ca arg.na recordando las dos grandes cuestiones de cuya resolucion pende su futura tranquilidad: La Capi.talisacion y la nacionalisacion de las rentas. El S. Lamas comprende esto perfectam.te y hace la just.a debida a q.n la tiene, p.o como es natural mira este negocio q.e le es estraño con menos calor q.e lo debe considerar un argentino. Sin embargo el toma mucho interes en la futura organisacion de los Paises todos del Rio de la Plata, porq.e la anarquia de unos (me decia) es contagiosa a los otros, Yo le esprese con ese motivo q.e sin la solucion de esas cuestiones ella renaceria sin cesar en la rep.ca argentina. Nota mia. - Siento no haberme tomado este trabajo de redactar las conversaciones q.e he tenido en esta corte con el S. Lamas p.r q.e ellas podrian servir a mis recuerdos y acaso tener algo de curioso, y util. Supliré algo por medio de esta nota, o notas seg.n se me vaya ocurriendo. Segun todas probabilidades ya pocas ocasiones se presentaran de repe tir nras. conferencias, p.s q.e el se ha marchado a Petropolis a pasar la estacion calurosa. y yo me dispongo a trasladarme al Rio de la Plata.. Se me ha pasado decir que en la conversacion anterior volvio a tocar el punto de la politica americana y la conveniencia de q.e todos los Estados del nuevo Mundo se uniformen y se liguen por tratados p.a oponerse a la influencia de Europa. No es, me decia, q.e queramos dificultar nras. relaciones con las nacio nes Europeas, pero si rechasar esa preponderancia despotica que quieren ostentar: queremos precavernos de esos bloqueos que por motivos los mas frivolos estan acostumbrados a declarar, con los q.e comprimen a los nuevos Estados a seguir sus voluntades. En los convenios que hagan los Estados americanos debo tanbien entrar la declaracion de los grandes princip.s como la inviolavilidad de la propiedad, la abolicion de la confiscacion &a, cuya justicia y ventajas no pueden desconocerse. En q.to a esto ult.o nada hai que decir 237 p.o en q.to a lo prim.o me pemitire alg.a observacion. No deja de ser curioso oir declamar contra la intervencion y bloqueo Europeos, al representante del Gov.o de Mont.o que tanto se ha arrastrado en solicitud de esa intervencion y de esos bloqueos Europeos. Quien sino el Gov.o de Mont.o ha provocado los que ha sufrido B.s A.s y la ingerencia Francesa e Inglesa en las cuestiones del Plata? A estar a lo que aora se dice, muchisima rasan ha tenido Rosas de clasificarlos de atentatorios a la dignidad y aun a la independencia de esas Rep.cas, mientras q.e el Gov.o de Mont.o solicitandolos ha obrado contra los intereses y e] honor de ellos. Tampoco deja del ser curioso ver renacer el proyecto de un sistema americano, mas o menos modificado pero q.e tiene sus analogias con el del Dictador: Me explicaré. Es digno de notarse q.e los Gov.os que han pretendido en A:merica ejercer una influencia preponderante son los q.e han querido despertar ese espiritu de localidad en grande escala. Quando Bolivar soñó esa supremacia que dio en tierra con su poder se empeño en fundar el sistema americano y convoco el gran congreso de Panama. B.s A.s se opuso entonces y se nego decididam.te a mandar diputados a un Congreso donde la influencia del Dictador Colomviano seria preponderante. Mas tarde Rosas q.do ha delirado con la supremacia Sud-americana, ha pretendido fundar a su modo el sistema americano, bien q.e no haya propuesto Congreso porq.e como todos sabemos le disgusta esa institucion y aborrece hta la palabra que la significa. El obra segun sus principios q.e son solamente las vias de hecho p.o las tendencias eran las mismas. Aora que el Brasil toma una pocicion tan culminante en el Sud de la America, lo vemos emplear el mismo medio, bien que modificado con las lecciones de la esperiencia. No es que yo repruebe la idea, que en si me parece buena como no me parece en si mala la del Gen.l Bolivar. Lo que quiero significar es q.e para adoptarla debe obrarse con mucho pulso y mucha prevision. Hará poco mas de un año q.e estubo en boga la idea de exitar celos entre las rasas Latina y Anglo-sajona que pueblan la America; aora veo la de promover ese mismo sentim. to contra los Europeos. No tardara quisa mucho en que se quiera hacer lo mismo entre las dos 238 Americas segun convenga a los intereses de alg.o. Nunca esta demas ser provenido, e investigar si en estas pretenciones se envuelve un segundo objeto q.e se quiere cubrir. Lo que en este sentido veo de mas probable y que temo mas que otra cosa. XXIV LAS IDEAS DE PAZ SOBRE LA 0RGANIZACIÓN POLÍTICA ARGENTINA SOBRE RENTAS NACIONALES Y CAPITAL DE LA REPUBLICA. En ningún momento Paz desarrolló como en esta carta escrita casi un año antes de Caseros, sus ideas sobre la organización constitucional. Es una pieza indispensable para juzgarlo. Pocas veces estuvo más clarividente, en materia que reputamos extraña a su capacidad. Ella justifica plenamente la exigencia que siempre