LA FUERZA DE LA SENCILLEZ Leopoldo Barrionuevo Cuando

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LA FUERZA DE LA SENCILLEZ
Leopoldo Barrionuevo
Cuando adolescente tuve la fortuna de ser orientado por Bernardo
Gozategui, un gran maestro que me infundió la filosofía de lo simple, en
procura de eludir la complicación.
Decía Ortega y Gasset que “la claridad es la cortesía del filósofo” y era
fácil deducir que el que sabe no tiene dificultad alguna en enseñarlo y el
que no sabe, tiende a confundir a quienes lo rodean.
Cuando asumió Daniel Oduber vino Horacio Salgán, el primer
vanguardista del tango y tuve oportunidad de atenderlo en mi casa de
Escazú y conversar largamente con el más grande de los músicos vivos
del tango; Salgán no hacía otra cosa que escuchar en el disco a Carlos
Di Sarli, un pianista excepcional, uno de los más grandes músicos de la
época de oro del tango y yo no entendía bien el por qué de su admiración
en la medida de la sencillez de Di Sarli, hasta que me expresó que
realmente lo difícil era lo simple, alcanzar la esencia.
Pronto descubrí que las jerigonzas suelen ser pura pedantería y alarde
verbal de la gente superficial que pretende ser intelectual y termina por
renunciar a ser comprendida.
Recuerdo haber trabajado en una empresa trasnacional de un país del
área cuyo lema, según sus funcionarios, era “¿Para qué hacer las cosas
simples si las podemos complicar?”
En otras palabras: el que se empeña en lo complejo es que es muy
ignorante y de una parte lo expresa pomposamente porque no lo
comprende y de otra cree que así pasa por inteligente.
Es ridículo: la gente insegura reinventa lo complejo, además, el sentido
común se traiciona a menudo en la empresa por temor a resultar
inadecuados, a cambio de lo que se cae en la arrogancia de menospreciar
a quienes les resulta dificultoso comprendernos.
El que tiene la mejor información, gana. Es cierto, pero el camino para
llegar a poseerla e integrarla es el de desechar constantemente la basura,
lo superfluo, lo marginal.
Para muchos, un informe es un abominable mamotreto de papeles
innecesarios; para otros es guardar todo lo que los rodea, a punto tal de
no encontrar lo relevante. Es como los archivos de la computadora:
cuanto más guardamos, menos encontramos.
Por ello le sugiero huir de todo ejecutivo que no haya leído el “Fedro” de
Platón y se exprese con terminología sajona para referirse a la actividad
comercial utilizando términos como budget, target, mba, market share,
default, consultant, prima rate, taxes, business corporation, overdraft…
No existe estrategia que pueda seguirse si no se comprende; no hay
motivación posible cuando usted está más preocupado en dar la
sensación de complicado que en lograr que su mensaje llegue a destino.
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