El período de las profecías de Jeremías

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Jeremías
U N
L I B R O
D E
P R O F E C Í A
El período de las
profecías de Jeremías
Dayton Keesee
¿E
n qué tiempos vivió Jeremías, y bajo cuáles
reyes sirvió? ¿Cómo se relacionaron el
profeta y los reyes? ¿Qué relación tuvo
Jeremías con los demás profetas? ¿Cómo hizo para
darles poder y claridad a sus mensajes? ¿Cómo
encaja este libro en el plan eterno de Dios? Estas y
otras preguntas fundamentales deben responderse
antes de estudiar las enseñanzas específicas del
libro de Jeremías.
¿DÓNDE Y CUÁNDO VIVIÓ JEREMÍAS?
El primer versículo del libro identifica a
Jeremías con Anatot, en la tierra de Benjamín, una
ciudad que estaba a unos cuatro kilómetros de
Jerusalén. Cuando el pueblo de Israel tomó
posesión de Palestina, Anatot fue conquistada por
Josué y fue apartada para los sacerdotes (Josué
21.13–19; 1o Crónicas 6.57–60). Jeremías vivió allí
(Jeremías 29.27) y a la vez en Jerusalén (29.1; 32.2–
3, 7–9; 38.6, 13; 39.14). Aunque no hay constancia
de que Jeremías sirviera en el sacerdocio, su padre
era sacerdote (1.1), de modo que creció en un
ambiente sacerdotal.
Jeremías 1.2–3 señala con precisión el tiempo
en que vivió el profeta. El servicio profético de
Jeremías abarcó el período que va desde el año
decimotercero de Josías hasta el año undécimo de
Sedequías, cuando Judá fue llevada cautiva a
Babilonia. Aun después de la caída de Judá,
Jeremías continuó su obra en el exilio, habiendo
sido llevado por su propio pueblo a Egipto (43.1–
7; 44).
Josías llegó a ser rey en el 640 a. C. Por lo tanto,
el 627 a. C. fue el año cuando Jeremías comenzó su
actividad profética, la cual continuó hasta
después del año 586 a. C., cuando Judá fue desolada
(39.6–14).
¿QUIÉNES FUERON LOS REYES?
Durante un período de cuarenta años, Jeremías
sirvió bajo cinco reyes: Josías (1o Crónicas 3.14–17;
2o Reyes 21.23—22.2); Joacaz (Salum; 2o Reyes 23.30–
37; Jeremías 22.11); Joacim (2o Crónicas 36.5–9);
Joaquín (Jeconías o Conías; 2 o Reyes 24.5–12;
Jeremías 22.24–30); y Sedequías (2o Reyes 24.17–20;
2o Crónicas 36.10–13). De los cinco reyes, Josías fue
el único que sirvió a Dios y al pueblo como debía
(2o Reyes 22.1—23.8; 2o Crónicas 34; 35). En la
siguiente tabla se muestran los tiempos en que
reinaron:1
LOS REYES BAJO LOS CUALES
SIRVIÓ JEREMÍAS DESDE
EL 627 HASTA EL 586 A. C.
Reyes de
Judá
Años en que
reinaron
Tiempo que
reinaron
Josías
640–609 a. C.
31 años
Joacaz
(Salum)
609 a. C.
3 meses
Joacim
609–598(?) a. C.
11 años
Joaquín
(Jeconías,
Conías)
598(?) a. C.
3 meses
Sedequías
597–586 a. C.
11 años
1
Vea las Ayudas de estudio que se ofrecen en el
artículo «Jeremías un varón de Dios» donde encontrará
más información sobre estos reyes.
1
DESDE SALOMÓN HASTA JOSÍAS . . .