formuló, cuando fue requerido como guerrero, de que se le hiciese conocer los planes de los hombres o partidos que buscaban su espada. En esta carta están expuestas algunas de las soluciones que dio la Constitución del 53, justamente en sus problemas más arduos. A pesar de haber sido publicado en los “Papeles de don Domingo de Oro”, nos ha parecido necesario transcribirla, aunque no sea totalmente. Señor don Domingo de Oro. Río de Janeiro, 22 de junio de 1851. Mi querido amigo: Su carta del 31 de Enero me ha llenado de placer y ha despertado recuerdos muy gratos para mi corazón. Dice tanto de mí, que me creería embarazado para contestada, sino mediase la franca y leal amistad que nos profesamos. Dejando para luego la expresión de estos sentimientos, que son muy sinceros, voy a ocuparme de lo que me dice relativamente a cosas públicas. No me he engañado con respecto a las provincias del Interior de la República. Las he considerado y considero, como un cadáver, al que sin embargo debemos esforzarnos en restituir su vida. Su aniquilamiento ha sido la obra calculada de Rosas, a la que le han ayudado prodigiosamente la ignorancia de los pueblos, y, la ambición de los caudillos que los dominan; salvando a usted quiero 239 hacer una excepción. Pero les ha llegado su vez, pues es fuera de duda que en la situación actual su voto sería de mucho peso en la balanza política. Su voto he dicho, porqué los supongo cansados, desarmados y pobres, por eso es que no les exijirá mas que un simple pronunciamiento: nada mas que su asentimiento a la Circular del 3 de Abril que les pasó el General Urquiza. Este documento que acaba de ver la luz pública, le fué por mi remitido en copia a Paunero hace algún tiempo, de modo que es tengan Vds. un conocimiento anticipado de él. El no dejaba ya dudas de la decisión de Urquiza, pero posteriormente han venido otros, aún más explícitos, si es posible, que le han valido la explosión más tremenda de parte de Rosas y su mazorca. Ya no es el ilustre y esclarecido Urquiza, sino el loco, borrachón, inepto, cobarde, de, etc. Y lo que pone en la más cumplida evidencia la insoldable rotura de ambos campeones. Esta es, pues, una nueva situación, en que las provincias interiores, por más cadavéricas que estén, pueden jugar un rol importante y ser de mucha cuenta en la cuestión. Bástales decir: Retiramos a Rosas la autorización para d irigir y entender en las Relaciones Exteriores y en los negocios nacionales. Para lo demás el mismo Urquiza dice que no los necesita, porque sus lanzas son suficientes para derrocar al tirano. No les aconsejaré por esto que dejen de prevenirse, antes por el contrario, les diré que hagan los esfuerzos posibles para armarse, para lo que les será de mucha utilidad la franquicia de los puertos del Pacífico y la cooperación de los emigrados. Mas al retirar, el encargo de las Relaciones exteriores a Rosas, ¿lo darán a otro o lo reservará cada gobierno para sí? Lo último, sobre ser monstruoso, sería renunciar de hecho a toda clase de inteligencia con las Provincias extranjeras y de consiguiente creo que debe estarse a lo primero. ¿Y quién mejor que el general Urquiza, que se ha puesto al frente de la grande obra, puede desempeñar ese encargo? ¿Quién mejor que él, que preside la provincia que después de Buenos Aires está más en contacto con el extranjero? Soy pues de la opinión que al mismo tiempo que las Provincias interiores retirasen a Rosas el encargue de las Relaciones exteriores, se le confiriesen al general Urquiza, con algunas modificaciones si se quiere, o con condición, por ejemplo, de reunir dentro de tanto tiempo el Congreso, pero de un modo que el efecto moral del paso que se les recomienda y exige sea mayor, como efectivamente sería si se hiciesen las dos cosas a un tiempo. Además el general Urquiza, elevado a un mayor grado de respetabilidad, queda ría mas expedito para 240 los acuerdos y transacciones exteriores que es indispensable hacer. Sin nada de esto, ya el general Urquiza ha empezado a ejercer ese derecho por parte de su Provincia, que es considerada por los contratantes en estado de independencia nacional, en virtud del tratado del 4 de enero de 1831. Acaba de celebrar un tratado con el Imperio del Brasil y el gobierno de Montevideo, del cual quizá me ocuparé otra vez que le escriba. Por ahora me limitaré a observar que el general Urquiza desempeña las Relaciones exteriores, representando el Entre Ríos y sin duda a Corrientes, que se le adherirá infaliblemente, de modo que no hay inconvenientes en que represente también a las Provincias del interior. El tratado de que acabo de hacer mención, es de alianza ofensiva y defensiva contra Rosas, y como es consiguiente que cualquiera otra provincia qué se declare contra él, entre también en la alianza, este es otro motivo más para facilitar el camino y evitar dilaciones. Tengo entendido que aunque el objeto esencial del tratado