CURSO "ATENCIÓN A MENORES EN CONTEXTOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO: UN ENFOQUE DESDE LA CLÍNICA". Organizado por el Instituto Aragonés de la Mujer. Enero-Abril 2012 PROGRAMA 1. Violencia de género y atención a la infancia. Presentación del Curso: El marco institucional y discursivo. Proyección del documental “La infancia bajo control” de MariePierre Jaury. Debate general. Fecha: viernes 27 de enero Docentes: Carmen Mesa. Jesús Ambel. 2. La familia en conflicto. El malentendido entre los sexos. El niño como sujeto y como objeto. Exposición y debate en torno a un caso clínico. Fecha: viernes 10 de febrero Docentes: Mª José Bajén. Gracia Viscasillas. 3. La agresividad. La subjetividad en la civilización actual. Exposición y debate en torno a un caso clínico. Fecha: viernes 24 de febrero Docentes: Gracia Viscasillas. Ricardo Acevedo. 4. Psicopatología clínica. La dignidad del síntoma en el menor. Neurosis y psicosis. Exposición y debate en torno a un caso clínico. Fecha: viernes 9 de marzo Docentes: Jesús Ambel. Carmen Conca. 5.- La terapia orientada por el discurso analítico (I). La angustia. El trauma. Exposición y debate en torno a un caso clínico. Fecha: viernes 23 de marzo Docentes: Carmen Conca. Angela Mancho. 6.- La terapia orientada por el discurso analítico (II). El despertar de la adolescencia. Actualización en la subjetividad de los vínculos materno y paterno. Clínica del impulso y de la segregación. Exposición y debate en torno a un caso clínico. Fecha: viernes 13 de abril Docentes: Ricardo Acevedo. Teresa Colomer. 1 DOCENTES D. RICARDO ACEVEDO. Psicoanalista. Psicólogo, especialista en Psicología Clínica. Miembro del Comité del Instituto del Campo Freudiano en Málaga. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. D. JESUS AMBEL. Psicoanalista. Psicólogo clínico en Servicios Sociales del Ayuntamiento de Granada. Jefe de Servicio del Gabinete de Atención al Personal del Ayuntamiento de Granada. Profesor del Master de Mediación Familiar Comunitaria y Laboral de la Universidad de Granada. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Dña. Mª JOSE BAJEN. Psicoanalista. Psicóloga clínica. Servicio de Protección a la Infancia del Gobierno de Aragón. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Dña. TERESA COLOMER. Psicoanalista. Psicóloga, especialista en Psicología Clínica. Responsable del Centro de Día de Salud Mental Infanto Juvenil de Movera. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Dña. CARMEN CONCA. Psicoanalista. Psicóloga clínica. Unidad de Atención y Seguimiento de las Adicciones, Hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Dña. ANGELA MANCHO. Psicoanalista. Psicóloga clínica. Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil, Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. Socia de la Comunidad de Aragón de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Dña. CARMEN MESA. Diplomada en Trabajo Social. Licenciada en Ciencias Políticas y de la Sociología. Jefa de Sección de Programación y Planificación del Instituto Aragonés de la Mujer. Dña. GRACIA VISCASILLAS. Psicoanalista. Psicóloga clínica en Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana-Actur (Fundación Atención Temprana). Coordinadora clínica-educativa en los Centros de Educación Infantil “Patinete”. Coordinadora clínica y psicoterapeuta en el Centro de Acogida y Tratamiento a niños y familias “Torreón”. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. 2 EJES DE TRABAJO DESARROLLADOS DURANTE EL DESARROLLO DEL CURSO ATENCIÓN A MENORES EN CONTEXTOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO: ENFOQUE DESDE LA CLÍNICA. UN Carmen Mesa. MARCO INSTITUCIONAL Y DISCURSIVO. ¿Porqué el curso? ¿Para qué? ¿En el marco de qué? NECESIDAD DE AVANZAR EN LA RESOLUCIÓN DE UN PROBLEMA SOCIAL: La violencia de género. (Referencias específicas a la atención a la infancia). Avances normativos. Avances en el análisis de la realidad social: investigación social. Avances en la intervención: Servicios, procedimientos, protocolos. AVANCES NORMATIVOS Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género: En general: - Modelo de atención integral entre diferentes sistemas de protección. Específico menores: - Art. 19.5. Derecho a la Asistencia Social Integral. 3 AVANCES EN EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD SOCIAL: LA INVESTIGACIÓN SOCIAL. SAVE THE CHILDREN. - En 2006, elaboró el informe: Atención a los niños y niñas víctimas de la violencia de género. - En 2011, “En la violencia de género no hay una sola víctima. Atención a los hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia de género”. AVANCES EN LA INTERVENCIÓN. En todos los Sistemas de Protección, (desde el 2004): CREACIÓN DE SERVICIOS. PROTOCOLOS DE INTERVENCIÓN ESPECÍFICOS. REGISTROS DE INFORMACIÓN. MEDIDAS / ACCIONES PARA SITUACIONES CONCRETAS: INSERCIÓN LABORAL. COORDINACIÓN SISTEMAS. …..CENTRADOS EN LAS MUJERES…. EN ARAGÓN: AVANCES NORMATIVOS. Ley 4/2007, de 22 de marzo, de Prevención y Protección Integral a la mujer víctima de violencia en Argón: - Servicio Atención Psicológica; también hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia. EN ARAGÓN: AVANCES EN EL ANÁLISIS DE LA REALIDAD SOCIAL. Creación del Observatorio Aragonés de Violencia contra la Mujer: Primer informe se publicará en febrero del 2012 con datos específicos en relación a los menores. EN ARAGÓN: AVANCES EN LA INTERVENCIÓN. 2008: FIRMA DEL PROTOCOLO MARCO DE COORDINACIÓN INSTITUCIONAL PARA LA INTERVENCIÓN EN VIOLENCIA CONTRA LA MUJER. 4 2009: - SE INICIA PROYECTO PARA LA ELABORACIÓN DE PROCEDIMIENTOS DE COORDINACIÓN COMARCAL PARA LA INTERVENCIÓN EN VIOLENCIA CONTRA LA MUJER. - SE INICA SERIE DOCUMENTACIÓN TÉCNICA: – GUÍAS DE ATENCIÓN SOCIAL, PSICOLÓGICA, JURÍDICA - EN ARAGÓN: AVANCES EN LA INTERVENCIÓN. Año 2010: EN JULIO DE 2010,ARAGÓN SE ADSCRIBE AL PROTOCOLO MARCO DE ATENCIÓN ESPECIALIZADA A MENORES EXPUESTOS A LA VIOLENCIA DE GÉNERO. ( Ministerio y Comunidad Autónoma de Aragón). EN ARAGÓN: AVANCES EN LA INTERVENCIÓN. ACCIONES CONCRETAS DENTRO DEL PROTOCOLO MARCO. Finales del 2010: Una Jornada Técnica en cada una de las capitales de provincia con al finalidad de sensibilizar profesionales. Año 2011: Talleres educativos en Centros de Protección y Reforma. Se publica “ Una mirada hacia los hijos e hijas expuestos a situaciones de Violencia de Género”. Servicio de Atención Psicológica para menores. UNA MIRADA HACIA LOS HIJOS E HIJAS EXPUESTOS A SITUACIONES DE VIOLENCIA DE GÉNERO. TENDENCIAS DE FUTURO: 2012. “ Parece que los vientos nos son favorables”…. Normativa Europea, transposición España: o Convención Europea sobre violencia de género, firmada por España el 11 de mayo de 2011; que prevé medidas de protección y apoyo específicamente destinadas a los niños y niñas testigos de esta violencia – asistencia psicosocial- 5 En Aragón, IAM: estamos trabajando en la elaboración del Programa de Intervención Familiar en Violencia de Género. TENDENCIAS DE FUTURO: 2012. En definitiva, hacia dónde caminamos...…………. Un Modelo de intervención en Violencia de Género que: Continúe potenciando el Trabajo en Red. Aborde la Violencia de Género como un proceso – prevención, detección, atención, procesos de reinserción-. Contemple, implique a “todos” y a todas “las categorías”. Equipos multidisciplinares con complementariedad desde la especificidad de la capacitación de sus componentes. PERO HASTA QUE TODO ESO LLEGA……… Volvamos al presente: este curso. Un espacio pensado para pensar y reflexionar colectivamente sobre estos niños /as. No como categoría sociológica de conjunto, sino desde la particularidad e individualidad propia de cada uno de ellos. COMO SUJETOS ÚNICOS, E IRREPETIBLES. Con su propio malestar psíquico, con sus síntomas o sin ellos, y más allá de los de su madre o de otro miembro de la unidad familiar con la que conviva. Un espacio pensado para no dejar nada por cerrado. Para abrirnos a los interrogantes que emergen con cada nuevo caso. Bibliografía de referencia: Página Web del Instituto Aragonés de la Mujer. 6 LA INFANCIA BAJO CONTROL Jesús Ambel La película La infancia bajo control, dirigida por Marie-Pierre-Jaury, fue proyectada en la televisión francesa en 2010. Recientemente, los colegas de la Escuela de Orientación Lacaniana de Córdoba, Argentina, la han subtitulado en castellano. En estos momentos, la película se está difundiendo en España y los profesionales y los padres y madres esclarecidos tenemos una buena ocasión para ver proyectada en la pantalla una buena parte de las prácticas sanitarias y educativas con las que convivimos, cada día, en nuestros puestos de trabajo y en nuestros hogares. La película sale al paso de un informe del INSERM (Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica en Francia) que defiende una política sanitaria que promueve el diagnóstico “rápido” y la medicación “urgente” de la población infantil. En la película, a partir de la opinión de varios profesionales e investigadores de distintos países, aparece la idea de que un niño travieso puede convertirse en un criminal en la edad adulta, teniendo como base el poder de la predicción genética y las anotaciones etológicas de avezados psicólogos de la conducta infantil. Y así, se deja escuchar que es conveniente, ya desde la guardería, a los 3 años, “evaluar” a los niños y quizás también medicarlos. Cada vez que escuchamos hablar de “evaluación” debemos ponernos en posición de alerta. La evaluación de la que se trata ya no es la de antes, la que hasta hace relativamente poco nos servía para valorar lo realizado, para “pensar” en cómo mejorar lo que antiguamente se llamaban nuestras “obras”. La evaluación de los nuevos tiempos, la evaluación actual ya no es un gesto metodológico más o menos sofisticado, la evaluación que ahora nos imponen es una práctica de aparatos estadísticos aderezada de una ideología que produce servidumbre y que quiere la inerte tranquilidad de las cosas. De la mano de una cohorte de “expertos evaluadores” instalados en las ya tristemente famosas “agencias” independientes de todo control democrático, la evaluación es una consigna contemporánea que exime de “pensar”, que promueve la creencia en Papá Noel y que produce, en consecuencia, la infantilización del ciudadano. También muestra la película a la que me refiero, la ampliación de la cantidad de “trastornos” que se han ido agregando a la práctica sanitaria con niños y cómo lo que en una época podía pensarse como normal, ha pasado hoy a la categoría de “trastorno” que merece tratamiento para prevenir “comportamientos desviados”. Un amplio movimiento actual de médicos y de clínicos que trabajan con la infancia se muestra muy crítico con esta inflación de diagnósticos estandarizados porque responden más a las necesidades de las compañías de seguros y a las obtusas gerencias sanitarias que a las necesidades “verdaderas” de la clínica que todavía respeta la singularidad y el sufrimiento humano. Son también muchos los profesionales de la educación los que se cuestionan la “rapidez” de los diagnósticos emitidos sobre cuestionarios realizados por las propias compañías 7 farmacéuticas para establecer, por ejemplo, el diagnóstico del Síndrome de hiperactividad. El modelo asistencial y educativo que la película retrata muy bien es un modelo para el cual todos somos enfermos pre-sintomáticos. Se trata de prevenir enfermedades futuras no sólo somáticas sino también psiquiátricas o conductas antisociales. Es el “fariseísmo prevencionista” sobre el que alertaba Jacques Lacan. A través de protocolos de diagnóstico estandarizados, a través del control social de nuestra existencia, los forofos de la gestión sanitaria, los nuevos moralistas de la salud pública obligatoria, extienden su imperio de “estilos de vida” regulados, normalizados y pautados. Se trata, en suma, de una prevención que encierra el peligro de tener a la infancia bajo control y medicada. Hoy, “lo nuevo” es la tendencia cada vez mayor a que un chaleco de medicación se aplique a un niño al que ya no hay que cuidar sino del que la sociedad debe protegerse. A un niño del siglo XXI que “tiene de todo” pero al que no se le reconoce en su ser de sujeto sino en su condición de objeto. A un niño al que se observa como si fuera un “mono” en su jaula y del que se anotan sus movimientos para puntearlos en una escala cuantitativa y al que ya no se escucha en lo que tenga que decir sobre la búsqueda propia de un “lugar” y una “fórmula” como diría Rimbaud. Y digo “lo nuevo” pero, en realidad, no es nuevo. Es el viejo higienismo de finales del XIX. Pero sí que son nuevas sus formas: lo que hoy nos imponen los ingenieros del alma es el saber memo de la cifra, las profecías lerdas del genoma, la argamasa pasmada del cerebro en colores, la observación insulsa de la conducta. Y todo ello para hacer entrar en los protocolos y en los cuestionarios el sufrimiento de nuestros hijos. Un sufrimiento que surge de su cuerpo y de su pensamiento y que se dice en sus palabras, en sus dibujos, en sus juegos y que sólo el clínico que todavía guarda respeto por la verdad está en condiciones de acoger como corresponde. Aconsejo a los profesionales estar alerta sobre estas maneras tan modernas, tan falsamente “científicas”, de abordar los síntomas de los niños con los que trabajamos. En la película que comento se dan alternativas críticas que todavía guardan, como decía Lacan, “el carácter sagrado de la acción médica” y que no es otro que el del “respeto por el sufrimiento”. Aconsejo a los padres no conformarse con los diagnósticos rápidos que suponen la medicación urgente de sus hijos. La tranquilidad que esas maneras injustas de abordar el sufrimiento de los hijos proporciona tiene un alto precio: convertimos a los niños en cosas y les privamos así de su condición de sujetos de pleno derecho. Encuentren a profesionales que les escuchen a ustedes también y les ayuden a cuidar de sus hijos respetando lo que hay de singular en lo que ellos dicen. 8 EL NIÑO COMO SUJETO Y COMO OBJETO María José Bajén Tía, dime algo; tengo miedo porque está oscuro. ¿De qué te serviría, ya que no puedes verme? Eso no importa: apenas alguien habla, se hace la luz Sigmund Freud 1.- APROXIMACIÓN INICIAL "ESTUDIO DEL NIÑO O ESTUDIO DE LAS CONDICIONES DE LA VIDA INFANTIL" Vamos a hablar de los encuentros con los niños/as. Hoy estamos buscando respuestas en la clínica. No estamos hablando de la clínica como sinónimo de la Salud Mental. La clínica mantiene una conversación con la Salud Mental, de la misma forma que lo hace con la Intervención Social. En ocasiones, cuando hablamos de la clínica, ésta parece asociarse únicamente a la Salud Mental, y es por eso que hay quien dice que no es nuestro tema. Sin embargo el discurso de la clínica, y especialmente el de la clínica psicoanalítica, tiene mucho que ver con lo que nosotros entendemos como sujeto y su patología esencial. Voy a intentar cernir este asunto para ver si nos puede dar alguna orientación, o alguna idea, que nos permita acercarnos al estudio de las condiciones de la vida infantil, y especialmente, al encuentro de niños identificados como víctimas de violencia. Nosotros somos profesionales de la intervención social. El nombre ya nos indica el encargo: tenemos que intervenir en lo social. Nuestras profesiones, nuestros trabajos nos sitúan de forma intermedia entre los recursos de apoyo y los recursos de control social. Todos y cada uno de nosotros hemos tenido y tenemos que tomar posición ante esto. No podemos negarlo, no podemos borrarlo. La realidad es que somos profesionales que nos encontramos con el real de la repetición. Un real que se repite, generación tras generación, de padres a hijos; somos testigos de una repetición de la degradación, de la segregación, de la violencia. Intervenimos, y sin embargo, la Cosa insiste. Y de pronto aparece el hijo/a de aquel al que atendimos y 9 proporcionamos apoyo, y la historia se repite. Es entonces cuando nos ponemos a buscar respuestas. Y hoy hemos decidido buscar respuestas desde la clínica. También los profesionales de la Salud Mental se encuentran con esto de la repetición y con dificultades con la posición de control social. Jacques Alain Miller en un texto sobre Salud Mental y Orden Público, nos habla de cómo algunos profesionales se ofuscan con este asunto del orden público intentando alinearse del otro lado y, sin embargo, también para la Salud Mental el objetivo último es reintegrar al individuo a la comunidad social. Pero el secreto del psicoanálisis es que no se trata de salud mental, sino que tiene una dialéctica con la misma. En ese artículo JAM nos recuerda que Lacan y Freud se sitúan en la línea de los filósofos y escritores del XIX que revelan que “el hombre, como tal, es un enfermo” “El psicoanálisis no promete, no puede dar, la Salud Mental. El Psicoanálisis se dirige al sujeto de derecho como tal, al sujeto de pleno derecho, Un sujeto que responde de lo que hace y de lo que dice hasta el punto de que sabe que, si no puede hacerlo, las cosas no van bien; no le parece una tontería decir y hacer cosas de las que no puede responder….. el sujeto de derecho es el sujeto de la enunciación…. Es capaz de juzgar lo que hace y lo que dice… sabemos que el sujeto del inconsciente es siempre un acusado…”1 Vamos a ver donde nos lleva esto por el lado del niño. En el documental de La infancia bajo control, se puede ver la trayectoria de investigación en relación con la fenomenología de la violencia y la agresividad en los niños, desde la diferencia entre visiones diferentes de los problemas en la infancia. Una de ellas es heredera de aquellas corrientes que buscaban en la Disfunción Cerebral mínima intentando objetivar la existencia de lesiones mínimas cerebrales a través de unos observables clínicos agrupables como el síndrome hipercinético, la torpeza motora, el trastorno en el desarrollo del lenguaje y los trastornos específicos del aprendizaje. 2 Hemos podido atisbar las consecuencias para la clínica cuando el niño se convirtió en objeto de estudio, elidiéndose así el problema de la significación de su malestar. 1 J.A.M. Salud Mental y Orden Público. En Introducción a la Clínica Lacaniana. ELP-RBA. 2006. F. Vilà. De la idea del trastorno disfuncional al concepto de síntoma freudiano. sobre los avatares del diagnóstico de neurosis en la infancia. Confluencias. 2 10 Anteriormente Freud nos mostró que la ciencia se había olvidado del estudio sobre la vida infantil de los seres humanos. Fue él quien nos advirtió de que "un niño reacciona vivamente ante su indefensión y dependencia de los adultos o semejantes, ante los renunciamientos que la vida le va imponiendo y ante las exigencias de satisfacción y trabajo que las necesidades y pulsiones reclaman" Nos advirtió que el niño responde con sus propias teorías infantiles sobre: - construcción de los cuerpos - el nacimiento de los niños - el comercio sexual de los adultos y la - asunción de la identificación a un sexo" Pero un niño, como cualquier otro sujeto del lenguaje, responde además de con investigaciones y teorías de la vida, angustia, con síntomas" también responde con inhibiciones, con 3 No es lo mismo ser objeto de estudio, que estudiar la vida infantil de un niño. En la construcción de sus síntomas, el niño responde como cualquier ser humano. En psicoanálisis hay una distancia entre el niño y el sujeto. Para nosotros no existe diferencia en relación a la edad cuando tratamos la noción de sujeto. Como todo sujeto, un niño cuando habla diga lo que diga dice más o menos que lo que quiere decir. Y cómo todo sujeto de la lengua, es responsable de lo que dice y de sus efectos. Pero hay en el niño una característica que se da con mayor posibilidad y es que a veces no puede decir con palabras. Su crecimiento y desarrollo determina los instrumentos y elementos que puede utilizar para decir, para trasmitir algo sobre lo que necesita, demanda o desea. Como niño además precisa de la lengua del otro, de la imagen del otro, del soporte. Es un ser desamparado: “¿Cómo entendemos el concepto de desamparo? … hay que distinguir entre el desamparo social y el desamparo subjetivo. El desamparo social se lo diagnostica con lo evidente: no hay visitas al médico, hay absentismo escolar, hay señales en el cuerpo de malos tratos, se han perpretado abusos sexuales. Para poder diagnosticarlo es fundamental la presencia de otro: la maestra de escuela, el vecino que escucha los llantos, la hermana mayor que ha pasado por eso y no quiere que se repita en sus hermanos pequeños, etc. La denuncia, que en general no es inmediata, es la muestra de que el horror de lo que se 3 F. Vilà, op. cit 11 presencia o se escucha ha alcanzado un límite y empuja a alguien a decir basta. Estamos, sin embargo, en el terreno de lo social donde las leyes, las normas, las instituciones pueden operar para poner a resguardo un sujeto. El desamparo subjetivo es otra cosa. No es evidente, no se descubre mirando. Hay que decir que no es un diagnóstico psicopatológico. …. Se trata de ese sujeto, que al nacer, para poder vivir y humanizarse requiere del Otro, de sus cuidados, de sus respuestas marcadas por un deseo particular a lo que ese Otro interpreta como demandas, ya que el sujeto en sí mismo no tiene elementos para poder resolver ni enfrentar solo todo ese mundo de sensaciones que se le presenten. Es un desamparo primario que es la condición para que el adulto tenga un lugar, podemos decir que es la condición para que un vínculo pueda constituirse…. Un desamparo subjetivo es cuando… no tiene esos elementos que le permitan responder a lo que viene del Otro. ¿De qué elementos se trata? .Se trata de las identificaciones, se trata de los ideales y se trata también de sus síntomas si los entendemos como una invención propia de cada sujeto para establecer un lazo social particular con su entorno.” 