PALACIO NACIONAL.- MANAGUA MADRASTRA (V. HIJASTRO. PATRIA POTES TÁD, SEGUNDAS NUPCIAS.) MADRE (V. MATERNIDAD.) MAESTROS. (V. TRABAJADORES DOCENTES.) MAFIA. Tanto los orígenes de la organización como los de su nombre son oscuros. Existen distintas versiones. Según una de ellas, la mafia proviene de una forma característica de delincuencia que se originó en los latifundios de Sicilia como resultado de los malos gobiernos que actuaron en la isla durante largos períodos de su historia, especialmente durante la conquista napoleónica del sur de Italia. Los dueños de dichos latifundios, para mantener sus privilegios, emplearon alquilones que ejercieran presión sobre los campesinos, manteniéndolos a un tiempo asustados y sometidos. Otros consideran .que los orígenes de la mafia pueden ser situados a mediados del siglo xvín, y los encuentran en una organización política clandestina que nace como consecuencia de estar Sicilia bajo el poder de los Borbones, para luchar contra los-cuales aquélla habría sido creada como sociedad secreta. Sea uno u otro el origen de la mafia, lo cierto es que ella fue adquiriendo por el transcurso del tiempo características propias y evolucionando directamente hasta transformarse en una asociación para el delito. Un complicado código de tradiciones re- gula la mafia, que fue conocido con el nombre de omerta, cuyas reglas básicas son: bajo ninguna circunstancia recurrir a las autoridades; absoluto silencio sobre las actividades que desarrolla; el cumplimiento riguroso de las órdenes; etcétera. El incumplimiento de estas reglas estaba penado con venganzas al infractor y a sus familiares. La mafia fue siempre perseguida con escaso éxito por las autoridades italianas. Al llegar al poder Mussolini, después de 1922, usó sus poderes extraordinarios para terminar con la sociedad. Sé celebra una serie de juicios en los que por métodos expeditivos y sumarios se juzgó a los mañosos. Sin embargo, es de destacar que la dictadura fascista usó de dicho pretexto para terminar con opositores al régimen, honestos sicilianos, que nada tenían que ver con la sociedad. A pesar de la represión, la sociedad todavía tiene vigencia, aunque con posterioridad a la segunda guerra mundial sus poderes en Sicilia se vieron considerar blemente disminuidos. En Estados Unidos algunos creen observar que la delincuencia de origen italiano sigue métodos similares de operación a los de la mafia. Así, el Comité Kefauver —designado por el Congreso para investigar la delincuencia— oficialmente reconoció la existencia de la mafia en 1951. Integraban dicho comité, entre otros senadores, los señores Kefauver (presidente), Tobey, O'Connor y Halley. En la República Argentina se observó un fenómeno similar particularmente entre los años 1932 y 1940. Como resultado de esas actividades se cometieron varios crímenes de resonancia en el país. (J. S. S.) BIBLIOGRAFÍA.—F. M. Crawford, Suthern, Italy and Sicily and the Rulers of the South (1906). — C. Nirri, The Last Strupgle with the Maffia (1933).—Frederic Soudern, Jr,, Brotherhood of Ovil, The Ma/fia (1959). — A . C. Trani, Courí*, Criminal and the Camorra (1912). — Ferri, La lotta contra la majfia in Sicilia, "Scuola Positiva", 1928. — F. Manci, íl problema delío, deünqu^nza in Sicilia, "Scuola Positiva", 1928. --:Alonífl, La camorra, Torino, 1890. -i- Mori, Tra zagare e íoschie. palermo, 1915. — Ñicptrl, Majfia e brigantaggio in Sicilia, Palermo, 1900. — Cutrera, La mafia e i mafiosi, Palermo, 1900. — Ferri, Sociología Criminales. — Alongi, La Maffia, Tormo, 1887. MAGIA, HECHICERÍA, BRUJERÍA Y NI- GROMANCIA (CRIMEN DE) .* SUMARIO: I. Introducción al tema. 1. Magia y religión primitivas. 2. Nigromancia criminal. ll.La hechicería y su castigo desde la antigüedad al siglo XV. 3. La reacción primitiva contra la hechicería. 4. La hechicería en la Biblia. 5. Eí Derecho romano. 6. El germánico y el feudal. '7-8. La persecución de la herejía en la Europa medieval. III. La apoteosis de la "caza de brujas" (siglos XV-XVH) y el advenir de la razón (siglo XVHI). 9. Inocencio VIH y su Bula -"Summis desiderantes". 10. Institoris, Sprenger y el "Malleus". 11. El celo de Institoris y Sprenger en Alemania. Disposiciones eclesiásticas concernientes a] descubrimiento y castigo de la brujería. 12. La "caza de brujas y brujos" en Germania. 13. ídem en Francia. 14. ídem en los Países Bajos,y en Suiza. 15. ídem «n Inglaterra y las colonias norteamericanas. 16. ídem § en Polonia y en Suecia. 17. ídem en Italia. 18. Bibliografía para uso de los jueces de brujos y hechiceras. 19. Caracteres del crimen de hechicería. 20. Rigor procesal contra los acusados. 21. Medidas preliminares, ordalías, búsqueda de la "marca diabólica". 22. El abuso de la tortura. 23. Indefensión del inculpado e insoslayabilidad de la condena. 24. Los impugnadores del procedimiento contra las brujas. 25. La razón se impone. IV. El. crimen de hechicería en España y la América española. 26. La magia en la Iberia prehistórica. 27. El crimen de necromancia en la España visigoda. Concilios toledanos. El Fuero Juzgo. 28. Las disposiciones del Código de las Siete Partidas y su vigencia hasta el siglo xix. 29. Los procesos de brujería en España; 30. El proceso de Zugarramurdi. 31. Las brujas de San Feliú. 32. Las últimas causas de hechicería. 33. Las artes de brujería y su represión entre los aborígenes de Hispanomérica. 34. La * acción de las justicias reales y de la inquisición en tierras hispanoamericanas. V. Conclusión. 35. Intentos hechos-en .el siglo xrx para justificar las antiguas crueldades. 36.Ecos actuales del pasado supersticioso. Introducción al tema 1. La creencia supersticiosa en la hechicería, brujería, nigromancia o magia negra, forma perversa de la magia, cual arte o práctica de causar mal a seres y cosas obrando el hechicero, brujo o nigromante con poderes sobrenaturales propíos o mediante la ayuda de demonios o genios maléíicos pro* Por el Dr. FRANCISCO BLASCO FERNÁNDEZ DE MOREDA. picios a servir los deseos del mismo, se remonta en su origen a la infancia de la humanidad. Lucien Levi-Bruhl, el eminente discípulo y continuador de Durkheim, estudió magistralmente en La mentalité primitive (49* ed., París, 1925} el tema de la magia en las culturas prehistóricas, haciendo por primera vez posible la comprensión del mismo í 1 ). Luego, James George Frazer ha explorado el asunto con profundidad insuperada ( 2 ). De lo por ellos y otros puesto en claro se deduce que en la mente del homore primitivo magia y religión aparecen íntimamente hermanadas, como explicación del mundo que le rodea (mundo regido por fuerzas misteriosas, por espíritus en principio hostiles que lo gobiernan todo: la enfermedad y la muerte, la sequía y el pedrisco, la lluvia y el rayo, la esterilidad y la fecundidad...) y como prácticas o ritos para concillarse-la benevolencia de tales fuerzas o espíritus, y hasta para hacerles servir a sus fines. Ogburn y Nimkoff ( :i ), contrayéndose a la opinión de Webster ( • » ) , afirman al respecto que la religión encontrada en las culturas materiales simples es con frecuencia muy semejante a ¡o que actualmente sé "lama magia. Para Frazer, ésta dio nacimiento a la religión. En cambio, Durkheim mantuvo que el fenómeno religioso surgió el primero, y que sólo por una especie de degeneración, diríamos, aparecieron los poderes mágicos (°). Como fuere, es lo cierto que, a lo que se conoce, la religión no se presenta nunca totalmente depurada de sus remotosc caracteres mágicosincrético-fetichistas ( ); y 'que si, con Ogburn y Nimkoff, cabe decir- que una descripción de la organización de las religiones primitivas no es adecuada sin una nota sobré ''el Jefe religioso, conocido como el curandero o el hechicero, primitiva imagen del sacerdote, investido de la misma categoría que el jefe o cacique, considerado uno de los primeros jefes por que en él se encuentra especializado el poder de tratar con lo sobrenatural ( 7 ), también ha de reconocerse, con Weber, el influjo supremo del consorcio entre el magismo primitivo y la primera organización racional de la economía, de la sociedad y del Estado, en la determi(1) Vid. Alfred Weber, Historio de la Cultura, versión española de Luis Recasens Siches. México, D. F., 25 ed., 1943. pág. 28. nota 6. (2) J. G. Frazer, La rama dorada. Magia y religión, trad. castellana, México, IX. F., 1944. (3) William P. Ogburn, Meyer F. Nimkoíf, Sodoloflio, trad. de la 2» ed., por José Bugeda Sánchez, Madrid, 1955, pág. 592. (4) Hutton Webster, Mapic: A Sociological Stuíu, Staníord University Press, 1948. (5) Alfredo Povtóa, Sociología.. 3» ed., t. II, Córdoba, 1994, Pág. 783. («) A. Weber, op. cu., pág. 12. (7) Ogburn y Nimkoff, op. oU,, pág. 593 y sigs. nación de toda la. manera de8 ser interna dé las primeras altas culturas ( ). 2. Ahora bien; si en la religión y magia primitivas socialmente aprobadas, las prácticas rituales y mágicas están usualmente ligadas del lado emocional a esperanzados esfuerzos para controlar o prevenir ciertos sucesos, y así, verbigracia, en la magia contagiosa para atraer la lluvia se llena una vasija de agua hasta rebosar y en la magia imitativa para desembarazarse de un enemigo se hace una pequeña imagen de él y se la acribilla con un instrumento agudo, entre ciertos pueblos primitivos la magia negra se rníra tal vez algo así como una falsa religión, desaprobada por la religión socialmente admitida ( á ), llegando a constituir un crimen capital si se la utiliza en perjuicio de la comunidad. Y he aquí cómo, en las más lejanas edades, encuéntrase ya configurado y reprimido, por sus perniciosos concretos efectos más que por sus modalidades características, el crimen de hechicería, cuya historia, en base a los documentos que a el se refieren, va a trazarse sintéticamente. II La hechicería y su castigo desde la antigüedad al siglo XV 3. Tal y como acaba de indicarse, la más antigua forma de reacción primitiva contraía magia negra o hechicería se dirige a castigar más los males y daños causados por el brujo o nigromante que el ejercicio de las artes mágicas en sí. Las investigaciones realizadas sobre la vida y costumbres de los pueblos de civilización rudimentaria y aun de otros de más desarrollada cultura, entre los que se cuentan los aborígenes del continente americano —vid. infra número 33—, así lo comprueban. La expresada reacción tuvo el carácter, ya de venganza privada ejercida por el damnificado o sus deudos, ya de venganza pública, cuando los actos imputados al hacedor de hechizos o brujerías hubieren sido gravemente lesivos para el grupo social. 4. En un estadio más evolucionado de la regulación jurídica concerniente a la magia, un texto del Levítico condenó a ser exterminado de entre su pueblo a quien se separare de Dios para consultar a los magos y adivinos, texto en el que se ha visto el fundamento de la jurisprudencia medieval que condeno al fuego a los hechiceros y sus adep- tosC10.). Otro del Éxodo declara: "No dejarás vivir a las hechiceras: si un nombra o una mujer se convierte en adivirío del porvenir o en hechicera, deben morir ape? dreados" ( i ' ) . 5. En el primitivo Derecho romano, has.ta el siglo vii de la fundación de la ciudad, se hallan penados con pena pública, además''del perduellio o "guerra mala", el parri•cidium y otros delitos, las reuniones nocturnas y la hechicería (alíenos fructus Hxcantare, alienam segetem pellicere}. Los medios mágicos para dañar a las personas se identifican con el veneno, quedando así sujetos los maleficios de los nigromantes a los preceptos represivos de la2 Lex Cornelia de sica- ris et de veneficiis O ). En la época imperial, sobre todo .bajo el influjo del cristianismo triunfante, los delitos religiosos, y entre ellos el de hechicería, se incluyeron en la lista de los crimina extraordinaria ( 1S ). 6. Los síglos'v y vi de nuestra era presen(10) Vid. Jutes Ixjiseleur, Les crimea et le» peinet dan* l'antiquíté et dans le» temps modernes, París. Hachette, 1863, pág. 13. (11) Éxodo, 22, J8. Vid. también, Kxodo, 8, 7; Deuteronomio, 18.9; Samuel, 28, 2, etc. Cí. Ladislao Thot, "Lo» procesos contra las brujas", en J. A., t. XXXIII (1930). Sec. dot-, pág. .29. (12) Un texto de Uípiario, un Senado-consulto del afto 17 d. de J. C. y una referencia de Quintiliano (In*t. Qrttt., 7, 3, $ 7) atestiguan el haberse asimilado por una antigua interpretación al veneficium, el ejercicio del arte mágica con fin dañino, imponiéndose a loa culpables la pena de la les Cornelia (Contardo Ferrini, "Ecposizlone «tortea e dottrmale del c\ir. pen. romano", en la ¿Enciclopedia del Oír. pen. ¡tal., dirigida por Pessina, t. I, Müán, 190». pág. 387. Vid. asimismo, Luis Jiménez de Alúa, Tratado de Derecho pena!, t. I, 2» ed., Bs. As., 1957, pág. S75¡ Juan del Rosal, "Principjos de Derecho penal español, t. I, Valladolid, 1945. pág. 197; Franz von Liszt, Tratado de Derecho penal, t. I, Valladolid, 1945. pág. 197; Fran* von Liszt, Tratado de Derecho penal, t. I, 2» ed., trad. de la 18* edición alemana, Madrid, 1926, pág. 75; Th. Mommsen, íiómisches Strafrecht, ed. de Graz, 1955, pág*. 635 y 639; Loisele.ur, op. cit., pág, 72). (13) Jiménez de Asua, op. cit., pág. 277; P. von Lint, op. cit., pág: 75. Entre las disposiciones a que en el texto se alude, cabe recordar las constituciones 49, 5?, 8?, 7a y 9a, del tít. XVIII (De maleficis et mathematicís et ceteri* *iml> íibus), libro IX del Código de Justiniano, dadas contra, los agoreros, magos, astrólogos, adivinadores y hechicero», por los emperadores Constantino y Valentiniano, Teodo- sio y Arcadio, y fechadas en Roma, Aquilea, Milán, Rtmlni y Roma, en loe años 319, 321, 357, 358 y 389 d. de J. C. .Es de destacar que en la 49 de dichas constitución» imperiales, se exceptúan de toda incriminación y cafltigo "los remedios buscados para los cuerpos humanos o lo* encantamientos hechos inocentemente en lugares agrestet,. para que no se teman las lluvias estando maduras ia*. uvas... con cuyas cosas no se perjudica la salud o la reputación de nadie, aprovechando, por el contrario, lov actos de quienes asi obran para que no sean destruido* los dones divinos y los trabajos de los hombres" (Nuílí* vero criminationidus implicando sunt remedia humanl* Quaesita corporibus, auí in agrestibuá locis innocente* aclhibita suffragia, ne maturis vindemiis metuerentur im» ores... quibus non cuiuscunque salus aut exisíimatio lae» deretur, sed quorum profícerent actus, ne divina muñera et labores hominum stemerentur). (C£r. Dr. Ildefonso L. García del Heal, Cuerpo del Derecha civil romano, t. V, BarceJona, 1895, pag.- 453 y sigs., volumen en, el que se reproduce el texto tiel Codej:). Por el contrario, una Constitución bizantina, la LXV (8) A. Wuber, op. cit., pág. 49. Las páginas en que Jos historiadores generales. Jos de la cultura y los de las religiones, aluden concretamente a prácticas y ritos mágicos entre los antiguos caldeos, persas, egipcios, etc., integrarían por st solas una impresiona'nte biblioteca. (9) Qgburn y Nimkoff, op. cit., pág. 593. del emperador César Flavio León Augusto, corrlgló la anterior, sujetando a represión todo hechizo, por negar la existencia de los "buenos encantamientos" y "consi- derándoles a todos perniciosos y falsos a los que parede*' ren bueno" (Ildefonso L. García del Real, op. cit., t. VI en que se compilan las Novelas). Barcelona, 1898, píg, 660. ciaron la aplicación frecuente a hechiceros y adivinos del suplicio del fuego, que se repetiría a lo largo de la Edad Media ( u ), a medida que entre los germanos cristianizados fue prevaleciendo el influjo romano por sobre la tradición germánica, que en un principio .había conminado contra la magia la "pérdida de la paz" (friedlossigkeit), para sustituirla luego con una composición pecuniaria ( 15 ). Bajo las capitulares carolingias, la bigamia, el incesto, los maleficios se abandonaron al poder disciplinario de la Iglesia ( 16 ). Y en esta línea, el viejo Derecho feudal coutumier francés sometió en muchas regiones la magia y hechicería, cual atentados a la majestad divina, a la jurisdicción eclesiástica. Ésta, comprobado el crimen, imponía la "penitencia" que entendía proceder, y en presencia de reos contumaces o impenitentes relajábales al "brazo secular" para que los castigara conforme a la ley del Estado ("). 7. Radbruch-Gwinner (*8) afirman que "desde fines del siglo xn, Alemania y Europa fueron inundadas por una ola de superstición suscitada por formas extraviadas de la ciencia: la astrología, la alquimia y la magia, así xomo también por las creencias vulgares basadas en las antiguas ideas de encantamiento. Era una recaída en la manera de pensar del hombre primitivo que siempre existe en nosotros y que se oculta generalmente en el subconsciente, mas de vez en cuando emerge al plano consciente. Fue la época final de las Cruzadas la que puso en contacto al mundo occidental con el Islam y resonaba todavía la desilusión de la victoria de la Media Luna sobre la Cruz. Y con estos hechos había surgido también la duda respecto a la verdad o a la validez universal de la fe cristiana. La falta de fe había hecho sitio a la stipers(14) L. Jiménez de Asúa, op. v t. ciís., pág. 306. La pena capital aplicada a los nigromantes (Tácito, Atm. 2, 32. 12. 59, 16, 30 y sigs.; Apuleyo,' Apol. 28, 100; cfr. Th. Mommsen, Ro-misches Strafrechts cít., pág. 643, tición. Contemporáneamente, a partir del siglo xm —señala von Liszt ("«*)—, los delitos de hechicería, de delitos contra las personas y la vida, castigados en el Espejo de Sajonia (Sachenspiegel), que redactó Eike von Repgow hacia 1230, con la pena del fuego (II, 13), pasaran a ser también en Alemania delitos contra la religión y por ende de la competencia de la Iglesia, caracterizados por el trato con el demonio y amores diabólicos, así como por repugnantes profanaciones ( 1 U ) , El Papa Gregorio IX envió a Alemania como primer inquisidor a sede apostólica deputatis (-") al célebre monje Conrado de Marburgo, dándole amplias facultades para perseguir a los helajes, bajo cuya denominación quedaban comprendidos quienes hubieren hecho "pacto con el diablo", los cuales debían ser descubiertos y quemados. 8. En el siglo xiv; diversas medidas de la Iglesia y de los príncipes parecen constituir un certero presagio del terrible incremento que en las centurias inmediatamente posteriores alcanzará la persecución dei supuesto crimen de hechicería. Así, el Papa Juan XXII reiteró a los tribunales inquisitoriales la orden de proceder severamentea al castigo de los adeptos a la magia C ). El rey de Francia, Felipe de Valois, se dirigió en .igual sentido a los tribunales laicos. Los sínodos provinciales alemanes (Tréveris, 1310, y Praga, 1349) (22) adoptaron medidas parejas. En 1390, el Parlamento de París reglamentó la jurisdicción de los tribunales seculares para proceder en ¡as causas criminales contra los brujos. Afírmase que en los Países Bajos y en Suiza el castigo de la hechicería fue más benigno, limitándose, al destierro de los.condenados ( 2 3 ). Cabe registrar a lo largo del siglo algunos procesos resonantes en que a los acusados se les imputó el crimen de magia. El primero de ellos fue el de los Caballeros Templarios (1307-1313), a quienes se culpó igualmente de la negación del Salvador y de profanar la cruz escupiéndola en sacrí- nota 2), se aplicó por el fuego (Paulo, 5, 23, 17; cfr. Mommsen, op. y pág. cus., nota 3; I_ García del Real, Cuerpo de Derecho civil romano, t. V, loe. ,cit.), por la crucifixión o entregándoles a las fieras del circo (Paulo 5, 23, 15, 16, 17; cfr. Mommsen, op. y pág. cits., nota 4; I. García del Real, op. y loe. cits.). L,a hoguera acabó por imponerse como el 'suplicio por excelencia para la hechicería y crímenes contra la fe. (15). Wilda, Dos StrajrecM der Germanen, Halle, 1842, pág. 788 y sigs. (16) J. Haessaert, "I.e Droit comparé et la sociologie" (coní. .dictada en la Facultad internacional de Derecho comparado, Luxemburgo, Sesión de primavera, ler. semestre, 17 de marzo de 1959). En el ejemplar mimeograíiado 4ue tenemos a la vista, el dato que sé recoge en el texto -figura en la hoja 6). (17)'Jules Loiseleur, op. cit., pág. 140 y sig. (18) Gustavo Ratíbruch-^nrique Gwinner, Historia de la Criminalidad {Ensayo de una Criminología histórica), trad. del alemán con notas y adiciones de Arturo Majada, Barcelona, 1955; pág. 177. (El título original de esta obra, aparecida después de muerto Radbruch, que no la vio completa-, es el de Ge^chicíUe des Verbrechen [Historia del delito], ed. K. F. Koehlér, stuttgart, 1951.) (18 bis) P. von Liszt, op. cit., t. cit., pág. 294). (19) Bernard Gui, inquisidor pontificio tolosano del siglo xiv, alude en su famosa "Práctica inquisitorial" (Tractatio de practica ofiiciis inquisiíiorm, mss. 121 y 267, 1" serie de la Biblioteca Municpal de Toulouse, III parte del ms. 267, fs. 47-D-48. A; V parte, £3. 85 D-86 A, a "hechiceros que "toman la hostia por materia de sus negros encantamientos". Hay una edición impresa de la mentada obra, bajo el título de Bernardus Guidonis: Practica ittfjuisitionis haeretiee prauiíaíis. París, A. Piecard, 1886). (20) La más antigua inquisición se ejercía por los obispos. El auge peligrosísimo alcanzado en el Mediodía de Francia, norte de Italia y la Europa Centra], por las herejías catara o' albigense, valdense y otras similares, decidió a la Santa Sede a tomar a su cargo por medio de inquisidores delegados de la misma, la represión de las creencias heréticas. Así nació la Inquisición pontificia, superpuesta o substituyendo a la episcopal. (21) Helbing, Die Tortur, Berlín, s/f., t. I, pág. 1M; cfr. L. Thot, trabajo cít. en J. A. cit., Sec. doctr., paz. 34, (22) Ibid., pág. 16. (23) Ibid., loe. cit. I legas ceremonias. En el de Bernard Delicieux, el franciscano que durante casi toda su existencia luchara brava, denodadamente, contra los abusos de la Inquisición de Carcasona en persecución de las herejías catara y valdense, el amigo de Raimundo Lulio, el mártir y santo doctor iluminado, y del celebérrimo médico Arnaldo de Vilanova, el "último gran orador de la Aquitania", como hiperbólicamente le llamó Napoleón Peyrat ( 24 ), figura el cargo de posesión 25y lectura de tratados nigrománticos ( ). Otros procesos inolvidables son los relacionados cotí una curiosa epidemia, la del "baile de San Vito", que se desencadenó en 1374, en Metz, procedente de la otra banda del Rhin, donde se extendiera el año anterior. Los pacientes, que se asegura pasaron de 5t)0, impulsados a girar una danza que les agotaba, sentían horror Invencible hacia los zapatos puntiagudos y de color rojo. Las mujeres, sobreexcitadas por la danza, se entregaban seguidamente a las mayores lubricidades. De Metz y su comarca, la epidemia se expandió por di(24) Napoleón Peyrat;- autor de una Hiítolre des Albi- •geols Incompleta, París, Sandez y Fischbaeher, -1880, fue el historiador amigo de Gambetta, a quien éste aludió, atribuyéndosela,, al pronunciar en uno de sus discursos poütlcos la "famosa frase: Le cléricoUsme: ooici l'ennemi. Hombre de extraordinario saber, ño se caracterizó, en cambio, como les ocurriera a loe historiadores románticos en .«enera!, por la imparcialidad y ecuanimidad de' sus Juicios, ni tampoco por la escrupulosidad critica en el manejo de fuentes documentales. Lo más meritorio de cu obra estriba en la encendida defensa que en todas su* páginas se contiene, de la libertad y de la dignidad del hombre. Y ello basta para que se le deba el más reverente de los recuerdos. (25)~Dícese en el texto del fallo dictado contra Bernard Déllcieux el 8 de diciembre de 1318: "Ad haec Ídem frater Bernardus, contra genérale ordinis sui statutum, quod. ejus transgressoribus nedum excomunicationls sed ettaríj perpetui carceris poet^ara impossit,'sciens statutum hu-~ jusmodi, libellum q«e»w£am nígromanticum habttit, te'- nuit, ac per omnes sai partes pertegit, ejus rutoit continentiam et ad dlstinctionem ipsius aligues dlctones .et liíteros in maroinibws ejus scrtpsit. Libellus autem hujusmodi continet multos characteres, plurima doemortum nomina, modum eos invocandi et eis sacrificia offerendi, per eos et eis medlantibus domos et fortalitia dfruendi, naves submergendi ín mari, magnatum et etiam aliorum amorem ác • credulitatis et exauditionis gratiam apud istos vel illos. nec non mulleres in conjugium et aluer ad actus venéreos habendi, . caecitatem, cassatlonem membrorum, inflrmitates alias ac mortem etiam praesentibus vel absentibus, mediantibus imaginlbus vel alus superstitiosis acti* bus, inferendi et multa mala alia faciendi" (Vid. "Sen* tentia in Bernardum lata", VIH documento justificativo de los publicados como apéndice en la obra "Bernard Délicieux et l'Inquisition aíbigeoise", por B. Haureau, miembro del Instituto, París, Hachette, 1877, pág. 209 y Big. Sobre la vida y proceso de tan interesante figura medioeval, véase también Marguerite Jouve, "Vie hérétique de Bernard Délicicux'*, Etís. Rieder, París, 1931). Traducción: "Asimismo, el hermano Bernardo, contra la Orden general de su estatuto, a cuyos tranagresores im- pone la pena de excomunión y cárcel perpetua, con conocimiento de ese estatrAo poseia libros nigrománticos, a los que leyó por todas sus partes, escribiendo en sus márgenes ^ frases y letras relativas a su contenido y distinciones. Tales libros contienen muchos caracteres, muchos nombres de demonios, el modo de invocarles y ofrecerles sacrificios, para por ellos y por su mediación destruir casas y fortalezas, sumergir naves en el mar, para lograr la fe, el favor y grada de los grandes, para realizar actos venéreos con mujeres casadas y otras, para causar la ceguera, rotura de miembros, otras enfermedades y la muerte, mediante imágenes y otros actos supersticiosos, Mí como hacer otros muchos males...". versas- regiones de los Países Bajos y de la Lorena. Los magistrados actuaron cruelmente contra lo que conceptuaban obra de •brujería. En 1381, la danza de San Vito recomenzó con nuevo vigor en Tréveris. ; Mas aunque, como ya se anotó, los procesos por hechicería tienen su antecedente en las ejecuciones por el fuego de los siglos Vy vi, y con* mayor o menor intensidad se dan en los países cristianos de Europa a lo largo de toda la Edad Media> "su triste esplendor se alcanza en los siglos xv a xvin, prolongándose en casos cada29 vez más raros hasta comienzos del xix" ( ). III La apoteosis de la "caza de brujas" (siglos XV-XVID- y el advenir de la razón (siglo XVIII) 9. El Papa Inocencio VIII, con su Bula Summis desiderantes affectibus del 5 de diciembre de l484, en que con la mayor energía apremiaba a los inquisidores a la persecución de los brujos, instruyéndoles sobre el modo de llevarla a cabo, aparece en la historia como el máximo promotor del hecho de que "durante más de dos siglos, niños y,ancianos, hombres y mujeres, sabios y gente del pueblo, pobres y ricos, feos y hermosos" fueran "llevados a la cámara de tortura y a la hoguera; su número '—sólo en Alemania— se supone fue de varias decenas de millares" ( 2T ). Tal hecho encaja adecuadamente, por otra parte, en una práctica penal imperante en toda Europa hasta la época de las Luces y de la que Edmundo Mezger ha dicho que engendró "en una perversa amalgama de superstición, fanatismo y ansia sexual uno de los cuadros más repugnantes 2que conoce la historia de la civilización" e »). 10. "Hemos sabido —escribía Inocencio VIII a los inquisidores de la fe— que personas de ambos sexos, olvidadas de su salvación, tienen tratos con demonios íncubos y súcubos; las cuales personas, por me* dio de encantamientos, hechizos y conjuros, causan2 la muerte de tiernas criaturas humanas < ») y de crías de animales; descae) L. Jiménez de Asúa, Tratado y t. eit».¿ pal. 309. (27) Radbruch-Gwinner, op. ctt., pág. 178. (3fi) E. Mezger, Tratado de Derecho penal, 29 ed. de la trad. española por J. A. Rodríguez Muñoz, t. I, Madrid, 1946, pág. 52. (29) César Cantú, que estudió con esmero y agudeza la acción del Santo Oficio inquisitorial y la persecución de la herejía y la magia en el Medioevo y en la. Edad Moderna, ve el origen de las malvadas prácticas atribuidas a 12« brujas en la leyenda de Lamia, reina bellísima y esi extremo altiva que se enanioró de Júpiter, despertando los celos de Juno, la cual, en un arrebato de pasión, mató a los hijos de Lamia, asta mandó hacer lo mismo con todos los niños de- su reino. Cuenta K leyenda que Lamia quedó ciega, pero conservaba un ojo en un bolsillo y por gracia üe su divino amante podia transformarse a su antojo. De equi se seguirla la creencia vulgar en mujeres como eUa, ansiosas de placeres • inclinadas al infanticidio, ctmpásdoles la sangra 'a los truyen los frutos de la tierra y también a los hombres y mujeres, así como igualmente a las viñas y los prados; hacen padecer tormentos horribles a personas y bestias; ponen obstáculos a los varones para engendrar y en las hembras para concebir; infligen impotencia a los maridos, y, por último, cometen otros muchos crímenes por instigación del enemigo del género humano ...". Dos dominicos, Heinrich Institoris y Jakob Sprenger, fueron por él especialmente comisionados para poner coto a tales males en los dominios del emperador Maximiliano I. Dos años después, en 1486, ambos redujeron por primera, vez la creencia en las brujas reconocida por la Bula pontificia y ya antes admitida por el pueblo a un sistema científico en su célebre libro Malleus malejicarum ("Martillo de los brujos"), impreso' por primera vez en Estrasburgo (1487) y reeditado veintinueve hasta el año 1669 (30). En tal libro, las ideas falsas ya existentes por separado respecto a la brujería fueron metódicamente reunidas, de suerte que cada parte sirve de fundamento a la que sigue, adquiriendo el todo la apariencia 31 de una construcción científica irrefutable ( ). La brujería había ocupado hasta aquel entonces una posición intermedia entre la infidelidad (falta de fe) y el envenenamiento (Sachénspiegel, lib. 2, art. 13, 7), por ser en parte traición a Dios, en parte .daño al prójimo. El Malleus sabe extraer las últimas consecuencias en ambos aspectos. La brujería considérase en ese libro cual el acto de renegar de Dios, herejía, y como las demás herejías, no es un crimen aislado, sino más bien una secta cuya unión se manifiesta en el aquelarre sabático. En esta secta participa predominantemente el sexo femenino. Sprenger e Institoris aseguraban que la Infamia del comercio carnal con el diablo se encontraba más entre las mujeres que entre los hombres, pues el demonio, a pesar de su doble papel (varón como "íncubo" y hembra como "súcubo")', presentábase preferentemente en forma masculina, Así, el tema principal del Malleus son los amoríos con el diablo. Por razones técnicas subrayóse asimismo en la obra el pe- ligro y daño de las brujas para la humanidad, a fin de traspasar la obligación de castigarlas a la competencia del Estado, de los tribunales laicos, a quienes la magia maléfica había suministrado siempre materia y criterio para la represión del delito de hechicería ( 3 -). 11. El celo de Institoris y Sprenger en el cumplimiento de su misión pontificia en los dominios imperiales, misión para la cual contaron con la ayuda decidida de Maximiliano, reflejóse en procesos y condenas que alcanzaron cifras aterradoras. Por testimonio del segundo de ellos, sábese que en los primeros años de su actuación quemáronse 600 brujos y brujas en el Obispado de Bamberg, 900 en Wurzburgo y alrededor de 1.000 en el Arzobispado de Tréveris, figurando entre los reos miembfos de ambos sexos de las órdenes religiosas niños de 4 a 12 años, estudiantes, etcétera ( 33 ). El ejemplo por ellos ofrecido rinde inmediatos frutos. Por doquiera los procesos y ejecuciones de personas acusadas de he^ chicería se multiplican, ya ante la jurisdicción eclesiástica, allí donde los tribunales inquisitoriales actúan con plenos poderes contra los delitos que afectan a la fe, ya ante la jurisdicción secular. Una y otra parecen rivalizar en encono y saña hacia la brujería. Los tribunales de la Iglesia romana vense espoleados por obispos y papas que completan la obra de Inocencio VIII, renovando sus exhortaciones e instrucciones a aquéllos, tendentes a extirpar una infamia en cuya realidad creen ciegamente. El Papa Alejandro VI —el español Kodrigo Borja— dirige en 1494 un breve en tal sentido a los inquisidores de Lombardía; León X, en 1591, lo hace a los de Venecia; Adriano34 VI, en 1523, al Santo Oficio de Como ( ); el 15 de diciembre de 1588, Agustín Valerio, cardenal obispo de Verona, lanza una pastoral reclamando se descubra y castigue a los brujos y brujas de su diócesis... Los inquisidores de la fe llegan a disponer de más de cien bulas pontificias fijándoles normas para sus actividades represivas. Entre ellas se cuenta la afamada Coeli et terrae creator Deus, de Sixto V, en las nonas de enero de 1535. Gregorio XV dictó aún otra bula relativa a la hechicería en 1623 (™). niño», extenuándoles dándoles el pecho y capaces de transformarse en aves nocturnas, de donde les vino el nombre de "strygas" (Horacio, Poeí. 389; Sereno Sanmonlco, c. 59; Festo) (Vid. César Cantú, Historia Universal, París, Garnier Hnos., s/f., t. V, nueva ed,, pá£. 201 y sies , de la que tomamos las referencias que en este trabajo se contienen. Más fácil le será al lector argen- tino consultar la ed. bonaerense de la misma obra, continuada-Kasta el presenté'por Manuel Blasco Garzón y F. Blasco Fernández de Moreda, t. Vil, Buenos Aires, Editorial Sopeña, pág. 242" y. sigs.). Las "strygas" a que Cantú, Italiano, alude, no cabría incluirlas en el concepto de la "inofensiva-Strusa <j'Je se limitaba a la adivinación" «n Italia, de que había Gwinner (op. cit., pág. 178). (30)- Radbnijch-Gwinner. op. cit., pág. 181. <31.) IWd., pág. 182. ,(32) Ibid., loe. cit. • , . (33) Saint-Edmé, Dictionnalre de la pénalité chez tova lea péuples du. monde connu, París, 1810, vol. V, pág. 384. (34) Señálase como antecedente de dicha bula el hecho de que durante el reinado de Julio U (1503-1513) se había descubierto en Lombardía una secta cuyos iniciados apos- tataban de la fe catóüca, pisando y ultrajando la Cruz, abusando de los sacramentos y cosas a ellos relativas, especialmente del de la Eucaristía. Reconocían al Demonio por su señor y patrono; hacían daño a las bestias, etc. El papa Adriano daba mandato a los inquisidores de proceder con toda energía a la persecución de hechos tales. (35) C. Cantú, op. v t. cit!., pág. 205 y sigs. En cuanto a los príncipes y. poderes seculares, no les van a la zaga en la tarea de reglamentar la acción de sus ministros y de sus jueces cuando entienden confiarles la búsqueda, juicio y castigo de los responsables del crimen mixto de mérito ( 8e ). 12. En Alemania, la Constitutio imperialis Carolina (C.C.C.), promulgada por el emperador Carlos V y vigente desde 1532, impuso la pena capital a quien causaba perjuicios a las gentes por medios mágicos; quien practicaba la magia sin hacer daño a nadie sería castigado con pena adecuada a las circunstancias y conforme al prudente arbitrio del juzgador. Pero, después, las Constituciones sajonas de 1572, difiriendo de la Carolina, estatuyeron la pena de muerte para todos Jos casos de hechicería sin excepción ( 37 ), seguidas por la Fernandina austríaca de 1656 y la Costumbre prusiana de 1685. Se ha de decir que los tribunales no tuvieron nunca en cuenta lo estatuido en la Carolina respecto a la irrogación de daños' como esencial para calificar de capital el crimen de los brujos, bastándoles para descargar sobre él toda la severidad, de la justicia punitiva el hecho del pacto o del comercio carnal que se suponía siempre existente entre los nigromantes y el príncipe de las Tinieblas ( 38 ). Ello, lo mismo en la Alemania católica que en la reformada o protestante donde la histérica caza y quema de los brujos y brujas alcanzó, conforme al que semeja ser común parecer de historiadores y penalistas, proporciones mucho más graves que las que en otros países alcanzara ( 39 ). Millares de hogueras ardieron en villas y ciudades germanas durante los siglos xvi y xvn para40 purificarlas de la lepra de la brujería ( ). 13. Cruelísima íue también la persecución de los hechiceros en Francia desde el siglo xv hasta la época de la Ilustración. En un principio superó en intensidad a la puesta en obra en cualquier otro país. Luego quedaría muy atrás de Alemania en ello í41). Múltiples disposiciones legislativas la promueven y norman. Entre ellas (36) Tal carácter mixto de la nigromancia o hechicería, resultante de concurrir en él tanto los caracteres de los crimina ¿eclesiástico como de los crimina, mere saecularia, reconocióse y mantúvose enérgicamente en el Mulleus, como ya se ha señalado (supra, núin. 10). (37) Las Constitutio Soionicoe Augiutinae, par» TV, const. 2t. instituían la pena capital para cuantos "olvidando su te cristiana" celebraban pacto con el diablo. (38) Radbruch-Gwlnner, op. cit., pág. 182. (39) íbid., pág. 178. (40) En Silesia, sólo en J£51, sufrieron el suplicio del fuego unas 200 personas; 198, en Würtzburgo entre 1627, y 1628 (C. C«ntú, op. t. v loe. cit».). En Tréveris, entre 1584 y 1593, más de 368 reos fueron quemados, catare ellos dos burgomaestres,- muchos senadores, escablnos. religiosas, sacerdotes, etc. Los ejemplos pudieran multiplicarse en larga relación. (Cfr. Joseph.von Gorres, Mvsttfc, Magia und Dámonie (Die chrútliche Mvttifc), pub. por J. Bernhart, Munich y Berlín, 1927. especialmente, pan. MI y sigs., 560 y sigs., 667.y sigs. (41) Radbruch-Gwlnner, op. y loe. cit. encuéntrase una ordenanza de 1493 o "llamamiento del preboste de París" contra "los encantadores, adivinos, invocadores de malos y condenados espíritus, nigromantes y todo género de personas que viven de malas artes, ciencias y sectas prohibidas por nuestra madre la Iglesia". Tres años antes, en 1490, una ordenanza real de Carlos VIII retiró definitivamente a los jueces' eclesiásticos ía competencia para entender en tales crímenes, por lo menos en relación con los seglares. Los hechiceros no ganaron' nada, más bien perdieron, al cambiar de jurisdicción. Los jueces laicos se mostraron siempre más duros que los inquisidores. Sólo aplicaban la pena de muerte y para nada tenían en cuenta el arrepentimiento. La forma de ejecutar el castigo capital decretado contra los brujos y brujas fue varia, según los lugares y el instante. Ciertos parlamentos ordenaban se les ahorcara quemándoseles luego y echando sus cenizas al viento; otros lea hacían quemar vivos. Fue enorme el numeró de ejecuciones. Un Juez del siglo xvi, el de Nancy, Nicolás Rémy, considerado Jurisconsulto y criminalista eminente, en su libro La Démonolütrie, publicado en 1596 con dedicatoria al cardenal de Lorena, decía haber quemado en dieciséis años1 800 hechiceras. "Mi justicia es tan buena —proclamaba— que el año último hubo dieciséis que .se mataron por no pasar por mis manos" ( 42 ). Contaba asimismo que, en 1577, 400 brujas habían sido quemadas por orden del parlamento de Toulouse. Según las referencias de Monstrelet, en sus Chroniques, las prisiones de la ciudad de Arras hallábanse en 1459 repletas de personas acusadas de haber asistido a reuniones sabáticas. El parlamento de Burdeos ordenó en el siglo xvn, sólo en un año, la quema de más de seiscientas. De Enrique IV se dice que hizo, echar al fuego más de 600 sólo en la provincia de Lamourdí 43 ). Todo el reino, escribió Voltaire, a. la vista de una colección de procesos infernales, recogida por cierto conserjero de la gran Cámara del citado parlamento, llamado De Lancre, impresa en 1613 y dedicada a "monseñor Sillery, canciller de Francia", llegó a4 ser vasto teatro de matanzas jurídicas (* ). No es, pues, de extrañar que, cual Rémy, el juez de Nancy relata, los habitantes de "muchas aldeas, espantados ante dos terrores, el de los hechiceros y el de los Jueces, sintieran deseos de dejar abandonadas sus tierras y huir lejos" («). (42) J. Loiseleur. op. cit., píe. «30. (43) Saint-Edmé, op. v t. ett»., pág. 392 y si«.; oír: L. Thot. trabajo 'Cit. en J. A. cit., pág. 38, Sec. doctr. (44) Voltalre. Diccionario, filosófico, VatonoU, V. tan-, pere y Ca, edts., a/I., t. II, pág. 130. (43) J. Loiseleur, op. cit., loe, cit. Procesos célebres en que la acusación de hechicería constituyera uno o el fundamental de los cargos fueron el de Juana de Arco, sólo hasta nuestros días Santa Juana de Arco, quemada viva el 30 de mayo de 1431 en la plaza del Mercado Viejo de Kouen (si, bien su condena fue la obra de un tribunal eclesiástico que presidiera el obispo Cauchen entregado a los ingleses que dominaban parte de Francia); el de Gilíes de Retz o de Rais, uno de los capitanes de la doncella de Orleans, príncipe de Bretaña, señor de Tifaugues y de Chantocé, proceso en el que se acumularon las imputaciones de blasfemia, impiedad, adoración del diablo, sacrificio de niños y casi todas las variedades del delito de nigromancia í 4 0 ), y a quien se condenó al fuego pero no se le quemó vivo, estrangulándosele antes que la llama le tocara, por consideración a su poderosa familia y a la nobleza en general (, 47 ); el de la maríscala de Ancre, Leonor Galigai, la desdichada esposa de Concino Concini, favorito de la reina regente María de Mediéis quemada viva (1617); el de Urbano Grandier, párroco de Saint-Pierre de Loudun, condenado a perecer en el brasero por fallo de una comisión encabezada por el consejero de Estado Labourdemont, juzgándosele culpable de haber hechizado a monjas ursulinas que le .tenían por capellán... Antes de la sentencia, la oficialía de Poitiers declaró debidamente comprobados los caracteres de la posesión diabólica de las hechizadas, y la Sorbona, consultada, se adhirió a tal dictamen. Raro era que el sortilegio no anduviera mezclado con delitos y daños comunes. A fines del siglo xvn hubo en París algo así como una epidemia de envenenamiento. Nadie versado en la historia francesa ignora el escándalo de los venenos que durante tantos años agitó violentamente el corazón de la ciudad y cuyos principales episodios fueron el suplicio de la marquesa de Brinvil(46) Michélet, en su Histoiré de Frunce, t. V, pég. 21J, refirióse asi a los crímenes imputados al B,arba Azul francés: "En la torre de Chantocé, se encontró una cuba llena de huesos calcinados, huesos de niños en cantidad .tal que se presumió podía haber una cuarentena. En la; letrinas del castillo de la Süze, halláronse asimismo, y en otros lugares, por doquiera que él hubo pasado. En todas partes tenia que matar. Eran ofrendas al diablo. Invocaba a los demonios Barron, Oriente, Belzebú. Satán y Belial, pidiéndoles le otorgaran el oro, la ciencia y el poder. Habíale llegado de Italia un joven sacerdote qua le ofreció hacerle ver los demonios; había también un inglés que ayudaba a conjurarles. La cosa era difícil. Uno de los medios ensayados era el de cantar el Oficio de Todos los Santos, en honor dé los espíritus malignos; mas esta burla deí santo sacrificio no'les bastaba, y estos enemigos del Creador tenían necesidad de algc más impío aún, lo contrario de la creación, el ultraje asesino de la imagen viviente de .Dios... Retz ofrece a veces a su mago la sangre de un niño, su mano, sus ojos o su corazón'". Los crímenes de Gilíes de Rais y su proceso se avocaron igualmente con estremecedora elocuencia, por el escritor Jcrriff Karl Huysmans,. en su .célebre novela La ba*. <4T) J. Loi*eleur, op. cif., pág. 229. liers í 48 ), elB establecimiento de la Cámara ardiente C* ), el proceso de la Voisin y sus cuarenta cómplices, entre los que figuraban dos sobrinas del cardenal Mazarino, un nieto de Enrique IV y un mariscal de Francia. La industria de la Voisin no se reducía a vender el famoso "polvo de sucesión", y como sus principales auxiliares la Vigoureux y la Fulastre, estaba asociada a hechiceros, astrólogos y videntes que revelaban las cosas ocultas y procuraban, a quienes recurrían a sus servicios, la muerte de sus enemigos. Para obtener la ayuda del diablo, se decía la misa al revés y una mujer desnuda servía de altar. Dos años después del suplicio de la Voisin, quemada en la plaza de Gréve, en París, el 22 de febrero de 1680, Luis XIV promulgó un edicto por el que renovó las antiguas ordenanzas de sus antecesores contra los magos y expulsaba de sus dominios a cuantas personas se dijeran adivinos. Este edicto, de julio de 1682, marcó el punto de partida de una nueva jurisprudencia en materia de hechicería. De la Carolina, tomó las distinciones para apreciar la gravedad y castigo del crimen. Los artículos 3?, 4° y 5<? prohiben las prácticas supersticiosas, que debían castigarse ejemplarmente según lo exigiere el caso penando con el último castigo tan sólo a las "personas asaz perversas para unir a la superstición, la impiedad y el sacrilegio, o para servirse de maleficios o venenos". Los principios consagrados en' este documento fueron los del parlamento de París hasta la Revolución. Véseles aplicados en 1689, en el proceso de los pastores de la Brie que hicieran perecer ganados con arsénico mezclado con agua bendita y el acompañamiento obligado de conjuros. A unos se les envió a galeras, ahorcóse a otros, no como nigromantes, sino como envenenadores. Y, sin embargo, fu^ por aplicación del edicto de 1682 que el caballero de La Barre fue condenado a que sé le cortara la lengua y se le decapitara antes de ser echado a las llamas por sentencia del parlamento parisién, confirmatoria de la de la senescalía de Abbeville (48) María Magdalena Dreux D'Anbray nació en Parí» el año 1630. En 1651 • casó con el coronel de caballería Mamúas de Brinvilliers. Amante de Sainte-Croix, un aventurero, profesor de equitación, a quien el italian'o EKÍÜ instruyera «>n el arte de los venenos, fue por él instruida en ¿1 mismo, lo que aprovechó para 'envenenar a su padre y hermanas a fin de hacerse con su herencia, así como a otras varias personas. A la muerte de SainteCroix, habiéndose practicado en el domicilio de éste un registro, se descuWrieron las pruebas de los crímenes de su querida. La Brinvilliers .huyó a Londfes. trasladándose luego a Lieja, donde se la aprehendió en un convento en el que había buscado refugio. Conducida a París, confesó en el tormento sus delitos, condenándosela a muerte. El 16 de julio de 1676 se la decapitó en la plaza de Gréve de París, quemándose su cuerpo a continuación. (48) Instituida por Luis XIV para juzgar como tribunal extraordinario a los envenenadores. del 28 de febrero de 1766, sentencia que despertó la indignación de los espíritus cultos del mundo y motivó las valientes protestas de Voltaire. El caballero de la Barre tenía diecinueve años; se le acusó de haber cantado tonadas libertinas en las que se ultrajaban a la virgen y a los santos, sospechándosele vehementemente, además, de haber sido el autor del derribo y mutilación de un crucifijo que había en el puente de Abbeville. Tales hechos podían constituir blasfemia y sacrilegio, mas no el sacrificio unido al sortilegio, que, conforme al edicto de 1682, era lo único que podía castigarse con la pena del fuego. Voltaire pudo sostener con acierto que este edicto no había tendido sino a reprimir hechos perniciosos para la sociedad, y.que los jueces de De la Barre habían invocado una ley no50 aplicable al hecho por ellos incriminado ( ). 14. La persecución de la brujería fue igualmente en esta época muy activa en los Países Bajos y en Suiza. En 1459, multitud de presuntos brujos y brujas fueron sacrificados en Plandes. En Ginebra, cierta vez, en tres meses, condenóse a 300 brujas convictas de su delito (51). En 1652 se encendió la hoguera para Micaela Chaudron, acusada de haber embrujado, por orden del diablo, a dos doncellas ( 52 ). 15. En Inglaterra, la reina Juana fue, en 1417, apresada como hechicera, A la duquesa de Glocester se la acusó de embrujos contra Enrique VI. En la guerra de las Casas de York y de Lancaster (Guerra de las Dos Rosas), uno y otro partido se imputaron recíprocamente el empleo de las artes y poderes de brujería contra el adversario (*&). Enrique VIII en 1541, Isabel en 1559 y 1562, y Jacobo I en 1597, promulgaron severísimos estatutos contra ja hechicería y prácticas diabólicas, calculándose en 30.000 las victimas de su aplicación. Sólo en el siglo xvn se quemó a más de 3.000. El acta número 73 del IX Parlariíento de la reina María de Escocia, prescribió el último suplicio contra los magos y quienes con ellos se relacionasen. Desde la quema de Janet Bowmans en 1572 hasta 1625 en las postrimerías del reinado de Jacobo, registráronse 35 procesos de hechicería en los records de los tribunales ( B *). 1 Los puritanos emigrados llevaron a la Nueva Inglaterra, en su más feroz sentido, la cruenta tradición represiva anglosajona del "crimen diabólico", y las hogueras puri(50) J. tolseleur, op. dt., pág. 231 y sig. La memoria del caballero De la Bañe fue rehabilitada por decreto de la Convención Nacional el 17 de noviembre de 1793. (51) C. Cantú, op. i/ t. cite., pág. 203 y sigs. (52) Voltaire, Diccionario filosófico cit., pág. ISO. (531 I. von Garree, op. ctt.', pág.' 509 (54) Salnt-Edmé, op. cit., pág. 385 y sig.; C. Cantú, op. t. y loe. cita.; L. Thot, trabajo cit. en J. A. cit., Sec. doctr.-,. pág. 36; J. von Corres, o», cit., pág. 538 y slgs. ficadoras ardieron no pocas veces en su territorio, para castigo de los presuntos culpables. Julián Juderías ha escrito páginas, tal vez apasionadas,-per o en el fondo veraces, sobre ello (B5)". El más famoso de los procesos de hechicería seguidos en Norteamérica fue el de Salem, Mass. (1688-1692), en el curso del cual, el juez Samuel Sewal y el reverendo Cotton Mather, pusieron de manifiesto el más ciego de los fanatismos ( 66 ). 16. Segismundo, rey de Polonia, dictó en 1543 un decreto que entregaba al clero la persecución de la hechicería, sancionándola con la hoguera. La pasión pública, sobreexcitada, creía ver brujas por todas partes. Cualquier mujer de avanzada edad que mirase de reojo a algijien & tuviera los párpados enrojecidos, corría riesgo de cobrar fama de serlo ( 5T ). En Suecia fue también activa la caza de brujas. El más importante de los procesos suecos de la índole, tuvo lugar en el condado de Moira, en la Dalercalia, por el que se condenó a muerte, en 1670, a 62 supuestas hechiceras y 15 niños, sufriendo otros reos diversas penas (58). 17. En Italia, la diócesis de Como se destacó en tai orden de cosas: su inquisidor quemó,B9en 1485, 45 inculpados, y Bartolomé Spina ( ) aseguraba que cada año procesábase a más de601.000 personas y se quemaba a más de 100 ( ). En 1515, sólo en tres meses, quemáronse 500 en Genova, regida por el obispo^ su señor. Jacobo Burckhardt señaló en su Cultura del Renacimiento que las regiones más azotadas por esta calamidad resultaron ser, acusadamente, las más próximas a Alemania. No falta, sin embargo, quien afirme que la Inquisición encontró en Italia, mucho antes que en Alemania, una oposición más general y enérgica; y aun cuando la magia negra fue castigada, raramente se llegó a imponer la pena del íuego. Ya a fines del siglo xv sucedió a veces que la multitud arrancara los presos de maños de sus verdugos, camino del quemadero. Pero, sobre todo, se había llegado a formar en Italia un concepto más estricto de la (55) 3. Juderías, La leyenda negra v to verdad histórico, Madrid, 1914; Barcelona, 1917. (56) Arthur MUler ha llevado con talento al teatro el drama'de Salem. Vid. Arthur Miller, Las brujo* 4» Salem, trad. esp. de Jacobo Muchnik, -ed. Buenos Aires, 1957. Existe también una versión cinematográfica de esta obra. Y no fue sólo en Salem donde actuaron los "cazadores de brujas" del Massachussets, por la misma época. Desde Marblehead hasta !.,yrm se. encarceló a más de 400 per- sonas acusadas de tal crimen, condenándose a 72* a la horca.. (57) Maiceiowsky, Slavtsche Rechtsgeschichte, Stuttgart, 1819, t. IV, pág. 362 y sig.; dr. L. Thot, -trabajo cit. ea J. A. dt., Sec. doctr., pág. 38. (U) C. Cantú, op. u t, cita., pág. 211; J. yon OOrrea, op. cit., pág. 468. (59) B. de Spina, Quoeatio de «trigibu*, 15», reed. aun en Lyon, 1614. (60) C. Cantú, op. v loe. cite. bruja, que descartaba de ésta toda mala sospecha de amores con el diablo. En Italia no se habría llegado a excesos conceptuales como aquellos en que se incurrió en Alemania. La bruja italiana no poseía nada del espectro de brujería tan común en tierras germanas, empapado de ideología sexual; y así nada se sabe que la relacione con aquellos viajes misteriosos, con íncubos y-súcubos, característicos de ía brujería alemana y que la hicieron aparecer tan siniestra y problemática. La bruja italiana se dedica preferentemente a una industria, necesita dinero y tiene que cuidar del placer de otros. Su campo de acción más importante son los negocios de amor; suscitar amor u odio, satisfacer el deseo de venganza por medios supersticiosos, facilitar el aborto ( f l l ). 18. Las autoridades y jueces eclesiásticos o civiles, a quienes correspondiera el descubrimiento y castigo del "nefando crimen de hechicería" a partir del siglo xvi, no contaron tan sólo con el Malleus maleficarum y las disposiciones pontificias y episcopales para guiarles en sus tétricas funciones. Una jibliografía abundantísima, en la que las 'enseñanzas" de Institoris y Sprenger se «produjeron y completaron a la luz de preendidas experiencias, en la realidad caprihosamente captadas, interpretadas y baraadas por la imaginación calenturienta, xtraviada y enfermiza de los tratadistas, urgió con rapidez de las prensas de Euroa. La ilustran, al par que los celebérrimos anos de la Demonología del rey Jacobo I de iglaterra —que no es sino una versión del 'alleus— la Demonomania de Bodino y las Isquisitionum ma.gica.rum de Martín del ío, a quien 62Justo Lipsio llamó "milagro de L época" ( ), otros escritos más o menos mosos, y'de'mayor o menor volumen, alnce e influjo, de humanistas, teólogos y ristas, entre los que, junto a nombres osros u olvidados cual los del inquisidor ty Bernardo Rategno de Como, Pedro Ma:»r, Pablo Grillandi, Jerónimo Menghi de »dana, Bartolomé de Spina, Nicolás Rémy, Upe Luis Elichio, Hermann Goehausen, guet, de Lancre, Bouvet, etcétera (63), se encuentran otros tan ilustres en la historia de la Cultura y del Derecho, como los de Juan Pico de la Mirándola y el prácticocriminalista Benedicto Carpzovio, para quienes fueran en este punto artículo de fe las absurdas supersticiones de su tiempo. 19. Éstas, en lo que constituye lo fundamental de la creencia en la brujería, se han resumido magistralmente por Gwinner, discípulo dilecto y colaborador del gran maestro que fue Gustavo Radbruch, en los términos que a continuación se transcriben, por constituir la síntesis más cabal que conozcamos: "La locura había creado una clase de brujas que buscaba perjudicar al prójimo mediante una magia maligna realizable con medios sobrenaturales; esta magia dañina, este malificio, es el núcleo central de la creencia y los procesos de brujería. Con la matanza de hombres y animales, sobre todo de niños —para la preparación del ungüento de brujas por medio de laC3muerte de aquéllos en el vientre materno ( bi*) —, mediante la producción de enfermedades de toda clase (dolor de bruja) y la magia de la leche, se podían producir en los hombres —según la creencia popular— toda clase de daños. Mediante la magia del amor, o sea los filtros amorosos, se pretendía conseguir la impotencia o, por el contrario, el enamoramiento de la víctima de la magia ( 64 ). De la creencia popular procede también la idea de la cabalgata de las brujas —el vuelo de las brujas a través de los aires para ir a sus reuniones secretas— y, finalmente, la transformación de los hombres en animales, sobre todo en lobos y gatos". "El medio sobrenatural con que se podía producir una magia de sorcellérie; P, de Lancre, Tablean de i'inconstattce des mauvais anges et démons...", París, 1612-1613; Bouvet (que fue Preboste general de los ejércitos de Luís XIV en Italia), Les manieres admirables pour découvrir toutes sortea de crímes et sortiléges, París, 1672. (63 bis) Vid. stipra, núm. 10. Léese en el Malleus malefteaíüím pars I quaest. 1 cap. III: "Matan un niño antes que reciba las aguas del bautismo y con él hacen un ungüento, con el cual untan un palo, y con él pueden cabalgar de noche y de día viajando por los aires". Entre los quince crímenes capitales que Bodino enumeró para justificar la quema de brujas, se contaba también el de inmolar al Diablo las criaturas, sacrificándoselas y consagrándoselas, antes de bautizar y aun antes de nacer... En la relación del auto de fe de Logroño en 1610. íí) Radbruch-Gwinner, oj». cit., pág. 187 y sig. IS) J. Bodin, Traite de la démonomanie des sorciers, en, 1604; Martín del Río, Disqúisitionum magicttrum, tex. Maguncia, 1593. 3) F. Bernardo R. de Como, Q«aestiof de strigibus "Tractatus lllustríum.,. jurisconsultorum de judictls InaUbus s. Inauisitions", Venecia, 1584, t. IX, parte -jn anterioridad se editó en Milán en 1568); P. Mamor, eltvm malefícorum; B. de Spina, op. cit.; P. Grillandl, ortileciis; P. Jerónimo Menghi de Viadana, Compendio irte esvrcistica, e possiMütá delle mirabili stvpende itioni delll demoni e del mdlefict. con í¡ rimedt opporalls infirmitá maleficiali;.,. Opera non meno gtove~ che dilettevole ai lulíori et a eomune utilitá posta ce, Venecia, 1605; N. Remy, DemonotatHe, libri fres, , 1595; F, Ii. Elichio, De áaemonomagia, sive de daet cacurgia, cacomagorum et lami&rum energía, 1607; oehausen, Pfocessus juridicus- contra sagas et vene.., 163&; fiOJTUet. fnfftniftf'T"' .—— - impresa en dicha ciudad de Castilla la Vieja (España) por Juan de Mongaston, el año 1611, reeditada en 1811, con notas del Bachiller Ginés de Pesadilla, natural de Yébenes (Leandro Fernártdez de Moratín), Imprenta Real de Madrid, puede leerse: "A las personas hacen mal (los brujos) matándolas o haciéndolas enfermar con graves enfermedades por inducción del Demonio, o por vengar sus enemistades". ... "Y a los niños que son pequeños les chupan por el sieso y por su natura apretando recio con las manos y chupando fuertemente les sacan y chupan la sangre..."; ... "Y... de Miguel de Goyburu y María de Zpzaya, y otros brujos de los más ancianos refieren que también emponzoñaban manzanas, peras, nueces y otras frutas poniéndoles unos pocos de los polvos en las panes donde les quitaban los pezones, o en algún agujero sutil y disimulado que les hacían, y las daban & las personas que querían hacer males, con que enfermaban si las comían y padecían grandes trabajos". (64) Vid. -timrn «•••— '»• * con el ungüento de brujas acuden a ellas por IOB aires en las más variadas clases de vehículos ("van sobre una escoba, uri bastón, una horca o un cabrito", como dice Goethe en La noche de Walpurgis) (8T). Lo que allí en el reino de Satanás se realiza bajo la presidencia del diablo se lo puede uno imaginar fácilmente con la ayuda del aforismo "todo al revés que en el reino de Dios". La esencia de la brujería consiste en El pacto expreso con el diablo puede ser gran parte en "la inversión sacrilega del público o secreto. En la asamblea de brujas culto cristiano en su contrario satánico", así el diablo, sentado en un trono, recibe el ho- como, en general, "obrar lo contrario" consmenaje de las nuevas brujas, las hace abju- tituye el elemento esencial de la obsesión rar de Dios y de todos los santos, recibe luego de la brujería. Y si no, ¿cómo se expresan sus votos estrechando su mano y un docu- las brujas en Macbeth (acto I, escena 1» ?: ("lo hermoso mento de alianza escrito con su propia "Fails is foul and foul is fail" sangre, y, finalmente, las inscribe con sus es feo, lo feo es hermoso") ( 68 ),'Una fantanuevos nombres en el libro negro de brujas y les promete a cambio6 toda clase de felici(67) Martín del Río, op. cit., Ub. III, c. 16: ...'las dades en el mundo (° ). La alianza secreta brujas algunas veces son trasladadas en realidad por el demonio un lugar a otro cabalgando sobre un macho se verifica o mediante el diablo mismo o cabrío u de' otro animal ífantástico casi siempre; esto es, mediante algún enviado, ordinariamente el llevando el demonio tres o cuatro juntas, o en forma hombre, o bajo la figura de un cabeón volador), o domingo por la mañana en la iglesia, donde de bien sobre un bastón o un palo de escoba, movido y el nuevo "hermano" reniega de Dios y sus elevado por el demonio...". "El bastón (o vara) suele con ungüento hecho de materias muy insulsas, santos, presta sus votos, bebe del agua no untarse especialmente con grasa de niños asesinados. Algunas bendecida, suscribe con su propia sangre el veces no untan el bastón en que cabalgan, sino loe y otras partes del cuerpo. Se cree que la primera documento, y es marcado en el cuerpo con muslos vez basta hacerse prestar- este ungüento, pero que luego un estigma. Pero con el diablo se puede deben proporcionárselo por medio del infanticidio. Untadas de este modo son conducidas a caballo o a pie, cerrar también un pacto implícito eri que, en un bastón, horquilla, escoba o rueca, o sobre un toro aun cuando no se conviene expresamente o un perro, pues que de todo esto ha habido .casos...". (Cfr. C. .Cantú, op. y t. cits., págs. 516 y 517.)' con él, se trata, sin embargfo, de buscar su (68) Martín del Río, op. y loe. eto., describió el aqueayuda y sus ventajas mediante el conjuro larre dé brujos o juego de la buena compañía (como los italianos) en estos términos: Llegadas al lugar y -otras supersticiones, con lo cual ipso jfacío decían de la reunión, las hechiceras "encuentran un gran fuego, desde donde el demonio, sentado, en un. trono, coa se entrega uno o hace alianza con él. Tra- ¿ma figura horrible, las más de las veces de macho cabrío tándose de mujeres el pacto se verifica or- b de perro, preside el acto; le adoran, ya doblando la rodilla, levantando los muslos, y en lugar de bajar la dinariamente en forma de amores .con el cabeza lava echan hacía atrás, de suerte que la barba esté diablo o con su enviado, que generalmente dirigida al cielo, le ofrecen bujías de pez y ombligos de niños, y en señal de homenaje le besan las asentaderas, aparece en figura humana, la de un noble, i Qué mas? A veces simulan la misa, el agua bendita v de un jinete o de un. cazador, y no en figura otras ceremonias católicas, y ofrecen al diablo sus hijos, semen prolífico, o alguna partícula de la comunión". de dragón como "fantasma nórdico", tal o"Luego a la mesa y comen los manjares sercomo se expresa Goethe, sino bajo los nom- vidos porseelsientan demonio o que cada cual ha llevado consigo; veces bailan antes/ del,' banquete, otras después. Hay bres inocentes del "señor Satanás", ocultan- unas varias mesas, cubiertas de tres o cuatro platos, ya delido lo más posible la pata de macho cabrío. cadísimos, ya insípidos e insulsos, en que se colocan la dignidad y las riquezas. Ora cada una tiene Que aparezcan con mayor frecuencia las según junto a sí su demonio, ora las hechiceras están todas brujas que su amo, tiene su explicación en a un lado y los demonios enfrente Wo falta tampoco M mesa su bendición, digna de tal asamblea, v qué la represión de los instintos sexuales me- aquella compone de blasfemias, con las cuales confiesan qu« diante la ascética y el celibato". "Pero la se Belcebú es el creador, el dispensador y el conservador de todo; de la misma clase son las gracias que dan cuando brujería no es una conducta individual; la se el banquete. He leído las fórmulas anotadas bruja es miembro del gremio, que se con- porconcluye la mano de un famosísimo hechicero. Asisten al concon el rostro ya descubierto, ya velado por una grega en las reuniones del sábado. Ungidas vite, máscara, un pañuelo u otra cosa. Acabada la comida y maléfica era el pacto con el diablo y, entre las mujeres, los amores con el diablo, después que los escolásticos habían sostenido la posibilidad teórica del comercio 65sexual entre los hombres y los demonios ( ). Se proyecta una luz sobre el lado sombrío del Iluminismo, cuando podemos leer todavía en las anotaciones de Kreitmayr al Código de Baviera del año 1751, como, en^opinión del autor, se realizaba tal pacto con el diablo. (65) Vid. supra, ¡oc.,cit. Bodino incluyó el tener amores con el diablo en los quince crímenes capitales de brujería. Martín del Río razonó ampliamente la realidad de la existencia de tales amores. (J. von Corres, op. cit., pág. 486 y sigs., con interesante casuística.) (66) Fray Bernardo Kategno de Como, a quien ya se citó, y .que era inquisidor de la fe, aseguró que las hechiceras se» reunían generalmente la noche del viernes al sábado, renegando en presencia del Diablo, de la fe, del bautismo y de la Virgen; pisoteaban la cruz, prestaban homenaje de fidelidad al diablo 'tomándole la mano con el dorso de su mano Izquierda y le daban cualquier prenda en señal de alianza. Al reintegrarse al baile de la buena compañía, hacían una reverencia al diablo que asistía a sus conciliábulos en figura humana... (Cfr C Cantú, op. u t. cits., pág. 202 y slg.) usando las más de tas veces máscara, cada demonio toma la mano dé su dlscipula; y para que todo esto se haga con ritos extremadamente absurdos, volviendo alterna- tivamente'la espalda y la cada y asidos de las manos en círculo, bailan, agitando a modo de fanáticos la cabeza y llevando las bujías encendidas que antes habían' ofrecido al Demonio cómo muestra de adoración. Cantan en su honor versos sobremanera obscenos, o batían'al son del tempano o de la zampona, que tañe aíguno sentado en una planta hendida, y todo lo ejecutan de una manera ridicula v contraria a los usos de los demás; enseguida se mezclan unos con otros y cometen las mayores .Indecencias". "Cuando se hacen sacrificios es costumbre Qu« sea al principio, después de la adoración. Añaden, por último, que cada cual refiere los crímenes, cometidos después de la última reunión, y que se aplauden tanto mas cuanto mas graves y dignos de execración aparecen. El Que no ha cometido ninguno o. .tos ha ejecutado. poco. sía muy pobre, muy distinta de la astrología y de la alquimia, en las que la locura aún tiene formas ingeniosas que, suprimidos los extravíos, podrían producir efectos beneficiosos. También la recompensa por su entrega al diablo es bastante mezquina: únicamente por el corto tiempo de su vida —como en el caso del doctor Fausto— el atractivo de ser un gran hombre y de recibir dinero del diablo, que se convierte en porquería; lascivia sin verdadero goce, o a lo más la mísera satisfacción del deseo de venganza o la alegría por el daño, causado y el sentimiento del ejercicio del poder por artes ocultas" (e»). 