klíSTRADO DIRECIOR: D . PEDRO DE NOVO COLSON, Alcalá, 37. AÑO II * ADMINISTRADO.: D . FRANCISCO VÁZQUEZ PÉREZ, Alcalá, 37. MADRID 15 DE NOVIEMBRE DE 1898. o NÜM 38 - ^ S. A. R. LA INFANTA DOÑA PAZ DE BORBÓN PRINCESA F. X>K BAVIERA Franzcn. Fotngrafi.T Artistic-i, 'r.ulrid. EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO los sucesos de la guerra'ha hecho cuanto podía exigírsele, dados los escasos medios de que disponía, y no sólo en las acciones navales, sino aun secundando la acción del ejército de tierra, al cual X e x t o : S. A. la Infanta D.' Paz.—La vindicación de la Marina.—Clasificación prestó poderoso concurso en Santiago, ya armando y sirviendo de los faros, por D. Antonio Pareja Serrada.—La opinión y la Marina: Comhnte de Santiago, por D. Luis Pérez de Vargas, Teniente de Navio de primelas baterías que hicieron posible prolongar la resistencia de la ra clase.—A mis compafieros, por D. Víctor M. Concas, Capitán de Naplaza, ya desembarcando las compañías de los barcos y combavio.—Liniers: La defensa de Buenos Aires, por D. Joaquín M. Lazaga, Getiendo en las trincheras con tal heroísmo que fueron estas fuerneral d« la Armada.—Dos ideas, por D. Ramiro Blanco,—Teatros y antorcn, por Marión Lorbac.—Anécdotas y chistes históricos, por D. Guillermo Buzas de Marina de las que tuvieron mayores bajas. trón.—Miscelánea.—Cosmopolitas.—Explicación de loa grabados. Por lo que toca al Almirante Cervera y á su conducta desde G r a b a d o s : Retrato de S. A. R. la Infanta D.'"* Paz de Borbón, Princesa F. de que se puso al frente de la Escuadra hasta el infausto combate de Baviera.—Vistas de Chile: Bajo de Lota. Bahía Chambique, Lota. Iglesia del Santiago, tenemos la seguridad de que no sólo el Consejo SupreCarmen. Alameda é iglesia de San Borja. Correo é Intendencia. Banco de Valparaíso, Concepción, Estación central de ferrocarriles. Cargando huano.— mo de Guerra y Marina ha de reconocer que llevó el cumplimienRetrato del Excmo. Sr. D. Santiago de Liniers, Jefe de Escuadra y Virrey de to del deber, en todos sentidos, hasta el último extremo de lo Buenos Aires.—Bellas Artes: Entrada de Roger de Flor en Constantinopla, posible, sino que la opinión pública habrá de indemnizarle de la cuadro del Palacio del Senado. La rendición de Granada, cuadro del Palacio del Senado.,—Marina de guerra española: crucero Princesa de Asturias injusticia con que ha sido tratado, rodeándole del respeto que dentro del dique: centrándolo para achicar el agua. Crucero Princesa de Asmerecen los que, anteponiendo á toda otra consideración el amor turias dentro del dique: colocando hélices.—Banco Nacional de Buenos á la Patria, señalaron á los que estaban ciegos el abismo á que Aires. Muelle de pasajeros, Aduana y Casa Rosada. conducían á la Nación, y no siendo escuchados ni atendidos, cumplieron heroicamente la ley de la obediencia, que debe imponerse á cuantos visten el uniforme militar. Del combate de Santiago de Cuba no hemos de ocuparnos por ahora, puesto que está j,«¿y«¿//«, aunque á su tiempo se hará plena luz sobre este hecho de armas. Pero los hechos anteriores, que acreditan las previsiones del Contraalmirante Cervera y la lamentable ceguedad de los que no quisieron oirle, bastan para ' ACIDA con los primeros relámpagos de la revolución, la completa vindicación de los marinos de Santiago. educada en la desgracia y en la escuela del destierro, De documentos que conocen muchos Jefes y Oficiales de Marila Infanta D.* Paz, que heredó de su augusta madre na resulta que el Almirante Cervera, sin perjuicio de mostrarse siempre dispuesto á prestar la más absoluta obediencia á las órel carácter genuinamente español, su liberalidad, su denes del Gobierno, advirtió, cuando era tiempo de evitarla, los noble corazón, su culto á la Patria y el apego á las tradiciones peligros de una guerra con los Estados Unidos, que tenía que ser nacionales, cautiva por su trato y enamora al pueblo por sus virdesastrosa para nosotros; que manifestó repetidamente las defitudes, por la gracia española que esparce su gentil figura y por ciencias de los buques de su mando; que se ofreció con insistencia á venir á Madrid para explicar al Consejo de Ministros las razosus aficiones á las bellas artes. En la corte de Baviera, donde resines por las cuales nuestra Escuadra marchaba á una destrucción de, ostenta la representación de ese carácter nuestro, en presencia segura al ir á luchar con la norteamericana en la forma en que del que, por densas que puedan ser las sombras que circundan la fué, sin que se le consintiese ilustrar la opinión de los que iban á silueta délos españoles, las mujeres resaltan como dechado de todo tomar sobre sí la enorme responsabilidad de la guerra; que se le hogar, modelo de toda virtud y tipo soñado de toda gentileza. hizo salir sin plan de campaña, contra su parecer y el de todos los Comandantes de los buques, consignado en solemne protesta Allí, como entre nosotros, es la madrileña que enaltecen los para declinar la responsabilidad de las consecuencias; que no se poetas y los pintores extranjeros, y su figura recuerda la princesa le suministraron, en fin, muchos de los elementos necesarios para gentil de cabellos de oro de los cuentos de niños. poner en regulares condiciones á los buques, yendo el Colón sin la Bajo la dirección del pintor D. Juan de Mugica estudió las beartillería de las torres, con piezas y municiones defectuosas algunos de los cruceros de Bilbao, y uno por lómenos de ellos con lavelocillas artes con notable aprovechamiento, y entre las diferentes dad extraordinariamente disminuida por el estado de sus fondos. obras por ella ejecutadas figuran Dos a6aiiico.<:,q\i<i poseen persoPoseyendo documentos y datos tan terminantes para su justifigas de la aristocracia; Unos niños en el campo, cuadro lindísimo cación, los marinos han tenido la abnegación, el patriotismo y el que regaló en 188o para una rifa benéfica; Una marina del puerespíritu de disciplina necesarios para guardar silencio en los moto de Comillas y Mi único modelo, aguada que representa á su hermentos en que se veían más atacados, dando así un hermoso ejemplo, bien raro en estos días de egoísmos personales y de mana D." Eulalia y que figuró en primera línea en una exposicíase, de general insubordmación y de inquietas pasiones. Esta ción comercial celebrada en Diciembre de 1881. noble conducta hace que sea más imperioso el deber de dar un Han visto la luz pública algunas de sus poesías tiernas é inspicompleto desagravio á la Marina, haciendo pública, cuando se abran las Cortes, toda la correspondencia oficial cambiada entre radas, que la crítica acogió con entusiasmo. el Almirante Cervera y el Ministro del ramo, más los documentos .D." María de la Paz de Borbón nació en Madrid en 23 de Junio particulares complementarios que sean pertinentes al caso. de 1862, y contrajo matrimonio en 2 de Abril de 1883 con el Por nuestra parte, hemos tenido ocasión de ver algunos de los Príncipe D. Luis Fernando de Baviera. datos fidedignos que circulan entre muchos Jefes y Oficiales de la Armada, y queremos adelantarnos á esa obra de reparación necesaria, mostrando cómo no fué Cervera quien perdió la Escuadra, sino que en realidad la perdieron aquellos que, contra el parecer del Almirante y de los Capitanes de los barcos, sin querer oir siquiera las explicaciones del primero, enviaron los buques en condiciones y á lugares en que tenían forzosamente que perecer, sacrificando así ante el vano clamoreo de nuestros yV«^í>í las mejores naves de España y las vidas de centenares de valientes ( i ) . ucHO se han modificado ya los primeros juicios de una parte de la opinión pública acerca del comportamiento de la Marina en los En Enero de 1898 escribía el General Cervera á un pariente combates de Cavite y de Santiago suyo: de Cuba. Ante la evidencia de los Deficiencias de la industria marítima. partes oficiales, así españoles como norteamericanos, de ambas bata«Hace dos años próximamente q u e te escribí una c a r t a sobre nuesllas; ante los elogios y testimot r o estado p a r a e n t r a r en u n a guerra con los E s t a d o s Unidos, rogán nios de respeto y admiración de d o t e la conservaras por si algún día e r a preciso sacarla á luz en delos vencedores hacia los que con fensa de mi memoria ó mía propia, al tocarse el triste desengaño q u e ellos lucharon en desigual connos p r e p a r a la torpeza d e unos, la concupiscencia de muchos y la impotencia de todos, aun de los mejor intencionados. tienda; ante las explicaciones técHoy tocamos otra vez uno de esos períodos críticos q u e parecen el nicas dadas por autoridades cienprincipio del fin, y te vuelvo á escribir p a r a reiterar mi modo d e ver tíficas españoles y «{.tranjeras, se en esto y explicar mi modo d e obrar, suplicándote que unas esta han ido disipando aquellas injusc a r t a á aquélla y que a m b a s sean como mi testamento militar. tas prevenciones de los primeros días. (I) Copiamos de La Época este artículo y las cartas que le siguen. Nos consta Pero todavía debe ser más completa la vindicación de la Marique tan preciosos documentos le fueron facilitados al ilustrado periódico por un na, á la cual se viene tratando con injusto despego y manifiesta brillante General de la Armada, asiduo colaborador nuestro y defensor incansaparcialidad, cuando la justicia obligaría á reconocer que en todos ble de los intereses navales de España. S. A. LA INFANTA DOÑA PAZ LA VINDICACIÓN DE LA MARINA 494 EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO La situación militar relativa de España y los Estados Unidos ha empeorado para nosotros, porque estamos extenuados, sin tener un céntimo, y ellos están muy ricos, y porque no hemos aumentado nuestro poder marítimo más que con el ColSii y los cazatorpederos, y ellos lo han aumentado mucho más. Lo que siempre he dicho de nuestra industria, tiene su amarga confirmación en cualquiera cosa á que se mira. ¡Ahí está el Cataluña, con más de ocho años de empezado y aún no tiene ni la obra viva! Y eso, aguijados por el peligro, que no consigue despertar el patriotismo en casi nadie, mientras que la patriotería se ceba en el que elige por víctima, que quién sabe si mañana seré yo. Si esto sucede en este Arsenal, en los demás sucede lo mismo. Veamos la industria particular. La Maquinista Terrestre y Marítima nos da la máquina del Alfonso XIII, Cádiz nos da el Filipinas, y si el Carlos F n o es un desastre, tampoco resulta lo que debe, pues sacrificado todo al andar, le falta fiíerza. ¡Yeso que sólo es española la ejecución! La Grana no termina sus buques, según me han dicho, y sólo estos barcos ( Vizcaya, Oguendo y María Teresa) resultan buenos en su clase; pero aunque hechos en Bilbao, lo fueron por ingleses. ¡Qué desconsuelo! Porque pone de manifiesto que aun la victoria nos sería funesta. De lo enredoso de la administración no hablemos, porque sus trámites nos matan. El Vizcaya lleva un cierre de 14 centímetros inútil, declarado así hace dos meses, y yo no lo he sabido hasta anoche ¡y eso después de haberlo preguntado de oficio! ¡Cuántos casos podría citar! Pero no es mi propósito acriminar, sino explicar por qué podemos y debemos temer un desastre. Pero como es preciso llegar al fin, y decir esto públicamente sería hoy un crimen, me callo y voy resignado á afrontar las pruebas á que Dios se ha servido someterme. Tengo la seguridad de que llenaremos nuestros deberes, porque el espíritu que reina es inmejorable; pero pido á Dios que esto tenga término sin que haya un conflicto que, de cualquier modo, creo nos sería desastroso. Estado de la Escuadra. A principios de Febrero manifestaba el General Cervera á un personaje oficial: «Aun cuando estoy seguro de que nada nuevo digo á usted, creo que no huelga, en los críticos momentos actuales, hacer una exposición del estado en que está la Escuadra. De la Escuadra debemos rebajar al crucero Alfonso XIII, en pruebas desde hace tantos años, que no parece hemos de tener el gusto de contarlo entre nuestros buques útiles, y queda reducida á los tres acorazados de Bilbao, el Colón, el Destructor y los cazatorpederos Furor y Terror. Los tres acorazados de Bilbao están prácticamente completos; pero la artillería de 14 centímetros, principal fuerza de estos buques, está prácticamente inútil, por el mal sistema de sus cierres de culata y la debilidad de los casquillos, y que sólo existen los que hay á bordo. El Colón, que es sin duda alguna el mejor de todos los buques que tenemos, bajo el punto de vista militar, no tiene sus dos cañones gruesos. El Destructor puede servir como aviso, por más que su andar resulta deficiente para serlo de esta Escuadra. Los cazatorpederos ['uror y Terror están en buen estado, por más que dudo puedan hacer uso eficaz de sus piezas de 75 milímetros. De los recursos exteriores que necesita una Escuadra, se carece, con frecuencia, aun de los más necesarios. En este departamento no hemos podido rellenar de carbón, y entre Barcelona y Cádiz sólo hemos podido obtener la mitad de la galleta que pedimos, y eso que contábamos con 8.000 kilogramos que yo había mandado hacer aquí. No tenemos cartas d3 los mares de América, aunque supongo que estarán encargadas, pero hoy no podríamos operar. En cambio de este deficiente estado de material, tengo la satisfacción de hacer constar que el espíritu del personal es inmejorable, y que la Patria encontrará en él cuanto quiera exigirle. ¡Lástima que mejor y más numeroso material, con más recursos y menos trabas, no pongan á este personal en condiciones de llenar cumplidamente su cometido!» «Quedo impuesto—decía en otra carta el Almirante -de cuanto me dicen sobre la artillería gruesa del Colón. De sentir y lamentar es que haya siempre esas intrigas para todo, y por esa razón que las haya ahora para la admisión de los cañones de 254 milímetros, porque si al fin los tomamos, parecerá que se cede á imposiciones de mal géneio, y si la cosa urge, me parece que habrá necesidad de aquella verdad del barquero, que el pan duro, duro, duro, más vale duro qne ninguno, y si no tenemos otros cañones, y los que de estos se tomen piizden disparar siquiera 25 ó 30 tiros, tomarlos aunque sean caros y malos y sin perder tiempo para que el barco esté armado cuanto antes y puedan estar oportunamente listas sus municiones.