Gubitsch-Calo Quinteto

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Jueves 18 de Agosto de 2005
El lirismo de dos hombres audaces
Presentación, en el ciclo Discos Vivo, de Tomás Gubitsch en guitarra, Osvaldo Caló en piano, Juanjo
Mosalini en bandoneón, Sébastien Couranjou en violín y Eric Chalan en contrabajo. Próximas
actuaciones: mañana, a las 20, en el auditorio de la Alianza Francesa, Córdoba 946, y el sábado 27,
a las 21, en el Centro Cultural Rojas, Corrientes 2038.
Nuestra opinión: Muy bueno
El público porteño se encontró con una expresión de potente
modernismo que lejos de perder contacto con las raíces las
utilizó para sostener una arquitectura musical cambiante y de
sesgo tanguero.
El quinteto de Tomás Gubitsch en guitarra y Osvaldo Caló en
piano plasmó sobre el escenario ciertas esencias de la música
ciudadana cruzadas por un desprejuiciado criterio armónicorítmico que le dio a la presentación una valiente singularidad.
Gubitsch dejó Buenos Aires en 1977, cuando formaba parte del grupo del bandoneonista Rodolfo
Mederos, y, según parece, sus veintitantos años en Europa sirvieron para que siguiera desarrollando
algunos de aquellos conceptos directrices, como eludir lo abstracto y, como contrapartida, reservar
el énfasis melódico.
El grupo sonó con un ensamble excelente y una precisión destacable. Abordaron diferentes piezas
compuestas por el guitarrista con una convicción de genuino sentimiento ciudadano.
La idea que trasunta el combo pareció orientarse hacia un clima apenas bosquejado para desde allí
desarrollar la estructura melódica. A la tradición de atarse a la partitura el quinteto le opone
improvisación, y si bien sobresale el tándem Gubitsch-Caló en esta materia, el bandoneón de Juanjo
Mosalini resultó ser una de las voces más interesantes por su dinámica y mensaje.
"Contra vientos y mareas" es una mezcla de lenguajes y una mirada nada cándida de la tradición que
reflejó audacia en la propuesta. Un arreglo que parece venido directamente del rock señala el
comienzo del tema, dominado por cambios en los que el grupo muestra un apreciable ajuste. A la
guitarra de Gubitsch le respondió un unísono de piano, bandoneón y contrabajo que elevó el clima
para que Caló desarrollara una línea precisa y cristalina, con un vocabulario cargado de señales
jazzísticas. Un modo de rematar la atmósfera creada.
"Tango para Mr. Spock" tiene esa forma compositiva trashumante, que va de un cambio a otro, en
medio de un clima de permanente tensión-relajación.
Un alto para "Niebla del Riachuelo", de Cobián, arreglado por Gustavo Beytelman y "desarreglado"
por Caló. La versión conservó la frescura original pero combinada con una forma discursiva con
espacio para cada instrumentista. Fue una exploración interesante de un material conocido, una
propuesta que tiene un pie en la tradición y otro en la modernidad. Un encuentro saludable.
César Pradines
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/730794
EIGHT PAGES
TUESDAY, AUGUST 23, 2005
Tomás Gubitsch & Osvaldo Caló
From BA to Paris, and all the way back
Osvaldo Caló and Tomás Gubitsch were
already renowned musicians in the
tumultuous seventies in Argentina. Their
lives changed forever when New Tango
Master Astor Piazzolla invited them to tour
with his Octeto Electrónico. They left for a
two-month tour in 1977, but as differences
and complications arose the octet
disbanded soon afterwards, and Caló and
Gubitsch found themselves
as exiles in Paris.
BY MIGUEL BRONFMAN
FOR THE HERALD
Almost thirty years have passed since Argentine
guitarist and com poser Tomás Gubitsch and pianist
Osvaldo Caló left their homeland and now both are
back, together here for the first time, to play with their
brand -new project, a formidable modern -tango quintet.
Gubitsch-Caló Quintet : just one more performance in Buenos Aires
Only in their early twenties, Caló and Gubitsch
were already renowned musicians in the late,
tumultuous seventies in Argentina: Caló was playing
in Nito Mestre's group, Los Desconocidos de
siempre while Gubitsch was playing with
bandoneonist Rodolfo Mederos and in Luis Alberto
Spinetta's group Invisible, when they received a call
that was to change their lives. New Tango Master
Astor Piazzolla invited them to take part in his
Octeto Electronico (Electric Octet), with plans that
included a tour of Paris and some other European
cities. They left for a two-month tour in 1977, but as
differences and complications arose the octet
disbanded soon after wards, and they found
themselves as exiles in Paris.
"I was planning to leave the country anyway, but I
was thinking about emigrating to the US, not Paris.
Joining forces again: Gubitsch and Caló
So when the Argentine Council in Paris told me that
he could not guarantee my personal safety on my return, I decided to stay, and thus my exile began," a visibly moved Gubitsch
told the Herald, on his first visit to Argentina since then.
"I was not planning to leave, but as things were getting harder and harder here, I also decided to stay in Paris," Caló added.
In 1981 thev formed a duo to play Gubitsch's own compositions, and recorded Resistiendo a la tormenta (Resisting the
Thunderstorm), warmly received by French critics. It marked the beginning of a musical alliance that lasted more than ten
years, with several albums (all published in Paris) and collaborations with various musicians from the Parisian scene.
From 1992 onwards Gubitsch committed himself to composing and conducting, getting involved in varied projects in
contemporary music, while Caló became a member of bandoneonist Juan Jose Mosalini's (another Parisian exile) tango
orchestra, where he played for ten years. Among many other projects, Caló also formed a duo with violinist Sébastien
Couranjou, with whom he recorded an album entirely dedicated to the music of Piazzolla.
Last year, Gubitsch and Caló joined forces again and formed the quintet featuring Couranjou, double-bassist Eric Chalan
and bandoneonist Juanjo Mosalini (Juan Jose's son), all younger musicians in their early thirties.
"This quintet is the outcome of so many years playing together and our works with other musicians, as my previous duet
with Couranjou," Caló explained. "We always tried to make music inspired by tango and the music from the places we came
from, while at the same time opening to other aesthetics that, at one time or another, we were immersed in. We are not trying
to be original, but authentic. That is why there are ingredients from jazz, folk music and rock in our music; we don't reject
what we were or what we are," explained Gubitsch enthusiastically.
Last Tuesday night the quintet made its BA debut before a packed audience at the Teatro Alvear. "You can't
imagine how happy and moved we are playing here after so many years," Gubitsch said after the symbolic opening
number, Te acordás de mí? (Do You Remember Me?). Then followed Contra vientos y mareas and Tango para el señor
Spok, recent compositions by Gubitsch especially conceived for the quintet.
Caló and Gubitsch also played some pieces from their duo repertoire, Juanjo Mosalini showed his expertise at the
bandoneon in, a solo version of Dos Tulipanes, and when the quintet returned they offered a modern arrangement, by
Gustavo Beytelman, of the classic Niebla del Riachuelo, to end with Gubitsch's A partir de aquí, La otra calesita and
Ciudad herida.
As Gubitsch and Caló had previously explained (although Gubitsch is the composer, he shares arrangement and
conducting responsibilities with Caló) their music is indeed steeped in the modern tango tradition, but it also draws
from different and varied sources as jazz, rock and contemporary music.
Couranjou and Chalan exhibited a complete command of the tango idiom, and the quintet; despite being a relatively
new group, sounded in perfect harmony. The audience followed with interest and fully entered into this music which is
at once steeped in tradition, unfettered by tradition, with space for improvisation and dense complexity, driven by
unex pected rhythms and twists.
The quintet will give one more concert in BA and will then return to France. Let's just hope Gubitsch and Caló
won't take another thirty years to come back and play their music here.
WHERE & WHEN
Gubitsch-Caló Quintet, August, Saturday 27 at Centro Cultural Rojas, Av. Corrientes 2038, at 9pm, with special guests.
Música
GUBITSCH-CALÓ QUINTETO: UN ESPECTÁCULO IMPECABLE
Gubitsch-Caló Quinteto se presentó el domingo 21 a las 21,30 en el Teatro Príncipe de Asturias del
Centro Cultural Parque de España. El espectáculo que brindaron fue impecable.