es la alianza contra el enemigo común, abraza incidentalmente otros puntos que merecen muy seria consideración y que por lo mismo deberían ser sujetos a un examen prolijo. Es un asunto este que reclama la atención nacional y mientras tanto el mayor número posible de luces y de opiniones. Repito que otra vez me ocuparé de esto con más extensión. Me parece de la mayor importancia hacer sentir en las Provincias interiores que ellas forman parte de la República Argentina y que cada una de ellas es un miembro de eso que debe llamarse Cuerpo Nacional. Insensiblemente me he distraído del principal objeto de esta carta y quiero volver a él. Me propongo ahora llamar su atención á un punto vital, al que el señor Sarmiento no ha querido tocar aún. Es el de las rentas. En esta República federativa o sea la Nación argentina que se trata de combatir ¿debe o no haber rentas nacionales o generales? Lo último no me parece admisible, y sí lo primero. ¿Cuáles deben ser esas rentas? ¿Cuál su procedencia y origen? Punto es este que me hace considerar con preferencia, por su vitalidad e importancia, sin e1 cual lo que se proyecte, y aun se haga, será efímero. ¿Qué razón hay para prescindir de él? ¿Será el temor de herir algunas susceptibilidades?. Más valdría entonces no hablar nada, porque nada vale todo lo demás que se diga, sin resolver esta cuestión indispensable. No creo que peligre, ni la unión ni la buena armonía de los pueblos argentinos, siempre 241 que se trate de esta materia con moderación, buena fe y sincero patriotismo. De otro modo, sería preciso resignarnos a ver nuestro país corriendo de revolución en revolución eternamente, y, lo que es peor, verlo desmembrarse aun más de lo que ya ha sido. Los enemigos de Rosas, que han manejado la prensa de Montevideo con el fin de combatir su sistema y su gobierno por tanto tiempo, parece a veces hubiesen querido aproximarse a esta cuestión, pero sin penetrar en ella. Tal vez sólo se proponía excitar a los pueblos contra el dictador, sirviéndose de un poderoso argumento, cual es la irregular percepción y distribución de las rentas; pero ya ordenándose de darle la competente solución. El muy hábil doctor Varela, en su "Comercio del Plata"'- habló muchas veces de la libertad de los ríos Paraná y Uruguay de su apertura al comercio del mundo, y del derecho que tenían las otras provincias ribereñas, además de Buenos Aires, a usufructuar de las ventajas de su posición. Con esto, sin duda, se halaga a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, pero no se había resuelto el problema, que es indispensable reso lver sin la cual no puede haber orden nacional. Es .muy singular la coincidencia la que resulta del empeño del Sr., Varela con el plan que siguieron desde mucho antes el Gobierno de Buenos Aires, de lisonjear a las provincias litorales, llegando a acordarles hasta subsidios como sucedió en Santa Fe, a fin de que separasen sus pretensiones de las provincias mediterráneas. Rasas mismo ha marchado sobre idéntico , pues que lo vimos ligarse con las otras tres provincias ribereñas el año 1831, lo que produjo el famoso tratado del 4 de Enero de ese año, Entonces como otras veces se consiguió anular la influencia de las interiores y hacer que permaneciesen las cosas en el punto en que habían estado. Debe a mi juicio exceptuarse la época de la Presidencia del Sr., Rivadavia, que tanto su administración, como el Congreso, iniciaron una marcha nacional, dándonos el último una constitución, que si no llenaba todas las necesidades, si tenía defectos como todas las cosas humanas, daba solución a las cuestiones generales, y dejaba a los pueblos en aptitud de ir con el ejército y la experiencia mejorando sus instituciones. He dicho que entonces hallaron solución las cuestiones generales y una es la de las rentas. Eran nacionales como son en todas partes, los provenientes de las casas de moneda, los de Correos y Aduanas exteriores, que naturalmente se situarían en las provincias confinantes 242 con el extranjero. Como tales deberían considerarse las de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, si la navegación de nuestros ríos, le abriese al comercio del mundo sin 1imítación alguna, pero a mi juicio, no es esta la cuestión (sin que por eso se crea que me opongo a ella) que debe primero ventilarse; antes debe resolverse la de rentas, para evitar embarazos que traerían de la adopción precipitada de alguna. Examinemos: Supongamos que la navegación de los ríos Paraná y Uruguay se declarase libre y que fuesen puertos habilitados para el comercio de ultramar, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. Siguiendo el orden o el desorden actual, si en cada una de esas provincias habría una Aduana cuyas rentas a ejemplo de Buenos Aires, pretendería hacer exclusiva mente suyas. No creo que ellas adelantasen al menos por ahora, pues que su Aduana no les produciría gran cosa. La afluencia de buques de ultramar sería ninguna por falta de relaciones mercantiles, de capitales, y por los estorbos de la navegación interior para los buques de calado, y aun cuando fuese próxima y grande la ventaja .