escritura como terapia

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José Enrique Vázquez Oria
ESCRITURA COMO TERAPIA
MARILÓ ORIA RODRÍGUEZ. “Almirante de las
palabras” (boceto). Lápiz sobre papel. Colección particular.
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Primera edición, Noviembre de 2009
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© José Enrique Vázquez Oria, 2009
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Prólogo
Atrévanse a pasar la página y leer. También les pido que lo hagan
pausadamente, como el que saborea por primera vez una extraordinaria
bebida y lo hace a sorbos pequeños, cerrando los ojos para concentrarse
a tope en la respuesta de su paladar. Cuando el líquido penetra por la
garganta y se traga ya se ha paseado por todas las papilas gustativas que
nos dan el sabor y, entonces, exclamamos abriendo los ojos
¡¡maravilloso!! ¡¡exquisito¡¡ Esa sensación tuve cada vez que leía y
releía algunos de los artículos que ahora tenéis delante...
No es una novela. Son trocitos del corazón de un verdadero
“poeta”. Creo que es la “opera prima” más fresca y original que he leído.
Un autor que es capaz de ofrecernos su alma al desnudo y hacerlo con la
más sutil cortesía y pudor. Se merece un aplauso y, si se pudiera, un
abrazo emocionado y vehemente.
Yo sé que para el autor ha sido una verdadera terapia escribir. De
hecho, le ha reportado beneficios psicológicos, según él mismo describe,
pero creo que, de la misma manera, ese granito que depositaba casi a
diario y que leíamos muchos nos ha dado fe y esperanza en nuestras
vidas. ¿Por qué? Porque en todos sus relatos ha descrito virtudes y
defectos de nosotros y de nuestra sociedad ofreciéndonos nuevas
perspectivas que, de alguna manera, han ido creando una nueva “actitud”
ante la rutina de la vida. Se puede llevar una existencia gris, monótona y
aburrida aparentemente, pero si sabemos observar a nuestro alrededor,
descubriremos muchas emociones y sentimientos que son a la postre lo
que nos convierte en seres únicos. Quique ha sabido encontrar esa
fórmula magistral de mirar al mundo de todos los días con otros ojos y
nos ha rescatado para nuestro deleite pequeños y cortos pasajes
cotidianos aderezados con dos ingredientes genuinos, “inteligencia y
corazón”, que es tanto como decir sabiduría y amor. Si a esto le unimos
su “forma” de expresarlo nos surge EL POETA que antes mencioné.
Para mí es un honor poder presentaros en esta página de inicio la
primera obra de un autor que promete todo lo que podamos imaginar en
el difícil arte de la escritura haciendo cobrar sentido la frase “Leemos y
escribimos para no sentirnos solos …”
José Enrique Vázquez Salvador
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A mi padre, por su magisterio,
a mi madre, por sus enseñanzas...
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Almirante y marinería
Quiero ser almirante de aquellos que no lo tienen y precisan, jefe de
ejércitos que han visto pisoteada cualquier oportunidad de existencia
loable, espada inmisericorde para los que humillan almas vestidas en
nobleza… Hoy quiero presentarme ante vosotros, los malos y los
buenos, los cobardes y los auténticos, y gritar a los cuatro vientos una
lucha que acabará cuando el último resquicio de inmoralidad huya
despavorido o muera. Ya no tienen escapatoria los que justifican su vida
por un apellido, los que osan maltratar ejemplos vitales de este bendito
universo. No haremos prisioneros de la indecencia, por muchas súplicas
que lleguen a nuestros oídos, así venga su Dios a implorarnos clemencia,
ahora que saben de su suerte…
Actuaremos en silencio, con el corazón en vilo, como héroes
convencidos, con la Justicia por bandera y los bolsillos llenos de valores,
con el puño apretando el estilete, mirando a los ojos de los indignos,
haciendo nuestros gestos venerables, propios de caballeros dedicados a
una guerra más que necesaria…
Y pobre del pirata que cruce ante nuestro navío batido en corso, no
ofreceremos jamás rendición alguna. Permaneceremos fieles, faciendo
desacato a quienes hieren de mortal necesidad atisbos de esperanza. Y
entonces nos temerán, vaya si nos temerán, pues venimos de curtirnos en
mil batallas, de esas que dejan ríos de sangre y mucho pudor maltratado.
Antaño nadie se acercó a comprobar nuestra desdicha, y es ahora cuando
llega la revancha de los que no tienen nada que perder y mucho por lo
que luchar...
Propongo, devota tripulación, audiencia de mis letras, dejar de
rendir pleitesía a quienes nos ahogan, esforzarnos en decir lo que
pensamos y sentimos a quienes juegan impunemente con nuestro
destino, enseñarles vergüenza y miedo. Os lo dice un almirante sin
espada, mas de pluma firme, cruel, y, a veces, alentadora, enemigo de las
medias tintas, dueño de sus palabras y sus silencios, pero, sobre todo,
orgulloso de su leal marinería, ganemos o perdamos esta guerra….
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Nos quedan los indios
En éstas noches veraniegas en las que la brisa se mezcla con el
silencio, si tiene usted suerte y el insomnio le acompaña, podrá disfrutar
de alguna de esas películas del oeste americano protagonizadas por
grandes del cine de otra época. Anoche me tocó a mí, y sin comerlo ni
beberlo me ví envuelto entre tiros y orgullo. Proyectaban “La
Diligencia”, de John Wayne, película antiquísima pero no por ello menos
buena. Imaginen el cotarro. Indios y vaqueros dándose jeroma a base de
bien y sin ningún miramiento. Ya saben, el típico sheriff con cara de
pistolero, el prófugo, el jugador de cartas, el banquero, la dama, la puta,
el borrachín de turno y el gordinflón que hace de hombre bueno. Poco
más, aparte de unos Apaches cabreados que cabalgaban como locos por
aquellos arenales. Y muchas balas sin motivo. Que si el banquero me ha
mirado mal, que si el borrachín se pasa de vueltas, que si la dama es mía
y sólo mía… Todo tiros y Jerónimo tocando los huevos de cuando en
cuando con sus amiguetes del gatillo flojo. Un descontrol, pensé en un
primer momento. Ahí no hay quien monte una familia ni con Zapatero
subvencionando alquileres. Pero nada más lejos de la realidad, o quizás
nada más cerca, y es que al final, y perdonen que les reviente la peli,
pero tiempo han tenido de sobra para verla, tras mucho gallito pistolita
en mano y algún que otro desaire en plena calle, termina la historia con
unos cuantos matariles y un solo tío en pié que camina a sus anchas
lamentándose de su oscuro y ruín pasado…Hay cosas que no cambian,
pensé, los mismos banqueros hijos de la grandísima, tanto sheriff sin
placa venido a menos, bastantes putas, alguna que otra dama y
borrachuzos para llenar cien trenes, por no hablar de los delincuentes
malandrines que siguen campando a su antojo…. Y todos toditos, ojito al
dato, mantenidos por el mismo, el gordinflón bueno que paga las
facturas, echando 11 horas en la grúa, madrugando cuando la demás
chusma duerme la mona, inconsciente de que, cuando se empiecen a
repartir las balas, la primera viene con un dibujo de su gaznate en la
espoleta… Así que lo único que queda es que aparezcan de forma
inesperada los indios y llenen de flechas las tabernas del condado, y si
puede ser, en hora punta, aunque cualquier hora es punta por estos lares.
Ah, además no se olviden de avisarles que eso de las plumas ya no se
lleva, no vaya a ser que Jerónimo y sus secuaces salgan espantados de
algún garito de esos donde ni John Wayne tiene cojones a ponerse chulo,
y encima tengamos que cargar con Caballo Loco en la sobremesa… Y es
que en éste tiempo querría yo ver a esa pobre gente...
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Gustavo en su placita
Malos tiempos para la lírica, como diría la canción. A mi vuelta del
trabajo suelo venir cada día siguiendo un itinerario distinto, quizás por
aquello de escapar de una rutina agobiante que me atrapa desde hace
mucho. Ayer, aprovechando que la ola de calor amaina, decidí venir por
los jardines de Maria Luisa, escenario sin quererlo de turistas despistados
que lanzan fotos por doquier sin saber muy bien el terreno que andan
pisando ni su historia. El paseo era agradable, no tenía ni prisa ni
hambre, y me dejé llevar por tanto sosiego, sentándome en un banco que
daba a una de esas estatuas roídas que recorren el parque. El sonido del
agua al caer en la piedra y mi cansancio hizo el resto. Cerré los ojos, dejé
la mente en blanco y ocurrió lo inevitable, quedando mansamente
dormido con la cabeza apoyada sobre mi brazo, hipnotizado por tan bello
paraje, con dos patos en cortejo testigos de mi rendición a Morfeo. No sé
precisar si fueron segundos o minutos. El que me conoce sabe bien de
sobra de mi afición a la dormidera en cualquier situación, pero les puedo
contar lo que soñé, a riesgo de que suelten la carcajada. En mi sueño se
acercaba un hombre de mediana edad a mi banco, con mucho misterio, y
me miraba con la lágrima saltada, sin decir nada, sin responder ante mi
consuelo. No recuerdo su cara, no me dijo una palabra. Sólo se sentó,
primero sonrió, después asomó la lágrima, apretó mi hombro, volvió a
sonreir, y se perdió entre los jardines de flores vivas sin echar la vista
atrás. Desperté abrumado, como esas veces que no distingues sueño de
realidad, sobre todo cuando quedas traspuesto en lugares diferentes a los
habituales. Miré al frente, a la vieja estatua roída, postrada ante mí de
espaldas, y sentí de repente la divina curiosidad de saber de quien se
trataba. Era Bécquer, sonriente, pintor de amores y batallas, tan vital
como virtuoso de las letras, tan humano como sencillo. Un escalofrío se
apoderó de mí. Quedé ante él, muy quieto, paralizado ante tanta nobleza
y tanta historia verdadera, rememorando todos sus valores apasionados
que no eran de éste universo. Es por eso que Dios quiso llevárselo aún
siendo joven, es por eso que quiso visitarme en sueños y dedicarme un
gesto, allí, en su pequeño apartado olvidado, en ese mundo perfecto
donde se mezclan naturaleza y soledad para darle un sentido mágico a
las palabras... Permita usted, poeta, que hoy dignifique mi placita con
prosa humilde. Le pido, en su infinito, velar por mi inspiración y mi
pluma. Yo, si le parece, prometo no dejar de visitarle de cuando en
cuando y mientras pueda…
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Votar con B de burro
Siga usted levantándose temprano un domingo cada cuatro años
para votar al que mejor le cae, seguro de sí mismo de haber cumplido
con su deber para con la sociedad. Así, elecciones tras elecciones, con la
conciencia muy tranquila pero con los ojos cerrados a lo que le rodea,
que eso se nos da muy bien a la plebe... Hoy tuve el honor de recibir un
correo de una anónima lectora de mis letras que dice encontrar cada
mañana un abrigo a su desesperación con las cuatro palabras que
dispongo en este apartado espacio personal. Me habla de su vida, de su
ingrata existencia, como se refiere ella misma en su correo. Se trata de
una muchacha que trabaja en una tienda de ropa, echando más horas que
un reloj doblando camisetas a treinta y cinco euros el jornal, mañana y
tarde, para que no le quede tiempo para pensar en lo maldito que es su
día a día. Tuvo que dejar los estudios para aportar dinero en casa,
siempre pasando con lo justo, con unos padres pensionistas incapaces de
sostener pagos e intereses, y todo por el derecho a tener una vivienda
medio digna. No ahondaré en los detalles, que son muchos y funestos,
pero sí quiero servir hoy de voz de quien no la tiene porque no le dejan,
de aquellos que, en su indefensión, se agarran con desespero a la
esperanza de un futuro diferente, aún con visos de ser prácticamente
imposible salir de un hoyo cada vez más profundo... Y qué quieren que
les diga, si es que da igual el político. Si es raro el día que no salen casos
de infames corruptelas y desfalcos a la carta. Y sólo saben hacer marear
el verbo y aliñarlo con sonrisas para parecer inocente de todo, embutidos
en esos trajes carísimos vigilados de cerca por su estupenda escolta y su
séquito de talibanes dándo la razón en todo a lo que el jefe diga…Y ahí
la tienes a ella, harta de madrugones y de orgullo tragado, cumpliendo en
cada pago con sumisa pulcritud, sin tener ni para un vestidito estampado
para el verano. Y vienen a decirle, encima, que no cumple su deber
ciudadano de dar su apoyo en forma de voto a cuatro soplagaitas
mentirosos horteras y desagradecidos que la olvidarán en cuanto salgan
sus nombres en las listas de quien puede meter la mano en la caja, dando
la espalda a la pobre mujer que les vende el traje bien escamondado para
lucirlo en suntuosas recepciones de Estado…
Tenemos lo que votamos, tenemos lo que nos merecemos, y es que,
además de cornudos, apaleados, y, sobre todo, engañados, pero sólo
hasta que queramos…
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Redenciones a destiempo...
Estoy ante la televisión en esta tarde veraniega observando las
muestras de cariño al mítico Rey del Pop, tan criticado por sus
extravagancias relacionadas con su vida privada. Y uno cae en la cuenta
de la inmunidad de la que gozan los verdaderos genios que han pisado la
humanidad, y se me viene a la cabeza la historia de Chaplin, de quien se
decía que no tenía ni un sólo amigo por su mal carácter, o su matrimonio
más que sospechoso con una niña de 17 años cuando él contaba 54
primaveras…
O el excelso Dalí, que se levantaba de la cama cada mañana
preguntándose qué genial obra saldría de sus propias manos en ese día,
haciendo gala de un egocentrismo fuera de lo común, además de
reconocer un exacerbado odio a los mediocres que le rodeaban… Por no
hablar de Shakespeare, que ordenó de puño y letra el asesinato de su
rival literario Marlowe, según rumores bastante contrastados. O el
mismo Einstein, misógino sin remedio, que terminó por decir en una
conferencia que una mujer jamás tendría la inteligencia de un hombre,
ante la incredulidad y enfado de toda su audiencia. Ya ven,
excentricidades que hicieron correr ríos de tinta y que hoy son
referencias olvidadas a pie de página, sin más...
Son muchos los casos de genios que llevan una vida desordenada y
desesperante. Quizás exista un gen determinante de todo eso, un maldito
cromosoma que especifique que las grandes obras de éste universo las
ejecuten personas incomprendidas para el prójimo en su misma época,
siendo el tiempo el único antídoto para dejar de lado prejuicios y
envidias y así poder disfrutarlas como es debido...
Por eso hoy me anima comprobar cómo los humanos de a pie, esos
que no vemos más allá de lo que observan nuestros ojos, de cuando en
cuando y si no caemos en la abnegación, llegamos a atisbar, aunque muy
de lejos, el brillo de una obra que no merece ser saboreada por paladares
acostumbrados a morder el polvo de lo cotidiano. Y es que menos es
nada…
Mis respetos a los que viven abrazado al arte y mueren en soledad,
como parece el caso. Los años y el olvido terminarán por darle la razón,
no me cabe la menor duda, porque las verdaderas redenciones siempre
llegan, para los genios como él, a destiempo, mas no habrá nadie ya para
pedir disculpas, pero es que ya sabemos, amigo, como se las gastan en
este cruel infierno...
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Confesiones
Es difícil reencontrarse con uno mismo, más si cabe en los tiempos
que vivimos, con tantos quehaceres inútiles y tanta rutina insulsa. Pero a
veces, si uno tiene suerte y los cometas se alinean, llega la oportunidad
de recrear lo que un día fue mágico para tus carnes, aunque sólo sea por
unos minutos, pero suficientes para el corazón de cualquiera. Yo hoy
cuento el caso, a sabiendas que ciertas confesiones puedan convertirse en
fantasmas del pasado en algún instante, pero os debo justificación a mi
dejadez de principio de semana…
Y es que echo de menos aquellos veranos de bicicleta y chucherías
en la puerta de Raúl. Añoro la época de los pantalones cortos y sandalias
gastadas de tanto caminar por esa calle vacía hasta que la llenábamos de
nuestras carcajadas. Recuerdo con cariño y aprecio las largas charlas
inocentes de niños que empezaban a vivir y se conformaban con
acompañarse bajo un manto de estrellas hasta altas horas de la
madrugada. Aún siento esa brisa tiznada de buenos presagios en medio
de la oscuridad, o ese repicar lejano del campanario del otro lado del
pueblo. Jamás olvidaré los juegos ni las caras, los hermosos gestos ni las
miradas…
Intento desde hace mucho esquivar en mi camino ese bello
escenario, tan distinto ahora, pero que guarda la misma esencia
melancólica de entonces, cuando esa calle fue testigo de nuestros pasos.
Y debo confesarles, pues para eso sirve la dichosa terapia, que el pasado
Sábado, después de muchas risas y alguna cerveza, no pude evitar volver
al mismo lugar de antaño, a sentarme en silencio, dedicar una mirada al
cielo y responder con una lágrima a todos los recuerdos que el aroma de
esa acera traía de nuevo a mis sentidos… Y allí, sólo, dí gracias por
aquello que vivimos y amamos…
Es por eso que me costó volver a escribir esta semana, pues no se
me quita de la cabeza la tristeza por un tiempo pasado, mejor o peor, no
sé, pero tan humano, tan cercano… que nubla mis mejores historias, por
más que junte cuidadas y estudiadas letras, por más que empuñe mi
pluma para versos nacidos en esos días en los que morías cuando
llegabas a casa y descubrías que todo, a no ser que alguien parase el
tiempo, iba a convertirse en un maravilloso y eterno sueño, como así ha
terminado siendo…
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Paso de peatones
La estupidez humana, a la vez de ignorante y osada, suele ser
también maleducada. Y no es que ayer me diera cuenta, pero para
muestra un botón... Ocurría a eso de las 5 de la tarde en una placita
adyacente a la facultad. Cuando llego temprano y hace buen día me
siento en los ventanales del Café Córner de mi estimada y sufridora
Estrella y contemplo el ir y venir de los estudiantes a las clases, de los
peatones que cruzan la pequeña carretera para perderse en los
aparcamientos de la facultad. Ayer era un día de esos, saboreaba la
noticia del Notable en Pensamiento y Lenguaje con especial delicadeza,
mientras la espuma del café cremoso rebosaba caliente... hasta que se
jodió. Desde mi posición pude ver a menos de dos metros cómo un
hombre muy mayor, de aspecto enternecedor pero recio, intentaba cruzar
la calle mientras estudiantes hijos de "papá" aceleraban sin detenerse en
sus Meganes y Ibizas sin esperar a dar un respiro al buen anciano. Eso sí,
muy maquilladas todas y muy monas, ellos muy guapos y esbeltos. Fue
entonces cuando una mujer, cuarentona, en chándal, haciendo
aspavientos al tráfico, cogió al hombre del brazo y lo ayudó a cruzar ante
mi mirada atónita...
Me pude fijar en la mujer cuando volvió a cruzar para seguir su
destino, era una señora de aspecto humilde, parecía de origen
sudamericano, y me detuve a pensar en lo triste de la situación. Venía
una mujer de otro país, seguro que con menos poder adquisitivo y una
educación no basada en colegios de pago a enseñar a horribles pijoteros
y doncellas cuestiones básicas del civismo. Se supone que hablamos de
gente formada, de gente comprometida con lo social por la naturaleza de
las materias que estudian...
Siento ser tan poco amable para estos casos, pero me parece tan
triste...
Y ahí supe responderme, la Universidad no es una mierda, la mierda
son los Universitarios que sólo ven el Sobresaliente en las asignaturas y
suspenden en educación, en civismo y, sobre todo, en Humildad...
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El Juego de la isla Desierta...
Muy amena la clase de ayer. Versaba sobre creencias, opiniones y
decisiones, suena a trascendental, pero no lo fue tanto, estén atentos. El
que da la clase, quizás consciente de lo aburrido de la materia, pone
ejemplos que nos haga fácil entender conceptos tan abstractos. Y ayer lo
volvió a hacer... En un momento de la clase en el que no sabría muy bien
poner en pie lo que estábamos dando nos lanzó el típico reto... ¿Qué 3
cosas te llevarías a una isla desierta? Lo cierto es que no hubo respuestas
puesto que no tenía porqué haberlas... y prosiguió la clase por otros
derroteros.. Pero yo, cansado del trabajo y de haberme acostado tarde me
puse a divagar... y me imaginé la supuesta cuestión. Una isla, tres cosas,
tic, tac, tic, tac... ummmm, me llevaría una caña...ummmm, o quizás con
seda de pescar bastaría y ocupa menos...no sé, tic, tac, tic, tac, ummm....
ah ya sé!, una sierra "pa" cortar troncos y hacerme una barquita y
escapar...que tontería, no llegaría a ningún lado...tic, tac, la clase va a
terminar... corre, elige que te tiene que ir...no sé...tic,tac...ya está, me
llevaría mil latas de comida para esperar a que me recojan...que va que
va, quizás nadie me buscaría...tic tac, tic tac... se acabó el tiempo. Y en
ese momento encendí el móvil y, de tanto traqueteo, tenía la agenda
abierta por el número de mi madre.
Qué sabio el destino. ¿3 cosas? Me llevaba a la madre que me parió
y me sobra para llevarme un cortauñas y una piruleta, y les puedo
asegurar que en un rato estoy durmiendo en sábanas limpias y con la
ropa ordenada... es un hecho.... Pediré los apuntes de la clase de ayer...
Dios y el cielo
Para bien o para mal, por suerte o por desgracia, este apartado tan
personal como público que se ha convertido este balcón a mí mismo, me
persigue en ocasiones. Me demanda intenciones, me exige letras que me
hagan más cercano el conocerme a mí mismo. Y así sucede
constantemente...
En la búsqueda de uno mismo, los caminos son tortuosos.Y yo,
precisamente, no he sido una excepción. Me cuesta pensar que haya
gente que pase por la vida sin planteamientos más o menos razonables
sobre su existencia. Y menos aún logro entender porqué la mente
humana, tan adaptativa para otras facultades, como la memoria, como las
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habilidades... fue tan torpe al ponernos la barrera de la existencialidad a
algunas almas, haciéndonos más difícil si cabe la supervivencia en un
mundo que tiene ingredientes de sobra para destrozar cualquier
planteamiento optimista.
Quiero pensar, y es más un quiero de desear que un quiero de creer,
que "barrera" se convierte en "facultad" cuando se superan las
adversidades, y que el premio a tanta desesperación metafísica es el
crecimiento personal, que traerá, por consecuencia, el éxito vital,
humano.
En esas me encuentro, en una búsqueda del yo que naufraga cada
minuto de mi vida, que desembarca en playas vacías de contenido, sólo
silencio, y, a lo lejos, algún claro de sol.
No es nada personal, el cielo existe, debe existir, pues si no, de nada
habrá valido la pena...
Dios le da pan, a marcianos...
Hoy escuché una historia desayunando que no termino de
comprender. Al parecer, a un tío del McDonals de aquí abajo, en la
Avenida República Argentina, va y le tocan mil millones de pesetas...
Deja el trabajo, se compra un coche, una casa, lo típico... Hasta ahí
normal, lo que todo el mundo haría, con más o menos derroche. Pues va
el colega, hastiado de su vida de "rico", y vuelve al McDonals a trabajar
porque echaba de menos sus amigos del currillo.
Ojo a la situación señores... un tío que tiene en el banco cientos de
millones de pesetas, con 25 añitos, todo a pedir de boca, y decide volver
al zulo culinario detrás de una barra de cerámica, con gorrita y todo... Y
todo ello por 700 euros las 6 horas, trabajando un sábado sí y otro no...
Ahí está el tío, madrugando y comiéndose marrones de jefes y
maleducados clientes, con frío por las mañanas y sueño por las noches...
Pues ahí no acaba todo, llevando un mes trabajando en el Fast Food,
la novia lo deja porque no entiende tan maquiavélica situación y el tío
entra en una depre que lo tiene en cama durante meses... pero cobrando
la baja laboral...
Si Almodóvar no tiene guión para su próxima película... que me
avise para que lo redacte....pocas veces se encuentra uno con
extraterrestres en este planeta dejado de la mano de Dios.
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Inmortal...
Cuando era pequeño lloré varias noches cuando supe que, algún día,
mis padres morirían. Uno tiene, en la infancia, la sensación de que nunca
va a desaparecer, de que es un semi-dios, pues lo mismo les ocurre ya de
mayor a muchos...
Perdonen mi vehemencia de ayer. Es, quizás, producto involuntario
de la continua lucha, tanto física como mental, que llevo a cabo desde
hace algún tiempo. Me fastidia enormemente los "enchufados" inútiles
que se pasean por la vida pensando que si ellos están ahí, en el fondo, es
por algo. Y ven a los demás desde una torre tan alta como el orgullo que
les da sombra.
Supongo que es lo que conlleva acercarte gratuitamente a esta
ventana tan personal como pública, al menos que me sirva de
confesionario improvisado, de bolsa de arena en la que descargar puños
llenos de ira, pero también de humildad...
No soy modelo de nada, nunca pretendí serlo, o quizás en alguna
época sí, pero me gratifica pensar que progreso cada día en la búsqueda
de mí mismo, algo de lo que me encontraba bastante lejos hasta hace
bien poco. La gente que me ha sufrido puede dar buena fe de lo que digo.
Me alivia recibir correos de gente casi olvidada a la vez que me hace
sentir responsable de no fallarles cada día con unas letras que den color a
la monotonía de lo cotidiano.
Cada día, a pesar de todos los pesares, me gusta más mi vida, o
quizás simplemente me disguste menos lo que voy conociendo de mí
mismo... como cuando era pequeño, "inmortal”.
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Que lo veais...
Y tendré siete hijos si la naturaleza de lo cotidiano no me lo impide.
Y los educaré, los amaré, los respetaré todo lo que el momento lo exija.
El mejor legado que puede dejar alguien en este mundo, la mejor de las
noticias que le puedes dar a tu genética, la mejor penitencia para un
mundo descuidado... es adornarlo de sonrisas cómplices de pequeños
hombrecillos y mujercillas que den color a un lugar tan inhumano como
irresponsable. El mundo, pero no el mundo lejano, el que vivimos,
nuestros pensamientos, reflexiones, recibos por pagar, hipotecas sobre
hipotecas, ferias de abril, fines de semana finitos, humor trasnochado,
recuerdos... ese mundo queda teñido de amabilidad si una extensión de
tí, en forma de persona, corretea a tu alrededor, presagio de los pasos que
dará cuando ya tú no estés, no respires.. Admiro al padre de familia, a la
madre de familia, a los que apuestan por ese ser más que por uno mismo,
dejando atrás salud, amistades, expectativas, sólo por la sonrisa de
alguien que aún no valora ni de lejos el sacrificio que atesora cada
movimiento de almas tan potentes... El mejor homenaje que puedo
haceros, madre, padre, es obrar a imagen y semejanza de lo que, un día,
vosotros convertisteis en tres milagros, tres maravillosos regalos con
dedicatoria inconsciente a vuestros antecesores... Si existe eso que decís
del cielo, ellos os observan reconfortados. Enhorabuena por tanta
sabiduría, tanto amor, ese es el mensaje que transmitiré a los míos....y
vosotros, que lo veáis
Aquella goma de borrar
Los martes me gusta contaros alguna historia, y hoy no será
menos... Seguro que os ha pasado alguna vez, te cruzas con gente a lo
largo de tu vida que, casi sin quererlo, te infunden un respeto y una
admiración especial. Y ocurre sin ningún tipo de vínculo especial con esa
persona, a veces son unas pocas palabras las que has cruzado, igual no
sabe ni tu nombre... Ese aura...
Pues va de eso, ayer me encontré a la salida de mi casa para ir al
trabajo una goma de borrar, de esas que se vendían antes, alargadas, que
borraban hasta boli, esas que sabías que nunca se acabarían, al menos
antes de que se te perdiera... y eran muy codiciadas, yo de hecho nunca
tuve una... bueno sí, de eso va este pequeño relato.
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Tendría unos 10 años, no más, en un aula con gente con la que
habías estado más de la mitad de tu vida, en la que rara vez llegaba
alguien de fuera. Pero así fue aquel año, llegó un chico recio para la
edad, serio, creo que nunca lo vi sonreír. Permanecía solitario, casi
aislado de lo que ocurría en el aula, no se metía en líos, iba a clase a
aprobar y se marchaba, poco más, un tipo pragmático. Claro, a esa edad,
propicia para correteos y travesuras, el "nuevo" me imponía mucho
respeto por parecer tan mayor siendo como nosotros. Se sentaba detrás.
No crucé una palabra con el en todo el curso excepto en una ocasión.
Como todos alguna vez a esa edad, tuve el impulso cleptómano de, en
unos de esos juegos de ir de aquí para allá, aprovechando el desorden,
quitarle una de esas gomas de borrar al hijo de ricos que se pavoneaba, al
que vestía y olía tan bien... Pero se ve que no tengo madera de ladrón,
justo cuando denunció el caso a la profesora, el cuerpo del delito
asomaba por mi estuche, con lo que fui un claro presunto culpable. Y me
las vi en un interrogatorio horrendo, yo me defendía, claro está, diciendo
que yo la tenía de antes, que cara más dura...
Pero cuando más negra se ponía la cosa, alabado sea, este extraño
chico tomó la palabra interrumpiendo el revuelo y aseguró que me había
visto borrar con esa goma días antes, vamos, que era mía... No entiendo
muy bien porqué lo haría, pero el caso es que me libró de una buena. No
volví a cruzar palabra con el en todo el año, después supe que a su padre
lo destinaron al norte, de donde él era, y nunca pude agradecerle nada.
Pero para eso tengo estas líneas, para rememorar lo que ayer surgió en
mi cabeza cuando iba para el trabajo, para agradecerle lo que hizo sin
tener porqué, para mostrarle mi respeto... y para compartirlo con
vosotros
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Zonas azules...
Te los encuentras mirando la luna de tu coche de forma disimulada,
con uniforme que asoma pelotillas, pantalón a juego, azul, como todo
buen uniforme, y una gorra que se queda a medio camino de la de un
guarda agujas venido a menos. Son los encargados, Dios mediante, de
hacer respetar el deber ciudadano de no aparcar más de cierto tiempo tu
carro en zona pública sin apoquinar tu eurito de rigor. Y van con su
aparatito repartiendo multas en pos del bien y la concordia de los buenos
ciudadanos del mundo, de los honrados y los que no lo son ...
La zona azul, tan detestada como criticada, no deja de ser un reflejo
de lo que se ha convertido nuestro mundo cercano, un pagadero continuo
y sin sentido, y ojito, que se llevan el coche como no apoquines, y la cara
de tonto que se te puede quedar.... Así que agárrense bien a las
maquinitas expendedoras de quitamultas, no vaya a ser que uno de estos
guardianes de la estabilidad del aparcamiento, estos héroes del espacio
compartido y ajustado, cojan y te ajusticien con su "game boy"
monocromo con una multa de mil pares. Terminaremos con un tío de
estos detrás multándonos cada vez que demos un paso de más, una
respiración más fuerte de la cuenta. Y nos terminarán llevando al
depósito
Tomemos ejemplo
Entre los genios que se van y los mediocres que se quedan, uno
tiene la sensación de estar navegando a la deriva entre veleros de mucha
eslora pero limitados de vela. Muy de cuando en cuando, en ese canal de
televisión marginado que es la 2 de Televisión Española, proyectan un
documental sobre Marinaleda, milagro entre los milagros. Ya les he
hablado mil veces del asunto. Un pueblo de Sevilla de unos dos mil
habitantes, con mucho campo aunque pocos recursos, pero con unos
habitantes que siguen a su líder ciegamente, el alcalde Sánchez Gordillo,
defensor de las igualdades sociales y unos derechos básicos inalienables.
Nada de grandezas, simplemente una vivienda, un trabajo digno, unos
servicios comunes…
No les hablo de grandes utopías, sólo de artículos recogidos por los
Derechos Humanos universales que no se llevan a cabo en la mayoría de
la geografía de éste nuestro país, pero que en ese pueblo cobran forma y
21
se materializan…
Y yo, que siempre ando comparando, miro hacia mi pueblo,
Villarrasa, y caigo en la cuenta de que alguien nos anda engañando. No
me trago que un terreno de cien metros cuadrados pueda valer 20 kilos,
no me creo que los jóvenes sean los malos de la película, no me cabe en
la cabeza cómo pueden permitir decenas de casas vacías cuando hay
muchas familias que no tienen donde caerse muerto. Más si cabe con un
ejemplo como Marinaleda ante las narices…
Nunca fui de medias tintas, y tampoco de creer en la mala fe de
algunos a las primeras de cambio, pero no dudaré un segundo en
empuñar mi pluma y mi espada si advierto aprovechados y mentirosos.