^ Más explícito todavía se mostraba el Comandante general de la Escuadra á medida que los acontecimientos iban agravándose. A raíz del incidente Dupuy de Lome, decía: «Yo no sé cuándo podrán incorporarse el Pelayo y Carlos V, pero sospecho que no llegarán á tiempo; del primero nada sé en absoluto, pero del segundo tengo algunas noticias, por cierto no muy satisfactorias en cuanto al tiempo que tardará en estar listo Me parece que se padece algún error al sumar las fuerzas de que disponemos en el desgraciado caso de una guerra con los Estados Unidos. En la división de Cádiz creo que faltará la Numancia. Con el Lepanto me parece que no se puede contar. Del Carlos V y Pelayo ya hablo antes. El Colón aún no esté artillado, y si viene la guerra, lo sorprenderá sin su artillería gruesa. Los ocho buques principales del Apostadero de la Habana son buques sin valor militar ninguno y además muy cansados; de suerte que pocos servicios pueden prestar. Esto no lo digo con el menor espíritu de contradicción, sino solamente para no hacerme ilusiones que tan caras suelen costar. Y puesto en la realidad, bien triste por cierto, se ve que nuestra fuerza naval, comparada con la de los Estados Unidos, está próximamente como I : 3, lo que me hace parecer un sueño que raya en el delirio pensar, con esta fuerza, extenuados por tan larga guerra como hemos sostenido, en establecer el bloqueo de ningún puerto de los Estados Unidos. Una campaña contra ellos será hoy día defensiva ó desastrosa, á menos de contar con alianzas, en cuyo caso podrían volverse las tornas. En asunto de ofensiva no podríamos hacer otra cosa que algunas razzias con los barcos rápidos para hacerles el posible daño. Miedo da pensar en las resultas de un combate naval, aun cuando nos fuera ventajoso; porque <cómo y dónde remediaríamos nuestras averías.? Yo, sin embargo, no rehusaré hacer lo que se juzgue preciso; pero me parece conveniente analizar la situación, tal cual ella es, sin hacerme ilusiones que puedan acarrear desengaños fíinestos.» Comparación de las Escuadras. La comparación de ambas Marinas, hecha en vista de los estudios realizados en previsión de una guerra con los Estados Unidos, sugería al Almirante Cervera estas consideraciones en 25 de Febrero de 1898: «Si comparamos la Marina de los Estados Unidos con la nuestra contando sólo los buques modernos en estado de prestar servicio, resulta que los Estados Unidos tienen los acorazados lowa, Indiana, Massachusetts. Oregon y Texas; los cruceros acorazados firooklyn y New York; los cruceros protegidos Atlanta, Mineapolis, Baltimore, Charleston, Chicago, Cincinnaty, Columbia, Newark, San Francisco, Olimpia, Philadelphia y Raleigh, y los cruceros rápidos sin protección Detroit, Marblehead y Montgomery, á la cual opondríamos nosotros, siguiendo su misma clasificación, los acorazados Pelayo, Infanta María Teresa, Vizcaya y Oquendo; crucero acorazado Colón, y cruceros protegidos Carlos V, Alfonso XIII y Lepante, sin ningún crucero rápido sin protección, y esto suponiendo que estuvieran disponibles el Pelayo, el Carlos Vy el Lepanto, y dando el valor que se desea al Alfonso XIII. No cuento los demás buques por su corto valor mi litar, inferior seguramente al que tienen los nueve cañoneros de i.ooo á 1.600 toneladas, seis monitores que aún tienen en servicio, el ariete Katadín, el Vesubius y los cazatorpederos y torpederos que dejo de contar en la Marina de los Estados Unidos. Creo que en esta forma está hecha la comparación de un modo juicioso. Comparando los desplazamientos, tenemos para los acorazados 41.589 toneladas en los Estados Unidos, contra 30 917 nosotros; para los cruceros acorazados 17.471 toneladas ellos, contra 6.840 nosotros; en los cruceros protegidos 51.098 toneladas ellos, contra 18.887 nosotros, y en cruceros rápidos no protegidos 6.287 ellos y nada nosotros, ó sea en total de Marina útil para toda cíase de operaciones 116.445 toneladas ellos, contra 56.644 toneladas nosotros, ó sea poco menos de la mitad. En velocidad son nuestros acorazados superiores á los suyos, pero no á sus cruceros acorazados, y en los demás tipos somos inferiores en andar. Comparando la artillería que montan, admitiendo que se pueda disparar cada diez minutos el número de tiros consignado en el respectivo estado, y que sólo disparen la mitad de las piezas de calibre inferior á 20 centímetros, y suponiendo que la eficacia de cada tiro de los calibres de 32, 30, 28, 25, 20, 16, 15, 14, 12, 10, 7,5, 5,7, 4,2 y 3,7 esté representada respectivamente por los números 328, 270, 220, 156, 80, 4I1 33. 27. i7> i°i 4. 2. '. y lue son las centenas de los cubos de los números que representan sus calibres, expresados en centímetros, tendremos que la fuerza de artillería de los acorazados americanos estará representada por 43.822, y la de los nuestros por 29.449; la fuerza de los cruceros acorazados de los Estados Unidos se representará por 13.550, y la de nuestro Co'.ón por 6.573; los cruceros protegidos de los Estados Unidos estarán representados por 62.725, y los nuestros por 14.600; los cruceros sin protección de los Estados Unidos tendrán su fuerza de artillería representada por 12.300. En resumen, según estos datos, la fuerza ofensiva de la artillería de los buques de los Estados Unidos estará representada por 137.397, y la de los nuestros por 50.622, ó sea algo menos de los 215 de la adversaria. Para llegar á esta conclusión desconsoladora, ya he expresado que ha sido necesario la buena voluntad de contar con el Pelayo y Carlos C, que probablemente no estarían á tiempo; con el Lepanto, que seguramente no lo estará, y con el Alfonso XIÍI, cuyo andar lo hace de una utilidad muy problemática. Imposibilidad de una campaña ofensiva. Ahora bien, para emprender cualquier operación seria en una guerra marítima, lo primero que se necesita es asegurar el dominio del mar, batiendo las Escuadras enemigas ó reducirlas á la impotencia, bloqueándolas en sus puertos militares. ¿Podemos hacer esto con lade los Estados Unidos? Me parece evidente que no. Y aun cuando Dios nos diera una gran victoria, contra lo que razonablemente se debe esperar, ¿dónde y cómo remediaríamos nosotros las averías sufridas? Es indudable que el puerto sería la Habana; pero ¿con qué recursos? Yo desconozco los que pueda haber allí; pero á juzgar por lo que ocurre en este departamento, donde todo ¡escasea, es de creer que lo mismo ocurriría en todas partes y que la consecuencia inmediata del primer gran combate naval sería la inacción de la mayor parte de la escuadra para todo el resto de la campaña, fuere el que fuere el resultado de ese gran combate, y mientras tanto, el enemigo se repondría de sus pérdidas dentro de sus hermosos ríos y auxiliados por su poderosa industria y enormes recursos. Esta falta de industria y de repuestos ale jan la posibilidad de sostener una campaña ofensiva. 495 EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO VISTAS DE BAJO DE LOTA CH ILE BAHÍA CHAMBIQUE, LOTA .:.. .^ VAVX^ IGLESIA DEL CARMEN CORREO É INTENDENCIA ESTACIÓN CENTRAL DE FERROCARRILES ALAMEDA K IGLESIA DE SAN BORJA BANCO DE VALPARAÍSO, CONCEPCIÓN CARGANDO IIUANO EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO Si el dominio del mar queda á merced de nuestros adversarios, inmediatamente serán dueños de los puertos que deseen de la isla de Cuba que no estén fortificados, contando, como cuentan, con la insurrección, y en ellos se apoyarán para sus operaciones contra nosotros. El transporte de tropas á Cuba se haría dificilísimo por lo aventurado del éxito, y la insurrección, sin el freno de nuestro ejército, que de día en día se iría aflojando y con la ayuda de los americanos, crecería rápidamente, aumentando lo fatídico de su aspecto. Tristes son estas reflexiones; pero creo en mí un deber ineludible sobreponerme á toda consideración personal y exponer leal mente á mi patria los recursos con que creo que cuenta, para que sin ilusiones se pese el pro y el contra, y después, por medio del Gobierno de S. M., que es su órgano legítimo, pronuncie su fallo, en la seguridad de que sus decretos encontrarán en todos nosotros enérgicos, fieles y decididos ejecutores, porque sólo tenemos un lema: «el cumplimiento del deber». Más deficiencias.—Debemos la verdad á la Patria. «Cuando recibí ayer—escribía el 26 de Febrero el Almirante—la carta, en la que, entre otras cosas, me preguntaba si el Colón podría salir á hacer ejercicio de tiro al blanco, al par que contesté que el buque estaba listo, me ocupé de ver que se recargaran los casquillos que empleara, y resulta que no hay horno en que puedan recibir el recocido que necesitan ni aparato para recalibrar los casquillos, volviéndolos á las dimensiones que pierden por la dilatación; de suerte que tesultan inútiles las cargas de respeto que trajo, que son 72 por pieza. Hoy remití el oficio que anuncié ayer: tristes y desconsoladoras son sus conclusiones; ipero estamos en el caso de hacernos ilusiones} (No debemos lealmente d nuestra patria, no sólo nuestra vida, si ts necesaria, sino la exposición de h que creemos? Yo estoy hace tiempo inquieto por todo esto: me pregunto si me es licito callarme y hacerme solidario de aventuras que causarán, si ocurren, la total ruina de España, y todo por defender una isla que fué nuestra y ya no nos pertenece, porque aun cuando no la perdiésemos de derecho con la guerra, la tenemos perdida de hecho, y con ella toda nuestra riqueza y una enorme cifra de hombres jóvenes, víctimas del clima y de las balas, defendiendo un ideal que ya sólo es romántico. Y creo más: creo que esta opinión mía debe conocerla la Reina y todo el Consejo de Aíinistros.^ De que no fueron bien acogidas por el Gobierno estas patrióticas y previsoras advertencias da testimonio la siguiente carta que pocos días después escribía el General Cervera: «Ayer he recibido su carta del 28 y siento muchísimo la penosa impresión que han causado mis reflexiones; pero no me extraña, porque son bien dolorosas y todavía quizás por debajo de la realidad, pues así se deduce de todo cuanto se toca. Ahora mismo se ve la prueba, pues la dificultad para adquirir casquillos para el Colón es la falta de recursos, en vísperas, tal vez, de emprender la guerra contra la nación más rica del mundo. Y no quiero extremar más esto, porqué no conduce á nada práctico; pero cuanto detalle se toca pone de manifiesto, tan pronto nuestra falta de recursos, tan pronto nuestros defectos de organización; pero, en resumen, nuestra falta de preparación para todo. Yo he creído llenar un deber diciendo sin ambages ni rodeos á quien debo decirlo cuál es mi opinión, y después venga la voz ejecutiva, que será puesta en práctica con energía y decisión, y con resignación á lo que pueda venir.» poderosa alianza podríamos aspirar á obtener un resultado final halagüeño; pero sobre que sería necesario descontar el subido precio que tendría hoy para nosotros una alianza poderosa, aun así, no haríamos más que aplazar algunos años el actual conflicto, que resultaría más agudo que hoy, como hoy lo es más que en la sublevación pasada. Y aun admitiendo la conservación de Cuba, ésta nos costaría enormes sacrificios, originados por la necesidad de mantenernos armados hasta los dientes, y el problema se presenta como ya ha sido planteado por alguien. ¿Vale la isla de Cuba la ruina de España? No trato de la cuestión del corso, porque me parece que no hay ningún hombre que conozca la historia que dé valor alguno á las empresas de los corsarios, hoy casi imposibles por las necesidades de los buques modernos. El estado que acompaño pone de manifiesto que nuestras fuerzas en el Atlántico son próximamente la mitad de las de los Estados Unidos, tanto en el tonelaje como en la potencia de su artillería. Nunca he pensado en la fuerza que los Estados Unidos tienen en el Pacífico ni en Asia, para el desarrollo de los sucesos en las Antillas; pero siempre he visto en ellas un gran peligro para nuestras Filipinas, que no tienen fuerzas que oponerles, ni aun parecidas como tina sombra. Y lo que es por sus costas del Pacífico, bien seguros están los Estados Unidos de nosotros. Me parece que se equivoca usted al creer que en todo el mes de Abril habrá variado nuestra situación. Como digo al principio, tengo por seguro que no estarán disponibles el Carlos V, Pelayo, Vitoria y Numancia, y quién sabe cómo estaremos de municiones de 14 centímetros. También parece seguro que á fin de Abril no estarán montados los cañones del Colón de 254 milímetros. Y aun cuando yo me equivocara, entonces nuestra fuerza útil en las Antillas sería el 49 por 100 de la americana en tonelaje y el 47 por 100 en artillería, y sólo seríamos superiores en cazatorpederos y torpederos, si todos llegan útiles allá. Yo no sé fijamente cuáles son los sentimientos patrios respecto á Cuba, pero me inclino á creer que la inmensa mayoría de los españoles desea la paz antes que todo; sólo que los que así piensan sufren y lloran en sus hogares y no gritan como la minoría, que vive ó medra con la continuación de este orden de cosas; pero éste es asunto que no me incumbe analizar. Nuestra carencia de recursos es de tal naturaleza, que hace tres días se nos han caído al agua tres hombres, en ocasión de saludar á la voz, por haberse roto el nervio del toldo pedido hace cincuenta días y que aún no se sabe, cuándo será reemplazado. A los cuarenta y tres días de darse el primer martillazo para construir el Hernán Cortés, estábamos con él en la mar. A los cincuenta y un días de haber pedido el cambio de tubos á la caldera de un bote (de vapor) del Teresa, aún no sabemos cuándo estará listo. En parecida proporción estarán los'Estados Unidos con nosotros para remediar las averías, aunque tengamos el dique, que sin duda es lo principal, pero no todo. Respecto á las dotaciones, no las conozco, pero lo mismo las reclutaban cuando vencían á nuestros antecesores de Trafalgar. Estas son mis leales opiniones, y ante la salud de la Patria las expongo, deseando las conozca el Gobierno. Si se creyera útil que sea yo quien vaya á exponerlas, dispuesto estoy á ello en cuanto se me indique. Y hecho esto, que descarga mi conciencia de un enorme peso, sólo me resta el deber, relativamente fácil, de conducir nuestras fuerzas adonde se me ordene, en la seguridad de que todos han de cumplir con sus deberes. Escuadra del Atlántico del Norte. COMPARACIÓN CON T,A DE LOS ESTADOS UNIDOS España. Buques actualmente allí con alguna protección, ó un andar de 15 millas sin protección: Más datos sobre nuestra inferioridad.—Peligros para Filipinas. Todavía insistió más extensamente el Comandante general de la Escuadra presentando datos, que no dejaban lugar á duda, sobre la inferioridad de nuestras fuerzas navales: «El examen de nuestras fuerzas—decía en 25 de Marzo, basado en lo que sabía y en recientes observaciones y noticias,—no sólo me confirma en lo que dije, sino que aún lo pone en peor término. He visitado la Vitoria, con la que contaba, y de la visita he sacado la convicción de que no podemos contar con ella para el conflicto actual. Las noticias que tengo tampoco permiten contar con el Pelayo, Carlos Vn\ Numancia, y, sin embargo, como no es opinión formada por observación propia, los dejo figurar en el adjunto estado. Cual quiera que sea el giro que se le dé al conflicto, ya sea la guerra, ya negociaciones directas, ya por mediación de un tercero, arbitro ó no, mientras más tarde en resolverse, peor para nosotros; porque si es la guerra, nos cogerá más extenuados mientras más tarde llegue, y si es la negociación, de cualquier género que sea, vendrá después que los Estados Unidos hayan planteado muchas más exigencias, cada vez más irritantes, á las que habremos tenido que ceder para ganar tiempo, con la vana esperanza de mejorar nuestra situación militar. Y supuesto que nuestra situación no ha de ser mejor de lo que es, veamos qué podemos esperar de la guerra en tales condiciones. Insensato sería negar que lo que racionalmente podemos esperar es la derrota, que podrá ser gloriosa, pero no por eso dejaría de ser derrota que nos haría perder la isla en las peores condiciones. Aun suponiendo lo improbable, es decir, que obtuviéramos una victoria, no por eso cambiaría el resultado final de la campafla, porque el enemigo no se daría por vencido; y es insensato que pretendiéramos vencer en riqueza y producción á los Estados Unidos, que se repondrían mientras nosotros agonizábamos, aun victoriosos, dando lugar á que el resultado final fuese un desastre. Sólo en el caso de contar cacPliJirá,-- UOlwIBRRS Desplazamiento, Aritlleria. 7.000 7.000 1.064 6,130 Vizcaya Oquendo Marqués de la Ensenada e.isb I . too 15.064 23 por ICO Estados Unidos. Buques que la componen actualmente con alguna protección ó un andar de 15 millas sin protección: Desplazamiento. New York Indiana Massactiuselts Te.xas Brooklyn lowa Montgomery Marblehead Detroit Terror 6.31S 9.271 n.410 2.089 2.089 2.089 3-6oo 4.IDO 4.100 4.100 65 639 60.994 2.896 497 # . Artillería. 6.400 9 304 9.304 4.550 7.880 8.360 8.200 10.288 10.288 '•••''*-í -, 13-360 23 por loo EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO A éstos pueden sumarse positivamente: España. Desplazamiento. I^02I£B3.'E:S 7 ooo Cristóbal Colón Alfonso X I I I 6.840 4.826 18.666 Artillería. 