Hallados documentos relativos a las actividades

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Hallados documentos relativos a las actividades clandestinas del partido nazi en España anteriores a julio de 1.936 - otromadrid.org
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Hallados documentos relativos a las
actividades clandestinas del partido nazi en
España anteriores a julio de 1.936
Hitler ofreció a Franco toda la ayuda necesaria durante la guerra civil
española, pero antes promovió el golpe de Estado contra el gobierno
republicano que desembocó en el fratricidio bélico. El hallazgo de
documentos desconocidos relativos a las actividades clandestinas del
partido nazi en España anteriores a julio de 1936 ofrece una nueva visión
del levantamiento militar.
Eduardo Martín de Pozuelo y Jordi Finestres
La guerra ha terminado. Los vencedores, nazis y franquistas, celebran juntos, el 18 de mayo de
1939 en el aeropuerto de Barajas, la derrota de la República. Franco y su esposa –en el vértice
de la esvástica–presiden el acto
Hitler ofreció a Franco toda la ayuda necesaria durante la guerra civil española, pero antes
promovió el golpe de Estado contra el gobierno republicano que desembocó en el fratricidio
bélico. El hallazgo de documentos desconocidos relativos a las actividades clandestinas del
partido nazi en España anteriores a julio de 1936 ofrece una nueva visión del levantamiento
militar. Los movimientos conspiradores de los representantes en suelo español del
Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), es decir, de los nazis enviados a nuestro
país y principalmente de su misterioso y discretísimo jefe en España, Hans Hellermann,
demuestran que Berlín estuvo detrás del golpe de Estado contra la II República, un régimen que
la Alemania que empezaba a construir el puzzle del III Reich necesitaba destruir. Hitler precisaba
una España pronazi y profascista, y las pruebas indican que desde fechas tan tempranas como
1930 se esforzó para que así fuera.
Hans Hellermann, el hombre que canalizaría el impulso nazi a favor del alzamiento, fue un
personaje tan oscuro como escurridizo ya que siempre actuó por orden directa de Heinrich
Himmler, jefe supremo de la policía alemana, y por lo tanto de Adolf Hitler y a espaldas de la
embajada y de los consulados oficiales alemanes. Su biografía y su trayectoria salen a la luz
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después de la búsqueda y el hallazgo de su Berfonalfragebogen o ficha personal en los archivos
nazis de Alemania. Además, un informe confidencial elaborado por los servicios secretos
estadounidenses el 29 de diciembre de 1945 con el fin de evaluar la participación de este oscuro
ejecutor del III Reich completa el dibujo del hombre que, sin delatarse, extendió el nazismo en
España. El Magazine ha localizado estos y otros documentos excepcionales perdidos entre los
miles de papeles perfectamente conservados en un archivo de Amsterdam y en otro de Estados
Unidos que relatan maniobras desconocidas de los nazis en España los meses previos a la Guerra
Civil.
Nacido en 1909 en Schwelm, Westfalia, Hans Willi Hellermann se involucró desde joven en el
movimiento nazi. “Se hizo miembro del NSDAP en diciembre de 1929 como socio número
186.721. En 1932 se convirtió en SA.Stabsführer en Schwelm”, es decir, jefe de las fuerzas de
asalto paramilitares del partido en su ciudad, según el informe oficial y secreto de Estados
Unidos.
Enfrentado a su padre por motivos ideológicos, en diciembre de 1933 viajó a España por orden
de Himmler, concretamente a Barcelona.
Soltero, de metro setenta y seis centímetros de estatura y con ojos azules, según se puede leer
en su ficha política hallada en Berlín, Hellermann tenía ante sí, a los 26 años, el gran reto de su
vida. Desde su cargo de jefe local del partido nazi en Barcelona, bajo la tapadera de la empresa
de importación y exportación Import Business Hellermann & Philippi, situada en la calle Avinyó,
que jamás llevó a cabo ninguna iniciativa comercial, Hellermann intensificó las siniestras
actividades del llamado Servicio de Control Portuario, denominación ambigua que escondía las
inconfesables labores de una policía secreta nazi que secuestraba compatriotas o judíos en
España y en su caso los juzgaba y asesinaba.
Al mismo tiempo, Hellermann realizó buenos contactos con militares y falangistas españoles
(“clientes”, en sus mensajes en clave dirigidos al partido nazi en Alemania) cuya identidad
aparece en los documentos desclasificados ahora.