Mis obligaciones me impiden ahondar más en el tema, pero desde la
distancia permaneceré latente y observador. Y es que, cuando vuelvo a
mi pueblo, arden mis carnes al comprobar que todo sigue igual, pero
peor, porque el paso del tiempo tendría que hacer mejorar a quien lo
merece, por más que se empeñen en lo contrario algunos que dicen ser
fieles al progreso pero que olvidan al más necesitado de oportunidades
fuera del periodo electoral...
Siento mi desvergüenza, pero en eso consiste una terapia, en
vomitar los sinsabores que recorren unas tragaderas hartas de tanta
mentira, en gritar justicia cuando mi corazón percibe una desidia que,
lejos de enrabietarme, me entristece, y es por eso que no cesaré en mi
empeño de sacudirlos de vez en cuando para que espabilen, por el bien
de todos...
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"Carpe Diem" by José Enrique Vázquez Salvador
“Carpe Diem” es un tópico literario, atribuida a Horacio y que
puede significar muchas cosas, según la traducción que se extraiga.
“Cosecha el día” ó también “disfruta el día” ó también “aprovecha el día,
no lo malgastes” ó también “aprovecha la oportunidad y no esperes a
mañana, porque puede que mañana no exista. Todas las interpretaciones
nos llevan a pensar que el presente es lo que importa, el futuro puede que
no exista para nosotros.
De joven esta frase me seducía para no perder ninguna oportunidad
para divertirme y pasarlo bien. Es la etapa hedónica de la vida. La fase
más egocéntrica y pueril de tomarse la vida. Todo el mundo que me
rodeaba no eran sino herramientas para conseguir mis propios fines
narcisistas. Y claro está, me equivocaba terriblemente…. El sabio latino
iba mucho más lejos con su encriptada frase.
Hoy a mis cincuenta años sé que la vida es un verdadero milagro.
Un soplo divino a modo de “PACTO” que se renueva cada amanecer. Y
esto no debe entenderse como que la vida es un cuento de color rosa. Un
día experimente que todo cobraba un sentido mágico y maravilloso
cuando el goce de una satisfacción grande era el resultado de un esfuerzo
titánico y demoledor. Es como el atleta maratoniano que suda y sufre
durante toda una carrera interminable para vivir el indescriptible
momento de cruzar la meta, sin importarle el lugar en que quedó. Solo
por el placer de conseguir vencerse a si mismo. Dar sentido al
sufrimiento para transformarlo en un camino que te lleva a la paz
interior, al bienestar de un momento inmensamente feliz.
La recompensa gratuita te deja vacío y sin esperanzas. Hoy sé que
si trabajo cada día y doy sentido a ese esfuerzo, me acuesto con la
sensación de haber conseguido traspasar una meta que le da sentido a mi
vida. No es un camino fácil vencer la pereza. Tolerar los contratiempos.
Errar y volver a proponerse otra meta. Caerte y aún habiéndote lastimado
levantarte y continuar la marcha. Ser educado y atento. Ser humilde ante
el despreciativo fanfarrón. Ser proactivo aún cuando estas sin
fuerzas….“Quid pro quo”, “intercambio de algo por algo”, “trueque”…al
tiempo que me da la vida yo le ofrezco mi voluntad y esfuerzo por
vivirla con los cinco sentidos. Esto para mi es la verdadera dignidad del
CARPE DIEM.
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Un día en la Selva
Están los guepardos, rápidos y temibles, con sus garras afiladas a la
espera de cualquier presa inadvertida. Jamás los verás de frente. Llegan
sin avisar, pero cuando menos esperas los tienes echando su aliento en tu
hocico mientras huyes despavorido, y sólo consigues, como mucho,
apartarte para que enfile a otro desgraciado de patas cortas y lento
reflejo. Después te encuentras a los antílopes, veloces y traicioneros,
siempre a la espera del menor descuido para acecharte. Salen de la nada,
su perfil fino les permite descubrir huecos donde nunca los hubo, y eso
les hace peligrosos, a no ser que tengas mil ojos en la espalda… Intentas
manejarte en tu senda, pero sólo haces atisbar movimiento y dejas de
existir de la presencia de nadie. El silencio es sospechoso, la paz
tenebrosa. En segundos puedes destapar amenazas jamás imaginadas,
tantas veces vistas lejos pero tan cercanas… y no haces sino estar alerta a
cada susurro, por más que la calma reine en tu camino. El Sol es testigo
de tanto desencuentro, cómplice de los que aprovechan las sombras para
dar caza, juez implacable de los que yacen en el desierto… Es lo que
tiene la jungla, muerte a la vuelta de la esquina, lamentos en cada ladera,
pero de cuando en cuando aparece un oasis en medio de la nada y
refrescas un rostro curtido de tanto perseguir y ser perseguido. Pero las
treguas acaban y la lucha comienza de nuevo, hasta el próximo oasis,
quizás el definitivo, y sueñas con abundancias y descanso, con cariño y
aprecio, pero tornas al instante a la pesadilla y aprietas el puño, por el
bien de tus fauces… Y entre tanto, acto reflejo de tus músculos, en la
lejanía del horizonte divisas un elefante, de esos enormes e inofensivos,
y corriendo quedas a su sombra, aliviado de tanta soledad bajo el mismo
cielo, confiando en que sus pasos te lleven a casa, la de los sueños y las
abundancias, hasta el día que toque de nuevo salir en la espesura y
jugarse los cuartos con alimañas de cuidado, con esos seres indignos que
dejaron de amarse en el momento que pusieron un volante en sus
manos... y es que, amigos, no se me ha ocurrido otra forma de contarles
mi regreso a casa por carretera, a sabiendas de la injusticia que cometo
con los animales por mi discurso, pues queda bien demostrado cuán
peligrosa es ésta, nuestra selva, pero más aún lo poco que nos
respetamos, y de eso no tienen culpa los otros animalitos…
24
Inconscientes...
Insistir, a estas alturas, en que aprecio en general más a los perros
que a los hombres es una obviedad que no remacharé demasiado. He
dicho alguna vez que si la raza humana desapareciera de la faz de la
tierra, ésta ganaría mucho en el cambio; mientras que sin perros sería un
lugar más oscuro e insoportable. Cuestión de lealtad, supongo. Hay
quien valora unas cosas y quien valora otras.
Por mi parte, creo que la lealtad incondicional, a prueba de todo, es
una de las pocas cosas que no pueden comprarse con retórica ni dinero.
Tal vez por eso, la lealtad, en hombres o en animales, siempre me
humedece un poquito los ojos... Todo esto viene al caso porque ayer
viniendo tarde de Huelva vi al menos 3 perros en el arcén destrozados
por algún coche desafortunado.
Que mala forma de pagar la lealtad y la humildad de un perro, en
una cuneta de mala muerte con golpes y magulladuras, pero no es otra
cosa sino reflejo del mundo donde vivimos, cruel con el honrado, vil con
la nobleza...Inconsciente de aquel que en mi presencia actúe olvidando
los perros en una cuneta, entonces sí que habrá motivos para
encarcelarme...
Malditos...
De ti dependo...
No se trata de haber vivido lo que casi nadie, no hace falta haber
acudido a una guerra ni a un milagro. Para leerme, para entenderme, solo
tienes que ser persona, o querer serlo al menos, tener consciencia o
conciencia, real o virtual, da igual el algoritmo.
No preciso que aúpes grandes valores pero sí grandes esperanzas.
Al menos un halo de sinceridad sobre el que cimentar un progreso
humilde pero sin pausa. Yo mismo me culpo de todos los pecados de los
que ahora reniego, pero quise que dar pasos adelante no cayeran en vano,
en el olvido, y que cada minuto de mi vida tuviera un sentido, real,
imaginario, es lo de menos…
Sólo nos tenemos a nosotros mismos, únicos hasta que queramos
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serlo, relevantes hasta que decidamos, necesarios si no nos movemos,
vivos o muertos… lo que demandemos.
Y mis letras son claras, o al menos precisan serlo. El cambio es
posible, es humano, trasladar actitudes de un extremo a otro, lo que
ninguna especie supo hacer sin intervención divina. Ahora es el
momento de hacerlo, sin miedos, nada que perder, mucho que construir,
y sólo tú responsable del cambio, héroe o villano de tu mundo, de tus
mundos. Amado, querido, agasajado, o prefieres odio y violencia,
desagrado por lo vivido. Eres humano, te toca demostrarlo, te toca
reclamarlo…
No tengo más armas que la palabra para convencerte, las palabras y
los espacios, los espacios y los silencios. Tan universal como solitario.
De ti depende, simples fonemas engarzados o complejos entramados de
sentimiento, de sentido.
Sólo tienes que alzar tu mano, firme, ante la duda, y proclamar con
ojos emocionados que no pasarán, que serás barrera fiel cercana a la
dignidad, al respeto a uno mismo, que sólo empieza en ti, y que se
extiende a los demás para ser confirmado.
Equivócate si es lo que has de hacer, pero no dudes, la duda es no
acertar. Y aciertas en el momento que te decides.
De ti dependes, de ti dependo, de ti dependen. A ti va dedicado.
Sentencias...
Ha dictado sentencia mi vergüenza: Culpable. Se me acusa de
delitos mayores contra la integridad de mi persona, desacato a mi
nobleza y rebeldía a la autoridad de mi honorable conciencia... esa que
nunca duerme tanto si es de día o de noche....
El delito del que se me ajusticia, hacer propaganda de
inmisericordia contra la indiferencia, empezando por uno mismo, y
acabando en uno mismo, es decir, abarcándolo todo. Ya que se me acusa
de algo, que sea grave...
Culpable sin fianza, proscrito a pasar los próximos años de mi vida
encerrado en mí mismo, entre barrotes de desidia que no dejen pensar
libremente, con el sólo sustento de una migaja de conformismo que me
nuble el discernimiento, de lo bueno y de lo malo. Prisionero de una sola
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elección, obligado a contemplar sólo una opción.... Sólo yo con una
opción, es decir, ninguna....
Condenado al individualismo, de por vida, horrible causa pero aún
peor consecuencia. No queda otra.
Trabajarás tu sentido del ridículo día, tarde y noche, tendrás por
almuerzo tus famélicos valores, sólo tuyos, eso sí, pero raquíticos de
sentido. Consentirás en tu cama inocencia a la vez que hipocresía, un
nudo en la noche. Y amanecerás mojado, mojado de brusquedades y
lamentos.... y así transcurrirá todo....
Me niego, negaros vosotros también, amigos y desconocidos.
Negaros a un juicio que no cesa, al continuo juicio que nos hacemos a
nosotros mismos. No seáis crueles, no os planteéis cada acto, ni vuestro
ni del prójimo, con tanta crueldad. No nos sometamos a un continuo
examen de conciencia, somos más parecidos de lo que creemos, somos
más diferentes de lo que pensamos, aplicad a todo relativismo y darle un
toque de humildad... No hagas simple lo complejo, ni complejo lo
simple....
Sé tú mismo, y sigue educándote....
“Rincón de Doñana”, por María Vázquez Oria
“El rincón de Doñana” es una Asociación fundada hace apenas cuatro
años, la cual aboga por el bienestar y los derechos de perros y gatos que
han sido abandonados. Es un refugio que se encuentra a las afueras del
pueblo de Bollullos Par del Condado.
Así comienza mi historia:
En Junio de este año decidí que necesitaba dar cabida en mi vida a
lo que siempre me ha apasionado, los animales. Así que buscando por
internet, encontré una página web dedicada a esta asociación. En ella
pedían ayuda urgente para sacar adelante este lugar y a sus inquilinos.
Enseguida me puse en contacto con ellos y me invitaron a visitarlos para
ese mismo domingo. A las 9 de la mañana cogí mi coche y me presenté
allí, reconozco que iba bastante nerviosa porque no sabía qué me
encontraría. Cuando llegué, me presentaron a los pocos voluntarios/as
que iban cada domingo y luego conocí a los animales. Todos
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permanecían inquietos y ansiosos en sus “jaulas”, ya que sabían que ya
habían llegado, como cada domingo sus mejores amigos!. Al principio se
me partió un poco el corazón al verlos todos allí casi hacinados, con sus
heces por medio, y con ese aspecto sucio que adquieren debido a la falta
de personal y recursos materiales. En seguida me explicaron la dinámica
y nos pusimos manos a la obra.
Lo primero, sacar a los perros grandes a dar su paseo de media hora
por el campo, esta actividad cansa bastante porque los pobres al ser la
única vez que salen a la semana, se agitan mucho y están todo el tiempo
tirando de la correa, en verdad nos sacan ellos a nosotros!!. Según van
saliendo, otra persona va limpiando las jaulas. Los perros medianos y
pequeños salen por jaulas (de ocho a doce perros en cada jaula) todos
juntos a la zona de parque, el cual se encuentra vallado y por tanto
pueden correr y jugar a sus anchas durante la media hora. Esa media
hora, que están sueltos, aprovechamos para asearlos (limpieza de oídos,
ojos, cepillado del pelo), les curamos las heridas que puedan tener,
normalmente a causa de las peleas que a veces se dan en las jaulas por la
lucha de liderazgo.
Y como no, aprovechamos también para darles todo el cariño y
juego que se les ha negado. Así pasamos el día, sacando jaula tras jaula,
en total con una media de 80 perros. Igual se hace con los gatos por
supuesto. Cuando termina esta fase, y todos han vuelto a sus respectivas
calles, se les hecha el pienso. Una vez hecho esto la jornada se da por
finalizada.
Es verdad que terminamos bastante cansados pero no sabéis hasta
qué punto merece la pena ese cansancio, cuando ves que todos se quedan
calladitos, durmiendo, satisfechos de lo recibido por nuestra parte.
Entonces cogemos nuestros coches y nos alejamos mirando hacia el
refugio, con caras de alegría por un lado y de cierta rabia por otro, por no
poder ofrecerles algo mejor.
Hoy día puedo decir con orgullo que Amo a los animales y que haré
lo que esté en mi mano por intentar mejorar la situación en la que viven
muchos de ellos. Me da mucha rabia saber la barbarie que se produce
cada día en nuestra sociedad con respecto al trato que muchas personas
dan a estos seres. Actualmente, muchos son los que luchan por la defensa
de los derechos humanos y por erradicar las miles de injusticias que se
cometen hacia las personas, es por ello que yo he decidido enfocar mi
lucha y mi búsqueda de la justicia hacia la protección de los animales.
Por tanto, escribo este artículo, para dar a conocer nuestra labor y a
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nuestros animales, y animo a todos/as a que pongáis vuestro granito de
arena colaborando de alguna manera con este tipo de asociaciones cuyo
único interés es el de procurar una vida digna a nuestros animales.
Hoy día cada vez son más numerosas las asociaciones que se crean
para este fin, por lo tanto, si tenéis interés podéis investigar un poco,
porque no muy lejos de donde vives seguro que encontrarás un lugar
como el que yo encontré, con necesidad de personas que ayuden
económicamente para el mantenimiento de la causa o que precisen de
recursos humanos para la difícil tarea de la atención de estos animales.
Para finalizar, decir que a día de hoy, los/as voluntarios/as de
nuestra asociación se han triplicado, gracias a ello, nuestros animales han
ganado en calidad, recientemente hemos presentado un proyecto a
concurso, para mejorar nuestras instalaciones y los recursos sanitarios y
de alimentación. Ojalá y nos den la subvención que necesitamos para
hacer posible estos objetivos. Hoy día, gracias a estos animales yo soy
un poco más feliz y mi vida ha adquirido un nuevo sentido...
SMS...
"Nadar en un océano de aguas frías, bestias que te persiguen,
corrientes indomables, luchas exhausto dando la vida en cada brazada,
olas que te ahogan, tormentas de justicia.... hasta que un día llegas a una
orilla de aguas tranquilas y contemplas lo que viviste, lo que luchaste y
lo que creciste. Quiero estar contigo cuando toques tu orilla, hasta
entonces, nada sin descanso amor, yo te voy acompañando..."
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María
Habita donde conviven las almas cándidas, allí donde naturaleza es
naturaleza y la armonía consiste en mantener viva la esperanza del
cambio. Lucha sin conocimiento contra lo que es imposible derrotar y
siempre dibujando sonrisas, gestos amables y miradas cómplices...
Su inocencia presagia momentos duros y guerras por vencer, pero
solo presagia, porque su habilidad consiste en convertir lo complejo en
simple, lo difícil en fácil, y así nunca dejará de ganarle la partida a
cualquier enemigo, aunque no creo que ella los tenga...
Libre como el agua, no dejes nunca de serlo, pero a la vez
comprometida, jamás sometida, enamorada de la vida, provoca ilusiones
a los que tienen la desidia como bandera. Su valor reside en su
honestidad, su nobleza, pero no duda en afilar cuchillos contra la
injusticia, contra el hastío de un mundo que no le merece.
Tanto corazón en un lugar sin alma, color entre tanta prosa en
sepia...
Ojalá nos deje vivir un rato en su mundo, hoy es su cumpleaños y
no sé otra manera de felicitarla en la distancia....
Tu hermano que te quiere...
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Volverán a buscarme
“…Volverán a buscarme… porque les he escuchado llorar hace un
segundo, por toda una vida que llevamos juntos… Volverán a buscarme,
de aquí no me muevo, por más que el sol caiga a plomo y la gente me
mire con tristeza… Vendrán para abrazarme, para jugar como siempre,
no pienso inquietarme… porque volverán a buscarme… y borraremos de
la memoria el descuido, por mucho que ahora tiemble mi estómago de
hambre, por más que me grite mi conciencia… Volverán a buscarme…
porque me gusta verme rodeado por ellos, porque un despiste lo tiene
cualquiera... y yo quiero perdonarles… Volverán para amarme, por tantas
noches durmiendo a su lado, por soportar rabietas y caricias… No me
moveré hasta que no aparezcan, porque lo harán, estoy convencido, por
las miles de sonrisas que compartimos, porque éste calor me está
matando y nadie se acerca a preocuparse… volverán, estoy seguro,
porque no creo en todas esas historias de perros olvidados en cualquier
parte, porque prefiero morir en una cuneta a permanecer sólo…
Volverán, aunque sólo sea por los niños, por dignidad, por caridad, por lo
que más quieran… Me han engañado...
Ya no quiero seguir respirando, me han dejado en ésta gasolinera, a
pesar de todo… y, aún así, los echaré de menos…porque ya no volverán
a buscarme, aunque cien veces me repita, pero aún conservo sus
recuerdos y sus gestos, suficientes para emprender mi último viaje, allí,
donde nadie es abandonado, en el cielo de los animales… “
Ya me cuentas
“…Te presentarás al universo empapado en vida. Tu llanto llenará
de lágrimas los rostros de los que te rodean. Sentirás dolor a la vez que
alivio, pero pronto tus pulmones se llenarán de aire y descubrirás un
nuevo mundo, jamás imaginado antaño. Conocerás a los tuyos, envueltos
en felicidad, acunando tu lecho hasta que decidas. No temas, serás
querido y mimado, por tantos que te esperan y otros muchos que
aguardan tu presencia. No dejes nunca de creer en tus actos, que ya el
viento se ocupará de dejarte lamentos y sinsabores. No te olvides que vas
para volver, pero asegúrate que otros tengan tu misma suerte, la de nacer
como tú lo hiciste, entre corazones dispuestos a amarte y mil razones
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humanas para defender tu existencia. Así que de ti depende ganarte la
estrella... Al final del túnel nos vemos y me cuentas como te ha ido…”
Y es que hay conversaciones que uno no recuerda pero que sabe
que las ha tenido. El domingo hago veintisiete años… apenas un
suspiro…
Dichosa Crisis...
Me levanto de buena gana, aunque sea Lunes, si la primera noticia
que escucho yendo al trabajo es el hundimiento total de los bancos y las
Bolsas del mundo. Tanta alegría me produce que quisiera llorar de
emoción y alborozo, cual talibán ante su virgen. El poder al servicio del
destino, el rico jodiente empieza a ser jodido, el especulador especulando
sobre su amargo futuro, el cacique encacicado...
Albricias!! Ya el humilde, el currante, el parado y semejantes no son
los únicos humillados por un mundo capitalista que aprieta y ahoga, por
mucho que Dios se empeñe en lo contrario. Sí, es cierto, nosotros los
descamisados de tres al cuarto, por ser parte de la última cadena trófica,
más perjudicados, pero tenemos una ventaja, estamos acostumbrados..
Y ahora volad libremente ricos y políticos e inversores de este
magnífico mundo, volad a través de vuestros altos ventanales de altos
barrios. Apagad vuestra vergüenza con vuestro suicidio, tan necesario
como utópico. Y caed en la dura realidad del que no respira porque no
existe aire que respirar y del que resbala constantemente en un mundo de
mantequilla. Morid malditos, y llevaros al otro mundo mi carcajada... la
carcajada de un pringao que no tiene un duro en Bolsa…
Compañero...
Compañero de travesía, que a veces te asomas a husmear en
palabras de quien creías conocer, que a veces me abandonas durante
semanas sin dejarte ver, dejarte notar... Hoy quiero intimar contigo, me
gustaría que encendieras una simple vela, música de fondo, o quizás
imagina olas de mar rompiendo en la orilla de una playa en la que
pasamos la noche alrededor de un fuego humilde a la vez que sincero.
Un buen vino y una noche estrellada, de esas de verano en la que tu
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mundo y el mío se paran, una tregua entre tanto movimiento, y nos
permite mirarnos y contarnos verdades. Este es mi pequeño homenaje,
para el que me sigue y para el que me persigue, para el que puede
mirarme aún sin conocerme. Esta terapia que empecé y que da resultado,
y vosotros protagonistas de mi mundo más que nunca, y que siga
sucediendo...
Pues deja, compañera, compañero, que abrace tu verdad, tus gestos,
y pídeme el mundo si así lo deseas, pero no dejes de visitarme de vez
cuando, porque me haces sentir vivo...
En todo este tiempo nos enfadamos por horribles sucesos, nos
reímos de hilarantes anécdotas, nos pusimos serios cuando debimos, nos
emborrachamos de desgracia tanto como de amor propio y de valentía,
nos disfrazamos de lo que no éramos y nos abrazamos en la distancia que
nos da, que os da, el anonimato. Pero jamás dejé de sentirte.
Sólo espero que ésta travesía os haya enseñado tanto como yo he
aprendido de mí mismo, gracias con mayúsculas, a los que os conozco,
por vuestro magisterio, a los que no, por vuestras enseñanzas. No me
perderéis...
La Mejor de las Novelas...
La mejor de las novelas, sin duda. Creciste en un pequeño pueblo,
de calles encaladas, en el que el Sol aparece noble hasta la penumbra, de
esos lugares en el que el tiempo no corre, camina. Habitabas en casa
humilde pero no faltaba un puchero, una fruta fresca y un chocolate los
domingos. El aburrimiento apaciguaba sentidos tanto como los educaba.
Pasaste inventando mundos durante una infancia de salud débil, tanta
imaginación en un envase tan frágil.
En una época en la que había poco que elegir, un día, sin más,
empezó tu aventura, tan fascinante como peligrosa, tan triste como
enriquecedora. Madrid, tu destino, nada que ver con tus casas bajas de
fachadas blancas, nada que ver con la mirada de una madre que no veía
más allá de tu nuca, porque no le importaba nada más. Tu empresa, sin
ser empresa, herencia de la ignominia, asesina de libertades y creencias,
y todo por una bandera que cada día iba perdiendo color. Destinos
peligrosos, lejanos, amigos caídos, maniobras en medio de la nada,
juicios a destiempo, sinsentidos en un mundo sin sentido, y con cuatro
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almas en casa a la espera de una voz tranquilizadora, la que siempre
dabas, la que quizás no estábamos preparados para oír...
La mejor lección que dio a sus hijos, el esfuerzo y el talento no
están reñidos, se necesitan tanto como se repelen a veces, pero puede
hacer que termines proyectos, dar paz a tu alma, fuerza a tu corazón. Y
con esos ingredientes te superaste, una licenciatura, una enfermedad, un
matrimonio, una paternidad. Obstáculos que convertías en virtudes de tus
mundos, siempre con la mano tendida al que no ve lazos por ningún
lado. Tu calidad reside en tu destreza tanto como en tu fuerza de espíritu,
y eso me hace estar seguro que, en tu vida, nadie que se haya acercado
un poco al umbral de tu alma habrá quedado indiferente. Para bien, para
mal, los sumergiste en un océano de posibilidades desconocidas hasta
entonces. Y sigues luchando como el primer día, cada domingo cuando
te vas, cada paciente que recibes, cada palabra que a tus hijos dedicas...y
siguen sin dejar indiferente...
Como te digo cada año por esta época, te admiro tanto como te
quiero y te respeto tanto como te necesito. No entiendo mi mundo sin tu
genética, que es la mía. Mis letras son mi único homenaje, sin ser mías,
porque tu me enseñaste... a escribir la mejor de las novelas, la nuestra...
Feliz Cumpleaños Padre.
Ejemplos...
Vuelta al tajo, un miércoles frío de otoño. Tan frío como los
corazones de muchos, tan gélido como las almas de ilusos protagonistas
de una realidad cruel, la que vivimos. Pero a veces te tropiezas con gente
que merece la pena entre tanto desagravio. Surge de vez en cuando, pero
hoy sucedió. Les hablé en alguna ocasión de Antonio, donde me da de
desayunar "el mejor café del mundo", con su estampa goyesca, su tripa
de buen vivir y su calva incipiente que trata de ocultar con cuatro pelos
repeinados. Debajo puedes encontrar una persona enamorada de su
familia, de su trabajo y de su esposa. Tiene una capacidad innata para
decir lo que tiene que decir, como esos pícaros del siglo pasado.
Pero hoy no era él, no estaba atento y su media sonrisa de todos los
días se convertía en gesto contrariado, me quedé observándolo y él se dio
cuenta. No supe sino espetarle un sombrío -¿Como estamos?.- Y él, casi
sin mirarme, hizo un gesto de esos que se hacen cuando no tienes mucho
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que decir. No me atreví a preguntar nada más. Pero pude escuchar a los
camareros que iban por mesa que Antonio llevaba días sin dormir en
casa porque estaba enfadado con su esposa, una mujer de esas de las de
antes, de anchas caderas y fuerte presencia, a la vez que elegante y
hermosa. Un hombre y una mujer, padre y madre de sus hijos, de barrio
humilde pero de corazón gigante, trabajadores desde muy temprano,
mirando cada céntimo para que sus hijos se formen y sean buenas
personas, a su imagen y semejanza. Y a todo esto pensé en mis padres y
en mis hijos, cuando los tenga, y me acordé de Antonio... un ejemplo, de
los buenos
Terapias...
Enciendo tres velas que iluminen mi alma, apago las luces y me
enfrento a un folio huérfano de palabras para rellenarlas de sentido. En
esta amnesia de vida se hace difícil pararse un rato a contemplarse a sí
mismo, conversar con una conciencia que tenemos mal cuidada. No
atendernos puede hacer que no entendamos el mundo que nos rodea. Y
reconciliarse con quien ves en el espejo, cada ciertos días, se hace
necesario para poder tomar aire en un ambiente, si bien, irrespirable.
Y uno busca que te busca, trabajos, hobbies, parejas, coches,
hipotecas, ropa a la última, amigos, y no nos damos cuenta de que
primero es encontrarnos a nosotros, luchar contra miedos y recelos para
construir de alguna forma un castillo de valores y de actitudes, que nos
guíe en lo bueno y en lo malo, y dejarnos llevar... De lo poco o mucho
que me ha servido esta terapia, llamar a una puerta que tenía más cerca
de lo que creía y que permanecía medio abierta. Enfrentarme a una
guerra perdida de antemano con batallas realmente duras, y
exteriorizarlo, escribirlo, me ha sido difícil, como cuando te rajan en
canal, pero fue para darle una medicina a mi alma que ha curado órganos
que tenía mas bien dormidos. Y he aprendido a valorar más a las
personas, aunque si bien es cierto, he terminado por odiar con más fuerza
a los mediocres de medio pelo y a cenicientas sin hora de llegada. Una
terapia que me ha hecho más fuerte, más humano. Es un honor que seáis
testigos de esta guerra.
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Hechos insólitos
Hoy me ha ocurrido un hecho insólito. Me he despertado, temprano,
he puesto el calefactor, que cada vez calienta menos, me he vestido,
parsimonioso, como cada mañana, me he lavado los dientes y ... "Válgame Dios", aparecía borroso ante el espejo. Al principio, la duda, "Será el vaho del agua caliente." Después, media sonrisa, "Será mi vista
miope de esta hora intempestiva". Pero cada hipótesis se venía abajo,
limpié el espejo, me puse las gafas, y aún así seguía estando borroso.
Allí, con el cepillo entre los dientes, embobado, sin verme los bordes de
la cara, las líneas de la camisa, todo difuminado, pero solamente yo, no
todo lo demás. Miré por la ventana, un día maravilloso, divisaba
perfectamente pájaros en el parque, niños en el patio del colegio. Volví la
cara a mis libros, apuntes de una asignatura olvidada, todo legible, mejor
que nunca. Creí estar dormido, miré el reloj, vi que se hacía tarde y corrí
hacia la puerta con gesto torcido ante tan horrible alucinación. Salí del
aparcamiento y llegué al trabajo. Ya había olvidado tan graciosa visión
de la mañana cuando saludé a mi compañero, el cual hizo el
acostumbrado aspaviento.
Pero se quedó absorto esta vez en mi imagen. Sólo supo
espetarme..."estás borroso". Caí en la cuenta y corrí al baño, "Dios
mío...", seguía sin poderme ver, como un bulto difuminado que respiraba
y andaba. Sin encontrar explicación, aguanté burlas y cachondeos y
acabé mi jornada laboral. Ya en la calle los niños se reían, los perros me
olían los talones, las mujeres susurraban, y yo, muy digno, con paso
firme, dirección a mi facultad, donde las risas eran incontenibles. La
biblioteca, un clamor, la cafetería, una fiesta.
Y yo con mi café, muy entero, sorbo a sorbo, consciente de mi
situación pero convencido de mi suerte. Era, desde luego, muy diferente
de los demás. Un día horrible, pensarán. Nada más lejos de la realidad.
En mi día encontré, sí, los que se rieron de mí, los que se burlaron, los
desagradecidos que me insultaron, los que simplemente pasaron... Pero
también me encontré los que me preguntaron, los que se preocuparon,
los que, incluso, me admiraron, los compasivos, los agradecidos que me
pusieron la mano en la espalda...
Ahora hagan el esfuerzo y piensen en la gente diferente, en cómo
los tratamos y cómo nos comportamos con ellos solamente por la
fachada que pasean. Lo de esta mañana me lo he inventado, no amanecí
borroso, pero mañana, como cada día, me levantaré sintiéndome
diferente... y serán pocos los que me dediquen una sonrisa. Igual es que
es verdad que los demás me ven borroso....
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Madre
No heredé su pintura. No me regaló su destreza con la acuarela,
pero me sería fácil dibujar su alma. Una vida sobre la mía, espejo de mis
actos, la biblia de mi genética. Hablar de ella es como describir el suave
mordisco de una fruta fresca, como tocar el aire y besar el mar.
Inabarcable en belleza, la sabiduría de un anciano, el altruismo de un
misionero. Tantos adjetivos que se quedan cortos, cortos cuando una
simple mirada haría justicia a tantas palabras incompletas de contenido.
La más digna, la más trabajadora. Siendo aún muy niña juró vida
eterna con el amor de su vida. Aún hoy enamorada, sus ojos asoman
penumbras cuando él marcha cada domingo en la madrugada, la misma
desdicha, domingo tras domingo...
Sus hijos, su verdadero tesoro. Su lucha, la venganza ante una vida
que no dejó de poner a prueba. Ejemplo de ejemplos.
Y fuimos creciendo, pero sé que ella aún quisiera mecernos entre
sus brazos, alejarnos de cualquier peligro, tan humano como
maravilloso.