6.130 8.490(1^ 4.340 18 960 Estados Cuidos. Desplazamiento, ITOS.IBB.ES Artillería, 7-375 7-375 4.790 4.790 14.750 9.580 Dudoso que puedan sumarse por varias causas: España. Pesplazamiento rT01k4:BF«.ES Pelayo... Carlos V. Artillerí.-i, 6.987 5.620 12.607 Estados Uindos. ITOIk£BR.ES Atlanta Cliarleston.. Chicago.... Nev\'ark . . . . Philadelphia Dolphin York-Town. En el Atlántico del Sur tienen el Cincinati., Desplazamiento. Artillería. 3.000 3 730 4.500 4.098 4.324 1.485 1.703 4.270 4.570 4.470 6 740 7.640 700 3.320 22.840 31.710 3.200 4.795 ten; pero este orden de consideraciones m e aleja de mi papel que, como Jefe de la Escuadra, se limita á poner de manifiesto lo que milit a r m e n t e ocurre y hacer después lo que el Gobierno le mande, el cual Gobierno debe m a n d a r con perfecto conocimiento de la situación. Y antes d e a b a n d o n a r este tema insistiré en que quizá sea bueno que yo mismo sea quien informe de palabra á los miembros del Gobierno; si asi se cree, estoy dispuesto á ir á la menor indicación. Paso á ocuparme d e los refuerzos que se puedan o b t e n e r y de lo que de ellos se puede esperar. Mucho me alegraré de que Ansaldo cumpla lo que p r o m e t e respecto á los cañones de 254 milímetros del Colón. Los casquillos de 14 centímetros hacen absoluta falta. E n este b u q u e sólo hay 30, y es de suponer que los cargos del Vizcaya y Oquendo estén lo mismo. Por a h o r a está entregando la casa 100 p o r s e m a n a , y suponiendo que los primeros h a y a n llegado ya á Cádiz ó lleguen uno de estos días, á razón de 100 p o r semana, llegaremos al mes de O c t u b r e , y después cargarlos, remitirlos, etc.; de modo que, aun cuando se a p r e s u r e su venida, nunca llegarían á t i e m p o p a r a el conflicto actual. Yo creí tener los primeros en E n e r o y no los tendré hasta Abril. E l / ' í / a y í ' e s t a r á listo de máquina y p o d r á salir; pero ¿y la artillería mediana? Esa y el blindaje t a r d a r á n , ¡y si se le pudiese m o n t a r provisionalmente su antigua batería! Pero lo dudo, p o r q u e las p o r t a s no lo permitirían. Y á propósito del Pelayo, he oído que para'enviarle gente p a r a que venga ha sido preciso sacarla de la Vitoria, lo que es una p r u e b a de nuestra excesiva penuria. Mucho me alegraré de que el Carlos V esté listo pronto; pero después creo que hay que montarle la b atería de 10 centímetros y hacer las pruebas. E n la compra de barcos nunca he tenido confianza, p o r q u e las alharacas que se arman ya nos hicieron perder el Garibaldi, a h o r a nos han hecho perder los brasileños, y, en resumen, no nos han dado más q u e el Colón, excelente buque, pero que aún no está armado, y el Valdis. Y suponiendo que todo fuera á pedir de boca y que la Providencia nos d e p a r a r a una victoria, que á todas luces es improbable, estaríamos después en el caso analizado en mi anterior, y que no reproduzco por evitar repeticiones. Me queda sólo que hacerme cargo de lo referente al destino de la Escuadra. Yo creo que el Teresaá&hxd. estar en Cádiz, si allí se han de recargar los casquillos, y podría salir en cuanto tuviera montados los cañones que han venido de Cádiz. Realmente, si el Colón va á Italia, no estaría muy airosa la insignia; pero esta consideración no debe anteponerse á las conveniencias del servicio, y si la dislocación de la E s c u a d r a lo aconsejare, podría yo arriar la insignia y desembarcar, salvo volver á arbolarla al reunirse de nuevo en cuerpo de Escuadra los buques h o y dispersos, á menos que la reunión fuese cosa de pocos días. E s t o lo digo p a r a alejar toda idea de consideraciones personales, que yo siempre pospongo á los intereses del servicio. Por otra parte, lo mismo está aquí la insignia que en Cádiz; cuando llegó la E s c u a d r a inglesa había en el puerto tres buques: el Navarra, con la insignia del Capitán General; éste, con la mía, y el Colón, con la de P a r e d e s . No insisto más; pero la voz de la conciencia que, excitada por el amor á la Patria, me dice que cumplo así un deber elevadísimo, es la que me impulsa á hacerlo.» Situación de la Escuadra en vísperas de la guerra. Y a en el m e s d e A b r i l , ó s e a en el m e s e n q u e s e d e c l a r ó la g u e r r a , escribía el G e n e r a l : T o d o s los demás buques tienen escasísimo valor militar, excepción hecha de los cazatorpederos y torpederos, de los q u e no se t r a t a en este cuadro, como t a m p o c o del Kathadin y Vcsuhius.^ G e r v e r a q u i s o e x p l i c a r s u o p i n i ó n al C o n s e j o de Ministros. El d e s e o del G e n e r a l C e r v e r a d e v e n i r p e r s o n a l m e n t e á inform a r al C o n s e j o d e M i n i s t r o s , c o m o se indica a n t e r i o r m e n t e , fue r e i t e r a d o d e u n m o d o m á s c o n c r e t o con fecha 16 d e M a r z o . «Ayer tarde fué en mi poder su favorecidadel día anterior—decía,— por la que veo que usted coincide con mis apreciaciones acerca del conflicto que se cierne sobre nuestro desgraciado país, l o q u e n o p o d í a dejar de suceder examinando ambos el asunto con el deseo del acierto. Parece también que todo el Gobierno participa de esta opinión; p e r o temo que pueda h a b e r algún Ministro que, sin dejar de c r e e r que estamos en condiciones desfavorables, d e s l u m h r a d o por los n o m b r e s de buques que lea en el estado general, c r e a que la desproporción no es tan a b r u m a d o r a c o m o desgraciadamente es en realidad, y m u c h o más si nada sabe de nuestra penuria en todo c u a n t o se relaciona con las necesidades de una guerra marítima, como son municiones, pertrechos, carbón, víveres, etc.,de lo q u e n o tenemos nada. Y si este mi temor fuese fundado, creo del mayor interés que todo el Consejo de Ministros, sin exceptuar absolutamente á ninguno, estén iniciados con t o d a claridad en n u e s t r a triste y desconsoladora situación, p a r a que no quede la menor duda de que la guerra nos c o n d u c i r á seguramente á un desastre, seguido de una paz humillante y de la ruina m á s espantosa; razón p o r la cual es preciso, n o sólo eludir la guerra, sino buscar una solución cualquiera que la haga imposible en adelante, porque de seguir así, el desenlace será t a n t o p s o r c u a n t o más tiempo se tarde, sea cual fuere el camino p o r d o n d e venga la paz ó la guerra. De este razonamiento, que lo veo claro como la luz del día, se deduce que como n o podemes ir á la guerra sin caminar á un desastre seguro y horroroso, ni t r a t a r directamente con los E s t a d o s Unidos, cuya mala fe es notoria, quizás no nos quede otro medio que a p e l a r á otros en forma de arbitraje ó mediación, c o m o los a d v e r s a r i o s acep(i) Sin los caiiones de 25 centímetros, cuyo valor se representa por 1.248. 498 cMis temores se realizan, p o r q u e el conflicto se a p r o x i m a en tren expreso y el Colón no tiene sus cañones gruesos, el Carlos V no está recibido y le falta la batería d e 10 centímetros, al Pelayo le falta term i n a r el reducto y me parece que la artillería mediana, la Vitoria está sin artillería y de la Numancia no h a y que hablar. Pero, enmedio d e todo, vale más q u e se termine de u n a vez, p o r q u e el país no puede más, y cualquier arreglo será bueno, p o r malo que parezca, si viene sin que tengamos q u e lamentar un gran desastre, como p u e d e s u c e d e r si e n t r a m o s en la g u e r r a con b a r c o s á medio artillar, ya muy pocos en sí y con la falta de medios y s o b r a de t r a b a s que tenemos.» P o c o s días d e s p u é s a ñ a d í a : «Precisamente por el estado de ansiedad en que todos estamos, es por lo que interesa, y mucho, tener pensado lo que se ha de hacer, p a r a no andar con vacilaciones, si llega el caso, sino o b r a r rápidamente con medidas que puedan ser eficaces, y no ir como el famoso hidalgo manchego, á pelear con los molinos de viento, p a r a salir descalabrados. Si nuestra fuerza naval fuese superior á la de los Estados Unidos, la cuestión sería muy sencilla, pues con cerrarles el paso, bastaría; p e r o como no solamente no es superior, sino es muy inferior, t r a t a r de cerrarles el paso, ó sea presentarles una batalla naval, con carácter d e decisiva, sería el mayor de los desatinos, p o r q u e sería buscar una d e rrota cierta, que nos dejaría á merced del enemigo, q u e se a p o d e r a r í a , si quería, de alguna buena posición en las Canarias, y tomándola por base de operaciones, aniquilar nuestro comercio y b o m b a r d e a r impunemente nuestras ciudades marítimas; por eso es indispensable pensar lo que S3 h a de hacer, y sin d a r ningún paso previo ostensible, n o vacilar si llega el momento de obrar. A estas consideraciones obedeció mi telegrama, y mis ideas no han variado, p o r q u e si nos coge sin plan, vendrán las vacilaciones, las dudas, y tras de la derrota, puede venir la humillación y la vergüenza.» E n v í s p e r a s d e la g u e r r a se l a m e n t a b a c o n r a z ó n el C e r v e r a d e la falta d e jilan. General «Siento mucho salir sin h a b e r c o n c e r t a d o ningún plan en sus líneas generales—decía,—para lo que tan repetidas veces solicité i r á Ma- EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO drid; creo entrever, en el conjunto de los telegramas recibidos, que se persiste en la idea de que la Escuadrilla vaya á Cuba, y me parece una aventura que puede costarnos muy cara, porque la pérdida de nuestra Escuadrilla y la derrota de nuestra Escuadra en el mar Caribe entraña un gran peligro para las Canarias, y quizás el bombardeo de nuestras ciudades del litoral. No menciono la suerte de Cuba, porque ésta la tengo descontada hace mucho tiempo, y creo que tina derrota naval piecipitarta mucho su pérdida definitiva, xm^tAxzs que sosteniéndose con los elementos que cuenta, quizás hiciera pensar á los Estados Unidos. No hay que hacerse ilusiones acerca de los refuerzos de nuestra Escuadra: si se repasa nuestra correspondencia de hace dos meses, se verá, no que he sido profeta, sino que me he quedado corto, y es preciso no hacerse ilusiones sobre lo que se puede hacer.» Los últimos documentos relativos á la salida de la Escuadra de Cabo Verde son los que ofrecen mayor interés. Véase cuál era el estado de los buques el 19 de Abril, ó sea la víspera del día en que se verificó la ruptura de relaciones, según escribía el General Cervera desde San Vicente de Cabo Verde: «Las calderas del Ariete están prácticamente fuera de servicio; de suerte que el Ariete, en vez de ser un elemento de fuerza, es una pesadilla para la Escuadra, pudiendo ser útil sólo para una defensa local. La caldera del Azor tiene once años, y es de sistema locomotora. A los cazatorpederos Furor y Terror se les cierra la proa en cuanto trabajan, habiéndosele roto á alguno las buzardas. Villaamil ha atendido á consolidar esto como ha podido. Al Plutón no le ocurre, porque y.i le ocurrió en el viaje de Inglaterra, y consolidó la proa en el Ferrol. Yo no sé si en San Juan de Puerto Rico puede refugiarse bien la Escuadra; y si no fuese así, y el puerto de Mayagüez no pudiera cerrarse, estaría en malísimas condiciones. Para juzgar definitivamente de esto, esperaré la llegada del Vizcaya, por lo bien que Enlate conoce Puerto Rico. Las Canarias me preocupan siempre, y es preciso cerrar el puerto de la isla Graciosa, fortificándolo, así como la isleta que domina el puerto de la Luz, en Gran Canaria. Parece descartado el pen samiento de que la Escuadra vaya á Cuba, lo que creo muy sensato; y respecto á Puerto Rico, muchas veces me he preguntado si deben amontonarse allí todas nuestras fuerzas, y me parece que no. Si Puerto Rico es fiel, no será bocado tan fácil para \os yaniees; y si no lo es, seguirá fatalmente la suerte de Cuba, al menos en lo que se relaciona con nosotros. Jín cambio, me preo:upa"- Ins Filipinas; como digo antes, las Canarias y, sobre todo, la posibilidad de bombardeos sobre nuestra propia costa, cosa que no es imposible dada la audacia de los yafikees y teniendo cuatro ó cinco barcos de andar superior á los nuestros. Por todo esto vacilo acerca del partido que debo tomar, y que no tomaré sin el consejo de los Capitanes de la Escuadra, como es de ordenanza. Y dejo ésta hasta mañana por si ocurre algo. Aquí libaba cuando vinieron á avisarme que estaban los acorazados Vizcaya y Oquendo á la vista, y en efecto, tuve el gusto de verlos entrar y abrazar á sus Comandantes, que traen sus tripulaciones con buena salud y el mejor espíritu; pero el Vizcaya necesita imperiosamente dique, como que en la travesía de Puerto Rico aquí ha gastado 200 toneladas más que el Oqutndo, lo cual se traduce en una disminución en su velocidad que estimo en tres á cinco millas, y en una disminución del 25 al 30 por 100 en el radio de acción, con lo que se pierde la ventaja de la velocidad. Ya están haciendo carbón, pero va lento, porque estamos de prestado, lo que es cosa mala. ¡Cómo ha de ser!» Junta de guerra de los Comandantes de los buques. Sabido es que antes de salir la Escuadra se celebró el 21 de Abril, á bordo del Colón, la Junta de guerra de les Comandantes de los buques. Acerca de esta Junta escribía el General Cervera: «Cerca de cuatro horas duró el Consejo, en el que todos los tonos fueron de la más pura y correcta disciplina y caracterizados por el espíritu levantado que anima á toda la Escuadra, y muy especialmente á estos distmguidos Jefes, que tanto honran á España y á la Marina, y que me ha cabido la suerte de tener por compañero.5 en estas críticas y solemnes circunstancias. El natural impulso de marchar decididamente al enemigo, entregando la vida en holocausto de la Patria, era la primera nota que se dibujaba en todos; pero al mismo tiempo el espectro de la Patria abandonada, insultada y pisoteada por el enemigo, orgulloso con nuestra derrota, que no otra cosa puede obtenerse en definitiva yend3 á buscarlos á su propio terreno con fuerzas tan inferiores, les hacía ver que tal sacrificio no sólo sería inútil, sino contraproducente, puesto que entregaba la Patria á un enemigo procaz y orgulloso, y Dios sólo sabe las funestas consecuencias que esto podría tener. Yo les veía la luchaque sentían, poniendo enfrente estas ideas, pues todos mostraban gran repugnancia de no marchar desde luego al enemigo y terminar de una vez; psro, como digo antes, el espectro de la Patria pisoteada por el enemigo se sobreponía, é inspirándose en ese valor de arrostrar las censuras y tal vez el sarcasmo y la acusación de esa masa inconsciente que ignora todo cuanto se refiere á la guerra, y en particular á la naval, que cree que el Alfonso XIT6 el Cristina pueden oponerse al Towa ó ^XMassachusetts, expresamente declaraban, en tonos muy enérgicos, que el interés de la Patria exigía ese sacrificio de nuestra parte. Reparo tuvo alguno de los presentes en emitir opinión ninguna, y sólo limitarse á hacer lo que el Gobierno de S. M. se sirviese''dispo • ner; pero como eso todos, absolutamente todos, estamos, no sólo dispuestos á hacerio, sino que no cabe ni mencionarlo siquiera, pronto cesó en sus escrúpulos. Uno de los Jefes, no por cierto el más exaltado, sino que puede decirse que representa el término medio de la opi- nión que dominó en el Consejo, ha escrito por orden mía sus ideas, reflejando, mejor que yo pudiera hacerlo, lo que estos Jefes piensan: quítesele algo por algunos y añádasele bastante por otros en los tonos que lo inspiran, y se tiene exacta idea de lo que piensan estos distinguidos Jefes. En dicha Junta se suscribió un acta en que se decía que, reunidos por orden del Comandante general de la Escuadra, bajo su presidencia, el segundo Jefe de la misma y Capitanes de Navio con destino en ella, sometió á discusión el Presidente la siguiente pregunta: «En las circunstancias actuales que atraviesa la Patria, ¿conviene que esta Escuadra vaya desde luego á América, ó cubra