pamplona - Gobierno

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“La Vuelta del Castillo. Pamplona 1840”. Óleo de Victoriano Juaristi. 110 x 70 cm (1930).
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La llegada a la ciudad
A comienzos de 1919, en una España que empezaba a sobrevivir
del terrible azote de la pandemia gripal (se ha dicho que murieron más
de medio millón de españoles como consecuencia de la enfermedad; de
ellos, 1.324 en Pamplona1), y en la que todavía se vivía un poco de las
bonanzas económicas de una Europa de posguerra, demandante de casi
todo, pero una España; en la que ya se
había iniciado la lucha social
con el enfrentamiento sindical y el terrorismo policial, las huelgas, los ajustes de cuenta y hasta
los asesinatos políticos. En mayo de 1921
moría asesinado Eduardo Dato, presidente del
Consejo de Ministros, ensombreciendo el porvenir del
país; don Victoriano, al que la
Clínica San Miguel en los tiempos
vida en Irún había convertide su inauguración en 1921.
do en un hombretón de mediana estatura, ancho y fuerte, todavía barbado, por más que aquella
ya no fuera la barba nazarena de los años de su llegada a la capital del
Bidasoa, iba a trasladarse a Pamplona en compañía de su eterno hombre de confianza, el enfermero de la clínica de Irún Antonio Azpei1
J. A. ITURRI, Guía Hemingway, 1999, p. 26.
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tia2, para dirigir la terminación de las obras de la nueva clínica San Miguel en la que habría de trabajar durante treinta años.
La clínica se había levantado en colaboración con los doctores Daniel Arraiza y Joaquín Canalejo más allá del Portal de la Taconera, en
lo que hoy es el barrio de San Juan, fuera del casco urbano, al estilo de
lo que ya se venía haciendo en los países punteros del mundo occidental3. Se trataba de la primera clínica quirúrgica privada que abría sus
puertas en Pamplona, empezando a funcionar en septiembre de 19194,
aunque, según sabemos, la inauguración oficial no tendría lugar hasta el
Inauguración de la Clínica San Miguel. (En la primera fila de izquierda a derecha Don Victoriano, su esposa Adriana Acevedo, el Conde de Genduláin, detrás el dr. Joaquín Canalejo, el Obispo de Pamplona
Fray José López-Mendoza, Lorenzo Oroz y Daniel Arraiza, entre otros).
2
Enfermero de la Clínica de Irún y luego de la Clínica de San Miguel hasta la muerte de
don Victoriano.
3
La clínica de San Miguel posteriormente fue comprada por el Igualatorio Médico Quirúrgico y trasladada de su antiguo emplazamiento a Beloso Alto, ocupando en la actualidad
un edificio de nueva planta construido en un solar lindante con la ripa que bordea la orilla izquierda del río Arga.
4
La primera clínica quirúrgica que se abrió en Navarra, Clínica Quirúrgica y Policlínica
de Especialidades, la abrió el doctor Simón Blasco Salas en Estella en 1916. Ver su libro Recuerdos de un médico navarro, p. 100.
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día 29 de septiembre de 1921, con un acto protocolario en el que iban
a estar representadas las fuerzas vivas de la ciudad, presididas por el
Conde de Guendulain, que ejercía la representación de la Reina, y el
Obispo de la diócesis Monseñor José López-Mendoza5.
Se hace obligado echar una ojeada sobre aquel Pamplona de poco
más de 40.000 habitantes, “levítico y militar”, amurallado y cerrado,
con el que se iba a encontrar don Victoriano. Sobre todo porque, conforme se ha comentado, sus problemas de pareja dimanarían fundamentalmente del cambio de residencia, por lo menos en lo que conocemos,
ante la negativa de doña Adriana a trasladarse a vivir definitivamente a
la ciudad; “Venía, estaba unos días, ‘sacaba’ dinero al abuelo y volvía a
irse hasta la próxima ocasión en que lo necesitara”, contaba Terica Juaristi recordando comentarios de su padre. Lo cierto es que acostumbrada a Irún, Hondarribia y San Sebastián no iba a encontrar en Pamplona los alicientes necesarios para trasladarse a vivir en ella6.
Lo que tampoco puede causar excesiva extrañeza recordando cómo
era la ciudad por aquellos tiempos: “... llena de cuarteles, iglesias, conventos, tabernas, pequeños comercios, vendedores ambulantes, algunos
pocos talleres artesanales de manufacturas y hasta un contado número
de fábricas. Estaba a la sazón poblada por una sociedad muy estratificada, integrada en lo alto por algunas muy pocas familias aristocráticas, la
alta milicia y el alto clero; después otras pocas familias más de menor
rango con cargos importantes en la administración; a continuación venían los pequeños hidalgos, militares y clérigos así como una clase media de empleados y comerciantes, bastante numerosa y una populosa
clase humilde integrada por menestrales y obreros, muchos de ellos temporales, poco menos que indigentes y casi dejados de la mano de Dios”7.
Pero nada más oportuno que algunos de los comentarios que expuso
en el Teatro Gayarre don Victoriano en su conferencia Novísima Guía
de Pamplona, para conocer sus primeras impresiones sobre la ciudad en
1928.
5
La Clínica San Miguel, Plus Ultra, Madrid, 1922.
Conversaciones con Terica Juaristi en el otoño y el invierno del año 2005 y la primavera del 2006.
7
S. MARTÍN CRUZ, Emilio Sánchez Cayuela. Gutxi, Caja Navarra, Pamplona, 1992, p. 30.
6
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Para empezar, y después de una larga introducción sobre el significado de su “novísima guía” y de los peligros de incomprensión que
corría al atreverse a pensar en alto, definiría Pamplona como una “ciudad polifacética” y en gran parte desconocida. Veamos: “muchos pamploneses encuentran que la ciudad es gris, insustancial, monótona,
aburrida, fuera de la galvanizante semana de San Fermín”, algo con lo
que él no estaba de acuerdo ya que añade: “Sin salir de Pamplona se
puede vivir en lugares que tengan variadísimas fisonomías, como vamos a ver”. A partir de aquí iba a presentar una serie de cuadros de entre los que tomamos, por lo descriptivos, unos párrafos de Vieja calle
de Nápoles y Crepúsculo vespertino: “Estrecha y tortuosa. Sol en los altos, humedades en el suelo, paredes costrosas, portales angostos, ropa
tendida. Una taberna a la entrada, una taberna a la salida, una taberna en el medio. Grande y vetusto y sombrío convento de frailes. Pequeña mancebía. Tapia del viejo hospital, con un vacío al otro lado,
fosa de dolor. Pasadizo con farol mortecino en la bóveda y calzada juanetuda. Fuente alzada en el muro. Mozas en la fuente. Soldados junto
a las mozas. Chicuelos en torno de los soldados. Hampones de la corte de los milagros, hostal de la Margarita, Ropavejeros, prenderas. Letanía rumorosa, corrillo de comadres, murmuradoras letrillas infantiles, coplas de pícaro, bostezos de alguacil, maldiciones de carretero...
Esta es la calle de Descalzos...”. “Domingo por la tarde: has salido camino de las ‘Blancas’, y al retorno has alargado el paseo dando la vuelta al Castillo. Ya se ha puesto el sol detrás del Perdón. Ya pasaron los
seminaristas con sus hopalandas y sus becas de color azul, blanco o encarnado. Torre de San Cernin, torre de San Lorenzo, torre de San Nicolás, siluetas del viejo burgo. Un poco de niebla se va tumbando en
los fosos. De entre las rendijas de las viejas murallas, salen los murciélagos, aturdidos aún por la tenue luz crepuscular. Y luego salen los búhos, lanzando su gemido gatuno... Paseo de Valencia. Tropel de soldados y criadas. Pesada la ropa, ligera la lengua. Tardos los pies, prontas
las manos. Carne densa y luz escasa todavía. Está oscuro y huele a
queso”8.
8
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V. JUARISTI, Novísima Guía de Pamplona, Pamplona, 9 de octubre de 1928.
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Como es lógico imaginar, la apertura de la clínica sería inicialmente acogida por la sociedad pamplonesa con la natural expectativa, pese
a las perentorias necesidades quirúrgicas de la ciudad, anclada quirúrgicamente todavía en
un pasado vergonzante
de prácticos y barberos.