Por Victoria Dellara
Tomás Gubitsch (guitarra), Osvaldo Caló (piano), Juan José Mosalini (bandoneón) y los franceses Eric Chalan
(contrabajo) y Sebastien Coranju (violín) subieron al escenario con una puntualidad envidiable. En las butracas, la
gente esperaba espectante.
El quinteto dedicado al tango llegó por primera vez a Rosario desde Francia. Gubitsch y Caló son artistas que en su
momento integraron distintas formaciones lideradas por Ástor Piazzolla y se notó en sus presentación.
La guitarra marcó el inicio de una velada memorable. Nadie el en público pudo evitar quedar anonadado por el
sonido que ésta producía. Minutos más tarde, los otros músicos lo acompañaron en la interpretación de “ ¿Te
acordarás de mi?”.
Siguieron temas como “Contra vientos y maréas”, “Niebla de Riachuelo” y, tal como lo mencionó Gubitsch, en
homenaje a todos aquellos que se sienten extraterrestres, “Tango para el señor Spock”.
En el medio del recital, el quinteto se desintegró y se pudo apreciar dos dúos, un trío y un sólo: En primer lugar,
con el contrabajo y la guitarra tocaron “Historia corta”. Luego el piano, el cotrabajo y el violín interpretaron la
música disco de los años 80 con “”fuga y persecusión”.
El sólo fue del bandoneón con el tema “Dos tulipanes”, pero sin duda lo mejor fue el dúo de piano y guitarra, que
tocaron el primer tema compuesto por Gubitsch en 1972 en la habitación de un hotel de París titulado “Despedida”.
Para finalizar la presentación, volvieron a la formación de quinteto e interpretaron “A partir de aquí”, “De los
hermanos”, “Ciudad herida” y “La otra calecita”. No conformandose con ello, el público los aplaud ío, los ovasionó y
les pidió que regresaran. La banda regresó al escenario y les dió el gusto con un tema más.
Durante todo el recital era evidente la sencillez y humildad de los músicos. Cuando todo había llegado a su fin, los
músicos se quedaron en la sala conversando con la gente. Una calidad humana y prefesional digna a imitar.
22/08/2005
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29.08.2005 | Clarín.com | Espectáculos
MUSICA | LA DESPEDIDA DE TOMMY GUBITSCH
Por la buena memoria
Antes de volver a París, el guitarrista de Mederos, Spinetta y
Piazzolla, le dijo adiós a Buenos Aires con un recital impecable.
Gabriela Saidon
Llegó y dijo: "En diciembre del año pasado, nos encontramos con Jorge Fonderbrider en un café parisino y me preguntó:
'¿Hace cuánto que no vas a la Argentina?'. Y yo: 'Veintiocho años'. 'Vos estás loco', dijo. Yo pensé: '¡Qué inteligente este
tipo! Yo tardé cuarenta años en darme cuenta, y él lo descubre en cinco minutos'". La anécdota provocó las risas del
público que el sábado a las 20.30 había colmado la sala Batato Barea del Centro Cultural Rojas. Una buena manera de
disponerse a oír el concierto que Tommy Gubitsch, mítico guitarrista de Mederos, el Spinetta de Invisible y Piazzolla,
propuso como un descontracturado "encuentro en un living".
Acto seguido, Gubitsch lanzó a la primera fila un paquete de
pastillas de eucalipto "para que se las vayan pasando. Son
picantes", aclaró. Luego hizo entrar a los músicos, que se
ubicaron en unos sillones en una esquina del escenario. "Lo
que parece agua es vodka", aclaró.
Las explicaciones siguieron: el músico "acataba" la propuesta
de tocar "una que sepamos todos". A diferencia de los shows
en el teatro Alvear y en la Alianza francesa, con el quinteto
mixto Gubitsch-Caló (Osvaldo Caló, ex Nito Mestre y los
Desconocidos de siempre, en piano; Juanjo Mosalini en
bandoneón; Eric Chalan en contrabajo y Sébastien Coranjou
en violín), la despedida tuvo como invitados al pianista Ernesto Jodos, el saxofonista Luis Nacht, el guitarrista acústico
Carlos Casazza, la cantante Silvana Deluigi y en bandejas, al hijo de Tommy, David Gubitsch.
Gubitsch arrancó solo con su guitarra, con una versión notable de Sur, de Troilo y Manzi. Cuando se lo escucha, cuesta
pensar que pueda hacerse algo más con una guitarra eléctrica. No sólo por el virtuosismo y la fineza, sino porque un
tango tocado por Gubitsch trae ecos de jazz, rock y música contemporánea pero no en forma de fusión sino de un
equilibrio más cercano a las armonías de una obra pictórica.
Con el concepto de concierto armado para la ocasión, Gubitsch comenzó a sacar de dos cajas los nombres de los músicos
y los temas del combo musical de la noche. Así, fue haciendo pasar a los instrumentistas, según a quien "le tocara" y se
sucedieron She's Leaving Home, de los Beatles, Ella también, de Spinetta y The Man I Love, de Gershwin. La voz de
Silvana de Luigi (también argentina, también residente en parís) se hizo oír en tangos como El choclo o una versión
"anglosaxona" (Gubitsch dixit), de La cumparsita (con arreglos de Steve Swallow), y una libre interpretación de La
guitarra, de Atahualpa Yupanqui, donde jugó a injertar unos acordes de Escalera al cielo, de Led Zeppelin.
"Hasta aquí, la obediencia. Ahora, una que no sabe nadie", dijo Gubitsch. Y con su quinteto devenido cuarteto por la
ausencia del violinista ("tuvo que volver a París a cuidar dragones") tocó Contra vientos y mareas, del disco homónimo
de 1989. Fue el verdadero "momento" del show, con los músicos entregando todo casi catárticamente. Con Caló tocó La
despedida, otra "que no sabía nadie". Y con David Gubitsch, en un dúo íntimo de guitarra y electrónica, A estos
hombres tristes, de Almendra.
El final, emotivo, fue con Los libros de la buena memoria, una más de Spinetta. "No hay otra", dijo el guitarrista
después de dos horas de concierto. Una forma diferente de mirar veintiocho años atrás y decir: valió la pena.
http://www.clarin.com/diario/2005/08/29/espectaculos/c-00705.htm
Espectáculos
Domingo 14 de Agosto de 2005
Pasado mañana, en el Presidente Alvear
Desde sus raíces hacia el modernismo
Fotos
Gubitsch y Caló, en Buenos Aires
Una propuesta que fue ahondando sus raíces en el tango y expandiendo
su copa hacia una amplitud armónica que, sin emparentarse
directamente con el lenguaje jazzístico, desarrolla la improvisación
como una forma estética. Un enclave de porteñismo moderno en el
corazón mismo de París viene a Buenos Aires, con el guitarrista Tomás
Gubitsch y Caló regresan con una
Gubitsch y el pianista Osvaldo Caló. Esta dupla, con más de veinte años propuesta de madurez emocional
de camino compartido, estará en el escenario con Juanjo Mosalini en
Foto: Julián Bongiovanni
bandoneón, Sebastián Couranjou en violín y Eric Chalan en contrabajo.
Mientras que Gubitsch regresa al país después de 28 años en Francia,
Caló no perdió contacto físico con la Reina del Plata y cada tanto pasea su música por Buenos Aires. Su
regreso parece encontrarlos en un proceso de madurez musical en el que la profundidad no quita
frescura, ni el tiempo, calidez interpretativa.
Corría el año 1977, un tiempo un poco complicado para los artistas, y Gubitsch formaba parte del grupo
del bandoneonista Rodolfo Mederos y de Luis Alberto Spinetta, que acababa de desarmar Invisible. Caló,
por su parte, era el pianista de Nito Mestre y alumno aventajado de órgano de Santiago Giacobbe. Ambos
recibieron el llamado de Astor Piazzolla para integrar el octeto eléctrico. El gran bandoneonista había
terminado su etapa con el noneto y se proponía, a la manera de Chick Corea, con "Spain", introducirse a
través de grupos más eléctricos en un público más joven.
Viajaron a Europa y comenzaron lo que sería una gira inconclusa que no terminó de la mejor manera. "La
idea inicial era hacer una gira de siete meses, según recuerdo, pero terminó a los dos meses y medio, con
un clima de malentendidos que, posiblemente, dejaron algunas heridas", comentó Caló.
Para Gubitsch, la diferencia generacional fue determinante en la falta de continuidad que tuvo este
proyecto. "Piazzolla volvió a Buenos Aires y retomó sus formaciones más tradicionales", dijo Gubitsch.