20. Convencidos de la realidad de la hechicería, tomando como dogmas las absurdas supersticiones que acaban de resumirse, los tribunales eclesiásticos o laicos extremaron el rigor de las normas procesales imperantes en sus tiempos, en las causas por ese crimen. Érales común el procedimiento inquisitorio y secreto, tal como el atroces, es azotado cruelmente por el demonio o por algún hechicero de los más viejos. En fin, después de recibir ciertos polvos (que según escriben algunos son las cenizas del macho cabrío bajo cuya figura es adorado el demonio y que arde de improviso en su presencia) u otros venenos, después de ordenar a cada bruja los delitos que debe cometer y de pronunciar el decreto del seudo-númen demonio "Vengadme^ o moriréis", se vuelve cada cual a su casa; si vive cerca, a pie; si lejos, del mismo modo que'fue conducido. Las reuniones se celebran las mas de las veces en el silencio de la medía noche, cuando domina la potestad de ]as tinieblas; también suelen verificarse al madiodla y algunos pretenden que a esto aluden las conocidas palabras del Salmista sobre el demonio meridiano. Las noches en que más se reúnen son la? que preceden al miércoles y al sábado". (El subrayado tiene por objeto señalar aquellos pasajes en que aparece más claro el "obrar al revés" que Gwinner estima caracte- rístico del ceremonial atribuido a los brujos.) La descripción que antecede coincide casi enteramente con la que de las reuniones sabáticas diera Bodino y también, en mucho, con la de los aquelarres de Zugarramurdi, que motivaron el proceso de la Inquisición de Logroño en 1610* de. que» ya se ha hecho mérito. Otra imputación que se hacía a los hechiceros y hechiceras, era la de antropofagia y necrofagia. "Matar personas y comérselas cocidas" y "nutrirse de los cadáveres de los ahorcados" se encontraban entre sus crímenes, en opinión de Eodino. En el proceso de Logroño en 1610, el brujo Miguel de Goyburu confesó que, "algunas veces al año, él y las brujas más ancianas hacían al demonio una ofrenda que le era muy agradable, y para ello iban de noche a las iglesias y llevaban cada lino una cestilla que tenía asa, y desenterraban los cuerpos de los difuntos que ya" estaban gastados, y de ellos sacaban los huesos de los -menudillos de ios píes, las ternillas de las narices y todos los huesecillos que hay alrededor,' y los sesos hediondos... y estas partes de los cuerpos de los difuntos (que son para el Demonio bocados muy sabrosos) las recogían en las cestillas... El Demonio los oome con unos dientes que tiene muy grandes y tan blancos como los suelen tener los negros, y los come feamente, chascando como un puerco. Y preguntado para que come el Demonio aquellos huesos, dijo: que entendía que para incitarlos y obligar a que también ¿líos los comiesen. Y que les daba de ellos, y aunque estaban muy duros, los comían muy. bien, porque el Demonio les daba gracia y fuerza para poderlos mascar y comer; y que cuando el Demonio comía aquellos sesos hediondos daba a entender que !e sabían más bien, y con esto los obligaba a que tarnbién los comiesen-...". Otros acusados en el mismo proceso, como María de Zozaya, Juan de Gpyburu y Graciana de Barrenechea, reconocieron haber desenterrado y comido en unión de otros brujos los cadáveres de numerosas personas de ambos sexos y de niños. (Vid. "Auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño..." ya cit.) (69) Hadbruch-Gwinner, op. cít., pág. 179 y sígs. empleo de la tortura en tanto que prueba de convicción, ya que mediante ella llegábase a conseguir la confesión de la persona acusada, considerándosela entonces la "reina de las pruebas". En los grandes procesos, cuando, como en el de los hechiceros vascos de 1609 relatado por De Lancre, habíase de juzgar a poblaciones enteras, los magistrados seglares eran inmisericordes. En Francia ostentaban comisiones regias que les daban el derecho de decidir soberanamente, sin oposición ni recurso. El proceso de 1609 duró cuatro meses, aunque se le abrevió porque "era absolutamente necesario que el presidente (M. d'Espagnet) fuese a servir al Rey en la Cámara de Guyena". El número de mujeres acusadas en la ocasión era tan considerable que los jueces, pese a su severidad, vacilaron ante la hecatombe a que les conducía la investigación, y por eso muchos centenares de brujas sólo fueron oídas como testigos. A juicio de Loiseleur, la imposibilidad de exterminar tantas víctimas fue el único motivo de tal indulgencia ( T ( > ). Carácter del proceso de investigación o inquisitorio era que en él el juez, a diferencia de lo que ocurriera en el proceso acusatorio puro, estaba capacitado para intervenir de oficio contra el sospechoso, sin que fuera necesaria para dar pie a las actuaciones la denuncia de parte dañada o agraviada; antes bien, inquisidores y magistrados regios venían obligados por la comisión pontificia o real que les atribuía sus funciones, a buscar los hechiceros y hechiceras allí donde se encontraren y descubrirles donde les hubiera. Los presuntos perjudicados —sin correr el riesgo de que se les exigiese responsabilidad por sus inculpaciones infundadas— podían hacer llegar a los jueces sus sospechas, hijas de la estulticia, o tal vez inspiradas en afanes de venganza o de codicia. Crimen "de excepción" el de hechicería, soinetíasele a "procedimiento extraordinario", conforme a la tradición romanística, en el que no se precisaba fueran observadas las normas legales, ni las formas procesales 71ordinarias, ni las reglas de la sana crítica ( ). Niños, (70) J. Loiseleur, op. cit., pág. 38?. (71) Radbruch-Gwinner, op. cit., pág: 183. En la segunda de las reglas articuladas por Boguet, cuyo libro Instruction pour un juge en Jaíct de sorcéllérie gozó de gran autoridad en' Francia por condensar en fórmulas breves, en artículos fáciles de retener o compulsar, les. enseñanzas de las Disquisitionum magicarum de Del Río, la Pemonototria de Remy, la Démonomanie de Bodino, e¡ Discours des Spectres de Fierre Le Loyer, -etc.. se dice: "Kl crimen de hechicería es un crimen exceptuado: el juicio debe llevarse extraordinariamente, y no hay que observar en él el orden de Derecho, ni los procedimientos ordinarios" (cfr. Loiseleur, op. cit., pág. 368 y sig.). Llegáronse a admitir Benuncias como la de! labrador de que habla Matías Berlich y fray Bernardo B. de Como repite, que "para conocer las brujas, metía en un saco tantos hilos agrupados cuantas mujeres había en su aldea, y pronunciando ciertas palabras, golpeaba rudamente todo el saco, luego iba de casa en casa, y si alguna mujer mostraba una contusión la denunciaba como culpada, y puesta al tormento debía confesar" (cfr. C. Can* tú, op. y t, cite., pág. 20, nota 1). parientes, Incluso los más próximos, enemigos manifiestos de los inculpados, sus cómplices, personas inhabilitadas por infamia, etcétera, eran admitidos a denunciarles y atestiguar contra ellos ( 72 ). El acusado, víctima propiciatoria del fanatismo, de la ignorancia de las más ridiculas creencias y temores, no disponía en el curso del proceso de nadie de quien pudiera "esperar comprensión para la prueba de su falta de culpa; hasta el defensor —cuando lo había— evitaba hacer una defensa demasiado calurosa, para no provocar la sospecha 73de pertenecer él mismo al gremio brujo" ( ). 21. Denunciada o tenida una persona por brujo o bruja, los. jueces entregábanse a la labor de acumular indicios y pruebas contra ella. El jesuíta Spee describió así este proceder: "Basta que el dicho de un energúmeno o la fama denuncien especialmente a cualquier infeliz o infame Gaya para que se la empiece a, procesar por conjeturas. Ma§ para que no se crea que obran sólo inducidos por lo que se dice, se adopta el siguiente dilema: o Gaya ha vivido malamente, y por lo tanto se la debe creer inclinada al mal, o por el contrario ha vivido en la honradez, que es lo que suelen hacer las brujas para disimular. Arréstanla, pues, y he aquí otro dilema: o muestra asombro, y es claro indicio que la conciencia la •acusa, o no lo muestra, y es sabido que las brujas se jactan de ser inocentes". "Para adquirir nuevas pruebas, tienen los inquisidores hombres de confianza, soeces y malvados, que indagan la vida de las acusadas, en la que es imposible no hallar cualquier dicho o hecho que poder atribuir malignamente a sospecha de hechizo; es también difícil (72) El art. LII de las instrucciones de Boguet, reza: "Y toda suerte de gentes son hábiles para atestiguar en este crimen, como los cómplices, lo cual es fundado en razón. Tanta más cuanto tal crimen es de los exceptuados...". Y e! LiIII: "De ahí deriva aún el que el hijo sea admitido a prestar testimonio en este crimen contra el padre y el padre contra el hijo, y consiguientemente los otros parientes y aliados, unos contra otros". El arí. UV estatuye: Y también se desprenda todavía de ello, el que las personas infames o reprochables, por cualquier otra .razón de Derecho, sean recibidos a prestar testimonio en el crimen de hechicería". Continuándose en el LV: "Incluso son admitidos los enemigos, a no ser que haya una enemistad capital entre ellos y el acusado". Por último. se declara en el I.VI. "Y más aún: no hay que rechazar en este crimen el testimonio de los niños que no han alcanzado la edad de la pubertad. Tanto más cuanto está reconocido que los hechiceros conducen ordinariamente al aquelarre sabático sus hijos, por jóvenes que sean, como así también a los de sus vecinos" (cfr. Jules Lolseleur. op. cií., pág. 371). También Reiche (De crimine magiae. Halle. 1730, pág. 32 y sig.) refiere que en Suecia dióse fe incluso a los niños, en e! menester de acusar a quines practicaban las artes mágicas (cfr. L. Thot, loe. cit.). (73) Radbruch-Gwinner, op. y ?oc. cits. E! jesuíta Federico Spée, noble westfaliano de Kaiserwerd, el cual, encargado de la asistencia de los reos de brujería pudo convencerse de que los más morían inocentes, denunció que a tales inculpados, por serlo de crímenes de excepción, no se les concedía abqgado ni plena defensa. El ?ue la tomara a su cargo —añadió— sobre mal mirado seria llamado abogado de brujas (cfr. C. Cantú, op. cit., t. cit., pág. 209 y sig.). no encontrar quien las quiera mal 74y aproveche esta ocasión de vengarse" ( ). La confesión del crimen por los inculpados se persigue desde un principio obstinadamente. Boguet, magistrado de Borgoña, recomendaba que si el juez no podía lograr nada de aquéllos, debía hacerles encerrar en ^na prisión muy oscura y estrecha... siendo bueno también que se los colocara en compañía de alguno que se dijera preso por el mismo crimen "para inducirles por toda vía lícita a confesar la verdad". "Se han visto jueces —proseguía— que, bajo promesa de impunidad, arrancaron la verdad a los hechiceros y no dudaron luego en hacerles morir; tal lo practican muchos hoy, y ésta es práctica aprobada por la opinión común de los doctores en Derecho civil. Sin embarga, dudo que la misma75 sea de las más aceptables en conciencia" ( ). Frente a los recalcitrantes valían como indicios más o menos poderosos, pero siempre suficientes al efecto de no aceptar sus protestas de inocencia, según el aludido magistrado, junto a la fama pública o la confesión de un hechicero o hechicera inculpándoles, el que se hallare en poder de ellos alguna clase de polvos o ungüentos; el que cuando se les entendiese, especialmente al responder a. una pregunta, tuvieran clavados fijamente los Ojos en tierra, que su mirada fuese torva; que fueran hijos de padres hechiceros; que acostumbraran a blasfemar o cometiesen otros actos execrables; que simulasen llorar y, sin embargo, no arrojasen lágrimas o muy pocas; que no llevaran la cruz en el escapulario o la cruz faltase en alguna cosa ( 78 ). En ocasiones, los jueces pusieron en práctica, como medios preliminares de prueba, ciertas ordalías, verbigracia, la de las "lágrimas" —relacionada con el dicho antes aludido de Boguet—, "la prueba de bruja" o la de "la balanza de las brujas". La primera practicábase exigiendo de la persona acusada-un juramento conforme al cual^si era inocente, sus ojos empezarían de inmediato a verter copioso llanto ( 7 T ). La "prueba de bruja" no era otra que la antigua del agua fría, para cuya cuya ejecución la sospechosa, atada su mano derecha al pie izquierdo y la siniestra al derecho, era arrojada al agua previamente bendecida, después de una breve plegaria invocando el juicio de Dios. Si la inculpada se sumergía, ello .constituía señal de inocencia; si flotaba, teníasela por culpable, ya que el agua bendita (74) C. Cantú, loe. cit. (75) Arts. XVII, XVín y XX de sus ya citabas Instrucciones (cfr. Loiseleur, op. cit., pág. 370.). (76) Arts. XXXI, XXXV, XXXVI, XXXVIII, XXXIX y XL, (cfr. Loiseleur, op. cit., pág. 370 y sigs.). (77) Helbing. Ole Tortur. Berlín, s/f.. t. I. Bág. 258 y sig. debía rechazar lo que pertenecía al demonio ( 7 S ). En cuanto a la "balanza de las brujas", consistía en pesar a las acusadas para comprobar si su peso se había mantenido, aumento o disminuido en relación con el de la época anterior a aquella en la que se suponía hiciera pacto con el diablo, y que se habja calculado en base a las declaraciones de personas que en aquel entonces la conocieran. En los dos primeros supuestos, la prueba debía interpretarse ía- vorablemente; en el tercero arrojaba grave presunción de culpabilidad, ya que existía la creencia de que para trasladarse las brujas al aquelarre, volando montadas en escobas, perros, gatos, etcétera, su peso tendría que ser más. ligero que el normal, tomando en cuenta su estatura, etcétera, lo que les era deparado por la merced de su infernal amante ( T9 ). Medio de investigación asaz generalizado fue el de la búsqueda en el cuerpo de las presuntas hechiceras de la "marca del diablo", que les habría sido impuesta por el Príncipe de las Tinieblas al recibir su homenaje y concertar con ellas el "pacto diabólico", como sello del mismo. Reconocíasela en que el lugar del cuerpo en que se hallaba teníase por privado de sensibilidad. Para localizarla, se vendaban los ojos de la acusada y se le hundían agujas o un punzón por todas las partes, hasta encontrar dónde los pinchazos no la hacían acusar el dolor. Allí estaba la marca de Satán. Mi- caela Chaudron, ahorcada y luego quemada en Ginebra en 1652, fue sometida a tal trato («o). (78) Fue muy utilizada en Alemania, donde se la co- menzó a aplicar a las "brujas" de Westfalia en 1560. Todavía en el siglo XVIII estaba en uso en Osnabrück. Helnius la atacó sañudamente. Cfr. Heinius, De probatione, quae feri olim solebat per ignem et aquam, CUTO /ervtntem, tum frigidam, Rostock, 1820, pág. 21 y sig.; P. Lebrun, Histoire critique des pratiQucs suverstitieuses, París, 1800, t. II, pág. 252; cfr. L. Thot, "Los juicios de Dios en los antiguos sistemas jurídico-penalés" en J. A., t. XXXII (1930), Sec. doctr., pág. 19 y sigs. . (79) L.. Thot, op. v loe. cits. (80) Helbing, Díe Tortur clt., t. I, pág. 258; J, Loiseleur, cp. cit., págs. 370 y Isig.,'donde transcribe el art. XXXVII de las instrucciones de Boguet. Voltaire, refiriéndose al proceso de la Chaudron, ironizaba así en la 'locución "Bekker (O del mundo encantado, del diablo, del libro de Enoch y de los hechiceros) de su Diccionario jilosólico": "Micaela, al salir de la ciudad, encontró al diablo. Éste le dio un beso, recibió su homenaje y luego imprimió en su labio superior y en la teta derecha de la joven el sello con que acostumbra a marcar a todas.las personas que reconoce por favoritas suyas. El sello, del diablo es una marca diminuta que da insensibilidad a la piel, como aseguran los jurisconsultos de monógrafos... Buscaron en todo el cuerpo de Micaela el sello del diablo, que en las actuaciones llaman marca satánica. La clavaron en el cuerpo tura y tender marcas una aguja larga que la hizo suírir dolorosa tor?alir mucha sangre, y la pobre. Micaela dio a encon sus gritos que no la hicieron insensibles las del diablo... Los médicos siguieron buscando to- davía la marca satánica, y la encontraron en una pequeña señal negra que tenía en una de las piernas, en la que .volvieron a clavarle la aguja; pero fueron tan horribles los dolores que la había causado el tormento, que la 1 pobre mujer que'estaba expirando; apenas sintió el efecto 22. Ahora bien; encaminada primerdialmente la tarea de los jueces a lograr la confesión de los reos y la delación por ellos de sus cómplices en el nefando crimen, destaca en forma decisiva la importancia que para lograrla revistió el uso y abuso de la tortura en esta clase de procesos. Sin la tortura, puédese afirmar con Gwinner, los procesos de brujas jamás hubieran podido tener el incremento que alcanzaron. "Porque lo imposible y lo irreal, como el pacto diabólico, los amores con el diablo y los viajes de brujas sólo podían adquirir apariencias de verdad gracias a la confesión de los supuestos culpables". Y ésta no podía arrancarse por lo común sirto mediante el tormento, y sólo en rarísimos casos era el inculpado lo bastante- fuerte para resistirlo. "Cabalmente esto se interpretaba en su mayor perjuicio; como empecinamiento por la ayuda del diablo, provocando esta conduata torturas repetidas y más crueles, para quebrantar y vencer la resistencia del diablo que vivía en la bruja. Pues en los procesos de brujas quedaban derogados —como ya se dijo— los principios relativos a la intensidad y repetición de la tortura", ya que al ser la brujería delictum exceptum, cualquier medio era lícito para la prueba de la culpabilidad. "Una fórmula de los procesos de brujas decía: «Serás torturada hasta que estés * tan S1 delgada que a través de ti se vea el sol»" ( ). que debía producirle- la aguja, y no lanzó ni un solo grito. De este modo quedó comprobado el crimen...". La causa de la Chaudron se reseña in extenso en el libro del doctor Latíame, Preces crimine! de la derniére sorciére brulée a Genéve le 6 avril 1652, París, 1888. (81) El .inquisidor Rategno de Como (op. cií., pág. 37) . enseñó que dos ligeros indicios eran bastante para someter a uno a la tortura. Quedaba al arbitrio del juez la estima de los indicios para decretar el tormento. Lo que era tanto más fácil cuanto la culpa era más secreta (pág. 82). Aplicábase primero el tormento a aquellos de quienes más se esperaba, la mujer más débil, el hijo antes que el padre, etc. El ojo del juez era el arbitro y daba la medida del tormento (pág. 84). Exceptuábase de 1\ cuestión del tormento a los menores de catorce años, aun cuando no se pudiese hacerles revelar la verdad con los azotes, ni con amenazas; también a los septuagenarios y á las mujeres encinta (cfr. C. Caiitú, op. cit., pág. 209, nota 2). íCómo se aplicaba la tortura? Spée lo relata de este modo: ... "Se tormento, por la examina el para destruir la lee el decreto en que se la condena ai no haber debilitado los cargos; pero antea carcelero todo el cuerpo y le corta el pelo, los mágicos amuletos de que pueda Ir preparada contra el dolor. Entonces se la aplica el mar- tirio para que manifieste la verdad, es decir, se confiese culpable: cualquier otra1 cosa que diga no es verdad, ni puede_serlo. Primero se la da un tormento ligero, y digo ligero respecto de los demás: y si confiesan, declaran que lo hizo sin violencia... Pero debe ser condenada aun cuando niegue, pues que al echar mano del tormento, ya no hay medio de que viva; debe morir, que confiese o que niegue. Si confiesa, nada hay que decir; el retrac- tarse sería inútil. Si no, se repite el tormento, dos, tres, cuatro veces, o las que se quiera; porque en los delitos excepcionales no se ha determinado cuantas veces se ha de repetir, el tiempo que ha de durar, ni su intensidad. Si en medio de sus convulsiones tuerce Gaya los ojos, dicen que busca a su amante; si los tiene fijos, es que lo está viendo; si guarda silencio, si pierde el sentido o se le contrae la cara, dicen que se ríe, que se duerme en los tormentos por el maleficio de la tacitur- nidad; de manera que se puede quemarla viva, como se ha "Lo peor era —proseguimos con el dilec- to discípulo de Radbruch— que para la apertura de un nuevo proceso y la consiguiente tortura de más sospechosas (o sospechosos) bastaba que la supuesta bruja (o brujo), entre los dolores del tormento, facilitase otros nombres como de brujas (o hechiceros). En todas partes y también en por fin el descanso en una muerte que aun cuando era deshonrosa y dolorosa, al fin y al cabo ponía término a los padecimientos y era preferible a, las inacabables torturas. La tortura corporal y espiritual —concluye Gwinner— a que eran entregados hombres por hombres es indescriptible, y desearía uno evitar la sospecha que excede todos los Alemania —pese a prohibirlo el § 31 de la Carolina— jamás se dejaba de preguntar a las personas torturadas respecto a otros culpables, porque a los brujos no se les consideraba delincuentes aislados, sino miembros de una secta". "Existía así el peligro de que un proceso de brujería arrastrara tras de sí una cadena de procesos ulterio- límites de la maldad humana, y que nace en aquella época de que tal vez el motivo- res, que a veces tampoco cesaban ni aun 23. Tampoco se crea que la falta de confesión del reo lo bastante firme para sobrellevar el tormento sin ceder en sus protestas de inocencia, y la de verdaderas pruebas de la acusación que se le hacía, evitaban su condena. Oigamos a Spée: "Pero si Gaya no sucumbe, si los jueces .no se atreven a atormentarla por carecer de pruebas suficientes, ni a quemarla sin que haya confesado, se la pone en una prisión cada vez más dura, aunque sea por espacio de un año hasta que se rinda: los tormentos no pueden nunca purgar ni satisfacer como la justicia lo exige. Sería vergonzoso para los inquisidores ponerla en libertad después de haberla tenido presa; culpada o no, debe ser reo, pues que la prendieron. Además envían sacerdotes inexpertos, celosos y más importunos que los verdugos, que molestan a la desgraciada hasta que se confiesa criminal, intimándola que de lo contrario no podrá salvarse ni recibir los sacramentos. No se sirven de sacerdotes sensatos, ni de ninguna persona que pueda dar parte al príncipe de sus operaciones, y nada temen más que descubrir que el reo es inocente. Mientras Gaya permanece en este estado, los jueces no dejan de buscar recursos, no sólo para hallar nuevos indicios,' sino también para convencerla. A mayor abundamiento, algunos la hacen exorcizar, cambiar de sitio y atormentarla de nuevo, para ver si ha desaparecido el encanto de la taciturnidad; pero si estos medios son ineficaces, la envían a la hoguera. ¡Ah, desgraciada!, si debes morir confesa o inconfesa, ¿qué recurso cuando «la bruja» bajo los efectos de la tortura hubiese denunciado a personas de alta condición social... ( s 2 ). Que para la que se había hecho sospechosa no había escape, lo registró Spée: «Ay de la pobre —exclama— que una vez ha puesto el pie en la cámara del tormento. Ya no lo sacará más hasta que haya confesado todo lo Imaginable»". "Pero también era terrible la situación de los acusados mismos a quienes se les habían arrancado tales revelaciones. El dilema era: o morir con la conciencia no sólo de haber prestado una falsa confesión de su propia culpa, sino también de haber acarreado la misma desgracia a otros Inocentes, y perder así la felicidad eterna; o con su resistencia provocar una nueva tortura, más dura e inhumana, en vez de encontrar hecho con otras, porque continuaron negando a pesar de haberlas puesto repetidamente en el tormento: y los confesores y religiosos dicen que murió obstinada, impenitente y que no quiso faltar a la fe jurada a su amante. Cuando muere en los tormentos, le rompe el diablo el cuello; por lo cual el cadáver es sepultado debajo de la horca por el verdugo" (cfr. C. Cantú, op. y t. ciís., pág. 210). Contrariamente a lo afirmado por Spée y repetido por Gwinner, Pegna y Rategno ole Como (op. cit., pág. 88) fijaron' en tres el número de veces que se podía repetir el tormento, si el reo negare luego 3o que confesó al ser torturado (C. Cantú. !oc. cií., nota 1 ) . Opiniones concordantes con la de Boguet (art. XLIII (cfr. Loiseleur. op. cit., pág. 371.) (82) Radbruch-Gwinner, op. cit., pág. 183 y sig.; Spée lo afirmó con estas palabras: "Si alguna se acusa en medio de* los tormentos es mucho más desgraciada. No lólo no tiene medio de libertarse, sino que se ve obligada a acusar a otras, y así son interminables aquellos procedimientos. Por lo cual los jueces tienen que cortar la causa, condenando su propio oficio, o quemar hasta sus familias y a sí mismos, pues las denunciantes acusarán a todos y demostrarán que son culpables si la suerte no les favorece: de modo que quedan envueltos en el proceso aquellos que al principio gritaban con más fuerza que fuesen arrojadas a la hoguera, eln prever que también a ellos habla de llegarles necesariamente su turno". En otro lugar, el jesuíta refiere que un fraile fue acusado por varías hechiceras de haber estado en pl aquelarre a una hora en que le habían visto cantando en el coro todos sus compañeros, y que un príncipe «lemán preguntó en cierta ocasión a otro monje si ae podía encausar a un hombre que fuere denunciado pop diez o doce hechiceras: y habiéndole respondido el interpelado que sí. porque el diablo no podría fingir un inocente, el príncipe le presentó las declaraciones de quince mujeres que aseguraban haberle visto en aquellas reuniones, lo cual confundió al inquisidor... (Cfr C. Cantú op. v t. cito., pág. 310 y sig.). que impulsaba algunos procesos de brujas era la codicia que buscaba la confiscación de sus bienes, el que según una antigua expresión se pretendiera convertir la sangre humana en oro y plata (Kornelius Leos, siglo xvi)" (83). (83) Radbruch-Gwinner, op. cit., pág. 184. También Spée recogió la especie de que muchos procesos de brujería nacieron de la codicia de los jueces e inquisidores. "La esperanza de ganancia es la espuela del celo —escribía— especialmente en personas bajas y cargadas de hijos; por cada homtrr. tr - £3 quema reciben cierto número de thalers; esto sin contar con las retribuciones eventuales y las contribuciones que libremente puede» exigir de los aldeanos los inquisidores" (cfr. C. Cantú, op. y t. cits., pág. 209). La Peyrere, autor de una Historia de Groenlandia, respondió, a la pregunta de porqué había tantas brujas en el Norte diciendo: "Porque los bienes de los que mueren «e confiscan en parte a favor de loi jueces" (Ibid., loe. cit., nota 3). te queda? ¿Por qué cuando te prendieron no te declaraste culpable? Necia, ¿para qué quieres morir tantas veces cuando podrías haberlo hecho de una vez? Sigue mi consejo: confiésate culpada y muere; de ningún modo te salvarás..." (S1)\ Y también a Boguet, el mentor de los jueces seculares en la caza de brujos: "Y luego —después de agotar' todas las posibilidades del tormento—, si el acusado persiste siempre en la negativa, hay que liberarle. Pero se duda mucho de si el sobreseimiento debe ser puro y de plano, o bien hasta una nueva llamada... Yo sería siempre partidario de que a quien se ha acusado de hechicería no se le sobresea nunca puramente y de plano, si existe el menor indicio contra él". "Conviene aún subrayar que en el crimen de hechicería cabe condenar alguna vez sobre indicios y conjeturas indudables, ni más ni menos que se hace en el caso de otros crímenes atroces que se cometen en secreto. En cuyo supuesto, algunos mantienen que la pena debe ser extraordinaria, como las del látigo o el destierro; sin embargo, yo no tendría inconveniente en hacer morir al ¡acusado, no de la muerte ordinaria de los hechiceros, sino de alguna otra más dul- ce (!!!)... (85). 24. A tan bárbaros, inhumanos procedimientos, sucumbieron, debe repetirse, decenas, tal vez más del centenar de miles de personas de toda condición, desde la más elevada hasta la más humilde, así como de todas las edades, sin exceptuarse la infancia ( 86 ). La proporción de las mujeres perseguidas superó en extremo —ya fue señalado— a la de los hombres. A partir de Sprenger e Institoris, los tratadistas y los intérpretes coincidieron en señalar la mayor frecuencia de la mujer bruja, buscando algunos la explicación del fenómeno en el hecho de la menor firmeza atribuíble (contra lo que en nuestros días ocurre) a las creencias religiosas de las hembras (que hacía a éstas presa más fácil que los varones de los 572 príncipes del Infierno y de los 7.405.926 demonios inferiores que se ase(84) Cfr. C. Cantú, op. w t. cit»., pág. 210. (85) Arts. XLV y XLVín de sus instrucciones, en J. Lolseleur, op. cit., pág. 371 y sig. (86) Recuérdense los .quince niños quemados en el proceso de Molra en la Dalercalia (cfr. C. Cantú, op. y t. cit., pág. 211). Véase asimismo la casuística recogida por J. Von Corres, op. cit., Ub. II, t£t. V, cap. 3 (Der Hexenprozess in und nocti def Rejormationszeit), especialmente, pág. 536 y sigs. Y Boguet, en el art. LXII1 de su InstruccíiOTi, declaraba: "... Estimo que no sólo hay que hacer morir al niño hechicero llegado a la edad de la pubertad, sino también a aquél que está por debajo (que no alcanzó todavía esta edad) si se reconoce que hay malicia en él. Bien es~ verdad que no quisiera practicar en este caso la pena ordinaria de los hechiceros (el fuego), sino alguna otra más dulce, cual la cuerda, etc." ( I I I ) . En apoyo de su opinión, el distinguido jurisconsulto reCurrfa & la autoridad de las Escrituras, la del Derecho romano y diversos fallos que impusieran condena capital a menores de doce años (cfr. J. Lofcseleur, op. cit., Pág. 371 y sig.). guraba existían); basándose tal, .supuesto de la menor religiosidad de aquéllas, con buen estilo escolástico y olvido de la ob- servación en la realidad, Men el propio nombre "femina", minus fe ( ). Sin embargo, en medio de tanto fanatismo, tanta superstición y tanta ferocidad, no faltaron espíritus luminosos, ánimos va- lientes y abnegados que se alzaron, de modo en ocasiones heroico, contra tal estado de cosas, anatematizando la crueldad ambiente e incluso poniendo en duda o negando la realidad de los crímenes atribuidos a los hechiceros en cuanto tales y, aun, con razones de índole filosófica o científica, la existencia de los poderes mágicos y de la necromancia. En el cuadro de honor de quienes iniciaran tal actitud colocaremos* con Cantú, los nombres del franciscano Alfonso de Spina (Fortalitium Fidei); el ju- risconsulto Ambrosio Vignato, caballero de Lodi (De haeresi); el de Ulrico Molitor, jurisconsulto de Constanza, profesor de la Universidad de Pavía, quien en su obra De pythonisis mulieribus (1480) negó resueltamente que el demonio tuviese poder de engendrar como íncubo o súcubo, manteniendo que el vuelo de las brujas y los aquelarres eran sólo ilusiones; el del asimismo hombre de leyes Juan Francisco Ponzinibio (De lamiis et excellentia* utríusque jurís); el del celebérrimo práctico criminalista Andrés Alciato (Parergon juris, lib. VII, c. 27); el de Matrín de Arles, teólogo español (De superstitionibus, París, 1517), y el del Inglés Reinaldo Scoto (Dlscovery of Wilschcraf, 1584). Celso Cesalpino no osó ser tan categórico como los anteriores (Daemonum investigatio peripatética, Florencia, 1580) (88). Cornelio Enrique von Nettesheim (1486- 1535) debe añadirse a la lista ( 89 ). Discípulo suyo fue Juan Wier, protomédico del duque de Cléves (De praestigis daemonum et incantationibus ac venefictis librí V, Líber apologeticus, Pseudomonachia daemonum, De Lamiis, Basilea, 1563), quien propuso una explicación científico-natural de los hechos puestos a cuenta de los hechiceros, negando realidad a las creencias supersticiosas de la masa. Su libro causó gran sensación, impugnándole de consuno católicos y protestantes como Tomás Erasto y Daniel Sennert, médicos; Lamberto Daneo, Juan Campano, Hemming, Raynold, Perkins, Ja- cobo, rey de Inglaterra, en su Daemonologia, y, especialmente, Juan Bodino (supra n<? 18), rebatido a su vez por S. Q. Go- delmann (De magiis, veneficiis et lamiis tractatus, Francfort, 1591) y Martín Bier(87) Vid. L. Jiménez de Asna, Tratado y t. cit., 2» «i. cit., pág. 307. (88) C. Cantú, op. y t. cit»., pág. 206 (89) L. Thot, "Los procesos contra la* brujai", en J. A. cit., Sec. doctr., pág. 37. mann. Pero a todos se impuso, prevaleciendo su parecer en orden a la realidad de la brujería y de los poderes diabólicos puestos a su servicio, el jesuíta Martín del Río (supra n? 18), cuyos argumentos gozaron de autoridad incuestionable entre católicos y protestantes (90). Tampoco acompañó por ei momento completo éxito a las encendidas imprecaciones contra la crueldad de la caza de brujas, al, guna de las cuales se ha transcrito, de Federico von Speeí 91 ). Benedicto Carpzovio, príncipe de los criminalistas prácticos alemanes, Cristóbal Crusio, Merico Casaubono, Erico Mauricio, Teófilo Spizelio, José Glanville, Juan Bautista Van Helmonz, Conrado Hartz, Federico Germann, Godofredo de Voigzio, replicáronle fogosamente. Pero algunos señores alemanes, como el arzobispo de Maguncia Juan Felipe de Schoenbrunn y el duque de Brunswick, adoptaron medidas para poner coto en sus territorios a los excesos denunciados por el noble jesuíta (82). Otro ensayo inolvidable lo constituyera la "apología" del francés G. Naudé, escrita en favor de "los grandes varones falsamente acusados de magia", verbigracia, el bíblico José, Salomón, Orfeo, Zoroastro, "Pitágoras, Demócrito, Bmpédocles, Numa Pompilio, Virgilio, Apolonio, Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, Rogerio Bacon, Miguel Scoto, Silvestre II y Gregorio VII, papas, Paracelso, Savonarola, Nostradamus, etcétera («a). En el siglo xvni, el progreso de las ciencias engrosa las huestes de quienes rechazan la realidad de los maléficos poderes de brujas y brujos, y de los hechos sobrenaturales que se les imputan. A la cabeza de estos enemigos-de la superstición ha de colocarse al insigne Cristian Tomasio (16551728), que en 1701, exilado de Leipzig, su ciudad natal, por la ardorosa defensa que venía haciendo de la libertad del pensamiento científico, impugnó en la Universidad de Halle, de la que era maestro y a cuya fundación contribuyera, la brujería y nigromancia, el tormento y los procesos contra los hechiceros ( 84 ). Sonnenfels, Jerónimo Tartarotti .de Roveredo (65) y Reiche (") secundáronle con mayor o menor energía ( 9T ). Mas tampoco, como a quienes (90) C. Cantú. op. v t. cit»., pág. 207. (91) P. Spée, S. J., Cautio criminaiis, 1631. (92) C. Cantú, op. «,'*. ciís., pág. 211, nota 1; L. Thot, trab. y loe. cit». (93) I* Thot, loe. cit. (94) Dos libros escribió Tomaste sobré el tema: el primero. De crimine magias, 1701; el segundo, De origine ac progressu processus inquisitorii contra sagas, 1712. (95) G. Tartarotti, Del conoress» nofturno delle lamie. Roveredo. 1749. (96) Relche, De crimine magiae, Halle, 1730. (97) Cuenta Cantú al respecto, que aun cuando Tartarrotl fue "el primer italiano que se quejó ante el tribunal público, negando la existencia de los espectros y combatiendo especialmente a Del Rio", "empequeñeció en tiempos anteriores les precedieron enttal actitud mental, faltáronles opositores-, hasta de los más ofensivos y sectarios. Tomasio llegó a ser calificado de "maldito abogado de brujos" por Peter Goldmann, panfletista de escasa monta frente al sabio genial ( 8 8 J. Y, todavía muy avanzado el Siglo de las Luces, el padre Concina, en una extensa obra publicada después de 1750, aceptaba como opinión común los supuestos prodigios de las brujas y sus amores con el diablo (°9). 25. En el terreno legal, la costumbre prusiana de 1721 (lib. VI, tít. V, art. 4), dando un paso hacia adelante en relación con el edicto de 13 de diciembre de 1714, recluyó a la hechicería en los dominios de la locura. El Codex criminaiis bavaricus de 1751 y la ordenanza austríaca de 1766 (fuente del artículo 58 de la Ordenanza Criminal Teresiana de 1768) afirmaron el concepto criminal de la misma con indudable prudencia excéptica, aunque sin negarlo de modo absoluto (10°). Más todavía, hacia fines del siglo xvn, miss Shaw, joven de Paisley en Escocia, golpeada por su sirviente, comenzó a dar gritos diciendo que aquélla quería hechizarla, y parecían probarlo las convulsiones que le produjo la cólera. La criada, sometida a la cuestión del tormento, confesó la realidad de la imputación, delatando a muchos supuestos cómplices, veinte de los cuales fueron condenados a penas diversas, de entre ellos cinco a la hoguera, y uno murió en la cárcel "ahogado por el demonio". En 1708 quemóse a una anciana en la parroquia de Loth. Mistress Hick y su hija murieron ahorcadas en 1716, convictas de "pacto diabólico" y de haber desencadenado una tempestad jabonando sus medias ( 1 0 '). En 1729 se quemó a trece personas en Sigedim, en Hungría; pero cuando, veinte años más tarde, se echó a las llamas a María Renata de Wurzburgo, alzóse un10Zclamor general de horror e indignación ( ). En suelo alemán, el asunto porque no sólo aceptó sinc que sostuvo la ver* dad de la magia: y no se comprende cómo concediendo el poder inmediato del demonio, pudiese negarle el de transferir* también los sortilegios, limitándose a sostener que en los casos especiales repugnaba al buen juicio creer éstos., y sobre todo su número". "Y no se diga —añade el historiador— que fue obligado a hacer esta concesión a su siglo, pues que cuando Juan Reinaldo Carli (Cartas del P. J. R. Carli al G. S. G. Tartarotti acerco del origen V falsedad de la ciencia de los magos y de las brujas) y Escipián Maffei (Arte mágica diíeguata. Verana. 1730) negaron todo poder diabólico inmediato, Tartaroti creyó su deber impugnarlos y hacer ver que, teniendo por ilusiones los maleficios, no habla oído se pusiera en duda el poder del demonio; tanta era la "fuerza que necesitaba la razón humana para emanciparse de las preocupaciones en que había sido educada" (C. Cantü, op. v t. cite., pág. 213 y sig.). (98) Peter Goldmann. Verworfener Hexen-und Zauberer-Advokat, Leipzig, 1705. (99) Commimis cátholicorum seníentio docet re ípsa hanc cómmixtiojiem daemonum mulierumque accidcrrf (Theol. Christ., t. III); cit. por C. Cantú, op. v loe. ctts. (100) Franz von LJszt, Trotado de Derecho penal,-t. I de la trad. esp. cit., pág. 295 y sig. las últimas ejecuciones capitales de reos de brujería, después de la que acaba de citarse en Wurzburgo, tuvieron lugar en 1751, en Endingen (Brisgovia), y en 1775, en Kempten (Baviera). En Suiza, la última bruja torturada y decapitada fue Ana Goeldi, de Glarus, en 1782 (10:i). La postrer ejecución por hechicería en Europa parece haberse llevado a cabo en Polonia, en 1793 O" 4 ). IV El crimen de hechicería en España y la América española 26. Diversos investigadores, españoles e hispanoamericanos especialmente —cosa natural—, han registrado en sus escritos datos y episodios relativos a la represión de la hechicería en España y la América españo- la desde remotas épocas. En lo que a España atañe, Bernaldo de Quirós, de acuerdo con el doctor Hugo Obermaier, asociará ciertas pinturas de caza de las cavernas prehistóricas de Iberia con el sortilegio de la magia simpática homicida de los corazones, figuras de cera, barro, etcétera, atravesados por alfileres, flechas, etcétera ( 105 ). En Estrabón y Tito Livio O 08 ) hállanse referencias a las prácticas del magismo primitivo "(adivinanzas, predicciones, augurios) entre los lusitanos; y en Silio Itálico, entre los galaicos ( 107 ). La reacción de los .particulares ^y de estas sociedades primitivas contra las prácticas de necromancia cuando dañaban sus intereses no pudo ni debió ser distinta en el seno de estas colectividades que la que se ha observado en grupos de similitar índice cultural. 27. Cuando, a la caída del Imperio romano, la Península Ibérica comienza a adquirir perfiles nacionales bajo la monarquía visigoda, los Concilios Toledanos edictan dispo- siciones encaminadas a castigar la hechice(101) C. Cantú, op. v t. cH»., pág. 212; J. von GfSrreg, OP. cit-, pág. 559. (102) C. Cantú, op. V t. ciís.. pág. 213. (103) L. Jiménez de Asúa, Tratado y t. clts., pág. 307. (104) Constituye un dato curioso el hecho de que la pena del fuego, proscripta ya en todo el mundo civilizado y que, como sabemos, además de ser la pena correspondiente de ordinario a los brujos, lo fue también para ciertos crímenes sexuales y contra la fe, se impuso y ejecutó todavía en el año 1825, en la persona de un negro acusado de violación y asesinato, en eX Estado- norteamericano de Carolina del Sur (Burtner, F. A., América'! laat legal 'huraínff at the stake, en "The Journal of Criminal Law, Griminology and Pólice Science", fase. 47, enero-febrero 1857, pág. 580 y sigs). Aderezada con mejor atuendo técnico, resucitó en los hornos crematorios de los campos de concentración, y exterminio, en que culminó la kuZtura del III Reich alemán. (105) C. Bernaldo de Quirós, "Una supervivencia paleolítica en la psicología criminal de la mujer", pub. en las "Notas de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas", Madrid, 1905; el mismo, "El folklore de la criminalidad", en rev. arg. La Ley, t. 19, Sec. doctr., pág. 73; el mismo. Cursillo de Criminología V Derecho fenol. Ciudad Trujillo. 1940, pág. 285 y sigs.: el mismo, Criminología, Puebla, 1948, pág. 291. (106) Estrabón, III.-3, 6; Tito Livio. Décadas, llb. X1.IX. (107) Sillo Itálico, Púnico, versículos 344-348. ría. El canon 4 del V? de dichos concilios (Superstitiossum jutura illicile<• cogitare... ac sibi in posterum providere, etcétera) atestigua la difusión de las prácticas de hechicería en España y esta época. El canon 5 del Concilio XVII<? (Egica, año 694) (De hix qui missam defunctomm pro vivís audent malevole celebrare)' previo el castigo de la magia negra de los clérigos que celebraban misa de difuntos por los vivos para lograr su muerte y, el 21, de cuantos, en general, eran magos y encantadores ( 1 0 N ). En el Fuero Juzgo, todo un capítulo se consagra a la incriminación "De los omnes que facen mal a los omnes, a las alimañas, e a otras cosas" ( U)1) ) por medios que comprenden los sobrenaturales. 28. El Código de las Siete Partidas del ney Sabio, con claras resonancias del Derecho imperial romano, fijó en la ley 2, título 23 de la partida VII, normas contra "los que encantan espíritus o fazen ymágenes o otros fechizos, o dan yeruas, para enamoramiento de los ornes o de las mujeres". Las prácticas de la magia negra definiéronse así en su texto: "Necromantia dizen en latín, a un saber extraño que es para encantar espíritus malos: e porque de los ornes que se trabajan a fazer esto, viene muy grand daño a la tierra, e señaladamente a los que los creen, e les demandan alguna cosa en esta razón, acaesciendoles muchas ocasiones por el espanto que resciben andando de noche, buscando estas cosas átales en los lugares extraños, de manera que algunos dellos mueren o fincan locos o desmemoriados; porende defendemos que ninguno sea osado de se trabajar, nin de usar de tal enigma como esta, porque es cosa que pesa a Dios, e viene ende muy grand daño a los ornes. Otrosí defendemos, que ninguno non sea osado de fazer ymagines de cera, nin de metal, nin otros fechizos, para enamorar los ornes con las mujeres, nin para departir el amor que algunos quieren entre sí. E aun defendemos que ninguno non sea osado de dar yeruas, nin breuaje, a algund orne, nin a muger, por razón de enamoramiento, porque acaesce a las vegadas, que destos breuajes vienen a muerte los ornes que los toman, o han muy grandes enfermedades, de que fincan ocasionados para" siempre". La ley 3^ del mismo título y partida estableció como pena para quienes sé hicieren reos de las conductas incriminadas en la anterior la pena capital, "salvo a los que fiziesen encantamiento con entenclon buena, assí como sacar demonios 'de los cuerpos. (108) Oír. Quintiliano Saldaña, "Historia del Derecha penal en España" como adición al Tratado de Derecha penal de Franz von Liszt, trad. de la 18* ed. alemana, t. I, Madrid, 1928, págs. 227 y nota 1» y 22» y nota 2. (109) Ibtd., pág. 228. nota 3.. de los ornes; o para desligar a los que íuessen marido, e muger, que non pudiessen conuenir; o para desatar nube, que echasse granizo, o niebla, porque non corrompiesse los frutos; o para matar langosta, o pulgón, que daña el pan, o las viñas; o por alguna otra razón prouechosa semejante destas...", ya que quien así obrase "non deue auer pena; ante dezimos, que deue recebir galardón por ello" ( i ' ° ) . La prohibición de hacer figuras de metal U otras sustancias para servirse de ellas en sortilegios o hechizos que edictara el Rey Sabio se reiteró en una pragmática del rey Don Juan II de Castilla, fechada en Córdoba el 9 de abril de 1410, y otra de Don Felipe II, rey de' España, aprobada en las Cortes de Madrid de 1598; las cuales pasaron sucesivamente a la Nueva y la Novísima Recopilaciones, como leyes 6 y 8, título 3, libro VIII, de la primera, y ley 2^, título IV (De los adivinos, hechiceros y agoreros), libro XII de la segunda. 29. Don Marcelino Menéndez y Pelayo ( 1 1 1 ) consideró empresa fácil, pero no se -sabe hasta qué punto útil, reunir noticias de procesos de brujería. Hay en ellos —dijo— una fatigosa monotonía de pormenores que quita las ganas de proceder a más menuda investigación. En España, su escasez los hace algo más estimables. Su número mantúvose dentro de límites moderados aun en los siglos xvi y xvii, cuando la "caza de brujas" hacía furor en Alemania, Francia, Inglaterra, etcétera, y en España la Inquisición reprimía implacable a los simpatizantes con la Reforma, los moriscos y los judaizantes. En el Aragón medieval, los inquisidores conocieron de las causas de herejía, nigromancia, etcétera, desde el pontificado de Juan XXII (1332-1334). La pena de los hechiceros fue como por doquiera la del fuego, aplicable a los herejes, sodomitas, incendiarios y monederos falsos. A fines del siglo xv quemóse en aquel reino a cuatro mujeres por brujas; en 1500, a otras tres, y en 1512, a una sola, lo mismo que en 1535 ( ' i 2 ) . Pradilla Barnuevo aseguraba que para los brujos y brujas no se había cambiado la costumbre "porque los queman"( ! i:M Pero los aragoneses no dejaron que los inquisidores extremasen su celo en tal comedio) Véase "Las Siete Partidas del Sebio Rey D. Alon80 el X..." con la glosa del T-*ic. Gregorio López..., por D. Ignacio Sanponts y Barba, D. Ramón Martí de EixaJa, y D. José Ferrer y Subirana, t. IV, Barcelona, Imp. de Antonio Bergnes, 1844, pág. 336 y sig. (111) M. Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, t. IV, Madrid, 1947. pág. 380 y sigs. (112) E. Cuello Calón, "Contribución al estudio de la historia de la pena de muerte en España", en Anuario de Derecho penal y Ciencias penales, X I, enero-abríl. 1957, pág. 14, nota 14. (113) Pradilla Barnuevo, Tratado y sr.ma dé todas las • leves penales, íolio 21. tidoi y en 1512, precisamente, pidieron al rey Fernando V, en las Cortes de Monzón, que en cuanto al crimen de nigromancia no se excedieran aquéllos a conocer fuera de los casos de la bula Super illius specula de Juan XXII. En Castilla la Vieja, en Calahorra, treinta y ocho brujas fueron entregadas de una vez a la hoguera en 1507. En 1527 descubriéronse en Navarra multitud de brujos, según relata Fray Prudencio de Sandoval en su Historia de Carlos V. Pero donde la persecución se desenvolvió más activamente fue en Vizcaya, donde, según Lorente, se que4 mó a más de treinta O ' ) . 30. Proceso notable, que no puede menos de recordarse, es el instruido por la Inquisición de Logroño en 1610, en el que se contienen pormenores acerca de la organización de la "diabólica secta" en Navarra y Euzkadi, su principal asiento, por lo menos a partir del siglo xv (n 5 ). Veintinueve reos, todos de Vera y de'Zugarramurdi, en el Valle del Baztán, colindante con Francia, de donde afiliados a la secta concurrían asiduamente a los aquelarres1 y a quienes juzgó cruelísirnamente (siipra n ? 20) el Parlamento de Pó, en el Béarn francés, fueron los acusados de brujería por la Inquisición logroñesa. Sus conciliábulos teníanlos en el prado llamado de Berroscoberro, tres días a la semana y en algunas fiestas solemnes, presididos por el diablo, "con un rostro muy triste, feo y airado... en figura de hombre negro, con una corona de cuernos pequeños, y tres de ellos son muy grandes y como si fuesen de cabrón; los dos tiene en el colodrillo y el otro en la frente", con que daba luz y alumbraba y la claridad era "mayor que la de la luna y mucho menos que la que da el sol"; "los ojos... grandes, muy abiertos, encendidos y espantosos, la barba como de cabra, el cuerpo y talle como entre hombre y cabrón, las manos y pies con dedos como de persona, sino que todos... iguales, agudos hacia (114) Lea, The Inqitisition oí Spain, t. IV, New-York, 1907, págs. 211 y sig. (115) Vid. Arturo Majada, "Los procesos de brujería en España", en notas a la Historia de la Criminalidad, de G. Radbruch y E. Gwinner. cit., pág. 189. Es el proceso a que se refiere "la publicación que ya hemos mencionado repetidamente bajo el título "Auto de fe celebrado en la ciudad de Logroño en los días 7 y 8 de noviembre del año de 1610, siendo Inquisidor general el cardenal. Arzobispo de Toledo, Don Bernardo de Sandoval y Rosas", impresa por primera ve, en Logroño en 1611 por Juan de Mfmgastón, reed. en J811, en la Imprenta Real de Madrid, ilustrada con notas del Bachiller, Ginés de Posadilla. natural de Yébenes (Leandro Fernández de Moratín) (¡bien poco interesante e ingeniosas por cierto!) y reproducida en un folleto de !a '"Biblioteca de la In- quisición", dirigida, si la memoria no nos es infiel, por el gran periodista y caballero don José Nakens, impreso en la capital de España, Imprenta de Domingo s/f., e intitulado Quema, de brujas en Logroño en Constancio Bernaldo de Quirós consagró a este su estudio "Las brujas de Zugarramurdi", en Blanco, 1610, proceao Figuras delincuentes, Madrid, s/f. Y el novelista Pío Baroja basó en él su encantador relato La dama de Urtubi. las puntas, y las manos corvas como de ave de rapiña y los pies como si íuesen de ganso" ( i ' c ) . Ei ritual de las reuniones de los brujos de Zugarramurdi, según las confesiones por ellos prestadas ante los jueces, ajustábase en líneas fundamentales al tenido por común y ordinario en las asambleas sabáticas de cualquier otro lugar o nación: adoración del diablo, parodias sacrilegas de la misa y otras ceremonias del culto cristiano, para llegar, tras de rondas y danzas excitantes, a la orgía que las clausuraba y en la que todas las perversiones sexuales dábanse satisfacción. Se inculpó en este proceso a María de Zozaya, la principal maestra y proselitista del grupo; María de Yurreteguía, "bruja desde muy niña" por enseñanza de sus tías María y Juana Chipia; Miguel de Goyburu, rey de los brujos del aquelarre y conocido como tempestarlo o movedor de temporales en los mares de San Juan de Luz; Juan de Goyburu, el tamborilero de la reuniones, ebrio feroz, que declaró haber devorado, compartiéndolo con otros miembros del grupo, el cadáver de su propio hijo; Graciana de Barrenechea, su mujer, reina del aquelarre, que por rivalidad amorosa y celos con el demonio dijo haber envenenado a María Juana de Oria; Juan de Sansín, el gaitero que al son de su instrumento incitaba a la orgía a los congregados en el prado de Berroscoberro; Martín de Vizcay, ayo o mayoral de los novicios; las hermana Estefanía y Juana de Tellechea, famosas infanticidas; el herrero Juan de Echalar o de Échalas, verdugo del aquelarre y a cuyo cargo corría "azotar a los muchachos que parlaban las cosas que pasaban en él, y descubrían que eran brujos, y a todos los demás que el demonio le mandaba"; María Juancho, de la villa de Vera, filicida desnaturalizada; María y Estefanía de Iriarte, hijas de Graciana de Barrenechea; María Presoná, etcétera. Todos se confesaron brujos, sodomitas, sacrilegos, atormentadores de niños, caníbales. .. Pero sólo María de Zozaya fue entregada al brazo secular y murió agarrotada, quemándose luego su cadáver O 1 7 ). El auto de fe de Logroño contra los brujos de Zugarramurdi conturbó profundamente el ánimo del eminente filósofo, teólogo, helenista y hebraísta Pedro de Valencia, discípulo amado de Benito Arias Montano, quien dirigió al cardenal inquisidor general don Bernardo de Sandoval y Rojas su Discurso sobre las brujas y cosas tocantes a la magia* escrito con gran valentía y poniendo al descubierto lo incierto y contradic(116) Quema de Brujas... cit., pág. 21 y sigs. (117) Menéndez y Pelayo, op. v loe. cits.; A. Majada en su estudio ctt., ob. cit., .pág. 189 y sig.; E. Cuello Calón, trab. cit. y loe. cit. torio de las confesiones de los reos, arrancadas las más en el tormento, para concluir aconsejando la mayor cautela en casos futuros. Menéndez y Pelayo juzga que nada contribuyó tanto como el Discurso de Pedro de Valencia a la creciente benignidad con que la Inquisición procedería en adelante en causas de brujería ( 118 ). 31. El más curioso de los juicios de hechicería en Cataluña fue el seguido en la diócesis de Vich, entre 1618 y 1620. Lo promovió Arnaldo Febrer, procurador fiscal de la Curia de la Veguería de Llusanés, quien denunció al Veguer que pocos años antes habían sido sentenciados a muerte muchos brujos y brujas en Urgel, Segarra y otros puntos de la región, a todos los cuales se les había identificado por cierta marca diabólica que tenían en el hombro, y eran hábiles en hechizar y matar niños, transportarlos de unas a otras ciudades y villas, envenenar ganados, dar y quitar bocios y sustituir el agua bendita de los templos por agua, sin bendecir. Y sospechándose que en la villa de San Feliú había algunas tales brujas, se aprehendió a tres mujeres: Marquesa Vila, partera, Felipe Gallifa y Monserrat Fábregas, alias Graciana, a las que se les encontró la mencionada señal después de rociarles la espalda con agua bendita. Conducidas-a las cárceles reales de San Feliú, sometióselas a proceso ante el fuero ordinario, siguiéndose la causa con bárbara crueldad y abuso de la tortura. Los testigos llamados declararon que las acusadas tenían granos de falguera y que con pedriscos y tempestades arrumaban las cosechas; y que con artes diabólicas sustraían y cambiaban niños, de suerte que quien procuraba tener hijos propios los tenía "de morería y otras partes". Convictas (?) de trato carnal con el demonio y demás cargos habituales, la justicia del Veguer las condenó a la horca ( ] i « ) . 32. Después del proceso de Zugarramurdi fueron pocas y de ninguna importancia las causas de hechicería instruidas por la Inquisición, no se relajó a casi nadie al brazo secular por tal crimen —en Castilla la Nueva parece no haberlo sido ninguna persona— ( 12 °), no hubo autos particulares contra él, y la secta de los brujos languideció hasta desaparecer. A fines del siglo xvn, la "corporación de les brujos"' sólo era un recuerdo pavoroso. Mas la acusación de nigromancia —que el vulgo formulara en la Edad Medía contra el marqués de Villena, Raimundo Lulío, Arnaldo. de Vilanova y otros (118) Menéndez y Pelayo, op. V toe. cits.; A. Majada, loe. eit. (119) Ibid. (120) Cirac Estoparían, Los procesos de hechicería, en la Inquisición de Costilla la Nueva, Madrid, '1942, pág. 251. ilustres varones— continuó lanzándose, no obstante, con fines políticos siempre, en las causas seguidas a validos reales y grandes señores que caían en desgracia, como el desdichado don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias. Los "hechizos" de que se consideró víctima al rey Carlos II hicieron también bastante ruido, y el pobre monarca acabó prestamente en la tumba, agudizados muy probablemente sus hereditarios males, por los exorcismos del padre Froilán Díaz, su confesor, el inquisidor Rocaberti y Fray Mauro de Tenda. Todavía a mediados del siglo xvm, en 1742, se juzgó por brujas a las monjas de Ara Coeli de Corella. La supersticiosa creencia en la magia negra, que dio vida en España, desde los tiempos medievales, a una importante bibliografía en que descuellan los nombres del ya citado Martín del Eío y de Francisco de Torreblanca Villalpand o ( ! 2 i ) , vivía aún' en incontables mentes, alguna tan esclarecida como la del padre Benito Feijoo ( 122 ). Pero ya en relación con la .época, no parecen históricamente ciertas las palabras de don Joaquín Francisco Pacheco, en que describiendo el estado de la práctica penal española hasta fines del siglo xvín y comienzos del xix, anotaba: "La sodomía y la herejía eran también crímenes mortales, y las hogueras se han encendido más de una vez para los judaizantes y las hechiceras" ( las ), 33, Entre los aborígenes de la América española, las artes de brujería y su represión emparéjame, según el grado de civilización del grupo étnico de que se trate, con lo que los historiadores han venido presentándonos como común entre los pueblos salvajes o los que crearon grandes culturas primarias. De entre los últimos, mexicanos e incas, por ejemplo en sus sistemas pena(121) Francisco de Torreblanca Villalpando, Demono- lagia, íive magia, naíuralw. Maguncia, 1623; el mismo, Epitomen deíictorum síi>e de Magia in qua opería vel occulra invocatio daemonis intervenit, L,yon, 1671. Otros, españoles que escribieron sobre la cuestión fue- ron: Don Enrique de Villena, Tratado de aojamíento V íascinolooío, compuesto hacia 1411 y pub. en "Revista Contemporánea" de Madrid, núms. 16 y 30 de junio de IBIS; Bernardo Basin, Dé flríibus magicís ac maaorum maleficlis, 1506; Martín de Castafiega, Tratado de las supersticiones, hechicerías v varios conjuros y abusiones y de la posibilidad y remedios de!¡os, Logroño, 1529; Francisco de Vitoria, De Magia, relección salmantina cuyo texto se ha perdido; Pedro Ciruelo, Reprobación de supersticiones, 153S; Alfonso de Castro, De impía soríilegiorum, maleficarum e.t lamiarum haeresi eorumque pwnitione; Gaspar Navarro; Tribunal de superstición ladina, Huesca, Benson, 1631; Santiago Simancas, De La mus; Hernando det Castillo, Magia natural, 1643. (122) P, Benito Feljóo, Teatro Crítico Universal, 1» ed., Madrid, Imp. de los Herederos de Francisco del Hierro, 175J. t. II. discurso V. ("Uso de la magia"; t. IV, discurso IX, "Transformaciones y transmigración mágica"; t. VI, discurso VII, "Cuevas de Salamanca y Toledo y Mágica de España"; t. VIII, discurso VIH, "Demoniacos"; cfr. X<. Jiménez de Asúa, Tratado y t. cits., pág. 785. (123) Joaquín Francisco Pacheco, El Código penal concordado y comentado, Madrid, 1848, Introducción, pág. XÍ.V1II. les precolombinos, castigaron la hechicería utilizada para atentar contra las personas. Entre los araucanos, el adivino o hechicero, capaz de sustituir la causalidad normal de los acontecimientos por vinculaciones mágicas, poseyó grande influencia y poder. Tomás Guevara relata que tenían un cuerpo complejo y jerarquizado de adivinos. "Gozaban estos nigromantes —añade— de gran consideración y aparecían como defensores de la sociedad por sus funciones inquisidoras de crímenes y de brujos y por sus indicaciones precisas sobre la manera de obrar" (124). Un ceremonial determinado con sus aquelarres e iniciaciones regía el ejercicio de la magia negra ( !25 ). Aparte de los nigromantes oficiales, la "magia simpática" practicábase por las machis o curanderas. En cuanto a la represión, la muerte causada por hechicería a un miembro de la comunidad, la brujería, eran crímenes exceptuados de la composición pecuniaria entre culpables y agraviados, por gravísima maldad ( 126 >. Si los parientes ofendidos se hacían con la persona del embrujador, condenábanle a morir al fuego lento ( m ). Entre los patagones fue frecuente el que mataran a sus brujos por atribuir a sus maleficios las desgracias que ocurrían en sus hogares, según pudo observarlo Ramón Lista ( 12S ). Y Luis de la Cruz, refiriéndose a los pegüenches, dice: "Toda muerte se supone producida por daño; consultado el adivino o adivina, declara la bruja que hizo la muerte, y sin más trámites los parientes del difunto proceden 129 a prenderla y la queman en la hoguera ( ). Si el hechicero forma parte de otra tribu, entonces sobreviene la venganza colectiva: se organizan fuertes malones, saqueos y guerras, hasta conseguir su captura" (13°). Costumbres análogas regístranse entre los indios moluches y pulches C 1 3 '), así como entre los pampas (132). Furlong, por lo que respecta a los últimos, precisa: "Luego que muere'un cacique, lo (124) T. Guevara, Historio de la justicia araucana, Santiago de Chile, 1922, pág. 82. (125) Francisco Esteve Barba, Descubrimiento y conQuista de Chile, Barcelona, 1948, pág. 116 y slg. (126) T. Guevara, op. cit., págs. 36 y 55. (127) Ibid., pág. 59. (128) Ramón Lista, "La Patagorda austral (Complemento del Viaje al País de los Tehuelches)", Buenos Aires, Imp. de "La Tribuna", 1879. pág. 37. (129) Evidentemente, el suplicio del fuego, como el apropiado para las brujas y brujos y como elemento purjíicador, tuvo difusión universal. (130) L. de la Cruz, "Deacripción de la naturaleza de los terrenos y costumbres de los pegüenches", en Colección de obras y documentos relativos a la Historia del Rio de la Plata, de Pedro de Angelis, Buenos-Aires, t. I, 1910. pág. 269. (131) K. Thomas Falkner, "Descripción de la Fatagonia y de las partes adyacentes de la América meridional",' en la Colección de de Angelis cit., t. I cit., pág. 339. (132) Joseph Sánchez Labrador, Paraguay católico. Los indios Pampas, Pulchcs, Patasoñes, con prólogo y notas de Guillermo Furlong Cardiff, Buenos Aires, 1938, pág.'55. nos a quienes debemos informes más concretos, pero espacialmente muy reducidos, por limitados a la capital y dos provincias argentinas. El primero de «líos reseña la causa sezas" (133). 34. Poco abundan los datos conocidos res- guida en el siglo xvn, y dada su condición pecto a la acción de las justicias reales y de criolla por la Inquisición, contra la porMaría de la Cerda, tenida por hechicedel Santo Oficio de la Inquisición en tierras teña13e de Iberoamérica, contra quienes practica- ra ( ). López Manan y Catalán historian ran las artes necrománticas. De suponer es los suplicios y hogueras contra herejes, bruque la moderación de que jueces seculares jas y hechiceros en Tucumán y Santiago del y eclesiásticos dieron pruebas en la perse- Estero. De entre los casos investigados por cución de ese crimen en la Península, tuvo aquél, dos ponen en evidencia la ponderareílejo en su comportamiento en el Nuevo ción y benignidad de los jueces instructoMundo. En orden a la reglamentación legal res del fuero civil (los alcaldes) que en ellps del procedimiento contra los aborígenes reos intervinieron: los procesos de la india Luide brujería, el "Libro primero de la Reco- sa González, tucumana (1688-1689), acupilación de las Cédulas, Cartas, Provisiones sada de haber embrujado al capitán don y Ordenanzas Reales" de Juan de Solórza- Diego Bazán, y de la también india del pueno Pereira, y que llega hasta 1622, nos mues- blo de Amaichá, Pascuala, a la que el 22 tra como dispuesto eri la ley 51* del título de enero de 1766 denunció el capitán AntoXVII: "Aunque por experiencia se ha cono- nio Toro, por haber causado con artes macido la importancia de la Inquisición en las léficas los "mayores e intolerables sobrenaIndias, y también se sabe que ay, y ha ávi- turales tormentos" a la esclava negra María do en ellas muchos indios que han aprove- del Carmelo" chado poco en la doctrina cristiana, y tienen de ella solo el nombre; lo qual por la mayor parte nace de no averies destruydo Más aún que los de España, los archivos sus ídolos de raíz, y de los dogmatizadores, de nuestra América deben guardar, pese a y hechiceros, que andan entre ellos espar- los destrozos causados en ellos por guerras cidos por toda la tierra, que aunque sean civiles, revoluciones y más-que nada la inbautizados, siembran cosas contra la Fe, y curia ignara de no pocos de sus custodios, demás de esto matan a muchos con yervas incontables secretos, que al develarse eny hechizos, a los quales el inga en las pro- riquecerán sobremanera la historia jurídivincias del Perú los castigava con pena de ca, de los países del continente. Y algunos muerte; con todo eso atendiendo que en las de esos secretos estarán en relación directa dichas partes, y entre los dichos indios está con el tema aquí tratado. ¿Seguirán busrecién plantada la Pe, y no se ha asentado cando en estos archivos —y de desear es del todo la inquisición, les está vedado por que con ritmo más veloz y afán intensifisus instrucciones a los inquisidores el pro- cado— historiadores tan beneméritos como ceder por ninguna de las dichas causas, ni por otras contra los dichos indios... y con- los que antes citamos? tra los que fueron hechiceros se podrá asiV mismo proceder a su punición y castigo por Conclusión las nuestras justicias Reales; de manera, que teniendo y poniendo en ello el cuydado -35. Aun después que la conciencia públi-. que conviene se atajen, y excusen dichos ca, iluminada por vía ciencia y por la culdelitos" (134). tura, relegó al recuerdo de un pasado omiEn orden a los procesos de brujería en sí, noso, la cruel persecución de que otrora se vistos históricamente, José Toribio Medi- hizo objetos a los reos del supuesto crimen na, Julio López Manan y Emilio Cata- de hechicería, no faltaron hombres de letras lán ( 135 ), son los investigadores america- y de saber que "antes que confesar una culpa casi anormal de los jueces de brujas", primero que hacen sus vasallos es buscar a los hechiceros que le curaron y al que agarran le traen a la vista del cadáver y allí le quitan la vida con los sables y lan- (133) G. Furtong Cardiff, Entre los Pampas de Bueno Aires, Buenos Aires, 1938, pág. 61. (134) Juan de Solórzano Pereira, Libro primero de la Recopilación de las Cédulas, Cartas, Provisiones y Ordenarlas Reales, Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1945, t. II. pág. 243. Se saca esta ley de dos capítulos de una carta al Virrey Don Francisco de Toledo, datada, en 1571 (ibid,, pág. 244). Cfr. L. Jiménez de Asúa, Tratado y t. I clts., pág. 919 y siig. (135) José Toribio Medina^ Lo Inquisición en el Río de la Plata. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en las Provincias del Plata, Buenos Aires. 1945; Juno López Manan, "El suplicio de una hechicera", en Tucu- ,mán antiguo, Buenos Aires, 1916, págs. 127-155; Emilio Catalán, "La brujería penada con la hoguera en el Tucumán colonial", en Revista de Ftloso/ia de Bueno* Aires, nvun. del 3 de mayo de 1926; el mismo, "Los tormentos aplicados a los brujos por la Justicia colonial de Tucumán y de Santiago del Estero", en Trabajos del Instituto de Estudios Históricos de Tucumán, v.ol. I, Tucumán, 1936, págs. 137-176. (136) Cfr. Luis Jiménez de Asúa, Trotado y t. I cits., pág. 919. (137) Vid. Luis Jiménez de Asúa, "La telepatia en la administración de la justicia criminal", en El Crimina- lista, t. III, págs. 155 y sig., nota 1 a la pág. 154, y pág. 17S y sigs.; Trotado y t. 1 cits,, pág. 920 y sig. prefiriesen recurrir, para justificarlos, a la para admitir sin embargo la existencia de suposición de que, en el íondo de los pro- una secta de adoradores del diablo que culcesos de que fueran víctimas, había al- tivaban en sus nocturnas reuniones su anguna clase de realidad". tigua fe enemiga del cristianismo. Tal punto Saint Edmé, por ejemplo, afirmó que la de vista se emparenta con el de Goethe, condena de aquéllas (de las supuestas bru- que intentó asimismo hallar una explicajas) fue, en la mayor parte de los casos y ción lógica de semejantes extravíos del essalvo las injusticias con tal pretexto come- píritu humano en su poesía Die erste Waltidas, plenamente justa, dados los verda- purgisnacht ("La primera noche de Walpurderos delitos de que se hicieron culpables gis"). Explicando el sentido de la balada quienes se arrogaban poderes sobrenatura- de Walpurgis en una carta a Zelter (3 de les, crímenes consistentes a menudo en ver- diciembre de 1812), refiere que los sacerdodaderos envenenamientos, peligrosas ame- tes germanos del paganismo, expulsados de nazas, hurtos, etcétera. Otros (von Lam- sus bosques sagrados cuando el pueblo se berg, Rosshirt) vieron el carácter crimi- convirtió a la religión de Cristo, refugiánal de los aquelarres sabáticos en que es- ronse con sus leales a comienzos de la pritas reuniones servían de satisfacción a la mavera en las montañas del Haz, para allí más depravada concupiscencia, dando oca- ofrecer conforme a la antigua costumbre la sión a que en ellas, hombres pervertidos oración y la llama al Dios incorpóreo del se presentaran bajo la máscara del diablo, cielo y de la tierra. Para precaverse de perpara no necesitar descubrirse a sus víc- seguidores armados, disfrazaron parte de timas. los suyos encargados en su caso de rechaCabe admitirlo así como cierto, y también zarles con las máscaras diabólicas. el que entre los condenados se encontraran 36. Consignados al ayer bárbaro, los prode cuando en cuando impostores resueltos cesos de brujería —dícenos Jiménez de que se valían de la superstición para des- Asúa— no han dejado de tener actualiahogar sus vicios y afanes de lucro, como dad, pues que todavía vive en muchos luel exorcizador del diablo de la novicia de gares y aun en ciertos medios de los más Grimmelshausen, que, ebrio, reveló en la cultos pueblos la creencia en hechiceros y posada los secretos de su negocio. También se ha acogido, con similar propósito justificativo o excusante, la idea de que las brujas con frecuencia se creyeron tales realmente. Aquejadas de la misma locura que sus jueces, habían intentado practicar la magia y llegado a creer a ciegas que la habían ejercido. Así, por ejemplo, bajo el efecto de ciertas drogas (estramonio, cerezas locas y beleño) que entraban en la composición del ungüento de brujas, habrían creído volar y, en sus sueños de vuelo y de lujuria imaginado el aquelarre, es decir, vivido en un mundo ilusorio que, a causa de la extensión universal de la creencia en la brujería, con todas sus particularidades, tenía que ser conocido por todos. Mas, aun admitido todo ello, ¿quedan justificados ante la conciencia civilizada, como no sea por la ignorancia supersticiosa y la ferocidad de las sociedades y del tiempo en que se produjo, el horror de aquellas procesos?... Pero aún hay más, y es más sorprendente: hasta fines del siglo xix se creyó por algunos que podía defenderse la realidad de la brujería. Tanto entre los católicos como Pablo M. Baumgarten, como dentro de los protestantes (Vilmar), se afirmó en la docta Alemania que la brujería ha existido verdaderamente, que hombres sin Dios practicaron efectivamente la magia y que, en consecuencia, se les había castigado con justicia. Otros, en cambio, cual Jacobo Grimm, negaron a la magia toda realidad, brujas. Julio Andrés Belloni, el desaparecido penalista e iusfilósofo italiano; estudió algunos casos demostrativos de tal aserto: el del brujo de Laviniano (en Giustizia pénale, parte I, 1938, pás. 1 y sgts.), las brujas de Pozzuoli (en Criminalia, italiana, 1939, fase. I, págs. 100 y sigts.) y la hechicera de Ortona (en la misma revista y fascículo, páginas 101 y sigts.); procesos éstos, restos atenuadísimos de aquéllos, de crueldad escalofriante, que en las páginas de este trabajo hemos debido rememorar. BIBLIOGRAFÍA. — Adornas do las citadas en el texto y notas que anteceden, puédensc enumerar como obras y estudios de. interés relativos al tema: P. 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En el Derecho romano, el magistrado actuaba in iure y el juez in indicio, quedando la palabra "juez" con el concepto actual en el antiguo derecho español. El Poder judicial está integrado por distintas categorías de miembros, que varían por la función que les está asignada, como por la jerarquía que les corresponde, diversidad mucho más apreciable en nuestro país por la organización federal que lo caracteriza. Es así' como encontramos jueces únicos (de primera instancia en la Capital Federal) y colegiados (en las provincias de Córdoba, Santiago del Estero, etcétera, y dfi segunda instancia en la Capital Federal y otras provincias); jueces ordinarios (en algunas provincias con competencia en todas las materias) y especiales (en lo penal, conteneiosoadministrativo, comercial, de minería, civil, laboral, etcétera, tanto en la Capital Federal como en varias provincias), y jueces profesionales (la mayor parte) y legos (el jurado popular, prescripto en la derogada Constitución de la nueva provincia de La Pampa). Limitando el asunto al juez penal, en casi todas partes hay un juez único, para la instrucción y la sentencia; * Por el Dr. RICARDO LEVENE (h.). en la Capital, en cambio, conforme el artículo 32 de la ley de rito, los jueces del crimen son de instrucción y de sentencia, correspondiendo a los primeros la formación de los sumarios, y a los segundos la sustanciación del plenario y el pronunciamiento de la sentencia definitiva O). Todos los magistrados son funcionarios del Estado, condición esencial en el proceso penal, dado el carácter público de la función represiva, admitiéndose por excepción que intervengan arbitros o amigables componedores; asimismo son permanentes, ya que los tribunales especiales están prohibidos por la Constitución; los remunera el Estado y no las partes, y tienen facultades limitadas por la ley, lo que impide la arbitrariedad judicial, características todas de donde surgen las garantías que deben rodear el ejercicio de su función. Condiciones generales: Sin perjuicio del titulo de abogado, que se exige para desempeñar la función judicial, sin duda alguna se requieren también, sobre todo en el fuero penal, otros conocimientos y condiciones técnicas, que hemos postulado en algún trabajo anterior. Ya las Partidas señalaban que los jueces debían ser mansos y de buena palabra, leales, sin codicia y de buena fama. Las Leyes de Indias les'prohibían toda vida o vinculación social, como ser casarse, ir a fiestas, negociar, dar o tomar dinero a interés, etcétera (Libro II, título XVI). La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dictado un Reglamento que lleva fecha 17 de diciembre de 1952, en el que, ratificando las disposiciones de la ley orgánica, obliga a ¡os magistrados, funcionarios y empleados a observar una conducta intachable; guardar absoluta reserva con respecto a los asuntos vinculados a sus funciones; no evacuar consultas ni. dar asesoramiento en los casos de contienda judicial actual o posible; no gestionar asuntos de terceros ni interesarse por ellos; no realizar actos de proselitismo político; rehusar dádivas o beneficios; no practicar juego por dinero ni frecuentar lugares destinados a ello; levantar en el plazo de sesenta días cualquier embargo que se trabe de su sueldo o el concurso que se hubiera decretado; no ejercer profesiones liberales; no practicar deportes como profesional; no participar en asociaciones profesionales, excepto las mutualistas, ni en comisiones directivas de ninguna asociación, sin autorización de la respectiva' autoridad de superintendencia, etcétera (art. 8). (1) Sobre las distintas categorías de magistrados y las ventajas e .inconvenientes de las que acabamos de enun- ciar, véase Riceto Alcalá Zamora y Castillo y Ricardo Levene (h.), Derecho procesal penal, Bs. Aires, 1945, t. I, Pág. 247 y sigs. Condiciones específicas. En principio, la única condición exigida para el desempeño de los cargos públicos, es la idoneidad (art. 16 de la Constitución Nacional). Pero nuestra Carta Magna fija, sin embargo, otros requisitos para poder ser miembro de la Corte Suprema: seis años de ciudadanía, abogado graduado en universidad nacional, con ocho años de ejercicio y treinta de edady disfrutar una renta anual de- $ 2.000 fuertes o de una entrada equivalente (arts. 97 y 47 de la Constitución) (2). La nueva ley orgánica (decreto-ley 1285 de 4 de febrero de 1958) ha reglamentado las condiciones que deben tener los miembros de los demás tribunales nacionales. Los de las Cámaras deben ser ciudadanos argentinos, abogados graduados en universidad nacional, con seis de ejercicio y treinta de edad (art. 5?), y los jueces nacionales de primera instancia deben ser también ciudadanos argentinos, abogados graduados en universidad nacional, con cuatro años de ejercicio y veinticinco de edad (art. 61?). En las provincias, los jueces deben ser argentinos y abogados, variando el mínimo de edad exigido. Además de los requisitos indicados, que son para el nombramiento, existen otros para entrar en el desempeño del cargo. Se destaca de entre éstos el juramento (decreto-ley 1285-58, alt. 7<?) que deben cumplir los jueces, y que consiste en la promesa de desempeñar bien y legalmente el cargo de acuerdo a lo dispuesto por la Constitución. Prestan el juramento ante su presidente los miembros de la Corte Suprema, quienes lo hicieron ante el presidente de la Nación al constituirse el cuerpo (art. 98 de la Constitución Nacional); ante su presidente los miembros de las Cámaras federales (ley 4055, art. 25), y los jueces federales de los territorios nacionales ante la Corte Suprema o autoridad designada al efecto por el Poder ejecutivo (leyes 27, art. 17, y 3575, art. I?). Los vocales de las Cámaras de apelaciones de la justicia ordinaria de la Capital juran ante su presidente, y los jueces de primera instancia lo hacen ante su respectiva Cámara (ley 1893, arts. 71 j 95); los miembros de la Justicia de Paz Letrada de la Capital, ante la Cámara de Paz (ley 11.924, arts. 10 y 24). Designación y ascenso. Diversos son los sistemas que han servido para designar los magistrados. Desde la elección popular —que (2) IM Corte Suprema de Justicia, en noviemtre de 1960, con motivo de la recusación de dos de sus miembros, por razones de parentesco, resolvió que el art. 8 del decreto ley 1285/58 sólo es aplicable a los Jueces de los "tribunales inferiores" de la Nación, ya que aquél no puede alterar lo prescripto en los arts. 97 y 47 de la Constitución Nacional, si se entendiera que él comprende a los Integrantes de la Corte Suprema. ya funcionó en Roma y se experimentó en Francia durante la revolución, hasta que la suprimió Napoleón en 1808~ y que en la Ar- gentina propiciara Aristóbulo del Valle en 1870, y sirviera para designar los jueces de paz en los pueblos de los territorios nacionales de más de mil habitantes, sistema aplicado también en Suiza y en Estados Unidos—, hasta el nombramiento por el Poder ejecutivo, que es el más generalizado, existen otras modalidades, como ser la coparticipación del Poder ejecutivo y legislativo (el primero propone y el segundo, casi siempre por una de sus ramas, el Senado, presta acuerdo); la provisión del cargo mediante la oposición y el concurso, que suele dar excelentes resultados, sistema que rige en Francia e Italia, en lo que se refiere al concurso, y en España en lo que atañe a las oposiciones ( s ); la designación por el mismo Poder judicial como ocurre en el Uruguay y en Bélgica, etcétera. En la Argentina los miembros de la Corte Suprema, camaristas y jueces de la justicia nacional son designados por el Poder ejecutivo con acuerdo del Senado de la Nación (Constitución Nacional, artículo 86, inc. 5, y decreto-ley 1285-58, art. 2<?). En las provincias es generalmente el Poder ejecutivo quien también designa los jueces con acuerdo del Senado provincial, y si éste no existe, con el de la Legislatura. La elección popular es una excepción, y apenas si se la utilizaba en las goberriaciones nacionales para elegir jueces de paz. En cuanto al ascenso, constituye sin duda alguna un estímulo para el magistrado capaz y dedicado a sus funciones, pero exige como condición la justicia y la imparcialidad en su mecanismo, por lo que no es de extrañar que en algunos países, como en Inglaterra, no exista el ascenso, designándose para los puestos judiciales a los abogados de más prestigio a quienes se les dota con un sueldo importante que evita toda otra preocupación por un nuevo cargo, y por ende la posible pérdida de su independencia. Además no puede negarse que es conveniente la incorporación a la magistratura de abogados destacados que llevan consigo una renovación de las ideas, del sistema de trabajo y de la jurisprudencia, pero esto debe ser la excepción y no la regla, pues el desempeño de la función judicial exige, sin duda alguna, una larga experiencia, resultado del paso del aspirante por las distintas categorías anteriores. Los mismos sistema que hemos enumerado anteriormente al tratar el nombramiento (3) Eduardo B. Carlos, "Para la designación de magistrados judiciales es necesario instituir medios de se- lección tan indispensables como la adscripción a la magistratura y el concurso", en Revista de Ciencias Jurídicas . y Saetíes. Santa Fe, 1940, nc 28, págs. 73-79. de los jueces, son los que rigen para su ascenso. En lo que se refiere a este último aspecto, en nuestro país no existe ninguna regla ni por lo tanto escalafón judicial. El Poder ejecutivo, tanto de la Nación como de las Provincias, integra los cuadros superiores con personas que no pertenecen a la magistratura o con jueces inferiores, indistintamente. Por poco tiempo rigió un decreto de 1956, el 8978, que establecía que la provisión de vacantes se efectuaría previo concurso de títulos y antecedentes. Tan sólo un cargo de juez se llenó de esa manera. Incompatibilidades, garantías y sanciones. No sólo debe poseer plena capacidad intelectual y física el magistrado, sino que su función, tan bien calificada de sacerdocio, implica la prohibición de ocupar ciertos cargos o desempeñar actividades que puedan afectar su imparcialidad o prestigio. Tampoco son convenientes vinculaciones parentales dentro del tribunal al que pertenece. El artículo 34 de la .Constitución Nacional prohibe a los jueces de los tribunales federales serlo de los tribunales de provincia al mismo tiempo, delimitando así perfectamente el Poder judicial 'de' la Nación del provincial. Tampoco pueden los jueces ejercer ninguna actividad política ni profesional, salvo cuando se trate de la defensa de los intereses personales, del cónyuge, de los padres y de los hijos, ni desempeñar empleos públicos o privados, excepto la comisión de estudios o la docencia universitaria. No pueden, practicar juegos de azar o concurrir habitualrnente a lugares destinados a ellos o ejecutar actos que comprometan la dignidad del cargo (art. 9"? del decretoley 1285-58). Se les prohibe ejercer el comercio en el lugar donde tienen su jurisdicción, .sin que . ello impida que puedan ser accionistas de compañías mercantiles, siempre que no tomen parte activa en su administración, y que puedan dar dinero a interés, sin que hagart de ello su profesión habitual (arts. 22 y 23 del Código de comercio). No pueden adquirir minas en su jurisdicción (Código de minería, art. 2 0 ) , ni bienes en litigio ante su juzgado (Código civil, arts. 1361 y 1442)!; -Tampoco pueden intervenir en causas con cuyas partes estén ligados o con las - que carezcan, por cualquier otra circunstancia, de la independencia necesaria para ejercer sus funciones. Los Códigos procesales enumeran las mismas, permitiendo al juez excusarse de seguir interviniendo en el pleito o a las partes recusarlo. , Agregaremos que no pueden ser miembros de la misma Cámara los parientes o afines dentro del cuarto grado civil, en los tribunales de segunda instancia federales y de la justicia ordinaria de la Capital (leyes 4055, art. 14; 1893, art. 100, y docreto-ley 1285-58, aít. 8?), y que por la acordada del 28 de setiembre de 1943, la Cámara del Crimen de la Capital ha resuelto que los magistrados de la jurisdicción no pueden tener bajo su dependencia parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad y que no puede designarse secretario o prosecretario al pariente del juez dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad (decreto-ley 1285-58, art. 12). En lo que se refiere a las garantías judiciales que facilitan al magistrado el ejer- cicio de su función, son de naturaleza económica, pero fundamentalmente consisten en la independencia y la inamovilidad. La garantía económica contribuye a la independencia del magistrado, lo aleja de la tentación del cohecho en los asuntos graves e importantes, le permite vivir con decoro, y facilita el ingreso a la magistratura de personas capaces, evitando. deserciones difícilmente substituibles. La independencia es inherente al Poder judicial en el régimen republicano de gobierno, donde aquél constituye un poder aparte, máxime si está facultado para declarar inconstitucionales las leyes. Ello implica no sólo el amparo del juez contra el individuo en particular (arts. 237, 241, 244, etcétera, del Código penal), sino contra los otros poderes del Estado. Esta garantía depende de tantos factores que no es de extrañar que el país donde los jueces gozan de más independencia sea Inglaterra, donde 4no; existe una clara división de poderes ( ). De acuerdo a lo dispuesto por la Constitución Nacional (art. 96), los miembros de la justicia nacional son inamovibles y conservan sus empleos mientras dure su buena conducta, y su sueldo, que es fijado por ley, no puede ser disminuido mientras permanezcan en sus funciones, o sea que en cambio puede ser elevado, vale decir, que gozan de dos garantías fundamentales, que asimismo rigen con respecto a los jueces de la Capital Federal, que también son nacionales. - Los sueldos de los miembros de la justicia nacional, cuya inalterabilidad ratifica el artículo 2? de la ley 13.998, no pueden gravarse con impuestos, pero esa inalterabilidad no se extiende a la jubilación, que es facultativa para los magistrados. La ley 4226 permite el retiro con el sueldo íntegro a los miembros de la Corte Suprema, procurador general de la Nación, vocales y fiscales de las Cámaras federales y de las de la justicia ordinaria de la Capital que tengan 70 años de edad y hayan prestado diez de servicios. (4) Véíisp sobre este punto Alcalá Zamora y Castillo y Levcnc ( h . ) . Derecho procesal penal, cít., t. I, págs. 103 a 195 y 279 u 282. Otras leyes, la 12.579, 14.019, decreto-ley 7956-55, la 15.719, etcétera, se refieren también a la jubilación de los miembros del personal judicial. Por último, en lo que respecta a las sanciones, además de la que surge de la opinión pública —el juez más severo—, los miembros de la Corte Suprema de Justicia y demás tribunales 'inferiores de la Nación sólo pueden ser separados de su cargp mediante el procedimiento del juicio político, según el cual la Cámara de Diputados declara por mayoría de dos terceras partes de sus miembros presentes que hay lugar a la formación de causa, en cuyo supuesto una comisión de diputados lleva la acusación ante el Senado, quien juzga en juicio público al imputado, el que sólo puede ser declarado culpable por mayoría de dos tercios de los miembros presentes, quedando sometido a proceso ante los tribunales ordinarios, no obstante que el fallo del Senado sólo tiene por objeto, destituirlo y aun declararlo incapaz de ocupar ningún empleo de honor, de confianza o a sueldo de la Nación (Constitución Nacional, arts. 45, 51 y 52). Los magistrados nacionales, con excepción de los de la Corte Suprema, conforme al artículo 91 de la Constitución de 1949, podían ser privados del cargo mediante el sistema de enjuiciamiento previsto por la ley 13.644, jurado de enjuiciamiento que también existe en" varias provincias, si bien en algunas está compuesto exclusivamente por magistrados, en otras por abogados y legisladores, y en otras por magistrados y legisladores. Pero al anularse la reforma constitucional de 1949, la aplicación de la ley 13.644 fue suspendida por decreto 13.27-55, y todos los magistrados nacionales volvieron al sistema del juicio político. En tiempo de la dominación española, tanto los alcaldes y miembros de la Real Audiencia, que administraban justicia, como los restantes funcionarios, estaban sujetos al juicio de residencia, previsto en el título XV, libro V, de la Recopilación de Indias de 1680,. y mantenido en los Reglamentos de justicia de 1812 y 1813 y en la mayoría de las Constituciones anteriores a la de 1853. En Estados Unidos se sigue el juicio político; en Italia los jueces son removidos por una comisión de magistrados y senadores, y en Francia por la Corte de Casación. Además de las responsabilidades civiles que pueden alcanzar a los magistrados, conforme al principio que surge del artículo 1112 del Código civil, el juez puede incurrir también en responsabilidades de orden penal. Así, el artículo 257 sanciona al que acepte promesa o dádiva para dictar, demorar u omitir una,resolución o, fallo; el artículo 269 al íjue dicte resoluciones contrarias a la ley o cite para fundarlas hechos o resoluciones falsas; el artículo 270 al que decrete prisión preventiva por delito aloque no le corresponda, o prolongue la misma indebidamente; el artículo 273 al que se niegue a juzgar, so pretesto de oscuridad, insuficiencia o silencio de la ley, o al que retarde maliciosamente la administración de justicia. Comoes natural, para que puedan aplicarse estas disposiciones penales, previamente es necesario que el juez sea privado de su cargo por el procedimiento correspondiente. Lo mismox ocurre con respecto a las responsabilidades civiles. Finalmente, la Corte Suprema de Justicia puede imponer a los magistrados inferiores medidas disciplinarias, facultad que asimismo corresponde a las Cámaras de los distintos fueros y a los jueces de primera instancia con respecto a sus subordinados. Los funcionarios y demás empleados d& la justicia de la Nación, pueden ser pasibles de prevención, apercibimiento multa hasta quinientos pesos, suspensión no mayor detreinta días, cesantía y exoneración, que deben ser comunicadas a la Corte Suprema. En cuanto a los jueces, pueden ser sancionados con las tres primeras medidasenumeradas precedentemente (decreto-ley 1285-58, art. 16). Deberes y facultades de los magistradosEl juez no actúa en el proceso guiado por su libre albedrío, sino sujeto a determinadas normas o reglas que contienen los Códigos procesales y las leyes de organización de tribunales, especialmente cuando las leyes de rito reglan determinadas institucionales, como ser la prueba, por el sistema de las pruebas legales, y no por el de la sañacrítica o el de las libres convicciones. Al efecto, el decreto-ley 1285-58 ordena, que los jueces deben residir en la ciudad en que ejerzan sus funciones o en un radio hasta de setenta kilómetros de la misma. Si la distancia fuere mayor deben recabar autorización a la Corte Suprema (art. 10)'. Están obligados a concurrir a su despacho todos los días hábiles durante las horas que funciona el tribunal, los de primera instancia, y los días de acuerdo y audiencias los de segunda instancia (art. 11). Los magistrados deben administrar justicia, y en caso contrario incurrirán en las sanciones que antes hemos explicado, existiendo además en los Códigos procesales, tanto civiles como penales, un recurso por denegación o retardo de justicia. Mientras en el proceso civil, el juez no puede proceder de oficio, tiene esa facultad en el penal, pero en ambos procesos puede decretar medidas o diligencias para mejor proveer, como excepción a la regla antes enunciada, buscando ajustar su sentencia a la verdad material. Una de las obligaciones del juez es la de motivar sus sentencias, demostrando así a las partes que se han estudiado los argumentos "y los hechos y cumpliendo con uno de los principios del régimen republicano de gobierno, pues de tal manera se facilita el control de sus actos y de su responsabilidad (»). La motivación de las sentencias se ordenaba en la ley V, título XXII, partida III, pero el rey Carlos III, por real cédula de 1778, dejó sin efecto esta obligación. Tampoco se fundaban las sentencias según las leyes patrias argentinas, hasta que después de la caída de Rosas se estableció su obligatoriedad. Finalmente los magistrados tiene facultades disciplinarias para reprimir los excesos de las partes (litigantes, letrados y procuradores) 'y además la conducta de los funcionarios judiciales y obligarlos a guardar el necesario respeto, manteniendo el decoro y buen orden de los juicios. Con este fin pueden ordenar testar toda frase o palabra de naturaleza indecorosa u ofensiva, aunque no se1 haya impuesto la pertinente corrección disciplinaria. Al respecto, la ley orgánica de los tribunales de la Capital (decretoley 1285-58), dispone que los tribunales colegiados y los jueces pueden imponer arresto personal hasta de cinco días y otras sanciones disciplinarias a los abogados, procuradores, litigantes y otras personas por faltas que cometieren contra su dignidad o decoro en las audiencias o escritos o contra su autoridad u obstruyendo el curso de la justicia. Las sanciones aplicadas por la Corte Suprema sólo serán susceptibles de un pedido de reconsideración ante el mismo tribunal; las dispuestas por los jueces de primera instancia y Cámaras, podrán ser apeladas en efecto suspensivo dentro del tercer día ante la Cámara que corresponda o la Corte Suprema, según el caso (arts. 18 y 19). BiBnocHu'í*. — La citada en la» notas. MAGISTRATURA DEL TRABAJO. -(V. TRIBUNALES DEL TRABAJO.) MALA FE. * SUMARIO: I) Noticia .histórica. II) La,buena fe en el Derecho. III) La .mala fe como. figura genérica. IV) Concepto H.e mala fe. V) Ignorancia, duda, error. VI) La mala fe recíproca. VID Definiciones legales. VIII) Formas en que la ley la alude. IX) Sin-, tesis de los principios. X) Éfeclos que produce. (5) Luis Méndez Calzada, Los fundamentos de las sentencias. Ensayo sobre la evolución de la vida judicial argentina, Buenos Aires, 1941. * Por el Dr. Amio ANÍBAL ALTEBINI. I. Noticia histórica. 1) En Roma, por la conocida influencia del pretor, se dio sanción a un complejo de relaciones asumiendo como criterio normativo el de la "buena fe". Conviene recordar en esta voz los remedios que concedió al deudor en amparo de aquélla. La exceptio dolí para rechazar el reclamo de cumplimiento del contrato; la actio dolí que le confería acción por daños y perjuicios luego del cumplimiento; la in integrum restitutio como restablecimiento de la situación patrimonial anterior ( J ) . Véase además la voz EXCEPTIO DOLÍ, donde se dice que el dolo en el sentido del derecho romano comprendía situaciones de mala fe y de violencia fraudulenta que justificaban el uso general de esta excepción. La antítesis de la bono, fides era la mala fides o scientia ( 2 ). Y ese juego de resortes tendientes a restablecer la vigencia de la buena fe, con desmedro de quien procedía sin ella, con el andar de los siglos fue configurando la regulación-normativa que presenta en el estado actual de la ciencia jurídica. . • II. La buena fe en el derecho. 2) El derecho —facultad de obrar— requiere la presencia de'un elemento básico para su legal ejercicio: la buena fe. Concebida ésta corrió convicción o conciencia de no perjudicar a otro, de no defraudar la ley; como honesta y leal concertación y cumplimiento de los negocios jurídicos. (V. BUENA FE y citas que trae.) Buena fe implica, entonces, ajustar totalmente la conducta a las pautas del ordenamiento jurídico. Significa que sólo con la plena conciencia de la legitimidad del obrar, el ejercicio del derecho es reconocido por dicho ordenamiento. III. La mala fe como Usura genérica. 3) Antítesis de aquélla es la mala fe. En rigor, el concepto de ésta cubre una amplia gama de situaciones jurídicas y subyace inclusive en multitud de figuras que producen consecuencias autónomas, pero muestran en su trama la presencia de mala fe. 4) La advertimos en el dolo. Sea considerado en la acepción del artículo 931 del Código civil —"aserción de lo que es falso o disimulación de lo verdadero..."— o en la de elemento subjetivo del delito civil -^artículo 1072: "acto ilícito ejecutado a sabien(1) Caramas Ferro, José M., Curso de Derecho romano, Buenos Aires, 1958 (7» edición), pág. 169. (2) Enciclopedia del Diritto, Várese, 1959 (Gluffré Editore), tomo V, pág. 661. Dice Kadbruch, Gustav, Intro- ducción o la. Filosofía del Derecho, México, 1951, pág. 67, que "la meta jurídica esencial del Derecho romano no residía en ninguna clase de fines suprajurídicos, en el fin del bien público por ejemplo, ni en los principios generallzadores de la justicia, sino en la certera regulación del caso concreto, es decir, en ¿a equidad, plegán- dose sobre todo a la bona fides. Como consecuencia de ello, el Derecho romano contentábase con un grado de seguridad jurídica menor del que nosotros estamos acostumbrados a exigir". das y con intención de dañar"—, o finalmente en cuanto lleva.al incumplimiento de la obligación de génesis "contractual" (art. 506 del Código civil). También se la encuentra en el fraude. Si bien, como sostiene Boffi Boggero (V. DOLO EN DERECHO CIVIL), éste se lleva a cabo sin la personal intervención del sujeto pasivo y es por lo común posterior- al nacimiento del derecho del que sufre el perjuicio (art. 962, inc. 3"?. en conjugación con el artículo 963 del Código «ivil), de cualquier manera en esa caracterización surge el elemento "mala fe" del lado de quien lo provoca. La enumeración podría ser continuada mencionando la serie de circunstancias en las cuales la mala fe produce consecuencias por sí misma o a través de una figura distinta pero intimamente emparentada con ella. IV. Concepto de mala 1e. 5) Se la ha definido como "procedimiento artero, falto de sinceridad, con malicia, con dolo, con engaño o con intención de obrar en provecho propio y en perjuicio del interés ajeno" (3). Además se agrega que "en la mala fe el objetivo primordial es la consecución de un fin injusto o ilegal utilizando medios aparentemente patrocinados por .la-justicia o por la ley". 6) -Más allá del objetivo concreto de quien actúa de mala fe, lograr la determinación de la voluntad del perjudicado en sentido equívoco (art. 931, Código civil), o dañarlo (art. 1072), o simplemente no cumplir la prestación "a sabiendas" ( 4 ), la mala fe implica esencialmente conciencia de la ilegitimidad de la pretensión que se esgrime. "El que obra de mala fe sabe, tiene conciencia plena de que ejecuta una acción sin derecho, cuyas consecuencias han de ser perjudiciales para aquél contra quien se dirige''^). V. Ignorancia, duda, error. 7) Hay, sin embargo, supuestos en los cuales no es menester la plena conciencia de la ilegitimidad (3) Enciclopedia Jurídica Española, Barcelona, toma XXI, pág. 540. (4) En doctrina se disputa sobre la verdadera naturaleza del dolo como causal de incumplimiento contractual. Parte de ella entiende que se configura cqn la mera conciencia del incumplimiento (Lafaille, Héctor, Tratado de las obligaciones, Buenos Aires, 1947, tomo I, pág. 167; Galli, Enrique V., en Salvat, Oblieociones en ventral, Buenos Aires, 1952, tomo I, pág. líe, nota 116 a) y quienes cita en nota 73 a), mientras que otros exigen la intención de ocasionar un perjuicio (Salvat, op. cit., pág. 12S, ni 116; también el art. 44 del Código de Chile, etc.). (5) Op. et loe. cit. en la nota 3. Alli se agrega: "En la apropiación o adquisición y posesión de las cosas que no le corresponden verifica el hecho con la convicción ultima de que no tiene derecho a ellas, por haberlas tomado indebidamente, e adquirido de quien no podía trasmitirlas, o usurpado su posesión legítima: y en la alegación de derechos sostiene el que invoca fraudulentamente, a sabiendas de que es falso, acusando ademas d« falsedad el de su contrincante". de la conducta propia, bastando la ignorancia de la verdadera situación. Para ello tal ignorancia ha de ser inexcusable. Juegan al respecto los principios de la imputabilidad subjetiva: cuando media culpa en tal ignorancia, cuando se debe a negligencia en la averiguación de la situación real, se considera de mala fe a quien pretende ejercer el derecho que no le pertenece. Se ha sostenido en doctrina extranjera (°) que sólo seria inexcusable la ignorancia derivada de culpa grave. Empero en nuestro sistema legal, apartado del tipo abstracto como paradigma de la culpabilidad (arg. arts. 512, 902 y concordantes del Código civil) ,. tal opinión no -puede tener vigencia, sin perjuicio del ajuste general de la caracterización de la culpa a las pautas normativas: la realización de las diligencias exigidas, según las circunstancias de personas, tiempo y lugar. 8) Puede haber no ya ignorancia del verdadero estado de cosas, sino duda acerca de él. Vélez Sarsfield en la nota al artículo 4006 del Código civil, destaca, con cita de Voet, qué "no debe ser considerado en estado de buena fe el que duda si su autor era o no señor de la cosa, y tenía o no el derecho de enajenarla, porque la duda es un término medio entre la buena y Ta mala fe". La buena fe exige la. impecable conciencia de la legitimidad de la facultad que se pretende ejercer. Existiendo duda, esto es, disyuntiva de opinión con respecto a esa legitimidad, no puede considerarse que exista buena fe. Consiguientemente —por Id menos en principio— la falta de buena fe induce la existencia de mala fe, o se juzga que ésta existe. Es de apuntar que el artículo 2360 del Código civil para decidir si hay mala fe en la posesión ejercida por las corporaciones o sociedades se decide para tal calificación por el respectivo número de miembros de buena y de mala fe. Sin embargo, dispone que "si el número de los miembros de,buena fe fuera igual al número de los miembros de mala fe, la posesión es de mala fe". 9) El error de hecho obsta a la mala fe. Pero en los términos del artículo 929 del Código civil, la excusabilidad de ese error está sujeta a que la ignorancia del verdadero estado de cosas no provenga de una negligencia culpable; otra vez' rige el principio dé la imputabilidad subjetiva, y el de lia plena inmaculación que debe presentar la conducta de buena fe. En lo atinente al -error de derecho, su inexcusabilidad general establecida por los ar(6) Messineo, Francesco, Manual de Derecho civil y comercial (trad. de Santiago Sentís Melendo), Buenos Aires, 1954 (Ed. E. J. E. A.), tomo U?, P*«. a». ticulos 20 y 923 del Código civil —bien que reconozca algunas excepciones, verbigracia el artículo 858 en materia de transacción— tiene vigencia en el tema de la mala fe. El mismo Código en materia de posesión (art. 4007) dispone la inexcusabilidad del error de derecho, de manera que la creencia de la legitimidad de la facultad a la que se llega por error de derecho traduce mala fe. El artículo 3428 en cuanto a posesión de herencia consagra una solución diferente ( 7 ). VI. La mala fe reciproca. 10) El Código civil, en algunos principios, sienta como doctrina que la recíproca mala fe excluye las consecuencias que se imputa al autor de ella. En el artículo 1179, por ejemplo, relativo a la responsabilidad por contratar de mala fe sobre cosas litigiosas, pignoradas, hipotecadas o embargadas, la excusa cuando la otra parte no actuó de buena fe. En sentido semejante se expresa el artículo 2148: si el donante es de mala fe, debe indemnizar aldonatario los gastos que la donación le hubiera ocasionado (art. 2147), pero tal obligación no subsiste si el donatario sabía al tiempo de la donación que la cosa no pertenecía al donante. VII. Definiciones legales. 11) En distintas normas el Código civil conceptúa a la buena fe. Así, en el artículo 2536 establece que "la posesión es de buena fe cuando el poseedor por ignorancia o error de hecho se persuadiera de su legitimidad". Regulando la prescripción dice que "la buena fe requerida para la prescripción es la creencia sin duda alguna del poseedor de ser el exclusivo señor de la cosa" (art. 4006), y en el artículo 4007 ya citado continúa: "la ignorancia del poseedor fundada sobre un error de hecho es excusable; pero no lo es la fundada en un error de derecho". 12) Para el artículo 592 la mala fe del que denomina "poseedor" de la cosa "consiste en el conocimiento de la obligación del deudor"; y para el artículo 594 existe al saber mía precedente obligación del deudor. Por otra parte, el artículo 90 de la ley de matrimonio civil brinda una definición de la mala fe, bien que rija para el particular supuesto que contempla. Consiste "la mala le de los cónyuges en el conocimiento que hubiesen tenido o debido tener, el día de la celebración del matrimonio, del impedimento que causa.la nulidad". Si se acude .al pensamiento del codificador, se advierte que en la nota al artículo (7) Con respecto a la violencia, se ha disputado largamente, sobre. todo en materia matrimonial, si la victima de ella puede invocar buena fe. Véase Busso, Eduardo B., Código civil anotado, Buenos Aires, 1958, tomo II-A, pág. 838, y la nota de Enrique Díaz de Guijarro en J. A., 1942-11-340. Para el art. 396, tac. 3" del Proj/ecío de 1SK el cónyuge que padeció violencia al manifestar su vo- luntad es considerado de buena fe. 4006 escribió: "La Ley de Partida dice que la buena fe consiste en creer que aquél de quien se recibe la cosa es dueño y puede enajenarla, que crea que aquél de quien la ove que era suya e que avia el poder de la enagenar". VIIL, Formas en que la ley la alude. 13) El Código civil menciona de distintas maneras a la mala fe. A veces en forma expresa, otras apelando a un circunloquio que la describe. Así en los artículos 550, 592, 594, 597, 788, 789, 971, 972, 1329, 1463, 1478, 1480, 1739/41, 1883, 1893, 1944, 2009, 2099, 2123, 2146/7, 2186, 235*<i, 2359/61, 2397, 2423, 2432, 2435,' 2437/8, 2440/4, 2587, 2596, 2770/1, 2784, 2787, 2947, 4016, etcétera, la denomina expresamente. No ocurre lo propio en otros. Por ejemplo en los artículos 2273, 2435 y 3136. 14) Anteriormente se han expresado diversas maneras en las que el Código civil hace mención a la buena y a la mala fe. El requisito de la conciencia de la ilegitimidad aparece de tal modo en distintas normas. Consiste en tener conocimiento dé ella (arts. 2273, 3136), o de un vicio (art. 2434), o de la existencia de alguien con derecho mejor (art. 3428), o de que el bien era ajeno (arts. 2146, inc. 2?, conc. 2148; 2569; 1329). La conciencia puede derivar de haber sido prevenido (art. 1944), o de la evidencia con que otra persona actuaba (art. 2590). Hay también mala fe en la compra a persona sospechosa (art 2771), en el aprovechamiento exclusivo de un provecho o ventaja común (art. 1740) y en la falsa afirmación de alguna calidad en una carta de recomendación (art. 2009). De esa serie de artículos mencionados se infiere la amplia vigencia que tiene en nuestro sistema normativo el principio de la mala fe, como productor de efectos determinados por la ley. (Véase infra, párrafo X.) IX. Síntesis de los principios. 15) De lo que se ha visto puede extraerse que la buena fe requiere la plena conciencia de la legitimidad del derecho invocado. A la inversa la mala fe significa la conciencia de esa ilegitimidad. Además, la duda arrastra la mala fe, así como el error inexcusable acerca de tal legitimidad. De-la conjugación de tales principios surge que la mala fe consiste en la conciencia de la ilegitimidad del derecho que se invoca o ejerce, o en la duda o error inexcusable acerca de la legitimidad de ese derecho. X. Efectos que produce. 16) La gama de efectos imputados a la mala fe es variada. La más amplia corresponde a la indemnización de daños, preceptuada para los su- puestos dé los artículos 972, 1179,, 1478, 1480, 1893, 1944, 2009, 2147, 2273, 2569, 2587, 2784, 2947 y 3426 del Código civil. Establece la devolución o indemnización el articulo 2596, y la restitución de los frutos el artículo 2438; el artículo 2439 dispone la indemnización de los írutos civiles que se habrían producido a favor del propietario. El artículo 1463 estatuye una producción anticipada de efectos. La pérdida del ejercicio de un derecho está dispuesta en los artículos 2099 y 3127, así como en el artículo 88 de la ley de matrimonio civil. Cabe la pérdida de una prioridad: arts. 592, 594, 597, 3136. Procede la destrucción (art. 2589), la nulidad (art. 89 L.M. Civil y art. 1741 del C. Civil), o el peso de los riesgos (art. 1741). En otras normas se indican como efectos de la mala fe los regulados en forma autónoma con relación al poseedor de mala fe: artículo 788, 971, 2186. 17) El que toma la calidad de propietario, aun siendo de mala fe, "puede adquirir servidumbres reales y la persona que las ha concedido no puede revocar su consentimiento" (art. 3013 del Código civil). Esta irrelevancia de la mala fe en el caso halla justificación por cuanto la servidumbre se concede no a la persona sino al fundo, según se expresa en la nota a dicho artículo. BIBLIOGRAFÍA y JURISPRUDENCIA. — Aparte de la citada en el texto y notas, puede verse la que trac el desarrollo de la voz BUENA FE. Además, los Tratados generales sobre Derecho civil, la recopilación del Código civil anotado de Acdeel Ernesto Salas, y más reciente el Código civil anotado Omeba de Goldstein y Ossorio y Florit. — Corre- taje: No procede reducir la suma pactada como comisión por un corretaje si no hay indicios de que su determinación no obedezca al libre acuerdo de partes o haya mediado dolo o mala fe al proponerlo o error al aceptarla (C. Civ. "D", J.A., 9S9-VI-671). —Costos: La mala fe no es, para la doctrina y jurisprudencia actuales, antecedente de la imposición de costas, rigiendo el principio objetivo: L. I,.. 85-82. 99-761 (4965-S), 100-518, 101-29; J A . , 959-VI-147, 861-1-626.— Desalojo: No existe mala fe en demorar la solución de un expediente administrativo a la espera de la ley que se estaba gestando sobre locaciones si en esa oportunidad se hallaban ya suspendidos legalmente loa desalojos (C. Fed. La Plata, S.I., L.L., 102-7).* Procede el lanzamiento del ocupante —que no acredita la calidad de inquilino— si el locatario se allanó a la demanda por desalojo y de mala fe dejó a aquél el uso de la cosa (C. N. Taz S.IV. G.P., 120-217). — Divorcio: Constituyen causal de divorcie .las Imputaciones ofensivas o difamatorias vertidas durante el juicio cuando aparecen introducidas de mala fe, con el único fin de injuriar o vejar, y excediendo las inmunidades de la defensa (C. Civ. "D", L.L., 84-931). La imputación de adulterio no puede compútame como injuria si la actividad probatoria del que la hizo, aunque no lograse acreditarlo, evidencia que tal imputación no fue puramente difamatoria, de mala fe (C. 2» C.C. La Plata, S.H, L.L. Rep. XXn, pág. 424, n» 53)-. — Nulidad: El articulo 1053 del C. Civil en cuanto excluye el reclamo de intereses y fruto* anteriores a la demanda sólo se aplica en caso de que ambas partes sean de. buena o de mala fe, pero no si una de ellas es de buena fe y otra de mala íe <C. Com. "A", L.L., 84-82). — Nulidad de matrimonio: Aunque la buena fe se presume.» puede acreditarse la mala fe si existen impedimentos derivados de un vinculo matrimonial anterior y válido (C. Civ. "C'VL.L., 86-163). Es de mala fe la cónyuge que contrae matrimonio sabiendo que el otro contrayente era casado en la Argentina y divorciado en el extranjero, aun cuando el segundo matrimonio se haya celebrado en el Uruguay donde aquélla tenía su domicilio de soltera (C. 1» C.C. La Plata, J.A., 957-1-212). Si el matrimonio es nulo y fue contraído de mala fe por ambos cónyuges, no se aplican respecto de los bienes los principios que rigen la sociedad conyugal (C. Giv. "E", L.L., 91-644). Procede 18 indemnización del daño moral inferido a la esposa si el matrimonio se anula por impotencia del marido 'que actuó de mala fe (C. Civ, "B". L.L., 104-258). —Posesión: La circunstancia de que un terreno cercado esté cubierto de malezas no excusa la mala fe del ocupante (C. 2« C.C. La Plata, S. I., L. L., 99-578). El dueño 0*1 terreno puede pedir la demolición oe lo construido por el poseedor de mala fe (ídem). Debe presumirse la mala fe de la posesión de animales sin el certificado de marcas y señales que la legislación local exige para acreditar el dominio (S. C. Bs. Aires, Rep. L. L., X1X-478, ni 18). El reivindicante no puede exigir al poseedor de mala fe la restitución de frutos si no prueba que el inmueble sea fructífero, o que la falta de producción de ellos se deba a la culpa del poseedor (C. 1» C. C. La Plata, S. I., L, L. Rep., XXII-1106. n« 39).—• Seguros: La empresa que alega la caducidad del contrato por la exageración y simulación dolosa de los daños debe probar los hechos demostrativos de la mala fe del asegurado (C. Com. "B", L.L., 93-574). — Sucesión: La existencia de herederos de igual grado no traduce la mala fe de los que se hallan en posesión de los bienes relictos, si media inactividad de aquéllos (O. Civ. "E", L.L.. 98-308). En sentido semejante. (C. 1» C. C. La Plata, S. III, L. L. Rep., XIX-Í»4, n« 40). — Vicios redtiibitorios: No siendo dlspencable el dolo, pues Interesa a la sociedad prevenir el engaño y la mala fe, la modificación de la responsabilidad por vicios redhibitorios se admite a condición de que no lo haya en el enajenante (S. C. Bs. Aires, L. L. Rep., XIX-132B. n» 1S). MALOS ANTECEDENTES. * SUMARIO: 1" La (> crisis del Derecho penal dogmático. 2 Manifestaciones concretas en la legislación de la subjetivación del Derecho penal moderno. 39 Aparición de la condena condicional. 4' Aparición de la excarcelación. 5° Intensificación de un criterio estimativo penal flexible y casuístico. 6' La política carcelaria científica. 9 7 Los malos antecedentes en la legislación argentina: ley nacional número 11.752. 8° Los decretos reglamentarios de la ley 11.752. 9° La constatación práctica de los malos antecedentes de los procesados en los expedientes judiciales. 10' Los malos antecedentes en el fuero civil. 1? La crisis del Derecho penal dogmático. El eminente maestro Eusebio Gómez, en su obra Tratado de Derecho penal, dice textualmente lo siguiente: "No es discutible el concepto de que el Derecho penal debe considerar, ante todo, al hombre delincuente. Una imposición de la realidad ha dado origen a la formación de ese concepto y a su afianzamiento definitivo. La feliz afirmación de Ferri —el delincuente es el protagonista de la justicia penal— exhibe la deficiencia de las escuelas tradicionales y marca rumbos al criminalista de hoy. Estas escuelas redujeron todas sus observaciones al delito y a la pena. En cambio, la escuela positiva, porque atribuye al delito el carácter de un fenómeno natural y social, ha procurado y procura con empeño ininterrumpido, la subjetivación del Derecho penal". (E. Gómez, obra citada, tomo I, pág. 247.) Hemos reproducido textualmente estas palabras porque ahí está explicada en forma clara y sintética la crisis del Derecho penal dogmático, tal como lo concebía la 'escuela clásica del Derecho penal, y su moderna evolución hacia la escuela positiva del DePor el Dr. RAÚL AUGUSTO BADARACCO. recho penal, que centra su núcleo ideológico sobre la base de la subjetivación del Derecho penal, o sea sobre Ja base del sujeto que delinquió, el delincuente. Para evitar repeticiones, nos remitimos sobre este tema que aquí estamos considerando, a lo ya expresado en nuestro trabajos titulados DELINCUENTE y ESCUELAS PENALES, publicados en esta misma Enciclopedia Jurídica. Este mismo concepto fue sintetizado en forma breve y lúcida por la Comisión de Códigos de la Honorable Cámara de Senadores de la Nación, integrada entonces por Joaquín V. González, E. del Valle Iberlucea y P. A. Garro, en 1919, al producir despacho sobre el proyecto del actual Código en vigencia, con estas palabras: "Los defensores de la moderna política criminal'parten del punto esencial de tomar como objetivo de la lucha contra la criminalidad al delincuente en lugar del delito". O dicho con otras palabras: el centro de gravedad ideológico del Derecho penal se ha desplazado desde el delito y la pena, considerados en forma abstracta, hacia el delincuente considerado en forma concreta como ser humano determinado y en su realidad existencial. Al producirse entonces esta evolución, en el sentido de i|na mayor humanización del Derecho Penal, el delincuente ya no' es estudiado y considerado como un ente abstracto, sino como un ser humano, introduciéndose las apreciaciones valorativas de carácter antropológico, y al concentrarse la atención del Derecho penal sobre el sujeto, es decir, sobre el delincuente, se ha producido lo que Gómez llama la subjetivación del Derecho penal. 2? Manifestaciones concretas en la legislación de la subjetivación del Derecho penal moderno. Esta crisis del Derecho penal dogmático que acabamos de ver, y la nueva orientación de la escuela positiva y otras tendencias modernas hacia la subjetivación del Derecho penal, se ha venido manifestando en forma visible y concreta en algunos aspectos de la legislación penal. En nuestra opinión personal, son cuatro los aspectos donde la legislación penal moderna ha evidenciado en forma más visible esta evolución ideológica y está tendencia hacia la subjetivación del Derecho penal, y esos cuatro aspectos serían los siguientes: A) Aparición de la institución llamada condena condicional; B) Aparición de la institución procesal llamada excarcelación; C) Intensificación de un criterio estimativo más flexible y casuístico de las penas por parte del juez penal; D) Aparición de una política carcelaria científica. 31? Aparición de la institución llamada "condena condicional". En el Derecho penal moderno aparece la condena condicional, institución que consiste en dejar en suspenso el cumplimiento de la pena (sistema franco-belga) o en dejar en suspensp la condena (sistema anglo-sajón) en aquellos casos de poca gravedad y cuando, además, el procesado no tiene malos antecedentes. La condena condicional existe en Inglaterra desde 1879, en Bélgica desde 1888, en Francia 'desde 1891, en Portugal desde 1893, en Sajonia y Prusia desde 1895, en Italia en 1904, en España en 1908, y a partir de la segunda década del siglo se generaliza y se hace universal, no existiendo probablemente ningún país civilizado que haya dejado de incorporarla a su legislación penal. Resulta altamente ilustrativo y provechoso para el estudioso, comparar cómo las fechas que van mostrando la evolución y afianzamiento de esta institución en el mundo civilizado, coinciden con el movimiento doctrinario de las nuevas ideas en materia penal, aportadas principalmente por la escuela positiva, y al respecto recordamos que El Hombre delincuente de Lombroso es de 1876, que Enrique Ferri empieza a publicar en 1881 con Estudio de los criminales en Francia, y que Rafael Garófalo, su obra que lo haría célebre Criminología, la publica en 1885. Sobre evolución de modernas tendencias e ideas en el Derecho penal moderno y cotejo de fechas, nos remitimos a nuestro trabajo ESCUELAS PENALES, publicado en esta misma Enciclopedia Jurídica, tomo 10. Tal es la fundamental importancia de la incorporación de la condena condicional a la moderna legislación penal, que cuando se produjo la discusión parlamentaria del proyecto del actual Código penal argentino, el penalista y profesor universitario Tomás Jofré, opinando en forma favorable a su aprobación, dijo que al incorporar el proyecto la institución de la condena condicional ya era bastante para justificar su sanción, juicio que recordó la comisión informante de Diputados, que ya hemos citado. Y en esa misma oportunidad, la Comisión del Senado, integrada por Saavedra, Beazley, Rivarola, Moyano, Gacitua, Pinero y Ramos Mejía, aconsejando la aprobación del proyecto y refiriéndose a la institución de la condena condicional, decía: "La institución que en realidad ofrece mayor novedad en el Proyecto, porque hasta ahora no ha figurado en los Códigos anteriores, es la condenación condicional, etc.". Y agregaba: "La Comisión considera que es ésta una verdadera conquista del Derecho penal moderno, y que habría sido imperdonable de su parte no incorporarla al proyecto, convencida como está, de que ella realiza una obra de altísima justicia, y aparta de la carrera del crimen a muchísimos delincuentes ocasionales". El Código penal argentino legisla sobre la condena condicional en su artículo 26 y agrega algunos aspectos complementarios en los artículos 27 y 28 siguientes, adhiriéndose al sistema franco-belga, o sea de dejar en suspenso la pena, pero dictándose la condena, que queda íirme y se registra. La institución de la condena condicional, como tal, ya ha sido tratada en esta Enciclopedia en el tomo III, pág. 672 y siguientes; y la copiosa jurisprudencia ahí citada, como también en el Código penal anotado de M. A. Oderigo, demuestran la extraordinaria importancia práctica de su aplicación en la vida real. Pero aquí nos estamos refiriendo a la condena condicional no como institución en si, que no es nuestro tema, sino en cuanto es una institución básica, junto con otras, en la evolución hacia un Derecho penal moderno que gira en torno al hombre delincuente, porque de los dos requisitos que requiere —poca gravedad del delito cometido y ausencia de malos antecedentes del sujeto—, el segundo está referido clara y específicamente a la personalidad del delincuente. El Código dice que "en los casos de primera condena, etcétera" son aplicables al delincuente los beneficios de la condena condicional, es decir, en los casos en que el acusado no tenga lo que en el vocabulario policial y judicial- se entiende por "malos antecedentes", o sean condenas anteriores, aunque sea una sola condena anterior. 4? Aparición de la institución procesal llamada excarcelación. Otra institución que aparece en la legislación penal moderna y que es el resultado, como la condena condicional, de la crisis del Derecho penal dogmático o clásico y la gravitación de las nuevas ideas, es la "excarcelación". La excarcelación consiste, en síntesis, en llevar los fundamentos doctrinarios de la condena condicional a la órbita del Derecho procesal o de forma, y tiene por objeto inmediato evitar que aquellos procesados que puedan al final del proceso salir absueltos, o con sobreseimiento, o con pena que pueda ser beneficiada con la condena condicional, durante el proceso permanezcan en la cárcel de encausados, o sea de procesados. El fundamento doctrinario es simple: si hay probabilidad que después de la condena el procesado no deba ir a la cárcel, porque hay probabilidades legales de que ello sea así, no resulta entonces razonable que antes de la condena, es decir, durante el proceso, el procesado esté dentro de un establecimiento carcelario. De ahí su nombre de "excarcelación", que quiere decir fuera de la cárcel. La excarcelación es una institución legislada por los Códigos de procedimientos criminales y correccionales porque es una institución procesal. Y ya ha sido estudiada como tal en esta Enciclopedia Jurídica (tomo XI, pág. 379), a lo cual nos remitimos para evitar repeticiones. Creemos, eso sí, que el doctor Sverdlick no diferencia en forma clara la "excarcelación" de la "libertad bajo caución" o bajo fianza, que aunque son dos instituciones muy semejantes, no se identifican. Con dos ejemplos límites lo explicaremos: A) Si un procesado tiene muchos y pésimos antecedentes, pero el proceso que se le sigue es por delito penado con multa o inhabilitación, como sería el caso del artículo 94 del Código penal, si presenta una fianza que cubra el máximo de la pena de multa que le pudiera corresponder, es perfectamente procedente la "libertad bajo caución", dado que el Estado se asegura que el procesado no va a poder eludir o burlar la pena que se le aplique más adelante, si es que le llegara a corresponder; B) Otro procesado, por el contrario, no registra "malos antecedentes", no es reincidente y niega el delito que se le imputa, aunque éste sea penado por el Código penal con pena de prisión de más de dos años, pero menos de cierto límite que establece cada legislación procesal, y sin que. presen te caución o fianza, es procedente la "excarcelación", porque aquí no se trata de asegurar que el Estado no será burlado o eludido cuando dicte la sentencia, sino que lo fundamental es la personalidad del acusado, su falta de "malos antecedentes", unido ello a ciertas circunstancias de hecho (que no es confeso, que hay posibilidad de que sea inocente., que la pena probable no pase de cierto límite;. Es decir que, en síntesis, en la caución y fianza lo que interesa es que la justicia no Sea burlada; y en la excarcelación, lo que interesa es la personalidad del procesado y la posibilidad final de su inocencia. La confusión conceptual surge del hecho de que en algunas legislaciones procesales se legisla sobre ambas instituciones bajo el nombre de una; y en otras legislaciones una de estas instituciones suele actuar en la práctica como sucedáneo o reemplazante de la otra, siendo así por ejemplo que la caución juratoria viene a suplir a veces a la excarcelación de aquellas legislaciones procesales que no han legislado sobre esta institución. Y hasta la jurisprudencia confunde a veces a estas dos instituciones y llega a identificarlas erróneamente. Es fundamental la distinción que aquí hacemos, porque la caución es una institución clásica del Derecho penal, que no demuestra en principio ninguna inquietud de contenido humanista, y cuando se remite a los antecedentes del sujeto, si llega a hacerlo, es en vista única y exclusivamente a asegurarse el cumplimiento futuro de la posible pena; y la excarcelación, por el contrario, es una institución del Derecho procesal penal moderno, surgida por la influencia y gravitación de las más nuevas ideas, con profundo sentido y contenido humanista, y que tiene en cuenta en forma básica y fundamental a la personalidad del procesado, por eso gira su centro vital de gravedad sobre los antecedentes del mismo. 59 Intensificación de un criterio estimativo más flexible y casuístico de las penas, •por parte del juez penal. La crisis del Derecho penal dogmático y la influencia de las nuevas ideas, también han gravitado en el sentido de haber intensificado un criterio estimativo más flexible y casuístico, por parte del juez penal, en la aplicación práctica de las leyes penales. Es decir que, a diferencia del Derecho penal clásico, que se caracterizaba por su rigidez, el Derecho penal moderno tiende a una cierta flexibilidad, que se evidencia en una mayor libertad para el Juez en lo penal. Asi, por ejemplo, en el Derecho penal clásico, si dos sujetos habían cometido un delito igual, a ambos el juez debía aplicar exacta y matemáticamente la misma pena; pero en el Derecho penal moderno no es así, y si dos sujetos han cometido un mismo delito, el juez en lo penal tiene libertad legal para aplicar a uno más o menos pena que al otro, teniendo en cuenta el caso particular para uno u otro, es decir haciendo una aplicación más "casuística" de la ley, que importa naturalmente una aplicación más flexible, en la cual el juez tiene en cuenta, como elemento de suma importancia a la personalidad del delincuente. Éste es el criterio que sigue el Código penal argentino en su artículo 41, inciso 29, que ha sido considerado como uno de los artículos más modernos del Código, que es la orientación general de los Códigos modernos. En dicho texto legal el Código dice que el juez penal, al aplicar la pena, tendrá en cuenta entre otras cosas, las "condiciones personales" del delincuente y también "la conducta precedente del sujeto", lo que significa, en síntesis, que el juez deberá tener en cuenta si tiene o no malos antecedentes. En nuestro trabajo,-Escuelas Penales, hicimos notar que las modernas escuelas penales tuvieron precursores anteriores a Lombroso, Ferri y Garóf alo, que los autores no citan. Ahora, con respecto a este aspecto específico que estamos tratando, o sea la aplicación flexible y atenida al caso particular de la ley penal, debemos hacer notar que ya el Código de Derecho cant'nico se refería a ello en sus cánones números 2208, 2224, 2234 y 2244. 6? Aparición de una política carcelaria científica. Todo lo expuesto anteriormente llevó a la natural aparición o surgimiento de una política carcelaria científica, que tiene en cuenta en la aplicación de los métodos y procedimientos de reeducación del recluido la personalidad del mismo. En Argentina, de acuerdo a nuestro sistema constitucional, todo lo referente al régimen carcelario es facultad concurrente entre la Nación y las provincias, existiendo, por ¡o tanto, una legislación nacional en la mate- ria para los casos sometidos por la ley a la jurisdicción nacional, y paralela a ella, una legislación provincial sobre régimen carcelario en cada provincia para los casos de jurisdicción de cada provincia. Por ello, resulta que la Nación y las provincias de mayores recursos económicos han podido darse un régimen carcelario más perfecto que otras provincias que poseen menos recursos materiales, porque todo lo referente al régimen carcelario y su aplicación práctica resulta muy oneroso para el Estado. Puede citarse entre los sistemas más ade- lantados del país, en esta materia, el de la provincia de Buenos Aires. Todos los institutos penales de la Nación se rigen por la ley nacional 11.833 de septiembre de 1933, que fue posteriormente modificada en forma parcial, en lo referente al personal carcelario, por lajey 13.018 y la ley 13.894. Los principios doctrinarios y jurídicos fundamentales y básicos de esta ley carcelaria de la Nación son, en nuestra opinión, los tres siguientes: A) El régimen carcelario de la Nación es dirigido por un Consejo Asesor que, presidido por el director general de Establecimientos Penales, está integrado por un profesor universitario de Derecho penal, un psiquíatra, el director del Registro Nacional de Reincidencia y el presidente del Patronato de Liberados, con lo cual se ha dado una recomendable estructura científica al organismo oficial que conduce y dirige el régimen carcelario de la Nación; B) El régimen carcelario se caracteriza por ser progresivo y gradual hacia la libertad total, empezando por un período de observación del recluido, siguiendo luego con un período de reclusión; después viene un período de orientación, que ya no se cumple dentro de un establecimiento carcelario, sino en una colonia penal o cárcel industrial; sigue a ello un período de prueba en un estado de similibertad del penado; y por último viene el quinto y último paso, que es de libertad vigilada. Los penados que deben cumplir penas menores de tres años tienen un régimen especial; C) El núcleo ideológico de la ley carcelaria de la Nación gira, en nuestra opinión, en el inciso "B" del artículo 69 y en el inciso "B" del artículo 13. El primero dice que, a los efectos de clasi- íicar al penado, se deberá estudiar la personalidad de cada penado, y el segundo dice que, a los efectos de toda la organización carcelaria, se deberá consultar'"las condiciones individuales del condenado". Todo ello importa y significa tener en cuenta, en forma fundamental y básica; entre otros elementos de juicio, los buenos o malos antecedentes del penado. Estos principios básicos generales del régimen carcelario de la Nación, son seguidos por las leyes provinciales más modernas y avanzadas en la materia. La provincia de Buenos Aires dictó en el año 1950 su nueva ley en la materia, que lleva el número 5619, llamada "Código de Ejecución Penal". Dicho Código, qiie consta de 227 artículos, sigue modernas y acertadas orientaciones, legislando en forma integral sobre todo lo referente al cumplimiento de las sentencias de los jueces penales, de ahí su nombre de "Código de ejecución penal". El doctor ítalo A. Luder, director del Instituto de Investigaciones y Docencia Criminológicas de la provincia de Buenos Aires, en su libro El sistema jurídico de la ejecución penal, comentando la referenciada ley de la provincia de Buenos Aires, sostiene un criterio nuevo con respecto al régimen carcelario, que para él tiene-autonomía jurídica, porque dentro de la función penal a cargo del Estado distingue tres momentos o etapas: A) El primer momento es el legislativo, y consiste "en la» sanción de la ley penal, con la formulación de los delitos y la determinación de las penas"; B) El segundo momento es el judicial o jurisdiccional y consiste "en la imposición de la pena por el juez"; O El tercer momento es el administrativo, y consiste en "el desenvolvimiento de una concreta actividad destinada a ejecutar la pena establecida en la sentencia". Según Luder, las normas jurídicas reguladoras de este último momento de la acción penal del Estado constituyen lo que él llama "Derecho ejecutivo penal". Esta posición doctrinaria del doctor ítalo A; Luder lo lleva, naturalmente, a sostener la autonomía científica de esta disciplina jurídica que él llama "Derecho ejecutivo penal", aunque siempre como una rama del Derecho administrativo, citando las opiniones de autores como Tesauro, Siracusa, Grispigni, Cicala; y entre los autores argentinos. a Villegas Basavilbaso y Soler. Nosotros creemos que, efectivamente, el "Derecho ejecutivo penal" es una rama del Derecho administrativo, pero con autonomía jurídica, por las razones que ya dimos al tratar la autonomía del Derecho internacional público administrativo, en esta misma Enciclopedia Jurídica (tomo VII, pág. 555, cap. 5?), a lo cual nos remitimos a esos efectos. Y también creemos en la autonomía del Derecho ejecutivo penal, porque desde el punto de vista de la teoría del Derecho político, ello no es nada más que la sencilla aplicación de la división del gobierno en tres poderes: legislativo, judicial y ejecutivo, a los fines de evitar abusos de poder, que se hace más evidente y claro en la zona del Derecho penal, porque ello incide directamente sobre los derechos humanos; y es evidente que resulta aconsejable que el Poder Legislativo dicte la ley penal, que sea otro poder o sea el Judicial el que la aplique al caso concreto y particular por medio de una sentencia, y que sea otro poder, o sea el Ejecutivo, el que "ejecute" o haga cumplir lo ordenado por la justicia penal. Como fugaz acotación, al pasar, debemos decir que en los países latinoamericanos siempre ha existido una resistencia a entregar la ejecución de las sentencias judiciales penales al Poder Ejecutivo, prefiriéndose que ésta quede dentro de la órbita del Poder Judicial, pero ello se debe, no a razones ideológicas, sino de mero sentido práctico, basadas en que la accidentada historia política de Hispanoamérica ha demostrado que, por lo general, los poderes Ejecutivos ofrecen menos garantía de aplicación justa e imparcial. (En esta misma Enciclopedia Jurídica [tomo I, págs. 826 y 827], se recuerda que América latina ha sido quien más ha aplicado el derecho de' asilo, por razones vinculadas a lo aquí expresado.) ítalo A. Luder ha complementado y ampliado su pensamiento en la materia en varios trabajos publicados en la Revista del Instituto de Investigaciones y Docencia Criminológicas. La importancia fundamental y básica del reconocimiento de la autonomía jurídica y científica del "Derecho ejecutivo penal" es que ello permite encarar la aplicación de la pena con mayor libertad, porque, como dice Perruccio Falchi, en la ejecución de la sentencia penal son necesarias "cierta libertad y discrecionalidad de acción" (Diritto Pénale Ejecutivo), lo que resulta evidente a poco que se piense que toda personalidad humana evoluciona y cambia casi conünuamentCí- y el juez penal consideró al delincuente en determinado y concreto momento existencial de su vida. Todo esto nos lleva a comprender la extraordinaria importancia que llegan a tener, en la aplicación de la sentencia penal, los malos o los buenos antecedentes del delincuente. 