(745–727 a. C.) poco más de un siglo antes de
que Jeremías viviera. Fue un siglo vital que vio
la introducción en Israel y Judá de una gran
cantidad de problemas políticos y religiosos
[…] [Como resultado de la política de Acaz,
Judá] se vio obligada a asumir las obligaciones
de vasallo normal, que incluían el pago de
tributos y el reconocimiento de los dioses de
Asiria en el templo en Jerusalén. Acaz fue
obligado a comparecer ante Tiglat-Pileser en
Damasco y a rendir homenaje a los dioses asirios
en un altar de bronce que había allí. Una
reproducción de este altar se hizo después y
fue colocada en el templo de Jerusalén (2o Reyes
16.10–15). Era una posición humillante con
muy poca probabilidad de obtener la aprobación del pueblo de Judá […] Ezequías (715–
687 a. C.), el hijo de Acaz, probablemente reflejó
el descontento de muchos en la nación e inició
acciones para revertir la política de su padre,
emprendiendo abarcadoras reformas religiosas
y haciendo suficientes demostraciones de su
deseo de recuperar la independencia de Judá
para atraer la atención del gobernante asirio
Senaquerib (705–681 a. C.) en el 701 […] Los
esfuerzos de Ezequías por liberarse de Asiria
fracasaron. Después de su muerte, su hijo
Manasés (687–642 a. C.) una vez más llevó a
Judá a la posición de estado vasallo de Asiria
[…] Esto incluía no solo la sumisión política,
sino también algún reconocimiento de los
dioses de Asiria. Pero él fue más allá y parece
que abrió la puerta a toda suerte de prácticas
religiosas de clase irregular. Suspendió las
medidas de reforma de Ezequías, permitió la
restauración de santuarios locales, dio total
libertad a las prácticas paganas de todas las
clases, toleró el culto a la fertilidad con su
prostitución sagrada en los mismos recintos
del templo (2o Reyes 21.4–7; Sofonías 1.4–5).
Se permitió incluso el culto a Moloc, que
practicaba sacrificios humanos (2o Reyes 21.6).
Antiguas prácticas cananeas, el culto a
Baal, el erigir monumentos de Asera, el culto
a deidades astrales, y multitud de otras
prácticas que constituían una ofensa […]
fueron desatadas en Judá una vez más. Todo
esto llevó a que se borraran las líneas que
separaban del paganismo el culto a Yahvé, y a
un total desprecio de la ley del pacto.3
La decadencia espiritual de los tiempos de
Jeremías puede trazarse hasta el rey Salomón en el
1000 a. C. Quinientos años antes de Salomón, Dios
había declarado por medio de Moisés ciertas
cosas que el rey de Israel no había de hacer
(Deuteronomio 17.15–17). Por ejemplo, el rey no había
de tomar para sí muchas mujeres, pero Salomón tuvo
setecientas esposas y trescientas concubinas (1o Reyes
11.1–8). ¡Todo lo que Dios aborreció, Salomón lo
abrazó!
Dios había decretado que el rey había de escribir
una copia del pacto de Dios, leer las Escrituras todos
los días, y guardar «todas las palabras de esta ley y
estos estatutos» (Deuteronomio 17.18–20). ¡Ninguna
de estas cosas hizo Salomón! En 1o Reyes 11.4–10 y en 2o
Reyes 23.13, leemos acerca de la vergonzosa idolatría
de Salomón. Tal como se revela en 1o Reyes 11.5–7,
Salomón sirvió a los dioses de muchos: «Porque
Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a
Milcom [Moloc],2 ídolo abominable de los amonitas
[…] Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos,
ídolo abominable de Moab […] y a Moloc…».
Salomón, una confusa combinación de sabiduría
y maldad, fue útil y a la vez dañino. Llevó a la nación
de Israel a las más altas cumbres del éxito económico,
pero ¡echó los cimientos para su caída en el olvido!