Lo concreto es que ambos se quedaron en París. "Buenos Aires, desde París, no parecía un lugar vivible.
Además, el consulado argentino en Francia no me dio el pasaje de regreso, que lo tenían ellos, debido a
que había participado en un par de marchas contra la dictadura argentina", recordó el guitarrista.
A fines de la década de los años setenta comienzan a trabajar de manera conjunta. Tras unos años en
dúo, se integra el contrabajista Juan Paul Celea, que define, por así decirlo, la atmósfera que tendrá el
grupo. Desde ese momento, Gubitsch y Caló expandieron el club hasta el quinteto, con alguna que otra
experiencia con orquestas sinfónicas.
Respecto de la crónica falta de percusión en sus combos, Caló explicó que los resultados, por ejemplo,
del tango con la percusión nunca fueron concluyentes. "Creo que de la música que hacemos, basada sobre
el tango pero desarrollada hacia el jazz, es más importante lo que no se dice. La falta de acentuaciones
en los tiempos fuertes y la introducción de cambios, a partir de diferentes arreglos, hace que no sintamos
la necesidad de su participación", dice Gubitsch.
Para Caló, la percusión genera la pérdida de misterio en la música que traen. "Diría que parasita el ritmo
de la obra, la hace redundante."
El grupo presentará música original de Gubitsch con arreglos de Caló que puesta a definirla tiene un
sonido porteño. "Estamos en un camino musical que no sentimos predeterminado. Intentamos dejar una
forma de desarrollo musical en el que las raíces están a la vista", dijo el guitarrista.
http://www.lanacion.com.ar/entretenimientos/nota.asp?nota_id=729931
LA NACION | 14.08.2005 | Página 11 | Espectáculos
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Martes, 16 de Agosto de 2005
ENTREVISTA A TOMAS GUBITSCH
Los exilios del rock y el tango
Después de 28 años de vivir en París, donde se radicó por las amenazas de la dictadura, el
guitarrista que tocó con Spinetta y con Piazzolla, entre otros, vuelve a tocar en Buenos
Aires.
POR CRISTIAN VITALE
@“Esto es surrealista para mí.” Tomás Gubitsch no lo puede creer aún. Hace tres
días que pisó suelo argentino después de 28 años de vivir en París; la calle
Ayacucho, que habrá pateado seguido en sus épocas de joven pelilargo y hippón,
se le torna extraña cuando la surca después de tanto tiempo. Muy extraña. “Me
sorprende cada cosa que veo: baldosas, chapitas en la calle. Estoy como un
pelotudo”, lanza con un leve tono afrancesado. Para entrarle mejor al personaje, se
trata de aquel guitarrista que anonadó a Luis Alberto Spinetta en plena época de
Invisible. Poco antes de grabar El jardín de los presentes, en 1976, Luis transformó
el trío que había grabado los dos primeros discos (Invisible y Durazno sangrando)
en cuarteto y desdobló su guitarra con la de Gubitsch para sumarles brillo a
canciones sin tiempo, entre ellas aquel bellísimo instrumental llamado Alarma entre
los ángeles, en el que el intrépido joven de 18 años demostraba una velocidad y una
precisión sin precedentes.
“Además de grabar en el disco –rememora en la entrevista con Página/12– toqué en
el Luna Park, donde lo presentamos y nunca había tenido tanto miedo en mi vida.
Había 12 mil personas y todavía no sé cómo salí a tocar. Estaba temblando.” En
aquel concierto, que Spinetta dedicó a los marginados del mundo, Tommy trocó los
insultos del público –que rechazaba la incorporación de un integrante extra al trío–
por sentidísimos aplausos. Sus fraseos en otras gemas como Ruido de magia o Los
libros de la buena memoria conmovieron a la platea. “Después hicimos otro Luna y
la banda terminó separándose”, agrega, mientras fuma compulsivamente. La única
Gubitsch actúa hoy con su
experiencia previa de Tommy había sido con Rodolfo Mederos y su Generación 0 –
Quinteto en el Teatro Alvear, el
grabó De todas maneras– e Invisible fue el puente que lo depositó en Piazzolla.
viernes en la Alianza Francesa y el
“¡Astor me convocó para el Octeto!, fue increíble para mí”, dice aún con cierto
sábado en el Rojas.
asombro.
Pero no todas fueron rosas. Más surrealista –o no– que la sensación que siente hoy
al pisar nuevamente suelo porteño (se presenta con su quinteto hoy en el Teatro Alvear, el viernes en la Alianza Francesa
y el sábado en el Centro Cultural Rojas) fue la razón que lo obligó a radicarse en Francia. En marzo de 1977 Gubitsch
viajó con el octeto electrónico para encarar una gira por Europa y se le dio por hablar de las atrocidades que estaba
cometiendo la dictadura argentina. “El Consulado argentino me confiscó el pasaje y, cuando quise recuperarlo, me dijeron
que por las cosas que había dicho y por las manifestaciones en las que había participado, no podían garantizar mi
seguridad en Buenos Aires: yo tenía mis ideas izquierdistas como mucha gente en la época, pero muy poca conciencia de
lo que eso implicaba. En realidad, era de una izquierda que mezclaba el rock, el pelo largo y la mitología del Che”, evoca.
–¿Le pusieron alguna condición para devolverle el pasaje?
–Sí. Que sacara solicitadas en los diarios diciendo que había sido manipulado por el marxismo internacional. Los mandé a
la mierda. Fue algo normal lo que hice, pero bueno, no les gustó. Fue una amenaza disfrazada de advertencia.
–¿Qué le dijo Piazzolla sobre el incidente?
–Y... hubo disidencias que no me imaginaba. Para mí fue una desilusión terrible. El era la revolución del tango y me
desilusionó su diferencia de actitud entre la música y la cosa política. Suele ocurrir en muchos casos; Wagner era un
antisemita terrible también. Con esto no quiero decir que Piazzolla era un facho, pero estaba en la suya y tenía miedos.
Igual, pese a que éticamente no puedo justificarlo, él hizo una música impresionante y eso no se lo saca nadie.
–¿Pero qué pasó en concreto?
–En un concierto en Italia nos dio instrucciones, diciendo que no había que hablar demasiado, que los europeos pensaban
cosas, pero que no había que atentar contra la imagen del país. Yo pensaba: ¡el país no es Videla!
Por sus “atrevimientos”, Tommy no pudo volver al país hasta 1983, y después ya no quiso. “La pasé duro al principio: allá
contabas que habías tocado en el Luna Park y quién te creía: nadie. Ni siquiera saben si Buenos Aires está en Brasil, pero
de pedo me contacté con músicos y conseguí laburo.” Se casó con una francesa, tuvo tres hijos y trabajó con el maestro
jazzero Stephane Grapelli, también con Steve Lacy, Luc Ferrari, Nana Vasconcelos y Georges Moustaki, entre otros.
Paralelamente, se hizo amigo de otro músico que había acompañado a Piazzolla, el pianista Osvaldo Caló, y ambos
formaron diversos proyectos que lo alejaron cada vez más de la intención de volver a su tierra. Grabaron varios discos
juntos: Resistiendo a la tormenta, Sonata doméstica, Contra vientos y mareas, Diálogos, ninguno editado en la Argentina.
Desde 1992 archivó la guitarra en el ropero para escribir música contemporánea, música incidental para cine y dirigir
orquestas. “Una especie de doble vida que antes intentaba ocultar, pero que ahora resalto orgulloso –reconoce–. Es
divertido dirigir una orquesta y tocar la guitarra eléctrica.” Luego de 13 años, entonces, les sacó el polvo a las guitarras y
regresó con el quinteto que presentará en Buenos Aires: el mismo Caló en piano, Sebastián Couranjou en violín, Juanjo
Mosalini en bandoneón y Eric Chalán en contrabajo. “Es un quinteto onda Salgán, pero no tanto. Yo pienso que existe un
tango de cada uno: no creo en esas dicotomías que dicen esto es tango, aquello no. Cada uno tiene su propio tango.”
–Una elipsis ideológica hacia sus orígenes con Mederos...
–La diferencia es que cuando él me llamó, yo no sabía un carajo de tango, que en esa época era cosa de viejos, de
marcianos. Mederos me hizo descubrir a Troilo, a Salgán, a Pugliese y dije “puta, qué interesante es esto”. Pero ni se lo
contaba a mis amigos, porque era un quemo: había que hacer rock con la guitarra al mango.