Aunque lo cierto es que
muy pronto iba a obtener una respuesta plenamente satisfactoria,
o, al menos, eso es lo
que se deduce de un
folleto publicado por la
clínica a guisa de memoria en febrero de
1922, y del que se haría
eco la prensa de la ciudad. En él se contabilizaban más de 5.000
consultas y de 623 intervenciones de todo
tipo realizadas a lo largo de dos años con excelentes resultados9.
Si bien estas cifras
hablan por sí solas de
lo voluminoso del traSan Cernin desde Jarauta. Agua tinta de don Victoriano.
bajo desarrollado y, en
consecuencia, del que
ya demandaban la ciudad y la provincia, lo mismo que de la dedicación
que él mismo iba a requerir, aquello no iba a representar cortapisa alguna para que don Victoriano encontrara el tiempo necesario para proseguir con el conjunto de actividades profesionales, más allá de las pu-
9
“La Clínica San Miguel”, El Pueblo Navarro, Pamplona, 24 de febrero de 1922.
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ramente asistenciales, que había venido desarrollando en Irún. Lo que
iba a traducirse por la publicación de un folleto de propaganda editado por la Clínica San Miguel: Las enfermedades quirúrgicas, algunas actualizaciones de sus charlas, y algunos originales en Los Progresos de la
Clínica, Revista Española de Cirugía y Urología, entre los que iban a
El doctor Canalejo trabajando en San Miguel.
aparecer algunos firmados en colaboración con el doctor Daniel Arraiza, algo que llegaría a ser habitual a lo largo de los años 20 e inicio de
los 30; y en Guipúzcoa Médica, donde lo haría “Camelos no”, ataque directo a las eternas fabulaciones paramédicas que, como hoy, se venían
escuchando en corrillos y mentideros, tema que en más de una ocasión
habría de llevarle a asomarse a los medios de comunicación, no sin indignación, por lo que este correr de bulos significaba de credulidad, estupidez y poca consideración para con los médicos, cuando no de mala
fe. Lo mismo que por su intervención en el II Congreso de Estudios
Vascos de 1920, celebrado en Pamplona, donde presentaría la ponencia Nuevas orientaciones antropológicas, a la vez que iba a participar con
los doctores. Alfonso, Armendáriz, Arraiza y Garmendia en la titulada:
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La Beneficencia Navarra10. Precisamente de esta fecha data su inscripción como socio de número de la Sociedad de Estudios Vascos11.
Capítulo aparte merecen algunas de sus actuaciones como conferenciante, de entre las que es obligado destacar sobre todo un par de
ellas. Por un lado, la que daría en Bilbao, en una sesión organizada por
la Junta de Cultura Vasca, de la Diputación de Vizcaya, con el título de
Contribución de los médicos a la cultura del País en 1920. Una conferencia larga y llena de importantes contenidos, que de vez en cuando, alegraría con una sonrisa, algo habitual en sus comparecencias y en la que,
amén de comentar alguna de sus pequeñas aportaciones al estudio antropológico del pueblo vasco y reclamar la colaboración de los médicos
en un tema tan importante, también la aprovecharía para la realización
de una geografía médica del país vasco adelantándose al tiempo; tomaría postura en contra del alcoholismo, la tuberculosis, las enfermedades
venéreas, la locura y el raquitismo; defendería la higienización del medio; proclamaría la necesidad de modernizar los caseríos y la vida en
ellos, con la mejora de su ganadería, de su agricultura, y hasta la del
propio “cashero”, mediante su educación y preparación, y haría una cálida y encarecida defensa de la necesidad de una universidad de ámbito vasco, una universidad moderna y abierta, sin otras limitaciones que
las marcadas por el saber y la docencia, en la que ni siquiera se debería
de exigir a sus profesionales hablar vascuence. Llegaría a decir: “¿Es que
van a dar la castaña o la bellota con más abundancia nuestros árboles si
el ingeniero habla la lengua milenaria de Aitor?”12.
Por otro lado, cabe citar la exposición del ciclo “Por la salud”, impartido en la Escuela de Adultos de la Rochapea (Pamplona), también
en 1921, a instancias del profesor Leoncio Urabayen y en el que iba a
quedar perfectamente resumido su pensamiento sanitario del momento. El ciclo, que constaba de cuatro conferencias; Los enemigos del hombre; La infestación y la infección general; La tuberculosis; La función se10
S. BLASCO SALAS, Recuerdos de un médico navarro, 1958, pp. 113-114.
Su nombre consta desde la memoria 1918-1920 con el número 905 de afiliación. Información obtenida de la propia Sociedad de Estudios Vascos.
12
V. JUARISTI, Contribución de los médicos a la cultura del País, Diputación de Vizcaya,
Junta de Cultura Vasca, Bilbao, 1921.
11
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xual y Los venenos placenteros, amén de un largo epílogo dedicado a los
accidentes de trabajo, la violencia (golpes, roturas, heridas), el obrero y
la ley de accidentes y el ahorro, terminaba en una especie de alegato
muy en relación con las maneras y la filosofía de aquellos tiempos:
¡PODEROSOS! Favoreced la educación del pueblo. Cread escuelas de
Artes y Oficios. Haced casas para los obreros. Mejorad las leyes de accidentes
de trabajo. Haced posible el ahorro y protegedlo. Amparad a las madres, a los
niños y a los viejos pobres, no con juntas que no funcionan, sino con instituciones generosas y vivas. No gocéis de lo superfluo mientras haya quien carece
de lo necesario. Toda injusticia que cometáis o dejéis que se cometa caerá sobre vosotros y sobre vuestros hijos.
¡OBREROS! La escuela os levantará a lo alto; la taberna os arrojará al
cieno. Fumar es como quemar tus ropas y tus muebles. Pequeños ahorros dan
grandes satisfacciones. La mujer más hermosa es la propia y la más horrible es
la que se vende; un minuto de placer puede traer una vida de dolor. El enfermo no debe casarse. La limpieza es salud y hermosura. Es más feliz un buen
padre en una casa humilde pero sana, que un mal rey en un palacio suntuoso. El sol, el aire, el agua, sostienen la vida sobre la tierra. Amadlos.
Dado el eco y el interés despertado por sus palabras, el Ayuntamiento de Pamplona y la Diputación de Navarra decidirían su publicación
en forma de folleto13. Eladio Esparza –que felicitaba al “amigo bidasotarra” por la claridad de sus frases, la rectitud de su intención y las luces de sus admirables consejo–, destacaba de su contenido en Diario de
Navarra el párrafo que sigue: “La salud es la flor más pura de la vida y
el hombre responde ante Dios, del don de la vida que ha recibido,
como flor ha de cuidar su salud, como flor que guarda en su seno el tesoro inapreciable y permanente del espíritu. Con razón apunta Balmes
que las reglas de la higiene son también reglas de moral. Estriba, pues,
la cuestión esencial en que el hombre conozca a sus enemigos y ordene
los actos de su vida para no ser atacado por ellos...”14. Sagrario Anaut
retomaría este ciclo de conferencias en el año 2001 para analizar el “cre13
V. JUARISTI, Por la salud, Ayuntamiento de Pamplona y Diputación Foral de Navarra,
Imp. García Enciso, Pamplona, 1922.
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E. ESPARZA, “Por la salud, flor de la vida”, Diario de Navarra, Pamplona.
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do” sanitario de don Victoriano en Luces y sombras de una ciudad. Los
límites del reformismo social e higiénico en Pamplona; una publicación en
la que iba a destacar su labor divulgativa y pedagógica en torno a la salud de los pamploneses, junto con la realizada por los doctores Serafín
Huder y Carlos Gil y Gil15.
Pero su gran baza profesional en este tiempo, incluso más allá de su
propio trabajo clínico y quirúrgico y los éxitos que con él estaba cosechando, tratando a gentes de toda la provincia y de las provincias vecinas, sería la publicación ese año del Tomo I del Manual Español de Cirugía, en 1922 publicaría el Tomo II. Una obra sin precedentes en el
panorama editorial vasco, acogida con verdadero interés por la clase
médica de todo el país, que se iniciaba con un sucinto prólogo en el
que, entre otras cosas, escribía: “Este no es un libro práctico, en el sentido de los que creen que la Medicina se puede aprender y ejercer con
un formulario; lo más práctico que puede hacer el que quiera saber patología quirúrgica es estudiar la teoría basada en lo que se ve sobre las
mesas de operaciones o de autopsias, pero no con criterio de barbero,
sino de filósofo”. En esta obra se iban a encontrar capítulos tan novedosos, entonces y sobre todo en nuestro país, como los dedicados a la
etiología, la patogenia, la asepsia, la lucha contra la infección, el trasplante de tejidos, la exploración radiológica, los tratamientos de radiumterapia, electrolisis, diatermia y demás medios físicos, y la utilización de la anestesia. Queda claro que detrás de este manual, hay que
suponer bastantes años de estudio y de trabajo, por lo que es más que
posible que la obra tuviera sus inicios en los apuntes y comentarios realizados en los tiempos de estudio y preparación de la oposición a la Cátedra de Patología Quirúrgica de la Facultad de Medicina de Madrid.
