Mujeres cervantinas Manuel Galiana recitador Marina Rodríguez-Cusí mezzosoprano Marisa Blanes piano Luciano González Sarmiento diseño y dirección I Laura Vega (Vecindario, Las Palmas, 1978) Galatea (La Galatea) David del Puerto (Madrid, 1964) Costanza (La ilustre fregona) Roberto Sierra (Vega Baja, Puerto Rico, 1953) Preciosa (La Gitanilla) II José Luis Campana (Buenos Aires, Argentina, 1949) Catalina (La gran sultana) Tomás Marco (Madrid, 1942) Dulcinea. Esbozo de Dulcinea (Don Quijote de la Mancha) Consuelo Díez (Madrid, 1958) Marcela. Canción desesperada (Don Quijote de la Mancha) Estreno absoluto. Glosa literaria y musical (70 min) En conmemoración del IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes Una producción de Enlaces Sonoros – Música y Músicos de España y América – 2016 A quien leyere En una España cerrada y contrarreformista, empeñada en disfrazar la realidad y negar la dignidad de la mujer desde una concepción masculina y jerarquizada del poder, la obra de Cervantes, quien convivió largo tiempo de su vida con las mujeres de su familia, nos demuestra que fue un profundo conocedor de la psicología femenina. Así lo vemos sobre todo en las «Novelas Ejemplares» y en el «Quijote», donde en muchas ocasiones son ellas las auténticas heroínas. La actitud del escritor alcalaíno es siempre comprensiva con la mujer y su percepción de lo femenino arranca del calor de la verdad. Aunque Cervantes no se libró de los tópicos y prejuicios patriarcales de su época, la mirada serena, natural y humanísima con que modela los personajes de sus novelas, pero también los de su teatro, se dirige especialmente hacia las mujeres. Se trata de una mirada admirativa en la que la mujer se nos muestra como sujeto activo y autónomo de pensamiento, algo innovador en la España de entonces. Mujeres que tienen y defienden su personalidad y libertad por encima de las ataduras sociales y en las que, según el maestro «Azorín» sobresalen dos rasgos comunes: la curiosidad sin perversión y el hecho de que se entreguen a su instinto y a la Naturaleza, alejándose así del constreñido moralismo patriarcal de la Iglesia. Galatea, la gitanilla Preciosa, Catalina de Oviedo, la ilustre fregona Costanza, Isabela, Cornelia, Dorotea, Altidisora, Luscinda, Sigismunda, la Aldonza devenida en Dulcinea… conforman unos personajes vigorosos, casi dotados de realidad histórica. Esa disposición humana, tolerante y comprensiva de Cervantes se vuelve mayúscula en el caso de la pastora Marcela, todo un símbolo de independencia y de libertad en su discurso feminista: «Yo nací libre, y para poder vivir libre, escogí la soledad de los campos». Y es que la pasión que siempre tuvo por la libertad el autor del Persiles la compartió con sus criaturas literarias. Cervantes, frente a autores como Lope, Calderón o Quevedo, admira y respeta a las mujeres en su diversidad, las hace salir a los caminos «solas y señeras», coincidiendo de este modo con el pensamiento de una escritora contemporánea suya, María de Zayas. Mujeres de Cervantes que tratan de ser «dueñas» de sí mismas, muchas de ellas «mujeres ejemplares» que se protegen de la hostilidad y de los convencionalismos sociales y morales de su tiempo. Mujeres que vindican su identidad femenina con una voz propia que, hoy, cuando conmemoramos el cuarto centenario de la muerte del mayor autor de nuestra literatura, se vuelve palabra y música. Fernando Abascal poeta Notas al programa La palabra, la que originalmente escribió Cervantes para describir a sus mujeres en sus novelas ejemplares (Preciosa, protagonista de La gitanilla, Costanza de La ilustre fregona), sus comedias (Catalina de Oviedo en La gran Sultana) y de su obra excelsa Don Quijote de la Mancha (Marcela y Dulcinea del Toboso), ilustra y guía la música, también original compuesta para conmemorar la figura de Cervantes en el IV Centenario de