Cristianismo Primitivo Metropolita Hilarión Alfeyev

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Cristianismo Primitivo
Metropolita Hilarión Alfeyev
Texto extraído del Libro Cristianismo Ortodoxo del
Metropolita Hilarión Alfeyev
Cristo, el Fundador de la Iglesia
En la base de la historia cristiana aparece la extraordinaria y enigmática
persona de Jesucristo, un hombre que se llamó a sí mismo Hijo de Dios. El
conflicto sobre su persona y sus enseñanzas comenzó durante su vida y ha
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continuado por casi veinte siglos. Algunos lo reconocen como Dios encarnado,
otros como un profeta que fue inmerecidamente exaltado por sus discípulos,
otros más, como un brillante maestro de moral. Incluso algunos sostienen que
nunca existió. Jesús no dejó ningún escrito ni ninguna prueba visible de su
presencia en la tierra. Lo que subsistió fue el grupo de sus discípulos a quienes
Él llamó “la iglesia”.
Iglesia es sinónimo de cristianismo: no se puede ser cristiano sin ser
miembro de la iglesia. “No hay cristianismo sin iglesia”, escribe el hieromártir
Hilarión (Troitsky).[1]
El Archimandrita Georges Florovsky dijo que “el cristianismo es la
iglesia”.[2] El cristianismo nunca ha existido sin la iglesia o fuera de la iglesia.
Seguir a Cristo siempre ha significado unirse a la comunidad de sus discípulos,
y convertirse en cristiano siempre ha significado convertirse en miembro del
cuerpo de Cristo:
El cristianismo fue desde el principio mismo una realidad colectiva, una
comunidad.
Ser cristiano significaba pertenecer a esta comunidad. Nadie podía ser
cristiano por sí mismo, como individuo separado, sino sólo junto con “los
hermanos”, sólo en conjunto con ellos. Unus Christianus, Nullus Christianus
(un solo cristiano no es cristiano). Ni las convicciones personales, ni el modo
de vida que uno tenga son suficientes para convertirlo en cristiano. La existencia
cristiana supone inclusión e implica ser miembro de la comunidad.[3]
El cristianismo no puede reducirse a la doctrina moral, ni a la teología, ni
a los cánones de la iglesia ni a los servicios litúrgicos. Tampoco es la suma de
estas partes. El cristianismo es la revelación personal del theanthropos (Dioshombre), Cristo, a través de su iglesia:
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La iglesia preserva e imparte su enseñanza y los “dogmas divinos”;
propone la “regla de la fe”, el orden y los estatutos de la piedad. Pero la iglesia
es algo inconmensurablemente mayor. El cristianismo es no sólo la enseñanza
sobre la salvación, sino la salvación misma, consumada de una vez por todas
por el theanthropos… en la percepción ortodoxa, Cristo es primero y ante todo
el Salvador, no sólo un “buen maestro” ni un profeta. Él es, por encima de todo,
Rey y Sumo Sacerdote, “el rey de la paz y el salvador de nuestras almas”. La
salvación consiste no tanto en la buena nueva del reino celestial como en la
persona teándrica del Señor mismo y en sus acciones, en su “pasión salvífica”
y su “vivificadora cruz”, en su muerte y resurrección.[4]
La iglesia es la guardiana de la enseñanza de Cristo y la continuadora de
su misión salvadora. Es la sede de la presencia viva de Cristo, el receptáculo de
su gracia. Pero no es que la iglesia salve al pueblo a través de la gracia de Cristo,
sino que es Cristo quien salva al pueblo a través de la iglesia. Por medio de la
iglesia, Cristo continúa su obra salvadora, misma que, habiéndose cumplido una
vez en el pasado, no deja de cumplirse en el presente. Cristo no entregó a sus
discípulos su cuerpo y su sangre sólo una vez, sino que siempre sigue nutriendo
a los fieles en el sacramento de la eucaristía. No salvó a la humanidad sólo una
vez por su pasión en la cruz, su muerte y su resurrección: Él salva siempre. Y
la iglesia percibe los eventos de la vida de Cristo, no como hechos del pasado,
sino como obras de trascendencia perdurable infinitas en el tiempo.
Por esa misma razón, repetidamente se usa la palabra “hoy” en los
servicios litúrgicos dedicados a los eventos de la vida de Cristo: “hoy Cristo
nace de la Virgen en Belén”[5]; “hoy el Señor de la creación comparece ante
Pilato”[6], “hoy ha llegado la salvación al mundo, cantemos al que ha resucitado
del sepulcro”[7].
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Estos no son sólo ejemplos de la retórica de la iglesia: la iglesia es el
“hoy” que se prolonga eternamente, la inagotable revelación de Jesucristo como
Dios y Salvador.
La vida, la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo se experimentan
aquí y ahora en la iglesia: la iglesia experimenta estas etapas de la economía
divina una y otra vez. A través de la iglesia, el cristiano es iniciado no sólo en
las enseñanzas de Cristo, no sólo en su gracia, sino también en su vida, su
muerte y su resurrección. Le economía de la salvación alcanzada por Cristo se
convierte en una realidad para el creyente, los eventos de la vida de Cristo se
convierten en hechos de la biografía espiritual particular de cada cristiano, quien
experimenta personalmente a Cristo y llega a conocerlo in la iglesia.