nuestras costas y Canarias, para desde allí acudir á cualquier contingencia?» Se cambiaron diversas opiniones para esclarecer las consecuencias de una campaña por nuestra parte en las Antillas, evidenciándose las deficiencias grandes de nuestras fuerzas navales en relación con las del supuesto enemigo, y asimismo se convino en los escasísimos recursos que actualmente presentan tanto las islas de Cuba como las de Puerto Rico para servir de base de operaciones. Tenido esto en consideración, y no ocultándose los inconvenientes graves que á la Nación reportaría un descalabro de nuestra Escuadra en Cuba, por dejar entonces casi impune la venida de la del enemigo sobre la Península é islas adyacentes, se acordó por unanimidad llamar la atención del Gobierno por medio de un telegrama en que el Comandante general de la Escuadra, de acuerdo con el segundo Jefe y ios Comandantes de los buques, proponía ir á Canarias. . «El Ariete—A^zxií—tiene en mal estado calderas, la del Azor es muy vieja. Vizcaya necesita entrar en dique para pintar fondos si ha de conservar su velocidad. Canarias quedaría libre de un golpe de mano y todas las fuerzas podrían acudir con toda prontitud en caso necesario á defender la madre patria.» Parecer del Sr. Concas. El Capitán de Navio D. Vítor M. Cóncas, Comandante del acorazado Infanta María Teresa, opinó sobre los asuntos presentados á consulta por el Almirante de la Escuadra, en la Junta de guerra celebrada á bordo del acorazado Cristóbal Colón: I." Que las fuerzas navales de los Estados Unidos son tan inmensamente superiores á las nuestras en número y clase de buques, blindaje y artillería y en preparativos hechos y estando en tan ventajosa situación por la insurrección de Cuba, la posible de [Puerto Rico y la aún latente de Oriente, que tienen elementos suficientes para atacarnos en las Antillas, en la Península y sus islas y en Filipinas, y puesto qm no se ha atendido d aquel archipiélago, que era quizás lo más jtrgenfepa/a limitar nuestro campo vulnerable, y \o qne. se hubiera conseguido con un solo acorazado, hoy, todo lo que sea dividir nuestras fuerzas, siendo, como son, tan contadas, y apartarse de los mares de Europa, envuelve un error estratégico, que traería la guerra á la Península, con un desastre espantoso en nuestras costas, pago de enormes rescates y quizás perdida de alguna isla. Apenas se inicie la salida de esta Escuadra para las Antillas, es de indiscutible evidencia, pues ya se ha iniciado más de una vez, que la Escuadra volante amej-icana saldrá para Europa, y aunque no se propusiera más que una razzia ó una demostración contra nuestro litoral, la justa alarma de toda España traería el regreso obligado de esta Escuadra, que forzosamente llegaría cuando ya el enemigo hubiera sacado todo el fruto de su impune victoria. Los únicos tres buques de guerra que quedan para la defensa de la Península, el Carlos V, el Pelayo, cuyas reformas no están terminadas, y el Alfonso Xlíf, de escasísimo andar, y éste sin garantía, no bastan para la defensa de las costas de España yde ningún modo para Canarias, sin que agreguen ninguna fuerza militar á nuestra Armada ni el I/ate Ctraída ni los vapores Gcrmania y Xormania, buques de ninguna utilidad para el combate. 2.° El plan de defender la isla de Puerto Rico abandonando á la de Cuba á su suerte es de todo punto irrealizable, pues si la Escuadra americana destroza de propósito una ciudad de la última isla, á pesar de todos los planes del Gobierno sobre esta materia, y así fuere el mayor disparate, el Gobierno mismo se verá obligado, por la opinión en masa, á lanzar esta Escuadra contra la americana en las condiciones y en el sitio que á ésta le plazca escoger. 3.° Aun suponiendo que se hubiera resuelto la defensa de Puerto Rico, como única, la travesía, hoy, después de declarada la guerra de hecho, sin un puerto militar donde reorganizarse á la llegada, y sin una Escuadra nuestra que distraiga á la del enemigo, que se supone hará á San Thomas su base de operaciones, es un error estratégico, tanto más deplorable, cuando se ha dispuesto de meses y aun de años para acumular en las Antillas las fuerzas necesarias. Lo que parece probable de las noticias adquiridas es que los recursos acumulados en San Thomas deben ser para hacer el enemigo su base de operaciones en las cercanías de nuestras indefensas Vieques; todo lo que constituye una responsabilidad en el viaje, que debe quedar toda al Gobierno. 4." Reunidos estos tres acorazados y el Cristóbal Colón, sin sus cañones áz romper, á los dos que quedan en la Península y á los pocos y viejos torpederos que nos restan, se puede defender nuestro litoral desde el Guadiana á Cabo Creus, con las Baleares y Canarias, gracias á la distancia del enemigo de su base de operaciones, pero defensa que será seguramente encarnizada si el enemigo acumula aquí sus buques más modernos. 5.° Sensible es que no haya Ijuques suficientes para atender á todas las necesidades; pero el deber y el verdadero patriotismo obligan á presentar frente á frente los recursos que nos dio el país y las necesidades que las circunstancias acumulan sobre la Patria en peligro. 6." Por último, opinaba que debía someterse la situación militar al Sr. Ministro de Marina, reiterando la más profunda subordinación á las órdenes que comunique, y el firme propósito de realizar, con la 499 EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO -•^ EXCMO. SR. D. S A N T I A G O DE JEFE DE ESCUADKA Y VIRREY DE BUENOS AIRES LINIERS EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO mayor energía, los planes de operaciones que dicte á estas fuerzas, con completa abstracción de las consecuencias que. una vez hechas presentes, quedan al cargo y responsabilidad del Gobierno.» CLASIFICACIÓN DE LOS FAROS Desde Cabo Verde. scRiBiMOs para el público en general, para que los completamente legos en materias navales conozcan las nece«La sorpresa y estupor que ha causado á todos la orden de marchar á las Antillas es imposible de pintar, y en verdad tienen razón, porque sidades de la vida de mar, y se penede esta expedición no se puede esperar más que la destrucción total tren de que el navegante necesita d e de la Escuadra ó su vuelta atropellada y desmoralizada, cuando aquí, la nación algunos cuidados más d e en España, podría ser la salvaguardia de la Patria. Se habla de planes, los que en España se acostumbra á y por más que he hecho para que se formaran, como era juicioso y otorgarle. Los marinos sabrán disprudente, no he obtenido la menor satisfacción á mis deseos. ¡Que pensarnos si en estos artículos les deme han facilitado cuanto he pedido! El Colon no tiene sus cañones cimos cosas para ellos muy sabidas. gruesos, y yo pedí los malos si no había otros: las municiones de 14 centímetros son malas, menos unos 300 tiros; no se han cambiado los Comienzan los peligros del m a r cañones defectuosos del Vizcaya y Oqutndo; no hay medio de recarpara el que monta un buque donde gar los casquillos del Colón; no tenemos un torpedo Bustamante; no parece que lógicamente debieran concluir: en la ^S^í^^^^ hay plan ni concierto, que tanto he deseado y propuesto en vano; la proximidad á la tierra. consolidación del servomotor de estos buques sólo ha sido hecha en A la vista de las costas, en las desembocaduras de los ríos, á el Infanta Maria Teresa y el Vizcaya cuando han estado fuera de las entradas de los puertos, allí, en fin, d o r d e se dirige en busca España; en fin, esto es un desastre ya, y es de temer que lo sea pavode salvación, ó tiene señalado el término de su derrota, es donde roso dentro de poco. ¡Y quizás todo podría aún cambiar! Pero presumo que ya es tarde para nada que no sea la ruina y desolación de la mayores y más inminentes riesgos le amenazan. De aquí que para Patria. huir de esos peligros, ó prevenirlos, la civilización haya procurado jalonar las costas con luces de faros, indicando al navegante El Vizcaya no anda nada ya, y es ün grano que le ha salido á la Escuadra. el punto en que se encuentra, el bajo que ha de zafar, ó el rumbo Y no insisto más; considero ya el acto consumado, y veré la mejor que ha de hacer para buscar el fondeadero. Por estas luces se manera de salir de este callejón sin salida.» guía, sus distintas apariencias le indican diferentes puntos de la costa, y merced á esta especie de nomenclátor puede alcanzar el Las últimas cartas que conocemos son las siguientes: puerto y estrechar entre sus brazos á la esposa amante ó á los hijos de su alma. «San Vicente (Cabo Verde) 24 de Abril de 1898.—Acaba de llegar el Para lograr el objeto apetecido no basta que en esta ó aquella telegrama mandándonos salir, y doy orden de trasbordar del Cádiz á punta, en ese ó el otro cabo, exista un faro iluminado: es necesaestos buques carbón, víveres, gente y la artillería de los cazatorpederio relacionarlos entre sí, coordinar sus luces y apariencias y coros que está en el Cádiz. locarlos de manera que no ofrezcan duda al navegante. Pensaba haber salido sin rellenar del todo los buques; pero quedánAtendiendo á esta necesidad, se han dividido primeramente en dose el Cádiz no he querido salir sin la mayor cantidad de carbón posible. Veremos si puedo salir mañana. luces de recalada, de situación, de enfilación y siderales, ó de Como ya es un hecho consumado, no insistiré sobre el juicio que fondeadero. me merece. ¡Quiera Dios que no sea profeta, como lo he sido cuando Llámanse luces de recalada á los faros de gran alcance, situados decía que para fines de Abril no estarían listos el Pelayo, Carlos V, sobre islas ó cabos que avanzan mucho sobre el mar, porque á su Vitoria y Numancia, ni el Colón tendría sus cañones gruesos, como no vista se denuncia la proximidad á la tierra; es decir, que el capifueran los defectuosos, ni nosotros tendríamos municiones de 14 centán ó patrón de un buque sabe con sólo ver la luz de uno de tímetros de las nuevas para batirnos, etc., etc. estos faros que se aproxima á la costa, y observando sus aparienCon la conciencia tranquila voy al sacrificio, sin explicarme ese cias llega á conocer sobre qué punto de ella se encuentra. Esto voto de los Generales de Marina (i) contrario á mis opiniones. Se me ha anunciado la salida de un cargamento de carbón para es lo que se llama hacer la recalada. Puerto Rico, adonde debe recalar del u al 12 de Mayo, y tengo muLas de situación son luces de menos alcance, emplazadas en cho temor de que vaya á caer en poder del enemigo. puntos menos importantes, en islas más próximas á tierra firme, Se padece un error al suponer qué yo soy dueño de empeñar ó eviembocaduras de los ríos y otros puntos peligrosos. Generalmente tar el combate á mi voluntad; coh los nueve meses que hace que no se emplean para este objeto aparatos de segundo, tercero y cuarlimpia el Vizcaya, y su permanencia en la Habana, está hecho una to orden, cambiando sus apariencias con relación al de primero pótala y yo no lo debo abandonar.» que tienen más inmediato; son como los postes kilométricos que señalan el camino á la nave. También se comprenden en esta Un telegrama de VillaamiL división los faros de quinto y sexto orden que marcan la entrada de los puertos y que son de luz fija por regla general, aunque «En la mar 5 de Mayo de 1898.—Querido Juan: Para nuestra coleclos hay de quinto que tienen luz fija variada por destellos. ción de documentos creo conveniente que tengas la adjunta copia de Las de enfilación son, como su nombre indica, pequeños fanaun telegrama particular de Villaamil á Sagasta, que te envío por dos les que ya dentro de la bahía señalan la derrota que un buque ha cazatorpederos que destaco á la Martinica en busca de noticias. A de llevar para zafarse de peligros hasta el fondeadero. bordo de los buques no hay novedad, y el espíritu es excelente. ¡Veremos la suerte que el Señor nos reserva! En definitiva no es dudosa, Y las siderales son pequeñas luces, por lo general de color, que ¡pero si tuviéramos la fortuna de empezar dando un buen golpe! Dios indican el fondo más bajo en los muelles ó espigones de los esté con nosotros. Adiós; muchas cosas á los tuyos, etc,—Pascual. puertos. Telegrama.—Día 22 Abril 1898.—Madrid.—Práxedes Sagasta.—Ante La división técnica de los faros es la de aparatos de primero, trascendencia que tendrá para la Patria el destino dado á esta Essegundq, tercero, cuarto, quinto y sexto orden, luz de enfilación cuadra, creo conveniente conozca usted por el amigo que no teme las y luz sideral. censuras que, si bien como militares están todos dispuestos á morir Los de primer orden se subdividen en faros de luz fija, de ecliphonrosamente cumpliendo sus deberes, creo indubitable que el sacrises de I ' en i', eclipses de 3 0 " en 3 0 " , eclipses de 1 5 " en 1 5 " , ficio de este núcleo de fuerzas navales será tan seguro como estéril y y luz fija variada par destellos que se suceden en los mismos incontraproducente para el término de la guerra si no se toman en consideración las repetidas observaciones hechas por su Almirante al tervalos de tiempo que los eclipses. Los faros de segundo orden Ministro de Marina.—F. Villaamil.-' tienen las mismas apariencias. Para los de tercer orden se han adoptado las apariencias siguientes: luz fija blanca, luz roja, eclipses de i ' en i ' , eclipses (I) A esta Junta asistieron diez y ocho Generales de Marina, de los que cade 3 0 " en 3 0 " , luz variada por destellos de 2' en 3'. No quiere torce opinaron por la inmediata salida de Cabo Verde de ]a Escuadra del Almiesto decir que no sean susceptibles de otras modificaciones; el rante Cervera. Opinaron en contra de la salida, mientras dicha Escuadra no estuviese reforzada con el Pelayo, Carlos V, Alfonso XIII, Lepanto y los trei faro de Biarritz, por ejemplo, presenta una apariencia de luz roja, destroyers que quedaban en la Península, los Generales Gómez Imaz y Lazaga. cambia á los 1 5 " en blanca, y sigue un eclipse de otros 1 5 " ; el Los Generales Butler y Mozo se inclinaron áe¿ta última opinión, pero de un de monte Igueldo (Guipúzcoa) da una apariencia blanca y otra modo condicional, subordinándola á la apreciación del Gobierno respecto de la roja, y así, combinando unas y otras, se pueden hacer multitud de necesidad de la salida de la Escuadra. aspectos distintos. Los de cuarto orden tienen idénticas variaciones; el de Cabo Higuer (Fuenterrabía) ostenta luz fija roja variada por destellos de I ' en I ' . ^,: Los de quinto tienen luz fija ó luz variada pordestellos de 2' en 2'. '•.