su muerte (Madrid, 22 de abril de 1616) por seis compositores de España y América que, desde la perspectiva de cuatro siglos de lejanía histórica, glosan las singularidades de algunas de las mujeres que Cervantes nos legó como producto de su estro creador y su literatura magistral. Algunos rasgos del melólogo propuesto ya en el siglo XVII por J. J. Rousseau, son utilizados por los compositores, cada uno desde su singularidad creativa, como preámbulos para lograr de la canción un punto álgido de la forma que fluye rapsódicamente a partir de la palabra de Cervantes, en su más significativa ortodoxia como elemento narrativo, y con el lirismo propio del contenido dramático de cada canción. Es el piano el elemento vertebrador de una poiesis que no solo reúne los elementos propios de la descripción sonora adecuada al texto cervantino y a sus dimensiones dramáticas y escénicas, sino que logra constituirse como razón histórica para enlazar la creatividad de cuatro siglos. Galatea es la primera de las mujeres cervantinas que irrumpe en escena de la mano expresiva de la compositora canaria Laura Vega. Es el amor recatado, comedido, aunque bien solicitado de tantos pastores de las riberas del Tajo, que Galatea permite solo al pastor Elicio. Ella no quiere el amor de fuego y hielo que abrasa y hiere, sino el amor casto. De las manos de Laura Vega, surge una Galatea síntesis de la canción amorosa por antonomasia. Un dilatado melólogo sirve al madrileño David del Puerto de preámbulo para ensalzar el «amor platónico» que Tomás siente por Costanza, la bellísima e ilustre fregona a la que Cervantes canta como excelsa expresión de belleza compartida por la altísima virtud de la humildad que debe ejercer como sirvienta. Esta simbiosis de la belleza y la discreción que Cervantes esboza en su Costanza es el reflejo del pensamiento musical que David del Puerto desarrollada dialécticamente en su Melólogo y canción sobre fragmentos de «La ilustre fregona». El compositor puertorriqueño Roberto Sierra canta a una de las protagonistas femeninas más atractivas de Cervantes: la gitanilla Preciosa, de su famosa novela ejemplar. Insiste Cervantes en la combinación compartida de dos virtudes preciadas en la mujer: la hermosura y la discreción, que en Preciosa resaltan «tanto entre los gitanos como entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama». La narrativa de Sierra reflejada en el melólogo inicial extrapola la descripción literaria que Cervantes hace de la gitana, intercalando sus variantes narrativas con cortas, pero precisas y coloristas intervenciones del piano en acordes puntuales, ostinatos, melismas e insinuaciones sonoras que se enriquecen con el tono profundo de lo gitano cantado backstage por la mezzo, hasta llegar al punto álgido de la canción formulada sobre un ritmo de guajira en el que la combinación binaria y ternaria mantienen una fascinación irresistible. De las ocho comedias que Cervantes nos legó, La gran sultana es, además de reflejo de su estancia como cautivo en Argel, un modelo de virtuosismo literario de enredo, en el que una ovetense (Catalina de Oviedo) cautiva de moros, llega a Constantinopla y enamora el Gran Turco. Es José Luis Campana, el compositor nacido en Buenos Aires, el creador de este enredo, resuelto musicalmente con recursos de una lúdica contemporaneidad. «¿Dónde, señor, se habrá visto que asistan dos en un lecho, que el uno tenga en el pecho a Mahoma, el otro a Cristo?» Insiste Cervantes en los contrastes: «Que seas turca o seas cristiana, a mí no me importa cosa; esta belleza es mi esposa, y es de hoy más la Gran Sultana». La trama está urdida y solo queda su despliegue musical que Campana enmarca acentuando las características coloristas y dinámicas del piano proponiendo extremos de intensidad y de articulación siempre sorprendentes. Y sobre este armazón pianístico despliega