–Y fue lo que hizo en Invisible.
–Una locura. Luis era y es lo máximo en talento. Yo escuchaba Almendra cuando tenía 12 años y lo sigo escuchando hoy.
Y de repente me encontré tocando con él, porque nuestros hermanos eran amigos, y Gustavo, el suyo, le habló de mí. Fue
todo muy rápido, zapada en la casa, convocatoria “formal” y yo en Invisible. Alucinante. En Francia vi un montón de grupos
de rock y me di cuenta de que los argentinos teníamos un complejo terrible. Puedo asegurar que si comparás El jardín de
los presentes con discos de grupos de la época, que nosotros veíamos como dioses, aquél suena mil veces mejor.
–¿Cómo congeniaban con Luis en guitarra?
–Yo quedé como primera guitarra, porque se estilaba eso, pero no era así en realidad. Tal vez yo era más hábil
técnicamente, sabía más de música, pero Luis tenía un sonido impresionante y un alma rockera que me superaba
ampliamente.
–¿Por qué?
–Porque yo ya estaba pervertido por el tango.
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16.08.2005 | Clarín.com | Espectáculos
MUSICA | ENTREVISTA CON TOMAS GUBITSCH
El regreso del elegido por los grandes
El ex guitarrista de Mederos, Spinetta y Piazzolla vuelve con su
quinteto tanguero después de 28 años.
Gabriela Saidon
Hasta hace exactamente una semana, cuando aterrizó en Ezeiza,
Tomás Gubitsch no pisaba suelo argentino desde que se fue, en
1977. "Hay esquinas que conocía de memoria y ahora no las
reconozco", dice el guitarrista de 47 años, café de por medio, en
una oficina del Centro Rojas, donde dará el tercer concierto con su
quinteto (Osvaldo Caló —ex Nito Mestre y los Desconocidos de
siempre— en piano, Juanjo Mosalini en bandoneón y los franceses
Sébastien Cauranjou en violín y Eric Chalan en contrabajo). Hoy se
reencuentra con el público argentino (ver Información).
Los que lo conocen, los que lo oyeron tocar en los '70 de la
dictadura, con Invisible, de Luis Alberto Spinetta, le dicen Tommy
Gubitsch. Y lo recuerdan como la guitarra fina del rock. Pero él quiere dejar claro que "éramos dos guitarristas.
Nuestros roles eran intercambiables. Luis es un guitarrista impresionante, más allá de lo técnico. En el disco que
grabamos juntos, El jardín de los presentes, hay la misma cantidad de solos de cada uno".
Antes de entrar en Invisible, a los 17, mientras descubría el tango de la mano de Rodolfo Mederos —con quien
comenzó a tocar—, fue a ver un recital del grupo y se lo llevaron preso. "Fue la última vez que me llevaron en
cana", dice. De su debut con Invisible, nada menos que en el Luna Park, recuerda "el recibimiento de esos monos
de azul".
A los 19, Gubitsch y Caló partieron a París con Astor Piazzolla para integrar el octeto electrónico con el que el
bandoneonista realizó una gira europea en 1977. Se abrieron al saber que la gira estaba "bancada por la Junta
militar. Mi pasaje de vuelta me lo confiscó el consulado argentino en París, y nunca más lo pude recuperar". Y si
bien allí terminó su participación con Piazzolla, Gubitsch quiere dejar en claro que "eso no le quita mérito como
músico. No sólo es un compositor insuperable, sino que como instrumentista era genial".
Radicado en París, incursionó en la composición. En un frondoso "prontuario musical", que incluye arreglos y
coautoría con músicos que van del Chango Farías Gómez a Georges Moustaki, y la dirección orquestal, resalta la
Sans cesse suite, una experiencia musical con desocupados.
Hoy, Gubitsch vuelve con su vieja y querida guitarra, y un trabajo sobre el tango y la música contemporánea con
su quinteto. Dice que de los grupos nuevos que hoy revalorizan el tango "de Piazzolla para atrás" conoce poco y
nada. Por eso, dice, "vengo a tocar,pero también a escuchar".
http://www.clarin.com/diario/2005/08/16/espectaculos/c-00801.htm
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Domingo, 21 de Agosto de 2005
NOTA DE TAPA
Los dedos mágicos
Con precoces 15 años, fue parte de Generación Cero, el grupo de tango experimental de
Rodolfo Mederos. A los 18, ya formaba parte de Invisible, la legendaria banda de Luis
Alberto Spinetta, y grababa en uno de los mejores discos del rock nacional, El jardín de los
presentes. Y como si fuera poco, Astor Piazzolla lo invitó a formar parte de su octeto
electrónico y a emprender una fatídica gira por Europa. Anclado en París desde aquel 1977
en que Piazzolla lo dejó duro y sin pasaje, Tomás Gubitsch, el eslabón perdido en la larga
cadena de grandes guitarristas de la música argentina, regresa por primera vez a Buenos
Aires. En esta entrevista habla de todo y de todos.
Por Oscar Jalil
Entre los más conspicuos seguidores de la obra de Luis Alberto Spinetta, el nombre
de Tomás Gubitsch permanece instalado en el recuerdo como aquel guitarrista
adolescente que participó del último disco de Invisible. Después poco y nada se
supo del chico maravilla que se codeaba junto al Flaco en los intrincados y
luminosos momentos de El jardín de los presentes, una de las obras maestras del
rock argentino. Cómo olvidarlo, si era el cuarto integrante que le devolvía a Spinetta
esa formación de banda clásica que antes sólo había practicado con Almendra.
Para Gubitsch, que venía de tocar con Rodolfo Mederos y Generación Cero, fue
como vivir en Marte o, mejor aún, estar colgado de la Nave del Capitán Beto. Pero el
idilio duró un suspiro. Entre agosto y diciembre de 1976, Invisible colmó dos Luna
Park y el segundo de estos conciertos marcó el final del grupo. Pero a Gubitsch no
lo alcanzó el bajón: recibió una invitación de Astor Piazzolla para acoplarse al octeto
electrónico con vistas a una gira europea que promovería un serio contacto entre el
tango y el rock. Ahí comienza a nublarse la suerte del guitarrista, que junto al
pianista Osvaldo Caló deciden instalarse en Francia y comenzar una prolífica
carrera que incluye varios discos a dúo, bandas de sonido y hasta la participación
en la mítica película de Hugo Santiago, Las veredas de Saturno (1985). Radicado
en Francia desde hace 28 años, Gubitsch nunca más regresó al país. El exilio
forzoso, con una activa participación de denuncia contra la empresa criminal que
asolaba a la Argentina, se transformó en residencia permanente, donde la
inspiración tanguera persiste y la influencia de la música contemporánea forma un
repertorio que, finalmente, mostrará en Buenos Aires al frente del Gubitsch-Caló
Quinteto. Desde París, el pibe que Spinetta bautizó como Tommy Gubitsch habla
sobre el largo periplo que lo condujo a vivir casi tres décadas anclao en París.
Gubitsch-Caló Quinteto se
presentará el s ábado 27 en el
Centro Cultural Ricardo Rojas
(Corrientes 2038). Como invitados,
estarán los pianistas Osvaldo
Caló, Ernesto Jodos y Adrián Iaies,
el guitarrista Carlos Casazza, el
saxofonista Luis Nacht, la cantante
Silvana Deluigi y algunos otros
invitados sorpresa.