7^ Los malos antecedentes en la Legislación Argentina. Ley 11.752. Hemos visto en los capítulos precedentes, que el concepto que como persona merece el delincuente, para lo cual es fundamental conocer sus malos o sus buenos antecedentes, ha ido tomando cada vez mayor importancia en el Derecho penal, moderno, sobre todo y fundamentalmente en la condena condicional, en la excarcelación, en la estimativa de la las normas citadas, que son las básicas. Estas dos disposiciones son el artículo 6"?, que establece que "los datos del Registro hacen pena, y en el régimen carcelario. plena fe en juicio para juzgar da la reinciVamos a ver ahora la forma práctica que dencia, pudiendo ser impugnados exclusiha organizado-la legislación para informar vamente por error o falsedad". Esta dispoal juez penal, y por intermedio del proceso sición de la ley, en nuestro opinión, es un respectivo a las autoridades carcelarias, de tanto innecesaria, por cuanto el Código civil los antecedentes del delincuente. ya otorga categoría de instrumento público En la República Argentina se dictó la que hace plena fe en juicio a la documenley 11.752 sobre Registro Nacional de Rein- tación que extienden los funcionarios púcidencia y Estadística Criminal y Carcelaria blicos en el ejercicio de sus funciones, pero el 29 de septiembre de 1933. Esta ley ha te- no causa inconveniente que esta ley exprenido, tiene y tendrá en lo futuro, una gra- samente lo diga, aplicando al caso concreto vitación básica con respecto a la aplicación de la ley referenciada los principios generapráctica que todos los días hacen los tribu- les del Código civil. nales de todo el país del Código penal. El Registro que creó esta ley depende del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y establece, como norma básica, que todo juez o tribunal que dicte una sentencia penal, de cualquier parte de la República, debe remitir dentro de los cinco días al citado Registro un testimonio de la parte dispositiva de la sentencia agregando además algunos otros datos sobre el condenado, como por ejemplo, fecha del delito (a los efectos de las prescripciones); fecha del nacimiento, profesión, oficio o medio conocido de vida, y las condenas anteriores y penas impuestas en cada caso. Esta documentación debe ir acompañada de fichas con las impresiones digitales de ambas manos del delincuente condenado. Además, todos tos jueces y tribunales de la República también deben remitir al Registro, dentro de los chico días a partir del momento en que quedó firme, testimonio de los autos de prisión preventiva que dicten, pero dicha ficha será anulada si hay sobreseimiento definitivo o absolución en la causa, lo que deberá comunicar al Registro el juez o tribunal intervinientes. Consecuente con el Registro creado, la ley determinó la obligación de todo juez o tribunal de solicitar informes sobre el acusado, al Registro, lo que puede hacer o al dictar el auto de prisión preventiva o después de ello, pero siempre antes de la sentencia, a los efectos de conocer las condenas que ha tenido con anterioridad o los procesos pendientes que tuviere ante otros juzgados o tribunales; y al hacer esta solicitud de informes al juez o tribunal debe acompañar la correspondiente ficha dactiloscópica del prevenido, a los efectos de evitar fraudes, nombres supuestos o cambiados en el delincuente u otra maniobra similar. De esta manera el juez o tribunal conoce, antes de dictar sentencia, si el procesado tiene o no malos antecedentes. Aparte de lo expuesto, la ley trae dos disposiciones importantes que complementan Y el artículo 7<? de la ley 11.752 establece que "esta ley se tendrá como complementa- ria del Código penal a los efectos de apreciar la peligrosidad del autor del hecho, según las previsiones de aquel Código y de poder hacer uso de las facultades que el mismo confiere a los jueces". Este artículo se refiere, evidentemente, en especial al artículo 41 del Código penal, y la norma que trae y establece es también en nuestra opinión un tanto innecesaria, dado que el principio básico ya está en el Código penal, pero al confirmar lo ya existente no causa daño al ordenamiento jurídico del país y, además, evita posibles dudas de aplicación, por las justicias ordinarias de las provincias, dentro de nuestro régimen político federal, de una ley nacional y con contenido de forma o procesal, como podría interpretarse. 8<? Los decretos reglamentarios de la ley 11.752. Los decretos reglamentarios de la ley 11.752 son el 53.055 del año 1934 (Boletín Oficial del 25-111-35) y el 96.620 del año 1936 (Boletín, Oficial del 20-XH-36). El primero de estos decretos reglamenta las atribuciones del jefe del Registro Nacional de Reincidencia, crea y reglamenta la Secretaría del Registro, dividida en dos secciones, una administrativa y la otra de los informes; organiza la oficina de estadística, tan importante para fundar una política criminal científica; y organiza y reglamenta las oficinas internas del Registro correspondientes a "Mesa de entradas", "Dactiloscopia" y "Prontuarios". El segundo de estos decretos reglamenta el funcionamiento de las oficinas creadas, determinando que los informes serán realizados en formularios, que la correspondencia del Registro tendrá. franquicias postales y que tendrá carácter de urgente, se refiere a los ficheros a llevar y determina que la estadística criminal se publicará anualmente, correspondiendo la estadística carcelaria a la Dirección General de Institutos Penales, creada por la ley 11.833, como ya vimos. 9? La comprobación práctica de los ma- ios antecedentes de los procesados en los expedientes judiciales. Hemos visto en los capítulos precedentes los aspectos teóricos y de íondo con respecto al problema fundamental de los "malos antecedentes" del procesado. Vamos a ver ahora cómo ellos se constatan en la vida real de los tribunales. A) Al iniciar la policía un sumario para la averiguación de un hecho que puede ser delito, agrega a dicho sumario el informe de la oficina de su jurisdicción sobre los antecedentes que tenga la persona o las personas que, prima facie, aparecen como responsables del mismo, si las mismas tienen domicilio en esa jurisdicción, o lo solicita la autoridad policial a la policía del domicilio de los presuntos responsables. En este informe consta si el presunto responsable tiene o no antecedentes, y en caso de tenerlos, la pena que le fue aplicada y por qué causas, incluyéndose las sanciones que sufrió por simples faltas (ebriedad, desorden, portación ds armas, etc.). B) Luego, siguiendo el procedimiento que corresponde, el expediente llega en su oportunidad legal al Juzgado del Crimen que corresponda, donde, en determinado momento, el juez de la causa toma declaración indagatoria al presunto delincuente, y en tal oportunidad es interrogado, entre otras cosas, si ha sido procesado con anterioridad, ante qué Juzgado, por qué delito y cuál fue el resultado del proceso o procesos. Si el indagado es un delincuente no peligroso y sin antecedentes o pocos antecedentes, sencillamente confiesa y dice cuáles son sus antecedentes; y si es delincuente peligroso y con muchos antecedentes, ya sabe por experiencia que no puede ocultar sus antecedentes, y que el intento de hacerlo le será perjudicial y, por lo tanto, confiesa también sus antecedentes: Además, en la indagatoria se informa al indagado que la falsedad en declaración ante la justicia es grave delito que agravará- su situación. O Luego.dé la indagatoria, la secretaría del Juzgado informa en autos los antecedentes del procesado, que obran en los libros del Juzgado, lo que es importante en los casos en que el delincuente comete sus sucesivos delitos, siempre dentro de una misma jurisdicción, que es lo que sucede en la gran mayoría de los casos. D) En algunos casos el Ministerio Fiscal solicita que el Juzgado pida información sumaria a la policía local, si el procesado tiene domicilio en la jurisdicción, sobre los medios de vida, moralidad y costumbres del mismo, para lo cual son interrogados como testigos dos o tres vecinos que lo conozcan. E) Mientras se han realizado todos estos trámites, el Juzgado ya ha dictado el auto de prisión preventiva si es procedente y ya ha solicitado al Registro Nacional de Reincidencia el informe respectivo, que llega siempre confirmando las constancias de autos, lo que prueba que funciona bien. F) Por último, si la personalidad del delincuente o las características del delito así lo aconsejan y se sospechan antecedentes fuera del país, el Juzgado suele solicitar, por la vía correspondiente, informes sobre los antecedentes del mismo a "Interpol" o sea a los servicios de policía internacional. De la somera síntesis precedente y del hecho de que los informes de las diversas fuentes siempre coinciden, salvo casos excepcionales y muy especiales que se producen muy de tarde en tarde, surge que este sistema de informes sobre los malos antecedentes del hombre que delinque es un medio eficaz de lucha contra la delincuencia. 10? LOS matos antecedentes en el fuero civil. El problema de los malos antecedentes de una persona es, en principio, un asunto específico del Derecho penal, como hemos visto. Pero en algunos muy especiales trámites del fuero civil también suelen tener importancia, a veces fundamental, los antecedentes de una persona. Los casos más comunes en la vida práctica de los tribunales, son los siguientes: A) Cuando el Ministerio Pupilar entrega un menor o una menor a una persona, o le constan al titular personalmente los buenos antecedentes de la misma, o requiere informes a la policía del domicilio de ésta, solicitando también, habitualmente, información sumaria al respecto; B) Cuando los tribunales otorgan venia supletoria, o sea autorización para contraer matrimonio a un menor o una menor, tienen en cuenta los buenos o malos antecedentes de la persona con la cual van a casarse, sobre todo si ésta es mayor de edad, informándose habitualmente al respecto por testigos que conocen a ambos futuros contrayentes; O Los malos antecedentes, la inconducta y la vida delictuosa, suelen ser probadas en el fuero civil, por diversos medios, como causales de suspensión o pérdida de la patria potestad, de la curatoria o la tutoría o como causal de divorcio en los casos pertinentes. BnuocurU. — "Bases gnoseológicas y metodológicas para el estudio de la personalidad del delincuente", poi Osear Cr Blardunl. en el numero 3 de la Revista del Instituto de Investigaciones1 y Docencia Criminológicas; "La ley penitenciarla nacional complementarla del Código penal", por ítalo A. Luder. en el número 2 de la misma Revista; y La personalidad del delincuente, de Osear C. Blardunl. MALOS TRATOS. (V. DITOBCIO. SEVICIA.) MALTA (ORDEN DE) . (V. ORDEN DE MALTA.) MALTHUSIANISMO. * I. El creador de la doctrina: Malthus. Vida y obras. El indis* Por. el Dr. SANTOS catido íorjador del conjunto de teorías económicas agrupadas bajo el nombre de "Malthusianismo", Tomás Roberto Malthus, nació en Inglaterra, Surrey, el 14 de lebrero de 1766. Hijo de Daniel Malthus, modesto propietario rural, entusiasta enciclopedista, según se cree vinculado ccn Hume y, también con J. J. Rousseau, recibió 3a primera educación de su padre, y después de Roberto Granes y Gilberto Wakefield. A los 18 años ingresó en el "Colegio de Jesús" de Cambridge, y en 1788 recibió su título. Un año más tarde fue ordenado pastor protestante y pasó a ejercer su ministerio en un pequeño curato, cerca de Albury. La riqueza de las naciones de Adam Smith, y los Ensayos de David Hume, fueron quizá su lectura frecuente y favorita, y lo aficionaron a los estudios económicos dentro de la escuela que estaba en boga, individualista y utilitaria. Usaba la palabra clara con uaa pronunciación algo defectuosa; tenía el carácter dulce e imperaba con la volun&ad sobre las pasiones. Sin dejar de ser sensible a las alabanzas y la consideración pública, estaba convencido de sus verdades y demostraba una sincera indulgencia por las taitas ajenas. Ese interés desarrollado por las lecturas sobre las cuestiones económicas, sociales y hasta políticas, lo llevó a escribir numerosas obras que adquirieron fama y tuvieron SI-AH trascendencia. Pero no se puede decir que los tenias abordados, penetrados de humanidad, lo hayarí -apartado de su profesión religiosa. En 1796 dio a publicidad un estudio sobre la crisis ocasionada por la revolución francesa. Dos años después su obra cumbre y, por lo mismo, la más discutida, ensalzada y atacada, el Ensayo sobre el principio de población tal como afecta el adelanto futuro de la sociedad. Las cinco ediciones posteriores fueron controladas por él y, sobre todo la segunda, aumentadas. Para apoyar en observaciones personales las teorías que con dicha obra proyectó, especialmente su famosa ley sobre las poblaciones, viajó de 1799 a 1802, en compañía de tres pastores, por Dinamarca, Suecia, Rusia, Suiza e Italia, pero no por Francia, país poco acogedor en esa época para un inglés. Protegido del gran Canciller Guillermo Pitt, el joven fue nombrado profesor de historia y de economía política en el "Colegio de las Indias Orientales" que, en Haylebury (Condado de Hertford), había establecido la Compañía de Indias para los aspirantes a entrar en sus servicios. Poco tiempo antes, en 1805, había casado con Harriet Eckerstall, de quien tuvo tres hijos, y no once como le atribuye, quizá irónicamente, Cherbuliez. En 1814 publicó "Observaciones sobre el efecto de las leyes sobre los cereales", y al año siguiente, Fundamentos de una opinión sobre la política restrictiva de la importa- ción de los cereales extranjeros. Investigaciones sobre la naturaleza y los progresos de la renta y los principios por los cuales está regulada. Dos años más tarde, la Carta a M. V/ühbread sobre su bul para la modificación de las leyes de pobres y la Exposición relativa al Cciegio de Indias Orientales. En 1819 pasó a pertenecer a la "Sociedad Real de Londres" y en 1820 apareció otra de sus obras capitales, Principios de economía, participando, en el 21, en la fundación del "Club de Economía Política". Después de publicar, en el 23, la Medida del valor, en 1827 dio a la prensa su tercer obra cumbre: Definiciones en economía política. Además, escribió diversos artículos en revistas, tales como Edinburgh Review y Quarterly Review. Extendida su fama en el ámbito internacional, en 1833 fue elegido miembro correspondiente de la "Academia r"e Ciencias Morales y Políticas de París" y de la "Real Academia de Berlín". Según sus tendencias políticas de la época, estuvo afiliado al partido Wihg. El 29 de diciembre de 1834 murió repentinamente del corazón en casa de su suegro, y fue enterrado en la abadía de Bath(i). II. El pensamiento de MMthus en su "Ensayo sobre el principio de población". En su origen esta obra fue más bien producto de una idea política y conservadora. Los pensadores de la época, especialmente William Godwin ( 2 ), sostenían que los males de la sociedad provenían de los malos gobiernos. Malthus quiso demostrar que las leyes de la naturaleza y las pasiones de los hombres ejercían una influencia mayor y más digna de atención. "El hombre, decía, es impulsado por un instinto natural a aumentar su número", mientras que la provisión de alimentos no puede marchar acorde al aumento de la población, en virtud de la ley de la utilidad decreciente. Digno precursor de Ricardo y su famosa ley de la "renta de la tierra" (An inquiry into the nature and progress of rent —1815—), afirmó en su Ensayo, que la provisión mundial de tierra apta para el cultivo es limitada. Una vez que las zonas más ricas hayan sido cultivadas en forma moderada en cuanto a su intensidad, se podrá emplear más labradores para la tierra cultivada o pasar a cultivar las tierras pobres. La agricultura, al emplearse más obreros y rebasar ciertos límites, irá disminu(1) Conf.: La biofraíía de James Bonar, Maithus and his WorJcs, Oxford, 1885, y los datos de la introducción bibliográfica de Carlos Comte y Otter, a ía traducción al «ranees del Ensayo..., efectuada por Pedro y Guillermo Prevost, París. 1345," que forma parte del 6° volumen de la "Collection des principaux ¿conomistes", publicada por Gillaurain. (2) Ver: Justicia y político. leza le manda marcharse y no tarda en ejecutar por sí misma esta orden". Malthus agrega datos y estadísticas de países que se debaten en la carencia, y pinta la miseria que acompaña a las aglomeraciones. Se refiere a la India (Bengala) y a la China, a Irlanda y se extiende en gran parte de su libro al estudio y análisis de las sociedades primitivas, donde los hombres población. morían de hambre. Fue en esto un precursor El progreso de la población obedece a una de la sociología prehistórica, investigaciones ley biológica de la "generación", que en el que más tarde se pusieron de moda. Hay tres aspectos de contención al aulenguaje corriente es sinónimo de "multiplicación". En pocas centurias la tierra se mento de la población. En primer término, hallaría tan poblada que ni siquiera habría la restricción moral, luego el vicio y por lugar para permanecer en pie ( s ). último la miseria. Él propuso dicha restricEste razonamiento lo lleva a formular dos ción moral, que se traduce sintéticamente principios fundamentales que quedan con- en dos formas de proceder: los matrimonios densados en un ejemplo esquemático. 1?) La tardíos y la castidad prenupcial. población tiende a reproducirse en forma El pensador pesimista había golpeado a irresistible, y su reproducción sigue una pro- la humanidad con los puños de su realidad. gresión geométrica, y 2"?) los medios de Le planteó el problema pavoroso de su ausubsistencia quedan superados, ya que sólo todestrucción; de la multiplicación inconaumentan en progresión aritmética. trolada. Pero no la dejó desamparada, ideó La población progresa en la siguiente un remedio; su remio: el control. Debía forma: procurarse limitar el desarrollo de la población por medio de la violencia o coacción 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512 ... moral, sin que ello signifique que estimara y las subsistencias, e» cambio, en esta otra: morales los medios represivos de la natalidad. El único medio lícito es que los indivi1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 ... duos no contraigan matrimonio hasta tanCada término de la fórmula representa to tengan los medios de mantener la prole. 25 años, de manera que después de dos si- El deseo de casarse debe importar también glos, la población se encontraría, con rela- el de proporcionarse los medios que faltan. ción a los medios de subsistencia, como 256 La contricción moral es "lo que un hombre es a 9. Al cabo de tres siglos, como 4096 es se impone respecto del matrimonio,- por á 13. La diferencia sería tan inmensa si un motivo de prudencia, cuando su contomamos 2000 años, que resultaría incal- ducta, durante este tiempo, es estrictamente culable. moral". La progresión geométrica de la población, Apoyó decididamente el celibato honesto, su duplicación, está basada en suponer 4 hi- pero también alentó el matrimonio, consijos que lleguen, a su vez, a la edad de la derándolo una virtud preventiva, porque el reproducción. Calculó Malthus que en todo "más simple y más natural de los obstáculos matrimonio normal se producen 6 nacimien- parece ser obligar a cada padre a alimentar tos, de los cuales habrá que descontar 2 hi- a sus hijos". Lo importante es mantener la ley de la responsabilidad, y la seducción y jos por muerte o soltería. Si bien las epidemias, vicios, enfermeda- las relaciones ilícitas deben ser castigadas des y guerras, obstaculizan el aumento de severamente. De toda esta prédica se ha de obtener un la población, la desproporción entre las progresiones es continua y tan acentuada, que fin práctico: mejorar las clases inferiores las subsistencias han de faltar. La miseria de la sociedad. Se trata de evitar la falta de crecerá cada vez más. El hombre, en un medios para vivir, la pobreza y la miseria, mundo ocupado, en el seno de una familia pero inculcando responsabilidad y trabajo. que no lo puede mantener y en una socie- El hombre debe crear riqueza, de ahí que dad que no lo puede utilizar, no tiene dere- haya combatido, también, la limosna y la cho a reclamar alimento. Sobra en la tierra. beneficencia, que sólo alientan la pereza y el "En el gran banquete de la naturaleza no número de desgraciados. hay cubierto preparado para él, la naturaCombatió la ley de beneficencia obligatoria, exponiendo: "¿posee ella el medio de hacer crecer dos espigas de trigo allí donde (3) Cení.: Myron H. Umbreit, Elguin F. Hunt y Charles V. Kinter, en Economía, principios V problemas, trad. la tierra no puede producir más que una? de Nina de Kalada, ed. Bibllog. Arg., páe. 39, y Charle» ¡No! Y bien: entonces, cuando Carnut Gide. en Historia de lea doctrinas económicas, t. I, pég. 170. prohibía a las olas tocar sus reales pies, no yendo en el promedio de producción por obrero. El rendimiento de la tierra tiene un límite físico en razón de los elementos que contiene, y otro económico por los mayores costos para el aprovechamiento total, llevado a sus últimos extremos. La tecnología industrial puede neutralizar en parte la utilidad decreciente, pero no en forma indefinida ante el ilimitado crecimiento de la usurpaba un poder mayor sobre las leyes de la naturaleza". La única beneficencia que aceptó es la de la instrucción, por tratarse de un bien que todo el mundo puede compartir sin perder nada los demás, la sociedad. Parece "extraño que con el dinero no pueda mejorarse la condición del pobre sin empeorar la de la sociedad. Pero por extraño que parezca, dijo, creo que es la verdad". in. Los precursores y los discípulos. Repercusiones de la teoría en el individualis- mo. El pensamiento de Malthiís, tan crudamente desarrollado, más que pesimista, alarmante, puede considerarse una réplica cruda y feroz a una de las obras en las que abrevó, como he señalado, en su formación individualista: Riqueza de las naciones de Adam Smith. Señala James Bonar, que su título, a través de dicho pensamiento, podría haber invertido de esta manera: "Ensayo sobre 4las causas de la pobreza de las naciones" ( ). Claro está que algunos pensadores anteriores, a los que podríamos llamar precursores, habían tenido en cuenta el peligro que Involucraba el aumento demográfico. Pero ellos eran optimistas, como Buffon y Montesquieu en Francia, que consideraban beneficioso tal aumento y no temían el exceso, apoyados en el ajuste y regulación natural de los medios de subsistencia. Godwin, por ejemplo, tenía confianza en el futuro, porque se multiplicarían los productos extraordinariamente, y llegaría un tiempo en que media hora de trabajo bastaría para satisfacer las necesidades. Llegó a mostrar un estado social en que "el espíritu dominaría a tal punto los sentidos, que se detendría la producción" y el hombre llegaría a ser inmortal (=). Condorcet, en 1794, cuando estaba a punto de envenenarse para escapar a la guillotina, confiaba en una ciencia todopoderosa que suprimiría la muerte o, por lo menos, la alejaría indefinidamente. J. B. Say, cuando no conocía la obra de Malthus, pensaba que el número de hombres es 6proporcional a la cantidad de productos ( ). Más tarde, sin embargo, se hizo malthusiano y se declaró tal ( 7 ), si bien dejaba sentado que no son las subsistencias la medida del número de habitantes, sino la riqueza, y la producción es proporcional al grado de civilización e ilustración de las naciones. Jíossi, otro discípulo, parece no aceptar ni rechazar la teoría, pero exclama alarmado y con un tácito convencimiento: "Antes dos millones de suizos prósperos que ocho millones de irlandeses miserables". Entré los entusiasmados seguidores está eo Conf.: Glde, op. cit., pág. 167. (5) Conf.: Gide, op. cit., pág. 183. (6) Ver: Tratado de economía poUtfca. (7) Ver «u Cuno. G. Garnier, quien la defiende, pero con reservas, pues considera que es más exacta en un sentido general que en la fórmula concreta con que Malthus expresa la teoría, y preconiza como antídoto de las consecuencias previstas la necesidad de la previsión conyugal ( 8 ). También Roscher, acotando sin embargo que en virtud de una buena economía y aplicación de un arte inteligente, los productos pueden crecer en forína más rápida que en progresión aritmética. Hegewish ( 9 ) compara las leyes de Malthus con las de Newton, y José de Maistre consideró a aquél un oráculo. IV. Exageradas desviaciones. Los neomalthusianos. Se ha visto la primera repercusión del campanazo de Malthus sobre los pensadores de la época. Sus palabras fueron terminantes, definitivas. El razonamiento envolvía y llevaba, como por un embudo en descenso, a la catástrofe final. Su voz tenía lógica, consecuencia y autoridad. Era natural que hiciera huella. No se lo podía desatender: o se lo contrariaba, cosa difícil por cierto, o en alguna u otra forma se lo seguía. De los que hicieron esto último, pero con mesura y ajustándose a la recatada doctrina de la coacción moral, se han dado algunos nombres. Veamos ahora los que desviaron las soluciones en forma insospechada por el mismo Malthus. Se llamaron éstos los neomalthusianos. Sostuvieron que no sólo había que reflexionar antes de casarse, sino que también había que tener pocos hijos. Era la forma de evitar la miseria, la muerte prematura y la pérdida de esos mismos hijos. La sociedad no se podía hacer responsable de la imprevisión de los padres prolíficos, quedando indiferente a su desgracia. Consideraban ilusorio esperar, de los célibes estricta moralidad, entendida como contención sexual. Encontraron otros, medios para alejar el peligro de la superpoblación y consiguiente pauperismo. Unos propusieron ahogar a los recién nacidos con métodos especiales (asfixia sin dolor, painless extinction); otros, que Jos gobiernos prohiban los matrimonios de jóvenes sin recursos, o por lo menos retarden imperativamente la fecha de los casamientos. (Esto último se logró en Berna y en Mecklemburg07Schewerijj.) Tan aberrantes sistemas, totalitarios y hasta criminales para una concepción respetuosa del derecho a la vida, quedaban para ellos justificados en la sombría perspectiva de un mundo exhausto, empobrecido, superpoblado. La "coacción moral" de Malthus era lo inmoral. Iba contra la fisiología del horn(8) Conf.: Del principio di popolazione, en la "Biblio- teca dell'Economista", vols. 11-12, 2» serie, pág. 464 (9) Que tradujo el Ensayo... al alemán. bre; era antifisiológica. La privación del amor importa un sufrimiento injusto, peor que la privación del pan. El celibato obligatorio o el matrimonio tardío llevan a otros desvíos que desarrollan la prostitución, atenían contra las sanas costumbres, promueven vicios sexuales contra la natura y facilitan la natalidad ilegítima. Es que en lo único que coincidían los neomalthusianos con el propio Malthus, como dice Gide, eía en la prédica de que el instinto ciego de la reproducción engendra la miseria, la muerte, el vicio, la enfermedad, y que ese instinto debe ser regulado. Donde se separan es en el método para regularlo. Daré algunos hombres de los distintos países donde se expandió el neomalthusianismo. En Inglaterra, Stuart Mili, el famoso economista, llegó a despreciar a las familias numerosas con la misma intensidad que a la embriaguez; comparó ambos estados como si fueran viciosos. "En tanto el hombre se embriaga —dijo—, es rechazado y despreciado por todos los que hacen profesión de honradez. ¡Uno de los principales argumentos formulados a la beneficencia es que quien la implora tiene una familia numerosa que alimentar!... No puede esperarse que progrese la moralidad mientras no se considere a las familias numerosas con el mismo desprecio que la embriaguez o cualquier otro exceso corporal. Pero en tanto la aristocracia y el clero sean los primeros en dar el ejemplo de incontinencia, ¿qué puede esperarse de los pobres?". Se quejó de que la religión cristiana haga creer, por una fe imperturbable en la Providencia, que Dios bendice a las familias numerosas y, además de las razones económicas, da una de orden moral: el respeto a los derechos y'libertad de la níüjer. "Jamás las familias son numerosas por voluntad de la mujer: es la mujer quien soporta, aparte de los dolores físicos y su parte de privación, la intolerable tarea doméstica10resultante del excesivo número de hijos" ( ). Francisco Place preconizó la esterilidad volutaria ( ' ' ) , y Robert Dale Owen, el potentado industrial socialista y cooperativista, infatigable y precursor de las uniones de trabajadores (trade unions), hizo una exposición de métodos para impedir la concepción: anticoncepcionales ( 1 2 ). En 1877, los hermanos Drysdale fundaron la "Liga Malthusiana" (Malthusian League), que pronto tuvo su órgano de prensa: The Malthusian. En Holanda, La Haya, también hubo una (10) Ver: Principios de economía jtolítica, t. 1, Bb. u, cap. XIII, págs. 418 y 421. (11) Ver: Ilustración v pruebas del principio de población, Í822. (13) Ver: flsioloírfa moral. 1831. liga malthusiana con su periódico: Het Glukkig Huisgezín. Y en Alemania, Stuttgart, la correspondiente liga difundió la revista Sozial Armonl. Un médico, el doctor Paul Robin, se ocupó en Francia de propagar el neomalthusianismo práctico. Fundó la "Liga de regeneración humana" y publicó una revista mensual en París, Regeneration, y un folleto llamado Generation Volontaire. La prédica expandió en dicho país el aborto provocado, la extirpación quirúrgica de los ovarios —ovariotomía— y la interrupción del coito antes de la evacuación del semen —onamismo—. Mateo Morral tradujo al castellano a Robin e hizo la propaganda en España, creándose en Barcelona la "Liga de generación humana", con su órgano semanal, la revista Salud y Fuerza. V. Ataques a Malthus: su defensa. El problema de la población en la actualidad. Muchas son las críticas dirigidas contra Malthus. Desde diversos puntos de vista recibió acerbos ataques. Eri los aspectos técnicos de las leyes que creó se dijo que la cifra tomada para calcular la progresión geométrica, seis nacimientos por matrimonio no se ajusta a la realidad ni piensa ser exacta en la mayoría de los casos comunes o normales. Sin embargo, no fue tomada con precipitación, ya que, si bien se piensa, dicha cifra y su complemento, cuatro hijcs reproductores de los seis nacimientos, en una sociedad libra de toda restricción, sería pequeña. Como dice Gide, una mujer puede llegar a tensr vsinte o más embarazos sucesivos. También ss critica el lapso de veinticinco años entre cada término de la fórmula progresiva, porque el tiempo entre el. promedio de la edad de los padres y el de la edad en que les hijos a su vez procrearán no puede S3r inferior a treinta y tres años: las clásicas tres generaciones por siglo. Pero aun cuando así fuera, lo que también es discutible (en los Estados Unidos, durante la época de Malthus, la generación no duraba más de veinticinco años, es decir, el intervalo considerado por aquél), no creo que se hubiera ganado nada. A lo sumo un pequeño retardo 3en llegar a la ocupación total de la tierra C ) Donde se agudiza la ofensiva es en los aspectos morales de la teoría. P¿ro, teniendo en cuenta el punto de vista estricto y religioso de aquélla, también aquí se comete una injusticia. Malthus excluyó el libre ejercicio de las relaciones sexuales, ya sea fuera o dentro del matrimonio. No ss debe confundir su posición, en la cual, .como ya he dicho al comienzo, no dejó de^sar nunca un religioso, pastor protestante 'con vocación de tal, con las desviaciones neomalthu(13) Conf.: Gide, oj>. ctt., píg. 171. sianas. Cabe señalar, claro está, que el tema abordado dio pie a los posteriores excesos. ¿Pero acaso debió rio abordarlo para evitar dichos excesos? Eran verdades, sus verdades, que lo hicieron temblar por el porvenir no lejano de la humanidad, y las predijo con todo el calor de su verba concluyente. Él estigmatizó lo anticoncepcional, porque eran métodos viciosos. "Rechazaría —dijo— todo medio artificial y extraño a las leyes de la naturaleza que quisiera emplearse para contener la población. Los obstáculos que encomiendo son aquellos conformes con la razón y sancionados por la religión". En un examen frío e imparcial de la cuestión se debe tener en cuenta el contrabalanceo de los problemas, enormes y fatales, que se le representaron. Por un lado, aquellos métodos que calificó de "vicios", y por el otro, la suma pobreza, la total miseria, la promiscuidad y formación por esto de una sociedad aún más viciosa, menos permeable a la moral cristiana que su hábito exteriorizaba como consecuencia de una saturación del mundo de los hombres. Y ahí, en esa difícil contingencia, y peor aún elección para un religioso, se encontró patente el drama de su angustia. Porque en el fondo, en su fuero íntimo, no estaba convencido del remedio que preconizaba, de la moral restraint o coacción moral. No podía dejar de darse cuenta que el celibato prolongado también podía producir la prostitución que atacaba y no aceptaba desde ningún punto de vista: el desborde sexual. Predicaba y expresaba que dicha violencia moral y contención basada en la responsabilidad era el único y legítimo remedio, pero dudaba de que se pusiera en práctica. Tal como el mundo está formado, resulta por cierto muy difícil, o mejor dicho imposible, que justamente las clases poco acomodadas, las más pobres y menos instruidas, tuvieran en su haber esos resortes de voluntad y fuerza moral. Lo sabía Malthus, y por ello dejó entrever en última instancia, para evitar un mal mayor, la admisión de ciertas prácticas que permiten satisfacer los deseos sexuales, pero impiden la concepción. Por esa brecha se colocó el neomalthusianismo, con una crudeza que si Malthus lo hubiera conocido, a su vez él lo hubiera atacado. La miseria proveniente del exceso de población es peor que la práctica de lo que llamaba "vicios". "La pobreza —dijo—, sórdida es; de todos los estados, el menos favorable a la castidad... hay tal grado de miseria donde nace una niña destinada a la prostitución, donde es menester un milagro para sustraerla a ella". Pero sólo dejó entrever, como he dicho, la admisión de lo anticoncepcional, en sus frases: "La prudencia que se opone a los matrimonios irreflexivos es un obstáculo preferible a la muerte prematura" y "Estaría inconsolable si dijera algo, cualquier cosa que fuere, que directa o indirectamente pudiere interpretarse en sentido contrario a la virtud. Pero no pienso que las culpas de que se trata (y aquí viene la salvedad) deban considerarse únicas en las cuestiones morales, ni siquiera que sean las más graves que puedan concebirse". Se dijo también, contra la teoría, que choca con el mandamiento de Dios "creced y multiplicaos". Se puede contestar desde el mismo campo considerado, con sus propias palabras, cuando antepone al precepto una virtud esencialmente cristiana: la castidad. Ella "no es una virtud forzada, producida por un estado social artificial —expresó—, sino que tiene su fundamento real y sólido en la naturaleza y en la razón; en efecto, esta virtud es el único medio legítimo de evitar los vicios y las desgracias que el principio de población arrastra a su zaga. Las Sagradas Escrituras nos enseñan claramente y de manera positiva que nuestro deber es contener nuestras pasiones en los limites de la razón". Desde otro punto de vista, el económico, se han hecho también duros ataques, porque los hechos y la realidad lo han desmentido. Es quizá más justa la crítica, pero no por ello absolutamente justificada. Claro que la predicción de Malthus no se ha cumplido en la forma alarmante y rápida que previo. Pero no creo que el de la superpoblación sea un problema que el mundo actual pueda descartar; si se quiere, está latente. Para nadie es un misterio lo chica que está quedando la tierra. Basta mirar hacia el lado oriental e imaginarnos una invasión y ocupación al occidental para comprender cuáles son los peligros que en ambas bandas se ciernen. Algún cuentista contemporáneo imaginó que los hombres habían ideado la reducción de su tamaño a pocos centímetros, pues las potencias del espíritu y del cerebro no disminuyen con la reducción del cuerpo, mientra que éste, así pequeño, requiere menos alimentos para su subsistencia. Podrá parecemos la solución digna de las "mil y una noches", o de la era atómica, pero no deja de señalar una preocupación. A pesar de todo, el conflicto aparece ahora menos aflictivo de lo que sintiera Malthus. En primer término contribuye a ello el progreso tecnológico, y, además, porque en años anteriores a la segunda guerra mundial se produjo una gran reducción de la natalidad en el mundo de Occidente y, aun posteriormente a dicha conflagración, en países como la India. Antes de la guerra, en Europa, inclusive se temió que la mortalidad sobrepasara la natalidad, Ya en 1896, en Francia, el doctor Canu nos cuenta que existían 50.000 mujeres sin ovarios, como consecuencia de la 14 prédica neomalthusiana ( ); se había logrado reducir tanto la natalidad, que Emilio Zola (en Fecondité), Bertillon (en Depopulation de la France) y Leroy Beaulieu (en La question de la population) daban la voz de alarma previendo la desaparición de Francia como nación. Después de 1910 la tendencia se generalizó y se acentuó. Dijo R. B. Kucziniki: "Con una íertilidad y mortalidad similar a las que han prevalecido durante algunos años, la población de Europa occidental y oriental se halla condenada a extinguirse" («). De 1850 a 1950, la población aumentó de 1.171 millones a 2.400 millones. Como se ve, el progreso no tiene nada de geométrico. En la década de 1930 dicha declinación llegó a su punto álgido. Son muchas las razones para que ello sucediera. Sigamos a Umbreit, Hunt y Kinter, en su obra citada, para dar algunas, si bien ellos tienen especialmente en cuenta los Estados Unidos: a) las angustias sociales y económicas indujeron a los matrimonios a limitar voluntariamente el número de hijos; b) los métodos anticoncepcionistas se han refinado y difundido ampliamente; c) la creciente proporción de habitantes que se vuelcan en las ciudades, en donde se estiman más molestos los hijos, los cuates sirven en ellas poco económicamente, a diferencia que en las granjas; y d) las mujeres durante la centuria del xix centralizaban sus tareas en el hogar, y se hallaban más dispuestas a criar una familia numerosa. Después de la primera guerra mundial comenzaron a tomar parte en actividades fuera de sus hogares, que no eran compatibles con familias grandes ( 16 ). Pero la tendencia, según los autores citados, no se ha mantenido. En Estados Unidos, por ejemplo, después de la segunda gran guerra, aumentó notablemente el índice de natalidad, ya sea porque las mujeres volvieron al hogar, y el interés central de sus preocupaciones ha vuelto a los hijos, ya porque las familias atestadas en el cono urbano se han comenzado a establecer en los suburbios, donde es posible tener y criar más hijos. Autores como Robert Cook y Julián Huxley han dicho: "La población humana es probablemente el problema más grave de nuestra época; ciertamente más serio, en último término, que la guerra o la paz... La 7urgencia es verdaderamente tremenda" (* ). Otros, en cambio, como War- ren S. Thompson, no están tan preocupados, porque en caso de urgencia las fuerzas sociales 1S pueden reducir el índice de la natalidad ( ). Y por cierto que los ejemplos citados y la experiencia histórica después de Malthus parece confirmar la capacidad de ajuste. Pienso, volviendo al malthusianismo, que con él se dio la voz de alarma. Me pregunto: sin Malthus u otro gran pensador que hubiera abierto los ojos a la humanidad desprevenida, ¿no estaríamos en situación comprometida? ¿No han sido, quizá, sus teorías y prevenciones uno de los factores desencadenantes de la reducción y del alejamiento del peligro inmediato? Onán y sus medios contra natura para eludir la gestación resultan ciertamente detestables, pero el mandamiento bíblico de la ley del levirat es un motivo menos importante para soportar la condenación del que resulta de cerrar los ojos e imaginarse nuestro globo terráqueo yermo, devastado y atestado de hombres hambrientos, promiscuidad y tisis. Eso, en definitiva, era el resultado de las leyes de la progresión geométrica y aritmética que temía Malthus.. Hoy son tantos los peligros y peripecias de que se ve rodeado el mundo, que en el pensamiento de los grandes filósofos ha quedado desplazado el problema de la superpoblación. Karl Jaspers, en Kulturphilosoph, formuló en forma tajante el dilema del aniquilamiento físico o el moral de la humanidad: la muerte atómica universal, o la sumisión' moral ante la amenaza. García Venturíni enumeró seis calamidades cerniéndose sobre el mundo, entre las que no incluye la que nos ocupa. Otros factores o perspectivas han querido demostrar que la ley malthusiana, aún retrasada, pero todavía amenazante, está quedando en segundo plano. Surgen preocupaciones diferentes desde insospechados ángulos, y soluciones a las que no podemos acostumbrarnos plenamente, así, espontáneamente. A partir de 1958 el hombre no está tan ligado, desesperadamente unido a la tierra, como quería Goethe. En el planeta se están preparando los medios para la "gran mudanza" ( 10 ), y tal vez ella signifique, también, la definitiva solución. La tecnología, y su enorme progreso, ha demostrado lo que es capaz de hacer para evitar el desastre que los malthusianos prevían. Claro está que también ha dejado ver la otra cara, el efecto contrario: la masificación del hombre; la destrucción de su interioridad, personalidad e individualidad. (14) Citado por Fomegrive en Kartage tt 'unión libra, París. 1904,' pág. 220. (15) Ver: Lo población mundial. ISK. (18) Coní.: Oj>. cit., págs. 44 a 48. (17) Coní : Fertilidad humana, 8e Robert C. Oook, Nueva York, 1951, pág. 8, de la introduecidn de Julián Huxley, citados por Umbreit, Hunt y Kinter. (18) Coní.: Problemas de población, Nueva York, 1993, pág. 124, cit. por Umbreit. (19) Conf.: Juan Dalma, "(Ante el fin de la Historia? El anverso de la medalla", en Gaceta d« Tucumán, Arg., del 23-6-963. Como ha dicho H. A. Murena, la supervivencia depende hoy de la marcha de máquinas y sistemas • progresivamente más complejos, promovidos por el reclamo de la producción, competencia y consumo, que no pueden tolerar el impulso ni las decisiones personales, salvo en subordinación completa a los sistemas. Se trata de la destrucción de lo interior por el totalitarismo de la tecnología, que produce la cultura de masas, el cálculo estadístico y Ja producción en serie ( 20 ). Ese progreso tecnológico, descubrimiento de nuevos usos para Tos materiales proporcionados por la naturaleza; la invasión de nuevas técnicas y productos nuevos; la automatización; la conservación de los recursos naturales, y el desarrollo de sustitutos poderosos, prueban que se puede combatir desde otro ángulo el mal de la superpoblación indiscriminada. Muchos, hoy, son los sistemas, pero el de los malthusianos y el de los neomalthusianos, erróneos o repugnantes, puede pensarse que coadyuvaron. Sin hacer valoraciones Torales, éticas o higienistas, y sobre tnüo religiosas, desde cuyos mirajes muchos aparecen como repudiables, cabe ponerse en el término medio: objetivo. Los pesimistas tuvieron su parte en la magnificación exagerada del problema, y los optimistas fueron demasiado lejos en su desprevención. Es que no hay que alarmarse ya incontroladamente ante las nuevas perspectivas que nos abre el mundo, ni cabe descuidarse inconscientemente, apoyados en los reajustes automáticos que produce la civilización. Todavía no se sabe con certeza lo que las reservas de subsistencia y la inventiva del hombre pueden dar, ni se tiene un dato acabado, a pesar de la estadística, del censo o de cualquier otro método demográfico ( 21 ), de lo que la población humana se.puede acrecentar. El malthusianismo, en cuanto importa el primer llamado de atención teóricamente estructurado y propone soluciones concretas, tiene entonces vigencia. BauociuriA. — La citada en el texto y nota*. MALVERSACIÓN DE CAUDALES PÚBLICOS. (V. PECULADO.) MALVINAS. (V. ANEXIÓN.) MANCEBA (V. ADULTERIO. BARRAGANÍA. CONCUBINATO.) MANCIPATIO. * 1) Conceptos preliminares. La presente voz reconoce dificultades derivadas de la contradicción entre los diversos autores acerca de las fuentes, mucho más si se tiene en cuenta que el acto jurídico mencionado por el epígrafe se realizó primitivamente ,en épocas cuyo Derecho, anterior a la ley de las XII Tablas, no se hallaba condensado en forma precisa, orgánica y ni siquiera escrita. (Es interesante la serie de observaciones contenidas en Girard, Droit romain, "Manuel elementaire", París, 1924, página 24, nota 2.) 2) Nociones sobre la institución. Entre los actos jurídicos del antiguo Derecho romano se encuentra, pues, la mancipatio. Cabe a su respecto recordar que la voz mancipium significa originariamente mancipatio, pero luego denota el derecho mismo de la propiedad que se adquiere por mancipatio, y aun el objeto sobre que recae esa propiedad, verbigracia, el esclavo que ss entrega como res mancipi con ese sentido. Es que mancipium se vincula con mancupium, que deriva de las voces manu-cupium y se refiere al acto de tomar. La mancipatio es, por de pronto, uno cte los modos de adquirir el dominio, lo que en Derecho romano podía hacerse, lo mismo que en los ordenamientos jurídicos actua- les, ya por vía originaria, ya por vía derivada. Así, se adquiría el dominio por vía originaria mediante la ocupación, la especificación, la adquisición de frutos, y se lo hacía mediante la .vía derivada por dos conductos bien distintos: uno voluntario, como en la mancipatio, la in jure cessio, la tra- dición, y el otro involuntario, como en la usucapión, la atribución judicial, el imperativo de ley, todo ello sin defecto del caso de enajenaciones por parte del propio Estado. Muchas otras divisiones se han .realizado con respecto a los modos de adquisición del dominio, para lo que puede consultarse a los textos de Ulpiano, Gayo, Justtniano, etcétera. Pero la verdad es que el medio denominado gesta per aes et libran, por el que se apelaba al empleo de la balanza .cumplía otras funciones además de la que, como se verá, llenaba en la mancipatio: en el mutuo bajo la forma de nexum y en la liberación del deudor, que pronuncia las conocidas expresiones romanas: Me a te salvo liberocque hoc aed aeneaque libra... Pero la mancipatio también era un me- dio de adquisición del estado de familia, MANOBRES. (V. Huos EXTRAMATBIMONIA- .como acontecía, verbigracia, en el caso de UES.) la adopción propiamente dicha. Cabe señalar asimismo la intervención de la mancipatio para una suerte de testamen«01 Ver: "La totalidad e* lo falso", en la Nación Arp., del 23-0-963. (21) Ver: Esta Enciclopedia, voz DEXOGUTU, VI, pag. «8. por Mateo Gpldíteln. * Por el Dr. Luis MARÍA BOFFI BOCCERO. to indirecto de que se hará mención en de - luntad como fuente de las obligaciones, Ed. Jurídica Argentina, Buenos Aires, 1942, talle más adelante. 3) Naturaleza jurídica. Se trata de un página 27), entre las cuales se anota el deacto jurídico bilateral y solemne. Lo pri- bilitamiento de la clasificación recordada, mero', desde que tenía por fin inmediato cuya -vigencia en realidad termina en el producir consecuencias jurídicas; lo segun- año 531 con el emperador Justiniano. La doctrina no se pone de acuerdo, sin do, porque actuaban dos partes en su estructura jurídica; lo tercero, porque la for- embargo, sobre la que era una res mancipi, ma era más esencia que epidermis, de ma- a punto tal que les ejemplos de ese tipo de nera que la mínima desviación de ella traía cosas difiere según los autores que se ocucomo consecuencia la irreparable anula- paron del tema. Ortolán declara que en ción dsl acto jurídico respectivo. No puede general los autores se limitan a poner ejemolvidarse que el formalismo romano primi- plos sobre el particular ("Explicación histótivo, ya por razones metafísicas o por im- rica de las instituciones del emperador Jusperativos prácticos, daba más importancia tiniano", con el texto, la traducción al frena la exterioridad que al contenido mismo te y las explicaciones debajo de cada pádel acto. rrafo, precedida de la "Historia de la legis4) Elementos. Es de sumo interés anali- lación romana desde su origen hasta la lezar los elementos de que se compone este gislación moderna" y de una "Generalizacurioso acto jurídico, aun partiendo de la ción del Derecho romano", según los textos base de las modificaciones que esos elemen- conocidos antiguamente o más recientementos experimentaron en su extendida evo- te descubiertos por M. Ortolán, profesor en lución histórico-jurídica. Con esta aclara- la Facultad de Derecho de París, tomo I, ción que confiere valor aproximativo, tam- Madrid, Librería de Leocadio López, págibién en este punto, al desarrollo del tema, na 467). Ulpiano, a su turno, dice que son res manse ha de ver lo referente al sujeto, objeto, cipi las que siguen: a) las casas y los funforma. a) Sujeto: La mancipatio era un acto jurídico muy importante en la Roma primitiva y no cualquiera podía celebrarlo. Además de las condiciones propias de todo acto voluntario, el sujeto debía ser ciudadano As Roma sui inris, es decir, que, a diferencia del alieno inris, no se encontraba en podsr de otra persona, sino a la inversa, pues ejercía el poder sobre otros. Voci sostiene que también podían serlo los fiüi familias, los esclavos y los extranjeros que tuvieren el commercium, es decir, la posibilidad de disponer de los bienes, lo cual se traducía en innovaciones dentro del formulario de rigor. (Voci, Pasquale, Istituzioni di Diritto Romano, Milano, 1948, parágrafo 72.) b) Objeto: La recordada importancia del acto jurídico mencionado explica que no todas las cosas debían o podían ser transmitidas mediante ella. Por eso se exigió la transferencia por mancipatio as las cosas más preciadas para el concepto colectivo de la época, el que veía, dentro de las expresiones laicas, en los productos del agro y •en les elementos dedicados a la guerra sus valoras más representativos en el plano laico. Así fue como se dividieron las cosas, entre muchas otras clasificaciones, en res mancipi y res nec mancipi, siendo las primeras las que se transmitían por mancipatio o, ante el pretor, mediante la in iure cessio. La expansión romana, en cuyo análisis se unen juristas e historiadores, trajo modificacion-s ds importancia (Boffi Boggero, Luis M., La declaración unilateral de vo- dos ubicados en Italia o en regiones que estuviesen investidas de tus Italicum, es decir, del derecho que se otorgaba a un territorio para contar en su favor el régimen de dominio romano, con exenciones de contribución territorial; b) servidumbres de predios rurales; c) lo que realmente repug- na a los sentimientos actuales: esclavos y cuadrúpedos (reg. 19, 1). De todas maneras, las características fundamentales de la res mancipi consistían en ser no consumibles por el primer uso, de algún valor, y suficientemente conocidas-. Entre las res mancipi pueden también contarse el "hijo de familia", la "mujer in manu", etcétera. Eran res nec mancipi todas las otras: fundos provinciales, animales salvajes y domésticos que no. se mencionaron como res mancipi, los muebles inanimados, las servidumbres urbanas y personales, los derechos de crédito, la herencia —sobre esta institución y -la posibilidad de su transmisión por mancipatio se ha de hacer referencia concreta más adelante—, las joyas. Todas ellas se transmitían por simple tradición, es decir, sustancialmente la entrega de la cosa. c) Forma: Es en este aspecto, por el carácter fuertemente solemne* del acto, donde mejor puede apreciarse la modificación del contenido, así como el cambio de la función de la mancipatio a través de les diversos períodos romanos por los que atravesó hasta su desaparición bajo el régimen de Justiniano. En los primeros tiempos se transfería la cosa delante del pueblo, entregándosela en propiedad y obteniendo, en cambio, el precio, que se hallaba representado por un lingote de cobre, pesado delante de cinco testigos y del librípens, que .era quien tenía la balanza. Algunos autores añaden todavía algún otro personaje fuera de las partes, el antestatus; pero otros dicen que en realidad era el jefe de los testigos (consultar Maynz, Charles, Cours de Droit Romain precede d'une Introduction contenant l'histaire de la législation et des institutions politiques de Rome, t. I, pág. 753). Se ha dicho que los testigos representaban las cinco clases del pueblo romano, pero ello también ha sido objeto de crítica (consultar Girard, ob. cit., págs. 299-300, nota 6), mas lo evidente es que constituían una garantía de publicidad y eran elementos realmente esenciales del acto jurídico, debiendo ser púberes y gozar de un commerdum. Como puede apreciarse, esta operación era real, inclusive en el pesaje, lo que se debía a que por entonces no se contaba con moneda acuñada. En la in iure cessio, en cambio, se trataba de un acto jurídico que podríamos denominar ficticio, porque constituía una cesión aparente realizada ante la magistratura. No siempre la cosa estaba presente en el acto, por ejemplo en el caso de los inmuebles; pero si la cosa era mueble, el adquirente —mancipio accipiens— ponía su mano sobre aquélla y expresaba: Huno ego hominem ex jure quiritium meum esse aio isque mihi emptus est hoc aere aeneaque libra, sin duda mencionando el precio, aunque no hay unanimidad de opiniones al respecto. Cuando el sujeto era un ciudadano sui inris, se decia textualmente: Cum nexum faciet mancipiumque, utt lingua nuncupassit, ita jus esto, según texto d.e la ley de las XII Tablas. Cuando no lo era, verbigracia, cuando estaba sujeto a potestad: Horas rem ex iure Quiritium... domini mei esse aio, omitiéndose, de no ser ciudadano, la expresión iure Quiritium. Cuando se hacía reserva, la fórmula la expresaba clara y categóricamente. Así, en la de usufructo se decía: ... deducía usufructu... Lo mismo acontecía cuando se daban seguridades —nuncupationes— acerca de la extensión del fundo o de la circunstancia de hallarse exento de servidumbre u otras cargas. Cuando se constituía estado de familia, verbigracia, en la adopción propiamente dicho, mediante la cual el hijo de una familia pasaba a otra, la mancipatio debía reiterarse tres veces para un hijo varón en primer grado, con arreglo a lo dispuesto en la ley de las XII Tablas, y sin defecto de la complementaria operación jurídica que se celebraba mediante in iure cessio. Cuando se realizaba un testamento per aes et libram, se decía expresamente: Familiam pecuniamque tuam endo mandatam tutelam costo del amque meam (recipio, eaque). Quo tu jure testamentum lacere possis secundum legem public M. Hoc ere, et ut quídam adjiciunt, Eneaque libra esto mihi empta; deinde aera percutit libram, idque aes dat testatori velut pretil loco (Q. 2, parágrafo 104). 5) Efectos jurídicos. Es decisivo conocer el conjunto de los efectos jurídicos de la mancipatio. No solamente se trata de ver lo alusivo a los fines queridos por las par- tes que el ordenamiento jurídico recoge como válido, sino también la función que ese acto fundamental desempeñaba en los tiempos primitivos. Como podría decirse metafóricamente que esos efectos son como los "frutos" del "árbol" representado por el acto en sí, la mostración de aquéllos permitirá un juicio más cabal sobre la importancia del acto jurídico que se está examinando. a) La transferencia de dominio: El mancipio dans entrega solemnemente la cosa al mancipio accipiens y recibe de éste el precio convenido. Con ambas conductas, envueltas en las aludidas solemnidades, se ha operado la transferencia de dominio, así de la cosa entregada en propiedad como del precio (otra cosa, en rigor técnico). b) La garantía por el derecho de dominio que se transfiere: Esta garantía llega desde el compromiso de asistencia en juicio para la hipótesis de que un tercero intentase reivindicar la cosa transmitida en la mancipatio hasta la de hacer frente al caso de que el tercero consiguiese triunfar en la reivindicación. En este caso, el tercero, que sería verus dominus, es reconocido como titular de dominio sobre la cosa, y el adquirente por mancipatio tiene a su favor la acíio autoritatis, cuyo contenido se traduce en el derecho de percibir el doble del precio que se hubiere estipulado. El fundamento de esta acción, y ello constituye un ejemplo interesante acerca del carácter penal de ciertos institutos contractuales antiguos —aunque siendo el Derecho civil romano la totalidad del Derecho quiritario, público y privado, lo penal era entonces también civil—, no se ha de buscar en alguna seguridad —nuncupatio— dada por el transmitente, sino en forma directa y de pleno derecho en que al vender una cosa ajena como si fuese propia se había cometido un delito. Esta obligación de prestar la autoritarls se extingue, en vinculación con los plazos prescriptivos de la usucapió, en el lapso de uno o de dos años. Si dentro de esos pía- zos se puede adquirir la propiedad, es lógico concluir en la extinción de ese deber Estas dos formas ofrecían dificultades dades, por lo menos la adopción propiamente dicha se realizaba por la mancipatio, o sea mediante venta solemne, debiendo reiterarse por tres veces en el caso de un hijo Mientras que la mancipatio constituía una fácilmente comprensibles: para los plebede garantía a cargo del transmitente. yos, por de pronto, había inconvenientes Se ha sostenido que esta actio autorltatls jurídicos en la primera forma testamentase halla acreditada por textos jurídicos (así, ria; para todos, se trataba de dos formas Paul, Sent, 2, 17, 3), literarios (Varron, De que podían 110 coincidir con el momento en re rust, 2, 10, 5) y epigráficos (Textes, 801, que un peligro de deceso hiciese necesaria 822, 825). Puede consultarse la interesante la disposición por vía de testamento. Es enobra de Girard, L'auctoritas et l'action auc- tonces que los romanos idearon la curiosa toritatis Melanges de droit romain, tomo II, figura de la venta de la herencia, la que se 1923, páginas 155-305. operaba apelando a medios indirectos. La c) La garantía para el caso de que el fun- herencia que fluía del deceso era, como codo transmitido por "mancipatio" careciese sa incorpórea —ello ya se vio—, res nec de parte de la superficie declarada: En esos mancipi; pero el patrimonio y la familia casos el adquirente estaba asistido de al- del ciudadano, considerados en vida suya, guna otra acción de tipo penal que se con- eran res mancipi, por lo que podían transcretaba en la posibilidad de exigir al ven- mitirse mediante la mancipatio. El comdedor el doble del valor representado por la prador de la herencia, familiae emptor, era parte faltante del fundo. A fin de conseguir en rigor como un heredero, y el testador ese propósito debía de mandar por actio de que lo había elegido le ordenaba lo que modo agri (Paul, Sent, 2, 17, 4: Distracto debía hacer después del deceso. Pero es imfundo si quis de modo mentiatur in duplo portante señalar que quien otorgaba el tesejus, quod mentitus est, officio judiéis aesti- tamento seguía siendo el señor de los biematione Jacta convenitur. M. Lenel, Z. S nes hasta su muerte (Ortolán, ob. cit., páSt., 3, 1882, págs. 190-197). ginas 508-509, quien analiza en páginas 509 d) La constitución del estado de familia: y 510 la evolución de la figura; Voci, ob. cit., Como se ha dicho en reiteradas oportuni- pág. 430, etc., etc.). varón en primer grado. Mediante ese acto se dejaba sin efecto la patria potestad del enajenante, quedando el enajenado en la situación de in mancipio y confiriéndole la calidad de hijo la in iure cessio (conf. Ortolán, ob. cit., pág. 135; asimismo, Maynz, ob. cit., págs. 397 y sgts.; Voci, ob. cit., páginas 379 y 394; Girard, ob. cit., pág. 398, texto y nota 3, etc., etc.). e) La transmisión testamentaria: En el testamento per aes et libram se produce un fenómeno jurídico que revela hasta qué punto los romanos ponían las normas al servicio de las necesidades de la vida real. El agudo sentido práctico les permitía buscar con rapidez la solución jurídica, aunque muchas veces la profunda convicción sobre el valor de las formas les hacía usar de las ficciones como medios idóneos para ir preparando la respectiva transformación institucional. Primitivamente se hacía testamento (voz que deriva de testatio mentís, que significa testimonio de la voluntad) en dos formas: calatis comitus (en las colata comitia, asambleas que en el caso de los testamentos eran convocadas.solamente durante dos veces por año) y procintium (como el ciudadano que era llamado a las armas, con peligro de su vida, no podía aguardar la reunión de las colata comitia, el ordenamiento jurídico romano le otorgaba este modo excepcional de otorgar testamento). 6) Comparación con la "in jure cessio". transferencia real, aun en la época de la moneda, donde el papel de la balanza era ficticio, como se verá, la in jure cessio constituía una venta ficticia realizada delante de la autoridad constituida, in jure, ante el magistrado. Quien pretendía ser propietario de una.cosa comparecía con su adversario delante del magistrado, pretor in tus, sosteniendo que procuraba reivindicar la cosa de su propiedad y pronunciando en su consecuencia la fórmula reivindicatoría correspondiente. En presencia de la cosa —a veces, si era inmueble, se llevaba sólo un fragmento de ella—, el reivindicado no le contradecía, y el pretor in ius se pronunciaba en favor de la propiedad del reivindicante. Como se ve, mientras la mancipatio producía los efectos jurídicos bajo la garantía del pueblo, la in jure cessio lo hacía en presencia dé la autoridad judicial. El uso de la mancipatio era más frecuente que el del otro modo de producir transferencias, pero éste era de una aplicación más extensa, comprendiendo objetos que eran insusceptibles de transferencia por mancipatio: La in jure cess*?;, a diferencia de la mancipatio, no da nacimiento a la actio auctoritatis nis.la.de modo agri, ni producía la transferencia de dominio subordinada al pago del precio correspondiente (Girard, ob. cit., pág. 305-06; Peña Guzmán, Luis Alberto, Curso de Derecho privado romano, "Derechos Reales", 1952, nos. 251-3, etcétera). 