El libro sería galardonado en 1925 con el Premio Pedro María Rubio
de la Academia Nacional de Medicina, lo que da una idea del eco despertado por él en toda España.
Pese a todo lo expuesto, tampoco sus actividades culturales ajenas a
la medicina sufrirían otras mermas que las naturalmente impuestas por
su adaptación al nuevo medio en el que empezaba a vivir y que, pasada
15
S. ANAUT, Luces y sombras, 2001, pp. 24 y 47.
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esta, iba a terminar fructificando en un tiempo, cuando menos, tan rico
como el de Irún y que, a la larga, llegaría a ser bastante más brillante y
hasta importante, como ya se ha dicho. No debe de extrañar su tesón y
su increíble capacidad de trabajo en aquellos años, capacidad a la que
hay que añadir la ganancia de tiempo que sus muchas horas de soledad
por la pérdida de la vida en familia iba a significarle y la buena acogida
por parte de la intelectualidad joven de Pamplona, y lo que ella tuvo
que constituir de revulsivo de sus propias inquietudes, las de un hombre todavía joven y lleno de dinamismo, que provenía de un medio
Don Victoriano con algunos familiares y amigos delante de su domicilio en el recinto de San Miguel en
torno a 1923. (Es posible identificar entre los que están de pie a don Victoriano, su hijo Carlos y Pío Baroja y sentadas a Adriana Acevedo y Reshu Juaristi).
cultural tan rico como diferente, con unos infinitos deseos de saber y
de actuar, lo que llevaba a estimular a los demás. Y es que si don Victoriano fue para Pamplona un importantísimo acicate cultural, la ciudad, inevitablemente, también tuvo que significar para él un revulsivo,
incluso por sus carencias.
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Y sabemos, iba a continuar colaborando con El Bidasoa; donde
aparte de la carta de despedida de Irún y de sus gentes, sobre todo de
sus amigos, en el verano de 1919 publicaría varios artículos, y con
Euskalerriaren Alde, donde aparecería Narraciones amenas. La pampiña, que intervendría en la inauguración del monumento a Fermín
Leguía, en Vera de Bidasoa, obra de su amigo Ricardo Baroja, acto
en el que iba a leer un preparado y emotivo discurso lleno de resonancias líricas en el que decía: “Pero Fermín Leguía renace; las hábiles manos de Ricardo Baroja han modelado su figura en el barro del
Don Victoriano con los Baroja y algunos amigos en la huerta de Itzea. (De pie: Carmen Nessi, Micaela
Elizondo, Pío Baroja y don Victoriano. En el suelo: Maximina Berasáin, Pilar Zubiaurre, María Gáldiz,
Rafael Larumbe, Rosalía Churrut, Aureliano Gallano y Carmen Baroja.
que todos fuimos hechos; vertió en un molde sangre de bronce e infundió su vida a esta efigie; así como el hierro puesto en contacto
con el imán adquiere alguna de sus propiedades, las cosas con las
que hemos vivido, parece que toman algo de nuestro carácter. En el
crisol donde se derritió este bronce pusimos los bidasotarras mone73
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das, medallas de santos, espuelas de caballero, almireces de ‘echecoandre’, espitas de barricas famosas, hasta candeleros que alumbraron
en las noches nupciales. Si estas cosas conservaron algo del espíritu
de sus dueños, ¡qué famoso bidasotarra, qué gran chapelaundi será
éste!”16. En mayo de 1921 lo haría en el homenaje que rindieron a
Pío Baroja sus amigos y seguidores pamploneses en el Teatro Gayarre; un homenaje que iba a terminar con una cena servida por Juanito Quintana, el amigo de Ernest Hemingway, en el mismo foyer del
teatro y que iba a ser extensamente comentado por la prensa17.
Para entonces ya estaba empezando a “tomar tierra” en Pamplona.
Su buen hacer profesional y su capacidad de relación, el notable papel
que dentro de la ciudad desempeñaba su socio Joaquín Canalejo, durante algún tiempo alcalde de Pamplona y director de la Sociedad Filarmónica, y su amistad con el archivero José María Huarte, quien ya
en los días de su llegada a la ciudad le había dedicado un elogioso artículo de salutación en La Voz de Navarra, como contestación al editorial de despedida de El Bidasoa 18, en el que se podía leer: “nos inclinamos ante este hombre extraordinario al estrechar su mano, con afecto
de amigos, con efusión de admiración y con veneración de discípulos
para decirle: ¡Salve!”19, habían empezado a abrirle las puertas, derribando esas otras murallas de la ciudad constituidas por su proverbial mala
acogida a “los de fuera”. Por eso, no es de extrañar que José María Muruzábal lo incluya dentro del selectivo ágora del círculo de “La Navarra
Artística”, junto a gentes como Ramón Arcaya, Jesús Artieda, los hermanos Baleztena, Jesús Basiano, Ángel Cerezo Vallejo, Javier Ciga, Alfonso de Gaztelu, Miguel Goicoechea, Serapio Huici, Eugenio Lizarraga, Crispín Martínez, Millán Mendía, Arturo Picatoste, Francisco
Sánchez, Enrique Zubiri y demás20. Aunque no se debe olvidar que La
Navarra Artística era solo una tienda de arte, por ello un local en el que
el personal contactaba un tanto casualmente cuando acudía a ella a
16
P. CARO BAROJA, Imagen y derrotero de Ricardo Baroja, 1987, p. 123.
“En honor de Pío Baroja”, El Pueblo Navarro, Pamplona, 26 de mayo de 1921.
18
“Ahora que él no nos oye...”, El Bidasoa, Irún, 2 de noviembre de 1919.
19
R. M. CEBALLOS, Vida y obra del Doctor Victoriano Juaristi, 1992, p. 105.
20
J. M. MURUZÁBAL, Basiano. El pintor de Navarra, 1989, p. 34.
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comprar este o aquel material para su trabajo, no una tertulia en el más
exacto y verdadero sentido de la palabra, lo cierto es que sería precisamente a partir de este círculo desde el que iría estableciendo relaciones
más íntimas con gentes, entre las que sí destacan Alfonso de Gaztelu y
Serapio Huici.También es obligado recordar a Francisco Javier Arbizu,
Jesús Artieda, José María Iñigo, Eugenio Lizarraga, Leocadio Muro
Urriza... gentes, todas, esenciales en sus posteriores actividades culturales y hasta en su propia relación con la sociedad pamplonesa.
El afincamiento definitivo
Empezaba a correr 1922 por el calendario. Los libros que se dedican a ello hablan de una España cada vez más inquieta por el problema
sindical, que en Barcelona llegaría a alcanzar niveles de barbarie tan insospechados como para que Gerald Brenan escribiese refiriéndose a
ellos: “El terror sindicalista de Barcelona había reducido a la burguesía
catalana al silencio, y aún más, a la transigencia”21. También se refleja
en las noticias que empezaban a filtrarse de la comisión de investigación nombrada por las Cortes para esclarecer los hechos desastrosos de
Anual y Monte Arruit y que salpicaban al propio Rey. Pronto el comienzo de la dictadura de Primo de Rivera, que trae un periodo de calma forzada, falsamente esperanzador para el país, con la que la intelectualidad –y, a su través, la universidad– mostraba cada día que pasaba
más abiertamente su disconformidad, dando finalmente en su repulsa,
pese a la existencia de momentos dulces como el consecuente a la solución del problema marroquí, o las inauguraciones, en 1929, de la II
Exposición Internacional de Barcelona y la Iberoamericana de Sevilla.