4 Un niño necesita de palabras, un niño precisa que le dejemos hablar y que podamos escuchar lo que tiene que decirnos. Un niño, no siempre va a confirmar una situación. En muchas ocasiones el niño nos va a hablar de sus dificultades, de su situación vital, de dónde nuestras preocupaciones y las de sus padres se encuentran, a veces, muy lejos. La familia va a ser la institución en donde ofrecer todo esto que el niño precisa. Pero como institución es también una ficción: Texto: Ficciones familiares y lo real en juego. Xavier Esqué “Una familia es la institución donde se establecen las diferencias de los sexos y de las generaciones y en donde de lo que se trata es de incluir al viviente en la línea de las generaciones y trasmitirle un NOMBRE Lo que está en juego es su INSCRIPCIÓN SIMBÓLICA: cómo el viviente, que viene al mundo como objeto, deviene sujeto.” 4 5 5 Susana Brignoni: Desamparo social y desamparo subjetivo. Xavier Esqué Ficciones familiares y lo real en juego. 12 Pero, y para cada caso, qué nombre y qué lugar simbólico Creo que todos podéis tener alguna ilustración de lo que se trata este asunto del NOMBRE. Yo me he encontrado a niños que tenían nombres: “como mi abuelo”; “igual que mi padre”; “ladrón”; “bipolar”… pero también evidentemente “Juan Carlos García”. Se trata del orden de cómo uno se presenta ante los otros, cómo uno decide decirle al mundo “yo soy X” con una X con la que se nombra. Cómo entiendo esto y cómo me ha servido: cuando nos encontramos con un niño, podemos haber obtenido cierta información familiar que nos permitirá escuchar asuntos muy particulares: por ejemplo, aquellas frases, significantes, opiniones, nombres,… que hablan sobre el niño en el ámbito de la familia, por sus padres o conocidos. Podemos escuchar cuáles de entre ellas han hecho marca en el psiquismo del niño…. (marca de la que podrá o no desprenderse para jugar su propio juego). Es en este encuentro donde se impone la precaución para no taponar lo que el niño tiene que decirnos, no proporcionar inmediatamente consuelo, ayuda, soporte a su necesidad… para permitirle hablar, a través del juego, de la representación gráfica, de objetos (juguetes, muñecos, personajes…) de su necesidad, de su carencia, de su historia de vida, de sus deseos y de la posición que tiene respecto a ellos. Vamos a darle otra vuelta al niño como objeto. 1.- EL NIÑO OBJETO DE CUIDADOS. LAS NECESIDADES DEL NIÑO. ¿Cómo dar acogida a las necesidades del niño? ¿Qué entendemos nosotros cuando hablamos de "necesidades del niño"? Lo más importante es hacernos una idea allá donde un deslizamiento está a punto de operarse en nuestra sociedad entre las necesidades del niño y los "derechos del niño". Hay una fuerte tendencia a querer definir los derechos del niño a partir de una lista preestablecida de lo que serían sus necesidades fundamentales.” 6 6 Daniel Roy. Les lois de l’hospitalité. 13 Todos sabemos sobre esto, nos hemos encontrado con listas definidas sobre cuales son las necesidades de un niño: necesidades de un niño según sus distintos momentos del desarrollo, necesidades de un niño susceptible de ser adoptado, necesidades de un niño en la institución, necesidades de un niño. Es cierto que nos sirven, al menos para tener la sensación de que nada se nos escapa. Tal como dice Daniel Roy, se trata de un listado de necesidades sobre fondo de una ausencia, la ausencia del niño real que habitará dichas necesidades. Sobre este modelo, se han instalado las redes de formación de padres y madres, donde se proporciona a éstos un catálogo de actuaciones para que se conviertan en expertos en cubrir las necesidades de sus hijos. Son intentos para facilitar que los niños reciban de sus padres lo que necesitan y en dónde, a veces, yace la idea de que existe una buena manera, una manera de hacer de los padres que logrará cubrir las necesidades de los niños. El reverso es que a medida que se dan más recursos formativos e informativos a las familias, aparecen de forma creciente las madres y padres que sufren porque “no saben” como educar a sus hijos, “no saben” como afrontar sus comportamientos, sus reacciones…., es como si les hubiésemos retirado la potestad del saber como padres, y de esta forma, recurren continuamente a los “expertos” porque ellos han “suspendido” en conocimientos y habilidades para afrontar la paternidad. Y los niños se muestran más y más desamparados, con estos papás desorientados, que prueban una técnica, luego otra, que ponen gomets, que los quitan, que se muestran incapaces de contenerlos y cuando lo hacen no pueden reconocerlos. Preguntémonos si existe efectivamente una lista, escrita de antemano, de las necesidades de un niño que vendrá al mundo, lista a la cual las madres, los padres podrían referirse…. es más bien como la canastilla…. que se le prepara antes de ir a la maternidad, la ropa que servirá para vestir al o a la que todavía no se conoce. Esos objetos son los objetos previstos en ausencia de, pensados sobre el vacío de la ausencia para vestir una presencia que vendrá. Para las "necesidades" es similar: se puede prever sobre fondo de ausencia que el niño tendrá necesidad de comer, de dormir, de tener sus nalgas limpias sin saber como aquél o aquélla que vendrá "habitará" esta necesidad, …. Pero, preguntémonos sobre todo si es suficiente cuando No se conoce el modo particular de ese niño que habitará la necesidad de comer, de dormir, de estar limpio, no se conoce cuál será su uso particular, la satisfacción o el malestar que encontrará en ello, su modo de goce. 14 Entonces la cuestión que se plantea es la siguiente: (a veces es una cuestión que provocará angustia) ¿Qué inventará? Es una cuestión que resonará a lo largo de toda la infancia, cada vez que el niño "hace una travesura", cada vez que él manifieste un gusto o un disgusto inhabitual. ¿Qué es lo que ha inventado? Será preciso examinar estas "invenciones" del niño que aunque sean singulares, se inscriben en ciertas regularidades de estructura. 7 En tanto sujeto, también es responsable de esas invenciones…. Partimos de que un sujeto humano tiene la necesidad estructural de su encuentro con el lenguaje, y que ese encuentro sólo puede darse en su encuentro con el Otro. Consideramos que no puede constituirse un sujeto humano sin el encuentro con ese lenguaje que viene del otro. Pero, una vez constituido como sujeto, todo sujeto humano, sea de la edad que sea, ve empañadas sus necesidades por el campo del deseo, y del goce. Así pues, prodigar cuidados adaptados a las necesidades del niño, no pueden ser en ningún caso darle de mamar, cambiarle, ponerlo a dormir, sino que es inventar una lengua materna que acoja y acompañe su manera particular de alimentarse, de ser cambiado, de dormir. Por lo tanto, es una lengua que no lo sabe todo, que no lo dice todo, y que sabe callarse, para dejar al niño inventar sus propias respuestas” 8 “El bebé está en una situación de impotencia radical, es un objeto a cuidar, a alimentar por alguien que en contrapartida, está en una situación de omnipotencia. Digamos que, desde aquí, el bebé está en posición de un algo que puede acceder, o no, a un alguien. Acceso que se rige desde una correcta posición en lo simbólico; posición, que, de entrada, aún antes de que se desarrolle, está presente ya. Porque el niño es pensado, hablado, situado en una historia o en una encrucijada de historias, antes de nacer. Este es el mundo simbólico que lo precede y en el que se inserta; justamente se convierte en sujeto por insertarse en el mundo simbólico. 7 8 Daniel Roy. Op. Cit. Daniel Roy. Op. cit 15 En él están presentes las cartas de la baraja con las que podrá jugar en la vida; habrá cartas repetidas, rotas o faltantes; en cualquier caso, un repertorio limitado para jugar la partida de la vida” 9 2.- "OBJETO DE PROTECCIÓN"- "SUJETO DE DERECHOS" - LOS DERECHOS DEL NIÑO Todo esto tiene consecuencias para la consideración del niño como especial OBJETO DE PROTECCIÓN. Cuando la familia como institución falla al brindar los cuidados objetivos al niño… cuando no puede asegurar su continuidad en la vida, cuando se objetiva un desamparo social, las instituciones actúan… intervienen. El niño se convierte en objeto de protección para otro mucho más anónimo, mucho más difícil de encarnar. Las instituciones protectoras se articulan a los derechos del niño. Cuando hablamos del niño como sujeto de derechos, estamos hablando de una serie articulada de derechos que el niño tiene en tanto niño diferenciado de los adultos. Pero podemos deslizarnos pues entre necesidades y derechos como si de sinónimos se tratase. Pero lo verdaderamente importante desde el lado de los derechos del niño es que también tiene derecho a decidir. Derecho a participar en las decisiones que los demás imponen en sus vidas. Así los derechos del niño lo reclaman también como sujeto de pleno derecho: “¿qué entiendo por sujeto? Lo podríamos pensar desde una perspectiva política, en el sentido más noble y concreto de la palabra. Dos términos podrían definirlo: decisión y responsabilidad; derecho de decidir por sí mismo y responsabilidad sobre lo decidido.” 10 Así leemos un ejemplo en el manual de Buena Práctica para la Atención Residencial a la Infancia y la Adolescencia. Que está realizado por la federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil y el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Encuentro lo siguiente: “1.- Se realizará el esfuerzo posible para implicar al niño y a la familia en el proceso de la evaluación y en el establecimiento del Plan de Caso.(p.60) 9 M. Herrera. El niño como sujeto y objeto en la demanda psicoterapéutica. 10 M. Herrera. Op. Cit. 16 2.- Se ha de valorar la capacidad del niño o del adolescente para implicarse en su plan de intervención. (p.61) 3.- Acoger al niño o adolescente respetando el inevitable sufrimiento que le provoca la separación y poner al alcance palabras precisas que expliquen lo sucedido y reconozcan la pérdida sufrida... hacer referencia al pasado evitándole la sensación de haber perdido su propia historia... hablarle del futuro de manera esperanzadora, alentándole a tomar el control de su propia vida...ayudarle a entender la situación que está viviendo... facilitar la expresión de sus conflictos, tanto de manera verbal como a través de otras formas de expresión, haciéndole saber los límites que no está permitido transgredir. (p.62-63) Y finalmente: 4.- Se promoverá la participación del niño o el adolescente, y si resulta de interés para éste la de su familia, en el proceso de evaluación y planificación de la intervención. Se deberá ayudar al menor y a la familia a entender las posibles opciones que pueda adoptar el Plan de Intervención, así como las posibles consecuencias que se derivan de ellas. (p.68).” 11 Estamos hablando del niño y la conclusión que se impone… es que el niño es un sujeto de derechos, con derecho a decidir y con responsabilidad sobre sus decisiones. Lo que nos encontramos es que ahora, el discurso social predominante “conoce” de la existencia de la subjetividad y habla de tenerla en cuenta. Pero se enreda en considerar cuándo el niño puede participar de las decisiones y de la responsabilidad sobre sus actos. Sin embargo, paradójicamente, le va otorgando el lado de la responsabilidad, y el discurso social le conmina a que acepte que con sus “derechos” tiene que hacerse cargo de sus “deberes”. Como si estuvieran separados y como si el “derecho” fuera un objeto de consumo, que hay que atesorar, que hay que ganarse y que conlleva una serie de costes. Llegados a este punto podemos comenzar a captar algo de lo que Susana Brignoni nos dice en esta frase: “Cuando un niño o adolescente es tutelado, no sólo se produce una pérdida a nivel de sus relaciones sino que se suma … una cierta pérdida de ser. Lo que se pone en juego es algo del orden de la privación… Cuando el sujeto es tutelado se introduce una nueva dimensión de vulnerabilidad: la que implica que se produzcan momentos de desenganche y desafiliación”12 11 12 Manual de Buena Práctica para la Atención Residencial a la Infancia y la Adolescencia Susana Brignoni. Op. Cit. 17 DOS NOTAS SOBRE EL NIÑO. Un niño “es” con su familia. En la clínica con niños sabemos que precisamos que los padres proporcionen una autorización implícita, para que el niño pueda permanecer con nosotros y ofrecer algo de su ser más íntimo. Cuanto más pequeños sean, y muy relacionado con el vínculo que haya establecido con sus papás, esto es siempre imprescindible. “en la clínica de niños es fundamental conocer el mundo simbólico que lo envuelve, esto es, el discurso de los padres; lo que los padres proyectan y desean sobre sus hijos, el lugar en el que es recibido y desde el que es pensado. Lo podríamos llamar el "Ideal del yo familiar. El niño tiene la experiencia de que los padres lo quieren, pero la particular forma de amar de cada pareja parental plantea interrogantes: me quieren sí, pero ¿qué desean de mí?, ¿qué desean de mí estos padres que me envían a una escuela que no me interesa pero que absorbe su atención?, ¿qué desean de mí estos padres que traen un hermanito como si no tuvieran suficiente conmigo?, ¿por qué, si me quieren, me envían a un médico que me maltrata?, ¿por qué mamá dice cosas distintas cuando papá no está delante? Interrogantes al modo y manera de cada niño, de cada edad, que le impulsan más allá del cariño a la pregunta por el deseo: me quieren sí, pero ¿qué quieren de mí? Y que le impulsan posicionarse dando significación a ese interrogante.” 13 Lacan nos habla de las distintas posiciones que un niño puede representar en la estructura familiar en dos notas que envió a la psicóloga infantil Jane Aubrey. Son dos notas cortas que dicha psicóloga publicó y que nos dan una indicación precisa de lo que el niño recibe de su estructura familiar y los lugares a los que puede optar en ella. Se trata de las funciones del padre y de la madre como estrechamente ligadas a la transmisión de un deseo. Lacan coloca a la madre del lado de los cuidados, en tanto que éstos muestran un interés particularizado “aunque sólo fuese por la vía de sus propias faltas”. Por otro lado la función del padre “en tanto su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo”. La función del padre es producir un objeto- niño como don de amor y enunciar la ley mostrando a la vez como se puede vivir con ella, servirse de ella. 13 M. Herrera. Op. Cit. 18 Lacan distingue entre la mujer y la madre, e introduce a la madre deseante como aquella mujer que asume que a ella le falta algo lo que hace surgir el deseo de tener un hijo como sustitutivo de su deseo de falo (significante de eso que va a completar a la madre). Para Lacan este deseo está siempre ahí en la relación madre/niño. Un deseo otro que articula una relación triangular M-N-F. En el primer tiempo edípico el niño se sitúa como objeto falo que completa a la madre. Su significado como ser viviente es ser aquello que completa a la madre. Si el niño queda fijado en este primer tiempo edípico, significándose como aquel que completa a la madre, desde dicha posición desafía la ley paterna. Pero hay otras posiciones posibles. Si el niño se pregunta por el deseo de la madre y dirige su mirada al padre, entonces puede ocupar el lugar como síntoma de la verdad de lo que es la pareja en la familia. Lo que retorna de lo reprimido de la pareja parental es la posición del niño y así el niño se sitúa como síntoma de lo que en la pareja actúa de modo desequilibrado, tratando de compensar con su síntoma este desequilibrio. Pero también puede pasar que el niño se quede inmovilizado en una posición de objeto, como algo que compensa la falta materna. Se convierte en “objeto” de la madre, sin posibilidad de de mediación por parte de la ley que simboliza el padre. Un objeto de cuidados que compensa la falta, que no se constituye en ser, sino que no le queda otra función que revelar la verdad de ese objeto. “aliena en él todo acceso posible de la madre a su propia verdad, dándole cuerpo, existencia, e incluso exigencia de ser protegido”. El niño habitará en una u otra posición. Pero la posición más habitual es aquella en la que El síntoma del niño responde a lo que hay de sintomático en la estructura familiar, representa algo de la verdad de lo que es la pareja en la familia. 19 UN ENCUENTRO POSIBLE. UNA NUEVA OPORTUNIDAD El profesional que se encuentra con un niño debe poder esperar a que el síntoma se despliegue. Su única opción es salirse de la serie, ocupar una posición distinta de los padres, maestros… de los otros adultos que envuelven al niño. Cuando uno escucha a los niños, hay un efecto de sorpresa al escuchar lo que tienen que decirnos. Se trata de escuchar desde un lugar que permita discriminar en aquello de lo que dice, todo lo que son ideales de los adultos familiares, de aquello que es la emergencia de un deseo y de la historia propia de un niño. Lo que yo he podido vislumbrar hasta ahora es que un camino posible es borrar el deseo de cambiar la vida del niño y sustituirlo por el de perseguir la verdad de ese sujeto y de su familia. Estando advertidos, además, que cuando surge la demanda para tratar a un niño en una familia, la dinámica familiar se pone en juego, y que puede tratarse de la demanda de que algo cambie para que todo siga igual. 20 ACERCA DE LA FAMILIA: PUNTUACIONES DE ESTRUCTURA Gracia Viscasillas La familia es una agrupación humana, una institución compleja. Podríamos hacer diferentes abordajes, desde la sociología, la historia, la antropología, el derecho, la religión. Estudiar las diferentes formas que toma a lo largo de la historia hasta la diversidad de la familia actual. No tomaremos hoy, sin embargo, este enfoque. De entrada, podemos acordar que “la familia desempeña un papel primordial en la transmisión de la cultura. Que predomina en la educación inicial, la represión de los instintos, la adquisición de la lengua materna. Y que tiene el papel de instaurar una continuidad psíquica entre las generaciones” (La familia. Jacques Lacan). A la hora de trabajar sobre este tema, tomaremos unas frases de un breve texto de Jacques Lacan, Nota sobre el niño. “La función de residuo que la familia conyugal sostiene en la evolución de las sociedades, pone de relieve lo irreductible de una transmisión –que es de un orden bien distinto que el de la vida según las satisfacciones de las necesidades vitales- de una constitución subjetiva que implica la relación con un deseo que no sea anónimo”. La familia “conyugal” –término acuñado por Durkheim- a la que en esta frase se hace referencia proviene de la institución del matrimonio, entendido en su aspecto simbólico de un pacto formulado y que no es tanto una simplificación de lo que podemos llamar familia extensa sino más bien una contracción. La familia conyugal es aquella que podemos decir compuesta de padre-madre-hijo. Pero en la actualidad, en la que aún siendo predominante la familia conyugal, proliferan las familias monoparentales, recompuestas, o incluso las familias homosexuales, las familias adoptivas, los hijos nacidos por lo que podemos llamar la vía de la ciencia, ¿podemos sostener que esta referencia a la familia conyugal sigue siendo válida? Entiendo que sí, pues cuando Lacan plantea la función de “residuo” de la familia conyugal hace referencia a las funciones que siguen persistiendo en el interior de este nuevo tipo de familias: la función padre y la función madre. Algo que él mismo va a desarrollar en la frase que sigue a esta en el texto citado. Y nos dice que esto que persiste va a tener una importancia capital en la transmisión ¿de qué?: De una constitución subjetiva, de la constitución subjetiva del niño. Y diferencia esto de “la transmisión de la vida según la satisfacción de las necesidades vitales”. En este punto podemos establecer una diferencia entre la “paternidad biológica” y la “paternidad simbólica”, entre genitores y padres. Esto se ve muy bien en la fecundación a través de donantes y en la adopción, y queda muchas veces solapado en la paternidad biológica. 