¿habría arrivado con eso solo a un arreglo cualquiera?: de ningún modo. Como prueba de ello puede citarse la Colonia, y Maldonado en el Estado Oriental, que con puertos habilitados para el comercio de ultramar es insignificante el que se hace por ellos; aun puede añadirse sin que pueda ahora dar la razón, que esos pueblos a pesar de esa ventaja, se han conservado estacionarios. Más, demos de gracia que .no sucediese así y que efectivamente arribasen a dicha provincia buques de todas partes sin la previa designa ción y repartición de las rentas nacionales, las provincias mediterráneas recibirían los efectos de ultramar recargados de los derechos de importación y quedarían tributarias de los litorales. Mientras que unos adelantaban a costa de sus hermanos, otros seguirían consumiéndose o por lo menos, no adelantarían en proporción de sus otras ventajas naturales. Con idéntico derecho que las litorales, Cuyo y Salta, tendrían también sus Aduanas donde pagasen impuestos de internación las mercancías introducidas por los puertos del Pacifico, lo que sería fácil después que los gobiernos de Chile y Bolivia expidieran los decretos de Enero de este año. Por la misma razón harían suyas las rentas de sus Aduanas y vendría recaer todo el perjuicio sobre las provincias, que estando más al centro, no pudiesen franquearse una comunicación propia, con el exterior. 243 Fuera de la injusticia que envuelve un tal sistema, se conoce a la primera ojeada otros mil inconvenientes que traería puestos en pugna los intereses de las provincias privilegiadas, procuraría cada uno por su propio provecho, dar al comercio una dirección forzada y acabarían por dañarse mutuamente. En esa multitud de aduanas, cuyo servicio era imposible uniformar y regularizar en el estado de aislamiento actual, era forzoso un ejército de empleados, que absorberían una gran parte de las rentas. Sería, pues, una consecuencia necesaria, la inmoralidad, el contrabando, la confusión y la nulidad de esas mismas rentas que se querían crear. Para ponernos en todos los casos, supongamos que las provincias litorales y demás que tuviesen aduanas exteriores, a ejemplo de la República de Chile y lo que es más, por un sentimiento de justicia dispensasen de todo derecho de importación de las mercancías de tránsito a las interiores. ¿ Qué resultaría de esto? Un desorden mayor en mi modo de pensar, pues que cada provincia grande o pequeña, tendría que montar una aduana sobre los mismos principios para percibir sus rentas, sin perjuicio de las otras. Nada de esto sucedería, establecido que fuese el sistema de rentas na cionales, según el pensamiento del Sr. Rivadavia. Él consistía, como dije antes, en establecer aduanas exteriores y suprimir las interiores. Este es el sistema que aconseja la razón, la utilidad pública y la práctica universal. Yo me contentaría con esto por el momento, contando con que lo demás vendría en seguida. Me he propuesto hablarle a Vd. sin embozo, como desearía que todos lo hiciesen en esta materia importante, y por eso descenderé a objeciones que he oído hacer a la nacionalización de las rentas. Por ejemplo, he oído decir a hijos de Buenos Aires, para probar que las de su aduana les pertenecen exclusivamente, que sólo las deben a la situación, añadiendo que los provincianos que quieren ocurrir a sus merca dos lo hagan, y los que no, vayan a otra parte. Esto no ha sido hasta ahora permitido y Rosas acaba de darnos una prueba de ello, prohibiendo las introducciones por Chile y Cobija; pero aun cuando lo hubiese sido, no merece que me detenga en contestar después de lo que he dicho. Cansados estamos de oír echar en cara a las provincias que no tienen con qué costear sus Diputados, y ahora mismo, cuando se recuerda que sus sueldos les fueron satisfechos por el Tesoro de Buenos Aires, se les hace pasar por la humillación de unos pordioseros. Hasta ha llegado a alegar se como excusa para no reunir un Congreso, la pobreza de las provincias 244 que no tenían con qué expensar sus Representantes. Siendo Buenos Aires la primera provincia por su población, su riqueza, su comercio, sus luces, y otras muchas ventajas; nadie duda ni disputa, que de allí saldrán la mayor parte de los empleados nacionales como sucedió siempre; de consiguiente, las rentas que se inviertan en sus sueldos irán a manos de sus hijos. Poquísimos serán, como fueron siempre, los empleados de las provincias, sin que en esto deba haber motivo de queja salvo alguna chocante preferencia, pero es de desear que a esos pocos empleados, no se les humille, humillando al mismo tiempo los pueblos de donde proceden, haciendo entender que ,lo que justísimamente les retribuye la Nación, es un don gracioso o como dije