Agradecerle en unas líneas, labor de labores. Tanta poesía en
movimiento, tanta luz reencarnada, el coraje de un guerrero, la destreza
de un orfebre, humildad entre humildades....
Tantas pinceladas en un sólo lienzo, tantas historias incontables,
tanto amor .... Ella me dio la vida, y me la sigue dando, con cada sonrisa
que regala al mundo.
Feliz cumpleaños Madre...
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Tsunamis
Este mundo tiene solución. Un tsunami de mil pares que empiece
por las costas de Cádiz y amanse a la altura del Cabo de Ajo, buenos y
malos revolcados en lodo. Es la única manera, empezar de cero.
Hoy viniendo al trabajo en bici, como siempre, me han insultado
tres veces. La primera ha sido un señor mayor, se ha asustado al pasarle
al lado por el carril bici y me ha espetado un -"subnormal" de los que
hacen época. Y se ha quedado tan ancho. No he querido ni volver la cara
por aquello del respeto a las personas mayores.
El segundo ha sido en un semáforo, he pasado cerca de su retrovisor
y el tío se ha dado el susto padre. Nada, este hombre simplemente se ha
cagado en "tos" mis muertos y ha seguido su camino.
El tercero ha sido casi llegando. Había un hombre en la mediana de
4 carriles en medio de una gran avenida, jugándose literalmente la vida.
Y yo que iba adelantando el tráfico pesado de primera hora he pasado
rozándole la chaqueta, por lo que se ha acordado de mi madre y del más
antiguo oficio.
Y aparcas la bici, con un frío que pela, sin un duro en el bolsillo,
perdiendo la dignidad a cada paso por un sueldo que no compensa, con
barba de tres días y ninguna gana de hacer nada por nadie.
Este mundo está enfermo, sólo me queda el consuelo, el consuelo
de sentirme diferente, y la esperanza, la esperanza de que llegue pronto
el ansiado tsunami.
Infiernos
Jamás les conté el relato de mi estancia en el infierno. Puedo
recordar los detalles como si aún las brasas recorrieran mi cuerpo
magullado. Puedo recrearlo, por vosotros, que sois legión fiel a mis
letras cargadas de vida. Acercaros a esta orilla, al menos hoy, quizás os
suene...
Estuve en varias ocasiones en ese lugar del que no se suele volver,
siempre a finales de Agosto, cuando el calor sofocante se convierte en
brisa húmeda y los días dejan de ser eternos. Iba acompañado de mi
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familia, pero cada uno viviendo su propia maldición, la que se repetía y
para la que nunca estabas preparado.
Despertabas con la lágrima en el párpado gritando venganza contra
el destino, aún retumbaban en tus oídos los ecos de una vida mejor, la
que dejabas por mucho tiempo. Y sólo tú con el mundo testigo de tu
desdicha, los minutos antes eran insoportables.
Observabas como si fueras a volver, una y otra vez, los juguetes
rotos, la bicicleta que te paseó por caminos mágicos, la plaza en la que
aprendiste a vivir, a sentir, el panadero que cada mañana te daba los
buenos días, el campanario que avisaba del paso del tiempo... Y repetía
cada movimiento, como buscando fórmulas de otra dimensión para
prolongar un segundo más tu vida de verdad, esa que ya moría.
Y como si de un funeral se tratase, recogías los últimos recados,
despedías a tus seres queridos, alzabas una última mirada al viento, y
cerrabas fuerte los ojos para hacer el viaje más difícil de tus días. Ahí se
encuentra el infierno caballeros, al menos el mío, en el camino que va
desde la Iglesia de las Angustias hasta enfilar la Autovía hacia Cádiz.
Cuatro kilómetros que me conocía de memoria, paraíso en días
anteriores, ahora se convierte en el peor lugar del mundo. Un Verano más
que se acababa, pero no sólo eso. Allí, en esos cuatro kilómetros, yacían
ya hasta el año siguiente ilusiones y recuerdos de los que llenan, de los
que marcan. Lo que hoy soy, lo que hoy escribo, se lo debo, en gran
parte, a ese infierno de sólo cuatro kilómetros, pero tan eterno.... que aún
quema...
G-20
Un Lunes más para incluirlo en la lista de los días que jamás
pasarán a la historia. Y es que días así me gusta ser ácido, no se acerquen
mucho por si acaso les pilla algo de mi mala neura. No, no se preocupen,
compañeros pagadores de impuestos y coleccionistas de madrugones
indecentes, hoy repartiré estopa al que lo merece, al que igual que tú
madruga pero al que Dios sí que le ayuda, ese para quien los dichos se
cumplen y llega al día veinte de cada mes con más que mucho.
Este finde se reunieron los líderes mundiales en el país yanqui, el
llamado G20, que engloba a los países más ricos del mundo, para buscar
soluciones a la crisis económica mundial, el famoso "plan de rescate" de
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bancos y financieras. Y se les ve que salen de la reunión bien contentos,
seguros de sí mismo, con la seguridad de haber encontrado la pócima
maravillosa que salvará lo insalvable. Es para estar contento, son unas
buenas dietas las que deben pagarle a cada ministrillo por marear la
perdiz en idioma extranjero, y se tiene que comer bien, por fuerza, aún
siendo país de infame gastronomía.
No sueñen caballeros, señoritas, o quien leches tenga por asomarse
a esta ventana libre. No han arreglado nada, no porque no anden
dispuestos a hacerlo, que ya es mucho suponer, sino porque no saben
donde está la herida de verdad.
Hoy, en Estados Unidos, no hablaré del tercer mundo, 33 millones
de personas viven con menos de un euro al día, sin dignidad ni para
mirarse a los ojos. La misma proporción en España. Y tienen que ver a
estos señores por la tele con sus amplias sonrisas decidiendo para y por
los ricos, culpables de nuestra desgracia. Gente que decide, ¿dónde está
el Plan de Rescate para los pobres de solemnidad, que son los que, a
buen seguro, más lo necesitan?. Claro, ahora entiendo las siglas G20
Cómplices...
Me ocurrió hace años, en mi época de residencia de estudiantes.
Algunos viernes tiraba para el pueblo por aquello de pasar un par de días
en el remanso de tranquilidad que es mi casa en invierno. Poca cosa,
unos futbolines con los amigos los viernes por la noche y el partido del
canal sur los sábados, quedarte dormido en el braserito hasta tarde y
amanecer a la hora del almuerzo. Pero iba a ser más divertido aquel fin
de semana.
Para un estudiante hijo de trabajadores se hace difícil llegar a fin de
mes, y aquel domingo 4 euros alumbraban mi bolsillo, lo justo para el
autobús que me llevaría de vuelta a la ciudad. En aquellas que,
esperando en la parada al final del pueblo, pensando en que algún alma
caritativa podría recogerme y llevarme, el altísimo va y me oye y se para
a mi altura un coche de esos de 9 plazas con un señor que me preguntaba
que si iba para Sevilla. A Dios gracias, 4 euros que me ahorraba. Aquel
hombre, seguramente amigo de mis padres, pensé, era consciente de la
dura vida académica y estaba dispuesto a aliviar mi raquítico bolsillo por
una vez. Dios lo tenga en su gloria, pensaba mientras metía en el
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maletero mis dos mochilas viejas...
Pero no iba a ser tan fácil. Me senté al lado del conductor, claro,
íbamos sólos, pero el hombre de gafas de sol y pelo cano me dijo que no,
que me pusiera atrás del todo, que iba a ir más cómodo. Era un coche de
esos de 9 plazas en 3 filas, y yo en la última, intentando dar conversación
al buen hombre, aunque un poco extrañado por lo de hacerme sentar tan
lejos y no hacer mucho caso a mi conversación.
Y llegamos al siguiente pueblo, se bajó del coche y ayudó a dos
señoras a sentarlas al lado mía. "Gente que tenía que recoger", dijo, y yo
lo miraba admirado de su buen hacer, no quedaban personas como él,
pensé.
Y así en cada pueblo hasta rellenar las 9 plazas, mujeres mayores
que iban al médico, estudiantes de primero, embarazadas en avanzada
gestación... y mi asombro llegaba al cielo.
Y ocurrió, señores, llegamos a Sevilla, paró el coche a un lado y
todo el mundo bajó sus cosas. Hicieron todos un corrillo, como
despidiéndose, que recuerdo que pensé, será una especie de tradición
darse un abrazo o algo, en plan "somos buena gente y nos queremos", y,
claro, cogí yo muy educado y me acerqué al corrillo para darle las
gracias al hombre por el favor que me había hecho por ahorrarme los 4
eurillos que me darían para desayunar como Dios manda...
Y ahí estaba yo, dando gracias al buen señor, cuando, seguramente,
el tío se dio cuenta de que yo no sabía que el servicio no era,
precisamente, gratuito, cuando me espetó: "De nada, de nada, pero que
son cuatro euros...como el autobús".
Me puse de mil colores, pero salí airoso, como siempre, pagué mis
cuatro euros y me perdí por las calles que llevan al centro con la
vergüenza de un incauto.
La misma noche hablé con mi madre del caso y, mientras ella se
mondaba de risa, me explicó que se trataba del denominado "taxista
pirata", fenómeno que se daba mucho en los 70 y 80, por lo visto, y que
se trataba de eso, de un tío que hacía el "agosto" llevando y trayendo
gente de algún lugar.
Total, que aquel día, fui cómplice de un delincuente al que le di las
gracias y al que dediqué la mejor de mis sonrisas, creí en la bondad pura
de las personas durante una hora aproximadamente, me jugué la vida en
coche ajeno y manos ajenas, y, sobre todo, me quedé sin mis cuatro
euros...
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Porteros, pero diferentes...
Lo habrán escuchado seguro. Ocurrió en Madrid, el Viernes de
madrugada, 3 porteros ciclados le dieron una paliza a un pijomentas
borracho de 18 años al lado de una discoteca. El chaval llegó inerte al
hospital y se procedió a la detención de los orangutanes de puerta a las
pocas horas.
Porteros de Discoteca, vaya un trabajo. Ellos dirán lo de siempre,
que si hay que aguantar a mucho tonto, que si la gente sabe mucho, que
si la vida de noche es sacrificada... nada, minucias para el que sabe. Solo
basta con decir "No entras" a cualquier pringao que no te guste la marca
de camisa que gasta y listo. Van muy monos, eso sí, de traje fino y
bufanda al cuello bien remangada, que para eso vivimos en un mundo de
perchas. Mira, igualito que los políticos y directores de banco, pienso
cada vez que frecuento algún local de moda, de traje por fuera y
podridito de miseria por dentro, qué paradoja.
Y eso no lo es todo, están muy orgullosos de lo que son, de lo que
representan y de lo que ganan, no sé, igual piensan que van a heredar el
local...
En definitiva, estos matones venido a menos mataron el otro día a
un chico. Que sí, seguro que era un pesado de tres al cuarto, pero al fin y
al cabo un niño, empezando a vivir. Y eso que salga en la prensa, porque
las palizas no venden periódicos.
Qué podemos esperar de una profesión en la que el coeficiente de
inteligencia no pasa de la mínima exigida por la ONU para andar por la
calle...Y ahora que salgan los "buenrollistas", que me digan que es que
no todos son iguales y toda la pesca barata, pero si me tengo que jugar la
vida para tomar una copa con mi pareja o mis amigos vengo, cada vez
más, prefiriendo quedarme en mi propio local, mi casa, en el que el
portero se llama Antonio, te da los buenos días, pregunta por la familia y
hasta te baja la basura si le pillas de buenas...
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Frenos que frenan
Un Lunes más que se atraviesa como hueso de aceituna. La vida del
pringao no es vida, al menos de Lunes a Jueves. Les contaré hoy la del
Viernes. Caía la tarde, trabajaba en una casa palacio de esas modernas y
señoriales, una de esas fiestas privadas donde el ego llega al cielo. Pero
ese no es el tema. Iba pedaleando camino de Plaza Nueva, saboreando
los aromas de esta ciudad en Otoño, ese olor a castañas que se impregna
en los abrigos de anónimos personajes que alzan sus miradas a la altura
de la Catedral, majestuosa. En esas que me encuentro enfrente del
Ayuntamiento, donde, al parecer, estaban inaugurando algún tipo de obra
escultórica que puedes visitar estos días.
Evidentemente, donde hay una inauguración, hay un alcalde ávido
de aplausos, pero yo no me percaté hasta que lo tuve a dos centímetros
de mi rueda. Y es que me quedé embobado con la estatua central del
conjunto, una reproducción del "Pensador" de Rodin preciosa, pude
adivinar en cobre, con una luz que le daba trascendencia y grandeza. La
muchedumbre se afanaba observándolo mientras yo, a una media
distancia, hacía lo propio dejándome llevar por la inercia del pedaleo.
Pero sucedió, al grito de ¡cuidado!, frené en seco mi montura y quedé a
escasos centímetros de un pantalón liso de pinzas, de raya diplomática, al
igual que la chaqueta, al igual que... la cara enfadada del alcalde de esta
ciudad que me acoge.
Sus ojos se clavaron en los míos igual que los míos en los suyos,
nos dirigimos una leve disculpa, a todo esto, él estaba en medio del carril
bici, y seguí mi camino, el camino del pringao que va a echar horas por
un sueldo mísero.
Y cai en la cuenta. Fue el "Pensador" el que me distrajo, fue la
lucidez, la Verdad, la que quiso que atropellara al político, la ignorancia,
lo siniestro, lo oscuro...
Pero en el último momento frené, justo al revés que ellos, pensé,
que atropellan sin tan siquiera pedir una disculpa, aunque no la sientan
de verdad, como la mía del viernes...malditos frenos de disco que frenan
cuando frenas
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Duros a Cuatro pesetas
Hoy incumpliré una promesa, o varias, según se mire. Pero puestos
a ir al infierno o al purgatorio o donde Dios decida, prefiero ir por
motivos de verdad, ganaditos bien a pulso. Hace tiempo le prometí a mi
madre y a dos personas más que no insultaría a nadie en esta página. Una
de esas dos personas, se reirán, fue un sacerdote que me confesó en
víspera de exámenes de septiembre, por aquello de acudir a lo que sea
para conseguir el aprobadillo, que no se me enfade el clero. La otra
persona me lee a diario, me quiere y me respeta, a la vez que me soporta,
lo cual no es plato de buen gusto, la vida del excéntrico, ya saben...
Pero basta de mareos literarios y explicaciones. Ayer recibí en el
correo una publicidad de esas de tarjetas de crédito fáciles, sí, las
"Blucard" o "Yellowcard" o las "Susmuertos People", esas que te dan
30000 napos del ala el mismo día, a la vez que te animan a que te vayas
de viaje con la pasta, o para un coche, o para esa reformita que querías
hacer en el cuarto de baño. Eso, tome el dinero y corra caballero, y con
esto y un bizcocho, vida ideal y desahogada, al menos hasta mañana a las
8. Si, a las 8, tempranito, porque no tardarás mucho en repagar el favor
que te hacen con la maravillosa "Greencard Love the World", pero, claro,
ahora no deberás 30000, los cuales te has pulido en ponerle esos alerones
guapos al buga y llevarte a la chorbi a Chipiona para tirarte el pegote, no,
ahora debes el doble cariño,60000 leurillos, y a la voz de ya, que si no te
mando un tío que te joda la vida y te meta en listas negras, allí donde
habitan las malas personas.
A mi madre, a aquel sacerdote de turno y a la incondicional de mis
momentos íntimos, Lo siento, ya os compensaré de otra manera por
faltar a mi palabra, pero es que hay días en que el impulso resulta más
poderoso que las buenas intenciones. Por eso,a los de las tarjetas
fantásticas, Hijos de puta, Hijos de la grandísima puta. Y os lo digo libre
de intereses...
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Raúl
Nació en provincia de artistas, no podía ser menos, donde mar y
tierra se unen para dar a la historia el principio de todas las cosas. Al
poco nos lo trajo el viento, sonriente, como vive, y nos fue regalando
momentos sin esperar nada a cambio. No tuvo infancia fácil, o quizás la
más sencilla de todas, amor y guerra entre cuatro paredes que cada vez
sonaban más huecas. Sabrás de quien te hablo, es fácil. Con él gana el
cariño, sin duda, pues solo tienes que escucharlo un momento, lo justo
para descubrirte músculos de la cara que tenías olvidados. También lo
notarás, por si aún no lo tienes claro, por esas lágrimas amables que te
recorren la mejilla al ritmo de cada chascarrillo. Y después volverás a la
calma, a ese mar de secretos y de verdades, ese que tanto nos reconforta
y que tanto echo de menos.
No aspires a amar su corazón, porque es indomable, excepto para
unos pocos, entre los que me cuento, pero haz por pasar, al menos, al
umbral de su alma, tan generosa como divertida, tan amable como bella,
y conocerás mundos nuevos, dentro de tu mismo mundo, lugares,
sensaciones, sentimientos, jamás imaginados. Y ya nunca olvidarás su
nombre, compañero, porque hay huellas que no se van, hay mares que no
saben borrarlas, arena de la buena. Caballero sin espada, rey sin corona,
pintor sin lienzo, no tiene necesidad de herramientas para lo que el hace,
sólo su mirada y cuatro palabras justas para hacerte feliz, aunque sea
efímero, pero eterno en tus carnes...
El universo le debe disculpas, demasiadas, por permanecer
indiferente a su ejemplo, el que propone con cada gesto, el que anima al
más deprimido. Una deuda impagable la que tenemos los que lo
conocemos, esa que jamás reclamará porque no sabe ni quiere.
Testigo de mis maldades y mis bondades, desde el principio de mis días,
si de algo me jacto en este mundo, u otros si los hubiera, es de tener
como amigo, como mejor amigo, a la mejor de las personas que he
conocido, divina coincidencia, pero aún más divina amistad.
Amigo, la distancia es mera anécdota, porque el viento, como
antaño, volverá a juntarnos, lo juro, por mi espada, por la nuestra...
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Visiones...
Yo vi al ratoncito Pérez y a los Reyes Magos. Sí, alucinen y, si
quieren, no me crean. Ocurrió cuando tenía unos 7 años, en esos
momentos en los que crees que unos tíos vestidos de magos de Oriente
asaltan tu casa en plena noche con camellos y pajes de serie para dejarte
regalitos y caramelos bien puestecitos. Sí, en mi casa se le dejaba un
barreño de leche que aparecía vacío al amanecer. Vamos, que aún olía a
pelo de animal cuando descubría la sorpresa de los presentes, e iba
corriendo a la cama de mis padres, a primera horita, más por miedo a que
volviera a aparecer algún paje morito con alguna bolsita de caramelos
olvidada que por otra cosa. El susto hubiera sido de órdago...
Pues eso, que pasé aquella noche en vela, vamos, que escuché a los
reyes entrando en casa y poniendo el scalectric, y hasta probándolo. Me
recuerdo aquella noche tapadito hasta el cogote, sudando, asustado por el
reflejo de los coches en la ventana, no fuera a a ser que los reyes vinieran
antes de tiempo. A la mañana siguiente te olvidabas probando los
cacharros, hasta el año siguiente...
Algo parecido me pasó con El Señor Pérez, el ratoncito. A ese lo ví,
lo juro, por la rendija que deja la puerta de mi cuarto entreabierta. Le vi
cogiendo el diente y dejándome las cien pelas de rigor debajo de la
almohada. Les puedo asegurar que mis ojos vieron cómo se marchaba
feliz por el quicio de la ventana y saludando. Eso por no hablar de la vez
que el ordenador, en antiguo MSDOS, me ordenaba apagarlo e irme a la
cocina a comer. Me quedé dos minutos anonadado en las posibilidades
de la informática, y, evidentemente, hice lo que me pedía. No medié
palabra con mi familia del asunto, no fuera a ser que se enfadara la tan
amable máquina...
Y se quejaba mi madre de que tenía mucha imaginación para contar
e inventarme historias, y no sé porqué me da a mi, madre, que tienes algo
que ver en todo eso...
El Martes que viene, les adelanto, más que nada porque me acabo
de acordar, y para que no se me olvide, les contaré la noche en la que
intenté asesinar, involuntariamente, a dos mormones con una manzana
medio mordida. Hasta entonces, si ven al señor Pérez, a los de Oriente, o
a mi madre... desconfíen....
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Cosas que nunca le dijeron a mi tía Inma...
De cabello fuerte, como su raza, de gesto firme, como su honradez.
Su mirada abraza, sus manos dibujan gestos bruscos pero amables. No
anda, se desliza. Su puño, tan apretado que asusta. Su alma, tan sencilla
que sonríe al miedo. Sangre de mi sangre, el viento le trajo penumbras a
su corazón, hielo al deshielo. La recuerdo desde muy pequeño, siempre
ocupada, danzando sin parar, como ave que no descansa, como nevar que
no cesa. Aprendió de lo humilde, entendió que su palabra era su única
coraza, se hizo fuerte en sencillez, en trabajo, en esfuerzo... y fue
esquivando trampas, saltando obstáculos. Regaló la vida a dos niños,
herederos de su misma tez cándida, de la misma media sonrisa que no
guarda nada, la que no engaña jamás...
Adornó su jardín de esperanza, plantó ilusiones en cada esquina, y
fue regando con mimo, como nunca, como siempre, como le enseñaron
sin enseñárselo. Pero un día el jardín marchitó y solo hizo recoger
pedazos de un invierno que sabía llegaría. Y fue entonces cuando ocurrió
el milagro, donde la raza apretó el puño y su gesto, honrado, abrazó lo
inabarcable para el común de los comunes, y obró que el invierno tornara
en primavera temprana, en flores de mayor vigor, en olores hasta
entonces desconocidos. E hizo de su jardín el más deseado, el más rico
en sustancia, aún con los mismos ingredientes que antaño, pero
diferentes aromas, geniales y puros.
Y siguió luchando, y lo sigue haciendo, por un lugar que es suyo en
este mundo, pos sus hijos, por un jardín divino en medio de la nada...
Quizás nunca acaricies su alma, pues a los "Pura Sangre" se hace
imposible acunarlos, pero quizás puedas acercarte a respetarla, la podrás
ver, seguro, en este invierno, en Rios Ramos 61, Villarrasa, y te regalará
la primavera
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Derechos Humanos
De las intenciones humanas, quizás la más altruista, de la que muy
poco puede servir para lucrarse, están los Derechos Humanos. La
controversia que suscita no es mal indicativo de la misma naturaleza del
hombre, de oscura armonía. Pero es la excepción, una vez más, la que
salva tan horrible regla, y aparecen de vez en cuando gestos llenos de
humanismo que hacen presagiar que quizás pueda haber un camino entre
tanta desidia. La misma reflexión sobre la dignidad del hombre, el
simple hecho de pensar en ellos, tan complejo… Las guerras, las
epidemias, los campos de concentración, el odio del ser humano al ser
humano, la indiferencia, la política sin ser política, y un sinfín de
horrendas casualidades y causalidades han hecho que, por dignidad, al
menos nos planteemos un plan a seguir, unos derechos inalienables y
universales. El que sea utópico es lo de menos, o al menos eso pensarán
los que mandan. En un mundo en el que prima la estética y la tecnología,
la melancolía por lo que no se tiene. La conciencia como especie
humana, en su sentido más metafórico, como cualquier moda, ha
desaparecido. Y no es fácil ser optimista ante tanta pillería remunerada y
poco castigada. Sólo queda confiar en algunas almas llenas de ideas, de
ganas y de sapiencia, que son capaces de mirar un poco más allá,
reconocer que el horizonte no es horizonte si no avanzamos en valores,
en educación, en las que, guste o no, nos hace diferentes de cualquier
especie de nuestro planeta. Los Derechos Humanos llegan tarde, son
mucho más las atrocidades, pero la única forma de honrar tanta
desesperanza es aprendiendo de los errores y haciéndonos merecedores
de las cualidades que podemos desarrollar.
Y no nos engañemos, es la indiferencia también culpable, de la que
casi todos somos culpables.
Pero quiero pensar que hay esperanza, que un Mayo del 68, la
educación para la ciudadanía, las ONG, son punto de partida de una
nueva revolución, la de la rebeldía ante lo que trata de maltratar los
derechos más básicos de la persona. Y pienso sinceramente que el simple
aporte de cada uno, ya no solo con actos altruistas y bien reconocidos,
empezando por uno mismo, puede hacer que ese sentimiento se extienda
y podamos vivir en un lugar donde puede reconocerme como persona.
La dignidad no es una cuestión de grado, ni negociable ni que
pueda servir a intereses. Es preguntarnos, si lo somos o si no. Y no lo
somos si hay otro que no lo es. Así de simple lo veo. Complicarlo puede
hacernos creer en la inoperancia. Y es que el cambio es posible, tanto a
nivel individual como a nivel general. Necesitamos de más soldados al
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orden del mejor compromiso de nuestra especie, el cumplimiento integro
de la carta de derechos humanos para cualquier alma de este mundo, y
otros si lo hubiera…
Y a partir de ahí, disfrutar de la estética y la tecnología, aunque ya,
estoy seguro, habrían pasado de moda…
Manzanas sobre Mormones...
Os prometí lo del intento de asesinato el martes pasado. Y es que
fue gracioso, menos para los perjudicados. Tendría unos 9 años, mi
edificio estaba enclavado en medio de un terraplén enorme donde la
gente aparcaba y algunos cruzaban para acortar camino en su destino.
Era un lugar de tierra y yerbajos muertos, de cuestecitas que hacia las
delicias de la bicicleta en verano, pero ese día iba a ser mejor. Cuando
era pequeño tenía la insana costumbre de arrojar las manzanas
semimordidas a ese pedregal de mala muerte cuando ya no quería más, y
fue aquella noche incierta cuando dos mormones bien trajeados
caminaban tranquilos por aquel camino indecente, manchando sus
relucientes zapatos, cuando les vino a caer, cual meteorito, aquella fruta
mordida del cielo. Que me imagino el susto de los señores, en plena
noche, en medio de un camino siniestro, que te golpee algo que se
deshace y te llena de caldo, tuvo que ser gordo. Pues en esas que yo, que
siempre me percataba que no hubiera nadie abajo, me asomé por
curiosidad infantil para ver donde había caído el material, y recuerdo
perfectamente sus siluetas dibujadas en la oscuridad mirando hacía
arriba. Me escondí al instante y pensé que ahí había acabado la historia.
"Les habrá caído cerca", pensé... Diez minutos más tarde estaban los
señores en la puerta de mi casa y mi madre, ajena a todo el cotarro, sin
tiempo para escucharlos, intentando persuadirlos para que se fueran a
enseñar su religión a otro piso. Y yo allí, cerca de la puerta, como si
vinieran a buscarme para llevarme por tal horrendo crimen. En esas que
interrumpen las evasivas de mi madre y en un infame español exclama el
rubito: " Que su neño me ha torado una mansanaaa". Mi madre lo
entendió al instante, ya tenía antecedentes por lo mismo, pero lo negó,
como buena madre que defiende a su hijo. Y se fueron como vinieron,
con la camisa manchada de caldito y la cabeza embotada por el golpe y
el susto. Mi primer intento de asesinato, contra americanos, y mormones.
Y aunque fuera intento de homicidio involuntario, señor juez, no me
arrepiento, por todas las manzanas que los americanos nos llevan
lanzando tantos y tantos años desde su atalaya...
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Animales pero distintos...
Sobra decir que este pasado puente me dediqué, como media
España, a hacer molde en mi sillón preferido y a comer las delicias de mi
madre, que son muchas y variadas. Pero hubo dos imágenes que me
hicieron saltar de la cómoda postura. Una, quizás lo hayan visto, lo del
perro que coge del hocico a otro perro atropellado en medio de la
autovía, jugándose la vida en medio del tráfico que iba a toda velocidad
por un compañero quizás ya inerte. Un gesto tan humano que parece
mentira que lo lleven a cabo estos dos animalitos.
La otra imagen es más tétrica aún. Los del Caiga quien Caiga, tan
ácidos como siempre, se dedicaron a preguntar cuestiones básicas a los
Diputados en la puerta del Congreso. Nada de difíciles fórmulas,
preguntitas del tipo cual es la Capital de tal provincia o a qué
temperatura hierve el agua. Ya se imaginarán las respuestas, al menos las
que sacaron en pantalla... algo peor que lamentables. Pero hubo una que
fue la monda, le preguntaron a la señora Ministra de Trabajo por el
sueldo mínimo profesional en España y, señores, la horrible política no
tenía ni pajolera idea. Díganme si no es para organizar una revuelta y
saquear las Arcas del Estado en pos de una repartición justa...
Y ahora comparen historias, la del perro y la de la Ministra, y
piensen cual de los dos se preocupa más por el prójimo, cual de los dos
vive mejor y, sobre todo, cual de los dos tiene más Humanidad... y
llegarán a la conclusión de siempre, votamos en las urnas a los animales
equivocados...
La primera vez que me tocaste...
Noche clara de Agosto, las luces y el alboroto sonaban ya lejos, eco
de lo que unos días antes habían sido suspiros de trasnochados y
carcajadas anónimas. Un verano más que se iba, y llegó la brisa al
encuentro de los habitantes de un pueblo que la historia nunca recordará.
Una sola bombilla alumbraba aquella calle, testigo silencioso de lo que
nadie supo reconocer en un primer momento, ni quizás en un final...
La calle Pinta, como aquella carabela que vio por primera vez el
nuevo mundo, fue escenario solemne de tan maravilloso milagro,
irreconocible ni para sus protagonistas en aquel instante. Repicaba la
medianoche el campanario del otro lado del pueblo, la brisa desapareció
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y se sentaron uno enfrente del otro. Como si nunca hubieran enfrentado
hasta ese momento la verdad que sus almas reclamaban, él, tan ávido en
palabras en momentos sin importancia, ahora, cuando más necesitaba de
aquella lucidez, acabó sus discurso entre balbuceos, con la vergüenza
propia de quien llega por primera vez a una sala esperando una sola
palabra brillante, una sola oportunidad para sobrevivir. Y creyó haber
muerto, tanta belleza, tan cerca, tanta perfección al alcance de sus dedos,
como besar el mar, como guardarse una brizna de aire en el pantalón,
imposible y a la vez posible, lo cercano de lo lejano, lo invisible de lo
más visible. Noche de locura, el ser más bello le sonreía ante sus
proposiciones, tan quiméricas, tan ilusionantes, tan milagrosas... y la
desazón no hacía sino crecer en él, y cada vez se iba haciendo más y más
pequeño. Volvió la brisa, incómoda, y ella vistió con su chaleco, fino
pero agradable al tacto, jamás él se percató de tan noble prenda hasta que
ella se la enfundó, perfecta consonancia, parte de él ya formaba parte de
ella, preciosa paradoja, tan extraño momento pero a la vez tan tierno. Y
ocurrió.. Ella, cada vez más cerca, alargó su mano y lo acarició inocente,
ni de lejos sospechaba el desorden que por aquel momento clamaba cada
palmo de su cuerpo, aquel maravilloso desorden... Y así ocurrió, una
noche más en la historia de la Humanidad, la noche más importante, la
que jamás dejaré de recordar hasta el día que, en mi lecho de muerte, sea
yo el que alargue mi brazo para acariciar lo más maravilloso que se
cruzó en mi camino y que, ni por asomo, dejaría volar lejos. Aquella
madrugada y todas las que hemos vivido, hacen que, después de tanto
tiempo, el desorden, lejos de apaciguarse, domine cada acto de mi
cuerpo, cada segundo de mi vida. Dominas mi mundo, creí que lo menos
que nos merecíamos era tener un breve relato de la primera vez, la
primera vez que me tocaste...
Buenos corazones...
Se me hace realmente difícil explicarle a mi conciencia la
hipocresía de un lugar que revienta ilusiones y arrastra en su marea
sueños y buenos propósitos. Pero déjense de medias tintas, queridos
lectores, observe al que tiene al lado y valore si es buena persona, nada
de grandes proezas ni heroicidades de película, hablo de cosas nimias, no
sé, si deja pasar al anciano, si guarda la cola en carnicería, si cree en la
palabra más que en el castigo físico, si circula por el carril de la derecha
a la velocidad adecuada. Espero que lo vayan entendiendo. No apliquen
complicadas fórmulas matemáticas ni ecuaciones sin resultado, tiren de
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la manta de su día a día, de su latir cotidiano, su mirada a primera hora
de la mañana, su gesto al salir del trabajo, su ritual al acostarse en cama
propia o ajena....