J. A. Thompson hizo una abarcadora reseña del
curso por el cual transitó Israel desde los tiempos de
Salomón hasta los días de Jeremías:
Después de la muerte de Salomón su reino se
dividió en dos estados rivales: Israel y Judá,
con dos capitales: Samaria y Jerusalén, dos
administraciones, dos ejércitos, y dos clases de
práctica religiosa. De los dos, Israel era el estado
más grande y más rico. Los dos estados eran
reinos, de modo que había dos reyes en esta
diminuta región. Durante casi doscientos años
coexistieron, a veces en guerra, y a veces
viviendo en condiciones de paz. Vivieron
independientemente y pelearon sus propias
guerras contra los vecinos […] Pero todo cambió
con la aparición del asirio Tiglat-pileser III
2
La más penosa respuesta a estos dioses era la práctica
de ofrecer niños a Moloc. J. H. Thayer hizo el siguiente
relato de este desagradable acto: «la imagen [de Moloc] era
una figura hueca de bronce, con la cabeza de un buey, y
brazos humanos extendidos. Se calentaba al rojo vivo con
un fuego que se encendía dentro de ella, y a los pequeños
se les colocaba en sus brazos para que se quemaran
lentamente, a la vez que, para impedir que sus padres
oyeran su llanto de muerte, los sacerdotes del sacrificio
tocaban tambores» (C. G. Wilke and Wilibald Grimm, A
Greek-English Lexicon of the New Testament [Un Léxico griegoinglés del Nuevo Testamento], trad. y rev. Joseph H. Thayer
[Edinburgh, Scotland: T. & T. Clark, 1901; ed. reimpresa,
Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1977], 417).
2
Amón, el hijo de Manasés, fue entronizado durante dos años e hizo mal delante de los ojos de
Jehová tal como su padre había hecho (2o Reyes
21.18–20). El reinado de cincuenta y cinco años de
Manasés marcó una pauta de impiedad que no
desaparecería.
3
J. A. Thompson, The Book of Jeremiah (El libro de
Jeremías), The New International Commentary on the Old
Testament (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1980), 11–13.
¿CÓMO GOBERNARON LOS REYES?
Cuando Josías, el nieto de Manasés, le nació a
Amón, este debió de haber tenido unos dieciséis
años. Por lo tanto Josías tenía ocho años cuando
Amón murió a la edad de veinticuatro (momento
en el cual Josías llegó a ser rey; 2o Crónicas 34.1).
Cuando se hizo rey, la idolatría y los pecados
sociales se habían extendido en Judá. De allí que
cause maravilla el hecho de que Josías fuera un
hombre piadoso desde su juventud. ¿Cómo llegó a
suceder esto? «Hay quienes conjeturan que tuvo al
profeta Sofonías como tutor suyo durante su niñez
y adolescencia».4 Puede que haya otra posibilidad,
que contiene una gran aplicación. ¿Recibió Josías
su instrucción inicial de su abuelo Manasés,
después que este se arrepintió? En Segundo de
Crónicas 33.9–19 se relata este profundo cambio de
mentalidad y de vida.
Debido a la flagrante iniquidad e idolatría
de Manasés, Dios hizo que las fuerzas asirias
marcharan contra Judá. Para Manasés, este ataque
fue una experiencia que le cambió la vida. Fue
aprisionado «con grillos», atado con cadenas de
bronce, y llevado a Babilonia. Después de esto, el
rey se humilló en gran manera delante de Dios, lo
cual dio como resultado que volvió a Jerusalén.
Luego Manasés quitó los ídolos de la casa de Jehová,
estableció el altar de Jehová, hizo ofrendas de paz
y de acción de gracias, y «mandó a Judá que
sirviesen a Jehová Dios de Israel» (2o Crónicas
33.16).