Cuando a través de la prensa navarra de la época se analiza la trayectoria profesional y cultural de don Victoriano en relación con Pamplona, se llega a tener la percepción de que sería a partir de entonces
cuando la ciudad empezase a tomar conciencia clara de la relevancia de
su nuevo vecino y a contar con su participación profesional más allá de
21
G. BRENAN, El laberinto español, 1988, p. 126.
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lo puramente asistencial. Habrá que presuponer que, en parte, por el
éxito acompañante a la aparición del Manual Español de Cirugía, aunque también por el creciente número de sus publicaciones y conferencias dentro y fuera de la provincia, el boca a boca espontáneo que iba a
ir generando su trabajo en la Clínica San Miguel, con sus muchos y
notables éxitos, lo mismo que su natural talante de generoso colaborador para cualquier evento que precisara de su concurso, cuando no de
su bolsillo. De todas las maneras no era asunto fácil. Y no lo era porque
don Victoriano, como Miguel Sánchez Ostiz escribe en el prólogo de
la reedición de 1997 de Capital de tercer orden, refiriéndose a su autor
Ángel María Pascual: “era demasiado culto, demasiado creativo, demasiado refinado... Es fácil concluir que era demasiado para una Pamplona que no tenía universidad y a la que en cambio le sobraban conventos y cuarteles”22.
De su labor asistencial, que seguía siendo lo más importante en su
vida, será la propia historia de la comunidad y de su medicina la que
mejor nos hable, haciéndolo a través de los testimonios escritos por los
que se han preocupado directa o indirectamente de su discurrir en
aquel tiempo, como es el caso de Sagrario Anaut, José Joaquín Arazuri, Simón Blasco, Luis del Campo, Julio Caro Baroja, Rosa Mª Ceballos, Jesús Elso, Eladio Esparza, Rafael García Serrano, Carlos Ibarrola,
José María Iribarren, Pablo Larraz, María Dolores Martínez Arce, Ricardo Ollaquindia, Fernando Pérez Ollo, Francisco Javier Zubiaur Carreño...23. Luis del Campo, del que se puede decir sin faltar a la verdad
fue uno de sus discípulos predilectos, en el artículo póstumo que le dedicaba en El Pensamiento Navarro escribía: “Su vida fue ardua, la del
hombre de ciencia consagrado por entero a su labor. La del cirujano
que convive con el dolor, con la aflicción, que lucha contra la descarnada, en acto durísimo, haciéndola huir. Curtido en situaciones trascendentes, donde un descuido, una indecisión, pone en peligro una
vida. Sus músculos, sus nervios, eran autómatas de su férrea voluntad;
22
M. SÁNCHEZ OSTIZ, Prólogo de Capital de tercer orden, de Ángel María Pascual,
1997, p. 11.
23
No se puntualizan los textos para evitar repeticiones, ya que todos ellos aparecen pormenorizados a lo largo del texto y en el apéndice bibliográfico.
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sus palabras, un gesto afable, eran siempre alivio, consuelo”24. Palabras
que, aunque pueden parecer simple literatura necrológica, encierran
bastante más de verdad de lo que cabe suponer, porque su vida fue primordialmente la de un médico preocupado y estudioso que intentó estar al día de una ciencia y una profesión en continuo y cada vez más
acelerado desarrollo, acudiendo incluso a las propias fuentes de investigación en momentos concretos.
Así conocemos por sus propios escritos y notas que en 1910 acude a
estar con el profesor Calot en el Instituto San Francisco de Sales, de
Berck-Plage, interesado por su manera de tratar los abscesos tuberculosos25; que algún tiempo más tarde se desplaza a París para participar en
un curso de Cirugía Ortopédica Infantil dirigido por el profesor Ombre-Danne26; que regresa a París en 1926, en esta ocasión para informarse directamente sobre el tema de la radiodermitis ocasionada por los rayos X, él mismo ya la padecía, donde se pone en contacto con Voronoff,
que le defrauda profundamente como investigador, y con Risler, llegando incluso a contactar con Madame Curie, en su laboratorio del Instituto del Radium, quien tiene hacia él una expresión de ternura al ver su
mano izquierda: “¡Pobre amigo mío!”27. Sólo Dabadat, en Burdeos y, a
su través, Mur, en Lyón –que había tratado al padre de Dabadat eficazmente28–, son capaces de aportarle algo, pormenorizando los tratamientos que siguen y valorando objetivamente sus resultados29.
Aunque desconocemos las fechas puntuales de ello, sabemos también por sus propios escritos de su presencia en un curso de cirugía ortopédica del Instituto Guido-Risolli de Bolonia, otro de cirugía de la
24
L. DEL CAMPO, “Vivió para estudiar y amar al prójimo”, El Pensamiento Navarro, Pamplona, 5 de mayo de 1949.
25
V. JUARISTI, Anales del Hospital de Irún, 1904-1910, 1910.
26
Ficha personal de la Obra Sindical “18 de Julio”. 22 de octubre de 1943. (Hay una copia en el archivo familiar).
27
V. JUARISTI, “Ante Madame Curie I y II”, El Pensamiento Navarro, Pamplona, 10 y 13
de marzo de 1948.
28
Ver: “En Irún se conserva todavía un vivo recuerdo del doctor Victoriano Juaristi que
fue un gran cirujano y un excelente escritor”. J. L. Seisdedos.
29
La mistad con el doctor Dabadat llegaría a ser tanta, que a partir de unos sanfermines
en que don Victoriano le abre su casa, van a estrecharse las relaciones entre las dos familias, llegándose a casar una sobrina del médico francés con uno de sus hijos, Víctor.
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tuberculosis impartido por el profesor Rodselli, en Milán, además de,
por lo menos, uno de cirugía general dirigido por el profesor Bier, en
Berlín30 y, posiblemente, por lo que cuenta en El Anatómico, otro de
cistoscopia dado por el doctor Blauenfeld también en la capital alemana31.
Será conveniente insistir en que estamos hablando de la vida de un
médico preocupado y estudioso, sí, pero que, además, iba a unir a sus
intentos de agiornamiento sus dotes de gran clínico, preocupado por
todos los campos de la medicina. Basta echar una ojeada a los titulares
de sus artículos médicos para darse cuenta de lo amplísimo que es el registro de sus intereses médicos32, y una preparación de cirujano tan fuera
de lo común33 como para permitirle intervenir en campos quirúrgicos
todavía vedados a la gran mayoría, y hacerlo con seguridad y acierto34.
Sus nietos: el doctor Julio San Juan, heredero en mucho de las inquietudes de su abuelo35; y Terica Juaristi contaban así su día a día habitual: “Era muy madrugador. Por la mañana, después de un rápido
desayuno, estudiaba un par de horas. Luego marchaba a la clínica, entrando en quirófano o pasando consulta o visita a los encamados según
lo que tuviera programado. A media mañana volvía a casa y tomaba
algo de alimento, regresando de inmediato a la clínica para concluir el
trabajo asistencial. Volvía a casa a comer a las dos en punto, salvo que
alguna intervención urgente o algún imprevisto alterasen el discurrir de
la mañana. Consideraba esenciales la puntualidad y el orden, casi tan-
30
Ficha personal de la Obra Sindical “18 de Julio”. 22 de octubre de 1943. (Hay una copia en el archivo familiar).
31
El dato se deduce de su novela El Anatómico.
32
El doctor Balda dice sobre él: “... el número de sus publicaciones es numerosísimo, y su
campo de acción abarca todos los terrenos de la patología”. Ver Evocación de la figura y la vida
del doctor Victoriano Juaristi.
33
Don Pascual Ipiens siempre decía que había tenido la suerte de encontrarse con dos de
los mejores cirujanos de España de su tiempo, don Victoriano y el doctor Lite.
34
Ver la entrevista del “Doctor Ignotus” en El Hogar del Médico.
35
El doctor Julio San Juan Juaristi es, además de un prestigioso otorrino que lleva muchos años dedicado a la investigación de la sordera del recién nacido, autor de un complejo y
revolucionario sistema que facilita su estudio, experto en electricidad, marino, ensamblador
de barcos, experto en actividades subacuáticas e investigador del mundo submarino, fotógrafo, pintor, mecánico y un largo etc. de cosas más.
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to como el buen comer; no le importaba lo que fuera, pero sí que estuviera bien condimentado”. A este respecto, don Pascual Ipiens aseveraba que sabía más de arte culinario que cualquier cocinero de “campanillas, lo que le hacía muy exigente en el tema”36. “Tras la comida una
pequeña siesta. Luego volvía a la clínica para pasar visita de nuevo y
consulta los días en que tenía programada la consulta gratuita, que la
pasaba por la tarde y era intocable. Después venía todo lo demás. Si tenía que salir a alguna consulta o a algún acto cultural fuera de Pamplona cogía el coche; tenía chofer, aunque en los tiempos inmediatamente
posteriores a la Guerra Civil solía ir en taxis con Ángel Hermoso de
Mendoza37. Ocupaba la tarde en la lectura, preparación y realización de
colaboraciones profesionales para la prensa o el mundo editorial y el
trabajo epistolar”.