Campana la lúdica poética del turco y la cristiana en episodios hilarantes, a veces desconcertantes, aunque siempre de gran intensidad expresiva. Retorna Tomás Marco a la ortodoxia del melólogo como preámbulo narrativo de la poética de la canción. En esta ocasión con un esbozo de la sin par Dulcinea, a la que el Caballero de la triste figura quiere manifestar su encendido amor por medio de una carta que el propio Sancho habrá de entregarla. Su elaboración, motivo de sorpresa de Sancho Panza, de la voz insinuante de Aldonza Lorenzo dejándose oír levemente desde dentro y de las iluminadas disquisiciones de Don Quijote, todo ello aderezado con un complejo pianístico de corte estructural, culmina con el Soneto del Paniaguado, Académico de la Argamasilla, in Laudem Dulcineae del Toboso, un aria digna de un espíritu más que de una realidad viviente. Termina este recital con el canto a la libertad que la pastora Marcela se ve obligada a entonar ante las acusaciones de las que era objeto al ser acusada de ser la causa de la muerte de su enamorado Grisóstomo. Vuelve la belleza femenina a ser motivo de conflicto como motivo de deseo e insiste Cervantes en equilibrar a Marcela con las virtudes de la bondad y de la libertad. Esto es lo que la obra de Consuelo Díez destaca en el melólogo precedente a la canción con la que culmina su intervención y el final de este recital: una exaltación de la libertad, auténtica y épica reivindicación femenina, no para liberarse del hombre, sino sencillamente para ser libre y poder comunicarse con las aguas y los árboles sus pensamientos y su hermosura. Luciano González Sarmiento MUJERES CERVANTINAS Textos de Miguel de Cervantes Textos extraídos de algunas obras de Miguel de Cervantes para ser narrados, como preámbulo literario y formal recitado a modo de melólogo, y para ser cantados, como punto culminante de cada número, expresión de la singularidad de cada mujer seleccionada. I. GALATEA (La Galatea) Música: Laura Vega Narrador Por los infinitos y ricos dones con que el cielo a Galatea había adornado, fue querida, y con entrañable ahínco amada, de muchos pastores y ganaderos que por las riberas de Tajo su ganado apacentaban; entre los cuales se atrevió a quererla el gallardo Elicio, con tan puro y sincero amor cuanto la virtud y honestidad de Galatea permitía. (La Galatea, libro I, p. 3) Venía vestida de serrana, con los luengos cabellos sueltos al viento, de quien el mismo sol parecía tener envidia, porque, hiriéndolos con sus rayos, procuraba quitarles la luz si pudiera; mas la que la salía de la vislumbre dellos, otro nuevo sol semejaba. (…), y con la extremada voz que al cielo plugo darle, fue cantando este soneto: (La Galatea, libro I, p. 59) Canción de Galatea Afuera el fuego, el lazo, el hielo y flecha de amor, que abrasa, aprieta, enfría y hiere; que tal llama mi alma no la quiere, ni queda de tal nudo satisfecha. Consuma, ciña, hiele, mate; estrecha tenga otra la voluntad cuanto quisiere; que por dardo, o por nieve, o red no espere tener la mía en su calor deshecha. Su fuego enfriará mi casto intento, el nudo romperé por fuerza o arte, la nieve deshará mi ardiente celo, la flecha embotará mi pensamiento; y así, no temeré en segura parte de amor el fuego, el lazo, el dardo, el hielo. (La Galatea, libro I, p. 63) II. COSTANZA (La ilustre fregona) Música: David del Puerto Narrador Haz la burla que de mí quisieres, amigo Lope, que yo sé que estoy enamorado del más hermoso rostro que pudo formar naturaleza, y de la más incomparable honestidad que ahora se puede usar en el mundo. Costanza se llama, y no Porcia, Minerva o Penélope; en un mesón sirve, que no lo puedo negar, pero, ¿qué puedo yo hacer, si me parece que el destino con oculta fuerza me inclina, y la elección con claro discurso me mueve a que la adore? Mira, amigo: no sé cómo te diga -prosiguió Tomás- de la manera