antes, una limosna que les hace Buenos Aires. Esta degradación. que se les impone, a nadie conviene, ni a la Nación, ni a Buenos Aires, ni a las Provincias, porque nadie puede ganar con el envilecimiento de unos destinos y de unos hombres, que aunque procedentes de unos pobres pueblos, debemos suponer que merecen sus empleos y que son también argentinos. Después que he estado en Río Janeiro he tenido mejor ocasión de apreciar estas cosas, y de compararlas con las de nuestro país. Por de contado que la separación o división de las rentas nacionales y provinciales está perfectamente deslindada: con las primeras son pagados todos los empleados nacionales sin que a los hijos de la Capital se les haya ocurrido echarles en cara su pobreza a los de las provincias, aun cuando su Aduana y Consulado produzcan 30.000 fuertes todos los días. Mucho se ha dicho también sobre los gastos y sacrificios de la guerra de la Independencia y posterior que hubo con el Imperio del Brasil, que ha costeado su mayor parte, y algunos dicen en su totalidad, Buenos Aires, esto debe merecernos una explicación para mejor entenderlo y voy a darla tal cual] comprendo el negocio. Soy el primero el reconocer el brillante mérito del pueblo de Buenos Aires contraído en la guerra de la Independencia y posteriores, lo soy también en admirar su valor, su patriotismo y la preferencia que le dan la prioridad de su pronunciamiento, y demás ventajas reunidas, pero no por eso dejare de decir que todas nuestras provincias han merecido también de la Patria, y que han concurrido con su sangre y sus recursos según su posibilidad. Si Buenos Aires ha gastado más es porque ha tenido más, es porque ha estado a su cargo la percepción de las rentas que deben reputarse nacionales. Suponer que esos gastos han sido 245 hechos en su totalidad de sus recursos exclusivamente, sobre ser injusto, seria repugnante. Nadie, ignora que los impuestos de importación que pagan los efectos que se introducen en un país, recaen sobre los consumidores, y consumidores son todos los pueblos que se surten de las mercancías de ultramar por el puerto de Buenos Aires. Y sino dígasenos como habiendo sostenido la guerra por si sola, cómo habiendo auxiliado a las otras provincias, cómo habiendo sacrificado por todos, ella ha progresado, mientras, las demás, han marchado a su ruina?. Se dirá acaso que es debido a su posición privilegiada, más no sucede así en los demás Estados del mundo. Sin ir mas lejos, veremos que Valparaíso, el Callao, Montevideo, Río de Janeiro tienen idéntica situación, sin que se sientan, los mismos efectos, ni se deduzcan iguales pretensiones. No habrá quien se persuada que una virtud oculta favorece los progresos de Buenos Aires, mientras consuma la ruina de las Provincias. Tampoco habrá quien lo atribuya a una espacialísima predisposición de sus naturales, porque si son efectivamente inteligentes, activos, industriosos, no puede decidirse que los de las provincias carezcan de esos mismos dotes, que si no se desarrollan a la par, es por falta de ocasión y de estímulos. Todos son hijos de una misma raza, y su educación, más o menos, es la misma. Hasta cierto tiempo pudo creerse que el atraso de las provincias, provenía de sus Gobiernos, que desgraciadamente habían caído en manos de caudillos ignorantes, y opresores, pero después que Rosas ha hecho gravitar su brazo de hierro y su ultimo absurdo sobre Buenos Aires sin que se sintieran, los mismos efectos, forzoso es buscarles alguna otra .causa en lo general, salvar las diferencias que siempre trae un despotismo. Más o menos bárbaro. Así se pueden explicar, aquellas que se notan de más a otras provincias del interior, sin que por eso deje de subsistir lo esencial de esta observación. Ya que antes hice mención del Brasil, hablando de la separación de rentas nacionales y provinciales, me permite añadir algo más de lo que está la vista de todo el mundo, y que pueda observar todo el que tenga ojos. A presencia de ellos será forzoso convenir que los extraordinarios progresos de este país se deben a ese régimen que en el nuestro, que no tiene otras desventajas que aquejan a éste, causaría prodigiosos adelantamientos. No entrare a profundizar esta materia a. que llevaría más allá de lo que quiero, y que quizá es superior a mi alcance, pero no dejare de decir que las Aduanas exteriores contribuyen 246 aquí casi la totalidad de las rentas nacionales que ellas se invierten en gastos nacionales, y alguna vez en obras de utilidad en las provincias y en la Corte, según lo que determinan las Cámaras, y que todo esto se hace sin celos de un pueblo a otro, sin desdeñarse ni incomodarse mutuamente. La capital del Río Janeiro lo es solo del Imperio. y no es, ni pertenece, a ninguna provincia, ,Tiene anexo un Distrito pequeño que es lo que se llama Municipio de la Corte. Hay también una provincia del Río Janeiro, porque no se le ha querido quitar su