7) Historia. Decía Ortolán que se reconocía en la mancipatio a "las ventas primitivas de un pueblo en que se recibe el metal al peso..., que considera a los extranjeros por nada, y que fuera de los combates juzga que no debe tener con ellos ninguna relación. .." (I, página 273). De modo que, como acontece normalmente, el clima histórico de la Roma primitiva explica la estructura de ese acto jurídico en sus comienzos, del mismo modo que la evolución histórica de Roma traduce la correlativa evolución de esta figura que desaparece al punto de no tener vigencia ya en la época de Justiniano, con un paso a primer plano de la traditio, institución que, por otra parte, tanto ha influido en el Derecho civil argentino (ver artículo 577 del Código civil, su nota y normas afines con aquél; asimismo, SalvatGalli, Tratado de Derecho civil argentino, T.E.A., nos. 319-20). Roma fue una monarquía no estrictamente hereditaria como la de los primeros tiempos griegos, pero muy semejante en sus funciones. El rey romano "era el gran sacerdote de la nación, su general en jefe, y su juez supremo. Estaba asistido por un Consejo —un Senado— compuesto de jefes de familias; porque el Estado romano, como el griego, era una confederación de gentes, de curias y de tribus, y las decisiones del rey y del Consejo, se llevaban al conocimiento de una asamblea general —comitia— de todos los hombres de las curias... En Roma a la muerte de un rey, un Consejo compuesto de todos los padres de familia de las gentes, elegía un interrex, que duraba cinco días en su cargo, y el interrex nombraba un sucesor; el sucesor pedía consejo a los padres de familia y nombraba un rey; los comicios confirmaban esta elección". (Wil- turiata—; el Rex Sacrorum; el Senado, los tribunos del pueblo, el Concilium plebis que esos tribunos convocaban; los decemviros —autores de las XII Tablas, grabadas en tabletas de madera o de bronce, según se siga una u otra versión, hechas por patricios las X primeras, hechas con intervención de tres o cinco que no lo eran las restantes— la dictadura; el pretor; el censor; los Comitia centuriata, etcétera. Coincidiendo con la expuesta opinión se ha dicho que la mancipatio data de los primeros tiempos del Derecho romano, siendo entonces muy anterior al momento en que las XII Tablas la regularon expresamente (Girard, págs. 298 y 304, nota 1). Pero la verdad es que, a través de la sexta, la institución cobró certeza mediante la Ley de las XII Tablas, que constituye la resultante de un paralelogramo de fuerzas históricas donde las demandas de los plebeyos acusan un vigoroso carácter. Se llega así a obtener la ansiada ley escrita" y publicada donde antes existía la ley conocida solamente por los patricios y transmitida mediante cultos secretos por los Sacerdotes y por los Magistrados. Cualquiera sea el grado de influencia, materia tan debatida, que los griegos ejercieron sobre las ideas romanas para la confección de la Ley de las XII Tablas, lo cierto es que éstas constituyen un adelanto importante en la evolución histórico-jurídica del Derecho romano (para detalles que escapan notoriamente a esta voz, ver: Girard, La loi des XII Tables, Londres, 1914; Schoell, Legis XII Tabularum reliquiae, Leipzig, 1866; Voigt, Die XII Tafeln, 1883, 2 volúmenes, etcétera; las Xn Tablas, dice Girard en su citado Manual, página 26, fueron, o bien quemadas si eran de madera, o bien llevadas como botín si lo son, Woodrow, El Estado. Elementos de po- eran de bronce, en oportunidad del saqueo lítica histórica y práctica, Madrid, 1901, de Roma; Maynz, ob. cit., número 33, texto págs. 129-30.) y notas, analiza el debate sobre la influenRoma no cambió bruscamente como Gre- cia griega en las XII Tablas, etcétera, etcécia, pero no por ello dejó de contar la tera). monarquía primitiva reformas como las de Múltiples causas trajeron la decadencia Servio Tulio, uno de los últimos reyes de la de la República romana —tan diferente a ciudad romana antigua, que dividió al pue- las que hoy llevan ese título— y la sustitublo en cinco- clases propietarias, añadió al ción de ella por el Imperio. Pueden compuSenado y la Comitia Curíate, una asamblea tarse la disolución de las costumbres, la más popular, la Comitia Centuriata, y reali- concentración de la riqueza en pocas manos, zó otras obrs cuyo detalle excede la nece- y el correlativo pauperismo generalizado, sidad de esta voz. como elementos que trajeron la necesidad En el orden privado, se vendían seres hu- de cambio, realizados con la índole romana manos sometidos al jefe de familia como si de las transformaciones evolutivas. Asi, cabe fuesen objetos, y el marido tenía el dominio hacerse mención de las reformas agrarias sobre su mujer. de Tiberio Graco, retomadas con Cayo GraAdviene luego la República hacia 509 a co, las nuevas conquistas de los poderosos J. C., con sus particularidades que en algu- en el Senado y en la economía, las guerras nos importantes aspectos le alejan de la civiles, etcétera. Octavio era uno de los tiestructura republicana de hoy o, aun, de tulares del Triunvirato y jefe del ejército, y otras no estrictamente contemporáneas; con en el año 27 a. J. C. asume el título de sus cónsules —elegidos pos los Comitia Cen- "Augusto", con facultad para intervenir las leyes desde el año 19 a. J. C. y desde el año 12 a. J. C., con actuación como título "PontifexMaximus", tomando los poderes de las instituciones republicanas pero sin mostrar abiertamente su carácter de emperador. La organización del Imperio fue así paulatina, de acuerdo a la tan recordada modalidad romana de ir sustituyendo la sustancia de las instituciones mediante otras paralelas mientras dejaban las formas, ahora hueras, de las primitivas. La historia le ubica entre el año 27 a. J. C. hasta el año 284 de nuestra era. De entonces hasta Justiniano hay un Imperio distinto, una monarquía absoluta, sólo que durante ese interregno influye en la evolución romana cada vez con mayor intensidad la extraordinaria revolución que significa él cristianismo, Girard hace notar que, si bien desde el punto de vista del 'Derecho público la monarquía absoluta se hace a partir de las reformas de Diocleciano, desde el punto de vista del Derecho privado, es mejor el punto de partida que ofrece la obra de Constantino (ob. cit., pág. 74, nota 1). Pero, a todo esto, la mancipatio iba perdiendo la influencia que una concepción formalista primitiva justificaba; al punto de que en la época de Justiniano, como se recordó, había desaparecido cual institución. Le son ajenas, entonces, y en mayor o menor medida, todas las alternativas de la historia romana que se van acercando a la época de Justiniano (para un detalle completo ver Cantú, César, Histoire UniverseUe, París, M D CCC, XLIV, 4, 5, 6 y 7 tomos, etcétera, etcétera). Es digno de citarse, sin embargo, el tránsito de la mancipatio como acto sincero hasta en el momento del pesaje a un acto que no representaba en este última operación una verdadera realidad práctica. Mientras no existía moneda acuñada por el Estado, se pagaba con bueyes o carneros, de lo que surge la expresión pecunia (que viene de pecus, que significa ganado). Luego se daba cobre sin acuñamiento (aes rude) y, más tarde todavía, se usaba lingotes de cobre con pequeña adhesión de estaño, de cinco libras, pero sin que' el Estado garantizase su peso. En ambas caras del lingote se estampaban figuras como la de una espada, un trípode, un escudo, un buey, un ave, etcétera. Es recién en época de los decemviros que Roma tuvo moneda oficial, por lo que hasta entonces el pesaje de la mancipatio respondía a una necesidad real, dado que el peso entrañaba el valor en ausencia de una especificación estadual de él. Cabe recordar que la unidad monetaria estadual se llamaba as libral (librarte o IIbrarius), moneda de cobre de diez u once onzas de peso real, pero que tenía nominal- mente el sello de once onzas. No habíanse acuñado múltiplos pero sí submúltiplos, que eran el semis, el triens, el guadrans, el sex- taus y la uncía. En el año 269 a. J. C. se realizó otro paso importante, cual es el de acuñar monedas de plata, siendo las principales piezas el sextertius de valor equivalente a dos ases y medio; el guirarius, de cinco, y el dinarius, que era de diez. El as de cobre se redujo a cuatro onzas y cobró la denominación de Mental. En el año 217 se fijó el as de cobre en una onza (as uncial) , no siendo el dinarius de 10 sino de 16 ases y, el sextertius era de cuatro. La moneda de oro fue introducida por César. Su unidad (.nummus aureus o oreas) tenía el valor de cien sextertius. Constantino lo sustituyó por el solidus de oro, existiendo también el miliar ense de plata (Marquardt, De l'organisition financiero chez les Romains; Bouche Leclercq, Manuel des institutions romaines; Guiraud, Paul, Historia romana. Vida pública y privada de los romanos, etcétera, etcétera). Hasta el momento en que el Estado comenzó a acuñar moneda con la secuente fijación de su valor, era indispensable que se pesase la cantidad de metal para esa fijación, según ya se tiene expresado en párrafos anteriores. Pero una vez producida esa actividad monetaria del Estado, la mancipatio siguió usando hasta su desaparición como figura jurídica la balanza, que entonces actuaba con una función puramente formal ya que era innecesario pesar el precio cuyo valor venía estampado por el sello oficial. . — Además de las obras citadas y las célebres de Savigny y de Ihering — que podrían decirse ínsitas en toda elaboración de Derecho romano — . puede remitirse' a las que mencionan las obras aludidas en el texto y. entre muchísimas otras, a las siguientes: Duruy, Historia de los romanos, Barcelona. — Monunsen, Histoirc Romaine, París. — Fustel de Coulanges, La ciudad aníi0ua, Madrid. — Wüliems, Le droit public ronuzin; Zx>uvain. — Madrig, L'Etat romain, «a constttution et son administration. 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MANDAMIENTO JUDICIAL. * Por mandamiento judicial se entiende todo acto, con origen en un procedimiento judicial y * Por el Dr. ABDÓN BRAVO ALMONACID. emanado de un órgano jurisdiccional, que tenga por fin la realización de una diligencia determinada cuyo contenido, congruente con los intereses que hagan al objeto del litigio o procedimiento en el que se ordene, ha de ser concreto y explícito, conformando una directiva en forma de instrucción escrita al encargado de realizarla —ujier, oficial de justicia, alguacil— y una imposición a la que deberá ajustar su conducta el destinatario, a quien se conmina a no obstar el diligenciamiento y está obligado a acatar la decisión, sin perjuicio de su derecho a reclamar en las instancias pertinentes y de conformidad con los recursos y procedimiento que la ley le acuerda por las consecuencias ilegítimas que el mandamiento pueda irrogarle y que afecten la esfera de su interés. Para su diligenciamiento se entrega a la parte, quien se encarga de presentarlo para su ejecución. Adoctrina G. Chiovenda í1) que la ley en su actuación procesal puede asumir tres formas: cognición, conservación y ejecución. Esta clasificación no somete a los actos procesales a una estructura rigida que coloque a actos de una naturaleza en compartimientos estancos, impermeables a la significación de otra de las categorías enunciadas, ya que la realidad del proceso nos enfrenta con el hecho de que determinados actos que caen dentro de alguna de esas categorías pueden participar en alguna medida de los caracteres de otras, por lo que, conforme a ello, puede un acto sustancialmente conservativo tener efectos declarativos o ejecutivos, cosa que posibilita hablar de una cognición cautelar o de una ejecución cautelar ( 2 ). El mandamiento judicial es fundamental(1) Q. Chtovenda, Principii..., t. I, pág. 30. (2) Aclarando el criterio que funda la clasificación, dice P. Calamendrei (Providencias cautelares, pág. 35, ed. E. B. A. Bs. As., 194!D, que la verdad observada hace muchos años por Alfredo Rocco y profundizada recientemente por Carnelutti, es ésta: que el criterio que sirve para distinguir las providencias de cognición de las de ejecución el diverso del que sirve para distinguir las providencias cautelares (de cognición o de ejecución) de todas las otras providencias (de cognición o de ejecución), las cuales, dada la dificultad, que trataremos de superar más adelante, de encontrar una calificación positiva exactamente contrapuesta, se pueden por ahora designar negativamente con la expresión, poco comprometedora, de "no cautelares". Estos dos criterios de clasificación, que están situados, podríamos decir, sobre dos diversa» dimensiones, pueden seccionarse y combinarse entre si, pero no fundirse en una clasificación única: el grupo de Isa providencias cautelares admite la división en los do* subgrupos de las providencias cautelares de cognición (por ejemplo el decreto que concede el secuestro conservativo, o la sentencia que lo convalida) y de las providencias cautelares de ejecución (por ejemplo la ejecución del secuestro conservativo); como viceversa, los dos grupos de providencias declarativas y ejecutivas pueden cada una dividirse en dos subgrupos, según que tengan o no finalidad cautelar (providencias declarativas cautelares v no cautelares; providencias ejecutivas cauteleres v no cautelares). Cabe, por tanto, hablar, de una cognición cautelar, contrapuesta a la ordinaria; de un título ejecutivo cautelar y de una ejecución cautelar distinta de la ejecución forzada ordinaria, y asi sucesivamente. mente un acto de origen jurisdiccional que nace en ocasión del proceso y a él se adosa y con él se relaciona, por lo que, naturalmente, resulta incidido por el actuar de la ley procesal en alguna de las formas principales o de las subcategorías precedentemente enunciadas. El mandamiento, consecuentemente, puede darse sea en un procedimiento conservatorio o cautelar, en un procedimiento de ejecución y aun, aunque sea lo menos común, en la faz cognitiva de la actuación de la ley. Así vemos cómo, epilogando una serie de actos, el mandamiento judicial de intimación y embargo, comúnmente llamado mandamiento de pago, o el de secuestro conservativo —como el que se concreta en la ejecución prendaria—, concreta en los hechos una medida procurada a través de actos de procedimiento que le preceden, que son expresión de la actuación cautelar de la ley. En cambio, el mandamiento judicial de lanzamiento o el mandamiento judicial de desapoderamiento ( 3 ) caen de lleno en actuaciones signadas por el actuar ejecutivo de la ley procesal. Por excepción, el mandamiento puede en algunos casos involucrar una faz cognitiva, cuando se dirige a integrar constancias de conocimiento, tal como acontece con algunas medidas previas que autoriza la ley: sea para precisar referencias de la identidad de quien haya de ser demandado; o dirigidas a la exhibición de la cosa mueble que haya de pedirse por acción real; o del testamento cuando el solicitante se crea heredero; o para que el vendedor exhiba títulos u otros documentos que se refieran a la cosa vendida, en supuestos de evicción; o para que el socio o comunero presente los documentos y cuentas de la sociedad o comunidad que -tuviere en su poder (*). La ley, en estos casos, no contempla expresamente que la diligencia haya de concretarse por medio de un mandamiento, por lo que es de práctica que se diligencien estos trámites por medio de la notificación del auto respectivo. Pero es evidente que la finalidad perseguida se concreta con mucho mayor eficacia por medio de un mandamiento, ya que en él se pueden precisar las instrucciones, en todos aquellos casos en que se impone una indagación y que no son susceptibles de agotarse, en cuanto a trámite, por la mera noticia dada (3) En el Código de procedimientos de la Provincia de Buenos Aires el primero está previsto ínsitamente por el art. 615; el segundo lo está por el art. 567 que dice: "Cuando la condena sea de entregar alguna cosa, se librará el correspondiente mandamiento para desapoderar de ella al obligado, y caso que esto no pudiera verificarse, se le obligará a la entrega del precio, previa la valuación necesaria, con los danos y perjuicios a que hubiere lugar". (4) Asi está previsto en el «rt. 81 del Cód. de ptos. de la Prov. de B*. As. y por el art. 67 del Cód. de ptos. para la Capital Federal y teñí torios nacionales. de lo acontecido y ordenado en los autos. Dentro de esta misma significación cognitiva aparece el mandamiento judicial que se concreta en ocasión de la notificación de la demanda en juicios de desalojo, del modo dispuesto por algunas leyes de emergencia que establecían la obligación del notificadbr de inquirir acerca de la existencia de subinquilinos y, en su caso, identificarlos5 y hacerles saber la existencia del juicio ( ). El mandamiento judicial constituye esencialmente un modo determinado de expresión procesal, tal como con otras miras lo concretan el exhorto, la notificación, el oficio. Se trata, pues, de un acto de comunicación dirigido por el juez o tribunal a las partes y aun a terceros por medio del cual se les da noticia del auto que lo dispone y se los conmina a una determinada conducta a observar, activa o pasiva, facultándose el uso de la fuerza pública para su realización cuando mediaran actitudes de resistencia. En rigor, no es propiamente un acto de instrucción (medio de expresión, medios de comunicación), aun cuando en algunos casos pueda subsumir los efectos propios de una notificación ( 6 ). Pero no ha de verse en esta vinculación del mandamiento con el auto consentido que le precede una relación consecuente de los efectos de la cosa juzgada. Sí se liga, en cambio, con el problema de la eficacia externa de la decisión ( 7 ). Señala Carnelutti que no se han analizado hasta fecha reciente los efectos externos de la decisión, lo que ha impedido no sólo explicar el concepto, sino incluso delinear su vastísimo campo. Según este autor, esos efectos son tan numerosos que parece difícil, ya que no imposible, trazar una clasificación de los mismos. El vocablo mandamiento judicial, a tenor de alguna concepción, no es feliz en cuanto no expresaría su verdadera esencia. Semánticamente relacionado con el verbo mandar, del cual deriva, en su significado de imponer una conducta, de ordenar, la palabra mandamiento y su calificación de judicial dan prima facie la idea de que a través del mismo se expresa la voluntad del juez que lo ordena. No es ello así, ya que el mandamiento judicial, conforme a esta doctrina, participa conceptualmente del conjunto de fenómenos procesales que dimanan de la ejecutoriedad de la -sentencia (considerando en su más alta significación cualquier decisión judicial destinada a modificar un statu guo precedente) o que se vinculan a (5) En cuanto la tarea a cumplir excede de la mera notificación y debe practicar indagaciones; el contenido del acto participa de las características del mandamiento. (6) H. Alsina, Tratado teórico práctico..., t. I, págg. 731 y sigs. (7) F. Carnelutti, Sistema.... t. I, pac. 346, ni 163. su fuerza o eficacia ejecutiva. En este sentido alecciona Carnelutti que "la decisión que declara la nulidad del matrimonio, o que condena al deudor al pago de una cantidad de dinero, no manda nada al funcionario del estado civil, ni al oficial de la ejecución. Cuando el primero procede a la anotación de la nulidad declarada en los registros del estado civil, o cuando el segundo lleva a cabo los actos en que consiste el proceso ejecutivo, su actividad es el contenido de una obligación que deriva no de la sentencia, sino de una norma jurídica que prescribe a uno y a otro la conducta8 a seguir, en cuanto exista tal sentencia" ( ). De ello se deduce que la eficacia externa de la sentencia nada tiene que ver con su imperatividad, ni está sujeta a los límites ni presupuestos de esta última. Acotando estos conceptos y destacando su inaplicabilidad en su Derecho nacional, el anotador de la obra de Carnelutti, Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, señala que, a diferencia de lo que dicho autor afirma, la ley de enjuiciamiento civil española exige "orden judicial", a la que además reserva el nombre de "mandamiento", para que determinados funcionarios, y principalmente los registradores de la propiedad, procedan a ejecutar las diligencias procesales que les competan ( 9 ). La disposición a la que alude principalmente Alcalá-Zamora es el artículo 288 de la ley de enjuiciamiento civil del 3 de febrero de 1881, que expresa: "Para ordenar el libramiento de certificaciones o testimonios o la práctica de cualquier diligencia judicial, cuya ejecución corresponda a registradores de la propiedad, notarios, auxiliares o subalternos de juzgado o tribunal, se empleará la forma de mandamiento". Comentando esta disposición, Emilio Beus (10) dice que "hay diligencias que si bien son y se entienden judiciales, no pueden practicarlas los jueces ni los tribunales, como son las anotaciones o inscripciones en los Registros de la Propiedad o las certificaciones de los registradores, la expedición de copias de las escrituras o documentos públicos otorgados bajo fe de notario, la exhibición de protocolos, etcétera; y para estos casos, y para los efectos de la buena administración de justicia, se considera a estos funcionarios subordinados al juzgado o tribunal correspondiente". "Cuando el juzgado o tribunal —agrega— tengan que dirigirse a los registradores o notarios de su territorio, lo harán directamente a los mismos por medio de mandáis» Fbid.. Ibid. (9) N. Alcalá-Zsmora y Castillo, en ob. clt. en notas anteriores, en nota T, pág. 304. (10) E. Beus. Lev eU enjuiciamiento civil.... t. I, pag. miento; pero cuando el registrador o el notario sean de distinto partido o territorio, el juez que acuerde su diligencia se dirigirá por medio de exhorto al del partido en que radique el Registro o la Notaría, para que éste, a su vez, mande practicar la diligencia acordada". Entre nosotros no se usa la forma de mandamiento para las anotaciones en el Registro de la Propiedad, o para la expedición, de testimonios o copias por registros públicos o notariales, bastando para ello la remisión de simples oficios. En la práctica judicial, el vocablo "mandamiento" tiene una significación específica y usual en relación a determinadas etapas del juicio ejecutivo. En este orden la ley menciona al "mandamiento de embargo" (arts. 72 y 484 del C. P. C. de la Provincia de Buenos Aires), "mandamiento" en el juicio ejecutivo (arts. 479 y 484 ídem id.), ídem para la traba del embargo preventivo (arts. 466 y 467 del mismo texto legal). Conviene destacar que en la Provincia de Buenos Aires no es preciso que cuando la diligencia haya de cumplirse dentro de su seno, pero en distinto departamento judicial, haya de librarse exhorto al juez de la localidad en que asiente el funcionario encargado de diligenciar el mandamiento, ya que disponiendo en cada caso cada juez de la plenitud de la jurisdicción que ejerce, y no una porción determinada de ella, nada obsta —y por el contrario está plenamente autorizado ( ' ' ) — a que se dirija directamente a dicho funcionario. La realización de la diligencia por medio de la autoridad judicial local se impone cuando el acto debe concretarse fuera de los límites estaduales, librándose el pertinente exhorto. A todos estos efectos se han organizado oficinas de notificaciones y mandamientos tanto en la Provincia de12Buenos Aires como en la Capital Federal ( ). A diferencia de otros medios de comunicación originados en el proceso, el mandamiento está destinado a proyectarse!, externamente y puede involucrar no solamente a las partes del juicio, sino a terceros, incluso al propio Estado en su expresión administrativa, como se destacó ut supra O 3 ). El mandamiento, por ende, obliga no sólo a las partes, sino también a los terceros (11) En la Provincia de Buenos Aires. Acordadas de la Suprema Corte de Justicia 1269 del 21-11-1958. 1Z75 del 23-111-1956. y Resoluciones 1183 del 16-X-1959 y 962 del 6-XII-1960. Esta última dispuso que les oficinas de mandamientos y notificaciones deben cumplir las diligencias que les encomiende cualquier juez o tribunal de la Provincia. En la Capital Federal la Acordada del 19 de marzo de 1933, organiza el trámite de los mandamientos. (12) Ver nota anterior. (13) Al hacer referencia al art. 288 de la ley de enjuiciamiento y su comentario por Reus. que estén involucrados en la diligencia. De este modo, la cosa prendada puede ser secuestrada de manos de terceros a los fines de su subasta en.el juicio por ejecución prendaria, naturalmente sin perjuicio de los derechos de estos terceros para promover las acciones que la ley les acuerda (14). Igualmente puede disponerse, sin concretar su desplazamiento, el embargo de la cosa mueble que se encuentre en manos de terceros, los que, sih perjuicio del derecho que pueda competirles de promover la tercería, están obligados, mientras not provoquen .con su obrar en juicio un cambio en la situación, a sujetarse a lo dispuesto por el mandamiento, asumiendo la responsabilidad del funcionario público, ya que si por sí y ante sí dispusieran de lo embargado, la ley represiva los equipara1Sa los malversadores de caudales públicos ( ). • . No hay que buscar en el antecedente del mandamiento un acto consentido o ejecutoriado, sino del modo y en la medida que el auto que lo disponga corresponda a un determinado modo de actuación de la ley procesal. Así, si el mandamiento se dicta, o mejor dicho se ordena o dispone, en un procedimiento cautelar (actuar conservatorio de la ley), la actividad encomendada podrá constituir el, objeto del mandamiento, sin necesidad de que la providencia que lo disponga esté consentida por el destinatario pasivo del acto, porque es lo propio de estas medidas cautelares que se dicten y concreten sin audiencia, a fin de que puedan eficazmente lograr su objeto conservatorio. En estos casos debe recordarse que la bilateralidad del litigio, como expresión del principio dispositivo 16que domina nuestro procedimiento civil ( ), se asegura posibilitando, en el caso del embargo, que el embargado recurra por apejación la decisión que lo dispone, tal como si se tratase de una sentencia interlocutoria recaída en una articulación o incidencia del juicio ( 1T ). Pero, en cambio, el auto o sentencia que ordene el mandamiento deberá estar ejecutoriado, esto es, consentido y firme, cuando corresponda a actos procesales incluidos en el modo ejecutivo de la actuación de la ley proóesal, tal como corresponde que lo estén, indeficientemente, los autos que dispongan mandamientos de desahucio o man(14) La ley de prenda con registro (D. L. 15.348/48) veda, en principio, la promoción de tercerías de dominio, ni de mejor derecho, salvo la que pueden promover, el propietario de los objetos en el momento de su ejecución; el comprador de buena fe del art. 41 y el acreedor privilegiado del art. 42, quienes deberán otorgar una caución bastante para que se suspenda el juicio o la entrega de fondos (art, 38). (15) Art. 263 del Código penal. (16) También llamado de contradicción o de bilateratldad, que garantiza la defensa en juicio. (17) Art. 462 del C. P. C. de la Prov. de Bs. As.; art. 463 del de la Capital Federal. damientos de desapoderamiento, como consecuencia de ejecuciones de sentencias, igualmente firmes, de desalojo o reivindicación, respectivamente. De ello se deduce que habrá quebrantamiento de las formas del proceso cuando a través del mandamiento se concrete la ejecución de un auto o sentencia que no hubiera pasado en autoridad de cosa juzgada, en tanto el pertinente conjunto de actos procesales que preceda al lanzamiento fueran expresión del obrar ejecutivo de la ley procesal; pero que no mediará tal vicio cuando dichos precedentes se hubieran dado en el marco meramente conservatorio de ese mismo actuar. Quedó señalado que el mandamiento puede Involucrar la esfera jurídica de un tercero y que ello no obstante esta incorporación creada por la ley procesal no concretaba la indefensión de ese tercero, aun cuando en algunos casos pudiera provocarla. Esta peculiaridad de los efectos del proceso, proyectándose fuera del marco de las partes, destaca la desvinculación que existe entre la sentencia —y particularmente la cosa juzgada— y su proyección espacial en punto a su eficacia externa. Explicando esta dicotomía entre la imperatividad de la sentencia y su eficacia externa, que tiene expresión en tal aparente extralimitación de sus efectos, siendo que como es sabido la cosa juzgada circunscribe su proyección a las partes, afirma Carnelutti que otros efectos de la sentencia, y precisamente los más importantes, se refieren a los terceros, sin que ello pugne en manera alguna con la limitación de la cosa juzgada, y que el vínculo de los terceros no procede de la voluntad del juez, sino de la voluntad de la ley, que hace de aquélla una condición para que el vínculo surja (18). Por ello es que, por ejemplo, en el caso del desalojo, el lanzamiento —como contenido del respectivo mandamiento— puede realizarse no sólo provocando el desahucio del demandado, sino también a otros ocupantes que se encuentran en la finca y que no están en condiciones de invocar eficazmente un título para la ocupación, que date de una fecha anterior a la de la traba de la litis en el juicio de desalojo. Tal resultado puede concretarse aun cuando la sentencia definitiva nada diga respecto de estos terceros, porque tal acontecer está expresamente, en cuanto a posibilidad, contemplado por la ley ( 1 0 ). La solución que antecede, contemplada por él Código de procedimiento de la provincia de Buenos Aires, no tiene equivalen(18) Ob. cit. en nota 7, t. I, n» 103. (19) Art. 615 del C. P. C. de la Provincia de Buenos Aires. te en el Código de forma que rige en la Capital Federal. A este respecto señala H. Alsina í-°), refiriéndose a los efectos de la sentencia de desalojo con relación a los terceros que no hayan sido parte en el juicio y que no revisten carácter de inquilinos, que "oponerles los efectos de la sentencia dictada en juicio en que no han sido oídos, importa violar la garantía de la defensa en juicio". Por descontado que los efectos de lo decidido no será posible extenderlos, a través del contenido del mandamiento a terceros ajenos al juicio, en los supuestos en que, por la índole del acto a que se refiere, su diligencia haya de entenderse únicamente con la parte, tal como ocurre con el mandamiento de pago, dentro del proceso ejecutivo. La ley, corrientemente, no pone al juez o tribunal en el compromiso de tener que concretar por sí mismo los efectos externos de sus decisiones, aunque en determinados supuestos, como ocurre con algunas sanciones, en resguardo del buen orden del juicio, pueda hacerlo ( 2 1 ). Fuera de estos casos de excepción, son funcionarios dependientes del poder judicial, o extraños al mismo, quienes están obligados por sus funciones a practicar la diligencia contenida en el mandamiento judicial que se les dirija. Estos funcionarios, según su jerarquía y la jerarquía en instancia del tribunal o juzgado al que están adscrlptos, reciben el nombre de ujieres, oficiales de justicia y alguaciles, aun cuando al crearse las oficinas de mandamientos y notificaciones y centralizarse el servicio hayan terminado esa adscripción para depender directamente del tribunal que ejercita la superintendencia. . Algunas leyes han previsto, además, la posibilidad de que los mandamientos librados como consecuencia de su concreta aplicación se diligencian por funcionarios designados "ad hcc" ( 22 ). Por descontado que cuando asi sucede, el funcionario "ad hoc" asume todas las responsabilidades inherentes a la función y se hace pasible de las sanciones previstas para éstos por. mal desempeño de sus funciones. El mandamiento no puede, en ningún caso, darse verbalmente. Así, J. Escriche ( M ) definía el mandamieno judicial como "el (20) Ob. clt.. t. III, cap. XLV, ta 12. "c", pág. 436. (21) Arts. 15 y 16 del C. P. C. de la Prov. de Bs. As.; especialmente en el caso de los incisos 19 (apercibimiento y prevención) y 2<f (represión), que aun cuando no sea usual así hacerlo, acontece cuando la medida se dispone en el curso de una audiencia. (22) Art. 68 del Código fiscal de la Provincia de Buenos Aires para el año 1951, que en el juicio de apremio que normaba, dispuso que la diligencia de notificación pudiera efectuarse "por alguaciles especiales designados por la Dirección General de Rentas". Igual disposición, estaba contemplada en la ley 5246 (art. 68). (23) Diccionario de Jurisprudencia.,., pág. 1246, voz MANDAMIENTO JUDICIAL. despacho del juez por • escrito mandando ejecutar alguna cosa, como mandamiento de apremio, de ejecución, de despojo, etcétera, y citaba la ley 22, título 22 de la quinta Partida. Ello posibilita, juntamente con la calidad del funcionario que se acredite en el acto, que se pueda verificar 'el origen judicial del mandamiento y coloca en condiciones de defensa los intereses que pudieran ser ilegítimamente conculcados por la diligencia. No sólo el origen judicial del mandamiento, sino también la correlación o coincidencia de su contenido con la disposición del auto que lo ordena, quedan en condiciones de ser eficazmente verificados por este medio. Por otra parte, el funcionario encargado de su diligenciamiento está obligado a dejar constancia escrita de su resultado. ¿Cuál es la fuerza probatoria del mandamiento diligenciado? Que constituye prueba instrumental, es obvio. Pero, ¿es instrumento público? La respuesta afirmativa se impone. El artículo 979 del Código civil, en su inciso 4<?, dispone que son instrumentos públicos, respecto de los actos jurídicos... "las actas judiciales hechas en los expedientes por los respectivos escribanos y firmadas por las partes, en los casos y en las formas que determinen las leyes de procedimientos ..." Comentando la disposición —no exenta de dificultades— dice Machado (2~>) que debe existir un error en la expresión actas judiciales, que sólo se refiere a aquéllas en que las partes intervienen para nombramientos de peritos, administradores, o para convenir cualquier cosa relativa al asunto controvertido. Destaca que todos los actos judiciales (providencias, decretos, autos, sentencias y lo referente a las actuaciones judiciales) son actos auténticos que se van acumulando sucesivamente y revisten carácter de instrumento público. Propicia una lata interpretación de la disposición. R. L. Salvat (2e) puntualiza que para que las acias judiciales sean instrumentos públicos en los términos del inciso es preciso que hayan sido hechas en los expedientes por los respectivos secretarios y que hayan sido firmadas por las partes. Señala que las sentencias y resoluciones de los jueces son también instrumentos públicos, en virtud de la disposición del inciso 2? del mismo artículo y concluye en que "combinando los incisos 29 y 4<?, se llega, por lo que toca a las actuaciones judiciales, a la conclusión (24) H. Alsina, ob. cit.. t. ,111, cap. XXXIX. n» U. pág. 168, expresa: "Llámase mandamiento de pago, el documento firmado por el íuex...'*. (25) Exposición 'V Comentario»..., t. in, pég. 217, nota al art. 9*9. n« 4. (26) Tratado de Derecho civil argentino (parte ral), nos. 1896-99, pág. 776 y sigs., 3* ed. de que todas ellas, escritos, informes, cuentas particionarias, diligencias de toda clase, resoluciones y sentencias, etcétera, son instrumenos públicos. Se justifica que así sea —agrega— puesto que todas ellas se desenvuelven en un expediente que forma un todo único e indivisible, constituido por piezas que sucesivamente se acumulan con la intervención del secretario y del juez". Idéntica eS la opinión de Alsina, para quien "las constancias de un expediente judicial o administrativo constituyen instrumentos públicos de acuerdo a los incisos 2° y 4"? del .artículo 979 del Código civil" ( 2 T ). Así ha sido resuelto en innúmeros casos por distintos tribunales. En el caso particular del mandamiento que nos ocupa se ha decidido que "el acta de lanzamiento constituye un instrumento público que acredita la autenticidad de los hechos consignados por el oficial público, en tanto no se los desvirtúe por la vía pertinente" ( 2S ). Esta doctrina puede ser extendida, sin dificultad, a cualquier clase de mandamiento. Por descontado, qus la prueba resultante de estas constancias hace plena fe en cuanto a la existencia'material de la diligencia; pero no abona con ¡igual certeza la verdad de lo que ante el funcionario se exprese. En. este sentido, la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires ha resuelto que "aunque el acta de embargo pueda estimarse como un instrumento público, sólo hace plena fe en cuanto a la existencia material de la diligencia, pero no de la sinceridad de las manifestaciones que uno de los intervinientes hizo al oficial público, pues éste no puede dar fe sino de aquellas cosas de que ha adquirido certidumbre por sí mismo" (-'"). Desde que el mandamiento no constituye decisión, no cabe pensarse que pueda, cuando lesione un interés, dar lugar a la interposición de recursos. Pero puede ser involucrado en una articulación de nulidad, cuando se constate un vicio que por expresa disposición de la ley invalide el acto, tal como si hubiera sido ejecutado por quien no fuera funcionario, ni hubiera sido designado "ad hoc" cuando así está autorizado por la ley. Igualmente, puede resultar la nulidad cuando la medida se hubiera concretado en una extensión distinta que la prevista por el mandamiento o el auto que lo dispuso. El auto que decida sobre la nulidad es, como en los demás supuestos, suceptible de otros recursos. Respecto de la nulidad, cabe agregar que siendo toda la materia de la nulidad proce(27) H. Alsina. ob. cit., t. II, cap. XXII. n» 8. pág. 302. (28) Cámara Civil 2", Sala 2» do La P!ata. decisión del 7 de julio de 1959. publicada en el Diario de Jurisprudencia Judicial de la Provincia de Buenos Aires, t. 58. pnfí- 185(29) En "Acuui-dos y Sentencias", t. 1957-V, pág. 2)1. sal signada por su relatividad, sólo cabe decretarla en cuanto se ocasione un perjuicio y en la medida que se lesione un interés legítimo. De tal modo, si se dispone, por ejemplo, el embargo de una cosa, y la diligencia se concreta en demasía, la anulación solamente cabe decretarse respecto de esta demasía, pero no de la íntegra diligencia, que subsistirá válida en cuanto se circunscribiese a lo ordenado. En este sentido debe recordarse que no es dable declarar la nulidad en el mero interés de la ley, por lo que es preciso destacar la lesión concreta que provoca el vicio que se atribuye al procedimiento; en otros términos, que las nulidades procesales deben ser respaldadas por interés legítimo y no tienen por finalidad satisfacer pruritos formales, debiendo asimismo tenerse presente que, conforme al principio de trascendencia, no proceden cuando la desviación en que se funda no incida sobre las garantías esenciales de la defensa en juicio ( 30 ). En síntesis, que si bien puede ser apelable el auto que disponga un mandamiento, cuando el recurso esté previsto por la ley, no es recurrible la diligencia en sí, ni siquiera a tenor del modo injusto, arbitrario, o excesivamente discrecional con que se pueda haber concretado. En una significación lata del concepto, "mandamiento judicial" puede significar "orden judicial", o sea que puede también referirse al auto que dispone una medida. Así podría decirse, por ejemplo, que la injuction es un mandamiento judicial o una orden judicial dada a una persona (parte en el juicio o vinculada a ésta) para que se abstenga de alguna conducta que el tribunal considera dañosa o que constituye un impedimento para el logro de la justicia,, tal como lo consagra el common law del cual la injuction es una elaboración típica, sin equivalente en nuestro Derecho adjetivo ( 3 1 ). Pero técnicamente no conviene confundir los vocablos y debe reservarse él uso de "orden judicial" para definir el contenido del acto del juez en el auto que la dispone; el vocablo "mandamiento judicial" debe reservarse, en cambio, para designar la instrucción escrita dada por el juez al encargado de cumplirla y que se entrega a la parte que la requirió, y que se expide por o^ dispuesto en el proceso que sea con(3D) M. de Bieville, Les Nullités de procedure en matie\e cíuile, pág. 67, n? SI; E. Coutourc, Fundamentos..., pág.' 235. n'.1 195; R. I*. Fernández, Código de procedimien- tos.. .>2» cd., pág. 424. nota 44; R. Podettl. Trotado de los actos procesales, pág. 253, n? 75; M. Ibáñez Frocham, Tratado de los recursos..., p4fi. 183; H. Alsina, ob. cit., t. I. pág. 725. n? 15. (31) En la injucíion, conforme a la orden o manda* miento judicial, se regula la conducta exigida por el tribunal y se precave la sanción para el caso de Inobservancia. gruente con el estadio alcanzado por el mismo. El contenido del mandamiento no puede, en ningún caso, en nuestro derecho vigente, comportar una restricción o una privación de la libertad individual. La orden de detención originada en un tribunal represivo no es, técnicamente, un mandamiento judicial. Mientras que la orden de detención reposa en actuaciones que contemplan la conducta ilicito-penal del destinatario de la orden, los mandamientos giran en torno á resguardos patrimoniales o sus reintegros, o la concreción en general de,medidas que .operan en la esfera de las relaciones privadas. Pero al igual que la orden de detención, el mandamiento que indebidamente incidiera sobre la libertad individual de determinada persona, puede dar origen a un recurso de íiabeas corpus ( 82 ). La detención que, como sanción, está prevista para el caso de una multa insatisfecha en término, en los supuestos de corrección disciplinaria, no puede concretarse por medio de un mandamiento, sino a través de la orden pertinente dada a la autoridad policial encargada de hacerla efectiva. Igual temperamento cabe observar cuando se dispone ppr el juez o tribunal civil la detención del deudor, prevista por el artículo 85 de la ley de quiebras, que con la hipótesis anteriormente referida son los únicos supuestos en que la restricción a la libertad tiene origen directo en la propia decisión de un órgano jurisdiccional, de competencia civil y comercial. En el antiguo Derecho, cuando la prisión por deudas era previsión corriente de la ley, los jueces en los juicios por cobro dictaban un auto llamado "solvendo", con expresión del término conminatorio para que el deudor pagase su deuda, con lo que se templaba el rigor de la ley que facultaba a llevarlo a la cárcel -cuando no cumplía con la prestación comprometida. El mandamiento que en su consecuencia se libraba, por supuesto, tenía clara incidencia sobre la libertad con cuya pérdida se amenazaba. En el Derecho hispánico, dentro del procedimiento ejecutivo y previo al mandamiento de embargo debía producirse el "requerimiento", antes de verificarse el embargo de bienes; requerimiento que se hacía necesario para que3:i pagando el deudor evitase el embargo ( ). En esta práctica consagrada por el artículo 955 de la ley de enjuiciamiento civil del 5 de octubre de 1855, tiene su fuente la intimación de pago, prevista dentro de nuestro juicio de ejecución, y que es el antecedente del artículo 1442 de la ley española de enjuiciamiento civil de 1881. En ese aspecto, nuestra ley sigue la práctica de la ley de 1855, en cuanto el mandamiento debe entregarse al ejecutante, tal como está dispuesto en los artículos 484 del Código de procedimiento civil y comercial de la provincia de Buenos Aires y 471 del de la Capital de la República. Esta práctica en el Derecho hispano era exigida rigurosamente por la ley 10, título 28, libro 11 de la Novísima Recopilación, que declaraba nula la ejecución hecha de otro modo. La declaración de nulidad no la contenia la ley de 1855, como no la contienen nuestros Códigos procesales. Pero todavía en la ley de 1855 el funcionario que diligenciase un mandamiento que le hubiera sido dirigido directamente incurría en responsabilidad. La ley de. 1883, tal como lo pone de manifiesto Reus (34) "ha cambiado las palabras, y sin duda el sentido de la anterior. Manda el artículo que, despachada la ejecución, se entregará el mandamiento a un alguacil del Juzgado. Parece, pues, indudable que no ha de entregarse al actor, y que, por tanto, no se deja, como se hacía en la práctica, que éste a su vez lo entregue al alguacil cuando lo crea conveniente". El requerimiento del deudor entronca, en punto a su finalidad, con el auto de solvendo. Requerimiento y solvendo tenían como destino, y lo sigue teniendo la intimación, evitarle al deudor las consecuencias que podrían perjudicarle si se mantiene en su renuente actitud. En el requerimiento, o en su equivalente la intimación, se procura que pague para que no sea preciso embargarlo; con el auto de solvendo se pretendía acordarle una última oportunidad para que pagase librándose de la cárcel. La práctica procesal ha ido paulatinamente eliminando etapas. Así, el auto de solvendo emplazaba al deudor para que pagase dentro de un término; después se proseguía la ejecución con todas sus consecuencias. Suprimida la prisión por deudas de la legislación substancial, al requerimiento o intimación le sigue el embargo cuando no da resultado positivo el reclamo, sin solución de continuidad en el tiempo. En la provincia de Buenos Aires se ha hecho de práctica que en el mismo acto del mandamiento de pago con su contenido de intimación y embargo se proceda a citar de remate al ejecutado ( 35 ). Incluso, como el embargo —según se acep- (32) Art. 415 del Código de procedimiento penal de la novíncla de Buenos Aires. (33) J. de Vicente y Caravantes, Tratado... de loa procedimiento» judiciales en materia civil, t. II, pág. 81. (34) Ob. clt. en nota 10, t. ni, pág. 601. (35) Del mismo modo se actuaba dentro del procedimiento organizado por la ley de enjuiciamiento civil de 1855. ta corrientemente— no es un trámite indispensable, 36ni tampoco lo es la intimación de pago ( ), lo formal del mandamiento ha perdido totalmente terreno dentro del marco del Juicio ejecutivo, por lo que la transgresión que pueda válidamente invocarse será exclusivamente en torno a los excesos que la diligencia pueda concretar y no por el modo en que se haya efectuado, es decir, por su contenido y no por sus formas. El mandamiento concreta la disposición de un acto procesal, pero no constituye en sí un acto procesal en sentido estricto, aunque sea un acto3T realizado en el curso del procedimiento ( ). Kn la clasificación por su función jurídica, conforme al criterio de Carnelutti, el mandamiento constituiría un acto de cumplimiento procesal. El juez libra y suscribe el documento como reflejo de un acto procesal y lo entrega a la parte para que lo presente al funcionario que haya de diligenciarlo. Cuando la parte entrega el mandamiento, en principio, no realiza un acto de instancia ( 38 ), de tal modo que frente a una perención, cuyo término estuviera corriendo, el diligenciamiento no puede constituir un acto interruptivo. No es distinta la proyección que sobre la prescripción liberatoria opera el mandamiento y su diligenciamiento. Como el mandamiento se entrega a la parte, cuando ésta lo entrega al funcionario, concreta al mismo tiempo un acto voluntario congruente con la postura de acreedor que pueda incumbirle, por lo que podría pensarse que cuando en el mandamiento se estableciera la mención de una obligación y a través de su diligenciamiento se operase un requerimiento, se operaría un efecto interruptivo del término prescriptorio que estuviera corriendo. Sin embargo, ello no es así en nuestro Derecho, porque en tal caso el reclamo no se concreta por medio del juez, sino de un funcionario sin jurisdicción encargado de cumplir la orden judicial. De este modo, si no obstante la diligencia, se hubiera operado la caducidad de la instancia, la prescripción se habría igualmente operado ( 39 ). (36) H. Alslna, ob. clt., t. III, cap. XXXIX, n» 35, "e", pág. 186; Cám. Civ. 1», Sala 3» de La Plata, en Recordemos que los efectos interruptivos de la prescripción tienen dos modos de posible expresión: a) contra la voluntad del poseedor o deudor, y b) por la voluntad del mismo. Tal como lo señala Machado O10), el primer1 modo puede a su vez subdividirse en dos: I ?) la interrupción que proviene del hecho material de la desposesión, y 2<?) la que viene de la demanda ante la justicia. La ley argentina exige la demanda ante el juez, con exclusión de la que se presente ante cualquier otra autoridad, aun cuando ella dependa del poder judicial (artículo 3986 del Cód. civil). En consecuencia, la reiteración del reclamo que pudiera suponer la intimación contenida en el mandamiento, respecto de la prescripción que estuviera corriendo, no la afecta en absoluto, aun cuando exteriorice la voluntad del acreedor de exigir el pago de la obligación, porque no se concreta ante el órgano jurisdiccional, ni aun cuando del acto o diligencia resultara realizado un embargo de bienes del deudor. De tal modo, que aun cuando el requerimiento que incluyera el mandamiento, se hubiera concretado en tiempo útil, la prescripción se cumpliría de cualquier manera, si el juicio se hubiera perimido. En otros términos, que no son los actos y diligencias del proceso individualmente considerados los que pueden preservar el efecto interruptivo de la demanda en relación a la prescripción, sino en tanto y en cuanto el proceso a través de ellos es instado y mantiene su vitalidad en función de unidad, de tal modo que la caducidad que arrase con él es lo único que puede,restarle significación al efecto interruptivo de la demanda ( 4 1 ). En el caso de la prescripción adquisitiva la situación cambia, porque la desposesión que se concrete en un mandamiento, en cuanto a hecho sucedido, es irreversible y los efectos interruptivos derivarán del hecho material de la désposesión —al margen del origen judicial de la diligencia— si ella llega a ser anual. La desposesión anual opera la interrupción "aunque la nueva posesión sea ilegítima, injusta o violenta" ( 4 2 ). No se tratará, entonces, de la interrupción derivada de la demanda, sino de la que tiene origen en el hecho material de la desposesión. Diario de Jur. Jud., t. 60, pág. 75. (37) Sobre naturaleza del acto procesal y sus clasificaciones ver H. Alsina, ob. cit., t. I, cap. XIV, especialmente, n? 2 "e", pág. 707. ' (38) Excepcionalmente puede concretarlo si al mandamiento se adosara una notificación, en forma dé un auto dictado en el procedimiento que posibilite su avance. Pero en tal caso el efecto no tiene origen en el manda- miento en sí, sino en la notificación adosada. Los mandamientos se diligencian sin entrega de copia; pero estimo que si en ellos 'se incluyen. notificaciones deben agregarse copias, como se exige para el cumplimiento de las cédulas. (39) El art. 257 del C. P. C. de la Prov. de Buenos Aires, prevé que "la perención extingue indirectamente la acción: inc. 19) cuando se opera la prescripción de acuerdo con el art. 3987 del Código civil...". (40) Ob. cit., t. XI, pág. 128, (41) íbtd., t. XI, pág. 146, donde se lee: "Asi, pues, en la Provincia de Buenos Aires declarada la perención de la instancia, aplicando la disposición del artículo que estudiamos, se tendría que la prescripción no se habría interrumpido por el juicio". En este sentido H. Alsüía, ob. cit., cap. XXXII, n9 28, "c", pág. 720, explica que de acuerdo con los términos del art. 59 de la ley 4550 (simi- lar aunque no igual al art. 256 C. P. C. de la Prov. de Bs. As.) no podrá invocarse en el nuevo juicio, como acto interruptivo de la prescripción alegada por el demandado, conforme al art. 3987 del Código civil ninguna de las diligencias de prueba realizadas en el juicio perimido. (42) Art. 3984 del Cód. civil. miento? C) Algunos recaudos en las órdenes La cuestión, ,eri punto ti la prescripción de lanzamiento. U) El lanzamiento contra ocude la actio iudicati, varía en tanto de conpantes, subinquilinos e intrusos. E) Contra la formidad a la ley, la caducidad de la insorden de lanzamiento, ¿cabe el recurso extratancia no se opera en relación a la ejecución ordinario? F) ¿Quiénes pueden ejecutar la de sentencias firmesí* 3 ). La paralización sentencia en caso de fallecimiento del locador? G) Diferencia del lanzamiento y del mandadel juicio determina que desde la última miento de posesión. H) La tenencia provisiopresentación del acreedor-ejecutante conal: recaudos para so. ejercicio. I) Feriado mience a correr un nuevo término prescripjudicial. torio, con interrupción del que hubiera veniA) Concepto. De acuerdo al Diccionario do corriendo. Pero como la limitación impuesta por la ley circunscribe los efectos Enciclopédico Salvat, t. VIII, pág. 591, una interruptivos únicamente a la "demanda" de las acepciones utilizadas en el Foro sig(cuyo lato concepto engloba cualquier recla- nifica: "Despojo de una posesión o tenencia mo formulado ante el juez, tal como Macha- por fuerza judicial". Acto de desalojar judicialmente de la casa, do C 44 ] lo adoctrina), resulta patente que el requerimiento concretado en el mandamien- hacienda o local que ocupa el inquilino o to por medio del ujier, oficial de justicia o arrendatario contra quien se ha obtenido alguacil, no es idóneo para provocar la in- sentencia firme de desahucio. Se procede a terrupción, cuyo último acto, apto para instancia del actor ordenando el juez que lograr tal fin, será la presentación del eje- se aperciba de lanzamiento al demandado si cutante ante el juez, con el pedido que dio no desaloja la finca en el plazo que se le origen al proveído que dispusiera tal man- marca. Transcurrido este plazo sin cumplimentar la orden judicial, se ejercita el damiento. Tras el mandamiento diligenciado, enton- lanzamiento, por la fuerza si fuese necesaces, la actio iudicati mantendrá vigencia rio, reteniéndose muebles o bienes suficienpor los efectos interruptivos de nuevas pre- tes pra cubrir los gastos de juicio y diligensentaciones del interesado en el juicio, de cias posteriores. De acuerdo al Diccionario Jurídico Forum tal modo que con propiedad ha podido resolverse, que "el pedido de inhibición (M.S. Naymark y F. Adán Cañadas), "el después de diligenciado el mandamiento de lanzamiento es el acto por medio del cual, pago en la ejecución 45 de sentencia, interrum- y en cumplimiento de una sentencia judicial, se desaloja por la fuerza publica al ocupe, la prescripción" ( ). En el actual procedimiento el uso del pante de un inmueble que se niega a hacerlo mandamiento se ha reducido en relación por su voluntad". Joaquín Escriche en Diccionario Razonado a su mayor difusión en otros tiempos, aunque esté muy lejos de estar en vías de de Legislación y Jurisprudencia "significa desaparecer, desde que no se ha propuesto el despojo de alguna posesión por fuerza juun medio mejor para cumplimentar deter- dicial; y lanzar, despojar de la posesión a alguno". minados trámites del procedimiento. No creemos que el lanzamiento pueda Entre los mandamientos que ya no se estilan, y que estuvieran contemplados en la constituir un "despojo" porque, como señala legislación española, figura el llamado "man- el doctor Julio Dassen en su trabajo: DESdamiento compulsorio para el testimonio", POJO, publicado en la Enciclopedia Jurídica que se utilizaba durante el período de prue- Omeba, en el Derecho argentino "despojo" ba, vale decir en función cognitiva, para es el acto violento clandestino o de abuso requerir de determinados funcionarios ac- de confianza por efecto del cual un poseetuariales testimonios de documentos que dor o tenedor es totalmente excluido de su tuvieran registrados en sus protocolos u ofi- poder sobre un inmueble. Creemos que este es el concepto más aceptable, y por tanto cinas (*«). no podemos afirmar que el lanzamiento sea BiBLiooiurií — La citada en el texto y notas. un acto de despojo, porque se funda siemMANDAMIENTO JUDICIAL DE LANZA- pre en una orden judicial legítimamente MIENTO. * SUMARIO: A) Concepto. B) obtenida, donde se han cumplido todos los ¿Contra quién se otorga la orden de lanza- (43) Art. 253 del C. P. C. de la Provincia de Buenos Aires que dispone: "No procederá la caducidad de la Instancia por el transcurso del término señalado en el articulo anterior, en los casos de ejecución de sentencias firmes...". (44) Ob. ctt.. t. XI. pág. 139. (45) Cám. Civ. u de la Capital, abril 30 de 1990, en Jurisprudencia Argentina, t. 32, pág. 1040. (46) Vicente y enrayantes, ob. cit.. t. II. pág. 572, donde puede verse un formulario de este mandamiento. * Por el Dr. EMILIO PASCANSKY. recaudos legales con las garantías establecidas por la Constitución Nacional, y donde sería contradictorio que un juez ordenara un acto de despojo en el significado que este tiene para nuestro Derecho. Guillermo Cabanellas en su obra: Diccionario de Derecho Usual, t. II, pág. 492, dice: "El acto de obligar a uno, por fuerza judicial, a dejar la posesión que tiene. Es diligencia propia del período de ejecución de sentencia en los juicios de desalojo o desa- hucio. Para proceder esta diligencia, es necesario que la sentencia dictada por juez competente sea firme, y que medie instancia de parte. El juez deberá al ordenar el lanzamiento, proceder de acuerdo con la ley, esto es, dando los plazos que ésta establece". Por nuestra parte creemos que es el concepto que se ajusta a nuestro procedimiento y constituye la idea más exacta, aunque debemos aclarar que no sólo se da esta diligencia en los desalojos, sino que puede proceder, por ejemplo, en los juicios por expropiación, en los interdictos, en los juicios por reivindicación, etcétera. La Jurisprudencia ha establecido que en principio la orden de lanzamiento es apelable, o mejor dicho el auto del juez que ordena la orden de lanzamiento. La apelación consiente por nota y por tratarse de un auto dictado en la ejecución de la sentencia, debe interponerse dentro del término de tres días. (Véase: C. 86.355. Áranguren, Timoteo y otros c/. Carman, Diego, 10-111-60, Sala I, Cám. Nac. Paz Cap. Fed., Doctrina Judicial, 30-4-60; y Gabani, José c/. Spena, Salvador, s/desalojo. Exp. 36.923, Sala I, y M. de Pujadas E, c/. Lumiton Industrial y Comercial S. A., s/desalojo, Sala IV). En general cuando la ley no establece dentro de qué plazo debe ejecutarse la sentencia, debe estarse a lo que prevé para casos análogos, y así se ha establecido que: "Atento a que la ley de la materia no contiene disposición alguna respecto al plazo en que debe ejecutarse la sentencia dictada en un juicio de desalojo por la causal de cesión prohibida, debe estarse a la norma general que lo fija en diez días (Conf. Sala IV in re: "Alvarez c/. Magnainí y otros", Exp. 32.831 del 20-12-57; Exp. 39.398, "Corla, Pablo Máximo e/. Knoblauch, Bernardo Von y otro, s/desalojo, 10-1061, juez Dr. Kantor, Sala IV), publicado en Gac. de Paz del 12-12-62. Con el convenio por el cual se pacta el lanzamiento en un juicio de desalojo se pone fin al mismo, y aun cuando se hayan dictado leyes posteriores que no contemplen la causal que diera lugar al juicio, la orden de lanzamiento debe cumplirse ineludiblemente. En tal sentido se ha afirmado que "en caso de existir sentencia firme en la que se han establecido los requisitos a cumplir para librar el lanzamiento, no deben aplicarse leyes posteriores" (Sala 2*, "Nardini c/. Garrell", 35.944; "Fanno y Cía. c/. Pinnola", 36.537). Se ha querido poner fin a toda discusión y en esa forma dar total imperio al principio de la cosa juzgada. Por ello la ley de alquileres 15.775, recogiendo una aspiración que se sustentaba desde que las leyes de emergencia tuvieron vigor en nuestro país, consagra en el artículo 54 el absoluto respeto a los convenios o pactos sobre plazos de desalojo garantizando su cumplimiento. Dice el artículo 54 de la ley de locaciones: "Decláranse válidos los convenios celebrados o que se celebren entre las partes, aumentando los precios de la locación, sobre los legales previstos por la presente ley. Igual validez tendrán los convenios realizados o que se realicen sobre plazos de desalojos de unidades locativas y su cumplimiento será exigible judicialmente por las partes. La Justicia, a pedido de partes, deberá homologar los convenios celebrados". Este mismo principio se encontraba también en la ley anterior 14.821 que el artículo 57 establecía: "Las transacciones y convenios homologados por el órgano de aplicación,, hallándose el locatario en la tenencia de la cosa locada, deberán cumplirse en el tiempo estipulado, sin plazo ni recurso alguno, y por el procedimiento establecido para la ejecución de sentencia", aunque observamos que tiene sus limitaciones y no es tan amplio como el vigente. La validez de estas transacciones se funda principalmente en el artículo 1197 del Código civil: "Las convenciones hechas en los contratos forman para las partes una regla a la cual deben someterse como a la ley misma", y sus concordancias establecidas en el mismo Código civil (arts. 533, 835, 1200, 1600, 1743 y 3223). La Corte Suprema Nacional (t. 200, pág. 411) ha dicho: "La interpretación del artículo 3? del decreto 15.516 que establece quedan sin efecto los juicios de desalojo por mejoras en trámite, en los que no se haya completado el lanzamiento, en el sentido de que es aplicable también a los desalojos convenidos mediante transacción concluida entre las partes con anterioridad a la fecha de dicho decreto es inconstitucional" (La Ley, t. 39, pág. 818, y J. A., 1945, III, pág. 938); La Ley, t. 52, pág. 241, y Gaceta de Paz, t. 81, pág. 116, C. N. de Paz, Sala II, 28-9-49; La Ley, t. 58, pág. 638, C. N. de Paz, Sala III, 22-3-50; La Ley, t. 63, pág. 666, C. N. de Paz, Sala H, 29-11-53; La Ley, t. 76, pág. 112, C. 2^ Civ. y Com. La Plata, Sala II, 29-11-53; La Ley, t. 76, pág. 112, C. 2* Civ. y Com. La Plata, 26-4-55; La Ley, t. 82, pág. 289, C. N. Civil, Sala C, 5-3-56. En igual sentido se ha establecido que: •'La transacción homologada judicialmente, por la cual las partes en un juicio de desalojo fijaron fecha para la desocupación de una unidad de vivienda es equiparable a una sentencia definitiva y no amparan en consecuencia al inquilino las leyes sobre alquileres en cuanto a su obligación de desalojar". C. 34.384. Davies de Roth, Lilian Leofwin c/. Hunt Alfredo, Lionel, s/desalojo. Juzg. Dr. O. W. L. Vidal, Cám. de Paz, Sala IV, 29-12-58. Doctrina Judicial n<? 518, 281-59. El lanzamiento es de cumplimiento ineludible, y aun cuando en determinados casos se permite su suspensión cuando el inquilino paga la totalidad de los alquileres adeudados (caso del desalojo por falta de pago), el mismo no puede dejarse sin efecto, si ya tuvo principio de ejecución; en tal sentido se ha dicho: "Si el lanzamiento ha tenido principio de ejecución, no puede suspenderse el lanzamiento aunque el inquilino pretenda pagar" (Sala 3*, López, O. c/. Juan Bautista Orioli, 24-10-58). Y en ciertos casos, cuando el inquilino tienda a turbar el cumplimiento del lanzamiento, se ha habilitado días y horas inhábiles- "Procede la habilitación del feriado, teniendo en cuenta las circunstancias invocadas por el recurrente que peticiona medidas tendientes a impedir el desalojo" (lanzamiento), La Ley, t. 74, pág. 370; y J.A., 1954-11-336. En otros supuestos se ha dicho: "Las leyes de desalojo que disponen la paralización temporaria de los desalojos han podido, válidamente, disponer la suspensión de los "La modificación del decreto 7588-55 al artículo 31 de la ley 13.581 se aplica en los casos en que se libre la orden con posterioridad a la fecha de vigencia del referido decreto, y no en aquellos casos en que la providencia que ordena el lanzamiento sea de fecha anterior a la vigencia del decreto (Sala 29, "Fleury c/. Bosso", 11-5-56; Sala 2», "Buzzi c/. Mikulicic", 27-7-56). "El auto que ordena el lanzamiento es inapelable mientras no se acredite la existencia de una circunstancia especial que, cuando menos, pueda diferir la ejecución de la sentencia" (Sala 39, "Cinquegrana de Roseo c/. Steiner", 30.314, 6-5-54). No compartimos esta opinión. Ya lo expresamos que para nosotros el auto que ordena el lanzamiento es apelable, y así se ha resuelto en el juicio. Con criterio que no compartimos se ha dicho también que: "El pedido de lanzamiento no encuadra dentro de las causales de la ley de forma para 2a habilitación del leñado". (Fernández, pág. 94, La Ley; 1-181, 1-434, 5-235, J. A., 947,1, 336; Sala 4*, "Martínez c/. Klainguti", 33.08», 20-1-58). Opinamos que en tales casos el lanzamiento debe librarse con habilitación de días y horas inhábiles, porque si la ley permite, que para una medida precautoria, se ordene en esas condiciones, con más razón debe admitirse cuando se trata de la ejecución de una sentencia. 2*. "Russo c/. Baffa", 19-2-59). No existe ningún justificativo que pueda "La transacción homologada judicialmen- basarse en lo contrario, ya que es una de las te, por la cual se fijó fecha para la desocu- formas de garantizar un mandato judicial. "Pasadas en autoridad de cosa juzgada pación, es equiparable a una sentencia y no amparan en ese caso al inquilino las leyes la sentencia que establece los requisitos de prórroga (Sala 19, "Davies de Roth c/. para el lanzamiento, no cabe —para expeHunt", 29-12-58). dir tal orden— modificar esas exigencias." "Mientras la suspensión de lanzamientos (Sala 49, "Luppino e/Martínez J.", 15-4-58). sea por plazo breve y fijo, no se llegará a "La diferencia entre sentencia que dirime afectar sustancialmente el acto jurisdiccio- la litis y el pronunciamiento que decide nal definitivo, pero si se adquiriese calidad acerca de su ejecución, es dable admitirla de permanencia en sus futuras prórrogas, sin violencia, aun cuando se la correlacione se estaría desconociendo el principio de la con la institución de la cosa juzgada, porque cosa juzgada (J. A., 22-6-59). ésta concierne a la inmutabilidad de una "La aplicación del decreto 5240-56 y 10.077- situación jurídica jurisdiccionalmente con56 no implica desconocer la cosa juzgada, siderada, y esto no impide que la ley fije pues los lanzamientos deberán hacerse efec- requisitos, especiales para la realización fortivos una vez cumplida la moratoria (Gace- zada de los derechos emergentes." (Sala 1*, ta de Paz, 112-182). 