con que amor el bajo sujeto desta fregona, que tú llamas, me le encumbra y levanta tan alto, que viéndole no le vea, y conociéndole le desconozca. No es posible que, aunque lo procuro, pueda un breve término contemplar, si así se puede decir, en la bajeza de su estado, porque luego acuden a borrarme este pensamiento su belleza, su donaire, su sosiego, su honestidad y recogimiento, y me dan a entender que, debajo de aquella rústica corteza, debe de estar encerrada y escondida alguna mina de gran valor y de merecimiento grande (…) (La ilustre fregona, p. 16) ¡Oh amor platónico! ¡Oh fregona ilustre! ¡Oh felicísimos tiempos los nuestros, donde vemos que la belleza enamora sin malicia, la honestidad enciende sin que abrase, el donaire da gusto sin que incite, la bajeza del estado humilde obliga y fuerza a que le suban sobre la rueda de la que llaman Fortuna! (…) (La ilustre fregona, p.17) Canción de Costanza Raro, humilde sujeto, que levantas a tan excelsa cumbre la belleza, que en ella se excedió naturaleza a sí misma, y al cielo la adelantas; si hablas, o si ríes, o si cantas, si muestras mansedumbre o aspereza (efecto sólo de tu gentileza), las potencias del alma nos encantas. Para que pueda ser más conocida la sin par hermosura que contienes y la alta honestidad de que blasonas, deja el servir, pues debes ser servida de cuantos ven sus manos y sus sienes resplandecer por cetros y coronas. (La ilustre fregona, p. 9) III. PRECIOSA (La Gitanilla) Música: Roberto sierra Narrador Salió la tal Preciosa la más única bailadora que se hallaba en todo el gitanismo, y la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. Ni los soles, ni los aires, ni todas las inclemencias del cielo, a quien más que otras gentes están sujetos los gitanos, pudieron deslustrar su rostro ni curtir las manos; y lo que es más, que la crianza tosca en que se criaba no descubría en ella sino ser nacida de mayores prendas que de gitana, porque era en extremo cortés y bien razonada. Y, con todo esto, era algo desenvuelta, pero no de modo que descubriese algún género de deshonestidad; antes, con ser aguda, era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares lascivos ni decir palabras no buenas (…) Salió Preciosa rica de villancicos, de coplas, seguidillas y zarabandas, y de otros versos, especialmente de romances, que los cantaba con especial donaire (…) De entre el son del tamborín y castañetas y fuga del baile salió un rumor que encarecía la belleza y donaire de la gitanilla, y corrían los muchachos a verla y los hombres a mirarla. Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza cantada, ¡allí fue ello! Allí sí que cobró aliento la fama de la gitanilla, y de común consentimiento de los diputados de la fiesta, desde luego le señalaron el premio y joya de la mejor danza; y cuando llegaron a hacerla en la iglesia de Santa María, delante de la imagen de Santa Ana, después de haber bailado todas, tomó Preciosa unas sonajas, al son de las cuales, dando en redondo largas y ligerísimas vueltas, cantó el romance siguiente: Canción de Preciosa Árbol preciosísimo que tardó en dar fruto años que pudieron cubrirle de luto, y hacer los deseos del consorte puros, contra su esperanza no muy bien seguros; de cuyo tardarse nació aquel disgusto que lanzó del templo al varón más justo; santa tierra estéril, que al cabo produjo toda la abundancia que sustenta el mundo; casa de moneda, do se forjó el cuño que dio a Dios la forma que como hombre tuvo; madre de una hija en quien quiso y pudo mostrar Dios grandezas sobre humano curso. (La gitanilla pp. 1-2) IV. Catalina de Oviedo (La gran Sultana) Música: José Luis Campana Narrador Sabe igualar el amor el vos y la majestad. De los reinos que poseo, que casi infinitos son, toda su juridición rendida a la tuya veo; ya mis grandes señoríos, que grande señor me han hecho, por justicia y por