Obvien su estatus social y económico, dejen de lado las posibles
amistades y amoríos, lo que dicen que fue y lo que puede llegar a ser,
sólo ponga su lupa en el instante que dijimos y dé nota, sin miedo a
equivocarse, al fin y al cabo nadie sabe la respuesta correcta...
Por eso, amigos, amigas, abrazad bien fuerte la bondad en lo
cotidiano, pues yo os juro, por mi espada, cada vez más afilada, que el
destino sabrá recompensarte al tiempo, si no mis letras...
Manda pantalones...
La historia amable de los martes asoma con retraso, como los
cerebros de quienes nos gobiernan. Y es que lo recuerdo como si
estuviera grabado en dieciséis milímetros y me la pusieran los sábados.
Era costumbre, y sigue siendo, hacer una fiesta al finalizar el curso
en el colegio. Venía a ser un día especial, te despedías de los amigos
hasta el año siguiente, una eternidad vista desde los ojos de un niño de 6
años, porque es lo que tendría, se trataba de 1º de EGB, del último día.
Esa mañana era la mejor, amanecía pronto y el sol era noble en el
horizonte mientras enfilabas la escuela con tu bolsita de gominolas
pertinente, por aquello de colaborar con el momento, ya saben. Recuerdo
que aquella mañana mi madre me vistió un pantaloncito blanco corto,
ese que usan los niños buenos en verano, prenda que iba hacer que
recordara ese día toda mi vida. Volviendo al tajo, llegábamos a clase,
previamente decorada con cartulinas de colores y soles relucientes que
daban vida al aula, nos sentábamos, y Manoli, la tutora, ponía música en
el viejo radiocasete que había servido para repetir abecedarios durante el
invierno. En aquella época ya creía ser mayor, tenía un buen grupo de
amigos, compañeros de travesuras y correteos en el que ejercía de ilustre
cabecilla, y claro, como ya era "mayor", ya tenía mis devaneos infantiles
con la linda de la clase, gajes de la popularidad...
Pero no todo iba a ser tan idílico, por mucho que el día apuntara
como nunca. Llevando diez minutos sentado, un mal gesto al agacharme
a coger un maldito caramelo de fresa hizo que el pantaloncito blanco se
rajara desde donde acaba la cremallera hasta donde se amarra por detrás
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el cinturón, vamos, que ya no era una prenda, eran dos, y yo en medio. Y
ahí acabó la fiesta y empezó el infierno, se esfumaron los correteos y
travesuras, se terminó aquello de acercarse a la muchacha mona, y hasta
se me fue el apetito de gominolas, pues las repartía Manoli, la profesora,
en su mesa, y para ese menester era necesario levantarse...
Recuerdo las caras extrañadas de mis amigos y hasta de la niña
guapa, que me miraban y me preguntaban por mi repentina actitud, tan
melancólica, sin saber que estaba sentado en un retamal de tela
deshilachado e indigno. Aguanté el tirón, no me moví de mi asiento
mientras los demás no calentaban posaderas y se hartaban de chucherías
hasta rozar el cólico. Y tocó la sirena, salí como pude y allí estaba mi
madre esperando, inconsciente de mi fatídico fin de curso. Con el tiempo
entendí que eso de ir con el culo al aire iba a ser una tónica en mi vida,
pero al menos ahora, si quisiera, me zamparía todas las gominolas que
me apeteciera, no dejaría de hacer travesuras con mis amigos, y hasta
cortejaría a alguna niña mona, porque en realidad, en este mundo, todo
cristo va en pelotas...
Una noche de las Buenas...
Y llegó la Nochebuena, donde luces se confunden con mazapanes
para darle al frío linaje mágico. Se hace sencillo si no te lo planteas, te
reúnes con los más cercanos, paladeas manjares prohibidos para tu
conciencia, brindas por volver el año siguiente a brindar y tumbas
contigo en la madrugada deseos y recuerdos, lo que está por venir y lo
que se fue, nada del otro viernes, o quizás demasiado para corazones
acostumbrados a mundos rellenos de prosa, con bordes en sepia...
Y aquí comienza el suspiro que os pido, compañeros de viaje, alzad
vuestras copas, como yo haré, y encontrarle el sentido a cada sonrisa que
surja, saboreando cada aroma que te lleves a la boca, y respirad bien
fuerte, como si fuera a acabarse el aire, al regazo de una vela que llena
de paz moradas que lo merecen. Y amad, al que tenéis al lado, al que
tenéis enfrente, a vosotros mismos, pues no te llevarás de este mundo
otra cosa que lo que siembres en las almas de quienes te admiran...
Y si esto se cumple, amigos, sentiros bien dichosos, pues son
privilegiados los que pueden sentarse con los suyos un año más, los que
no olvidaron la sonrisa en una cuneta, a los que el bolsillo permite
53
bocados dignos, los que saben respirar, como yo os pido. Haced de mi
espada la vuestra, y cuando falten los que no deberían, en vuestra mesa,
en vuestra Nochebuena, invocad la dignidad, la humildad y la bondad,
pues os digo que entonces ya jamás estaréis solos, no nos pueden
arrebatar lo que abrazamos con todas nuestras fuerzas, y seguid
respirando, hermanos, pues vuestro mundo os necesita, tanto como mis
letras...
Me encantaría que así disfrutases tu nochebuena..
Pasteles y trincheras
Navidad como cualquier otra, no esperen crónicas indigestas y
resacas de órdago. Tengo por buena costumbre, en Nochebuena,
acostarme temprano, quizás ahogado entre tanta salsa carnicera y sales
de mariscos deliciosos. No mucho más, algún dulce, quizás un licor bien
aliñado con risas que vienen a cuento y pronto Morfeo hace de mí su
único heredero, pues es cuando las calles más se pueblan de carcajadas y
de euforia, y el alcohol, más o menos destilado, hace el resto...
Poco antes de la famosa cena partí con mi padre a comprar unos
dulces, una humilde pero limpia pastelería que regenta una familia
emigrante yugoslava. Pude ver el reflejo de la guerra en el rostro de
aquel hombre que despachaba, de mediana edad, repartiendo los
manjares en la bandeja con la misma delicadeza con la que aconsejaba
bocados exquisitos, tanta humanidad en tan pocos gestos...
El viento lo trajo a Huelva, la ciudad de las balsas de fosfoyesos
que contaminan y ciudadanos sin corazón que asienten al destino sin
rechistar, el lugar donde, en Nochebuena, cerca de la pastelería digna de
la familia yugoslava, cientos de jóvenes en desvarío se intoxican sin
medida vaso en mano, en medio de la calle, como yonkis de sí mismos, y
con el mundo por testigo, aplaudiendo...
Volviendo a casa, con mi padre portando su bandeja de dulces,
cruzamos por aquella fatídica calle donde yacían seres con morada pero
sin moral, el cementerio de las risas, pues la felicidad en las fauces era
unánime, tanto como la tristeza de mi alma, quizás rabia, no sabría
traducir tanta vergüenza...
Y me vino a la cabeza la humilde y trabajadora familia yugoslava, y
la tenebrosa imagen que encontrarían cuando echasen el cerrojo al
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negocio y fueran a casa a cenar, pues tantos vasos rotos en su camino,
tanta violencia gratuita, tanto incomprendido sin armadura, no creo que
distase mucho de la tierra que un día dejaron porque el aire se hacía
irrespirable, valga la macabra comparación. Y pensé, ahora sí, furioso,
que no somos dignos de tener en nuestro mundo gente tan luchadora,
curtidas en el silencio, pues también habitamos en guerra horrenda, la
que afligimos contra nosotros mismos, la guerra civil de las almas, y si
no me creen den una vuelta por mi calle, en Nochebuena, tendrán que
sortear vidrios rotos y hasta alguna que otra trinchera
El vasco que salvó a España...
Hoy les hablaré de Blas de Lezo,más conocido como "Patapalo",
marino de principios del s.XVIII., hombre Guipúzcoano que alcanzó,
desde abajo, las mayores cotas en cuanto a rango, y todo, amigos,
creanme, por méritos propios. Y para ejemplificarlo sólo contaré una de
sus batallas, ya siendo comandante general en Cartagena de Indias,
antiguo reducto español sitiado por los ingleses comandados por Vernom
en 1741. Para que se hagan una idea de la desproporcionada gesta, los
Ingleses contaban con 186 navíos con la última tecnología militar y
23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros
macheteros de Jamaica, todos optimistas pues ante sí tenían 3.000
hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del
interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos
navíos de guerra, han oído bien, 6 únicos navíos. Con mucha
imaginación, no aburriré con detalles de estrategia, Lezo acabó con los
ingleses en la, quizás, derrota más importante que tuvo nunca Inglaterra,
asegurando el dominio español de los mares durante más de medio siglo
hasta que lo perdió en Trafalgar. Y todo gracias a Blas de Lezo, que llegó
a hundir sus propias barcazas en la bahía de Cartagena para impedir el
paso de los anglosajones y aislarlos bajo fuego continuo hasta caer
derrotados en un nido de cucarachas. Y este hombre, además, era de los
que se pringaba, es decir, al acercarse con demasiado ímpetu a sus
defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, pierde
la vista...
Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura
de los más grandes héroes de la historia, es un personaje prácticamente
olvidado, pues es lo que hacemos en nuestro país, honramos a los débiles
55
de espíritu, Sardás, Buenafuentes y Gabilondos, y dejamos de lado los
hombres con mayúsculas, de los que heredamos la tierra y el alma, en
silencio. Y era vasco, más vasco que nadie, piensen, y salvó España en
Mediterráneo abierto, Cartagena, Atlántico.... y se tendrá que estar
revolviendo en su tumba, lejos de su patria, la que lo olvidó, pero vive
aquí, en mis letras y en mi espíritu...
Reyes Majos...
Este año vuelven a tenerlo chungo los reyes magos, chungo de
verdad, oigan. Para empezar están en Oriente Medio, como para que sus
majestades crucen la línea de Gaza, esa donde los tanques hacen de las
suyas a diestro y siniestro. Y por el aire, en camello, vayan olvidándolo,
que tenéis los antiaéreos israelitas apuntando todo bicho viviente, no
vaya a ser que se escape alguien. Pero bueno, pongamos que salen por
orden ministerial por el bien de los niños del mundo. Aún así lo tendrían
complicado. Si piensan dar la vuelta por el Índico lo tienen mal, tenemos
piratas allí con espada y pistola aguardando para apresarlos y pedir
rescate, aunque tal y como están las cosas en su patria igual no pagan ni
un duro para recuperarlos, que esto de la crisis llega a todo cristo. Aún
sorteando tanques y piratas, que no es poco, llegarán a España por
Catalunya, la nación de los catalanes, sí, y ojito con dejar juguetes sin
instrucciones en catalufa, no vaya a ser que le metan una demanda de mil
pares, Ezquerra mediante. Cuando lleguen a las Vascongadas no
descuiden la carroza, majestades, que alli antes que te escantilles la
llenan de amonitol del bueno y llegan los regalitos a Chipiona, paje
incluido. Habiendo salvado tanta zancadilla llegarán por Despeñaperros
a Andalucía, y ahí será donde flipen sus majestades, háganme caso.
Estará allí para recibirles el mismo de todos los años, Don Manuel
Chaves, mesías del pueblo andaluz por excelencia, luz de luces. Déjense
llevar por los lugares maravillosos de nuestra Comunidad, la balsa de
fosfoyesos en Huelva, Cádiz con sus playas llenas de parados sin trabajo,
Málaga con sus construcciones ilegales a pie de playa, Granada y su
"mala follá", hasta que lleguen a Sevilla, con sus gentes amables, lleguen
pronto que está el tráfico para historias, no diré más. Y yo, señores
Reyes, como he sido bueno, pues he sido malo, os pediré entonar el
Virgencita que me quede como estoy de aquí a un año, que no es poco,
tal y como vienen dadas. Feliz Noche, mis reyes majos...
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Barcos piratas y buenos propósitos...
Se acaba este oasis en el desierto, donde descanso y alboroto
conviven a la par olvidando madrugones y estrecheces. Se termina,
pensarás, al fin, pero esa desdicha dominará tu alma sólo hasta que
abraces el frío de primera hora, ese que cala y que nubla buenos
propósitos. Sí, amigos, lo que queremos y no tenemos y viceversa, que
eso nunca cambia…
El mejor de los hábitos, el que no se dice, la mejor de las
intenciones, la que mis sentidos no palpan. Y es que no tengo recetas
mágicas pero permitan que insista tanto, que viene siendo gratis, nuestro
mejor quehacer en este tiempo nuevo que entra es el respeto, en su
máxima consideración, y si para tan noble actitud tiene que rezarle a un
Dios, a varios o echar la bonoloto todos los jueves no dude, hágalo, y
vuelva a usted mismo, a ese minuto antes de cerrar los ojos en la noche,
ese examen sin nota que desvela y hasta duele, y, siendo sinceros,
valoremos si somos justos con nuestro destino, lo que tenemos y cómo lo
utilizamos, si para bien o para mal. Porque no hay peor delito que dar la
espalda a nuestras posibilidades, a ese gen que te dio el don de tener
dones y si no de aprenderlo. Si algo entendí en este mar de piratas,
compañeros, es que no se nace timón en ristre, con vela alzada y viento
de popa, pero que con un algo de actitud y un mucho de paciencia, si
permanecemos con buena dirección, el cielo tornará despejado y
arribarás a orilla amable, donde el Sol calienta y no quema, donde
corsarios son espejismos de sí mismo…
Pero hasta entonces, bravo capitán, agarra bien las jarcias y apoya
tu codo bien fuerte porque desde el mar, recio y asesino cuando quiere,
hasta el cielo, oscuro y traicionero, zarandearán tu dicha y tu rumbo, si
no te trae la marea algún inmisericorde bucanero…
Sean buenas personas en este año nuevo que entra, y únanse a la
flota de buenos navíos, que vamos siendo legión por momentos, en busca
de veleros que merezcan la pena, entre tanto navegar pirata. Y ya todo,
prometido, por mi vela maestra, serán oasis, sin lamentos…
57
La tengo pequeña...
La tengo pequeña, enana diría yo. No se me asusten fieles lectores,
sé que no soy el único ni el primero que lo sabe, que no hay mucho más
que entender si uno lo piensa. Minúscula, y gracias que no he tenido que
utilizarla para conseguir ascensos o aprobar asignaturas, porque hubiera
fracasado en mi desempeño, tanto como cuando alguna vez me he
propuesto, sin éxito, que creciera. Diminuta, invisible para el que
disfrute en sus manos de enormidades y exageradas muestras inhumanas,
o quizás lo normal para la especie, aunque me obstine en negarlo, que de
ilusiones y de lamentos se vive. Ridícula, más aún si la comparas con
elementos anónimos al azar, lo anormal de lo normal, vamos, que para
esto si que hay medida, aunque preocupe de cuando en cuando.
Y no puedo hacer nada para remediarlo, la ciencia no sabe darme
más respuestas de la que espero, mis amistades cercanas lo saben pero no
hacen caso, algún gesto de burla como mucho, y es que no es para
menos. Mi madre bien conoce el tema desde antes casi de que pudiera
hablar, siempre estuvo y estará apoyándome, yo lo sé, mil gracias madre,
sé que miras con resignación lo que otros traducen en risas, ese idioma
de las madres, ya saben… Un mundo que premia al que la tiene más
grande, visto lo visto, un lugar que repele a los que carecen de lo que yo,
precisamente, adolezco.
Ya saben de qué hablo, a lo que me refiero, aunque de cosilla
nombrarlo…. De la vanidad, señores, de la vanidad…
Y es que tengo poco y quisiera tener aún menos, pues abrirá
puertas, pero mi alma no dormiría tranquila, ni te digo mi conciencia…
Lunes de vanidades y dobles sentidos, como todos los lunes, y un
frío que pela, tanto, que me la empequeñece…
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Colonias Polinesias....
Hoy les contaré una batallita, una de las buenas. He dejado pasar
unos días sin hablar del tema de Gaza, quería observar los derroteros de
la ofensiva, por donde iban los tiros, vamos, nunca mejor dicho, y
escuchar diversas opiniones para poder formar la mía.
Resumiendo el cotarro, la historia es que, tras el holocausto, a los
judíos se les regaló la ansiada tierra prometida, allá por Oriente Próximo,
un escarpado y seco pedregal perdido de la mano de Dios que los hijos
de la Gran Bretaña tenían olvidado, herencia de la expansión colonial del
siglo anterior. La cosa es que, claro, los inglesitos pasaron por alto que
allí habitaba un pueblo poco ruidoso, trabajadores de la tierra que
pisaban, y con Alá en la boca día sí día también, que para eso sí que son
disciplinados. Y claro, imaginen la estampa, vive usted en una casa
durante años y llega el dueño diciendo que la ha alquilado a unos
franchutes con aires de grandeza que pasan de darte los buenos días,
tiene que joder, desde luego. Y si miran el mapa lo verán bien, escuadra,
cartabón, desde aquí hasta aquí para vosotros que habéis sufrido mucho,
pobrecitos, que además creo, dirían, que allí no vive nadie. Y ya conocen
la manía de los judíos de no llevarse bien con los demás, que para eso
son únicos. Plantaron su bandera, la estrella de David en medio, un
poquito de publicidad por allí, un par de pelis de lloreras por aquí, y
listo, un pueblo para una tierra, con calzador, de los buenos, y a la
gentecilla que estaba antes que les zurzan, que no han sufrido tanto como
nosotros, pensarán…
Eso fue hace 60 años, y a palos hasta ahora, así que imaginen, hasta
hacer del pueblo palestino un hormiguero donde en menos de lo que va
de Mairena a Umbrete malviven millón y medio de almas, y un objetivo
claro en los sionistas, la aniquilación total, en sus respectivos campos de
concentración, que manda huevos la paradoja histórica…
Este es el conflicto queridos lectores, así explicadito fácil para que
lo entiendan, pues no tengo muchas más líneas para disertaciones
intelectuales, que para eso ya hay otros blogs.
A todo esto, no se confíen, que hay más de cien conflictos bélicos
en el mundo a los que no se les da ni bola, con más muertos, la mismas
injusticias y toda la pesca, que dictaduras hay para regalar en este antro
de planeta. Sólo he vivido dos manifestaciones contra la guerra en mi
vida, ésta y la del 11M, y, curiosamente, las dos poco antes de unas
elecciones en sus lugares de origen. No sé porqué me da a mi que los
políticos van a tener algo que ver…la solución a esto, al menos la mía,
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está clara, campos de concentración para gentes de la política, eso o que
los inglesitos les regale alguna tierra colonizada allá por la polinesia, y
que vivan todos en amor y compaña, que lo dudo, y planten su bandera,
la de la vergüenza…
Victorias amargas...
Cuando digo que no soy de este mundo lo digo con razón, y cuando
lo olvido echo la mirada atrás, a la infancia, a esos momentos mágicos
que permanecen en una retina cada vez más desgastada por el latir
cotidiano.
Quien me conozca más allá del educado saludo sabrá que siempre
fui muy competitivo, y no sólo me vengo refiriendo a exámenes
cruciales, ni siquiera a objetivos laborales impuestos, por mí o por quien
sea, sino también a cosas nimias como llegar antes a la cola del pan,
adelantar con la bici a primera hora, terminar primero el café,
imaginen… Con el tiempo entendí innecesario tanta prisa por todo, tanto
desgaste por simple manía, y mi corazón tornó en latidos más reposados,
pero de pequeño era insaciable hasta la extenuación en tan insulso
propósito, aliñado con terrones de inocencia que se pisaban a veces, y
para muestra un botón, que dicen.
2º de EGB, 8:50 de una fría mañana de otoño, multitud de alumnos
en la puerta del colegio a la espera de que abrieran para salir pitando por
el patio hasta la puerta de la clase en carrera a muerte, para después
formar una fila y entrar al aula, ya ven la recompensa. En aquella carrera
había desde zancadillas hasta empujones, eso si no tenías que pisar a
alguien que había tropezado justo delante tuya, porque ni te planteabas
parar, que allí lo que mandaba era ser primero a costa de lo que fuera.
Por supuesto yo estaba metido en todos esos fregaos siempre, pero
aquella mañana, el destino, tan cruel, iba a jugármela, y es que llevaba en
el bolsillo derecho, no se me olvidará, 500 pesetas que me había dado mi
madre, esa moneda gorda, recordarán, para pagar el seguro escolar anual.
Un Potosí para esa edad. Pero en aquella carrera que gané debí caerla
entre tanto traqueteo de piernas, y cuando me quise dar cuenta, ya en la
fila, la había perdido. La angustia fue tal que salí del jaleo de primera
hora volviendo sobre mis pasos, desandando el camino, con el fin de
encontrarla, sin fortuna. Mi desazón era total, llegué a clase tarde y hablé
con la profesora, y cuál no sería mi enfado e insistencia que la convencí
60
para ir clase por clase, desde 1º de EGB a 8º, interrumpiendo, para ir
preguntando si alguien la había encontrado, y que si la veían que me la
dieran. Imaginen el cachondeo general allá por donde iba, pero me daba
igual. Evidentemente, no apareció jamás. Pasé las horas sumido en la
más absoluta tristeza, recuerdo que no hice ni la tarea, hasta que llegué a
casa y mi madre me despreocupó, dejándome más tranquilo. Desde
luego, hice lo que pude por recuperarla.
Curiosa paradoja, la victoria más amarga de mi existencia breve, y
una enseñanza que perdura, es preferible llegar el último, pero con los
bolsillos llenos de monedas, a llegar el primero, y tener que mendigar lo
que nadie está dispuesto a darte, y encima aguantar el pitorreo, y si no
pregunten en la sucursal más cercana de su Banco…
Autorretrato Clínico...
Me ocurrió el otro día repasando conceptos de patología clínica, y
es que uno tiene el defecto de aplicar cada minucia que aprende, aunque
a veces, como ésta, no pase de ser un simple juego de palabras y
similitudes… y si no atiendan.
“El mundo contra mí”, me digo siempre, frase clasificable dentro de
los trastornos paranoides de la personalidad, éste blog da buena fe de la
proposición anterior, tan cruel como verdadera. Leemos a un trastornado,
pensarán, pero no se alteren, mis huéspedes, pues éste trastornado que
escribe, por las mañanas, a primera hora, sufre de temblores varios y
actos involuntarios que extrañan y asustan, y descarten el frío del
madrugón, pues los síntomas no remiten a veinte grados, ni mucho
menos, pero no se preocupen, lo más seguro es que sea un síntoma
conversivo, propio del trastorno de Despersonalización o Trance, muy
normal en centros mentales de la provincia, y no hablo de
ayuntamientos. Aguarden un poco y no se me vayan, que va para largo.
Amnesia disociativa, pues no recuerdo ya casi los momentos
buenos, esos que deberían dar color a mi existencia. Y claro, todo esto
desencadena en un estado de Depresión Mayor, con especificador
catatónico, que para eso me quedo embobado conmigo mismo, más aún
si escucho a algún político siniestro, en este mundo surrealista. Todo ello
mezclado con episodios maniacos, de subidas eufóricas del estado de
61
ánimo para rápidamente hundirme, propio del Trastorno Bipolar, por
aquello de los dos polos, oiga.
Afecto negativo la mayor parte del tiempo, desorganizado para mis
quehaceres, y multitud de alucinaciones, esas que me dicen que me van a
regalar 400 euros, que me van a pagar el piso, que mi sueldo va a dejar
de estar congelado... cumpliendo perfectamente los síntomas para la
ezquizofrenia, por duro que suene, de inicio agudo y mal pronóstico.
Fobia específica, odio generalizado a los políticos y a los
aprovechados, agorafobia, cada vez detesto más salir a la calle para verle
la cara a pijomentas de turno empinando el codo en autodestrucción, que
esa sí que es masiva, insomnio que perdura, problemas
gastroinstestinales, esta comida incomible, delirios, sin ser de grandeza,
etc, y todo inducido por sustancias, un CO2 cada vez más presente en mi
pulmón, que me llega al cerebro colapsando atisbos de buenas
intenciones…
Un caso clínico difícil, desde luego, y es que hay que estar loco
para vivir en un mundo como éste, pues si no, es imposible…
62
Dos párrafos...
Es una delicia pasear por la playa de la Victoria en Cádiz a primera
hora de la mañana, recorrer el centro con esas callecitas amables que te
transportan a época de mercaderes y marinos de los de verdad. Málaga es
un primor, su gente, bañarme en la Malagueta de madrugada, desnudo,
como mi alma, libre de lamentos y de malos augurios. Córdoba, noble,
su estirpe musulmana hace que vuelvas a los orígenes de tu historia, que
es la de todos, y perderse entre las columnas de la Mezquita, inolvidable.
Granada, mágica, su Albaicín de noche despierta las sensibilidades más
toscas. Sevilla y su duende, la idílica estampa de Ronda, los pueblos
blancos de Cádiz, de Huelva, donde el tiempo camina, olvidando prisas.
Cazorla, Antequera, Jerez, despierta, Carmona, Aracena, Sánlucar… en
todos esos sitios guardo un rincón, un lugar donde me siento en la
mesura y contemplo rostros anónimos, hasta que el Sol me retrata
siluetas invisibles, y sigo mi camino…
Y llego a Huelva capital, descubridora sin serlo, y relajo mi alma
por su paseo marítimo, a la sombra de árboles que dan cobijo a la
esperanza, con la ría, limpia, testigo de mis pasos, y al fondo el amplio
océano, donde veleros y pesqueros se mezclan en postal inigualable. Su
casco antiguo, historia en carnes, herencia de un pueblo, el Tarteso,
ejemplo de bondades. Sus parques cuidados, donde respirar es tan
necesario como maravilloso, sus gentes, agradables al trato y abiertas a
nuevas sensaciones, ideas en ebullición por las que luchan, hasta la
muerte, pues sienten su tierra como innegociable. Oír tocar la guitarra al
Niño Migué en teatros abarrotados, aplausos eternos, como la
sensibilidad del que aplaude, onubense por derecho y orgulloso de sus
raíces, porque hay motivos para estarlo…
Dos párrafos escribí hoy, uno verdadero y otro mentiroso, y un
dolor que mata en ambos, uno por tenerlo lejos, y otro por sólo poder
imaginarlo…
63
Terapias...
Si mi dicha va a consistir en dibujar momentos amables, divertir
con letras fáciles al anónimo que se asoma, revestir de colores pastel una
existencia insulsa y pasar a otra cosa como si nada, la terapia no tendría
sentido.
Si tus entrañas no gritan al ver la foto de la desvergüenza, si tu
gesto no se tuerce ante la herencia de la ignominia, de nada vale que
juegue con expresiones y mensajes. El ser humano, tan cruel como
maravilloso, tan humano como inhumano, por paradójico que parezca, es
miel entre los dedos, tan maleable, brillante, pero empacha. Empachan
los abusos de poder, los delirios de grandeza, la indiferencia, el
cinismo... No soy ejemplo de nada, Dios me libre, pero he entendido con
el tiempo lo que no me canso de repetir, como gazpacho, la bondad la
podemos aprender, desde fuera hacia dentro o viceversa, factible aunque
difícil, por utópico que resulte.
No les llevaré al desengaño, la felicidad como elemento estable no
existe, pero hay algo aún más importante que podemos alcanzar, más
cercano y dependiente de nuestros actos, una estabilidad para con
nosotros mismos que nos haga estar a gusto con nuestro entorno, desde
lo que vestimos hasta lo que miramos. El camino hacia ese estado radica,
indudablemente, en uno mismo. Si algo ha demostrado el ser humano en
siglos de historia es hacer posible lo imposible y demostrar que el
cambio puede triunfar, y de forma rápida, desafiando leyes naturales
incluso, lo que ninguna especie logró conseguir...
En esa lucha me encuentro. Mientras, intenten ser buenas personas,
la terapia que sigan es lo de menos...
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Cuesta soltar amarras...
Si tuviera que contarles mi breve existencia lo haría a la lumbre de
un candil, en medio del océano, con la luna de fondo y una guitarra que
embelesara, con el lenguaje de los marinos, que es puro…
“Amanece la mar compasiva, vaivenes limpios que acarician
buenos presagios, a la vez que escaman, pues sabes del carácter
traicionero del viento, ese que ahora sopla de popa, fuera y dentro del
navío. El cielo torna despejado, la marinería labura sin descanso y de
buena gana, un oasis entre tanta tormenta, esa que venía azotando con
descaro. Trazo en mis cartas de navegación rumbos acordes a la
exigencia que reclama el momento, sorteando lo más que puedo arrecifes
que desgarren una embarcación roída por tanto despropósito, batida en
luchas inútiles y sin sentido, dejando bajas y lamentos, regado de
lágrimas innecesarias.
Hace ya tiempo que salimos de puerto, mi madre con su pañuelo,
envuelta en nostalgia, mi padre, serio pero convencido, consciente del
camino, ese que yo ni divisaba. Mis amigos, con sus sonrisas, inocentes
pero sinceras, mis maestros, de espada, de navegación, de imaginaria,
que modelaron mis remos con esmero, pues sabían que las mareas no
acompañan buenas intenciones. Todos con la esperanza de una vuelta
con vida y con sapiencia, allí donde muchos fenecieron…
Y desde entonces, hasta ahora, mar, a veces convulsa, a veces
serena, motines en plena tormenta, piratas indignos, centellas en noches
frías y solitarias, zozobras en orillas de islas en medio de mares tristes y
sin vida, pero también, de vez en cuando, vela mayor empujando nuestra
dicha con desmesura, pesca furtiva que saciaba, tesoros en cofres sin
llave, chapuzones en aguas cálidas, con delfines acompañando gestos,
aplaudiendo cada viraje de timón….
Y ahora que la visibilidad es buena y la bruma se hace amiga, si
bien lo quiere Neptuno y las fuerzas del mar no me lo impiden, quisiera
brindar por estas manos y estos ojos, en los que nunca perdí la fe, para
que me lleven a la Atlántida de los corazones, desde donde sólo soltaré
amarras para atracar en puerto divino, donde San Pedro comanda, y
porque viene siendo obligatorio, para el mal y el buen almirante, allén de
los mares… "
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Excursiones y tragedias
La ocasión y mi ausencia, por justificada que sea, lo merece.
Pequeñas anécdotas de mi breve existencia que hagan el café de primera
hora más agradable al paladar, exquisito o rancio según lo que haya
detrás, que para paladares y gustos, colores.
Recordarán vuesas mercedes, si tienen a bien, aquellas primeras
excursiones en el colegio. Las recordarán porque eran emocionantes. Te
subías al transporte a primera hora, entre carcajadas y bromas, los
mayores trabajando, de un lado para otro, con cara desencajada, y tú
pegado al cristal del autobús saludando al que más y al que menos,
embobados al conocer que, más allá de tu aula, en horario de clase,
existía vida y movimiento. Sentarte con tu mejor amigo, cerca de la niña
que te hacía ojitos, cantar al unísono, esa mochila con el bocadillo, en
papel albal, y alguna bolsita de golosinas que duraba bien poco.... Todo
lo preparabas con ilusión desde días antes, con la certeza de pasar una
mañana repleta de nuevas sensaciones, risas, juegos y algún que otro
guiño inocente a la guapa de la clase.
En esas estamos, la tarde antes, siguiendo el ritual de siempre, mi
madre me dio doscientas pesetas de la época, un Potosí, para visitar a
Don Paco y canjearlo por una bolsa repleta de confituras azucaradas, las
mismas que al día siguiente zamparíamos con vehemencia y
desasosiego. Casi merecía la pena el viaje sólo por aquellas chucherías,
pues el lomo empanado estaba bueno, no se me enfade, madre, pero el
paladar de los seis años no es amigo de las proteínas en demasía…
Vuelta al hecho, que desvarío. Ya en casa, todo preparado, con
Sergio, sentados en aquel sillón de escai negro que se pegaba a la piel,
empezamos, al mismo tiempo, a sentirnos mal, como con fiebre.
Mediaba el silencio, y las caras se iban desencajando por momentos.