Concluido el quehacer profesional –“entre dos luces” solía decir él
mismo–, como cuenta Luis del Campo en la despedida de El Pensamiento Navarro, era llegada la hora de cualquier otra actividad que tuviera entre manos; dibujo, pintura, escultura, esmalte, fotografía. Contaba su nieto Julio que, en ocasiones, llegaba él mismo a prepararse los
negativos fotográficos y radiológicos.
A veces trabajaba solo, a veces lo hacía con la colaboración de la familia38. Su hijo Carlos fue siempre esencial, tanto que hasta era su cámara y en los tiempos últimos, dado el estado de su mano izquierda, el
encargado del trabajo de laboratorio. Lo mismo pasaba con los esmaltes, donde además de Carlos llegaba a intervenir Tere, la esposa de este.
En ocasiones, con la colaboración de algunos de sus amigos. Como pasaba con la escultura, en la que la mayor parte de las veces contó con la
ayuda del escultor de Villava (Navarra) José María Iñigo Iñarena.; al
igual que con la música, donde se sabe le ayudaron José María Beobide, Pío Iraizoz, la directora del coro Maitea María Teresa Hernández
Usabiaga, el maestro Francisco Escudero y hasta la de una pianista
pamplonesa, profesora de música, Pilar Carrasquilla, hermana de la conocida concertista Petra Carrasquilla, a cuya casa solía acudir algunas
36
Conversaciones con el doctor Alfredo Ipiens.
Conversación con Ángel Hermoso de Mendoza, hijo. Primavera de 2006.
38
Conversaciones con su nieto el doctor Julio San Juan Juaristi.
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tardes para corregir las partituras de sus canciones39, con el consiguiente escándalo por parte de las gentes “bien pensantes” de la ciudad que
le veían entrar en su domicilio. En los mismos esmaltes, se sabe de la
intervención extemporánea de Félix Artieda.
Con frecuencia iba al cine, que le gustaba mucho y al que se había
aficionado en los tiempos de Irún, en donde fue médico del cine Bellas
Artes40. Cenaba temprano, ocasionalmente tomaba una copa de champaña después de la cena, aunque no era lo habitual y a dormir pronto
para poderse enfrentar en condiciones con el trabajo del día siguiente41.
En cuanto al resto de sus actividades profesionales, su labor iba a ser
ya tan importante por esas fechas que obliga a pormenorizarla en sus datos esenciales. Si se empieza considerando las de representación, organización médica y participación en congresos y reuniones, en 1922 sería
comisionado por el Colegio de Médicos de Navarra, junto con su presidente el doctor Claudio Armendáriz, para integrarse en la Junta encargada de elaborar la ponencia de Reforma Urgente de la Beneficencia
Navarra42, institución por aquellos entonces verdaderamente obsoleta y
precisada de total remodelación, con un Hospital Civil, que era un hervidero de ratas43. Como suele pasar con los encargos de este estilo, las
conclusiones de aquella junta dormirían eternamente el sueño de los
justos, olvidadas en el fondo de un cajón, lo que habría de ser causa de
que en 1930, Bayacoa escribiese varios artículos llamando la atención
sobre el tema en Diario de Navarra 44 y, en 1931, fuera la Comisión Navarra de Beneficencia quien denunciase su calamitosa situación.
39
Por ser un arte “menor”, el capítulo de don Victoriano como compositor de canciones
es poco conocido, por lo que no estará de más recordar que, cuando menos, es autor de: Amapolas, De nuestra luz seguid en pos, Delirio, El himno de la enfermera, El viejo reloj, La canción
del sapo, La fuente de la enamorada, ¡Mañana no!, ¡Que llueva, que llueva!, Tu no has de dormir,
Sin fe... Hay constancia, incluso, de unos motetes compuestos para la boda de Federico Azcona y María Camino García, para la que compuso hasta una marcha nupcial.
40
R. M. CEBALLOS, Vida y obra del Doctor Victoraino Juaristi, 1992, p. 48.
41
Conversaciones con Terica Juaristi y el doctor Julio San Juan Juaristi.
42
Junta celebrada el día 29 de septiembre de 1922. La junta estuvo compuesta, además,
por los doctores Alfonso, Arraiza, Garmendia, Irigaray, Jáuregui y Jimeno, amén del arquitecto Martínez Ubago y el político Abdón Larrondo.
43
Así lo recordaba Carlos Juaristi, que acompañó a su padre en alguna visita de inspección.
44
BAYACOA, “Sobre la Beneficencia provincial”, Diario de Navarra, Pamplona, de 29 de
abril a 6 de mayo de 1930.
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En 1923 presidiría la sección de Cirugía Ortopédica del Congreso
Nacional de Pediatría, ese año celebrado en San Sebastián, y en 1924
fundaría, en colaboración con sus compañeros de San Miguel, los doctores Daniel Arraiza y Joaquín Canalejo, la Academia de Ciencias
Sanitarias de Navarra, de la que sería nombrado presidente por aclamación. Sobre ella escribiría en La Voz de Navarra: “Fundamos una Academia de Ciencias Sanitarias; invitamos a pertenecer a ella a los médicos, farmacéuticos, veterinarios, practicantes y matronas que lo deseen.
Nos reuniremos una vez por semana en el Colegio, y hablaremos durante una hora de asuntos científicos, expondremos –como en los buenos tiempos– lo que hayamos visto de extraordinario en nuestra práctica, comentaremos lo que salga de nuevo en el campo de nuestra
profesión, discutiremos cordial y cortésmente, nos veremos, nos conoceremos, nos estimaremos...”45.
Partiendo de la Academia y a impulsos del Colegio de Médicos, se
fundaría en 1929 la Academia Médico-Quirúrgica de Navarra, de la
que también sería su primer presidente, ocupando el cargo hasta algún
tiempo después de ser nombrado presidente del Colegio de Médicos.
De la vida de aquella Academia y de sus actividades ha quedado como
fiel recuerdo la colección de la Revista Navarra de Medicina y Cirugía,
órgano de expresión del Colegio de Médicos, cuya redacción se había
encargado a la Academia y que llevó una vida ejemplar hasta los tiempos inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, en los que desaparecieron ambas por “órdenes superiores”. En aquel tiempo en que todo
lo que tuviera que ver con el mundo de la ciencia y de la cultura, habida cuenta que la mayor parte del mundo intelectual español se había
decantado a favor del gobierno de la República durante la Guerra Civil, era visto desde el poder como sospechoso.
En febrero de 1925 intervendría en representación de los médicos
navarros en la velada organizada por la Academia Médico-Quirúrgica
de Guipúzcoa en recuerdo del doctor Rafael Larumbe. En ella haría un
emocionado elogio de las tierras del Bidasoa y del propio Larumbe,
amigo personal suyo desde los tiempos de Irún, del que llega a decir:
45
V. JUARISTI, “Se funda una academia”, La Voz de Navarra, Pamplona, 1924.
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“Era un niño; candor, vehemencia, timidez y gesto infantiles. Solo un
sentimiento le faltaba: el egoísmo, que hace de los niños los déspotas
del hogar; el egoísmo que nace del temor, como él es consecuencia de
la indefensión. Rafael era generoso, altruista en sumo grado; nada quiso para él, ni siquiera la vida, que dejó como una lámpara olvidada en
el camino, alumbrando a los demás y expuesta al cierzo helado de la
muerte, que ha apagado la llama que nadie defendía como suya”.
Eran demasiados años de amistad y compañerismo, encontrándose, cuando no ayudándose, por las sendas y veredas de la medicina rural de las tierras del Bidasoa, limítrofes entre Guipúzcoa y Navarra,
para no poner alma y corazón en las palabras. Don Victoriano lo recordaba así en la velada: “él subía por la regata de Endera; bajaba yo por
un atajo hacia la falda Navarra. Cada uno llevaba nuestro guía, con su
farol encendido, esos farolillos de carreta que dibujan en el suelo como
una araña de negras patas en un círculo de luz rojiza y que, más que
alumbrar, ciegan. –¡Gabón!– dijo mi hombre levantando el farol. –¡Gabón!– contestó el suyo. Nosotros no nos conocíamos; pero las trazas y
la hora eran inequívocas. –¿Vendrá usted de algún parto enrevesado?–
me preguntó. –Así es, de Iturri-Borda. Una versión. Hemos terminado
bien. ¿Y usted? –Yo voy más a la izquierda; otro parto. No sé lo que me
espera. –¡Buena suerte! –¡Buenas noches! Y seguimos a nuestros hombres que, en voz baja y con pocas palabras, habíanse referido sus cuitas.