21 No se trata tan sólo, entonces, de la generación de una nueva vida, sino de la decisión de hacerse responsable de ese ser, de nombrarse padre y madre de ese niño. En cierto modo, la adopción está siempre presente, en lo que implica –o no- el tomar sobre sí la decisión de hacerse responsable no ya “del” niño, sino de “ese” niño. Prosigamos con la frase: Lacan apunta a la importancia de una transmisión que va más allá de la vida “según la satisfacción de las necesidades vitales”. Las necesidades vitales, las necesidades que hacen falta a un bebé para subsistir –hambre, sed, frío, cobijo…- la mera satisfacción de estas necesidades podemos decir que es necesaria pero no suficiente. Lo que Lacan destaca para la transmisión de una constitución subjetiva es “la relación con un deseo que no sea anónimo”. Es decir, un deseo puesto sobre ese niño en concreto, y también un deseo que ha de ser encarnado. Encarnado en determinados personajes: aquellos que van a cubrir la función de padre y madre. Y en la clínica nos las tenemos que ver con la manera en que esto ha sido cubierto o no, así como con la manera en la que un niño ha dado sentido a esto, ha construido una ficción sobre esto. Vayamos ahora a las funciones madre y padre. De entrada, subrayar que al decir función podemos tomarlo en sentido matemático F(x), es decir, no se trata tanto de la mamá o el papá, sino de aquel, aquella o aquello que ocupe esa función, que tome el lugar de (x). Volvamos al texto: “Las funciones del padre y de la madre se juzgan de acuerdo con una lógica de esa clase”: “La de la madre: en la medida en que sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, aunque sólo fuese por la vía de sus propias faltas”. “La del padre: en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo”. Función materna Vamos a hacer una especie de relato un muy simplificado, teniendo en cuenta que luego en el caso por caso se darán los avatares ante los que el sujeto se irá posicionando de una u otra manera, siempre particular y que harán a su historia. Podemos decir que un sujeto es hablado antes que hablante. Nos referimos con esto a que ya antes de su nacimiento, incluso antes de su concepción, hay palabras dichas en torno al niño por nacer. Palabras dichas por los que serán sus padres, sus abuelos, tíos, amigos… palabras que van construyendo una cuna simbólica en la que se alojará ese 22 niño. Y el niño portará la marca de un cierto modo de hablar sobre él que es el reflejo de la manera en que sus padres le han deseado. Cuando el bebé llega al mundo, lo hace absolutamente desvalido. Necesita del Otro, del Otro de los cuidados para sobrevivir. Satisfacer esas necesidades va en la línea pues del mantenimiento de la vida; pero lo que se nos plantea es que no se trata sólo de la vida, sino del viviente, de un niño que toma –o no- cuerpo en la vida, en el lenguaje, en el deseo. Es a este Otro de los cuidados, Otro primordial, al que nos referiremos al hablar de la “función materna”. Para simplificar hablaremos de “la madre”, puesto que es la que generalmente ocupa esa función, pero sabiendo que puede ser el padre o un cuidador, etc., quien se ocupe de esto, quien ocupe esa “x” de la función materna FM(x). Estos cuidados quedan librados pues a un Otro que, además, tiene la característica de ser un Otro parlante. Y este Otro no es neutro, tiene una manera particular de relacionarse con el bebé, tiene una historia, deseos y expectativas sobre el bebe, tiene temores que se trasladan también a su relación, y tiene modos preferenciales de gozar que pone en juego en sus cuidados sobre el cuerpo del niño (habrá mamás que se queden extasiadas mirándolo, otras que no puedan dejar de mirarlo ante el temor de que no respire…; habrá otras para las que la alimentación sea aquello en lo que concentran el cuidado… “me lo comería”; otras que pongan el acento en la limpieza, en la voz propia o del bebé…). De tal manera que en ese bebé –cuyo primer estatuto es el de objeto, aunque no fuese sino como objeto de los cuidados-, objeto de goce para la madre, se van a ir privilegiando -justamente por el “interés particularizado” de la madre- algunas zonas de su cuerpo. Con Freud podríamos decir que se “erogenizan”, es decir que se inscriben como zonas privilegiadas de satisfacción. Del grito a la llamada En la dialéctica del sujeto y el Otro, podemos plantear un esquema que nos referirá a cómo se perfila este Otro, tan importante para el surgimiento del niño como sujeto. Situémonos ante el organismo humano en su estado más precario de desarrollo, y hagámoslo intervenir mediante el grito. Veremos que el grito no tarda en adquirir sentido: se trata de la mutación del grito en llamada. Anticipamos aquí una diferencia: -la llamada supone al Otro, -el grito prescinde de él, como si concerniera sólo al organismo. Partamos de la necesidad en tanto referida a la fisiología del organismo (hambre, sed, dolor…). El bebé –que todavía no tiene conciencia de su cuerpo- siente una sensación difusa de malestar, no localizada, y grita ante ese malestar que no cesa. 23 Para que ese grito se convierta en llamada se necesita el “acuse de recibo” del Otro, el reconocimiento de que tras ese grito hay un sujeto que lo emite, un sujeto que quiere algo. Del lado del Otro, el grito entraña una respuesta, un “Eres tú”. Por el lado de la madre, su respuesta de acudir al llanto implica situarse en la posición de que ese llanto le concierne, e implica también una lectura que hará desde su propia subjetividad: responderá dando de comer, o arrullándole, o mirando a ver si el pañal está limpio, o se dedicará a mirarle angustiada pensando qué le pasará… Es decir, responderá desde un “interés particularizado”, y que tiene que ver con ella. Pero también puede no haber por parte del Otro ese reconocimiento y responder con el reloj, o con el manual que dice a qué hora ha de comer el niño o en qué tiempo hay que cogerle o no en brazos, o que establece que hay que dejarlo llorar; o puede acudir de manera anodina, con una respuesta que carece de una significación de vida y que lo cosifica. Es importante señalar que no se trata de saber simplemente qué quiere decir ese grito, sino de reconocer que quiere decir algo (que ese grito significa), que no es una secreción del organismo, que ese grito expresa al sujeto e incluso lo representa. Es pues esa respuesta del Otro la que transforma retroactivamente el “grito” (que se enunció en primer lugar) en “llamada”. Vemos que: -la respuesta del Otro hace emerger al sujeto, -el grito crea al Otro: como espacio donde el grito resuena, donde hay “acuse de recibo”. Hemos establecido una secuencia en la que el llanto del niño, por la respuesta de la madre, es transformado en llamada. Se instala ahí un germen de dirección al Otro y un germen de lenguaje. Y así, la necesidad habrá de pasar por los desfiladeros del lenguaje, transformándose en demanda, es decir, dirigida a un Otro. Y si nos fijamos, mucho antes de que aparezca el lenguaje, hay ya una diferenciación en los propios llantos. La llamada, y la madre que introduce la presencia-ausencia con su ir y venir nos da ya un primer esbozo de orden simbólico (una alternancia +/-). Podemos decir, que en este esquema del grito a la llamada, el niño experimenta que su actuar tiene “efectos en el mundo”: la madre acude y calma ese malestar surgido de la necesidad. Y vemos ahí que por un lado se da aquello que satisface la necesidad del bebé, pero por otro lado se da también a través de la presencia de la madre. La experiencia de satisfacción incluye ahí el objeto y la presencia materna. Objeto de satisfacción y presencia están pegados. 24 Cuando la madre se demora Ahora, ¿qué ocurre cuando más adelante la madre comienza a no responder, cuando se toma su tiempo en ello? La madre se convierte ahí en una potencia, justamente por su capacidad de no responder. Su ir y venir no depende del niño sino que éste lo experimenta como algo sin ley, no regulado, del lado del capricho –entendiendo que por “capricho” nos referimos no a que se trate de una madre caprichosa sino a que para el niño estas idas y venidas de la madre quedan del lado del arbitrio. Podemos acudir aquí a Baltasar Gracián, cuando en “El criticón” señala: “Cada hijo es hijo de la madre y de su humor, casado con su capricho, y así todos son diferentes: cada uno de su gesto y de su gusto”. El objeto de satisfacción y la presencia, antes pegoteados, ahora se separan. El objeto pasa a tomar otro matiz: por un lado objeto de satisfacción, y por otro se convierte en objeto de don. De tal manera que asistimos también a un desdoblamiento de la demanda: -por un lado, la demanda de satisfacción de la necesidad, que se satisface por el objeto -por otro lado, la demanda de amor que implica el don, y que implica en su respuesta el reconocimiento de que el sujeto existe para el Otro. Y en este descubrimiento del don, que queda referido al poder de la madre de no responder, el niño mismo se incluye en la relación como objeto de amor para la madre, y mide el placer que le aporta, el valor que toma para ella. “Es una de las experiencias fundamentales del niño, que él sepa si su presencia comanda por poco que sea, la de la presencia que le es necesaria, si él mismo introduce el esclarecimiento que hace que esta presencia esté ahí y lo envuelva, si él mismo aporta una satisfacción de amor”. (Jacques Lacan. Seminario IV). Las idas y venidas de la madre, arbitrarias, le indican que quiere algo más que lo que él era hasta entonces, y surge la pregunta ¿Qué soy para el Otro?, ¿puede soportar perderme? La madre surge como deseante, en falta, y se le plantea al niño el enigma del deseo del Otro. Aquí se trata de la relación del niño, no con la madre, sino con el deseo de la madre. Es un deseo de deseo. Lo que el niño busca es “ser”, colmar, eso que la madre desea. Y es ahí que en muchas ocasiones quedan capturados los niños: ser aquello que captan que desea la madre. Para salir de esta captura imaginaria, hará falta la intervención de un elemento exterior. 25 Función paterna Si volvemos a la frase del inicio, la función del padre, su modo de encarnar un deseo que no sea anónimo viene dado por “en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo”. El padre interviene frente al enigma del capricho materno como indicador de que no es tal, que está regulado, que tiene que ver con otro discurso, el del padre. El padre –o aquel o aquello que ocupa la “x” de la función paterna –viene como privador de la madre, como interdictor. Se trata de un “no” dirigido a la madre y que actúa como separador y tiene efectos en el hijo, dado que el objeto de deseo de la madre está afectado por la interdicción paterna. Aquí “no se trata tanto de las relaciones personales entre el padre y la madre, ni de saber si uno u otro dan la talla o no la dan, como de un momento que ha de ser vivido y que concierne a las relaciones no sólo de la persona de la madre con la persona del padre, sino con el padre en tanto que lo que dice no es del todo equivalente a nada”. (Jacques Lacan. Seminario V). Tenemos al padre que enuncia este “no” que funciona a dos bandas, pero es también el padre que dice “sí”, el padre que interviene como aquel que tiene que ver con aquello que quiere la madre, y que de ese tener ha de dar alguna prueba. Esta “encarnación de la ley en el deseo” es una manera de nombrar la introducción de una tachadura en ese deseo vivido como absoluto y arbitrario de la madre –por tanto, sin ley-, aquello que tiene por función presentarla regulada por algo ante el niño, que limita su omnipotencia, que la descompleta. Es algo así como “sí, sí, es tu madre, pero fundamentalmente es mi mujer, y de ella me ocupo yo”. Esto va a permitir al niño ocuparse de otras cosas. Podemos decir que en la función paterna se trata de: - Función de límite y separación (entre el niño y la madre). - Función de sustitución y de metáfora: el enigma del deseo materno se sustituye por el nombre del padre en tanto encarnación de la ley en el deseo. Es esto lo que le da su función de autoridad. Pero no sólo se trata del enigma del deseo de la madre, sino del enigma de lo que es una mujer para un padre, pues el niño sabe que hay algo enigmático que hace que ese padre se relacione a la madre. 26 TRANSFORMACIONES EN LA FAMILIA EN LA EPOCA ACTUAL Tomando el sesgo de la función paterna, podemos referirnos a que en la actualidad hay un declive del padre en tanto función simbólica, podríamos incluso decir que cada vez más la familia deja de estar ordenada por la función paterna, que deja de ser patriarcal. Y esto tiene sus consecuencias en la organización de la familia y en el ordenamiento de las relaciones familiares. No se trata de plantear que este declive del padre implica en absoluto el declive de la familia, sino que implica una reorganización de las relaciones familiares que giran en torno a un punto central que organiza de forma distinta. Trasladaremos algunos puntos para la reflexión: 1) Puede señalarse que en la civilización actual, y del lado de los avances del discurso de la ciencia se da una separación entre familia y reproducción. Durante siglos la familia era el lugar designado para el acto sexual, teniendo consecuencias para la reproducción inscrita en el sistema simbólico de la descendencia. En la actualidad, la reproducción puede funcionar sin acto sexual. La reproducción de las generaciones la puede hacer la ciencia sola. 2) Separación entre padre y masculinidad. Vemos esto muy claramente en la existencia del matrimonio homosexual, pero también se observa en la familia heterosexual. Esto implica que la diferencia sexual entre hombres y mujeres ha dejado de encarnarse en la diferenciación en la familia entre padre y madre. Podría decirse que explotó la ficción que permitía pensar que toda madre era una mujer y que todo padre era un hombre. 3) Borramiento de la disimetría padre y madre. Actualmente asistimos a una superación y rechazo de la disimetría sobre la cual se fundaba la familia hace unos decenios. Esta disimetría se hallaba entre el padre y la madre, siendo que ahora nos encontramos más bien con una indiferenciación en el modo de asumir estas funciones y que podemos situar alrededor del significante “parentalidad”. Actualmente padre y madre son iguales en tanto a su autoridad en la familia. Pero no hace tanto tiempo, hasta 1975, la legislación española contemplaba la posibilidad para el padre de familia de corregir moralmente tanto a su esposa como a sus hijos. Así, si el padre maltrataba a su mujer o a sus hijos, y sólo si transcurrían más de 15 días sin que se hubieran curado las secuelas del maltrato, se consideraba que había abusado en el ejercicio de la autoridad; es decir que había habido un plus, un exceso en el ejercicio de la autoridad. 27 En ese tiempo la significación de la bofetada era la de una corrección moral, pero ahora tiene la significación de una agresión. La significación ha cambiado, porque ahora se trata de una mujer que tiene pleno derecho e igualdad ante la ley, y por tanto ha sido agredida por un compañero. Además es una ofensa respecto al ideal de la mujer -el de hace 40 años era obedecer al marido, ahora el ideal de la mujer es ser autónoma, independiente, y por tanto la humillación desde el punto de vista moral es mayor para una mujer que recibe ahora ese maltrato. Manuel Fernández Blanco escribe en “La voz de Galicia”: “El lugar de la mujer ha variado en las sociedades occidentales y este cambio no ha ido en paralelo con cambios sustanciales en el varón. La mayoría de las personas que piden el divorcio son mujeres y, actualmente, ya no lo hacen tanto pensando en lo sufrido como en buscar una vida más satisfactoria. Hombres y mujeres padecen de diferentes tipos de dependencia. La dependencia de la mujer está más relacionada con la espera de un signo de amor de su pareja, lo que en ocasiones la aboca a situaciones de maltrato: le hace creer las palabras de amor y arrepentimiento o interpretar que los celos son signos de interés. Cuando una mujer se instala en una posición de amor permanentemente decepcionada, siempre espera que en la siguiente ocasión sea diferente. Esto tiene que ver siempre con su historia infantil, con sus vínculos de amor y de dependencia más primarios. Asistimos a una infantilización generalizada de la sociedad y tal vez del hombre en particular. La dependencia se acentúa en las relaciones de pareja y se manifiesta de forma extrema en la imposibilidad de aceptar perder a esa persona. Para estos “hombres-niños” la pérdida o el abandono resultan insoportables. Por eso, en un porcentaje muy significativo de casos, al asesinato de la mujer le sigue el suicidio o el intento de suicidio del agresor, como la expresión de la dependencia infantil más radical. Estos hombres no pueden vivir sin ellas en el sentido literal, porque una vez destruida esa persona ya no tienen con qué sostenerse en la vida”. Bibliografía: Gracián, B. El criticón. Obras Completas, Vol. I. Biblioteca Castro, Madrid, 1993 Lacan, J. La familia. Ed. Argonauta. Barcelona, 1978 Lacan, J. “Nota sobre el niño”, en El Analiticón. Correo/Paradiso, Barcelona, 1987 Lacan, J. Seminario IV La relación de objeto. Paidós, Barcelona, 1994 Lacan, J. Seminario V Las formaciones del inconsciente. Paidós, Barcelona Miller, J.A. Los signos del goce. Paidós, Buenos Aires, 1998 Esqué, X. y Brousse, M.-H. "¿Amar al padre o al sinthome?" Ed. Grama 28 EL ESTADIO DEL ESPEJO Gracia Viscasillas En primer lugar, ¿a qué nos referimos cuando hablamos del estadio del espejo? Muy sencillamente diremos que se trata del momento en que el niño reconoce su imagen en el espejo, la reconoce como propia. Veremos que esto no es algo natural -pertenece a la especificidad del orden de lo humano. Y que no es tan sencillo -de hecho hay seres humanos en los que esta asunción de la imagen no se produce. El psicoanalista francés Jacques Lacan introduce esta cuestión en una presentación en un congreso en 1936, aunque el primer texto con el que contamos escrito por él sobre este tema es de 1949 y lleva por título “El estadio del espejo como formador de la función del yo”. Es un tema este, sin embargo, que puede rastrearse a lo largo de toda la enseñanza de Lacan. Quisiera destacar en ese título el término “formador”. Lacan se interesa en esta cuestión de la imagen en tanto tiene efectos “formadores”, efectos formadores en lo real del cuerpo y en la subjetividad. Por ese tiempo, Lacan se interesó mucho por la etología, y esto por el estatuto particular que toma la imagen en esa disciplina: el estatuto de un real. De hecho, él trae en ese artículo estudios etológicos en los que se plantea cómo por ejemplo la maduración de la gónada en la paloma tiene por condición necesaria la vista de un congénere en un tiempo determinado, y que basta para obtener este efecto con la colocación de un espejo. La etología había demostrado que si la paloma estaba expuesta a esta imagen de la especie en un tiempo determinado, sus órganos sexuales se desarrollaban y si no, no se desarrollaban. Se trata pues del poder real de una imagen. Lo que le interesa a Lacan es algo que tiene un poder eficaz, consecuencias en lo real del cuerpo: en ese caso, en la reproducción. Efectos formadores de la imagen, aunque no reconocimiento -o en todo caso, reconocimiento de la especie pero no de la individualidad. Ahora bien, podemos preguntarnos, ¿bastaría un espejo para que el bebé alcanzara este reconocimiento de su imagen como propia? En psicoanálisis decimos que el ser humano es hablado antes que hablante. Las palabras sobre él preceden a su nacimiento, incluso a su concepción. Cómo se hable o no de él, qué expectativas se tengan, qué ideales familiares le nombren... todo ello va a conformar el lugar en el que ese ser vendrá a alojarse. Luego, le quedará por recorrer el camino de 29 hacerse hablante, de consentir a la regla del juego que es decir como todo el mundo con el lenguaje. Cuando el bebé llega al mundo es habitual que incluso se lo trocee: tiene la nariz de su abuelo, los ojos de su madre, el pelo de su papá... Nace, a diferencia de los animales, absolutamente indefenso y dependiente de la buena voluntad del Otro, del Otro de los cuidados, del Otro con mayúsculas, Otro primordial al que llamamos Otro materno (independientemente de que esta función esté o no ocupada por la madre). Está en posición de objeto, aunque no fuese sino objeto de los cuidados. A diferencia del sujeto, del que decimos no está dado de entrada, el Otro sí lo está, si no, el infans moriría, tal es su precariedad y su dependencia. Este Otro, intérprete del niño, se acerca a él, le mira, le habla, le da de comer, le asea..., y a través de estos cuidados el niño conoce esta figura (en el sentido de la forma) que se recorta en el mundo. Es también a través de estos cuidados dirigidos a zonas específicas de su cuerpo, como estas partes irán tomando una relevancia particular, se irán recortando de su organismo a través de experiencias de satisfacción singulares que pasan por esos cuidados del Otro -Otro que no es neutro, y que aplicará a esos cuidados su marca particular de satisfacción, su marca particular de goce, lo que hará que se recorten en el desorden, en la experiencia caótica del cuerpo del bebé, zonas privilegiadas de goce. Lacan nos indica que hay un momento muy particular en esta historia que va del infans al sujeto, y es el momento en el que el bebé reconoce su imagen en el espejo como algo propio. Momento que sitúa entre los 6 y los 18 meses, y constituye una peculiaridad de los seres humanos. Sitúa este reconocimiento como constitutivo del yo, y nos habla de que se produce una identificación a esa imagen. Pensemos que hasta ese momento el niño no tiene porqué saber cual es su forma. ¿Por qué un bebé habría de saber que su forma corresponde a una forma humana, que la imagen que tiene ante el espejo es la suya? Lo que él ve son fragmentos -sus manos, sus piernas al moverse...