Según una investigación de la OSS estadounidense (la Oficina de Servicios Estratégicos, el
precedente de la CIA) elaborada en diciembre de 1945 con datos hallados en Berlín, Hellermann
“ayudó a organizar la Gestapo, la Falange y el alzamiento de Franco en España” y fue el hombre
de enlace entre el partido nazi en Alemania y los fascistas en España. De este modo, la
Barcelona republicana, autonómica y antifascista albergó, sin que nunca llegara a ser
descubierto, el centro de agitación pronazi más importante de España .
Tan eficiente se mostró Hellermann en su labor que, en abril de 1936, a tres meses del
alzamiento, Eric Schnaus, el agente de la Gestapo enviado a España para tejer la red de centros
nazis por todo el país, propuso a Hellermann como su sucesor en el cargo de
Landesgruppenleiter o jefe del partido en España. Berlín ratificó el nombramiento, y Hellermann
aceptó con entusiasmo.
Con este activo nazi al frente, el golpe contra la República se aceleró. El 24 de abril de 1936,
Hans Hellermann viajó urgentemente a Berlín bajo el pretexto de llevar “documentos y sacas
oficiales de la embajada”. Una vez en Alemania se entrevistó con Heinrich Himmler, jefe
supremo de la policía alemana, de quien recibió instrucciones concretas: ayudar a los militares
profascistas a poner fin a la República española.
De vuelta a Barcelona, Hellermann ordenó a los principales jefes nazis de las secciones locales de
España que acudieran a visitarle con el fin de transmitirles las órdenes de Berlín. Para ello les
envió el siguiente mensaje en clave: “La llegada de la estación de verano representa para usted
también el problema de completar sus existencias. El señor Hellermann, que acaba de regresar
de un viaje a Alemania, trae ofertas de toda clase, en las que usted seguramente estará
interesado. Como sólo tenemos unas cuantas muestras del nuevo surtido de mercancías que
representamos en esta agencia, le estaremos muy agradecidos si se sirve venir a visitarnos. En
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espera de su respuesta, quedamos a su disposición. Con camaradería alemana. ¡Heil Hitler!”.
Como resultado de la invitación, entre el 15 y el 20 de mayo de 1936, Hellermann se reunió con
los 32 líderes más importantes de todos los grupos locales nazis de España y les dio las
instrucciones que traía de Berlín. Los documentos desclasificados consultados en Holanda,
Alemania y Estados Unidos constatan que durante las semanas previas al alzamiento hubo
frecuentes encuentros de estos nazis con falangistas y carlistas en varias ciudades españolas. De
hecho, consta que dos mil quinientos hombres, perfectamente disciplinados, estaban listos para
el día de la rebelión, según se desprende de documentos alemanes procedentes de la falsa
empresa de Hellermann en Barcelona que están archivados en Amsterdam.
Existen referencias documentales precisas de que Hans Hellermann contó con la amistad de un
ingeniero del Ministerio de Aviación, que le puso en contacto con los jefes militares de la Ciudad
Condal. También tuvo la complicidad de otro nazi establecido en Barcelona, Schubert, ingeniero
diplomado, jefe del grupo de aviación del Frente del Trabajo Alemán, que impartió cursos a los
fascistas españoles.
Pero el contacto clave de Hellermann fue Luis López Varela, capitán de la quinta batería del
regimiento de artillería de Montaña n.º 1, con guarnición en Barcelona, cerca del puerto y de la
propia empresa de Hellermann. Hombre de confianza del general Mola, Luis López Varela fue uno
de los cabecillas de la Unión Militar Española (UME) en Cataluña. La UME era una organización
clandestina del ejército creada a principios de 1934 que adquirió mayor fuerza después de las
elecciones de febrero de 1936, cuando se enrolaron en ella muchos generales antirrepublicanos
como Mola, Franco, Goded o Fanjul. La UME y la Falange planearon posicionarse contra la
República y no dudaron en firmar un documento en el que se comprometían a secundar un
alzamiento militar.
Si la ayuda alemana durante la guerra sería decisiva en el triunfo final de Franco, cabe recordar
que el alzamiento militar fue inicialmente sofocado en Barcelona. En agosto de 1936, Luis López
Varela y otros miembros de la UME fueron sometidos a consejo de guerra por rebeldía y
fusilados. Hans Hellermann, buscado por las milicias populares y por la policía de la Generalitat,
se fue a Alemania, donde fue recibido personalmente por Hitler.