32.495, 25-3-58, Gac. de Paz, 13-10-59). "Es inapelable el auto que decreta el lan"La transacción homologada judicialmenzamiento del inquilino por no haberse dado te constituye una verdadera sentencia y es cumplimiento a la norma del artículo 9? del ejecutable por la vía jurisdiccional." (arts. decreto 2186-57 (t. o.) (Sala 49, "De Andrés 836, 838 y 850, Cód. civil). (Sala 3* "Gados Várela c/. Lacoste", 19-12-57). de Hamu c/Santello Hnos. s/Desalo]o", 16 de "El decreto 10.077-56 es aplicable a todos diciembre de 1959). los juicios en que no se haya efectuado el "La cosa juzgada emanada de una senlanzamiento, debiendo entenderse por tal tencia no puede ser dejada sin efecto por el hecho material del desalojo efectivo del una ley de orden público." (Sala 39, "Gildemandado locatario y la consiguiente pose- berti de Bacigaluppo e/Ruda", 8-10-59, La sión por parte del actor (Gaceta de Paz, Ley, 76-650, 77-544, Gac. de Paz, 4-11-59). 112-182). B) ¿Contra quién se otorga la orden de procedimientos que no han llegado a la sentencia, pero no hacer extensiva la suspensión a los procesos con sentencia pasada en autoridad de cosa juzagada, ya que ello violaría la garantía constitucional del artículo 17 de la Constitución Nacional (Sala lanzamiento? En principio entendemos que la orden de lanzamiento se otorga contra todo aquel que fuera demandado en juicio de desalojo (véase a este respecto con mayor amplitud la voz Juicio DE DESALOJO, donde hicimos una enumeración enunciativa contra quienes se puede dirigir este juicio). Pero muchas veces no se ha denunciado la existencia de subinquilinos, o de ocupantes, terceros, o intrusos, y en el momento de llevarse a cabo el lanzamiento suceden situaciones que pueden traer aparejados problemas de inusitadas proyecciones. Los fallos son contradictorios y no se puede dar una opinión definitiva porque cada Juicio tiene sus características especialísimas donde muchas veces no es posible establecer una norma general. En principio, creemos que se debe seguir un criterio restrictivo para no dar lugar a actos que tiendan a impedir o dificultar el lanzamiento. Así la jurisprudencia ha establecido: "Ño es necesario que la sentencia ordene «1 desalojo de todo otro ocupante del local, si por la forma en que -fue dictada y los antecedentes del juicio, permiten hacerla extensiva a cualquiera que pudiera encontrarse en él en el momento de la ejecución." (Sala 3*, "Werner e/Fernández", 19-6-57). "Habiendo sentencia de desalojo firme y ordenado el desalojo del inquilino, no puede el nuevo ocupante de la finca discutir, en ese juicio, su mejor derecho a la locación frente a quien posee un título originado en una sentencia definitiva y en plena ejecución." (Gac. de Paz, 108-15). "Debe hacerse efectiva la sentencia de desalojo tanto contra el demandado como contra las pergeñas que ocupen por él la cosa locada presentándose el problema cuando se halla en el inmueble otras personas que carecen de título propio, lo cual debe resolverse según las modalidades de cada caso." (Sala 1^, "Ramos e/Díaz", 6 de noviembre de 1957). "No cabe hacer extensiva contra los ocupantes la sentencia de desalojo que no los incluye expresamente en la condena, por cuanto no obstante haber sido incluidos en ¡a demanda no fueron debidamente notificados." (Sala 3», "Schiavone c/Rossi", 2 de octubre de 1957.) "La sentencia de desalojo dictada contra el demandado involucra a toda persona que no se haya presentado en la forma y oportunidad que la ley establece, sin perjuicio de los derechos que los mismos puedan hacer valer contra el locatario; si así no fuere, las sentencias serían de imposible cumplimiento, porque bastaría introducir a un tereero en el ámbito locado, tantas veces como fuera menester, para que el locador no ob- tuviera la detentación que Judicialmente se le manda entregar." (Fallo de la Cám. Nac. de Paz de la Cap. Fed., Sala 4*, febrero 26 de 1962 en autos: "Borda de Magdaleno Malta c/Guarantee Service S.K.L.", publicada en La Ley del 4-1-1963.) Para nosotros este fallo fija la doctrina correcta. La orden de lanzamiento de una fino-fi debe hacerse contra todos quienes se encuentren dentro de la misma al cumplirse dicha orden. Muchas veces se han creado impedimentos con el objeto de perturbar la normal marcha de esta medida, pero ello ha sido objeto de las más diversas resoluciones. Desde un aspecto general podemos afirmar que la orden de lanzamiento debe mencionar expresamente qué exclusiones debe hacerse, es decir que si se trata, por ejemplo, de una finca de varias habitaciones y debe quedar alguna o algunas ocupadas, porque el desalojo no se extiende contra ellas, tal circunstancia debe mencionarse expresamente; contrariamente, el lanzamiento deberá efectuarse contra todos los ocupantes y deberá dejarse la finca totalmente libre. (Véase entre otros casos: Cám. Nac. de Paz de la Cap. Fed., Sala 4*, "Lemko Vicente y otra c/Saliba Tufic y otros s/desalojo", abril 7 de 1961, Lo Ley, 1.103, pág. 33, fallo 46.552, y citas; y "Pucheu Abelardo c/Admihistración Bargé y otra s/ordinario", diciembre 19 de 1957 y citas.) Sin embargo, ciertos fallos no lo han admitido así, como por ejemplo: "Si sólo se acciona contra el inquiiino y la sentencia solamente a él condena a desalojar, no corresponde hacer extensivo el lanzamiento a los demás ocupantes." (Sala 3^, "Herzer c/Cood", 35.966.) Debemos aclarar, que para nosotros es indispensable dejar establecido si los ocupantes ya se encontraban o no dentro de la finca, en cuyo supuesto es evidente que el lanzamiento no podría extenderse a ellos si prueban fehacientemente que su permanencia era anterior a la iniciación del juicio de desalojo y no fueron legalmente notificados de la existencia del juicio de desahucio. Pero tal prueba y la presentación de los ocupantes debe tener tal grado de verosimilitud y su presentación espontánea debe ser de tal naturaleza, que lleve al juzgador un grado absoluto de seriedad y veracidad que realmente implique la suspensión del lanzamiento. Un caso original se ha producido en los autos "Bendersky c/Moguillansky", 24.765 del 26*4-55, en el que se dispuso: "La sentencia notificada y consentida y por lo tanto firme, no puede ser ampliada ni alterada por resolución judicial (art. 222 del Cód. de proc.), por consiguiente no procede ordenar en base a dicha sentencia el lanzamien- to de terceros que no han sido parte en el juicio, ni han rendido prueba, y que bien o mal introducidos en la finca, sólo pueden ser desalojados mediante la correspondiente acción civil o penal." (Cám. Nac. de Paz de la Cap. Fed., Sala 2^.) Opinamos que este fallo ha tratado de conservar el principio que admite la intangibilidad de la cosa juzgada, pero entendemos que ha ido más allá en cuanto a las consecuencias, por las perniciosas razones que señala el fallo que citamos más arriba en los autos: "Borda de Magdaleno Malta c/Guarantee Service S.R.L.". "Las sentencias serían de imposible cumplimiento, porque bastaría introducir a un tercero en el ámbito locado tantas veces como fuera menester, para que el locador no obtuviera la detentación que judicialmente se manda entregar". Ello implica admitir —aunque no es la finalidad del fallo—, la introducción de intrusos o meros ocupantes que generalmente carecen de responsabilidad moral y material, para hacer frente a cualquier acción de incumplimiento de contrato, o bien de daños y perjuicios. Se afecta las garantías constitucionales de la defensa en juicio, además que se vuelve a una época ya superada, y cuyas desgraciadas consecuencias todavía no han cicatrizado en quienes se han visto despojados de sus propiedades, y han tenido que aceptar situaciones incalificables a riesgo incluso de ver afectada su integridad física y la de su familia . No es que no aceptemos la protección del ocupante, pero como dijimos anteriormente, su situación debe ser observada meticulosamente y por ello nos parece acertado el fallo resuelto en los autos: "Zucalá e/Costa", del 24 de febrero de 1958, publicado en Ga~ ceía de Paz, 114-93, donde se estableció: "Es nula la sentencia que hace lugar al desalojo por cesión y ordena el lanzamiento de todos los ocupantes no obstante que éstos no fueron notificados, ni oídos, porque el litis consorcio impide que la decisión se cumpla." Creemos que la doctrina correcta es la que surge también del fallo: "La sentencia de desalojo no se agota con el desahucio del inquilino demandado, sino de todas las otras personas que viven sin título legal para pretender la detentación de la finca, de otra manera la orden de desalojo tendría que mencionar expresamente a cada familiar, persona de servicio, ocupantes que vivan en la finca." (Sala 49, "Miño c/Ferreyra", 8-4-59, Gac. de Paz, 18-8-59; Sala 1?, Exp. 31.933, 6-11-57; Sala 3*, Exp. 35.273, 19-6-57; Sala 3^, Exp. 35.468, 25-7-57; Sala 39, "Miño c/Ferreyra", 8-4-59.) Siguiendo esta misma corriente: "La sentencia que se dicte contra el inquilino se ha de entender pronunciada contra los ocu- pantes que habiten la finca sin disponer de título alguno oponible al locador, dado el objeto del juicio, pues lo contrario significaría la imposibilidad virtual de hacer efectivo un fallo en atención a los alcances indiscriminados del concepto «ocupantes»." (Sala 3^, "Pérez Abril I. e/Rodríguez M. D. y ocupantes s/Desalojo", 7-10-59; Sala 3^, Causas, 34.663, 35.468 y 45.996.) En el caso de que las personas a desalojar resistieren la orden judicial de desocupación, pueden ser detenidas por la autoridad policial e incluso ser sometidas a proceso por desobediencia, desacato, alteración del orden, usurpación, atentado y resistencia contra la autoridad (arts. 237 a 243 y 181 y conc. del Cód. penal). C) Algunos recaudos en las órdenes de lanzamientos. La orden de lanzamiento debe ser diligenciada por el oficial de justicia que corresponda al lugar donde debe realizar el desalojo. En ciertos casos el oficial de justicia no podrá asistir y ante ese evento es necesario saber si el juez puede ordenar que tal función quede delegada en una persona del Juzgado que haga las veces de oficial de justicia. Es difícil que' esta situación se presente en las grandes ciudades, porque en ese caso y de acuerdo a la organización judicial que posean, tal función puede ser delegada en otro oficial de justicia que suplante al que por imposibilidad o cualquier otra razón no pueda efectuar tal acto. Pero el caso se presenta a menudo en localidades que poseen un solo oficial de justicia, en cuyo caso podrá actuar un funcionario o empleado ad hoc del juzgado para cumplir con tal función. El problema puede presentarse cuando se trata de un empleado que no se encuentra registrado como tal ante el Tribunal Superior o la Corte o Cámara del cual dependan, en cuyo supuesto podrá objetarse su actuación y pedirse, incluso, la nulidad del lanzamiento por no haber sido efectuado por persona hábil para cumplirlo. Pero, indudablemente, este camino es el menos deseado, porque crea inseguridad jurídica y puede dar lugar a muchos abusos. (Entre otros casos, véase: "Helfgot Israel c/Berkowitz Abraham y otro s/desalojo", tramitado ante la Cámara Civil y Comercial 2» de la ciudad de La Plata.) Entendemos que si las autoridades judiciales convalidan el acto realizado por orden del juez, pero por un empleado judicial que se encuentre en las condiciones antedichas, no habrá derecho a discusión alguna. ¿Puede el juez intervenir personalmente en el lanzamiento? Creemos que nada obsta a que el juez realice todos aquellos actos que tiendan al cumplimiento de las sentencias y si es necesario requiera incluso el auxilióle la fuerza pública. Sin embargo, existen opiniones contradictorias a este respecto, y algunos tratadistas han entendido que los jueces no tienen estas facultades y en algún fallo se ha limitado su esfera de acción: "No corresponde al juez de la causa decretar ninguna medida tendiente a urgir el cumplimiento del mandamiento de lanzamiento ordenado, pues la oficina de mandamientos y notificaciones dependen directamente de la Corte Suprema de la Nación (Sala 2^, "Fariña c/Braun y Braun, S.R.L.", 28-4-53). Opinamos que en aquellos casos en que las autoridades policiales se han negado a prestar la colaboración necesaria para efectuar un lanzamiento por orden judicial se está cometiendo un acto de desobediencia y falta de acatamiento al poder judicial (arts. 237 a 243 del Cód. penal). Se han producido algunas de esas situaciones que han constituido verdaderas irregularidades. La policía tiene el deber de prestar la colaboración necesaria, ante una orden judicial que así lo disponga. Cuando existe un mandato judicial el mismo debe cumplirse sin más trámites, salvo que dicha orden no emane de autoridad competente, sea fraguada o se haya alterado su contenido, en cuyo caso se estaría frente a delitos que escapan a lo que es un trámite normal. El lanzamiento puede efectuarse también cuando la orden ha sido dada por un juez de otra jurisdicción. En ese caso la diligencia debe hacerse por exhorto debiendo intervenir en este caso el oficial de justicia que corresponda al Juzgado exhortada y no al de origen. El procedimiento debe hacerse entonces de acuerdo a las normas procesales que rigen ante el Juzgado exhortado, esto es ante la jurisdicción del Tribunal donde se encuentre el bien a desalojar. El juez exhortado no puede entrar a rever si se ha cumplido con los recaudos legales establecidos por las leyes procesales de su jurisdicción- antes de obtenerse la orden de lanzamiento, pero sí está facultado para observar y hacer cumplir con las normas procesales que rigen ante su jurisdicción. Cualquier incidente que se produzca con motivo de la orden de lanzamiento debe ser dilucidado ante el juez exhortante por ser el competente para resolver la cuestión sin que pueda abocarse al asunto el juez exhortado, ya que .éste debe limitarse a hacer cumplir la rogatoria del otro juez, según las normas que rigen en el lugar de su cumplimiento. Nada obsta para que la orden de lanzamiento o en su caso su suspensión pueda cumplirse mediante exhorto telegráfico en los casos que así lo disponga el juez exhortante, en cuyo caso entendemos que únicamente se le podrá dar curso siempre y cuando que el mismo se despache en la categoría de colacionado por las garantías que ofrece de acuerdo a la ley 750 y sus reglamentaciones. En los casos en que la justicia del lugar requiera el pago de derechos especiales por la intervención de jueces legos y el pago de ciertos aranceles (alguacilaje, viáticos, etc.), los mismos deben ser a cargo de la parte que ha solicitado la medida y su pago debe ser previo a todo trámite. Generalmente se estila hacer saber con anticipación de unos diez días la orden que se deberá cumplir, lo cual impide que las personas a desalojar sean tomadas por sorpresa. D) El lanzamiento contra ocupantes, subinquüinos e intrusos. El artículo 56 de la ley 15.775 establece: "En la primera oportunidad en que se presenten las partes, están obligadas a denunciar la existencia de subinquilinos, si los hubiere. Los subinquilinos serán notificados de la demanda, con el traslado de la misma, a fin de que hagan valer, en el juicio, los derechos que íes asistan." En todos los casos el oficial notificador tendrá la obligación de notificar personalmente a todos los ocupantes de 3a unidad a desalojar, acreditando bajo su responsabilidad la identidad de los notificados e informando al juez del carácter que éstos invoquen. En la cédula de notificación deberán transcribirse el presente y el artículo 57. En los casos de que un subinquilino tenga a su vez sublocatario, estará obligado en la misma medida que el inquilino principal, en lo que respecta a la denuncia de los mismos, correspondiéndole, por lo tanto, idéntica penalidad en caso de ocultación. El actor o demandado que incurra en reticencia maliciosa o negligencia en la denuncia de subinquilino será penado con una multa de cinco mil a cien mil pesos moneda nacional, que será a beneficio del Banco Hipotecario Nacional, para fomento ds la vivienda, si el juicio no prosperara; y en caso de desalojo, a beneficio de los damnificados omitidos. El artículo 57 de la citada ley establece: "No será admitida la presentación en juicio de quienes invoquen el carácter de subinquilinos si la denuncia por parte del actor o del demandado o presentación espontánea del interesado no es anterior al llamado de autos para sentencia." Señala 3. Ramiro Podetti, en su obra, Tratado de la Tercería (Ediar, Bs. Aires, 1949, pág. 274), que la situación del subió- catarlo ante t él proceso por desalojo deducido por el locador contra el locatario, que es, a su turno, sublocador del primero, es la del tercero con "interés legítimo" en el pleito (art. 849 del Cód. Mend.). Para las legislaciones que admiten la intervención de terceros 'en cualquier clase de juicio, como para la doctrina, no puede ser dudoso el derecho del sublocatario para intervenir en el proceso que puede producir su desalojo» a pesar del silencio de algunas leyes procesales al respecto. Los tribunales de la Capital, con anterioridad a la sanción de la ley 11.122, negaban al subinquilino intervención y recurso alguno en el juicio de desalojo (C. Civ. Cap., junio de 1910, 718; C. Civ. 1», Cap., agosto de 1911, 138). Es evidente que este criterio, que implicaba no sólo que no tenían derecho a ser oídos, sino, que no era necesaria ni siquiera. la notificación, era repugnante a la garantía constitucional de la defensa de los derechos (S. C., Fallos; 131, 182). Con la sanción de la ley 11.122 comenzó a reconocérseles algunos derechos, al principio sólo de ser notificado de las sentencia dictada contra el locatario (C. Civ. 1$, Cap., Jnr. Arg., 8, 447). Agrega Podetti que si se explica esta posición ante el propósito de no dilatar el proceso especial, estatuido para defender el derecho del locador, no se justifica legalmente ante la realidad de los hechos. ¿Cómo cumplir una sentencia de desalojo contra personas que no fueron oídas y cuyo derecho substancial (el contrato de sublocación) es anterior al proceso? Es una ficción, que nada autoriza a aceptar, la de que el* locatario representa a los sublocatarios. El derecho del locador y el de los sublocatarios, no son antagónicos y puede concillarse la defensa, de cada uno de ellos, aceptando la intervención restringida del sublocatario, de manera que no desvirtúe la forma y efectos del juicio especial. César Arias, en su libro El arrendamiento de inmuebles urbanos (Edic. Ñandubay, Bs. Aires, 1963), destaca que Podetti, en la obra citada, califica la intervención del subinquilino, en el juicio de desalojo entre locador y locatario, "como un caso de tercería de uso, en interés propio, originario, directo y excluyente, aunque admite que también podría considerársele como una forma de litis consorcio o legitimación colectiva con interés diverso, en cuyo caso dejaría de ser excluyente. El autor se inclina por la primera clasificación, por entender que al subarrendatario sólo le interesa todo el proceso "cuando se trata de un juicio simulado", pero ya vimos que también en el caso de la sublocación prohibida, la ley impone un litis consorcio pasivo necesario (L>. Pala- cio, "Los procesos con pluralidad de partes", "Jus", Rev. Jur. de la prov. de Bs. Aires, n<? 2, 1,962, pág. 56, cit. del autor). Menciona el mismo autor que la omisión de transcribir en la cédula de 'notificación los artículos 56 y 57 no lleva en la ley actual la sanción de nulidad, como ocurría con el artículo 60 de la ley 14.821. En consecuencia,, cuando ello ocurre queda librada af arbitrio judicial la consideración en cada caso de su pertinencia (Cám. Nac. Paa, Sala 5», 18-12-62, D. J., 13-2-63). La jurisprudencia ha establecido que: "El desahucio decretado contra el loeata~ rio debe hacerse efectivo, contra todos los ocupantes de la unidad que no hayan comparecido a tiempo y en forma al juicio, invocando un derecho autónomo a la tenencia." (C. N. Paz, Sala 1», "Vescina e/Lima"; Sala 3», 4-12-61, L. L., 17-4-62, sentencia 7738 y 16-2-61, Bol. R., 722; Sala 4$, 7-4-61, "Lembo c/Salibattañc"; Cám. Nac. Civ., Sala B, J. A., 1961-1, pág. 103). "Es improcedente la acción posesoria de retener o de manutención contra una sentencia judicial firme de desahucio." (S. T., Santa Pe, Sala 1» CC., abril 29,1960, "García de Giménez Leonor C. c/Cáceres Luis*', J. 17-172. Rep., La Ley, XXII, 1961, pág. 23). "Si al dictarse la sentencia el juez omitió considerar la situación del subinquilino y el actor no pidió aclaratoria, no puede pretender que el lanzamiento se haga efectivo contra aquél." (Sala 3?, "Rubiese c/Margulies", 30.302, 6-4-54.) "Por la vía de la ejecución de la sentencia de desalojo, no puede —cuando ésta ha recaído contra el inquilino principal— disponerse el lanzamiento de los ocupantes, ya que ello no les ofrece ai litud de defensa." (Sala 4*. Ferreyra O. c/Weynguny", 9-10-58.) "Es nula la sentencia que hace lugar al desalojo por cesión y ordena el lanzamiento de todos los ocupantes, no obstante que éstos no fueron notificados ni. oídos, porque el íitisconsoreio impide que la decisión se cumpla." (Sala 29, "Zucalá e/Costa", 24-2-58, Gac. de Paz, 114-93. "La sentencia de desalojo no se agota con el desahucio del inquilino demandado, sino de todas las otras personas que viven sin título legal para pretender la detentación de la finca; de otra manera la orden de desalojo tendría que mencionar expresamente a cada familiar, persona de servicio, ocupantes, que vivan en la finca.." (Sala 4*, "Miño c/Ferreyra", 8-4-59, Gac. de Paz, 18-8-59; Sala l^^Exp. 31.933,6-11-57; Sala 3», Exp. 35.273, 19-6-57; Sala 3*, Exp. 35.468, 25-7-57; Sala 3*. "Miño c/Ferreyra", 8-4-59.)" "La sentencia que se dicte contra el inquilino se ha de entender pronunciada contra los ocupantes que habiten la finca sin disponer de título alguno oponible al loca- dor, dado el objeto del juicio; pues lo contrario significaría la imposibilidad virtual de hacer efectivo un fallo en atención a los alcances indiscriminados del concepto «ocupantes»." (Sala 3*. "Pérez Abril I. c/Rodríguez M. D. y ocupantes s/desalojo", 7-10-59, Sala'3?, causas 34.663, 35.468, 45.996.) "La sentencia de desalojo dictada contra el demandado debe hacerse efectiva contra todos los ocupantes de la unidad que no hayan comparecido en tiemp'o y forma al juicio invocando un derecho autónomo a la tenencia de aquélla; sin que sea menester pedirlo ni expresarlo, la sentencia se entiende dictada contra todos los ocupantes que no sean exceptuados, porque sólo así se cumple ¡a orden de poner a disposición del actor el inmueble reclamado." (Girondin de Picallo Elsa c/Gonzáíez Filgueiras Jorge y otra. Fallo Sala 2?, Cám. Nac. Apel. Paz de la Cap. Fed., mayo 19 de 1960, t. 128, página 204, F. 405.) E) Contra la orden de lanzamiento, ¿cabe el recurso extraordinario? En muchos casos se ha recurrido de las sentencias definitivas y de las que ordenan lanzamientos ante la Suprema Corte de Justicia Nacional. La Suprema Corte Nacional, siguiendo un principio general preestablecido ha sostenido, en principio, que "Tienen carácter común las normas vigentes en. materia de arrendamiento y las sentencias que las Interpretan y aplican, no dando lugar al recurso extraordinario." (Corte Suprema, "Grunbaum e/Cabezas, A. A,", 27-12-57.) Sin embargo, en otros casos se ha expedi- do haciendo lugar al recurso cuando, de acuerdo a las particularidades del caso, consideró su procedencia. En tal sentido ha dicho: "La exigencia que introduce un fallo para expedir orden de lanzamiento, la cual no está en la sentencia firme, importa alterar la cosa juzgada." (Corte Suprema Nacional, "Schindler c/Goitia", 18-12-57, La Ley, 12-10-58.) "La paralización que dispone el artículo 1"? de la ley 14.442, modificando el fallo definitivo que ordenó el desalojo con anterioridad a la sanción de dicha ley, vulnera el principio de inviolabilidad de la propiedad consagrado por el artículo 17 de la Constitución Nacional, por lo que dicha paralización debe ser dejada sin efecto y cumplida la orden de lanzamiento" (Sala 3?, "Bergallo A. R. c/Maina C. F.", Rto. 17-9-58, Gac. de Paz, 3-10-58.) "La suspensión temporaria de los procedimientos de desalojo y aun la suspensión del lanzamiento dispuesto en sentencias firmes, no violan garantía constitucional alguna ni derechos adquiridos por cuanto al postergar la efectividad de éstos no los afectan esencialmente y constituye un ejercicio válido del poder de policía de emergencia ante la situación de crisis de la vivienda. La constitucionalidad da la suspensión tempo"raria de procedimientos y de la efectividad de las sentencias está condicionada a la razonabilidad de ese medio elegido como instrumento para conciliar los intereses particulares con el interés público." (Corte Suprema, "Russo A. c/Delle Donne", Eec. 162; corte Suprema, "Nadur Amar c/Borelli F.", 15-5^59.) "La paralización de la ley 14.438 no ampara al inquilino cuando a la fecha de su sanción había sentencia y auto de lanzamiento firmes, no habiéndose hecho efectivo el desahucio por causas imputables al inquilino. Lo contrario importaría desconocer la autoridad de la cosa juzgada." (Corte Suprema, "Otto Lagrano, ítalo J. c/Verardi Arturo s/desalojo", 15-5-59.) Los requisitos para cumplir con los recaudos de la sentencia de desalojo deben solicitarse una vez dictada y consentida ésta, en el proceso de ejecución: "No corresponde decidir en la sentencia acerca de los requisitos para, hacej efectivo el desalojo, cuestión que debe resolverse en oportunidad de su ejecución." (Sala 4*, "Alonso e/López", 7-5-57.) La Corte Suprema ha resuelto que en caso de existir sentencia firme, referente a los requisitos a cumplir para el libramiento del lanzamiento, no es posible aplicar leyes posteriores al respecto. (Sala 3^, "Nardini c/Garrel", 35.944, "Fano c/Pinnola", 36.537.) "Si sólo se acciona contra el inquilino y la sentencia solamente a él condena a desalojar, no corresponde hacer lugar extensivamente el lanzamiento a los demás ocupantes." (Sala 3^, "Herzer c/Cood", 35.966.) "Si el inquilino no es hallado en la finca al tiempo de hacerse efectivo el lanzamiento, el juicio queda terminado a su respecto" (La Ley, 62-655). "Procede el lanzamiento dispuesto en cumplimiento de la transacción acordada en el-juicio por desalojo" (La Ley, 63-329). "El auto que ordena el lanzamiento no es susceptible de recurso de inaplicabilidad de ley." (Sala 1%, "Perenti c/Casinelli", 18.957.) "Como medida excepcional puede admitirse la suspensión del lanzamiento en el desalojo, frente al interdicto, cuando es' el mismo juez que interviene en ambos juicios y concurren otras circunstancias, como que el aetor en el interdicto ha sido declarado que no es parte en el desalojo" (J. A., 1950-1230). "No corresponde al juez de la causa decretar ninguna medida tendiente a urgir el cumplimiento del mandamiento de lanzamiento ordenado, pues la oficina de mandamientos y notificaciones depende directamente de la Corte Suprema de la Nación." (Sala 2?, "Parma c/Braun y Braun, S.R.L.", 28-4-53.) "La sentencia notificada y consentida y por lo tanto firme, no puede ser ampliada ni alterada por resolución judicial .(art. 222, Cód. de proced.); por consiguiente no procede ordenar en base a dicha sentencia el lanzamiento de terceros que no han sido parte en el juicio, ni han rendido prueba, y que bien o mal introducidos en la finca, sólo pueden ser desalojados mediante la correspondiente acción civil 9 penal." (Sa- la 2$-, "'Bendersky c/Moguillansky", 24.765, 26-4-55.) "El auto que oídena el lanzamiento se notifica por nota en el expediente," (Sala 1?, "Cono c/Trebino", 18.856.) "Si la sentencia quedó consentida cuando había obligación de dar vivienda al locatario, y-la misma condicionó el desalojo al cumplimiento de tal exigencia, dicha sentencia, firme, se incorporó al patrimonio del demandado, definitiva e irrevocablemente y por lo tanto no puede ordenarse el lanzamiento si no se cumple tal requisito, siendo improcedente el depósito monetario hecho por el actor." (Sala 2*. "Caruso L. G. c/Spinelli E y otros", 27-5-58,) "Si bien la ley 13.581 es de orden público, también lo" es la estabilidad de las sentencias. La ex|gericia que introduce un fallo para expedir orden de lanzamiento, pero que no está en la sentencia firme, altera la cosa juzgada, por lo que procede el recurso extraordinario." (Corte Suprema, "Schindler c/Goitía", 18-12-57, La Ley, 92-101.) La Corte Suprema Nacional ha establecido en el fallo "Paso Viola, Francisco J. M. e/De La Llosa Lucía" (19-10-1962), publicado en La Ley del 20 de marzo de 1963 (t. 109, enero a marzo, 1963), N. 49.843, que: "Si en el juicio de desalojo seguido ante la Justicia de Paz de la Capital el demandado se allanó a la demanda, otogándosele un plazo para hacer efectivo su compromiso, y a raíz de la invocación posterior del boleto de compra venta del inmueble cuestionado, la Cámara del mismo fuero decidió no haber existido novación y ser, en consecuencia, procedente el lanzamiento; quedando firme esta sentencia, debe concluirse que en la causa por escrituración del citado boleto seguida ante la justicia civil de la Capital no se ha podido mediante una medida de no innovar dirigida contra la propietaria, dejar en suspenso dicho desalojo." "El respeto adecuado de las decisiones firmes impide se las obstaculice por vía de medidas de no innovar dictadas en juicios diferentes." En los considerandos, la Corte Suprema ha dicho "que en las circunstancias del caso no es pertinente la alegación de la posibilidad excepcional de reconsideración de las sentencia ejecutoriadas que se hubieran dictado «inaudita parte»." (Doctrina Fallos, 1.182, pág. 317 [Rev. La Ley, 1.12, pág. 1019, fallo 6205]; t. 183, pág. 414 [Rev. La Ley, t. 14, pág, 733, fallo 7083]; t. 189, pág. 292 y otros.) No cabe tampoco argüir con la validez de la renuncia de derechos patrimoniales adquiridos a raíz de una sentencia firme. Porque si "bien aquélla es posible (Fallos, £, 180, pág. 124 y otros) no es dudoso que el punto atinente a la existencia de tal renuncia se plantea correctamente en la causa en que recayó la sentencia respectiva, porque incumbe a los jueces que la dictaron el conocimiento en el incidente de su ejecución (art. 535 y sigts., Cód. de proced.) .> Habiéndose procedido, en el caso, en la, forma señalada, lo resuelto, en consecuencia, no admite reconsideración en causa civil ulterior (Fallos, t. 247, pág. 462 y sus citas). F) ¿Quiénes pueden ejecutar la sentencia en caso de fallecimiento del locador? En el procedimiento de ejecución del pronunciamiento definitivo, no puede admitirse discusión sobre el derecho reconocido ni dilaciones que contraríen su propósito. Este principio no impide que.en esa oportunidad se considere la facultad de los herederos del .actor fallecido de hacer efectiva la sentencia. Por ese medio no se intenta rever los fundamentos jurídicos del mismo, sino que se impugna la titularidad del que pretende la ejecución. Los herederos del locador, para ello, deben acreditar el vínculo según el régimen sucesorio del Código civil y la satisfacción de las otras circunstancias que, según la ley, son necesarias para que, en su caso, se'constituyan beneficiarios del fallo (C. Nac. de Paz, Sala 1*, "Piaña c/Berhauelt"). Citado por el doctor Aris, (06. cit.). En otro caso que ya hemos citado anteriormente se estableció que: "La. acción iniciada por el marido por derecho propio como locador propietario no se modifica -ni puede ser discutida por el fallecimiento de la cónyuge." (Cám. Nac. de Paz, Juzg. de Paz n<? 40, "Gabani c/Spena", confirmado por la Cám. Nac. de Paz, Sala 1*. Exp. 36.923.) Pero recientemente en el fallo plenario de la Cámara Nacional de Paz, dictado en los autos: "Grillo A. c/Smaia Alí I." (J. A., abril 2, de 1963) ¿.se estableció: "Pueden los herederos que vivían con el locador, en el juicio de desalojo promovido por éste para recuperar su vivienda y habitarla con su familia, requerir el lanzamiento cuando el fallecimiento_del causante se produce después de quedar firme la sentencia que ordena el desahucio. (En disidencia, los doctores Balerdi, Funes Lastra y Puiggari, consideraron que a esa conclusión sólo puede llegarse si de la misma sentencia resulta que el heredero tiene en ella título para la ejecución —caso del cónyuge supérstite— con respecto a quien esté resuelto, en la sentencia dictada en favor del otro cónyuge, que, conforme a lo exigido en el artículo 25 de la ley 15.775, tampoco aquél dispone para habitar de un inmueble de su propiedad." G) Diferencia del lanzamiento y del mandamiento de posesión. En determinadas situaciones jurídicas, las partes litigantes pueden solicitar un mandamiento de posesión, que constituye una orden emanada de la autoridad judicial por medio de la cual puede obtenerse la restitución de un inmueble. Pero él mandamiento de posesión se diferencia principalmente de la orden de lanzamiento, en que el primero constituye una medida que generalmente se otorga antes de dictarse sentencia definitiva, mientras que el segundo es el resultado de una sentencia definitiva con autoridad de cosa juzgada. El mandamiento de posesión es una medida precautoria, que equivale, salvando las diferencias materiales, a un mandamiento de embargo, donde todavía no se encuentra definitivamente establecido el derecho sobre el cual se ejerce la orden judicial. Así, por ejemplo, nuestro Código civil establece en el artículo 1564: "Abandonando el locatario la cosa arrendada sin dejar persona que haga sus veces, el locador tendrá derecho para tomar cuenta del estado de ella, requiriendo las correspondientes diligencias judiciales que fueren necesarias, quedando desde entonces disuelto el contrato." Como señala Luis M. Rezzónico en su obra Estudio de los contratos en nuestro Derecho civil, Editorial Abeledo, 1952, página 205, el fundamento de esta obligación es visible: se trata de evitar que la cosa abandonada sufra perjuicios o deterioros por falta de los cuidados necesarios a su conservación en buen estado, o por la intromisión de terceros en el inmueble arrendado, o por robo o hurto de la misma cosa locada (por ejemplo, un animal, un carruaje, un aparato dado en alquiler) p de accesorios de la misma (por «jemplo, puertas, ventanas, artefactos de la finca arrendada). De acuerdo con los términos del Código, ello significa que si el locatario abandona la cosa locada, el locador tiene derecho, pero no está obligado —acota Rezzónico con razón— a pedir judicialmente que se compruebe el abandono y el estado en que la cosa ha quedado; que por intermedio del oficial de Justicia se deje constancia de ese estado, se haga inventario o detalle de los deterioros, desperfectos, falta de accesorios, para reclamar luego su indemnización por el locador. Anota el mismo autor que el acta levantada por el oficial de justicia constituye un instrumento público que hace fe mientras no sea argüido de falsedad (J. A., 52181; Cám. 2^ de la Cap.); "el hecho de no haber asistido el locatario a la diligencia en que el locador recibió la finca, no puede neutralizar la eficacia del acta redactada por el oficial de Justicia haciendo constar los desperfectos visibles y manifiestos de la cosa locada" (J. A., 23-175; Cám. 1^ Cap.); "el acta levantada por el oficial de justicia al entregar la finca al locador y autorizada por aquél hace plena fe respecto al estado en que la finca se encontraba, si no ha sido argüida de falsedad" (J. A., 22-993; Cám. 2^ Cap.); también J. A., 20-790; Cám. 2^ Cap., y J. A., 52-181; Cám. 2* Cap.. La jurisprudencia ha establecido —con criterio que compartimos— que "la rescisión es una facultad establecida en beneficio del locador, quien puede optar entre demandar aquélla o exigir el cumplimiento del contrato conforme al principio general del artículo 1204" (Cám. Paz, Letrada 3-9-936, J. A. 55-1051). (Conf. A. Salas, Cód. civ. Anot. T. II, pág. 900.) El ejercicio del derecho consagrado por el artículo 1564 del Código civil debe ser utilizado con mucha cautela, porque puede llevar consigo situaciones muy injustas que requieren que los jueces analicen en forma muy profunda. "El artículo 1564 del Código civil no autoriza a los jueces a entregar la tenencia de la cosa en caso de supuesto abandono, sin oir al locatario en juicio contradictorio; sólo da derecho al locador para tomar cuenta del estado de la cosa, requiriendo al juez las diligencias necesarias a ese fin, siendo procedente el pedido de mandamiento judicial con ese objeto y a los efectos de comprobar por instrumento público el estado de aquélla, pudiendo el locador —si así lo quisiera— tomar la tenencia en ese acto, pero bajo la responsabilidad y a su riesgo, dejan-' dose constancia en la diligencia que no medió oposición de terceros" (Minetti José C. Popolizlo de Diehl María B. Fallo de la Sala IV de" la Cám. Nac. de Apel. de Paz de la Cap. Fed. del 1<? de agosto de 1960). T. 129, página 44. Opina Olegario Machado en su obra Exposición y comentario del Código civil argentino, t. IV, pág. 344, que "no basta el hecho de abandonar la cosa'para que el locador pueda disolver el contrato, pues si el locatario' demuestra que lo hizo por motivos derivados de la misma cosa, o del lugar 2n que se encontraba, el contrato no se resolverá. Cuando el locatario abandona ia cosa sin causa alguna, en que la ley autoriza al locador para tomarlo y disolver el contrato, no se considera disuelta la loca- ctón por culpa del locador, como algunos lo enseñan,, porque el abandono en ese caso Importa una renuncia al contrato, y es con relación a ella que se dsben juzgar las relaciones de derecho respecto a las mejoras hechas". Sería poner en la mano del locatario la facultad de disolver el convenio y cobrar las mejoras, como si el locador lo hubiera desalojado. "Si el locador lo tomare sin hacer constar Judicialmente el estado en que se encuentra la cosa, no tendrá, derecho para reclamar los deterioros, presumiéndose que se encontraba en buen estado; pero en ciertos casos excepcionales bastará hacer constar el estado levantando acta ante testigos, o ante cualquier autoridad del lugar, cuando hubiera peligro en dejarla abandonada por más tiempo. Tomada judicialmente, y rescindido el contrato, podrá demandar los da.ños y perjuicios contra el locatario. . "La expresión «tomar cuenta del estado de ella> no importa posesionarse, requiriendo la justicia inmediatamente, sino averiguar sí está realmente abandonada, y si a consecuencia de ese abandono suíre perjuicios la cosa; porque el locatario puede dejar la casa por algún tiempo, con los muebles que tenga, bien cerrada, y mandar abrirla cada tantos días; esto no es el abandono de que habla la ley. Freitas, artículo 2376, agrega a las diligencias judiciales la palabra policiales". Como observamos, existe una notable diferencia con el lanzamiento en si, ya que, como señala Rpdríguez (Comentarios al Código de procedimientos, t. III, pág. 76), "notificada personalmente la sentencia o por cédula (arts. 33, inc. 49, 38, 37, 39 y 40), y transcurrido el término que en ella se conceda para el desalojo o restitución de la cosa al demandante, término que se contará desde el día siguiente al de la notificación al demandado, el demandante deberá pedir que se decrete el lanzamiento ante el mismo juez y en el mismo expediente en que se decretó el desalojo, a cuyo lanzamiento se procederá por el oficial de justicia, quien únicamente en caso necesario deberá requerir & ese efecto el auxilio de la fuerza pública, que será prestado al solo 'objeto de desalojar al que se exprese en el mandamiento, a los miembros de la familia de éste y a los que con él vivan u ocupen el bien de que se trata". Tanto la ley de alquileres 14.821, en su artículo 24, como la ley 15.775, en su articulo 23, consagran: "Acreditado prima facie el abandono, y cuando se alegara y justificara sumariamente alguna razón de urgencia o peligro en la demora, los jueces podrán acordar al locador, a título de medida cautelar, bajo fianza y con la oljligación de no innovar, la tenencia provisional del Inmueble locado, siempre que no mediaran signos de ocupación u oposición de terceros, debiéndose tomar razón e inventario del estado del inmueble". Opina Griffí-López Medus en su obra Régimen de las locaciones urbanas (Editorial Zavaiía, Buenos Aires, 2?; edic., pág. 114) que será necesario acreditar por parte del locador el abandono y la razón de urgencia o peligro en demorar la entrega de la finca locada. Dichos extremos podrán ser acreditados con todo género de prueba: información sumaria, de testigos, informes sobre suministro de luz eléctrica, gas, etcétera, y especialmente con referencia a la urgencia o peligro, la prueba pericial será de capital importancia. Las facultades del locador- para tomar cuenta del estado de la cosa en caso de abandono y pedir las medidas judiciales necesarias en garantía de sus derechos no autorizan al juez a otorgar a su favor la "posesión preventiva" del bien si no concurren las circunstancias propias del caso (Sala 3*, Falbo de Bruna C. Francisco, J. s./Súcesión, 9-5-57). El locador puede recuperar la tenencia de la finca locada en cádo de abandono, reclamándola bajo su riesgo y responsabilidad en juicio contradictorio, a cuyo efecto corresponde librar mandamiento para verificar el estado de abandono y ausencia de tercero opositor (Sala 29, "Leiva c. Juan Carlos Latorf e", 11-6-57). Las disposiciones de la ley 13.581 no sólo no se oponen, sino que por el contrario apoyan la aplicación de la norma contenida en el artículo 1564 del Código civil, que establece que el contrato de locación queda disuelto por el abandono que de la cosa locada haga el arrendatario. Ello independientemente de la causa! de desalojo que prevé el artíaulo 24 de la citada ley (GP. 106-185). No justifica la orden de no innovar pedida por el locatario la intimación para des-; ocupar el inmueble hecha por el comprador del fondo mercantil, pues no es dable suponer que éste pueda tomar por sí la posesión del mismo, sino pedir las medidas judiciales pertinentes (Sala 39, "Gómez A. c. Consolé P.", 27-5-57). La prohibición dé innovar tiene por Objeto evitar que, pendiente el litigio, las partes puedan modificar el estado de la cosa o derecho litigioso, y se pone en juego cuando las pretensiones de una de ellas corren peligro de tornarse ilusorias, siendo requisito para su procedencia la verosimilitud del derecho reclamado, lo cual queda librado al arbitrio judicial (Cám. Ñac. Civil, Sala C., "Gervasio, Celestino Rosarlo c. A. de Baigún R. e Hijos", 9-12-57), Pese a la norma del artículo 1564 del Código civil, la ley no faculta al juzgado para otorgar al locador la posesión preventiva de la cosa (GP. 115-340). Ltda., S. A., c. Samiaga, S. A. Minera, Industrial, Agrícola y Ganadera Argentina", Si bien el artículo 1564 del Código civil autoriza a considerar disuelto el contrato por abandono del locatario, la alegación y prueba de ello debe hacerse en juicio ordinario, 110 siendo procedente acordar la tenencia de la cosa por el abandono invocado en vía sumarisima y sin proceso, garantía constitucional de la que ningún habitante 22-10-57, J. A. 11-6-58). puede ser privado (La Ley, 84-150). La ley 13.581, si bien limita las causales para desalojar, no puede limitar —so riesgo de convertirse en antifuncional— las diligencias judiciales para tomar cuenta del estado de la cosa locada que provean su conservación y resguarden su destino en caso de hallarse abandonada (art. 1564, C. C.) (GP. 112-263). Las disposiciones de la ley 13.581 no se oponen, sino que hasta por el contrario apoyan la aplicación de la norma contenida en el artículo 1564 del Código civil, que establece que el contrato de locación queda disuelto por el abandono de la cosa hecho por el locatario. Ello independientemente de la norma del artículo 24 de la referida ley (GP. 106-185). Si bien el artículo 1564 del Código civil acuerda al locador derecho para tomar conocimiento del estado de la cosa ante el abandono del inquilino, no faculta al juez para acordar la entrega (Sala 3*, "Falbo de Bruno c. Juan Franco", s/Sucesión, 35.257, 8-5-57). En circunstancias muy especiales, luego de dictada la correspondiente sentencia debe darse al locador la tenencia de la cosa, siempre que se halle desocupada y no medie oposición de terceros (Sala 3*, "Raful, A. c. Quiroga L.", 30.185, 29-12-53). Si se demanda aduciendo el abandono de lo locado, y pidiendo la posesión por lo dispuesto en el artículo 1564 del Código civil, no procede entender que se trata de la demanda de desalojo por la causal del artículo 24 de la ley 13.581, sino proveer lo que en derecho corresponde a aquello pedido (Sala 1*, "Gómez c. Russo", 29.402, 177-56). Debe dejarse sin efecto la medida precautoria, cuyos fundamentos han desaparecido (La Ley, 59-115). La adopción de medidas precautorias debe entenderse subordinada a las condiciones que constituyen su fundamento, entre las qus cabe destacar la verosimilitud del derecho que se tiende a proteger y la posibilidad ds perjuicio o daño inminente (La Ley. 57-160). Son apelables los autos que orden medidas precautorias (arts. 46 de la ley 11.924 y 452 dsl Cód. ProcetJ.) TSala 2*, "Sociedad de Estancias y de Industrias Argentinas La clausura del departamento para impedir que se innove en cuanto al uso y goce, mientras se sustancia el pleito, tiene el alcance de medida precautoria que no causa gravamen al apelante que no es parte en el pleito, porque el recurrente —al iniciar la sucesión as su padre— denunció su domicilio en otra casa, por lo que prima /ocie no podría invocar el beneficio del articulo 31?, inciso a) del decreto 2186-57 (t/o.); porque el actor no se opone al retiro de las cosas muebles que se hallan en el departamento antes de clausurarlo, y porque los eventuales derechos de los otros hijos del causante sólo a ellos corresponde defenderlos (Cám. Civil, Sala D, "Altolaguirre c. Guichot de Carrera", s/Sucesión, 4-9-58). El hecho de que el articulo 1564 del Código civil autorice diligencias judiciales en caso de abandono y la rescisión del contrato no quita que para ello deba iniciarse la acción judicial, ya que todo es motivo de prueba (art. 24, ley 13.581) (J. A. 1957-2-437). Pendiente un pleito, no puede cambiarse el estado de la cosa objeto del mismo para que quede trabada la acción judicial y pueda hacerse efectiva su decisión; por ello, si se ha acreditado en principio el derecho del actor, procede la medida de innovar (Cám. Comercial, Sala B, "Rodríguez P. F. c. Antonio Tecles y otra", 21-11-58). H) La tenencia provisional: recaudos para su ejercicio. El artículo 23 de la ley 15.775 es una consecuencia del artículo 22 de la misma ley, que dispone: "Estará sujeto a desalojo el inquilino o subinquilino que no hubiera habitado el inmueble destinado a" vivienda en forma continua y durante los últimos seis meses, salvo que una causa razonable así lo justifique. Igualmente es-, tara sujeto a desalojo el inquilino y/o subinquilino que no hubiera utilizado en forma continua y durante los últimos seis meses en forma efectiva el inmueble que tuviera un destino distinto al de vivienda, salvo que una causa razonable lo justifique. "En ambos casos el termine podrá computarse teniendo en cuenta el tiempo transcurrido con anterioridad a la sanción de esta ley". Como señala el doctor César Arias en su libro El arrendamiento de inmuebles urbanos (Edic. Ñandubay, Buenos Aires, 1963, página 126), esta medida (prevista en el citado artículo 23 de la ley 15.775, que hemos transcripto1 en el párrafo anterior), de ca-, rácter prowsal, tfande a dad del bien objeto de la cuando se demanda por desalojo por la "sal tüel articulo 22, y se satisfacen los requisitos siguientes: a) que exista abandono 'de la unidad; no basta el mero uso disconti- se trate. La comparencia del juez resultará nuo, y que aquél se exteriorice por la au- ineludible en los casos en que se necesite de sencia de signos de ocupación y de oposi- su apreciación personal o las característición de terceros; b) que se acredite alguna cas de la situación así lo exijan. razón de urgencia o peligro en caso de deEl propietario o el locador del inmueble morarse la restitución de la tenencia al lo- puede deducir la acción antes de enconcador, es decir, si se mantiene el bien en si- trarse trabada la litis, y constituye tai actuación de abandono; c) que se otorgue una tuación una de las formas previstas para contjracautela. las medidas precautorias. El Código de proLa ley habla de fianza. Nos preguntamos cedimientos de la Capital Federal, en los si se trata de la fianza prevista por el ar- artículos 443 y siguientes, establece el proticulo 444 del Código de procedimientos de cedimiento seguido para los embargos prela Capital Federal, es decir, si el juez de- ventivos, pero por el artículo 57 de la ley cretaría la medida bajo la responsabilidad de 14.237 se establece que el embargo prevenla parte que lo solicitare, ¿quién deberá dar tivo se decretaría sin intimación previa y caución por todas las costas, daños y per- caducará de pleno derecho si dentro de los juicios que pudiera ocasionar en caso de ha- quince días de haberse cumplido, y tratánberlo pedido sin derecho, y si el magistrado dose de obligación exigible, no se promoqueda facultado para ordenar la medida ba- viese la demanda correspondiente. jo la responsabilidad del peticionante si Entendemos que la tenencia provisoria sofuera reconocimiento abonado? O bien, ¿se licitada como medida precautoria, sin haber podrá decretarla bajo la responsabilidad y deducido la demanda de fondo, no puede caución juratoria del solicitante, de acuer- permanecer indefinidamente después de lodo al artículo 449 del Código de procedi- grada su finalidad. Por tanto, bastará que mientos? el locatario o quien se considere con dereEl doctor Arias (ob. cit.) opina que la cho a la ocupación comparezca y solicite que el accionante deduzca el juicio corresfianza puede ser personal o real. Nosotros opinamos que el requisito que- pondiente para que se le intime hacerlo da supeditado a las facultades de los jue- dentro del citado plazo de quince días, bajo ces, es .decir, puede ser bajo caución jura- apercibimiento de tenerlo por desistido de su pretensión. toria, o bajo fianza personal o real. Puede decretarse la medida, deducida la Las características del caso son las que decidirán en definitiva el cumplimiento de correspondiente demanda y aun trabada la litis. este recaudo. La disposición que estudiamos establece Opinamos que la medida puede acreditarse por cualquier medio de los que autoriza que "los jueces podrán acordar al locador, el Código de procedimientos y la jurispru- a título de medida cautelar, bajo fianza y con la obligación de no innovar, la tenencia dencia. En este sentido podemos afirmar que bas- provisional del inmuebje locado, siempre ta una información sumaria producida por que no mediaren signos de ocupación u dos testigos que acrediten los extremos ne- oposición de terceros...". La obligación de no innovar no puede cesarios, un acta hecha por escribano puser absoluta. Opinamos que pueden efecblico, una inspección ocular en los términos del artículo 53 de la ley 15.775 o cualquier tuarse ciertas operaciones indispensables otro medio idóneo que prima facie contri- para la conservación de la cosa, como ser buya a llevar medios de convicción al ma- tareas de limpieza, desinfección, retiro de gistrado como para decretar esta medida O). materiales altamente inflamables o alta peCuando sólo se pretenda la comprobación ligrosidad, mercaderías o sustancias de inde un hecho, el juez actuante puede dis- mediata descomposición, etcétera, con noponer, con el alcance previsto en el artícu- ticia al Juzgado y previo inventario y razón lo 53 de la ley citada, que el oficial de jus- de todo lo existente, con intervención del ticia se constituya en el lugar y deje cons- oficial de justicia ó del personal del Juztancia en acta.de las circunstancias de que gado, si la medida se hubiera tomado con intervención directa del juez. La tenencia provisional se otorgará siem(1) El art. S3 de la ley 15.775 establece: "Los Jueces pre que no medien signos de ocupación u deberán disponer, a pedido de parte o de oficio, una Inspección ocular que' se decretará con carácter de meoposición de terceros, porque la finalidad dida cautelar, sin* formalidad ni notificación de contraa que tiende esta norma es la de evitar que parte, en los casos en que a su juicio medien pruebas y 'razones de urgencia o'grave peligro de desaparición la finca se deteriore. Pero debemos agregar de elementos de convicción, que se consideran indispenpor nuestra parte que esos terceros debe sables". También seria factible en nuestra opinión las tratarse de .personas que se encuentren denconstancias de un procedimiento policial, de la autoridad municipal o de cualquier repartición pública que por tro del inmueble dando la sensación que cualquier circunstancia hubiera temado intervención y realmente lo ocupan, no importando bajo oomprobarA fil abandono <fo la qué calidad jurídica. Por tanto, si los terceros en cuestión son vecinos, parientes que no convivían en la finca o personas que pretenden introducirse ilícitamente en el acto de la diligencia o posteriormente a ella, no tendrían derecho a discutir la medida, y la tenencia debe otorgarse al locador. A mayor abundamiento, y como señala el doctor Arias (oto. cit., pág. 127), cabe distinguir entre signos aparentes y reales. Los primeros no impiden la restitución transi-r toria de la unidad al locador. Por ejemplo, si en una casa de varias habitaciones destinada a vivienda ae un núcleo familiar numeroso se han dejado sólo algunos pocos objetos que no hacen al uso normal y racional que corresponde al bien, su presencia no impedirá la entrega de la tenencia provisoria. Al igual que en los juicios ordinarios, en que la competencia en materia de medidas precautorias se encuentra condicionada a la de la acción principal, la restitución transitoria del bien debe ser solicitada al juez que conoce del desalojo por abandono. Es improcedente la solicitud en ese sentido si la demanda de desahucio se funda en causal distinta a la del artículo 22 (Cám. Nac. de Paz, Sala III, 28-12-61, Bol. R"? N<? 707). Y como señalan Osear Serantqs Peña y Javier Clavell Borras en su libro La locación urbana en la ley y en la jurisprudencia (Edit. Ethos, Buenos Aires, 1963, págs. 26465), la tenencia de la cosa por el locador no exime al locatario de su obligación de pagar el alquiler (Cám. Nac. de Paz de la Cap. Federal, Sala II, N<? 35.365, en autos: "Cremonia c/Zingaretti s/Ejec.", 24-3-61), donde se estableció que es inadmisible la pretendida excepción de inhabilidad de título fundada por el inquilino en que el locador, mediante la medida cautelar que autorizaba el artículo 24 de la ley 14.£(21 (art. 23 de la ley 15.775), lo ha privado del uso y goce del inmueble, porque la excepción en este caso no ataca al título constituido por la relación locativa y por falta de pago de los alquileres, sino que lo que se alega es el Incumplimiento del contrato por parte del actor, cuestión ésta que no puede ser debatida en el procedimiento ejecutivo. Dado el alcance y el carácter de dicha medida cautelar, el locador no ha obtenido mediante ella la restitución de la cosa, ni Del mismo modo que en los juicios ordinarios, la restitución transitoria del bien debe ser solicitada al juez que conoce del desalojo por abandono. Es improcedente la solicitud en ese sentido si la demanda de desahucio se funda en causal distinta a la del artículo 22 de la ley 15.775; tal lo resuelve en los autos "Huerta e/Devoto s/Desalojo", por la Cámara Nacional de Paz de la Capital Federal, Sala III, 43.727, con fecha 28-12-61. En base a este fallo afirman los doctores Serantes Peña y Clavell BorrásC ob. cit.) que en un juicio de rescisión del arrendamiento fundado en el artículo 1564 del Código civil no procede la entrega de la tenencia provisoria del artículo 23 de la ley. En un fallo, la Cámara Nacional de Paz de la Capital Federal, Sala III, en los autos García c/Elías s/Desalojo (3-12-62), estableció que la sola presentación en juicio del locatario no significa la automática restitución a él de la cosa locada, de cuya tenencia provisional se le privó a las resultas del pleito de desalojo que por su 'abandono se le sigue. Pero en contra de este fallo, la Sala II del mismo tribunal, en los autos Oubiña c/Gainza Paz s/des. (10-7-62), estableció que la causal que motiva la entrega de la tenecia provisoria al accionante pierde relevancia ante la presentación del inquilino que solicita la restitución de la tenencia de la cosa arrendada, máxime cuando como en autos no se ha. acreditado la existencia de alguna razón de urgencia o de peligro que lo justifique. La Sala I del mismo tribunal ha establecido en los fallos 39.001 y 38.621 que la presentación al juicio por parte del inquilino, quien reclama la restitución de la cosa que tiene la disponibilidad jurídica (arts. 1493, 1515, concordantes del Código civil), hasta que no recaiga un pronunciamiento judicial que decida lo contrario, impide el mantenimiento de la medida decretada; de otro modo se configuraría un supuesto de indefensión en juicio, pues se le privaría de esa tenencia sin ser oído el detentador. Los citados autores sostienen que dicha presentación hace desaparecer la situación de riesgo y posibles perjuicios que justifican la medida cautelar; tal lo resuelto por el tribunal de la Capital Federal, Sala IV, N<? 39.024, Quiroga c/Deutsch s/Desalojo (25- el ejecutado ha procedido a la devolución 7-61). Habida cuenta de la comparecencia dé ésta, por lo que subsiste la obligación de del inquilino demandado, el reintegro de la pagar el alquiler. Sólo si se desestimara el tenencia de la cosa arrendada, que provijuicio de desalojo que el actor ha promovi-j sionalmente y como medida cautelar había do al inquilino, resultaría que el pago ha . sido otorgada al locador, resulta de cabal sido efectuado sin causa y el ejecutado po- procedencia, pues ha venido a desaparecer dría ejercitar el derecho de repetirlo en el el estado de falta de vigilancia sobre la cojuicio que prevé el artículo 500 del Código sa que creaba la situación de riesgo y pode procedimientos. sibles perjuicios que justificaban la medi- da cautelar que en su oportunidad se dictara (art. 23, ley 15.775). Por otr^i parte, como reiteradamente lo ha señalado este tribunal, el artículo • 1564 del Código civil no autoriza a los jueces a entregar la tenencia de la cosa en caso de supuesto abandono sin oir al locatario en juicio contradictorio tique otra liquidación posterior; Por ello, si el Inquilino paralizó pagando el importe de la liquidación ya aprobada, no existe mora del locador de recibir los períodos posteriores, pues los debía pagar el inquilino directamente" (Sala U, "Saibene Le Sartero c/. García Pulo", 16-9-59). "El lanzamiento ya librado y a los fines de su dlligenciamiento, en la oficina respectiva, excluye la posibilidad dé" invocar la norma del art. 26 de la ley 13.581, modificada por el decreto 7588-55 (Sala 4». "Cuellaa c/. Barrera", 291.382). "Procede dejar sin efecto el (cf. IV, 35.482, 27-8-59 y los ahí citados). lanzamiento hasta tanto se haya depositado la indemni- I) Feriado judicial. En general se ha dicho que el lanzamiento no justifica la habilitación de la feria judicial. Sin embargo, no compartimos ese criterip, porque entendemos que pueden mediar razones muy valederas para determinar su procedencia durante el feriado judicial. La jurisprudencia ha dicho: "El cumplimiento de la orden de lanzamiento, ya decretado, no es un.trámite que por su sola naturaleza justifique la habilitación de la feria judicial. Autos: "Díaz c/Guaspari s/ desalojo", originariamente del Juzgado N? 2 (Juzg. Nac. de Paz N? 12, a cargo del doctor Mario A. Molmenti). Gaceta de Paz, 28- 10.077-56. si la vivienda ofrecida por el actor ha sido a su vez'requerida en otro Juicio de desalojo en trámite, ya que por ello la permanencia del demandado, e.n la vivienda, no presenta un mínimo de seguridad" (Goc. 3-1963, N<? 6928. "No puede pretender la habilitación de la feria para que se resuelva un pedido de restitución de tenencia de la cosa locada quien dejó transcurrir un lapso antes de la terminación del año judicial sin haber instado el procedimiento necesario para ello, pues no puede alegar ahora una urgencia que su propia conducta procesal anterior desvirtúa". Autos: "Rogovsky I. S. c/Kischitzky R, s/desalojo", originariamente del Juzgado N? 30 (Juzg. de Paz N? 12, a cargo del doctor Mario A. Molmenti). Gaceta de Paz, 28-3-63, N? 6928. JOHISPRCDINCIA. — Además de la Indicada en el texto, la siguiente: "La facultad conferida —de pasar— al oficial de Justicia en el momento del lanzamiento, se ptorde si no se hace efectivo en ese momento el. pago, aunque la, diligencia no se cumpla por hallarse ausente el Inquilino o estar el inmueble ocupado por un tercero" (Lo Lev, t. 88. pág- 83}. "Si el demandado negó adeudar arriendos y en subsidio ee acoge al beneficio del art. 20 de la ley 13.381, la circunstancia de que no cumpliese con las disposiciones de dicha ley. no autoriza a librar el lanzamiento sin más trámite, debiendo continuarse el juicio" (Sala 3?, "Haryniewieski c/. Giblisco". 26.125). "Si el lanzamiento no se efectuó porque el oficial de Justicia hizo saber que el inquilino no vivia. no procede el acogimiento posterior" (Sala 3». "Camaüer c/. Alvarez de Toledo". 28.248). "El pago de lo adeudado por el Inquilino, después de comenzada la ejecución material del lanzamiento, no Impide el desalojo, pues el locatario perdió su derecho otorgado por la ley" (Sala 3*, "López, G. c/. Oriol!. J. B.". 24-10-58. Cae. de Paz, 27-1 -59). "El plazo del art. 89 'del decreto £186-57 (t. o.) no debe ser considerado como perentorio, pues si el demandado abona antes del lanzamiento tiene validez el pago efectuado". Gao. de Paz, 116-259). "Si bien las leyes 14.438 y 14.442 autorizan C •paralizar el procedimiento pagando, el pago ofrecido una vez que el lanzamiento ha comenzado no tiene valor alguno sino como para liberar ai inquilino de la deuda, pero no para revivir el contrato" Sala 3», "López c/. J. B. Oriol!", 37.569; Sala 3». "Spata c/. Vega", 38.266). "Si el lanzamiento se cumplió en lo relativo al local y no en cuanto a la parte ocupada para vivienda, el pago posterior no permite revivir el contrato en cuanto a Ip desocupado" (Sala 3», "Fernández c/. H. de Boplano", 25-2-59). "El locador actor no está obligado a ampliar la liquidación hasta el momento del lanzamiento. El locatario, para paralizar el Juicio, puede pagar el importe de la ya aprobada, y hacerlo hasta el momento del lanzamiento, pero no pueda obligar al actor a que prac- zación y cumplido el recaudo del art: 39 del decreta de Paz, 115-308). "No obstante que la ley ordene ,que sus disposiciones son de orden público y que se aplicarán de oficio a los juicios aun con sentencia, no corresponde aplicar la disposición de! decreto 7588-55 en cuanto impide el lanzamiento mientras no se haya ofrecido ámbito habitable al inquilino, si el lanzamiento se habla decretado con anterioridad al referido decreto" (Cae. de Paz, t. 111. tfág. 271). "La disposición del decreto 7588-55 que modifica el art. 3i de la ley 13.581 es aplicable a los juicios en trámite y aun con sentencia, pero no a aquellos en que se ha librado el lanzamiento con anterioridad a la sanción de dicho decreto". "Benaglio de M$ssini c/. Olona A." (Gac. de Paz, 111-109). "Si la sentencia que decretó el desalojo dispuso como requisito previo al lan- zamiento, que el actor debía depositar la indemnización del art. 31 de la ley 13.581. y el depósito se realjzó durante la vigencia de la ley 14.356, el actor' lia* de depositar la suma que esta ley fija e intimar al inquilino a que requiera un préstamo para la vivienda" (Gac. d« Paz, 110-180). "Si el inquilino acordó en Juicio desalojar en plazo determinado, y antes de la orden de lanzamiento no reclamó la indemnización del art. 22 del de- creto 2186-57 (t. o.), no pudo hacerlo con posterioridad ni menos pretender que la Cámara dispusiese "su pago de oficio" (Suprema Corte de Buenos Aires, "Gonzalos Gómez c/. Torielli", 17-9-57). "Si la sentencia condicionaba el lanzamiento a lo dispuesto en el decreto 7588-55, exigiendo dar vivienda en lugar de indemnización monetaria, no corresponde ordenar el lanzamiento hasU tanto no se haya cumplido con tal exigencia" (Sala 29, "Cariiso, L. el. Spinelli, E.", 27-5-58). "La disposición de la ley 14.356. que aumentaba la indemnización del art. 31 de la ley 13.581, es inaplicable en los casos ea que el lanzamiento y el depósito de la indemnización se hicieron antes de la reforma, pues esta no puede alcanzar a los juicios en que la sentencia había sido cumplida" (J. A., 1957, in, 345). "La sentencia de desalojo-dictada contra el demandado alcanza no sólo el desahucio de su persona, sino el de ocupantes o subinquiiinos, sin perjuicio de los derechos que éstos pudieran hacer valer en ¡a forma y oportunidad fijadas por la ley" (Godio V. Bruno. Cordero de; Cám. de Paz, Sala 4«, abril 1-960. J. A.. 1960. VI. pág. 182). "La sentencia de desalojo debe hacerse efectiva contra el pretendido subinquilino que no presenta contrato o titulo en forma, anterior a la fecha de la acción Juzgada" ("Cedro v. Correa"; Cám. 1» La Plata, Sala 3». abr. 7-39. J. A.. 1939, IV, pág. 503). "SI el actor consintió la sentencia que hizo lugar al desalojo pedido por falta de pago, no puede oponerse a la paralización del lanzamiento solicitado por el demandado al hacer efectiva la liquidación pertinente, oposición que funda en que éste no reviste el carácter de inquilino" ("Onesti y otra c/. Bassl"; Cám. Paz de la Cap.. Sala U, mayo 17-960. J. A., 1960. VI, pág. S28). "El art. 30 del decreto 2186-57, que declara válidos y de cumplimiento judicialmente exigibles a los convenios de partes sobre desocupación de inmuebles o nuevos alquileres, es aplicable a un compromiso de desalojo celebrado con anterioridad a su vigencia" ("Cipriano c/. Frías"; Sup. Corte Bs. AsM dic. 22-959. J. A., 1960, IV. pág. 27, n? 170).