antiguo nombre, pero su territorio, que es extenso, su administración provincial, sus rentas, sus rentas, su Cámara Representativa, su capital, todo es distinto y separado de la ciudad nacional, que es la Corte o Capital del Imperio, Nichterhoy, que es la Capital de la Provincia del Río Janeiro solo dista cuatro millas de la Corte, las que se andan en veinte minutos, mediante los vapores que a todas horas del día atraviesan la bahía. Allí reside el presidente que es el titulo que tienen los Jefes de las provincias, la Cámara y todos los Tribunales provinciales. Allí se recaudan las rentas provinciales y allí se ventilan y dirimen todos los asuntos que conciernen al territorio de a Provincia. Si se trata de esto no es para insultarse, sino para promover sus mejoras, Todos los Diputados son remunerados por el Tesoro Nacional, sin que se les eche en cara al del Pará, o Río Grande del Norte, su pobreza. Estos mismos diputados ven el lujo y la riqueza de la Corte sin envidia y sin amargura. Por el contrario se, envanecen de que la Capital de la Nación a que pertenecen este rodeada de un esplendor que refleja sobre todos los pueblos que la componen.. A su vez no son mirados aquí como extranjeros o como unos huéspedes incómodos, y gravosos. Son ciudadanos en toda la extensión de la palabra y como hijos de la gran Ciudad Nacional. Esto mismo se observa en la Cámara Vitalicia, que es la que como pone el Senado. Las altas categorías que la forman son de todas las provincias y a cada rato se les oye decir: soy Senador por Pernambuco, Minas o Goyaz, sin que se les exija que bajen la vista y se ruboricen de no haber nacido en la gran ciudad. Nadie ta mpoco lo tiene por eso en menos, de modo que solo su mérito y aptitud deciden su importancia. Cuando no fuese así, temo seriamente por nuestro país. Me parece verlo en peligro de ser la Polonia de Sud América y verlo desaparecer del catálogo de las naciones. Con las mismas ventajas y los mismos defectos que los polacos, estamos expuestos a sufrir el 247 mismo destino, Los argentinos son como aquellos, un pueblo generoso y valiente, pero turbulento e inclinado a la anarquía., Cuando echo la vista sobre el gradual y sucesivo desmembramiento de la Polonia y lo comparo con el fraccionamiento gradual, también y sucesivo, de la República Argentina, no puedo menos de hallar cierta semejanza que me contrista y hace estremecer. Al fin han concluido hasta los rastros de aquella nación generosa y digna de mejor suerte, por la ocupación, conquista y destrucción de la República nominal de Cracovia, que era lo único que quedaba de ella y podía recordarla. Así podría suceder a nuestro país, si siguiese desmembrándose indefinidamente por más que algunos se lisonjeasen que quedando un pueblo en que ven simbolizada toda la grandeza e importancia de él nada se ha perdido. Recordemos por un momento lo que era el antiguo Virreinato de la Plata, para compararlo con lo que ha quedado de la República, y midamos rápidamente la extensión de sus pérdidas. Se separó primero el Paraguay, privándonos de un excelente astillero y de un buen depósito para nuestra naciente marina, sin contar la pérdida de un gran territorio sumamente poblado de blancos, de extrema fertilidad y atravesarlo por magníficos canales. Se agregaron las cinco Provincias del Alto Perú, quitando a la Re pública, la mitad de su población y dañándose a sí propias, por un sentimiento de antipatía, cuyo origen y causas no sería ahora conveniente investigar. La provincia de Tarija hizo otro tanto, mediante movimiento revolucionario cuyo resultado ha sido unirse a aquellas. En seguida tuvo lugar 1a erección del Estado Oriental del Uruguay que produjo a la República la pérdida de sus mejores puertos, de un hermoso territorio y de la mitad del Río de la Plata y del Uruguay. Las Islas Malvinas, cuya posesión era tan útil, fuera de otras ventajas para la formación de una Marina Nacional, se perdieron sin remedio. Sin embargo de esto, el célebre corresponsal del Gral. Santa Cruz, que escribió las célebres cartas de la Colonia en 1838, juzgaba de poquísima importancia la separación de las provincias del interior, inclusas las de Cuyo, para agregarlas a otro Estado. Últimamente no han faltado proyectistas entre ellos argentinos de argentinos de distinción, que han opinado por la separación de Corrientes y Entre Ríos, para formar un nuevo Estado. Dios quiera que estos hayan depuesto sus errores y tengamos que lamentar 248 nuevas desgracias. Para precaver tan terribles resultados me parece que nuestros esfuerzos deben dirigirse a robustecer el espíritu nacional, casi me permito decir a crearlo, porque si lo hay es muy poco y se ha debilitado inmensamente por nuestros extravíos políticos, por el mezquino provincialismo y por ridículas preocupaciones. Recordemos que no puede haber un pueblo grande sin espíritu nacional. Dígalo la pobre Italia, que después de haber dominado