Distribución de cuentos de hadas - trabajo de español 1ºs años Tremembé – 4º bimestre Atención alumnos, siguen abajo los nombres de los cuentos de hadas sorteados a cada grupo. Enseguida, ustedes encontrarán los cuentos completos para auxiliarles en la producción de la parodia. ¡Buen trabajo! CUENTOS Blanca Nieves 1ºA 1, 3, 4, 6, 10, 23 1ºB 11, 12, 13, 20, 22, 27 1ºC 1, 2, 5, 20, 24 Cenicienta 11, 18, 19, 20, 24, 28 2, 9, 18, 19, 29 3, 11, 27, 30 Los tres cerditos 2, 5, 8, 16, 25 3, 6, 16, 23, 21, 7 10, 9, 7, 31, 13 Peter Pan 12, 17, 29, 21, 9 8, 4, 10, 15, 25, 30 29, 22, 19, 15, 25 Caperucita Roja Aladino 21, 16, 17, 26 7, 13, 14, 15, 26, 27 1, 5, 17, 24, 26, 28 6, 8, 14, 18, 23, 28 Blancanieves En un lejano país, vivía una reina, tan bella pero tan vanidosa que no podía soportar la idea de que en algún lugar del mundo existiera una persona más hermosa que ella. Todas las mañanas preguntaba a su espejo mágico: -Espejo, espejito mágico, ¿quién es la más hermosa de todas las mujeres de la tierra? -y el espejo contestaba: "En todo el reino no hay una doncella más bella que tú". Entonces la reina se alegraba muchísimo, porque sabía que el espejo nunca mentía. Entretanto, en un reino vecino, una doncella había tenido una hermosa niña llamada Blancanieves. Tenía la piel blanca como la nieve, los cabellos negros como el azabache, y las mejillas rosadas como las manzanas. Sus padres murieron al poco tiempo de nacer ella y Blancanieves fue cuidada por una vieja criada. Día a día crecía y se ponía cada vez más linda. Un día la reina preguntó al espejo: -Espejo, espejito, tú que nunca mientes, ¿quién es la más linda en toda la tierra? El espejo contestó: -Mi amada reina, tú eres muy bella, pero Blancanieves es mucho más bella que tú. La reina quedó tan enojada que se puso verde de rabia. Desde ese día, en su corazón quedó clavado un odio feroz hacia esa desconocida llamada Blancanieves. Llamó entonces a uno de sus guardias y le ordenó: -Ve al palacio vecino y trae engañada a la doncella Blancanieves. Dile que la reina desea verla. Tráela por el bosque, pero, cuando pases por el lugar más desolado, deja allí a la niña, donde viven las más terribles fieras. Los lobos se encargarán de ella. Cuando se acercaban a una hilera de álamos, el sirviente le dijo a Blancanieves: -En cuanto crucemos el bosque llegaremos a palacio-. Pero cuando Blancanieves se dio vuelta para preguntarle "¿Cuánto tiempo de caminata tenemos?", se encontró sola. Caminó por entre los árboles tratando de encontrar una salida. En la oscuridad, las ramas espinosas parecían grandes brazos que querían retenerla, desgarrándole los vestidos. En su recorrido por el bosque fue encontrando animalitos que la acompañaron y guiaron hasta encontrar la salida. Cruzando un arroyo claro encontró una simpática cabaña, se quedó un rato observando y comprobó que no había nadie. ¡Estaba tan cansada! Y tenía los pies tan doloridos que decidió entrar para reposar un rato. -Nada más que un ratito -pensó-, puedo tomar un poco de agua para calmar la sed. Y preguntó a los animales, sus compañeros de viaje: ¿Qué les parece, amigos, los dueños de casa me dejarán? Los animales asintieron con la cabeza. Entró a la casita y se sorprendió muchísimo al ver que todo era muy pequeño y estaba muy desordenado. Encontró platos con restos de comida, ropa sucia, el piso sin barrer, libros mezclados con herramientas y siete camitas pequeñas sin tender. Probó restos de comida que había sobre la mesa. -Estas personas deben haberse ido muy apuradas -pensó-, no han tenido tiempo para limpiar y acomodar un poco... -Manos a la obra- dijo, y tomando una pequeña escoba se puso a barrer. La casa pertenecía a siete enanitos que durante el día trabajaban en el interior de una montaña, sacando oro y piedras preciosas con sus picos y palas. Cuando volvieron a su casa, los enanitos vieron que algo raro pasaba allí. Los libros habían vuelto a su lugar, los platos, vasos y cubiertos estaban limpios, los restos de comida habían desaparecido. -Encendamos unas velas -dijo el enano mayor. Lentamente fueron revisando la pequeña cabaña. -lOh!