> "El convenio celebrado por las partes en un juicio de desalojo, con intervención del juzgado y bajo el imperio del decreto-ley 2186-57. es equiparable a una sentencia {irme 'que pone fin al pleito. ("Tozzl, P. c/. Clemente Gaspar y otros". Fallo Sala III, Cám. Ñac. Apel. Paz Cap. Fed. Conf. Resolución 1* Inst.. 28-3-4960. Gac. de Paz,, t. 126, pág. 203. f. 179). "Habiéndose oldenado en el procedimiento de ejecución de sentencia del juicio de desalojo, el vlpnzamíento del demandado —a cumplirse bajo el régimen del decreto-ley 10.077-56— y dicha resolución recurrida, vino a conocimiento del Sup'erior cuando ya dicho, estatuto habla sido derogado —art. 6* de la ley 14.821—; el trámite posterior de ejecución ne tiene efecto sobre la cosa Juzgada, derivada de la sentencia, debiendo el desalojo hacerse efectivo con arreglo a lo establecido por el art. 53 de la ley citada, s en consecuencia cumplirse de inmediato la orden de lanza- miento" ("Vázquez, Juan Cario* jr oteo c/. QUva, Fian- cisco". Fallo de la Cám. Nac. de Paz de la Cap. Fed.. Sala IV, mayo 5 de 1960, Gao. de Paz, t. 127, pág. 187, f. 278). "Procede ordenar el lanzamiento del demandado si la sentencia de desalojo que admitís» la demanda se hallaba firme al sancionarse la ley 14.821, cuyo art. 53 fijó la fecha a partir de la cual podía ejecutarse con arreglo a la ley vigente a la época en que la sentencia fue dictada; por lo que, no habiendo solicitado crédito en tiempo el demandado corresponde su' desahucio, art. 16, inc. a), y 17 del decreto-ley 2186-57". ("Calarame, Alfio c/. Rey, Servando". Pallo Sala IV. Cám. Nac. de Apel. de Paz de la Cap. Fed. Sala IV. junio 2 de 1960. t. 128. pág. 197, f. 351). "La ley 14.821 en su art. 20 autoriza desPach-r el ^lanzamiento cuando la sentencia pasa en auto* ridad de cosa juzgada; pero una vez introducido el pro- ceso de la liquidación, las partes interesadjs deben someterse a él. hasta que se resuelva la incidencia, tanto más si se han acogido las partes expresamente a la "norma legal materia de discusión" ("A. Delor y Cía. c/. Sucesión de Camilo Uriburu c/. Santa Hita, Soc. Ind. y Com.". Sentencia 1» inst. firme, febrero 2 de 1960, Cae. d« Paz, t. 126. pág. 55). "Sí no obstante haberse dejado a salvo —al ordenarse el lanzamiento del demandado— el derecho de éste a suspender la diligencia haciendo efec- tivo el pago de la liquidación aprobada, dicho pago no se realizó en tal oportunidad, habiendo concedido el apoderado del actor un plazo de gracia para desalojar, corresponde, vencido el mismo, hacer efectivo el desahucio sin que pueda admitirse la pretensión posterior de acogimiento a los beneficios legales, toda vez que el locatario, por un acto de graciosa voluntad de su contrario, Invirtió su titulo convirtiéndose de inquilino en comodatario" ("Ingratta, Ellas A. c/. Várela, Rubén M. E.". Fallo de la Sala III de la Cám. Nac. de Apel. de Paz de la Cap. Fed , abril 19 de 1960. t. 128. pág. 198, f. 374) "Habiendo las partes llegado a un acuerdo en el juicio de desalojo por la causal de uso propio, mediante el cual la inquilina se comprometió a desocupar la finca en un plazo determinado, acuerdo que aprobado por el juez reviste el carácter de sentencia, el que> no pudo ejecutarse por haber sido paralizados los juicios de desalojo, procede orden ar el lanzamiento, sin que sea atendible el pedido de calucldad de instancia, toda vez que esta figura jurídica no es aplicable en casos de ejecución de sen-' tencia. art. 8? de la ley 14.1S1" ("Policella. Miguel c/. Barrero Dolores". Fallo de la Sala IV de la Cám. Nac. de Apel. de Paz de la Cap. Fed.. junio 30 de 1960. t. 128. pág. 212. f . 340). "Procede hacer extensiva la orden de lanzamiento a todo ocupante de la finca a cuyo desalojo se ha hecho lugar. si*eí proceso se ha tramitado con la intervención del Defensor de ausentes debido a la incompiírencia del demcnd^do; en la célula de traslado de 'demanda que fue diligenciada por una persona que dijo vivir en la finca, se ha transcripto el art. 19 del decreto-lty 2186-57 y. al levantar el oficial de justicia el acta respectiva en oportunidad de efectivizar el desa- hucio, se hizo constar que una persona que dijo ser el inquilino del departamento. • manifestó que el demandado había fallecido; todo lo cual permite concluir que los procedimientos no ofrecen objeción, ni han sido impugnados por persona alguna en salvaguardia de sus presuntos derechos ("Chiossone. Juan G. c/ Lisandro J. Segura (h.)". Fallo Sala IV. Cám. Nac. de Apel. de Paz de ¡a Cap. Fed., nov. 18 de 1960. t. 129, pág. 108. fv 466). "La orden de lanzamiento debe comprender tanto a la parte demandada como a cuiíquier otro ocupante de la finca objeto del juicio de desalojo, sin perjuicio d« que los derechos que éstos pudieran hacer valer en la forma y oportunidad establecidas en la ley" ("D'Hers, Alejandra Lovatini de c/. Harris, Ángel Pab!o".,Fallo de la Sala IV, Cám. Nal. de Paz de la Cap. Fed., julio 12 de 1960, t. 128. pág. 33, Gac. de Paz). "Si existe en el juicio sentencia'que ha pasado en autoridad de cosa juzgada y 'la orden de lanzamiento decretada debía cumplirse con sujeción a los requisitos que establecía el srt. 4? del decreto-ley 10.077-56. corresponde hacer efectivo el mismo de inmediato de conformidad con los arts. 68 y 53 de la ley 14.821" ("Müller. José Julio y otro c/. Rumacho, Juon y subinquilino". Fallo de la Sala IV d? la Cám. Nac. de Paz de la Cap. Fed.. agosto 4 de 1960. Gac. de Paz, t. 128, pág. 215. f. 445). "Cuando en el juicio de desalojo hay sentencia firme que reconoce al inquilino derecho a in- adeudado a los efectos de la paralización del desalojo, comienza a correr desde que el inquilino es intimado para que haga efectiva la liquidación aprobada" (C. 59.247. "Pinl de Defferrari. Marcla c/. Moreno de Grero. María Lia", C. N. Paz. Sala III, Doctrina Judicial, 1-II-1959, pág. 769). "Si el lanzamiento por falta de pago fue ejecutado parcialmente, respecto al local de negocio, suspendiéndose la diligencia en cuanto a las dependencias ocupadas por el locatario, el pago posterior de los alquileres adeuda- dos sólo permite ordenar la paralización de la causa en cuanto a estas últimas, pero nq autoriza a revivir el contrato en las demás" (C. 38.141. "Fernández, Manuel c/. H. de Bopiano". 25-11-1959, C. N. Paz. Sala 3«, Doctrina Judicial, pág. 769.) "No está comprendido en la paralización dispuesta de los juicios de desalojo (leyes 14.438. 14.442 y 14.775), la ejecución del convenio de transacción por el cual el tenedor comodatario se obligó a dejar las habitaciones que ocupaba en permuta por oirán cuyo uso gratuito le proporcionaba el propietario de aquéllas" (C. 31.949. "Giangreno. Caricati Luis c/. OrlandS, Gerardo", 23-XH-1958, Cám! Nac. de Paz. Sala 2». Doctrina Judicial, pág. 771). "La paralización de los juicios de desalojo, dispuesta por las leyes 14 775, y sus antecedentes 14.438 y 14.442. rige cuando existe entre las partes una controversia sobre la relación locativa, pero no cuando, por vía ordinaria, se discute entre ellas la calidad de inquilino que se atribuye el ocupante que no es quien pactó Intclalmente la locación, debiendo seguir tales actuaciones hasta que se dilucide ese aspecto esencial del pleito" (C. 54.227. "Valiente. N. E. c/. César. J.", 9-IV-39, Cám Nac. en lo Civ. de la Cap. Fed.. Sala F. Doctrina Judicial. I-I1-59. pág. 771). "Ls circunstancia de encon- trarse firme y ejecutoriada (a sentencia que ordena el desalojo por uso abusivo de la ' cosa locada, no obsta a que se resuelva la aplicación de la ley 14.442" (C. 498, XIII "Cario, Enrique c/. Avellaneda. Genoveva F. de la", 22-V-59. Corte Suprema de Justicia de la Nación. Doctrina Judicial. I-I1-1959. pág. 771). "Las leyes de emergencia que paralizan temporariamente los juicios de desalo* jo íleyes 14.438. 14.442 y 14.775). han podido válidamente disponer la suspensión de los procedimientos que río hubieren llegado a la sentencia definitiva, pero no hacer extensiva la paralización a los procesos con sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, ya que ello resulta viola torio de la garantía consagrada por el art. Í7 de la Constitución Nacional' (C. 32.149. "Rosso. L. c/. Batía, I.", 19-11-59. Cám. Nac. de Paz de la Cap. Feo>. Sala 2», Doctrina Judicial I-II-59, pág. 771). "La tenencia provisoria de la cosa locada, acordada al locador en nzón de •u abandono por el locatario, no Implica la restitución automática del inmueble, pero corresponde en cada caso determinar si existen motivo» de riesgo que justifique mantener privados a los locatarios del uso y goce pacifico de la cosa, mientras se sustancia el juicio de desa- lojo" (E. 48.219. "Echezarreta. Mercedes c/. Novara, Julio C.". Sub. y ocup. s/desalojo. Juz. del Dr. Remuftan. Sala III. 22-X-1963. Doctrina Judicial. 9-11-63). "Si el actor consintió que el lanzamiento fuera ordenado mediante qutp interlocutorio, debe ser notificado por cédula al deman- dado" (41.417. "Filgueira de Vaíne. Maria E C.. Felferman, Nicolás y otro e/desalojo". Juzg. Dr. Arnuchástegul Keen, Sala III, 31-V-1963. Doctrina Judicial del 21-6-1963). "De acuerdo a los términos cié los arts. 133. Inc. 29, y 399, inc. 79, del Cód. de Proced. de la Prov. de Mendoza, conforme a la reforma' de la ley 2637 (ADLA, XX-B, 1411>. la providencia del juez que dispone no correr traslado del Incidente de nulidad de la resolución que ordenó el lanzamiento, no es apelable" (49 VM S. C. Mendoza. Sala I, nov. 22-1961. "Villaverde. Eduardo D. y otra c/. Segura de Acosta. Berta".' La L2«. 2V1-19S3). St el desalojo se funda en el vencimiento del contrato, conforme al art. 3o, Inc. 1), de la ley 15.775 (ADLA, XX-A-166). debe ¿tetara» la pertinente srtitencla de desalojo y ordenar el lanzamiento, el que pu°de evitarse acogiéndose el locatario al beneficio acordado por la. misma ley. es decir, aviniéndose a pagar el nuevo alquiler que se fije judicialmente o por acuerdo de partes, lo que es materia de un incidente posterior, por carecer el juez de los elementos necesarios para fii^r'o en el juicio donde sólo se discutió el desalojo'™ (49 230. Cira. CC.Santiago del Estero» msrzo 28 de 1962. "Gurria Astun, Jorge c/. Geray, Humberto- E.". La Ley, e-^-lOOlí. "El demnización, el lanzamiento no puede pfec'u"rse si antes no se fila el monto y se cumple esa obligación" (C. 31.909. "Deza, Benigno c/. Mottlni. Alejandro F.". 20-X-59. C. N. Paz. Sala 1». Doctrina Judicial. I-II. 1959. pág 769). "Siendo ajustado el monto de la suma consignada a la Indemnización correspondiente según el estatuto vigente a la fecha en que se efectuó el depósito, dibe hacerse lugar al lanzamiento sin perjuicio de reajustar su importe conforme a la nueva legislación" £C. 33.253. "Díaz de juicio de desalojo en el caso de contratos no prorrogados, queda terminado con el allanamiento del locatario al Accinelll. Leonor y otros c/ Troya, Clotilde M. de y otro". 18-IX-59, c. N. Paz, Salí IV, Doctri naJudicial, I-II, 1959, pág. 769). "El-término para el pago de lo Sala I. 3-IX-1962. Doctrina Judicial, octubre 3 de 1962). "El recurso de • emparo no puede ser empleado para enervar los efectos de una sentencia confirmada por la pago del nuevo alquiler; en consecuencia. la circunstancia dé que un3 vez fijado el monto y practicada In liquidación, el inquilino no h^ga efectivo el pago, sólo faculta al locador a reclamar su importe y la restitución del inmurb'.e por la vil correspondiente, p^ro no 'o autoriza a pedir directamente el lanzamiento". (Exp. 41.133 "Zeiger, Pedro y otro c/Alongl, Oreste s. Desalojo". C. N. de Paz, alaada y que fue dictada en una causa judicial de la que el recurrente tuvo pleno conocimiento, habiendo tenido oportunidad de1* presentarse, de defender sus derechos y utilizar los recursos pertinentes" (49.005, ST. Misiones, Sala Penal, agosto 8-1961. Gómez Salvador. La Ley, i I de octubre de 1962). "Si bien la acción policial de despojo se ha dado también contra actos emanados de autoridades judiciales, ello ocurre sólo por excepción, y siempre que las acciones que las determinaran no hubieran pasado en autoridad de cosa juzgada, o se ultrapasaren ¡os límites subjetivos de ese instituto" (N? «234. Superior Tribunal de Santa Fe, Sala 1? en lo Civ. y Com-, "Broi, Isidro I. v. Miac, Francisco", 11-1-1963, J. A,, nff 1448). "La orden de lanzamiento sólo puede hacerse efectiva sobre aquellas dependencias que motivaron la acción de desalojo y cuyo desahucio fue ordenado por sentencia -y no a otras ajenas al objeto de la litisi" (Exp. 41.000. "El Bis, Amado Alberto Adela, Juan, Angela y' otro e/. Feming S. R. L.", Ju?.g. Dr, Bargalló Cirio, Sala IV, 8-XI-G2, Doctrina Judicial del 12-12-19G2), '4S1 el juício de desalojo fue fundado en voluntad de 1 propietario de ocupar su vivienda, y no en una causal consistente en un hecho personal del inquilino, el cambio en la persona íísica de éste no impide cumplir la sentencia contra el sucesor legal de la locación —en el caso su hijo—, aun cuando en juicio de consignación y? le hubiera reconocido el derecho de continuar la locacidn" (C. N. Paz. Sala X. abril 28-961.. "Koriman de Genender, Fanny c/. A. de Aurtennechea, Ana", y. A., 961V-109). "El lanzamiento ordenado en el juicio de desalo•jo por falta de pago seguido contra el locatario, debe cumplirse también contra el ocupante, que aunque fue denunciado oportunamente, ni se demandó al locatario y/u ocupante, solamente se alegó 'como título a la locación la cesión de la misma prohibida expresamente en el contrato" (C. N. Paz, Sala II, junio 8-960, "Parise, Francisco c/. Bargas, Ofelio J. y otro". G. P., 127-159). 'Xa sentencia de desalojo dictada contra el demandado debe hacerse efectiva contra todos" los ocupantes de la unidad que no hayan comparecido en tiempo y en forma a los autos invocando un derecho autónomo a la tenencia de aquélla; sin que sea menester pedirlo ni expresarlo; ya que la sentencia se entiende dictada contra todos los ocupantes que no sean exceptuados mediante un pronunciamiento expreso, porque sólo así se cumple la orden de poner a disposición del actor el inmueble objeto de juicio" (C. N. Paz, Sala II, abril 24-961. "Schlesinger, Walter y otros c/. lipnisky, Berjamín". J. A., 981-IV-592; G. P-, 131-96). "La promoción de un interdicto de retener no puede Impedir el cumplimiento de una sentencia de desalojo regularmente dictada" (C2-CC. La Plata, Sala U, noviembre 29-960. "Martínez de Zampa, Elena y otros c/. Beamonte, Agustín". La Ley, 102-270). "Un juez de paz Vio puede dejar sin efecto un lanzamiento ordenado en un desalojo por otro juez del mismo fuero, porque se trata de un acto de imperio de un órgano jurisdiccional, emanado del ejercicio que de este poder le acuerda la Constitución Nacional, y no es Jurídicamente posible que otro órgano jurisdiccional de igual jerarquía entre & juzgar acerca de la legalidad o Ilegalidad de las medidas dictadas por su igual" (Doctrina de 1* Instancia. C. N. Paz, Sala IV, setiembre 27-961. Vuck. de Pascariello, Milena. 3. A.t 961-VI-157). "La orden de lanzamiento involucra a toda persona que no se haya presentado en la forma y oportunidad que la ley establece, sin perjuicio de los derechos que la misma pueda hacer valer contra el locatario. Si así no fuere, las sentencias serían de imposible cumplimiento, porque bastaría introducir a un tercero en el ámbito .locado, tantas veces como fuera menester, para que el locador no tuviera la detentación qu* judicialmente s* manda entregar" (C. N, Paz, Sala lv, abril 7-961. "Lenibo, Vicenta y otra c/. Salibattafic > otros". La Ley, 102-63). "No conteniendo la ley disposiciones expresas que fijen el plazo en que debe practicarse el desahucio en los casos de desalojo por la causal de cesión ilegítima, debe estarse en la norma general que fija en diez días" CC. N. Paz, Sala IV, octubre 10-961, "Coria, Pablo M. c/. Van Knoblauchr Bernardo y otro". J, A., 961-VI-83). "El acuerdo celebrado en presencia del oficial de justicia por el cual el locador otorga un plazo para el lanzamiento al inquüüio, no modifica la causa del desahucio por falta de pago, pues el plazo, aceptado por su beneficiario fue de gracia e intervirtió su titulo, convirtiéndolo de inquilino en comodatario" (C. N. Paz, Sala III, abril 19960. "Ingratta, Elias A. c/. Várela, Rubén M. E.". "La Lev, 101-477). "La orden de lanzamiento, librada en cumpli- miento de la sentencia de desalojo contra subinquillnos y ocupantes, constituye un acto de imperio emanado del ejercicio de poder acordado por la Constitución al órgano jurisdiccional que la expide, por lo que no procede contra la misma el recurso de amparo deducido por el subinquilino ya que no existe fundamento ilícito que haga ilegítimo el ecto, ni restricción a los derechos esen- ciales de la persona. El acto de imperio de un órgano jurisdiccional no es susceptible de ser juzgado en su legalidad por otro órgano jurisdiccional de igual jerarquía" (Parcariello, Milena Vuk de. Gac. de Paz. t. I, 11-1962; t. 134, pág. 7. Fallo de la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones de Paz de la Capital Federal). "En el juicio de desalojo no procede la regulación de honorarios por ejecución de sentencia, cuando la actuación profesional se limita al pedido de la orden judicial de lanzamiento, pues esta actuación es con arreglo al art. 589 del Cód. de procedimientos, parte inherente al juicio mismo. De acuerdo a la ley 15.775, puede ser viable la regulación de honorarios por ejecución de sentencia, conforme al art. 23 del Arancel cuando exige, aun después de dictada la sentencia, el cumplimiento de determinados trámites, que no se limitan al pedido de lanzamiento y que obligan a nuevos trabajos profesionales que es procedente remunerar" ("Oliveira, César R L. c/. Guzmán Gutiérrez, Manuel M.", t. I, 11-1962; t. 134, pág. 29. Gaceta de Paz). "Acordada la tenencia provisoria de la finca al locador, debe hacerse lugar a la restitución que pide el demandado si surge de autoa que en el local existen bienes de considerable valor y por otra parte la locafcaria se opone a la entrega del mismo, depositando cierta suma en cqíicepto de alquileres" (Exp. 39.951. "Santaflamini, Pascual c/. Chigrazzi, Vda. de Rincón, María A. s/des.". 13-2-62. Sr. uez Dr. José Remuñan. Sala IV). "Es improcedente la solicitud del actor de que se le acuerde la tenencia provisoria del local motivo del litigio, si la demanda de desalojo se fundó en la causal de transferencia prohibida; aun cuando el abandono de la finca se introdujo como objeto de la discusión, pero cuando el expediente abierto a pnieba no admitía. trocamiento de los términos de la relación procesal" (Exp. 43.727. "Huerta de Lomas, Carmen c/. Devoto, Juan Carlos y otros, a/des.", 28-1-61. Sr. Juez Dr. Julio J. R. Brandan Aráoz. Sala III. Goc. de Paz, t. I, 11-1962; t. 135, pág. 179). "Lanzamiento. Personas comprendidas. La sentencia de desalojo dictada contra el demandado involucra a toda persona que no se haya presentado en la forma y oportunidad que la ley establece, sin perjuicio de los derechos que los mismos puedan hacer valer contra el locatario" (Exp. 40.168. "Borado de Magdaleno, Malta c/. Guarantee Service SRL., s/des.", 26-2-62. Sr. Juez Dr. Miguel O. Llanos, Sala IV. t. I-II, 1962; t. 135, pág. 179. Goc. de Paz), "Corresponde dejar sin efecto la tenencia provisional acordada al locador (arts. 23 y 24, ley 13.775). (Ver Gaceta de Paz, t, 129, pág. 116). Cuando comparece a juicio el inquilino, pues vierten a desaparecer los extremos de procedencia de la medida (conf. Sala IV. Expt. 39.024. del 2-9-61) aun cuando el locatario expresamente manifieste que no habita la finca locada. (Exp. 40.117. "Baumann. Jaime T. c/. Argenü. Alfredo, s/des.", 22-3-62. Sr. Juez Dr. Juan A. Casaubón, Sala IV. t. I-II, 1962; t. 135, pág. 193. Gaceta de Paz). "El locador puede recuperar la tenencia de 1(3 finca locada en caso de abandono de la misma por el locatario, reclamándola bajo su riesgo y responsabilidad en juicio contradictorio, a cuyo efecto corres- ponde librar mandamiento para verificar el estado de abandono denunciado y la ausencia de tercero opositor" (Doc. Jud., 11-6-57, Sala 25). "Los seis meses de desocupación que fija la ley para que proceda el desalojo por vivienda innecesaria para el Inquilino deben computarse desde la fecha en que es abandonada la linca locada hasta el día en que se traba la litis, siendo indiferente que no se hubiere cumplido dicho término al momento de interponerse la demanda" (C. 29.246. "Peral-, ta, Anastasio v. Alonso, Cándido", 22-11-57. Juz. Llansó, Sec. Moreno, Sala 2», Doc. Jud., n? 112, 4-12-57). "Debe rechazarse la ejecución por alquileres promovida contra quien dejó de ser locatario por haber hecho abandono de la cosa locada, si esa situación ha quedado establecida por sentencia firme por la que efectuó el depósito judicial de los alquileres adeudados, ya que esta decisión extingue respecto al primero todas las obligaciones emergentes del contrato asi como las del fiador que garantizaba el pago" (C. 32.730. "González de Casas, M. E. y otro v/. Ferrari, Margaritino", 30-12-57. Juzg. Borre,. Sec. Zlmmermann, Sala 4?. Doc, Jud., n? 117, 9-2-58). "Cuando no se alega discontinuidad del inmueble .arrendado, sino que el inquilino lo ha desocupado totalmente habitán- dolo en la forma permanente «h tercero, no se da el supuesto del art. 24 de la ley 13.531, y el hecho hace o puede hacer presumir que existe transferencia de uso, siendo procedente o no el desalojo, según las demás circunstancias que se invoquen y conforme a las prescripciones del art, 32 de la citada ley que contempla específicamente esa situación** (C 29.040. "Achinca, Etelinda v. Moreno, Antonio y otro", 12-2-58. Juz.., Zuloaga, Sec. Ferro, Cámara Nacional de Paz, Sala 2». Doc. Jud., n? 183, 15-2-58). "El derecho de incautación que acqrdaba el art. 49 de la ley 13.581 al Poder Ejecutivo, con respecto a los Inmuebles deshabitados, no autoriza a los particulares a ocuparlos directamente" (43.343. S. C. Bs. As., abril 25 de 1958. "Bengochca, Antonio P. c/. Castro, Mariano F. y otros". La Lev, 24 de abril de 1959). "El art. 4?, ley 13.581. no autoriza, a los particulares a ocupar las viviendas que se hallen deshabitadas aunque las mismos se encuentren sin cerraduras ni los propietarios hubieran hecho la denuncia que prescribe el art. 3?, ley cit." (mismo fallo citado). "El abandono del hogar no puede ser equiparado al abandono de la locación a los efectos del régimen de prórroga legal; en consecuencia procede hacer lugar a la medida de no innovar pedida en el juicio por separación de bienes respecto al inmueble que constituía la sede del hogar conyugal tendiente a evitar que se alteren las obligaciones emergentes de un contrato de locación suscrito durante e! matrimonio aunque sólo viva en él la esposa" (I. 58.281. M. de s/c. S. 6-VI-59. Juzg. Dr. Etcheverry, Secr. Riecherl. C. N. Civil. Sala D. Doctrina Judicial. Julio 13 de 1959, ni 1436. Cámara de Paz de la Capital, Sala 4t). "El art. 1564. C. C. no autoriza a los jueces a entregar la tenencia del Inmueble dado en locación en caso de abandono sin oír al '-reatarlo en juicio contradictorio; ese precepto sólo da derecho al tocador para tomar cuenta del estado de la cosa requiriendo judicialmente las diligencias necesarias a tal fin" ("Rembichowsky, Jacobo y otro v. Kirzner, Mario". Jtiriip. Arg., n? 228, 15-10-59). ''Si mediante un interdicto de retener, la parte actora pretende obtener la paralización del cumplimiento del mandamiento de desalojo librado en un juicio en el que, según su propia confesión, ha tenido activa participación, llegando incluso a la segunda instancia, la via intentada es improcedente, ya que el actor no puede alegar que no ha sido citado a ese juicio o que no se le haya dado oportunidad de defenderse (C. N. Civ.. Sala E, octubre 13-960. "Gallardo, Francisco c/. Vázquez de Pínula, Carmen M.". La Leu, 103-791. 705B-S). BIBLIOGRAFÍA. — La citada en el texto. MANDANTE. * I. Concepto. De acuerdo a la definición del artículo 1869 del Código civil, es mandante la parte que en el contrato de mandato, otorga el poder a la otra, llamada mandatario, para que la represente y ejecute en su nombre y su cuenta en uno o 'varios actos jurídicos. Quiere decir, por consiguiente, que, de acuerdo con nuestra legislación, hay siempre representación del mandante í1) y ejecución de uno o varios actos jurídicos. En la misma orientación de nuestro Código se encuentran: el Código italiano en su artículo 1703 y el Código mejicano en su artículo 1546. II. Capacidad. Es necesario distinguir si se trata de actos de administración o de disposición. Si se trata de lo primero, se requiere que el mandante tenga capacidad para administrar sus bienes; si es para disponer, que tenga capacidad para disponer de ellos (artículos 1894 y 1895 del Cód. civil). Así las cosas, podría parecer que existe entre los actos de disposición y los de administración una separación bien tajante. Sin embargo, no es así. Se ha sostenido que los actos de disposición pueden quedar comprendidos en los de administración, cuando ellos sean una consecuencia necesaria e indispensable para el desempeño de esta última: así, se admite que el mandatario puede vender las cosechas; efectuar pagos relativos a la administración, etcétera ( 2 ). Pero, si los actos dispositivos no son consecuencia de los de administración, no podrán realizarse como sería, por ejemplo, vender él campo que produce las cosechas. III. Obligaciones del mandante. A) No tratamos los derechos del mandante, por cuanto los mismos no son otra cosa que las obligaciones del mandatario, para lo que nos remitimos, en este aspecto, a la voz respectiva. Las obligaciones, salvo la retribución del servicio, no nacen del contrato mismo de "mandato, sino que son el resultado de los actos jurídicos celebrados por el mandatario (»). B) Son obligaciones a cargo del mandante las siguientes: 1) Anticipo o reembolso de los gastos; 2) liberación de las obligaciones; 3) indemnización de las pérdidas, y 4) retribución de los servicios. 1) Obligación de anticipar o reembolsar los gastos: a) A lo primero se refiere el artículo 1948 del Código civil: "El mandante .debe anticipar al mandatario, si éste lo pidiere, las cantidades necesarias para la ejecución del mandato." La obligación nace cuando el mandatario lo solicita, constituyendo en mora a su mandante. Pero, también puede pactarse que los gastos sean anticipados por el mandatario. No obstante la falta de estipulación en este sentido, si se trata de un caso urgente y de una cantidad módica, 'el mandatario está obligado a hacer el anticipo, so pena de incurrir en grave culpa (*). Esta obligación del mandante procede aunque el negocio no le haya resultado favorable. Igualmente, aunque los gastos parezcan excesivos; pero, si en lugar de parecerlo son tales en realidad —cuestión que queda librada al prudente arbitrio judicial— el mandante queda liberado de esta obligación ( 5 ). b) Hay otras situaciones en que el mandante se exonera de responder a esta obligación de reintegrar los gastos. Ello ocurre en las situaciones previstas en el artículo 1957 del Código civil, es decir: 1) Cuando fueren hechos contra la ex(2) Machado, J. A., .t. V, pág. 173; Acuña Anzonera en Salvat, Fuentes de las obligaciones, III, pág. 148, nota 64 b). * Por el Dr. CARLOS A. A. MENISES. (3) Salvat. Fuentes de las oblioocione», t. ni. n1! 1867. (4) Segovia. Cód. Civ. Arg., t. I, pág. 527; Acuña An«orena en Salvat, Puentes de las obligaciones, t. III, pág. 180, nota 95 d). (1) Borda, Q. A., Contrato», t. II, n7 1624. (5) Salvat, Fuentes de las obliffacionei. t. III, > n? 1870. presa prohibición del mandante, a no ser que quiera aprovecharse de las ventajas que de ellos le resulten; 2) Cuando íueren ocasionados por culpa del propio mandatario; 3) Cuando el mandatario los hizo, aunque le fuesen ordenados, sabiendo a ciencia cierta que conducían a un mal resultado, situación que el mandante ignoraba, y 4). Cuando se hubiere convenido que los gastos fuesen de cuenta del mandatario, o que éste no pudiese exigir sino una cantidad determinada. c) Dijimos más arriba .que podía suceder que el mandatario hubiera anticipado los gastos. En este caso se le deben los intereses por las sumas que hubiere gastado, los que corren desde el día en que se hizo el gasto o anticipo (art. 1950 del Cód. civil). No se requiere para ello interpelación —hay al respecto unanimidad doctrinaria— y constituye una derogación de la regla general, según la cuál los intereses no corren sino desde la constitución en mora del deudor ( 8 ). d) La obligación del mandante de reintegrar los gastos, se origina desde el mismo momento en que se han producido, sin necesidad de esperar el cumplimiento del contrato ni la presentación de sus cuentas (art. 1955 del Cód. civil), salvo que el mandatario sea deudor, en cuyo caso se opera la extinción de las obligaciones por vía de la compensación ( 7 ). e) Puede ocurrir que el mandatario tuviere en su poder fondos pertenecientes a su mandante; en ese caso, puede ejercitarse sobre ellos el derecho de retención, conforme se explica más adelante y de conformidad con el artículo 1956 del Código civil. 2) Obligación de indemnizar las pérdidas: Es otra obligación que tiene a su cargo el mandante. Por virtud de ella, se encuentra obligado a indemnizar al mandatario de las pérdidas que hubiere sufrido, procedentes de las gestiones que realizó, siempre que no haya falta que le sea imputable (art. 1953 del Cód. civil). Se considera pérdida: aquella que el mandatario no habría sufrido si no hubiera aceptado el mandato (art. 1954 del Cód. civil). Las pérdidas comprenden incluso el caso de fuerza mayor y se aplican tanto al mandato gratuito como al oneroso. Ello es lógico, porque si bien se trata de un hecho extraordinario —el caso fortuito— no habría ocurrid» el daño si el 8mandante no hubiera aceptado el mandato ( ). El derecho del mandatario de exigir la Indemnización de las pérdidas se extiende a sus herederos. (6) Salvat. Fuente» de las oMioucionett, t. m, n< IMfl. (7) Salvat, fuente» de las obligación», t. III. ni 1(73. (S) Acuña Anzorena, trabajo public. en rev. IM Ley, «..13. P&«. 325. Ahora bien, puede ocurrir que el mandatario sufra daños por asumir riesgos innecesarios. En ese caso, solamente responde el mandante cuando hay dudas sobre si los riesgos son o no necesarios ( 9 ). 3) Obligación de liberar al mandatario de sus obligaciones: Esta responsabilidad del mandante la encontramos en los casos de tratarse de un mandato oculto, es decir cuando el mandatario ha actuado frente a terceros en nombre propio. En ese caso, el mandante está obligado a liberarlo de las obligaciones que hubiere contraído con terceros (art. 1951 del Cód. civil). 4) Obligación de retribuir el servicio: a) El mandato es, en principio, gratuito; esta presunción sólo cede ante pacto en contrario o si consiste en trabajos propios de la profesión o modo de vivir del mandatario (art. 1871 del Cód. civil). b) Cuando el mandato es oneroso, se da esta otra obligación. La retribución puede consistir en,: 1) Lo que surja de los aranceles profesionales: si se estima por debajo de lo que corresponde regular según el arancel, debe regularse teniendo en cuenta esa estimación por baja que sea (>°). 2) En defecto de arancel, pueden plantearse, a su vez, dos nuevas situaciones: a) Que la retribución sé haya fijado en el contrato p por medio de un acto separado; la misma puede consistir en una cuota del dinero o de los bienes que el mandatario, en virtud de la ejecución del mandato, hubiese obtenido o administrado. b) Que no se hubieran convenido los honorarios; en tal caso lo fijan los jueces según las costumbres del lugar, haciendo aplicación del artículo 1627 del Código civil. Volviendo a lo ya expuesto, en el caso de que se hubieran pactado honorarios, podría resultar que los mismos sean excesivos. En ese caso, según Guillermo Borda, podrian ser reducidos por los jueces, los que harían aplicación del artículo 953 del Código civil, entendiéndose que los honorarios excesivos son tales cuando hay un exceso notorio y repugnante a la equidad, pero no cuando la diferencia sea más o menos importante, pero no abusiva C 1 ). En cambio, Salvat sostiene una opinión diferente. Expresa el gran maestro que no hay disposición legal que permita inferir esa facultad de los jueces y que ademas se debe tener en cuenta la autonomía de la voluiitad, pero que .se podría llegar a anular el convenio en el caso extremo de aparecer evidente que el mandatario ha procedido (B) Borda, Contratos, t. II. pee. 444. (10) Borda, Comíalos, t. II, ni 1724. (11) Borda, Contratos, t. II, n» 173$. con dolo, sorprendiendo la buena fe de su cliente o valiéndose de su falta de conocimientos para hacérselo aceptar o suscribir ("). En la jurisprudencia, la facultad de reducir los honorarios ha sido reconocida en el fallo dictado por la Cámara Nacional en lo Civil de la Capital Federal, sala A, el 13 de septiembre de 1960, en la causa: "Estudio Técnico para Obras Públicas Generales c/Sáenz y Mateo S.R.L.", publicado en La, Ley (tomo 101, pág. 209), en el que se invoca el artículo 953 del Código civil, la moral y las buenas costumbres, como razones para arribar a la solución a que se llega en la referida sentencia. Y bien, la obligación de retribuir al mandatario, en el mandato oneroso, se debe, cualquiera sea el resultado favorable o desfavorable de la gestión, 3salvo que se hubiere pactado lo contrario O ). Quede entendido bien claro, eso sí, que en el caso de que el mandatario no hubiere cumplido la gestión, carece del derecho a la retribución, aunque fuere por fuerza mayor (Jurisp. Argentina, t. 36, pág. 1533). La obligación de retribuir al mandatario surge una vez cuhiplído el mandato, sin esperar que el tercero con el cual contrató cumpla con la prestación debida al mandante, salvo el caso de que se hubiere pactado lo contrario: c) En caso de resolución o revocación del contrato, se debe la retribución correspondiente al servicio hecho y realizado, pudiendo el mandatario reclamar el todo, si así se hubiera estipulado para el supuesto de una eventual resolución o revocación. Pero si ha habido retribución por adelantado, el mandante no puede exigir que se le devuelva lo dado, salvo que hubiera culpa de parte del mandatario, en cuyo caso hay derecho a la devolución por los servicios que no llegaron a prestarse C 4 ). La razón legal es muy simple: en el caso de haberse anticipado la retribución se considera que, en principio, si alguien violó el contrato fue el mandante, y de ahí que el mandatario nada deba restituir, a menos que el representado pueda' demostrar que la revocación tiene una causa justificada, en cuyo caso puede exigir al mandatario la restitución de la parte de la retribución que excediera al servicio hecho y que le hubiese sido adelantada O n ) . IV. Derecho de retención del mandatario. Ya en el capítulo anterior, al hablar de la obligación que tiene el mandante de (12) Salvat. Fuentes de las obligaciones, t. TU, n 1885. (13) Borda. Contratos, t. II. n? 17"6 (14) Bordi. Contratos, t. II, n» 1729; Machado, J. A., t. V. pág 285. (15) Acuña Anzorena. nota en Silvat, Fuente» de lo* obturaciones, t. ni, pág. 117, nota 102 d). anticipar o reembolsar los gastos del mandatario, hemos expresado que éste goza del derecho de retención sobre cualesquiera bienes o valores del mandante que se hallen a su disposición. Ese derecho lo ejerce hasta ser pagado de todas las sumas que le adeuda el mandante con motivo del contrato í 16 ). El derecho d'e retención puede ejercerse sobre todas las cosas, o valores, o documentos de propiedad del mandante, que el mandatario las tenga en su poder "con motivo del ejercicio del mandato". Si la cosa es indivisible y su valor excede a lo adeudado al mandatario, puede ejercitarse lo mismo el derecho de retención ( l 7 ). Ahora bien, el derecho de retención no se extiende a las cosas del mandante que el mandatario las1 8 tenga en su poder por un título distinto ( ); por ejemplo, un depósito, un mutuo, otro mandato distinto, etcétera. V. Contratos del mandante y mandatario con terceros sobre un mismo objeto. Puede llegar a suceder que una persona dé poder a otra para, por ejemplo, vender su propiedad; luego, el mandante encuentra un interesado y le vende la cosa sin intervención del mandatario; éste, por su parte, también vende la misma propiedad a un tercero. ¿Cuál contrato prevalece? Prevalece el que lleva fecha anterior, para lo cual será preciso tener en cuenta cuando hay fecha cierta, siempre que no haya habido, 'por parte del comprador, la ejecución de actos posesorios, en cuyo caso prevalecerá quién haya tenido primero la posesión (arts. 594 y 2412 del Cód. civil). El mandante será responsable ante el tercero por los daños y perjuicios derivados de su actitud.' Pero si sucediera que el mandatario obró culposamente, es decir sabiendo el contrato celebrado por su mandante, este último tendrá acción contra su representante, sin perjuicio del derecho del tercero de' accionar, a su elección, contra el mandante o contra el mandatario. VI. Pluralidad de mandantes. Dispone el artículo 1945 del Código civil: "Si dos o más personas han nombrado un mandatario para un negocio común, le quedarán obligados solidariamente para todos los efectos del contrato". Es decir, que en caso de pluralidad de mandantes para uno o varios asuntos comunes, se consagra la responsabilidad solidaria de los mandantes, según las reglas que se darán más adelante. (16) Borda, Contratos, t. TI, n» 1730; Acuna Anzorena, El Derecho de retención en el Cód. civil argentino, n: 100, pág. Í45: Vásquez: Derecho de retención, nos. 76 y 77; Lafaille. Tratado de las obligaciones, vol. I, n? 812, pág. 733, nota 91: en contra Salvat, Fuentes de las obligaciones, t. III. n9 1897. (17) Borda, Contritos, t. u, n? 1730. (18) Borda. Contratos, t. II, no 1731: Acuña Anzorena en S;>'"it. Fuente» de las obligaciones, t. III, pág. 193, nota 109. En cambio, los mandatarios no son responsables solidariamente, sino que hay mancomunidad (art. 1920 del Cód. civil), salvo convención en contrario. La responsabilidad solidaria se da siempre que se den estos requisitos: 1) Que el negocio sea común a todos los mandantes, porque si el mismo instrumento contiene la designación de diversos mandatarios para que gestione cada uno de ellos un negocio separado, no hay solidaridadí19). 2) Que el mandato haya sido dado en el mismo acto o por actos vinculados ( 20 ). Eso si, debe quedar claro que la solidaridad de los mandantes es sólo respecto de los mandatarios, pero no se extiende respecto de los terceros con quienes contratan los representantes (art. 1941 del Código civil), a menos que se trate de actos ilícitos, porque en este caso hay responsabilidad solidaria de los mandantes frente a terceros («i). Tratándose de arbitros arbitradores, la solidaridad de los mandantes también existe; aquéllos tienen acción contra cada una de las partes para el pago de "todos" sus honorarios (22). El caso antes referido de los arbitros y arbitradores no se extiende al caso de peritos. Tenemos que empezar señalando que no son mandatarios sino locadores de servicios: ellos prestan un servicio a cambio de sus honorarios, luego no hay solidaridad. En consecuencia, en principio, deben dirigirse contra la parte que los propuso, salvo que se trate de un perito único designado a pedido de ambas partes o que se haya dictado sentencia con condenación de costas. En el caso de tratarse de un perito único, hay acción contra ambas, porque las dos han dado nacimiento al contrato. Y si se trata de una sentencia con condenación de costas, el perito tiene acción contra cualquiera de las partes, ya sea contra la que ¿o propuso por la locación de servicios emergentes de la propuesta, ya sea contra la otra por la condenación en costas. JURISPRUDENCIA. * — Si en un solo acto varias personas otorgan mandato a un mismo mandatario a efectos de que promueva la acción de repetición de los impuestos pagados por cada uno de los mandantes, relativos a sus respectivas propiedades, no existe un negocio común, ya que se trata de pagos y de inmuebles diferentes. Contrariamente debe reputarse negocio común de todos los mandantes el. mandato que, para trahütar una sucesión to confieren varios herederos. Cém. Civ. 29 Cap., 28-6-937, L. L.. t. 7, pág. 140.. La jurisprudencia ha decidido, de acuerdo con esta norma, que las partes responden solidariamente por los honorarios debidos a los arbitros. Cám. Civ. 1» Cap., 31-8-937, L. L., t 7. pac. 997. La re- di) Salvat. Fuentes de los obligaciones, t. m, n» 1889; Borda. Contratos, t. II n» 1883. (20) Salvat, Fuentes de las obligaciones, t. IH, ni 1889. (SI) Borda, Contratos, t. n, ni 1682. (22) Salvat, Fuentes de las obligaciones, t. m, n* 1893; Salas, C6S. cto. onot., art. 1945. nota 3.. • NOTA m u Roucciów. — Lat referencias jurisprudenciales han sido señaladas por la Redacción presentación ejercida por el mandatario obliga al mandante. Cám. Civ. 1» Cap., 6-6-918, J . A., t. 1, pág. 841. E] poder otorgado para representar en juicio obliga al poderdante para con el letrado cuyos servicios ha requerido el apoderado y con los cuales se ha beneficiado. Cám. Civ. 1» Cap., 29-10-924, ,fj. A., t. 14, pág. 471. Los actos del mandatario que verosímilmente entran dentro de los J í - mites de su gestión obligan a su mandante, aunque especialmente no estuviera autorizado para efectuarlos. Cám. Com. Cap., 19-2-925, J. A., t. 15, pág. 144. Las perstmas jurídicas que obran por medio de sus mandatarios no responden de los actos que éstos ejecutan fuera do los limites de su mandato. Sup. Corte Nac. 17-9-928, 1, A., t. 28, pág. 279. La responsabilidad por los actos realizados en ejercicio de un mandato corresponde en principio al mandante; pero en caso de actos ilícitos cometidos por el mandatario, ajenos a la naturaleza del mandato, es admisible la responsabilidad personal del mandatario. Cám. Civ. 1» Cap.. 3-12-941. J. A., 1942-1-422. El comprador de un inmueble que autorizó al escribano por él propuesto para la escrituración a que del saldo del precio depositado extrajese los fondos necesarios par el pago de gastos y deudas que resultaren de los certificados respectivos, rs responsable del destino dado a esos fondos por el escribana, sin perjuicio de sus derechos contra éste. Ello porque ninguna relación jurídica existe entre el vendedor y el escribano designado por el comprador, que es un mandatario de éste. En este caso el escribano no rindió cuenta documentada de los fondos extraído* y renunció a la regencia de su registro, obligando » designar otro escribano. Cám. Civ. 2í Cap., 21-8-942, J. A., 1942-IV-9. £1 efecto inmediato y constante de toda representación es el de hacer recaer en el patrimonio del representado todas las consecuencias activas y pasivas del negocio concluido por el representante. Cám. Nac. Apels. Com. Cap., 10-10-952, J. A.. 1953-1-15. Si el mandatario en colusión con un tercero a quien contrató, realizó el acto con propósito de perjudicar, al mandante, éste no queda obligado, contrariamente a lo que sucede, «i el tercero contrató de buena fe. Sup. Corte Tucumán, 27-11-953. L. L., t. 72. pág. 304. El mandante está obligado a anticipar al mandatario las cantidades necesarias pan el cumplimiento del mandato, y, si no lo liace, debe reembolsarle las sumas anticipadas. Fallos cit. en nota. J. A., t. 20, pág. 890. Confesada la existencia de la representación, el mandante está obligado a reembolsar al mandatario las sumas que éste hubiera anticipado con sus intereses a estilo de los que cobra el Banco de la Nación. Sup. Corte Nac., 5-8-927, J. A., t. 25, pág. 801. La persona autorizada para la venta de una propiedad tiene derecho a cobrar los gastos efectuados aunque la operación no se realice. Cám. Com. Cap., 23-3-938, 1. A., t. SU, pág. 380. El mandante no está necesariamente obligado a reembolsar al mandatario el importe que éste hubiera pagado por servicios prestados por un tercero; si su precio fuese excesivo, sólo debe los gastos necesarios en cuantía razonable. Cám. Civ. 1« Cap., 14-3-834, J.A., L. L-., t. 45,'' pág. 468. El mandante no puede Impugnar los 'actos celebrados por el mandatario en la esfera de las facultades enunciadas en el poder, .aunque el mandatario las haya ejercitado irregularmente. Cám. Civ. 2e Cap., J. A., 1944-IV-198. Confesada la existencia de la representación, el mandante está obligado a reembolsar al mandatario las sumas que éste hubiera anticipado con sus intereses a estilo de los que cobra el Banco de la Nación. Sup. Corte Nac., 1. A., t. 25, pág. 801. Aun cuando no esté' determinada la cuantía de la retribución del mandatario, éste puede ejercer el derecho de retención a que este articulo se refiere. Caín. Civ. 1» Cap., 10-3-937, li. L., t. 6, pág. 22. Las personas jurídicas que obran por medio de sus mandatarios no responden de los actos que. estos mandatarios ejecutan fuera de- loe limite» de su mandato. Sup. Corte Nac., J. A., t. XXVni, pág. 279. El mandante no debe ninguna remuneración al mandatario, cuando por -culpa de éste el mandato es revocado. Cám. Nac. Civ., 8-6-951, J. A'., 1952-1-41. La renuncia al derecho de cobrar los honorarios por la ejecución del mandato, formulada por el sustituto del mandatario, no beneficia! a éste sinocal mandante. Cám. Civ. 1« Cap., J.A.. t. 75, pág. 716. BnuKGRiuiA. — 1. Borda, Guillermo, Trotado de Derecho civil argentino, "Contratos", t. II. — 2. Salvat, Raymundo Sí., Trotado de Derecho civil argentino, "Fuentes de las obligaciones", ed. actualizada por Arturo Acuda Anzorena, t. III. —3. Machado, 3.0., Exposición u comentarios del Cód. civil argentino. —4. Lafaille, Héctor, Curso de contratos, Bs. As., 1927-28. — 5. Segovia, Llsandro El Código civil argentino, su explicación v critica bajo la forma de notas.— 6. Salas, Acdeel E., Código dolí anotado. — 7. Busso, Eduardo B , Código civil anotado. — 8. Lafaille, Héctor, Tratado de Itu obligaciones. — 9. Llerena, Derecho civil. Concordancia* V comentario* del Coa. civil argentino, 2* ed., Bs, As. — 10. Baudry Lacantinerie y Wahl, D» Mandat. —11. Messineo, Trotado, tomo VI. — 1 2 . Puig Brutau, Fundamentos del Derecho civil, t. 2, vol. 2. — 13. Hupka, Josef. La representación uoluntarla en los ncpocios jurídicos, Madrid, 1930. — 14. Enne- cerus-Lehmann. Derecho de las obligaciones. — 15. Arias, J., Contratos civiles, Bs. As., 1939. — 16. •Revistas La Le]/ y Jurisprudencia Argentina. MANDATARIO. * I. Consideraciones generales. Desde lejanos tiempos se advirtió la necesidad o conveniencia de que una persona pudiera valerse de otra para la gestión de sus negocios; y la técnica jurídica, con la finalidad de que los actos o los eíectos de los mismos se imputaran, recayeran o se realicen en el ámbito de los derechos de la personas que por valerse de tales medios no fue el gestor directo y personal de ellos, ha reglamentado tales situaciones ( > ) . Ya en el Derecho romano aparece una figura, la del mandatario, que era la persona física sui iurls que en virtud de un contrato con un amigo podía inmiscuirse en los negocios de éste y realizar actos o contratos con terceros que, aun cuando debía hacerlo como si actuara en su propio nombre, llevaban la virtualidad de que, ulteriormente y en definitiva, los efectos de tales actos recaerían sobre el comitente, esto es, sobre la persona para quien los hubiera realizado. El mandatario, como institución jurídica, sufre una evolución que va pareja con la concepción que en el Derecho doctrinal se tuvo y se tiene del contrato de mandato, supuesto indispensable para que una persona2 adquiera el carácter de mandatario* ). Los juristas se preocuparon siempre de desentrañar la esencia del contrato de mandato al cual, como advertimos, está íntimamente ligada la figura del "mandatario". Las definiciones que del mandato dan los Códigos resultan insuficientes a veces para resolver el problema, dado que algunas pecan de imprecisas y otras de erróneas, porque responden a estadios ya superados. Los conceptos de los diccionarios, por otra * Por el Dr. CÉSAR AUGUSTO ABELENDA. (1) Confrontar: Josserand, Luis F., Derecho civil /ranees, t. II, V.II-n9 1395. "Los procedimientos actualmente empleados con esa finalidad —alude a la de hacer que los efectos de los actos recaigan en el patrimonio de la persona que no fue gestor directo y personal del mismo— se reducen a cuatro grandes categorías jurídicas: IV) El Mandato representativo, 29) El Mandato sin representación, 39) La Gestión de Negocios, y 49) La esti- pulación por otro". En el Derecho romano los recursos técnicos fueron varios —ver infra— punto. (Origen del instituto a) Derecho romano). (2) Así, en la regulación técnica de la figura, la representación que en un principio no se admitía en el Derecho romano, llegó a considerarse elemento Indispensable esencial en las funciones del mandatario en una época, para volverse luego a -la idea del mandatario sin funciones representativas. Igual evolución sufrió la concepción sobre la naturaleza de los actos que se incluían en las facultades del mandatario. parte, no aclaran mucho las cuestiones que pueden suscitarse en torno a las funciones del mandatario. El Diccionario de la Lengua Española nos dice: Mandatario, del latín "mandatarius": persona que por virtud del contrato consensual llamado mandato acepta del mandante el representarle o la gestión o desempeño de uno o más negocios ( 3 ). Por su parte, el Diccionario Hispano Universal Jackson dice simplemente: Persona que acepta del mandante la gestión o desempeño de uno o más negocios ( < ) ; y el Larousse: Persona que ejecuta el mandato por parte del mandante (•"'). Resulta así un problema de difícil solución el de dar un concepto exacto y eom.pensivo de todas las situaciones en que una persona asume el carácter de mandatario, según los Códigos, vigentes en el Derecho comparado. En el Derecho doctrinal se ha complicado aún más la cuestión, quizás por- que se ha pretendido desentrañar los caracteres del contrato de mandato, que es, como dijimos, el supuesto normativo para que emerja, como consecuencia, la relación obligatoria que convierte a una persona en mandatario no a través de los efectos jurídicos del mismo o consecuencias señaladas en la ley de cada país respecto a las facultades del mandatario, sino a través de la actuación posterior de éste frente a terceros («). II. Origen y evolución del instituto. La figura del mandatario aparece en el pensamiento jurídico como exponente de la necesidad de dar solución al problema de la gestión de los negocios de personas que, por comodidad, imposibilidad o Impedimentos, no querían o no podían actuar, personalmente, en forma 7directa para el ejercicio de sus derechos ( ), y "alentada por «1 sentimiento de amistad y confianza" se arbitró el recurso de encomendar la gestión a un amigo, surgiendo así la institución, la (3) D. de la Lengua Española, 17t edic., Madrid-Real Academia Española. SI bien Be habla de las funciones representativas, parece admitir también que éstap pueden no existir. No aclara por otra parte la naturaleza de los actos que comprenden la gestión, (4) Suprime lo referente a la representación. (5) De esta definición podría inferirse que recién surge el mandatario cuando una persona ejecuta un mandato. Este diccionario también se refiere a la voz Mandatario como americanismo, "Gobernante", "El que manda". (6) Nosotros creemos que este no es el buen camino, pues resulta difícil si no imposible resolver el problema de si el mandatario tiene o no poderes representativos que divide a la doctjina, sin acudir a la relación jurídica que nace con el contrato de mandato, que será la base de su" concesión y que tiene distinta regulación en los Códigos vigentes. (7) Digesto. L.III, Líe t rocuratoríbus et De/ensoribu* (De los Procuradores y Defensores); Ulpiano, Ad Edictum, L.IX.1-2, Usus autem procuratoris perquan nece- sarius est, ut qui rebus sute ipsi superes»* t>el nolunt, uet nont possunf, per altos possunt vel agere, vel convenire. (Pero es muy necesario valerse de procurador, para los que no quieren o no pueden atender por si mismos sus negocios, pueden ejercitar sus acciones, o ser demandados por medio de otros.) que, después de una larga evolución en la que "tal sentimiento se volatiliza" ( s ), asume caracteres que varían según las distintas concepciones que se advierten en el Derecho doctrinal moderno y el legislado vigente, en cuanto a la idea de la representación, naturaleza de los actos que caen en el ámbito de la gestión encomendada y al interés en juego. A) Derecho romano. En el Derecho romano se había arraigado la idea de que una persona, en principio, sólo podía adquirir derechos y contraer obligaciones por sí misma actuando directamente y personalmente; no se admitía la idea de la representación. Pero era posible, sin embargo, que el jefe de familia se valiera de personas bajo su potestad para la gestión de sus negocios que se reputaban válidos, no en razón de que se tratara de un taandatario o representante convencional, sino porque de acuerdo a un recurso técnicojurídico el jefe de familia era considerado como formando una sola personalidad jurídica con tales personas bajo potestad ( 9 ). Era posible también en Roma, en las contrataciones a distancia entre personas sui inris ausentes, valerse de esclavos (siervos) para dar a conocer su voluntad contractual. Pero con esto tampoco aparece la figura del mandatario como institución jurídica regulada vinculada al mandato, ni se desvirtuaba el principio de que nadie podía estipular por otro (10), porque el esclavo, que en tales situaciones actuaba como nuntius (mensajero), sin ser considerada persona autorizada a estipular o realizar el contrato para su amo, sólo emitía la declaración no de su voluntad, sino la de su señor. De allí que se lo consideraba meramente el medio material, el instrumento empleado por éste para exteriorizar su voluntad á distancia (ii). Tampoco se ve la figura del man{») Con. Pulg Pena, P. T. D. C. Español, t. IV. cap. XV. (9) Instituía de Justlnlano. L.m, t. XIX. De inutillbtu Mtipulalionibus (De las estipulaciones Inútiles), párrafo 4: "Si alguno estipulare para otro que no sea aquél a euyo derecho está sometido, ejecuta • un acto nulo". ... "Si hubieres estipulado para aquél que está sujeto a tu potestad, adquieres para ti, porque tu palabra como si fuera la de tu hijo, &al como la palabra del hijo se entiende como tuya en las" cosas que para ti pueden adquirirse". Gal, III-91-102-104-107; L. 14 C. de cont. estipL (10) Conf.: Petit, E.: Tratado elemental de Derecho romano, pág. 480. Gayo. Instituía 136, "Relativo a los contratos solo consensus", pueden formarse entre ausentes y las partes dan entonces a conocer su voluntad por carta o mensajero. Gaius Instítutae. Soc. de Ed. Les Belles Lettres, París, 1990, pág. 118. Digesto, libro III, titulo m. De Procuratoribti». 1-1, etc. DefensoHbus. 1-1, VI- plano, L.1X Ad Edictum. Algunos, según escribe Pómpenlo en -su libro vigésimo cuarto, slcuti ne is quidem, qui rem pre/erendam, vel esptátolan vel nultium ^referendum na ceplt no curator appellatun. (Asi como a la verdad, al que se encargó llevar una cosa, carta o un mensaje tampoco se llama propiamente procurador (mandatario). (11) Instituto de Justinlano, L.m, t. XXIII. "De-la obligación por el consentimiento", Under ínter ablentes quoque taita negotia contrahimtur, veluti per epistolan aut per nutuHum, (Por lo qué tales negocios se' realizan también entre ausente*, por ejemplo, por carta o por datarlo en las situaciones en que el esclavo era autorizado por el dueño para contratar con terceros ('-') ni cuando era puesto al frente de un comercio como institor para realizar todos los actos relacionados con el giro comercial, o al frente de un navio como magister navis en el comercio marítimo, en los supuestos que el señor hiciera las funciones de armador. Aunque los pretores en sus edictos regularon tales supuestos, y por razones obvias de equidad acordaron acciones que se denominaban quod iussu (de lo que se hizo por orden) ( 1S ), no debe confundirse con la institución del mandatario, que surgió cuando, alentadas por sentimientos de amistad y confianza, las personas sui inris encomendaban mediante un contrato la gestión de sus negocios a otros amigos también sui inris que no estaban bajo su potestad, y fue objeto de regulación normativa. Bajo éste signo aparece el contrato de mandato y con él la figura del mandatario. La construcción técnica de la figura se hizo definitivamente en Roma, indudablemente sobre las bases de esas instituciones pretorianas que determinaban las acciones quod iussun (13). En Roma, el mandatario o procurador (procurator) era la persona sui iurís que por virtud de un contrato de "mandato" quedaba facultada para gestionar los negocios del mandante, realizando actos jurídicos o de otra naturaleza, que si bien debía actuar a propio nombre (suo nomine), sin ejercer funciones representativas ( u ), lo era en interés ajeno, y en conmensajero.) Tanto la carta como el mensajero resultaban el medio material para expresar la voluntad contractual de las partes, fro se trataba de estipulaciones de esclavos que tenían, únicamente por la persona dé su amo o señor, la facultad de estipular y adquirir para su dueño, que se contempla en las instituciones de Justintsno, L.III, t. XVII (XVIII). De estipulatione servorum. (12) Digesto, L.XV, t. JTV, triplano. Conf. Petit, E., obr. citada, ni 486, pág. 616. (13) Conf. Salvat, R., T. D. Ciutl, "Fentes de las oNlgaciones", t. II. (14) La idea de la representación tardó mucho en «4mltirse. Petit. obr. cit., ni 394, pág. 523, afirma: "A pesar de este progreso, alude al de las acciones útiles en el mandato, el Derecho romano no llegó nunca a admitir en los contratos el derecho de representación. La persona del mandatario no está fuera de causa; siempre el él en quien se realizan los efectos del acto cumplido, y sólo por excepción y mediante acciones útiles son comunicadas al mandante". "Sin embargo, como el propio Petit observa, no ha quedado completamente extraña al Derecho romano en esta materia, la Idea de la representaclón, y se puede citar al menos una aplicación cierta". Así dice Paulo. L.in, Digesto. L.XLV. t. I. De Verborum Oblioationibus. (De las obligaciones verbales.) Tercera parte, 126. párrafo í , ..."Pero al un hombre libre diese en nuestro nombre dinero, o suyo, o nuestro, para que se nos pagasen, se adquirirla para nosotros la obligación del dinero prestado". ...Prescindiendo de la representación en virtud de contratoa. La idea de la representación aparece en la gestión de loi representantes legales de incapaces. Huvelln. P., Coun de Droit romain, t. II. pág, 148, cft. Josserand, Luí», nM dice por su parte: "Después de una larga evolución y aunque tardó bastante tiempo, se concluyó por admitir la idea de la representación en el mandatario. Ya n estaba a un paso de la idea de la representación magli- secuencia engendraba la obligación de rendir cuentas de la gestión y realizar a posteríori, por otro acto, la transferencia de lo adquirido por tales actos (15). III. Caracteres de la figura del mandatario en Roma. I?) Originariamente mandatario sólo podía ser el amigo, persona sui Inris en quien el mandante, también sui iuris, capaz, depositaba su confianza, encomendándole la. gestión de sus negocios, y podía, en consecuencia, inmiscuirse en su patrimonio y realizar actos jurídicos o de otra naturaleza ( l6 ). 21?) El mandatario, en principio, no ejercía función representativa, según vimosO 7 ). El mandatario debía realizar las contrataciones o actos materiales a nombre propio. Las relaciones entre el mandante y el mandatario quedaban extrañas al tercero que sólo había contratado con este último, y que de este modo era quien adquiría derechos y contraía obligaciones para sí. Pero como en realidad obraba para el mandante en virtud de la obligación emergente del contrato de mandato, por un acto posterior debía transmitirle los derechos y bía cumplir las obligaciones a su cargo surgidas del contrato de mandato respecto al mandatario, indemnizándolo en su caso (18) y procurándole la liberación de las obligaciones que hubiese contraído dicho mandatario frente a terceros, cumpliéndolas o haciéndose18 cargo de ellas mediante una novación ( ), y era además responsable de toda falta para con el mandatario, porque el contrato con terceros se hizo en su interés (-"); se ideó un procedimiento que vino a corregir los defectos de ese complicado sistema. La reforma se hizo en base a las instituciones pretorianas, que determinaban las acciones quod iussus, y sobre el modelo de ellas se acordaron acciones que se denominaban útiles (utilitatis causa) al mandante contra el tercero, y a éste contra aquél, aun cuando el mandatario no hubiese realizado el acto de transferencia, porque, se decía, "la equidad exige que esta cesión se tuviera por realizada" (21). 3<?) El mandatario del Derecho romano quedaba facultado para realizar negocios jurídicos o actos de otra naturaleza (.-"). 49) El mandatario, en una primer época, sólo ejercía sus funciones gratuitamente O-'8), tralmente apunta Borda, Guillermo A.. Contratos, n« 1825, pág. 398, t. II, "Cuando los pretores idearon el expediente de las acciones útiles" (ver infro, nota 21). De estas acciones útiles se ocupa el Dicesto de Justlniano. L.19, t*. I, "De las acciones de compra y venta". 12 (14), párrafo 25, al citar a Ulpiano Ad Edictun, L.XXXII. Confrontar Petit, obra citada, n? 394, nota 3. Sobre evolución que las partes estipularan de antemano una retribución, "pero ella actuaba más bien como una donación honoraria (honorarium salarium), porque a pesar de ello pervivió el principio manáatium nisi gratuUum nullum est ( 24 ). acciones, y el mandante, por su parte, de- pero a fines de la época clásica se admitió histórica véase Mainz, Carlos, Droit fomaln, I II, pág. 305. Arangio Ruiz, Instituciones del Derecho romano, pág. 106 y siga. • y 391 y sigs., y Roca Sastre y Pulg Brutau. I.a representación voluntaria en el negocio jurídico en Estudio de Derecho pritmdo, de Roca Sastre, t. I. pág. 113, bibliografía indicada por el doctor Borda, Guillermo A., en nota 2409, Contratos, Ed. Perrot, B. A. (15) Esa obligación de rendir cuentas y realizar el acto de transferencia después de realizada la gestión, no existe en la procuratio in rem suam —institución vinculada a la cesión de créditos que aparece en Roma bajo el procedimiento formulario— consistía en lo siguiente: "Un acreedor cede sus créditos a otra persona, pero en lugar de hacerse una novación1 por cambio de acreedor que requería el consentimiento del deudor, según el sistema de las acciones de la ley que resultaba un pro- cedimiento imperfecta, porque el crédito no era cedido sino extinguido y reemplazado por otro, que si bien tenía el mismo objeto, no conservaba ni la naturaleza ni las cualidades de la primitiva obligación, se arbitró dar al cesionario un mandato en virtud del cual éste podía ejercer, a título de cognitor o procurator, la acción que contra él deudor pertenecía al deudor cedente, pero sin la obligación, luego de la gestión, de realizar un acto de transferencia del producto del crédito obtenido con la procuración. Era pues un mandato conferido en propio interés del mandatario, de alli el nombre de procuración en cosa propia (Procuratio ín rem suan). Gayo, III, párrafo 39, Inst. Sirte vero nouatíones, non poteri tuo nomine apere; sed debes ex personae mea quasi cagnttor au procurator meus experíri. Luego, se advirtió que este procedimiento también era imperfecto y el pretor lo perfeccionó. Como en .la intentio de la fórmula debía afirmar el demandante que el derecho1 le pertenecía, y como aquí ante la ley pertenecía al cedente y no a él, se ideó otra fórmula: "La intención se concedía en nombre del cedente y la conde-natío en nombre y provecho del procurador". Conf. Petit. ob. cit., pág. 628, n? 491. (18) No hubo uniformidad en la opinión de los Jurisconsultos romanos en cuanto si es procurador (mandatario) el que fue nombrado para una sola cosa. Ulpiano entendía que lo era. En" cambio, Modestino entendía lo contrario. Ver Digesto, L.III, t. III, De procuratoribm.et Defensoribus. 1-1. Ulpiano, X..IX, Ad Bdictum. (17) Ver nuestra nota n» 14. 5?) El mandatario podía ser, interesado en la gestión; pero si sólo se le hubiese otorgado en su exclusivo interés, el mandato adquiriría el carácter de un mero con(18) Digesto, I>.17. Mandar! vel contra. (De la accló» de mandato, directa o contraria), t. 1-17; Gaius, L.IX, Ad Edictum Prouinciale. (19) D.L. LVII. Mandati vel contra, tomo I, 45. Paulo, comentarios a Plaueio. L. V., párrafos II a V. Conf. Petit, E., ob. cit.. pág. 521. (20) Conf. Petit, ob. cit., pág. 521. (21) Diaesío, libro XIX. t. I, De Actoribu* emt. tt venditis (De las acciones de compra y venta), 13, (14). Uipianus, L.XXXIII. Ad Edictum (Ulpiano. comentario al Edicto), párrafo 25. ,Si un procurador hubiese vendido, y dado caución al comprador, se pregunta si deberá darse acción a BU principal, o contra su principal; y opina Paplniano en el L.III de sus respuestas, que puede ejercerse contra el principal la acción útil de compra, a ejemplo de la acción institoria, si mandó que se vendiera la cosa; luego, también por el contrario, se ha de decir, que compete ai principal la acción útil da compra. Conf. también Petit, ob. cit., n? 393; Borda, G. A., ob. cit., n» 1625. (22) Conf. Borda, Guillermo A., n? 1624, punto b) pág. 395. ob. cit. (23) Dipesto, L.XVII, t. I. Mandati vel contra. 1. Paulo. 4. "Es nulo el mandato si no es gratuito, porque trae su origen de la oficiocídad y de la amistad; luego la retribución es contraria a !a oficiocidsd, porque, interviniendo dinero, la cosa tira más bien a la locación y a la conducción". * (24) Conf. 