Las juventudes hitlerianas desfilan por Barcelona en 1941 frente a un grupo de mujeres con
uniforme de Falange portando una bandera española en la que han incluido una esvástica. Un
guardia urbano saluda brazo en alto
Hitler dio la orden de impulsar el golpe
Si Hans Hellermann auspició el ruido de sables en España desde Barcelona, en el norte de África
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Franco contó con la colaboración de Johannes Bernhardt, jefe local del partido nazi en Tetuán,
que conoció al general en 1935, y de Adolf Langenheim, jefe del partido nazi en Marruecos,
también conocido de Franco por las mismas fechas. Ambos consiguieron que un mensaje del
general, en el que pedía la ayuda precisa para su guerra contra la República, fuera atendido por
Adolf Hitler el 22 de julio de 1936 durante el Festival de Bayreuth en honor de Richard Wagner.
Tras leer el mensaje de Franco y hablar aquel mismo día con los emisarios nazis portadores de la
carta, Hitler ordenó en el mismo Bayreuth que se procediera a activar la ayuda logística y militar
que precisaba el futuro Caudillo. El mariscal Hermann Göering se encargó personalmente
–hay abundante documentación que así lo prueba– de que se montasen inmediatamente las
sociedades mercantiles necesarias para canalizar la ayuda del nazismo a Franco y más tarde
ocultar el inmenso aparato de guerra alemán que se desplegaría en España durante la II Guerra
Mundial. Además, los aviones que Franco solicitaba para el transporte de tropas partieron de
inmediato desde Alemania. Las empresas creadas fueron, primero, la Hispano-Marroquí (Hisma),
nombre que se atribuye a Franco, y luego, la Sociedad Financiera Industrial (Sofindus). Según un
detallado documento desclasificado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos,
encontrado en las oficinas de la Auslandsorganisation de Berlín, el 2 de agosto llegó a Sevilla el
primer avión de transporte y, en cortos intervalos, 24 aeronaves más, así como el transporte de
tropas desde Tetuán a Jerez de la Frontera y Sevilla a través de cuatro vuelos diarios de cada
avión, con 25 o 30 soldados completamente equipados por vuelo.
Otro documento nazi, hallado por el FBI al final de la II Guerra Mundial en la sede central de
Sofindus en Madrid, confirma que desde el primer momento del alzamiento los alemanes se
encargaron de enlazar telefónicamente los centros de mando militar de las fuerzas nacionales, lo
que implica una confianza total entre nazis y sublevados.
La documentación guardada en los archivos citados en este reportaje muestra que el apoyo nazi
fue determinante para que Franco no viera colapsada su ofensiva y perdiera la guerra ya en
septiembre de 1936, según consta en un memorándum secreto alemán de la AO (departamento
exterior del partido nazi) archivado en Estados Unidos.
Hasta poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial el régimen franquista no disimuló sus
simpatías con el ideario nazi. Los símbolos del Reich y del Movimiento Nacional adornan un tren
en Barcelona en 1941.
La conspiración: nazificar España
La nazificación de España comenzó a prepararse seis años antes de la rebelión militar. En 1930
se instaló en Lisboa el primer comisionado del nazismo para la península Ibérica, un tal
Friedhelm Burbach, enviado de Hitler, que le ordenó aglutinar a los alemanes residentes de
España y Portugal en torno al nuevo ideario nazi y buscar amigos y alianzas entre los
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anticomunistas y católicos de cualquier color político. En la primavera de 1933, Walter
Zuchristian, un empleado de la empresa Siemens en Madrid, fue nombrado jefe del partido nazi
en España. El 12 de junio del mismo año, Zuchristian dirigió una carta a Burbach en la que ya
mostraba inquietantes planes de futuro: “Estamos esperando nuestra oportunidad. Por ahora nos
mantenemos quietos, preparando todo para estar en condiciones de obrar cuando la oportunidad
se presente. Todo parece indicar que el pueblo está cansado del régimen de izquierda y va a
sacudirlo pronto. No se desespere, nuestras Ogs (secciones locales nazis por toda España) están
listas para cuando llegue ese momento”.