-, lo que experimenta son sensaciones difusas de malestar o bienestar que no sabría asignar, localizar en el cuerpo. Y en ese momento, en el momento del reconocimiento especular, se da cuenta de que su forma pertenece al registro de lo humano. Lacan nos habla de anticipación. Pues la imagen total que él niño ve frente a sí ostenta un dominio corporal que el niño, por su desarrollo aún no tiene. Nos habla también de júbilo y de un momento depresivo. Júbilo justamente por la anticipación de ese dominio corporal, por la alegría del reconocimiento en una forma, forma humana completa y unificada que ve en el espejo. Depresión porque eso que ve entra en 30 discordancia -entra en juego una distancia- con lo que experimenta de cuerpo fragmentado, desorganizado, disperso. Tenemos ya ahí, en ese momento inaugural, un desfase: la experiencia de una satisfacción, pero también de una distancia, una pérdida, pues esa imagen captada por un instante se convertirá también en el lugar de un ideal ideal de completud- siempre por alcanzar. Y nos habla también Lacan de desconocimiento original del sujeto en su totalidad, pues no todo pasa a la imagen, a esa imagen ante la que queda capturado, fascinado. Imagen del cuerpo -------------------------------Cuerpo fragmentado De un lado tenemos un cuerpo fragmentado, caótico, sensaciones orgánicas dispersas… Del otro lado tenemos la imagen en el espejo, que no le pertenece al principio, que es un objeto exterior –tal como la imagen para la paloma-, pero que cuando se la apropia tiene como consecuencia el cubrir, velar el cuerpo fragmentado. Y en la identificación con esta imagen, enmascarar o dar una unidad a lo que no la tiene. Lo que indica el estadio del espejo es que la unidad del cuerpo no viene de las sensaciones orgánicas, sino que viene de la imagen encontrada en el espejo. Por otra parte, este reconocimiento de la imagen no puede producirse sin el Otro. En la experiencia del espejo hay el Otro que sostiene al niño, y cuya imagen y mirada también aparecen en el espejo; y es esa mirada -conocida, reconocida-, la que da la pista sobre la imagen propia. Pero es que además, ese Otro habla: expresa deseos, temores... asigna significantización a esa imagen, y así el ideal no sólo pasa por la imagen sino también por el Otro. Podemos decir que el sujeto no ve su imagen sino por el sesgo de este otro espejo que el Otro constituye, un espejo que no se sitúa sólo en el nivel de la imagen visual, sino que incluye los significados del Otro; es un espejo parlante. Es pues necesario un punto exterior -un punto que no es del orden de la imagen- para fijar la relación imaginaria. El sujeto no tiene acceso a su imagen sino por mediación del espejo del Otro, del Otro como espejo. En esta experiencia tenemos ya: la imagen, el Otro, la mirada. Tenemos la introducción necesaria de la distancia: entre la imagen del espejo y lo que infecta el significante en ella; entre el júbilo ante la completud y la percepción de las sensaciones corporales dispersas; entre la visión y la mirada. Hay la experiencia de satisfacción y la pérdida. Imagen, palabra y pulsión quedan ligadas por lo que hace agujero. 31 Cuando esto se produce podríamos decir que se accede a un punto de perspectiva, desde el que tomar constancia del espacio, tener un “lugar” al que asignar sensaciones, dolor, placer, significados. Una imagen psíquica a la que adscribir las palabras dichas a su alrededor, a la que referir su nombre, a la que referir algunas partes del cuerpo como visible, como envoltorio. Vamos a situar en este esquema el momento del reconocimiento de la imagen en el espejo: Lado sujeto S Lado otro a´ a ------ a’ $ -------A a Eje imaginario Eje simbólico A Situamos en el punto que llamamos (a) al bebé, que está ante el espejo (a’). En el punto A situamos al Otro. Ese Otro presentificado en la persona que le cuida y le habla. En la escena repetida de situar al niño ante el espejo, llega un momento en que algo distinto sucede: hay un interjuego de miradas en el que el niño reconoce la imagen que tiene frente a sí como propia. El niño mira al espejo (punto a’) y queda fascinado por lo que ve: una figura humana completa, y es él. Sin embargo, en la instantaneidad de ese momento es preciso un intervalo: el niño reconoce esa mirada que tantas veces ha sido dirigida a él, la reconoce en el espejo dirigida a esa imagen que tiene frente a sí. Y se vuelve hacia aquel que lo sostiene (A) como para solicitar su asentimiento ante lo que ve. Pero ese Otro que sostiene al niño ante el espejo, hemos dicho que no es neutro. Por el contrario, está cargado de expectativas, de frustraciones, de deseos de vida y a veces también mortíferos, con lo que podemos decir que su palabra, su mirada, está cargada de algo más, que también se transmite. 32 Ese Otro, pues, le otorga un sí a esa imagen (A → a), acompañado de un recorrido más sinuoso, de un Tú eres eso dirigido más allá del infans, dirigido al sujeto, un sujeto dividido por el efecto del lenguaje en el cuerpo (A → $ → a' → a). De esta manera a' quedará constituida como su imagen, pero al mismo tiempo nombrará algo de su ser, su ser para el Otro. En ese momento, hemos dicho, no sólo hay júbilo, hay también la percepción de la distancia entre esa imagen ideal de completud y lo que experimenta de su cuerpo descoordinado, fragmentado, caótico. Es la distancia que se instalará entre la palabra y la cosa, entre la satisfacción esperada y la obtenida, entre el yo ideal de la imagen y el ideal del yo que incluye los significados del Otro. Podemos hablar de varios estatutos del cuerpo: Cuerpo especular: cuerpo captado como forma, como buena forma. Es el cuerpo que pasa por el Otro y toma de él significantes, palabras, para construirse. Cuerpo pulsional: en el que no se trata de forma, pues no se inscribe en el campo visual, sino de zonas erógenas, zonas privilegiadas de goce. A este cuerpo el sujeto tiene poco acceso, no tiene sino “una oscura intimidad”. Cuerpo como organismo: cuerpo que tampoco pasa a la imagen del espejo, cuerpo de los órganos que queda para el sujeto velado bajo la forma-envoltorio de la imagen. Es, por ejemplo, el cuerpo del que se ocupa la ciencia, cuerpo de nuevo troceado bajo las distintas especialidades médicas, que con los cada vez mayores avances sí tienen acceso a una mirada sobre el mismo (scanner, ecografías, diagnóstico por la imagen...). En este sentido es muy importante tener en cuenta que esta es una mirada exterior y que muy fácilmente desliza de nuevo al sujeto a una posición de objeto, objeto de la ciencia. Por ello, es fundamental en las intervenciones a realizar sobre el cuerpo del niño, sobre el punto a (pruebas de todo tipo, mediciones, clasificación de comportamientos…), tener en cuenta que hay también otro lugar al que apuntar: “apuntar al sujeto en el niño”. Hacerlo o no hacerlo, tiene efectos en la subjetividad. Lo que llamamos el estadio del espejo, el reconocimiento de la imagen especular, produce una reunificación imaginaria -en la que ya hemos dicho que no todo pasa a la imagen. Que esto ocurra “normalmente”, habitualmente, no quiere decir que se de “naturalmente”. Los niños psicóticos y autistas ponen ante nosotros a cielo abierto lo que no va de esta experiencia. Así, tenemos, por ejemplo: - Los fenómenos del doble: Ante el espejo, encontramos a menudo la experiencia del doble, por ejemplo, profiriendo el niño insultos, quedando el espectador sin saber quién insulta a quién, quien emite el insulto y quien lo recibe si el de éste lado o el del otro 33 lado del espejo. O se percibe cómo entran en lo oscuro ante la experiencia repetida de encontrarse, cada vez que se asoman al espejo, con la mirada y la presencia de ese otro irreconocible y persecutorio que aparece siempre. O, por ejemplo, sujetos que testimonian de levantarse una mañana y al ir al baño verse en el espejo y no reconocerse. Explota ahí el lazo entre la imagen y el caos. - Las dificultades con el manejo del cuerpo en el espacio, con la percepción subjetiva de la distancia. Así, un mismo niño puede quedarse petrificado, aterrorizado ante una raya pintada en el suelo, sin poder pasar al otro lado; y por otra parte, subido a una mesa avanzar el pie hacia el vacío. - Dificultades en la coordinación y en el modo de experimentar el cuerpo: Por ejemplo, un niño puede presentar grandes dificultades para llevar una comida que sostiene en su mano hasta la boca. Otro, dislocarse un brazo y no manifestar signos de dolor. Si volvemos al esquema de cuatro puntos que hemos representado más arriba, podemos distinguir en vertical el “lado sujeto” ($, a) y el “lado Otro” (A, a’). Observamos que ambos están desdoblados. En el lado sujeto, tenemos los puntos marcados como “a” y $: a: El lugar desde donde el sujeto se ve. El yo ahí donde el sujeto experimenta su discordancia con la imagen ideal. $: El sujeto del inconsciente, de la enunciación, el lugar al que llegan los mensajes inconscientes que el Otro transmite de manera más o menos explícita. En el “lado Otro” encontramos los puntos “a’ ” y “A “: a’: La imagen que ve en el espejo, pero también la imagen del otro como el semejante, el rival, el compañero, a la que adjudica lo completo, y ante la cual se siente en falta. A: Escribimos aquí al Otro con mayúscula, para diferenciarlo del otro como semejante. Se trata del Otro como alteridad radical. El Otro como el que puede acoger o no, lo que el sujeto dice aún más allá de lo dicho. Se constituye como aquel que hace acuse de recibo. Pero podemos también distinguir en dicho esquema dos ejes: Eje imaginario (a --- a’). En este eje se sitúan los fenómenos de transitivismo especular, los fenómenos de empatía y comprensión, pero también y muy fundamentalmente los fenómenos de rivalidad y agresividad. Este lugar del otro, (a’), puede ser ocupado ya sea por su imagen o por la imagen del otro. Y es con relación a esta imagen que ese otro aparece como rival, en una lucha de “o yo o el otro”, pues ese 34 otro amenaza el lugar imaginario de (a). Podemos situar ya desde este esquema que la agresividad es constitutiva del ser hablante, la agresividad más radical: el deseo de desaparición del otro. Eje simbólico: (A --- $). Es este el eje de la palabra, de la demanda dirigida a un Otro, en la búsqueda de un reconocimiento y un sentido que colme el vacío inaugural del ser hablante. Es el eje donde podemos situar las leyes de la palabra y el lenguaje, la aceptación por parte del sujeto a una regulación exterior que pueda permitirle salir de la captura y la fascinación imaginaria. Pero además, los fenómenos de agresividad y violencia experimentados por un sujeto en su entorno afectarán también a un tercer eje no nombrado explícitamente en ese esquema pero que está implícito y que se trata de la dimensión de lo real: afectarán a un cuerpo, lo afectarán en el sinsentido de la acción, y el sujeto podrá o no construir alrededor de ello ficciones que den cuenta de dicha experiencia o síntomas cuya causalidad le sea opaca. Para finalizar, señalar la utilidad de dicho esquema en cuanto a la posición a ocupar por aquellos que se den como tarea la de hacerse partenaires de un sujeto que sufre y acompañarle en diversos tramos de su recorrido vital. Se trataría apuntar a una posición en la que el interviniente no quedara atrapado en el discurso –tan actual por otra partede “ponerse en el lugar de”, pues esto lleva a instalar la relación en el eje imaginario dual a-a’, y de ahí a instalar una relación de rivalidad donde la lucha “o yo o el otro” es sin salida. En cambio, si el interviniente puede desplazarse de ese lugar para ocupar un lugar tercero, ese lugar que hemos llamado A, por ahí puede instituirse como dirección, como campo que recibe el enunciado (ya sea palabra o acto) del sujeto, y que incluso más allá de darle una significación de sentido (de qué significa, qué quiere decir), acoge ese enunciado y reconoce ahí a un sujeto. Es el primer paso para instalar lo que llamamos transferencia. Bibliografía: Lacan, J. “El estadio del espejo como formador del yo”, en Escritos I. Ed. Siglo XXI. México, 1989 35 "LA DIGNIDAD DEL SÍNTOMA EN EL MENOR. NEUROSIS Y PSICOSIS". Carmen Conca Hoy vamos a trabajar el síntoma y las estructuras clínicas. Y para poder determinar una estructura, hacemos un diagnóstico. Es importante hacer un diagnóstico, conocer lo que anda mal; sin embargo, este andar mal implica necesariamente un andar bien que lleva la rúbrica de un ideal. ¿Qué es un diagnóstico? ¿Para qué nos sirve un diagnóstico? Un diagnóstico es una conclusión, y a ésta se puede llegar por diferentes caminos. Tomar el diagnóstico como una conclusión, implica un procedimiento lógico para llegar a ella. Y es en esta lógica donde el psicoanálisis se diferencia de otras concepciones de la enfermedad mental. Los manuales de diagnosis en salud mental deciden la conclusión diagnóstica a través de una sumatoria de síntomas. Las corrientes actuales del pensamiento psiquiátrico no se orientan en la dirección de una clínica del sujeto; tienden a excluir su dimensión dialéctica a favor de una objetivación de los síntomas. La clasificación toma como referencia la conformidad de una serie de rasgos cuya frecuencia y constancia deben asegurarse suficientemente para justificar la inclusión del sujeto en una clase. Se pretende constituir así entidades diagnósticas que representen los malestares más modernos. Los diagnósticos pueden ser segregativos, incluso los diagnósticos de estructura, y debemos estar alertados frente a esto. Hay que ser muy cuidadosos con los efectos que pueden producir; para no hacer del diagnóstico de un sujeto, su destino. La utilización del DSM y la CIE no se circunscribe solamente al ámbito de la salud mental, son utilizados por los profesionales de las compañías de seguros, de escuelas, de tribunales… El concebir una enfermedad como crónica, puede conducir a que algunos pacientes se vean privados de la asistencia que necesitan, ya que algunos sistemas de seguridad social no contemplan prestaciones para enfermos crónicos. O el diagnóstico de una psicosis infantil puede conducir a un menor a un centro de educación especial… La Psiquiatría considera al sujeto diagnosticado de trastorno límite de la personalidad como un enfermo crónico y sin expectativas de curación. Un diagnóstico es segregativo porque implica un juicio de valor. Diagnosticar a alguien es juzgarlo, calibrarlo. Y al inicio de cada juicio, está el goce del sujeto que juzga. De ahí que si el diagnóstico orienta en relación al saber del psicoanalista, también es un test de la ética desde la cual se pronuncia el diagnóstico. Lacan fue conducido, a lo largo de sus elaboraciones, a un modo de entender la clínica en la que una estructura no es deficitaria con respecto a otra; la psicosis no es deficitaria respecto de la neurosis. 36 ¿Para qué le sirve entonces, al psicoanalista, el diagnóstico de estructura? Para el psicoanalista, el diagnóstico de estructura debe orientar la dirección de la cura. La dirección de la cura y el problema del fin del análisis recortan un campo de cuestiones específicas en cada una de las estructuras clínicas conocidas: psicosis, neurosis y perversión. Dilucidar la estructura en juego es necesario para que el analista tome su lugar en ella, a fin de que pueda sostener la dialéctica de la transferencia, es decir, entrar en la dialéctica de cada caso, único modo de que puedan desplegarse los significantes en que quedaron fijadas las demandas del sujeto y que constituyen su historización primaria. Lacan nos decía a propósito del psicoanálisis que "no basta con hacerle un sitio a una verdad nueva, uno tiene que tomar su lugar respecto a ella". Sólo así podrá conducir con coherencia una cura que no tiene ni las mismas posibilidades según el cuadro clínico de que se trate, ni tiene los mismos fines según se trate de neurosis o de psicosis. Tomar "cada nuevo caso como el primero", es una recomendación clínica que se sostiene de la ética del psicoanálisis.. LA CLÍNICA ESTRUCTURAL DEL PSICOANÁLISIS FREUDIANO: REPRESIÓN, FORCLUSIÓN, RENEGACIÓN La obra de Freud constituye un edificio complejo, que se fue construyendo lentamente a medida que la experiencia clínica y su elaboración teórica lo exigían. De ahí que resulte difícil tener una visión de conjunto y sistemática de los conceptos que en ella se encuentran. Algunos conceptos, por ejemplo el de Verwerfung, introducido y elaborado por Freud, encuentra su sistematización en la obra de Jacques Lacan. En el caso de la Verwerfung, Lacan la considera una clave muy importante de la teoría freudiana, expresión de una intuición certera que Freud no pudo formalizar suficientemente, pero que abre la puerta a la comprensión de las psicosis. Si Freud no pudo convertir esa noción en un concepto fue, en buena parte, porque no estaban a su alcance una serie de recursos como los que más tarde aportarían la lingüística de Saussure y Jakobson, y la antropología estructural, particularmente la de Lévi-Strauss. Para abordar la clínica estructural del psicoanálisis, recurriremos a estos tres términos: Verdrängung → Represión Neurosis Verwerfung Psicosis Forclusión Verleugnung Renegación Perversión 37 ¿Por qué ponemos en serie estos tres términos, que nunca se encuentran dispuestos así, en una lista, sistemáticamente, en la obra de Freud? Lo que intentamos es mostrar cómo se pueden establecer y fundar diferencias cualitativas entre grandes dominios de la clínica, entre grandes grupos de trastornos o síntomas, separados por fronteras que no admiten cuestiones de grado. Esta es una cuestión de peso, porque supone una visión muy determinada de la clínica, y hoy día no parece ser la visión dominante. La confusión que a veces encontramos entre afirmaciones distintas que pretenden ser compatibles, la distancia entre lo que se dice y lo que se practica, las modas cambiantes en los diagnósticos, etc., configuran un panorama en el que no es fácil orientarse. Sin embargo, una distinción clásica en psiquiatría, que el psicoanálisis freudiano había contribuido considerablemente en afianzar, parece haber quedado cada vez más relegada. Nos referimos a la distinción entre neurosis y psicosis. La promoción de las clasificaciones actuales se acompaña de la práctica desaparición de categorías clásicas perfectamente establecidas como la histeria, la cual parece haber pasado a mejor vida, en contra de lo que podemos comprobar en la clínica. LA CLÍNICA ESTRUCTURAL Según el Psicoanálisis, el síntoma está directamente relacionado con la causa de la enfermedad, y la causalidad que está en juego pertenece al mismo dominio que el síntoma. La confianza en el síntoma es inseparable de esta noción de causalidad, que tomando un término de Lacan, llamamos CAUSALIDAD PSÍQUICA. El SÍNTOMA no es un producto de desecho, resultado de algún mecanismo que no funciona o de una función que se haya degradado. Por el contrario, el síntoma es una formación, dotada de unas leyes, de una lógica positivamente definible, y que como observara Freud hace muchos años, constituye tanto la enfermedad como el intento de curación de la misma por parte del propio sujeto del inconciente. Esto tiene una consecuencia inmediata: si el síntoma no es un producto de desecho, sino una formación elaborada y dotada de reglas de constitución, entonces su clasificación puede responder a criterios de orden cualitativo -al revés de lo que ocurre cuando una función está más o menos deteriorada, lo cual supone implícitamente una escala cuantitativa en la valoración de las consecuencias del trastorno. El Psicoanálisis no rechaza de pleno posibles distinciones de tipo cuantitativo, como “más grave” o “menos grave”. La cuestión es que en ningún caso este tipo de gradaciones, cuyo valor es relativo, puede sustituir al establecimiento de diferencias cualitativas. 38 VARIACIÓN DE LOS FENÓMENOS Y PERMANENCIA DE LA ESTRUCTURA La expresión “clínica estructural”, que acuñó J. Lacan, se refiere a que hay grandes conjuntos de síntomas que definen “estructuras clínicas”, entre las cuales existen diferencias que no se pueden reducir a una gradación. Esto implica que un sujeto a quien el diagnóstico sitúe en una de estas grandes categorías no puede cambiar de una a otra. Si bien esto no es objeto de una argumentación específica en la obra de Freud, sí se trata de una orientación implícita pero firme a lo largo de todo su recorrido. Freud estuvo siempre preocupado por definir las diferencias cualitativas entre distintos tipos de trastornos, y su investigación al respecto estuvo constantemente relacionada con la búsqueda de mecanismos causales para cada gran grupo de síntomas. LAS TRES ESTRUCTURAS CLÍNICAS FUNDAMENTALES La CLÍNICA ESTRUCTURAL parte de la constatación de tres grandes ámbitos de trastornos, fenómenos o síntomas, ámbitos que a su vez contienen una diversidad de diferenciaciones internas. Estos dominios, que definimos como estructuras clínicas, corresponden a las neurosis, las psicosis y las perversiones. En la obra de Freud comprobamos que la diferencia entre estos tres grandes ámbitos de la clínica es objeto en sus escritos de una preocupación permanente, que es inseparable de la discusión sobre la causa de los fenómenos psíquicos. El propio Freud fue avanzando a medida que se lo permitía, y a la vez se lo exigía, la experiencia concreta con sus pacientes. Freud conocía de entrada la nosología psiquiátrica, por lo que la distinción entre neurosis y psicosis le era familiar y constituía para él un punto de referencia. Sin embargo, no dio por sentado esto, a la espera del momento de poder fundarla en razón de sus descubrimientos del inconciente y los procesos psíquicos. Lo que le interesaba en realidad era conocer cuál era el mecanismo en virtud del cual un neurótico tenía síntomas neuróticos, y un psicótico, síntomas psicóticos. Y en cuanto a la perversión, podemos plantear algo semejante. Poder establecer, ante un caso determinado, si nos encontramos ante una neurosis o una psicosis supone una diferencia radical en el abordaje del problema desde el primer momento y en la orientación que se ha de mantener a lo largo de la cura. Hemos hablado de la partición de la clínica en 3 dominios. Sin embargo, se trata de categorías clínicas diversas, y las relaciones de oposición entre ellas tomadas de 2 en 2 no se plantean al mismo nivel. 