Los cristianos ortodoxos leen con reverencia el Nuevo Testamento, como
una recopilación de libros que hacen un recuento de la vida y las enseñanzas de
Cristo, de cómo fundó la iglesia y de los primeros años de la existencia histórica
de ésta. Pero no consideran la iglesia fundada por Cristo hace dos mil años como
algo esencialmente diferente de la iglesia a la que pertenecen hoy. Cristo se
revela a los fieles a través de la iglesia de hoy con la misma plenitud que con la
que se reveló a sus discípulos: su presencia no se ha debilitado, su gracia no ha
disminuido, y su poder salvador no se ha secado ni ha flaqueado.
El canon del Nuevo Testamento contiene cuatro evangelios, según San
Marcos, San Mateo, San Lucas y San Juan. En el campo del estudio bíblico, los
tres primeros reciben el nombre de “sinópticos” porque entre ellos hay muchas
similitudes, porque contienen textos que son idénticos en lugar, porque siguen
una misma secuencia cronológica y porque describen esencialmente los mismos
eventos. Sin embargo, el cuarto evangelio es único: fue escrito, por así decirlo,
como una ampliación a los primeros tres, y dirige la atención del lector, no tanto
a los milagros y las parábolas de Cristo como al significado teológico de su vida
y sus enseñanzas.
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Con todo, hay algunas diferencias entre los evangelistas. Por ejemplo,
Mateo habla del exorcismo de dos posesos (Mt. 8: 28-34), mientras que los
relatos paralelos de Marcos y Lucas dan cuenta del exorcismo de sólo uno. Las
narraciones de los cuatro evangelistas sobre las mirróforas en el sepulcro vacío
después de la resurrección de Cristo difieren en los detalles. No obstante, se
pueden explicar estas y otras diferencias por el hecho de que los mismos eventos
fueron contados por individuos diferentes, y algunos de ellos fueron testigos
oculares de lo sucedido, mientras que los demás escribieron basándose en la
palabra de otros. Además, las narraciones se escribieron muchos años después
de los eventos que se cuentan. La presencia de pequeñas diferencias sirve para
aumentar la credibilidad de las narraciones de los evangelios, pues dan
testimonio del hecho de que no hubo colusión entre sus autores. En otras
palabras, las diferencias entre los evangelistas no son sustanciales.
La palabra “iglesia” sólo se menciona una vez en los evangelios, pero
esta referencia tiene una importancia clave en el desarrollo de la doctrina
cristiana sobre la iglesia. El evangelio según San Mateo relata cómo Jesús, al
viajar por tierras de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen
los hombres que es el Hijo del hombre?” Los discípulos respondieron: “Unos
dicen que Juan el bautista, otros dicen que Elías, y otros que Jeremías o uno de
los profetas.” Jesús preguntó: “¿Y quién decís vosotros que soy Yo?” Pedro
replicó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” Entonces Jesús le dijo:
“Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la
carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo
que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella.” (Mt.16:13-18)
Este pasaje ha recibido diferentes interpretaciones en las iglesias de
oriente y occidente. El occidente enfatizó el papel de Pedro como líder de los
apóstoles y vicario de Cristo en la tierra, que legó su primacía a los obispos de
Roma. En oriente, la interpretación más ampliamente respaldada sostiene que
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la iglesia está basada sobre la fe en la divinidad de Jesucristo, fe que fue
confesada por Pedro.[8] En una de sus epístolas, San Pedro mismo afirma que
la piedra angular de la iglesia es Cristo. (1 Pe 2:4).
Citas bibliográficas:
[1] Hilarión(Troitski), Obras (Moscú, 2004), 2.192
[2] Georges Florovsky, “El Hogar de mi Padre,” en Artículos Teológicos Selectos (Moscú, 2000).
10. Las itálicas son del autor.
[3] Florovsky, “La Iglesia: Su Naturaleza y Misión,” Artículos Teológicos Selectos, 188.
[4] Florovsky, “El Hogar de mi Padre,” en Artículos Teológicos Selectos (Moscú, 2000). 10-11.
Las itálicas son del autor.
[5] Maitines de la Natividad de Cristo, stichario de Ainos.
[6] Vísperas de Viernes Santo, stichario de “Señor, Clamo a ti.”
[7] Maitines del Domingo, Tropario posterior a la gran Doxología, tonos 1,3,5y7.
[8] Cf. Juan Crisóstomo Homilías sobre el Evangelio según Mateo 44.2: “Sobre esta roca, esto
es, sobre esta confesión de fe, edificaré mi iglesia.”
Extraído de:
Sitio web de la Iglesia Ortodoxa Antioqueña, Arquidiócesis de México,
Venezuela, Centroamérica y el Caribe.
http://iglesiaortodoxa.org.mx/informacion/?p=11810
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