DE UTOPIARIO: Padre nuestro, que ¿estás? Sólo quisiera yo que mi padre mirara con mis ojos. William Shakespeare (Sueño de una noche de Verano) A mi padre jamás necesitaron amaestrarlo Fue autodidacta en la obediencia incondicional a las utopías que fraguó motu propio con la materia prima que ellos le ofrecieron Mi padre no fabricó el carruaje del triunfo Pero pagó el pecado original descendiendo de su automóvil para solicitar el puesto más humilde en la lanza Y empujó hasta el día de su muerte con el fervor de las beatas y los mártires de la edad antigua Nunca padeció otra devoción que no fuera empujar con toda su alma y la cabeza gacha Aunque al final vino la duda esa alimaña a cebarse en sus discursos y sus mitos Le dentellaba la idolatría como un virus de presa (No podía decapitarla porque se había incubado algún día de su ya remota adolescencia) Y cuando creyó que no creía jugó a no creer que no creía El infarto te salvó padre de un cáncer en la fe Confiaste que tocaríamos el cielo sin estaciones orbitales ni ascensores Fuiste crédulo y fiel Carlos Marx y Dios premiarán tus buenas intenciones Sea leve tu tránsito padre hacia la nada Descansa en paz Vuelve tus ojos al infinito No mires por favor hacia la Tierra Una verdad obscena podría desvirgar tu inocencia Duerme para siempre en el regazo de tus mitologías Descansa en paz padre Descansa Quizás los dioses te hayan destinado a un cielo malva claro sólo apto para crédulos Quizás te muestren a los turistas Y un ángel contrabandista haga pasar por ciertas tus mejores visiones sin coartada rara avis Quizás proyecte para ti cada día el holograma de tus sueños Quizás seas feliz Quizás te envidie. Padre Quizás DE UTOPIARIO: (Nos)otros Pendientes de cierta estrella azul que dibujaba en el nadir la órbita fugaz de una sonrisa sólo descubrimos muchos años después que algún titiritero de la esperanza oculto tras su nube de palabras la manejaba / nos manejaba con un hilo Trastablillando encandilados de futuro tirábamos del carro (oros y bermellones de la victoria) con entusiasmo que parecía inédito ─aunque sólo fuera la reedición abreviada didáctica de ilusiones censuradas por mil generaciones de inquisidores─ Y mientras uncíamos a la lanza la única adolescencia que algún dios avaro nos asignara con las pupilas absortas en el cenit de la patria otros cayeron bajo las ruedas Escuchamos el crepitar de sus huesos cuando en la carne hendida voló un canto de sangre Lamento sin voz peces decapitados (sin otra culpa algunos que la libélula posada entre la libertad y el parabrisas) No pocos se suicidaron de distancia Pero habría sido un crimen de lesa colectividad detenerse Todo por la causa repetían Todo por la causa Amaestrados en el fervor por la fotografía en blanco y negro la antítesis la simetría bilateral sobreseímos una angustia vergonzante todo por la causa Y por la causa hubo alquimistas de la verdad hermética talismanes contra los sueños no planificados autos de fe (con menos fe que autos) Pero al cabo el hilo se partió la estrella se detuvo como un punto suspensivo huérfano Y la mirada se desplomó al camino (finísimo polvo de ilusiones calcinadas) Por eso añoro hoy una amnistía general a nuestras culpas incluso las que no cometimos pero que vimos perpetrar (todo por la causa) sin otra indignación que la duda Un conjuro que amaine esta epidemia de incertidumbre ulcerando mis afirmaciones (Ya tengo más preguntas que respuestas y ando a la par con mis hijos buscando quien conteste) No eludo sus por qué para ahorrar tiempo sino para ahorrar miedo Una niebla instaurada por resolución ministerial ha confinado amaneceres y crepúsculos al folklor y los cronómetros Se proscribe su ambigua catadura De día nos amenaza la sombra De noche el resplandor Y descubrimos bajo la corteza de los viejos ídolos (papel maché laqueado: bermellones y verdes sospechosamente escandalosos) desechos de periódicos noticias olvidadas en el desván de la memoria Y las viejas consignas que ayer amaestraron el silencio se descascaran con premeditación de girasoles copiados a Van Goth por algún retratista de la feria Se han abaratado demasiado los costos La tinta cuesta más que las palabras Y en el mercadillo fugaz de la esperanza Sólo se ofertan a precios de rebaja ídolos plásticos de consumo masivo desechables. DE UTOPIARIO: Cumpleaños Habitamos ese país sin bordes y sin fondo que es la supervivencia Salvo mi sonrisa que no consigue enmascarar la angustia nada tengo que ofrecer a mi hija ni recién cumplidos (diez minutos hace) los cinco mínimos años de su edad Intento envolver en papel de regalo uno solo de los mil y un millones de atardeceres que han sido Atardecer intransferible que señalice para siempre algún cauce fértil de su memoria cicatriz de luz tatuaje en la nostalgia que ni siquiera se borre una vez concluido todo el abecedario Pero la ciudad urde contra su asombro Una conspiración de puertas clausuradas de risas clausuradas Algún postigo de párpados caídos visillo a media asta Calles desoladas de amantes y de niños Sólo se escucha la tos de la ciudad alveolos corroídos de quien fumó hasta quemarse los dedos la esperanza para desmenuzar más tarde la colilla al viento Rostros como lapsus visuales Mausoleos de ceniza Cicatrices de ventanas que algún día acogieron sortilegios de amor entre miradas y paisajes Puertas cariadas de ausencia Mutilaciones que supuran aún asfalto y sueños agrios Ciudad bombardeada que aguarda el próximo escalofrío fuerza tres en el lomo del mundo para venirse abajo Hasta el aire: niebla sin nube humo sin llama Y me aterra que inhale esa sustancia procelosa (ni coartada ni antídoto) y expela como dragón sin princesa dos fumaradas grises que habrán erosionando ya la rosada inocencia de sus pulmones ─apenas cinco los años de su edad y no se ha dado cuenta─ Invento entonces una musiquita con barcos de papel y hormigas marineras Conjurar el pavor de su mirada ─sólo cinco los años de su edad─ Incluso contra todo pronóstico persisto en mi atardecer (terquedad de gallegos y asturianos que vagan por mi sangre) Intento suicida salvarlo para ella en el azul sinuoso de la mar pero el gris nos asedia y el océano agoniza con resignación de paquidermo herido Corre mi hija hacia su atardecer Casi no me da tiempo a salvar su mirada Por suerte y por ahora no sólo soy más alto sino también más rápido No más convincente A falta del peluche naranja que intenta abandonar en una lágrima ella quiere su atardecer ─lo prometido es deuda siempre que la maestra me encomienda tarea─ pero un decreto acaba de abolir el atardecer por indeciso Y la ciudad ya se afila los dientes cuando la noche se nos viene encima No basta un duérmete mi niña un cuento con hadas madrinas mi modo de abrazarla como ofreciendo protección cuando en verdad me acojo a su sonrisa Mañana o el domingo lo prometido es deuda Deuda deuda deuda que pesa como un asesinato en mi conciencia Y no puedo saldarla.