Un niño marciano
Foto: Nora Lezano
Antes de conocer a Mederos, a Spinetta y a Piazzolla, Tomás ya sabía cómo era
eso de moverse entre amables genios inadaptados. “Nací en una familia de intelectuales. Lo importante no era la plata –
que no teníamos– sino la cultura. Por casa pasaban más o menos todos los escritores, pintores, filósofos, actores y
músicos que contaban en aquella época. Conservo recuerdos de Borges, Xul Solar, el Mono Villegas y de muchos más. Mi
padre era un gran melómano, la casa estaba invadida de libros, discos e instrumentos de música y, a partir de mis siete u
ocho años, nos llevaba al Colón con mi hermano Dyuri. Mi padre tenía la biblioteca más impresionante que uno se pueda
imaginar. Nunca supe de qué color eran las paredes de mi casa: estaban tapizadas de dobles estanterías con libros en
castellano, inglés, alemán, francés, húngaro, checo, latín, griego, hebreo, etc. A tal punto que el mismísimo Borges venía a
consultar ejemplares únicos, o la correspondencia de mi viejo con Hermann Hesse, o las primeras traducciones de Kafka
en castellano que había hecho él. Creo saber que esa biblioteca fabulosa terminó siendo donada, entre otras, a la
Biblioteca Nacional. El Buenos Aires de la posguerra era un vivero de gente extraordinaria: Gombrowicz, Berni, Gómez
Cornet, Soldi, Bioy Casares y tantos otros que olvido. Y mi viejo formaba parte de esa gente con culturas enciclopédicas
como Alejo Carpentier o Umberto Eco. A uno de los pocos grandes escritores argentinos que no conocí de chico fue a
Cortázar, pero tuve la suerte de conocerlo más tarde en París, y hasta de componer parte de la música de una película
sobre él. Pienso que mi padre hubiese querido ser artista. Hace poco escuché por la radio una vieja grabación de Sartre
diciendo que el deseo (no necesariamente enunciado) de los padres forja el destino de los hijos. Sorprendentemente
freudiano de su parte. Parece un tango.”
Esos estímulos culturales, ¿cómo se traducían en la música?
–En las visitas al Teatro Colón descubrí a Bach, Mozart, Beethoven, Brahms, Mahler y hasta la tetralogía de Wagner in
extenso. Esto se lo desaconsejo a todos los padres que quieran iniciar en la música a sus hijos. Es una opinión puramente
personal. Pienso que Wagner y los post-románticos en general llevaron el desarrollo temático a tales extremos, que hace
falta una cultura musical muy sólida para entender cabalmente el discurso musical. En todo caso, lo que es seguro, es que
yo no la tenía a los 8 años... Pero el verdadero primer violentísimo shock musical fue Stravinsky y su Consagración de la
Primavera. Casi simultáneamente, escuché a Los Beatles. Y con ellos, la guitarra apareció como una elección natural. A
los diez años escuchaba en “loop” Sgt. Pepper’s y Petrushka, me la pasaba todo el día inventando musiquitas y tocando.
El rock es la música de mi generación y de la música clásica o contemporánea no le hablaba a nadie, porque quedaba
medio marciano.
Siendo muy chico integraste el grupo de Rodolfo Mederos. ¿Cómo llega un pibe tan joven a formar parte de ese grupo,
cómo fue la experiencia y cuál era tu conexión con el tango?
–Mi “acto fundador” para ser músico fue la compra de un amplificador (malísimo) made in Argentina, pero con nombre
inglés. Probándolo, me escuchó tocar alguien del negocio de música y me propuso participar en una grabación “de
endeveras”. Yo tenía 15 años y no lo podía creer. Me escapé del colegio gracias a la complicidad de dos amigos que me
esperaban con la guitarra en la esquina. La grabación salió bien y la compañía de discos que la produjo me propuso un
contrato inmediatamente. Eso era aún más increíble. Fueron ellos quienes me pusieron en contacto con Rodolfo, que,
recuerdo perfectamente, buscaba un cantante y quería salir del tango. “Toda frontera que impide entrar, también impide
salir”, solía decirme. Le dije que no cantaba y que de tango no sabía nada. Fue él quien me hizo escuchar a Troilo, a
Salgán, a Pugliese y a Piazzolla. Con ellos descubrí que existía una polenta rítmica común entre el rock y el tango. Pero,
en aquella época (más o menos 1973), decirles a mis amigos que tocaba con un bandoneonista era casi vergonzoso, era
“un quemo”. El tango era la música de los viejos. Sentía que ahí había algo realmente grosso, auténtico y emocionante
para investigar... Todo esto, y mucho, muchísimo más, se lo debo a Rodolfo. Un hombre que tuvo confianza en un pibito
de 15 años y que se comportó como un maestro y un verdadero amigo. Siempre.
Si me llama Lennon...
Aquella sintonía entre Mederos y Gubitsch dejó un disco clave para entender las tempranas conexiones entre el tango, el
jazz y el rock: De todas maneras, el álbum de Rodolfo Mederos y Generación Cero generó controversias entre las
dotaciones de puristas de los diferentes bandos en pugna. Para Gubitsch fue la vía de acceso hacia otro espacio de libre
pensamiento. “Desde el primer disco de Almendra, Luis Alberto era ‘el’ músico y poeta que admiraba de aquello que se
llamó el rock nacional (detesto esa definición, de nacionalismo no había nada). El último concierto de rock que había ido a
ver fue, precisamente, uno de Invisible en trío, con esa base demoledora y sutil que formaban Pomo y Machi. Terminé en
cana, como la mitad del público. Pocas semanas después, me encontraba zapando con ellos. Y pocos meses más tarde,
grabando El jardín de los presentes y tocando en mi (casi) primer concierto en el Luna Park ante más de 12.000
personas... a los 18 años. Vivía en un sueño. En medio de una realidad política insoportable de la cual yo era
extremadamente consciente.
¿Cuál fue tu aporte y, a la distancia, qué te sucede con uno de los discos más importantes del rock argentino?
–Invisible ya tenía una historia larga y creativa antes de mi entrada. Mi aporte creo que fue mi pequeña cultura musical
clásica y tanguera de aquella época, que Luis ya había anticipado en Almendra, con “Laura va” y “A estos hombres
tristes”. Para mí, bastaba con escuchar la voz de Luis Alberto para estar feliz. Su manera de cantar, de escribir y de tocar
me sigue pareciendo única, y no sólo en Argentina. Donde sea. En cuanto a Machi y a Pomo, el tempo, el sonido, el
groove y la invención que generaban, hacían que te salieran alas para tocar. Antes que cualquier otra cosa, ensayar, tocar
en vivo o grabar eran placeres enormes. Y nadie puede imaginarse lo que era el sentido del humor de ese grupo... Si
hubiésemos producido tanta música como carcajadas, ¡tendríamos que haber hecho un disco triple!
Pero en un momento le dijiste al Flaco que si te llamaba Piazzolla vos dejabas Invisible...
–Sí. En el momento de mi entrada al grupo, tuvimos una discusión muy seria en la cocina del lugar donde ensayábamos.
Las condiciones eran muchas y los compromisos tomados debían ser respetados. Yo pedí poder seguir tocando con
Rodolfo, claro, y efectivamente, en joda, dije que si Piazzolla me llamaba, me iba con él. Nos matamos todos de la risa y
Luis dijo: “Si me llama Lennon, ¡yo también me voy!”.
¿Es tu hermano el que aparece en la foto de tapa de El jardín de los presentes?
–Sí, es mi hermano mayor, Dyuri. El era muy amigo de Gustavo Spinetta, el hermano de Luis. Gracias a Gustavo pude
conocer al Flaco.
Piazzolla y la dictadura
Casi al mismo tiempo en que Invisible empezaba un proceso de disolución, llegó la invitación de Astor Piazzolla. Y esta
vez no era broma. En palabras de Gubitsch, la relación entre Spinetta, Pomo y Machi ya estaba deteriorada y la entrada
del joven guitarrista precipitó el final. En los primeros meses de 1977 comenzó la gira europea como miembro del Octeto
Electrónico; la experiencia también quedó registrada en un disco: Olympia ‘77, un álbum en vivo donde Piazzolla revelaba
un acercamiento al rock y otros deslices. A pesar del privilegio que significó para Gubitsch integrar esa formación, el
periplo término en escándalo internacional. “Yo no pensaba irme definitivamente. Me enteré en Italia (nuestro primer
concierto con el octeto de Astor) de que la gira estaba bancada por el gobierno militar. Mi exilio lo decidió la dictadura y el
consulado de París, que había confiscado mi pasaje de vuelta y que me exigía hacer una declaración pública pro-dictadura
en varios diarios. De más está decir que los mandé a la mierda. Es casi una especie de costumbre familiar: mis padres
llegaron a Buenos Aires huyendo del nazismo. Espero sinceramente que este fastidioso deporte turístico se corte acá y
que mis hijos no tengan que emigrar a Nueva Zelanda o a Madagascar.”
¿Qué sucedió exactamente?