39 NEUROSIS/ PSICOSIS La diferencia cualitativa entre neurosis y psicosis es una diferencia que podemos considerar neta, incluso radical. Lacan diferencia entre las estructuras clínicas y la locura, llegando a afirmar que el neurótico es un tipo muy especial de loco que comparte con la gran mayoría una clase especial de delirio normalizado y compartido, delirio éste que sigue unas leyes lo suficientemente reguladas como para poder orientarse en un mundo compartido. Ejemplo en los niños los juegos de reglas. En muchas ocasiones, cuando se trata de la psicosis, nos encontramos con niños con especiales dificultades para acceder a las reglas y normas del Otro. No hay más que tomar una prudente distancia respecto al mundo que habitamos, con sus costumbres, rituales y estupideces ampliamente compartidas, para ver que esta afirmación –la de que habitamos un mundo compartido- no es ninguna metáfora. El atroz consumismo, la exigencia brutal de lo nuevo y lo joven, las presiones en lo relativo a la apariencia física, la cada vez más tiránica necesidad de obtener toda clase de satisfacciones, la intolerancia a la frustración, son una breve lista de una “locura generalizada” que constituye un paisaje en el que habitualmente nos sumergimos casi sin darnos cuenta. El psicótico es alguien que ha tenido que reconstruir, con la ayuda de recursos personales e intransferibles, un mundo que se desmoronaba. Y se desmoronaba porque las leyes comunes, las que permiten dar un sentido a la vida y a las cosas, así como a las relaciones entre las personas, no habían podido funcionar, o habían dejado de hacerlo en medio de una verdadera catástrofe subjetiva que Lacan describió, refiriéndose a un escrito de Freud sobre el Presidente Schreber, como “crepúsculo del mundo”. El psicótico se encuentra con un mundo sin ley, cuyo orden no puede sostenerse, y le incumbe la heroica tarea de reconstruirlo, o de inventar un orden nuevo que devuelva algún sentido a la vida y a las cosas. El neurótico es alguien que tiene a mano una serie de referencias simbólicas que, aun cuando se sienta incómodo con ellas y sufra por verse sometido a sus exigencias y limitaciones, le evitan el horror del desorden más absoluto. NEUROSIS/ PERVERSIÓN La diferencia entre neurosis y perversión no es del mismo orden. La frontera entre ambas categorías clínicas es mucho más difusa. La perversión de por sí no suele ser motivo de consulta, porque el sujeto tiende a mantener al margen de cualquier influencia externa todo aquello que le proporciona satisfacción. Las personas van a consultar por sus síntomas, no por sus formas de gozar. Existe un vínculo, a veces muy difícil de descubrir, entre los primeros (síntomas) y las segundas (las formas de gozar) 40 Lo que ocurre es que el sujeto perverso, a diferencia del neurótico, se presenta como alguien que sabe satisfacerse, y raramente estará dispuesto a hacer accesible al trabajo del análisis (poniéndolo así, hasta cierto punto, en peligro) aquello que le hace gozar. LO ESTRUCTURAL Y LO TRANSESTRUCTURAL La perspectiva estructural no excluye tener en cuenta lo transestructural, es decir, todos aquellos elementos que atraviesan las diversas estructuras clínicas. Sin embargo, desde el punto de vista del diagnóstico diferencial, tenemos que hacer abstracción de estos elementos transestructurales, no confundirlos con aquellos otros que son más profundamente determinantes en la producción de los síntomas y, en general, en la posición del sujeto. Lo que nos interesa en la clínica, fundamentalmente, son los síntomas y el sujeto. (al hablar del sujeto nos referimos al sujeto del inconciente, algo que la propia persona tiende a desconocer, porque el punto de vista que todos tendemos a tomar espontáneamente es el del yo con el que podemos identificarnos imaginariamente). INSTINTO Y PULSIÓN Los seres humanos, por nuestra condición de seres hablantes, somos seres de lenguaje. Desde antes de nacer, hay una estructura simbólica que nos antecede. Y desde el nacimiento, dependemos en nuestra prematuración, del otro para que satisfaga nuestras necesidades. Los seres humanos carecemos de instinto, y en su lugar, lo que aparece es la pulsión. No hay escritura, como en el instinto, que regule la satisfacción de las necesidades. En los seres hablantes esto no está regulado. Y lo que encontramos es el apuntalamiento de una satisfacción (que siempre es particular y diferente para cada sujeto) sobre la necesidad, -que en palabras de Lacan, está perdida-. No comemos para alimentarnos: ejemplos clínicos de esto son, por ejemplo, la anorexia y la bulimia; no hay una temporalidad en relación a la sexualidad como el celo en los animales, ni el fin es la reproducción, etc. La pulsión es definida por Freud como un límite entre lo somático (el cuerpo) y lo psíquico. Las pulsiones tienden a buscar imperativamente vías para su realización, movilizando para ello las representaciones. Lo que Freud denomina representaciones es el lenguaje. Y en lugar de aquello que no está escrito, lo que surge como satisfacción sustitutiva es el síntoma. La verdadera dificultad del síntoma desde el punto de vista de su curación no es el levantamiento de lo que está reprimido mediante el análisis, sino la satisfacción pulsional que contiene, aunque ésta sea vivida como sufrimiento. Como Freud mismo constató, el acceso a la conciencia, gracias al análisis, del deseo inconciente que está en 41 la base del síntoma, no supone de por sí su desaparición inmediata. Es preciso un proceso de elaboración costoso, no exento de penalidades, y un esfuerzo continuado. En realidad, para que algo cambie realmente hay que elaborar el deseo de otra manera, darle a la pulsión otro destino, luchando para ello contra una gran inercia. Esto sucede porque el síntoma satisface la pulsión con tanta eficacia que, una vez establecido el automatismo de la satisfacción, hay una inercia poderosísima que se opone al intento de buscar otras vías menos dolorosas o, cuando menos, menos costosas para el sujeto. La clínica nos enseña que el sujeto no busca su propio bien. Este proceso del que habla Freud nos puede quedar más inteligible si lo situamos, con Lacan, en el momento en que el ser humano empieza a acceder al campo del lenguaje y a la función de la palabra. En ese momento el niño se ve confrontado a una nueva realidad, que proviene del exterior, pero que se va incorporando a su ser. La entrada en lo simbólico supone todo un trabajo mediante el cual un ser que en principio es una realidad orgánica va a ir siendo simbolizado. Pero no todo puede pasar por los desfiladeros del significante, siempre queda algo excluido, un resto de la operación. Ese resto que se resiste a la simbolización es lo que Freud llamó el Ello, sede de las pulsiones. En cuanto a lo que es efectivamente simbolizado, el problema es que lo es a través de algo, como el lenguaje, que proviene del Otro. Por tanto, el sujeto humano está de entrada dividido, desde su origen, entre aquello mediante lo cual puede llegar a nombrar algo de su ser, pero que proviene del Otro (el lenguaje), y algo (la pulsión) que le es propio pero que de algún modo es inaccesible a ese único instrumento de simbolización. Esto supone una paradoja que, en cuanto tal, no tiene una verdadera solución. La (falsa) solución que da una salida, aunque sea provisoria y deficiente al neurótico, es lo que Freud llamó represión. Para todo ser humano, sea neurótico, psicótico o perverso, se formula la cuestión de su relación con el Inconsciente, es decir, con el Otro. ¿Cómo concebir la relación entre un sujeto y su Otro? Un sujeto neurótico, por ejemplo, sufre a causa de sus síntomas. Y puede dirigirse a un Otro buscando respuestas a ese sufrimiento. En la neurosis el sujeto puede interrogarse sobre lo que le sucede a partir de su posición de sujeto, vacilar, y busca en Otro al que se dirige un saber sobre lo que le sucede… 42 Para el sujeto psicótico, el binomio sujeto-Otro está invertido en este sentido: no es el sujeto el que se siente enfermo, el enfermo para el psicótico es el Otro, es el Otro el que lo persigue, el que le hace sufrir, el responsable de sus desgracias. Es por esto preciso que el analista ocupe con el sujeto psicótico una posición diferente, otra que la que ocupa con el sujeto neurótico. Esto es muy importante tenerlo en cuenta, puesto que hay sujetos, niños y adolescentes, autistas y psicóticos, x ejemplo, para quienes es preciso ante todo restituir cierta atmósfera para que Otro pueda hacerse su interlocutor, sin que eso les lleve a identificarlo con el perseguidor, o peor aún, a continuar ignorándolo porque es para ellos radicalmente malo. REPRESIÓN / FORCLUSIÓN Para Freud la represión es la defensa fundamental, equivalente a la división estructural y constitutiva entre consciente e inconciente, e implicada siempre en la causa de la neurosis. Cuando la represión secundaria no es exitosa, tenemos entonces el retorno de lo reprimido (el síntoma). Para Freud, el síntoma es a la vez la enfermedad misma y un intento de solución. En este sentido, el síntoma es también una expresión de la defensa, que ha de actuar en la medida en que la represión no es completamente lograda. Para Freud, un neurótico puede curarse de la práctica totalidad de los síntomas neuróticos, pero nunca dejará de ser un neurótico, de modo que su posición frente a la pulsión participará siempre, en cierta medida, de la “política” general de la represión. Pero esta política general se expresa en tácticas diferentes: si nos situamos dentro del campo de las formas específicas de la neurosis, y por tanto dentro de las modalidades más concretas de la defensa, podemos decir que un sujeto fóbico puede curarse en gran medida de sus síntomas fóbicos, peor algo de su posición frente a la pulsión (y por tanto frente a la vida) estará siempre marcado por una cierta tendencia fóbica, que se observará por ejemplo en una posición de cierta prevención. Lo mismo podemos decir de un sujeto obsesivo o histérico: hay orientaciones fundamentales de su defensa que se mantendrán siempre y que definirán un cierto estilo subjetivo, aunque el sujeto haya conseguido tratar con éxito la mayor parte de sus síntomas. El obsesivo tratará de anular lo sucedido. El histérico tratará de escabullirse, por el medio que sea. La represión es el índice de una posición subjetiva: la de una defensa frente a un peligro interior, que forma parte del propio sujeto, y que se refiere a algo que, aun siendo rechazado, se reconoce como propio. 43 Con respecto al inconciente, esta posición subjetiva se puede definir como un “no querer saber nada”. El neurótico se sitúa así en posición sintónica de lo que Lacan considera una función estructural del yo: la función de desconocimiento. El neurótico se identifica con su yo y pretende ignorar su inconciente, aquello que lo hace sujeto. Pero su desconocimiento nunca es total, sabe de qué pie cojea, sabe algo de su verdad más íntima. Con respecto a la pulsión, existe una dualidad semejante: la vive como una amenaza potencial y se encasilla en una posición defensiva que se modula de acuerdo con su forma particular de neurosis y su singularidad como sujeto; pero ello no le impide tratar de recuperar parte de su potencial de satisfacción a través de sus fantasías y deseos. Ahora, esta recuperación parcial se produce dentro de unas coordenadas restringidas, y atravesando cierto umbral el sentimiento de amenaza da lugar fácilmente a la angustia. La relación del neurótico frente a sus síntomas es inicialmente una réplica de su actitud general de no querer saber nada del inconciente, es decir, esa forma de desconocimiento que llamamos represión. En consecuencia, muchas veces querrá verlos como resultado de factores externos (influencia de las circunstancias, la intervención de los demás…), como problemas orgánicos… todo menos reconocerlos como formaciones del inconciente que encierran una verdad relativa a un deseo ignorado. Sin embargo, por mucho que se esfuerce, en el fondo sabe que eso le concierne. En este punto se distingue radicalmente de la relación del sujeto psicótico con el inconciente y sus síntomas. Si el neurótico sabe que aquello que pretende ignorar tiene una relación profunda con su verdad más íntima, el psicótico no puede reconocer como propias las producciones de su propio inconciente, en la medida en que su relación con él no está marcada por esta forma de desconocimiento que llamamos represión, sino por un verdadero rechazo (Forclusión), cuya radicalidad le lleva, por ejemplo, a atribuir sus propios pensamientos a otras personas o a escucharlos en forma de voces alucinadas. VIÑETAS CLÍNICAS Extraídas del libro "De qué sufren los niños" de S. E. Tendlarz NEUROSIS Alicia, de 10 años, acude a la consulta por sus llantos inmotivados que se iniciaron 6 meses antes. En su intento de consolarla, los padres aceptan la escena que ella construye: toma las manos de los padres, y así, los tres juntos, deja de llorar. Los llantos tienen su historia familiar: la madre tuvo muchas dificultades para quedar embarazada; perdió numerosos bebés y no pudo volver a tener un hijo después de Alicia (es hija única). Ella tiene un secreto: un aborto antes del matrimonio que le produjo una hemorragia de cierta gravedad. El padre tiene también su secreto. Después del parto de 44 Alicia su mujer perdió el deseo sexual y no acepta tener relaciones sexuales. Piensa entonces la posibilidad de divorciarse, aunque nunca se lo dijo a su mujer. Alicia, que se ocupa continuamente de consolar el llanto de la madre, pone al descubierto la verdad conyugal y expresa claramente que llora porque tiene miedo de que los padres se separen. Cuando logra verbalizar ese pensamiento, rehúsa continuar con sus entrevistas y le pide a la madre que venga en su lugar. La maniobra de la niña reenvía a los padres su pregunta. No es ya por qué llora, sino adónde apunta su llanto lo que se pone en juego en la entrevista con los padres. Una vez planteada esta cuestión, los padres vienen a la entrevista siguiente y relatan el siguiente episodio: Como sucede a menudo, comienzan a discutir. Alicia hace el gesto de estar a punto de llorar. Los padres, advertidos, la miran sin conmoverse. El padre se ríe y le dice jocosamente: "No vas a llorar". Y la madre: "Lo que tu padre me dice es cuestión mía". Los efectos de la ruptura de la complicidad entre madre e hija son inmediatos: el llanto de Alicia desaparece. El resultado de estas entrevistas es la confrontación de los padres a su impasse sexual y a su decisión de no separarse. Para entonces la niña no necesita ya funcionar como lazo, y esta problemática queda en sus manos en la medida en que puede separarse de su alienación en el discurso materno. En este caso vemos lo que en ocasiones observamos como la pantomima depresiva en los niños. Alicia encarna el impasse en el que se encuentran sus padres, y sus lágrimas establecen un lazo entre el padre y la madre -la escena en la que están tomados los 3 de la mano- . Ella enunciaba con su miedo la verdad secreta del padre, rechazada por la madre; y al mismo tiempo lloraba en el lugar de la madre. El efecto depresivo es el resultado de la caída del deseo. PSICOSIS Nadia es una niña de 6 años que consulta porque escucha una vocecita que le dice que la maestra es un demonio. Cuando la psicoanalista le pregunta cuándo comenzó a escuchar las voces por primera vez, la niña relata que una vez el padre la castigó dejándola encerrada en su habitación, allí surgieron las voces diciendo que el padre era malo. En este caso podemos señalar el momento de desencadenamiento de la psicosis a partir del discurso de la paciente. La coyuntura dramática de la que habla Lacan, aquí aparece con precisión: la incidencia del padre en oposición simbólica frente al lazo dual que mantiene la niña con la madre, no encuentra la inscripción del Nombre del Padre en su psiquismo. El castigo no se instala como función simbólica y los pensamientos de enojo se vuelven xenopáticos. No es ella la que piensa que el padre es malo por encerrarla: son las voces las que lo dicen. 45 Bibliografía Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "La represión". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Pérdida de realidad en neurosis y psicosis". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Las neuropsicosis de defensa". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "La negación". Berenguer, E. "Represión, forclusión, renegación: La clínica estructural del psicoanálisis freudiano". Lacan, J. "De una cuestión particular a todo tratamiento posible de la psicosis". Di Ciaccia, Antonio. "El sujeto y su Otro". Cuadernos de Psicoanálisis. Revista del Instituto del Campo Freudiano en España. Nº 28. "La práctica entre varios". Montseny, Josep. "La ética psicoanalítica del diagnóstico". Soler, Colette. "Los diagnósticos". Gómez-Franco, Alejandro. "Diagnóstico estructural-Diagnóstico sintomatológico". Tendlarz, S.E. "De qué sufren los niños. La psicosis en la infancia". Ed. Lugar Editorial. LA ANGUSTIA Carmen Conca En la actualidad asistimos a una proliferación de términos para designar este afecto: ataque de pánico, ansiedad… Encontramos además una diversidad de síntomas con los que se manifiesta la angustia: presión en el pecho, falta de respiración, taquicardia, mareos, sensación de que vas a morir… Para el psicoanálisis la angustia tiene una función. Es una señal, y nos advierte de un peligro para el yo. 46 Freud se pregunta: ¿el peligro del que nos advierte la angustia es interior o exterior? La respuesta que se da es que es un peligro interior, pero vivido por el sujeto como proveniente de algo externo. Es algo que es a la vez lo más íntimo y lo más externo (éxtimo) para el sujeto, pues es aquello de lo que el sujeto nada quiere saber, y que está relacionado con la satisfacción pulsional (por ejemplo la cara de la mujer que en la película "la infancia bajo control" lleva a su hijo a que le hagan unos tests, y al ser preguntada por si su hijo maltrata animales, responde con una amplia sonrisa que sí. Esto podría dar cuenta de una satisfacción por ella ignorada). Lo que se pone en juego en la angustia, lo podemos situar en dos vertientes: la vertiente del deseo: Se pone en juego la pregunta ¿qué soy para el Otro, qué objeto soy para el Otro? Ejemplo de la mantis religiosa del seminario de la angustia de Lacan. la vertiente del goce, la exigencia pulsional: el sujeto advierte la inminencia de constituirse en objeto de goce para el Otro. Aquí, el llamado deseo del Otro, que es lo que produce angustia, es solamente en la medida en que se ha franqueado el límite de la significación fálica, y ese deseo es algo que anuncia la inminencia de un retorno de goce. Ejemplo del niño del caso que presentamos en el encuentro anterior: por una parte, desconocer qué lugar ocupa uno en el deseo del Otro, qué me quiere el Otro, cuando el Otro es un Otro caprichoso que puede no querer más que localizar un descuido mío (las dobleces de las hojas en los libros) para justificar sus excesos. Freud plantea tres situaciones características de la emergencia de angustia en el niño: la oscuridad la desaparición de la madre la aparición de un rostro extraño Estos ejemplos, paradigmáticos de la angustia infantil, tienen un rasgo común, que es, por una parte, la pérdida del referente familiar, y por otra, el surgimiento de lo extraño en su lugar. Freud define la angustia en su texto sobre "Lo ominoso", lo siniestro, como "lo familiar que se vuelve extraño". Aquello que nos resulta amable, familiar, de pronto se torna siniestro. 