- gritó el enano José al ver desde la puerta a Blancanieves que dormía sobre la cama de enano mayor. -¡Oh Qué hermosa niña! exclamaron todos al verla -¡Qué piel tan blanca! -dijo uno -Qué cabellos tan negros! -exclamó otro -¿Cómo había llegado hasta aquí? -preguntó el enano Pedro. ¿Quién será? -dijo el enano Juan ¡Pobre! - exclamó el más pequeñín-, tiene los vestidos rotos. -Dejémosla dormir, debe estar muy cansada -dijo el enano José. A la mañana siguiente Blancanieves se llevó un gran susto al despertarse y comprobar que estaba rodeada por siete enanitos barbudos. -¿Cómo te llamas, bella niña? ¿Cómo has llegado hasta aquí? -preguntaron ellos a coro. Blancanieves contó la historia. -¡Esa malvada y envidiosa reina! ¿No sabe que la mejor belleza es la bondad? -dijo enojado el enanito José. -Quédate a vivir con nosotros -dijo el enanito Juan. -¡Sí! ¡Sí! -aprobaron todos. Desde ese día Blancanieves vivió con los enanos. Éstos le construyeron una cómoda cama de madera y le dieron un vaso, platos, cubiertos y todo lo que ella necesitaba para sentirse cómoda en su nuevo hogar. Una tarde se oyeron golpes en la puerta. Blancanieves se acercó y al abrir encontró a una viejecita con una canasta llena de manzanas. -¿Qué se le ofrece, buena señora? -preguntó dulcemente Blancanieves. _ -Estuve vendiendo mis manzanas durante todo el día -respondió la viejecita-, estoy fatigada. ¿No me ofreces un poco de agua fresca? Blancanieves sirvió agua y la viejecita bebió rápidamente. - Permíteme que te ofrezca una de mis mejores manzanas a cambio de tu amabilidad -exclamó la viejecita. - Gracias -dijo Blancanieves- recibiendo una enorme manzana roja. Al morder aquella sabrosa fruta Blancanieves cayó al suelo, al mismo tiempo que la viejecita se transformaba en la malvada reina. -¡Ahora sí! dijo-, yo, solamente yo, soy la más bella del mundo. -¿Qué le has hecho a mi niña?-dijo el enano mayor muy enojado. -Simplemente, la he hechizado, dormirá profundamente y para siempre. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! -rió la reina saliendo por la ventana Sentían los enanos tanta pena que no entraba en sus pequeños cuerpos. Construyeron para ella una caja de cristal y la colocaron sobre el verde pasto, entre los más altos árboles del bosque. -Parece dormida -decían los enanos cuando pasaban a verla, al regresar de la mina. Una tarde mientras uno de los enanos leía su enorme libro de magia, gritó: -Escuchen hermanos, tengo la solución para ayudar a Blancanieves "La persona que coma una manzana hechizada, caerá en un profundo sueño, y sólo podrá despertarse si es besada por un joven y bondadoso príncipe, al que tomará luego por esposo". Reunidos en el bosque, los enanos discutieron quién sería el príncipe que rompería el hechizo. -El único que puede merecer a Blancanieves es el príncipe Federico -dijo el enano mayor- él es valiente, joven, y como ella muy trabajador. Los enanos cruzaron la gran montaña y contaron la historia al príncipe. Los voy a ayudar -respondió-. Con seguridad esa joven debe ser muy bella y bondadosa para que ustedes hayan venido hasta mi castillo desde el bosque. El amor que ustedes sienten hacia ella es muy hermoso. Se arrodilló frente a Blancanieves y la besó tiernamente. La joven abrió los ojos asombrada. Los enanos se acercaron locos de contentos al ver que su buena amiga se había recobrado y le contaron lo sucedido. -Si tú lo deseas serás mi esposa - Desde entonces Blancanieves vivió muy feliz en compañía de su príncipe y de los hijos que tuvo junto a él. Cenicienta Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas, una más fea que la otra. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta. Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino. Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos. Así, llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos. ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó-. De pronto se le apareció su Hada Madrina. No te preocupes -exclamó el Hada-. Tú también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta. Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven. La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven. En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce. ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-. Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado. Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito. Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le entraba perfecto. Y así sucedió que el Rey se casó con la joven y vivieron muy felices. Los tres cerditos En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndolos para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar. El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él. El mayor trabajaba en su casa de ladrillo. - Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casasdijo a sus hermanos mientras éstos se la pasaban jugando. El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja se derrumbó. El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron corriendo de allí. Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor. Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera muy pero muy larga trepó hasta el tejado, para entrar por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se quemó. Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer un cerdito. Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado! Caperucita Roja Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, ya que su abuelita le regaló una caperuza roja. Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita, estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces. Su mamá le dijo: "no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos". Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo: "Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas?". "A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces". "¡Vamos a hacer una carrera! Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja." Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado. El lobo llegó antes y se comió a la abuelita. Cuando ésta llegó, llamó a la puerta: "¿Quién es?", dijo el lobo vestido de abuelita. "Soy yo", dijo Caperucita. "Pasa, pasa nietecita". "Abuelita, qué ojos más grandes tienes", dijo la niña extrañada. "Son para verte mejor". "Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes". "Son para oírte mejor". "Y qué nariz tan grande tienes". "Es para olerte mejor". "Y qué boca tan grande tienes". "¡Es para comerte mejor!". Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella. Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los gritos se acercaron con sus escopetas. Al ver al lobo le dispararon y sacaron a la abuelita de la barriga del lobo. Así que Caperucita después de este susto no volvió a desobedecer a su mamá. Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Peter Pan Había tres hermanos, Wendy, Michael y John que vivían en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter. Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita moverse por la habitación. Era Campanita, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con Campanita al País de Nunca Jamás, donde vivían los Niños Perdidos... - Campanita los ayudará. Basta con que les eche un poco de polvo mágico para que puedan volar. Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: - Es el barco del Capitán Garfio. Tengan mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devoró la mano y se tragó hasta el reloj. ¡Muy nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac! Campanita se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que, adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe. Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John. Para que Peter no pudiera rescatarlos, el Capitán Garfio decidió envenenarlo, contando para ello con la ayuda de Campanita, quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia Wendy. Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderosísimo veneno. Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanita, arrepentida de lo que había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como, gracias a los niños, Campanita se salvó. Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarlos, cuando de repente, oyeron una voz: - ¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo! Era Peter Pan que, alertado por Campanita, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos una muerte segura. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajas por el mar, puedas ver al Capitán Garfio nadando desesperadamente, perseguido por el incansable cocodrilo. El resto de los piratas no tardaron en seguir el camino de su capitán y todos acabaron dándose un saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los demás niños. Ya era hora de volver al hogar. Peter Pan intentó convencer a sus amigos para que se quedaran con él en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver, así que Peter Pan los llevó de nuevo a su casa. - ¡Quédate con nosotros! -pidieron los niños. - ¡Vuelvan conmigo a mi país! les rogó Peter Pan-. No se hagan mayores nunca. Aunque crezcan, no pierdan nunca su fantasía ni su imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos. - ¡Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós. Aladino Aladino era un joven que vivía en Oriente Medio. Al morir su padre, su madre tuvo que trabajar sin descanso mientras su hijo crecía en las calles sin oficio. Un día en el mercado, un anciano le preguntó por su padre, y al saber de su muerte lloró y le dijo: - Soy tu tío Salim hermano de tu padre. Llévame ante tu madre. Pero en realidad era un mago africano. Aladino