^!Los de sexto son de luz fija y por regla general blanca. , '^expliquemos ahora un viaje imaginario, para que los lectores legps de E L MUNDO NAVAL comprendan mejor el servicio de q|üínbrado marítimo y el por qué de esta clasificación de los faros. Por último, el 22 de Abril decía el Comandante de la Escuadra: SOI EL MUNDO' NAVAL ILÜStRADÓ Supongamos á Un buque en viaje desde los Estados Unidos á Fuenterrabía, para anclar en el Bidasoa. Trae rumbo N. W. y por necesidades de la navegación ó por un temporal, en vez de llevar su derrota directa al E., ha tenido que tomar un poco al N. y perder de vista la tierra. El Capitán corrige su estima durante el día y aproa hacia la costa, en cuyo viaje le sorprende la noche. El serviola ó vigía da la voz de «¡Faro á la vista!» y el Capitán observa la luz; ve en ella un aparato de primer orden, que está á unas 23 millas de la nave, que tiene luz fija blanca y envía un destello cada cuatro minutos; consulta su Cuaderno de Faros y ve que esas apariencias corresponden al de cabo de Machichaco, provincia de Vizcaya. Continúa su rumbo al E., alcanzando á ver una luz fija blanca, que es el faro de Lequeitio; próximo á ella otro faro de la misma apariencia, el de Zumaya; un poco más adelante ve el de Guetaria sobre un acantilado, y ya al avistar, la punta del Monte Igueldo observa una luz que alcanza 15 millas y da destellos brillantes de 2' en 2'. El Cuaderno de Faros le dice que se halla á la altura del puerto de San Sebastián (Guipúzcoa), lo cual corrobora por la vista de la luz blanca que proyecta el instalado en la isla de Santa Clara. Frente á la proa y sobre elevadísima roca divisa otro faro encendido que le marca el Cabo de la Plata, señalando la entrada del puerto de Pasajes. A poca distancia alcanza á ver á proa una luz giratoria que cambia del color blanco al rojo, seguida de un eclipse, y un poco más al S. dos fijas rojas. En ellas conoce la situación de los puertos de Biarritz y Socoa, en la costa francesa; y tan luego como las avista observa á estribor una luz fija roja con destellos de i' en i': es el faro de Cabo de Higuer, y sólo le resta enfilar el canal del Bidasoa, sirviéndole de guía el fanal rojo que enciende en el muelle de Fuenterrabía el gremio de mareantes, ó esperar al día para guiarse por las valizas de piedra que hay en ambas costas. Tal es el servicio que al navegante prestan los faros, servicio Importante sólo comparable al que en las poblaciones rinde al transeúnte la rotulación de las calles. Los lectores no marinos de EL MUNDO NAVAL apreciarán indudablemente el interés que á Id Marina inspira cuanto se relacione con esta clase de servicios. ANTOKIO PAREJA SERRADA LA OPINIÓN Y LA MARINA ©OMBAJTE DE ^AKmAQO Nada hay tan noble y tan hermoso como decir la verdad. ENGAMos calma. No está frente á nosotros el Almirante Sampson con su poderosa Escuadra que le dejó aumentar nuestra negligencia; descansa ya el afortunado Dewey con sus buques, cuya fuerza hizo eficaz y desastrosa nuestra incuria; persiste, aunque inestable, el equilibrio europeo; siguen nuestras hermosas ciudades del litoral entregadas á los regocijos bulliciosos del verano; apréstanse de nuevo los más famosos oradores á continuar las luchas de la palabra, luz y vida, según dicen, de las sociedades cultas; vuelven ya á los patrios lares, aunque mutilados ó enfermos, millares de buenos españoles que ni buscaron ni rehuyeron la guerra; recobra el tráfico su régimen normal; al disparo de los fusiles sucede el alegre estruendo de los cohetes; levántanse los torpedos de los puertos y brillan otra vez los faros, coronando con potentes focos de luz á la nación que poco ha trataba de ocultarse, entre sombras, á la saña del adversario victorioso; del huracán pasado óyese apenas como reminiscencias de una pesadilla el retumbar del trueno, y no nos inquietan los relámpagos que antes brillaban en el zenit inciertos como nuestra defensa; todo es contento y júbilo; la paz que no quisimos ó no logramos conservar, reaparece dando tranquilidad al timorato, contentamiento al medroso, esperanzas al iluso. ^Por qué entonces sienten muchos un malestar intenso.^ ¿Por qué atormenta todavía la inquietud.' ¿Por qué con serenidad, hoy que podemos ver, no abrimos bien los ojos para encontrar fácilmente las causas de nuestros pasados yerros y no aplicamos con afán las enseñanzas de estas dolorosas experiencias ahora que nuestra impresionabilidad, nuestra fuerza mayor, puede conducirnos por 502 caminos de salvación.* <Q"é fenómeno es éste, por virtud del cual, entregados á todos los placeres, pensamos en todas las desventuras' Nunca se verá pesimismo más festejado, ni daño menos sentido, ni lección tan estéril. Parece que nos han cegado los resplandores que radian de la victoria de nuestros enemigos; á la algarada inocente de ayer y á la arrogante profecía de la víspera, correspondemos hoy con indolencia sin nombre y con despreocupaciones suicidas; las jactancias con que amenazábamos al enemigo desde las columnas de algunos periódicos ó desde las mesas de un café, se han tornado en recriminaciones asombrosas; las fuerzas que debían repeler al adversario, se emplean ahora en atacar al hermano; quienes provocaron la guerra ó incitaron á ella,-se vuelven airados contra los que tuvieron que soportarla; buscábase la satisfacción del honor, desdeñando los perjuicios materiales de la derrota, y se ha escarnecido á los pocos que ofrecieron de verdad sus vidas á la Patria. ¡Cómo no estar medrosos de nosotros mismos! ¡Cómo no acobardarnos al ver entre tinieblas los entendimientos y envenenados por la pasión los corazones! ¡La guerra? ¿Qué es la guerra con todos sus horrores ante la descomposición social en que fenecen amores y esperanzas, creencias y virtudes, ideales purísimos que á un pueblo noble dieran, en pasados tiempos, la fuerza expansiva de la verdadera civilización.' Todos somos testigos de los recientes sucesos que han producido la espantosa confusión sn que nos agitamos. Hablando, y hablando mucho, de honor, de dignidad y de justicia, llegamos á creer que el pueblo norteamericano, grosero y ambicioso, sin duda, había de arredrarse ante las primeras intimaciones que le hiciéramos para afirmar unos derechos que suponíamos de ineludible reconocimiento. La diplomacia, endulzando con retóricas la defensa de nuestros actos, dando cuenta á la americana de la promulgación de nuevas leyes que hacían heterogénea la unidad nación il, y la política, antes guiada por el concepto de igualdad y luego evolucionando hacia la federación colonial, bien claro dejaban ver cuan impugnables eran, en juicio, nuestras creencias y cuan poco firmes nuestros propósitos. Pero estas negociaciones, más trascendentes que los artículos de fondo y más fecundas, aunque silenciosas, que la marcha de Cdcliz, con cuyo estruendo entreteníamos un entusiasmo artificioso, rara vez eran del dominio público, y en todo caso, fueron desdeñados por la muchedumbre, ganosa de otra clase de noticias y discursos. Al comenzar el año era ya la guerra inevitable. Lo afirmaba el incesante incremento de la agitación pública en América, el desdén con que los insurrectos miraban nuestras concesiones progresivas, el armamento rápido y la adquisición apresurada de buques yanquis. A la guerra, por otra parte, nos conducían: la diaria incitación de los gran res periódicos, el temor de asonadas que pudieran tener por pretexto la defensa del honor nacional, y más que nada la ignorancia general, que, dando paso á toda clase de errores, hizo suponer despreciable al futuro adversario ó dio en creernos más fuertes, admitiendo que para humillarlo bastaban corazones de granito y disertaciones históricas. ¡El eterno delirar de nuestro pueblo! Alguien, más conspicuo, pudo, sin embargo, ver en las negruras del torbellino que se alzaba en Occidente la serie de peligros que nos amenazaban: y elevando la voz, llamando al sentimiento nacional, aletargado, pero no muerto, pidió el concurso de todos para la adquisición de buques. Los hermosos desprendimientos que hicieron pocas pero nobilísimas personas para conjurar lo que se imaginaba cercano, pruebas son de la frialdad con que se recibió la idea. Era ya, por otra parte, tarde. Las Esguadras no se improvisan y los barcos que ofrecía el mercado no podíamos adquirirlos. Aquel enemigo, precavido ó cauteloso, supo, por el contrario, fortalecerse á tiempo, y el pueblo tildado desdeñosamente de mercaderes pudo presentarse ante el mundo como nación guerrera. Desde aquel momento, lo que para nosotros era incuestionable, el derecho perfecto á una soberanía, pasó á ser para las potencias una cuestión de circunstancias. Nos quedamos solos. Verdad es que con supremo esfuerzo pudimos, al menos, disponer todos nuestros elementos de ataque y de defensa. Pocos eran nuestros barcos de combate, casi inútiles algunos, sin artillar otros; pero ¿hubo completa imposibilidad para alistarlos todos.' ¿No lo hubieran estado ciertamente si no fuera dogma de los tiempos que corren el llamado presupuesto de la paz.' ¡Ah! ¡Otra vez un falso concepto de la realidad, otra vez la argucia, impotente contra la decisión enemiga, informando los actos naturales de la defensa! ¡De nuevo una sabiduría de oropel conteniendo los arranques belicosos con palabras melifluas! ¡Siempre una extraña simpatía abriendo paso al mal! No se armaron los buques, ya se sabe, y no fueron, en verdad, los Obispos, como dijo sarcásticamente un periódico, quienes lo impidieron ó estorbaron, no; que los Obispos bastante hicieron con aconsejarnos, con pedir á Dios la victoria para nuestras armas, con favorecer la: precaria suscripción nacional y con no erigirse en acusadores nuestros, en época donde han brotado tantos Nelson de salón. Ello es que en Filipinas no teníamos ningún buque de combate. ¿Quiénes, de los que hoy claman, los echaron oportunamente EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO de menos? ¿Aquellos, acaso, que días antes se felicitaban de la repatriación de nuestras fuerzas? ¿Los que enaltecieron á Montojo cuando buscaba, desamparado, no un lugar para la victoria, sino para el sacrificio, y lo insultaron luego cuando anegó sus buques para no rendirlos, después de haber perdido, proporcionalmente, más gente que en ningún otro combate naval? ¿Los que vieron á Dewey tranquilamente aguardando los sucesos que ellos imaginaban de imposible realización? ¿Los que nunca supieron ni saben todavía cuál ha sido el ejercicio, fecundo y meritísimo, de aquella mísera Escuadrilla en un archipiélago poblado de piratas y lleno de escollos temibles, y atendiendo al número de sus unidades, mas no á su naturaleza, la supusieron capaz de vencer á verdaderos buques de combate? Por eso fué tan terrible la sorpresa; por eso, al brusco despertar de un sueño delicioso, se confundieron en horrísona armonía la inculpación del compatriota y la alabanza del extranjero, la injuria del hermano y el panegírico del enemigo, la imprecación española y el hurra americano. En Cuba éramos más fuertes. Circunvalaban la isla una porción de barquichuelos, adecuados al servicio que hasta entonces prestaban, pero que para los efectos de una guerra extranjera podían compararse á una bandada de inofensivas palomas. Un gavilán bastaba para devorarlos. Pocos fueron los que pensaron en el cazador. ¡Claro! ¿Cómo iba España, con motivo de la insurrección, á mantener en aquellas aguas sus grandes buques? Hubiera despertado la susceptibilidad yanqui; hubiera renunciado á la evidencia de sus pacíficas intenciones. Buscábamos la paz, y para caso de guerra la razón, aunque nadie, entonces, quisiera reconocerla. ¿Qué importaba, pues, que los americanos concentrasen y adiestrasen sus Escuadras á la vista de Cuba? Para ellos quedaba la responsabilidad de sus actos; para nosotros, la tranquilidad de la noble conducta. ¿No era ésta la teoría corriente, que me guardo de analizar, aunque muchos la hayan defendido ó criticado públicamente? Pues si al fin conveníamos en que debía marcharse por el camino de la paciencia, ¿por qué culpar ahora á los que, obedientes, no se encontraron en el camino de la victoria? ¿A qué decir que la Marina no se gobierna en las sacristías? ¿Y á qué olvidar el tiempo pasado en que los hoy censores se oponían á la construcción de buques de combate porque los conceptuaban carrozas de lujo donde no debía pasearse la vanidad del pobre? Por mucho que sorprenda hoy, razón había, en parte, para pecar de prudentes. No podían enmendarse, en la hora postrera de la paz, los yerros de medio siglo; no podíamos improvisar las Escuadras que no quisimos nunca tener; no era razonable,' por tanto, que hiciéramos ostentación de nuestra flaqueza; por eso, cediendo á cuanto no dañara ostensiblemente nuestro honor, dejamos que prosperara la astucia yanqui; y así, mientras el Maine, como avanzada de la traición, fondeaba en la Habana, nuestra pequeña Escuadra permanecía en el Mediterráneo y el Vizcaya hacía cortés visita al pueblo que nos colmaba de dicterios. Pero esta templanza llegó á ser, por duradera, intolerable para los críticos de la Marina; y al punto formularon y sublimizaron este sencillo plan: avanzar; y este objetivo simple: dar fin á las inquietudes presentes; recombinar las electricidades opuestas con que estaba cargada la nube tempestuosa; llevar á morir con gloria (y ya sucedería de todos modos) á los pocos que estaban preparados para la lucha. Ellos, los autores del plan, escribirían después un epitafio sobre las aguas del Océano, el mar del combate. Quede sin decir, porque es cosa dificultosa de suyo, si estas proposiciones, que embriagaban á las gentes, pudieron, por su propia ligereza y abundancia, constituir una atmósfera artificial que hubiera de respirarse forzosamente en las alturas. Yo me limito á consignarlas. Ello es que más tarde, con premura, se ordenó la salida de la Escuadrilla de torpederos, una verdadera audacia marinera, que nadie, por supuesto, ha celebrado, y á la que Dios na quiso conceder más gloria que la alcanzada en el penosísimo viaje. También sabemos que se quedó á la mitad del camino, mas no por errores ó deficiencias de los marinos; evidentemente, cuando se sale tarde no se puede llegar temprano. En Cabo Verde se le reunió después la Escuadra de Cervera, é importa consignar que ambas expediciones fueron perfectamente acogidas por la opinión pública. No tuve yo, al menos, conocimiento de ningún reparo que se hiciese á lo que, sin duda, era el primer paso por el camino de la derrota. No hay que olvidarlo, porque algunos de los que más hablaron y aplaudieron piden hoy con arrogancia responsabilidades á los que fueron víctimas de aquellas exigencias; porque ellos, irguiéndose como jueces en empeños de honra, han sido, en parte, los promovedores de la infausta contienda; porque ellos, oficiando ayer de maestros universales, pretenden hoy rehabilitar sus cátedras, caídas en el ridículo, y seguir aleccionando y dirigiendo á quienes empujaron hacia un sacrificio espantoso; porque ellos, al esparcir una mirada por la Península, al recoger los pareceres de las gentes, que ellos mismos formaron, al hacer el análisis de nuestra constitución social, creyeron hallar en todos una serenidad anunciadora de fecundísimos sucesos; una virtud capaz de ejercer á distancia el daño; una facultad misteriosa, pero efectiva, para desarrollar indomables energías; sólo dejaron de ver que era ya tarde para volver á Filipinas, con otras nuevas, las fuerzas que de allí vinieron; no miraron á nuestros Arsenales parados casi y desiertos, á nuestros barcos diseminados pidiendo reparaciones precisas; no observaron que ni en Cuba ni en Filipinas teníamos cañones poderosos que oponer á los americanos y que era imposible fabricarlos ó adquirirlos entonces; no midieron, en suma, nuestras fuerzas ni las de nuestros enemigos, ni supieron, con alardear tanto de su ciencia, penetrarse del verdadero estadojijel espíritu público, que había de caer á la primera contrari^^^-para entregarse á los enconos de la impotencia, nacida del efi(gáí-' ño funesto en que vivieran. Si así no fuese, ¿cómo aplaudir el viaje á Cabo Verde sin la seguridad de que á esos buques se unieran otros? Y pregunto yo á cuantos vieron con alegría esa avanzada de nuestras fuerzas: ¿nadie ha hecho advertencias oportunas sobre el particular? ¿Qué investigaciones practicaron los presuntuosos censores de nuestra Armada? Si las hicieron con fruto, ¿por qué las ocultaron y proceden como si nada hubiesen sabido? Y si nada averiguaron, porque la verdad, cuando es grave, se refugia siempre en el misterio, ¿cómo celebrar lo desconocido? El caso era de los que no pueden juzgarse sin cabal conocimiento y detenido examen; porque aquella Escuadra, lejos de la Patria, más lejos de Cuba que la americana, era allí innecesaria en tiempos de paz, no ocupaba una posición estratégica y hacía, desde luego, un alarde guerrero que tanto se había rehuido. No satisfacía, pues, por sí sola en aquellas islas portuguesas á ningún problema político, estratégico ni económico. Fué, sin embargo, considerada su permanencia en África como un acontecimiento lisonjero. Luis PÉREZ DE VARGAS Teniente de Navio de i." clase. {Se continuará.) k MIS COMPAÑEROS