47 En la literatura encontramos diversos ejemplos de esto: Cuento "La pata de mono" de Jacobs; "El hombre de arena", de E.T.A. Hoffman; "El Horla", de Guy de Mauppasant, etc. En los niños, podemos localizar en determinado momento lo que denominamos "angustia de separación". En estas situaciones, el que suele presentar verdaderas dificultades para separarse del niño es el adulto, que en ocasiones desconoce por ejemplo su satisfacción vinculada a que su hijo o hija no quiera separarse de él o ella. En el niño psicótico, las dificultades de separarse del Otro se producen porque no se ha simbolizado la ausencia, con lo cual, al alternancia presencia-ausencia no se produce, y lo que no está, no existe: La separación para ellos representa, por tanto, su extinción, su desaparición radical. En la clínica podemos encontrar la angustia en la neurosis o en la psicosis. En la neurosis podemos intentar contextualizarla, en un intento de poner palabras que permitan dar cierto sentido a la emergencia de ese extraño afecto: frente a qué se produce; en respuesta a qué… Lacan nos dice que la angustia es una brújula en el proceso analítico, porque nos advierte de la proximidad de lo real. El psicoanálisis no se dirige a eliminarla; tampoco a provocarla, sino a franquearla para convertirla en productiva. Cuando son sujetos psicóticos los que se presentan angustiados, lo que aparece en muchas ocasiones es la vivencia de ausencia de límites en determinadas situaciones; por ejemplo, la emergencia de angustia frente al vacío, los huecos, los agujeros, la altura… En estas situaciones se consigue apaciguar algo la angustia cuando se consigue recortar parte de esa infinitud, o introducir cortes o intermitencias… En sujetos psicóticos, cuando la angustia aparece como un estado de agitación en el cuerpo, irrefrenable, insoportable para el sujeto, encontramos que en ocasiones se autolesionan marcando límites allí donde no los hay; como un modo de localizar un exceso de goce que el sujeto no conseguía regular de otro modo. Por ejemplo, algunos adolescentes que se "chinan" en respuesta a situaciones de angustia. Tenemos entonces que la angustia es la señal de una situación vivida por el yo como peligrosa por su carácter traumático. Es necesario distinguir dos tipos de situaciones: la llamada situación peligrosa la situación traumática, que se define por la vivencia de desamparo, cuando nos encontramos frente a lo real (exigencia pulsional) sin amparo. 48 El encuentro con una situación peligrosa puede ir acompañada de pensamientos. Frente a la situación traumática, uno se queda "sin palabras". La angustia se diferencia del miedo. Cuando se sufre miedo, de algún modo el malestar se ha localizado sobre un objeto que puede estar presente o no, y que por tanto, se podría evitar, a diferencia de la angustia, respecto a la cual el sujeto se encuentra indefenso. El síntoma evita también la angustia. Parte de ese empuje pulsional que exige su satisfacción se modula en el síntoma, encuentra una satisfacción de otro modo, y remite la angustia, del todo o en parte. Por eso el síntoma es a la vez un intento de curación, aunque se trate de un intento fallido, por llevar la marca de esa satisfacción pulsional que está en juego en él. Bibliografía. Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Manuscrito E ¿Cómo se genera la angustia?" Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Análisis de la fobia de un niño de cinco años". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. 25ª Conferencia de Introducción al Psicoanálisis, "La angustia". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Lo ominoso". Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. 32ª Conferencia de Introducción al Psicoanálisis. "Angustia y vida pulsional" Freud, S. Obras Completas. Standard Edition. Amorrortu Editores. "Inhibición, síntoma y angustia". Lacan, J. "Seminario X. La angustia". Laurent, E. "¿Desangustiar?". Mental Nº 13. Seldes, R. "Angustia y certeza en Lacan". 49 SOBRE EL TRAUMA Angela Mancho. Asistimos a una descripción del mundo a partir del “trauma”. En la actualidad utilizamos términos que nos permitirían hablar de una generalización de la expresión: “este niño está traumatizado”, “Lo que ha ocurrido ha sido traumático…”; “el atentado suicida fue traumatizante…” "Ayer asesinaron a unos niños, hace unos meses otros"… Como dice Eric Laurent, este uso del término hace necesario volver a plantear el concepto de trauma para el psicoanálisis y situar también la particularidad del discurso analítico en el tratamiento en esta “Civilización del trauma”. Cada vez más intentamos programar las actividades de los niños, programar los embarazos, programar… Todo aquello que no coincide con lo programado, retorna para nosotros como trauma. Situar el concepto del trauma para el psicoanálisis permite desbloquear esta utilización generalizada, que cortocircuita el saber; el saber sobre el trauma desde Freud, que después de la primera guerra mundial dio un sentido nuevo a los accidentes traumáticos y a las patologías que se sucedían. Freud hace de estos casos, entonces, un ejemplo del fracaso del principio del placer y uno de los fundamentos de la hipótesis de la pulsión de muerte. El síndrome traumático de guerra, ya sea en su definición psicoanalítica o no, está caracterizado por este núcleo que es una constante. Porque el trauma para el psicoanálisis es lo real como inasimilable. “Es un hecho sin dicho”. El trauma supone siempre una contingencia, un encuentro azaroso, pero para que se considere traumático, el acontecimiento debe producirse con una implicación subjetiva: algo que concierne al sujeto, una mezcla de real y subjetividad. Freud lo formula de esta forma posteriormente a 1920 en su artículo “Más allá del principio del placer”; en este artículo da buena cuenta de que el sujeto no quiere su propio bien. En un párrafo de este artículo, Freud conceptualiza el proceso de simbolización de la ausencia de la madre por parte del niño. Cito el texto: "El desarrollo intelectual del niño en modo alguno era precoz; al año y medio, pronunciaba apenas unas pocas palabras inteligibles y disponía, además, de varios sonidos significativos, comprendidos por quienes lo rodeaban. Pero tenía una buena relación con sus padres y con la única muchacha de servicio, y le elogiaban su carácter «juicioso». No molestaba a sus padres durante la noche, obedecía escrupulosamente las prohibiciones de tocar determinados objetos y de ir a ciertos lugares, y, sobre todo, no lloraba cuando su madre lo abandonaba durante horas; esto último a pesar de que sentía gran ternura por ella, quien no sólo lo había amamantado por sí misma, sino que lo había cuidado y criado sin ayuda ajena. 50 Ahora bien, este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de una cama, etc., todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance, de modo que no solía ser tarea fácil juntar sus juguetes. Y al hacerlo profería, con expresión de interés y satisfacción, un fuerte y prolongado «oo- oo-o», que, según el juicio coincidente de la madre y de este observador, no era una interjección, sino que significaba «fort» (se fue). Al fin caí en la cuenta de que se trataba de un juego y que el niño no hacía otro uso de sus juguetes que el de jugar a que «se iban». Un día hice la observación que corroboró mi punto de vista. El niño tenía un carretel de madera atado con un piolín. No se le ocurrió, por ejemplo, arrastrarlo tras sí por el piso para jugar al carrito, sino que con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el piolín, tras la baranda de su cunita con mosquitero; el carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba su significativo «o-o-o-o», y después, tirando del piolín, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso «Da» (acá está). Ese era, pues, el juego completo, el de desaparecer y volver. Las más de las veces sólo se había podido ver el primer acto, repetido por sí solo incansablemente en calidad de juego, aunque el mayor placer, sin ninguna duda, correspondía al segundo." Para Freud los sujetos repiten y en esa “compulsión de repetición” reproducen algo en contra del sujeto pero al mismo tiempo se produce una satisfacción, obteniendo cierto placer. Freud mostró que en las neurosis de guerra los sujetos repetían una constante: durante largos periodos tenían sueños repetitivos que reproducían escenas traumáticas, provocando despertares angustiosos. Estos sueños contrastaban con una actividad de vigilia que podía no presentar alteraciones. Lacan señala que los sueños intentan ligar el acontecimiento traumático a través de la repetición como un intento de inscripción, de ciframiento. Si el trauma es un exceso imposible de decir, hecho sin dicho, que se resiste a la captura de la cadena significante, el sueño intenta ligar esa energía, ese impacto, con la representación simbólica. En su Seminario "El yo en la teoría de Freud", Lacan formula que el inconsciente es el discurso del Otro. Este discurso del Otro no es el discurso de un otro abstracto, o del otro de la díada, de mi correspondiente…es el discurso del circuito en el cual estoy integrado. Soy uno de sus eslabones… Y estoy condenado a reproducirlas porque la cadena del discurso no es cosa que alguien pueda detener. El inconsciente no es un conjunto de inscripciones, es una instancia que trabaja. La repetición nos conduce a esta idea, no solo se inscribe la cifra del sujeto sino que es una máquina que trabaja. Este trabajo no busca precisamente el bien del sujeto, sino que la máquina provoca la repetición en pro de la satisfacción pulsional. El asunto, es que cuanto menos se sabe, más trabaja. Solo descansa produciendo un saber sobre él. 51 La cuestión del trauma, como interior-exterior es compleja. Para entenderlo localizamos, ante un no poder decir, un agujero en lo simbólico, ante esto el síntoma aparece como un enunciado repetitivo sobre lo real. Es la repuesta del sujeto a lo traumático de lo real. Bibliografía Laurent, Eric. “El revés del trauma". Revista Virtualia. Manuel Fernandez Blanco. “Más allá del Principio del Placer: La repetición”. Del libro La Repetición como concepto fundamental del psicoanálisis. Publicación del centro de Investigación y Docencia. J.A.Miller, "La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica". Buenos Aires, Paidos 2003 Freud, Sigmund. Obras Completas. Amorrortu Editores, Tomo XVIII. 52 LA AGRESIVIDAD: LA SUBJETIVIDAD EN LA CIVILIZACIÓN ACTUAL Ricardo Acevedo -Aprovechamos las referencias y las gráficas aportadas por Gracia Viscasillas al texto de Lacan “El Estadio del Espejo” para abordar el tema de la agresividad, porque una de las maneras de tratarlo es precisamente como circunstancia que acaece en el eje imaginario a---------a´ -Podemos situar en ese eje (yo-----imagen, otro), no sólo la clave de la alienación (el sujeto aparece alienado a su imagen como otro), sino el asentamiento de lo que llamamos Narcisismo. Y es precisamente en esta tópica donde podemos ubicar la cuestión de la agresividad. Es la 4ª tesis de Lacan ya en 1948 en su trabajo "La agresividad en psicoanálisis": “Es la tendencia correlativa a un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura formal del Yo del hombre y la mujer y del registro de entidades características de su mundo” -Tal como se denota en los gráficos señalados por Gracia, es la incidencia del lenguaje, el eje simbólico A-------$ lo que puede regular por la palabra, los efectos a veces mortíferos, de la fascinación imaginaria, y posibilitar al individuo el desarrollo de la subjetividad. -Los impasses, avatares, en esta etapa (simbólica), facilitan lo que podemos llamar regresión, que hace que el sujeto quede a expensas de la inestabilidad (imaginaria a-----a´), y también expuesto a sus impulsos más oscuros (real pulsional). Tenemos así, una aproximación a tres registros (Real, Imaginario y Simbólico), muy adecuados a la hora de la “escucha y lectura” en nuestra clínica. -Desde ya podríamos deducir que a causa del empobrecimiento simbólico de nuestra época, es notorio el ascenso de las conductas narcisistas, intolerantes, del sujeto contemporáneo atrapado en ideales de goce inmediato y la fascinación de los productos de la mercadotecnia. -El psicoanálisis nace en el siglo XX, de la mano de Sigmund Freud, como respuesta al malestar de la civilización. Desde entonces, persevera en la indicación de un territorio inconsciente, como generador y regente de la modalidad subjetiva, en oposición a las disciplinas que promueven la modificación de conductas “tratando” el individuo a partir de su Yo. 53 El modo de escucha psicoanalítico apunta al establecimiento en cada sujeto de su particularidad, para que pueda reconocerse como tal en las coordenadas familiares y sociales, así como apelar a su responsabilidad en cuanto “querer saber” acerca de la causa (real) que lo determina, así como los modos imaginarios y simbólicos con los que se hace un lugar en el mundo. El caso clínico tratado en la 1ª parte, da a ver y entender resultados y consecuencias en un paciente, cuando éste es reclamado desde la espera (deseo) y la palabra, versus los condicionantes protocolizados de una prisa institucional por encuadrar, homologar o nominar, en una nomenclatura de trastorno sintomático. -El pasado siglo fue atravesado por dos guerras devastadoras que han dado a entender la fragilidad del intento civilizador, cuando se desconocen (o se promueven) los registros que nos “habitan” más allá de las apariencias o intentos de “buena voluntad”. La agresividad como síntoma, es precisamente consecuencia del rechazo a este saber. -La particularidad de nuestro tiempo recae en el mencionado empobrecimiento simbólico y sobre todo en lo que podemos nominar como semblantes de autoridad, padres, maestros…, que de alguna manera regulaban los comportamientos impulsivos. El mito de Edipo, como tragedia de reflexión para una moral de sujeto y familia, ha perdido su estrellato (Lacan: "Subversión del Sujet" – 1960) Las nuevas formas de organización familiar, que serían impensables en el pasado siglo, optan como alternativa al esquema tradicional. Aunque incipiente, una nueva modalidad se abre paso, y en este transitivismo sobredeterminado por la ciencia y los mercados, los individuos aparecen cada vez más uniformados y por tanto menos posibilitados para preguntarse por su particularidad. Comprobamos “modas” epidémicas de síntomas con tratamientos homologados paratodos. Y que quede claro que se diagnostica por la evidencia y se confunde como déficit, aquello que es falla estructural en toda condición humana. Podríamos decir que el síntoma estrella de este inicio de siglo, es la variación “bipolar” que oscila en el eje: Autismo---------TDAH (trastorno de atención con hiperactividad). El fracaso escolar se encausa en gran medida en ellos. -En consideración al título de este seminario, Atención a menores en contextos de violencia de género familiar, subrayamos la cuestión de la agresividad, que toma su perfil particular de las incidencias referidas. Además del caso clínico trabajado en la primera parte de este 3º encuentro, se aporta una breve viñeta de la consulta privada donde se puede focalizar rápidamente los 54 vectores que configuran la posición de un joven sujeto de 10 años, al que sus padres han llegado a denunciar (judicialmente) por agresión verbal y física reiterada. Todas las intenciones de ser tratado en varios dispositivos, chocaron con un mutismo deliberado. La condición de una entrevista previa con los padres pone de manifiesto un malestar intrínseco a la pareja (nunca cuestionado previamente) que presupone la imposibilidad de dar un lugar a su hijo, como sujeto de deseo. Ante la pregunta del espacio que ocupa el hijo para cada uno de ellos, aparecen con mucha virulencia, las quejas y acusaciones de uno respecto al otro. Este real, estaba detrás o encubierto en la conducta del hijo que devenía como respuesta a lo que había de sintomático en la estructura familiar. Es la indicación que nos da Lacan, en “Dos notas sobre el niño”. Podría aportar que en esta circunstancia se trataba de padres profesionales, muy ocupados cada uno en lo suyo, donde la agresión del hijo (que sólo se daba en el ámbito familiar), era un “llamado” imperioso a las funciones que pudieran regular sus impulsos y un supuesto odioso de no representarse en el deseo y amor de sus progenitores. -Podemos concluir subrayando cómo la caída de los semblantes de autoridad en el devenir del siglo XXI, nos reclama una posición ética, clínica y política, para confrontarnos a los nuevos síntomas. El psicoanálisis, en su permanente puesta a punto con la subjetividad de la época, es una mirada atenta y advertida en su acto de acogida al sufrimiento que puede ser tratado y expresado mejor en la palabra que en los actos sin ella. BIBLIOGRAFÍA FREUD, Sigmund: “El Malestar en la Cultura". Obras Completas. Amorrortu Editores. FREUD, Sigmund “El Yo y el Ello”. Obras Completas. Amorrortu Editores. LACAN, Jacques: “Dos notas sobre el niño” .Intervenciones y textos II. Editorial Manantial. LACAN, Jacques. “El estadio del Espejo”. Escritos I. LACAN, Jacques. “La agresividad en Psicoanálisis”. Escritos II. 55 COMENTARIO SOBRE ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO Ricardo Acevedo. Ellos ocurren, mucho más hoy en día, en la realidad cotidiana que nos toca vivir. Cuando recibimos un paciente, esperamos que diga algo, aunque muchas veces hay dificultades en que esto ocurra fácilmente. Esperamos que diga algo porque nuestro quehacer es por y con la palabra. Es por la palabra y con la palabra que se va a ir desplegando nuestro quehacer y sus consecuencias, modificaciones subjetivas, responsabilizándose el sujeto por su acción u omisión de lo que acontece. Por que cuando nosotros hablamos de sujeto, es un sujeto sujetado a los significantes y es sólo por medio de la palabra que esto se puede modificar. Porque el psicoanálisis tiene también un límite que es que la realidad no la puede modificar, es lo imposible, pero sí puede modificar el abordaje del sujeto a esa realidad. Si vamos a hablar de acting out o pasaje al acto, hay algo que pre-anuncia que está fuera de la palabra. El acting out y el pasaje al acto son fenómenos, no conceptos. Y esta es una primera puntuación a tener en cuenta. El fenómeno es una manifestación de algo: puede ser horroroso, puede ser estupendo, pero es una manifestación. Voy a partir de la hipótesis que me ha llevado a trabajar los llamados fenómenos, sean fenómenos del odio, porque no del amor, sea el acting out, el pasaje al acto. Pienso que esos fenómenos son una de las respuestas que da el sujeto a la angustia, esa es la hipótesis. O sea, son respuestas que da el sujeto a lo imposible de decir, a lo real. Hay diferentes modos de encararlos y de ubicarse delante de ellos. Por eso la diferencia de andamiaje teórico marca las diferencias en el abordaje: lo que se hace en la clínica. ¿Qué respuesta damos nosotros desde esta posición? Mucho más cuando esos fenómenos surgen en la clínica o sea, cuando aparece un acting o un pasaje al acto en el medio de un tratamiento ... la verdad es que uno tiembla en el silloncito. Hay diferentes respuestas desde la medicación hasta la interpretación y su concepto. Es más, se llega hoy día hasta a darle nombres a estos fenómenos, en lengua extranjera, como por ejemplo, panic attack. El ataque de pánico es uno de los nombres que se dan a estos fenómenos. Nuestra posición está en relación al inconsciente, a la verdad y a la angustia. Pensaba el abordaje de estos fenómenos en relación a estos tres conceptos, esos sí son conceptos y los usaré de guía. Sin angustia, no hay terapéutica. Pero con el desborde de angustia, tampoco hay terapéutica. Esto también vale para el analista porque no podemos dejar de lado, que muchas veces el que queda sorprendido y angustiado puede ser el mismo analista. Complicación que no se puede soslayar, ya que si esto ocurre no es viable un tratamiento eficaz. El marco teórico, permite precisamente, en esos momentos de irrupción de los fenómenos, tener claro el abordaje a seguir. La respuesta a estos fenómenos desde el 56 marco freudo-lacaniano con respecto a los fenómenos, es hacer de estos fenómenos síntomas. Ahora ¿cómo hacemos y cómo los diferenciamos?. Esto implica que el terapeuta opere de forma tal que se logre un resultado. Conseguir por medio de una intervención, de una interpretación que el paciente se pregunte por algo. Aunque haya un pedido de análisis, una consulta, hay que poner en forma esto, hay que hacer, lo que Freud llamaba la neurosis de transferencia. ¿Eso qué es? Que el sujeto crea que eso que le pasa dice algo y que dice otra cosa, que desconoce, y que los argumentos, la significación que se da no le sirve. O sea que hay un saber distinto al cual puede acceder. Esto no se opone a que no todo se puede saber, porque en realidad uno va descubriendo que siempre hay algo que se escapa. ¿Qué quiere decir esto?. Esto es estructural: uno va buscando sentido, significación que le alivie el síntoma. Y eso es lo que se llama el amor al saber. Pero en realidad, lo que esconde todo eso es un rechazo a saber, un rechazo a saber por la responsabilidad del sujeto en sostener algo que se llama el goce. O sea que el primer paso, es creer que eso dice algo, es creer en el inconsciente, y no es fácil creer en el inconsciente. Por esto, porque estructuralmente hay un rechazo a saber sobre el goce, lo que se quiere saber es el sentido. Por eso también muchas veces los pacientes tienen un tiempo muy corto de análisis y se van. En realidad uno cuando va a análisis, va en busca de un anhelo, encontrar "paraísos colectivos", y en realidad se va encontrando con que hay "infiernos comunes". El infierno, dice de la angustia. Vayamos a puntualizar algo en relación el acto. Porque acting out significa un "acto fuera" Un pasaje al acto también. Y acto analítico es un acto. Y también están las intervenciones en acto. El acto es definido por un hecho, una acción y un estado del ser. Eso toca a la palabra acto pero hay diferencias entre estos cuatro que nombraba anteriormente en relación a nuestra práctica. Sea el acting out, como el pasaje al acto, marcan algo fuera de la palabra y un adentro de la acción. Pero esto no es condenable si lo sabemos escuchar, porque esos actos siempre vehiculizan una verdad. Remarco esto porque hubo todo un tiempo dentro del psicoanálisis donde un paciente que hiciera un acting o un pasaje al acto, era tomado como ¡qué horror, qué mal analista, las cosas que hace!. Se pensaba que no había sido escuchado y no había sido bien interpretado. El psicoanálisis - dijimos- supone el acto de la palabra, necesario para que se produzca el efecto de verdad, pero, ¿cómo surge la verdad? Por el lapsus, por los errores, por lo que falla. Entre esas cosas pensemos especialmente el acting, no el pasaje al acto. O sea, es en esas fallas donde se lo caza, se caza algo de la verdad del sujeto. ¿Y la verdad que es? Es un efecto de significación, es la significación que uno le da al ser. Por eso no hay verdad universal. Cuando decimos "yo tengo mi verdad", el otro tiene su verdad. Entonces no hay verdad absoluta.....es porque es un efecto de significación. El acting out está ubicado por Freud, en ¨Recordar, repetir, reelaborar¨, como agieren, es la palabra que él usa. Eso en un primer momento. 