Bastante después nos volvimos a encontrar en el pequeño Hospital de
Lesaca. Tuteándome, como a un antiguo camarada, me explicó: –Te
hemos llamado para que hagas la cesárea a esta mujer con atresia vaginal completa. La hemos bajado por la regata de Endera, por aquel camino donde nos encontramos”.
También, en 1923 acudiría al Congreso Internacional de Traumatología y Ortopedia de San Sebastián, donde presentaría la ponencia
La espina bífida. No mucho tiempo después sería nombrado socio de
honor del Ateneo Guipuzcoano, uno de los estrados que más veces
ocupó, tras la lectura de una de sus más brillantes conferencias; La calle del Puyuelo. En 1927 participaría en un acto de convivencia organizado por el Colegio de Médicos en el balneario de Betelu, donde
iba a leer unas cuartillas plasmadas con su gracejo personal; “Habaneros en Betelu”, publicadas pocos días después por la prensa de Pamplo82
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na46. Y finalmente, sería invitado a la inauguración del nuevo quirófano del Hospital de Irún, acto al que, evidentemente, no podía faltar y
sobre el que escribe un artículo, El nuevo quirófano del hospital, publicado por El Bidasoa, cuyo contenido humano exige, cuando menos,
parte de su trascripción: “Y empezó a caer sobre aquella mesa la carne
doliente; un día, el minero con los miembros arrancados por la explosión de la dinamita; otro, el violento reñidor con el cuchillo clavado en
el pecho; otro, la madre con las entrañas roídas por el cáncer; otro, el
niño con el cuellecillo de pájaro estrangulado por la difteria. Y solo con
mi corazón de veinte años, tenía que hacer frente a estos trances sin flaquear, al vencer el loco terror que se apoderaba de los heridos y de sus
deudos, al detener la sangre que se escapaba por las heridas; al dar entrada al aire que faltaba en los pulmones, al restañar los destrozos de la
carne; al consolar cuando no era posible hacer otra cosa”47.
De su labor en prensa médica a lo largo de estos años, bastará con
recordar cómo su firma iba a ir convirtiéndose en una de las habituales de las revistas del país, habiendo quedado constancia de un amplio
número de colaboraciones en muchas de las revistas especializadas del
momento. En 1922, en Revista Española de Cirugía, Archivos Españoles
de Enfermedades del Aparato Digestivo y de la Nutrición, Aragón Médico
y Revista Navarra de Medicina, Cirugía y Farmacia. En 1923, en Revista de Higiene y Tuberculosis, Los Progresos de la Clínica y Revista Navarra de Medicina, Cirugía y Farmacia. En 1924, en Los Progresos de la
Clínica, Revista Navarra de Medicina, Cirugía y Farmacia, Guipúzcoa
Médica y Revista Española de Cirugía y Urología. En 1925, en Los Progresos de la Clínica. En 1926, en la misma revista. Y en 1927, además
de en ella, en Guipúzcoa Médica, Mundo Médico y Revista de Cirugía
de Buenos Aires.
Dentro de este periodo de tiempo, Rosa Mª Ceballos añade en su
libro sobre don Victoriano la concesión, en 1925, de un segundo premio en un concurso convocado por la Fundación Sagastume-Larreta
de la Diputación de Guipúzcoa48.
46
V. JUARISTI, “Habaneros en Betelu”, Diario de Navarra, 27 de enero de 1927.
V. JUARISTI, “El nuevo quirófano del Hospital”, El Bidasoa, Irún, 1927.
48
R. M. CEBALLOS, Vida y obra del Doctor Victoriano Juaristi, 1992, p. 153.
47
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Pese a tantas realizaciones en el terreno médico, no es posible obviar
que 1929 iba a aparecer marcado en la historia de don Victoriano con
el aspa de las desilusiones. Y no era para menos. Aquel año volvería a
opositar a una plaza de médico cirujano convocada por el nuevo Hospital de Barañain. Una plaza que
otra vez le iba a ser negada concediéndose al doctor Juan Lite. El
porqué se le concedió al doctor
Lite y no a nuestro protagonista
todavía sigue siendo un arcano,
ya que el tribunal calificó por
igual a ambos opositores, siendo
la Diputación Provincial quien finalmente fallase a favor del médico aragonés, que vivía y trabajaba
en Zaragoza y era un desconocido
en Navarra, desestimando a don
Victoriano, que para entonces llevaba diez años en Pamplona desarrollando un trabajo marcado
por los éxitos y, lógicamente, era
Fotografía de don Victoriano en la portada del nú- conocido de todos. Desde luego
mero 15 de Mundo Médico, correspondiente a 1926. que estallaría la protesta, no podía ser de otra manera. Es más,
tanto la clase médica como el total de la ciudadanía expresarían su repulsa, apareciendo duras acusaciones en la prensa local. Al final, sería el
propio don Victoriano quien terminase con la polémica creada, remitiendo una carta abierta a El Pueblo Navarro. Escribía en ella: “El señor
Lite es competente y trabajador en grado sumo. Si Navarra no le conoce ni ha recibido beneficios de él, nada permite dudar de que le conocerá y se felicitará de su concurso y la labor de cultura y de beneficencia a
la que yo me consagro. Lo que con esto gane el Hospital me consolará
de los sinsabores pasados y de las decepciones sentimentales sufridas”49.
49
“De una carta del doctor Juaristi y algunos comentarios”, El Pueblo Navarro, Pamplona, 19 de junio de 1929.
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Toda una lección de caballerosidad y hombría de bien difícilmente entendible hoy, cuando la “cultura del todo vale”, incluidas la prevaricación y la mentira, ha llegado a ser casi la ley. En fin, otros tiempos. Para
su hijo Carlos –creo que con ello interpretaba la opinión de su padre–
la plaza fue negada a don Victoriano por su fama de descreído y librepensador. Con posterioridad a la oposición, se pasaría una temporada
yendo a misa y diciendo con voz estentórea mirando hacia el resto de los
feligreses en su conclusión: “Dominus vobiscum”. A fin de cuentas, una
manera un tanto “unamuniana” de decir: “Estoy aquí”. Aunque a don
Victoriano le dolería profundamente lo sucedido, lo cierto es que él y
Juan Lite llegarían a ser amigos, colaborando estrechamente en empresas como la Academia Médico Quirúrgica de Navarra, en cuya presidencia le sucedería y llegando a trabajar codo con codo cuando, terminada la Guerra Civil, don Juan había de incorporarse al cuadro médico
de San Miguel como socio, centralizando su trabajo privado a la clínica.
Ámbito cultural y social emergente
Aunque no de una manera tan abundante, algo parecido iba a suceder con su actividad como charlista y conferenciante de temas profesionales y aun generales. Muchos de estos, aun sin ser específicamente
médicos, no dejan de tener un fondo ligado en alguna medida a la medicina, por lo que por razones puramente metodológicas van a presentarse de una manera agrupada, charlas y conferencias que en muchas
ocasiones terminan siendo publicadas en opúsculos o fascículos aislados, cuando no apareciendo extractadas en la prensa diaria de Pamplona y San Sebastián, ciudad desde la que iba a seguir siendo requerido
con tanta asiduidad como para poder decir que sería en ella donde realizase la mayor parte de estas actividades, lo que sin duda era lógico
dada su gran vinculación y el interés que siempre despertaron en ella
sus palabras.
En 1922 iba a acercarse por primera vez al tema de las étnias marginales en Navarra, en las Escuelas de San Francisco de Pamplona, a
través de la conferencia Razas malditas. Judíos, gitanos y agotes en Navarra. Resumen puntual sobre la vida e historia de estas tres sociedades en
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el “Viejo Reyno” a lo largo del devenir histórico. Tema que había de ser
uno de los que don Victoriano tuviese siempre en mientes. Lo que no
puede ser causa de extrañeza estando presente en la historia de la comunidad un colectivo tan enigmático como el de los agotes.
Luis Uranzu dejaría constancia de su interés por él y lo enigmático
de su origen en Lo que el río vio50, dándose, además, el caso de que
siempre fue un enamorado del Valle del Baztán, sobre todo del histórico lugar de Arizkun, y de su barrio de Bozate, al que se desplazó en alguna ocasión con Pío Baroja51.