Independientemente de lo que haya influido
para bien, lo cierto es que Josías, durante su reinado
de treinta y un años, lanzó uno de los más
asombrosos cursos de reforma y restauración de
los anales del pueblo de Dios. En Segundo de
Crónicas 34.3 se nos informa de que Josías tenía
unos dieciséis años cuando comenzó a buscar a
Dios, búsqueda que dio como resultado el comienzo
de una reforma. A los veinte años de edad, ya había
limpiado la tierra de Judá y más allá de Judá de «los
lugares altos, imágenes de Asera, esculturas, e
imágenes fundidas». Sus esfuerzos de reforma
incluyeron el derribo de altares, la demolición de
casas de prostitutas, el deshacerse de caballos y
carros relacionados con los dioses, y el hacer
pedazos las columnas paganas. Quemó estas
influencias idolátricas, y esparció el polvo de estas
sobre los sepulcros del vulgo y en el campo de
Cedrón. Incluso mató a los sacerdotes inicuos de
4
James E. Smith, The Major Prophets (Los profetas
mayores), Old Testament Survey Series (Joplin, Mo.:
College Press Publishing Co., 1992), 179.
los lugares altos (vea 2o Reyes 23.4–20).
Aquella abarcadora reforma fue seguida de
inmediato por una restauración, incluyendo una
celebración de la Pascua tal como no se había visto
desde «los tiempos en que los jueces gobernaban»
(2o Reyes 23.22). Esto es lo que los anales divinos
declaran acerca de la singular vida de Josías: «No
hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a
Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de
todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés;
ni después de él nació otro igual» (vers.o 25).
Fue en el año decimotercero del reinado de
Josías, que Jeremías comenzó su obra profética
(Jeremías 1.2). En vista de que Josías reinó durante
treinta y un años, este y Jeremías fueron «miembros
de un mismo equipo» que trabajó para Dios durante unos dieciocho años. Más adelante, Dios
elogió a este rey al decir a Joacim: «¿No comió y
bebió tu padre [Josías], e hizo juicio y justicia, y
entonces le fue bien? Él juzgó la causa del afligido
y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es
esto conocerme a mí? dice Jehová» (22.15b–16).
Debido a que Jeremías tenía en tan gran estima
a Josías, no debe sorprendernos que en las exequias
de este rey «Jeremías endechó en memoria de
Josías» (2o Crónicas 35.25a). En contraste con lo
anterior, lo que Jeremías sugirió para el breve e
inicuo reinado del hijo de Josías, Joacaz (o
Salum, según Jeremías 22.10–12; 2o Reyes 23.29–
33) fue que el pueblo llorara amargamente por él,
«porque», explicó Jeremías, «no volverá jamás, ni
verá la tierra donde nació» (Jeremías 22.10b). Joacaz
murió en el exilio, en Egipto.
Los tres reyes que siguieron, Joacim, Joaquín y
Sedequías, apresuraron la caída de Judá en la
cautividad babilónica. Solo una breve reseña de
las actividades e influencia de estos reyes, es
necesaria.5
Jeremías tuvo algunos tiempos muy difíciles
durante el inicuo reinado de Joacim. Esto fue lo
que dijo Keil:
Al comienzo mismo del reinado de Joacim, los
sacerdotes, los profetas y el pueblo que estaban
reunidos en el templo, le echaron mano a
Jeremías, porque este había declarado que
Sion iba a tener el mismo destino de Silo, y que
Jerusalén iba a ser destruida. Lo hallaron digno
de muerte, y escapó del poder de sus enemigos
5
Vea la Ayuda de estudio en el artículo «Jeremías un
varón de Dios», que da las referencias que se hacen en
Jeremías en cuanto a estos cinco reyes. Esa enumeración
pone de manifiesto que la secuencia del material del libro
de Jeremías, no se encuentra sistemáticamente en orden
cronológico.
3
únicamente por la mediación de los príncipes
de Judá, que corrieron a su rescate, y le
recordaron al pueblo que en los tiempos de
Ezequías, el profeta Miqueas había pronunciado
una profecía parecida, y sin embargo no sufrió
nada en manos del rey, porque este temió a
Dios.6
¿Ha sido usted alguna vez amenazado de
muerte? Jeremías lo fue. La amenaza de muerte a
un profeta no era asunto pequeño en los tiempos
de Joacim. Otro profeta, Urías, fue amenazado de
muerte y huyó a Egipto. Joacim envió hombres a
Egipto para buscar a Urías y traerlo de nuevo a
Judá. Después Joacim lo mató a espada y echó su
cuerpo en los sepulcros del vulgo (26.20–23). ¡Una
amenaza de muerte proferida por Joacim era un
serio peligro!