57 Como les decía, se enfatizó por los postfreudianos que el acting out, era algo que se producía por no haber sido bien interpretado, no había sido interpretado correctamente. Era una cuestión de interpretación y de sanción. Lacan dice en un Ornicar, que marca la línea de cómo pensar el acting out, dice "que el acting out, lo que dice, no es sujeto sino verdad". Esto es una orientación diferente en el abordaje del acting out. Tal vez, un acting muchas veces se produce por un exceso interpretativo, no por una falta de interpretación. No es lo mismo pensarlo como falta de interpretación a pensarlo como el modo que tiene el sujeto de manifestar una verdad en relación a algo que no puede decir. El pasaje al acto tiene otro estatuto. Por un lado, va dirigido a lo que se llama el gran Otro. Pero el gran Otro como imbarrable, como alguien que no le falta nada. Y por el otro lado, que ese sujeto el del pasaje al acto, se barra de una forma tan radical dice Lacan en el Seminario 10, que se "hace" objeto. PASAJE AL ACTO ACTING OUT Rechazo al saber Lo Imposible de saber Angustia Angustia Exceso- Embarazo Turbación Dejarse caer (a) Fantasma Egosintónico Egodistónico Intervención en acto Puntuación Esto se puede leer en Lacan, en el seminario 10 sobre "La Angustia". En el pasaje al acto, la relación al saber es un rechazo a saber sobre algo posible. En el acting out: el acting out se produce cuando el sujeto se enfrenta con lo imposible de saber, lo que nunca podrá ser apresado. En los dos hay angustia. El pasaje al acto tiene una característica, que es el exceso. El pone en un cuadrito embarazo, toma la palabra embarazo: es algo que va creciendo, que excede. En el acting out, es una falta, turbación, es cuando se queda sorprendido, turbado, no sabe dónde está, es la falta. En el pasaje al acto es un dejarse caer, usa la palabra tombé, tumbar, porque es un caer del sujeto, haciéndose objeto, pero dirigido al gran Otro. Este dejarse caer está en relación al objeto. En el acting out, el objeto está en relación al fantasma, está en relación al fantasma. El pasaje al acto es egosintónico y el acting out es egodistónico. Por eso la turbación. Pensaba que aquí se pueden dar dos 58 tratamientos posibles. En el pasaje al acto de lo que se trata - por supuesto en el caso por caso, pero en general- de la intervención en acto. Y en el acting out –uno podría decir- producir una pregunta, una puntuación. Algo que pueda empezar a preguntarse el sujeto. Porque el problema que dice Lacan con respecto al acting out es que si uno lo interpreta, lo fomenta. O sea produce más acting out. ¿Por qué?. Porque está en relación con lo imposible de saber. Entonces si se le da más sentido, entonces se le da consistencia y más se genera. En el pasaje al acto, el sujeto se pone en el lugar de la falta del Otro, en el lugar del objeto. Es condición, en el pasaje al acto, la identificación al objeto que se le supone a ese Otro. Por eso Lacan dice que el pasaje al acto es mucho más común en las psicosis o en las neurosis obsesiva. Y que el acting out queda más del lado de la histeria. Por eso muchas veces con estas cuestiones de la histeria, de los amagos de suicidio uno dice no lo va a hacer. No hay que embromar con eso, pero es cierto que en la histeria está más la problemática del acting out. Se puede tomar los casos de La joven homosexual y de Dora, en Freud, para diferenciar el pasaje al acto y el acting out, como lo hace J. Lacan en el seminario 10. En la joven homosexual , el pasaje al acto es saltar la valla, que haya un tren digamos, Lacan dice es un intento de garantizar el deseo del padre. Es ante la mirada del padre que salta la valla. Hacerse objeto de esa mirada. Se trata de eso. Mientras que el pasearse con la dama ante la mirada de los otros es el acting out: es mostrar eso imposible de saber: la no-relación sexual dice Lacan en el Seminario. O sea que hay en ambos fenómenos una relación intima al objeto, al objeto perdido, donde se apoya la castración. Y ésta va a retornar sobre el sujeto especialmente en el pasaje al acto. En el pasaje al acto el sujeto se barra al máximo. Por eso Lacan dice se subjetiva en el pasaje al acto. El sujeto radicaliza la barra, tanto que se identifica al objeto. En la joven homosexual ante la mirada del padre que la ve pasear con la dama, queda barrada de tal modo, que da el paso y lo dirige a él. Es la característica del pasaje al acto: dejarse caer. Después son actos, que si no se logran, recaen sobre el sujeto. Este es el mecanismo. El objeto a, dentro de las distintas acepciones que tiene –porque está el objeto del fantasma, el objeto de la pulsión, el objeto perdido- es también un objeto de amor y es objeto de duelo. Esto se juega en el pasaje al acto. Lacan en el Seminario 10 en relación al pasaje al acto dice que es el objeto que supongo que al Otro le falta. Por eso se dice que en la psicosis, el sujeto psicótico queda igualado –o sea falta el punzón del fantasma. Queda igual al objeto. En el pasaje al acto, Lacan dice que hay un exceso que empuja a lo real. Pero que es un saber que se rechaza saber como tal. Por ejemplo en la joven homosexual, lo que se rechaza es saber sobre el goce del padre; cuando ella se siente engañada, traicionada por el padre. O sea que cuando eso se rechaza, se actúa, se pasa a la acción. Y se ve claro que esto es siempre en relación a un exceso. Y por eso los ejemplos. Tomaba el de 59 Freud de la joven homosexual, porque los ejemplos que se me ocurrían de pasaje al acto tenían que ver con la psicosis. El tratamiento en un pasaje al acto lo pienso desde el lado de la intervención en acto. La intervención en acto es un cálculo que hace el analista. O sea algo hay que frenar de ese empuje, de esa caída. Ahí tampoco se trata de interpretación. Uno no le puede decir a alguien que dice me voy a matar... -bueno, pero usted se quiere matar porque quiere... No. No se puede interpretar esto. Una intervención en acto implica un cálculo. Es cortar algo. Y el analista lo debe sostener en consecuencia. En el acting out también se muestra, pero ya no al gran Otro sino al semejante, al otro semejante, por medio de una conducta pasiva. Lo que pasa es que ese semejante encarna al gran Otro: o sea la relación que establece el sujeto con los significantes. Dice Lacan que esa tendencia al Otro hace en el actino out que el objeto exista a tal punto que se vuelva insensato como el superyó. En el acting out el deseo recorre un camino singular. En el pasaje al acto no hablamos de deseo. Hablamos más de un empuje a lo real, de hacerse objeto. O sea que el acting es una mostración anudada a un deseo. En general sale como la mona... Pero se muestra y se vela esto: ese saber imposible de saber. Es cuando el sujeto se confronta con algo: que no hay relación hasta con la impotencia. Implica un llamado a la interpretación, busca la interpretación. Incluso por la relación a la angustia que tiene el sujeto. Pero eso sería caer en una trampa porque daría mayor consistencia a eso que se está formando ahí. No se trata tampoco de prohibirlo, ni de reforzar el yo. Lacan es el que marca estas puntuaciones, estas características digamos. Incluso llega a decir que todo acto, toda conducta que uno tiene, que no pasa por el análisis es un acting out. Se trata de intervenir de forma tal -de puntuar algo- para que el sujeto mismo sintomatice algo de esto en tanto incógnita. Como decíamos, una de las características del acting out tiene que ver con la falta, es que de algún modo trata de obturarse esa falta. En el pasaje al acto hay un exceso que se trata de cortar, de poner un límite. Por eso es el empuje, la cuestión del suicidio y todo eso. Viñeta de una paciente que lleva varios años, una chica que empezó a los 16 años. Ahora tiene 21. Hay un episodio que es un acting out que marca la entrada en análisis -porque la histeria suele entrar en análisis por medio de un acting out- que estando en una ciudad balnearia, ella con una amiga, dos chicos la invitan a bailar. Estaba hacía un año sin novio y estaba preocupada por esto. Eso y toda la relación con el padre. Cuando van a bailar, este muchachito saca a bailar a otra delante de ella. 60 Ella no sabía ni el nombre del muchacho pero esto la enloquece. Entonces se va ofendidísima. Además sin poder llamarlo porque no sabía el nombre.... Se ve bien la cuestión de la turbación, de la falta, porque ella queda al desnudo; el muchacho prefiere a la otra y ella no puede dejar de mirarla. Sale del lugar con la amiga. Mientras esperan el taxi, y con la hebilla de su correa le raya el auto de una forma infernal, y le desinfla las gomas. Por supuesto que a las 6 de la mañana en el hotel se escuchan gritos de este muchacho que viene a matarla...y tiene que llamar a la policía. La tiene que acompañar la policía hasta la terminal de ómnibus. Entonces ella cuenta la cuestión, angustiante, que eso fue un impulso para ella: rayarle todo el auto. Y además decía: no sé que puedo decir de eso porque no lo conocía. No lo quería, no sabía ni el nombre. Pero algo del fantasma tocó y la enloqueció. Fue ir tratando de armar algo para que eso le hiciera una pregunta; qué quería decir. Ella decía pasó eso y pasó. Y ya está. ¿Ya está por qué?. Porque el acting out angustia mucho. Además es cierto que queda barrada, inconsistente, loca...El tipo le gritaba: ¡loca! ...sí, loca. Me parecía un ejemplo de lo que es el acting out y lo difícil de su tratamiento. A la vez no se puede frenar eso .A la vez eso marca una verdad, de ella que es la verdad de esta relación con la Otra y con un padre que es considerado como muy mujeriego. A partir de eso, y de una paciencia desesperada.., esta chica empieza a construir algo de esto. O sea que hay veces que incluso la entrada en análisis está sancionada por un acting. Es un problema que no se puede minimizar, pero es inevitable. Por supuesto hay personas que no hacen acting. Volvamos a la relación con la turbación, a la falta que se produce en ese momento, es que Lacan dice que el acting out está más del lado de la histeria. Este caso también permite ubicar lo imposible de saber, y su relación con La mujer no existe como otro de los nombres de la no relación sexual, pregunta sin respuesta ¿qué es, qué quiere una mujer?. Imposible de saber!... y los hombres padecen más que nosotras de esta demanda. En el acting out se produce un nudo entre angustia y deseo. Y es ese nudo lo que empuja. Empuja a la acción. Esto dentro y fuera de la transferencia. El acting out es sin causa. Esta chica lo podía decir muy bien. La ventaja que tenía era que no tenía nada que ver con el psicoanálisis. Ella decía no sé porqué. Es sin causa pero no sin objeto. Esta es otra diferencia que marca Lacan con Freud. Y si bien es sin causa pero con objeto es que podemos decir que es la guía de una verdad subjetiva. 61 El Seminario de la angustia es el punto en que Lacan se diferencia de Freud. Hace una relectura, hace aportes. Pero la diferencia es el abordaje de este concepto que es el de angustia y de estos fenómenos. ¿Por qué?. Porque Freud pensaba que eso se producía porque había lagunas que no estaban selladas por la interpretación. Cuando en realidad con lo que el sujeto se tiene que confrontar es que siempre va a haber un agujerito. Y Freud decía: eso que no está interpretado retorna en un acto, en una acción. Lacan dice: hay algo que por la forclusión estructural, o sea porque al mundo del lenguaje siempre le falta un significante, es que el sujeto se va a ver confrontado con eso. El tratamiento para que sea posible analizar eso, es conducir la cuestión hasta el punto que eso que le pasa, que lo lleva a los acting, lo que le lleva padecimiento en la vida –o en el caso de esta chica su relación con los hombres- es que eso se haga síntoma. La guía es esa, hay que orientarse a eso; hacer que la acción se sintomatice, , para que no esté en acting out. Es conducirlo a eso. Es cierto que en ese recorrido que se va haciendo hay urgencias. Y la urgencia es la necesidad o falta apremiante de lo que es necesario para algo. El recorrido que se hace desde estos fenómenos: acting out, pasajes al acto, el amor, el odio; es contingente, no necesario. No cualquiera está dispuesto a hacerlo. Tiene que estar la contingencia esta que produzca esa pregunta. Por eso, en un punto también el acting out puede ser un buen material para el análisis. Y para qué? Para que se produzca algo del orden del acto analítico. Ahora bien: ahí está el otro acto. El acto analítico no tiene que ver con la acción, con una acción conductual, sino que tiene que ver con una ruptura subjetiva. O sea que hay acto analítico cuando hay un cambio subjetivo, cuando hay un antes y un después en la vida de ese sujeto. Es cierto que hay actos que acontecen y acontecen por la vida, que producen un antes y un después. Pero la característica es que produce una elaboración de saber y que además es el único acto en el cual se puede verificar ese saber. El acto analítico es lo que implica el cambio subjetivo con respecto a la estructura. ¿Qué es lo que ocurre también en el acto analítico? El sujeto no es el mismo antes y después. Eso es cierto. ¿Pero no es el mismo en qué? En el acting out como en el pasaje al acto, hay en un punto y de diferente manera una identificación al objeto. En el acto analítico hay una caída de la identificación. Hay una certeza que es que a ese punto que se llegó, es así, funciona así. Aunque sea algo que para otro le resulte descabellado. De los 4 actos que hablamos es el único que produce la elaboración de saber, permite ser verificado y es el que modifica al sujeto. 62 Algunos apuntes sobre el texto de Lacan "EL ESTADIO DEL ESPEJO" Ricardo Acevedo. Lacan basa su teoría del estadio del espejo en la siguiente observación: la cría de hombre, a una edad temprana, superado en inteligencia instrumental por el chimpancé, reconoce ya sin embargo su imagen en el espejo como tal. La edad en cuestión va desde los seis a los dieciocho meses, y Lacan observa que el reconocimiento va acompañado siempre de una expresión jubilosa en el niño. A los seis meses, desde luego no coordina su cuerpo lo suficiente como para dominar su postura; sin embargo, si tiene un espejo cerca puede sentir interés y encontrar una posición que le permita obtener lo que Lacan llama una imagen instantánea de sí mismo. Lacan analiza el contraste entre la impotencia motriz y la dependencia de la lactancia, por una parte, y el hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente, por otra. Analiza la prematuración biológica del niño, esto es, el hecho de que la cría del hombre nace prematura, en el sentido de que muchos de sus rasgos son al nacer y durante un cierto tiempo todavía fetales, y sus consecuencias en cuanto a la duración de la situación de desvalimiento en que el niño se encuentra, mucho mayor que en cualquier otra especie, para introducir la noción de cuerpo fragmentado, que viene a describir la impotencia de coordinación motriz del niño. Basta observar el pataleo descoordinado de cualquier bebé y pensarlo en relación con el deseo que lo anima para encontrar el término lacaniano. Tenemos pues un niño sumido en la descoordinación motriz, en el cuerpo fragmentado. Cuando se mira en el espejo, sin embargo, se mira con sus ojos, que resultan no estar afectados por la prematuración, y, observa Lacan, su expresión es jubilosa. Y es que se reconoce; o mejor: reconoce su imagen como tal en el espejo. Y aquí viene el punto clave de la argumentación: aquel que el niño mira y reconoce, ese que le imita tan bien, y que tarde o temprano descubriría que es ÉL mismo, o su imagen, para hablar propiamente, ese no sufre; coordina, no tiene cuerpo fragmentado, ese es para él su imagen; se le aparece entera, dotada de una unidad que él no puede atribuir a la percepción de su propio cuerpo. De aquí se deriva el contento del niño y toda una serie de otras consecuencias. En efecto: de ese otro que le mira tras el espejo y que le cautiva, pronto aprenderá que es él, incluso Otro le dirá: “ese eres tú” señalándole la imagen. Imagen entera de un cuerpo que no se percibe como siendo entero, imagen que anticipa una maduración del dominio motriz que por el momento no se tiene. “Eres tú”: imagen pues de mí, imagen de mi yo, imagen del yo. La primera identificación, dice Lacan, imaginaria. Ahora bien, en Freud el yo es justamente eso: una superposición de identificaciones imaginarias. De donde Lacan deduce: esa primera identificación ante el espejo es clave para la formación del yo, es literalmente originaria y 63 fundadora de la serie de identificaciones que le seguirán luego e irán constituyendo el yo del ser humano. Sin embargo, a la vez que originaria, esa primera identificación es en sí, profundamente alienante: para empezar, el niño se reconoce en lo que sin duda alguna no es él mismo sino otro; en segundo lugar, ese otro, aun si fuese él mismo, está afectado por la simetría especular; en tercer lugar, aquel que se reconoce como yo, no está afectado de mis limitaciones, él no tiene los problemas que yo tengo para moverme. Aquí Lacan dirá que esa es la matriz del yo ideal; y: eso jamás se alcanza, (lugar tras el espejo) Punto ideal, pues. Y matriz de todas las identificaciones que vendrán luego: cualquier otro a quien yo ame en algo, aquel a quien vea con buenos ojos, , estará para mí en el lugar de esa imagen alienante. Es por eso que Lacan puede decir en La agresividad en Psicoanálisis que en el momento en que al otro ya no lo amo sino que deseo agredirlo, lo que está en la base de mi agresión es el retorno a mi cuerpo fragmentado: en el momento en que ya no se sostiene la identificación con el otro, la imagen falla. La elaboración de la figura del otro (y más tarde del Otro con mayúscula o gran otro) es capital en Lacan. El otro, en tanto viene a ser otro como yo, mi semejante, como se dice, viene a ocupar precisamente el lugar que mi imagen ocupaba en el espejo, en el sentido de que por ser la experiencia del espejo formadora, simplemente no hay otro lugar. Explicación luminosa del aspecto narcisista de toda identificación, a la vez que introducción de la temática de alienación y agresión en la captura por la imagen del otro; recordemos que ese lugar es a la vez el de mi imagen y es el lugar de mi desconocimiento, que viene a ocupar el otro. Bibliografía Lacan, Jacques. "El estadio del espejo". Escritos I. 64 VIOLENCIA Y AGRESIVIDAD Teresa Colomer. El concepto de violencia ha sido ampliamente trabajado en las Ciencias Sociales desde diversas perspectivas, el marxismo, el funcionalismo americano, con las teorías de la frustración, agresión o el estructuralismo, que ponen el peso en la existencia de un conflicto, e intenta investigar la complejidad del marco donde este conflicto se desarrolla. Pero la violencia de género ha venido a delimitar un campo nuevo, más allá de las concepciones clásicas de la violencia, ligadas a las guerras, al poder, o a los movimientos políticos. Las Naciones Unidas, en 1999 definieron la violencia contra la mujer como un acto contra los derechos humanos describiéndola como «todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada.» Este nuevo campo de legislación y de reflexión viene a mostrar los cambios en la subjetividad de las sociedades actuales, en un tiempo de declive del orden simbólico patriarcal que hasta hace muy poco regía las normas de relación entre los sexos. El psicoanálisis aspira a una interpretación de la cultura ya que el inconsciente tiene su asiento en el discurso del Otro social, por lo tanto los cambios que aparecen en el Otro social tienen efectos sobre la subjetividad de la época. Voy a intentar realizar un recorrido sobre estos aspectos desde la perspectiva psicoanalítica. Lacan en “las formaciones del Inconsciente” explica: “La violencia es ciertamente lo esencial en la agresión al menos en el plano de lo humano. No es la palabra, incluso es exactamente lo contrario. Lo que puede producirse en una relación interhumana es la violencia o la palabra. Si la violencia se distingue en su esencia de la palabra, se puede plantear la cuestión de saber en qué medida la violencia propiamente dicha, para distinguirla del uso que hacemos del término agresividad puede ser reprimida, pues hemos planteado como principio que solo se podría reprimir lo que demuestra haber accedido a la estructura de la palabra, es decir a una articulación significante. 