Allí, los dos, cada vez con peor cara, callados, pues era mejor no decir
nada, era impensable perderse la excursión, aunque sólo fuera por las
golosinas, por eso o porque la gente no pensara que tu mamá no te
dejaba ir porque le daba miedo, que había madres para todo…
Pero cuando el cuerpo dice basta no hay excusas. Tras un rato
ensimismado, cada uno mirando al suelo, tristes pues nos olíamos el
pastel, Sergio decidió irse a casa, creo que ni me despedí, estaba
enfadado con él, por enfermar, y conmigo al mismo tiempo, por lo
mismo. A la mañana siguiente una llamada, era Sergio, que no iba,
colgué sin escuchar excusas, me había quedado de un brochazo sin
compañero de asiento, sin chucherías, pues se las llevó el indeseable el
66
día anterior, y sin vergüenza, pues no tardé más de dos minutos en
decidir que yo tampoco estaba en condiciones de ir a ningún lado, la
dichosa fiebre, ya saben. Algún Dios inmisericorde que quiso darnos la
vara aquel día de Mayo… y es que no hay que subestimar al destino, tan
cruel como caprichoso.
Aquella fue, la historia de dos niños y una excursión que acabó en
tragedia, a pesar de Don Paco, las chucherías, el lomo adobao, el
autobús, la niña guapa y la madre que los parió…
Héroes que madrugan
Padre de familia que conoces el frío de la madrugada cuando tus
hijos hacen las de Morfeo, mientras tu esposa, compañera, prepara el
desayuno de los héroes. Este canto va dedicado a aquellos que dejaron de
pensar en sí mismos y torcieron gestos por corazones inocentes. No hay
mayor locura, ni tanta magia, pues la esencia de lo divino la puedo
reconocer cada mañana en cada acera, quizás absorto tras el cristal del
autobús empañado por el vaho y la desidia. A veces te observo en la
barra, con el café a medio tomar y la mirada perdida, reflejo de un
mundo que intuyes vacío. De pronto giras tu estampa y mentas al
altísimo por tener que luchar en una guerra perdida de antemano, con
batallas a menudo crueles. Ducho en recibir estocazos y esquivar espadas
de punta fina, te has curtido en el infierno, en el peor de todos, ese que
dicta sentencia a muerte si el miedo llama a tu puerta y la esperanza salta
por la ventana de la injusticia, porque de tus manos dependen bocas de
tus carnes, y eso compensa todo…
A veces luces traje, otras harapos, pero es tu cara el peor disfraz, ese
que cada mañana, a primera hora, calzas en el desamparo. Tu rostro
clama fonemas de otro universo, allí donde el honor no se compra y el
cariño permanece, más allá de contratos y promesas. Te oigo en silencio
jurarte paciencia, te rozo y noto la calidez de un corazón rodeado de
ánimas gélidas que hielan hogueras, y te veo persistir en lo imposible,
desafiando probabilidades, acechando la lógica, esa que no se atreve a
murmurar rendiciones en tu presencia, porque sabe que apuesta en falso,
a pesar de todo…
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Esta es mi oda al padre, a la madre, a todo aquel que mire por todo
y por todos sin mirarse, aquel que piense que la bondad de las almas
salvará al mundo, y lucha para que sus hijos lo vean, aunque ellos hayan
tomado ya otro camino, allí donde va la gente buena, en honroso
altruismo…
A usted, padre o madre de familia, mañana, cuando vaya camino del
trabajo, dejaré de decirle, por vergüenza, que le observo, le respeto, y le
admiro…
Ladrones y bolígrafos
Recibir aplausos por unas cuantas letras y silencios reconforta,
sobre todo porque el autor no reconoce tanto mérito en lo que su pluma
dibuja. Me alegra que acudáis y disfrutéis, inimaginable para el común
mortal que soy.
Pero hoy quiero pintar menos versos y más prosa de la que amarga.
Sucesos que ocurren en lo cotidiano que uno no entiende, por mucho que
busque en Google. Y es que, en el periodo que va desde el 20 de
Diciembre al 20 de Enero, mes en el que no estuvimos prácticamente en
el piso, la factura de luz ascendió a 180 euros, cuando estábamos
pagando normalmente unos 40 o 50. Habrán escuchado la noticia, le ha
ocurrido a más de un españolito, con lo que la cuesta de Enero se hace
pared infranqueable. Y uno se siente indefenso, pues se nos dice con
educación “pague usted, y después reclame”, y a otra cosa…
Y te hartas, te hartas de no recibir una mísera ayuda, tener dos
trabajos para pagar unos estudios y aún así tener una vida mediocre, y
llegar con lo justo al día 22 de cada mes. Te hartas de sentirte
mangoneado y tener la sensación que ésto no ha hecho sino empezar. Te
hartas, desde luego, de pertenecer a un “sistema” en el que no te han
preguntado si querías entrar, y del cual, ni mucho menos, te dejan salir…
Sólo me quedan mis letras, eternas, y la seguridad de que leerme no os
costará un duro, a menos que no tenga para bolígrafos…
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Poeta Laraña...
Permita letras humildes haciendo honor a su aura. Cualquier
semblanza que se le dedique no acercaría a imaginar tanta profundidad
en un sólo corazón, y es que hay más razones que palabras que
signifiquen. Les hablaré hoy del padre entre los padres, de apellido
Laraña, ese que habita en reino celestial pero que antes de partir quiso
regalar al mundo la esperanza y la bondad de un alma pura, libre y
eterna...
Ocurría cada domingo a las doce, cuando el Sol más aprieta, el
Padre Laraña vestía su capa blanca, honorable, y se deslizaba a la iglesia
desvencijada de humilde construcción, allí en isla lejana, lejos de su
tierra y de su gente, esa que le dedicó tantos nombres de calles y
vestigios de César triunfante, por simplemente ser como era…
Comenzaba la misa como dicta el regio canon, recitando con
destreza cada verso bíblico, dando la razón a la poesía del mensaje, esa
que reconocías en cada párrafo sólo si sus labios eran puerta al mundo,
como poeta.
Entendí entonces que la oratoria distingue a la persona, y que, más
allá de credos y dogmas, la paz empieza por uno mismo, con un
sinónimo común, el amor, altruista y sin esperar nada a cambio, tan
sencillo como quimérico, a la vez posible…
Jesuita por convicción, cuentan sus compañeros que leía y releía
párrafos subrayados de cualquier texto, antiguo o moderno, si versaba
sobre actitudes humanas, quizás intentando dar respuesta a tanta
pregunta sobre las relaciones entre iguales, tan complicadas como, a
veces, hermosas…
Levantaba al alba, dirigía unas oraciones sinceras de rodillas y
disponía de sus quehaceres con la misma humildad que inauguraba
centros de día en su nombre o le condecoraban con medallas por su
trabajo y por su buen hacer.
Son interminables las obras, incontables los lugares que visitó sin
dejar indiferente, contaba por miles los agradecimientos de niños,
mayores, adolescentes… siempre al lado del que no tiene nada, dando
calor a inviernos gélidos con miradas solemnes…
Se retiró poco antes de su muerte, a los 95 años, tras haber dejado
tras de sí una vida completa de misiones y bondad infinita, y obró
milagros, ese requisito que pone el Vaticano para santificar. Lo hacía
cada domingo, en misa de doce, con la iglesia repleta de almas vacías
69
que salían por la puerta media hora más tarde dando un sentido a sus
pasos. Su milagro consistía en eso, desde el amor, curar corazones en
espanto, simplemente con palabras sinceras y escalofríos repentinos...
Su legado curtirá a los que le conocieron, sus palabras se oirán por
los tiempos, su mensaje vivirá más allá de su tumba y sus oraciones. Mi
lanza y mi pluma recordarán su semilla con pulcritud, como entendió su
existencia, y clamarán honores puros en cada gesto, si usted, donde
estuviere, tiene a bien guiarme en el desempeño.
Me trataste de “hijito”, y como padre amable que fuiste honraré tu
presencia en este mundo dejado de la mano de Dios, ese al que tanto
leías y rezabas… y aún así, padre, no seré digno de que entres en mi
casa, pero una palabra tuya… bastará para rendirte pleitesía...
Esos Vecinitos verdes...
Entre el amasijo de noticias que nos inunda cada mañana entre tanto
portal de información o teletipo efímero encontré un estudio de unos
científicos americanos que demostraba la existencia de miles de planetas
con las mismas características que la Tierra, solamente en la Vía Láctea,
esa donde habitamos, galaxia entre millones. Por lo cual se supone que la
vida en otros planetas es más que probable, desterrando tantas creencias
y dogmas como siglos tiene la historia de la humanidad. Y uno piensa, y
no es en balde, que si mañana un marciano verde provisto de antenas
aparece saludando desde su nave platillo, con cuatro dedos y desnudo, no
cambiaría tanto el cotarro. Primera plana, eso sí, pero poco más. Serían
recibidos con los brazos abiertos por politicuchos, autoridades y toda la
pesca, que para eso el currelas paga las recepciones a base de IVA,
probarían las exquisiteces de cada tierra, leerían las mejores obras,
admirarían pinturas, se deleitarían con esculturas e inventos, gozarían
con Mozart, Picasso, Leonardo… y volverían a su planeta para contar lo
que aquí vieron y dirían dos cosas, estoy seguro. “Que de arte y envidia
esta plagado el universo, pero que de vida inteligente, ni rastro…”
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Café Gijón, en Sevilla...
Dio que hablar lo de los marcianos en la sobremesa. En ese ratito
para el café que compartí con mis compañeros de fatigas. Las opiniones
eran dispares y curiosas, desde el que negaba la existencia de vida
extraterrestre, al menos inteligente, hasta el que estaba convencido de
que los muñecos verdes tenían nuestra forma y vivían entre nosotros. Y
entre medio risas y matices...
Allí ocurría, en aquella cafetería, en plena discusión teorizando
sobre si el alienígena tendría que ganarse el pan como el humanoide
típico... sobre si sería considerado como ilegal, por aquello de la
dificultad de arreglar los papeles a cualquiera hoy día. Y la gente de
alrededor alucinando...Y en esas estamos, la charla terminó y cada uno
tomó rumbo dispar dándole vueltas al cotarro. Y yo, que reí un rato,
quedé contento. Unas letras mías habían hecho, sin quererlo, que Laura,
ganadora de bienales de flamenco, Antonio, pintor excelso de batallas,
Juan, padre de familia y mago del piano, Sara, nómada de nuestro
tiempo, Ana, con su altruismo de otro mundo, y servidor, echáramos
unas risas y esquiváramos problemas y estrecheces lo que dura un café.
Reunión de artistas incomprendidos. Lo de los marcianos viene siendo lo
de menos...
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Mi tía Isabel...
Vive en la sencillez, caminando despacio, como respira, como el
latir apacible de un corazón que no conoce más pecado que dar la
espalda a la inocencia antes de tiempo. Su sonrisa, sincera, su bondad,
infinita. Su mundo no sabe de leyes más allá del altruismo por los que
quiere, no hay lamentos para el que acerca el barco a su orilla, su victoria
ante la vida es eterna…
Le encontró el destino antes de tener espada, dos hijos que hoy son
la mejor expresión de su quehacer por este páramo de existencia. Y sola,
ante todo, los educó, a la vez que tomaba ejemplo de sí misma, pues no
tuvo más referencias que las burbujas que parecían divinas y llenas, pero
que al rato explotaban y dejaban un vacío amargo…
Vistió su estampa de esperanza y de trabajo, desde cero, donde
empiezan los grandes, y fue construyendo con ahínco y esmero la mejor
de las obras, la familia, abatiendo con destreza cada golpe de estilete,
con armadura cada vez más firme. Cuida su estirpe de una manada de
lobos continua que acecha el horizonte, vientos que soplan en contra y
traen lodos que no merece el común mortal, y esos buitres a la espera de
carroña, pero que saben que ante una madre hay poco que hacer, pues no
hay mejor defensa que la indiferencia…
Y es que hay varias vidas en la tuya. Madre responsable, mujer
trabajadora, amiga que responde, amante, hija comprometida… y en
todas ellas la misma tez, sincera, sin tapujos ni contradicciones, con la
mano tendida a los suyos, demostrando que no hay mejor ejemplo que
hacer las cosas bien de manera sencilla, inspirando palabras humildes...
No esperéis que tuerza la forma ante nada, ellas los gestos los hace
con el corazón, y con el corazón te digo que quise que tuvieras unas
letras, de tu sobrino, el mayor, ese al que tanto has mimado y querido, y
que, siendo ya medio hombre, se siente aún niño a tu regazo…
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Descubrimientos en la noche...
Podrían ser las 2 de la mañana del domingo, la noche era clara pero
fría, y más aún en el patio de mi casa del pueblo, donde a esa hora
asoman babosas en busca de esquinas húmedas y el suelo se hace hielo.
Me había quedado traspuesto escuchando las crónicas de los partidos,
resguardándome en la estufa de un frío que calaba.
En esas que me desvelé con hambre de oso y corrí a la cocina
salivando al imaginar el arroz salteado o la pasta gratinada que me iba a
zampar cuando me percaté que en ninguna de las tres malditas bombonas
quedaba una pizca de gas para darme el ansiado gustazo. Después de
mucho probar y maldecir encontré una de esas cajas militares de comida
que mi padre había dejado por allí olvidada. Tienen que verlo, viene de
todo, desde unas latas con cocido hasta mermelada y galletas, cerillas,
chicles, vitamina C, y hasta unas pastillitas blancas que arden durante un
rato largo para darte tiempo a calentar condumio.
Y en el fondo, eso es lo mejor, una especie de chapita que, bien
doblada, hace de cocinilla improvisada al calor de la pastilla de marras.
No dudé, abrí la lata de albóndigas y allí, en medio del corral, con frío
polar, me vi ensimismado en la fogata y las burbujas hasta que decidí
que iba siendo hora de probar el invento. Y a fe que estaba bueno, quizás
el hambre engañó al paladar, pero disfruté del alimento como nunca. Y
fue, mientras me llevaba a la boca el cacho de carne, cuando pensé,
embobado en un Boeing que surcaba el horizonte, en todas las cajitas de
ración diaria que podrían comprarse con lo que costó ese avión de
pasajeros.
Les ahorraré la cuenta, dos millones de cajitas de comida. Sí
compañeros, dos millones de personas que comerían caliente a cambio
de uno de esos aparatos sin alma.
Y ahora cavilen si ese coche que tanto desea, ese viaje que lleva
tiempo planeando, ese vestido del escaparate o ese pisito de la playa
vienen mereciendo la pena, cuando hay cajitas que, por menos de 1 euro,
te hacen sentir vivo tanto a ti como a tu tripa durante un día entero, a ese
binomio tan malacostumbrado a la buena vida y que no aprende a pesar
de los pesares, pues sabe el artista y el inventor que las mejores poesías y
creaciones salieron de corazones llenos y estómagos vacíos, pero no
muertos de hambre…
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Villarrasa, mi Señora...
Quisiera darle las gracias, señora, mi señora, por tanto, por tan
bueno...
Me daba forma en la madrugada, bajo un silencio tiznado de
olvidos y promesas, me acariciaba al alba, como la tierra que mece al
que la trabaja, me regalaste fe y esperanza a media mañana cuando el
campanar suena y la pereza se diluye. Y no te logro olvidar, mujer, esos
atardeceres a tu vera, horizontes que se hacían finitos pues tu mano lo
alcanzaba todo, no te logro olvidar amada mía, dueña de mi inocencia...
Musa de mis palabras, inspiración de mis carnes, consejera en la
desdicha, amante fiera cuando la lujuria se acercaba a mi orilla, a mi
humilde barca, allí donde me susurraste los mejores versos, donde me
ofreciste los mejores aromas, allí jugaste y no perdiste, sin lamentos ni
reproches, como buena señora, mi señora...
Mil lágrimas derramé cuando me olvidabas, cuando te hacías
pequeña en la distancia y tu lino se hacía paño. Nadie supo consolarme
cuando te rendiste, ni el viento ni el destino, ni mucho menos juramentos
huecos y lejanas letanías, tan sombrías como mi calma, efímeras como
mi paciencia...
Volví a tí al tiempo, cambié, no sé, cambiaste, pedí en una esquina
clemencia por el olvido, te vi arrastrarte en tormentas, ví romper cristales
sobre tu espalda, como puñales de un mundo que no sabe ni entiende de
honores, ese que bordaste con paciencia en el cuello de los que te
abandonaron, los mismos que hoy cumplen condena eterna, la de las
almas que no tienen alma y cambiaron su patria por unas risas y unas
monedas, la peor de las penitencias, proscritos en desiertos de
sensaciones...
Sin ser vistosa me seduces, como la mejor de las amantes, y, sin
embargo, pueblo, te soy infiel cada domingo por no perderme entre tus
calles y contarte al oído mil historias de amores que se fueron y vientos
que sonríen al pensarte. Villarrasa, señora, mi señora, mis respetos...
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Ni Dalí...
Vuelta al tajo. Ya se me habían olvidado los madrugones y el
pedaleo de primera hora, el vaho empañando los cristales de mis gafas
mientras me salpica en el abrigo charcos que reflejan mi desgana y mi
malhumor. Retorno al cacareo incesante de adolescentes que se afanan
en puertas de instituto y coches que se agolpan en una feria de pitadas a
destiempo y frenazos agresivos. Me cruzo en mi camino con rostros sin
alma que deambulan como si habitaran en purgatorio fantasmal,
olvidando risas y siestas de fin de semana. Se acaba, quieras o no, para
que mueras poco a poco y tu desgana destroce tus mejores intenciones.
La llevamos clara amigo, ésto es lo que nos queda hasta que las
arrugas te inunden y el cuerpo diga basta. Una novela de terror en la que
usted es protagonista y elige el pincel con que dibujar una existencia con
visos de fracaso, aunque con la posibilidad, eso sí, de engañar trazos al
destino y colorear algunas páginas con tonos pastel, pero sólo algunas,
porque capítulos como éste, llamémosle Lunes, no lo hace agradable ni
Dalí con paleta infinita y hasta arriba de psicotrópicos...
Fotos malditas...
Me lo contaba mi amigo Juan mientras encendía un cigarro y se
quitaba la chaqueta. Juan es muy dado a hacer viajes lejanos, a menudo
poblados pobres de solemnidad en los que echa un cable a la vez que
alimenta su afición por la fotografía. Otras veces visita ciudades
gigantes, allí donde todo es impersonal a pesar de la vida puerta con
puerta.
En esos viajes y en tabaco gasta su sueldo de artista, pero siempre
vuelve con diferente cara. Ese Lunes llegaba distraído, como dando
vueltas a algo imposible de entender. Después de insistir, al segundo
café, me contó la vivencia. Se trataba de un pueblecito pequeño, rodeado
de tierras fértiles, un lugar en medio de la nada donde sus habitantes
trabajaban el campo como medio de vida. Unas de las pocas
distracciones de esa gente consistía en esperar a la fiesta de la llamada
“Zurc”, momento en el que sacaban en una especie de palio una figura
simple a la que adoraban y por la que juraban promesas por favores
divinos. A “Zurc” le pedían por la llegada de la lluvia, por la enfermedad
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del hijo, por ellos mismos…
Me contaba Juan que mientras la sacaban por sus pedregales, la
gente del poblado lanzaba gritos como poseídos, casi en trance, y que
incluso había quien lloraba a su paso, por no hablar de las leyendas de
curaciones milagrosas. Pero también me decía que eran los mismos que
después en casa maltrataban a la esposa y a los hijos, los mismos que no
dudaban en matarse como animales por negocios o ser capaces de morir
para recibir bendición divina. Me hablaba de los sentimientos de culpa,
del papel de la mujer en esa sociedad, de los impuestos y la la corrupción
del gobierno, de los pocos medios de la escuela y lo injusta de su
Justicia. Casi vi asomar en Juan una lágrima cuando resumía tanta
barbarie y tanto sin sentido, apretaba el puño por no entender tanta
diferencia en un mismo mundo.
Abrumado por la historia, le pregunté por el nombre de la ciudad, la
zona, el país, su tipo de gobierno, esperando clavar así un tachón en el
mapa de la inmundicia. Fue entonces cuando Juan levantó la mirada del
café y me dedicó una sonrisa, -Mejor no te lo digo, dijo. Imaginé los
horrores de alguna nación integrista, esos lugares de turbantes que
anteponen el dogma al sentido común, pero ante mi mirada curiosa
continuó...
--… Que va!!, Estuve en un pueblo del Condado, bajando una colina,
con un campanario que reza al horizonte por unos habitantes olvidados
del
mundo…
No quise insistir en el nombre, jamás me atreví a ver las fotos, y no sabe
Juan, ese artista incomprendido, que aquel día me hizo llorar en
silencio…
Una noche de locos
En unos tiempos en los que priva el coto privado de sueños, donde
está limitado imaginar mundos mejores y lugares dignos, me atrevo a
contar una historia, una de esas donde hombre y mujer se conocen y se
enamoran, pero no sólo eso, ni mucho menos, pues lo que les relataré
tiene luces de cuento de Disney con final feliz, ya saben, perdices
incluidas, dando motivos a la esperanza de un destino que maltrata tanto
como es maltratado…
Obviaré nombres para no reventar intimidades, así que pongamos
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que, Antonio, mismo, un chico apocado de mirada perdida, habiendo
dedicado media vida al estudio descuidando su corazón y su bolsillo, se
da cuenta un día de que está sólo, ni pareja conocida ni visos de
conseguirla pronto. Antonio, que cuenta 30 primaveras, reduce su círculo
de amistades a varios carcas que visten canas y alguna que otra becaria
sin sustancia. Con tal panorama y, en medio de una de esas crisis
existenciales en las que echa de menos compañía, decide, en secreto,
entrar a una de esas páginas que te analizan tu perfil y te arreglan una
cita con una muchacha con similares características o estilo. Me contaba
Antonio que era reacio, que le daba corte eso de quedar mediante ese
método, pero que habiendo pagado un mes de suscripción a la dichosa
página, decidió tirarse a la piscina del encuentro físico con una
semejante no sin antes jurarse que sólo sería una primera y última vez,
nunca más, sólo una oportunidad le daba al dichoso invento....
Hecha tal promesa buscó a conciencia hasta que la encontró, una
morena de ojos azules de amplia sonrisa y dos carreras terminadas.
Antonio quedó con ella y se vieron en una placita del centro, era
perfecta, guapa, sencilla pero interesante, lista, que no espabilada,
dominaba la palabra y los modales, lo que andaba buscando, sin duda…
Y a la luz de las velas, en noche perfecta, la parejita se hacía ojitos
como adolescentes, todo marchaba mejor de lo esperado, sin duda. Pero
como pompa de jabón, de repente, en los postres, la morena guapa
comentó que tenía que ir a tomar su medicación para una esquizofrenia
que arrastraba desde hacía tiempo. Y claro, Antonio, medio asustado,
mientras ella se empastillaba en el baño, cúlpenle si quieren, se asustó y
quiso irse, pero como la chica le había llevado y el restaurante quedaba
lejos de todo, decidió pedir por favor a la camarera que le dijera a la de
amplia sonrisa que se había ido por algún asunto urgente. Ella se negó,
pero ante la insistencia cedió a esconder a Antonio en la cocina mientras
le explicaba a la morena que su amigo se había marchado. Habiendo
pasado un rato, entre risas, nuestro amigó le explicó a la camarera la
situación exacta mientras ésta cerraba el comedor, contándole el
juramento previo de no quedar con nadie más de aquella manera. Tras
varias cervezas y muchas carcajadas, ella le llevó a casa y allí, en la
puerta, se besaron. Hoy son marido y mujer y regentan un restaurante
donde sus niños corretean entre las mesas mientras Antonio promete no
jugar a caprichos con el destino. Una historia de amor de nuestro tiempo,
un guiño a la esperanza, mas no pensará lo mismo la morena
esquizofrénica, aunque no dude usted, querido lector, que hasta ella
tendrá otra de las buenas para contarles, terapia mediante…
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Papeletas...
La noticia aparecía camuflada en un diario de esos gratuitos que
reparten a discreción en alguna esquina de la ciudad. Poca cosa, un
rincón de cien palabras olvidadas en el anonimato. Decía aquello de que
el 85% de los diputados de nuestro Congreso percibían sueldo externo a
su cargo, ya sea como profesor de facultad o columnista, ganando una
media de 4000 euros por ese segundo trabajo. Un hecho, apunten, que va
en contra de la ley, que establece claramente la incompatibilidad del
cargo de Diputado con cualquier otro, pero claro, meter medio Hemiciclo
en el trullo se hace tan feo como complicado, y da mala imagen externa,
desde luego. Es decir, resumiendo, que los que mandan andan muy
ocupados en sus cosas como para ir discutiendo sobre los españolitos, y
es que hay imágenes desoladoras, como la de un Congreso semivacío a
la hora de votar leyes y proposiciones, haciéndose práctica cada vez más
habitual.
Con este panorama, permitan vuesas mercedes que servidor no se
sienta motivado al voto, aunque pensándolo bien, sí, iré a las urnas en las
próximas elecciones, y, en un voto en blanco, escribiré bien grande y en
mayúsculas LADRONES, y que entre ellos se repartan la papeleta...
Miuras con DNI...
Quinientos kilos de bicho, encastao, negro zaíno, astifino y
bragado. No, no hablo del toro que mató a Manolete ni de la corrida del
Martes de Feria en la Maestranza. Semejante animal me lo encontré el
otro día en el supermercado, al final del pasillo de los yogures, haciendo
cola en pescadería. Tendría unos treinta años, mujer de gesto mezquino y
amargado, empujando un carro atestado de latas de conservas y dulces,
con voz molesta y malos modos. Y allí dio con sus narices, en la fila del
pescado, donde hasta su llegada reinaba la tranquilidad y el agrado. Pero
como quien sale de chiqueros, rebuznó lo que quiso sin esperar su turno
y se fue tan ancha, gritando en desprecio a las voces que le pedían
respeto y paciencia, dando coces a educadas estudiantes y señoras de
trapío.
Desprendía un olor fétido a carne humana descuidada mientras las
lorzas de su tripa jugaban a bailar el hula-hop alrededor de su
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secuestrada cintura, si es que aún conservaba tal privilegio bajo esa masa
deforme...Allí me vi con mi capote, torero, rozando su cornamenta
mientras galopaba a mi vera. Un Miura que nunca debió salir del campo
y del yerbajo, donde viven las bestias y las moscas...
Un animal de los buenos, más allá de los kilos de más y el mal
aspecto, animal por olvidar reglas sociales y palabras amables, dar de
lado a la bondad y al buen hacer, aunque sólo sea por educación o
apariencia. Con lo caro que cuesta ir a los toros y allí lo tuve de balde, a
medio metro, sin espada y sin muleta, como los buenos novilleros. Ahora
entiendo al torero y al banderillero, ¡Qué miedo Manolete!, ¡Qué miedo
maestro…!
Infamias Prenatales....
Te hablaré de lo que soñé despierto aquella madrugada de
Invierno…“Vendrás al mundo una mañana de Abril, cuando las flores
pinten de azahar el horizonte y el Sol se haga perezoso en su huida.
Obrarás la senda del milagro desafiando destino y naturaleza. Te recibirá
tu propio llanto, divino. Tu madre te dará la bienvenida entre sus brazos
dedicándote lágrimas y promesas. Serás querido y mimado, y crecerás,
despierto, saboreando cada palmo de infancia entre juegos y carcajadas.
Tu cuerpo se irá presentando mientras tu corazón aprenda lamentos y se
bañe en la sorpresa. Caminarás descalzo sobre hierba mojada bajo la
lluvia y la sonrisa, de la mano de amores efímeros de verano. Llorarás de
rabia sin atisbar explicaciones y, al rato, gritarás de asombro para elevar
tu alma a cumbres desconocidas y peligrosas...
No olvides mi ejemplo, amigo, quiero que te sumerjas desnudo en
océanos de ilusiones, que confundas la noche con el día abrazado a la
nostalgia. Quiero que saltes en precipicios de sensaciones, que aprendas
destreza, que acunes verdades e imposibles. Necesitaré de tu recuerdos
en la desdicha, hacer las paces con mi pluma, allí donde habita la
conciencia y la espera. Morderás tus labios ante la injusticia, caerás en
desidia y vileza, y te levantarás, como buen hombre, porque el perdón se
inventó para espíritus libres ahogados en bondades. Te observaré,
compañero, en silencio, cuidando de tus pasos como míos, sin
condiciones ni negocio. Y descuida, pues mi espada acechará paciente
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ahuyentando miedos y reproches. Esconderé secretos y besos bajo
montañas y senderos, mas te amaré hasta lo eterno…”
Y ahora no me pidas perdones, no me ruegues compasión con quien
no quiso que salieras a mi encuentro porque en tu lecho olvidaran
razones y cariño, no me implores que entienda a tu madre por pensar,
maldita, que no era el momento, jamás suspires desde el cielo por un
mundo que detesta el viento y le pone cerrojo a la vida, esa que ni
siquiera sentiste y que marchitó primaveras, parando el tiempo...
Frascos de Sonrisas...
Los que me conocen lo saben. Tengo pocas manías, pocos tics
conocidos, pero hay uno que me caracteriza, acariciarme el pelo, por
muy incómodo que parezca, no sé, me relaja, me gusta el tacto del
cabello entre mis dedos. Lo hago de forma inconsciente, como quien
mueve nervioso los pies o parpadea ante una brizna de aire. No tiene
especiales consecuencias positivas, no sirve para nada, ni siquiera
produce placer extremo, lo hago sin pensarlo, no cuando me apetece,
simplemente surge. Me pasa desde la cuna, desde que tenía horas de
vida, según mi madre…
Y aquí viene la gracia, es el mismo gesto que mi padre hacía desde
muy joven, la misma manía heredada en la generación siguiente, sin
aprendizaje ni observación, mágico…
Ahora piense usted en la de cosas suyas que, sin saberlo, dependen
de un ser que ya existía antes de que fueras mero proyecto de vida.
Imagine el día a día de lo que hace y valore si todo es suyo o se lo debe a
alguien, por nimio que parezca, y llegará a la misma conclusión que
servidor, todo usted es la mejor de las firmas de un artista a un trabajo
bien hecho, una obra excelsa de valor inestimable. Y todo eso es nada,
porque después de entender el regalo genético en forma de vida, caerá en
la cuenta del tiempo, el esfuerzo y el amor que humilde dedicó para que
crecieras en un mundo merecedor de tu nombre, olvidándose si fuera
necesario de sí mismo por tu simple sombra. Entonces qué menos que
hoy, amigo, a esa persona, le dediques una sonrisa y un “te quiero”
además de la típica corbata y el frasco de colonia que huele a rutina, y si
han de elegir, vacíen el frasco y llénenlo de lo primero, pues no hay
mayor deseo para un padre que la felicidad de un hijo, al menos en su
día…
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Primaveras de papel
Señores, señoras, queridos lectores y estimados amigos, os tengo
que comunicar que el malvado invierno... ha acabado… Guarden en el
ropero chaquetones impermeables y calcetines de lana, incluyan también
las tardes grises con sus noches frías, escondan al fondo días sumidos en
melancolía y espanto, pues ya son historia, agua pasada. Sonrían aún
siendo Lunes, la sangre que corre por sus venas tiñe los pasos de
posibilidades, la acuarela vuelve a tener color mientras el verde de los
campos renace en el horizonte, haciendo del espacio un lugar más
habitable…
Y parece como si la paz y el sosiego se instalara en los corazones de
quienes pasean al atardecer, reluce el brillo en los ojos de niños que
corretean tras una pelota, se hace placentero respirar buen ambiente
donde semanas antes se torcían gestos bajo nubes y augurios de malos
tiempos. Y ves la cosas de diferente manera, aunque sólo tengas en el
bolsillo para la cerveza y la ensaladilla, todo mejora, la economía se
estabiliza, las tropas regresan de la guerra, el río parece volver a su
cauce, no sé, la tienda de helados de la esquina vuelve a abrir un año
más, las bicis hacen el tráfico más manejable, la realidad se ve
anestesiada por el reflejo de días claros y carcajadas anónimas….
Sin embargo, paladeo motivos optimistas y aún así quiero gritar
ante tanto espejismo, tantos intereses bajo cortinas que nublan
conciencias. Hoy medio planeta sigue muriendo de hambre mientras la
otra mitad mira para otro lado. No se engañen, nunca llegó a irse el
invierno caballeros, saquen de nuevo del armario abrigos y guantes, mas
no olviden escondida la vergüenza, pues no merecen primaveras mundos
que olvidan hermanos en el infierno…
Todo por nada...