Es inevitable la realidad de la regla de las
consecuencias que ha estipulado Dios: «todo lo
que el hombre sembrare, eso también segará»
(Gálatas 6.7b; Números 32.23). Esta regla se hizo
manifiesta en la muerte de Joacim, a quien sacaron
de Jerusalén y recibió la sepultura de un asno
(Jeremías 22.18–19) sin que nadie se lamentara.
Este arrogante rey ególatra y codicioso, que desafió
a Dios y a Su profeta al rasgar y echar al fuego el
mensaje inspirado (Jeremías 36.4–6, 21–25), vivió
en la iniquidad y murió en la ignominia.
Un año del reinado de Joacim fue especialmente
significativo al estar relacionado con la historia de
Judá y la profecía de Jeremías. Theo. Laetsch
escribió:
… Son tres veces distintas que el profeta llama
la atención al cuarto año de Joacim: cap. 25.1;
36.1; 45.1; los únicos pasajes en que este año se
menciona en los cap. 2—45. Veremos que cada
uno de estos tres capítulos se enlaza con una de
las tres secciones del cap. 1, y que cada una de
estas resume a la vez el capítulo que le precede,
dividiendo de esta manera la Parte I, cap. 2—
45, en tres secciones (cap 2—25; 26—36; 37—
45), teniendo cada una como su conclusión de
resumen un capítulo que se refiere al cuarto
año de Joacim y enlazándolo con el cap. 1.7
Las anteriores palabras no solamente nos
proporcionan algún entendimiento de la estructura del libro de Jeremías, sino que también nos
ayudan a entender la relación cronológica de los
eventos. Este fue el año en que el soberano
6
C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Old
Testament (Comentario sobre el Antiguo Testamento), vol. 8,
Jeremiah, Lamentations (Grand Rapids, Mich.: Wm. B.
Eerdmans Publishing Co., s. f.), 14.
7
Theo. Laetsch, Jeremiah (Jeremías), Bible Commentary (St. Louis: Concordia Publishing House, 1965), 12.
4
babilónico Nabucodonosor llevó a cabo su conquista inicial de Judá. Esta conquista inauguró el
comienzo de los setenta años que pasó Judá en la
cautividad babilónica (25.11). Esto fue lo que
William Hendriksen dijo acerca de este tiempo:
Estos eran los días de levantamiento y caída de
imperios. La batalla de Carquemis selló el
destino de Egipto así como de Judá. Los setenta
años de soberanía babilónica (605–536) dieron
comienzo. En el reinado de Joacim se pueden
distinguir tres períodos: a. vasallo de Egipto,
608–605; b. rey títere más o menos dispuesto
que rendía tributo a Babilonia, 605–601; c. en
rebeldía contra Babilonia, 601–597.8
Cuando Joacim murió y su hijo Joaquín (también llamado Jeconías y Conías) llegó a ser rey, este
fue vasallo de Babilonia.9 Después de un breve
reinado inicuo de tres meses, Joaquín fue llevado
cautivo. Juntamente con su madre y muchos más,
fue llevado de Judá a Babilonia (2o Reyes 24.8–16).
Jeremías abarcó brevemente la caída y el
futuro de Joaquín en la frase «vasija despreciada»
(Jeremías 22.24–30). Debería hacerse notar que
Joaquín fue señalado como «hombre privado de
descendencia» (vers. o 30), a pesar de que en
1o Crónicas 3.17–18 se enumeran siete hijos suyos.