Cuando muere en 1949 –también lo cuenta Luis del Campo52–,
llevaba algún tiempo trabajando el tema de los gitanos en Navarra, y
algo parecido debió de tener en mente con respecto al tema de los agotes, pensando escribir algún libro dedicado a ambos colectivos por lo
que nos cuenta Gaspar Montes Iturrioz53. Todavía en 1988 se encontraban notas sueltas y apuntes sobre el particular en el archivo familiar, desaparecidos tras una inundación del trastero en el que habían
sido depositados54. Lo que tampoco tiene nada de extraño si se considera que don Victoriano desarrollaba ideas sobre cualquier papel que
tuviera a mano, incluso en el dorso de algún sobre usado, sobre la propaganda escrita de tal o cual producto farmacológico, elixires de poderes maravillosos, la mayor parte de las veces tan ineficaces como olvidados, o sobre cualquier artículo de esta o aquella revista médica que
le había llamado la atención o, simplemente, con el que no estaba de
acuerdo.
En 1924 tomaría la palabra en el Ateneo Guipuzcoano, en esta ocasión para leer la conferencia Juventud, riqueza y hermosura, de la que
iban a hacerse eco, publicando amplias reseñas, los periódicos El Pue50
L. DE URANZU, Lo que el río vio, 1955, p. 109.
P. BAROJA, Las horas solitarias, 1982, p. 205.
52
L. DEL CAMPO, “Don Victoriano Juaristi ha muerto”, Pensamiento Navarro, Pamplona,
5 de mayo de 1949.
53
G. MONTES ITURRIOZ, “El doctor Victoriano Juaristi Sagarzazu”, Bidasoan, Irún,
1986.
54
Una buena parte de la documentación, que estaba en un trastero del chalet que la familia tenía en Hondarribia, se debió de perder después de una pequeña inundación.
51
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blo Vasco 55 y La Voz de Guipúzcoa 56. En ella defendería ideas en torno
al cuerpo humano, la salud y la riqueza que si incluso hoy podrían llegar a resultar escandalosas en determinados ambientes de la sociedad,
no digamos entonces. Ya en la introducción se atrevía a decir: “Yo opino que el cuerpo humano es más casto cuanto más desnudo se presenta. Opinión que está en contradicción con el recrudecimiento de la ola
de honestidad que se observa en la sociedad actual”, a lo que y por si
fuera poco, añade en el cuerpo de la conferencia: “... La fórmula de la
riqueza no es el trabajo, ni el ahorro, ni el juego, ni el robo a mano armada o detrás de un mostrador... Para ello hay dos caminos: uno, suprimir el capitalismo, a lo que ya vamos poco a poco; y otro, suprimir
los apetitos de riqueza, siguiendo la máxima de Cristo y Buda”.
No hará falta decir que la polémica iba a estar servida y que hasta
hubo quien escribió una demoledora crítica rayando con el insulto; “El
doctor Juaristi metido a moralista”57, en la que aparte de decirle aquello de “zapatero a tus zapatos”, terminaba aconsejándole no creer en las
palabras laudatorias dedicadas por la prensa ya que lo hace “muy mal”.
También ese año, en esta ocasión en Urroz Villa (Navarra), había de
subir a la tribuna con motivo de la asamblea de la Federación Sanitaria
del Distrito Médico de Aoiz. Allí leería otra conferencia que también
traería su cola; “La criminalidad en Navarra”, en la que latía gran preocupación por la alta tasa de homicidios y delitos de sangre que se daban en
la provincia, defendiendo la necesidad de mejorar la educación como antídoto contra la violencia58. La aparición en La Voz de Navarra del texto
de la conferencia desataría una agria polémica con un firmante desconocido, “Basko de Gamboa”, profundamente herido en su “navarrismo”59,
55
“Una amena e instructiva charla del doctor Juaristi”, El Pueblo Vasco, San Sebastián, 30
de noviembre de 1924.
56
“Una erudita e ingeniosa conferencia del doctor Juaristi”, La Voz de Guipúzcoa, San Sebastián, 30 de noviembre de 1924.
57
L. ULÍA, “El doctor Juaristi metido a moralista”, La Voz de Navarra, Pamplona, diciembre de 1924.
58
V. JUARISTI, “La criminalidad en Navarra”, La Voz de Navarra, 634, Pamplona, 19 de
marzo de 1925.
59
“BASKO DE GAMBOA”, “Contestación a Juaristi”, La Voz de Navarra, Pamplona, 25 de
marzo de 1925.
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al que, días después, callaba don Victoriano con un aluvión de datos
estadísticos oficiales que no daban pie para la réplica60.
Vendría después un pequeño rosario de conferencias y charlas de
contenido más cultural, que se inicia en abril de 1925 en la Normal de
Maestras, con una de las primeras conferencias de la Academia de
Ciencias Sanitarias de Navarra; París a vista de médico 61, que haría las
delicias del respetable y parece no terminar despertando las iras de nadie, donde sobre un fondo por el que desfilarían el Sena, el Pont Royal,
Nôtre Dame, el “barrio latino”, Montmâtre, el Sacre Coeur, el Louvre
y sus colecciones de pintura, al que ni siquiera le falta el aguafuerte del
París galante de burdeles y cafetines, tampoco el de “la Morgue” iba a
discurrir sobre la sociedad científica de la Sorbona, los nuevos hospitales, los laboratorios y centros de investigación, como el Instituto Pasteur y el Instituto del Radium, rompiendo una lanza por la ciencia
francesa.
Habría de continuar la charla dada en Irún, coincidiendo con las
fiestas de San Pedro y San Marcial de 1925, titulada Gigantes y cabezudos 62 y la que pocas fechas más adelante había de leer en las Fiestas Eúskaras de Fuenterrabía; Fuenterrabía es así 63. Un estudio histórico por el
que sería premiado a la vez que su amigo Pedro Mourlane Michelena,
que también intervendría en ellas.
La redacción de El Bidasoa iba a rendir un cálido homenaje a ambos escritores, colaboradores de lujo del semanario64, invitándoles a un
pantagruélico banquete, solo recomendable para “txapelaundis bidasotarras” y gargantúas por el estilo. Merece la pena reseñarlo: “Entremeses, consomé Royal, Vol-au-vent cazadora, medallones de langosta parisienne, espárragos en rama, poulardas de Bayona asadas, patatas
nuevas doradas, coupe Romaine, tarta de Genes, frutas y quesos. Todo
60
V. JUARISTI, “La criminalidad en Navarra” La Voz de Navarra, Pamplona, 28 de marzo de 1925.
61
“La conferencia del doctor Juaristi”, El Pueblo Navarro, Pamplona, abril de 1925.
62
E. NAVAS, Irún en el siglo XX, Tomo I, 1977, p. 432.
63
“Desde Irún. Cariñoso homenaje a Mourlane Michelena y al doctor Victoriano Juaristi”, El Pueblo Vasco, San Sebastián, 7 de julio de 1925.
64
El homenaje tuvo lugar el 6 de julio de 1925.
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ello regado con vino blanco: Diamante F. E. y tintos: R. López Heredia, Borgoña, F. Paternina, además del Café Moka, licores de marca, y
champaña Moët-Chandon”65. Vaya usted a saber si no habría que ir a
buscar en los frecuentes banquetes de aquel tiempo –los homenajes estaban a la orden del día en Irún; siempre había algún motivo para celebrarlos–, la concausa de los cólicos biliares de don Victoriano, por más
que tanto la familia como los amigos –lo vimos en el editorial de despedida de El Bidasoa–, hablan de su talante moderado.
Pero todavía se habría de presentar, a finales de ese año 1925, en el
Ateneo Guipuzcoano para exponer su más brillante conferencia cultural; la varias veces citada La calle del Puyuelo (Anexo 1), dedicada a la
memoria de Serafín Baroja y publicada con posterioridad por La Voz de
Guipúzcoa, dado su interés y la masiva petición de los lectores del periódico donostiarra. Un relato autobiográfico donde se desbordaba emocionalmente y en el que iba a aunar el mundo de sus recuerdos de niñez y adolescencia, sobre el fondo animado de la vida de la calle en que
nació y vivió ambas, con sus gentes, sus pequeñas tiendas y negocios,
sus talleres de trabajos artesanales, sus pequeños y grandes acontecimientos, sus comedias e incluso tragedias, acompañándolo con una magistral orquestación operística, verdaderamente única, que cuenta bien
a las claras algunas de sus predilecciones musicales. Comentaría ya en
el prólogo: “Era mucha calle aquella. Lo tenía todo para palpitar como
una pequeña ciudad: un hospital, un tribunal, una escuela, muchas tabernas, una aristocracia, una plebe... un gran hombre, un idiota, sólo
le faltaba una iglesia y un lupanar; pero los curas abundaban, tanto,
que dieron su nombre vascongado a la calle, apaiz-kalea y las ramerillas
se asomaban al patio mismo de nuestra casa”.