L regresar á España, después de la triste jornada de Santiago de Cuba, hallé una carta del 22 de Abril; es decir, del día siguiente de la declaración de guerra, carta que no pudo llegar á tiempo á mis manos por haber quedado en la Habana detenida por el bloqueo. Es autor de dicha carta el Alférez de Navio retirado D. Víctor Matheu y Zavala, residente en Guatemala, en cuya capital es jefe de una importantísima casa de comercio, ocupando una posición sumamente respetable. Para los Oficiales de mi tiempo es Víctor Matheu una persona tan conocida como sentida cuando abandonó el Cuerpo, donde sus dotes excepcionales hacían esperar de él un Jefe de los más relevantes, pues á pesar de su corta graduación y como Guardia marina se hizo notable en la campaña del Pacífico, desempeñando varias comisiones en Panamá y en el Callao, y últimamente, ya Oficial, en la presa de la corbeta Tornado, siendo siempre el primero donde quiera que estuviese, como lo era de su promoción, á la que pertenezco. Y ése es el hombre eminente que al saber que la Patria está en peligro se dirige á mí, su antiguo compañero, en los siguientes términos: «Acabamos de saber en ésta la retirada de Polo de Bernabé y parece segura la guerra. Mis circunstancias y la necesidad de regresar á este país dentro de un término relativamente corto me hacen imposible el tener la honra de volver al servicio activo de nuestra Armada, como hubiera sido mi deseo; pero en estas solemnes circunstancias para Elspaña debo poner mi vida á su servicio y lo hago gustoso. ¿De qué manera?... Tú me puedes ayudar á verificarlo. Recíbeme como secretario tuyo, ó como quieras, á tu bordo, y dame allí el trabajo para que me consideres más idóneo; quizás te pueda ser útil en trabajo de pluma y te quede más tiempo para atenciones técnicas; he seguido navegando y no extraño el mar y mi salud es tan buena, á Dios gracias, como de joven lo fué. Cuento con fondos para costear mi viaje de ida y regreso y mis gastos personales. La remuneración que anhelo, no solamente por los servicios que pueda prestar, sino por los que ya he prestado á nuestra Patria, es tener la honra de volver á servirla y la satisfacción de hacerlo á tus órdenes. >Si no hay alguna dificultad insuperable para que accedas á mi deseo, contéstame sin demora alguna dándome instrucciones, y si te parece, incluyeme nota ó carta para cada uno de los Coman503 .f •s•^rt'«„,-'" BELLAS ""¡¡v^-a^ f "'''''^^'''^•^^:s^''''^''^^m^^^^^^m^^^'^ ARTES o o < V) (—1 > <: o Q ENTRADA DE ROGER DE FLOR EN CONSTANTINOPLA (CUADEO DEL PALACIO DEL SEX^^á)l^% BELLAS ARTES r C 2, D O > < > r r c w > ü O Francisco Pradilla lo pintó. LA RENDICIÓN D E GRANADA (CUADRO DEL PALACIO DEL SENADO). EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO dantes generales del Apostadero de la Habana y de Marina de Puerto Rico suplicándoles me den facilidades para llegar cuanto antes á tu bordo. »Me es grata la seguridad que tengo de que al servir á España sirvo también á Guatemala, mi patria por nacimiento, pues es evidente el peligro que amenaza á estas repúblicas de nuestra raza ante el avance de los Estados Unidos, sin más escrúpulos que su interés.» La carta que acabo de trascribir es de las que no pueden comentarse, pues dicen más que cuanto pudiera decirse en su elogio. Yo, sabiendo que he de interpretar los sentimientos de todos, he contestado á-nuestro antiguo,compañero en los términos de admiración y respeto que merece tan sublime proceder, en la seguridad que todos los Oficiales de Marina se honrarán en llamar siempre compañero á Víctor Matheu y de que no habrá un hombre honrado eri toda España que no considere una dicha el ser amigo de tan esclarecido patricio, y por mi parte me creo en el deber de poner lo que dejo expuesto en conocimiento de nuestros queridos compañeros de todos los Cuerpos de la Armada. VÍCTOR M. CONGAS Capitán de Navio. Barcelona !.• de Octubre de 1898. (De la Revista General de Marina.) LA DEFENSA T)E BUENOS AIRES A incalificable conducta del Virrey Marqués de Sobremonte al abandonar el año anterior, á la aproximación del enemigo, el puesto confiado á su honor, produjo en el pueblo de Buenos Aires tanta indignación como entusiasmo la que observó el Brigadier de la Armada D. Santiago Liniers, al recoger la bandera que aquél arrojó al lodo, reconquistando del dominio inglés aquella capital, como ya he narrado en artículo anterior publicado en el número 30 de este periódico. ÍCSLCHA M. MAUÍÍA. Caldeada la opinión pública contra el expresado Virrey, hízose eco de ella el Ayuntamiento, convocando el 13 de Agosto de 1806 á una asamblea magna, compuesta del citado cuerpo consistorial, de la Audiencia en pleno, del Obispo, Tribunales, Prelados y vecinos notables, que votaron, á excepción de la Audiencia que se retiró, la destitución de Sobremonte, al par de proclamar Comandante general y Gobernador al heroico Liniers, á reserva de lo que el Gobierno metropolitano resolviese ulteriormente. Liniers rehusó en un principio el tan revolucionario como inopinado mando que se le venía á las manos; pero comprendiendo los males sin cuento que podrían caer sobre aquella colonia, huérfana .de toda autoridad y amenazada además de nueva invasión inglesa, aceptó al ñn tan delicado puesto, aunque con los más pundonorosos reparos y protestando por escrito al Gobierno de S. M. sobre la fuerza mayor que le impulsaba á echar sobre sus hombros tan pesada carga en pro de la salud de la Patria y en defensa de aquellos preciados y remotos territorios. Aclamado Liniers delirantemente por el pueblo en la plaza Mayor (hoy de la Victoria) como su General en jefe é investido tribuniciamente de tal autoridad, se preocupó desde los primeros momentos en poner bajo buen pie de defensa á Buenos Aires, ante la nueva invasión inglesa que se temía, revelándose inmediatamente como un genio organizador y activo adornado de conocimientos técnicos, ajenos á su profesión. Al efecto, hizo importantes obras en defensa de la ciudad y en la fortaleza, cuyo artillado lo mejoró y aumentó; creó una maestranza y laboratorio de mixtos; hizo traer pólvora de Chile, y hasta aprovechó las cañerías conductoras del agua y muchos utensilios de plomo para fundir balas. Por lo que respecta al personal organizó y armó á todos los hombres útiles, así peninsulares como criollos, formando batallones de patricios, arribeños, mulatos, negros, montañeses, andaluces, gallegos, vizcaínos, catalanes y castellanos, así como algunas compañías de artillería y escuadrones de caballería que hacían un total de 7.000 hombres. Los proveyó 506 de insignias, uniformes y banderas para estimularles su entusiasmo y espíritu militar, concediéndoles, á semejanza de los somatene^catalanes y de las antiguas milicias populares, el derecho de elegir por sufragio sus jefes y oficiales, de lo que resultaba una verdadera democracia militar. El primer refuerzo inglés llegado al Plata después de la reconquista de Buenos Aires, consistente en 1.400 soldados, se apoderó de Maldonado y de la isla de Gorriti, en la banda oriental, después de porfiada defensa, derrotando después al Capitán de Fragata Abreu, que al frente de 400 hombres se dirigía temerariamente al primer punto, en el que perdió la vida. Al poco tiempo salió de Inglaterra otro refuerzo de 4.300 hombres al mando del General Auchmuty y después otro más de 4.400 soldados, regido por el General Crawfurd. El Teniente General Whitelocke, con su segundo Gower y á la cabeza de 1.630 combatientes más, fué nombrado General en Jefe de todas estas fuerzas. En los primeros días de Enero de 1807 llegó Auchmuty á Ma'.donado, refrescó sus tropas, las reforzó hasta 6.000 hombres y salió, sin pérdida de tiempo, á embestir la plaza de Montevideo. El 18 desembarcó en el Bucerco, batiendo al desdichado Sobremonte, que se retiró en completa dispersión á Guadalupe. Sitiada la plaza, hicieron una desgraciada salida los Generales Viana y Lecoc al frente de 3.000 hombres. Por último, el 3 de Febrero fué tomada por asalto, después de una honrosa defensa. Indignado el pueblo de Buenos Aires con las desgracias de la banda oriental, se alzó pidiendo la prisión de Sobremonte. El principal fomes é instigador del motín era el fogoso español y alcalde de primer voto D. Martín Alzaga. La Audiencia, y Liniers se opusieron á tal medida, en cuanto les fué posible; pero triunfante al fin la voluntad del pueblo soberano, fué preso Sobremonte en el sitio de Fabra, encargándose la Audiencia del mando político del virreinato y Liniers del de las armas, ínterin la Corona nombraba otro Virrey. Tan trascendentales sucesos tuvieron lugar el lo de Febrero del citado año de 1807. Ya desde mediados de Mayo se hallaba en Montevideo el General Whitelocke, encargado por su Gobierno de la magna empresa de arrancar del dominio español los territorios del Plata. Terminados los preparativos para la invasión hacia fines de Junio, embarcó el expresado caudillo en 80 buques de su nación un ejército de 11.500 hombres, con el que desembarcó el 28 en la ensenada de Barragán, distante 14 leguas de Buenos Aires. Hasta i.° de Julio no pudieron llegar los ingleses á Quilmes, por las grandes dificultades que hubieron de vencer para franquear aquellos terrenos pantanosos; ninguna situación podía ser más favorable para el ataque á los enemigos, pero consideró Liniers qne para efectuarlo necesitaba disminuir su escaso ejército (apenas si llegaba á 7.000 hombres) en una tercera parte á lo menos, en cuyo caso corría el peligro de que, reembarcándose los contrarios, pudiesen interponerse entre él y la plaza, cortándole toda retirada á ésta en caso de un contraste. Concretóse, pues, Liniers á tomar posiciones con su ejército sobre el puente de Barracas, á tiempo que el enemigo se dirigía al mismo punto. Nuestra ala derecha se hallaba al mando del Coronel D. César Balbiani, la izquierda por el de la misma clase D. Bernardo Velasco y el centro por D. Javier Elío; la artillería de batalla y obuses interpolada en la línea, y detrás de ésta el cuerpo de reserva, compuesto de dos divisiones, regidas por Liniers y el Capitán de Navio D. Juan Gutiérrez de la Concha, cuya misión era cargar al enemigo por los flancos. A este tiempo llegaron despachos de la corte nombrando á Liniers Virrey de aquellas provincias, cuya noticia, recibida en tan solemnes momentos, electrizó de entusiasmo al pueblo y á las tropas, lo que dio mayor impulso á la defensa proyectada. En la amanecida del 2 de Julio avistáronse ambos ejércitos, con algún tiroteo de sus avanzadas, y después de varios movimientos de ambos, en los que Liniers ofreció por dos veces la batalla, vinieron á encontrarse en los Corrales de Miserere con la vanguardia inglesa, compuesta de más de 1.500 hombres, los que, parapetados detrás de un cerco de tunas, rompieron un fuego sostenido de fusilería contra 500 de los nuestros, únicos que habían podido llegar al lugar del combate. La proximidad de la noche y el haberse atrasado el resto de las dos columnas pusieron á Liniers en la más crítica situación, por lo que dispuso replegar la artillería, no sin la pérdida de tres piezas que pudieron clavarse. Batida nuestra pequeña columna, desparramado y cortado el valeroso Liniers, tuvo que seguir con un trozo de caballería por callejones que le apartaban de la ciudad y pasar la noche en una casa de campo, con grave peligro de caer en poder del enemigo. Esta ventaja costó á los ingleses más de 300 hombres entre muertos y heridos. Nuestra pérdida fué mucho menor. Al amanecer del día 3 se trasladó nuestro caudillo á la Chacarita, y sin perder un momento á la ciudad, en la cual ya habían entrado las demás tropas que, conforme al plan trazado, fueron distribuidas en las azoteas de las casas de la plaza, cuyas avenidas se hallaban defendidas por trincheras y buena artillería. Al- EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO gunas tropas ligeras y de voluntarios patricios, desplegadas en guerrillas, hacían el servicio avanzado en los suburbios. Al Capitán de Navio Concha, con 400 marineros, se le encomendó la defensa del Retiro, y la compañía de granaderos del tercio d e Galicia se situó en la plaza de toros. En lai tarde del propio día se presentó un parlamentario de Whitelocke, haciendo algunas proposiciones á que se respondió lo verificase p o r escrito, lo que tuvo lugar en la misma noche, intimando la rendición discrecional de la plaza y de su guarnición sin otras concesiones que el respeto á la religión y á las propiedades privadas. El esforzado Liniers contestó con energía al General inglés que no escucharía proposición dirigida á rendir las armas, hallándose dispuesto con las tropas de su mando á morir en defensa de la Patria antes de entregarse. No fué ésta, por cierto, una de tantas arrogancias hueras que, si no se hacen efectivas, ponen en ridículo al que las produce, á las tropas que le obedecen y aun á la misma nación de que dependen. El insigne marino no habló en balde, como se verá más adelante. El día 4, en que sólo hubo algunas escaramuzas entre las avanzadas de los beligerantes, lo aprovecharon los defensores en levantar nuevas trincheras y abrir profundas zanjas en las bocacalles afluentes á la plaza Mayor, haciendo subir á las azoteas las piedras extraídas del pavimento y gran cantidad de granadas de mano y frascos de fuego. En la tarde del mismo día 4 volvió el caudillo inglés á intimar la rendición, ya bajo honrosas capitulaciones, haciendo ver lo inútil del derramamiento d e sangre, dada la gran superioridad de su ejército y el poderoso tren de sitio de que disponía ante una ciudad abierta, de inmenso perímetro y mal guarnecida por tropa irregular ó miliciana, pues de 7.000 hombres disponibles sólo se contaba con 800 soldados de línea y 400 marineros como ejército disciplinado. Esta segunda intimación fué rechazada al igual de la primera y en idénticos términos de honor y de entereza, propios d e soldados españoles y del caudillo que los mandaba. Llega el día 5 de Julio, de eterna recordación para Buenos Aires. A las seis d e la mañana empezó el más formidable ataque por el Retiro, que no tardó en hacerse general en todas partes: más de tres horas sostuvo Concha aquella posición con sus 400 marineros, contra 2.000 ingleses que le acometieron por varios puntos; fueron muerto el Alférez de Fragata Rivas y heridos gravemente los Tenientes de Navio Lasala, Leal, Correa y el Alférez Villavicencio. El Capitán de Navio Concha recibió un balazo en el sombrero y otro de rebote en la espalda, que le lesionó profundamente, habiendo perdido más de 200 hombres entre muertos y heridos, sin poder hacer uso de la artillería por haber agotado las municiones, y quedándole solamente unos 600 tiros de fusil, intentó abrirse paso y ganar la plaza, lo que no pudo realizar por hallarse cercado de enemigos, teniendo al fin que rendirse, después de parlamentar, bajo las más honrosas condiciones. Los combates en los demás puntos de la ciudad nos eran muy favorables, siendo considerable el número de muertos, heridos y prisioneros que se hacían al enemigo en las calles y dentro de las mismas casas. Esto no obstante, logró Crawfurd apoderarse con 1.000 hombres del convento de Santo Domingo, desde cuyas eminencias hacían un fuego vivísimo, que era contestado vigorosamente por la artillería del fuerte y la fusilería de las azoteas. Así que Liniers vio algo quebrantada la posición enemiga, intimó la rendición al General inglés: contestó éste Heno de arrogancia que, bien lejos de entregarse, iba á avanzar á la bayoneta sobre nuestras trincheras. En vista de tal respuesta se reanudó el ataque al convento con tal furia que antes de la hora se había rendido á discreción Crawfurd con 900 soldados. Algo se reanimó Whitelocke cuando supo que la columna destacada á ocupar el monasterio de Santa Catalina lo había ejecutado con tanta rapidez