'Puig Peña, Federico, Tratado de Derecho civil español, tomo IX. volumen II, pág. 324. Apunta Petit. ob. cit., "La remuneración que tomaba el nombre de honor y sólo era posible en ciertas procuraciones que por su naturaleza no podían ser objeto de arrendamlente, era reclamada por la acción del mandato, si no por une cópnitio extraordinaria. sejo que no tenía nada de obligatorio, y el que lo daba sólo respondía por su propio dolo (2»). B) Evolución posterior. La figura del mandatario sufre en el Derecho, tanto doctrinal como legislado, un proceso evolutivo donde se advierte que algunos caracteres se mantienen y otros desaparecen, o bien que se adicionan nuevos. Así, por ejemplo, el criterio romano de que el mandatario no tenía funciones representativas fue cediendo paulatinamente, y la idea de la representación como característica de las funciones del mandatario tuvo recepción en las antiguas legislaciones de España y de Alemania, se la admitía en el antiguo Derecho francés y resulta también de la definición que del contrato de mandato dan el Código de Napoleón en el artículo 1984 y el civil argentino en el artículo 1869 (2«). El Código civil alemán prescinde de la representador! como elemento esencial del contrato de mandato y admite que pueda ser considerado mandatario la persona que toma a su cargo un negocio de otro, aun sin ella (2T). El Código civil español también parece abandonar —se insiste en una parte de la doctrina— la idea de que la representación debe estar presente en las funciones del mandatario, ya que en el artículo 1709 no la exige como elemento esencial característico del contrato de mandado. En el Derecho doctrinal de la época de la (25) El principio imperante en Roma era que el mandante debía tener Interés en la ejecución de la gestión encomendada al mandatario. Digesto, L..XVII, Mandatum. Ulpiano, L.8, p.fl. El mandato podía darse: a) En interés del mandante solamente, b) Del mandante y un tercero, c) Del mandante y mandatario —en estos supuestos el contrato de mandato era obligatorio e Inmediatamente •productor de obligaciones—. Podía también darse mandato: A) En interés sólo de un tercero, B) De un tercero y del mandatario. En estos casos el contrato de mandato sólo producía efectos obligatorios después que hubiera comienzo de ejecución. Si fie trataba de un mandato dado en interés exclusivo del mandatario no-era obligatorio. (Conf. Petit. ob. cit.. nos. 380 y 390). ' (28) Apunta Josserand, Luis, que no siendo el precepto del art. 1984 del Cód. civil francés de orden público dependería de las partes el descartarlos —alude a las funciones representativas—, pero entonces "ya no habría mandatario ordinario que se rigiera por las reglas propias del mandato, sino una figura especial, que si bie'Á pertenecería a la gran familia del mandato, quedará sometida a un estatuto particular. Tratado de Derecho civil francés, t. U, volumen II, pág. 354. Ver también n° 1432. Respecto a la figura del mandatario en el Derecho argentino nos ocupamos luego más detenidamente al comentar el art. 1929 —que contempla el supuesto de , que el mandatario actúe /rente o terceros sin ejercer— funciones representativas y contrate en su propio nombre. (27) El articulo 862 de B. G. B. preceptúa: "Por la aceptación del mandato, el mandatario se obliga a gestionar gratuitamente para el mandante un negocio que éste le ha confiado". Salvat, Raymundo M., Derecho ciutt, "Fuentes de las obligaciones", t. II, pág. 189, dice aludiendo a la idea de la, representación: "El Código civil alemán la ha abandonado para volver a los principios consagrados en el Derecho romano de la época clásica: el mandato existe cuando una persona toma a su cargo un negocio de otro, haya o no representación, ya se trate de un acto jurídico o de actos de otra* naturaleza: lo único esencial es que el mandatario obre gratuitamente", sin embargo apunta sobre la excepción del artículo 675. codificación, la idea dominante era que el mandatario tenía funciones representativas. Se consideraba que en el contrato de mandato -'-supuesto normativo para que una persona asuma la calidad de mandatario—, la representación era un elemento esencial constitutivo del mismo. Entre los tratadistas españoles, Valverde y Felipe Sánchez Román, entre otros, siguen ese criterio tradicional. Pero a esa corriente doctrinal, que encuentra en el elemento facultad de representar el rasgo esencial carac-iterístico del mandatario, se contrapone otra que, iniciándose con Laband, encuentra la adhesión de Brinz y Oeterman, 'en Alemania; de Traviesas, Cateaux, Bonnet y otros, en España, y en/nuestro Derecho patrio, la de algunos de los más prestigiosos juristas, como Bibiloni, Spota Alberto G,, Acuña Anzorena, etcétera, que conceptúan necesaria la separación ideológica entre representación y mandato, y consecuentemente entre representante y mandatario ( 2S ). .Josserand, en Francia, hace también el distingo entre el mandato representativo, llamado también ordinario, y el mandato sin representación; de lo que resultaría que el mandatario, en su concepto, no siempre tiene funciones representativas; pero aclara, sin embargo, que es imposible ver en el mandato sin representación un verdadero mandato, porque —dice—, "despojado de su característica natural, no es ya más que la sombra del mismo; está reducido al estado de mandato incompleto, de mandato imperfecto: un mandatario sin poder de representación no habla ni obra ya en nombre de su comitente, hace un asunto propio, salvo el28rendir cuentas después al mandante" ( ). Por nuestra parte pensamos, y sólo con relación a nuestro Derecho civil, que aun cuando del artículo 1869 del Código civil, que define el mandato ( 30 ), resulta que el (28) Citamos solamente a algunos juristas sin que ello signifique el olvido de otros que como Ihering sustenta el mismo criterio de Laband. Así apunta Spota, Alberto G., que fue Ihering "el primero que se consagró a la reconstitución de ese concepto —alude a la abstracción de la representación y del poder representativo de la relación causal— y afirma que "la coexistencia del mandato con la representación es algo puramente casual, habiendo mandatarios que no son representantes, y al contrario, representantes que no tienen poder alguno". T. de Derecho civil, t. IV, 8, pág. 911. (29) Josserand, L., Tratado de Derecho civil /ranees, pág. 352 y sigs. En cuanto al mandatario sin representación, el prestanombre en el número 1432, dice: "Se concibe la existencia de un mandato sin el poder de representación correspondiente; el mandatario se presentará al público, no en calidad* de tal, sino personalmente; tratará no abenonómtne, sino propio nomine. Entonces el mandato será un asunto de orden interno, na rebasará el circulo de las partes. Además, y la observación es esencial, ni aun entre las partes producirá sus efectos ordinarios; los actos realizados por el mandatario no constituirán al mandante en acreedor, deudor o propietario, se hará necesaria entre ellos una traslación de derechos y obligaciones". (30) El art. 1869 del C. civil argentino preceptúa: "El mandato, como contrato, tiene lugar cuando una' parte elemento representación debe ser conside- brar, con los actos posteriores que pueda rado esencial, característico, constitutivo de ese contrato, y en consecuencia que el mandatario, por virtud de tal acuerdo, tiene o debe tener el carácter de representante del mandante, el codificador argentino ha contemplado, sin embargo, la posibilidad de realizar ese mandatario representante convencional frente a terceros; y pensando también que es perfectamente posible que un representante, sea legal o convencional, al actuar frente a terceros, a pesar de su condición de tal, oculte su calidad de re- ceros, no asuma funciones representativas regula este supuesto en el artículo 1929 ( ). Es de toda evidencia que del contrato de mandato tipificado en nuestro Código ci- que un mandatario, al actuar frente a tery contrate en su propio nombre, ocultando su calidad de mandatario. Ello no quiere decir que admitamos que la idea de la representación esté desvinculada del contrato de mandato o que sea posible que el mandatario carezca de facultades de representar, pues pensamos que el mandatario que adquiere tal carácter con el perfeccionamiento del contrato de mandato siempre es, al menos en potencia, representante del mandante (31). Creemos que en nuestro Código civil no se contemplan supuestos de mandatarios presentante y contrate a su propio nombre, 34 vil (art. 1869) surge la calidad de mandatario para una de las partes que contrae la obligación de ejecutar el mandato, esto es, realizar en nombre y representación del mandante uno o varios actos jurídicos, y la del mandante, que por su parte tiene el deber jurídico de soportar en su patrimonio los efectos de los actos cumplidos por el mandatario. El codificador argentino, sin pretender crear una categoría especial de mandata- sin facultad de representar al mandante, rios sin poder de representar, ha contempues si eventualmente, por convenio, al- plado,35 como dijimos, la posibilidad de que guien faculta a otra persona para que ges- éste( ), al contratar con terceros, oculte tione sus negocios sin otorgarle el poder de representarla, no se configuraría el contrato de mandato y, conseciientemente, no surgiría la calidad dé mandatario en el 32 encargado y obligado a tal realización ( ). Entendemos que la circunstancia de que el artículo 1929 preceptúe que "el mandatario puede en el ejercicio de su cargo con- tratar en su propio nombre o en el del mandante" y que "si contrata en su propio nombre no obliga al mandante respecto de terceros" lejos de contradecir nuestro aserto, lo confirma. A nuestro entender, Vélez consideró expresiones sinónimas las de mandatario y representante convencional, porque lo que surgía de la doctrina francesa que Inspiró al codificador, y en especial de las enseñanzas de Aubry et Rau, es que el "rasgo característico y distintivo del mandato es la función representativa del mandatario y nada más" (33). Pero advirtiendo que no debe confundirse el contrato de mandato, del que emerge la relación obligatoria que convierte al man- datario en representante convencional, obligado por tal vínculo a representar al mandante en los actos jurídicos que debe cele- da a otra el poder, que ésta acepta, pora representarla, «1 efecto de ejecutar en su nombre, y de su cuenta un acto jurídico, o una serie de actos de esta naturaleza", (31) Borda, Guillermo A., ob. cit., pág. 394, t. 2». punto 1024, dice: "El mandato es casi siempre representativo, y aun en los casos en que no lo es, la gestión que realiza el mandatario debe ser de una índole tal que pueda ser objeto de representación. Ix> Que pane de relieve que la Idea de la representación está siempre presente en ti mandato, sea ostensible u oculto". Confrontar Pulg Brutau. Fundamentos de Derecho civil, t. U, vol, 1, páff. «66 y sigs. (32) Podrá en tal supuesto existir otra figura. (33) Nota 8e Vélez Sarsffeld al art. 1871 del Cód. civil argentino. Con/. Spota, Alberto G.. ob. cit., pág. MI. el mandato que lo inviste del poder de representar, y lo haga en su propio nombre. En tal supuesto, que es el del artículo 1929, a nuestro entender no se alude a un mandatario sin poder de representar, sino a un mandatario que no actuó como tal. Ante terceros, ostensiblemente, actuó su propia personalidad jurídica y no la del mandante ( 36 ); de allí que el mismo artículo 1929 preceptúe: "Si contrata en su propio nom- bre, no 37obliga al mandante respecto a terceros" ( ). Pero como el mandatario estaba (34) Una cosa es el contrato de mandato por el cual el mandatario adquiere la calidad de representante convencional y otra los actos que el mandante realice frente a terceros. La calidad de representante no desaparecerá porque al actuar no haga ostensible su calidad de tal. No debe confundirse con la actuación del comisionista que no e» el mandatario del Código civil. (35) El precepto dice "en el ejercicio de su cargo", pero en realidad si contrata ocultando el mandato, no hay un ejercicio, al menos de la facultad de representar que adquirió con el contrato que lo invistió de la calidad de mandatario. (36) Al. derecho le interesa más el acto ostensible y sólo por razones de equidad se tendrá en cuenta el mandato oculto, pero a condición de que se revele y se haga sensible. Se aplican los principios que rigen la simulación. Conf. Borda, Contratos. (37) Siendo de aplicación las reglas del mandato a las representaciones, art. 1870. La contratación a nombre propio es también posible en el representante legal, y no se diga que en este supuesto es un representante sin poder de representar, por ejemplo, el representante de una corporación que al realizar tratativas para la compra de útiles de escritorio decide comprar para si. El problema que se plantea en los supuestos del art. 1929 del Cód. civil es más bien de imputación de los actos realizados por el mandatario, y no el de si es o no representante convencional. De los actos cumplidos por el mandatario frente a terceros surgen relaciones jurídicas, derechos y deberes que deben imputarse a una persona, y el precepto y otros concordantes teniendo en cuenta no las facultades que posee el mandatario en las cualet indudablemente está la de representar al mandante (art. 1869 y nota art. 1871), sino el modo de actuar (a nombre propio o en el del mandante) resuelve el problema imputando en t-1 primer caso directamente al mandatario y en el segundo at mandante; y sólo para el caso de qut vinculado jurídicamente al mandante por el contrato de mandato y tenía el deber jurídico de cumplir con las obligaciones emergentes del mismo, y que consisten precisamente en gestionar un negocio jurídico ejerciendo función representativa, la ley, para prevenir abusos, pre'vé el remedio ante la conducta del mandatario que oculta el mandato y actúa en su propio nombre, y así acuerda al mandante la posibilidad de exigir una subrogación judicial en los derechos y acciones que emergieren de tales actos, y como también el mandato tiene por su parte obligaciones y deberes jurídicos que cumplir, que en suma se traducen en soportar en su patrimonio los efectos o consecuencias normativas de los actos jurídicos realizados por el mandatario frente a terceros dentro del límite de sus facultades que emergen del contrato de mandato, la ley faculta también a esos terceros a ejercer "los derechos del mandatario a fin de que el mandante llene la obligación que de tales actos resulta y que, provisoriamente, mientras el mandato no se revele se Imputan jurídicamente al mandatario" (38). El problema que plantea el supuesto- del artículo 1929 no. es, pues, el de si es posible desvincular la función representativa de los poderes del mandatario, sino el de «i al contratar con terceros el mandatario actúa la personalidad del mandante o la suya propia. Si ocurre lo primero, la imputación del acto jurídico realizado será directamente al mandante; si, por el contrario, el mandatario oculta su calidad de tal y contrata en su propio nombre, el acto se le imputa a él, como así las consecuencias jurídicas normales; pero como la idea de la representación, según dijimos, nunca se halla desvinculada del mandato ni el mandatario perderá sus poderes de representante por el solo hecho de haber ocultado el mandato en el acto realizado, bastará que el mandato se revele, que se haga ostensible y se pruebe fehacientemente para que los terceros puedan, si bien ejerciendo una acción indirecta, hacer que los efectos del acto recaigan sobre el mandante, a quien pueden demandar el cumplimiento de las obligaciones que emergieron del contrato, que en virtud de la actitud del mandatario, en principio, y como titular apa- rente, resulta el imputado responsable directo. Con ello pretendemos demostrar que aun en estos supuestos, no propiamente de mandato oculto, sino más bien de actuación con ocultación de la calidad de su mandatario o representante convencional, contemplados en el artículo 1929 del Código civil argentino,3>)está presente la idea de la representación ( ), si bien por razones obvias no puede hacerse valer contra los terceros, que ignoraban la existencia del mandato ( 40 ). Queremos dejar bien aclarado que no negamos la distinción ideológica entre representación y mandato, y consecuentemente entre representante y mandatario, porque existen representantes que no son mandatarios ( 4 1 ), pero no aceptamos que en nuestro Código civil pueda concebirse el mandatario sin facultades de representar al mandante, porque, como decimos, la circunstancia de que al actuar oculte el mandato y con ello su calidad de representante convencional, no significa que le falte esa posibilidad de representar ( 4 2 ). Y así, para concluir con este punto, diremos que nos parece que debe hacerse el distingo entre la representación en sí, sea legal o convencional, y los actos de representación, y no pretender resolver el problema de si nuestro Código civil contempla supuestos de mandatarios sin poder de representar por la actuación de éste 'frente a terceros; el camino acertado, creemos, es otro: analizar el contrato de mandato y determinar si del vínculo jur.ídico emergente el mandatario tiene o no poder de representar ( 43 ). También con respecto a otros caracteres del mandatario hay disparidad de criterios en el Derecho doctrinal y legislado, ya que, a pesar del empeño de los juristas por descubrir el rasgo característico, el elemento diferencial con otros institutos, no se llegó a resultados universalmente aceptados: así como algunos centran su atención en el elemento "facultad representativa", otros creen encontrar en la retribución, "en la subordinación", "en el interés en juego" o "en la naturaleza de los actos incluidos en la gestión" el -módulo' diferencial con otras figuras afines, como el locador de obras, el locador de servicios, el comisionista, etcétera («). (39) Ello quizás porque el mandatario mientras no x el mandato y con íl el poder de representar del man- datario se revele, prevé la solución autorizando las acciones indirectas que regula. (38) Es que .el mandatario, representante convencional extinga al vínculo jurídico emergente de] contrato de mandato es representante convencional del mandante. (40) Borda, Guillermo A.,, ob. cit., tomo II, ni 1824, pág. 394. (41) Representaciones legales, por -ejemplo. •un al actuar ocultando su calidad de representante, en el acto realizado asume el carácter de representante tnOtresto; Spot». Alberto G . asi lo califica aunque ob- .mentó característico del mandatario, lo que no quiere serva que no es. en el íondo, una representación, ya decir que se confundan representación y mandato. que ew neeocio jurídico sólo hace surgir derechos y obligaciones en su cabeza sin perjuicio de la relación catiro) en cuya virtud ha procedido (ob. cit., Di 1992. (43) Ya/dijimos que en nuestro Derecho la respuesta es afirmativa. (42) El poder de representar (hacer que los actos realizados se imputen al comitente) tes una cualidad o ele- (44) Así Pachioni en Italia, Morató y Viso en España, fincan la diferencia entre el mandatario y el locador o IV. El mandatario en el Código civil argentino. A) Caracteres. La figura del mandatario, vinculada al contrato de mandato, presenta en el Derecho civil argentino las siguientes caracteric ticas: 1<>) Es un representante convencional que adquiere tal carácter por virtud del contrato de mandato ( 45 ). 29) El mandatario que adquiere su calidad de representante convencional con el perfeccionamiento del contrato de mandato definido en el artículo 1869 queda facultada para realizar actos jurídicos ( 48 ). y>) Ejerce o puede ejercer sus funciones gratuita u onerosamente. Así resulta del arrendador de obras,, en el elemento retribución, entendiendo que el mandatario, para ser tal, debe ejercitar la función gratuitamente. Traviesas en el Derecho español, doctrinal moderno, sigue también este criterio, aunque eentra su atención "más que nada, en el animus o intención Ínsita en la retribución misma". Coní. Puig Pena, Federico T., Derecho ctttil, ob. cit., tomo II, vol II, pág. 324. Este criterio que ya en el Derecho romano de fines de la época clásica se abandona al admitirse, como vimos, una retribución pactada que actuaba como donación honoraria, prireció rechazarse definitivamente en vina época, pero «1 Código civil alemán en el art. 662 vuelve nuevamente al principio Mrtndatum nisi gratuitum nullum est, al exigir que el mandato sea gratuito. Una fuerte corriente doctrinaria advirtiendo que si bien tanto el mandatario como el locador de servicios deben cuidar de realizar el servicio o- la gestión por encargo de otro, el locador está en una situación de subordi-naejón que no se advierte en el -mandatario, pues éste tiene "un amplio margen de libertad para orientar el negocio en el modo y manera que entienda más conveniente", lo que no ocurre con el locador. Este criterio, empero, fue también desechado por otra parte de la doctrina que entendía que la subordinación y dependencia no es pe- culiar de ía locación de servicios, figura del Derecho civil, sino más bien rasgo característico o tipificante del contrato de trabajo, figura del nuevo Derecho laboral. Conf. Puig Peña, F., ob. cit., tomos II y Vil, pág. 325, y autores citados. Ver también Ramírez Oronda, El contrato de trabajo. Otra tesis que parece imponerse en el Derecho doctrinal, atiende "a! objeto" del contrato, o a ía naturaleza de los actos incluidos en la gestión encomendada para establecer la diferencia y parfilar la figura del manda- tario. Pero dentro de esta corriente se advierten dos criterios: a) El de algunos juristas franceses como Marcel Planiol, y españoles como Clemente de Diego y D. de Buen, que entienden que si el objeto consiste en la celebración de actos jurídicos se está en presencia de un mandatario, y si se trata de hechos materiaiei, en presencia de un locador; b) El de a^grmos tratadistas españoles como Pérez González y Alguer, anotadores de Ennecerus, quienes entienden que en la frase del texto legal "por cuenta o encargo" que emplea el Coligo civil español, se descubre la verdadera esencia del mandato. V mandatario, que denota un punto de referencia integrado por el sustantivo "negocios", y asi entienden habrá mandato cuando el mandatario realice por cuenta o encargo de oirá persona determinados negocios de la misma, entendiendo por negocio no el negocio jurídico propiamente dicho, sino negocio en general siíscrpíibles de llevar aparejare uncí función de representación, aunque pueda realizarse obrando o no en nombre del comitente. Esta tesis es aplaudida por Gastan y acogida por Federico Puig Paña. Conf. este último: Trotado de Derecho civil español, ob. cit.. tomo II. V.II. oág. 328. (45) Todo cuanto dijimos precedentemente al dar nuestra opinión sobre las funciones representativas del mandatario cabe aplicar aquí. Ver supra, punto II-B. (46) Esa facultad de realizar actos jurídicos, definidos en el art. 944, junto a la facultad de representar al mandante, constituye el módulo tipificante del mandatario en nuestro Derecho civil. El Código suizo, el alemán, el pprufíno y el venezolano sólo hablan de negocios, pero en doctrina (ver Laurenz, Obligaciones, tomo üj entienden que no es indispensable que el mandatario quede facultado para realizar sólo negocios jur dicos; -la gestión encomendada, dicen, puede referirse a actos de otra naturaleza, aunque no sean negocios jurídicos. Ver «ipra. Coní. Borda, Guillermo A., ob. cit., pág. SUS. artículo 1871 del Código civil argentino; pero la gratuidaa se presume a falta de pacto expreso, salvo los casos en que el propio Código presume la onerosidad y faculta, en consecuencia, al mandatario a reclamar la remuneración por la gestión realizada en 4 7cumplimiento del contrato de mandato ( ). 49) El mandatario puede recibir del mandante, por virtud del contrato de mandato, poder para gestionar negocios jurídicos en interés: a) Exclusivo del mandante. b) Común del mandante y mandatario. c) Del mandante y de tercero. Éstos son los supuestos contemplados por el artículo 1892 del Código civil, pero la jurisprudencia admite que el mandatario asume el carácter de tal aun cuando la gestión encomendada y que debe realizar sea eninterés exclusivo de un tercero ( 48 ). En cambio, no se admite que sea mandatario quien recibe poder o mandato para gestionar negocios que exclusivamente a él le interesen; así lo preceptúa el artículo 1893 del Código civil. Se trata, en tal supuesto, de un mero consejo que puede, sin embargo, generar responsabilidad extracontracual para quien lo da, si se trata de un acto doloso o de mala fe (art. 1893 in f i n e ) . B) Momento en que aparece la figura del mandatario. La figura del mandatario aparece al perfeccionarse el contrato de mandato. Como apunta Borda, no existenpeculiaridades propias sobre la formación de este contrato, pero "hay que advertir que en este caso no hay comúnmente una única declaración de voluntad común... sino dos actos unilaterales que generalmente no coinciden en el tiempo". De allí que el Código haya regulado, en normas separadas, el otorgamiento del poder y la aceptación del mismo. Para que aparezca el mandatario debe, pues, éste, en tiempo hábil, aceptar el poder, que tiene sólo el valor de una oferta ( 49 ). C) Forma y prueba del contrato por virtud del cual una persona adquiere el carácter de mandatario. Remisión: Según dejamos establecido precedentemente, la figura del mandatario surge al perfeccionarse el contrato del mandato. Es, en consecuencia, al estudiar este contrato, donde corresponde tratar todo lo relativo a su forma y prueba ( 50 ). (47) En el Derecho romano • de hasta fines de la época clásica según vimos, el mandatario debía ejercer funciones gratuitamente. El art. 682 del Código civil alemán establece también la necesidad de la gratuidad. Ver supra. (48) Conf. Borda, Contratos, ob. cit. (49) Coní. Borda, Guillermo A., ob. cit., n? 1831. Salvat, Raymundo M., Fuentes da tas obligaciones, n? 1735. fSO) Ver este punto en esta obra voz MANDATO. Ver también nuestro trabajo "El elemento forma de los con- tratos del Derecho civil", en Revista notarial, agostosetíembre 1963. ed. del Colegio de Escribano» de la Pro- D) Capacidad para ser mandatario. Ei artículo 1896 sienta un principio que es general para todos los negocios jurídicos al decir: "Para ser mandatario se requiere capacidad para contratar" ( 51 ). Pero seguidamente el artículo 1897 agrega: "El mandato puede ser válidamente conferido a una persona incapaz de obligarse, y el mandante está obligado por la ejecución del mandato, tanto respecto al mandatario como respecto a terceros con los cuales éste hubiera contratado".. Hay, pues, una aparente contradicción entre estos dos preceptos legales que impone la necesidad de una interpretación a fin de determinar cuál es la capacidad exigida por la ley para que una persona pueda ser mandatario. Para ello, creemos necesario tener en cuenta los principios generales que rigen la capacidad e incapacidad de las personas, relacionándolas con los preceptos referentes a la capacidad para la celebración de negocios jurídicos, contratos en general y contratos tipos reglados en el Código civil, de cuyo cotejo armónico resulta que la capacidad, bajo algunos aspectos, constituye un elemento indispensable de integración del negocio jurídico; bajo otros, requisito o condición de eficacia jurídica, o simplemente un elemento necesario para la plena validez del mismo ( 52 ). Y bien, frente al precepto del artículo 1897 cabe afirmar que nuestro Código acuerda plena capacidad para ser mandatario a toda persona que tenga un mínimum de capacidad negocial para gestionar por sí negocios jurídicos en general; dicho en otros términos, a toda persona que no sea incapaz negocial absoluta se acuerda capacidad 63legalmente plena para ser mandatario ( ). Creemos que el artículo 1897, al vincia de Bs. Aires, La Plata: puede verse también Borda, Guillermo A., obra citada, y Salvat, Kaymundo M., obra citada, t. 29. Aquí nos ocupamos exclusivamente del mandatario. (51) Entendiendo nosotros que no existe una categoría autónoma de capacidad contractual, esto es, una capacidad específica referida exclusivamente al contrato, pensamos que debe acudirse a los principios generales que rigen la capacidad civil de las personas formulados por el codificador argentino, para relacionarlos con otros referentes a los negocios jurídicos y contratos en general y en especial, para establecer qué se debe entender por capacidad para contratar. Sobre esto ver nuestro trabajo "La capacidad en los contratos, actos y hechos jurídicos", en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste, n? 5. Corrientes, año 1663. (52) Así un mínimun de capacidad negocial en el gestor resulta un elemento de existencia o de integración de todo el negocio jurídico. Su ausencia determina la inexistencia del acto jurídico, por ende su Ineficacia como tal. La capacidad de hecho legalmente plena eí\ el gestor, constituye un elemento de plena validez; su ausencia determina la anulabllidad. La capacidad de derecho como sinónimo de calidad de sujeto potencial de derechos o deberes, constituye un elemento de integración o existencia del negocio jurídico. Ver nuestros trabajos "Elementos de los contratos vinculación1 con las nulidades" y "La capacidad en los contratos, actos y hechos jurídicos", en Hsvista Facultad de Derec. Vnlver. Nacional del Nordette, nos. 3 y 5. respectivamente. (53) En nuestro Derecho carecen de ese mínimum de capacidad negocial las personas enumeradas en el art. 54 decir incapaz de obligarse, alude solamente al incapaz relativo que ya posee ese mínimum de capacidad negocial. Pensamos así porque, según lo dejamos señalado, para que una persona asuma el carácter de mandatario es indispensable que haya celebrado con otra un contrato de mandato que para integrarse, como todo acuerdo contractual, debe contar en su estructura con ese elemento esencial indispensable para su existencia que denominamos mínimum de capacidad negocial en los gestores ( 54 ). Creemos que el precepto del artículo 1897 armoniza perfectamente con otros que, en conjunto, señalan el sistema legal en materia de capacidad e incapacidad de las personas. Entendemos que el precepto del artíqulo 1897 debe interpretarse con una visión de conjunto conforme a reglas precisas y claras de otros textos legales. Debemos en esta tarea tener presente un principio general. Todo 55 contrato celebrado por un incapaz es nulo ( ): a) Si se trata de un incapaz negocial absoluto enumerado en el artículo 54 del Código civil por falta de dicernimiento para actos lícitos (art. 921) o imposibilidad física de exteriorizar adecuadamente su voluntad, la ineficacia será absoluta, porque el acto jurídico no estará integrado; será un hecho humano, pero inexistente como ne- gocio jurídico, por ausencia de un elemento estructural indispensable para su existencia: el mínimum de capacidad negocial en uno de los gestores del contrato, en el caso, como mandato. b) Y será tan sólo de ineficacia relativa, esto es, nulo de nulidad relativa o anulable, si. uno de los celebrantes es relativamente incapaz negocial. Y bien, frente al precepto del artículo 1897 se pueden plantear varios supuestos: 19) Que el mandato sea conferido a una persona absolutamente incapaz negocial. El contrato de mandato en tal supuesto no puede perfeccionarse, porque el incapaz negocial absoluto, que es tal por falta de discernimiento y/o posibilidad .física de exdet Cód. civil. Igualmente las personas de existencia ideal. Ver nuestro trabajo "La capacidad en los contratos, actos y hechos jurídicos", en Revivía Facultad de Derecha V. N. N. E., n? 5, Corrientes. 1863. (54) La falta de mínimun de capacidad negocial en algunos de los gestores, celebrantes, determinará la Inexistencia del contrato. Ver nuestro trabajo "Elementos de los contratos del Derecho civil, vinculación co'n las nulidades". Revista Facultad de Derecho 17. N. W. E., n» 3, Corrientes, año 1961. (55) Cabe aclarar que entendemos que nuestro codificador designa genéricamente nulos a todas las categorías de actos jurídicos sin eficacia o con eficacia precaria. La expresión abarca pues a los inexistentes, a los absolutamente nulos y a los anulables. Ver sobre este punto nuestro trabajo "Elementos de los contratos del Derecho civil, vinculación con las nulidades", en revista citada n" 3. Conf. Llerena Baldomcro, 2* ed., comentarlo al art. 1038 del Cód. civil. teriorizar adecuadamente su voluntad, no podría realizar un acto con el valor jurídico de una aceptación, indispensable para la formación del consentimiento, que es el nudo de todo contrato, la esencia misma de todo acuerdo contractual. En este primer supuesto habrá inexistencia del contrato de mandato, y el incapaz, en consecuencia, no podrá revestir la calidad de mandatario ni podría, por otra parte, cumplir con el obje- to específico del contrato de mandato (realizar actos jurídicos), porque siendo un incapaz negocial absoluto, ya sea por su falta de dicernimiento o por la imposibilidad de exteriorizar adecuadamente su voluntad, tales actos no podrían perfeccionarse, ya que ni siquiera serían voluntarios (artículos 897, 913 y 944 del Código civil). No obstante lo dicho, algunas veces tales hechos del incapaz podrían sin embargo tener trascendencia, en cuanto ellos pueden ser considerados la exteriorización de la voluntad del que impartió la orden, que se reputa actuando por sí, aunque valiéndose del incapaz, que sólo obra como nuncio. Ello porque el absolutamente incapaz negocial podría, no obstante carecer del míninum de actitud para gestionar por sí un negocio jurídico que supone razón y voluntad propia y posibilidad de exteriorizar adecuadamente esa voluntad, ejercer las funciones de nuncio o mensajero, que en tales situaciones no declara su propia voluntad, que no tiene, sino la ajena, p v si se quiere, "emite la declaración en concepto de ajena" ( &<i ). El absolutamente incapaz negocial no podrá ser mandatario ni desde luego ejercer un mandato deliberativo, ya que no podrá declarar su propia voluntad, que no la tiene si se trata de un incapaz por faltq de discernimiento (art. 921), o no podrá exteriorizarla adecuadamente ni aun haciéndolo a nombre del que impartió la orden de obrar. Siendo así, no podrá ejecutar actos jurídicos cuya gestión por parte del mandatario, que debe actuar en nombre y representación del mandante y a cuenta de éste, es, como decimos, el fin específico del objeto Üe mandato (arts. 1869 y 1889 del Código civil) ("). En rigor de verdad, aun cuando el citado artículo 1897 no lo aclare, cuando preceptúa que el mandato puede válidamente con(56) Conf. Spota, Alberto G., Tratado Derecho civil, t. 1. volumen 3, pág. 922. Ennecerus y Niperdey, 29 párrafo, 1«6, pág. 233, citado. Spota, nota 97, pág. 92Z. El obrar del nuncio o mensajero no constituye el factum del negocio jurídico. Ver infra, nota 58. (57) Conf. Machado, comentarios al Cód. civil argentino, t. 59, pág. 203, quin se pregunta: i Será necesario que loa mandatarios sean capaces de voluntad?, y dice: Asi lo creo, porque sin ésta no. han podido realizar el acto. No creo que sean meros instrumentos y pueden ejecutar actos sin voluntad por más que representen al mandante capaz, y así lo establece el art. -2399 respecto de la posesión. Machado no contempla el supuesto del nuncio o mensajero. ferirse a una persona incapaz de obligarse, y el mandante está obligado por la ejecución del mandato... debe entenderse en el sentido de que, salvo en los casos en qué se trate de un nuncio o mensajero ( 58 ), el mandatario ha de ser capaz de voluntad, esto es, sólo relativamente incapaz, pues de otro modo no podrá ejecutar, dar cumplimiento a la obligación específica, objeto del contrato de mandato, porque, según vimos, por falta de discernimiento y/o inhabilidad jurídica no podrá por sí, ni aun a nombre del mandante, realizar actos jurídicos cuya característica esencial es la de ser "voluntarios lícitos" (art. 944). El menor impúber, como el demente, ab^solutamente incapaces negociables (art. 54 'del Código civil), carecen, según la presunción legal del artículo 921, del discernimiento o facultad de determinarse por motivos convenientes en materia de actos lícitos; en consecuencia, no podrán captar las instrucciones del mandante para condicionarlas a las circunstancias del caso —en el supuesto de un mandato deliberativo— en el que antes de prestar su asentimiento a una propuesta o para proponer un negocio jurídico contractual a nombre del representado, el mandatario debe, previamente, deliberar interiormente para ver si la declaración de su voluntad que debe realizar se adecúa a la voluntad del mandante; y el sordomudo que no sabe darse a entender por escrito, aun cuando pueda reputarse con discernimiento, no tiene la facultad intelectiva de exteriorizar adecuadamente la voluntad, requisito indispensable para el perfeccionamiento del contrato que a nombre del mandante debe realizar ( 59 ). El codificador argentino, si bien receptó la doctrina —hoy superada— que parte de la ficción de que el mandante representado celebra por sí el acto realizado por el mandatario representante convencional, parece exigir, sin embargo, para que se produzca esa asimilación, que el mandatario declare^ su voluntad propia, aunque conforme a la del mandante, porque debe actuar dentro del límite del poder en el cual se expresa esa voluntad. Resulta así que es recién cuando el mandatario, representante convencional, declara su propia voluntad, condicionada a la del mandante, que se realiza (58) El nuncio o mensajero aludido en el art. 1151 del C. civil no es un mandatario o representante convencional. El nuncio no tiene poder de representación, su función se concreta a transmitir la voluntad declarada del comitente frente a terceros o a recibir las de éstos para transmitirla al comitente. De allí que «u obrar no constituye el factum, la realización del supuesto normativo para el perfeccionamiento de un negocio jurídico. En este sentido el art. 1151 preceptúa "la oferta no se reputa aceptada, si hubiese sido por medio de un agente (nuncio) y éste volviese sin una aceptación expresa". Conf. Spota, obra citada, nv 1986, pátfi 888. (59) Abona nuestra tesis el art. 1984 del Cód. civil. el supuesto del artículo 1946 para que sea procedente considerar que los actos del representante fueron hechos personalmente por el mandante. Al respecto, magistralmente señala Spota: "Pero el alcance de esta singular asimilación, de la declaración del representante como perteneciente al representado, no tiene otro efecto en la fuente (alude a Aubry et Rau) y en nuestro Derecho vigente que establecer las consecuencias del ejercicio del poder representativo del representante frente al representado" (°°). Es verdad, como apunta Spota, "que la relación causal que originó la representación voluntaria pueda imponer al representante una conducta debida, conforme a las instrucciones impartidas o emergentes del acto de apoderamiento, no así en la representación legal, en la que puede ¿rescindirse de la voluntad del representado (art. 411 y su arg.); pero la representación sólo existe cuando atañe al representante celebrar el negocio jurídico, siendo decisiva su voluntad declarada", porque por más reducido que sea el ámbito en el cual funciona el poder de representación, siempre es la voluntad del representante la que resulta ser aprehendida por el derecho objetivo como factum del negocio jurídico celebrado por éste, aun cuando luego se impute por ese mismo derecho al representado la relación jurídica emergente ( r >i). 1 2 ?) El supuesto en que el mandato es conferido, a una persona relativamente incapaz negocial. En tal caso, si el incapaz acepta, se entregará el contrato de mandato, aunque será anulable, por ausencia del elemento necesario o requisito de plena validez (capacidad negocial legalmente plena en los gestores del contrato, arts. 1045 y 1898 del Código civil). Pero, no obstante ello, ese incapaz negocial relativo, que adquirió la calidad de mandatario convencional por el contrato anulable, puede ÍS» Conf. Spota, Alberto O., ob. clt., n« 1991. pac. 918, Ionio I. vol. a (8). (81) Conf. Spota, Alberto G., ob. clt., n» 1991. No debe confundirse con el supuesto en el que una persona actúa como nuntiuj (nuncio o mensajero) y sólo realiza una ¡comunicación de la voluntad declarada de otra. El nuncio no es un' mandatario o representante convencional. El nuncio se limita a recibir la declaración de voluntad del tercero para transmitirla a su comitente, o a emitir frente a terceros la declaración de voluntad del comitente. El distingo entre el mandatario y el nuncio tiene importancia práctica, pues como apunta Spota, ob. cit., t. I, TO!. 3, pág. 888. el nuncio de recepción, al recibir la declaración del tercero, no por Pilo queda perfecto un contrato si tal declaración no se transmite al destinatario (el comitente) y el "agente (nuncio) que transmite una declaración y está autorizado para recibir la contestación a la oferta contractual, no representa al comitente; oe ahi que la oferta no se considera aceptada" si hubiese sido hecha por medio de un agente y éste volviese sin una .aceptación expresa. Art. 1151. C. civil. El mandatario en carnbto. con su declaración de voluntad, o al recibir la aceptación, concluye el negocio jurídico que .luego, directa o indirectamente (art. 1928), se imputará al mandante. lo y actuar deliberativamente como representante convencional del mandante, porque teniendo voluntad, que es decisiva, según vimos, en el mandato deliberativo, puede declararla, aunque en nombre del mandante representado y con efecto jurídico que se imputa a éste. Los actos jurídicos gestionados por el menor adulto tienen eficacia como tales, porque la ley, a estar .a lo dispuesto por el citado artículo 1897, los habilita para ello, otorgándoles capacidad negocial legalmente plena para gestionar dichos negocios jurídicos a nombre del mandante. A tales efectos, la ley civil otorga la sanción legal necesaria para que engendren obligaciones perfectamente válidas a cargo del mandante. Dicho en otros términos, la ley civil habilita jurídicamente a los incapaces negocíales relativos (menores adultos) para realizar actos jurídicos válidos a nombre del mandante, en cumplimiento del contrato de mandato, porque no siendo el gestor, en el supuesto el menor adulto, quien resultará obligado, desaparece la razón "protección legal al incapaz", que es el fundamento de la ineficacia de los actos jurídicos celebrados por éstos, directamente a nombre propio C 2 ). E) Actos cuya gestión se encomienda al mandatario. Limitaciones legales. Según dejamos dicho en otro lugar, nuestro Código civil, para que un mandatario sea tal, exige que por el contrato quede facultado a realizar a nombre y en representación del mandante actos o negocios jurídicos. Tal es lo que resulta de la definición del contrato de mandato contenida en el artículo 1869 del Código civil y del precepto del artículo 1889 del mismo Código (<«). Pero no todos los negocios Jurídicos pueden realizarse por mandatarios. En este sentido el Código civil establece en el artículo 1890: "El mandato no da representación, (62) A este respecto debe tenerse en cuenta que el sistema del C. civil es el de establecer una independencia jurídica entre poder, procuración, apoderamiento y la relación causal. Es lo que ocurre cuando se otorga poder a una persona con incapacidad negocial relativa por un acuerdo contractual. El contrato de mándete integrado con la aceptación del incapaz resulta atrclablc, un negocio jurídico claudicante ya que el menor o sus representantes pueden oponer su ineficacia (ar.ulabilidad), pero en cambio, si ejecutando el'mandato realiza actos jurídicos con terceros a nombre del mandante, estos terceros están amparados en su buena fe. ya que el mandante queda obligado frente a ellos, aun por el error provocado por el propio dolo del incapaz (art. 1186) Conf. Spota, Alberto G., ob. clt., t. I, vol. 3, pág. 9» y sigs. (63) El art. 1889 preceptúa "pueden ser objeto del mandato todos los actos jurídicos licites, susceptibles de producir alguna adquisición, modificación o extinción de derechos". El codificador argentino, aun a riesgo de aparecer redundante, insiste en la "licitud" del acto jurídico que por definición debe ser licito (art. 944). Por ello apunta Lisandro Segovia, interpretando el artículo -"o en otros términos: Todo acto jurídico es susceptible de formar el objeto de un mandato" (nota SI, pág. US, el C. civil, su explicación y criticas bajo la forma de notas). Sobre Licitud, ver nuestro trabajo Hechos v hecfeoc jurídicos. Ed. El Litoral, Corrientes, 1961. ni se extiende a las disposiciones de última voluntad ( 6 4 ) , ni a los actos entre vivos, cuyo ejercicio por mandatarios se prohibe en este Código ( 6 n ), o en otras leyes" ( 6C ). Además en el artículo 1891 agrega: "El mandato para realizar un acto ilícito, imposible o inmoral no da acción al mandante contra el mandatario ni a éste contra el mandante, salvo que el mandatario no supiese o no tuviere razón de saber que el acto era ilícito". El precepto que concuerda con los artículos 929, 930. 953, 1044, 1111, 1167. 1168, 1912, 2060 y 2062. reproduce los principios generales sobre requisitos o condiciones del objeto de los actos jurídicos, sobre el error como vicio de la voluntad negocial y sobre la inexcusabilidad de la pro6T pia torpeza ( ). F) Extensión de los poderes del mandatario. El articulo 1872 del Código civil sienta como principio general: "El poder que el mandato confiere está circunscripto a lo que el mandante podría hacer, si él tratara u obrara personalmente"; y se explica fácilmente porque, conforme al artículo 1946, los actos realizados por el mandatario dentro del límite de sus poderes se reputan realizados por el mandante. De allí que las facultarles del mandatario no puedan ser más amplias que las que posee el mandante, porque resultaría ilógico que este último pudiera valerse de un mandatario para realizar actos cuyos efectos se le imputaran, que personalmente no podía ejecutar («»). Luego el Código hace una triple distinción: a) Mandato general o especial, 1879; b) mandato concebido en términos generales; c) mandato concebido en términos especiales (arts. 1880 a 1888) i"»). (04) estas «on estrictamente personales. Ver art. 3819, C. civil y su nota. (65) Dice Segovia, L., ob. cit.: "No recordamos que .este código presente algún caso de semejante prohibición". La explicación del texto lega) la da Salvat, R. M , ob. cit.. n? 1780: ."Esta disposición está tomada de freytas (art. 2871, tac. 29), quien al hablar de actos prohibidos se refería a la celebración, del matrimonio. «T cual no se admitía que pudiera ser "celebrado por medio de mandatarios" (art. 1281). Pero nuestra ley de matrimonio acepta la solución contraria (art. 15). G. A. Borda, ob. cit., ro J642, dice: no se puede dar poder para (fue alguien ejerza la patria potestad, tutela, cúratela, a nombre del padre, tutor o curador (.art. 379. C. civil), pero, agrega, nada se opone a que dichos representantes necesarios otorguen mandato para la realización de actos particulares que están dentro de sus atrib'iciones, siempre «ue dichos actos se realicen bajo sus directivas y dependencia. (66) Se alude sin duda, como amanta Salvat, a ciertos actos procesales que la ley exige que sean realizados directamente por las partes, por ejemplo absolución de posiciones (art. 136, Cód. proc. civiles, Cap. Federal). Salvat. R. M.. ob. dt.. n» 1780. (67) Conf. Borda, G. A., Contratos, ob. cit., n? 1639. Salvat, ob. cit.. nos. 17S3. 1782 y i?ss. Lterens. D.. Concordancias y comentarios del C. civil arg., comentario al art. 1891. Véase también nuestro trabajo Hechos v actos jurídicos, Ed. El Litoral. Corrientes. (88) Conf. Salvat, ob. cit., n» 1798. (09) Seguimos en esto a Salvat, ob. cit., ni 1798 y siluientes. Borda parece entender que no existe esa doble Creemos con Salvat que esa triple distinción es importante porque responde a ideas diferentes. La primera alude al objeto del mandato, la segunda a las facultades o poderes del mandatario para la realización de ese objeto ( 70 ). El poder general comprende todos los negocios- del mandante, y el especial, uno o ciertos negocios determinados (art. 1879) («). » Pero si bien del Código civil resulta esa primera distinción, como decimos, ella carece de interés práctico, porque lo que en definitiva interesa es saber cuál es el límite de las facultades del mandatario, punto 72 que el Código civil lo resuelve con -claridad ( ). Así el artículo 1880 preceptúa: "El mandato concebido en términos generales, no comprende más que los actos de administración, aunque el mandante declare que rio se reserva ningún poder y que el mandatario puede hacer todo lo que juzgare conveniente, o aunque el mandato contenga la cláusula de general y libre administración". Sobre la expresión actos de administración se ha dicho que alude a los que no son de disposición, a aquellos llamados negocios ordinarios en el artículo 1694, para los cuales la ley no exige poderes especiales ( 73 ). Seguidamente el artículo 1881 hace una enumeración de actos para los cuales se requieren poderes expreso;? o especiales, y es la siguiente: "Son necesarios poderes especiales: 19 Para hacer pagos que no sean los ordinarios de la administración; 2"? Para hacer novaciones que extingan .obligaciones ya existentes al tiempo del mandato; 3? Para transigir, comprometer en arbitros, prorrogar jurisdicciones, renunciar al derecho de apelar, o a prescripciones adquiridas; 49 Para cualquier renuncia gratuita, o remisión, o quita de deudas, a no ser en caso de falencia del deudor; 59 Para contraer matrimonio a nombre del mandante; 6? Para el reconocimiento de hijos naturales; 7"? Para cualquier contrato que tenga por objeto transferir o adquirir el dominio de bienes raíces, por título, oneroso o gratuito; 8? Para hacer donaciones, que no sean gratificaciones de pequeñas sumas, a los empleados-o personas del servicio de la administración; 9? Para prestar dinero, o tomar prestado, a no ser que la administración consista en dar y tomar dinero a intereses, distinción que apunta Salvat al decir: "el mandato general no atribuye otro poder qtie el de realizar actos de administración" (art. 1880). Salvát, ob. cit., lug. cit. ( 7 U > J-a nota a este art. 1379 aclara el sentido del texto legal. (71) Coní. Salvfit, ob. cit., lug. cit. (72) Conf. Scgovia, ob. cit., nota 14, art. 1882 (de su numeración); Llerena. ob. cit., comentario a! art. 1880; Salvat, ob. citada, lug. cit.; Borda, ob. cit., lug. cit. (73) Ver Borda, ob. cit.. Contrato, pág. 414. n» 1687. o que los empréstitos sean una consecuencia de la administración, o que sea enteramente necesario tomar dinero para conservar las cosas que se administran; 10<? Para dar en arrendamiento por más de seis años inmuebles que estén a su cargo; 11"? Para constituir al mandante en depositario, a no ser que el mandato consista en recibir depósitos o consignaciones; o que el depósito sea una consecuencia de la administración'; 129 Para constituir al mandante en la obligación de prestar cualquier servicio, corno locador, o gratuitamente; 139 Para formar sociedad; 149 Para constituir al mandante en fiador; 159 Para constituir o ceder derechos reales sobre inmuebles. 16? Para aceptar herencias; 17"? Para reconocer o confesar obligaciones anteriores al mandato". Sobre el alcance del mandato concebido en términos especiales, véase los artículos 1884, 1882, 1883, 1885, 1886, 1887 y 1888 (73 bis). Esta enumeración, no del todo exacta porque algunos actos son en realidad de mera administración, sólo es ejemplificativa y no taxativa. Conforme Borda, ob. cit., contratos. G) Obligaciones del mandatario. De acuerdo a los principios que hemos enunciado y teniendo en cuenta que el mandatario adquiere el carácter de tal recién desde el perfeccionamiento del contrato de mandato, resulta lógico que sus obligaciones nazcan al perfeccionarse dicho acuerdo contractual, y como este perfeccionamiento se produce con la aceptación del mandato, es recién con ésta, como lo preceptúa el artículo 1904, que el mandatario tiene obligaciones y responsabilidades como tal. Sin embargo el Código se aparta de este principio al establecer en el art. 1917: 'íSi el negocio encargado al mandatario fuese de los que por su oficio o su modo de vivir acepta él regularmente, aun cuando se excusase del encargo, deberá tomar las providencias conservatorias urgentes que requiere el negocio que se le encomienda". Esta excepción se justifica plenamente y resulta de utilidad práctica innegable, porque quien otorga un poder en tales supuestos, pudo razonablemente pensar que el destinatario de tal oferta, la aceptaría. Además de establecer ese principio del artículo 1904 con la excepción del artículo 1917, el Código reglamenta minuciosa y detalladamente las obligaciones y deberes jurídicos que el contrato de mandato y la realización de los actos jurídicos en cumplimiento del mismo imponen al mandatario. (73 bis) Sobre la. forma de otorgamiento del poder,ver ruestro trabajo el "Elemento forma de los contratos del Derecho civil", en Revista Notarial, agosto-setiembre 1963, J-a. Plata. 1? La obligación principal es la de cumplir el mandato, esto es, realizar los actos jurídicos en nombre y representación del Mandante (arg. art. 1869). Ahora bien, el artículo 1905 del Código civil señala cómo debe actuar el mandatario y preceptúa: "Debe circunscribirse en los límites de su poder, no haciendo menos de lo que se le ha encargado. La naturaleza del negocio determina la extensión de los poderes para conseguir el objeto del mandato". A estas directivas generales el Código agrega algunas reglas especiales: a) Como la del artículo 1906 que dice: "No se consideran transpasados los límites del mandato cuando ha sido cumplido de una manera más ventajosa para el mandante". b) Como la del artículo 1907 que impone al Mandatario "el deber de abstenerse de cumplir el mandato, cuya ejecución fuera manifiestamente dañosa al mandante". c) Como la del artículo 1908: "El mandatario no ejecutará fielmente el mandato si hubiese oposiciones de sus intereses y los del mandante, y diese preferencia a lo suyo" (74). d) La del artículo 1916 que contempla el supuesto de "imposibilidad de cumplir instrucciones, que lo resuelve obligando sólo al mandatario a tomar las medidas conservatorias" (75). 2? Los obligaciones de rendir cuenta una vez realizada la gestión encomendada y la de entregar al mandante cuanto haya recibido en virtud del mandato, aunque lo recibido no se debiese al mandante, están señaladas en el artículo 1909 del Código civil y su fundamento lógico, como apunta Salvat ( 76 ), resulta de la circunstancia de que el mandatario gestiona un negocio del mandante. Esta obligación es inherente a toda gestión de negocios ajenos (77). La obligación de rendir cuentas no surge de una norma imperativa de orden público, por lo que, estando sólo en juego el interés particular del mandante, éste, conforme al principio de la autonomía de la voluntad (art. 1197), puede eximir ai mandatario de tal obligación. Esta liberación no exime, sin embargo, de responsabilidad en caso de culpa o dolo (art. 1910), ni dispensa al mandatario de la obligación de entregar al man(74) Sobre el alcance de esta norma <jue suscito discusiones en doctrina que entendemos corresponden mac bien al tema "Responsabilidad y eximente de responsabilidad". Véase Borda, Guillermo A., Contratos, y Salvut, Raymundo M., ob. cit., nos. 1819 y 1820 (75) Borda. Guillermo A., agrega, está además obligado a comunicar la imposibilidad sobrevenida y requerir instrucciones, sin perjuicio de su derecho a renunciar, ob. cit., n« 1690. (76) Salvat, Raymundo M., ob. cit.. n» 1823, quien apunta que serla innecesaria si el mandatario actúa bajo vigilancia directa e inmediata del mandante (ejemplo; el procurador patrocinando en juicio por el -mandante). (77) Conf. Borda, Controto». dante lo que hubiere recibido de éste o de tercero con motivo del ejercicio del mandato <«*). El principio del artículo 1909 sobre la obligación del mandatario de entregar lo. recibido en virtud del mandato, está desarrollado minuciosamente en el Código: El artículo 1911 establece al respecto: "La obligación que tiene el mandatario de entregar lo recibido en virtud del mandato, comprende todo lo que el mandante le confió y de que no dispuso por su orden; todo lo que recibió de tercero, aunque lo recibiese sin derecho; todas las ganancias resultantes del negocio que se le encargó: los títulos, documentos y papeles que el mandante le hubiese confiado, con excepción de las cartas e instrumentos que e.1 mandante le hubiese remitido o dado"; disposición ésta que se ve completada con las siguientes, artículo 1912: "Si por ser ilícito el mandato resultaren ganancias ilícitas, no podrá el mandante exigir que el mandatario se las entregue; pero si, siendo lícito el mandato, resultasen ganancias ilícitas por abuso del mandatario, podrá el mandante exigir que se las entregue"; y artículo 1913: "El mandatario debe intereses de las cantidades que aplicó a uso propio, desde el día en que lo hizo, y de las que reste a deber desde que se hubiese constituido en mora de entregarlas". 3<? Responsabilidad del mandatario. El punto no ha sido objeto de una reglamentación especial en el título IX, libro II, sección 3^ del Código civil, que sólo contiene preceptos aislados como el artículo 1904, 29 parte, en el que expresamente se establece: "El mandatario está obligado a responder de los daños y perjuicios que se ocasionaren al mandante por inejecución total o parcial del mandato"; y los de los artículos 1915 y 1914 que resuelven los supuestos de pérdida de valores en dinero del mandante y el de garantía de solvencia de los deudores, y dicen: "Los valores en dinero que el mandatario tiene en su poder por cuenta del mandante, perecen para el mandatario, aunque sea por fuerza mayor o caso fortuito, salvo que estén contenidos en cajas o sacos cerrados sobre los cuales recaiga el accidente o la fuerza". "El mandatario puede, por un pacto especial, tomar sobre sí la solvencia de los deudores y todas las incertidumbres y embarazos del cobro; constituyéndose desde entonces principal deudor para con el mandante, y son de su cuenta hasta los casos fortuitos y fuerza mayor". En todo lo relativo a la responsabilidad del mandatario juegan los principios generales cuyo estudio corresponde hacerlo en (78) Cámara Civil 1« Cap., J. A., 1945. II. pág. MO. Conf. Borda. Guillermo A-, Contratos, n? 1605. la voz RESPONSABILIDAD, donde tiene emplazamiento más adecuado. H) Derechos del mandatario. El punto no ha sido reglamentado en el Código civil bajo este rubro, pero surge de las disposioiones relativas a Zas obligaciones del mandante que tienen como correlativos, tales derechos del mandatario, y son los siguientes: a) Anticipo y reembolso de gastos (art. 1948, C. civil). b) Reembolso de gastos (art. 1949), que desaparece en los supuestos del artículo 1957. c) Derecho a los intereses (art. 1950), que corren desde el día de lo que el mandatario hubiese anticipado y que es una derogación del principio del artículo 622. d) Derecho a que el mandante lo libere de las obligaciones que hubiese contraído en su nombre, respecto a los terceros, para ejecutar el mandato, o proveerle de las cosas o de los fondos necesarios para exonerarse (art. 1951). Sólo tiene aplicación esta regla en el caso de que el mandatario hubiese contraído, siguiendo instrucciones, ocultando el mandato (art. 1929). e) Derecho a que se lo indemnice de las pérdidas que hubiese sufrido, procedente de sus gestiones, sin falta que le fuese imputable (art. 1953). f) Derecho a la retribución en el supuesto de que se hubiese pactado, o cuando resultare que el mandato era oneroso (arts. 1871, 1£ parte, y 1852, 1* parte). g) Derecho de retención. El artículo 1956 acuerda expresamente en los siguientes términos: "Hasta que el mandatario sea pagado de los adelantos y gastos, y de su retribución o comisión, puede retener en su poder cuanto bastare para el pago, cualesquiera bienes o valores del mandante que se hallen a su disposición". Omitimos el tratamiento de muchos problemas vinculados a la institución mandatario, como todo lo relativo al mandato ejecutivo deliberativo, al mandato revocable, etcétera, porque entendemos que esto tiene mejor emplazamiento en la consideración. del tema MANDATO. JUBISPRODENCIA. • — Si no se demuestra el perjuicio real y efectivo sufrido por el mandante, no correspomie res^ ponsabiHzar al mandatario. Cám. Com. Cap.. 27-2-919, J. A., t. 3, pág. 64. El mandatario encargado de vender un inmueble carece de derecho para reclamar comisión por su. intervención en el contrato de compraventa que se anula en razón de la extralimitación de sus facultades de mandatario. Cám. Clv. 1? Cap., 12-7-920, J. A.,, t. 4. pág. 499. El mandatario responde de los daños y perjuicios cuando sin tener poder especial para hacer renuncias, acepta un pago por el capital, sin hacer reserva en cuanto a los intereses, produciéndose la extinción de los mismos. Sup. Corte Bs. As.. 15-12-942, J. A.. 1Í42-IV- 962. Responde por los daños y perjuicios que sufra el mandante, el mandatario* que por no iniciar la Corres- pondiente acción judicial deja transcurrir el término para la prescripción. Cám. Civ. 1» Cap., 22-8-938. L. L., t. J2, pág. 250. Cám. Civ. 2t Cap., 22-5-940, J. A.. 1946-H-700. * NOTA DE LA REDACCIÓN. — Los resúmenes de jurisprudencia no son del autor del .trabajo sino de la Redacción. El abogado o el procurador que se niegan a proseguir una causa, por entender que la misma no puede prosperar, actúan de acuerdo con la norma del art. 1907. Cám. Civ. 1» Cap., 19-4-943. G. del F.. t. 164. pág. 331. El mandatario puede realizar un acto jurídico por si mismo y por su representado, ya que ninguna norma se opone a ello en principio. Cám. Nac. Civ.. 29-6-954, L. L.. t. 7S. pág. 51. No ejecuta fielmente el mandato, anteponiendo su Interés al del mandante, el mandatario que ha de percibir una retribución para la venta de un campo consistente en el exceso que se obtuviere scbre el precio de 3000 pesos por hectárea y habiéndose presentado una oferta por 4000 pesos deja de aceptarla en espera de otras mas elegidas. Cám. Nac. Civ., 8-6-951, J. A., 1952-1-41. El mandatario está obligado a entregar al mandante lo que hubiese recibido en virtud del mandato, aun cuando se le hubiese eximido de rendir cuentas. Cám. Civ. 1* 'Cap., S-5-945, J. A.. 1945-11-800, El mandatario debe interese! de las cantidades que aplicó a su uso propio desde el día que lo hizo. Cám. Civ. 1» Cap.. 23-10-919. J. A., t. 3, pág. 940. £1 mandatario debe intereses de las sumas pertenecientes a su mandante que cobró en un juicio y que ha retenido indebidamente. Cám. Civ. 2* Cap., 23-5-921, J. A., t. 6. pág. 469. Para que el mandatario quede obligado al pago de intereses por las cantidades aplicadas a uso propio no es necesario que se le constituya en mora, norma que es aplicable aunque el mandante adeude al mandatario los honorarios y los gastos que hubiese realizado. Cám. Civ. 1* Cap,, 23-7-926, J. A., t. 21, pág. 184. El hecho de que el mandatario retenga unos fondos sin que el mandante le haya intimado para au entrega, no permite suponer que aquél los aplicó a USOS propios. Cám. Civ. 2» Cap., 12-5-937, J. A., t. 8», pág. 500 Pese a no haber sido expresamente facultado para ello el mandatario. puede sustituir en otro el mandato recibido. Cám. Com. Cap.. 23-5-H23. J. A., t. 10, pág. 615. El mandatario no puede sustituí: en otro el mandato recibido, cuando tal sustitución ha sido prohibida. Cám. Com. Cap.. 25-9-925, J. A., t. 17. pág. 728. Son las mismas facultades y obligaciones, las que corresponden al mandatario sustituido y &l substituyente. Cám. Civ. 1» Cap., 12-12-930, J. A., t. 34. pág. 1139. Por las gestiones de la persona en quien sustituyó el - mandato, responde el mandatario frente ai maridante. Cám. Civ. 1» Cap.. 4-8-941, J. A., t. 75, pág. 716. El sustituto puede reclamar directamente al mandante el pago de los honorarios que le han sido regulados. Cám. Civ. 1» Cap.,S 16-12-919, J. A., t. III, pág. 1104. No puede el mandatario substituto negarse a rendir cuentas al mandante alegando el hecho de que dichas cuentas le hubiesen sido aprobadas por el sustituyente. Cám. Civ. 1* Cap.. 12-12-930, J. A., t. 34. pág. 1139. Lo mismo si el mandatario estuviese autorizado pera sustituir como si no lo estuviese, • el mandante tiene siempre acción directa contra el sustituto, debiendo entenderse que el sustituido nb es el mandatarip primitivo, sino la persona que lo ha reemplazado. Cám. Civ. U Cap.. 21-3-934. J. A., t. 45, pág. 559. Recaen directamente sobre e! patrimonio del representado, las consecuencias del negocio concluido por el representante. Cám. Nac. Conv, 10-10-952, J. A., 1953-1-15. ' Es obligación del mandatario dar a conocer sus poderes al tercero con quien contrata, pues de no hacerlo no quedarla libre de la responsabilidad por excederse en el mandato. Sup. Corte Bs. As., 15-5-934, J. A., t. 46. pág. 754. Quien contrata alegando falsamente la representación de un tercero, responde frente a la persona con quien contrató, aun cuando ésta no hubiese reclamado la exhibición del mandato. Cám. Com. Cap.. 6-8-942, L. !•., t. 27, pág. 600. Lo dispuesto en este articulo se encamina a la protección de los terceros que contratan con un falso procurador, pero no disculpa su negligencia. Cám. Nac. Com., 23-4-956. J. A., 1956-III-102. Recaen sobre el co-contratante las- consecuencias perjudiciales de haber contratado con un falso procurador cuyos poderes aparecían en una .escritura pública falsificada ya que el presunto mandante es ajeno a las maniobras de aquél. Cám. Nac Civ., 12-12-958. /. A., 1959-1-441. E) comienzo de ejecución de un contrato celebrado con extralimltaclón del mandato o por persona que* careciese de él. supone una ratificación tácita por parte del mandante o de quien ha sido falsamente representado. Cám. Apela. Rosario, 10-5-940, L. L., t. 18. pág. 694. Cárn. Com. Cap.. 5-B-942, C. del F., t. 158. pág 458. La ratificación convalida los actos celebrados sin poder, pero no autoriza al supuesto mandilarlo, para seguir actuando. Sup. Trib. Entre Ríos, 13-4-942, J. E. R., 1942-337. La norma que sobre ratificación contiene este articulo, es aplicable lo mismo al caso de exceso en el mandato y al de carencia, del mismo. Sup. Corte Bs. As.. 29-7-947, J. A., 1947-111-372. El conocimiento por parte del mandante, de los excesos cometidos por el mandatario, es indispensable para identificar los efectos de la ratificación con los del mandato. Cém. 2» La Plata, 7-4-948, L. I,., t. 51, pág. 478. i BIBLIOGRAFÍA. g u i —eLa ndiada t en e el texto P áy notas. g i n a