derecho, son ya tuyos más que míos; y, en pensar no te demandes esto soy, aquello fui; que, pues me mandas a mí, no es mucho que al mundo mandes. (Sale Catalina) Que seas turca o seas cristiana, a mí no me importa cosa; esta belleza es mi esposa, y es de hoy más la Gran Sultana. Canción de Catalina Cristiana soy, y de suerte, que de la fe que profeso no me ha de mudar exceso de promesas ni aun de muerte. Y mira que no es cordura que entre los tuyos se hable de un caso que, por notable, se ha de juzgar por locura. ¿Dónde, señor, se habrá visto que asistan dos en un lecho, que el uno tenga en el pecho a Mahoma, el otro a Cristo? Mal tus deseos se miden con tu supremo valor, pues no junta bien Amor dos que las leyes dividen. Allá te avén con tu alteza, con tus ritos y tu secta, que no es bien que se entremeta con mi ley y mi bajeza. V. DULCINEA DEL TOBOSO (Don Quijote) Esbozo de Dulcinea. Música: Tomás Marco Narrador ¡Oh, y cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla «Dulcinea del Toboso» porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto. (Don Quijote de la Mancha, I, I) Sacó el libro de memoria don Quijote y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta, y en acabándola llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía temer. Escucha, que así dice: «Soberana y alta señora: El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte, “El caballero de la triste figura”» Canción de Dulcinea Esta que veis de rostro amondongado, alta de pechos y ademán brioso, es Dulcinea, reina del Toboso, de quien fue el gran Quijote aficionado. Pisó por ella el uno y otro lado de la gran Sierra Negra, y el famoso campo de Montiel, hasta el herboso llano de Aranjuez, a pie y cansado (culpa de Rocinante). ¡Oh dura estrella!, que esta manchega dama y este invito andante caballero, en tiernos años, ella dejó, muriendo, de ser bella, y él, aunque queda en mármores escrito, no pudo huir de amor, iras y engaños. (Soneto del Paniaguado, Académico de La Argamasilla, «In Laudem Dulcineae Del Toboso») VI. MARCELA (Don Quijote) Canción desesperada. Música: Consuelo Díez Narrador Canción desesperada, no te quejes / cuando mi triste compañía dejes; antes, pues que la causa do naciste / con mi desdicha aumenta su ventura, aún en la sepultura no estés triste. Bien les pareció a los que escuchado habían la canción de Grisóstomo, puesto que el que la leyó dijo que no le parecía que conformaba con la relación que él había oído del recato y bondad de Marcela, porque en ella se quejaba Grisóstomo de celos,sospechas y de ausencia, todo en perjuicio del buen crédito y buena fama de Marcela (…) Y, como al enamorado ausente no hay cosa que no le fatigue ni temor que no le dé alcance, así le fatigaban a Grisóstomo los celos imaginados y las sospechas temidas como si fueran verdaderas. Y con esto queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela, la cual, fuera de ser cruel y un poco arrogante, y un mucho desdeñosa, la misma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna (…) Por cima de la peña donde se cavaba la sepultura, pareció la pastora Marcela, tan hermosa, que pasaba a su fama su hermosura. Los que hasta entonces no la habían visto la miraban con admiración y silencio, y los que ya estaban acostumbrados a verla no quedaron menos suspensos que los que nunca la habían visto. Canción de Marcela Yo nací libre y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles destas montañas son mi compañía; las claras aguas destos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista, he desengañado con las palabras; (…) Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito. El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es escusado. El que me llama fiera y basilisco déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá de ninguna manera. (Don Quijote de la Mancha, I, XIV) MANUEL