Tenían que verlo, tan digno, envuelto en una manta gruesa de
pelillos, desafiando al frío y a las miradas de anónimos transeúntes
dirigiéndose a sus lugares de trabajo. Vestía chaleco deshilachado para
resguardar su cuerpecito débil de la escarcha matutina. Hambriento de
verdades y justicia, veía amanecer un día más en su cruel vida con el
estómago vacío y el corazón solitario. Muy de vez en cuando alguna de
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esas sombras que le rozaban la pelambrera se agachaba a contemplarle
en el despropósito y él, recio, aguantaba miradas sin miedo a perder
vergüenzas ni humildades. Jamás exigió nada, no conoció más bocado
que el amargo, pero no dudó un segundo, nunca, en devolver a su amo
todo el cariño y la lealtad que un día quiso ver en los ojos de un hombre
golpeado por el devenir ambiguo de éste precipicio sin fondo que viene
siendo la existencia. Y todo, aprendan del chucho, sin pedir ni una triste
galleta a cambio…
Paridades varias...
La estupidez humana es innata, se hereda de padres a hijos, pero
descuiden, también puede usted aprenderla si no nació con esa suerte.
Habrán oído hablar de la Ley de Paridad, la penúltima idiotez de
nuestros gobernantes plasmada en papel, que establece que en
organismos públicos debe existir el mismo número de hombres que de
mujeres en puestos directivos y de relevancia. Da igual la demanda y el
currículo, es decir, que usted, siendo hombre, teniendo la misma nota en
un examen de méritos que una mujer, quedará relegado al olvido por
cargar con miembro viril e invitados desde que asomó la cabeza por la
flor de su madre, ya me entienden. Tal como lo veo, una discriminación
aceptada, de esas mociones que no imparten censura ni levantan
pancartas. Y cierto es que históricamente la balanza de la igualdad ha
estado posada siempre de un lado, pero cabe pensar que es de burros y
chapuzas compensar la injusticia añadiendo al otro lado de la pesa
toneladas de idioteces. La paridad es buena, es positiva, enriquece, pero
forzarla es como traer a los negritos de Kenia del cuello para que se
integren en una civilización que ahora les rechaza. Así no se hacen las
cosas, sobre todo cuando no hace falta complicarse mucho la existencia.
Señores políticos, inútiles hasta que no se demuestre lo contrario, se trata
de no discriminar por el sexo, ni por un lado ni por otro, que no se
enteran de la movida. Y puestos a jugar a Fray Torquemada, discriminen
entre políticos malos y políticos peores, y ríanse las gracias mutuamente,
pero al humilde trabajador, al opositor buscavidas y al sacrificado
jornalero deje de joderle la vida. Y si aún así no lo tienen claro inviertan
el cotarro y den de lado a las féminas a la hora de adjudicarle empleo, a
ver cuántas bombas lapa se encuentra usted mañana en los bajos de su
coche...
Ya ven señores y señoras, la Ley de Paridad, la última gran parida
de los que viven de su insulso voto…
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La sonrisa de Velázquez...
La España de la pandereta y el chufla que triunfa ha hecho méritos
de sobra a lo largo de la Historia para poner pelos de escarpia a las
mentes más lúcidas y serenas, esas que tristemente vienen estando en
extinción, y Sevilla, capital mundial de la falacia y el trapicheo, no iba a
ser menos, y si no al loro. Sólo tienen que dar un garbeo por el centro y
salir al paso de la Giralda, majestuosa, que no es otra cosa que un
minarete musulmán propio de la hegemonía mora en la tierra con una
torre católica en todo lo alto. Churras con merinas. ¿Para que tirarlo y
hacer una torre de las nuestras?, pensaría el arquitecto de turno de la
Corte. Nada nada, un campanario por aquí, un par de Santos por allá,
unos cuantos angelillos sin sexo en las cornisas y listo, ahí tiene usted su
torre profanada, con mezcla cultural y todo, ahora que viene estando de
moda eso de la globalización. Que imagino que los gobernantes de la
época dirían, “-Sí, sí, respetamos las raíces de los anteriores inquilinos
de ésta ciudad, pero el morito bien lejos oiga, que tanto hereje suelto
huele y hasta molesta”...
Sigan paseando que es gratis, hasta que lleguen a Plaza Nueva,
donde gobierna la estatua de Velázquez con amplia sonrisa, descojonado
de la gentuza que justo enfrente entra todas las mañanas por las puertas
del Ayuntamiento. Y le notas horrorizado, pensando que cualquier otro
tiempo fue mejor. Cada vez que paso a su vera le noto la carcajada más
sincera y el corazón más melancólico...
A todo esto , queridos amigos, en cada paso pongan mil ojos,
porque, mientras usted anda embelesado, proliferan truhanes que
acechan su cartera a la espera del descuido para hacer su Agosto, ya
saben, en la jungla vale la ley del más fuerte, aunque aquí fuerza se
identifica con ser listo, pero listo de espabilao, que chuflas los tenemos a
montones, pero Premios Nobel ni uno.
Eso sí compañeros, si quiere usted juerga ha venido al lugar
adecuado, es más, corre usted el peligro de no irse jamás. El sevillano de
a pie es muy celoso de sus cosas, es de esos Homos que piensa en Ferias
y Semanas Santas cuando le hablan de Cultura y Folklore, nada de libros
ni tesis doctorales, eso es de tontos y aburridos.
Todo esto vienen a ser detalles, pero hay datos para el que tenga
dudas. Capital de la Comunidad más pobre de España, donde el Metro
lleva veinte años haciéndose, allí donde mezclan en gazpacho lágrimas
detrás de un santo y saetas con trajes de faralay y cogorzas de órdago. La
ciudad donde el robo y el trapicheo es la norma, y que ostenta el dudoso
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récord de consumo de cerveza de toda Europa. Una ciudad que hace una
Exposición Universal emocionante y la olvida a su suerte al poco pero
que no dudan un solo segundo en echarse a la calle para pedir cadenas
perpetuas como borregos y no escatiman en suplicar créditos a la
Sucursal más cercana para el ticket de la caseta de la Feria que asoma el
mes que viene.
Ahora vengo entendiendo la sonrisa del pintor, claro, ahora me doy
cuenta el porqué de esa carcajada que cada mañana se hace más ruidosa
del excelso Velázquez, lo que me extraña es que no haya colgado el
pincel y la acuarela y entonara el –Ahí os quedáis!!-, huyendo por patas
y por piernas, sin mirar atrás, como quien deja una Patria de barro y de
mentiras...
Inviernos Eternos...
Les avisé que no guardaran los abrigos, ya les dije que el invierno y
la primavera se compinchan para rellenar la cuota de resfriados y bajas
laborales que la pereza no llega a colmar. Ya escuchamos los clarines de
Semana Santa a la vuelta de la esquina con sus corbatas y colonias del
todo a cien, un Domingo de Ramos más que se huele en la madrugada y
que nubla la conciencia de los que aman la mesura, que son los menos,
los mismos que desconocen quejarse a grito pelado, ese tono que por
estas tierras da y quita razones...
Moriré repitiéndome, pero prefiero el riesgo de tener que esquivar
zancadillas en mi camino al trabajo que perderme en bosques de
conformismo disfrazado de lo políticamente correcto o establecido por el
género habitual. Y es que no importa si llora ante un palio o si se
emociona ante la lumbre de la feria un año más, no pretendo minarle los
pocos alicientes que no prohíbe una vida que ahoga, pero permita que le
pida que dé un sentido íntimo a la fanfarria y que relativice verdades que
parecen de todo menos efímeras rodeado de tanto acólito. Deje usted que
le suplique pensar un solo minuto para sí mismo sobre los pasos que
persigue y reflexionar sobre lo que vive, lo que quiere, y lo que espera de
su existencia, y después disfrute la juerga del cirio o del rebujito a mil
por hora, como merece, pero no aminore para luchar contra la injusticia
y la desidia, y contribuirá en silencio a acabar con este inmisericorde
invierno, que es eterno…
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A veces vuelven...
Es habitual oír cuando alguien muere la frase “Se van siempre los
mejores”. Se produce un efecto extraño en las cabezas de quienes
asistimos con incredulidad a la pérdida de un ser querido antes de
tiempo, incluso llegamos a culparnos por no valorar el aire que uno
respira, todos aquellos sabores que nutren nuestro paladar y las risas que
están por llegar. Y tanto remordimiento nos hace ser mejores personas, al
menos el tiempo que no cae en el olvido la siniestra realidad de un alma
que yace inerte ante tus narices, como dormido, pero que vive ya en otro
mundo, en el mejor de los casos. Rozamos la posibilidad, quizás unos
segundos, de vernos retratado como protagonista de la escena y surge un
aliento de alivio que se hace inconfesable para el vecino, el cual
seguramente ande experimentando el mismo trance existencial en ese
preciso instante. Estoy seguro que, cuando hablo de éstas pérdidas
repentinas, tendrán alguien en la cabeza que marchó sin despedirse
dejando huérfana las mejores intenciones, esa pieza que encajaba en el
puzzle perfecto que venía siendo su camino, tiñendo sus andares de una
cojera distraída y molesta, imperceptible para el que pisa su sombra, pero
que a veces vuelve a nuestro encuentro de forma inesperada... Yo pude
verle anoche. Soñé con él. Hace años que partió, pero sentí su mano
sobre mi espalda ahuyentando demonios y realidades con la misma
sencillez que, en vida, te regalaba la palabra precisa para sonreírle al
destino desafiando lógica e imposibles. Y das sentido al dicho, “ se van
los mejores antes de tiempo”, y piensas que se van porque este mundo no
les merece, demasiado lirio entre ortigas, pero siempre queda algún
consuelo…y es que terminas entendiendo porqué las flores del cerezo
son tan hermosas: al cabo de tres días fallecen, demasiado pronto, mas
dejan como breve legado su intenso perfume, y en tus carnes se hace
eterno...
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Hacienda asesina...
Hoy tenía Antonio el gesto torcido. Alguna vez les conté las mil y
una formas de preparar el café de mi sufrido compadre Antonio, ese que
cada mañana me hace reverdecer la primera sonrisa del día con algún
chascarrillo improvisado pero ingenioso. No era el caso, éste Lunes de
resaca cofrade vi nuestro amigo detrás de una montaña de papeles
frunciendo el ceño, torpe con el bolígrafo, como quien rellena encuestas
en chino.
Al pagar me acerqué a la barra buscando su mirada cómplice pero
no hizo amago de dedicarme una mínima brizna de su tiempo. Me
invadía la curiosidad, quise saber qué tipo de trampa hacía que ese artista
incomprendido olvidara sus habituales historietas matutinas allá por cada
mesa que servía. Sólo acertó a decir -Los de Hacienda, que me tienen
fritos...-, sin levantar la mirada. Recogí la vuelta y me fui, y mientras
subía al trabajo iba pensando lo mierda que es un mundo en el que la
burocracia y los protocolos hacen que el artista sucumba ante el agobio y
aparque obras de arte en el rincón de la desesperanza y el olvido,
dejando huérfana sus inquietudes y mis pocos minutos de disfrute,
asesinando intuiciones y buenos momentos... y es que así de mal nos lo
hemos montado, y es lo que nos queda, Hacienda mediante...
Pepe, el de las bolas....
Hagamos ciencia. Si algo he hecho en mis años de carrera han sido
experimentos con cobayas en los que una palanquita surtía de condumio
al bicho en función de lo que quisiéramos reforzar, según el
comportamiento que nos interesara hacer aprender al animal, por raro
que pareciese. Y mientras divagaba se me ocurrió el ejemplo. imagine
usted que metemos diez ratoncitos en una caja donde la susodicha
palanca diera la bolita de queso si, y sólo si, 1 de ellos, llamémosle Pepe,
le da por empujarla, cogiéndola al vuelo. Los demás, por mucho que
hicieran, no obtendrían recompensa, y así durante horas. Pregúntese qué
es lo que pasaría cuando el hambre hiciera mella en las 9 adorables
cobayas mientras nuestro amigo Pepe se pone ciego con el Roquefort. Sí,
aciertan, se abalanzarían sobre Don Pepe al unísono, se lo zamparían en
un santiamén, que la envidia no vienen siendo exclusiva de los seres
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humanos. Y ahora piensen en la cantidad de ratitas que viven a su
alrededor, esas personas que hagan lo que hagan no tienen recompensa,
siendo olvidados, mientras multitud de Pepes se pasean en sus Mercedes
camino de la casa de la sierra, y todos conviviendo en la misma
"cajita"... hasta que nos toquen demasiado los huevos y Pepe tenga que
salir por patas porque le pisan el culo 9 ratas hambrientas, es decir, 3
parados, 2 opositores, 2 inmigrantes y 1 estudiante sin beca, además de
la madre que los parió... Así que si quiere usted ser un Pepe de la vida lo
lleva bien chungo en los tiempos que vivimos....
Te lo dije mi niña...!
Si algo abunda en España son los personajes, extraños o
entrañables, para todos los gustos. Algunos parecen sabios y otros rozan
la locura, pululan por las ciudades con aire decidido, no dudan jamás de
estar en lo cierto, signo de que han perdido la chaveta, pero a veces te
sorprenden por un gesto o unas palabras que quedan marcadas para que
el tiempo les de la razón, si bien el destino, para entonces, les habrá
olvidado, pero para eso tengo mis letras, para que vivan en la memoria
infinita de quien tenga a bien leer su historia…
Había una mujer mayor en Santa Cruz, donde viví mis años
adolescentes, de aspecto frágil. La recuerdo con falda larga y zapatos
negros de tacón. Bien vestida, humilde pero digna, con gafas culo de
botella y algo encorvada. Pateaba la ciudad de arriba a abajo. Lo mismo
te la encontrabas en el autobús que en el supermercado, igual en un
parque dando de comer a los palomos que comprando tela para hacerse
un pañuelo.
Curiosamente portaba siempre un paraguas, hiciera el día que
hiciera. Ya sabrán ustedes del buen tiempo de las Islas Afortunadas, allí
donde el Sol es lo habitual ya sea primavera verano o invierno. Pues
bien, ésta entrañable mujer se hizo famosa entre los vecinos de la ciudad
por su simpatía, alegrando la espera de una cola o el trayecto en autobús
con sus historias bien contadas y cargadas de moralejas. Y claro, a poco
que la gente cogía confianza le preguntaban por el paraguas que llevaba
en la mano con un Sol de justicia asomando por el ventanal sin visos de
cambio. Y ella, respondiendo como si de la primera vez se tratase,
contaba la historia de un día soleado que salió a la calle y le sorprendió
una tormenta de aúpa lejos de su casa, empapándose hasta el corbejón, y
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desde aquel día, decía, ni se le ocurría salir sin él, ya hiciera el mejor de
los días de verano, no se fiaba un pelo, vamos. Imaginen las risas allí
donde contaba la anécdota, gente en bermudas haciendo trasbordo para ir
a la playa y la anciana con una mano llevando mil bolsas de la compra y
en la otra su paraguas, no fuera a mojarse las canas…
Me acordé de ella cuando ésta mañana en la cola de la fruta una
mujer le preguntaba al tendero que quién se iba a imaginar ésta crisis que
había hecho que su marido agotara el paro en tiempos de bonanza laboral
y ahora que se le termina la subvención no encontrara trabajo en los
albañiles. Pues a la anciana del paraguas, sabia entre los sabios, ésta
tormenta no le habría pillado desprevenida, y le diría a la señora con su
salero canario, te lo dije mi niña!!!, y tendría que darle la razón, tan a
destiempo...
Guillotinas a estrenar
Otro Lunes que guillotina atisbos de humanidad. Curioso invento
por cierto… La guillotina sirvió en la Francia de los Reyes apoltronados
para decapitar gente viviendo del cuento. El pueblo se levantó en armas
contra duques, condes y demás títulos de mala gaita con el propósito de
hacer una sociedad más justa, donde la cuna tuviera importancia pero no
fuera decisiva en los designios del personal. Y en esas que salieron a la
calle nuestros vecinos gabachos con el mosquetón y la espada hartos de
impuestos abusivos para financiar las caprichosas bacanales de la Corte
y las guerras en lugares perdidos y rebanaron el gaznate de todo lo que
oliera a monarquía y enchufismo. Y lucharon con el rostro afilado ante el
poder establecido, ante las barbas acomodadas de quienes atosigaban sin
rubor. Y vencieron, vaya si vencieron…
El resultado, una nueva sociedad, un sitio algo más habitable, con
unas leyes cercanas a la lógica y a la ciencia, aunque, si bien es verdad,
con la lacra inherente a todo gobierno manejado por manos humanoides,
pero menos, quizás, en apariencia. Y no será tan mala cuando aún hoy se
sienten orgullosos, aunque entiendo que de burros con querencia está
lleno el universo. Una época lúcida y agradecida, con aportaciones que
cayeron en saco roto. Para que se hagan una mínima idea, hoy nos
regimos por un Código Civil a imagen y semejanza del que, en su día,
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escribió de puño y letra un tal Napoleón, hace doscientos años, que ya ha
llovido.
Una lástima que no redactara un artículo que obligara a pasar por el
guillotín a todo bicho viviente que olvide que la dignidad no se compra
con dinero y que destruir libertades es de cobardes, pero no pierdo la
esperanza de pensar que una sociedad más justa es posible, aunque me
parecería más probable si en cada plaza del pueblo se instalara una
guillotina a estrenar por quienes hacen méritos de sobra para perder la
cabeza…
Héroes de nuestro tiempo
Ahora que los sindicatos salen a la calle para luchar por condiciones
de trabajo infames, alzando la protesta contra sueldos indignos y horarios
insufribles, ahora que suenan con fuerza los clarines de una época
convulsa e injusta, quiero más que nunca ser la voz de los que no la
tienen, de aquellos que son olvidados en el anonimato y el desamparo.
Conozco una profesión que no sabe de días libres tirados en el sofá
viendo el partido del domingo, gente que vive bajo un Sol asfixiante que
abrasa las carnes para por la noche sufrir el frío más cruel que existe, en
plena interperie. No se molestan si el jefe humilla sus ancestros, sonríen
ante el extraño de costumbres diferentes y tienden la mano al que no
tiene nada que ofrecer, aquel que en nuestras calles sería ignorado.
Luchan hasta la extenuación bajo tormentas de arena que ciegan
verdades, desandan caminos infértiles donde la muerte acecha en cada
paso, saben bien de sobra que sus compañeros esperan de su persona el
máximo rigor, pues una mirada en falso cercenaría ilusiones incontables
y futuros más que honrados, y ya sólo eso les compromete... Les hablo
de héroes que lamentan con lágrimas la soledad, poniendo toda la fé en
unas letras para los suyos al acabar el día, algunas palabras que recojan
la esencia de quien de verdad echa de menos a sus seres queridos en la
distancia. Hombres y mujeres que mueren por el compañero de fatigas,
por sus ideas, por un mundo que les utiliza para chistes fáciles y
manifestaciones efímeras que mutilan el respeto por lo que hacen. Su
divisa es el honor, gesto que se extraña en nuestro tiempo. Han visto
guerras y eso les hace más humanos, mas cuando vuelven de tan lejos
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reciben el cariño de los que les quieren, y poco aplausos, pues saben que
el peor de los pecados es la ignorancia de quien no alza la vista ni quiere,
del que no ve más allá de sus narices y su bolsillo, de aquellos que no
miran a los ojos porque no se ven ni a sí mismo.…
Tenéis mi aprecio y mi estima, militares que lucháis por una patria
que queda lejos, aquellas unidades destinadas en suelo extranjero,
campamentos destacados en lugares perdidos donde el hombre olvidó al
hombre. Permitirme ser voz y voto, brindo por vuestra alma, hermanos,
podéis estar orgullosos de una lucha que pocos comprenden y muchos
olvidan, la bandera que defiendas viene siendo lo de menos...
Hoy quise adornar mi humilde morada de frases que os
distinguiese, a cambio recibid mi espada sumisa de las sensaciones que
dan sentido a la existencia y ponerla al servicio del justo cielo que os
ilumina, prometo por mi estirpe batirme en duelo con quien no tiene a
bien recordaros, juro por mi pluma hacer la guerra a quien deteste
vuestra memoria. Gritaré ésta, mi oda, por el héroe que regresó, no lo
duden, pero también por mis amigos huérfanos que aún suspiran por un
padre que ya nunca volverá a casa…
La tortilla de Iñaki...
No soy de tragarme telediarios en la sobremesa. Sólo hace falta
echar un vistazo para darse cuenta que el timo de la estampita sigue
dando resultado, por mucha chaqueta que vista el repeinado de turno que
asome a la pantalla a la hora del vino. “Buenas tardes…”, dicen con
sonrisa interesante, porque otra cosa no, pero educaos... Y prosiguen, “…
Doscientos muertos en Filipinas por un terremoto…”, mientras el
realizador enchufa las imágenes de niños destripados bajo un muro de
piedra o una embarazada con su hijo en el tejado de la casa pidiendo
auxilio a la desesperada… Y ni se inmuta el maniquí encorbatado. Pasan
a la siguiente noticia, más cercana, pensada para que una vez calentito
con lo de los fiambres desparramados preste usted atención al cotarro.
“…Zapatero dice que lo peor de la crisis está por llegar…”, y te quedas
embobado mientras la corruptela política entra carpeta en mano en el
Congreso a media mañana. En ésta no se paran mucho, de hecho a veces
pienso que las imágenes son antiguas, de otro tiempo, si total, siempre
son los mismos…
Pero espere, si aún mantiene usted su hocico pegado a la pantalla de
90
la caja tonta para entonces, podrá ver usted cómo se las apaña Iñaki
Cantamañani con la sartén mientras le da la vuelta a la tortilla y la
adorna con dos ramitas de laurel a los lados, ya saben, ese “toque
personal” a éste plato maravilloso al alcance de todos los bolsillos, y es
que últimamente no hay telediario que no saque a un tío preparando
postres o manduca a precio de costo, que manía más imbécil…
Sacúdase las babas que no está bonito, pasamos a los deportes, la
parte más importante del programa, que para eso destinan 25 minutos de
reloj a contar cómo se saca un moco Guti o la historia del típico
“panderetas” que no falta cada domingo a la cita con el equipo de sus
colores… patético. Si es eso lo que entienden como noticias
deportivas…
Ahí acaba el chanchullo, suena la música, salen las letras de los
cuatro soplagaitas que se reparten el pasteleo diario, y digo bien, cuatro,
porque no van sacar los nombres de los 15 becarios y 17 reporteros que
tienen trabajando como negreros para tener por delante un guión medio
digno. Se apagan las luces y se intuye al engominado hablando con el de
deportes sabe Dios de qué… Que muchas veces pienso, mira, le estará
diciendo lo mal que está el servicio últimamente en el Restaurante del
Ritz, porque no se me ocurre que estén debatiendo sobre las ayudas
sociales a los filipinos tras el terremoto, ni de cómo se las va a aviar el
parado de turno, ni siquiera del panderetas o del moco de Guti, aunque
esto último es más probable que les interese. Qué bien se lo montan los
tíos, ahí siguen con la farsa día tras día señores, y mientras yo, cuchara
en mano, tragando todo lo que me echen delante de las narices y
sintiéndome mal por sentirme un mileurista privilegiado que no merece
la vida que tiene tal y como me han contado ésta gentuza que está el
mundo… manda huevos la tortilla del Iñaki y la madre que les parió
oiga… manda huevos...
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¡Semos idiotas...!
Vivimos en un país gobernado por analfabetos que son votados por
analfabetos. Ya podamos ponernos de bruces o estudiar excepciones, da
lo mismo, se pongan como se pongan. La democracia posibilita que unos
cuantos bodoques con labia y mucha avaricia camuflada se apoltronen en
asientos bien mullidos por los fajos dinerarios que el poder lleva
consigo, faciendo a su antojo nuestro destino. Para darse cuenta sólo
hace falta escucharlos y comprobar que éste tipo de alimañas carece de
cultura histórica ni de valores, por mucho que adornen su discurso de
buenos gestos y moralejas venidas a cuento. No irá a pensar usted que la
gripe porcina es la única epidemia que inunda nuestras calles…
Y después estamos los demás, analfabetos desde la cuna, proscritos
a dejar la piel en un trabajo que nos agota para, encima, dar gracias por
tener salud y dos días libres a la semana, para el que los tenga, claro.
Sencillas almas en pena por un horario que anula la vena artística para el
que la tuviera, con la mirada fija en la pantalla de un ordenador durante
horas en el mejor de los casos, si no bregando en el campo cogiendo
aceitunas por 7 euros la hora bajo un Sol que cercena las ganas de nada.
Gente que va y viene gastando los pocos duros que ahorran entre tanta
hipoteca e impuestos sin sentido para que la clase política mueva el culo
en coches blindados y rieguen su gaznate con el mejor de los vinos un
mediodía cualquiera.
Me siento analfabeto por ser gobernado por gentuza que proclama
la paz y la alianza de las civilizaciones pero que no dudan un segundo en
vender armas a la Israel genocida si trae a cuenta, con las misma
naturalidad que manda ayudas a los palestinos masacrados, limosna bien
pagada por el españolito de a pie. Analfabeto por formar parte de una
sociedad donde cabe el “todo vale”, pero que no escatima en afilar
cuchillos contra el que piensa diferente sobre algunas tradiciones, dando
de lado la esencia pura de esa libertad de mentira que con tanta facilidad
se echan a la boca. Y es que, amigos, sé que mi retahila no sirve de
mucho, quizás para añadir veneno a mi caminar por este pedregal de
existencia, pero permitirá usted que, siendo ésta mi terapia, desahogue de
cuando en cuando mi espíritu, harto de creerse las mentiras de unos y los
golpes en el pecho de otros…
Y al final uno llega a la conclusión, si es que llega, de que casi
mejor no pensar mucho, no vaya a ser que después venga Hacienda
reclamando las neuronas que hemos utilizado de sobra, así que ya sabe,
haga como que es idiota, como viene haciendo, que igual hasta desgrava
y le da para invitar a unas cervecitas a su jefe...
92
Orgullo pirata....
En ésta travesía allén de los mares que venimos surcando diviso
corsarios que persiguen nuestro rumbo. La bruma acecha una nave roída
por un navegar en aguas turbulentas que hacen golpear la proa con trozos
de otros barcos batidos en corso. Y como almirante debo decirles,
honorable tripulación, que no cesaremos en el combate que semanas
llevamos intercediendo contra bucaneros de mala estirpe y oleajes que
hacen el capricho de Neptuno. Y no asusten queridos compañeros,
conozco bien las cartas, el viento nos acoge y nos guía hacia islas donde
la lucidez sea el manto que adorne su conciencia. Y no hay mayor tesoro,
pues pervive en la eternidad de los corazones de quienes llegan a
conocer tal virtud. No caigan en capricho de dioses que sonríen al verle
desanimado, olviden la fatiga de las últimas batallas que han hecho daño
las ganas de avistar tierra firme. A pesar de los pesares, nuestra vela
mayor riza el cielo apuntando nuestra dicha, mientras nuestra leyenda
hace, cada vez más, enmudecer aquellos que osan desafiar nuestros
cañones cuando la bandera de la esperanza asoma en sus horizontes.
Saben de su suerte, no hay rezos que ahoguen toda la vitalidad que
encarnamos, os lo juro...
El botín que nos espera se llama Justicia, y será entonces cuando la
memoria de los tiempos no desdeñe lo imposible porque saben de la
historia de unos marineros ciegos que se echaron a la mar con el corazón
bebido en coraje para medir la espada con quien no merece clemencia.
Pervivirá nuestro ejemplo, daremos la espalda al mediocre que amarra su
barca en puertos donde nunca ocurre nada, rindiendo pleitesía a los
mismos patrones de siempre, esos que no tienen a bien mirarles a los
ojos pero que no dudan en husmear en bolsillos maltrechos antes de que
suba la marea...
Tiene usted, amigo y amiga de a bordo, la posibilidad de hacer de
su existencia un milagro, y es que hay peores castigos que la muerte, si
no pregunten al que vive escondido muerto de miedo por amenazas que
suenan vacías. Tengo la respuesta a tanta guerra, tan fácil como no dudar
un solo segundo de sí mismos, tan noble y verdadero como defender
valores que no salen en los mapas, pero que serán, si queremos, santo y
seña en nuestro particular cuaderno de bitácora. Luchad!... Y que
tiemblen al pensarnos compañeros!!!.
93
Rey de los cabritos...
Lo tiene usted crudo, bien crudo. En el mejor de los casos ha caído
usted en una red llamada Sistema del cual nadie puede salir a menos que
venga con parte de defunción. Es sencillo, consiste en dedicar media
vida a un trabajo que le explota y disgusta para poder llevar las cuatro
migas de pan a casa y repartirlas a la prole. Es lo que le queda, semanas
grises envueltas en depresiones vespertinas y prisas que enloquecen al
más tranquilo, quizás una siesta seguida de un sentimiento de vacío y
una cena rica en grasas que engorde su tripa y su desesperanza. Y al catre
de nuevo…
En su corta existencia usted, en su triste rutina, tendrá que lidiar
quiera o no con almas oxidadas que no ven más allá de su gaznate,
cachos de carne con ojos que mueven el culo sólo por uno mismo sin
saber que con cada paso va perdiendo credibilidad, si es que alguna vez
la tuvo. Los reconocerás fácil, defienden lo que creen que es suyo a grito
pelado, pisan por encima del débil, se ríen de la honradez y la dignidad,
valores, piensan, de mentira…
Pero aunque consiga usted aislarse de tanto mediocre y crear un
ecosistema medio aceptable donde posar sus nalgas, lo sigue llevando
jodido. Hipotecas impagables, políticos que manejan a su antojo, bancos
que juegan con su dinero, e incontables ingredientes de una vida que no
sé quien rayos se la cree. Y cuidadito con salirse del tiesto, ojo con
cargarse de un golpe quien le asalta por la calle o no dar paso al animal
que viene por el carril izquierdo haciendo luces, porque entonces sí que
la lleva clara. Ni la ley ni quien la lleva a cabo le asiste, por muchos
impuestos que pague religiosamente.
Así que visto como está el patio mejor hacer la mochila y tirar al
monte a vivir con las cabras, que por lo menos no piden más de lo que te
dan y escuchan atentamente la cantidad de barbaridades que se te pasan
por la cabeza un día cualquiera. Así que no se extrañen si me ven vestido
de pastorcito, podrán decir sin miedo que soy el rey de las cabras,
preferible a pernoctar entre cabrones sin alma que le buscan la ruina a
uno y se descojonan del pastor, del perro y la madre que los parió. Y es
que si al menos dieran lana…
94
Testamento
...Ahora que mi luz se apaga, es de justos jurar testamento y quedar
en paz con los que me amaron. Y es que he visto pasar los años jugando
a ser querido. Quiso el viento que mi sombra la persiguieran corazones
dispuestos a regalar cariño a cambio de la nada. Esquivé mis pasos
buscando nuevos mundos, conocí campos fértiles en libertad, tumbé mi
lomo sobre espesas praderas mientras el Sol se hacía pulcro en la
mañana. Vi amaneceres en soledad, abrazando el pecado, gritando al aire
toda la fuerza que respiraba, celoso de cada instante. He saludado la
noche, correteando tras amores furtivos de verano que hacían olvidar
casa y oficio, bebiendo tragos de existencia que me abandonaban a la
vuelta de la esquina, parando el tiempo. He disfrutado de manjares
exquisitos, engañando la lógica de un mundo que pone fronteras a todas
las cosas que parecen divinas, dando la razón a quienes defienden que no
vivimos para ir lamentando ilusiones inacabadas…
En el olvido destierro los sufrimientos. Maldigo los viajes que se
hacían eternos, días enteros entre cuatro paredes frías y alguna visita
inesperada. Jamás derramé tanta lágrima como cuando me ví perdido,
culpándome a cada paso de un momento de furia que me hizo perder de
vista lo más sagrado. Doy gracias al destino por hacerme ejemplo de las
casualidades que casi nunca suceden. Aún tiemblo al recordar aquellos
ojos castigados por tenerme lejos, pero que renacían de vida por aparecer
de nuevo bajo sus miradas, cumpliendo los deseos más profundos de
almas en plena inocencia…Y tras tanta idílica aventura, aquí echado
observando el infinito, pienso sin pensar en todas las vidas que disfruté,
todo el afecto, y sólo acierto a sonreír en la madrugada por haberse
cumplido la excepción en mis carnes ya oxidadas. Debo ser noble y
terminar mi caminar con la dignidad que merece mi estirpe, pues ni de
lejos podía imaginar en aquella granja, en medio del monte, tan lejos de
mi futura morada, que iba a abrazar cada segundo con el desempeño que
lo hice, sintiendo como mío el orgullo de un apellido. Y ya, torpe en mis
pasos, espero a mi última estación, el Cielo de los animales, pues tengo
un relato que contarles a los que hace años partieron sin mi suerte, el de
un chucho que tomó forma de hijo, el de un pastor que sintió como un
hermano, la historia de un perro aventurero que recordará por siempre
una familia que aún suspira por que resista al menos otro invierno a su
lado…
Por siempre vuestro, Goku…
95
Gente especial...