–Esta es una pregunta delicada y es muy importante aclarar ciertas cosas. Está claro que Astor fue un instrumento, a
sabiendas, de la propaganda de la Junta de psicópatas que gobernaban nuestro país. Por ambición personal, por incultura
política, por cobardía o por lo que fuera. Está claro también que en esto nada tienen que ver los miembros de su familia, a
varios de los cuales conocí en diversas circunstancias. También queda claro que esto no le resta nada, absolutamente
nada, a su talento ni a la validez de su obra. Antes de un concierto en Italia nos dijo que no habláramos demasiado para
no atentar contra la imagen del país, y sé que lo que digo acá es doloroso para muchos. ¿Cómo es posible querer y
emocionarse con la música de alguien que se comportó tan mal en esas épocas de barbarie institucionalizada? Nos
podemos preguntar lo mismo con respecto a gente como Céline o Heidegger. Entonces, lo que pudo haber sido la
desilusión de un pibe de 19 años que tocaba la guitarra con él... y la bronca y el dolor ante las calumnias que profirió sobre
mí y los demás músicos del octeto electrónico en una época en la que yo no podía contestar. Nuestros pasajes de vuelta
fueron inmediatamente confiscados por el consulado de París hasta, teóricamente, el final de la gira con Astor. Me resultó
muy sospechoso. De hecho, cuando quise recuperar los pasajes, el cónsul de aquella época me convocó en su lujosísima
oficina y me explicó que, para “garantizar mi seguridad”, yo debía publicar una solicitada en varios diarios diciendo que
había sido manipulado por el marxismo internacional, que apoyaba a la Junta y no sé cuántas aberraciones más. Todavía
me acuerdo de su cara cuando lo mandé a la mierda. Mis delitos en 1977 fueron simplemente denunciar lo que estaba
pasando: las desapariciones, las torturas, la ausencia de justicia y de libertad, el terrorismo estatal, la represión brutal en
entrevistas, conciertos y en manifestaciones tipo Amnesty International. Participé, como tantos otros, en la muy
grandilocuentemente llamada resistencia internacional. A mí lo único que me importaba era que nuestro país volviese a la
democracia y que los criminales que nos gobernaban fuesen juzgados.
Esa situación te forzó a exiliarte...
–Yo diría mi actitud política, más bien humana, mis declaraciones, mis actuaciones con Amnesty me forzaron al exilio. Y
los exilios nunca son fáciles: perdí a mi país y a mis amigos. Pero, nuevamente, no exageremos: una cosa es pasarla mal
en París y otra cosa es ser torturado o desaparecido en Argentina. Los héroes de aquella época son los que tuvieron que
quedarse y bancársela.
¿Cómo continuó tu vida en Francia y por qué nunca más volviste?
–Grabamos muy rápidamente un disco con el Chango Farías Gómez, en el que participaron también Juan José Mosalini,
Gustavo Beytelmann y Enzo Giecco, entre otros. Continuamos juntos, pero sin el Chango y armamos otro grupo, de tango
actual, digamos. Después, todo se fue encadenando. Sin darme cuenta, me encontré tocando con músicos admirables,
desde Steve Lacy (el legendario saxofonista de Monk), hasta Grapelli (el violinista de Django Reinhardt), pasando por
Jenny-Clark, Portal, Nana Vasconcelos, Mino Cinelu, y otros monstruitos internacionales de ese calibre. ¿Por qué nunca
más volví? Es una de las respuestas que espero encontrar con este viaje.
Doscientos años
En la letra de “Doscientos años”, tema incluido en El jardín de los presentes, Spinetta pide una palabra, una forma o, tan
sólo, una simple respuesta. Tomás Gubitsch descubrió algunas respuestas muy lejos de casa. Además de formar una
familia, aquel pibe que todavía asombra desde el último disco de Invisible con esos acordes poseídos de “Alarma entre los
ángeles”, encontró un aliado en la enorme personalidad musical de Osvaldo Caló. “No sólo es un músico totalmente fuera
de serie, como los hay muy pocos, sino que nuestra cultura musical es extremadamente gemela. Ambos tenemos una
cultura clásica, rockera y, ahí apareció la cosa, cuando llegó la hora de decirnos: Ahora hagamos lo que realmente
queremos hacer. Si bien soy el compositor, Osvaldo tiene un rol fundamental en la dirección artística de lo que hacemos,
desde siempre. Cuando se trata de ser auténtico, no sé si uno “elige” la música. Creo que es más bien la música la que te
elige. Y la música que nos salió es muy tanguera. Si saco las cuentas, hace más de 30 años que estoy en contacto con
ciertas formas del tango. Se ve que eso no se hace impunemente.”
¿La atención extramuros que vive el tango es una de las razones de su resurgimiento?
–Eso ya ocurrió en el alba del tango. En Argentina era considerado como música de reos, de gente dudosa. Un poco como
lo fue más tarde el rock... Si se le dio bola al tango, hablo de principios del siglo pasado, fue porque tuvo éxito en los
salones europeos; y recién ahí, con ese eterno complejo tan nuestro que pretende que lo de afuera siempre es mejor, nos
pusimos orgullosos de esa música del bajo fondo, hecha de cachos de culturas de emigrantes italianos, judíos de Europa
central, africanos, españoles, alemanes, etc. Honestamente, las cuestiones de modas, auges y tendencias, me importan
muy poco. Dejémosle eso a la televisión.
¿Cómo te llevas con el tango electrónico?
–Nunca fui ni seré de aquellos que piensan que lo de antes era bueno y que lo actual no lo es. Cada generación tiene sus
talentos y, mientras las compañías de discos no se metan a imponer sus leyes, toda generación producirá cosas válidas. E
inclusive a pesar de dichas compañías, nadie puede amordazar a los sueños, siempre aparecerá algún Coltrane, algún
Hendrix y, hoy en día, algún talento descomunal como el de Björk. Me da la impresión de que el tango electrónico es un
género que está, momentáneamente, en pañales. Retrospectivamente, cuando escuchás el principio de lo que fue más
tarde el rock, no se puede decir que haya habido puras joyas... Yo prefiero conservar las orejas y la cabeza abiertas a lo
asombroso.
¿Por qué raz ón en Francia se conoce más tu faceta de compositor que tu trabajo como guitarrista?
–Después de tocar muchos años en dúo con Osvaldo, se nos sumó Jean-Paul Celea, el ex bajista de John McLaughlin.
Tras más de diez años de giras, conciertos y grabaciones en dúo y en trío, en el ‘91 recibí un encargo del Ministerio de la
Cultura de Francia para componer un concierto para trío y orquesta sinfónica. A partir de ahí, se me empezó a conocer
más como compositor y, más tarde, como director de orquesta. Porque, paralelamente a mi vida de intérprete y compositor
de música (hipotéticamente) popular, nunca dejé de componer eso que llaman “música contemporánea”. Finalmente, Los
Beatles y Stravinsky siguieron cohabitando...
¿Qué estás presentando en Buenos Aires?
–El nuevo quinteto que codirigimos con Osvaldo. Mi música. Nuestra música. Y algunas otras cositas. Un resumen salvaje
de lo que estuvimos haciendo durante casi tres décadas y, sobre todo, nuestros nuevos temas, compuestos –en el fondo,
como todos los demás– para ser tocados en la Argentina. Esta vez, con Juanjo Mosalini (bandoneón), Sébastien
Couranjou (violín) y Eric Chalan (contrabajo). Flor de músicos. El 27, en el Centro Cultural Rojas, será un encuentro con
grandes músicos que no conozco (entre otros, Iaies, Jodos, Nacht, Casazza, etc.) y otros que conozco. Lo que tampoco sé
es qué tocaremos. Y eso es lo que me seduce.
¿Cómo es estar anclao tanto tiempo en París?
–Me resulta extremadamente difícil contestar esto. Si se trata de una pregunta personal que apela a respuestas que
develarían parte de mi intimidad, con mi música basta y sobra. Si se trata de una pregunta general, diría que es genial,
increíble, difícil, magnífico, ridículo, hermosísimo, complicado, asombroso, fácil, gracioso, triste, emocionante... Sé que es
un privilegio, pero que cada escalón que subís te lo tenés que ganar solito, nadie te regala nada. Y que mientras más
arriba estás, mayor es tu conciencia de que nunca nada está adquirido definitivamente. Muchos, y muy buenos, esperan el
turno de ocupar tu minúsculo pedacito de peldaño. En cierto sentido, estar “anclao en París” es una lección cotidiana de
modestia obligatoria. Basta con pensar que donde vivo yo, también vivieron hace poco Picasso, Stravinsky, Braque, Satie,
Camus, Ravel, Calder, Debussy, Cocteau, Sartre, Yankelevitch, Levinas, Foucault, Derrida y muchos, muchos más. Si
algún día se te suben los humos a la cabeza, la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el Louvre, Nôtre Dame y todos los puentes
del Sena se revuelcan de la risa burlándose de tu soberbia.