lo llevo a su humilde casa y su madre no tenía que darles de comer. El mercader les dio unas monedas y les ofreció ayuda porque decía ser muy rico. -¿Qué oficio tienes? - le preguntó al muchacho y este no supo que decir; entonces su mamá contestó: - No sabe nada, solo anda por las calles con sus amigos. -¡Pero esto no está bien! Ven con migo a la India y te ayudaré a poner una tienda de ricas telas. Por la mañana, partieron en camellos. Viajaron hasta la noche y el mago pidió a Aladino que recogiera leña para el fuego: -Ve y luego te revelaré un secreto. - dijo el viejo. Al rato frente a una enorme fogata el mago comenzó a pronunciar palabras mágicas y extrañas... ¡De repente del fuego, salió una puerta de loza amarilla! Aladino atemorizado quiso huir pero el mago le ordenó: -¡Abre la losa, no te pasará nada y serás recompensado! Baja y atraviesa un jardín. Al final hallarás una lámpara de aceite colgada. ¡Tráemela! Aladino encontró la lámpara y dentro de ella un anillo que se puso en el dedo. Al regresar se llenó los bolsillos de piedras preciosas que pendían de los arbustos del jardín. Cuando quiso salir del pozo el mago no quiso ayudarle, solo quería que le de la lámpara Aladino le suplicó que lo sacara pero el mago se puso furioso y le dijo que antes de sacarlo prefería perder los poderes de la lámpara y de un golpe serró la pequeña puerta. Entonces todo era oscuridad y frío y el pobre joven comenzó a frotarse las manos para darse calor y como una nube de luz salió del anillo; era un genio que le dijo: - "Amo haré lo que me ordenes" y sin pensarlo mucho Aladino le pidió que lo llevara a la casa de su mamá. En pocos segundos aparecieron allí y le contaron lo sucedido a su madre, esta muy triste dijo: - Hijo no se que hacer, ya no queda dinero ni para la comida... El genio del anillo que estaba oyendo todo se disculpó: - No puedo, solo puedo llevarte de un sitio a otro. La madre entonces decidió vender la lámpara y comenzó a frotarla con un paño para limpiar la suciedad. De repente apareció un horrible genio que con una vos espantosa dijo: -Soy el esclavo de la lámpara .Ordenen y obedeceré. A partir de ese día a Aladino y su madre no les faltó nada. Aladino comenzó a aprender el oficio de comerciante y un día paseando por el mercado vio pasar a la hermosa hija del sultán quien lo enamoró con solo una mirada. Al llegar a su casa el joven pidió a su madre que llevase las piedras preciosas que había recogido en el jardín y que le pidiese la mano de su hija para poder casarse con ella. La mamá trató de convencer al sultán pero este le propuso: - Si tu hijo construye antes de mañana un espléndido palacio, consentiré esta boda. Aladino ansioso le pidió al genio de la lámpara que levantara un palacio de mármol y piedras preciosas, con el jardín más bello de todos. Al día siguiente el sultán quedó impresionado al ver tal palacio y concedió la mano de su hija al muchacho. En pocos días se casaron y comenzaron una vida muy feliz. Pero en África el viejo mago se enteró de que Aladino no había muerto y furioso emprendió su regreso para buscar la lámpara maravillosa. Al llegar compró lámparas nuevas y las llevó al palacio: - ¿Quién cambia lámparas nuevas por viejas? - iba gritando. La princesa que estaba en el balcón ofreció la vieja lámpara de Aladino al anciano. Al anochecer el mago hizo aparecer al genio y le ordenó: - Deseo que me lleves, junto al palacio y la princesa, al África. El genio arrancó el palacio y lo llevó en sus brazos rápidamente. El sultán al enterarse sospechó de Aladino, entonces este tuvo que contarle a su suegro su desgraciada aventura: - Te perdonaré la vida si antes de cuarenta días y cuarenta noches me traes a mi hija. - le dijo el sultán. El jóven estaba desesperado pero se acordó del genio del anillo y lo hizo aparecer y le ordenó que lo llevara junto a la princesa. Casi sin darse cuenta, aparecieron en África. El joven encontró a su esposa llorando. Llegó hasta ella y le contó lo sucedido. - ¿Dónde está la lámpara ahora? - preguntó a la princesa. El malvado mago no se separaba ni un segundo de ella. Entre los dos elaboraron un plan: ella se puso hermosísima e invitó al mago a cenar y cuando este se entretuvo tomando una copa de vino, Aladino aprovechó recuperó la lámpara y lanzó al viejo por el balcón. Luego hizo aparecer al genio y le ordenó que los devolviese a Oriente junto al palacio. El sultán y la mamá de Aladino abrazaron felices a sus hijos al verlos llegar. Organizaron una semana entera de festejos...Aladino llegó a reinar en Oriente y fue feliz con la princesa por mucho tiempo.