La ocasión soñada por los nazis pudo llegar después de las elecciones de noviembre de 1933,
cuando la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) se erigió en el partido con
más diputados en el Congreso. Fue entonces cuando Zuchristian giró una circular a los grupos
locales de su partido para ordenar el establecimiento de conexiones con los elementos más
extremistas de la CEDA y su líder, José M.ª Gil Robles, que fue invitado al congreso nazi de
Nüremberg. Los nazis estaban complacidos por la buena sintonía de la CEDA con militares como
Goded o Franco, los artífices de la brutal represión sobre los mineros asturianos en octubre de
1934. El día 18 de aquel mes, Zuchristian anotó: “Han sido reprimidos en la forma debida”.
Entonces, la presencia nazi creció sin parar: en noviembre de 1934 tenían 22 oficinas de
representación y en 1936, poco antes de la sublevación, ya eran 163 por toda España. Sin
embargo, Zuchristian fue relevado por Eric Schnaus, un agente de la Gestapo que debía
reorganizar el nazismo asentado en suelo español. El 8 de enero de 1936, a seis semanas de
unas nuevas elecciones en España que darían la victoria a los partidos de izquierda, Schnaus se
olió el resultado y ordenó a todas las secciones locales poner a buen recaudo documentación
oficial hasta nuevo aviso y, “en el caso que sea necesario suspender toda correspondencia,
recibirá un telegrama diciendo ‘Contrato firmado. Juan’, de manera que al recibirlo debe usted
suspender toda comunicación hasta nueva orden. Esta carta deberá ser destruida
inmediatamente”. Aunque las copias españolas del mensaje anterior fueron destruidas, como se
ordenaba en él, ahora ha sido posible encontrar la enviada a Berlín.
Pero el 27 de marzo, Schnaus, convencido de que la conspiración contra la República podía estar
cerca y triunfar, se dirigió a la dirección de la Gestapo en Berlín, donde prometió “poner las
secciones de España listas para atacar”. Desde Alemania se mandó acelerar los contactos con los
sectores políticos y militares contrarios al gobierno de Madrid. A partir de aquel momento, los
futuros protagonistas del alzamiento serían mencionados en las comunicaciones secretas como
“clientes”, como se constata en una nueva circular de Schnaus a los jefes nazis en España: “Los
informes sobre nuestros competidores demuestran que sus directores se encuentran divididos
respecto del nuevo método de manufactura (…) Por esta razón tiene especial interés para
nosotros mandar instrucciones adecuadas a nuestros agentes y a nuestros clientes con el fin de
que estén preparados a hacer frente a cualquier situación”. Fue entonces cuando entró en juego
el hábil Hans Hellermann, a quien Schnaus confió la misión de servir a sus clientes.
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Fotografía de Hans Hellermann, la única hallada en los archivos nazis en Alemania. Corresponde
a su ficha del partido nacionalsocialista
El siniestro Servicio de Control Portuario
En 1935 la Organización para el Extranjero del partido nazi, dirigida por Ernst Wilhelm Bohle,
creó el Departamento Central del Servicio de Control Portuario. Se trataba de una organización
policial secreta que cubría la actividad de la Gestapo (policía secreta alemana) fuera de las
fronteras del Reich y que siempre funcionó al margen de la embajada y de los consulados. La
existencia en España de este oscuro organismo aparece en un documento desclasificado por los
norteamericanos, con fecha de 29 de diciembre de 1945, cuyo contenido determinó las
principales misiones que Himmler encomendó al Servicio de Control Portuario en España que
dirigía Hans Hellermann.
Su misión era vigilar los asuntos económicos de la península Ibérica con países extranjeros;
organizar un servicio de contrabando de armas y material de propaganda; establecer una red de
empresas españolas y portuguesas que, una vez terminada la guerra, permitiría hacer
importaciones de otros continentes, y, por último, la perversa misión de ejecutar las sentencias
de tribunales nacionalsocialistas secretos creados por Himmler para juzgar cuestiones de
disciplina de los residentes alemanes en la Península que se negaron a obedecer órdenes de la
Gestapo. Se da por hecho que está misión implicó el secuestro y el asesinato.
Según documentos encontrados en la sede de Import Business Hellermann & Philippi, el Servicio
de Control Portuario en España tuvo en nómina, oficialmente, a 45 agentes, además de
centenares de colaboradores, entre ellos representantes comerciales de empresas de navegación.
Para evitar problemas con las autoridades españolas, los sueldos de los agentes del servicio
policial nazi eran asumidos por dichas empresas. Es el caso de Paul Riger y Siegfred Wolf, que,
en mayo de 1935, fueron contratados por la compa-ñía Baquera, Kusche y Martin, SA
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