que ,las religiosas no habían tenido tiempo de huir, sino de encerrarse en una pieza; mas éste fué un efímero triunfo y un consuelo muy pasajero para los ingleses, que se les acibaró con el total descalabro de la columna destinada contra el convento de la Merced, la cual fué copada por las tropas que tenía inmediatamente á sus órdenes el heroico Liniers. Ambos ejércitos seguían combatiéndose con el mayor encarnizamiento; el empeño de la resistencia crecía en proporción de los obstáculos del ataque; todos parecían resueltos á morir antes que ceder; hasta el bello sexo tomó parte en la refriega, arrojando desde las azoteas y balcones, al paso de los ingleses, cuantos objetos pesados habían á la mano, y también aceite y agua hirviendo. Más de 1.000 prisioneros con 115 oficiales de todas graduaciones, entre ellos un General, y cerca de 2.000 hombres entre muertos y heridos, hacían presumir una pronta terminación de aquel sangriento choque. Nuestras pérdidas, también muy considerables, alcanzaban á 302 muertos y 514 heridos. En tales circunstancias y aprovechándose Liniers del desaliento introducido en el campo enemigo, intima la rendición á Whitelocke bajo las condiciones de la evacuación total de los territorios del Plata, incluso, como era consiguiente, la restitución de la plaza de Montevideo y entrega recíproca de todos los prisioneros. Al día siguiente, 6 de Julio, el General enemigo contestó á las proposiciones de Liniers, no aceptándolas y proponiendo una suspensión de armas para recoger los heridos. El objeto no era otro que ganar tiempo para reunir sus dispefsos, mientras se incorporaba una división q u e había dejado destacada sobre el puente del Gálvez, y hacer en seguida un esfuerzo decisivo para disputar la victoria. La contestación de Liniers f)jé concederle quince minutos para aceptar las proposiciones: cpifjo pftsase este tiempo y el inglés nada dijese, se reanudaron l^s hostilidades, que sólo duraron una hora, pues Whitelocke mandó un parlamentario aceptando de plano las condiciones del vencedor. En la tarde del mismo día se ajustó la capitulación, y al siguiente el General del Ejército de tierra y el Almirante Murray ratificaban la capitulación celebrada el día anterior, señalándose el plazo de dos meses para su completa ejecución, incluso la e n trega de la plaza de Montevideo en el estado en que la habían encontrado. El estampido de los cañones y repiques de campanas anunciaron al pueblo y á las tropas la terminación de la lucha y el gran triunfo que acababan de obtener, merced á sus varoniles escuerzos, guiados j conducidos por el denodado Liniers. Casi toda^ las casas de los suburbios habían sido saqueadas por los invasores y todos los edificios estaban acribillados de balazos; pero dábase todo por bien empleado en la embriaguez de la victoria. Si Liniers fué implacable mientras el enemigo conservó las a r mas en la mano, llevó su clemencia al más alto grado en cuanto aquél las depuso. Digno de ser reproducido es el último p á r r a ' o del parte oficial que dirigió al Principe de la Paz. Decía así: *A las escenas de horrores de la guerra sucedieron las de ur»banidad, en el mayor esmero el cuidado de los heridos: visité »los Generales ingleses, los que me pagaron la visita y admitie>ron un brillante convite á que concurrieron todos los Jefes d e »los Cuerpos, Magistrados, Prelados y empleados, con los princi»pales vecinos del pueblo. El General Whitelocke me hizo l a d e •mostración que, no hallando cómo manifestar su agradecimiento »á la generosidad que había usado con sus prisioneros y huma»nidad con que había tratado los heridos, me suplicaba aceptase '»una espada en testimonio de ello, de lo que daría parte á su »corte; correspondiendo á esta fineza con varias preciosidades de •historia natural, lo que espero merezca la aprobación de V. A. S r »en quien resplandecen, como en todo buen español, las cualida »des de cortés y de valiente.» Una defensa tan obstinada y valiente, un triunfo tan glorioso y unos laureles tan ilustres, arrebatados de la arrogancia británica, llenaron de júbilo á toda España. ¡Loor al insigne marino! Hoy todo es tristeza y humillación para nuestra infeliz Patria. JOAQUÍN M . L A Z A G A General de la Armada. cixj-Esrd'o ARA más bonita que la de Gloria era difícil de encontrar... ¡Qué ojazos negro-!, llenos de luz y dulzura! ¡Qué perfil más correcto! Era la boca un~poco grande, como si la naturaleza la hubiese formado así para mostrar fácilmente el tesoro de perlas que guardaba; la narii perfectamente delineada; la hermosa frente orlada de multitud de rizos de u i cabello castaño abundantísimo... De mediana estatura, pero esbelta, graciosa y bien modelada. Las privaciones, el trabajo constant; y los disgustos no habían podido imprimir en aquella encantadora fisonomía el sello funesto de la demacración; estaba, sí, pálida, pero con una palidez transparente y deliciosa que era un nuevo atractivo... De todo lo que hubiera podido afearla resultó triunfante y vencedora la juventud... Gloria llevaba su nombre en la cara ¡Lástima que tan gentil figura se disfrazase con aquel u?ad3 vestidi11o de percal negro y aquel velo de indefinible color y aquellos zapatitos tan pardos! Subía la penosa cuesta de la calle de Atocha acompañada de su padre, un pobre hombre agobiado mis que por la edad por los sufrimientos. —Hija mía, aquí vive nuestro personaje—dijo, deteniéndose ante el gran portalón de una elegante casa —Este debe ser su coche; tal vez vaya á salir. Escucha, Glorita, es mejor que suba yo solo... Tú me esperas aquí mismo, en la puerta, ¿entiendes? Presumo que mi visita no ha de ser larga. —Está bien, papá... Y no seas como siempre tan apocado y tan... 507 fet MUNDO ÑAVÁi ÍLUSTÍÍADÓ Habíale al alma, recuérdale vuestra antigua amistad, explícale bicft tu situación... El padre hizo un movimiento de cabeza, como indicando que ya sabría él hablar cuando llegase el caso; penetró en el portal y comenzó á subir las escaleras. Las bajaba ya el personaje, cuando se tropezó de manos á boca con el padre de Gloria, el cual le gritó echándole un brazo por el hombro: —¡Manolito! — ¡Eh! ¿Quién es usted? —Julián Cervera, Cerverita, tu inseparable compañero de colegio. — ¡Ah! ¡Diablo! ¿Conque eres tú.''—preguntó el magnate, midiendo de arriba abajo con los ojos al antiguo camarada y fijándose en el deterioro de su traje. - ¿De dónde sales ahora? Después de tantos años... Francamente, si no dices tu nombre me hubiera sido dificilísimo reconocerte... Estás hecho un viejo... —En cambio, tú pareces un pollo, á pesar de que me llevas tres años. —No te invito á que en ti es en mi casa porque tengo mucha prisa; voy al Congreso. —Bueno, no importa. Lo que tengo que decirte se puede reducir á muy pocas palabras... y aquí ó allá arriba, lo mismo da. Chico, estoy con el agua al cuello.,. Hace un año que me dejaron cesante y tres que me quedé viudo... La larga enfermedad de mi pobre mujer acabó de arruinarme. ¡Un verdadero desastre, Manolito! Manolito comenzó á bajar las escaleras y Cervera le detuvo en el primer descanso para continuar diciendo: —Ya comprenderás que en casos así, tan angustiosos, es cuando se acude á los amigos, á los verdaderos y antiguos amigos de la infancia... Tú puedes hacer ahora para mí el papel de Providencia, ser mi salvación reponiéndome en mi destino. —¡Si supieras qué difícil es eso! — ¿Para ti, que eres uno de los prohombres del partido gobernante, y que hasta se te ha indicado para una cartera? — Eso es lo que todo el mundo cree, que no hay más que coser y cantar... Pero no sabes los compromisos que tengo y las dificultades con que se tropieza para conseguir un miserable destinillo de rail pesetas... —¡Manolo, por Dios! Mira que si me desahucias me hundes en la más espantosa miseria... No sé lo que será de mí, porque he llegado ya al fin de lo último... ¡Haz un esfuerzo por tu pobre amigo! —No se me ocurre nada ni sé qué hacer para remediar tus males, créeme... Llegas en la peor época, cuando precisamente se están suprimiendo plazas y haciendo economías. El personaje bajó unos cuantos escalones, y el mísero cesante le siguió, deteniéndole de nuevo. —Escucha—le dijo.—No es posible que te hayas hecho cargo de lo r^j, que para mí representa tu negativa... A nadie conozco más que á ti ^ que pueda favorecerme... De algo ha de servirme nuestra antigua • ^ amistad, el cariño que mutuamente nos profesábamos de niños... ¿Te pf; j _ J acuerdas de aquel día en que hicimos novillos, yéndonos á coger al..ly» T Í ' & Í ^ mendrucos verdes al Retiro, allá por detrás del Observatorio? ¡Cuan^*Sj^|^ tos años han pasado! Tú estás ahora en la opulencia; yo soy casi un mendigo... Sé bueno para mí; un poco de caridad... ¡No hagas que me entregue á la desesperación! Manolo, acuérdate de que tu madre me quería mucho, y de que si viviese la pobre me recomendaría á ti... Manolo se encogió de hombros y continuó bajando la escalera, seguido siempre del cesante. —Me ofendes—le dijo—al suponer que no quiero: es que no puedo, así como suena. He gastado por completo á mis amigos del Gabinete... Dssde que he salido diputado no me dejan vivir con absurdas pretensiones los de mi distrito, y á éstos no hay más remedio que atenderlos... Habían llegado á la puerta de la calle y disponíase el hombre de influencia á subir al carruaje, cuando fijó su mirada en el hermosísimo rostro de Gloria, que al ver á su padre triste y cabizbajo se aproximó á él con solícito cariño. El respetuoso lacayo, sombrero en mano, había abierto la portezuela del coche, y esperaba á que subiera su señor; pero éste quedóse mirando á Gloria, sin moverse, como fascinado... —Es mi hija—le dijo el pobre cesante, á quien ahogaba la pena. Nada contestó el magnate; parecía clavado eñ el suelo y continuaba mirando de hito en hito á Gloria, la cual sintió una bocanada de calor en la cara y bajó los ojos. Aquel tinte carmíneo en que se trocó, sin transición alguna, la mate palidez de Gloria, fué un encanto más, fiel expresión de su pureza de alma; y sabido es que los libertinos, los que únicamente buscan en la mujer la torpe satisfacción del deseo sensual, adoran sobre todas las cosas la inocencia, por el solo placer de destruirla. El prohombre político, en cuyos ojos fulguró una mirada de sátiro al contemplar tan seductora niña, sonrióse por primera vez y, acercándose al grupo que formaban padre é hija, dijo ú su amigo de la infancia: Oye... se me ocurre una idea... Ahora recuerdo á una persona influyente que me debe favores y á quien hoy mismo hablaré. Es nuestro hombre... Cuéntate colocado, Cerverita —Se me ocurre á mí otra idea—le contestó por lo bajo el pretendiente,—y es... que eres un canalla, que te desprecio y que me creería deshonrado volviendo á saludarte... Y cogiendo á Gloria del brazo, se alejó sin volver la cabeza. RAMIRO BLANCO Madrid 1897. 508 Real. . ORRÍAN por ahí voces de que esta temporada íbamos á ver bastante puestos vacíos en el regio coliseo, porque la época no podía dar de sí muchas bienandanzas y prosperidades, aun tratándose del primero de los teatros españoles donde se rinde culto al divino arte. Afortunadamente, tos que así auguraban no han adquirido por ahora fama de profetas... La función inaugural ha sido un brillantísimo prólogo, y con utilizar la frase de rúbrica diciendo que la sala «ofrecía el aspecto de las grandes solemnidades», nada más hay que añadir. Quien, desconociendo el temperamento español, hubiera presenciado aquel lleno completo, aquel regocijado público de palcos, butacas y paraíso que acudía á saborear la hermosa partitura de Los Hugonotes, quedaríase admirado, sospechando que todos habrían probado la mitológica agua del Leteo para olvidar por unas horas las desdichas que pesan sobre nuestra pobre España y entregarse libremente á su pasión por la música. Un revistero de salones cogería ahora la ocasión por los cabellos (si es que positivamente no es calva) para llenar sendas cuartillas con los nombres de las aristocráticas familias de todo el Madrid conocido que se dio cita en el Real la noche del 5 del corriente; pero como yo no pertenezco á ese honorable gremio, he de limitarme á consignar que estaba allí la flor y la nata de la gente cortesana y la de los buenos aficionados, esos que bullen en las alturas constituyendo un jurado inteligente, muy temido d e los artistas. Lástima es que al público no se le puedan hacer cargos h priori, dándole á entender lo justa que ser/a su'benignidad en funciones inaugurales; rara es la temporada en que no se presente por primera vez en aquellas tablas algún artista aún no «catado» (valga la frase), y más raro es que esos artistas no pierdan con la emoción una buena parte de sus facultades, que han de brillar seguramente en las sucesivas representaciones, cuando ya van entrando en caja y pierden el miedo. Todos los años se registran casos así, en que los exigentes han tenido que rectificar juicios formulados muy ligeramente en una primera audición. Esto se me ocurre á propósito del tenor Masin, aún no muy conocido en Madrid, que estuvo en Los Httgonotes bastante desgraciado, y no ufia vez sola. Con todo, hago mías las palabras del distinguido crítico de El Imparcial, «hay que oírle de nuevo y entonces podremos juzgarle con perfecta conciencia». Tampoco el Sr. Vidal petó al público en su papel de Saint-Bris, y mucho ms lamento de que no pueda aplicársele con fruto el procedimiento aconsejado para avalorar los méritos de su compañero de infortunio. Salí ya del paso en lo que se refiere á los puntos negros en la interpretación de la famosa obra, y bien sabe Dios que entro con júbilo en el período de las justas alabanzas. Bien merecedora de ellas es nuestra compatriota Matilde de Lerma; si ya en su breve carrera artística no se hubiese colocado por derecho propio entre el número de las primeras tiples por la potencia y hermosura de su voz, por su valentía, por su seguridad y delicadeza maravillosas y, en ñn, por su verdadero talento artístico, hubiera bastado oírle cantar Los Hugonotes para que el público madrileño le concediese el diploma por unanimidad. Hizo, á no dudarlo, una Valentina que nada tenía que envidiar á las que han personificado las primeras estrellas del arte lírico en el propio escenario del Real. Huelga decir que su presencia en las tablas se señalaba por un aplauso nutrido y continuado; especialmente al final del acto segundo, llegó al delirio el entusiasmo del público. Hay que felicitar á Fidela Gardeta, tanto por el restablecimiento de la penosa enfermedad que sufrió, como por no haber perdido por esta causa sus excelentes facultades; es artista muy estimada del público, que domina la escena y que siempre es aplaudida; hizo un Urbano muy guapo y simpático, cantando con mucho amere el rondó del acto segundo. EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO MARINA TTI DE GUERRA ESPAÑOLA í;jr:t-fvs^r-r'^ CRUCERO «PRINCESA DE ASTURIAS» DENTRO DEL DIQUE: CENTR/'.NDOLO PARA ACHICAR EL A(,UA CRUCERO «PRINCESA DE ASTURIAS» DENTRO DEL DIQUE: COLOCANDO HÉLICES EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO La Sra. Galvani contribuyó mucho al buen conjunto de la interpretación, haciendo gala de su agilidad de garganta en el difícil papel de Margarita. Blanchart nos demostró una vez más que es un artista de cuerpo entero, mejor dicho, un maestro de canto en toda la extensión de la palabra. Riera cantó el /¿//la/á maravilla. El veterano Goula, inimitable; su batuta comunica á la nutrida y bien afinada orquesta el brío y la inspiración de que él se halla poseído. Los coros, bien. Aparte de los lunares apuntados, ¿puede decirse en justicia que dejó que desear el conjunto? No lo estimo así, aunque mi voto no sea de calidad. Si hubo algo que lamentar en la representación de Hugonotes se resarció el público bien cumplidamente con la de Tannhauser, la más popular y mejor saboreada de las obras de Wagner. Todo el mundo salió satisfechísimo de la audición, sin que nadie tuviese frases más que de alabanza por la perfecta interpretación debida á los artistas que en ella tomaron parte, y por el esmero de la empresa en presentar la grandiosa ópera con «todas las reglas del arte». Debutó en Tannhauser, con la parte de Isabel, una tiple muy guapa, muy simpática, que posee una voz espléndida y que sabe cantar. La Sra. Gilboni, á pesar del apellido italiano con que se anuncia en los carteles, es compatriota nuestra, y hace pocos años obtuvo el primer premio de canto en el Conservatorio, haciendo uso entonces de su derecho á presentarse en el escenario del Real, como tantas otras que luego no dejaron rastro de su nombre. Por fortuna, aquella esperanza del arte se ha convertido en hermosa realidad, y terminada su educación artística en Italia, vuelve hoy triunfante al mismo teatro donde inauguró su carrera ante un público indiferente. Su brillante debut en Tannhauser la habrá llenado de noble y legítimo orgullo. ¡Es tan difícil dominar al monstruo! El gratísimo ruido de los aplausos que acariciaron sus oídos en la pieza de salida, en el dúo y concertante del segundo acto y al final de la plegaria (cantada con exquisita delicadezaj le hicieron, sin duda, comprender que se había ganado de una vez las simpatías del descontentadizo público del Real. La Srta. Fons, que interpretó muy propiamente el papel de Venus—¡estaba guapísima como siempre!