No es que haya discrepancia; sino que la lista
afirma que ningún hijo o descendiente de este rey
ascendería alguna vez al trono en Jerusalén.10
El último rey de Judá fue Sedequías (2o Reyes
24.17–20; 2o Crónicas 36.10–13). Vemos en este un
triste ejemplo de alguien que fue introducido a la
8
William Hendriksen, Bible Survey (Reseña de la Biblia)
(Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1953), 270.
9
La edad de Joaquín cuando ascendió al trono ha
servido de problema textual. ¿Tenía ocho o dieciocho años
de edad? El hecho de que tenía esposas (2o Reyes 24.15)
indicaría la edad mayor de dieciocho. Smith dio la siguiente
explicación: «2o Reyes 24.8 da a Joaquín una edad de
dieciocho en el momento de su ascenso, pero 2o Crónicas
36.9–10, le da una edad de ocho. En el idioma hebreo, el
número dieciocho se escribe con dos palabras, la palabra
que se traduce por ocho y la que se traduce por diez. En el
proceso de copiar el manuscrito de Crónicas, algún escriba
debió de haber omitido accidentalmente la palabra que se
traduce por diez» (James E. Smith, Jeremiah and Lamentations [Jeremías y Lamentaciones], Bible Study Textbook
Series [Joplin, Mo.: College Press, 1972], 18).
10
Esta llega a ser una manifestación profética importante cuando notamos Mateo 1.1–11. Jesucristo era del
linaje de Jeconías. Por lo tanto, Jeremías nos asegura que
Jesús jamás se sentará en el trono de Dios en Jerusalén
—¡un repique mortuorio para todas las falsas afirmaciones
que hacen los premilenaristas en el sentido de que Jesús
reinará allí un día durante mil años! Jesús no va a volver a
esta tierra para reinar, sino que cuando venga Su pueblo
preparado se encontrará con él en el aire (1era Tesalonicenses
4.16–17; vea Hechos 1.9–11).
fuerza en un papel de liderazgo, pero que jamás
debió haber estado allí. Su reinado de once años
siguió constantemente una pauta en zigzag de
prestar oído a quienquiera que estuviera cerca.
Jamás tomó una decisión firme basada en la lógica
o en la ley de Dios. Hubo influencias que lo
apartaron de hacer lo correcto para someterse a
cualquier mensaje equivocado que se acercara a
sus oídos. Aun cuando Jeremías daba consejo de
Dios, alguna otra influencia maligna pareció estar
más cerca. Necesitaba darse cuenta, como todos
nosotros, que Dios no está lejos de nosotros. No
obstante, Sedequías hizo caso omiso de Dios y del
mensajero de Este, tomando la vía fácil de la evasión
de responsabilidad. William Hendriksen comentó:
Sedequías era un debilucho. En lo más profundo
de su corazón, él sabía que Jeremías era el
siervo de Jehová, y que sus profecías iban a
cumplirse. De hecho, estaba lleno de una especie
de respeto supersticioso para con el profeta, y
buscó el consejo de este una y otra vez. Este
consejo fue siempre el mismo: «Sométase al rey
de Babilonia, a quien has jurado lealtad, y no te
unas a ningún movimiento rebelde». Pero
Sedequías tenía miedo de sus nobles y generales, y no se atrevió a oponerse al clamor de
estos por la revuelta.11
Esta conducta acomodaticia, vacilante e inestable, de Sedequías llevó a una vida cargada de
vergüenza y fracaso. Fracasó como esposo cuando
sus esposas fueron llevadas cautivas a Babilonia
(38.23). Fracasó como padre cuando sus hijos fueron
degollados en su presencia (39.4–6; Génesis 18.19).
Fracasó como hombre cuando se le dio la opción de
salvar su vida (38.17–18). Fracasó como rey cuando
emprendió un curso que aseguraba que Jerusalén
sería destruida y quemada (38.23; 39.8; 2o Crónicas
36.17–19; 2o Reyes 25.6–11).
Este miserable fracaso era resultado del temor.