el mundo, es hoy un cuerpo dilacerado e impotente. Bien lo conocen sus hijos pues, se empeñan en reconstruir el espíritu italiano, que es lo que sólo puede verificar su resurrección. Perdón mi amigo por la extensión de esta carta, que a mi pesar ha tomado dimensiones que no creí darle al empezar a escribirla. La terminaré en la parte que concierne a nuestras cosas políticas, haciendo ardientes votos porque los argentinos formemos una sola familia porque nos desnudemos de añejas preocupaciones y depongamos resentimientos ridículos. Quizá la constitución del año 27 salvaba todos los inconvenientes y si esto no es posible en toda su extensión, tiempo hay de hacerles algunas correcciones, que la hagan más adaptable a esa forma federal que se ha proclamado con tanta fuerza. Felizmente, se aproximaba mucho a ella y con algunas reformas casi nominales podría decirse: Constitución federal de los Estados del Río de la Plata. Entonces veríamos engrandecerse la Capital de Buenos Aires y ser el emporio de la riqueza, de la población, de la industria, de la civiliza ción y de las luces. De allí veríamos que esas ventajas se derramaban por las demás provincias según su situación y proporción naturales. Ellas mirarían sin celos, ni envidia, la prosperidad creciente de la Capital, y ésta sin pretensiones y preocupaciones de provincia, recibiría a todos los argentinos como a hijos de una misma madre. Buenos Aires con su territorio nacional, que como he dicho sería centro de la inteligencia y del poder, lo será también de las relaciones to das, y tendría una inmensa influencia; más sin duda a que 1as que tendríaa como provincia en los Negocios Nacionales, Pido a Vd. que se fije en esto, y pido también a los hijos de Buenos Aires que no desdeñen esta advertencia. 249 Allí afluirá lo más eminente de todo el país, en luces y en mérito; afluirán también las pretensiones de los partidos, las ambiciones y demás pasiones políticas, pero se debatirán en un terreno adecuado para esa clase de combates, pues que sería neutro y de un modo más digno. Desaparecerían esas ruines disputas de localidad para dar lugar a otras de un orden más patriótico y más elevado. Basta mi amigo: he charlado demasiado, con peligro de parecer insípido y maniático. Pero en Vd. hay bastante indulgencia para disculparme, por otra parte según 1o que me ha escrito y lo que me han dicho personas que han conversado con Vd. ha perdido casi la esperanza de nuestras mejoras políticas, de modo que no juzgará exagerados mis temores. Sin embargo, no desespero y me atrevo a conjurarlo para que tampo co desespere Vd. Sería ese el mejor medio de alejar hasta la posibilidad de que nuestra Patria sea algo. Como una prueba de que espero, es que he escrito esta carta y que le propongo que contribuya a que siga escribiendo el Sr. Sarmiento, y me animaré a decirle que escriba Vd. mismo. Mucho bien han hecho ya las producciones de aquel distinguido argentino, y me persuado que harán mucho más, si continúa tratando los puntos que he insinuado. Él lo sabe hacer sin acritud, sin parcialidad y conducido solamente por su patriotismo. Él será recompensado de sus trabajos. Me reservo para otra que sin duda irá con ésta para contestarle sobre otros puntos de esa carta. Alargar más ésta sería abusar de su paciencia y de su amistad que quiero conservar con todo mi corazón. Persuádase que soy su affmo. amigo servidor y compatriota. José María Paz 1 1 Otro de los corresponsales con quien Paz trató in extenso acerca de las bases de la organización nacional fue don Ángel Navarro, cuyas interesantes cartas se encuentran en el Archivo de Paz (año 1851). Ve también cartas de Paz al general Antonio Taboada, a quien conoció en Río. Los Taboada por Gaspar Taboada, t. I, págs. 126 y 313. 250 ÍNDICE DE PERSONAS (Usar control de buscar) Abalos José D. Acosta Esteban . Acosta J. Bautista. Acuña de Figueroa. Acuña Pedro Ignacio de. Acha M. Agüero Eusebio . Agüero J. S. de. Agüero J. Vicente. Albarracín S. Alberdi J. B. Alcorta Diego. Aldao Félix. Aldecoa Alsina Juan José. Alsina V. Altieri. Alvarado H. Alvarez Thomas. Alvear C. M. De. Allende Posse J. Amenábar J. Amiel F. Anchorena N. Andler Charles. Aquiles. Arana Felipe. Arana Raimundo. Aráoz Bernabé. Arenales General. Arenales José. Arrascaeta Angel Mariano de. Arriola J. M. Artigas J. Augusto. Ayax. Bacle. . Baena Luis. Báez Federico. Balcarce Diego. 251 Ballivian Presidente. Barzana Alonso de. Bedoya Elías. Bedoya F. Bedoya G. M. Belgrano Manuel. Belgrano Mario. Belzú. Benavídez Bartolo. Benavídez Nazario. Benitez Ooronel. Benítez Desiderio. Berdia Manuel. Berger. Beverina Juan. Bilbao Manuel. Blanco Encalada. Bolívar S. Bonastre V. Bonpland Aimé. Borges Francisco. Bourjade J. Brandzen. Brown G. Bucich Escobar. Bulnes E. Burckhardt Jacobo. Busaniche .J. L. Bustillo I. M. Bustos Juan B. Bustos P. Zenón. Cárcano R .J. Cárdenas E. F. Carlomagno. Carneiro Leao. Caseres Ramón. Castro Isaac. Castro Barros. Cavia P. P. Ceballos Soldado. Centeno F. Cernadas G. J. César Julio. Cisneros Teniente. Clave de nombres. Cleopatra. 