Me lo contaba Ana, mi compañera de fatigas académicas, con los
ojos humedecidos, mientras se acababa el café que acostumbra a
saborear antes de entrar en clase. Ana siempre fue un alma
comprometida, de esas personas que nunca son del todo felices si alguien
cercano anda jodido. Los que la conocen saben de su altruismo, a veces
enfermizo. “…Pon la mano de vez en cuando…”, le digo para sacarle un
gesto amable en su rostro castigado. Ana viene trabajando desde hace un
tiempo en un colegio de niños deficientes mentales, les ayuda a
conocerse y expresarse en una labor que requiere paciencia de santo y
destreza de orfebre, virtudes que rebosan en nuestra protagonista. Me
decía que estuvo el fin de semana en los Campeonatos Andaluces de
Atletismo para niños “Especiales”, palabra que desterraría del
diccionario humano sin dudarlo. Tocaba la final de los cien metros, diez
personitas ilusionadas se preparaban para la salida, conscientes de que en
las gradas animaban familiares orgullosos de cada uno de ellos. Querían
ganar, desde luego, quizás por el simple hecho de reverdecer la sonrisa
de unos padres felices de ver su hijo levantando los brazos. Pero iba a ser
aún mejor…
Comenzó la carrera, todos salieron disparados como pudieron,
menos uno, un chaval de aspecto frágil que al poco de dar unas zancadas
tropezó con sus propias zapatillas y cayó al piso, empezando a gemir
desconsolado.
No pasó un solo segundo, los demás miraron hacia atrás, se
detuvieron y regresaron, todos… Le ayudaron a levantarse y caminaron
juntos hacia la meta, rodeando al chico que segundos antes estaba en el
suelo. Dice Ana que el público, en pie, rompió a aplaudir mientras las
lágrimas asomaban en los ojos de todos y cada uno de los que asistieron
a tal milagro. Y uno piensa, y no es en balde, si los “especiales” somos
todos los demás, hijos de un Dios distinto que olvidó tatuar el gen de la
nobleza en nuestras carnes, pero que roció de osadía ignorante nuestro
espíritu. Y ahora, bien ponderado lector, explíqueme usted, si no le
importa, quíen tiene el retraso, si el que tiende la mano al desvalido que
llora desconsolado, o el que vende al vecino por dos barras de pan y una
onza de manteca colorá, como su vergüenza…
96
Justos en Sodoma...
No me fascinan los niños. Quizás por pensar que ya no guardan la
genialidad en estado virgen, sucia de toda la contaminación que llevan a
cabo padres, profesores de escuela, televisión y series de mediodía, por
no hablar de revistas superpops y nintendos de ese y de aquel… Con
tanta sobreestimulación a éstos pequeños hombrecillos y mujercillas,
hemos asesinado de un plumazo la posibilidad de que el genio persista.
Ya no se aburren, no crean, sólo relajan la mente ante un mando a
distancia o un mando de la play, que da lo mismo. No se cuidan los
artistas en potencia, se pretende encorsetar, desde la Educación, un estilo
de comportamiento que hace la vida más cómoda a profesores y padres,
pero que olvida en un rincón la posibilidad de crear nuevos mundos, ya
sea plasmado en un relato o en una pintura abstracta. Por no hablar de la
crueldad de los semejantes en el recreo, capaces de hundir al más pintado
por conseguir la simple risa del compi de pupitre, hiriendo de muerte las
ganas de expresar nada. La ley del más fuerte, ya saben…
Pero hay señales aisladas de esperanza. Venía camino de casa,
detrás de una abuela con su nieto, a paso lento, como andan las abuelas.
El niño, que no contaría más de 9 primaveras, atendía cada palabra de la
anciana con auténtica admiración, sonriendo humilde ante cualquier
chascarrillo, mirando por sus pasos, adelantándose en cada cruce, como
dios manda. Casualmente, la mujer vivía en mi edificio, y fue cuando
pude ser testigo del pequeño milagro. La señora se dirigió al niño, allí,
delante de mis narices, y le preguntó… -¿Cómo te llamas hijo?. –Luis,
señora…-, respondió. –Pues muchas gracias Luis, te agradezco que me
ayudaras a cruzar tanta carretera hasta llegar a casa… Y fue cuando
nuestro pequeño héroe, de aspecto desaliñado, dijo frescamente… -Nada
que agradecer señora! Si de todas formas me iban a poner falta en clase
por llegar tarde!... Y allí separaron sus caminos…
Quedé perplejo, estuve por acercarme a la escuela del chaval y
romper una lanza por él ante la profesora inconsciente que llamaría la
atención del muchacho por llegar con retraso, pero ya había doblado la
esquina corriendo el zagal… Excepciones por las que me parto un brazo
si hace falta, porque estamos faltos de gestos sin esperar nada a cambio,
y son ellos, esos pequeños genios, los que un día pueden salvar éste
corral de la mediocridad y la desidia en la que nadamos, si les dejamos…
Y es que, como dicen, siempre hay algún justo en Sodoma…y eso me
anima...
97
Despedir la Juventud,...
Sabe el viento que te fuiste sin esperar redenciones. Sabe mi alma
de errores y de oraciones porque vuelvas. Te encontré una noche de
Otoño, tras nubes de dudas y de espanto. Te perdí por dar la espalda a la
realidad de un mundo de mentira, mas no será hoy el día que te cuente
zancadillas y tesoros perdidos, hoy quiero regalarte recuerdos y amables
letras que hagan nacer sonrisas en tu bello rostro...
Deslizas tu fina estela entre paredes de algodón que despiertan al
rozarle tu aroma divino, engañas al destino con sabores dulces que
paladearon dioses sin memoria. Te ví con tu sonrisa eterna abrazando
corazones desvalidos, sin orgullo ni prejuicio, como el aire, que no
distingue cuando rodea. Agarraste bien fuerte la bandera de lo sincero en
guerras perdidas y batallas cruentas, sóla, sin misterio, recia ante un
presente lleno de trampas y desengaño. Y venciste, serena, porque tu
fuerza radica en tu constancia, en una belleza que alumbra tinieblas y
pereza.
Desafina el horizonte si asomas tu estampa ante cielos que no
merecen utopías tan cercanas. Rompe el silencio más ambiguo tu sonrisa
de otro mundo, nos regalas el día en la madrugada, la noche mágica en el
día, y no haces sino embotar la existencia más insulsa con una brizna de
tus gestos...
No distingo luces de soles, nieves de otoños, desde que te alejaste
de mis pasos no me conozco y me pierdo. Desde que nos olvidamos
culpo mi dicha y mis letras por perder en el camino tantas primaveras
que ya nunca vendrán a cruzarse con mi conciencia roída y deshilachada,
como mis carnes, que necesitan de tus caricias tanto como la Luna del
cielo, como las estrellas de oscuridades...
Y ya nunca podré tenerte como quise, pero puedo reencontrarme
contigo en el recuerdo, puedo rozarte en sueños, como antaño, cuando
aún dormida, te besaba en la frente y te susurraba secretos de amores que
se fueron y promesas que se olvidaron, mas cuando despierto llega el
invierno y muero, y ya sólo vivo en infiernos, para recordarte, querida
juventud, y echarte de menos. Desde aquí me despido de vos, traicionera,
hermosa...
98
Segundas Oportunidades...
Me pasó hace unos meses en una entrevista. Entraba por la puerta
un hombre mayor, de los de antes, de pelo cano y manos gruesas. Apretó
fuerte mi mano y me dedicó una sonrisa sincera. Pidió permiso para
sentarse y dispuso su curriculum sobre mi mesa, seguro de sí mismo pero
sin perder de vista su humildad. No estoy acostumbrado a tanto
protocolo. Suelo entrevistar chavales sin muchos recursos, guapitas de
cara que se quedan en eso tras dos palabras, pero de cuando en cuando
sucede que viene a pedir trabajo alguien diferente. En éste caso, más que
una entrevista fue una charla entre amigos. Nuestro amigo me contó que
perdió a su mujer culpa del cáncer, que sus hijos lo habían repudiado,
que había tocado fondo. Estuvo en la cárcel por robo, motivado por un
alcoholismo galopante que le hacía perder el norte. Me contaba con los
ojos llorosos que años de rehabilitación le habían curado,y ya no sentía
la necesidad de echar un trago. Desde entonces se veía buscando trabajo
por todos lados, pero a éste astillero retirado, hasta en los albañiles le
ponían pegas. Desde que abrazó la libertad, nadie quiso arriesgar y darle
una mísera oportunidad. Demasiados huecos en su curriculum, me decía,
convirtiendo la vida en un infierno inesperado, teniendo que compartir
piso con estudiantes y repartir publicidad entre los coches, allí donde
acaba la dignidad para un señor de esa edad...
Sólo me bastó hacerle una pregunta para contratarlo. ¿Por qué cree
usted que debo contratarlo?. A lo que respondió... -Porque no sé hacer
casi nada, y cuando me preguntan algo que no sé no me lo invento, pero
les puedo asegurar que soy capaz de aprender todo lo que haga falta para
que mi trabajo merezca la pena. Prometo poner todo el corazón...Hoy día es un referente en su departamento, lleva grupos de diez
personas y los prepara para ser ganadores en lo que hacen, a su imagen y
semejanza, y no desfallece...
Hace unos días me volvió a dar las gracias, sin saber el buen
hombre, que las gracias se las debo yo a él, por convertirse en un
ejemplo de los buenos en mi particular cuaderno de bitácora, donde
guardo con celo las últimas señales de nobleza, superación y esperanza
que asoman a mi puerta, muy de vez en cuando, pero suficientes para
seguir creyendo....
99
Ríndase o muera...
Me tengo que morder la lengua, por mi integridad y mi honor. Pero
es que algunas veces se envenena uno tanto que olvida las buenas
palabras y sólo desea echarse a la cara a uno de esos hijos de puta sin
alma que sobrevive de las migajas del honorable y partirle la crisma, dos
veces si es posible. Tanta leche con lo políticamente correcto y toda la
pesca, tanta idiotez bien vista, tanto mediocre venido a más me está
haciendo rebelde contra todo, amable con pocos y creyente de uno
mismo, y eso me entristece, porque todos los ejemplos de verdad,
aquellos últimos signos para la esperanza, viven acogotados por
animales sin escrúpulos pero con mucho poder, el que da carecer de
valores y seguir adelante. Hoy no daré nombres, ni para bien ni para mal,
hoy no ensalzaré ningún héroe anónimo ni tampoco desterraré alimañas
indeseables. Hoy sólo clamaré mi aviso contra quien deje de lado a las
buenas personas que habitan con miedo por su simple condición
educada. Es ésta mi declaracion formal de guerra contra quien ose
reventar buenas intenciones a mi alrededor. Mi ejército se hará poderoso
ante quien desdeña la derrota, y es que tienen por qué temer, pues no hay
mayor peligro que el enfrentarse a hombres y mujeres que guardan
corazones voluntariosos, gente que no tiene mucho que perder y una vida
digna por ganar. Nos veremos en el campo de batalla indigno enemigo,
no cesaré hasta hundir mi daga en su estómago, no lo dude, y la bandera
de la bondad ondeará impasible ...
A los demás, buen fin de semana y mis disculpas por hacer de la
terapia de hoy un canto a la guerra...
100
Al final de la barra...
El mundo es simple. Están los buenos y los malos. Están los jueces,
los policías, el Papa y sus sacerdotes, los hospitales, los del seguro, los
abogados, y perdonen que me ponga a enumerar pero es que no quiero
dejarme detrás ningún hombre de bien, en fin, los guardias civiles, los
políticos, el defensor del pueblo, los sindicatos, los funcionarios de las
Conserjerías, los orientadores de instituto, los profesores de religión…
No hace falta decir que entre tanto lirio habita alguna ortiga, pero
permitan que generalice, al menos hoy. Con la venia, prosigo… Jóvenes
empresarios, vigilantes de la playa, oficiales del Ejército, el Rey, los
gerentes de las Industrias que dan trabajo, los críticos de cine, los
vendedores de loterías, el tendero de la calle Urbión, el vecino del
quinto, mi jefe, mi ex jefe, profesores de facultad y de instituto,
psiquiatras, psicólogos de rastrillo, y no sigo, que voy a vomitar el pollo
al pil pil que me he zampado hace un rato…
Si creían que éstos eran los buenos, van listos. Vivimos bajo una
mentira acordada por unos cuantos, donde otros tantos, muchos más si
cabe, viven indefensos, sorteando obstáculos a veces insalvables, con el
alma cada vez más deshilachada de tanto oportunista que aprovecha el
cargo para hacer a su antojo barbaridades de campeonato. Es por eso que
hoy vale generalizar, porque me parece aún más grave un chufla que se
sienta tras una mesa de responsabilidad, que mil descamisados haciendo
el cafre tras la barra de un bar.
El peligroso es el que, llevando la chapa de un cargo medio notable,
se comporta como el descamisado del bareto, aunque también he visto al
final de una barra verdaderos caballeros, llevando con fina dignidad los
pisotones de infames mamelucos que guían su destino…
Con esos me quedo, con los sacos de arena donde el que manda se
desahoga. A los demás… Culpables hasta que no demuestren lo
contrario, por creérselo…
101
Soledad...
Tengo una amiga de la que nunca hablo, ni guapa ni fea, tímida,
aunque se sabe de su presencia cuando inunda una habitación con su
aroma. Les quiero presentar la luz de mis insomnios, igual la
reconocen...
Me acompaña en mis noches peregrinas de letras y espacios, de
silencios y miradas. Conoce mis gestos y mi furia, jamás delata enfado.
Amante silenciosa en la penumbra. Quise odiarla, quise amarla, como
esas relaciones imposibles donde nadie gana menos el transcurrir de los
momentos. Me ha visto llorar desconsolado y reir a carcajada,
frunciendo el ceño ante la injusticia y revolcar mi espalda en nuestro
lecho. Sabe de mis males y mis lamentos, intuye verdades y mentiras,
mas nunca opina, aunque su silencio sobra para responderle a mi alma.
La he acariciado y maltratado, la he humillado hasta hundirla en el
olvido, pero nunca pidió más que hacer compaña en la realidad siniestra
que me absorbe en la madrugada, cuando enmudece el mundo y las
estrellas se suceden…
La soledad es mi fiel hidalgo cuando todos duermen y mis dedos
cantan al amor y a la guerra. La soledad, prisionera, es quien me
acompaña y me mata. Tanto daño me hizo, y, sin embargo, le debo
tanto… que vendo mi sino a quien pudiera traérmela un sólo segundo, y
así poder besarla…
Todo lo que merecemos...
Mucho que contar en pocas líneas. Desde unos resultados
electorales que confirman el sentimiento generalizado de repulsa hacia
los políticos, hasta las duras imágenes de trozos de avión sumergidos en
el océano. El paro, con ese vago espejismo traducido en números que da
la época estival cada año. Todas las empresas y sus EREs particulares,
los accidentes de tráfico que sesgan las vidas en un solo minuto, no sé,
imágenes que se nos muestran como rabiosa actualidad pero que
olvidamos al cambiar de canal.
Desde ésta apartada senda de lo humano, me permito el lujo de
dejar a un lado todas aquellas historias que la caja tonta vomita en
nuestros salones cuando tenemos el gazpacho recorriendo el gaznate. No
102
quiero habitar entre cadáveres andantes que no ven más allá de lo que
reconoce su mirada, y todo por culpa de unos cuantos ricachones sin
escrúpulos que determinan las leyes del bien y el mal, eligiendo las
noticias que el españolito de a pie tiene que tragarse en la sobremesa.
Me niego a pensar que la vida consiste en eso, en tener que dar las
gracias de manera constante porque un tío enchaquetado y de falsa
sonrisa nos dice que hay gente que anda más jodida.
Eso ya lo sé, maldito. Lo que no sé es qué hace usted para remediar
toda la metralla que me presenta, aunque no quiero ni imaginarlo, porque
estoy bien seguro que usted olvida tanta miseria cuando saca un extracto
de su cuenta corriente, que de corriente tendrá poco, y comprobará que le
han ingresado esa paga extra manchada de la sangre, sudor y muchas
lágrimas derramadas por todos esos desgraciados anónimos que se
asoman a la pantalla durante el almuerzo para escucharle decir que la
cosa está muy mala y que toca apretarse y no viajar demasiado, no vaya
a ser que palmemos.
Cambien de canal amigos, que los mismos que nos muestran tanta
mierda son los primeros que venden a su madre por un mendrugo de pan
y unas cuantas tortas, las mismas que se dieron para trepar por esa
columnata humana de envidias y avaricia que llena el cotarro
periodístico de éste miserable país. Y es que tenemos los informativos,
los políticos y los aviones que nos merecemos, pero coma usted
tranquilo ésta vez, buen ciudadano, que no le amarguen el filete, que
quizás sea lo único de verdad que pueda llevarse a la boca en éste,
nuestro tiempo…
103
Conciertos a eso de las doce...
Tengo una cita cada noche, a eso de las doce, cuando la ciudad
duerme y brota mi mirada al amplio horizonte que puedo divisar desde
mi aposento. Una cita que da sentido a un día sin sustancia, al menos un
ratito cada noche…
Y es que el calor y la desidia crecen bajo éstas cuatro paredes que
suenan huecas, con un silencio únicamente roto por algún pájaro que
posa en mi ventanal a observar un paisaje de edificios sin alma que
habitan bajo estrellas hermanas de la Luna. La soledad no descansa, a
veces me envenena, a veces me resucita, pero permanece, y ello la
dignifica, pero de cuando en cuando suceden pequeños milagros que
iluminan los pocos gestos amables de mis fauces…
Durante todo el año, cada madrugada, en su espesura, he sido
testigo mudo de los acordes sublimes de una guitarra española que era
acariciada por dedos anónimos para mi estampa pero reconocibles para
cada uno de mis sentidos. A eso de las doce, cuando las brujas surcan el
cielo, asomo al deleite musical de alguien que ni sospecha que cada
noche toca para hacer volar mis mejores versos en prosa. Debe ser algún
estudiante de música, de esas almas incomprendidas que suspiran por
cinco cuerdas y un silencio, artistas que regalan obras al aire sin saber
que siempre hay alguien dispuesto a admirar su arte…
Es entonces, a eso de la medianoche, cuando ocurre el pequeño
milagro. Cuando sus notas saludan mi perfil asomado a la vieja cornisa y
empiezan a lucir letras de mis manos, otorgándome sin saber instantes
mágicos que no se olvidan durante el día y que renacen cuando cae la
oscuridad. Unos minutos que enamoran, mientras espero que la
inspiración cruce mi puerta solitaria…
Procuro cada madrugada no faltar a mi cita de nuestra guitarra
anónima, hasta que alguno de los dos falte, porque así lo quiera el
destino, y la magia desaparezca de un ventanal gastado por el paso del
tiempo, pero divino escenario, sin saberlo, del mejor de los conciertos
dedicados al viento…
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Ejemplos e imposibles...
Recorrer camino, amigo, no es sólo andarlo y llegar. Mirar no
consiste en poner la vista en algo. El beso no parte de los labios sino del
alma. La juventud no se olvida con las arrugas ni el día acaba cuando
empieza la noche. Sé de flores que nunca mueren y conozco mares que
insisten en conquistar playas en silencio que susurran poesía…
He temblado por milagros que suceden y no terminan. He tocado el
verso del asceta y sentido el tacto de la Luna en mil madrugadas. He
visitado la guarida de lo verdadero y he visto llorar estrellas sobre
praderas vírgenes de pecado...
Así pues, no me diga usted que existe el imposible, no me convenza
a fuerza de estar seguro, que sé, bien de sobra, de amores que perviven
en infinitos y hogares hechos de la nada, honrando el espíritu más puro
de dos jóvenes que nunca morirán de viejo porque nacen cada mañana y
gritan vida a cada paso, regalando paraísos a éste cruel infierno,
demostrando corazón ante un mundo injusto, deudor impune de tan
excelso ejemplo, y bello, tan bello...
Reencarnaciones....
La suerte existe, desde luego que existe. Y si no me creen pongan
uno de esos documentales sobre naturaleza de la sobremesa y tendrán la
respuesta ante tanta pregunta existencial. Por ejemplo, están las gacelas,
pobres animales a rayas que andan en grupos por los pedregales,
indefensos ante el ataque de cualquier depredador mientras los compis
de pasto observan la caza como la vaca mira al tren. Están los buitres, a
la espera de la carroña que sobra de tan maltrecho manjar. Las ratas,
bichos con mala suerte, porque da la casualidad que hay un pájaro que ve
a kilómetros de altura, con lo que salir a buscarse la vida se hace cuanto
menos peligroso. Algún que otro mono ameniza el cotarro con sus
monadas, pero tampoco creo muy cómodo eso de vivir todo el día
colgado. No me olvido de las liebres, listas que no veas, y rápidas, muy
rápidas, pero escapando todo el rato del enemigo, lo cual debe cansar
bastante. Y no nombraré muchos más porque daría para tres libros la
cantidad de bichejos que hacen el Agosto a costa de otros menos
agraciados. Igualito panorama, pensé, que en nuestro mundo, donde unos
105
corren delante y otros detrás, sin saber muy bien a dónde vamos...
¿Reconocen esa selva señores?. Alimañas de todos los colores,
estilos y linaje. Leones, tigres, elefantes, lobos, hipopótamos, cocodrilos,
iguanas… multitud de animalitos, cada uno con lo suyo, bajo un Sol de
justicia, buscándose la vida como Dios le dejan. Y pobre del que cojee o
le entre un resfriado, ese la tiene clara. Porque otra cosa no, pero
cabrones no faltan sobre éste cruel escenario…
Pues eso, que más vale tener suerte en medio de la sabana, no vaya
a ser que eso de la reencarnación exista y nos toque huir a cada rato
delante de medio belen viviente.
Aunque ya puestos, entre tanto animal, prefiero reencarnarme en
una mosca, una bien gorda, de esas que no haya cristo que la pille y
coma poco. Y así posarme en los huevos de todos los animales de mierda
que acechan al que corre menos, al más débil…
Así que, a todo esto, elija animal para el resto de sus días en nuestra
selva, que aún está a tiempo, pero tenga en cuenta que la música de la
mosca cojonera puede hacerle la existencia bieeen jodidaaa, y después
no valen excusas y segundas oportunidades. Avisados quedan…
Formas de pedir....
Éste calor ingobernable cercena cualquier atisbo de buena
intención. Pero en medio del desierto siempre encuentras algún oasis
olvidado, les diré... Si por algo se conoce ésta ciudad es por dar cobijo a
buscavidas que aparcan coches y pobres almas que acuden a la
triquiñuela para llevarse un poco de pan y vino a la boca. Están desde los
que camuflan enfermedades mentales hasta los que esconden un
panorama vital siniestro por culpa de un alcoholismo mortal, desde los
que no cuentan muchas primaveras hasta los adultos que parecen
ancianos por tanto despropósito de vida, ennegrecidos de tanta calle y
tanto mal comer.
Pero, como en todo, la dignidad habita si se quiere, y llevo semanas
dando de bruces con el mejor ejemplo de los que conocen el antiguo
oficio de pedir. Es una mujer, gitana, de buenas maneras y fina pose.
Lleva consigo un ramo de rosas y unas cuantas ramitas de romero,
impregnando de buen aroma el lugar donde entra. La mujer se acerca,
educada, con amplia sonrisa, sin malos gestos ni exigencias, dominando
106
la pausa y el decoro, mirando a los ojos, como los buenos. La primera
vez que la tuve al lado hice el ademán típico, negando propina por nada,
tan acostumbrado a enganchados de mala gaita que abusan de su
condición callejera. Pero ésta vez era diferente. La observé, tras mi
pudor, acercándose con idéntica naturalidad a la siguiente mesa. La
misma sonrisa, sincera, distintas palabras, simpáticas, pero con hermoso
timbre, medido. Fue cuando hice por llamarla y le solté lo que vale un
café. Sus ojos brillaron, mis esquemas temblaron. Me cogió la mano,
cerró los ojos, apreté mi corazón, quede quieto, quizás inquieto, y
clausuró el mágico momento con un guiño dedicado y el deseo de una
vida plena. Y vale la pena, desde luego que la vale, por un huérfano euro,
comprender en un sólo segundo la diferencia entre pedir o exigir, entre
mirar u observar. El darse cuenta de tanto prejuicio que convive con uno,
de la suerte que tenemos por nacer en la cuna que nacimos.
Compensa, sin duda, por un único euro, sentir la bondad de alguien
que conoce la calle y cree posible el milagro del cambio a base de
pequeños gestos altruistas. Y, para colmo, sin ser de los que nadan en
supersticiones, ocurre que, desde que la gitana apretó mi puño,
casualidad o no, todo sigue su curso, que no es poco, cayendo la balanza
de mi lado cuando lo vengo necesitando... Formas de pedir, regalando, y
todo por una estúpida moneda olvidada. Ya les digo si merece la pena….
Nuestra guerra...
Hoy le toca a usted merecer mi homenaje. Éstas letras huérfanas de
dueño bordarán de oro su estirpe si da un paso atrás en el orgullo y
ofrece una mano a la vida. Les propongo batirse en duelo contra la
pereza de navegar a la deriva por un mundo que sólo conoce mareas que
arriban a playas vacías de significado. Haced de vuestro nombre
ejemplo, de vuestros pasos huellas imborrables. Gritad lo auténtico, lo
más sagrado. Mirad siempre a los ojos, convencidos de fé, rebosantes de
pulcra actitud. Hundamos nuestra daga de la lealtad sobre corazones
indignos que juegan con las buenas intenciones del caminante. Sin
piedad, llevando en cada golpe la historia de la ignominia grabada a
fuego, por tantos siglos de desacato al honor y a la libertad. Por vuestros
antepasados…
Que sufran los injustos, los osados. Maldecid con saña al que
manda y roba, al que ríe mientras engaña. A todo aquel que no llegue
107
más allá de donde alcanza su mirada. Humillemos con descaro al iluso
vendedor de miedos y reproches, de sonrisas que suenan huecas y
lamentos a destiempo. Nuestra bandera, el amor. La pluma como
metralla insondable que destroce enemigos forjados de las sobras,
indefensos ante tanto argumento magnífico. Por vuestros hijos…
Prometo, palabra, no desistir en el desempeño. Juro, por mi gesto,
hacer la guerra a la desidia que una vez me acompañó, inundando de
fantasmas mi siniestra guarida. Clavaré con pasión mi lanza en el centro
de todo aquel que ose limitar los pasos de luces abrazadas a lo humilde.
Mi batalla, que es la vuestra, cantará victoria, no dudeis. Nuestra lucha,
que haré mía, clamará cientos de homenajes sinceros, humanos, no
desistáis. Así será, por mi espada, afilada, por vuestra alma, poderosa,
por nuestra memoria, verdadera...
Regalitos por encargo...
Qué gracia me hacen los ganaderos de España cuando tiran para
Madrid con sus animalillos, por medio de la Castelllana, reivindicando lo
suyo. Pero no sólo pasa allí. Aquí en Sevilla también los tenemos, pero
más sufriditos…
No sé si lo han terminado de notar, pero el verano ha hecho acto de
presencia y se dispone a darnos buenas bofetadas durante un tiempo.
Uno anda acostumbrado a tanto tortazo, por lo que la sarna será menos,
aún sin ser con gusto, aunque no quiero ni pensar cómo estará la gran
mayoría de la población de ésta ciudad, con tanta piel de borreguito. Y es
que supongo que habrán oído lo de la manifestación la semana pasada,
donde cuarenta mil almas borreguiles se echaron a la calle para
proclamar unidos por la mala gestión de su club, el Betis. Me da que
pensar, desde luego, el calor que deben estar viviendo los pobrecitos, con
tanta lana, bajo éste Sol de justicia que abrasa las ideas de cualquiera.
Les compadezco, a todos, al pastor y al rebaño, al perro y al cacique…
Señores, me da vergüenza vivir en una ciudad que se jacta de
defender los sentimientos futboleros pero que ni se plantea salir a gritar
frente al Ayuntamiento por el paro, el más alto de la historia, por los
sueldos precarios, por el precio de los alimentos básicos, no sé, tantas
cosas por las que protestar y nadie que ni se lo proponga, y eso que allí
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había desde abogados hasta artistas, pasando por trabajadores de a pie.
Vamos, todo cristo…
Por eso digo que, tanto borrego en grupo, por el centro de ésta
ciudad bañada en falacia, ofrece al turista un paisaje pueril, sólo
semejante a las imágenes que cada año nos muestran de Madrid, con
todo bicho viviente en Gran Vía, defendiendo no sé qué del Paro
Agrario, minucias sin importancia mientras tu equipo juegue en primera
para ir a verlo los domingos. Manda huevos.
Y dicen que la profesión de pastor tiende a desaparecer, mentira!.
Aquí nos sobran borreguitos que cuidar, o, si prefiere, adoptar. Haga
usted una buena obra y regale algo original a su señora en éstos días de
verano. También mandamos por encargo…
Sudokus y Horóscopos
Se me atraganta el café y la tostada. Tengo por buena costumbre
leer la prensa mientras desayuno. Mi compadre Antonio siempre me
tiene preparado algún periódico para echar el rato cuando él no puede
regalarme alguna de sus anécdotas. Un día es el ABC, otro El Mundo,
muy de vez en cuando El País, que es el más solicitado entre tanto
trabajador de primera hora. Pero da igual, cualquiera que hojee, termina
haciéndome amargo cada sorbo de taza, con todos esos pingüinos
destartalados soltando falacias por la boca, mientras otros muchos
talibanes de llevar por casa aplauden cada movimiento de su líder como
si fuera la vida en ello. Nuestro querido país, a base de bien, ha caído
indefectiblemente en el ridículo, y sólo sabemos mirar para otro lado.
Para Italia, por ejemplo, donde el cacique Silvio hace de las suyas de
forma impune. Y olvidamos que aquí los tenemos iguales o peores, pero
más disimuladitos, y sobre todo en nuestra santa tierra.
Habitamos en la finca del enchufe, donde si eres presidente de la Junta y
tu hija necesita una subvención, se la das sin preguntas, y aquí paz y
después gloria. Poseemos el dudoso honor de ser la región europea que
soporta más paro, que se dice pronto. Convivimos puerta con puerta con
gentuza que tiene catorce pisos repartidos por todas las playas de la zona,
y todos vacíos, encareciendo el alquiler de quienes verdaderamente lo
necesitan. El único lugar del mundo donde el pillaje no sólo está
permitido, sino que está bien visto, porque, dicen, es de gente espabilada.