65 .El concepto de Agresividad en psicoanálisis La agresividad y la pulsión de muerte están en el corazón de la clínica de los pasos al acto, la violencia verbal, la intimidación, los asesinatos, las violaciones pero no tienen la misma significación, unas, las reacciones agresivas, se desarrollan en registro de la intención agresiva, otras, las que el psicoanálisis sitúa en el registro del goce o pulsión de muerte testimonian de un tendencia agresiva mas fundamental, que aparece en los pasos al acto, destructor o suicida. Tenemos aquí pues una diferenciación esencial, entre la agresividad y la pulsión de muerte, Freud define al ser humano en su obra “el Malestar de la cultura” de la siguiente manera “El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. «el hombre es un lobo para el hombre. Para Freud en un primer tiempo de su teorización, la agresividad aparecía como ligada al instinto de auto conservación, entonces oponía las pulsiones sexuales a las pulsiones de auto conservación de la especie. Pero en este texto, en 1920 Freud introduce la dualidad entre pulsión de vida o Eros y pulsión de muerte, y habla de esta tendencia a la agresión que hay en el ser humano, en la cual encuentra la marca de la pulsión de muerte. A partir de este texto la agresividad es una disposición instintiva primara, un fenómeno ligado a la biología, Entonces el problema que Freud se plantea es cómo el humano puede renunciar a la agresión, si ésta está implícita en su dotación pulsional, ya que los datos clínicos le muestran que no todos los sujetos presentan este empuje a hacerse daño. Para responder a esta cuestión postula la instancia inconsciente del Superyó, que entiende como heredera del complejo de Edipo., Entonces dice que el mecanismo que permite la renuncia de esta agresividad originaria es el Superyó que es incorporando por medio de la identificación a la autoridad externa. Es un mecanismo simbólico, pero no es la identificación al padre por el lado del ideal sino una instancia mas feroz, mas exigente., que dice,” manifiesta ante la mirada del Yo la misma severidad rigurosa que el Yo hubiera querido manifestar ante el prójimo” 66 Es importante diferenciar este superyó feroz que aparece en el malestar en la cultura , de la versión más amable del Superyó, heredero del complejo de Edipo, génesis de la conciencia moral que Freud refiere a la presencia de la autoridad externa y que se apodera de parte de la agresividad ligada al narcisismo, y que en un primer tiempo postuló como conciencia moral. ( Introducción al narcisismo , apartado III ) Freud considera que la renuncia pulsional que se le pide al niño genera en él tendencias agresivas hacia la autoridad. El niño está en el conflicto entre la necesidad de obtener el amor del padre y la tendencia a la satisfacción de sus pulsiones, al tener que inhibirlas se genera agresividad. y considera que esta agresividad vengativa del niño ha de ser determinada en parte por la medida de la agresión punitiva que el niño espera del padre ya que el niño teme ser castigado por el padre. .La agresividad que se traslada a la conciencia moral seria como una continuación de la severidad con que actúa la autoridad exterior. Esta expectativa sobre el castigo que proviene del padre no tiene porque corresponderse unívocamente con el padre de la realidad porque, señala Freud, puede darse el caso de que un niño educado muy blandamente puede desarrollar una conciencia moral muy severa. La primera idea de Freud apunta a una forma de auto punición ligada a la culpabilidad edípica. Sitúa así la génesis del sentimiento de culpabilidad que proviene del complejo de Edipo, Pero en “El Malestar de la Cultura” Freud va a proponer el termino de Pulsión de muerte para dar cuenta de la agresividad, al constatar que la explicación Edípica no da cuenta de la tendencia a la agresión que tiene el ser humano sosteniendo esta afirmación en los datos de la clínica, como la compulsión a la repetición, los sueños traumáticos, las reacciones terapéutica negativas, la no resolución de los síntomas o clínica del masoquismo, que le llevan a plantearse porque el sujeto no quiere su bien, y concluyendo que hay en esta repetición una satisfacción paradójica. Dice Freud : ” cuando por primera vez caí en la cuenta de la compulsión de repetición y del carácter conservador de la vida pulsional, partiendo de especulaciones acerca del comienzo de la vida y de paralelos biológicos, extraje la conclusión de que además de la pulsión a conservar la sustancia viva y reunirla en unidades cada vez mayores, debía de haber otra pulsión, opuesta a ella, que pugnara por disolver esas unidades y reconducirlas al estado inorgánico inicial. Vale decir: junto al Eros, una pulsión de muerte; y la acción eficaz conjugada y contrapuesta de ambas permitía explicar los fenómenos de la vida”. Luego añade : “Incluso en la más ciega furia destructiva, es imposible desconocer que su satisfacción se enlaza con un goce narcisista extraordinariamente elevado, en la medida en que enseña al yo el cumplimiento de sus antiguos deseos de omnipotencia”. 67 La «conciencia de culpa» será la tensión entre el superyó que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido y que exterioriza esta tensión como necesidad de castigo. Sitúa así dos orígenes del sentimiento de culpa: la angustia frente a la autoridad y más tarde, la angustia frente al Superyó. La primera lleva a renunciar a satisfacciones pulsionales; la segunda lleva a la auto punición, puesto que no se puede ocultar ante el superyó la persistencia de los deseos prohibidos. En un texto anterior, sobre “los criminales por sentimiento de culpabilidad”, Freud señalaba que paradójicamente, el sentimiento de culpa precedía a la falta y se daba el caso que ese sentimiento se aliviaba tras cometer el delito. Poniendo así de relieve la dimensión pulsional del superyó, una avidez que nada satisface. Quiero referirme para ilustrar este aspecto a un pasaje al acto de índole autopunitivo que realizó un joven psicótico tras una discusión con sus padres y que puso en grave riesgo su vida. El chico explicaba que tras esta discusión se le metió en la cabeza la idea de matar a su madre y ante esta idea de la cual no se pudo sustraer, podemos entender aquí que el mecanismo de la represión no funcionaba, decidió arrojarse al vacío. Con Lacan aunque agresividad y pulsión de muerte deben de ser pensados en su articulación al lenguaje, diferencia nítidamente los registros señalando que la agresividad está ligada a un tipo de identificación que llamamos narcisista, propia de la estructura del humano y que teoriza en el estadio del espejo como formador de la función del yo. Mientras la pulsión de muerte se ligara estrechamente, a partir de los años 60, a la noción lacaniana de Real, articulándose con el concepto de goce. Entonces el término de goce viene a sustituir la pulsión de muerte freudiana El registro imaginario de la agresividad Dice Lacan en los Escritos Técnicos: Es preciso profundizar la noción de agresividad que utilizamos en forma un tanto burda. Se cree que la agresividad es la agresión. Sin embargo, no tienen nada que ver la una con la otra. Sólo en su límite, virtualmente, la agresividad se resuelve en agresión. Pero la agresión nada tiene que ver con la realidad vital: es un acto existencial vinculado a una relación imaginaria. Lacan dice en su texto “la agresividad en psicoanálisis”, que la agresividad es la tendencia correlativa a la identificación narcisista, esta identificación que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro de entidades característico de su mundo. 68 Entonces no podemos acercarnos a la agresividad sin basarnos en la identificación, y quiero señalar que en este punto Lacan se aleja de Freud y de la idea de una agresividad instintual. El yo resulta de una identificación imaginaria, el niño accede a una representación unitaria de si mismo tras captar su imagen en el espejo, ese yo no es mas que el resultado de un proceso de identificación imaginaria a otro. Este proceso, por el que se debe de pasar por el otro para tener una imagen de si mismo tiene como consecuencia una ambivalencia primordial, una tensión conflictual interna al sujeto. Así la relación del sujeto con su semejante se va a desarrollar en un doble registro, el del erotismo y el de la agresividad, atracción hacia la imagen ideal, a la que ha investido libidinalmente, o sea que conlleva una carga erótica, y deseos de destrucción, componente agresivo porque yo es el otro. Entonces relación dual, propia de la identificación narcisística y define la fuente de la agresividad, y su surgimiento cuando se produce un cortocircuito en la relación triangular, edípica, cuando esta queda reducida a su simplificación dual. Cuando hablamos de relación triangular edípica, nos referimos a la estructura que permite, por un lado, la entrada del niño en la socialización gracias a la intervención simbólica del padre, cuya primera función es de separación de la relación de alienación originaria entre la madre y el niño, esta separación arbitrada por el padre, apuntara a que la madre no es toda del niño, y que el niño no es el objeto que completa a la madre, y permite al niño , al encontrarse con la falta, poner en juego la dinámica del deseo. El padre lacaniano es aquel que anudaría el deseo a la ley, es decir, prohíbe la relación dual, pero permite que el niño vaya a buscar fuera de la madre los objetos de deseo que se han ido constituyendo. Pongo otro ejemplo de un joven que atendemos en el centro. Este adolescente psicótico, esta tomado por el retorno alucinatorio de las imágenes de violencia que presencio en su infancia antes de la separación de sus padres. La agresividad verbal de la pareja parental en forma de insultos , le vuelven con frecuencia en sus estados alucinatorios, de ellos explica dice,” lo de antes lo de siempre”, “el pasado esta presente”. Este chico presentaba una importante patología de índole de construcción del yo y de la imagen especular, y pudimos acompañarlo en este esfuerzo de reconstrucción imaginaria que realizo con sus numerosa fotografías y videos de si mismo colgados en Internet, donde la dificultad para aprehender su imagen se traducía en una proliferación de imágenes de su yo, alrededor de los monumentos de los países que le hubiera gustado visitar. Al mismo tiempo presentaba, una importante dismorfofobia, quería operarse, se veía enormes granos en la cara, o los poros como agujeros negros. Su esfuerzo de construcción de la imagen especular, por medio de el personaje construido para Internet, basado en Lady Gaga, ya que se nombraba a si mismo como hermafrodita le ha permitido cierta presentación menos precaria pero no le ha aliviado 69 todavía del síntoma de agredir a su madre de la misma manera como su padre lo hacía en su infancia sobre todo en los momentos en que ella presenta un goce, -esta mujer a veces bebe-, donde él queda excluido. Todo intento de la Institución de aligerar este lazo dual mortífero, el chico dice, ”somos iguales, nos pasa lo mismo”, choca contra su fuerte oposición y naturalmente también la de su madre, con quien hablo con frecuencia y con la que comparte la idea “nos quieren separar”. Continúo. Esta libido con la que el sujeto inviste su imagen tiene una doble vertiente, es positiva porque el investimiento libidinal de la imagen tira hacia la vida y es negativa, porque el niño con su identificación a la imagen no consigue recubrir su falla original, ya que siempre estará en menos. Digamos que esa destructividad se formula en términos "o tu o yo" y se sostiene en la observación de Charlotte Buhler sobre los fenómenos de transitivismo, ya que en efecto cuando el niño después de pegar acusa al otro de que ha sido él quien ha pegado, no miente, habla de esa captación imaginaria y de ese desconocimiento primordial del yo. Agresión suicida del narcisismo porque se golpea en el otro aquello que uno mismo es.. Vemos entonces que Lacan con la doble vertiente libidinal resuelve la oposición entre pulsión de vida y de muerte. La pulsión de muerte en lo simbólico. A partir de 1953 en "Función y campo de la palabra” Lacan señala que la pulsión de muerte no puede estar solamente ligada a esa prematuridad vital, a esa falla que la imagen especular viene a completar, así que liga la agresividad al registro imaginario de la relación narcisista, y sitúa la pulsión de muerte ligada al registro simbólico, a la lógica del significante. Es porque hay el lenguaje, nos dice, por lo que la dimensión de la muerte esta presente en nuestra vida a diferencia del animal. Y de las siguientes razones, Lo que caracteriza al símbolo es que se manifiesta primero como muerte de la cosa. Desde el momento mismo que la cosa se designa esta queda anulada en su materialidad. El significante nos sitúa más allá de la muerte, y pone como ejemplo a las inscripciones de las sepulturas. Y la tercera razón es que la muerte esta en el fundamento de la constitución de la subjetividad, dice:“es porque el sujeto humano se sabe mortal por lo que se distingue del animal y su existencia puede tomar sentido. 70 Pero ¿como retoma Lacan el problema que Freud planteaba el de la satisfacción paradójica ligada a la pulsión de muerte? . EL Real Lacaniano. Para resolver esta cuestión Lacan introduce la dimensión de Real. Hemos visto que el narcisismo esta en el registro de la imagen, también la vertiente simbólica de la muerte, pero ambos registros no explican ciertas clínicas. Vemos ahí la clínica de las adicciones, la anorexia, o incluso las pulsiones sádicas, con la carga de erotismo que conllevan, todas tienen afinidades con la muerte en el inconsciente, y viene a señalar la afinidad de toda pulsión parcial con la muerte, Recordareis que el concepto de pulsión es un concepto límite entre lo somático y lo psíquico, tiene su sede en el cuerpo ya que es en el cuerpo donde encontramos la sede de las pulsiones parciales, oral, anal genital y escópico y auditivo, y actúa en el psiquismo pues la expectativa de encontrar una satisfacción siempre buscada, tiene efectos sobre la subjetividad. La repetición esta en el corazón de todo el funcionamiento pulsional, la pulsión intenta reencontrar el objeto que dio satisfacción por primera vez, pero este es inalcanzable. Esta repetición insistente testimonia de un forzamiento del principio del placer, aparece como una exigencia disarmónica inadaptada con respecto a las necesidades de la vida, y al bienestar de cuerpo. Para Lacan si no tiene que ver con las necesidades de la vida es un fenómeno vinculado al inconsciente. Por eso Lacan puede decir que la pulsión parcial es pulsión de muerte. Lo que no quiere decir que toda pulsión lleve necesariamente a la muerte. Por ejemplo el ojo tendría que servir para orientarse en el mundo pero he aquí que se pone al servicio del placer de ver que es un placer que desborda la finalidad vital y más bien conduce a anularla, en este exceso encontramos el goce, en la exigencia repetitiva e inadaptada. Lo mismo para la analidad que está en el registro del don, alguien se ve forzado a dar incluso cuando no hay nada que dar. El problema para la clínica estriba en el punto de transformación del placer en goce, el placer es razonable, sin tensión, el goce lleva al exceso. Quiero ilustrar este aspecto con otra viñeta clínica de un paciente del centro en el que trabajo. Se trata de un joven psicótico, que sufre de una esquizofrenia paranoide que encuentra un día azarosamente una página en Internet, de un tono pornográfico muy subido, donde contempla imágenes de vaginas en primer plano, y también de penes introduciéndose en su interior. Estos videos están totalmente descontextualizados, separados de los cuerpos, presentan los genitales humanos y su visión le tenía totalmente abducido, Cuando conversamos sobre el tema, el dice en tono reivindicativo, 71 que es joven y que está en la edad pero también que “quiere ver más allá de lo que el ojo humano puede ver”. Seguramente comprenderéis las dificultades en las que puso al equipo cuando se intento regular este exceso, porque simultáneamente a esta práctica voyerista comenzó a sufrir una serie de fenómenos en la visión, molestias constantes que lo tenían limpiando sus gafas continuamente y que le llevaban a decir, “me sacaría los ojos”. Tras unos meses de acompañamiento de esta actividad voyerista, esperando que mi presencia pusiera freno a este exceso, el puede aceptar una intervención, -después de mirar estas cosas sufres mas molestias en la visión-. Es un chico muy inteligente y esta intervención le permitió cierta autorregulación. Poco tiempo después me mostró burlón otra página, Art Atack donde la mano del dibujante, partiendo de la base de dibujos de diferentes órganos sexuales, construye otro tipo de imágenes, una casa, un paisaje, unas figuras. Gracias a esta sesión pude señalarle, que sí que era cierto que esos dibujos estaban en la base, pero que con ello también se podía hacer otra cosa. Estas dos intervenciones, orientadas a la regulación y al velo de lo más crudo, han permitido a este chico seguir mostrándome las páginas que se le metían en la cabeza de forma alucinatoria y poder situarse con cierta distancia, por ejemplo no cree más en el satanismo o otras diferentes interpretaciones delirantes que circulan por la red. En la neurosis hay barreras, maneras de concebir la realidad, la estructuración del mundo y sus objetos que permiten poner al sujeto a distancia del objeto real de la pulsión, si el deseo funciona, el objeto queda recubierto, tapado, falicizado decimos en psicoanálisis, pero en la psicosis la cuestión es otra tal y como hemos visto en el ejemplo anterior. La relación con el objeto no incluye la dimensión de la castración, que es esa operación de menos de goce que permite dar un lugar al deseo. Quiero remitirme al texto de J.R. Ubieto sobre violencia en las escuelas parta tomar de él un pequeño resumen sobre la encrucijada que se plantea en la adolescencia. ¿que implica la adolescencia? Una ruptura con lo infantil, con los objetos con los que el sujeto se satisface y con sus partenaires, es una separación de los objetos familiares que constituyeron el mundo de la infancia, y que es necesaria para entrar en el mundo adulto. Entonces la tarea del adolescente es la de reconfigurar su relación de objeto, pasar de ser deseado a ser un deseante. Situarse con la sexualidad y con la muerte y dotarse de una armazón simbólica que le permita presentarse ante los otros con sus señas de identidad propias. Si en este momento de acceso al mundo y de construcción de vínculos en lo social el joven no dispone de un artefacto simbólico mínimo, nos encontramos con el síntoma o este tipo de los conductas que son índices de la regresión infantil que nos indican un 72 retorno regresivo a los objetos privilegiados de la infancia, como por ejemplo la oralidad desmedida , las conductas adictivas, los robos, las crisis de angustia, las depresiones adolescentes etc. Stevens define la adolescencia como la edad de todos los posibles y el encuentro con lo imposible, y acota , que todo sea posible por parte de las respuestas es sin duda exagerado pero es verdad que ciertos posibles están en este momento abiertos o reabiertos en relación a la respuesta. Esta afirmación se refiere a que los modos de percepción del mundo que hasta entonces no habían sido cuestionados se presentan como interrogantes para el adolescente, y también es el encuentro con un real, real de los cambios biológicos de su organismo, y real pulsional, en un momento en que el sujeto debe de plantearse su elección de objeto y su posición con respecto a la sexuación. El síntoma en la adolescencia implica siempre una respuesta ante esta encrucijada, porque este real de la pubertad debe de ser cernido por un discurso u otro. Me refiero a que leer más allá de la conducta, o convocar al joven a la subjetivación de sus actos, da un resultado diferente a afrontar este momento con otro tipo de discurso, normativos, o defensivos. V. Palomera apunta a la idea de que las conductas de riesgo son mensajes del adolescente, ante un no saber qué hacer con su cuerpo y la sexualidad. Conclusión Tradicionalmente el psicoanálisis, ha pensado como un tratamiento posible la identificación edípica al ideal del yo, es una identificación simbólica que tiene una función pacificante y normativa, y permite estructurar lo imaginario. Pero esta identificación tiene sus límites no solo porque en la sociedad actual estamos en los tiempos del declive del padre, sino también porque estructuralmente está ligada al goce del Superyó, ¿Qué es lo que puede hacer de limite al goce? La respuesta de Lacan pasa por la ética, una ética del bien decir, aprender a decir la relación con el goce, produce efectos sobre el sujeto. Bibliografía Lacan, Jacques. "Las formaciones del Inconsciente". El Seminario 5. Freud, Sigmund. "El Malestar en la Cultura". Obras completas, ordenamiento de J. Strachey, Volumen XXI. 73 Freud, Sigmund. "Introducción del Narcisismo". Obras completas. Ordenamiento de J. Strachey. Volumen XIV . Guillot, Eric. “De l’agressivité à la pulsion de mort”. Clinique et pragmatique de la désinsertion en psychanalyse. Mental nº 24. Federación Europea de las Escuelas de Psicoanálisis. Ubieto, José Ramón. “Violencias escolares”. Violencia en las Escuelas. Grama Ediciones. 74