252 Concolocorvo. Condillac. Congresales de Tucumán. Corneille. Cortes Arteaga. Costa Gerónimo. Coudert F. A. Cronwell. Cullen D. Curtius E. Chanetón A. Chenaut Indalecio. Darwin. Daza Mayor. Dean Funes. Deheza R. A. De las Carreras Francisco. Del Carril J. M. Del Carril S. M. De la Cruz Francisco. De la Peña J. L. De la Torre Braulio. De la Torre J. M. De María Isidoro. Derqui Santiago. Díaz César. Dorrego Manuel. Durán Manuela. Dumas Alejandro. Duteil C. E. Eccelino Romano. Echagüe P. Echeandía M. A. Echenique E. Elizalde Rufino de. Elizalde Juan J. De. Epaminondas. Esopo. Fabio. Fernández Agüero. Ferré Manuel A. Ferré Pedro. 253 Ferrera Juan Andrés. Ferreyra Daniel. Franco Luis. Fragueiro Mariano. F'reud. Frías Félix. Frías José. Furlong G. Gallino G. Gamarra General. García G. Garcia Pantaleón. García Castro G. Garibaldi. Garzón Ignacio. Garro J. M. Gelly J. A. Girardín Emilio de. Godoy Cruz Tomás. Gómez Fabián. Gómez Gregorio. Gómez H. F. González .J V. González Bentos. González de Santa Cruz R. Gonzalez de Silva B. González Garaño A. B. Goniti Juan Ignacio. Groussac P. Guido Tomás. Gutiérrez Juan M. Gutiérrez de la Fuente A. Haedo Felipe. Haedo Tiburcia de. Halphen L. Hamy E. T. Héctor. Heredia Alejandro. Herrera M. Hobbes. Holmberg Barón de. Horacio. Hornos M. Humboldt A. de. Ibarguren Carlos. 254 Ibarra Felipe. Iriarte General Tomás. Jaquier. King Antonio. Laborda Olinto de. La Bruyere. Lacordaire. Lafinur J. C. Lagos Hilarío. La Madrid General. Lamas Andrés. La Roche Jacquelin. Laromiciere. Las Heras. Lavalle Juan. Lavalleja J. A. Lavisse E. Leiva Manuel. Levene Ricardo. Lezica Ambrosio. Liniers Santiago de. Liqueno J. M.. López Carlos Antonio. López Estanislao. López Francisco Solano. López Gaspar. López Javier. López Juan P. López V. F. López y Planes. Lord Aberdeen. Lugones Desiderio. Lugones Lorenzo. Luis XI. Mably. Madariaga Joaquín y Juan. Madero Juan. Mandeville Ministro. Mansilla L. V. Mantilla M. F. Marcó del Pont J. Marín G. Bautista. Mármol Miguel de. Martínez de la Rosa J. 255 Martínez Jacinto. Maza M.. Maquiavelo. Medina Celí. Medina José Antonio. Mendilarzú D. Michel Coronel. Michelet. Mirabeau. Mitre B. Molina Arrotea. Molina José Agustín. Molina Ramón. Montaigne. Monteagudo. Montero, Vicente. Montero Bustamante R. Monteiroso J. B. Monteiroso J. G. Moscaso Angel Mariano de. Montesquieu. Moreno Mariano. Moussy M. de. Muñecas Ildefonso de las. Muñiz Francisco Javier. Muñiz Mayor. Muriel D. Musset. Napoleón Luis. Napaleón Bonaparte. Navarro Angel. Necochea. Neira José. Nietszche. Nieves MI. María de. Núñez Angel. Ocampo Gabriel. O 'Donnel. O 'Higgins. Olañeta J. M. Oribe Manuel. Oro Domingo de. Oro Ester Rebollo Paz de. Ortiz José María. Ortiz de Rosas León. 256 Ortiz de Ocampo F. A. Pacheco Angel. Pacheco y Obes Melchor. Pasca. Pater Walter. Patroclo. Paulo Emilio. Paunero Wenceslao. Paz José de. Paz Julián. Paz Manuel Mariano de Paz .Rosario. Pedernera General G. E. Pellegrini C. M. Pelliza M. Peralta F. A. Pérez de Urdininea .J. M. Pinteyro de Ulhoa. Pirán General J. M. Plutarco. Pozzo A. Pueyrredón J. M. Queirola E.. Quesada E.. Quesada H. C.. Quinet. Qniroga Jnan Facundo. Rafael. Ramírez Antonio. Ramírez Vicente. Rauch. Ravignani E. Raynal. Reinafé F. Río M. E. Ríos Jacinto. Rivadavia B. Rivera Bernlabé. Rivera Fructuoso. Rivera Indarte G. Rodríguez Fray Cayetano. Rodríguez Fresno P. Rodríguez G. F. Rodríguez Martín. 257 Rodríguez Popa. Rodríguez Ventura. Rodríguez Villar, P. Rojo Anselmo. Rojo Rudecindo. Roldán M. Mercedes. Romacroine. Rondeau .José. Rosas Juan Manuel. Rosso .J. L. Rousseau. Rugendas J. Mauricio. Ruiz Moreno M. Saint Simon. Salas C. Saldías A. Salustio. San Alberto Obispo. San Luis de Francia. San Martín José de. Santa Juana de Arco. Santa Cruz Andrés. Saráchaga J. Antonio. Sarmiento D. F. Shakespeare, W. Simondi de Sismondi. Soares de Souza Paulino José. Sófocles. Somellera Andrés. Southern Ministro. Souza Evangelista de. Stael Madame de. Suárez Franéísco. Suárez Joaquin. Suárez Lorenzo. Sucre. Taboada A. Taboada G. Tácito. Tejedor C.. Tojerina Tomás. Thiers. Tito Livio. 258 Tocqueville. Todd J. M. Torres L. Torres Teniente. Torterolo L. M. Trejo Fr. Fernando Obispo. Udaondo E. Ulises. Urquiza Justo José de. Valdez Gregorio. Varela Florencio. Varela J. C. Varela José. Vásquez Santiago. Vedia y Mitre M. de. Velazco Faustino. Velez Dalmacio. Venancourt Vizconde de. Vera y Pintado B. Viamonte Gobernador. Videla Capitán. Videla del Puis N. Villafañe B. Villegas Andrés. Virgilio. Visconti Bernabé. Vives Juan Luis. Washington. Weild Andrés. Weild Margarita. Wirner de Morgensfein Francisco. Yaven G. R. Zapata Matías. Zavaleta Diego. Zinny A. Zorrilla de San Martín G. Zufriategui. Zuviría F. De. Zuviria J. M. Índice de la Obra 259 260