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Domingo, 21 de Agosto de 2005
Eslabón perdido
Por Diego Fischerman
En 1955, Astor Piazzolla escuchó el Tentette de Gerry Mulligan en París. De vuelta
en Buenos Aires, creó un octeto. Si los pequeños grupos, en el tango –los sextetos
de De Caro o de Vardaro–, funcionaban como versiones reducidas de las orquestas,
con sus filas de bandoneones y de cuerdas, ese octeto era algo diferente. Cada
instrumento tenía allí su propio papel en la trama. Y, además, hacía su aparición un
instrumento totalmente nuevo para el género: la guitarra eléctrica. Después, en el
nuevo octeto de 1963, y más tarde en el grupo con el que tocó, en 1968, María de
Buenos Aires, aparecería el vibráfono.
El tono camarístico, las aristas de las frases à la cool jazz y los timbres de esos
grupos eran los de la época y, sobre todo, los que consumían los jóvenes más o
menos cultos de Buenos Aires: el Modern Jazz Quartet, Jim Hall junto a Paul
Desmond, Dave Brubeck, Wes Montgomery. En 1977, Hendrix ya había muerto, la
Banda del Sargento Pepper cumplía una década y Miles Davis ya hacía ocho años
que había señalado un camino que cambiaría el sonido del jazz para siempre. Los
nombres del momento eran Chick Corea junto a Return To Forever, Weather Report
y la Mahavishnu Orchestra de John McLaughlin. Pero el sonido de Piazzolla seguía siendo el mismo –aunque continuara
hablando de revoluciones incomprendidas–. Los músicos del ya constituido –y hasta mitificado– rock nacional, que casi
como un rito iniciático habían escuchado María de Buenos Aires en el ‘68 –el año de “Todo el hielo en la ciudad”, el primer
single de Almendra–, aborrecían el tango pero admiraban a Piazzolla. Y el bandoneonista, que había despreciado a los
Beatles y miraba el rock desde la posición de el que sabe música, tratándolos habitualmente de ignorantes, empezó a
hablar bien, entre otros, de Luis Alberto Spinetta. Le gustaba, además, Emerson, Lake & Palmer.
Piazzolla formó entonces un nuevo grupo en el que había, además de piano, bandoneón y violín –que más tarde
reemplazó por flauta y saxo–, órgano eléctrico, sintetizador, batería, guitarra y bajo eléctricos. Hubo una primera versión
de ese octeto, y en 1977 una nueva formación que armó su hijo Daniel, en Buenos Aires, para que se reuniera con Astor
en París. Allí estaba un guitarrista de 19 años, de un virtuosismo notable, que había integrado el grupo de Rodolfo
Mederos e Invisible, junto a Spinetta. Tomás Gubitsch era el improbable eslabón entre tres mundos estéticos que, cuando
no se aborrecían, se miraban con desconfianza: el tango, el jazz y el rock. Un sonido de época, que se infiltraba hasta en
las músicas de los noticieros oficiales de la dictadura militar acabó por unir, por primera y única vez, universos tan
paralelos como intocables entre sí.
Gubitsch se quedó en París, allí tocó con músicos de la talla de Martial Solal, Stéphane Grapelli y Steve Lacy, y se dedicó
a componer. Ahora regresa a Buenos Aires para tocar después de 28 años de ausencia. Y lo interesante es que su estilo
actual es una continuación de una línea que, en Buenos Aires, quedó trunca y olvidada. En un panorama en el que los
nuevos músicos de tango hacen, de nuevo, viejos tangos y tratan de parecerse lo más posible a Pugliese o a un Piazzolla
ya definitivamente canonizado, Gubitsch, tal vez por estar lejos y no sentirse obligado a ninguna pleitesía en particular,
hace una música que abreva en Piazzolla, desde ya, pero también en el rock progresivo y en John McLaughlin.
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EL CIUDADANO - Rosario - Domingo 21 de agosto de 2005
MÚSICA. Esta noche, a partir de las 21.30, en el Centro Cultural Parque de España
Un quinteto de tango con aires parisinos
Una cita imperdible con el guitarrista Tomás Gubitsch y el pianista Osvaldo Caló
Diego Giordano
Esta noche, a las 21.30, en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río), se presentará el quinteto de tango
liderado por el guitarrista Tomás Gubitsch y el pianista Osvaldo Caló. El concierto, que marcará la clausura de la temporada
2005 del ciclo Contemporáneo del mundo, será una oportunidad para conocer la propuesta musical de dos músicos que
comparten su amor por el tango, que integraron la orquesta de Ástor Piazzolla, y que viven desde hace veinte años en París.
Gubitsch y Caló acaban de estrenar una nueva formación de su proyecto, que ahora se completa con Juan José Mosalini y los
franceses Eric Chalan y Sebastian Couranjou.
Nacido en 1957, Gubitsh integró Invisible en el período previo a su disolución. Con esa banda, que encarna el momento más
alto de la carrera de Luis Alberto Spinetta, Gubitsch grabó El jardín de los presentes (1976), el mejor disco en la historia del
rock argentino según la crítica especializada. Un año más tarde, se sumó al grupo de Rodolfo Mederos y después al de Ástor
Piazzolla, para, finalmente, radicarse en Francia, donde compuso, arregló y produjo más de cincuenta discos junto a artistas
como Michel Portal y Steve Lacy. Caló fue pianista de Piazzolla en 1977, y participó en la Gran Orquesta de Tango de Juan
José Mosalini y en el Antonio Agri Quinteto durante cinco años. Además, grabó más de veinte discos con figuras de la música
europea contemporánea.
En charla con El Ciudadano, Gubitsch se refirió a su carrera musical, a su amor por el tango y recordó los días de Invisible.
—¿Por qué decidiste irte del país?
—Necesitaba respirar vientos más libres que los que soplaban en aquellas épocas en nuestro país. Me radiqué en París,
donde sigo viviendo actualmente, si bien mis actividades me llevan a andar viajando bastante por otros países europeos y
hasta por otros continentes. Estos últimos meses anduve dirigiendo en El Cairo, tocando en Noruega, Alemania, Italia y
Dinamarca. Nada comparable con la emoción de volver a tocar acá, pero hermosas experiencias.
—¿Cuáles son tus actividades musicales en la actualidad?
—Mi vida profesional se divide en tres grandes capítulos. Por un lado, soy sobre todo compositor, en general trabajo con
orquestas, ya sea en el territorio de la música contemporánea como en creaciones para el teatro, la danza y el cine. Por otro
lado, dirijo orquestas, y por último, con el quinteto que co-dirigimos con Osvaldo y que es lo que más me apasiona en este
momento.
—Tu acercamiento al tango se dio desde muy joven. ¿Qué relación tenías con el rock?, ¿comenzaste tocando tango y
después rock?
—Mi primer contacto con la música fue con la clásica. El rock vino poco después, con mi descubrimiento, a los 10 años, en el
67 de Sargeant Pepper’s de Los Beatles y La consagración de la primavera, de Stravinsky. Con el rock tengo una relación
generacional imborrable, si bien para mí el rock de hoy en día pasa más por Björk que por los dinosaurios tipo Rolling Stones.
Al tango lo conocí gracias a mi encuentro con Rodolfo Mederos, cuando yo tenía 15 años. Por entonces, mi generación
consideraba que era música de viejos. Gracias a él me puse a escuchar a Troilo, Salgán, Pugliese y Piazzolla. Y me quedé
prendido.
—¿Qué rescatás de tu período con Piazzolla?
—El hecho de haber tocado con uno de los mayores bandoneonistas de todas las épocas, con un gran compositor de tango, la
suerte de haber viajado a Europa y algunos conciertos inolvidables. Y el encuentro con mi amigo para siempre, el gran pianista
Osvaldo Caló.
—¿Qué recuerdos guardás de tu relación artística con Spinetta, teniendo en cuenta que Invisible fue su período más
inspirado?