Un país que se desmorona entre banderas y las bombas de unos cuantos,
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sin que nadie haga nada, porque todo lo compensa el partido del sábado
o la barbacoa en el campo del domingo. Y todo ésto, para colmo de
masocas, me lo tengo que zampar junto con una tostada que cada día
sabe a menos. Es por eso que, últimamente, cuando Antonio se acerca
con el periódico, paso directamente a la última página, donde ponen la
programación, que allí sé que no mienten, y al menos saco algo en claro,
aunque a veces ni en eso dicen la verdad los malditos, y me cambian de
hora Redes, mi programa favorito, cogiéndome un berrinche de mil pares
en medio de la madrugada…
Así que sólo me vienen quedando los sudokus y el horóscopo, o
decirle a Antonio que se meta el periódico por donde le quepa,
fastidiando, como la vida misma, al que menos culpa tiene…
El amigo de los niños
El pasado fin de semana nos dejó Vicente Ferrer, quizás uno de los
ejemplos más perfectos de vida dedicada a los demás que he tenido
oportunidad de leer. Hablar de su paso por éste mundo es adentrarse en
una idílica aventura con lo humano imposible de traducir en pocas líneas
por mi pluma, que se queda pequeña ante tan magnífico sueño hecho
realidad. Un hombre que luchó en la guerra sin dar un solo tiro, en el
bando equivocado, ingresando en la Compañía de Jesús al poco de dejar
las armas. Desde Barcelona viajó como misionero a la India, donde sus
métodos no terminaron de gustar y acabó siendo expulsado de la Orden
para iniciar su camino en solitario. En 1969 puso en marcha una
organización no gubernamental que provocó la mayor transformación
que se recuerda en aquel país dejado de la mano de Dios. Encontró agua
donde no la había, llenó de pozos auténticos pedregales sin
posibilidades, dio de comer a miles, millones de niños, construyó
hospitales en ciénagas abandonadas, y un sin fin de obras incontables
que dan buena fé de su amor a a la mismísima condición humana. Y
tanto milagro le hizo merecedor de cientos de premios y de llegar a estar
incluso nominado al Nobel de la Paz, pero era lo de menos. Vivió
sumido en la esperanza de que algún día no quedaría nadie con hambre
en éste planeta. Y así nos dejó, como los santos, en silencio. Hoy yace en
la ladera de su montaña preferida, allí en la India, pero permanece en lo
más profundo de millones de almas que hacen de su recuerdo una
manera de comportarse en la vida. Un milagro reencarnado, en unas
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pocas líneas, humildes, como su gesto... descanse en paz...
Invencibles
No hay mayor delito que dejar un cuadro inacabado. Faltaba el
pequeño, faltaba su fuerza, ahí va mi canto a su digna raza…
Escribe su leyenda con tinta bañada en nobleza. Tiñe de disciplina
cada vista que dedica al frente. Jamás agacha su mirada, tampoco la alza
hacia el cielo, pues hay almas que saben apreciar la belleza de los
momentos cercanos sin decorados inútiles. Camina gritando los valores
plenos de cualquier existencia, con ademán seguro, como los guerreros
de antes, fieles únicamente a la espada y a su estirpe, pero limpios del
pecado de quien juega a la mentira. Conoce el idioma de la franqueza,
apretando el puño contra el injusto, portando la bandera de valores
únicos que queman en las manos de prójimos que le guardan envidia
eterna. Frunce el ceño ante la indiferencia, clava sus ojos negros sobre la
pereza. Olvida lo imposible para abrazar lo que cree verdadero, las
supremas leyes de la naturaleza, esas que postulan en silencio, con el
lenguaje de los grandes sabios que dicen sin decir nada. Su honor existe
en el infinito, en tierras de navegantes sumidos en océanos por simples
corazonadas. Donde otros abandonaron él vigila el horizonte convencido
de su hazaña, tan seguro de sus sentidos como el latir de un corazón que
retumba en los muros bajo los que reside el hastío, despertando
intenciones, animando al más sufrido lamento…
Logra seducir adjetivos olvidados, coraje, fuerza, garra, carácter,
tan marginados en nuestro tiempo, tan vivos en su dicha. Dibuja una
sonrisa sincera sólo cuando su alma llora de carcajada, mas expresa sin
expresar, dignificando el gesto mil veces esclavo de trances vacíos en
otras fauces, tan maltratado por otros yelmos en cientos de guerras
perdidas, rescatando lo puro de lo humano...
Advierte el miedo en el cobarde, enemigo de la impaciencia, no se
derrite ante lo inesperado. Pasos de plomo para un mundo que hace
resbalar al más valiente, pero consciente de sí mismo, como el lobo que
persigue siendo perseguido, demostrando espíritu indomable, presagio de
su honorable apellido... Hoy quise que tuvieras unas letras dedicadas de
tu hermano, sangre de tu misma sangre, tan diferentes los dos, tú fuego,
yo aire, y a la vez iguales, tu pundonor, mi orgullo, pero, tan invencibles
si navegamos juntos en ésta ciénaga de vida... que ni te lo imaginas…
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Mi pecado favorito
Soy culpable sin remedio, infiel entre los infieles, por más que mi
conciencia me inunde a reproches, pero es que mil veces mis sentidos
ganan la partida a mi paciencia... Lo siento, me enamoro a cada instante
y no puedo evitarlo, casi sin pensarlo, casi sin quererlo. Pero antes de
hundir en mi pecho lanzas mojadas en veneno escuchen lo que tengo que
decirles, sólo unas justas palabras y quizás algún lamento…
Lo sé, me embeleso, con cada paso de mis pasos, en cada momento,
no es para menos. Y si no abran bien los ojos, a no ser que anden ciegos,
cuando amanece, cuando anochece... escuchen las olas rompiendo en
playas de arena fina para el tacto, sientan como suyo el aroma a azahar
de las noches de verano en cualquier esquina olvidada. Sí, desde luego,
culpable, más que culpable. De morir con la sonrisa de un niño, de gritar
vida en cada letra, de abrazar cada segundo como el último... No deseo
ser inocente, inocente de no hacer nada, de pasar de largo, de vestirme
despacio y acostarme antes de tiempo. Llévenme preso, por jurar lo
injurable, por llorar desconsolado, por gastar carcajadas sin
conocimiento... pero no me quiten lo único digno que me queda, una
vida bañada en libertad, un bocado exquisito a la existencia, un canto
bello a éste, mi mundo, mi pecado favorito, cuna de unos pocos infieles
que suspiran y otros muchos que no han caído aún en la cuenta…
Robarnos la sonrisa
Hoy, mientras esperaba en la cola del pan, dos marujonas me
deleitaron, con todo lujo de detalle, sobre el yerno de un vecino de un
amigo que pasaba por allí que, por lo visto, había entrado en la casa de
una familia a robar y se terminó llevando, además del mobiliario
pertinente, a la mismísima señora de la casa, me explico… La cosa fue
que, al parecer, todo había sido una conspiración entre amantes para que,
el ladronzuelo y la dueña de la casa, antes de darse las de Villadiego
juntos y revueltos, pillaran cacho dentro de lo posible para ir tirando,
visto que, tras firmar los papeles del divorcio, no les quedarían mucho
donde rascar. Imaginen la cara del cónyuge despistado cuando la policía
le descubrió el pastel que tenía ante sus narices. A eso llamo yo entrar a
robar, desde luego. Mientras volvía, me quedé pensando en la historia de
las marujas, dándole vueltas. Caí en la cuenta de que eso de robar nunca
se me daría del todo bien, y recordé la única vez que metí la mano en
huestes ajenas; para mondarse, cuanto menos. Tendría yo 6 años, no más,
112
y los domingos tenía costumbre de pedir la paga, cien de las antiguas
pesetas, y emprender camino, todo recto, desde mi casa, la del pueblo, y
el kiosco de Paco, en la Plaza. Allí siempre coincidíamos una jauría
hiperactiva de pequeñas personitas dando la tabarra al tal Paco, un
hombre entradito en años que aguantaba con hermosa paciencia el –
dame un chicle, bueno no, bueno sí… de menta dos, de fresa uno,¿ tengo
bastante?. En esas, Paco resoplaba y se daba la vuelta para alcanzar la
dichosa golosina, dejándose el espinazo por cada petición de los
presentes. Recuerdo que sobre de la barra había una cajita repletita de
piruletas, de esas rojas, pidiendo a voces que le echáramos mano y
saliéramos corriendo, como muchos hacían, sin que Paco se percatase,
pero yo, por más que la ansiara, no reunía el arrojo suficiente para
hacerlo, aunque no sería así siempre.
El día que les vengo a relatar fui pensando maneras de hacerme con
el botín durante todo el camino de ida, fuera como fuera, pero, a medida
que me acercaba al lugar del crimen, los sudores y los nervios eran cada
vez más patentes. Aún así, ya detrás de la barra de Paco, aprovechando
que giró la cabeza para otro menester, me armé de valor y, con un gesto
torpe, me eché al bolsillo una de esas hermosas piruletas rojas, mientras
mis ojos se abrían como platos, imagino, y mi cara gritara a los cuatro
vientos la inocente desfachatez para con ese buen hombre y su
negocio…
Jamás me olvidaré del trayecto de vuelta a casa, mirando la
piruleta entre mis manos, con la conciencia sucia y la lágrima saltada.
Fue cuando, a mitad de calle, decidí salír corriendo para el kiosco de
nuevo; con vergüenza torera me asomé, comprobé que andaba en otras
cosas y puse la vil chuchería donde la había sustraído minutos antes. Me
mezclé entre los demás niños y salí pitando para casa, como Dios manda,
que diría aquel. Ahí empieza y acaba mi pulcro historial delictivo, por lo
que pueden imaginar lo lejos que me queda la historia de las marujonas,
proeza imposible para el que les habla, ni siquiera en sueños. Pero el que
no se consuela es porque no quiere, y me conformo con creer que la
dignidad la mantuve a salvo aquel día. Eso pienso, todavía hoy, cuando
por el pueblo me cruzo con Paco, que hace años cerró el puesto, sin
saber el hombre que por allí pasó un niño que aprendió, en su kiosco, a
no echar mano de lo ajeno, aunque sólo fuera por no sentir ese maligno
cosquilleo que se atraviesa en el estómago. Y es así como va uno
conociendo sus limitaciones, a golpe de estilete con nosotros mismos,
pero les juro que al final termina compensando, aunque vayas para casa
con los bolsillos vacíos, si llegas, claro está, con una sonrisa en la boca y
la conciencia bien tranquila…
113
Rafael, el frutero
Hoy quiero traerles al arrumaco de nuestro fuego una historia digna
de ser contada. Tengo por buena costumbre últimamente departir con
Don Rafael, el frutero de mi barrio, sobre cualquier cosa que venga a
cuento. Un día fútbol, otro día es política, algunos sobre pura filosofía,
de vida, claro, porque en eso, créanme, es una eminencia. Ocurre hasta
que el pequeño dispensario se le llena de marujonas y con un leve guiño
me despide, y así viene ocurriendo desde hace tiempo. Don Rafael es un
hombre recio, de los de antes, con el mentón pronunciado y las manos
gruesas, herencia de otro tiempo donde cultivaba su propia huerta. Peina
canas pero conserva el pelo, como él dice, blancas como su corazón,
sevillista y libre. Tiene guardada una sonrisa y un consejo para todo
aquel que asome, y es que se conoce al dedillo las propiedades curativas
de su fruta. Que si usted anda cansado, sus naranjas, la mejores; que si la
señora tiene mal las articulaciones, manzanas y peras de agua, no lo
dude. Tan bien lo hace que uno sale de allí convencido de lo que se lleva,
además de llevarte de regalo una sonrisa, su sonrisa, gesto apreciado por
todo el que le estima, pues lleva vendiendo fruta, en el mismo puesto,
casi cincuenta años. Siempre con su esposa, hasta que se la llevó el
cáncer un frío invierno, pero Rafael no perdió jamás las buenas maneras
y las ganas de vida, y eso le hace grande entre los grandes, y testigos
somos todos los que allí acudimos cada mañana…
La casualidad quiso que, desayunando en una pequeña taberna
que hay al lado de su puesto, el camarero y dueño, compañero de mili de
Rafael y algo más que un amigo para nuestro protagonista, me hiciera
una confesión entre café y café. Al parecer, desde hacía dos años, desde
que su mujer faltaba, Rafael iba a tomarse el vinito a su bar, los Viernes
tarde, como premio a una semana dura. Y cada Viernes, Rafael, solemne,
le pedía al dueño permiso para hacer desde allí una llamada. -Era corta,
él no hablaba, me extrañó desde el principio...- me dijo el dueño. Y fue
cuando un día decidió, al irse Rafael, pulsar sobre el botón de rellamada,
extrañado por tanto misterio…
Tenían que ver sus ojos brillantes. Me comentó que aún le
temblaban las piernas al recordar al otro lado del auricular la voz de su
esposa, la de Rafael, que hablaba, con voz joven, de dejar el mensaje
después de la señal. Entonces entendió que Don Rafael llamaba a su
propia casa para escucharla, cada semana después de la copita, aunque
fuera sólo una grabación de contestador, pero probablemente la única
manera de sentirla cerca, al menos un momento, suficiente para seguir
114
adelante. Es quizás por eso que nuestro héroe no ha perdido la sonrisa, es
por eso, y por mucho más, que Rafael, el frutero de mi barrio, tiene mi
eterno respeto…
Formas de agradecer
De vez en cuando viene bien vencer la pereza, aunque sea Sábado y
la modorra de la sobremesa haga mella en las ganas de hacer nada. No
soy yo precisamente ejemplo de batallas ganadas al hastío, pero fue el
caso este fin de semana. Me eché unos euros al bolsillo, me calcé la ropa
de entrenamiento y me lancé a disfrutar de la ribera del río Guadalquivir
una tarde cualquiera de Otoño. Fue toda una experiencia. Y es que si uno
no adolece de algo, hasta el punto de convertir la virtud, a veces, en
defecto, es de ser observador. Y claro, mis sentidos se embotaron con
tanto donde poder echar el ojo. Los niños correteando detrás de la pelota,
enamorados jóvenes sobre el césped dando la razón a la poesía de Don
Gustavo, turistas anestesiados por la mezcla de colores en el horizonte,
ese encanto de cielo que sólo Sevilla sabe parir en Otoño. Fue un
trayecto agradable, desde luego que lo fue. Pero lo mejor me estaba
esperando al final del río, al acercarme por detrás a un hombre que tenía
allí echada la caña esperando paciente el tintineo del sedal. Inocente le
pregunté, -¿Pican?... El hombre giró la cabeza, sonrió tras su barba y
torció el gesto, dejando entrever que la cosa no prometía. A punto de
marchar, llamó mi atención y me preguntó por Rafael, el frutero. Quedé
perplejo. Me resultaba familiar su voz y pronto caí en la cuenta. Se
trataba de Don Esteban, profesor en mis primeros años de facultad, ya
jubilado, padre de Amaya, compañera de fatigas en mi etapa comercial, a
la que le tenía perdida la pista. Le estreché la mano y me senté a su lado,
honrado por tener como fiel lector a una persona tan auténtica. Le
recuerdo en clase con el puño alzado y el corazón en vilo, como los
guerreros que nunca dejaron de serlo, y eso me enamoraba…
No tardó en preguntarme con ojos de adolescente sobre montones
de las historias que en este espacio les he relatado tantas veces, por
Antonio, el camarero, por mi familia, por mis amigos, por infiernos,
tsunamis y hasta por mi perro, lo cual daba buena cuenta de su afición
por estas líneas…
Disfruté al verle enamorado de mis cuentos, al hacer como suyas
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cantinelas que nacieron en noches solitarias, escuchar su carcajada al
recordar mis sátiras contra los poderes políticos y los hombres de
mentira. Quedé embobado al comprobar que daba la tabarra a Amaya
para que le pusiera mi página y deleitarse con la música que tengo
escogida. Al poco, torpe en mis gestos, le volví a estrechar la mano y
caminé tras mis pasos, pensativo y abrumado. Y es que sólo por
escucharle unos minutos hablando de mis fábulas han valido la pena
todas esas noches en vela dándole a la tecla. Porque no existe mejor
reconocimiento que el que no esperas, Don Esteban, y usted, igual sin
quererlo, me lo ha regalado a la orilla de mi río favorito, y si no es con
estas letras, permítame, no sabría otra manera de agradecérselo…
Harto de rollos
Si usted anda por ahí con el culo cagado porque no le da para rollos,
ni de unos y de otros, escuche la buena nueva de nuestros líderes que
aquí les traigo como bronce en paño. La recesión, alabado sea el
altísimo, ha acabado… Los pájaros cantan y las nubes se levantan, que
si, que no, que Zapatero anuncia medidas extraordinarias para el empleo,
que si, que no, que Rajoy cierra convenciones estrechando cientos de
manos convencidas. Olvídese usted ya de andar preocupado por
hipotecas impagables y abusivos intereses sin beneficio a cambio. El
gobierno de nuestra nación promete el oro y el moro, alquileres gratuitos,
premios para el nene que encargue, ayudas para aquellos que cuidan de
los mayores, becas por doquier y fiestas a porrillo. El pleno empleo ya
no es una quimera y el ladrillo vuelve a reclamar manos que lo trabajen.
La contaminación es cosa del pasado y los niños aprenden en las
escuelas lo que nunca imaginamos, capitales de países, gentilicios y
democracia, raíz cuadrada de mil euros y buenas maneras para el recreo
y las clases de clarinete. Se terminaron las listas negras y negras que
hacen la calle, desaparecen los caciques de barra en los pueblos, allí
donde antaño recogían fruta a base de ciáticas unos muchos para lustre
de bolsillo de otros pocos. Se finiquitaron las pistolas en manos de hijos
de puta que van dando matarile vidas honradas, lisiando familias enteras
y aquí paz y después gloria. Ya los barcos pescan donde les place y los
truchos se tiran a los cebos, a pares, a pesar de los pesares, porque viene
siendo honorable acabar en el plato de un españolito currelas harto de
116
vino, pagador de impuestos y con la cartilla al día, fiel al Estado de
Derecho, arrastrando el lomo día sí día también para cumplir con sus
deberes como ciudadano.
Que bien se lo tienen montado los cabrones… ahora nos dicen que
la crisis ha acabado y que llega una época de esperanza, a buenas horas,
cuando el que más y el que menos anda hasta arriba de pagaderos, con
ayudas denegadas por falsa burocracia, respirando dióxido a espuertas y
sin un miserable bocado que llevarse al gaznate. Y pretenden, encima,
que cada dos o cuatro años levante el culo de la cama un domingo para
firmarles la papeleta y así seguir agarrados al bollo. Van listos conmigo,
pregunten en la siguiente ventanilla, que igual tienen más suerte y les
hacen un garabato, pero mientras tanto, escuchen las carcajadas en forma
de ruidos que salen de la parte baja de mi espalda y olviden contar con
servidor para nada, pues el rollo de papel se me acabó ya hace tiempo,
pero la dignidad aún la conservo, intacta, por mucho que les joda…
Tuneros y tunantes
Los que me conocen saben que no soy demasiado de canturreos y
bailes trasnochados, pero sé reconocer el buen gusto. No alzo la voz si
no es necesario y me disgusta la falta de respeto, a pesar de aquellos que
se empeñan en justificar cada panoplia, si no le toca de cerca, claro. Es el
caso, fue el Sábado, a eso de las 4 de la mañana, con las brujas dormidas
y el gato en su cesta, a esas horas donde Morfeo es el Rey y el silencio
su esclavo preferido. Allí me encontraba, tirado en el sofá sin ganas de
nada, luchando contra ese insomnio que me persigue con crudeza. Pero
justo cuando tenía la pose y sucumbía a los brazos del divino, con
trabajito y esmero, unas voces chillonas que venían de la calle me
desvelaron con sus cantinelas horrendas y desatinadas. Quedé boca
arriba, con los ojos abiertos en plato, esperando que acabara el festival
de los tenores para darme al pairo, pero nada. Acabó una, y otra, y otra,
hasta que no pude más y acudí raudo al balcón para soltar bendiciones
por la boca cual Julieta ante su amado Romeo, que en este caso no era
uno sólo, más quisiera. Romeo venía acompañado por Juan Tenorio,
Juan de Marco, la Corte de San Felipe el Hermoso, que ni era santo ni
hermoso, y la patulea burguesa del Motín del Prado, por si era poco. Allí
estaban todos, recitando Cielito Lindo con menos gracia que las niñas de
117
Zapatero, dándolo todo. Y acababan, y volvían. Y No te Vayas Todavía…
No te vayas por favó… y todo el repertorio de bodas, bautizos y
comuniones aderezados con las palmas de los allí presentes. Eran
tunantes, tuneros, o como Dios quiera que se les llame, con media
guitarra y la voz perdida, embutidos en mallas indignas y con la capa
roída de dar tanto tumbo por las aceras al pasear la mona cogorciana. Ni
rastro de aquellos maestros del ligoteo de doncellas, duchos amadores en
noches furtivas donde el premio era la conquista y el aplauso. Nobles de
espada y escudo grabado a fuego en el pecho. Ya de esos no quedan.
Ahora los tenemos bebiditos en mollate y con la bragueta bajada, de
ojeras y melena descuidada. Mal vamos amigo… Y para colmo de males,
vienen a darme la vara de cuando en cuando, debajo de mi casa, como si
el destino supiera que tengo la pluma desgastada de atizarles, a ellos y
todos los que deshonran lo que antaño fue santo y seña de hermandades
y reuniones. Pero aquí seguiré dando estopa, me dejen o no echar la
siesta, pues las tragaderas las tengo anchas pero el estilete bien afilado,
que es lo único que me va quedando, después de todo, para dar de refilón
a Romeos de cuarta, borregos sin pastores y la santa madre que los parió
a todos…
De aquellas, de los cuentos
Les juro por lo más sagrado que la he visto esta misma tarde.
Mientras charlaba de quehaceres con compañeras de pupitre y cafés en
horas muertas. En mitad de los pasillos de la facultad, a media tarde y
con prisa en la mirada. Dándose los últimos retoques al brillo de sus ojos
y a su melena recortada, sin escoba ni el encanto de las brujas de los
cuentos que leía de pequeño hasta sucumbir en brazos de Morfeo. Allí
justo, con el gesto torcido y la voz inquieta por la fatiga de no llegar a
tiempo a donde fuera. Y me vino a la mente en un segundo todas las
historias de pócimas y hechizos, de esas brujas, las de antes, las que
habitaban en bosques encantados elucubrando a carcajada, aquellas que
conspiraban en la oscuridad y vestían harapos deshilachados de tanto
roce con los ramajes de sendas olvidadas. Y las eché de menos en ese
momento, esas reuniones a medianoche a pie de llamas de un fuego
extraño, los cantos que susurraban maldiciones y conjuros bajo Lunas
llenas de espanto. Leyendas de aquelarres y magia negra ordenadas por
diablos y espíritus vagabundos. Las antorchas del pópulo persiguiendo el
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misticismo, mezclados en miedo y escalofríos por visiones de otro
tiempo…
Todas esas novelas, esta tarde, eché en falta, quedando huérfano de
fábulas que hacían palidecer, cerrando los ojos buscando el sueño, con
las manos en el pecho y la manta hasta la cabeza, inocentes víctimas de
letras e ilusiones…
Todo se fue esta tarde al ver aquella bruja, desmembrada de
sortilegios, a punto de entrar en clase para representar, quizás, una obra
entre alumnos, inconsciente de que allí mismo, sin quererlo, se cargaba
de un plumazo tantas noches en vela rezando por no vérmelas con una
meiga despistada, de esas finas y maldichas, sin disfraces ni lamentos, de
esas que no quedan, de aquellas, de los cuentos …
Pesadillas
A veces las pesadillas vuelven a nosotros en forma de pensamientos
que mutilan un tanto si cabe lo que nos quede de dignidad, golpeándonos
donde más nos duele. Y hay poco que hacer más que aprender y girar de
rumbo, no vaya a ser que naveguemos eternamente entre tormentas y
tempestades, lo cual lleva irremisiblemente a la zozobra de nuestro único
navío...
Fue ya hace unas semanas y no he logrado desligarme de la
imagen. A la puerta de un pequeño supermercado, un Sábado soleado
aunque frío, de esos de Otoño, allí permanecía la protagonista de la
historia. Una mujer de aspecto joven, limpia, con pantalón vaquero
ajustado, zapatillas de deporte y chaleco atado a la cintura, como las
niñas buenas que vienen de echar el rato con sus amigas sin maldades.
Morena, de cuidada piel, con el pelo recogido en una cola pulcra y
sencilla. Allí estaba, mirando a los ojos de los que entraban y salían, de
pie, sin decir nada, mientras tendía su mano derecha con la misma
naturalidad con la que cualquiera de nosotros la alzamos de pequeños
para pedir calderilla a nuestros papaítos. Me sorprendieron sus ojos,
encendidos en vergüenza, quizás por tener que insistir en aquella puerta,
pidiendo para lo que fuera, que no es poco. Parecía tan normal que
asustaba…. Y uno cae en la justificación rápida de creer que quien
arrima la mano es siempre para malgastarlo en necedades, y así
transcurrí por los pasillos del supermercado, junto a mi padre, intentando
aliviar de alguna forma ese contraste inesperado, lo que parecía una niña
“bien” pidiendo en silencio.
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Pero aún no había terminado de llenar el carro mientras mi
progenitor pagaba cuando pude percatarme que la chica hacía cola dos
posiciones detrás de nosotros, sosteniendo entre sus brazos una caja de
galletas, la más barata, y un bote de leche en polvo para bebés. No
reaccioné, quedé perplejo… Y me culpo, vaya si me culpo, pues me fui
de allí sin más, con el carrito lleno de porquerías y el corazón sucio y
triste. Quedé ensimismado, como uno de esos sueños en los que te ves
incapaz de alcanzar a hacer lo correcto y despiertas aturdido, solo que,
ésta vez, era real... No vendrá a suceder en mí tanta indiferencia, lo juro
ante vosotros. Y volveré, vaya si volveré, el primer día que pueda, para
pagarle galletas de primera, leche de la cara y hasta algún que otro
capricho, por mis carnes, aunque sean los últimos euros que asomen de
mi bolsillo. Y hasta entonces, quizás demasiado tarde, no desaparecerá la
pesadilla, con suerte…
El Mar
En mil acuarelas te ví, paciente, guerrera, pero siempre piadosa a los
ojos del artista. Te he recorrido palmo a palmo, respirando vida, que es lo
que ofreces, en silencio, humilde. Has visto crecer generaciones, siendo
testigo de sonrisas impagables y momentos inolvidables, desde el abrazo
sincero de una madre hasta la mirada más tierna del que te observa
abrumado. Y tú, fina, mostrabas siempre tu mejor retrato, sin ser nunca
el mismo, como los sabores que elevan el espíritu, no creíbles para quien
no los experimenta.
Sobre tu cuerpo han paseado héroes, grandes poetas que te
susurraban mientras tu escuchabas la prosa que relata el viento, haciendo
tuyos los misterios y leyendas de muchos que no se atreven a perderte en
la memoria. Has cobijado al hambriento, al desalmado, has suspirado por
amores de otro tiempo y tormentas que se lo llevaron, solitaria…
Siento cerca tus caricias, aún siendo lejos, porque curas cuando
tocas y besas sin saberlo, a pesar de tus garras y tu furia, ardiente descaro
para muchos, bello desdén entre mis dedos, pero dejarme decirte, que
sólo aspiro a alcanzarte, fiel a mis deseos, porque apareces si te busco,
más allá de inviernos y disculpas. Amada permíteme contarte, que hoy te
quise recordar, pues permaneceremos alejados tiempo, mas queda el
consuelo, el consuelo de dejarte en tu playa, distante, serena, y aún así,
entre mis letras, de la mano, llevarte…
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No se fien de las ratas
Nada es lo que parece. Aunque usted tenga la sensación de vivir en
un mundo medianamente libre, con la mirada puesta en unos objetivos
alcanzables y supuestamente razonables, a su alrededor habitan
submundos que asustan al más pintado. Con mirar a otro lado y seguir el
camino tiene bastante, pero si un día le madruga la ventolera y se
propone saltar al vacío, acérquese a uno de esos lugares donde la
realidad torna en infierno y todas las cosas que parecían amables se
convierten en la peor de las pesadillas. Así está el patio. Pero no
preocupe, a todos nos llega el momento de librar la batalla contra nuestra
propia paciencia y rozar los límites de la abnegación humana.
No queda otra que bañarnos en algún momento en la inmundicia,
por más que tratemos de evitarlo. No les voy a engañar, no hay
escapatoria, a no ser que tome las de villadiego y se tire al monte a vivir
en un chamizo, opción a tener en cuenta viendo el percalito que está
montado.
Posiblemente, a estas alturas del texto, ya haya usted caído en la
cuenta, pero intuyo que su mente vuelve a estafarle al respecto. No
importa, déjese llevar. Salga a la calle y dé rienda suelta a los sentidos,
prejuicios, impresiones negativas, despechos, sinsabores, pues nada
puede ser peor, ahora que ya conoce la realidad en esencia de este
nuestro mundo. No les seguiré mareando, que ya tienen bastante martirio
fuera de estas letras. Si han imaginado delincuencia en mis palabras,
vicios, guerras... olvídenlo, no me refería a nada tan importante, lo cual
hace más peligroso el cotarro si cabe. Les hablaba de la burocracia de
nuestro sistema, la misma que nos inunda de muchos deberes y pocos
derechos para terminar firmando abajo, sin que nadie nos explique la
razón de tanto papel y protocolo.
Perdonen la brasa, es simplemente que mañana a primera hora
seré yo mismo el que aguarde la dichosa cola para que me firmen, me
sellen o me rectifiquen el típico trámite de turno, ese que no sirve para
mucho más que darnos la oportunidad de volver al día siguiente , aparte
de robarnos lo poco de dignidad que nos aporta un sistema tan podrido
que apesta, por muy bonito que lo pinten las ratas de ésta, nuestra
cloaca...
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Sonriendo
Pero a veces también encuentras razones para la sonrisa. Estaba
sentado a mi lado en la cafetería, de corbata bien planchada y raya de
camisa dispuesta, blanca, como el primer día. Miraba a todos lados
intentando identificar quizás un gesto cómplice y humano entre tanto
trabajador angustiado. Parecía esperar mientras absorbía con dulzura el
zumo que le habían servido. Me pude fijar en sus zapatos, gastados de
desventuras pero relucientes a la vez que humildes. Su corte de pelo, un
desafío a la gravedad, símil, pensé, de su paso por este páramo de
existencia. Su perfecta pose le hacía digno, sin más razones que la
intuición de uno mismo, pero no dudé que acertaba en mi descripción
dedicada en ese instante.
Al poco llegó la madre, tierna, de las de antes, de fina estampa y
mirada reveladora, buscando entre todos a su hijo, nervioso entre tanto.
No hicieron falta palabras, sólo un beso y una caricia, a lo que el chaval
correspondió cariñoso. Me pude percatar al momento. Él era sordomudo,
y fue Antonio quien me corroboró la historia, la historia del chico
sordomudo y deficiente, querido por todos en el barrio, que supo luchar
contra el destino y lograr su primer trabajo en estos últimos días de
Verano. Allí había venido la madre a recogerlo, y yo como único testigo
privilegiado de tal milagro, con el café a medio tomar y el corazón
encogido. Salieron por la puerta como si nada, abrazados, mirando al
frente como los grandes, y allí me dejaron, sonriendo…
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Ánimo compañeros
Hoy siendo Lunes es menester que pase la mano sobre el hombro de
una tripulación que no descansa aún habiéndose batido en corso con
bucaneros de indigno estilo y sucia estampa, conscientes de las
tempestades que aún están por llegar, sin visos de islas paradisíacas ni
tesoros abundantes. Hoy quiero animarles porque hay signos para la
conquista de lo verdadero y así lo creo firmemente. No debe ser
casualidad, si entre tanto navío corsario, de un tiempo a esta parte
arriban a nuestro casco signos para imaginar la tierra prometida…
A todo aquel que ande perdido a merced de los peligros del vasto
océano, a todo hombre o mujer que haya sucumbido a la marea y haya
postrado los remos, navegando a la deriva. A vosotros os digo, que tenéis
en nuestro velero un cabo donde amarrar vuestras esperanzas, al buen
rumbo de los que unimos nuestras fuerzas contra el poder impuesto,
defendiendo libertad, tan cercenada por la espada de débiles de corazón
y vergüenza. Pues si existe un lugar donde los sueños dejan de ser
imposibles y los milagros siguen sucediendo, esa es la mar, tumba de
héroes anónimos que perviven en la memoria de cada uno de nosotros,
cuna de almas divinas y poderosas.
Honorable tripulación, con fe os digo, que no os mate el tedio, ue
no os coma la pereza, luchad contra vuestras carencias, y disfrutad de
vuestro viaje, cada brizna, cada segundo, y es que no sabemos si existe
otra vida, mas con ésta es suficiente si sabemos gobernarla, y ya el
viento, palabra de almirante, vendrá a rescatarnos, a pesar de piratas y
tormentas.
Por mi memoria, haced vuestra mi terapia…
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