GALIANA, actor Iniciado en el mundo de la interpretación bajo la dirección del profesor de literatura Antonio Ayora en el Aula de Teatro del Instituto San Isidro de Madrid, se graduó en la Escuela de Cinematografía de Madrid obteniendo el Premio Extraordinario de Interpretación. Galiana ha participado en diversas producciones para el cine y para la televisión, consiguiendo un gran reconocimiento de público y crítica. Entre las numerosas distinciones que le han sido concedidas a lo largo de su dilatada carrera podrían citarse algunas como el Premio “El Espectador y la Crítica” (1983), la Medalla de Oro de Valladolid y el Premio Nacional de Teatro (1998) por “su trayectoria profesional en todos los géneros teatrales, la alta calidad actoral y su interpretación en la obra Píntame la eternidad, de Alberto Miralles”. En 2012 recibió, por votación popular, el XVI Premio Nacional de Teatro Pepe Isbert que concede la Asociación Nacional de Amigos de los Teatros de España. Recientemente (2014) le ha sido concedida la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. MARINA RODRÍGUEZ CUSÍ, mezzosoprano Nació en Siete Aguas (Valencia) y cursó sus estudios musicales en el Conservatorio Superior de Valencia, en la especialidad de oboe y posteriormente canto con Ana Luisa Chova, obteniendo el Premio de honor Fin de Carrera. Ha sido galardonada en los concursos “Eugenio Marco” de Sabadell, Internacional de “Música Española en Compostela” y Concurso Internacional “Francisco Viñas” de Barcelona. Tras debutar con (Cherubino) Le Nozze di Figaro en el Palau de la Música de Valencia, desarrolla una intensa actividad en el campo de la ópera: (Ottone) L’Incoronazione di Poppea, (Smeton) Anna Bolena, (Suzuki) Madame Butterfly. (Romeo) Capuletti ed i Montecchi, (Olga) Eugene Onegin, (Zia Principessa) Suor Angélica, y otros tantos roles de los títulos operísticos más famosos (Otello, El oro del Rin, El ocaso de los dioses, Salomé, El caballero de la rosa, etc.) Ha actuado en los teatros más importantes de España y en las salas más prestigiosas de Europa: Golden de Palermo, Alte Oper Frankfurt, Concertgebouw de Ámsterdam, Musikverein de Viena, Staatsoper de Hamburgo, Salle Pleyel de Paris, etc. Ha cultivado el género del Oratorio: Stabat Mater de Pergolesi, WeihnachtsOratorium y Magnificat de Bach, Mesías de Handel, Los Ángeles de R. Chapí, La Damoiselle Elue de Debussy, El amor brujo y El sombrero de tres picos de M. de Falla, y otros muchos títulos. Ha dedicado una especial atención a la música española contemporánea con estrenos de Báguena Soler, M. Palau, M. Ortega, R. Garay, Tomás Marco, A. García Abril. www.marinarodriguez-cusi.com MARISA BLANES, pianista «Artista de excepcional elocuencia y versatilidad». Así definía uno de los más ilustres críticos musicales (Enrique Franco) la personalidad de la pianista Marisa Blanes, confirmada a lo largo de una dilatada carrera en el marco del concierto, la investigación y la docencia. El prestigio pianístico alcanzado por Marisa Blanes viene refrendado por una intensa actividad en el ámbito de la docencia (Conservatorios de Castellón, Valencia, Alcalá de Henares…) y muy especialmente en el marco de la investigación musicológica, avalada por su “Doctorado musical” en la Universidad Politécnica de Valencia y el “Premio Extraordinario a la Investigación de Tesis Doctorales” concedido por el Instituto de Estudios Alicantinos “Juan Gil-Albert”, destacando sus publicaciones (La obra pianística de Amando Blanquer (Valencia, 2005. Ed. UPV), Amando Blanquer: vida y obra (Alicante, 2006. IEAJG), Carlos Palacio – España en mi corazón (Madrid, 2011. Ed. Alpuerto). Acaba de grabar en la Sala Manuel de Falla del RCSM de Madrid la versión integral de los 24 Preludios y Fugas Op. 87 de Dimitri Shostakovich, cuya publicación verá la luz próximamente con el sello IBS-CLASSICAL. www.marisablanes.com