—desempeñó su cometido á perfección; no menos afortunado el tenor Angioletti, oyó nutridos y entusiastas aplausos en el dúo del primer acto, la trova y el concertante del segundo y el raconto. Blanchard (Wolfram), Calvo, Oliver y cuantos cantaron la obra fueron muy celebrados con justicia. Comedia. #n¿,. Una gran parte del público fué al estreno de La comida de las fieras con la esperanza de que su autor seguiría encarrilándose por la senda que emprendió al escribir y estrenar con notorio éxito El marido de la Téllez, dejándose de rotura de moldes y otras zarandajas modernistas. Y no tardó aquel respetable público de los estrenos en convencerse de que el Sr. Benavente ha dado un salto atrás hacia Gente conocida, con la circunstancia agravante de que su última obra vale menos y es menos comedia que la primera. Como el Sr. Benavente siga empeñándose en hacer escenables articulitos del j5/<7«írí'j Negro, te.n'g's. entendido que jamás será autor dramático; y ya que, por ahora, se le nieguen aptitudes para serlo, no se le puede negar el mérito de conseguir, mediante los discreteoi de frase y el ameno picadillo del diálogo, que el público no se ponga á bostezar á mandíbula batiente, que á ese extremo podrían llegar las cosas. Se busca en La comida de las fieras el interés, se busca la acción, y no se los encuentra por ninguna parte; hay que conformarse con pasar el rato oyendo unas cuantas chirigotas, soportar la intervención de una nube de personajes secundarios que apenas se llega á conocer de vista y esperar pacientemente á que se termine la que parece interminable chismografía y con ella la obra. Hay muchas personas á quienes, así como al inolvidable Toreno \cjeventaba la jevolución, les revientan los chismes, y yo tengo el honor de contarme en el número de esas personas; voy á buscar al teatro, cuando me prometen una comedia hecha y derecha, algo que despierte mi interés y me haga sentir, y cuando lo que allí me presentan me es antipático, claro es que no me satisface, como les sucederá seguramente á muchos señores del margen, que no tendrán la comodidad de decir Jas cosas tan claras como yo. El modo de ser del correveidile y chismoso, ó la voz de Madrid, como á sí mismo se llama el personaje admirablemente interpretado por Agapito Cuevas, está fuera de toda realidad; como no hay regla sin excepción, tal vez discurra (no lo sé, aunque lo dudo; por esos salones madrileños alguno de esos tipos para quienes constituye la mayor de las delicias el enterarse de lo que no le importa, con el fin de contarlo al oído de todos sus amigos, siendo, no obstante, personas cultas, de talento é ilustradas; pero conven510 gamos en que ese contubernio de majadería y talento es el mayor de los absurdos, algo así <jue recuerda el monstruo citado por Horacio al comienzo de su famosa epístola. Si el tal personaje no fuese gracioso ni lo encarnase el Sr. Cuevas, hubiera sido inaguantable. Otras figuras de la obra están mejor trazadas, por ejemplo, la del ricacho advenedizo, que hace Donato Jiménez de manera deliciosa; pero cada una anda por su lado, diríase que, divorciadas de lo principal del asunto, como hilos destinadas á tejer un tapiz que nunca acaban de formarse, y les falta la virtud que tanto estimamos en los personajes de las verdaderas comedias, porque los tenemos siempre en actividad, interviniendo directamente en las escenas culminantes y reforzando el colorido y relieve de los protagonistas, no hablando por cuenta propia en escenillas sueltas... Juro en mi ánima que, dejando la interpretación de La comida de las fieras á cargo de una compañía de medianos artistas, no se levanta el telón para el último cuadro; el talento de las Sras, Cobeña, Suárez, Tobar, Alvarcz, etc., y el de Thuillier, Donato Jiménez, Manso, Martí, Altarriba y otros, fué un gran factor para el éxito de la obra, sin contar con que la empresa supo echar el resto en la mis en scene. Presentóse un nuevo actor. Valle Inclán, que hizo lo que pudo para salir del trance. Costaba trabajo oirle; pero es de suponer (jue se le habrá aconsejado un poco más de esfuerzo en la emisión de la voz, y que en lo sucesivo enmendará ese defecto. He oído hatalar muy bien de un drama tendencioso que se está ensayando en este teatro, titulado (si mal no recuerdo) La Muralla. El título parece revelar la obra de algún arquitecto ¿no es verdad.' Pues lo es de un escultor, que con ella hará sus primeras armas en el teatro, tomando, ora la pluma, ora el buril; todo es copiar á la naturaleza. A juzgar por el entusiasmo con que se ensaya y las esperanzas que abriga la empresa, asesorada por inteligentes en la materia, será la obra un acontecimiento teatral, aunque... ¡es tan difícil predecir con acierto estas cosas! El público que asista al estreno apreciará, por lo menos, una novedad: debe aparecer en escena un busto de la protagonista (que interpretará la Sra. Cobeñai, y sé que el tal busto no será de guardarropía, sino un bonito barro cocido (obra del autorj que tiene una gran semejanza con la distinguida actriz. Mucho celebraré que se aplauda al literato y al escultor. Lara. Sin otras pretensiones que las que caben en una obrita destinada solamente á divertir al público en una sección, estrenó Ramos Carrión un precioso juguete titulado El esjejo del alma en el teatro de la calle de la Corredera. El asunto es tan sencillo, y hay tan poca complicación en el desarrollo de la obra, que sólo un maestro como Ramos Carrión, con su gran talento, ha podido subyugar á los morenos é interesarlos, obligándoles á confesar que pasaron un rato delicioso. Aunque se dice que las comparaciones son odiosas, oyendo los chistes cultos é ingeniosísimos que campean en El espejo del alma, no he podido menos de compararlos á los que hormiguean en otras piececillas al uso: frases de doble sentido traídas por los cabellos, gracias que aparecen después de una laboriosa gestación preparatoria y groserías á veces que no sé cómo el público tolera. Si alguien ha de iniciar la tendencia hacia lo culto y verdaderamente cómico, han de ser sin duda los que, como Ramos Carrión, gozan indiscutible prestigio y están autorizados para dar lecciones. Lo malo será que no se aprovechen. Interpretaron magistralmente la obra las Sra;. Valverde, Pino y García Senra y los Sres. Larra, Santiago y Balaguer. Autor y actores fueron muy aplaudidos. N u e v o Teatro. La representación de la hermosa comedia de Sardou Ferreol ó un error judicial ha proporcionado un legítimo triunfo á la compañía que dirige Sánchez de León, y ha venido á demostrar una vez más que no sólo es un excelente actor, sino un inteligente director de escena. Con tal cuidado y con tan gran riqueza de detalles ha sido representada esta ob.'a, que ha superado su éxito al que ya obtuvo en el Teatro de la Comedia. Carlota Lamadrid conmueve profundamente al espectador en la penúltima escena, y Sánchez de León interpreta con tal inspiración el protagonista de la obra, que recuerda los mejores tiempos de nuestro teatro. Mata, en el papel de presidente de la Audiencia, alcanza todas las noches grandes aplausos, y Pastor, que es un joven de mucho porvenir, sostiene el de fiscal con gran dominio de la escena y una inteligencia nada común. El Sr. Domínguez imprime cierta tendencia al melodrama en el papel de Marcial, pero aun prestando algunas tintas siniestras EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO KUENOS AlRl£:;--BAiNCO NACIONAL BUENOS AIRES--MUELLE DE PASAJF.ROS, ADUANA Y CASA ROSADA EL MUNDO NAVAL ILUSTRADO al personaje que representa, se hace aplaudir y tiene momentos felices. Castilla y Mendiguchía admirables, y las Srtas. Moreno, Pueyes y Delage muy lindas y muy discretas. Se preparan estrenos de varias obras, algunas de autores muy aplaudidos. MIjá(9EDÁNEA Apolo. E L CONDE DE IBARRA Hay algo en La chávala, zarzuela estrenada en este teatro, que no acabó de agradar al público; y no es porque carezca de escenas muy chistosas, ni rasgos de ingenio y delicadeza, con sus toquecitos sentimentales, sino tal vez porque despertándose el interés y la simpatía por la protagonista, queda ésta relegada á segundo término, pasando entre bastidores muchos «achares > que el público ha de adivinar. No quiero decir con esto que no sea la obra en cuestión muy superior á otras muchas cuyos títulos han lucido en los carteles largas temporadas y que son muy aplaudidas; también el público aplaudió de buen grado La chávala, aunque la haya juzgado inferior á otras de sus populares autores Fernando Shaw y López Silva. El maestro Chapí escribió una magnífica partitura, no para el público de las galerías, ni aun para la mayor parte del de otras localidades, sino para los pocos que afinan en materia de gustos musicales. ¿Conviene al arte zarzuelero esa tendencia del inspirado maestro? Ya en otras ocasiones he hablado del asunto, y creo que el resumen de todo es dilucidar si el gusto y afición á música más elevada ha de desarrollarse en el público obligándole á entrar por el aro, ó si hay que esperar á que se mejore evolutivamente su cultura musical para ofrecerle con buen resultado esas partituras cuyaj bellezas sólo son hoy capaces de apreciar unos cuantos privilegiados. Los artistas de Apolo cantaron y dijeron muy bien La chávala, gustó mucho la canción andaluza, muy difícil por cierto, que cantó la Bru; un dúo de la Pino y Rlesejo fhijo), que fué r e petido, y otro dúo de. éste con la Bru. El último cuadro tiene un preludio... de primera. Y de primera son también las decoraciones pintadas por Amalio y Busato, que representan la ronda de Valencia, la Fábrica de Tabacos y San Lorenzo. Parish. Sin tiempo ya para hablar de la ópera española María del Carmen, estrenada ayer en este popular teatro, dejo para la próxima revista el emitir mi humilde opinión acerca de ella. MARIÓN L O R B A C ji--~», 13 Noviembre. ^ : ; ^ A N É C D O T A S Y CHISTES HISTÓRICOS Una <jembra> ilustrada. Reñían acaloradamente en un patio de cierta casa de vecindad dos individuos que habían rendido culto á Baco: de las palabras llegaron á las obras, y uno de ellos, en el paroxismo del furor, como notara que la dueña de la casa estaba asomada á uno de los balcones, se dirigió á ella diciéndole: —Seña Josefa, tíreme usted una jerramienta, que voy á echarle fuera las asauras á este hombre. Y la seña Josefa, indignadísima, poniendo los brazos en jarras, respondió con aires de matrona romana: —¿Qué se ha figurao usted, so sinvergüenza? ¿Soy yo acaso Gusmán er Bueno? Pasarse de'listo. Entre varios encargos que hice un día á mi repostero, fué uno que echase al correo una carta. Cuando regresó de tierra, con todos los enea rgos hechos, me devolvió la carta, diciéndome: —No la he querío echa porque compré un seyo, y la estanquera me dijo que le hasían farta dos, porque pesaba mucho, y como no quise que aqueya tía me to.Tiara er pelo, le dije: —¡Eso es! ¿Pesa mucho la carta y toavía le quiere usted pone otro seyo pa que pese más? Me convenció. ¡Buen entendedor! Cierto día cazaron los Guardias-marinas un magnífico albatros en el Cabo de Buena Esperanza, y decidieron regalársele al Comandante. Llamaron á un camareta y le dieron la consigna siguiente: —Lleva este pájaro á la cámara del Sr. Comandante, y dile que haga el favor de aceptarlo en nuestro nombre . El muchacho coríiprendió la cosa tan á las mil maravillas, que le endilgó al Comandante la siguiente relación: —De parte de los caballeros Guardias-marinas, que haga usía el favor de acertar el nombre de este pájaro, GUILLERMO BUTRÓN Sia El Sr. Conde de Ibarra, fallecido recientemente en París, era uno de los cinco hermanos que constituían la empresa naviera Ibarra y Compañía, de Sevilla. Su ameno trato, caballerosidad é inteligencia eran proverbiales, y todo el mundo recuerda los muchos rasgos benéficos de que fué iniciador. Ingeniero peritísimo é incansable trabajador, débele Sevilla no pocos beneficios, y su muerte ha sido sentidísima en la capital andaluza, donde contaba con generales simpatías Tanto en los muelles sevillanos como en otros muchos puertos de la Península, los barcos surtos en ellos izaron bandera á media asta en señal de luto. El Sr. Conde de Ibarra había ido á París con objeto de sufrir una dolorosa y difícil operación quirúrgica, que llevó á cabo con gran inteligencia el doctor americano Sr. Albarrán; pero la enfermedad había tomado ya tales proporciones, que fué inevitable el fatal desenlace. ¡Descanse en paz el ilustre finado y reciba su distinguida familia la expresión de nuestro sincero sentimiento por tan irreparable pérdida! COSMOPOLITAS La maílre.—Jnanito, ¿por que no me has dicho que te habías portado mal en el colegio? Juanitj. - Algunas veces no conviene decir todo á las señoras. Esposa.—^%\Ás, contento con mi nueva doncella? Marido.—Mucho. Esposa.—Me lo figuraba, y por eso la he despedido. * • El viejo millonario.—Si quisiera usted casarse conmigo, me moriría contento. La joveu.—Si se estuviera usted muriendo, me casaría en el acto. Abuelo.—^o te asustes, Paquito; van á dar de comer al tigre; por eso salta y ruge tanto. Paquito.—\0\\\ No le tengo miedo; papá es lo mismo cuando tardan en servir la comida. EXPLICACIÓN DE LOS GRABADOS BANCO NACIONAL DE BUENOS AIRES. - Hállase instalado en el hermoso edificio cuya vista exterior aparece en una de las páginas de este numero. Fué creado este Banco en el año de 1822, denominándose entonces Banco de Descuentos; tomó el título que hoy lleva en el año 1826, y disuelto en 1835, fué reinstalado en 1872. Sus billetes circulan actualmente por todas las provincias de la república. MUELLE DE PASAJEROS. ADUANA Y CASA ROSADA.—El muelle de pasaje- ros de la capital argentina hállase situado al E. de la población, entre el de la Aduana y el llamado de las Catalinas. Arranca desde la Estación Central de los ferrocarriles del Sur. En el fotograbado se ve en segundo término, á la izquierda, la Aduana, y á la derecha otro edificio más elevado y que es uno de los mejores de Buenos Aires: la Casa Rosada ó Palacio del Presidente de la República. NO S S 13EVCTEt.VB]Kr XJOS OS.IOIN'.A.IL.ES MADRID.—Imprenta de los Hijos de M. 0 . Hernández, Libertad, 16 dap.° SOCIEDAD ANÓNIMA SANTA BUREARA FÁBUICA DE PÓLVORAS j PÓLVORAS SIN HUMO DOMICILIO.SOCIAL, URIA, 4 0 , OVIEDO RWRESÍNTANTH GENÍRAI. j r O ^ A . ^ 3 X T I I S r I D E 3 AJIEX.X'SS^A^ Kncarnación, 1 4 , Madrid.