Debido a que Sedequías temía a los oficiales (38.2–
6), el profeta que podía haberlo guiado a vivir
como era debido fue lanzado a una cisterna para
que muriera. Sedequías temía a los judíos que
podían maltratarlo, cuando las verdaderas fuerzas
que determinarían su caída eran Nabucodonosor y
Dios (38.17–19). Huyó cuando Babilonia invadió
Jerusalén. Si se hubiera rendido, habría vivido y
salvado la ciudad (38.17; vea 39.1–8).
¿Cuántos hay que por temor, se han alejado de
Dios, en lugar de volverse a Él? ¿Cuántos hay que,
por temor de la presión de los que están cerca,
eligen estilos de vida que intensifican la presión?
11
Hendriksen, 271.
¿Cuántos hay que, por temor de un padecimiento
temporal, han emprendido un curso que llevó a la
aflicción eterna?
Según Josefo, Sedequías fue mantenido en
prisión en Babilonia hasta que murió, y después
recibió honras fúnebres propias de un rey.12
¿CUÁL ERA LA ACTITUD DE JUDÁ?
¿Cuál era la actitud de Judá ante la tendencia
rebelde de estos cuatro reyes? A medida que la
conquista babilónica progresaba, ¿despertó el
pueblo de su maldad? ¿Adoptaron un espíritu
penitente? James E. Smith dijo:
Lo que algunos estaban diciendo, para ser
exactos, es que las reformas del rey Josías eran
la causa de toda la desgracia. «Lo que debemos
hacer», decía el pueblo, «es volver a las prácticas
paganas que había en los tiempos de Manasés.
Cuando Josías destruyó los santuarios paganos,
él ofendió a los dioses. Si alguna vez hemos de
tener esperanza de paz y prosperidad, debemos
ganar el favor de esas deidades ofendidas».
Esta actitud se manifiesta de forma más clara
en el remanente de judíos que huyeron a Egipto,
después de la muerte de Gedalías (Jeremías
44.15–19); pero tal actitud debió de haber estado
presente sin duda antes de la caída de Jerusalén.
Ezequiel menciona a mujeres que estaban
endechando a Tamuz a las puertas de Jerusalén
(8.14), y a hombres que estaban adorando al sol
junto al altar de Jehová (8.16–18), y a ancianos
que estaban dentro de cámaras oscuras del
templo ofreciendo incienso delante de figuras
de animales (8.7–13)…
Otra actitud que se había extendido era que
el Señor había abandonado la tierra… (Ezequiel
9.9).
Algunos estaban seguros de que el Señor
estaba siendo injusto con la nación. Estaban
convencidos de que se les estaba castigando
por algo que sus padres hicieron. Esta creencia
se expresaba mediante un popular proverbio
de aquel tiempo: «Los padres comieron las
uvas agrias y los dientes de los hijos tienen
la dentera» (Jeremías 31.29; Ezequiel 18.2).
Algunos se habían atrevido a declarar que el
camino del Señor no era justo ni recto (Ezequiel
18.25).13
Así eran los tiempos trágicos en que Jeremías
fue llamado a predicar y a poner por escrito el
mensaje de Dios. Vivía en una cultura corrupta
que se estaba precipitando hacia la destrucción.
Los días y los eventos se sucedían sin que la
situación presentara mayores cambios. Esto llevó a
una repetición de reprensiones que no era tanto
12
James E. Smith, Jeremiah and Lamentations (Jeremías y
Lamentaciones), Bible Study Textbook Series (Joplin, Mo.:
College Press, 1972), 26.
13
Ibíd., 27–28.
5
monotonía literaria como sí era constante miseria
social y espiritual.
¿Cómo habría manejado usted la situación?
¿Se hubiera tambaleado su fe en esta tierra de
lujuria y criminalidad? ¿Se hubiera quedado usted
para trabajar con ese pueblo? Son grandes lecciones
las que podemos aprender al tratar las anteriores
interrogantes.
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