No estará de más reseñar que un par de años antes había fustigado
al Ateneo por no llevar a sus sesiones a un donostiarra tan ilustre como
Pío Baroja66, lo que no puede extrañar sabiéndole sin pelos en la lengua. Causa de las muchas polémicas y enfrentamientos que habían de
jalonar su vida entera desde los tiempos de Irún, donde debió de tener
65
66
Ver Irún en el siglo XX, Tomo III de Emilio Navas, 1984, p. 188.
Ver “En honor de Pío Baroja”, El Pueblo Navarro, Pamplona, 26 de mayo de 1921.
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una tan sonada con Francisco Bellido, director del semanario Frontera,
como para que más de sesenta años después Gaspar Montes Iturrioz la
recordara67.
Aunque pueda parecer increíble a la vista de lo reseñado, don Victoriano todavía iba a disponer del tiempo suficiente para asomarse
ocasionalmente a algún programa de fiestas de Hondarribia y a la
prensa normal. Habrá que puntualizar que, si bien estas apariciones
de unos originales en unos programas de fiestas parece algo irrelevante, es obligado destacar su participación en el de 1925 con El Alarde.
Tarrapatatá, titíbilití y Yo lo he visto, varias veces reproducidos en otros
programas de años posteriores, sobre todo porque en el segundo de
ellos es donde iba a aparecer una de sus más comentadas teorías etnográficas; la del origen flamenco de los saledizos con entrepaños de los
caseríos navarros y guipuzcoanos de las tierras del Baztán-Bidasoa.
Algo que hizo tanta fortuna como para que un historiador de la altura de Leopoldo Torres Balbás dijera al tocar el tema un: Opina el doctor Juaristi, que suena lleno de autoridad68. Pero veamos lo que opinaba: “Tenemos por lo menos, dos casas flamencas. Una en la esquina de
la calle de las Tiendas y calle Mayor, y otra en la calle Pompinot, que
toda ella parece de Brujas la Muerta ¿Las hizo levantar algún capitán
de los tercios que vino de aquellas tierras? ¿Algún mercader o marino
que atracó en este puerto su goleta con la matrícula de Amberes y quedó prendido por amor? ... Las casas parecen copiadas de un cuadro de
Teniers o de Van Ostade, sencillas pero muy armoniosas, sobre todo la
segunda, con sus paneles de madera labrada, sus ventanas para vidrios
emplomados, y sus aleros que desgraciadamente se derrumban... Yo lo
he visto”69.
Lo más notable durante estos años en cuanto a su colaboración con
la prensa sería la progresiva aparición de su firma en la de Navarra. Al
principio, como exteriorización de sus inquietudes culturales, como
cuando en 1924 publica Se funda una Academia en apoyo de la crea67
Ver El doctor Vitoriano Juaristi Sagarzazu de Gaspar Montes Iturrioz.
Ver “La vivienda popular en España”, en Folklore y costumbres de España de Leopoldo
Torres Balbás, p. 337.
69
V. JUARISTI, Yo lo he visto. Programa Oficial de Fiestas de Fuenterrabía de 1925.
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ción de la Academia de Ciencias Sanitarias70 o en 1926 ¿Ateneo?, primer escrito que se le conoce sobre un tema que será capital en su vida
en Pamplona, sin duda que uno de sus grandes regalos a la ciudad.
Dice en él: “Este es el primer paso; que lo dé nuestro alcalde, y verá que
no es infructuoso. Chicos y grandes tendremos ocasión de reunirnos
allí y de aprender, aunque solo lo sea, a respetarnos y comprendernos
mutuamente”71.
Por lo que retrata de su personalidad, en su artículo citado líneas
más arriba Se funda una Academia se hace obligado copiar el párrafo que
sigue: “De vez en cuando, en las capitales provincianas se levanta con timidez una voz, reclamando una mejora en el condumio espiritual que
escasamente nos sustenta: ¡Fundemos un Ateneo! ¡Constituyamos una
Academia! La voz se pierde en el desierto y acaban por arrastrarla los
bostezos, que son como un simoun de tercer orden, y por amedrentarla
los aullidos y el graznido de los peruleros, que son los chacales y quebrantahuesos de las muy nobles, muy heroicas y muy aburridas pequeñas ciudades. Los peruleros son los que a toda iniciativa responden así:
‘¡Pero si aquí no hay elementos!’. ‘¡Pero si Fulano es un pedante y un
tonto!’. ‘¡Pero si eso no sirve para nada!’. Hasta los grandes hombres se
contaminan de perulería alguna vez. Jamás olvidaré la respuesta amarga
(ya la referí en una conferencia) que dio Campión a un joven que le
proponía la fundación de un Ateneo, hace muchos años: ‘Sí... pero, ¿no
le parece a usted mejor que rifáramos un cerdo?’”.
Pues bien, maestro: rifaremos el cerdo de la pereza, de la ignorancia, de la hostilidad (es casi un jabalí), y al que le toque, que lo degüelle y con su pan se lo coma en chez Bizcarte o en el Marceliano-Palace.
“Pero fundaremos un Ateneo y una Academia. Porque vemos que
cuando se da una conferencia se llena el local; cuando se constituye una
Filarmónica, lo socios son innúmeros y que se escriben libros, y se leen,
y hasta se compran”.
Ya para entonces empezaba a no ser rara la aparición de algún artículo suyo en Diario de Navarra, como es caso del titulado Los hijos de to70
71
V. JUARISTI, “Se funda una academia”, El Pueblo Navarro, Pamplona, 1924.
V. JUARISTI, “¿Ateneo?”, La Voz de Navarra, Pamplona, 11 de noviembre de 1926.
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dos, una toma de conciencia ante un problema tan penoso como el de
los niños abandonados de las inclusas. El artículo, relacionado con una
visita a la casa-cuna de Fraisoro, iba a significar la toma de contacto con
un problema que ya no dejaría de aparecer en sus publicaciones y conferencias y al que dedicaría un hermoso capítulo en Costa de Plata. Escribía en el periódico navarro: “Entre todas las tragedias humanas que
me ha sido impuesto contemplar, ninguna tan conmovedora como ésta
de un dormitorio de una inclusa. Cada cunita blanca parece el altar de
un sacrificio. Cuando llora débilmente una cuna (el niño no se ve) lloran todas con un gemido tenue, sin esperanza. No es el llorar imperativo, exigente, lleno de una impaciencia que se ha de calmar en el acto,
con que los niños sanos reclaman lo que se les debe; sino una queja resignada, un llamamiento sin insistencia, a la madre que no vendrá. Acudirá una monjita cuidadosa que atenderá a todos según las prescripciones del director y según sus sentimientos cristianos y, acaso, femeninos
atenuados estos por la costumbre y el desaliento del fracaso repetido”72.
Con el mismo sentido escribe en 1927 el artículo titulado En la
academia de cocina. Un original que si en principio tiene algo de chiste, termina con una letrilla satírica al estilo de las habituales en él, que
no deja de ser una alabanza a las Religiosas de María Inmaculada y a su
trabajo en el Servicio Doméstico73.
Ya coméis fuera de casa;
ya peináis como los hombres;
ya fumáis cigarros turcos...
¡Ya os ponéis los pantalones!
Contigo pan y cebolla
–decía el galán de antaño–
hoy se dice “con tu amor
langosta y pavo trufado”.
72
V. JUARISTI, “Los hijos de todos”, Diario de Navarra, Pamplona, 21 de noviembre de
1926.
73
1927.
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V. JUARISTI, “En la academia de cocina”, Diario de Navarra, Pamplona, diciembre de
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Ayer me dijiste que hoy;
hoy me dices que otro rato
y mañana me dirás
que no hay nada “entre dos platos”.
No sirves “pa” cocinera,
morena de mis pecados,
pues todo lo que tu guises
ha de salir resalado.
Os ha “entrao” por la cocina
entusiasmo verdadero
pues soñáis hasta despiertas
con pollitos tomateros.
Ya no he de llamarte esposa,
te llamaré Juan Palomo,
pues hacéis la misma cosa
“yo lo guiso, yo lo como”.
Tómame, mátame, pélame
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MÉDICA Y CULTURAL
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