—Yo diría que Invisible fue uno de sus múltiples períodos inspirados. Luis Alberto es un gran poeta, un gran músico y un gran
cantante. Estar en contacto con gente así siempre te enriquece. Desde aquél entonces, tuve la suerte de tocar con muchos
grandes por medio mundo, y Spinetta forma parte de ellos, sin lugar a dudas.
—“El jardín de los presentes” está considerado el mejor disco de la historia del rock argentino. Más allá de la inutilidad de
estas encuestas, ¿qué sensación te genera este consenso?
—Muchísimo orgullo, por supuesto. Pero, como bien decís, lo mejor o lo peor en arte es difícil de juzgar. Yo prefiero pensar en
términos de “diferente” y sobre todo de “auténtico”. Creo que la gran fuerza de todo ese período residía, precisamente, en esa
búsqueda permanente de ser uno mismo. Treinta años mas tarde, sigo estando en eso.
—¿Notás que las barreras entre el rock y el tango han comenzado a caer?
—Si, y me alegra. Ésa fue mi intuición en 1973. Se ve que algo de cierto percibí. El tango siempre dejó entrar todo tipo de
influencias, sabiéndose lo suficientemente fuerte, coherente y grandecito como para no temer perder su identidad. Sólo los
que temen perderla le tienen miedo a lo nuevo y a “lo de afuera”.
Rosario, domingo 21 de agosto de 2005
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El quinteto Gubitsch-Caló se presenta en el teatro del Parque de España
Tomás Gubitsch: "Cuando quise empezar a hacer mi música lo
que me salió fue el tango"
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El ex guitarrista de Mederos, Spinetta y Piazzolla, vuelve a tocar en Argentina tras 28 años
Fernando Toloza / Escenario
El quintento de tango liderado por los argentinos Tomás Gubitsch (guitarra) y Osvaldo Caló (piano) se
presenta por primera vez en Rosario hoy, a las 21.30, en el teatro del Centro Cultural Parque de
España. El grupo llega también por primera vez a la Argentina. Gubitsch, que fue guitarrista de
Rodoldo Mederos, Luis Alberto Spinetta (Invisible) y Astor Piazzolla, recordó en charla con Escenario
el veloz recorrido que lo llevó a tocar con tres de los mayores músicos argentinos, y cómo al quedarse
en París en tiempos de la dictadura comenzó una carrera en la que el tango, sin olvidar su pasado
rockero, se convirtió en la música que podía crear. El grupo con el que actúa hoy lo integran también
Juan José Mosalini (bandoneón) y los franceses Eric Chalan (contrabajo) y Sebastien Coranju (violín).
Fotos
-Es la primera vez que tocás en la Argentina con el quinteto, ¿qué te decidió a hacerlo?
-Sí, es la primera que tocó en la Argentina desde hace 28 años. Es una larga historia porque hace
también 28 años que me fui del país. Empezó con una gira en 1977, cuando todo era político, hacer
música era considerado subversivo. Ese año me fui de gira con Piazzolla por Europa y me quedé en
París. Hice algunos comentarios sobre lo que pasaba en la Argentina con la dictadura, participé en
algunas manifestaciones y mi seguridad estaba entonces un poco comprometida. Eso fue hasta 1983
y después fue la vida: te casás y tenés hijos... pero hacía años que tenía ganas de volver.
-Musicalmente, ¿te sentís desconocido en la Argentina?
-Eso lo sabré después de los conciertos (risa). He estado viviendo en París por casi treinta años pero
muy cerca de la música que te marca en la infancia. He hecho música pensando para acá y sabré si
funciona recién mañana, después de la presentación. Espero que el argentino sea mi público, porque
mucho de lo que compusé está directamente relacionado con el país.
-¿Cómo fue tu evolución tocando con Spinetta, Mederos y Piazzolla?
-El orden fue Mederos, Spinetta y Piazzolla. Todo empezó con una grabación que hice a los 15 años y
una compañía de discos me presentó a Rodolfo Mederos, que andaba buscando un cantante y se
quería abrir del tango. Nos encontramos, yo le dije que no era cantante y que no sabía nada de tango.
El me hizo escuchar algunas cosas y me impactó. El se quería alejar de todo eso y yo pensaba que
justamente el tango era lo que había que hacer (risas). En el 73, tocar tango era algo muy extraño,
eras visto como un marciano si te interesaba el tango.
-¿De qué forma se dio el encuentro con Spinetta?
-El encuentro con Luis Alberto se dio a través de nuestros hermanos que se conocían. Fui a su casa,
a un ensayo de Invisible, y unos días más tarde me convocaron para tocar con ellos. Fue un sueño,
porque yo admiraba a Luis Alberto desde la época de Almendra. Yo tenía 17 y fue increíble porque
ellos ya estaban en plena fama. Tan enganchado estaba, que hacía una broma diciendo que sólo me
iría de Invisible si me llamaba Piazzolla, y Luis Alberto seguía el chiste agregando que si lo llamaba
Lennon, él también se iba. Y Piazzolla me llamó (risas) para una gira europea.
-En tu página de Internet, en la versión francesa estás presentado, entre otras cosas, como una
"estrella de rock", y en el texto en castellano no, ¿por qué esa diferencia en la información?
-Porque me pareció que acá saben que pasé por Invisible. No reniego de absolutamente nada de lo
que he hecho. Vengo de una familia relacionada con lo clásico, y por generación estoy ligado al rock,
y hace treinta años que hago tango, que se me metió tan adentro que cuando quise hacer mi música
lo que me salió fue el tango. En resumidas cuentas, trato de ser yo mismo, y yo soy la reunión de todo
eso. Hoy no me pondría a hacer rock, pero no reniego de él, sobre todo culturalmente, porque en
aquella época el rock significaba una actitud particular, de hacer cosas nuevas y no repetirse. Y ese
principio es algo que continuo reivindicando.
enviar nota por e-mail
Gubitsch además
compone música para
teatro, ballet y elencos
de formación clásica.
CONTINUA LA SERIE ANCLAO EN PARIS
GUBITSCH-CALÓ QUINTETO en concierto
Viernes 19 de agosto
20 hs brindis en el Salón Dorado.
21 hs concierto en el Auditorio de la Alianza Francesa de Bs. As.
Entrada: $5.Anclao en París intenta ilustrar la fluida relación que el tango ha
mantenido con Francia a lo largo de su existencia. Las letras, los
diferentes tópicos, el exilio. La ciudad de Buenos Aires vive hoy en
día un momento de resurgimiento del tango. En este nuevo
desarrollo hay varios factores que intervienen: la crisis de la cual no
terminamos de salir, el aluvión de turistas, el desarrollo y la
propagación del tango electrónico. Es el objetivo de esta serie de
conciertos brindar un espacio a este movimiento que combina lo
clásico con la sangre vigorosa de la nueva guardia. Pero en esta
ocasión, presentamos una perla dentro de la programación: un dúo
“anclao en París” desde hace casi treinta años: Gubitsch-Caló
Quinteto. La fecha forma parte de una serie de presentaciones que
el quinteto brindará en Buenos Aires.
Escuchá Fuegos en
la noche (650kb)
GUBITSCH-CALÓ QUINTETO
De regreso en Buenos Aires...
El quinteto comandado por los músicos argentinos radicados en
Paris, el guitarrista Tomás Gubitsch (ex Invisible) y el pianista
Osvaldo Caló, realizará durante el mes de agosto una serie de
conciertos en los que presentará su nuevo material, versiones de
compositores argentinos actuales y composiciones propias, un
repertorio emparentado con el tango y la música contemporánea.
La formación se completa con los músicos Juanjo Mosalini
(bandoneón), Sébastien Couranjou (violín) y Éric Chalan
(contrabajo). Las actuaciones tendrán lugar los días:
Martes 16 – Teatro Presidente Alvear – Corrientes 1659 – $2 - En el marco del Ciclo Discos Vivos
organizado por la Dirección de Música del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Viernes 19 – Auditorio de la Alianza Francesa de Buenos Aires – Av. Córdoba 946 – $5 – En el
marco de la serie "Anclao en París"
Sábado 27 – Centro Cultural Rojas – Corrientes 2038 – $5 – "Una que sepamos todos" concierto con
invitados sorpresa
+INFO
http://www.gubitsch.com/
http://www.rojas.uba.ar/
ALIANZA FRANCESA DE BUENOS AIRES - Córdoba 936/946 (1054) Buenos Aires - Argentina - Tel: (54 11) 43 22 00 68
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